Ninette y Un Señor de Murcia - Miguel Mihura
Ninette y Un Señor de Murcia - Miguel Mihura
Ninette y Un Señor de Murcia - Miguel Mihura
Ninette y un señor de
Murcia
ISBN: 84-239-7.277-1
Depósito Legal: M. 23.095-1992
Personajes:
-Andrés.
-Bernarda.
-Armando.
-Pedro.
-Ninette.
Prólogo
(Al levantarse el telón vemos una gran cortina que está cerrada. Y por la
abertura central de esta cortina entra en escena Andrés, un hombre vulgar que,
aparentemente, no debe rebasar los cuarenta años. En la mano derecha lleva
una maleta y en la izquierda un periódico regional. Viste decentemente, pero sin
esmero. Traje oscuro, corbata negra y sombrero flexible. Deja la maleta en el
suelo a su lado, se descubre para saludar al público y después empieza a
hablar).
Hasta hace siete meses que murió mi tía Eugenia, he vivido a expensas de ella y
la he ayudado a llevar su negocio de papelería y librería -especializada en
devocionarios y recordatorios de primera comunión- que ahora he heredado yo,
juntamente con unas trescientas mil pesetas en metálico. Esto justifica que antes
de ponerme definitivamente al frente de la librería decidiese pasar unos quince
días en París, para ver París, para dar un paseo por el Sena y para tener una
aventura con una francesa, ya que mi vida amorosa ha sido poco intensa. No
porque yo tenga una marcada tendencia a la castidad, sino porque en Murcia,
como en cualquier capital de provincia, siendo soltero, no se presentan
demasiadas ocasiones de demostrar que se es hombre, a no ser que se líe uno
a bofetadas con el camarero de un café.. Como yo soy de derechas y vendo
catecismos en la librería, no considero apropiado liarme a mamporros con mis
clientes. Y como tampoco puedo hacer lo otro, estoy un poco incómodo en la ida,
y, según algunas virtuosas amigas de mi tía, estoy cargado de manías. Yo sé
que para estos casos, y sobre todo viviendo en provincias, se ha inventado el
matrimonio. Pero quizá el vivir con mi tía y ver cómo trataba a mi difunto tío y
cómo le tenía dominado, me hizo desde chico aborrecer este lícito procedimiento
para resolver estas manías.. En resumidas cuentas que decidí pasar quince días
en París, porque yo tenía la intuición de que el amor en Francia era
completamente distinto que en España, y, además de ser más fácil, era, como
consecuencia, más alegre.
virtuosas amigas de mi tía, estoy cargado de manías. Yo sé que para estos
casos, y sobre todo viviendo en provincias, se ha inventado el matrimonio. Pero
quizá el vivir con mi tía y ver cómo trataba a mi difunto tío y cómo le tenía
dominado, me hizo desde chico aborrecer este lícito procedimiento para resolver
estas manías.. En resumidas cuentas que decidí pasar quince días en París,
porque yo tenía la intuición de que el amor en Francia era completamente
distinto que en España, y, además de ser más fácil, era, como consecuencia,
más alegre.
Aún es de día.
Andrés: Oui.
Bernarda: Debe usted perdonarme que esté todo un poco en desorden, pero es
que sólo dispongo de muy pocos minutos pour faire le menaje de la maison,
vous comprenez?
Bernarda: Y es que yo trabajo fuera de casa y sólo en los ratos libres puedo
dedicarme un poco a estas tareas.. Mais asseyez-vous, asseyez-vous..
Bernarda: Oh, no, no, mon petit! Qué c'est que vous fait? ¡Oh, no! (Andrés se
levanta asustado y Bernarda le señala la butaca). Aquí,aquí.. En esta butaca..
Estará usted mucho más cómodo, monsieur..
Ce n'es pas vrai?
Bernarda: Oh, lá, lá, quel domage! Y bien, monsieur.. Pues, a pesar de todo, la
vida aquí en París también es cara y yo ayudo a la casa atendiendo mi pequeño
establecimiento de verduras al final de esta calle. Porque en España yo vendía
verduras y mi madre también vendía verduras y mi abuela las vendió también.
Ha sido toda una gran dinastía de verduleras, ¿comprende, señor? ¿Por qué
entonces, si yo vivo en París hace ya treinta años, no voy a seguir vendiendo
verduras? C'est normal, ¿no? Es mi debilidad vender verduras.. Pero con la
diferencia, monsieur, que en España una verdulera es una verdulera y en París
una verdulera es una verdadera señora, vous comprenez? Y yo llevo sombrero
de la mañana a la noche y los clientes me llaman madame.. Y soy una madame
de los pies a la cabeza.. Excussez-moi.. (Y se levanta la falda y, después de
rascarse, se baja la liga de la pierna derecha). Es la circulación, vous savez?
Bernarda: Mi hija, que también trabaja, quiere que yo deje de vender verduras y
que me dedique sólo a la casa, pero yo no puedo con la casa.
Andrés: Ouí.
Bernarda: Bon. (Y cierra la puerta). Y ahora, venga.. Par icí, monsieur.. Desde
esta ventana se ve París. No todo París, es claro, pero por quince francos no
puede usted vivir en la Torre Eiffel, naturalmente. A la izquierda hay un viejo
convento y verá usted muy bien el viejo convento. Y, al lado, un bar. Pero tres
calles más arriba está Place Pigalle. ¿Eh? Ya habrá oído hablar de Place
Pigalle.. París la nuit, mon vieux! De modo que si usted se asoma a la ventana
oye desde aquí el ruido de los coches que pasan por la Place Pigalle. ¡Qué
situación, no! Además, la vecina del piso de al lado es escultora y mientras
modela pone discos. Podrá usted oír toda la música que quiera. Vous aimez la
musique, monsieur?
Andrés: Mercí..
(Y Andrés, al que madame Bernarda no le deja hablar y por este motivo cada
vez se está poniendo de peor humor, se vuelve a sentar en la butaca, y
Bernarda, a su lado, en el sofá).
Bernarda: Es que, a veces, sin poderlo remediar, en cuanto me siento doy una
pequeña cabezada.. Y es que en Francia nos levantamos muy temprano,
monsieur, y no es como en España, vous savez? Y todo el día madame
Sánchez por aquí, madame Sánchez por allá. Es terrible, monsieur.. C'est
terrible..
Bernarda: Mais ouí, mais ouí. Justo en este mismo momento acaba de llegar.
Andrés: ¡Armando!
Armando: Pues figúrate yo.. Pero ¿qué estás mirando, hombre? ¿Qué estás
mirando?
Armando: Malísima.
Armando: No. Por eso digo que no me habrás visto en la estación, porque no he
podido ir. Pero es que tú no sabes lo que es París. Que no hay donde aparcar,
¿sabes? Que nada.
Que tienes un coche y como si no lo tuvieses. ¡Qué ciudad, chico, qué ciudad!
Pero ¿cómo se te ha ocurrido venir aquí hombre?
Armando: Dice que eres muy simpático. "Simpatique", en francés, quiere decir
simpático. Vete acostumbrando.
Andrés: Ya.
Armando: ¡Hombre, es que es para estarlo! Pues menuda suerte hemos tenido
encontrando esta casa. Porque tú no sabes cómo está esto. Que de verdad que
no lo sabes. Pero ¿cómo se te ha ocurrido venir aquí hombre? (A Bernarda).
¿No es verdad, madame Sánchez, que esto está imposible?
(Y Bernarda hace mutis por la puerta del foro, que deja cerrada).
Armando: Bueno, hombre, bueno.. Pero qué mala cara tienes, caramba.. ¿De
qué murió tu tía?
Armando: No me extraña nada. Si esto sigue así, todos vamos a morir del
corazón. Pobre señora, ¿eh? No somos nadie.
Armando: Bueno, estarás encantado, ¿no?.. Este tipo de casa era lo que tú
querías.. ¿A que sí?
Armando: ¿Cómo que en principio? ¿Es que me vas a decir que no te gusta? Es
una casa limpia. Y barata. Y en un sitio céntrico. Y, sobre todo, que hablan
español. ¿Es que no me dijiste que querías que hablasen español? Porque eso
fue lo primero que me recomendaste.
Andrés: No, si yo no me quejo.. Pero es que fíjate qué retratos.. Lenin y los
otros..
Armando: Y ¿qué querías? ¿Un balcón, como en Murcia, para asomarte a ver la
procesión? Supongo que no habrás venido a París para estar asomado al balcón
como una vieja.
Andrés: No, eso no.. Pero, de todos modos, si me pudiera marchar a otro lado..
Andrés: De mudarme.
Armando: ¡Ah!, ¿pero quieres mudarte?
Andrés: Pero es que como yo sólo voy a estar aquí quince días..
Armando: Entonces mañana daremos una vuelta a ver si encontramos otra cosa
que te guste más. Y ya buscaremos una disculpa para quedar bien con esta
señora. Pero esta noche te quedas aquí.
Andrés: Bueno, de acuerdo. Pero si esta noche me tengo que quedar aquí, lo
mejor será que ahora nos marchemos.
Pedro: ¡Ah, es la primavera en París! (Al pasar por delante del aparador, coge
una botella de vino que hay encima, se sirve en un vaso, bebe un trago y
después continúa su camino). A tout á l'heure.
Andrés: Ah..
Andrés: Bueno, y dime, ¿qué sorpresa era esa que tenías reservada para esta
noche?
Andrés: Ya.
Andrés: No.
Armando: ¿Pues qué más quieres? Estás en París y aquí las puedes ver.
Andrés: Es que a mí, realmente, meterme esta noche en un cine a ver una
película rusa..
Armando: El cine está aquí al lado. En la misma acera. Y después, vuelves, y te
acuestas. Vamos, yo creo que el plan no puede ser mejor..
Armando: Me parece que tú eres muy difícil para todo. No te gusta la casa, no te
gusta el cine.. ¿Pero a qué has venido tú a París entonces, hombre? ¿A qué has
venido tú a París?
Andrés: Yo te invito.
Andrés: ¿Entonces?
Andrés: Eso.
Andrés: ¿También?
(Monsieur Pedro sale de nuevo por la puerta derecha del foro y después de
beber otro trago se dirige a la puerta de la escalera).
Pedro: Au revoir.
Armando: Pues no le digas nada. Aquí tienes libertad para hacer lo que quieras.
Tú, a divertirte, y lo demás te tiene sin cuidado.
Armando: Tú dirás.
Armando (por la corbata negra de Andrés): ¡Pero ir de juerga con esa corbata!..
Andrés: ¿Y fáciles?
Armando: Depende. No te vayas a creer que las francesas son tan asequibles..
Armando: Según como les caigas. Y hay que salir con ellas. Invitarlas.
Pongamos un mes, por ejemplo..
Armando: Yo conozco una que puede convenirte. Es amiga de otra amiga mía.
Una que se llama Colette. Si quieres, llamo a Colette y se lo digo.
Andrés: ¿Adónde?
Armando: A buscar a Colette. Vive aquí muy cerca.
Armando: No, no. Es mejor que vaya yo solo. Tú no sabes lo que son las
francesas para estas cosas. Hay que andar con mucha diplomacia,
¿comprendes? Yo voy a verla, hablo con ella, y dentro de diez minutos vuelvo a
recogerte.
Armando: Hasta luego. (Y cuando va a salir se vuelve para decir). Oye, ¿pero de
verdad no quieres ir al cine?
Armando: Entonces voy a ver si también devuelvo las localidades. Hasta ahora.
Veintitrés años. Monamente vestida. Trae en las manos unos libros, un yogur y
un paquetito con fiambres, que desenvuelve sobre la mesa y lo deja allí.
Después se quita los zapatos y con ellos en la mano hace mutis por la puerta de
la derecha del foro. Y, cuando Ninette desaparece, vuelve a salir Andrés de su
habitación, terminándose de poner otra corbata negra con puntitos blancos.
Como no sabe lo que hacer, se sienta en una silla junto a la mesa, y,
sorprendido, ve los libros, el yogur y el paquetito de los fiambres. Como no
estaban antes, comprende que ha debido entrar alguien, y mira a un lado y a
otro. Y aparece de nuevo Ninette que se ha puesto unas chinelas para andar por
casa. Al ver a Andrés, le saluda sencillamente).
Ninette: Hola.
Andrés: Hola.
Ninette: C'est pour mon petit repás. Jambón et yoghourt. Ce n'est pas bon de
manger beaucoup le soir.
Ninette: Mi cena para después. No es bueno comer mucho por las noches,
monsieur.
Andrés: Gracias.
(Y Andrés se sienta en una silla, mientras Ninette coge los libros y se los lleva al
sofá, donde también se sienta. Elige un libro y lo empieza a ojear..)
Andrés: Ya.
Ninette: Tienen sus ideas, claro. Todo el mundo puede tener sus ideas.
Ninette: Y en algunas cosas tienen razón. Por ejemplo, parece que allí tienen un
concepto de la moralidad bastante pintoresco.
Ninette: Creo que para las cosas del amor son terribles, ¿no?
Ninette: ¡Oh, no señor! Porque luego añadía: "Javier Aguirreche cuenta dos años
de edad y es sobrino de la referida señorita". ¿Es posible esto?
Andrés: Es de suponer..
Ninette: ¡Ah! ¡El amor! ¡Es lo más bonito del mundo!.. (Ninette se ha levantado y
coge del aparador una botella de vino y unos vasos). ¿Un vaso de vino,
monsieur?
Andrés: Gracias.
Andrés: Chinchín.
(Y bebe).
Ninette: Es el clima de París. El Sena, ¿usted sabe?.. Me voy a poner una bata.
En casa me gusta estar cómoda.. Excussez-moi, monsieur..
Andrés: No faltaba más. (Y Ninette hace mutis por la puerta derecha del foro.
Andrés, muy contento, se dirige al público). Desde que entró aquella señorita..
(Pero es interrumpido por Ninette, que habla desde dentro).
Ninette: ¡Oh! Pero ¡qué trabajo, señor! Termina una muerta de cansancio..
Andrés: Lo comprendo.
Andrés: Es uno de los sitios que tengo apuntados para ir. Como me han hecho
algunos encargos..
Andrés: Preciosa.
Andrés: Ya...
Andrés: Sí, ella me dijo que se pasaba usted el día fuera de casa.
Ninette: Casi todo el día. Por eso mismo, ¿sabe usted lo que voy a hacer
durante este tiempo?
Y leer. No puedo con la agitación de París. Ni con las prisas. Ni con el ruido. ¡Oh!
Es insoportable, ¿usted sabe? Tengo ya los nervios deshechos.. (Un tiempo).
¿Es usted casado?
Ninette: Yo tampoco.
Ninette: ¡Oh, lá, lá! Tengo mis ideas propias sobre los novios. Los hombres son
necesarios; los novios, no.
Andrés: Ya.
Ninette: Y ¿qué hace usted aquí metido? ¿Por qué no sale? ¡París es hermoso!
Andrés: Pues no sabíamos lo que hacer y parece que él tiene una amiga y la ha
ido a buscar para ver si ella tiene otra y salimos los cuatro.
Andrés: Si yo hubiera sabido que estaba usted libre, en lugar de buscar a otra
amiga..
Ninette (se levanta, enfadada): ¡Oh, no, monsieur! Qu'es que vous pensez,
voyons? Je ne sort pas avez des inconues.. Ah, c'est embtant!
Ninette: Que no salgo con desconocidos, señor. ¿Por quién me toma? Y que yo
sólo quiero descansar..
Andrés: Perdone..
(Andrés, desconcertado, se queda de pie. Y ahora Ninette se sienta en el sofá.
Una pausa. Después sonríe a Andrés).
Ninette: Yo en casa, con mis padres, sólo hablo el español. Y soy intérprete de
español en las Galerías. Y además lo estudio y sé gramática, ¿comprende? Y
siendo francesa conozco su idioma mejor que alguno de ustedes..
Andrés: Sí, es posible. Desde luego lo habla usted sin ningún acento..
Andrés: Ya.
Ninette: ¡Pero siempre está de pie usted! ¡Siéntese, voyons! Aquí, en el sofá,
estará más cómodo..
Andrés: Gracias.
(Y se sienta en el sofá, junto a Ninette).
Ninette: Pero no crea que eso es fácil. Las mujeres francesas tenemos una fama
que no corresponde a la realidad. Todo en Francia es propaganda, ¿comprende?
El buen vino, la buena mesa, el amor fácil..
Ninette: Todo el mundo cree eso. Y es que hay libertad, desde luego..
Y las chicas podemos hacer lo que se nos antoje. Lo que pasa es que no
queremos, señor. Es fatigante, ¿no? Se trabaja aquí mucho para eso.
Ninette: Oui..
(Andrés la vuelve a besar con más consistencia).
Andrés: ¿Así?
Andrés: ¿Cómo?
Ninette: Yo pienso que no tendría usted necesidad de irse por ahí de juerga.
Andrés: ¿No?
Ninette: ¡Pero eso no tiene importancia! Además mis padres no volverán hasta
muy tarde.
Armando: Buenas.
Armando: ¿Y mi amigo?
Ninette: Se ha ido.
Ninette: ¡Ah, sí! Ha dicho que esta noche prefería irse solo a dar una vuelta.
Armando: Pues claro que sí. Estoy citado con ellas en el bar de enfrente.
Armando: Bueno, pues si vuelve le dice usted que estaremos ahí una media
hora, que le esperamos.
Ninette: Bueno, pues una vez que el asunto está arreglado, yo me voy a poner a
leer.
Andrés (cada vez más desconcertado con la manera de ser de Ninette): ¿Que
se va usted a poner a leer?
Durante quince días será su pequeño universo. Y debe abrir sus maletas. Y
poner en orden la ropa en el armario. ¿Quiere usted que le ayude?
Ninette: Voyons! Para no discutir, entremos los dos al mismo tiempo, ¿no?
Andrés: ¿Cómo?
Andrés: ¿Así?
Telón
Cuadro segundo
El mismo decorado. Las doce de la mañana del día siguiente. (Al levantarse el
telón no hay nadie en escena. Suena el teléfono. Y Andrés, que ahora lleva
puesta una chaqueta diferente, y va sin corbata, sale de su habitación. Toma el
auricular).
Andrés: Ouí? ¡Ah, hola!.. Sí, sí, perdona. No, mira, si lo que pasó fue lo siguiente.
Que me empezó a doler mucho la cabeza, y entonces, por si tú tardabas, se me
ocurrió salir a la calle a dar una vuelta.
Y, fíjate, que me perdí. Sí, como lo oyes. Que me perdí. Y no sabes el trabajo
que me costó volver a casa. Sí. Y como llegué tan tarde, me acosté. Sí. La hija
de madame Sánchez me ha dicho esta mañana que viniste. Sí. Figúrate lo que
lo he sentido. Y además encontraste las chicas, ¿no? Fíjate qué rabia.
Desde luego.. Sí. Bueno, pues ven a buscarme y vamos a algún sitio. Pues claro
que estoy deseando.. (Por la puerta del pasillo del foro entra Ninette con
pantalón y blusa, y un libro en las manos.
Se acerca a Andrés, y, por señas, le dice que no venga su amigo hoy, sino que
venga mañana). Espera un momento, Armando. Digo yo, que como todavía me
duele un poco la cabeza y no me encuentro del todo bien, que en vez de venir a
buscarme hoy, que vengas mañana. No, no te molestes. Si no es nada. Debe de
ser algo del estómago. Bueno, bueno, como quieras.. Sí, aquí estoy.. Adiós.
(Y cuelga).
Andrés: No, no creo. Además, son las doce de la mañana. A estas horas,
figúrate..
Andrés: Comprenderás que no puedo rehusar dar una vuelta con él.
Ninette: Porque ya se puede decir que has tenido suerte. Venías buscando una
aventura y no la pudiste encontrar antes. Y sin salir siquiera de casa..
Ninette: ¿A quién?
Ninette: Bueno, en Murcia, bueno. Pero aquí no, ¿eh? Y menos a tu amigo.
Andrés: Pero es que si no le digo nada de esto, y además no quiero salir con él,
va a sospechar.
Ninette: Le dices lo que has dicho a mis padres. Que estás un poco enfermo del
estómago.
Pero de todos modos, a no ser que me meta en la cama con una bolsa de agua
caliente..
Ninette: ¡Oh, no! Ya te dije que estoy harta del jaleo de París. Y estoy cansada y
quiero descansar..
¡Son mis vacaciones, Andrés!
Andrés: Es que, digo yo, que podíamos ir un momento a ver la Torre Eiffel y nos
volvemos en seguida. Por ver algo, ¿no? Ya que estoy aquí, en París..
Ninette: Mais no, mon amour! Esta tarde nos quedaremos aquí, otra vez juntos
los dos. Y pondremos discos en el gramófono..
Andrés: Pero, hija mía, es que discos yo los puedo poner en Murcia.
Ninette: D'accord?
Andrés: De acuerdo.
Ninette: Mi madre estará hoy todo el día en su negocio y mi padre vendrá ahora
a buscar su bocadillo, pero en seguida se marchará.
Andrés: ¿Otra vez tu padre? Esta mañana me ha dado la lata contándome las
ventajas del plan quinquenal que puso en práctica Lenin cuando los
bolcheviques llegaron al Poder.
Ninette: Oh, mon Dieu! ¡Pero qué pesado estás con el "bateau-mouche", voyons!
Toujours le bateau-mouche! C'est insoportable! Pero ¿qué se te ha perdido a ti
en el "bateau-mouche"?
Andrés: Es que como siempre he soñado con dar ese paseo..
Andrés: Pero es que si todo lo vamos a ir dejando para otro día, cuando llegue a
Murcia, aparte de lo tuyo, no sé lo que voy a contar..
Pedro: Oh, oui! Il fait beau! (Y se sirve un vaso de vino de la botella que hay en
el aparador). ¿Cómo se encuentra usted, monsieur Martínez?
Andrés: Pues parece que estoy ya un poco mejor. La cabeza no me duele tanto.
Pedro: ¡Oh, oh, oh..! ¡Extraordinaria! Pero, de todos modos, la cocina española
no tiene nada que envidiarla. Para los pocos españoles que pueden comer, claro.
Porque, los demás, se mueren de hambre.
Pedro (enérgico): ¡De hambre, señor! ¡Los españoles siempre se han muerto de
hambre! (Ninette, desde la puerta derecha del foro, le hace señas a Andrés para
que diga que sí. Y después le envía un beso con la mano y hace mutis). ¿Y sabe
usted por qué?
Andrés: No.
Pedro (se sienta a su lado): Porque el factor capital prevalece sobre el trabajo, y
no siendo normales los instrumentos de producción, propiedad de los que los
emplean, se ha llegado a la formación de dos grupos sociales, que son los
asalariados y los poseedores de los bienes de producción. Con lo cual dificulta
una distribución más equitativa de la riqueza, y acentúa esta desigualdad social
a la que hemos llegado.
Andrés: Ya.
Andrés: ¿Presos?
Pedro: Pues hay que contarlos, monsieur, hay que contarlos. Sólo contando los
presos se puede deducir el índice político-social de un país.
Y no crea usted que yo soy antiespañol, ¿eh? ¡Oh, no!.. Porque yo siento a
España más que nadie. Y si se queda usted unos días más, y su salud se lo
permite, no comerá usted cocina francesa, monsieur.
No. Nada de eso. Comerá usted cocina española. Porque a mi mujer no hay
quien la iguale haciendo el cocido y la fabada.
Andrés: Ya.
Pedro: Y voy a demostrarle a usted que quiero a España y que no la he olvidado.
Voy a demostrárselo, señor. (Y llama). ¡Ninette! ¡Ninette!
Pedro: Para tocarla, monsieur. Por que yo soy asturiano. Y no olvido mi tierra. Y
sé tocar la gaita.
Andrés: Ya.
Pedro: Y si está usted en mi casa algún tiempo, soy capaz de enseñarle a usted
a tocar la gaita.
Andrés: Le advierto que yo, para los instrumentos, soy un poco torpe.
Pedro: Aunque sea torpe, si yo le enseño, terminará usted por tocar la gaita.
(Y Ninette vuelve a entrar con la gaita).
Pedro: ¡Calle!
Armando: Buenas.
Ninette: Entre.
Armando: Sí. (Por monsieur Pedro, que sigue tocando). ¿Qué hace?
Armando (muy sorprendido por todo esto): Sí, gracias. (Y mientras Pedro no
cesa de tocar la gaita, Armando se sienta junto a Andrés y le pregunta). ¿Qué?
¿estás mejor?
Andrés: ¡Calla!
Armando: Sí.
Pedro: ¡Y ya está!
Andrés: Muy bien, muy bien. Precioso..
Pedro: ¡Ah, es la tierra, monsieur, que tira mucho! En fin, Ninette, llévate la gaita
y prepárame el bocadillo que tengo que llevarme al trabajo.
Armando (tan serio como siempre): Eso que dice usted es una tontería.
(Monsieur Sánchez, que se había levantado, vuelve a sentarse).
Armando: Pero ¿qué dices, hombre? Pero ¿qué dices? ¿Es que en España tú
no comes?
Pedro (se vuelve a levantar): ¿Lo oye usted, monsieur Armand? ¿Eh? Y ¿qué
me dice usted del problema agrario? ¿Eh? Voyons!
Pedro: ¿Que no hay ningún problema agrario? (A Andrés). ¿Usted oye? Ande,
vamos a discutir eso más despacio. (Y se vuelve a sentar).
Andrés: Bueno, un poco sí que hay, Armando, ¿para qué nos vamos a engañar?
Y si tú contaras los presos.
Pedro: Gracias.
Pedro: Claro que sí. Monsieur Martínez ha comprendido que yo tengo razón y
así no hay discusión posible.
Ninette: Á bientôt..
(Y hacen mutis Pedro y Ninette).
Armando: Pues qué lástima, hombre, qué lástima.. ¡Hoy que pensaba yo llevarte
a un restaurante que me han recomendado!
Andrés: No me extraña.
Armando: Fiebre.
Andrés: A lo mejor.
Andrés: ¿Mona?
Armando: Sí, sí. Le hablé mucho de ti. Y lo pasamos muy bien los tres.
Armando: Y lo son.
Armando: Pues cuando quieras. ¡Ah, oye! y a la chica ésa le hacía ilusión ir al
"bateau-mouche".
Armando: Aprensiones, hombre. Que eres muy aprensivo. ¿Y sólo tomas yogur?
Armando: Tienen esas ideas para el problema agrario. Pero en lo demás son
terribles. ¿Tú has estado en Vitoria? Pues como allí.
Armando: Que sí, hombre, que sí. Y además, ¿a ti qué más te da?
Andrés: ¿Qué?
Andrés: ¿Sí?
Armando: Desde luego ahora comprendo que tenías razón. En esta casa no
tienes libertad. Y, además, con este señor tocando la gaita.
Andrés: De todos modos, ahora, estando malo, no me puedo ir. Me parece feo.
Armando: ¿Después de haberme hecho buscar otro hotel me vas a decir que te
parece feo? ¡Pero, bueno! ¿Pero es que tú te has creído que yo puedo estar
perdiendo el tiempo con tus caprichos? Primero quieres irte, después no te
quieres ir. ¿Pero en qué quedamos, hombre, en qué quedamos?
Armando: De ésa.
Andrés: Sí.
Andrés: Sí, se ha empeñado mi amigo en que demos una vuelta. Pero volvemos
en seguida.
Andrés: ¿A Denise?
Ninette: Una amiguita mía que vive en la casa de al lado. Monsieur Martínez me
dijo que quería conocer a una francesita para no estar tan aburrido aquí solo, y
yo se la he buscado. Muy simpática, ¿sabe? Y muy gentil. Podrá pasarlo muy
bien con ella mientras esté en París.
Andrés: Adiós. (Y Armando hace mutis por la puerta de la escalera). Todo eso
de Denise es mentira, ¿no?
Ninette: Claro.
Ninette: Entonces...
Ninette: ¿Qué?
Andrés: Que vamos, que tú.,. a pesar de ser francesa, no eres como se dice que
son las francesas.
Andrés: Eso.
Ninette: ¡Ah!
Ninette: El amor.
Ninette: El nuestro.
Ninette: En ese caso no tenemos nada más que hablar, señor. Olvide todo lo
que ha pasado entre nosotros. Yo haré también lo posible por olvidarlo.
(Y hace mutis por la puerta del pasillo).
Andrés: ¿Adónde? ¿Has oído? ¡Te he preguntado que adónde vas a ir! (Ninette
vuelve a entrar con un bolso y unos zapatos de calle, que se cambia por las
sandalias que lleva).
Ninette: Creo que una muchacha como yo tiene siempre sitios donde ir, ¿no?
Estamos en Francia y no en España, monsieur. Aquí hay libertad.
Ninette: Y de echar de menos a una persona, a estar enamorado, hay muy poco
camino, ¿no?
Ninette: Lo que quiere decir que usted también puede estar enamorado, igual
que yo.
Ninette: Que, por cierto, me ha dicho la portera que ayer estaba solo, en el cine
de al lado, viendo una película rusa aburridísima.
Ninette: No es tan fácil, en París, encontrar esa clase de aventuras que ustedes
buscan. Adiós, señor.
(Y abre la puerta).
Andrés: ¡Yo quiero salir! (En ese momento entra madame Bernarda).
(Y le coge por un brazo y le sienta en el sofá). Icí, icí.. Usted debe quedarse en
casa, monsieur. Es una grave responsabilidad para nosotros si se pone peor.
¡Oh, no! Restez, restez, mon petit.
Bernarda: Ninette es muy buena, y muy decente, pero por no guisar, ella se
alimentaría sólo de fiambres y de yogur. ¡Oh, la juventud de hoy! Y ella está de
vacaciones y no sale. ¿Y sabe por qué? Porque ella tiene un novio. René.
Andrés: ¿René?
Bernarda: Bien sûr, monsieur. Pero ella no quiere a René, ¿usted comprende? Y
él insiste, pero ella no está enamorada. Y hay que estar enamorada para tener
un novio. Él no es mal chico, pero bruto. Así de grande. Alto, fuerte. Y ella le
huye. Siempre le ha huido. Claro que, a lo mejor, esta tarde no tiene más
remedio que salir con él y por eso es que se ha marchado. Y entonces yo le haré
a usted compañía toda la tarde. Tenemos un gramófono y podemos poner
discos si usted quiere. La música francesa es hermosa. Y estamos en París,
señor.
Excussez-moi, monsieur. Voy a ir preparando todas estas cosas y enseguida
vuelvo.
(Y, con la bolsa de la ropa, hace mutis por la puerta del pasillo tarareando una
canción cualquiera.
Andrés, sentado en el sofá, tiene una cara de mal humor terrible. Y ahora se
abre la puerta de la escalera y vuelve a entrar Ninette, llorosa y se sienta en una
silla).
Ninette: André..
Andrés (asustado): Vamos, vamos, no llores, que está ahí dentro tu madre,
caramba..
Telón
Acto segundo
(Al levantarse el telón están en escena Pedro, Andrés y Bernarda. Los tres,
sentados a la mesa, terminan de almorzar. Ahora están con la ensalada).
Pedro: ¿Qué le ha gustado más, eh? ¿El cocido de hoy o la fabada de anteayer?
Pedro (se enfada): ¡Oh, no, monsieur! ¡Usted tiene que inclinarse por una de las
dos cosas! No se puede ser conformista. Hay que tomar siempre partido. Estar
con uno o estar con otro. Ser cocidista o ser fabadista.
Pedro: ¡Bravo! Una vez que este señor se ha definido, mañana, Bernarda, harás
otra vez fabada.
Siempre fabada.
Andrés: Bueno, pero oiga, ¿es que no tocaba mañana paté de foie-gras?
Bernarda: Usted siempre está dando la tabarra con el foie-gras, mon sieur. Me
parece a mí que es usted un cursi de siete suelas.
Andrés: No es que sea cursi, señora mía. Pero es que como el foie-gras francés
tiene tanta fama..
Pedro: ¡Ah, no! Eso no. Tiene más fama el repollo que hace Bernarda, señor. Yo
se lo aseguro. Ella es verdulera, señor. Y sabe muy bien cómo hay que
condimentar las verduras. (A Bernarda). Aunque esta ensalada está un poco
sosa, cherié.
Pedro: Pero no debe usted andar con ese pie enfermo, señor.
Pedro: ¡Oh, oh, oh! También ha sido una mala suerte que se dislocase usted el
tobillo.
Pedro: Pero es que ya lleva usted treinta y dos días haciendo reposo y no se le
mejora.
Andrés: Pues no, señor. Pero es que por una cosa o por otra, nunca me puedo
mover de aquí. Y mire que me gustaría, ¿eh? Pero ya ve.
Andrés: No, para nada. Para ver pasar a los franceses por la calle.
Pedro: ¿Pero y Ninette? ¿Qué hace Ninette? ¿Es que todavía sigue acostada?
Pedro: Algo le pasa a esa chica, creo yo. Desde hace días la encuentro un poco
rara.
Andrés: ¿Ah, sí?
Pedro: Sí. Antes era alegre y gastaba bromas. Porque ella es graciosa, ¿sabe
usted? Y tiene buen humor. Pero ahora está cambiada, señor. Y yo me pregunto
cuál es el motivo, mamá..
¿Pero otra vez está usted asomado a la ventana? Vamos, vamos, venga usted
aquí, que tenemos que hablar.
Pedro: Así. Bien. Y, ahora, sígame usted contando cómo es Murcia. Pero con
detalle, ¿eh?
Pedro: ¿Sabe usted una cosa, señor? Siempre que paso cerca de la Torre Eiffel
me tapo los ojos.
Andrés: No, claro. Tomando así las cosas, hace usted muy bien.
Andrés: Es que con esto del tobillo no está uno para nada.
Pedro: Pues porque ahora hay mucho afeminado. No es que yo lo critique, claro.
Cada uno es dueño de hacer lo que le plazca. Pero la verdad es que desde que
está usted aquí, sólo viene a verle su amiguito.
(Y hacen mutis por la puerta de la escalera que dejan cerrada. Para más
seguridad, Andrés echa el cerrojo. Y después, francamente enfadado, se dirige
al público para decirle algo. Pero se oye la voz de Ninette dentro).
(se vuelve)
Andrés: Ahora hay otro. Por lo visto hacen turno entre cuatro o cinco.
Andrés (va otra vez hacia el sofá): ¡Si no le hubieras dicho a René nada, no
pasaría lo que está pasando!
Ninette: Pero algo tenía que decirle para romper con él, compréndelo. Y le dije la
verdad. Que me había enamorado de ti y que no podía seguir con él. Y entonces
él se enfadó mucho.
Andrés: Pero y ¿por qué quiere pegarme, hombre? ¿Qué le he hecho yo? Yo no
tengo la culpa de nada.
Andrés: ¿Pero es que ni sus amigos ni él tienen otra cosa que hacer? Porque
llevan más de veinte días en este plan.
Ninette: Él compra y vende coches y por eso tiene esa clase de amigos
dispuestos a hacer turno como si fuera un juego. Él conoce todos los "blusons
noir" de París, ¿comprendes? Él es un poco gamberro.
Andrés: Pero para que un hombre tome esa actitud y esté dispuesto a todo, ha
debido de haber algo entre vosotros.
Ninette: ¡Oh, no! Pero él esperaba que lo hubiese. Es natural. Y creía que había
llegado ya el momento justo.
Ninette: ¡Ah, sí! Por eso me molesta tanto que quieras ir al"bateau-mouche". Yo
fui con unas amigas un domingo. Y él, casualmente, estaba allí. Y yo empezaba
a marearme un poco.
Ninette: No. Que habíamos bebido más que de costumbre. Y ya sabes lo que
pasa. Estaba anocheciendo y oíamos música.
Ninette: Sí. Y el paseo por la Seine era maravilloso. La noche era suave. Y
veíamos París iluminado. Palais de Louvre, le Pont-Neuf, Quai dar Orfebres.
Hôtel Dieu. Nôtre Dame.
Andrés (entusiasmado): No, si yo siempre he dicho que ese paseo debe de ser
fenomenal. Sigue, sigue.
Andrés: Yo lo que tengo son ganas de salir a la calle, y ver todas esas cosas sin
que me pegue nadie.
Ninette: ¡Pero eso no puede ser! Es muy bueno eso que se me ha ocurrido a mí
de tu tobillo para justificar que no puedes andar. Eso ha sido una buena idea mía,
¿no?
Ninette: Estabas peor cuando decías que te dolía el estómago. Con esto del
tobillo puedes comer de todo.
Andrés: De todo, no. Sólo como cocido. Y desde hoy han decidido alimentarme
a base de fabada.
Ninette: Mis padres hacen todo lo posible por serte agradables. Igual que yo.
¿No es verdad que sí?
Andrés: Pero es que ahora sospechan que no me gustan las mujeres y que me
entiendo con mi amigo Armando.
Andrés: Porque es el único que viene a verme casi todos los días. Y como no
puedo contar lo tuyo, pues eso es lo malo.
Andrés: Pero aquí por lo visto se pone furioso todo el mundo. ¿No es éste el
país del amor? ¿No hay libertad? ¿Pues a qué viene entonces tanta monserga?
Ninette: Comprendo que por mi culpa estás renunciando a muchas cosas, André.
A salir. A entrar. A ver cosas bonitas.. A divertirte. A conocer París. Y te pido
perdón.
Andrés: No, no, si no tiene importancia. Lo que pasa es que yo quería salir
porque tengo que comprar unas cosas que me han encargado en Murcia.
Ninette: Pero tampoco ha sido culpa mía esto que ha pasado. Ha sido el destino,
¿tú sabes? Tú viniste justo el día que te necesitaba. Yo era muy desgraciada.
Ninette: Claro que sí. Yo había cumplido veintitrés años. No es correcto que a
esta edad una señorita siga siendo una señorita. No es bueno eso.
Andrés: Ya.
Andrés: Ya.
Andrés: Claro.
Ninette: El del retrato. El señor Iglesias y el señor Lerroux son los responsables
de todo. Y si yo me llamo Alejandra, es por Lerroux.
Ninette: Y todo lo que decía uno de ellos, era para mi padre la última palabra.
Hay que ir por aquí, y se iba por aquí. Hay que ir por allá, y se iba por allá. Y por
eso estamos aquí, y por eso yo soy francesa. Y yo amo a Francia, ¿sabes? Pero
no me gustan los franceses.
Andrés: ¡Es que si todos son como ese novio que te habías echado..!
Ninette: ¡Oh, no! Los hay distintos.. Y gentiles. Pero para mí, a pesar de todo,
son un poco extranjeros. Y hay algo inevitable que me tira hacia los españoles.
Y por eso cuando llegaste tú, me enamoré de ti. Y te quiero. ¿Tú no?
Andrés: Claro.
Andrés: No, eso no. No me gusta que hables más con él.
Ninette (en una de esas reacciones de genio a las que es tan propicia Ninette):
¡Ah, no! Tú quieres que todo sea en seguida, mon cherí. Tú no tienes calma
para nada, voyons.
Y eso no está bien, monsieur, porque gracias a la venda usted y yo hemos
podido estar solos en casa y pasar unos ratos muy bonitos, usted lo sabe.
Andrés: Bueno, bueno, no te enfades, que es que hay que ver cómo os ponéis
aquí en seguida.
Ninette: No me enfado, señor. Mais c'est ne pas jolie ce que vous avait dit, mon
Dieu.
(Y se besan).
Pero ahora que se había marchado con su antiguo novio, no sólo la echaba de
menos, sino que tenía unos celos espantosos. Y en este estado de ánimo, más
bien confuso, fue cuando se le ocurrió venir a mi amigo Armando, tan oportuno
como siempre. Y que además me empezó a hablar en un tono que no me gustó
nada. Así es, que habían llamado a la puerta, y que yo fui a abrir.
Armando: Hola.
Andrés: Hola.
Andrés: Ya ves.
Andrés: ¡Ah!
Andrés: No.
Armando: ¡Andrés!
Andrés: ¿Qué?
Armando: Andrés, esto que estás haciendo está muy feo, pero que muy feo.
Andrés: ¿Qué es lo que estoy haciendo?
Andrés: ¡Armando!..
Andrés: ¡Armando!
Armando: Todavía si hubiera sido con la hija, tendría cierta justificación. Bueno,
tampoco, pero en fin..
Andrés: ¡Armando!
Armando: Claro que con ésa no hay nada que hacer. Además, ahora la acabo
de ver en el bar de enfrente con ese novio que se ha echado.
Andrés: No es su novio.
Armando: ¿Qué?
Andrés: Sí.
Andrés (indignado): ¡No! ¡Ni tampoco estoy liado con madame Bernarda!
Armando: ¿Entonces..?
Armando: ¿Cuál?
Armando: No.
Andrés: Sí.
Armando: No es posible.
Armando: No.
Armando: Que no, hombre, que no, que no.. Que no me lo creo..
Andrés: Eso.
Armando: Pero..
Andrés: Sí.
Andrés: Nada. Todo por las buenas. En plan simpático. Por eso, aquella noche,
no quise salir contigo. Ni al día siguiente, ni al otro..
Armando: Ya.
Andrés: Y como la pobre chica está enamorada de mí, para terminar con su
novio, le dijo lo que había pasado, y el novio se enfadó mucho y me está
esperando en la calle para pegarme.
Andrés: Pues por eso no salgo. Y para justificarme ante los padres y ante ti, he
inventado lo del tobillo. Pero mira si lo muevo o no..
Míralo.
(Y mueve el pie).
Armando: ¿Y yo?
Armando: No existe.
Andrés: ¿No?
Armando: Pero, vamos. Que esto no ocurre aquí todos los días. Bueno, ni en
días alternos. Que no ocurre, vamos.. Porque es que, además, Ninette está muy
rica.
Armando: Ahora que, de todos modos, esto que estás haciendo es una
canallada.
Andrés: No creo.
Andrés: Pues una vez que pueda salir y ver París un rato, volverme a Murcia.
Andrés: Sí que tarda, sí. Y ¿qué hacían cuando tú los has visto?
Andrés: Porque antes estaba ella conmigo, pero ahora está con él. ¡Y no lo
aguanto! ¡Y a mí ese franchute me va a oír!..
Ninette: Hola.
Andrés: Hola.
Armando (sin quitarle la vista de encima): Pues muy bien, muy bien.
Pero que muy bien.
Andrés: ¿Yo?
Armando: ¿A mí?
Ninette: Bueno, no hay que discutir. Es natural que, siendo tu mejor amigo, se lo
hayas contado. René ya lo sabe también y lo contará por ahí. Así es que usted
también lo puede saber, señor. Andrés y yo tenemos relaciones íntimas. Voilá
¿Le parece bien? ¿Tiene usted algo que objetar?
Ninette: Sí.
Ninette: Y ¿qué sería del ejército francés entonces? Hay que tener niños.
Armando: Pues a mí también me habían dicho. Vamos, me refiero así, entre
novios.
Ninette: ¡Oh, señor, eso son patrañas! Cuando llegan los niños, llegan los niños.
Ninette: Claro que sí. Todo esto de los hombres y de las mujeres es siempre un
lío. Pero es un lío agradable, ¿no? Se pasa bien, ¿no?
Ninette: Bien sûr. Pero también es normal que se enfaden. Todo es normal,
señor. El hombre, la mujer, el amor, el niño, los padres..
Ninette: Claro que sí. Es lo primero que aprendemos a saber las mujeres
francesas. Pero no tengas miedo. No tienes responsabilidad.
Yo no te exijo nada. Puedes irte a Murcia si quieres. Y ahora mismo, ¿eh?
Andrés: ¿Adónde?
Ninette: Bueno, es igual. Cogeremos un taxi. Y usted vendrá con nosotros. ¿No
te importa que él venga, André?
Andrés: ¿Quieres callar, hombre? Es la primera vez que voy a salir. Me parece
que tengo derecho a ver cosas.
Ninette: Pero ¿cómo tú aquí papá? ¿Estás enfermo? ¿Te ha ocurrido algo?
Armando: Pues sí. Aquí he venido a ver a mi amigo. Como está enfermo, ¿sabe
usted?.
(Andrés, ya sin venda, y con bastante miedo, lo mismo que Armando, se dirige a
su habitación olvidándose de cojear).
Pedro: Cuando yo me fui hace un rato, sí que lo estaba. Pero ahora veo que
anda perfectamente. Y, además, sin venda.. ¿Ha ocurrido un milagro, señor?
Andrés: Pues no. Que me he aliviado mucho. Y en vista de eso pensaba salir.
Pedro: ¿Salir? ¡Ah, no! Usted no puede salir de aquí, señor. Ni usted, ni mi hija,
ni monsieur Armand, ni nadie. Siéntese.
Pedro: ¿Por qué? ¿Tú sabes lo que pasa? ¿No? Pues yo sí, ma petit. C'est la
gréve.
Pedro: Se hablaba de eso hace diez días, señor, pero nunca se creyó que se
produjese. Y hace media hora que se ha decretado el paro general. Luz, gas,
espectáculos, correos y transportes. ¡Todo! ¡La ciudad parada! ¿Eh? ¿Y qué se
consigue con la huelga, eh? ¿Es que no tenemos un Gobierno de fuerza para
impedirlo? ¿Es que un país puede estar a merced de un grupo de huelguistas?
¡Oh, no! (Y se sienta en la butaca).
Andrés: Pero, oiga, los taxis sí funcionarán.
Pedro: No, señor. Ni el metro. Nada. Por eso le digo que ustedes no pueden salir.
No vale la pena, señor.
Pedro: Sí, señor. Y les he dicho a un grupo de amigos españoles que vengan a
casa y que yo tocaré la gaita.
Ninette: ¡Pero papá! Monsieur Martínez está cansado de oírte tocar la gaita.
Pedro: Pero mis amigos no. Y uno de los que van a venir es de Albacete.
Y él tiene mucho interés en conocerle para que le hable usted de la región.
Andrés: ¿Pero y no podíamos hablar en un café? Por lo menos para ver pasar la
gente.
(Por la puerta de la escalera entra Bernarda con una redecilla en la que trae
algunos víveres).
Bernarda: Alors, tout finí.. Tout fermé.. Bon soir, monsieur Armand.. Oh, c'est
idiot la huelga! En fin. Aquí traigo las cosas para la merienda.. Chorizo, jamón y
bacalao.. ¿eh?
Pedro: ¡Maravilloso!
Ninette: ¡Papá!
Pedro: ¿Qué?
Ninette: Sí.
Pedro: Bueno, pues después hablaremos de eso, ¿no? Ahora hay que preparar
las cosas para los invitados.
(Y se levanta tan contento).
Bernarda: Ven a ayudarme a la cocina, Pierre. Tienes que ir sacando las botellas.
Ninette: Pero yo nunca pensé que mis padres reaccionaran de esta manera.
Ninette: ¡Ah, sí! Pero un poquito sí han podido enfadarse. No está bien lo que he
hecho, y yo lo sé. Y soy su hija, ¿no? (Y, muy contrariada, enciende un cigarrillo).
Andrés: De todos modos ya sabía yo que con estas ideas que tienen no podían
tomarlo tan a mal. Esto es lo que se llama libertad.
Pedro: Aquí está la sidra. Y Bernarda está preparando los bocadillos de chorizo.
Andrés: Estupendo.
Pedro: Tome este vaso. (Y coge un vaso del aparador que le da a Andrés).
Vamos a beber.
Pedro: ¿Lo dice usted por la broma que nos ha gastado Ninette? Estoy
acostumbrado a sus bromas, señor. Ella siempre nos gasta bromas en casa y
me gusta más verla así que encerrada en su cuarto leyendo noveluchas. (A los
dos amigos, que están sentados en el sofá, se les empieza a torcer el gesto).
Claro que, a veces, ella gasta bromas de mal gusto, como ésta de ahora, pero
que también tiene su gracia.
Ninette: Papá.
Pedro: ¿Qué?
Pedro: No.
Ninette: Sí.
Pedro: Repítelo.
Pedro: Sí, usted, señor. Usted que es el responsable de todo, porque nos ha
traído aquí a este sinvergüenza.
Andrés: Para todos ha sido una sorpresa. Y si quiere usted que yo le explique.
Pedro: Usted no me tiene que explicar nada. Es nuestro honor lo que se juega
aquí. (Y llama). ¡Bernarda! ¡Bernarda! (Entra Bernarda llorando).
Ninette: ¡Madre!
(Y también se sienta).
Ninette: ¡André!
Andrés: ¿Qué?
Ninette: Ven.
Andrés: Voy.
(Las cortinas se han abierto. Y vemos a Ninette con una bata de casa, echada
lánguidamente en el sofá. Es el día siguiente. Las dos de la tarde).
Ninette: Perdóname por todo, amor mío. ¿Eres muy desgraciado teniéndote que
quedar aquí conmigo?
Andrés: Pero como él dice que todo lo que hay en París se encuentra mejor y
más barato en Murcia, resulta que no me quiere comprar nada.
Andrés: Pero con el mal humor que tiene, habrá que ver qué queso y qué faja
me va a traer.
Ninette: No te metas con tu amigo, que el pobre se tiene que quedar aquí de
responsable mientras tú vuelves. Pero ¡qué drama tan terrible! ¿Por qué son
ustedes así los españoles? ¡Oh, no, eso no está bien! ¡Y yo soy muy
desgraciada! ¡Y ahora mismo me voy a tirar por la ventana! (Y va hacia la
ventana, que está abierta. Andrés sujeta a Ninette).
Ninette: Sí, ya estoy más tranquila. Pero es que cada vez que lo pienso. Porque
es que hay que ver qué clase de amigos tiene papá, ¿eh?
Andrés: A mí el que me da más miedo es ese bajito que vino a última hora.
Andrés: No me arrepentiré.
Andrés: Sí, hija, te daré agua. (Y en un vaso le sirve agua de una botella que
hay en el aparador). ¿Mucha o poca?
Ninette: Gracias.
Andrés: De nada.
Ninette: Porque todo lo que teníamos que hacer lo hemos hecho ya.
Ninette: Es verdad, claro, pobrecito. ¡Pero cierra la ventana, por favor, que yo no
la vea!
Andrés: Sí, hija, sí. Pero no me des tanto la lata, que todavía no nos hemos
casado.
(Y cierra la ventana).
Ninette: ¡Oh, no! Eso son amenazas sin fundamento. Y ellos no serían capaces
de hacerlo. Y, en todo caso, lo que yo puedo hacer es casarme con él.
Andrés: En ese caso también podías casarte con René, y dejar a Armando
tranquilo.
Andrés: Pues ya habrás tenido ocasión, porque en París hay muchos españoles.
Andrés: Porque ésos son encargos que me han hecho y esto otro no.
Andrés: ¿Qué?
Ninette: Que en el fondo estoy muy orgullosa de mis padres. Y que me gustó
mucho que reaccionaran así.
Yo no comprendo muy bien estas reacciones, pero me gustó. Papá estuvo
hecho todo un hombre. Y mamá, también. Y cuando yo tenga a mi hijo, lo
defenderé igual.
Andrés: Entonces, ¿por qué has dicho que no estabas de acuerdo con nada y
que te ibas a tirar por la ventana? Es que, de verdad, no hay quien te entienda.
Ninette: Dije eso porque me excité con tanto grito. Y porque al principio no
comprendí que se armase un jaleo semejante. Ni que te obligasen a casarte
conmigo por tan poca cosa. Pero ahora lo he pensado bien, y lo comprendo todo.
Andrés: En ese caso, si no te vas a tirar por la ventana, yo me voy a dar una
vuelta.
Armando: Hola.
Andrés: Hola.
Ninette: Hola.
Andrés: Nada.
Ninette: No ha vuelto.
Armando: No había.
Armando: Pues porque era muy grande y no había un número tan grande.
¿Pero para quién es esa faja, hombre? ¿Para el canónigo?
Armando: Pues como la gente aquí es más delgada, no fabrican ese tamaño.
Andrés: ¡Pues justo porque es gorda es por lo que quiere la faja! ¡Porque si
fuera delgada me habría encargado una cosa para engordar!
Armando: Es que haces unos encargos muy raros. Porque, vamos, venir a París
a comprar una faja, cuando en España usan faja hasta los paletos. Y hasta los
toreros. ¿O es que los toreros no usan faja?
Andrés: El "camembert".
Armando: No lo he traído
.
Andrés: ¿Por qué?
Armando: Pero este hombre no puede hacer todo el viaje con un queso que
huele tan mal.
Armando: Pues claro que sí. Y una ordinariez. ¡Mira que volver de París con una
faja y con un queso! Vamos, hombre. Ni que volvieses de La Mancha.
Armando: No había.
Andrés: ¿Tampoco?
Armando: Tampoco. Tengo que volver esta tarde a ver si hay. Si es que aquí no
hay de nada. Si ya te lo había dicho yo. Si aquí no se puede venir.
Ninette: Andrés.
Andrés: ¿Qué?
Andrés: Pues claro que quiero. Porque, por lo menos, quedar bien con el
regente de la imprenta, vamos, digo yo.
Ninette: ¡Oh, no! Esto de las fajas no son cosas de hombres. Tú te quedas con
monsieur Armand, y yo voy a arreglarme. Anda, siéntate.
Armando: ¿Sabes por qué no he comprado ese queso que huele tan mal?
Andrés: No puedes.
Armando: Sí que puedo. Que yo no me quedo aquí en prenda. Que a esta gente
la conozco yo. Y he pedido permiso en la oficina y me vuelvo a España. Seis
meses.
Andrés: Bueno, no. Seguro no estoy. Comprendo que está feo, y que es una
canallada, pero seguro no estoy.
Andrés: Por un lado, me gusta Ninette. Pero mucho, ¿sabes? Y la quiero. Pero,
por otro lado, esto de tener que casarme. Porque es de las que dominan,
¿sabes? Y me va a tener en un puño, que lo estoy ya viendo. Que es francesa y
que se las sabe todas. Y ya verás en casa. Muy femenina y muy mona, pero va
a ser un gendarme.
Andrés: Qué va. Están hechos unos energúmenos. Y al verme hoy me han dicho
una cosa en francés que yo no he entendido, pero que debe de ser una burrada.
Y yo creo que antes de que me vaya, estos tíos me pegan.
Que no sabes qué cara tienen.
Armando: Gracias.
(Y se sientan en las sillas).
Armando: Yo he ido a buscarlo, pero no había, y me han dicho que vuelva más
tarde, a ver si hay.
Pedro: Pues no lo saque. No es necesario.
Pedro: Hace algún tiempo yo hice gestiones para saber si podía volver. Por
curiosidad solamente, ¿eh? Pero las hice. Y resulta que me dijeron que podía
volver cuando quisiera, cosa que me chinchó bastante, porque yo creía que me
tenían más miedo.
Pedro: Porque hay cosas que yo no tolero, ¿eh? Y, si vuelvo, me van a oír.
Pedro: Pues por eso hemos pensado que nos vamos a ir todos juntos y que se
casen ustedes allí, ¿eh? ¿Qué les parece? ¿Es bueno?
Pedro: Mire usted, en esto de la política, como en todo, lo que hay que hacer es
aguantarse. Y hay que olvidar la política cuando se trata de una hija.
Armando: Sí, señor.
Bernarda: Y ella allí y nosotros aquí. No, no. Queremos estar con ella.
Pedro: Y hemos sacado los billetes para mañana en el rápido. Nos iremos los
cuatro juntos, que es mejor.
Y el piso éste se lo vamos a dejar a uno de nuestros amigos.
Bernarda: Así es que esta tarde nos dedicaremos a hacer el equipaje y esta
noche iremos a dar una vuelta por París, como despedida.
Armando: Yo no sé si podré.
Andrés: ¿Otro?
Bernarda: Sí. Que Ninette acepte todo esto. Porque usted no la conoce.
Armando: ¿Qué?
Armando: Ya no puedes.
Andrés: Pero ¿cómo voy a vivir yo en Murcia con toda esta gente? ¿Pero tú no
comprendes que yo vendo catecismos en la papelería? ¿Qué es lo que va a
pensar de mí la clientela? Que tengo que escaparme, de verdad.
Armando: A mi casa.
Armando: Pero eso es una tontería. Pero si lo puedes pasar muy bien con la
familia. Si son muy simpáticos. Y además nos van a convidar esta noche.
(Efecto de noche. La escena sólo queda iluminada por la luz del pasillo y la de la
pantalla que hay sobre la mesa y que ahora se ha encendido). Esa hora
maravillosa en que yo lo pasaba tan bien en Murcia, y tenía libertad para todo. Y
cuando cerraba la papelería salía a la calle a respirar, y me iba al café a hablar
con mis amigos, de mujeres, de aventura, de planes, de amor... Y hablando de
eso éramos felices. Bueno. La que más tardó en arreglar sus cosas fue Ninette.
(Y por la puerta del pasillo aparece Ninette con unas prendas de vestir en la
mano. Ahora lleva un bonito vestido).
Ninette: Pues ábrela otra vez a ver si te cabe esto. Porque en la mía ya no cabe
nada.
Ninette: Que me gusta que nos vayamos todos juntos a España. Así no te
encontrarás tan solo como estás.
Ninette: No están bien los hombres solteros y sin familia y con una maleta para
ellos solos. Eso es muy feo.
Andrés: Perdona. (Andrés abre la maleta). Ya está abierta. Anda, mete todo eso
y date prisa.
Andrés: Pues porque nos están esperando tus padres en el bar, para dar ese
paseo por París.
Ninette: ¡Oh, qué horror! Con las cosas que me quedan por hacer todavía, y
tener que salir ahora.
Ninette: ¿Por qué no te vas tú con ellos y yo me quedo aquí terminando esto que
falta? (Ninette, mientras habla, ha ido metiendo en la maleta todas las prendas).
Andrés: No.
Andrés: No es desperdiciarla. Es ver esas cosas que hay que ver. Y ya que no
voy a llevarme la faja.
Ninette: ¿Y si encuentras por ahí otra francesa que te guste más? Las mujeres
francesas son muy atractivas. Y yo soy muy celosa, ¿sabes? Y por eso no he
querido nunca que salieras.
Andrés: ¿Qué?
Ninette: La acordeón.. Le piano du pauvre..
Ninette: Sí, André. (Ninette apaga la luz de la pantalla y la habitación sólo queda
iluminada muy débilmente por la luz que entra de la alcoba. Y los dos empiezan
a bailar). C'est la musique de les amoureux.. De la vrai homme, et de la vrai
femme.. Du peuple.. De le bal de París.
Andrés: Y yo..
Ninette: Je t'aime..
Andrés: Y yo..
Ninette: Je t'aime..
Andrés: Y yo..
(Y siempre bailando con la música de acordeón, entran en la habitación de la
derecha y cierran la puerta, mientras va cayendo el telón).
Telón