Iii. La Patristica 2
Iii. La Patristica 2
Iii. La Patristica 2
Palabras claves:
Ireneo de Lyon, Tertuliano de Cartago, Clemente y Orígenes de Alejandría, Agustín de
Hipona, traduccionismo, Neoplatonismo, libre albedrío, predestinación.
Objetivos:
Mostrar las características de las escuelas teológicas y sus principales exponentes.
Enseñar acerca de la síntesis del pensamiento teológico de la patrística en cabeza de
Agustín de Hipona.
Resumen:
Se da este nombre a la ciencia que tiene por objeto el estudio y conocimiento de la
doctrina, obras y vida de los Padres de la Iglesia primitiva.
DESARROLLO TEMÁTICO
2.1.1. La escuela teológica de Asia Menor: Ireneo de Lyon
Ireneo es el primer autor cuyas obras antiheréticas han llegado hasta nuestros
días. Al parecer nació en Asia Menor (Esmirna) y fue discípulo de Policarpo.
Llegó a ser obispo de la ciudad de Lyon donde existía una comunidad cristiana
compuesta en parte por inmigrantes del Asia Menor y es probable que haya
muerto como mártir cerca del 202 d.C. en su sede episcopal con ocasión de la
persecución promovida por el emperador Septimio Severo. Sus más
importantes obras son la “Denuncia y refutación de la supuesta gnosis” o
“Adversus haereses” (Contra los herejes) y su “Demostración de la fe
apostólica”. Al estudiar a Ireneo hemos de tener en cuenta que no estamos
tratando con un pensador sistemático que derive todas sus conclusiones de
una serie de principios especulativos de altos vuelos, sino con un muy capaz
expositor de la doctrina que ha recibido de la iglesia. En su obra “Contra los
herejes”, por ejemplo, Ireneo no pretende escribir una refutación totalmente
original, sino que por el contrario, se halla siempre dispuesto a utilizar
argumentos tomados de otras obras. En efecto, se ve claramente y a menudo
que los argumentos que aparecen en esta obra han sido tomados de un
contexto distinto del que este escrito provee. Sin embargo, esto no quiere decir
que el pensamiento de Ireneo esté formado por fragmentos del pensamiento
de otros autores y que carezca, por lo tanto, de unidad; pues de cualquier
manera hay ciertos temas que dan coherencia a la totalidad de su obra. En el
marco que venimos considerando dentro de la Patrística, Ireneo es el
exponente más representativo de la escuela teológica de Asia Menor en su
forma madura. Debido a ello y a causa de la limitación de espacio,
señalaremos las principales características de su pensamiento ubicándolas
dentro del marco referido al estudiar a los Padres Apostólicos y los aspectos
más distintivos de la tendencia teológica de Asia Menor y Siria.
De otro lado, Tertuliano entiende la realidad del alma humana y de Dios mismo
como seres corporales; planteamiento que, para muchos, es excesivamente
materialista. Como consecuencia de esta concepción afirmaba que el alma del
individuo surge del alma de sus padres, al igual que su cuerpo surge del
cuerpo de los mismos. Esta doctrina recibe el nombre de “traduccionismo” y a
pesar de haber sido discutida y, en muchos casos, abandonada por la mayoría
de teólogos de la Edad Media; esta doctrina fue la base para un modo de
entender el pecado original que perduró a través de toda la Edad Media y aún
hasta nuestros días. A partir del traduccionismo se llega a entender el pecado
original como una herencia que se traspasa de padres a hijos, juntamente con
el cuerpo. Esta noción, pese a no ser el único modo en que se puede entender
el pecado original, es la que se ha arraigado en la mente occidental debido, en
gran medida, a la influencia de Tertuliano a través de San Agustín.
Finalmente, la fecundidad de Tertuliano para expresar sentencias memorables
ha hecho que algunos de sus dichos “la sangre de los mártires es semilla”,
“¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén?”, etc. formen hoy parte de la
herencia común de todas las personas cultas de Occidente. En resumen,
Tertuliano fue quien produjo buena parte de la terminología necesaria para
realizar la labor teológica posterior, traduciendo conceptos tomados de los
escritores griegos e imprimiéndoles su propia personalidad a los mismos,
señalando de este modo el camino que habría de seguir el latín teológico y la
teología latina después de él.
Orígenes, por su parte, fue un autor muy prolífico (Epifanio afirma que el
número de sus obras llegaba a 6.000), un erudito y tal vez el primer teólogo en
elaborar una teología sistemática completa. Entre las obras que han llegado
hasta nosotros se destacan por su importancia la “Hexapla” (que le tomó 28
años elaborar) en el campo exegético-textual, su “Contra Celso” en el campo de
la apología, y su obra sistemática “De los primeros principios” en el campo de
la teología propiamente dicha. En cuanto al primer aspecto, la exégesis, todas
sus obras no sólo la Hexapla manifiestan este interés teológico del maestro
alejandrino. De hecho, la inmensa mayoría de sus obras son de carácter
exegético, y la interpretación escrituraria ocupa un lugar central aún en su obra
sistemática “De los primeros principios”. Aunque Orígenes se halla lejos de ser
un literalista en su interpretación del texto sagrado, si cree firmemente en la
inspiración literal de cada palabra en las Escrituras. Es decir que cree que la
Biblia fue inspirada literalmente, aunque no debe ser interpretada de la misma
manera. Por el contrario, fiel a la tradición alejandrina, Orígenes postula tres
diversos sentidos para un mismo texto, que se complementan entre sí: un
sentido literal o corporal, un sentido moral o psíquico, y un sentido intelectual o
espiritual. Sin embargo, la distinción entre estos variados sentidos es con
frecuencia difusa en sus escritos al aplicarla en la práctica. De cualquier forma,
Orígenes mantiene siempre la doctrina de la diversidad de sentidos dentro de
un mismo texto, y sobre todo la doctrina de la necesidad de buscar, tras el
sentido literal, el sentido oculto y espiritual. Hay ocasiones incluso en que
aparecen toda una multitud de sentidos espirituales, formando una escala de
interpretaciones alegóricas. Con todo y lo anterior, Orígenes no desprecia
siempre el sentido literal de las Escrituras ya que a menudo se detiene a
subrayar la realidad histórica de los acontecimientos antes de pasar adelante a
su interpretación espiritual. Pero de todos modos afirma que todo texto bíblico
tiene un sentido espiritual, mientras que no todo texto tiene un sentido literal.
En cuanto a la exégesis “moral”, se trata sobre todo de un tipo de exégesis
alegórica cuyo propósito no es lograr altos vuelos especulativos, sino dirigir al
creyente en su vida moral y devocional. Al margen de las anteriores
aclaraciones, es el sentido espiritual de las Escrituras el que verdaderamente
cautiva el interés de Orígenes puesto que es aquí donde tiene plena libertad
para alzarse en esos vuelos especulativos que son tan de su agrado y tan
característicos del pensamiento alejandrino. Además, esta exégesis le permite
descubrir puntos de contacto entre la filosofía platónica y el mensaje bíblico
sin tener que abandonar ninguno de estos dos polos de su pensamiento. Hay
que señalar también que la exégesis espiritual de Orígenes incluye la ya
tradicional interpretación tipológica de San Pablo y Justino Mártir y que,
incluso, va más allá que los anteriores en el campo de la tipología, pues no
solamente interpreta como ellos el Antiguo Testamento como tipo o figura del
Nuevo; sino al Nuevo como figura de la Iglesia, y a la Iglesia como figura de la
escatología. Los alcances de la alegoría en Orígenes llegan a dar por
momentos la impresión de que su pensamiento es más un sistema filosófico
sin relación con el cristianismo que un sistema teológico basado en las
Escrituras, y aunque tal juicio es exagerado, es sin embargo un indicio de los
peligros que la interpretación alegórica entraña para el teólogo. Los principios
exegéticos y hermenéuticos que guían a Orígenes en su interpretación
alegórica, y en especial su insistente énfasis en que cada texto sea
interpretado a la luz del resto de las Escrituras, a la manera en que ya lo hacía
Clemente; hacen que, en muchos casos, Orígenes en efecto “transforme la
Biblia en un crucigrama divino cuya solución se halla encerrada en el seno del
propio Orígenes”, al decir de Hanson, uno de los críticos modernos de su
método alegórico. No obstante, existe en el pensamiento de Orígenes una
clave que le servía de freno para mantener su pensamiento en parte al
menos dentro de los ámbitos de la doctrina tradicional de la iglesia. Nos
referimos a la conformidad de su pensamiento con “la regla de fe de la
iglesia”, entendida no como una formula escrita o fija, sino más bien como la
predicación tradicional de la Iglesia, cuyo contenido variaba ligeramente de
localidad a localidad. Es así como su doctrina de Dios no difiere esencialmente
de la de Arístides y Clemente, a lo cual añade que cuando se dice algo de Dios
en un sentido afirmativo sin recurrir a la negación por ejemplo el lenguaje
antropomórfico con que la Biblia se refiere a Dios hay que entender estas
afirmaciones en forma alegórica, puesto que si hay algún modo en que
podamos hablar de Dios en sentido recto y directo es sólo refiriéndonos a Él
como el Uno, ya que la unidad absoluta frente a la multiplicidad del mundo
propia del pensamiento platonista, es el atributo por excelencia del ser de
Dios. Orígenes también reconoce el carácter trino de Dios y de hecho
contribuyó grandemente al desarrollo de la doctrina trinitaria, pues sus escritos
fueron una de las fuentes para los debates trinitarios que habrían de sacudir a
la iglesia casi un siglo después. En el contexto de la doctrina de la Trinidad, y
en particular de las relaciones exactas entre el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, Orígenes encontró ocasión para poner en juego su originalidad y
capacidad especulativa ya que la regla de fe permitía aquí cierta libertad de
movimiento. Sin adentrarnos en estas especulaciones, muchas de las cuales
son cuando menos discutibles y en muchos casos censurables desde la
perspectiva de la ortodoxia; el gran mérito de Orígenes a este respecto es que
pudo mantener en equilibrio, gracias a sus grandes dotes intelectuales, la
tensión natural que surge de las dos tendencias por él sostenidas. Por una
parte su argumentación a favor de la deidad y eternidad del Hijo,
identificándolo plenamente con la divinidad; y por otra su énfasis en la
distinción entre éste y el Padre. En efecto, pese a la heterodoxia de algunas de
sus ideas, logró sortear con éxito los riesgos presentes en este planteamiento.
Riesgos que eran mucho más patentes en una época en que el vocabulario
técnico usado por los teólogos era todavía muy impreciso y que sólo recibiría
un sentido claramente definido y específico posteriormente, a través de las
controversias cristológicas. Precisamente, en su cristología defendió la unidad
o unión plena en la persona de Cristo de la divinidad y la humanidad de una
manera tan completa, que es posible predicar de la primera atributos y
acciones que corresponden propiamente a la segunda, y viceversa, en lo que
posteriormente se conoce en teología como “comunicación de los idiomas”; y
también sostuvo el pleno carácter personal del Verbo. Una tensión análoga a la
del Padre y el Hijo se presenta en lo que se refiere al Espíritu Santo, pero hay
que subrayar que ni por un momento Orígenes pone en tela de juicio la
divinidad de éste último. Mientras vivió, Orígenes pudo mantener en equilibrio
estas tensiones no resueltas; pero para la mayoría de sus discípulos éstas
fueron demasiado grandes y pronto los veremos dividirse de tal modo que,
mientras un grupo subraya la coeternidad del Hijo con el Padre, el otro hará lo
propio con la subordinación del Hijo al Padre y la distinción entre ambos.
Recursos Adicionales:
Youtube. (2010, Marzo 21) Agustín de Hipona. Consultado en:
URL: http://www.youtube.com/watch?v=Z3anxg41LAY&sns=em
Bibliografía Básica:
Justo L. González. 2002. Historia del Pensamiento Cristiano. Editorial Caribe.
Bibliografía complementaria:
Arturo Iván Rojas. 2009. Razones para la fe. Editorial Vida.
Darío Silva-Silva. 2001. El Reto de Dios. Miami: Editorial Vida.
Criterios de Evaluación:
Capacidad de argumentación y destreza para defender la fe.
Lectura de las conferencias.