Marx y Engels Del Idealismo Al Materialismo Historico PDF
Marx y Engels Del Idealismo Al Materialismo Historico PDF
Marx y Engels Del Idealismo Al Materialismo Historico PDF
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áftiguste Cornú
CARLOS MARX
FEDERICO ENGELS
P L A T I N A
S T I L C O G R AF
Edición conj unta
Tradujeron del francés
T omo I
PATRICIO CANTO
TOMOS II y III
MATILDE ALEMÁN
Tapa de SIGFREDO
Edición al cuidado de
FLOREAL MAZIA
LOS AÑ O S DE IN FAN C IA
Y DE JU VEN TU D
LA IZQUIERDA
HEGELIANA
1818/20 - 1844
Carlos Marx fue ante todo un revolucionario. Su ver
dadera misión consistió en contribuir por todas las ma
neras a la caída del régimen capitalista y de las institu
ciones políticas creadas por éste, así como a la liberación
del proletariado moderno, al cual fue el primero en darle
conciencia de su situación, de sus necesidades y de las
condiciones de su emancipación. El combate era su
elemento.
F e d e ric o E n g e l s
PREFACIO
En su exposición sobre las fuentes y los elementos del marxismo, Lenin mostró
que éste tuvo su origen y fue la prolongación de las tres grandes corrientes de
pensamiento en los países más avanzados del siglo x ix : la filosofía clásica ale
mana, la economía política inglesa y el socialismo francés unido al conjunto de
las doctrinas revolucionarias francesas.
Sólo después de haber asimilado la contribución esencial de la filosofía idea
lista alemana, la dialéctica, a la cual trasformaron radicalmente, dándole un ca
rácter, no ya idealista, sino materialista, Marx y Engels elaboraron — apoyándose
en un estudio profundizado del socialismo, del materialismo francés y de las
doctrinas económicas inglesas—■su concepción del materialismo dialéctico, fun
damento del socialismo ya no utópico, sino científico.
La presente obra es una exposición de la primera formación del pensamiento
de Marx y de Engels, y de su desarrollo cuando formaban parte del movimiento
de la izquierda hegeliana. El primer capítulo ofrece un breve resumen de los
principales acontecimientos y de los problemas esenciales que es necesario conocer
para comprender este movimiento.
A la vez filosófico y político, este movimiento intentaba utilizar 2a filosofía
hegeliana para defender las reivindicaciones de la burguesía liberal alemana,
que se desarrollaba cada vez más rápidamente después de la revolución de 1830.
Si bien rechazaba el sistema político reaccionario de Hegel, la izquierda he
geliana conservaba de éste el método dialéctico, del cual se servía como un arma
en su lucha contra el Estado prusiano reaccionario. Como no encontró un apoyo
suficiente en la burguesía prusiana, incapaz todavía de lanzarse a una lucha re
volucionaria, el movimiento estaba destinado a un rápido fracaso.
Mientras que la mayoría de los miembros de la izquierda hegeliana renun
ciaban a la lucha y se orientaban hacia un individualismo anarquista, Marx y
Engels participaron desde el principio, en forma cada vez más activa, en el com
bate en favor del radicalismo democrático.
El paso al radicalismo democrático fue acompañado en ellos por un rechazo
progresivo del idealismo, y por la elaboración del materialismo histórico, cuyos
primeros elementos son perceptibles en los artículos de fines de 1841.
LA ÉPOCA
10 Compuesta, como ¡as otras dietas provinciales, por tees grupos de representantes de
Ia propiedad-territorial —nobles, burgueses y campesinos— , la Dieta renana estaba domi
nada por los diputados de la burguesía, aliados a los del campesinado, igualmente dispues
tos a defender las instituciones francesas, a las cuales debían su emancipación económica
y social.
11 Carta del presidente de la provincia reaana von Bodelschwingh ai ministro del In
terior von Rochow, 30 de mareo de 1836 (citado por I. Droz, op. d t., pág. 1 0 3 ). "No
ignora usted que la inmensa mayoría de los habitantes de esta provincia que se interesan
en los debates políticos consideran las consecuencias sociales de la Revolución Francesa
— abolición de los derechos feudales y de los privilegios de todas clases, proclamación del
principio de igualdad de todas las dases— como un inmenso beneficio y contemplan con
infinita desconfianza todo acto del gobierno que tienda a restablecer el antiguo estado de
cosas.” Cf. j . Droz, op. cit., cap. VI, págs. 144-164. "F1 liberalismo de /. F. Benzenberg.”
i- Para vence- estas resistencias el gobierno prusiano recurrió a una burocracia autori
taria y cizañera, y a una policía v il, que reenttla a la delación, pero esto sólo podía acre
centar la oposición de los renanos a Prusia y favorecer las tendencias separatistas y francófilas.
1S Siguiendo la corriente general de la época, la iglesia católica tendía entonces a apar
rarse del liberalismo religioso que había predominado en el siglo XVffi, y a evolucionar
bacía el ultramontanismo. Esto la llevaría a un conflicto con el gobierno prusiano, que
estalló en relación con los matrimonios mixtos entre católicos y protestantes. La decisión
del gobierno, de dar a los hijos de estos matrimonios la religión del padre, chocó con la
oposición unánime del clero.
14 De 1808 a 1818 la deuda prusiana se había elevado, de 54 a 2 t7 millones de táleros.
Mientras en Prusia oriental se pagaba 639 táleros como impuesto territorial por legua
cur-drada. en Renania se habí?, llegado a pagar 4.469.
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a los renanos, cuanto que éstos se encontraban entonces en una grave crisis eco
nómica, tanto industrial como agrícola. La pérdida de ios mercados, franceses,
para los cuales Pfusia ofrecía apenas una mediocre compensación, y la reanuda
ción de ia competencia inglesa, que inundaba a Alemania con las mercaderías
acumuladas durante el bloqueo continental, habían determinado una crisis in
dustria], agravada por una crisis agrícola debida al'pobre rendimiento de los
viñedos y a la. mala venta del vino.
Esta doble crisis tuvo por efecto el de unir a burgueses, obreros y campesinos
en su hostilidad contra Frusta, que por Lo demás no adquirió un carácter agudo,
y se manifestó ante todo en lamentos y declaraciones que reclamaban reformas
liberales y medidas económicas favorables a la burguesía.1s
A medida que la situación económica iba mejorando, la oposición de Renania
a Prusia se atenuó, y la comunidad de intereses triunfó sobre las diferencias que
las separaban, demostrando ser más fuerte que las tendencias francófilas y libe
rales. La supresión de las aduanas interiores, que abrió a los productos indus
triales y agrícolas de la Renania —en particular el vino— el mercado interior
prusiano, y el establecimiento, en 1818, de una tarifa proteccionista bastante
elevada pata permitir a la industria renana luchar contra la competencia inglesa,
determinaron un restablecimiento bastante rápido de la industria y el comercio,
reanudaron los vínculos entre las distintas provincias y facilitaron la integración
de Renania en ei reino prusiano.1516 A partir de 1830 Remnia unió definitiva
mente su- suerte a la de Prusia, y la revolución liberal que estalló entonces en
Francia encontró escaso eco.
Este fue para Prusia un período de transición. El país se desprendía lenta
mente del régimen feudal, y el desarrollo del régimen capitalista y de las nuevas
relaciones sociales engendradas por éste se efectuó poco a poco. A .pesar de la
libertad de comercio y de industria, el espíritu de empresa estaba aún poco des
arrollado, la pobreza del país impedía la rápida acumulación de capitales y sólo
se encontraba una concentración industrial en Renania y en Silesia. En relación,
con Inglaterra, la industria tenía medio siglo de atraso respecto del maqumismo,
y es así que en 1831 el 10 por ciento de los telares seguían siendo accionados a mano,
el 82 por ciento contaban con fuerza hidráulica, y sólo el 6 por ciento funciona
ban a vapor. Este lento progreso del maqutnismo permitía al artesanado resistir
la competencia de las fábricas. La situación era semejante para el comercio, que
a consecuencia del escaso desarrollo de la industria y de los medios de trasporte,
se hacía aún en buena medida por medio de carretas, de mozos de cordel y en
las ferias.
15 Cf. P. Benaerts, Les origin es d e la gran de industria a lie mande. Essai sur ¡ ‘historie
ecouoiuiqrie d;t Z oünsrein, París, 1933, págs. 22-23- Quejas formuladas por los medios
económicos al presidente de la provincia. "Gracias a los cambios políticos producidos,
nuestro país se ha visto sin duda sustraído al dominio del extranjero, pero nuestro comer
cio y nuestras fábricas han caído ea la situación más lamentable. Sea que los productos
de nuestra industria están prohibidos en varios países con los cuales antes teníamos rela
ciones, se a que su importación en otros haya sido fuertemente gravada, el resultado general
es una parálisis toral de nuestra industria y una miseria sin límites entre los obreros de
nuestras fábricas.”
]B La ley de 1818, que suprimía las aduanas interiores, establecía al mismo tiempo una
tarifa proteccionista moderada; eximía de todo tributo a la importación de materias primas
necesarias para la industria, imponía una tasa de importación del 10 pot ciento sobre ios
productos manufacturados y de! 20 por ciento sobre las mercancías coloniales.
A este estadio del desarrollo industrial y comercial correspondía el modo de
vida de las distintas clases sociales. La clase dominante seguía siendo la nobleza,
dueña del suelo; la gran burguesía estaba apenas en vías de formación; las clases
medias debían contentarse con una mediocre existencia; la situación del campe
sinado empeoraba a causa de los tributos que continuaba pagando a la nobleza,
y de la constante disminución del precio de los productos agrícolas; el proleta
riado, que se formaba al mismo tiempo que se iba desarrollando la industria, y
que no estaba protegido por una organización sindical ni por leyes sociafes, era
víctima a la vez de la explotación patronal y de la competencia extranjera. El
proletariado soportaba la constante disminución de los salarios y el incesante
aumento de la jornada de trabajo, que oscilaba entre 14 y 17 horas, y vivía en
una miseria atroz.17
Sin embargo, el ritmo de la producción y de la circulación de mercancías crecía
poco a poco, especialmente en Renania. Entre 1815 y 1830, el número de husos
aumentó de 100.000 a 150.000, el de telares se duplicó y la importación de al
godón se triplicó; asimismo, se duplicó la producción de hierro, que en 1830
llegó a 82.000 toneladas; las cargas de carbón que pasaban por Ruhrort pasaron
de 2,500.000 a 5.500.000 quintales, y lo mismo sucedió con el comercio, que
en 1830 llegó a los 200 millones de táleros.
Esta prosperidad industrial y comercial, favorecida por el rápido aumento de
la población, cuya densidad pasó en ese período de 2.000 a 2.500 habitantes por
legua cuadrada, determinó una rápida extensión de las vías de trasporte y co
municaciones. La longitud de las carreteras, es decir, de las rutas empedradas,
pasó entonces de 3-200 a 4.600 kilómetros, y una línea de navegación de vapores,
creada en 1825 sobre el Rin, entre Maguncia y Rotterdam, la Preussisich-Rheinis-
che Dampfschiffahrtsgesellscbaft, permitió reducir a más de la mitad el precio
de los trasportes fluviales.
Al mismo tiempo, se observa una trasformación del estado de espíritu de la
burguesía, que, al adquirir conciencia de su fuerza a medida que aumenta su
poderío económico, se vuelve más insistente en sus reivindicaciones. Estas son
al comienzo de naturaleza económica, pero adquieren poco a poco un carácter
político e indican su voluntad de participar en el poder.18
Mace así, no sólo en Prusia, sino también en toda. Alemania, un conflicto entre
la burguesía, de tendencia liberal, que dirige las fuerzas nuevas de la producción,
y los Estados reaccionarios, preocupados ante todo por la defensa de los intereses
de ia nobleza agraria.
Este conflicto encuentra su expresión ideológica, después del fracaso del mo
vimiento nacional y liberal de la Burschenschaft, en la lucha entre las concep
ciones liberales inspiradas por la Revolución Francesa y las concepciones reaccio-
13 Cf. Rotteck, H istoria universal (W eltgesch ich te ) , 1808. Consideraciones sobre las
Dietas (Id een ü b er L andstánde), 1819.
20 Cf. von Haller, Manual gen era l d e d erech o p olítico (H andhuch d er a llgem ein en
Staatskunde), I80S; R estauración d e la cien cia política ( Restauration d er St-aatsivissen-
sch a ft ) , 1818. Adam Miiller, E lem entos d e ciencia política ( E lemente d er S taatsk m st),
1810.
21 Cf. H. von Treitscke, Historia alemana en e l siglo XIX ( D eutsch egeschich te im XIX.
Jahrbutídert ) , t. IV, pág. 4. " la revolución de París conmovió el sistema de la Santa Alianza
y aceleró la disociación del antiguo régimen. La decadencia de la nobleza y el dominio de
la burguesía en Francia inflamaron las esperanzas de la burguesía alemana, y estimularon
sus reivindicaciones. Al mismo tiempo, se produjo un gran crecimiento de la producción
En Prusia la revolución tuvo escasos efectos inmediatos, y la oposición liberal
se limitó en general a manifestarse en favor de Polonia, considerada como el
símbolo de la libertad oprimida, a consecuencia de su desdichada rebelión contra
Rusia en 1831. Esta oposición se manifestó con algo niás de fuerza en Renania,
en forma de pedidos dirigidos al rey por las Cámaras de Comercio de Coblenza
y de Elberfeld, en los cuales la burguesía liberal exponía sus reivindicaciones.
La principal fue la "Memoria sobre la situación y la política de Prusia a fines
del año 1830" ( D enk scbrift ü b er P féu ssen s L age an d Politik am Ende d es }abres
1830), dirigida al rey el 31 de diciembre de 1830 por David Hansemann, di
rector de la Compañía de Seguros contra Incendios de Aix-ia-Chapelle y miem
bro de la Cámara de Comercio de esa ciudad. Hansemann hacía, en su Memoria
la defensa del liberalismo, criticaba la monarquía absoluta sostenida por la
nobleza y reclamaba la proclamación de una Constitución. A la vez que recha
zaba los principios de igualdad política y social, y de soberanía popular, pedía
una monarquía constitucional en la cua! ios poderes del rey debían .estar limi
tados, como en Francia, por una Cámara elegida mediante sufragio censal. Esta
Memoria traducía el deseo de la burguesía de contar con un Estado fuerte, ca
paz de defender sus intereses, y preconizaba la unificación de Alemania bajo la
égida de una Prusia liberal, mediante una unión aduanera que crearía una co
munidad de intereses entre los Estados alemanes —excluida la Austria reaccio
naria—, compuesta por una amalgama de pueblos en su mayoría no germánicos.
La Memoria no tuvo mucho eco, ni dentro del gobierno ni entre la población, la
cual no sentía aún interés por los problemas políticos.
La influencia de la revolución de 1830 se hizo sentir más vigorosamente en
algunos Estados de Alemania del norte, en Hanover y Brunswick, cuyos sobera
nos se vieron obligados a conceder una Constitución a sus súbditos, y en los
Estados de Alemania del sur, Baviera, Wurtemberg, y eJ gran ducado de Bade,
ya conquistados por las ideas liberales. La revolución determinó en estas últimas
regiones un gran movimiento liberal, que alcanzó su apogeo en la festividad de
Hambach en el Palatinado, el 17 de mayo de 1832, ocasión en la cual 25.000
manifestantes reclamaron la unidad y un régimen constitucional para toda
Alemania.
Sin embargo, la burguesía alemana no era aún bastante fuerte para que el
liberalismo pudiera triunfar, y la festividad, que recordaba la de Wartburg en
1817, no fue seguida por acción alguna, salvo de parte de los gobiernos, que
reprimieron de nuevo con dureza todas las manifestaciones liberales. En efecto,
por decretos de la Dieta federal de julio de 1832, se reiniciaron las persecuciones
contra los “demagogos" y se restringió la libertad de prensa con una acentuación
de la censura.
Pero la reacción no lograría aplastar este movimiento liberal en forma tan
completa como ya lo había hecho después de 1817. La burguesía, y con ella el
liberalismo, encontraban un apoyo más sólido en el desarrollo económico, que
se aceleró después de 1830, en particular luego de la creación, en 1834, de la
25 Esta prosperidad no debe hacer olvidar que Prusia seguía estando muy atrasada en
el desarrollo ecooómico, en particular si se la compara con Inglaterra. Así es que el primer
navio de vapor fue botado en Inglaterra en 1802, la primera vía férrea se construyó en
1825 y la extracción del carbón llegaba allí en 1800 a 4,500.000 toneladas, mientras que
en Alemania era sólo de 3 000.000 en 1843,
explica el desarrollo paralelo del movimiento liberal y de un movimiento demo
crático y socialista, que se opondrán cada vez más a medida que se acentúen las
luchas de clases.
Este doble carácter de la oposición se manifiesta en un principio de un modo
aún poco diferenciado en el movimiento literario que sucede al movimiento po
lítico liberal, reprimido después de la festividad de Hambach en 1832.' Vencido
en el terreno político, el liberalismo, apoyándose en una burguesía más fuerte, da
pruebas de una gran actividad en el dominio de la literatura, que adopta entonces
un carácter político.
La principal manifestación de esta actividad es el movimiento de la “Joven
Alemania", que se desarrolla principalmente entre 1832 y 1835. Se designaba con
este nombre a un grupo de jóvenes escritores: Gurzkow, Laube, Mundt, Wien-
barg, Borne y Heine, que rompieron con las concepciones estéticas de los román
ticos y con sus tendencias reaccionarias. No oponían ya, como éstos, el arte a la
vida, un pasado idealizado y lejano a la realidad inmediata, sino que se proponían
expresar en sus obras las aspiraciones liberales y democráticas de su época, y con
vertir la literatura en un medio de acción para trasformar las ideas, las costum
bres y las instituciones.
Estos escritores oponían en sus obras las ideas revolucionarlas, confrontando
a la Alemania reaccionaria con la Francia liberal, y trasformaban así al libe
ralismo alemán, que hasta entonces había tenido un carácter nacionalista y tra-
dicionalista, confiriéndole una tendencia cosmopolita. Como, por otra parte,
eran más o menos partidarios de las ideas de Saint Simón, no se conformaban
con criticar el absolutismo y el feudalismo, sino que se manifestaban en contra
de todo lo que se opone al desarrollo libre y armonioso de la vida humana, de
modo tal' que aunaban en cierta medida, en sus obras, las tendencias liberales
y las tendencias democráticas y socialistas.
Estas últimas tendencias se manifestaron con mayor claridad y vigor en las
obras de dos escritores: B5rne y Heine, quienes se habían refugiado en París
después de la Revolución de 1830.
Borne era un defensor ardiente y valeroso de las ideas democráticas. Henchido
de odio hacia el despotismo de los príncipes, anhelaba una república alemana que
pusiera fin a este despotismo y asegurase de tal modo la felicidad para todos.23
Sus concepciones democráticas tenían cierto carácter socialista, inspirado en las
Palabras d s un creyen te, de Lamennais, que tradujo en 1834. Su estilo ardiente y
su valerosa defensa de las ideas democráticas lo hicieron muy popular y contri
buyeron en gran medida a difundir sus ideas en el pueblo alemán.
Espíritu más penetrante que Borne, Enrique Heine tenía a la vez una con
cepción más amplia y profunda de su tiempo. De temperamento aristocrático, se
adaptaba a una monarquía liberal y se interesaba menos en las cuestiones polí
ticas que en el problema social. Lo esencial era para él la supresión de la miseria
y no, como pensaba Borne, la instauración de una nueva forma de gobierno, el
remplazo de la monarquía por la república.24 Así escribió a Laube, el 10 de julio
de 1833: “Usted domina a todos los otros [escritores de la joven Alemania] que
sólo tienen en. cuenta el aspecto exterior de la Revolución, sin comprender los
25 Cf. H. Heine, B riefe gesam m elt und h era u sgegeb en von D affis, Berlín, 1906, t. II,
pág. 27-
211 H. Heine, C ontribución a la historia d e la religió n y d e la filosofía en Alemania
(Z ur G eschichte d e f R eligión und d er P hilosophie in D eu tschlan d).
Este tema de la "oposición éntre los Estados liberales, constitucionales y parlamenta
rios, y los Estados reaccionarios sometidos al régimen de la monarquía absoluta, era y se-
muría siendo hasta 1848 el tema preferido de la prensa liberal.
prensa y difundir por medio de ésta las ideas nuevas entre un púbiico más '
extenso.26
AJaxmados por las críticas que los escritores de la Joven Alemania- lanzaban
contra las instituciones religiosas, políticas y sociales, los gobiernos alemanes pro
hibieron en 1835 la venta- de sus libros. Dado que no estaban sostenidos, como
lo habían estado los enciclopedistas franceses, por una burguesía poderosa y re
volucionaria, y como no tenían un temperamento-muy combativo, estos escrito
res —a excepción de Gutzkow, que vivía en la ciudad libre de Hamburgo, y de
Borne y Heíne, que vivían en París— renunciaron a la lucha y, como sus con
vicciones no eran muy ardientes ni muy profundas, cayeron muy pronto en el
escepticismo y el desánimo.2829
El partido liberal se encontró, por lo demás, frente a una vigorosa contra
ofensiva del partido conservador, que, inspirándose en las doctrinas de Haller y
de A. Müller, combatía el individualismo igualitario y los principios de igualdad
y de soberanía popular. A las ideas liberales, los conservadores oponían una con
cepción autoritaria y jerárquica del Estado y de la sociedad, y querían integrar aí
individuo dentro de sólidos marcos religiosos, políticos y sociales. Consideraban
la religión como ei vínculo social espiritual, el alma del Estado, hacían del mo
narca el jefe absoluto de éste y sólo admitían como representación popular, que
sirviera de intermediaria entre el monarca y el pueblo, una Dieta consultiva com
puesta de representantes de las tres clases sociales tradicionales: los nobles, los
burgueses y los campesinos.
Este conservadurismo, que se apoyaba sobre los gobiernos, e( Bundestag y la
prensa reaccionaria, particularmente en el semanario berlinés B crlin er p olitisch es
W ochenblatt, era defendido por Savigny, jefe de la escuela histórica del derecho,
y había encontrado en ese entonces un nuevo teórico en el jurista Stahl, quien
en su F ilosofía d el d erech o ( 1830-1S37) preconizaba la restauración de la or
todoxia religiosa y de la monarquía absoluta para luchar contra el liberalismo
político y religioso que había minado los fundamentos del antiguo régimen y
engendrado la Revolución.
Pero este recrudecimiento de la reacción no logró sofocar al movimiento libe
ral, que renacía bajo una nueva forma cada vez que los gobiernos creían haberlo
aniquilado. Así es que, en el momento en que los libros de la Joven Alemania
estaban prohibidos o en que se emprendían nuevas persecuciones contra los "de
magogos" en 1836, seguidas de 192 sentencias condenatorias, algunas de ellas a
muerte, el Staatskxikon de Rottek y Welcker, una especie de enciclopedia polí
tica inspirada en los principios de la Revolución francesa, alcanzaba un inmenso
éxito. El mismo exceso de la represión contribuyó, por lo demás, al desarrollo
del liberalismo. Fue así que el suicidio, en 1837, dei pastor W eidig, uno de los
promotores del levantamiento de los campesinos de Hesse en 1833, torturado en
su prisión por un juez desequilibrado, sublevó a la opinión pública en toda
Alemania. La revocación, en 1838, por el rey de Hanover de siete profesores de
32 En las caltas dirigidas a Gutzkosv, G. Bíichner expresa coa más claridad sus ideas
revolucionarias después del fracaso del levantamiento de los campesinos de Hesse. Carta
de julio de 1835: “Las relaciones entre los pobres y los ricos son el único elemento revo
lucionario del mundo. Engórdese a los campesinos y la revolución fracasa.” "El actual
estado social convierte a la gran masa de los ciudadanos en ganado apto para satisfacer
las necesidades injustificables de una pequeña minoría de depravados. . . " Carta de 1836:
"Por otra parte, para ser sincero, le diré que no me parece que usted y sus amigos hayan
elegido el mejor camino. Querer reformar la sociedad por medio de ideas y con la ayuda
de la clase culta es algo imposible. Nuestra época es puramente materialista. Usted jamás
podrá franquear el abismo que separa a la clase culta de la gente inculta. Estoy convencido
de que, sea cual fuere la reforma que reclame al Estado, la minoría culta y acomodada
jamás renunciará a su hostilidad hacia la gran masa. En cuanto a esta últim a, hay sólo
dos palancas que la haceu actuar: la miseria material y el fanatismo religioso. Cualquier
partido que sepa utilizarlas» habrá de triunfar.”
33 Cf. E. Kaler, W. W eitling, Zurich, 1887, pág. 27.
84 Cf. H. Buddensieg, El desarrollo intelectu al d el proletariado alemán en la ép oca d e
la form ación d e l capitalism o, y su im portancia para la idea d e l socialism o (D ie K ttlturidee
d es d eu tsch en Proletariats in t Z eitalter d es Priibkapitalismus, und ih re B edautung fu r dio
K u h u rid ee d es Sozialism tis) , Lauenburg, 1923.
manes. Después de la Revolución de 1830 se había creado en París, entre los re
fugiados, una "Unión Popular Alemana” (D eu tscher V olksverein), destinada a
sostener la prensa liberal. Disuelta por el gobierno de Luis Pelipe a fines de
1833, esta unión se reconstituyó en 1834 bajo la forma de una sociedad secreta,
"la Liga alemana de los Proscritos” (D eutsohter Bund- d e r G eachteten) .
Organizada sobre el modelo de la sociedad secreta italiana de los carbonarios,
a su cabeza tenía un "foco” (B rennpunkt) al cual estaban subordinados los "cam
pos” y las "tiendas”; estas últimas constituían los grupos de base. Esta liga, cuyos
jefes eran Jakob Venedey y Theodore Schuster, tuvo al comienzo un carácter
democrático liberal, y se proponía regenerar a Alemania mediante la aplicación
de los principios de los Derechos del .Hombre y del Ciudadano. Este objetivo
era definido de la siguiente manera en el artículo II de los estatutos: “El fin de
la Liga de los Proscritos es la liberación de Alemania del yugo de una servi
dumbre vergonzosa, y la creación de un régimen que impida [ . . . ] la vuelta a
esa servidumbre. Este fin sólo puede lograrse por el establecimiento y el man
tenimiento de la igualdad política y social, de la libertad, de las virtudes cívicas
y de la unión del pueblo, al principio en los países de lengua y de costumbres
alemanas, y después en todos los demás países del mundo.”
Junto a la tendencia liberal predominante apareció desde el comienzo la ten
dencia socialista, que no dejaría de acentuarse y que provocaría una escisión en
Ja Liga. Esta tendencia se manifestó ya en los primeros números de la revista El
proscrito', publicada por la liga. Así, en uno de los primeros artículos de esta
revista, en 1834, se decía que sin igualdad de bienes, que sólo podía obtenerse
mediante la nacionalización de las riquezas, el Estado no podía alcanzar el obje
tivo de asegurar la felicidad de los ciudadanos. '311
El propio Venedey, de tendencia liberal, redamaba del Estado la garantía de
un ingreso suficiente para cada individuo, garantía sin la cual, decía, no había
seguridad posible para los intereses espirituales, a los cuales consideraba el prin
cipio fundamental de la vida humana. 3536
Esta fraseología socializante no podía satisfacer a los miembros proletarios de
la liga que, no contentos con los proyectos de reforma utópica, tales como la eli
minación de la propiedad y la garantía de un ingreso asegurado por un Estado
capitalista, hicieron oír, desde los primeros números de la revista, otro tono, un
tono revolucionario37, y exigieron, de acuerdo con sus intereses de clase, no. la
35 Cf. Iíaier, op. cít., pág. 29. "El objetivo del Estado es asegurar la dicha de cada
ciudadano, de cada individuo, y todo lo que poseen el conjunto del pueblo y los individuos
no es más que el medio para realizar ese objetivo supremo. Si los bienes, las riquezas,
deben servir a este fin, es menester que estén a disposición de la sociedad, que le per
tenezcan y que sean dedicados a este objetivo sagrado. Por lo tanto )a sociedad tiene el
derecho de fijar los lím ites más allá de los cuales no debe ir la propiedad de individuo
alguno. Sin ese derecho no hay seguridad para la sociedad, ni posibilidad de alcanzar tal
objetivo.”
so Cf. ibid, pág. 29. "Sin la seguridad de los intereses materiales no hay seguridad
posible de los intereses espirituales, que son el principio fundamental de la vida humana.
La satisfacción de los intereses materiales es, pues, la condición primera de la satisfacción
de los intereses espirituales, peto Estado alguno de Europa piensa en la satisfacción de
los intereses materiales de la mayoría de los ciudadanos.”
37 Como la Gaceta p olítica d e M unich (M ü ncher p olitisch e Z eitun g) había hablado
irónicamente de 'Varios centenares de manejadores de 2a aguja, del sedal y de ortos ins
trumentos de esta clase que se habían reunido bajo la presidencia de notabilidades revo-
limitación, sino la supresión de la riqueza 7 de la ganancia, única manera de
abolir la desigualdad social. Su vocero, Theodor Schuster, ex profesor de la uni
versidad de Goctinga3S, escribía eo El p ro scrito : "Si una parte de los ciudadanos
es pobre e ignorance, en tanto que la otra es rica, instruida y malvada, todas las
-leyes del mundo no podrán impedir que la primera sea esclava y la segunda to
dopoderosa. Millones en las manos de un solo hombre y la libertad pata todos
son cosas tan poco reconciliables entre sí como la realeza y la democracia. Den
tro de la decadencia general, una sola cosa se desarrolla en forma desmesurada
y crece insaciablemente: la riqueza de algunos individuos, el capital. A él le
pertenece el fruto de los trabajos ajenos, de los progresos de la industria y de las
artes, de todos los sacrificios que representa la actividad social. Al mismo tiempo
que la riqueza crece la sed del lucro, y con ésta el espíritu de empresa. Se
fabrican máquinas que remplazan el trabajo de los hombres y que son una nueva
fuente de desocupación y miseria. Cada progreso de la industria y de las artes
significa, de esta manera, en nuestra sociedad, un retroceso de la felicidad de los
hombres y de la cultura humana. Para que el pueblo acceda a la luz será nece
sario, eou.la revolución venidera, derrocar, no solamente al monarca, sino tam
bién a la monarquía. Esta está constituida, no por los blasones o por la corona
real, sino por el privilegio, y el más grande de todos los privilegios es la riqueza *8.
Después de la partida de Venedey, que en abril de 1835 debió salir de París
por orden del gobierno francés y se estableció en El Havre, Schuster tomó la
dirección de la Liga de los Proscritos, dentro de la cual se produjo una escisión
por efecto de la o p o sición en tre Jas-tendencias liberales y las comunistas. Bajo la
dirección de Schuster, Hermana Ewerbeck y Germán Miiurer, los miembros co
munistas y comunizantes crearon en 1336 una nueva liga, "la Liga de los Justos"
(Bund d e r G srec-bten), q u e en tró en estrechas relaciones con la "Sociedad-de los
Derechos del Hombre”. La Liga de los Justos adoptó una organización más de
mocrática y menos directamente calcada a la de los carbonarios, dividida en co
munes ( G em einde) y distritos (G aue), bajo la dirección de un comité central
llamado "Cámara del Pueblo” ( V olkshdle). De la Liga de los Justos formaba
parte una mayoría de obreros y una minoría de intelectuales. Mantenía relacio
nes con los revolucionarios alemanes de Suiza e Inglaterra, y tenía ramificaciones
en toda Alemania: en Franckfort del Mein, Bremen, Berlín, Maguncia y Nassau.
Esta liga constituiría el centro del movimiento revolucionario obrero alemán. A
consecuencia de las persecuciones emprendidas contra ella por su participación
40 Cf. C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, Moscú, 1920, pág. 122. "Esta nueva
filosofía alemaGa — escribía F. Engels— encontró su conclusión en el sistema de Hegel, en
el cual por primera vez, y en ello reside su gran mérito, el conjunto del mundo, en su
aspecto natural, histórico y espiritual, fue concebido y representado como un proceso de
trasformación y de desarrollo constante, y en el cual se ha hecho el intento de mostrar
el carácter orgánico de este proceso.”
que a la postre lo convierte en un apologista de la monarquía prusiana, cosa que
explica eí airácter contradictorio de su doctrina, que presenta una mezcla de ele
mentos progresistas y conservadores.
Hegel condena a la vez las tendencias revolucionarias de Fichte y las puramente
reaccionarias de Schelling e interpreta la concepción orgánica del mundo-en un
sentido conservador. Traca de justificar, no el porvenir, como Fichte, o el pasado,
como Schelling, sino el presente. Detiene el desarrollo dialéctico en el presente,
y como todos los conservadores, le atribuye un valor absoluto, considerándolo el
resultado necesario y perfecto de la evolución racional, la expresión suprema y
definitiva del Espíritu.
En su deseo de justificar el presente concebido como expresión perfecta dei
Espíritu, Hegel se esfuerza por dar al idealismo un carácter más concreto, mos
trando que el espíritu sólo existe en la medida en que se integra efectivamente
en la realidad objetiva.
Al trasplantar al plano ideológico la acción cada vez más profunda que el des
arrollo del modo de producción capitalista permitía "ejercer al hombre sobre su
medio, Hegel muestra cómo la integración del hombre en el mundo se realiza
mediante el poder cada vez mayor que ejerce sobre este último.
Esta concepción le es inspirada por la Revolución francesa y por Napoleón,
que le ofrecen un ejemplo llamativo del poder del espíritu humano para tras
formar el mundo, para darle un carácter racional. Pero- mientras en Francia la
actividad racional estaba vinculada a la vida concreta, a la organización econó
mica, política y social, Hegel se ve llevado, a consecuencia del atraso de Alemania,
a considerar esta actividad esencialmente en el plano espiritual y a reducirla, co
mo ya lo habían hecho antes de él los racionalistas del siglo XVIIJ, a un desarrollo
del conocimiento, a una elaboración de conceptos.
A partir de la concepción de que el Espíritu crea al mundo, y que el hombre,
como ser espiritual, debe encontrarse en "lo suyo”, es decir, no sentirse extraño
a sí mismo en el producto de su actividad, resuelve el problema de la alienación,
que hace del hombre un extraño en su medio natural y social, y que caracteriza
al régimen capitalista: considera que el hombre adquiere conciencia, en el curso
de su desarrollo histórico, de que dicho medio tiene un carácter racional y que
por lo tanto concuerda con su propia esencia, lo cual suprime la alienación,
Al reducir de esta manera el desarrollo histórico a un desarrollo de la concien
cia humana consistente en esencia en un cambio de actitud de la conciencia fren
te a su objeto —al cual considera al comienzo extraño a su propia naturaleza y al
que luego asimila progresivamente, concibiéndolo corno de su misma esencia—,
Hegel no llega a comprender la realidad como objeto de la actividad concreta y
práctica del hombre, y a penetrar la causa eficiente de la trasformadón del mun
do, y en esencia sigue siendo, en su evolución hacia el realismo, un idealista.
Como considera que ia realidad concreta es creada por la actividad espiritual,
el problema fundamental que se le plantea es el de demostrar cómo esta realidad
se confunde efectivamente con su representación espiritual, y cómo el desarrollo
del espíritu determina el del mundo. Para establecer la identidad de la realidad
material y la realidad espiritual, se esfuerza por despojar a lo real de sus elementos
concretos, a fin de inserrarlo —por lo menos en lo que tiene de esencial— en el
espíritu y convertirlo en la expresión del elemento espiritual, en el cual encuen
tra su razón de ser y su verdad. Para ello omite, entre los elementos de lo real,
los que no se refieren ¿ su concatenación racional, es decir, lo contingente y lo
accidenta], y, del conjunto de los hechos, los seres y las cosas, sólo conserva Jos
que expresan un momento del'Espíritu y realizan la obra de la razón11. Así de
purada la realidad concreta, así sublimada hasta quedar convertida en una expre
sión del espíritu, Hegel puede integrarla en lo que tiene de esencial, a este último,
y mostrar la forma en que su desarrollo es una función del desarrollo espiritual.
Para ello se inspira en la noción cristiana de la creación, a la cual traspone a
un plano filosófico. Hace de Dios la Idea Absoluta, que crea el mundo por la
exteriorizadón, por la alienación de su sustancia, y luego de concebir este acto
de creación como una vuelta a la -unión primera después de la separación, mues
tra la forma en que la Idea Absoluta, después de haber exteriorizado su sustan
cia en el mundo, la recobra progresivamente y llega así a la plena conciencia de sí.
La identidad de lo real y de lo racional, existente en un principio en la Idea
Absoluta, se quiebra por la exteriorización de ésta en una realidad que al comien
zo se le presenta como extranjera y que después es restablecida gradualmente por
una actividad del espíritu que, al eliminar de lo real concreto los elementos irra
cionales, lo lleva a superarse sin cesar y a adoptar formas y un contenido cada vez
más adecuados a la razón.
La unión progresiva del espíritu y el ser, detetminada por la racionalización
del mundo, se realiza en forma de ideas concretas, de conceptos que no son una
' simple representación de los seres y de las cosas, sino que constituyen ia realidad
misma en lo que ésta tiene de esencial. Como en la idea concreta se confunden
el elemento espiritual y el elemento material, Hegel hace de aquella el vínculo
necesario, el término medio entre el pensamiento y lo real concreto, lo cual le
permite realizar, en el plano ideológico, la síntesis de la realidad material y de
¡a realidad espiritual, y afirmar que el espíritu encierra efectivamente la esencia
misma de las cosas y regula su desattollo.
Integrado de este modo el mundo en el espíritu, la idea indisolublemente li
gada a lo real sólo tiene valor cuando es concreta, atando, por así decirlo, está
cargada de la realidad que representa y su movimiento no es determinado por la
conciencia subjetiva, que se opone a su objeto, sino por el espíritu objetivo, que
es a la vez sujeto y objeto.
Por ello, el desarrollo de la idea no se efectúa en el plano del pensamiento
abstracto, de ia lógica puta, sino que está vinculado al desarrollo general del mun
do, al devenir de la historia. De ahí el doble carácter, a la vez lógico e histórico,
que tiene para Hegel el desarrollo del espíritu y el del mundo, y la importancia
primordial que atribuye a la historia, en la cual se manifiesta la identidad del
sujeto y del objeto por la unión del pensamiento que actúa y el hecho realizado.
11 Cf. Hegel, F en om enología d e l espirita, hay versión española del P rólogo, Introdnc-
csón y Saber absoluto, trad. X. Zubiri, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1935, pág. <51:
" la filosofía ] . . . 1 no considera la determinación inesencial, sino la considera en cuanto
es esencial."
Filosofía d e l d erech o, trad. A. Mendoza de Montero, ed. Claridad, Buenos Aires, 1937,
págs. 33-34: “En ese caso, se traca de conocer, en la apariencia de lo temporal y pasa
jero, la sustancia que es inmanente, y lo eterno que es presente. Porque lo racional, que
es sinónimo de la Idea, al realizarse en el mundo exterior, se manifiesta en una infinita
riqueza de formas, fenómenos y modos. [ . . . ] Pero las relaciones infinitamente variadas
que se establecen en esa exterioridad con el aparecer de la esencia en ella, este infinito
material y su regulación, no constituyen objeto de la filosofía.”
Como el desarrollo de la idea está ligado al del ser, que encuentra en ella su
verdadera realidad, y como, debido a ello, lo racional se confunde necesariamente
con lo real, Hegel se ve llevado a rechazar el dogmatismo que, como especula en
tre abstracciones, separa al pensamiento de lo real, y lo vuelve impotente y estéril,
y él utopismo, que pretende someter la realidad a un ideal arbitrario, planteado
en nombre de u a principio abstracto.
Subraya la vanidad de toda tentativa de fabricar un ideal fuera de la realidad
presente, y establece como tarea del filósofo la de comprender lo real en la me
dida en que es expresión de la razón. 42
Aunque rechaza el dogmatismo y el utopismo, y si bien reconoce al empirismo
el mérito de dedicarse al estudio de la realidad concreta43, Hegel no se conforma
de todos modos con el conocimiento puro y simple del mundo, y, como sólo re
conociendo valor a lo real en la medida en que es expresión y producto del espí
ritu, reprocha al empirismo el hecho de que no se eleva por encima de los datos
inmediatos del conocimiento y de que se pierde en fe. masa Infinita de hechos
y de cosas, en vez de extraer su esencia espiritual.
En efecto, Ja realidad esencial, aquella en la cual se encarna el espíritu, está
igualmente alejada de la abstracción vacía de todo contenido real y de la realidad
inmediata, accidental y contingente; vinculada al desarrollo de la idea, cuya sus
tancia expresa, tiene un carácter a la vez racional y necesario, y sólo a ella debemos
reconocer, pues sólo ella encarna a la razón.
Como 1a realidad concreta, en lo que tiene de esencial, se confunde con el
espíritu, y como las necesidades reales se confunden, de tal manera, con las nece
sidades racionales, la lógica, es decir, el movimiento de las ideas, se vuelve creado
ra de lo real, cuyo desarrollo se vuelve entonces deducible por el simple trabajo
del pensamiento. 44
Esta concepción de fe Idea Absoluta que realiza su esencia mediante la exte-
riorización de su sustancia en el mundo, culmina así en un panlogismo que lleva
a Hegel a subordinar la marcha de la historia a la de la lógica, regulando el orden
42 Cf. Hegel, F ilosofía d el d erech o, op. cit., págs. 34-35: "Es insensato, también, pen
sar que alguna filosofía pueda anticiparse a su mundo presente, como que cada individuo
deje atrás a su época. [ . . . ] Si, efectivamente, su doctrina va más lejos que esto, y erige
un mundo como debe ser, por cierto este mundo existe, pero sólo en su intención, en un
elemento inconsistente, accesible a todas las ilusiones." E nciclopedia d e las ciencias filo
sóficas, trad. E. Ovejero Maury, ed. Librería General de V. Suárez, Madrid, 1917, Intro
ducción, pág. 17: "Pero la separación de la realidad y de la idea es especialmente favorita
del intelecto que toma los ensueños de sus abstracciones por algo veraz y que está todo
él henchido de su deber-ser, que también predica en el campo de la política, como si el
mundo hubiese espetado aquellos dictámenes para saber cómo debiera ser, y no es.” Fi
losofía d e l d erech o , op. cit. “La filosofía siendo el estudio de lo racional debe aprehender
lo presente y lo .real y no poner un ideal en un más allá, sabe Dios dónde estará [ . . . ]
Comprender lo que es, es la tarea de la filosofía, porque lo que es, es la razón [ . . . ] Re
conocer la razón co m o la rosa en la cruz del presente, y por lo tanto gozar de ésta; tal
reconocimiento racional constituye la reconciliación con la realidad."
43 Cf. Hegel, E nciclopedia d e las ciencias filosófica s, op. cit., pág. 76: “En el empirismo
hallamos este gran principio, a saber, que lo que es verdad debe estar en la realidad y
ser accesible a la percepción."
44 Cf. Hegel, C iencia d e la lógica, trad. de Augusta y Rodolfo Mondolfo, ed. Kachette,
Buenos Aires, 1956, pág. 2 6 8 : " [ • • ■ ] L a jg g ic a muestra la elevación de la idea hasta
el grado a partir del cual se convierte en creadora de la naturaleza. [ . . . ] "
de sucesión de ios acontecimientos en el tiempo en relación con su orden de su
cesión lógica. * 5
Esta concepción, que subordina el desarrollo del mundo al fin que éste debe
realizar, otorga a este desarrollo, determinado <t firiori por la identidad funda
mental establecida entre su principio y su término, entre la idea en sí y la idea
realizada, un carácter de involución, de regreso sobre sí mismo, que en la práctica
hace ilusorio el progreso.
El movimiento de la idea, en el cual están incluidos el espíritu y el ser, y que
se opera a la vez en el plano de la lógica y en el de la historia, está determinado,
no por la razón abstracta, sino por la razón concreta, que, al captar lo real a la
vez en su identidad y su diversidad, en su unidad y su multiplicidad, provoca un
desarrollo continuo, una progresión constante del mundo, agudizando las oposi
ciones y las contracciones incluidas en él.46 De esta razón concreta procede una
lógica nueva, la dialéctica, distinta de ía lógica formal, que responde a una con
cepción estática del mundo. En tanto que esta lógica, que considera a los seres
y las cosas en su aspecto eterno e inamovible se propone fijarlos en su identidad
por la exclusión de los contrarios, la dialéctica, que responde a una concepción
dinámica e histórica del mundo, rechaza el principio de identidad, que, por el
aislamiento y la detención que implica, de todo desarrollo, no permite explicar
la interacción ni la interpenetración de los diversos elementos de lo real, ni su
trasformación. Al considerar estos elementos en sus cambios, en. su devenir, Hegel
muestra cómo, en vez de limitarse a incluirse o excluirse, como lo quiere la ló
gica formal, ellos se implican mutuamente, y cómo su trasformación nace de sus
aexos recíprocos. Esta trasformación está determinada por las oposiciones, por
las contradicciones incluidas en toda realidad viviente, que son el elemento esen
cial de todo desarrollo.
En efecto, lejos de tener un carácter puramente negativo y de resolverse en la
nada, como lo quiere la lógica formal, la oposición, k contradicción, adquiere,
como negación de un elemento determinado de lo real, un carácter y un conte
nido igualmente determinados, y constituyen, por el cambio que provocan en las
relaciones entre los elementos de lo real, la fuente del devenir. * 7
considerada como lo más profundo y lo más esencial. Bn efecto, frente a ella, la identidad
es sólo la determinación de lo simple inmediato, del ser muerto; en cambio, la contradic
ción es la raíz de todo movimiento y vitalidad; pues sólo -ai contener una contradicción
en sí, «n a cosa se mueve, tiene impulso y actividad.”
silbe que constituye el principio, la esencia de lo real, al cual abarca en todas sus
determinaciones como momentos de sí mismo.
Al convertir así lo real concreto en el producto de la actividad de la concien
cia. Hegel traducía, en el plano ideológico, el dominio del mundo por la activi
dad humana, dominio que él expresó en la forma de la supremacía de la concien
cia sobre el objeto. Al condenar la subordinación del hombre al producto de su
actividad, al objeto por él creado, mostró la necesidad de libera ese de esta servi
dumbre por medio de la supresión del poder del objeto sobre el sujeto.
Como defendía a ia sociedad burguesa y el régimen de propiedad privada, He
gel sólo podía librar al hombre de esta servidumbre en el plano ideológico, tras-
formando el problema económico y social que plantea el fenómeno de la aliena
ción de la fuerza de trabajo en el producto de éste, determinado por el régimen
de propiedad privada y de la servidumbre que ella engendra, en un problema de
relaciones entre la conciencia y su objeto. En vez de tratar de llegar a la libertad
pot-una trasformación efectiva de las condiciones reales de la vida de los hom
bres, Hegel utilizó un procedimiento de "mistificación', reduciendo la actividad
humana a la del espíritu, elemento creador y regulador de lo reai, que aparece
como enteramente libre.
Después de haber mostrado, en ia F enom enología dc4 espíritu, la evolución
de las formas de la conciencia, expone en k Lógica el desarrollo de ios conceptos.
Del mismo modo que la conciencia empírica, e! concepto se confunde al comien
zo con el Ser inmediato; después se opone a éste, adquiere conciencia de su natu
raleza propia., de su esencia, y se trasforma en sujem; por último adquiere con
ciencia de que constituye la sustancia misma de las cosas, y adopta la forma de
la idea, en la cual se confunden el sujeto y el objeto.
Ia idea se crea a sí misma mediante el desarrollo de su propia sustancia, y se
trasforma al final de La L ógica en el elemento creador del Mundo. Convirtiendo
asi su filosofía en una teología, Hegel muestra cómo la Idea Absoluta, después
de realizarse al principio de manera rudimentaria en la naturaleza, que aparece
como su antítesis, y después en forma cada vez más perfecta en la historia, alcan
za su plena realización en e l arte, ¡a religión y la filosofía.
En esta tentativa de hacer del mundo la realización progresiva de la Idea Abso
luta, Hegel reduce el conjunto de lo real a conceptos, a fin de mostrar cómo si
gue en su desarrollo una marcha racional y revela el movimiento del Espíritu.
Peto este procedimiento no es igualmente realizable en todas partes, y su aplica
ción se torna cada vez más difícil a medida que nos alejamos del terreno del pen
samiento puro. Esto es lo que explica el carácter particular de su F ilosofía d e
la n atw dez d, libro en el cual Hegel reduce la conexión natural de los fenómenos
a un desarrollo dialéctico de los conceptos.
Este procedimiento tiene una aplicación más fácil en el dominio de la historia,
que Hegel se esfuerza por incluir en los marcos de la Lógica. Para dar al des
arrollo histórico el carácter de un desarrollo lógico, reduce el devenir de la his
toria humana al devenir del Espíritu y para ello pone como principio fundamen
tal del desarrollo del mundo la idea de libertad concebida en forma de liberación
progresiva*8, lo cual le permite establecer cierto paralelismo entre el proceso de
Cf. Hegel, F ilosofía d e la historia, op. cít., pág. 22: " la historia del mundo está
constituida por el progreso en la conciencia de la libertad."
liberación del espíritu y el de la humanidad que llega progresivamente a Ja con
ciencia de sí misma al realizar su esencia: la libertad. 40
Este desarrollo se efectúa en el curso de la historia gracias a la sucesión de los
grandes pueblos, cada uno de los cuales representa un grado nuevo, hasta el cual
se eleva el Espíritu del Mundo y que se manifiesta mediante la creación de una
nueva forma de Estado. 60
Al atribuir a la realización de la libertad un papel determinante en el tras
currir de la historia, Hegel traducía las aspiraciones de la burguesía, pero como
por otra parte él mismo se inclinaba cada vez más hacia la reacción y procuraba
justificar la realidad política y social de su tiempo, confiriéndole un valor absolu
to, detenía la marcha de la Historia y la del Espíritu en el Estado prusiano, al
cual idealizaba, convirtiéndolo en la encarnación definitiva y perfecta de la Idea
Absoluta.
En su F ilosofía d e l d esech o intentó justificar al Estado, y en particular al pru
siano, desde un punto de vista, no ya histórico, sino jurídico y moral; convinién
dolo en ia expresión más elevada de la moralidad objetiva que se realiza ya, aun
que de modo imperfecto, en la familia y en la sociedad.
En el Estado veía la expresión de la voluntad general, superior a los intereses
privados que predominan en k sociedad, y consideraba que el Estado, cuya vo
luntad se expresa por medio de la ley, había encontrado su forma perfecta en el
Estado prusiano, que, apoyado en la burocracia y en las Dieras, ofrecía en su
opinión —por la división del poder entre el rey y k s clases poseedoras—, las
mejores garantías contra el despotismo y contra la democracia revolucionaria.
Esta concepción de la Idea Absoluta, que realiza su esencia en el mundo, do
mina, finalmente, a la F ilosofía d e l espíritu, que constituye la coronación de la
obra de Hegel. Esta realización se hace mediante el arte, expresión sensible de
la Idea Absoluta; mediante la religión, que es su representación simbólica,- y me
diante la filosofía, por la cual llega a la plena conciencia de sí. En la sucesión
de las religiones, Hegel asigna un lugar preferente a la religión cristiana, en la
cual ve la expresión simbólica de su propia filosofía. Le atribuye, como al Estado
prusiano, un valor absoluto, y detiene en el cristianismo el desarrollo del Espí
ritu eu el plano religioso. Este encuentra su expresión más elevada, ya no en
forma de símbolos, como la religión, sino en forma de ideas, en la sucesión de
los grandes sistemas filosóficos, de los cuales el último, el suyo, constituye la
forma definitiva y perfecta de la Idea Absoluta.
La filosofía hegeliana constituía el término final de la filosofía idealista ale-*
*0 Cf. Hegel, E nciclopedia d e las ciencias filosófica s (Filosofía del esp íritu), op. cit.,
párrafo 549, pág. 26S: "Este movimiento (de la historia) es el camino para la liberación
de la sustancia espiritual, el hecho mediante el cual el fin absoluto del mundo se realiza
en el mundo; el espíritu que primeramente es sólo en sí, llega a la conciencia y a la con
ciencia de sí, y por tal modo a la revelación y realidad de su esencia en sí y para si, y se
hace también eternamente universal, se hace el espíritu del mundo. Puesto que este des
envolvimiento tiene lugar en el tiempo y en la existencia, y por tanto en cuanto a historia
sus momentos singulares y grados son ios espíritus de los varios pueblos, cada uno como
singular y natural en una determinación cualitativa está destinado a llenar sólo un grado
y a ejecutar sólo una misión en la acción total.’’
50 Cf. Hegel, ibid., pág. 273: "En la existencia de un pueblo, el fin esencial es ser un
Estado y mantenerse .como tal: un pueblo sin formación política (una nación como tal)
no tiene propiamente historia. [ . .. ] Lo que sucede a un pueblo y tiene lugar dentro
de él, tiene su siguificado esencial en la relación con el Estado. [ . . . ] ’’ —
mana, el paso a una concepción más realista del mundo. Su sistema,, que unfa la
idea y el ser en el desarrollo dialéctico de la historia, reflejaba la trasformación
cada vez más vasta y poderosa del mundo por el desarrollo de las fuerzas de pro
ducción y la integración cada vez más' profunda del hombre en él.
A pesar de su tendencia realista, esta doctrina seguía siendo en esencia idealista
y presentaba, como la Alemania de entonces —que pasaba de una economía serni-
feudal a una .economía capitalista—, un carácter de transición y conciliación.
Dicha filosofía constituía una transacción entre el idealismo trascendental, que
coloca fuera del mundo su principio primero y su fin último, y el realismo, que,
inspirándose en la idea de inmanencia, explica el desarrollo del mundo por su
propia naturaleza. En su esfuerzo por captar el mundo en su realidad concreta,
Hegel integraba el espíritu en el devenir de la historia, pero como reducía el des
arrollo del mundo a un desarrollo de conceptos, la historia se confundía con el
devenir del espíritu.
Esta doctrina constituía, por otra parte, una transacción entre la concepción
estática y la concepción dinámica del mundo. Como se proponía explicar la tras
formación continua, el desarrollo incesante del mundo, y como, por consiguiente,
ponía en primer plano las nociones de vida y de movimiento, estaba henchida de
dinamismo, pero este dinamismo aparecía determinado por un principio superior,
por la Idea Absoluta, que, causa primera y final del devenir, vuelve a ser, al final
de su evolución, lo que era al principio. Por ello el desarrollo dialéctico era apa
rente y asumía la forma y el carácter dé una involución que seguía emparentando
la doctrina de Hegel con la concepción estática del mundo. 51
Por último, en el terreno político, esta conciliación entre una concepción está
tica y una concepción dinámica del mundo era señalada por el intento de conci
liar un sistema conservador, que, al considerar el Estado prusiano y la religión
cristiana como las formas definitivas y perfectas de la Idea Absoluta, detenía en
ellas el desarrollo del espíritu y el movimiento dialéctico de la historia, que im
plica un cambio continuo al cual no es posible asignarle como fin una forma po
lítica, social o religiosa determinada.
Esta filosofía inspiraría el movimiento de la Izquierda Hegeliana que,..después
de la represión de la Joven Alemania, reanudó el combate en favor del libera
lismo, en un plano, no ya literario, sino filosófico.
Arrastrados, desde los primeros años de su juventud, a la gran lucha política
de su época, entre la reacción y el liberalismo, Marx y Engels participarían acti
vamente en el movimiento de la Izquierda Hegeliana, que determinaría al co
mienzo, lo esencial del pensamiento y la acción de ambos.
S1 Cf. Hegel, Werke, Berlín, 1840, vol. VI, Lógica, Párrafo 161, pág. 317 (La doctrina
del concepto) : "El movimiento del concepto es, por el contrario, un desarrollo, mediante
el cual está puesto sólo lo que ya existe en sí.” Véase en E nciclopedia. . . , op. cit., pág. 255.
C a p ít u l o II
i n f a n c ia y a d o l e sc e n c ia
CARLOS MARX
1 Cf. Geh. Staatseirchiv, B. rep. 77, tit. 505, n° 1, vol. I, fol. 17, 15 de octubte de 1830.
2 Cf. Geh. Staatsarchiv, B. rep. 77, tít. 505, n” 3, vol. I, fol. 247, 9 de noviembre
de 1832.
3 Cf. ibid., B. rep. 77, tít. 505, n° 5, vol. I, fol. 377, 16 de agosto de 1833.
4 Cf. ibid., voí. II, fol. 4, 1833. En relación con este movimiento de oposición, véase
J . Droz, Le liberalism e rhénan, París, 1940, págs. 199-205.
capitalista, y la sublevación de los campesinos de Hesse fue una manifestación
de esta lucha.
Gracias a su unión aduanera con Hesse, en 1828, Prusia había abierto su mer
cado a los vinos de este país, y agravado, en consecuencia, la situación de los
vinateros del Mosela. La caída de los precios de los vinos había provocado una
depauperación que, agravada por la usura y el aumento de los impuestos, favo
recía el desarrollo de las primeras ideas socialistas en esa zona.
En ese tiempo las ideas de Saint-Simon se difundieron en Tréveris, así como
en el resto de Alemania, y conquistaron tantos adeptos, que el arzobispo se vio
obligado a condenarlas desde el pulpito.
Al mismo tiempo, el fourierismo fue difundido en Tréveris por Ludwig Gall,
a quien se puede considerar uno de los precursores del socialismo alemán.567
Gall encara más adelante (en 1825), en un folleto intitulado D e d ón d e nos
p u ed e llega r la salvación, el problema social desde un punto de vista socialista,
y muestra que en la -sociedad burguesa las necesidades de los hombres no pueden
ser plenamente satisfechas porque el trabajo está sometido al dinero, y es explo
tado por éste. La depauperación de los explotados, que va acompañada por el
enriquecimiento incesantemente creciente de los explotadores tiene por efecto la
acentuación de las oposiciones de clase. Para remediar estos males sociales, Gall,
inspirándose en Fourier, propone la creación de talleres nacionales, que abrirían
el camino al establecimiento de una economía colectivista. Los pobres serían pro
tegidos así de la explotación capitalista y obtendrían, gracias a la disminución
de los gastos de explotación, salarios más elevados, cosa que solucionaría el pro
blema social.
En 1828 Gall difunde estas mismas ideas en una revista que lleva el nombre
de Páginas hum anitarias, o C ontribución práctica a la doctrina q ué tien e com o
finalidad la dicha d e l p u eb lo ,a y de la cual sólo aparece un número. Como sus
ideas encuentran poco eco en Tréveris y le valen, además de severas amonesta
ciones, el ser puesto bajo vigilancia policial, Gall emigra en 1832 a París, donde
traba conocimiento con Fourier, y pasa después a Hungría, país en el cual realiza
experimentos con un nuevo procedimiento de destilación. De vuelta a Tréveris
publica en 1835 un libro: C om entarios d e la crítica hecha p or P orster sobre los
aparatos d e d estila ción m ás co n ocid o s ,T En ocasión de este comentario, Gall critica
nuevamente a Ja sociedad burguesa y muestra de qué modo ios antagonismos' de
clase en ésta tienen que acentuarse necesariamente: “Los privilegiados del dineto
y las clases laboriosas son fundamentalmente contrarios los unos a las otras por
sus opuestos intereses. La situación de los primeros mejora en la medida en que
empeora la de las otras, en la medida en que se vuelve más precaria y miserable.” 3
5 Nacido en 179 !, cerca de Julliers, en el seno de una familia campesina, Ludwig Gail
estudió derecho en Colonia y llegó a ser en 1816 secretario de administración en Tréveris,
donde en 1818 fundó una “Unión para obtener para todo alemán pobre un trabajo, un
salario, uaa vivienda conveniente y bienes suficientes.'” En 1819 emigró a Estados Uni
dos y fundó en Harrisburg (Pennsylvania) una colonia modelo, inspirada en los falanste-
rios de Fourier, Después del rápido fracaso de esta empresa, volvió en 1820 a Tréveris y
publicó en 1822 una pequeña obra en la cuai exponía el resultado de su tentativa: M eine
A usu'andentng nach d en V ereignigte » Staaten im Frithjabr 1819 and m eine FJickkehr
n acb d er Hei-mat im W ínter 1820.
6 ,Cf. Aien sch en fteu a d lich e BlSiter o d er praytische B eitrage xur V olksh»glückm gslebre~
7 B eleu chtu n g d er F órterscben Kritik d er gerñ b m testen DestilUergerate.
s Cf. ibid., pág. 184.
Del mismo modo que Fourier, Gall deseaba crear, en los marcos de la sociedad
burguesa, una nueva organización del trabajo que permitiera dar una solución
equitativa al problema social.
Aunque siguió siendo un utopista, Gall tiene de todos modos el mérito de
haber abierto el camino al socialismo en Alemania, y de haber difundido Lis
primeras concepciones socialistas.
Aunque estas ideas no podían ganar todavía muchos adeptos en Alemania,
especialmente en Tréveris, donde no existía un proletariado, las ideas liberales
encontraban, en cambio, un eco creciente en esta ciudad, y habrían de ejercer
una influencia determinante sobre el desarrollo político inicial de Carlos Marx,
quien pertenecía, como Federico Engels, a una familia burguesa.
Marx descendía, por parte de sus padres, de familias de rabinos. Su abuelo
paterno, Marx-Levy, que había abreviado su nombre en el de Marx, fue, hasta
su muerte (ocurrida en 1789), rabino de Tréveris; casó con Eva Moses Lvov
(1737-1823), que entre sus antepasados contaba con célebres rabinos.
De este matrimonio habían nacido tres hijos, el mayor de los cuales. Samuel
( muerto en 1827), llegó a ser rabino de Tréveris, y el menor —-Hirschel, padre
de Carlos Marx— se hizo abogado. Este último casó con Henriette Presborck
(Pressburg), nacida en 1795 en Neumagen, y descendiente de una antigua fa
milia de rabinos holandeses. Esta familia, que emigró a Hungría en el siglo XVI,
contaba también con rabinos célebres, como lehuda-ben-Elíezer ha Levy Minz,
profesor de la Universidad de Pavía. El matrimonio tuvo nueve hijos: cuatro
varones y cinco niñas. No se sabe mucho sobre los hermanos y las hermanas de
Carlos; muchos de ellos tuvieron una muerte temprana y no debían desempeñar
un papel importante en su vida® El mayor, Moritz David, murió al poco tiempo
de nacer, y cuatro fallecieron, muy jóvenes, de tuberculosis: Eduardo a los once
años, Hermana y Carolina a los veintitrés, y Henriette a los treinta y seis. La
mayor de las mujeres, Sofía, por quien Carlos sintió más afecto en su juventud,
casó con el abogado Sdimaíhausen, de Maestricht. Luisa casó con el comerciante
holandés Juta y emigró con él a África del Sur. Emilia desposó al ingeniero
Conradi y vivió en Tréveris hasta su muerte.
La madre de Carlos, que no estaba especialmente dotada, y qne hablaba y es
cribía muy mal el alemán, no tuvo ninguna influencia en su desarrollo intelec
tual. Era una buena madre de familia, que sólo se interesaba por la salud de sus
hijos y por los problemas domésticos. Su sentido práctico y su espíritu estrecho,
que ia llevaban quizá a exagerar un poco su amor al orden y la economía, la
oponían a su hijo, quien consideraba mezquinas y secundarias las cosas que a
CUADRO GENEALÓGICO
Marx Levy ( fallecido en 1798)
casó cutí Eva Moses Lvov (fallecida en 1823)
' 0 Cf. M ega, i2 t. I, págs. 187-188. Carta del 29 de noviembre de 1.835 a su hijo, a U
sazón estudiante en Bonn: "No pienses que se debe a una debilidad propia de nuestro sexo
mi curiosidad por saber cómo has organizado tu habitación, y si el espíritu de economía
—que es una necesidad primordial para grandes y pequeños— se hace sentir en ella.
Al mismo tiempo me permito observar, mi querido Carlos, que no debes considerar que
la limpieza y el orden son cosas secundarias, pues la salud y el buen humor dependen de
ellas. Trata de que tu habitación se limpie con frecuencia y a fondo." Cf. igualmente ibid.,
pág. 190, Carta de enero de 1836.
11 Cf. M ega. I, r. I=, pág. 206. Carta de H. Marx a C, Marx, 12-14 de agosto de l837.
1 - Cf. N eue Zeit, XVI, t. ! 2, pág. 5- Recuerdos de la hija de C. Marx, Eleauore. "El pa
dre de Mohr [apodo afectuoso que los hijos de Marx daban a su padre] era un verdadero
francés del siglo XVIII, que conocía de memoria a Voltaire y Rousseau.”
12 Cf. Bans Stein, Dar Vbertritt d er Familia H eiarich Marx zum evangaU ssbe» Chñ<-
teatuni, (La con versión d e la fam ilia d e Enrique Marx al protestantism o) , xiv, Jahrbuch
des Kólnischen Geschichtsverefns, Colonia, 1932, págs, 126-129.
por el Edicto de 1812, abolió las severas medidas tomadas por Napoleón en 1808
contra los usureros judíos.
Pero esta satisfacción debía ser de corta duración, pues no bien cayó Napoleón,
el gobierno prusiano aplicó la política reaccionaria de la Santa Alianza y los
judíos, junto con los liberales, serían Jas primeras víctimas. Basándose en el
artículo 16 de la Carta de la Confederación Germánica, este gobierno, después
de haber prohibido, a partir de 1815, el acceso de los judíos a las fundones pú
blicas, extendió en 1822 esta interdicción a todas las carreras liberales. Esta me
dida afectó a Hirschel Marx, quien en junio de 1815 presentó una solicitud al
gobierno para que se lo autorizara a continuar el ejercicio de su profesión. A
pesar de estar apoyada por el presidente de la comisión encargada de la confir
mación en sus funciones de los titulares de empleos y puestos, quien describió
a Hirschel como un hombre muy instruido, celoso y leal, la solicitud fue recha
zada. Al verse en la alternativa de elegir entre el abandono de su profesión y
la abjuración de su religión judía, Hirschel Marx prefirió convertirse al protes
tantismo. Después de cambiar su nombre de pila (Hirschel) por el de Heinrich
(Enrique), entró a formar parte de la pequeña comunidad protestante de Tré-
veris, que entonces contaba con unos 300 miembros y que lo aceptó cordialmente.
Esta conversión, seguida en 1824 y 1825 por la de sus hijos y su mujer, le
permitió seguir ejerciendo su profesión de abogado y, por otra parte, pudo librar
así a su familia de los efectos del recrudecimiento del antisemitismo, que siempre
acompaña a los períodos de reacción. Este antisemitismo, que se desarrollaba
junto con las persecuciones contra los "demagogos”, suscitó movimientos hostiles
contra los judíos en numerosas ciudades de la región renana. En Carlsruhe, Darms-
tadt, Heidelberg y Francfort los judíos fueron molestados, y las Dietas provin
ciales reclamaron medidas especiales contra ellos. La Dieta renana llegó a soli
citar, en 1826, que se privara a los judíos de sus derechos civiles y políticos.
Esta conversión, que no estaba en contra de sus convicciones, y que le permitía
asegurar a su familia una vida más fácil y libre, constituyó —por otra parce—
una verdadera emancipación intelectual. En efecto, los judíos perseguidos se re
plegaban cada vez más sobre sí mismos y se aferraban con un fanatismo aumen
tado a sus tradiciones religiosas y nacionales. Este aislamiento creciente dentro
de una ortodoxia intolerante y estricta favorecía el surgimiento, entre ellos, de
una mentalidad estrecha, ajena y hostil al racionalismo y al espíritu moderno.
Así, muchos judíos esclarecidos, como E. Gans, el futuro maestro de Carlos
Marx en la Universidad de Berlín, se convirtieron al protestantismo del mismo
. modo que Hirschel Marx, a fin de evitar esta deprimente influencia. Enrique
Heine pudo calificar acertadamente su conversión de "billete de entrada en la
civilización europea”.
Este liberalismo religioso iba acompañado en Hirschel Marx —como era en
tonces el caso más común entre los liberales—r- por un liberalismo político que
lo llevó a participar en el movimiento de oposición liberal que se desarrollaba
en Tréveris, como en toda la Renania, favorecido por el ascenso de la burguesía.
El liberalismo político tenía su centro en Tréveris, y se apoyaba en dos socie
dades: una científica, la "Sociedad de investigaciones útiles”, y otra literaria, la
"Sociedad literaria del Casino”, que reunía.a la élite intelectual de la ciudad.
La primera sociedad, fundada en 1822, se interesaba especialmente en las in
vestigaciones históricas, a las cuales Tréveris, con su rico pasado, ofrecía un vasto
campo de investigación; la otra, fundada durante la ocupación francesa, debía
su nombre de “Casino” a un gran edificio que contenía una biblioteca, una sala
de lectura provista de los principales diarios alemanes y franceses, y un gran
salón en el cual se ofrecían conciertos, representaciones teatrales y bailes.
El -gobierno prusiano, en un comienzo había favorecido estas sociedades, en
las cuales oficiales y funcionarios se mezclaban con los burgueses más destacados
de la ciudad, pues esperaba encontrar en ellas un apoyo a su política. Pero muy
pronto se sintió defraudado al comprobar que, después de 1830, estas dos socie
dades, y en especial la Sociedad literaria del Casino, se estaban convirtiendo en
el centro y el alma de la oposición liberal de Tréveris. Asociándose a una cam
paña de banquetes iniciada en Alemania meridional en favor del régimen cons
titucional, la Sociedad literaria del Casino organizó el 2 de enero de 1834 un
banquete en honor de los diputados locales de tendencia liberal en la Dieta
renana: Kayser, Yaldenaire, viñatero de Berncastel que mantenía relaciones per
manentes con los liberales de París; Haw, alcalde de Tréveris, y L. Mohr, ban
quero-y presidente de la Sociedad literaria del Casino. Al terminar el banquete,
Hirschel Marx, que era uno de los organizadores, pronunció un discurso —por
otra parte sumamente cauteloso— en favor de las ideas liberales. Alabó en él
la generosidad del rey, que había permitido, decía, con la formación de las Die
tas, que la verdad escalara los peldaños del trono. Y concluía su discurso con
estas palabras: "Contemplemos confiadamente el futuro venturoso,-pues está en
manos de un padre benévolo, de un rey justiciero: su noble corazón siempre
habrá de acoger favorablemente los pedidos justificados y razonables de su
pueblo. " 1415
Después de los discursos, se entonaron canciones revolucionarias, y el informe
policial de un empleado que asistió aL banquete denuncia a Hirschel Marx por
haber tenido participación en estos cantos.13 A pesar del tono leal de los discur
sos, el gobierno se enfureció, pues se trataba de la única manifestación liberal
que había tenido lugar en toda Prusia.
Unos días más tarde, el 25 de enero, hubo una nueva manifestación liberal, de
carácter más radical, en ocasión del aniversario de la fundación de la Sociedad
Literaria del Casino. Esta vez se cantó La M arsellesa y La Parisienne-, se enarboló
la bandera tricolor, símbolo de la revolución, y uno de los asistentes, el abogado
Brusius, llevó su audacia hasta el punto de decir que si la Revolución de 1830
no se hubiera producido, los hombres estarían aún obligados a rumiar pasto, como
el ganado. Indignado por esta manifestación, que consideró un escándalo into
lerable, el gobierno amonestó severamente al prefecto e hizo poner a la Sociedad
Literaria del Casino, de la cual se retiraron los funcionarios y los oficiales, bajo
la vigilancia de la policía, además de iniciar acción judicial contra el abogado
Brusius.16
Hirschel Marx, así como los profesores del liceo en que estudiaba Carlos, fue
14 Citado por O. Manchen-Helfen, B. Nikolaievslci, Kart and- Jen n y Marx, Berlín, 1933,
pág. 23. Los discursos pronunciados en este banquete se publicaron en los números 22 y
23 de la R heia and M aselzeititng, y en el núm. 23 del K oln iscb e Zeitnng.
15 Cf. Staatsarchiv K obleaz Abt, 442, 3707.
16 Cf. G eh , Staatiarchiv, B, rep. 77, tit. 505, N9 5, vol. II, fol. 216 sigs.
ron implicados en este episodio, 17 cuya importancia y alcance, de todos modos,
no deben ser exagerados.
A-esos liberales les faltaba la fuerza y el valor necesarios para convertirse en
verdaderos revolucionarios, y su oposición se limitaba en realidad a críticas bas
tante tibias. Tal era, en particular, el caso de Hirschel Marx, quien, a pesar de
sus tendencias racionalistas y liberales, era tan moderado en.sus aspiraciones como
en sus críticas, y, lejos de desear una revolución, cifraba todas sus esperanzas
en la prudencia y la generosidad del rey.
Partidario de un régimen constitucional moderado, no compartía ía francofilia
de la mayoría de los liberales de entonces y se sentía profundamente vinculado a
Ja monarquía prusiana. Tres años después de la declaración de lealtad y devoción
con que terminó su discurso del "Casino”, oponía, en una carta enviada a su hijo,
el liberalismo de la monarquía prusiana al despotismo de Napoleón, y lo invi
taba a celebrar, en una oda en honor de esta monarquía, la victoria de "Waterloo,
la cual, como decía, había liberado a Europa de un yugo odioso.18
Por otra parte, esta actitud moderada estaba de acuerdo con su naturaleza sen
timental y tierna, muy distinta del temperamento ardiente y voluntarioso de su
hijo. En una descripción que hace de él su nieta, se observa esta diferencia de
caracteres, que se manifestaba en las fisonomías de padre e hijo .19
La orientación primera, tanto espiritual como política, de Oírlos Marx, sería
determinada por el racionalismo y el liberalismo religioso y político de su padre,
que ejerció sobre él, al comienzo, una influencia preponderante.
En ese medio tranquilo y culto, en una familia que, a pesar de su situación
acomodada, llevaba la vida laboriosa y sencilla de la burguesía de ese tiempo,
trascurrió la feliz infancia de Carlos Marx .99
Casi nada se sabe de ella; apenas conocemos algunos recuerdos trasmitidos por
su hija Eleanore. Carlos era un joven vigoroso, de espíritu vivaz, que se mos
traba un poco tiránico con sus hermanas. Su carácter burlón y jovial hacía que
sus camaradas lo amaran y temieran a la vez; desbordante de vida, siempre estaba
17 Cf. ibid., fol. 214. H. Marx no asistió a esta segunda manifestación. Entre los par
ticipantes se encontraba, en cambio, uno de los profesores de Carlos Marx, Schneemann.
Cf. Akten des V tovinziaUchulkollegium, Carta de Schneemann al Ministro de Cuito del 2
de julio de 1834.
18 Cf. M ega, f, t. I2, págs. 204-205. Carta de H. Marx a C. Marx, Tréveris, 2 de mar
zo de 1837. "El objeto [de esta oda] debe ser un acontecimiento de la historia prusia
na [ . . . ] Debe estar dirigido a ia gloria de Prusia y presentar la posibilidad de celebrar
e¡ genio de la monarquía. La gran batalla de la Bella-Altanza-Waíerloo es uno de esos
acontecimientos [ . . . ] Su celebración no puede dejar de suscitar entusiasmo, pues en caso
de haber sido un fracaso, la humanidad y el espíritu humano habrían quedado eterna
mente encadenados. Sólo los liberales incoherentes de nuestros días pueden idolatrar a
Napoleón. Durante su reinado nadie pudo en realidad pensar en voz alta lo que se escribe
todos los días en Alemania, y particularmente en Prusia, sin que se moleste a nadie. Quien
haya estudiado ia historia de Napoleón y su loca ideología puede, en toda conciencia, ce
lebrar su caída y la victoria de Prusia."
19 Cf. N ene Zeit, mayo de 1883, pág. 4 4 l, Recuerdos de Eleauore Marx. "Marx siem
pre llevaba consigo un retrato de su padre. El rostro me parecía muy hermoso: los ojos
y la frente eran semejantes a los del hijo, pero la parte inferior deL rostro, en torno de la
boca y a la barbilla, era más suave. El conjunto tenía un marcado carácter del tipo judío,
pero de un hermosp tipo judío.”
'20 El padre de C. Marx contaba, como abogado, con entradas bastante considerables, y
habitaba con su familia en una hermosa casa en la calle del Puente (Brückenstrasse) situada
en el barrio aristocrático de la ciudad.
dispuesto a dirigir sus juegos, pero a veces utilizaba la ironía y la sácira con
tra ellos.21
Aunque no fue precisamente un genio precoz, mostró desde sus primeros
años una inteligencia despierta que era la alegría y el orgullo de sus padres. Fue
el hijo preferido, y al parecer sus padres estaban un poco decepcionados por las
mediocres disposiciones de sus otros hijos, por lo cual cifraban en él todas sus
esperanzas.22
Carlos estudió en el liceo de Tréveris, en el cual permaneció cinco años, de
1830 a 1835. En esta institución reinaba un espíritu liberal y abierto, que había
sido introducido por el último príncipe elector, el arzobispo Clemente Vences-
las (1768-1808). Bajo el dominio francés el nivel de los estudios había caído
muy bajo: no existía un plan de estudios, ios profesores enseñaban más o menos
lo que querían. Ningún examen serio permitía comprobar lo aprendido. Des
pués de la anexión de Renania a Prusia, el liceo fue reorganizado, y en la época
en que Marx asistía a él contaba con excelentes profesores, como Sceiniger de
matemáticas, Schneemann, de hebreo, y, especialmente, el director, Wyttenbach
(1737-1848), historiador y filósofo.
j. H. Wyttenbach, espíritu progresista y liberal im bu ido de h doctrina kan
tiana, había participado en la fundación de las dos sociedades culturales de la
ciudad y se esforzaba por infundir un carácter racionalista a la enseñanza en
su liceo.
Por haber despertado sospechas después de la fiesta de Hambach (1832), que
dio lugar a una renovación de las persecuciones contra los demócratas, fue puesto
bajo vigilancia policial. -A consecuencias de una denuncia del jefe regional de
la policía, Schnabel, se realizó en 1833 un registro en el liceo. Se encontró a
un alumno un ejemplar de los discursos pronunciados en la fiesta de Hambach,
y a otro poemas satíricos contra el gobierno, lo que motivó el artesto de uno de
ellos, Como resultado del asunto del Casino, el profesor de matemáticas Stelniger
fue acusado de materialismo y ateísmo; el de hebreo, Schneemann, denunciado per
haber entonado canciones revolucionarias, y condenado. A ‘Wyttenbach se lo res
ponsabilizó por el estado de ánimo que reinaba en el liceo, y se lo amenazó con
la revocación, Aunque no fue destituido, se le nombró como adjunto un codirec-
tor, el profesor reaccionario Loers, a quien se encargó de la vigilancia política
del liceo.
Esta agitación política, en la cual participaron el padre de Marx y algunos de
sus maestros y condiscípulos, no pudo dejar de ejercer una profunda influencia
sobre el joven, en los últimos años de su estudio en el liceo, y aunque no exis
ten pruebas de su participación efectiva en esta agitación, no se puede dudar de
que contribuyó en mucho a su primera formación política.
Los estudios d e Marx en e l lic e o fu eron buenos, aunque no brillantes. Como
en los otros liceos de esa época, se prestaba en él una especial atención al estudio
-’1 Cí. N ene Zeit , mayo de 1883, pág. 441. Recuerdos de Eleanote Marx.
23 Cf. M ega, I, t. I2, págs. 196-197. Cana de H. Marx a C. Marx, del 9 de noviem
bre de 1836: "Hennann ha partido hoy para Bruselas a fin de entrar ali¡ en una buena casa
de comercio [ . . . ] Espero mucho de su celo, pero menos de su inteligencia. Menni
[Eduardo] va al liceo y, al parecer, quiere estudiar más. I.as chicas son tranquilas y
laboriosas."
de los idiomas, en especial las lenguas muertas, enseñadas desde un punto de vista
primordialmente gramatical.
Sus éxitos escolares lo situaban en un buen término medio. En el examen de
promoción de segundo a tercer año fue clasificado entre los-alumnos felicitados
por su conocimiento de las lenguas antiguas, y en el último año recibió elogios
por sus disertaciones en alemán.23
Carlos era uno de los alumnos más jóvenes de su clase, y sólo contaba 17 años
cuando se recibió de bachiller, mientras que los otros candidatos tenían edades
que oscilaban entre los 19 y los 21 años. El conjunto de la clase era mediocre,
y cerca de la mitad de sus condiscípulos fracasó en el examen.
La diferencia de edad, de medio y de religión explica que Carlos Marx haya
hecho pocos amigos entre sus condiscípulos. La mayoría de ellos eran católicos,
hijos de viñateros y artesanos, y pensaban dedicarse a la carrera eclesiástica. Marx
trabó en especial relación con Emmerich Grach, que llegaría a ser presidente del
tribunal de Tréveris, y con su futuro cunado, Edgar von 'Westphalen, un año
menor que él.
Las pruebas del examen que aprobó en agosto de 1835 fueron satisfactorias
en términos generales. Sus disertaciones escritas, especialmente la de religión y
la de alemán, proporcionan un interesante testimonio, no sólo de su formación
intelectual y de sus conocimientos, sino también de su forma de espíritu, de su
carácter, y de las tendencias políticas que ya se afirman en él. La menos buena
es la disertación de latín, cuyo tema fue An prin cipa tu s A ngustí m en tó ín ter fe-
licio res reí p u b lica i R om anas n u m ereta r ( ¿Es posible considerar que el gobierno
de Augusto ha sido uno de los más felices de la historia romana?). Esta diserta
ción constituye una comparación bastante trivial de dicho reinado con el de la
época anterior, menos culta, y con la época posterior, en la cual la decadencia em
pieza a manifestarse y ya se anuncia la tiranía .24
La disertación de religión, cuyo tema era: "Mostrar según el Evangelio de San
Juan, XV, 1-14, la razón, la naturaleza, la necesidad y los efectos de la unión
de los creyentes con'el Cristo”, ofrece mayor interés. Inspirándose en las con
cepciones racionalistas de su padre y sus maestros, en especial de Wyttenbach,
reducía la religión a la moral. Al comentar este pasaje del Evangelio de San
Juan desde un punto de vista histórico y filosófico, sostiene que la unión de los
hombres en Dios responde a una profunda tendencia de la naturaleza humana,
que siempre se ha esforzado, como lo prueba el ejemplo de Platón, por elevarse
23 Cursos seguidos por Caros Marx en Primer Año ( A rchiv fiir d ie G eschichte d es So-
zialism us a n d d er A tbeiterbew egitng, 1925, págs. 424-444. Gründberg, Marx ais Abi
ta r ien t) .
Latín (L o ers). Cicerón, De oratore; Tácito, Anales, A grícola; Horacio, Odas y Sátiras.
Griego (Loers). Platón, Eedón\ Tucídides, L. I.; Homero; Sófocles, Antígona.
Alemán (Ham macher). Poesías de Goethe, de Schiller y de Klopstock; H istoria d e la
literatura alemana a partir d el siglo XVU.
Hebreo (Schneem ann).
Francés (Schsvender). Montesquieu, C onsideraciones sob re la grandeza y la . decadencia
d e los rom anos; Hacine, Atbalie-
Matemáticas (Stein iger). Algebra, geometría, trigonometría.
Física (Steiniger). Acústica, electricidad, magnetismo, óptica.
Historia (W yttenbach). Historiar d e Roma. H istoria d e la Edad Media. H istoria m o
derna, en particular la de Prusia.
2* Cf. M ega, I, t. P , págs. 168-170.
hasta Dios por medio de una moralidad más noble. A continuación exponía
que la unión de los creyentes con Cristo —que la impura moral de los paganos
había hecho necesaria— permitía acceder a la verdadera virtud, a la virtud cristia
na, más humana y más dulce que la de los estoicos, más elevada y más pura que
la de los epicúreos.25*
Desde el punto de vista dogmático, esta disertación era más bien débil, pues
las razones dadas para la unión de los creyentes en Cristo eran exclusivamente
de orden moral, y no se tenían en cuenta, como observó el corrector, las razones
específicamente religiosas.20
A partir de esta época, Marx se muestra desligado, como su padre, de toda
creencia dogmática, y la filosofía racionalista predomina en él sobre la religión.
»Esta filosofía, que le hace remplazar la concepción religiosa de la vida humana
por la creencia en el destino moral del hombre, se expresa aún más claramente
en la disertación de alemán: "Reflexiones de un joven sobre la elección de una
carrera”, 27 que, por prestarse más al desarrollo de las-ideas personales, constituye
su mejor prueba.
Parte de la idea, sobre la cual ha de volver a menudo más tarde, de que a di
ferencia del animal, cuya vida está determinada por las circunstancias, el hombre
se esfuerza por determinar libremente la suya.28 Esa libertad se manifiesta en es
pecial en la elección de una carrera. Esta elección, a decir verdad, no es absolu
tamente libre, pues está dictada en parte por el curso mismo de la vida social
en la cual estamos inmersos. "No siempre podemos —escribe— abrazar la pro
fesión a la cual nos creemos destinados, pues el curso de nuestra vida ya se des
arrolla, en cierta medida, antes de que estemos en condiciones de determinarlo.” 29
Sin exagerar la importancia de esta frase, que en esta disertación impregnada
de idealismo sólo tiene el valor de una observación incidental, y sin ver en ella
el preanuncio del materialismo histórico, es interesante de todos modos observar
que, por primera vez, Carlos Marx subraya aquí la función de las relaciones
sociales en la determinación de la vida de los hombres.
En la elección de una carrera, dice, no debemos obedecer ni a la ambición ni
a un entusiasmo pasajero; debemos tener en cuenta nuestras aptitudes físicas e
intelectuales, a fin de no ser inferiores a nuestra tarea futura, y considerar ante
todo las posibilidades que ésta nos ofrece de trabajar para el bien de la humani
dad. Esto es, en efecto, decisivo, y debe apartarnos de las profesiones que tras
forman a! hombre en un instrumento pasivo o que lo alejan de la actividad
práctica, pues —y aquí se perfila ya, igualmente, una de las concepciones fun
damentales de Marx— para realizar una obra útil no hay que separar el ideal de
la realidad, el pensamiento de la acción. “Las profesiones más peligrosas para
un joven —escribe— son aquellas que, en vez de integrarlo en la vida, se ocupan
de verdades abstractas.” 30
Bonn
30 Cf. ibid., pág. 194. Cursos seguidos durante ei semestre de verano de 1836:
1) Waltec, Historia d el d erech o alem án (curso seguido con asiduidad).
2) A. W . Schlegel, Elegías d e P ropendo (curso seguido con celo y atención).
3) Puggé, D erecho internacional estropeo.
4 ) Puggé, D erecho natural.
■"> Cf. ibid., pág. 192.
41 Cf. M ega, l, t. P , pág. 1.
.. Cf.. </«r/., pág. 195.
43 Cf. Cari Marx, Chronik sein es Lebens in Einzeldaten, Marx Engels instituí, jMosfcau,
1934, pág. 3.
ficado universitario de Carlos Marx se mencione que, después de su partida de
Bonn, hubo una denuncia por haber llevado armas prohibidas a Colonia.4,1
Aunque no desaprobó su ingreso al círculo literario, el padre de Marx puso
en guardia a su hijo contra la tentación de dedicarse por entero a la poesía, pues
no deseaba, según decía, que apareciera como un poeta menor a los ojos del
mundo.45
Por otra parte, Hirschel miraba con poco agrado la vida bastante desorbitada
que llevaba un hijo en quien había depositado todas sus esperanzas y a quien
daba consejos de orden y de economía que, al parecer, eran muy necesarios.
Después de su llegada a Bonn, Carlos Marx pasa tres semanas sin dar señales
de vida a sus padres, y en el término de tres meses sólo les escribe dos veces,
apresuradamente, sin indicar siquiera los cursos que está siguiendo. En sus cartas
se habla mucho del dinero, que gasta con excesiva facilidad en opinión de sus
padres, y hasta llega a contraer algunas deudas que su padre debe saldar a des
gano. A los padres les inquietan, más que los gastos, los duelos entre estudian
tes, que con frecuencia tenían consecuencias fatales. Su padre lo previene en con
tra de ellos, por lo demás sin mucho resultado, pues Marx es herido ligeramente
sobre un ojo, en agosto de 1836, en un duelo contra un miembro del Borussia
Korps.13
El ano trascurrido en Bonn, para gran desilusión del padre, resultó ser un
año prácticamente perdido y, a fin de sustraer a su hijo de un medio que juzgaba
poco favorable, decide que continúe sus estudios en la Universidad de Berlín.
'■La agitada existencia que llevó Marx en Bonn fue, sin duda y en gran parte,
una consecuencia de la exuberancia natural de un joven que escapa a la tutela
paterna y que se siente a sus anchas; traduce, además, la profunda crisis senti
mental por la que pasaba entonces.
En ese momento, en efecto, la amistad que había sentido por su amiga de la
infancia, Jenny von 'Westphalen, se había convertido en un amor ardiente. Pese
a su optimismo juvenil, este amor por una mujer cuatro años mayor que él
—Jenny había nacido el 1 2 de febrero de 1814— y muy cortejada a causa de
su gran belleza y su rango social, debía de parecerle sin esperanzas y atormentar
su corazón. Durante una estadía en Tréveris, al regresar de Bonn, en el verano
de 1836, Marx —entonces sólo tenía dieciocho años— le pidió la mano. Sin
duda Jenny no dejó de contemplar con ciertas aprensiones un matrimonio que
se parecía en cierta medida a una aventura. Pero, obedeciendo a las inclinacio
nes de su corazón, se comprometió en secreto con Marx y sacrificó deliberada
mente sus brillantes perspectivas a un porvenir que se perfilaba incierto.
De gran nobleza de sentimientos y de carácter, Jenny habría de ser, en las largas
y duras pruebas a las que la sometió este matrimonio, la digna compañera de
Carlos Marx En ese momento Jenny constituía la alegría y el orgullo de su
B erlín
4! Cf. F. Mefaring, K arl Marx, pág. 8. Caita dirigida en 1865 por Carlos Marx a su
esposa desde Tréveris, adonde había ido con motivo del fallecimiento de su madre.
48 Cf. M ega, I, t. i“, pág. 214. Carta de C. Marx a su padre, Berlín, 10 de noviembre
de 1837.
de la mayor parte de las ciudades a comienzos del siglo x ix . La industria estaba
poco desarrollada, pues sólo en la década 1840-1850 aparecen allí las primeras
fábricas modernas. La población estaba compuesta en su mayoría por pequeños
comerciantes y artesanos dependientes de la burocracia y de la Corte. Esta pe
queña burguesía servil, de horizontes limitados, no manifestaba, en el sentimiento
de su impotencia, interés alguno por los problemas políticos, y sólo se apasionaba
por el teatro. Del mismo modo que ella, los dos diarios berlineses de esos tiem
pos, El diario d e Voss ( V ossische Z eítim g) y El diario d e S p em r (S p en ersch e
Z eitu n g), evitaban, por miedo a la censura, enfrentarse con problemas políticos
y fingían considerarlos con ironía y desprecio. Los escritores más apreciados eran
J. W . Pustkuchen, autor de una insípida réplica religiosa del W ílhelm M eister
de Goethe; E. Raupach, que escribía insignificantes piezas de teatro, y, princi
palmente, M. G. Saphir, quien en sus dos revistas —El co rreo ( D er K u rier) y
El co rreo ex preso ( D ie S ch n ellp o st)— trataba en estilo jocoso, por otra parte
muy chato, los pequeños acontecimientos del día, deteniéndose en especial en
los chismes teatrales, que deleitaban a los berlineses. Los únicos medios inte
lectuales eran algunos cafés y salones, como el café Stehely y el salón de Varnha-
gen, donde empezaban a difundirse las ideas liberales, y la universidad, que con
taba con varios millares de estudiantes y atraía a los maestros más célebres.49
La estadía en Berlín, que a pesar de su estilo pequeñoburgués era un centro
intelectual y artístico infinitamente más grande y vivo que Bonn, debía cons
tituir una época muy importante en la vida de Carlos Marx. Éste rompe con
la vida placentera y algo disipada que había llevado en Bonn, y se inscribe, el
mismo día de su llegada, el 22 de octubre de 1836, en la universidad. Después
de hacer a contrapelo algunas visitas a amigos de su padre, a quienes éste lo
había recomendado, se dedica por entero a la poesía y al estudio.50
El amor ardiente que siente entonces le inspira poesías que reflejan la pasión
por Jenny y la inquietud de su alma. Como Jenny se niega a contestarle mien
tras su noviazgo no sea oficial, Marx se siente desesperado. Este sentimiento se
expresa en tres cuadernos de poemas dedicados a su novia, que le envía en la
Navidad de 1836 y que ella lee con lágrimas de dolor y de alegría .51
Las poesías tienen un interés más biográfico que literario. El propio Marx,
por otra parte, las tenía por pecados juveniles, y Laura Lafargue escribía a Mehring,
al enviárselas, que los Marx, cuando hablaban alguna vez de ellas, lo hacían
siempre en broma.52
A pesar de sus títulos, estas poesías se parecen muy poco a las de Enrique
Heine, y su valor literario es nulo. Son poemas de un romanticismo chato, tri
vial y convencional, que tratan sin ninguna originalidad los dos temas principa
les del romanticismo: el del amor desdichado y trágico, y el de las fuerzas mis
teriosas a las cuales están sometidos los destinos humanos. Es el joven que se
resiste a la pérfida canción de las sirenas a fin de ser fiel a su ideal {El canto
60 C f . M ega, í, t. F, p ig . 1 9 8 .
61 C f. K . G r i t a , L. Veuerbach, Sein B riefw ecb sel an d Nacblnss (X. Penerbe.ch, Corre.1 :'
p en d en cia y escritas postum os), L e ip z ig , 1 8 7 4 , p á g . 1 8 3 . C a r ta d e L. F e u e rb a c h a su p a
d re , ju li o d e 1 8 2 4 . " A q u í n o h a y fra n c a c h e la s, d u e lo s o a le g re s salid as e n g r u p o ; e n n in
g u n a o tr a u n iv e rs id a d p u e d e e n c o n tra rs e u n a a fic ió n ig u a l a l tra b a jo , raí interés p o r cosas
q u e n a d a tie n e n q u e v e r co n la s p e q u e ñ a s h is to ria s d e lo s e s tu d ia n te s , t a l in c lin a c ió n p o c
las c ien c ia s, ta l c a lm a y s ile n c io . E n c o m p a ra c ió n c o n e ste te m p lo d e l t ra b a jo , la s o tra s
u n iv e rs id a d e s p a re c e n ta b e rn a s .”
62 C f. H e y m , H egol y su tiem po (H egel ttnd seitte Z eil), Berlín, 1 8 5 7 , p ág s. 4 y 5.
" U n a b u e n a p a r te d e lo s c o n te m p o rá n e o s re c u e rd a a ú n la é p o c a e n q u e to d as las cien cias
se n u tr ía n d e l a fi lo s o f ía h e g e íta n a , e n q u e to d as las fa c u lta d e s h a d a n , a n te c á m a ra a n te ia
fa c u lta d d e fi lo s o f ía , p a r a b e n e fic ia rs e , a u n q u e só lo fu e ra en m ín im a p a rte , c o n la v is ió n
s u b lim e d e lo A b s o lu to y la fle x ib ilid a d d e la c é le b re d ia lé c tic a ; en esa é p o c a e l q u e n o
El ministro de Instrucción Pública y Culto, que, después de haber participado
en las persecuciones contra los miembros de la Burschenschaft y los "demago
gos”, favorecía esta doctrina, pues veía en ella un sólido sostén de la monarquía
prusiana, había ubicado a discípulos de Hegei en las principales cátedras de la
Universidad. Por otra parte, éstos discípulos no habían heredado el genio del
maestro, y el peso de la gran herencia parecía hacerse sentir sobre ellos. Más
apegados a la letra que al espíritu del sistema, y convencidos de que éste había
agotado para toda la eternidad el contenido de la filosofía y de las ciencias, se
conformaban con desarrollar y comentat sin mucha originalidad las diferentes
partes de la E ncido-pedia, en la cual Hegel había resumido la suma de los co
nocimientos de su tiempo.
Marx no se convirtió de buenas a primeras a la doctrina de Hegel, cuyo realismo
le parecía chocante, y hería su espíritu, a la sazón impregnado de idealismo ro
mántico, y la historia de su pensamiento y de sus estudios en el primer año de
su estadía en Berlín está sellada por la lucha contra la marca de la filosofía de
Hegel, que termina por imponérsele~y dominarlo.
Durante el primer semestre sigue los cursos de derecho de Savigny y de Gans,68
jefes de las dos escuelas jurídicas opuestas: el primero de la escuela histórica del
derecho, el segundo de la escuela hegeliana.
Por su participación en estos dos cursos, Marx se ve- llevado, desde el momento
mismo en que llega a Berlín, a tomar partido en el conflicto entre estas dos
escuelas que, por falta de toda vida política propiamente dicha, constituía uno de
los principales elementos de la lucha entre el conservadurismo y el liberalismo.6*
La oposición entre estas dos escuelas no era, en efecto, de orden específicamente
jurídico; en realidad, era, llevada al terreno del derecho, una lucha política entre
las tendencias liberales, nacidas de la Revolución Francesa, y las tendencias con
trarrevolucionarias. ;
Inspirándose en las concepciones vitalistas y organicistas de los románticos,
Savigny había publicado en 1814 un manifiesto en el cual establecía, contra las
84 C f. Alega, I, t. I3, p á g . 2 1 8 - C a r t a d e C . M a r x a su p a d re , d e l 1 0 d e n o v ie m b r e d e
1 8 3 7 , T a m b ié n le e T ristes d e O v id io y e l D erech o crim inal d e K le in .
83 C f. ibid., p á g . 2 1 8 .
85 C f. ibid., p á g s. 5 9 - 7 5 .
vana es Ja mirada que tiembla de. alegría ante la idea de que todo lo va a aniquilar
con sus rayos ponzoñosos: ellos no pueden echar lejos de nosotros a ios mundos
cuya pesadumbre nos abruma! ¡Ay, tenemos que vivir con el alma angustiada y
vacía, eternamente encadenados a la dura roca de la existencia! Los mundos nos
arrastran en su ronda y aúllan su canción de muerte, mientras que nosotros,
bufones de un ¡dios sin entrañas, damos afectuoso calor a la víbora en nuestro
seno, para verla erguirse .todopoderosa y vencernos con su desprecio, mientras
que eternamente, agotando nuestro asco, el canto inútil de las olas ruge en nues
tros oídos. Pero la suerte está echada. Destruyamos sin tardanza esta trama de
mentiras, y que termine en una maldición lo que la maldición ha engendrado. " 87
En tanto que el drama era la imagen de las luchas interiores en que se debatía
Marx, desesperado por no ver una salida favorable a su amor, ni finalidad cierta
en la vida, su novela E scorpión y Félix es una descripción satírica del medio pe-
queñoburgués berlinés en el cual vivía .88 Por su estilo deshilvanado y un poco
confuso, esta novela se parece al drama. Está compuesta de una serie de frag
mentos desvinculados entre sí, en los cuales se muestra, siguiendo la fantasía
del autor, algunos tipos característicos de la pequeña burguesía de Berlín: el
maestro sastre Mertens, su hijo Escorpión, un compañero (Félix), Grete la co
cinera y Engelbert, ua burócrata.
Lo que tiene de interesante esta novela (que recuerda por su estilo y su forma
Los elix ires d e l diablo de E. T. A. Hoffmann) es la crítica que Marx hace en
ella del medio pequeñoburgués de Berlín, a la vez que de la reacción- prusiana.
Ridiculiza en~ el maestro sastre y su familia “teutona y cristiana”, bajo los ras
gos de personajes estúpidos y estrechos, a los alemanes patrioteros de esa época,
que, adversarios dei liberalismo, se complacían en presentarse como defensores
de la religión cristiana y de las tradiciones germánicas. Esta -primera alusión
política que se encuentra en las obras de Marx muestra que, por efecto de la
orientación general de pensamiento que heredaba de su padre y sus maestros,
acentuada por la influencia que Gans ejercía sobre él en ese entonces, tomó desde
ese momento, deliberadamente, el partido de los demócratas y los liberales en la
lucha que éstos llevaban a cabo contra los reaccionarios. Tres capítulos de esta
novela estaban dedicados, por otra parte, a narrar episodios de esta lucha. En
el primero de ellos se critica la institución del mayorazgo, que el gobierno pru
siano quería restablecer en Renania para reforzar el poder dé la nobleza, y en
los otros dos se ataca a la escuela histórica del derecho, a la cual se le reprocha,
como lo hacía Gans, su tendencia reaccionaria, y su inclinación a reducir el estu
dio del derecho a una exégesis filosófica e' histórica, sin tener en atenta su ele
mento racional.80
Del mismo modo que el drama y la novela, los poemas que escribe en esos
días y que manda en octubre a su padre sólo resultan interesantes como testimo
nios de su estado de ánimo y de sus tendencias intelectuales, políticas y sociales.
Estas poesías son líricas y satíricas.
La mayor parte de las primeras se parecen a las que había enviado a su novia
unos meses antes. Se encuentra en elks, como en las anteriores —de las cuales7
S7 C f. Mega, I , t. I2, p á g s . 6 8 - 6 9 . M o n ó lo g o d e O d lá n e m .
s s C f. Alega, I , t. I2, p á g s. 7 6 - 8 9 .
69 C f. ib'td., p á g s . 7 8 - 7 9 , c a p . X X I ; p á g . 8 3 , cap . X X I X ; p á g . 8 4 , cap . X X X I .
se reproduce una parte en esta selección—, los mismos personajes y los mismos
temas del romanticismo más trivial, y las mismas imprecaciones contra, el mundo
que se muestra sombrío y hostil.
Estos sentimientos exaltados y salvajes, de los cuales sin duda hay que descon
tar la parte del romanticismo, traducen la efervescencia de su alma, que no en
contraba satisfacción y apaciguamiento, ni en los estudios que realizaba enton
ces, ni en la vida mediocre y chata que le ofrecía Berlín.
A diferencia de los primeros poemas, la rebelión se dirige aquí, ya no contra
el mundo en general, sino contra la sociedad.
A falta de vida política, Marx traspone, como era entonces la moda, la crítica
política y social ai plano literario, y se burla, en una serie de epigramas, de la
literatura chata y los mediocres escritores de entonces. Como representantes del
humanismo y del progreso, les opone a Goethe y a Schiller, y los defiende contra
sus detractores, pequeñoburgueses limitados y pietistas que reprochaban a Schiller
su idealismo y a Goethe su panteísmo.00
Estos epigramas, en los que se expresa la admiración del joven Marx por los
grandes clásicos de la literatura alemana, en quienes ve a los representantes del
humanismo alemán moderno, son testimonio de su aversión por el pietismo reac
cionario y el espíritu limitado de los pequeñoburgueses.
En un epigrama, Marx se burla del espíritu estrecho y limitado de la pequeña
burguesía, indiferente a los grandes problemas y a las ideas elevadas, que sólo
aspira a la tranquilidad y al reposo, y únicamente se apasiona por el teatro. l o
presenta bajo los rasgos de un público apático, al cual nada puede sacudir de
su modorra, y que sólo aprecia las -obras mediocres de un Raupach, fabricante
de piezas sentimentales, o de un Pustkuche, autor de una parodia moralizante
del W ilh e lm M e is te r de Goethe.
Esta crítica de la mentalidad estrecha y ruin de la pequeña burguesía alemana
es, junto con las críticas contenidas en el drama y la novela, la primera mani
festación, en Carlos Marx, de un sentimiento de rebelión contra la sociedad bur
guesa de su tiempo. Ya no se trata aquí, evidentemente, de la habitual crítica de
la sociedad hecha por un estudiante que, en la época de sus travesuras, protesta
contra toda regla y toda disciplina, sino del preludio a la gran crítica de Ja socie
dad burguesa, a la cual Marx habría de dedicar su vida.
Esta crítica adquiere un carácter político más marcado en otro epigrama diri
gido contra la actitud de la burguesía alemana después de la guerra de libera
ción. Esta guerra había liberado a Alemania con la caída de Napoleón, pero no
le dio ni la libertad ni la unidad, y la culpa de ello la tenía la ruindad burguesa,
que no había sabido oponer resistencia a la política reaccionaria de los príncipes.
Én este epigrama Marx reprocha a la burguesía que se desinterese, por cobardía,
de los problemas políticos, y que esto la lleve a buscar refugio en ensueños utópi
cos y a mostrarse tanto más audaz en el reino de la imaginación cuanto más
timorata en el reino de la acción.9091
En su conjunto, estos poemas seguían siendo mediocres; sin embargo, revela
ban más energía y tenían más fondo que los primeros. El lirismo de Marx se
había vuelto más vigoroso y entreveía, dice, el reino de la verdadera poesía como
un lejano palacio feér ico , pero esta visión, lejos de estimularlo, le infundía la
90 C f. M ega, I, t. P , p ig s . 4 3 - 4 5 .
31 C f. ibid., p á g . 4 2 , e p ig ra m a II.
conciencia de su insuficiencia y finalmente lo apartó de la poesía lírica.9* De
todos modos, no habría de perder un sentido muy seguro de la belleza lírica, que
más tarde lo convertiría en el consejero temido y querido a la vez de grandes
poetas como Heine y Freiíigrath.
A l término de ese primer semestre su salud se había visto muy afectada por
el exceso de trabajo intelectual y por la tensión en que vivía a consecuencia de
la situación falsa en que se encontraba ante su novia y los padres de ésta. Jenny ■
no sufría menos que él por esta situación, y por el secreto que debía guardar ante
su familia. Para no dar motivos de sospechas, debía seguir llevando la misma
vida mundana, y concurrir a los bailes. Mientras sus amigas se comprometían y
se casaban, la joven rechazaba a todos sus pretendientes, lo cual empezaba a dar
pie a murmuraciones. El profundo amor que sentía por Marx le permitió en
frentar la desconfianza hostil que sentía crecer a su alrededor. De todos modos,
no siempre lograba defenderse de un sentimiento de temor y de desaliento.95
Con el propósito de poner fin a una situación que se estaba volviendo intole
rable, Marx escribió, en marzo de 1837, a los padres de Jenny, pidiendo la mano
de la joven. Pese a la oposición de una parte de la familia, especialmente del
medio-hermano de Jenny, Ferdinand von Westphalen, que acababa de ser nom
brado consejero de gobierno en Tréveris, el pedido fue aceptado, en buena parte
por el afecto que sentía por Marx el barón de Westphalen.
De todos modos, el compromiso, que no se oficializaría antes de fin de año, no
puso fin a los tormentos de Marx, pues —por .un exceso de pudor—, su novia
tenía dudas y tardó en escribirle.84
Este silencio, unido al exceso de trabajo en todos los terrenos —derecho, filo
sofía, arte, literatura—, así como la severa autocrítica a que sometía todos sus
escritos, agravaba su nerviosidad. Un médico le aconsejó que hiciera una cura
de reposo en el campo y fue a instalarse por algún tiempo a una aldea de los
alrededores de Berlín, Stralau, donde vivía E. Gans, y se restableció rápidamente.9”
La crisis intelectual por la que pasaba entonces se debía, en gran parte, a que,
orientándose cada vez más hacia un liberalismo democrático, no podía encontrar
satisfacción en un romanticismo que respondía a las tendencias reaccionarias de
02 C f. ibid., c a rta a su p a d r e , d e l 1 0 d e n o v ie m b r e d e 1 8 3 7 , p á g . 2 1 8 .
93 C f. M ega, I , t. I2, p á g . 2 0 1 . C a r ta d e H . M a r x a C . M a r x , T r é v e ris , 3 d e fe b re ro d e
1 8 3 7 , y p á g . 2 0 3 , c a rta d e l 2 d e m a rz o d e 1 8 3 7 .
94 C f . ibid., p á g . 2 1 2 . C a r t a d e H . M a c x a C . M a r x , 1 6 d e s e tie m b re d e 1 8 3 7 . " Q u e
n o te e s c rib a [ . . . ] m e p a re c e — n o e n c u e n tro o tr a p a la b ra — in f a n til. P e r o n o es p o s ib le
d u d a r d e l a b s o lu to a m o r q u e s ie n te p o r t i, u n a m o r q u e casi h a p ro b a d o c o n su p ro p ia
m u e r t e [ . . . ] P u e d e s e s ta r s e g u ro d e e llo , c o m o lo e sto y [ . . . ] q u e n in g ú n p r ín c ip e
p o d r á a p a r t a r la d e ti. E stá d e d ic a d a a ti e n c u e rp o y a lm a y h ace p o r ti — n u n c a debes
o lv i d a r lo — u a s a c rific io q u e a su e d a d m u y p o ca s jó v e u e s s e r ía n capaces. S i tie n e la id e a
d e q u e n o p u e d e o n o q u ie r e e s c rib ir, d é ja la e n p az, p o r a m o r d e D io s . E n fi n d e cu e n ta s ,
esto n o es m á s q u e u n s ig n o e x te rn o , d e l c u a l s e p u e d e p re s c in d ir si u n o e s tá s e g u ro de
lo s s e n tim ie n to s ."
85 C f. ibid.., p á g . 2 1 8 . C a r ta d e C . M a r x a su p a d re d e l 1 0 d e n o v ie m b r e d e 1 8 3 7 . "Las
n u m e ro s a s o c u p a cio n es q u e m e h a b ía n h e c h o v e la r m u ch as n o ch es e n este p r im e r se m e s tre ,
las lu c h a s in te r io r e s q u e h e d e b id o s o b re lle v a r, las in c ita c io n e s m ú ltip le s a « a b a jo s d é lo s
c u ales no d e b ía o b te n e r, e n ú ltim o té rm in o , m u c h o p ro v e c h o , y q u e m e h a c ía n d e sc u id a r
la n a tu ra le z a , el a rte , e l m u n d o y m is a m ig o s : m i c u e rp o h a s e n tid o lo s efe c to s d e to d o
esto. U n m é d ic o m e a c o n s e jó e l c a m p o , y p o f p r im e r a v e z a tra v e s é la c iu d a d e n to d a su
e x te n s ió n p a t a i r a lo s s u b u rb io s , a S tr a la u . N o c re í q u e , d e jo v e n p á lid o y a n é m ic o q u e
e r a , h a b r ía d e tra s fo rm a r m e e n p o c o tie m p o e n u n ro b u sto m o c e tó n .”
la época. Pero durante su estadía en Stralau se apartó, al mismo tiempo, y al
precio de una dura lucha interior, del romanticismo y del idealismo de Kant y
de Fichte, y adoptó, con la filosofía de Hegel, una concepción más realista del
mundo.
Entendía que la mediocridad de sus ensayos, tanto los poéticos como los ju
rídicos, estaba motivada porque oponía a la realidad un ideal arbitrario, y su
intención es, a partir de ese momento, extraer la idea de la realidad misma. "Al
liberarme —escribe a su padre— del idealismo, que había alimentado con ele
mentos fichteanos y kantianos, llegué a buscar la Idea en la realidad misma, lo s
dioses que hasta este momento habían planeado por encima-de la tierra se con
vertían entonces en el centro de la misma.’’ 80
En esta evolución del idealismo hacia el realismo seguía la tendencia que se
hacía sentir entonces en todos los terrenos, bajo el impulso del desarrollo eco
nómico y científico. Este desarrollo, que ligaba cada vez más estrechamente al
hombre con su medio natural y social, y que le daba un conocimiento cada vez
más exacto de la naturaleza y de sus leyes,97 no permitía ya someter, como lo
hacían los románticos, la realidad a las fantasías de la imaginación, y determinaba
una adaptación cada vez más estrecha de las ideas a los hechos. Esta adaptación
estaba marcada precisamente, en el terreno filosófico, por la doctrina de Hegel,
quien, a la vez que conservaba el elemento espiritual, la Idea, como principio
primero de los seres y las cosas, lo integraba a la realidad, cuyo desarrollo
expresaba.
Marx había sentido al comienzo hostilidad hacia esa doctrina, pues percibía
en ella un realismo grosero y su dialéctica le parecía repelente y extraña; en sus
epigramas y en su novela, criticó la vulgaridad de pensamiento y la falsa apa
riencia de profundidad que eran el producto del lenguaje alambicado y oscuro.98
Durante su estadía en Stralau, se dedicó al estudio de esa filosofía hegeliana
que acababa de criticar. En su evolución intelectual, que lo alejaba del roman
ticismo, no se convirtió inmediatamente al hegelianismo, sino que llegó antes a
un grado intermediario entre el idealismo kantiano y el fichteano, que le parecía
demasiado alejado de lo real, y el hegelianismo, al cual consideraba todavía de
masiado contaminado por la realidad vulgar.
p“ C f. M ega. I, t. i ' , p á g . 2 1 6 . C a r ta d e C . M a r x a su p a d r e , d e l 1 0 d e m a rz o d e 1 8 3 7 .
07 E n A le m a n ia S c h w a m m d e s c u b rió q u e l a c é lu la e r a e l e le m e n to fu n d a m e n ta l d e lo s
seres v iv o s , a n im a le s y p la n ta s ; la f is io lo g ía re a liz a b a g ra n d e s p ro g re s o s c o n L ie b ig y las
m a te m á tic a s c o n G a u ss. R o b e r t M a y e r d e s c u b rió la le y d e la c o n s e rv a c ió n d e la e n e rg ía .
P ro g re s o s p a ra le lo s se r e a liz a r o n e n e l d o m in io in d u s tria l, e n p a r tic u la r p o r lo s h e rm a n o s
S ie m e n s.
98 C f. M ega, I, t. I2, p á g s . 4 1 - 4 2 . H e g e l. E p ig ra m a s. I. " D e sp u é s d e d e s c u b rir a la
v e z , a co sta d e la rg a s m e d ita c io n e s , la s c im a s y lo s a b ism o s d e l p e n s a m ie n to , p u e d o p e rm i
t ir m e , c o m o D io s , s e r v u lg a r y r o d e a rm e ta m b ié n y o d e m is te r io . E n m is la rg a s in v e s ti
g a c io n e s, q u e m e a r r a s tra ro n s o b re la o la m o v ib le d e lo s p e n s a m ie n to s , e n c o n tré la s p a la
b ra s q u e b u sc a b a , y s ig o a fe rr a d o a e lla s .” II. " E n señ o las p a la b ra s in m e rs a s e n u n en c a
d e n a m ie n to c a ó tic o y d ia b ó lic o ; c ad a c u a l p u e d e i n te r p r e ta r la s a su g u s to , p u e s n a d a las
f i ja d e n tr o d e lím ite s e stre c h o s, d e l m is m o m o d o q u e n o lo s tie n e n las p a la b ra s y lo s p e n
sa m ie n to s q u e el p o e ta , in s p ir á n d o s e en las o n d a s q u e b ra m a n y las roca s esc a rp a d a s, p re s ta
a su b ie n a m a d a . E n lo q u e e l p o e ta , c o m o y o , im a g in a , re c o n o c e y e x p e rim e n ta , cada
c ad a cu al p u e d e e n c o n tr a r a su g u sto el n é c ta r re c o n fo r ta n te d e la s a b id u ría , p u es y o to d o l o
b e re v e la d o , h a c ié n d o lo s u r g ir d e la nad a." " K a n t y F ic h te g u s ta b a n d e e le v a rs e a las re
g io n e s e té re a s, p a ra b u sc a r a l l í u n le ja n o p a ís ; e n c u a n to a m í, m e c o n fo rm o c o n to m a r lo
q u e m e o fre c e la c a lle .”
Para defenderse de la influencia de una doctrina que aún sigue rechazando, y
para precisar su nuevo pensamiento, fijándolo en un sistema, escribe un largo
diálogo filosófico: Cleanie, o e l p a n to d e partida y el desarrollo n ecesa rio d e la
filosofía , en el cual muestra cómo Dios, que en su origen es un puro concepto,
desarrolla dialécticamente su esencia manifestándose en forma de religión, de
naturaleza y de historia. Este ensayo, que escribe con gran esfuerzo, tiene un
resultado inesperado: en efecto, lo lleva, “como una pérfida sirena”, a los brazos
del enemigo, es decir, a Hegei, pues la conclusión a que llega —la creación de
toda realidad por el desarrollo dialéctico de la Idea— constiniye el principio de
la filosofía hegeliana.
"Yo había leído —escribe a su padre— fragmentos de la filosofía de Hegel,
cuya áspera y grotesca melodía dialéctica me desagradaba. Quise sumergirme una
vez más en el océano de la especulación, pero con la firme intención de encon
trar en la realidad espiritual el mismo carácter necesario, determinado y concreto
que tiene la realidad material, y de no conformarme ya con vanos desfiles y vanas
palabras, exponiendo a la luz del sol la perla verdadera en todo su fulgor.
“Escribí un diálogo de unas 24 páginas, C lem te, o el panto d e partida y e l d es
arrollo n ecesario d e la filosofía. Al restablecer en cierta medida la unión-del arte
y de la ciencia, que estaban disociados, me puse valerosamente a la tarea. Me
proponía demostrar el desarrollo dialéctico de Dios, concepto puro en su origen,
que se manifiesta en forma de religión, de naturaleza y de historia. Mi última
frase constituía el comienzo del sistema de Hegel, y este trabajo, para el cual
tuve que asimilarme en parte la ciencia de la naturaleza, Schelling y la historia,
que me costó un ímprobo trabajo y que, pese a que debía constituir una nueva
lógica, seguía siendo tan oscuro que a mí mismo me resultaba difícil repensarlo,
este hijo querido, engendrado a la luz de la luna, me ha entregado, como una
pérfida sirena, en brazos del enemigo.” 80
El fracaso de esta tentativa le provocó un gran resquemor; abandonando por e l
momento la filosofía, se enfrascó nuevamente en sus estudios de derecho, corres
pondientes, más o menos, a los cursos que sigue en el semestre del verano de
1337.100
Más adelante, la filosofía lo atrae de nuevo y, después de haber estudiado la
doctrina hegeliana en su conjunto, a la cual sólo conocía por fragmentos, se con
virtió a esta filosofía, que lo fascinaba a pesar suyo, y que debía ejercer una in
fluencia determinante sobre su pensamiento y su vida. Lo seduce, al parecer,
1 0 1 B . B a u e r e ra a lu m n o d e l p r o f e s o r d e te o lo g ía M a r h e in e k e , q u ie n d e fe n d ía la c o n
c e p c ió n h e g e lia n a d e la id e n tid a d d e la r e lig ió n y d e la fi lo s o f ía , c o n tr a lo s o rto d o x o s q u e
la n e g a b a n d esd e e l p u n t o d e v is ta d o g m á tic o , y c o n tra io s lib e r a le s q u e la n e g a b a n d e sd e
e l p u n to d e v ís ta ra c io n a lis ta .
matemático en libertad de construir y de probar a su gusto; él mismo sigue siendo
una simple representación en el espacio, que no es susceptible en sí misma de
desarrollo alguno. Es menester hacerle tomar posiciones diferentes, colocándolo
junto a otra cosa, para que se creen para él relaciones y verdades nuevas.
"Otra cosa ocurre en el reino concreto del pensamiento vivo, constituido por el
derecho, el Estado, la naturaleza y toda la filosofía. En este reino, en efecto,
hay que considerar el objeto en su desarrollo, no introducir en él divisiones arbi- •
trarias y observar la forma en que el elemento racional, que está en él; se des
arrolla dialécticamente bajo el efecto de contradicciones internas, para encontrar
en sí mismo su unidad.” 102
Este procedimiento a la vez dogmático y abstracto explicaba, según Marx,
la división de la obra en derecho teórico y derecho positivo, que llevaba a una
separación entre la forma y el contenido, es decir, a una forma vacía de todo
contenido y a un contenido de carácter arbitrario.
“Después seguía —escribe—■, como segunda parte, la filosofía del derecho, es
decir, según mis concepciones de entonces, el estudio del desarrollo del concepto
del derecho en el derecho positivo romano, como si el derecho positivo, conside
rado en su desarrollo conceptual, y no en su aspecto contingente, pudiera diferen
ciarse en algo del desarrollo del concepto del derecho, que constituía el objeto
de la primera parte.
"Además, había dividido esta sección en derecho teórico y derecho práctico,
con la intención de exponer, en un primer capítulo, la forma pura del sistema
considerado en su conjunto y en su desarrollo, mientras que el segundo capítulo
debía describir el contenido concreto, la concretización de la forma teórica del
sistema [ . . . ] El defecto consistía en que yo creía que la forma y el contenido
podían y debían desarrollarse separadamente, de modo que no logré una forma
verdadera, sino un escritorio con cajones vacíos, que después llené de polvo.
"El concepto es el que sirve de intermediario entre la forma y el contenido, del
mismo modo que, en el desarrollo filosófico del derecho, es menester que la forma
y el contenido se engendren recíprocamente, pues la forma no es más que la
prolongación y el resultado del contenido.
“Debido a este defecto, llegué a una división del tema que sólo podía llevar a
una clasificación extremadamente superficial, en la cual desaparecía tanto el es
píritu como la verdad del derecho.” 103
Este es el primer ejemplo de autocrítica, que habría de convertirse para Marx
en la regla a la cual se sometió constantemente para progresar en el pensamiento y
en la acción. Esta crítica, en la cual subraya el defecto esencial del idealismo, que,
al considerar toda realidad de modo dogmático y abstracto, fuera de las relaciones
con su medio, únicas que permiten comprenderla y explicarla, llevan a una con
cepción metafísica del mundo, muestra que, ya en esa época, había asimilado lo
esencial de la filosofía de Hegel. Esta filosofía, que mediante la explicación que
da del devenir orgánico del mundo, lo alejaba a la vez del idealismo romántico,
del dogmatismo y de la utopía, señala, en el paso progresivo de Marx del idea
lismo al materialismo, una primera etapa en la cual accede, por intermedio del
idealismo objetivo de Hegel, a una concepción del mundo que, si bien sigue sien-
103 C f. M ega, I , t. P , p á g . 2 1 5 . C a r ta d e C . M a r x a su p a d re , 1 0 d e n o v ie m b r e d e 1 8 3 7 .
103 C f. M ega, 1, t. P , p á g s . 2 1 5 - 2 1 6 . C a r ta d e C . M a r x a su p a d r e , 1 0 d e n o v ie m b r e
de 18 3 7 .
do en esencia idealista, adquiere ya —por el hecho de no separar la idea de lo
real— un carácter más concreto.
La filosofía lo apartaba poco a poco de sus estudios de derecho, y al final de
la larga carta del 10 de noviembre de 1837, en la cual da a su padre un resumen
de su vida intelectual en el año que acaba de trascurrir desde su llegada a Berlín,
le comunicaba su deseo de abandonar la carrera de las leyes y seguir la universi
taria, que le parece responder más apropiadamente a sus aptitudes y sus gustos. 104
Además de sus estudios filosóficos y jurídicos, Marx se interesaba también,
como todos los intelectuales de su tiempo, por el teatro y los problemas literarios,
pues la literatura era entonces, a falta de una vida política propiamente dicha, el
terreno en el cual se agitaban los grandes problemas del día. Ya hemos visto cómo
criticaba la apatía y la mezquindad de la pequeña burguesía alemana, presentán
dola como un público limitado, que se desinteresaba de todos los problemas ele
vados. Deseoso de participar ahora más directamente en la lucha política que
se desarrollaba en el terreno literario, comunica a su padre que tiene intenciones
de fundar una revista literaria . 105 Más adelante habla de una revista de crítica
teatral, con la colaboración de Bruno Bauer y Rutenberg; pero el librero O.
Wiegand, de Leipzig, futuro editor de las obras de la Izquierda hegeliana, le dio
una respuesta evasiva. 106 Tampoco obtuvo mejores resultados con- Chamisso, a
quien había-enviado algunas de sus poesías para que las publicara en el Almana
q u e d e las musas, editado por éste. 101
Estos proyectos literarios no dejaban de tener relación con su participación
más activa en la vida berlinesa. Después de retirarse del mundo, a su llegada a
Berlín, para vivir como un monje en su celda, en el segundo semestre empezó a
concurrir con más frecuencia al teatro, donde trabó relaciones con artistas como
Seidelmann y E. Devrient. También frecuentaba el salón de Bettin-a von Arnim,
a quien había conocido por intermedio de Bruno Bauer, que solía visitar ese
lugar, y donde reaccionarios como Savigny y el copero mayor Pitt-Arnim marca
ban el tono; también era recibido por Varnhagen von Ense, cuyo salón era, por
el contrario, el centro de la oposición liberal y que decía en 1836, sobre la Prusia
de esos días: "Los hombres inteligentes no tienen el poder y los que tienen el
poder no son inteligentes. En 1806 nuestra situación no era más lamentable de
lo que es ahora.”
Su padre no quedó muy satisfecho con la larga epístola del 1 0 de noviembre d e '
1837, en la cual Je daba cuenta de sus estudios y sus proyectos, y que sólo le pro
curó decepciones. Tenía la esperanza de que, después del año perdido en Bonn,
su hijo emprendería sólidos estudios en Berlín, se crearía relaciones útiles y muy
pronto daría —como era su obligación en vista de su noviazgo— la plena medida
de su talento y sus capacidades, logrando una situación honorable y lucrativa.
En vez de esto lo veía sumergirse en nebulosas especulaciones filosóficas, perder
en apariencia el tiempo, gastar su dinero y arruinar su salud mientras construía
1 1 2 C f. M ega, I, t. I2 , p á g s . 2 0 5 - 2 0 8 . C a rta d e H . M a r x a C . M a r x , B a d E m s, 1 2 de
a g o sto d e 1 8 3 7 .
1 1 3 C f. ibid., p á g . 2 2 2 . C a rta d e H . M a r x a C . M a r x , 1 7 d e n o v ie m b r e d e 1 8 3 7 . "La
n e rv io s id a d q u e m u e s tra s m e re s u lta o d io s a , y e sp e ra b a e n c o n tr a rla en ti m e n o s q u e en
n in g u n a o tr a p e rs o n a . ¿ Q u é ra z o n e s tie n e s p a r a q u e ja rte ? ¿ N o t e h a s o n re íd o to d o , d esd e
la c u n a ? ¿L a n a tu r a le z a n o te h a d o ta d o m a g n ífic a m e n te ? ¿ Y n o h as c o n q u is ta d o d e
m a n e ra s o rp r e n d e n te e l c o ra z ó n d e u n a jo v e n q u e m illa r e s d e h o m b re s te e n v id ia n ? ¡ Y
a la p r i m e r a c o n tr a r ie d a d , e l p r i m e r d e se o in s a tis fe c h o , t e p o n e s fu e r a d e t i ! ¿E s e s to u n a
m a n ife s ta c ió n d e fu e r z a y d e v ir ilid a d ? " P o c o tie m p o a n te s , J e n n y se h a b ía d e c id id o f i
n a lm e n t e a e s c r ib irle , y , lle n o d e a le g r ía , C a r lo s M a r x e s c r ib ía e l 1 0 d e n o v ie m b re d e 1 8 3 7
a su p a d re (M ega, I, t. I2 , p á g . 2 2 1 ) ■. " N o d e je s d e s a lu d a r d e m i p a r te a m i d u lc e y
m a g n ífic a J e n n y . Y a h e le íd o d o ce v e ce s su c a rta , y v u e iv o a e n c o n tra r in c e s a n te m e n te
n u e v o s e n c a n to s en e lla . D e sd e to d o p u n t o d e v is ta , in c lu s iv e d e sd e e l p u n to d e v is ta d e l
e s tilo , es la c a ita fe m e n in a m á s h e rm o s a q u e p u e d o c o n c e b ir.”
convenido y a lo que es la costumbre— cerca de 709 táleros [ . . . ] , mientras
que los más ricos no llegan a gastar 500.” 114
Pero terminaba la carta con palabras afectuosas, y decía que esperaba con im
paciencia su llegada, para Pascuas, y, a pesar del descontento que le había pro
vocado, sería recibido con toda la ternura de un padre. En su última carta, del
10 de febrero de 1838, le da, con la serenidad que trae la proximidad de la
muerte, algunos consejos de prudencia, y lo invita a que modere sus gastos, que
excedían sus propias entradas.11516
Sus últimos pensamientos debían ser para su hijo. En su lecho de muerte re
dacta, para él, el plan de un folleto sobre el conflicto de Colonia, que, pensaba,
habría de granjearle el favor del gobierno. Demostraba que este conflicto entre el
arzobispo y el gobierno, en relación con los matrimonios mixtos, debía encararse
desde un punto de vista estrictamente jurídico, pues en esta cuestión, que ponía
en juego la soberanía del Estado, éste podía recurrir legítimamente a medidas
contrarias al derecho común.118 Marx no redactó el foileto, que, sin duda, no
estaba de acuerdo con sus puntos de vista. A partir de esa época, en efecto, la
política reaccionaria del gobierno no lo incitaba a hacer una apología de éste,
aun en los casos en que, como el presente, parecía tener razón.
Este sería el último testimonio del profundo afecto que sentía por él su padre.
A partir de enero de 1838 la agravación constante de la enfermedad obligó a
Hirschel a guardar cama. Con mucha dificultad, y con mano temblorosa, añade
el 15 de enero algunas palabras en una posdata a -una carta de su mujer, y tres
meses más tarde, el 10 de mayo, muere a los 56 años de edad.
Esta muerte prematura evitó tal vez un conflicto trágico entre el padre y el
hijo. Esta prueba, que- habría sido dolorosa para ambos, dado el profundo afecto
que se tenían, les fue evitada, y Carlos Marx pudo conservar un recuerdo cariñoso
de su padre.
Con él desaparecen los vínculos sólidos que vinculaban a Carlos Marx con
su familia. A partir de ese momento seguirá la inclinación de su genio, que,
apartándolo de esa vida ordenada que era el anhelo de la prudente sabiduría pa
terna, lo lanzaría muy pronto a las luchas políticas y sociales.
La muerte de su padre coincidió, en efecto, con el final de ese período de agi
tación tumultuosa en el curso del cual su personalidad se había formado poco a
poco y afianzado.
Este período había sido marcado por una crisis a la vez sentimental, intelec
tual y política. Agitado profundamente por un amor que podía parecerle deses
perado, se vio dominado, al comienzo de la crisis, por un idealismo romántico que
le hacía rechazar las concepciones chatamente utilitarias del medio en que vivía
y que lo llevaba, en su oposición a un mundo hostil, a aislarse de éste mediante
el ensueño o a lanzar vanas invectivas contra él.
Peto este romanticismo, que, al oponer a la realidad un ideal nebuloso, se con
denaba a la impotencia y lo hacía perderse en especulaciones metafísicas, no podía
satisfacer su deseo de comprender el mundo en su realidad concreta, ni su nece
sidad de acción.
FEDERICO EN G E E S
117 C f. De-tttscbes G eschlech terb vch (M anual gen ea ló gico ¡le fam ilias burguesas ) , G ó r litz ,
1 9 1 3 , t. X X I V , á r b o l g e n e a ló g ic o d e la fa m i lia E n g e ls e s ta b le c id o p o r E m il E n g e ls. B a r
m e n y ia c iu d a d v e c in a d e E lb e rfe ld t t e n ía n 7 0 .-0 0 0 h a b ita n te s . E ra u n g ra n c e n tro d e - la
in d u s tria t e x til, q u e d a b a tra b a jo a 3 2 . 0 0 0 o b re ro s .
también se divertía contándole a su nieto las leyendas griegas: la historia del
Minotauro, de Teseo, de Hércules, de Argos y del Vellocino de Oro.113
A diferencia de la familia de Marx, de espíritu liberal y abierto, la de Engels
tenía tendencias reaccionarias, y reinaba entre ellos un estrecho espíritu pietista,
el mismo que dominaba en las escuelas y en la prensa.
Desde sus primeros años de juventud, Engels. debió luchar duramente contra
este espíritu, antes de llegar a las ideas liberales: primero en el terreno religioso
y después en el terreno político, de modo que sus primeras luchas se desarrollaron,
no como en el caso de Marx, en los marcos de la sociedad, sino en el seno de la
familia, y la oposición política se presentó en un principio para él como un com
bate entre generaciones.118119
El pietismo contra el cual debió luchar al principio, y que estaba unido en
Barmen a sus tradiciones calvinistas y puritanas, era la expresión ideológica del
capitalismo en vías de formación, que al principio sólo podría constituirse me
diante una vida austera y un severo ahorro, y que convertía las necesidades econó
micas y sociales en virtudes morales.120
Este pietismo, de carácter puritano, engendraba una hipócrita religiosidad, que
consideraba pecados todas las alegrías de la vida, y las condenaba.
Magnificaba las virtudes del trabajo, celebraba las del ahorro y se convertía
—imponiendo a los fieles, además de una estricta religiosidad, un modo austero de
vida— en el auxiliar del capitalismo. En efecto, de este modo se favorecía la ex
plotación de la clase obrera, cuyos esparcimientos eran condenados, y era el aliado
■natural de la reacción en su lucha contra las tendencias racionalistas y liberales.
En esta atmósfera de pietismo hipócrita e intolerante, que llegó a condenar
por su inmoralidad al más grande escritor alemán, Goethe, debería crecer Engels.
Su padre, de tendencias muy reaccionarias y de una estrecha ortodoxia, tenía
cargos honoríficos en la iglesia y hacía educar a sus hijos en la fe más estricta.
Su afición a los negocios y sus numerosos viajes a Inglaterra, que siempre le
abrían nuevas perspectivas sobre el mundo, le habían impedido, de codos modos,
naufragar totalmente en el pietismo. Por otra parte, a diferencia de otros pietis-
ras, que consideraban el arte como una especie de sacrilegio, amaba la música:
él mismo tocaba el flautín y e! violoncelo, y organizaba en su casa conciertos de
música de cámara.
Su mujer tenía un carácter y un temperamento muy diferentes. De inteligencia
138 Cf. M ega, I, t. II, pág. 500. Carta de F. Engels a F. Gráber, Bremen, 20 de enero
de 1839: "Con razón tienen Barmen y Elberfeld reputación de ciudades oscurantistas y
místicas; Bremen tiene la misma celebridad, y no deja de parecérseles; el espírint pequeño
burgués, unido al ceio religioso y a una vergonzosa constitución, frena toda expansión del
esp íritu. . . ” VIS
139 Cf. M ega, I, r. II, pág. 576. Carta a sil hermana Marie, Navidad de 1838.
de canto. Además de su gusto por la poesía y la música, se interesaba en el di
bujo, y su sentido de lo cómico se expresaba en caricaturas, en las cuales reve
laba condiciones para subrayar, con unos pocos rasgos, el aspecto característico
y ridículo de sus modelos. También frecuentaba de buen grado la "Unión", el
círculo local de los empleados jóvenes, donde bebía copiosamente, pero donde
también leía los diarios extranjeros y realizaba, gracias a su excepcional facilidad
para Jos idiomas, progresos tan rápidos en las lenguas extranjeras, que sus cartas
están salpicadas de expresiones, no sólo francesas e inglesas, sino también espa
ñolas, portuguesas, italianas y holandesas.1'10
Esta vida un poco desquiciada, que recuerda la que Marx llevó en Bonn, no
constituye, por otra parte, nada más que uno de los aspectos de su existencia. En
realidad, esta disipación ocultaba una profunda crisis que estaba atravesando (co
mo M arx), y que s e traducía en duras luchas interiores. Al igual que Marx, En-
gels sentía entonces, ante todo, la necesidad de ver claro en sí mismo y de libe
rarse del poder de las fuerzas que estorbaban su Ubre desarrollo. Pero en vez de
buscar, como aquél, la solución de los problemas que se le planteaban en el plano
abstracto de la filosofía, encerrándose en su habitación, no se aislaba del mundo
y se esforzaba por resolverlos mediante un análisis de sus relaciones con la reali
dad inmediata.
Tenemos el cuadro de su vida que presentan las cartas que escribía entonces a
su hermana María y a los hermanos Graber. Las dirigidas a su hermana María,
a la cual trata a menudo de "gansita”, pues la considera demasiado tonta para
comprender los gra ves problemas religiosos y políticos, nos dan- —dentro de una
modalidad amena— una imagen de su existencia diaria, mientras que las envia
das a los hermanos Graber nos describen ias luchas interiores por las que pasaba
en ese entonces y nos permiten seguir paso a paso, por así decirlo, la lenta evolu
ción que loJlevaría a liberarse progresivamente de las concepciones religiosas y po
líticas de su familia.
Su liberación en el plano político se realiza en un principio, a diferencia de
Marx, a través de su apego a las tradiciones nacionales. Continúa, como en Bar-
men, interesándose por los libros populares, cuyos héroes, especialmente Fausto
y Sígfrido, se le aparecen como símbolos de la lucha por la libertad.141 Esto
marca en él un primer paso hacia k liberación, que se caracteriza, como en los
primeros utopistas, por el hecho de que el ideal que debe realizar no está simado
en el futuro, sino que se retrotrae a un pasado lejano, a una Edad de Oro ilusoria.
Se entusiasma al mismo tiempo por la Burschenschafc que también se vincu
laba, muy de cerca, a las tradiciones nacionales, y en las cartas a María y a los
hermanos Graber manifiesta su ferv o r por los colores entonces prohibidos de
la Burschenschaft: el negro, el rojo y el gualda, en los cuales ve el símbolo de
la idea de libertad.142 Esto lo lleva a ocuparse de las cuestiones políticas del día,
en especial del conflicto del rey de Hanover con los profesores de Goettingen, y
de la lucha entre el Estado prusiano y el arzobispado de Colonia; y adopta, de en
trada y francamente, el partido del liberalismo.113
n" Cf. M ega, I, t. II, págs. 577, 582, 589, 590, 594, 595. Caitas a su hermana Matie,
enero de 1839, 10 de abril de 1839, 7 de noviembre de 1839, 20-25 de agosto de 1840.
111 Cf. M ega, I, t. II, págs. 488-489. Carta a F. Graber, 17-18 de setiembre de 1838.
142 Cf. ikid., pág. 007. Carta a su hermana Marie, 28 de diciembre de 1840.
li3 Cf. ¡bul., pág. 485. Carta a F. y W . Graber, 1 de setiembre de 1336: "He comprado
Asimismo, entra en contacto con el movimiento de la Joven Alemania, cuyo
carácter superficial y brillante le había desagradado al comienzo, pues no respon
día a su deseo de acción, que lo llevaba, no sólo a criticar, sino también a supri
mir el estado de cosas existente.1'1'1
Al mismo tiempo, siente nacer en él el gusto por la poesía. Sus poemas tienen
al principio un carácter satírico. Efectivamente, se complane en enviar durante
un semestre, con el seudónimo de Theodore Hildebrandt, a -una insignificante
publicación local, El m en sa jero d e B rem en, poemas moralizantes en los que se
burla de esa misma publicación.113
También había enviado antes a un suplemento de ese mismo periódico, el Bre-
m isch es U nterhdtungsblatt, su primer poema político, Los beduin os, que se pu
blicó el 1 6 de setiembre de 1838, casi inmediatamente después de su llegada a
Bremen.
Este poema revela la profunda influencia que tiene sobre él Freiligrath, quien,
como hemos visto, era el ídolo de la juventud de Barmen, y a. quien- Engels tam
bién trataba de imitar. Es así que elige, como aquél, paisajes exóticos como tema
de sus poemas; y no se conforma como el poeta —que está muy por encima de
él por la ligereza, el color, el ritmo y la fuerza de los versos— con evocar estos
paisajes, sino que utiliza el cuadro para celebrar la actividad libre, forma en que
se expresaban entonces sus primeras aspiraciones a la libertad.
En Los bedu in os contrasta Engels la vida libre y orgullosa que antiguamente
llevaban estos hombres en su patria con la servidumbre que les ha sido impuesta
en la actualidad. La oposición entre libertad y servidumbre adquiere aquí un
carácter literario que recuerda las primeras sátiras políticas de Marx. Se mani
fiesta, en efecto, bajo la forma de un contraste entre los beduinos, convertidos
en actores de teatro, y un público de filisteos que aplaude las piezas de Kotzebue,
ese mediocre ayuda de cámara.110
El mismo Engels no estaba muy contento con este poema, y como el joven
Marx en la carta a su padre, critica con bastante severidad su composición en
una carra a F. Gráber. Se da cuenta de que no es un gran poeta; pero como
estaba mucho más dotado para la poesía que Marx, en quien la experiencia de
14r Cf. ibid., págs. 487-488. Carta a F. Gráber, 17-18 de setiembre de 1838: "Mi
poesía me desespera, y dudo cada vez más de mis dones poéticos, después de haber leído
las dos disertaciones de Goethe A los poetas jóven es, en las cuales me encuentro excelen
temente descrito. Estas disertaciones me han hecho comprender que no soy más que un
rimador. De todos modos, no dejaré de versificar, pues, como dice Goethe, uno siempre
experimenta placer cuando ve impreso un poema suyo en un diario.”
118 Cf. ibid., págs. 493-495. Carta a F. Gráber, 20 de enero de 1839.
148 Cf. ibid., pág. 495.
150 Cf. M ega, I, t. If, págs. 503-504. Carta a F. Gráber, 8-9 de abril de 1839.
151 Cf. ibid., pág. 504.
cuyas ideas adoptaba, orientándose hacia un liberalismo religioso y político a
la vez.
Estas nuevas concepciones, que avivan en él el ardor combativo, encuentran
su expresión en un fragmento de la tragicomedia S igfrido el d e p iel dm a U2, que
envía a F. Graber el 1 de mayo de 1839-
Contrariamente a los primeros poemas, Los beduin os y Florida, en los cuales
el deseo de liberación y de libertad se expresaba en forma elegiaca, el deseo de
combatir por su liberación se manifiesta aquí a través de los rasgos del héroe má
ximo de la leyenda alemana, el joven Sigfrido, que rompe todos los obstáculos
que le oponen. Describe con entusiasmo la forma en que Sigfrido abandona el
castillo de su padre y se precipita impetuosamente al torbellino de la vida, y hace
que el héroe se compare a un torrente desencadenado que barre con todos los
obstáculos:
“El torrente salvaje se precipita, impetuoso, por la garganta boscosa; ante él
los pinos se, derrumban, mugiendo, y así queda el camino despejado. Quiero ser
como ese torrente, y abrirme yo solo mi camino." 153
Este deseo de luchar, que se expresaba aún en forma vaga, adquirirá muy pron
to un carácter más preciso, pues Engels participará en el movimiento liberal y
democrático.
En su lucha por llegar a la verdad y a la libertad, Engels se había librado pri
mero del estrecho pietisrno que reinaba en su familia y de la estricta ortodoxia
que había encontrado en Breraen.
Esta liberación religiosa, nacida de su deseo de vivir más libremente y de se
guir los impulsos de su ser, estaba acompañada en él por un esfuerzo de libera
ción de carácter más amplio, que lo llevaba a evocar las figuras de los héroes de
ia antigüedad griega y germánica, que simbolizaban para él la libertad.
Esta aspiración a la libertad comienza a adquirir un carácter político cuando
se encarna en el ideal de la Burschenschaft, con la cual se entusiasma durante
cierto tiempo.
Esta concepción más precisa de la libertad, de una libertad ya no vagamente
humana, sino concebida en su oposición a las tendencias reaccionarias de la época,
que eran las de su familia y las de su ambiente en Bremen, lo acercan al movi
miento de la Joven Alemania, que representaba las tendencias liberales de la
Alemania de entonces, y que al principio le había resultado antipática por su ca
rácter más brillante que profundo, que no respondía a su anhelo de acción.
Al mismo tiempo que llega, de tal manera, a un liberalismo político fuerte
mente teñido de democratismo, pues siempre se inclina a defender, no los inte
reses específicos de la burguesía sino, más generalmente, los del pueblo, y en
particular los de la clase obrera, cuya explotación conocía y condenaba, se aleja
de todo dogmatismo religioso, manteniéndose durante cierto tiempo apegado a un
supramturalismo, es decir, a una creencia en Dios desprendida de todo dogma.
Este acceso al liberalismo político y religioso lo llevaría muy pronto más allá
del movimiento de la Joven Alemania, para arrastrarlo al combate filosófico y
político que la Izquierda hegeliana, en formación entonces, empezaba a desarrollar.
:f'- Cf. tb id ; págs. 507-510. Carta -'A ’ATiat'er, dei 23 de abril-1 de mayo de 1039.
¡í;; Cf. M ega, I, t. H, pftgs. 508-509.
FORMACION DE LA IZQUIERDA HEGELIANA
1 Cf. Mega, I, t. I2, págs. 230 y ss. Carta de Enriqueta Marx a Carlos Marx, del 15-16
de febrero de 1838. Además de esta enfermedad cardíaca, Marx-tenía la vista débil. -
2 Cf. Karl Ritter, l a geogra fía considerada en sus relaciones con la naturaleza y la his
toria humana (1 8 1 7 ).
filosofía de Schelling, consideraba las distintas partes del mundo como organis
mos vivos que determinan la vida y la historia de sus habitantes, y pensaba que
los grandes acontecimientos históricos están esencialmente condicionados por sus
factores geográficos. Aunque seguía siendo profundamente idealista en su con
cepción general del mundo y de la historia, en los cuales veía la expresión de la
voluntad divina, la doctrina de Ritter permitía deducir, por la correlación que
establecía entre la evolución humana y el medio- natural, los lineamientos de una
concepción materialista del mundo, y es posible pensar que estos cursos no de
jaron de tener influencia sobre Marx en el movimiento que muy pronto lo lle
varía del idealismo hegeliano al materialismo histórico.
Durante el semestre del invierno de 1838-39, Marx sigue sólo un curso de de
recho de sucesión, dictado por Rudorff, mediocre discípulo de Savigny, y —des
pués de la muerte de Gans— un curso de su amigo Bruno Bauer sobre Isaías en
el semestre del verano de 1839; y un curso de Gepper sobre Eurípides en el se
mestre del invierno de 1840-41.
Con una intensidad aún mayor que la demostrada en el primer año de su esta
día en Berlín, continúa sus estudios fuera de la universidad, a la cual abandona
casi por completo.
El centro de su actividad es entonces el "Club de los Doctores”, cuyos princi
pales miembros eran Bruno Bauer, Rutenberg y Koeppen, y que, en el medio
estrecho y servil que reinaba entonces en Berlín, constituían un grupo intelectual
independiente y vital.
Aunque mucho más joven que los otros miembros del club —sólo tenía veinte
años, mientras que el promedio de la edad de los demás era de treinta—, Marx
se impuso desde el primer momento a ellos por su fuerte personalidad y fue admi
tido como un igual.
Todos estos jóvenes doctores en filosofía, en historia o en teología aran fer
vientes adeptos de la filosofía hegeliana, la cual había dado —así les parecía a
ellos— una solución definitiva de los problemas esenciales.
Esta filosofía gozaba entonces del favor del gobierno prusiano; se había con
vertido en la filosofía oficial del Estado,, y el ministro de Instrucción Pública y
Culto, Altenstein, favorecía el acceso de los hegelianos a las principales cátedras
universitarias.
Sin embargo, el rápido desarrollo económico y social, que hacía estallar poco
a poco las contradicciones internas de esta filosofía, conmovería los fundamen
tos del monumental sistema edificado por Hegel, y llevaría a su disolución y
derrumbe.
A pesar de los esfuerzos de Hegel para establecer una transacción perdurable
entre su sistema de tendencia reaccionaria y su concepción del desarrollo orgá
nico y dialéctico del mundo, esta transacción tenía que ser precaria y momentánea.
Ya resquebrajada por la Revolución de 1830, que había señalado el fin de la
Restauración y el sistema de la Santa Alianza, la doctrina de Hegel no podría
resistir los efectos del despertar económico, político y social de Alemania des
pués de 1830. En tanto que los rápidos progresos de la ciencia de la naturaleza
traían la. ruina de las construcciones especulativas de su F ilosofía d e la natura
leza, el desarrollo económico que favorecía, además de la prosperidad de la bur
guesía, la del liberalismo, tornaba imposible la transacción establecida por Hegel
entre un sistema político conservador y un método dialéctico revolucionario.
La concepción hegeliana del desarrollo dialéctico de' la historia implicaba, en.
efecto, un devenir incesante, un cambio continuo al cual no se puede asignar co
mo límite y como fin una forma determinada. En efecto, por el progreso dialéc
tico, toda realidad de orden económico, político o social, tiende a perder el ca
rácter de necesidad, a la vez histórica y lógica, que tiene en determinado mo
mento; se vuelve, por lo tanto, irracional y debe ceder su lugar a una nueva
realidad, destinada a su vez a desaparecer un día. Pero contrariamente a esta
concepción dialéctica, Hegel, que se inclinaba cada vez más hacia el conserva
durismo, tendía a atribuir a las instituciones de su tiempo, en especial a la reli
gión cristiana y al Estado prusiano, un valor absoluto, y a detener en ellos la mar
cha de la historia.3
La contradicción entre el sistema político reaccionario y el método dialéctico
revolucionario debía provocar una escisión en el seno de la escuela hegeliana,
entre una derecha conservadora, compuesta de discípulos ortodoxos, apegados a
la doctrina del maestro, y una izquierda progresista que se esforzó por adaptar
dicha doctrina a las tendencias liberales de la burguesía mediante una disociación
de la filosofía hegeliana, cuyos elementos conservadores arrojó a un lado para
conservar sólo la dialéctica revolucionaria.
"La doctrina de Hegel —escribe Engels—, tomada en su conjunto, dejaba
abundante margen para que en ella se albergasen las más diversas ideas prácti
cas de partido; y en la Alemania teórica de aquel entonces había sobre -todo dos
cosas que tenían una importancia práctica: la religión y la política. Quien hicie
se hincapié en el sistem a de Hegel podía ser bastante conservador en ambos te
rrenos; quien considerase como lo primordial el m étod o dialéctico, podía figurar,
tanto en el aspecto religioso como en el aspecto político, en la extrema oposi
ción. . . Hacia fines de la década del 30, k escisión de la escuela hegeliana fue
haciéndose cada vez más patente. El ala izquierda, ios llamados jóvenes hegelia-
nos, en su lucha contra los ortodoxos pietistas y los reaccionarios feudales, iban
echando por la borda, trozo a trozo, aquella postura filosófica elegante de re
traimiento ante los problemas candentes del día, que hasta allí había valido a
sus doctrinas la tolerancia y hasta la protección del Estado.. . La lucha seguía
dirimiéndose con armas filosóficas, pero ya no se luchaba por objetivos filosófi
cos abstractos; ahora se trataba ya, directamente, de acabar con k religión here
dada y con el Estado imperante... La política era una materia muy espinosa; por
eso los disparos principales se dirigían contra la religión.” 4
Sólo progresivamente, en el trascurso de una lucha política, que al comienzo
tuvo un aspecto filosófico y religioso, operó la izquierda hegeliana esta trasfor
mación de la doctrina de Hegel y la convirtió en el arma de combate del li
beralismo.
Discípulos entusiastas de Hegel, al principio, los Jóvenes Hegelianos tomaron
posición contra su maestro en forma indirecta, oponiendo —a la manera de Enri
que Heine, e imitándolo— al Hegel esotérico, que había hecho concesiones cada
vez más grandes a k reacción, un Hegel esotérico, un Hegel más oculto, cuyo pen-
11 A. von Chszkoivski (1814-1894), P rolegom etia zar R istoá osop h ie. Berlín, 1838.
Ibid., pág. 30.
13 Cf. Ibid., pág. 120: "'Según Hegel la voluntad es sólo un modo de ser particular del
pensamiento, lo cual es falso: por el contrario, el pensamiento es el que constituye no
más que un momento de la voluntad, pues el pensamiento que quiete realizarse adquiere
la forma de voluntad y de acción.”
14 Cf. ibid., págs. 8-9: "En su obra, él [H egel] nunca m enciona ei porvenir; considera
que la filosofía sólo puede aplicarse ai estudio del pasado y que debe dejar el futuro com
pletamente fuera de la especulación. Nosotros pretendemos, por el contrario, que sin el
conocimiento del porvenir como momento de la historia, que constituye la realizaron de
Jos fines últimos del hombre, no se puede llegar al conocimiento de la Historia del Mundo
considerada en su totalidad espiritual y en su desarrollo orgánico racional. Por lo tanto,
comprobar que se puede acceder al conocimiento del porvenir es indispensable si se quiere
dar un carácter orgánico al desarrollo de la historia.”
15 Cf. Prolegom eira, pág. 129: "Llegar a ser una filosofía práctica, o, mejor dicho, una
filosofía de la actividad práctica, de la 'praxis', que ejerza una influencia directa sobre la
vida social; desarrollar la verdad en el dominio de la actividad concreta: ésta es la función
que deberá desempeñar la filosofía en el futuro." Págs. 131-132: "La filosofía empezará
a set una filosofía aplicada [ . ".-r] y-a'ejercer sninfhiencia normal sobre la determinación
de la vida de los hombres a fin de desarrollar la verdad objetiva, no sólo en la realidad
ticulat en la de Fourier, que tenían, sin embargo (a su modo de ver), el defecto
de seguir demasiado apegadas al presente, en vez de alejarse de él pata deter
minar el futuro de modo puramente racional.10
Después del ataque de Strauss contra la filosofía hegeliana, la crítica de von
Cieszkowski provocó, en otro plano, una trasfotmacíón igualmente profunda de
esta filosofía.
La filosofía de la acción, que estipulaba como tarea esencial de la filosofía la
determinación del porvenir, oponiendo al Ser un Deber-Ser, al mundo presente
un ideal que debe realizar, modificaba radicalmente en consecuencia la doctrina
de Hegel, y la aproximaba a la de Fichte.
Al contrario de Hegel, que había condenado el dogmatismo y el utopismo, y
se había esforzado constantemente por mantener una unión estrecha entre el pen
samiento y el ser, entre el espíritu y el mundo, uniéndolos en forma indisoluble
el uno al otro, von Cieszkowski quebraba —a imitación de Fichte— esta unión,
y consideraba el pensamiento, bajo forma de voluntad actuante, en su oposición
constante a la realidad presente.17
Con esta concepción dogmática de la historia, cuyo desarrollo debía estar de
terminado por la oposición de un ideal a la realidad, von Cieszkowski procedía
como Fichte y, contrariamente a Hegel, convertía la determinación del futuro
en el objeto esencial de la filosofía. De este modo superaba en la concepción de
esta determinación al liberalismo y, de un modo más general, al pensamiento
burgués, pues proponía como fin para el desarrollo de la historia la organización
de una nueva sociedad de carácter socialista. Llamaba la atención, sin duda por
influencia de Saint-Simon, sobre la importancia de las relaciones de producción
en este desarrollo, y concebía, antes de Carlos Marx, aunque de modo aún idea
lista, la filosofía como una "praxis", es decir, como una filosofía integrada a la
actividad social y que prevé su fin en su forma abstracta. 18 Como todos los
idealistas, von Cieszkowski no concebía la "praxis” como una actividad revolu
cionaria que se propone como objetivo inmediato la trasformación objetiva de
Ja sociedad, sino en la forma de una determinación, a priori del futuro.
presente, sino en la realidad más evolucionada del futuro. Esto permite entender el pru
rito de nuestra época, que ha llegado a ser una verdadera monomanía, de edificar sistemas
sociales y construir a priori la sociedad, tendencia que hasta el momento había adoptado
sólo la forma del sentimiento oscuro de una exigencia de los tiempos presentes, de la cual
los hombres no habían tenido aún conciencia plena."
16 Cf. ibid-., pág. 146: "Llamo la atención de los pensadores especulativos sobre el
sistema de Fourier, no porque desconozca los defectos esenciales que lo convierten en un
sistema utópico, sino porque mediaate él se ha dado un paso considerable en el camino
de la realización concreta de la verdad orgánica.” Pág. 148: "El futuro no pertenece,
como pensaba Fourier, a su sistema: su sistema es el que pertenece al futuro, pues si bien
es un momento importante de la formación de la verdadera realidad, es sólo un momento.”
Pag. 144: "Lo que convierte al sistema de Fourier en una utopía es que se adapta dema
siado a la realidad presente; al mismo tiempo, constituye el sistema más especulativo, a
pesar de no haber sido construido en una forma especulativa y con un espíritu especulativo."
17 Cf. ProlegoM enit, pág. 148: "Para desarrollar una verdad, no se debe proceder de
manera excesivamente idealista, porque el bien, en su forma concreta, es tan sólo el otro
lado, el otro aspecto de la verdad.”
18 Cf. ibid., pág. 130: "Del mismo modo que el pensamiento y la reflexión han supe
rado a las bellas artes, la acción y la actividad sociales están llamadas ahora a superar a
la verdadera filosofía.”
Esta filosofía de la acción, que se proponía regular el curso de la historia por
la actividad espiritual concebida en forma de voluntad, debía convertirse en la
filosofía de los Jóvenes hegelianos, quienes se inclinaban a creer que el devenir
de la historia podía ser determinado por la simple crítica de la realidad presente.
Pero en oposición a von Cieszkowski, que, superando como Heine y Gans el
liberalismo, se proponía ya un socialismo utópico, como objetivo para realizar
en el porvenir, los Jóvenes hegelianos, de tendencia liberal, defendían ideológi
camente las aspiraciones y los intereses de clase de la burguesía y, hasta el co
mienzo de la década de 1840-50, es decir, hasta el momento en que el proleta
riado empieza a desempeñar en Alemania un papel importante y el problema
social adquiere para él un carácter de actualidad, las ideas socialistas que res
pondían a las aspiraciones y a los intereses de clase del proletariado sólo desem
peñarían un papel secundario en este movimiento. Al convertir la filosofía en
un arma política, como los invitaba a hacerlo von Cieszkowski, y al retomar el
combate del racionalismo burgués, que había criticado, en nombre de la razón,
la organización absolutista y feudal, para dar a la sociedad un carácter racional, es
decir, conforme a las aspiraciones de la burguesía, la Izquierda hegeliana con
tinuaría las aspiraciones de la Joven Alemania y se esforzaría por orientar el
Estado prusiano hacia el liberalismo.
Profundamente imbuidos del pensamiento hegeliano, los Jóvenes hegelianos
idealizaban, como el mismo Hegel, al Estado, y en particular al Estado prusiano,
en el cual veían la encarnación del Espíritu. Pero, en su condición de intérpretes
de las aspiraciones liberales de la burguesía, consideraban que el Estado prusiano
no había realizado aún, sino que debía realizar en el grado más elevado la mo
ralidad objetiva, que es el producto de la síntesis perfecta de lo real y lo racio
nal. Pensaban que para realizar esta elevada misión el Estado prusiano debía
seguir siendo fiel a su pasado, e inspirarse en el espíritu de la Reforma y de la
Era de las Luces, que habían comenzado a dar un carácter racional al desarrollo
histórico.
Este tema, que habría de convertirse en el principal de sus obras, es el que
los diferencia profundamente de los escritores de la Joven Alemania, cuyo libe
ralismo se inspiraba en el liberalismo francés.
Para defender sus ideas, encontraron un órgano en los A ndes d e H alle para la
cien cia y el arte alemanes™ fundado en 1839, por Arnold Ruge y Theodor
Echtermeyer,- 0 para combatir ai órgano conservador de los Viejos Hegelianos, los
Anales berlin eses d e critica cien tífica ,21
Nacido en 1802, en la isla de Rügen, A. Ruge, detrás de quien se esfumaría
muy pronto T. Echtermeyer, había participado como estudiante de filosofía en
el movimiento de la Burschenschaft, y en 1826 fue condenado a catorce años de
prisión en una fortaleza, como "demagogo”. Liberado en 1830, llegó a ser en
1832 profesor de filosofía en Halle, y en 1827 publicó un libro de estética ins
pirado en los principios de Hegel ( N ene V orscbule d er E stbetik). No era un
pensador muy original, pero su espíritu emprendedor, sus extensos conocimien-10
— Sobre ia tendencia de los Anales d e Halle, cf. A. Ruge, Z w ei Jahre in Parts (Das
años en París). Leipzig, 1856, t. II, págs. 74-85. A. Ruge, Ates frá b erer Zeit (R ecuerdos),
Berlín, 1S67, t. IV, págs. 496-497: "Nosotros representamos una tendencia más libre, el
verdadero principio de la filosofía, mientras que la antigua escuela representaba la ten
dencia reaccionaria en política y en religión."
23 Cf. A ndes d e Halle, artículos de enero de 1838. T. E. Echtermeyer, La Universidad
d e H alle ; Justinius Kerner, El d octor P. Strauss-, F. Bulan, Característica d e Dablmann-,
A. Ruge, La academia d e pintura d e Dusseldorf-, Gottiling, Característica d e Niebuhr-,
Carové, Hermesiana-, A. Ruge, H. H eine.
24 Cf. A. Ruge, Aui frü h erer Zeit, t. IV, págs. 272 y ss. Cf. Anales d e Halle, 21 de junio
de 1838; A. Ruge, S endscbreiben an Górres vo n H. Leo (Palabras sob re Garres d e H. Leo),
pág. 1183. El espíritu hostil de la reacción se levanta; a) contra los derechos de la Razón,
y por lo mismo contra la era de las luces y del racionalismo; b ) contra la reforma ale
mana, tanto en su principio como en el desarrollo que ha adquirido en la Prusia actual.
Cf. Anales d e Halle, 27 y 28 de julio de 1838: "La denuncia de los Anales d e
llallí: - Nadie puede proyectar, nadie puede hacer, nadie puede impedir una verdadera
Revolución. No se la hace: se hace, lo cual quiere decir que, cuando llega, la forma vio
lenta que reviste entonces el desarrollo del mundo es históricamente necesaria. Pero si
este desarrollo no es demorado ni detenido; si, por el contrario, el Estado encierra en sí,
como en Prusia, un principio reformador, entonces no hay necesidad, ni siquiera posibi
lidad, de una Revolución.”
20 Cf. A. Ruge, Obras com pletas, t. IV, págs. 75-76: "Los Anales d e Halle tuvieron
que luchar al comienzo contra la reacción en su forma más grosera. Izaron la bandera de
la libertad protestante o filosófica, contra los jesuítas católicos y protestantes. Los jesuítas
vamente contra H. Leo y Hengstenberg, Ruge demostraba que la filosofía se li
mita a desarrollar el contenido esencial de h religión, y que su tarea actual con
sistía en realizar la idea de libertad, que constituía el fundamento mismo de!
protestantismo y del Estado prusiano.27
Al sostener al gobierno prusiano contra la iglesia católica, A. Ruge confiaba
en ganar al primero, por lo menos en cierta medida, para la lucha que llevaba
a cabo contra la reacción religiosa y política. Pero esta esperanza resultaría ilu
soria antes de que pasara mucho tiempo. El gobierno prusiano, alarmado por
la crítica que David Strauss había hecho de los dogmas, e inquieto por las con
secuencias acarreadas por la filosofía hegeliana, acentuó su política reaccionaria
y condenó, no sólo al movimiento de los Jóvenes Hegelianos, sino que llegó a
rechazar al hegelianismo, hasta entonces considerado como firme sostén del Es
tado, y que ahora le parecía peligroso. El ministro de Instrucción Pública y de
Culto, Altenstein, que hasta entonces había protegido a los hegelianos, ya no se
atrevió a apoyarlos abiertamente, y se negó a nombrar a A. Ruge profesor titular
de Halle, lo cual contribuyó sin duda a que éste se lanzara más abiertamente
a la oposición.
Por otra parte, en el plano teórico, esta tentativa de conciliar al protestantismo
con la filosofía, proclamando que la esencia de ambos es la libertad, debía re
velarse muy pronto como ambigua y vana.
Así fue denunciada en primer lugar por Ludwig Feuerbach, quien habría de
representar un papel de primer plano en el desarrollo de la Izquierda hegeliana.
Nacido en Landshut, en 1S04, Feuerbach había estudiado teología en Halle
y filosofía en Berlín, donde siguió los cursos de Hegel, Profesor en Erlangen
en 1830, se retiró de esta universidad en 1834, a consecuencia de las enconadas
críticas que suscitó la publicación en 1 8 3 2 de su libro R eflex ion es so b re la m u erte
y la inm ortalidad ( Gedanken ü b er T od und U nsterbM cbkeit). Renunció a la
carrera universitaria, se casó en 1837 y se estableció en la aldea de Bmckberg,
donde pudo llevar una existencia independiente gradas a la fortuna de su mujer.
Idealista hasta 1838, sostenía en sus escritos —exposiciones de las filosofías dé
Leibniz y de Bayle, crítica del A nti-H egel de Bachmann, comentario de la Crí
tica d e l idealism o de Dorguth— el punto de vista hegeliano, es decir, que la
razón constituye la esencia y el elemento regulador del mundo. Sin embargo, sus
vínculos más estrechos con la naturaleza, que Hegel sólo consideraba bajo la
4* Cf. WigíiRils V ierUljabrsschrifft, 1845, B. III: "Bauer und die Entwicklung des theo-
logischen Humanismus unserer Tage. Bine Kritik und Characteristik.” ("Bauer y el des
arrollo del actual humanismo teológico. Critica y característica” ) , pág. 57: “Bauer consi
dera que la ciencia encarna la razón del Estado, de tal modo que, al entregar la libertad
científica al odio de la iglesia, el Estado es infiel a su propio principio. La iglesia vuelve
sospechosa la ciencia a los ojos del Estado, es decir, vuelve sospechosas su propia verdad
y su propia razón. Por el contrario, la ciencia lo invita a que no desempeñe un papel
de verdugo en beneficio de la iglesia. De esta manera, encontramos en Bauer, desde el
instante mismo en que se pone al servicio de la ciencia, una clara noción de la importancia
de ésta, frente a la teología y a la religión, para el desarrollo general, histórico y político.”
¡idea determinadas, el derecho de encarnarla de modo absoluto, destruía defini
tivamente el sistema conservador de Hegel, y sólo conservaba de esta filosofía la
concepción del desarrollo dialéctico infinito de la historia. Pero al reducir e!
movimiento de la historia a un desarrollo esencialmente espiritual, y al separar
el espíritu de la realidad concreta, por la oposición constante de la Conciencia
a k Sustancia, quebraba la unión establecida por Hegel 49 entre el pensamiento y
el ser en la idea concreta, y tendía a dar, mediante un regreso a Fichte, un ca
rácter subjetivo, dogmático y abstracto a la actividad espiritual. En efecto, al
retener de Hegel nada más que Ja noción de la actividad creadora del espíritu
v al considerar secundaria la expresión concreta de esta actividad, la sustancia en
la cual ésta adquiere forma, esta doctrina reducía la realidad concreta a ser nada
más —como en Fichte— que la expresión fugitiva, continuamente cambiante, del
Espíritu, el instrumento del cual éste se sirve para afirmarse y desarrollarse.
Esta reducción de la Idea a la Conciencia de Sí y la oposición constante esta
blecida entre la Conciencia y la Sustancia hacían renacer el antagonismo fich-
teano entre el Ser y el Deber-Ser, que Hegel había combatido ásperamente1’0,
y señalaba la vuelta a un idealismo de carácter subjetivo.
Al orientar en forma más decidida que Cieszkowski la filosofía hacia la trasfor
mación radical del estado de cosas existente, Bruno Bauer abría, con Ruge, el
camino que llevaba del liberalismo religioso al liberalismo político- En efecto,
al proclamar el derecho de la crítica a rechazar toda realidad positiva que, por
el solo hecho de su existencia, tiende a volverse irracional, Bauer justificaba, en
el plano teórico, la crítica revolucionaria más audaz y proporcionaba el arma
que habría de servir a la Izquierda hegeliana para minar los fundamentos, no ya
de la religión cristiana, sino también del Estado prusiano.
El mismo Bauer no había tenido hasta ese momento ideas políticas muy defi
nidas. En ese sentido sus concepciones estaban determinadas esencialmente por
sus convicciones religiosas. Pensaba que si la religión cristiana —que en su
origen representó un elemento de progreso como nueva expresión de la Concien
cia universal— había podido triunfar sobre el Mundo antiguo, más fácil aún le
sería a la conciencia moderna triunfar sobre la religión cristiana, convertida en
un elemento reaccionario.
Esta doctrina, que, al reducir el movimiento de la historia a un progreso esen
cialmente espiritual, y al afirmar el poder del Espíritu, de trasformar lo real por
sus propias fuerzas 51, reducía la actividad práctica a una crítica de los dogmas y
Hegel. filo s o fía d el derecho, op. cit., párrafo 24, pég. 59: "La universalidad concreta
en sí —la que también es para sí— es la sustancia, la especie inmanente o la idea inma
nente de la auíocondencia. . . ”
En Bauer, en cambio, la autoconcienda se convierte en un pensamiento abstracto que
se mueve afuera de la realidad concreta, y sóio es capaz de acceder a la universalidad abs
tracta, y no a la concreta, que comprende en sí la totalidad de lo real.
“i Cf. Hegel, E nciclopedia d e las ciencias filosóficas, op. cit. Introducción, pág, 17:
"Pero la separadón de la realidad y de la idea es especialmente favorita del intelecto que
toma los ensueños de sus abstracciones por algo veraz y que está todo él henchido de su De
ber-Ser, que también predica en el campo de la política, como si el mundo hubiese
esperado aquellos dictámenes para saber como debiera ser, y no es."
Hay edición en francés, Corra1.pond¿mce, trad. de Jean Carrére, ed. Galimard, 196'2,
pág. 227.
•u Por lo demás, ios jóvenes Hegelianos habían tomado del propio Hegeí esta exagerada
estimación del poder del espíritu. Cf. B riefe v o v mtd m H egd (Correspondencia d e He-
las instituciones del Estado, fue recibida con entusiasmo por los Jóvenes Hegelia
nos. Tan impotentes en la práctica como ávidos de acción, estos jóvenes tenían
una natural inclinación a exagerar la influencia de las ideas sobre el desarrollo
de la historia, y a creer que el solo poder del pensamiento podía trasfqrmar ra
dicalmente el mundo.
Su crítica, que al comienzo estuvo dirigida principalmente contra la religión
cristiana, adquirió un carácter político más marcado con Ruge. Éste acentuó cada
vez más su oposición frente al Estado prusiano, lo cual llevaría a una separación
definitiva entre la derecha hegeliana, que seguía vinculada al sistema político
reaccionario de Hegel, y la izquierda hegeliana, que acusaba a la primera de
traicionar el espíritu mismo de la doctrina de Hegel.
En el primer número de los A nales d e Halle, de 1840, y con el propósito de
subrayar la nueva orientación de la revista, A. Ruge criticó la actitud conser
vadora de los Viejos Hegelianos.52
Al denunciar tas consecuencias de la reacción, y los peligros que ésta represen
taba para el desarrollo del espíritu libre y la filosofía,53 Ruge proclamaba, en
la continuación del manifiesto P rotestantism o y rom anticism o, inspirándose en la
filosofía de la acción de Cies2 kowski, que la acentuación de la reacción en Prusia
no permitía continuar ya la lucha en el plano especulativo y abstracto, y que era
menester pasar en adelante al plano de la acción. Para luchar con energía y efi
cacia contra las tendencias reaccionarias era necesario, decía, que la filosofía per
diera su carácter abstracto, extraño a la vida, que le daban los Viejos Hegelianos,
y saliera de un aislamiento que la mantenía apartada del mundo y de los proble
mas de la época, para convertirse en una. filosofía activa, en una filosofía de la
acción práctica (Praxis), la única .capaz de asegurar el triunfo de la razón.54
Esta afirmación de voluntad activa y combativa fue calificada de tendencia
g el), t. I, pág. 194. Hegel a Níethammer, 28 de octubre de 1S0S: "Cada vez m e con
venzo más de que el trabajo teórico realiza más cosas en el mundo que el trabajo práctico;
cuando las concepciones de ios hombres se trasforman, ia realidad no puede dejar de ple
garse a esta trasformación."
Cf. M ega, I, t. I2, pág, 250. Carta de B, Bauer a C. Marx, 31 de marzo de 1841:
"Sería una locura de tu parte elegir una carrera práctica. La teoría es hoy Ja actividad
práctica más fuerte, y todavía no podemos prever en todo su aicance este carácter prác
tico."
52 Cf. Anales d e Halle, 1 de enero de 1840, núm. 1, págs. 4-5. Vartvort d es Redaklion.
(Prefacio de la Redacción.)
53 Cf. Anules de Halle, 10 de febrero de 1840. A. Ruge, Consequenz d er Reaktion
(C onsecuencias d e la reacción).
5J Cf. Anales d e Halle, marzo de 1840. Ruge y Echtermeyer, Protestantismo y romanti
cism o, 2 de marzo de 1840, págs. 417-419: "La pereza teórica de los Viejos Hegelianos ha
terminado, y la acción práctica que enfrenta implacablemente a toda realidad con su esencia
verdadera y que, poniéndose al duro servicio de la verdad, la introduce por todas partes
en el mundo, constituye un sistema nuevo; el deseo y la alegría de obrar, propios del
espíritu liberado; el entusiasmo reformador que se apodera del mundo, no se contentan
ya con el espíritu contemplativo hegeliano, que, satisfecho de sí mismo, se lim ita a observar
el curso de la historia [ . . . ] sino que quieren, por el contrario, obrar para trasformar
el Mundo. El desarrollo de ia Historia es el de la Razón, y esta Razón es la que la ciencia
de la Razón, la Filosofía, debe hacer triunfar en las cosas. Cuanto más verdadera es la
filosofía, tanto más deliberadamente debe ponerse en oposición al Espíritu muerto, superado
por la Historia. La Filosofía toma partido contra el pasado, en favor del verdadero pre
sente.”
destructiva, y Echtermeyer, adhiriendo a las tesis de la filosofía critica de Bruno
Bauer, respondió en un artículo, publicado en abril de 1840, que toda' filosofía
verdadera es crítica y negativa por su esencia, y que su función consiste en de
nunciar lo que está muerto y pertenece al pasado, y acelerar de tal modo el pro
ceso histórico. En consecuencia, la filosofía sólo es negativa en relación con lo
que está muerto: es negación de la negación, y su efecto es eminentemente posi
tivo, puesto que favorece el triunfo de la Razón.58
Por su parte, Ruge acentuaba su oposición a los Viejos Hegelianos, a quienes
reprochaba el hecho de atribuir al sistema de Hegel un valor absoluto y de querer
detener en él la marcha de la historia. A la vez que denunciaba las debilidades
del hegelianismo, demostraba también el progreso que representaba su concep
ción del desarrollo histórico y dialéctico de la libertad en relación con las decla
maciones sobre la iibertad en que hasta ese momento se había encontrado solaz,
y exponía, a la manera de Bruno Bauer, cómo se desprendía de la filosofía de
Hegel una doctrina de progreso.88
Ai mismo tiempo que criticaba a los Viejos Hegelianos, se pronunciaba contra
el romanticismo, y a su estéril ironía oponía la acción negativa y fecunda de la
dialéctica, utilizando contra él los ataques que había lanzado contra Enrique Heine,
a quien comparó con Borne, celebrando a éste como un valeroso defensor de la
libertad.87
Como Bruno Bauer, Ruge concebía el combate por el progreso y la libertad
como una lucha intelectual que consistía esencialmente en una crítica incesante de
la realidad presente, lo cual daba a su concepción general del mundo un carácter
idealista.83 A diferencia de Bauer, Ruge pensaba, sin embargo, que la actividad
61 Cf. M ega, I, t. I-, pág. 245. Carta de B. Bauer a Carlos Marx, 25 de julio de 1S40.
Cf. B riefw ech sel zwiscban Bruno Bauer and Edgar Bauer w ahrend d er Jahre 1839-
1842 aus B onn an d Berlín. (C orrespondencia entre B. Bauer y Edgar Bauer durante los
años 1839-1842), Charlottenburg, 1844. Caira de E. Bauer a B. Bauer, 13 de junio 1840.
112 Cf. R. Prutz, Z ehn Jahre, t. I, pág. 243.
C'2 Cf. ibid., pág. 256. Discurso del rey, del 6 octubre 1840.
y i e r Fragen beantw ortet vo n einem Otspreicssen, Leipzig, W igand, enero 1841, 2*
edic., Estrasburgo, 1841, pág. 5: "¿Qué desea el pueblo? La participación legal de la bur
guesía independiente en los asuntos del Estado." Pág. 7: "El pueblo puede participar efec
tivamente en ios asuntos públicos, es decir, en sus propios asuntos, en dos formas: por
la prensa y por la representación parlamentaria. Pero en Prusia domioaa los dos peores
enemigos de esta participación: la censura y un pseudo régimen parlamentario. Desde
hace 30 años la historia y la legislación de Prusia demuestran la necesidad absoluta de
un régimen parlamentario. Sólo por medio de éste se podrá poner fin a la arbitrariedad
de la burocracia y permitir que la voz despueblo llegue hasta el trono, restableciendo
entre el gobierno y el pueblo la confianza, único elemento que podrá preservar al país,
en caso de futuras tormentas, de la suerte corrida en 1807.”
"Woher und W ohin?”, Th. von Schon (1773-1S56) era un espíritu liberal y ha
bía colaborado en la reforma de Prusia con Stein y Hardenberg.
su época tal como es, y a desarrollar lo que ella encierra de bueno, será castigado
por ella.’ ’08
No era casual que el primer movimiento de oposición proviniera de Koenigs-
berg, que era el centro de un comercio activo con los países del norte, en par
ticular con Inglaterra, y en el cual se había desarrollado una burguesía poderosa,
cuyo liberalismo se inspiraba en las ideas de la Aufklarung y la filosofía de Kant.
Estas exigencias de los liberales irritaron al rey, quien, imbuido de poder abso
luto, reaccionó con prontitud y brutalidad. Hizo acusar a J. jacoby del delito de
alta traición y lesa majestad, y en 1842 el doctor fue condenado a dos años y
medio de prisión en una fortaleza; y respondió ásperamente a von Schon, a
quien dejaría cesante un año después, en una carta que proclama su vanidad y su
presunción: "Me siento rey —le escribe— por la gracia de Dios, y con la ayuda
de Él lo seguiré siendo hasta el fin. Os aseguro, y podéis confiar en mi regia pa
labra, que durante mi reinado ningún príncipe, ni servidor, ni Dieta, ni cama
rilla intelectual judía obtendrá, sin mi consentimiento, los bienes y los derechos
justa o indirectamente adquiridos por la Corona [ . . . ] lo s príncipes alemanes
tienen la costumbre de gobernar de modo patriarcal. He recibido el poder como
una herencia de mi padre, como un patrimonio; estoy profundamente vinculado
a mi pueblo y por ello quiero dirigir a aquellos de mis súbditos que, como niños
menores, tienen necesidad de ser dirigidos, castigar a quienes se dejan corromper,
hacer que participen en la administración de mis bienes los que son dignos de
ello, constituir su patrimonio personal y protegerlos contra la presuntuosa inso
lencia de los servidores." GT
Al mismo tiempo que se negaba a conceder una Constitución liberal y un ré
gimen parlamentario, Federico Guillermo IV acentuaba el carácter reaccionario
del gobierno prusiano, favoreciendo el pietismo y persiguiendo al liberalismo
en todas sus formas. Los Jóvenes Hegelianos serían las primeras víctimas de esta
política. Hacia las postrimerías de su reinado Federico Guillermo III se había
apartado de los hegelianos, y su ministro Altestein, quien seguía siendo amigo de
ellos, tenía muchas dificultades para defenderlos de los ataques de los ortodoxos
y los pietistas. Después de la muerte de este ministro, que sucedió casi al mismo
tiempo que la de Guillermo Federico III, en la primavera de 1840, el hegelianis
mo conoció la hostilidad y la izquierda hegeliana fue perseguida. Federico Gui
llermo IV, que sentía aversión por los Jóvenes Hegelianos a causa de sus ten
dencias liberales y antirreligiosas, nombró como sucesor de Altenstein al ortodoxo
Eichhorn, quien combatió al hegelianismo con tanto celo como el que puso su
predecesor en defenderlo. Los hegelianos fueron apartados sistemáticamente de
las cátedras universitarias, el jurista reaccionario Stahí, teórico del absolutismo,
sucedió a Gans y el viejo Schelling fue llamado a Berlín y se le encomendó la
misión de combatir y refutar el hegelianismo.
Todas las manifestaciones liberales eran, por otra parte, severamente reprimidas,
lo s estudiantes de Halle, que habían solicitado al rey, en su condición de rector,
que reinstalara a David Strauss en esa universidad como profesor de teología, re
cibieron un agrio sermón en respuesta; el poeta Hoffmann von Fallersleben, pro-8
88 W oher und W obin?, citado por R. Prutz, op. cit., t. II, pág. 13.
67 Cf. Treitschke, D eutsche C esch k h te im 19 Jabrhundert (H istoña alemana en e l si
g lo XIX), t. IV, pigs. 57-58.
fesor en Breslau, fue perseguido por. haber publicado una selección de poesías
políticas, por otra parte muy deslucidas (Unfi otitis ch e L ieder), y Rutenberg, miem
bro del Club de los Doctores, profesor de la Escuela de Cadetes, fue exonerado
porque se lo sospechaba de colaborar en diarios liberales tales como El telégra fo
d e H am burgo y La Gaceta gen era l d e Leipzig.
Por obra de esta reacción, los Jóvenes Hegelianos se vieron llevados cada vez
más a la oposición, a pesar de su culto por el Estado prusiano. Si habían tenido
pocas simpatías por el régimen conservador y burocrático de Guillermo Federico
III, mucho más detestaban las tendencias pietistas y reaccionarias de Federico
Guillermo IV, quien apartaba definitivamente a Prusia de su elevada misión, al
despojar al Estado prusiano de todo carácter racional y trasformarlo en un Estado
cristiano. Lejos de desalentarlos y abatirlos, este conflicto, que los oponía al go
bierno, exaltaba, por el contrario, su ardor combativo, pues estaban imbuidos de
la creencia de que del desarrollo racional del Estado prusiano dependía, en gran
medida, el futuro de la humanidad y de la fe en el triunfo final y necesario de
la Razón.
Así fue que Bauer escribía a Marx, el 1 de marzo de 1840: "Nuestra época
se vuelve cada vez más terrible y más bella. Si bien el interés político es mayor
en otros países, los problemas que se refieren al conjunto de la vida no han alcan
zado en parte alguna el elevado grado de complejidad y madurez que tienen en
Prusia.”8889
En una carta que le envía un mes más tarde, el 5 de abril de 1840, compara
la lucha que la Izquierda hegeliana debía llevar a cabo con la desarrollada por el
cristianismo contra el Mdndo Antiguo, y proclamaba su fe en el triunfo próximo
y total de la Razón: "La catástrofe —le escribía— será terrible, grandiosa, más
grandiosa aún que la que señaló el nacimiento del cristianismo [ . . . ] El futuro
aparece tan cierto, que no es posible dudar un solo instante. Si la oposición ha
triunfado en Francia, y si su victoria ya no es disputada después de un largo pe
ríodo de reacción, el triunfo será más seguto y más rápido aún en un dominio
en el cual sólo hay que combatir contra una tonta apologética. Las fuerzas ene
migas se han aproximado actualmente tanto, que un solo golpe decidirá la vic
toria." 69
La cohorte en pleno de Jóvenes Hegelianos se lanzó a la lucha abierta por la
libertad y el progreso, y participaría en este combate por el triunfo de la Razón.
Renunciando a toda transacción, reivindicaban ahora la emancipación en todos los
terrenos y criticaban todo lo que parecía oponerse al progreso de la Conciencia
humana. Fueron embriagándose gradualmente por e) juego destructor de la filo
sofía crítica, y rechazaron no sólo el protestantismo, que evolucionaba cada vez
más hacia una ortodoxia intransigente o un pietisrno místico, sino también el Es
tado cristiano que el rey quería instaurar. Después de haber declarado la guerra
ai cristianismo, se precipitarían a la lucha contra el absolutismo.
En sus ataques contra éste, los Jóvenes Hegelianos se distinguían de los libera
les de Alemania del Norte, en particular de los de Koenigsberg, quienes se ins
piraban para sus críticas en los principios de la moral kantiana, y de los liberales
de Alemania del sur, influidos por la Revolución francesa, y seguían fieles a los
14 Cf. du ales ils Halle, nov. 1840. A.. Ruge, Freiberr ro n Plorencouri an d d ig I\atg-
g cr ie n ¿ e r P olltiscben Praxis. (El barón d e Vlorsncourt y ¡as categorías d e la acción p o-
Ikiai), 24 de nov., págs. 2250 y 2254.
75 Cf. C. F. Koppen, Priedricb d er G w sze an d saíne W idersacber, Leipzig, 1840.
7n Cf. ibid., págs. 39-40: “El epicureismo, el estoicismo y el escepticismo constituyen la
carne y los nervios del organismo antiguo, cuya unidad natural ha engendrado la belleza
7 la mora] de la antigüedad, desaparecidas con ella. Federico II ha sabido, con maravilloso
poder, reunirías en él y se han convertido en los elementos esenciales de su concepción del
mundo, de su carácter y de su vida”. Cf. igualmente págs. 60 y 116.
77 Cf. R. Proutz, Z ebn labre, t. I, pág. 106: “En las tristes décadas trascurridas desde
1818, cuando la reacción se manifestaba año tras año con más brutalidad en Prusia, el
Kóppen repetía el procedimiento de Ruge, que había opuesto a la reacción el
protestantismo, o, mejor dicho, ei espíritu del protestantismo desprendido de
rodo dogma y reducido a la idea de libertad, y remplazaba el protestantismo, que
empezaba a ser utilizado como máquina de guerra contra la reacción, por la "Fi
losofía de las Luces”, por la Aufklarung, considerada como símbolo de la liber
tad y del progreso.
En su glorificación del rey filósofo, Koppen defendía la Aufklarung, no sólo
contra los reaccionarios, sino también contra los Viejos Hegelianos, que le re
prochaban, siguiendo a Hegel, el que subordinase el mundo a abstracciones. lo s
defectos de la Aufklarung, como de toda filosofía racionalista del siglo xvin,
provenían, decía, de que no era nada más. que una primera etapa en la liberación
de la Razón y del hombre, e invitaba a los Viejos Hegelianos a proseguir su obra,
en vez de hacer el juego de la reacción con sus críticas.73
Su folleto, en el cual proclamaba —de acuerdo con Ruge— que Prusia debía
su grandeza al racionalismo y no podría desarrollarse si no se inspiraba en los
principios de éste, terminaba con un vibrante llamado a la lucha, que dirigía a
todos los que querían el triunfo de la Razón, de la Libertad y del Progreso.
"Federico ha sido nuestro Moisés. Sus debilidades, sus errores, sus imper
fecciones humanas, son cosas del pasado. Lo que no puede perecer es su espíritu
inmortal, el espíritu de la Aufklarung, de la libertad de pensamiento y de creen
cia, el espíritu de equidad, de la elevada conciencia de la misión del Estado: sólo
ellos pueden guiar a Prusia por el sendero de la verdad. Prusia no puede olvidar
que su cuna ha sido la Aufklarung, y que ha sido educada por los grandes discí
pulos de ésta.
"El cielo no descansa con más seguridad sobre las espaldas de Atlas, que Prusia
sobre el desarrollo, adaptado a las exigencias de nuestra época, de los principios
de Federico el Grande.
"Una vieja creencia popular quiere que los héroes renazcan al cabo de cien
años. Y ese momento ha llegado. Que su espíritu revivificado nos inspire y que
aniquile con su llameante espada a los adversarios que pretenden vedarnos el
acceso a la Tierra Prometida. En cuanto a nosotros, juramos vivir y morir en su
espíritu.” 79
Este folleto, que había dedicado a su amigo Catlos Marx, fue atacado por
los reaccionarios y por los Viejos Hegelianos, y defendido sólo por las personas
recuerdo de Federico II fue en cierto modo e¡ escudo detrás del cual se refugió la libertad
de pensamiento. Para luchar contra la reacción se oponía a la gloriosa figura del gran
rey los pequeños espíritus limitados, miserables y pusilánimes de los tiempos actuales, y se
citaba su historia a fin de mostrar la forma en que nuestra historia habla tomado un
camino falso; detrás del elogio al rey se ocultaba una condena al gobierno, condena que no
podía expresarse abiertamente.”
78 Cf. Koppen, F risdricb der Crosxe, págs. 30, 32, 35. “Ya sería hora, escribe, de que
Cesaran las insípidas declamaciones contra los filósofos del siglo XVIII y que se recono
cieran sus méritos inclusive a !a filosofía alemana de la Ilustración, a pesar de su estilo
tedioso. En verdad le debemos mucho, tanto o más que a Lutero y a los reformadores . . .
"Ella [la AujkUtrung] ha sido el Prometeo que trajo a la tierra el fuego celeste para
alumbrar a los ciegos, al pueblo, y liberarlos de sus prejuicios y sus errores- Que los fi
lósofos que predican un nuevo camino de salvación y se lanzan de tan buena gana a la
guerra contra el racionalismo abstracto del siglo X V lll, tengan a bien reflexionar y tener
en cuenta que, al proceder así, se dañan a sí mismos.”
79 Cf. Koppen, F iiedrich der Grosze, págs. 171-172.
que él llamaba los 300 espartanos, es decir, los lectores de los Anales d e Halle,
que formaban entonces la izquierda hegeiiana.80
En ese ambiente de combate, que reina en el medio de los Jóvenes Hegelianos,
empieza Marx a desarrollar su actividad filosófica y política. Es bastante difícil,
dada la falta de documentos, precisar el papel que desempeñó en este movimiento
y en la elaboración de la filosofía crítica. Dicho papel, sin duda, no fue peque
ño, a juzgar por las cartas que le enviaba Bruno- Bauer, quien, aislado en Bonn,
echaba de menos el estímulo que había sido para él la compañía de Marx,81 y
por la que le dirige un año más tarde su amigo Koppen, quien escribe: "Desde
que mi honorable alter e g o se encuentra en las riberas del Rin [Marx había aban
donado Berlín a la sazón, y estaba en Bonn], vuelvo a ser un poco yo mismo y
a tener ideas personales, concebidas por mí, por así decirlo, mientras que mis ideas
anteriores no venían de muy lejos: de la Schiitzenstrasse [nombre de la calle de
Berlín donde vivía Marx].
“Para volver a tus ideas de la Schiitzenstrasse, nuestro amigo Bruno Bauer acaba
de publicar en los Anales d e H alle m i artículo magnífico y un tanto pérfido.
Nuestro venerable a m igo desarrolla al principio la idea de que el verdadero
Estado bizantino es el Estado cristiano.82 Al verificar el origen de esta idea, al
exigirle, por así decirlo, su visado, me encontré con que también provenía de la
Schützenstrasse. Como ves, eres un verdadero arsenal de pensamientos, una ver
dadera fábrica de ¡deas.” 83
Carlos Marx había abandonado completamente el derecho por la filosofía, sin
duda con la esperanza de llegar a ser profesor de filosofía en Bono, donde estaba
Bruno Bauer. Sus notas de lecturas de 1839 a 1841 muestran que éstas versaban
principalmente en torno de la F ilosofía d e kt naturaleza de Hegel, e¡ Tratado d el
alm a de Aristóteles, las Cartas de Spinoza, la filosofía de Leibniz, la de Hume y la
escuela kantiana. 84
Como todos los Jóvenes Hegelianos, Marx se interesaba en la filosofía, menos
por razones especulativas que por motivos políticos. En la medida en que es po
sible juzgarlo, por las indicaciones fragmentarias contenidas en las cartas que le
escribía Bauer, y que son casi los únicos documentos que se posee sobre esa época
de su vida —las cattas escritas por él se han perdido—, se interesaba menos por
la acción directamente política que por la actividad filosófica y crítica de la iz
quierda hegeiiana, y se encontraba por ello más cerca de Bruno Bauer que de
Ruge. De estas cartas se desprende, asimismo, que el objeto final de sus estudios
coincidía con el de Bauer, y consistía en la nueva Interpretación que era preciso
dar a la filosofía de Hegel y a la elaboración de la filosofía crítica.
Es interesante notar que al principio, y fiel en ello al pensamiento fundamental
de Hegel, Marx discrepaba con los otros Jóvenes Hegelianos en un punto capital.
83 Cf. ib-id., pág. 239- Carta de B, Bauer a Carlos Marx, del 30 de marzo de 1840.
80 Cf. Mega, I, t. I2, pág. 239 de la misma carta: "Si no te hubieras propuesto seguir
un curso de hermesianismo el invierno venidero, yo lo habría hecho por mi pacte [ . . . J
Debes seguir este curso, aunque más no sea por el hecho de que te ocupas desde hace
tiempo de ese problema.” Sobre el hermesianismo, cf. C orrespondencia de B. Bauer coa
su hermano Edgar, pág. 35. Carta de B. Bauer a E. Bauer, Bono, 4 de febrero 1840:
“De aquí nace la idea de utilizar a los hetmesianos en la lucha contra las supuestas pre
tensiones del arzobispo. El catolicismo de ios hetmesianos se acomoda a una justificación
de los dogmas por la filosofía kaatiana, y sus representantes son suficientemente raciona
listas y prudentes para apelar al Estado en las cuestiones esenciales de la fe en el Papa, y
seguir siendo al mismo tiempo lo bastante romanos para concederle la infalibilidad en
puntos secundarios, así como en los diferendos que oponen la Iglesia al Mundo.”
00 Cf. ih-id., pág. 244. Carta de B. Bauer a Caros Marx, Bonn, 25 de junio de 1840.
01 Cf. ibid., pág. 237. Carta de B. Bauer a Carlos Marx, Bonn, 1 de marzo 1840.
intención de hacer un estudio de conjunto, a comienzos de 1839, inspirándose al
principio en el estudio hecho por Hegel en su F ilosofía d e la religión .92
El propósito común de estas escuelas, nacidas en la época de la decadencia
griega, era asegurar —en el momento en que se derrumba el Mundo Antiguo—
la felicidad del ser humano, enseñándole a buscarla en la calma inconmovible del
alma y haciéndolo independiente del mundo exterior.
El escepticismo, enemigo de todo dogmatismo y la primera de estas doctrinas
en el tiempo, trataba de encontrar la paz del espíritu haciendo dudar al hombre
de la realidad del mundo sensible y exhortándolo a apartarse de un saber incierto
y una actividad ilusoria, para aislarse en su propio pensamiento.
AI escepticismo se le habían opuesto bajo la forma de dogmatismos, el epicu
reismo, doctrina de la conciencia humana considerada en su individualidad, y el
estoicismo, doctrina de la conciencia humana considerada en su generalidad.
A partir de la concepción de la conciencia humana considerada en su individua
lidad y aislamiento, el epicureismo, basándose en la noción del átomo tomada de
Demócrito, convertía al hombre, concebido como individualidad abstracta, en
el elemento esencial, el centro del mundo, y hacía de la búsqueda del placer
la ley de su vida, reduciendo a veces esta búsqueda, para salvaguardar la paz y la
serenidad del alma, a la del verdadero bien, es decir, de la virtud,
Al considerar al hombre, no en su individualidad, sino en su universalidad
abstracta, el estoicismo convertía el dominio de sí mismo, mediante la subordi
nación a la razón, en la ley de la vida humana, lo cual lo llevaba, por un camino
distinto que el del epicureismo, a asegurar la paz del alma por el ejercido de la
virtud. Aunque tenían un mismo objetivo, estas dos escuelas se oponían no obs
tante en todos ios planos. Los estoicos eran deterministas en el plano filosófico,
republicanos desde el punto de vista político, místicos y supersticiosos desde el
punto de vista religioso, mientras que los epicúreos eran indeterministas en el pla
no filosófico, indiferentes políticamente y ateca en religión.
En su H istoria d e la filo so fía Hegel había juzgado sin indulgencia estas doc
trinas que oponían el hombre al mundo, en vez. de mostrar la unión necesaria y
fecunda entre ambos.
Contrariamente a Hegel, Bruno Bauer veía en ellas un momento esendal del
desarrollo de la Conciencia humana. Pensaba que estas doctrinas —en el momen
to del derrumbe del Mundo Antiguo, sacudido hasta sus cimientos— habían que
brado los marcos nacionales, demasiado estrechos, del helenismo y los marcos so
ciales del esclavismo, fecundando al cristianismo primitivo y dándole un carácter
universal; habían encontrado en la creencia en el valor eminente de la Conciencia
humana la fuerza y la fe necesarias para defender la autonomía del hombre, y
aún podían, bajo la forma más general de la Filosofía de la Conciencia de Sí,
desempeñar un gran papel revolucionario.
Después de Bauer, que traducía en una forma ideológica, adaptada a la situa
ción política y social de entonces, las aspiraciones de Ja burguesía liberal, y que
había extraído de estas doctrinas una filosofía de la acción, la filosofía crítica,
Carlos Marx se proponía realizar un estudio de conjunto, para rehabilitarlas con-02
02 Cf. ibid., t. I1, pág. 15: "Me reservo la exposición, en un estudio más detallado,
del conjunto de la filosofía epicúrea, estoica y escéptica, y de sus relaciones con las doc
trinas griegas que las han precedido y sucedido.”
tra los críticos que las habían desacreditado93 y —mediante el análisis al cual
quería someterlas en este estudio— para dar a las relaciones entre el pensa
miento y el ser, entre el espíritu y el mundo, una base sólida para su pensamiento
y su acción.
Así como, en ocasión de su llegada a Berlín, en el momento en que su persona
lidad empezaba a afirmarse, Marx se había liberado del romanticismo, que se le
apareció como una evasión de la vida, al realizar una crítica profunda, inspirada
en la filosofía de Hegel, así también en el momento de lanzarse a la vida política
e iniciar la lucha revolucionaria, realizó una crítica paralela de la filosofía hege-
liana y de la filosofía crítica, que no podían satisfacer —ni la una ni la otra—
su necesidad de acción.
En su estudio, Marx parte de un análisis general de estas doctrinas, y procura
comprenderlas, como Hegel en relación con su época, en vez de considerarlas,
como hasta entonces se había hecho, un retorno a los sistemas prearist'otélicos.
A diferencia de Hegel, consideraba que estos sistemas, los que mejor expresa
ban el carácter subjetivo de la filosofía griega, constituían la clave de dicha filo
sofía 94, y deducía, como ¡o había hecho Bruno Bauer, aunque en un sencido di
ferente, una filosofía de la acción que tendería menos a oponer el espíritu al mun
do que a integrarse en él para trasformárlo. Dado que vivía con los Jóvenes He-
gelianos un poco ai margen de la sociedad, y aislado por lo tanto del mundo so
bre el cual quería actuar, Marx tenía una natural inclinación a admitir, como
ellos, el poder —si no absoluto, por lo menos determinante— del espíritu para
trasformar el mundo.95
Sin embargo, liemos visto que a partir de 1837, en el examen que hizo de sus
primeras obras criticó el idealismo abstracto que los había inspirado y que no
permitía comprender el desarrollo orgánico de la realidad viviente.
Esta concepción de las relaciones entre el pensamiento y el ser, entre el espí
ritu y el mundo, determinada en él por consideraciones más prácticas que teóri
cas, y en esencia porque, dadas sus tendencias básicamente democráticas, tenía
el propósito —a diferencia de los otros Jóvenes Hegelianos—'d e trasfotmar el
mundo en forma efectiva y profunda, debía inspirar su análisis de las doctrinas
griegas y ser, al mismo tiempo, precisada y reforzada por dicho análisis.
En el prefacio de su trabajo Marx observa que Hegel había analizado bien es
tos sistemas, pero que su concepción especulativa le había impedido reconocer la
importancia del papel.que representaron en el desarrollo de la filosofía griega96,
9T Cf. ibid., I, t. I2, pág. 327 (Proyecto de prefacio): "Ha llegado ya el momento
en que s e podrá comprender los sistem as de los epicúreos, los estoicos y los escépticos. Son
ellos los filósofos de la Conciencia de Sí.”
08 Cf. ibid., I, t. I1, págs. 58-144. Resúmenes de lecturas:
A ) Trabajos preparatorios para una exposición de conjunto de la filosofía griega:
1) Exposición de la construcción epicúrea del mundo (9 4 -9 6 ).
2) Estudio de las relaciones entre el epicureismo y el escepticismo (9 6 -9 9 ).
3) Historia del concepto del "Sabio” en la filosofía griega (100-106).
4) Crítica de las ideas de Plutarco sobre Platón (118-120).
5) Paralelo entre Plutarco y Lucrecio (121-122).
6) Investigaciones sobre los elementos cristianos del platonismo, basados en los estudios
de C. Bauer (134-138).
7) Las tareas de la historia consideradas desde el punto de vista filosófico (143-144).
B ) Sobre las tendencias filosóficas y teológicas:
1 ) Combare de la filosofía moderna contra la filosofía cristiana ( 9 9 ).
2 ) Diferencia entre la filosofía griega y la filosofía hegeliana respecto de las relaciones
con la vida (1 4 0 ).
3) Sobre los pietistas y ios supranaturalistas (1 2 7 ).
4 ) Sobre la posición histórica de la filosofía hegeliana y la integración de la filosofía
en el mundo (33-66, 131-133).
69 Cf. sobre estas notas el estudio del padre Baumgetten, TJeber d en verloren gegla u b -
ten, Anbang zu Mnrsens D aktordissertation (Sobre el supuesto com p lem en to perdido
d e le tesis d e doctorado d e Marx), aparecido .cn Jos G egenw artspróblem e d er S oziologie
( Problemas actuales d e sociología ). Alcademis'ché "Verlagsgesellschaft, Postdam, 1949, págs.
101-115.
dación consigo mismo, que no debe perturbar la serenidad de un hombre de
carácter.100
Esta misma chatura, dice Marx, caracteriza los argumentos con que Plutarco
intenta justificar la creencia en Dios, combatida por Epicuro.
C om o primer argumento, Plutarco observa que el temor de Dios preserva del
mal, a lo cual Marx responde que el verdadero mal para el hombre consiste en
la alienación en Dios de su propia esencia, de su naturaleza eterna. Es así que
el temor de Dios, que Plutarco convierte en el fundamento de la creencia reli
giosa, constituye en realidad el verdadero mal, puesto que su p on e la alienación
en Dios de la esencia humana.101
Esta misma observación vale para ei culto, que según Plutarco libera al hom
bre del temor, k tristeza y la angustia. Esta liberación de los males humanos por
el culto no es otra cosa que la forma religiosa, mistificada, de la verdadera libe
ración, que la calma inconmovible del alma procura al sabio. 102
La creencia en la inmortalidad, tal como la concibe Plutarco, quien la basa en
el temor a la muerte, no está justificada.103 A esta-creencia, nacida de una aspi
ración egoísta a una eternidad individual, Marx opone la concepción más elevada
que tiene Epicuro de la eternidad, a la cual concibe como una supervivencia del
individuo en la humanidad, y que encuentra su símbolo en la eternidad d? los
átomos, cuya existencia se perpetúa en la infinidad de sus combinaciones.104*
Esta reducción de lo divino a lo humano permite explicar igualmente la natu
raleza de Dios. El verdadero sujeto de Dios está constituido por las cualidades
humanes eminentes: el Bien, la Belleza, etc.; en relación con ellas lo divino
sólo tiene el valor de un atriputo.10u
Esto explica la nulidad de las pruebas de la existencia de Dios, que, o bien
son puras tautología, o se refieren en realidad a la existencia de la Conciencia que
la humanidad tiene de su propia esencia.106
En esta crítica de k religión, que lo llevaba a considerar a Dios como el pro
ducto de la alienación de la esencia humana, Marx se inspiraba en las concepcio
nes que Feuerbach desarrollaba entonces en su libro La esencia del cristianismo,
en donde se presenta la religión como un fenómeno de alienación que vuelve al
hombre extraño a sí mismo por la exteriorización de su propia esencia.
Junto a este ataque contra la religión, con el cual participó directamente en la
lucha política de los Jóvenes Hegellanos, se encuentra en las notas referentes a
sus estudios de filosofía un análisis profundo del desarrollo histórico y de las
relaciones entre la filosofía y el mundo, que, al mismo tiempo que modificaba
sus propias concepciones, debía alejarlo de los otros Jóvenes Hegelianos.
Como ellos, Marx seguía siendo idealista y concebía la actividad humana en
esencia como una actividad espiritual, lo cual le hada sobrestimar la influencia
de las ideas y de k crítica sobre el desarrollo histórico; pero, en lugar de reducir
como ellos este desarrollo al de la conciencia y oponer, mediante un regreso a
Fichte, la Conciencia a la Sustancia, y el Deber-Ser al Ser, consideraba, con He-
100 Cf. M ega, I, t. I1, págs. 100-108.
101 Cf. M ega, I, i. I 1, pág. 111.
103 Cf. ibid., pág. 112.
103 Cf. ibid., pág. 113.
104 Cf. ibid., págs. 80-81.
185 Cf. ibid., págs. 55-56, 114-115, 116.
186 Cf. ibid., pág. 116.
gel, que el Devenir de la Hitsoria sólo puede ser determinado por la integra
ción cada vez más profunda del espíritu en el mundo., y no por su constante
oposición a este último.
Esta concepción domina los dos importantes fragmentos en los cuales expuso
sus ideas sobre la naturaleza y la función de la filosofía.107
Por medio de una crítica paralela de Hegel y de los Jóvenes Hegeüanos, Marx
se elevaba en dichos fragmentos a una nueva concepción del mundo, que, des
pués del paso del romanticismo al hegelianismo, señalaba una nueva etapa en su
evolución progresiva del idealismo al materialismo.
Como los otros Jóvenes Hegeiianos, criticaba la posición conciliadora de Hegel,
que lo había llevado a establecer una conciliación con la reacción y hacer a ésta
concesiones cada vez mayores. Pero en vez de explicarla, como los otros Jóvenes
Hegeüanos, mediante la oposición entre un Hegel esotérico, de temperamento
y tendencias revolucionarias y un Hegél exotérico, infiel a sus propios principios
y pactando con la reacción, se esforzó por demostrar que la actitud doble e incon
secuente de Hegel era el resultado de sus propios principios.
Como aún era idealista, y por lo tanto no podía criticar, como había empezado
a hacerlo Feuerbach, el fundamento mismo de la filosofía hegeliana, su idealis
mo especulativo, en su crítica se ubicaba en el mismo plano de la doctrina de
Hegel, y mostraba que en éste, como en los otros grandes filósofos, se encuen
tran conciliaciones, transacciones que a veces se hacen concíentemente. Pero ellos
no tienen conciencia de que la posibilidad de estas conciliaciones depende de la
insuficiencia de sus principios. Si un filósofo recurre a transacciones, el deber de
sus discípulos consiste en explicar, por la posición de éste, por sus principios, lo
que podría aparecerse como algo exotérico. Esta nueva explicación implica un
progreso de la Conciencia universal. En lugar de responsabilizar al filósofo por
tal transacción y de sospechar, por lo tanto, de su conciencia, se considera a ésta
un grado necesario del desarrollo de la conciencia humana, lo cual permite al
mismo tiempo superarla.
Esto fue lo que no hicieron los Jóvenes Hegeiianos, quienes conservaron los
defectos de Hegel, y en realidad, no lo superaron, pues no supieron liberarse su
ficientemente de él y no adoptaron ante él una actitud de reflexión y de crítica. 108
10l> Cf. M ega, I, t. I, págs. 131-132: “Del mismo modo que hay en la filosofía mo
mentos esenciales en que sus principios abstractos adquieren el carácter de una totalidad
concreta, y en que por lo tanto interrumpe el desarrollo lineal, también hay momentos en
que la filosofía, oponiéndose ai mundo, ya no se esfuerza por comprenderlo, sino por
obrar prácticamente sobre él, armando, por así decirlo, intrigas con é l . . .
“La filosofía, al convertirse ella misma en un mundo independiente, se vuelve contra
el mundo objetivo. Es lo que ocurre actualmente a la filosofía hegeíiana [ . . . ] El mundo
se convierte entonces en un mundo desgarrado, que se levanta contra una filosofía con
venida en una totalidad en sí; esta filosofía presenta en sí misma un carácter de desga
rramiento y de contradicción, dado que su generalidad objetiva adquiere la forma de con
ciencias subjetivas, en las cnales se encarna."
presenta como la expresión normal de lo Absoluto incurre a su vez en desmesura,
en una presunción sin límites. Sin esta necesidad histórica no se puede compren
der que Aristóteles haya sido sucedido por un Zenón, un Epicuro y hasta un
Sexto Empírico, y que después de Hegel hayan visto la luz los ensayos por lo
general tan pobres de los filósofos recientes.
"En tales épocas revolucionarias los espíritus mediocres tienen concepciones
opuestas a las de los grandes capitanes. Creen poder atemperar el peligro me
diante una disminución y una dispersión de las fuerzas combativas, por un com
promiso con las necesidades reales, mientras que Temístodes, en el momento en
que Atenas estaba amenazada de destrucción, congregó a los atenienses y los in
vitó a abandonar la ciudad y fundar una nueva Atenas sobre un nuevo elemento:
el mar.” 110
En estas épocas el hombre puede adoptar dos actitudes diferentes frente al mun
do: retirarse de éste y buscar la felicidad en sí mismo, en el ámbito de la con
ciencia, renunciando así a obrar sobre el mundo, o esforzarse por actuar sobre
éste para trasformarlo.111 La filosofía se convierte entonces en una filosofía de
la acción, que se opone al mundo en forma de energía activa, de voluntad-, su
comportamiento es, por otra parte, esencialmente teórico y adquiere el aspecto de
una crítica que hace frente a toda existencia, a toda realidad particular, con su
esencia espiritual.112
En su lucha contra el mundo, la filosofía crítica toma posición, no sólo contra
éste, sino también contra la filosofía que hasta ese momento predominó. Inmersa
en la lucha, la filosofía crítica, incapaz de superar teóricamente a la filosofía que
reinó hasta ese momento, no ve que ella misma es la realización de esta última.11®
Eso, por ejemplo, fue lo que hicieron los Jóvenes Hegelianos frente al hegelia
nismo, al cual, en realidad, no entendieron y del cual —por no haberlo supera
do— conservan todas las insuficiencias.114* Sin embargo, su crítica de Hegel abrió
el camino a un nuevo progreso de la filosofía, que Marx procura definir.
En su deseo de trasformar el mundo, la filosofía deja de ser una luz serena y
se convierte en llama devoradora, y adquiere, como voluntad que se opone al mun
116 Cf. ibid., págs. 64-65: "AI oponerse al mundo concreto bajo la forma de la volun
tad, el sistema filosófico se convierte en una totalidad abstracta, en el sentido que uo es
más que una parte del mundo a la cual se opone otra parte [ . . . ] Impulsado por el deseo
de realizarse, se opone a lo que es otra cosa que él mismo [ . , . ] De luz interior que era,
se convierte en llama devoradora que apunta al exterior. De ello resulta que, en la me
dida en que el mundo adquiere uu carácter filosófico, la filosofía adquiere un carácter con
creto, y que su realización en él constituye al mismo tiempo su abolición.”
11U Cf. ibid., pág. 65: "Por último, el desdobiamiento de la conciencia filosófica se
manifiesta a través de dos tendencias diametralmente opuestas; una de ellas, la que pode
mos designar de modo general como partido liberal, considera como su esencia ei princi
pio mismo de la filosofía, mientras que la otra considera que lo contrario del concepto,
la realidad como tal, constituye su determinación esencial. Esta segunda tendencia está
representada por la filosofía 'positiva'. La actividad de la primera se expresa por medio
de ia crítica, y por lo tanto [ . . . ] a través de la exteriorización de la filosofía; la acti
vidad de la segunda se manifiesta por el intento de filosofar, por la interiorización de la
filosofía, dado que considera que el defecto esencial reside en la filosofía, mientras que
para la primera tendencia este defecto es inherente al mundo, que se trata de trasformar,
dándole un carácter filosófico."
117 Cf. M ega, I, t. Il, pág. 65: "En lo que se refiere al contenido, sólo el partido
liberal, por ser el partido del espíritu, es verdaderamente progresista, mientras que la fi
losofía 'positiva' sólo llega a formular exigencias y a expresar tendencias que están etz
oposición con su carácter."
l ls Cf. M ega, I, t. I2, pág. 64.
píritu y el del mundo, y que se caracterizan por los grandes sistemas filosóficos,
como los de Aristóteles y Hegel. Por medio de una especie de alternancia de
sístole y de diástole, estos períodos y estos sistemas de unión orgánica entre el
espíritu y el mundo se disocian por obra del desarrollo irracional del mundo. La
filosofía, que, a consecuencia de su unión con el mundo, tenía un carácter de
totalidad concreta, adquiere, al separarse de él, el carácter de totalidad abstracta.
Entonces se opone ai mundo en forma de. voluntad de trasformarlo, le confiere
un carácter racional, y, uniéndose por ende al mundo, que vuelve a ser racional,
adquiere de nuevo el carácter de totalidad concreta.
De este análisis de las relaciones dialécticas entre la filosofía y el mundo, Marx
deducía una primera concepción de la interacción del pensamiento y el ser, del
espíritu y la realidad concreta, con la cual superaba a la vez a Hegel y a los Jó
venes Hegelianos. Lo que en primera instancia parece una oposición absoluta
entre la filosofía y el mundo, entre la Conciencia y la Sustancia, se revela, ante
el análisis, como una acción recíproca. En efecto, los dos elementos antitéticos,
filosofía y mundo, Conciencia y Sustancia, no deben ser considerados metafísica-
mente, en sí mismos, como entidades aisladas, absolutas, sino en sus relaciones y
su unidad dialéctica. Después de haberse separado del mundo y de oponerse a
él para trasformarlo, la filosofía se integra de nuevo en él y determina así, me
diante esta alternancia de integración y oposición, el infinito desarrollo racional
del mundo.
Marx ya superaba con ello a Hegel, no sólo porque no ponía límites al des
arrollo de la historia, sino, además, porque atribuía al mundo una realidad inde
pendiente del espíritu, con lo cual accedía a una concepción más profunda de sus
relaciones dialécticas. También superaba a los Jóvenes Hegelianos, pues no opo
nía constantemente, como ellos, el espíritu en forma de Conciencia de Sí a la
sustancia, es decir, al mundo, y subrayaba el carácter dialéctico de sus relaciones,
que, en lugar de adoptar, como en Hegel, la forma de un movimiento que se reali
za esencialmente en el interior dei Espíritu, o, como en los Jóvenes Hegelianos,
la forma de constante oposición entre el espíritu y el mundo, adquieren en él el
carácter de una acción y reacción recíprocas del espíritu sobre el mundo, y de
éste sobre aquél, que determinan una alternancia de integración del espíritu en
el mundo y de oposición a éste.
Marx parte de esta nueva concepción del mundo en su análisis crítico de las
diferencias entre la filosofía de la naturaleza de Demócrico y la de Epicuro, que
sería el tema de su tesis.119 Para ello se dedica en estudios profundizados, utiliza
fuentes antiguas, los comentarios antiguos y modernos, y redacta tres resúmenes
distintos de la F ilosofía d e ht naturaleza de Hegel.120
apariencia subjetiva, mientras que el otro le atribuye una realidad objetiva. Aquel para
quien el mundo sensible es tan sólo una simple apariencia subjetiva se dedica al estudio
de las cieocias empíricas y a la adquisición de conocimientos positivos, y encarna !a agi
tación de! sabio siempre en búsqueda de experimentación y observación. El otro, que
considera real el mundo fenoménico, desprecia el empirismo y encarna la serenidad del
pensamiento que encuentra satisfacción en sí mismo, la independencia de espíritu que ex
trae de sí su propia ciencia. La oposición va más lejos aún. E! escéptico y el empírico,
para quien la naturaleza sensible no es más que apariencia subjetiva, considera a ésta desde
el punto de vista de ia necesidad, y trata de comprender y explicar la existencia real de
las cosas. Por el contrario, el filósofo y el dogmático, que considera real el mundo fe
noménico, no ye en todas partes otra cosa que el azar, y su modo de explicación tiende
a despojar a la naturaleza de toda realidad objetiva."
1=3 Cf. M ega, I, t. I1, pág. 2 7 : "Del mismo modo que el punto es absorbido por la
líaea, todo cuerpo se confunde en su caída con la línea recta que traza. En esta caída no
se tienen eñ cuenta para nada sus cualidades específicas; en la medida en que se mueve
eu línea recta, el átomo está determinado por el espacio, que le impone un modo de ser
de carácter relativo, y su existencia es puramente material."
necesariamente, opone él la declinación de la línea recta, expresión de la natura
leza espiritual, inmaterial, del átomo. Mediante la declinación el átomo afirma
su individualidad y su autonomía, moviéndose fuera de ia línea re a a y oponién
dose por lo tanto a un modo de ser en el cual está determinado por algo que
no es él mismo.124 %
Esta declinación del átomo de la línea recta, que aparece como el rasgo fun
damental de la filosofía de la naturaleza de Epicuro, es el símbolo de la Con
ciencia individual que, frente a un mundo hostil, sólo puede afirmar su libertad
y su independencia apañándose de él.
Para realizar la negación de toda relación con todo lo que no sea él mismo, y
llegar al mismo tiempo a la conciencia de sí, el átomo sólo puede vincularse a
un ser que le sea idéntico, es decir, a otro átomo o a una pluralidad de átomos. De
aquí nace, para Epicuro, la repulsión, en la cual el átomo se compona ante sí
mismo como ante otro. La repulsión, consecuencia necesaria de la declinación,
es la expresión sintética a la vez de ia esencia del átomo, de su forma pura reali
zada en la declinación, y también de su materialidad, pues al referirse a sí mismo
como a otro, el átomo alcanza el máximo grado de exterioridad concebible.126
De esta distinción entre la materia y la fotma del átomo nacen para Epicuro,
en la determinación de su naturaleza, contradicciones aparentemente irresolubles.
Estas contradicciones se manifiestan del modo más conspicuo en el pasaje de!
átomo, de la forma en sí, del ser puro, a la existencia fenoménica. Considerado
en su esencia, en su forma pura, el átomo no puede tener cualidades, pues éstas
varían, mientras que él es inmutable. Sin embargo, es necesario atribuir cuali
dades a los átomos cuando se los considera en su realidad fenoménica, pues s¡
i
12i Cf, ibid., págs. 27, 28, 29: "La existencia de carácter relativo que Se opone al
átomo, el modo de ser que debe negar, es la línea recta. La negación inmediata de este
movimiento es otro movimiento que, considerado en el espado, está constituido p e: la
declinación de la línea recta. Los átomos son cuerpos absolutamente independientes, o,
mejor dicho, cuerpos coucebidos en una independencia total, como los cuerpos celestes.
Debido a ello, se mueven como éstos, no en línea recta, sino en línea oblicua. ' El mo
vimiento constituido por ia caída es la negación de la independencia. Si Epicuro representó
ia materialidad del átomo por el movimiento en línea recta, representó en cambio la na
turaleza formal, la forma, por ia declinación de ia línea recta, simbolizando así, por medio
de movimientos opuestos, ias determinaciones opuestas del átomo, su materia y su forma
[ . . . ] La dedinación del átomo no es un rasgo particular y accesorio de ¡a física de Epi
curo. La ley que ella expresa domina toda su filosofía [ . . . ] En efecto, la individuali
dad abstracta no puede realizar su concepto, su forma particular, su esencia pura, su in
dependencia respecto de toda existencia inmediaca, ia supresión de toda relatividad, si no
hace abstracción del modo de ser que se opone a ella, pues a fin de dominarlo verdadera
mente debería idealizarlo, cosa que sólo puede hacer el Espíritu concebido en su univer
salidad. Así como el ico m o se libera de su existencia puramente relativa, representada por
la línea recta, cuando se. desvía y se aparta de ésta, del mismo modo la filosofía epicúrea
hace abstracción de la existencia que limita al individuo, siempre que se trata de representar
la individualidad abstracta concebida en su independencia, por medio de la negación de
toda relación con lo que no es ella misma.”
155 Cf. M ega, I, t, I1, pág. 31: "En la repulsión se encuentran pues realizados el con-
cepeo del átomo, según el cual éste es forma pura, al mismo tiempo que el contrario de
este concepto, según el cual es materia abstracta, pues el átomo tiene justamente relación
con átomos, pero con otros átomos. Ahora bien, si yo me refiero a mí mismo como a algo
que es inmediatamente otro, mi comportamiento tiene un carácter material. Esta es la
máxima forma de exterioridad que se puede concebir. En la repulsión los átomos se re
únen así de modo sintético, su materialidad está supuesta por la línea recta, y su ca
rácter formal está supuesto por la declinación.”
fueran indistintos no habría repulsión. De esta contradicción resulta que el átomo
adquiere, por sus cualidades, una existencia contraria a su esencia. Para resolver
esta contradicción Epicuro opone a cada una de las cualidades del átomo, que
responden a su naturaleza material, determinaciones que lo suprimen, lo cual da
a su filosofía de la naturaleza un carácter fantástico que contrasta con el rigor
científico que Demócrito se esfuerza por alcanzar.126
Esta misma contradicción entre la naturaleza material del átomo y su esencia
determina la interpretación diferente que Demócrito y Epicuro hacen del tiempo.
La noción de átomo, elemento eterno, excluye la noción de tiempo. Para apartar
de la noción de átomo el elemento temporal, el nacimiento y la muerte, Demó
crito excluye al tiempo del mundo del ser, y lo trasfiere a la conciencia del sujeto
pensante. Epicuro también lo excluye, pero lo traslada al mundo fenoménico.
El tiempo representa para él la forma absoluta de los fenómenos, de los cuales
constituye la esencia y a los cuales confiere un carácter objetivo. Como por otra
parte constituye la forma abstracta de la percepción sensible, se desprende de ello
una conexión necesaria entre ésta y la realidad fenoménica, conexión que permite a
Epicuro afirmar la concordancia exacta entre el objeto y la percepción que se
tiene de él.127
La contradicción entre la existencia y la esencia, entre la materia y la forma
propia del átomo explica el hecho de que, al perder su esencia, su forma pura
en el mundo fenoménico, sobre el cual es proyectado por la proyección y en el
125 Cf. M ega, I, r. Il, págs. 32-33: "El hecho de poseer cualidades es ¡acompatible con
Ja noción de átomo, pues, como dice Epicaro, toda cualidad es cambiante, en tanto que los
átomos son inmutables. Sin embargo, no es menos necesario atribuirles cualidades; los nu
merosos átomos, implicados por la repulsión, que están sepatados por el espacio coctcteto,
deben ser, en efecto, inmediatamente diferentes los unos a los otros, y también distintos
a su esencia puta, lo cual significa que deben poseer cualidades [ . . . ] por las cualidades
el átomo adquiere una existencia contraria a su concepto y se muestra como un set separado
y diferente de su esencia. Esta contradicción interesa en alto grado a Epicuro. Es así que,
en cuanto supone una cualidad, que es la consecuencia de la naturaleza material del átomo,
opone a esta cualidad determinaciones que lo suprimen en la esfera que le es ptopia y que,
per el contrario, hacen valer el concepto de átomo. Por ello determina las cualidades
de tal modo, que éstas se suprimen a sí mismas.
“Es asi que, al mismo tiempo que afirma el tamaño del átomo, también lo niega, pues
le atribuye una pequenez infinita. Igualmente niega la figura del átomo en el mismo mo
mento en que la afirma. El número de los átomos es, en efecto, infinitamente más grande
que las diferencias de figura entre ellos; de aquí resulta que hay una cantidad infinita
de átomos de figura igual, lo cual implica la negación de la diferencia de forma de los
átomos, pues una figura que no se distingue de otra no existe. Lo mismo rige para el peso.
Epicuro sólo atribuye peso a los. átomos diferenciados, concebidos como individualidades
distintas, de modo que ei peso que interviene en la repulsión no aparece en ¡a caída en
línea recta.’’ (C f. ibid,, págs. 33-36.)
127 Cf. ibid,, págs. 41-44: "Como en el átomo la materia que se refiere únicamente a
sí misma no conoce el cambio ni la relatividad, resulta que el tiempo debe ser excluido del
concepto de átomo y del mundo del Ser [ . . . ] Excluido del mundo del Ser, el tiempo
es para él [Epicuro] la forma absoluta del fenómeno. Éste es definido como el cambio de
lo finito considerado en sí. En este cambio reside, en su forma absoluta, ¡a trasformacióu
de la sustancia- Este cambio de lo finito, considerado, en su forma abstracta, como el cam
bio en sí, y que es la forma pura del mundo fenoménico, coastituye el tiempo [ . . . ]
Como de acuerdo con Epicuro el tiempo, considerado como cambio en sí, es la forma ab
soluta de los fenómenos, la naturaleza fenoménica se considera, a justo título, como dotada
de un valor objetivo, y es acertado convertir así la percepción sensible en el criterio de la
naturaleza concreta, aunque el fundamento de ésta, el átomo, sólo sea accesible al hombre
a través de la razón.”
cual se convierte en el sustrato material de ese mundo, sólo pueda conservar su
forma pura y su esencia fuera de Ja realidad fenoménica, del mundo concreto,
en la naturaleza suprimida, en el vacío.128
Esta contradicción entre la forma y la materia, que obliga al átomo, para no
perder su esencia, su forma pura, a aislarse del mundo concreto, explica la teoría
epicúrea de los meteoros, que constituye la clave de todo su sistema.
Los meteoros, los cuerpos celestes, representan la realización perfecta del áto
mo, considerado a la vez como elemento material y esencia espiritual. En efecto,
son, al mismo tiempo que materia, forma pura: se mueven como seres libres, no
en línea recta, sino fuera de ella, según un sistema de atracción y repulsión
dentro del cual conservan su autonomía. En ios meteoros la contradicción entre
materia y forma parece estar suprimida, pues —a pesar de ser realidades mate
riales— se mueven libremente. Al parecer, Epicuro debió considerar a estos cuer
pos como la perfecta realización de su concepción del átomo, y ver en ellas la
culminación de su sistema. Pero no hay nada de esto. Al considerar los cuerpos
celestes como elementos eternos e inmutables, los convertimos, dice, en dioses
que son para nosotros una causa de turbacióa e inquietud, y que amenazan la
paz y la serenidad del alma. Así, se esfuerza por despojarlos de su carácter de
eternidad e inmutabilidad, mostrando que en ellos todo se produce de modo
regular, en virtud de causas múltiples y que, lejos de set libres, están regidos
por el azar.129
Esta concepción, en apariencia extraña y contradictoria, resulta, dice Marx, de
la oposición entre la individualidad abstracta que constituye el átomo para Epí-
curo como símbolo de la conciencia individual, y la individualidad concreta,
realizada por los cuerpos celestes. La materia tiene en éstos autonomía y adquiere,
por lo tanto, un carácter de universalidad concreta que se opone a la universali
dad abstracta, que constituye al átomo. Por lo tanto, éste debe considerar a un
cuerpo celeste, síntesis del elemento material y el elemento espiritual, como un
enemigo irreductible, cuya existencia es incompatible con la suya. De ahí pro
viene la acritud con que Epicuro —que convierte la individualidad abstracta de
la conciencia que se aísla del mundo en el principio de Su filosofía— critica los
cuerpos celestes, refutación viviente de su principio.
"El átomo es la materia considerada en su autonomía y en su existencia par
ticular; es en cierto modo la representación concreta de la gravedad. Ahora bien,
ésta alcanza su grado máximo de realización en los cuerpos celestes. En efecto,
en ellos están suprimidas todas las antinomias entre forma y materia, concepto
y existencia, que nacen del desarrollo del átomo; en ellos se realizan todas las
129 Cf. M ega, I, t. I, pág. 40: "En este pasaje del mundo de la esencia al mundo feno
ménico se manifiesta con mayor acuidad la contradicción inherente al concepto de átomo.
Según su concepto, el átomo constituye, en efecto, la fotnta absoluta, esencial, de la na
turaleza. Esta forma absoluta se trasforma ahora en materia absoluta, en Informe sustrato
del mundo fenoménico. Los átomos constituyen la sustancia de la naturaleza, sustancia
de la cual todo nace y en la cual todo se disocia: la destrucción constante del mundo fe
noménico no lleva a ningún resultado duradero. Constantemente se ctean nuevas formas
de existencia, de las cuales el átomo es el sustrato. En la medida en que el átomo es con
siderado de acuerdo coa su concepto puro, su existencia se sitúa en el espacio vacío, en la
naturaleza aniquilada; en la medida en que se convierte en realidad concreta, se trasforma
en base material de ella.”
129 Cf. M ega, I, t. I1, pág. 48: "Como la eternidad de los cuerpos celestes turbaría la
serenidad del alma humana, hay que deducir necesariamente que no son eternos."
determinaciones exigidas por la realización integral del átomo. Los cuerpos ce
lestes son eternos e inmutables; tienen su centro de gravedad en sí mismos, y
no fuera; se manifiestan por el movimiento; separados por el espacio vacío, de
clinan de la linea recta; constituyen un sistema de repulsión y de atracción en el
cual conservan su independencia y engendran finalmente el tiempo, como la
forma en la cual se manifiesta su ser. Los cuerpos celestes son, pues, los áto
mos convertidos en una realidad efectiva. En ellos la materia ha adquirido el
carácter de individualidad. Epicuro hubiera debido, en atención a esto, consi
derarlos como la realización suprema de su principio, ver en ellos a la vez el
punto culminante y terminal de su sistema [ . . . ] Pero en el momento en que
se encuentra con la naturaleza tai como la ha concebido, efectivamente realiza
da [ . . . ] en que ve la materia autónoma e indestructible encarnada en los cuer
pos celestes f ... ] su única preocupación consiste en rebajarla al nivel de las
cosas terrestres perecederas, y vitupera a lós admiradores de la naturaleza que
ha adquirido la autonomía y la individualidad...
"En el sistema celeste la materia adquiere la independencia al sumarse la forma
y la individualidad. A partir de entonces deja de ser la expresióa de la concien
cia individual abstracta. En el mundo de los átomos, como en el mundo feno
ménico, la forma se opone a la materia: la una suprime a la otra y en esta con
tradicción la conciencia individual abstracta siente realizada su naturaleza. Ella
misma era la forma abstracta que lucha contra la materia abstracta [ . . . ] Pero
ahora, cuando la materia se ha reconciliado con la forma y se ha vuelto autó
noma, la conciencia individual [ . . . ] se proclama como el principio verdadero
y combate a la naturaleza, que se ha hecho independiente. Es posible decir, si
tuándose en Otro punto de vista, que cuando a la materia se agrega la forma y k
individualidad, como es el caso de los cuerpos celestes, deja de ser una indivi
dualidad abstracta. Se convierte en una individualidad concreta y adquiere el ca
rácter de universalidad. En los meteoros la conciencia individual abstracta encuen
tra así su refutación concreta bajo la forma de lo Universal que ha llegado a la exis
tencia concreta [ ... ] En la teoría de los meteoros se encuentra así expresada la
esencia de la filosofía de la naturaleza de Epicuro, cuyo principio es el de que
lo que suprime la serenidad de la conciencia individual no puede ser eterno-"130
Esta es, en sus grandes líneas, la tesis de doctorado de Marx sobre la diferen
cia entre las filosofías de la naturaleza de Demócrito y Epicuro, que estudió en
sus detalles, pero de la cual se da aquí nada más que lo esencial, que permite
comprender v explicar la nueva orientación del pensamiento de Marx.
Había iniciado esta tesis en el momento en que, lanzándose á la lucha política,
sentía la necesidad de hacerse una idea más clara de las relaciones entre el hom
bre y el mundo y de las posibilidades para el primero de actuar sobre el segundo.
Esto explica que en su tesis, como en todos sus primeros escritos, el paso de una
concepción filosófica a otra constituya el paso a una forma de verdad, no sólo
teórica, sino también práctica, y que los conceptos filosóficos tengan desde el
comienzo en él un contenido social.
Juzga la filosofía de la naturaleza de Demócrito y Epicuro desde el punto de
vista de la posibilidad, para el hombre, de obrar sobre el mundo, y ello explica
su intento de rehabilitación de Epicuro, que tomaba en cuenta a la vez el ele-
i ®1 Cf. V. I. Lenin, A/is d em ph ilosoph iscben Nachlass, Berlín, 1949, págs. 203 y
228-235-
132 Cf. M ega, I, t. I, p¿g. 52. “En Epicuro la teoría del átomo, como todas sus con
tradicciones, es la ciencia natural de la filosofía de la conciencia de sí, planteada, bajo la
forma de individualidad abstracta, como principio absoluto, y es desarrollada hasta su con
secuencia extrema, que es su propia destrucción por su oposición concierne a lo Universal.
En Demócrito, por el contrario, el átomo es sólo la expresión general y objetiva de su
concepción empírica de la naturaleza. EL átomo sigue siendo para él una pura categoría
abstracta, una simple hipótesis, que es el resultado de la experiencia y no un principio
de acción, que no busca pbr ello realizarse y que *no tiene influencia sobre el desarrollo
concreto de las ciencias de la naturaleza.”
el deseo de asegurar la libertad del hombre en un mundo que no puede dominar
y que lo oprime, Epicuro sólo lo lograba apartando al hombre dei mundo, lo cual
le imposibilitaba actuar sobre éste y confería a la libertad un carácter abstracto,
puesto que no existía en el mundo, sino fuera de él.133
A diferencia de Epicuro, Marx consideraba que el problema de la libertad
no puede ser solucionado si no se lo concibe, como Hegel, en sus relaciones con
la necesidad, es decir, si se considera al hombre, no en sí, en su aislamiento, en
su oposición ai mundo, en una absoluta autonomía, sino en sus relaciones con
el mundo, que implica la limitación de esta autonomía.
El reconocimiento de la necesidad concebida como determinación objetiva ra
cional suprime, en efecto, la oposición aparentemente absoluta entre ella y la
libertad, y permite al hombre afirmar su libertad por la comprensión de la. ra
cionalidad del mundo y por la utilización conciente de la necesidad, es decir, de
las leyes que lo rigen.134
Aunque aún no concebía las relaciones del hombre con el mundo exterior
bajo el aspecto de la actividad concreta, sino —de modo idealista— como una
racionalización cada vez más profunda del mundo por efecto de la actividad
espiritual, Marx tendía a reducir las relaciones entre ei hombre y el mundo a
las relaciones entre el hombre y Ja filosofía. Veía en la historia del mundo un
desarrollo dialéctico en el curso del cual el pensamiento filosófico, al comienzo
unido al mundo, se opone a éste cuando se vuelve irracional, se suprime al dar
al mundo un carácter racional e integrarse en él para renacer, como tal, en forma
de voluntad, cuando el mundo vuelve a adquirir un carácter irracional.
Esta concepción dialéctica, a pesar de ser todavía idealista en su visión de
las relaciones recíprocas entre la filosofía y el mundo, era la primera forma de la
concepción de las relaciones de acción y reacción del hombre sobre su medio
y de éste sobre aquél, que llevaría a Marx al materialismo histórico y dialéctico.
Esta concepción de las relaciones entre el hombre y el mundo lo llevaba a
superar al mismo tiempo el materialismo mecanicista, que no tenía en cuenta
Ja acción del hombre sobre el mundo, y al idealismo hegeliano, mediante la
atribución a ia naturaleza de una existencia y una realidad independientes de
las del espírim, y por la supresión de la existencia en sí de la filosofía, que se
suprime al mismo tiempo que se realiza.
La concepción central de Hegel, la unión de lo racional y lo real, de la esen
cia y la existencia, seguía siendo el principio de Marx; pensaba, sin embargo,
que esta unión no podía ser el resultado del simple desarrollo dialéctico del
espíritu, y que debía realizarse por la crítica que prepara a la teoría el camino
de la trasformación práctica. Consideraba, por ello, que la superación de ia fi
losofía hegeliana debía realizarse mediante la trasfotmación de la filosofía es
peculativa en una filosofía de acción, no de naturaleza subjetiva, como tendía
138 Cf. M ega, I, t. I1, pág. 29: “La individualidad aislada y abstracta no puede afirmar
su concepto, su esencia, su existencia en sí, su independencia respecto de la realidad inme
diata, la supresión de todo modo relativo de existencia, a no ser mediante la abstracción
del mundo que se opone a ella, pues para dominarlo tendría que idealizarlo, y esto sólo
puede hacerse con lo que tiene carácter universal." Cf. ibid,, pág. 40: "En la medida en
que el átomo es concebido de acuerdo con su concepto, su existencia se sitúa en el espacio
vacío, en la naturaleza aniquilada; en efecto, en la medida en que se realiza, se convierte
en la base puramente material de ésta [ . .. ] Esto es una consecuencia necesaria, pues el
átomo concebido como individualidad aislada y abstracta d o puede afirmarse como poder
idealizante capaz de dominar ai mundo [ . . . ] La individualidad abstracta representa la
libertad aislada del mundo, no la libertad integrada en el mundo.” Cf. ibid., págs. 50-51.
137 Cf. ibid,, pág. 80.
3BS Cf. Hegel, La lógica objetiva, Obras com pletas, Stutcgart, 1928, t. IV, págs. 680-691.
A ) El azar o la realidad, la posibilidad y la necesidad formal; B) La necesidad relativa o
ln realidad, la posibilidad y la necesidad reales.
138 Cf. M ega, I, t. I1, pág. 8 8 : "Epicuro tiende a establecer la posibilidad del mundo y
del pensamiento. Su modo de prueba, el principio de acuerdo con el cual debe realizarse
la prueba, y al cual es llevadores,, la posibilidad abstracta, existente en sí, que
encuentra su expresión concreta e ñ e l a t o m o y su expresión espiritual en el azar y lo
arbitrario,"
posibilidad es igualmente real, pues el interés no va hacia el objeto considerado.
De aquí la infinita negligencia con que Epicuro procede a explicar los diferentes
fenómenos físicos." 140
Marx tocaba aquí el punto sensible de la filosofía crítica, que, como toda filo
sofía idealista, y como el romanticismo antes de ella,141 se basaba —para afir
mar la omnipotencia del espíritu para trasformar al mundo— en la posibilidad
abstracta, formal, que admite la existencia de una realidad cuando ésta no es
contraria a las leyes de la lógica, y, con Hegel, oponía a esta posibilidad formal
la posibilidad real que implica la existencia efectiva, y no sólo teórica, de una
realidad dada.
Esta crítica de Epicuro y de los Jóvenes Hegelianos no constituía, como lo
hemos visto, un regreso a Hegel, sino una superación simultánea de la filosofía
crítica y de la filosofía hegeliana. Si bien Marx seguía apegado —contraria
mente a Bruno Bauer— a la idea hegeliana de que la historia del mundo no
está determinada por el espíritu subjetivo, sin o p o r el espíritu objetivo, íntima
mente unido a la realidad, consideraba a éste en sus relaciones cou el mundo, no
como una simple exteriorización del espíritu, sino como dotado de una realidad,
de una existencia en sí, independientes, por lo menos en cierta medida, de las
del espíritu. No concebía la conciencia en su oposición absoluta a la sustancia,
es decir, al mundo, sino en la alternancia de su oposición al mundo y su inte
gración en él, y consideraba que su papel consistía en comprender al mundo
para que el hombre pudiera trasformarlo, con lo cual llegaba a una concepción
nueva de Ja libertad, concebida, no en forma absoluta, sino en sus relaciones
con k necesidad, es decir, con la realidad objetiva que constituye el mundo.
Aun cuando seguía siendo idealista y concebía el desano! lo del mundo en
fundón de la filosofía, es decir, del Espíritu, y aunque a su solución del proble
ma de la libertad le faltaba el criterio de la actividad práctica, Marx se desprendía
ya del idealismo, pues no consideraba a la filosofía como una pura expresión
del Espíritu, sino que veía en ella la forma ideológica que adopta el proceso
histórico, al considerar que su desarrollo está determinado dialécticamente, en
forma de acción y reacción, por el desarrollo mismo dei mundo, y al concebir
ya que se suprime en la misma medida en que se realiza, cuando da al mundo
un carácter racional.
Esta nueva concepción de las relaciones entre el espíritu y el mundo, entre
el hombre y su medio, lo alejaban de Bruno Bauer y de los otros Jóvenes
Hegelianos. '
Esta divergencia fundamental, determinada principalmente por su deseo de
actuar con mayor eficacia sobre la sociedad de su tiempo, para trasforraarla, exis
tía aún en forma latente, y no alteraba la cordialidad de las relaciones de Marx
con Bruno Bauer y los Jóvenes Hegelianos, que seguían siendo buenos compañe
ros en la lucha que llevaban a cabo contra el Estado prusiano reaccionario.
Después de la carta a su padre, en la cual le exponía la forma en que había
llegado —a través del romanticismo— a una nueva concepción del mundo, re
presentada por la filosofía hegeliana, esta tesis constituía, en el momento en que
, ‘r- Cf. Me.;a, í, t. I-, pígs. 242-244. Carta de 2a madre de C. M atx, del 24 de mayo
de 1840.
143 Cf. ibid., págs. 91-96. Esta recopilación de poesías populates enviadas a Jenny
lleva el título de Poesías populares dem anas, españolas, griegas, letonas, estonias, taponas,
albas/esas, tomadas de varias recopilacion es, y contiene 80 poemas; 42 de los 46 poemas
alemanes estaban tomados del libro de Erlach, S elección d e las m ejores poesías populares
alemanas, d esd e m ediados d e l siglo XV hasta la prim era mitad, d e l sig lo XIX (1834-1836).
l a mayoría de los poemas extranjeros estaban tomados del libro de Herder, Voz d e los
pueblos.
144 Cf. ibid., pág. 241. Carta de B. Bauer a C. Marx, 5 de abril de 1841.
A pesar de estas exhortaciones, sólo a principios de 1841 se decidió Marx a ter
minar y presentar su tesis. Bruno Bauer, que lo había incitado al combate hasta
ese momento, le aconsejó ser prudente en la exposición de sus ideas, tener mi
ramientos con el gobierno, y llegó a sugerirle que solicitara el apoyo del ministro
Eichhorn.147
Pero la naturaleza de Marx le impedía rebajarse a hacer pedidos que, por
otra parte, habrían sido inútiles. De todos modos, estos prudentes consejos lle
gaban un poco tarde, pues en el momento en que los recibía Marx obtenía su
título de doctor en la Universidad de Jena. Dado el espíritu que reinaba en
Berlín, donde su tesis debía ser leída por StahI, el teórico del absolutismo, Marx
prefirió examinarse en una universidad extranjera. Tampoco se presentó a sos
tener su tesis en la facultad de Filosofía de Jena, la cual le otorgó el título de
doctor el 15 de abril de 1841, basándose en un informe particularmente elogioso
del lector.148
Como si presintiera las luchas que lo aguardaban, Marx celebraba en su pre
facio a Prometeo, el héroe y el mártir de-la libertad, y hacía suya la antigua
respuesta de Prometeo a Kermes, el siervo de los dioses: "Jamás, puedes estar
seguro, habré de cambiar mi suerte miserable por tu servidumbre, pues prefiero
seguir encadenado a esta roca antes que convertirme en el mediocre servidor
de Zeus.” 149 Esta tesis, que dedicaba a su futuro suegro, el barón von Westpha-
len, y en la cual se afirmaba su voluntad de lucha, debía señalar para él el fin
de sus primeros trabajos filosóficos. Después de este trabajo de aclaración de su
pensamiento, que lo llevó, por una superación simultánea del hegelianismo y la
filosofía crítica, a una concepción nueva del mundo, más adaptada a su deseo
de acción, quedó pertrechado para los duros combates que lo esperaban.
F ederico E ngels
Mientras Marx seguía esta trayectoria dentro de los marcos del movimiento
de la Izquierda hegeliana, Engels, a la sazón en Bremen, se apartaba cada vez
más de las concepciones religiosas, políticas y sociales de su familia, y de los
medios burgueses de Barmen y de Bremen, hostiles a toda tendencia liberal y
democrática.
Impulsado por el entusiasmo que le inspiraban las ideas progresistas, a las
cuales celebraba como a las grandes ideas del siglo750 y por su deseo de luchar
contra todas las potencias reaccionarias, entra entonces en relaciones, cuando
sólo tenía diecinueve años, co n la prensa liberal, y se co n v ierte en un activo
colaborador del T elégra fo para Alemania, publicado por Gutzkow en Hamburgo,
y del D iario d e la mañana para las ciases cultivadas, que se publicaba en Stuttgart.
T,T Cf. ibid., págs. 2 46 y 253. Cartas de B, Bauer a C. Marx, del 2S de marzo y el 12
de abril de 1841.
, le Cf. ibid-, pág. 254. Informe del decano Bachman: "Le presento, en Ja persona de
Karl Heinrich Marx, de Tréveris, a un candidato muy meritorio [ . . . ] Su trabajo reveía
tanta penetración de espírim como erudición, por lo cual lo considero muy digno de ser
admitido.”
■láwefeaiM fcy I, t. I1, pág. 11.
150 Cf. M ega, I, t. II, págs. 502-504. Carta a F. Gráber, del 8 de abril de 1839.
Para no tener dificultades con su familia reaccionaria y pietista, firmaba sus
artículos en estos periódicos con el seudónimo de Friedrich Oscwald.
Gu'tzkosv había sabido hacer del T elégra fo para Alemania, que fundó en
Hamburgo, en 1837, un excelente diario, reuniendo un buen grupo de colabo
radores. Él mismo se había dejado superar por la joven generación, que adop
taba una actitud de oposición política cada vez más franca, y, después de haber
sido, a principios de la década 1830-1840, el vocero de la literatura avanzada, se
indinaba en la actualidad a soluciones de compromiso y hacia una política del
justo medio. Las Canas d e París, que publicó en 1842, serían en ese sentido
muy criticadas, y cuando estalló la revolución de 1848 se había alejado hasta tal
punto del liberalismo, que llegó a ser el dramaturgo oficial de la corte de Sajoaia.
Por oposición al T elégra fo para Alemania, que conservaba un marcado carác
ter liberal, el Diario d e la mañana para las clases cultivadas, fundado en 1807
por Cotta, era un órgano burgués moderado, cerrado a toda tendencia extremista.
Ello explica la diferencia de tono y de contenido de los artículos que Engels
enviaba a los dos diarios. Los del T elégra fo trataban cuestiones generales, en
particular sobre luchas literarias y políticas, mientras que los del D iario d e la
mañana se ocupaban en general de la vida y los acontecimientos locales de Bremen,
Los artículos del T elégrafo, en los cuales criticaba las tendencias reaccionarias
políticas y religiosas, eran testimonio de una posición liberal y democrática cada
vez más firme.
En las Cartas d el va lle d e l W upper, publicadas en el T elégrafo en marzo y
abril de 1839, dirige Engels sus primeros ataques públicos contra la sociedad
de su tiempo.151152 Estas cartas, en las cuales describe el medio ea que había cre
cido, son muy interesantes, tanto desde el punto de vista biográfico como en el
aspecto político y social. El joven se encaraba de entrada con el pietismo, cuya
atmósfera sofocante había pesado sobre su infancia y su adolescencia, y trataba
sin miramientos a su principal representante en el valle del Wupper, el pastor
Federico Guillermo Krumimcher, quien se había convertido en el intolerante
defensor de la doctrina de la predestinación.162
Por otra parte, Engels no se conformaba con denunciar el pietismo desde el
punto de vista religioso, sino que subrayaba además sus funestos efectos sociales,
mostrando en particular la forma en que embrutecía a los seres humanos, en
especial a los obreros, embrutecimiento que los patrones aprovechaban para in
tensificar su explotación.
"Es un hecho —escribe— que entre los fabricantes son los pietistas quienes
peor tratan a los obreros y quienes disminuyen sus salarios en todas las formas
posibles, con el pretexto de quitarles la posibilidad de beber...
"En las ciases bajas de la sociedad, el misticismo predomina ante todo entre
los artesanos (no incluyo aquí a los fabricantes). Es un espectáculo afligente ver
a uno de estos hombres avanzar por la calle con la espalda agobiada, enfundado
en una larga hopalanda y con una raya en el medio de los cabellos, según la
moda pietista ...
"Allí [en el taller] está sentado el maestro con una Biblia a la derecha y el
aguardiente a la izquierda, por lo menos, muy a menudo- Aquí no se trabaja.
150 Cf. ibid., pág. 519. Carta de F. Engels a F. Graber, 27-30 de abril de 1S39: "Re
cibo en este instante una catta de W . Blank en ía cual me dice que el artículo ha pro
ducido sensación eu Elberfeld.’’ Cf. ibid., pág. 521. Catta de F. Engels a 'W . Grábcr.
Carta del 24 de mayo-15 de junio de 1S39.
157 Cf. ibid., pág. 42. Ei redactor del Diario d e E lberfeld, Runkel, a quien F, Engels
había atacado en sus Cartas, afirmó que éstas representaban una deformación deliberada
de los hechos. Engels respondió, por intermedio de uno de sus amigos, con una carta mo
derada, que e¡ diario publicó el 9 de mayo de 1839-
ls3 Cf. M ega, I, t. II, págs. 488-489. Carta de F. Engels a los hermanos Graber, del 17-18
de setiembre de 1S38.
150 Cf. ibid., pág. 49. Eos libros populares alem an es : "Si se quiere exigir que un libro
popular tenga un contenido poético, que esté lleno de gracia, que posea un tono moral
elevado y, si se trata de un libro alemán popular, que exprese el alma alemana en su
rudeza y simplicidad, también existe el derecho de pedir que responda a las exigencias de
su tiempo, so pena de dejar de ser un libro popular. Si se considera que la época actual
está caracterizada por el combate por la libertad —que determina sus rasgos esenciales— ,
por ia lucha por el constitucionalismo, por la resistencia contra la opresión feudal, por et
combate contra el pietismo y los restos de un sombrío ascetismo, no veo por qué ha de ser
un error exigir que ios libros populares ayuden al hombre del pueblo a acceder a la verdad
y a la razón, y no contribuyan a fomentar la hipocresía, la sumisión a la nobleza y al
pietismo.’’
1B0 Cf. ibid., págs. 51-52. H istoria d e Sigfrido, el d e p iel dura: "Me gusta este libro.
Propone la imagen de un hombre de carácter a los espíritus juveniles e intrépidos, y todo
joven artesano puede tomarlo como ejemplo, aun cuando no tenga que luchar contra
dragones y gigantes.
"He de hablar ahora de dos leyendas creadas por el pueblo alemán, y que pertenecen
a lo que la poesía popular de todas ias naciones tiene de más profundo. Me refiero a
Fausto y ai Judío Errante. Son dos temas inagotables, que cada época puede apropiarse
sin modificar su esencia.”
131 Cf. ibid., págs. 507-515.
aparecido en diciembre de 1840, en el T elégrafo, "La patria de Sigfrido”, vuelve
a presentarlo como un símbolo de la juventud alemana ávida de luchar por la
libertad. "¿Qué nos emociona tan poderosamente cuando leemos la leyenda de
Sigfrido? No el desarrollo de la historia misma, ni la ignominiosa traición de que
es víctima el joven héroe, sino el profundo interés que presenta su persona. Sig
frido es el representante de la juventud alemana. Todos los que llevamos en
nuestro pecho un corazón que las vicisitudes de la vida no han podido domar,
sabemos qué significa esto. Sentimos la misma sed de acción, el mismo senti
miento de desafío frente a todas las/traiciones que llevaron a Sigfrido a abandonar
el castillo de su padre. Las eternas vacilaciones, el bajo temor a la acción audaz,
nos repugnan; queremos penetrar en el mundo libre, echar abajo las barreras que
intenta levantar la pusilanimidad y luchar pata conquistar la corona de la vida y de
la acción Se nos encierra en esas prisiones que son las escuelas, y sólo se
nos libera de su disciplina para arrojarnos a ios brazos de la deidad del siglo: la
policía. Pensamientos, propósitos, idas y venidas, todo está sometido al control
de la policía Sólo se nos ha dejado el simulacro de la acción, se nos ha
dado el espadín del estudiante, pero no la espada, ¿y de qué nos sirve la virtuo
sidad en el manejo del espadín, cuando se nos prohíbe utilizarla para manejar
la espada?” 102
Su sentimiento de rebelión contra la reacción política y religiosa, y contra la
sociedad burguesa, se expresa también en las cartas a ios hermanos Graber, en
las cuales podemos seguir paso a paso, por así decirlo, su rápida evolución hacia
un radicalismo en un principio religioso y político.
Engels continúa tomando posición contra la religiosidad que, al llevar a la
santurronería y el misticismo, se convierte en el sostén de la reacción. Ahora
dirige sus ataques, no sólo contra los pietistas, sino también contra los ortodo
xos, en especial contra H. Leo y Hengstenbetg, a quienes reprocha sus calum
nias respecto de David Strauss,183 al cual empieza a leer con mucho interés; así,
por primera vez, participa directamente en la lucha de la Izquierda hegeliana.164
Después de haberse liberado, no sin duras luchas interiores, de la ortodoxia,
continúa durante cierto tiempo apegado aún al cristianismo, pero muy pronto
evoluciona —por influencia de Schleiermacher, quien, haciendo abstracción de
todo dogmatismo, reducía la religión ai sentimiento de lo divino— hacia un
ÍBS Cf. Mega, I, t. IJ. Caite de F. Griiber, del 12-27 de julio de 1839.
1,il' Cf. ¡bul., p;u;. 527: "La doctrina de Schletermacher representa un cristianismo razo-
cable, y esto resulta evidente aun en el caso de que no se lo adopte [ . . . ] No comprendo
cómo se puede todavía intentar la creencia literal en la Biblia o afirmar la intervención
directa de Dios, lo cual de ningún modo se puede probar." Fág. 531: "La convicción reli
giosa es un asunto de sentimiento, y sólo tiene relación con el dogma en la medida en que
éste es rechazado o admitido por el sentimiento. Rezo casi todos los días y casi todo el
día a fin de llegar a la verdad; lo he-hecho desde que empecé a dudar, pero no puedo vol
ver a la fe de ustedes [ . . . ] Las lágrimas me suben a ios ojos cuando escribo esto; me
siento profundamente conmovido, pero también siento que Dios no me abandonará y que
he de llegar a Él, pues a Él aspiro con todo mi corazón.” Pág. 532: "Siento el más gran
respeto por Schleiermacher [ . . . ] fue un gran hombre y entre los contemporáneos sólo
conozco uno que posee un genio, una fuerza y un valor iguales: David Federico Strauss.”
167 Cf. M ega, I, t. II, pág. 53S. Carta a W . Graber, S de octubre de 1839. Cf. igualmente
tbid., pág. 5 46. Carta a W . Graber, 29 de octubre de 1839: "Me he alistado bajo las ban
deras de David Strauss, y soy un mítico de primera clase: te lo repito, este Strauss es un
mozo magnífico, un genio que, por la penetración de su espíritu no es inferior a nadie,
que ha socavado los fundamentos de vuestras concepciones, destruido definitivamente sus
fundamentos históricos, y sus fundamentos dogmáticos correrán muy pronto la misma suer
te. No se puede refutar a Strauss, y esto es lo que tamo enfurece a los pietistas contra él.”
de las grandes figuras de las leyendas alemanas, de preferencia la de Fausto, pata
convertirla en el símbolo de la lucha por la libertad.
"Todo se mueve y fermenta en 'mí —escribe a W . Gráber—, y siento en la
cabeza un ardor que me llena de embriaguez. Aspiro a encontrar una gran idea
que aclare esta fermentación y trasforme este ardor en una llama luminosa [ . . . ]
Quiero expresar en un cuento, o en alguna forma análoga, las ideas modernas
que empezaban a apuntar en la Edad Media [ . . . ] l a verdadera Segunda Parte
del Fausto, aquella en que éste ya no es un egoísta, sino un hombre que se sa
crifica por la humanidad, aún no ha sido escrita. Fausto, el Judío Errante, el
Cazador Salvaje, son tres símbolos típicos de la libertad de pensamiento, que
entonces empezaba a presentirse, y que sería fácil vincular en este plano a
Juan Huss.
"¡Qué maravilloso telón de fondo poético para representar la vida y la acción
de estos tres genios demoníacos! En raneo que el cuento en que trabajo ahora ■
constituye ante todo un estudio de estilo y una pintura de caracteres, éste es el
atento con el cual espero cimentar mi renombre. " 1 ,8
Esta aspiración a Ja libertad, que hasta entonces había exhibido una forma
esencialmente literaria y adoptado como expresión las figuras de las leyendas
germánicas, no debía tardar en adquirir un carácter cada vez más político.
La participación de Engels en el combate de la Izquierda hegeliana acarrea
su conversión al hegelianismo, al cual es llevado por David Strauss y que, en
el momento en que rechaza el cristianismo, lo atrae por su grandiosa concepción
del mundo,189
Empieza por interpretar la filosofía hegeliana a la manera de los Jóvenes He-
gelianos, apartándose no obstante de ellos -—como Marx— en un punto impor
tante: el de la acción.
Para él, como para los Jóvenes Hegelianos, se planteaba el paso del pensa
miento a la acción, de la filosofía a la actividad política. En lugar de resolver
este problema como los otros Jóvenes Hegelianos, por medio de la filosofía crí
tica, Engels lo resuelve mediante la unión de Hegei y de Borne, quien enere los
escritores de la Joven Alemania había demostrado ser el defensor más ardiente
y valeroso de las ideas liberales y democráticas.
Después del período en que, orientándose hacia el liberalismo, había adop
tado las ideas de la Burschenschaft, Engels se entusiasmó durante cierco tiempo
con la Joven Alemania, que encarnaba a sus ojos las "ideas del día”, es decir,
todas las tendencias progresistas. 170
1,3 Cf. Mega, I, t. II, págs. 522-523. Carta a W. Graber, 13-20 de noviembre de 1839.
339 Cf. ibid-, págs. 554-556- Carta a F. Gráber, 21 de enero de 1840; "He sido llevado
directamente al hegelianismo por Strauss. No llegaré a ser un hegeliano empedernido, como
Hintichs, pero a partir de este m om ento me propongo asimilar importantes partes de este
sistema coiosal. Ya he adoptado ia concepción que tiene Hegel de Dios, y por lo tanto
ingreso a las filas de los 'panreistas modernos’, según los llaman Leo y Hengstenberg, sa
biendo muy bien el inmenso horror que provoca ia palabra panteísmo entre los clérigos que
se abstienen de pensar [ . . . ] Por otra parte, escudio la enorme obra que constituye la
Filosofía d e la Historia de Hegel, me esfuerce por leer una parte todos los días y me sien
to literalmente sobrecogido pot la inmensidad de este pensamiento [ . . . ] Son sus dis
cípulos los que más daño han hecho a Hegel. Sólo un pequeño número de ellos, como
Gaos, Rosenkrantz, Ruge, etc., son dignos de él.”
1T0 Cf. Mega, I, t. II, págs. 502-504. Carta a F. Gráber, 8-9 de abril de 1839: “Entonces
estalló, com o un trueno, la Revolución de julio, que es, después de ia guerra de libera-
Su entusiasmo no le impedía ver las debilidades de este movimiento. Los
"Jóvenes Alemanes”, individualistas e inclinados en mayor o menor medida, como
los románticos, al arito del genio, en general sólo participaban desde muy lejos
en la lucha política. Debido a ello, no eran muy apreciados por los “Jóvenes
Hegelianos”, en particular por Ruge, quien en su manifiesto contra los román
ticos no vaciló en ponerlos en el mismo plano que a éstos. Después de la prohi
bición de sus escritos en 1835, los “Jóvenes Alemanes” demostraron poco ardor
y valor en su resistencia, y se retiraron más o menos de la lucha política, para
dedicarse a la literatura.
Sintiendo, del mismo modo que los “Jóvenes Hegelianos”, hacia quienes se
inclinaba ahora, todo lo que el movimiento de la Joven Alemania —que había
abierto el camino a las nuevas ideas— tenía de superficial, Engels comprendía
que y a no podía darle lo que le hacía falta, ni guiarlo en la lucha y en la acción.171
Entre los Jóvenes Alemanes no encontraba ninguno que lo impresionara como
hombre de carácter. Sólo bada una excepción con Borne, a quien oponía a Hei-
ne y elogiaba como hombre de carácter firme y vigoroso, como valeroso lucha
dor. 172 Entusiasmado por las Cartas d e París, que entonces leía, se refiere a él
como al “gran campeón de la causa de la libertad y el derecho” . 173
Tomó de él lo esencial de sus concepciones políticas: reivindicación de la
libertad, de la igualdad y de la soberanía popular, condenación de la monarquía
constitucional y de la política del “Justo Medio”, necesidad de remplazar la
monarquía por la república.
El radicalismo democrático de Borne constituía a su modo de ver el comple
mento necesario de la política de Hegel, tal como ésta era interpretada por los
ción, la manifestación más hermosa de la voluntad popular. Muere Goethe y Tieck dege
nera cada vez más [ . . . ] Heme y Borne ya estaban formados antes de la Revolución de
juiio, pero sólo ahora adquieren importancia. En ellos se apoya una nueva generación que
saca provecho de la literatura y la vida de todos los pueblos, y que tiene como jefe a
Gutzkoív [ . . . ] W ienbarg encontró, para cinco de estos escritores, el nombre de Joven
Alemania. Gracias a su cohesión, dieron una forma más precisa a sus objetivos. En ellos
se han forjado ‘las ideas del siglo'. Estas ideas no tienen un carácter demagógico o anti
cristiano, como se les ha reprochado. Se fundamentan en el derecho natural propio de
cada hombre, y se levantan contra todo lo que, en las presentes circunstancias, se opone
a este derecho. De estas ideas forman parte, en primer término, la participación del pue
blo en la administración del Estado, es decir, el régimen constitucional; luego la emanci
pación de los judíos, la abolición de toda coerción religiosa y de la aristocracia del dinero.
¿Qué se puede objetar a esto? La Gaceta d e la iglesia eva n gélica y Menzel tienen sobre
sus conciencias el haber denigrado a la Joven Alemania [ . . . ] Fuera de ella, hay pocos
movimientos vivientes: por lo tanto, debo convertirme en un Joven Alemán, o, mejor
dicho, ya lo soy en cuerpo y alma." Cf. ibid-, pág. 534, carta a F. Graber, del 30 de julio
de 1839.
l r i Cf. Mega, I, t. II, pág. 504. Carta a i '. Graber, 8-9 abril de 1839: ‘‘Rechazo, por
otra parte, lo que considero en ellos [en los Jóvenes Alemanes] frivolidades, el mal del
siglo, la miseria del judaismo, etc., cosas que pertenecen ya al pasado."
I7- Cf. ibid., págs. 534-535. Carta a E. Graber, 30 de julio de 1836: “¿Qué se ha he
cho de Borne? Cayó como un héroe en febrero de 1S37 [ . . . ] No quiero admitirte nada
en lo que se refiere a Heine: hace ya mucho tiempo que ese mozo se ha convertido en
un canalla.” Cf. Theodor Mundt, "Heine, Borne y la llamada Joven Alemania”, D er
preib a jen (El puerto libre), núm. 4, Altona.
1,3 Cf. ibid., pág. 519- Carta a W . Graber, 24 de mayo de 1839, pág. 537. Carta a
W. Gráber, 30 de jubo de 1839: "Pero he aquí que llega un joven de acusado perfil judío,
llamado Borne. Déjalo asestar sus golpes, y terminará con todo el populacho esclavizado.”
Jóvenes Hegelianos; consideraba que la tarea del momento consistía en unir
la doctrina de Hegel a las concepciones políticas de Borne y vincular así la teoría
a la acción, “la ciencia a la vida, la filosofía a las tendencias modernas” . 174
Apoyándose a la vez en las concepciones filosóficas e históricas de Hegel, y
en las concepciones políticas de Borne, jlngels acentúa su crítica política y social.
En una poesía adjunta a una carta que dirige a fines de julio de 1839 a F.
Gráber, acusa a los príncipes —como lo había hecho Borne— de haber traicio
nado al pueblo después de la guerra de liberación, y espera que una revolución
popular los arrojará muy pronto de sus tronos.175 * “Sí —escribe a W . Gráber—,
tienes razón: aquí nada puede obtenerse por medio de la suavidad. A estos re
nacuajos: el servilismo, el feudalismo, la censura, etc., hay que expulsarlos con
la. espada. Cuando el'espíritu del siglo irrumpa como un huracán, arrastrando
tras de sí el tren sobre sus rieles, me lanzaré al vagón.” 170
En su odio contra los príncipes, los vitupera a la manera de Borne, y piensa
que nada se puede obtener de ellos .mientras el pueblo no los abofetee y las pie
dras hagan saltar en pedazos los vidrios de sus palacios.177
Este radicalismo democrático va acompañado de críticas sociales que, aunque
menos acentuadas, recuerdan las Cartas d e l va lle d el W upper. Así es que, en
una carta a F. Gráber, subraya no sólo la opresión política, sino también la
Opresión social que ejerce la reacción sobre el pueblo: "Hace unas seis semanas
se publicó —escribe— un excelente libro, Frusta y el prustanism o, de J. Venedey,
iMannheim, 1839, en el cual la legislación y la administración prusianas, así como
la distribución de los impuestos, son sometidos a una severa crítica. Aquí se ve
el resultado de éstos: el sostén de la aristocracia del dinero en detrimento de los
pobres, y el refuerzo del absolutismo, obtenidos por la opresión de los intelec
tuales progresistas, el embrutecimiento del pueblo y el uso de la religión para
este fin . .. ” 178
174 Cf. ibid., pág. 75. F. Engels, Signos retrógrados d e nuestra época. Cf. G. Lukacs,
P rogreso y reacción en la literatura alemana, Berlín, 1947, pág. SI. Cf. P. Engels. El
pensador, Basilea, 1945, pág. 130. M. Mitin, E ngels com o filósofo.
1 ,5 Cf. M ega, I, t. II, pág. 533. Carta a F. Gráber, fin de julio de 1839: "El pueblo
paciente cargó un día sobre sus cabezas los tronos donde están sentados ustedes, príncipes
y reyes, los llevó en triunfo por el país y expulsó al audaz conquistador. Ahora se han
vuelto ustedes insolentes y atrevidos, y han violado vuestra palabra. Pero la tempestad que
viene de Francia está creciendo, el pueblo multitudinario se agita, el trono vacila como la
barca en la tormenta y el cetro tiembla en vuestras manos.”
1,0 Cf. ibid., pág. 534. Carta a W . Gráber, 30 dejulio de 1839.
177 Cf. ibid., págs. 538, 559. Fiaal de la carta del X de febrero de 1840 a F. Gráber.
"Yo lo odio a muerte [a Federico Guillermo III], y si no tuviera que despreciar tanto a
ese miserable, lo odiaría aún más. Napoleón era un ángel en compatación con él, y si
hubiese que considerarlo un hombre, tendría al rey de Hanover por un dios. Ninguna
época ha sido tan rica en crímenes regios como la que va de 1816 a 1830; casi todos los
príncipes reinantes en ese período han merecido la pena de muerte. El piadoso Carlos X,
el pérfido Fernando VII de España, Francisco de Austria, esas máquinas que sólo servían
para firmar sentencias de muerte y que han sido la pesadilla de los carbonarios; Don M i
guel, un crápula más siniestro que todos los héroes de la Revolución francesa juntos^ y a
quien Prusia, Rusia y Austria adamaron cuando se bañaba en la sangre de los mejores
portugueses. Y por último, el parricida Alejandro de Rusia, así como su digno padre N i
colás, cuyas horribles fechorías no es necesario mencionar [ . . . ] No espero nada de bue
no de un príncipe, mientras no oiga las bofetadas que le propina su pueblo y mientras
los vidrios del palacio no sean rotos por las piedras que arroja [a Revolución.”
178 Cf. M ega, 1, t. II, pág. 547. Carta a F. Gráber, 29 de octubre de 1839.
Estas mismas ideas inspiran sus artículos del T elégrafo, en los cuales critica
con la misma aspereza todas las tendencias reaccionarias.
En un primer artículo —“signos retrógrados de nuestros tiempos” 179— co
mienza trazando un paralelo entre las literaturas reaccionarias de Francia y de
Alemania, y cita como principales representantes de esta última a K. Beck, Frei-
tigrath y Raupach, oponiéndoles, como representantes de las tendencias pro
gresistas, a Hegel y los Jóvenes Hegelianos. 180 Luego estigmatiza a la escuela
histórica del derecho y le opone su concepción del desarrollo de la historia, que
se representa en Ja forma de una espiral cuyos círculos se elevan cada vez más.
"Prefiero atenerme al movimiento en espiral, que se desarrolla sin demasiado
rigor. La historia comienza con lentirnd, a partir de un punto invisible, alrededor
del cual parece trepar perezosamente; sus círculos no tardan en ampliarse y en
adquirir un impulso cada vez mayor. .Por último, como un cometa fulgurante,
se lanza de estrella en estrella, rozando o cruzando a menudo su antigua ruta, y
en cada uno de sus círculos se aproxima más y más al infinito [ . .. ] ¿quién
puede prever el final de su marcha? ” 181
En el desarrollo histórico hay, a decir verdad, movimientos de reacción, rebo
tes que no dejan de tener influencia sobre la evolución, no sólo política y so
cial, sino también literaria y artística, pero que constituyen asimismo puntos de
partida hacia nuevos avances.188
En su R équiem para leí Gaceta alemana d e la nobleza Engels denuncia la idea
lización que se hada de las costumbres y las ideas de ésta.183
También dirige sus ataques contra los escritores reaccionarios, como joel Jaco-
by, tránsfuga del liberalismo, a quien fustiga como el tipo del escritor contra-
tevolucionatio,184 y como Kavl Beck, en quien ve el símbolo de la decadencia
de la Joven Alemania.18”
133 Cf. i Lid., pags. 121 y ss. Bremen. Teatro, fiesta <Ie los impresores. Matutino, 30
Je julio de 1840. Ibid., págs. 123 y ss.: Literatura. M atutino, 31 de julio de 1840. Ibid..
págs. 130 y ss. Proyectos relativos a navegación, teatro, maniobras, Matutino, 19 de octu
bre de 3840. Ibid., págs. 144 y ss.: Bremen en sus relaciones con la literatura y la mú
sica, M atutino, 18 de enero de 1841. Se puede anadie a estos artículos: El regidor de Bre
men, ibid., pág. 132. Matutino, diciembre de 1841, que constituye un pequeño ensayo
literario, y El bajo-alemán, ibid., Matutino, 19 de enero de 1841, que demuestra el inte-
nés que ya tenía F. Engels por los problemas lingüísticos.
137 Cf. ibid., págs. 126 y ss., Matutino, 10 de octubre de 1S40. C L ibid., págs. 111 y ss.
Las memorias de Immetmaun, T elégrafo, 10 de junio de 1841,
188 Cf. Moga, I, t. H, págs. 128 y ss. Bremen. Racionalismo y pietismo, Matutino, 17
de octubre de 1840. Cf. ibid,, págs. 141 y ss.: Bremen. La querella eclesiástica. Matu
tino, enero de 1841.
180 Cf. ibid., pág. 143. Bremen. Querella eclesiástica. Matutino, del 16 de enero de
1841.
100 Cf. ibid., págs. 589 y ss., y págs, (47 y ss. Viaje a Bremerhaven, Matutino, agos
to de 1841.
181 Cf. ibid., págs. 147-148-151
que pesa sobre él; y son los tribunales feudales, que ponen amargura en sus co
midas y perturban su sueño hasta el momento en que se decide a abandonar su
p a ís...
"Bajamos la escala para echar una mirada al interior del navio. A llí estaba la
plebe que no es bastante rica para pagar los 90 marcos que cuesta un viaje
con camarote, la gente a la cual no se saluda y cuyas costumbres se califican de
groseras o vulgares [ . , , ] Por todo el entrepuente se extiende una fila de camas
dobles superpuestas, apretadas unas contra otras. Reina aquí una atmósfera sofo
cante: hombres, mujeres y niños están tan apretujados unos contra otros, como los
adoquines de una calle, y los enfermos están al lado de los sanos [ . . . ] Es un
triste espectáculo este, ¿y qué sucederá cuando la tempestad arroja a hombres y
cosas, confusamente, unos contra otros, y atando las olas que barren el puente
no permiten abrir los ojos de buey, únicas entradas del aire fresco?” 192
En este artíatio, como en las Cartas d e l va lle d el W npper, se manifiesta igual
mente el don —que lo distinguía de Marx— de describir cosas y personas de
modo pintoresco e interesante. Este don brilla especialmente en otro artículo,
"Paisajes”, publicado en junio de 1840 en el T elégrafo, en el cual describe un
viaje que acaba de hacer por Westfalia, Renania, Holanda e Inglaterra.193 * Unien
do la profunda impresión que ha ejercido sobre él la doctrina de Hegel a ¡a que
le inspira la vista de la inmensidad del mar, celebra el sentimiento de liberación
que le ha dado el panteísmo de Hegel, y que suscita en él la contemplación de
Jas ondas infinitas.
"Afórrate —escribe— de las aterdas del bauprés y contempla las olas que rom
pe Ja proa de la nave, y que lanzan espuma sobre tu cabeza; dirige luego la mi
rada hacia la superficie lejana y verde, donde las cimas agitadas y espumosas
de las olas surgen incesantemente, y los rayos del sol, reflejados por millares de
espejos danzarines, inundan tus ojos; donde el verde del mar se funde con el
azul del cielo y el oro dei sol para formar un maravilloso color; y entonces sien
tes que todas tus preocupaciones mezquinas te abandonan, que desaparecen los
recuerdos de los enemigos de la luz y de sus pérfidas maniobras, y sólo queda en
ti un sentimiento: ¡el sentimiento exaltante de comulgar con el Espíritu infinito
y libre! Sólo conozco una impresión comparable a ésta: la que tuve atando
se me presentó por primera vez la idea de Dios, tal como ha sido concebida por
el último filósofo, esa idea gigantesca del siglo Xix. Entonces experimenté este
mismo estremecimiento de dicha, me sentí igualmente como envuelto en el fres
co aire marino que desciende del cielo puto. Las honduras de la especulación
se me presentaban como las olas insondables del mar, de las cuales no es posible
apartar la mirada que ha bajado hacia ellas. ¡Vivimos y existimos en Dios! En
el mar nos volvemos concientes de ello, y sentimos que todo lo que nos rodea
está, como nosotros mismos, penetrado del hálito divino . . . ” 191
Durante su formación filosófica, política y social, Engels siguió haciendo
la misma vida activa y gozosa de sus días de Bremen, sin llegar a interesarse más
que antes por el comercio. Por las cartas que escribe a los hermanos Gráber y a
su hermana María nos enteramos de que practica asiduamente deportes, se dedica
195 Cf. ibid., spott, págs. 582, 588, 595, 604. Cartas a su hermana María, 10 abcil de
1839, 28 de setiembre de 1839, 6-9 de diciembre de 1S40. Música, págs. 579, 606, 609,
612. Cartas a su hermana M aría, 11 de febrero de 1839, 21-28 de diciembre de 1839,
20-25 de agosto de 1840, 18 de febrero de 1841, 8-11 de marzo de 1841. Idiomas, pági
nas 582, 595. Cartas a su hermana María, 28 de setiembre de 1839, 20-25 de agosto
de 1840.
198 Cf. ibid., pág. 606. Carta a su hermana María, 23 de diciembre de 1S40: "Mamá
me envió para Navidad una suscripción a las Obras com pletas de Goethe. Desde ayer me
he procurado los primeros tomos aparecidos y me he deLeitado hasta media noche leyendo
'la s afinidades electivas’. ¡Qué hombre, este Goethe!’'
197 Cf. ibid.,' pág. 553. Carta a F. Gráber, 30 de julio de 1839-
193 Ibid., pág. 536. Carta a ’V7. Graber, 9 de diciembre de 1840: "Me ocupo mucho
de trabajos literarios; después de haber recibido de Gutzkow la seguridad de que mis ar
tículos son bien recibidos, le envié un ensayo sobre K. Beck; escribo también muchos ver
sos, que por otra parte debo pulir, y varias cosas en prosa para mejorar mi estilo. He es
crito anteayer Una historia d e am or en B remen, ayer Los ju dias d e Bremen, y pienso es
cribir mañana La literatura jo v e n d e Brem en, El n o v icio (aprendiz de casa de comercio)
o alguna cosa de esta dase. En quince días se puede escribir fácilmente, si uno está en
vena, unas sesenta páginas, lu ego se presta atendón al estilo, se iateccalan por aquí y por
allá anos versos para variar y se lo publica con el título de Veladas d e Bremen. El editor
que espero conseguir vino a verme ayer. Le leí UBses resucitado, que lo embelesó. Quiere
que le dé la primera novela que escriba, y ayer insistió en que le mostrara el material para
un pequeño volumen de poemas. Desgraciadamente, no son muchos, ¡y también hay que
pensar en la censara1. ¿Quién va a dejar pasar el Ulises?"
de Damocles sobre la ciudad a la cual rae dirigía, como un símbolo de la cólera
real que sabe golpear con prontitud y en todas partes.
"Alrededor del coche brincaban los perros, me ladraban, excitados sin duda,
como los serviles escribas de la capital, porque habían husmeado en mí un es
píritu libre. Desdeñando sus ladridos, y hundido en un almohadón, me entregué
a sueños audaces y libres, sabiendo que las pesadillas siempre son más angus
tiosas cuando se acerca el alba.
“Y llegó la mañana, precedida de su estrella encendida, que le abre el camino,
y las campanas de la libertad despiertan a todos los fieles, y ya no anuncian la
tempestad, sino la serena paz. El árbol del espíritu aplasta con sus raíces los res
tes de los tiempos extinguidos, mientras sus ramas difunden por todo el mundo
flores de oro que brillan con un fulgor eterno. Quedé dormido en medio de
este sueño y al día siguiente, al despertar, vi la tierra dichosa, nimbada de luz, y
:mre mí la ciudad radiante y sonriente de Stüve, la ciudad de la libertad, que res
plandecía bajo la luz de la mañana. " 100
En su anhelo de participar en el combate por la liberación, no se limitaba a
compartir las aspiraciones de la burguesía, es decir, a ser liberal, sino que ya se
orientaba, aunque de modo aún impreciso, hacia el socialismo. La crítica de las
miserables condiciones de vida a que habían sido reducidos los proletarios y los
inmigrantes, realizada en las Cartas d el va lle d el W nf-per y en el Viaje a Bre-
merhave-n, no lo había llevado todavía al socialismo. Estas concepciones aparecen
por primera vez, y por cierto que de modo bastante indefinido, como una ex
presión de sus pensamientos personales en un ciclo de poemas que lleva el nom
bre de Una n o c h e ? 00 Esa noche sueña el joven con una aurora de libertad
que trasformará a la tierra en un vasto y bello jardín: "Ya el ocaso palidece en
el poniente. Paciencia. Llegará una mañana, la mañana de la libertad; y el sol
ascenderá, y lanzará desde su trono un ardor eterno, la noche se alejará con sus
sombrías preocupaciones y veremos brotar flores, no sólo en los arriates en donde
las hemos sembrado, sino en todas partes, convirtiendo a la tierra en un claro
jardín.”
Esta feliz noticia es anunciada por los pájaros, a los cuales se asocia:
"Los cantores no están ya en las torres de los castillos. Unos robles altivos, que
k tempestad no ha podido derribar, contemplan audazmente y sin temores al
sol [ . -. ] Yo mismo soy uno de esos cantores libres; me trepé a las ramas del
roble Borne, cuando los tiranos del valle encadenaban aún más firmemente %
Alemania. Sí, soy uno de esos pájaros audaces que vuelan por el mar etéreo de
la libertad. Y aunque sólo fuera un gorrión de esa bandada, preferiría ser un go
rrión entre ellos y no un ruiseñor si tuviera que estar encerrado en una jaula y
divertir a un príncipe con mis cantos."
Esca nueva aurora traerá, no sólo la libertad a los hombres, sino también la
igualdad y la dicha, mediante una justa distribución de los bienes.
"Entonces el navio que hiende las olas espumosas no traerá ya mercancías
oara enriquecer a unos pocos individuos, no estará al servicio del comerciante
1TO Cf. M ega, I, t. II, págs. 17-18. J. K. B. Stüve (179S-1812) era un político liberal
de Hanover, victima de la política reaccionaria del rey.
300 Cf. ibid.. págs. 83-87.
ávido de amontonar riquezas," sino que traerá las cosechas que engendran la di
cha de la humanidad." 801
En este sueño se ve aparecer ya la idea de igualdad, de justicia j de felicidad
para todos, que respondía a las aspiraciones profundas de Engels, y que lo lle
varía al comunismo antes que a Marx.
EL RADICALISMO POLITICO
Por efecto del incesante crecimiento de la reacción, que con Federico Guiller
mo IV adoptó una forma pietista y romántica, los Jóvenes Hegelianos entraron
en pugna cada vez más abierta con el Estado prusiano.
El espíritu agresivo de estos jóvenes reflejaba el robustecimiento de la oposi
ción de la burguesía, que reclamaba cada vez con más vigor reformas políticas,
en especial la libertad de prensa y un régimen constitucional.
La oposición política que, a falta de régimen parlamentario y partidos políti
cos, se manifestaba todavía, principalmente, en el plano literario, recibió un
fuerte impulso con las Poesías d e un vivien te, que el poeta G. Herwegh publicó
en abril de 1841.
Estas poesías traducían las aspiraciones de una generación nueva, enamorada
de la libertad, que se apartaba de la poesía y de los sueños románticos, y mvieron
una enorme resonancia.1
Su éxito fue para los Jóvenes Hegelianos un estímulo en su lucha contra la
reacción.
Después de haber rechazado el cristianismo, al cual acusaban de obstaculizar
el progreso de la razón, empezaron a- atacar al Estado prusiano, reaccionario y
absolutista, lo cual no Ies impidió, por otra parte, seguir apegados a la concep
ción hegeliana del Estado y continuar creyendo que dependía del propio Estado
prusiano el darse un carácter racional y determinar el futuro de la humanidad.2
1 Cf. A rchivos para la historia d el socialism o y d el m ovim iento obrero, 1913, t. IV,
pág. 192. F. Mehring, G. H erw egh: "Las Poesías d e un vivien te, que aparecieron en el
verano de 1841 conquistaron irresistiblemente los corazones alemanes. En ellos se caataba
y expresaba lo que pensaba y sentía un gran pueblo que surge de su letargo y despierta
a la vida para participar en la historia. La agitación que fermentaba y bullía en ellos no
hacía m is que reflejar fielmente el estado de espíritu de la nación, que empezaba a tomar
conciencia de sí misma." Cf. igualmente Anales alemanes, setiembre de 1841. A. Ruge,
El n u evo lirism o, P oesías d e -un vivien te.
Este despertar del liberalismo se manifestaba también, ea el terreno de la poesía, en los
Cantos d e un guardia cosm opolita, de Dingelstedt, en las Poesías n o políticas de Hoffmann
von Faliersleben y en los poemas que R. Prutz publicó en la revista semanal PoUiische
W ochenstube.
2 Cf, L. Buhl, La m isión d e la prensa prusiana, Berlín, 1842, pág. (5: "¿Quién no sien
te devoción por el Estado? ¿Quién no quiere sinceramente su bien? Todos anhelamos ver
lo grande, poderoso, guiado por la Razón. No tenemos otro deseo que confundirnos coa
Convencidos de la omnipotencia del Espíritu, que muy pronto llevaría al
triunfo ineluctable de la Razón, se entusiasmaban ante la idea de que a ellos
les estaba encomendada la misión de trasformar el Estado prusiano, por medio
de sus críticas, en un Estado racional, y de participar así, en forma decidida, en
el progreso de la humanidad.
Como la oposición liberal era aún demasiado débil para formar un partido
político que pudiera sostenerlos en su lucha, el radicalismo de los Jóvenes He-
gelianos se encerraba en el dominio teórico y conservaba un carácter idealista;
a pesar de sus deseos de pasar del pensamiento a la acción, no lograban realizar
la unión de la teoría y la actividad práctica.
En un artículo de los Anales d e Halle, El Estado cristiano y nuestro tiem po,
y entrando en lucha abierta contra el gobierno prusiano, B. Bauer mostró la opo
sición fundamental que existía entre el Estado cristiano instaurado por Federico
Guillermo IV y el Estado racional.3
El Estado cristiano, decía, es, por el hecho mismo de estar subordinado a la
iglesia, la negación del Estado racional, expresión de la Conciencia universal,
junto con la cual evoluciona bajo la acción de la filosofía crítica: "El Estado
cristiano es el Estado en el cual la religión cristiana, en su forma teológica y
dogmática, constituye o debe constituir el elemento preponderante El
Estado, como creación de Ja Conciencia de Sí, ya no es el Estado cristiano, pues
no es ya un Estado extraño a la vida del Espíritu. Su diferencia con el Estado
cristiano reside en que ya no tiene necesidad del complemento o la tutela de la
iglesia, por haber integrado en sí mismo su esencia infinita. . . ” 4
Por su parte, Ruge demostraba, en un artículo sobre El antiguo y el nuevo
racionalismo, que el combate por la libertad exigía que se sometiera a una crítica
implacable todas las instituciones que habían llegado a ser irracionales,® y en
otro artículo, sobre La Gaceta General d e Leipzig y la opinión pública, en donde
estigmatizaba el carácter cada vez más reaccionario del gobierno prusiano, invitaba
a la Izquierda hegeliana a entrar resueltamente en la oposición.
"Una vez más, la posición de tutela, y las instituciones liberales, como la m i
licia popular y el régimen municipal, constituyen anomalías en este sistema que
él y consagrarle todas nuestras fuerzas; nuestro objetivo supremo es el de llegar a ser ciuda
danos del Estado, tener plena conciencia de ello, y comportarnos como tales.” Citado por
B. Bauer, El ascenso y la caída d e l radicalism o alem án d e 1842, 2? ed., Berlín, 1850,
t. I, p. 29.
2 Cí. Anales d e Halle. D er ch ristlich e Staat und m u ere Zeit, junio de 1841. Cf. Mega,
I, t. I2, pág. 249. Carta de B. Bauer a C. Marx, Bonn, 31 de marzo de 1841: "Antes
que nada redactaré un largo artículo, en el cual tomo posiciones contra la tendencia del
gobierno." Sobre la participación de Marx en este artículo, Cf. Mega, I, t. I, págs. 255-
257. Carta de Koppen a Marx, del 3 de junio de 1841.
4 Cf. Anales d e Halle, El Estado cristiano y nuestro tiem po, pág. 538, 7 de junio de
1841; pág. 549, 10 de junio de 1841.
5 Cf. Anales de Halle, 20 de marzo de 1841, pág. 2 /1 . A. Ruge, E! antiguo y el n u eeo
racionalism o. "Pero he aquí que surge el Nuevo Racionalismo que, al convertirse en ins
trumento de la dialéctica y denunciar el carácter irracional de la Razón que se fija en una
realidad determinada, se vuelve al mismo tiempo instrumento de la Critica, y, superando
el pasado y el presente, muestra el camino bada el futuro, En efecto, el presente no es
más que la idea fijada en una realidad determinada; ahora bien, la Idea, tomada «en su
movimiento dialéctico, en el desarrollo del Espíritu, no tiene el derecho de fijarse en nin
guna realidad y detenerse en ella.”
excluye la participación del pueblo en el poder [ . . . ] Un sistema semejante,
que se caracteriza por una absoluta falta de espíritu público y que constituye
la negación misma del espíritu que debería animar al Estado, no puede perpe
tuarse indefinidamente. Es menester oponerse a él.” 11
El lema de la oposición, así lanzado, no se convirtió en letra muerta para él,
y acentuó incesantemente, en sus críticas, el carácter de oposición de su revista.
Pero la represión no se haría esperar. En junio recibió orden de editar en Prusia
los Anales d e Halle, publicados en Leipzig por el editor Wigand, y de someterlos
a la censura prusiana. Ruge se negó a acatar esta orden y se fue de Halle, esta
bleciéndose en Dresde, donde editó su revista, a partir del 2 de julio de 1841,
con el nuevo título de Anales alem anes d e cien cia y d e arte.1.
Al cambiar el título de su revista, Ruge modificó también el carácter de la
misma, y en el prefacio al primer número subrayaba su nueva orientación.
Rechazaba toda transacción y adoptaba la tesis de Bruno Bauer, sobre el com
bate necesario entre el Estado cristiano y la filosofía crítica, y entraba a luchar en
sus artículos contra todas las potencias hostiles a la libertad y a la razón, contra
todas las tendencias reaccionarías políticas y religiosas.
“La guerra de liberación llevada a cabo contra las potencias extranjeras: el
sistema filosófico esclerosado, la imposición de un dogmatismo y la realidad em
pírica han llevado a la filosofía a tomar una nueva posición frente al mundo: se
afirma de modo plenamente conciente y sin ninguna reserva, tal como es verda
deramente, es decir, como el poder libre que constituye el elemento motor de la
historia. Esto determina una crisis de suprema importancia, pues lo que está en
el fondo de ello es el verdadero concepto de libertad.
"La filosofía hace de la conciencia de Sí y de su desarrollo necesario, bajo for
ma de crítica de cada grado de la evolución de la historia, el poder determinante,
le atribuye la primacía en relación coa todo lo que sólo es acaecer exterior, y
la considera como el principio del desarrollo histórico del Espíritu.” 8
Este combate político, que por otra parte seguía concibiendo en esencia como
una lucha filosófica, es decir, espiritual,® lo llevaba poco a poco al ateísmo y
a un radicalismo político que debía aproximarlo a Carlos Marx.
Esta tendencia de los Jóvenes Hegelianos a pasar de esa manera, de la crítica
filosófica a la acción política, era favorecida por el conflicto que había surgido
entonces entre Prusia y Francia.
La Convención de Londres, relativa al problema de Oriente, que se firmó el
15 de julio de 1840 entre Inglaterra, Rusia, Austria y Prusia, con exclusión de
'• Cf. Anales d e Halle, 13 de febrero de 1841, pág. 152. A. Ruge, D ie L eipsiger Allge-
m ein e Z eittm g an d d ie ó ffen tlich e M einung.
7 D eutsche fabrblk ber fiir W tssenschaft u nd Kuttst.
8 Cf. Anales alemanes, núm. 1, 2 de julio de 1841, Vorwort, pág. 2.
9 Cf. ihid-, 12 de agosto de 1841, págs. 142-143. A. Ruge, La filosofía begeliana y el
filó so fo d e la Gaceta G eneral d e A ngsbitrgo (d e! 11 d e ju n io d e 1S41): "Los pensamien
tos son libres y la acción está determinada, en fin de cuentas, pot el pensamiento. Esto
significa que es preciso reflexionar sobre los grandes problemas políticos y teológicos a
fin de no verse superado y sumergido por los pensamientos del mundo presente y del
mundo que adviene. Los pensamientos son las armas más seguras para vencer, las baterías
inconquistables. Lo único que queda es la verdad, que se reforma a sí misma y que se
desarrolla. No hay más historia que la del movimiento que marcha hacia el futuro y que
determina el Espíritu pensante.”
Francia, que veía formarse contra ella una nueva Santa Alianza, había determi
nado en París un estallido de nacionalismo y desencadenado, por su parte, en
Prusia, que temía un ataque al Rin, un gran movimiento francófobo. Este mo
vimiento se expresaba en una floración de poemas hostiles a Francia, de los cuales
el más popular era el Canto d e l 'Rin, de N. Becker. El enorme éxito de este poe
ma, al cual Alfred de Musset contestó con unos versos célebres, era testimonio
de la agitación belicosa de los espíritus, y. la guerra sólo pudo evitarse por la
actitud prudente de Luis Felipe, quien temiendo las consecuencias que pudiese
tener para él, expulsó al ministro Thiers, partidario de la iniciación de las hosti
lidades.
Este movimiento, que respondía al deseo de la burguesía alemana de con
quistar una posición más fuerte en Europa, y que llevaría a cierto número de
liberales alemanes, francófilos hasta el momento, como Gervinus, a un nacio
nalismo agresivo, reforzaría en los Jóvenes Hegelianos sus tendencias francófilas
y liberales.
Opuestos a un gobierno cada vez más reaccionario, les repugnaba tomar par
tido contra Francia, que desde las revoluciones de 1789 y 1830 había sido el foco
y el baluarte del liberalismo en Europa, tanto más cuanto que veían con claridad
que una alianza entre Rusia, Austria y Prusia contra Francia habría provocado,
además de la derrota de esta iiltima, el aplastamiento del liberalismo en tod os
los países.
Esto los acercaba a los liberales de Alemania meridional, que durante todo
el tiempo habían criticado a Prusia por su política reaccionaria, y se dejaron
influir por Borne y Heine, quienes, en las Cartas d e París y la Situación en Fran
cia, habían estigmatizado a Prusia como el símbolo mismo de la reacción.
Para ellos el problema esencial era en ese momento el de saber qué actitud
adoptada Prusia, situada entre dos grupos de potencias, unas reaccionarias:
Rusia y Austria, y las otras liberales: Inglaterra y Francia; pues, según que se
indinara hada uno u otro grupo, podía determinar el triunfo del liberalismo o
del absolutismo.
Desde abril de 1840 Ruge había tomado posición contra la orientación even
tual de Prusia hacia Rusia y Austria, y demostrado que eí porvenir del liberalismo
en Europa dependía de la posición que adoptara.
"Rusia, Austria y Prusia —escribía— se levantan contra la tendencia histó
rica de la Europa latina y germánica, y contra las formas libres de Estado que
ésta quiere crear, y sin duda tendría la supremacía de su lado si Prusia no estu
viera 'tan profundamente enraizada en el germanismo e impedida, en razón de
ello, de oponerse a la larga a esta tendencia. Cuanto más libre se vuelve Fran
cia, tanto más necesario es pata Alemania y Prusia no quedarse rezagadas [ ... ]
Sólo por la realización de todas las consecuencias del protestantismo, y del cons
titucionalismo [ ... ] podrá Prusia, con Alemania, cumplir su alta misión histó
rica y realizar plenamente el concepto de Estado absoluto.” 10
El principal vocero de los Jóvenes Hegelianos en este conflicto fue Moses
Hess, quien ocupaba un puesto particular en el movimiento de la Izquierda He-
geliana, y debía representar un papel importante en su desarrollo.
1,1 Cf. Anales d e Halle. A. Ruge, Menzel, Europa en 1840, 10 de abril de 1S40, pá
gina 690; 13 de abril de 1840, pág. 705; 14 de abril de 1840, pág. 717.
Nacido en Bonn el 21 de enero de 1812, Moses Hess era hijo de un pequeño
industrial judío, dueño de una refinería de azúcar. Después de recibir, en el seno
de su familia, una educación religiosa que lo impregnó profundamente de la ideo
logía judía, había de secundar a su padre, pero no demostró ninguna aptitud
para la industria y el comercio, y dedicaba la mayor parte de su tiempo a estudiar
filosofía, como autodidacta, interesándose en especial por Rousseau, Hegel y
Spinoza. Las relaciones con su padre se volvieron tensas, sin duda, y Hess aban
donó la casa paterna a los comienzos de la década 1830-40, y viajó por Holanda,
Suiza y Francia, países en los cuales llegó a conocer las doctrinas socialistas y co
munistas francesas, en especial las de Saint Simón, Fourier y Babeuf, y proba
blemente entabló relaciones con los artesanos alemanes revolucionarlos, miembros
de la sociedad secreta "La Liga de los Justos”.
De vuelta a Bonn, publicó en 1337 un libro extraño y confuso, La h istorié
sagrada d e la hum anidad p o r un discípulo d s Spinoza, en el cúal exponía sus
ensueños mesiánicos y comunistas.11 Mostraba en dicha obra cómo la sociedad
futura, que él se representaba como el nuevo Reino de Dios sobre la Tierra, o
la .Nueva Jerusalén, nacería de la miseria de los tiempos presentes, en los cuales
reinan el egoísmo y la desigualdad.
En su total ignorancia de la historia del mundo, Hess reducía esta historia a la
del pueblo judío, y trazaba un cuadro fantasioso de su desarrollo. En el período
precedente al advenimiento de Cristo, que correspondía a la infancia de la
humanidad, reinaba enere los hombres la armonía, basada en la comunidad de
los bienes. Esta armonía primitiva había sido destruida por la institución de la
propiedad privada y de la herencia, que engendraron el egoísmo y la desigualdad
social. 13
Estos defectos alcanzaron su grado culminante en la sociedad moderna, en la
cual la aristocracia del dinero ha remplazado a la antigua aristocracia feudal, y
la oposición entre pobres y ricos se acentúa cada vez más.13 Pero del mismo mal
nacerá la salvación, pues la concentración y el constante acrecentamiento de las
riquezas, y la depauperación creciente del pueblo deben llevar necesariamente
a la revolución.11-
u Cf. M. Hess, D ie b silig e G escbichte dgr M saícbksii, vtm eín em Jangar Spinazas,
■Stuttgart, 1837, ia-16”, 346 págs,
12 Cf. ibid., págs. 235-237, 252-261.
13 Cf. La historia sagrada d e la humanidad, págs. 268-269: "Debemos reconocer que
la vida colectiva debe terminar necesariamente allí donde existe una aristocracia que con
centra en sí todas las fuerzas de la sociedad y oprime el resto del pueblo bajo el peso del
oprobio y la servidumbre. No hablamos aquí de esa aristocracia cuyo poder ya está que
brantado, de la nobleza [ . . . ] sino de la aristocracia del dinero.” Págs. 302-303: "Un
nuestra época, la riqueza no proviene del saqueo ni —como en otros tiempos— del em
pobrecimiento y la opresión de los otros hombres, pues ya no se acrecienta desde afuera,
sino desde adentro [ . . . ] Nuestras leyes y nuestras actuales instituciones, tales como exis
ten, sólo sirven, al desarrollar ios nuevos inventos en el dominio de la mecánica, en la
industria y el comercio, para aumentar la desigualdad y acrecentar la riqueza de los unos
y la pobreza de los otros.”
11 Cf. ihid., pág. 303: "A decir verdad, estos nuevos inventos, del mismo modo que el
comercio y la industria — cada día más libres— , no son, en manos de la Providencia, otra
cosa que los instrumentos destinados a realizar la Armonía, a traer el reino de la Verdad,
pues llevan al extremo la oposición entre la riqueza y la pobreza, oposición que, después
de haber alcanzado su punto culminante, deberá necesariamente ser abolida.”
Esta revolución no tendrá un carácter político, sino social; 15 con la abolición de
la propiedad privada y del derecho a la herencia suprimirá las causas esenciales
de Ja desigualdad social, y, al instaurar la igualdad y la armonía, permitirá res
tablecer el reino de Dios sobre la tierra.16 Esta revolución será la obra común de
Francia y de Alemania. Por la unión de la acción, representada por Francia, y
del pensamiento, encarnado por Alemania, 17 se logrará un nuevo Edén, mediante
la extirpación del egoísmo y la implantación del comunismo en la tierra.181920
Hess, como los primeros socialistas, adaptaba sus concepciones sociales a las
concepciones religiosas, dando a éstas un contenido social, y unía en este libro
el mesianismo judío, las filosofías de Spinoza y de Hegel y las doctrinas de Fou-
rier y de Babeuf, para anunciar el advenimiento de la sociedad futura bajo la
forma del reino de Dios. Trasformaba su creencia primera en el triunfo final de
Ja raza judía, en una fe en la victoria del pueblo oprimido, y partía de la idea
mesiánica del reino de Dios, que debe nacer de lo más profundo de la miseria
humana; atribuía —bajo la influencia de sus estudios filosóficos— la creación
de este reino al desarrollo racional de la historia, y le asignaba, en razón de sus
tendencias sociales, el objetivo de suprimir la propiedad privada y establecer el
comunismo.
Su crítica de la sociedad burguesa y su concepción de la sociedad futura se
inspiraban esencialmente en las doctrinas de Fourier y de Babeuf. Del primero
tomaba la idea de una armonía social, que constituía el tema fundamental de
su libro,10, así como su crítica del sistema capitalista; exponía cómo este sistema
lleva, al mismo tiempo que a la concentración de las riquezas, a la agravación
del pauperismo y por lo tanto a la revolución," 6 y proponía como objetivo de esta
15 Cf. ibid., pág. 308: "Hemos mostrado que las condiciones esenciales para el estable
cimiento del Reino Sagrado no deben ser perseguidas por medio de la forma de gobierno,
que la miseria social tiene causas más profundas, que tiene su fuente en la herencia de
las fortunas, en lo que se llama el derecho histórico, y en el predominio de la aristocra
cia, no de la nobleza agonizante, sino de la aristocracia ascendente del dinero."
16 Cf. ibid., pág. 249: 'La igualdad total sólo reina allí donde existe la propiedad co
mún de ios bienes, de los espirituales y los materiales, donde los tesoros de la sociedad
son accesibles a todos y donde nada es propiedad exclusiva de un individuo [ . . . ] Pág. 257:
Es necesario que el derecho histórico empiece por ser abolido para que la igualdad primi
tiva entre los hombres pueda restablecerse: sólo podrá serlo mediante la supresión de la
herencia.”
17 Cf. ibid., págs. 308-310: "En el corazón de Europa se fundará la Nueva Jerusalén.
Alemania y Francia son los dos puntos extremos del Oriente y el Occidente, y de su con
tacto nacerá el fruto divino. El carácter de los franceses se opone al de los alemanes [ . . . ]
Alemania ha sido y sigue siendo el país de las grandes luchas espirituales; Francia es el
país de las grandes revoluciones políticas. Y por ello decimos: de Francia, el país del
combare político, nos llegará un día la verdadera política, así como de Alemania nos ven
drá la verdadera religión. Y de ¡a unión de ambas nacerá la Nueva Jerusalén.”
15 Cf. La historia sagrada d e la humanidad, págs, 315-316: "Todo el país será un gran
jardín, en el cual sólo habrá hombres felices y laboriosos, que aprovecharán la vida del
modo que conviene a los humanos. Se buscará a la miseria para remediarla, pero no se
la encontrará, pues la desdicha se habrá alejado de ios hombres." Pág. 325: "La sociedad
dispondrá de tal superabundancia de fuerzas, que Creará maravillas. Nada será imposible
al Estado, porque ya nada dependerá del egoísmo de su3 miembros.”
19 Cf. ibid., pág. 268: "La armonía es e! fundamento del Reino Sagrado, el objetivo-
ai cual aspira nuestro tiempo.”
20 Cf. ibid., pág. 267: "Peto este egoísmo, este resto de desigualdad, se cava su propia
tumba. Dentro de poco tiempo será derribado.”
revolución, lo mismo que Babeuf, la realización del comunismo, término final
del desatrollo de la historia.
Este libro, que concluía con una visión utópica de Ja sociedad futura constituía
—y en ello radica su interés—, con las obras de L. Gall, la primera expresión
del pensamiento socialista en la Alemania del siglo XIX.
Después de la publicación de la Historial Sagrada de la humanidad, que no tu
vo eco alguno,21 Hess se aproximó al movimiento de la izquierda hegeliana, e
intervino especialmente en ei conflicto entre los liberales y las potencias reaccio
narias con su libro La tria rq u ía euro-pea, que se publicó en 1841 22 En él sostenía,
como Ruge, la necesidad de que Prusia se uniera a Francia e Inglaterra y formar
con ellas un bloque de potencias progresistas.
Este libro era una respuesta directa a una obra anónima de Goldmann, La
pentarquía eu ropea (1839), en la cual éste proponía una división de Europa
que habría dado la supremacía a Rusia y Austria.28
En La triarquía eu rop ea, Hess se inspira en la filosofía de la acción de Ciesz-
kowski y reprocha a Hegel y a los Jóvenes Hegelianos no haberse desprendido
suficientemente de la filosofía dogmática y abstracta.24 Subraya la insuficiencia
y la impotencia de la crítica para reformar ia sociedad y el Estado, y observaba
que sólo la acción puede trasformar al mundo. A la filosofía de la acción, basada
en el pensamiento concebido como voluntad, Hess daba como objetivo —con
Cieszkowski— la realización efectiva, no sólo de la libertad, sino también de la
igualdad.
La libertad y la igualdad, que no existían en la antigüedad, se han desarrollado
en los tiempos modernos, principalmente en los grandes Estados de Europa
occidental. Tres países han contribuido particularmente a ella: Alemania, Francia
e Inglaterra. Con la Reforma, Alemania liberó al Estado de la tutela de la iglesia y
brindó al mundo la libertad espiritual. La obra de ia Reforma fue continuada
por la filosofía alemana, en particular por la filosofía de Hegel. Pero la acti
vidad espiritual, a la cual se han limitado la Reforma y la filosofía alemana, no
pueden por sí solas liberar efectivamente a los hombres y trasformar al mundo.
Esto sólo puede ser obra de la acción. El paso de la idea a la acción ha sido reali
zado por Francia, que, con su revolución burguesa, ha continuado la obra de la
Reforma y ha dado a la libertad un contenido concreto al realizarla en el terreno
de las cosnimbres.25
- 1 Cf. M. Hess, El m ovim iento socialista en Alemania, Neue Anécdota, Darmstadt, 1840.
Citado en Zlocisti, Aloses Hess, sozialistische Áufsatze, Berlín, 1921, pág. 110. "En esta
época, que sólo podía engendrar obras mal recibidas, el autor de estas líneas publicó su
primer librito socialista, que también fracasó y desapareció sin dejar rastros."
’2- Cf. M. Hess, D ie europáisebe Triarcbie, Leipzig, O. W igand, 1841.
2S Die europáisebe Pentarcbie (Goldmann), Leipzig, O, W igand, 1841.
21 Cf. La triarquía europea, pág, 12: "Hasta el presente, la filosofía sólo se ha referido
a lo que es, a lo que ha sido o ha devenido, pero no a lo que deviene; por lo tanto, se
puede calificar a la filosofía alemana, especialmente en su última fase, el hegelianismo, de,
filosofía del p a s a d o ...” Pág. 24; "La filosofía, que no puede ya volver al dogmatismo,
debe trasformarse en una filosofía de la acción a fin de llegar a un resultado positivo. La
filosofía de la acción se distingue de la filosofía de la historia, tal como ha existido hasta
el presente, en el hecho de que ya no sólo convierte el pasado y el presente, sino tam
bién al futuro, en objeto' de la especulación.”
25 Cf. La triarquía europea. Pág. 82: "La libertad espiritual, conquistada por Alemania,
En este punto Alemania debe seguir el ejemplo de Francia y completar la Re
forma, realizando igualmente una revolución política que habrá de trasformar al
Estado.
La Revolución Francesa no es, por otra parte, nada más que una etapa en el
camino de la emancipación total. Esta será la obra de Inglaterra, que posee a la
vez el espíritu especulativo de Alemania y la voluntad de acción de Francia.26
A esta emancipación se oponen poderes considerables que es preciso vencer
previamente.
En primer lugar está el Estado más reaccionario de todos, Rusia, que se esfuer
za, con la ayuda de Austria, en arrastrar a Prusia a su órbita a fin de impedir
que se forme con Inglaterra y Francia una triarquía europea de Estados pro
gresistas.
Esta emancipación es también combatida por la iglesia, que no admite que el
Estado tome la dirección de los asuntos públicos para hacer más felices a los hom
bres, no sólo en el cielo, sino también en la tierra.21
Por último, y ante todo, lo que opone a la emancipación de la humanidad es
la desigualdad social, que lanza cada vez más a unos hombres contra otros", y que
sólo podrá ser abolida por una revolución, ya no sólo política, sino también so
cial. Esta revolución estallará en Inglaterra, en la cual el antagonismo entre los
pobres y la aristocracia del dinero ha alcanzado su punto culminante.28
Esta revolución abolirá la propiedad privada, fuente del egoísmo, y junto con
ella la desigualdad social, logrando así la emancipación de la humanidad.29
Este libro, que constituía un franco progreso en comparación con la H istoria
Sagrada d e la humanidad, tenía el mérito de llevar al primer plano el problema
social, generalmente silenciado por los Jóvenes Hegelianos, y dar una solución
más concreta del mismo. En cierto modo constituía una síntesis de las concep
ciones filosóficas y políticas de la izquierda hegeliana, y de las concepciones
comunistas, y establecía, después del libro de Cieszkowski, un primer vínculo
seguiría siendo estéril si no existiera una nación que ha sabido unir la verdad a la realidad."
Pág. Í24: "Lo que fue la Reforma para la religión, la Revolución francesa lo ha sido para
las costumbres. La Reíorma se ha limitado simplemente a liberar al Espíritu de la Iglesia;
la Revolución francesa ha sido un paso más allá y emancipado las costumbres.”
Cf. ib id ., pág. 58: "De ambos lados, de Alemania y de Francia, a través de la Re
forma y de la Revolución, se ha dado un poderoso impulso. Sólo se trata ahora de unir
las dos tendencias y coronar esta obra. A esta tarea parece estar destinada Inglaterra; por
ello nuestro siglo debe dirigir, ante todo, sus miradas hacia ese país.” Cf. igualmente
pág. 90: "Europa lia conocido ya dos revoluciones, porque no quería obedecer al espíritu
moderno: la revolución alemana y la revolución francesa. Una tercera está en ciernes. Ésta
coronará la obra del espíritu moderno, nacido con la Reforma. Será la revolución efectiva,
la que, a diferencia de las revoluciones anteriores, no ejercerá ya una influencia relativa
más o menos grande, sino una influencia absoluta sobre la vida social.” Pág. 141: "Ale
mania debe ser completada por Francia, y ésta por Alemania. La Alemania creadora de
la Reforma representa el tipo oriental, caracterizado por la calma contemplativa y la ten
dencia a la interioridad. Francia, país de la revolución, representa el tipo occidental, carac
terizado por el movimiento y la tendencia a la exterioridad, l a síntesis de las dos está
constituida por Inglaterra, y por ello debemos buscar nuestro futuro en ese país.”
27 Cf. La t ria r q u ía eu ro p e a , pág. 76.
2S Cf. ib id ., pág. 173: "Sólo en Inglaterra U oposición entre el pauperismo y la aris
tocracia del dinero alcanzará el grado de agudeza necesario pata engendrar una revolución."
::> Cf. ib id ., pág. 161.
entre el movimiento de la izquierda hegeliana y las doctrinas socialistas y co
munistas francesas.
Partiendo de la filosofía de la acción, Hess pensaba, con los Jóvenes Hege
lianos, que la filosofía debía guiar a los hombres en su esfuerzo por emanciparse.
Pero superaba al liberalismo, ai cual consideraba incapaz de resolver el problema
esencial, que era a su modo de ver el problema social30, y —a diferencia de los
Jóvenes Hegelianos— planteaba como objetivo final de esta emancipación, no
ya la liberación religiosa y política, sino la emancipación social. De aquí que,
en lugar de conformarse con propugnar la alianza de Alemania y Francia, del
espíritu especulativo antirreligioso germánico y de la actividad política francesa,
extendiese dicha alianza a Inglaterra, considerando que la Reforma y la Revolu
ción Francesa habían sido sólo etapas preparatorias de la emancipación total, que
sería la obra de una revolución social que estallaría en ese país.
Como en ¡a H istoria Sagrada d e la Inm m idctd, Hess veía en el comunismo el
objetivo final del desarrollo de la humanidad, peto en La triarqpAa eu ropea se
mostraba más preocupado por demostrar, en el plano histórico, la necesidad de
su realización, subrayando a veces, a decir verdad en forma bastante simplista
aún, la importancia del desarrollo de las fuerzas de producción y de las relacio
nes de producción en la marcha de la historia.3132
Ello le permitía considerar el desarrollo de la historia más concretamente que
Bruno Bauer, y analizar, un poco ai estilo de Hegel, aunque de modo más rudi
mentario que éste, los distintos grados, en vez de limitarlos a los estadios del
desarrollo de la Conciencia universal.
Sin embargo, a pesar de su esfuerzo por llegar a una concepción más concreta
del mundo, seguía siendo, como los Jóvenes Hegelianos, idealista y utopista. Co
mo ellos, volvía a Fichte en s u tentativa de S u p e ra r a Hegel para trasformar la
filosofía e s p e c u la tiv a en una filosofía de la acción, y se esforzaba por determinar
el desarrollo de la historia en función de un idea! pu esto a p riorid 2
30 Cf. La t ria r q u ía e u ro p e a , pág. 107: "La libertad individual como principio organi
zador y regulador de ¡a sociedad es una concepción insensata, que no necesita ser refutada
por la ciencia, puesto que la vida misma la ha refutado desde hace tiempo.”
31 Cf. i b i i , , pág. 102: "Si Aristóteles tiene razón,y si es cierto que cuanto más rudi
mentarios son los instcumentos inanimados, más necesario es que haya máquinas vivientes
y razonables, no es menos cierto, a la inversa, que cuanto más se perfeccionan los instru
mentos inanimados, menos necesidad tienen los seres vivientes y razonables de ser reducidos
al nivel de instrumentos ciegos [ ... ] Los tres períodos esenciales de la historia del mundo
deben concebirse como ei de la desigualdad absoluta, el de transición y el de la igualdad
absoluta. En efecto, en la antigüedad, cuando el hombre estaba rebajado al nivel de ins
trumento ciego, reinaba la desigualdad absoluta. El período de transición entre esta época
y la de igualdad absoluta es el de la Edad Media. La igualdad absoluta se realiza, por
último, cuando — como es el caso en la época moderna— la relación entre los instrumentos
muertos y los instrumentos vivos se inclina a favor de estos últimos, así como en la anti
güedad se inclinaba a favor de los instrumentos muertos.”
32 Cf. G. Lukacs, "Moses Kess y los problemas de la dialéctica idealista”, A rc h iv o s p a ra
la h is to ria d d so c ia lism o y d e l m o v im ie n to o b re ro , año XII, 1926, págs. 118-119'- "Al
tratar de suprimir la barrera lógica establecida por el sistema de Hegel y mantenerse en
el plano de la Lógica, los Jóvenes Hegelianos convirtieron el futuro, cuyo conocimiento
sólo es posible si se lo convierte en objeto de la actividad revolucionaria, en un objeto de
contemplación. El pasado, el presente y el porvenir se presentan sin duda en un plano
conceptual común, pero este plano ya es aquí el del conocimientopuro, el del desarrollo
puramente lógico y sistemático de la tríada dialéctica [ . . . ] Esta concepción fundamental
entraña necesariamente el fracaso de la tentativa de superar a Hegel, al dar a las catego-
Esta tendencia a la utopía —común, por otra parte, a codos los reformadores
sociales de entonces— se debía al atraso de Alemania en el desarrollo económico
y social, y a la ausencia de un proletariado poderoso y contiente de sus intereses
de clase. Por otra parte, respondía al carácter sentimental e imaginativo de Hess,
y a su posición social de intelectual aislado del proletariado, cuya función histó
rica no sospechaba, y al cual consideraba, inclusive, como un obstáculo para el
progreso.85
lo que predominaba en Hess, a la inversa de Marx, en quien la fuerza de la
voluntad estaba de acuerdo con la del pensamiento, era una aspiración confusa
en un ideal que se inspiraba en la creencia mesiánica en la redención de la hu
manidad, y que él vio realizado sucesivamente en el judaismo, en el comunismo
y por último en el sionismo.
Su falta de base social se traducía también en cierta deficiencia moral, incon
cebible en Marx. Así es que, en el momento mismo en que realizaba la apología
de Francia en La triarquía europea, componía una nueva melodía para el poema
francófogo de N. Becker, El R m alem án, con la esperanza como escribe en una
carta a Auerbach, de obtener más dinero de ella que de su libro.3'*
En él era notable una intuición profunda, que le permitía concebir los pro
blemas de la época bajo una nueva luz y darles una solución muchas veces ori
ginal. Así, por medio del vínculo que establecía entre la filosofía de la Izquier
da begeliana y el comunismo francés, renovaba en el plano social la idea lanzada
por Enrique Heine, de la unión del espíritu especulativo alemán y el espíritu
revolucionario francés, con lo cual allanó a los Jóvenes Hegelianos que se apar
tarían del liberalismo, el camino del comunismo.35
El caráctet comunista de La triarquía europea^, que se advertía con más clari
dad que en La H istoria Sagrada d e la hum anidad, revelaba el desarrollo que
las ideas socialistas y comunistas empezaban a tener en Alemania, debido al rá
pido florecimiento de la producción industrial y al nacimiento de un proleta
riado .38
rías dialécticas un carácter histórico diferente dei que éste les había dado. Esta concepción
lleva a vincular arbitrariamente ciertos tipos de caterorías a épocas históricas determi
nadas, sin que se pueda mostrar la necesidad de su vinculación con otras épocas, ni el
encadenamiento entre ellas."
^ Cf. L a t ria r q u ía estropea, pág, 162: "La gran masa ha sido siempre y en todos los
tiempos inculta y grosera, y el fundamento del poder no es ella, sino la inteligencia. El
amor intelectual es el que en todos los tiempos ba dictado las leyes.”
w Cf. carra inédita a B. Auerbach del II de diciembre de Ío40.
Cf. M. Hess, E l m o v im ie n to socialista en Alemania, Neue Anécdota, Darmstadí, 1845
( citado por Th, Zlocisti, A i oses Hess, sozialjstischs Anfsatze, Berlín, 1921, pág, 196):
"Mucho tiempo antes de encontrarme por primera vez, Fróbeí había reconocido ya la in
suficiencia dei radicalismo político y esperaba de la unión de las aspiraciones alemanas y
francesas el resultado que yo indiqué en un libro cuyo único mérito consistió en presentar
oí publico, en forma velada y mística, una idea que aun no se podía expresar de modo claro
y preciso: me refiero a ía idea dei socialismo/'
La influencia del saintsimonismo, difundido especialmente entre la burguesía escla
recida, predominante hasta ios comienzos de la década de 1830, disminuía con rapidez,
mientras que las doctrinas más netamente socializantes de Lameonaís y de fourier se di
fundían cada ve2 más. En 1833 L. Borne tradujo las P a ro le s ePun c royaní de Laroennais.
Esta obra, con su cristianismo social, había encontrado gran eco en la ciase obrera, en su
mayoría aún muy creyente. En esa misma época A. L. von Rochau y F. Schmidt hacían
El méiito de La triarquía eu ropea consistió en difundir esta propaganda co
munista en los medios intelectuales, en especial el de los Jóvenes Hegelianos.
Gracias a la forma velada y confusa con que Hess presentaba sus ideas, ei libro logró
franquear el teremendo escollo de la censura. Contrariamente a La H istoria Sa
grada d e la humanidad, la obra tuvo mucho éxito e hizo conocer rápidamente a
Moses Hess en los medios literarios.
Sin embargo, lo que llamó primeramente la atención a los Jóvenes Hegelianos
en La tñarqnía eu ropea no fueron las ideas comunistas que allí se expresaban, y
que sólo revelarían su fecundidad después del fracaso del radicalismo político,
sino la concepción nueva que Moses Hess tenía de la filosofía de la acción. Por
otra parte, los Jóvenes Hegelianos le reprochaban el que vinculara demasiado es
trechamente el desarrollo del espíritu al de la realidad concreta, en vez de con
cebir la actividad espiritual en toda su potencia y su absoluta autonomía.37
La evolución de la Izquierda hegeliana hacia el radicalismo político, que se
percibía principalmente en los A ndes alem anes de Ruge, también se manifestaba
en el Club de los Doctores, de Berlín. Después de ampliarse con el ingreso de
nuevos miembros, como Ludwíg Buhl, Eduard Meyen y Karl Nauwerk3S, adqui
ría poco a poco, bajo la influencia de Bauer, Ruge y Marx, el carácter de una
agrupación política. Desde comienzos de 1841 publicaba, bajo la dirección de
E. Meyen, una pequeña revista, e! Ath'áneum, revista d e la Alemania culta; 39 pálido
reflejo de los Anales de Ruge, cuya evolución se esforzaba por seguir. Los prin
cipales colaboradores de esta revista, que sólo contaba con 150 abonados, eran
E. Meyen, Rutenberg, L. Buhl, M. Hess, K. Nauwerk, Engels y Marx, quien pu
blicó dos poemas, El m úsico y Canto nocturno, tomados de la colección de poemas
que había enviado a su novia en 1837.40
bajada de Btirger, L e ñ a re , cuyo color y ritmo por cierto no compartía, expresaba sus penas
amorosas del momento; E l m ú sic o , poema en el cual muestra el absoluto poder que ejerce
e¡ arte sobre el artista, convertido en víctima de su vocación, se parecía —por su carácter
salvaje y trágico a la vez— a las poesías en que Carlos Ivíarx lanzaba a un mundo hostil
sus imprecaciones y su desafío.
41 En un artículo anónimo, publicado el 24 de junio de 1841 en el A t b e n a s m , el autor
describía la miserable situación de los obreros berlineses, y demostraba la necesidad de
estudiar las doctrinas socialistas inglesas y francesas, y de aplicarlas a fin de terminar con
el pauperismo.
42 Cf. A n a le s d e H a lle , agosto-setiembre de 1839. L. Feuecbach, C o n trib u c ió n a la c rí
t ic a de la fi lo s o f ía d e H e g e l.
43 L. Feuerbach, D a s W e s e n d e s C h ris te n tm n s , Leipzig, O. Wigand, 1841.
la perfección propia de la especie, de la cual se siente separado, crea a Dios, co
mo mediador, no ya entre él y la naturaleza, sino entre é! y la especie, y lo con
vierte en un ser ideal, que posee tedas las cualidades eminentes de la especie
humana.
Así el hombre exterioriza, aliena su esencia en Dios, que no tiene existencia
particular independiente de la del hombre, y que sólo es la imagen idealizada de
la especie humana, separada de los hombres y encarnada en él .44
Esta alienación de las cualidades esenciales de la especie humana en Dios, que
trasforma los atributos del hombre, sus cualidades eminentes, en un sujeto inde
pendiente de él, engendra una inversión de las relaciones entre el sujeto y el atri
buto, el hombre y Dios.
El sujeto verdadero, el hombre, es trasformado en atributo de Dios, en tacto
que éste, su creación, se convierte en su sujeto, en el elemento creador.
Esta doble ilusión nacida de la alienación de las cualidades humanas, despren
didas del hombre y proyectadas sobre un Ser trascendente, engendra un conflicto
que opone al hombre a la vez a la naturaleza y a la especie.
Como no encuentra satisfacción en la naturaleza, el hombre busca, en efecto,
fuera de ella, fuera de la realidad concreta, una realidad sobrenatural.
Por otra parte, al alienar en Dios su propia realidad, su esencia, que se vuelve
extraña a sí misma, el hombre se separa de la especie y entra en oposición
con ella.
Esta inversión de las relaciones entre Dios y el hombre, que de sujeto activo
se convierte en objeto pasivo, y esta alienación de la esencia humana en Dios,
tiene como consecuencia la disminución y la humillación del hombre, privado de
sus cualidades esenciales.
Separado de Ja especie, que, encarnada en Dios, sólo tiene existencia ilusoria,
el hombre se vuelve extraño a su verdadera naturaleza, se aísla de la comunidad
humana y se convierte en un individuo aislado y egoísta.
El d e fe cto fundamental de k religión, en particular del cristianismo, consiste
en separar de este modo al hombre de la especie humana y hacer eterna y abso
luta esta separación mediante su divinización.
Para devolver al hombre su ser verdadero, que es el Ser colectivo, y permititie
llevar una vida conforme a su verdadera naturaleza, que es la vida de la especie,
hay que destruir la ilusión religiosa, restituir al hombre las cualidades de la es
pecie alienadas en Dios y sustituir el amor de Dios por el amor de la hu
manidad.45
44 C í. l a esen cia d e l c ristia n ism o , Obras C o m p le ta s, t. Ií, Leipzig, 1 8 4 6 . Pág. 10: "La
conciencia de Dios es la conciencia que el hombre tiene de sí mismo, el conocimiento
de Dios es el conocimiento que el hombre adquiere de sí.” Pág. 17: "La religión, pot
lo menos la religión cristiana, es el comportamiento del hombre frente a sí mismo, o, más
exactamente, frente a su esencia considerada como extraña a él. El ser divino no es otra
cosa que el ser humano despojado de las limitaciones impuestas por el individuo, es decir,
por el hombre real, corporal, concretizado, es decir, contemplado y adorado en un ser
distinto de él. De ahí que todas las propiedades del ser divino son propiedades del ser
humano.” Pág. 1S: "Dios es la revelación del Ser interior, del Yo profundo del hombre,
ia religión es la revelación solemne de los tesoros encerrados en el hombre."
45 Cf. l a esen cia d e l cristia n ism o , págs. 401-402: “Hemos probado que el contenido y
el objeto de la religión tienen un carácter humano, que el secreto de la teología es la an
tropología, que el secreto del ser divino es el ser humano. Pero ia religión no tiene con
ciencia del carácter humano de su contenido; se opone a lo que es humano o, por lo menos,
Con esta crítica radical de la religión, concebida como expresión de la aliena
ción de la esencia humana, como comportamiento del hombre frente a su propia
naturaleza considerada como una realidad diferente de sí mismo y extraña a él,
Feuerbacli trasformaba por completo el carácter y el sentido de la alienación.
Esta ya no aparecía, como en la religión, a ¡a manera de Hegel y Bauer, como un
acto creador por el cual Dios, la Idea Absoluta o la Conciencia Universal crean
el mundo al exteriorizar en él su esencia, sino como un acto que, al despojar al
hombre de su naturaleza verdadera, lo vuelve ajeno a sí mismo.
Esta crítica sacudía, aún más profundamente que las críticas de Strauss, de Ciesz-
kowski y de Bauer, la doctrina de Hegel. Después de la filosofía crítica, que
había hecho estallar la contradicción entre el sistema conservador y la dialéctica
revolucionaria de la filosofía hegeliana, se atacaba a ésta en sus fundamentos
miamos.
Ai invertir la relación idealisra entre el pensamiento y el Ser, Feuerbach plan
teaba en principio la existencia de una realidad objetiva, independiente del Espí
ritu; partiendo de esta concepción, convertía a la naturaleza y al hombre, consi
derados en su realidad concreta, en la esencia misma del mundo. De tal modo,
subordinaba a la vez a Dios y la Idea al hombre y a la naturaleza, y rechazaba,
al mismo tiempo que la religión, el idealismo hegeliano, remplazándolo por una
concepción materialista del mundo.
A pesar de haber sido el primero de los pensadores alemanes modernos que
llegó al materialismo, Feuerbach no podía superar —dada su condición de inte
lectual aislado, que vivía en el campo y no participaba directamente en las lu
chas políticas y sociales— el materialismo francés del siglo xvin, como lo haría
Carlos Marx.
La negación de Dios y del más allá lo llevaba a afirmar el valor eminente del
hombre y de la vida terrestre40, pero como asignaba más importancia a las re
laciones naturales del hombre que a sus relaciones sociales, y como no tenía en
cuenta la acción ejercida por el hombre sobre su medio, se detenía en un mate
rialismo mecanicista, y su doctrina social tenía un carácter idealista. Quería una
reforma de la sociedad que permitiera al hombre llevar una vida conforme a su
esencia, y se daba cuenta de que esta reforma implicaba la supresión de la mi
seria.47 Pero como no defendía los intereses de clase del proletariado y, por lo
va el objeto de una vana creencia, sino una obligación aue el hombre debe realizar."
Pág 210: "La política debe llegar a ser nuestra religión." Pág. 318: "Sólo la miseria
engendra a Dios.”
13 Cf. F. Engels: Lud-wig Feuerbach y el fin d e la filosofía clásica alemana, en C. Marx
y F. Engels, O b ra s escogidas, ed. Carago, Buenos Aires, 1957, pág. 691.
49 A. Ruge, B riefivschssl und Tagebinibblaner , t. I, pág. 246. Carta a Stahr del 7 de
noviembre de 1841. “Strsuss, Feuerbach y Bruno Bauer son los verdaderos intérpretes de
la filosofía de Hegel." Cf. igualmente págs. 224-258 y sigs., 261 y sigs.
Jaba en su lucha eran los ataques lanzados por Schelling contra Hegel y las medidas
que el gobierno había tomado contra Bruno Bauer.
El viejo Schelling había sido llamado a Berlín en febrero de 1841 para refu
tar la filosofía hegeliana, que había revelado ser temible en el combate a favor
del liberalismo. Antes de ser atacada por Leo y Hengstenberg, que la acusaron
de llevar al ateísmo, ¡a doctrina de Hegel había sido vivamente criticada en 1834
por Schelling, en el prefacio que escribió para un libro de Víctor Cousin: D e la
filo so fía alem ana y fran cesa; es así que el gobierno prusiano, considerándolo el
hombre más capaz de combatir el hegelianismo y a la Izquierda hegeliana, lo
hizo venir de Munich, donde enseñaba entonces, a Berlín.
El nombramiento de este filósofo romántico y reaccionario reforzó en los Jó
venes Hegelianos la convicción de que el gobierno acentuaría aún más su polí
tica retrógrada. Consideraron como una provocación el anuncio del curso de
Schelling sobre la Filosofía de la Revelación, y adoptaron inmediatamente posi
ciones contra él. En una nota relativa a su tesis de doctorado, Marx ya lo había
criticado, oponiendo al Schelling envejecido el Schelling joven, cuyos argumen
tos contra la fe constituían, decía, la mejor refutación de sus concepciones reac
cionarias.50
También Ruge se pronunció en sus cartas contra Schelling, al cual calificó de
renegado y a quien invitó a tratar sin miramientos.51
El principal representante de la Izquierda hegeliana en esta lucha contra Sche
lling fue Federico Engels.
Al mismo tiempo que se liberaba, en Bremen, bajo la influencia de la crítica
de Strauss y del panteísmo de Hegel, de todo dogmatismo religioso, Engels se
había orientado, por influencia de Borne y de la joven Alemania, hacia un li
beralismo democrático y, alejándose luego de esta última, se convirtió, a fines
de 1840, en uno de los Jóvenes Hegelianos.
Su participación activa en el combate de la Izquierda hegeliana se manifestó
en primer término por un gran artículo sobre Ernst M oritz Arndt, aparecido en
El telégra fo , en enero de 1841.52
50 M ega, I, t. I1, págs. SO S 1: "La débil razón no es la que no reconoce a un Dios ob
jetivo sino, por el contrario, la que quiere reconocerlo." (Schelling, Cartas filosófica s sob re
e l dogm atism o y e l criticism o, carta II.) "Por otra parte, se debería recomendar al señor
Schelling que tuviera en cuenta sus escritos de juventud [ . . . ] Recordamos por último
al señor Schelling las últimas palabras de la carta ya citada: 'Ya es tiempo de proclamar,
para la mejor parte de la humanidad, la libertad del espíritu, y no seguir tolerando la pérdi
da de sus oportunidades’. ¡Si esto ya era urgente en 1795, cuánto más lo es en 1841!”
51 A. Ruge, B riefw echsel nral T agebucbblátter, t. I, págs. 218-219- Carta a N. Carriére,
Halle, 11-2-1841: "Por otra pacte, será necesario seguir sus cursos [los de Schelling] con
el propósito de someter a la luz de la crítica sus intenciones ocultas y demostrar, con prue
bas en la mano, lo que todo el mundo sabe ya: que no nos trae nada de nuevo. Schelling
se pondrá totalmente en ridículo si los hegelianos saben utilizar esta ocasión, que no dejará
de presentarse. Confio en que no se hará intervenir aquí inoportunamente e! pulpo de
la consideración y los miramientos debidos. Este es un espectro insolente y un franco
renegado de la filosofía.” Obras com pletas, t. V, pág. 22: "En sus últimas conferencias
de Berlín, que no son más que una redición de las viejas chacharas de Munich, se lim ita
a presentar la Lógica deformada de Hegel como el prototipo de la filosofía negativa y la
filosofía positiva como ejemplo del dogmatismo cristiano igualmente deformado.” Sobre
el nombramiento de Schelling y las criticas suscitadas, cf. Max Lenz, G eschicbte d er Priedrich
W iihelm Universitat, t. III, pág. 479 y t. IV, págs. 573 y sigs.
52 Cf. M ega, 1, t. II, págs. 96-108. Cf. respecto de Arndt el artículo de Ruge, "E. M.
Arndt. Recuerdos de mi vida”, Anales d e Halle, octubre de 1840.
Elogiaba a Arndt por lo mucho que había contribuido a despertar el senti
miento nacional en los alemanes y por representar, en consecuencia, un símbolo
dei levantamiento contra Francia, en favor de la independencia alemana. "Gimo
el fiel Eckart de la leyenda —escribía—, el viejo Arndt se levanta a orillas del
Rin para hacer una advertencia a la juventud alemana contra los pérfidos encan
tos de Francia, por los que se siente atraída desde hace ya muchos años. . . ” 53
La actitud resuelta y valerosa de Arndt en favor deí pueblo, durante la guerra
de liberación, lo había hecho sospechoso, como a todos los patriotas, ante el go
bierno, y le valió persecuciones.81
Las medidas tomadas contra los patriotas, calificados de "demagogos", habían
tenido por efecto, decía Engels, que la mayor parte de ellos se retirasen del com
bate para convertirse en súbditos fieles y sumisos, mientras que otros, perseve
rando en su voluntad de hacer de Alemania una nación libre y unida, tomaron
el camino de un nacionalismo extremo, sabiendo que no contaban con apoyo
del pueblo.58
En su análisis de este nacionalismo, que conocía bien, pues había compartido
aL comienzo de su orientación política liberal las concepciones de la Burschens-
chaft, Engels subrayaba su carácter trágico: para liberar a Alemania de toda
influencia política, espiritual y moral extranjera, quería retrotraerla a la barbarie
del pasado germánico. Esto llevaba a ios nacionalistas a oponerse a todas las
tendencias liberales, a negar los resultados de la Revolución Francesa y a aso
ciarse, en su odio hacia todo lo francés, a la peor de las reacciones. A pesar de
todos los defectos de ese nacionalismo, no debía olvidarse, decía Engels, que
había fortalecido el sentimiento nacional de los alemanes y, por lo tanto, cons
tituido una etapa necesaria del desarrollo de Alemaaia.
"Los nacionalistas alemanes querían completar la obra de la guerra de libe
ración y liberar a Alemania —que se había vuelto materialmente independien
te— de la hegemonía espiritual del extranjero. Pero por esta misma circuns
tancia su nacionalismo tenía un carácter negativo, y lo positivo que se vanagloriaba
de poseer había quedado en una penumbra de la cual no salió jamás. La con
cepción del mundo de los nacionalistas carecía de base filosófica, pues conside
raban que el mundo había sido creado exclusivamente para Alemania y que los
alemanes habían alcanzado hacía mucho tiempo el grado máximo de su desarro
llo. [ . . . ] Este nacionalismo era negador [ . . . ] y hasta lo que había ea él de
positivo tenía un carácter de negación, pues para realizar la Alemania ideal que
ellos concebían, era preciso borrar un milenio del desarrollo de la historia y volver
¿i
r'2 C f. ib id ., p á g .96,
54 Cf. ib id ,, pág. 93: "El mejor resultado de esos años fue el adquirí!: conciencia de que
habíamos perdido los bienes sagrados de la nación, que tomamos las armas sin esperar
el permiso de los príncipes, que inclusive los obligamos a ponerse a nuestra cabeza y que,
durante un tiempo, nos convertimos en la fuente del poder del Estado y n o s afirmamos
corno pueblo soberano; es por eso que después de la guerra los hombres que habían tenido
la actitud más resuelta y una mayor conciencia de su acción parecieron peligrosos a sus
gobiernos.’’
r” C f. A le g a , I, t. II, pág. 99: "Luego vinieron los congresos que dieron a los alemanes
tiempo para disipar la embriaguez de la libertad y someterlos a las relaciones tradicionales
entre príncipes y súbditos. El que seguía siendo fiel a sus antiguas aspiraciones y pretendía
continuar obrando sobre la nación era llevado, por las circunstancias del momento, al
callejón sin.salida de un nacionalismo extremo. Sólo algunos espíritus superiores supieron
orientarse en este laberinto y encontraron el sendero que llevaba a la libertad.”
a Alemania a la Edad Media, o, mejor aún, sumergirla otra vez en la antigua
pureza de la Alemania primitiva. Jahn representa la tendencia extremista de este
movimiento. Esta concepción de cortos alcances, que convertía a los alemanes,
a imitación de los judíos, en un nuevo pueblo elegido, no tenía en cuenta los
innumerables gérmenes históricos que se habían desarrollado en los territorios
no alemanes. Y la furia iconoclasta se dirigía en particular contra los franceses.
Como los grandes y eternos resultados de la .Revolución Francesa eran execrados
y calificados de frívolos y engañosos, nadie intentaba realizar un acercamiento-
entre esta inmensa acción popular y el levantamiento del pueblo en 1813, y se
maldecía, por venir de él, todo lo que Napoleón había aportado: la emancipa
ción de los judíos, la institución de los jurados, un buen código civil en remplazo
de las Pandectas. El odio a los franceses era un deber y todas las concepciones
que pretendían superar el ideal alemán eran maldecidas. [ . . . ] Por otra parte,
no es posible dejar de ver que este nacionalismo era un grado necesario del des
arrollo del alma popular y debía constituir, con el grado siguiente, los dos elemen
tos antitéticos que sirven de fundamento a la concepción moderna del mundo.” 56
Después de este análisis crítico del nacionalismo alemán, que Engeis concebía
con razón como una expresión de las aspiraciones del pueblo alemán, y en parti
cular de la burguesía alemana que empezaba a formarse, pasaba al análisis del
movimiento opuesto al nacionalismo, a la critica del liberalismo cosmopoiita, en
el cual veía la otra expresión ideológica del ascenso de la burguesía alemana. El
liberalismo cosmopolita, que respondía al filantropismo del siglo XVIII, se había
desarrollado especialmente en los Estados de Alemania del sur y se planteaba
como objetivo la formación de una humanidad libre mediante la abolición de las
oposiciones nacionales.
Engds subrayaba el carácter dialéctico del desarrollo de estas dos corrientes
ideológicas de la burguesía, el nacionalismo y el cosmopolitismo, y demostraba
que la revolución de 1830, que había favorecido la formación del liberalismo cos
mopolita alemán, determinaba ahora, por el fortalecimiento del nacionalismo
francés y por reacción contra éste, el renacimiento del nacionalismo alemán. 67
Rechazaba estas dos tendencias exclusivas, y quería remplazarías por un movi
miento a la vez nacional y libera!, inspirado en Borne y en Hegel; por otra parte,,
este movimiento empezaba a formarse con la Izquierda hegeliana. 58
"La tarea de nuestra época —escribía— consiste en rematar la unión de Hegel
con Borne. El Joven Hegelianismo se encarna ya muy bien en Borne, quien no
habría dudado en firmar muchos de los artículos de los Anales d e Halle. Pero
7i Cl. ib-id., pág. 616. Cana a su hermana María, del 3-10 de mayo de 1841: 'Tartiré
sín duda, dentro de ocho a quince días, a Berlín para cumplir con mis deberes de ciu
dadano o, más exactamente, para hacerme exceptuar del servicio militar y volver en
seguida a Barmen."
Su seudónimo “Ostwald" apareció, en efecto, en el segundo semestre de La publica
ción dei Athetiiinm, en la lista de los principales colaboradores, junto a L. Buhl, Kóppen,
Rutenberg y E. Meyen.
79 Cf. M ega, I, t. II, págs. 159-168. Athenáum, nnms. 48 y 49, 4 y 11 de diciembre
de 1841. La continuación del artículo no se publicó, pues la revista fue clausurada a fines
de diciembre de 1841.
77 Cf. ibid., pág. 162.
77 Cf. ibid., pág. 173. T elégrafo, diciembre de 1841. F. Engels, Crítica d e H egel por
Schelling-, "Si le pregunta usted ahora en Berlín, a cualquier hombre que tenga, aunque
sólo sea en leve medida, conciencia del poder que ejerce el espíritu sobre el mundo, dónde
está el lugar en que se desarrolla la lucha de la influencia sobre la opinión pública en el
dominio de la política y la religión, que habrá de decidir la suerte de Alemania, dicho
hombre le dirá que se encuentra en la universidad, y más precisamente en el aula núm. 6,
en la cual dicta Schelling su curso sobre la Filosofía de la Revelación." Cf. F. Onckea,
"F. Engels y los comienzos del comunismo alemán", H tstorische Z eitschrifft, t. 123 (1 9 2 1 ),
págs. 239-246. Cf. Max Lenz, Historia d e la U niversidad F ederico G uillermo, d e Berlín,
t. II, págs. 42-46.
Eq sus conferencias, Schelling se esforzaba por refutar el hegelianismo con su
filosofía de la Revelación, que constituía una singular combinación de razón y
de fe, y que desembocaba en una mística confusa y una oscura teosofía. Esta
filosofía, que defraudó a sus propios partidarios, fue atacada violentamente por
los Jóvenes Hegelianos, en particular por Engels. Debido a Ja insuficiencia de
sus conocimientos filosóficos, Engels no estaba, a decir verdad, lo bastante ar
mado para entrar en la liza contra Schelling. Como autodidacta, había asimilado
la filosofía de Hegel, y aún no conocía la doctrina de Schelling; pero esta cir
cunstancia no lo incomodó demasiado, pues lo que le importaba esencialmente
era atacar en Schelling al adversario político.
La crítica de éste fue en primer término objeto de un artículo, C rítica d e H egel
p o r S chelling, que apareció a mediados de diciembre en El telégra fo , 79 y más
adelante lo amplió en dos folletos: S ch ellin g y la R evelación. Crítica d e l -último
ataque d e la rea cció n contra la filo so fía libre, publicado en marzo de 1842, y
S chelling, filó so fo en Jesucristo, que apareció a principios de mayo de 1842 en
Berlín.
Indignado por los ataques de Schelling contra Hegel, Engels tomaba partido
vigorosamente —en su artículo de El telégra fo — a favor de Hegel, a quien
aquél acusaba de haber plagiado sus ideas esenciales, e invitó a toda la juventud
a defender este filósofo, que seguía encarnando para él eí pensamiento libre.
"Es indignante —escribe— que Schelling haga depender de él toda la evolu
ción filosófica del siglo, con Hegel, Gans, Feuerbach, Strauss, Ruge y los A ndes
alem anes, para después no sólo negar esta evolución, sino también difamarla
con el único propósito de valorarse a sí mismo, y para difamarla como algo
deleznable, como un lujo superfluo del espíritu, como una curiosa mescolanza
de malentendidos y errores...
"Schelling supera en verdad todos los límites cuando pide a nuestro siglo qne
borre cuarenta años de esfuerzos, de labor intelectual, que implican el sacrificio
de ios intereses más queridos, de las tradiciones más sagradas, y cuando los con
sidera tiempo perdido en vanas búsquedas, sólo porque él mismo cree no haber
vivido inútilmente durante ese período. No situar a Hegel entre los grandes
pensadores es una broma pesada [ . . . ] pero él lo considera como su criatura
y lo trata como a su criado. Por último, da un poco la impresión de latrocinio
intelectual [ . . . ] cuando reivindica como suyo, como su propiedad, como carne
de su carne, todo lo que reconoce como bueno en H egel...
"A nosotros nos corresponde [ . . . ] proteger la tumba del gran maestro con
tra estos insultos. Este combate no nos arredra. Nada podría ser para nosotros
más deseable que convertirnos, por un tiempo, en iglesia perseguida. Esto obra
como tamiz de ios espíritus: los buenos aguantan la prueba de fuego; en cuanto
a los otros, los vemos alejarse de nuestras filas sin pena.’’ 80
Este artículo señalaría el fin de la colaboración de Engels en El telégra fo . En
efecto, en ese entonces rompe con Gutzkotv. La causa inmediata de esta ruptura
fue la protesta contra las modificaciones y supresiones que éste hacía en sus
artículos. Otra razón fue, sin duda, la extrema susceptibilidad de Gutzkow, quien
desde 1840 no podía perdonarle a Engels el haber sido recibido por la poetisa
51 Cf. ibid., pág. 121. blorgevblatt, 30-7-1840, F. Engels, trem en , ''Crítica del Ricardo
salvaje de Gutzkow".
52 Cf. ib id ., Prefacio, pág. XXV.
53 Sobre el conflicto entre Bruno Bauer y e! gobierno, cf. R. Pmtz, Zehn Jahre, t. II,
cap. IV.
s i Cf. C o rre sp o n d e n c ia e n tre B ru n o y E d g a rd B a tte r , págs. 162-163. Carta de B. Bauer
a E. Bauer, del 9 de diciembre de 1841: "Después de la serenata invitamos a Welcker a
concurrir a una velada. Mi participación en los discursos y las alocuciones que se dieron
en esta ocasión se limitó a un brindis que pronuncié en honor de Hegel y de su concep
ción del Estado, sobre la cual corren todavía en Alemania meridional muchas ideas falsas.
Aproveché el momento paca declarar que la concepción hegeliana superaba en liberalismo
y en audacia los puntos de vista que predominaban en Alemania del sur." Cf. igualmente
M e g a , I, t. P , pág. 265. Carta de B. Bauer, del 24 de diciembre de 1841.
ciido- y, junto coa Rutenberg, organizador del banquete y ya expulsado a conse
cuencia de su colaboración en la G aceta gen era l d e Leipzig, puesto bajo vigilan
cia policial, mientras que a Bruno Bauer se le informó que ya no le estaba per
mitido continuar sus cursos en k Universidad de Bonn.85
Esta medida llevó al colmo la irritación de los Jóvenes Hegelianos, quienes
redoblaron, con mayor ardor, la lucha contra todos los elementos reaccionarios.
Marx, cuya acción había sido hasta ese momento poco visible, empezaría en
tonces a tener, como Engels, un papel de primer plano en esta lucha.
Hasta abril de 1841 permaneció en Berlín, ciudad en la cual no se encontraba
a gusto, pues no hallaba en ella el campo de pensamiento y de acción que anhe
laba. Había obtenido todo el provecho posible de la frecuentación de los Jó
venes Hegelianos berlineses, a quienes ya dominaba, y de su permanencia en
esta ciudad, donde había enriquecido sus conocimientos con todos los fecundos
elementos de la filosofía hegeliana.
AI irse de Berlín, Marx se dirige primeramente a Tréveris, para ver a su fa
milia y a Jenny von Westphalen, con quien ya hacía cuatro años que estaba com
prometido y a quien quería desposar a la brevedad posible. Los dos estaban en
conflicto con sus familias: Marx con su madre, que se negaba a darle ayuda
económica alguna, y Jenny con una parte de su familia, en particular con su
hermanastro,' Ferdinand von Westphalen.
Movido por el deseo de lograr una situación que le permitiera casarse con
Jenny y sacarla de las dificultades en las cuales estaba sumida entonces, contaba
todavía con el apoyo de Bruno Bauer para ser nombrado profesor de filosofía
en ia Universidad de Bonn.
Lleno de salud y de vigor, Marx se encontraba entonces en todo el esplendor
de su juventud, y no conocía la fatiga en el trabajo, que, por io demás, le agra
daba interrumpir con placenteras diversiones.88
En el tercer canto de su epopeya heroico-cómtca, El triu nfo d e la fe, Engels,
que sólo lo conocía por la descripción que le habían hecho los Jóvenes Hege
lianos de Berlíu, traza de él el siguiente retrato, en el cual aparece como una
fuerza elemental y desencadenada:
'VPero quién avanza hacia nosotros, lleno de fogosa impetuosidad? Es un
mozo moreno y bien plantado, oriundo de Tréveris, un monstruo desencadenado
Con paso seguro golpea e! suelo, y eleva con furor los brazos hada el firma-
90 Cf. Mega, I, t. I2, pág. 249. Carta de B. Bauer a C. Marx, 31 de marzo de 1841.
91 Cf. ibid., pág. 247. Carta de B. Bauer a Marx, 28 de marzo de 1841: "El terrorismo
de la verdadera teoría debe hacer tabla rasa con todo.” Cf. ib id ., pág. 153. Carta de
B. Bauer a C. Marx, 12 de abril de 1841: "La cuestión [de la revista] será muy ardua
d e . resolver. Aún no veo de dónde saldrán nuestros colaboradores [ . . . ] Y sin embargo
la cosa es absolutamente necesaria, pues es imposible mantener nuestras relaciones con
Ruge sobre la base de su revista, tal como ha sido hasta ahora y con los colaboradores
con que ha coatado. Haz de modo que podamos iniciar rápidamente una nueva lucha.”
Cf. M ega, I, t. I2, págs. 261-2S2. Carta de G. Jung, 18 de octubre de 1841: "El doctor
Marx, el doctor B. Bauer y Feuerbach se asocian para fundar una revista teológico-filosó-
fica. Es el momento en que los ángeles deben formar un cerco alrededor del Señor, y en
que Éste tiene que protegerse, pues estos tres son muy capaces de expulsarlo del cielo y
endilgarle además un buen proceso.”
92 Cf. A. Ruge, C o rre sp o n d e n c ia , t. I, pág. 23. Carta de Ruge a Stahr, S de setiembre
por su porte acentuó el carácter radical de los Anales, Bauer y Marx renuncia
ron a publicar su revista, y continuaron sus ataques en otro plano.
Se dedicaron a realizar una exposición crítica de la obra de Hegel, con el
propósito de mostrar su carácter profundamente revolucionario y justificar así
su acción. 08
Bauer empezó con una crítica de la F ilosofía d e la religión de Hegel, que le
parecía capital, pues la religión era la enemiga irreductible de la razón y el pro
greso. En noviembre de 1841, un mes después de habérsele prohibido la con
tinuación de sus cursos en Bonn, Bauer publicó en Leipzig, en la editorial de
Wigand, un folleto anónimo intitulado La trom peta d el Ju icio Final contra H e
gel, e l ateo y e l A nticristo. Un Itknátum .94
Bajo la apariencia de un creyente, Bauer lanzaba en él un anatema contra
Hegel, cuyo ateísmo denunciaba a través de una elección de citas tan juiciosa
cuino abundante.
Mostraba Ja forma en que, mediante la reducción de Dios a la Idea Absoluta,
y de los dogmas a la filosofía, Hegel reducía la religión cristiana a un vago pan
teísmo y, en consecuencia, llevaba al ateísmo, y de paso subrayaba que los ver
daderos discípulos del maestro no eran los viejos hegelianos, sino los Jóvenes
Hegelianos, y que esta revolución de alcance incalculable nacería de la filosofía
de Hegel cuando se descubriera su verdadero sentido.86
de 1841: "Me encuentro en muy mala situación, pues B. Bauer, C. Marx, Christiansen y
Feuerbach han formado una nueva Montaña y elegido el ateísmo por bandera. Dios, la
religión y la inmortalidad son derrocados de sus tronos, y se proclama que el hombre es
Dios. Eirá por aparecer una revista ateísta que provocará un tremendo escándalo, si la
policía la tolera. Pero nada puede hacerse.
"Junto con ella se forma un nuevo partido, por lo cual tendremos: 1) los doctrinarios;
2 ) los partidarios de Strauss; 3) los ateos o los que consideran a Strauss un condenado
creyente. Todo esto es muy hermoso, pero me anuncia tiempos muy dxuos, ya que vamos
a perder —los Anales y yo— todos los partidos."
Christiansen tenía cátedra en la Universidad de Kiel. Cf. M ega, I, t. I2. Carta de Marx
•a Ruge, 20 de marzo de 1842, pág. 272.
** Cf. A rchivos para la historia d el socialism o y d el m ovim iento obrero, 1916, pág. 337.
G. Mayer, Marx y la Segunda Parte d e la T rom peta d el Ju icio Final.
04 D ie Posarme d es Jursgsten G eñchts iiber H egel, d en A tbeisten ttnd Antichristen.
fíí/i Ultimátum. La elección de esta forma de parodia, predilecta de ios polemistas ale
manes entre los siglos XVI y XV1IÍ, se explica por el hecho de que permitía atacar más
fácilmente ai adversario mediante la ficción de estar de acuerdo con él. P. Engels utilizaría
esta misma forma en su poema El triun fo d e la fe, dirigido contra Schelling, y se sabe
que La Sagrada Familia y La id eología alemana fueron concebidas, al principio, como
jjarodias de esta dase.
S9 Cf. La trom peta d el Ju icio F iad, pág. 45: "No se debe creer que esta banda contra
la cual tiene que combatir ahora el Estado cristiano tenga otro principio y reconozca otra
doctrina que no sea la del torvo Maestro. La Nueva Escuela es, en verdad, básicamente
distinta de la que el Maestro había reunido eti su derredor; ha prescindido de todo pudor
y toda creencia en Dios. Combate abiertamente y sin reservas ai Estado y a la iglesia;
después de haber derribado el signo de la cruz, quiere derribar el trono. La antigua Es
cuela no parecía capaz de cometer tales actos y de tener semejante mentalidad. Pero fue
sólo una pura apariencia, o, mejor dicho, el producto de un puro azar, el que se mos
trase más reservada y más moderada, y el que no diera pruebas de una energía tan diabólica.
En lo que se refiere al fondo de la cuestión, se ve, si nos remontamos al principio y a la
verdadera doctrina del Maestro, que (os nuevos discípulos no han añadido nada nuevo,
que no han hecho otra cosa que apartar eí velo trasparente con que el Maestro envolvió
a veces sus tesis, y revelado el sistema eD toda su desnudez.” Cf. ibid., pág. 13.
Del mismo modo que en su crítica de los Evangelios, deformaba el hegelia
nismo, trasformando la Idea hegeliana en Conciencia Universal, a la cual con
vertía en el elemento motor del mundo, y utilizaba esta deformación para reali
zar, so pretexto de una condenación virulenta del ateísmo hegeliano, una expo
sición de su propia doctrina.
Al extraer todas las consecuencias de su Filosofía crítica, cuyos principios
generales había esbozado en su análisis de los Evangelios, subrayaba el papel pri
mordial de la Conciencia universal en la marcha de la historia.
Comprobaba, en primer lugar, que la Idea absoluta de Hegel no era otra cosa
que la Conciencia que el Espíritu adquiere de sí mismo, al exteriorizar su esencia
en el mundo.98
Esta Conciencia universal, que es tan sólo el Espíritu humano concebido en
su generalidad, es la realidad esencial, el principio fundamental, creador y regu
lador del mundo.
"Hegel habla a menudo del Espíritu del Mundo, y parece considerar a éste
una potencia real [ . . . ] Pero en realidad el Espíritu del Mundo sólo llega a ser
una realidad en el espíritu de los hombres, y no es otra cosa que el concepto del
Espíritu que llega a la conciencia de sí y realiza su esencia en el desarrollo de
la historia. El Espíritu del Mundo no tiene un dominio propio f . . . ] La Con
ciencia universal es la única potencia del mundo, y la historia no tiene otro sen
tido que el devenir y eí desarrollo de dicha conciencia.’’ 97
En su desarrollo dialéctico infinito, la Conciencia universal no está ligada, como
la Idea hegeliana, a una realidad concreta, a una sustancia que, por principio, es
limitada y finita, y que sólo es el instrumento del cual se sirve para realizar, en
forma cada vez más perfecta, su esencia. Como el Yo de Fichte, la Conciencia
universal progresa destruyendo sin cesar la realidad que crea. En cuanto se realiza
en una sustancia y adquiere en ella una forma determinada, esta forma constituye
para ella un límite, un obstáculo del cual debe desembarazarse y liberarse a fin
de poder progresar nuevamente.
"Vamos aún mas lejos, y pretendemos demostrar que el propio Hegel ha su
primido esta concepción de la religión ligada a una sustancia, y ha sacrificado
al Yo lo Universal que, en esta concepción, parecía oponerse a él como un poder
independiente, integrándolo en la Conciencia de Sí. Tan sólo por esto la Con
ciencia de Sí del hombre adquiere un carácter de totalidad, y a ella pertenece
¡a universalidad, al parecer un atributo de la sustancia. La sustancia no es más que
el fuego momentáneo en el cual el Yo sacrifica lo que tiene de limitado, de fi
nito. El término del desarrollo no es la sustancia, sino la Conciencia de Sí, que
se presenta como infinita e integra en ella, como si constituyera su esencia, la
universalidad de la sustancia. La sustancia es tan sólo el elemento que absorbe
cu sí lo que ti Yo tiene de limitado, de finito, y que se convierte después en el
objeto de la infinita conciencia de Sí.” 98
C.f. ibiií, p ág. 5 9 : "El Espíritu se vincula consigo mismo en el Espíritu finito ■ [ . . . ]
Éste r.o es nlás que la forma fenoménica que se ha dado lo Universal, y proviene de una
diferenciación que lo Universa! se plantea necesariamente en el interior de sí mismo, nuei
sólo puede manifestarse por el Espíritu finito, y sólo puede adquirir conciencia de lo que
es atribuyéndose ese carácter finito, esa delimitación de sí mismo.''
07 Cf. L a tro m p e ta d e l Irtich Pina!, tries. 67, 69, 70.
03 C f. ib id., p ág s. 6 3 - 6 4 .
Como toda sustancia no es más que la manifestación, la realización pasajera de
la Conciencia universal, resulta que cada forma religiosa, filosófica, política o so
cial adoptada por ésta en el curso de su desarrollo, sólo se justifica por un tiempo.
Cuando se perpetúa se opone ai progreso de la Conciencia universal; como de
este modo se vuelve necesariamente irracional, debe ser remplazada por una forma
nueva y más elevada. Esta es la obra de la crítica que, al eliminar de lo real
los elementos irracionales, determina el desarrollo incesante de la Conciencia
universal y constituye, así, el instrumento esencial del progreso.
"La filosofía es de este modo la crítica de lo que existe [ . . . ] Es preciso dis
tinguir lo que es de ¡o que debe ser, lo único que es verdadero y justificado, io
único que tiene el derecho de afirmarse y adquirir el poder y el dominio [ , . . ]
La filosofía debe convertirse así en acción, en oposición práctica [ . . . ] Esta
oposición debe ser seria, profunda, resuelta, no tener miramientos con nada y
plantearse como objetivo el derrocamiento del estado de cosas presente [ . . . ]
Asimismo, debe extender su acción al dominio político y atacar y conmover sin lás
tima a Jas instituciones existentes, cuando éstas no responden ya a su concepto.” 90
En La tróm p ela d el Ju icio Final Bruno Bauer subrayaba más claramente que
en su Crítica d e los E vangelios la importancia y el papel de la crítica en la mar
cha de la historia.100
La acción de la. crítica no debía, a su modo de ver, ejercerse principalmente
en el terreno político y social, que le parecía secundario, sino dirigirse esencial
mente contra la religión que, por sti oposición a la razón y a la ciencia, constituía
el principal estorbo para el progreso de la Conciencia universal.
Al subrayar con mayor claridad la necesidad del desarrollo dialéctico de la
Conciencia universal y al negar a toda sustancia, a toda forma definida, el derecho
de encarnarla de modo definitivo y absoluto, la filosofía crítica destruía por
completo el sistema conservador de Hegei.
Al disociar, por otra parte, el pensamiento del Ser, mediante la oposición cons
tante que establecía entre la Conciencia y la Sustancia, quebraba la unión indi
soluble fijada por Hegel, en el Espíritu objetivo, entre ia idea y la realidad con
creta, reducida a no ser otra cosa que la expresión pasajera y continuamente
cambiante del Espíritu, y hada renacer el antagonismo fichteano entre el Ser y
ei Deber-Ser, ásperamente combatido por H egel 101
A través de esta reducción del Espíritu —separado de tal modo de lo real—
a la Conciencia, y por la oposición incesante establecida entre la Conciencia y
Ja Sustancia, ia filosofía crítica señalaba una vuelta al idealismo absoluto, que
determinaba una trasformación profunda de la dialéctica.
Trasladado al dominio de la conciencia, en lugar de ser integrado en lo real,
el desarrollo dialéctico no se efectuaba ya en. virtud de una necesidad inmanente,
ni siquiera teleológica, con vistas a la realización de un fin moral, como en9
ut2 La trom peta d el Ju icio Final, “Sólo el Yo es para ella [la Conciencia Universal]
la verdadera sustancia, pero el Yo que tiene el orgullo diabólico de presentarse como Con
ciencia de Sí universal e infinita.”
103 Cf. C orrespondencia, págs. 159-140. Carta de B. Bauer a E, Bauer, 6 de diciembre
de 1841: "Hago lo que puedo por el progreso de nuestra causa. Espero que la Segunda
Parte de La trom peta, en la cual estoy trabajando mucho, contribuirá a ello. Sin duda
esta tarea me ocupará hasta fines de enero [ . . . ] La obra mostrará al píiblico que nuestra
intención no era simplemente la de divertir. Por otra parte, ello no corregirá a los lec
tores del Athenanm, quienes — con su inteligencia ya están enterados de todo y creen so
lucionar una cuestión con tina simple broma tonta. Una frase ingeniosa les ha parecido
suficiente para liquidar la primera parte de La trom peta, que no ha sufrido mucho por
La trom peta d el Ju icio Final- tuvo un nocable éxito.104 Ruge, en particular,
saludó en ella la ruptura definitiva de la religión con la filosofía y su tras forma
ción en humanismo, creyendo que coincidía, en sus conclusiones, con la crítica
de .Feuerbach.10"' El éxito de la obra fue tanto más grande cuanto que todo el
mundo, en un principio, fue engañado por la máscara de ortodoxia detrás de k
cual se había protegido Bauer. Pero muy pronto se supo quién había sido el autor,
y que Marx había colaborado en el folleto.100.
Al parecer, la colaboración de Marx no fue muy grande; por otra parte, en
cuanto se descubrió el nombre del autor, la obra fue atribuida únicamente a
Bauer, Mucho menos versado que éste en las cuestiones religiosas, la colabora
ción de Marx se limitó sin duda a una modesta contribución, hecha de muy
buena gana, pues veía en esta obra, además del folleto político, una farsa diver
tida, una graciosa mistificación ilteraria que probablemente le produjo, como a
Bruno Bauer, mucho deleite.
Alentados por el éxito de La trom p eta d el Ju icio Final, Bauer y Marx deci
dieron continuar con su crítica del sistema de Hegel, y mostrar que su filosofía
del arte y su filosofía del derecho tenían el mismo carácter revolucionario que
su filosofía de la religión.
Marx, que esta vez encararía una buena parte de la tarea común, se puso
resueltamente al trabajo para la redacción de la nueva obra, que se intitularía:
El odio d e H egel contra e l arte religio so y cristiano, y su destrucción- d e todas
las leyes d el Estado.101 Como Marx tendía, pot naturaleza, a profundizar todas
jas cuestiones, emprendió —antes de iniciar la redacción del libro— un estudio
del arte y la historia de las religiones, e hizo un análisis de la F ilosofía d el d e
rech o de Hegel.108
Por este motivo, la segunda parte de La trom p eta d el Ju icio Final no fue con
cluida con tanta rapidez como la primera, que Bruno Bauer redactó en diez días.
A fines de diciembre de 1841 debía estar, sin embargo, más o menos terminada,
pues Bauer escribió a Ruge para comunicarle que había concluido su parte y
ello; finalmente se mostrarán lo bastante tontos paca no tomar en serio los resultados
obtenidos.”
10'’ Cf. los comentarios en: Los anales alem anes, 22 de diciembre de 1841; La trom
peta d el Ju icio Pinol; Alhenamn, 20 de noviembre de 1841, núm. 46. B. Meyen, La
trom peta d el ateo .
106 Cf. Ruge, Correspondencia, t. I, pág. 249. Carta de Ruge a Fleischer, 13 de di
ciembre de 1841: "¿Ha leído usted La trom petdi Es un libra de una rara importancia,
ante todo política, que justifica y vuelve irremediable la ruptura de la filosofía con todo
el positivismo. Así como el cristianismo se orienta hacia el catolicismo, la filosofía marcha
hacia el humanismo.”
106 Cf. M ega, I, r. I2, pág. 262. Carta de G. Jung a Ruge, 29 de noviembre de 1841:
"¿Ha leído usted La trom peta contra Hegel? Si .no la leyó todavía, puedo decirle, en
secreto, que es de Bauer y Marx. He reído de buena gana mientras ía leía.”
107 En una nota de La trom peta d el Ju icio Final (pág. 163) B. Bauer anunciaba la
publicación de la Segunda Parte de la obra bajo el título de H egel Hass g eg e n die
religiosa and ch-ristLcbe Kim-st tm d sein e A ttflotung aller positiven- Staatsgesetze.
108 Cf. C. Marx. Cbronik saines Lebent, Moscú, 1934, pág. 9, cf. M ega, 1, t. I3, pág. 264.
Carta de B. Bauer a Ruge, 6 de diciembre de 1841: "Mi colaborador, M atx, sigue tra
bajando siempre en La trom peta contra el último baluarte del demonio. Va a ser una obra
muy profunda.”
que Marx estaba dando los últimos toques a la suya.109 Pero en ese momento
t a trom peta d el ju ic io Final fue prohibida, y la edición confiscada en Piusia, y
el editor Wigand vaciló en publicar la continuación.110 En esto se estaba mando
el padre de la novia de Marx, el barón von Westpbalen, cayó gravemente en
fermo, y Marx volvió a Tréveris, donde permaneció hasta abril de 1842, y
renunció a terminar su trabajo.
Bruno Bauer terminó solo el libro,111 que redujo a la sola crítica de la con
cepción hegeliana de la religión y del arte, y lo publicó el 1 de junio de 1842,
en Leipzig, con el título de La doctrin a religiosa y estética d e H egel juzgada d esd e
el pun to d e -vista d e la }e.lis
El libro se componía de dos parres. En la primera criticaba nuevamente la
F ilosofía d e la religión d e H egel, pero como el tema había quedado casi agotado
en La trom peta d el ju ic io Final, agregaba muy poca cosa a su argumentación.
En la segunda parte mostraba que Hegel, no conforme con atacar la religión
cristiana en su parte dogmática, lo acusaba de ser hostil al arte; en verdad, no
se hablaba mucho de arte en esta segunda parte, que, como la primera, se refería
esencialmente a la religión. 118
Como en el Prefacio se decía que el libro era la obra de dos autores,114 se
ha pretendido que Marx fue el redactor de la segunda parte.115 A esto se puede
objetar11® que Marx estaba enfermo en el momento en que debió haber en
viado su manuscrito; 117 que el 5 de marzo de 1842, es decir, en el- momento
en que el libro empezaba a imprimirse, ofreció a Ruge un largo artículo sobre
el arte cristiano,118 y que el 2 0 de marzo tenía intenciones de trasformar com
pletamente dicho artículo a fin de eliminar su estilo de parodia y darle un tono
más serio. 118 Por lo demás, las dos partes revelan una unidad de pensamiento
y estilo, un conocimiento profundo de la Biblia y una virtuosidad en el manejo
ino M ega, I, t. I'2, pág. 265- Carta de B. Bauex a Ruge, Bonn, 24 de setiembre de 1841:
"Mientras espero la Segunda Parte de La trom peta, cuyo texto ya está terminado, he puesto
fin hoy a la parte que me corresponde y Marx sólo tiene que pasar en limpio la suya.
Esta obra presentará nuevamente los problemas y mostrará al público hasta qué punto
« seria.”
110 Cf. ibid .. págs. 265-266. Carta de B. Bauer a Marx enviada a Tréveris, 26 de enero
de 1842.
111 Cf. ibid., la misma carta: "Mañana o pasado enviaré mi manuscrito; también be
redactado íntegramente el Prefacio. Ahora lo único que tienes que hacer es enviar el
tuyo.”
112 H egel: Lehre von d er R eligión und Krenst von Standpunkt d e : GU/iben: beurteilt,
Leipzig, ed. Wigand.
11B Esta Segunda Parte se intitulaba El odio d e H egel contra la Hittoria Sagrada y el
arte d e lo : e:critore: :agrado:. Estaba compuesta de 6 capítulos: I. "El mundo sagrado";
H. "Los defectos de las distintas artes” ; III. "La redacción de la Historia Sagrada"; IV.
“l a explicación mítica de la Historia Sagrada”; V. "La belleza sobrenatural de la Historia
Sagrada”; VI. "La absorción de la religión por el arte”.
Cf. H egel: Lebre vo n d er R eligión und K am i, Prefacio, pág. 2: "Nos distribuimos
la tarea de ta! modo, que cada uno ha redactado una de las dos partes en que se divíde
la obra."
115 Cf. A rchivo: para la historia d el racialismo y el m ovim iento obrero, V il, 1916.
págs. 332-363. G. Mayer, Marx y la Segunda Parte de la Trompeta.
1,8 Cf. ibid., VIH, págs. 389-395. Respuesta de M. Nettlau, Marx Aualecteii:
117 Cf. M ega, I, t. I2, pág. 267. Carta de C. Marx a Ruge, 10 de febrero de 1842.
118 Cf. ibid., pág. 268. Carta de C. Marx a Ruge, 5 de marzo de 1842.
118 Cf. ibid.. págs. 271-272. Carta de C. Marx a Ruge, 20 de marzo de 1842.
de las citas, que indican a Bruno Bauer como único autor. El hecho de que haya
mencionado a un colaborador en su Prefacio se explica por la creencia de que
Marx haría llegar al editor, con tiempo, la parte del libro que le había sido
encomendada,
Este libro señaló el fin de la colaboración entre Bauer y Marx, quien no com
partía las concepciones de aquél sobre el papel de la conciencia en el desarrollo
del mundo y sobre la importancia de la crítica religiosa en este desarrollo. Si
bien admitía, con Bauer, la necesidad de dar a la doctrina hegeliana un carácter
revolucionario, se negaba a reducir la acción a una crítica puramente negativa
y a creer que la trasformación del mundo podía realizarse por la Conciencia,
que, al aislarse de lo real, se condenaba a no poder actuar sobre éste. Considera
ba, con Ruge, que esa trasformación debía ser el resultado, no de una crítica
abstracta y teórica, limitada al terreno religioso, sino de una crítica adaptada
a la realidad política y social, y que llevara a la acción práctica. Se apartaba cada
vez más de los problemas estéticos y religiosos, y se sentía cada vez más atraído
por la lucha política. Este deseo de acción lo alejó de Bruno Bauer y de los
Jóvenes Hegelianos de Berlín, y lo aproximó a Ruge, y muy pronto lo arrastra
ría en forma decisiva a la actividad política.
En lugar de concluir el artículo sobre el arte cristiano, que le había propuesto
a Ruge, escribió un artículo sobre la censura, que envió el 10 de febrero de 1842
a los Anales alem anes.120
Este artículo, qué marcó su entrada en la vida política, era una crítica de las
instrucciones que Federico Guillermo IV había dado a los censores el 24 de
diciembre de 1841.
El Edicto del 18 de octubre de 1819, que reglamentaba la censura y se inspi
raba en las decisiones del Congreso de Karlsbad contra los “demagogos”, suprimía
en la práctica toda libertad de prensa. En su deseo de administrar el reino de
modo patriarcal, Federico Guillermo IV quería que la opinión de sus súbditos
llegara hasta él por intermedio de la prensa. Ello lo llevó a prescribir una ate
nuación de la censura. Sin embargo, como no deseaba conceder una verdadera
libertad de prensa, suprimió en los hechos las concesiones que hacía, al prohibir
a la prensa la difusión de teorías “falsas y nefastas”. Al mismo tiempo —y re
velando así cuál era la naturaleza de su liberalismo— adoptó severas medidas
en relación con la prensa opositora; después de clausurar, en junio de 1841, los
Anales d e Halle, suprimió el A thenaeum en diciembre, es decir, en el momento
mismo en que daba sus nuevas instrucciones a los censores.
Estas instrucciones, que sólo contenían vagas prescripciones por las cuales se
invitaba a los censores a suprimir solamente las críticas "engañosas y hostiles”,
provocaron entre los intelectuales liberales, en particular entre los Jóvenes He
gelianos de Berlín, un verdadero entusiasmo. Amordazados hasta entonces por la
censura, vieron en ellas las premisas de la plena libertad de prensa, que les pa
recía la condición necesaria de todo progreso. Así, L. Buhl escribía: "Aceptemos
lo que se nos brinda de modo inesperado, y considerémoslo una seria conquista.-
120 Cf. M ega, 1, t. I1, págs. 151-173. A notaciones a las nuevas in stru ccion es sob re la
censura. Cf. M ega, I, t, I2, pág. 260. Carta de C. Marx a Ruge, del 10 de febrero de
1842: "Me permito enviarle, con la crítica que adjunto, una pequeña contribución para
los Anales alemanes."
Aprovechemos el favor del momento, aun en el caso de que más tarde resulte
ser una gran ilusión; es un episodio hermoso y grande, como uno de los muchos
que forman una bella vida y una hermosa historia para un pueblo. Ante nosotros
s e abre un período de educación política; aún no se nos ha declarado mayores
de edad, pero al menos tenemos ocasión de demostrar ahora que nuestro largo
aprendizaje no ha sido inútil." 12112
Marx, que no participaba de este entusiasmo, demostraba en su artículo que
las disposiciones aparentemente liberales de estas instrucciones sólo servían para
disimular la incompatibilidad básica entre la libertad de prensa y la censura,
y quería desenmascarar la hipocresía de estas medidas seudoliberales, para refor
zar el ardor combativo de todos los que luchaban por el progreso. El vicio capi
tal de estas instrucciones consistía en que no se atacaba la raíz misma del mal:
la censura; de ahí su carácter falaz, que aparecía en cada uno de sus artículos.
Así, por ejemplo, autorizaban la búsqueda de la verdad, pero la deseaban limi
tada, modesta, lo cual equivalía, según Marx, a prohibirla, pues lo propio de esta
búsqueda es que no reconoce ni admite límites. "Si la modestia —escribía— se
convierte en el carácter propio de la investigación, ello significará, entonces, que
se teme a la verdad más que al error. Es un medio vergonzante para entorpecer
todo paso hacia adelante, de inspirar el temor a llegar a un resultado: es una
medida preventiva contra la verdad.” 123*
Lejos de atenuar la censura, estas instrucciones constituían en realidad una agra
vación de ella, pues añadían nuevas restricciones a las antiguas. En efecto, mien
tras el antiguo edicto, de inspiración racionalista, se limitaba a prohibir ia crí
tica de los principios generales de ia religión, las nuevas instrucciones, de ins
piración pietista, vedaban la crítica "frívola u hostil” de la religión cristiana, lo
cual suprimía en ia práctica toda crítica, puesto que sólo podía ser frívola, es
decir, superficial u hostil, o sea, dirigida contra el principio mismo, contra la
esencia de la religión.523
Por otra parte, al conservar las prescripciones del antiguo edicto, las instruc
ciones desembocaban en contradicciones insolubles. La prohibición de mezclar
la religión a la política, que se justificaba en el antiguo edicto, contradecía, en
efecto, los principios de! Estado cristiano, sometido a la autoridad eclesiástica,
puesto que, por la separación así establecida entre la política y la religión, limi
taban el poder y la acción de la iglesia,
"Si hacen ustedes penetrar la religión en la polírica, cometen un abuso into
lerable e impío, pues imponen a la religión la actitud que debe adoptar en el
terreno político. El que por el camino de la religiosidad se une a la religión,
debe concederle un poder decisivo en todas las cuestiones.” ■ m Lo mismo puede
decirse de la prescripción impuesta al censor, en el sentido de que debía suprimir
todo lo contrario a la moral. Esta prescripción atentaba, por cierto, contra la
121 Cf. L. Buhl, La m istó» d e ht prensa prusiana, Berlín, 1842, págs. 3-4. (Citado por
B. Bauer, El ascenso y la caída d el radicalismo, t. I, pág. 29.) Cf. La gaceta renana, 25
de enero de 1842: 'Tas nuevas instrucciones sobre la censura nos han llenado de alegría,
valor y confianza. Es verdad que aún no hemos obtenido la libertad de prensa, pero te
nemos ahora un decreto que, si se comprende y aplica debidamente, abrirá el camino
para un gran progreso de la vida política.”
122 Cf. M ega. I, t. P , págs. 153-154.
123 Cf. ibid., t. I2, págs. 158-159.
« * Cf. M ega, I, t. P , pág. 160.
religión, pues permitía suponer que la moral es independiente de ella y que sus
principios son diferentes, cosa incompatible con la noción del Estado cristiano.
"El legislador específicamente cristiano no puede admitir que la moral constituya
un dominio sagrado, independiente de la religión, pues entonces reduce la esen
cia de la moral a la religión.” lzs
Además de las agravaciones que representaban y de las contradicciones que
encerraban, estas instrucciones presentaban también el grave peligro de abolir
toda regla estricta, todo criterio objetivo, remplazándolos por el juicio subjetivo
y, por lo tanto, arbitrario del censor. En efecto, recomendaban al censor que to
mara en cuenta ante todo la tendencia del escritor, y esta censura de la tenden
cia, que suprimía en la práctica toda garantía para éste, se convertía en un ins
trumento cómodo para suprimir toda libertad de prensa.125126127
La omnipotencia que se le otorgaba al censor era tanto más peligrosa si se
piensa que se le atribuían, a priori, todas las cualidades.
Inspirándose a la vez en Hegel y en Feuerbach, Marx reprochaba al gobierno
que atribuyera al censor, como individuo, una perfección que sólo pertenece a la
colectividad, a la prensa, que representa la Idea en su forma no particular,
sino general: "La verdadera inmodestia —decía— consiste en atribuir a los In
dividuos particulares la perfección de la especie. El censor es un individuo par
ticular, mientras que la prensa responde a k especie [ ■■■] Suponen ustedes que
un funcionario es capaz de actuar imparcialmente, sin resentimientos, sin pasión,
sin ceguera y sin debilidades humanas, a la vez que sospechan que lo impersonal,
las Ideas, pueden estar llenas de espíritu de intriga y de bajeza.” 137
Adoptando un tono irónico, burlón y amargo a la vez, Marx pregunta al go
bierno por qué, en vez de emplear tales talentos para censurar a los malos pe
riódicos, no los utiliza para redactar una prensa oficial que no podría dejar de
ser perfecta. "Un Estado —escribe— que posee tales perfecciones, ¿no derrocha
inútilmente sus esfuerzos; obra razonablemente atando encomienda a estos hom
bres la vigilancia de una prensa mala, cuando pone la perfección al servicio de
la imperfección? ” 128
Y llegaba a la conclusión de que las instrucciones, lejos de atenuar la censura,
no harían más que agravarla, puesto que, siendo mala en sí, la censura no debía
ser atenuada, sino suprimida.129
En este artículo, que, con su espíritu intransigente y enemigo de toda tran
sacción, desenmascara el seudoliberalismo de las instrucciones, se manifestaban ya
las brillantes cualidades de polemista de Marx, y en partiadar su arte para des
truir la tesis adversa, reduciéndola a una contradicción y subrayando esta contra
dicción mediante una fórmula impresionante de carácter antitético.130
D EL LIBE RALISM O
D E M O C R AT IC O
A L CO M U N ISM O .
LA GACETA RENANA
LOS ANALES
FRANCO - ALEMANES
1842- 1844
LA GACETA RENANA
( 1842 - 1843)
el emperador pasó por aquí; pronto Se reunirán todos, i Qué interesante! ¡Qué interesan
te! ¡Dios bendiga nuestra querida patria!
¡Qué interesante es el diario para nuestra querida patria! ¡De qué no nos habrá in
formado! Un abanderado ha sido ascendido a subteniente, un predicador de la Corte ha
sido condecorado; se ha agregado cordones de pla.ta a las libreas de los lacayos, sus Majes
tades parten hacia el norte, la primavera ha llegado demasiado pronto. ¡Qué interesante!
¡Qué interesante! ¡Dios bendiga a nuestra querida patria!
2 Cí. Mega, I, t. I1, págs. 151-173- "Observaciones sobre las nuevas instrucciones rela
tivas a la censura, por un renano.’'
3 Sobre los diarios liberales de entonces, cf. Los diarios p olíticos d e Alemania (D eutscb -
lands politisebe Z eitungen), Zürich y Winterthur, 1482.
Ja libertad de prensa, de una Constitución liberal y de un régimen parlamentario.4
A diferencia del Diario literario d e K d n igsb erg que era sobre todo una publi
cación de intelectuales, la Gaceta renana para la política, el co m ercio y la indus
tria era, como su título lo índica, un órgano esencialmente destinado a la de
fensa de los intereses de la industria y del comercio renanos contra la política
agraria y reaccionaria del gobierno prusiano. 5*
Aparecía en Colonia, centro de la actividad económica de la Renania septen
trional. Esa ciudad se había desarrollado rápidamente desde 1830. A comienzos
de 1842 contaba con 70.000 habitantes y se hallaba en pleno auge industrial y
comercial, señalado, en especial, por el desarrollo de la sociedad de remolque
a vapor por el Rin, y por la construcción de la línea ferroviaria de Colonia a
Aix-la-Chapelle, que acababa de inaugurarse en 1841. Era también el centro
de la agitación política de la burguesía renana, cuyas reivindicaciones esenciales
—otorgamiento de una Constitución con un Parlamento elegido por sufragio
bastido en el censo— habían sido expresadas por Hansemann ya en 1830, en su
¡Memoria al rey.
Al principio la Gaceta revana no tuvo el carácter de un periódico de oposi
ción. Su creación fue inclusive favorecida en cierra, medida por el gobierno, que
esperaba encontrar en ella un apoyo contra los ultramontanos, sostenidos por la
G aceta d e Colonia, que ejercía un verdadero monopolio en la práctica.
La Gaceta renema era sncesora de la G aceta gen era l renana ( R beiniscb e A llge-
m ein e Z eitn vg), fundada en 1840 por burgueses liberales descontentos con la
G acela d e Colonia, que no defendía con suficiente energía, a su parecer, sus
intereses económicos y sociales. La G aceta gen era l renana había decaído rápida
mente debido a ia competencia de la G aceta d e Colonia: en vista de ello algunos
burgueses ricos de esa ciudad, entre los que se contaban L. Camphausen, G,
Mevissen, el asesor Dngoberto Oppenheim, hermano dei banquero Salomón Op-
penheim, el asesor J. Btirgers, el refrendario Schramm, el doctor Claessen, el
abogado Fay, se reunieron a iniciativa de G. Jung, asesor del tribunal de apela
ciones, y de Moses Hess, para sacar a flote el diario. Con tal propósito fundaron
una sociedad en comandita, y el 1 de enero de 1842 la Gaceta gen era l renana,
que había dejado de publicarse el 8 de diciembre de 1841, reaparecía bajo el tí
tulo de Gaceta renana para la política, el co m ercio y la industria,c
El presidente de la provincia, von Bodelschwingh, había autorizado esa tras
7 Cí. M ega, I, t. 1-, pág. 262. Carta de G. jurtg a Ruge, 29 de noviembre de 1841.
"Nuestro diario aparecerá el 27 de diciembre, Hess será el segundo redactor, porque aún
no cieñe la experiencia necesaria; para el cargo de redactor en jefe hemos pensado en
Florencourt, Rutenberg y Buhl."
“ Cf. Carra al gerente Renard, deí 17 de diciembre de 1841, Archivos históricos de
Colonia. Actas concernientes a la Gaceta ¡enana. Cf. J. Hansen, Rhei-nische B riefe and
Aklen, t. I, pág. 302.
0 Cf. Hansen, R heinísche B reife und Akten, t. 1, pág. 293. Cf. Carta de Oppenheim,
Fay y Schramm a Fr. List, 24 de octubre de 1841. “El firme deseo de fundar un órgano
serio y moderado, que trabaje, sobre una base sólida, en favor del progreso a la vez polí
tico y comercial, reunió a los promotores de esta empresa."
10 Fr. List (1789-1846) había fundado en 1815 la Unión de Comerciantes y Fabricantes
de Alemania del Sur y del Centro, y hostigaba continuamente a la Dieta alemana (Bundes-
tag) con demandas tendientes a la creación de una Unión aduanera alemana. Represen
taba en cierta manera, en el plano económico, la línea de Górres, que luchaba en forma
paralela por la realización de la unidad política de Alemania. Vivía entonces en Stuít-
gart, y fue uno de los grandes promotores de la construcción de fetrocattiles. Cf., sobre
Fr. List, el artículo de Vehse en ios Anales alemanes, setiembre de 1841. List, Das Natío-
nalsystem d er politiseben Oekoaomie.
11 Cf. Carta de M. Hess a B. Auerbach, del 10 de diciembre de 1841. Archivos del
Museo nacional de Schiller, en Marbach. "No puedo entenderme con los aristócratas del
dinero y sus secuaces; me será casi imposible aceptar un cargo de redactor bajo su tutela.
de los artículos referentes a Francia, mientras que el doctor Hoffken. debía re
dactar los relacionados con Alemania y el doctor Rave, antiguo redactor en jefe
de la G aceta gen era l renana, los concernientes a Inglaterra. Como gerente res
ponsable fue designado el librero Renard, y como co-gerentes, D. Oppenheim y
G. Jung.
Igual que Fr. List, Hoffken consideraba esencial la defensa de los intereses
económicos de la burguesía. El 16 de diciembre escribía a los co-gerentes de!
diario: "La extensión de la Unión aduanera alemana, el desarrollo del comercio
alemán y de la política comercial alemana, así como la liberación del espíritu
alemán de todo lo que constituye un obstáculo para la unidad alemana, es sin
duda, en la actualidad, la más elevada tarea que debe encarar un diario alemán.” 12
Sin embargo, pronto estallaron serias disensiones entre Hoffken, que quería
dar a la Gaceta renana un carácter liberal moderado, y los co-gerentes, D. Op
penheim y sobre todo G. Jung, quienes, convertidos por M. Hess al radicalismo
de la izquierda hegeliana, pensaban que el diario debía difundir en Renania las
ideas de los Jóvenes Hegelianos y apoyar la lucha emprendida por éstos contra
la reacción.
G. Jung, quien deseaba dar a la G aceta renana una orientación más radical,
ya había recurrido a ellos como colaboradores, recomendándoles, sin embargo,
que tratasen con miramientos a los católicos y expresaran sus opiniones políticas
en forma velada.12
Esta orientación se manifestó ya en el editorial del primer número del diario,
Salado y advertencia. "Afirmar en el país —decía— nuestro derecho y nuestra
libertad, y defenderlos, es manifestar en la forma más elevada, pero también más
difícil y peligrosa, el estado de ánimo alemán. Ese estado de ánimo no es algo
muerto, que sea preciso defender con bayonetas contra ataques del exterior. El
mayor peligro que lo amenaza proviene del interior, y lo constituye todo lo que
se opone al desarrollo del alma popular y que la envilece dándole una falsa orien
tación. Esos obstáculos que pesan en nuestra vida nacional, y que frenan su im
pulso, amenazan ahogar sus fuerzas gigantescas y hacer retroceder por siglos el
porvenir magnífico que se ofrece a Alemania. Hay que desenmascarar y comba
tir sin miedo y sin asco todos estos vicios: la cobardía, el egoísmo, el espíritu
rutinario y filisteo, la debilidad, el autoritarismo, que tan bien se ocultan detrás
de las personalidades y de las instituciones. Así se dan mejores pruebas de un
verdadero espíritu alemán y patriotismo, que si nos limitamos a cantar: 'No ten
drán el Rin alemán’ y si en los franceses vemos solamente a vednos vanidosos y
turbulentos, ávidos de conquistas, sin reconocer igualmente los méritos de su na
ción liberal y valiente, animada de un patriotismo ardiente.” 14
A l diablo ton todos esos perros; habría que ahorcarlos a todos. No hay en ellos más
que dinero y orgullo [ . . . ] He frecuentado a los mejores de ellos, son los últimos con quie
nes habría establecido relaciones amistosas. Entre nosotros, en adelante habrá guerra.”
12 Cf. J. Hansen, R beinische B riefe tm d Akten, t. I, Essen, 1919, pág. 301. Carta de
Hoffken a D. Oppenheim y G. Jung, 16 de diciembre de 1S41.
13 Cf. Alega, I, t. I2, pág. 262. Carta de G. Jung a Ruge, 29 de noviembre de 1841:
"Habría que plantear dos condiciones a los corresponsales del diario: tener miramientos
extremos con el catolicismo y emplear un estilo popular, pero sin embargo velado, en
materia política.’’
14 Cf. Gaceta renana, 1 de enero de 1842: "Grusz und W arnung.”
El motivo inmediato de la .ruptura entre Hoffken y los co-gerentes fue la ne
gativa de aquél a publicar los artículos que los Jóvenes Hegelianos de Berlín en
viaban a k G aceta renana. Al ver que no podía hacer prevalecer su opinión,
Hoffken se retiró el 18 de enero de 1842, y escribió a los co-gerentes: "Es evi
dente que si los co-gerentes tienen derecho a exigir la publicación de artículos
contra la opinión del redactor en jefe, éste puede verse llevado a dirigir un órgano
de una tendencia contraria a la suya y a expresar opiniones que no aprueba. Para
evitarlo, hay que elegir como redactor en jefe un hombre cuyas opiniones res
pondan a lo que se desea. Ahora bien, si ustedes simplemente hubiesen echado
una mirada a mi cu rricu lu m vipae, fácilmente se hubieran convencido de que
no soy partidario del neohegelianismo.” 15*
Por consejo- de Marx, que desde principios de setiembre había participado en
las reuniones donde se discutió la creación y la organización del diario, y que
parece haber desempeñado desde el comienzo el papel de director secreto, de
spiritus recto r que más tarde le atribuiría el censor,18 19 Hoffken fue remplazado
por el cuñado de B. Bauer, Rutenberg, quien había sido destituido por sus opi
niones subversivas. Con Rutenberg, que asumió sus funciones el 3 de febrero,
todo el equipo de Jóvenes Hegelianos de Berlín entró en el diario del cual se
convirtieron en los principales colaboradores.17
La G aceta renana adquirió debido a ello un carácter nuevo. Los problemas
económicos cedieron paso a los problemas políticos, que fueron tratados a la
manera de la izquierda hegeliana, en un espíritu de lucha contra el absolutismo
y la religión.
Al convertirse así, bajo la presión de los Jóvenes Hegelianos, en un órgano
de oposición, la Gaceta renana no tardaría en superar en combatividad y audacia
a los demás diarios liberales.18 En artículos incisivos y atrayentes, hacía accesi
bles al gran público los temas que los Anales alem anes trataban desde un punto
de vista dogmático y abstracto para sus lectores familiarizados con la filosofía
hegeliana.111
15 Cf. J. Hansen, R heinische B rlefe and Akten, t. I, pág. 315.
lli Su opioióa fue muy estuchada cuando se trató de designar el redactor en jefe, tanto
cu noviembre de 1841 como después de la salida de Hoffken. Cf. M ega, I, t. I2, pág. 262.
Carta de G. Jung a Ruge, 29 de noviembre de 1841: "El doctor Matger propuso sú can
didatura para el cargo de redactor en jefe; algunos lo apoyan con fuerza: por mi parte,
con igual energía me opongo a él; el doctor Marx me ha puesto especialmente en guardia
contra él."
17 Sobre los colaboradores de la Gaceta renena cf. J. Hansen, G. v. M evissen, t. I, cap.
VII. Eran en su mayor parte Jóvenes Hegelianos: C. Marx, F. Engels, B. Bauer, E. Bauer,
M. Hess, E. Meyen, 1. Buhl, M. Stirner, K. Nauwerk, R. Prutz, Koppen, A. Ruge. Se les
unieron otros liberales, en particular de Renania y de Konigsberg, como Claessen, M. Fleis-
cher, profesor en Cteves y amigo de Ruge; el doctor Andreas Gottschalk, de Colonia; Hein-
rich Bürgers, Hermann Püttmann, Rave, K. H. Brüggemann, E. Flotfwell, Th. Mügge,
F. Dingelstedt, L. yon Stein, B. Auerbach, F. W . Carowé, A. Stahr, K. Grüu, Ad. Glasbren-
ner, G. Herwegh, H. v. Falíersleben, J. Froebel, F. Anneke. Había, en fin, comerciantes
e industriales como Camphausen y Mevissen, más próximos a la realidad económica.
18 Cf. J. Hansen, R heinische B riefe u n i Akten, t. I, pág. 467. Carta de Saint-Paul (ú l
timo censor de la G a c e ta r e n a n a ) ai consejero Bitter, Colonia, 27 de febrero dé 1843-
"La Redacción, al entrar en relaciones con el círculo de los 'Liberados' de Berlín, defendió
con una audacia creciente, y gracias a una censura poco enérgica, las ideas de !a izquierda
hegeliana, proclamando abiertamente, como dogma político, la necesidad de destruir la
Iglesia, de establecer una Constitución y ¡a libertad absoluta de prensa."
19 Cf. Fr. Perthes, V id a d e Perthes, 1842, t. III, pág. 453. “Desde principio de año
Como consecuencia de la incapacidad de Rutenberg,20 la dirección del diario
fue efectivamente asumida por el doctor Rave, antiguo redactor en jefe de la Ga
ceta gen era l renana, y por M. Hess. El giro vivaz y espiritual que los nuevos
redactores y colaboradores, en particular B. Bauer21, dieron al periódico, así como
su firme lucha contra la política reaccionaria del gobierno, hicieron aumentar
rápidamente el número de suscritores, que pasó de 400 a 800. Satisfechos ai
ver que la Gaceta renana prosperaba y asumía con energía la defensa de sus inte
reses, los ricos burgueses de Colonia, que la comanditaban, no protestaron por
las nuevas tendencias que asomaban en ella y que comenzaban a parecer muy
sospechosas y peligrosas al gobierno.
Luego de la designación como redactor en jefe de Rutenberg, a quien se aca
baba de poner bajo vigilancia policial por haber participado en el banquete orga
nizado en honor del diputado liberal Welcker, el gobierno, que lo consideraba
un peligroso revolucionario, se negó a trasformar la concesión provisoria otor
gada a la Gaceta renana en una concesión definitiva. Ya el 31 de enero, uno
de los ministros encargados de la censura, el ministro de Justicia von Rochow,
ponía en guardia al prefecto de Colonia von Gerlach, contra Rutenberg y contra
la nueva orientación que había tomado el diario. "Me apresuro a poner en cono
cimiento de Vuestra Excelencia que ese doctor Rutenberg es un ardiente parti
dario de la Escuela Joven-Hegeliana, un colaborador activo de los Anales a le
m anes y autor de artículos mendaces y pérfidos en el T elégra fo d e H cm b w go y
k Gaceta gen era l d e L eipzig sobre la situación de Prusia [ . . . ] Sería tan enojoso
como de graves consecuencias que una tendencia que se destaca por su decidida
oposición a las instituciones de la Iglesia y del Estado consiguiera hallar un
órgano en este país. Por lo que yo sé las doctrinas destructoras de los Anales
alem anes no han encontrado eco hasta el momento en Renania; por lo tanto, es
necesario oponerse absolutamente a esta tentativa de Rutenberg, de ganar esa
provincia, para dicha tendencia, a través del diario que dirige .” 32
El gobierno resolvió tomar inmediatamente severas medidas contra el diario.
Ei 13 de enero, el ministro von Rochow pedía su supresión para el 1 de abril,
y el 11 de marzo el Consejo de Ministros invitaba al presidente de la provincia,
27 Sobre la Dieta renana, cf. doctor G. Crcon, La Dieta renana hasta 1874, Düsseldorf,
1918. Sobre los debates de la 68 Dieta renana, cf. Actas d e las sesiones d e la 6® Dieta
restaña,, Coblenza, 1841, y D ebates d e la 6® Dieta renana, Coblenza, 1841.
28 Entre los 79 miembros de la Dieta había 4 representantes de los príncipes, 25 dipu
tados de la nobleza, 25 de la burguesía y 25 del campesinado.
29 Cf. M ega, I, t. P , p. 252. Carta de B. Bauer a C. Marx, 12 de abril de 1841.
cada modo de existencia por su esencia, cada realidad particular por su con
cepto” .30
En sus artículos, para los cuales se documentó en forma minuciosa utilizando
las actas de las sesiones de la Dieta, que acababan de aparecer, se proponía de
mostrar en qué medida la Dieta renana, como todas las demás, apenas respondía
a las necesidades y aspiraciones del pueblo.
Su plan consistía en criticar primero los debates sobre la libertad de prensa
y sobre la cuestión episcopal, y examinar después la obra legislativa propiamente
dicha de la Dieta: leyes sobre el robo de lena, sobre los delitos de caza y sobre
el fraccionamiento de tierras. De estos cinco artículos sólo aparecieron el pri
mero y el tercero; el segundo, que se refería a la cuestión episcopal, fue supri
mido por la censura, y los dos últimos no fueron redactados.
La crítica de los debates sobre la libertad de prensa dio lugar a un largo es
tudio, que apareció en el diario, en el curso del mes de mayo31. Esta crítica brin
dó a Marx la ocasión para responder indirectamente a los artículos oficiosos apa
recidos en la G aceta gen era l d el Estado prusiano, reveladores de las verdaderas
intenciones del gobierno respecto de la prensa liberal, a la cual Federico Gui
llermo IV ordenaba combatir activamente.32
No se trataba de una simple repetición de la crítica que acababa de enviar a los
Anales alentanes y en la cual, analizando la censura desde un punto de vista
general, señalaba su incompatibilidad con la existencia de una prensa digna de
ese nombre Se proponía tratar entonces la cuestión de la libertad de prensa
en sus relaciones con el conjunto de la situación política, y demostrar que la
actitud del gobierno en dicha materia respondía enteramente a! carácter reac
cionario del Estado prusiano.31
En su análisis de ios discursos pronunciados por los representantes de los dife
rentes grupos de la Dieta sobre la libertad de prensa y la publicación de los de
bates, subrayaba que no había entre ellos un defensor auténtico de la libercad,
y que todos se habían manifestado contrarios a Ja publicación de los debates,
mientras que, decía, "una verdadera asamblea política puede vivir realmente sólo
bajo la protección del espíritu público, de la misma manera que lo que está vivo
sólo puede desarrollarse bajo la protección del aire libre”.3"80
80 Cf. M ega, I, c. I5, pág. 64.
31 Cf. Mega, I, t. I1, págs. 179-229, Debates d e la sexta Dieta renana, por un renano.
1. artículo. Debates sobre la libertad de prensa y sobre la publicación de las actas de
las sesiones- Gaceta renana, 5, 8, 10, 12, 15, 19 de mayo de 1S42.
32 Cf, artículos del A llgem elne pretissische Staatszek/mg del 16, 19 y 26 de marzo de
1842: Die W irkungen der Zensur: Verfügung vom 24 De2 einbec 1841 (Efectos del edicto
sobre la censura del 24 de diciembre de 1841); Die Besprecbung inlandischer Angele-
feenheiten: ibre Ausdehnung und natürlichen Bedingnisse (Límites y condiciones de la
crítica de los asontos internos); Die inlandische Presse und die Statistik (La prensa pru
siana y la estadística). Estos artículos fueron muy comentados.
33 M ega, I, t. I2, pág. 274. Carta de Marx a Ruge, 27 de abril de 1842. "He enviado
a la Gaceta renana un largo artículo sobre nuestra última Dieta renana; en ocasión de
los debates sobre la prensa, estudié nuevamente la cuestión de la censura y de la libertad
de prensa, pero desde otro ángulo.”
331 Cf. ibid., pág. 271. Carta de Marx a Ruge, 20 de marzo de 1842. "Tendría mu
chas ganas de demostrar que Prusia no puede introducir el procedimiento público y oral
en los tribunales, porque existe incompatibilidad entre una jurisdicción líbre y un Estado
que no lo es."
33 Cf. Mega, I. t. D, pág. 198.
El representante de los príncipes, defensor de los intereses del grupo social
más reaccionario, hostil a toda forma de libertad, había hecho la apología de k
censura y sostenido la necesidad de aherrojar la prensa para impedir toda ex
presión del pensamiento libre80. Marx respondió a esta apología denunciando
el estado lamentable del pensamiento alemán durante k Santa Alianza, en tiem
pos en que la censura reinaba en forma absoluta. "Ese período de Cuaresma es
piritual —decía—, en que la censura fue aplicada estrictamente, probará a la
posteridad que si pocos santos fueron capaces de ayunar durante cuarenta días, la
Alemania toda, aunque profana, pudo vivir durante más de veinte años sin el menor
alimento intelectual y actividad espiritual, l a prensa se envileció hasta tal punto,
que resulta difícil decir si lo que más le faltaba era razón o carácter, forma o
fondo. En el único dominio de la literatura donde el espíritu permanecía vivo
aún, el de la filosofía, se dejó de hablar alemán, pues el alemán no era ya el
idioma del pensamiento. El espíritu se expresaba en fórmulas oscuras y misterio
sas, porque los términos comprensibles no tenían ya el derecho de ser la expre
sión de la razón.” 87
El representante de los príncipes había dicho, en apoyo de su tesis, que la exis
tencia misma de la censura era la prueba de que k prensa no estaba hecha para
ser libre08, y Marx le respondió, con ironía mordaz, que ese tipo de argumento
había sido utilizado en todos los tiempos por los reaccionarios para justificar lo
que era irracional e inhumano, y que del mismo modo se podía pretender que
Alemania debía a la censura su desarrollo intelectual y a las aduanas interiores
la expansión de su comercio.39
El diputado de la nobleza justificó la censura alegando que el pueblo no estaba
maduro para la libertad, y se opuso, al mismo tiempo que a la libertad de prensa,
a la publicación de los debates.4 0
Burlándose con humorismo de esa pretensión de los parlamentarios, de sus
traerse al control y la crítica de los electores41, Marx decía que la actitud de ese
orador, como la del anterior, mostraba que la provincia tenía que luchar más
contra que junto a sus singulares representantes en Ja Dieta, y que un parlamento
que no se sometía al control del pueblo no tenía justificación alguna.42
Retomó entonces la tesis que acababa de sostener en un artículo sobre la cen-
?e‘ Cf. ibid., pág. 185.
■’T Cf. ibid., pág. 187.
23 Cf. ibid., pág. 185.
39 Cf. ibid., pág. 186. "ha servidumbre legal, ¿no era acaso la refutación material de
esa fantasía de los racionalistas, quienes sostenían que el cuerpo humano no debía ser
obieto de negocio ni posesión de otros? ¿No refuta la tortura esa tonta teoría que pretende
que no es posible sonsacar la verdad por medio de sangrías, que no basta con escuchac a
alguien bajo un instrumento de suplicio para obtener de él la verdad, y que las convul.
dones de los torturados no son confesiones? [ . . . ] Con el pretexto de que Mirabeau pasó
en la cárcel una parte de su juventud, ¿hay que deducir que las cárceles son escuelas
de elocuencia?’'
J0 Cf. ibid., págs. 192-196.
<tt Cf. M ega, I, t. IJ, pág. 196.
45 Cf. ibid-, págs. 194-195. "Tenemos ante nosotros este extraño espectáculo, producto
quizá del carácter mismo de ¡a Dieta: la provincia tiene que luchar más contra sus repre
sentantes que junto a ellos. Se trata de saber si la provincia debe o no tener plena con
ciencia de su representación parlamentaria. ¿Es preciso que al misterio de que se rodea
el gobierno se agregue el misterio de que se rodea el parlamento? [ . . . ] Un parlamento
que se sustrae al control de sus electores no es tal parlamento.”
sura, y afirmó que sólo se justifica la libertad de prensa, porque vínicamente ella
permite que se expresen la idea, la razón. A la prensa, sometida a la censura,
necesariamente hipócrita y débil, instrumento de opresión que envilece a un tiem
po al gobierno que la emplea y al pueblo al que engaña43, oponía ¡a prensa li
bre, expresión de la razón y del progreso, que libera ai pueblo haciéndole adqui
rir conciencia de sí.44
"La esencia racional y moral de la libertad es lo que constituye la base de la
prensa libre. Por el contrario, lo que caracteriza a la prensa censurada es que
se trata de una vulgar caricatura de esa libertad, un monstruo que se dice civili
zado, un horror perfumado con agua de rosas [ . .. ] La prensa libre es el espí
ritu del pueblo siempre despierto, la expresión de la confianza que tiene en sí
mismo, el vínculo que une el individuo al Estado y a la sociedad; encarna la
civilización que vrasforma los conflictos materiales en luchas espirituales, y que
de tal modo idealiza su naturaleza grosera. Es la confesión franca y total de un
pueblo, y ya conocemos el poder liberador de la confesión: es el espejo espiritual
en que se contempla, condición primera de la sabiduría; es el alma de! Estado
que se puede trasladar a las chozas más pequeñas [. . . ] Es el mundo ideal que,
surgiendo sin cesar del mundo real, vuelve a hundirse en él, cada vez más rico,
para vivificarlo.” 43*
Como la prensa libre es la expresión de la razón, los excesos que pueda come
ter deben ser reprimidos, no por la censura, expresión de la arbitrariedad guber
namental, sino por la ley, manifestación de la libertad racional, que señala los
límites que la prensa debe imponerse a sí misma.43 En apuyo de esta tesis, Marx
hacía una apología de la ley, que él consideraba, todavía como Hegel, la garantía
de la libertad. "Las leyes no son medidas de represión contra la libertad [ . . . 1
Son, por el contrario, disposiciones generales que dan a la libertad una existen
cia impersonal y teórica, independiente de la voluntad arbitraria de los indivi
duos. Un código es la Carta de libertad de un pueblo.” 47
En contra de ios diputados de Ja nobleza, que combatían la libertad de prensa
para mantener al pueblo bajo su tutela48, Marx sostenía la necesidad de am
pliarla sin cesar para emanciparlo.48
En la Dieta, junto a los apologistas de la censura había partidarios de la liber
tad de prensa entre los diputados burgueses y campesinos, pero así como ia po
sición de sus adversarios había sklo clara y firme, la de ellos fue timorata e
indecisa.
El representante de la burguesía invocó la libertad de comercio para justificar
la libertad de prensa. Tal argumento, decía Marx, tenía el mérito de plantear e¡
problema sobre un plano concreto, diferente de la manera vaga y sentimental con
43 Cf. ibid., pág. 215. "La piensa censurada tiene un efecto desmoralizador. El mayor
de los vicios, la hipocresía, le es inseparable [ . . . ] El gobierno sólo oye su propia voz,
y aunque sepa que ello es así, se hace la ilusión de escuchar la voz del pueblo [ . . . ] El
pueblo, por su parte, cae, ya sea en la superstición política, o en la indiferencia, y, apar
rándose por completo de la vida del Estado, se trasforma en plebe."
14 Cf. ibid., pág. 205.
45 Cf. ibid., pág. 212.
40 Cf.M ega, I, t. I1, pág. 209.
4T Cf. ibid., págs. 209-210.
4S Cf. ibid., págs. 199-200.
4Í1 Cf. ibid., págs. 200-201.
que los libélales alemanes habían abordado hasta entonces ios problemas políti
cos, para los que fueron incapaces de ofrecer soluciones concretas: "Por sorpren
dente que parezca a primera vista esta manera de concebir el problema de la
libertad de prensa, presenta, sin embargo, una ventaja indiscutible sobre la for
ma de razonamiento incoherente, oscuro, medroso, de los liberales alemanes, que
pretenden honrar la libertad colocándola en un firmamento imaginario y no so
bre el sólido terreno de Ja realidad. Si la libertad se ha mantenido entre nos
otros como un asunto de imaginación y de sentimiento, se lo debemos, los ale
manes a esos razonadores en lo irreal, a esos entusiastas sentimentales que con
sideran una profanación todo contacto de su ideal con la realidad vulgar. Por lo
demás, los alemanes son afectos a las efusiones sentimentales, tienen debilidad
por la música etérea, y está bien que la gran cuestión de la primacía de la Idea
sea planteada ante ellos en forma realista, firme y brutal." 30
Marx rechazaba sin embargo el argumento de la libertad de comercio, pues
veía en ella el peligro de que la prensa se volviera venal y servil. "El escritor
—decía— considera sus trabajos, no como un medio, sino como un fin en sí. En
tan pequeña medida son un medio para él y para los demás, que está dispuesto,
si fuera necesario, a sacrificarles la vida [ . . . ] La primera libertad para la pren
sa consiste en no ser un oficio. El escritor que la rebaja al rango de medio ma
terial, merece que a esa privación de libertad interior se agregue la sujeción ex
terna que representa la censura, o hablando claro, su forma de existencia es ya
su castigo." 51
Lo que caracterizaba para Marx la actitud del representante de las ciudades
era su falta de firmeza, producto de su posición de clase. Anticipándose a la dis
tinción que haría, en su artículo sobre El problem a judío, entre el burgués y
el ciudadano, decía que la oposición del representante de las ciudades era la de
un burgués, es decir, de un defensor de ios intereses particulares de su clase so
cial, y no la de un ciudadano, es decir, de un defensor de los intereses generales
del Estado.52
Los tínicos oradores a quienes su crítica perdonaba, porque sus discursos in
fluían en el estado de ánimo general de la Dieta, eran el informante sobre el
proyecto de ley y los diputados campesinos.58
Recordaba en forma especial un argumento del informante, que justificaba la
libertad de prensa por las aspiraciones del pueblo ¡legado a su mayoría de edad y
al que la censura se le hacía ahora intolerable. "Llega un momento —decía és
te—, en la vida de los pueblos como en la de los individuos, en que las cadenas
de una tutela demasiado larga se hacen insoportables, en que se aspira a la inde
pendencia y en que cada uno desea responder por sí mismo de sus actos. La cen
sura ya tuvo su vida, y allí donde aún subsiste, se la considera como un yugo
odioso que impide escribir lo que se dice públicamente [. . . ] Cada vez que el
desarrollo de la historia, que nada puede detener, da nacimiento a importantes
intereses o engendra nuevas necesidades para las cuales la legislación en vigor no50
50 Cf. Mega, I, t. IL, págs. 219-220.
« Cf. ib'd., págs. 222-223.
62 Cf. ib ii., pág. 217; "Tenemos frente a nosotros la oposición del burgués, no la
del ciudadano.”
' i Cf. ib ii., pág. 227.
contiene disposiciones suficientes, es preciso redactar nuevas leyes para regla
mentar ese nuevo estado de cosas." 64
Marx elogiaba igualmente la actitud de los diputados campesinos, uno de los
cuales había dicho: "Si hay un pueblo hecho para la libertad de prensa, es el
pueblo alemán, tranquilo y apacible, que tiene más de estimulantes para salir
de su apatía que esa camisa de fuerza del espíritu representada por la Scensura. " 55
Esas intervenciones en favor de la libertad de prensa, contra las proposicio
nes del gobierno y de los diputados reaccionarios, inspiradas en los principios de
la Escuela histórica del Derecho,50 eran aisladas en realidad. Por ello Marx" ter
minaba su crítica de los debates con un violento reproche contra el espíritu de
casta que animaba a la Dieta y contra los diputados, algunos de los cuales sólo
pensaban en defender sus privilegios y otros eran demasiado pusilánimes pata
asumir con firmeza la defensa de la libertad. En efecto, únicamente se habían
mostrado enérgicos y resueltos los adversarios de la libertad de prensa, mientras
que los partidarios de la misma no habían demosttado que realmente les intere
saba: "Si pasamos por alto la fraseología y los lugares comunes que, por así de
cirlo, forman parte de la atmósfera de esos debates, encontramos en los adversa
rios de ¡a libertad de prensa un ardor patológico, una opinión preconcebida apa
sionada que los lleva a adoptar una posición concreta y no utópica frente a dicha
libertad, mientras que los defensores de la misma no parecen estar profundamen
te apegados a ella. Jamás sintieron la libertad de prensa como una necesidad;
en ellos se relaciona más con la cabeza que con el corazón [ ... ] Si echamos una
mirada hacia atrás, si miramos el conjunto de ios debates sobre la prensa, no
podemos liberarnos de la triste impresión que deja esta asamblea de representan
tes de la provincia renana, divididos entre la defensa obstinada de privilegios y
la impotencia propia del seudoliberalismo; hay que señalar en particular la falta
absoluta de ideas amplias y elevadas, y la forma desenvuelta con que se ha des
echado el problema de la prensa." 57
En su análisis de los debates sobre la prensa, que por primera vez le demos
traron que las posiciones políticas están determinadas por los intereses sociales,
se colocó de lleno junto al pueblo trabajador y oprimido. Apelaba a él para de
fender la libertad, diciendo que a la inspiración divina de lo alto correspondía la
inspiración divina de abajo, que le valió al rey Carlos I de Inglaterra el ser deca
pitado, manifestando con ello su fe en el triunfo final del pueblo en su lucha
contra la servidumbre.58
En su crítica, Marx seguía siendo idealista, y consideraba, a la manera hege-
liana, el Estado y la ley como expresiones de la Razón. Veía en el Estado la más
alta encarnación de la Moral y pensaba que el hecho de aislarse de él era la causa
fundamental de la inmoralidad, tanto en el dominio publico como en el privado.89
En la ley veía igualmente la expresión de la Razón, la forma en que se reali
76 Cf. ibid., pág. 211. Carta de Marx a Ruge, 9 de julio de 1842. "Mi segundo ar
tículo sobre la Dieta, que se refiere al conflicto con la Iglesia, ha sido suprimido por la
censura. En él mostraba que los defensores del Estado se colocaron, para defenderlo, en
una posición propia de la Iglesia, mientras que a la inversa, los de la Iglesia se colocaron
en una posición propia del Estado. Este asunto es tanto más fastidioso para la Gaceta
renana, por cuanto los tontos lectores católicos se hubieran dejado embaucar por esta
seudodefensa del arzobispo y ello nos habría hechoganar suscritores. Por otra parre, us
ted no sabe en qué forma abyecta ha tratado este gobierno brutal a ese ortodoxo testarudo.
Pero tuvo el éxito que se merecía; Prusia se indinó abiertamente ante el Papa, lo mal no
impide a nuestros ministros pavonearse todavía sin enrojecer de vergüenza." Ruge le
ofreció publicar ese artículo en las Anécdota. No se sabe por .qué razón no apareció.
7<1 Marx volvería sobre esa misma crítica al Estado y la Iglesia en El problem a lu dio
en 1844. Cf. M ega, I, t. P , pág. 588: "El Estado llamado cristiano adopta una posiciÓQ
política ante la religión y una posición religiosa ante la política.”
71 Sobte la Gaceta d e Colonia, cf. K. Bachheim, D ie G eschichte d er K óln isch en Z eitung,
Colonia, 1930.
7® Hermes — al cual no hay que confundir con el filósofo cristiano anteriormente cri
ticado por Marx— , primero redactor en la D eutsche Natior.alzeitung, fue llamado a fines
de 1841 por el editor de la Gaceta d e Colonia, Du Mont-Schauberg, para que ocupara el
cargo de redactor en jefe de su diario; sobre Hermes, cf. K. Buchheim, op. cit., t. II.
págs. 251-255.
toda discusión sobre los problemas políticos y filosóficos, que servían, decía, de
pretexto a los Jóvenes Hegelianos para criticar Ja religión cristiana.
La Gaceta retama respondió a este ataque, primero, el 8 de julio, con una
correspondencia fechada el 30 de junio, que estigmatizaba el artículo de Heniles
calificándolo de vil denuncia. "Alemania —podía leerse en él— puede esperar
un combate violento. Es el combate que los Jóvenes Hegelianos deberán sos
tener muy pronto a propósito de sus opiniones antirreligiosas contra el doctor
Kermes de Colonia. En su artículo del 28 de junio de la G aceta d e Colonia, el
doctor Hermes, hablando con propiedad, no los ha provocado, pero, como le su
cedió ya antes a la Joven Alemania, los denunció, llamando a la censura a cas
tigar lo que él (¡ama 'los repugnantes excesos debidos a su insolencia’. Es difícil
creer que en una época en que todos los espíritus luchan por liberarse de las
trabas de la censura, pueda haber alguien que apele a su ayuda y se ofrezca a
ella como aliado."
Fue Marx quien se encargó de la respuesta principal en un largo artículo que
apareció el 10, 12 7 14 de julio, en la Gaceta renana, bajo el título de "El editorial
del núm. 179 de la Gaceta d e Colonia".™
Después de calificar igualmente el artículo de Hermes de vil denuncia, Marx
reivindicaba para la prensa, cuyo papel consiste en esclarecer y formar a la gente,
el derecho de tratar todos los problemas políticos, religiosos y filosóficos.
Denunciaba la duplicidad de H erm es, quien, so pretexto de defender al Estado,
en realidad trataba de reforzar la alianza entre el Estado reaccionario prusiano
y la Iglesia, y señalaba que su actitud se explicaba por su concepción del Estado
cristiano, llamado, por su misma naturaleza, a prohibir toda crítica filosófica y
toda investigación científica susceptible de perjudicar a la religión.7980 Pero, decía
Marx, el Estado cristiano es lo contrario, la negación misma del Estado verdadero,
que, fundado sobre la razón, se desarrolla, como lo muestra la historia, por la
crítica filosófica.81
La filosofía, a decir yerdad, no siempre tuvo conciencia de su elevada misión.
Muy a menudo se encerró en sí misma y se entregó a especulaciones abstractas,
en lugar de participar en la lucíia por la defensa de los intereses del pueblo.
Por tal razón no ejerció, como habría debido hacerlo, una influencia directa sobre
los acontecimientos. Esto rige en particular para la filosofía alemana. Para cum
plir con su misión, la filosofía debe abandonar la especulación abstracta y tomar
contacto con la realidad. Debe unir la teoría a la práctica, la especulación a la
acción política, y tratar los problemas que agitan a las masas populares. "La
filosofía, en particular la alemana, tiene inclinación por la soledad, por un aisla-
79 Cf. M ega, I, t. I1, págs. 232-250. Des leítende Artíkel in N9 179 der K ólnischen
Z eitung. Ese artículo fue redactado entre el 29 de junio y el 2 de julio. El 4 de julio
uno de los co-gerentes del diario, D. Oppenheim, acusaba recibo del mismo a Marx. Cf.
Mega, I. t. I2, pág. 27 6. Cf. M ega, I, t. I2, pág. 278. Carta de Marx a Ruge, 9 de julio
de 1842: "El redactor del artículo de fondo de la Gacela d e Colonia, Hermes, ha tomado
la defensa del cristianismo contra los diarios filosóficos de Kdnigsberg y de Colonia. Si
el censor no nos juega nuevamente una de las suyas, aparecerá una réplica mía en el pró
ximo número del diario. El partido religioso es el más peligroso en Renania. En ios úl
timos tiempos, la oposición se ha acostumbrado demasiado a manifestarse en el marco de
ia Iglesia.”
80 Cf. M ega, 1, t.: I1, pág. 235.
81 Cf. ibid-, págs. 239-241.
miento sistemático, por una actitud contemplativa, exenta de pasión, lo que a
primera vista la convierte en algo ajeno y opuesto a la prensa, que tiene un
carácter combativo y bullicioso, 7 sólo cumple su fin plenamente por medio
de la comunicación con el público. Considerada en su desarrollo sistemático, la
filosofía es impopular, su vida secreta se presenta ante los ojos profanos como
una actividad extraña y alejada de la práctica; pasa por un profesor de magia
cuyos hechizos tienen un aire solemne sólo porque son incomprensibles.” 82
La filosofía, en efecto, no es algo intemporal y abstracto; constituye la más
alta expresión de su época; engendrada por las tendencias y necesidades de ésta,
actúa a su vez sobre ella para dirigir su desarrollo. "Debido a su carácter, la
filosofía no esbozó jamás el menor gesto para cambiar su ascética vestimenta
sacerdotal por la ropa más liviana de los periódicos. Sin embargo, los filósofos
no surgen de la tierra como los hongos; son el producto de su tiempo, de su
pueblo, cuya esencia más sutil, más tenue, más preciosa, pasa a las ideas filosó
ficas y se expresa por medio de ellas. El mismo espíritu que determina la cons
trucción de los ferrocarriles por la industria, engendra las ideas en el cerebro
de los filósofos. La filosofía no se halla fuera del mundo, del mismo modo que
no lo está el cerebro por el hecho de no encontrarse en el estómago. La filoso
fía, es cierto, existe junto con el cerebro que la concibe antes de arraigarse en
el mundo, mientras que muchas otras formas de la vida humana se arraigan en la
tierra y recogen sus frutos antes de concebir que el espíritu pensante también
forma parte del mundo y que ese mundo es el del Espíritu.
"El hecho de que toda filosofía verdadera sea la quintaesencia espiritual de
su tiempo implica que necesariamente llega el momento en que la filosofía entra
en contacto, en acción y reacción, con el mundo, no simplemente de una manera
interna, por su contenido espiritual, sino de una manera externa, por la misma
forma que reviste. Deja entonces de ser un sistema que se opone a otro, y se
convierte en la filosofía que se opone al mundo, en la filosofía del mundo
actual.” 83 :
Cuando la filosofía toma contacto con la realidad, su influencia y su acción
quedan señaladas en primer término por los ataques de sus enemigos84 de los
cuales el artículo de Hermes es un hermoso ejemplo.
Hermes no es en ese sentido más que el portavoz de la reacción que pretende
negar al filósofo el derecho de crítica. Al utilizar ese derecho y al liberarse de
Ja religión, la filosofía sólo ha seguido el ejemplo de las demás ciencias, que,
como lo demuestra la obra de Copernico en el dominio de la astronomía, sólo
pudieron erigirse en ciencias liberándose previamente de la teología.85
El hecho de que el papel de la filosofía consista en orientar la marcha racional
del mundo justifica plenamente las discusiones de problemas filosóficos en la
prensa, que permiten a la filosofía, más calificada que la religión para dirigir ei
Estado por ei camino de la Razón, ejercer su legítima acción sobre éste.
“A primera vista parece que la sabiduría de este mundo, la filosofía, tiene
más derecho a preocuparse del imperio de este mundo, es decir del Estado, que
90 Cf. M ega, I, t. I2, pág. 277. Cí. asimismo ibid., pág. 276. Carta de D. Oppenheim
a Marx, 4 de julio de 1842.
100 Cf. L. Buhl, La m isión d e la prensa prusiana, Berlín, 1842, citado por B. Bauer,
H istoria d e la lach a d e los partidos en Prusia d e 1842 a 1846, Charlottenburg, 1847,
pág. 30: "No tenemos otro deseo que el de integrarnos al Estado y consagrarle todas
nuestras fuerzas; nuestro supremo objetivo es convertimos en ciudadanos del Estado, tener
plena conciencia de ello y afirmarnos como tales.”
Cf. L, Buhl, E x p o sic ió n h is tó ric a d e l p ro b le m a c o n s titu c io n a l en P ru s ia , Zurich, 1842.
Cf. A n a le s a le m a n e s, 1841, núm. 7ó. K. Nauwerk, análisis del libro de K. Riedel, E l
E stado y la Ig le sia .
101 Max Stirner, seudónimo de Joiiann Kaspat Schmidt, nacido en Baireut en 1806,
estudió, de 1826 a 1833, en Berlín, lenguas antiguas y filosofía, y desde 1839 era profe
sor en un liceo de señoritas en Berlín.
102 El estudio de Scirnet sobre L a tro m p e ta d e l I n ic io F in a l apareció en enero de 1842,
en E l T e lé g ra fo d e H a m b n rg o (reimpreso en el L ité ra tu rm a g a x in , 17 de febrera de 1900).
103 Al llamado de los pastores berlineses: "La fiesta cristiana dominical. Una palabra
de amor a nuestros fieles”, M. Stirner respondió con el folleto Respuesta d e m i m iem bro
d e la com unidad religiosa d e B erlín al llam ado d e cincuenta y siete pastores berlineses:
"La fiesta cristiana dom inical. Una palabra d e am or a nuestros fieles.’’ Este folleto, que
apareció a principios de 1842 en Leipzig, editado en Binder, fue prohibido el 3 de marzo.
L. Buhl había redactado, asimismo, u a pequeño folleto en el estilo de La trom peta d el
Ju icio Final, en respuesta al llamado de los pastores: La angustia d e la Iglesia y la fiesta
cristiana dom in ical (1 8 4 2 ).
quiere el entusiasmo para el mundo eternamente presente de la acción y no la
aspiración ciega y resignada a un más allá." 101
Después de haber adoptado momentáneamente la doctrina de Feuerbach, Stir-
ner se separaría pronto de él, negando el culto a la humanidad que Feuerbach
quería instaurar, para oponerle el culto del Yo y remplazado por él.
Esa evolución hacia ei egocentrismo, que lo conduciría al anarquismo, ya se
manifestaba en un artículo: "Los falsos principios de nuestra educación, o hu
manismo y realismo”, aparecido en abril de 1842, en la Gaceta- rencma . 104105 Mos
traba que el fin último de la educación es desarrollar, por la libertad de pensa
miento, la autonomía de la voluntad y hacer al hombre efectivamente libre, li
berándolo de toda autoridad, mediante el desarrollo de su personalidad, de su yo.
Se pronunciaba a la vez contra el humanismo y contra el realismo como princi
pios de educación, porque le parecían incapaces de realizar dicha tarea.
El humanismo, decía, es un producto de la Reforma que avasalló a la huma
nidad agravando la servidumbre religiosa por su interiorización y por la sumi
sión del hombre a la palabra de Dios. El realismo, que se inspira en los princi
pios de la Revolución francesa, opone a la cultura aristocrática del humanismo
una cultura igualitaria, que se orienta a dar al hombre conocimientos prácticos
que le permitan liberarse de las servidumbres del mundo exterior. En realidad,
■decía Scirner, la verdadera liberación del hombre no se limita a esa liberación
exterior; consiste, en esencia, en la liberación del Yo, en el florecimiento de la
voluntad individual.106 107
Junto a los ataques contra la religión y la Iglesia, los Jóvenes Hegelianos con
tinuaban la lucha contra la reacción política. Así fue como Fr. Koeppen publicó,
en enero de 1842, en los Anales alem anes, un artículo en el que criticaba, a pro
pósito del análisis de un libro del historiador Schlosser, la Iglesia y el Absolu
tismo como expresiones de la alienación de la esencia humana. Les oponía el li
beralismo constitucional, íruto del racionalismo, que había encontrado su expre
sión primera en la Revolución francesa, la cual señaló el nacimiento de los tiem
pos modernos.I0T
Edad Media terminará por perecer y en la que nacerán ¡os tiempos nuevos. La primera
manifestación positiva del racionalismo ha sido ia accesión de Federica II al trono; su
primera victoria real y decisiva fue la Revolución Francesa. En ella vemos manifestarse
claramente el espíritu y los principios de los tiempos nuevos, con ella comienza el siglo XtX.”
Cf. Gaceta renana, ó de febrero de 1S42: B. Bauer, Las simpatías alemanas por Francia.
IOS Patriot - Inlándische Fragen (El patriota. Problem as in tern o s), publicado
por L. Buhl, 1842.
Cuaderno 1° «) El antiguo prusianismo;
b) La escuela primaria como institución de Estado;
c) Caricaturas religiosas;
d ) Pequeña guerra.
Cuaderno 2”: a) ¿Qué es el Estado cristiano?
b) La situación legal de los judíos en Pmsia;
c) Pequeña guerra.
Cuaderno 3° ») La delegación de las Dietas provinciales;
b) La enseñanza privada. Escuelas privadas y confesionales;
c) Consideraciones sobre la oportunidad de la abolición del impuesto terri
torial en Prusia;
d) Pequeña guerra.
Cuaderno 4o: a) La asistencia pública en Berlín;
b) Sueldo e impuestos de ios empleados de correo prusianos;
c ) Uní palabra sobre las universidades;
d ) El presupuesto prusiano para 1341;
e) Pequeña guerra.
El patriota fue clausurado luego de ese número.
100 Cf. Gaceta renana, S de setiembre de 1841: K. Nauwerk, El doctor Bauer y la do
cencia libre en la universidad. K. Nauwerk, que entonces enseñaba bistotia de la filosofía
en la Universidad de Berlín, sería destituido poco después.
110 Cf. Anales alemanes, junio de 1842. Radge (seudónimo de Edgar Bauer), El asunto
Bruno Bauer; ibid,, julio de 1842; Radge, Gruppe, B. Bauer y la d ocen cia libre-, E. Bauer,
Bruno Bauer y sus adversarios, Berlín, Joñas, 1842; B. Bauer, La buena causa d e la li
bertad y m i caso personal, Zurich, 1842.
Cf. asimismo B. Bauer y la libertad protestante. Un voto político, Leipzig, Binder,
1842. S obre la design ación d e p rofesores d e teología en las universidades alemanas, un
v o to teoló gico , Berlín, 1842.
no se colocaban en el plano de una oposición intransigente. Con ello ocultaban
en realidad su miedo a comprometerse, como entonces se comprometía Marx en
¡a Gaceta renana, en una lucha positiva contra el Estado prusiano, y comenzaban
a dirigir sus ataques preferentemente, no contra éste, sino contra los partidarios
de una política de compromiso, contra el partido del "Jusco Término Medio”, al
cual juzgaban incompatible con el movimiento dialéctico que, debido a la acen
tuación de la lucha entre los contrarios, tiende a suprimir los partidos inter
medios. ' 11
Era lo que hacía principalmente E. Bauer, quien en febrero de 1842 escribió
a su padre que se proponía criticar a ios liberales de Alemania del sur por su
falta de firmeza doctrinaria.112 En un artículo aparecido en junio y en agosto,
en la Gaceta ■ m iañ a, intitulado "El justo término medio" ,113 escribía: "Cada prin
cipio es exclusivo. El 'justo Término Medio’ no tiene principios, o más bien
opera con dos principios opuestos: el de la monarquía absoluta de derecha, y el
de la república, de izquierda. El 'Justo Término Medio’ es exactamente lo con
trario de la historia, que empuja los principios hasta el extremo, en tanto que
éste los teme y está a la defensiva (' . . . ] La historia ama ¡os contrarios porque
por medio de ellos se desarrolla. El ‘Justo Término Medio' les tiene terror, pues
querría mantenerse siempre en una posición intermedia e indeterminada.” 114
Insistía aún en condenar al "justo Término Medio" en un estudio sobfe el libro
de A. Alison La historia d e Europa d esd e la prim era R evolución fra n cesa :110 "A
decir verdad —escribía—, no existen más que dos verdaderos partidos: uno se
ubica a la extrema izquierda y el otro a la extrema derecha, si consideramos par
tidos sólo a aquellos que se basan en un principio consecuente. Uno es el par
tido del pueblo, de la libertad, de la humanidad; el otro el de la legitimidad,
el de la tutela impuesta en nombre da la gracia divina, el de la servidumbre, el
de la creencia en la autoridad [ . . . ] Sólo los extremos comprenden la impor
tancia de la revolución, porque tienen un principio. Todo lo que se sitúa entre
dios es mediocre y malo, no es otra cosa que vacilación y temor.” 110
Ese punto de vista era compartido por M. Hess, quien rechazaba igualmente
todo compromiso, pero en lugar de sacar como conclusión de la crítica de la si
tuación política y social del momento, la necesidad de la libertad absoluta, mos
traba que esa libertad sólo podría ser realizada por el comunismo, el único que
podría aportar una solución racional y equitativa al problema político y social.
1,1 Cf. Gaceta rentma, 27 de marzo de 1842: B. Bauer, La contradicción en los Esta
dos constitucionales; cf. E. Bauer, Bruno Bauer y sus adversarios, pág. 47. "Esos hombres
del 'Justo Término Medio’ son incapaces de considerar con claridad un conjunto de cir
cunstancias. Aplican a las cosas nuevas medidas antiguas, y a las cosas antiguas medidas
nuevas. No pueden concebir nada con claridad y sin deformarlo; Llaman elaboración a
lo que es consecuencia, extremo a lo que es concepción justa, ceguera a lo que es visión
ciara de las cosas. Su temor constante a asumir una posición firme, sin miramientos, los
lleva siempre a oscilar de un lado al otro.”
t i 3 Cf. C orrespondencia en tre B. Bauer y E. Bauer. Carta de E. Bauer a B. Bauer, 25
de febrero de 1842.
113 Cf. Gaceta re n a n a , 5 de junio, 16, 18, 21, 23 de agosto de 1842.
114 Cf. ibid„ 5 de junio de 1S42.
115 Cf. A ndes a lem an es, 14 de diciembre de 1842.
Cf. asimismo, B. Bauer, "Los partidos en la Francia actual”, G aceta re n a n a . 23 de enero,
6-10 de febrero, 27-31 de marzo, 7 de junio de 1842.
lle Cf. A ndes ale m a n e s, 14 de diciembre de 1842, pág. 1185.
Su hostilidad a todo compromiso se manifiesta en una conversación que tuvo
en setiembre de 1842, en Colonia, con Gutzkow y Mevissen, joven industrial de
tendencias progresistas.117
En sus respuestas a Mevissen, quien pensaba que la negación, la crítica, debe
llevar a un resultado positivo, se ve aparecer la tendencia netamente negativa
que pronto predominaría entre los Jóvenes Hegelianos.
"MEVISSEN. — Pienso, además, que k - tendencia de la G aceta 'renana es de
masiado negativa. Lo positivo debe hallarse siempre en la base de lo negativo,
porque la negación pura no es sino el vacío absoluto.
HESS. — No. Lo esencial es la negación. Es necesario destruir para que las
cosas puedan entrar en movimiento; por ello mismo, lo negativo incluye lo po
sitivo.
MEVISSEN. — Lo negativo sólo incluye de veras lo positivo cuando lo niega
en su carácter particular. La negación es entonces, ai mismo tiempo, afirmación,
porque reconstruye lo que destruye. La negación que parte de principios gene
rales tiene un carácter totalmente diferente; al limitarse a negar lo que es general,
no adquiere contenido concreto.” 118
En sus artículos en la G aceta retama, Hess, a diferencia de los demás colabo
radores de tendencia liberal o democrática, retomó los temas fundamentales de
su "Triarquía europea”.110 Exponía en ellos una doctrina comunista de inspira
ción feuerbachiana, en la cual planteaba en principio que la humanidad, luego
de adquirir conciencia de su verdadera naturaleza, que es su ser colectivo, debe
crear formas sociales en armonía con ésta e instaurar para ello el comunismo, en
el cual la vida individual se confunde con la vida colectiva.
"¿Debe ser sacrificada la libertad individual —escribía— a ia libertad gene
ral, es decir, a la ley, o, a la inversa, ésta a aquélla? Sabemos muy bien que con
siderado desde el punto de vista más elevado, este problema parece vano. En
efecto, si el individuo corresponde a su esencia, es decir, si el hombre es verda
deramente lo que debe ser según su verdadera naturaleza, entonces la libertad
individual no se distingue de la libertad general. El hombre verdadero, que vive
la vida de la especie, no separa su existencia individual, particular, de la comuni
dad; su libertad no puede, por lo tanto, entrar jamás en conflicto con la ley,1*3
111 Gusrav Mevissen, nacido en 1815, eca un joven industrial que colaboraba desde
el verano de 1842 en la Gaceta renana. Había sido influido por el sansimonismo durante
una estada en Francia, en 1830, y se sintió reforzado en sus tendencias socialistas en el
curso de una estada en Inglaterra, en agosto de 1842, durante la cual la gran huelga que
entonces estalló en dicho país lo llevó a estudiar las condiciones de vida de la clase
obrera. Más adelante, como los saosimonianos franceses Talaboc y Pereire, se convertiría
en un gran capitalista.
Cf. J. Hansen, Gustan va n M evissen, Vicia d e un renano, Berlín, 1906.
113 Cf. J. Hansen, Gastas vo n M evissen, I, pág. 93.
11!> Principales artículos publicados por Hess en la Gaceta renana.
19 de abril de 1842: "El enigma deí siglo XIX1'.
17 de mayo de 1842: "Alemania y Francia consideradas del punto de vista del proble
ma de la centralización”.
12 de junio de 1842: " la prensa cotidiana en Alemania y en Francia”.
16 de junio de 1842: "Sin título".
11 de setiembre de 1842: "los partidos políticos en Alemania”.
Estos artículos fueron publicados por Th. Zlocisti, M ases Hess, Sozialistische Aafsatze,
1 8 4 4 - 1 8 4 7 , Berlín, 1921.
porque la ley no es para él algo exterior, sino la expresión de su propia volun
tad [ • • - ] Él Estado tiene [ . . . ] la doble tarea de ayudar al desarrollo de la
libertad, de la ailtura humana, y de apartar todo obstáculo que se oponga a dicho
desarrollo. Realiza esta última tarea por medio de la ley, "la primera por medio
de k libertad, l a ley es la protección contra las tendencias antisociales, egoístas;
la libertad es la vida misma, el desarrollo.” 120
Hess aprovechaba la desilusión de los liberales por la acentuación de la política
reaccionaria del Estado prusiano, en el cual hasta entonces habían depositado sus
esperanzas, y criticaba el liberalismo desde un punto de vista diferente del de
Bruno y Edgar Bauer, no tanto para subrayar la incompatibilidad de la política
del "Justo Término Medio” con las exigencias del desarrollo dialéctico, cuanto
para demostrar que las luchas decisivas, que decidirían el futuro de la humanidad,
no se desarrollarían en el marco del Estado, sino en el de la sociedad, y esperaba
que los liberales más progresistas compartieran su concepción de una emancipa
ción totai, política y social a la vez.
El Estado ideal, en el cual la vida del individuo se confunde con la de la colec
tividad, no ha sido realizado, decía, ni por la Revolución francesa, ni por la mo-,
narquía constitucional.121 Ambas, en efecto, han sido y son k expresión del li
beralismo, que, por su naturaleza misma, es incapaz de resolver el problema
capital de la época, el problema social: "Percibimos —escribía— que los esfuer
zos de los liberales han sido hasta el momento insuficientes para arrancar a los
hombres de un estado equivalente a la esclavitud; descubrimos de repente que en
el siglo XIX existen todavía ilotas. Lo que en adelante se opone al Espíritu de
los Tiempos nuevos no es solamente la aristocracia feudal, ni siquiera el absolu
tismo; toda la organización o más bien la desorganización de nuestra vida social
exige una reforma.’’122
La solución del problema fundamental de la lucha entre la aristocracia del
dinero y los pobres, no puede provenir, decía, de reformas políticas, por radicales
que sean, pues éstas no pueden vencer las crisis determinadas por la concentra
ción de la riqueza. Y tales crisis engendrarán necesariamente una revolución so
cial, que estallará en Inglaterra, donde la oposición entre los ricos y los pobres
ha alcanzado su punto culminante. "Todas las reformas políticas no serían más
que paliativos para un mal que, en último término, no es de naturaleza política,
sino social. Ninguna forma de gobierno creó ese mal, ninguna lo curará [ . . . ] ;
cuando a las malas condiciones sociales, que están por alcanzar su punto culmi
nante en Inglaterra, se opone la afirmación de que en todos los tiempos, en todos
los Estados, bajo todos los regímenes, siempre han existido pobres y ricos, no se
puede dejar de comprobar que ello, lejos de ser consolador, muestra que reforma
política alguna, ni k más radical, es capaz de cambiar esas condiciones [•••]
Las causas objetivas que provocarán una catástrofe en Inglaterra [ . . . ] no son
ele carácter político. La industria, que pasó de manos del pueblo a las de los
capitalistas; el comercio, antes practicado en pequeña escala por pequeños comer
ciantes, y cada vez más acaparado por grandes capitalistas emprendedores, por
aventureros y estafadores; la propiedad territorial, concentrada por las leyes de laISO
125 Cf. Mega, I, t. I2, Introducción, pág. LUI. Carta de Bielinski a Nicolás Bakunin,
7 de noviembre de 1842: "Sé que se ha alejado de V^erder, que pertenece al ala izquierda
del hegelianismo —tendencia de Ruge— y q’.;e ha disipado el romanticismo reaccionario
del triste Schelling, quien se ha sobrevivido a sí mismo." (Cf. Bielinski, Castas, t. II,
pág. 317.)
Cf. N ene Freie Presse, 28 y 29 de setiembre de 1876. Artículo de Ruge sobre Bakunin:
''Bakunin se volcó íntegramente al movimiento intelectual alemán de las décadas del
30 y el 40, después de haber, no sólo aprendido en Berlín la filosofía de Hegel, sino de
haber asimilado también la dialéícica viva, alma creadora del universo. Vino a verme
a Dresde, doude yo publicaba los Anales alemanes, y estuvo de acuerdo conmigo sobre
ía necesidad de trasformar la teoría abstracta en acción política, y sobre la inminencia
do ¡a revolución. Surgió una gran amistad entre nosotros, y lo ayudé lo mejor que pude
cuando, por haberse hecho sospechoso a la diplomada rusa, no se sentía seguro en Dresde.”
127 Cf. Anales alemanes, 17, 18, 19, 20, 21 de octubre de 1842: La reacción en Ale
mania. Fragmento por un francés, Jules Elysard.
122 Cf. ib id.. 19 de octubre de 1842, pág. 994.
12n Cf. Anales alemanes, 20 de octubre de 1842, pág. 998.
con su primera aparición, sólo se replegó sobre sí mismo para manifestarse muy
pronto como principio activo y creador, y ahora cava sus galerías bajo tierra,
como un topo. El pueblo, la clase pobre, condenada efectivamente a la esclavi
tud asume una actitud amenazadora, comienza a contar las filas de sus
enemigos, poco numerosos en comparación con él, y a reclamar sus derechos,
que le han sido ya reconocidos por todos.”130
Para terminar, Bakunin anunciaba en términos apocalípticos la llegada de
la Revolución que traería la salvación: "Todos los pueblos, todos los hombres
tienen un presentimiento [ . . . ] presas de una espera que los llena de angustia,
dirigen sus miradas hacia el futuro que pronunciará la palabra liberadora [ . . . ]
¡Ah!, el aire está preñado de tormentas. Por ello gritamos a nuestros hermanos
ciegos: '¡Haced penitencia! ¡Haced penitencia! ¡Se acerca el reino del Señor!
Tengamos confianza en el Espíritu eterno que destruye y extermina sólo porque
es la fuente creadora, insondable y eterna, de toda vida. l a alegría destructora
es una alegría creadora’.” 131
Lo mismo que para Hess y los Jóvenes Hegelianos de Berlín, la negación tenía
para Bakunin un valor absoluto, y el comunismo, cuya llegada anunciaba en un
tono mesiánico, revestía, bajo su forma abstracta de producto puro de la dia
léctica, un carácter más utópico aún que en Hess. También lo acercaba a Hess
cierto parentesco de carácter. Carecía más aun que éste, de una convicción firme
y profunda, del desinterés absoluto y el espíritu de sacrificio que caracterizaban
a Marx y Engels. Es sabido que, en el mismo momento en que luchaba contra
las tendencias antifrancesas, Hess componía una melodía para la canción nacio-
rrjaiista de Becker, No lo obtendrán al lib re R in alemán', lo mismo Bakunin,
mientras en su artículo ensalzaba la revolución, mantenía las mejores relaciones
con la aristocracia de Dresde.132
El artículo de Bakunin tuvo un gran éxito, en parte debido a que se creía, por
el seudónimo con que lo firmó, "Jules Elysard”, que era obra de un francés. Dicho
artículo lo hizo sospechoso ante los ojos de la diplomacia rusa y del gobierno
sajón, y, no sintiéndose ya seguro en Dresde, partió para Suiza con G. Herwegh,
a fines de diciembre de 1842.133
En esta atmósfera de lucha participó Engels en el combate de la izquierda
hegeliana durante su estada en Berlín, donde cumplía con el servicio militar.
Después de enviar al T elégra fo d e H am burgo, en diciembre de 1841, su artículo
"Crítica de Hegel por Schelling”, prosiguió sus ataques contra Schelling en dos
folletos: S ch ellin g y la R evelación. C rítica d e la últim a tentativa d e la rea cció n
13 1 Cf. Mega, I, t. II, págs. 18.1-227: Schelling und die Offenbarung. Kritik des neues-
ten Reaktionsversuchs gegen die freie Philosophie. Leipzig, Binder, 1842.
135 Cf. ibid,, págs. 229-249: Schelling, der Philosoph in Christo, oder die Verklárung
der ^Teltweisheit in Gottesweisheit. i'ilr gláubige Christen, dénen der philosophische
Sparchgebrauch unbekannt ist, Berlín, 1842.
138 Cf. M ega, I, t. II, pág. 631. Carta de Engels a Ruge, Berlín, 15 de junio de 1842.
“Me pregunta usted por qué no envié el artículo sobre Schelling y la Revelación a los
Anales alemanes-, 1) Porque pensaba redactar un folleto de 5 a tí pliegos, que tuve que
reducir a 3Vi luego de discutir con ei editor; 2) porque los Anales habían observado
hasta entonces una actitud bascante reservada respecto de Schelling; 3) porque aquí me
habían aconsejado que no siguiera atacando a Schelling en una revista, y me comprome
tieron a lanzar más bien un folleto contra él. S chelling, el filó so fo en Jesucristo, tam
bién es mío."
« t Cf. ibid., págs. 1S8-203.
M» Cf. ibid., págs. 203-212.
Ja Verdad.138 Pero, por verdad Engeis entendía, como Marx —a diferencia de los
demás Jóvenes Hegelianos—, no el triunfo del liberalismo, sino el de la demo
cracia, lo que lo llevó a combatir con mayor fuerza que éstos la reacción política
y religiosa. Lo llevó, asimismo, a rechazar más netamente que ellos el sistema
conservador de Hegel. Después de mostrar, en su primera concepción de la fi
losofía de la acción, que ésta debía resultar de la unión de Hegel y de Borne, del
pensamienro y de la acción, sostenía ahora, inspirándose en La trom peta d e l Ju icio
piñal*140 la necesidad de criticar a Hegel, no como lo había hecho Schelling,
por haber reducido la fe a la razón, sino porque, bajo la influencia de la Restau
ración, traicionó sus propios principios y dio a su filosofía un carácter reaccio
nario, “Los límites entre los cuales Hegel encauzó la corriente poderosa, juvenil
y tumultuosa de las consecuencias de su doctrina estaban determinados en parte
por la época en que vivió, y también por su personalidad. Su sistema estaba
acabado, en grandes líneas, antes de 1810; su concepción general del mundo,
antes de 1820. Sus ideas políticas, su concepción del Estado, que desarrolló a pro
pósito de Inglaterra, llevan incuestionablemente el sello de la Restauración, cosa
que también explica que no haya entendido la necesidad histórica de la Revolu
ción de julio. Se convirtió, así, en víctima de su propia tesis, según ia cual cada
filosofía es la expresión ideológica de su tiempo [ . . . ] Su filosofía de la reli
gión y su filosofía del derecho habrían sido ciertamente diferentes si se hubiera
desprendido en mayor medida de los elementos positivos propios de su época y si,
por el contrario, hubiera desarrollado su doctrina en el plano del pensamiento
puro. A ello se deben todas ias inconsecuencias y contradicciones de su doc
trina.” 141
Los principios de Hegel, agrega Engeis, eran buenos, y el mérito de los Jóvenes
Hegelianos fue haberlos conservado, eliminando Jas consecuencias ilógicas que él
había deducido. Ello los llevó a criticar el cristianismo, que constituye el obs
táculo principal para el desarrollo del Espíritu, lo mismo que el Estado cristiano
que se basa en la religión. Liberado de la tutela de la religión, el Espíritu puede
ahora inaugurar una era nueva de la historia de la humanidad, preparada por la
Revolución francesa: "La 'horda hegeliana' no esconde ya que no puede ni quiere
ver en el cristianismo un límite impuesto al Espíritu. Todos los principios fun-130
130 Cf. ¡bid., pág. 194. "Esa dialéctica poderosa, ese impulso interno que, como si
fuera Ja mala conciencia de sn imperfección y de su insuficiencia, empuja a las ¡deas par
ticulares a trasformarse y regenerarse sin cesar, hasta que surgen finalmente de la tumba
de la negación, bajo la forma de la Idea absoluta, en su magnificencia imperecedera y en
su pureza; esa dialéctica, Schelling sólo pudo concebirla bajo la forma de conciencia de
sí de las diferentes categorías, cuando en verdad es ia conciencia de sí de lo Universal,
del Pensamiento, de la Idea.” Cf. ibid., pág. 198. “Si las categorías de Hegei resultan
ser, así, no sólo los modelos según los cuales fueron creados los objetos de este mundo,
sino también las fuerzas que los crean, ello significa que éstas deducen el contenido espi
ritual del mundo, y su desarrollo necesario, de la existencia de la Razón."
Cf. M. Mitin, "Engeis como filósofo", en Ffied rich Engeis. El pensador. Bale, 1945,
págs. 132 y ss.
Cf. M ega, I, t. II, pág. 185: "La T róm pela muestra cómo aparecen ya en Hegel las
consecuencias que más interesan. Lo que constituye la importancia de este libro para ex
plicar la posición de Hegei, es que muestra cuántas veces en Hegel el pensador indepen
diente y audaz triunfó sobre el profesor sometido a miles de influencias. Es una defensa
de la personalidad del hombre, de quien se decía que había superado su tiempo, no sólo
en lo que tenía de genial, sino también én lo que no lo tenía."
Cf. Mega, I, t. II, págs. 183-184.
damentales del cristianismo, y de un modo más general lo que hasta aquí se de
nomina la religión, se han desmoronado bajo los golpes de la inexorable crítica
de la Razón. La Idea absoluta inaugurará una nueva era. La gran Revolución, de
la que los filósofos del siglo anterior no fueron más que los precursores, ha en
contrado su culminación y su realización total en el dominio del pensamiento. La
filosofía del Protestantismo, que data de Descartes, está acabada; ha comenzado
una nueva época, y el deber sagrado para todos los que siguieron el desarrollo
del Espíritu consiste en infundir conciencia a la Nación de este inmenso resultado
y hacer de él el principio vital de Alemania.” 142
La oposición en constante ascenso entre la filosofía libre y la reacción explica
la tentativa de Schelling, de defender el Estado cristiano y de justificar la religión.
Esta tentativa fracasó lamentablemente, porque Schelling no logró superar el dua
lismo que opone la fe a la razón, ni refutar el hegelianismo con su vago mis
ticismo.143 En efecto, lo Absoluto no es, como él lo sostiene, la inmanencia abs
tracta del pensamiento en el Universo, sino la unidad concreta del Espíritu y de
la Naturaleza, del hombre y del mundo. No es posible superar el hegelianismo y
renovar la filosofía con un regreso a la abstracción y al misticismo; sólo se puede
llegar a ello suprimiendo, como lo hizo Feuerbach, el dualismo que hasta ahora
enfrentó el hombre a la Naturaleza.
Ei gran mérito de Feuerbach fue haber considerado al hombre como el pro
ducto de la naturaleza, haberte abierto el camino hacia una vida mejor, dándole
conciencia de su verdadera esencia e inaugurando, así, una era nueva en el des-
rrolio de la humanidad. Llevado por el entusiasmo que provocó en él la filosofía
de Feuerbach, que se le presentaba como una nueva revelación, lo celebró como
un hada bienhechora que regeneraba la vida de la humanidad,144 y terminaba su1
la novia magnífica y sublime que conduce a su morada le es más querida por ello £ . . . ]
Esa corona, esa novia, ese santuario, es la conciencia que la humanidad ha adquirido de
sí misma, es el nuevo Graal en torno del cual se unen los pueblos felices y que convierte
en reyes a todos aquellos que a él se-consagran, colocando a sus pies toda la magnificencia,
todo e¡ poderío, todas las riquezas y todos los esplendores de este mundo. Nuestra voca
ción es convertirnos en caballeros templarios de ese Graal, ceñir la espada y, llenos de
alegría, dedicarnos a esta última guerra sagrada a la que sucederá el reino milenario de
la libertad."
115 Cf. M ega., I, t. II, pág. 227.
! '5 Fue atacado por G. Heine en los Anales d e las universidades alem anas {fahrbuch
d es dam echen U niversitaten. W interhalbjahr 1842-1843, Leipzig, 1842, pág. 1 2 4 ), y de
fendido ñor E. Paulus en su libro La filosofía positiva d e la R evelación p or fin re-velada
{Ole endlieh offen bar getvarden e p ositive P bilosophie d sr O ffenbarung, Darmstadt, 1842).
Cf. Mega, I, t. II, Introducción, págs. XLV-XLVI.
li7 Cf. Avales alemanes, 28, 30, 31 de mayo de 1842. A. Ruge, S ch ellin g y la R eve
lación : "Su carácter [de crítico] y su punto de vista son juveniles. El final y el prin
cipio de! iibrito demuestran una gran complacencia en ¡a búsqueda de un lenguaje figu-
B1 segundo folleto, S ch ellin g el filó so fo en Jesucristo, n la trasfiguración d e la
sabiduríft hum ana en sabiduría divina, no estaba ubicado en el mismo plano.
Era una parodia, una farsa imitada de La trom peta d el Ju icio final contra H egel,
e l ateo y e l A nticristo.
A ejemplo de B. Bauer, que en dicho libro había lanzado, bajo la máscara de
un creyente, un anatema contra el ateísmo de Hegel, Engels, disfrazándose aquí
de pietista, elogiaba a Schelling por haberse desprendido, mediante un esfuerzo
meritorio, de la filosofía, para acercarse a la religión, y haber rebajado ¡a razón
convirtiéndola en sirvienta de la teología. Atacaba al mismo tiempo la impiedad
de los Jóvenes Hegelianos, que habían osado atacar a Schelling.
lo s Jóvenes Hegelianos fingieron haberse dejado inducir en el error, y criti
caron primero este folleto para salvar las apariencias; 148 pero como muy pronto
fue atacado por los diarios reaccionarios,140 tomaron entonces su defensa e hicie
ron un gran elogio del mismo.150
Como el primer folleto, fue objeto de un elogioso artículo de Ruge en los
Anales alem anes,1*1 Engels se colocaba así en la primera fila de los Jóvenes He
gelianos. Por no poseer conocimientos históricos y filosóficos tan profundos como
Marx, Feuerbach, B. Bauer y Ruge, se esforzaba por igualarlos con su osadía y
su intrepidez.
Luego del curso de Schelling, que le había brindado la anhelada oportunidad
de entrar abiertamente en la lucha, la destitución de B. Bauer, a fines de marzo de
1842, le permitiría renovar sus ataques con mayor vigor. Como protesta por esa
destitución, que levantó en su contra a todos los intelectuales liberales, y en espe
cial a los Jóvenes Hegelianos de Berlín, escribió, junto con E. Bauer —una vez
más bajo la forma de una parodia heroico-cómica—, un libelo titulado: "La Bi
blia insolentemente amenazada y milagrosamente salvada, o el Triunfo de la Ee.
Historia terrible y sin embargo verídica y atrayente del ex licenciado Bruno Bauer,
que muestra cómo éste, seducido por el Diablo, cayó en k herejía, se convirtió en
rativo y un vivo entusiasmo por el gran movimiento histórico en que estamos com
prometidos. En la mitad del libro, por el contrario, en la exposición y la crítica de k
filosofía de Schelling predominan la calma de la objetividad y la claridad del razona
miento." Ruge creyó al principio que el folleto era de Bakunin. En efecto, escribía a
Rosenkranz, en abril de 1S42, cf. B riefw ech sel u nd Ttigekücher, t. I, pág. 173: "Lee
este folleto {Schelling y la R evela ció n ). Es de un ruso, Bakunin, que está viviendo aquí
actualmente. Imagínate que este agradable joven supera a codos esos viejos asnos de
Berlín. Pero creo que Bakunin, a quien conozco y aprecio, no desea que se lo reco
nozca como autor de ese folleto, aunque más no sea por la situación en Rusia.”
148 Cf. G a c e ta re n a n a , 6 de mayo de 1842: Correspondencia de Potsdam (Potsdamer
ICorrespondenz); D ia r io d e K óa igtb erg, 7 de mayo de 1842: Correspondencia de Berlín
(Berliner Korrespondenz).
1,10 Cf. D ia r io d e E lh e rfe ld , 7 de mayo de 1942: Correspondencia de Berlín; G aceta
G e n e r a l d e A ngshurgo { A u g s b u rg e r A ligem eine Z e it m i g ) , 19 de mayo de 1842: Corres
pondencia de Berlín, del 12 de mayo.
150 Cf. G a c e ta re n a n a , 13 de mayo de 1842: Correspondencia de Berlín, del 14 de
mayo; 29 de mayo de 1842: Correspondencia de Berlín, del 25 de mayo.
131 A n a le s a le m a n e s, 17, 20 de junio d e 1842: A . Ruge, La conciencia de sí de la Pe
o la Revelación de nuestro tiempo. (Das Selbsthewusstsetn des Glaubens oder die Of-
fenbarung unserer Zeit.)
el jefe de los Diablos y fue finalmente destronado. Epopeya cristiana en cuatro
cantos.” 15254*1
Como en su parodia de Schelling, Engels se presentaba como un creyente para
atacar a la Iglesia y al Estado cristiano. Al comienzo de la epopeya una delega
ción de fieles, conducida por Leo y Hengstenberg va a quejarse al Señor de la
insolencia y la audacia de los impíos, y ie implora que extirpe toda la casta de
los ateos. El Señor los invita a ser más pacientes, mostrándoles que muchos li
bertinos regresarán pronto al seno de la Iglesia, por ejemplo B. Bauer, quien, a
pesar de su aparente herejía, está al punto de apartarse de Satanás.
Los creyentes se retiran agradeciendo al Señor. Llega entonces el Diablo,
quien, cuando el Señor le confía que ha escogido a B. Bauer para convertir a
los impíos, le manifiesta, en una escena en que Engels parodia el Prólogo en el
Cielo, de Fatuto de Goethe, que se compromete a conservar a B. Bauer en su
campo. 183
De regreso a ios Infiernos, el Diablo se ve presionado por toda la casta satá
nica, en particular por Voltaire, Danton y Hegel, quienes lo instan a que sostenga
con mayor fuerza el ateísmo en su lucha contra la fe.1;,í El Diablo les promete,
entonces, la llegada de un hombre que pronto entablará el combate decisivo con
tra los creyentes.
Ese hombre es Bruno Bauer, quien, después de haber vacilado un momento
entre la fe y la razón, en el curso de un diálogo con el Diablo termina por de
jarse convencer por él. En Bonn, adonde el Diablo lo lleva, desata una tem
pestad entre los fíeles por sus ataques contra la religión y los dogmas; se origina
entonces una batalla entre los ateos y los creyentes, quienes son finalmente ven
cidos. Mientras tanto, Ruge y Wigand deliberan en Leipzig sobre la forma de
defenderse contra la censura, que después de haber clausurado los Anales d e
Halle amenazaba entonces los Anales alem anes. Desalentados, quieren retirarse
de la lucha y publicar un Almanaque d e las Musas. Sin embargo, cediendo a la
152 Cf. Meen. 1, t. IJ, págs. 251-281: "Die frech bedraute, jedoch wuaderbar befreíte
Bibel. Oder: der Triumph des Glaubens. Das isr: Schreckliche, jedoch wahrhafte und
erklediche Historia von dem weiland Liceatiaten Bruno Bauer; wie selbiger vom Teufel
verfiihret, vom reinen Glauben abgefallen, Oberteufel geworden und endlich Kraftiglich
entsetzec isr. Christliches Heidengedicht in vier Ges'ángen.” Se ve que E. Bauer colaboró
en este trabajo por el conocimiento profundo, de que da prueba el libelo, de la historia
de los Jóvenes Hegelianos de Berlín antes del otoño de 1841, es decir, antes de la lle
gada de Engels a Berlín. Dicha colaboración está además confirmada. por. un trabajo de
W . Koner, Él B erlín cien tífico en 1845. Lista d e escritores que vivían en Berlín en 1845,
y d e sus obras, Berlín, 1846. En la página 15 de este trabajo se dice, a propósito de
E. Bauer: "Al mismo tiempo escribió [en 1842], junto con Eriedrich Ostvald, una
epopeya: La Biblia in solen tem en te amenazada, pero gloriosam en te salvada, que apareció
en Neumñnster, editada por Hess.” Esta afirmación fue corroborada por el D iccionario
d e con versación de W igand ( W igands Comtersations L exikon) , Leipzig, 1846, en un
artículo sobre B. Bauer. "A pesar de su gran actividad como crítico [E. Bauec], halló
tiempo todavía para escribir novelas cortas [ . . . ] aun se dice que publicó con Oswald,
en 1842, un poema heroico-cómico, La Biblia amenazada." El poema fue escrito después
de la destitución de B. Bauer en marzo, y antes de la ruptura de Marx con los "Libera■
dos” en julio, es decir, al parecer, en abril, mayo y junio. Apareció sets meses más tarde,
en diciembre de 1842, en Suiza, ediciones Hess, filial de la Asociación literaria, en Neu-
münster, cerca de Zurich. Cf. M ega, I, t. II, Lntroducción, págs. LIV-LV.
163 Cf. M i., págs. 255-256.
154 Cf. ibid., pág. 257.
presión del Diablo, Ruge lanza un llamado a la lucha, al que responden en el
acto los "Liberados’’, lo que ofrece a Engels la oportunidad de hacer una pinto
resca descripción de ello. Bruno Bauer, príncipe de los ateos, constituye la per
sonalidad central. "He ahí que acude, envuelto en humo y vapores del Infierno,
B. Bauer, vestido con una chaqueta verde, y cuyo rastro de rasgos agudos y la
mirada acerada traicionan al malvado, al enviado del Diablo. Mientras agita el
estandarte, se ve brotar de su crítica ignominiosa de la Biblia una nube de
chispas.”
Forma con E. Bauer, C. Marx y F. Engels (F. Oswald) ei partido de "La Mon
taña’’, el grupo de combatientes más resueltos. 155*157 "A la extrema izcjuierda, con
sus largas piernas, acude Oswald vestido con una túnica gris y pantalones color
pimienta, con tanta pimienta por dentro como por fuera. Furioso partidario de La
Montaña, toca un instrumento, la guillotina, acompañándose con un aire de
cavatina, y hace resonar en forma continua-un canto diabólico, gritando ei refrán:
'Formad vuestros batallones, a las armas ciudadanos.’ Cerca de él, musculoso co
mo un cervecero y sediento de sangre, se ve agitarse a Edgar Bauer. Elegante
mente vestido con una chaqueta azul, tiene el corazón lleno de negrura y, oculta
bajo su aspecto de dandy, tiene el alma de un sans-culotte."
A los miembros de La Montaña se oponen los tímidos girondinos: Koppen y
L. Buhl. "¿No ves allí a Koppen, la cara adornada de anteojos? Sería muy
manso si Ruge lo dejara hacer, pero el ardor de éste lo ha vuelto rabioso.” "De
trás de él [Stirner], corretea con pasitos cortos un patriota 150 que teme tanto
la reprimenda como la sangre. Bajo su aspecto de sans-culotte se alberga un
espíritu servil y un alma tierna.”
Presenta a Feuerbach como un pensador solitario y temible, y a Stirner, por
último, como un hombre temeroso a quien repugna la acción y cuyo revolucio-
rismo es sólo verbal. "Pero el que llega del sur, despreciando roda ayuda, por
que él solo vale por un ejército de descreídos y constituye una reserva de astu
cias diabólicas, es, que San Juan nos proteja, el espantoso Feuerbach.” "Mirad
a Stirner, que con mucha prudencia rechaza toda traba. Por el momento bebe
su cerveza, pero pronto beberá sangre, como si fuera agua. Mientras que los de
más gritan 'Abajo los reyes’, él añade ‘Abajo las leyes también’ .” 167
Mientras los ateos se preparan así para el combate, los creyentes se reúnen en
Halle, en casa de Leo, el enemigo jurado de los hegelianos, que pronuncia un dis
curso virulento contra la Razón y la Revolución. Los creyentes se arman para la
batalla y atacan a los "Liberados”, quienes se atrincheran en casa de Wigand.
Los adversarios se lanzan entonces contra las obras revolucionarias, La trom peta
d e l Ju icio Final, La esen cia d el cristianism o, los Anales alem anes, o conrrh las
reaccionarias, las obras de Leo y de Hengstenberg. Al punto de sucumbir a pesar
de su valiente resistencia, los “Liberados” ven acudir en su ayuda, desde los In
fiernos, a Voltaire, Danton, Marat, Robespierre y Hegel. Desalentados, los cre
yentes se retiran al Cielo, perseguidos por los “Liberados”, que ponen en fuga
a los santos y a los ángeles. Están a punto de lograr la victoria decisiva cuando
desde lo alto cae una hoja anunciando k destitución de B. Bauer. El desaliento
1SS Cf. ib id ., págs. 287-319, 12 de abril de 1842: El liberalismo de Alemania del Norte
y de Alemania del Sur (Nord- und suddeutscher Liberalismus); 10 y 24 de mayo de
1842: Carnet de un oyente libre (Tagebuch eines Hospitanten, I-II); 14 de mayo de 1842:
Fiestas en Renania (Rheinische Feste); 25 de mayo de 1842; Notas y observaciones sobre
textos actuales (Glosen und Raadzeichen Zu Texten unserer Z eit); 10 de junio de 1842;
Polémica contra Leo (Polemik gegen Leo); 26 de junio de 1842; El liberalismo del diario
de Spener (D ie Freisinnigkeit der spenerschen Z eitung); 30 de junio de 1842: El fin
del diario de derecho criminal (Das Aufhbren der Kriminalistischen Z eitung); 14 de
julio de 1842: Contribución a la crítica de las leyes prusianas sobre la prensa (Zur Kritik
der preussischen Freszgesetze); 29 de agosto de 1842: Noticias varias de Berín (Allerlei
aus B erlín ); 29 de agosto de 1842: F. V/. Andrea y la Alta Nobleza de Alemania (F. W .
Andrea und der Hoho Adel Deutscblands). Como los otros “Liberados", que luego de
haber tomado parte activa en la fundación de la Gaceta renana aseguraban la correspon
dencia de Berlín, Engels era un colaborador regular del diario. Dos de sus artículos están
firmados con su seudónimo, Fr. Oswald; los demás con lina cruz entre dos asteriscos: * x *.
A propósito de su colaboración con el Diario d e K óm gsb erg, escribía a Conrad
Schmid (cf. Sozialistisc.be M onatsbefte, 1920, t. II, pág. 663: "Veo con agrado [ . . . ]
que ha vuelto usted al ámbito de la 'Razón para’. Por los diarios me había enterado de
las extrañas aventuras vinculadas a su cofre de libros, y me creí trasportado a los tiempos
ya lejanos en que, encontrándome en Berlín, colaboraba ocasionalmente en el diario de
Hartnng [se trata del Diario d e K on igsb erg ] , y en que todo estaba prohibido, salvo ser un
espíritu limitado y servil." No han podido hallarse las correspondencias enviadas por
Engels a dicho diario. Estaba entonces vinculado al hijo del presidente de Prusia oriental,
Eduard Fiottweii, quien simpatizaba con los "Liberados”, y con johann Jacoby, autor de
Jas Cuatro preguntas, que a veces iba a Berlín.
ls() Cf. Mega, 1, t. II, págs. 287-289: El liberalismo de Alemania del norte y el de
Alemania del sur.
podía obtener para Alemania, Pasó de la acción práctica a la teoría, y es eso lo
que explica su fracaso. Nacido de la acción práctica inmediata, no supo despren
derse de ella y vinculó a ella su teoría.
Esa acción práctica era, en efecto, muy diversa; abarcaba elementos franceses,
alemanes, ingleses, españoles, etc. Ello explica que la teoría que expresaba su
contenido se perdiera en lo general y lo vago; no era ni alemana ni francesa,
tenía un carácter que no era netamente nacional ni francamente cosmopolita, y
constituía así, a la vez, una abstracción y un compromiso.” 161
Como E>. Bauer, Engels oponía al liberalismo de Alemania del sur el libera
lismo de Alemania del norte, que se distinguía del otro, decía, por su carácter
más consecuente, por la precisión de sus reivindicaciones y por su clara visión
del desarrollo histórico. Pensaba que la superioridad del liberalismo de Alema
nia del norte provenía del hecho de que iba, no de la acción práctica a la teoría,
sino, por el contrario, de la teoría a la acción práctica, y de que en lugar de
inspirarse únicamente en la Revolución de julio, como el liberalismo de Alemania
del sur, se vinculaba a toda la historia alemana. Debido a esa superioridad, la
oposición se desplazaba cada vez más hacia el norte, En efecto, mientras el libe
ralismo de Alemania del sut se perdía poco a poco en la apatía, el de Alemania
del norte asumía, gracias a la claridad y a la firmeza de sus tendencias, la direc
ción de la oposición, que el sur no estaba ya en condiciones de disputarle: "El
movimiento del sur se ha adormecido; los dientes de las ruedas, que antes en
granaban tan bien en una rápida cadencia, se han ido gastando poco a poco y
ya no encajan. Se calla una voz tras otra, y la joven generación vacila en seguir
los pasos de sus precursores. El norte, por el contrario, a pesar de que las cir
cunstancias son mucho menos favorables que en el sur, manifiesta una opinión
política firme, ofrece pruebas de una ardiente energía y da testimonios de dotes
y de una actividad periodística que ei sur jamás poseyó, ni siquiera cuando es
taba en su apogeo. Además, el norte ba adquirido un grado incuestionablemente
superior de formación política, ha logrado una visión más general y posee una
base histórica y nacional más firme de la que jamás tuvo el sur [ . . . ] El libe
ralismo de Alemania del norte no se ha inspirado en un solo hecho histórico,
sino que ha tenido en cuenta desde el comienzo toda la historia del mundo, en
particular la de Alemania. La fuente de donde surgió no fue París; brotó del
corazón mismo de Alemania, de la nueva filosofía alemana. De abí que ese li
beralismo tenga un carácter más consecuente, sea más claro en sus reivindicacio
nes y sepa adaptar mejor los medios a los fines.
"Se presenta, así, como el producto necesario de las aspiraciones nacionales
que traduce, cuando quiere que Alemania ocupe una posición digna de ella, tan
to en el plano exterior como en el interior [ . . . ] Esto es lo que le permite em
prender una lucha tan firme, tan activa y fecunda contra todas las formas di
la reacción, lucha que el liberalismo de Alemania del sur jamás supo encarar, y
también por ello está seguro de su victoria final.” 1'52
Su crítica se hacía más áspera contra todas las formas de la reacción, en par
ticular contra la Escuela Histórica del Derecho, que atacó en un artículo de ma
yo.168 Denunciaba las tendencias retrógradas de dicha Escuela e invitaba al go-
* 181 Cf- Mega.. I, t. II, págs. 28S-2S9.
182 Cf. M ega, I, t. II, págs. 2S7-289.
i **3 CE. ibid., págs. 297-29S: Carnet de un oyente libre (Tagebuch eines Hospitanten).
bierno prusiano a liberarse de la influencia nefasta que ejercía sobre él, para
ponerse a la cabeza de los Estados progresistas.
"Es tiempo ya de alzarse deliberadamente contra la chochera de cierto partido
que no deja de hablar de desarrollo natural, histórico, de un Estado que se cons
tituye en forma orgánica, y de desenmascarar abiertamente todas sus construc
ciones brillantes y artificiales [. . . ] Prusia no progresa ni se desarrolla con su
ficiente celeridad. Nuestro pasado yace bajo los escombros de la Prusia anterior
a Jena, ha sido barrido por la marea de la invasión napoleónica [. . . ] Es evi
dente que Prusia sólo podrá hallar su salvación en ia teoría, las ciencias, en el
desarrollo del Espíritu [ . . . ] Siguiendo el camino de la Razón, puede, mejor
que ningún otro Estado, aprovechar la experiencia de sus vecinos, convertirse
para toda Europa en un Estado modelo y encarnar por medio de sus instituciones
la conciencia moderna. He ahí nuestra misión, he ahí el destino de Prusia [ . . , ]
Xa base de Prusia no son las ruinas de los siglos pasados, sino el espíritu eter
namente joven que adquiere conciencia de sí mismo en la ciencia y que realiza
su libertad en el Estado. Si nos apartáramos del Espíritu y de la libertad [ . . . ]
traicionaríamos nuestra misión, que es nuestro bien supremo, mataríamos nues
tras fuerzas vivas y seríamos indignos de contamos aún entre los Estados
europeos.” 104
Engels completaba esta crítica de las tendencias reaccionarias con ataques a H,
Leo, quien había tratado de dar al derecho un carácter místico-teológico, como lo
hizo Scbc-iling respecto de la filosofía; 185 con ataques contra la ley de prensa, que
permitía el enjuiciamiento judicial de toda crítica política, como lo mostraba el
proceso intentado contra Jacoby; 160 y contra la degeneración del movimiento de
la "Joven Alemania”, de la cual las conferencias pronunciadas por Ludwig Wa-
lesrode en Konigsberg eran la prueba evidente.181’
Mientras escribía esos artículos, en los que trataba, por lo demás sin gran
originalidad, los problemas que estaban entonces a la orden del día entre los
Jóvenes Hegelianos, Engels continuaba sus estudios en la Universidad de Berlín,
pero como no se había recibido de bachiller y por lo tanto no podía inscribirse
como estudiante, asistía en calidad de oyente libre. En su Carnet d e m i o y en te li
bre, en el que anotaba sus impresiones, alababa a la universidad por su partici
pación activa en la lucha política, " lo que hace la gloria de la Universidad de
Berlín —escribía— es que ninguna otra, como ella, participa tan activamente
en el movimiento de las ideas de nuestro tiempo, y ninguna se ha convertido,
como ella, en la arena de las luchas espirituales, ¡Cuántas otras universidades
como Ja de Bonn, Jena, Gieszen, Greifswald, y aun como las de Leipzig, Breslau
y Heidelberg, se mantuvieron al margen de estas luchas y cayeron en la pedan
tería y la apatía que en todos los tiempos hicieron la desgracia de la ciencia ale-
174 Cf. M ega, I, t. II, pág. 324. “Después Jung volvió a publicar un libro confuso que
se caracterizaba por su tendencia al compromiso; K on igsb erg en Prusia y las tendencias
extremas d el p-ietismo d e dicha ciudad. ¡Título extraño ya! Admite el pietismo, pero
pretende combatir sus tendencias extremas [ . . . ] ; considera que todo lo que es extremo es
malo y que sólo es bueno lo que es moderado y fruto del compromiso, como si los extremos
no fueran simples consecuencias de los hechos.”
17B Cf. ibid., pág. 324. "La Joven Alemania pasó; ha llegado la Escuela joven hegeliana;
Straus2 , Feuerbach y los Anales han atraído la atención general sobre ellos; la lucha
entre los principios ha alcanzado su punto culminante; se trata de una lucha a muerte,
y io que está en juego es el cristianismo. El movimiento político es el centro de todo,
y el bueno de Jung cree todavía ingenuamente que la nación no tiene nada mejor que
bacer, aparte de esperar febrilmente la publicación de una nueva pieza de Guczkow, una
novela de Mundt o una obra extravagante de Laube. Mientras en toda Alemania resuenan
los gritos de combate, mientras los nuevos principios son objeto de animados debates,
Jung, confinado en su cuartito, masca su lapicero y se entrega a reflexiones sobre el con
cepto de lo moderno.”
1,8 Cf. ibid., págs, 324, 325, 326. "Sin embargo, resulta completamente ridículo iden
tificar a Hegel con esa pandilla [Ia Joven Alemania] Jung se esfuerza por probar
que el rasgo fundamental del hegelianismo es la oposición del sujeto libre al mundo hete
rogéneo, rígido en su objetividad. Ahora bien, no se precisa ser muy versado en la doc
trina de Hegel para saber que éste adopta un punto de vista mucho más elevado, que es
el de la reconciliación del sujeto con la realidad objetiva; que tiene por ella el mayor res
peto, que coloca lo real, es decir, lo que existe concretamente, muy por encima de la razón
subjetiva individual, y que exige precisamente del individuo que reconozca el carácter
racional de la realidad objetiva. Hegel no es, como lo piensa Jung, el profeta de la auto
nomía subjetiva, tal como se manifiesta bajo la forma de voluntad arbitraria en los escri
tores de la Joven Alemania. Su principio es la subordinación del sujeto a la Razón un i
versal.”
durable ha sido, si no el de haber determinado, al menos el de haber hecho po
sible ei nacimiento de una corriente democrática en la filosofía hegeliana,177
A. Jung desconoce el papel de Borne y, por el contrario, sobrestima el de
Guczkow, a quien convierte en el principal representante de las tendencias mo
dernas y a quien considera como una personalidad de primera plana. Engels
criticaba entonces el conjunto del movimiento de la Joven Alemania y le re
prochaba, como ya lo había hecho, su esteticismo, que explicaba su falta de
firmeza política.178 Ese defecto, que también caracterizaba a Jung, provenía en
este último de su tendeada al compromiso, propia de todos los partidarios del
“Justo término medio”, que los lleya a rechazar lo "negativo”, es decir, lo que
constituye el elemento esencial del progreso, para apegarse a lo "positivo”, o sea,
a una realidad ya superada por la historia. 179
Engels concluía diciendo que el tiempo presente no podía sentirse satisfecho
i7T Cf. M ega, I, t. II, págs. 327-328. “La mayor influencia que tuvo Borne fue la in
fluencia silenciosa ejercida sobre la nación, que conserva sus obras como un legado sagrado
y de las que extrajo su consuelo y su fuerza durante el triste período que media entre
1832 y 1840, hasta el momento en que llegaron los verdaderos discípulos del autor de las
Cartas d e París, los nuevos filósofos liberales. Sin la acción directa e indirecta de Borne,
le habría resultado mucho más difícil constituirse al movimiento liberal surgido de Hegel.
Bastó para ello desbrozar el camino que llevaba de Hegel a Borne, cosa no muy difícil.
Estos dos hombres estaban más próximos de lo que parecía. La concepción inmediata y
justa que tenía Borne del mundo apareció como el aspecto práctico del punto de vista
teórico de Hegel [ . . . . ] Jung no tiene la menor idea de la importancia de Borne, de su
carácter templado como el acero, de su poderosa y admirable voluntad, porque él mismo es
un hombre pequeño, sin independencia ni energía. No sabe que Borne es una perso
nalidad superior en la historia alemana, que ha sido el portaestandarte de la libertad ale
mana, el único hombre verdadero de la Alemania de su tiempo; no tiene la menor idea
de lo que significa levantarse solo contra 40 millones de alemanes pata proclamar el reino
de la Idea.”
H8 Cf. Ibid., págs. 329-330. "La Joven Alemania, que surgió penosamente de una época
agitada y convulsa, no pudo liberarse por completo de la oscuridad propia de ese período.
Los pensamientos aún confusos que fermentaban en los cerebros y que sólo más tarde lle
garon a la plena claridad gradas a la mediadón de la filosofía, eran, para la Joven Ale
mania, juguetes de la imaginación. Ello explica la imprecisión y la confusión de las con
cepciones de los 'Jóvenes Alemanes' [ . i . . ] Por el brillo de sus escritos; por su estilo,
espiritual, picante y despierto; por ei misterioso claroscuro que rodeaba sus consignas, lo
mismo que por la nueva vida que infundieron a la crítica y a las revistas literarias que en
ellos se inspiraban, atrajeron a una cantidad de jóvenes escritores [ . •. ] El éxito fácil
convirtió a estos jóvenes en presuntuosos y vanidosos [ . . . ] Se consideraron personajes
históricos. Su movimiento perdió así el contenido espiritual que pudo haber tenido al prin
cipio, cayó en el amor al escándalo, que alcanzó su punto culminante en el libro de Heine
sobre Borne, donde se trasformó en infame bajeza.”
179 Cf. ibid-, págs. 331-332. “Los tristes positivistas, los partidarios del 'Justo término
medio', cierran fitas cuando ven crecer y alzarse la ola destructora de la negación, y piden
a grandes gritos algo 'positivo'. Así es como un A. Jung se lamenta del eterno desarrollo
de la historia, trata al progreso de negación y finalmente juega al profeta, prediciendo el
advenimiento de un gran hecho 'positivo’ [ . . . ] Si nos tomamos el trabajo de examinar
un poco más de cerca tan desacreditada la uegación, nos damos cuenta que en realidad tiene
un carácter eminentemente positivo. Por cierto que para ios que consideran como negativo
)o racional y el pensamiento, porque en lugar de permanecer inmóviles se hallan en un mo
vimiento eterno; para aquellos cuya alma, parecida a una hiedra que envuelve viejas ruinas,
tienen necesidad de apoyarse en algo 'positivo', todo progreso es negación. En realidad, sólo
el pensamiento considerado en su desarrollo es eterno y positivo, en tanto que el hecho
concreto, el elemento exterior del devenir, es io negativo, lo que desaparece bajo la acción
de la crítica.”
con esa Tendencia al compromiso, y que la gran lucha política, que acababa de
comenzar, exigía ante todo una poderosa voluntad de acción.180
En ese artículo comenzaba a manifestarse en él, como en Marx en sus artícu
los en la G aceta renana, un viraje del pensamiento que, a la vez que lo alejaba
del idealismo, lo orientaría hacia el materialismo. Por cierto que aún estaba im
pregnado de la ideología idealista de los jóvenes hegelianos; reprochaba a los
liberales de Alemania del sur que separaran sus teorías de la práctica, de la acti
vidad política y social, en lugar de determinar ésta por la teoría, por principios
enunciados a priori. La historia, por orra parte, se le presentaba todavía bajo la
forma de un desarrollo racional que se efectuaba por la acción de la crítica. Sin
embargo, dadas sus tendencias democráticas y revolucionarias, no podía dejar de
sentirse cada vez menos satisfecho del pensamiento y el modo de acción de los
Jóvenes Hegelianos. Su artículo sobre A. Jung, aunque dirigido contra el subje
tivismo y las tendencias al compromiso de la Joven Alemania, constituía, indirec
tamente, una crítica a los Jóvenes Hegelianos, igualmente inclinados al subjeti
vismo. Por una parte se negaba a oponer, a la manera de Fichte, el espíritu a la
realidad concreta, y elogiaba a Hegel por haberse esforzado siempre, contraria
mente a la Joven Alemania e implícitamente también a la izquierda hegeliana,
por unir el sujeto y el objeto, el espíritu y el mundo. Por otra parte, no sepa
raba la critica de la acción positiva, de la lucha política, y si hacía un entusiasta
elogio de Borne era porque éste había mantenido una lucha sin tregua contra
la reacción.
Esta doble tendencia, que lo alejaba progresivamente de los Jóvenes Hegelia-
nos, lo acercaba a Marx, cuyas concepciones esenciales compartía en esa época.
Como Marx, después de la publicación de La trom peta d el Ju icio Final, cada vez
se interesaba menos por la crítica tal como hasta entonces la había realizado,
debido a su poca eficacia. Renunció, de junio a setiembre, a toda actividad lite
raria y a la colaboración en la G aceta renana y en los Anales alem anes, dedicó el
final de su estadía en Berlín a los estudios, empujado por el deseo y la necesi
dad de dar a sus concepciones una base más sólida. Escribía a Ruge al respecto:
"He decidido renunciar por un tiempo a toda actividad literaria para dedicarme
a los estudios. Las razones son muy claras. Soy joven y en filosofía no soy más
que un autodidacta. He aprendido lo bastante como para hacerme una opinión
y defenderla en caso de necesidad, pero no lo suficiente, sin embargo, como para
luchar por ella en forma conveniente y con éxito. Se me exigirá tanto más
puesto que soy un franco tirador en materia de filosofía y puesto que no he adqui
rido, por medio de un diploma de doctor, el derecho a discutir problemas filo
sóficos. Creo que atando vuelva a escribir, y esta vez con mí propio nombre,
podré dar satisfacción a tales exigencias. Por otra parte, no debo derrochar mu
cho mi tiempo ahora, pues pronto me veté nuevamente absorbido por mi profe
sión comercial. Mi actividad literaria, considerada desde un punto de vista sub
jetivo, se ha limitado a ensayos, aiyo éxito debía demostrarme si mis condicio
nes naturales podían permitirme cooperar con utilidad en el progreso y partici
par de manera activa en el movimiento de nuestro tiempo. Puedo estar satis
180 C f M ega , I, t. II, pág. 335. "Los distes anfibios, los maniquíes de este tipo, nada
valen para el combate que anima a los hombres resueltos y que sólo caracteres templados
pueden conducir a buen fin."
fecho del resultado, y considero mi deber adquirir, por los estudios que seguiré
con gran placer, lo que no puede provenir de dotes innatas. " 181
Contrariamente a F. Engels, los demás jóvenes Hegelianos de Berlín se apar
taban de más en más de la lucha política activa y daban a su crítica un carácter
cada vez más abstracto. Al mismo tiempo, acentuaban su tendencia ai subjeti
vismo y al individualismo, que ya se manifestaba en La trom peta d el Ju icio
Vinal}** " !:
l3J Cf. Muga, I, t. II, págs. 631-632. Carta de Engels a Ruge, 26 de julio de 1842.
,s s Cf. B. Bauer, La trom peta d el Juicio /¿nal, págs. 64-65. "La sustancia no es otra cosa
que ei fuego momentáneo por el cual el Yo sacrifica lo que hay en él de limitado y de finito.
El fin del movimiento no es la sustancia, sino la conciencia de sí que se plantea como
infinita y cuya esencia está constituida por la universalidad de la sustancia, que ella ha
asimilado. La sustancia no es sino la fuerza que absorbe el Yo en lo que tiene de finito y
que es absorbida luego ella misma por la Conciencia infinita de sí. Sólo el Yo, pero el
Yo que posee el orgullo diabólico de plantearse como Conciencia de sí universal e infinita,
constituye la sustancia, la esencia de toda cosa.”
1S8 Cf. Avales alemanes, 14 de diciembre de 1842.
,8< Cf. Gaceta renana, 12, 14, 19 de abril de 1842, y J. H. Mackay, op. cit.
rechazo de toda autoridad que sea obstáculo para el desarrollo de la persona
lidad .185
Marx esperaba que luego de su partida de Bonn, el 4 de mayo, y de su re
greso a Berlín, B. Bauer, que hasta el momento no había hecho mucho caso de
los ''Liberados'’ y que inclusive había emitido severos juicios sobre ellos, 188 los
llevaría a modificar su género de vida y sus concepciones. Quedó muy desilu
sionado al ver que, lejos de apaciguarlos, contribuyó a llevar al extremo su li
bertinaje.187
Como conocía por experiencia las dificultades de la acción política y lo que
costaba mantener la G aceta renana, frente a los ataques conjuntos de la censura
y el gobierno,188 no podía más que despreciar la fraseología y la acción pura
mente verbal de los "Liberados”, y' molesto por su falta de seriedad y de carác
ter, pronto habría de apartarse completamente de ellos.
Estalló una primera diferencia a propósito de la crítica que éstos hacían del
liberalismo, al cual condenaban como expresión de la política del "Justo término
medio.” Aunque compartía sus ideas sobre la monarquía constitucional, de la
que decía, en carta a Ruge del 5 de marzo de 1842, que era una institución bas
tarda y contradictoria,180 Marx no podía admitir, por razones de oportunidad
política, su crítica intransigente y absoluta del liberalismo. Consideraba, en efecto,
que en las circunstancias del momento, era necesario, para triunfar en la batalla
contra la reacción, no provocar un conflicto inútil con la burguesía, que tenía en
tablada una dura lucha a favor del liberalismo, y pensaba que el único efecto de
sus fanfarronadas seudorrevolucionarias serían acentuar la censura y poner en pe
ligro la existencia misma del diario.
Asimismo, en carta al co-gerente D. Oppenheim, sometía a una crítica severa
el artículo de E. Bauer sobre el "Justo término medio”, exponiendo en dicha opor
tunidad la forma en que, según su opinión, debía dirigirse y redactarse la G aceta
renana. "Si le parece bien, envíeme el artículo sobre el 'Justo término medio’
para que le haga una crítica. Este problema hay que discutirlo sin pasión. Las
consideraciones generales teóricas sobre la constitución del Estado son más pro
pias de revistas científicas que de periódicos. Por otra parte hay que exponer y
desarrollar la verdadera teoría en su relación con los hechos concretos y con el837
783 Cf. ibid., págs. 25-2 6: "Los rayos de toda educación convergen así en un centro
que es la personalidad. El saber, por extenso y profundo, por amplio y accesible que sea,
no constituye más que una simple posesión y propiedad, en tanto no esté integrado en
el centro invisible del Yo, para emerger luego de él, con íuet 2 a invencible, bajo la forma
de voluntad, de espíritu supersensible e inaprehensible. El saber se trasforma, así, cuando,
al dejar de vincularse a objetos, se vuelve concierne de sí, se confunde con la Idea que se
conoce a sí misma, con el Espíritu que tiene conciencia de sí.”
186 Cf. C orrespondencia en tre B. B auer y B. Batter, Charlotteaburgo, 1844, pág. 160.
Carta de B. Bauer a E. Bauer, del 6 de diciembre de 1841. En una carta a Ruge, también
del 6 de diciembre de 1841, B. Bauer calificaba al Athendtem■de ineficaz y reprochaba a
los Jóvenes Hegelianos de Berlín por tener consideración sólo hacia sí mismos y hacia su
gtan saber (cf. M ega, I, t. I1, pág. 2 6 4 ).
187 Qf. M ega, I, t. I2, pág. 278. Carta de Marx a Ruge, 9 de julio de 1842: "Es una
suerte que Bauer se encuentre en Berlín. Les impedirá, por lo menos, hacer estupideces
[ . . . ] Quien como yo haya vivido largo tiempo entre esa gente, encontrará justificado
este temor."
188 Cf. ibid., pág. 277. Carta de Marx a Ruge, del 9 de julio de 1842.
189 Cf. ibid., pág, 269.
estado de cosas existente. Una manifestación tan estrepitosa contra los actuales
pilares del Estado sólo puede traer como consecuencia la acentuación de la cen
sura y aun la clausura del diario [ . . . ] En todo caso, irritamos a una gran canti
dad, quizá a la mayoría de los liberales comprometidos en la acción política, que
han asumido la ingrata y penosa tarea de conquistar paso a paso la libertad dentro
de los límites impuestos por la Constitución, mientras que, encaramados en el
cómodo asiento de la teoría abstracta, pretendemos denunciar sus contradiccio
nes [ . . . ] El autor del artículo sobre el :J u s t 0 término medio' nos invita a la
crítica, pero: l 9 Todos sabemos de qué manera responde el gobierno a seme
jantes provocaciones; 2° No basta realizar una crítica [ . . . ] el verdadero pro
blema consiste en saber si hemos elegido a tal efecto un terreno apropiado. Los
diarios sólo se prestan a la discusión de esos problemas cuando se han convertido
en problemas que tocan de cerca al Estado, en problemas prácticos. Estimo ab
solutamente indispensable que la Gaceta renana no sea dirigida por sus colabo
radores, sino que, por el contrario, los dirija ella. Artículos como éstos ofrecen
una excelente ocasión de indicar a los colaboradores la línea de acción que es
preciso seguir. El escritor aislado no puede, en efecto, tener, como el diario, una
visión de conjunto de la situación. " 190 192
Esbozaba una crítica análoga del artículo de M. Hess sobre "Alemania y Fran
cia consideradas desde ei punto de vista de la centralización” .101 Hess, decía,
había planteado y resuelto el problema de la centralización en forma utópica,
remplazando el mundo real por un mundo imaginario. "Un problema actual
tiene de común con todo problema justificado por su contenido, y por ello mismo
racional, que la dificultad principal que presenta no es la respuesta que hay que
darle, sino la forma en que se lo debe plantear.
"Por tal razón, una verdadera crícica implica un análisis, no de las respuestas,
sino de los problemas. Así como se halla la solución de una ecuación algebraica
cuando ésta ha sido clara y correctamente planteada, así la respuesta a un pro
blema queda señalada cuando éste constituye un problema real. Para resolver
antiguos problemas la historia no conoce oteo método que el de solucionarlos
con nuevos problemas. Las palabras que dan la clave del enigma de cada época
son, debido a ello, fáciles de encontrar; son los problemas del día. Si, en las
respuestas, las tendencias y la inteligencia de los individuos desempeñan un gran
papel, y si hace falta una visión sagaz para distinguir en ellas lo que corresponde
al individuo de lo que es propio de la época, los problemas, en su implacable
claridad, son las grandes voces de su tiempo; dominan a los individuos y son las
consignas de su época, cuyas tendencias expresan en el plano de la realidad
práctica.” 102
Después de haber planteado el problema de la centralización en un plano irreal
y abstracto, Hess respondía a él en forma utópica, diciendo que el conflicto entre
el individuo y el Estado, provocado por este problema, podía ser fácilmente re
suelto ubicándose desde un punto de vista superior, un punto de vista filosófico
en ei cual se establecía la conjunción de los intereses particulares y del interés
190 Cf. Mega, I, t. I2, pág. 2S0. Carta de Marx a D, Oppenheim, 25 de agosto de
1842.
191 Cf. Gaceta retama, 17 de mayo de 1842. Esta crítica quedó como manuscrito, cf.
M eg a , 3, t. I1, págs. 230-231: El problema de la centralización.
192 Cf. M ega , I, t. I1, pág. 230.
general. Marx se burlaba de esta solución, que remplazaba el mundo real por
un mundo imaginario, y denunciaba la futilidad y esterilidad de la crítica de Hess,
que, decía, de filósofo no tenía más que el nombre.
"El autor alaba a justo título la asombrosa facilidad con que se llega, desde
ese punto de vista, a resolver todos los problemas, pero se equivoca al calificar
este tipo de solución de absolutamente justo y aun de ser el único justo, y ese
punto de vista de filosófico. La filosofía no puede dejar de protestar enérgica
mente cuando se Ja confunde con la imaginación. La ficción de un pueblo de
'justos' es tan extraña a la filosofía como la ficción de 'hienas piadosas’ puede serlo
a la naturaleza. El autor remplaza la filosofía por sus abstracciones." 193
Vemos dibujarse así una tendencia cada vez más clara hacia el rechazo del
idealismo y el utopismo, determinada por su participación activa en la lucha
que desarrollaba la G aceta reísima, y por su contacto más directo con la realidad
política y social. A decir verdad, aún consideraba el Espíritu como el elemento
motor de la Historia, y el Estado como su manifestación superior, pero cada vez
se le hacía más claro que los problemas políticos y sociales debían tratarse y
resolverse por medio de un análisis exacto y profundo de los hechos, en la pers
pectiva de la lucha política.
Esa tendencia a considerar la realidad política y social bajo su aspecto con
creto, unida a su deseo de participar cada vez más activamente en la lucha po
lítica, al mismo tiempo que lo alejaba de los "Liberados" lo acercaba a Feuerbach
y Ruge.
En un artículo publicado el 16 de febrero de 1842 en los Anales alem anes:
"Juicio sobre el libro La esen cia d el cristianism o",10* Feuerbach había subrayado
la importancia práctica de su crítica de la filosofía hegeliana, que ponía fin a
la especulación y daba a la filosofía, como base, la observación de la Naturaleza
y del Hombre considerados en su realidad concreta.
"Hegel opone lo infinito a lo finito, lo especulativo a lo empírico, mientras
que, reconociendo ya lo infinito en lo finito, ¡o especulativo en lo empírico, yo
considero que lo especulativo no es más que la esencia misma de lo real. En los
'misterios especulativos’ de la religión sólo veo verdades naturales; el 'misterio
especulativo’ de la Trinidad, por ejemplo, simplemente significa que sólo la vida
en común es la vida verdadera. Para mí no existe, así, una verdad especial, tras-
. cendental, sobrenatural, sino sólo una verdad general, inmanente y, en resumen,
natural [ . . . ] No es posible adoptar la filosofía hegeliana, aunque más no sea
debido ai lugar subordinado y al papel secundario que asigna a la naturaleza, lo
que está en contradicción con el papel cada vez más importante que ésta desem
peña en la vida y en las ciencias. Para dar su verdadero lugar a la naturaleza,
hay que remplazar el Espíritu imaginario del mundo por el espíritu vivo del
hombre real. Mi libro ha nacido precisamente del deseo de reducir la filosofía,
los G. F. Puchta, nacido en 1798, uno de los principales miembros de la Escuela del
Derecho, acababa de ser llamado a Berlín en 1842, como sucesor de Savigny.
ido C.l. Anécdota, I, págs. 21-22. Carta de W igand a Ruge, 11 de marzo de 1842.
200 Cf. Anales alemanes, agosto de 1842: A. Ruge, l a filosofía del derecho de Hegel y
la política actual.
20! Cf, ibid., pág. 762.
que una clara distinción entre lo metafísico y lo histórico se halla completa
mente ausente en él. Así es como trata de demostrar el carácter de necesidad
lógica de la monarquía hereditaria, del mayorazgo, del sistema parlamentario
bicameral, cuando habría debido dedicarse a demostrar que eran productos de
la historia, explicarlos y criticarlos como realidades históricas. Se puede definir
en forma abstracta, partiendo de consideraciones generales sobre el desarrollo
del Espíritu, lo que es una Constitución en sí y cuál es su objetivo, pero es evi
dente que toda Constitución real es una categoría histórica, y que sólo la crítica
de la misma puede dar impulso al desarrollo de la historia.” 202
De este análisis de la Filosofía del Derecho de Hegel, Ruge llegaba a la con
clusión de que la evolución del mundo estaba determinada, no por el movimiento
dialéctico de la Idea, de la Lógica, como Hegel lo pensaba, sino por el de la
historia, cuyo elemento motor es la Crítica. Ésta, mientras tanto, conservaba,
según é!, un carácter demasiado abstracto en Alemania. Para darle un .carácter
más práctico y concreto, preconizaba, como H. Heine y M. Hess, una alianza
del espíritu teórico de Jos alemanes y del espíritu práctico de los franceses, que
debía traducirse en la unión de la filosofía crítica y la lucha política.
"La época presente parece sobre todo dedicada a desarrollar, mediante La acción
recíproca de los unos sobre los otros, a los teóticos abstractos que son los ale
manes y a los políticos un tanto limitados que son los franceses. Si ei catolicismo
es un obstáculo para la libertad individual, el protestantismo abstracto, que pa
rece haber alcanzado su punto cuim inante en Hegel, se opone a la libertad po
lítica, y es preciso reconocer que sin libertad política sólo puede existir una
libertad espiritual abstracta, incapaz de engendrar un desarrollo histórico real.
Por eso Alemania ha tratado de apropiarse del espíritu ejecutivo de los fran
ceses, del que carece, y al igual que Francia aprovechó las consecuencias teóricas
de la Reforma. Pero ambos países deben ir mucho más lejos de lo que lo han
hecho hasta ahora, en el intercambio de sus cualidades.” 203
Bajo el efecto de la acentuación de la lucha política, Marx evolucionaba, como
Ruge, hada una concepción más realista del Estado y de la sociedad, y de las
luchas políticas y sociales, dando como éste un carácter más concreto a la crí
tica, a la cual asignaba como tarea asegurar, no sólo el triunfo del ateísmo, sino
también, y sobre todo, el de la soberanía popular; pero Marx iba más allá, no
sólo de los "Liberados”, que de más en más se atrincheraban en su crítica abs
tracta, sino también de Ruge, otilen consideraba todavía la revolución como un
movimiento de liberación esencialmente espiritual.
La trasformación de sus concepciones y de su acción política se efectuaba en
una atmósfera de lucha, cada vez más enconada, bajo la constante agravación de
la censura.204 205
En esas circunstancias fue llamado a remplazar a Rutenberg como director del
diario, debido a la incapacidad total de éste.20'' Desde su regreso de Tréveris
a Bonn, en julio, se le había solicitado su colaboración cada vez con mayor fre
cuencia en la redacción del diario, cuya dirección prácticamente aseguraba él
220 Cf. ib id ., págs. 288-297. Cí. A d a s tíe lili sesio n es He l a D ieta. D is e e rto s He le s
d itm le d o s d e las a ld e a s, pág. 23.
'aso Cf. ibid., págs. 300-302-303.
231 Como lo señala Mehring (cf. Nachlasz, i , pág. 3 8 3 ), no hay que dejarse engañar
por algunas ftases aparentemente comunistas, como aquella, por ejemplo, en que coosideta
que desde cierto punto de vista toda propiedad es un robo, puesto que necesariamente
lesiona los derechos de terceros; la condena de la propiedad privada se apoya todavía aquí
en argumentos esencialmente ¡utídicos.
Cf. M eg a , I, t. I1, págs. 269-270; "Si se califica de robo toda lesión, por ínfima que
sea. a la propiedad, entonces toda propiedad, por lesionar necesariamente los derechos de
remeros, se convierte en un robo.”
232 cf. ibid., págs. 298-299. “El Estado puede y debe decir; garantizo el derecho con
tra todo atropello. Sólo el derecho es para mí inmortal [ . . . ] Pero el Estado no puede
ni debe decir: un interés privado, la existencia particular de la propiedad [ .. . ] está
garantizada contra todo riesgo, es iumortal [ .. . ] El Estado garantizará sin duda tu pro
piedad privada en la medida en que pueda ser garantizada por medio de leyes equitativas,
por medidas preventivas razonables, pero el Estado sólo puede conceder tus reivindicaciones
la ley sobre el robo de leña, oponía la ley en general, que ante sus ojos seguía
siendo la expresión de la Justicia y de la Razón; consideraba esa iniquidad legis
lativa como un atropello del materialismo al espíritu mismo del Estado.
';Ese vil materialismo, ese pecado contra el Espíritu Santo de los pueblos y
contra la Humanidad, es consecuencia inmediata de la doctrina que la G dceta
d e l Estado prusiano predica al legislador, doctrina que pretende que en una ley
sobre el robo de leña no se considera más que la leña y el bosque, y no que se dé
solución política a un problema material, sin tratarlo en su relación con la esencia
racional y moral del Estado. " 233
No veía aún que esta ley sobre el robo de leña era el reflejo jurídico de la
lucha entre las antiguas telaciones sociales feudales y las nuevas relaciones sociales
surgidas del desarrollo del régimen capitalista, y que la recolección de leña seca,
que era algo normal mientras subsistieron los antiguos dominios comunales, debía
considerarse como un atentado contra la propiedad privada desde el momento
en que esos dominios fueron acaparados por el capitalismo; pensaba poder re
solver el conflicto apelando al carácter racional del Estado; pero el tono ardiente
con que apoyaba las reivindicaciones de la masa pobre y explotada hacía prever
su pronta superación del hegelianismo, y su paso a un radicalismo democrático
que lo llevaría al comunismo.
Como sus otros artículos, éste fue objeto de grandes elogios, y meses más
tarde la G aceta d e la tarde d e M anr.heim escribía al respecto: “Los lectotes de
■esos largos artículos todavía tienen presente la forma ingeniosa e incisiva, la
admirable dialéctica con que el autor mordía, por así decirlo como con una
barrena, la argumentación apelillada de ios diputados y la demolía desde adentro.
Rara vez hemos visto afirmarse semejante talento del espíritu crítico; raramente
ha manifestado éste en forma más brillante su odio respecto de todo lo que pre
tende ser 'positivo’, jamás ha envuelto y aniquilado tan bien a éste en su red .” 234
Esa concepción aún netamente jurídica y política del Estado y de las leyes le
hubiera permitido todavía hacer de los debates acerca de la ley sobre los delitos
de caza una crítica análoga a la de la ley sobre el robo de leña, pero no habría
podido resolver con ello el problema de la división de las tierras, que sería el
tema de su último artículo sobre los debates de la Dieta renana 235
'M,; Cí. M ega , I, t. II, pág. 340: F. Engels, Federico Guillermo IV, rey de Prusia.
247 Cf. G a c e ta renana, número del 20 de octubre de 1842: "Proyecto de ordenanza real
sobre el divorcio”. Esta publicación tuvo lugar cinco días después de que Marx se hiciera
cargo de la dirección del diario.
24s I. — Gaceta renana, núm ero del 6 de noviembre de 1842. "Observación respecto del
proyecto de una ordenanza sobre el divorcio presentado por el ministerio de revisión de
leyes en junio de 1842".
II. — Gaceta -renana, números del 13 y 15 de noviembre de 1842: "Proyecto concer
niente a una nueva ley sobre e! matrimonio”. Un jurista tenano.
III. — Gaceta renana, números del 15 y 19 de noviembre de 1842: "El proyecto de
ley sobre el divorcio”.
419 Cf. Mega, I, t. I1, págs. 315-317, Gaceta renana, 15 de noviembre de 1842.
250 Cf. ibid., págs. 317-320.
261 c f. ibid., págs. 317-318.
dones de la nueva ley sometían, en efecto, el matrimonio, no a las leyes naturales
de la moral, sino a la autoridad sobrenatural de la Iglesia.
Marx terminaba su artículo diciendo que debido a su papel social, el matri
monio no debía disolverse más que cuando en realidad estuviera ya roto, y que
únicamente el Estado, a exclusión de la Iglesia, tenía autoridad para reglamentar
el divorcio.252
Bajo su forma prudente, ese artículo era una dura crítica del proyecto de ley
y, ñor parte de Marx era pura ironía afirmar algunos meses más tarde, el 13 de
febrero de 1843, en su respuesta a los ataques del ministerio, que sólo la Gaceta
renana, contrariamente a ios demás diarios, había defendido el principio esencial
del proyecto de ley sobre el divorcio.253
A consecuencia de numerosas protestas que surgieron en la prensa liberal por
la publicación de ese proyecto de ley, el rey renunció a modificar la legislación
sobre el divorcio, contentándose con resolver que en adelante el" divorcio sería
decidido por la más alta jurisdicción. Pero su odio contra la G aceta renana llegó
al colmo. El 13 de noviembre ordenaba, bajo pena de clausura inmediata del
diario, que el gerente responsable revelara el nombre de la persona que había
comunicado el proyecto.254
El mismo día los ministros a cargo de la censura invitaron al presidente de la
provincia, von Schaper, a castigar al diario. "Enérgicas medidas —escribían—,
creemos son tanto más indispensables por cuanto Su Majestad el rey se ha dig
nado repetidas veces expresar su disgusto a propósito de la actividad dañina de
la prensa cotidiana."
La víspera, a invitación de von Schaper, el prefecto de Colonia von Gerlach
ya había exigido al gerente responsable, el editor Renard, que destituyera a Ru-
tenberg, que pasaba por ser particularmente peligroso, y que lo remplazara por
un redactor en jefe, aprobado por él, y amenazaba clausurar el diario si no mo
dificaba su tendencia.255
En respuesta a esta intimación Marx envió una protesta firmada por el ge
rente Renard, en la que asumía la defensa del diario con ironía y altivez,260
señalando que la Gaceta renana jamás había pasado los límites de una crítica
leal, respondiendo al deseo expresado por el rey en sus instrucciones sobre la
censura. Por lo demás, le parecía que la G aceta renana no merecía sino elogios
por la obra patriótica que realizaba en Renania. En esa provincia, hasta poco
antes sometida aún a la influencia francesa, defendía en efecto, los intereses
de Prusia, oponiendo al liberalismo francés un liberalismo alemán y sosteniendo
257 Cf. M ega, I, t. P , págs. 282-283. "La tendencia de un diario como la Caceta renana,
que en lugar de constituir una amalgama de análisis sin carácter político y adulaciones
rastreras, se esfuerza por aclarar las relaciones y las instituciones políticas por medio de
una crítica, incisiva, es cierto, pero conciente del noble fin que persigue, tendría que ser
cu apariencia, del agrado del gobierno. La Gaceta renana se ha dado por tarea esencial
dirigir hacia Alemania las miradas que tanta gente dirigía hasra entonces hacia Francia y rem
plazar el liberalismo francés por un liberalismo alemán [ . . . ] La Gaceta renana fue el
primer órgano de prensa que introdujo, tanto en Renania como en Alemania del sur, el
espíritu de Alemania del norte, el espíritu protestante [ . . . ] Por otra parte, jamás aban
donó el terreno del periodismo, no se ha ocupado de ios dogmas, las doctrinas y las cosas
de la Iglesia sino en la medida en que otros diarios hicieron de la religión un asunto
político y lo trasladaron al dominio político.” Sobre la hegemonía de Prusia en Alema
nia, cf. Gaceta renema, 12 de mayo de 1842: "De nuevo una voz a propósito de la hege
monía en Alemania”; 24 de mayo de 1842: ”La hegemonía en Alemania".
2Bi) Cf. ibií., págs. 285-286. Carta de C. Marx a Ruge, 30 de noviembre de 1S42:
"Rutenberg, a quien ya se le había quitado la redacción del artículo alemán, del cual se
limitaba a corregir la puntuación y a quien sólo se le había confiado, y en forma proviso
ria, por mi intervención, la redacción del artículo sobre Francia, tuvo, gracias a la iacon-
mesurable estupidez de nuestro gobierno, la posibilidad de pasar por peligroso, a pesar
de que sólo lo era para la Gaceta rentma y para él mismo. En forma brutal se exigió su
destitución. La Providencia prusiana, ese despotismo prusiano, el más hipócrita y el más
ruin, evitó a! gerente una escena desagradable y el nuevo mártir, Rutenberg, que ya sabe
expresar con cierto talento, por su fisonomía, su actitud y su lenguaje, el estado de ánimo
de un mártir, escribe en todas partes, especialmente en Berlín, que él encarna en su exilio
el principio de la Gaceta renana, la cual ahora asume una actitud diferente frente al
gobierno."
Rutenberg sería más tarde redactor en jefe de la Gaceta real d e Prusia.
- 59 Cf. ibid., pág. 280. Carta de Marx a D. Oppenheim, 25 de agosto de 1842.
La conducta política que siguió mientras dirigió el diario es un verdadero mo
delo de táctica revolucionaria. Aprovechaba cualquier ocasión para atacar a la
reacción, dando pruebas al mismo tiempo, de una habilidad extraordinaria para
eludir la censura, lo que le permitía utilizar al máximo la poca libertad de acción
de que disponía la prensa.
Esa táctica, diametralmente opuesta a la de los “Liberados llevaría a la rup
tura definitiva de Marx con ellos. Desde hacía un tiempo sus relaciones habían
dejado de ser cordiales. Como hada poco caso del juego estéril e inútil de sus
procedimientos críticos, añadía su propia censura a la del censor, cosa que cada
vez lo indisponía más con los 'Liberados”. Le reprochaban por haber protestado
sólo en forma tardía contra la destitución de B. Bauer por medio de un breve
artículo escrito en setiembre, y que apareció en noviembre en los A ndes d e -
m an es™ y sobre todo por dar a la Gaceta- renana, en particular por su artículo
relativo al proyecto de ley sobre el divorcio, un carácter oportunista que equi
valía a renegar del liberalismo.261
Como juzgaba necesario no provocar inútilmente un conflicto con el gobierno
y rratar con cuidado a la burguesía liberal, Marx estaba cada vez menos dispuesto
a tolerar sus fanfarronadas y sus críticas, que consistían en una negación cons
tante.282 En junio escribió a Ruge a propósito de una correspondencia de la
G aceta d e K on igsb erg, en la cual se anunciaba que los "Liberados” querían con
tinuar la acción de los “Filaletas" de Holsrein, que negaban toda creencia en
Dios.
"El artículo de la Gaceta d e K o n igsb erg era por lo menos poco diplomático.
Afirmar el deseo de emancipación es cuestión de conciencia; gritarlo a todos
los vientos no es más que fanfarronada apropiada para lanzar contra nosotros a los
pequeños burgueses. Y después imagínese usted un poco ese tipo de ‘Liberados’,
un Meyen, etc. Por cierto que si una ciudad puede prestarse a ese tipo de empresa,
es Berlín .”282
2<¡*> Cf. Anales alemanes, págs. 397-400, 16 de noviembre de 1842: C. Marx, Una
palabra más sobre "Bruno Bauer y la libertad de enseñar en la universidad” por el doctor
O. F. Gruppe, Berlín, 1842.
El gobierno había encargado a Gruppe que atacara a B. Bauer. Su panfleto oficioso,
aparecido en junio, ya había sido criticado por K. Nausverke en el número de la Caceta
rem ana del 8 de setiembre de 1842. Fue el único artículo publicado por Marx a favor de
B. Bauer. En recompensa por su servilismo, Gruppe fue nombrado profesor en junio
de 1844.
281 B. Bauer, A uge y decaden cia d el radicalism o alemán d el año 1842, 2* edición, Berlín,
1850, t. I, págs. 93-96.
282 Cf. Carta del doctor Julius W aídeck a su primo, 1 de setiembre de 1843. "Los
Bauer, Bullí, etc., pretenden que hay que denunciar sin miramientos los males de la polí
tica y de la religión, y demostrar con ello la necesidad de renovar las concepciones teóricas,
que se realizarán luego, por sí mismas, en la práctica.” Carta citada por G. Mayer en "Los
debates dei radicalismo político en la Prusia anterior a 1848”, Revista política, t. VI,
Berlín, 1913, pág. 71.
2153 Cf. M ega, I, t. I2, pág. 278. Carta de Marx a Ruge, 9 de julio de 1842. Sobre el
mismo asunto, cf. ibid., págs. 322-323. Carta de Ruge a Matx, 7 de agosto de 1842. "Los
'Liberados’ y los '.Filaletas', de quienes me habló usted, no existen, ni los unos ni los
otros. Es una manera de llamar la atención, como decía uno de mis amigos —que en
1830 inventó el nombre de 'Filaletas'— , que no lleva a nada y que prueba, simplemente,
cuán lejos nos hallamos aún de concebir con corrección los problemas políticos. Entonces
usted caracterizó bien todo esto diciendo que era un asunto montado por un diario.”
Sobre Berlín, cf. carta de Ruge a Stahr, 15 de noviembre de 1842: C orrespondencia,
i Esa tendencia de los "Liberados", a hacer de la crítica un juego inútil, provo
caría su ruptura, no sólo con Marx, sino también con Ruge y Herwegh. Este
‘ último, que había lanzado contra Freiligrath, alejado de la lucha política, ia vpz
í de orden de partido, entendiendo por ello que el poeta, lejos de permanecer ajeno
a Jas luchas políticas, debía, por el contrario, participar de ellas activamente,21)4
realizaba entonces un viaje triunfal por Alemania, con el objetivo de hallar co
laboradores para una revista radical, El m ensajero alem án d e Suiza, que quería
publicar en Zurich. Luego de pasar por Colonia y Dresden, a principios de no
viembre fue a Berlín, junto con Ruge y Wigand, quienes deseaban invitar a los
"Liberados'’ a fundar una universidad libre para propagar en ella las ideas progre
sistas. El 10 de noviembre Ruge y Wigand se reunieron con ios "Liberados”,
pero su proposición no halló eco alguno. Quedaron molestos por sus modales
licenciosos y por su frivolidad. En particular Ruge, que sólo recogió burlas atando
ios invitó a no comprometer con su conducta la causa del liberalismo,288 se enojó
directamente arando B. Bauer creyó oportuno decirle que bastaba con suprimir
en teoría la religión y el Estado, sin que además hubiese que preocuparse de su
existencia real.
Berlín, 1886, t. I, pág. 284: “El vicio profundo de Berlín es la adulación frívola y la
pretensión de ser un genio.”
2i,i Al poema de Freiligrath, "España’1, publicado en la G a c e ta d e l a m a ñ a n a (M o r-
g e n b la t t) , 1S41, núm. 236, y que terminaba con estos versos: “El poeta se encuentra en
un observatorio taás alto que la torre almenada de un partido Herwegh respondió
con e! poema “SI partido”, publicado en H o ja s n a c io n a le s ( V a te r la n d b lá s te r ) , 1342,
núm. 14, en el cual hacía el elogio de la toma de posición partidaria. “¡Partido! ¡Par
tido!, quién no se uniría a él, que ha sido el artesano de las victorias. Escoged un estan
darte, me alegrará, aun si es diferente ai mió. Por mi parte he elegido, he optado, y
deseo que el partido teja mis laureles.” Sobre la importancia y el papel de los partidos,
cf. A n a le s a le m a n e s , 12 de febrero de 1842: “ ¿Qué es y qué no es un partido?”
Cf. M e g a , I, t. I1, pág. 250; C. Marx, Editorial del núm. 179 de la G a c e ta d e C o lo n ia :
"Sin partido no puede existir desarrollo, ni oposición, ni progreso.”
- l'~‘ Cf. J. I-I. Macitay, S tirn e r , pág. 34. " A principios de noviembre de 1S42 Ruge
se reunió una tarde con el editor O. Wigand, de Leipzig, y su hermano Ludwig, en ei
café W allburg, en ia calle del Correo. Encontró allí a toda la compañía. Ludwig Ruge
cuenta: "Al principio todo se desarrolló en una calma relativa, y él constituía el centro de ia
conversación. P o co a poco algunos se despojaron de ese tono fingido. Ruge había discu
tido con Bauer, Nauwerk y Koppen el plan de una universidad libre, que, en las circuns
tancias de entonces, era una empresa irrealizable. Los más jóvenes, que hasta el momento
habían escuchado sin decir nada, comenzaron a encontrar la cosa fastidiosa y protestaron,
volviendo a su tono y a sus modales habituales. Éstos fueron increíblemente licenciosos.
Vi a Arnold [Ruge] permanecer silencioso, corno petrificado. La tormenta estaba pot
estallar, porque hervía. De pronto se enderezó y exclamó: 'Queréis ser libres y no veis
que estáis hundidos hasta el cuello en el barro. No se libera a los hombres y a los pue
blos con porquerías. Antes de emprender tan gran tarea deberíais primero pensar en ser
limpios.' ” Sobre el modo de vida de los "Liberados", cf. Hoffmann von Faüersleben,
A lé vid a , t. IV, pág. 46; “Al entrar encontramos a los dos Bauer, Bruno y Edgar, com
pletamente borrachos. Nos sentimos tan incómodos por sus expresiones groseras y vul
gares, que pronto nos fuimos.”
Sobre el encuentro de los "Liberados” con Ruge, cf. G a c e ta g e n e ra l lit e r a r ia (A U g e-
m e in e U t e r a t m z e it u n g ) , publicada por B. y E. Bauer, Cuaderno 8, mayo de 1844, págs. 23-
29. Correspondencia de la provincia: “Recuerdo aún con placer el verano del 42. Cuánto
entendimiento reinaba entonces entre los radicales, a pesar de las discusiones sobre el
ateísmo, la popularidad, Jacoby y Kónigsberg. A todos nos unía la G a c e ta re n a n a , y casi
teníamos la impresión de formar un partido. Fue entonces cuando el ferrocarril de Anhalt
"Los Liberados —escribía a un amigo— son uria pandilla frívola y hastiada.
Les he dicho franca y abiertamente lo que pensaba de ellos, luego de que ellos
mismos me hicieron comprender en forma bien clara lo que opinaban de mí.
Pensé, al principio con bastante ingenuidad, lo confieso, inducirlos a que disolvie
ran su sociedad para no comprometer la buena causa y no ponerse ellos mismo en
ridículo. A tal efecto me dirigí en especial a B. Bauer, pero éste consideró jus
tificadas todas sus extravagancias teóricas y prácticas, que recuerdan las del ro
manticismo, y pretendió hacerme creer las cosas más grotescas, como por ejemplo
que había que suprimir en teoría el Estado y la religión, lo mismo que la pro
piedad y la familia, sin preocuparse por saber con qué remplazados, pues lo esen
cial era negarlo todo.” 280
Herwegh, que fue a ver a los "Liberados” algunos días después, quedó igual
mente muy mal impresionado por su conducta y su conversación. Como aprobaba
a Ruge, se vengaron de él, reprochándole la audiencia que había obtenido del rey
el 19 de noviembre.
Las dos partes, Herwegh y, en nombre de los "Liberados”, Meyen, se dirigieron
a Marx para que zanjara su diferendo. Herwegh envió una correspondencia a la
G aceta renana, en la cual condenaba la conducta y la actitud de los "Liberados”.
“Herwegh y Ruge —escribía— hallaron que los 'Liberados' comprometían con
su romanticismo, su manera de hacerse pasar por genios y su charla, la causa y el
partido de la libertad; lo dijeron abiertamente, y eso fue lo que quizá chocó
[ , . . ] Es necesario denunciar en forma pública y clara ese placer por el escán
dalo y la depravación en una época que reclama de los hombres un carácter serio,
viril y firme para alcanzar, a través de la lucha, sus objetivos sublimes.” 2 ®7
La G aceta renana publicó dicha correspondencia el 29 de noviembre. Marx
había expuesto ya antes, en carta a Ruge, sus díferendos con los "Liberados”, a
quienes reprochaba el hecho de que se conformaran con artículos superficiales,
escritos a la ligera, y a quienes había invitado a poner mayor seriedad en sus
luchas y en sus escritos. “Usted sabe que la censura mutila diariamente y en forma
tan despiadada nuestro diario, que resulta muy difícil publicarlo. Ello ha provo
cado la supresión de una cantidad de artículos de los 'Liberados’. Por mi parte,
me permití imitar al censor y hacer una hecatombe de esos mamarrachos escritos
a la ligera, presuntuosos y vacíos, rociados de ateísmo y de comunismo (que esos
señores jamás estudiaron), que Meyer y compañía envían por docenas. Apro
vechando la carencia total de juicio, de independencia y de capacidad de Ruten-
berg, se habían acostumbrado a considerar la G aceta renana como un bien pro
pio; yo, por el contrario, creía que no se debía tolerar más esa fraseología. La
supresión de cierto número de esos inestimables frutos de la 'libertad’, de una li
nos trajo a esos dos apóstoles de la libetrad, quienes habían venido expresamente a Berlín,
que les parecía demasiado licencioso y demasiado frívolo, para traer un buen principio
moral, que serviría de anda para afirmar la religión de la libertad, pero esa ancla no llegó
a encontrar una base sólida en el pantano sin fondo de la 'frivolidad', y los chiquillos se
burlaron de ellos arando se pusieron a predicar en las calles el nuevo Evangelio.”
ts-s Qf Ruge, C orrespondencia, I, pág. 290: Carta a Fleischer, 12 de diciembre de 1842.
- s t c f. M ega, I, t. I1, pág. 309. Gaceta renana, 29 de noviembre de 1842.
Cf. Nettlan, Ai. Bakanin. Esbozo b iográfico, Berlín, 1901. Carta de Ruge a Herwegh,
13 de diciembre de 1842: "Marx ha utilizado la carta de usted en el diario del 29 para
una correspondencia, que hace mucho ruido en ambos lados.”
bertad que consiste ante todo en liberarse de toda idea, fue el primer motivo que
ensombreció el cielo berlinés [ . . . ] Les expresé abiertamente mi opinión sobre
ios errores de su producción, donde la libertad encuentra su expresión en una
forma licenciosa, desordenada, relajada, más que en un contenido original y pro
fundo. Los invité a que no se contentaran con razonamientos vagos, con frases
ampulosas, a que no se mostrasen demasiado complacientes consigo mismos, a que
se dedicaran a analizar con exactitud las situaciones concretas y a que dieran
prueba de conocimientos precisos. Declaré que consideraba que introducir de
contrabando, por así decirlo, ideas socialistas y comunistas, es decir, una nueva
concepción del mundo en críticas teatrales superficiales, era una cosa indecente
e inmoral, y solicité que, si se quería hablar de comunismo, se hablara en forma
en todo sentido diferente y más profunda. Exigí, en fin, que se criticara la reli
gión dentro del marco de las instituciones políticas, y no a las instituciones polí
ticas dentro de los marcos de Ja religión, so pretexto de que ello respondía mejor
al carácter de un diario y a la formación del público, por no tener la religión
en sí contenido alguno, puesto que vive, no del cielo, sino de la tietra, y que
se desmorona cuando desaparece el mundo invertido, cuya teoría constituye."MS
En respuesta a esta exigencia, Marx recibió una carta de Meyen que lo inti
maba a tomar partido inmediatamente a favor de los "Liberados”, a adoptar sin
reservas la actitud de éstos y publicar todo lo que habían enviado. Marx se
enojó entonces, y respondió con una carta de rompimiento, porque no quería
comprometer la existencia del diario para satisfacer las exigencias de sus antiguos
amigos. "Ayer —escribía en esa misma carta a Ruge— recibí una carta insolente
de Meyen [ ... ] que exhibe una espantosa dosis de vanidad. No comprende
que para salvar un órgano político se pueda sacrificar algunos mamarrachos de los
berlineses que no piensan más que en sus historias de pandilla [ . . . ] Como te
nemos que soportar de la mañana a la noche las increíbles molestias de la censura,
Jas ordenanzas ministeriales, los reproches del Presidente, las quejas de la Dieta,
Jas protestas de los accionistas, etc, y yo permanezco en mi puesto sólo porque
considero mi deber contrarrestar, en la medida de lo posible, la política del go
bierno, puede usted comprender que esté un poco excitado y que haya contestado
a Meyen con bastante aspereza.” 239
Poco después B. Bauer le escribió una carta enfadosa, en la cual lo acusaba de
haber sido injusto respecto de los ‘'Liberados”, con quienes se solidarizaba.370 208*
208 Cf. M eg a , I, t. I-, págs. 285-286. Carta de M an; a Ruge, 30 de noviembre de 1842.
2(19 Cl. ibld., pág. 287. Carta de Ruge a Marx, del 4 de diciembre de 1842: "Su carta
y las medidas tomadas por usted cuentan con mi entera aprobación; me alegta ver que
ios 'Liberados', o más bien esos bufones frivolos, han sido juzgados igualmente por usted,
sin que ie hayan dicho una sola palabra, como espíritus netamente uegativos y gente sin
carácter f . . . ] No comprendo la cuestión de Meyen a propósito de mi diferencio con
B. Bauer, poique sólo me contenté con poner en guardia a este último contra la. frecuen
tación de los 'Liberados' y contra el tono que reina en W aiiburg [cabaret donde se reúnen
los 'Liberados'], donde se pelean e insultan bajo el imperio de la borrachera, y decirle
que se comprometía, y con é! la causa que defiende. Bauer protestó y defendió totalmente
Ja conducta de los 'Liberados'.”
- O Cf. ibid., págs. 291-292. Carta de B. Bauer a Marx, 13 de diciembre de 1842.
"Querido Marx, Berlín tiene razón en forma tan manifiesta, y los berlineses se hallan
tan lejos de haber provocado con su conducta desconsiderada los actos demasiado precipi
tados de los demás, que no quiero hacerte perder más tiempo con este asunto; tendría que
evocar, en efecto, demasiadas cosas desagradables, de ias que oadie aquí es responsable
Marx, que ya no se sentía en comunión de ideas con él, no contestó a dicha carta,
que señaló el fin de sus relaciones.
En esa misma época se encontró por primera vez con F. Engels, quien había
abandonado Berlín y el círculo de los “Liberados" al terminar su servicio militar.
Camino de Inglaterra, a fines de noviembre, Engels se detuvo en Colonia para ver
a los redactores de la Gaceta rem rta, a la que se proponía enviar artículos sobre
Inglatera. Fue muy bien acogido por M. Hess, y, por el contrario, muy fríamente
recibido por Marx, quien veía en él a un representante de ia pandilla de los “Li
berados", con la que acababa de romper; ese primer encuentro no dejaría prever
cuán pronto ligarían sus destinos.371
Lo que separaba a Marx de los “Liberados” no era sólo una divergencia de pro
pósitos, sino también mía total diferencia de carácter. .Por no estar animados de
convicciones profundas, se veían llevados a hacer malabarismos con las ideas, que
para ellos interesaban tau poco como el espíritu y que disociaban de la realidad
y de la acción, contrariamente a Marx, quien consideraba que, aislado del mundo,
el pensamiento no tiene eficacia real 372 y en quien las ideas animaban no sólo
el espíritu, sino también la voluntad y el corazón.
Lo que había dicho de los partidarios de la libertad de prensa en su artículo
sobre los debates de la Dieta podía aplicarse a los “Liberados”. “Jamás —escri
bía— sintieron la libertad de prensa como una necesidad profunda. Para ellos
es una cosa extraña, esotérica, a la que sólo los liga un simple capricho.” 278
Estaba tanto menos dispuesto a ceder a sus mandatos y a dejarlos disponer
a su antojo del diario, cuanto que la censura se acentuaba ahora de día en día,
y el conflicto con el gobierno amenazaba adquirir una forma aguda.
Al principio, gracias a las concesiones hechas por Marx y a la táctica prudente
que adoptó respecto del gobierno, la censura se atenuó hasta el punto de que
M. Hess podía escribir el 6 de diciembre a su amigo Anetbach: “La Gaceta
re-nema tiene ahora una posición asegurada, tanto frente al público como frente al
Prefiero escribirte en otra oportunidad sobre cosas que están más cerca de nosotros y que
son roas agradables. Adiós/'
271 Cí. Fr. Mehring, H istoria d e la socialdem ocracia alemana, Stuttgart, 1922, t. I,
pág. 382. Carta de F. Engels a F. Mehring: "Cuando a fines de noviembre [1 8 4 2 ], ca
mino de Inglaterra, fui a ver a los redactores de la Gaceta renana, me encontré con Marx
y en dicha ocasión tuvimos nuestra primera conversación, que fue muy fría. Marx, entre
tanto, se había puesto contra los hermanos Bauer, es decir, se oponía a que la Gaceta
rebana se convirtiera en un órgano de propaganda antirreligiosa y ate?., en lugar de set
un órgano Je discusión y de acción. Había criticado, asimismo, el comunismo verbal de
Edgar Bauer, pues en él do era más que la expresión de un extremismo verbal, que, por
otra parte, pronto remplazaría por otra fraseología extremista. Como yo me escribía con
los Bauer, pasaba por alic.do de ellos, y ellos, por su parte, habían hecho que sospechara
de Marx.
Cf. asimismo ibtd., c. II, pág. 554.
272 En la carta a su padre, de 1837, ya escribía que la forma no tiene valor si do es
expresión del contenido. (Cf. M ega. T, t. I-, págs, 215-216.) Esta convicción, precisada
en su tesis doctoral, se acentuó luego de su participación directa en la lucha política.
273 Cf. M ega, í, t. I1, pág. 183. Cf. igualmente ibid., pág, 204: ME1 orador parece
no haber conocido más que la pasión superficial provocada pot los sentidos, y no la
pasión ardiente de la verdad, el entusiasmo de la razón segura de la victoria, el pathos
irresistible de las fuerzas morales/'
Cf. igualmente el fin de] artículo sobre el comunismo (M ega, I, t. I1, pág. 2 63).
gobierno. Hubo, es verdad, hace poco tiempo, una pequeña tormenta con este
último, pero todo se ha arreglado ahora sin que nos hayamos visto obligados a
hacer concesiones." >
El 22 de diciembre los ministros encargados de la censura escribían al rey "que
con relación al período anterior el tono del diario se había vuelto indiscutible
mente más tranquilo, y que la sociedad del diario comenzaba a mostrar que
estaba dispuesta a responder al deseo del gobierno, de que se modificara la orien
tación de k Gaceta- ren an d ’.274
El artículo de Marx sobre la delegación permanente de las Dietas, aparecido
en diciembre,2TS indicaba la misma táctica contemporizadora. Criticaba a esas
delegaciones, como ÍO había hecho respecto de las Dietas provinciales, calificán
dolas de instituciones hechas más bien para defender los intereses particulares que
el interés general. Pero tuvo la precaución de relacionar esa crítica con dos ar
tículos de la Gaceta gen era l d e A ugsbargo, y aparentaba dirigir su polémica con
tra la exposición del probema hecha por ese diario, y no contra las delegaciones
mismas.270 *
A pesar de esa táctica prudente, la atenuación de la censura no duraría mucho
tiempo. Las medidas entonces tomadas por el gobierno mostraban que, lejos de
i querer hacer nuevas concesiones, estaba decidido a suprimir la literatura y la
i prensa liberales.
' A principios de noviembre, E. Nauwerk, profesor de la Universidad de Berlín,
fue destituido a causa de sus opiniones liberales; el 19 de noviembre fue supri
mido el libro de E. Bauer, B. Batter y sus adversarios, y el 18 de diciembre la re
vista de L, Buhl, El patriota, que había remplazado al A thendim como órgano
de los Jóvenes Hegelianos de Berlín, sufría la misma suerte. Al mismo tiempo,
la censura de los diarios se hizo más severa. El 1 de diciembre el censor de la
G aceta rernna, el consejero de policía Dolleschall, cuya incapacidad era notoria,
fue remplazado por el asesor Wietaus 277
274 Cf. Archivos secretos Jet Estado, I, Rep. 89, CVX núm. 36. Actas concernientes
al gabinete civil ctel rey (G. St. A. I. Abe. 89. CVX núm. 36. Akcen des Rónigl. Civíl-
Kabinetts) .
378 Cf. Mega, í, t. I1, págs. 321-334. Ese artículo fue publicado en la Gabela renana,
del 11 al 21 de diciembre de 1842.
27,1 En junio de 1842, Federico Guillermo IV decidió que una delegación de las Dietas
se reuniera en forma permanente, en el intervalo de las sesiones. En octubre las reunió
en Berlín, pero pronto las clausuró, recordándoles que no debían ser los representantes de
"una opinión pública vana y de doctrinas efímeras". Cf. Treitschice, op. a l., t. V, págs.
186-187.
A propósito de este artículo, cf. M ega, I, t. I2, pág. 153. Gaceta d e la tarde d e
M armbeim, 28 de febrero de 1843. “La misma maestría [en la táctica revolucionaria] se
manifestó asimismo en forma magistral en la respuesta a un artículo de la Gaceta g e n e r é
d e A ugsbargo sobre las delegaciones de las Dietas, que parecía tener un carácter semi-
oficial. El autor de esta respuesta adoptó una táctica astuta, casi podría decitse pérfida
mente diplomática, esforzándose por insinuar que en las discusiones a propósito de las
instituciones del Estado la crítica se dirigía menos a éstas que a las opiniones que de
ellas tenían ¡os adversarios. El hecho de que esta forma diplomática contraste con las
polémicas audaces, duras y ásperas del mismo autor, demuestra que posee dotes notables
y una extraña variedad de talentos.
277 El presidente de la provincia, von Schaper, escribía el 16 de noviembre de 1842
a los ministros a cargo de la censura, a propósito de la incapacidad de Dolleschall: "Este
Dolleschall ha dado en el último tiempo tantas pruebas de ser incapaz de censurar un
diario de tendencias tan subversivas como la Gaceta ter.am, que deseo ansiosamente verlo
Los motivos inmediatos de la acentuación de la censura respecto del diario fue
ron, primero, la publicación del artículo sobre las delegaciones de las Dietas, que,
a pesar de su forma prudente, fue considerado por los ministros a cargo de la
censura como propio para atizar el descontento contra las instituciones del Estado;
y luego la publicación de tres correspondencias procedentes de Berncastel, que
describía la miserable situación de los campesinos de Mosela.278
El presidente de la provincia, von Schaper, dejó pasar sin protestar la primera,
que atribuía la miseria de los viñateros de Mosela a la caída de los precios, a Ja
falta de mercados y a la serie de malas cosechas que se sucedieron desde 1825 a
1834. Como las otras dos correspondencias criticaban al gobierno, al cual reí
prochaban que no hacía nada para aliviar la miseria de los viñateros y que sofo
caba sus quejas,270 dirigió dos rectificaciones a ia G aceta tenana, en las cuales
rechazaba esos ataques y acusaba al diario de querer levantar a los viñateros contra
el gobierno, con el pretexto de defender sus intereses.280
La G aceta fen an a publicó esas rectificaciones el 18 de diciembre y, poniendo a
mal tiempo buena cara, las acompañó el 25 de diciembre con un comentario en
el cual se manifestaba complacida por esa colaboración entre el gobierno y la
prensa. Esta derrota no agradó a Marx, quien había ido a pasar las vacaciones
de Navidad a Kreuznach, donde vivía su novia con su madre después de la muerte
del barón de Westphalen. Remplazando al corresponsal timorato que no quería
remplazado por un sucesor más capaz” (Cf. Archivos secretos del Estado. Ministerio
del Interior, R. 77, Lit. R núm. 3 3 )- Asignado antes a la G a c e ta d e C o lo n ia , había
suprimido el anuncio de una traducción de la D i v i n a c o m e d ia de Dante con el pre
texto de que estaba prohibido bromear con cosas sagradas. Cf. igualmente J. Hansen,
R h e im s c b e B r ie fe u n d A k le n , t. I, pág. 389. Carta de L. Camphausen, 27 de noviembre
de 1842. "Marx preguntó a Dollescball quién era el hombte que se permitía criticar en
forma tan insolente a la Dieta. Éste respondió que según se decía se llamaba Marx.”
278 Cf. G a c e ta re n a n a , 10, 12, 14 de diciembre de 1S42: "De Mosela” —La miseria
de los viñateros de Mosela, provocada en parte por la política de la Unión aduanera, y
agravada por la oposición entre los grandes y pequeños propietarios, había alcanzado un
grado tal, que el precio de las cepas había descendido de 60 a 2 céntimos. Constituía un
problema social importante en la Prusia de antes de 1848. Cf. sobre este tema, Hans
Stein, C a rlo s M a r x y el p a u p e ris m o r e n a n o a n te s d e 1 8 4 8 , Colonia, 1832. A n d e s d e la
S o c ie d a d d e h is to r ia d e C o lo n ia , Año XIV, págs. 130-147.
279 Cf. G a c e ta re v a n a , 10 de diciembre. "El pobre campesino, sobre quien pesan tan
tas miserias, ¿no tiene acaso derecho a denunciar públicamente los males que ¡o acosan?
¿No tiene derecho a redamar que se lo..líbre de los vampiros que desde hace mucho
tiempo le chupan la sangre y a querer su destrucción? Durante mucho tiempo,
arriba no quisieron creer en la situación desesperada de los campesinos de Mosela, y se
consideró que sus gritos desesperados eran manifestaciones insolentes."
280 Cf. Segunda rectificación, Mehring, H a c h la sz , t. I, págs. 199-200: "Le quedaría
agradecido [ai corresponsal] que aprovechara esta oportunidad para señalar los males
que aquejan a ios viñateros, y a los vampiros que chupan su sangre, en forma suficien
temente explícita y clara [ . . . ] para que puedan iniciarse demandas contra ellos. Le
quedaría muy particularmente agradecido si pudiera indicar los medios aptos para reme
diar la miseria de los viñateros.”
B1 presidente invitaba luego al corresponsal a señalar los casos en que la administración
había calificado los gritos de miseria de los viñateros de manifestaciones insolentes. “Si
no pudiera hacerlo —-añadía— , me vería obligado, a mi pesar, a considerar todo el artículo
como una calumnia malévola, cuyo objetivo no es ayudar a los viñateros de Mosela, sino
provocar su descontento y el relajamiento de los vínculos entre las autoridades y los
administrados."
continuar su crítica en el diario,281 aprovechó sus vacaciones para reunir una
abundante documentación sobre este problema, que por otra parte conocía muy
bien por ser originario de la región, y a partir del 25 de diciembre publicó una
serie de artículos en los que se proponía demostrar que el gobierno, lejos de
ayudar a los viñateros, había agravado su miseria.232 Estos artículos serían cinco,
pero sólo se publicaron los dos primeros, que tenían por tema: I. "El problema
de la distribución de leña”; II. " la región de Mosela con relación a la ordenanza
del 24 de diciembre de 1841, que acordó una mayor libertad de prensa”. 233 El
tercero, cuyo tema era: "Los males que corroen a Mosela”, fue suprimido por or
den del presidente de la provincia, lo que llevó a Marx a renunciar a escribir los
dos últimos, que hubiesen tenido por título: “Los vampiros de Mosela" (es decir,
los usureros), y “Proposiciones para remediar la miseria de los viñateros”.
Apoyándose en informes administrativos, Marx demostraba que el gobierno
conocía bien la miseria de los viñateros y su causa, pero que sólo había propuesto
remedios insuficientes: disminución de impuestos en caso de malas vendimias,
abandono de las malas viñas, concentración de las parcelas, medidas que, por lo
demás, sólo habrían beneficiado a los grandes propietarios, ya que la exoneración
de impuestos, en efecto, no era más que un paliativo para los pequeños viñateros,
quienes por otra parte no podían descuidar una porción cualquiera de su medio
cre posesión.234
Para paliar los efectos de una crisis que no había sabido prever ni atenuar,
el gobierno sacrificaba deliberadamente a los pequeños viticultores, aconsejado en
ese sentido por una administración incapaz e inhumana, que, para disculparse,
se veía llevada a achacar las responsabilidades de la crisis a aquellos que eran las
víctimas de la misma, y a las circunstancias.
La única forma de remediar la crisis era, decía Marx, que e! gobierno apelara
a la prensa libre, árbitro desinteresado, que sabría indicar los medios necesarios.235 21*3
t. I, págs. 96-97: "Después del búllante comienzo que representó la publicación de les
poemas de Herwegh, los manuscritos afluyeron de Alemania al 'Comptoir Uttérake',
escapando a la censura. Sus autores representaban casi toda la literatura progresista de opo
sición de esa época. Poemas, folletos, disertaciones, artículos periodísticos, todo aquello
que en Alemania no podía obtener o no quería solicitar permiso de impresión, fue a re
fugiarse en Zurich y en 'W intenhur.”
Cf. asimismo el informe del ministro plenipotenciario Wercher al ministro von Bülow,
del 11 de abril de 1843: "Dos tendencias se unen en esta editorial: la tendencia radical
práctica de la Gaceta renana, y la teórica de los Anales alem anes; por ello, sirve de re
fugio a todos los escritos de la oposición prusiana, a los del doctor Jacoby así como a
los de Ruge y de B. Bauer, que han sido o serían censurados en Alemania.”
Libros, revistas y diarios publicados por el "Comptoir Uttérake
1841: G. Herwegh, Poemas d e un ser vivien te.
; 1842: L. Buhl, El problem a constitucional en Prusia.
Anónimo (F. Engels), El triunfo d e la fe.
Anónimo (L. B u hl), Los diarios p olíticos en Alemania.
J . Froebel, R. R ohm er y su actividad m esiám ea en Zurich.
El m ensajero alem án d e Suiza (quincenario).
J. Jacoby, Mi defen sa en m i proceso p or alta traición.
1843: Ruge, Anécdota.
B. Bauer, La buena causa d e la libertad y m i proceso.
}. Froebel, El republicano suizo.
B. Bauer, El cristianism o revelado.
E. Bauer, La lucha d e la crítica contra la Iglesia y el Estado.
E. Bauer, Las ten den cias liberales en Alemania.
Herwegh, Veintiuna hojas d e Suiza.
Ruge, Para la alianza d e alem anes y franceses.
1844: J. Froebel, El crim en contra la religión segú n las leyes d el cantón d e Zurich.
Ruge y Marx, Anales franco-alem anes.
20 Cf. Gaceta renana, núm. 273, 30 de setiembre de 1842, Zurich, 25 de setiembre:
"Bajo la dirección de Georg Herwegh, El m ensajero alem án cumplirá perfectamente su
misión; toda su personalidad lo garantiza. Es el verdadero representante de la juventud
actual, en especial de la juventud alemana, cuyas simpatías y aspiraciones comparte, así
como el entusiasmo que la inflama.” Cf. C orrespondencia d e G. H erwegh con su novia,
Stuttgarc, 1906, pág. 126. Carta a su novia, enero de 1843: "El m ensajero alemán ha de
asumir sin duda, inmediatamente, el papel de los Anales alemanes, que han sido prohibi
dos; Ruge tiene muchas ganas de venir también a establecerse en Zurich."
Ello fue lo que originó el viaje de este poeta por Alemania a fines de 1842,
en busca de colaboradores. Su carta a Federico Guillermo IV, en la cual afirmaba
sur, sentimientos republicanos y protestaba contra la prohibición que éste había
impuesto a su revista, ruin antes de que apareciera, provocó su expulsión de
Prusia en diciembre de J 842 y puso fin a su gira, en el curso de la cual rompio
con los "liberados” y, por el contrario, se vinculó con Ruge, Hess 7 Marx, y es-
trecho, así, Jas relaciones entre los radicales de Alemania y los de Suiza.
Aunque la existencia de la revista estuvo muy comprometida desde el principio,
Herwegh, sin embargo, logró la colaboración de radicales alemanes y ya había re
unido un cierto número de artículos. Pero poco después de su regreso a Zurich,
ei 3 J e marzo de 1843, fue expulsado de esa ciudad, lo que constituyó el golpe
de gracia para la revista.
Los artículos por él reunidos serían publicados en julio de 1843 por el "Comp-
toir listéraire”. bajo el título de Veintiuna hojas d e Suiza,2i título que se explicaba
porque los trabajos de más de veintiuna hojas no habían sido sometidos a la
censura en Prusia.-- Ese libro tenía, poco más o menos, el mismo carácter que
las Anécdota, pero una tendencia netamente más radical. Los artículos princi
pales eran, además de ios de Hess, en ¡os cuales exponía su concepción del comu
nismo, una crítica acerba contra Federico Guillermo IV por F. Engels, un artículo
de B. Bauer sobre el problema judío y poemas de Herwegh.23
Sin dejarse desanimar por los cambios del M e n sa je ro a le m á n de S u iza, Froebel
presentó su dimisión como profesor, en diciembre de 1842, para dedicarse ínte
gramente a ia política, y asumió la dirección de un periódico quincenal, El r e
publicano suizo ( S ck w eizeriscber R epubU k aner)2i
Descorazonado, como los Jóvenes Hegelianos radicales, por la actitud débil de
los liberales alemanes,25 se esforzó entonces por dar a su actividad reformadora
una base más sólida que el liberalismo, evolucionando hacia el democratismo. En
el curso de un viaje a Colonia, durante el verano de 1842, conoció a Hess y, bajo
la influencia de éste, se orientó hacia un democratismo social, con tintes de huma-
- 1 Eiu and zwanzig Bogan ñus d er Scbu'úiz, Verlag vom litcrarischen Compíoir, Zurich
y y7mter!bur, 2S43.
22 Por un decreto real del 4-10-1842 se tomó dicha medida a favor de estos trabajos.
Mases Hess, Sozinlhnots and K om m unisnuts; Dis Bine and ganze Vreiheit; Pbiloso-
p h ie der Tat.
F. Bagels, L-c./rVé V'Ubeim IV. Knn/g non Preussen.
B. Bauer, Dh rJh .i’Jm i dar bauticen lu den uttd Cbristen fr s ‘ ut ugrd"n.
Sobre 1.a tendencia de ias Vientiufta hojas de Suiza, cf. J. C. Bluntschli, Memorias, Zu-
ric h , 1 843, pág. d 'l.
"En h editorial 'Comptoir IHtérajre’ de Froebel apareció Jar, Veintiuna hojas d e Suiza
de Herwegh, c¡ue encomendaba abiertamente s¡ cristianismo y !> monarquía —calificador
de tiranía celeste y terrestre— ol odio de ios nueblcs y a la destrucción, y que esperaba
que el mejoramiento del mundo provendría de una alianza del espíritu filosófico alemán,
que extirpaba Ja religión, y del espíritu político‘ francés, que se dedicaba a realizar 1j
igualdad y, por medio de ella, el comunismo."
2-1 Cf. J. Froebel, Ai i vida íEin Lsbvnshmf}. r,.íg. 139.
25 Cf. ib-id., pág. 100. Carta de l-rnebel a Wiqrnd, ayusto de 1843: "Los individuo;
más lamentables y repugnantes son los supuestos liberales. Quien haya aprendido a cono
cer a fondo sus cobardías, debe tener el alma muy bien templada para continuar luchando
con semejante ralea."
nismo, que, en sus rasgos generales, le parecía confundirse con el comunismo, en
el cual veía la realización de la "verdadera democracia’’.20*
A decir verdad, el fondo de su pensamiento seguía siendo el liberalismo; el pro
blema esencial era para él la libertad, que en su opinión debía resolverse por la
acción política; 27 sin embargo estimaba igualmente necesario que el Estado, sin
modificar la estructura económica y social existente, es decir, sin abolir la pro
piedad privada, encontrara la manera de garantizar a cada ciudadano una forma
de existencia humana, sin precisar, por otra parte, ni esa forma de existencia, ni
ios medios de realizarla.28
Esta concepción determinó la línea política de El republicano suizo, al que
Froebel imprimiría una tendencia cada vez más democrática y socializante, bus
cando la colaboración de Hess, de Bakunin y de Engels,
En esa misma época, Ruge evolucionaba en forma análoga en el plano político.
Indignado, como Froebel, por la cobardía de los liberales alemanes, que no se ha
bían rebelado contra la supresión de la prensa de oposición,20 extendía su condena
de éstos a toda Alemania a Ja que juzgaba incapaz de liberarse de la servidum
bre v a la cual acusaba de complacerse en el servilismo. Escribía a Marx, en
marzo de 1343: "Hemos visto, cincuenta años después de la Revolución francesa,
la renovación de todas las insolencias del antiguo despotismo. No digas que el
siglo XIX no lo soportará. Los alemanes han resuelto ese problema.
"No sólo lo soportan, sino que lo hacen con un patriótico orgullo. Nosotros,
que nos avergonzamos de ello, sabemos que merecen su suerte. ¡Habría podido
pensarse que ese cambio vergonzoso, que, al suprimir la libertad de palabra nos
condena nuevamente al silencio que nos hace caer de la esperanza en la deses
peración y que nos vuelve a hundir en la esclavitud, habría sublevado los ánimos,
agitado los corazones y provocado una. condenación unánime! f ... ] En realidad
esta raza no ha nacido para ser libre. Estos treinta años pasados al margen de toda
vida política, bajo un régimen de opresión degradante, en el que hasta los pensa
mientos y los sentimientos estaban controlados y reglamentados por la policía
secreta, y la censura, han rebajado a Alemania al más bajo nivel político que jamás
haya conocido." 80
Desengañado, indignado por la debilidad de los liberales e irritada contra la
reacción, de la cual ya había sido víctima durante las persecuciones contra los de-
81 Cf. A. Ruge, Cartas polém icas (P olem iscbe B riefe), Mannheim, 1S47, págs. 252 y
256. Carta a Prutz: "Lo patriótico y Jo humano se oponen. El súbdito privado de todo
derecho político es patriota, sería humano en un Estado compuesto de ciudadanos li
bres j . . . ] La supresión del patriotismo y su remplazo por el humanismo es el problema
íundamental que plantea la libertad en la época actual."
Cf. Mega, I, t. I, pág. 275. Carta de Ruge a Marx, agosto de 1843.
Cf. B, Bauer, H istoria com pleta d e la lucha d e los partidos en Alemania d e 1342 a
1846, Charlottenburgo, 1847, t. I, págs. 295-296.
Cita extraída de la revista de Leipzig Las rosas, núm. 248, 13 de diciembre de 1843,
pág. 1983, relativa a unas palabras pronunciadas por Ruge en Dresden en noviembre
de 1843.
"Es comprensible que Ruge esté enojado por lo que ha debido soportar en Alemania,
y es natural que se haya sentido oprimido por el estado de cosas que reina en nuestro
país; sin embargo debería esperarse de un filósofo, de un publicista alemán, que fijara
un lím ite razonable a su mal humor al hablar de la situación en Alemania, y que no se
dejara llevar a un desprecio total de nuestra patria común.”
32 Cf. Anales alemanes, 13 de agosto de 1S42, pág. 767. Cf. igualmente A. Ruge, Por
la alianza d e alem anes y franceses, Comptoir litteraire, Zurich y W interthur, 1843-
33 Cf. L. Feuerbach, P equeños escritos filosóficos, Leipzig, 1950, pág. 69. "Tesis pro
visorias para la reforma de la filosofía’’; “El filósofo verdadero que se identifica con la
vida y con el hombre debe ser de sangre galogermánica.”
Si A los Anales alem anes sucederían revistas mucho más moderadas, como Los anales
d e los tiem pos presen tes (Jahrbücher d er G egeinvart), fundados en 1843 por A. Schwegier
(1819-1857), profesor de historia en Tubinga.
85 Cf. C orrespondencia de G. H envegh con su novia, Stuttgart, 1906, pág. 126. Carta
de Herwegh a su novia, enero de 1843.
311 Cf. A. Ruge, C orrespondencia, t. I, pág. 295. Carta de Ruge a L. Ruge, 3 de enero
de 1843.
"Marx es una gran inteligencia, tiene gran preocupación por su futuro, en particular
por su futuro inmediato. Por tal razón, la continuación de los A ndes con su colaboración
es cosa sobrentendida. W igand quiere conservar el honor de mantenerse d la brutear, y
me mega que continúe con Marx la publicación de los Anales en Suiza, con las modifi
caciones que exigen las circunstancias.”
3T lhid., 1, pág. 196. Carta de Ruge a R . Prutz, 25 de enero de 1843. "Quiero ver en
qué se va a convertir el M ensajero. Después se lo podrá utilizar para trasíormarlo en
Anales alemanes.1'
Marx, a quien había participado sus intenciones, aceptaría de buena gana su
proposición de coJaborar con él en la publicación de una revista radical en Suiza,
tanto más cuanto que estaba decidido, después de la prohibición de la G aceta r e
nana, a no publicar nada en Alemania bajo el control de la censura, que, decía,
conducía al escritor, por la constante simulación de sus pensamientos a que lo
obligaba, a falsificarse a sí mismo.33
Por otra parte la supresión de la Gaceta renana lo dejaba sin recursos en un
momento particularmente crítico para él. De novio desde hacía siete años, deseaba
casarse, tanto' más cuanto que Jenny había sido el blanco de los ataques de algunos
miembros de su familia, pietistas y reaccionarios, y también de algunos miembros
de la familia de Marx, y sufrido mucho debido a ello.30 En enero fue a Tréveris,
donde residía su madre, a fin de disponer de la parte de la herencia de su padre.
Pese a la situación precaria en que se encontraba, su madre le había negado todo
subsidio y ayuda, lo que provocó una ruptura entre ellos.40
Solicitado a la vez por Herwegh y por Ruge para parcícipar en la Redacción
de El m en sajero alem án d e Suiza o en una nueva edición de los Anales alem anes41
—Ruge pensó en un tiempo que podría colaborar en los dos— 42 Marx se decidió
finalmente 'por Ruge.
Éste le había escrito que Wigand insistía en que los A ndes reaparecieran én
Suiza; le anunciaba, al mismo tiempo, que pensaba dar a los Anales un carácter
nuevo y que había propuesto a Weigand asegurarle, como codirector, una remu-
88 Cf. M ega, I, t. Ia, pág. 294. Carta de Marx a Ruge, 25 de enero de 1843. "Si se
pudiera lograr así que yo redactase en Zurich el M ensajero alem án con Herwegh, ello resul
taría muy de mi agrado. Ya no puedo emprender nada en Alemania, uno se corrompe en
ese país f . . - l Trabajo en muchas cosas que en Alemania no podrían ser toleradas por
un censor, ni aceptadas por un libreto, y que, en forma general, aquí son imposibles.”
sa Cf. ¡bul., pág. 307. Carta de C. Marx a Ruge, 13 de marzo de 1843. "Deseo, en
fin, participarle un proyecto persona!. No bien firmemos el contrato, iré a Kreuznach y
me casaré. Puedo, sin ningún romanticismo, decirle que estoy enamorado de la cabeza a
los pies, y que amo de la manera más seria del mundo. Hace más de siete años que estoy
de novio, y m i novia ha entablado por mí, las más duras batallas, perjudiciales paca su
salud, en parte contra sus parientes pietistas y aristócratas, para quienes el señor del cielo
y el señor de Berlín son objeto de una misma veneración; y en parte contra mi propia
familia, en la que se han deslizado algunos clericales y otros enemigos míos jurados. Mi
novia y yo hemos llevado a cabo desde hace años más luchas inútiles y agotadoras que
muchas otras personas, de edad tres veces superior a la nuestra, a quienes se les llena la
boca con su experiencia’, palabra que gusta particularmente a nuestros partidarios del
‘justo termino medio'.”
40 Cf. M ega, I. t. I2, pág. 294. Carta de C. Marx; a Ruge, 25 de enero de 1S43. "Me
he peleado con mi familia, y mientras viva mi madre no tengo derecho a disponer de la
hefencia que me corresponde.”
Cf. igualmente C orrespondencia d e G. H erw egh con su n o v ia , pág. 162. Carta de
Herwegh a su novia, 30 de enero de 1843- "Marx parece encontrarse en una situación
difícil. Una pelea familiar lo ha dejado sin recursos; además, está de novio con una jo-
veo que ha sufrido enormemente por causa de él y a quien no quiere abandonar.”
41 Cf. ibid, pág. 302. Carta de Herwegh a Marx, 17 de febrero de 1843. "Solicito su
más activa colaboración en el M ensajero alemán. De todos modos, ha de aparecer y me
agradaría recibir artículos suyos ya para el primer trimestre.”
Cf. igualmente, ibid., pág. 295. Carta de Ruge a Marx, 1 de febrero de 1843.
42 Cf. Ruge Correspondencia, t. I, pág. 303. Ruge a Herwegh, 8 de marzo de 1843.
"Usted sabe que Marx ha dejado la Gaceta renana. Es entonces posible que usted pueda
hacerlo participar en la Redacción del M ensajero. Yo no he renunciado a seguir publi
cando los Anales con su colaboración.”
Aeración mínima de 100 luises de oro (550 táleros), sin incluir lo que se le
pagaría por sus artículos.43
A decir verdad, Marx se lanzaba a esta nueva empresa con un estado de ánimo
muy diferente al de Ruge. Reconocía, como éste, la situación miserable en que
se encontraba Alemania; 4 4 pero, en lugar de caer, como éste, en el pesimismo
y el desaliento, experimentaba, empujado por sus sentimientos democráticos y
revolucionarios, un mayor deseo de luchar.45 Objetaba a Ruge, quien afirmaba
que nada se podía esperar ya de una Alemania corrompida y podrida por la re
acción, que precisamente la agravación de la reacción abría nuevas perspectivas
revolucionarias,48 Señalaba que las contradicciones internas llevarían indefecti
blemente a una crisis revolucionaria, que estallaría en condiciones más favorables
que las que provocaron la Revolución francesa. Analizando esa nueva perspectiva
4® Cf. Mega. I, t. I2, págs. 295-290. Carta de Ruge a Marx, 1 de febrero de 1843.
"Acepté inmediatamente su ofrecimiento de redactar el M ensajero, y precisamente estaba
por escribir a Herwegh que ese ofrecimiento me parece sumamente feliz pata él y para
Froebel [ . . . ] el mismo W igand piensa que sería bueno que Prutz fuera a Zurich y
que Herwegh colaboraría finalmente de buen grado con él. W igand, por el contrario,
querría seguir publicando los Anales en Suiza, y estima que ambas revistas podrían muy
bien existir al mismo tiempo, como habria sucedido sin la prohibición de los Anales. Ello
es absolutamente cierto. No tenemos más que cambiar el título de ios A ndes y trasfor
marlos en una revista análoga a la R evista in dependien te. He propuesto a W igand que
la dirija con usted, y resolver las cosas de madera que se le asegure: a usted una entrada
mínima de 100 luises de oro (550 táleros), a título de codirector, sin incluir el pago de
sus artículos. No le ocultaré que W igand no quiere dejarse arrebatar, por Froebel y
Herwegh (que va a asociarse con Froebel), la gloría de ser el editor más progresista y de
publicar los libros más avanzados. El M ensajero debe tratar de remplazar a la Gaceta
renana, mientras seamos la artillería pesada de la filosofía, pero ello debe hacerse en
forma totalmente nueva. Una cosa es cierta: antes que nada tendremos que discutir todos
los problemas que se refieren a las crisis políticas y a k trasformación de la conciencia
pública, tal como comienza a operarse, cosa que constituye una empresa muy delicada."
Cf. A. Ruge, Correspondencia, t. I, pág. 297. Ruge a Fleischer, 17 de febrero de 1843.
"Haremos imprimir los A ndes en el extranjero, en forma rejuvenecida y más concentrada.
Sobre ello ya me he puesto de acuerdo con. Marx, quien se va de Colonia.”
44 Cf. M ega, I, t. I, pág. 557 A ndes jranco-alem anes. C orrespondencia d e 1845. Carta
de Marx a Ruge, marzo de 1843. "Viajo ahora por Holanda. Por lo que puedo ver a
iravés de los diarios de aquí y de los franceses, Alemania se hunde cada vez más en el
fango, y seguirá por ese camino. Le aseguro que, aun si uno no es propenso al orgullo
nacional, se siente vergüenza, inclusive en Holanda. El manto de liberalismo con que
se cubría el despotismo ha caído, y éste se muestra ahora en toda su desnudez a los ojos-
del mundo entero, bajo su aspecto más repugnante."
43 Mega, I, t. I2 pág. 294. Carta de Marx a Ruge, del 23 de enero de 1843. "Es duro-
tealizar el oficio de lacayo, aun por la libertad, y combatir a alfilerazos en lugar de ha
cerlo a culatazos.”
48 Cf. Mega, I, t. I, págs. 561-566. Carta de Marx a Ruge, Colonia, mayo de 1843.
Pág. 561: "Su carta, quetido amigo, es una gran elegía, un impresionante canto fúne
bre, pero en modo alguno es política j . . . ] Dejemos que los muertos entierren a sus
muertos, y que los lloren. Por el contrario, lo envidiable es contarse entre los primeros,
que entrarán vivos a una nueva vida; tal debe ser nuestro destino.”
Pág. 562: "'EI mundo burgués constituye el dominio político de la animalidad, el mun
do deshumanizado.”
Pág, 564: "Cuando se ha alcanzado ese dominio de la animalidad,, no se puede volver
atrás; la única posibilidad de progresar es rechazarlo totalmente y pasar al mundo humano-
de la democracia.”
Pág. 565: "No dirá usted que subestimo el mundo presente; sin embargo, si no deses
pero de él, es precisamente porque su situación desesperada me llena de esperanzas.”
revolucionaria, Marx la encaraba, no como una lucha entre la burguesía y-laíjeife-
ción absolutista y feudal, sino como una lucha de clases del proletariado contra
la burguesía,' lo que anunciaba su próximo paso al comunismo.
Pensaba, en efecto, que la próxima crisis sería provocada, no por las contra
dicciones inherentes al antiguo régimen, por la oposición entre el régimen abso
lutista y feudal y la burguesía en ascenso, sino por las contradicciones nuevas,
nacidas del desarrollo del régimen capitalista.47
Esa concepción de la acción política que era preciso desarrollar en una nueva
p e rsp e c tiv a 'revolucionaria, explica sus ideas sobre el carácter que debía adquirir
la revista y el papel que desempeñaría.
En tanto que Ruge se habría conformado, sin duda, con modificar los Anales,
dándoles un tono más radical y conservándoles al mismo tiempo su carácter fi
losófico, Marx pensaba trasformarlos por completo, confiriéndoles un carácter
esencialmente político, a través de la unión del radicalismo filosófico alemán y el
radicalismo político francés. Esa unión, aconsejada igualmente por Ruge, pero
en la perspectiva de una acentuación del radicalismo filosófico de la revista,
debía tener para Marx, sobre todo, un carácter político y social, por la unión
más eficaz de la fuerza del pensamiento con la de la acción.
Para realizar ese principio nuevo, único capaz, en su opinión, de regenerar com
pletamente los A ndes alem anes, propuso a Ruge cambiarles el nombre; llamarlos
A ndes franco-alem anes, y publicarlos en Estrasburgo, que por su ubicación, en
cierta manera constituía un nexo entre Alemania y Francia, y por ello tenía el
valor de un símbolo.48
Ruge aprobó el proyecto; 48 sólo quedaba buscar un editor, porque Wigand,
quien según Ruge acababa de asegurar a Marx que no quería perder el honor de
publicar los nuevos A ndes, ahora se rehusaba. Ruge y Marx se pusieron enton
ces en contacto con Eroebei, el cual se manifestó dispuesto a encargarse de la
47 Cí. M ega, I, t. Ii, pág. 565. Carta de Marx a Ruge, Colonia, mayo de 1843. "Lla
mo su atención sobre el hecho de que los enemigos del modo de vida filisteo ¡M-.trx se
refiere al modo de vida burgués], en una palabra, todos los hombres que piensan y su
fren, han llegado a un acuerdo que hasta el momento no han tenido los medios de reali
zar, y que aun el sistema de procreación pasiva trae cada día nuevos reclutas al servicio
de la humanidad nueva. El sistema de adquisición y de comercio, de propiedad y de ex
plotación de los hombres, conduce, por lo demás, con mayor rapidez aun que el aumento
de la población, a una crisis en el seno de La sociedad presente, crisis que el antiguo sis
tema no puede sanar. . . ”
Cf. M ega, I, t. Ia, pág. 307. Marx a Ruge, Colonia, i 3 de marzo de 1843- "Por lo
que se refiere a nuestro plan, le diré lo que pienso por el momento. Cuando fue cou-
quistado París, algunos propusieroa poner a la cabeza del país al hijo de Napoleón con
una regencia; otros propusieron a Eernadotte; otros, en fin, a Luis Felipe. Pero Talleyrand
respondió. 'Luis XVIII o Napoleón. Esto tiene el valor de un principio; el resto no es
más que intrigas.' Por mi parte calificaría igualmente cualquier otro lugar, fuera de Es
trasburgo, ( o a lo más Suiza), no de principio, sino de intriga. Los libros de más de
veinte flojas no están hechos para el pueblo. Todo lo que puede arriesgarse en este do
minio son cuadernos mensuales. Si los Anales fueran autorizados nuevamente, lo único
que podríamos ofrecer sería una pálida repetición de esa difunta revista, y eso hoy no
basta. Por el contrario, los Anales franco-alem anes, eso sería un principio, un aconteci
miento de consecuencias, una empresa en la que uno puede entusiasmarse."
4'> Cf. Mega, I, t. I2, pág. 306. Carta de Ruge a Marx, Dresden, 8 de marzo de 1843.
"Comparto en todo su opinión sobre Estrasburgo y los franceses. Debo confesarle que rae
seduce mucho la idea de participar personalmente en este acercamiento, y de favorecer la
amistad entre ambas naciones por medio de un órgano que nos pertenezca."
publicación de los Anales franco-alem anas. En mayo los trabajos preparatorios
estaban ya muy avanzados, y Marx fue a Dresden con Froebel, para convenir con
Ruge la organización definitiva de la revista.50
Aunque tenía una concepción más clara que Ruge de la situación política y
social, y de la lucha que era necesario desarrollar, Marx todavía no se daba cuenta
cabal del objetivo que se establecería, y se encontraba en vías de modificar por
completo sus concepciones filosóficas, políticas y sociales. Así es como en setiem
bre de 1843 escribía a Ruge: "Si no hay duda alguna de dónde venimos respecto
del pasado, grande es la confusión cuando se trata de definir el objetivo que de
seamos. No sólo reina una anarquía general entre los reformadores, sino que
cada uno tiene que confesarse que no posee una visión clara de lo que debe
hacerse.” 51
Para los Jóvenes Hegelianos, que rompían con el liberalismo, ese fue un período
de fermentación y de crisis. Una gran confusión doctrinaria reinaba entonces
entre ellos. La filosofía crítica había fracasado en su tentativa de reformar el
Estado; el culto del Estado heredado de Hegel, que hasta entonces había deter
minado su acción política, aparecía como un engaño; debido al carácter cada vez
más reaccionario que adquiría el gobierno prusiano, el liberalismo se manifes
taba incapaz de dar una solución satisfactoria a los problemas políticos y sociales
que se le planteaban; el socialismo, en fin, se presentaba más como un problema
nuevo que como una respuesta a dichos problemas.
En esta confusión se vislumbraba un solo punto luminoso, una sola certidum
bre: la doctrina de Feuerbach, que les demostraba, en sus T esis provisorias para
la reform a d e la filo so fía y en sus P rincipios d e la filo so fía d el fu tu ro,52 cómo,
mediante una inversión total de la filosofía hegeliana, podía llegarse a resolver
los problemas esenciales.
Contrariamente a los "Liberados”, Feuerbach se esforzaba por unir el pensa
miento al ser, el hombre a la naturaleza, medíante una crítica radical del idealis
mo inspirada en su crítica de la religión.
En su análisis de la esencia del cristianismo había señalado que en la religión
se produce una inversión de las relaciones reales entre el hombre y Dios, y que el
primero, que crea a Dios al alienar en él las cualidades eminentes de la especie
humana, se convierte, debido a dicha alienación, en el producto, en la creación
de éste. Aplicaba esta crítica a ia filosofía especulativa y mostraba cómo, por
una inversión análoga de las relaciones entre el sujeto y el atributo, la filosofía
especulativa hace de la Idea, que es producto del espíritu humano, el elemento
creador y regulador del mundo.
Este ataque de Feuerbach a la filosofía idealista se inspiraba en consideracio
nes, no sólo filosóficas, sino también políticas. Su crítica del idealismo, que se
guía a su crítica de la religión, se explicaba, en efecto, en gran medida, pot el03
30 Cf. Ruge, C orrespondencia, t. I, p ig . 307. Carta a i . Ruge, 3 de mayo J e 1843:
"Froebel y Marx llegarán en estos días. Quiero publicar junto con Marx la R evista radi
cal; estudiaremos aquí la manera de hacerlo.”
51 Cf. M ega, I, l. I1, pág. 573. Carta de Marx a Ruge, setiembre de 1843.
52 Las T esis provisorias para la reform a d e la filosofía (V orlñufige T b esen zar R eform
d er P bilosoph ie ) aparecieron en marzo de 1843, en las Anécdota. Los P rincipios d e la
filosofía d el futuro (Crraid pitre dar P hilosophie d er Zitksnfl) aparecieron poco después,
en julio de 1843, bajo la forma de folleto, en el "Comptoir lictéraire” de Zurich j
Winterthur.
papel político que la filosofía idealista desempeñaba entonces en Alemania, donde
servía, como la teología, de justificación y apoyo para la reacción. 53
La filosofía idealista, decía Feuerbach, y en particular la filosofía hegeliana, es
la forma última de la teología.54 En efecto, trasfiere la esencia del hombre y la
de la naturaleza a la Idea absoluta, que se convierte en el elemento creador del
mundo, mientras que el hombre y la naturaleza, privados de su realidad propia,
son reducidos a no ser otra cosa, que exteriorizacioties, manifestaciones de la
Idea.53 Hegel, a decir verdad, había tratado de realizar la síntesis de lo racional
y de lo real en la idea concreta, pero esa síntesis era ilusoria, porque el elemento
concreto no tenía realidad propia 56 y el desarrollo del hombre y el de la natu
raleza, reducidos al de la Idea, se operaban en un plano conceptual, en el interior
del Espíritu mismo, y éste, al exteriorizar su esencia, sólo podía realizar abstrac
ciones.57 Esto es lo que explica que en Hegel la historia del mundo se reduzca
al desarrollo de la Lógica. 58
53 Cf. M ega, I, t. III, pág. 303. C. Marx, F. Engels, La Sagrada Familia, "En su lucha
contra la teología, Feuerbach, se vio llevado a combatir la filosofía especulativa, poique
reconoció que la especulación constituía el último soporte de la teología. . ."
54 Cf. L. Feuerbach, P equeños escritos filosóficos, Leipzig, 1950: Tesis provisorias pa
ra U reform a d s la filosofía .
Pág. 53: "La esencia de la teología es la esencia trascendental del hombre colocado fuera
del hombre; la esencia de la Lógica de Hegel es el pensamiento trascendental, el pensa
miento del hombre colocado fuera del hombre."
Pág. 59: "El Espíritu absoluto es el espíritu difunto de la teología, que circula como
un fantasma en la filosofía hegeliana."
Cf. Principios d e la filosofía d el futuro,
5 5, pág. 88: "La filosofía especulativa es la verdadera filosofía, consecuente y tacíonal."
§ 9, pág. 96: "Las cualidades esenciales o atributos del Ser divino son las cualidades esen
ciales o atributos de la filosofía especulativa.”
53 Cf. Tesis, pág. 59: "Abstraer es plantear la esencia de la naturaleza fuera de la na
turaleza, la esencia del hombre fuera del hombre, la esencia del pensamiento fuera del
pensamiento. La filosofía hegeliana ha hecho al hombre extraño para sí mismo, al basar
su sistema en este procedimiento de abstracción."
53 Cf. L. Feuerbach, P equeños escritos filo só fico s: Principios d e la filosofía d el futuro.
§ 24, pág. L29: "Pero el Ser que no se distingue del pensamiento, el Ser que sólo es
un atributo o una determinación de la razón, no es en realidad un ser. La identidad del
pensamiento y del Ser no expresa en realidad más que la identidad de pensamiento consigo
mismo. En verdad el pensamiento absoluto no puede escapar, evadirse de sí mismo, para
acceder al Ser."
Cf. § 2 6 , pág. 131: "La afirmación de que sólo el concepto 'concreto', que contiene en
sí la esencia de lo real, es el verdadero concepto, implica la afirmación de la vecdad de
lo concreto, de lo real. Pero como a primera vista el concepto, es decir, la esencia del
pensamiento, se plantea como constituyendo en sí la esencia absoluta, única verdadera, lo
concreto, lo real, sólo puede reconocerse como tal indirectamente, bajo la forma de atributo
esencial, necesario, del concepto. Hegel es un realista, pero un realista netamente idea
lista, o más exactamente, abstracto, un realista que hace abstracción de toda realidad.”
57 Cf. L, Feuerbach, op. cit., Tesis provisorias para la reform a d e la filosofía, págs. 71-72.
"La filosofía hegeliana suprime la contradicción entre el pensamiento y el ser [ . . . ]
pero esta supresión se efectúa [ . . . ] dentro de uno de los dos elementos, a saber, dentro
del pensamiento. En Hegel el pensamiento constituye el Ser; el pensamiento es el sujeto,
el Set el atributo. La Lógica es el pensamiento limitado al pensamiento, o el pensamiento
que se piensa; es el pensamiento considerado como sujeto sin atributo, o, más exactamente,
el pensamiento que, siendo sujeto, constituye al mismo tiempo su propio atributo. Pero el
pensamiento, limitado al elemento pensante, es algo abstracto, y por lo tanto se realiza
exteriorizándose. Ese pensamiento realizado, exteriorizado, constituye la naturaleza, y de una
manera más general ¡a realidad, el Ser. ¿Peto cuál es el elemento verdaderamente real en
Feuerbach extendía esta crítica de la filosofía idealista y de la teología al pan
teísmo, cuya debilidad consiste, decía, en negar la teología colocándose en el mis
mo plano que ella, puesto que todo lo reduce a la divinidad; 39 también la aplicaba
a la filosofía joven hegeliana que, si bien tenía el mérito de superar el idealismo
objetivo reduciendo el pensamiento al sujeto pensante, a la Conciencia de sí, 00
tenía igualmente el defecto de separar a ésta del hombre pensante y hacer de ella
una abstracción. 01
Para llegar a una concepción verdadera del mundo es necesario, decía, partir,
a través de una inversión de la filosofía idealista, en particular de la doctrina de
Hegel,63 no de ¡a idea, sino de la naturaleza y del hombre concebidos en su reali
dad concreta. 03 No es la idea lo que debe, constituir el fundamento de la filosofía,
sino el ser sensible, la naturaleza y el hombre considerado en sus relaciones
con ésta.
En efecto, sólo se puede comprender la esencia del hombre si, en lugar de re
ducirlo al pensamiento abstracto, se lo considera como es y existe realmente; sólo
esa realidad? Es el pensamiento que por tai cazón se deshace en seguida del atributo de lo
real, para plantear, como constituyendo su esencia verdadera, la ausencia de todo atributo.
Por ello Hegel no llegó a Ser considerado como tal, ai Ser libre, indepedieate, que se basta a
sí mismo. Sólo concibió ios objetos como atributos del pensamiento que se piensa a sí
mismo,’'
Cf. Principios d e la filosofía d el futuro, § 29, p á g. 139.
58 Cf. Tesis provisorias para la reform a d e la filosofía, pág. 57. "Xa lógica de Hegei
es la teología reducida a la razón, a la realidad presente y trasformada en lógica; la lógica
constituye, como el elemento divino de ia teología, la esencia ideal, abstracta, de todas
las realidades concretas."
59 Cf. Principios d e la filosofía d el futuro, % 15, pág. 108: "El panteísmo es el ateísmo
teológico, el materialismo teológico es la negación de la teología, pero en el plano de la
teología, porque hace de la materia, de la negación de Dios, un atributo de la esencia
divina. Pero quien hace de ia materia un atributo de Dios, declara con ello que la materia
es de esencia divina."
00 Cf. § 37, pág. 149: "La filosofía nueva buscaba algo inmediatamente cierto [ . . . ]
basó la filosofía en la Conciencia de sí, es decir, colocó en el lugar del Ser, que no es
más que pensamiento, en el lugar de Dios [ . . . ] al hombre pensante, al Yo, al Espíritu
conciente de s í . . . ”
01 Cf. pág. 149: "Pero la Conciencia de sí de la nueva filosofía sólo tiene realidad
en el pensamiento, está dada por la abstracción y no posee realidad absoluta.”
Cf. T esis provisorias para la reform a d e la filosofía, pág. 16: “Al trasformar al hombre,
fundamento de la filosofía nueva, en conciencia de sí, se interpreta la filosofía nueva en
el sentido de la antigua, se la vuelve a colocar en el antiguo plano, poique la conciencia
de sí de la antigua filosofía, aislada del hombre, no es más que una abstracción sin reali
dad. El hombre es la conciencia de si.”
62 Cf. P rincipios d e la filo so fía d el futuro, § 19, pág. 119: 'Xa filosofía de Hegel cons
tituye la conclusión, el término de la filosofía moderna. La necesidad histórica y la justi
ficación de la nueva filosofía se relacionan necesariamente, por tal razón, a la crítica de
Hegel.”
Cf. T esis provisorias para la reform a d e la filosofía , pág. 56: "El método de la crítica
reformadora de la filosofía especulativa no se distingue del empleado ya en la crítica de
la religión. No tenemos más que hacer del atributo el sujeto y de éste, considerado en
su realidad concreta, el principio; no tenemos más que invertir, así, la filosofía especulativa
para llegar a la verdad pura y absoluta.”
83 Cf. ibid-, pág. 64: “El camino de siempre de la filosofía especulativa, y que con
siste en ir de lo abstracto a lo concreto, de lo ideal a lo real, es erróneo. Jamás se llega
así a la verdadera realidad objetiva, sino sólo a la realización de sus propias abstracciones.”
esto permite, igualmente, resolver los problemas planteados por la filosofía, por
que es el hombre concreto lo que constituye la existencia real de la libertad, de
la personalidad, del Estado, del derecho, que, separados de él, son puras abstrac
ciones, y toda especulación que se haga fuera de él, es necesariamente vana y sin
objeto.64 Por tai razón, la filosofía debe apartarse de la especulación abstracta
y apoyarse en las ciencias de la naturaleza, las cuales, por su parte, deben vincu
larse a ella; esta unión será más fecunda que la alianza concluida hasta ahora
entre la filosofía y la teología.63
De esta crítica de la religión y de la filosofía idealista Feuerbach extraía una
doctrina social, la del "humanismo”. Su crítica de la religión le indicó' que el
error esencial de ésta era separar al hombre de la colectividad humana, debido a
k alienación en Dios de las cualidades eminentes de la especie. Al despojar así
al hombre de su esencia, la religión, lo trasforma en un individuo aislado y egoísta,
contrariamente a su verdadera naturaleza, constituida por la vida colectiva, por la
vida de la especie. En efecto, sólo en sus relaciones con su prójimo el hombre es
verdaderamente él mismo y realiza su esencia.9 '5
Para realizar la vida colectiva, única conforme a la naturaleza humana, hay que
devolver al hombre su ser verdadero y darle conciencia de ello, reintegrando en él,
por la abolición de la religión, las cualidades de la especie alienadas en Dios.
Desprendiéndose, entonces, del egoísmo y del individualismo, el hombre se inte
grará a k comunidad humana, convertida, al dejar de ser, como en la religión,
una ilusión trascendental, en'la expresión verdadera de k vida colectiva, y hará
Ja ley suprema de su vida, no del amor a Dios, sino del amor a k humanidad.8’'94
94 Cf. Principios d e la filosofía d el futuro. § 51, pág. 163: "La unidad del pensamiento
y del ser sólo tiene sentido y realidad si el hombre es concebido como fundamento, como
sujeto de esa unidad."
Cf. Tesis provisorias para la reform a d e la filosofía, pág. 77: "Toda especulación sobre
el derecho, la libertad, la personalidad, que se haga sin el hombre, fuera y aun por encima
de él, es una especulación desprovista de unidad y de necesidad, que no tiene sustancia,
ni fundamento, ni realidad. El hombre constituye la existencia de la libertad, de la per
sonalidad, del derecho."
fir> Cf. ibid., pág. 78: "La filosofía debe unirse de nuevo con la ciencia de la natu
raleza, y ésta con la filosofía. Esta unión, basada en una necesidad recíproca, en una ¡ne
cesidad profunda, será más durable, fecunda y feliz que la alianza desigual que ha persistido
hasta ahora entre la filosofía y la teología."
86 Cf. P rincipios d e la filosofía d el futuro, § 59, pág. 168: "El individuo en sí no
encierra la esencia humana, ni como ser moral, ni como ser pensante. La esencia humana
sólo existe en La comunidad, en la unión del hombre con el hombre, en una unidad que
sólo se basa en la diferencia real entre Yo y Tú.”
Cf. ibid., § 60, pág. 169: "El aislamiento significa vida limitada y constreñida; la
comunidad, por el contrario, vida infinita y libre. El hombre aislado sólo es hombre en
el sentido habitual de la palabra: el hombre unido al hombre; la unidad de Yo y Tú
es Dios."
Cf. ibid., § 63, págs. 169-170: "El misterio [de la Trinidad] es el de ¡a vida colectiva,
de la vida social, el misterio de la necesidad del Tó para el Yo, la afirmación de que
ser alguno [ . . . ] es en sí, por sí solo, un ser verdadero, perfecto, absoluto; que la
verdad, la perfección, no se encuentran más que en la unión, en [a unidad de seres de
una misma esencia. El principio supremo y último de la filosofía es, pues, la unidad del
hombre con el hombre."
fiT Cf. Principios d e la filosofía d el futuro, § 1, pág. 87: "La tarea de la época moderna
era la realización, k humanización de Dios, la abolición de la teología y su trasformación
en antropología.”
Esta regeneración de la humanidad, este humanismo nuevo, debe ser la obra co
mún de alemanes y franceses, el fruto de la unión de !a teoría y de la acción
práctica .68
El mérito esencial de Feuerbach fue desarrollar, en su combate contra la re
ligión y el idealismo, las tesis esenciales del materialismo, planteando la prima
cía de la realidad objetiva del mundo exterior concreto y sensible, que existe in
dependientemente del pensamiento y es anterior a éste. 60
Al rechazar el idealismo subjetivo de los jóvenes Hegelianos al mismo tiempo
que el idealismo objetivo de Hegel, Feuerbach superaba la filosofía crítica, que
había señalado la contradicción comprendida en la filosofía hegeliana, entre el
sistema político reaccionario y la dialéctica revolucionaria, y atacaba la base mis
ma de esa filosofía, efectuando su inversión, lo que debía llevar al desmorona
miento del conjunto de la doctrina de Hegel. Su crítica al idealismo se inspiraba
esencialmente en el sensualismo inglés y francés. Basaba su materialismo en la
certidumbre del mundo exterior proporcionada por los sentidos. No se puede
comprender, decía, la esencia de la naturaleza y del hombre si no se los considera
en su realidad concreta, sensible, y por lo tanto es necesario, para llegar a una
concepción verdadera del mundo, partir de los datos de los sentidos, que es lo
único que permite acceder a Ja realidad inmediata, positiva.70
Ese sensualismo, que lo llevaba a una concepción nueva del hombre, conside-
08 Cf. Tesis provisorias para la reform a d e la filosofía, pág. 69: "El verdadero filósofo
que se identifica con ia vida, con el hombre, debe ser de sangre gslo-germánima El
corazón, el principio femenino, el sentimiento de lo que es concreto, acabado, la sede del
materialismo, tiene carácter francés; la cabeza, el principio masculino, la sede del idealis
mo, es alemán.”
69 Cf. E. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin d e la filosofía clásica alemana, en C. Marx
y F. Engels, Obras escogidas, ed. Cartago, Buenos Aires, 1957, pág. 693. "La trayectoria
de Feuerbach es la de un hegeliano —no del todo ortodoxo, ciertamente— que marcha
hacia el materialismo; trayectoria que, al llegar a cierto punto, supone una ruptura total
con ei sistema idealista de su predecesor. Por fin le gana, con fuerza irresistible, la con
vicción de que la existencia de la 'idea absoluta' anterior al mundo que preconiza Hegel,
'ia preexistencia de las categorías lógicas’ antes de que hubiese un mundo, no es más
que un residuo fantástico de la fe en un creador ultramundano; de que el mundo material
y perceptible por los sentidos, del que formamos parte también los hombres, es lo único
real y de que nuestra conciencia y nuestro pensamiento, por muy trascendentes que pa
rezcan, son el producto de un órgano material, físico: el cerebro. La materia no es un pro
ducto del espíritu, y el espíritu mismo no es más que el producto supremo de la materia.
Esto es, naturalmente, materialismo puro."
Cf. L. Feuerbach, op. cit., P rincipios d e la filosofía d el futuro, § 25, págs. 129-130:
"La prueba de que algd existe significa simplemente que ese algo no es pensamiento puro.
Esa urueba no puede hacerse derivar del pensamiento mismo; si al objeto del pensamiento
debe añadírsete la cualidad de ser, es necesario que al pensamiento mismo se le agregue
algo distinto al pensamiento.”
Cf. Tesis provisorias para la reform a d e la filosofía, pág. 73: "La verdadera relación
entre el pensamiento y el ser es la siguiente: el ser es el sujeto, el pensamiento el atributo.
Ei pensamiento proviene del ser, el ser, por el contrario, no proviene del pensamiento."
70 Cf. L. Feuerbach, op. cit., P rincipios d e la filosofía d e l futuro, § 32, pág. 144: "Lo
real considerado en su realidad verdadera es lo real como que objeto de los sentidos,
lo sensible. Lo verdadero, lo real, lo sensible, son idénticos. Un objeto sólo es dado v er
daderamente por los sentidos. El objeto dado por el pensamiento no es más que pen
samiento."
Cf. ib'td., pág. 37: "Sólo es indudable e inmediatamente cierto lo que es objeto de los
sentidos. . . ”
rado esencialmente como un ser sensible en sus relaciones con el mundo sensible,
le permitió superar, en cierto aspecto, el materialismo francés del siglo xvnl,
aunque su teoría careciera de Ja amplitud de éste. Por su antropología, que de
dujo de su crítica de la religión y del idealismo, llegó, en i efecto, a una concep
ción sociológica del hombre y de las relaciones humanas.
En lugar de quedarse en consideraciones sobre el hombre concebido como in
dividuo, pensaba que éste sólo realiza su esencia en y a través de sus relaciones
con el prójimo. La verdadera vida del hombre se confunde, en efecto, con la vida
de la colectividad, de la especie. Para permitirle vivir esa vida, la única conforme
a su verdadera, naturaleza, es necesario reintegrarlo —por la abolición de la reli
gión, que hace de él un individuo aislado y egoísta—■a la comunidad humana y
hacerlo participar de la vida colectiva.
.. Esa doctrina social del humanismo tenía el mérito de dar, en forma, a decir
verdad muy sumaria y rudimentaria, y a través de la óptica deformante de la crí
tica religiosa, una solución al problema fundamental de la integración del hom
bre a su medio natural y social. Coosituía, por otra parte, en un aspecto ideo
lógico, una crítica de la sociedad burguesa y un ea sa yo de basar sobre esta crítica
una doctrina, si no socialista, al menos socializante. El elemento fundamental de
esa doctrina, la crítica de la alienación de la esencia humana provocada por la
religión, obstaculizadora de la vida colectiva con el egoísmo y el individualismo
que engendraba, era, en efecto, con una trasposición ideológica, una crítica de
la alienación efectiva de la esencia humana, de la fuerza de trabajo, en la mercan
cía, que se produce en el régimen capitalista, así como del individualismo y del
egoísmo engendrados por la competencia y la búsqueda de ganancias. Por otra
parte, al plantear como objetivo dd la humanidad la realización de la vida colec
tiva mediante el rechazo del individualismo y del egoísmo, esa doctrina, sin llegar
aún al socialismo, abría el camino hada éste.
El materialismo de Feuerbach señalaba el punto culminante del pensamiento
burgués alemán, que hasta el momento no había podido llegar al materialismo
debido a su débil desarrollo. Correspondía al materialismo francés del siglo xvm,
que constituyó, igualmente, la cima del pensamiento burgués francés. Así como
ese pensamiento se tornó incapaz de progresar por causa de la posición contra
rrevolucionaria de la burguesía francesa, así el pensamiento burgués alemán tam
bién dejaría de progresar debido a que la burguesía alemana, aun antes de haber
cumplido su papel revolucionario, ya se orientaba hada una política semiconser-
vadora, de justo término medio, que la apartaba del materialismo revolucionario.
Su debilidad se refleja en la filosofía de Peuerbach. A pesar de su lucha enér
gica contra la religión y la teología, no llegaba a extraer de su materialismo una
doctrina de acción. Por vivir aislado en el campo y adherido al principio de la
propiedad privada,71 base de la sociedad burguesa, evitaba comprometerse en la
lucha revolucionaria política y social, y ponía todas sus esperanzas en la trasfor-
mación de Ja conciencia humana que, pensaba, bastaría para emancipar a la hu
manidad. Esto lo llevaba a colocarse, en la fundamentación de su doctrina, desde
el punto de vista político y social, en el plano del hombre considerado en su ge
neralidad, en el plano de una humanidad socialmente indiferenciada. Ello explica
7- Cf. C. Marx, La id eología alemana, ed. Pueblos Unidos, Montevideo, 1939, págs. 43-
44: "Reconocemos plenamente, por lo demás, que Feuerbach, al esforzarse por creac pre
cisamente la conciencia ele este hecho [a saber, qne el hombre es un ser comunitario], llega
todo lo lejos a que puede llegar un teórico sin dejar de ser un teórico y un filósofo.”
Cf. G. Lukacs, Historia y con cien cia d e clase, Berlín, 1923, pág. 16: "Por la aplicación
del método de las ciencias de la naturaleza a las ciencias históricas, se confiere a la socie
dad y a las relaciones sociales una duración eterna. Sólo considerando la sociedad desde
un punco de vista histórico, e introduciéndola en un gran conjunto, es posible compren
derla como un momento del desarrollo de la historia y aprehender el carácter relativo de
categorías aparentemente eternas.”
' s Cf. F.- Sngels, L. Feneshacb y el fin d e la filosofía clásica alemana, ed. cit.
Pág. 701: "¿Pero cómo es posible que el impulso gigantesco dado por Feuerbach re
sultase tan infecundo en él mismo? Sencillamente, porque no logra encontrar la salida
del reino de las abstracciones, odiado mortalmente por él, hacia la realidad viva. Se
aferra desesperadamente a la naturaleza y al hombre; pero en sus labios la naturaleza y
el hombre siguen siendo meras palabras. N i acerca de la naturaleza real, ni acerca del
hombre real, sabe decirnos nada concreto. Para venir del hombre abstracto de Feuerbach
a los hombres reales y vivientes no hay más que un camino: verlos actuar en la historia.
Pero Feuerbach se resistía contra esto. . . ”
Págs. 69S-699: "Congruentemente, el hombre, cuya imagen refleja es aquel Dios, no
es tampoco un hombre real, sino que es también la quintaesencia de muchos hombres
reales, el hombre abstracto, y por lo tanto una imagen mental también. Este Feuerbach
que predica en cada página el imperio de los sentidos, la sumersión en lo concreto, en la
realidad, se convierte, tan pronto tiene que hablarnos de otras relaciones entre los hom
bres que no sean las simples relaciones sexuales, en un pensador completamente abstracto."
práctica humana. Su doctrina conservaba, así, un carácter mecafísico. y a pesar
de su esfuerzo por dar a su materialismo una base sólida por la primacía atri
buida al ser, a la realidad sensible, la inversión del idealismo se realizaba aun
en él en un plano semídealista.74
Esto explica su posición frente al idealismo y al materialismo. Rechazaba el
primero como base de la filosofía, pero como su materialismo mecanicista no
podía brindarle la solución de los problemas sociales que se le planteaban, nece
sariamente se vio llevado a recurrir a soluciones idealistas.7*
El carácter a la vez metafísico y utópico de su doctrina, que provenía de ese
recurrir a una concepción idealista del hombte y de la vida humana para com
pensar las insuficiencias de su materialismo, aparece a la vez en su concepción
de la sociedad y en la solución ética que da ai problema social.
La sociedad, de la que no tenía más que una vaga noción y que teducía al con
cepto de especie humana, constituía en él un todo indistinto, una vaga solida
ridad colectiva en la que desaparecían las fuerzas activas que se oponían entre
sí, y que él reducía a un antagonismo mal definido entre el egoísmo y el altruis
mo. Por tal razón demostraba mucha pobreza cuando hablaba de problemas polí
ticos y sociales, que no hacía más que soslayar, limitándose a algunas observacio
nes insignificantes sobre el papel de las necesidades y sobre las consecuencias de
la miseria.70
rr Cf. El libro d el ciudadano alemán, 1846. Franz Schmidc, La filosofía alemana en
s/i evolu ción bacía el socialism o, pág. 69. "En realidad el idealismo no hizo abstracción
de la realidad sensible, porque ello es imposible, pero hizo abstracción de la vida y quedó
inalterable en esta abstracción, a pesar de la negación feuerbachiana. Sólo cuando !a
filosofía no tenga otro objeto que el hombre considerado en sus condiciones de vida real,
cuando sólo se interese por la descripción real y viva dei contenido natural de la perso
nalidad humana; sólo cuando ¡a filosofía se confunda con el socialismo, entrará verdade
ramente en el 'reino de las almas vivientes’. Es por ello que la negación de la filosofía
en Feuerbach sólo es aparente, no es total, es la negación de la filosofía en el marco de
la filosofía; destruye simplemente una ilusión de la filosofía, pero deja subsistir la filosofía
como ciencia abstracta, y aun le promete un porvenir brillante."
Cf. igualmente, La id eología alemana, ed. cit., pág. 47: "En la medida en que Feuerbach
es materialista, no aparece en él la historia, y en la medida en que toma ía historia en
consideración, no es materialista. Materialismo e historia aparecen completamente divor
ciados en é l . . .
75 Cf. F. Engels, L. feu erb a ch y el fin d e la filosofía clásica alemana, pág. 697.
Cita de Feuerbach: "El materialismo es para mí la base del edificio que constituyen el
hombre y la ciencia, pero no es para mí lo que es para é l fisiólogo, para el naturalista,
como por ejemplo Moleschotr, ni lo que es necesariamente para ellos, desde su punto de
vista profesional, a saber, el edificio mismo. Estoy en completo acuerdo con los materia
listas respecto de la base, pero no respecto del desarrollo que hay que darle.”
va F. Engels, L. feu erb a ch y el fin d e la filosofía clásica alemana, pág. 699: "Por la
forma, Feuerbach es realista, arranca del hombre; pero como no nos dice una palabra
acerca del mundo en que vive, ese hombre sigue siendo el mismo hombre abstracto que
lleva la batuta en la filosofía de la religión. Este hombre por tal razón, no vive
en un mundo real, históricamente creado e históricamente determinado; entra en contacto
con otros hombres, es cierto, pero éstos son tan abstractos como él. En la filosofía de la
religión existían todavía hombres y mujeres; en la ética desaparece hasta esta última
diferencia. Es cierto que en Feuerbach nos encontramos, muy de tarde en tarde, con
afirmaciones como éstas: 'En un palacio se piensa de otro modo que en una cabaña’; é l
que no tiene nada en el cuerpo, poique se muere de hambre y de miseria, no puede tener
tampoco nada para la moral en la cabeza, en el espíritu, ni en el corazón’; 'la política debe
ser nuestra religión'. Pero con estas afirmaciones no sabe llegar a conclusión alguna; son.
AI problema del Estado, que para los Jóvenes Hegelíanos era el problema esen
cial, sólo le dedicaba una breve mención. Lo consideraba como ja realización
total de la esencia humana, como la encarnación de la especie, sin indicar cómo
ni en qué las cualidades esenciales de la especie se hallaban realizadas en él .77
Su tesis central, la de la alienación de la esencia humana en Dios o en la Idea,
y de la necesidad de su supresión, no era presentada ni explicada como un hecho
social, sino que la planteaba en un plano semimetafísico.
Debido a esta ausencia de fundamento y de perspectiva históricos, y a la con
cepción del hombre en un plano general y universal, la doctrina de Feuerbach
concedía poco lugar al progreso. En Hegei, para quien la Idea, mediante una
reflexión sobre sí, vuelve a ser al término de su evolución lo que era en su origen,
en potencia, el progreso revestía la forma de una involución y hallaba su símbolo
en el círculo;(en Feuerbach adoptaba la forma de la elipse, que igualmente im -'
plicaba una involución.78 ¡
Su filosofía contemplativa y sentimental terminaba finalmente en una ética
que tenía el mismo carácter utópico y metafísico que su concepción social.70 Al
aplicarse ai hombre concebido en su generalidad y en su universalidad, a una hu
manidad socialmente indiferenciada, esa ética hacía de la lucha contra el egoísmo
y del triunfo del altruismo el objetivo supremo de la actividad humana, y del
amor que restablece la unión entre Jos hombres, la unidad, de la especie, la ma
nifestación esencial, la más alta expresión de la vida humana, al misma tiempo
que el elemento mágico que debía resolver todos los problemas sociales.80
Ese humanismo, basado en el amor divinizado, terminaba en la creación de una
religión nueva, la religión de ia humanidad, tanto que, por medio de una curiosa
a4 Esa crítica no fue publicada, sino solamente discutida en el círculo de amigos pa
risienses, que comunicaron a W eitling el contenido de la misma. Cí. C. Bluntschli, Los
comunistas sis Suiza, págs. S3-S4. Carta de un corresponsal de París a W eitling, 15 de
mayo de 1S43.
85 Cf. C. Bluntschli, op. cit.: “Hess es un Joven Hegeliano consecuente de la mejor
especie; es, por tal razón, comunista. El comunismo es una consecuencia tan absolutamente
necesaria de la filosofía de Hegel, que hace tres años, mucho antes de que las revistas hi-
cieran la menor alusión, yo ya había visto con mucha claridad su estrecha relación. Hess
tiene mucha habilidad para convertir al comunismo a aquellos que son muy cultivados,
pero se expresa en conceptos abstractos y por ello es poco accesible para los que no son
muy ilustrados. Por lo demás, es el caso, hasta ahora, de todos ios filósofos alemanes."
WeitJing, que entonces se encontraba en Suiza, fue presa de una violenta có
lera atando se enteró áe la crítica. Terciaron amigos comunes para apaciguar la
susceptibilidad de W eitling ,80 quien entonces inició una correspondencia con
Hess, correspondencia que, por lo demás, no debía durar mucho, pues fue arres
tado en julio de 1843.
Los artículos más interesantes que Hess escribió entonces, primero en París,
después en Colonia —a donde regresó en julio de 1843—: 8' "Filosofía de la
acción”, "Socialismo y comunismo", "La libertad considerada en su unidad y en
su totalidad”, aparecieron en las Veintiuna hojas d e Suiza, publicadas por G.
Herwegh.868788
Ante la constante agravación, de la reacción y la supresión de la prensa liberal,
que había destruido las esperanzas de los jóvenes Hegelianos, Hess pensó que
había llegado el momento de subrayar con mayor claridad que hasta el momento,
que el problema esencial era el problema social, y que sólo podía resolverse por
la trasformación, no del Estado, sino de la sociedad.
Ese era el tema esencial de sus artículos, en los que desarrollaba una doctrina
elaborada con una mezcla singular de concepciones anarquistas y comunistas.
En estos artículos se inspiraba a la vez en Fichte y en Feuerbach. Tomaba del
primero su concepción del papel eminente de la actividad, de la acción, en la
formación y afirmación de , 1a personalidad humana, y en el desarrollo de la his
toria; y, con Feuerbach, fijaba como objetivo de la actividad de los hombres la
supresión de la alienación de la esencia humana, que, al separar al hombre de
¡a comunidad, de la especie, hace de él un ser aislado y egoísta.
La alienación denunciada por Feuerbach en el dominio religioso no es, pen
saba, un fenómeno específicamente religioso, pero tiene un carácter esencial
mente social. Por tal motivo, la crítica debe ir dirigida, no tanto contra la reli
gión como contra la sociedad burguesa y el régimen de propiedad privada que,
a través de la búsqueda de ganancias y de la competencia que engendra, aísla a
los hombres y los opone entre sí. Para abolir ese mal fundamental es necesario,
decía, remplazar ¡a sociedad burguesa por una sociedad de carácter a la ves comu
nista y anarquista, en la cual, por la supresión de la propiedad privada y del
egoísmo, reinarán la libertad y la igualdad.
Pata mostrar cómo debía edificarse esta nueva sociedad, Hess, inspirándose en
Fichte, volvía a su tesis de la filosofía de la acción, que ya había expuesto en la
Triarquía europea. La acción, decía, considerada bajo ¡a forma de actividad so
cial, es la ley fundamental de la existencia humana, porque sólo en y por la ac
ción el hombre se afirma verdaderamente como tal; además, sólo a través de
ella el espíritu se desarrolla, aspira y tiende a una autonomía cada vez mayor.81’
86 Cf. C. Bluntschli, op. cit., pág. 115. Carta Je un corresponsal de París a W eitling,
25 de mayo de 1843: "Quítate !a idea de que el doctor Hess quiera hacerte daño. Critica
tu trabajo con o sin motivo, pero lo que ha leído aquí a algunos no tiene nada de ofen
sivo para t i . . . ”
87 Carra de Hess a Auetbach, 19 de junio de 1843 : "Después de la supresión de la
G a c e ta retuerta, estando todavía yo en París, me dediqué exclusivamente a esbozos filosó
ficos del comunismo."
88 Los dos primeros artículos fueron reproducidos en Aforar H ess, SoziaU stisch e A nfuU zn,
publicado por Th. Zlocisti, Berlín, 1921, págs. 37-78.
8(1 Cf. Th. Zlocisti, op. cit., Hess, Filosofía d e la acción, págs. 37-41.
Pág. 39: “La actividad es la producción de! hombre, del Yo por sí mismo."
Dicha autonomía sólo puede realizarse por la supresión de la servidumbre espi
ritual y social engendrada por la dominación de la religión y de la política, que ca
racteriza la primera fase del desarrollo de la actividad humana, que ahora se
orienta hacia la libertad.
A esta fase corresponde el pensamiento abstracto, que, separado de la acción,
lleva a la creencia de la existencia de ideas en sí, y por lo tanto a la creación
de dogmas religiosos y políticos que sirven para oprimir a los hombres. Gomo
la libertad espiritual y la libertad política se hallan estrechamente vinculadas en
tre sí y se condicionan recíprocamente, hay que combatir y destruir ai mismo
tiempo las creencias religiosas y los dogmas políticos, 60 y establecer la anarquía,
es decir, un régimen de libertad y de independencia total del individuo, condi
ción necesaria del reino de la igualdad absoluta, que debe marchar a la par con
la libertad absoluta.
La anarquía, negación de todas las formas de Estado, monarquía o república,
que defienden la desigualdad social, será engendrada por la realización conjunta
del ateísmo y del comunismo.
La lucha en favor del anarquismo se ha iniciado ya en Francia, donde se ba
denunciado la ilusión política que opone al pueblo una fuerza que le es extraña
y'que lo avasalla. En efecto, la Revolución francesa abolió la soberanía del mo
narca, que es, como Dios, una abstracción en la que el pueblo exterioriza y
aliena su esencia. Pero en. lugar de remplazar al monarca por la esencia de la
humanidad, por la comunidad humana, lo remplazó por el individuo aislado, del
cual se hizo un Dios; ello tuvo por efecto sustituir la tiranía del monarca por
la del individuo y mantener, a través dei desarrollo de la competencia y del egoís
mo, la desigualdad y la servidumbre.01
Mientras tanto los hombres han adquirido conciencia de esa nueva tara social
y se esfuerzan, especialmente en Francia y Alemania, por aboliría. Inspirándose
en Heine, quien estableció un paralelismo entre el desarrollo de la filosofía ale
mana y el del radicalismo político francés, Hess mostraba cómo en estos dos
países se realizaron las primeras tentativas, en el plano filosófico, para lograr la
entera libertad e igualdad.
A Babeuf y a Fichte les corresponde el mérito de haber sido los primeros en
defender el principio de la autonomía de la persona humana, negando, mediante
la proclamación del comunismo y del ateísmo, toda autoridad religiosa, política
y social.93
b ru ta l, la a u to n o m ía d e l e s p ír itu ; e n F ra n c ia v e m o s a p a re c e r c o n B a b e u f la p rim e ra fo rm a ,
ig u a lm e n te aú n g ro s e ra , d e u n a v id a c o m n n ita ria , o , p a ra e x p re s a rm e en fo r m a m ás sim -
p te : e n A le m a n ia e ! a te ís m o d a ta d e F ic h te , e n F ra n c ia d a ta d e B a b e u f e l c o m u n is m o , o ,
co m o !o d ic e a h o ra P r o u d h o n e n fo r m a m á s p re c isa , la a n a rq u ía , es d e c ir, la n eg ació n de
to d a d o m in a c ió n p o lític a , i a n e g a c ió n d e l co n c e p to d e E stado o de p o lític a ."
9 3 C f . ibid., F ilosofía d e la acción, p ág s. 5 3 - 5 6 . Socialism o y com unism o, p á g s . 6 4 - 6 7 .
9 4 C f . T h . Z lo c is ti, op. cíe., Socialism o y com unism o, p á g . 6 8 : “E l e s p ír itu fra n c é s
y e l e s p ír itu a le m á n h a n h e c b o u n a v e rd a d d e l p rin c ip io fu n d a m e n ta l d e lo s tie m p o s
m o d e rn o s . P e ro p a r a re a liz a r e fe c tiv a m e n te esa v e rd a d , p a r a h a c e r q u e . a d q u ie ra v id a , h a y
q u e v o lv e r a r e u n ir lo s d o s m o m e n to s d e la m is m a : la lib e rta d p e rs o n a l y la ig u a ld a d
so cia l. S in ig u a ld a d a b so lu ta , s in e l c o m u n ism o fra n c é s p o r u n a p a r te , s in e l a te ís m o a le m á n
p o r l a o tr a , n o se p u e d e r e a liz a r e fe c tiv a m e n te la lib e rta d p e rs o n a l n i la ig u a ld a d so c ia l.”
P á g . 7 4 : " Ú n ic a m e n re la lib e r ta d a b s o lu ta , n o s ó lo d e l tra b a jo , e n e l s e n tid o e stre c h o
y lim ita d o d e la p a la b ra , sin o , e n fo r m a m ás g e n e ra l, d e to d a in c lin a c ió n y d e to d a ac
tiv id a d h u m a n a , p e rm ite re a liz a r l a ig u a ld a d a b so lu ta , o, m ás e x a c ta m e n te , la c o m u n id a d
d e to d o s lo s b ien es, lo m is m o q u e, a la in v e rs a , d ic h a lib e rta d n o p u e d e co n c e b irs e m ás
q u e e n esa co m u n id a d ."
38 C f. ibid., p á g . 7 4 : "El tra b a jo , y co n é l la so cied ad , n o d e b e ser o rg a n iz a d o ; se
o rg a n iz a so lo d e b id o a q u e c ad a u n o h a c e lo q u e d eb e h a c e r y d e ja a u n la d o lo q u e n o
p u e d e h acer."
P á g s. 7 0 - 7 1 : "El e sta d o d e c o m u n id a d es l a re a liz a c ió n p rá c tic a d e la é tic a , q u e só lo
re c o n o c e co m o p la c e r v e rd a d e ro y c o m o b ie n s u p re m o la lib r e a c tiv id a d ; a la in v e ts a ,
la d iy is ió n d e la p ro p ie d a d es la r e a liz a c ió n p rá c tic a d e l e g o ís m o y d e la in m o ra lid a d ,
d e b id o a q u e , p o r u n a p a r te , n ie g a la a c tiv id a d lib r e y la re b a ja a l ra n g o d e tra b a jo d e
e s c la v o , y , p o r o tr a p a rte , h a c e d e l p la c e r b e stia l e l b ie n s u p re m o , e l d ig n o o b je tiv o d e
u n tra b a jo ta m b ié n b e stia l.”
que el egoísmo, que constituye la gran tara social, es esencialmente engendrado
p o r ese régimen. Colocaba en el centro de su plan de reforma social la supre
sión del egoísmo, y hacía de la lucha contra éste el fundamento y el objetivo de
la acción social." De ral modo, al reducir la lucha de clase entre la burguesía y
el proletariado, más .o menos a un conflicto entre las tendencias egoístas y al
truistas de la humanidad, el capitalismo y el comunismo tendían a perder su ca
rácter propio, el egoísmo se convertía en la cualidad específica de la sociedad
burguesa, mientras que el comunismo, separado de la lucha de clase del prole
tariado, se convertía en-la expresión, no de las aspiraciones particulares de éste,
sino de las tendencias altruistas de la humanidad. Hess trataba de justificar el
comunismo, no sólo desde el punto de vista moral, sino también desde el ángulo
económico y social; 9,7 p ero co m o consideraba al hombre en un plano general,
situado más o menos al margen de sus relaciones económicas y sociales, y por lo
tanto al margen de la historia, no podía llegar a la concepción del desarrollo
dialéctico de ésta y a explicar el comunismo a través de ese desarrollo. Llevado,
así, a trasladar el problema social al plano idealista, le dio necesariamente una
solución utópica.98
Por su mezcla de anarquismo y de comunismo, por su intento de asociar el
principio de libertad toral, de autonomía absoluta del individuo, a un comunismo
igualitario, esa doctrina constituía una especie de término medio entre el indivi
dualismo anarquizante de Bauer y Stirner y eí comunismo. En efecto, para Hess,
que junto con Fichte consideraba que el hombre sólo es verdaderamente él mismo
cuando goza de la plena autonomía de la voluntad, el fin último era, lo mismo que
para Bauer y Stirner, la actividad libre, la autonomía absoluta del individuo,99 06
06 C f. G . L uk a cs, M oses Hess y los problem as d e la dialéctica idealista. A r c h iv o s d e
ia h is to ria d e l so c ia lism o y d e! m o v im ie n to o b re r o , t. X I I ( 1 9 2 6 ) , p á g . 1 4 2 : " P e ro si
se a sig n a a la te o r ía u n lu g a r s u p e rio r a la lu c h a e n tr e lo s d is tin to s g ru p o s so c ia le s y tas
d is tin ta s clases so c ia le s, n o s v e m o s lle v a d o s n e c e s a ria m e n te a e m it ir u n ju ic io m o r a l o m o
ra liz a n te s o b re e l m o m e n to p re s e n te , e n p a r tic u la r s o b re las c o rrie n te s h o s tile s a la r e v o
lu c ió n so c ia l. S i e l c o m u n is m o d e ja d e se r la v e rd a d d e ctasa d e l p ro le ta r ia d o , si n o n ace
com o id e o lo g ía p r o p ia d e l p ro le t a r ia d o re s p o n d ie n d o a s u s itu a c ió n d e clase, y , p o r el
c o n tr a r io , se lo c o n s id e ra co m o c o n s titu y e n d o la v e rd a d g e n e ra l d e l p ro c e s o h is tó ric o , lo s
m o tiv o s d e la o p o sic ió n a esta v e rd a d n o p u e d e n s e r e n to n c e s o tro s q u e la ig n o ra n c ia y
¡a d e fic ie n c ia m o ra l. E l p r i m e r m o tiv o d e se m p e ñ ó g r a n p a p e l e n lo s u to p is ta s . H ess y
su s a m ig o s c ritic a ro n la so c ie d a d b u rg u e sa , su b o rd in a n d o su s p rin c ip io s e c o n ó m ic o s a la
c a te g o ría é tic a d e l e g o ísm o y c o n d e n á n d o lo s , a sí, d esd e el p u n t o d e v is t a m o ra l."
C f. La libertad considerada en su m udad y en su totalidad (D ie ein e und ganze
F reiheit), Veintiuna hojas d e Suiza, p á g . 9 3 .
"Es u n a e m p re sa e s té ril e in ú t il q u e r e r h a c e r U b re a l p u e b lo en el p la n o e s p iritu a l sin
d a r le a l m ism o tie m p o l a v e rd a d e ra lib e rta d s o c ia l.”
9 8 C f. G . L ukacs, op. cit., p á g . 1 2 3 : " P a ra e l d e s a rro llo te ó ric o d e H ess fu e fa ta l la
im p o s ib ilid a d d e s u p e ra r la co nd ecía m o r a l d e l e g o ís m o , q u e é l c o n s id e ra , es v e rd a d , co m o
e l p ro d u c to n e c e sa rio d e l a so c ie d a d b u rg u e s a y d e l c u a l e sta b le ce u n p a r a le lo c o n s ta n te
c o n la b ase e c o n ó m ic a d e ésta , q u e , p o r lo d e m á s, co n c ib e en fo r m a s u p e rfic ia l. L o c o n
sid era eJ p ro d u c to n e c e sa rio d e la socied ad b u rg u e s a , p e ro b a jo u n a fo r m a e s tá tic a , m e
ta fís ic a y n o d ia lé c tic a m e n te . C o m o , p o r o tr a p a r te , el s o c ia lism o de H ess, a l ig u a l q u e
su c o n c e p c ió n d e l fu t u ro , n o se d e sp re n d e n d e las lu chas d e clase c o n cretas, s in o q u e se
d ed u cen , en e l p la n o ló g ic o , d e las c o n tra d ic c io n e s e n g e n d ra d a s p o r éstas, y p o r tal
m o tiv o la s c o n tra d ic c io n e s tra s fo rm a d a s e n id e a s p u ra s a d q u ie re n l a f o r m a d e e n tid a d e s
in d e p e n d ie n te s , re su lta b a d e e llo q u e e l fu t u r o , o p o n ié n d o s e a l p re s e n te , d e b ía p re s e n ta rs e
co m o u n a s o lu c ió n y a h e c h a d e lo s p ro b le m a s q u e se l e p la n te a b a n ."
99 C f. T h . Z lo c is ti, op, cit., Filosofía d e la acción, p á g . 5 0 .
"El o b je tiv o d e l so c ia lism o n o d ifie r e d e l o b je t iv o d e l id e a lis m o ; se re su m e e n lo si-
pero, contrariamente a ellos, pensaba que ello debía ser el fruto, no del desarrollo
de un individualismo egocéntrico, sino del establecimiento del comunismo.
Esa doctrina idealista 100 y utópica estaba emparentada, por su comunismo
anarquizante, con la de todos los reformistas aislados del proletariado, en parti
cular con la. de Proudhon, por quien Hess tenía gtan estima. Pero en tanto que
Proudhon expresaba, con su anarquismo, las tendencias de las clases medias, semi-
proletarizadasl —que, al colocar en primer plano el principio de la libertad plan
teado en términos absolutos, pretendían conservar su independencia, ai menos
teórica, tanto frente al gran capital como frente al comunismo igualitario—, Hess
traducía más bien la ideología del intelectual socializante que no tenía contacto
directo con el proletariado.
La doctrina que se desprendía de sus artículos en las Veintiuna hojas d e Snizct
señalaba cierta regresión respecto de la que había expuesto en La foiorquío eu ro
pea, donde por lo menos había procurado vincular la sucesión de las revoluciones
espiritual en Alemania, política en Francia, social en Inglaterra, al desarrollo de
la historia y a la trasformarión de las condiciones sociales.
En lugar de continuar con el análisis de la sociedad burguesa que había co
menzado en ese trabajo, sejapartaba de esa investigación, que sólo podía permi
tirle descubrir los lineamientos generales del desarrollo histórico y explicar ¡a
trasformación social por medio de ese desarrollo. Llevado así a subordinar esa
trasformación a la realización de un ideal enunciado a priori, reducía el des
arrollo histórico a una oposición de conceptos tales como el altruismo y el egoís
mo, la libertad y la esclavitud, la igualdad y la desigualdad. Aunque basaba su
doctrina en la idea de la acción, no alcanzaba a dar a la acción, a la que pretendía
tender resueltamente, un carácter concreto esencialmente espiritual.
A pesar de sus insuficiencias, la doctrina de Hess tenía el mérito de realizar
una primera síntesis del radicalismo filosófico de Feuerbach y de las doctrinas
socialistas y comunistas francesas. Por tal motivo desempeñaría un importante
papel en la evolución intelectual política y social de los Jóvenes Hegelianos pro
gresistas, en particular en el paso de Engels y Marx del liberalismo democrático
al comunismo.101
111 C í. W . W e i t li n g , SammUtng % eselU ch a¡tm > issem cb a]tlich er A fijs iitz e , o p . cit.
P á g . 1 3 : "La ú n ic a cau sa d e estos tie m p o s m a lo s es la re p a rtic ió n d e s ig u a l d e í tra b a jo
p a r a la p ro d u c c ió n d e b ie n e s, y la re p a rtic ió n y el d is fru te d e sig u a le s d e ésto s . E! m e d io
q u e p e rm ite m a n te n e r este e sp a n to so d e so rd e n es e l d in e ro .”
P á g . 2 4 : P rin c ip io s .
" 3 ) I g u a l d is trib u c ió n d e l tra b a jo y d is fru te ig u a l d e lo s b ie n e s.
” 4 ) E d u cació n ig u a l p a r a to d o s; d e re c h o s y d e b eres ig u a le s p a r a lo s dos se x o s c o n fo rm e
a las le y e s d e la n a tu ra le z a .
” 5 ) A b o lic ió n d e t o d o d e re c h o d e h e re n c ia y d e t o d a p ro p ie d a d i n d iv id u a l.”
1 1 2 C f. W . W e i t li n g , o p . c it., p ág . 7 : " P a ra a u m e n ta r v u e s tro b ie a e sta c y m a n te n e r e l
o rd e n , c o m o se os q u ie r e h a c e r c re e r, se h a n re d a c ta d o e im p re s o h asta e l m o m e n to t a n
tas le y e s y re g la m e n to s , q u e p o d ría is c a le n ta r co n e llo s v u e stra s h a b ita c io n e s d u ra n te to d o
u n in v ie r n o , y ja m á s se o s h a p re g u n ta d o v u e s tr a o p in ió n , p o rq u e p a ra v o s o tro s n o
e ra n m ás q u e m o tiv o d e n u e va s m o le stia s.”
113 C f. W . W e i t li n g , o p . cit-,, p á g . 2 5 : " N o cre á is q u e tra n s ig ie n d o con v u e s tro s e n e
m ig o s p o d ré is o b te n e r a lg o . V u e s tr a ú n ic a e sp e ra n z a está e n v u e s tra esp ad a. T o d o a c u e rd o
e n tr e e llo s y v o s o tro s n o p u e d e h a cerse m á s q u e e n v u e s tro d e trim e n to .”
1 1 4 C f. W . W e i t li n g , op. cit., p ág s. 2 1 - 2 2 : " S i la c o m u n id a d d e b ie n e s n o h a p o d id o
h asta a h o ra fu n d a r u n re in o p e rd u r a b le e n tr e lo s c ris tia n o s , e llo se d e b ió s ie m p r e a la
p e rv e r s ió n d e lo s p o d e ro so s y d e lo s sa c e rd o te s j • . • ] I n s p ira o s en to d o , e s tric ta m e n te ,
en ¡as e n señ an zas de- C ris to y re s is tiré is a tod as las te n ta c io n e s.'’
prenderse del utopismo, Weiriing representaría un importante papel en el movi
miento del proletariado alemán, en el momento en que éste comenzaba a cons
tituirse como clase independiente y a librar sus primeros combates.
Uno de éstos fue la participación de la Liga de ¡os justos en el levantamiento
del 1 2 de mayo de 1839, organizado por la Sociedad de las estaciones. Luego del
fracaso de ese levantamiento, la Liga de los justos fue disuelta. Algunos de sus
miembros más activos, como el zapatero Heinrich Bauer, de Franconia, el ex
estudiante KarI Schapper, originario de Nassau, que se había hecho tipógrafo en
París, y el relojero Heinrich Molí, fueron expulsados y se trasladaron a Londres,
donde organizaron una filial de la Liga de los justos.
Los miembros que quedaron en París se agruparon en torno del médico Her
mana Ewerbeck, quien traducía entonces el Viaje a Icaria de Caber, del doctor
Germán Máurer y de W . Weicling.
A pesar de las persecuciones de que era objeto la Liga de los justos, las ideas
comunistas se difundían cada vez más entre los artesanos y, en forma más gene
ral, entre los obreros alemanes, no sólo en París, sino también en Inglaterra y en
Suiza, adonde se había trasladado una parre de los miembros de la Liga de los
justos después de haber sido prohibida en París. Se difundían también en Ale
mania, gracias a los círculos que crearon la Liga de los proscritos, primero, y
luego la Liga de los justos en numerosas ciudades alemanas.1 ír'
Esa propaganda era ya en 1841 tan considerable, que inquietaba al gobierno
prusiano. En una época en que el problema social todavía no había atraído la
atención del público y no era aún discutido en la prensa, hacía vigilar y perseguir
por. la justicia a ios obreros y artesanos sospechosos de tener ideas comunistas y
de pertenecer a una sociedad secreta.11'4 Esos arrestos y esas condenas, que la
prensa radical comenzaba a publicar,115*117 atraían la atención del público sobre el
movimiento comunista y sobre su creciente importancia. Hemos visto que el
comunismo, en noviembre de 1842, había dado motivo a una viva controversia
entre k Gaceta genera: d e A ttgsburgo y la Gaceta renana, en el curso de la cual,
por primera vez, Marx se vio llevado a tomar posición frente a esa doctrina. A
comienzos de 1843, los progresos del comunismo eran tales, o por !o menos
hacía que se hablara tanto de él, que se había convertido, por asi decirlo, en el
problema deí día.118
11 5 D ic h o s c irc u io s fu e ro n c read o s en B ro m e n , B e r lín , N a ssa u , F ra n c fo rt d e l M a in e ,
M a g u n c ia . D ifu n d ía n fo lle to s d e p ro p a g a n d a ta le s c o m o Llamado d e u» proscrito ( . i
fm f cin es G eS cbscten), D eclaración d e los D erechos d el H om bre y d el Ciudadano (Erk-
lárung d er M enscben an d B ü rgerrecb te).
rr® En B re m e n fu e d e sc u b ie rta en 1 8 4 0 u n a filia l de ía L ig a d e io s p ro s c rito s . E l 8
de a b r il se le c o m u n ic ó a l m in is tro d el I n te r io r v o n R o c h o w , e n u n in fo rm e d ir ig id o desde
F ra n c fo rt d e! M a in , la lis ta d e <80 o b re ro s so sp echo so s d e fo r m a r p a rte d e aso ciacio n es
secretas ( L ig a d e lo s p ro s c rito s , L ig s d e lo s ju s t o s ) . C f. A rc h iv o s secreto s d e l E stado,
m in is te rio d e l I n te rio r, Las asociaciones resolución arias en tre los artesanos, R . 7 7 , D , n ú m . 1 0 .
1 1 7 C f. Gaceta renapa, 1 9 d e n o v ie m b r e d e [ 8 4 2 . U r.a c o rre s p o n d e n c ia d e l i<5 d e n o
v ie m b re , p ro v e n ie n te d e M a g u n c ia , se ñ a la b a [as p erse cu c io n e s e m p re n d id a s c o n c ia artesan o s
m ie m b ro s d e la L ig a d e ios p ro sc rito s.
1 , 8 C f. B . B a u e r, A uge y decaden cia d el radicalismo alem án cr» el año IE42, t. III,
p á g . 2 5 : " A c o m ien zo s d e 1 S 4 3 e l c o m u n ism o se h a b ía c o n v e rtid o ya en u n a c o n s ig n a tati
d ifu n d id a , q u e la Gaceta literaria p o d ía c a lific a r el p ro g ra m a , p u b lic a d o p o r R u.se en el
ú ltim o n ú m e ro d e ío s Anales alemanes, de p á lid o r e fle jo d e l c o m u n is m o .”
C f. Gaceta gen era l ele Attgsburgo, 1 1 - 1 2 d e e n e ro d e 1 8 4 3 , p á g . 2 6 : "E l m e jo ia m ie n to
En ese período de agitación particularmente activa, W eitliag fue a Suiza, ea
1841, con la esperanza y el objetivo de difundir las ideas comunistas y de crear
allí nuevos centros de la lig a de los justos. Su propaganda le fue facilitada por
la agitación que antes que él había hecho G. Büchner 118 y su discípulo, Augusto
Becker,120 y por la existencia de numerosos círculos educativos obreros. La
tendencia que predominaba al principio en esos circuios no era comunista, sino
la democrática de la "Joven Alemania . La Joven Alemania , a la cual tío se
debe confundir con el movimiento literario y político del mismo nombre, cuyos
principales representantes fueran Gutzkow, Borne y E. Heine, era una filial de
la "Joven Europa” fundada por Mazziní.131 Después de la disolución, en 1836,
de la "Joven Alemania”, que bajo la dirección de Schuler, antiguo profesor de
Darmstadr, había creado numerosos circuios de educación obrera, donde se
reclutaban sus miembros, sus nuevos jefes. Hermann Doleke y Wilhelm Marr,122
discípulos de Ruge y de Feuerbach, continuaron su agitación en secreto. Se in
clinaban hacia un humanismo ateo, y pensaban, con Feuerbach, que el objetivo
primordial del movimiento revolucionario debía ser la abolición de la religión,
condición previa para la emancipación de la humanidad.123
En su propaganda Weitling chocaba con la de la "Joven Alemania”, que res
pondía a un democratismo burgués, pero no a los intereses de clase del prole
tariado. Se esforzó por difundir sus ideas en los citados educativos obreros,
d e la situ a c ió n d e io s p ro le t a r io s se c o n v i r t i ó e n u n te m a c o n s ta n te d e lo s d ia rio s , y la
o rg a n iz a c ió n d e l tra b a jo en la c o n s ig n a q u e u n ific a b a a lo s a m ig o s d e la ju s tic ia y d e la
h u m a n id a d / '
C f. Gaceta renava. 1 6 d e e n e ro de 1 8 4 3 , B e r lín , 1 1 d e e n e ro de 1 8 4 3 : "El c o m u n ism o
e s el n u e v o e sp e c tro q u e a te r ra a n u e stro s a d v e rsa rio s."
C f. B e ttin a v o n A m in a , Este libro p erten ece al rey, B e r lín , 1 8 4 3 *
1lí> S o b re ia s ten d en cia s c o m u n ista s de G , B ü c h n e r, cf. G. Büchner, su obra y su corres -
poyidencttí, L e ip z ig , 1 9 5 2 .
P ág . 2 2 9 . C a rta a G u tz k o w , E stra sb u rg o , 1 8 3 5 : "Las re la c io n e s e n tre ios p o b re s y lo s
ríe o s c o n s titu y e n e l ú n ic o e le m e n to r e v o lu c io n a r io d el m u n d o ."
P á g , 2 4 3 . C a rta a G u tz k o w , E stra sb u rg o , 1 8 3 6 : " P o r lo d em á s, a d e c ir v e rd a d , n o m e
p a re c e q u e u sted y sus a m ig o s h a y a n to m a d o p re c is a m e n te p o r la b u en a senda. Es im p o
s ib le r e fo rm a r la socied ad c o n la s id ea s d e la clase c u ltiv a d a . N u e s tra é p o c a es n e ta m e n te
m a te ria lis ta . S i a lg u n a v e z h u b ie ra d e s a rro lla d o u sted u n a acción p o lític a , p ro n to h a b ría
lle g a d o al p u n to en q u e la s r e fo rm a s d e ja n d e se r o p e ra tiv a s , ja m á s p o d rá a b o lir la fo sa
q u e se p a ra la clase c u ltiv a d a d e la q u e n o lo es."
120 A u g u s t B e c k e r, h ijo d e u n p a s to r, n a c ió en 1 8 1 4 en H esse y e stu d ió te o lo g ía en
G ie s z e n , d o n d e e n ta b ló u n a e stre c h a a m is ta d co n G . B ü c h n e r. C o n d e n a d o a 4 arios de
p ris ió n p o r su p a rtic ip a c ió n en e l le v a n ta m ie n to de ca m p esin o s d e H esse. o rg a n iz a d o p o r
W e i d i g y G . B ü c h n e r, fu e p u e sto e n lib e r ta d e n 1 8 3 9 y se tra s la d ó a S u iz a , d o n d e p u
b lic ó , en 1 8 4 3 , su p r i m e r lib r o , La filo so fía actual d e l p u eblo (V olksphilosophie u m erer
T a g e ) , N e u m ü n s te r, Z u ric h .
121 S o b re la te n d e n c ia d e la " J o v e n E u ro p a ” , c f. E. I-Caler, U". W eitling. H o ttin g e n ,
Z u r ic h , 1 8 8 7 , p á g . 4 7 . "E n e l lla m a d o la n z a d o p o r la 'Jo v e n E u ro p a ’ , !ue.c;o d e su f u n
d a c ió n , e l 1 5 d e a b r il d e 1 8 3 4 , e n B e r n a , se d e c ía : 'Es l a J o v e n E u ro p a de lo s p u e b lo s
l a q u e re m p la z a rá a la v i e ja E u ro p a d e lo s re y e s. Es el c o m b a te d e la jo v e n lib e rta d c o n tra
la a n tig u a e s c la v itu d , e l c o m b a te de la jo v e n ig u a ld a d c o n tra lo s a n tig u o s p riv ile g io s , la
v ic t o r ia d e la s id ea s n u e v a s s o b re las a n tig u a s c reen cias/ ”
322 S ie n d o e stu d ia n te en K i e l, H . D o le k e fu e a rre s ta d o p o r u n d u e lo ; d esp ués e m ig ró
a I n g la te rra y lu e g o a S u iza.
W . M a r r , n a c id o e n 1 8 1 9 e n H a m b u tg o .
123 C f. E. K a le r , WUheltn W eitling, p á g s . 3 2 5 3 .
primero en Ginebra, adonde había ido luego de su partida de París, después en
el cantón de Vaud. Ayudado por fieles adeptos, como por ejemplo August Becker'
Simón Schmidt y Sebastian Seiler.124 con bastante rapidez consiguió ganarlos para
su causa y fundar nuevos círculos.125 Gradas al apoyo de esos círculos, con los que
constituyó secciones de la Liga de los justos, publicó una revista, Llamado a la
ayuda d e la ju ven tu d alem ana™ en la que invitaba a los obreros, como lo había
hecho en su libro, a defender sus derechos y a emanciparse por sus propias fuer
zas.127 Sólo aparecieron cuatro números de esa revista, de setiembre a diciembre
de 1841. W eitling dejó Ginebra y fue a establecerse en Vevey, donde publicó
una nueva revista, La jo v en g e n er a ció n 128 y escribió su trabajo capital, Garan
tías d e la arm onía y d e la libertad (G arantien der H armonie und F reib eit), que
apareció en diciembre de 1842.
Este libro contiene lo esencial de su doctrina.129 Se inspiró, no tanto en La-
J2i Simón Schmidt, obrero tornero nacido en Würtemberg, había emigrado a Suiza.
125 Sobre el estado de ánimo que reinaba en esos círculos, cf. W . Marr, La joven
Alemania en Suiza, pág. 121.
"L^ primera tarea que aquí se emprendió [en los círculos] fue hacer del obrero un ser
moral. No recuerdo haber encontrado jamás a algunos de nuestros artesanos borracho o
participando de una gresca. Un miembro de los círculos preferiría morir de hambre antes
que mendigar. He conocido artesanos que durante meses sólo dormían cuatro o cinco
horas por día, a fin de poder trabajar para la causa, al mismo tiempo que ejercían su
oficio. He conocido a artesanos que, a la primera señal, hacían sus maletas y abandonaban
su medio de subsistencia para trasladarse, a la buena de Dios, a otros lugares, a menudo
a treinta leguas de distancia, donde se juzgaba que su presencia era más útil.”
isa p er m ife r u f d er dentsch en Jttgend, Ginebra, 1941.
127 Cf. extracto citado por F. Mehring, Introducción del libro Garantías d e la arm o
nía y d e la libertad, Berlín, 1908, pág. XVII: "Queremos tener voz en las discusiones
públicas que se refieren al bien y a los sufrimientos de la humanidad, porque nosotros,
el pueblo de blusa, chaqueta y blusón, somos los más numerosos y los más fuertes, y sin
embargo los menos estimados en la tierra de Dios. Desde todos los tiempos fueron siem
pre los otros quienes lucharon por nuestros intereses, o más bien por los suyos, y es
tiempo de que lleguemos a la mayoría de edad y nos liberemos de esta fastidiosa y odiosa
tutela. ¿Cómo es posible que alguien que no participa de nuestras alegrías ni de nuestras
penas se haga una idea de las mismas? Y sin tener la ¡dea ni la experiencia real, ¿cómo
puede proponer y realizar mejoras en nuestras condiciones de vida morales y físicas?
Aunque lo quisiera, no lo podría, porque sólo la experiencia da prudencia y sabiduría.”
128 Die jtm ge G eneration, aparecido en Vervey, Langenthal y Zurich, de enero de
1842 a mayo de 1843.
120 Cf. W. "Weitling: Garantías de la arm onía y d e la libertad, Introducción de F.
Mehring, Munich, 1908.
Cf. igualmente Introducción de B. ICaufhold, W. W eitling: Garantías d e la armonía y
d e la libertad, Berlín, 1955.
Contenido de Garantías d e la arm onía y de la libertad, Primera parte: Nacimiento de
los males sociales.
1) El estada primitivo de la sociedad; 2) La formación de la propiedad mobiliaria;
3) La formación de la propiedad inmobiliaria; 4) La invención de la herencia; 5) Na
cimiento de las guerras; 6) Nacimiento de la esclavitud; 7) Nacimiento del comercio;
8) Invención del dinero; 9) Nacimiento de la manía de los títulos; 10) El militaris
mo; 11) Patria, fronteras, idiomas; 12) El reino del dinero y del mercantilismo; 13) Re
ligión y costumbres.
Segunda parte: Consideraciones generales sobre la reorganización de la sociedad.
Introducción; 1) El elemento fundamental de la organización social; 2) La adminis
tración; 3) Las ciencias; 4 ) Las elecciones; 5) Los trabajos; 6) Las corporaciones de
maestros obreros; 7) La corporación de jefes obreros; 8) Los dirigentes de empresas;
9 ) El trío; 10) El trabajo social suplementario; 11) Reglamentación del trabajo; 12) La
mearíais como en los grandes utopistas, tomando en particular de Saint-Simon
Ja idea de que, en una sociedad racionalmente organizada, el gobierno de las
personas debe ser remplazado por la administración de las cosas, y de Fourier, ai
mismo tiempo que su crítica de la sociedad burguesa, su concepción de la ar
monía como principio fundamental de la sociedad futura. Pero en lugar de con
formarse, como éstos, con trazar un plan de reforma social y apelar, como ellos,
ai esclarecimiento y al sentimiento de equidad de las clases dirigentes, invitaba
a la clase obrera, como en su primer libro, a ¡a acción revolucionaria, para des
truir la sociedad burguesa y remplazaría por una sociedad comunista, única capaz
de establecer un orden social racional.180
Como no discernía con claridad las causas de los males económicos y sociales
del régimen capitalista, y no encaraba la posibilidad de una revolución social
engendrada por el mismo desarrollo de ese régimen, -necesariamente tenía que
caer en la utopía en sus planes de trasformación social. Su incapacidad para
analizar con exactitud la sociedad burguesa, y su tendencia a la utopía, provenían
principalmente del hecho de que, como era no un proletario, sino un artesano
proletarizado, no se desprendía de las concepciones propias del artesanado y adap
taba sus planes de reforma social a las aspiraciones de éste.131 Esos límites, im
puestos a sus concepciones doctrinarias por las condiciones de vida y las aspira
ciones de la dase artesanal, le impedían llegar, como Marx y Engels comenzaban
a hacerlo entonces, a una concepción científica del desarrollo histórico y del
socialismo.
Sin embargo, no se limitaba a traducir en forma estrecha las aspiraciones del
medio artesanal. Bajo el efecto de ia acción revolucionaria del proletariado en
París, que ampliaba las ideas de los artesanos alemanes residentes en esa ciudad,
,3:! Cí. i' Engeís, Contribución a la historia d e la Liga d e los Comunistas, híatx-Eu-
gris, Obras escogidas, ed. cit., pág. 672: "Y es algo que honra .muchísimo a estos —que
no eran aún proletarios en el pleno sentido de la palabra, sino un simple apéndice de la
pequeña burguesía, un apéndice que estaba pasando a las filas del proletariado, pero que
no se hallaba aún en contraposición directa a la burguesía, es decir, al gran capital— el
haber sido capaces de adelantarse instintivamente a su futuro desarrollo y de organizarse,
aunque no tuviesen) plena conciencia de ello, como partido del proletariado."
133 Cf. W . W eitling, Garantías d e la arm onía y de la libertad, págs. 85-86.
384 Cf. \’-7. W eitling, Garantías d e la arm onía y d e la libertad, págs. 255-256: "No es
bueno considerar un lenro período de transición para establecer un orden nuevo. Si se
tiene el poder, hay que aplastar la cabeza de la serpiente, no destrozando a nuestros ere-
Pensaba que la trasforruacíón social sería engendrada por la agravación de la
miseria, que empujaría a los obreros a la rebelión, y aún contaba, a tal efecto,
con apelar a los condenados de derecho común liberados de las cárceles.135 En
esto reflejaba la debilidad del proletariado artesanal, que si bien soportaba tan
duramente como el proletariado el peso de la opresión capitalista, no concebía
la posibilidad de una revolución engendrada por el desarrollo de la gran indus
tria. La reflejaba, asimismo, en la elección de los otros medios que estimaba
competentes para pasar de la sociedad burguesa a la sociedad comunista. Aun
que se inclinaba hada la solución revolucionaria, consideraba también la posi
bilidad de la instauración del comunismo por los reyes y los príncipes, o aun
por un nuevo Mesías, de quien no estaba lejos de creer él mismo que era la
encarnación.136
Después de haber denunciado ios males de la sociedad burguesa y señalado
la necesidad y los medios para destruirla, Weitíing presentaba, en la segunda parte
de su libro, un cuadro sumamente detallado de la futura sociedad comunista,
aunque para él lo esencial seguía siendo la lucha contra la sociedad burguesa, y
no el establecimiento de una utopía, de la que se daba cuenta que no podía ser
otra cosa que un esbozo, no un cuadro definitivo de la sociedad futura. 137
Esa sociedad comunista garantizará la armonía entre los deseos y las necesi
dades de los hombres, y su satisfacción. Para ello es necesario la coordinación
migos y privándolos de libertad, sino despojándolos de los medios con que nos perju
dican. Si no se disminuyera la influencia de ios ricos y de los poderosos durante el pe
riodo de transición, y se quisiera garantizar una parte de sus intereses egoístas, se daría
al pueblo pobre y sufrido un mal ejemplo de igualdad, y qué medios tan pobres e insufi
cientes quedarían entonces para, atenuar la miseria del pueblo, tan grave, que difícilmente
se la podrá suprimir de golpe, aun con los medios más ra d icales... [pág. 159]. No hay
que conceder tregua a los enemigos, ni iniciar negociaciones con ellos y creer en sus pro
mesas. Su cuanto se inician las hostilidades hay que considerarlos animales incapaces de
entender el lenguaje de la razón.”
136 Cf. W . W eitíing, op. c-it., págs. 259-260.
156 cf. ty/eitling, op. cit., pág. 2 8 1 : "Vendrá un nuevo Mesías a realizar la doc
trina del primero. Destruirá el edificio podrido del antiguo orden social, dirigirá las ver
tientes de llantos hacia el mar del olvido y trasformará la tierra en un paraíso.”
137Cf, W . W eitíing, op. cit., pág. 245- Crítica del fourietismo: "La asociación, según
el sistema de Fourier por ejemplo, se llam a asociación de armonía. Esa asociación com
prende en su sistema tres modos diferentes de alimentación, vestido, alojamiento, etc.
Se basa sobre el trabajo, el dinero y el talento, siendo favorecidos estos dos últimos con
relación al trabajo. ¡Y esto se llama un sistema de armonía! [ . . . ] A llí donde existen
tres clases que se diferencian por su modo de vida, teinan también tres clases de intereses
diferentes. Si alguien tiene más aptitudes para pensar que otro, ¿quiere esto decir que
posee mayor capacidad digestiva o un paladar más delicado? ¿Y tiene necesidad la ca
beza, para pensar, que se le regale el paladar más agradablemente que el de un simple
obrero? Maldita estupidez, de la que nuestros fourieristas no llegan a liberarse. Perma
necen sólidamente inmóviles en el punto en que su maestro se detuvo en 1808. ¡Adelante!
¡Adelante, hombres de la escuela social!” Págs. 3-4: "Jamás podrá imaginarse una orga
nización social que invariablemente siga siendo la mejor; ello supondría una detención de
las facultades espirituales humanas y del progreso, cosa imposible de pensar.”
Cf. sobre la tendencia al utopismo que entonces reinaba en las asociaciones obreras,
W . Marr, La jo ven Alemania en Suiza, págs. 117-11S: "Los comunistas pasaban entonces
sus tardes en su asociación, construyendo la sociedad nueva hasta en sus menores detalles.
Recitaba el socialismo en general y en detalle, sin querer oír hablar de otra cosa, y a tal
punto se habían instalado ya en el futuro, que sólo tenían lágrimas para el presente.”
entre la producción y el consumo, que sólo puede lograrse por la abolición de
la propiedad privada. En la sociedad nueva, basada en el agrupamiento de las
familias reunidas en los falansterios, y en la organización del trabajo, los obreros
formarán un ejército industrial, concebido desde un punco de vista artesanal,
como un agolpamiento de maestros y de compañeros. En esta sociedad Weitiing
asigna, como Saint-Simon, gran lugar a las ciencias, cuyo papel es ayudar a!
progreso económico y social, y pone al frente de dicha sociedad un triunvirato
compuesto por un médico, un filósofo y un físico.
Después de superar la concepción del .comunismo igualitario, subraya, con Fou-
ricr, la necesidad de utilizar las diferencias de aptitud y de talento que permiten
establecer una jerarquía entre los individuos, jerarquía que, de todos modos, no
debe servir de base a nuevos privilegios. En esta sociedad nueva, donde reinará
k igualdad absoluta entre los hombres y las mujeres, la organización del trabajo
aumentará la producción, disminuyendo el sacrificio de los hombres, y favorecerá
la iniciativa individual por medio de la emulación social.
Considerado en sus rasgos generales, Garantías d e la arm onía y d e la libertad-
constituía, como la mayor parte de los trabajos socialistas y comunistas de en
tonces, en particular el Viaje a Icaria de Cabet, una utopía social. Weitiing, sin
embargo, se apartaba en cierta medida de k utopía gracias a la gran cantidad
de consideraciones realistas que contenía su libro,138 y por el llamado revolu
cionario que lanzaba a k clase obrera.
Su mavot mérito fue acelerar el despertar de k conciencia de dase de los ar
tesanos y de los proletarios alemanes, y guiarlos en sus primeras luchas. Sa
acción se vio favorecida por el rápido desarrollo del capitalismo en Alemania, y,
al mismo tiempo, el del proletariado alemán, que, al emprender la lucha contra
la burguesía, arrastraba a los artesanos proletarios. Ello explica el gran papel
desempeñado por W eitiing en la acción obrera, en particular en la Liga de los
justos.
Las Garantías d e la arm onía y d e la libertad señakban el punco culminante del
pensamiento doctrinario y de la acción revolucionaria de Weitiing. El libto fue
muy apreciado, tanto por Feuerbach, quien vek en Weitiing al profeta de su
clase,139 como por E, Heine, quien, sin compartir las ideas de Weitiing, admiraba
su talento revolucionario,140 y por Marx, que escribía un año después: "Por lo
que se refiere a k cultura y a b. aptitud para el desarrollo cultural de los obreros
alemanes en general, basta recordar los trabajos geniales de Weirüng, que a me
nudo supera al mismo Proudhon desde el punto de vista teórico, aunque es in
ferior a él en el arte de componer. La burguesía, incluidos sus filósofos y sus sa
bios escritores, ¿puede exhibir un libro sobre su lucha por su emancipación que
tolere la comparación co n las Garantías d e la arm onía y d e la libertad? Si se
compara la pálida y cíinida mediocridad de la literatura política alemana coa
este extraordinario y brillante comienzo de ios obreros alemanes, si se compara
138 Señalaba, entre otras cosas, la división de la sociedad en clases antagónicas, CU70
comportamiento se halla determinado por factores económicos, y el papel opresor del Es
tado al servicio de la clase dominante.
139 Cf. K. Grün, Luduiig Feuerbach i » rein e» B riefw ech sel and Nachlasx, Leipzig, 1874,
pág. 365. Carta de Feuerbach a F. Kapp, 15 de octubre de 1844.
540 Cf. F. Heine, Edición Eister, t. VI, págs. 45 y 523-525.
esos gigantescos zaparos de niño del proletariado alemán con el calzado político
de talones deformados de la burguesía, se puede predecir a la Cenicienta alemana
una estatura de atleta.” 111
Garantías d e la arm onía y d e la libertad tuvo gran éxito, tanto debido a su
carácter utópico, que era entonces particularmente apreciado,142 como a su lla
mado revolucionarlo dirigido a los obreros.143 Luego de la publicación de las
Garantías, W eitling tuvo que luchar contra dificultades cada vez mayores, pro
venientes del hecho de que no podía crear eti Suiza —por no existir un prole
tariado numeroso— un vasto movimiento revolucionario. A pesai de su propa
ganda activa, no había logrado ganar para sus ideas nada más que a algunos cien
tos de artesanos, con quienes no podía pensar en emprender una acción revolu
cionaria importante, tanto más cuanto que debía luchar en el seno mismo de la
dase obrera contra la propaganda de la "Joven Alemania", que condenaba el co
munismo por las mismas razones que los Jóvenes Hegelianos liberales como B.
Bauer y Stirner.111
Ello hizo que Weitling, ya indispuesto contra la filosofía por causa de su dife
rencia con M. Hess, se volviera cada vez más desconfiado y hostil respecto de
ésta. Entró en lucha abierta contra la 'joven Alemania”, cuya propaganda feuer-
bachiana no era para él más que una jerga incomprensible y pura fraseología, y le
reprochaba su carácter intelectual, antiproletario y ateo.
Su aversión al ateísmo, unida a las crecientes dificultades para crear un vasto
movimiento revolucionario, lo empujaron hacia concepciones místicas y religio
sas, que habían sido en parte la base de su pensamiento primero y que se difun
dieron en gran medida entre los artesanos, en especial entre sus discípulos in
mediatos. Fue así que uno de ellos, Sebastian Seiler, en su folleto /La -propiedad
en p eligro !, o ¿qu é p u ed en tem er Alemania y Suiza d el com unism o y d e la cr een
cia racional?, hacía remontar el comunismo al cristianismo, y presentaba a quie-
t-tl Cf. Mega, I, t. III, pág. 18. Cí. C. Marx, Motas criticas m arginales sob re e l ar
tícu lo: El rey d e Prsssia y la reform a social. Por m i prusiano.
142 El carácter utópico del libro era lo que más agradaba a un gran número de lectores.
Así fue como un farmacéutico escribía a W eitling, en una carta hallada entre sus papeles
cuando lo arrestaron: "Desde hace tiempo tenía ganas de conocer un sistema perfecto de
libertad, y quedé entusiasmado al encontrar aquí uno de tal precisión, que, por así decirlo,
no deja nada que desear." Carta citada por T'- Mehring, Introducción a las Garantías,
op. cit., pág. XXII.
11■' Las Garantías d e la arm onía y d e la libertad fueron traducidas a varios idiomas, en
particular al francés.
>•*< Cf. v7. Marr, La jo v en Alemania en Suiza. Leipzig, 1846, págs. 118 y siguientes:
“El comunismo es la expresión de la falta de energía. Los comunistas carecen de con
fianza en sí mismos. Por sufrir de la opresión social, buscan, para emanciparse, no armas,
sino motivos de consuelo. Los comunistas ven bien la abominable desigualdad respecto de
la tierra, pero la ven a través de los pálidos anteojos de la conciencia de clase del proleta
riado. En sus trabajos describen con corrección el estado de cosas presente, pero no lo
explican. Otorgan a los hombres el detecho a hacer reformas, pero no son lo bastante
francos para atribuir a los hombres la causa de ese estado de cosas. La igualdad les hace
perder la noción de libertad; la organización social no es pata ellos la expresión de la
conciencia social de la humanidad, sino algo que se les impone a los hombres desde afuera
[ . . . J Pata el comunismo la causa de codos los males ceside en la realidad exterior. El
comunismo es la teología social. Tiene sus libros sagrados, sus profetas, sus mesías, su
paraíso."
nes, según él, eran los más grandes doctrinarlos comunistas —Benjamín Constant,
Caber, Proudhon y Weitling— con los rasgos de los cuatro Evangelistas. 148
Otro de sus discípulos, el profeta Albrecht, predicaba una doctrina hecha de
una mezcla aún más confusa de misticismo y de cristianismo, en folletos como:
El próx im o en cu en tro en el altar d e la libertad; El restablecim ien to d el rein o d e
Sión; El fin- en la claridad d e las -rosas: Exhortación a los G uillerm o T ell d e
nuestra época}'Uí
Esa tendencia al misticismo religioso desarrollaría en Weitling una inclinación
al mesianismo, que ya se manifestaba en sus Garantías y que era favorecida por
la adulación de que lo rodeaban sus discípulos. Perseguido por la burguesía,147
y encontrándose en una situación tanto más crítica cuanto que la prohibición en
Francia de su revista La jo v en gen era ción le había hecho perder la mitad de los
suscritores, W eitling consideraba entonces, en su confusión, su angustia y su
cólera, la posibilidad de reunir un ejército de bandidos para destruir la sociedad
burguesa, cosa que le valió severas críticas por parte de Ewerbeck y A. Becker, y
provocó su ruptura con uno de sus mejores discípulos, Simón Schmidt. 148
En abril de 1843 fue a Zurich, con la esperanza de entrar en estrechas rela
ciones con Froebei y ganar para su causa a los radicales de esa ciudad. 149
Aunque Froebei se inclinaba hacia un humanismo coxnunizante, había acon
sejado a Weitling que no fuera a Zurich, debido a la agravación de la reacción.
Después de la expulsión de G. Herwegh, en febrero de 1843, que tuvo lugar con
el consentimiento de una parte de los radicales, Froebei temía que la llegada de
148 Cf. S.’ Seüer, Oas Eigentum in G ejahr! oder ivas haben D eutschland und d ie Scbweiz,
vom K om m unism us und V erttunftglauben ztt befürchten?
El mismo W eitling recomendaba, en su revista La jo ven gen eración , la lectura del libro
de Louis Hessfcerg, R econ ciliación d el m undo con D ios (V ersbhnnng d er Welt m it G olt):
cf. los artículos de Scherzer, Ermahnung zur niichsten Liebe (Exhortación al am or d e l p ró
jim o ); An d ie detttsche Ja gen d (Llamado a la juventud alem ana); T agw acbe zttm Aas-
bruch d,es Retobes -G ottes au f d er Erele. Bine H irtensiim m e atts den A lpe» (Velada p or
e l advenim iento d e l reino d e Dios en la tierra. Una voz d e pastor que llega d e los Alpes).
1,16 Das baldtge W iedersebeo am Altare d er Preiheit; D ie W iederherstellnng d es Reí
ch es Z ion; Das Z iel im R osenlíchte, ein e M abuung an die W ilhehn 1'elle tm serer Zeit.
Albrecht, originario de Altenburg, había sido condenado a seis años de prisión cuando se
persiguió a los demagogos. Durante su encarcelamiento no pudo leer otra cosa que la
Biblia y cayó en una especie de demencia religiosa. Una vez en Suiza se consideró un
profeta y predicaba el restablecimiento del reino de Sión. Hizo amistad con W eitling y
ejerció cierta influencia sobre él.
147 El principal diario conservador: La Gaceta gen eral suiza, escribía: "El señor W eit
ling puede estar seguro de que se han tomado todas las medidas para vigilar más de cerca
cada uno de sus pasos."
148 Cf. E. Kaler, op. eit., págs. 41-45.
Esta intención se manifestaba ya en las Garantías, donde escribía, págs. 259-260: "Si
contra toda suposición, ios poderosos quisieran encerrarnos en recintos de trabajos forza
dos para impedir la realización de nuestros principios [ . . . ] habría que predicar entonces
una moral que nadie hast^ el momento ha osado predicar, y que hará imposible todo ré
gimen basado en la propiedad privada [ . . . ] una moral que nos acercará a legiones de
combatientes, a los que hasta el momento nos hemos resistido a apelar. Esa moral sólo
puede ser predicada con éxito en las grandes ciudades, donde bullen masas hundidas ea la
mayor miseria y lleyadas a la desesperación.”
I'19 Cf. W . Marr, op. cit., pág. 41.
W eitling conoció allí a Bakunin, quien acababa de leer las Garantías y que trató de
convertirlo a la doctrina de los Jóvenes Hegelianos.
W eitling y su vinculación abierta con él provocara una ruptura total con Jos ra
dicales y Ja pérdida de su diario El republicano suizo
En esas difíciles condiciones, en momentos en que zozobraba su revista y cuan
do Ja adulación de sus fieles iab ía debilitado un tanto su equilibrio moral, Weit-
Jing escribió, a comienzos de 1843, El eva n gelio d e los p ob res p eca d o res ,151 Ese
Jibro señalaba un retroceso respecto de las Garantías d e la arm onía y d e la lib er
tad. Mientras que en este último se había desprendido de la influencia de La-
mennaís, muy sensible en su primer trabajo, volvía a reducir el comunismo a un
cristianismo socializante.152 Ese libro constituía la expresión de un sueño me-
siánico. Jesús era presentado como el profeta del amor y de la libertad, como el
primer gran revolucionario cuya lucha contra los fariseos y los ricos daba a los
Evangelios su verdadera significación.
Esa apología de Jesús, presentado como el Mesías de los pobres, reforzaba en
éí su tendencia a considerarse co m o un nuevo Mesías, destinado a realizar la obra
que Jesús no había podido llevar a cabo, y por ello mismo lo apartaba de la ac
ción revolucionaria.
Luego de la publicación de un prospecto en el que anunciaba que se proponía
justificar el comunismo a través de los Evangelios,153 el gobierno de Zurich hizo
confiscar el libro cuando todavía estaba en prensa 151 y persiguió a W eitling por
atentado contra la religión y el Estado.
Arrestado el 8 de junio de 1843, W eitling fue condenado a 10 meses de prisión
y después expulsado de Suiza. Los papeles que se le encontraron fueron publi
cados por Bluntschli, uno de los jefes del partido conservador, para desacreditar
al comunismo y a aquellos radicales que, co m o F roebel, lo defendían. 155 El libro
Cf. Prefacio de las Garantías d e la arm onía y d e la libertad, Berlín, 1908, pág.
XXXI.
La Gaceta d e Colonia escribía: "Los comunistas que Bluntschli hace hablar exponen su
causa con una elocuencia y un entusiasmo a los que sólo encuentra, para contraponerlos,
una sarta de lugares comunes. El señor Bkmtschli publica un trabajo que muestra en su
meíor aspecto el talento y la organización de los comunistas, y quiete que la gente se pro
nuncie, no a favor, sino contra esos hombres y sus .ideas.”
El embajador de Prusía en París escribía en un informe que el libio de Biuncschli había
llevado 300 obreros a la Liga de los justos. Esta, poc lo demás, enviaba el 23 de agosto
de 1843 un agradecimiento irónico, redactado por Hess, que apareció el 5 de setiembre
de 1843 en la Gaceta d e Colonia.
Cf. 'v'/. Marr, op. cit., pág. 54: "Es sabido de qué manera Blumschli se puso en ridículo
con ese folleto. Los comunistas de Patis le enviaron una nota de agradecimiento por ha
berse dedicado tan activamente a difundir su doctrina.”
lá" Cf. B. Bauer, A uge y decaden cia d el radicalismo alem án d e 1842, c. III, pág. 6 1 :
"La victima de las intrigas políticas de Biuntschli [W eitling] se hallaba aún en ¡a cárcel
cuando la causa que él defendía, ia organización de la sociedad, se convertía) en Alemania
en el gran asunto que preocupaba a todos los espíritus avanzados. Sus Garantías, a decir
verdad, sólo llegaron a pocas manos, pues no se logró que fueran difundidas normalmente
pot los libreros, peto el misterio de que estaban rodeadas agrandaba la idea que la gente
se hacía de la audacia espantosa y de la terrible verdad de su doctrina.”
133 cf. L. vou Stein,' Soeúdhtnus m id K om m unitm us des heittígen Frankreicbs, Bi»
B e itra g z a r Z e itg e sc b ich te , Leipzig, Oteo Wigand, 1842.
los obreros alemanes de París, L. von Steín llamaba su atención sobre ¡os peligros
del socialismo y del comunismo, que presentaba como la consecuencia lógica y ne
cesaria de la Revolución francesa.1’11
Ese era también el objeto y el fin de su libro, El socialism o y el com unism o en
la Francia contem poránea. El socialismo y el comunismo,, decía, han nacido con
el proletariado, que empezó a adquirir conciencia de sus intereses de clase y de
su fuerza durante la Revolución francesa, de la que sólo se benefició la bur
guesía.160
El proletariado constituye una nueva clase de gente que se distingue de los
pobres por estar excluidos de la propiedad privada por el mismo régimen so
cial,163 que Scein, como Hegel, considera el fundamento de la personalidad, es
decir, de la calidad misma del hombre.
El proletariado fue engendrado por una nueva división entre poseedores y des
poseídos, que se presenta bajo la faz de la separación entre el capital y el tra
bajo.162 La forma moderna de la producción de riquezas, la industria, provoca,
199 Archivos secretos, ministerio del Interior, Actas concernientes a las asociaciones re
volucionarias entre los artesanos (18 4 1 -1 8 4 1 ), Rep. 77, D. R., núm. 10, pág. 8(5. Informe
de Stein, del 7 de enero de 1842: "Largos estudios me han convencido de que es posible
probar, por medio de la historia y las estadísticas, que esta revolución [de '1789] destruyó
las bases de todas las relaciones jurídicas, que remplazó la prosperidad nacional por una
degradación de todas las relaciones sociales, y que ha de realizar, y efectivamente aquí
lo ha realizado, lo contrario de lo que esperaban los revolucionarios. Por tal razón me he
dado como tarea mostrar, por medio de una presentación de la vida social francesa y de
su relación con la revolución, a aquellos para quienes la conciencia nacional y el senti
miento del derecho no son suficientes para apartarlos de Francia y orientarlos por el ca
mino que señala una Voluntad superior, lo profundamente absurdo de toda idea revolu
cionaria, debido a los males que, desde todo punto de vista, sufre la sociedad de aquí."
180 L. v. Stein, op. ch., págs. 8-9: “En las violentas tempestades revolucionarias, en los
combates que la joven república desarrolló contra sus enemigos, en París como en la fron
tera, el proletariado aprendió dos cosas: en primer lugar, adquirió conciencia de sí mismo
como clase; luego reconoció la importancia del papel que desempeña en toda revolución.”
pág. 9 : "¿Qué le han dado al miserable, al que nada posee, todas las revoluciones? ¿Ha
podido mejorar su posición, asegurar su mantenimiento, aumentar sus placeres, garantizar
la independencia de su familia? ¿Se ha acercado, aunque sea un paso, a la riqueza, a las
alegrías que se hallan ligadas a ésta, a la consideración y a los derechos inherentes a su
calidad de hombre?”
181 Cf. L. v. Stein, op. cit., pág. 7 : "El proletariado está compuesto por la clase de
gente que no posee cultura ni propiedad como fundamento de su valor social, y que no
acepta estar excluida de la posesión de bienes, qua es lo único que confiere su valor a la
persona humana.”
Págs. 13-14: "Éste [el pobre], no sólo no posee nada, sino que, además, está física
mente impedido de adquirir, aun si lo quisiera, los medios para subvenir a sus necesida
des, en tanto que el proletario, que se halla igualmente desprovisto de bienes, posee al
menos su fuerza de trabajo y tiene la voluntad de utilizarla [ . . . ] Los pobres se hallan
oprimidos y esperan en silencio qué mejore su suerte, que se les presenta como impuesta
por el destino. N i el rico ni eL poderoso nada tienen que temer de ellos. Por ello, no
se puede asimilar el pobre al proletariado de nuestro tiempo, que soporta con ira su de
pendencia respecto de su baja condición social, que quiere se lo remunere de acuerdo
con lo que hace y que se lo considere según sus méritos.”
lf ¡2 Cf. L. v. Stein, op. cit., pág. 73: "La masa entera del pueblo está dividida en po
seedores y desposeídos, en ios que unen a su fuerza de trabajo un capital y los que sólo
son obreros. Los primeros son necesariamente los vencedores en el dominio de la ganan
cia mientras que los segundos sucumben. El resultado del combate, en el plano de la
propiedad, es la división entre el Capital y la fuerza de trabajo. Los representantes del
en razón de la competencia, que es su principio, una disminución de salarios y
un aumento de la miseria, que hacen que el proletario no pueda llegar a la
propiedad privada.185
Esta exclusión de la propiedad privada engendra en los proletarios, al mismo
tiempo que un acrecentamiento incesante de la conciencia de sus intereses de clase,
el deseo de restablecer la igualdad social, cosa que agrava la lucha de clases y
conduce a la guerra civil.16*
Del hecho de poner en primer plano, no ya la idea de la libertad, sino la
de la igualdad, nace la concepción de que el cambio que es preciso lograr en el
estado de cosas presente debe tener un carácter, no político, sino social.
La realización de la igualdad social es el objetivo común del socialismo y del
comunismo francés. A diferencia de los políticos y filósofos alemanes, que, atri
buyendo al Estado un papel determinante en la organización social, se interesan
primero constituyen la clase burguesa, la burguesía; el pueblo tiene como única riqueza
su fuerza de trabajo, que es lo que So caracteriza."
lc ® Cf. ibid,, pág. 120.
"No se puede plantear el principio de la libertad e igualdad absolutas sin llegar, como
consecuencia necesaria, a la absoluta libertad de la industria. Esta ley de la libre cota
p etea d a lleva aparejada, sin embargo, como consecuencia, lo contrario de lo que exige
su principio; determina, en efecto, la victoria del capital sobre k persona humana, y el
avasallamiento, en su forma más dura e intolerable, como consecuencia ineludible del libre
derecho industrial."
Págs. 83-84: "Allí donde ha sido introducida, la libre competencia, lejos de haber traído
el bienestar general, tuvo como efecto el enriquecimiento de muchas personas, pero tam
bién el empobrecimiento de una cantidad aún más considerable. De ello nació la oposi
ción decidida entre la burguesía y el pueblo en la vida real. El que a primera vista sólo
posee su fuerza de trabajo, no es capaz de acceder a la propiedad, que es la condición ab
soluta de la independencia y de la igualdad concretas.”
Pág. 85: "I-a relación de estas dos clases [burguesía y proletariado] entre sí .no es de
coexistencia independiente, sino de dependencia de la última respecto de la primera.
La soberanía que -antes existía en el dominio agrario, existe ahora en el dominio indus
trial. Ello explica la oposición y la lucha entre los propietarios de fábricas y los obreros.”
ui-i Cf. ibid., pág. 99: "El resultado de la revolución [de julio] ha sido el despertar de
la idea de igualdad política ahsoluta de todos los individuos; ex resultado de la victoria
ha sido la diferenciación, absoluta entre los poseedores y los desposeídos.”
Págs. 100-101: "Con la revolución de julio la influencia de la propiedad privada al
canzó su punto culminante, debido a que la clase de los poseedores se adueñó del poder
estatal. Pero cuanto más se afirma ese poder, más ve a su inexorable enemigo alzarse
resueltamente contra é l . . [ . . . ] El proletariado, una vez despierta su conciencia de clase,
se alza poco a poco contra el enemigo que lo mantiene, de la maneta más inflexible,
en su situación de subordinación; se levanta contra el régimen de la propiedad privada.”
Pág. 102: "Por primera vez vemos surgir la idea, que parecía haber desaparecido, de
que la verdadera felicidad del pueblo sólo puede lograrse por la abolición de la propiedad
privada.”
Pág. 103: "[Los proletarios dicen:] Ahora recurrimos a los medios que permitieron a
ustedes derribar las coronas de los príncipes y que ustedes tanto han celebrado.”
Pág. 104: "Sin reconocerles el derecho de propiedad, les reconocemos el derecho de de
fenderla, y, por el contrario, les exigimos que nos reconozcan el derecho a atacar la pro
piedad allí donde podamos y por todos los medios.”
Pág. 9: "Ese elemento situado en el centro de la sociedad en Francia puede ser calificado
de peligroso, tanto por su número y por el valor de que ha dado prueba a menudo, como
por la conciencia de su unidad y el sentimiento que tiene, de que sólo puede realizar sus
planes por la revolución.”
Cf. igualmente, págs. 28 y 64.
pot mejorar su constitución, los socialistas y los comunistas franceses quieren
trasformar, no el Estado, sino la sociedad. El socialismo, que desempeña en Fran
cia un papel análogo al de la Filosofía del Derecho en Alemania, 1135 subordina en
sus planes de trasforrnación social, no la sociedad al Estado, sino, por el contrario,
éste a la sociedad.166
£1 socialismo y el comunismo difieren profundamente entre sí por la manera en
que pretenden trasformar la sociedad. El comunismo, que traduce las aspiraciones
y las reivindicaciones del proletariado revolucionario, tiene un cnráccer netamente
negativo y sólo se orienta a destruir la sociedad burguesa.167
Contrariamente al comunismo, el socialismo tiene un carácter positivo.168 Tien
de, en efecto, no a destruir la sociedad burguesa, sino a trasformarla, mediante
una organización racional del trabajo, en una sociedad nueva donde la conserva-
Ci. L. v. Stein, op. a t., págs. 136-137: "Para los alemanes el deber supremo está
encarnado en el Estado; la filosofía práctica, la ética, la moralidad, se resumen, por tal
razón, en la Filosofía del Derecho. Ella es la que expresa plenamente la idea del Yo, tal
como se presenta ai alma alemana, y la que 1c permite realizarse eu el plano de la univer
salidad humana. En ello reside su verdadera importancia.
"Si volvemos ahora nuestra mirada hacia Francia, ¿dónde encontramos realizado el pen
samiento francés en un sistema práctico? Únicamente en eso que llamamos socialismo. Lo
esencial es que los sistemas socialistas representan para Francia lo que nuestra Filosofía
del Derecho para Alemania; quiero decir, el punto eu que la concepción de! hombre y la
de la naturaleza se unen para formar un sistema práctico, y en que el Deber-Ser se des
prende de la comprensión del Ser. Debido a ello, el socialismo ocupa un lugar particular
en la filosofía francesa, como apéndice de la filosofía del derecho alemán, y atestigua, al
mismo tiempo, la profunda diferencia entre los dos pueblos en la tarea que deben realizar
en ia histeria del mundo.
"[Para el socialismo la felicidad individual es el fin supremo de la vida humana.]
Si no hay un fin más elevado que ese, toda forma de vida común, y pot ello mismo también
el Estado, que realiza la unidad de la especie humana, quedan reducidos al rango de
medios, no tienen valor en sí y no son más que un estadio provisorio del desarrollo del
individuo.”
i ('G Cf. op. ch-, pág. 447: "Hasta ahora el Estado ha determinado la formación y el
desarrollo de la sociedad; los movimientos sociales actuales en Francia constituyen, por
el contrario, en todas sus manifestaciones, uu intento, en parte inconciente, de determinar
(a constitución del Estado por la concepción de la vida real de la sociedad.”
1 - Cf. L- v. Stein, op. cit., pág. 28: "El problema de saber si la idea de la personalidad
absoluta puede concilinrse con la propiedad privada, comienza a apuntar en la dase no
poseedora, y poco a poco aumenta en ésta el número de los que responden a esta pre
gunta con una negación fanática. La convicción de la imposibilidad jurídica de resolver
este problema es evidente; la masa se organiza en torno de prindpios que apoyan sus
reivindicaciones, y la clase pobre, trabajadora y sufrida se trasforma en una organización
poderosa, negativa y amenazante: el proletariado.”
Cf. igualmente págs. 31 y 64. Obsérvese que Stein compara ya al proletariado con un
fantasma amenazante, pág. 4. "Al lado de ellos [el sansimonismo y el fourierismo], el co
munismo se alza como un fantasma sombrío y amenazante, en cuya realidad nadie quiere
creer, pero cuya existencia, sin embargo, todos reconocen y temen.”
103 Cf. ibid., pág. 131: "El socialismo se distingue esencialmente del comunismo, en que
tiene un carácter netamente negativo frente al estado de cosas actual, o que aspira en forma
confusa e inconciente realizar la idea de un orden social nuevo que concibe vagamente.
Esa diferencia es esencial; el socialismo es positivo, mientras que el comunismo es negativo.
El socialismo quiere crear una sociedad nueva, en tanto que el comunismo quiere destruir la
sociedad actual [ . . . ] el socialismo quiere realizar sus fines a través de la fuerza de la ver
dad, mientras que el comunismo quiere hacerlo por la violencia de Ja masa, por la revolu
ción y por el crimen.”
ción de la propiedad privada no implique que los trabajadores queden excluidos
de ésta.169
Stein terminaba su análisis de las doctrinas socialistas y comunistas condenán
dolas, pues las juzgaba igualmente nefastas, por ser la idea de la igualdad, según
él, incompatible con la noción de Estado, única que, en su opinión, permitía dar
una solución racional al problema social, por la subordinación de los intereses par
ticulares ai interés general, de las voluntades individuales a la voluntad del Es
tado expresada por la ley.170
Al mismo tiempo que ponía en guardia a los gobiernos alemanes contra los
peligros del socialismo y del comunismo, Stein los invitaba a estudiar y regular
mejor las relaciones entre la sociedad y el Estado, y a realizat las reformas nece
sarias para prevenir la amenaza creciente de la revolución social.
A pesar de su tendencia hostil, este libro constituyó en Alemania —y ese es
su interés principal— la primera exposición general de las doctrinas socialistas y
comunistas francesas.
Así como su crítica del socialismo y de! comunismo era débil y torpe, así era
clara su exposición de esas doctrinas, de sus orígenes y del papel del proletariado,
de las luchas de clases y de las relaciones entre la sociedad y el Estado. Su libro
tuvo el mérito de poner en evidencia que el problema social era el problema fun
damental: de los tiempos modernos, que el objeto esencial del socialismo y del
comunismo era hallarle una solución conforme a los intereses de la clase obrera,
por medio de la limitación o la abolición de la propiedad privada, y que no se
trataba de teorías abstractas, sino de doctrinas surgidas del desarrollo del régimen
capitalista, que, por la explotación de la clase obrera, engendraba y agravaba la
lucha de ciases, conduciendo a ¡a revolución social.
AI tiempo que condenaba la lucha revolucionaria de! proletariado, Stein subra
yaba la insuficiencia de h acción política para resolver el problema social, y
aunque seguía siendo hegeliano, mostraba, con el ejemplo de la Revolución fran
cesa, que la forma y el carácter del Estado estaban determinados por el desarrollo
de la sociedad y que aquél no era una entidad superior a la sociedad e indepen
diente de ella.
Por su explicación histórica del desarrollo social y de las luchas de clase, su
libro venía a reforzar el movimiento comunista. Aunque dirigido contra el co
munismo, como el de Biuntschü. tuvo, como ese libro, un efecto contrario ál que
esperaba su autor, porque atrajo la atención del gran público sobre la importancia
del comunismo y contribuyó en gran medida con ello, a la difusión de esa
doctrina.
Esto explica su éxito en los medios progresistas, que se mostraron encantados
por el apoyo que significaba para su propaganda. 171 Hess, en particular, hizo un
1,19 Cf. ibid., pág. 26: "El pensador [para el socialismo] debe poder concebir una forma
de sociedad en la cual la propiedad pueda conservarse, sin que constituya un obstáculo ab
soluto para el pleno desarrollo de la personalidad."
Cf. ibid., pág. 132: "La organización del trabajo que querría establecer [el socialismo],
no debe sólo permitir la adquisición de la propiedad privada, sino también abrir el camino
a la realización del supremo destino terrestre del hombre.”
1T0 Cf. ibid., pág. 118; "No hay conciliación posible entre la idea de totalidad viviente,
que representa un verdadero Estado, y la de pura coexistencia, que implica el principio
de igualdad.”
I7l Cf. Bauer, Auge y decadencia d el radicalismo alemán del año 1S42, t. III, pág. 26:
vivo elogio del mismo, muy contento de verse así poderosamente secundado en la
tarea que se había asignado, de convertir al comunismo a los Jóvenes Hegeltanos
demócratas.172
Es interesante observar que .el libro de Stein respondía a una corriente social,
nacida de la extensión del pauperismo, que había dado ya origen a cierto número
de trabajos que trataban ese tema .178 La mejor apreciación del problema del pau
perismo fue la del libro de A. Th. Woeniger, que apareció en junio de 1843.17'1
En. dicho trabajo, escrito a instigación del presidente de la provincia de Brande-
burgo, que había preguntado a Woeniger qué medio era preciso emplear para
poner fin al desarrollo de la miseria, éste manifestaba que la miseria se desarrolla
al mismo tiempo que la civilización, y que es inherente a ¡a constitución de los
siembre de 1S42); La opinión inglesa sobre las crisis internas (o (le diciembre); La po
sición de ios partidos políticos (24 de diciembre); La situación de la clase obrera en
Inglaterra (25 de diciembre); Las leyes sobre el trigo (27 de diciembre).
105 Cf. M ega. I, t. II, pág. 351: Las crisis internas.
“¿Es posible, y aun verosímil, una revolución en Inglaterra? Tal es el interrogante del
cual depende el futuro de Inglaterra. Si usted se lo plantea a un inglés, éste le probará,
con toda suerte de herniosos argumentos, que no puede tratarse de una revolución.”
Cf. Mega, 1, t. TI, pág. 35Ó: "Cuando se ha estudiado en silencio, durante cierto tiem
po, de la situación en Inglaterra; cuando nos damos cuenta de la debilidad de la base so
bre la que descanta la prosperidad social y política de Inglaterra, y nos encontramos de
pronto trasportados al corazón mismo de la vida inglesa, nos asombra ver la seguridad y
la calma con que todos miran aquí el futuro.’’
198 Cf. ibid., pág. 352.
197 Cf ibid.. pág. 35S. Gaceta renana. 24 de diciembre de 1842: La posición de los
partidos políticos. "No existen más que tres partidos en Inglaterra: la aristocracia terrate
niente, la aristocracia del dinero y la democracia radical. El primero, el de los torys, es,
por sn naturaleza y su desarrollo histórico, un partido medieval, consecuente y reaccionario;
está constituido Doc la antigua nobleza que fraterniza con la Escuela histórica del Derecho
y que constituye el sostén de! Estado cristiano. E l segundo partido, el de los whigs, está
constituido por los comerciantes y los fabricantes, la mayoría de los cuales forma lo que
llamamos clase media. Esa clase, a la que pertenecen los "gentlemen", es decir, las per
sonas que tienen una renta honorable sin ser excesivamente ricos, a decir verdad sólo cons
tituye tina dase media en relación con los ricos aristócratas y los capitalistas; en su actitud
frente a los obreros es aristocrática [ . . . ] Por tal motivo el partido de los “whigs” se
ve llevado a adoptar la posición equívoca del "justo término medio”, no bien la clase
obrera comienza a adquirir conciencia de sí misma, cosa que sucede ahora. Los principios
radicales democráticos del cartismo penetran cada vez con mayor profundidad en la ciase
obrera, más de la mitad de la cual los adopta, porque responden a la conciencia que tiene
de sí misma. Este patricio se halla aún en vías de formación y no puede, por ello, afir
marse todavía con una energía total,”
Los whigs llegaron al poder en 1S32 por la ley electoral: Reform Bill. Engels
denunciaba su fraseología liberal seudohurnanitaria, con la que se daban un faiso
aire democrático, y decía que les senda para ocultar su política egoísta de clase,
que sólo miraba la defensa de sus intereses. Ello se manifestaba en particular en
su campaña demagógica en favor de la disminución de los derechos aduaneros del
trigo, que debía permitirles, gracias a la rebaja del costo de la vida, reducir los
salarios y eliminar la competencia extranjera por Ja rebaja del precio de costo.
Contrariamente a Jos whigs, lo que interesaba a Engels en la disminución de esos
derechos era, no los beneficios que pensaba obtener la burguesía, sino el desca
labro de la base económica y social de la aristocracia terrateniente, y las conse
cuencias revolucionarias que debían resultar de ello. Al mismo tiempo que debi
litaba el poderío de los landlords,108 la rebaja de precios, pensaba, arruinaría a los
agricultores por la disminución considerable de las rentas agrarias, y los trasfor
maría en una clase revolucionaria.1'00 Consideraba además, que ia esperanza de
la burguesía liberal, de eliminar, gracias a esa rebaja, la competencia extranjera,
resultaría vana, dado que las mercancías francesas y alemanas entraban ya en In
glaterra y amenazaban eliminar las mercancías inglesas del mercado mundial.200
Pasaba en seguida al examen de la situación de la clase obrera inglesa, y mos
traba que bajo el efecto de la agravación de las crisis y de la desocupación, dicha
situación empeoraría,201 lo que no podía dejar de provocar una sublevación ge-
Cf. ibid., pág. 352: Las crisis internas: "En Inglaterra, a] menos en los partidos que
actualmente se disputan el poder, los whigs y los torys, no se conocen luchas de principios,
sino sólo conflictos de intereses materiales.”
193 Cf. M ega, I, t. II, pág. 359.
i " Cf. ibid., págs. 363-364: Las leyes sobre el trigo.
"Uno de los principales resultados provocados en parte por la ley sobre el trigo, en
parte por la Liga para ia derogación de los derechos sobre éste, es el de haber liberado a
íos agricultores de la influencia morai que sobre ellos ejercía el propietario noble. Hasta
ahora no había nadie tan indiferente en materia política como el agricultor inglés [• • -1
Por efecto de ¡as leyes sobre el trigo y de las publicaciones de la Liga, se ha despertado
en é! el interés político. Ha visto que sus intereses, lejos de confundirse con los de los
landlords, son, por el contrario, diametralmente opuestos y que las leyes sobre el trigo
para nadie fueron tan desfavorables como pata él. Por ello se ha operado una gran tras-
ícrmación en los agricultores; la mayoría de ellos son ahora whings [ . . . ] La aristocra
cia creyó dar un golpe maestro con su ley sobre el trigo, pero los beneficios que obtuvo
no compensan, ni mucho menos, las desventajas que surgieron para ella de esas leyes, des
ventajas que consisten en que la aristocracia aparece en adelante, no como representante
de los intereses agrícolas, sino como representante de sus intereses particulares y egoístas.”
20(1 Cf. M ega, I, t. II, págs. 353-354: Las crisis internas.
"Ei mercado continental está perdido para Inglaterra. No le queda más que América y
rus propias colonias, y en estas últimas sólo se asegura contra la competencia extranjera por
medio de sus leyes sobre la navegación. Pero las colonias están lejos de ser lo bastante
grandes como para poder consumir todos los productos de la inmensa industria inglesa, y
en todas partes, por lo demás, es suplantada cada vez en mayor medida por la industria
alemana y francesa. Por ello Inglaterra no puede eludir la necesidad de restringir su in
dustria.”
201 Ibid., págs. 361-362: La situación de la clase obrera en Inglaterra.
"La situación de la clase trabajadora en Inglaterra se hace cada día más precaria. La
menor variación en el comercio empuja a millares de obreros a la desocupación, sus pe
queñas ecouomías pronto desaparecen y están amenazados por el hambre. Una crisis se
mejante volverá a producirse dentro de algunos años. El aumento de la producción, que
ahora procura trabajo a los pobres, al especular en el mercado chino, experimentará una
detención en su desarrollo, debido a la masa de mercancías que crea; y la consecuencia de
nersil del proletariado, que se trasformaría en una revolución social.202 Lo único
que lo frenaba aún en el camino revolucionario era el curioso respeto que los in
gleses tienen por la ley; el aumento de la miseria triunfaría, sin embargo, sobre
ese respeto y engendraría una revolución, a menos de que el Estado interviniera
a tiempo, para dar una solución equitativa al problema social.20*
El estudio de la situación económica, política y social de Inglaterra, hecho
desde el punto de vista de la lucha de clase del proeltariado y en la perspectiva
de una próxima revolución social, determinó en Engels un rápido desarrollo in
telectual y político. Al mismo tiempo que ío llevaba a precisar y profundizar sus
concepciones políticas y sociales, en particular la del comunismo, que ya consi
deraba, no como Hess bajo k forma de un humanismo basado en postulados mo
rales, sino como la realización de los intereses de clase del proletariado, lo orien
taba, por una superación del idealismo, hacia el materialismo histórico.
Como en Marx, ese paso del idealismo al materialismo histórico se realizaría ea
forma progresiva, a través de la confrontación de su concepción del inundo, aún
idealista, con los hechos. Aunque ya se ciaba cuenta claramente de que la lucha poli-
cica en Inglaterra estaba determinada por ia oposición de ios intereses de clase y que
el desarrollo económico desempeñaba un papel muy importante en el movimien
to político y social, no se desprendía aún enteramente de ia ideología joven he-
geliana; seguía persuadido que la realidad material no era el demento determi
nante del movimiento histórico y de que éste estaba, en fin de cuentas, dirigido
por las ideas.204
esa detención será, una vez más, la miseria general para los obrero;;. Resalta de ello que
Inglaterra carga finalmente sobre sus espaldas, por su industria, no sólo a una clase nu
merosa de personas privadas de toda propiedad, sino también a una importante cantidad
de desocupados, de los que no puede desprenderse. Esas personas deben arreglárselas para
vivir, dado que el Estado las abandona y rechaza. ¿Quién puede reprocharles que recurran
al pillaje y a la fuerza, y quién puede reprochar a las mujeres que se dediquen al robo 7
a la prostitución? El Estado no se preocupa por súber si el hambre es dulce o amargo de
soportar, encierra en cárceles a los miserables o los deporta a sus penitenciarías, y cuanda
los libera puede estar orgulloso de haber convertido los desocupados en vagabundos."
202 Cf. ibid., pág. 354: Las crisis internas.
"Al mismo tiempo que enriquece un país, la industria crea una dase de desposeídos,
de gente absolutamente pobre que vive al día. que aumenta con gran rapidez; una clase
que no puede suprimirse luego porque no puede tener acceso a U propiedad estable. Una
tercera parte, cerca de la mitad de los ingleses, pertenece a esa clase. La menor deten
ción en el comercio priva a uno. gran parte de esa dase de sus medios de subsistencia, una
grave crisis comercial la reduce a la desocupación. ¿Qué puede hacer la gente, sino rebe
larse cuando se producen semejantes circunstancias? Por su masa esta clase se ha conver
tido en la más poderosa de Inglaterra y, ¡ay de los ricos ingleses si llega a adquirir con
ciencia de su fuerza!"
203 Cf. ibid ., pág. 355: "Lo que frena aún esta revolución es el curioso respeta que
tienen los ingleses por la ley, pero dada la situación de Inglaterra, tal como acaba de ser
descrita, inevitablemente se producirá una desocupación general dentro de poco tiempo y
el miedo al hambre será entonces más fuerte que el miedo a la ley. Esta revolución es
ineludible en Inglaterra, pero como sucede siempre en ese país, serán los intereses y no
los principios los que harán estallar esa revolución y la dirigirán, y sólo de los intereses
podrán Surgir los principios, lo que significa que esa revolución no será política, sino
social."
204 Cf. M ega, I, t. II, pág. 351: Las crisis internas.
"Para los alemanes eso está perfectamente claro, pero no es pasible hacerles entender
a los obstinados ingleses que lo que llamamos los intereses materiales no pueden ¡amás
Sin embargo, la superación de la ideología joven hegeiiana y su orientado!?
hacia la concepción materialista de la historia, se acentuarían a medida que parti
cipaba más activamente en la vida inglesa y en las luchas de la clase obrera.
Como lo había hecho en Bremen, no se dejaba absorber por su tarea profe
sional y no permanecía confinado en su escritorio, sino que, por el contrario,
participaba cada vez más activamente en el movimiento intelectual, político y
social inglés.
Leía con mucho interés la prensa, que, al no estar amordazada pot la censura
como en Alemania, trataba con suma libertad las cuestiones políticas y sociales.
Al mismo tiempo estudiaba la literatura inglesa, y apreciaba sobre todo a los es
critores que criticaban las ideas consagradas y las instituciones, como Shelley,
enemigo del cristianismo y de la monarquía, y Carlyie, que denunciaba los ma
les de la sociedad burguesa.
Se interesaba más aún pac las causas y los efectos de la gran revolución in
dustrial que había rrasformado tan profundamente a la sociedad inglesa, y en par
ticular por las crisis económicas y sus consecuencias sociales, cosa que lo llevó a
emprender el estudio de los grandes economistas ingleses.
Lo que más lo apasionaba, convencido de que Inglaterra se encontraba en vís
peras de una gran revolución social, era la lucha del proletariado inglés, que
reivindicaba sus derechos con creciente vigor. Cuando se piensa con cuánta vehe
mencia había denunciado ya, en las Curtas d e l valle d el W upper, Sa explotación
de los obreros por la patronal de Barreen y de Elberfeld, es fácil imaginar cuánto
mayor sería su reacción ante k miseria, más espantosa aún, del proletariado in
glés, ahora que lo movían, no sólo sentimientos humanitarios, sino una profunda
convicción comunista, y con cuánto ardor participaría en la lucha de ese prole
tariado, portador de la esperanza de la revolución liberadora.
Lo que lo acercó más aún al proletariado inglés fue que en ese entonces co
noció a Mary Burns, que iba a convertirse en su compañera.
Esta joven obrera irlandesa, que conocía por experiencia todo ei peso y e! horror
de la explotación capitalista, encarnaba a sus ojos a la dase obrera, por su recti
tud, su espíritu revolucionario y su consagración a la causa de! proletariado. Vi
sitaba con ella los barrios pobres de Manchester, que pronto conoció mejor que
la mayoría de los habitantes de la ciudad y de los que daría una descripción con
movedora en su libro La situación d e la clase obrera en Inglaterra, dándose cuen
ta así, por sí mismo, de las miserables condiciones de vida del proletariado inglés.
Al mismo tiempo participaba en la actividad política de éste, frecuentando en
particular las reuniones que se realizaban en un salón muy grande, el "Hall",
donde varios millares de obreros se reunían todos los domingos para escuchar
los discursos de oradores socialistas. Escuchaba a menudo al principal de ellos.
Watts, cuyos folletos sobre la existencia de Dios y sobre economía política leía
con mucho interés.
Su fe en la misión histórica del proletariado y en la revolución social se había
reforzado por la lectura de obras socialistas y comunistas, en especial los escri-
eme en Inglaterra, desde hace trescientos años, los científicos permanecen sordos y ciegos
frente al testimonio de los tiempos."
315 Cf. F. Engels, C ontribución a la historia d e la Liga d e los Comunistas (7.ur G es-
cbichte des Blindes d er K om m un ú ten), ed. cit., págs. 672-673.
ardor combativo de Marx, por el contrario, se había acrecentado. En efecto, a la.
afirmación de Ruge, de que nada podía esperarse de una Alemania corrompida
por la reacción,210 * respondía que precisamente la agravación de la misma abría
nuevas perspectivas revolucionarias.217 * Esta divergencia profunda explica su di
ferente concepción del carácter que debían tener los Altales franco-alem anes y
del papel que debían desempeñar. En tanto que Ruge se hubiera contentado sin
duda con modificar los Anales alem anes, dándoles un tono más radical y conser
vándoles, al mismo tiempo, un carácter semifilosófico, Marx quería trasformarlos
por completo y hacer de ellos, como lo había hecho con la Gaceta renana, un ins
trumento de lucha política y social por la democracia.
En mayo los trabajos preparatorios estaban ya muy avanzados y Marx fue a
Dresden, con Froebel, para disponer con Ruge la organización definitiva de la
revista. Pero en esa época la orientación revolucionaria y comunizante impresa
por Froebel al R epublicano suizo daba motivo a persecuciones contra él, lo que
tuvo por efecto retardar la publicación de los Anales franco -alem anes 218 Publi
caba entonces en el diario artículos de tendencia cada vez más radical, como el
M anifiesto de Bakunin, publicado el Í3 y 16 de junio de 1843, que definía la
democracia como la alianza del comunismo y el ateísmo. El objetivo de la lucha,
podía leerse en él, es la realización de la democracia total, que se orienta a tras
formar, no sólo las relaciones políticas, sino también las relaciones sociales; se
presenta bajo la forma de una religión de la libertad, hecha de la unión del comu
nismo y de k filosofía nueva, y se propone como fin la emancipación definitiva
y total de la humanidad.210
El representante del partido conservador, Bluntschli, que acaba de hacer ex
pulsar a Herwegh de Zurich, aprovechó la tendencia revolucionaria del R epubli
cano suizo para atacar a Froebel y al C om ptoir littéraire. Ese ataque siguió casi
inmediatamente a la confiscación, realizada el 8 de mayo a instigación suya, del
libro de W eitling El eva n gelio d e los p ob res pecadores, publicado por una su
cursal del C om ptoir littéraire, y a la de la obra de B. Bauer El cristianism o re
velado, publicada por el C om ptoir littéraire el 18 de julio. Ese mismo día, Froe
bel, cediendo a la presión de la burguesía radical, que desaprobaba la orientación
dada ai R epublicano suizo, se retiraba del diario. AI misino tiempo, era perse-
210 Cf. Mega, I, t. I1, págs. 558 560. Carta de Ruge a Marx, marzo de 1843.
2lr Cf, ib ii.. págs. 561-568. Carta de Marx a Ruge, mayo de 1843.
213 Cf. Bínntschli, Los com unistas d e Suiza, Zurich, 1843, pdg. 79- Carta de A. Becker
a W eitling: "El republicano d e Zurich todavía no puede, por lo que veo, vestirse de blusa,
por consideración al partido radica!, y debe deambular aún, gravemente vestido de toga.
Pero Froebel es una magnífica persona.”
219 Cf. W . Matr. La- Joven Alemania en Suiza, págs. 49 y 50. Cita del M anifiesto de
Bakunin.
"La tendencia democrática de nuestra época no puede ser frenada. Todo espíritu fuerte,
toda alma generosa, tocio el instinto dei pueblo, se vuelve hacia ella [ . . . ] Esta demo
cracia nueva no se afirma como un sistema político, siuo como una tendencia de la vida
social, como una fuerza del espíritu y del alma, que se apodera del hornbte por entero,
tomo religión de la libertad [ . . . ]
''Si un día el pueblo pisoteado y oprimido llegara a descubrir su inmensa superioridad
en número y se rebelara, desde el irlandés despojado de todo y hambriento en el oeste,
hasta el siervo ruso golpeado con el knut en el este, y si un día tuviera lugar un drama
del que la guerra de los campesinos no hubiera sido más que el preludio, ¿nuestra Suiza
quedaría al margen del mismo?”
Cf. Naf, Le Com ptoir littéraire, pág. 34.
guido por la justicia por atentado a la religión, y debía ser condenado a dos me
ses de cárcel y a una multa .220 21
La publicación de los A ndes ftm co-d e-m a n es sufrió el contragolpe de esos
ataques; prevista para el otoño de 1843, tuvo que postergarse hasta la primavera
de 1844.
Luego de un corto viaje a Holanda, a casa de unos parientes de su madre, a
quienes había ido a ver inmediatamente después de salir de la Gaceta remmay531
Marx pasó un tiempo en Tréveris para arreglar con su madre el asunto de la
herencia de su padre,223 y después se radicó momentáneamente en Kreuznach,
donde vivía fentiy von Westphaien con su madre.
Como su situación le parecía, al menos por el momento, asegurada por la pu
blicación de los Anales franco-dernanes, el 12 de jimio de 1843 se casó en Kreuz
nach, donde, después de haber rechazado un cargo que en forma oficiosa ie
ofrecía el Estado prusiano, se quedó hasta fines de octubre, fecha en que partió
para París.233
Eu esa época se aparcó definitivamente del liberalismo, pero sin orientarse aún,
como Engels, hacía el comunismo.
Anees de emprender un nuevo camino procedería a un examen crítico de sus
concepciones, como lo había hecho en carta a su padre, cuando pasó del roman
ticismo a! hegelianismo, y en su tesis de doctorado, cuando pasó de la crítica fi
losófica a la acción política.
En su deseo de que sus concepciones fueran más claras, emprendería, primero,
una crítica de la filosofía de Hegel, en particular de su Filosofía del Derecho,
que hasta entonces había dominado su pensamiento y dirigido su acción.
El motivo inmediato de su crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel era
la necesidad de resolver el problema de la naturaleza del Estado y de la sociedad,
y de sus relaciones, que entonces se le planteaba imperiosamente.
La constante acentuación de la política reaccionaria del gobierno prusiano, que
había terminado en la supresión de la prensa libre, era prueba suficiente, para él,
220 Cf. Froebel, El c rim e n d e le sa r e lig ió n se g ú n las leyes d e l can tó n d e Z n ric h , Zurich
y W interthur, 1844.
Cf. W . Marr, L a J o v e n A le m a n ia en S u iz a , pág. 49-
"Froebel había dirigido durante cuatro meses E l re p u b lic a n o su izo . Los jefes radicales se
convirtieron en sus más encarnizados enemigos porque había revelado toda la inutilidad de
su táctica. Formalmente los había denunciado, y los radicales no tenían otro camino que
arrojarse en los brazos de la democracia o unirse a los conservadores. En realidad, fue
esto último lo que sucedió. Desmintieron oficialmente a un órgano que se había vuelto
demasiado extremista para ellos, y rara vez se ha visto un ejemplo tan llamativo del ca
rácter ridículo del liberalismo político, netamente formal, como eJ que entonces dio Suiza.”
Después de la partida de Froebel, E l r e p u b lic a n o su izo se convirtió en un órgano liberal
moderado.
221 Cf. M e g a , 1, t. I1, pág. 557. Carta de Marx a Ruge, marzo de 1843. Cf. Archivos
de Estado prusianos, Berlín, R. 77, II, Lit. R. núm. 33, pág. 272. Informe del director de
policía Heister a von Gerlach, 22 de noviembre de 1843.
222 /ifega, I, t. I2, pág. 294. Carta de Marx a Ruge, 25 de enero de 1843: "He roto
con mi familia, y mientras viva mi pobre madre no podré disponer de mi fortuna.”
223 Cf. ib i d ., págs. 310-312. Contrato de matrimonio.
Poco después de su casamiento, en junio, recibió, por intermedio de un amigo de su
padre, el consejero Esser, un ofrecimiento del gobierno prusiano para entrar al servicio del
Estado, ofrecimiento que rechazó en el acto.
Cf. Archivos de la historia del socialismo y del movimiento obrero. T. X , pág. 64.
de que el Estado, en general, y en particular el Estado prusiano, no tenían el
carácter racional que les daba Hegel, como encarnación de la Razón y de la Mo
ralidad. Por otra parte, se daba cuenta cada vez más, por el estudio de los pro
blemas económicos y sociales, tales como el robo de leña y la situación de los
viñateros de Mosela, que, junto a las ideas, que todavía juzgaba determinantes, las
relaciones económicas y sociales desempeñaban un papel muy importante en el
desarrollo histórico; que el problema esencial no era de orden político sino so
cial; que no podía resolverse, como él había tratado de hacerlo, en el plano jurí
dico y político, pues su solución implicaba una trasformación profunda de la
sociedad; y que, en fin, el Estado, lejos de ser un factor determinante en la for
mación y el desarrollo de la sociedad, por el contrario, estaba determinado por
ésta en sus rasgos esenciales.22'1
De ello resultaba que la acción que era preciso emprender debía tender, no
tanto a la trasformación del Esrado por medio de reformas políticas, como a la
de la sociedad, cosa que por lo demás ya había subrayado E. Heine, y con él todos
los socialistas, en particular Hess, quien demostró en sus artículos la incapacidad
del liberalismo para resolver, mediante reformas políticas, el problema fundamen
tal, que era el social.
Esta nueva concepción de las relaciones entre ei Estado y la sociedad se hallaba
reforzada en él por los estudios históricos que entonces realizaba. El alcance de
esos estudios, que se referían a las grandes naciones modernas y a los que se
dedicó especialmente en julio y agosto, en seguida de su casamiento, fue consi
derable. Unía a esos estudios, que se referían sobre todo a la historia de Francia,
de Alemania y de Estados Unidos, el de los grandes teóricos del Estado: Maquia-
velo, Montesquieu, Rousseau, uniendo así, como lo haría en adelante, los análisis
históricos a las consideraciones teóricas.221'
Como su tendencia democrática y revolucionaria lo apartaba del liberalismo, se
orientó progresivamente hacia el comunismo, defendiendo cada vez con mayor
C f. M ega, I,t. I 1, p á g . 5 7 3 .
23Z C f. Alega, I , t. I2, p á g . 3 0 5 . R u g e le e n v ió la s Anécdota e i 2 6 d e feb rero d e 1 8 4 3 .
228 C f. ibid., p á g . 3 0 S . C a r ta d e M a r x a R u g e , 1 3 d e m a rro d e 1 8 4 3 . C f. ibid., p á g .
3 0 9 - C o n te sta c ió n d e R u g e a M a r x , 1 9 d e m a rz o de 1 8 4 3 : "E stoy d e acu erd o co n u ste d
so b re la o r ie n ta c ió n u n ila t e r a l d e F e u e rb a c h h a c ia la n a tu ra le z a . Hay, sin e m b a rg o , u n
g ra n se n tid o p o lític o , p e ro p ie n s a q u e en A le m a n ia sólo se p u e d e a c tu a r p o r m e d io d e
la c r ític a d e la te o lo g ía . Es v e rd a d q u e n o p o d em o s d e sc u id a r la r e lig ió n , p e ro e x is te y a
u n c lim a p o lític o m u y r e a l, q u e só lo p id e s e r ilu m in a d o y a tiz a d o .”
en lugar de reducir, como Hegel, a una actividad esencialmente espiritual, con
sideraba en su forma concreta, y, a decir verdad, más política y social que eco
nómica, conservaba, sin embargo, su crítica de la filosofía idealista, en particular
la hegeliana, y señalaba que, por una inversión de las relaciones entre el sujeto y
el atributo, la misma hacía de la Idea el elemento creador del. mundo; conservaba,
igualmente, su concepción de la sociedad moderna, caracterizada por la alienación
de las cualidades esenciales del hombre, cuyas causas y efectos en el dominio
religioso había analizado.
Bajo la influencia de Hess, quien al adaptar la doctrina feuerbachiana de la
alienación a sus concepciones comunistas, había extendido la aplicación de esa
doctrina al análisis de la organización política y social, mostrando que los hombres
se habían convertido en individuos aislados y egoístas por la alienación de sus
cualidades genéricas en el poder político, en el Estado, Marx advirtió que la
alienación no tenía únicamente un carácter religioso, que se manifestaba también,
y sobre todo, en el dominio político y social, y que para aboliría era necesaria la
crítica, no sólo de la religión, sino también de la sociedad y del Estado.
Como todas las trasformaciones anteriores de su pensamiento, esta nueva orien
tación de sus ideas, esencialmente motivada por su voluntad de participar en
forma más activa en la liberación del pueblo, no se realizó en él en el plano de la
especulación abstracta. Sin embargo, como vivía en una pequeña ciudad que
había permanecido al margen de la vida moderna, y como no participaba todavía
directamente en la lucha de clase del proletariado, esa orientación conservaría aún
una forma semilífosófica, y se efectuaría a través de la crítica de la Filosofía del
Derecho de Hegel, de la que hasta el momento había extraído lo esencial de sus
concepciones.
, Dicha crítica era muy diferente de la que se había propuesto hacer, un año
antes, en los Anales alemanes,
Entonces colaboraba todavía con B. Bauer, y quería, como lo hacían los Jó
venes Hegelianos, destacar la contradicción entre la concepción dialéctica revo
lucionaria de la historia en Hegel y su sistema político reaccionario, que hallaba
su expresión en la apología de una monarquía seudoconstitucionai, clave de ese
sistema.229
En una nueva etapa de su desarrollo intelectual y político, emprendió la crítica
de la Filosofía del Derecho de Hegel desde un punto de vista enteramente dife
rente, proponiéndose entonces liberarse de esa filosofía para dar una base doc
trinaria sólida a las nuevas concepciones que se elaboraban en él.
En esa obra, que empezó en marzo de 1843 y en la que trabajó hasta agosto,
permanece apegado de manera estrecha al texto de Hegel, del que critica suce-
z a r C f. Mega, I , t. I 1, p á g s . 4 0 6 - 4 0 7 4 0 8 .
2,1 a Qf Hegel, Fiiosofia ¿ e l D erecho, <¡ 2 6 8 : " L a ese n c ia d e l E stado d e b e se r d e d u c id a
d e la I d ea d e ! E stad o ."
§ 2 6 9 , ib'id., p á g s . 4 1 2 - 4 1 3 : "E l o rg a n is m o d d E stado es e i d e s a rro llo d e la Id ea h a c ia
su s d ife re n c ia c io n e s y su r e a lid a d o b je tiv a . Estos d ife re n te s asp ecto s d e la ¡d e a so n , a s í, los
d ife re n te s p o d eres co n su s a trib u c io n e s y su s d ife re n te s fo rm as d e a cció n , q u e p e rm ite n al
E sp íritu u n iv e rs a l m a n ife s ta rs e sin cesar. E se o rg a n is m o d e l E stado es su c o n stitu c ió n
p o lític a ."
pasar de la idea general de organismo a la idea particular de organismo de Estado
o de Constitución política, y siempre lo será." 2ZV
Ampliando esta crítica a una crítica general de la filosofía hegeliana, Marx
demuestra que constituye una construcción especulativa lograda por medio de
la inversión de las relaciones entre el sujeto y el atributo, lo que permite a Hegel
atribuir un papel creador, determinante, a los conceptos, a las categorías lógicas,
subordinando a ellos la realidad concreta, objetiva. Al perder su carácter propio,
ésta sólo tiene valor en la medida en que es la expresión de esos conceptos.
"Trasforraó el sujeto de la Idea en producto, en atributo de ésta. No determina
el pensamiento según el objeto, sino, por el contrario, el objeto según un concepto
fijado de antemano, que se sitúa en la esfera abstracta de la Lógica. No se trata
para él de exponer la idea concreta de Constitución política, sino de ligar ésta
a k Idea abstracta, de hacer de ella un eslabón del desarrollo de la Idea en sí, lo
que constituye, evidentemente, una mistificación. Por otra parte, los diferentes
poderes están determinados 'por la naturaleza del concepto' y son creados así,
necesariamente, por la Idea abstracta. Su carácter deriva, no de su propia natu
raleza, sino de un elemento que les es extraño, y su necesidad no está demoscrada
por el análisis de lo que constituye su esencia. Su destino se halla fijado de
antemano por la 'naturaleza del concepto', preestablecida en los registros sagrados
de la Lógica [ ... ] El aima del objeto —en este caso el Estado— está deter
minada aún antes de que exista su cuerpo, su realidad material, que, a decir
verdad, no es más que apariencia. Lo esencial en las instituciones del Estado
no consiste en ser determinaciones de éste, sino en poder ser consideradas, en
su forma más abstracta, como determinaciones lógicas y metafísicas. Lo que cons
tituye el verdadero centro de interés no es la Filosofía del Derecho, sino la Ló
gica. El objeto de la filosofía no es encarnar el pensamiento en determinaciones
políticas, sino trasformar las instituciones polícicas en conceptos; para ella lo
esencial no es el contenido lógico de las cosas sino la Lógica en sí. La Lógica
no sirve para señalar el carácter real del Estado; por el contrario, el Estado sirve
pata probar la realidad de la Lógica.’’ 2111
La Filosofía del Derecho adquiere así el carácter de una Lógica, debido a que
reduce la realidad jurídica y política a conceptos y diferentes aspectos y grados
del derecho, a diferenciaciones de la Idea, y de ello resulta que presenta, como
por lo demás el conjunto de la filosofía de Hegel, un carácter a la vez esotérico
y exotérico. Lo que interesa .a Hegel es el carácter profundo de esa filosofía, su
contenido esotérico, el desarrollo de los conceptos de la Lógica. La realidad obje
tiva, que constituye el aspecto exotérico de esta filosofía, no le interesa sino
como expresión del concepto, y la reduce a una realidad no esencial, fenomenal.
Pero como el concepto no tiene en realidad más contenido que ella, es en este
plano, en el plano e x o té r ic o y no en el del concepto, donde se realiza el verdadero
desarrollo de la historia y del derecho.®41280
23,2 Cf. ibid., pág. 440: "La comparación [de la realización concreta de la Voluntad] con
la actividad teológica de la Voluntad considerada en sí, se manifiesta en definitiva como
una mistificación, como una actividad abstracta, vacía de todo contenido, de la Idea."
243 Cf. ibid., pág. 412: "Lo que importa es reconocer la Idea absoluta, la Idea lógica
en cada elemento del Estado o de la naturaleza; por eso los verdaderos sujetos [ . . . ]
reducidos a no ser sino nombres dados a ía Idea, no se conocen más que en apariencia*
Son y permanecen inexplicables, porque no están comprendidos en su naturaleza específica/'
244 Cf. ibid., pág. 458: "Hegel da un cuerpo político a su Lógica, no da Ja Lógica del
cuerpo político."
24íí Cf. M ega, h t. I1, pág. 420.
"La Constitución es, pues, racional en la medida en que sus elementos puedan ser re
ducidos a elementos lógicos abstractos. El Estado debe determinar su actividad, no según
su naturaleza específica, sino conforme a la del concepto [ . . . ] Lo que constituye la esen
cia racional de la Constitución es, entonces, la Lógica abstracta y no el concepto de Estado.
So lugar de tener el Concepto de Constitución tenemos la Constitución del Concepto."
Cf. ibid., págs. 426-427, 428-429.
"Si Hegel [rubiera partido de íos hechos verdaderos que constituyen la base del Estado,
no habría tenido necesidad de hacer de éste, en forma metafísica, un sujeto [ . . . ] l a
subjetividad es cualidad propia del sujeto, la personalidad es cualidad propia de la persona.
En lugar de considerarlos atributos de sus sujetos, Hegel ha hecho de ellos elementos in
dependientes, que en seguida convierte, en forma mística, en sujetos,
"La existencia de los atributos constituye el sujeto; así, el sujeto es la existencia de la
subjetividad. Hegel personifica los atributos, los sujetos, pero lo hace separándolos de sus
sujetos, que son solamente ios que les confieren su verdadera autonomía. El verdadero
sujeto aparece luego como un resultado, como un atributo, en tanto que es necesario, en
realidad, partir del sujeto y considerarlo en su objetivación. La sustancia mística se con-
Marx subraya el carácter arbitrario de la construcción ■especulativa mediante
Ja cual Hegel confería al monarca un poder absoluto,217 y muestra cómo, después
de haber hecho de la soberanía una entidad, otorgando una realidad indepen
diente a un atributo del Estado y separándolo de éste, trasforma ese atributo en
sujeto, haciendo del monarca la encarnación de la soberanía que encuentra en él
su forma subjetiva.
Para conferir al monarca, cuyo poder es hereditario,248 un poder prácticamente
absoluto, le atribuye no sólo el poder ejecutivo, sino también el legislativo, que
subordina al poder ejecutivo, lo mismo que el derecho de otorgar una Constitu
ción y de modificarla.249
Al condenar esta concepción monárquica, que, excluyendo al pueblo del Es
tado, da al poder del monarca un carácter arbitrario y absoluto,250 Marx rechaza
la subordinación del poder legislativo al poder ejecutivo, que quita todo freno
a éste.
Ampliando el debate, expone que para llegar a una justa concepción de la
Constitución y de los poderes constitucionales, no hay que reducir, como lo hace
Hegel, el Estado a la Constitución, que no es sino su forma exterior, sino con
siderar a ésta en su relación con el conjunto de la organización política y social.
Las constituciones, en efecto, no son creaciones espontáneas, independientes
del desarrollo histórico; son producto de revoluciones y tienen, según sean obra
vierte en Hegel, en el verdadero sujeto, mientras que éste aparece como algo diferente
a sí mismo, como un momento de esa sustancia [ . . . ] Así es como la soberanía, la esen
cia del Estado, es considerada, en primer lugar, como un elemento independiente y obje
tivo, Ese elemento objetivado debe luego convertirse naturalmente en sujeto, pero éste
apatece como la encarnación de la soberanía, mientras que ésta no es, en realidad, otra
cosa que la objetivación del espíritu de los sujetos del Estado.
"Hegel trasfotma todos los atributos c!el monarca constitucional, tal como existe en
Europa, en determinaciones absolutas de la Voluntad. No dice: la voluntad del monarca
constituye la decisión suprema, sino la decisión suprema de la Voluntad, se encarna en e!
monarca [■■■! Confunde ambos sujetos: la soberanía, como subjetividad conciente de sí
misma, y la soberanía como autodeterminación arbitraria de la voluntad baio la forma de
voluntad individual, para encarnar, en forma especulativa, la 'Idea' en un 'Individuo'."
Z' ' Cf. M ega, í, t. I1, págs. 439-440.
2 -a Ridiculizando el poder hereditario, que en Hegel es propio, r.O sólo de la monarquía,
sino también de la condición de par y del mayorazgo, Marx demuestra que Hegel atribuye
con ello a un individuo lo que pertenece a la especie, a la colectividad, y termina en la
apología de la animalidad. Cf. ibid,, págs. 526-327: "En ia cima del Estado político es
siempre el nacimiento lo que hace de ciertos individuos la encarnación de las más altas
tareas del Estado, Las actividades supremas del Estado se encarnan, por el hecho del caco
miento, en un individuo, así como el carácter y el modo de vida son innatos en el anima!.
El Estado adquiere así, en sus más altas funciones, un carácter animal [ . . . ] Con ese
sistema la naturaleza hace reyes y pares como hace ojos y narices [ .. . ] Las más altas
dignidades sociales se encarnan, en ese sistema, en cuerpos particulares, predestinados por
nacimiento."
545 Cf ibid., págs. 464-465.
259 Cf. ibid., págs. 429-430: "El monarca representa en el Estado la voluntad indivi
dual, absoluta y arbitraria [ . . . ] La 'Razón del Estado’, la 'Conciencia del Estado’, se
encarnan en una sola persona, con exclusión de todas las demás; esa razón personificada no
tiene otro contenido que la voluntad arbitraria del Yo, que '£! Estado soy Yo’-"
Cf. ibid., pág. 563, Carta de Marx a Ruge, mayo de 1843.
"El principio general de ía monarquía es el hombre despreciado, despreciable y envilecido,”
del poder ejecutivo o del legislativo, un carácter reaccionario o democrático.251
Como Hegel veía en el Estado la realización de la Razón, y por lo mismo de la
Libertad, no podía atribuir a la monarquía un poder completamente arbitrario
v absoluto, que sería contrario al carácter racional del Estado, y quería limitar
su poder dándole la forma seudoconstitucional que entonces tenía en Prusia. Ello
respondía, por otra parte, a su deseo de hacer algunas concesiones a la burguesía,
cuya importancia y creciente papel en el dominio económico y social él veía.
Pensaba poder realizar ese compromiso entre un sistema absolutista y feudal
y el régimen parlamentario mediante la participación de la burocracia y de los
"Estados” (tomados en su sentido prerrevolucionario) en el gobierno. Como
cada uno representaba a su manera el interés general, la burocracia y los "Esta
dos” debían impedir el ejercicio de un poder arbitrario y absoluto, y constituir
el vínculo entre la monarquía y el pueblo.
Marx denunció esa concepción seudolíberal de gobierno, que sólo servía para
ocultar el carácter reaccionario de la monarquía prusiana, y criticó primero la
burocracia, a la cual reprochó, como lo había hecho en su artículo sobre los
viñateros de Mosela,252 el constituir una casta especial de funcionarios, opuesta al
conjunto de la población, una corporación privilegiada, preocupada sobre todo
de defender sus intereses particulares y que de ninguna manera representaba el
interés general.2K3
Marx se dedica más extensamente a la crítica del carácter y del papel que
Hegel adjudica a los "Estados” en el gobierno. Subraya primero la diferencia
entre los "Estados” tal como existían en la Edad Media y los “Estados” bajo su
forma moderna, tal como aún subsistían en Prusia. En la Edad Media, cuando
no había separación entre la vida pública y los asuntos privados, y cuando éstos,
251 Cf, Maga, I, t. P , págs. 467-468: "El poder legislativo hizo la Revolución Francesa;
él fue quien, cuando se manifestó, con su carácter particular, como elemento dominante,
hizo ias grandes revoluciones de carácter general y orgánico; no combatió la Constitución,
sino sólo una forma particular, caduca, de Constitución, porque era el representante del
pueblo, de la voluntad colectiva. 51 poder gubernamental, por el contrario, realizó las
pequeñas revoluciones, las revoluciones retrógradas; no actuó en forma revolucionaria, <■
favor de una nueva Constitución contra la antigua, sino que tomó posición contra toda
Constitución, precisamente porque, como poder gubernamental, era el representante de la
voluntad particular, subjetiva y arbitraria.”
232 cf. ib-id., págs. 368-370.
2*™ Cf. ibid.. pág. 455.
*’La burocracia es el formalismo de Estado en la sociedad burguesa. Representa, como
corporación, la conciencia del Estado, la voluntad del Estado, el poder del Estado . . . ”
Pág. 456: “El espíritu que anima a la burocracia es el espíritu formal de Estado. Con
vierte a éste en un imperativo categórico, y se cree así el fin último del Estado. Como de
ese objetivo formal hace su contenido, está siempre en conflicto con los objetivos reales
( .. . ] La burocracia constituye el Estado imaginario, el esplritualismo del Estado. Por
tal razón, cada objeto tiene un doble significado: uno real y uno burocrático. Trata la cosa
rea] según su esencia burocrática, espiritual, l a burocracia detenta la esencia del Estado,
Jn esencia espiritual de la sociedad, y la considera como su propiedad privada.”
Pág. 457: "Por ello la autoridad constituye su principio, y la deificación de la autoridad
el fundamento de sus convicciones. Pero el esplritualismo se tras forma en ella en bajo
materialismo, en materialismo de k obediencia pasiva, de la creencia en la autoridad, de
ía actividad maquinal y formal [ . . , ] Por lo que se refiere a los burócratas tomados ais
ladamente, la defensa de los intereses del Estado se rrasforma en ellos en defensa de los
intereses personales, en una caza de altos cargos, en un deseo de hacer carrera.”
debido a ello, tenían un Carácter político, los "Estados" que agrupaban a los hom
bres por categorías sociales tenían un carácter político y eran, en cierta manera,
la síntesis de la sociedad y del Estado, debido a que defendían, al mismo tiempo
que sus intereses particulares, el interés general. Por lo demás, sólo constituían
esa síntesis en el marco y en el plano de un régimen que, siendo la negación de
la libertad, no conocía una vida colectiva real y era, en realidad, la expresión
social de la animalidad.264
Al suprimir el papel político de los "Estados1 dándoles un carácter netamente
social, la Revolución Francesa completó la separación que ya había comenzado
a realizarse entre la vida social y la vida política.255
Ello determinó una organización política y social nueva. La sociedad moderna,
la sociedad burguesa, en la cual la vida privada se halla separada de la vida
pública, de la vida política concentrada en el Estado, se caracteriza por la bús
queda del interés particular.258
En la sociedad moderna, en la cual la industria y el comercio se han liberado
de la tutela del Estado, los "Estados” han adquirido un carácter nuevo, profun
damente diferente del que tenían en la Edad Media. Forman corporaciones de
intereses privados en las que se expresa la voluntad de la burguesía de participar
en la legislación, pero sólo teniendo en cuenta la defensa de sus intereses par
ticulares.25T
mismo de esleta de intereses particulares implica que no puede tener importancia ni ac
tividad políticas. Su carencia de todo carácter político demuestra que, por principio, no
debe tenerlo. Por constituir la esfera de los intereses privados, no puede tener como ob
jetivo, en su actividad esencial, el interés general [ . . . ] La sociedad burguesa no cons
tituye un 'Estado' político."
~r>'i Cf. ibid., pág. 500. "Al mismo sujeto [los 'Estados’] se le da aquí diferentes acep
ciones; no obtiene de sí mismo su significación y su importancia; éstas le son atribuidas
arbitrariamente [ . . . ] Es una forma mística, desprovista de todo espíritu crítica, de in
terpretar una antigua concepción d<¡ mundo con el sentido de una nueva concepción, lo
cine hace de ella algo heteróclito, en que la forma es la negación del contenido y el con
tenido la negación de la forma."
-<i:1 Cf. Mega, 1, t. I1, pág. 502: "Hegel concibe la conclusión resultante de las pre
misas como algo compuesto. Puede decirse que en el desarrollo lógico que lleva a la con
clusión, se manifiesta todo el carácter trascendental y el dualismo místico de su sistema.
El término medio une contrarios irreductibles entre sí y oculta la oposición radical entre
lo general y lo particular.”
Pág. 506: "Los extremos verdaderos no pueden unirse, precisamente porque son extre
mos; no necesitan tampoco ser conciliados, porque son de naturaleza diametralmente opuesta.
Nada tienen de común entre sí, no experimentan atracción recíproca alguna y no se
completan.”
Cf. ibid., pág. 132.
2,i3 Cf. ibid., pág. 467: "El concepto de trasfortnación progresiva es por una parte falso,
y por la otra no explica nada.”
206 Cf. ibid-, pág. 427: ”E1 dualismo proviene del hecho de que Hegeí no considera
que lo Universal constituya la esencia del Ser rea!, concreto, determinado, o más bien del
hecho de que no considera ese Ser como el sujeto real de la esencia infinita."
Cf. M. Hess, Filosofía d e la acción. Zlocisti, Ai. Hess. SotciaUstisebe Aitfsátze, pág. 44.
"La esencia de la religión y de ia política consiste en que alienan la vida real, la vida
de los individuos, en una abstracción, en un 'Universal' que no tiene realidad ni existencia
fuera de éstos.” Págs. 47-48: "Ei Estado, individualidad abstracta bajo la forma de mo
narquía, se ha convertido en una universalidad abstracta bajo la Revolución que hizo
triunfar el egoísmo por el desencadenamiento de la competencia."
Esa oposición ende el Estado político y la sociedad burguesa, que constituye
Ja base de su sistema, es contraria a la noción verdadera de Estado, que, como
expresión de la vida colectiva, no puede constituir una esfera particular, opuesta
a la sociedad. En el Estado verdadero, en efecto, la vida del individuo se con
funde con la de la colectividad, ia esfera de los intereses privados con la del in
terés general, de manera que encarna lo Universal en forma, no abstracta, sino
concreta. La oposición establecida por Hegel entre el Estado político y la sociedad
burguesa no es sino el reflejo de las contradicciones inherentes a esa sociedad,207
que provocan, por la oposición entre los intereses privados y el interés general,
una separación entre el Estado y la sociedad.
Esa oposición es, por otra parte, más aparente que real, debido a que ambos
tienen, como fundamento y contenido, la propiedad privada. Esta constituye, en
efecto, la sustancia tanto de la sociedad burguesa como del Estado político, cuyo
papel esencial consiste en defender sus derechos e intereses por medio de todos
sus organismos jurídicos y políticos.
El sistema de Hegel traduce e idealiza la importancia primordial de la pro
piedad privada en la constitución de la sociedad burguesa y del Estado político.
A pesar de la primacía que él concede, en principio, al interés general, el interés
privado es lo que predomina en su sistema, debido al papel fundamental que
atribuye a la propiedad privada. Ésta, en efecto, es para él, al mismo tiempo
que el elemento constitutivo de la personalidad humana, el fundamento y la sus
tancia de la sociedad burguesa y del Estado político,268 y lo que él alaba con el
nombre de Moralidad, no es en realidad otra cosa que la religión de k propiedad
privada.389
La base de su Filosofía del Derecho es la defensa de Ja propiedad privada;
en dicha obra justifica la propiedad feudal y la propiedad burguesa, cosa que
por otra parte, como lo señala Marx, no deja de ser contradictoria, l a conser
vación de la propiedad feudal no puede conciliar, en efecto, con el desarrollo del
régimen burgués basado en la libertad de comercio y de industria, que excluye
el régimen feudal.270
En su sistema, el Estado político y la sociedad burguesa, ambos basados en la
Cf. M ega, 1, t. i 1, págs. 509-510.
ibid., pág. 518.
"La forma superior de la Constitución política es la de ia propiedad privada, el grado
superior de la mentalidad política es e! de la propiedad privada."
2I)IJ Cf. ¡b itl., pág. 52S.
"La independencia, la autonomía en el Estado político [ . . . ] están basadas en la pro
piedad privada, que, bajo su forma extrema, aparece como propiedad territorial inaliena
ble. La independencia política no proviene, pues, del espíritu mismo del Estado político, no
es un don de éste a sus miembros, no es el espíritu que los anima. Por el contrario, los
miembros del Estado político reciben su independencia de uh elemento que no es el de
ese Estado, de un elemento del derecho privado abstracto, de la propiedad privada con
siderada en sí. La independencia política es una atribución de la propiedad privada, y
no la sustancia del Estado político. La importancia esencial, verdadera, de la propiedad
privada se mide con la que tiene en e! Estado político." A la tesis de Hegel en la cual sos
tiene que "el Estado es la realidad de la Idea moral” (§ 2 5 7 ), Marx responde: "La reali
dad de la Idea moral se manifiesta aquí como religión de la propiedad privada" (cf. ib id .,
Pág. 52 3 ).
270 Cf. Mega, I, t. I1, pág. 437.
"Donde el comercio y la propiedad territorial no son libres, no se han liberado aún, no
puede existir Constitución política."
propiedad privada, se alzan igualmente contra el pueblo, que se halla excluido
de ellos, y ios "Estados”, que supuestamente tienen por misión defender los in
tereses del pueblo contra el poder arbitrario del monarca, no son más que defen
sores de la propiedad privada, de manera que la apología del Estado, que cons
tituye la coronación de su doctrina, no es otra cosa que la de la propiedad
privada.271
Deseoso, antes que nada, de justificar, con la monarquía prusiana, el régimen
feudal que constituía su base económica y social, Hegel adjudica una importancia
particular a la propiedad territorial y le atribuye un papel político y social pre
ponderante, defendiendo con ello los intereses del feudalismo reaccionario contra
la burguesía progresista. En particular esto aparece en la apología que hace dei
mayorazgo, forma de propiedad territorial inalienable, independiente de la so
ciedad y del Estado, en la cual se manifiesta plenamente la esencia de la pro
piedad privada.272
Como Hegel extendía su apología de la propiedad privada a todas las formas
de ésta, justificando así, al mismo tiempo que el régimen absolutista y feudal, la
sociedad burguesa, Marx se vio llevado, a través de su análisis del carácter, el
papei y los efectos de la propiedad privada, a pasar de la crítica de ía monarquía
prusiana a la de ia .sociedad burguesa.
Mientras que en sus artículos de la Gaceta remina, en particular en aquel sobre
el robo de leña, se había conformado con denunciar los excesos de la propiedad
privada y reclamar que el Estado dejara de protegerla en forma particular, ahora
la condenaba en sí misma, como fuente de los males esenciales de la sociedad
burguesa y del Estado político, y exigía su supresión radical.
En especial, veía en ella la razón de la separación entre el Estado y la socie
dad. El régimen de la propiedad privada, al impedir, por la competencia que
engendra, que los hombres lleven en la sociedad una vida colectiva conforme
a su verdadera naturaleza, provoca la formación dei Estado político que responde,
teóricamente al menos, por su carácter de universalidad, a las exigencias de la
vida colectiva.
Esta oposición entre la sociedad burguesa y el Estado político produce la
separación entre el burgués, miembro de la sociedad, y el ciudadano, miembro
271 Cf. ibid., pág. 513.
"I.a posesión de la propiedad territorial remplaza !a del espíritu público.”
272 Cf. ibid.
Pág. 5 1S: "El mayorazgo no es sino la manifestación exterior de la naturaleza profunda
de la propiedad privada.’’
Pág. 519: "El mayorazgo no es en realidad más que una consecuencia del derecho de
propiedad territorial bajo su forma absoluta; representa la propiedad territorial bajo su
forma estereotipada, en el grado más alto de su independencia, en sus últimas conse
cuencias . . .
"¿Cuál es el contenido de k Constitución política [ . . . ] cuál es su sustancia? El ma
yorazgo, ese grado extremo de ¡a propiedad privada, representa a ésta en su forma sobe
rana, ¿y qué poder ejerce el Estado sobre la propiedad privada que reviste la forma de
mayorazgo? Le da autonomía, aislándolo de La familia y de la sociedad. El poder que
ejerce sobre ella no es más que el poder que corresponde a la propiedad privada [ . . , ]
¿qué le queda en su oposición a ésta? La ilusión de que es el elemento determinante,
cuando en realidad es determinado. Quiebra, ciertamente, la voluntad de la familia y
de la saciedad, pero sólo para realizar la voluntad de la propiedad privada, independiente
de la familia y de ía sociedad, y para reconocer en ésta e! modo de Ser supremo del Estado
político y de la moralidad."
del Estado, Mientras el hombre, como burgués, lleva su vida real, concreta, en
la sociedad, como ciudadano aparece en el Estado político, en el cual está des
pegado de la sociedad, es decir, de su realidad empírica, como un ser privado
de su esencia.273
Se produce así, entre el Estado político y la sociedad burguesa, una oposición
similar a, la que causa, en el plano religioso, la separación entre el cielo y la
tierra, entre la vida celeste y la vida terrestre. A] igual que, en el dominio reli
gioso, el hombre hace en el cielo, pero en forma imaginaria, ilusoria, una vida
conforme a su verdadera naturaleza, hace, como ciudadano, una vida análoga en
el Estado.274
Partiendo de ese análisis de la sociedad burguesa y del Estado político, Marx
opone al conservadorismo hegeliano y al liberalismo burgués, ambos basados en
la defensa de la propiedad privada, su concepción de la democracia, que entiende
en un sentido, no burgués, sino socializante, viendo en ella la expresión de la
voluntad y de la soberanía populares, tanto en el plano político como en el
social.275
En su crítica del Estado político, dirigida a la vez contra el Estado hegeliano
y contra el Estado liberal, Marx se inspira en numerosas críticas hechas contra
este último por los socialistas, quienes habían demostrado su incapacidad de
resolver el problema social; en particular, en críticas de Hess, que había subra
yado los defectos comunes a todas Jas constituciones que no se basan en la sobe
ranía popular.27®
284 Cf. >b¡d.. pág. 435: "Los franceses modernos consideran que en la verdadera de
mocracia el Estado político desaparece, ío que es cierto siempre que no se lo considere
como constituyeme de una Universalidad en tanto que Estado político, en tanto que
Constitución.”
a sa ildd., pág. 4 3 6 .
"La república política es la expresión de la democracia en los marcos del Estado abs
tracto. La forma de Estado de la verdadera democracia es la república, pero ésta deja de
tener el carácter de una Constitución puramente política.”
281¡ Cf. ibid., pág. 544.
SS7 Cf. M ega, I, t. Ii, pág. 498.
un elemento importante de la historia, y que su papel ya se había manifestado
en particular en la historia romana.283
Hacía resaltar igualmente el papel que desempeñaban ios intereses privados
en la formación y en la acción de los partidos políticos; señalaba, por ejemplo,
que la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes en Inglaterra se carac
terizaban en esencia por defender intereses económicos y sociales diferentes, lle
gando así a concepciones muy aproximadas a las de Engels.289
Su progreso en el plano revolucionario iba acompañado, en el plano ideológico,
por una superación del idealismo, por una ampliación y una profundización de
su concepción de la historia, que lo orientaban hacia una concepción materialista
nueva, de carácter histórico y dialéctico, que respondía a los intereses de clase, no
ya de la burguesía, sino del proletariado.
Su filosofía militante, basada en una unión cada vez más estrecha de la teoría
y la práctica con vistas a la trasformación radical de la sociedad y del Estado,
que lo conducía a buscar en la práctica, en la acción revolucionaria, la solución
de los problemas que se le planteaban, lo llevó, en efecto, por la posición cada
vez más antidealista y antimetafísica que adoptó, a un materialismo basado en
el análisis de las relaciones sociales.290 La crítica de la Filosofía del Derecho de
Hegel constituiría, así, la primera gran etapa de elaboración del materialismo
histórico, base teórica sobre la cual Marx desarrollaría su doctrina revolucionaria
proletaria.
Conservó de Hegel su concepción del desarrollo dialéctico de la hiscoria, que
obedece a leyes objetivas, y utilizó esta concepción desde el punto de vista de
la acción revolucionaria, cosa que sólo podía hacer rechazando el idealismo he-
geliano, y, en forma más general, la filosofía especulativa.
Como Hegel, incluía el desarrollo del hombre en el de la historia, y señalaba
que ese desarrollo, lejos de ser ¡a expresión del movimiento de la Idea, está
determinado por la actividad política y social. Comprendiendo el papel que
desempeñaban en ese desarrollo las relaciones entre la propiedad privada y la
organización de la sociedad y del Estado, comenzó a concebir que el movimiento
histórico se confunde con el desarrollo social, determinado por las contradicciones
engendradas por el régimen de la propiedad privada.
Esa negación del idealismo, que lo llevó a sustituir la dialéctica idealista por
una dialéctica materialista, determinó una inversión total del hegelianismo, que
se expresó en una concepción diametralmente diferente del individuo, de la
sociedad y del Estado, y, en forma general, de los problemas sociales.
Marx se apartó primero, fundamentalmente, de Hegel en su concepción del
individuo, como se ha visto antes. Mientras éste oponía el individuo al Estado,
Marx consideraba que el individuo sólo existe verdaderamente en sus relaciones
con los demás individuos, en sus relaciones sociales; que éstas constituyen la
esencia del Estado, que por tal motivo no se puede oponer a los individuos:
" . . . Hegel concibe los asuntos y las actividades del Estado en forma abstracta,
en sí, y, por oposición a ellos, las individualidades particulares, pero olvida que
¿88 ibid-., pág. 532: "En su historia [de los romanos] vemos aparecer ía lucha
entre los pobres y los ricos [patricios y plebeyos].'*
28í) Cf. ibid., págs. 534-535-
290 Cf. ibid., pág. 510; cf. pág. 196, n. 1.
la individualidad particular es una individualidad humana, y que los asuntos y
Jas actividades del Estado son funciones humanas; olvida que la esencia de la
personalidad particular no es su barba, su sangre, sus cualidades físicas, sino sus
cualidades sociales, y que los asuntos del Estado no son más que modos de exis
tencia y de acción de las cualidades sociales de los hombres. De ello resulta que
los individuos, en la medida en que encarnan los asuntos y los poderes del Estado,
deben ser considerados, no en sus cualidades privadas, sino en sus cualidades so
ciales [ . .. ] La persona sólo existe verdaderamente como expresión concreta de
la idea de personalidad, concebida bajo la forma colectiva y comprendiendo la
totalidad de las personas.” 291
De esta falsa concepción del individuo se derivaba, decía Marx, la falsa con
cepción hegeiiana del Estado. AI unir en sí lo universal y lo particular, el in
dividuo constituye el fundamento del Estado, que, lejos de representar frente a
él y contrariamente a él, lo Universal, no es sino la expresión concreta de la
universalidad realizada en cada individuo.292
Esta concepción del individuo, por constituir, mediante la unión en él de lo
particular y lo universal, el contenido real del Estado, lo llevaba a considerarlo
asimismo como el sujeto verdadero de la historia, cosa que le hacía rechazar la
forma idealista con que Hegel planteaba y resolvía los problemas históricos esen
ciales, en particular el de la libertad.
En lugar de considerar la historia como el producto de una dialéctica interna
de la Idea, en el curso de la atal la libertad y la necesidad se hallan, por así
decirlo, predestinadas en sus determinaciones y la libertad sometida a la necesi-
dad,2BS hay que señalar, decía, el papel activo de los hombres en la realización
de la libertad y su acción determinante en la marcha de la historia29*
Marx colocaba así en primer plano la acción revolucionaría de los hombres y
rechazaba la concepción hegeiiana de un desarrollo histórico lento y continuado,
resultante de un compromiso entre las fuerzas opuestas, compromiso que es con
trario al movimiento dialéctico engendrado por la acentuación de los contrarios,
41 Cf. Iiogel, F ilosofía d el D erecho, Obras, r. 7, Smttgarr, 193$, Prefacio, pág. 32:
"La filosofía es el estudio de lo racional, de lo que está presente y es real, y no la creación
de un ideal situado en el más allá.”
Cf. Mega, I, t. Ii, pág. 425.
2 »'-> Cf. ibid., pág. 468.
8 8 ° Cf. Mega, I, t. i 1, pág. 481: "Los Estados’ son la expresión de la contradicción
entre el Estado político y la sociedad burguesa, que se manifiesta en el Estado, y cons
tituyen, al mismo tiempo, la exigencia de la supresión de esa contradicción.”
Fág. 509: "El poder legislativo expresa la antinomia entre el Estado político y la socie
dad burguesa, la contradicción ioherente al Estado abstracto.’’
de clases, cuya importancia ya había sido destacada por Babeuf y Blanqui, y
después de ellos por W eitling y también por L. von Stein.
Además, es interesante señalar que la palabra "verdadera", que agregaba a la
democracia, calificaba entonces a las doctrinas sociales que, al no situarse en
el plano de ¡a lucha de clases, se aplicaban a la humanidad entera, a una huma
nidad socialmente indiferenciada (cf, el comunismo "verdadero" de Bakunin, y
más tarde el socialismo "verdadero” de K. Gtün).
Sin embargo, como el principio de la propiedad privada le parecía ya, por su
oposición al establecimiento de la vida colectiva, la causa fundamental de la
alienación humana, y dado que planteaba como exigencia primordial la necesidad
de abolir esa alienación por una trasíormación radical de la sociedad y del Estado,
se vería llevado, ahondando en el análisis de las consecuencias políticas y sociales
de la propiedad privada,301 a ver, en la abolición radical de ésta, la condición
necesaria de la trasíormación social, y en el proletariado el elemento revoluciona
rio destinado a operar esa trasformación por medio de la destrucción de la socie
dad burguesa. Después de haber concebido la "verdadera” democracia como la
forma racional de Estado, pronto consideraría que ese Estado racional no podía
ser sino la obra de una revolución comunista proletaria. Franquearía esa etapa
de la "verdadera" democracia al comunismo en sus artículos de los Anales
fren co -alemanes.
i Ct. Alaga, I, t. I2, pág. 302. Carta de Ruge a Mata, 4 de junio de 1843: "B. Bauer
quiere participar. Despotricó primero contra todo y dijo que era necesario separarse y
que cada uno actuara a su antojo. Pero cuando se enteró de que queríamos fundar un órgano
enérgico dei radicalismo, cambió de idea y dijo que en ese caso no quería verse excluido.
A Froebel le disgustaron mucho los demis, e hicieron la impresión, que nunca dejan
de hacer, de estúpidos bribones."
~ Cf. B. Bauer, Historia com pleta d e la lucha de los partidos en Alemania durante los
años 1842-1846, t. III; Charlottenburg, 1847, pág. 175: "Feuerbach dio a los radicales
lo que deseaban, un ser en el que podían reverenciar Su debilidad, y el reflejo de su
impotencia. El ser, en efecto, que no es el producto del individuo, que se sustrae a su
fuerza creadora y que le recuerda que uo hay fuerza alguna que defienda sus propios
asuntos es sólo la expresión de su debilidad y de su impotencia.”
la Gaceta gen era l literaria, cuyo mocivo dominante sería una implacable crítica
al pueblo, a la masa, que ellos oponían al Espíritu.34
Fuera de los “Liberados” sólo quedaban como posibles colaboradores alema
nes, aparte de Ruge y Marx, los Jóvenes Hegelianos agrupados en tomo del
R epublicano suizo: Hess, Engels, Bakunia y Herwegh, lo mismo que Feuer-
bach, quien vivía retirado en el campo, y a ellos recurrieron en primer término.
Froebel quería que la revista apareciera en octubre. Luego de haber descar
tado Estrasburgo, ciudad en la que se pensó primero, como lugar de publica
ción, propuso a Ruge que realizara un viaje con él a Bruselas y a París, para
ver cuál de estas dos ciudades se prestaba mejor a su empresa.
Antes de trasladarse a Bruselas, Ruge fue a Bruckberg, el 22 de julio, y el
25 a Kreuznach, donde residían Feuerbach y Marx, para conversar con ellos
sobre la revista. Algunos días más tarde se encontró con Froebel en Colonia,
donde propusieron a Hess que colaborara en ios Anales franco-alem anes. Hess
aceptó el ofrecimiento con agrado, tanto más cuanto que estaba decidido a
abandonar Alemania, por temor a ser encarcelado a causa de su colaboración
en la Gaceta renana y en Jas Veintiuna hojas d e Suiza.11
Luego de una corta estada en Bruselas con Froebel y Hess, Ruge partió para
París con este último, que debía ponerlo en contacto con los escritores demó-
- eraras y socialistas franceses cuya colaboración pensaba solicitar.
El 11 de agosto, tres días antes de llegar a París, exponía a Marx las ventajas
e inconvenientes que presentaban esas dos ciudades para la publicación de su
revista. En Bruselas la prensa gozaba de mayor libertad y no se exigía fianza,
pero por otra parte era una ciudad relativamente pequeña, en la cual no se
manifestaba gran interés por los problemas políticos y sociales. París, que
entonces era el centro del movimiento revolucionario europeo, a pesar de las
restricciones a la libertad de prensa, ofrecía, gradas a los 85.000 alemanes que
allí vivían, un medio mucho más favorable para la publicación de una revista
franco-alemana y para el traspaso del C om ptok Uttéraire como editor de ésta.5*
los diarios y todos los Libros alemanes, hay más de 85.000 habitantes originarios de nuestra
querido país. En Bruselas, por el contrario, falca todo. Los científicos alemanes de esta
ciudad son demasiado pobres pata procurarse lo que necesitan, y el público alemán es muy
poco numeroso para que pueda subsistir, como aquí, una libtería alemana. Las leyes de
setiembre, la fianza y otras cosas parecidas, que pesan mucho sobre la prensa aquí, no
existen en Bruselas."
0 Cf. ibid., pág. 315. Ruge a Marx, 2 de setiembre de 1843: "Froebel está aquí, y la
elección final ha sido París.”
t Cf. ibid., pág. 310. Ruge a Marx, 4 de junio de 1843: “Froebel desea disponer de
un capital mayor para su empresa, y discutió conmigo el asunto. He pensado que podrían
emitirse 1.000 acciones de 50 táleros al 4 por ciento de interés, para fundar una librería
independiente y liberal, y continuar, con su apoyo, la publicación de los A nales f . . . ] De
todas manetas, Froebel está decidido a sostener nuestra empresa y a publicar la revista.”
fi Cf. W. Marr, La Jo v e n A le m an ia en Suiza. Leipzig, 1846, pág. 180. Carta de Ruge
a Marr, octubre de 1S44. "El proyecto de rqunir dentro del partido liberal dinero para
una librería, por suscrición de acciones, fracasó por completo. En lugar de 1.000 acciones
sólo se han suscrito 10 en toda Alemania. Pensé, entonces, que se reconocería el valor del
C o m p to ir U ttéraire. y que se lo ayudaría de buen grado, pero no hubo más que reproches
dirigidos a personas que ignoran el arte de realizar beneficios.”
Cf. Actas del presidente de policía de Berlín, Prov. Br. Rep. 30. Presidente de policía
Tit. 94. Lit. B, núm. 424, El ministro von Araim al presidente de policía von Puttkam-
mer, 10 de noviembre de 1843. Creación de una sucursal deL C om ptoir U ttéraire y de una
sociedad por acciones a tai efecto.
"Hace poco me he enterado de que el librero Froebel, propietario del C om ptoir litté ra k e
de Zurich, se ha asociado con el antiguo redactor de los A nales alemanes, Ruge, para fun
dar en Estrasburgo una sucursal del C om ptoir Uttéraire. Coa tal fin Ruge habría puesto
10.000 francos y además se habría decidido la emisión de acciones de 2 luises de oro. Se
dice que en Kónigsberg ya hay numerosos suscriptoxes, y que igualmente ios hay aquí.”
con el movimiento político y social, permanecería al margen de ese movimiento.9
Así como se había negado a colaborar en el R epublicano suizo, se negaría,
a pesar de las insistentes invitaciones de Ruge y de Marx, a escribir para los
Anules franco-alem anes} 0
No creía en la posibilidad de regenerar a Alemania por la vía revolucionaria,
y objetaba que todavía el pueblo alemán no era lo bastante avanzado pata pasar
de la teoría a la práctica, y que sólo podría lograrse una trasformación profunda
por la propaganda y la educación. Aunque aprobaba en principio el plan de los
Anales fu m co -d em a n es, pensaba que era necesario actuar con suma prudencia
para no desencadenar una tempestad. 11
A diferencia de Feuerbach, Herwegh, Froebel y Ruge evolucionaban hacia un
democratismo que les hacía dar un contenido político más claro al humanismo.
Herwegh, que en la primavera de 1843 casó con la hija de un rico comer
ciante, Emma Sigmund, había ido, luego de su viaje de bodas al sur de Francia,
a Ostende, donde conoció a Engels y desde donde se dirigiría a París en setiem
bre. Se inclinaba hacia un humanismo vagamente comunizante, al que por lo
demás sólo permanecería fiel mientras el comunismo se presentara bajo la forma
de una utopía sentimental y no como el objetivo de la revolución proletaria.1'1
" Cf. K. Grún, h u d w ig Feuerbach en su correspondencia y sus escritos postum os, Leipzig,
1874, t. I, pág. 356. Carta de Feuerbach a Wigand, 29 de diciembre de 1S42.
"Desarrollo el tema de mis tesis."
10 Cf. Ruge, C orrespondencia, Leipzig, 1901, t. 11, pág. 121. Carta de Ruge a Feuer
bach, 24 de mayo de 1843.
"Nos proponemos publicar libremente la revista en el extranjero, rechazando por com
pleto todo lo que ios antiguos A n a le s tenían de mediocte, de escolástico, de timorato.
Con ese propósito queremos asociarnos con los franceses más importantes: Leroux, Proudhon,
L. Elanc y quizá Lamartine (no lograremos sin duda la colaboración de Lamenoais y de
Cornemin). Lanzaremos en conjunto el prospecto de la revista y realizaremos así, de un
solo golpe, la alianza espiritual de ambas naciones. Nos ayudaría usted mucho en esta
empresa si apareciera un artículo suyo en el primer número. Así como Strausz inauguró
Jos antiguos A nales, así debe usted inaugurar estos nuevos."
Cf. M ega, I, t. I2, págs. 316-317. Carta de Marx a Feuerbach, 20 de mayo de 1843:
Creo poder extraer de su ptefacio de la segunda edición de la Esencia d el cristianism o la
conclusión de que se ha dedicado a realizar un importante trabajo sobre Schelling y que
tiene Ja intención de ajustarle las cuentas [ . . . ] Haría nn gran servicio a nuestra revista,
y más aún a la verdad, si nos entregara, para el primer número, un artículo sobre las
características de Schelling. Usted es precisamente el hombre que se necesita para ello,
porque es el polo opuesto de él.”
11 Cf. Ruge, C orrespondencia, I1, pág. 123. Carta de Feuctbach a Ruge, Bruckberg, 20
de junio de 1843.
"No tengo absolutamente nada contra la idea en sí; al contrario, el contacto con el
espíritu francés tiene para mí algo de atrayente, y más que atrayente. Pero desde el punto
de vista práctico es irrealizable. Esa asociación tiene el aspecto de una manifestación, y
por ello se desvía de su objetivo, que consiste en crear eo primer lugar una atmósfera
favorable. Para ello es necesario, al menos en la Alemania actual, reaccionaria y limitada,
evitar que se levante viento, y sobre todo un viento de tempestad. La acción silenciosa es
la mejor; hay que actuar sin ruido primeto, sin afirmar los principios de uuo, sin pro
clamarlos de entrada. No podemos pasar todavía de la teoría a la práctica, porque nos
falta una teoría enteramente elaborada. La doctrina sigue siendo lo esencial [ . . . ] las
revistas deben limitarse a apoyarla.”
Cf. M ega, I, t. I2, págs. 317-320. Carta de Feuerbach a Marx, 25 de mayo de 1843.
12 Cf. Fleury, El p oeta G eo rg H erw egh , París, 1911, pág. 341. Carta de Feuerbach a
Kriege sobre Herwegh, 1845.
"Siento en él un alma afín. Es profundamente libre, serio y verdadero. Comunista como
Lo mismo sucedía con Froebel, quien consideraba el comunismo desde un
punto de vista esencialmente mota!, viendo en éi la expresión de las tendencias
altruistas de la humanidad; creía, como Feuerbach, que la reforma social debía
efectuarse ante todo por la educación del pueblo.13
Ruge se inclinaba, como él, hacia un humanismo democrático, y pensaba igual
mente que su realización era en esencia un problema de educación.14
Dos veces víctima de la reacción en Alemania y profundamente irritado contra
ésta, se las daba entonces de campeón del antipatriotismo, pues en el patriotismo
veía el principal obstáculo para el triunfo del humanismo.13 Pensaba que para
emprender el camino del humanismo los alemanes debían liberarse del patrio
tismo, rompiendo con su pasado y acercándose a Francia. Exponía sus concep
ciones en una carta que envió el 1 0 de noviembre de 1843 a su amigo, el poeta
Hoffmann von Fallersleben.13
Su tesis central era que el hombre sólo es verdaderamente él mismo cuando
constituye un fin y no un medio. Pero, contrariamente a Marx y Engels, quienes
consideraban que esa exigencia sólo podría realizarse por la supresión del ré
gimen de Ja propiedad privada, que engendra la servidumbre de la mayoría de los
hombres, pensaba que podía lograrse por la subordinación de todos al poder de
un Estado racional.17
Las diferencias que la consigna común del humanismo encubría y ocultaba, aún
no aparecían con claridad en esa época en que cada uno evolucionaba hacia con-
80 C f. Mega, I , t . R , p á g s . 5 6 5 - 5 6 6 .
37 C f. Miga, I , c. I 1, p á g s. 5 5 6 - 5 5 8 . C a rta de B a k u n in a R u g e , Pelsriasel ím Bic
letsee ( i s l a S a o P e d io , la g o d e B ie l, S u i z a ) , m a yo d e 1 3 4 3 .
D e n u n c ia d o co m o c o m u n ista en e l in f o r m e d e B lu n ts c h li, B a k u n in s a ld r ía e n ju n io J e
1 8 4 3 d e Z u r ic h , c iu d a d d o n d e r e s id ía d esd e e n e ro , p a r a d ir ig ir s e a G in e b ra , d o n d e se
v in c u ló con e l d is c íp u lo d e W e it ü n g , A . B e c k e r, y lu e g o a B e r o a , d o n d e co n o ció a K . V o g t.
ñar el mismo papel que había desempeñado la filosofía francesa del siglo X vin en
la revolución. A tal efecto, la filosofía debía apartarse de la especulación y sos
tener, como en Francia, la causa del pueblo.28
Ruge aprobaba esa concepción idealista de la revolución, limitada en lo esen
cial, como él mismo lo deseaba, a una emancipación intelectual, y en su respuesta
le anuncia su intención de fundar una revista franco-alemana, cuyo objetivo sería
precisamente unir la filosofía a la lucha política."8
Igualmente participó su proyecto a Feuerbach y le solicitó, como promotor de
la filosofía nueva, que colaborara en los Anales franco-alem anes; éste, aunque apro
bó el proyecto, se mostró muy escéptico en su respuesta sobre el resultado que
podía esperarse. Para regenerar a Alemania, decía, es necesario trasformarla de
arriba a abajo, cosa que demandará mucho tiempo dado el grado de corrupción en
que ha caído. Sólo podrá lograrse tal cosa cambiando radicalmente el estado de
ánimo del pueblo, y ello principalmente a través de una crítica de la religión.80
Sin dejarse apartar de su proyecto por las objeciones de Feuerbach, Ruge so
metió entonces a Marx el plan de la nueva revista, cuyo fin principal debía ser
Ja lucha contra el nacionalismo y la reacción, y lo invitó a exponer sus ideas sobre
ese punto.81
Es difícil, le responde Marx en una carta de setiembre que cierra esa corres
pondencia,32 fijar a p riori el plan y el carácter de la nueva revista, porque, si bien
■■■' C f. ibid., p á g - 5 7 3 .
34 C f. Mega, t. I1, p á g . 5 7 3 : " l a v e n t a ja d e e sta n u e v a o rie n ta c ió n es no a n tic ip a r
d o g m á tic a m e n te l a m a rc h a d e l m u n d o y e x tr a e r e l m u n d o n u ev o só lo d e ia c r ític a d e l
a n tig u o . H a s ta a h o ra lo s filó so fo s te n ía n e n su s m esa s d e tr a b a jo la so lu ció n d e todos lo s
p ro b le m a s , y l a h u m a n id a d ig n o ra n te , n o in ic ia d a e n la f ilo s o fía , no te n ía m ás q u é a b r ir
la b o ca p a r a q u e en era ra n v o la n d o en e lla la s p a lo m a s a sa d a s d e la c ie n c ia a b so lu ta [ . . . 1
S i n u e stro p a p e l n o c o n siste en c o n s tru ir e l fu tu r o y e s ta b le c e r u n s is te m a v a le d e ro p a ra
la e te r n id a d , ta n to m á s c la r a r e s u lta l a ta re a q u e d eb em o s r e a liz a r a lio r a . Es la crítica
desprejaicisda del estado de cosas existente, c r ític a q u e n o d eb e retro ce d er n i a n te su s
re s u lta d o s , n i a n te lo s c o n flic to s con la s p o te n c ia s e sta b le c id a s. N o p ie n so q u e d eb am o s
p la n t a r u n a b a n d e ra d o g m á tic a ; p o r e l c o n tr a rio , d eb em o s a y u d a r a lo s d o g m á tico s a q u e
te n g a n u n a ¡d e a c la r a d e su s p ro p io s p r in c ip io s .”
M C f. ibid,, p á g . 5 7 4 : " S e v e rá q u e no se tra ta d e u n a r u p tu r a d e p e n sa m ie n to e n tre
e l p resen te 7 e l fu tu ro , sin o d e Ja r e a liz a c ió n d e l p e n s a m ie n to d e l p a sad o ."
Z'i C f . ibid., p á a . 5 7 3 : " E l c o m u n ism o , e n p a r t ic u la r , es u n a a b stra cció n d o g m á tic a , y
e n tie n d o p o r c o m u n is m o , n o u n co m u n ism o im a g in a r io , sin o e l co m u n ism o r e a l, ta l com o
lo co n cib en y e n se ñ a n C ab er, D e z a m y , W e it íin g . E se co m u n ism o no es sin o u n a m a n i
fe sta c ió n p a r c ia l d e ! p r in c ip io h u m a n is ta , d e te rm in a d o p o r s u c o n tra rio , p o r l a p ro p ie d a d
p r iv a d a . C o m u n ism o y su p re sió n d e la p r o p ie d a d p r iv a d a n o so n , p o r ta l m o tiv o , d e n in
g u n a m a n e ra id é n tic o s, y n o p o r c a su a lid a d h a v isto e l co m u n ism o le v a n ta rs e e n su co n tra
o tras d o c trin a s s o c ia lis ta s , co m o la s d e F o u rie r y d e P ro u d h o n , p o rq u e é l m ism o no es sin o
u n a r e a liz a c ió n p a r c ia l, u n ila t e r a l, d e ! p r in c ip io s o c ia lis ta ."
ésta, que encuentra su expresión en la religión y en la ciencia. Para realizar efec
tivamente la esencia humana y emancipar, en forma total a los hombres, hay
que extender la crítica al aspecto espiritual de la vida humana.37
Esa sería una tarea particularmente importante para los Anales franco-alem a
nes. porque sobre todo por medio de esa crítica se podía actuar sobre los es
píritus en Alemania. Y dicha crítica debía orientarse, ante todo, al Estado po
lítico. En efecto, así como la crítica de ¡a religión permitía determinar la esencia
verdadera de los hombres, la crítica del Estado político, al subrayar su oposición al
Estado verdadero, permitía determinar la esencia verdadera del Estado. Marx apoya
esta aseveración en su crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, en la que
había señalado que el sistema constitucional, que constituye un progreso respecto
del sistema medieval de representación por "Estados”, hace aparecer, por la sepa
ración tajante que determina entre el Estado político y la sociedad burguesa, la
necesidad de su abolición. Esa crítica permitía lograr la adhesión del partido li
beral, que reclamaba Ja institución de un régimen constitucional, al mostrar el
lado progresista de éste, y también preparar el paso del liberalismo al socialismo,
por ía crítica del Estado político, considerado en su oposición con el Estado
racional.38
Esta crítica, que no tiene un carácter dogmático y abstracto, y que da a los
hombres una noción clara de los objetivos que es preciso alcanzar, cumple per
fectamente su papel revolucionario.39
nuestro viaje hallaremos el amplio valle de París, la cuna de la nueva Europa, el labora
torio donde se elabora la historia del mundo y de donde ésta no deja de surgir (pág. 3 9 ).
En París viviremos nuestras victorias y nuestras derrotas. Hasta nuestra filosofía, dominio
en el que nos hemos anticipado a nuestro tiempo, sóio podrá triunfar cuando se manifieste
en París y cuando esté impregnada del espíritu francés."
Esta convicción era compartida por Froebe!, Cf. Archivos históricos de Colonia. Actas
concernientes a la Gaceta renana. Carta de- I'roebel a D. Oppenheim, París, 11 de octubre
de 1843. "Encontramos un total apoyo entre los radicales franceses, y jamás una emptesa
debida a la iniciativa alemana ha sido acogida con tanta benevolencia e igual entusiasmo
que la nuestra. Esta empresa influirá profundamente sobre la marcha de la política fran
cesa; desde ya podemos estar enteramente persuadidos de ello."
42 Cf. Ruge, Dos años en París, t. I, págs. 146-147-148.
"Pensábamos que podríamos lograr que Lamennais escribiera una carta para ios Anales
franco-alem anes que habríamos publicado en el primer número. Después de escucharnos
atentamente, nos dijo que no lograríamos nuestro objetivo en Francia, a no ser que nos
asociáramos a un partido político [ . . . ] Es verdad que no podíamos esperar una cola
boración real de su parte, y aunque sólo enunciamos el principio de que la ciencia debía
ser independiente de la fe y que el hombre debía constituir el fin último del mundo moral,
ello bastó para escandalizarlo.”
48 Cf. ibid,, pág. 157.
"Nos prometió, al mismo tiempo, un artículo sobre la alianza intelectual con Alema
nia [ .. . ] para los Anales franco-alem anes, cuyo plan le había comunicado. Ese artículo
apareció más tarde en La revista in depen dien te y contenía declaraciones muy claras contra
Jas filosofías neoalemanas impías."
Cf. L. Blanc, La revista in dependien te, noviembre de 1843.
44 Cf. j . Froebel, Una vida, Stuttgart, 1890-1891, t. I, pág. 135:
"Él [Lamartine] calificó nuestro plan de unir las dos naciones por los Anales franco-
alem anes de idea sublime y santa. Dudo que haya visto el primero y único número, que
correspondía a esa idea sublime y Santa, y que haya aprobado su contenido."
Cf. Diario d e la tarde d e M annbeim ( M annheim er A hendzeitung) , 1S de noviembre
de 1843: "El primer número [de los Anales franco-alem anes ] aparecerá este año y con
tendrá un artículo de Lamartine sobre las relaciones entre Francia y Alemania" (citado
en el libro de B. Bauer, Historia com pleta d e las luchas d e los partidos en Alemania du
rante los años 1842-1846, Charlottenburg, 1847, t. I, pág. 2 9 5 ).
Cf. Carta de Ruge y Marx a Lamartine, La dem ocracia pacífica, 10 de didembre de 1843-
Proudhon estaba entonces empleado en Lyoo. Sólo llegó a París en setiembre de
1844 y se quedó hasta fines de 1845.
que tenía sentimientos religiosos, no se sintió precisamente edificado por la de
claración de ateísmo de Ruge, a quien le reprochó además el que no fuese co
munista.40 No logró, en fin, ganar a V. Considérant, quien sospechaba que qui
siera realizar sus ideas por la violencia.47
La causa principal de este fracaso fue que la mayoría de los socialistas y co
munistas franceses de entonces eran creyentes, o al menos deístas, y les chocó
ver a los radicales alemanes plantear, como principio fundamental de su doctrina,
Ja negación de Dios y Ja abolición de la religión.
Ante esa negativa general de los franceses a participar en la revista, hubo que
conformarse con recurrir a los alemanes, cuya colaboración se hacía incierta.
Feuerbach persistió en su actitud negativa.48 Ni Herwegh, que realizaba en
tonces su viaje de bodas por el sur de Francia; ni Bakunin, que después de haber
sido expulsado de Zurich erraba de ciudad en ciudad, pudieron tomar parte ac
tiva en la Redacción de la revista, a tal punto, que sólo quedaron como colabora
dores Marx, Engels, Ruge, Hess, Heme y Bernays.40
Al principio de su estada en París, Heine, contrariamente a Borne, se había
mantenido más o menos apartado dei movimiento democrático.50 La prohibi
ción de sus libros en Alemania, en diciembre de 1841, lo había acercado a los
demócratas y llevado a adoptar una actitud de oposición mucho más tajante res
pecto del gobierno prusiano.51 AI mismo tiempo se ocupaba con creciente inte-
Sobre Cabst, Cf. Mega, I, t, 1-, pág. 314. Carta de Ruge a C. Marx, París, 11 de
agosto de 1S43.
Cf. Ruge, Dos años en París, t. I, págs. 59 y 72: "El rabino [M . Hess] me Llevó a casa
del ex diputado y abogado Cabet, autor del Vtaje a Icaria y editor del Popular [ . . . ]
Caber es un verdadero francés, ardiente como un joven, aunque ya no lo es, de rostro
amable, inteligente, astuto y escéptico. No se hace ilusiones a propósito de la dificultad
de monopolizar todo, de confiscar todo, de administrar todo y de utilizar equitativamente
)as rentas. Pero está convencido de que únicamente a través del comunismo los hombres
se convertirán en hombres, y por ello sigue ese camino."
Pág. 76: Respuesta de Ruge a Cabet.
47 Cf. Ruge,. Dos años en París, t. I, págs. 107-108: "V. Considérant tiene debilidad
por los alemanes [ . . . ] Encontré, pues, una favorable acogida de su parte a mi plan de
una alianza intelectual franco-alemana, realizada a través de una revísta escrita por escri
tores de ambas naciones. Pero tuve en mi coaita que los fourieristas pensaban que yo
apelaba a ia violencia. . . "
48 Cf. Feuerbach, C orrespondencia, t. II, pág. 148. Carta de Ruge a Feuerbach, 11
de noviembre de 1843: "Confieso que comienzo a preguntarme con inquietud dónde po
dremos encontrar colaboradores. Persisto en tener confianza en su genio, que puso a usted
sobre la huella de los franceses y en el camino del humanismo, y al que la emancipación
humana tanto debe.”
4i> Fernand Ceiestin Bernays, originario del Palatinado, había estudiado derecho. Des
pués de publicar un folleto legalista, Alemania y las constituciones parlametttarias d e Prau-
cania, pasó a la oposición y publicó duras críticas contra las Cámaras de Baviera en la
Gaceta renana. Renunció a su cargo y se convirtió en redactor de la Gaceta d e la tarde
d e Aíamtheinr, el tono radical de este diario le valió ser expulsada del Gran Ducado de
Badén.
Sl> Cf. Houben, C onversaciones con Heine, Potsdam, 1952, págs. 428-429. Conversación
de Heine con Alexander W eil, setiembre de 1843.
54 Cf. Heine, Cartas, editadas por H. Daffis, Berlín, 1906, t. II, pág. 149. Carta de
Heine a Campe, París, 28 de febrero de 1842: "Lo exhorto a declarar abiertamente la
guerra a muerte a Prusia. Nada se puede obtener por medios pacíficos. He Jievado, usted
Jo sabe, la moderación al exceso, y no atribuirá mi consejo a una pasión exaltada. Desprecio
a los demagogos vulgares, sus actos y sus gestos rae resultan odiosos, porque siempre son
res, en las correspondencias que enviaba a la Gaceta gene-nú d e A ngsburgo, del
problema social y de las doctrinas socialistas. En particular, se sentía atraído por
el comunismo, que admiraba y temía a la vez; veía en él la fuerza del futuro y
lo comparaba a un personaje a la vez monstruoso y misterioso llamado a desem
peñar un papel capital en la tragedia moderna.52
Esa tendencia lo llevaría a colaborar en los Anales franco-alem anes, que consti
tuían entonces el órgano extremo de oposición.
Contrariamente a Marx, Ruge no estimaba mucho a Ideine, y en una carta
a su mujer insistía en ios reproches de ligereza e inmoralidad que ya le había
dirigido en los Anales d e Halle
Heine, por su parte, no sentía simpatía alguna por Ruge, a quien consideraba
un filisteo de escasa inteligencia.34
Su colaboración en los A ndes franco-alem anes fue sin duda lograda por Her-
-wegh, y quizá también por Marx, quien mantuvo con él las mejores relaciones
durante su estada en París. Su colaboración fue igualmente bien recibida por
Ruge, debido a su conversión al radicalismo ís y sobre todo debido a su fama mun
dial, que no podía por menos de beneficiar a la revista.
En octubre la organización de la revista quedó casi terminada y los colabora
dores se reunieron en París. Froebel había llegado en setiembre, pero a princi
pios de octubre regresó a Suiza por causa de sus negocios; Herwegh, quien después
de su viaje de bodas había ido a Ostende, donde se encontró con Engels, llegó a
París más o menos en la misma época. Luego llegaron Marx y su joven esposa,
intempestivos, pero con aprado tendería la mano al último de los agitadores, ahora que
se trata de hacer pagar a los prusianos su infame perfidia y ponerlos en condiciones de
no molestar."
52 Cf. Correspondencia de Heine en la Gaceta gen era l d e Augsburgo. del 20 de junio
y ! 2 de julio de 1842.
•r>“ Cf. Anales d e Halle. 20 de ¡unió de 1838, pág. 215. A. Ruge, H. Heine: “La poesía
satírica de Heine es una poesía elegante, su principio es el deseo subjetivo de gustar, de
ser interesante en detrimento del tema que trata.”
Cf. Ruge, Obras com pletas, t. II, pág. 26S: Nuevo lirismo. Las poesías de un ser vi
viente. "Hemos señalado, a propósito del romanticismo, por qué ei autor que refleja su
vanidad en sus obras no puede llegar al lirismo; hemos señalado que el lirismo de Heine
no es más que la poesía de la mentira, del placer de destrucción y del escepticismo res
pecto de toda verdad.”
Cf. Ruge, C o rre sp ó ad eiicla, t. I, pág. 334. Carta de Ruge a su mujer, París, 11. de se*
tiembre de 1843. "Él [H eine] considera sus poesías como poesías de la libertad, siendo
que no reflejan más que una vil y cobarde mentalidad de esclavo. Dice palabras espiri
tuales, como podría decirlas un esclavo en una comedia desprovista de elementos serios;
que quiera hacer del amor una locura y del hogar un serrallo, responde al carácter per
vertido de la época [ . . . ] Un fabricante de palabras espirituales no conoce la libertad
y no es posible realizarla con ¿ 1.”
s4 Cf. H. Heine, Últimas poesías y pensam ientos. Hamburgo, 1869, pág. 218; "Ruge
es un filisteo que. contemplándose sin quererlo en el espejo, comprobó que el Apolo de
Belvedere era decididamente más bello. La libertad le absorbe el espíritu, pero todavía
no ha ganado sus miembros, y a pesar de su entusiasmo por la desnudez griega no puede
aún decidirse a deshacerse de los pantalones bárbaros, y menos aún de los calzoncillos de
la virtud cristiana y germánica."
^ Cf. Ruge, Correspondencia, t. I, pág. 330. Ruge a su hermano L. Ruge, París, 28
de agosto de 1S43.
'Ayer también hablé con Heine No te imaginas cuántas opiniones radicales manifiesta
ese zorro en privado."
LOS anales franco -alemanes
' \
política y contra la. libertad. Francia, y sólo Francia representa el principio político, el
verdadero principio de ¡a libertad humana en Europa.” Pág. 7: "Conquistó y proclamó los
Derechos del Hombre y lucha actualmente por la realización de los grandes principios
de! humanismo aportados por la Revolución. Tiene así una misión cosmopolita, lo que
conquista es una ventaja para la humanidad.'' Pág. 8 : “La verdadera unión de ambas
naciones es la unión de Sus culturas, lo que equivale a la victoria de la lib e rta d ..."
Pág, 9: "Existe una diferencia esencial entre el hecho de acceder inmediatamente a la tiber-
rad humana y al humanismo (como lo hacen. los franceses) y el hecho de liquidar pre
viamente todo el pasado romántico religioso y político y superarlo en el plano filosófico
(lo que constituye el mérito de los alemanes). . . Pág, 10: "El esfuerzo realizado en el
dominio de los puros principios no ha sido vano; el trabajo realizado en la región supra-
terrestre, a! que nosotros los alemanes hemos consagrado tantas fuerzas, no es trabajo per
dido. Esa preocupación y ese trabajo llevan a la conquista radical del nuevo principio y
permiten, haciendo sus resultados accesibles a los franceses, asegurar para siempre las
conquistas que han logrado, con la filosofía del siglo XVIII y con su Revolución.”
61 Anales franco-alem anes editados por A. Ruge y Carlos Marx. Sumario.
Pian de los A ndes franco-alem anes, por A. Ruge.
Una correspondencia de 1843.
Cantos en honor del rey Luis, por Enrique Heine.
Juicio de la Corte Suprema de Apelaciones en la instrucción abierta contra el doctor
J. Jacoby por el crimen de alta traición, de lesa majestad y de trasgtesión de las leyes
del país.
Contribución a la crítica de la Filosofía det Derecho de Hegel, por Carlos Marx.
Esbozo de una critica de la economía política, por F. Engels.
Cartas de Patís, de M. Hess.
Informe final de la conferencia de ministros de Viena el 32-6-1834, por C. Bernays.
Traición, por G. Herwegh.
La situación en Inglaterra. Past and Present by Tb. Carlyle, por F. Engels.
El problema judío: B. Bauer, El problema judío, Brunswick. 1843. B. Bauer, Sobre
la capacidad de ios judíos y de los cristianos de hoy de liberarse, Vetntimta hojas d e Suiza,
págs. 56-81, por Carlos Marx.
Examen de la prensa.
así como encontró los resultados de la gran revolución burguesa de 1789, que la
revolución de 1830 llevó a su término.
En París, donde la lucha de clases entre la burguesía, convertida definitiva
mente en dase dominante después de esa revolución, y el proletariado se acen
tuaba cada vez más, el comunismo se le presentó, no ya en forma teórica, sino
como objetivo concreto de la lucha proletaria. A pesar que los numerosos levan
tamientos revolucionarios que se sucedieron desde la revolución de 1830 habían
sido aplastados, el proletariado, despojado por la burguesía de los beneficios de
esa revolución que fue su obra, permanecía en un estado de constante agitación y
París eta más que nunca el centro de !a lucha práctica y teórica del socialismo
y del comunismo, " ' 1
la s doctrinas de Saint-Simon y de Fourier habían sido superadas y nacían sin
cesar nuevas doctrinas socialistas y comunistas.
Las doctrinas socialistas que sólo pretendían una reforma de la sociedad bur
guesa, sin abolir la propiedad privada, y que adoptaban una posición de compro
miso entre Ja burguesía y el -proletariado,62 no podían satifacer a Marx, quien,
como dialéctico revolucionario, estaba convencido de que el progreso no puede
provenir más que de la acentuación de los contrarios. Ello lo alejaba igualmente
de la doctrina comunista, entonces muy en boga, de Cabet, que condenaba toda
acción violenta, pensando que el comunismo debía realizarse por la propaganda
y la educación. La única doctrina que entonces podía atraerlo era la de Blanqui,
que, retomando la tradición revolucionaria de Babeuf y su concepción de la lucha
de clases, veía en la revolución comunista, que a decir verdad aún concebía en
forma de motín, el iónico medio de liberar al proletariado.
Dicha doctrina se había difundido en las sociedades secretas de París, y tam
bién en la 'Tiga de los Justos”, que Marx frecuentaría desde su llegada a esa ciu
dad. Sin embargo, no se convertiría en miembro de esa liga , 83 sin duda por las
mismas razones que Engels; juzgaba, como éste, que las sociedades secretas tenían
d defecto de apartarse de la masa del proletariado, el único capaz de llevar hasta
el final la revolución social. Además, las opiniones comunistas confusas, mezcla
de la doctrina de Cabet y la de Weitling, que reinaban en la "Liga de los Justos”,
no podían satisfacerlo, especialmente en un momento en que se esforzaba por cla
rificar sus propias concepciones.
No dejaba de sentir una profunda simpatía por los proletarios franceses y
•alemanes, las convicciones ardientes, el valor y la abnegación de los cuales tanto
contrastaban con la debilidad de k burguesía alemana que había conocido de
cerca,84 Veía en el proletariado, que se le presentaba ahora con su aspecto
verdadero, la fuerza destinada a emancipar a la humanidad.
Su contacto directo y activo con el movimiento obrero, así como la visión del
mundo nuevo que le revelaba París, darían un profundo y rápido impulso al
62 Las principales eran las de V. Coosidérant, que, sistematizando las opiniones de Fou
rier, quería realizarlas por vías pacificas; las de Louis Blanc, que pensaba poder efectuar
la reforma soda! tendiente a asociar el capital y el trabajo, por medio del Estado, y la
de Proudhon, quien, a pesar de su ruidosa condena de la propiedad, en realidad sólo se
orientaba a salvaguardar, bajo el nombre de posesión, la pequeña propiedad de las clases
medias.
t’3 Cf. C Marx, Herr Vo«t, Londres, 1860, pág. 35. [H ay edición castellana, Ed. Lau
taro, Buenos Aires, 1947.]
tu Cf. M esa, I, r. III, pág. 135. Ahmiiscritos econ<¡?nico-filosóficos, París, 1844.
desarrollo de su pensamiento. Ello se manifiesta ya muy claramente en los dos
artículos que escribió para los A n des fra n co-d em a n es, "El problema judío” y
"Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel”, artículos que,
con los de Engels y las poesías de Heine, eran lo único que presentaba un interés
y valor duraderos.
El primer artículo, "El problema judío”, lo redactó en su mayor parte en
Kreuznach y lo terminó en París.66 La influencia de su estada en París todavía
se hacía sentir relativamente poco. En efecto, constituye una prolongación y una
profundización de su crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, cuyas tesis
fundamentales retoma, pero al mismo tiempo puede apreciarse un progreso con
siderable en el desarrollo de su pensamiento.
A propósito del problema judío, entonces muy discutido en Alemania, parti
cularmente en el medio de la izquierda hegeliana —la igualdad política y social
de los judíos privados de derechos civiles a causa de su religión constituía una de
las principales reivindicaciones del liberalismo— 66 Marx vuelve al problema
de la emancipación humana, a la que se opone, en el plano político y social, la
separación entre el Estado político y la sociedad burguesa, pero da a este pro
blema una solución orientada ya netamente hacia el comunismo.
El objeto inmediato del artículo era la refutación de la tesis de B. Bauet, quien
había sostenido que los judíos no tenían la misma capacidad que los cristianos
para emanciparse.
Después del edicto del 4 de mayo de 1816, que los excluyó de las funciones
públicas y los relegó a una posición subalterna en el Estado, los judíos, apoya
dos por la prensa liberal, no dejaron de redamar la igualdad civil y política; lo
hacían entonces, en forma particularmente activa y apremiante, pero seguían cho
cando con el gobierno reaccionario prusiano. Este encontró un apoyo en los dos
artículos de B. Bauer, en los cuales, al oponer los cristianos a los judíos, apro
baba implícitamente que el gobierno negara a los judíos la emancipación política.
En un primer artículo, "El problema judío”, publicado primero en los A ndes
alem anes en noviembre de 1842 y luego, como folleto, en 1843,67 Bruno Bauer,
después de señalar que en Prusia nadie podía emanciparse políticamente debido
ai carácter religioso del Estado, sostenía que al reclamar su emancipación polí
tica, el judío exigía del Estado cristiano que abandonase su prejuicio religioso,
en tanto que él mismo no se liberaba del suyo. Desarrollando la tesis que en
i 339 había sostenido contra Hengstenberg, a saber, que la religión judía cons
tituía, respecto de la cristiana, un grado inferior de la evolución humana, consi
deraba que ia religión cristiana —a] dar a la doctrina de la salvación un carácter
universal, mediante una superación del nacionalismo estrecho en el que se había
<u> Gran parte de ¡as ritas contenidas en El problem a ¡ndío se encuentran en el cua
derno de extractos ele lecturas de julio-agosto de 1843, lo que demuestra que Marx co
menzó ese artículo inmediatamente después de su crítica de la Filosofía del Derecho de
Hegel, y que lo redactó cuando aún estaba en Kreuznach.
fis C.Í. }. Hansen, La provincia renana, t. í, pág. 240. Id. Kónig, LaGacela renana,
.Múnster en W estlalia, 1927, cap, IV, págs. 77-89: El problema judío en Prusia.
Gaceta renana, 1842. Sobre el problema judío, 17, 19, 20, 29, 30 de mar2o; 6 de
abril; 22, 24, 31 de mayo; 16 de junio; 27, 31 de julio; 9, 14 de agosto; 1 de setiembre.
8T Cf. Anales alemanes, núms. 274-275, 17-19 de noviembre de 1342, B. Bauer, El
problem a judio. - El problem a judío, per B. Bauer, Brunssvick, 1843.
encerrado la religión judía— representaba un notable progreso respecto de ésta.6*
Como se mantenían porfiadamente apegados a su religión, los judíos, decía, se
han excluido de la comunidad humana, l o que se opone a su emancipación no
es tanto el odio religioso con que se los persigue, como su egoísmo y su orgullo,
que los llevan a considerarse una raza privilegiada. Por haberse separado ellos
mismos de los demás hombres, no tienen derecho a quejarse de haber sido
excluidos de la comunidad cristiana, y de que el Estado cristiano les niegue una
igualdad que ellos niegan a los demás.69
En uq segunda artículo: "Sobre la capacidad para emanciparse de ios cristia
nos y de los judíos actuales’’, publicado en las Veintiuna hojas d e Suiza™ B.
Bauer vinculaba el problema de la emancipación judía ai más general de la
emancipación humana.71
En oposición al cristianismo, que había adquirido, un carácter amplio y uni
versal junto con el protestantismo, y abierto con ello el camino de una emanci
pación general de Ja humanidad, el judaismo seguía siendo, debido a su inflexi
ble apego a la ley mosaica, una doctrina atrasada y estéril.72 Por tai razón el
7a Cf. ibii.. píe.. 69. "Por esta razón el cristianismo supera en mucho al judaismo, el
cristiano en mucho al judío; su capacidad de emanciparse es también mucho mayor que la
del judio, porque, ai alcanzar el punto de vista cristiano, la humanidad llegó al punto en
que una revolución profunda reparará todos los daños causados por la religión [ • • • ] El
judío, eme está lejos de haber llegado a ese punto de vista, se halla igualmente lejos de
poder liberarse, y lejos también de la revolución, que decidirá la suerte de la humanidad,
porque su religión no tiene, por sí misma, gran importancia para la historia del mundo,
v no puede, por tal motivo, influir profundamente en ella."
i* Cl. ibid., pág. 70.
75 Cf. ibid., pág. 71: "lo s cristianos y los judíos deben romper con su naturaleza. Esa
ruptura le es más fácil al cristiano, a quien se le presenta como una consecuencia necesa
ria de su propio desarrollo, que al judío, que debe romper, no sólo con su propia natura
leza, sino también con el desarrollo de su religión.”
Sobre la tendencia antisemita de B. Bauer, cf. Explicación teológica d e los E vangelios,
1 8 5 2 , págs. 34-35.
"El judío tiene un poder ácido, pero no disolvente. Critica ios productos de ia historia
sin poder atacarlos verdaderamente. Se mantiene al margen de los combates históricos,
y su actitud escéptica carece.de energía y de fuerza. Con excepción del judío moderno,
que opone al mundo cristiano sus antítesis orientales y sus sarcasmos literarios, el judio ha
sido siempre un extraño en este mundo, que para él siguió siendo un mundo aparte. Por
ello se contenta con oponerle su escepticismo vulgar, sin poder atacarlo con éxito, y menos
aún destruirlo." ''
7« Cf. Mega, I, t. P , págs. 576-606. C. Marx, El problem a ja d ío: 1) B. Bauer, El
problem a judío, Bruns-wick, 1843; 2) B. Bauer, "Sobre la capacidad de emancipación de
los judíos y cristianos actuales” , Veintiuna hojas de Suiza. [Hay edición castellana; C. Mar?;
y F. Engels, La Sagrada Familia y otros escritos, ed. Grijalbo, México, 195S, págs. 16-44.j
77 Cf. Mega, t. í 2, pág. 279. Carta de C. Marx a D. Oppenheim, 25 de agosto de 1842;
"Envíeme todos los artículos de Hermes contra el judaismo. Pienso enviarle lo antes po
sible un artículo que, sin agotar ese problema, lo planteará sobre un plano nuevo.”
7 SCf. ibid., pág, 308. Carta de Marx a Ruge, 13 de marzo de 1843. “En este momento
recibo la visita del presidente de los israelitas de aquí, quien me pide que presente una
petición a la Dieta en favor de ios judíos. Por repugnante que me parezca ia religión ju
dia, encuentro demasiado abstracto el concepto de B. Bauer. Hay que dirigir el mayor
número posible de ataques contra el..Estado cristiano, pata desprestigiarlo y lograr hacer
penetrar en él, en la medida de nuestras fuerzas, elementos racionales. Al menos es ne
cesario probarlo, y la cólera aumenta con cada pedido rechazado."
carácter de la sociedad burguesa y del Estado político extrajo una concepción
nueva de la emancipación humana, que oponía a la concepción netamente polí
tica que tenía B. Bauer, y reprochó a éste que quisiera resolver el problema de
la emancipación sin tener una noción clara y exacta de lo que constituye su esen
c i a . S u crítica a B. Bauer sería tanto más vehemente cuanto que éste, al asu
mir entonces, a pesar de su fraseología revolucionaria, una posición reaccionaria,
apoyaba en realidad, con su antisemitismo, la política del gobierno prusiano.
En la primera parte de su estudio, Marx responde al artículo de B. Bauer so
bre el problema judío aparecido en los Anales alem anes. B. Bauer, dice, plantea
mal el problema de la- emancipación, porque confunde la emancipación política
con la emancipación humana. Cuando se estudia el problema de la emancipa
ción de los judíos, hay que preguntarse primero cuál es la naturaleza de dicha
emancipación. Sólo cuando se haya elucidado ese primer punto se podrá plan
tear el problema de las condiciones de esa emancipación y preguntarse si, como
lo piensa B. Bauer, la emancipación religiosa es condición necesaria de la eman
cipación política, y si el judío, para- emanciparse, debe liberarse antes del ju-
daísmo.M
l a relación entre la emancipación política y la emancipación religiosa, que B.
Bauer considera el problema central, ya que establece un vínculo de dependen
cia estrecha entre ambas —para él la emancipación religiosa condiciona la eman
cipación política—, varía, en realidad, según el Estado sea más o menos des
arrollado políticamente y se haya emancipado más o menos de la religión. Así
es como, en un Estado cristiano, el problema de la emancipación de los judíos
tiene un carácter teológico, dado que el judío se encuentra en una situación de
oposición religiosa frente a ese Estado; en Francia, que es un Estado constitu
cional pero donde la religión cristiana es aún oficialmente reconocida, el proble
ma judío es un problema político que reviste un aspecto religioso; en Estados
Unidos, en fio, que oficialmente no reconoce religión alguna, tiene un carácter
to En La Sagrada Familia Marx hizo, a propósito de una crítica más general de B,
Bauer, un nuevo análisis del problema indio (cf. Mega, I, t. III: La Sagrada Familia, Cap.
VI: "El problema judío", I, 11, III). Ese análisis, que responde a una etapa nueva del
desarrollo de Marx, será estudiado en e). marco de ese desarrollo.
so Cf. Mega, L t. I1, págs. 579-580. [Ed. Grijalbo, págs. 19-20.]
"Bauer exige, pues, de una parte que el judío abandone el judaismo y que el hombre
en general abandone la religión para ser emancipado como ciudadano. Y por otra parte
considera, consecuentemente, la abolición política de la religión como abolición de la re
Ugión en genera!. El Estado que presupone la religión no es todavía un verdadero Estado,
un Estado real [ . . . ] En este punto se pone de manifiesto la formulación unilateral del
problema judío. No basta, ni mucho menos, con detenerse a investigar quién ha de eman
cipar y quién- debe ser emancipado. La crítica tiene que preguntarse, además, otra cosa,
a saber: d e qué dase d e em ancipación se trata; qué condiciones van implícitas en la na
turaleza de la emancipación que se postula.
La crítica de la em ancipación política misma era, en rigor, la crítica final del problema
judío, y su verdadera disolución en el 'problem a gen era l d e la época' [ . . . ] Encontra
mos que el error de Bauer reside en que somete a crítica solam ente el 'Estado cristiano'
y no el 'Estado en genera!’, en que no investiga la relación entre la em ancipación política
y la em ancipación humana, lo que lo lleva a poner condiciones que sóio pueden explicarse
por la confusión exenta de espíritu crítico de la emancipación política con la emancipación
humana en general. Y si Bauer pregunta a los judíos: ¿tienen ustedes, desde su punto do
vista, derecho a aspirar a la em ancipación política ?, nosotros preguntamos, a la inversa:
¿tiene el punto de vista de la emancipación política derecho a exigir del judío la abolí-
ción del judaismo, y del hombre en general la abolición de la religión?"
netamente político; el problema judío pierde todo carácter religioso y sólo pre
senta un interés político.8 5
De ello resulta que no se debe considerar el Estado, como lo hace Bauer, en
forma abstracta y reducirlo al Estado cristiano, y también que la emancipación
política no implica necesariamente la emancipación religiosa. En efecto, Estados
Unidos, donde el Estado se encuentra completamente emancipado desde el pun
to de vista político, es un país muy religioso en el que a un ateo no se lo con
sidera un hombre honesto, lo que prueba que la emancipación política no im
plica en modo alguno la emancipación religiosa y que la existencia de la reli
gión no es incompatible con la de un Estado por completo emancipado políti
camente.82
Al no reconocer una religión oficial, el Estado político se libera de la tutela
religiosa, sin liberar por ello de la religión a los individuos que lo componen.
Dado que la religión no constituye ya un elemento de la vida política y no con
fiere derechos particulares, no está abolida como tal, del mismo modo que no lo
están la propiedad y la condición social, dado que no confieren ya privilegios
políticos. Así es como la abolición del censo, exigido para elegir y ser elegido,
no suprime la propiedad privada.83
En lugar de considerar ai Estado diametralmente opuesto a la religión, como
Jo hace Bruno Bauer, hay que ver en él, por el contrario, la fuente y el funda
mento de ésta.
Un análisis más profundo del Estado político muestra, en efecto, que es de la
misma naturaleza que la religión, puesto que, como ella, resulta de una aliena
ción de la esencia humana'. Ello lleva a explicar el carácter de la religión por
el del Estado, y no el de éste por el de aquélla, lo que implica la trasformación
cipa políticam ente de la religión, al desterrarla del derecho público al derecho privado
[ . . . ] Se ha visto derrocada paca descender al número tic los intereses privados y ha sido
desterrada de la comunidad como ral comunidad [ . . . ] I-a escisión del hombre en el
hom bre público y el h om bre privado, la dislocación de la religión con respecto al Estado,
para desplazarla a la sociedad burguesa, no constituye una fase, sino la coronación de la
emancipación política, la cual, por lo tanto, ni suprime ni aspira a suprimir la religiosidad
.m i del hombre.
La desintegración- del hombre eu el judío y en ei ciudadano, en el protestante y en el
ciudadano, en el hombre religioso y en el ciudadano, esta desintegración no es un?, men
tira contra la ciudadanía, no es una evasión de la emancipación política, sino que es la
em ancipación política misma, es el modo notifico de emancipación de la religión."
Cf. ibid- págs. 587-590 [26-2.8-29].'
guesa del Estado, es falso pretender, como lo hace B. Bauer, que los judíos no
pueden emanciparse políticamente sin liberarse antes del judaismo.00
Hay que decir, por el contrario, que la emancipación política no constituye
la verdadera emancipación, la emancipación humana.
Marx destaca la oposición entre ésta y la emancipación política, y expone en
forma más explícita la naturaleza de la misma a través de un análisis^ de los De
rechos del Hombre y del Ciudadano, proclamados por la Revolución francesa,
que realizó la emancipación política- en el máximo grado.
Parte, a tal efecto, de una refutación de la afirmación de B. Bauer, que negaba
a los judíos el beneficio de los Derechos del Hombre y del Ciudadano con el
pretexto de que al conservar el privilegio de su fe, no podían reivindicar esos
Derechos, que, dado su carácter de universalidad, no pueden reconocer privilegio
alguno.91
Esos derechos, proclamados por las constituciones de 1791 y 1793, tienen en
realidad, dice Marx, un carácter en todo sentido distinto del que les da B. Bauer.
Para comprender su naturaleza hay que distinguir primero con todo cuidado los
Derechos del Hombre de los del Ciudadano, con ios que no tienen nada que ver.
Los Derechos del Hombre no son, como lo piensa B. Bauer, derechos genera
les, sino privilegios que el hombre posee como miembro de la sociedad bur
guesa; son fundamentalmente diferentes de los del Ciudadano, que pertenecen al
hombre como miembro del Estado. Esa diferencia se explica por la oposición
entre la sociedad y el Estado, y por la naturaleza particular de la emancipación
política.02
AI reforzar, frente a la sociedad burguesa, el Estado político que respondía- ai
ideal del ciudadano, la Revolución francesa acentuó la oposición entre la sociedad
Cf. M. Hess, "Über das Geldwesen" (Sobre la esencia deJ dinero), A ndes alem anes
para la reform a social, Darmstadt, 1845, r. I, págs. 1-34.
IOS Dicha resolución sería adoptada, después que Marx la hubo superado y rechazado,
por los "verdaderos" socialistas.
Cf. K. Grün, Política y socialism o. Cf. Anales ienanos para la reform a social, r. I, págs.
98-144, Darmstadt, 1845.
F. Schmidr, E! liberalismo alemán, Anales retíanos toara la reform a social, t. I, Darmstadt,
1845.
H. Püttmann, Hipocresía, Anales retíanos para la reform a social, t. II, Bellevue, cerca
de Constanza, 1846.
chiano, tenía aún un caráccer más ideológico que histórico. Aunque se esfor
zaba, contrariamente a Feuerbach, por considerar al hombre real, histórico, en
el problema de la emancipación humana partía de un postulado moral, y plan
teaba a p riori las condiciones que debían realizarse para que el hombre pudiera
vivir su vida verdadera, la vida colectiva, la vida de la especie.
Ese artículo, que señalaba el paso del radicalismo democrático al comunismo
—cuya necesidad económica y social establecía ya, sin decirlo expresamente—,
no era todavía otra cosa que la solución teórica del problema de la emancipación
humana, porque no mostraba aún las vías y los medios por los que debía efec
tuarse, ni veía por el momento la necesidad de su realización mediante una
revolución proletaria.
Este tema sería el objeto de su segundo artículo en los Anales frcmcn-ciletnit-
’n es, "Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, Introduc
ción”. que escribió después de su llegada a París, a fines de 1843 y principios
de 1844.109
En dicho artículo, que señala una nueva y muy importante etapa de su des
arrollo intelectual, político y social, la influencia que el ambiente de París ejercía
sobre él, en particular la influencia del proletariado parisiense, aparece con ma
yor claridad que en su artículo sobre el problema judío, escrito, en su parte
esencial, antes de su estada en París.
Así como en El problem a ju d ío había extraído las conclusiones de su Crítica
d e la F ilosofía d e l D erecho d e H egel, en este artículo, que por así decirlo cons
tituía la forma embrionaria del M anifiesto com unista y en el ata! se anunciaba
una orientación nueva y decisiva de su pensamiento, extraía las conclusiones de
su artículo sobre el problema judío.
Mientras que en este último había expuesto las razones que hacían necesaria
una trasformación radical de la sociedad burguesa y del Estado político por la
abolición de la propiedad privada, ahora mostraba cómo debía operarse esa tras
formación mediante una revolución social, que, asociando el proletariado a los
pensadores revolucionarios, realizaría la emancipación humana, destruyendo la
sociedad burguesa y remplazándola por tura sociedad comunista.
Marx no se había desprendido aún por completo de Ja influencia de Feuerbach
y todavía hace del problema de la emancipación humana el fondo de ese artículo,
pero llega, a través de la misma, no sólo a una concepción de la sociedad radi
calmente diferente de la sociedad burguesa, sino al comunismo.
En su artículo parte de la comprobación de que la crítica de la religión, prelu
dio necesario de toda crítica social, que fue llevada hasta el fin por Feuerbach,
creó las condiciones requeridas por la emancipación humana, dando al hombre
conciencia de su verdadera naturaleza, que ya no quiere poseer bajo una forma
celestial, ilusoria, sino real, pata poder vivir su vida verdadera en forma ya no
imaginaria, sino efectiva y concreta.1 10
Cl. 41 '"¿Có J. i. I1. pare 607-621. [Edición castellana: Ed. Grijaíbo. México, í '>70,
púya. 3-15.1
1 1 * C i. M ega. I, t. I 1 , p á g . 6 0 7 [3],
"En Alemania, la critica de la religión ha llegado, en lo esencial, a su fin, y la crítica
de Ja religión es la premisa de toda crítica. La existencia profane del error ha quedado com
prometida, una vez que se ha refutado su celestial osario p ro aris et taris. El hom
bre, que sólo ha encontrado en la realidad fantástica del cielo, donde buscaba un superhombre,
el reflejo de sí mismo, no se sentirá ya inclinado a encontrar solamente la apariencia de sí
Traspone la crítica de Feuerbach al plano social y muestra que para devolver
ál.twmbre su verdadera naturaleza, su esencia alienada, no basta, como lo piensa
Feuerbach, con destruir la ilusión religiosa, sino que es también necesario, es
pecialmente, abolir las condiciones sociales que engendran esa ilusión. Feuerbach
señalaba que el hombre crea la religión, pero consideraba al hombre desde un
punto de vista general antropológico, en sus relaciones con la especie humana y
con la namraleza. Ahora bien, el hombre es ante todo un ser social, cuyo modo
de vida y cuyo pensamiento están esencialmente determinados por la sociedad.111
Si la sociedad crea la religión, es decir, un mundo al revés, donde la realidad
se hace ilusión, ello se debe a que ella misma es un mundo al revés. La religión
no es, en efecto, otra cosa que la expresión teórica, el reflejo espiritual de la
sociedad; si no confiere a la esencia humana más que una realidad ilusoria y
ésta sólo halla en ella una existencia imaginaria, es porque, en la sociedad actual,
que sólo procura ai hombre una satisfacción ilusoria de sus necesidades, la esen
cia humana no tiene realidad verdadera.113
Engendrada por la miseria que reina en la sociedad, la religión constituye una
protesta contra esa miseria, pero una protesta ilusoria, que termina en un consuelo
ilusorio que hace de la religión el opio del pueblo, y ello en dos formas: primero,
porque los hombres miserables la buscan como un narcótico a fin de mitigar sus
penas, y también porque, al impedirles que comprendan la naturaleza y las causas
de éstas, los aparta de la rebelión contra la sociedad que las engendra.
Para que sea eficaz, la lucha contra la religión debe trasformarse en un combate
contra la sociedad que la produce. Combatir la religión y sus promesas de una
felicidad ilusoria, se reduce en realidad a criticar y abolir las condiciones sociales
que engendran la ilusión religiosa, satisfacer efectivamente las necesidades de los
hombres y reivindicar para ellos la felicidad en la tierra.11®
resultados directos de la filosofía los postulados y resultados traídos de otra parre, a pesar
de que éstos — suponiendo que fueran legítimos— sólo pueden mantenerse en pie, por el
contrario, mediante la negación de la filosofía anterior, de la filosofía como tal filosofía.
Nos reservamos el tratar más a fondo de este partido. Su defecto fundamental podría resu
mirse así: creía poder re¿di:car la filosofía sin superarla
La intención expresada aquí por Marx, de someter ese partido a una crítica más pro
funda, anuncia su crítica de los Jóvenes Hggeíianos idealistas, en los Manuscritos econó
mico-filosóficos, y continuada en la Sagrada Familia y en la Ideología alemana.
123 Cf. Mega., I, t. IL págs. 612-613-614 [8-9].'
práctica, que lleva a los hombres a abolir las condiciones de vida inhumanas a
que están sometidos.124
Esa crítica radical se manifestó ya en Alemania, en el plano teórico, por la
reforma de Lutero y por la reciente crítica de la religión, que destruyó la reli
gión interiorizada con que Lutero había remplazado el catolicismo.125 Pero es
conveniente ir más lejos. Ahora hay que trasformar por completo a Alemania
por medio de una emancipación, no sólo teórica, sino efectiva del pueblo, cosa
que sólo puede hacerse mediante una revolución radical.126
Lo que le falta aún a Alemania para realizar dicha revolución es una base
material, una masa revolucionaria que, compenetrándose de la crítica radical del
estado de cosas presente, la lleve a la práctica. No basta,-'en efecto, que el pen
samiento, la teoría, quiera realizarse; es preciso que responda a las necesidades
de la masa y encuentre en ella el elemento material que realice efectivamente la
revolución.127
E¡ mal de Alemania proviene precisamente de la desproporción que en ella
existe entre las necesidades teóricas y las necesidades prácticas, entre las exigen
cias teóricas y las condiciones prácticas de su realización, de manera que no se
nn pueblo y la emancipación d e ana dase especial de la sociedad burguesa, para que una
clase valga por toda la sociedad, es necesario, por el contrario, que todos los defectos de
la sociedad se condensen en una clase, que determinada clase resuma en sí la repulsa de
ia sociedad, sea la incorporación del obstáculo general; es necesario, para ello, que deter
minada esfera social sea considerada como el crimen notorio de toda la sociedad, de cal
modo que k liberación de esta esfera aparezca como la autolibecación general."
loa cf. ibid., págs. 618-619 [1 3 ].
"Pero cualquiera de las clases especiales de Alemania carece de lu consecuencia, el vigor,
el arrojo, la intransigencia capaces de convertirla en el representante negativo de la so
ciedad. Y todas ellas carecen, asimismo, de esa grandeza de alma que pudiera a una, aun
que sólo fuera momentáneamente, con el alma del pueblo, de esa genialidad que infunde
al poder materia! el entusiasmo de¡ poder político, de esa intrepidez revolucionaria que
arroja a la cara del enemigo las retadoras palabras: /No soy nada y debería serlo tod o! 331
fondo básico de la moral y la honradez alemanas, y no sólo de los individuos, sino tam
bién de las clases, es más bien ese m odesto egoísm o que hace valer y permite que otros
hagan valer contra ellos sus propias limitaciones [ . . . ] Cada esfera de la sociedad co
mienza a sentirse y a hacer llegar a las otras sus pretensiones, no sólo cuando se ve opri
mida, sino cuando las circunstancias del momento, sin intervención suya, crean una base
social sobre la que ella, a su vez, pueda ejercer presión. Hasta el mismo am or propio
moral d e la dase m edia alemana descansa sobre ¡a conciencia de ser el representante
general de la fi listen mediocridad de todas las demás clases [ . . . ] Cada dase, tan pronto
comienza a luchar contra la clase que está por encima de ella, se ve enredada en la lucha
contra la que está debajo. De aquí que los príncipes se hallen en lucha contra la monar
quía, los burócratas contra la nobleza y los burgueses contra todos ellos, mientras el pro
letario comienza a luchar contra el burgués. La ciase media no se atreve siquiera, desde
su punto de vista, a concebir el pensamiento de la emancipación, y ya el desarrollo de las
condiciones sociales, lo mismo que el progreso de la teoría política, se encargan de revelar
este mismo punto de vista como algo anticuado o Por io menos problemático.”
Cf. Mega, I, t. Ji, págs. 619-620 [1 4 ].
"En Francia la emancipación parcial es el fundamento de la emancipación universal. En
Alemania la emancipación universal es la candido sine qna non de toda emancipación
parcial [ . . . ] ¿Dónde reside, pues, la posibilidad positiva de la emancipación alemana?
Respuesta: en la formación de una dase con cadenas radicales, de una clase de la sociedad
burguesa que no es una dase de la sociedad burguesa; de una estera que posee un catácrer
universal por sus sufrimientos universales y que no redama para sí ningún derecho fia
El proletariado, que comienza a formarse en Alemania, no es producto de la
miseria natural, sino de la creciente pauperización de las clases medias.134 Al
reclamar, con una energía cada día mayor, la abolición de la propiedad privada,
el proletariado no hace sino exigir que se generalice la aplicación del principio
que la sociedad burguesa le impone, el principio que niega la propiedad privada.135
La revolución proletaria que liberará a la humanidad, no sólo en Alemania,
sino en todos los países, estallará cuando el proletariado haya encontrado en la
filosofía su arma espiritual, y cuando ésta, que enunció el principio del huma
nismo, es decir, de la liberación total de la humanidad, haya encontrado en él
su arma material. La filosofía no puede realizarse sin que el proletariado se haya
emancipado, y éste no puede emanciparse sin que se haya realizado la filosofía,
es decir, sin que haya sido abolida en tanto que tal. La emancipación de los
hombres nacerá de la alianza del proletariado y de la filosofía, de la energía
activa de los franceses y de la fuerza de pensamiento de los alemanes; señalará
la resurrección, no sólo de Francia y de Alemania, sino de la humanidad entera.135
Este artículo es uno de los mejores trabajos juveniles de Marx. Su pensamien
to, que en su Critica d e ht F ilosofía d el D erech o d e H egel y en El problem a
ju d ío se iba desprendiendo aún lentamente de la filosofía feuerbachiana, que
cial, porque no se comete contra ella ningún desafuero especial, sino el desafu ero puro y
sim ple [ . . . ] de ana esfera de la sociedad que no se halla en ninguna índole de contra
posición unilateral con las consecuencias, sino en una contraposición omnilateral con las
premisas del Estado alemán; de una esfera por último, que no puede emanciparse sin
emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad, y, al mismo tiempo, emanciparlas
a todas ellas; que es, en una palabra, la pérdida total del hombre y que, por tanto, sólo
puede ganarse a sí misma mediante la recu peración total d el hom bre. Esta disolución de
la sociedad como una clase especial es el proletariado."
134 Cf. ibid., pág. 620 [14-15]-
"El proletariado sólo comienza a nacer en Alemania, mediante el movimiento industrial
que alborea, pues la que forma el proletariado no es la pobreza que n ace naturalm ente,
sino la pobreza que se p rod u ce artificialm ente, no la masa humana mecánicamente agobia
da por el peso mismo de la sociedad, sino la que brota de la aguda disolu ción de ésta, y
preferentemente de la disolución de la clase media.”
135 Cf. M ega, 1, t. I1, pág. 620 [1 5 ].
"Cuando el proletariado proclama la disolu ción d el orden universal anterior, no hace
más que pregonar el secreto d e su propia existencia, ya que él es la disolución d e h ech o
de ese orden universal. Cuando el proletariado reclama la n ega ción d e la p ropiedad p ri
vada, no hace más que elevar a prin cipio d e la sociedad lo que la sociedad ha elevado-, a
principio suyo, lo que ya se personifica en él, sin intervención suya, como resultado
negativo de la sociedad.”
13e Cf. ibid,, págs. 620-621 [1 5 ].
"Así como la íilosoía encuentra en el proletariado sus armas materiales, el proletariado
encuentra en la filosofía sus armas espirituales, y tan pronto como el rayo del pensamiento
muerda a fondo en este candoroso suelo popular, se llevará a cabo la emancipación de
los alemanes como hom bres. Resumiendo y concluyendo: la única liberación prácticam en
te posible de Alemania es la liberación desde el punto de visca de la teoría, que declara
al hombre como la esencia suprema del hombre [ . . . ] En Alemania no puede abatirse
ningún tipo de servidumbre sin abatir tod o tipo de servidumbre, ha meticulosa Alemania
no puede revolucionar sin revolucionar d esd e el fundam ento mismo. La em ancipación d el
alem án es la em ancipación d e l h om bre. La cabeza de esta emancipación es la filosofía, su
corazón el proletariado. La filosofía no puede llegar a realizarse sin la abolición del proleta
riado, y el proletariado no puede llegar a abolirse sin la realización de la filosofía. Cuan
do se cumplan todas las condiciones interiores, el canto del gallo galo anunciará el d ía d e
la resu rrección de Alemania.”
lo ayudaba a superar el idealismo hegeliano y la ideología liberal, aparece como
regenerado por sus nuevas concepciones comunistas y la abundancia de ideas que
surgen bajo la forma epigramática con que Marx gustaba expresar, en su juven
tud, el virtuosismo de su dialéctica, testigo del profundo cambio que entonces se
opera en sus concepciones.
Señala el fin de su período joven hegeliano y el comienzo de un nuevo perío
do, en el curso del cual elaboraría rápidamente su concepción del materialismo
histórico y establecería, sobre esa base, una concepción ya no utópica, sino cien
tífica, del socialismo.
En dicho artículo el tema central sigue siendo el de la emancipación humana;
pero rechaza completamente el punto de vista antropológico de Feuerbach, ya
superado en su Crítica d e la F ilosofía d el D erecho d e H egel, y sobre todo en
El problem a fu d ío, en los que había opuesto, a la emancipación parcial que daba
la revolución política, la emancipación total, la emancipación humana, vincu
lando ahora ésra a la lucha de clase del proletariado, lo que daba a ese tema un
aspecto y un contenido enteramente nuevos.
En la exposición de ese tema parte de la idea que había deducido de su aná
lisis del problema judío: que la emancipación humana exige no sólo la abolición
de la religión, sino también, y sobre todo, la trasformación radical de la orga
nización social, de la cual la religión no es más que el reflejo ideológico.
Va más allá de las conclusiones del "problema judío”, y muestra que la aboli
ción de la propiedad privada, condición necesaria de la emancipación humana,
sólo podrá realizarse por una revolución comunista. Esa revolución —y aquí
aparece por primera vez formulada claramente por Marx la noción de la lucha
de clases y de su importancia histórica— será la obra común de los pensadores
revolucionarios y del proletariado, que, a partir del momento en que Marx co
mienza a participar en sus luchas, se le presenta como el elemento activo del
progreso en los tiempos presentes.
Como lo exige el desarrollo dialéctico, que únicamente se realiza por la acen
tuación de los contrarios, la liberación total de los hombres sólo puede resultar
de la acentuación de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado.
Desde este punto de vista analiza Marx el papel de la burguesía y del prole
tariado en Alemania. Señala que, debido al desarrollo económico y social atrasado
de dicho país, y a la tendencia semiconservadora de la burguesía, obligada a lu
char a la vez contra la reacción absolutista y feudal y contra un proletariado
en aumento, la burguesía no puede desempeñar el papel revolucionario que re
presentó en Francia, donde encarnaba la oposición de todo el pueblo contra el
antiguo régimen, y que por lo tanto es incapaz de realizar su propia revolución,
que es la revolución política. Destaca su tendencia al compromiso, propia de las
clases medias, y prevé, cuatro años antes de la revolución de 1848, su futuro
papei contrarrevolucionario. Su ruptura con ¡a burguesía, que tuvo primero un
carácter jacobino, adopta ahora un carácter más radical, basado en la noción de
la lucha de clases.
A la burguesía, que en Alemania no cumplió su función, debe sucederle el
proletariado como dase revolucionaria. La supresión de la sociedad burguesa,
en la cual los hombres llevan una vida inhumana, sólo puede ser obra del pro-
Jerariado, clase oprimida y despojada de todo bien que —y en ello reside su
papel histórico—, al emanciparse, emancipará a la humanidad entera.
Al encarnar como clase la alienación llevada a su punco máximo, sólo el pro
letariado puede regenerar completamente la sociedad por la abolición total de
la propiedad privada, porque n o defiende interés privado alguno, ningún pri
vilegio particular de clase.
Esa concepción de la importancia fundamental de la lucha de clases y de su
papel revolucionario en el desarrollo histórico llevó a Marx a hacer un progreso
considerable en la elaboración de una dialéctica materialista, progreso señalado
por la concepción de la necesidad, no ya simplemente moral, sino histórica de la
revolución, y por su rechazo del dogmatismo y de la utopía.18'
Como apenas comenzaba a participar en la lucha de clase del proletariado y
conocía poco la economía política, Marx no logró aún, sin embargo, liberarse
por completo del dogmatismo.
Este se manifiesta en su crítica del sistema proteccionista, que rechazaba como
reaccionario, cuando en realidad respondía a las exigencias del desarrollo indus
trial de Alemania, que, por hallarse todavía en sus comienzos, necesitaba ser pro
tegido contra la competencia inglesa y francesa.
. Aparece, asimismo, en su concepción de la lucha de clase entre la burguesía
y el proletariado. Al no comprender aún con claridad cómo el desarrollo mismo
del régimen capitalista engendra, al propio tiempo que el del proletariado, la
agravación de la lucha de clases entre la burguesía y la dase obrera, Marx con
cibe esa lucha en forma todavía un tanto esquemática. El proletariado, al adquirir
el valor de un elemento antitético puesto al servicio del progreso, aparece casi
como ei protagonista de un drama feuerbachiano del destino humano, como la
encarnación de la humanidad, que, caída en el último grado de la alienación,
extrae, del mismo exceso de su privación, la razón y el motivo de la reconquista
de su esencia alienada.
Se opone a la burguesía como una antítesis, y de su lucha debe nacer, por su
aniquilamiento común, la sociedad nueva sin clases, la sociedad comunista, que
emancipará definitivamente a la humanidad.
Esa sociedad, como lo exige el movimiento dialéctico, en el cual el progreso
resulta de la oposición de los contrarios, sólo puede ser engendrada por una
revolución total. De ahí el rechazo, por parte de Marx, de las reformas políti
cas, consideradas como paliativos insuficientes; de ah! su subestimación de la ac
ción política de la burguesía alemana y su sobrestirnación, por el contrario, deí
papel revolucionario del proletariado alemán, que apenas comenzaba a formarse,
lo cual no fe impidió, por lo demás, esbozar en forma exacta las grandes líneas
del desarrollo histórico de Alemania.
Al hacer del proletariado la fuerza, el instrumento puesto al servicio de h
filosofía que él consideraba, por lo menos en Alemania, un elemento esencia!
del progreso, se veta llevado -—por la influencia de todo su pasado intelectual, que
lo conducía a sobrestimar aún el papel de las ideas y quizá también, por una
inclinación a establecer, a la manera de Heine, cierto paralelismo entre el pen
samiento revolucionario alemán y la acción revolucionaria francesa— a atribuir
todavía a la filosofía un papel esencial en el desarrollo histórico, ligando su acción,
como también lo hacía Engels entonces, a la del proletariado revolucionario.371
entre ellos a propósito de puntos secundarios. Creo, sin embargo, poder demostrar que
esas divergencias son de escasa importancia y que pueden acordarse con les sentimientos
de [os reformadores sociales de estos diferentes países. Lo esencial es que aprendaa a
conocerse recíprocamente. Estoy seguro de que si ello sucede, todos aspirarán al triunfo
de sus hermanos comunistas extranjeros.”
142 Sin duda debía al libro de L. von Stein, y quizá también en parte a M. Hess, su
conocimiento del movimiento socialista y comunista en Francia. En una carta del 2S
de enero de 1844, publicada el 3 de febrero de 1S44 en el Neui Moral World, también
menciona su conocimiento de! célebre predicador comunista, Godwin Barmby, quien había
pasado un tiempo en Farís, en 1840, y que pudo también haber contribuido a hacerle co
nocer ese movimiento (cf. Mega, I, t. II, pág. 4 5 4 ).
143 Cf. ibiil.. pág. 436.
"Francia, después de la revolución, es el único país exclusivamente político de Europa.
Ningún movimiento, ninguna doctrina pueden [legar a tener en Francia una importancia
aacionai sin adquirir forma política. La Revolución francesa señaló el comienzo de la
democracia eu Europa. Considerada desde el punto de vista de la forma de gobierno, la
democracia constituye una contradicción, un engaño, una hipocresía [ . . . ] La libertad
política es pura apariencia y en realidad constituye la peor de las esclavitudes; de la
libertad, tiene el aspean, y de la esclavitud la realidad. Lo mismo sucede con la igualdad
política; por ello es necesario destruir la democracia, como toda otra forma de gobierno.
La hipocresía no puede durar, la contradicción inherente a la democracia debe estallar; es
necesario tener la verdadera esclavitud que encuentra su forma en el puro despotismo, o
la verdadera libertad y la auténtica igualdad, es decir, el comunismo,”
144 Cf. Mega, f, t. II, pág. 436.
"La conjuración comunista fracasó porque el comunismo tenía entonces un carácter gro
sero y superficial, y también porque la opinión pública no era aún bastante avanzada.’
148 Cf. ibid., oágs. 437-438.
443 Cf. ibid., págs. 439-440.
al gobierno, con sus conjuras, de reprimir el movimiento obrero.147 La debilidad
de Jos comunistas franceses se debe, por otra parte, a la alianza que establecen
entre el cristianismo y el comunismo. En ese estudio del comunismo francés,
Engels concedía un lugar aparte a Proudhon, a quien elogiaba por haber hecho la
crítica más profunda, a su parecer, de la propiedad privada, en su trabajo ¿Q ué
es la p rop ied a d ? Le reconocía, asimismo, el mérito de haber mostrado que por
ser la propiedad el elemento esencial de la vida económica y social presente, era
necesario reformar, no el Estado, sino la sociedad y que dicha reforma implicaba
la abolición del Estado.1'18 Concluía diciendo que Francia llegaría al comunismo
después de pasar por todos los grados del desarrollo político, lo que ya la ha
llevado a elaborar doctrinas socialistas y comunistas orientadas a trasformar ra
dicalmente, no el Estado, sino la sociedad.
En la segunda parte de su artículo, Engels mostraba cómo en Alemania y en
Suiza el comunismo se presentaba como la consecuencia necesaria del radicalismo
filosófico, que había conducido al ateísmo y al republicanismo.
En un corto estudio dedicado al movimiento comunista en Suiza, hacía resaltar
la separación producida entre el comunismo filosófico de los pensadores revo
lucionarios y el de la ciase obrera. Reconocía, al respecto, todo el mérito de
Weiding, cuya doctrina, que se había difundido tanto en Alemania como en
Suiza, y señalaba en esos países, en los que no existía industtia ni clase obrera
poderosa, el punto culminante del comunismo proletario. 148*
Estudiaba después los orígenes del comunismo en Alemania, y lo hacía remon
tar a las guerras campesinas con Thomas Miinzer, que había llegado a una pri
mera concepción comunista, uniendo el radicalismo social y el comunismo primi
tivo. A consecuencia del aplastamiento de las guerras campesinas, el desarrollo
de Alemania adquirió un carácter esencialmente espiritual.150 La manifestación
actual más importante de ese desarrollo era el movimiento de la Izquierda he-
geliana. Luego de haber propagado el ateísmo y el republicanismo, los Jóvenes
l-ísgelknos reconocieron que las reformas políticas eran impotentes para trasfor
mar la sociedad, y que esa trasformación exigía una revolución social que ins
tauraría el comunismo, en el cual veían la consecuencia necesaria y Ja realiza
ción del humanismo.151
147 Cf. ibid., pág. 440. Esto constituye tina crítica indirecra de la "Liga de ios Justos1’,
tu que K. Schappec y J. Molí, que la dirigían, en Londres, lo habían invitado a ingresar.
■! - Ct. ibíit'.. pág. 442,
"£! escritor más importante de esta tendencia [comunista] es Proudhon, un joven que
!¡:¡se dos o tres años publicó un libro, ¿Q ué es la propiedad?, en el cual respondía a esta
pregunta diciendo: 'La propiedad es el robo’. En el dominio de! comunismo, ese libro
es el más filosófico que se baya escrito en francés, y si hay un libro francés que quisiera
ver traducido al inglés, es éste. El derecho de propiedad privada, ias consecuencias de esta
institución, la Lompcrenaa, la inmoralidad, la miseria, están depuestos aquí con una fuerza
intelectual y sobre la base de investigaciones científicas tries, como en ningún otro libro
i e encontrado juntas. Además, hace observaciones muy importantes sobre el gobierno.
Después de señalar que toda forma de gobierno, sea democrática, aristocrática o monár
quica, es igualmente criticable debido a que se apoya en ia fuerza y a que, en e! mejor de
los casos, la mayocía oprime a una minoría, concluye diciendo 'Querernos la anarquía’,
e ; decir, ningún gobierno, y que cada uno asuma la responsabilidad sólo doc sí mismo.”
Cf. M ega, I, t. IV, págs. 4 4 4 4 4 6 .
750 Cf. ibid., págs. 443-444.
757 Cf ibid., págs. 447-448.
"Los Jóvenes Kegeüanos de 1842 se declararon abiercamecre ateos y republicanos [ . . . ]
Contrariamente a Stein, sostenía que el comunismo no era sólo una cuestión
de defensa de intereses materiales, sino que respondía también a necesidades de
orden espiritual, y pensaba, como Hess, que debido a ello pronto aparecería un
potente movimiento comunista entre los intelectuales alemanes. Si en Inglaterra,
decía, el comunismo nació del desarrollo económico y social, en parcicular de
las crisis que agravaron, con la miseria, las luchas de clases, y si encontró su
apoyo sobre todo en el proletariado, en Alemania, por el contrario, tiene un
carácter esencialmente teórico, espiritual, y será antes que nada la obra de los
intelectuales152 que, precisamente, anunciaba, están por fundar una revista
—se refería a los Anales franco-alem anes— destinada a defender y propagar la
doctrina comunista.103
En este artículo, en el que resumía sus conocimientos y sus opiniones recién
adquiridas sobre el carácter y el desarrollo del comunismo en Inglaterra, Francia,
Alemania y Suiza, Engels desarrollaba ideas bastante similares a las de Marx.
Partiendo de la concepción de que para realizar e! comunismo era necesaria una
alianza entre Inglaterra, Alemania y Francia, analizaba más profundamente de lo
que lo había hecho Hess su carácter particular en cada uno de esos países, vincu
lándolo estrechamente a su desarrollo histórico.
Pensaba, como Marx, y en este sentido sufría la influencia de Proudhon y de
Hess, que como el carácter de la sociedad burguesa estaba esencialmente deter
minado por el régimen de ia propiedad privada, la trasformación profunda de la
sociedad debía hacerse, no por medio de reformas políticas que no cambian en
nada la naturaleza de ésta, sino por una revolución social, que destruiría el Es-
tado en el que Engels veía, contrariamente a Marx, no la encarnación de la
esencia alienada de la humanidad, sino un instrumento de opresión. Como Marx,
pero en un plano diferente, rechazaba la democracia política, que le parecía in
capaz de emancipar verdaderamente al pueblo debido a que limitaba la realiza
ción de la libertad y de la igualdad al dominio polícico.
Engels no se había liberado en forma tan completa como Marx de la ideolo-
Id¡ gobierno frenó su desarrollo mediante una inusitada abolición despótica de toda libertad,
de expresión. Folletos, diarios, revistas, trabajos- clauíficos, fueron suprimidos por doce
nas, y pronto re detuvo el movimiento espiritual en el país [ . . . ] Por !o demás, ' i
agíradón republicana h ab ía sido abandonada por sus propios partidarios, que, desaíro*
balido si a cesar ¡as consecuencias de su filosofía, se hacían ahora comunistas. Los príncipes
en Alemania creían haber aplastado puta siempre el republicanismo, y veían nacer el
i enlucióme de las cenizas de la agitación política, y esa nueva doctrina les pareció aún más
y temible cite aquella que se regocijaban de haber destruido aparentemente."
i r 8 Cf. M s í «, I, t. II, pies. 448-449.
a s c í, ih'id., pág. 443. Cf. 1\ Engels, “Continental Movements" (Movimientos en el
'-'uiU'int'HiX'). Ai tí culo breve publicado eu el K su j M o r a l W o r ld , el 3 de febrero de 1844.
“Los alemanes son un pueblo filosófico; n o quieten ni pueden set infieles al comunismo,
puesto que este se apoya en sólidos fundamentos filosóficos, sobre codo si aparece como
una consecuencia inevitable de su propia filosofía La misma inclinación por los
principios abstraaos, el mismo desprecio por la realidad concrea y por la ganancia que
provocaron en ellos tina simndóu política tan ruin, aseguran el ¿.vico cid comunismo
filosófico en ese país. A un inglés puede pareceríe extraño que un partido que reclama
ia supresión de la propiedad privada esté constituido sobre rodo por personas acomoda
das; sm embargo, ese es el caso en Alemania. Sólo podemos reclinar a nueceros anherentes
enere las ciases que han gozado de una buena educación, es decir, entre los universitarios
y los comerciantes; hasta ahora no hemos encontrado muchos obstáculos entre ellos.”
gía joven hegeliana, y, contrariamente a lo que le había enseñado su experiencia
política y social en Inglaterra, pensaba que el comunismo no era sólo la ideología
de clase de! proletariado, que se desarrollaba con la acentuación de su lucha re
volucionaria, sino que también podía desarrollarse en un plano diferente, en el
plano político en Francia y en el filosófico en Alemania.
Francia, decía, llegará al comunismo después de atravesar todas las fases del
desarrollo político, que ya la ha llevado a elaborar doctrinas socialistas y comu
nistas que se orientan a trasformar radicalmente, no ei Estado, sino la sociedad.
El paralelismo que también establecía entre el pensamiento filosófico revolu
cionario y k acción revolucionaría del proletariado, sin tratar, como Marx, de
superarlo vinculando estrechamente el desarrollo de la filosofía con la ludia de cla
se del proletariado, lo llevaba a pensar que en Alemania, donde el proletariado
era débil aún, el comunismo era el producto, no de la lucha de la clase obrera,
sino del desarrollo interno de la filosofía.154
Al hacer así del comunismo en Alemania el producto del desarrollo de la fi
losofía joven hegeliana, se veía llevado a no establecer una diferencia fundamental
entre los Jóvenes Hegelianos progresistas, y a calificar de comunistas a demó
cratas liberales como Ruge y Herwegh. Hess, escribía, fue ei primero en llegar a
la concepción de que comunismo es la consecuencia necesaria del humanismo, y
a esta concepción se plegaron después Ruge, Herwegh y Marx.155
Como pensaba que el comunismo filosófico alemán era superior, desde el punto
de vista teórico, al comunismo francés e inglés, cuya superioridad en la práctica
reconocía por lo demás, llegaba a una conclusión análoga a la de Marx: a k con
cepción de la necesidad de unir la filosofía revolucionaria alemana y la lucha de
clase del proletariado.
Pero en tanto que Marx consideraba que la filosofía no podía ni debía preten
der desempeñar un papel independiente, al margen 5' por encima de esa lucha, y
que debía confundirse, dirigiéndola, con la acción revolucionaria del proletariado,
Engels no concebía aún esa unión de tal modo que implicase la supresión de la
filosofía como tal.168
Si bien se hallaba detrás de Marx en la elaboración del materialismo histórico,
en el plano filosófico, político y social, Engels lo superaba en las cuestiones de841
157 Cf. Carias de y a C eorg H erwegh, publicadas pox Marcel Herwegh, Munich, 1898,
pág. 8 8 .
158 Cf. Mega,- I, t. II, págs. 405-431; A ndes franeo-alemanes.
La situación en Inglaterra por F. Engels, Pasado y presen te de Thomas Carlyle, Lon
dres, 1843.
159 Cf. tbid., pág. 409.
'Xa situación de Inglaterra es considerada la más amenazante y también la más extraña
que el mundo jamás haya conocido. Inglaterra rebosa de mercancías de todo tipo, y sin
embargo se muere de hambre [ . . . ] En 1842 Inglaterra y el país de Gales contaban con
1.430.000 pobres, de los cuales [ . . ] 200.000 están encerrados en casas de trabajo, igra-
das al espíritu humanitario de los whigs! Escocia, aunque no tiene leyes sobre los pobres,
tiene pobres en masa; en cuanto a Irlanda, puede jactarse de contar con la enorme cantidad
de 2300.000.*'
Cf. ibid.; pág, 410.
“Ni el amo que trabaja, ni el amo ocioso, ni el terrateniente noble, son más felices
que el obrero [ . . . ] El pueblo muere de hambre en medio de la abundancia, pero entre
sus muros dorados y sus graneros repletos, el rico no se siente seguro ni satisfecho. Midas
aspiraba poseer oro. Lo tuvo a raudales, ya que todo lo que tocaba se trasformahu en oto.
pero con sus orejas de burro uo disfrutó de él en absoluto.”
gels resumía así: "Una aristocracia ociosa, que ni siquiera ha aprendido a perma
necer tranquila para no provocar desgracias; una aristocracia laboriosa que se hun
dió en el culto al dinero y que, en lugar de ser una asamblea de directores del
trabajo, de capitanes de industria, no es otta cosa que una banda de piratas y fili
busteros, un Parlamento nacido de la corrupción, una filosofía de la vida basada
en la pereza, la inercia, el Ictissez fak e. una religión decrépita, la destrucción de
todos los intereses generales de la humanidad, un renunciamiento universal de lo
que es verdadero y humano, y, por consiguiente, un aislamiento general de los
hombres, convertidos en seres egoístas, una desorganización total de todas las re
laciones sociales, una guerra generalizada entre todos los hombres, una muerte
espiritual universal, una carencia total de alma, de conciencia humana verdadera;
una clase obrera desmesuradamente aumentada, que sufre una opresión y es presa
de una miseria intolerables, que se rebela salvajemente contra el antiguo orden
social; una democracia amenazante que progresa irresistiblemente, por todas partes
el caos, el desorden, la anarquía, la disolución de los antiguos vínculos sociales,
por todas partes el vacío espiritual, la ausencia de pensamiento, la debilidad: tal
es la situación de Inglaterra.” 181
La gran huelga de 1842, que empujó a un millón de obreros hambrientos
y sublevados a manifestar contra el régimen político y social, era para Carlyle el
signo anunciador de su descomposición.162
En efecto, a pesar de su fracaso esa huelga demostró que la aristocracia no era
ya capaz de desempeñar un papel rector en la sociedad actual; en cuanto a la de
mocracia que se desarrollaba frente a ella, no tenía y no podía tener, afirmaba
Carlyle, más que un valor negativo, porque no atacaba la raíz misma del mal, el
materialismo y el utilitarismo.168
La huelga demostró que era tiempo que Inglaterra, para evitar el caos y la rui
na, emprendiera un nuevo camino, retornando a la religión, a la fe en los valo
res eternos.164
Para Carlyle, el mal fundamental de la época moderna era la trasformación de
ja religión en una forma vacía de todo contenido espiritual, la eliminación del
idealismo, remplazado por el materialismo y el utilitarismo, que habían engen
drado con la sed de ganancias, el egoísmo, la inmoralidad y el ateísmo.16"
cibírse de Que la necesita. Ese es el verdadero ma!, el centro mismo del cáncer que roe
a b. sociedad."
i ”0 Cf. M ega, I, t. II, p íg . 421.
"Eí trabajo encierra en sí una nobleza eterna, diría aun una santidad. Por bajo que el
hombre haya caído, por triste que esté su alma, por olvidado que esté de su alta misión,
le queda una esperanza cuando trabaja real y seriamente; la desesperación eterna es sólo
inherente a la pereza. El trabajo, por mucho que lo haya envilecido e! dinero, sigue
siendo el vínculo del hombre con la naturaleza. E! deseo de realizar su trabajo llevará cada
vez más a los hombres a la verdad, y les permitirá comprender mejor las determinaciones
y las leyes de la naturaleza. El trabajo tiene una significación y un alcance inmensos; por
medio de él realiza el hombre pieriamente su ser."
I®7 Cf. ¡bkl., págs. 422-423.
"Pero también el «abajo ha sido arrastrado por el salvaje remolino del desorden y del
caos; su principio puriricador, que esclarece y estimula, se ha convertido en presa de 1»
confusión y de las tinieblas. Eilo lleva a plantear et problema esencial del futuro dei tra
bajo [ . . . ] Todos los intereses humanos, todas Jas empresas comunes de los hombres, de
bieron, en cierto estadio de su desarrollo, ser organizados. .El más grande de los mtere.se?
humanos, el trabajo, exige también ahora ser organizado."
w s Cf. Mega, I, t. II, p ig . 423.
"Para realizar esa organización, pata remplazar la falsa dirección pot una verdadera, eí
mal gobierno por uno bueno, Carlyle redama la institución de una aristocracia verdadera,
de un culto a los héroes, y plantea como segundo gran problema elegir a los mejores de entre
ios hombres que, por su forma de gobernar, a la democracia inevitable unieran la necesaria
autoridad."
Cf. Mega, I, t. II, pág, 421.
"Pero nuestra época no se halla completamente abandonada. En nuestra pobre Europa
desunida se han hecho escuchar rocíen remonto voces religiosas que predican, al corazón
de rodos los hombres, una religión nueva que es, al mismo tiempo, la más antigua para
todos. Conozco a algunos que, sin hacerse llamar profetas y sin creer que lo sean, tienen
eü realidad esas voces llenas y fuertes, que vienen Jel corazón eterno de la naturaleza j
que son veneradas por todos los que tienen alma."
Engels quedó muy impresionado con ese libro, en particular por la sorprendente
descripción de la miseria del proletariado inglés. Pero si en parte compartía las
opiniones de Carlyle sobre la situación de Inglaterra y aprobaba sus críticas de la
aristocracia agraria hundida en el ocio; de la burguesía industrial ávida e inhuma
na; del Parlamento venal y corrompido, de la religión vacía de todo sentimiento
profundo, rechazaba ias conclusiones y el ideal opuesto por Carlyle a la sociedad
burguesa. La salvación de íngiaterra, como la de Europa, reside, decía, no en un
retorno a la religión y al idealismo, sino en el ateísmo; no en ia creencia en Dios,
sino en la fe en la humanidad.
Fustigaba, como Cariyle, la inmoralidad de la sociedad burguesa y consideraba
que no era el ateísmo, sino, por el contrario, la religión, bajo cualquier forma
que se presentara, ia causa esencial de ios males sociales, ya que al privar a los
hombres de su esencia, los volvía inhumanos.
Carlyle, decía, conoce bien la literatura alemana, pero desconoce su última
fase, la filosofía poshegelíana, y en particular la doctrina de Feuerbach, que mostró
que la única vía de salvación para el hombre consiste en apartarse de la religión,
para adquirir conciencia de su ser verdadero y organizar el mundo conforme a
éste: 170 "Queremos eliminar todo lo que se tiene por sobrenatural y sobrehuma
no, y abolir con ello la mentira, porque la pretensión de ser sobrehumano y
sobrenatural por parte de lo que es humano y natural constituye la fuente de todo
lo que es falso y engañoso. Por ello hemos declarado resueltamente la guerra
a la religión y a las concepciones religiosas [ . . . ] No se nos ocurre dudar de la
revelación de la historia y despreciarla, porque la historia lo es todo para nos
otros [ . . . ] Reivindicamos el contenido de la historia porque vemos en ella, no
la revelación de Dios, sino k del hombre y únicamente la del hombre. Para com
prender toda la grandeza del ser humano, el desarrollo de la especie humana en
el curso de la historia, su progreso, que nada puede frenar, su victoria constante
sobre lo irracional y lo inhumano, su duro y triunfal combate contra la natura
leza, hasta el momento en que llega a la plena conciencia de si mismo [ . ] para
reconocer toda la grandeza de sus esfuerzos y de sus conquistas, no tenemos ne
cesidad de recurrir a la abstracción de un dios y atribuirle todo lo que es bello,
grande, sublime y verdaderamente humano [ ... ] El hombre sólo tiene que co
nocerse a sí mismo, adquirir conciencia de su ser, juzgar conforme a éste todas
las manifestaciones de la vida y organizar el mundo en forma humana, según las
exigencias de su naturaleza, para resolver el enigma de nuestro tiempo [ ... ] Ei
hombre ha perdido su ser en la religión, ha alienado en ella su humanidad, y ahora
que los progresos de la historia han hecho tambalear la religión, reconoce todo
el vacío y toda la inutilidad de su existencia. No existe para él más que una sola
vía de salvación, no puede reconquistar su humanidad y su ser verdadero más que
liberándose de todas las concepciones religiosas, mediante un enérgico y franco
retorno, no a Dios, sino a él mismo ” 171
Esa concepción del hombre y de la historia llevaba a Engels a rechazar el pan
teísmo de Carlyle, que no era, decía, más que la forma última de la religión. Ai
dejar subsistir, como toda religión, el dualismo entre Dios y el hombre, al atribuir
a Dios una realidad fuera de los hombres y al hacer de él una entidad superior a
éstos, el panteísmo es, en realidad, la negación de ia naturaleza y del hombre, que
170 Cf. Mega, I, t. II, págs. 424-425.
171 Cf. ibid., págs. 426-427-428.
tienen su esencia, no en sí mismos, sino en Dios.172 Con el mantenimiento de ese
dualismo que implica la nulidad del hombre y de la naturaleza, y que recurre a
Dios para explicar la historia, el panteísmo deja asimismo en pie la fe en una
fuerza y en una autoridad superior, y da así una base y una justificación teóricas
al despotismo y a la titania.
Sobre este panteísmo, que, como todas las doctrinas místicas, envilece ai hombre
al subordinarlo a un Ser superior, basa Carlyle, en efecto, su apología de la aris
tocracia y su crítica de la democracia. Niega ai pueblo, a la masa, al proletariado,
la capacidad de dirigir el Estado y de organizar la sociedad, atribuye ese papel a los
superhombres, a los héroes, y por lo tanto deja subsistir, justificándola, la división
de los hombres en amos y esclavos. Engels reprochó a Carlyle que no considerase
a la humanidad en su unidad y opuso a su aristocratismo el comunismo, que él
juzgaba, como Hess, como lo único capaz de realizar la igualdad real y la ver
dadera libertad.173
Ello lo llevaba a rechazar igualmente la concepción que tenía Carlyie de la
organización del trabajo, que debía realizarse en el mateo de la propiedad pri
vada. Es inútil, decía Engels, querer realizar una organización racional del tra
bajo sin abolir la propiedad privada.174 Para terminar, elogiaba a los socialistas
ingleses por haberlo reconocido claramente, y sólo les reprochaba que considerasen
el socialismo nada más que bajo su aspecto práctico, sin tratar de darle un fun
damento más sólido, inspirándose en la filosofía alemana.177
Este artículo sin duda fue escrito por Engels al comeinzo de su estada en In
glaterra, como lo muestra ¡a influencia aún muy grande de la ideología feuerba-
cbiana, que no sometió de entrada, como Marx, a un análisis crítico.
:T'J Cf. Mega, I, t. II, pág, 426: "El panteísmo es una consecuencia del cristianismo, que
constituye las premisas del mismo.”
Págs. 423-429: "El panteísmo es ei último grado de la evolución que permite alcanzar
una concepción libre y humana del mundo. La historia, que Cacl/ie considera la verdadera
revelación, no encierra nada más que cosa:: humanas; sólo arbitrariamente se puede des
pojar a la humanidad de su propio contenido par3 atribuírselo a un dios [ • .. ] ¿Por qué
colocar siempre en primer plano una palabra que conserva la apariencia del dualismo, una
palabra que constituye, en sí, la negación de la naturaleza y de la humanidad?”
T7:i Cf. ibid., pág. 429-
"Carlyle es todavía suficientemente religioso como para permanecer en estado de servi
dumbre; ei panteísmo reconoce, en efecto, algo superior al hombre considerado en sí. De
ahí que aspire a encontrar una verdadera aristocracia de héroes, como si esos héroes, en
el mejor de los casos, pudieran ser algo más que hombres. Si hubiera considerado al hom
bre como hombre, en su infinita grandeza, no se le habría ocurrido la idea de dividir la
humanidad en dos grupos: los carneros y las ovejas, los regentes y los regenteados, los
aristócratas y la canalla, los señores y los imbéciles. La democracia es, ciertamente, ua
período transitorio; lleva, no a una nueva aristocracia que sería mejor que la antigua, sino
a la verdadera libertad, a la libertad humana.”
174 Cf. ibid., págs. 429-430.
"¿Cómo quiere [Carlyle] suprimir la competencia, ia oferta y la demanda, el reino del
dinero, si deja en pie su verdadera raíz, la propiedad privada? La organización del trabajo
en sí es inoperante, y no puede realizarse sin cierta identidad de intereses.”
175 Cf. Mega, I, t. II, pág. 430.
"Los socialistas ingleses son solamente prácticos, no cienen confianza en la teoría y, a
través de la práctica, se atienen al materialismo en el cual se basa codo su sistema so
cial [ . • - ] Ello proviene del hecho de que estos socialistas aun son ingleses, cuando sólo
deberían ser hombres; del desarrollo filosófico del continente no conocer, más que el
materialismo, e ignoran la filosofía alemana. Ese es su error.”
En tanto que Marx, desprendiéndose de esa ideología con su penetrante estudio
de la sociedad y del Estado burgués, sólo asignaba a la filosofía un papel de an
ticipación de la sociedad futura, y en realidad la confundía con Ja acción revo
lucionaria del proletariado, Engels le atribuía —en particular a la doctrina de
Feuerbach, que le parecía haber ofrecido, en el plano teórico, la verdadera solu
ción del problema social— un papel todavía determinante en el desarrollo histó
rico. De ello resultaba cierta contradicción entre sus concepciones económicas y
sociales, que tenían ya un carácter materialista, y su concepción todavía semidea-
lista de ¡a historia.1 T<i
Mediante un estudio más profundo de la economía capitalista, superaría esa
contradicción, haciendo de la trasformación social el resultado del desarrollo eco
nómico.
Dicho progreso se advierte en su segundo artículo de los Anales franco-alem a-
nes, "Esbozo de una crítica de la economía política” ,17'1 que ocupa, respecto de
su primer artículo, un lugar análogo al que el artículo de Marx "Contribución a la
crítica de ¡a filosofía del Derecho de Hegel. Introducción”, tiene respecto de El
problem a judío,
Engels se liberó, así, mucho más nítidamente de la ideología joven hegeliana, 7
abandonó casi por completo las consideraciones generales sobre la esencia hu
mana; efectuó un análisis profundo de las bases económicas, de la sociedad bur
guesa, que respondía al análisis político y social que Marx hacía de la misma.
En ese análisis se apoyoba en el conocimiento que entonces tenía de Inglaterra,
donde el sistema capitalista, al mismo tiempo que el aumento de la producción
y la multiplicación y concentración de las riquezas, engendraba las crisis, 7 con
ellas una creciente pauperización de las clases medias y la constante agravación
de la miseria del proletariado.
Engels veía que en la sociedad burguesa, basada en la propiedad privada, el
desarrollo de k producción, debido al de k competencia y a los progresos técni
cos, lejos de mejorar las condiciones de vida de la clase obrera las agravaba sin
cesar, y emprendió con ardor juvenil —no tenía entonces más que 23 años—
la crítica de la paradoja que ofrecía ese país que moría de riqueza y abundancia,178
y k de los economistas burgueses qu,e se empeñaban en justificar ese régimen,
santificando, por así decirlo, k doctrina del líbre cambio que había sucedido a
k del mercantilismo. En dicha crítica no sólo emprendía la tarea de señalar,
romo Sismondi, los defectos e insuficiencias del sistema capitalista, sino que se
proponía refutar completamente la economía política burguesa.
En su crítica se ubicaba más en un punto de vista histórico que moral, para ex
traer de las contradicciones mismas del sistema capitalista, a causa de las cuales la
revolución social era inevitable, una justificación, no utópica y sentimental deí
comunismo, sino científica.
Eso era lo que lo distinguía de los críticos anteriores del régimen inglés, en
17 Esto lo acercaba aún, en cierto sentido, a Hess, de quien había tomado la concepción
social de “la esencia humana”, y también cierta fraseología idealista; por ejemplo, cuando
hablaba, lo mismo que él, del enigma de los tiempos presentes (cf. Mega. I, t. II, pág. 4 2 8 ).
Cf. M. Hess, Gacela renana, 1S de abril de 1842: "El enigma del siglo XIX ".
177 Cf. ib ii., págs. 379-404.
1751 Cf. M ega, I, t. .II. pág. 399.
particular de Buret,179 quienes, como no podían, en tanto que economistas bur
gueses, discernir las verdaderas causas de Ja miseria, ni señalar los remedios apro
piados para suprimirla, se conformaban con proponer paliativos insuficientes.
El mérito de esos libros, en particular el de Buret, consistía en haber descrito
en forma sorprendente ios espantosos efectos del desarrollo del régimen capita
lista sobre las condiciones de vida del proletariado y la terrible miseria de éste.
Engels superó a Buret en la crítica de ese régimen, y mostró que la situación
del proletariado sólo podía modificarse por la abolición del sistema capitalista,
que debía ser el resultado, no de reformas, sino de una revolución social, determi
nada por la agravación de las crisis y de la lucha de clases.
En su crítica de la economía política burguesa, Engels partía del hecho de que
el modo de producción capitalista está basado en la propiedad privada y en la
competencia.
La evolución de ese modo de producción y, con él, la de la sociedad burguesa,
se refleja en la sucesión misma de los sistemas de la economía política burguesa. El
primero de ellos, el mercantilismo, basado en la concepción de que los metales
preciosos, en especial el oro, constituyen la verdadera riqueza de un país, plan
teaba como principio económico fundamental la necesidad, para la prosperidad
de una nación, de un balance comercial favorable que se tradujera en una afluen
cia de oro ai país. 180
Ese sistema fue combatido en Inglaterra en el siglo xvni. en el período del
gran desarrollo industrial, en nombre de la libertad de comercio. En su crítica
del sistema de libre cambio, Engels unía la revolución industrial producida en ese
país a la profunda trasformación política que la acompañó, y destacaba que esos
dos movimientos presentaban el mismo defecto fundamental, que había hecho que
no lograran su objetivo. Mientras el movimiento político quedó inconcluso por no
haberse planteado el problema de la naturaleza y del papel del Estado, la revolu
ción industrial terminó en un callejón sin salida por no haberse preguntado si el
sistema de la propiedad privada estaba justificado.181
Ello explica ios males y las contradicciones de la nueva economía liberal, que
sin embargo constituyó un progreso respecto del mercantilismo, debido a que, al
no preocuparse exclusivamente de la balanza comercial, tenía en cuenta, no sólo
lo s intereses de los productores, sino también los de los consumidores. 182
A p e s a r d e la s p r e t e n s io n e s fila n tr ó p ic a s , q u e o s te n ta b a , b a j o la i n f lu e n c i a d e
la s id e a s h u m a n it a r ia s d e l s i g lo XVIII, la e c o n o m ía lib e r a l a g r a v ó e n r e a lid a d to d o s
lo s d e fe c to s d e l m e r c a n t ilis m o , e m p u ja n d o , p o r e l d e s a r r o llo d e la c o m p e t e n c ia y
d e l lib r e c a m b io , e l s is te m a d e la p r o p ie d a d p r iv a d a h a s ta su s u ltim a s c o n s e c u e n
cias, l o q u e p u s o e n e v id e n c ia t o d a la m o n s tr u o s id a d d e l m o d e r n o r é g i m e n d e
p r o d u c c ió n b a s a d o e n e s e s is te m a .
En efecto, lejos de liberar a los individuos, difundir la civilización y acercar a
ios pueblos como lo pretendían los economistas liberales con Adam Smith, el sis
tema del libre cambio no hizo más que agravar todos los males del régimen capi-170
170 Cf. Antoine-Eugéne Buree Sobre la m iseria de las clases laboriosas en Inglaterra
y en Francia. Sobre la naturaleza d e la miseria, de su existencia, d e sus efectos, d e síes
cansas; sobre la insuficiencia d e lo s rem edios que hasta el m om en to le han opuesto, con la
indkaciáti d e los m edios propios para liberar a las sociedades, París, 1840.
180 Cf. Mega, I, t. II, págs. 379-380.
i s i Cf. ibid., pág. 380.
i 82 Cf. ibid., pág. 380.
talista mediante el fortalecimiento de los monopolios que pretendía abolir, el au
mento del poder del dinero, que engendró una nueva esclavitud, más inhumana y
cruel que Ja antigua, y el remplazo de las guerras entre naciones por una guerra
entre todos los hombres.183
Las consecuencias de ese sistema hallaban su conclusión necesaria en la mons
truosa teoría de Malthus, quien, arrancando al liberalismo económico su máscara
hipócrita de filantropía y haciendo resaltar todo el vacío de sus bellas frases sobre
humanitarismo y cosmopolitismo, mostraba cómo ese sistema terminaba en una
despiadada y espantosa explotación de la clase obrera.
Sin embargo era necesario que el mercantilismo fuera remplazado por el sis
tema del libre cambio, y que en ese sistema el régimen de la propiedad privada
terminara, por el desarrollo de todas sus consecuencias, en la degradación total
del hombre, para que el capitalismo se mostrara en todo su horror y pudiera ser
criticado sin reservas.184
En su crítica, Engels se preocupó por subrayar los rasgos comunes que presen
taba el régimen capitalista, cualquiera fuere el sistema predominante, mercan
tilismo o liberalismo; señalaba después cómo las categorías fundamentales de ese
régimen, que los economistas presentaban como naturales y necesarias, estaban
determinadas por su principio fundamental, por la ley de la competencia, y, por
último, cómo, de las contradicciones de ese régimen, que engendran crisis cada
vez más amplias y profundas, debía nacer una revolución social que instauraría
el comunismo.
Los economistas liberales, como Ricardo y Stuart Mili, se esforzaron, decía, por
hacer un análisis profundo del sistema capitalista, pero lo hicieron sin criticar
los principios mismos de ese sistema. Criticaron el mercantilismo, es verdad, pero
sin ver que la economía liberal se basaba en el mismo principio que éste, en la
propiedad privada y que ésta, debido a la libertad de comercio y la competencia
que elimina a los más débiles, lleva igualmente al monopolio.135
*8* Cf. Mega, I, t. II, págs. 380-381.
"Todo era esplendor y magnificencia, pero pronto aparecieron las consecuencias de ese
tema, que, contrariamente a esa falsa filantropía, con la teoría de Malthus sobre la po
blación dieron vida al sistema más brutal y más bárbaro que jamás haya existido, a una
teoría de la desesperación, reduciendo a la nada todas las bellas frases sobre el amor a ¡a
humanidad y el cosmopolitismo; engendraron y desarrollaron, con el sistema fabril, la
r --davitud moderna que, en inhumanidad y crueldad, no cede en nada a la antigua. La
nueva economía política, que se basa en el sistema de la libertad de comercio, expuesta
por Adata Smiíh en su libro Wealth o f Nations, aparece contaminada de la misma hipo
cresía, de Ja misma incoherencia y de la misma inmoralidad que actualmente se manifies-
r n. en todos ic.s dominios, en oposición a la verdadera humanidad.”
>»■* Cf. ib'd., pág. 381.
"Era necesario que el sistema mercantilista, con sus monopolios y ios obstáculos que
oponía a la libre circulación de mercancías, fuera derrotado a fin de que aparecieran a
plena luz las verdaderas consecuencias de la propiedad privada; era necesario que se borra-
rea todas las pequeñas consideraciones locales o nacionales, para que el combate de nuestra
¡ poca se convirtiera en un combate general, librado en el piano humano: era necesario que
h- teoría de la propiedad abandonase su carácter empírico [ . . . ] y adquiriese ese carácter
científico que le hizo asumir la responsabilidad de todas sus consecuencias, y que permitió
plantear el problema en un plano general; era necesario, en fin, que la inmoralidad inhe
rente al antiguo sistema económico fuera llevada al colmo, por el intento mismo de negar
le, y por la hipocresía que implicaba necesariamente ese intento."
135 Cf. M ega, I, t. II, págs. 381-382. -u-,
"Nuestro juicio será tanto más severo cuanto que los economistas que vamos a juzgar se
Luego de subrayar así el carácter incoherente y contradictorio de la economía
liberal, que pretende luchar contra el monopolio por medio de ¡a libertad de
comercio y termina ella misma en el monopolio a través del desarrollo de ésta,
JBngels emprende una crítica general del sistema capitalista y de su base, la pro
piedad privada, demostrando cómo la competencia, consecuencia necesaria de
ésta, determina los caracteres generales de las categorías fundamentales de la
economía capitalista: comercio, yalor, precios, costo de producción.180
Comienza el análisis de estas categorías por la del comercio, que conocía es
pecialmente bien debido a su profesión, y que Fourier había criticado antes que
él en forma tan penetrante como detallada.
El comercio, dice, no es otra cosa que un engaño legal. Los mercantilistas lo
reconocieron abiertamente,187 mientras que los economistas liberales, en particu
lar Smith, se empeñaron en ocultar su carácter inmoral, elogiando los efectos
humanitarios de la libertad de comercio.138 Al agravar la competencia, ésta, en
realidad, tuvo como resultado 2a generalización de la guerra entre los hombres,
la disolución ele todos los vínculos sociales y familiares, y la trasformación de
los hombres en individuos aislados y egoístas.189
Por otra parte, esa disolución de ios vínculos entre los hombres abre el camino
a lina revolución social, que reconciliará de nuevo a los hombres y los acercará
a la naturaleza. 190
hallan cerca cíe nosotros. Mientras Smith y Maithus qo tenían aún ame sí más que algunos
elementos dei nuevo sistema, los economistas modernos tenían ante sus ojos el sistema aca
bado, con todas sus consecuencias y sus contradicciones, que aparecían entonces con clari
dad; pese 3 ella, a esos economistas no se les ocurrió estudiar los fundamentos de ese siste
ma, que sin embargo se preocuparon por justificar en su totalidad. Mientras más cercí
de los tiempos presentes se hallan los economistas, más grande aparece su deshonestidad,
porque se esforzaron cada vez más por apoyar la economía liberal mediante sofismas; por
ello Ricardo es más culpable que Smith, Mac Culloch y Mili más que Ricardo.
"La economía política moderna ni siquiera es capaz de emitir un juicio correcto sobre
el mercantilismo, porque, por tener el mismo principio que éste, no puede ser imparcial.
Sólo elevándose por encima Je la oposición entre estos dos sistemas y criticando sus prin
cipios comunes desde un punto de vista general y humano, se puede asignar a cada uno de
ellos su verdadero lugar. Vemos, entonces, que Ies defensores de la libertad de comercio
son peores monopolistas que los antiguos mercantilistas, y que detrás de la hipocresía
humanitaria, de los nuevos economistas se esconde una barbarie ignorada por los antiguos."
lsu Cf. ibid., pág. 382.
iST Cf. Mega, I, t. K, pág. 383.
1 Cf. ibid., pág. 384.
isa Cf. ibid., págs, 384-385.
"Habéis destruido los pequeños monopolios sólo para dejar total libertad al monopolio
fundamental, al de la propiedad privada; habéis civilizado las regiones más apartadas de la
cierta sólo para obtener nuevos dominios para vuestra avidez; sólo habéis unido a los pue
blos en lina fraternidad de bandidos; habéis disminuido las guerras nada más que paca
realizar mayores ganancias en la paz, sólo para llevar hasta el extremo la guerra entre
los individuos, sólo para desencadenar la abominable lucha de la competencia [ . . . 3
"Luego que la economía liberal hizo todo lo que pudo para generalizar, por la supre
sión Je las nacionalidades, la hostilidad entte los hombres y trasíormar la humanidad en
una horda de fieras [ . . . ] quedaba un último paso por dar: la disolución de la familia,
cosa que fue realizada por esa hermosa invención que es ei sistema fabril. Ese sistema minó
los últimos vestigios de los intereses comunes, la comunidad de los bienes familiares, que,
al menos aquí, en Inglaterra, ya está destruida, a medias.”
i™ Cf. ibid., pág. 385-
El valor, como el comercio, tampoco puede explicarse si no se tiene en cuenta
la propiedad privada y la competencia. El valor puede considerarse bajo dos
aspectos diferentes: como valor real (valor de uso) y como valor de cambio.191
Ricardo y Mac Culloch sostuvieron que el valor real está determinado por el
costo de producción, dado que nadie vende una mercancía a un precio inferior
a ese costo.
Al tratar de determinar de esa manera el valor real relacionándolo con la venta,
es decir, con el comercio, lo trasforman en realidad en valor de cambio, pero
como c-n 3a determinación del valor real eliminan la competencia, terminan en
contradicciones insolubles.192
A diferencia de Ricardo y de Mac Culloch., Jean-Baptiste Say piensa que el
valor real está determinado por la utilidad. Pero ésta, es decir, el hecho de que
un objeto producido satisfaga una necesidad, sólo aparece en el mercado, en el
comercio, lo que hace que si, como Say, se quiere determinar el valor por Ja
utilidad, también hay que tener en cuenta la competencia; como, por lo demás,
ésta se encuentra estrechamente vinculada al costo de producción, volvemos, me
diante éste, a la concepción de los economistas ingleses.193 *
En el régimen de la propiedad privada, el valor sólo aparece en el comercio,
en el mercado, bajo la forma de valor de cambio. La competencia, que reina en
el mercado y que está determinada por la propiedad privada, hace que el valor
de cambio se acerque al valor real, determinado por el costo de producción.
Contrariamente a los economistas burgueses, Engels considera que el valor
traduce la relación entre el costo de producción y la utilidad; en. efecto, para que
un objeto adquiera un valor de cambio es necesario que su utilidad supere el
costo de producción.191
Esta concepción del valor, determinada por la relación entre el costo de produc
ción y la utilidad, no es aplicable en el régimen capitalista, donde el valor se
expresa por el precio, que varía debido a la oferta y la demanda, y debido a la
competencia, dentro de límites sin embargo determinados siempre por el costo
de producción.195
Esa variación del precio, determinada por la relación entre el costo de produc
ción y la competencia, hace que no se pueda fijar, en el régimen capitalista, el
valor en forma equitativa, según las relaciones entre el costo de producción y la
utilidad. En dicho régimen, en efecto, esa relación es constantemente falseada,
porque la utilidad se evalúa según el costo de producción, mientras que en un
régimen racional el costo de producción debería ser regulado y determinado según
la utilidad.
Con este estudio comparado del valor y del precio, Engels tuvo el mérito de
mostrar que el precio no se confunde con el valor, cuyo monto, bajo la forma
de precio, sólo se manifiesta en el mercado, donde está determinado por la ley de
la oferta y la demanda, es decir, por la competencia, que tiende a reducirlo al
costo de producción.
En su estudio del costo de producción, Engels retoma la teoría de Ricardo, y
que viene a predicarnos su bella teoría pretende probarnos que jamás se puede producir
demasiado, pero la práctica le responde con las crisis comerciales que se repiten tan^re-
gularmente como los cometas y que aparecen, término medio, cada cinco o siete anos,
la s crisis que se han producido desde hace ochenta años, con la misma regularidad con
que antes aparecían las epidemias, han provocado más miseria e inmoralidad que éstas
últimas [ . . . ] La constante fluctuación de los precios, engendrada por la competencia,
despoja al comercio de los últimos vestigios de moralidad. Ya sólo se trata del valor, y
ese sistema, que parece darle tanta importancia y que hace el honor de atribuir una exis
tencia particular a esta abstracción del valor que es el dinero, destruye todo el valor inhe
rente a los objetos, cambiando constantemente las relaciones de valor entre ellos. En ese
torbellino ¿cómo podría subsistir un intercambio fundado en una base moral?"
204 cf. ibid., págs. 394-395-396.
"Mientras continuéis produciendo en esa forma irracional, subordinada al azar, conti
nuarán produciéndose las crisis comerciales, se harán cada vez más generales y nefastas,
provocarán la pauperización de una cantidad creciente de pequeños capitalistas y aumen
tará Ja dase de las personas que sólo viven de su trabajo, lo que traerá, finalmente, una
revolución social, de la que los economistas, con su espíritu cerrado, no se hacen la me
nor id e a ...
" la lucha del capital contra el capital, del trabajo contra el trabajo, de la tierra contra
la tierra, provoca una fiebre de producción que trastorna todas las relaciones naturales
y racionales. Ningún capital puede resistir la competencia si no alcanza ei más alto grado
de productividad; terreno alguno puede ser cultivado con beneficio si no se aumenta sin
cesar su rendimiento, ningún trabajador puede resistir a sus competidores si no dedica
todas Sus fuerzas al trabajo. En general, todo hombre comprometido en la lucha determi
nada por la competencia, no puede mantenerse sin una tensión extrema de sus fuerzas, sin
renegar a! mismo tiempo de todos los objetivos humanos [ . . . ] Cuando las fluctuacio
nes de la competencia son débiles, cuando la demanda y la ofecta, el consumo y la pro
ducción, se equilibran, se produce tal superabundancia de fuerzas productivas superfluas,
que la gran masa de la nación no tiene nada para vivir, la gente muere de hambre a causa
de la abundancia. En esta situación insensata se encuentra Inglaterra desde hace tiempo."
205 Cf. M ega, I, t. II, págs. 394-395.
"Si los productores conocieran exactamente las necesidades de los consumidores, si orga
nizaran la producción repartiéndola entre ellos, las fluctuaciones de la competencia que
engendran las crisis se harían imposibles. Producid racionalmente, como hombres y no
como individuos aislados, privados de conciencia colectiva, y os libraréis de todas esas
contradicciones artificiales e intolerables. . .
"La competencia se reduce, en realidad, a ¡a relación entre la capacidad cíe consumo y
la capacidad de producción. En una organización social verdaderamente humana, la com
petencia sólo existirá en esta forma. La comunidad deberá calcular lo que puede producir
con los medios de que dispone, y determinar, según la relación entre la capacidad de pro
ducción y la masa de consumidores, en qué medida deberá aumentar o disminuir la
producción.”
205 Cf. ibid., págs. 396-397.
"Las fuerzas productivas de que dispone la humanidad son ilimitadas. La productividad
de la tierra puede aumentarse hasta el infinito mediante la utilización del capital, el tra
bajo y la ciencia. La Gran Bretaña 'superpoblada’, según los cálculos de los mejores eco-
Como no pueden admitir, sin condenar el sistema capitalista, que las crisis y
la oposición entre la riqueza y la miseria son el resultado de la concurrencia, los
economistas liberales, lejos de tratar de organizar la producción en forma racional,
Lan imaginado, para explicar su anarquía y desorden, una teoría sobre la pobla
ción, tan insensata como inmoral.207 Pretenden, con Malthus, que las crisis, que
ellos consideran un fenómeno natural, nacen del aumento de la población que, por
ser más rápido que el de la producción, hace que cada vez se pueda satisfacer
menos las necesidades de la humanidad.
Esa teoría, que según Engels constituye una blasfemia contra la naturaleza y
contra la humanidad, pone al desnudo toda la infamia del liberalismo económico,
que trasforma a los hombres en mercancías y llega hasta someter su procreación,
como la producción de mercancías, a la ley de la oferta y la demanda. Constituye
la digna conclusión de ese sistema en el cual el enorme poder de producción de
que disponen los hombres se convierte, bajo los efectos de la competencia, en
una calamidad para ellos.
Esa teoría de la población tuvo, sin embargo, el mérito de atraer la atención
sobre lo absurdo y la inmoralidad de ese sistema, y mostró la necesidad de abolirlo.
"Malthus, creador de esa doctrina, prerende que la población [ . , . ] aumente
en la misma medida que la producción, y que su tendencia a crecer por encima
de los medios de subsistencia disponibles es la causa de todas las miserias y de
todos los vicios. Si existe un excedente de población, los hombres deben ser
destruidos, de una u otra manera, sea en forma violenta, sea por el hambre. Se
produce entooces un vacío en la población, pero se llena en el acto, reaparece
la miseria...
"La consecuencia de ese desarrollo es que, como son precisamente los pobres
los que están de más, no hay que hacer nada por ellos, sino facilitarles la muerte
por hambre, convencerlos de que no hay remedio posible para su suerte y per-
nomistas y estadísticos, puede ser trasformada, en diez años, hasta el punto de alimentar a
una población seis veces más numerosa. El capital aumenta día a día, la fuetza de trabajo
crece ai mismo tiempo que la población, y !a ciencia somete cada vez más la naturaleza
al hombre. Esa productividad infinita, que dirigida racionalmente, en interés de todos,
pronto reduciría al mínimo el trabajo de todos, tiene, cuando queda librada a la compe
tencia, un efecto contrario. Una patte dei país está perfectamente cultivada [ .. . ] la
otra permanece yerma. Una parte del capital circuía a un ritmo muy rápido; la otra queda
inutilizada en las cajas fuertes. Una parte de tos obreros trabaja de 14 a 16 horas por
día; la otra está ociosa e inactiva, y muere de hambre. Lo mismo sucede con la circula
ción de las riquezas; hoy el comercio marcha bien, !a demanda es considerable, el capital
circula rápidamente, la agricultura es próspera, los obreros se agotan en el trabajo. Ma
ñana, por el contrario, la producción se detiene, la agricultura no paga los gastos, una
gran parte del país permanece sin cultivar, el capital no circula ya, hay desocupación en
tre los obreros, el país entero padece una superabundancia de riquezas y de población.
207 Cf. M ega, I, t. II, págs. 396-397.
"Jamás pudieron los economistas explicarse esta situación insensata; pata explicarla
imaginaron la teoría de la población, que es tan absurda como la coexistencia de la ri
queza y de la miseria; más absurda aún. Los economistas no podían reconocer la verdad
y ver que esa contradicción era el efecto de la competencia, sin demoler todo su siste
ma [ . . . 1 No podían reconocer el desarrollo económico tal como es; para hacerlo ten
drían que destruir todo su sistema, basado en la competencia, y reconocer lo absurdo de
su idea de la oposición entre la producción y el consumo, entre una superabundancia de
riquezas y una superabundancia de población. Como estos hechos eran, sin embargo, in
negables, imaginaron, para hacerlos concordar con su doctrina, la teoría de la población.”
suadirlos de que pata su clase no existe Otra solución que disminuir la procrea
ción o, si ello no es posible, crear escabiecimientos estatales donde los niños po
bres serían exterminados. Según esta teoría, dar limosna a los pobres sería un
crimen, porque estimula el aumento de la población ya demasiado numerosa; esa
teoría, por el contrario, considera muy ventajoso, que se convierta la pobreza en
un delito, y los establecimientos para los pobres en penitenciarías, como sucedió
ya en Inglaterra con la nueva ley 'liberar sobre los pobres [ . . . ] Vemos aquí la
inmoralidad de los economistas llevada al colmo. Las guerras y los horrores del
mercantilismo no son nada en comparación con esta teoría que revela la esencia
del sistema de la libertad de comercio, cuya caída provocará la de todo el
edificio...
"Si Malthus no hubieta considerado las cosas de una manera tan estrecha y
pardal, habría visto que el excedente de población o de fuerza de trabajó está
siempre a la par de una superabundancia de riquezas, de capitales y de tierras
cultivables. No hay exceso de población allí donde hay exceso de fuerzas produc
tivas [ . . . ] Si hacemos concordar los intereses ahora opuestos, veremos desapa
recer la contradicción entre el exceso de población y el exceso de riquezas; ve
remos desaparecer, asimismo, ese hedió más extraño que todos los milagros de
las religiones, a saber, que una nación se vea reducida al hambre debido a la
superabundancia de riquezas, y veremos, al mismo tiempo, derrumbarse esa afir
mación insensata de que la tierra no es capaz de alimentar a los hombres [ . . . ]
Es ridículo hablar de superpoblación [ . . . ] mientras sólo una tercera parte de
la tierra puede considerarse cultivada, y cuando la productividad de esa tercera
parte podría aumentarse en seis veces mediante el empleo de mejoras ya co
nocidas ...
"La teoría de Malthus ha sido, por lo demás, un estadio necesario, que nos lia
hecho progresar infinitamente. Gracias a ella y al desarrollo económico, pusimos
nuestra atención en la capacidad de producción de la tierra y de los hombres y,
al triunfar de la desesperación que la insuficiencia de ésta pudo causar, nos libe
ramos, para siempre, del temor a la superpoblación. De ella extraemos nuestros
argumentos económicos más sólidos a favor de una trasformación social, porque,
aun sí Malthus tuviera razón, habría que realizarla inmediatamente [ . . . ] Por
ella aprendimos cómo el envilecimiento más completo de la población ha sido
provocado por el régimen de la competencia, nos mostró cómo la propiedad pri
vada trasformó finalmente al hombre en una mercancía, cuya producción y des
trucción sólo dependen, como las de todas las mercancías, de la demanda, y cómo
el sistema de la competencia ha sacrificado y sacrifica diariamente a millones de
hombres [ . . . ] Esto nos empuja a suprimir ese envilecimiento de los hombres
por la abolición de la propiedad privada, de la competencia y de la oposición
de los intereses.” 208
Por su propio carácter y por su desarrollo, el régimen capitalista se destruye, por
lo demás, a sí mismo, bajo los efectos de la competencia, que, al mismo tiempo
que la concentración de las riquezas, provoca una agravación constante de la mi
seria de los obreros. En la misma medida en que aumenta el capital y en que se
acrecientan los beneficios y la renta territorial, el salario del obrero, cuyo monto
está determinado por ia competencia, se reduce, en efecto, debido al propio des
íuerres que el trabajo, poique el obrero debe trabajar para vivir, mientras que el terrate
niente y el capitalista pueden vivir de la renta territorial y de la ganancia, y en caso de
necesidad, del capital o de las tierras trasformadas en capital. La consecuencia es que al
trabajador sólo le toca lo indispensable para vivir, mientras que la mayor parte de los pro
ductos se reparten entre el capital y la propiedad territorial, Por otra parte, el trabajador
más robusto elimina del mercado al más débil, el gran capital y ia gran propiedad terri
torial eliminan asimismo los capitales menores y las propiedades territoriales más pequeñas.
La práctica así lo confirma [ . .. j De ello resulta que ya en circunstancias ordinarias se
opera una concentración de la propiedad, debido a que el gran capital y ¡a gran propiedad
devoran a los más pequeños, en virtud de la ley del más fuerte. Esta concentración se
efectúa con mucha mayor rapidez durante las crisis comerciales y agrarias. Por lo demás,
la gran propiedad crece con mucha mayor rapidez que la pequeña, porque una parre mu
cho menor de la renta es destinada a ios gastos correspondientes a la propiedad. Esta con
centración de la propiedad es una ley inmanente de la propiedad privada, como las otras;
las clases medias están condenadas cada yez más a desaparecer, y llegará el momento en
que el mundo quedará dividido en millonarios y en pobres, en grandes terratenientes y
en jornaleros. Todas las leyes, todas las reparticiones de tierras, todas las divisiones del
capital, nada podrán cambiar; esto debe suceder así, y así sucederá, a menos de que pre
viamente se produzca una trasformación radical de la sociedad, mediante una fusión de los
intereses antagónicos y mediante la supresión de la propiedad privada."
212 Oí. Federico Engels. El pensador, estudios extraídos de la Oran Enciclopedia Sovié
tica. Cf. también D. Rosenberg, Engels como economista, págs, 240-241.
pauperización de las clases medias y, debido a ello, de la descomposición de ese
régimen.213
En efecto, al mismo tiempo que aceleran el fortalecimiento del capital y del
monopolio, por la eliminación de los competidores más débiles, las crisis preci
pitan la agravación de la miseria del proletariado, y de la lucha de clases que con
duce a la revolución social. AI instaurar el comunismo mediante la supresión de la
propiedad privada, dicha revolución permitirá abolir el envilecimiento y la mise
ria de los hombres por la organización racional del trabajo y su remuneración
equitativa.
Este artículo constituía, en cierta forma, la contraparte de los de Marx. Mien
tras que éste aplicaba con gran maestría el método dialéctico al análisis de la so
ciedad y del Estado burgués, Engels hacía una aplicación igualmente magistral
del mismo en el dominio económico. En sus artículos se advierten los gérmenes
de ideas análogas, inspiradas en la crítica de las dos grandes revoluciones burgue
sas, la inglesa y la francesa. Mientras Marx subrayaba el carácter anárquico e
inhumano de la sociedad burguesa en el análisis que hacía de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano, y de la condición de! proletariado, y veía la salvación
en la conjunción de la acción revolucionaria de la masa y del pensamiento, Engels
hacía resaltar, en su crítica del régimen capitalista, ese mismo carácter anárquico
e inhumano de la sociedad burguesa, quería someter la producción a una organi
zación racional, que suprimiría el desorden económico y la explotación de la clase
obrera, y pensaba, como Marx, que ello sería la obra de una revolución social
proletaria que aboliría la propiedad privada.
Su critica de la economía política es testimonio de una asombrosa madurez de
espíritu. Sin embargo, no constituye más que un esbozo, y las tesis expuestas son
de valor desigual. El aspecto más débil de su análisis es el que se refiere a las
categorías económicas. Así, en particular, al hacer depender, como Ricardo, el
valor del costo de produción, no llegaba a demostrar exactamente —como lo haría
Marx más adelante colocando en el centro de sus concepciones la noción de fuerza
de trabajo— cómo nace la ganancia, ni cómo se establece el monto del salario.
Su crítica es más sólida cuando denuncia los efectos económicos y sociales del
liberalismo económico, y cuando hace derivar todas las contradicciones del régi
men capitalista del régimen de la propiedad privada y de la competencia engen
drada por ésta. Lo que dice de los efectos inhumanos de la competencia capita
lista, de la teoría de Malthus, de las crsis económicas producidas por la anarquía
de la producción, del aumento / la concentración del capital, paralelo a la reduc
ción de los salarios y que acentúa la lucha de clases; de los progresos de la ciencia
y de ia técnica, que en el régimen capitalista sólo sirven para oprimir con mayor
dureza a los trabajadores; de las infinitas posibilidades de desarrollo de las fuerzas
productivas en el régimen comunista, contiene en germen el socialismo cientí
fico, bajo su aspecto a la vez económico y social. Era el precursor inmediato de
Marx cuando mostró que la competencia conduce al monopolio, —y esta sería una
de las tesis fundamentales del marxismo— y que la agravación de la miseria
marchaba a la par de la concentración de las riquezas, y este fue asimismo el
embrión de la que sería, para Marx, la ley de la acumulación del capital.
Por su valor desigual, las tesis que exponía indicaban que sólo constituían el co
sía Cf. ibid., pág. 242.
mienzo de una concepción nueva de la economía política, considerada desde el
punto de vista comunista.
La insuficiencia de su análisis crítico explica que se apoyara aún, en parte, para
la solución de los problemas que se le planteaban, en consideraciones éticas; 214
explica también que, en una carta dirigida en abril de 1871 a W . Liebknecht,
quien quería reeditar ese artículo en el L eipziger Volksblatt ( Gaceta popular de
L eipzig), manifestara que ese artículo, desde el punto de vista teórico, estaba en
vejecido y lleno de inexactitudes, y que sólo ofrecía interés como documento
histórico.315
Por lo demás, él mismo tenía conciencia de esas insuficiencias, porque al final
de su artículo manifestaba su intención de hacer un análisis más detallado del
maqumismo y del sistema fabril, análisis que, efectivamente, sería el objeto de
sus próximos trabajos.210
A pesar de sus debilidades, el artículo señalaba una fase esencial del desarrollo
de Engels, y constimía —dado el remplazo casi total de la filosofía por el estudio
económico y social en el análisis de-las causas del desarrollo histórico, y por la
concepción de la lucha de clases, que nace de las contradicciones económicas, como
factor determinante de la historia— un elemento muy importante en la elabora
ción del socialismo científico. Testimoniaba un extraordinario desarrollo intelec
tual en Engels, que asombró en esa época a sus amigos,317 y que lo colocó, no sólo
a la par de Marx, sino que en cierta medida lo hizo superarlo.
En su libro sobre Feuerbach, en el cual proclamaba la superioridad intelectual
de Marx, Engels quizá demostró demasiada modestia al atribuirse sólo el papel
de segundo violín.318 En efecto, en esa época capital de la elaboración del mate
rialismo histórico, en el dominio de la economía política, en el cual se entablaría
la lucha decisiva, fue, al menos al comienzo, el maestro, y Marx el discípulo.4*
SIS CC. F. Engels, Lstdu’ig Veuerbach y el fia d e la filosofía clásica alemana. Berlín,
1951, pág. 40. " '
"--'i H. Piittmann, de tendencia liberal, remplazó en mayo de 1343 a Hermes como re
dactor en jefe da la Gaceta d e Colonia, y se rodeó de colaboradores liberales y demócratas
tomo Eernstein, Rutenberg, Briiggenaaun y Hess. Debido a su tendencia, no pudo con
servar ese cargo durante mucho tiempo y fue remplazado, en el otoño de 1843, por el
conservador Karl Andró.
22 t Cf. Gaceta d e Colonia, 19 y 25 de agosto, 5 y 27 de setiembre, 14 de octubre.
222 cf. Zlocisti, Aloses Hess. Sozialistlschs Attfsatze, págs. 87-97.
222 Cf. ibid.., págs.87-90.Carta del 2 de enero de 1S44.
22 i Cf. ibid., págs.90-93.Carta del 4 íle enero de 1844.
225 Cf. ibid., págs.93-95.C a ra del 5 de enero de 1844.
Otro artículo "Sobre la esencia del dinero”, que había escrito para los A-nales
franco-alem anes, pero que debido a la rápida desaparición de la revista sólo apa
reció un año más tarde en los Anales reñim os para la reform a social, dirigidos por
Püttmann, presenta un interés mayor.22829
Como en sus artículos anteriores, partía de la idea fichteana de que la actividad
constituye lo esencial de Ja vida humana, pero ahora consideraba la actividad, no
en forma idealista, como manifestación de la autonomía del individuo, sino bajo
la forma del trabajo, de la actividad social.
La sociedad, decía, es el medio necesario al hombre, que sólo vive verdadera
mente como miembro de la colectividad, en y por su actividad social;22' por tal
razón, el desarrollo de esa actividad constituye el de la humanidad. La actividad
humana no ha sido hasta ahora una actividad racional. Tuvo al principio un ca
rácter inorgánico, debido al aislamiento de los hombres; después, cuando se esta
bleció el régimen de la propiedad privada, adquirió, en la antigüedad, la forma de
la esclavitud; luego, en la sociedad moderna, la del asalariado, que es una nueva
forma de la esclavitud.228
En esa sociedad, donde, bajo los efectos de la Revolución francesa, se suprimie
ron las corporaciones, que constituían el vínculo entre la vida colectiva y la vida
individual,328 el individuo, por su aislamiento y por el predominio del egoísmo,
se convirtió en un fin en sí, mientras que la sociedad, la colectividad, fue trasfor
mada en medio, en instrumento, del que se sirve el individuo para realizar sus
■fines particulares.330
Ese aislamiento y esa oposición entre los individuos engendró una lucha general
entre los hombres, que se traduce en la exasperación de la competencia y el triunfo
228 Cf. R hm niscbe Jabrbttcher zar G estU scbeftlicht» Roform, 1845, t. I, págs. 1-34:
Uber das Gelchvesen. Este artículo íue reproducido ea: Zlocisti, op, c¡>., págs. 158*187.
Cf. Revista Dis G esellschaft (La sociedad), 1913, fase. 2, pág. 173. J. P, Mayer, El
d octor Graziano o el d octor A. Ruge en París (Manuscrito de Hess referente a su con
troversia coa R uge).
"Cuando se fundaron en París ios A-fíales franco-alemanes, me hice entregar por ios
fundadores de esa revista, Eroebel y Graziano [Ruge] un adelanto de dinero en coacepío
de los artículos que ya había remitido a la revísta, y por aquellos relativos a k esencia
del dinero, la mayor parte de ios cuales ya había enviado a ia dirección de la revísta,, pero
que sólo aparecieron un uño y medio después en los Án<i¡,-> r. tsnanos de PütcmaQn, debido
ñ la desaparición de los /inales de Graziano poco después de su fundación."
227 Cf. Zíocisci, op. cu., p¡íg. 160,
22 * Cf. ihid., pág. 162.
229 Cf. ibid... págs. 164-165.
Ci. igualmente, pág. 178: "Las corporaciones, aunque eran asociaciones egoístas, tenían
un carácter social y un espíritu colectivo a decir verdad limitado. El individuo podía in
tegrarse, a través de ellas, en su dominio de actividad social, y por lo tanto, en cierta
medida, en ia comunidad. Las cosas son muy diferentes ahora, cuando la vida de los hom
bres se halla desprovista de todo instinto noble.”
Cf. C. Marx, El problem a judío, Mega, I, I1, págs. 596-597. [35-36].
- 30 Cf. ibid,, págs. 164-165.
"El individuo ha sido elevado al jrango de fin, la especie rebajada al rango de medio;
es una inversión de la vida natural humana [ , , . ] Sobre esta vida se basa la concepción
natural que en la vida de la especie ve la vida real y en el individuo un simple medio
de realizar ésta. Es una -concepción invertida del mundo, que predomina en el régimen
del egoísmo, reino de un mundo al revés.”
del egoísmo, sancionado por los Derechos del Hombre, que proclaman que el
hombre verdadero es el individuo aislado y egoísta.331
En la sociedad burguesa, donde la colectividad fue así destruida, se produce,
bajo otro aspecto, la misma alienación de la esencia humana que en la religión.
Mientras en la religión dicha alienación se efectúa en el plano teórico, por la ex-
teriorización en Dios de las cualidades de la especie humana, en la sociedad mo
derna se produce en el plano práctico, por la exteriorización del producto de la
actividad humana en el dinero, que desempeña, en esta sociedad, el mismo papel
que Dios en la religión. En realidad, la alienación religiosa no es más que el re
flejo ideológico de la alienación efectiva de la esencia humana en la sociedad
burguesa, en la cual los trabajadores alienan su esencia, el producto de su trabajo,
en los objetos que fabrican, pero que no poseen. Esos objetos se oponen a ellos,
adquiriendo la forma de capital, de dinero, que se convierte, como Dios, en una
fuerza ajena a los hombres, que los domina y avasalla.282
Así como en la religión el hombre se disminuye y empobrece ai exteriorizar
su esencia en Dios, así también en la sociedad actual se disminuye y empobrece al
alienar lo mejor de sí, el fruto de su actividad, de su trabajo, en el dinero.
La dominación del dinero, que separa al hombre del fruto de su trabajo, no per
mite hacer de éste un bien verdaderamente humano: ello, en efecto, sólo puede
resultar de la unión de la actividad del hombre y de su producto; igualmente torna
ilusorio, por esa separación que subordina el pobre al rico, el régimen de igualdad
y de libertad, que permanece puramente teórico; por último, hace imposible
toda vida social, al eliminar de la sociedad todo lo que es humano por la genera
lización del egoísmo, que convierte de la búsqueda de beneficios y la competencia
en la gran ley de la vida humana, y que opone a los hombres entre sí, aislándolos
de la colectividad.333281
humano, sino, por el contrario, porque era un medio de asegurar una existencia egoísta.
Pero el egoísmo, que sólo se orienta a defender al individuo considerado en sí, indepen
dientemente de su medio natural y social [ . . . ] asegurándole una existencia inorgáni
ca [ . . . ] , limitada, en realidad destruye la existencia verdadera del individuo. Esos pru
dentes legisladores cristianos no se dieron cuenta de que el hombre no puede ser sepa
rado de la atmósfera en que vive sin ahogarse en su aislamiento, que toda la naturaleza
es parte de su vida y que todos los productos de la vida social son necesarios para su
actividad intelectual y social. No vieron que el hombre, separado de su ambiente, es un
ser aislado, in ú til. . . "
234 Cf. ibid., pág. 163.
235 Cf. ibid., pág. 166: “Cualquiera sea nuestra liberación teórica de la conciencia de
este mundo invertido, mientras no nos liberemos prácticamente de este mundo, debere
mos alienar continuamente nuestra esencia, nuestra vida, nuestra actividad; pata poder
proseguir nuestra miserable existencia necesitaremos comprar incesantemente, al precio de
nuestra libertad, nuestra existencia individual.”
236 Ibid., pág. 176.
“Estáis obligados a utilizar vuestra libertad natural para procuraros los medios de vida.
Os los procuráis alienando esa libertad, ¡peto lo hacéis voluntariamente! [ . . . ] El co
mercio de los hombres, el tráfico que tiene por objeto la libertad y la vida humanas, ha
adquirido en nuestros días un carácter u n iv e rsa l..."
23r cf. Zlocisti, op. cit., págs. 180-182.
"El mundo de ios negocios es el mundo práctico de la ilusión y de la mentira. Bajo
la apariencia de independencia absoluta, es pobreza absoluta; bajo la apariencia de rela
ciones sociales vivas, es el aislamiento mortal de los hombres; bajo la apariencia de la
propiedad absoluta asegurada a todos los individuos, en realidad se los despoja de todas
sus riquezas; bajo la apariencia de una libertad universal, es la esclavitud generalizada [ . . . 1
Esa separación, esa división, ese aislamiento de los individuos, es el rasgo característico del
mundo de la animalidad, del egoísmo [ . . . ] Ahora hemos llegado a la cúspide, al punto
culminante de esa animalidad; ahora somos fieras sociales, egoístas acabados y condentes
que santifican, por la libre competencia, ia guerra de todos contra todos, con los preten
didos Derechos del Hombre los derechos del individuo aislado, de la peesona privada [ . . . 1;
la libertad de la industria la explotación de los hombres por los hombres y la sed de di
nero, que no es otra cosa que la sed sanguinaria de las fieras sociales.”
ganancia, que se oponen al establecimiento de una organización social colectiva
basada en el altruismo, en la que el reino del dinero sea remplazado por el del
amo.238
Así como la supresión de la religión permite que el hombre recupere su esencia
alienada en Dios, la supresión de la propiedad privada y de la dominación del
dinero devolverá al hombre su verdadera naturaleza, mediante la organización de
la vida colectiva. Esta organización es posible desde ahora, debido a que los hom
bres, que dominan las fuerzas de la naturaleza, pueden, por medio de la instaura
ción de un orden social nuevo, por el establecimiento del comunismo, regular ra
cionalmente la producción, y con ella la vida social.220
Este artículo señalaba en la evolución de Hess, el momento en que, pasando
de Fichte a Feuerbach, trataba de dar una interpretación feuerbachiana de los he
chos sociales a través de la aplicación de la doctrina de la alienación. Constituía,
respectó de ios artículos de las Veintiuna hojas d e Suiza, en los que consideraba
el capitalismo como la negación de la actividad libre y el comunismo como la
realización de ésta, un progreso importante de su pensamiento, debido a ese in
tento de trasponer la oposición entre el capitalismo y el comunismo al plano eco
nómico, y dada la mayor importancia que asignaba entonces al modo de produc
ción en el desarrollo histórico.
Sin embargo, como carecía de un conocimiento profundo de la economía polí
tica, y si bien entreveía la dependencia de la organización social del desarrollo de
las fuerzas productivas, Hess no concedía a éstas una importancia decisiva. Por
tal motivo subordinaba aún las formas de sociedad a categorías filosóficas y mo
rales, reduciendo el antagonismo entre la burguesía y el proletariado a la oposi
ción entre el egoísmo y el altruismo, y por consiguiente no lograba desembara
zarse del dogmatismo y del utopismo.
En dicho artículo desarrollaba numerosas ideas sobre la esencia del dinero, los
derechos del hombre, el caráccer y el papel de las corporaciones y de los "Esta
dos”, que también se encuendan en los escritos de Marx de entonces, cosa que
sin duda se explica por sus estrechas relaciones en París, lo que Ies permitió in
tercambiar ideas.240
Pero mientras Marx y Engels, participando cada vez más activamente en la
2í!S Cf. ib id ... pág. lí?ó.
"En el estadio de desarrollo til que hemos llegado, no podremos hacer otra cosa que ex
plotarnos y destruirnos recíprocamente, si no nos unimos bajo el signo del amor. No pa
sarán muchos siglos, ni siquiera décadas, como lo imaginan los Liberales de cortas miras,
antes de que el desarrollo infinito de las fuerzas productivas hunda en la miseria a la gran
mayoría de los que tienen que vivir de sus manos, porque éstas se habrán vuelto inútiles,
mientras una pequeña minoría, que se dedica a acumular continuamente capitales y que
vive en la abundancia, se perderá en sus placeres, a menos de que antes no obedezca a Ir-
voz del amor y de la razón, o no se vea obligada a ceder a la violencia."
2S# Cf. ibid., pág. 163-
"Ahora, al final de esta dura lucha por la afirmación de nuestro ser verdadero, pode
mos imaginar una sociedad humana que no se destruya a sí misma. Las fuerzas de la
naturaleza no se alzan ya ante el hombre como fuerzas extrañas y hostiles; las conoce y las
utiliza pata realizar los objetivos humanos.”
Cf. sobre Los "Estados"; Hess-Zlocisti, pág. 178. Marx, "El problema judío”, Mega,
I, t. I, págs. 596-597 [35-36]. Sobre los derechos del hombre: Hess-Zlocisti, págs. 172-
173. Marx, ibid., pág. 393 [3 2 ], Sobre la esencia de! dinero: Hess-Zlocisti, pág. 166.
Marx, ibid., pág. 603 [4 1 ].
lucha de clase del proletariado, deducían, de una crítica cada vez más profunda de
ia sociedad burguesa y del régimen capitalista, los primeros elementos del mate
rialismo histórico y una nueva concepción del comunismo basada en éste, Hess
reducía más o menos la lucha de clases a una oposición de orden espiritual y
moral, y continuaba creyendo en el poder dererminante de la razón, lo que hacía
que conservara una concepción utópica y sentimental del comunismo.
En efecto, consideraba posible, y aun probable, la trasformación de la socie
dad mediante la toma de conciencia de la clase dirigente, que la llevaría a com
prender la necesidad de abolir la propiedad privada y la dominación del dinero,
desprendiéndose del egoísmo para obedecer la gran ley del amor 24124* y para hacer
reinar Ja fraternidad entre los hombres.24" Consideraba la eventualidad de una
revolución social, engendrada por la. creciente oposición entre la miseria de los
trabajadores y la riqueza de los capitalistas, sólo si éstos no renunciaban espontá
neamente a explotar a la clase obrera.213
Ello explica la forma un tanto simplista con que imaginaba, según Ruge, la
revolución social, y que permite medir toda la diferencia que lo separaba de Marx
y de Engels. Relatando una conversación que tuvo con Hess en la diligencia que
los conducía a París, escribe Ruge en sus M em orias: "Pregunté al rabino comu
nista [era el sobrenombre de Hess] si los comunistas eran revolucionarios. La re
volución, me dijo, es un medio político caduco, los motines son actos de locura
y las victorias en las calles, superfluas. La mayoría está ya conquistada para la idea
de la comunidad de bienes. Un buen día realizaremos un ■pronunciamiento, todos
los hombres se frotarán los ojos y despertarán de un mal sueño que les hacía
creer que todos los tesoros del mundo estaban hechizados. Se llevarán la mano
a la cabeza y no hallarán ya su vieja coleta, la propiedad privada, pero, por el
contrario, se verán dotados de un nuevo cráneo, desprovisto de todo individua
lismo y egoísmo. El mundo es nuestro. Bastará un toque de clarín que resuene
desde Londres hasta China, del Polo Norte hasta el Cabo de Buena Esperanza,
anunciando simplemente la comunidad total de los bienes, y todo quedará reali
zado. Después, sólo tendremos que cortarles la cabeza a algunos individuos parti
cularmente cerrados y obstinados, banqueros, judíos, capitalistas, propietarios de
bienes raíces y de casas. En el sistema comunitario, en efecto, cada uno puede
pensar lo que quiera, siempre que tenga concepciones económicas ortodoxas y sea
partidario de la abolición de la propiedad privada y del dinero.' 244
Pese a sus defectos, el artículo junto con la crítica de la economía política
de Engels, ejercería —por la concepción del carácter y del papel del dinero, con
siderado como encarnación de la esencia humana, y por la exposición de los efec
tos de la competencia en el régimen capitalista— una profunda influencia en
241 Cí. Zlocisci, op. cit.. pág. 165: "En todas partes donde aparóte, el amor es más
tuerte que el egoísmo.”
24- Cf. ib id ., final del artículo. "No tenemos más que reconocer el reino de la luz y
suprimir a los guardianes de la noche para estrecharnos alegremente [as manos.’’
242 Cf. ib id .. pág. 186. Esta eventualidad fue, por lo demás, igualmente encarada por
Engels, aunque en forma atenuada, en su crítica de la e c o n o m ía política, (Cf. M eg a . !,
r. H, pág. 402).
244 Cf. A. Ruge, Obras co m p letas, 1;: ed. Mannheiro, 1847, t. V; E stad ios y recnralos
d e los añ o s 1 8 4 3 - 1 8 4 5 , págs. 3-4-35.
Marx, y lo llevaría a dar a su concepción del comunismo una base, no sólo poli-
rica, sino también económica.245246
Hess, por lo demás, tenía conciencia de la importancia de su artículo para la
comprensión del papel del dinero en la sociedad moderna, porque en su diatriba
contra Ruge escribía: “'Los mejores escritos recientes sobre la esencia del dinero
han adoptado las ideas expuestas por nosotros, a saber, que el dinero representa,
en el mundo práctico, lo que Dios en el mundo teórico; que constituye la alie
nación de la idea del valor social encarnada, a la manera católica, en la moneda
metal, o diluida, a la manera protestante, en el papel moneda; que, en otras pala
bras, no es sino el símbolo de nuestra producción social actual, de carácter inor
gánico, que se ha sustraído a nuestra voluntad racional y que por ello nos
domina." 248
La tendencia comunista de los artículos de Marx y de Engels, así como los ata
ques de Heine al rey de Baviera, al cual ridiculizaba en una serie de poemas,247
contribuyeron al fin de la revista, cuya existencia fue muy breve, ya que sólo
apareció un número doble a fines de febrero de 1844.
El gobierno prusiano, cada vez más inquieto al ver propagarse el comunismo en
el país,248 y deseoso de impedir la publicación en el extranjero de órganos radi
cales que reemplazaran a los que él acababa de suprimir en Prusia 249 se esforzó
por obtener de Guizot la prohibición de los Anales f ranco-alem anes, de cuyas ten
dencias subversivas se había enterado muy pronto por sus agentes.
Como sólo obtuvo de Guizot una respuesta dilatoria, comenzó por prohibir la
entrada en Prusia de todas las publicaciones del C om ptoír U ttéraire; luego, cuando
se enteró, el 8 de marzo de 1844, que habían aparecido los Anales franco-alem a-
245 En este sentido importa poco que Marx haya conocido o no este artículo, del cual
Hess dice que había enviado la mayor parte a la Redacción de los Anales franco-alem anes,
porque Hess, a quien veía frecuentemente, sin duda lo había puesto al corriente de sus
concepciones.
246 Cf. D ie G esellscbaft, t. VIII, 1913, núm. 2, pág. 178. J. P. Mayer, II d ottor Gra-
ziano o el d o cto r A. R uge en París.
247 Cf. Anales franco-alem anes, págs. 41-44. Poem as en h om ena je a Luis d e Baviera,
por E. Heine.
2ÍS Cf. Archivos secretos del Estado. Actas del ministerio del Interior concernientes a
las asociaciones revolucionarias de artesanos (1841-1843), Rep. 77. Lit. D. núm. 10, pági
nas 195-19 6. Carta del ministro del Interior von Arnim al presidente von Schaper, del
2 0 de agosto de 1843, para llam arle la atención sobre la actividad revolucionaria de los
antiguos redactores de la Gaceta reruma, en particular sobre Hess.
Cf. Archivos secretos del Estado. Ministerio del Interior. Departamento de policía. Per
sonas sospechosas desde el punto de vista político Lit. H. núm. 130. Informe del embaja
dor von Arnim al ministro de Relaciones extranjeras von Bulow, París, 26 de setiembre
de 1843. "El doctor Hess estaba ya aquí como corresponsal de la Gaceta renasta. Es uno
de los jefes comunistas de París, y el más capaz de ellos. Fue él quien, en nombre de
ellos, redactó recientemente una comunicación al doctor Bluntschli, de Zurich, para agra
decerse su gran contribución ai conocimiento de los comunistas a través de su informe. Si
juzgamos la publicación del informe de Bluntschli de acuerdo con los resultados que tuvo
aquí, desgraciadamente no podemos negar que favoreció la propaganda comunista, en lu
gar de frenarla. Ese informe, en efecto, encantó a los comunistas y sumó a su grupo
alrededor de 300 nuevos miembros. En su mayoría éstos son artesanos alemanes, en es
pecial sastres, guarnicioneros, ebanistas y mecánicos. Entregan sus cotizaciones — cada
uno da uno o dos céntimos por semana—-, con lo que imprimen toda suerte de pequeños
folletos.’’
245 Por un decreto de enero de 1844, el ministro del Interior von Arnim prohibió la
divulgación, por la prensa y ios libros, de las doctrinas comunistas.
m s, el 18 de abril invitó a los presidentes de provincia a que los hicieran se
cuestrar en la frontera y a que arrestaran a los redactores principales, Ruge, Marx,
Heine y Bernays, acusándolos de alta traición y del crimen de lesa majestad, no
bien entraran al territorio prusiano, y confiscándoles sus papeles.200
Una vigilancia activa permitió secuestrar 100 ejemplares de la revista en un
barco renano, y 214 cerca de Wissemburg, en la frontera del Palatinado.201
Fue un golpe tanto más grave, cuanto que los A ndes fra n co-d em a n es no ha
llaban en París el apoyo que esperaban. Como no lograron asegurarse el concurso
de colaboradores franceses, no consiguieron tampoco interesar al público, y sólo
algunos diarios y revistas, como la R evista in d ep en d ien te, se ocupaban breve
mente de su publicación.252
El diario de los emigrados alemanes en París, el Vorwdrts (A delante), al que
echaban sombra, atacó violentamente su tendencia revolucionaria.283 En fin, gra-
2 S0 Cf. Archivos secretos del Estado. Prov. Bez. Rep. 70. Actas de la presidencia de
policía de Berlín. Tit. 94. Lit. B, núm. 494. Circular del ministro del Interior, Berlín, 16
de abril de 1844.
"El contenido de los dos primeros cuadernos de los A ndes frtm co-dem anes publicados
en París por A. Ruge y C. Marx constituye, tanto por su tendencia como por numerosos
pasajes, un crimen de alca traición y de lesa majestad. Los responsables son los editores
y los autores de los diferentes artículos. Ruego a Vuestra Excelencia ordenar a ias autori
dades policiales que arresten sin demasiado escándalo al doctor Ruge, a C. Marx, Enrique
Heine y F. C. Bernays no bien crucen ia frontera, que Ies secuestren sus papeles y rae ha
gan conocer en el acto su arresto, enviándome al mismo tiempo los papeles secuestrados a
fin de iniciar un proceso judicial contra ellos.”
231 Cf. Carta de Ruge al doctor Kóchli, París, 24 de marzo de 1844 (Instituto de mar
xismo-leninismo, M oscú).
"Los cuadernos primero y segundo están por ser introducidos de contrabando en Ale
mania. Desde ya constituyen una rareza, porque muchos se pierden. Hice imprimir 3.000.
Doscientos catorce fueron secuestrados cerca de Wissenburg, cuando se pidió autorización
para despacharlos a Scutcgart. Los gendarmes y los guardas fronterizos se han muerto de
risa leyendo las alabanzas al rey de Bavíera.'’
Cf. Carta de G. Jung a C. Marx, Colonia, 16 de junio de 1844.
"Por desgracia los 100 ejemplares fueron secuestrados en el barco por el gobierno de
Badden.”
252 cf_ J,a revista in dependien te, t. XII, págs. 481-486. La escuela d e H egel en Parts,
por Pascal Duprat. A n des d e Alemania y d e Prancia publicados por A. Ruge y C. Marx.
"El objetivo de sus redactores es establecer, en cierta forma, un puente sobre el Rió y tra
bajar por la unión de ambos países.”
353 (’q Vor-wdrts, 8 de marzo de 1844. H. Bornsteín, Anales franco-denianes.
"Nuestra opinión de conjunto es que no sólo no fueron superadas nuestras esperanzas,
sino que ni siquiera las logramos [ . . . ] Esperábamos, ante todo, que realizarían ese idea!
de libertad de prensa que Ruge definió tan magníficamente diciendo que su ley está en
la belleza, sus límites y su fin en la verdad [ - • • ] Nos equivocamos: la pasión, la cólera,
el resentimiento por las persecuciones padecidas en Alemania introdujeron cosas que ha
bríamos preferido no encontrar, en particular Los cantos d e d a b a m a al rey Litis d e Bavíera
de E. Heine, y la Crónica escandalosa d e la Corte d e Badén, de Bernays.
"Esperamos que los próximos números de la revista sean purgados de estas lamentables
excrecencias. Los excelentes artículos de C. Marx, C ontribución a la crítica d e la Filosofía
d e l D erecho d e H egel, que se destaca por la agudeza de su dialéctica y la sutileza de sus
análisis, y de F. Engels, Esbozo d e una crítica d e la econ om ía política, que es un magnífico
trabajo, merecen un análisis más detallado de lo que permiten las dimensiones de nuestro
diario [ . . . ] Hemos leído ese primer número sin prevenciones y repetimos nuestro juicio:
esperábamos más y mejor. Esperábamos una nueva revelación, y sólo vimos las trompetas
que debían derrumbar los muros de Jericó; reclamábamos algo positivo, nuevas verdades
recogidas del árbol del conocimiento, y sólo encontramos una negación de todo cuanto
ves dificultades financieras y profundas diferencias entre Ruge por una parte, y
Hess y Marx por la otra, le dieron el golpe de gracia.
Froebel, que había enviado a Zurich 2.000 francos para la impresión de los
Altales franco-alem anes, manifestó que en adelante no estaba dispuesto a cargar
con ios gastos que implicaba la publicación de la revista, ni estaba en condiciones
de hacerlo, y se retiró de una empresa cuya tendencia ya no aprobaba.20'* Parti
dario de reformas democráticas que debían tener sobre todo como fin k educación
del pueblo, 235 no podía por menos de rechazar el comunismo revolucionario de
Marx y de Engels. El retiro de su apoyo financiero hacía casi imposible la con
tinuación de la publicación de los Anales, tanto más cuanto que en el mismo mo
mento también Ruge se retiraba de la empresa.235
Ruge, que era un liberal, pudo entenderse con Marx en el plano del huma
nismo sólo mientras, por su imprecisión, se lo podía interpretar tanto en un sen
tido liberal y democrático como en un sentido comunista. La divergencia de sus
opiniones, evidente ya en ia correspondencia en ia que trataron de precisar las
tendencias de ¡a revista y que servía de introducción a ésta, no fue obstáculo
inmediato para su colaboración. Pero al conocer el comunismo en París, no ya
bajo la forma vaga y sentimental del humanismo, sino en su verdadero aspecto,
i MARX E N PARIS
s
C a p ít u l o I
Coa su crítica de la filosofía del derecho de Hegel y con sus artículos de los
A ndes franco-alem anes, Marx había comenzado a sentar las bases del materia
lismo histórico y del socialismo científico.
Conservaba de Hegel ia concepción del desarrollo dialéctico de la historia de
terminado por leyes objetivas, pero consideraba, a diferencia de Hegel, que ese
desarrollo no era obra del Espíritu absoluto, sino de la actividad política y social,
y comenzaba a comprender el papel primordial de la propiedad privada en la cons
titución de la sociedad burguesa y de las luchas de clase en la trasformación social.
Con ello superaba, al mismo tiempo que el idealismo hegeliano, el humanismo
de Feuerbach. Aunque aún consideraba, como éste, que ia supresión de la alie
nación era condición necesaria de la emancipación humana, a diferencia de Feuer
bach, concebía el problema de la alienación, no desde un punto de vista religioso,
sino social, lo que determinaba en él una concepción nueva del individuo, de la
sociedad y del Estado.
En su crítica de la filosofía del derecho de Hegel entendía que el hombre
no puede llevar, ni en la sociedad burguesa, ni en el Estado político, una vida
conforme a su verdadera naturaleza, y concluía de ello que era necesario su rem
plazo por una nueva forma de sociedad y de Estado, que él llamaba la "verdadera”
democracia.
En sus artículos de los Anales franco-alem anes, El problem a ja d ío e Introduc
ció n a la crítica d e la F ilosofía d el D erecho d e H egel, franqueaba la etapa de la
"verdadera” democracia al comunismo.
Subrayaba, en El problem a judío, el carácter imperfecto de la emancipación
política, que dejaba subsistir la dualidad entre la sociedad burguesa y el Estado po
lítico, y le oponía la emancipación humana, que debía realizarse a través de la
abolición radical de la propiedad privada, causa fundamental de la alienación.
En su segundo artículo, In trod u cción a la C rítica d e la F ilosofía d el D erecho,
escrito cuando, al pasar del democratismo al comunismo, comenzaba a sentir con
mayor fuerza la influencia del proletariado revolucionario, señalaba que la aboli
ción de la propiedad privada sería la obra de una revolución proletaria que ins
tauraría el comunismo.
Por su concepción del papel determinante de las luchas de clase en el desarrollo
histórico, Marx se apartaba cada vez más de la ideología feuerbachiana y realizaba
un importante progreso en la elaboración del materialismo histórico. Sin embargo,
al no tener noción clara de la forma en que el régimen capitalista ileva a una re
volución social debido a la agravación de la lucha de clases, consideraba esa lucha
de una manera algo dogmática, viendo en el proletariado la encarnación del des
tino de la humanidad que, caída con él en el último grado de la deshumaniza
ción, está llamada a recuperar, a través de él, su esencia alienada.
Para llegar a una concepción más justa de la lucha de clases, de la revolución
social y del comunismo, le era necesario adquirir, con el análisis del régimen ca
pitalista. un conocimiento más profundo de ese régimen y de sus leyes de des
arrollo.
A esta tarea se dedicó por los estudios filosóficos, históricos y económicos que
le permitirían ilegar a una concepción nueva del mundo basada en los principios
del materialismo dialéctico e histórico.
En París Marx vivía con su joven esposa en la calle Vanean 38, sobre la orilla
izquierda del Sena, en una casa en la que también habitaba Germán Maurer, uno
de los dirigentes de la Liga de los Justos.
Aunque con la desaparición de los A n des franco-alem anes perdió su fuente de
recursos, Marx pudo continuar dedicándose a sus estudios gracias ai producto de
la venta de la revista que Ruge le había entregado en pago de ios honorarios que
le debía, 1 y gracias también al producto de una colecta organizada por sus amigos
de Colonia, cuyo monto, de 1.000 táleros, le fue enviado a mediados de marzo de
1844.23 Recibió asimismo, el 31 de julio de 1844, de G. Jung, una suma de 800
francos en concepto de indemnización por 1 0 0 ejemplares de la revista que habían
sido secuestrados.8
Pudo así asegurar momentáneamente la subsistencia de su familia. El 1 de
mayo de 1844 Jenny dio a luz a su primer hijo, una niña que recibió el nombre
de Jenny; poco después la joven madre fue a Alemania a fin de presentar la niña
a su familia.4*
Jenny, que hasta entonces sólo había conocido la atmósfera asfixiante de las
pequeñas ciudades alemanas, se desarrollaba ahora rápidamente en el plano inte
lectual y político, al lado de su marido. Novia aún, había sido conquistada por
él para las ideas democráticas, que ella defendió contra los miembros reaccio
narios de su familia; bajo la influencia de Marx, evolucionaba ahora rápida
mente hacia e! comunismo y se convertía en una luchadora revolucionaria. Con
el mismo valor que había demostrado durante su noviazgo, ayudaba y apoyaba
a su marido en las duras luchas que entablaba, cosa entonces en todo sentido ex
cepcional en las mujeres pertenecientes a clases acomodadas.
1 C f. t. II d e l p re s e n te tra b a jo , p á g . 4 S 8 .
2 C f. C a rta d e C laessen a M a r x , 1 3 d e m a rz o d e 1 8 4 4 . ( C f . C. M a r x , Crónica de su
vid a, M o sc ú , 1 9 3 4 , p á g . 2 1 ) .
3 C f. C a r ta d e G . J u n g a C . M a r x , C o lo n ia , 3 1 d e ju lio d e 1 8 4 4 ( c f . C. M a rx , Cró
nica ¡le su t/ida, o p . c it ., p á g . 2 4 ) .
4 S o b re la v id a d e J e n n y M a r x en P a rís , c f. L. D o rn e m a n n , Jenny Marx. B e r lín , 1 9 5 3 ,
págs. 48-56.
Marx halló en París —donde permaneció hasta su expulsión en febrero de
1845, y que desempeñó para él un papel análogo al de Londres para Engels—
tres elementos que constituían un poderoso estímulo para su pensamiento: un
desarrollo económico mucho más avanzado que el de Alemania, donde la industria
apenas salía de su estadio artesanal y manufacturero, lo que le permitió com
prender mejor el carácter que adquiría el régimen capitalista en el período de la
revolución industrial; un proletariado ya numeroso, que tenía, al mismo tiempo
que una gran tradición revolucionaria, una clara conciencia de sus intereses
de clase; y, por último, la experiencia de una gran revolución social, la Revolu
ción de 1789, completada por la de 1830.
París estaba entonces en plena efervescencia revolucionaria. Con la Revolución
de 1830, que le había asegurado la victoria definitiva sobre la monarquía abso
luta y la aristocracia terrateniente, la burguesía francesa, o más exactamente el
sector dirigente de ésta, la burguesía industrial y financiera, alcanzó el poder y en
el acto lo puso al servicio de sus intereses de ciase, excluyendo del gobierno, no
sólo a los proletarios, sino también a las clases medias, lo que le valía estar ex
puesta a violentos ataques.6
Los repetidos fracasos de los levantamientos de los obreros y artesanos pari
sienses, que se venían sucediendo desde 1830, no habían disminuido su fervor
revolucionario, y París constituía entonces un poderoso centro de agitación revo
lucionaria, donde se desarrollaban en profusión las doctrinas socialistas y co
munistas que remplazaban el sansimonismo y el fourierismo, superados por el
desarrollo económico y social.
Contrariamente a Saint Simón y a Fouríer, que se mantuvieron al margen de
las luchas políticas y sociales, los doctrinarios y agitadores socialistas y comunistas
participaban resueltamente en ellas. Asumían, cada vez con mayor decisión, la
defensa de los intereses de las clases medias y del proletariado, criticando dura
mente el régimen capitalista, que agravaba sin cesar la proletarización de las clases
medias y la explotación del proletariado.
Alzándose a la vez contra el gran capital y contra el proletariado, que les pare
cía presentaba un peligro igual para las clases medías, los doctrinarios socialistas
se ingeniaban para adaptar, en sus sistemas, el régimen capitalista a los intereses
de esas clases. Se podía hallar entre ellos a los representantes más diversos del so
cialismo utópico. Juntó a economistas burgueses socializantes como Sismondi y
Buret había socialistas cristianos como Lamennais y Buchez, sansimonianos como
Bazard, que había reunido en una doctrina los elementos socialistas del sansimonis-
fflo, fourieristas como V. Considétant, quien en su libro El destino social (1837)
y en su diario La dem ocracia pa cifica exponía las ideas fudamentales del fourie
rismo. Había, asimismo, cierto número de doctrinarios como Vidal, Leroux, Péc-
queur, partidarios de la socialización de los medios de producción, que según pen-
-”> Cf. C. Marx, Las luchas de clase < en Francia d e 1848 a 1850, París, 193Ó, pág. 34.
(Ed. castellana: C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. Carcago, Bs. Aires, 1957, pá
gina 8 7 ).
"La que dominó bajo Luis Felipe no fue la burguesía francesa, sino una fracción de ella:
los banqueros, los reyes de la Bolsa, los reyes de los ferrocarriles, los propietarios de m i
nas de carbeSn y de hierro, y de explotaciones forestales, y una paite de la propiedad terri
torial aliada a ellos: la llamada aristocracia financiera. Ella ocupaba el trono, dictaba le
yes en las Cámaras y adjudicaba los cargos públicos desde los ministerios hasta los estancos.
saban se lograría por medio de una propaganda pacífica destinada a persuadir a
las clases poseedoras de que una reforma social era necesaria. A pesar de sus aires
revolucionarios, Proudhon se alineaba con ellos, puesto que igualmente quería
realizar la reforma social, no por medio de la supresión del régimen capitalista,
sino por su adaptación a los intereses de las clases medias.
Estos doctrinarios socialistas preconizaban, en general, una reforma de la socie
dad mediante una nueva organización del trabajo en el marco del régimen capi
talista, reforma que, conservando el sistema de la propiedad privada, debía ase
gurar la prosperidad de las clases medias y dar mayor lugar a los intereses de los
obreros. Su mérito principal consistió en señalar, con sus críticas del régimen ca
pitalista, cómo éste, a través de las crisis y de la proletarización de las clases me
dias que engendraba, llevaba a una revolución social, que las reformas por ellos
propuestas permitirían evitar.
Su acción era apoyada por el partido socialdemócrata, dirigido por louis Blanc,
Ledru-Rollin y Flocon. Como el cartismo, este partido preconizaba la conquista
de los poderes públicos como el mejor medio de resolver el problema social. Par
tidario, como los doctrinarios socialistas, de una organización del trabajo en el
marco de la sociedad burguesa, condenaba la revolución social y reducía la ac
ción política a la reivindicación del sufragio universal, que debía llevar al pueblo
al poder.
A los socialistas se oponían los comunistas, quienes, defendiendo los intereses
del proletariado, querían, no reformar, sino destruir la sociedad burguesa, para
remplazaría por una sociedad comunista. Los principales doctrinarios y agitado
res comunistas eran Caber, Dezamy y Blanqui. De tendencia religiosa, Cabet
consideraba la democracia como el camino hacia el comunismo, el sufragio uni
versal como el objeto de las reivindicaciones inmediatas del pueblo, y quería, co
mo los socialistas, realizar el comunismo por la propaganda y la educación* De
zamy rechazaba todo compromiso con la burguesía y predicaba un comunismo
ateo.T
Bajo la influencia de Buonarotti, Blanqui retomaba la tradición revolucionaria
de Babeuf y apelaba a la lucha de dase del proletariado, que, pensaba, sólo podría
liberarse con una revolución social. Como Babeuf, organizaba conjuraciones y mo
tines que debían dar el poder al pueblo.8
La acción de los socialistas y comunistas era apoyada por diarios y revistas como
El popular, El porvenir. La dem ocracia pacífica y también, en cierta medida, por
La reform a de Flocon.
Por atrayentes que pudieran ser para Marx las doctrinas comunistas, ninguna
i¡i Comióte (calle de la Comióte núm. 7 ) ; Café Gaisser (calle de l'Arbre-Set núm. 4 6 ).
En dicho informe se menciona uoa correspondencia con Karl Shapper en Londres (K ín*
Street, Sobo 24.)
12 A rchivos secretos d e listado. Ministerio del interior. R. 77, D. núm. 10, pág. 81.
Actas concernientes a las asociaciones revolucionarias de artesanos alemanes. Informe
de la policía sobre la actividad de los comunistas alemanes. París, l de febrero de
1845. ''Es realmente deplorable [ . . . J ver cómo algunos intrigantes abusan de los
pobres artesanos alemanes, y también de los jóvenes comerciantes y empleados para ga
narlos al comunismo \ . . . | Los comunistas alemanes se reúnen todas las semanas frente
a Ja Barriere du Troné, en el salón de un vendedor de vino que da a la calle; es la se
gunda c tercera casa a la derecha, sobre la avenida de Vincennes, viniendo de la Porte. A
veces se reúnen 30, a menudo de 100 a 200 alemanes. Han alquilado el salón y pronun
cian discursos en los que predican abiertamente el regicidio, la abolición de toda propiedad
privada, la supresión de los ricos y de la religión; en una palabra, horrores. Podría nom
brar a jóvenes alemanes de familias honorables que el domingo son allí arrastrados y
corrompidos. La policía sabe ciertamente que tantos alemanes se reúnen allí el domingo,
pero quizá ignora el objetivo político de esas reuniones. Le escribo esto a toda prisa, a
fin de que los Marx, Herwegh, A. W eill, Bornstein, no sigan haciendo la desgracia de
estos jóvenes.”
^ Cf. A. Ruge. Correspondencia. Berlín, Í 8 S 6 , t. I, pág. 359. Carta de Ruge a Fleischer,
París, 9 de julio de 1844. "M atarse ha volcado al movimiento comunista alemáa de aquí;
quiero decir con esto que frecuenta, a los comunistas, aunque no creo, sin embargo, que
él pueda adjudicar la menor importancia a la lamentable actividad política de éstos*’
CL C Marx, El Señor Vogt (Londres, 1860). Berlín, 1953, pág. 75. "Durante mi primera
estada en París mantuve relaciones personales con los jefes de la Liga de los Justos, así
como con los de la mayor parte de las asociaciones obreras secretas, pero sin adherir i
ninguna de esas asociaciones"
34 Cf. F. Mehring, Historia de Alemania, Berlín, 1946, pág. 171. "La doctrina secreta
de la Liga de los Justos constituía una mezcla confusa de filosofía alemana y socialismo
francés."
15 M$$a. I. t. II, pág. 440. Fr. Engels, N ew York Herald. "Los progresos de la reforma
en el Continente. I. La France".
los hombres no es en ellos una simple frase, sino la expresión misma de la reali
dad, y en sus rostros endurecidos por el trabajo se refleja toda la nobleza
humana.” 16
Los comunistas que frecuentaba tenían igualmente gran estima por él. Así es
como H. Ewerbeck, uno de los dirigentes de la Liga de los Justos, escribía algu
nos años más tarde, en su libro Alemania y los alem anes: "Carlos Marx es, sin
duda, un genio crítico al menos tan importante como G. E. Lessing. Dotado de
una inteligencia extraordinaria, de una amplia erudición, de un carácter de hierro
y de una gran perspicacia, Carlos Marx se ha dedicado al estudio de los problemas
económicos, jurídicos, políticos y sociales.” 17
Quería escribir después una historia de la Convención, y a tal efecto ha leído muchísimo.
Ahora parece haber abandonado de nuevo ese proyecto,”
”:i Mega, I, t. III, págs. 419-434. Extractos de las M emorias de R. Levasseur. ■
24 V. I. Lenin, Marx, E/igels y el marxismo, Berlín, 1946, pág. 16. “El período de la
Restauración en Francia engendró ya una pléyade de historiadores (Thierry, Guizot, M ig
net, Thiers) que, generalizando los datos históricos, no podían dejar de reconocer que las
luchas de dase constituyen la- clave del desarrollo de toda la historia francesa.”
Conviene recordar aquí que Marx jamás pretendió haber descubierto la existencia y el
papel de las luchas de clase; su mérito, en esta materia, consiste en haber demostrado que
la formación de las dases está determinada por el desarrollo de las fuerzas productivas y
de Jas reiadones de producción, y que las luchas de dase se habrían de llevar, en los tiem
pos modernos, a la constitución de una sociedad sin clases. Cf. C. Marx y F. Bngels,
Correspondencia, ed. Cartago, Buenos Aires, L957, pág. 47. Carta de C. Marx a J. Weyde-
meyer, Londres, 5 de marzo de 1852. “En lo que a mí respecta, no ostento el título de
descubridor de la existencia de las clases en ia sociedad moderna, y tampoco siquiera de
las luchas entre ellas [ . . . ] Lo que yo hice de nuevo fue demostrar que la existencia
d e las clases está vinculada únicamente a fases particulares históricas, d el desarrollo d e
la p rod u cción ."
29 Cf. F. Engels. Prefacio de El Capital, t. II, ed. Cattago, Buenos Aires, 1956, pág. 13.
“ [M arx] comenzó sus estudios económicos en París en 1843, analizando a los grandes
economistas franceses e ingleses.”
el obrero asalariado, el proletario, principal productor de riquezas por su trabajo,
es explotado y oprimido, con la condena de dicho régimen.2®
Estos estudios, que daban a su concepción del comunismo y de la historia una
sólida base económica, lo indinaban, conjugándose con los de la Revolución fran
cesa y de las doctrinas socialistas y comunistas, hacia una concepción mate
rialista del mundo. Esa orientación era reforzada por el estudio profundo que
realizaba del materialismo francés e inglés, cuyas dos grandes corrientes cien
tífica y social, que él bacía derivar de la física de Descartes y del sensualismo
de Locke, entonces analizaba. Mostró que dichas corrientes se habían desarrollado
bajo los efectos del desenvolvimiento de la producción y de la lucha entablada
por la burguesía contra el antiguo régimen, y que de la segunda había surgido
una tendencia socializante cuya culminación era el comunismo. Superando las li
mitaciones del materialismo mecanicista del siglo XVIII, derivadas de las de la
ideología burguesa, en los trabajos que entonces escribía Marx sentó las bases
de una nueva concepción del materialismo, de carácter dialéctico e histórico.27
Sobre el detalle de los estudios de economía política de Marx, cf. Mega, I, t. III,
págs. 107-110 y 437-583, y el capítulo II de este libro. Cf. C. Marx, C ontribución a la
Crítica d e la Economía política. Berlín, 1951, Prefacio, pág. 12. "Mis estudios [se trata
del análisis crítico de la Filosofía del Derecho de Hegel y de los estudios posteriores] me
llevaron a la conclusión de que las relaciones jurídicas, como las diferentes formas de
Estado, no pueden explicarse por sí mismas ni por un pretendido desarrollo general del
espíritu humano, sino que están determinadas por las condiciones materiales de vida que
Hegel, siguiendo el ejemplo de los ingleses y franceses del siglo x v m , resume con ei nom
bre de sociedad burguesa, y qne la anatomía de esa sociedad está constituida por la eco
nomía política.”
27 Sobre el materialismo francés del siglo XVIn, cf. M. D. Tsebenko. La lucha d e los
materialistas franceses d el siglo XVIII contra e l idealism o, París, 1955. Sobre el análisis
crítico del materialismo del siglo XVIU hecho por Marx, cf. capítulo 111 de este libro, La
Sagrada Familia. Sobre la superación del materialismo mecanicista por Marx y la elabo
ración del materialismo dialéctico e histórico, cf. capítulo II de este libro: M anuscritos
econ óm ico-filosóficos.
2 S El 23 de marzo de 1844 participó en un banquete donde se discutió el problema de
la propaganda internacional democrática; cf. Carta de A. Ruge a Kóchly, 24 de marzo de
1844. (Original en el Instituto de Marxismo-Leninismo de Moscú.) Cf. C. Marx, Cró
nica d e su vida, op. d t., pág. 21. Además colaboró en el diario pansiense-alemáa Vor-
wcirts [A delante], cuando éste adquirió un carácter revolucionario.
sus errores, su crítica no tenía el carácter tajante que adquiriría poco tiempo des
pués, cuando su doctrina quedó fijada en sus grandes líneas.
Su adhesión al comunismo revolucionario acentuaba su ruptura con los "Jóvenes
Hegelianos" de Berlín, quienes se aventuraban cada vez más por el camino dei
anarquismo.
Después de haberse negado a colaborar en los A ndes franco-alem anes, Bruno
Bauer se apartó definitivamente del movimiento progresista y se dedicó, con su
hermano Edgard, a una crítica del liberalismo y de la Revolución francesa. El
trabajo que entonces escribió, H istoria d e la ■política, de la cultura y d el ra cio
nalism o en el siglo x v iii ,28 era aun más débil que el anterior: A contecim ientos
m em orables d e la historia d esd e la R evolución,80 igualmente escrito en colabora
ción con su hermano Edgar.
Esce trabajo, compuesto por una sucesión de anécdotas deshilvanadas, era tes
timonio de la incapacidad de B. Bauer para comprender un período histórico.3’
Junto con su hermano Edgar, Bruno Bauer publicó asimismo la Gaceta gen era l
literaria, en la editorial de su hermano Egbert en Charlottenburg.33
En dicha revista, que en cierto modo constituía la contrapartida de los Ana
les franco-alem anes, Bruno y Edgar Bauer y sus colaboradores exponían sus con
cepciones individualistas y anarquistas. La facilidad con que el gobierno prusiano
yuguló a la prensa de oposición y la indiferencia con que el pueblo, la "masa”,
aceptó la supresión de todas las manifestaciones del Espíritu, eran para ellos
la prueba de que los hombres progresistas habían equivocado el camino al aliarse
con la masa y que era necesario tomar un camino nuevo.38
Replegados sobre sí mismos y cada vez más inclinados a creer que encarnaban
el Espíritu absoluto, la Conciencia universal, consideraban ahora al pueblo, a la
37 Sobre la crítica del liberalismo, el. Gaceta gen era l literaria, cuaderno 315, lebrero
de 1844, Cari Reichhardt. Defensa de su libro La burguesía prusiana. Cf. ibid., cuaderno
4?, marzo de 1844. E. Jungnitz, Revista m ensual para la literatura y la vida pública d e
Biedermann, 1842-1S43. En estas críticas nunca se citaba el nombre de Marx, aunque en
gran medida estaban dirigidas contra la Gaceta renana y los Anales franco-alem anes.
3 8 Después de haber separado la realidad de la Idea reduciendo ésta a la Conciencia
universal, los "Liberados’’ daban ahora a la conciencia universal un carácter subjetivo, en
carnándola en algunos individuos escogidos, en una aristocracia intelectual que oponían
a la masa, lo que permitiría a Stirner, al llevar el individualismo y el subjetivismo a sus
consecuencias extremas, reducirlo todo al Yo y a su actividad.
98 Cf. Gaceta gen eral literaria, cuaderno 10“, setiembre de 1844, págs. 10-20. B. Bauer,
"Los folletos literarios de Konigsberg”. En este artículo, en el cual polemizaba con los
liberales de Konigsberg, B. Bauer pretendía que no era posible oponer el pueblo al Estado,
puesto que estaba incluido en éste.
y que debió contentarse, aparte de su hermano y de J. Faacher,'10 con colabora
dores de segundo orden como E. jungnitz , 41 Szeliga,42 C. E. Reichliardt 13 y F.
Beck; 44 veía además levantarse conrra la G aceta gen era l literaria dos revistas com
petidoras publicadas por L. Buhl: 43 la R evista m ensual d e B erlín 48 y las H ojas
d e Alemania d el N orte, de igual tendencia que la Gaceta gen era l literaria ,47
Así fue como en la "Carta abierta” que servía de prefacio a la R evista m en -
sttal d e B erlín, L. Buhl anunciaba su intención de combatir a todos los partidos
■JO julius Faudier (1820-1878). Sus ámenlos en la G acela gen era l lit e r a r ia se dis
tinguían de los otros por una documentación más sólida.
+1 Ernst Jvmgnitz (muerta en 1848) publicó en 1843 un libro sobre La R eligión y
la Iglesia en Francia hasta la disolución d e la Asamblea Constituyente. En 1844 escribió
dos libros: La R eligión y la Iglesia en Francia d esd e la d isolu ción d e la Asamblea Cons
titu yente basta la caída de R obespierre, e Historia d e la vida religiosa en Alemania en el
siglo X VIH. En 1847 publicó, en colaboración con los hermanos Bauer, la H istoria d e
la R evolución francesa basta, la fundación d e la República.
■;; Szeliga, seudónimo de Franz Zychlin von Zychlinski (1816-1900), oficial prusiano
que fue luego general de infantería.
1' Cari Ernst Reichhardt, impresor y encuadernador, publicó a comienzos de 1844 un
folleto, La burguesía prusiana vista p o r un h om b re d el pueblo, en el cual expresaba e!
descontento de los artesanos. Fue prohibido por la censura, pero consiguió que se le levan
tara la prohibición mediante un memorial en el que confirmaba su lealtad y elogiaba la
censura.
41 Fritz Beck era el poeta del grupo, con gran perjuicio, por lo demás, para la poesía,
Cf. Gaceta gen eral literaria, cuaderno 4”, marzo de 1844. F. Beck, "Canción de un sastre”.
45 Ludwig Buhl (nacido en 1814, muerto a principios de la década del ochenta) par
ticipó activamente en ei movimiento de la izquierda hegeliana, y se plegó al individua
lismo de B. Bauer y de Stirner. Traducía entonces la Historia d e diez años, de L. Blanc,
publicada en Berlín en 1844 y 1845.
48 La Revista m ensual d e Berlín {B erliner M onatsschrift) fue prohibida por la cen
sura. Apareció, en forma de libro, en Mannheim, en 1844, y contenía una parte de los
artículos destinados a la revista El patriota y suprimidos por la censura. Extracto del índice:
L. Buhl. “Carta abierta"; "Los juicios del tribunal superior de la censura”;
M, Stirner. "Observaciones provisorias sobre el Estado basado en el amor";
L. Buhl. "El carácter verdadero de la Constitución basada en los 'Estados'
Gravell. "Memoria sobre la organización de la administración prusiana y sus defectos”;
E. Bauer. "Sobre el sentimentalismo";
E. Meyen. "Consideraciones sobre la importancia y las tendencias del movimiento alemán";
L. Buhl. "Una cuestión de propiedad y de derecho";
M. Schmidt (Stirn er). "E. Sue, Los m isterios d e París”.
47 N orddeutsche Bldtter fik Kritik, Literatur an d Unserhaltung. publicadas de julio de
1844 a abril de 1S45. Extracto del índice:
Cuaderno 1”, julio de 1844. "Nuevas revistas críticas”, Anales franco-alem anes, de A.
Ruge; "Revista trimestral”, de C. W igand; "Dos apóstoles del último Evangelio de ia
humanidad"; Th. Mundt, "Historia de la sociedad, su desarrollo reciente y sus proble
mas”; K. Gran, "La verdadera cultura".
Cuaderno 2", agosto de 1844. Szeliga, Crítica de la obra Este libro p erten ece al rey, Th.
Mugge, W ilhelm WeitUng. La n ueva gen eración .
Cuaderno 3”, setiembre de 1844. E. Bauer: "Un apóstol más. I.a literatura alemana en
Francia".
Cuaderno 4”, octubre de 1844. L. Feuerbach. Kóppen, "P.-J. Proudhou", lee. artículo.
Cuaderno 5”, noviembre de 1844, Kóppen, "P.-J. Proudhou”, 2” artículo - (K .) "La or
ganización del trabajo".
Cuaderno dfi , diciembre de 1844. "Reunión de la asociación local berlinesa para ¡a ayuda
de las ciases laboriosas”.
Cuaderno 9”, marzo de 1845. Szeliga. "Lo Único y su propiedad, de Stirner”.
Cuaderno 10”, abril de 1845. "La ayuda a las clases laboriosas”.
políticos, porque eran incapaces de criticar radicalmente el estado de cosas exis
tente: "La lucha que desarrollamos está dirigida contra todo el estado de cosas
presente. ¿Cómo podíamos asociarnos a aquellos que tienen siempre a flor de la
bios la palabra progreso, pero que demuestran ser incapaces de deshacerse de
este estado de cosas? Rechazamos a todos los que luchan contra éste de una
manera formal, pero que no rompen con éi y que, -por falta de valor y de prin
cipios, no pueden alcanzar la libertad [ . . . ] No queremos remplazar una forma
de Estado por otra, y no hemos formado un partido, porque nuestro fin es sólo
convencer. Liberados de todo vínculo, podemos, por nuestra posición puramente
histórica, reivindicar el derecho a la libre investigación y esperar, manteniéndonos
así fuera de los partidos, escapar a las persecuciones [ . . . ] ¿Por qué no podría
realizarse aquí una alianza semejante a la que se constituyó en Francia entre le-
gitimtstas y republicanos? El hecho de combatir el racionalismo y el liberalismo
del "Justo término medio”, ¿no tendría que asegurarnos la benevolencia del
gobierno?
"Ai reclamar para nosotros una autonomía absoluta, jamás podía ocurrírsenos
la idea de decidir respecto de los demás. Nuestro principio es que cada uno sea
su propio soberano y dicte su propia ley. No nos corresponde decidir si la reali
zación de esta exigencia es posible o imposible, cercana o lejana [ . . . ] , nos bas
ta con que sea necesaria para que se pueda hablar de verdadera libertad.” 13
Estas hermosas palabras sobre la crítica absoluta y la verdadera libertad, que
ocultaban el temor del pequeño burgués en lo referente a emprender auténticos
combates,43 en realidad apoyaban, a pesar de sus aires ultrarrevolucionarios, la
política reaccionaria del gobierno prusiano. Uno de los colaboradores de las H o
jas d e A lemania d el N orte, F. Kóppen, antiguo amigo de Marx, llegaría inclusive
a defender la censura diciendo que la interdicción de toda crítica radical y grosera
obligaba al escritor a expresar sus ideas en forma más velada y que por otra
parte la crítica, al mantenerse al margen de la política, podía muy bien acomo
darse a la censura.50 Por lo demás lo lograron tan bien, que después de la pu
blicación del primer número de la Gaceta gen era l literaria el censor pudo declarar
que semejante prensa no constituía peligro alguno para el gobierno.51
El anarquismo, hacia el que se inclinaban fos ''Liberados”, tenía entonces su
teórico en Max Stirner, quien en su libro Lo Ú n ico y su propiedad, aparecido en
52 Cf. E. von Hartmann, F enom enología d e la con cien cia moral, Berlín, 1879, pág. 804.
"Vemos aquí cómo el valor absoluto asignado por Stirner al Yo es la consecuencia prác
tica del monismo subjetivo de Fichte, quien colocándose en un punto de vista ético idea- ~
lista, no podía concebir y menos aún adoptar las consecuencias que implicaban su filosofía.”
Cf. R evista m ensual d e Berlín, págs. 34-49- M. Stirner, "Observaciones provisorias
sobre el Estado basado en el amor”. Artículo reproducido en J. H. Mackay, P equeños
escritos d e Max Stirner y su respuesta a las críticas d e su libro "Lo Único y su propiedad"
(1842 1 8 47), Berlín, 1898, págs. 71-80.
54 Cf. R evista m ensual d e B erlín, texto citado por J. H. Mackay, op. cit., t. 1, pág. 118.
"Sabíamos que un poder que se apoya en el principio de autoridad no podría tolerar
una crítica que destruyera el estado de cosas existente. Por ello, nos dimos por tarea ana
lizar las bases y pretextos de ese poder: Estado, ley, derecho, orden legal, progreso legal,
religión, nacionalidad, patriotismo, etc. Si bien no podíamos atacar al Estado mismo,
mostrando que era un instrumento de opresión, llegábamos sin embargo al mismo resultado
manifestando que todas las formas de Estado y todas las Constituciones existentes no'res
pondían al verdadero concepto de libertad.”
55 Cf. M. Stirner: "Observaciones provisorias sobre el Estado basado en el amor”.
Revista m ensual d e Berlín, págs. 45-47.
"Comparemos el amor con la autonomía o la libertad. En el amor el hombre se de
termina, se modela a sí mismo, peto lo hace no por amor a sí mismo, sino por amor al
prójimo. Esa autodeterminación también depende del prójimo, es también determinación
por el prójimo. El hombre libre, por el contrario, no se determina ni para ni por el pró
jimo, sino sola para y por él. Sólo se considera a sí mismo y encuentra en sí el im
pulso necesario para una autodeterminación que le permite actuar a la vez racional y
libremente. Set determinado por el prójimo o, al contrario, por sí mismo, e inspirarse para
ello en el amor, o, al contrario, en la razón, son dos cosas absolutamente diferentes. El
amor descansa en el principio de que todo lo que se hace, se hace por amor al prójimo; la
razón, en el principio de que se actúa sólo por sí; en el primer caso, lo que me hace
actuar es la consideración del prójimo; en el segundo, yo mismo constituyo el móvil de
mis actos. El que está determinado por el amor accúa por amor a Dios, a sus herma
nos, etc., no tiene voluntad propia; el que está determinado por la razón no quiere realizar
otra voluntad que la suya, sólo respeta a quien tieue una voluntad, propia y no a quien
obedece la voluntad ajena. El amor tiene cieitamene razón contra el egoísmo, porque es
más noble hacer propia la voluntad ajena y realizarla que obedecer a uu deseo provocado
por un objeto cualquiera, más noble dejarse determinar por el prójimo que tener una ver
dadera determinación propia; pero el amor no tiene razón contra la libertad, porque no
existe autodeterminación sin libertad. El amor es la forma superior y más bella de la
opresión del hombre por sí mismo, la manera más gloriosa de sacrificarse y destruirse, la
más dulce victoria sobre el egoísmo, pero al quebrar la voluntad personal, no permite
que se desarrolle la voluntad, que es lo único que confiere al hombre su dignidad de
hombre libre.”
a la conclusión de que todas las formas de Estado eran igualmente condenables,
porque todas tenían como consecuencia necesaria la supresión de la libertad.
Después de esta crítica del Estado, en un artículo sobre Los m isterios d e Pa
rís de Eugenio Sue, igualmente aparecido en la R evista m ensual d e Berlín, Stir-
ner se alzaba contra el cristianismo social, muy en boga entonces, diciendo que
el efecto principal de éste era hacer que el oprimido se sometiera a su destino.
Por lo demás, demostraba ser incapaz de dar una solución positiva tanto al pro
blema político como al social, y se conformó con afirmar que el Estado y la
sociedad burguesa estaban atacados de gangrena a tal punto, que se disolverían
por sí mismos.58
Después de haber denunciado que el Estado y la sociedad eran dos potencias
superiores que, como la religión, dominan y oprimen al hombre que las crea,
Stirner exponía en su libro Lo Ú nico y su propiedad que el Yo, con su voluntad
y su actividad ilimitadas, absolutas, constituye ¡a única realidad humana verda
dera.57 Al no conceder solamente valor al Yo, celebraba el egoísmo como el
principio fundamental de la actividad humana y rechazaba todo lo que se oponía
a él, pretendiendo imponerle deberes en nombre de un principio superior. Nue
vo iconoclasta, derribaba todos los ídolos: Dios, el Espíritu del mundo de Hegel,
el Estado, la sociedad, y también la Esencia humana de Feuerbach y la Conciencia
universal de B. Bauer, en las que veía nuevas encarnaciones de la Idea absoluta
de Hegel. Sus ataques más virulentos estaban dirigidos contra el liberalismo y
contra el comunismo, a los que reprochaba sacrificar el individuo a abstracciones
tales como el Estado o la sociedad.
Como la crítica de B. Bauer, la de Stirner sólo contenía desprecio por la reali
dad económica, política y social. Remplazaba el mundo real por un mundo ilu
sorio y hacía de la historia una fantasmagoría.
Esa crítica desprendida de toda realidad, que flotaba en el Absoluto, con un
sentimiento de ironía y de piedad por todas las contingencias, era la negación
misma de todos los esfuerzos realizados por los "jóvenes Hegelianos1’ para par
ticipar en el movimiento progresista. Marx y Engels no podían admitir esa
abdicación, y en La Sagrada Familia primero, y después en Lat ideología dem ana,
desenmascararían en forma despiadada la Crítica crítica, que, a pesar de su tono
altanero, intransigente y soberbio, no era otra cosa que impotencia y esterilidad.
M ar x y R uge
58 Cf. J . H. Mackay, op. cit., pág. 101. Sobre esta crítica de los M isterios d e París,
poi Stirner, cf. la crítica de Marx de ese libro en La Sagrada Familia; cf. capítulo III de
este tomo.
57 M. Stirner: D er Einzige und sein Eigentum. O. W igand, Leipzig, 1844.
tivo accidental de su ruptura, cuya razón -verdadera era su diferencia, ahora total,
de concepciones, que su común adhesión al humanismo había velado durante
cierto tiempo.08
AI interpretar el humanismo como expresión del principio de libertad, Ruge
lo oponía a la vez. al comunismo, que concebía como una manifestación del egoís
mo en el plano social, provocada por la envidia y la avidez de los desposeídos, y
al patriotismo, en el cual veía una manifestación del egosímo en el plano na
cional.5*
Asociaba el humanismo al cosmopolitismo, 150 pensaba que sería realizado pol
la educación y la instrucción, que eran para él los únicos medios de asegurar la
emancipación verdadera de los hombres, emancipación que, en su opinión, no
debía significar amenaza alguna para la sociedad burguesa y la propiedad privada.81
Al negar a los obreros y artesanos la capacidad de emanciparse por sus pro
pias fuerzas, Ies reprochaba su falta de cultura y su egoísmo, que los llevaba a
reclamar una igualdad que terminaba en un nivelamiento por lo bajo de toda la
sociedad.88
Después de su ruptura con Marx, su aversión al comunismo se trasformó en
verdadero odio. En sus cartas expresaba, con creciente virulencia, su cólera y su
rabia contra los adeptos al comunismo, en particular contra los comunistas ale
manes.8* Son, escribía, hombres limitados y ávidos, muy apegados al dinero, que
MARX Y HbSWEGH
Sin llegar, como con Ruge, a una ruptura, las relaciones de Marx con el poeta
Herwegh también se debilitaron. Aquél lo había conocido en Colonia, durante
el viaje de éste por Alemania a fines de 1842. Expulsado de Suiza a principios
de 1S43, Herwegh fue, luego de su casamiento con Emma Sigmund, hija de un
rico comerciante berlinés, al sur de Francia en viaje de bodas. Luego, después
de una corta estada en Ostende, donde conoció a Engels, se dirigió a París, donde
permaneció hasta agosto de 1844.67 Herwegh estimaba mucho a Marx, a quien
entonces ayudó, 88 pero como Ruge, aunque en grado menor, sentía aversión por
la dureza implacable con que Marx llevaba adelante la lucha revolucionaria.08
<le las riquezas, pero que, mientras tanto, están ellos mismos muy apegados a la propie
dad privada, y en particular al dinero."
Ki Cf. ibid., págs. 358 y sigs. Carta a Fleischer, París, 9 de julio de 1844. Cf. ibid.,
pág. 404. Carta a R. Prutz, 14 de enero de 1846.
05 Cf, C orrespondencia, t. I, pág. 3Ó7. Carta a su madre, París, 6 de octubre de 1844:
"Marx es un individuo enteramente vulgar y un judío insolente.”
Cf. ibid., pág. 381. Carta a Fleischer, 6 de diciembre de 1844: "Marx se proclama co
munista, pero en realidad no es más que un fanático del egoísmo. Degollaría, tal como
un nuevo Babeuf, rechinando Los dientes y riéndose burlonamente, a todos cuantos se atra
vesaran en su camino."
Cf. T ágliche Rundschau. Unterhaltungsbedage, núm, 16S, 22 de julio de 1921. Carta
.le Ruge a Max Dunícer, Parts, 29 de agosto de 1844: "Marx causa horror a los franceses
por su cinismo y su arrogancia. Piensa que toda la civilización francesa debe perecer, y
como la nueva humanidad al principio sólo podría ser inhumana y bestial, él mismo ba
adoptado esas cualidades. Los obreros franceses son infinitamente más humanos que ese
humanista que ha roto con la humanidad. Si no se arruina a sí mismo con su vida desor
denada, con su orgullo y con el exceso de trabajo, y si no pierde, al querer afirmar su
originalidad como comunista, todo sentido de las formas simples y nobles, se puede aún
esperar algo de su gran sapiencia e inclusive de su poco inescrupulosa dialéctica.”
88 Cf. A. Ruge, C orrespondencia, t. I, pág. 379. Carta a Froebel, París, noviembre de
1844: "Mientras sea yo socio comanditario del Com ptoir litiéraire, no debe usted pu
blicar libros de Marx, si éste se lo pidiera. Sin duda conoce usted mis relaciones con ese
individuo."
67 Cf. Informe de la policía sobre la estada de Herwegh en París. A rchivos secretos
d e Estado. Actas del Ministerio del Interior concernientes a las asociaciones revolucionarias
cíe artesanos (1841-43). R. 77, D. núm. 10. "Herwegh, el poeta de las Poesías d e sin
ser Viviente, se encuentra aquí actualmente, frecuenta mucho a Venedey [uno de ios fun
dadores de la "Liga de los Proscriptos”] y al parecer ha de permanecer aquí algún tiempo."
88 Cf. V, Fleury, El poeta H erwegh (1817-1875), París, s./í., pág. 126.
Cf. C orrespondencia d e G. H erwegh, publicada por Marcel Herwegh, 2;1 ed,, Munich,
1898, pág. 328. "Carlos, Marx tenía una fisonomía expresiva, ojos oscuros, no muy gran
des pero brillantes [ . . . ] una abundante cabellera negra sombreaba su frente. Habría
Podido encarnar perfectamente al último escolástico. Trabajador incansable y muy erudito,
Como Ruge y Froebel, había aceptado el comunismo mientras pudiera confun
dirse con un vago humanismo, pero lo rechazó, como aquéllos, no bien se le pre
sentó bajo la forma de doctrina revolucionaria del proletariado.7 0 Lo que predo
minaba en él, como en los demócratas burgueses del tipo de Ruge y de Froebel,
era un liberalismo teñido de individualismo anarquizante, que él sólo quería li
mitado por un vago sentimiento de solidaridad humana.71
Después de haberlo defendido contra el juicio severo de Ruge, Marx se daba
cuenta abora que Ruge no se había equivocado del todo en su apreciación, por
que Herwegh se dejaba arrastrar cada vez más por la vida mundana de París y
se apartaba de la lucha política. 70
Al mismo tiempo que perdía su fuerza revolucionaria, declinaba su genio
poético, y ya no volveríá a encontrar los acentos líricos que habían hecho de él
el bardo de la juventud progresista alemana.70
Marx se alejaba por enconces igualmente de Karl Heinzett, antiguo colabo
rador de la G aceta ‘r enana, quien, como Ruge y Herwegh, se convertía en un
adversario del comunismo.74
conocía el mundo más en teoría que por la práctica. Tenía plena conciencia de su va
lor' [ . . . ' ] Los sarcasmos con que perseguía a sus adversarios [ . . . ] tenían el hielo y
el filo del hacha del verdugo."
í# Cf. V. Fleury, op. cit., pág. 341. Carta de L. Feuerbach a Kriege, 1845: "Percibo
en él [Herwegh] un alma hermana. Es profundamente líbre, grave y alegre. Comunista
como yo, en el fondo, no en la forma. Nada del comunista de profesión, ortodoxo, doc
trinario, intransigente. Todo es noble en su comunismo, nada es vulgar, porque, ¡ay!, las
diferencias en la naturaleza humana se manifiestan aquí como en otra parte.” Cf. V. Fleury.
Obras postum as d e G. H erwegh, Sainc-Etienne, s./f, pág. 8 6 . Cuaderno de notas de 1842-
1843: "Odio a los reyes y al populacho; en ambos el hombre, en forma diferente, queda
abolido"; pág. 87: "Odio lo absoluto, comunismo o monarquía, ya sea que se cubra con
una gorra o con un sombrero.”
71 Cf. V . Fleury, Obras postum as d e G. H envegh. Cuaderno de notas de 1844, págs.
87-88: "Quería ser libre solo, pero es imposible. La libertad existe únicamente en la
solidaridad. Ser libre significa basta ahora, liberar [ . . . ] solidaridad en la libertad. No
puedo ser libre sin vosotros, pero no tenéis derecho, por favor, de convertiros en perros,
de hacer de mí un perro. Por ello quiero destruiros, y ese es el derecho de la individuali
dad [ . . . ] La libertad no existe en partido alguno. Por ello necesito, pata hallada, ele
varme por encima del mío. Quiero salvaguardar mi futuro y no enterrarme en un partido.”
72 Cf. A. Ruge, C orrespondencia, t. I, pág. 363. Carta a J. Stahr, París, 11 de julio
de 1S44: "Herwegh [ . . . ] que ahora advierte que su lirismo resultó impotente para
hacer surgir en Alemania el entusiasmo por ia libertad, se deja arrastrar por la más triste
indiferencia. Hace una vida de gran señor y persigue a señoras mayores con sus asiduida
des. Ya no puede crear nada. Las perturbaciones comunistas en Silesia habrían debido
inspirarlo, pero también en esto se dejó adelantar por Heme.” Cf. ibid,, pág. 451. Carta
de Ruge a Fleischer, 20 de mayo de 1844: "Herwegh no es un filósofo. Gira como el
viento. Está infinitamente hastiado y carece en absoluto de firmeza de carácter."
7® Cf. F. Mehring: B eitrdge zur láteratu rgesch ich te ( C ontribución a la historia d e la
literatura alem ana), Berlín, 1948, pág. 135. En 1847, Heine escribía a propósito de
Herwegh: "Tenía cierto don poético que supo aprovechar muy bien; ahora es pobre y
vacío como un pródigo al final de su carrera. En adelante se verá obligado a callar y a
vivir de su gloria pasada."
Esto no era exacto, porque, sin volver a ser el poeta revolucionario que fue, Herwegh
participaría aún activamente en la revolución de 1848 y en la formación del movimiento
socialista en Alemania, en la década del sesenta.
7Í Karl Heinzen (1809-1880), empleado de 1840 a 1843 en la Compañía Renana
de Ferrocarriles, en Colonia, se convirtió en 1842 en un activo colaborador de la Gaceta
renana y de la Gaceta gen era l d e Leipzig. Empleado, de febrero a agosto de 1844, en una
M a r x v E. H e in e
Las relaciones de Marx con E. Heine se hicieron, por el contrario, cada vez
más estrechas y amistosas. A diferencia de Heiwegh, cuyo genio poético estaba
en declinación, Heine componía entonces sus mejores poemas satíricos en París,
adonde había emigrado después de la Revolución de 1830 para escapar a la reac
ción.73 Bajo la influencia del sansimonísmo,70 en un primer momento se intere
só más por el problema social, que le parecía más importante que los problemas
políticos. 77
Contrariamente a Borne, quien pensaba que ei pueblo se emanciparía con la
caída de los reyes y el establecimiento de la república, consideraba que la eman
cipación del pueblo era una cuestión de naturaleza esencialmente económica y
social, y que sólo podría resolverse mediante una profunda trasformación de
la sociedad.78
a q u ie n h e m o s im p lo r a d o con f e d e n iñ o s.
E n v a n o a g u a rd a m o s y esp eram o s.
N o s e n g a ñ ó , se b u r ló d e nosotros.
¡T e je m o s , te je m o s!
U n a m a ld ic ió n a l r e y , a l r e y d e lo s ricos
q u e n u e s tra m is e r ia n o p u d o a b la n d a r,
q u e n o s a rra n c ó n u e stro ú ltim o c é n tim o ,
y nos h a c e a h o ra f u s ila r com o p e rro s.
¡T e je m o s , tejem o s!
U n a m a ld ic ió n a l a fa ls a p a tr ia ,
d o n d e só lo p ro sp e ra n la m e n tira y. v e rg ü e n z a ,
y d e l a q u e se d e sp re n d e u n o lo r a d esco m p o sició n .
V ie ja A le m a n ia , tejem o s tu m o tta ja .
¡T e je m o s , tejem o s!
C f. F. M e h r in g , Nachlasz, t. I I, p á g . 1 8 . C f. ig u a lm e n te Vorwárts, 1 9 , X , 1 8 4 4 ,
“ Los n u ev o s p o em a s d e H e in e ” , - “ B a jo e l t itu lo d e Alemania. Un cuento de invierno,
H e in e h a p u b lic a d o e n H o ffm a n n y C a m p e u n p e q u e ñ o v o lu m e n d e p o em a s q u e es in
c u e stio n a b le m e n te u n a d e la s m e jo re s o b ras d e este p o e ta , ta n p le n o d e e s p ír itu co m o d e
s e n tim ie n to . L a fu e rz a d e la s id e a s n u ev a s lo a rra n c ó d e su so m n o le n c ia ; e n tra e n l a a re n a
con tod as sus a rm a s , a g ita n d o u n a n u e v a b a n d e r a , y a v a n z a co m o u n v a lie n te ta m b o r
to can d o a reb ato ."
94 E n g e is, q u ie n p r im e r o co n d en ó e l lib r o d e H e in e so b re B o rn e y lo c o n sid e ró u n
ren e g a d o (c f . Alega, I, t. I I, p á g . 5 3 5 . C a r ta a W . G r á b e r , 3 0 d e ju lio d e 1 8 3 9 ) , m o
d ific ó lu e g o c o m p le ta m e n te s u o p in ió n . E l 5 d e o c tu b re d e 1 8 4 4 e s c rib ía e n e l New Moral
World; “ E n riq u e H e in e , e l m á s g r a n d e d e tod o s lo s p o e ta s a le m a n e s q u e v iv e n a c tu a l
m e n te , h a p u b lic a d o u n v o lu m e n d e p o em a s p o lític o s , a lg u n o s d e los cu a le s h a c e n e l elo g io
d e í so c ia lism o . Es e l a u to r d e la fa m o s a Canción de los tejedores de Silesia, c u y a tra d u c
ció n m e p ro p o n g o h a c e r.” C f. Mega, I, t. I V , p á g . 3 4 1 .
desarrollaba por la emancipación humana. Heine, que por su parte ya había
reconocido toda la importancia histórica dei comunismo,05 aprendía a conocer
más de cerca, por su amistad con Marx, sus objetivos y a sus jefes. Admiraba
en Marx al verdadero jefe revolucionario, que unía la profundidad de pensamiento
a la energía inflexible, y en él pensaba sin duda cuando describió más tarde a
los jefes comunistas como hombres resueltos, dotados de una clara inteligencia y
de una voluntad de acero.00
Heine, quien se hallaba entonces en el cénit de su producción poética aunque
ya sufría los graves ataques de la terrible enfermedad que ÍO llevaría a la tumba,
frecuentaba mucho a Marx, en cuya casa era siempre recibido como un huésped
bienvenido. Apreciaba en Marx, no sólo ai pensador, sino al escritor, y de buen
grado sometía sus poesías a la crítica de éste y a ía de su mujer, cuyo espíritu
penetrante y delicado admiraba.07 Muchos poemas se convirtieron así en el fruto
de una amistosa colaboración, que, por lo demás, no era siempre muy fácil, de
bido a la gran susceptibilidad del poeta.1’ 8
A veces, por el contrario, era Heine quien venía en ayuda de la joven pareja.
Asi fue como al encontrar un día a Marx y a su joven esposa desesperados ante
Cf- ibid., p á g . 3 5 8 .
n>'-> C f. Vorwihts, 2 1 d e d ic ie m b r e d e 1 S 4 4 , p á g s. 3 y s ig s . M . H e ss: " P re g u n ta s y res
puestas - E l tr a b a jo y e l p la c e r” . "E sa a r m o n ía d e l tr a b a jo y d e l p la c e r só lo se p ro d u ce
d e n tro d e u n m o d o d e v id a o rg á n ic o , e n u n a v id a o r g a n iz a d a y n o e n u n a v id a q u e uo lo e s .”
2 ) ¿Q u é tip o s d e tr a b a jo e x is te n ? E x iste e l tr a b a jo o rg a n iz a d o y e l q u e no lo e s; e n o tras
p a la b ra s , e x is te l a a c tiv id a d lib r e y e l tr a b a jo fo rz ad o , e l tra b a jo lib r e y e l tra b a jo
im p u esto .
3 ) ¿Q u é es la a c tiv id a d lib r e y e l tr a b a jo im p u e sto ? L a a c tiv id a d lib r e es to d o lo q u e
es fru to d e u n im p u ls o in te rn o ; e l tr a b a jo im p u e s to , p o r e l c o n tra rio , es todo lo
q u e se h a c e p o r o b lig a c ió n , p o r n e c e sid a d . E l tr a b a jo q u e es p ro d u cto d e u n im
p u ls o in te rn o c o n stitu y e u n p la c e r q u e a u m e n ta l a a le g r ía d e v iv ir , u n a v irtu d q u e
lle v a e n s í m ism a su reco m p en sa . P o r e l c o n tra rio , s i e l tra b a jo s e r e a liz a p o r e fe c
to d e u n im p u ls o e x te rn o , c o n s titu y e u n a c a r g a q u e o p rim e y e n v ile c e la n a tu ra
le z a h u m a n a , u n v ic io e n g e n d r a d o p o r e l d eseo d e lu c ro , u n tr a b a jo a s a la ria d o , u n
tr a b a jo d e esc la v o ."
d trabajo impuesto, que bace del hombre un esclavo y de la vida humana una vida
animal.110
Esa deshumanización del hombre en la sociedad burguesa es —y Hess vuelve
con esto a la idea central de su artículo sobre la esencia del dinero— el efecto de
todo el poderío del dinero, que obliga a los hombres a vender su trabajo y su
vida.111 La dominación del dinero, que representa el precio de compra o el valor
de cambio de la vida humana, engendra un comercio generalizado, y coa él una
explotación y una servidumbre universales de los hombres.112
En la sociedad basada en el dinero y dominada por él, los productos de ia na
turaleza y del trabajo humano son acaparados por bandidos, lo que impide dar
a cada individuo la parte de bienes que ie corresponde legítimamente y engendra
Ja arbitrariedad y la miseria.113
sir. cesar debe imponerle obligaciones. Ora no puede satisfacer su deseo de saber,
ora su sentido artístico, su inclinación al trabajo, su hambre, su sed, sus necesidades
físicas elementales.
111 Cf. ;biá., "Sobre ei trabajo y el placer", Vofiva/ts, núm. 102, 21 de diciembre de
1844, pág. 4.
10) ¿Qué tipos de trabajo son posibles en una sociedad donde la naturaleza humana está
desarrollada en todos los hombres y donde cada hombre puede utilizar todas sus
facultades? En una sociedad semejante, la única actividad posible es la actividad
libre.
Cf. "La riqueza y !a libertad", Vonoarts, 2S de diciembre, pág. 4.
3) ¿Qué es lo que produce La riqueza? La naturaleza y la sociedad humana.
4 ) ¿Son los productos de la naniraleza propiedad de individuos particulares? No, cons
tituyen la propiedad colectiva de la comunidad.
5) ¿Son los productos de la sociedad propiedad de individuos particulares? No, son pro
piedad de la sociedad.
113 Cf. M. Hess, "Preguntas y Respuestas — Sobre el trabajo y el placer", Vonvartí,
núm. 102, 21 de diciembre de 1844, págs. 3 7 sig.
1) ¿Qué es la riqueza? Se denomina riqueza a los productos de la naturaleza y del tra
bajo que aseguran a la vez la vida y la actividad humanas.
2 j ¿Puede el individuo crear riquezas sin la colaboración de los demás hombres y de las
fuerzas naturales? No, el individuo, con todas sus fuerzas, sus capacidades y sus
medios, no es sino un producto de la naturaleza y de la sociedad; como- individuo
aislado es impotente y no puede crear riquezas. EL hombre sólo puede vivir y ac
tuar en relaciones estrechas con la naturaleza y la humanidad,
7) ¿Qué es la propiedad individual en la sociedad colectiva? Es la posesión garantizada a
cada uno de aquello que necesita para vivir y trabajar.
.17) ¿De acuerdo con qué principios debe ser administrada la riqueza colectiva y organi
zado ei intercambio de productos? De acuerdo con las leyes de la naturaleza hu
mana y con sus necesidades.
116 Cf. i bid., pág. 4.
14) ¿Qué garantizará realmente a los hombres su libertad y su verdadera propiedad, su ver
dadera riqueza? Ello se realizará en primer lugar por la educación.
15) ¿Qué debe entenderse por educación? Por educación debe entenderse en primer lugar
ei desarrollo corporal, base de todo desarrollo f . . . ] En segundo lugar, la instruc
ción general brindada a todos en establecimientos públicos, donde se cultivarán todos
los gérmenes de las virtudes y las capacidades humanas. En esos establecimientos
los alumnos pasarán a los centros de actividad de acuerdo con sus inclinaciones y sus
talentos particulares. A llí se completará la educación social de los individuos.
16) ¿Qué hay que hacer, además, para que la verdadera propiedad y la libertad sean ga
rantizadas a todos ios hombres? Para ello es preciso que la riqueza social no sea
En ese artículo Hess tuvo el mérito de vincular el problema social y su solu
ción a la actividad humana, al trabajo del hombre considerado como expresión
esencia!, como manifestación fundamental de su vida. Pero, a diferencia de Marx,
que extrajo de su análisis del trabajo una cueva concepción del carácter y del
papel revolucionario de la "Praxis” en la vida y la historia de los hombres, Hess,
al igual que los reformistas, consideró el trabajo y las condiciones de trabajo al
margen de las luchas de clase, y no vio en la revolución social, sino en la gene
ralización de la educación y la instrucción, el medio más apto para resolver el
problema social. Su articulo constituía un retroceso respecto de sus obras ante
riores, en particular de la Triarquía europea, donde señalaba que la solución del
problema social provendría de la revolución social engendrada por la acentuación
de las luchas de dase; respecto de la filosofía de la acción, donde subrayaba la
necesidad de pasar de la especulación a la acción para trasformar el mundo, y
de la Esencia del dinero, donde explicaba por la doctrina feuerbachiana de la
alienación, el origen y el carácter de la dominación del dinero. En ese artículo, en
el cual destacaba la necesidad de una trasformación social para asegurar la libre
actividad del hombre, hacía desaparecer su tesis bajo una fraseología vulgar, en
medio de una serie de lugares comunes sobre el trabajo libre en oposición al
trabajo servil, sobre la organización armónica de la sociedad en oposición a la ex
plotación engendrada por la dominación del dinero. Esas trivialidades que ocu
paban el lugar de un estudio preciso de las relaciones económicas y sociales, cons
tituían el mayor contraste con el análisis profundo de la naturaleza del hombre,
y de sus relaciones con su ambiente, por medio del cual Marx estableció la mis
ma tesis. La doctrina de Hess, que, como la mayoría de los reformistas de enton
ces, se proponía cambiar el carácter del trabajo organizándolo, sin tener en cuen
ta ¡as condiciones reales de esa organización, se componía de una mezcla heteró-
clita de ideas tomadas de Feuerbach, Fourier y Proudhon. Hess subrayaba, como
Feuerbach, la necesidad, para el hombre, de liberarse del individualismo y del
egoísmo a fin de realizar su ser verdadero, su ser colectivo; tomaba de Fourier
la concepción de una organización armónica de la sociedad mediante la unión del
trabajo y del placer, considerando que el trabajo de cada uno debía adaptarse a
sus aptitudes y a sus gustos; por último, pensaba, como Proudhon, que la tras
formación social tenía por objeto esencial garantizar a cada individuo una parte
equitativa de las riquezas producidas.
Esta doctrina proporcionaría los elementos fundamentales ai socialismo "ver
dadero”, que comenzaba entonces a tomar cuerpo en Colonia, en el círculo for
mado por Hess y sus amigos.
Aunque sospechoso y sometido a vigilancia policial, Hess pudo vivir en Co
lonia, sin ser incomodado demasiado, en casa de su padre, que gozaba de la con
sideración debida a un industrial acomodado.117 Continuó allí una activa pro
adquirida por los individuos particulares y 'abandonada al azar, sino, por el contra
rio, que sea administrada por la sociedad, que asignará a cada uno la parte que le
corresponde.
117 Esto surge de un informe del presidente de la provincia reuana, en el que se dice:
"Hess vive en casa de su padre, quien tiene fama de ser un hombre de negocios
acomodado, hábil y serio; lleva una vida bastante retirada y se ocupa, según se dice,
de trabajos literarios. Frecuenta sobre todo a Dagoberto Oppenheim." Cf. Th.
Zlocisti, M oses Hess, 2* ed., Berlín, 1921, pág. 160.
paganda y se mantuvo en relación con sus amigos de París, que se dirigían a él
en relación con la acción revolucionaria que era preciso desarrollar en Alema
nia.115 Después de apartarse de Ruge 119 rompió también con los Jóvenes He-
gelianos de Berlín, y a fines de ese año escribió una aguda crítica del libro de
Sitrner: Lo Ü nico y sn propiedad.120
En Colonia entabló amistad con Kart Grün y fundó, con él y algunos parti
darios del humanismo de Feuerbach, como Hermann Püttmann y G. Jung, un
círculo socializante dentro del cual se elaboró la doctrina del socialismo “ver
dadero”.
La tendencia reformista, atenuada en Hess por sus relaciones con Marx y En-
gels, se manifestaba mucho más claramente en sus amigos, que, reduciendo lo
esencial del socialismo al humanismo de Feuerbach, lo despojaban de los elemen
tos concretos que tenía en el socialismo francés.
Esa tendencia reformista era particularmente acentuada en Karl Grün. Nacido
en 1817, éste, luego de estudiar filosofía y filología en Bonn y en Berlín, donde
conoció a Marx, fue en 1842 redactor de la G acela d e la tarde de Mannheim.
Expulsado del Gran Ducado de Badén por causa de la tendencia radical de ese
diario,131 se trasladó a Colonia, donde colaboró en la Gaceta d e Colonia y en el
Diario d e T réves. Después de haber sido un demócrata teñido de sansimonismo,
Grün se acercó al fourierismo, cuya influencia, que ya se notaba en sus artículos
del Diario d e T réves, se hizo preponderante en la revista semanal D er S precher
(El portavoz),122 que publicó a partir de julio de 1844. Rechazaba el liberalismo,
y en la introducción, compuesta de una recopilación de sus artículos de la Gaceta
d e ¡¡si tarde d e M annBeim que habían sido censurados, hacía profesión de fe
fourierista.123
Como Fourier condenaba la lucha de clase del proletariado y la revolución so
cial, era posible, sin demasiado riesgo, referirse a él. Ello explica su éxito entre
los reformistas, en particular en los pequeños círculos de intelectuales demócra
tas y socializantes que se formaban entonces en Prusia, especialmente en Rena-
nia. El desarrollo de estos círculos, en los que la gente se entregaba a discusiones
académicas sobre el socialismo, se hallaba favorecido por la lucha contra el paupe
rismo, que el gobierno prusiano había sido el primero en iniciar.
Grün había consolidado esa tendencia socializante por medio de las estrechas
relaciones que entonces mantenía con Hess, quien lo condujo, a través del huma
nismo de Feuerbach, al socialismo “verdadero”. Aún más alejado que Hess de las
concepciones de Marx y de Engels, se dedicó desde entonces a exponer, en un
estilo folletinesco, las ideas del socialismo “verdadero”, que todavía atenuaba,
M a r x y B a k u n ín
Marx mantuvo en París buenas relaciones con Bakunín y con Proudhon, pues
sus divergencias doctrinarias no eran aún lo bascante tajantes como para pro
vocar una ruptura entre ellos. Pero así como sus opiniones divergían cada vez
más de las de Hess, igualmente se apartaba de ellos, por motivos por lo demás
diferentes: de Bakunín, porque no aprobaba su diletantismo anarquizante; de
Proudhon, porque éste, defensor de las clases medias, no llevaba hasta el fin su
crítica de la propiedad privada y de la sociedad burguesa.
En París, adonde llegó en julio de 1844, después de haber permanecido en
Zurich de enero a junio de 1843, y luego de partir en esa fecha para Berna y
Bruselas, Bakunín fue cordialmente recibido por Bornstein, editor de Vorwarís,
quien le cedió, en los locales del diario una habitación donde se reunían ios
colaboradores de Vor-würts y se dedicaban a discusiones apasionadas sobre filo
sofía, política y comunismo. 128
En la primera época de su estada, Bakunín mantuvo relaciones constantes con
129 Cf. M. Nettlau, M. Bakunin, 'Esbozo biográfico con extractos d e sns obras. In fol.,
Bib NatioDale, 1901, pág. 71. Manuscrito (francés) de Bakunin: Relaciones personales
con Marx (1 8 7 1 ). Cf. igualmente Bakunin: M ensaje a los H ermanos d e la Alianza en Es
paña, 1872, pág. 13 (en francés). “Comencemos por hacer justicia a nuestros adversa
rios en aquello en que merezcan esa justicia. Marx no es un hombre común. Es una inte
ligencia superior, un hombre de una erudición muy vasta, sobre todo en los problemas eco
nómicos, y además un hombre que, por lo que conozco desde 1844, época de mi primer
encuentro con él en París, ha estado siempre sincera, enteramente dedicado a la causa de
la emancipación del proletariado, causa a ¡a que ha brindado servicios incuestionables,
pero que hoy, en cambio, compromete por su enorme vanidad, por su carácter renco
roso, malévolo, y por su tendencia a la dictadura en el seno mismo del partido de ios re
volucionarios socialistas.’’
instinto de éste. Como alemán y como judío, es un autoritario de la cabeza a
los pies. " 130
Este juicio de Bakunin sobre Marx y Proudlion se explica no sólo por su tem
peramento y su carácter, sino también, y sobre todo, por su posición frente al
movimiento obrero. Contrastaba totalmente con Marx. Era un gigante devorado
por una actividad desbordante, que encarnaba, según palabras de Bielinski, el
principio del movimiento eterno y que se dejaba llevar por el torrente de una
vida desordenada.131 Agitador y agitado a la vez, capaz de atraer y arrastrar
multitudes, y más bien apto para asimilar las ideas ajenas que para dar pruebas
de originalidad de pensamiento, fácilmente se dejaba conquistar por una idea que
era propenso a llevar al extremo y a la que brindaba la resonancia de su gran
talento de orador.
Era un desclasado que simpatizaba con los desclasados, con los intelectuales anar
quizantes primero y luego, más tarde, con el “Lumpenproletariado”, con el pro
letariado harapiento en el cual el sentimiento de rebelión contra la sociedad bur
guesa tenía un carácter más individualista que social. La vida de bohemia que
llevaba implicaba, por lo demás, cierta amoralidad. Al mismo tiempo que fre
cuentaba los medios revolucionarios, era huésped de los salones aristocráticos
del bulevar Saint-Germain,132 lo que no podía dejar de hacerlo sospechoso.183
Marx era todo lo contrario. En él, en efecto, todo era orden y disciplina, en el
pensamiento y en la acción. Su inteligencia lúcida no dejaba lugar alguno al
sentimentalismo, a la imprecisión y a la improvisación, y ponía al servicio de
esa inteligencia una implacable voluntad.
A esta diferencia de temperamento correspondía una profunda divergencia de
doctrinas. La de Marx se caracterizaba por un creciente rigor científico; la de
Bakunin, por el contrario, por un diletcanusmo anarquizante que lo acercaba a
Proudhon y lo alejaba de Marx, cuyo rigor e inflexibilidad doctrinarios inter
pretaba como señal de vanidad y de autoritarismo. Esa divergencia doctrinaria se
explica por su diferente posición frente al movimiento obrero. En efecto, en
tanto que Bakunin permanecía, por así decirlo, al margen de ese movimiento,
Marx y Engels se vinculaban cada vez más estrechamente a él, sacrificándolo to
do al triunfo del proletariado y del comunismo.
Además de Bakunin, Marx frecuentaba también .a algunos aristócratas tusos
que llevaban la misma vida de bohemia que él y a veces daban muestra de la
misma amoralidad.131 Se encontraba entre ellos el conde Tolstoi, amigo de Pus'n-180
180 Cf. M. Nettlau, op. cil., pág. 70. Bakunin. M ensaje a los Hermanos d e la Alianza
en España, 1S72, págs. 15, 16.
131 Caita de Bielinski a Botkin, 7 de noviembre de 1342, citada en el artículo de Dra-
gom anow, “M. Bakuuin”, Revista socialista, noviembre de 1895, pág. 549. "Lo que yace
en el fondo de su alma, es el principio del movimiento perpetuo."
132 C. A. Ruge. C orrespondencia, op. cit., t. I, pág. 370. Carta de Ruge a Fleiscber, Pa
rís, 20 de octubre de 1344: “Aquí, en el barrio de Montmartre, sus relaciones con el Fau-
bourg Saint-Germain no me estorban en nada.”
133 Cf. ñora 135.
Cf. N ene Zeit, 1912-1913, t. I, págs. 715 y sig. Riazánov, Marx y sus con ocim ien
tos sobre Rusia en la década d e l cuarenta. Cf. Marx, Cartas a K ngelm ann, París, 1930.
Carta de Marx a L. Kugelmann, 12 de octubre de 1808: "La aristocracia tusa pasa su ju
ventud en las universidades alemanas y en París. Busca con pasión todas las ideas extremas
que puede ofrecer Occidente, pero por pura glotonería. Así actuaba una parte de la aris-
km y antiguo decembrista, convertido en 1837 en agente del gobierno ruso,18*
y N. J. Sasonov, antiguo miembro de la primera asociación socialista rusa a la
que pertenecían Herzen y Ogariov, quien había venido a París en 1840, después
de la disolución de esa asociación en 1834.
M arx y Proudhon
Más estrechas que con Bakunin fueron las relaciones que Marx mantuvo es
París con Proudhon, a quien consideraba el más grande socialista francés de en-
ronces. Después de afirmar, en una Memoria sobre la propiedad que lo había
hecho célebre, que la propiedad era la fuente de la desigualdad y de las injus
ticias sociales, Proudhon emprendió, en su libro S obre la crea ción d e l orden en
la hum anidad (1843), una justificación a la vez filosófica, histórica y económica
de un socialismo que se basaba en la pequeña propiedad, propia de las clases
medias. Lo distinguía de los demás doctrinarios socialistas una tendencia anar
quizante que se manifestaba en su condenación del Estado, cuya destrucción era,
en su opinión, la condición previa y necesaria de toda verdadera reforma social.
El anarquismo, hacia el que se inclinaba Proudhon igual que Bakunin, se expli
caba en él, no porque fuera un desclasado, sino porque defendía los intereses de
las clases medias, para las cuales el anarquismo es la expresión ideológica de un
deseo de liberación que no pueden realizar por sus propias fuerzas.
Proudhon permaneció en París de febrero a abril de 1844, y luego de setiembre
a febrero de 1845. Entre los extranjeros frecuentaban principalmente a Ruge,
Bakunin, K. Grün y Marx, con quienes discutía en especial sobre filosofía ale
mana. Podemos hacemos una idea de esas discusiones por Herzen, que relata
en sus Memorias una conversación entre Bakunin y Proudhon sobre Hegel que
se prolongó durante toda la noche.138
tetrada francesa en e! siglo XVin. 'No son para los sastres y los zapateros', decía ya Vol-
taire hablando de sus ideas liberales. Ello no impide que esos mismos rusos se conviertan
tro canallas y entren al servicio del Estado.”
Cf. C orrespondencia d e Marx-Bngels, Mega, III, t. I, pág. 36. Carta de Engels a la
Oficina de correspondencia comunista de Bruselas, París, 16 de setiembre de 1846: "Este
Tolstoi no es otro que nuestro Tolstoi, ese noble corazón que pretendía querer vender sus
bienes en Rusia. Además del departamento, ai que nos llevaba, este señor poseía un esplén
dido hotel en la calle Mathurin, donde recibía a los diplomáticos. Los polacos j muchos
franceses lo sabían desde hacía tiempo; sólo los radicales alemanes, ante quienes él conside
raba conveniente hacerse pasar por un radical, lo ignoraban. El mismo Bakunin, que debía
conocer toda esa historia que los rusos conocían, es muy sospechoso.”
CJ. V. D ate: Minee y Bakunin, Amsterdam, 1900, pág. 11: "Después de un discurso
pronunciado en una reunión realizada a favor de Polonia, Bakunin fue expulsado de París,
En esa ocasión el ministro Dúchate! pronunció un discurso ambiguo a propósito de Baku
nin. ¿Qué era lo que el ministro no quería revelar? Simplemente esto. Ante ei pedido de
informaciones por parte del gobierno sobre Bakunin, ICiselev, representante de Rusia en
París respondió: 'Es un hombre a quien no le falta talento y que hemos utilizado. Peto
esta vez ha ido demasiado lejos y no podemos tolerar ya su permanencia en París.’ Ese
mismo Kiselev procuró, además, difundir entre los emigrados polacos el rumor de que
Bakunin no era ni más ni menos que un agente.”
138 Cf. Herzen, Memorias (G ew esen es und G edachtes). Obras, t. XI, pág. 52. "Lo
encontré algunas veces [a Proudhon] en casa de Bakunin, con quien estaba íntimamente
vinculado [ . . . ] Proudhon tenía entonces la costumbre de ir a su casa para escuchar
Sus relaciones con Marx fueron particularmente asiduas durante el otoño y el
invierno de 1844-1845. Sus discusiones se referían principalmente al hegelia
nismo, cuya esencia Marx se esforzaba por inculcarle, sin lograrlo del todo. Vein
te años más tarde, al relatar estas discusiones, escribía, en efecto: "Durante mí
estancia en París, en 1844, trabé conocimiento personal con Proudhon. Menciono
aquí este hecho porque en cierto grado, soy responsable de su sofistería’ (sopbis-
fication, como llaman los ingleses a la adulteración de las mercancías). En nuestras
largas discusiones, que con frecuencia duraban toda la noche, le contagié, pata
gran desgracia suya, el hegelianismo, que por su desconocimiento del alemán no
pudo estudiar a fondo. Después de mi expulsión de París, el señor Kart, Grün con
tinuó lo que yo había iniciado. Como profesor de filosofía alemana me llevaba la
ventaja de no entender una palabra en la materia.” 187
Proudhon no menciona sus relaciones personales con Marx, ni en su corres
pondencia, ni en sus cuadernos de notas. La única alusión que hace a esas discu
siones con los intelectuales alemanes se encuentra en una carta del 9 de eneco
de 1845, en la que dice que éstos lo elogiaron por haber llegado a los mismos
resultados que Hegel, a quien, confiesa, nunca había leído.188
Contrariamente a Marx, quien, defendiendo los intereses del proletariado que
ría remplazar la sociedad burguesa por una sociedad comunista, Proudhon, de
fensor de los intereses de las clases medias, en particular de los pequeños cam
pesinos y de los artesanos, no se proponía destruir la sociedad burguesa, sino re
formarla a fin de adaptarla a los intereses de esas clases.
A pesar de sus frases revolucionarias, como sus conocidas palabras: "La pro
piedad es el robo”, que por lo demás había tomado de Brissoc,13® deseaba en
esencial proteger a las clases medias contra el gran capital y contra el proletariado.
Empujado por el deseo de preservar y conservar la pequeña propiedad de esas
clases, atacaba a la vez el derecho absoluto de propiedad, que reforzaba al gran
capital, y el comunismo, al en¿1 consideraba un peligro aún mayor para las clases
medias, puesto que se dirigía contra el principio mismo de la propiedad pri
vada.140
,J a Cí. Carra de C. Marx a Schweitzer sobre Proudhon, op. til... págs. 233-234: "B1
charlatanismo en la ciencia y la contemporización en la política soncompañerosinsepa
rables de ese punto de vísta. A tales individuos no les queda másque un acicate: la
vanidad-, como a todos los vanidosos, sóio les preocupa el éxito momentáneo. La sensación.
Y aquí es donde se pierde indefectiblemente ese tacto moral que siempre preservó a un
Rousseau, por ejemplo, de todo compromiso, siquiera fuese aparente, con los poderes
existentes."
Cf. C orrespondencia, t. II, págs. S5-S9- Carta de Proudhon a Maurice, 4 de agosto de
1843: ' Los que puedan hacer este sacrificio [de leer su libro De la creación d el orden en
la hum anidad . . . ] no se arrepentirán. Aprenderán más cosas [nuevas] de las que se
han producido desde hace sesenta años. He aquí, mientras espero el juicio de los críticos,
lo que yo mismo me atrevo a pensar de mi publicación."
Cí. ibid., págs. 112-113. Carta de Proudhon a Ackermann, 25 de noviembre de 1845:
Espero [de su libro D e la creación d e l orden en la hum anidad ] una revolución en los
estudios filosóficos, mayor aun que la revolución operada por Kant. Encontrará en m í
cosas inauditas hasta el día de hoy en el mundo de los pensadores, cosas que, por el
conjunto y el detalle, descubren todo un nuevo plan de la creación, y cuyo efecto (salvo
error) sólo puede compararse al que produjo la aparición del sistema de Newton,”
la0 Cf. Mega, I, t. I1, pág. 263. Gaceta renana, núm. 289, 16 de octubre de 1842.
C. Marx. El com unism o y ¡a Gaceta gen era l d e A ngsburgo.
Cf. ibid., t. I*, pág. 573. Carta de Marx a Ruge, Kreuznach, setiembre de 1843. Ruge
tío opinaba lo mismo sobre Proudhon, cuyo libro Creación d el orden en la humanidad
criticaba en carta a Marx del 11 de agosto de 1S43 (cf. M ega, I, t. I1, pág. 3 1 4 ):
"Proudhon acaba de publicar un grueso libro que es un verdadero sistema: C reación d el
orden en la hum anidad o p rin cipios d e organización política. La parte sistemática es muy
débil; por el contrario, se muestra muy radical respecto de la religión, l a niega, critica
Ja filosofía como una sofística, a ia que opone las ciencias. No he avanzado mucho en
esta lectura, pero ya veo que su actividad práctica es superior a su teoría, a su fe en una
construcción lógica sistemática y absoluta.”
161 Cf. Mega, I, t. III, pág. 18, Vorwarts, 7 y 10 de agosto de 1844. C. Marx, Ñ olas
marginales.
152 Cf, Carta de Marx sobre Proudhon en Sozid-Dsmokrat, op. cit., págs. 193/194.
"Sin embargo sus ataques contra la religión, la Iglesia, etc., tienen un gran mérito por
haber sido escritos en Francia en una .época en que los socialistas franceses creían opor
tuno hacer constar que sus sentimientos religiosos los situaban por encima del volterianis
mo burgués del siglo XV1IJ y de! ateísmo alemán del XIX."
análisis crítico, y como mérito principal le reconocía haber emprendido precisa
mente ese análisis.
Aunque apreciaba sus méritos, Marx le reprochaba, sin embargo, en los Ma
nuscrito s eco n ó m ico -filo só fico s, no haber llevado hasta el fin su crítica de la
economía burguesa y haberse colocado, como ella, en el plano de la propiedad
privada para la elaboración de su sistema.
Marx se detenía aquí en su critica de Proudhon, sin reconocer aún, como lo
haría en La m iseria d e la filosofía, que el origen vicioso de todas las concepciones
de Proudhon provenía de su posición de defensor de las clases medias.
Pese a estas reservas, sus relaciones con Proudhon siguieron siendo amistosas
durante su estada en París. Había todavía entre ellos suficientes puntos comu
nes para permitir un acercamiento, al menos momentáneo, del que, por lo demás,
ambos extraían provecho. En efecto, Marx encontraba en Proudhon muchos ele
mentos que corroboraban sus concepciones nuevas; no sólo una crítica profunda
de la propiedad privada, sino también la afirmación de que la economía política
constituye la base de la historia y regula la evolución social.16*1 A decir verdad,
no eran en Proudhon, más que observaciones aisladas y difusas que contrastaban
con el conjunto de sus concepciones idealistas.
A la inversa, la influencia de Marx sobre Proudhon no era despreciable. Se
advierte, en particular, en una carta de Proudhon a Bergmann de! 24 de octubre
de 1844, en la que manifiesta la necesidad de rechazar el punto de vista idealista
y subjetivo en el estudio del desarrollo social: " . . . l a asociación —escribía—, la
mota!, las relaciones económicas, todo, para no ser arbitrario, debe ser estudiado
objetivam ente, en las cosas. Hay que abandonar el punto de partida subjetivo,
adoptado hasta ahora por los filósofos y los legisladores, y buscar fuera de la
concepción vaga de lo justo y dei bien las leyes que pueden servir para determi
narla [la evolución social, A. C.] y que debemos obtener objetivamente por el
estudio de las relaciones sociales creadas por los hechos económicos."15'1
Ni en ks obras anteriores de Proudhon ni en las posteriores puede hallarse una
concepción materialista de la historia como ésta, y no hay duda de que si hablaba
así —cosa insólita en él— de concepción vaga ele lo justo y del bien, y de la ne
cesidad de estudiar desde un punto de vista no subjetivo, sino objetivo, las rela
ciones sociales creadas por los hechos económicos, lo hacía bajo la influencia
inmediata de Marx.
Después de la expulsión de Marx, sus caminos divergirían cada vez más, debido
a la oposición de sus concepciones económicas, y sociales. Dos años después, esa
divergencia aparecería con plenitud, y la crítica despiadada que hace Marx de
Proudhon en La m iseria d e la filosofía puso fin a sus relaciones.
Marx conservaba en esa época una gran admiración por W. Weitíing, debido
al carácter revolucionario de su doctrina y de su acción. Comparándolo con Prou
dhon, lo consideraba el más grande teórico de la dase obrera alemana, y en su1534
li:n Cf. C ris tia n is m o y socialism o, E. Barnikol, t. II, “Justicia - Cuadros de la realidad
y reflexiones de un detenido", H edición, Kiel, 1929.
No sólo consideraba la religión bajo la forma del cristianismo primitivo, en cuyo
nombre criticaba la sociedad burguesa, así como el verdadero comunismo, sino que veía
en ella la mayor fuente de consuelo y alivio para ios hombres. “Es —decía— el ancla
de salvación en las tempestades que agitan la vida desesperada de los hombres, y éstos
no podrán prescindir de ella, aun cuando hayan alcanzado el más alto grado de felicidad
terrestre” Cf. El eva n gelio d el p ob re pecados', Berna, 1845, pág. 25.
11:2 Cf. F. Mehring, H istoria d e la socialdemocrac'ta alemana, Stuttgart, 1919, t. I,
pág. 232.
103 Cf. E. Barnikol, "W eitling, el cautivo, y su justicia", op. cít., págs. 38 y siguientes.
164 Sobre este período de la vida de W eitling cf. K. Kaler, W . W eitling, Zurich, 1887,
págs. 41-45, y la introducción de B. ICaufhold a las Garantías d e la arm onía y d e la li
bertad de W eitling, Berlín, 1955. __
185 W ilhelm Marr, nacido en 1817 en Hamburgo - Obras: La religión d el futuro ex
plicada a los lectores populares, Lansartne, 1844; La jo ven Alemania en Suiza, Leipzig, 1844.
ist* B lstter d er G egem vart fü r das soziale 1.sisen. Cf. Friedrich Feuerbach, La religión
d el futuro - R ecuerdos d e m i vida religiosa, C om ptoir littéraire, Zurich, 1843-
ricias sociales eran sobre todo fruto de prejuicios, y de esa manera reducían la
acción reformadora a un problema de educación.1*17
A consecuencia de su lucha contra el humanismo ateo de la “Joven Alemania’’,
ios comunistas suizos se vieron llevados a acentuar el carácter religioso y utópico
de la doctrina de Weitling. Los principales miembros de su grupo eran Sebastián
Seiler 168 y Augusr Becker, quien después de la expulsión de W eitling asumió la
dirección del mismo.1" 3 Becker no era, como Weitling, un espíritu independiente
y un pensador original. Luego de haberse plegado al movimiento republicano bajo
la influencia del pastor Weidig, fue ganado al comunismo por Weitling. Tenía
grandes condiciones de organizador y de agitador, y se mostraba muy activo como
propagandista. En los folletos que entonces escribió, La filoso fía popular actual,
y sobre todo ¿Q ué qu ieren los com unistas?, acentuaba el aspecto sentimental de la
doctrina de W eitling y atenuaba aún más su alcance revolucionario. En carta a
W eitling llegaría a proclamar la reconciliación de clases y la alianza de los po
bres y los ricos.170
sale de sil boca es una invención, un producto, una propiedad de la sociedad humana; la
ciencia y el arte, la industria y la religión, son consecuencias de la vida colectiva de los
hombres, productos de la sociedad.”
1TS Cf. ibid., pág. 13 - pág. 21. "El próximo gran acontecimiento se realizará al grito
de libertad, igualdad, amor, que son una sola y misma verdad, y de abolición de la pro
piedad privada.” págs;. 26-27. “La propiedad privada no renegó nunca de su naturaleza
malsana. Leed en W eitling el registro de sus pecados: guerras, hambre, avidez, servilismo,
adulación, ignorancia, prostitución, adulterio, tráfico de esclavos, odio, bandidaje, asesinato,
robo, suciedad, prisión, rueda, horca, miseria. ¿Existe un vicio, un crimen, una infamia,
un mal, un horror, uoa indignidad, que no se pueda, en la mayoría de los casos, atribuir
a la propiedad?”
11 - Cf. ¡b':d., págs. 13-19-
1 srl Cr. ib id .. pág. 2 2 .
5sl Cf. ib id -, p-ágs. 29-30. "Queremos vivir, gozar y comprenderlo todo. El hombre
debe ser liberado de la miserable preocupación de llenar su estómago, de la sucia y vil
pasión que es la sed egoísta de ventajas materiales. El comunismo se ocupa de la ma
teria sólo para dominarla y subordinarla al espíritu; le asigna ciertamente un papel im
portante y necesario, pero secundario respecto al del espíritu. La sociedad actual está do
minada por la materia, la sociedad futura !a dominará. Comer, beber, vestirse, tener habi
tación, se convertirán en cosas tan fáciles, que se hará tan poco caso de ellas como ahora
de beber agua.” Cf. pág. 33, P r in c ip io s d e la so c ie d a d c o m u n ista .
182 Cf. ibid.,, págs. 38-39.
183 C f. ib id ., p á g s. 4 0 - 5 4 .
184 Cf. F. Engels, C o n trib u c ió n a la h is to r ia d e la L ig a d e lo s C o m u n is ta s ,
en Maix-
Engeis, O b ra s escogidas, ed. cit., pág. 674. “El intento de W eitling, de retrotraer el co
munismo ai cristianismo primitivo [ . . . ] había conducido en Suiza a poner el movi
miento en gtan parte, primero en manos de necios como Albrecht y luego de aprovechados
charlatanes como KuMmann.”
comunismo por W eitling , 185 hacía una verdadera caricatura de ia doctrina de
éste.180
Al profeta Albrecht, que en su semilocura seguía siendo un hombre honesto y
convencido, se le uniría, a partir de 1844, un auténtico charlatán, Georg Kuhl-
mann, cuya fraseología grandilocuente estaba en realidad dirigida contra el co
munismo.187
logró seducir a Becker, quien hizo un entusiasta elogio de él en el apéndice
de su folleto ¿Q ué q u ieren los com unistasi3188
Algún tiempo más tarde, Marx y Engels arreglarían las cuentas severamente a
ese charlatán en La id eología alemana?**
"V o k w a b t s ”
188 Cf. Kaler, op. cit., págs. 38-39. Becker puso en guardia a 'W eitling contra Albrecht.
"Puedes utilizarlo como propagandista L- le escribía—, pero no te ligues muy estrecha
mente a él. No has leído sus extravagantes escritos, pues de lo contrarío tendrías otra
opinión de él. Todo lo hace derivar de las 12 tribus de Israel, y el restablecimiento del
esplendor de Salomón parece ser el sueño que obsesiona su ancianidad. Sé que también
quiere toda clase de trasformaciones sociales igualmente inspiradas en la Biblia, como la
poligamia, cuyo ejemplo ofrecen A.braham y Salomón."
186 Cf. El restablecim iento d e l reino d e Sión; Llamado al m undo en d u elo; El próxim o
retorno al altar d e la libertad; El fin a la luz d e las rosas; lla m a d o a los G uillerm o T ell
d e nuestro tiem po.
1ST Originario de Holstein, Georg Kuhlmann, después de haber estudiado en Heidel-
berg, pronunció conferencias en 1843 sobre "las necesidades espirituales y materiales de
nuestro tiempo". En 1S44 fue a Suiza, donde publicó, en 1845, El N uevo ¿dundo o el
reino d el Espíritu sobre la tierra. Predicaba en él una vaga reforma social que debía
efectuarse sin lesionar los privilegios de las clases dirigentes. Más tarde se convirtió en
agente de Metternich y envió a la Oficina Central de Informaciones de éste en Maguncia,
informes sobre el movimiento obrero. Sobre G. Kuhlmann, cf. Kaler, op. cit., págs. 65-66.
188 Cf. A. Becker, ¿O aé quieren los com unistas?, op. cit.., pág. 54.
l« » Cf. M ega, I, t. V, págs. 519-528.
nobleza; creó, asimismo, una organización de ayuda y socorro a los alemanes ne
cesitados de París,180
Para sostener y desarrollar esas empresas fundó, con la ayuda del compositor
Meyerbeer, el Vorwárts, que tenía por subtitulo "Noticias de París concernientes
a las artes, las ciencias, el teatro, la música y la vida social.” 191 Al principio fue
un órgano de información de tendencia política muy moderada,192 "Será —podía
leerse en la presentación— un diario alemán, pero no en el sentido de un ger
manismo extremo, hostil a todo lo que sea extranjero. Tendrá por función hon
rar todo lo que sea bueno y bello, tanto en Alemania como en el extranjero, y
condenar lo malo y abusivo. Por la verdad hada la luz, por la luz hacia la li
bertad: esa es nuestra divisa. Nuestro Vonvikts no es un órgano destructivo; tiene
por objeto un progreso incesante, tranquilo y lento.” 183
El redactor en jefe, Adalbert von Bornstedt, oficial prusiano emparentado con
la más alta nobleza, expulsado del ejército por mala conducta, había venido a París
para dedicarse al periodismo. Cargado de deudas, se colocó a sueldo de ios go
biernos prusiano y austríaco, con la misión de espiar a los refugiados políticos.194
Bajo su dirección Vor-wihts siguió primero una línea política reaccionaria, que
se manifestaba en un elogio servil de los príncipes alemanes y en ataques a los
escritores liberales de la "Joven Alemania” y a la tendencia radical de los A n d es
fm v c o - d e n u m e s .1 9 B Esa actitud hizo que un amigo de Hcine, Alexander W eill,
escribiera en marzo de 1 8 4 4 , en el T e lé g r a fo de Hamburgo, que Vorwárts demos
traba que, aun sin censura, un periódico podía ser estúpido y vil. Era también la
opinión de Ruge, quien escribió que Vorwárts era aún más lamentable que los
diarios que aparecían en Alemania 199
Para no disgustar demasiado a los emigrados alemanes, que constituían el
grueso de sus lectores, así como a los alemanes progresistas que obtenían el pe
riódico, prohibido desde el principio en AJemania, mediante el contrabando, Vor-
■warts se veía obligado a hacer también algunas críticas a los gobiernos prusiano y
austríaco.197
ril" Cf. H. Bornsteiu, Tiiuf and siebz'tg fa h re ¡n d er alten and netteii W slt ¡7} años en
e l antiguo y nuevo m undo), Leipzig, 1881. Cf. igualmente 1?. Mehring, Nucidas?, (C. Marx
y F. Engels), t. II, pág. 20,
ifll nW om 3rts. Pariser Sígnale aus Kunst, Wissenscbafr, Theater, Musik uod geselLin-
gem Leben.”
! 02 Cf. H. Bomstein, op. cit., pág. 33S. '''Vonoiirts, que era al princioio un periódico
de oposición constitucional, partidario de un progreso moderado, más bien destinado a
distraer a los lectores que a apoyar una tendencia política, fue [ ■.. ] en ios seis primeros
meses enteramente redactado por m í. por Bornstedt y por Maretzeck.”
19S Cf. Vorwárts, núm. 1, 2 de enero de 1844.
194 Sobre A. von Bornstedt, Cf. Carta de Heine a Lesvald, 24 de abril de 1838. Cf.
Artículo de W alter von Berge ( seudónimo de Bórnsteiri) en las labroszeiten (Estaciones)
de Hamburgo, 1844, págs. 1195 y siguientes.
195 Cf. Vorwárts, núm. 10, 9 de marzo de 1844, Poema de Bórnstein "Los Anales fran
co-alemanes.” Cf. igualmente Vorwárts, núm. 28, ó de abril. "Canto en homenaje ai
señor Enrique Heine en respuesta a los 'Cantos en homenaje al rey Luis de Baviera’ ”, apa
recidos en ios A ndes franco-alem anes.
199 Cf. A. Ruge. C orrespondencia, t. .1, pág. 334. Carta de Ruge a Fleischer, 20 de
mayo de 1844: "Esta gente, que no tiene ni conocimientos ni cultura, escribe, bajo iro
régimen de libertad de prensa, en una forma tan estúpida como sus colegas en Alemania
bajo el reino de la censura."
197 Cf. Vonvarts, núm. 1, 2 de enero de 1844. "¿Qué necesita ante todo Alemania?”
Como no podía aprobar esas críticas, Bornstedt dejó el diario a mediados de
marzo de 1844 y se fue a Londres.
Bomstein, conquistado entonces al humanismo e inclinado a dar a Vor-wdrts
un carácter más radical,108 llamó a C. Bernays para que tomara la dirección.198
Luego de haber abrazado la carrera judicial y escrito un folleto impregnado de
lealtad, Alemania y las C onstituciones d e Franco-uta, Bernays se había colocado en
la oposición publicando, en la Gaceta renana, una crítica de la Cámara bávara.
Después de renunciar para dirigir con K. Grün La Gaceta d e la tarde de Mann-
beim. dio a ese periódico un tono tan radical, que se vio obligado a abandonar el
Gran Ducado de Badén para escapar a las persecuciones.
Desde Estrasburgo, donde se había radicado momentáneamente, se divertía en
enviar noticias tan inverosímiles como grotescas a los diarios gubernamentales,
que se cubrían de ridículo al publicarlas.2nn
"Sin una opinión pública una nación carece de peso, de dignidad y de consideración. Sólo
la libertad de prensa permite formular y expresar la opinión pública; la publicidad de la
justicia, por otra parte, es seguida por la de la administración, del gobierno y del Estado."
Cf. ibid„ núm. 6 , 20 de enero de 1844. "Nada de revolución en Alemania"; "Tenemos
tancas cosas importantes e inmediatas por conquistar; protección de nuestra industria, li
bertad de prensa, publicidad de la justicia, garantía de los derechos civiles, a cuyo logro
deberíamos dedicar todos nuestros esfuerzos; en lugar de ello la gente se interesa prefe
rentemente ahora por todas las simplezas del socialismo, cuyos mismos partidarios más
ardientes reconocen que es prácticamente irrealizable [ . . . ] Como es natural, los gobier
nos se alegran, porque desde el momenco en que los alemanes se aterran nuevamente a
su lema especulativo y sueñan en lugar de acmar, nada se puede temer de ellos.”
toa Cf. H. Bornstein, Fiini nnd nebzig ]abre in d er alten and llenen 1Velt, Leipzig,
18S1, pág, 350. "Pronto fui conquistado por los principios del humanismo. Se denomi
naba entonces humanismo lo que ahora se llama socialismo, con la diferencia de que el
humanismo se limitaba a los escritos, a la palabra y a la investigación científica, mientras
que el socialismo ejerce su acción sobre la vida y domina inclusive la política. El progra
ma del humanismo era; ios hombres no deben estar separados por barretas atrificiales o
«atúrales, idiomas, prejuicios religiosos u otras diferencias, ni oponerse entre sí por dife
rencias de nacionalidad, de Estados. Las separaciones deben abolirse para dejar lugar a
una unión de todos los hombres, basada en los principios eternos de libertad, igualdad y
fraternidad. El objetivo de esta unión debe ser el de suprimir todas las diferencias engen
dradas en e! curso de los siglos por el desarrollo histórico de Europa, entre los dominadores
y los oprimidos, entre el capital y el trabajo, los poseedores y los desposeídos, los ricos y
los pobres, los creyentes y los librepensadores, para establecer la armonía entre los hom
bres, para realizar la gran política de la humanidad unificada y fundar el reino de la paz
eterna. Joven y de espíritu ardiente como io era yo entonces, pronto me entusiasmé con
ese programa del futuro, y puse mi Vorutiirts a disposición de los humanistas, que no
tenían ningún periódico.”
l " Sobre C. Bernays, cf. E. Mehring, Nachlasz, t. II, págs. 22-23-
200 Cf. Mehring, Nachlasz, t. II, págs,. 22-23. "Apostó hacer aparecer durante ocho
días, en diarios patrióticos, 50 noticias cuya estupidez era manifiesta. A tal efecto se procuró
un sello con una corona de conde sobre las iniciales C.V.R., asi como papel de cartas de
cantos dorados, y, según las circunstancias, acompañaba su firma con el título de barón,
conde o consejero del gobierno. Decía que obtenía las noticias de las más altas persona
lidades, y ganó su apuesta brillantemente. Así fue como un buen día apareció en los diarios
más legalistas el anuncio de que princesas de edad más que canónica esperaban herederos;
otro día podía leerse en un diario oficial de Mannheim: 'Muestra ciudad tuvo k suene
inesperada de ver desfilar por sus calles los caballos de su Alteza Beal precediéndola en
las maniobras'. Describía, en fin, a Ludwigshafen, donde no había entonces más que una
sola casa, como un puerto fluvial próspero, que disponía de amplios depósitos en Kusel,
Bernays no sólo era ua periodista espiritual; era también un revolucionario
convencido y ávido de acción: “Pata mí —escribía— las palabras no pueden rem
plazar a las bayonetas y los cañones. No soy un hombre de letras y no quiero
serio.” i
Una vez en París, donde esperaba hallar un campo de acción mejor, colaboró
primero en los Anales fran co -alem anes™ luego en Vorwarts, en el que publicó, el
8 y 15 de mayo, sus Cartas d e u n fran cés so b re Alemania, que eran una crítica
mordaz a los príncipes alemanes.202
Al mismo tiempo que Bernays, comenzó a colaborar en Vorwarts todo un
grupo de escritores progresistas, en particular antiguos colaboradores de los Ana
les franco-alem anes.203
El 11 de mayo Heine publicó El em perador d e China, el 16 de mayo A paci
gu am ien to, el 16 de junio El n u evo A lejandro, donde ridiculizaba a Federico
Guillermo IV, y el 10 de agosto una poesía, El tam bor, que en cierta forma era
su canto de guerra.20,1
Esa crítica política iba acompañada por una crítica social. Ésta era estimulada
por la rebelión de 500 obreros tejedores de Silesia, provocada por la indecible
miseria engendrada por la competencia del maqumismo, que rebajaba los salarios
a algunos céntimos por día.205 Su espíritu revolucionario se evidenciaba ea su
canto de lucha.206
Esa rebelión y su despiadada represión habían conmovido la opinión pública
de Alemania y arraido la atención sobre la agravación de! pauperismo y sobre sus
consecuencias.
Bajo la presión de la opinión pública, Federico Guillermo IV promulgó un de
creto invitando a las autoridades a crear sociedades de beneficencia, para ayudar a
las clases laboriosas. Deploraba, en un estilo grandilocuente, el abandono en que
se encontraban los niños pobres, y predicaba la unión de todos los hombres
caritativos para remediar la miseria.
La hipocresía de sus exhortaciones no tardaría en ponerse de manifiesto. Cuan-
Landstuhi y Blieskastel, aldeas perdidas en Jas montañas situadas a 20 leguas del Rin.
Luego de ganar su apuesta, Bernays publicó un folleto, Historias para ridiculizar a toda
la turba d e periodistas y censores alem anes, en el que revelaba la mistificación."
294 Cf. Anales franco-alem anes, "Protocolo final de la conferencia ministerial de Viena".
202 Cf. F. Mehring, NacUasz, t. II, pág. 23,
203 Cf. H. Bórnstein, 75 años en e l antiguo y n u evo m undo, pitgs, 350-351. “Pronto
Vorwarts tuvo por colaboradores a un grupo de redactores como no había otro igual en
ningún otro diario. [Borostein cita entre ellos a Bernays, Bornstedt, Ruge, Marx, Heine,
Herwegh, Bakunin, G. Weerth, G. Weber, F. Engels, Etverbeck, Biirgers.] Por set el
único periódico alemán radical y no controlado por la censura en Europa, Vorwarts tuvo
un atractivo nuevo y vio aumentar el número de sus suscritores."
294 Cf. Vorwárts, 10 de agosto de 1844. "Toca el tambor sin temor, y besa a la can
tinera. Esa es la verdadera ciencia, el sentido profundo de los libros. Con tu tambor des
pierta a la gente de su sueño, toca el tambor con vigor juvenil, marchando siempre en
primera fila. Esa es la verdadera ciencia, la verdadera filosofía, ese es el sentido profundo
de los libros. Lo he comprendido bien porque tengo un espíritu delicado y soy un maestro
del tambor.”
295 Sobre la rebelión de los tejedores de Silesia, cf. Zímmecmann, Prosperidad y deca
dencia d e la industria d e l Uno en Silesia, Leipzig, 1892. Cf. igualmente Wigand, VierteU
jabrschrift, Leipzig, 1845, t 1, pág. 286, K. Nauwerk, El problem a d e Silesia .
299 Cf. D antsches B iirgerb ucb, 1845, Canción de los tejedores de Peterswaldau y de
Laogenbielau.
do en octubre de 1844 la- "Asociación central para eí bienestar de la clase obrera”,
que se había constituido en Berlín, propuso efectivamente remedios para suprimir
la miseria, la hizo disolver con el pretexto de que tenía un carácter y objetivos
revolucionarios, siendo que en su mayoría estaba integrada por ricos burgueses
que de ninguna manera pensaban atacar el orden establecido.
La rebelión de los tejedores de Silesia y el problema del pauperismo fueron
objeto de numerosos artículos en Vorwarts, en particular la "Canción de los Te
jedores”, de E. Heine, poema en que fustigaba la inhumanidad del sistema ca
pitalista.207
civilización. Ese acontecimiento tiene, para los alemanes, el mismo carácter que una inun
dación o hambre local. Por eüo el rey lo atribuye a un error de administración y a una
taifa de caridad.*'
c f Vorwarts, ibid , ; 'Tos alemanes pobres no son más sagaces que Los pobres ale
manes; no miran más allá de su hogar, su fábrica, su distrito. El espíritu político aún
no ha penetrado el problema social. Todas las revueltas que estallen en este funesto estado
de aislamiento de los hombres, y que se inspiren en ideas socialistas, perecerán en la sangre
j el'desatino. Por el contrario, si la miseria provoca un despertar del espíritu político y
éste esclarece el origen de ios males sociales, entonces, también en Alemania, esos aconte-
cimientos serán considerados como los síntomas de un gran trastorno. Una revolución
social sin alma política, es decir, que no esté organizada desde un punto de vísta geiieral,
es imposible.” t
Cf. A. Ruge, C orrespondencia, t. II, pág. 359- Carta de Ruge a Pleischer, 9 de junio
de 1844: “Rebeliones como la de Silesia no hacen más que reforzar el antiguo régimen
policial, y postergan indefinidamente un movimiento general de liberación. Jamás com
partí las esperanzas del comunismo alemán. Un comunismo apolítico —y sólo puede tra
tarse aquí de un comunismo de ese cipo— es un producto nacido muerto. Los artesanos
alemanes que sólo desean suprimir la propiedad cuando no la tienen, pueden oponer aun
menos resistencia ai antiguo régimen que la que opusieron en otro tiempo los Burschen-
schaften [los estudiantes liberales]. Si el comunismo quiere triunfar tendrá que aliarse
a un movimiento político.”
216 Cf. V o rw arts, 2 4 de julio de 1844.
217 Cf. ibid., náms. 63 y 64, 7 y 10 de agosto de 1844. “Der ICónig von Preussen und
díc SoziaJrefonn ’von eínem Preussen.” Al comienzo del artículo Marx declaraba en una
nota: “Razones especiales me obligan a declarar que éste es el primer artículo que he
enviado a V o r w d r t r ,: '
la- tazón de las medidas dictadas por el rey contra el pauperismo, hay que consi
derarlas, no desde un punto de vista filosófico o político, como Ruge, sino desde
un punto de vista social.
En Inglaterra, país mucho más desarrollado políticamente que Prusia, donde
el problema del pauperismo presenta un carácter más grave, como lo demuestran
las incesantes rebeliones de los obreros, se advierte un desconocimiento funda
mental de ese problema, similar al desconocimiento que existe en Alemania. Los
whígs atribuyen el pauperismo al sistema proteccionista, mientras que los tories
ven su causa en el liberalismo. Ninguno de estos dos partidos busca la razón en
el sistema de la propiedad privada, por lo cual a ninguno de ellos se le ha ocu
rrido reformar la sociedad para remediar ese mal. Ambos piensan, por el con
trario, que para ello basta cambiar la política que lleva el partido adversario.213
Esa misma incapacidad para explicar las razones del pauperismo y hallar los
medios apropiados para suprimirlo, se manifiesta en los economistas burgueses
ingleses, que tienen al respecto opiniones aún más ridiculas que los partidos po
líticos. Así es como Mac Culloch se contenta con decir que dicho problema se
resuelve fácilmente de un punto de vísta teórico, que brinda fácil solución a
todos los problemas prácticos. Oíros economistas, como el doctor Kay, tienen
del pauperismo una concepción aún más tonta, y lo atribuyen a la falta de edu
cación de las masas.
"Uno de los mejores y más conocidos economistas ingleses, Mac Culloch, dis
cípulo del cínico Ricardo, que conoce bien la situación actual de Inglaterra y
que, en consecuencia, debe tener una buena visión de conjunto de la sociedad
burguesa, se atrevió, en una conferencia pública y en medio de aplausos, a apli
car a la economía política lo que dice Bacon de la filosofía: 'El hombre que, con
una sabiduría verdadera e incansable, suspende su juicio y avanza en forma gra
dual, franqueando sucesivamente todos los obstáculos que, semejantes a monta
ñas, cierran el camino de la ciencia, termina por alcanzar la cumbre de ésta, don
de se disfruta de la tranquilidad y dei aire puro, donde la naturaleza se ofrece
a las miradas en toda su belleza, y de donde se accede sin pena, por un cómodo
sendero, a todos los detalles de la vida práctica.’ ¡Bonito aire puro, el de la atmós
fera pestilente de las cuevas inglesas que sirven de vivienda; soberbias bellezas
de la naturaleza, los -increíbles harapos de h gente pobre y la piel marchita de
las mujeres gastadas por el cansancio y la miseria, los niños tirados sobre el estiér-28
22 8 Cf. M ega, I, t. III, págs. 8-9. “Se nos concederá que Inglaterra es un país indus
trial y también que es ei país del pauperismo; la palabra misma es de origen inglés. Ob
servar lo que sucede en Inglaterra es, pues, la mejor manera de comprender las relaciones
entre un país político y el pauperismo. En Inglaterra la miseria tiene un carácter, no par
cial, sino general; no está limitada a los distritos industriales, sino que se extiende a los
distritos agrícolas. Los movimientos que engendra no datan de ayer, sino que se vienen
reproduciendo desde hace más de un siglo. En estas condiciones, ¿cómo considera el
pauperismo la burguesía inglesa, lo mismo que el gobierno y la prensa a ella ligados? En
la medida en que la burguesía inglesa atribuye el pauperismo a una causa política, el
wbig arroja la responsabilidad sobre el tory y éste sobre aquél. Según el whig la causa
esencial del pauperismo reside en el monopolio de la gran propiedad terrateniente y el
sistema prohibitivo contra la importación de cereales. Según el tory, por el contrario,
toda la responsabilidad de ese mal incumbe al liberalismo, a la competencia, a la extensión
exagerada del sistema fabril. Ninguno de los dos partidos atribuye la miseria a la política
en general, sino solamente a la política del partido contrario; a ninguno de ellos se le
ocurre pensar que hay que reformar la sociedad.”
col, los abortos, fruto del trabajo mecánico agotador y embrutecedor de las fá
bricas; encantadores detalles de la vida práctica, la prostitución, el asesinato y
la horca!
"Aun el secto r de la burguesía que comprende el peligro que significa el
pauperismo, concibe ese peligro y los medios de remediarlo en forma simplista y
tonta. Así es cómo en su folleto M edidas recien tes a fa vo r d el desarrollo d e la
educación en Inglaterra, el doctor Kay atribuye la causa del pauperismo a la falta
de educación. ¿Adivinan por qué? Porque, debido a la falta de educación, el tra
bajador no comprende las leyes del comercio, lo que provoca el pauperismo y
las rebeliones contra éste. Ello constituye una traba a la prosperidad de las ma
nufacturas inglesas y del comercio inglés, y amenaza la estabilidad de las insti
tuciones políticas y sociales. Ello demuestra cuán incapaces son, la burguesía in
glesa y su prensa, de comprender el pauperismo, esa plaga nacional de Ingla
terra.” 219
Para luchar contra el pauperismo, el gobierno inglés recurrió primero a me
didas administrativas y caritativas, que no eran, en esencia, diferentes de las
que preconizaba el rey de Prusia.220
Cuando el pauperismo se desarrolló hasta el punto de convertirse en un peli
gro nacional, el gobierno inglés, renunciando a esas medidas, a las que respon
sabilizaba por la extensión de ese flagelo, trató de extirparlo por medios coerci
tivos, trasformando las casas de trabajo, creadas para ayudar a los desocupados,
en presidios. “[El Parlamento inglés] halló que ta causa principal de la agra
vación del pauperismo era la ley sobre los pobres, y que la beneficencia, que había
utilizado para luchar contra éi, no hada más que reforzado. Consideró que el
pauperismo, encarado desde un punto de vista general, era, como lo enseñaba
Malthus, el efecto de una ley natural eterna. Corno la población, escribía éste,
tiende siempre a exceder los medios de subsistencia, es una [ocuta recurrir a la
beneficencia, que sólo logra favorecer el aumento de la miseria. Eí Estado no
puede hacer otra cosa que abandonar a los miserables a su suerte, y, cuando mu
cho, debe aliviar su muerte. A esta teoría tan inhumana, el Parlamento inglés
añadió la concepción de que el mismo obrero es responsable del pauperismo, y
que por consiguiente hay que tratarlo, no como una calamidad natural, sino como
un crimen y castigarlo como tal.
“Fue esto lo que dio motivo a la reglamentación de las casas de trabajo, cuyo
régimen se orienta a atemorizar a los miserables e impedir que vayan a buscar
refugio en ellas contra el hambre. En esas casas de trabajo la caridad está inge
niosamente asociada al espíritu de venganza de la burguesía respecto de los mi
serables, que apelan a su beneficencia.
“Así, Inglaterra trató primero de abolir el pauperismo con medidas de caridad
y de administración. Consideró, después, que el desarrollo incesante del paupe
rismo era efecto, no de la industria moderna, sino del impuesto para los pobres,
y vio en la miseria generalizada una consecuencia particular de la legislación in
glesa. Lo que antes había atribuido a una insuficiencia de benevolencia, lo atri
buyó después a un exceso de ésta. Finalmente, los pobres fueron considerados
responsables de la miseria y castigados como tales.” 221210
210 C f. M ega, I, t. III, págs. 9-10.
2 -0 Cf. ib id., págs. 10-11.
221 Cf. Mega,, I, t. III, pág. 11.
Esa incapacidad de remediar el pauperismo con medidas legislativas, y esa
tendencia a tratar después de extirparlo brutalmente, se manifestaron en Francia,
donde los pobres son también considerados criminales y tratados como tales.
La Convención, qne señaló el apogeo del Estado burgués progresista, trató de
suprimir el pauperismo por la vía legislativa,322 pero fracasó en su intento. Des
pués de ella, Napoleón, que en 1808 había creado Casas de los pobres para abo
lir el pauperismo, las trasformó, como se había hecho en Inglaterra, en peni
tenciarías.323
La razón de este doble fracaso, tamo en Inglaterra como en Francia, consiste
en que el Estado burgués, como tal, es incapaz de abolir el pauperismo. Defen
sor de la sociedad burguesa, no puede tomar medidas que prácticamente la des
truirían; suprimir el pauperismo es, en efecto, suprimir el proletariado, es decir,
abolir la base misma sobre la que descansa la sociedad burguesa.
Los paliativos y remedios propuestos por Ruge y por los reformistas para
combatir el pauperismo, tales como la educación de los niños pobres por el Es
tado, son, por lo tanto, quiméricos e ilusorios. Al hacerse cargo de la educación
de los niños pobres, el Estado, en efecto, debería asegurar al mismo tiempo su
subsistencia, lo que prácticamente equivaldría a la supresión del proletariado, y
por ello mismo de la sociedad burguesa.224
Ello explica por qué todos los Estados, cuando se preocuparon de la supre
sión del pauperismo, se limitaron a recurrir a medidas administrativas o de be
neficencia. Como no podían, en tanto que Estados burgueses, atribuir eí paupe
rismo al carácter del Estado o al de la sociedad, necesariamente se vieron lleva
dos a encontrar la razón del mismo, sea en los vicios propios a los individuos,
pereza en los pobres, dureza de corazón en los ricos, sea en perturbaciones pasa
jeras que sobrevienen en la organización del Estado o de la sociedad.
"El Estado no verá jamás en el Estado o en la organización social, como El
Prusiano lo exige de su rey, la causa de los males sociales. Allí donde existen
partidos políticos, cada uno ve la causa del mal en el hecho de que es el partido
contrario el que está en el poder. Hasta los políticos radicales y revolucionarios
buscan la razón, no en el carácter mismo del Estado, sino en tina forma parti-
Cf. íb id ., pág,. 13. "La Convección tuvo en un momento dado el valor de ordenar
la supresión dei pauperismo, no en seguida, como 'El prusiano’ lo exige de su rey, sino
sólo después de encomendar al Comiré de salvación pública lu preparación de los planes
y proyectos necesarios [ . . . ] /Cuáles fueron ios resultados de la decisión de la Con
vención? Simplemente, que hubo un decreto más y que un ano después los tejedores ham
brientos sitiaban la Convención. La Convención, sin embargo, representaba el máxima
de energía, de fuerza y de inteligencia política dei Estado burgués."
Cr. M egn, t. III, pág. 12. "Napoleón quiso suprimir tic un golpe la mendicidad.
Ordenó a su administración que estableciera planes pata extirparla de toda Emida. En
pocos meses todo quedó dispuesto. El 5 de julio de 1808 se promulgó una ley que suprimía
Ja mendicidad. ¡Por qué medios! Con establecimientos que muy rápidamente se trasfor-
raartsn en cárceles, debido a que los pobres sólo llegaban a ellos por vía del tribunal
correccional.’’
--■ Cf. ¡b :d ., pág. I?. "La pregunta de ’E! prusiano', .por qué el rey de I’rusía no or
dena inmediatamente que los niños pobres sean educados?, es del mismo tipo. ¿Sabe 'El pru
siano' qué tendría que ordenar el rey para ello? Ni rnás ni menos que la abolición del prole
tariado. Para elevar a los niños hay que alimentarlos y liberarlos del trabajo lucrativo. La
educación y el mantenimiento de los niños {sobres sería, al mismo tiempo que la abolición
del pauperismo, la del proletariado.”
cuJar de éste, que ellos quieten remplazar pot otra. El Estado y la organización
social no son, desde el punto de vista político, dos cosas diferentes.
'iEl Estado es la organización política de la sociedad. En la medida en que
reconoce la existencia de males sociales, atribuye la razón de los mismos, ora a
leyes naturales, que no está en poder de los hombres cambiar, ora a la vida pri
vada de los individuos, que es independiente de él, o bien a deficiencias de la
administración, que le está subordinada. Así es como eu Inglaterra se ve la causa
de la miseria en una ley natural según la cual siempre hay un excedente de po
blación con relación a los medios de subsistencia, y también se explica el paupe
rismo por la mala voluntad de los pobres; el rey de Prusia lo explica por la
falta de espíritu cristiano de los ricos, mientras que la Convención lo explica
por la mentalidad contrarrevolucionaria de los propietarios. Es por ello que In
glaterra castiga a los pobres, el rey de Prusia exhorta a los ricos y la Convención
decapitaba a los propietarios. En fin, todos los Estados buscan la causa del paupe
rismo en deficiencias administrativas, queridas o no, y tratan de paliarla con re
formas de la administración, agente ejecutivo del Estado.” 225
Ese método de recurrir a medidas administrativas para abolir el pauperismo,
está destinado, necesariamente, al fracaso. Para suprimir el pauperismo, el Estado,
cuya existencia se encuentra inseparablemente ligada a la de la moderna forma
de esclavitud, el proletariado, que es el producto de la sociedad burguesa basada
en la propiedad privada, debería suprimirse a sí mismo. Abolir el pauperismo,
es decir, el proletariado, implica, en efecto, abolir la sociedad burguesa, de cu
yos intereses de clase es el órgano de defensa y constituye su razón de ser 2211
Esto muestra la falsedad de la tesis de Ruge, que hace depender la supresión
del pauperismo del desarrollo de la razón política, es decir, del Estado. "Cuanto
más poderoso es el Estado —le objeta Marx—, es decir, cuanto más políticamen
te desarrollado esté un país, menos dispuesto estará a ver en el principio del
Estado, o sea, en la organización de la sociedad, de la cual es la expresión con-
ciente y oficial, la razón y la fuente de los males sociales. La razón política se
caracteriza por el hecho de que razona dentro de los límites y en el marco de
la política. Cuanto más desarrollada y activa, menos capaz es de comprender la
naturaleza de los males sociales. La Revolución francesa constituye el período
clásico de la razón política. Ahora bien, los héroes de esa revolución, lejos de
ver en el principio del Estado ,1a fuente de esos males, los consideraban, por el
contrario, la causa determinante de las deficiencias políticas. Así es como Robes-
pierre veía en el exceso de pobreza y de riqueza sólo un obstáculo para el esta
blecimiento de ía verdadera democracia. Por ello quería establecer un régimen
de frugalidad espartana. El principio de la razón política es la voluntad. Cuan
to más limitada es la razón política, y por ello más perfecta en su género, cuanto
más cree en la fuerza todopoderosa de ia voluntad, menos cuenta se da de los
límites naturales y espirituales de ésta, y menos capaz es, por lo tanto, de descu
brir el origen de los males sociales. Esto basta para mostrar toda la vanidad de
la esperanza de 'El prusiano’, que piensa que la razón política está llamada a
descubrir el origen de k miseria en Alemania.” 227
22S Cf. ib-id,, págs. 17-18. "[R u ge] hallará que ningún levantamiento de obreros fran
ceses e ingleses ha tenido un carácter tan teórico y concierne como el de ios tejedores de
Silesia. Que recuerde primero la 'Canción de los tejedores', ese audaz grito de combate
en el que ni siquiera se menciona el hogar, la familia, la patria local, y en el que de golpe
el proletariado proclama en forma sorprendente, brutal, violenta, su oposición a la sociedad
basada en la propiedad privada. El levantamiento de Silesia comienza precisamente en el
punto en que terminan los movimientos obreros franceses e ingleses, es decir, en la toma
de conciencia de dase por el proletariado. De ahí el carácter superior de la acción des
arrollada por esos tejedores. No sólo destruyen las máquinas, esas rivales del obrero, sino
también los libros de contabilidad, los títulos de propiedad; mientras todos los demás
movimientos se orientaban primero contra el industrial, el enemigo visible, este movi
miento se orientó ai mismo tiempo contra el banquero, el enemigo invisible.”
229 Cf. M ega, I, t. III, pág. 6 . "En un país donde basta un edicto real para prohibir
los banquetes con discursos liberales y copas de champagne, donde no hubo necesidad de
un solo soldado para ahogar las aspiraciones de la burguesía que redamaba la libertad
de prensa y la Constitución, en un país en el que la obediencia pasiva está a la orden
del día, en un país semejante el empleo de la fuerza armada contra los débiles tejedores
no sería un acontecimiento grande, espantoso. Y los débiles tejedores resultaron vence
dores luego del primer encuentro; sólo sucumbieron después que llegaron refuerzos. ¿La
rebelión de un grupo de obreros es en sí menos peligrosa porque no fue necesario todo
un ejército para aplastarla? Que el prudente 'Prusiano' compare el levantamiento de los
tejedores de Silesia con los movimientos obreros ingleses y franceses, y los tejedores de
Silesia se le manifestarán como tejedores muy fuertes."
de Proudhon y estimando que era muy superior a todos los teóricos de la bur
guesía,230 agregaba: "Hay que reconocer que el proletariado alemán es el teórico
del proletariado europeo, como el proletariado inglés es su guía en el plano eco
nómico y el proletariado francés en el plano político. Hay que reconocer que
Alemania, por su misma incapacidad de hacer una revolución, está destinada a
realizar una revolución social. Así como la debilidad de la burguesía alemana
es causa de la impotencia política de Alemania, así las disposiciones naturales
de su proletariado testimonian aptitudes de Alemania en el plano social. l a dis
cordancia entre el desarrollo filosófico y el desarrollo político de Alemania no
es una anomalía. Es una discordancia necesaria. Sólo en el socialismo puede
un pueblo filosófico hallar la actividad práctica que le es adecuada. . . ” 231
Esto es, decía, lo que habría debido ver Ruge si en lugar de hacer, con una
suficiencia de pedante, ejercicios de estilo y juegos de palabra fáciles sobre el le
vantamiento de los tejedores de Silesia, lo hubiera analizado con seriedad y
simpatía.232
Para terminar, Marx mostraba la imposibilidad de dar, como lo preconizaba Ru
ge, una solución al problema social mediante el desarrollo del espíritu político.
Como puede verse, decía, por el ejemplo de la Revolución francesa, que es el
prototipo de revolución política, el espíritu político nace con el aumento del
bienestar. Lejos de ayudar a descubrir las causas de la miseria y a suprimirla,
contribuye a agravarla, obnubilando la conciencia de clase del proletariado, al
que aparta de la lucha por sus intereses propios, como lo demuestran los prime
ros movimientos del proletariado francés. "Es falso decir que la miseria engen
dra el espíritu político; nace, por el contrario, del bienestar [ . j . ] Ya hemos
demostrado al 'Prusiano’ cuán poco capaz es el espíritu político de descubrir las
causas de la m iseria.. .
“Cuanto más desarrollado y generalizado es el espíritu político de un pueblo,
más malgasta el proletariado —al menos al comienzo de su movimiento— sus
fuerzas en motines desatinados e inútiles, que son ahogados en sangre. Como
su pensamiento reviste una forma política, ve en la voluntad la causa de todos
los males y considera que sólo se los puede paliar derrocando una forma de Es
tado determinada. Ello se advierte en los primeros levantamientos del proleta
riado francés. Los obreros de Lyon creían no perseguir más que fines políticos,
no ser otra cosa que soldados de la república, mientras que en realidad eran los
soldados del socialismo. Su espíritu político les ocultaba así las causas de la mi-
general del hombre y su existencia individual. Una revolución que se inspira en el espíritu
político asegura así, conforme a la naturaleza limitada y contradictoria de ese espíritu, la
dominación de una clase en la sociedad, en detrimento de ésta."
2:111 Cf. ibid., pág, 22,
21“ Cf, Instituto de Marxismo-Leninismo, Moscú. Carta de G. Jung a C. Marx, Colonia.
26 de junio de 13-14:
"Los disturbios de Silesia sin duda lo habrán sorprendido a usted tanto como a nosotros.
Son un testimonio brillante de lo justo de su análisis de la situación presente y futura do
Alemania en la 'Introducción a la crítica de la filosofía del derecho’, aparecida en los
Andes. En rodas pactes se manifiesta simpatía pot los tejedores, los rebeldes [ . . . ] En
!a Gaceta d e Colonia no se hace ya cuestión de comunismo, como era antes en la Gaceta
resuma. Ha iniciado inclusive una suscricién para las familias de los tejedores de Silesia
caldos con motivo de estos desgraciados acontecimientos, para las familias de Los rebeldes
de la más peligros?, especie. Sólo se habla de pauperismo y de socialismo; cada uno toma
lo que le gusta, y finalmente el filisteo alemán cree en lo que le presentan cada día sin
asustarlo. Llegará todavía a convertirse en un partidario del socialismo, si durante algunos
años se le va demostrando cada día la necesidad de éste.”
338 Cf. Mega, I, t. III, págs. 22-23. "La revolución concebida como derrocamiento del
poder establecido y destrucción de la organización social es un acto político. E! socialismo
no puede realizarse sin revolución. Tiene necesidad de ese acto político, en la misma
medida en que tiene necesidad de destruir.”
280 Cf, Vonvarts. núms. 63 y 64. Destiló aún con mayor fuerza su rabia contra Marx
en su correspondencia. Cf. Carta a su madre, París, 23 de octubre de 1844 (C orrespon
dencia, t. I, pág. 3 7 1 ): "No te preocupes por mis controversias [ . . . ] Esos bribones
Marx, por su parte, sólo envió a Vorwdrts un pequeño artículo con motivo
del atentado de Tschech contra Federico Guillermo IV .240
El elemento determinante del desarrollo de las concepciones filosóficas, eco
nómicas, políticas y sociales de Marx en París fue el conocimiento que iba te
niendo del proletariado revolucionario parisiense, y su participación en la lucha
de clase de ese proletariado, que daba una orientación nueva a su pensamiento
y a su acción.
Desde el punto de vista de esa lucha de dase se dedicó a un estudio profundo
de la Revolución francesa, del materialismo francés e inglés y de la economía
política.
El análisis de la Revolución francesa, en particular de la Convención, le per
mite precisar sus opiniones sobre el papel de las ludias de clases en el desarrollo
de la sociedad y, en forma más general, en d de la historia. Le muestra, en efecto,
que una revolución social es engendrada por luchas de clase, determinadas a su
vez por el desarrollo económico; que el Estado, defensor de los intereses de la
dase dirigente, utiliza su poder para oprimir a las demás clases y que en el curso
de esa Revolución se acentuó sin cesar la lucha entre los poseedores y los des
poseídos, lo que constituye el rasgo característico de la historia moderna. Además,
esa revolución le enseñó que tura dase dirigente jamás renuncia, voluntariamente,
al poder y a sus privilegios, y que una revolución sodal exige los más duros
combates. Amplió esa concepción del desarrollo histórico basado en la noción
del papel determinante de las luchas de dase, a través del estudio de los grandes
historiadores franceses que habían destacado ese papel en el ascenso de la
burguesía.
El estudio de la economía política lo lleva a profundizar esa concepción de la
historia, y le demuestra que el elemento fundamental de la misma es el desarrollo
d e la producción, que se halla en la base de toda trasformación social. Genera
lizando esa concepción con el análisis del materialismo inglés y francés de los
siglos XVII y X V III, llega a la idea de q u e la esencia y el fundamento de la vida
humana, considerada en rodas sus manifestaciones y en su desarrollo, es la pro
ducción económica.
Al mismo tiempo que ¡o ayudaron a liberarse de los últimos vestigios del idea
lismo, estos estudios lo llevaron a elaborar los principios de un materialismo
nuevo, de carácter dialéctico e histórico, sobre el que basó una concepción nueva
del comunismo, adaptada a las necesidades de la lucha revolucionaria del pro
letariado.
Ello determina su ruptura definitiva, no sólo con los "Liberados”, que al orien
tarse hacia un individualismo anarquizante se convertían en los auxiliares de la
reacción por sus ataques contra el liberalismo y el comunismo, sino también con
los liberales del tipo de Ruge, quienes, defensores de Ja sociedad burguesa, no
no las harán conmigo [ . . . ] mi persona está por encima de los ataques de los Bauer,
Marx y consortes. Por mi parte no acepto la doctrina según la cual lo que es común, vil,
grosero y sucio constituye ¡a verdad y ia libertad, y predigo a esos pillos que ultrajan así la
libertad, una cercana catástrofe que ellos se atraerán por su carácter despreciable y por
su locura.”
240 Cf. M ega, I, t. III, págs. 24-27, Vonvartt, núm. 66, 17 de agosto de 1844. "Obser
vaciones sobre los últimos ejercicios de estilo de federico Guillermo IV.”
bien tomaban contacto directo con el proletariado asumían una actitud hostil fren
te a él y dirigían sus principales ataques contra el comunismo.
Sus relaciones amistosas con E. Heine se explican por el hecho que éste, en
sus escritos, testimoniaba una inclinación hacia el comunismo, cuya propaganda
facilitó señalando la inevitabilidad de su triunfo.
Al mismo tiempo que se aparta de los “Liberados" y de Ruge, Marx se aleja
del socialismo reformista y del comunismo utópico, cuya incompatibilidad con
las necesidades de la lucha proletaria ve cada vez con mayor claridad. Sin em
bargo, no rompe todavía abiertamente con ellos, porque como apenas estaba
elaborando su doctrina, no disponía aún de argumentos decisivos contra ellos.
No manifiesta, en efecto, hostilidad frente a Bakunin, cu yo dilettantismo revo
lucionario todavía no percibe bien, ni frente a Proudhon, a quien reconoce el
mérito de haber basado su doctrin en una crítica de la propiedad privada, cuyas
insuficiencias y limitaciones, por lo demás, ya advierte. Tiene aún gran estima
por Feuctbach, por haber basado su materialismo, no sólo en las relaciones entre
el hombre y la naturaleza, sino también en las relaciones entre los hombres, y
por haber puesto en el centro de sus concepciones la necesidad de abolir la
alienación humana para emancipar a los hombres, aunque ya se da cuenta de la
debilidad de Feuerbach, proveniente del hecho de que no plantea el problema
de la alienación en el plano político y social. Reconoce a Hess e! mérito de ha
ber mostrado q u e la acción, considerada como actividad concreta, práctica, cons
tituye lo esencial de la vida humana, y que la alienación debe ser concebida como
una alienación social, engendrada por el régimen de la propiedad privada. Wei-
tling, por último, sigue siendo para él un gran agitador y un gran teórica re
volucionario.
Sin embargo, a medida que establece los principios generales del materialismo
dialéctico e histórico, y que basa en ellos el comunismo científico entra en lucha
abierta contra ellos, como con los “Liberados” y con Ruge.
La primera de sus grandes polémicas, que constituían para él una oportunidad
de precisar sus concepciones, estaba dirigida contra Ruge, quien, a propósito de
ía sublevación de los tejedores, había negado al proletariado alemán el derecho
a hacer su propia revolución.
Contrariamente a Ruge, que declaraba que eL proletariado, debido a su falta
de sentido político, eia incapaz de realizar una verdadera revolución, Marx, apo
yándose en la distinción que acababa de establecer entre la emancipación polí
tica, de carácter parcial, y la emancipación humana, emancipación total, de ca
rácter social, sostenía que esa emancipación sólo podría ser realizada por una
revolución proletaria.
Por ello, al juzgar en forma diametralmente opuesta a Ruge la sublevación
de los tejedores, veía en ella, el primer gran movimiento revolucionario del pro
letariado alemán.
Operando aún con las nociones de emancipación política y de emancipación
humana, que había extraído de su Crítica d e la filoso fía d el d erech o d e H egel,
y luego de precisar esas nociones con un análisis del pauperismo, Marx llega a
una concepción más exacta del Estado burgués y de la sociedad burguesa. Señala,
en efecto, que el pauperismo, convertido en calamidad social, de la que sufrían
todo los países, era una consecuencia necesaria del capitalismo, que el Estado
burgués no podía remediar. Suprimir el pauperismo, en efecto, significa, para
ese Estado, destruir su base, la sociedad burguesa, y provocar así su propia des
trucción. Esto ¡levó a Marx a ver en el Estado, no ya la esfera en que, por oposi-'
ción a ¡a sociedad burguesa, se encarna ilusoriamente e! interés general, sino el
instrumento de dominación de la clase dirigente llevada al poder por una revolu
ción política. Veía asimismo en la sociedad burguesa, no simplemente la esfera
de los intereses particulares determinados por el régimen de la propiedad pri
vada, sino el dominio en que se opera la deshumanización de los hombres por
ia alienación de su verdadera naturaleza.
Después de profundizar, con su estudio de la Revolución francesa y de los
historiadores franceses, su concepción del papel de las luchas de clases en el
desarrollo histórico, y de llevar más adelante, en su controversia con Ruge, el
análisis de las condiciones y del carácter de una revolución social, el estudio
cada vez más profundo de la economía política le mostraría el papel determi
nante de la producción en el desarrollo social.
Ese estudio, en el que profundizó sus nociones de las relaciones del hombre
con su medio natural y social, lo llevó a precisar su nueva concepción materia
lista del mundo, cuya exposición era el tema deí principal trabajo que escribía
entonces en París, los M anuscritos econ ó m ico -filosó ficos.
C a p ít u l o II
Los M anuscritos econ ó m ico -filosó ficos, escritos de marzo a agosto de 1844,
constituyen la obra capital de Marx durante su estada en París, En este trabajo,
en efecto, deduce, del concepto de "praxis", que elabora mediante una crítica pa
ralela de la economía política y de la filosofía de Hegel, los principios funda
mentales del materialismo dialéctico e histórico.1
Esos manuscritos encierran los elementos de un trabajo mucho más vasto, que
comprendería un análisis crítico de la economía política considerada en sus rela
ciones con la sociedad, la política, la moral y el derecho.2
La amplitud de esa empresa, unida a la necesidad que tenía Marx de compro
meter a Engels en una polémica contra los Jóvenes Hegelianos, y que dio lugar
primero a La Sagrada Familia y iuego a La id eología alemana, no le permitió
realizar esa obra.
Los M anuscritos eco n ó m ico -filo só fico s permanecieron desconocidos durante mu
cho tiempo. Fueron publicados en forma fragmentaria primero,3 después incorn-
I n f l u e n c ia s y estu d io s
economía política que los resultados por mí alcanzados fueron logrados por medio de un
análisis completamente empírico, basado eo un estudio crítico concienzudo de ia economía
política."
3 Cf. M ega, I, r. III, págs. 435-583. Extractos de los cuadernos de notas. París, principios
de 1844 hasta principios de 1845. Los extractos de lecturas se refieren a los siguientes
autores y trabajos:
J.-B. Say, Tratado d e econom ía política. - Curso com p leto d e econom ía política.
i\ Sitarbek, T eoría d e las riquezas sociales.
t>. Ricardo, P rincipios d e la econ om ía política y d el im puesto.
J.-JL Mac Culloch, D iscursos sobre el origen , los progresos, los ob jetos particulares y la
im portancia d e la econom ía política.
A. L. C. Destut de Tracy, E lementos ideológicos, IV y V. Tratado sobre la voluntad y sus
efectos.
J. Lauderdale, Investigaciones sob re la naturaleza y e l origen d e la riqueza pública.
I', List, Sistema nacional d e econ om ía política, t. I, EL comercio internacional, la política
comercial y la unión aduanera.
H.-F. Osiander. D esilusión d el público resp ecto d e los in tereses d el com ercio, la industria
y la agricultura, o explicación d e la filosofía m anufacturera d el d octor List.
d9 Las relacion es com erciales en tre los pueblos.
Fierre le Pesant de Boisguillebert, D etalle d e Prancia, causa d e la dism inución d e sus bienes
y facilidad d e l rem edio.
d“ D isertación sobre la naturaleza d e las riquezas, d el din ero y d e los tributos.
d9 Tratado sobre la naturaleza, cultura, com ercio e interés d e los granos.
j . Law, C onsideraciones sobre la m oneda y e l com ercio.
E. Buret, D e la m iseria d e las clases laboriosas en Inglaterra y en Prancia.
Esta lista no es completa. El Instituto de Marxismo-Leninismo de Moscú señaló que no
había publicado todos los extractos. Por lo demás, pueden haberse perdido cuadernos
de notas.
9 M anuscritos, ed. cit., pág, 11. "No es necesario añadir que además de las de los
Utilizó asimismo un trabajo de W . Schulz que hasta el momento había pasado
casi inadvertido: El m ovim ien to d e la produ cción , d el que parece haber extraído
Jos primeros elementos de su concepción del materialismo histórico.10
En su Esbozo d e una crítica d e la econ o m ía política, EngeJs subrayaba el ca
rácter irracional e inhumano del régimen capitalista.11 Mostraba que la compe
tencia propia de ese régimen había engendrado un monopolio peor que el del
mercantilismo, generalizado k guerra entre los hombres y acentuado la oposición
entre los ricos y los pobres, y que la agravación de la Jucha de clases entre el
proletariado y la burguesía llevaba a la revolución comunista
Mientras que este artículo, que más tarde calificaría de esbozo genial,12 lle
vaba a Marx a considerar el régimen capitalista en sus relaciones con el desarrollo
general cié la historia, y a concebir su supresión como el resultado de su desarro
llo dialéctico, los artículos de Hess le brindaban ideas nuevas sobre la naturaleza de
la actividad humana y de la alienación.
En sus artículos de las Veintiuna hojas d e Suizct}z en particular en la "Filoso
fía de la acción”, Hess mostraba que la actividad humana determina tanto el
pensamiento como la vida de los hombres. Contrariamente a los idealistas, que
la reducían a la actividad espiritual, sostenía que si se quería comprender su
naturaleza y su pape! había que considerarla en su aspecto concreto. Sólo por
su actividad concreta y libre, por medio de la cual se crea, puede el hombre adqui
rir conciencia de sí mismo y afirmarse como tal. En la sociedad burguesa la,
actividad libre, la única conforme a la naturaleza humana, es imposible, lo que
tiene por consecuencia la deshumanización de los hombres. De ahí la necesidad
de la supresión de la sociedad burguesa basada en la propiedad privada, que en
gendra el egoísmo y la sed de ganancias, y de su remplazo por una sociedad de
carácter a la vez comunista y anarquista, en la que los hombres sean iguales y
libres.
En otro artículo, "La esencia del dinero”, destinado a los Anales fran co-ale
manes -,u Hess exponía Ja nautraleza y los efectos de la alienación en la sociedad
burguesa. Mostraba que la alienación religiosa no es más que el reflejo ideoló
gico de la alienación efectiva que se opera en esa sociedad, en la que ei obrero
excluido de la propiedad privada, ei proletario, aliena lo esencial de su vida, su
trabajo, en las mercancías que produce pero que no le pertenecen y que, ai
trasformarse en dinero, en capital, lo dominan y avasallan. En esa sociedad el
socialistas franceses e ingleses, he utilizado también las obras de los socialistas alemanes.
Sin embargo, las únicas obras originales y de sustancia sobre estas ciencias — fuera de
las de W eitling— son los ensayos de Hess en las Veintiuna hojas y el artículo de Engels,
'Esbozo de una crítica de economía política* en los Andes franeo-alemanes, donde yo
también be señalado de maneta muy general los elementos básicos de este trabajo."
10 Cf. ’W ilhelm Schulz, PJ movimiento de la producción. Estudio histórico y estadístico
apto para serv-ir de fundamento a una nueva ciencia del Estado y de la sociedad, Zuridt
y W interhar, Comptoir Uttérsire, 1843.
J1 Sobre este artículo, cf. t. H del presente trabajo, págs. 304-322.
52 Cf. C. Marx, Contribución a la crítica de la economía política, París, Editiont so-
cides, 1957, Prefacio, pág. 5.
10 Hess publicó en 1843 tres artículos en esa revista: Socialismo y comunismo ■ L*
libertad una y total - La filosofía de la acción. Sobre estos artículos, cf. t. II del presente
trabajo, págs. 135-142.
J í Sobre este artículo, cf. t. 51 del presente trabajo, pigs. 479-482.
dinero es el verdadero Dios, en quien los hombres adoran a su ser alienado. Esa
alienación constituye el rasgo característico de la sociedad burguesa, en la cual,
debido a la competencia y al egoísmo engendrados por la propiedad privada, los
hombres están aislados y opuestos entre sí. Para que puedan llevar una vida
conforme a su verdadera naturaleza, es preciso cambiar la sociedad burguesa por
otra en la cual los hombres organicen su actividad en forma racional, armónica
y libre, y donde el amor y no el egoísmo sea el elemento regulador de sus
relaciones.
Contrariamente a Engels, quien al incluir el desarrollo del comunismo en el
de la historia llegaba a una concepción materialista, Hess seguía siendo idealista
en su solución del problema social.
Marx tomó en parte las concepciones de Hess sobre la naturaleza de la activi
dad humana y de la alienación, y les dio un carácter materialista, apoyándose a
la vez en Engels y en el libro de W . Schulz El mo-vvmícnto d e la prod u cción , que
explicaba el desarrollo histórico por el de la producción y exponía cómo los dife
rentes períodos de la historia están determinados por el desarrollo de las nece
sidades, cuya satisfacción lleva a una trasformación constante de la organización
económica y social,13*15*178
Al principio las necesidades son simples y la producción, fruto del trabajo ma
nual y condicionada por la naturaleza del país, es débil. No existe división de
Ja sociedad en clases ni poderes públicos.2G
En el estadio siguiente del desarrollo histórico, caracterizado por la agricultura,
el hombre no se contenta con recoger los productos que le ofrece la naturaleza,
sino que comienza a someter a ésta para satifacer sus necesidades.
El aumento de éstas determina una primera división del trabajo, en el curso
de la cual la industria y el comercio se separan progresivamente de la agricul
tura, lo que tiene por efecto una división correspondiente de la población.1,1
Con el aumento de la división del trabajo artesanal se entra en el período de
la manufactura. El desarrollo de la producción permite una acumulación pro
gresiva de capitales, que determina la formación de clases opuestas y una sepa
ración cada vez más acentuada entre la producción material y la intelectual.13
Paralelamente a la industria, vemos desarrollarse el comercio, los trasportes y
también la agricultura. Su modo diferente de desarrollo otorga a las diferentes
naciones su carácter particular,10
La reducción de la actividad industrial a operaciones elementales, debido a la
acentuación de la división del trabajo, lleva a la utilización de máquinas cada vez
más perfeccionadas y da nacimiento al sistema fabril.
13 Marx eirá a W . Schulz repetidas veces en los M anuscritos. Cf. ed. cit., p íg s. 23-26,
■40-43, 45-46. C. Marx: El Capital, t. I, pág. 388, nota 8 8 . Sobre W . Schulz, cf. Mega, i,
t. III, pág. 625. 'Wiíhelm Schulz (más tarde llamado Schuíz-Bodmer), 1747-1860, pe
riodista demócrata, miembro del Parlamento de Francfort en 1848, Anteriormente a B¡
m ovim iento d e la producción había publicado, en 1840, en la Revista trim estral alemán#
(D eutsche V ierieljahrsschrift), un artículo: "Las trasformaciones en la organización de!
trabajo y su influencia sobre las relaciones sociales. La organización dei trabajo como fac
tor de la producción”. A propósito de la influencia de \V Schulz sobre Marx, cf. W.
Mónke, O bservaciones sob re la form ación d el m aterialism o histórico.
l e Cf. W . Schulz, El m ovim iento d e la producción, op. cit., págs. 11-13, 37-
17 Cf. W Schulz, op. cit.. págs. 13, 37.
18 Cf. íbid., págs., 14-15, 38.
1,1 Cf. ibid., págs. 17-19.
En ese sistema, que caracteriza ei estadio más reciente del desarrollo histórico,
la acumulación acelerada de capitales favorece el establecimiento de relaciones
cada vez más estrechas entre las principales ramas de la producción. Los grandes
industriales adquieren propiedades territoriales para no tener que comprar Jas
materias primas que les son necesarias; al mismo tiempo se dedican al comercio,
no sólo para vender sus propios productos, sino también para comprar y vender
otros. La formación de sociedades por acciones favorece esa utilización simul
tánea de capitales en empresas diversas, lo que atenúa la oposición entre la in
dustria, el comercio y la agricultura, y origina entre ellos una comunidad de
intereses.20
La acumulación del capital acentúa, por lo demás, al mismo tiempo que el
contraste entre la miseria y la opulencia, la oposición entre los desposeídos y los
poseedores, que constituye el rasgo característico de la sociedad burguesa.21
En su descripción de la situación de ios obreros en el régimen capitalista,
Schulz señala que ese régimen obliga a los obreros a ganar su miserable salario
con un trabajo que desgasta sus fuerzas y los arruina moral e intelectualmente;
que, bajo el régimen de competencia, deben considerarse felices de encontrar
semejante trabajo para no morir de hambre, y que con el aumento general de la
producción y de las necesidades, la miseria de los obreros puede crecer en forma
relativa, en tanto que disminuye en forma absoluta.22
Como la creciente oposición entre el proletariado y las clases poseedoras ame
naza engendrar una revolución social,23 el deber del Estado consiste en atenuar
esa oposición y preparar el paso a una organización social mejor por medio de
medidas apropiadas, en particular con la organización del trabajo y la trasforma-
ción del régimen de la propiedad.
Si las clases poseedoras se opusieran a esas roedidas, entonces el problema social
se resolvería por la revolución 2425
En la exposición que hace del problema social, Schulz critica a la vez la posi
ción de los economistas, de los Jóvenes Hegelianos, de los socialistas y de los
comunistas.
Reprocha a los primeros que sólo se interesen por el mundo de las cosas, que
no vean que la producción tiene su fuente en la naturaleza del hombre y que no
bagan de ésta el objeto esencial de sus investigaciones.86
Considera que la debilidad de los Jóvenes Hegelianos proviene de que, como
se mantienen encerrados en el ámbito de las abstracciones, no Legan a encontrar
el camino que conduce a ia vida80
Acusa, en fin, a los socialistas y a ¡os comunistas de interesarse solamente en
el aspecto material de la producción y del consumo, y de no tener en cuenta la
producción intelectual ni el papel político y social que corresponde a los in
dividuos.87
A través de su análisis del desarrollo económico y social, Schulz llegaba a una
20 Cí. ibid., págs. 37-38, 40 y sigs.
21 Cf. ibid., págs. 35, 4 0 , 58.
22 Cí. ibid., págs. 60, 66.
23 Cf. ibid., págs. 3-4, 73.
24 Cí. ibid., págs. 4, 9, 56, 74.
25 Cf. ibid., pág. 57.
20 Cf, ibid., pág. 7.
2T Cf. ibid., págs. 4, 8 .
concepción materialista de la historia. Mostraba que el desarrollo histórico está
condicionado por el de las necesidades y de la producción, y que el desarrollo
de la producción determina tanto la trasformación del Estado y de la sociedad38
como la de la legislación; 29 subrayaba, en fin, que el desarrollo del régimen mo
derno de la gran producción tenia como consecuencia necesaria la constitución
de una nueva organización social.30
En su critica del sistema capitalista, Marx tomó de Engeis su concepción del
carácter contradictorio de ese sistema, que debía provocar su supresión; los ar
tículos de Hess reforzaron su concepción del trabajo como elemento esencial de
la vida humana, y del carácter económico y social de la alienación; tomó, en
fin, de Schulz la idea de que el desarrollo de la producción y de la división del
trabajo determina la sucesión de las formas de sociedad y de Estado, así como
las luchas de clases.31
Por lo demás, sería completamente falso creer que Marx elaboró su teoría
mediante una especie de compilación de ideas tomadas de esos trabajos. El ele
mento fundamental de aquélla era su nueva concepción del hombre, que precisaría
en su crítica de Hegel, de Eeuerbach y de los economistas. Gradas a ella reno
varía las ideas de Engeis, de Hess y de Schulz, para fundirlas en un todo orgánico.
Al adaptar las ideas fundamentales de Hegel a su concepción revolucionaria,
consideraba que el hombre, para afirmarse como ral, debía ejercer una actividad
2S Cf. ibid., págs. 13-20, 37, 40.
28 Cf. ibid.¡ pág. 51. "Hay que reconocer [ . . . ] que la legislación, considerada en
sus rasgos generales, se ha visto siempre obligada a adaptarse a las tiasfoimaciones ocurridas
en la sociedad, y que la vida social ha determinado las leyes en medida mucho mayor de
lo que ella ha sido determinada por éstas.”
30 Cf. W . Schulz, op. cit., pág. 74. “En el fucuro, las fuerzas naturales inconcientes que
encierran las máquinas se convertirán en nuestros esclavos. Sólo así podrá realizarse en
la conciencia y en la vida de los hombres la ¡dea general de libertad y de igualdad, que,
por lo demás, se opone a toda concepción de nivelamiento. Se realizará necesariamente,
porque las condiciones de su realización son engendradas por las leyes inmutables del des
arrollo de la producción.”
31 Macx encontró confirmadas las ideas de Schulz en Saint-Simon y en Adam Smíth.
En su libro In vestigaciones sob re la naturaleza y las cansas d e la riqueza d e las naciones,
Adam Smith había mostrado, en efecto, en forma más profunda que Schulz, pero dentro
de una perspectiva histórica menos amplia, las relaciones eutre el desarrollo económico y
el desarrollo social (Causas de la decadencia de la agricultura y de la fundación de ciu
dades después de la caída del Imperio romano - Efectos del desarrollo del comercio en las
ciudades sobre el mejoramiento de la agricultura. Cf. M ega, I, t. III, págs. 477-4S3).
F. Mehring había preguntado a Engeis si Marx no tomó parte de sus ideas de entonces
de las obras de la Escuela histórica del Derecho, en particular del libro de Lavergne-
Peguilhen, Leyes de la circulación y de la producción (Berlín, 1846), que habría leído
anteriormente. Engeis le respondió, en una carta del 28 de setiembre de 1892: "Marx
había leído, durante su estada en Bonn y en Berlín, los libros de Adam Miilier, de von
Haller, etc.; hablaba siempre con cierto desprecio de esa vulgar y grandilocuente imitación
de las obras de los románticos franceses Joseph de Maistre y el cardenal Boland. Si por
casualidad hubiera encontrado un pasaje como el de lavergne-Péguilhen, no habría po
dido causarle impresión alguna, aun suponiendo que hubiese comprendido lo que esas
personas querían decir. Marx era entonces un hegeliano, para quien pasajes semejantes
eran pura herejía; no sabía nada de economía política y no le era posible imaginar lo que
pudiera significar una expresión como 'fuerzas económicas’. Aunque hubiera conocido el
pasaje indicado, le habría entrado por un oído y salido por el otro, sin dejar huellas en
su memoria. No creo, por lo demás, que en las obras de la Escuela histórica del Derecho,
que leyó entre 1837 y 1841, haya podido encontrar un pasaje semejante” (Cf. F. Mehring,
El m aterialism o histórico, Berlín, 1952, págs. 48 -5 0 ).
concierne, libre y universal. Con esa actividad, que consiste en la exteriorización
de sus fuerzas y en la apropiación de los productos de éstas, el hombre se crea
a sí mismo trasformando la naturaleza, que al convertirse en la obra del hombre
pierde su carácter puramente objetivo. Para que el hombre pueda así manifestar
y realizar su ser, no debe alienar sus fuerzas creadoras en la producción de su
trabajo, sino que, por el contrario, tiene que reencontrarse enteramente en éste.
Pensador conservador, Hegel, a la vez que planteaba esos principios, ocultó la
negación de éstos en el régimen capitalista, que engendra la alienación de las
fuerzas creadoras del hombre en el producto de su trabajo, y consideró que en
ese régimen el hombre se reencuentra plenamente en el producto de su actividad.
Justificaba ese asetto por la espiritualización del hombre y de la naturaleza, que,
al suprimir toda alienación, le permitía considerar la actividad humana sólo en
su forma positiva de exteriorización, sin contemplar su forma negativa de alie
nación, y también considerando al hombre sólo en calidad de propietario, que,
como tal, no puede alienarse en el producto de su trabajo.
La concepción de que el hombre, para afirmarse como tal, no debe alienar su
ser, se liallaba igualmente en la base de la filosofía de Feuerbach, que constituía
entonces, con la de Hegel, el fundamento del pensamiento de Marx. Contraria
mente a Hegel, Feuerbach, cuya filosofía reflejaba las tendencias progresistas de
la burguesía, consideraba la alienación como el mal fundamental de la sociedad,
como el rasgo característico de k deshumanización del hombre, y su supresión co
mo la condición necesaria para la rehmnanización de éste. Al concebir la alie
nación, no como Marx, desde el punto de vista de los intereses de clase del
proletariado, bajo la forma del trabajo alienado, sino en el plano de una hu
manidad socialmente indiferenciada, Feuerbach la reducía, en lo esencial, a la
alienación religiosa, cuya abolición debía resultar de un simple proceso intelec
tual, de la crítica de la religión.
Marx conservaba de Feuerbach la concepción de que la alienación constituía
la característica de la sociedad deshumanizada, y que su supresión era condición
necesaria para la rehumanización del hombre, y, rechazando la solución idealista
que daba del problema de la alienación, lo superaba, al mismo tiempo que a
Hegel, considerando que la trasformación de la sociedad exigía la supresión del
trabajo alienado, y que esa eliminación sólo podía ser obra de la acción revolu
cionaria del proletariado.
C r ít ic a d e l a e c o n o m ía p o l ít ic a
y que el trabajo, que en el sistema feudal estaba vinculado a la agricultura y aún no tenia
por ello un carácter abstracto, se vuelve cada vez más indiferente frente a su objeto y ad
quiere una forma abstracta independiente de éste; por último, al considerar los efectos so
ciales de esa crasformacíón económica, q ue engendra una lucha de clases entre los terrate
nientes y los industriales, así como entre la burgnesía y el proletariado, muestra que los
grandes principios, en cuyo nombre luchan entre sí los terratenientes y los industriales, sólo
sirven para ocultar las profundas diferencias de intereses que oponen la propiedad territo
rial a la propiedad mobiliaria y que son los verdaderos móviles de su lucha. (Cf. ibid.,
88-91).
40 Cf. el siguiente pasaje extraído por Marx del Curso com p leto d e econom ía política
práctica de J . B. Say (Bruselas, 183Ó), " la economía política no es otra cosa que ¡la
economía de la sociedad". (Cf. M ega, I, t. III, pág. 4 5 5 ).
41 Cf. ibid., pág. 449. "La propiedad privada es un hecho que la economía política no
trata de justificar, pero que le sirve de íundamento. No existen riquezas sin propiedad
privada; por ser la economía política la ciencia d el enriquecim iento, descansa en la pro
piedad privada, es decir, en un hecho cuya necesidad no demuestra.”
42 Cf. M anuscritos. . . , ed. cit., págs. 69-70. "La econom ía p olítica oculta el h ech o d e
la enajenación in h eren te a la naturaleza d el trabajo al no considerar la relación directa en
tre el obrero (trabajo) y la producción.”
43 Cf. ibid., pág. 81. "Cuando se habla de propiedad privada se piensa que se refiere
a algo exterior ai hombre mismo. Cuando se habla del trabajo nos referimos directamente
al hombre mismo.” '
44 Cf. M ega, I, t. III, pág. 55813-22.
45 Cf. M anuscritos, ed. cit., págs. 92-93.
4" Cf. ibid., págs. 93-94.
piedad privada. AI no comprender las razones de la formación y del desarrollo
de ese sistema, demuestra ser incapaz de explicar la separación operada entre
el trabajo, el capital y la tierra .47
Por lo demás, al considerar la competencia, Ja libertad de producción y k di
visión de la propiedad agraria como hechos accidentales y no como consecuencias
necesarias del desarrollo del régimen del monopolio, de la producción corporativa
y de la propiedad feudal, opone la teoría correspondiente a uno de esos sistemas
a la que corresponde al otro, la teoría de la competencia a la del monopolio, la
de la libertad de producción a la de la producción corporativa, la de k división de
la propiedad agraria a la de la gran propiedad, sin ver los lazos que las unen.48
En fin, debido a que esta teoría admite como un fenómeno natural y necesario
el proceso de cosificación de las relaciones sociales, que trasforma los productos
del trabajo en objetos aparentemente independientes del hombre, los economistas
burgueses no han podido descubrir el carácter fetichista de las mercancías con
sideradas fuera del hombre que las produce. Los economistas modernos han ne
gado la identificación que hacen los monetaristas, entre la riqueza y ei dinero me
tal, pero como-reducen la riqueza al valor de cambio, que en la práctica sólo se
expresa bajo la forma de dinero, éste constituye igualmente para ellos la esencia
de la riqueza. La única diferencia que los separa de los monetaristas es que éstos
identifican la riqueza con el dinero metal, mientras que ellos la identifican con
el dinero considerado en su forma abstracta de valor de cambio, limitándose así
a remplazar la superstición grosera de los monetaristas por una forma más refinada
de superstición.49
Al considerar, a diferencia de los economistas, los hechos económicos ante todo
como hechos sociales, Marx basa su crítica de la economía política y del sistema
capitalista en la del trabajo alienado, y muestra cómo éste, por la cosificación de
las relaciones sociales, determina la separación del hombre respecto del producto
de su trabajo, de su propio ser y de la comunidad humana.
La economía política, dice, considera el régimen de propiedad privada como
un hecho intangible, y el modo de producción basado en ese régimen como un
modo necesario, que responde a la vez a la naturaleza de las cosas y a la natuca-
leza humana. La producción, para ella, no tiene por objeto la creación de valores
de uso, sino de valores de cambio. Como ve en el cambio de esos valores, en el
cambio de mercancías, el fundamento normal de las relaciones sociales, parte en
sus consideraciones de esa forma inhumana, alienada, de las relaciones sociales
trastornadas en relaciones comerciales.50
Marx destaca lo inhumano de las relaciones sociales así cosificadas, mediante
47 Cf. ib id ,, págs. 6 6 - 6 7 -
O. ib id ., pág, 67.
« Cf. Mega, I, t. III, págs. 532-«-5 331 ■*.
50 Cf. ibid., págs. 536-537. "La economía política concibe bajo el aspecto del cam bio
y d el com ercio la com unidad humana, la acrsiicUd social, mediante la can! los hombres se
afirman como tales y se completan mutuamente''; 'Xa saciedad, dice Destutt de Tracy.
está constituida por una serie d e can jes”; "La sociedad, dice Adam Smith, es una sociedad
com erciante; cada uno de sus miembros es un com ercia n te’' Vemos así que la economía
política considera la forma alienada de las [elaciones sociales como su forma esencial, ori
ginal, que responde a la vocación humana." Cf. ibid-, pág. 53’ -1-15. Cf. D. I. Rosenbetg,
op. cit ... pág. 1 2 0 . '
una comparación entre el modo de actividad que responde a ¡a verdadera natu
raleza del hombre y la actividad de éste en la sociedad capitalista.61
En la verdadera sociedad humana, los hombres se afirman por sus obras y se
enriquecen mutuamente con ellas. En esa sociedad, el trabajo y su producto son
la confirmación y la realización de la personalidad del productor, y el cambio
que hacen los hombres de los productos de su trabajo constituye el fundamento
de las verdaderas relaciones sociales, de la verdadera comunidad humana.
En el régimen capitalista ios productos del trabajo y el intercambio de éstos
pierden su carácter humano debido a la cosificación de las relaciones sociales.
Esa cosificación es la consecuencia del paso de la economía natural, en la nial
el objeto producido permanece ligado al productor, a la economía mercantil, en
la que, a consecuencia de la superproducción de valores de uso, que se trasíorman
en vaiores de cambio, se produce una modificación radical de la naturaleza de la
producción y de la propiedad.
En la economía natural, que responde al estado salvaje o bárbaro de la hu
manidad en el cual la producción se limita a los objetos destinados a satisfacer las
necesidades personales del productor, no existe superproducción ni intercambio.53
Éste nace en el marco de la economía natural debido a que un productor debe
recurrir al producto de otro para satisfacer una necesidad. La producción deter
minada por el cambio tiene por fin, no ya la satisfacción inmediata de las nece
sidades del productor, sino la posesión, por la vía de la superproducción, de pro
ductos susceptibles de servir como medios de cambio. En el cambio, cada pro
ductor cede a otro una parte de su producción, de su propiedad, y esta cesión
recíproca de sus productos, de sus bienes, constituye la base de las relaciones
sociales entre los propietarios.53
Este nuevo modo de producción y de cambio no es verdaderamente humano,
porque deshumaniza a la vez el trabajo, el producto de éste y el cambio.
El trabajo, en efecto, deja de ser la actividad creadora mediante la cual el hom
bre realiza su ser; al convertirse en un medio de adquirir riquezas, se trasforma
en actividad del hombre deshumanizado, en trabajo "alienado'’, en el cual des
aparece la relación inmediata que vincula al productor con su trabajo.34
Lo mismo sucede con el producto del trabajo, que en esa forma nueva de pro
ducción deja también de tener un carácter verdaderamente humano; en efecto,
al convertirse en valor de cambio, en producto de permuta, ya sólo tiene valor
como medio de procurarse objetos equivalentes, en lugar de ser una obra en la
cual se afirma el ser del individuo y de la comunidad.55
Debido a ello el cambio pierde asimismo su carácter humano, porque tiene
lectual del hombre. Esta relación se hace más tarde recíproca." Esta concepción, tan con
traria a la doctrina posterior de Marx, se explica por el hecho de que él consideraba en
tonces todos los fenómenos económicos y sociales del régimen capitalista como consecuen
cias del proceso de alienación.
60 Cf. Mega, I, t. III, págs. 5 4 4 l 2 -i 8 j 5 4 5 4 0 . 5 4 6 2 0 .
01 Cf. ¡bid., págs. 544 3S-54514.
62 Cf. i bid., t. III, pág. 536. "Decir que el h om bre se aliena es decir que la sociedad
en que vive constituye la caricatura de su ser g en érico y de la vida que corresponde a éste,
que su actividad se convierte para él en una fuente de tormentos, que el producto de ésta
se trasforma pata él en una fuerza extraña, que su riqueza se vuelve pobreza, que los
vínculos profun dos que lo unen a los demás hombres se disuelven, que su separación del
resto de los bombees caracteriza su existencia, que su vida está hecha del sacrificio de
ésta, que la realización de su ser es la negación de su vida, que su producción constituye
su aniquilamiento, que el poder que debería ejercer sobre las cosas se trasforma en domi
nación de éstas sobre él y que en lugar de ser el amo del mundo que crea, se convierte
en el esclavo.”
la verdadera forma de producción es la producción de valores de cambio, de
mercancías, y que su objetivo es el establecimiento entre los hombres de relacio
nes comerciales con el canje de mercancías.
Al justificar el sistema capitalista, y con él la sociedad inhumana que pro
duce, la economía política se ve llevada necesariamente a justificar asimismo Jas
categorías económicas: cambio, comercio, valor, precio, dinero, que responden
a ese sistema.
A diferencia de los economistas burgueses, Marx considera esas categorías como
efecto del proceso de cosificación engendrado por el régimen de la propiedad
privada, y las critica desde ese ángulo.83
La sociedad mercantil está regida por la competencia, que es la ley del régimen
capitalisra. Al plantear en principio que la demanda regula la producción, y que
rodo capital encuentra así necesariamente su empleo, los economistas demuestran
ser incapaces de explicar la competencia, que atribuyen a causas accidentales, 6,1
como sus efectos: la superproducción y las crisis.00
El desarrollo de ¡a producción y de la competencia provoca el de la división
del trabajo. Así como el canje comercial es una falsificación del verdadero modo
de cambio entre los hombres, así la división del trabajo es una falsificación de
su actividad verdadera, porque, al limitar al hombre a una esfera muy estrecha de
actividad, de h cual no puede evadirse, hace de él un autómata, un monstruo
físico e intelectual.88
Con el desarrollo de k producción mediante la división de! trabajo, aumenta
la creación de valores de cambio, que es lo único que cuenta en la sociedad mer
cantil, en la cual la producción de valores de uso está subordinada a su utiliza
ción como valores de cambio. El valor de cambio se expresa por su poder de
compra, cuyo monto se determina por la comparación entre el objeto que se nece
sita y el que se ofrece en canje. Esa comparación, según la teoría de Ricardo, se
hace posible porque entre los diferentes objetos existe un elemento común, la
cantidad de trabajo —concebido en su forma general, abstracta— necesaria para
su producción; la diferente cantidad de trabajo invertida en esos objetos deter
mina la diferencia de su valor de cambio.
En lugar de desarrollar, como lo haría más tarde, la teoría del valor de R i
cardo, Marx la rechaza porque pensaba, como Engels, que en el sistema capita
lista el valor está determinado por la competencia y se expresa en el precio co
rriente G7; porque Ricardo no tenía en cuenta la ganancia y la renta que se in-
Cf. M anuscritos. . ed. cit., pág. 93. "Así como hemos encontrado el concepto de
propiedad privada partiendo del concepto de trabajo enajenado, alienado, por medio del
análisis, del mismo modo cada categoría de la economía política puede ser desarrollada
con la ayuda de esos dos factores; y volveremos a encontrar en cada categoría, es decir,
en comercio, competencia, capital, dinero, sólo una expresión definida y desarrollada de
los primeros principios.”
"■* Cf. ibid., pág. 6 6 .
G!> Cf. Mega. I, t. III, págs. 576S2-57911'.
nn Cf. M a n u scritos.... ed. cit., pág. 134.
«r Cf. M ega, 1 ,t. III, págs. 493íf- ,l’> 530»*-531tD, 556 3 , -557*.
duyen en el precio,88 y sobre todo porque reprochaba a Ricardo el que justifi
cara con esa teoría el régimen capitalista 89
El valor de cambio que halla su expresión en el precio se expresa en la práctica
el dinero. Como el objeto pierde toda determinación cualitativa al trasformarse
en dinero, éste se presta perfectamente para el papel de mediador de los canjes.70
Toda relación Humana con los objetos canjeados desaparece en esa mediación
del dinero en los canjes, y k dosificación de ks relaciones sociales, y con ella la
alienación, en forma de subordinación del hombre al poder de las cosas, hallan
en él su expresión perfecta.71
Mediador de los canjes, el dinero encuentra su forma más apropiada en el papel
moneda 72 y sirve de base para el crédito.
<|S Cf. ibid.. pág. 494. "Ricardo sostiene que el trabajo engloba todos los elementos del
precio, dado que el capital es trabajo. Say [ . . . ] señala que Ricardo ha olvidado que la
ganancia y la renta no entran gratuitamente en la composición del precio. Proudhon con
cluye con razón que allí donde existe ia propiedad privada, un objeto cuesta más de lo
que vale y que ese exceso constituye el tributo que se paga al propietario."
89 Cf. ibid., pág. 50239' 43. Si la concepción del trabajo alienado llevó a Marx a techa-
zar la teoría del valor de Ricardo, cuyo desarrollo le permitiría, más tarde, dar, con esa
teoría del valor y de la plusvalía, la verdadera explicación de la formación de la propiedad
privada y de las relaciones entre el capital y el trabajo, le permitió, por otra parte, denun
ciar las contradicciones de la economía política y lo inhumano de! régimen capitalista.
Además hay que observar que si bien Marx pensó primero que la influencia de la com
petencia es determinante en la fijación del valor de cambio, en su crítica de J. M ili, ya
subrayaba que el valor de cambio está igualmente determinado por la cantidad de trabajo
incluido en Jas mercancías, concepción que predominaría en Miseria d e la filosofía. Cf.
D. J. Rosenberg, op. cit., pág. 95 y sigs.
to Cf. ibid,, pág. 54018-2i .
71 Cf. ibid.,, pág. 531. "Mili resume muy bien lo esencial del problema calificando el
Muero de m ediador de los canjes. La esencia del dinero no reside primitivamente en el
hecho de que en él la propiedad esté alienada, sino en la circunstancia de que la acción
m ediadora de los hombres, su actividad social, gracias a la cuaL sus productos se comple
mentan mutuamente, se trasforma, por él, en una actividad alienada, en una propiedad
de un objeto material, independiente del hombre. AJ, trasferir al dinero su actividad me
diadora, el hombre trasforma sus relaciones con los objetos y su acción sobre ellos en rela
ciones y en acción de un ser que le es a la vez superior y extraño. Al recurrir a ese
mediador extraño, en lugar de desempeñar él mismo el papel de mediador, el hombre hace
de su voluntad, de su actividad, de sus relaciones con los demás hombres, una fuerza
independiente de él y de los otros. Su servidumbre llega así a lo sumo. Es evidente que
ese m ediador se convierte desde entonces para é! en el dios real, porque posee, cómo me
diador, p od er r e d sobre lo que mediatiza. Su culto se convierte, así, en un fin en. sí. Se
parados de este mediador, los objetos pierden todo valor, porque sólo valen cuando lo
representan, en tanto que originariamente él mismo sólo parecía tener valor en la medida
en que los representaba. Con esta inversión inevitable de la relación original entre el
objeto y el dinero, éste se convierte en la esencia de la propiedad privada, en la m ediación
alienada entre los productos de la actividad humana y en ia expresión alienada de ésta.
Todas las cualidades que se deben, en la producción, a la actividad humana, son trasladadas,
por ello mismo, a ese mediador; el hombre, como tal, separado de ese mediador, se em
pobrece, así, en la misma medida en que éste se enriquece." Cf. ibid., pág. 540. "En e!
dinero, que manifiesta la mayor indiferencia tanto frente a la naturaleza específica del
objeto, de la propiedad privada, como frente a la personalidad del propietario, se expresa
la dominación absoluta de la cosa alienada sob re el hombre. lo que al principio era do
minación del hombre sobre el hombre se trasforma en dominación general de las cosas
sobre la persona humana, del producto sobre el productor. La alienación de la propiedad
privada implicada en el objeto trasformado en equivalente en e! valor de cambio, halla su
materialización, su realización, en eí dinero.’’
73 Cf. ibid., pág. 53313 -25 .
En el crédito, que restablece relaciones personales en el proceso de los canjes,
el dinero adopta su forma más odiosa, porque bajo la máscara de la confianza,
esconde la desconfianza más absoluta del hombre respecto de los demás hombres.73
Sobre el crédito reposa el sistema bancario, que encarna el poderío del Estado
burgués.74
Después de este análisis de la producción capitalista y de las categorías econó
micas por ella determinadas, Marx continúa su estudio crítico del régimen capi
talista con un análisis de las tres fuentes de renta de ese régimen: el salario, el
beneficio del capital y la renta territorial.75
A diferencia de la Economía política, que considera la separación entre el tra
bajo, el capital y la propiedad agraria —que se traduce en la oposición entre el
salario, la ganancia y la renta— como un hecho natural y necesario, Marx sub
raya que esa separación, resultante del régimen de la propiedad privada, tiene por
consecuencia la exclusión del asalariado de la propiedad privada y el despojo de
una gran parte del producto de su trabajo, que se reparten el capitalista y el te
rrateniente.
En su análisis del salario, Marx describe la situación de los obreros en la
década del 40, en una época en que, como no estaban protegidos por poderosos
sindicatos, ni por una legislación social, los obreros vivían en las peores condi
ciones debido a la prolongación de la jomada de trabajo y a la disminución de
los salarios, provocadas por la competencia dei maqumismo y por las crisis.76
Marx observa primero que la oposición entre el salario, la ganancia y la renta
que no es sino la expresión del antagonismo entre el capital y el trabajo, engen
drado por el régimen de la propiedad privada; 77 demuestra ser particularmente
desfavorable para el obrero, que es la víctima.
Ello se manifiesta esencialmente en la insuficiencia del salario que percibe éste,
y que apenas alcanza para asegurarle una existencia miserable.
Contrariamente al principio planteado por los economistas, según el cual el
t s Cf. ibid., págs. 533 2 G-535M.
71 Cf. ibid., pág. 5 3 5 '*--t i
75 Cf. M an uscritos. . ed. cit., págs. 10-64.
76 A l no conocer por experiencia, contrariamente a Engels, la situación de los obreros,
Marx la describe según los trabajos de especialistas: Informe de Villerme a la Academia
de Ciencias Morales, París, 1840. E. Suret, D e la m iseria d e las clases laboriosas en In
glaterra y en Francia, París, 1840. Citado en M ega, págs. 50-51.
C. C. Pécqueur, N ueva teoría sobre econ om ía social y política, París 1842. Cf. ibid.,
pág. 49.
Ch. London, S olución d e l problem a d e la pobla ción y d e la subsistencia, París, 1S42.
Cf. ibid., págs. 49-50.
W.Schulz, op. cit., Cf. ibid., págs. 46-49.
77 Cf. M ega, M anuscritos. . ., ed. cit., pág. 95. “la s relaciones de la propiedad privada
contienen latentes las relaciones de propiedad privada en cuanto a trabajo, las mismas re
laciones en cuanto a capital y las relaciones mutuas de ambas. Existe la producción de la
actividad humana en cuanto a trabajo, esto es, una actividad alienada por completo a sí
misma, al hombre y a la naturaleza [ .. - i la existencia abstracta del hombre como sim
ple trabajador [ . . . ]la negación de su existencia social. Por otra parte está la producción
del objeto de la actividad humana en cuanto a capital en la que toda determinación natural
y social del objeto se ex tingue; en la que la propiedad privada ha perdido su cualidad
natural y social [ . . . ] el capital [ . . . ] puede manifesar una indiferencia absoluta ante
su contenido real. Llevada hasta el extremo, esta contradicción [entre el capital y el trabajo.
— A.C.] es necesariamente el lím ite, la culminación y la caída de roda la relación propie
dad privada.”
«abajo es el único elemento creador de riquezas, el obrero no recibe en realidad
más que una débil parte del valor de su producción, parte que, por lo demás, debe
disputar enérgicamente a su empleador.78
Por lo general es el capitalista quien sale vencedor en esta lucha, porque,
como además de la ganancia que obtiene de su capital, dispone de diferentes en
tradas: alquileres, rentas, y como se beneficia con la ayuda que los capitalistas
se prestan mutuamente en su lucha contra la clase obrera, puede prescindir más
tiempo del obrero que éste de él; en efecto, el obrero no puede subsistir más que
con su salario y por lo general se halla obligado, bajo amenaza de perder su
empleo, a aceptar las condiciones que le impone su empleador.79
Obligado a vender su trabajo, y reducido-él mismo, por ello, a la categoría de
mercancía, el obrero se halla sometido a las mismas condiciones de existencia que
las mercancías.
Depende, como ellas, de la oferta y la demanda, y debe considerarse feliz de
encontrar demanda de empleo, sin la cual está condenado a la miseria y la des
ocupación.80
Trasformado en mercancía, se convierte en una mercancía tanto más barata
cuanto que el perfeccionamiento de las máquinas y la prolongación de la jornada
de trabajo aumentan su producción, de manera que se deprecia en la medida
misma en que produce.81
Tilo explica que k tasa normal de su salario no exceda el mínimo que le es ab
solutamente necesario para poder vivir estrictamente con sus hijos.82
Su miserable condición resulta agravada, además, por el hecho de que es quien
más sufre con las fluctuaciones del mercado, pues el aumento de salarios es siem
pre inferior al de los precios, en tanto que la reducción de éstos va siempre acom
pañada por una reducción paralela de los salarios 83
Su situación tiende a empeorar con la caída de la producción, que provoca, al
mismo tiempo que la agravación de la competencia entre los obreros, la reducción
de los salarios y la desocupación.84 Mejora un poco con el aumento de la pro
ducción, debido a que la demanda de trabajo supera entonces a la oferta. Pero
esta mejoría es precaria; el crecimiento del capital, siempre más considerable y
más rápido que el de los salarios, y el desarrollo acelerado del maquinismo, agra
van, en efecto, la servidumbre del obrero, en tanto que la superproducción, que
aparece rápidamente, y el malbaratamiento que de ello resulta, provocan de nuevo
la disminución de los salarios, la desocupación y la miseria.85
La economía política no se preocupa en absoluto de esta situación miserable del
78 Cf. ibid., pág. 79- "La economía política parte del trabajo como el alma verdadera de
la producción; sin embargo, al trabajo no le concede nada y a la propiedad privada, todo.”
Q . M ega, I, t. III, págs. 4 3 10 -'Í415, 465 13-46722, 5 0 2 -«-5 0 4 17, 521 33-52249.
7» Cf. ibid., págs. 4010-14, 4239-12, 4 5 2 6 -ss.
SO Cf. M anuscritos, ed. cit., pág. 84.
84 Cf. ibid., pág. 6 6 .
82 Cf. ibid., págs. 17, 23, 24. La tendencia a reducir los salarios a una tasa mínima,
calificada por Ricardo de ley del salario necesario y más tarde por Lassalle de ley de hierro
de los salarios, eta entonces considerada por Marx como consecuencia necesaria, debido a
que en el régimen capitalista la oferta de trabajo supera generalmente la demanda. Más
adelante modificó esa concepción y tomó posición contra Lassalle.
83 Cf. ibid., pág. 18.
84 Cf. ibid., pág. 19.
88 Cf. M ega, I, t. III, págs. 4 H 7 -4310, 4949-10, 5119-17.
obrero. Como sólo ve en él un elemento de la producción, se desinteresa de él en
tanto que 'nombre, lo que le permite enunciar el principio de que el obrero no
debe implicar más gastos que los absolutamente necesarios para la buena marcha
de la empresa.86
Por lo que se refiere al obrero sin trabajo, al desocupado, la economía política
lo ignora totalmente, y deja a la policía, la justicia y la religión el cuidado de ocu
parse de éi.S7
Para terminar, Marx destaca la contradicción absoluta que existe entre la si
tuación teórica del obrero, tal como debería resultar de los mismos principios
enunciados por la economía política, y su situación real en el régimen capitalista:
"[El economista - A.-C.~\ nos dice que en principio la totalidad d el produ cto del
trabajo vuelve al obrero, pero nos dice también que en realidad éste sólo percibe
una parte pequeña de ese producto, justo lo que le permite vivir, no como hom
bre, sino como obrero, y perpetuar, no la especie humana, sino la clase servil de
los proletarios.
"Nos dice que el trabajo permite comprarlo todo, y que el capital no es sino
trabajo acumulado, pero nos dice también que lejos de poder comprar todo, el
obrero debe venderse y alienar su naturaleza humana.
“Mientras la renta territorial reporta en general al propietario de la tierra
—que no es más que un ocioso— el tercio de la cosecha, y en tanto que el be
neficio que obtiene el capitalista diligente se eleva al doble del interés del dinero,
la ganancia del obrero, en el mejor de los casos, es tan ínfima que de cuatro de
sus hijos dos están condenados a morir de hambre.
"El economista dice con razón que el trabajo es el elemento activo de la
riqueza, y que sólo con él puede el hombre aumentar el valor de los productos
de la naturaleza, pero al mismo tiempo afirma que el terrateniente y el capitalista
son seres divinos, privilegiados y ociosos, en todo sentido superiores al obrero
a quien dictan sus leyes.
“En tanto que la división del trabajo aumenta la cantidad y la calidad de la
producción, y enriquece a la sociedad, empobrece al obrero, a quien rebaja al
rango de máquina.
“En tanto que el trabajo acrecienta el bienestar de la sociedad por la acumula
ción de! capital, aumenta cada vez más la sujeción del obrero al capital, y lo
agota sometiéndolo al ritmo infernal de la superproducción.
"En tanto que, según el economista, el interés del obrero debe coincidir con el
de la sociedad, ésta, en realidad, le es siempre y necesariamente hostil.” 88
Al salario se oponen el beneficio del capital y la renta territorial, que son,
no una remuneración de! trabajo efectuado por el capitalista o por el terrate
niente, sino tributos tomados por ellos sobre el producto del trabajo ajeno.
A diferencia de lo que piensan los economistas, el capital no es verdadero tra-
s,i Cf. M ega, erl. cit., págs. 22-23- "Se sobrentiende que el proletario, es decir, el hom
bre que —sin tener capital y renta— vive solamente por su trabajo, y de uu trabajo abs
tracto, unilateral, es considerado por la economía política solamence como un o b re ro . Por
consiguiente, la economía política puede adelantar la proposición de que el proletario, como
si hiera un caballo cualquiera, debe conseguir lo que lo capacite para trabajar.” Cf. pág.
24. "Pero la economía política ve al obrero sólo como un animal de trabajo, como una
bestia estrictamente reducida a sus necesidades corporales."
sr Cf, ibid., págs, 25, 84.
a» Cf. ibid., págs. 23, 24.
bajo acumulado, sino trabajo alienado acumulado en forma de mercancías.''*'1 La
simple acumulación de éstas en forma de stock no constituye por sí misma un ca
pital; sólo se conviene en tal cuando el propietario del stock obtiene de él una
ganancia.80
La tasa media de la ganancia se mide, en general, por el interés del dinero, que
aumenta y disminuye con la ganancia.'11 Su tasa mínima debe ser siempre superior
al monto de las pérdidas eventuales a que está sujeta toda colocación de capitales.
Alcanza su tasa máxima cuando absorbe la totalidad de la renta territorial y cuando
la reducción de los salarios llega al extremo.®2
Lo que por lo general aumenta la tasa de ganancia es el aumento de la parte
del trabajo en la fabricación de las mercancías. Cuanto más trabajo hay invertido
en una mercancía, más aumenta, en efecto, en el precio, la parte correspondiente
al salario y a la ganancia, respecto de la que le corresponde a la renta territorial.
El aumento de la parte del trabajo en la fabricación de mercancías demuestra ser,
por lo demás, mucho más beneficiosa para el capitalisca que para el obrero.®*1
La colocación más ventajosa de capital es la que reporta más ganancia presen
tando un m ínim o de riesgos; esa colocación no es necesariamente la más venta
josa paca la sociedad; con frecuencia es inclusive contraria a los intereses de
ésta.94
Esa oposición entre el interés del capitalista y el de la sociedad se m anifiesta en
particular en la cendencia del capitalismo a obtener el máximo de ganancias m e
díante el monopolio.
La única defensa posible contra el monopolio es la competencia, cuya condición
previa es una acumulación múltiple de capitales. Por su propio desarrollo, la
competencia lleva de nuevo al monopolio debido a la concentración de capitales
que provoca.95 El aumento de la competencia causa, en efecto, una reducción de
los beneficios que perjudica en particular a los pequeños capitalistas, progresiva
mente arruinados por los grandes, que no sólo pueden conformarse con una ga
nancia menor, sino que tienen además la ventaja, sobre ios pequeños capitalistas,
de poder comprar y vender más barato e invertir una parte relativamente menor
de capital.06
La renta territorial es, menos aún que la ganancia, el fruto del trabajo del que
la percibe. 07 Está formada por la ganancia que el propietario retira de la cierra,
independientemente de las mejoras que haya aportado a la misma y varía én razón
de la fertilidad del terreno y de su ubicación.98
Su monto resulta de la lucha desarrollada entre el propietario y el arrendatario
por la distribución de la cosecha." Aumenta con el desarrollo de k población98
89 Cf. M ega I , t. 1 0 , pág. 5 5 7 U - M . Sobre el capital y el beneficio, cf. p á g s. 4 64 1 8 -2 S ,
4 6 7 * 4 4 6 9 8 * », 4 7 2 « - 4 7 7 2* , 4 9 4 M - 4 9 8 34, 5 0 9 s« - 5 l l s l , 5 i 4 “ .5 1 9 * , 525»*-**».
00 Cf. ib ii., pág. 5234' 87.
«i Cf, ibid., págs. 5323-54-L
02 Cf. ibid., pág. 545-24.
" Cf. ib id ., pág. 55a- " .
04 Cf. ib id ., págs. 55S°-;J7, 563-,T.
8S Cf. ib ii., págs. 56SS-57ST.
aa Cf. ibid., págs. 582U-61!*!.
87 S o b re la re n ta te r r ito r ia l, C f. ib-id., oágs. 67-3.0. 4 6 9 ::®-47'2s , 4 t)n-, - - 5 0 2 e . 51 22fi‘ 5 I V '1.
y iQ S .-n 5 2 0 » « - 5 2 1 * s , 5 2 5 3 8 -5 2 6 5 , 5 5 3 s L v 5 f .2 t S 5 9 2«-560® .
"8 Cf. ibid., pág. 634- « .
f,& Cf. ib-id., pág. 6 9 » 1
y de sus necesidades, lo que determina la elevación de los precios de los comesti
bles y de las materias primas, así como con la utilización de materias primas hasta
entonces poco empleadas. Así es como la renta que proporcionan las minas de
carbón ha aumentado enormemente debido a la construcción de ferrocarriles y
de barcos de vapor.100
Del hecho de que la renta territorial aumenta por el crecimiento de las necesi
dades, los economistas burgueses han extraído la conclusión de que el terrate
niente se halla interesado por el bienestar de la sociedad. En realidad el aumento
de la renta territorial está ligado, como todo aumento de riqueza en el régimen
capitalista, a un crecimiento de la miseria, como lo demuestran la elevación cons
tante del precio de los arriendos y la explotación de los agricultores y de los
obreros agrícolas por los terratenientes.101
Al respecto, se ha deplorado, muy equivocadamente, el fin del régimen feudal,
en el que entre los terratenientes, agricultores y obreros agrícolas existían vínculos
en apariencia más estrechos y humanos que los resultantes de las relaciones de
dinero. En realidad era necesario que desapareciera ese falso semblante de huma
nidad, que la tierra, integrada en el desarrollo general del nuevo modo de pro
ducción, adoptara la forma de capital y que las relaciones entre terrateniente,
agricultor y obrero agrícola fueran reducidas a relaciones entre explotador y ex
plotados, para que la propiedad agraria se mostrara con su verdadero rostro.102
La propiedad agraria, como la industria, está sometida a la ley de la competen
cia. El pequeño propietario, en efecto, se halla frente al grande en las mismas
condiciones que el artesano frente al industrial. Así como el artesano es aplastado
por el industria!, el pequeño propietario es eliminado por el grande, que tiene
la ventaja de poder utilizar máquinas y explotar agricultores.103 La división de la
propiedad agraria tiene, así, las mismas consecuencias que la competencia en el
dominio de la industria. Al comienzo tiene por efecto la destrucción del mono
polio feudal de la tierra, pero termina, debido a la competencia que se establece
entre los propietarios, y a la ruina de los más débiles, en el restablecimiento del
monopolio con una nueva concentración de la propiedad privada.104
Marx termina su análisis del desarrollo de la propiedad agraria condenando el
fraccionamiento de tierras, que hace imposible su explotación racional, y el mo
nopolio, que refuerza el sistema de la propiedad privada. Preconiza su remplazo
por un sistema de propiedad colectiva, basado en ia asociación de los productores,
que, al mismo tiempo que establecería la igualdad entre éstos, conservaría todas
las ventajas de la gran propiedad.105
Continúa su análisis del desarrollo de la propiedad agraria, y muestra cómo ese
desarrollo ha determinado una trasformación radical de aquella.
Bajo la forma de propiedad feudal, la propiedad agraria es profundamente di
ferente del capital, qite se forma, por oposición a ella, en el seno de la sociedad
feudal. Esa diferencia se traduce, no sólo en la oposición entre la agricultura y
la industria, sino también en el carácter del trabajo. En el dominio industrial, al
1 ,4 C f. ib id ., o ág s. 7 9 ;!7’ - S 0 1 '1.
J15 Cf. ibid., pág. 1032°-4".
’■ 111 C f. ib id ., p á g . 8 1 .
117 C í. M anuscritos, ed . c it., p ágs. 6 5 - 8 2 . El trabajo alienado.
’ 1S C f. ib id .. p ágs. 6 7 , 6 8 . "El o b re r o se h ace m ás p o b r e m ie n tra s m a y o r riq u e z a p r o
d u ce, m ie n tra s m ás a u m e n ta su p ro d u c c ió n e n p o d e r ío y e x te n s ió n . El o b re ro se c o n v ie rte
■ Así como en la religión el hombre se despoja de todo lo que aliena en Dios, así
el obrero se desvaloriza y se envilece en la misma medida en que el mundo que él
crea se acrecienta y embellece. 119
Como el producto de su trabajo queda fijado en un objeto que le es a la vez
extraño y hostil, 120 su actividad, en lugar de ser la realización, la materialización
de sus fuerzas creadoras, se convierte en una constante pérdida de éstas.121
La devaluación del obrero, reducido a la condición de mercancía y som ecid o
como ésta a la ley de la oferta y la demanda, 122 aumenta con el desarrollo del
maqumismo, que, al agravar la competencia con el empleo de mujeres y niños
miserablemente retribuidos, tiene por efecto la prolongación progresiva de la jor
nada de trabajo y la rebaja constante de los salarios.
El obrero, que, a diferencia del artesano, no posee instrumentos de trabajo y que
difícilmente puede cambiar de ocupación debido a la especialización engendrada
por la división del trabajo, debe someterse a las exigencias de su empleador. Al
obligar al obrero a producir cada vez más por un salario cada vez más reducido, ei
capital, que sólo existe por el obrero que trabaja para él, tiende paradójicamente
a destruirlo.133
1 3 1 C f. ¡bul., p á g s. 7 3 , 74.
135 C f. ibiíl., p á g s . 6 8 , 74.
C f. ibkí., p á g s. 7 2 , 7 3 , 74.
13 7 C f. ibid., p á g s . 7 6 - 7 7 - 7 8 . " U n a consecu en cia in m e d ia ta d e l h e c h o d e q u e e! h o m
b re sea e n a je n a d o d e ! p ro d u c to d e su tra b a jo , d e su a c tiv id a d v ita d , de su ser e se n c ia l, es
A ttuijeuttmteMO d el hom bre resp ecto d e ! h o m b re . Si un h o m b re es c o n fro n ta d o a sí m ism o,
- c o n fro n ta d o p o r otro h o m b re . E n re a lid a d , l a p ro p o s ic ió n de q u e la n a tu ra le z a esen cia l
d e l h o m b re le es e n a je n a d a sig n ific a q u e u n h o m b re es e n a je n a d a d e o tro , al ig u a l q u e
■-'..la cu al lo es de ia n a tu ra le z a d e l h o m b re [ . . . ] La re la c ió n d e l h o m b re c o n sig o m is
m o s ó lo se h ace objetiva y r e d p a r a é l a tra v é s d e su re la c ió n c o n o tro h o m b re . A s í ,
si e l p ro d u c to d e su t ra b a jo , su tra b a jo objetivado, es p a ra é l u n o b je to e x tra ñ o , h o s til,
p o d e ro s o , in d e p e n d ie n te d e é l, e n to n c e s su p o s ic ió n a n te éste es ta l, q u e a lg u ie n m á s es
c-l d u e ñ o d e e se o b je to , a lg u ie n e x tra ñ o , h o s til, p o d e ro s o e in d e p e n d ie n te d e é l. S i su p ro p ia
a c tiv id a d n o es líb r e , e n to n c e s la t ra ta c o m o a c tiv id a d re a liz a d a a l s e rv ic io , b a jo la d o m i-
u A ción, la c o e rc ió n y e l y u g o d e o t r o h o m b re .”
1 8 8 C f . ibid., p á g . 9 8 .
es explotado por el capitalista, el cual, aunque no trabaja, dispone del producto
del trabajo, del que despoja al obrero.13’’
El capitalista, que '.'ive y prospera sólo en la medida en que explota al obrero,
lleva debido a que permanece extraño al trabajo, una vida totalmente diferente
de ia del obrero, respecto del cual es tan hostil como éste lo es respecto de él.
. Esa oposición entre el capitalista y el obrero se halla agravada por el desarrollo
de la división del trabajo, que, al reservar a la burguesía la actividad intelectual
y at obligar a ia dase obrera a dedicarse sólo a ocupaciones puramente materia
les, crea entre ambas una balrera y un abismo infranqueables.
Vemos así que el sistema de la propiedad privada, al oponer a los hombres'-
entre sí, destruye la comunidad humana y hace imposible una cooperación armó
nica entre los hombres.
En ese sistema, que aleja y sofoca en todos los hombres la necesidad esencia!
de ser plenamente hombres y de afirmarse como tales por su actividad, las nece
sidades pierden su carácter humano.
El objeto de la producción no es, en efecto, el enriquecimiento recíproco de
los hombres para ia satisfacción de sus verdaderas necesidades, sino la ganancia
que pueda procurar.110 De ello resulta una degradación de todas las necesidades,
subordinadas a la necesidad de dinero, el cual se convierte en la necesidad fun
damental que determina todas las demás; esto se traduce en una acumulación
gigantesca, cada vez más acelerada, del capital dinero, que es la ley del régimen
capitalista.141
La subordinación de los hombres a esa sed de ganancia y de dinero empuja al
capitalista a la búsqueda de consumidores, a provocar en ellos necesidades arti
ficiales, de las que se convierten en esclavos y víctimas.142 Respecto de los prole
tarios, que son para él una fuente de ganancia, no tanto como consumidores sino
como productores, el capitalista, por el contrario, se preocupa por reducir al má
ximo sus necesidades, ya que esa reducción permite una disminución correlativa
de sus salarios. Así, la sed de ganancia determina, respecto de las necesidades,
una táctica diferente en el capitalista según se trate de burgueses o de proleta
rios. En tanto que especula con el aumento y refinamiento de las necesidades en
los primeros, especula con que desciendan al más bajo nivel cuantitativo y cuali
tativo las necesidades del obrero, lo cual termina en una deshumanización ge
neral de las necesidades en todas las clases de la sociedad. 14'1
El c o m u n is m o
De la crítica del sistema capitalista, que hace del trabajo un proceso constan
te de alienación, Marx concluye que es necesario abolido y remplazado por un
sistema comunista, como condición necesaria para la rehumanización del hombre.
La creación de ese sistema, que exige una trasformación radical del régimen
económico y social, no es una simple cuestión teórica, sino ante todo una cues
tión práctica. No se llevará a cabo, en efecto, ni en forma automática, ni sola
mente por la vía de la crítica, sino que será la obra de la acción revolucionaria
del proletariado.137
Sólo con la abolición radical de la propiedad privada podrá establecerse la
verdadera comunidad de la sociedad, en ¡a cual el hombre realizará su ser por
medio de su actividad universa] y libre.
En lugar de plantear, al estilo de los utópicos, la rehumanización del hombre
como un postulado moral, Marx la considera el resultado necesario del desarrollo
del sistema capitalista, que se destruye a sí mismo debido a sus contradicciones;
la entiende como el efecto de un proceso dialéctico que sucede y se opone al
proceso de deshumanización engendrado por el régimen de la propiedad priva
da.138 El sistema capitalista, en el cual la oposición entre pobreza y riqueza
adquiere la forma de oposición entre el trabajo y el capital, crea las condiciones
de su abolición, engendrando la lucha de clases entre la burguesía y el proleta
riado. Éste está obligado a destruir el régimen de la propiedad privada para eman
ciparse y emancipar con él a toda la sociedad.15®
C f. ibid., p á g s. 7 9 , 1 0 3 .
156 S o b re la m o ra l b u rg u e s a , cf. ibid., p á g s . 1 2 4 , 1 2 5 .
ir»7 C f ibid., p á g . 1 2 7 . " A o b je to d e a b o lir la idea d e la p ro p ie d a d p riv a d a , b idea
d e l c o m u n ism o es e n te ra m e n te s u fic ie n te . S e n ecesita la acción real c o m u n is ta p a ra a b o lir
h p ro p ie d a d p riv a d a real. L a h is to r ia lo h a r á ; y este m o v im ie n to , q u e e n t e o tía lo co n o -
te m o s ya c o m o a u to tra sc e n d e rrte, c o n s titu irá en el h ech o un p ro ceso m u y s e v e ro y p r o
l o r i a d o . P e ro d e b em o s c o n s id e ra rlo c o m o u n v e rd a d e ro a v a n c e h a b e r g a n a d o d e a n te m a n o
u n a c o n c ie n c ia d e l c a rá c te r lim ita d o a l ig u a l q u e d e l o b je t iv o d e este m o v im ie n to h is tó ric o ,
y u n a c o n c ie n c ia q u e lle g a m á s a llá d e él/'
1 5 $ c f ibid.t p á g . 1 0 3 ”E$ fá c il v e r q u e to d o e l m o v im ie n to r e v o lu c io n a rio e n c u e n tra
n e c e sa ria m e n te , ta n to su b ase e m p íric a c o m o te ó ric a en e l m o v im ie n to de te propiedad
privada-, p a r a se r p re c is o , e n e l d e la e c o n o m ía ." C f. ibid., p á g . 1 0 3 .
ií>\) ¿ f ibid., p á g . 1 0 3 . " P e ro m ie n tra s n o a d q u ie ra la fo rm a d e o p o s ic ió n e n tr e e l
«ipjfal y el trabajo, la q u e e x iste e n tr e La propiedad y la privación de é sta n o r e v is te a ú n
Con la concepción de que el movimiento de las relaciones económicas y soci?.- '
les eme engendran la deshumanización del hombre lleva a su reluunanización,
Marx llega a la concepción del desarrollo dialéctico de la historia y, a través de
ella, ai socialismo científico, que le permite definir, al mismo tiempo que las
condiciones para la abolición del régimen capitalista, el papel revolucionario del
proletariado, y guiarlo en su acción liberadora. —'
Esto lo lleva a rechazar el comunismo utópico, que opone una visión ideal
del hombre a su deshumanización en el régimen capitalista, sin mostrar cómo
éste crea las condiciones de la emancipación humana. Rechaza asimismo el so
cialismo reformista, cuyos esfuerzos ilusorios por conciliar las clases antagónicas
denuncia. Sostiene contra él la necesidad de abolir radicalmente la propiedad
privada, pues el mantenimiento de ésta bajo cualquier forma, y en particular la
conservación de la pequeña propiedad preconizada por el socialismo, implica el
mantenimiento de la alienación.160
Muestra la ineficacia de ese socialismo con el ejemplo de Proudhon, a quien
coloca, sin embargo, en el mismo plano que a Saint Simón y Fourier, y a quien
reconoce el mérito de haber abierto, con su análisis de la propiedad privada, el
camino a tina crítica radical de ésta. Como Proudhon no pudo captar las rela
ciones entre la propiedad privada y el trabajo alienado, no pudo llevar a fondo
su crítica de la economía política, y así se vio llevado a proponer reformas insu
ficientes e inoperantes.161
Marx rechaza igualmente el comunismo primitivo y vulgar, que se propone
como objetivo, no la destrucción, sino la generalización de la propiedad privada
mediante su distribución igualitaria. 102
Ese comunismo pretende suprimir el régimen de la propiedad privada con una
distribución de ésta entre todos, pero esa generalización de la propiedad privada,
que hace del trabajo, como en el régimen capitalista, un medio egoísta de adqui
sición de riquezas, y no la expresión de la actividad creadora por la cual el hom-
C r ít ic a de F e u e r s a c h y de H egel
170 Cf. C. Marx, El Capital, ed. Cartago, B. Aires, 1956, Palabras finales de la segunda
edición alemana, pág. 15. "Mi método dialéctico no sólo es fundamentalmente distinto del
método hegeliano, sino que es, en todo y por todo, su reverso. Para Hegel el proceso
del pensamiento, al que él convierte, incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida
propia, es el demiurgo de lo real, y esto la simple forma externa en que toma cuerpo-
para mí lo Ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y traspuesto a la ca
beza deí hombre. Hace cerca de treinta años, en una época en que todavía estaba de moda
aquella filosofía, tuve ya ocasión de criticar todo lo que habia de mistificación en la dialéc
tica hegeliana f . . . ] Él hecho de que la dialéctica sufra en manos de Hegel una mistifica
ción no obsta para que este filósofo fuese el primero que supo exponer de uo modo amplio
y concierne sus formas generales de movimiento. Lo que ocurre es que en él la dialéctica
aparece invertida, vuelta del revés. No hay más que dada, mejor dicho enderezarla, y en
seguida se descubre bajo la corteza mística la semilla racional.”
haber procedido a una crítica de su dialéctica.177 Se contentaron, en efecto, con
aislar ciertos elementos de esa filosofía para conformar con ellos la base de sus
doctrinas.
Así es como D. F. Strauss hizo de la "sustancia”, es decir, de la naturaleza con
siderada en forma abstracta, el principio de su filosofía, mientras que B. Bauer ba
só la suya en la "Conciencia de sí", o sea, en el hombre reducido a la abs
tracción.178
Incapaz de superar el idealismo hegeliano, B. Bauer lo llevó hasta la caricatura,
remplazando la Idea hegeliana, que unía en sí el sujeto y el objeco, por la con
ciencia universal, que se opone incesantemente al mundo, a la "sustancia”, que
sólo es su expresión imperfecta y que ésta ha de abolir a medida que la crea.
En realidad, Bauer reduce esa oposición entre la conciencia universal y el mundo
a la oposición entre la crítica pura, encarnación de la conciencia universal, y el
pueblo, la "masa”, y reduce a esa oposición todo el desarrollo de la historia.179
Entre los Jóvenes Hegelianos, Feuerbach fue el único que superó la filosofía
hegeliana, y con ella toda la filosofía idealista, asumiendo una posición crítica
frente a ella.180
Dado que, tanto en su crítica de Hegel como en la elaboración de su nueva
concepción del mundo, Marx se basa en gran medida en los principios funda
mentales de la filosofía de Feuerbach, de la cual hace el mayor elogio, es nece
sario exponer someramente los rasgos generales de esa filosofía para ver en qué
medida Marx se inspira en ella y en qué medida ya la supera.181
Carta de Mam a A. Ruge, 13 de marzo de 1343). Una vez comunista, supera definitiva
mente a Feuerbach con la elaboración del materialismo dialéctico e histórico, del que hace
una primera exposición en los M anuscritos eco.cóm sco-fslosóficos.
humera conforme a la "verdadera'' nacuraleza del hombre, piensa que la realiza
ción de esa vida se ha hecho imposible en la sociedad presente, a consecuencia de
¡a alienación de la esencia humana. Como no ve Jos verdaderos motivos de la’
¿licuación, ni la verdadera naturaleza de ésta, la reduce a ja alienación religiosa y,
considerándola fuera de ¡as relaciones sccíalco, piensa que puede ser abolida por
la vía espiritual, por la educación de los hombres.
Al eliminar la “praxis", la acción revolucionaria, Feucrbach concluye en una
concepción del mundo que, como no es dialéctica ni histórica, no presenta germen
alguno de desarrollo y de progreso, limitándose éste al postulado de que el hom
bre debe realizar su esencia humana. Eí hombre y la naturaleza constituyen para
él dos elementos diferentes, pero como no existe entre ellos relación, dialéctica, sus
relaciones no dan lugar a un progreso verdadero, y vemos perderse en él todos los
elementos fecundos de la filosofía y de la dialéctica hegelianas.
Ello conduciría a Marx a alejarse cada vez más de Feuerbach en la elaboración
de su nueva concepción del mundo.
Intérprete de las aspiraciones del proletariado revolucionario, lo que importaba
a Marx no eta sóio la rrasfor.mación de la conciencia humana, sino, ante todo,
la abolición de la sociedad capitalista, causa de la deshumanización de los hombres,
y en particular de los proletarios. A! poner así en el primer plano la acción re
volucionaria, rechaza la concepción feuerbachiana del hombre considerado como
un ser contemplativo, socialmente indiferenciado; ve en él un ser social que
pertenece a una clase definida, y cuya vida está determinada por el conjunto de
las relaciones económicas y sociales. Por ello se dedica, no tanto a estudiar la
esencia general del hombre, como las leyes del desarrollo social, y ve ya que está
determinado por el desarrollo de la producción.
Por tal motivo, el humanismo moralizador de Feuerbach es remplazado en él
por una concepción nueva del movimiento de la historia, en el curso del cual el
hombre realiza su ser. Esto da ai problema de la alienación un sentido y un
, alcance nuevos. En electo, en Marx la alienación aparece como un fenómeno esen
cialmente social, cuya abolición exige una trasformación profunda de la sociedad.
Por lo demás, Marx no considera —contrariamente a Feuerbach— ia exterior i-
zación de ia esencia humana sólo en la forma de la alienación; ve principalmente
en ella la materialización de las fuerzas creadoras del hombre, y por esa razón le
atribuye un carácter positivo, puesto que dicha materialización sólo adquiere la
forma de alienación en circunstancias históricas determinadas.
.Aunque' ya se distingue profundamente de Feuerbach, Marx todavía no somete
ia filosofía de éste a una crítica tan honda como So hizo con la de Hegel. Ello
se debe a que, en ese estadio del desarrollo de su pensamiento, se apoyaba aún,
en parce, en los elementos fundamentales de la filosofía de Feuerbach, por quien
todavía sentía el mayor aprecio,1'’” y a que apenas elaboraba los principios de una
presado usted, acaso, la esencia misma del concepto de sociedad?” Cf. M anuscritos.. ed.
cit., págs. 11-12. "Sólo con Feuerbach comienza la crítica naturalista, humanista y positiva.
Cuanto menos ruido hagan las obras de Feuerbach, más certero, profundo, amplio y dura
dero es su efecto. Ellas son las únicas que contienen una verdadera revolución teórica, desde
la F enom enología y la Lógica de Hegel." Cf. ibid., pág. 149. "Feuerbach es el único que
tiene una actitud seria, crítica, respecto de la dialéctica hegeliana, y el único que ha hedió
descubrimientos auténticos en ese campo. En los hechos, es el verdadero superado! de la
vieja filosofía."
183 Cf. M anuscritos, ed. cit., pág. 149-
13i Cf. ibid.,pág. 149.
1S5 Cf. ibid., pág. 149.
186 Cf. ib-id.,pág. 149.
1S7 No se puede, como respecto de Feuerbach, considerar en forma general las relacio
nes entre Marx y Hegel, porque la posición del primero frente al segundo varió mucho
igualmente en el curso del desarrollo de su pensamiento. Antes de su participación en el
movimiento Joven Hegeliano, aprecia en la filosofía de Hegel su carácter realista, que
opone a la filosofía romántica. Luego de convertido en Joven Hegeliano, toma de Hegel,
principalmente su concepción del Estado, que regula, como encarnación del Espíritu del
Mundo, la marcha de 2a sociedad y el curso de la historia; por ello la obra capital de Hegel
es, entonces, para él, 2a Filosofía del Derecho. Frente a la incesante agravación de la po
lítica reaccionaria del Estado prusiano, Marx deja de creer en el carácter racional del
Estado y en su papel regulador del desarrollo social. Se orienta hacia un democratismo
social, y precisa sus nuevas concepciones con una crítica de la Filosofía del Derecho de
Hegel había resucito en un plano idealista el problema esencial, que se plan
teaba a fines del siglo XVHI, del paso de una concepción dualista del mundo, que
oponía el espíritu a la materia, el hombre a la naturaleza," a una concepción or
gánica, considerando la historia como el proceso de autocreación del hombre. En
la elaboración de esa nueva concepción del mundo, Hegel tomó de los econo
mistas ingleses, en particular de Adam Smith, la noción de que el trabajo des
empeña, como elemento creador de las riquezas, un papel determinante en la for
mación y evolución de las sociedades. Ampliando esa concepción, extrajo la idea
de que la actividad humana constituye el elemento revolucionario que determina,
por la trasformación del hombre y de la naturaleza, el curso de la historia.
Reduce ésta a un proceso de autocreación del hombre por trasformación de la
naturaleza, y muestra que ésta, al convertirse progresivamente en la obra del hom
bre, deja de ser para él algo exterior y extraño, y que así se realiza gradualmente
una unión profunda del hombre y de la naturaleza, del sujeto y del objeto.
Debido al estado atrasado de Alemania, y al insuficiente desarrollo de las cien
cias naturales y sociales, Hegel se vio llevado a dar a esa concepción un carácter
idealista, espiritualizando el hombre y la naturaleza.
Bajo la influencia de sus estudios históricos y económicos, se esforzó, sin em
bargo, por vincular el proceso de autocreación del hombre, así espiritualizado, a
Su desarrollo real, tal como se realiza en la historia. Este ensayo de ligar el des
arrollo espiritual al desarrollo histórico concreto explica el papel fundamental
que desempeñan, en su filosofía, los conceptos concretos, considerados, efectiva
mente, como conteniendo lo esencial de lo real.
La reducción del conjunto de lo real, convirtiendo la vida del hombre y la de
la naturaleza en conceptos concretos, lo que constituye el rasgo característico de
su filosofía, era determinada por el hecho de que Hegel no podía explicar el
desarrollo de la realidad concreta reduciéndola a conceptos abstractos, y de que
ese desarrollo se hacía explicable, desde el momento en que ésta era reducida a
conceptos concretos.
Esta reducción de la realidad a conceptos concretos explica el carácter a la
vez lógico e histórico de la filosofía de Hegel. Sin embargo, como para el fi
lósofo idealista no puede existir realidad verdadera fuera del Espíritu, en Hegel
el mundo no tiene existencia real en sí, no es más que la exteriorización del' Es
píritu, que, al adquirir progresivamente conciencia de que el mundo es obra suya,
reencuentra su esencia en él.
El proceso de autocreación del hombre se convierte así, en la filosofía de Hegel,
en el del desarrollo del Espíritu. Al estar reducido el hombre a la conciencia, y
Hegel, Muestra, mediante una aplicación de la doctrina de Feuerbach, que Hegel invierte
las relaciones entre el sujeto y el atributo, y hace del Estado el elemento regulador de la
sociedad, cuando en realidad ha sido creado por ella. Ello se percibe en el ejemplo de la
sociedad burguesa, en la cual ei hombre no puede realizar su ser y que engendra, por
oposición a ella, el Estado político en el que el hombre hace, en forma ilusoria, una vida
colectiva conforme a su esencia. Una vez comunista, y al adquirir conciencia de que el
desarrollo económico determina el desarrollo político y social, Marx se inspiró, no en la
"Filosofía del Derecho” de Hegel, sino en la F enom enología d el espíritu, y criticó, ayudado
por la concepción hegeliana de la autocreación del hombre, la economía política y el siste
ma capitalista, a la vez que reprochaba a Hegel haber idealizado y mistificado ese proceso
de autocreación.
la naturaleza al objeto de la conciencia, las relaciones entre el hombre y la natu
raleza se reducen a las que se establecen entre la conciencia y su objeto.
El proceso de autocreación del hombre, reducido al desarrollo de las relaciones
entre la conciencia y su objeto, constituye el tema central de la obra fundamental
de Hegel, la fen o m e n o lo g ía d el espíritu, en la que describe las trasformaciones
que se operan en el Espíritu en el curso de su desarrollo.
El Espíritu, al principio, bajo la forma de conciencia sensible, no se distingue
de la realidad concreta inmediata. Al desprenderse de ésta y al oponerse a ella,
adquiere la forma de Conciencia de sí. Supera, en fin, ese estadio de su des
arrollo cuando comprende que la realidad objetiva no tiene existencia verdadera
fuera de él y que él constituye su esencia. Se trasforma, entonces, en Espíritu
absoluto, que, al considerar las determinaciones objetivas como aspectos, como
momentos de sí mismo, y comprender que se confunde con su objeto, se convierte
en sujeto-objeto.
A este análisis del desarrollo del Espíritu por la asimilación progresiva de lo
real, que no es sino la expresión idealizada de la conquista de la naturaleza por el
hombre c-n el curso de la historia, se sigue, en la Lógica, la descripción del des
arrollo dialéctico de los conceptos hasta la Idea absoluta, la cual se convierte, co
mo sujeto-objeto, en creadora de lo real. Después de exteriorizarse en la natura
leza, que constituye su negación, la Idea absoluta adquiere progresivamente con
ciencia de sí misma en el curso de su desarrollo en la historia; el resultado de
ésta es la Filosofía del Espíritu, que señala el retorno a sí misma de Ja Idea ab
soluta, enriquecida por la toma de conciencia de todo lo que encerraba en potencia.
El desarrollo del Espíritu a través del reconocimiento de éste en su objeto, ai
que Hegel reduce el proceso de autocreación del hombre, exige que el Espíritu
no esté alienado, que no se vuelva extraño a sí mismo en el objeto. Esto se realiza
en la filosofía de Hegel, porque ai espiritualizarse y reducirse el objeto a un con
cepto, el Espíritu se rencuentra necesariamente en él.
Hegel aplica las condiciones del desarrollo del Espíritu al desarrollo del hom
bre en la sociedad, y piensa que, así como el Espíritu no debe alienarse en su
objeto, el hombre no debe alienarse en el producto de su trabajo. Estima que eso
es lo que sucede en la sociedad burguesa, en la cual ei hombre, a quien sólo
considera en calidad de propietario, no puede alienarse en el producto de su ac
tividad, que por definición le pertenece. El hombre, como personalidad, dice, está
movido por el deseo de apropiarse de los objetos de su actividad. Esta apropia
ción, excluyendo toda apropiación por otros, tiene necesariamente el carácter de
propiedad privada; de ahí la justificación por Hegel de la sociedad burguesa ba
sada en ella. .l-
El estudio de la economía política le hizo entrever los efectos inhumanos del
régimen capitalista, y comprendió que con el desarrollo de la industria, la ri
queza de las clases poseedoras aumentaba ai tiempo que se agravaba la miseria de
la dase obrera. De esa comprobación no concluía, sin embargo, en una condena
del sistema capitalista, en el cual, por el contrario, veía un modo racional de
desarroEo económico y social.
Dejaba fuera de sus consideraciones las crisis y las luchas de clases, y pensaba
que los efectos de la competencia entre los propietarios debían paliarse con la
intervención del Estado, que, como representante del interés general, tiene por
misión regular ei desarrollo racional de la sociedad.
Al mistificar la lucha de clases, reducía la oposición entre la burguesía y el
proletariado a la diferente actitud del amo y del servidor frente al trabajo y a
su producto. Como el servidor objetiva su set con el trabajo al modelar la ma
teria, Hegel juzgaba superior su modo de vida al del amo, quien, al conformarse
con gozar del producto del trabajo sin participar en la producción, es inferior,
en el plano humano, al servidor, aunque éste le esté subordinado.183
Esta mistificación del problema social, trasformado en el proceso psicológico
de una toma de conciencia, por el hombre, de su ser a través del trabajo, que
paradójicamente hacía del servidor el verdadero poseedor del objeto producido,
no impedía a Hegel comprender que, debido a la oposición entre ricos y pobres,
se iba creando una clase revolucionada que amenazaba a la sociedad. Sin em
bargo, lejos de pensar en resolver el problema social con la supresión de la mi
seria, Hegel sólo pensaba en la forma en que la sociedad y el Estado podrían ser
protegidos contra el ascenso de esa dase revolucionaria, que éi llamaba "popu
lacho" debido a su espíritu rebelde.
A pesar de su carácter idealista y mistificador, ia filosofía de Hegel ofrecía a
Marx importantes elementos para ia elaboración de su doctrina, en particular
la concepción del desarrollo dialéctico de lo real y de la autocreaclón del hombre
por su trabajo. No podía, sin embargo, utilizar esos elementos sino después de
haberlos desraistificado mediante una profunda crítica de esa filosofía. Dicha
crítica se refiere esencialmente:
a) a la reducción del hombre, de la naturaleza y de sus relaciones a la con
ciencia, al objeto de la conciencia y n las relaciones que se establecen entre ésta
y su objeto.
b ) a la mistificación de la actividad humana así espiritualizada, que permite
a Hegel reducir la historia a un desarrollo del pensamiento.
c ) a la mistificación de la dialéctica, trasformada en una dialéctica idealista
y en un encadenamiento de conceptos.
En esa crítica, que se refiere en esencia a la F enom enología d el espíritu,1™
Marx reconoce primero a Hegel el gran mérito de haber demostrado que el hom
bre se crea a sí mismo con la materialización de su ser y con la supresión del
carácter extraño, alienado, que adopta en el primer momento esa materializa
ción, y de haber proporcionado así, bajo un aspecto mistificador, (os elementos
de una verdadera crítica de la sociedad.190
Al concebir el trabajo como la esencia del hombre. Hegel se colocó en el
plano de los economistas modernos, pero, como éstos, cometió el error de no con-
fuerzas genéricas como objetos; y esto, para comenzar, es sólo posible en forma de ena
jenación.”
"La F enom enología es, pues, una crítica oculta: todavía critica oscura y para sí, y mis
tificadora [del hombre. - A. C.] Pero en tanto que retiene con firmeza la enajenación del
hombre, aunque el hombre aparezca sólo en forma de espíritu, están implícitos en ella
todos los elementos de la crítica, ya preparados y elaborados de una manera que superan
en mucho el predicamento hegeliano. La 'desgraciada conciencia', la 'honesta conciencia', la
lucha entre la 'noble y la ruin conciencia', etc., estas secciones separadas contienen, pero aún
en forma enajenada, ios elementos críticos de esferas totales como religión, Estado, vida civil,
etc."
11,1 Cf. ibid., pág. 156. "La posición de Hegel es la de la moderna economía política.
Considera el trabajo como la esencia del hombre, como esencia del hombre en el acto de
probarse a sí mismo; sólo ve el lado positivo del trabajo, no el negativo.”
1CI- Cf. ibid., pág. 170.
l!lS Cf. ibid,, pág. 153- "La E nciclopedia de Hegel, al comenzar, como lo hace, con la
Lógica, con el pensam iento especulativo puro, y ai terminar con el con ocim ien to absoluto,
con el espíritu abstracto autoccndente, autocomprensivo, filosófico o absoluto, es decir, so
brehumano, es en su totalidad nada más que la muestra, la autoobjetivación, de la
esencia del espirita filosófico, y el espíricu filosófico no es otra cosa que el espíritu ena
jenado que piensa dentro de su autoenajenación, es decir, comprendiéndose a sí mismo
en forma abstracta. La Lógica (en m oneda corrien te del espíritu, el va lor especulativo o
pensado del hombre y la naturaleza, su esencia alcanzada, totalmente indiferente a toda de
terminación real, y por lo tanto no real) es el pensam iento alienado, y por lo tanto pen
samiento que abstrae de la naturaleza y del hombre real: pensamiento abstracto. La exte
rioridad. d e este pensam iento abstracto. . . naturaleza, como lo es para este pensamiento
abstracto. La naturaleza es exterior a él — su ser perdido— , pero como pensamiento abs
tracto alienado. Finalmente el Espíritu, ese pensamiento que retorna a su propio punto
de partida, el pensamiento que como espíritu antropológico, fenomenológico, psicológico,
ético, artístico y religioso no es válido por sí mismo, hasta que finalmeace se encuentra
a sí mismo como saber absoluto en el desde aquí absoluto, es decir, espíritu abstracto, y
recibe así su armazón conciente en un modo de ser que le corresponde.”
194 Cf. ibid., pág. L53. "Cuando, por ejemplo, la riqueza, el poder del Estado, etc.,
son entendidos por Hegel como entidades enajenadas del ser hum ano, esto sólo ocurre en
su forma de pensamientos. . . Son entidades ideales y, por consiguiente, sólo enajenación
del pensamiento filosófico puro, es decir, abstracto.”
¡unto de la actividad práctica del hombre se opera bajo la forma y en el marco
del pensamiento. Debido a ello, ¡a historia del mundo se reduce a la del pen
samiento,199 lo que explica que Hegel, en la F enom enología d el espíritu, no des
criba la autocreación del hombre real, sino la del espíritu, cuyo resultado es la
Idea absoluta, que como sujeto-objeto se convierte en creadora del mundo.
En ese mundo del pensamiento, en el cual la actividad del hombre se ejerce
en forma de actividad espiritual, el hombre, como sujeto pensante, es reducido
a la Conciencia de sí, la Naturaleza al objeto de la conciencia y las relaciones
entre el hombre y la naturaleza a las relaciones que se establecen entre la Con
ciencia de sí y su objeto.106
De esta reducción del desarrollo del hombre y de la naturaleza al del pensa
miento, resulta que en Hegel la autocreación del hombre reside, no en la materia
lización efectiva de su ser por el trabajo, sino en el hecho de que la conciencia
de sí se realiza por oposición a su ser abstracto, asumiendo, pero sólo en aparien
cia, la forma de realidad sensible.
Esa trasformación de la materialización efectiva del ser humano en una exte-
riorización del pensamiento hace que todas las alienaciones del ser humano sólo
sean alienaciones de la conciencia de sí que se operan en el pensamiento,197 y
que la apropiación real del mundo por el hombre se trasforme en una apropiación
de éste, en forma conceptual, por el espíritu.193
106 Cf. ibid., pág. 153. “Toda la historia d el p roceso d e alienación y todo el p roceso
de la revoca ción de la alienación no es, pues, otra cosa que la historia d e la prod u cción del
pensamiento abstracto (es decir, absoluto); del pensamiento lógico, especulativo."
106 Cf. ibid,, págs. 153-154. " la enajenación, que forma, pues, el verdadero interés de
esta alienación y de la eliminación de esta alienación, la oposición de en-sí y para-sí, de
conciencia y aatoconciencia, de objeto y su jeto; es decir, es la oposición dentro del pen
samiento mismo, entre el pensamiento abstracto y la realidad sensorial o sensoriaiidad real.
Toda otra oposición y movimiento de estas oposiciones no es sino la forma exterior, la
capa, la form a exotérica de estas oposiciones que son las que sólo impoccan, y que consti
tuyen el significado de estas otras oposiciones profanas. No es el hecho de que el ser hu
mano se ob jetive a sí m ism o en form a no humana, en oposición a s¡ mismo, sino el hecho
de que se ob jetiva en distinción d e y en oposición al pensamiento abstracto, vale decir, la
esencia postulada de la enajenación y la cosa que ha de ser superada."
107 Cf. ibid,, págs. 154-155. "La apropiación de las potencias esenciales del hombre
que se han convertido en objetos que se han vuelto extraños al hombre —en realidad, en
objetos alienados— , es, entonces, en prim er lugar, sólo una apropiación que ocurre en la
conciencia, en el pensam iento puro, es decir, en la abstracción-, es la apropiación de estos
objetos como pensam ientos y como m ovim ientos del p en sa m ien to. .
“La vindicación del mundo objetivo para el hombre; por ejemplo la realización de la
conciencia sensorial, no es una conciencia sensorial abstracta, sino humanamente sensorial;
que la religión, la riqueza, etc., no son sino el mundo enajenado de la objetivación huma
na [ . . . ] aparece consecuentemente en Hegel, en esta forma: que sentidos, religión , poder
del Estado, son entidades espirituales, porque sólo el Espíritu es la verdadera esencia del
hombre y la verdadera forma del Espíritu es el espíritu pensante, el espíritu lógico, es
peculativo. La humanidad de la naturaleza, engendrada por la historia —la humanidad de
los productos del hombre— aparece en forma de productos del pensamiento abstracto y,
como tales, por consiguiente, fases del espíritu -, entidades pensadas."
108 Cf. ibid., pág. 15 S. “Para Hegel la esencia del hom bre, e l hom bre, equivale a la
aatoconciencia. Toda enajenación de la esencia humana no es, pues, sino la enajenación
d e la auto conciencia. La enajenación de la autoconciencia no es considerada como expre
sión de la verdadera enajenación del Ser humano, su expresión reflejada en el reino del
conocimiento y del pensamiento. En su lugar, el -verdadero enajenam iento [en Hegel. —
A. C. . . . ] no es otra cosa que la manifestación de la enajenación de la esencia de!
Ello explica el carácter de k realidad objetiva, sensible, en Hege!. Ai ttasfor-
inarse el íiombre en conciencia de sí, y la exterioriziidón de su ser en exteriorizu-
dón de la conciencia, y al tomar así los productos de la actividad humana la forma
de conceptos, la realidad sensible se trasforma en realidad espiritual y la concien
cia sensible, a través de la cual el hombre entra en relación con ia realidad objetiva,
adquiere k forma de conciencia sensible abstracta.
Como los objetos reales y su apropiación son trasformados en expresiones y
en momentos del pensamiento, el resultado final dc-1 desarrollo del Espíritu es
k identidad que se establece entre el sujeto y el objeto, entre el pensamiento' y
el ser, identidad que halla su expresión en k Idea absoluta y en su modo de
existencia y de actividad, el saber absoluto.
La abolición de la realidad objetiva en el saber absoluto provoca la supresión
de toda relación del Espíritu con el mundo concreto, y por consiguiente el paso
en el del comportamiento activo a uno contemplativo. El saber absoluto, en el
cual el pensamiento, al no volverse ya hacia el mundo exterior, se mueve en sí
mismo, señala el punto culminante de k filosofía hegelianeJ90
En ese proceso de autocreación del espíritu, la materia, la materialidad del
mundo, constituye para él un elemento inadecuado, incompatible con él. La re
cuperación por el espíritu de su ser exteriorizado sólo puede llevarse a cabo, en
efecto, si esa exteriorización no se realiza en un objeto concreto, porque en tal
caso su exteriorización se trasformaría en alienación. El carácter objetivo, concre
to, de la exteriorización del espíritu queda abolido porque el espíritu se exterioriza
no en forma de objeto real, sino en la de cosa abstracta, de "coseidad”, desprovista
de codo contenido concreto y de todo carácter real.290
Aunque k coseidad, como objeto, aparezca como algo diferente del sujeto, de
Jn conciencia de sí, no posee por sí misma realidad alguna, no siendo más que el
otro aspecto de k conciencia de sí qu? se opone a ella en forma de objeto. De
hombre. Je la autoconciencta. La deud a que aborda esto se llama, por lo tanto, fen o m e
nología. Toda reapropiadón de la esenda objetiva enajenada aparece, pues, como un pro
ceso de incorporación a la apropiación por la condénela de sí, no siendo el hombre que toma
efectivamente posesión de su ser otra cosa que la conciencia de sí que se apropia de
)o real.”
196 Cf. ¡b u l. pág. 155. "Así como aparecen como entidades, objetos, como entidades
■pensadas, así el sujeto es siempre con cien cia o autoconcisncia-; o más bien el sujeto sólo
se presenta como abstracta, e! hombre sólo como au toconciedcia: las formas distintas de
enajenación que hacen su aparición son, pues, sólo formas varias de conciencia y auto-
conciencia. Asi como en si la conciencia abstracta (la forma en que se concibe el objeto)
es sólo un momento de diferenciadón de la autocondencia, lo que aparece como resultado
del movimiento es la identidad de la autocondencia con la conciencia — conoamiento ab
soluto— , el movimiento del pensamiento abstracto, que ya no se dirige hacia afuera, sino
que sólo sigue dentro de sí mismo; es decir, la dialéctica del pensamiento puro es el re
sultado.”
200 Cf. ibid., pág. 157. "E! punto principal es que el ob jeto de la con cien cia no es
otra cosa que la astoconciencia, o que el objeto es sólo atstoconciencia objetivada, autocon-
ciencia como objeto [ . . . ] El problema es, pues, superar el objeto d e !a conciencia. La
objetividad en cuanto tal es considerada como relación humana enajenada que no corres
ponde a la esenda del hombre, a la autocondencia.
La reapropiación de La esencia objetiva del hombre, engendrada en forma de enajena
ción como algo alienado, no sólo tiene, pues, el sentido de anular la enajenación, sino tam
bién la objetividad. Es decir, el hombre es considerado como un ser no oh ¡etico.
pirimal." !
ahí que la oposición entre el sujeto y el objeto, entre la conciencia de sí y la
coseidad, que permanece interior al pensamiento, sólo sea aparente. En lugar ele
ser la afirmación de la realidad particular del objeto, la coseidad no sirve más
que para afirmar la realidad de la conciencia de sí que, al crearla, le concede,
por un momento, el papel de un ser aparentemente objetivo e independiente
de ella 201
En tanto que exteriorización de la conciencia de sí, la coseidad tiene para ésta
un valor, no sólo negativo, sino también positivo, porque le brinda la prueba de
que la objetividad no posee contenido real, de que el objeto que resulta de su
exteriorización no es diferente de ella misma y que es ella quien constituye la
esencia de lo real.202
Como eí desarrollo de la conciencia de sí, es, de tal manera, un proceso pura
mente espiritual debido a la supresión del carácter concreto del objeto y de la
reducción de la autocreación del hombre a la del Espíritu, su modo de actividad
está concebido por el saber, en el cual se afirma exteriorizándose por oposición
a SÍ misma.
Esa manera de afirmarse en su contrario explica el carácter y el papel singu
lares de la negación de la negación en Ja filosofía de Hegel.
Hegel vio con claridad que la negación de la negación, principio de la dialéc
tica, constituye el modo de afirmación y creación de todo ser que se desarrolla
por la negación sucesiva de todas sus determinaciones, pero en él el movimiento
de negación de la negación se opera en el ámbito del pensamiento, y no es más
■que la forma teórica y abstracta del devenir reducido al desarrollo del Espíritu.31’”
Por lo demás, ese movimiento ha sido falsificado, mistificado, puesto que la
negación de la negación no constituye la afirmación del ser verdadero mediante
Ja negación de su aspecto ilusorio, alienado, sino que, por el contrario, termina
en la confirmación del ser alienado por la negación del ser verdadero.
Esto se opera con un modo particular de supresión, en el cual lo que es negado,
abolido, es al mismo tiempo mantenido por su elevación a un nivel superior de
existencia, que le permite acceder a su verdadera forma de ser. De tal modo la
religión que es negada como alienación de la conciencia humana, cuya expre
204 Cf. ibid., pág. 166. El hecho de que en Hegel la esencia verdadera de lo real sólo
aparezca en su forma filosófica, explica que, así como la existencia verdadera de la religión
está constituida por la Filosofía de la religión, la del Derecho esté constituida por la Filo
sofía del Derecho, la de la Naturaleza por la Filosofía de la Naturaleza y la del Hombre
por la Filosofía del Espíritu. Cf. ibid., pág. 1651-32.
305 Cf. ibid., pág. 166. "Aquí se encuentra la raíz del falso positivismo, de Hegel, o
de su aparente criticism o; esto es lo que Feuerbach designaba como la postulación, nega
ción y restablecimiento de la religión y la teología; pero ha de ser aprehendido en térmi
nos más generales. Así, la razón se encuentra en sí misma dentro de la sinrazón como sin
razón. El hombre que ha reconocido que lleva una vida alienada en política, leyes, etc.,
lleva su verdadera vida humana en esta vida alienada en cuanto tal. La autoafinnación,
en contradicción consigo misma — en contradicción tanto con ei conocimiento de y con
el ser esencial del objeto-— es así el verdadero con ocim ien to y la verdadera vida. No pue
de haber, pues, ninguna cuestión acerca de un acto de acomodación de parte de Hegel
fretne a la religión, al Estado, etc., ya que esta mentira es la mentira de su principio."
206 Cí. ibid., pág. 171.
287 Cf. ibid., pág. 171.
208 Cf. ibid., págs. 165, 169, 170.
209 Cf. ibid., pág. 170.
un contenido particular; accede así a una realidad que constituye su contrario, a
la Naturaleza, a la cual hasta entonces incluía en forma de abstracción, y que
ahora aparece como su aspecto concreto, sensible. Ello determina, en Hegel, el
pasaje de la lógica a la Filosofía de la Naturaleza, es decir, el paso de la abstrac
ción a la contemplación.410
En lugar de tener un carácter puramente abstracto, como en la Lógica, la Na
turaleza se presenta, en la Filosofía de la Naturaleza, como la forma sensible de
la Idea. Los seres que el filósofo especulativo pensaba habían sido engendrados
por la pura abstracción, se le presentan ahora en forma de determinaciones de la
Naturaleza. De este modo, al hacerle ver las abstracciones de la Lógica en una
forma sensible, la Naturaleza constituye para él una confirmación de ésta.
Como para la filosofía especulativa la Naturaleza no tiene sentido como ma
nifestación del Espíritu, el carácter objetivo que le es propio, y que es la nega
ción del Espíritu, constituye para ella un defecto irremediable. Por set el Espí
ritu la. esencia del Mundo, la Naturaleza, considerada en sí misma, fuera de él,
no tiene realidad verdadera y queda abolida como tal.210211
El dominio verdadero, la auténtica manifestación del Espíritu, es la historia
humana. Con la superación de la Naturaleza y el acceso del Espíritu a la con
ciencia de sí, por el desenvolvimiento de la Historia, comienza el reino del saber
absoluto, la dialéctica del pensamiento puro.212
A esta concepción idealista del mundo, Marx opone una concepción materia
lista, que elabora desde el punto de vista de los intereses de clase del proletariado,
los cuales exigen, no sólo una trasformación del mundo en el plano espiritual,
por la comprensión de su racionalidad y de sus leyes, sino el cambio radical de
las relaciones económicas y sociales.
Con la espiritualización del hombre y de k naturaleza, Hegel mistificó, al mis
mo tiempo que su carácter real, su unión orgánica, y por ello no superó efecti
vamente el dualismo que opone el sujeto al objeto, el pensamiento al ser, la teoría
a la práctica. Al mistificar el movimiento dialéctico, reduciéndolo al de los con
ceptos, Hegel tampoco logró dar una explicación real de la historia, tcasformada
en una histork dei Espíritu, en una mitología de las ideas.
Como Hegel, Marx concibe el desarrollo del hombre, considerado en sus rela
ciones con la naturaleza, como un proceso de autocreación de carácter dialéctico
e histórico, pero, contrariamente a Hegel, ve en él un proceso concreto, material,
engendrado por la actividad práctica, por el trabajo del hombre.
El fundamento de esta concepción es la idea feuerbachkna de que la natura
leza y el hombre constituyen realidades objetivas, pero, a diferencia de Feuerbach,
Marx los considera en k s relaciones dialécticas que se establecen entre ellos por
la actividad humana.
íica que la naturaleza es su c/tsrpo, con la cual debe permaoecer en continuo intercambio
so pena de perecer . Que la vida física 7 espiritual del hombre está unida a la natutaleza
significa simplemente que la naturaleza está unida a sí misma, porque el hombre es pacte
de la naturaleza." Como un ser sin carácter objetivo es un ser irreal, la objetividad es
para Marx, no lo que es pata Hegei, un elemento profundamente defectuoso porque es
inadecuado al Espíritu, sino, por el contrario, el elemento fundamental del desarrollo de!
hombre considerado en sus relaciones con k naturaleza.
210 Cf. ibid., pág. 161.
21* Cf. ibid., pág. 162.
218 Cf. ibid., pág. 75.
zta Mar.*: se diferencia a la vez de Hegel, de Rousseau y de los ruinármeos en su con
cepción de ia naturaleza. La natutaleza abstractamente concebida, n ia manera de Hepd,
es para é! la nada. Por otra caite, contrariamente a Rousseau y a ios románticos, no con
sidera i. nucuraieca en sí misma, sino en relación o.n la actividad humana; sólo lo interesa
Esta trasformación de la naturaleza sólo es posible gracias al conocimiento uni
versal que el hombre adquiere de ella, y al desarrollo de la técnica, basado en
ese conocimiento, que permite al hombre actuar sobre ella con eficacia.
Como posee, contrariamente al animal, la facultad de reconocer la naturaleza
de las cosas, el hombre puede extender sus investigaciones y su actividad más
allá de lo que le es inmediatamente necesario pata satisfacer sus necesidades ele
mentales. Capaz de orientar su actividad en forma racional, gracias a su conoci
miento general del mundo, produce de una manera, no uniforme como el animal,
sino infinitamente variada, aplicando a cada objeto la norma que le corresponde.220
Mientras el animal sólo produce una cantidad limitada de objetos, bajo los
efectos de la necesidad inmediata, apremiado por necesidades físicas, el hombre,
ampliando a toda la naturaleza el dominio de su actividad, tiende a producir más
de lo que le es inmediatamente necesario. Por lo demás, sólo produce verdade
ramente —y su producción adquiere un carácter universal, que responde a la na
turaleza humana— cuando se libera de la sujeción de las necesidades físicas y
escapa a las limitaciones y apremios que éstas le imponen.221
Este carácter conciente y universal de su actividad responde al carácter gené
rico del hombre, al de la especie humana, que se distingue, por su esencia uni
versal, de las especies animales.222
Al catácter universal de la actividad humana corresponde la universalidad de
su dominio. La actividad del hombre se extiende, en efecto, al conjunto de la
naturaleza, de la cual extrae no sólo lo que necesita para su subsistencia física,
como el animal, sino también lo que le sirve de materia y de instrumento de
trabajo, los elementos de su actividad práctica y teórica.223
Al producir un mundo de objetos que llevan la marca de su personalidad, y en
los cuales objetiva su ser, el hombre se crea a sí mismo a través de su trabajo.
En este proceso de autocreación, en el curso del cual trasforma, cada vez más
las relaciones inmediatas que al principio tiene con la naturaleza en relaciones
con el producto de su trabajo, con los objetos que ha creado, éstos se subjetivizan
por su integración en el proceso de producción, que hace de ellos la materiali
zación del ser humano, en tanto que el hombre objetiva en ellos sus fuerzas
creadoras.
en la medida en que, rasformada por esa actividad, se convierte en la obra del hombre, en
la materialización de sus fuerzas creadoras, de su ser. Cf. ibid., pág. 174. "La natu
raleza tomada abstractamente, para sí — naturaleza fijada en forma aislada del hombre—
no es nada para el hombre.” Cf. ibid., pág. 112. "La naturaleza, tal como ha sido creada
por el hombre en el curso de la historia [ .. . ] es la verdadera naturaleza del hombre."
220 Cf. ibid., pág. 75. “El animal forma cosas de acuerdo al nivel y necesidades de la
especie a que pertenece, en tanto que el hombre sabe producir de acuerdo al nivel de
todas las especies y aplicar en todas partes el nivel inherente al objeto.”
221 Cf. ibid., pág. 75.
222 Cf. ibid., pág. 165- "El hombre no es sólo un ser natural: es un ser natural hum a
no, es decir [ - . . ] un ser esencial, y tiene que conformarse y manifestarse como tal en
su ser y eu su conocer.” Cf. ibid., pág. 74. "Al crear un m undo ob jetivo con su actividad
práctica, al elaborar la naturaleza inorgánica, el hombre prueba ser un ser esencial con
ciente, es decir, un ser que trata a ¡a especie como a su propio ser esencial, o que se trata
a sí mismo como ser esencial.” Cf. ibid., pág. 83. "Es justamente en la trasformación
del mundo objetivo que el hombre realmente se demuestra como un ser esencial. Esta
producción es su vida como especie.”
228 Cf. ibid., pág. 74.
Con esta subjetivación del objeto —el cual, aunque se opone al hombre como
una realidad exterior, está penetrado de su sustancia como materialización de sus
fuerzas— y con esa objetivación del hombre en sí se realiza la unidad orgánica
del sujeto y del objeto, del hombre y de la naturaleza, que se vuelve cada vez
más la imagen, el reflejo de la autocreación del hombre.
Así como la naturaleza, al trasformarse progresivamente en un mundo creado
por el hombre, sólo tiene sentido, cada vez más, en relación con el hombre que
la reproduce, así el hombre, cada vez más, sólo tiene sentido con relación a la
naturaleza que él trasforma y que es el instrumento de su propia trasformación.
Con la materialización de su ser en el producto de su trabajo, el hombre llega
al pleno conocimiento de sí, desdoblándose, no sólo intelectualmente, en la con
ciencia, sino también práctica, realmente, en los objetos que produce, adquiriendo
con ellos conciencia de su fuerza creadora, que le permite trasformar la natura
leza reconociéndose en el mundo que crea.
Esta trasformación de ¡a naturaleza se opera a la vez por medio de la actividad
práctica, la producción, que permite al hombre reproducir la naturaleza para
adaptarla a sus necesidades, y por medio del arte, que nace cuando el progreso
de la producción favorece una apropiación universal de la naturaleza por el hom
bre y gradas al cual éste reproduce la naturaleza en sus rasgos esenciales.224
La acción del hombre sobre la naturaleza está determinada por la satisfacción
de sus necesidades. La relación de la necesidad con el objeto, en el cual encuen
tra su satisfacción, determina, al mismo tiempo que las relaciones del hombre
con la naturaleza, sus relaciones con los demás hombres. En efecto, por la me
diación entre la necesidad y su objeto, que se establece a través del trabajo, el
hombre supera la inmediatez en sus relaciones con la naturaleza, y los hombres,
por intermedio de sus obras, entran en relaciones recíprocas, que revisten la for
ma de correspondencia de sujeto a sujeto por mediación del objeto.
La humanización o deshumanización del hombre por su actividad depende de
la naturaleza de las necesidades que quiera satisfacer. En tanto que la satisfacción
de falsas necesidades, como por ejemplo la de dinero engendrada por el régimen
de la propiedad privada, empuja a la búsqueda y a la creación de falsas riquezas,
y con ello a la deshumanización del hombre, la satisfacción de sus verdaderas ne
cesidades implica su progresiva humanización. En efecto, con la satisfacción de
la necesidad esencial, que es para el hombre la de ser más plenamente él mismo,
florecen todas las necesidades humanas y el hombre se crea en la plenitud de
su ser.329
Vemos así cómo se distingue Marx de Hegel y de los economistas en su con
cepción de la formación del hombre. A la autocreación hegeliana del hombre,
que se iguala al universo repensándolo, a su humanización por su accesión a una
conciencia de sí cada vez más elevada gracias al conocimiento cada vez más*
-*'3 C f. ibid., p á g . 1 0 8 .
237 C f. ibid., p á g . 1 0 8 .
333 C f. ibid., p á g . 1 0 8 .
■:"3 C f. ibid., p á g s. 1 0 9 , 1 1 0 .
-40 C f. ibid., p á g s. 1 0 8 , 1 0 9 .
1 C f. ibid., p á g . 1 6 3 . " T o d olo n a tu ra l tie n e q u e t e n e r su comienzo; e l hombre ta m
b ién tie n e su acto d e lle g a r a se r — la historia—, q u e , sin e m b a rg o , es p a ra é l la h is to ria
con o cid a , y p o r lo ta n to , c o m o u n acto de] lle g a r a s e r , u n acto a u to s u p e ra d o , c o n c ie n te de
lle g a r a ser. La h is to ria es la v e rd a d e ra h is to ria n a tu ra l d e ! h o m b re ." C f. ibid., p á g . 1 1 2 .
"La h is to ria m ism a es u n a p a r te real de la historia natural; d e la n a tu ra le z a q u e v ie n e a
ser h o m b re .’’
El elemento determinante del proceso de autocreación del hombre es la satis
facción de las necesidades mediante la producción, que Marx designa bajo el
término general de industria.242 Debido a ello el desarrollo de la historia se
confunde con el de la industria, gracias a la cual el hombre hace de la natu
raleza su obra.
Marx toma de los economistas esa concepción de la importancia primordial
• de la producción, pero, contrariamente a ellos, no la considera desde un punto
de vista estrechamente utilitario, porque ve en ella, sobre todo, el medio con
que el hombre realiza su ser por el trabajo.
Al trasformar las relaciones inmediatas del hombre con la naturaleza en re
laciones con su producción, y al crear de tal manera las condiciones del pleno
florecimiento del hombre, la industria traduce, en su desarrollo, el progreso
infinito del hombre en el desenvolvimiento de su humanidad.
Los progresos de la industria, por haberse realizado hasta ahora bajo el régimen
de propiedad privada, al que Marx no niega el mérito de haber favorecido el
desarrollo de la técnica, provocaron una constante agravación de la alienación
humana, en lugar de contribuir a la humanización de los hombres. AI mismo
tiempo, sin embargo, el desarrollo de la industria, bajo el régimen de propiedad
privada, creó, con la exacerbación de la lucha de clases entre poseedores y des
poseídos, las condiciones de la lucha revolucionaria del proletariado, que eman
cipará a la humanidad remplazando el régimen capitalista por el régimen
comunista.243
De la formación y desarrollo del sistema de propiedad privada, y de la ne
cesidad de su remplazo por un sistema comunista, resulta la división de la his
toria en dos grandes períodos: el de la prehistoria, que abarca toda la fase del
desarrollo del hombre bajo el reino de la alienación, y el de la rehumanización,
de la plena realización del hombre por el desarrollo universal de su ser, que da
a la historia su sentido y su alcance.
Esta concepción materialista de la historia, basada en la noción de la auto-
creación del hombre por la trasformación de la naturaleza, en el marco de
enormes luchas de clase provocadas por el régimen de la propiedad privada,
blinda, al mismo tiempo que la explicación del desarrollo económico y social, la
de las ideologías engendradas por ese desarrollo.
AI estar ej hombre determinado socialmente, tanto en su actividad práctica
como en su actividad teórica, resulta que su ideología, es decir, las formas de
su pensamiento: religión, filosofía, moral, arte, derecho, ciencias, no son sino
reflejos de su desarrollo social, a su vez determinado por el de la producción.244
Entre las diferentes formas de ideología, Marx sólo trata en forma un tanto
detallada la religión, el arte y sobre todo las ciencias.
C f. ibid., p á g . 1 1 2 .
2 t o C f. ibid., p á g . 1 1 3 . "El h o m b re es el o b je to in m e d ia to d e la c ien c ia n a t u t a l: p o r
q u e la naturaleza in m e d ia ta , sensorial, p a t a e l h o m b re es, in m e d ia ta m e n te , sensondl-
dad h u m a n a [ . . . ] , p re s e n ta d a in m e d ia ta m e n te e n la fo r m a d e otro s e n s o ria lm e n te p re s e n te
p a r a é l. P o rq u e su p ro p ia se n s o ria ü d a d e x is te p rim e ro p aca é l m is m o a tra v é s d e l o tr o hom
bre. P e ro la naturaleza es el o b je to in m e d ia to d e la ciencia del hombre: e l p r i m e r o b je to d e l
h o m b r e — el h o m b re — es la n a tu ra le z a , la s e n so ria ü d a d ; y la s p a rtic u la re s p o te n c ia s e s e n
ciales se n so ria le s d e l h o m b re só lo p u e d e n e n c o n tra r su a u to c o n o c im ie n to e n la c ie n c ia d e l
m u n d o n a tu r a l e n g e n e ra l, y a q u e p u e d e n e n c o n tra r s u re a liz a c ió n o b je tiv a s ó lo e n lo s
o b je to s naturales. E l e le m e n to d e l p e n s a m ie n to m is m o , e l e le m e n to d e l a e x p re s ió n v i v a
d e l p e n s a m ie n to — el lenguaje— ■, es d e n a tu ra le z a s e n s o ria l. L a re a lid a d socid d e la
n a tu ra le z a , y la c ie n c ia n a tu r a l humana, o la ciencia natural acerca del hombre, s o n té r
m in o s id é n tic o s.” C f. ibid., p á g s. 1 1 1 - 1 1 2 . "Las cien cias n a tu ra le s h a n d e s a r r o lla d o u n a
e x t ra o r d in a r ia a c tiv id a d y h a n a c u a n tia d o c o n s ta n te m e n te u n a e n o rm e c a n tid a d d e m a te ria l.
L a fi lo s o f ía , sin e m b a rg o , h a p e rm a n e c id o ta n a je n a a e lla s co m o e lla s a la filo s o fía . Su
m o m e n tá n e a u n id a d [ t a l c o m o se re a liz ó en lo s sistem as d e H e g e l y de S c h e llin g . - A. C .]
s ó lo fu e u n a ilusión quimérica. E x is tía la v o lu n ta d , p e ro fa lta b a n lo s m e d io s . H a s ta l a
h is to r io g r a fía c o n ced e a te n c ió n a las c ie n c ia s n a tu ra le s s ó lo o c a s io n a lm e n te , c o m o fa c to r
d e ilu s rra c ió n y u tilid a d d e riv a d o d e g ra n d e s d e s c u b rim ie n to s in d iv id u a le s .”
250 C t . ibid., p ág s. 1 1 0 - 1 1 1 . " S e v e r á c ó m o l a h is to ria d e la industria y la e x is te n c ia
e sta b le c id a objetiva so n e l lib r o abierto d e las potencias esenciales del hombre, la e x p o s i
c ió n a lo s se n tid o s d e la psicología h u m a n a . A p a r tir d e a q u í esto n o fu e c o n c e b id o e n su
c o n e x ió n in s e p a ra b le con e l s e r esencial d e l h o m b re , s in o s ó lo en u n a re la c ió n e x te rn a d e
u tilid a d , p o rq u e , a l m o v e rs e en e l r e in o d e la e n a je n a c ió n , la g e n te s ó lo p o d ía p e n s a r e l
m o d o g e n e r a l d e s e r d e l h o m b re ■— r e lig ió n o h is to r ia e n su c a rá c te r a b s tra c to g e n e ra l
c o m o p o lít ic a , a rte , lit e r a t u r a , etc.— s e r l a re a lid a d d e las p o te n c ia s e se n c ia le s d e l h o m b re
y la actividad especifica del hombre.”
2o1 C f. ibid., p á g . 1 1 1 . " U n a psicología p a r a l a c u a l ésta , [ l a in d u s tria . - A. C . ] , la
p a i t e m á s c o n te m p o rá n e a y a c c e sib le a l se n tid o , p e rm a n e c e c o m o u n lib r o c e r ra d o n o
p u e d e c o n v e rtirs e en u n a c ie n c ia g e n u in a , c o m p le ta y re a l. ¿Q u é p e n s a r d e u n a c ien c ia
q u e con ligereza h a c e a b stra c c ió n d e e s ta g r a n p a r te d e l tra b a jo h u m a n o y q u e n o es
c ap az d e s e n tir su p ro p ia fa lt a d e p le n it u d , e n ta n to q u e ta n ta riq u e z a d e e s fu e rz o h u m a
n o d e sp le g a d a a n te e lla n o s ig n ific a o tr a o csa, t a l v e z q u e lo q u e p u e d e e x p re s a rs e e n
u n a p a la b r a : 'n ecesid ad ', 'n e c e sid a d v u lg a r '.? ”
232 C f. ibid., p á g . 1 1 3 - "L a h is to r ia h u m a n a f o t m a p a rte in te g r a n te d e la h is to r ia d e
la n a tu ra le z a , es la h is to r ia d e la h u m a n iz a c ió n d e l a n a tu ra le z a . Las cien cias n a tu ra le s
lle g a r á n a i n c lu ir l a c ie n c ia d e l h o m b re , lo m is m o q u e la c ien c ia d e l h o m b r e i n c lu ir á la s
cien c ia s n a tu r a le s : h a b r á una so la c ie n c ia .”
La historia así concebida brinda igualmente la solución de ios problemas teó
ricos, como el de las relaciones entre la existencia y la esencia, el subjetivismo
y el objetivismo, la libertad y la necesidad, el pensamiento y el ser, problemas
vinculados al desarrollo social, y que sólo por él hallan su explicación y su solu
ción. La solución de estos problemas, en efecto, sólo puede lograrse si se los
considera en sus relaciones con la vida social; pierden entonces el aspecto me-
tafísico bajo el cual se los ha estudiado hasta ahora.233
Estos problemas, en efecto, son el resultado del carácter contradictorio de las
relaciones sociales en el régimen capitalista. Las contradicciones ideológicas no
son más que el reflejo de las contradicciones reales, que se presentan en forma
abstracta bajo la forma de conceptos antitéticos. Así presentadas, estas antino
mias son insolubles. Sólo pueden resolverse por una trasformación efectiva de las
relaciones sociales, por el comunismo, que las suprime en realidad.264
Es así como la oposición entre la existencia y la esencia se reduce a la discor
dancia que existe, en el régimen capitalista, entre la verdadera naturaleza del
hombre, su esencia y las condiciones de su existencia, que hace que en dicho ré
gimen el hombre lleve una vida alienada que lo opone a su esencia, a su verdadera
naturaleza. Dicha contradicción entre la existencia y la esencia, engendrada por
el régimen capitalista, sólo puede ser abolida por el establecimiento del régimen
comunista, en el cual estos dos términos, al dejat de ser opuestos, se vuelven
complementarios.
La oposición entre el subjetivismo y el objetivismo proviene igualmente del
hecho de que en el régimen capitalista la autocreación del hombre por la mate
rialización, por la objetivación de sus fuerzas, constituye, no la afirmación, la
realización de su ser verdadero, de su subjetividad, sino la negación de ésta.
Del mismo modo, la solución del problema de la libertad y de la necesidad
sólo puede lograrse si se las concibe, no abstracta, metafísicamente, sino en sus
relaciones dialécticas. Marx considera, como Hegel, que la libertad humana es
inseparable de las condiciones en que puede ejercerse y que constituyen, respecto
de ella, el elemento de necesidad, de maneta que no puede existir libertad sin
necesidad, es decir, libertad absoluta. Pero contrariamente a Hegel, para quien
la libertad nace de la comprensión de la racionalidad dei mundo, Marx piensa que
la libertad es engendrada, no por ¡a simple actividad espiritual, por la especu
lación, sino por la actividad práctica del hombre, que amplía sin cesar el do
minio de su libertad debido al dominio que ejerce sobre las cosas.
Estudia igualmente el problema del conocimiento, es decir, el problema de las
relaciones entre el pensamiento y el ser, desde el punto de vista de la actividad5324
253 C f. ibid., p á g , X1 0 - " Se v e r á c ó m o s u b je tiv is m o y o b je tiv is m o , e s p lritu a lis m o y
m a te ria lis m o , a c tiv id a d y s u fr im ie n to , s ó lo p ie rd e n su ca rá c te r a n tité tic o , y así su e x is te n
cia, co m o a n títe sis en la c o n d ic ió n so c ia l; se v e rá có m o la r e s o lu c ió n d e la a n títe s is
teórica es sólo p o s ib le d e u n a m a n e ra práctica, en v irtu d d e la e n e rg ía p rá c tic a d e l h o m
b re. P o r lo ta n to , su re s o lu c ió n n o es en m o d o a lg u n o só lo u n p ro b le m a d e c o n o c im ie n to ,
sin u n p ro b le m a r e d d e la v id a , q u e la filosofía n o p o d ía r e s o lv e r, p re c is a m e n te p o rq u e
co n ceb ía este p ro b le m a sim plem en te c o m o p ro b le m a te ó ric o .”
2 S4C f. ibid., p á g . 1 0 2 . "Este c o m u n ism o [ e l c o m u n is m o v e rd a d e ro . -A. C .] e n tan to
que n a tu ra lism o a cab a d o , se ig u a la a l h u m a n ism o , y c o m o h u m a n is m o acab a d o ig u a la al
m a te ria lis m o ; es la re s o lu c ió n genuina d e i c o n flic to e n tr e e l h o m b re d e la n a tu ra le z a y
e n tre e l h o m b re y e l h o m b r e : la v e r d a d e r i s o lu c ió n d e l a lu c h a e n tre la e x iste n c ia y la
esencia, e n tre la o b je tiv a c ió n y a u to c o n firm a c ió n , e n tre la lib e r ta d y la n ecesid ad , e n tre
el in d iv id u o y la e sp e c ie .”
concreta, práctica. Hegel ya había concebido que la apropiación del mundo por
el hombre era el fruto de su actividad espiritual, de su pensamiento, y que re
sultaba de la reproducción, en el espíritu, de las determinaciones reales del mundo,
pero al reducir k realidad objetiva a conceptos reduce la apropiación del mundo
por el hombre a una apropiación teórica, al conocimiento de sus leyes.
Contrariamente a Hegel, Marx piensa, como Feuerbach, que la naturaleza tiene
una realidad propia, independiente del hombre, pero que es perceptible debido
a la conformidad profunda que existe entre la sensorialidad y su objeto. Sin
embargo, superando a Feuerbach, considera que la realidad objetiva se halla esen
cialmente constituida, para el hombre, por el conjunto de las relaciones econó
micas y sociales que resultan de su actividad práctica, y que la unión del ser y
del pensamiento se realiza en y por ella.
En k actividad práctica se establece una unión del hombre y k naturaleza, del
sujeto y el objeto, del pensamiento y del ser, que no pueden ser considerados in
dependientemente los unos de los otros. Aunque de naturaleza diferente, el pen
samiento y el ser se hallan estrechamente unidos en k actividad social. El pensa
miento, la conciencia, poseen, en efecto, un carácter social.235 En el pensamiento,
en la conciencia, el hombre repite y reproduce su vida social, de manera que
aquél no es sino el reflejo, la forma teórica de ésta.258
Esta concepción de la historia, que entiende el desarrollo de la naturaleza y
del hombre como resultado del proceso de autocreación de éste, conduce a la
negación de la teoría de la creación que, al negar a la naturaleza y al hombre
toda realidad propia, coloca fuera de ellos la razón de su existencia y de su des
arrollo.257 Por lo demás, esta teoría ha sido refutada por la geología, que mues
tra cómo se formó y desarrolló la tierra .238 Al rechazar la idea de un sujeto
creador que determina el desarrollo del mundo, el pensador socialista busca en
éste su razón de ser.259
Marx termina este estudio de la autocreación del hombre con mi análisis de
los rasgos generales del desenvolvimiento de k historia. El período de k ptehis-
2° l S i b ie n M a r x re m p la z a , co m o fu n d a m e n to d e su c o n c e p c ió n g e n e ra l d e l m u n d o , la
n o c ió n d e a lie n a c ió n p o r la d e " p ra x is'', q u e le p e rm ite e x p lic a r m e jo r e l d e s a rro llo h is tó
ric o , c o n s e rv a sin e m b a rg o la n o c ió n d e a lie n a c ió n e n la m e d id a e n q u e le p e rm ite e x p lic a r
c ierto s caracteres d e l siste m a c a p ita lista , en p a rtic u la r el c a rá c te r fe tic h ista d e la m e rc a n c ía .
producción, sólo es posible porque el hombre es un ser social. Éste, en efecto,
sólo puede ejercer su actividad gracias a las obras de los demás hombres, en las
cuales encuentra el ser de éstos, del que fueron impregnadas. Se enriquece con
esas obras ai utilizarlas, lo mismo que los otros hombres se enriquecen con el
producto de su trabajo, lo que hace que los hombres se complementen y huma
nicen recíprocamente por sus obras.
Esta humanización recíproca de los hombres constituye la base de la sociedad;
por ello no es posible separar al hombre —como individuo— de la sociedad y
oponerlo a ella. La sociedad está formada por individuos, pero sólo por ella
éstos pueden realizar su ser, porque sólo en la sociedad existe la naturaleza bajo
su aspecto humano, sirve de vínculo entre los hombres y de fundamento de la
existencia de éstos.
Así como los objetos inmediatos de la naturaleza sólo adquieren un carácter
humano por el trabajo social del hombte, los sentidos del hombre sólo se hacen
humanos cuando su objeto, el mundo sensible, ha sido trasformado pot el trabajo.
En efecto, únicamente por el florecimiento de toda la riqueza humana en la re
producción de la naturaleza, el oído adquiere el sentido musical, el ojo el de la
belleza de las formas, lo cual permite al hombre afirmarse, como tal, no sólo por
el pensamiento, sino también por Jos sentidos.
La autocreación de] hombre por la humanización de la naturaleza constituye Ja
base de la historia humana. Como esta autocreación se halla orgánicamente vincu
lada a la reproducción de ¡a naturaleza, la historia humana está constituida en
esencia por la ''naturalización” del hombre, por la materialización de su ser eti
c! producto de su actividad y por la "humanización” correlativa de la naturaleza.
El elemento determinante del proceso de autocreación del hombre es la sa
tisfacción de las necesidades mediante el desarrollo de la producción, que Marx
designa con el nombre de "industria”, de manera que el desenvolvimiento de
Ja historia se reduce, en realidad, al de ia industria.
El desarrollo de la industria, que hasta ahora se ha realizado bajo el régimen
de la propiedad privada, tuvo como consecuencia una constante agravación de la
alienación humana, pero al mismo tiempo creó, con la exacerbación de Ja lucha
de clases entre la burguesía y el proletariado, las condiciones de la revolución
proletaria que emancipará a la humanidad, remplazando el régimen capitalista
por el comunista.
De la formación del sistema de la propiedad privada y de la necesidad de su
abolición resulta la división de la historia en dos grandes períodos: el de la pre
historia, que abarca la fase del desarrollo de la humanidad bajo el reino de la
alienación, y ei de la rehumanización del hombre por el desarrollo universal de
su ser, que da a k historia su sentido y su alcance.
Esta concepción materialista de la historia explica, al mismo tiempo que el
desarrollo económico y social, las ideologías que engendra: religión, filosofía,
moral, derecho, política, ciencias, que sólo pueden comprenderse con relación a
ese desarrollo; brinda también la solución de los problemas teóricos: esencia y
existencia, subjetividad y objetividad, libertad y necesidad, pensamiento y set,
que hay que tratar, asimismo, no en forma abstracta y metafísica, sino dialécti
camente, considerándolos en sus relaciones con el desarrollo social.
Al apoyarse así en la noción de "praxis”, que le permite desprenderse de los.
restos del idealismo que implicaba la concepción de alienación, la cual, como
todavía consideraba al hombre desde un punto de visca metafísico, oponía el
hombre ''alienado” al hombre "verdadero”, Marx establece los fundamentos del
materialismo dialéctico, mostrando que el hombre y la naturaleza deben concebirse
eu sus relaciones orgánicas; que la naturaleza, la realidad material, objetiva, cons
tituye el elemento primario, fundamental, en el seno del cual se desarrollan la
vida, y la conciencia humanas, y que la "praxis” da la solución, no sólo de los
problemas económicos, sociales y políticos, sino también de las cuestiones ideo
lógicas y teóricas.363
Establece, al mismo tiempo, las tesis generales dei materialismo histórico. Sub
raya, en efecto, que el desarrollo social está determinado por el desarrollo econó
mico, que provoca, en el régimen capitalista, una lucha de clases entre la bur
guesía y el proletariado, que constituye el elemento fundamental de la historia
moderna, y que la agravación de esa lucha lleva a una revolución comunista.
Muestra asimismo las relaciones entre la ideología burguesa y los intereses de dase
de la burguesía.
En la elaboración de su concepción materialista del mundo, Marx se dedicaría
primero a desarrollar la teoría del materialismo histórico, de mayor utilidad in
mediata para la lucha de clase del proletariado.
Es lo que haría en La Sagrada Familia, escrita en colaboración con Engeis in
mediatamente después de los M anuscritos econ ó m ico -filosó ficos, donde trataron
cierto número de problemas, filosóficos, sociales y políticos desde el punto de
vista del materialismo histórico.
F. En g els - L a s it u a c ió n e n I n g l a t e r r a
Mientras en París, en los M anuscritos econ ó m ico -filosó ficos, Marx elaboraba
los rasgos fundamentales del materialismo dialéctico e histórico, Engels continuaba
en Inglaterra el estudio del desarrollo económico, político y social de ese país.
Sus artículos, publicados en la G aceta renana, el N ew M oral W orld, el R e
publicano su k o y los Anales fra n co-d em a n es, habían sido estudios preparatorios
de una exposición más general de la situación de Inglaterra, que después de la
desaparición de los A ndes franco-alem anes publicó en Vorwárts.
Luego de la destrucción del poderío colonial francés en el siglo XVilí, y de la
derrota de Napoleón, que convirtió a Inglaterra en la potencia dominante en el
mundo, la industria y el comercio ingleses se desarrollaron a un ritmo cada vez
más acelerado.1
Sin embargo, inmediatamente después de la caída de Napoleón estalló una
grave crisis económica; fue provocada por los enormes stocks de mercancías acu
mulados por los fabricantes al final de las guerras contra Napoleón, que no pu
dieron hallar la salida esperada debido al empobrecimiento de Europa. Esa .crisis
económica pesó tanto más sobre la clase obrera, cuanto que los 300.000 soldados
y marineros desmovilizados atiborraron el mercado de trabajo. La caída de los
salarios, acompañada por el mantenimiento de los precios a un alto nivel, agra
vaba sin cesar la situación de los obreros. A ello se agregaba el hecho de que,
para utilizar las máquinas a pleno rendimiento, se prolongaba constantemente la
jornada de trabajo, alcanzando una duración de 16 y hasta 18 horas, y los hom
bres eran remplazados en las fábricas, cada vez en mayor medida, por mujeres y
niños, aún más ignominiosamente explotados que ellos.
Esta constante agravación de sus condiciones de vida provocaba revueltas in
cesantes entre ios obreros y reforzaba el movimiento de las Trade-Unions. La si
tuación no era mejor en el campo, donde también se producían numerosos levan
tamientos de campesinos.
1 En 1833 el conjunto de la producción industrial de Francia y de Estados Unidos sólo
equivalía al tercio de la de Inglaterra. El monto de las exportaciones inglesas pasó, entre
1820 y 1825, de 48 a 56 millones de libras esterlinas-, el de las importaciones, de 32 a
44 millones de libras esterlinas.
Bajo la presión de la burguesía se votó una ley electoral que elevaba el número
de electores de 220.000 a 670.000. Esta ley, que favorecía al partido, liberal, de
Jos whigs, no otorgaba en realidad beneficios apreciables a la ciase obrera, que
había apoyado la campaña desarrollada en favor de esa ley, con la esperanza de
que contribuiría a mejorar su suerte.
Grandes vencedores en la elección de 1830, los whigs, que durante décadas
estuvieron en el gobierno casi sin interrupción, organizaron una campaña contra
la tarifa proteccionista, que, al mantener un precio elevado para los granos, favo
recía a los terratenientes, sostenedores de sus adversarios políticos, los toríes.
Defensores de los intereses de la burguesía industrial y comerciante, los whigs
pensaban lograr de la ley sobre los gíranos una doble ventaja: el debilitamiento
de los tories, conservadores agrarios, y la posibilidad, para los industríales, de
rebajar más los salarios gracias a la disminución del precio del pan.
En el piano político, la derrota de los tories tuvo como consecuencia el reforza
miento del poder de la Cámara de los Comunes, en detrimento del c!e la Cámara
de los Lores, sostén de los conservadores agrarios y de la Corona. Por otra parte,
el auge de la industria, que al mismo tiempo que aumentaba el poder económico,
político y social de la burguesía determinaba un desarrollo paralelo del proleta
riado, tuvo como consecuencia el fortalecimiento de las Trade-Unions y del par
tido Cartista, defensor de los intereses de la clase obrera.
La política social reaccionaria de los whigs, en particular la ley sobre los pobres
de 1843, convenció muy pronto al proletariado inglés de que se había dejado
engañar por las promesas electorales de aquéllos, que demostraban ser tan ene
migos de sus intereses como los tories. La ley sobre los pobres respondía al deseo
de la burguesía industrial de reducir al mínimo los gastos de mantenimiento de
los desocupados y de quebrar la acción reivindicadora de la clase obrera, estable
ciendo, en las casas de trabajo destinadas a los desocupados, un régimen peni
tenciario peor que el reservado al más miserable de los obreros.
El resentimiento de la dase obrera contra los whigs aseguró el triunfo de los
tories en las elecciones de 1841, pero éstos, obligados a ceder ante los impera
tivos económicos, continuaron en realidad, aunque más moderadamente, la polí
tica librecambista de los whigs.2 Para protestar por la agravación de su miseria,
los obreros organizaron una agitación de masa, que alcanzó su punto culminante
con la gran huelga de 1842 en la industria textil.
El estudio cada vez más profundo de la situación de Inglaterra y de las doc
trinas económicas llevó a Engels a percibir cada vez con mayor claridad que el
desarrollo económico determina el desarrollo político y social, y que las luchas
de clases que de ello resultan constituyen el elemento motor de la historia moderna.
Bajo el efecto de la toma inmediata de contacto con la vida económica y social
inglesa, y en particular con la agitación revolucionaria dei proletariado inglés,
Engels se apartó primero, al mismo tiempo que del idealismo Joven Hegeliano,
del comunismo sentimental de Hess, para orientarse hacia una concepción ma
terialista de la historia. Esa evolución se realizó en forma progresiva, dejando
subsistir en él durante bastante tiempo una mezcla de idealismo y de materia
lismo. , Así es como en diciembre de 1842 aún consideraba que el progreso
lúscórico estaba determinado, no por los intereses materiales, sino por prlnd-
Sobre este período de la historia de Inglaterra, cí. A. L. Morton, Historia del pueblo
inglés, 1936, págs. 402-451.
píos/1 lo que no le impedía, por lo demás, comprobar ai mismo tiempo que en
Inglaterra los principios, lejos de determinar el desarrollo político y social, es
taban, por el contrario, determinados por éste,4 y ver que la agravación de la lucha
de clases entre la burguesía y el proletariado debía engendrar necesariamente una
revolución comunista.5
La eliminación cada vez más rápida de los restos de las concepciones idealistas,
determinada por su conocimiento cada vez más profundo de la vida inglesa, se
manifestaba en sus artículos de ¡os A ndes franco-alem anes, en particular en el
"Esbozo de una crítica de la economía política”, donde, apoyándose en un análisis
crítico del sistema capitalista, describía el desarrollo desde un punto de vista
materialista.
Con ese mismo enfoque analizaba en su artículo de V ontúirts6 la situación
general de Inglaterra. Aunque hizo la descripción de esta situación en una época
en que las Trade-Unions y el Cartismo 7 sufrían duramente las consecuencias dei
fracaso de la gran huelga de 1842, conservaba una fe Inquebrantable en el triunfo
final del proletariado y del comunismo. Permaneció en estrecho contacto con
los dirigentes comunistas de la "Liga de los Justos”, K. Schapper, H. Bauer y
j. Molí, con el dirigente cartista Hamey y con el órgano de los owenistas, The
N ew Moral W orld, y se fortaleció en su simpatía por el proletariado a través de
su amistad con una joven obrera irlandesa, Mary Burns, que se convertiría en su
compañera; todo ello hizo que la línea general de su artículo estuviera inspirada
en el interés de clase del proletariado. De ahí los dos temas fundamentales de
dicho artículo: concepción del papel determinante del movimiento económico y
de las luchas de clase engendradas por éste en el desarrollo de la historia, y aná-
■' Cf. F. Engels, Gaceta rengue. 9 de diciembre de 1S42, "Las crisis internas". Cf. rifa».-/
J, t. Ii, pág. 331.
"5s sigo que cae de su peso en Alemania, pero que los obstinados ingleses uo aicanzao
a comprender, a saber: que Los intereses materiales no pueden jamás constituir elementos
independientes; reguladores de la historia, y que coridentemente o no están al servicio de
un principio que constituye ei elemento determinante del progreso histórico.”
4 Cf. ib u i. pág. 312. "En Inglaterra, por lo menos entre los partidos que actualmente
se disputan el poder, los rvhigs y los tories, no existen luchas de principios, sino sólo con
tactos provocados por intereses materiales.”
5 Cf. Mega, l, t. II, pág. 355. "El beneficio que han obtenido los asalariados [se .trata
de la gran huelga de 1842. - A. C ] es que una revolución no puede realizarse por medios
pacíficos y que únicamente tina, crasíormación radical de la organización social inhumana
y el derrocamiento de la aristocracia feudal e industrial podrán mejorar k situación de
ios proletarios. Lo que aún obstaculiza esa revolución es el curioso respeto que tienen los
ingleses por la ley, pero en la situación actual de Inglaterra no puede dejar de producirse
■Y.uy pronto una escasez de alimentos que, al reducir el proletariado al hambre, hará que
el temor a éste sea mayor que el respeto a la ley. Esa revolución es inevitable en Ingla
terra, pero, como sucede siempre en ese país, los que la desatarán y dirigirán no serán los
principios, sino los intereses; en efecto, sólo sobre la base de los intereses se desarrollarán
los principios, lo que significa que esa revolución no será política, sino social."
I: Cf. E. Engels, La situación d e Inglaterra, I, El siglo dieciocho; II, La Constitución
inglesa. Cf. Votwürts, 4, 7, 11 de setiembre y 18, 21, 25, 28 de setiembre, 5, 16, 19 de
octubre de 1S44. Mega. I, t. FV, págs. 291-334. Este artículo fue escrito eu febrero-marzo
de 1844.
‘ El gran movimiento cartista, que reforzaba en el plano político el movimiento de las
Trade Unions, alcanzó su punto culminante en 1842, en ocasión de ser presentada ai Par
lamento la segunda gran petición en favor de k Carta. El fracaso de la gran huelga de
I8-Í2 fue un duro golpe para dicho movimiento; las consecuencias de ese fracaso fueron
aún más graves para las Trade Unions, que volvieron a levantarse con dificultad.
lisis de ese desarrollo en la perspectiva de la revolución comunista que esas luchas
deben necesariamente provocar.
El análisis cada vez más minucioso de la situación de Inglaterra le permitió des
prenderse casi por completo de los restos de concepciones idealistas y dar una
base más sólida a su nueva concepción histórica y materialista del mundo.
En ese análisis destaca, antes que nada, que debido al papel decisivo que desem
peñan las luchas de clase, la historia tiene en Inglaterra un carácter eminente
mente social, a diferencia de Alemania y Francia, donde las luchas filosóficas y
políticas desempeñan un papel determinante.
La historia moderna de Inglaterra está determinada por la revolución industrial
que se llevó a cabo en ese país a mediados del siglo X V III, y cuyos efectos fueron .
mucho más profundos que los de la revolución filosófica en Alemania y de la
revolución política en Francia.8
Debido a su fe en la fuerza todopoderosa de las ideas, los alemanes buscaron
hacer prevalecer los intereses generales de la humanidad por la vía de la filosofía.
Los franceses rechazaron esa concepción idealista y pensaron que esos intereses
sólo podían triunfar por la acción política, por la reforma del Estado.9
Contrariamente a los alemanes y franceses, los ingleses tienen más inclinación
al empirismo que a consideraciones generales filosóficas y políticas; ello explica
que asignen mayor importancia a los intereses privados que a los generales, y
que el elemento social desempeñe, en ellos, un papel preponderante.10 Con re
lación a éste, la política sólo tiene un papel secundario, y únicamente porque los
ingleses persisten en creer en la acción decisiva del Estado los problemas sociales
tevisten aún, entre ellos, un carácter político.11
La profunda trasfoimación que se ha producido en Inglaterra es efecto del
desarrollo, no sólo económico y social, sino también científico y filosófico que
se realizó en ese país durante el siglo XVIII. Se produjo una renovación en las
ciencias de la naturaleza y también en las ciencias históricas y políticas, que en
tonces se constituyeron verdaderamente en ciencias; las primeras, por la deter
minación de sus leyes; las segundas, por las relaciones que se establecieron entre
ellas y las nuevas doctrinas de economía política.12
Este desarrollo de las ciencias estuvo acompañado por una lucha contra el
esplritualismo cristiano, y por una tendencia cada vez más señalada hacia el
materialismo y el escepticismo, que corresponde, en el plano ideológico, a la
tendencia, predominante en los ingleses, a la actividad práctica.13
Paralelamente a esa trasformación d e las ciencias y de la concepción del mun
do, en Inglaterra se produjo un desarrollo social cuyos orígenes expone Engels
en forma semidealista.
A diferencia del mundo antiguo basado en la esclavitud, con su desprecio por
los derechos de los individuos, el mundo cristiano-germánico, que en principio
reconoce esos derechos, suprimió teóricamente la esclavitud, pero la conservó
en la práctica bajo la fotma de servidumbre.14
s C.f. La situación d e Inglaterra, t. I, El siglo dieciocho. Cf. Mega, I, t, IV, p&g. 2915"33.
9 Cf. ibid., págs. 29323"29, 2952s-3!).
id Cf. ibid., págs. 29539, 29622.
11 Cf. ibid., pág. 29622-29.
12 Cf. ibid., págs. 29 I31-29231.
18 Cf. ibid., págs. 29231-293'% 29 323-2 94'‘ 0.
1* Cf. ibid., pág. 297a_1B.
Así como en. la Edad Media la esclavitud sólo fue abolida en apariencia, la
servidumbre ha sido abolida en forma ilusoria en la sociedad moderna, basada
en la propiedad privada y regida por el dinero. Bajo los efectos del predominio
de los intereses privados, el hombre se ha convertido en esclavo del dinero; esa
servidumbre, que halla su expresión en una venalidad universal, es más profunda
e inhumana que la que pesaba sobre los siervos.15
Marca el más alto grado de la alienación humana; pero es, por lo demás, la
condición necesaria de la emancipación de la humanidad. l a deshumanización
de los hombres, que alcanzó con ella su punto culminante, tiene, en efecto, como
consecuencia inevitable, la destrucción de la sociedad burguesa y su remplazo por
un orden social racional y humano.10
La revolución que emancipará a los hombres está próxima. Estallará primero
en Inglaterra, donde el desarrollo del sistema capitalista ha alcanzado su más
alto grado.17
Esa revolución es el resultado necesario del desarrollo económico y social de
Inglaterra desde el siglo X v i , que remplazó progresivamente el sistema feudal por
el capitalista. Ei florecimiento cada vez más rápido del comercio y del poderío
marítimo, a s í como la conquista de las colonias durante los siglos x v i y XVII,
favoreció la formación de una clase media cada vez más poderosa, que se abó
contra la nobleza feudal y determinó una separación cada vez más tajante entre
la industria, el comercio y la agricultura.13
Esta última abarcaba entonces tres categorías de propiedad: los grandes pro
pietarios nobles (Umdlouls) , ios propietarios medianos plebeyos (¿quites) y los
pequeños campesinos.19 El gran comercio estaba concentrado en Londres. La
principal industria era la textil, que se desarrollaba fundamentalmente en el
is Cf. ibid., págs. 297s-2981, "La consecuencia de que el interés se haya convertido
en el vínculo entce los hombres ha sido la disolución de la sociedad en individuos aislados,
su trasformación en un mundo de átomos opuestos entre sí. Esa individualización, resul
tado extremo del subjetivismo cristiano, señala la terminación del mundo cristiano. Mien
tras subsista la expresión fundamental de la alienación humana bajo la forma de la pro
piedad privada, el incerés adoptará necesariamente la forma de interés particular, cuya
dominación se manifiesta en la dominación de la propiedad privada. La supresión de la
servidumbre feudal ha hecho del dinero el único vínculo entre los hombres. La propiedad
privada, ese elemento natural inhumano opuesto al elemento espiritual humano, es reina,
y con ella el dinero, su forma abstracta, se ha convertido en el rey del mundo. El hombre
ha dejado de ser esclavo de los demás hombres y se ha hecho el esclavo de las cosas; se
ha completado la inversión de las verdaderas relaciones humanas; la servidumbre engen
drada por el mundo moderno de los negocios, con la venalidad universal que reina en él,
es más inhumana y universal que la propia de la servidumbre. . . " Cf. igualmente pág.
3 0 7 2 4 - 20 .
10 Cf. ibid., pág. 293. "El mundo cristiano ha alcanzado el grado máximo de su des-
arroilo; ahora debe hundirse para dejar lugar a un mundo racional y humano. El Estado
cristiano es la última forma posible de Estado, y con él desaparecerá el Estado mismo. La
disolución de la humanidad en una masa de átomos ¡lisiados, opuestos entre sí, que pro
vocan la destrucción de los intereses corporativos y nacionales, señala el último grado del
desarrollo que lleva a la emancipacióu y la reconstitución de la humanidad. La consuma
ción de la alienación señalada por la dominación del dinero constituye la etapa necesaria
que lleva a la readquisicián del hombre por sí mismo.”
1T Cf. ibid., pág. 2983C-31.
13 Cf. ibid., pág. 2983“-‘43.
i» Cf. ibid., pág. 2991' 39.
campo y en los alrededores de las ciudades. Las minas de hulla eran poco explo
tadas, pues el carbón se utilizaba principalmente para las necesidades domésticas.311
Hacia la mitad del siglo xvm esa situación se modificó rápidamente bajo Jos
efectos de la revolución industrial, favorecida por una serie de grandes inven
ciones que se produjeron entre 1760 y 1785: la máquina de vapor de Watts, la
mecanización de la industria de la alfarería, las máquinas de hilar de Hargrcavcs
y de Ark'tvright, las máquinas de tejer de Crompton y de Cartwright.21
Estas invenciones provocaron una conmoción en el modo de producción, que
se extendió progresivamente a todas las ramas de la industria, las cuales pasaron
rápidamente de la situación de producción artesanal a la fabril.22
La industria textil, principal rama industrial de entonces, fue la primera en
desarrollarse en forma extraordinaria con la mecanización de las hilanderías y
tejedurías. La industria de la lana, como la del hilo y la seda, conocieron un
desarrollo análogo al de la industria algodonera.23
El trabajo manual era sustituido cada vez más por el de las máquinas; gradas
a éstas, un niño de ocho años producía más de lo que antes producían veinte
obreros adultos; 600.000 obreros, de los árales más de la mitad eran mujeres y
niños, realizaban un trabajo que en otro tiempo hubiera exigido 150 millones
de obreros.24
Las demás industrias se beneficiarían con un florecimiento semejante; bajo el
impulso del desarrollo del maqumismo, de los ferrocarriles y de la navegadón
de vapor, Ja industria metalúrgica conoció un auge extraordinario, acompañado
por un muy rápido desarrollo de las industrias mineras: extracción de hierro, de
cobre y sobre todo de hulla, cada vez más utilizada en la industria 26 El desarrollo
de la industria y el comercio originó un desarrollo paralelo de los medios de
comunicación y trasporte.26
Este florecimiento de la industria y del comercio, que hubiera debido favorecer
el desarrollo de la civilización por el acrecentamiento de las necesidades y de las
-■ Cf. ¡bid.. pág. 307. "La primera consecuencia [de la revolución industrial. - .1 C ]
fue asegurar la dominación del interés privado sobre los hombres. El interés privado se
apoderó de nuevas fuerzas industriales y las utilizó para sus propios fines. Esas fuerzas, que
legítimamente habrían debido ponerse al servicio de la humanidad, se convirtieron en la
propiedad de una minoría de ricos capitalistas y en un medio de avasallamiento de las masas.
El comercio, al acaparar la industria, se hizo todopoderoso y fue el vínculo entre los hom
bres; todas las relaciones personales y nacionales se txasformaron en relaciones comerciales,
lo que significa que la propiedad privada, el mundo de las cosas, dominó el mundo."
28 Cf. ibid.. págs. 30728-308:in.
a» Cf. ¡bid.. pág. 299
hacía imposible la conjunción del trabajo industrial y del trabajo agrícol que
hasta entonces había facilitado la vida de la mayoría de los obreros.
La proletarización de la mayor parte de la población y el enriquecimiento de
¡a burguesía, que remplazó a la aristocracia agraria como clase dirigente, tuvieron
por efecto la división de la sociedad inglesa en tres grandes clases: aristocracia
agraria, burguesía industrial y comerciante, y proletariado, división a la que corres
ponde, en el plano político, la de los ingleses en tres grandes partidos: tories,
v/bigs, carlistas, que defendían los intereses respectivos de esas tres glandes clases.30
Competencia entre todos los hombres, rápido crecimiento del proletariado,
explotación acrecentada de éste por la burguesía convertida en clase dirigente,
agravación de la lucha de clases entre poseedores y desposeídos: tales fueron los
principales efectos sociales de la revolución industrial.31
El sistema capitalista, que con el desencadenamiento de la competencia marca
el punto culminante de la deshumanización del hombre, debe ser abolido. Lo
será a consecuencia de su mismo desarrollo, que no puede dejar de provocar una
crisis general, generadora de la revolución social. Esa revolución, obra del pro
letariado que entra cada vez más en lucha abierta contra las clases poseedoras,
estallará en Inglaterra luego de la abolición de la ley sobre los granos; al debi
litar a Ja aristocracia agraria, ésta permitirá a la clase obrera dirigir todos sus
goipc-s contra su principal enemigo, la burguesía.32 El acceso del proletariado al
poder por la realización de la Carta permitirá la instauración de una sociedad
comunista, que librerará a los hombres de toda servidumbre.
En esta trasformación radical de la sociedad, Engels no da participación alguna
al Estado, al cual considera ya únicamente como un instrumento de dominación
de las clases poseedoras. Esta concepción se afirmaba en él por el estudio de las
instituciones inglesas, que le mostraba que el Estado inglés, fuera dirigido por
los conservadores o por los liberales, empleaba siempre su poder contra el pueblo.
Destaca este carácter de clase del Estado inglés en la segunda parte de su
artículo titulado La C onstitución in glesa P
Al analizar Ja situación política de Inglaterra hacía resaltar que esta última,
debido a su desarrollo económico, político y social, y a su actividad científica y
literaria, era el país no sólo más fuerte y avanzado de Europa, sino también el
más libre .31
Cf. ibid., pág. 30935-3S.
51 Cf. ibid., pág. 309. "Para Inglaterra el más importante resultado del siglo Xvra
fue la creación del proletariado por la revolución industrial. La nueva industria exigía,
para las innumerables ramas de trabajo, masas de obreros siempre prontas, como nunca
las había habido [ . . . ] La industria concentró el trabajo en las fábricas y en las ciudades;
se hizo imposible la unión del trabajo industrial y agrícola, y los obreros tuvieron que
dedicarse exclusivamente al trabajo fabril [ . . . 3 En el campo se eliminó el cultivo de
parcelas [ . . . ] lo que llevó a la creación de una clase nueva de obreros agrícolas. Las
ciudades triplicaron y cuadruplicaron su población; ese aporre estaba compuesto únicamente
por obreros. La explotación intensiva de las fábricas exigía, además, un número cada vez
mayor ele obreros que ambien vivieran sólo de sus salarios.
Por otro lado, de las clases medias surgió una nueva aristocracia. Con la producción in
dustria! los fabricantes multiplicaron muy rápidamente sus capitales; los comerciantes hi
cieron lo propio. El capital creado por esa revolución sirvió a la aristocracia inglesa para
combatir la Revolución francesa.”
32 Cf. ibid.;. pag. 29^31-34,
33 cf. ibid., págs. 310\334. La situación d e Inglaterra. 11. La Constitución inglesa.
3-1 Cí. ibid., paga. 310-3H 10,
Sin embargo, si sólo consideramos este aspecto de Inglaterra, decía Engels, no
podremos hacernos una imagen exacta de ese país. Detrás de su apariencia pro
gresista y liberal, Inglaterra sigue siendo, en efecto, un Estado profundamente
conservador, porque todo el poder del Estado se halla concentrado en manos de
las clases poseedoras, que lo utilizan en beneficio propio, como lo muestran la
Constitución y las instituciones inglesas.
La Constitución de 1688, que trasformó el Estado inglés en un Estado cons
titucional, no cambió el carácter de clase de ese Estado. Al tomar el poder los
whigs liberales, pusieron el Estado, como lo habían hecho los toríes conservado
res, al servicio de sus intereses de clase, lo que demuestra que e! vicio profundo
del Estado proviene, no de su forma, sino de su esencia. Cualquiera sea su fuerza,
el Estado, en efecto, es tiránico. En lugar de ver que por esencia es inhumano, en
Inglaterra se ha tratado de darle un carácter moral, trasformándolo en una mo
narquía constitucional, que en realidad es tan inmoral como las otras formas de
Estado.35
El principio fundamental de la Constitución inglesa es la distribución igual
del poder entre la Corona, la Cámara de los Lores y la de los Comunes. En reali
dad la Corona no tiene poder real, aunque la Constitución estipula que el rey
representa k esencia del Estado.35
Sucede más o menos lo mismo con k Cámara de los Lotes, cuya actividad se
ha vuelto, como la del rey, puramente formal. Pero así como la veneración por k
Corona aumentó en la misma medida en que la monarquía perdió su poder, el
respeto del pueblo por la Cámara de los Lores creció en la misma medida en
que disminuyó su importancia política.37
El poder del Estado se concentra en la Cámara de los Comunes, que dicta las
leyes y dirige el Estado por intermedio de los ministros que le están subordi
nados. Dado el poder absoluto de la Cámara de los Comunes, emanación directa
de la voluntad popular, podría pensarse que en Inglaterra reina un régimen de
mocrático, pero no es así. Debido al sufragio censatario, la Cámara de los Co
munes se compone, en efecto, principalmente de representantes de las clases po
seedoras: grandes terratenientes, industriales y comerciantes.
En el campo, los electores son casi todos agricultores que dependen estrecha
mente de los grandes terratenientes, de manera que la gran mayoría de los di
putados son toríes; en las ciudades, donde los industriales y los comerciantes
desempeñan un papel preponderante, la gran mayoría de los diputados son whigs;
k clase obrera se halla prácticamente despojada de todo derecho político. Sólo
en las grandes ciudades industriales logran los obreros hacer elegir a sus candida
tos. De ahí el número relativamente escaso de diputados cattistas en la Cámara
de los Comunes.38
Así, pues, las clases poseedoras son las que detentan el poder. La Cámara de
los Comunes está dominada por los tories o por los whigs, que defienden los
intereses de la aristocracia agraria y de la del dinero. Sólo en la medida en que
la aristocracia agraria, gracias a su fortuna inmobiliaria, ejerce influencia en las
elecciones, constituye una fuerza política. En realidad la que gobierna es la bul
81 Cf. ib id ., pág. 297. "La Antigüedad, que aún ignoraba totalmente los derechos del
hombre y cuya concepción de! mundo era por ello general y abstracta, no podía subsistir
sin la esclavitud.”
52 Cf. Mega, I, t. III, pág. 297®-1®.
53 Cf. ibid., pág. 2945-19.
54 Cf. ib id ., págs. 29522-2966.
85 Cf. ib id ., pág. 296. “Mientras el Estado y la Iglesia fueron las únicas formas en
las que los hombres realizaron su ser, no pudo existir historia social. Ello explica que no
haya habido desarrollo real durante la antigüedad ni durante la Edad M e d ia . La Reforma,
primera y tímida reacción contra la Edad Media, condujo a un profundo cambio social
trasformando al siervo en obrero libre.”
88 Cf. ib id ., págs. 318 5 0 -3 1 9 1 .
67 Cf. ib id ., pág. 307.
más industrial y comercial, como por el lugar que ocupan la burguesía y el
proletariado en el nuevo proceso de producción.
Mientras que debido a esta revolución, que favorece la creación de monopo
lios, las clases medias, artesanos, pequeños y medianos propietarios agrarios son
aplastados, la burguesía, gracias a la propiedad de los medios de producción in
dustrial, remplaza a la aristocracia agraria como clase dirigente, y el proletariado,
cada vez más oprimido por la depreciación constante de los salarios y por la pro
longación inhumana de la jornada de trabajo, entra en lucha abierta contra ella.
El antagonismo entre las clases sociales se manifiesta en el plano político por la
lucha entre los partidos: tories, whigs y cattistas, que defienden los intereses res
pectivos de la aristocracia agraria, la burguesía y la clase obrera. Por último, el
análisis de las luchas políticas muestra a Engels que el Estado no es más que un
instrumento de dominación en manos de las clases dirigentes.
Al considerar que el sistema capitalista subordina a los hombres al mundo de
las cosas y llega al apogeo de su deshumanización, Engels piensa que será necesa
riamente abolido poc una revolución proletaria, engendrada por la acentuación
de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, revolución que condu
cirá a la instauración de la democracia social, es decir, del socialismo.
Por un camino muy diferente al de Marx, que llegaba ai mismo tiempo al ma
terialismo dialéctico y al materialismo histórico, dando a éste una base más amplia
y más sólida, Engels llegaba al mismo resultado esencial, a saber: que el desarrollo
de la historia tiene, como el de la naturaleza, un carácter objetivo, determinado en
esencia por la trasformación de las fuerzas productivas, y que sólo la economía
explica el desarrollo social.
M a b x y E n g e ls
**’ Cf. F. Engels, Ludu'ig Fetterbach, en C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, e<l. cit.,
pág. 702.
Cf. F. Engels, Historia d e la Liga d e lo s Comunistas, en C. Marx y F. Engels, Obras
escogidaSj ed. cit., oág. 673. Cf. Mega, III, t. I, págs. 7-8. Carta de Engels a Marx, 19
de noviembre de 1844: "Esa mescolanza teórica me indispone cada vez más con todos los
palabras vanas sobre el hombre considerado en sí, así como me irritan las críticas [ .. • 1
contra la teología, el pensamiento abstracto o el materialismo vulgar. Más vale ocuparse
de cosas reales, vivas, de desarrollos y de resultados de la historia, que perder el tiempo
"L a Sagrad a F a m i l ia "
La primera obra emprendida en común fue una puesta a punto de sus concep
ciones por medio de una crítica a los Jóvenes Hegelianos de Berlín, cuya doc-
irina. La Critica crítica, constituía, en el plano ideológico, una agravación de lo
filosofía especulativa y, desde el punto de vista político, un apoyo a la reacción.02
Por intermedio de Georg Jung, Marx recibía de Colonia la revista mensual de
Bruno Bauer, Gaceta gen era l literaria, que era el órgano principal de los Jóvenes
Hegelianos de Berlín. Al mismo tiempo que le enviaba la revista, G. Jung lo in
vitaba a tomar posición contra éstos.83
A fines de agosto, poco antes de la visita de Engels, Marx recibió el núm. 8 de
la Gaceta gen era l literaria, que contenía los artículos: "1842", dirigido contra el
comunismo, y "¿Cuál es el actual objeto de la Crítica?", que constituía el pro
grama de La Crítica crítica ,04
en esas tonterías [ . . . ] Es eso lo mejor que tenemos para hacer, al menos mientras nos
veamos reducidos a hacer uso de nuestras plumas y no podamos realizar nuestras ideas con
nuestras manos, y si fuera necesario, con nuestros puños." Cf. ib'ui., pág. 1 . Carta de
Engels a Marx, íj-10 de octubre de 1S4-S: "La gente [los obreros de Colonia. - A. C.] está
muy activa, pero la falta de una base teórica es muy sensible. Mientras no se demuestre,
en algunos escritos, cómo ios principios derivan lógica e históricamente de las concepciones
hasta ahora predominantes y del desarrollo de la historia, def que sólo son la consecuencia
necesaria, continuará reinando !a confusión en el pensamiento y la incertidumbre en la
arción."
sa Sobre ios jóvenes Hegelianos de Berlín, cf. capítulo I de este tomo.
Cf. Manual d e ciencias políticas, Jena, 1S92, c. IV, pág. 1131. F. Engels; Marx Hein-
Hch, Kart. “En setiembre de 1844 Federico Engels vino por unos días a París, donde
encontró a Marx. Mantenían correspondencia desde que comenzaron a colaborar en los
A ndes franco-alem anes; de enronces data su alianza, que sólo terminó con la muerte de
Marx. El primer fruto de su colaboración fue una polémica con Bruno Bauer, de quiea
se habían separado en el curso del proceso de disolución de la escuela hegeliana, polémica
que fue publicada en 1843, en Francfort del Maine, con el tirulo de La Sagrada Familia.
Crítica d e B, Bastar y consortes,
“a Cf. Carta de G. Jung a Marx, 31 de julio de 1844. Esta carta se encuentra en los
antiguos archivos del Partido Sodaldemócrata alemán en Amsterdam. "Le envío bajo
laja, por correo, los nums. 5, 6 y 7 de la Gaceta gen eral literaria. Sus observaciones sobre
Bruno Bauer son muy justes, pero sería bueno que las convirtiera en una crítica para un
diario alemán, a fia de obligar a Bauer a salir de sil misteriosa reserva. Hasta ahora, en
efecto, no ha manifestado una opinión clara sobre un tema cualquiera, pues según él la
tarea de la crítica se limita a la comprensión de los acontecimientos. Convierte esta tarea
en algo muy fácil, para él, denunciando con una sonrisa irónica las contradicciones que
descubre, después de lo cual se exime de todo comentario. Naturalmente, de ese modo no
resulta muy difícil realizar la proeza de que tanto se jacta, a saber, escribir bajo el control
de la censura prusiana. Es verdad que si los hermanos Bauer se animaran a resolver las
contradicciones que denuncian, carecerían en gran medida del talento de que hacen gala,
y el camino del exilio sería la única salida para ellos. Bauer está tan empeñado en esa
manía de criticarlo todo, que hace poco me escribía que no se debería criticar simplemente
Ja sociedad, los privilegios, a los propietarios, sino también, cosa de la que nadie se había
dado cuenta hasta ahora, a los proletarios, como si la crítica de los ricos, de la propiedad,
de la sociedad, no bubiera surgido de la crítica de la condición inhumana e indigna dei
proletariado. Escríbame qué piensa usted emprender contra B. Bauer; si no quiere dedicar
tiempo a esa crítica, nosotros, Hess y yo, nos proponemos utilizar las cartas suyas para
preparar un artículo.”
'f4 Cf. Gaceta gen eral literaria (en adelante citada con las iniciales: G.G.L.) , cuaderno
8 , págs. 1-8, 1842; págs. 18-26. ¿Cuál es el actual ob jeto d e la critica?
Marx, que ya había atacado duramente a Bruno Bauer en los M anuscritos e c o
n óm icos-filosófico s, en los cuales anunciaba una crítica general de La Crítica
crítica,6S habló con Engels de ese proyecto. Convinieron rápidamente que era
necesario denunciar la fraseología de esa Crítica, y su carácter reaccionario, se
ñalado por sus ataques a la "masa”, es decir, a la clase obrera y al liberalismo y
el comunismo, que ocultaba bajo un tono seudorrevolucionario.
Engels escribió en seguida lo que tenía que decir y quedó muy sorprendido,
algunas semanas más tarde, al ver la amplitud que Marx daba a ¡a polémica. En
tanto que para él ésta debía limitarse a un rápido dilucidación de las cosas en tono
irónico, Marx, conservando ese tono, la trasformó en una discusión profunda de
todos los problemas planteados por La C rítica crítica, por lo cual lo que al co
mienzo debió ser un folleto, se trasformó en un voluminoso trabajo.
Lo esencial para Engels, y sobre todo pata Marx, era exponer, con la ayuda
de esa crítica, sus propias concepciones; ello explica la gran importancia de La
Sagrada Familia en la formación del pensamiento de ambos. Señalaban las gran
des líneas de su crítica en un prefacio en el cual decían: “El enemigo más peli
groso del hum anism o real, en Alemania, es el esplritualism o o idealism o esp ecu
lativo, que suplanta al h om b re individual y real por la ’tm to co n cien cid o el 'espí
ritu' y dice, con el evangelista: 'El espíritu vivifica, la carne embota’. Huelga decir
que este espíritu inmaterial sólo en su imaginación tiene espíritu. Lo que nos
otros combatimos en la crítica de Bauer es cabalmente la esp ecu la ción que se re
produce a manera de caricatura y que consideramos como la expresión más aca
bada del principio cristiano-germ ánico, a cuya tentativa final asistimos, en cuanto
que trata de convertir 'la cr itic ó misma en un método trascendental.
Nuestra exposición se atiene principalmente, a la G aceta gen era l literaria de
Bruno Bauer —cuyos primeros ocho cuadernos tenemos ante nosotros—, ya que
es aquí donde alcanza su punto culminante la crítica baueriana, y con ella el ab
surdo de la esp ecu la ción alem ana en gen eral. La Crítica crítica (es decir, la crí
tica de la G aceta gen era l literaria) es tanto más instructiva cuanto más convierte
en la más plástica de las comedias la inversión de la realidad a través de la filo
sofía. Véase, por ejemplo, a F aucher y Szeliga. La Gaceta gen eral literaria nos
brinda un material a la luz del cual es posible hacer ver incluso al gran público
las ilusiones de la filosofía especulativa. Tal es la finalidad que persigue nuestro
trabajo.” cs
C r ít ic a s de Engels
C r ít ic a s de M arx
88 Cf. ib'ul., pág. 257. "El m isterio de esta audacia baueriana es la F en om enología d e
H egel. Como Hegel sustituye aquí al h om b re por la autoconciencia, la realidad humana
más diversa aparece sólo como una determ inada form a, como una determ inabilidad d e la
autoconciencia. Pero una simple determinabilidad de la autoconciencia es una 'para ca
tegoría ’, un 'pensam iento’ que yo puedo, por tanto, superar en el pensar 'puro’ y sobre
ponerme a él por el mismo camino. En la F enom enología hegeliana se dejan en p ie los
fundamentos materiales, sensibles, objetivos, de las diferentes formas enajenadas de la
autoconciencia humana, y toda la obra destructiva da como resultado la más conservadora
filosofía, puesto que cree haber superado el m undo objetivo, el mundo sensiblemente real,
tan pronto como lo convierte en una nueva determ inabilidad de la autoconciencia y que
puede disolver también al adversario hecho etéreo, en el 'éter del pensam iento pu ro’. La
F enom enología termina, por tanto, consecuentemente, sustituyendo toda la realidad humana
por el 'saber absoluto'-, saber, porque es ésta la única modalidad de existencia de la auto-
conciencia, y porque la autoconciencia se considera como la modalidad única de existencia
del hombre; y saber absoluto, precisamente porque la autoconciencia sólo se sabe a s í m ism a
y no se ve ya entorpecida por ningún mundo objetivo. Hegel hace del hombre el h om b re
d e la autoconciencia, en vez de hacer de la autoconciencia la autoconciencia d e l h om b re del
hombre real, y que, por tanto, vive también en un mundo re3l, objetivo, y se halla condicio
nado por él. Pone el mundo de cabeza, lo que le permite disolver también en la cabeza todos
los límites, y esto los hace, naturalmente, mantenerse en pie para la sensoriedad mala, para
el hombre real. Además, considera necesariamente como límite cuanto delata la lim ita
ció n d e la au toconciencia gen eral, toda la sensoriedad, la realidad y la individualidad del
hombre y de su mundo. Toda la F en om enología se propone demostrar que la a u tocon
ciencia es la única realidad y toda la realidad."
84 Cf. ibid., págs. 122-135. El m isterio d e la construcción especulativa. Cf. Obras fi
losóficas, traducidas por J. Molitor, t. II, La Sagrada Familia, A. Costes, 1927, págs. 99-
106 (citadas en adelante bajo el título de M olitor).
frutas: manzanas, peras, etc., al concepto de fruta y hacemos de ésta la esencia, la
verdadera sustancia de todas las frutas, trasformamos las frutas reales en exteriori-
zaciones, en modos de ser del concepto de fruta. Lo esencial en las diferentes
frutas, manzanas, peras, no es, desde luego, su ser propio, su ser real, sino el
concepto de fruta con que las hemos remplazado. Las frutas reales no son más que
apariencias, de las que el concepto de fruta constituye la sustancia.85
Después de haber reducido así las diferentes frutas al concepto de fruta, la
especulación, para llegar, al menos en apariencia, a un contenido concreto debe
pasar del concepto de fruta a las frutas reales. Pero si con el procedimiento de
abstracción es fácil lograr diferentes frutas, a partir del concepto de fruta, sólo
es posible llegar a frutas reales si se renuncia a la abstracción.86
Es lo que hace, pero sólo en apariencia, la filosofía especulativa. Si las frutas,
dice, que sólo existían realmente como sustancia espiritual, como concepto de fru
ta, se presentan bajo formas diversas, cosa que es contraria a la unidad de la
sustancia, ello se debe a que el concepto de fruta no es una unidad inerte, sino
una realidad incesantemente viva, en vías de desarrollo. Las frutas reales: man
zanas, peras, etc., no son sino las diferentes expresiones, los grados sucesivos del
desarrollo del concepto de fruta, que abarca la totalidad de las frutas.87
La filosofía especulativa, luego de haber reducido así ¡os diferentes objetos a
una sustancia abstracta, a un concepto, los recrea haciendo de ellos exterioriza-
dones de ese concepto. Los objetos concretos pierden, por tal motivo, su carácter
propio, no tienen ya existencia real y se convierten en seres ilusorios, en simples
manifestaciones de conceptos. Su cualidad esencial no es su cualidad natural y su
sola justificación es ser realizaciones, grados de desarrollo de conceptos.88
El hombre ordinario no cree enunciar algo extraordinario cuando dice que
existen manzanas y peras; el filósofo especulativo, al enunciar ese mismo hecho,
realiza un milagro. En efecto, por un acto misterioso obtiene de su propio espí
ritu, que él se representa bajo la forma de un sujeto absoluto que existe fuera de
éi, objetos concretos; de entidades abstractas, de conceptos —aquí del concepto
de fruta—, obtiene frutas reales, manzanas, peras, y realiza así un milagro en toda
existencia concreta que enuncia.89 A decir verdad, el filósofo especulativo sólo
puede realizar esta creación milagrosa atribuyendo a los objetos que crea cualida
des que realmente poseen, determinando sus abstracciones conforme la naturaleza
real de los objetos. Este procedimiento de creación por la actividad autónoma
del espíritu considerado como sujeto absoluto, es lo que caracteriza la filosofía
especulativa.90
Ésta alcanza su punto culminante con la Crítica crítica. La Crítica crítica ha
agravado, en efecto, el carácter especulativo de la filosofía hegeliana, reduciendo
el Espíritu absoluto de Hegel a la conciencia de sí, que se desarrolla, contraria
mente al Espíritu absoluto, no en su unión indisoluble con el mundo, sino en
su oposición a éste, y trasformando la totalidad de las relaciones humanas en
•'U Cf. ibid., págs. 258-25ÍL "De suyo se comprende, finalmente, que si la F enom e
n ología de Kegel, a pesar de su pecado original especulativo, ofrece en muchos puntos
los elementos de una característica real de las relaciones humanas, e! señor Bruno y con-
soríes sólo nos entregan, por el contrario, una caricatura carente de contenido, caricatura
que se contenta con desgajar de un producto espiritual, o incluso de las relaciones y los
movimientos reales una determinabilidad, convirtiendo luego esta determinabiiidad en una
determinabilidad del pensamiento, en una categoría, y haciendo pasar esta categoría por
el punto d e vista del producto, de la relación y del movimiento, y en seguida, con la vieja
y sesuda sabiduría de! punto de visca de la abstracción, de la categoría general, de la auto-
conciencia general, poder mirar triunfalmente por encima del hombro a esta derermi-
nabilidad."
92 Cf. ibid., pág. 2 0 j. "Es Feuerbach, que consuma y critica a Hegel d esd e e ! pu m o
d e vista h egdiatto, al disolver el metafísico espíritu absoluto en el 'hom bre real sob re la
base d e la naturaleza’, el primero que consuma la crítica d e la religión, trazando al mismo
tiempo los grandes y magistrales rasgos fundam entales pata la crítica d e la especulación
hegeliana, y por lo tanto d e toda metafísica."
93 Cf. ibid., pág. 205.
94 Cf. ibid., pág. 151. " la concepción hegeliana de la historia presupone un espirita
abstracto o absoluto, el cual se desarrolla de modo que la humanidad sólo es utia masa
que, inconciente o concientemente,-r-!e sirve de soporte. Por eso hace que, dentro de la
historia em pírica, exotérica, discurra una historia especulativa, esotérica. La historia de
selectos que son los filósofos "críticos'-— ti elemento creador y regulador de !a
historia.""
El desarrollo de la historia, reducido al de la Conciencia universal, se realiza,
no como en Hegel —para quien es el resultado del movimiento dialéctico del
Espíritu objetivo— en unión estrecha con el mundo, sino, contrariamente a él,
en unión con ia sustancia trasformada en categorías, en determinaciones particu
lares que se oponen a la universalidad de la Conciencia y que ésta puede abolir
a su antojo.9®
Con la negación de toda sustancia, la crítk a ín tica ha abolido la naturaleza,
bajo su forma exterior al hombre y como elemento constitutivo de su ser, y ter
mina así en la negación de todo objeto y de todo ser diferente a ella misma.9.
flu en cia d e otros distinta de la propia acción, ningún sen tir y ningún querer distinto del
saber, ningún corazón distinto de la cabeza, ningún ob jeto distinto del sujeto, ninguna
práctica distinta de la teoría, ningún h om b re distinto del crítico, ninguna comunidad- real
distinta de Ja generalidad abstracta, ningún tú distinto del yo. El señor Bauer procede,
pues, de un modo consecuente al avanzar por el mismo camino, identificándose a s í m ism o
con la auto con cien cia infinita, con el espíritu, es decir, al sustituir estas creaciones suyas
por su creador, Y del mismo modo consecuente obra al repudiar como masa tozuda y
materia al resto d el m undo, que se empeña tercamente en ser algo distinto de su hecho
brotar.”
98 Cf. ibid., pág. 258. "Poique el 'm undo religioso en cuanto m undo relig io so ’ sólo
existe como el muado de la au toconcíencia, al crítico crítico —teólogo ex p ro fesso —
ni siquiera se le ocurre que exista un mundo en que con cien cia y ser son cosas distintas, -
mundo que sigue en pie lo mismo que antes aunque yo suprima simplemente su existencia
intelectiva, su existencia como categoría, como pnnto de vista; es decir, aunque yo modifico
mi propia conciencia subjetiva sin hacer cambiar por ello la realidad objetiva de un modo
realmente objetivo, es decir, sin hacer cambiar m i propia realidad objetiva, la mía propia
y la de los demás hombres. Por eso la especulativa identidad m ística de ser y pensam iento
se repite, en la ctítica, como la misma identidad m ística de la práctica y la teoría. De ahí
su enojo contra la práctica que pretende ser algo distinto de la teoría y contra la teoría
que aspira a ser algo distinto de la disolución de una determinada categoría en la 'ilimitada
generalidad- d e la au toconcíencia’. Su propia teoría se limita a explicar todo lo determinado
como la antítesis de la ilimitada generalidad de la auíoconciencia y, por tanto, a declararlo
nuio, como ocurre, por ejemplo, con el Estado, la propiedad privada, etc.”
89 Cf. ibid., pág. 149-
180 Cf. ibid., pág. 152. "De una parte está la masa, como el elemento m aterial de la
historia, pasivo, carente de espíritu y ahistórico; de otra pacte está e l espíritu, la Crítica,
el señor Bruno y Cía., como el elemento activo, del que parte toda acción histórica. El
acto de trasíocmación de la sociedad se reduce a la actividad cerebral de la crítica crítica.
"Más aún, la actitud de la Crítica, y también, por tanto, de la crítica encarnada, del
señor Bruno y Cía., ante la masa, es, en verdad, la única actitud histórica del presente. Toda
la historia actual se reduce al movimiento de estos dos lados, el uno con respecto al otro.
Todas las antítesis se han disuelto en esta antítesis crítica.
"La Critica critica, que sólo se objetiva en su antítesis, la masa, la necedad, tiene, por
tanto, que engendrar constantemente esta antítesis. . . ” Cf. ibid., pág. 144. "En la actitud
de la sabiduría crítica absoluta ante la absoluta necedad de la masa se han esfumado todas
las actitudes críticas. Esta actitud fundam ental se manifiesta como ei sentido, la tendencia,
la consigna de las hazañas y las luchas críticas libradas hasta ahora.”
La "masa” así concebida, dice Marx, es totalmente diferente de la masa real,
que representa el conjunto de los hombres; esta "masa” reducida a una categoría
abstracta y cuyo papel consiste en constituir, como negación de la Conciencia
universal, el elemento pasivo de la historia, sólo existe bajo esta forma para la
Crítica crítica .101
Esa oposición entre k Conciencia universal y la "masa” no es más que una
forma nueva de la oposición entre Dios o el Espíritu absoluto y el mundo, que
constituye el fondo del pensamiento hegeliano y cristiano.102 Esa concepción
—propia de todas las teorías reaccionarias 103— de una oposición radical entre
.un Espíritu absoluto, trascendental, elemento activo de la historia y la "masa”
que constituye su elemento pasivo, determina a la vez el pensamiento y la acción
de la C rítica crítica.
Esa acción, obra de los individuos selectos en los que se encarna la Conciencia
universal, está constituida por las campañas dirigidas por la Crítica crítica contra
la "masa”. Las campañas en cuestión se reducen en realidad a denunciar el ca
rácter falaz e ilusorio de todas las concepciones y empresas de éstas, y a proclamar
la verdad con la destrucción de esas ilusiones, de manera que la historia es, tanto
en B. Bauer como en Hegel, la toma de conciencia de la verdad absoluta. 104
La C rítica crítica desarrolla esas campañas, en parte con la ayuda de corres
ponsales, quienes, al exponerle lo que los opone a la "masa”, la incitan a decla
rarle la guerra105*
La Crítica crítica constituye la culminación de la filosofía hegeliana considerada
en su aspecto teológico. Como ésta, es la revelación de un espíritu sobrehumano,
creador del mundo y de la historia.100 En efecto, tal como la Idea absoluta, la
Conciencia universal, por medio de la acción de la Crítica crítica, ha abolido el
mundo por inadecuado a su esencia, para rehacerlo a su imagen.107
Al aislarse del mundo que ella imagina poder trasformar a su antojo con el
poder milagroso del espíritu, la C ritica critica, encarnación de la Conciencia
por lo menos, conocerlas— las grandes acciones políticas, literarias y teológicas, y las accio
nes de Estado de la historia. Así como separa el pensamiento de los sentidos, el alma del
cuerpo y se separa a sí misma del mundo, así también separa la historia de iu ciencia natural
y de la industria, y ve Ja cuna de Ja historia, no en la grosera producción material sobre la
tierra, sino en las vaporosas nubes que se forman en el cielo.”
112 Cf. ib id., págs. 135-191, Batalla crítica contra la Revolución- francesa.
112 Cf. ibid., pág. 185.
114 Cf. ibid., pág. 185.
115 Cf. ibid., pág. 147. "La 'idea' ha quedado siempre en ridículo cuando aparecía di
vorciada del 'interés'. Por otra parte, es fácil comprender que todo 'interés’ de masa que
va imponiéndose históricamente, al aparecer por primera vez en la escena universal, tras-
tiende ampliamente, en la 'idea' o la 'representación', de sus límites reales, para confun
dirse con el interés hum ano en general. Esta ilusión forma lo que Pourier llama la tónica
de cada época histórica.”
112 Cf. ibid., pág. 147. "El interés de la burguesía por la revolución de 1789, muy
lejos de ser 'frustrado', d o 'ganó' todo y alcanzó 'los resaltados más p ro fu n d os, por mucho
que se- evaporara el patbos y se marchitaran las flores 'del entusiasm o' con que ese ínteres
enguirnaldó su cuna. Tan poderoso era este interés, que se impuso victoriosamente a la
- para la masa, para el pueblo, cuyos verdaderos intereses no coincidían con los
objetivos reales perseguidos por la Revolución. Y ello explica que no haya
representado para él más que una idea, que sólo haya sido para él un motivo de
entusiasmo pasajero.117
B. Bauer considera que uno de los rasgos característicos de la Revolución es
el hecho de que después de la supresión del régimen feudal triunfó el puro egoís
mo, tanto en el Estado, donde se manifestó por la ubicación en el primer plano
del principio de Ja nacionalidad, como en los. individuos cuya separación, cuya
atomización provocó un desequilibrio de las costumbres, que el poder trató de
detener instaurando el culto del Ser supremo. 118 Ese desarrollo del principio
de nacionalidad y ese desequilibrio de las costumbres son los que constituyen,
para Bauer, las causas esenciales del fracaso de la Revolución francesa.
El principio de nacionalidad, le responde Marx, es la expresión natural del
egoísmo de todo Estado, y no enunciamos nada original al decir que el principio
de nacionalidad fue la causa del fracaso de la Revolución francesa, porque también
provocó la caída de Grecia y Roma.119
Por lo que se refiere al egoísmo engendrado por la Revolución francesa en los
individuos, que B. Bauer compara con átomos, Marx observa, en primer lugar,
que no se puede asimilar los individuos a átomos, que no tienen el mismo ca
rácter que los hombres ni las mismas relaciones entre sí .120 El individuo egoísta,
burgués, puede por cierto pensar que es un átomo, es decir, un ser absoluto, sin
relaciones con los demás individuos, y que se basta a sí mismo. Pero la vida,
que implica la satisfacción de sus necesidades, la manifestación de sus instintos
y el ejercicio de su actividad, lo obliga a creer en la existencia de su medio, es
decir, de la sociedad.181 l a satisfacción recíproca de sus necesidades reúne a
los miembros de la sociedad burguesa, por lo cual su vínculo verdadero es la
122 Cf. ibid., pág. 187. "Por tanto, la necesidad natural, las cualidades esenciales hu
manas [ ■•. ] el interés, mantienen en cohesión a los miembros de la sociedad burguesa,
y la vida burguesa y no la vida política es su vínculo real. No es, pues, el Estado el que
mantiene en cohesión los Acopios de la sociedad burguesa I . •. ] que solamente son átomos
en ei cielo de su imaginación y en la realidad, en cambio [ . . . ] no egoístas divinos, sino
hombres egoístas. Solamente la superstición política puede Imaginarse todavía, en nuestros
días, que k vida burguesa debe ser mantenida en cohesión por el Estado, cuando en la
realidad ocurre ai revés, que es el Estado quien se halla mantenido en cohesión por la
vida burguesa.”
Cf. ibid., págs. 187-188.
131 Cf. ibid., págs. 18S-189. "Robespierre, Saint-Just y su partido perecieron por haber
confundido la antigua com unidad realista-democrática, basada en la r e d esclavitud, coa el
m oderno Estado representativo espiriiualista-dem ocrático, que descansa sobre la esclavitud
emancipada, sobre la sociedad burguesa. |Qué gigantesca ilusión, tener que reconocer y san
cionar en ios d erech os hum anos (a moderna sociedad burguesa, la sociedad de la indus
tria, de la competencia general, de los intereses privados que persiguen libremente sus
propios fines, de la anarquía [ .. . J y al mismo tiempo, y a posteriori, anular en algunos
individuos concretos las m anifestaciones d e vida de esta sociedad, a la par que se quiere
formar la cabeza política de esta sociedad, a la antigua!"
123 Cf. ibid., pág. 189.
vida. Vértigo de empresas comerciales, fiebre de enriquecimiento, el tumulto
de la nueva vida burguesa, cuya primera fruición consigo misma es todavía in
solente, ligera, frívola, embriagadora; real esclarecimiento de la -propiedad terri
torial francesa, cuya agrupación feudal había destruido el martillo de la Revo
lución y que el primer ardor febril de ios muchos nuevos propietarios somete
ahora a un cultivo total; primeros movimientos de la industria liberada: tales
son algunos de los signos de vida de la sociedad burguesa recién nacida. La s o cie
dad burguesa es representada p ositivam en te por la bttrgttesía, La burguesía co
mienza, pues, a gobernar. Los d erech os hum anos dejan de existir solam ente en
teoría” 138
B. Baucr comete un error similar en su juicio sobre el golpe de estado de
Napoleón I, que señala, para él, el fracaso definitivo del liberalismo político.
Lo que caracteriza a Napoleón, dice Marx, es que representa la última tentativa
de subordinar la burguesía a un terrorismo revolucionario. A diferencia de Ro-
bespierre. Napoleón no llevó esa lucha contra ella en nombre de un ideal inspi
rado en el Estado antiguo, sino en nombre del poder soberano del Estado, del
cual hacía un fin en sí. No era un iluminado como Robespierre, y tenía, por el
contrario, una noción muy exacta de la sociedad burguesa, a ia que deseaba pro
teger contra las amenazas revolucionarias. Realizó el terrorismo de Escado procla
mando, en lugar de la revolución permanente, la guerra permanente. Con ello
dio satisfacción al nacionalismo francés, pero con sus prolongadas y costosas
guerras terminó lesionando ios intereses, no sólo políticos, sino también econó
micos de ia burguesía; Ja aplicación de medidas que iban contra los intereses de
la burguesía provocó su caída, como había determinado la del Terror. 137
Así como el terrorismo revolucionario se opuso nuevamente a la burguesía
con Napoleón, así también vio alzarse otra vez contra ella al A n den R égb n e con
la Restauración de los Borbones. Los Borbones —menos todavía que Napoleón—■ 2617*
3. E l m a te ria lis m o
5. P r o tt d b o n 160
como algo que se hallaba muy por debajo de ella; y que, por otra parte, al no distinguirse
realm ente del mundo, no podía emitir ningún ju icio real acerca de él, no podía hacer
valer ninguna diferencia real con respecto a él, razón por la cual no podía tampoco inter
venir prácticam ente, sino que tenía que contentarse, a lo sumo, con una práctica in abs
tracto. La filosofía sólo era excesivamente práctica en el sentido de que flotaba por encima
de ia práctica [ . . . ] Cuando la especulación habla del hombre, en otro sentido, no se
refiere a lo con creto, sino a lo abstracto, a la idea, al espirita, etc."
166 Cf. ibid., pág. 98.
19T Cf. ibid,, pág. 106.
1118 Cf. ibid., pág. 106. “El propio Proudhon se pregunta por qué la igualdad, a pesar
de servir de base, como principio racional creador, a la fundación de la propiedad y de
fundamento racional último para la propiedad, no existe, sin embargo, sino más bien su
negación., la propiedad privarla [ . . . ] Y demuestra que la propiedad, como institución
y como principio, es en verdad im posible’ (pág. 3 4 ), es decir, que se contradice a sí misma
y se anula en todos los puntos; que, para decirlo en alemán, es la existencia de la igualdad
enajenada, que se contradice y se extraña a sí misma. Los estados de cosas franceses reales,
como el conocimiento de esta enajenación, indican a Proudhon, y con razón, la superación
real de los mismos.”
1 Cf. ibid., pág. 104. "Si el señor Edgar se detuviera un momento a comparar ia
igualdad francesa ccn la autoconciencia alemana, se daría cuenta de que el segundo prin
cipio expresa en alemán, es decir, en el plano del pensamiento abstracto, lo que el primero
expresa en francés, es decir, traducido al lenguaje de la política y de la intuición pensante.
La autoconciencia es la igualdad del hombre en el pensamiento puro. La igualdad es la
conciencia del hombre acerca de sí mismo en el elemento de la práctica, es decir, consi
guientemente, la conciencia del hombre acerca del otro hombre como igual a él y el com-
El hecho de que con la desigualdad social entre los hombres la propiedad pri
vada engendre la riqueza para los unos y la miseria para los otros, lo lleva a
estudiar las relaciones entre la propiedad privada y la miseria, y a extraer la
conclusión de que la abolición de la miseria exige la de la propiedad privada.
l a forma en que Proudhon concibe y trata el problema social muestra la dife
rencia fundamental que separa una doctrina revolucionaria de la Crítica crítica,
que reduce las luchas políticas y sociales a luchas ideológicas, a combates entre
categorías, entre ideas abstractas. Ello se manifiesta, en particular, en la forma
en que E. Bauer y Proudhon consideran las relaciones entre la propiedad privada
y Ja miseria. El primero reduce la propiedad privada y la miseria a las catego
rías de tener y de no tener.
Luego de despojarlas de toda calidad y de toda importancia sociales, E. Bauet
puede, a su antojo, hacer malabarismos con esas categorías, gracias a la virtud
mágica del razonamiento especulativo; ello lo dispensa de todo estudio concreto
del problema social y de toda toma de posición política.1™ Orgulloso de haber
reducido el problema de las relaciones entre la propiedad privada y la miseria
—como lo hace con todos los problemas— a relaciones entre ideas abstractas,
eDtre categorías, reprocha a Proudhon haber tomado partido por la propiedad
privada, contra la miseria, en lugar de tratarlas con la indiferencia soberana del
filósofo especulativo.171
El tener y el no tener —le hace observar Marx—, bajo la forma de posesión y
de no posesión, en modo alguno son ideas abstractas. La no posesión es, en efecto,
la expresión concreta de la deshumanización del obrero separado y privado del
producto de su trabajo, la deshumanización que no puede ser abolida por vía de
la especulación,112 sino sólo por la acción conjugada de la crítica y de la acción
porcaraiento del hombre con respecto al otro como su igual. La igualdad es la expresión
francesa de ¡a unidad humana esencial, de la conciencia y el comportamiento de la especie
humana, de la identidad práctica del hombre con el hombre, es decir, consecuentemente,
de la actimd social o humana del hombre ante el hombre. Por tanto, así como la crítica
destructiva en Alemania antes de que avanzase, con Peuerbacb, hasta la intuición del hom
bre real, trataba de disolver todo lo determinado y existente por medio del principio de
la au toconcim cia, así también la crítica destructiva, en Francia, trataba de disolverlo por
medio del principio de la igualdad."
770 Cf, ibid., págs. 100, 102. Cf. ibid., págs. 107 y 102. "Según el señor Edgar, el
ten er y el no ten er son, para Proudhon, categorías absolutas. La Crítica crítica sólo ve en
todas partes categorías. Y así, según el señor Edgar, el tener y el no tener, el salario, el
sueldo, la penuria y la necesidad y el trabajar por necesidad no son otra cosa que ca-;
regonas. . . ”
"Posesión y carencia de ella conservan aquí la santidad metafísica de las contradicciones
críticamente especulativas. Sólo la mano de la Crítica crítica puede, por tanto, posarse en
ellas sin cometer un sacrilegio. Capitalistas y obreros no tienen por qué inmiscuirse en
sus mutuas relaciones."
771 Cf, ibid., pág. 99-
173 Cf. ibid., pág. 107. "Si La sociedad tuviera que liberarse de las categorías del tener
y el no tener, ¡qué fácil le sería a cualquier dialéctico, aunque fuese todavía más endeble
que el señor Edgar, 'vencer y 'superar' estas categorías! El 3eñor Edgar considera también
esto como una nimiedad tal, que ni siquiera se toma la molestia de ofrecer, ícente a
Proudhon, ni la más leve explicación de las categorías del tener y el no tener. Peto como
el tener y el no tener no es simplemente una categoría, sino una desdichada realidad, y
como en los tiempos que corren el hombre que nada tiene nada vale, ya que se halla al
margen de la existencia, en general y, más aún, de una existencia humana, pues el estado
revolucionaria del proletariado. "Los obreros franceses e ingleses [ . . . ] que tra
bajan, por ejemplo, en los talleres de Manchester y Lyon, no creen que puedan
eliminar mediante el 'pensamiento puro’ a sus amos industriales y su propia
humillación práctica. Se dan cuenta muy dolorosamente de la diferen cia que
existe entre el se r y el pensar, entre la co n cien cia y la vida. Saben que la pro
piedad, el capital, el dinero, el trabajo asalariado, etc., no son precisamente qui
meras ideales de sus cerebros, sino creaciones muy prácticas y muy materiales de
su autoenajenación, que sólo podrán ser superadas, asimismo, de un modo prác
tico y material, para que el hombre se convierta en hombre, no sólo en el p en
sam iento, en la co n cien cia , sino en el ser real, en la vida. La Crítica crítica, por
el contrario, quiere hacerles creer que dejarán de ser obreros asalariados con sólo
superar en el pensamiento el pensamiento del trabajo asalariado, con sólo dejar
de considerarse como obreros asalariados en el pensamiento, y dejando, con arre
glo a esta superabundante quimera, de hacerse pagar por su persona. Y, como
idealistas absolutos, como seres etéreos, podrán después de eso, naturalmente,
vivir del éter del pensamiento puro. La Crítica crítica trata de hacerles creer que
pueden llegar a eliminar el capital real con sólo domeñar la categoría del capital
en el pensm nier.to, que se trasformarán realm ente, para convertirse en hombres
reales, a! trasformar en la conciencia, su 'yo abstracto' y rehuir como una ope
ración exenta de crítica toda real trasformactóti de su existencia real, de las con
diciones reales de su existencia y también, por lo tanto, de su yo real. El 'espí
ritu' que sólo ve en la realidad categorías, reduce también, lógicamente, toda
actividad humana y toda práctica al proceso dialéctico mental de la Crítica crí
tica. Y es precisamente lo que distingue su socialismo del socialismo y el comu
nismo d e masa ! ' 1 ,3
Al mostrar que la propiedad privada es la fuente de la desigualdad y la miseria,
Proudhon denunció el vicio fundamental de la economía política, que se esfuerza
por justificar el sistema capitalista a pesar de su inhumanidad, considerando ra
cional y necesario el régimen de ia propiedad privada en que se basa.1 " 4
Señaló, al mismo tiempo, las contradicciones inherentes a la economía polí
tica, en particular las que se refieren a su teoría del salario y a la del valor. I.a
economía política plantea, en principio, que el salario representa la parte del
producto del trabajo que corresponde legítimamente al salario, pero en realidad
éste es siempre establecido en la tasa más baja. En cuanto al valor, la economía
política pretende que su monto se establece según el costo de producción y la
utilidad del objete, cuando en realidad se fija en forma arbitraria.1' 3
Al mismo tiempo que destaca los méritos de Proudhon, cuya crítica abrió el
camino para un análisis científico de la economía política, Marx señala las limi-
Je! no tener es el estado de completo divorcio entre el hombre y su objetividad, está per
fectamente justificado que el no tener constituya, para Proudhon, el más alto tema de
meditación, tanto más cuanto menos se ha meditado acerca de este tema antes de él y
de los escritores en general. El no tener es el más desesperado espirikialismo, la Irrealidad
total del hombre y la realidad total del no-hombre, un tener muy positivo, un tener ham
bre, frío, enfermedades, crímenes, humillación, embrutecimiento; en una palabra, todo lo
inhumano y antinatural."
sta Cí. ibrd., pág. 113.
i7-> Cf. ¡b o l, págs. 99-100.
i " 5 Cf. ibid., págs. 97 -98.
íaciones y los defectos de su sistema.176*178 No explica esos defectos, como lo hará
algunos años más tarde en la M iseria d e Ja filo so fía (1847), por la posición de
clase de Proudhon, que lo lleva, como defensor de las clases medias, pequeños
campesinos y pequeños artesanos, a justificar la forma de propiedad correspon
diente a estas clases —la pequeña propiedad—, sino por el hecho de que su crítica
de la economía políica burguesa constituye el primer ataque importante contra
ésta, y por lo tanto no podía liberarse por entero de sus principios y superarla
completamente.177
Hizo todo lo que podía hacerse colocándose en el plano de la economía po
lítica, es decir, en el de la propiedad privada; como no rechazó en forma radi
cal, absoluta, la propiedad privada, no pudo llevar hasta el fondo la crítica de
ésta, y por lo tamo la de la economía política 178
Se propuso suprimir un régimen que obliga al obrero a alienar su fuerza de
trabajo y el producto de ésta, y en el que aquel que nada posee no es nada; pero
al condenar la base de ese régimen, la propiedad privada bajo su forma ilimi
tada, absoluta, le opone, como una forma aparentemente más equitativa de pro
piedad, un derecho limitado de propiedad, el derecho de posesión, sin ver que
la posesión está viciada del mal fundamental inherente a toda forma de pro
piedad privada. "El que Proudhon pretenda superar el no tener y el viejo modo
de tener es algo totalmente idéntico a la pretensión de superar la actitud prác
ticamente enajenada del hombre ante su esen cia objetiva, a la pretensión de
superar la expresión económica de la autoenajenación humana. Pero como su
crítica de la economía política no logra todavía desembarazarse de las premisas
de la economía política, vemos que la reapropiación del ptopio mundo objetivo
se concibe aún bajo la forma de la misma p osesión .” En efecco, Proudhon no
contrapone al no tener el tener, como le hace decir la Crítica crítica, sino que
contrapone al viejo modo dei tener, a la propiedad privada, la posesión . Explica
la posesión como una 'función social1. Pero b 'interesante’ en una función no
es el ex cluir al otro, sino el ejercer y realizar nuestras propias fuerzas esenciales.
"Proudhon no logró dar a este pensamiento el desarrollo que le corresponde.
La idea de la 'posesión igual’ es la expresión económica, y por lo tanto todavía
176 Cf. ibid., págs. 96-97. "Todos los desarrollos de la economía política tienen por pre
misa la propiedad privada. Esta premisa fundamental constituye para ella un hecho in
conmovible, que no se preocupa de someter a ningún examen ulterior [ . . . ] Ahora
bien, Proudhon somete la base de la economía política, la propiedad privada, a un análisis
crítico, que es, además, el primer análisis resuelto, implacable, y, al mismo tiempo, cientí
fico que de ella se ha hecho. Tal es el gran progreso científico que Proudhon lleva a cabo,
un progreso que ha venido a revolucionar la economía política, haciendo posible por vez
primera verdadera ciencia económica. La obra de Proudhon ¿Q ué es la propiedad? sig
nifica para la moderna economía política lo que el escrito de Sieyes ¿Q ué es e l T ercer
Estado? significó para la política moderna.’’
171 Cf. ibid., pág. 96. "Así como la primera crítica de toda ciencia va necesariamente
implícita en las premisas de la ciencia por ella combatida, así también la obra de Prou
dhon ¿Qué es la propiedad? es la crítica de la econom ía política desde el punto de vista
de la economía política [ . . . ] La obra de Proudhon se ve, por tanto, científicamente su
perada por la crítica de la econom ía- política, incluyendo la economía política tal como
Proudhon la formula. Este trabajo sólo ha sido posible gracias al propio Proudhon, del
mismo modo que la crítica proudhoniana sólo ha sido posible gradas a la crítica del sis
tema mercantil por los fisiócratas, la de los fisiócratas por Adam Smith, la de Adam
Smith por Ricardo y los trabajos de Fourier y de Saint-Simon.’’
í ‘ s Cf. ibid., pág. 98.
enajenada, del hecho de que el objeto, como [ . . . ] ser o b jetiv o d el hom bre, es
al mismo tiempo la ex istencia d el h om b re para el otro h om b re, ¡u actitud hum ana
ante el otro hom bre, la actitud socia l d e l h om b re ante el hom bre, Proudhon su
pera ¡a enajenación económica d en tro d e la enajenación económica.” 179
Como quiere generalizar la propiedad privada bajo la forma de posesión,
Proudhon no puede llegar a una concepción nueva, a una concepción verdade
ramente humana de las relaciones sociales, en la cual, con la supresión radical
de la propiedad privada, roda forma de alienación sería suprimida.
En ese sentido se diferencia profundamente de Engels, quien en su crítica del
régimen capitalista mostró que las categorías económicas: cambio, valor, precio,
consideradas por los economistas burgueses como naturales y necesarias, están
en realidad determinadas por ese régimen, y que el sistema de propiedad privada
está destinado a ser destruido por la clase revolucionaria que él engendra, el
proletariado.180
Debido a que justificaba la posesión, que quería generalizar, Proudhon, a
diferencia de Engels, no logró demostrar por qué camino pueden y deben ser
efectivamente abolidas la desigualdad social y la miseria.
Su abolición no puede resultar, en efecto, de la atenuación de la oposición
de dase entre poseedores y desposeídos —hacia lo que tiende el sistema de
Proudhon—, sino, por el contrario, de la acentuación de esa oposición, de k
agravación de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, que lleva
a la revolución social.
Por cierto que Proudhon comprende que el problema social es ante todo prác
tico, peto como no ve que la riqueza y la miseria engendradas por el régimen
capitalista sólo pueden ser abolidas por el desarrollo dialéctico de éste, en la
miseria sólo considera la miseria, que quiere suprimir mediante una atenuación
de los efectos de ese régimen, sin comprender su valor emancipador, sin ver que
la generalización de la miseria lleva a su supresión por la acentuación de la
lucha revolucionaria. ''Proletariado y riqueza son términos antagónicos. Forman,
como tales, un todo. Ambos son modalidades del mundo de la propiedad pri
vada. De lo que se trata es de la posición determinada que uno y otra ocupan
en la antítesis. No basta con decir que se trata de los dos lados de un todo.
‘Xa propiedad privada en cuanto propiedad privada, en cuanto riqueza, se
halla obligada a m antener su propia existencia, y con ella la de su antítesis, el
proletariado. Es este el lado p ositivo de la antítesis, la propiedad privada que se
satisface a sí misma.
"Y a la inversa, el proletariado en cuanto proletariado está obligado a des
truirse a sí mismo, y con él a su síntesis condicionante, que lo hace ser tal pro
letariado, es decir, a la propiedad privada. Tal es el lado negativo de la antítesis,
su inquietud en sí, la propiedad privada disuelta y que se disuelve.
“La clase poseedora y la clase del proletariado representan la misma autoena-
jenación humana. Pero la primera clase se siente bien y se afirma y confirma
en esa atttoenajenación, sabe que la enajenación es su p rop io pod er y posee en él
la apariencia de una existencia humana; la segunda, en cambio, se siente destruida
en la enajenación, ve en ella su impotencia y la realidad de una existencia in-
6 . El problem a j-udío
re í Ct. ibid-, págs. 120-143, Cap. V, La "crítica crítica1' com o tendera d e m isterios, o la
"crítica crítica com o el señ or Szeliga"; págs. 228-274, Cap. VIH, D escenso al m undo y tras-
figuración d e la "Crítica crítica", o la "Crítica critica" com o R odolfo, prín cip e d e Ce-
f oldslein . , | ’
21)2 Cf. E. Sue: Los M isterios de París (4 vo i.), Bruselas, 1843.
20S La traducción alemana aparecida en Leipzig, editada por O. W ígand, alcanzó a
once ediciones. Cf. Los M isterios de Berlín, de Augusto Brass (5 vol.) 18-44-1845; Los
M isterios d e Berlín, de L- Schubart (12 vol.) 1S44-1847; Los Secretos d e Berlín. Según
los papeles de un agente de seguridad de Berlín (1 vol., Berlín, 1844). Los proyectos de
reforma social de Sue suscitaron tanto interés, que un rico berlinés oFreció una suma consi
derable para realizarlos.
corrección. Va después a París, donde Sarah Seyton ha logrado deshacerse, con
k ayuda de un notario infame, Jules Ferrand, del hijo que tuvo de Rodolfo.
En el curso de un paseo por un barrio de mala fama, Rodolfo defiende a una
joven prostituta, Fleur de Marie, maltratada por su protector, le Chonrineur. Se
entera de que es su hija, decide hacerse cargo de ella y confía su educación a
un sacerdote. Al mismo tiempo toma a su servicio a le Chourineur, que lo pro
tege contra dos sinvergüenzas, el Maestro de escuela y la Chouette, a sueldo
de Sarah Seyton. Se apodera del Maestro de escuela y lo hace enceguecer, suerte
que corre asimismo k Chouette. Castiga después al notario Ferrand, respon
sable de la decadenck de Fleur de Marie, obligándolo a que dedique su fortuna
a obras de beneficencia. Llevada por el sacerdote al arrepentimiento y k ex
piación, Fleur de Marie entra en un convento, donde muere.
Desde que apareció, esta novela fue objeto de críticas bastante numerosas
en Alemania.
En un artículo aparecido en la R evisto m ensual d e B erlín ™ Stirner subra
yaba que el cristianismo, preconizado por Sue como remedio para los males
sociales, no hada en realidad más que agravarlos. Lo demostraba con el ejem
plo de Fleur de Marie, que, bajo la influencia del sacerdote encargado de su
educación, se convertía en presa del arrepentimiento y se sustraía a la vida en
trando en un convento. Criticaba asimismo los planes de reforma social de
Sue, sin señalar, por lo demás, cómo debía resolverse el problema social.204205
Otro Joven Hegeliano, mucho más oscuro, Szeliga, publicó en la G aceta g e
neral literaria un largo comentario sobre Los m isterios d e P arís?09 libro en el
que veía la revelación de los misterios de la sociedad al mismo tiempo que
la solución del problema social.807
En un minucioso análisis, que abarca 80 páginas y que parece tanto más largo
por cuanto ni la novela de Sue ni la crítica de Szeliga justificaban la extensión,
Marx se burla de la manía de Szeliga de trasformar las vulgaridades más tri
viales en misterios y denuncia al mismo tiempo k vacuidad de esa novela, que,
bajo un falso exterior humanitario, se inspiraba en la más baja moral burguesa.808
Szeliga hace de Rodolfo, personaje central de la novela, un emérito represen
tante de la crítica crítica. Su misión, como la de la crítica crítica, es revelar la
esencia de los misterios. El primer misterio con que choca es el del envileci
miento de la sociedad, que se manifiesta en la oposición existente entre ricos y
pobres, y que se debe, dice Szeliga, a que los ricos no dan muestras de compren
sión de la miseria.209
Están lejos de carecer de esa comprensión, le responde Marx. Sus represen
tantes calificados en el plano científico, los economistas, han analizado perfec
tamente las causas de k miseria, pero no han propuesto remedio alguno a ésta,
pues la miseria es la contraparte necesaria de k riqueza 210
2 0 4 CS. Revista M ensual d e B erlín (B erlíner M onatsschríft), págs. 302-332. Los Mis
terios d e Parts (M . Schm idt). Cf. capítulo I del presente volumen, pág. 22.
205 Cf. ibid., págs. 329-332.
20 C Cf. q q c .; cuaderno 7, junio de 1844, págs. 8-43- Szeliga: B ugenio Sue.' Los
M isterios d e París. Sobre Szeliga cf. capítulo I del presente volumen, pág. 18.
20‘ Cf. G. G. T„, ibid., págs. 10-35.
202 Cf. ed. Grijalbo, págs. 119-228.
209 Cf. tbid., págs. 120-121.
Lo mismo sucede en lo que se refiere al crimen y a los criminales. Si Rodolfo
explora los bajos fondos de la sociedad es, piensa Szeliga, para descubrir las
causas del mal y del crimen. Esta es una concepción muy simplista, le objeta
Marx. Los bajos fondos constituyen el medio social natural del criminal, como
el nido forma parte de la vida del pájaro; 21121 los crímenes y los criminales no
tienen causas misteriosas. Son engendrados por el orden social y castigados por
una justicia de clase destinada a proteger a éste contra todo ataque.
Aunque en principio la justicia sea igual para todos, en realidad los pobres
y los ricos son tratados en forma desigual, porque aquélla se muestra tan cle
mente para los ricos como dura para los pobres.213
La desigualdad social, que es el sello de la sociedad burguesa, se manifiesta
particularmente por la suerte reservada a las mujeres en esta sociedad, principal
mente a las mujeres pobres.213 Inspirándose en Fourier, Marx dice que una
época se caracteriza por la situación de la mujer en la sociedad, y que el grado
de emancipación de la mujer señala el grado de emancipación humana en esa
sociedad.214
El envilecimiento de la mujer en la sociedad burguesa se halla acompañado por
la hipocresía propia de esa sociedad, que empuja a sus miembros, en particular
a las mujeres, a ocultar su verdadera naturaleza. Este hecho aparece en todos los
personajes femeninos de la novela, en particular en Rigolette y Fleur de Marie.
Rigolette, una graciosa modistilla, se ve llevada a ocultar su modo de ser espon
táneo para adaptar su comportamiento a la conducta hipócrita de los burgueses.215
Lo mismo sucede con Fleur de Marie. Mientras que en los bajos fondos donde
vivía había conservado su modo de ser enérgico y alegre, el sacerdote a quien Ro
dolfo la confía para que la eduque destruye ese modo de ser suyo, convirtiéndola
en una pecadora arrepentida. Al trasformar su falta, de la que no era condente,
en un crimen contra Dios, el sacerdote le hace intolerable e irremediable el senti
miento de su caída. Mientras que en su primer paseo con Rodolfo se manifiesta
aún llena de alegría y de vida, demostrando todo el goce que le inspira la belleza
de la naturaleza, rápidamente pasa a considerar todas las alegrías de ia vida como
cosas profanas, y por lo tanto pecaminosas, y se mortifica para hacerse digna de la
gracia de Dios. No bien se implanta en su alma la vergüenza del pecado, se
convierte en presa del arrepentimiento y de la necesidad de expiar sus faltas.
Cuando se queja al sacerdote dé que su vida se haya así trasformado en un mar
tirio, éste le responde que debe considerarse feliz por la gracia que Dios le ha
otorgado, de abrirle el camino de la salvación. Sólo se libera de su sentimiento
de culpabilidad renunciando definitivamente al mundo, retirándose a un convento,
donde muere.216 "El hombre, una vez que llega a considerar sus extravíos como
A l c a n c e y p u b l ic a c ió n de "La S agrada F a m i l ia ”
Después de haber definido en los M anuscritos eco n ó m ico -filo só fico s los rasgos
fundamentales del materialismo dialéctico e histórico, Marx precisa en La Sagrada
Familia los principios del materialismo histórico con un análisis de problemas
filosóficos, sociales y políticos.
En una nueva crítica de la filosofía especulativa, que retomaba, en io esencial,
231 c f. C. Marx, F. Engels, C orrespondencia, ed. Cartago, Bs. Aires, 1957, pág. 150.
Carta de Marx a Engels, Hannóver, 24 de abril de 1867: "Me sorprendió agradablemente
ver que no necesitamos avergonzarnos de esta obra [Id Sagrada Familia. - A. C. j , si bien
el cuíco de Feuerbach le produce a uno un efecto muy cómico ahora.”
Lenin decía de La Sagrada Familia que señalaba en Marx el paso del hegelianismo al
socialismo.
el libro estaba terminado. Su título primitivo, Crítica d e la Crítica crítica, fue
convertido, por consejo del editor Lówenthal, en subtítulo y remplazado por el
más llamativo de La Sagrada Familia, nombre con el cual Marx y Engels desig
naban a B. Bauer y sus amigos, quienes, después de haber divinizado la Conciencia
universal, se santificaban a sí mismos como encarnación de esa conciencia, y se
trasformaban así en una. Sagrada Familia.232
Marx quiso primero que Froebel editara el libro .233 Pero por una parte el
C om ptoir littém ire de éste se encontraba entonces en dificultades financieras, de
bido a las trabas impuestas por los Estados alemanes a la difusión de sus libros en
Alemania; por otra, Ruge, en su carácter de socio comanditario, había prohibido
formalmente a Froebel editar todo libro de Marx.23'1 Cuando fracasó dicho pro
yecto, éste se dirigió a Bornstein, director de Vorwdarts, a fin de que el editor del
diario le publicara el libro.33B Igualmente fracasó esta tentativa, y Marx escribió
al doctor Lówenthal, codirector, junto con J. Rimen, de la "Casa de ediciones
literarias" de Francfort del Maine, quien aceptó publicar el libro, que apareció
a fines de febrero de 1845,
Después de recibirlo, Engels expresaba, en carta a Marx, su temor a los dis
gustos que podía traerle el título del libro por parte de su familia, que era muy
piadosa;2l,B le manifestaba, algunos días más tarde, toda la alegría que había sen
tido al leer la obra, pero le hacía saber, al mismo tiempo que su asombro por la
amplitud que ella había adquirido, algunas reservas sobre su carácter demasiado
abstracto, que la hacía poco accesible para el lector medio.387
232 Cf. carta de Lówenthal a C. Marx, Francfort del Maine, 27 de diciembre de 1844
(antiguos archivos de! partido socialdemócrata alemán actualmente en Amsterdam) : "Le
ruego me permita dar a su libro el título más corto y llamativo de La Sagrada Familia o
Crítica d e la Crítica critica contra Bruno Bauer y con son es. Se presta más para causar
sensación, y cabe esperar que el contenido del libro, a menudo muy humorístico, lo jus
tifique.”
283 Cf. Fritz Brügel. Historia d e la edición d e la Sagrada Familia. Der K am pf {La la
cha), Revista mensual socialdemócrata, Viena, octubre de 1928, t. XXI, págs. 506-510.
234 Cf. A- Ruge, C orrespondencia, op. cit., pág. 37 9. Carta de Ruge a Froebel, París,
noviembre de 1844: "Mientras yo tenga intereses en el C om ptoir Httéraire no debe usted
editar libros de M a r x . . . ” Cf. ibid-., pág. 380. Carta de Ruge a Froebel, Parts, 6 de di
ciembre de 1844: "Marx está siempre dominado por un odio cualquiera; mientras me pon
ga frente a él, no podrá escribir sin insultarme [ . . . ] Por lo demás, me tomaría por un
tonto si pudiera editar un libro en nuestra empresa, sin que yo lo sepa y contra mi volun
tad, y preferiría matarse antes que solicitar mi consentimiento. No le prohibo a usted que
haga uso de su derecho contra mí, pero en tal caso tendrá que elegir entre él y yo, entre
su amistad y la mía.”
235 Cf. F. Brügel, op. cit., pág. 508. Carta de Marx a M. H. Bornstein: "Señor. Le agra
decería mucho me hiciera saber antes del martes si Frank quiere o no encargarse de editar
el folleto contra Bauer. Su decisión no me interesa demasiado, porque me resulta muy fá
cil encontrar un editor en el extranjero. De todos modos me resultaría muy grato que este
folleto, en el cual a menudo todo depende de una palabra, se imprimiera bajo mi vigi
lancia y podet corregirlo yo mismo. Dr. Marx.
P. S. Como el folleto, que está dirigido contra Bruno Bauer, no contiene, en conjunto,
más que unas pocas cosas susceptibles de ser censuradas, no creí) que su difusión en Ale
mania pueda chocar con muchas dificultades."
233 M.F..G.A. III, C orrespondencia d e Marx-Fngc-ls. t. I, pág. 16. Carta de Engels a
Marx, 7 de marzo de 1845. . .
237 Cf. ibid., pág. 19. Carta de Engels a Marx, 17 de marzo de 1845: "La Crítica
crítica [ . . . ] es un libro notable. Tu crítica del problema judio, del materialismo y de
los misterios es magnífica y producirá gran impresión. Sin embargo, encuentro el libro
El editor compartía los temores de Engels, y, aunque apreciaba en mucho la
picante ironía del libro, se preguntaba si encontraría bastantes lectores debido a
su carácter un poco particular.238
En realidad La Sagrada Familia sólo tuvo un éxito limitado, en parte porque el
tema tratado era demasiado especial para que pudiera interesar al gran público, y
también porque la gran variedad de temas tratados ocultaba la unidad profunda
del libro y perjudicaba su comprensión.
En la revista El vapor d e W estfalia apareció una crítica elogiosa;331’ Marx y
Engels la juzgaron mediocre y confusa.21'1 Por otra parte, el antiguo redactor de
la Gaceta gen era l dst Leipzig, G. Julius, publicó un comentario en el cual recha
zaba, como liberal, tanto las resis anarquizantes de B. Bauer como las tesis comu
nistas de Marx y Engels.241
La publicación de La Sagrada Familia dio oportunidad a Ruge para deshacerse
de nuevo en insultos contra Marx. Hallaba algunos pasajes buenos en el libro,
pero condenaba su tendencia, y sobre todo veía en él la expresión del odio vulgar
y bajo de Marx y Engels hacia sus antiguos amigos.342 Oponía a La Sagrada Fa
m ilia el libro de Stirner, Lo ú n ico y su propiedad, del cual hacía un entusiasta
elogio por su apología del individualismo.2'13
Ex p u l s ió n de C a r l o s M a r x
chas cosas muy discutibles [ . . . ] Habría que apoyarlo y difundirlo. Es una liberación de
la más estúpida de todas las estupideces, del dogmatismo social de los artesanos, de ese
nuevo cristianismo predicado por los simples de espíritu, que nos haría llevar una exis
tencia de vil ganado [ . . . ] El hombre que tiene conciencia de su valor y que lo afirma,
e¡ egoísta que se niega a ser sólo un número y a dejarse esquilmar, trae un poco de energía
y de poesía a la miseria de nuestra época. Si no hay más que miserables, no podrá abolirse
la miseria.”
211 Cf. W igand’s "V ierteljahresscbrift” (R evista trim estral d e W igand), Leipzig, 1845
t. III, págs. 13S y siguientes. Bruno Bauer, Característica d e Ludwig Penerbach. Marx
contestó este artículo en el G esellschaftssptegel (Espejo d e la sociedad), Elberfeld, enero de
1S46. Cf. M ega, I, t. V, págs. 541-544.
Cf. Vonvarts, 4 de diciembre de 1844. "La finalidad de este movimiento literario
es establecer una sociedad libre e igualitaria en la que la alienación del hombre en la re
ligión, en el Estado y en la sociedad burguesa sea abolida y dé lugar a una organización
social dirigida por hombres que tengan plena conciencia de su calidad de hombres [ . . . 1
Nuestro diario tiene por objeto, por una parte, la critica de todo lo que va contra la verdad
y la libertad, y por la otra la preparación de un futuro en el que el hombre realizará su ser.
Ello justifica el tono radical que ha adoptado, y en particular la aspereza de sus ataques
al liberalismo, que cada vez es más pobre en pensamiento y acción.”
24e Cf. W ingand's "V ietteljabresschrift" (Revetrimestrieile de W ingand), Leipzig, 1845,
t. III, págs. 138, y B. Bauer, Caracteristique d e’L udm g Feiterbach. Marx respondió a este
artículo en la G esellscbaftsspiegel, Elberfeld, enero de 1846.
Z1-7 Cf. Vonvarts, 24 de julio de 1844. El m ovim iento ob rero en B ohem ia; ibid., 31
de julio de 1844, El pauperism o en Pm sia; ibid., 3 de agosto de 1844, El m ovim iento
obrero en D resden; ibid,, 21 de agosto de 1844, El m ovim iento obrero en A lemania; ibid.,
24 de agosto de 1844, ha usura en el Palatinado; ibid., 31 de agosto de 1844, ta s re
uniones socialistas en B ielefeld ; ibid., 30 de octubre de 1844, t o s obreros alem anes; ibid.,
30 de octubre de 1844, Esclavos n egros y esclavos blancos; ibid,, 30 de octubre de 1844,
El dinero,
248 Cf. Vonvarts, núm. 62, 3 de agosto de 1843 (B ernays), Atentado contra e l rey
d e Prusia. Cf. igualmente Vonvarts, núm. 6 6 , 17 de agosto de 1844. M.E.G.A., I, págs.
24-27, C. Marx, Comentario sob re los n uevos ejercicio s d e estilo d e F ederico G uillerm o IV.
de oposición, se conformó con iniciar juicio contra Bernays como redactor res
ponsable, por no haber depositado la fianza exigida al diario. Bernays fue con
denado el 13 de diciembre de 1844 a dos meses de prisión y a una multa de
300 francos.2'19 Los redactores de V o r t v a r t s no se dejaron intimidar y decidieron
convertir el periódico en una revista mensual, para las cuales no se exigía el
depósito de fianza.250 Presionado por el insistente redamo del embajador pru
siano, Guizot se decidió a tomar medidas enérgicas. El 25 de enero de 1845 el
ministro del Interior, Dúchate!, ordenaba la expulsión de los redactores o colabo
radores de V o n v a r t s ' . E. Heine, Bornstein, Bernays, Matx, Balcunin, Bürges y
Ruge, quienes fueron invitados a abandonan en el acto el territotío francés.261
Esta medida levantó una tempestad de protestas en la prensa de oposición, que
atacó al gobierno por rebajarse a servir de instrumento de represión del gobierno
prusiano y expulsar a hombres cuyo único crimen era amar y defender a Francia.252
Esa protesta tuvo al menos el efecto de limitar la aplicación del decreto de
expulsión. Heine no fue molestado debido a su renombre mundial. Ruge, que
en secreto se había alegrado de la supresión de V o m u i r t s , 353 fue prevenido de su
expulsión 254 por Marx, quien, contrariamente a él, no se dejaba guiar por bajas
consideraciones personales en su actitud política; después de haber tenido, en
tina carta a su madre, la vileza de aprobar esa medida, por la cual abrigaba la
esperanza de no ser afectado él mismo,255 logró, escudándose en su calidad de súb-
Prefacio .................................................................... II
I n tro d u c c ió n .................................................................................... 13
Cap. I — La época .................................................................................. ................ 15
Cap . II — Infancia y adolescencia......................................................................... ‘O
Carlos Marx ............................................................................................................. 49
Los años de estudiante - Bonn ....................................................................... 61
Berlín ......................................................................................................................... 65
Federico Engels ..................... 90
CAP, III — Form ación d e la izquierda h egeliana ...................................................... 1°3
Federico Engels ......................................................................................................... 157
Cap . III — El radicalismo político ......................................................................... i73
Conclusión .................................................................................................................... 215
TOMO II
TOMO III
MARX EN PARIS