El Método para Procesos Creativos Compartidos de Luca Belcastro
El Método para Procesos Creativos Compartidos de Luca Belcastro
El Método para Procesos Creativos Compartidos de Luca Belcastro
Luca Belcastro1
1 Los subtítulos y números de páginas en las citas son sólo para guía del charlista y no se leen en voz alta.
2 Todas las citas con número de página corresponden a Luca Belcastro, “Reflexiones latinoamericanas. El proceso
creativo y Germina.Cciones...”, 2016.
Dicha labor la viene desarrollando hace casi 10 años en latinoamérica, con cientos de
actividades realizadas en una docena de países, de las cuales han participado miles de creadores,
intérpretes, personas afines a la cultura y público en general. Este contacto ha cruzado disciplinas,
edades, experiencias, nacionalidades, toda procedencia, sin sesgo de ningún tipo. De este modo, es una
experiencia pedagógica rara vez vista, pues rompe con las múltiples segregaciones a las que nos vemos
enfrentados día a día y que condicionan las posibilidades de aprender y desarrollarse. Haciendo así, ha
logrado remover supuestos, proponer alternativas y activar procesos, los cuales en más de algún caso
continúan desarrollándose de manera autónoma, generando una red dinámica de exploración e
intercambio que nutre a quienes forman parte de ella.
En este esquema Luca Belcastro es como un chaski que recorre el Tawantinsuyu cargando las
más variadas especias, materiales y mensajes, para hacerlos llegar a todos los rincones. Esta labor,
agotadora, es invaluable, pues permite la comunicación persona a persona de experiencias que de otra
manera perderían algo de su vitalidad. Así, con su trabajo, Luca Belcastro ha dado lugar a una
estimulación de la creatividad sin precedentes que, como el imaginario de flores autóctonas que sirvió
de imagen al proyecto durante sus primeros años sugiere, se percibe como un florecimiento
exhuberante.
Aplicar el “Método para Procesos Creativos Compartidos” de Luca Belcastro es ante todo una
experiencia de exploración personal. Es todo un programa de exploración del propio mundo creativo,
que bien podría profundizarse a lo largo de la vida entera. Sin embargo, puede comenzarse por una
experiencia, quizá breve y condensada, que permita abrir ventanas. Lo más refrescante de la propuesta
de Luca Belcastro es que no te pide que le creas, sino que hagas la prueba, que le des una oportunidad.
La mayoría de las personas que se abren a la experiencia y la viven con el compromiso necesario
encuentran en ella lecciones valiosas. Nuevas formas de entenderse a sí mismos, al entorno y al proceso
creativo. Enfoques alternativos a las prácticas comunes.
Más de alguien vuelve a casa viendo las cosas de forma diferente. Aquí y allá unas cuantas
personas continuarán recorriendo caminos de conciencia, alimentando instancias compartidas que
terminarán por convertirse en su propio hábitat. Se inclinarán ante un papel intentando dilucidar
aquellas sensaciones que pueblan su organismo, consecuentes a un momento de emoción vivido en
medio de la vida. Correrán a compartirlo con quien quiera escuchar. Y escucharán atentamente.
Abriendo el proceso creativo para que todos puedan verlo y aportar, con su mirada irreductible,
a su profundización, se puede estimular instancias compartidas. Dejando de lado el infantilismo del
misterio, del hacerse los interesantes mediante el secretismo, de rasguñar estatus mediante la exclusión
del resto. Desnudándose, dejando caer por un instante las máscaras que usamos día a día para
protegernos en un ambiente hostil y ajeno. En el respeto de la autenticidad propia y de los otros.
Protegiendo los delicados brotes de lo sutil común.
Poniendo en su lugar a los aspectos que tienden a aislarnos, incluyendo las especializaciones,
fragmentaciones disciplinares exhacerbadas por la ostentación de la técnica, roles que debieramos
domar para que no nos esclavicen.
Profundidades teóricas
En un sentido teórico, la formulación de Luca Belcastro toma como punto de partida el hecho
de que las emociones, estados fisiológicos asociados primitivamente a la supervivencia, pues actúan
calibrando la respuesta a estímulos externos e internos, representan un aspecto común a todos los seres
humanos. En palabras del autor: “Una característica importante de las emociones primarias - la rabia y
el miedo, la tristeza y la alegría, la expectativa y la sorpresa, el disgusto y la aprobación - está dada por
el hecho de que se expresan para todos, en cualquier lugar, tiempo y cultura, a través de modalidades
similares. Por esto, pueden ser un punto de contacto muy efectivo entre ambientes culturales diferentes,
más que la técnica que, por el contrario, a menudo es específica para cada uno de ellos.” (pp. 129)
Así, podemos enunciar cómo concibe Luca Belcastro el acto creativo: el acto creativo surge de
una necesidad, que es de carácter comunicativo. Esta necesidad es necesidad de compartir,
estableciendo una comunicación profunda y efectiva, el propio mundo emocional-imaginativo, fruto de
experiencias vividas a plenitud gracias al desarrollo de la conciencia personal. Esta necesidad, si se
vive bien, nos invita a relacionarnos con los otros, construir espacios comunes, habitarlos, compartir
procesos creativos que a su vez alimentan la conciencia de uno mismo y el entorno, gatillando nuevas
sucesiones análogas, en un círculo que puede continuar indefinidamente.
A la emoción, que brota de las experiencias percibidas por medio de unos canales transparentes,
libres por medio de la conciencia de todo aquello que los enajena, la sigue un mundo imaginativo,
cúmulo de sensaciones distinguibles como imágenes, olores, texturas, movimientos, todo tipo de
“intuiciones” perceptuales, a veces indescriptibles o irreales, que brotan espontáneamente de las
innumerables asociaciones posibles entre elementos presentes en nuestra memoria consciente o
inconsciente, incluyendo la variación de sus parámetros (algo puede aumentar o disminuir de tamaño,
ser más o menos rugoso, cambiar en un espectro de colores), la mixtura de sus atributos (una silla
líquida, un fuego frío), su presentación en temporalidades o espacialidades imposibles (un árbol que
retorna a ser semilla, un ave que está en más de un sitio a la vez), entre muchos otros. Como en un
sueño, nuestra mente ocupa todo lo que tiene a mano para crear un mundo que no “existe” y que no
obstante, somos capaces de percibir y recorrer: explorando, examinando.
Despiertos, sin embargo, somos capaces de hacer algo que en el sueño es poco común, si no
imposible: analizar. Podemos identificar resonancias y disonancias con aquello que consideramos
propio en eso que nuestra imaginación ofrece, pudiendo tomar conciencia de mecanismos que operan
sobre ésta, condicionándola. Podemos además continuar asociando, paladear cada imagen permitiendo
que a su vez dé origen a nuevas emociones, aumentando el volumen de una bola de nieve que
quisiéramos creciera descontroladamente. Cosechar y cultivar imágenes. Dejar caer semilla en un
terreno fertilizado por nutritivos restos. Y así infinitamente.
Este concepto -“mundo imaginativo”-, gran exiliado de las discusiones artísticas “serias”, es
uno de los términos más interesantes presentes en la exposición de Luca Belcastro. Como es habitual
en él, se sirve de dos palabras del lenguaje cotidiano que pueden ser entendidas por cualquiera en su
sentido resultante, pero que terminan por envolver una serie de sutilezas que podrían convertirlo en un
campo de estudio en sí mismo. Aunque en este caso lo que pudiera echarse de menos es en realidad
expresión de una virtud pues, como dijimos antes, lo que busca el autor es invitar a vivir el propio
mundo emocional e imaginativo, no dar pautas sobre qué imaginar.
Sobre cómo lograr una comunicación efectiva a través del acto creativo, sí que dá pautas. Éstas
pretenden, a través de definiciones ostensivas, dar a entender el espíritu con que debe procederse para
poder llevarlo a cabo, el cual podría resumirse de la siguiente forma: definir y aclarar los elementos
presentes en mi imaginación hasta abstraer su carácter esencial, preguntándome qué efecto tendrían en
la percepción y por ende, qué emociones inducirían en quién se aproxima a la obra, unas u otras
maneras de presentar dichos elementos. Es decir: considerar mi propio mundo perceptual, emocional e
imaginativo, en relación con el de otros. Esto lo hace mediante preguntas y ejercicios de reflexión
propuestos, acorde a la visión de aprendizaje que cruza toda la obra:
“Hay preguntas que no se deberían obviar:
- ¿Cómo escucho la música y cómo podrían escucharla los demás?
- ¿Cómo estoy imaginando mi relación con ellos?
- ¿Qué tipo de fruición de mis composiciones espero?
- ¿Cómo quisiera que se acercara quien las escucha?
- ¿Qué espero que me devuelva de ellos?
- ¿Lo que preveo es independiente o no del lugar, del contexto de presentación?” (pp. 153)
Estas preguntas, planteadas para el ámbito musical, pueden extenderse con facilidad a la
aproximación a cualquier tipo de obra.
En este punto, trata la manera en la cual las decisiones técnicas surgen de manera fluida como
parte del proceso de elaboración: “Después de contestar a esas y otras preguntas que surjan espontáneas
durante la reflexión, uno podrá preocuparse por las decisiones compositivas, incluyendo aquellas
técnicas. Las elecciones conscientes favorecerán un tipo de acercamiento a la obra u otro, invitarán a un
punto de contacto posible con ella.” (op. cit.) La técnica debe ser funcional a una necesidad
comunicativa, por lo cual derivará de la elaboración narrativa de la imaginación, que responde a su vez
al respeto de la propia autenticidad y al ejercicio empático que explicité antes.
La técnica surge así, con naturalidad, de las propias exigencias del proceso creativo, al aumentar
progresivamente el nivel de precisión de nuestras decisiones. Así pasamos de un imaginario difuso, a la
concreción de las materialidades más diversas. Como al cambiar un lente de prueba hasta dar con el
foco perfecto.
El grado de exactitud con que logremos representar nuestro imaginario dependerá, lógicamente,
de nuestra experiencia creativa, pero también de la claridad de toda la experiencia vivida. De la
manera en que nos hayamos abierto a vivir cada uno de sus estadíos, aguzando la conciencia,
sinceridad y transparencia en cada gesto. Para todo esto es necesario contar con el ambiente apropiado,
el cual no nos cabe duda que es una instancia compartida como la que proponemos. Sin la perspectiva
de los otros la conciencia se seca, como un lago al que le han cortado sus afluentes. Sin un contacto
directo con “el flujo continuo de la vida” (pp. 128), se pierde el rumbo y hasta las ganas de caminar.
Creemos que en esto radican muchas de las dificultades típicas de las personas con pretensiones
creativas. La incomprensión, el aislamiento, frustraciones de todo tipo que terminan por negarse en
lugar de resolverse, desembocando en una actitud muchas veces cínica, narcisista e individualista.
Pienso que el individualismo es una reacción a una situación de incomunicación originaria. Es
decir, que la pérdida de la unión con la comunidad precede a la idea de individualidad aislada.
El que siente que no se puede comunicar es habitual que se aísle. Y veo en la propuesta de Luca
Belcastro una posible alternativa a esta problemática.
La experiencia del respeto en cambio invita a expresarse de manera cada vez más libre. Este
círculo virtuoso es el que debería alimentarse. Es conocida la frase de de Luca Belcastro “(…) con un
acto creativo compartido y colaborativo se puede cambiar el mundo.” (pp. 22). Estamos acostumbrados
a escuchar eslóganes, promesas falsas que por lo mismo se limitan a producir fórmulas en apariencia
interesantes pero sin profundidad alguna, que por no ofrecer un “cómo”, una manera de materializarse,
terminan por revelarse vacías. A través de su “Método para Procesos Creativos Compartidos”, Luca nos
ofrece un cómo: reflexionando y tomando “conciencia de los modelos culturales, las máscaras, las
etiquetas y los roles impuestos que alejan de la propia esencia profunda” (pp. 128), vivir experiencias
auténticas, compartirlas con otros a través de un proceso creativo compartido y abierto,
comunicándonos mediante un acto creativo sincero. Es fácil, para alguien de buenas intenciones, ver
cómo esto reviste un potencial de transformación inmenso. Un mundo distinto ha de ser necesariamente
construcción de unas personas distintas. Abrir los ojos hacia la propia autenticidad, hacia cómo ésta
depende de la relación con otros, encontrar maneras para una comunicación efectiva, establecer redes,
es una experiencia invaluable que puede reproducirse mediante espacios análogos. Imaginar a qué
punto puede llegar un efecto en cadena de ese tipo será privilegio de quien se anime a soñar.
La propuesta entera de Luca Belcastro rezuma una visión particular del mundo en la cual la
liberación a través de la conciencia parece ser el punto central. Es un enfoque espiritual de comunión
con otros, de austeridad en un sentido de quitar todo lo que está de más y que estorba a la vista.
Modelos, imposiciones, fórmulas. Para encontrarnos a nosotros mismos en el contacto con el otro.
El Taller de Creación Compartida es una instancia dirigida a creadores e intérpretes de todas las
edades, sin distinción de disciplina, formación o experiencia. En él, los participantes desarrollan una
primera experiencia de creación compartida, en la cual son introducidos al “Método para Procesos
Creativos Compartidos” con la guía de su creador Luca Belcastro. A lo largo de 5 días en jornada
completa, se realiza una experiencia práctica de percepción, indagación, reflexión y elaboración, que se
invita a canalizar a través de proyectos personales o colectivos, compartiendo el propio proceso
creativo con todos los presentes, estableciendo colaboraciones y desarrollando, como resultado,
herramientas y planes que permitan concluir obras que respondan a las necesidades comunicativas de
su o sus creadores.
Las dinámicas que se llevan a cabo tienen por objetivo abrir la reflexión, estimular la
exploración del propio mundo emocional e imaginativo, dar una muestra de las posibilidades que
envuelve el ejercicio de una elaboración narrativa de la imaginación como paso previo a la técnica y
encaminar a los asistentes en la transición hacia ésta.
“Después de una fase introductoria, que incluye la exposición de las ideas y las dinámicas de
Germina.Cciones..., se sigue con una serie de reflexiones sobre el proceso creativo, considerando todas
sus fases, desde la conciencia y la emoción hasta la imaginación, desde la elaboración narrativa hasta la
técnica. A continuación, se invita cada participante a activar, en conversación con los demás, procesos
para nuevas obras, incluso interdisciplinarias. Diálogos generales y profundizaciones, durante los
cuales se abordan las temáticas específicas que asoman durante las reflexiones, crean y perfeccionan
las colaboraciones necesarias y dan cada vez más forma a los proyectos.” (pp. 25)
Los resultados de estos 9 años de trabajo, con Luca Belcastro a la cabeza, han sido cuantiosos,
aunque no necesariamente cuantificables. Los cientos de obras realizadas no alcanzan a captar el
profundo significado que esta experiencia tiene.
Germina.Cciones...