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ADDENDA
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XXI SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE L EDUCACIÓN.
1.-Introducción.
Nuestras sociedades se caracterizan por la pluralidad en las formas de
socialización, de adquisición de una cultura u otra, de sociabilidad, de estructuración de
la identidad personal, de lenguas, de modos de estar en el mundo y relacionarse con los
demás. El reconocimiento de los poderes públicos de esa pluralidad, se concreta en
políticas que se conocen como multiculturalismo o interculturalismo. Tanto los políticos
como los teóricos sociales consideran a la educación como una de las claves en la
formación multicultural o intercultural de los futuros ciudadanos.
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y sobre la base del ideal democrático. Tanto en Estados Unidos como en otros países, la
educación multicultural ha sido una respuesta de los gobiernos para la integración
progresiva de la población inmigrante en la sociedad de acogida, además de favorecer el
aprendizaje en los niños de su lengua materna para el caso que se produjera el regreso a
sus países de origen.
La política del multiculturalismo, y la educación multicultural, ofrece algunas
características que merecen atención: los individuos son considerados
fundamentalmente como miembros del grupo de pertenencia y se insiste en las
diferencias étnicas o religiosas respecto a otros grupos, formándose la imagen de una
sociedad con compartimentos o una sociedad mosaico; las diferencias se localizan con
la creación de barrios o espacios públicos de reunión según grupos, también creando
centros escolares para estudiantes de la misma etnia o religión; el reconocimiento
jurídico de los derechos de las minorías con la política de cuotas o con otras líneas de
discriminación positiva; el derecho a la expresión de las diferencias en los escenarios
públicos: las escuelas, universidades, barrios e instituciones deben reproducir las
diferencias culturales y hacerlas sociológicamente visibles. Todo ello, porque se parte
del supuesto de que todas las culturas valen aproximadamente lo mismo y cada uno de
sus elementos sólo debe examinarse en relación con la cultura de la que forma parte;
esta especie de relativismo cultural parece contribuir de una manera esencial a la
descentralización de la cultura dominante y a poner en sordina una visión etnocéntrica
de las culturas.
Sin embargo, diversos investigadores han señalado ciertas limitaciones y
deficiencias al multiculturalismo como el encubrimiento del carácter cada vez más
polimorfo de los grupos y de las culturas; dentro de cada uno de ellos hay efectivamente
multiplicidad de subgrupos, a veces con posiciones irreconciliables, que están en una
relación dinámica con otros grupos de étnias o culturas diferentes de los que adquieren
comportamientos y valores, negocian alianzas o establece controversias según intereses
concretos ya sean políticos, económicos o sexuales. La posibilidad de pertenecer a más
de un grupo simultáneamente y de participar en más de una subcultura, de normas y
referencias no necesariamente coherentes entre sí, multiplica los entrecruzamientos de
identidades. El multiculturalismo concede una valoración excesiva a las variables de la
cultura de origen en la construcción de las identidades culturales a costa de la
disminución de la capacidad del individuo para construir su propia identidad de
acuerdo a los papeles que quiere representar, en las relaciones que mantiene con
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diferentes miembros de una sociedad compleja, según sus intereses; el aumento
excesivo de la pertenencia a los grupos, en detrimento de las características
individuales, genera ciertas formas de dependencia e irresponsabilidad o renuncia a la
autonomía. También se produce una limitación de la movilidad social, debido al
aislamiento del grupo. Por último, el cultivo de las diferencias con frecuencia se hace en
oposición a los demás y tiene como resultado el falseamiento de la realidad y la
invención de abstracciones culturales, generando tensiones con los demás grupos y las
consecuentes actitudes de rechazo y exclusión.
Respecto a la educación multicultural, los investigadores han señalado
como deficiencias más importante que se haya hecho desde la perspectiva de la
integración del inmigrante en la sociedad de acogida y desde la perspectiva de la
compensación sociocultural. Desde este punto de vista, la “diferencia” se equipara a una
deficiencia, de ahí que se pongan en marcha cursos de apoyo y de recuperación,
pedagogías de compensación que buscan equilibrar la situación. Sin pretenderlo, las
actividades educativas han fomentado relaciones no igualitarias teñidas de paternalismo,
que han actualizado la distancia que se pretendía evitar, puesto que sus objetivos han
sido hacer frente a las dificultades de integración y al fracaso escolar de los hijos de los
inmigrantes. Desde el punto de vista de los contenidos educativos, las actividades
educativas han fomentado la folklorización de las culturas, presentando elementos
culturales fuera de la dinámica social en la que se producen y adquieren sentido.
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constituye la principal identidad del individuo, sino que tal identidad se forma en el
proceso dinámico de sus interacciones con los otros individuos, grupos e instituciones,
atendiendo a los papeles que quiere desarrollar en el escenario de las relaciones sociales
y de acuerdo a los propósitos que intenta alcanzar. En tercer lugar, los defensores de la
interculturalidad mantienen la consideración de las diferencias culturales como
variaciones en la búsqueda de soluciones a los problemas de los humanos; por tanto,
siempre es mucho más lo que une a las personas que lo que separa, apareciendo una
perspectiva universalista y la necesidad de la afirmación de unos valores comunes.
La orientación intercultural constituye un compromiso por asegurar la
convivencia entre los miembros de las diferentes culturas y subculturas, ya que tales
diferencias son expresión de la riqueza de una sociedad en la búsqueda de respuestas a
las necesidades de la vida. La comprensión de otras culturas y modos de vida es
indispensable para comprender la cultura y los modos de vida propios. Ello no quiere
decir que todas las culturas valgan igual, ni que todos los elementos de una cultura, sea
la que sea, tengan justificación moral o sean igualmente válidos para resolver los
problemas. El diálogo entre unos y otros tiene que ir depurando aquello, digno de
defenderse, y aquello que debe ser desechado en una cultura u otra. La interculturalidad
exige pensar en serio lo que significa la convivencia en las sociedades complejas.
Convivir no es simplemente sobrevivir unos a costa de otros, tampoco se reduce a
coexistir mediante apaños ocasionales que resuelven problemas puntuales. Convivir es
participar en un horizonte compartido que se produce cuando hay voluntad de diálogo,
que no busca un consenso fácil sino la voluntad de acertar en aquello que afecta a la
vida en común.
El rasgo que caracteriza a la educación intercultural es la propuesta de favorecer
las interacciones entre individuos de culturas diversas, desde la convicción de que la
mayoría de nuestras sociedades se han convertido en multiculturales y así será de aquí
en adelante; cada cultura tiene sus características específicas, en principio respetables, y
la pluralidad de culturas es una riqueza del patrimonio común de la sociedad; más aún,
el mestizaje cultural es una fuente inagotable para el aprendizaje. De ahí, que la
educación para una sociedad de la complejidad y la mezcla no sólo es una barrera contra
la violencia, sino un principio activo de enriquecimiento cultural y cívico.
La interculturalidad implica una transformación revolucionaria en la filosofía y
en las prácticas de la educación. Afirma el valor de la variabilidad y la diversidad en los
centros escolares y en las aulas, frente al prestigio de la homogeneidad de los alumnos;
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pone en cuestión el principio de segregación de los centros según criterios étnicos,
culturales, religiosos, económicos o de cualquier otro tipo; considera que la función
principal de la educación es facilitar las condiciones para que el sujeto sea creador de su
propia cultura más que receptor pasivo de la cultura de su comunidad de origen. El
individuo es considerado menos determinado por la cultura a la que pertenece, menos
producto de su cultura, y más actor o agente de cultura.
La prioridad dada al sujeto en la educación intercultural no significa el retorno al
individualismo y al egoísmo, puesto que el sujeto, libre y responsable, produce cultura
en una red de interacciones con los demás miembros del aula y del centro escolar. Es
una concepción del sujeto relacional y multipolar, quien construye su identidad personal
en la red de interacciones con los otros sujetos. La interacción es un concepto central en
la educación intercultural. El prefijo “inter” de la palabra intercultural sugiere la manera
cómo se ve al otro y, por tanto, la manera como uno se ve. Percepción que no depende
de las características de él y mías, sino de las relaciones mantenidas entre él y yo. No se
puede conocer a los demás sin comunicarse con ellos, sin relacionarse con ellos, sin
permitirles expresarse como sujetos. La meta de la educación intercultural no es
aprender la cultura del otro, como una superestructura objetiva, sino aprender a partir
del encuentro con él, cómo se da a conocer en sus presentaciones y en sus
representaciones; aprender a reconocerse en él, quien se presenta como un sujeto
individual a la misma vez que miembro de la humanidad.
Como es obvio, tal revolución en las concepciones y en las prácticas de la
educación no encuentra facilidades para su puesta en práctica. Si se opta por la
orientación intercultural en la educación, se ha de preparar bien al profesorado y formar
a los estudiantes en unas competencias acordes con lo que se pretende.
Bibliografía.
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Desclée.