Guillermocracia - Crónicas Cienciaficcionísticas

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domingo, 19 de enero de 2014

Crónicas CienciaFiccionísticas: Indice


completo y razonado.

Las Crónicas CienciaFiccionísticas es una serie de 52 artículos publicados a


razón de uno por semana entre 2.010 y 2.011, en la Guillermocracia, y que en
conjunto conforman una historia de la Ciencia Ficción desde sus más
tempranos orígenes hasta el siglo XXI. El presente artículo es un índice con
una breve nota del contenido de cada capítulo, y un enlace hacia el mismo.

Crónicas CienciaFiccionísticas: Indice completo y razonado.

1. Entra la Ciencia Ficción. Primeros antecedentes en la antigua


Grecia, e influencia del Renacimiento sobre la prehistoria del género.
2. Los pioneros de la Ciencia Ficción. La ciencia en la temprana
Modernidad, la literatura utópica, y la proyección de ambos fenómenos en
los inicios del género.
3. La rebelión de Frankenstein. Lo gótico, el industrialismo, el
Romanticismo, y su proyección en el Frankenstein de Mary Shelley.
4. Los sueños de la ciencia decimonónica. La Ciencia Ficción de
Edgar Allan Poe, Edward Bulwer-Lytton, y el surgimiento de la ucronía como
subgénero literario.
5. El escritor del acero. Julio Verne, sus inspiraciones, sus obras
claves, su optimismo inicial, y el giro hacia el pesimismo de sus últimos años.
6. Desde Erewhon hasta el Talón de Hierro. Las ideas socialistas y
la explosión de la literatura utópica futurista en el siglo XIX.
7. Espacio y tiempo contra el victorianismo. Herbert George
Wells, sus ideas políticas, y la proyección de las mismas en su producción
literaria.

8. Princesas exóticas en otros mundos. La aparición de las revistas


pulp, su uso como vehículo para la Ciencia Ficción, el Romance Científico, y
John Carter de Marte.
9. El horror que vino de Providence. Howard Phillips Lovecraft, los
Mitos de Cthulhu, y la influencia de los mismos dentro de la Ciencia Ficción.
10. La Era de Gernsback. El Padre de la Ciencia Ficción, su empresa
editorial, y sus intentos por conceptualizar al género en cuanto tal.
11. A la sombra de los totalitarismos. La Ciencia Ficción europea
antes, durante y después de la Primera Guerra Mundial, Olaf Stapledon y
Aldous Huxley.
12. Hacia la Revolución Campbelliana. La Gran
Depresión, Amazing Stories y los pulps de Ciencia Ficción, y el traslado del
grueso del género desde los libros a las revistas.
13. La Revolución Campbelliana. Exploración del género dentro de
las revistas, llegada de John W. Campbell al sillón editorial de Astounding
Stories, e inicio de la Edad de Oro.
14. La Ciencia Ficción llega al cine. Los inicios de la Ciencia Ficción
en el séptimo arte, hasta Metrópolis de Fritz Lang.
15. Entra el cómic de Ciencia Ficción. El cómic de Ciencia Ficción,
incluyendo a Buck Rogers, Brick Bradford y Flash Gordon.
16. Los superhombres. Irrupción de Superman, la oleada de
superhéroes inmediatamente posterior, y su conexión con la Ciencia Ficción.
17. La Ciencia Ficción en el ojo del huracán. El devenir del género
a través de la Edad de Oro, y su preocupación creciente por los temas
científicos y políticos contemporáneos.
18. La llegada del Apocalipsis. La bomba atómica, y la explosión de la
Ciencia Ficción de catástrofes inmediatamente posterior.
19. Maduración de la Edad de Oro. La lenta transición de la Ciencia
Ficción de regreso desde las revistas a los libros, y su mayor exploración
literaria.
20. Pesimismo y respetabilidad. La obra e ideas de Ray Bradbury y
George Orwell, e impacto de las mismas más allá de la Ciencia Ficción.

21. El historiador del futuro. Isaac Asimov, su ideario humanista, sus


aportes a la literatura de robots, y su Ciclo de las Fundaciones.
22. Rumbo a la Sociología. Reincorporación de preocupaciones
sociológicas al género, A.E. van Vogt, Frederik Pohl y Cyril Kornbluth,
Bernard Wolfe y Theodore Sturgeon.
23. Dos de los Tres Grandes. Arthur C. Clarke, su obra literaria y
exploración de temas científicos, y Robert Heinlein, su ideario y la polémica
a su alrededor.
24. Atompunk. La Ciencia Ficción dentro de la serie B, las películas de
monstruos, Godzilla, y la exploración de temáticas más maduras dentro del
cine del género.
25. La decadencia de los superhéroes. El declive de los superhéroes
durante la autocensura de la década de 1.950, y la utilización frívola de la
Ciencia Ficción en el género.
26. El mundillo de las convenciones. Los fanáticos de la Ciencia
Ficción, el surgimiento de los Futurianos, las primeras convenciones, y los
primeros Premios Hugo.
27. Mientras tanto en Francia... Evolución en paralelo de la Ciencia
Ficción en Francia, y su ajuste a las preocupaciones europeas
contemporáneas.

28. Detrás de la Cortina de Hierro. Evolución del género en la Unión


Soviética y su relación con la ideología comunista, y con el maquinismo
industrial soviético.
29. Emerge la Ciencia Ficción en castellano. Influencia de la
Ciencia Ficción anglosajona sobre Latinoamérica, aparición de las primeras
colecciones del género en castellano, y Hugo Correa.
30. Se forma la Nueva Ola. El recambio generacional de la década de
1.960, el nuevo espíritu de los tiempos, y su impacto sobre la Ciencia Ficción.
31. Revienta la Nueva Ola. La revista New Worlds y Michael
Moorcock, su rol dentro de la contracultura británica, y la antología Visiones
peligrosas de Harlan Ellison.
32. El cronista de la irrealidad. Philip K. Dick, su carácter
extemporáneo al resto del género, su obsesión con la naturaleza de la
realidad, y su proyección en el cine.
33. El arquitecto del Multiverso. El Multiverso de Michael Moorcock,
el equilibrio entre el Orden y el Caos, y su aplicación de la Ciencia Ficción al
mismo.
34. eXperimentos. El uso de la experimentación literaria en la tardía
Edad de Oro y en la Nueva Ola, Samuel R. Delany, y William Burroughs.
35. La Ciencia Ficción se ríe de la Ciencia Ficción . La parodia de
los tópicos de la Edad de Oro, Fredric Brown, la parodia del militarismo de
Harry Harrison, y la subversión de Harlan Ellison.
36. Desdibujando la Ciencia Ficción. La utilización de los tópicos de
la Ciencia Ficción en entornos más realistas, Thomas Pynchon, Thomas
Disch, y J.G. Ballard.

37. ...y Dune es el centro del universo. Frank Herbert, historia


editorial de Dune, importancia de la obra dentro del género, su discurso
religioso y su proyección posterior.
38. Ciencia Ficción bajo la hoz y el martillo. Evolución del género
en la Unión Soviética posterior a Stalin, y Stanislaw Lem y los hermanos
Strugatski.
39. La segunda ola de superhéroes. El universo compartido de los
superhéroes Marvel, y la exploración del género por el cómic europeo.
40. Los viajes de la nave espacial Enterprise. Aparición de la
franquicia de Star Trek, su ideario, y su proyección en la cultura popular
posterior.
41. El cine de Ciencia Ficción alcanza su madurez. El Cine de
Ciencia Ficción durante la década de 1.960, 2001: Odisea del espacio y
Andrei Tarkovski.
42. La resaca de la Nueva Ola. Retirada de la Nueva Ola y la Ciencia
Ficción autoconsciente y literaria durante la década de 1.970, Philip Jose
Farmer y Ursula K. LeGuin.
43. La década negra del cine de Ciencia Ficción. La densidad y
pesimismo del cine del género en la década de 1.970, El planeta de los
simios, y el futurismo distópico.
44. J-Invasión. Aparición del manga y del anime de Ciencia Ficción,
Ozamu Tezuka y Astro Boy, Iron Man 28, Mazinger Z y Leiji Matsumoto.

45. En una galaxia muy lejana... George Lucas, Star Wars, impacto


en la cultura popular, la saga de Alien, e introducción del modelo de
blockbuster de cine.
46. Hacia el Cyberpunk. Invasión del computador personal en la vida
cotidiana, primeros indicios del Cyberpunk, evolución paralela en Literatura
y Cine, y consolidación.
47. Alrededor de Neuromante. William Gibson, el Ciclo del Ensanche,
Neuromante, y la consolidación de los temas y tópicos del Cyberpunk.
48. Imágenes del Cyberpunk. Impacto del Cyberpunk en el cine:
Blade Runner, la saga de Terminator, Akira y Matrix.
49. El regreso del vapor. Revitalización de la Ciencia Ficción anterior a
la Edad de Oro, Tim Powers, y el impacto del Steampunk en la cultura
popular.
50. Biopunk y Posthumanismo. Evolución del Cyberpunk al Post
Cyberpunk, el Posthumanismo, el Ciclo Formador/Mecanicista, y el
Biopunk.
51. La llegada del futuro. La invasión de la computación e internet en
la vida cotidiana, y su impacto sobre la Ciencia Ficción a finales del siglo XX
y comienzos del XXI.
52. ¿Quién habla en el nombre de la Ciencia Ficción? La llegada
del siglo XXI, la singularidad tecnológica, el declive del género frente a lo
fantástico, y perspectivas de futuro del género.
TODAS LAS CRÓNICAS CIENCIAFICCIONÍSTICAS.
domingo, 5 de septiembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 01 - Entra la


Ciencia Ficción.

Ciencia Ficción es todo lo que la Ciencia permitió o alguna vez permitirá


imaginar. Lo anterior, parafraseando a Carl Sagan. La Ciencia Ficción es un
tipo de fantasía, aquella que se basa en el progreso y los avances de la Ciencia
para concebir universos diferentes al nuestro propio. Lo puramente
maravilloso, aquello que escapa a las leyes naturales es, por tanto, ajeno a la
Ciencia Ficción, salvo que usemos un concepto muy amplio de la misma.
Decidir en qué parte de la Historia comienza por tanto el derrotero de la
Ciencia Ficción es muy difícil, ya que todas las culturas civilizadas, de un
modo u otro, han conocido la Ciencia, aunque sea en estado embrionario.
Quizás considerar a obras literarias como la "Epopeya de Gilgamesh", la
"Ilíada", la "Odisea", la "Biblia" , el "Ramayana", o más modernamente la
"Divina Comedia" como Ciencia Ficción sea un tanto exagerado, puesto que
siendo vastas cosmologías y reflejar por tanto una visión global del universo,
ésta se basa en el poder de los dioses y los demonios, no en la razón y las
leyes naturales o aún de la simple lógica.
Aún así, muchas obras fantásticas, como que quieren intuir la posibilidad de
abjurar de los entes sobrenaturales y centrarse en lo lógico, en lo racional y
en lo científico. Incluso obras como el "Viaje fantástico", conocido también
como la "Vera Historia" (esto es, la "historia verdadera") de Luciano de
Samosata (escritor grecosirio del siglo II d.C.), concebidas como un ejercicio
de pura fantasía, ponen ésta al servicio de la sátira más escéptica, y con ello
se ponen en la senda de lo que después será la Ciencia Ficción. En su obra,
Luciano describe en primera persona como es arrebatado él y la nave en que
viajaban, por un torbellino, que después de siete días los deja varados en la
Luna. La Luna que Luciano imagina es un cuerpo celeste vulgar y corriente
como cualquier otro, si bien poblado de algunas muy imaginativas criaturas.
Si Luciano no es el padre de la Ciencia Ficción, al menos sí que es
antecedente lejano del Romance Planetario, aquél género pulpesco del siglo
XX que usaba el viaje espacial como pretexto para poner a los protagonistas
en un contexto de aventuras exóticas, y al que llegaremos en su minuto.
Durante la Edad Media, en que la Iglesia Católica pretendió ser la
depositaria final de todas las verdades divinas y reveladas, había bien poco
espacio para la Ciencia, y esto repercutió en una literatura llena de asuntos
maravillosos y no demasiado racionales: hagiografías o vidas de santos
milagrosos, caballeros errantes luchando contra hechiceros y gigantes,
espadas místicas y dragones... La descendencia de tales relatos no está
integrada por la moderna Ciencia Ficción, sino por las fantasías épicas de
capa y espada tales como Conan el Bárbaro o "El Señor de los Anillos", que
aunque respetables como obras literarias en sí, no deben ocuparnos en estas
líneas porque escapan a lo que es la Ciencia Ficción propiamente tal.
Pero con la llegada del Renacimiento, un nuevo espíritu de análisis científico
y pensamiento racional invadió a los eruditos. Ya no era aceptable tan solo
creer por fe, o aceptar la palabra del Maestro ("magister dixit") para tener la
verdad. Ahora había que explorar el libro abierto de la naturaleza. En el
decisivo año 1543, dos obras crearon sendas revoluciones: en su lecho de
muerte, Nicolás Copérnico puso la Astronomía al revés al publicar su obra
sobre la Teoría Heliocéntrica (la Tierra gira alrededor del Sol, y no al revés,
contradiciendo la enseñanza católica y bíblica), y Andreas Vesalio hizo lo
propio con la Medicina publicando un tratado bellamente ilustrado en que
demostraba los errores larvados en la enseñanza tradicional de la Medicina
según el magisterio del médico romano Galeno. Lo novedoso no era tanto la
innovación en el saber, sino el desafío a la autoridad intelectual, y ya con
esto, el espíritu científico podía surgir. Y allí donde crecía la Ciencia, se
abonaba el terreno para la Ciencia Ficción.
Entre 1620 y 1630 (aunque publicado de forma póstuma en 1634) surgió una
peregrina novela: el "Somnium", de Johannes Kepler. Este era un astrónomo
que hizo carrera en Austria, y se labró un lugar en la Historia al enunciar las
Tres Leyes del Movimiento Planetario. Pero también era un místico
pitagórico convencido, y un espíritu bastante fantasioso. En el "Somnium"
describe su propio viaje a la Luna, un poco en la línea de Luciano. Pero
Kepler no se propone satirizar como Luciano, sino elucubrar libremente.
Kepler incorpora todo el más bien escuálido conocimiento científico de su
época, incluyendo los suyos propios. En Kepler, los selenitas viven en el
fondo de valles en donde se amolda el aire para respirar, adelantando así una
vaga noción de la Ley de Gravedad. La obra tiene hoy en día un valor
puramente histórico, pero aún así, es un importante puntal para lo que
vendrá, ya que probaba que lo científico no era incompatible con la fantasía.

Próxima entrega: "Los pioneros de la Ciencia Ficción".


Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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CienciaFiccionísticas, Literatura, Orígenes de tales o cuales cosas
domingo, 12 de septiembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 02 - Los


pioneros de la Ciencia Ficción.

A pesar de que las primeras fantasías literarias netamente científicas pueden


datarse en el siglo XVII, la Ciencia Ficción permaneció arrumbada en los
cajones durante al menos dos siglos, y eso por poderosas razones. Por un
lado, el siglo XVII fue predominantemente el de la sensibilidad barroca, con
un recargado sentimiento de la religiosidad (católica o protestante, pero
religiosidad al fin), un cierto pesimismo existencialista, y una gran decepción
por la vida terrenal. La Ciencia del siglo XVII, por su parte, tampoco
conseguía emanciparse completamente de ciertas nociones místicas y
precientíficas. Los cuatro elementos fueron reemplazados, sí, pero por una
sarta de fluidos cuyas cualidades eran concebidas a veces de manera
científica, y a veces de manera vergonzosamente cuasimística: el
magnetismo, el calórico, el flogisto... Además, la Ciencia no era
excesivamente valorada por los monarcas ni financiada por la empresa
privada, y para dedicarse a ella, los científicos debían por lo general contar
con ingresos externos, lo que retrasaba el avance científico, y por tanto, a la
fuerza, su divulgación.
No es raro que en las fantasías más "realistas", si se permite la contradicción
en los términos, sea posible encontrar más conceptos geográficos que de
otras disciplinas científicas. No en balde, gracias a las exploraciones
europeas, la Geografía había dado pasos de gigante, y aunque aún había
varios lugares del mapamundi rotulados como "terra incognita", el encuentro
con otras culturas y civilizaciones estimuló el alma cultural europea. Un
elemento fantástico constante de los siglos XVI, XVII y XVIII fue la
descripción de fantásticas sociedades extraeuropeas: la "Utopía" de Tomás
Moro, la "Ciudad del Sol" de Tomasso di Campanella, la "Nueva Atlántida"
de Francis Bacon, los "Viajes de Gulliver" de Jonathan Swift, el "Cándido" de
Voltaire... Esto en una apretada y muy incompleta reseña.
Aún así, hubo lugar para al menos un escritor de Ciencia Ficción en este
período. Se trata del prominente, y no sólo por su nariz, la más legendaria
desde Cleopatra, el prominente Cyrano de Bergerac (1619-1655). Cyrano era
tan hábil manejando la pluma en el papel como la espada en los duelos, y su
temperamento le llevó a ser un poderoso crítico de su época. Sus obras claves
para la Ciencia Ficción son "Historia cómica de los Estados e Imperios de la
Luna", y su "Historia cómica de los Estados e Imperios del Sol". Al igual que
Kepler y Luciano, Cyrano recrea otro viaje espacial, pero en vez de emplear el
ya clásico velero, recurre a un método científico: un cañón que lo disparará
para enviarlo a la Luna. Cyrano anticipa así la brillante idea de Newton
según la cual una bala de cañón disparada con suficiente fuerza debería
quedar en órbita alrededor de la Tierra. Estos principios inspiran hoy en día
tanto a los satélites artificiales como a los cohetes orbitales.
En la misma vena irónica que Cyrano, un siglo después, el filósofo y escritor
ilustrado Voltaire escribe una deliciosa fantasía astronómica: "Micromegas".
En esta obra, un gigante llamado Micromegas viaja desde Sirio a Saturno, y
desde allí a la Tierra, encontrándose con una nave llena de filósofos que,
como es costumbre en la obra voltairiana, hacen el ridículo más absoluto
cuando tratan de explicar sus ideas. "Micromegas" no pretende ser en
realidad una fantasía científica, sino que es un dislate de pura imaginación,
pero aquí Voltaire ya concibe la posibilidad de que un visitante de otros
mundos pueda llegar hasta la Tierra.
Pero Cyrano y Voltaire, y otros autores más ("La descripción de un nuevo
mundo" de Margaret Cavendish en 1666, las "Memorias del siglo XX" de
Samuel Madden y otros escasos ejemplos) estaban casi solos en su idea de
utilizar conceptos científicos como vehículo literario. Jugaba en su contra el
optimismo del siglo XVIII, de que la Ciencia todo lo iba a resolver. Sería en el
siglo XIX, cuando la Ciencia empezara a probarse como una potencial fuente
de peligros desconocidos para la Humanidad, que los literatos le prestarían
nueva y renovada atención. Y en la primera línea estaba una novela clásica
del género: el "Frankenstein" de Mary Shelley...

Próxima entrega: "La rebelión de Frankenstein".


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1.930), Crónicas CienciaFiccionísticas, Ficción Utópica y Distópica
domingo, 19 de septiembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 03 - La rebelión


de Frankenstein.

La Ciencia y los científicos del siglo XVIII eran fundamentalmente


optimistas. Pensaban que vivían una época que dejaba atrás el
"oscurantismo" de los siglos anteriores, propugnado por el irracionalismo y
la religión, y por lo tanto el por ese entonces incipiente progreso científico
era la panacea para todos los males. Sin embargo, esta gran autoconfianza
daba escaso material dramático para un hipotético escritor de Ciencia
Ficción. No es raro que en el siglo XVIII, el gran movimiento literario
fantástico no haya sido para nada científico, sino todo lo contrario, una
reivindicación de esos antiguos miedos y terrores. A partir de "El castillo de
Otranto", de Horace Walpole (1764), y durante unos treinta a cuarenta años,
un copioso torrente de novelas creó toda una imaginería irracional en donde
el fantasma y sus cadenas chirriantes corriendo por el castillo en ruinas
jugarían un rol central.
Pero en el intertanto, algo ocurrió. La segunda mitad del siglo XVIII vio la
llegada de varias revoluciones. Por un lado, en lo político, los burgueses se
sublevaron contra el orden social establecido e intentaron derribarlo. El
poder de la burguesía emanaba de su creciente capital, y éste, a su vez, era
fruto de las mejoras productivas que entregaba la tecnología de una
Revolución Industrial aún en germen, pero creciendo a pasos agigantados. El
maquinismo introdujo también un nuevo miedo: el temor a la máquina que
con su mayor eficiencia, podía significar el despido masivo de trabajadores.
De esta manera, la aparición del maquinismo fue un factor de honda
perturbación social. He aquí entonces un nuevo motivo dramático para los
escritores, y éstos podían volverse a la Ciencia para asustar a sus lectores con
los miedos atávicos de toda la vida, pero revestidos ahora de un lenguaje
científico.
Una de las primeras escritoras en recoger el guante fue Mary Shelley (1797-
1851). En 1816, ella y un grupo de amigos entre los cuales estaban los poetas
románticos Percy Shelley y Lord Byron, se reunieron en una villa suiza, y
durante una noche de tormentas, se contaron historias góticas de fantasmas,
además de conversar sobre el progreso científico y los misterios de la
electricidad. Debemos remarcar que la sensibilidad romántica era
decididamente irracionalista, y rescataba el poder de las emociones y los
sentimientos por encima de la razón, un movimiento esperable considerando
que los jóvenes románticos estaban en guerra contra el señorial optimismo
dieciochesco. Aquella noche, Mary Shelley tuvo pesadillas, y en una de ellas,
vislumbró a un cadáver vuelto a la vida por una descarga eléctrica. Trabajó
entonces febrilmente un año en su idea, hasta publicar en 1817 (¡con 19
años!) su magnífico "Frankenstein, o el Moderno Prometeo".
La obra de Mary Shelley fue revolucionaria en más de algún aspecto. Es una
obra muy propia del Romanticismo, con su exaltación de las pasiones y los
sentimientos, y su decidido carácter anticientífico, sí, pero también es un
pilar fundamental de la Ciencia Ficción. Por primera vez en la novelística, el
protagonista de la obra no es un alquimista ni un sabio de las artes oscuras,
sino un científico, y la resurrección no es obra de un poder sobrenatural, sino
que es resultado de un proceso netamente científico, como lo es inyectar
electricidad en un cuerpo muerto (algunos años antes, un científico llamado
Galvani había probado que si se le descargaba electricidad al músculo de una
rana muerta, este se movía de manera espasmódica, y a esto se lo llamó
después "reflejo galvánico").
Pero más importante que eso, la obra de Mary Shelley traduce al moderno
lenguaje científico el viejo terror al conocimiento prohibido, a los secretos
del universo que el hombre no debería conocer (por su propia seguridad).
Resulta irónico que una de las obras más prototípicas, representativas e
importantes de la Ciencia Ficción anterior al siglo XX, sea también tan
profundamente anticientífica de espíritu. El monstruo de Frankenstein,
vuelto a la vida por la electricidad, acaba por destruir a su Creador, el Doctor
Frankenstein mismo. El Mito de Frankenstein pasó a ser la encarnación
científica del Mito de la Rebelión Contra el Creador. El monstruo frente al
Doctor Victor Frankenstein tomó el lugar de Satán contra Dios. Frankenstein
es también el primero en el frondoso linaje de científicos locos que la
Literatura y el Cine nos regalarán después, y que incluye al Profesor
Moriarty, a Fu-Manchú, al Doctor No, a Victor Von Doom, y a una vasta
pléyade adicional de genios locos sobre los cuales el pitorreo de la posteridad
acuñará una frase hecha: "si tan solo hubieran dedicado su inteligencia a
hacer el bien"...

Próxima entrega: "Los sueños de la Ciencia decimonónica".


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1.930), Crónicas CienciaFiccionísticas, Frankenstein, Ingleses, Literatura, Mary Shelley
domingo, 26 de septiembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 04 - Los sueños


de la Ciencia decimonónica.

Durante la primera mitad del siglo XIX hubo un evidente divorcio entre la
dirección de la Ciencia, que avanzaba a pasos cada vez más agigantados, y de
las artes en general, imbuidas en la sensibilidad romántica. Los sostenedores
del progreso científico empezaban a presentarse como el establishment, en
gran medida porque los avances científicos generaban dividendos (máquinas
más poderosas, métodos de explotación más económicos), mientras que los
románticos, que se mostraban como rebeldes al orden establecido, tendían
por tanto a ser anticientíficos. Aún así, hubo escritores románticos que no
desdeñaron tratar temas científicos, si bien desde el ángulo del temor y el
desencanto.
Probablemente el más importante de estos escritores sea Edgar Allan Poe
(1809-1847). En lo literario, Poe es reconocido fundamentalmente por haber
llevado al máximo el terror en la línea de la imaginería gótica, hasta el punto
que puede decirse que con él acaba el ciclo gótico primigenio; en segundo
lugar es reconocido por haber sentado las bases de la literatura policial,
creando al sagaz detective Auguste Dupin. Todo esto ha ensombrecido
aquella parte de su obra que podría entroncar con la Ciencia Ficción. Poe
aprovechó las ideas científicas de su momento para pergueñar varios cuentos
y obras relacionados con la Ciencia. El mesmerismo como método para
burlar la muerte es utilizado en "El extraño caso del Señor Valdemar",
escribió también su propio relato de viaje a la Luna, y aún postuló algunas
ideas cosmológicas de avanzada para su época en su ensayo "Eureka". Como
Ciencia Ficción, Poe fue después fácilmente superado, pero aún así dichas
obras tienen toda la fuerza y el genio peculiares de su autor.
Un elemento característico en la Ciencia Ficción del siglo XIX, fue la
naciente preocupación por el futuro, en particular desde la perspectiva del
cambio social. Hasta el siglo XIX, la idea del cambio social estaba
prácticamente ausente de la narrativa. Pero en obras como "El último
hombre" de Mary Shelley (que previamente, recordemos, había publicado
"Frankenstein") y su escenario apocalíptico, ya latía la idea de que las cosas
podían no seguir siendo iguales para siempre. Otro tanto ocurre con "La raza
venidera", de Edward Bulwer-Lytton (conocido también por su novela
histórica "Los últimos días de Pompeya"), en la cual una raza subterránea ha
evolucionado maravillosamente gracias a un mineral muy energético
llamado el vril, lo que significa una amenaza contra la Humanidad, toda vez
que cuando los vril-ya decidan ascender a la superficie, no habrá poder
humano capaz de pararles.
La idea de jugar con el tiempo da desarrollo también a las ucronías, relatos
en que se plantea una Historia Universal que corre por carriles diferentes a
los "reales". La palabra fue acuñada por una obra de vocación filosófica
llamada precisamente "Ucronía", publicada por Charles Renouvier en 1863,
y que plantea un Imperio Romano en el cual el Cristianismo hubiera sido
derrotado, y por ende la Edad Media hubiera sido muy diferente.
Anteriormente, en 1836, un autor llamado Louis Geoffroy había escrito una
novela en la que describía cómo habría sido la Historia Universal si el
Imperio de Napoleón Bonaparte hubiera sobrevivido, antecedente claro de
las novelas de tipo "qué hubiera pasado si Hitler hubiera ganado la Segunda
Guerra Mundial".
Pero para el grueso público, estas elucubraciones podían ser quizás un tanto
elevadas. El siglo XIX vio también el surgimiento de la Educación Primaria
Obligatoria, y el mayor grado de alfabetización llevó como corolario el
surgimiento de la prensa amarillista. Para satisfacer a estos públicos de
formación cultural simple, se los sedujo muchas veces con relatos de
aventuras, pero incorporándoles un elemento científico. Ayudó también que
avanzando la segunda mitad del siglo XIX, la reluctancia romántica hacia la
Ciencia tendió a difuminarse hasta desaparecer, porque los beneficios del
progreso científico empezaban a hacerse evidentes para la población en
general, que ahora contaba con telégrafos o mejores medicinas. En 1882, la
publicación del primer número de la revista "Argosy", en Estados Unidos, le
dio carta de naturaleza a este nuevo género, el "Romance Científico". Sin
embargo, su más grande cultor provendría del otro lado del Atlántico, de la
vieja Francia: no sería otro sino el famoso Julio Verne.

Próxima entrega: "El escritor del acero".


Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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1.930), Crónicas CienciaFiccionísticas, Literatura
domingo, 3 de octubre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 05 - El escritor


del acero.

Dentro de ese abuelito lejano de la Ciencia Ficción del siglo XX, que es el
Romance Científico del siglo XIX, el nombre más destacado es
probablemente Julio Verne. Alcanzó tanto relieve, que se lo asocia ya no sólo
con la Ciencia Ficción, sino que muchos incluso le achacan la paternidad del
género, afirmación discutible no porque fuera un escritor irrelevante o falto
de calidad, que no lo fue, sino porque como hemos podido ver, al igual que
Roma, la Ciencia Ficción no se construyó en un solo día. Julio Verne nació en
Nantes, Francia, en el año 1828, pero no fue sino hasta la década de 1860, y
después de haber pasado por distintas experiencias literarias, que devino en
escritor de Ciencia Ficción.
La primera obra verniana que puede considerarse como Ciencia Ficción es
"Cinco semanas en globo", publicada en 1863. Aquí presenta ya las
características de lo que será el resto de su obra. Para Verne lo científico y
tecnológico en realidad es una excusa para enriquecer una historia en
principio desinteresada por ambas cosas, que en este caso es el género de
aventuras en Africa, en boga por aquel entonces. Así, esta novela trata de
aventuras en Africa, precisamente, pero con el añadido de un globo como
implemento tecnológico para los héroes. Verne no mostraba demasiado
interés en la prospectiva científica, tecnológica o sociológica, y muchos
inventos que incorporaba a sus obras, ya existían alrededor suyo, si bien en
estado embrionario (los submarinos que imagina en "20.000 leguas de viaje
submarino", por ejemplo). Para esto, iba todas las mañanas a documentarse
en la biblioteca pública, y en las tardes se dedicaba a escribir.
Con todo, Verne es probablemente el primer escritor que le dio vida propia a
la tecnología, como objeto literario propio. El Capitán Nemo de la
mencionada "20.000 leguas de viaje submarino" es inseparable de su
fastuoso submarino, el célebre Nautilus. Lo mismo ocurre con el trío de
aventureros que viajan a la Luna en "De la Tierra a la Luna" y su secuela
"Alrededor de la Luna" (que hoy en día suelen publicarse juntos, ya que en el
fondo son un único relato); en esta obra la despreocupada fantasía selenita
de Luciano, Kepler o Cyrano da paso a Ciencia rigorista y exacta, tanto que
anticipó muchos detalles técnicos de lo que después fue la misión Apolo XI.
Parte importante del éxito verniano se debe a su prolífica asociación con el
editor Pierre-Jules Hetzel. Las obras que escribió para éste, son optimistas
respecto del devenir científico y tecnológico. Si Verne compartía este
optimismo, es materia de debate. En fecha reciente se supo que Hetzel
rechazó una obra verniana de prospectiva, "París en el siglo XX", cuyo tono
era decididamente más desencantado que otras obras suyas. Aparte de las
mencionadas, otras obras del período hetzeliano que pueden considerarse
como Ciencia Ficción, son "Viaje al centro de la Tierra", "La isla misteriosa"
(secuela de "20.000 leguas de viaje submarino"), "Los 500 millones de la
Begún", y "La casa de vapor", además de numerosas novelas de aventuras sin
ingrediente científico o tecnológico de por medio.
Después de la muerte de Hetzel en 1886, e incluso de un atentado que el
propio Verne sufrió, su obra se tornó más pesimista y sombría. En "Robur el
Conquistador" (1886) y su secuela "El amo del mundo" (1904), el malvado
científico loco Robur trata de apoderarse del mundo. "El castillo de los
Cárpatos" (1893) colinda con la literatura de terror. En "Ante la bandera"
(1896) esboza la idea de un arma tan poderosa que literalmente arrasaría a la
Humanidad. En general, en las obras postreras de Verne, la tecnología ya no
es aliada del progreso de la Humanidad, sino que su aplicación puede ser
muy nociva, incluso letal para la raza humana. Verne falleció en 1905, a
tiempo para no ver cómo algunas de sus más mortíferas predicciones
encontrarían la senda para cumplirse.

Próxima entrega: "Desde Erewhon hasta el Talón de Hierro".


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domingo, 10 de octubre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 06 - Desde


Erewhon hasta el Talón de Hierro.

En paralelo a la irrupción del Romence Científico, otra línea de escritores del


siglo XIX encontraron que el futuro podía ser un interesante campo literario
para verter sus ideas sociológicas. Debido a la firme convicción imperante en
el siglo XIX, de que el progreso científico era imparable (algo que sería bien
válido para el siglo XX, al menos), todas esas elucubraciones sociológicas
estaban teñidas, cómo no, de un fuerte cientificismo y tecnologicismo. En
realidad, dichas novelas eran una actualización del viejo tema de la sociedad
ideal, tan caro a Platón y su "República" o a Tomás Moro y su "Utopía", pero
ahora transpuestos al futuro en vez de a alguna isla geográficamente
distante. Sin embargo, había un matiz novedoso. Algunas obras podían ser
utopías optimistas, claro está, pero otras entregaban una visión harto más
sombría y siniestra de lo que se venía en el futuro. De esta manera quedó
abierto el camino hacia las distopías, la descripción de sociedades
completamente alienadas y deshumanizadas, que sería una constante de la
literatura del siglo XX.
En la densa pléyade de escritos de este tipo, lugar especial ocupó "Erewhon",
del británico Samuel Butler. Así como "Utopía" podía leerse como "Lugar en
ninguna parte" en griego, "Erewhon" es la trasliteración de la palabra inglesa
"nowhere" ("ningún lugar", "ningún sitio"). De este carácter ficticio, Butler se
aprovecha para satirizar muchos aspectos de la sociedad victoriana de su
tiempo (la obra fue publicada en 1872). Pero no se agota en la sátira: un
capítulo de la obra se centra en la posibilidad de que algún día surjan
máquinas con inteligencia propia, algo que es moneda corriente en la ficción
de nuestro tiempo, pero un sinsentido tan grande para su época, que muchos
lo consideraron como una especie de sátira contra las por entonces muy de
actualidad teorías sobre la Evolución que propugnaba Charles Darwin.

En Estados Unidos, el escritor Edward Bellamy escribió un pesado


mamotreto utópico titulado en castellano "En el año 2000" (por ese entonces
el futuro distante, porque fue publicado en 1888). La obra describe una
sociedad futura en donde los problemas sociales derivados de la
maquinización han sido domesticados, sometiendo la tecnología a un
régimen socialista de Gobierno. A ella respondió William Morris, un
verdadero artista renacentista incrustado en el siglo XIX (era pintor,
arquitecto, confeccionador de tapices, y escribió abundantes poemas y obras
de fantasía medieval, antecesoras lejanas de la actual Fantasía Heroica a lo
Tolkien). Morris era socialista como Bellamy, pero se mostró desencantado
de la obra, y escribió su propia utopía futurista, "Noticias desde ninguna
parte" (1890). A diferencia de Bellamy, que podría ser calificado de
tecnooptimista, el texto de Morris es de índole más bien tecnófoba, y plantea
un futuro en donde la tecnología haya sido reducida al mínimo, y ojalá
simplemente pudiera hacérsela desaparecer.

Mucho más inmediatista resulta ser la obra de Jack London, también


socialista, y espíritu rudamente aventurero. Su famoso díptico de aventuras y
supervivencia "La llamada de la jungla" y "Colmillo Blanco" opacan
inmerecidamente al resto de su apreciable (por cantidad y calidad)
producción literaria, que incluye varias obras también encuadrables dentro
de la Ciencia Ficción de aquel entonces, prediciendo entre otras cosas el
desarrollo de la guerra biológica ("La invasión sin precedentes"). En "El
Talón de Hierro" describe la llegada a comienzos del siglo XX (el futuro
cercano, considerando que la obra es de 1908) de un régimen totalitario en el
cual los oligarcas capitalistas (el Talón de Hierro, precisamente) aplastarían
la democracia y destruirían el movimiento obrero, para implantar una
dictadura fascista a nivel planetario. El tono es escalofriantemente pesimista,
y aunque se ha descrito como una anticipación del Fascismo mussoliniano o
el Nazismo hitleriano, es poco probable que se haya agotado ahí su poder
oracular.

Todas estas fantasías utópicas o distópicas presentan para el lector del siglo
XXI el denominador común de ser un tanto aburridas, porque lo literario es
muchas veces sacrificado en pos de un valor didáctico y moralizante que se
relaciona mucho con las preocupaciones de su tiempo, y no tanto con las del
nuestro. Así, como que estas obras se han marchitado un tanto al pasar los
años. Pero el desafío de escribir una especie de "Ciencia Ficción con
conciencia social" estaba lanzado, y sería recogido brillantemente en
Inglaterra, en la persona de otro escritor socialista de Ciencia Ficción:
Herbert George Wells.

Próxima entrega: "Espacio y tiempo contra el victorianismo".


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1.930), Crónicas CienciaFiccionísticas, Ficción Utópica y Distópica, Literatura
domingo, 17 de octubre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 07 - Espacio y


tiempo contra el victorianismo.

A finales del siglo XIX no existía una concepción clara de la Ciencia Ficción
como un género literario aparte, y esto permitía a los escritores, incluso a los
escritores "serios", incorporar libremente temáticas científicas y tecnológicas
a sus obras, con mayor o menor fortuna, bien para desarrollar tópicos
filosóficos o sociológicos, bien sea para facturar obras de pura entretención.
Quizás el más brillante de esta hornada de escritores es el británico H.G.
Wells (Herbert George Wells), quien combina en su obra los tres grandes
valores de un gran estilo literario, argumentos entretenidos, y profundas
ideas filosóficas de fondo. Wells nació en 1866, y por tanto alcanzó la
treintena en el apogeo de la Era Victoriana, en que el Imperio Británico
alcanzó su máxima extensión y poderío, y miraba un tanto compasivamente
al resto de la Humanidad que no habían tenido la suerte de nacer bajo la
égida de las Islas Británicas. Wells se inclinó hacia el Socialismo Fabiano (los
fabianos fueron ancestros de lo que después será el Partido Laborista
Británico), lo que en la Inglaterra de su tiempo era lo más cercano a ser un
extremista de ideas peligrosas. Y defendió sus ideas en numerosos escritos,
de ficción y no ficción. Hoy en día es conocido por sus novelas de Ciencia
Ficción, pero se olvida que escribió por ejemplo el "Esquema de la Historia",
criticada en su tiempo por los eruditos, y de espíritu un tanto desactualizado
hoy en día, pero muy popular en su época como obra de divulgación
historiográfica para las masas.

La primera obra de Ciencia Ficción de Wells es "La máquina del tiempo",


publicada en 1895. Es una novela relativamente corta, que describe las
peripecias de un personaje identificado sólo como el Viajero, quien,
desilusionado de su propia época, viaja hasta el año 802.701 después de
Cristo, sólo para encontrar que la Humanidad futura se ha dividido en dos
razas, los indolentes y estupidizados Eloi por un lado, y los degenerados y
caníbales Morlock por el otro, utilizando los segundos como rebaño a los
primeros. En el subtexto hay una fuerte crítica al sentimiento victoriano de
superioridad: el protagonista viaja hacia el futuro porque con la constante
evolución humana éste debería ser cada vez más brillante, sólo para
encontrarse con una cruel decepción. En lo relativo a la Ciencia Ficción, si
bien no es la primera historia de viajes en el tiempo, sí es la primera en la
cual el protagonista recurre a medios científicos y no mágicos, e incluso se
anticipa en diez años a Albert Einstein, al hipotetizar que el tiempo no sería
sino una cuarta dimensión adicional a las otras tres dimensiones espaciales
(largo, ancho y alto). En 1960 se hizo una muy estimable adaptación
cinematográfica ("La máquina del tiempo" en Latinoamérica y "El tiempo en
sus manos" en España), mientras que la del año 2002, aunque visualmente
espectacular, queda un tanto en deuda en el apartado filosófico.

En 1897 publicó "El hombre invisible". Tampoco es la primera novela sobre


la invisibilidad, pero sí la primera en que ésta se obtiene por medios
estrictamente técnicos. Al igual que el Viajero, el Hombre Invisible de Wells
es un descastado, un hombre a quien la tecnología ha puesto fuera de su
tiempo y lugar. Es, en definitiva, un hombre deshumanizado. Un poco por su
propia ambición, un poco por ser perseguido y acorralado, el Hombre
Invisible se vuelve amoral y deviene en amenaza contra la sociedad
establecida. De este modo, Wells construye una profunda alegoría sobre los
peligros de la maquinización y la desindividuación de las personas en una
sociedad industrial y de masas: no debe ser casualidad que una de las
últimas escenas de la novela transcurra en Macy's, un gran superalmacén
londinense que es el modelo de todos los almacenes que venden ropa
estandarizada y moda estandarizada a las personas, en nuestros días. La más
célebre adaptación de esta novela es "El hombre invisible" de 1933, que
aunque muy bien servida por el actor Claude Rains (absolutamente invisible,
por supuesto), peca de simplismo al transformar al protagonista en un
científico loco sin más.

En 1898 publicó "La guerra de los mundos", la primera novela sobre


invasiones extraterrestres a gran escala de que se tenga noticia. Nuevamente
Wells juega a invertir los valores de la sociedad victoriana: menciona
explícitamente al comienzo que entre los curiosos hábitos mentales ingleses
estaba el despreciar a las otras razas, culturas y civilizaciones como
"inferiores". El resto de la novela está dedicado a qué puede hacer una de
esas razas inferiores cuando viene a Inglaterra armada de trípodes de
combate y rayos de la muerte (ancestro del rayo láser). Y peor aún: muestra
que los bienpensantes y educados victorianos, frente a una invasión de esas
características, pierden toda compostura y se transforman en salvajes
brutales degradados hasta sus instintos más básicos, en su carrera frenética
por sobrevivir. No es casualidad que esta novela haya sido adaptada con gran
presupuesto para el cine en Estados Unidos, la principal potencia planetaria
del siglo XX, en dos momentos muy críticos de su historia: una en 1953, en
plena paranoia anticomunista, y en otra en 2005, respondiendo a la paranoia
posterior al 9-11...
No son las únicas obras wellsianas de Ciencia Ficción. Influyentes resultaron
también "La isla del Doctor Moreau" y "Los primeros hombres en la Luna",
aunque un tanto opacadas por el brillo superior de las ya reseñadas. Wells
alcanzó a vivir lo suficiente como para ver el inicio y término de la Segunda
Guerra Mundial, y por tanto vivió para presenciar el derrumbe de la
esperanza británica de dominar a la Humanidad, que él criticó tan
ácidamente. La obra de Wells sentó las bases de la Ciencia Ficción como una
literatura seria y apta para tratar temas muy profundos y filosóficos sobre la
sociedad y el devenir de la raza humana. Pero a su lado creció otra veta
distinta, más aventurera y popular, que cristalizó no en novelas, sino en las
revistas pulp. A la larga, y durante muchas décadas, sería lo pulpesco y no lo
"serio" o "intelectual", lo que predominaría por décadas al interior del
género.

Próxima entrega: "Princesas exóticas en otros mundos".


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Wells, Ingleses, Literatura
domingo, 24 de octubre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 08 - Princesas


exóticas en otros mundos.

Durante el siglo XIX, la irrupción de la Educación Primaria Obligatoria


produjo el efecto de divorciar dos grandes corrientes artísticas o maneras de
entender el arte: una dirigida hacia una élite erudita y bien instruida,
compleja, vanguardista y a menudo experimental, y otra dirigida hacia el
público masivo y formado tan solo en las primeras letras, centrada
principalmente en la aventura y la diversión, sin ulterior contenido filosófico
o intelectual de relevancia. Ríos de tinta han corrido sobre cuál corriente es
más válida o importante que la otra, y no vale la pena reincidir sobre el tema
aquí. Sin embargo, la Ciencia Ficción, o lo que por ese entonces era la
embrionaria Ciencia Ficción, se vio afectada tempranamente por este
divorcio. Al lado de las serias elucubraciones de un William Morris o de un
Herbert George Wells, creció así una literatura de índole más aventurera y
popular, cuyo gran refugio no era tanto la novela sino el pulp, la revista
confeccionada con papel de mala calidad, destinado a ser leído y desechado,
y en el cual, por lo tanto, no predominaba tanto el afán literario como el
contar historias que mantuvieran al público enganchado comprando los
sucesivos números que se editaran de la revista. La primera publicación que
avizoró este modelo de hacer negocio editorial nació en (¡cómo no!) los
Estados Unidos, y fue la Revista Argosy, en 1892. La seguirían varias otras
durante el siglo XX, incluyendo "Weird Tales", "Amazing Stories" y
"Astounding Stories", hasta que por razones que oportunamente
mencionaremos, el ciclo pulp terminará decayendo y virtualmente
desapareciendo.

En esa época, debe decirse, no existía conciencia clara de que existiera la


Ciencia Ficción como género aparte, y por ende éste aparece mezclado, tanto
en lo referente a ser publicado al bulto con otros relatos de distinto tipo,
como en lo referente a los temas de cada relato en particular, junto a un
torrente de otras tendencias fantásticas de la época. En plena época de
expansión imperialista de Occidente, eso significaba "aventuras en lugares
exóticos". Los escritores bien pronto aprendieron que podían utilizar los
otros planetas como escenarios para sus aventuras, y de esta manera
trasladaron el exotismo de los desiertos norteafricanos y las junglas llenas de
salvajes, a ambientaciones situadas en otros planetas.
La saga más representativa de esta manera de entender y tratar la ficción, y
que ha recibido el nombre de Romance Planetario, es el ciclo de John Carter
de Marte. En 1911 el escritor Edgar Rice Burroughs, muy reputado ya en
aquellos días por haber inventado al celebérrimo y nunca bien imitado
Tarzán, publicó en forma serializada en las páginas de la revista "All-Story",
un relato llamado "Bajo las dos lunas de Marte". Este relato fue compilado
después en la novela "Una princesa de Marte", y fue la primera de una larga y
fecunda saga presentando a John Carter de Marte, un virginiano que un día
cualquiera simplemente mira a Marte y sueña con viajar allí, para verse al
instante mágicamente transposicionado, viviendo peligrosas peripecias en su
eterna lucha por proteger a Dejah Thoris, princesa marciana de Helium y su
enamorada. A pesar de la ambientación marciana, Burroughs describe un
mundo ("Barsoom", según dice le llaman sus habitantes) repleto de culturas
y civilizaciones a cuál más exótica, pero que en definitiva son un trasunto de
escenarios exóticos de la Tierra, convenientemente alterados con elementos
ficticios de distinto tipo. Para Burroughs la verosimiltud científica es lo de
menos: su única divisa es crear aventura tras aventura. Y lo hace con arte
supremo. Su manera de entender la ficción le hizo crear una legión de
imitadores. En muchos sentidos, por ejemplo, las aventuras de Flash Gordon
en Mongo son un trasunto en cómic de las andanzas de John Carter por
Marte.
Un subgénero muy peculiar y que dio mucho de sí, dentro de esta tradición
pulpesca, lo conforman las llamadas Edisonadas. En ellas aparece algún
genio científico, que con sus inventos vive sorprendentes aventuras. Su
nombre deriva de la novela "Edison's Conquest of Mars" (ignoro si hay
traducción al castellano), una secuela no oficial y no autorizada de "La guerra
de los mundos" de H.G. Wells publicada el mismo año 1898, en que Thomas
Edison (el histórico Thomas Alva Edison, debe entenderse) aplica su enorme
genio para estudiar las máquinas marcianas y proveerse de los medios para
darle a los marcianos un contragolpe (sintomáticamente, el tono irónico y
pesimista de Wells es reemplazado aquí por un patrioterismo ramplón, pero
muy al gusto del público lector de pulps). Las Edisonadas fueron muy
populares, y en cierta medida fueron el correlato "benéfico" del maligno
estereotipo del científico loco que usa su saber para el mal. En muchos
sentidos, los Edisones de estas obras fueron antepasados remotos de los
superhéroes, fundamentalmente por aprovechar su superioridad para "hacer
el bien". Con todo, los Edisones se basan en el poder de la Ciencia, no en la
magia o en su procedencia alienígena, como será moneda común entre la
mayor parte de los superhéroes.
La simplicidad del público a la que iba dirigido, y la velocidad a la que se
necesitaban nuevas historias para publicarlas, obligó a los escritores a usar
un lenguaje simple y llano, y también a repetir situaciones, creando así una
serie de estereotipos que han servido después para burlarse hasta el hastío
de dicha tradición pulpesca. El cuadro clásico lo compone el héroe, siempre
musculoso y valiente, la heroína (muchas veces princesa) permanentemente
en peligro, y un villano que suele ser tan feo como retorcido. Pero por otra
parte, mucha de la ingenuidad que irradian estas obras pulps, las han hecho
conservar su popularidad a lo largo de los años. En los pulps se forjaron una
serie de mecanismos y resortes narrativos que después fueron vertidos al
cine y la televisión, y por lo tanto, tuvieron un papel importantísimo en la
formación de lo que hoy en día conocemos como cultura popular. Sin
embargo, no todo en la literatura pulpesca de Ciencia Ficción sería tan
brillante, y pronto surgiría el tenebroso reverso de este optimismo, en la
figura de Howard Phillips Lovecraft y sus horrorosos Mitos de Cthulhu...

Próxima entrega: "El horror que vino de Providence".


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CienciaFiccionísticas, Estadounidenses, Ficción Pulp, Romance Planetario
domingo, 31 de octubre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 09 - El horror


que vino de Providence.

La literatura pulpesca en la América de comienzos del siglo XX se desarrolló


en numerosas direcciones, tantas como filones potenciales para la aventura y
la acción habían. Así, surgió literatura pulpesca de vaqueros, de detectives,
de exploradores en tierras extrañas, de viajeros espaciales, y por qué no, más
tarde o más temprano así habría de ser, hubo literatura pulpesca de terror. Si
bien ésta muy significativa para el desarrollo posterior de la cultura popular,
no tendría mayor relevancia para el de la Ciencia Ficción de no ser por un
grupo de escritores que hicieron un extraño híbrido entre Terror y Ciencia
Ficción: los Mitos de Cthulhu. Ellos fueron el llamado Círculo de Lovecraft.
Howard Phillips Lovecraft nació en el seno de una familia arcaizante y
ultraconservadora de Providence, Nueva Inglaterra, en 1890. Su madre le
enseñó desde pequeño a valorar su propia herencia cultural inglesa y a
despreciar a los incultos, rudos y bárbaros yankis, antes de que sus neurosis
remataran en locura abierta. A consecuencias de esta educación elitista y
xenófoba, Lovecraft se sintió siempre desafecto y desalienado con respecto a
su propia patria. De temperamento tímido y opaco, su refugio fue su
biblioteca, repleta de libros antiguos y tratados científicos. Se dedicó a
escribir relatos para las revistas pulp, particularmente para la fantástica y
terrorífica "Weird Tales" en donde mezcló ambas influencias, la Ciencia y la
tradición gótica, y creó una alquimia literaria que para su época fue nueva y
sorprendente. Al cabo de un tiempo, un grupo de jóvenes escritores a su
alrededor se interesó en su obra, lo que hizo nacer no sólo una fértil
correspondencia, sino también una especie de trabajo colectivo de unos 130
cuentos y novelas cortas, que por azares de la etimología vino en llamarse los
Mitos de Cthulhu, a pesar de no ser Cthulhu ni de lejos la principal "deidad"
de aquel universo mítico.
La premisa básica de los Mitos de Cthulhu es la insignificancia del ser
humano frente al universo. Este es un conjunto de fuerzas demasiado
grandes y vastas para que la mente humana pueda entenderlas, y los
humanos deberían sentirse afortunados de vivir en la ignorancia, porque de
acceder aún a porciones mínimas de dicho conocimiento, serían (y son, de
hecho) destruidos sin remedio alguno. El Bien y el Mal no son sino
categorías humanas, inútiles para entender a esas todopoderosas criaturas
que moran en los abismos del espacio y del tiempo, que pueden ser llamadas
"dioses" a pesar de que claramente no lo son, y para las cuales destruir a la
Humanidad tiene tan poca prioridad o interés como para un ser humano
pisotear el hormiguero que haya surgido en el patio de su casa. Así como la
hormiga no puede concebir al ser humano en toda su grandeza y poder, el ser
humano no puede concebir a esos "dioses" tal y como verdaderamente son, o
la extensión de su poder, y cualquier encuentro con ellos, por casual que
resulte, no puede sino tener consecuencias fatales. Aún así, ciertos saberes
circulan en forma de libros prohibidos, cuya sola lectura ocasionan la locura
y destrucción de todo quien no esté preparado para entender semejantes
secretos, lo que incluye a la abrumadora mayoría de la Humanidad incauta.
Hasta el momento, los Mitos de Cthulhu podrían ser otro ciclo gótico de
fantasmas al uso, pero el ateísmo radical de Lovecraft le dio una dimensión
distinta, ya que sus monstruos no vienen de lo sobrenatural, sino de las
puras y simples leyes naturales (si bien éstas son incomprensibles para el ser
humano). Es decir, ya no se trata del fantasma en el castillo gótico, sino de
alguna repelente criatura que mora en los pliegues espaciodimensionales de
un universo paralelo. De esta manera, Lovecraft y los suyos entroncaron la
tradición gótica dieciochesca con el Psicoanálisis y la Teoría de la
Relatividad, que en ese entonces era lo más avanzado en materia científica
que podía encontrarse.
Los Mitos de Cthulhu tuvieron un gran desarrollo en las décadas de 1920 y
1930, aunque eran demasiado extraños para la mentalidad de su tiempo, y
por ende nadie sino algunos cuantos les prestaron atención. Al prematuro
fallecimiento de Lovecraft en 1937, su colaborador Augusth Derleth continuó
su obra, terminó algunos relatos inconclusos, escribió los suyos propios, y
contribuyó a difundir los Mitos fundando la Editorial Arkham House para
dicho propósito (después, el manicomio de Ciudad Gótica, en el cómic de
Batman, recibiría dicho nombre como un homenaje). Pero Derleth no era
ateo y materialista como Lovecraft, sino cristiano, y por ende se propuso y
consiguió introducir las categorías del Bien y del Mal en un universo que no
las tenía ni las necesitaba tampoco. El legado derlethiano es sumamente
discutido entre los fanáticos, pero nadie duda a estas alturas de que
Lovecraft es uno de autores fantásticos más influyentes del siglo XX, y
mucho de la cultura de la oscuridad y el terror de la segunda mitad de la
centuria se basan en ideas que venían de este oscuro, retorcido y alienado
escritor de Providence.

Próxima entrega: "La Era de Gernsback".


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Cósmico, Mitos de Cthulhu
domingo, 7 de noviembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 10 - La Era de


Gernsback.

A comienzos del siglo XX se hacía cada vez más evidente que los relatos y
novelas con trasfondo científico y tecnológico estaban desarrollando
lenguajes y códigos propios, lo suficiente como para ser considerados como
algo nuevo y distinto a la literatura tradicional. En este tiempo emergió la
figura de Hugo Gernsback (1884-1967), un escritor a quien la Historia
conoce como "el Padre de la Ciencia Ficción", aunque irónicamente su propia
producción literaria era de calidad mediocre a lo sumo, y ha sido más citado
que leído por la posterioridad. Pero entre las décadas de 1920 y 1930, la
visión de lo que debía ser la Ciencia Ficción, incluyendo su bautismo como
tal, se correspondía con los conceptos gernsbackianos, y por eso es imposible
escabullirse de él, en cualquier crónica de la Ciencia Ficción que se precie de
tal.
Sus conceptos están claramente establecidos en la novela "Ralph 124C41+",
publicada en 1911. Aparte de su título, muy sugestivo por tratarse de un
código (es el código del protagonista Ralph en una sociedad futura, por una
parte, y por la otra significa en inglés algo así como "uno debe prever por uno
mismo"), la novela no es sino una larga, mecánica y aburrida serie de
descripciones e inventos. Gernsback era un científico de tomo y lomo (murió
habiendo registrado unas ochenta patentes para inventos), y veía a la
Literatura como algo secundario, razón por la que su obra no era más que
una prolongada exposición de inventos futuristas, sin pretensión literaria
alguna. A este engendro literario, que no pretendía ser entretenido sino
didáctico, lo llamó "scientifiction" ("cientificción", sería en castellano). Para
Gernsback, la "cientificción" no debía ser escrita para entretener o perder el
tiempo con fantasías sociológicas, sino para ayudar a los inventores a
concebir nuevas creaciones e inventos para el glorioso siglo XX que estaba
principiando.
Con estas ideas, Gernsback no habría llegado lejos, pero en 1926 desató una
revolución, al fundar la revista pulp "Amazing Stories". Que se publicara
Ciencia Ficción en los pulps era ya cosa vieja ("Argosy" llevaba cerca de un
cuarto de siglo circulando, y en paralelo "Weird Tales" estaba publicando
historias de los Mitos de Cthulhu), pero que se dedicara un pulp
íntegramente al género, sí que era novedoso. Naturalmente que con la idea
tan espartana que Gernsback tenía de la Ciencia Ficción, habría sólo un
escritor que llenara el molde, y ése era él mismo, de manera que para sacar
sucesivos tirajes, debió darle salida a escritores de Romance Científico, que
él jamás habría sancionado como "cientificción pura", por decirlo así. Así, el
primer número, de Abril de 1926, promocionaba en la portada contener
relatos de Julio Verne, Herbert George Wells... ¡Y Edgar Allan Poe!
Pero el movimiento magistral de Gernsback, que contribuyó a modificar para
siempre a la Ciencia Ficción, fue publicar la dirección de los lectores
fanáticos que le escribían cartas. De esta manera, casi como una especie de
Facebook primitivo, Gernsback creó un círculo de corresponsales que no sólo
interactuaban con la revista, sino también podían cartearse entre sí. Poco a
poco, estos fanáticos (todos ellos de edad infantil a juvenil) fueron uniéndose
en clubes de fanáticos, creando así la que con justicia podría ser llamada "la
primera tribu urbana". A la larga, esto tuvo una poderosa influencia
demográfica, porque si antes un escritor podía pasarse impunemente de la
Ciencia Ficción a la "literatura realista" o "literatura normal" e incluso al
ensayo y la investigación científica, a partir de "Amazing Stories" los
fanáticos fueron recluyéndose en su propio ghetto, escindiéndose del resto
de la vida cultural de Occidente. De este modo, contribuyó poderosamente a
la imagen del fanático de la Ciencia Ficción como alguien alienado de otras
formas culturales, creando el cisma entre "gente de alta cultura" y "frikis"
que, con altas y bajas, sigue siendo un esquema demográfico hasta el día de
hoy.
El destino fue suavemente crepuscular con Gernsback. En 1929, de manera
nunca demasiado aclarada, "Amazing Stories" acabó en quiebra; aunque la
revista siguió publicándose (de hecho, su último número fue editado en
2005), Gernsback fue obligado a salir. Siguió Gernsback en el negocio
editorial por una década más, además de proseguir como inventor, pero con
bautizar a su monstruito como "cientificción", había abierto la caja de los
vientos. Los nuevos escritores que llegarían, ampliarían las fronteras del
género hasta un punto que el propio Gernsback no sería capaz de
reconocerlo. Años después, en su honor, se crearon los Premios Hugo, y se le
invitaba a las convenciones, aunque con más respeto señorial que por
verdadera intención de escuchar sus (obsoletas) ideas sobre el género. Con
todo, ha recibido homenajes de tarde en tarde: uno de los primeros relatos
del escritor William Gibson, padre del Cyberpunk, es "El Continuum
Gernsback", en el cual juega con los motivos literarios clásicos de éste, y
Steven Spielberg se inspiró en "Amazing Stories" para crear en los ochentas
su serie televisiva "Cuentos asombrosos". No es un mal legado, después de
todo, aunque el propio Gernsback, el escritor del género literario del futuro,
fuera considerado como "el pasado" en sus últimos treinta años de vida.

Próxima entrega: "A la sombra de los totalitarismos".


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domingo, 14 de noviembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 11 - A la sombra


de los totalitarismos.

Hasta la Primera Guerra Mundial, el desarrollo de la Ciencia Ficción


marchaba más o menos parejo entre Estados Unidos y Europa. Sin embargo,
en la década de 1920 se produjo el gran divorcio. Hay varias razones para
esto. En primer lugar, Europa siguió fiel a la cultura del libro, mientras que
en Estados Unidos, el negocio editorial descubrió el filón rentable de las
revistas pulps, con todos los trastornos demográficos que esto trajo consigo.
Además, Estados Unidos había vivido la Primera Guerra Mundial (1914-
1918) desde lejos y miraba el futuro con optimismo, mientras que Europa
había sufrido casi todos los estragos de la conflagración, y por lo tanto se
hundió en un lodazal de nihilismo decadentista que, a la vuelta de algunos
años, ayudaría al ascenso de los distintos totalitarismos que terminarían
decantándose en la Segunda Guerra Mundial. En este contexto, es lógico que
la Ciencia Ficción europea se volviera más intelectual, pero también más
pesimista, negra y nihilista.
Previo a la guerra, la obra de J. H. Rosny aîné ya es un preludio de lo que
vendrá. Rosny es el seudónimo de dos hermanos belgas de apellido Boex,
que se separaron (literariamente hablando, claro está) en 1909, y el mayor
siguió con el seudónimo de Rosny aîné (o sea, "Rosny el Mayor"). Rosny aîné
escribe en francés, y es la gran figura literaria de la Ciencia Ficción
francófona inmediatamente posterior a Verne. En "Los Xipehuz" (1907),
describe (describen, en plural, mejor dicho) cómo una antigua civilización
anterior a los sumerios debe luchar contra la invasión de unas misteriosas
criaturas extraterrestres; a pesar de encuadrarse aún dentro de ciertos
clichés del Romance Científico, este relato tiene hasta el día de hoy un sabor
único, muy alejado del patrón de los "invasores como hombrecitos verdes del
espacio" popularizado por el cine de serie B. En cuanto a "La muerte de la
Tierra" (1910), es uno de los más duros relatos postapocalípticos jamás
escritos, en el cual la Humanidad libra su última e inútil guerra para evitar
su desaparición, a manos de unas criaturas ferromagnéticas que los
reemplazarán, en medio de un planeta progresivamente más árido e
inhóspito para los humanos.
Algo más tarde florece la figura del checo Karel Čapek (1890-1938). Aparte
de sus evidentes méritos literarios, Čapek se ganó un lugar en el género por
haberle dado nombre a los robots. Aunque la idea del autómata obrero es
vieja como los mitos griegos, sino anterior, fue en su obra teatral "R.U.R."
(1921), en que los bautiza. R.U.R. es la sigla de Rossum's Universal Robots,
una empresa dirigida por el señor Rossum, que fabrica obreros artificiales
para las labores de manufactura; "robot" viene precisamente de "robota",
que en checo significa más o menos "trabajador" o "sirviente" (con todo,
ironía del destino, los robots presentados en "R.U.R." no son entes
mecánicos como los entendemos hoy en día, sino seres biológicos fabricados
a partir de protoplasma). La idea de utilizar a criaturas sintientes no
humanas como esclavos es también explotada en "La guerra de las
salamandras" (1936). Čapek explota estas ideas de una manera muy
moderna para su época, utilizando al robot o a la salamandra como una
metáfora de la explotación obrera por parte del capitalismo, tema muy caro a
la sensibilidad cultural europea de la época.
Más contemplativo resulta el británico Olaf Stapledon (1886-1950). Formado
fundamentalmente como pensador, las obras de Stapledon son riquísimas en
conceptos filosóficos, pero a cambio tienen un estilo literario terriblemente
seco. Podemos mencionar obras como "Juan Raro" (1935) o "Sirio" (1944),
pero las más decididamente comprometidas con el género podrían ser
"Ultimos y primeros hombres" (1930), "Los últimos hombres en Londres"
(1932) y "Hacedor de Estrellas" (1937). La primera refiere el portentoso ciclo
de dieciocho especies humanas que se suceden a lo largo de dos mil millones
de años, lo que la convierte en uno de los universos míticos más extensos
creados en la Ciencia Ficción, sino el que más. "Los últimos hombres en
Londres" prosigue en el mismo universo narrativo, ampliando las ideas
respecto de las especies humanas venideras. Y "Hacedor de Estrellas" resulta
una especie de non plus ultra de la Ciencia Ficción (y de cualquier creación
humana), puesto que condensa la historia evolutiva completa del universo y
de muchos universos, con un protagonista que sale en una especie de vuelo
espiritual desde la Tierra, para recorrer otros mundos e integrarse con otras
mentes hasta que todas ellas conforman una única conciencia cósmica: el
Hacedor de Estrellas, el Creador del Universo, una superinteligencia
suprema que lo rige todo a través de múltiples universos de impensables
leyes naturales.
A diferencia de Stapledon, cuya grandiosidad cósmica le hizo ser autor de
culto para minorías, pero no demasiado popular más allá, la obra maestra de
Aldous Huxley sí que se transformó en un referente indispensable para la
cultura del siglo XX. En su novela "Un mundo feliz" (1932) describe una
sociedad futura, emplazada en el Año 660 de la Era de Ford, que utiliza la
selección genética (curiosamente no la ingeniería genética misma, a pesar de
que la cultura posterior a equiparado a esta novela con aquélla) y la
hipnopedia, esto es, la inducción de ideas subliminales durante el sueño de
los bebés, para crear una sociedad en que cada persona está programada
para ocupar un lugar predeterminado en la sociedad, sin libertad ninguna.
La procreación es un proceso clínico realizado en laboratorios, y los
sentimientos han sido abolidos gracias a una droga, el soma, que funciona
como un opiáceo. A pesar de estar inmersa en la sensibilidad de la década de
1930, con el temor de las democracias occidentales al auge de los
totalitarismos, "Un mundo feliz" llegó más allá y se convirtió en un referente
ineludible de la cultura contemporánea, en que la ingeniería social es llevada
al extremo de anular al individuo y crear un mundo sin arte, sin
sentimientos, y en definitiva sin mucha vida. Y aunque nunca ha tenido una
adaptación oficial para el cine, el listado de películas que se han inspirado
con más o menos libertad aquí incluye a "Fuga en el siglo XXIII", "Gattaca",
"Blade Runner" y numerosas otras, lo que es una muestra de lo profundo que
esta obra y sus conceptos golpearon a la civilización del siglo XX.

Próxima entrega: "Hacia la Revolución Campbelliana".


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domingo, 21 de noviembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 12 - Hacia la


Revolución Campbelliana.

A pesar de que Hugo Gernsback bautizó a su neonata criatura con el nombre


de Scientifiction ("cientificción"), que después derivó en Science-Fiction
("Ciencia Ficción"), sus aportes literarios al género fueron más bien nulos, y
su novela "Ralph 124C41+" (1911) es un tostón que la posteridad más respeta
que lee. El principal aporte de Gernsback, aparte de sumergir a la Ciencia
Ficción en la pila bautismal, fue su influencia decisiva en crear el fandom, es
decir, el círculo de fanáticos de la Ciencia Ficción. De esta manera, los
lectores de los pulps de Ciencia Ficción tendieron a distanciarse de los
lectores de historias de detectives o de vaqueros, por ejemplo. Esta tendencia
fue seguida de cerca por una segmentación similar en el terreno de la
Fantasía (autores como Robert Howard, creador de Conan el Cimerio, por
ejemplo, estaban sentando en paralelo las bases de la futura Espada y
Brujería).
Además, en los Estados Unidos al menos, casi toda la producción de Ciencia
Ficción pasó de las novelas a las revistas. Y esto por varias razones. En 1929
sobrevino la Gran Depresión, y el cine, la radio y las revistas pulps se
transformaron en grandes mecanismos de evasión. La Ciencia Ficción
permitía soñar con otros mundos, y con esto, evadirse de la cruel realidad
económica de la época. En la década de 1930 se generaron muchas visiones
tecnooptimistas del futuro, con héroes viajando de planeta en planeta
montados en briosas naves espaciales, luchando con malignas especies
extraterrestres (¡inofensivo escapismo para la xenofobia!) y viviendo
fastuosas aventuras en sociedades perfectas y equilibradas, en donde los
problemas económicos no tenían cabida porque el dinero había desaparecido
y se usaban los abstractos "créditos" en su lugar.
Además, los pulps resultaban una fuente de trabajo para los escritores cuyos
libros eran rechazados, porque algunos centavos podían ganar vendiendo sus
relatos (se pagaban a tantos centavos por palabra). Los pulps, debido a su
periodicidad mensual, estaban constantemente necesitando relatos, y con
ello, no podían ser demasiado exigentes en términos de calidad literaria, por
lo que un mal escritor podía, con todo, subsistir a medias vendiendo relatos
estereotipados mes a mes a las revistas. Isaac Asimov, uno de los más
reconocidos escritores de Ciencia Ficción, confesaba franca y honestamente
que él no hubiera podido iniciar su carrera literaria de haber partido en la
Ciencia Ficción algunos años después, porque sus primeros relatos eran
francamente malos (en eso tenía razón), pero como los pulps compraban casi
cualquier cosa...
Todo esto llevó también al desprestigio de la Ciencia Ficción como género
literario. La Ciencia Ficción se asoció, de manera indeleble durante muchos
años, con mala calidad literaria, y cuando surgía un escritor de calidad (Ray
Bradbury, por ejemplo, en la década de 1950), los críticos tendieron a
saludarlo como "literatura seria", soslayando el hecho de que sus
ambientaciones y temáticas eran pura Ciencia Ficción. Asimismo, obras
como "Un mundo feliz" de Aldous Huxley o la más tardía "1984" de George
Orwell, eran analizadas como obras literarias serias, evitando rotularlas
como "Ciencia Ficción". Y es que en su mentalidad, no podían asociarse
dichas obras de calidad con los bodrios que salían publicados en los pulps.
También los propios fanáticos, en su mayoría jóvenes quinceañeros que
formaban sus propios clubes de lectura (hoy en día serían catalogados de
"frikis"), con un normal sentimiento adolescente de rebelión contra la
autoridad (cultural en este caso), alimentados sólo con los pulps y el cine, y
seducidos por su optimismo (a diferencia de la "cultura oficial", más crítica,
socialmente consciente y nihilista), crearon su propia cultura popular, a
espaldas de la "gran cultura" de los críticos, lo que tendió a ahondar la
trinchera. Sólo en años recientes se ha podido reparar ese inmenso mal que
la cultura del siglo XX se ocasionó a sí misma, y que aún pena como un
fantasma sobre ciertos círculos y cenáculos.
A pesar de que Hugo Gernsback es considerado por muchos como el Padre
de la Ciencia Ficción, y el mérito se lo ganó aunque sea porque le confirió al
género una conciencia propia de la que antes carecía, hemos de convenir que
fue un Padre lejano, distante y bastante estricto. La labor de tutoría hubo de
ser desempeñada por otro personaje diferente y que vendría después: John
Wood Campbell Jr. En los once años transcurridos desde que Gernsback
había fundado "Amazing Stories" (1926) hasta que Campbell tomó a su cargo
"Astounding Stories" (1937), todos estos fenómenos sociológicos en torno a
la Ciencia Ficción eran ya cosa consumada. Y hoy en día se asume como
lugar histórico común, dentro de la Ciencia Ficción, que con Gernsback nació
la Ciencia Ficción moderna, pero que con Campbell principió la Edad de Oro
del género...

Próxima entrega: "La Revolución Campbelliana".


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domingo, 28 de noviembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 13 - La
Revolución Campbelliana.

En 1937, el editor John W. Campbell asumió la dirección de la revista pulp


"Astounding Science Fiction", y la Ciencia Ficción nunca más volvió a ser la
misma. Con Campbell, algunas tendencias que venían desde los tiempos de
Gernsback se agudizaron, pero por otra parte, las ideas campbellianas
regirían a la Ciencia Ficción durante dos décadas a lo menos, e incluso tres si
contamos el quiebre definitivo en la antología "Visiones Peligrosas" de 1967.
Pero no nos adelantemos tanto, y regresemos a 1937.
La revista "Astounding Stories" habían principiado en 1930, como parte de la
explosión de revistas pulps durante la Gran Depresión, que seguían el
ejemplo de "Amazing Stories" de Hugo Gernsback. En ella se cobijaron
escritores de la época como Murray Leinster y Jack Williamson, a quienes la
posteridad considerará como desarrolladores de muchos conceptos nuevos.
Leinster (quien ya publicaba en 1919) fue, entre otras cosas, uno de los
primeros que desarrolló en profundidad el concepto de "universo paralelo",
utilizando para ello la por ese entonces todavía caliente Teoría de la
Relatividad, idea que será después explotada hasta la saciedad en novelas,
cuentos, películas y cómics (qué sería del Universo Marvel sin él).
Williamson, por su parte, había renovado substancialmente el género de la
aventura espacial, la Space Opera, con su serie de la Legión del Espacio,
apartándola del Romance Planetario a lo Edgar Rice Burroughs y dándole un
tratamiento más "científico" (para la época). Pero el relato más importante
de la época precampbelliana no fue publicado en "Astounding Stories" sino
en "Wonder Stories": se trataba de "A Martian Odyssey", de Stanley G.
Weinbaum, que en 1934 impactó de lleno a la comunidad de la ciencia
ficción, con su escritura más fluida que el común de los relatos de la época,
su respeto irrestricto por los conocimientos científicos de la época, y lo más
fundamental, por presentar a un personaje extraterrestre que era una
criatura digna en sí misma y no como un simple monstruo extraterrestre que
debía ser liquidado por el héroe. Desafortunadamente, la temprana muerte
de Weinbaum, víctima de un cáncer en 1935, con apenas 33 años de vida, le
impidió ocupar el rol de figura señera del género al que parecía estar
destinado.

Volviendo a "Astounding Stories", la revista se transformó en el referente


indiscutible del género sólo a partir de la férula de John W. Campbell Jr.
(1910-1971). Campbell tenía una sólida formación científica, pero a
diferencia de Gernsback, no consideraba que ésta debiera sólo educar, sino
que también debía entretener. Había escrito ya algunos relatos de ciencia
ficción, cuando en 1937 se hizo cargo de "Astounding Stories", y junto con
cambiarle el nombre a "Astounding Science-Fiction", disparó todo un
recambio generacional. Algunos autores (los citados Leinster y Williamson,
por ejemplo) pudieron mantenerse, pero otros quedaron rápidamente
pasados de moda. Campbell se apoyó fuertemente en un grupo de fanáticos
llamados los Futurianos, quienes no sólo leían Ciencia Ficción, sino que
también la escribían. Todos los futurianos rondaban entre los 15 y los 25
años, y muchos de ellos, con el correr de los años, se transformarían en
nombres reconocibles del género: Isaac Asimov, James Blish, Damon
Knight, Cyril Kornbluth, Judith Merril, Frederic Pohl, Donald A. Wollheim...
Pero no fueron los Futurianos el único semillero de futuras luminarias de la
Ciencia Ficción: fuera del grupo empezaban a dar que hablar Robert
Heinlein, Arthur C. Clark, A. E. Van Vogt, Lester del Rey...

Campbell tenía una línea editorial clara. Los relatos de su revista (que se
transformó en LA revista del género) debían tener un fuerte componente
científico, incluso por sobre el literario. En general debían ser
tecnooptimistas y describir el futuro con tintes luminosos. En la Space
Opera, el subgénero de aventuras espaciales, los buenos y los malos debían
estar perfectamente definidos, sin mucho espacio para la ambigüedad moral.
Era también un editor exigente y controlaba lo suyo a sus escritores,
exigiendo a veces cambios profundos en las historias si no las rechazaba.
Según refiere Isaac Asimov, en una ocasión le preguntó a Campbell si se
sentía desdichado por tener que abandonar la escritura para abrazar el
trabajo editorial, a lo que Campbell habría respondido: "Cuando era escritor
sólo podía escribir una historia a la vez. Ahora puedo escribir cincuenta
historias a la vez. Hay cincuenta escritores allá afuera que están escribiendo
historias que discutieron conmigo. Estoy trabajando en cincuenta historias".

Convencionalmente se suele fechar con la ascensión de Campbell al


despacho editorial de "Astounding Science-Fiction", el inicio de la llamada
Edad de Oro de la Ciencia Ficción. Esto, aunque el nombre mismo venga, o
al menos haya sido fuertemente apoyado, por un escritor criado en dicha
hornada, como lo era Isaac Asimov, por lo que no puede ser considerado una
opinión de férrea imparcialidad. Lo cierto es que con Campbell, la Ciencia
Ficción terminó de adquirir algunas características bien marcadas. El ghetto
de fanáticos, mirados muchas veces como lunáticos por la gente común,
terminó de definirse. También cristalizó la separación entre "escritor serio" y
"escritor de Ciencia Ficción", proceso que ya Gernsback había puesto en
marcha. Esto, tanto por la relativa falta de exigencias de estilo literario por
parte de Campbell, como por el marcado acento científico que exigía a sus
publicaciones. El período del cuarto de siglo que principia en 1937 (hasta el
advenimiento de la Nueva Ola), puede llamarse con justicia la Edad de Oro,
pero no sería poco apropiado llamarla también la Era B.E.M., por los Bug-
Eyed Monsters ("Monstruos de Ojos de Bicho") que eran característicos de
muchos relatos de aquel tiempo.

Próxima entrega: "La Ciencia Ficción llega al cine".


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domingo, 5 de diciembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 14 - La Ciencia


Ficción llega al cine.

Una característica particular de la Ciencia Ficción como género literario, es


que casi desde su origen tuvo un enorme apoyo gráfico. Y es que en la
primera mitad del siglo XX, en que cristalizó y se consolidó como género, se
produjo también una enorme revolución multimedia. Los antiguos géneros
literarios debían bastarse con el poder de la palabra para crear sensaciones
en el público, porque la creación de imágenes no sólo era costosa y al alcance
sólo de los más adinerados, sino que además, no habían métodos de
reproducción de imágenes, como no fuera el grabado, o la copia directa y a
mano de una pintura. En ese sentido, a diferencia de la Novela de
Caballerías, la Novela Gótica o la Novela Histórica, la Ciencia Ficción tuvo
casi desde sus orígenes un profundo apoyo visual (no es que las anteriores no
tuvieran sus propias expresiones plásticas, pero la diferencia es cuantitativa:
la Ciencia Ficción la ha tenido en un grado comparativamente abrumador).
En primer lugar, se hizo posible imprimir a escala masiva revistas con
ilustraciones: todos hemos visto esas portadas sugerentemente ilustradas
con bellas y turgentes chicas amarradas y/o enfundadas en trajes espaciales
medio desgarrados, a merced de algún malvado monstruo interplanetario de
ojos saltones, mientras el héroe rubio y de torso broncíneo lo combate con su
pistola de rayos. En segundo lugar, dos artes que nacieron precisamente en
el siglo XX, al alero del desarrollo tecnológico que también dio carta de
naturaleza a la moderna Ciencia Ficción, se retroalimentaron poderosamente
con la expresión literaria del género: el cine y el cómic o historieta.

Ya en 1902 se rodó la que podríamos considerar como la primera película de


Ciencia Ficción. Es "De la Tierra a la Luna", y fue dirigida por Georges
Mélies. Mélies mismo revolucionó el cine, ya que antes de su llegada, el cine
era puramente documental, o de ficciones que podemos catalogar como
"realistas". Mélies, mago de profesión, descubrió el potencial del
cinematógrafo para crear todo un nuevo campo de ilusiones, y desarrolló la
industria de efectos especiales, creando trucos que hoy en día son básicos en
el manual: el fotomontaje, la sobreimpresión, la cámara rápida, la cámara
lenta... "De la Tierra a la Luna" es supuestamente una adaptación de la
novela de Julio Verne, pero el argumento no es sino una excusa para
presentar una serie de deslumbrantes efectos especiales, que son de una
ingenuidad desarmante para la sensibilidad moderna, pero que en su tiempo
resultaron un espectáculo más allá de todo lo concebible por el público de
aquel entonces. La escena del cohete espacial clavado en el ojo de la Luna es
fantasía poética en estado puro, y se ha transformado con el tiempo en
iconográfica dentro de la historia del cine.
De todas maneras, no habiendo todavía claridad respecto de qué era la
Ciencia Ficción y cuáles eran sus posibilidades, el cine de Ciencia Ficción no
remontó demasiado. Habrá que esperar hasta 1927 para que venga el primer
esfuerzo serio por crear una verdadera obra maestra fílmica de Ciencia
Ficción. La novelista Thea von Harbou había escrito una ambigua novela de
Ciencia Ficción llamada "Metrópolis", y su marido, el gran cineasta Fritz
Lang, la adaptó en una película. Para los estándares de la época,
"Metrópolis" era una apabullante superproducción, con enormes capitales
invertidos, y si nos atenemos a los ajustes por inflación, sigue siendo uno de
los filmes más caros de la historia. La película utilizó al máximo los recursos
estéticos procedentes del Expresionismo alemán, para crear una opresiva
fantasía futurista con aeroplanos circulando entre enormes rascacielos, en
una megápolis con fuertes tensiones sociales entre los escasos aristócratas
dueños del capital, y las grandes masas de desposeídos siempre al borde de
la sublevación.
La historia tiene como protagonista al hijo del Amo de Metrópolis, quien se
enamora de María, una dirigente obrera, y a través de ella descubre que en
los cimientos de Metrópolis, los obreros padecen lo indecible en horribles
factorías subterráneas (hasta aquí es una premisa similar a "El Talón de
Hierro", pero cambiando los roles de los enamorados: él es el aristócrata y
ella es la obrera). Para su desgracia, María es secuestrada por un científico
loco que ha creado a una robota, que toma la personalidad de María y
promueve a través de ella una sublevación violenta de los obreros. En un
final muy ambiguo desde el punto de vista del mensaje, los obreros revientan
las factorías, y amenazan con destruir completa a Metrópolis, y la salvación
sólo vendrá cuando ambos estratos sociales decidan unir fuerzas para
cambiar a la sociedad (debe decir algo que, años después, al subir el Tercer
Reich a Alemania, los esposos se separaron: la novelista von Harbou apoyó
entusiastamente a Hitler, y Lang huyó a Estados Unidos).
La película rompió varios hitos. Es la primera superproducción de Ciencia
Ficción, es la primera megápolis presentada en el cine, y la robot que toma la
identidad de María es también el primer robot en la Historia del Cine. Su
estética, por otra parte, resultó enormemente vanguardista para la época. Sin
embargo, la película no fue comprendida en su tiempo, no sólo por el público
en general, sino incluso por los propios aficionados a la Ciencia Ficción
(Isaac Asimov rememora como unos diez años después los Futurianos que
veían la película, la consideraban como mediocre y pretenciosa, aunque
después hidalgamente hubo de rectificar su opinión). El fracaso de
"Metrópolis" como temprano blockbuster del cine, trajo como consecuencia
que los productores posteriores consideraran a la Ciencia Ficción como un
mal negocio, y no se produjeran otros grandes estrenos en el género (o si lo
hacían, era abordándolo de manera muy tangencial, enfatizando elementos
diferentes a la Ciencia Ficción, como por ejemplo el "Frankenstein" de James
Whale de 1931). El gran espacio para la Ciencia Ficción en aquel período
fueron las seriales de matiné, que se plagaron de científicos locos, robots o
emperadores espaciales dispuestos a invadir la Tierra (las adaptaciones de
Flash Gordon, por ejemplo). Recién en la década de 1950, el horror atómico
puso de moda otra vez a la Ciencia Ficción, llegando la hornada de "El día en
que la Tierra se detuvo" o "La guerra de los mundos". Pero aunque los
productores se aventuraron nuevamente en la Ciencia Ficción de alto
presupuesto, la pesada losa del género como un tipo de "cine menor" o "cine
para público poco exigente" sólo sería levantada definitivamente 41 años
después de "Metrópolis", con el estreno en 1968 de "2001: Odisea del
espacio".

Próxima entrega: "Entra el cómic de Ciencia Ficción".


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1.930), Cine en general, Crónicas CienciaFiccionísticas, Orígenes de tales o cuales cosas
domingo, 12 de diciembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 15 - Entra el


cómic de Ciencia Ficción.

En paralelo al desarrollo del cine de Ciencia Ficción, otro arte prototípico del
siglo XX empezaba a gestarse: el cómic. Las "historietas" o "tebeos", a según
el país, tuvieron su puntapié oficial en 1895, con el nacimiento del "Yellow
Kid", obra pionera en desarrollar una enorme cantidad de recursos que
después se harían estándares del género: la división de la trama en viñetas,
los bocadillos o globos de texto que representan lo que dicen o piensan los
personajes, etcétera. Estas cosas, en muchos casos, ya se habían inventado
antes, pero "Yellow Kid" las englobó todas de manera orgánica por primera
vez. Aunque no hubo todavía historietas prototípicamente de Ciencia
Ficción, sí muchas de ellas apuntan hacia lo fantástico: "Yellow Kid" mismo
no, pero sí "Little Nemo", sobre un niño que tenía los más extravagantes
sueños, o "Crazy Kat" con su mundo un tanto surrealista.
Como ocurrió en el terreno de la Literatura y el Cine de Ciencia Ficción, no
hubo inicialmente una conciencia clara de estar haciendo cómics sobre
"temas científicos". Muchas historias incidían más bien sobre una base de
aventuras, y la ciencia era un condimento más de la fórmula. En esto, los
cómics eran contemporáneos espirituales de los matarratos pulps, con
sus romances planetarios y sus edisonadas varias. Pero en la década de 1930,
cuando a consecuencias de la visión de Hugo Gernsback empezaba a
imponerse, en Estados Unidos por lo menos, la idea de que la Ciencia Ficción
era algo aparte del resto de las creaciones artísticas, también el cómic de
Ciencia Ficción empezó a perfilarse.
La primera historieta presentada claramente como "una de Ciencia Ficción"
fue "Buck Rogers en el siglo XXV", estrenada como tira diaria en los
periódicos el 07 de Enero de 1929. En estricto sentido, Buck Rogers es una
adaptación, porque el personaje había aparecido ya, en forma novelada, en
1928. La premisa de la historieta era simple: el protagonista, Buck Rogers,
quedaba por un accidente en animación suspendida, y venía a volver en sí
durante el siglo XXV. En su nueva época vivía fascinantes aventuras
combatiendo a favor de la Humanidad y en contra de distintos villanos. La
historieta se inscribe plenamente dentro de la visión tecnooptimista del
futuro, en que la sociedad humana futura era una verdadera utopía, sólo
perturbada de cuando en cuando por amenazas de ambiciosos villanos
ávidos de apoderárselo todo. Buck Rogers generó imitaciones; entre ellas, la
que tomó mayor personalidad fue probablemente Brick Bradford. El héroe,
Brick Bradford, estaba premunido de un Trompo del Tiempo, con el cual
vivía aventuras tan pulpescas como las de Buck Rogers, pero desplazándose
entre distintas épocas y lugares, y luchando por tanto contra un espectro más
variado de amenazas.
En 1934 llegó la que sería la historieta de romance planetario por excelencia:
Flash Gordon. La trama de Flash Gordon era simple: un trío de personajes
(el científico Zarkhov, la periodista Dale Arden y el deportista Flash Gordon)
viajaban al planeta Mongo, en donde debían lidiar con las fuerzas del
malvado Ming el Despiadado, el terrible tirano del planeta. El cómic es una
destilación de todo lo que el romance planetario había desarrollado hasta el
minuto, incluyendo aventuras en ambientación exótica, héroe apolíneo
plantando cara al mal, y un maligno tirano que representaba el tópico, muy
de su tiempo, del "peligro amarillo", sólo que ahora, transplantado a un
mundo alienígena. En este mundo alienígena, por cierto, sin mucha
coherencia narrativa, con simple afán de causar asombro, convivían magias
ancestrales y bestias míticas con avanzadísimas tecnologías, incluyendo
naves espaciales y rayos de la muerte. Pero la revolución de Alex Raymond
no se limitó a llevar el romance planetario clásico hasta sus últimos límites:
además, fue un innovador en primera línea del lenguaje de las historietas,
incrementando espectacularmente su componente épico, y preparando de
esta manera lo que después iba a ser el cómic de superhéroes. Esto, a pesar
de que en sentido estricto Flash Gordon no es un superhéroe, porque no
tiene superpoderes ni habilidades sobrehumanas, salvo una mente rápida y
hábil para descubrir salidas en situaciones de vida o muerte, la que deviene
en última instancia de su trasfondo como deportista de éxito en la Tierra.

El éxito de estas historietas es comprensible, ya que el medio presentaba


significativas ventajas. Sobre la literatura, tenía el poder de crear imágenes
evocativas, mientras que la palabra escrita obligaba a tener que imaginarse el
ambiente según las descripciones del texto, los cuales, todo hay que decirlo,
en esa época no siempre estaban escritos de manera demasiado literaria.
Sobre el cine, por su parte, era más barata de producir, y sus imágenes
podían ser más poderosas; en ese tiempo, recordemos, la industria de efectos
especiales para el cine, a pesar de los poderosos avances realizados con "King
Kong" (1933), aún seguían bastante en pañales. Y siempre era más barato
dibujar una historieta e imprimirla, que filmar una película. Pero durante la
década de 1930, la historieta seguía tomando, si no las historias mismas, al
menos las ambientaciones y los personajes, de la literatura escrita de
la época precampbelliana. Sin embargo, así como la Literatura de Ciencia
Ficción afrontó la Revolución Campbelliana en 1937, la historieta de Ciencia
Ficción hizo lo propio al año siguiente, puesto que en 1938 nació el primer
gran personaje de Ciencia Ficción del que se puede predicar que es, ante
todo, historieta pura: Superman.

Próxima entrega: "Los superhombres".


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domingo, 19 de diciembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 16 - Los


superhombres.

El 30 de Junio de 1938 apareció el primer número de la revista "Action


Comics", y el mundo del cómic, y más en genérico de la cultura popular, ya
no volvió a ser el mismo. Porque en dicho número venía, en su famosa
portada, dibujado Superman, el primer superhéroe en su primera aparición.
Venerado como símbolo de la democracia y la justicia, y denostado también
como emblema de la hegemonía política estadounidense, Superman es uno
de los escasos personajes de los cuales se puede decir que no deja indiferente
a nadie. Superman fue el primero de los superhéroes, fijó muchas de las
características de sus correlatos, y creó una frondosa legión de ellos. Por un
tema de derechos, sólo DC Comics y Marvel Comics tienen derecho en la
actualidad a usar la palabra "superhéroe", pero eso no impide que en la
cultura popular se les llame así también a otras creaciones que comparten
ciertas características. En primer lugar, sus poderes o facultades
sobrehumanas. En segundo lugar, un traje de batalla y como contrapartida
una identidad secreta que proteger. En tercer lugar, la lucha contra el
crimen, con un fuerte sentido moral de por medio.
La idea del héroe superior a la Humanidad no es nueva. En la Biblia
aparecen los profetas, y su superioridad deviene de una elección hecha por
Dios para revelar su Palabra. En la Mitología Griega aparecen los semidioses,
con sangre divina y humana a un tiempo, que por ello, aunque mortales, son
capaces de proezas sobrehumanas. Y en la cultura moderna hay numerosos
héroes que fuerzan su humanidad al máximo para luchar por la justicia,
muchas veces también bajo una identidad secreta: la Pimpinela Escarlata, el
Zorro, Scaramouche... Pero con Superman, a todo esto se le da un trasfondo
moderno, una actualización a lo que era el siglo XX. En la vereda culta o
erudita, también la figura del superhéroe había sido cara a cierta filosofía
que rendía culto a los hombres ejemplares: el "Ubermensch" de Friedrich
Nietzsche, el cesarismo de Theodore Mommsen... El mundo estaba por tanto
bien preparado para aceptar a héroes más grandes que el ser humano, que
sin embargo lucharan a favor de éste.
Superman es claramente un héroe de Ciencia Ficción. Sus superpoderes no
derivan de la magia o de orígenes divinos, sino de una explicación
puramente materialista, y que podía ser más o menos aceptable para lo que
eran los estándares de la "ciencia popular" de 1938; en ese sentido, es el
correlato en el cómic de lo que significó Frankenstein para la época
industrial temprana, o Lovecraft para el terror. La explicación de los
superpoderes de Superman entra de lleno en la lógica del pulp: es un
alienígena procedente del planeta Krypton, y los kriptonianos tenían una
densidad molecular superior a la de los humanos (después esto se modificó,
y se explicaron los poderes de Superman por su exposición al Sol amarillo de
la Tierra). El principal villano enemigo de Superman era Lex Luthor, que en
esos años respondía al científico loco de toda la vida, arquetipo explotado
hasta la saciedad en los pulps de la época, diseñando nuevas creaciones
tecnológicas para aniquilar a Superman, por supuesto que sin éxito.
La llegada de Superman originó toda una avalancha de superhéroes. No
todos ellos tenían trasfondo de Ciencia Ficción (Shazam, por ejemplo, tenía
un trasfondo mágico, emparentado con los mitos egipcios). Pero entre los
que tenían un trasfondo relacionado aunque sea de manera vaga con la
Ciencia Ficción, los había procedentes de otras razas, como la amazona
Mujer Maravilla o el atlante Namor. O héroes en principio humanos, que
recurrían a artefactos tecnológicos de última generación para luchar contra
el crimen, como Batman. Esto, cuando el propio héroe no era una criatura
tecnológica, como la Antorcha Humana, que en su primera encarnación era
un robot capaz de encenderse en flamas (la moderna Antorcha Humana, en
versión Marvel, tiene un trasfondo distinto).
Una terrible calamidad que azotó a la Humanidad, resultó una bendición
para los superhéroes: la Segunda Guerra Mundial. Aunque Estados Unidos
se mantuvo aparte de ésta por algunos años, a finales de 1941 ingresó a la
misma, y con ello, los superhéroes se alistaron en el bando de los Aliados, y
en contra de los nazis. Los superhéroes pasaron entonces a ser una
encarnación del patriotismo americano en los Estados Unidos. Por alguna
extraña razón, en la Alemania Nazi no se desarrolló ningún superhéroe que
defendiera las ideas nazis, y eso que parecía allí el terreno más abonado para
estas invenciones. Después de todo, la idea de que un ser humano es
físicamente superior, y utiliza esta superioridad para un ideal moral que es
también intrínsecamente superior, imponiendo este ideal por la fuerza si es
preciso (y debe serlo, si se quiere el componente espectacular que representa
una buena pelea dibujada en la historieta) es, como se ha hecho notar en
ocasiones, un concepto bastante próximo a las ideas nazis. Por otra parte, en
Alemania fue donde se desarrollaron muchas doctrinas sobre la superioridad
racial, incluso a inicios del siglo XIX, mucho antes de que Hitler llegara al
poder. En cualquier caso, los superhéroes ya habían adquirido una gran
presencia en el mundo de la cultura popular, y ya no la abandonarían hasta
los días hoy por hoy corrientes.
Próxima entrega: "La Ciencia Ficción en el ojo del huracán".
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domingo, 26 de diciembre de 2010

Crónicas CienciaFiccionísticas 17 - La Ciencia


Ficción en el ojo del huracán.

El período comprendido entre 1937 (año del ascenso de John W. Campbell al


sillón editorial de "Astounding Stories") y 1945 (el de la explosión nuclear en
Hiroshima) significó la cristalización definitiva de lo que será la Ciencia
Ficción clásica. Esto se produjo en parte porque la Ciencia Ficción seguía
siendo todavía una actividad de gentes raras (lo que después se llamará "ser
friki"), al margen de los gustos masivos de consumo. Además, dentro de la
misma Ciencia Ficción se había producido un quiebre entre los fanáticos más
antiguos, y generalmente de más edad, que venían de los tiempos anteriores
a Campbell y que habían vivido los años de formación, y los nuevos
fanáticos, más jóvenes, que se sentían mucho más a gusto con la Ciencia
Ficción rabiosamente científica de su tiempo, y miraba con cierto desdén a
los precursores anteriores a 1937.
Lo irónico de todo esto, es que ambas Ciencias Ficciones convivían sin
estorbarse demasiado, aunque en rubros distintos. La Ciencia Ficción
literaria seguía su rumbo tras la estela de "Astounding Science Fiction" y
John W. Campbell, pero existían obvios obstáculos para que esta visión
cientificista de la Ciencia Ficción cuajara en los medios audiovisuales, que
por su misma naturaleza estaban más predispuestos al espectáculo, lo que
significa: aventura. De manera que en las historietas y el cine, persistía la
vieja Ciencia Ficción anterior a 1937, centrada en la aventura galáctica, ahora
a través de los superhéroes en un medio, y en las seriales dominicales por el
otro. Quizás el mejor ejemplo de esto sean seriales como "Flash Gordon
conquista el universo" (1940). Para quien vea estas seriales dominicales, es
obvia su influencia sobre todo el cine audiovisual posterior, incluyendo a "La
guerra de las galaxias" de George Lucas, que en el fondo es como una serial
de su época de niñez, amplificada al máximo en escenarios y efectos
especiales.

Y sin embargo, el ala más "seria" de la Ciencia Ficción literaria, inspirándose


en los últimos avances científicos y técnicos, estaba anticipando claramente
lo que sería el mundo en los años venideros. En 1944, las oficinas de
"Astounding Science Fiction" (ya no "Astounding Stories" en esos años)
fueron visitadas por agentes del FBI, que venían a interrogar por el relato
"Deadline", de Cleve Cartmill. El relato describía una arma de destrucción
masiva con toda clase de detalles, y al saberse esto en el Gobierno saltaron
las alarmas: pensaron que se habían filtrado detalles del Proyecto Manhattan
(la investigación ultrasecreta destinada a fabricar la bomba atómica), que
por supuesto eran materia de Seguridad Nacional. Pero no: Cleve Cartmill
simplemente se había inspirado leyendo información libremente publicada
en revistas especializadas, sobre los últimos avances científicos en el campo
de la energía nuclear. Incluso antes, la novela "El hombre que despertó" de
Laurence Manning, en la que un ser humano de nuestro tiempo es congelado
y despierta en el futuro, profetiza que se llamará a nuestra época la Era del
Desperdicio, en que nosotros criminalmente nos acabamos con todos los
recursos del planeta. ¡Y esto fue publicado en 1933!

Por supuesto que por cada relato profético que se publicaba en aquellos
años, habían varios más que no eran más que escapismo. Pero NO toda la
Ciencia Ficción era escapismo. Muchos de los lectores de Ciencia Ficción de
aquellos años e inmediatamente posteriores, crecieron para transformarse
en científicos, como Carl Sagan lo hace notar en "Cosmos", obra en la que
por cierto le dedica un sentido homenaje a Edgar Rice Burroughs.
Finalmente llegó Agosto de 1945, explotó la bomba atómica de Hiroshima, y
el mundo despertó de bruces: resulta que eran los locos escapistas lectores
de Ciencia Ficción los que, al final del día, tenían razón.

La consecuencia es que, en los años siguientes, la Ciencia Ficción empezó a


teñirse de respetabilidad. En Estados Unidos, al menos. Además, los chicos
que eran adolescentes diez años antes, ahora eran hombres que habían
alcanzado la edad de trabajar y formar familia, y este recambio generacional
también ayudó a que los adultos tomaran en serio al género. No es que de la
noche a la mañana se haya aceptado a la Ciencia Ficción como una actividad
seria y respetable, pero sí, después de 1945, se estaba gestando un
movimiento en ese sentido, que se acentuaría durante la década siguiente. Lo
lastimoso del asunto es que los escritores de Ciencia Ficción habían logrado
esto profetizando un futuro negro, plagado de holocaustos atómicos, crisis
energéticas, superpoblaciones y reactores nucleares fuera de control, y
habían acertado de lleno. El mundo, al volverse un lugar más parecidos a los
sueños de la Ciencia Ficción, era también un lugar más inseguro y peligroso
en el cual vivir.

Próxima entrega: "La llegada del Apocalipsis".


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domingo, 2 de enero de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 18 - La llegada


del Apocalipsis.

La Ciencia Ficción anterior a 1945 tendía a ser tecnooptimista, y solía


concebir futuros en los cuales los desarrollos tecnológicos iban a llevar a
sociedades utópicas en que todos los problemas de la vida quedarían
resueltos. Algunas de estas predicciones con el tiempo se transformaron en
lugares comunes, y podemos someramente echar repaso a algunas: en el
futuro la economía no es un problema, todo el mundo tiene empleos
rentables, los trabajos más ingratos (servicio doméstico, minería, policía,
etcétera) están a cargo de robots, existe una moneda única que se llama
"crédito", los problemas de salud son cosa del pasado... Y sin embargo, como
comentábamos, a partir de 1945 operó el gran cambio en el mundo, y
también en la Ciencia Ficción. Aunque existían obras anteriores, puede
decirse que en 1945 arremetió con fuerza la variante de la Ciencia Ficción
que podemos llamar "Ciencia Ficción apocalíptica", y que describe los
numerosos escenarios en que la civilización y quizás la Humanidad llegarán
a su final, así como las sociedades postapocalípticas que emergerán, sea que
el desarrollo tecnológico no pueda evitar la catástrofe, sea que la catástrofe
sea provocada por ese mismo desarrollo tecnológico que nos iba a llevar a
"un mundo mejor". Algunas de esas obras todavía pueden considerarse como
clásicas dentro del género. Irónicamente, las más reconocidas y populares no
suelen estar asociadas al horror atómico (quizás porque era un miedo
demasiado presente y real, o quizás porque ese miedo ha quedado algo
periclitado frente a otros peores), sino a catástrofes medioambientales en las
cuales el equilibrio entre la Humanidad y la biosfera se quiebra de manera
fatal para el primero.

Quizás la más importante novela de esta hornada de nuevos escritores


apocalípticos sea "El día de los trífidos" (1951), del británico John Wyndham.
Esta novela, un tanto voluminosa para los estándares actuales (muy
británica en esto), refiere como la sociedad mundial explota unas plantas
llamadas "trífidos", que son muy profitables, pero también muy agresivas al
ser humano. Cuando el horror de éstas se desata sobre la Humanidad, la
civilización termina pereciendo entre sus verdes fauces. La novela no se
centra tanto en el horror de los trífidos, aunque también las plantas tienen lo
suyo, como en las reacciones de una Humanidad cayéndose a pedazos, un
poco en la vena de "La guerra de los mundos" de H.G. Wells, con la sensible
diferencia de que los causantes de la tragedia esta vez no son marcianos u
otro agente procedente de más allá de la Tierra, sino los propios seres
humanos, que en su codicia y afán de lucro económico se han descuidado de
estudiar y vigilar bien a los trífidos, en otro clásico caso de novela sobre el
complejo de Frankenstein.
El tema había sido tratado ya anteriormente, con variantes, en "Más verde de
lo que creéis" (1947), de Ward Moore. En la obra no es una planta especial la
que desata la catástrofe, sino un invento, el Metamorfoseador, que al
cambiar la estructura molecular de las plantas, les permite alimentarse de
cualquier cosa a su alcance. Las intenciones son ambiguas (por un lado se
trata de una eventual panacea para alimentar a los hambrientos del planeta,
mientras que por otro hay ingentes cantidades de dinero en juego con los
beneficios del invento), pero los resultados son desastrosos: al poder
alimentarse de cualquier cosa, las plantas crecen y crecen sin que nada
pueda pararlas (en lo básico, porque cualquier cosa que se les arroje, las
plantas pueden comérsela), hasta ahogar prácticamente a la civilización
completa.
Un apocalipsis diferente acontece en "La muerte de la hierba" (1956) de John
Christopher. En este caso se trata de un virus que liquida a la hierba. O sea,
no es un exceso de plantas (trífidas o de otro tipo), sino su falta, lo que
desencadena el fin del mundo. La novela permanece como un clásico menor
del género, si bien tiende a ser más conocida por haber sido adaptada al cine
en una película menor del género postapocalíptico, que es "Contaminación"
(1970).
Otro clásico de la época es "La Tierra permanece" (1949), de George R.
Stewart. Pocas veces el título para una obra estuvo tan bien puesto: la trama
gira en torno a los esfuerzos de una sociedad que ha sobrevivido a un
apocalipsis, no sólo para sobrevivir, sino también para reconstruir una nueva
sociedad sobre las ruinas de la anterior. En esta veta es posible encontrar
varias otras novelas similares, siendo probablemente "Un cántico por
Leibowitz" (1960), de Walter M. Miller Jr., la más destacada. En esta obra se
describe una sociedad futura en que una nueva Edad Media religiosa ha
surgido, como única manera de preservar el legado cultural que de otra
manera se habría destruido sin remedio. En esta novela, como lo importante
es la reconstrucción de la sociedad durante el Tercer Milenio, y no la
catástrofe misma, Miller no se come demasiado la cabeza, y opta como
mecanismo detonador del desastre, el holocausto nuclear de toda la vida.

Próxima entrega: "Maduración de la Edad de Oro".


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domingo, 9 de enero de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 19 -
Maduración de la Edad de Oro.

Después de 1945, el recambio generacional gatilló una serie de cambios en la


Ciencia Ficción. Estos cambios, insinuados en esa época, se agudizaron en la
década de 1950. En un respecto, significó que la Edad de Oro de la Ciencia
Ficción, la Era Campbelliana, alcanzó su máximo desarrollo y madurez. En
otro, implicó que la Ciencia Ficción campbelliana estaba agotándose,
sembrando así las semillas de lo que pasaría a llamarse la Nueva Cosa.
Uno de estos cambios fue la ampliación de la base de lectores. Habiendo más
lectores, se creó un mercado rentable para la Ciencia Ficción. En
consecuencia, las editoriales "serias" empezaron a mirar a la Ciencia Ficción
como material a ser publicado en potencia. Esto llevó también a
transformaciones en las obras literarias mismas. Durante la Era
Gernsbackiana, y después en la Era Campbelliana, el principal vehículo para
la publicación eran las revistas. Por lo tanto, el grueso de la Ciencia Ficción
en la época estaba conformado por cuentos y novelas cortas. Se publicaban
novelas, sí, pero en forma serializada, y esto imponía ciertas condiciones a la
hora de escribir, puesto que el lector debía seguir interesado en las
peripecias de los personajes, lo que les daba un carácter mucho más
episódico.
Un producto típico de esta época es el "fix-up", una novela que en realidad es
una recopilación de relatos cortos serializados e independientes en torno a
un mismo personaje o universo narrativo, y que en realidad eran
republicaciones en formato de libro, de antiguas series de relatos publicados
con anterioridad como cuentos independientes en revistas. Así vieron la luz
por ejemplo "Los monstruos del espacio" (malísima traducción al castellano
del título original inglés "The Voyage of the Space Beagle"), de A. E. Van
Vogt, cuya idea de base (una nave espacial repleta de científicos que viajan
explorando el cosmos) es precursora de la serie televisiva "Viaje a las
estrellas". O "Crónicas marcianas" de Ray Bradbury. El fix-up más famoso es
probablemente, con todo, la Trilogía de la Fundación, de Isaac Asimov, que
originalmente fueron publicados en revista como ocho relatos
independientes, pero que después fueron compilados en tres tomos (años
después, Asimov escribió varias secuelas y precuelas, ahora sí como novelas
propiamente tales y no como fix-ups).
Sin embargo, en 1949 la editorial Doubleday decidió tomar el riesgo, y lanzó
una colección especializada en novelas de Ciencia Ficción. Esto, para la
época, era algo nuevo. Pero la operación tuvo éxito. Había numerosos
escritores de Ciencia Ficción que habían escrito novelas cortas, que
permanecían en sus cajones sin publicar, y por lo tanto material existía. Las
novelas se vendieron bien, y pronto hubo otras editoriales que también
dieron el salto. En la década de 1950, por lo tanto, hubo espacio en la Ciencia
Ficción estadounidense para las novelas. El resultado es que, al poder
explayarse más y poder trabajar la novela como un todo en vez de
serializarla, las novelas de Ciencia Ficción ganaron en profundidad, tanto
literaria como filosófica.
Mientras tanto, las revistas hicieron crisis, no sólo debido a que ahora parte
importante de la creción de Ciencia Ficción marchaba hacia las novelas, sino
también debido a la arremetida de un nuevo enemigo: la televisión. En la
década de 1950 se impuso la nueva cultura de vivir en los suburbios, con una
televisión cada vez más difundida, y esto dañó al arte escrito en todas sus
manifestaciones. Los niños y jóvenes, el mercado clásico de las revistas,
empezaron a desfilar hacia el nuevo medio. Para mantenerse, además de
para captar a los lectores adultos, las propias revistas debieron hacerse más
sofisticadas. En estos años empezó el declive de John W. Campbell, que no
fue capaz de adaptarse a los tiempos. El predominio que había ejercido
"Astounding" durante más de una década, fue cedido a otras revistas nuevas
y con mayor empuje. Probablemente, las tres más representativas de esta
etapa fueron "If", "Fantasy & Science Fiction" (F&SF), y particularmente
"Galaxy", a cuya cabeza estaba el destacado escritor Frederik Pohl. Sin salirse
de los parámetros de la Edad de Oro, ambas revistas tenían en común que se
permitían relajar un poco el contenido científico, y a cambio eran más
exigentes en lo literario, lo que redundó en un alza de la calidad literaria de
los relatos de Ciencia Ficción.

Próxima entrega: "Pesimismo y respetabilidad".


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domingo, 16 de enero de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 20 - Pesimismo


y respetabilidad.

En los primeros años de la Guerra Fría, no sólo se estaban produciendo


transformaciones internas dentro de la Edad de Oro. También, la Ciencia
Ficción estaba rebalsando sus márgenes, y alcanzando a un público más allá
de sus fronteras. En realidad, hasta tempranos del siglo XX nadie
identificaba a la Ciencia Ficción como un género literario separado, y como
vimos precedentemente, hubo muchos autores que no desdeñaron
adentrarse en el género para plasmar sus visiones personales sobre la
sociedad y las personas. Fue después de la irrupción de Hugo Gernsback y la
formación del ghetto, que "esas historias de marcianos" se transformaron en
objeto de pudor y vergüenza para el gran público que admitiera leer esas
cosas. Y sin embargo, en la década de 1950 hubo dos novelas que
consiguieron abrirse paso hacia el exterior y adquirir respetabilidad. Ambas
compartían en común su pesimismo respecto del futuro, además de una
visión enormemente reaccionaria y nostálgica acerca de los "buenos y viejos
tiempos". Pero una de ellas fue escrita por un outsider que nunca antes había
escrito Ciencia Ficción, mientras que la otra era el producto de un escritor de
Ciencia Ficción que consiguió trascender fuera del ghetto, uno de los
primeros en lograrlo.

George Orwell (1903-1950) era un escritor británico que simpatizaba con las
ideas de izquierda. Pero luego de su frustrante experiencia en la Guerra Civil
Española, en la que peleó por el bando republicano, abjuró del Socialismo y
del Comunismo y se convirtió en enemigo enconado de la Unión Soviética,
debido al totalitarismo en la Rusia de Stalin. Después de alcanzar el éxito con
"La granja de los animales", publicó una novela destinada a ser la última
suya: "1984". En ella, describe un mundo treinta años en el futuro, en que el
planeta entero está repartido en tres grandes naciones que se disputan el
control de la Tierra en una alianza inestable. Las tres naciones son muy
similares: totalitarismos en que un dictador invisible ejerce su poder sobre
una sociedad indefensa, que es vigilada y espiada a través de sus receptores
de televisión (que son también emisores). El protagonista, Winston Smith,
intenta rebelarse y obtener algo de libertad para sí, sólo para acabar siendo
encarcelado, torturado, sufriendo un lavado de la mente, y siendo a
continuación ejecutado, feliz porque dentro de su mente borrada sólo tiene
sentimientos de amor para con el Gran Hermano que todo lo gobierna (mala
traducción para el inglés "Big Brother", que en realidad significa "Hermano
Mayor").

La novela, una distopía en plena forma en la mejor tradición de "Un mundo


feliz" de Huxley, se hizo de inmediato popular. La primera y más obvia
lectura, era la de criticar el totalitarismo Staliniano. La moraleja de la novela
es que si Occidente le permitía la victoria a Stalin, el mundo entero se
transformaría en un campo de concentración. Pero luego se le dieron otras
lecturas a la novela. Los métodos usados para mantener quieta a la población
tenían mucho que ver con la manipulación mediática de los gobiernos
democráticos, y el Gran Hermano se transformó también en símbolo de
ellos. Y con el progreso de la tecnología, y la posibilidad de que todo pueda
ser rastreado a través de las computadoras, le dio al Gran Hermano una
inquietante presencia en la sociedad de nuestros días. "1984", más allá de su
valor literario, que por cierto se ha discutido, se ha transformado así en un
símbolo de la opresión totalitaria sobre el individuo libre.
Mientras George Orwell escribía "1984" en Inglaterra, en Estados Unidos
florecía el escritor Ray Bradbury. Nacido en 1920, su estilo marcadamente
poético y elegíaco le hizo la antítesis de lo que pedía John W. Campbell: de
todos los escritores de primera línea de la Edad de Oro, Bradbury fue el
único al cual Campbell nunca le compró nada. Su gran oportunidad vino
cuando Doubleday publicó en su recientemente abierta colección de Ciencia
Ficción, a continuación de una obra de Max Ehrlich y "Un guijarro en el
cielo" de Isaac Asimov, el fix-up "Crónicas marcianas". La obra llamó
poderosamente la atención por su fuerte estilo literario, algo bastante alejado
al común de los escritores de Ciencia Ficción. Además, a diferencia de los
autores de Campbell, descreía profundamente de la ciencia, y a su gusto, la
tecnologización del mundo sólo podía acarrear desastres. En "Crónicas
marcianas" refiere las primeras exploraciones humanas sobre el planeta (que
terminan con la aniquilación de la especie de los marcianos), luego la
colonización (en la que los seres humanos llevan todo su mal gusto y
vulgaridad a Marte, en vez de apreciarlo como el bello planeta que es), y
finalmente como deben abocarse a sobrevivir como mejor puedan luego de
que la Tierra acaba destruyéndose a sí misma en un holocausto nuclear.
El pesimismo sobre la naturaleza humana inherente a la obra de Ray
Bradbury, aparte de su extraordinario conservadurismo (una constante de
Bradbury es la contraposición entre los "buenos y viejos tiempos" y la
desalmada tecnologización de la vida moderna), le hizo enormemente
popular en la década de 1950, en que se vivía día a día con el temor de que
alguna vez los soviéticos desataran una lluvia nuclear sobre Estados Unidos.
En buena lid, Ray Bradbury fue el primer escritor de Ciencia Ficción que
trascendió las fronteras del ghetto, y le abrió el camino a otros. En un
principio fue saludado como "Literatura a secas", algo tan bueno que "no
podía ser sólo Ciencia Ficción", pero después de asimilar el golpe, la
intelectualidad empezó a volverse cautamente hacia el género literario. El
éxito de "Crónicas marcianas" ayudó también a elevar la calidad literaria de
la Ciencia Ficción en lo sucesivo, imponiendo a los escritores del género un
estándar más exigente que en la Era Campbelliana.

Próxima entrega: "El historiador del futuro".


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Orwell, Ray Bradbury
domingo, 23 de enero de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 21 - El
historiador del futuro.

Si Ray Bradbury representaba el pesimismo más radical en materia de


Ciencia Ficción, su contemporáneo Isaac Asimov (contemporáneo exacto,
porque nacieron en el mismo año: 1920) representa la prolongación del
tecnooptimismo campbelliano. En muchos sentidos, Isaac Asimov es el
escritor definitivo y más reconocible de la Edad de Oro, y uno de los más
importantes de la Ciencia Ficción entera. Se puede discutir (y de hecho se
discute) sobre su calidad literaria como escritor, pero si no es el mejor
escritor de Ciencia Ficción de todos, sí es el más representativo de ellos, y
también probablemente uno de los más vendidos y comprados en toda la
historia del género.
Isaac Asimov nació en Rusia, en 1920, pero a los tres años su familia emigró
a Estados Unidos. Asimov creció con una viva admiración hacia su patria
adoptiva, a la que terminó por hacer suya. También se volvió un creyente
ferviente en los principios que inspiraron la fundación de los Estados
Unidos: el respeto a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Fue
también un escritor de fuertes convicciones humanistas, y un defensor a
ultranza de la ciencia y de sus beneficios para la raza humana, aunque nunca
se cegó hasta el punto de no advertir sobre los potenciales peligros en el uso
de la misma para la destrucción.
Asimov rondó a los Futurianos y empezó a vender relatos para John W.
Campbell. Su primer aporte mayor a la Ciencia Ficción fueron sus cuentos de
robots. Hasta el minuto, las historias de robots seguían el patrón de
"Frankenstein" y de "R.U.R.", en cuanto a ser máquinas que al tomar
conciencia de sí mismas, se rebelan contra el ser humano y lo asesinan.
Asimov diseñó (con mayor o menor aporte de Campbell, a según las
versiones) las famosas Tres Leyes de la Robótica, que permitirían a los
robots trabajar con los seres humanos sin que se rebelen contra la
Humanidad. Un buen puñado de estos cuentos fueron publicados en su libro
"Yo, Robot" (1950), un clásico indiscutible dentro de la literatura de robots,
en los cuales Asimov explora hasta el límite sus distintas posibilidades.
El gusto de Asimov por la Historia le inspiró a componer una especie de
"historia del futuro", lo que le daría ventaja para no tener que documentarse
en demasía sobre el pasado. Eligió como tema el material escrito en "La
decadencia y caída del Imperio Romano", del historiador dieciochesco
Edward Gibbon, trasladando estos hechos y escenarios a una ambientación
futurista y galáctica, y así nació la saga de las Fundaciones. Los primeros
ocho relatos de la misma fueron publicados como tales en la revista
"Astounding Science Fiction", pero luego fueron compilados en tres tomos,
que fueron publicados como la Trilogía de la Fundación ("Fundación" en
1951, "Fundación e Imperio" en 1952, y "Segunda Fundación" en 1953). La
trama de la saga gira en torno a la decadencia del Imperio Galáctico,
controlado desde el planeta-ciudad de Trantor. El psicohistoriador Hari
Seldon prevee, gracias a la ciencia de la psicohistoria, la llegada de una
barbarie que durará treinta mil años. Para reducirla a apenas mil, diseña un
plan de emergencia: crea una Fundación que mantendrá la cultura entre sus
muros, y manejando ecuaciones psicohistóricas, podrá ser la semilla de un
nuevo y futuro Imperio Galáctico (un poco a la manera de los monasterios
que mantuvieron la cultura grecorromana viva en la Edad Media).
Mucho después, Isaac Asimov expandió este esquema con secuelas y
precuelas, además de conectar la saga de la Fundación con historias de la
creación del Imperio Galáctico, e historias incluso anteriores, sobre la
Humanidad y los robots. Así, el universo asimoviano creció hasta alcanzar
cerca de una quincena de libros, que describen miles de años de historia
galáctica, desde la colonización del espacio por parte de la Tierra hasta la
barbarie posterior al Imperio Galáctico. Otros escritores han escrito aún más
material, haciendo crecer el universo todavía más. Con esta saga, es justo
afirmar que Isaac Asimov agotó en un solo gran universo narrativo, todas las
posibilidades literarias que le cabían a la Edad de Oro. A partir de entonces,
a la Ciencia Ficción no le quedaría otro remedio sino evolucionar en otra
dirección.

Próxima entrega: "Rumbo a la Sociología".


Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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domingo, 30 de enero de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 22 - Rumbo a la


Sociología.

Con el progresivo cambio de enfoque de la Ciencia Ficción, desde


la tecnología y las ciencias duras hacia la calidad literaria de los relatos,
comenzaron a infiltrarse preocupaciones más "humanistas" dentro del
campo. Y era prácticamente inevitable que esta nueva hornada de autores en
la cima, al preocuparse más por el ser humano, no intentaran a su vez trazar
retratos de la sociedad. No es que los escritores clásicos bajo la batuta de
Campbell no hubieran escrito nada sobre el tema (el propio Isaac Asimov en
muchos sentidos, con sus relatos sobre las relaciones de hombres y robots, o
sobre sociedades históricas del futuro, es una figura de transición). Pero
ahora, siendo más libres los escritores para utilizar recursos literarios en vez
de la prosa más bien plana de la época campbelliana, tenían también mejores
herramientas para tratar literariamente estos temas.
Uno de los precursores en esta tendencia fue sin lugar a dudas A.E. van Vogt,
de quien ya hemos mencionado su "Los monstruos del espacio". Su novela
"El mundo de los No-A", publicada en 1948, aborda derechamente el tema
del totalitarismo, muy en boga después de la victoria sobre el Nazismo en la
Segunda Guerra Mundial. La novela trata sobre una sociedad futurista y
utópico en el cual todo se vive como en el mejor de los mundos posibles...
hasta que las inevitables fallas empiezan a revelar la verdad sobre la
sociedad. Para describir el mundo de los No-A (los "no aristotélicos",
aquellos que no se guían por la lógica sino por la intuición), van Vogt recurre
a la Lingüística, disciplina científica hasta entonces escasamente abordada
por los autores del género.
En un terreno diferente, los novelistas Frederik Pohl (antiguo futuriano, y
como señalamos, un importante editor de la época) y Cyril Kornbluth (otro
destacado futuriano) unieron fuerzas para escribir "Mercaderes del espacio".
La novela, publicada como libro en 1953, es una despiadada sátira del
capitalismo. En "Mercaderes del espacio" vemos una sociedad futurista en
donde el consumismo ha llegado a extremos tales, que las grandes
corporaciones han subvertido al Gobierno, y en realidad SON el Gobierno:
existen unos pocos afortunados que son gerentes de grandes corporaciones,
y el resto son una masa de siervos semiasalariados que luchan por comprar
lujo como símbolo de estatus social, mientras que los recursos naturales más
indispensables se hacen cada vez más escasos. La novela tiene una intención
claramente satírica, pero parte de la gracia se ha perdido debido a que
describe con demasiada precisión el desarrollo que ha experimentado el
mundo en los siguientes cincuenta años. Como de costumbre, la novela
generó posteriormente una secuela ("La guerra de los mercaderes").
Poco antes, en 1952, el autor Bernard Wolfe había publicado su novela
"Limbo", que marcó un pequeño hito. Hasta el minuto, las visiones del
futuro solían separar a los seres humanos y las máquinas, mientras que
"Limbo" se adentra en un concepto inquietante para la época: la idea de que
los seres humanos podrían reemplazar partes corporales por componentes
cibernéticos, y aún más, querer mutilarse voluntariamente para incorporarse
dichas mejoras. "Limbo" no sólo es una novela pionera en un tema que
después será central en el posthumanismo, y es un anticipo lejano de lo que
desembocará en el Cyberpunk, sino que además lo hace con una precisión
notable, describiendo en profundidad las consecuencias que tendría para la
sociedad una evolución que integre a la máquina y el ser humano, en
términos de mentalidad, organización social, religión, etcétera.
Y en una dirección bastante diferente, pero también con ciertas
preocupaciones sociológicas, aparece la figura de Theodore Sturgeon. Este
autor es considerado como de Ciencia Ficción, a pesar de que muchos temas
difícilmente pueden considerarse como "científicos", y menos en una época
como la suya, en que la Ciencia Ficción llevaba una pesada mochila
tecnológica sobre sí. En "Los cristales soñadores" (1950), Sturgeon describe
la existencia de unas criaturas vivas de forma cristalina, que son capaces de
pensar y soñar, y estos sueños y pensamientos los materializan en su mundo
alrededor, siendo en un primer examen absolutamente indistinguibles de los
objetos materiales propiamente tales. Es decir, tenemos acá una fantasía
idealista y filosófica con ropajes de Ciencia Ficción, algo inusitado para la
época. Pero su obra más reconocida es "Más que humano" (1953), en la que
un grupo de descastados sociales en nuestra sociedad presente descubren
que poseen poderes sobrehumanos (capacidad de teletransportarse,
telepatía, etcétera), y se van ensamblando poco a poco en un organismo que
es más de la suma de sus partes (los humanos que los componen, en este
caso). Aunque el tema daba para un tratamiento al estilo superheroico, como
hubiera sido en la Edad de Oro, y como de hecho será después con los
mutantes de "X-Men", Sturgeon opta por un enfoque humanista y
sociológico, teñido de melancolía. Al igual que el resto de los autores
reseñados en este capítulo, Sturgeon estaba focalizado en el ser humano y en
sus debilidades, y la Ciencia Ficción pasaba casi a ser un decorado sobre el
cual tratar otra clase de preocupaciones que no tenían mucho que ver con el
progreso tecnológico en sí.

Próxima entrega: "Dos de los Tres Grandes".


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domingo, 6 de febrero de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 23 - Dos de los


Tres Grandes.

Dentro de la Ciencia Ficción clásica de la Edad de Oro, suele reconocerse a


tres de ellos como los más importantes de su época en el género. Ellos son
Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Robert Heinlein. Los tres representan la
culminación de un estilo de hacer Ciencia Ficción muy enclavado en los
paradigmas de la Era Campbelliana (Asimov notó alguna vez que los tres
eran "tecnooptimistas", por ejemplo). También los tres tendieron a
permanecer enclavados en esa forma de escribir Ciencia Ficción, y
experimentaron poco o casi ningún cambio en su manera posterior de
escribir, si bien no se puede decir que su calidad haya decaído
significativamente con los años (en el caso de Heinlein, probablemente
debamos decir que mejoró). Como ya hemos hablado de Asimov en un
capítulo anterior, remataremos la faena refiriéndonos a Clarke y Heinlein.
Arthur C. Clarke (1917-2008) es un escritor con una densa formación
científica, y esto ha repercutido en su manera de escribir, tanto como en su
mentalidad. La prosa de Clarke suele ser fría, acotada y muy poco dado al
vuelo literario. Pero sus ideas se mueven entre dos polos. Por un lado está el
apego rígido y casi maniático a las leyes naturales, siendo Clarke por lo
general muy reacio a utilizar recursos literarios que otros escritores, incluso
los más cientificistas, suelen usar de comodines dentro del género, como
máquinas del tiempo o viajes más allá de la velocidad de la luz. Por el otro
lado, Clarke resulta un místico profundo que cree en las posibilidades de la
evolución humana más allá incluso de las posibilidades biológicas.
La obra cumbre de Clarke, descontando "2001: Una odisea del espacio" (ya
nos referiremos a ella más adelante), es probablemente "El fin de la
infancia". Esta novela es un gigantesco fresco del futuro de la Humanidad.
En ella, una raza espacial llega hasta la Tierra y desea dirigirla hacia un
estadio superior de evolución. La Humanidad descubre que esa misma raza
ya hizo un intento anterior, en la Prehistoria, y que ese intento acabó en un
cataclismo de proporciones. Los extraterrestres no se presentan como
opresores ni conquistadores, sino que van guiando delicadamente a los seres
humanos hasta un destino futuro en que abandonan su condición humana, e
incluso superan a sus mentores, dándose cuenta entonces de que estos
mismos mentores han favorecido a la Humanidad como su último legado, ya
que ellos mismos han agotado todas sus propias posibilidades evolutivas.
Aunque Clarke en lo tecnológico se apega estrictamente a lo científico, su
visión evolutiva y biologicista está teñida de un fuerte componente místico y
trascendentalista.
Si Asimov y Clarke se parecen hasta el punto que un lector casual puede
confundir perfectamente los relatos de uno con los del otro por su manera de
escribir y los temas abordados, Heinlein es el más diferente de los "Tres
Grandes". Heinlein mismo es un escritor problemático en más de un sentido,
y por lo mismo admirado y odiado a partes iguales. Por un lado, todos están
de acuerdo en su calidad como prosista. Por el otro, su ideario político y
social ha despertado oleadas de admiración y repudio a partes iguales. En
sus obras, Heinlein mantiene una actitud ambigua, que gira entre dos polos:
por un lado, el respeto de los individuos como tales y sus perspectivas de
autorrealización, y el mérito personal como gran medida para valorar a las
personas, y por el otro lado, la sumisión de esos seres humanos "virtuosos" a
un fin o cuerpo social más grande que ellos mismos. De ahí deriva un ideario
que mezcla a un lado ideales que en Estados Unidos serían considerados
"republicanos de viejo cuño" (no neocon ni de "derecha cristiana") desde un
punto de vista político, con liberalismo sexual y defensa de los derechos
civiles (causas todas ellas "liberales" y "de izquierda" en Estados Unidos).
Quizás la novela de Heinlein más ambigua en este sentido sea "Tropas del
espacio" ("Starship Troopers", de 1959). La novela trata sobre una sociedad
futurista de tipo republicano, en la cual para adquirir los derechos civiles
(votar y ser elegido para cargos políticos) se debe haber cumplido el servicio
militar, como una manera de preparar a los jóvenes para la responsabilidad
de sacrificar sus propios intereses a los de la sociedad como un todo
("primero la responsabilidad, después la libertad" podríamos decir). La
novela intercala episodios de la formación militar, con conversaciones
políticas del protagonista con un profesor, que le dan armazón ideológica a la
novela. El mensaje final presenta la típica ambigüedad heinleiniana, y se
puede leer (y ha sido leída, de hecho) tanto como una apología del fascismo y
del militarismo por un lado, como una sátira o una crítica despiadada de
éstos. En la adaptación de esta novela para el cine ("Invasión", de Paul
Verhoeven, 1997), el cineasta eligió el enfoque satírico, extremando los
elementos militaristas de la historia, con un soundtrack apropiadamente
parafascista por cortesía de Basil Poledouris. Probablemente la respuesta
más cercana al espíritu de Heinlein esté en un punto intermedio: Heinlein
reniega del fascismo y del totalitarismo extremos porque aplastan la libertad
individual y en definitiva le impiden al individuo realizarse como tal, pero el
sistema político de "Tropas del espacio" está diseñado también para que esa
misma realización del individuo no choque ni entorpezca los derechos ni
aspiraciones de los demás. La novela es sin lugar a dudas ideológicamente
compleja, y es poco probable agotar todas sus implicancias en una sola
lectura. Por otra parte, no es por nada, Heinlein se ganó su justo lugar como
uno de los "Tres Grandes".
Próxima entrega: "Atompunk".
Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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(1.930 a 1.960), Crónicas CienciaFiccionísticas, Literatura, Robert Heinlein
domingo, 13 de febrero de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 24 - Atompunk.

A la par que la Ciencia Ficción literaria alcanzaba un mayor grado de


madurez, era cada vez más evidente para el público allá afuera que los
mundos de Ciencia Ficción tenían algo que decir, más allá del creciente
núcleo de frikis que leían esas cosas. Y habiendo un público objetivo allá
afuera, los productores de cine reaccionaron, y decidieron volcarse al género.
Había pasado casi un cuarto de siglo desde que recibieran como lección, del
fracaso de "Metrópolis", que la Ciencia Ficción en el cine no era rentable,
pero ahora las cosas habían cambiado. Por un lado, al existir público
dispuesto a ver películas de Ciencia Ficción, había un mercado nuevo. En
segundo lugar, la industria de películas se había desarrollado lo suficiente
como para crear toda una frondosa filmografía de películas "serie B" de bajo
presupuesto, por lo que una película de Ciencia Ficción no tenía que ser
necesariamente un blockbuster de alto presupuesto (aún faltaba para que
"La guerra de las galaxias" cambiara las reglas del juego). Y en tercer lugar,
algo muy importante: los efectos especiales habían evolucionado lo suficiente
como para que muchas cosas que hubieran chirriado, y chirriaban, en el cine
mudo, ahora pudieran verse más creíbles y aceptables para las audiencias.
El grueso de la producción de Ciencia Ficción en el cine que es
inmediatamente posterior a 1945, algunos lo han llamado "Atompunk",
derivando la palabra del Cyberpunk y matizándolo con la fijación en el
horror atomico como mecanismo gatillante. El cine se inundó de bichos que,
gracias a la radiación, crecían de tamaño y atacaban a la gente. Era el caso de
"La Humanidad en peligro" (1954), en que la amenaza eran hormigas
gigantes procedentes de un territorio utilizado como campo de pruebas
nucleares, o de "Tarántula", cuyo título lo dice todo. Aunque no siempre el
monstruo de turno era el resultado de pruebas atómicas. En el caso de "La
mancha voraz" (1958), una criatura consistente en una masa viscosa que
crecía devorando seres humanos, venía del espacio exterior. Pero un
elemento subyacente permanecía: la noción de los "buenos y sencillos
americanos" de los pueblos y ciudades de Estados Unidos, invadidos por el
"extraño", el "otro". De esta manera, las películas de monstruos se
transformaron en una metáfora de otro horror más íntimo del
estadounidense promedio: el miedo a la sombra del comunismo, que busca
socavar el Gobierno de la Libertad y destruir el modo de vida democrático.
No debe olvidarse que la década de 1950 fue también la resaca del
Macartismo, de la "caza de brujas" y del Comité de Actividades
Antiamericanas, que buscaba eliminar toda posible infiltración comunista en
Estados Unidos. La máxima expresión de la paranoia anticomunista en el
cine de aquellos años, es probablemente "La invasión de los ladrones de
cuerpos" (1956), en que los extraterrestres invasores (metáfora del "peligro
rojo") reemplazan a los seres humanos por copias exactas e indistinguibles
de ellos, salvo por el hecho de que carecen de sentimientos: esto es el
planteamiento del terror paranoico máximo, que consiste en que tus seres
más queridos un día se transforman en enemigos que quieren destruirte con
toda la frialdad del mundo, exactamente como se decía que los comunistas
infiltrados querían hacerlo con la democracia de Estados Unidos y el
"american way of life".

Volviendo a los "monstruos atómicos", el más famoso de ellos, sin lugar a


dudas, es Godzilla. La primera película de la franquicia, llamada "Godzilla"
precisamente (1954), versa sobre un monstruo reptiliano que, despertado
por las pruebas nucleares, ataca y destruye la ciudad de Tokio (la película,
huelga decirlo, es japonesa). En Japón, las películas de Godzilla y otros
monstruos postatómicos se transformaron en una fértil franquicia, en parte a
los bajísimos costos de producción (Godzilla y la horda de monstruos
acompañantes eran en realidad hombres enfundados en trajes de
hulespuma), y en parte gracias a la reacción del público, ya que el horror de
Godzilla era una metáfora acerca del verdadero horror que vivía Japón en
aquellos años: una nación quebrantada por dos bombas atómicas y por la
ocupación militar extranjera, que empezaba a vivir la revolución tecnológica
que los llevaría a ponerse a la cabeza de la electrónica mundial, pero que le
tenía un miedo cetrino, aunque comprensible, a la incertidumbre en el futuro
que se venía encima de ellos.
Otro curioso fenómeno del cine de la época, fueron algunos empeños por
resucitar la Ciencia Ficción "clásica". Herbert George Wells fue adaptado en
"La guerra de los mundos" (1953), aunque según los cánones del Estados
Unidos de la época: ahora ya no se trataba de poner en evidencia la
decadencia de un imperio, como el crítico Wells lo hacía respecto de los
británicos, sino de defenderlo contra los malvados invasores del exterior (la
paranoia anticomunista, otra vez). El productor de esta película, George Pal,
dirigió años después otra adaptación wellsiana, "La máquina del tiempo"
(1960), probablemente la más respetuosa adaptación de Wells al cine, así
como una de las mejores películas de Ciencia Ficción de todos los
tiempos. Julio Verne tampoco se quedó atrás, y fue objeto de dos ambiciosas
y relativamente bien logradas adaptaciones, que son "20.000 leguas de viaje
submarino" (1954) y "Viaje al centro de la Tierra" (1959), ambas con un
presupuesto holgado y efectos especiales de punta para la época, además de
repartos con actores de primera línea.
Y volviendo al Atompunk mismo, hay dos películas que deben ser destacadas
como esfuerzos por hacer cine de alturas, dentro de la Ciencia Ficción.
"Destino: La Luna" (1950) fue el primer intento por crear una historia
espacial estrictamente científica en el cine, refiriendo la historia de la
primera misión espacial a la Luna con todo el conocimiento científico de la
época. Algo después, la película "El día en que la Tierra se detuvo" (título en
Latinoamérica) o "Ultimátum a la Tierra" (título en España), le daba la
vuelta al tema del extraterrestre invasor. En la película, un extraterrestre que
adopta el mesiánico nombre de Carpenter (esto es, el Carpintero) viene con
un importante mensaje: si los seres humanos siguen siendo criaturas bélicas
y hostiles, las razas del universo se volverán en su contra y la arrasarán, para
defenderse de la creciente pujanza humana. La película ha sido leída como
una especie de parábola pacifista, aunque no deja de tener miga el hecho de
que los métodos usados por Carpenter sean la presión y el chantaje, en vez
de la negociación diplomática. Es esta ambigüedad de la película, su mejor
baza de cara a la posteridad, ya que sus varias lecturas siguen siendo aún
válidas, y probablemente lo sigan siendo en tanto los seres humanos piensen
que es mejor empuñar un fusil que sentarse a arreglar los problemas de la
especie humana.

Próxima entrega: "Los superhéroes en decadencia".


Publicado por Guillermo Ríos en 11:00   

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1.960), Crónicas CienciaFiccionísticas
domingo, 20 de febrero de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 25 - La
decadencia de los superhéroes.

Mientras la Ciencia Ficción anglosajona se hacía más madura en la


Literatura, e intentaba abrirse paso en el cine, en el cómic estaba a punto de
sufrir algunos rudos golpes. En materia de cómics, hablar de Ciencia Ficción
era hablar claramente de superhéroes. Y estos superhéroes, tan populares
durante la Segunda Guerra Mundial, estaban a punto de entrar en
decadencia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los superhéroes habían sido populares
gracias a que encarnaban los valores del "Bien" y la "Justicia" en un tiempo,
tiempos de guerra, en que tales cosas estaban bien definidas y marcadas.
Pero pasada esa confrontación, surgió la Guerra Fría, y con ella, las acciones
espectaculares de lucha abierta se hacían menos creíbles. Después de todo,
los superhéroes habían ayudado a ganar la Segunda Guerra Mundial, pero
ahora, ¿cómo era posible que no pudieran enfrentar al enemigo ruso y
derrotarlo, como antaño al enemigo nazi?
Las cosas se pusieron peor con el crecimiento del puritanismo moral,
consecuencia casi inevitable del Macartismo. Mientras se concebía al bloque
soviético como "el Mal" y el representante de toda clase de malos valores, el
lado estadounidense debía por lo tanto reforzarse. Muchas cosas que eran
socialmente aceptables antes de la guerra, se tornaron criticables, incluyendo
dos clásicas obsesiones de los censores, que son el sexo y la violencia. Y las
historietas de superhéroes podían ser muy violentas, y aunque por razones
lógicas no incluyeran sexo explícito, sí que poseían entre líneas una carga
erógena bastante fuerte. La Literatura se libró porque se estaba haciendo
más adulta en un país que, invadido por la televisión, leía cada vez menos,
mientras que el cine de Ciencia Ficción se dirigía más bien a los
adolescentes. Sin embargo, las historietas se dirigían principalmente a los
niños, el pretexto más fácil y desprotegido para la hipocresía de la censura, y
por eso iban a ser la víctima propicitaria. En este medio, las "investigaciones"
de un sujeto llamado Fredric Wertham, que publicó un libro panfletario
llamado "La seducción del inocente", llevaron a acusar a los cómics de
pervertir a la juventud. Wertham consideró que Batman y Robin en realidad
eran una pareja homosexual encubierta, algo que puede y se ha discutido,
pero que Wertham y la mayor parte de los estadounidenses consideraban
malo sin más, y se acabó. Superman, por su parte, era según Wertham el
reflejo de fantasías sadomasoquistas de poder totalitario y castigo. Y la Mujer
Maravilla, a su vez, por su actitud decidida frente al Mal, en vez de ser una
chica sumisa esperando a ser rescatada por un hombre, era la encarnación
misma del lesbianismo. Ante los reclamos de Wertham, incluso el poder
político llegó a tomar cartas en el asunto.

Si bien el golpe de Wertham contra la cultura (de superhéroes, pero cultura


al fin y al cabo) fue rudo, en realidad el género de los superhéroes venía en
decadencia, y no costó mucho hundirlo casi por completo. Sólo los más
fuertes (Superman y Batman, por ejemplo) sobrevivieron, mientras otros
fueron derechamente discontinuados, y sus casas matrices quebraron. En su
afán de higienizarse un poco, las historietas se volvieron también más
descafeinadas y políticamente correctas. Mientras que en sus orígenes
Batman era un caballero oscuro, en la década de 1950 pasó a ser casi un
payaso en lucha contra estrambóticos elementos alienígenas, que nunca
habían sido parte de su trasfondo superheroico. Superman, por su parte, era
constantemente ridiculizado en las portadas de su propia serie, muy lejos de
aquellos días en que no dudaba en estrellar automóviles con malandrines,
como lo era en la mítica primera portada de Action Comics de 1938.

Pero esto no duraría, claro está. En la década de 1950, Julius Schwartz tomó
a su cargo la editorial DC Comics, y bajo su égida, los superhéroes
empezaron a vivir un segundo aire. Schwartz había trabajado como agente
literario de algunos grandes de la Ciencia Ficción (Alfred Bester, Robert
Bloch, Ray Bradbury, etcétera), y por lo tanto, conocía los resortes del género
y hacia donde evolucionaba. Una vez a cargo de DC Comics, relanzó a un
antiguo héroe llamado Flash. El experimento tuvo éxito, y pronto le insufló
nueva vida a antiguas glorias como Linterna Verde o Hawkman. Aún era
pronto para decir que los superhéroes tenían una segunda gloriosa vida, pero
era un comienzo. Faltaba todavía algún tiempo para que los superhéroes se
revolucionaran con la llegada de Stan Lee y Jack Kirby, entre otros grandes
prohombres, que entre todos levantarían a la gran rival de DC Comics: la
Marvel Comics.

Próxima entrega: "El mundillo de las convenciones".


Publicado por Guillermo Ríos en 1:00   

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CienciaFiccionísticas, Superhéroes
domingo, 27 de febrero de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 26 - El
mundillo de las convenciones.

Otro factor que contribuyó a revitalizar la Ciencia Ficción en la década de


1950, cuando parecía que la Edad de Oro se estaba agotando, fueron las
convenciones. En realidad, las convenciones de Ciencia Ficción eran cosa de
antigua data. En cierto sentido, ya cuatro fanáticos reunidos en una casa
pueden considerarse como una "miniconvención". Durante la Era
Gernsback, al formarse el ghetto de la Ciencia Ficción, era lógico que los
aficionados comenzaran a reunirse en clubes y juntas. El más importante de
estos grupos, en tanto sirvió de cantera para numerosos grandes escritores
posteriores, fue el de los Futurianos, que ya hemos mencionado varias veces.
Pero faltaba institucionalizar el proceso.
En 1939 se realizó la primera de las Convenciones Mundiales de Ciencia
Ficción. Como otras empresas, ésta tuvo orígenes bastante improvisados.
Fue convocada por Sam Moskowitz en la ciudad de Nueva York, y convocó a
una pequeña cantidad de público. Los escritores de Ciencia Ficción no son
ajenos a las pequeñas mezquindades propias del alma humana, y como la
creaba gracias al Club de Ciencia Ficción de Queens, los Futurianos (rama
escindida de ésta) no fueron invitados ni considerados en lo absoluto. Por
supuesto que, a la medida en que iba creciendo el fandom (contracción de las
palabras inglesas "fanatic kingdom", y que designa a los fanáticos de la
Ciencia Ficción, o de la cultura friki en general), estas pequeñas hostilidades
y rencillas estúpidas tuvieron que ir siendo dejadas de lado, en pos de la
causa superior de sacar avante el género. Las Convenciones Mundiales de
Ciencia Ficción empezaron a celebrarse todos los años, salvo 1942, 1943 y
1944 (por el imperativo de la Segunda Guerra Mundial), en el Día del
Trabajo, que en Estados Unidos es el primer Lunes de Septiembre. A tanto
llegó el éxito, que las Convenciones Mundiales de Ciencia Ficción
(abreviadas Worldcon) dieron pie a otras relacionadas, como la Convención
Mundial de Fantasía o la Convención Mundial de Horror, ambas acerca de
los géneros a que sus nombres remiten.
Ya en la década de 1950, las Worldcon se habían institucionalizado y
transformado en una tradición dentro del mundillo de la Ciencia Ficción. Los
efectos de esto fueron ambiguos. Por un lado, las Worldcon se transformaron
en un caldero hirviente en donde los fanáticos podían retroalimentarse los
unos a los otros, en una época en que no existían redes sociales como
Facebook, y por lo tanto, constituyeron un vivo estímulo al género. Por el
otro lado, la idea de que las Worldcon eran espectáculos para fanáticos,
contribuyó a mantener la idea de que la Ciencia Ficción era un ghetto, algo
que por el otro lado, por el de las publicaciones de novelas "serias" y
"respetables", venía derribándose poco a poco.
En 1953, un aficionado llamado Hal Lynch estaba viendo la ceremonia de los
Premios Oscar, y de repente tuvo la idea brillante que, aunque parezca
extraño en retrospectiva, nadie había discurrido hasta el minuto: ¿por qué la
Worldcon no podría tener sus propios "Premios Oscar de la Ciencia Ficción",
por así llamarlos? Así fue como en la Convención de 1953 (la Philcon II,
porque era la segunda celebrada en Filadelfia, Estados Unidos) tuvo la
primera versión de los Premios Hugo, destinados a homenajear a lo mejor de
la Ciencia Ficción en el año. Interesantemente, como algo muy revelador del
ethos del fandom de Ciencia Ficción, los Premios Hugo son votados por el
público asistente a la Worldcon (con ciertas reglas, y cupos, etcétera). El
nombre era por supuesto un homenaje a Hugo Gernsback, que a la sazón en
1953 era un veterano de 69 años, y presencia casi infaltable de lo que en esas
fechas, por otro lado, era mirado casi como el Pleistoceno de la Ciencia
Ficción anglosajona. Los Premios Hugo se transformaron en el más
importante galardón de la Ciencia Ficción en adelante, y después en un
reclamo publicitario más, así como los Oscar lo son para la promoción de las
películas, cuando la Ciencia Ficción empezó a invadir la cultura mainstream.
Pero probablemente el legado más importante de las convenciones de
Ciencia Ficción, sea haber creado, o al menos ayudado a crear, el modelo de
friki que se conoce actualmente: el trekkie que va con orejas de vulcano, o el
fanático de Star Wars que posa con su sable de luz. En aquella década estaba
naciendo un nuevo festín para la prensa sensacionalista, contribuyendo así a
mantener la mala imagen popular que tendría la Ciencia Ficción aún por
muchos años.

Próxima entrega: "Mientras tanto en Francia...".


Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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domingo, 6 de marzo de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 27 - Mientras


tanto en Francia...

Durante la primera mitad del siglo XX, Estados Unidos fue la nación que
mayor partido le sacó a la industrialización, no sólo de cara a la economía,
sino también a un modo de concebir y entender la sociedad. No es raro
entonces que la Ciencia Ficción haya crecido desmesuradamente hasta que la
Ciencia Ficción anglosajona (con Inglaterra acompañando por contagio
idiomático) se haya transformado en el referente absoluto de lo que es
Ciencia Ficción, y para muchos, la Ciencia Ficción a secas, en particular
debido a que los lectores estadounidenses aceptaban de mejor grado los
libros que incluyeran a la tecnología como un tema, y probablemente
también gracias a que no existía la resistencia cultural a "lo americano" que
es posible encontrar en otros países industrializados (como Japón, por
ejemplo). Pero en otras partes del mundo también se escribía Ciencia
Ficción, casi en la periferia del gran núcleo inspirador que era la Ciencia
Ficción anglosajona. Una de estas escuelas era la Ciencia Ficción francesa,
que poseía algunas características peculiares.
A riesgo de pecar en la generalización, puede decirse que los temas de la
Ciencia Ficción francesa eran un híbrido entre la prolongación de la vetusta
Ciencia Ficción de comienzos de siglo (cuando todavía el género anidaba en
el Romance Planetario, antes de la Era Gernsback), y las influencias
procedentes del mundo anglosajón. Todo esto, permeado por una
mentalidad un tanto más humanista y menos tecnofílica que la de los autores
de Estados Unidos. No debe olvidarse que la cultura francesa de aquellos
años estaba orgullosa de su pasado y presente, y se planteaba como una
alternativa "de izquierdas" frente al creciente dominio mundial por parte de
Estados Unidos, y por lo tanto, la Ciencia Ficción era mirada bastante en
menos por la "alta cultura", como una manifestación de la ramplonería
cultural estadounidense. En Francia, a diferencia de Estados Unidos, no
existía la Ciencia Ficción como un movimiento, y por lo tanto, tampoco había
escritores especializados en el género, o por lo menos, no a un grado
comparable al de Estados Unidos. Esta situación empezó a evolucionar en la
década de 1950, cuando comenzaron a aparecer las primeras colecciones de
libros de Ciencia Ficción escrita en francés por autores franceses. Pero sin
una base firme de lectores, ni las revistas, ni las convenciones, ni una
cinematografía nacional volcada al tema, la Ciencia Ficción en francés no
pasó de ser casi una curiosidad. Con todo, debido a que los autores solían
tomarse en serio su labor, solían tener un énfasis en la calidad artística que a
veces sus pares estadounidenses descuidaban.
Entre los autores de Ciencia Ficción en Francia, debemos destacar a René
Barjavel, quien irónicamente se desenvolvió también muy bien en el mundo
del "realismo", siendo por ejemplo guionista de la película "El pequeño
mundo de Don Camilo" de 1952. Pero es como escritor de Ciencia Ficción
que Barjavel es más recordado. Al igual que otros europeos inmediatamente
anteriores o posteriores, Barjavel se desentendió de los aspectos más
densamente científicos del género, tomándolos como un pretexto para lo que
de verdad le interesaba: hacer planteamientos filosóficos sobre la condición
humana. Su historia "Le Voyageur imprudent" (1943) es un clásico porque es
la primera vez en la que se habla de un tópico recurrente de la Ciencia
Ficción posterior: el viajero del tiempo que regresa al pasado y cambia los
hechos que le van a dar nacimiento, provocando así una paradoja, porque si
nunca nace, nunca puede viajar al pasado para cambiar los hechos, por lo
que entonces nacerá y viajará, cambiando los hechos, y así sucesivamente en
un ciclo sin fin. En novelas como "Ravage" (1943) o "La noche de los
tiempos" ("La Nuit des temps", 1968), por otra parte, pone en solfa la
superioridad tecnológica: la primera versa sobre una civilización futura que
colapsa debido a que súbitamente desaparece la electricidad, mientras que la
segunda trata sobre un hombre congelado después de un holocausto
prehistórico, que al despertar, descubre que la Humanidad está otra vez en
camino de cometer los mismos errores que llevaron a su propia raza al
holocausto anterior.

La novela "Planeta 54", de Albert y Jean Crémieux, por su parte, sigue una
tradición literaria que podríamos hacer arrancar desde el mismísimo
"Micromegas" de Voltaire. En la novela, se describen los desesperados
esfuerzos de una civilización extraterrestre para entender a la Humanidad,
capturando cinco especímenes representativos, que serán transportados al
Planeta 54 y estudiados en su comportamiento. Este marco narrativo en
realidad es un pretexto para escribir una descacharrante sátira acerca de los
seres humanos y su incapacidad para vivir de una manera que pudiéramos
llamar "racional".
Pero probablemente la más famosa de las novelas de Ciencia Ficción
francesa, sea la algo posterior "El planeta de los simios" (1963), de Pierre
Boulle, aunque sea por su adaptación cinematográfica de 1968. En la novela,
un astronauta de la Tierra viaja a otro planeta en el cual descubre una
civilización de simios, en la que los seres humanos son despreciados como
inferiores. Boulle, quien también escribió la novela bélica "El puente sobre el
Río Kwai" (también adaptada al cine), aprovechó de verter en la novela su
experiencia durante la Segunda Guerra Mundial, que la vivió en el Lejano
Oriente, en el frente contra Japón. Lógicamente, a la luz de esto, puede
calificarse como racista la premisa de la obra, pero por otra parte, Boulle es
bien claro al referir que los propios seres humanos de esa otra civilización se
han acarreado su catástrofe. Aunque esta novela es de Ciencia Ficción, en
realidad la ambientación en otro planeta es un pretexto para lo que de
verdad le interesa a Boulle, que es hacer un poco de sociología y de ironizar
sibilinamente sobre el racismo inherente a los seres humanos. La adaptación
al cine, tanto la de 1968 (y sus secuelas) como el remake del 2001, aunque
adaptan la idea original, tienen fuertes divergencias argumentales con la
novela que les sirve de base, incluyendo el celebrado final sorpresa de la
película, diferente al del libro.
Próxima entrega: "Detrás de la Cortina de Hierro".
Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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Etiquetas: Ciencia Ficción en general, Crónicas CienciaFiccionísticas, Franceses, Literatura


domingo, 13 de marzo de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 28 - Detrás de


la Cortina de Hierro.

Mientras que la Ciencia Ficción anglosajona, en particular la posterior a la


Segunda Guerra Mundial, se extendía como modelo por el resto del planeta,
las cosas iban diferentes en la Unión Soviética. Debe recordarse que la
cultura de Estados Unidos era considerada como procapitalista y por tanto
"enemiga del pueblo" en la Unión Soviética, y por lo tanto, llena de
antivalores contrarios a la paz, la solidaridad y la fraternidad universal que
deben abrazar los seres humanos (siempre siguiendo la doctrina oficial, por
supuesto). Y sin embargo, a pesar de ser un género tan asociado a lo
anglosajón, la Ciencia Ficción encontró cultores en Rusia. Pasada la sorpresa
inicial, la explicación cae por su propio peso. Después de todo, luego de la
Revolución Rusa, los soviéticos habían iniciado la maquinización forzada de
toda la sociedad, desde arriba hacia abajo, por vía de represión allí donde
fuera necesario, y por lo tanto, la idea de mecanización (mecanización de los
procesos productivos, pero en cierta medida también de los propios seres
humanos) no era ajena al espíritu ruso del siglo XX. Aún así, los avatares
políticos de la Unión Soviética tuvieron mucho que ver con la evolución que
el género tuvo allí.
La Unión Soviética fue construida en el período de entre guerras, desde la
Revolución de 1917 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Como
puede observarse, este fue justamente el período en el cual el viejo Romance
Científico dio paso a la Ciencia Ficción gernsbackiana, y posteriormente a
la campbelliana, así como a la construcción del ghetto de fanáticos en
Estados Unidos, todo esto por iniciativa privada de escritores y editores y sin
intervención del Estado, por supuesto. Pero en el este, y como todas las otras
artes bajo el régimen soviético, la Ciencia Ficción también debía ir bajo los
dictámenes de la nueva sociedad que el Partido Comunista estaba
construyendo. Eso significaba que por un lado, la Ciencia Ficción podía ser
un género privilegiado, en tanto podía ayudar a la gente a familiarizarse con
las maravillas de la ciencia y de la técnica, pero por otra parte, la Ciencia
Ficción estadounidense, la principal rama y la punta de lanza del género,
estaba vedada. En lo esencial, se consideraba que la Ciencia Ficción
gernsbackiana y campbelliana, con seres humanos henchidos de confianza e
individualismo, conquistando un cosmos poblado de extraterrestres
inferiores y a menudo malvados, era una literatura imperialista, militarista,
racista y facista. Por lo tanto, esa Ciencia Ficción en Rusia estaba prohibida.
Si los autores soviéticos querían inspirarse en autores extranjeros, éstos
debían ser europeos, ojalá no demasiado influidos por la Ciencia Ficción de
Estados Unidos, y en lo posible anteriores a la eclosión del género que vino
de manera conjunta con la literatura pulp en dicho país.

De esta manera se dio la curiosa situación de que, mientras la antigua


Ciencia Ficción de Julio Verne y Herbert George Wells había sido superada
rato hacía en todo el mundo, en la Unión Soviética eran probablemente los
autores más populares del género. La Ciencia Ficción soviética de los '50s,
con su énfasis hipercientífico y sus valores humanistas, parece una extraña
prolongación del Romance Científico del siglo XIX. La fe en el progreso, que
inundó al mundo europeo en el siglo XIX, se prolonga en la Unión Soviética
del siglo XX, en progreso ella misma hacia una sociedad utópica (o eso
trataba, a lo menos), y esto le da algunas características peculiares. La
Ciencia Ficción soviética de los años '50s en general es tecnooptimista.
Mientras que la Ciencia Ficción estadounidense incidía una y otra vez, y con
mayor énfasis a partir de 1945, en el temor atávico del ser humano a la
máquina que se descontrola y se rebela contra sus creadores, o a la ciencia
que se escapa de las manos y termina destruyéndolo todo, la Ciencia Ficción
soviética ponía un énfasis supremo en la tecnología como medio radical para
que la sociedad del futuro asegurara la felicidad a todas las personas. Se
partía también de la base de que el ser humano es bondadoso por naturaleza,
en particular si vive en alguna clase de utopía, y que todos los problemas
podían ser solucionados a través de la ciencia aplicada positivamente, el
ingenio, el cálculo, el razonamiento, la solidaridad y la hermandad entre las
personas, e incluso entre todos los seres vivos.

A partir de la década de 1950, en particular después la desestalinización


(luego de la muerte de Stalin, en 1953), hubo otra vez contactos entre la
Ciencia Ficción estadounidense y la soviética, cuando los volúmenes escritos
en ruso empezaron a ser traducidos al inglés, y viceversa. El encuentro fue
algo parecido a dos alienígenas tomando contacto unos con otros. Y, como si
de un relato de Ciencia Ficción se tratara, el temor a lo diferente que
impregna de manera subliminal buena parte de la Ciencia Ficción
estadounidense, la hizo impermeable a la influencia soviética. Por su parte,
la Ciencia Ficción soviética sí que resultó más permeable a la influencia
estadounidense. El principal problema era el ethos de ambas: mientras que
la Ciencia Ficción estadounidense pone tradicionalmente su énfasis en el
individuo, a menudo enfrentado al sistema, la Ciencia Ficción soviética de la
época no tendía a ver una dicotomía entre ambas, ya que sus héroes solían
luchar a favor de un sistema omnipresente pero benevolente para con el
individuo. Con todo, la censura oficial hizo que la Ciencia Ficción de Estados
Unidos entrara con cuentagotas, y por lo tanto, estos contactos fueron,
cuando menos, tímidos.

Aunque el primer gran exponente de la Ciencia Ficción de la era soviética


probablemente sea "Aelita" (1923), una novela en la que el protagonista es
un ruso que descubre una sociedad semicapitalista en Marte, será Iván
Yefrémov el autor más importante de este período. Yefrémov fue un
paleontólogo que contribuyó a darle forma a la Tafonomía, disciplina
interesada en el estudio de los procesos de fosilización de los organismos
vivos. En medio de su copiosa producción científica, Yefrémov se dio tiempo
también para escribir algunos libros de Ciencia Ficción. Su obra clave
probablemente sea "La nebulosa de Andrómeda" (1956), que describe una
sociedad futura que se rige, de manera nada sorprendente, por los
parámetros propios de la ideología comunista. La novela es interesante en su
mezcla de aventura espacial en la tradición más pulp, con exposiciones
didácticas sobre esa utopía ideal en que la Humanidad está integrada con
otras razas sintientes del cosmos, y será uno de los referentes de la Ciencia
Ficción soviética posterior.

Próxima entrega: "Emerge la Ciencia Ficción en castellano".


Publicado por Guillermo Ríos en 11:00   

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Etiquetas: Ciencia Ficción en general, Comunismo, Crónicas


CienciaFiccionísticas, Literatura, Rusos
domingo, 20 de marzo de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 29 - Emerge la


Ciencia Ficción en castellano.

Al igual que en otros idiomas y culturas, la Ciencia Ficción anglosajona era


algo en principio extraño al mundo hispanoparlante. Durante el siglo XIX,
en que la Ciencia Ficción a duras penas era distinguida como un género
literario aparte, hubo escritores aislados en castellano que la cultivaron, sin
pretender escribir dentro del género, sino que simplemente usando los
nuevos avances tecnológicos, así como los tópicos del Romance Científico,
como herramientas narrativas que sirvieran de vehículo a ideas de otra clase.
Sin embargo, tanto en España como en Latinoamérica, la ciencia era mirado
como algo lejano y ajeno a la cultura propia, y cuando llegó, fue en la vía del
positivismo, cuya inserción en la realidad cultural hispanoamericana
siempre tuvo un dejo extranjerizante, y en realidad nunca permeó más allá
de unas pequeñas élites. De esta manera, si bien puede hablarse de obras de
Ciencia Ficción en español en este período, difícilmente puede hablarse de
un movimiento o corriente de escritores interesados en el género, al menos
como podemos entender el movimiento análogo dentro de la Ciencia Ficción
anglosajona del siglo XX.
Las cosas empezaron a cambiar lentamente en la década de 1950. En ese
tiempo, empezó a proyectarse sobre el mundo hispanohablante la alargada
sombra de la Ciencia Ficción anglosajona. Esta ingresó por dos vías. Por un
lado, estaban las seriales dominicales que se exhibían en los cines, varias de
las cuales, como hemos mencionado, abordaban tópicos de Ciencia Ficcióy
algo más tarde la vasta producción de serie B procedente desde Estados
Unidos. En segundo lugar, comenzó la traducción a gran escala de obras de
la Ciencia Ficción anglosajona propias de la Era de Gernsback o la
de Campbell, y también de autores europeos contemporáneos a ellos, los que
comenzaron a ser leídos ahora por el público de España y Latinoamérica.
De esta manera surgió la industria editorial de Ciencia Ficción en español.
Dos puntales hemos de destacar al respecto. Primero, la colección Nebulae.
Gracias a los llamados "Nebulae primera época" (porque hubo colecciones
posteriores, y reediciones), editados en España, en la década de 1950 podían
leerse novelas de Ciencia Ficción que eran prácticamente de actualidad para
aquellos años, con no más de una década de antigüedad, de clásicos tales
como Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Robert Heinlein, etcétera, algo loable
si se considera que en esa época no había Internet, y las novedades sobre el
tema no alcanzaban al público hispano porque no eran consideradas "noticia
seria" por la prensa. En Argentina, por su parte, empezó a andar la editorial
Minotauro, también dedicada a traducir autores tanto fantásticos como de
Ciencia Ficción (en ella vieron la luz en castellano por primera vez autores
tan disímiles como Olaf Stapledon, Theodore Sturgeon o J.R.R. Tolkien). La
edición en castellano de "Crónicas marcianas" de Ray Bradbury fue
prologada nada menos que por Jorge Luis Borges, y este prólogo es
prácticamente una joya en sí mismo, tanto por el estilo borgeano que
despliega, como por reflejar la necesidad en aquellos años de explicar al
público ignaro lo que en verdad era la Ciencia Ficción, y cómo se entendía
ésta en el mundo anglosajón.
Bajo estas influencias, empezaron también a surgir los escritores dedicados
de manera particular a la Ciencia Ficción. Probablemente el más destacado
de ellos, en lo que a recoger la tradición de las novelas pulp y verterlas al
español, sea el español Pascual Enguídanos. Siguiendo la arraigada
mentalidad de que la Ciencia Ficción no era tal si no venía en envase
anglosajón, Enguídanos se disfrazó a sí mismo bajo los seudónimos de Van
S. Smith o George H. White. Su mayor contribución al género es la llamada
"Saga de los Aznar". La gran fuente de inspiración de Enguídanos para esta
obra, es la Ciencia Ficción de los pulps, y por lo tanto, es una space opera de
carácter aventurero, en el cual se mueven razas y planetas completos en un
enorme fresco que abarca más o menos una cincuentena de novelas. La Saga
de los Aznar era una serie destinada al público infantil, juvenil o popular, y
por lo tanto no pretendía alcanzar grandes cotas literarias, pero contribuyó a
inflamar la imaginación de muchos escritores españoles posteriores, que
gracias a esta obra fundacional se abocaron después al género de la Ciencia
Ficción.
En otra dirección diferente encontramos al autor chileno Hugo Correa. A
diferencia de Enguídanos, cuyas obras pueden ser consideradas como de
aventura pura y dura, Correa recurrió al expediente tradicional de usar la
Ciencia Ficción como vehículo para plasmar preocupaciones de otro tipo. Sus
obras, por lo tanto, suelen ser un poco desmayadas en lo que a Ciencia
Ficción misma se refiere, pero eso es lo de menos: lo importante son las
ideas de fondo respecto a la tecnología, y a como ésta modifica a la sociedad
y a los seres humanos. En cierto sentido, se parece a los escritores
sociológicos anglosajones que eran contemporáneos suyos, pero al escribir
desde el Tercer Mundo, su tono es marcadamente diferente, y por qué no
decirlo, también más crítico. Su obra más clásica es probablemente "Los
altísimos", en la cual un personaje es secuestrado por error y llevado al otro
lado de la Cortina de Hierro; a medida que la novela progresa, descubre que
no es realmente la Cortina de Hierro sino el interior de la Tierra, y luego,
hace descubrimientos más alucinantes aún. La obra de Hugo Correa mereció
ser publicada en España en la mítica revista Nueva Dimensión (el gran
órgano aglutinador de la Ciencia Ficción en español en las décadas de 1960 y
1970) en un número especial, y además, ser traducida al inglés, y desde ahí a
otros idiomas, gracias a la admiración que provocó en Ray Bradbury.
Próxima entrega: "La Nueva Ola".
Publicado por Guillermo Ríos en 2:00   

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Etiquetas: 1.946 a 1.959 (La Guerra Fría), Ciencia Ficción: Edad de Oro (1.930 a


1.960), Crónicas CienciaFiccionísticas, Literatura
domingo, 27 de marzo de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 30 - Se forma la


Nueva Ola.

A mediados de la década de 1950, la Ciencia Ficción estaba en plena fase de


maduración. En su vertiente literaria, los escritores se preocupaban cada vez
más del estilo y la buena prosa, tratando de corregir el pesado karma con el
que cargaba el género, de ser "subliteratura" con malos personajes y
redacción banal. En su vertiente cinematográfica, las películas de horror
atómico a pesar de su calidad a veces misérrima, tenían el efecto colateral de
crear una imaginería y una estética. Otro tanto puede decirse de las
historietas, a pesar de la férrea mordaza que imperaba sobre ellas después de
la cacería de brujas de Wertham. Pero lo que habría sido una evolución
tranquila y pausada, de pronto se aceleró. En la década de 1960, todo el
panorama en la Ciencia Ficción quedó puesto literalmente patas arriba. Isaac
Asimov, quizás el más prominente representante de la Edad de Oro, sintió
que su manera de escribir y concebir la Ciencia Ficción se había quedado
atrás, y cuando le invitaron para la antología "Visiones peligrosas", rehusó
prudentemente incluirse entre la nueva hornada de escritores con ideas y
concepciones frescas (aunque se quedó para escribir el prólogo). De los Tres
Grandes, Asimov escribió sólo una novela en la década de 1970 ("Los propios
dioses"), Arthur C. Clarke sobrevivió combinando Ciencia Ficción dura con
un poco de misticismo oriental ("Encuentro con Rama", "2001: Odisea
espacial"), y sólo Robert Heinlein consiguió evolucionar y adaptarse a los
nuevos tiempos.
Lo que había pasado, mirado en retrospectiva, era sencillo. A la Ciencia
Ficción se le había venido encima el mundo. A diferencia de la revolución
campbelliana de 1937, que había sido interna dentro del género y por lo
tanto no había tenido trascendencia más allá, esta nueva revolución estaba
en honda sintonía con los profundos cambios sociales que se vivían. Entre
los fenómenos nuevos que la juventud anglosajona de la década de 1960
vivió, se encontraban la lucha por los derechos civiles y la igualdad racial, la
emancipación de la mujer, la liberación sexual, el pacifismo, el ecologismo, el
hippismo, las protestas contra Vietnam, las nuevas películas de cine arte
europeo que llegaban desde Francia o Suecia, las filosofías postcomunistas,
etcétera. Es natural que todos estos fenómenos alcanzaran a los escritores de
la Ciencia Ficción, y si los antiguos no podían lidiar con ellos, llegarían
nuevos escritores de reemplazo que, tomando los motivos y símbolos
tradicionales del género, los adecuarían y en muchos casos subvertirían para
consumo de esta nueva juventud. El desconcierto llegó a tal grado, que
dentro de la Ciencia Ficción esta revolución se la conoce con apenas un
nombre genérico: "the new thing" ("la nueva cosa") o "the new wave" ("la
nueva ola"), nombres que no dicen nada más allá de la incapacidad de los
revolucionarios por darse cuenta de la totalidad del monstruo que estaban
pariendo.
Los principales escritores de la Nueva Ola tenían características
marcadamente distintas a los de la generación inmediatamente anterior. En
primer lugar, la mayoría de ellos había experimentado en su niñez la
Segunda Guerra Mundial y el horror atómico, y en sus adolescencias la visión
pesimista y existencialista de la contracultura de los '50s. Todos ellos habían
desarrollado por tanto una actitud crítica hacia la sociedad y el mundo, así
como una marcada postura intelectual. Educados en literatura y filosofía,
tenían escasa formación científica, y una actitud ambivalente e incluso hostil
hacia la tecnología. En todo esto, se diferenciaban de los escritores de la
Edad de Oro que tendían a ser más optimistas, o al menos moderadamente
cautos respecto de la tecnología, y muchos de ellos eran científicos que se
habían decantado por la literatura, razón por la cual el componente científico
era muchas veces más importante que una buena escritura. Por otra parte
estaba la relación con el imaginario de la Ciencia Ficción: los escritores de la
Edad de Oro habían construido ese imaginario, y tendían a sentirlo como
algo que iba a pasar en un futuro, cercano o lejano, mientras que las nuevas
generaciones se habían criado dentro de ese imaginario y lo sentían como
propio, y por lo tanto, para ellos no tenía tanta maravilla la alta tecnología
por la sencilla razón de que era su mundo cotidiano. Para la generación que
había creado la Revolución Campbelliana, los viajes al espacio eran todavía
Ciencia Ficción; para la generación de la Nueva Ola, el viaje espacial era
parte del paisaje, y antes de terminar la década habría astronautas
caminando sobre la Luna. Parte importante de esta nueva mentalidad
derivaba de la existencia de la televisión. No por casualidad, en la década de
1960 comenzó un florecimiento espectacular de los programas televisivos de
fantasía y Ciencia Ficción. Para los noticiarios, el viaje espacial era el
Proyecto Apolo de la NASA para llegar a la Luna, mientras que para los
espectadores de la Ciencia Ficción televisiva, era la misión de cinco años de
la nave espacial Enterprise de "Star Trek" para explorar nuevos mundos y
encontrar extrañas civilizaciones. Aunque en ambos casos, se trataba de
llegar allí donde ningún ser humano había llegado antes.

Una consecuencia de todo esto, es que los escritores de la Nueva Ola


tendieron a romper barreras en materia de Ciencia Ficción. En primer lugar,
barreras formales. En la Edad de Oro había poco espacio para la
experimentación formal, y los relatos solían escribirse de manera más bien
convencional. Los escritores de la Nueva Cosa experimentaron con nuevos
formatos propios de la literatura experimental del siglo XX, incluyendo la
corriente de la conciencia, la perspectiva múltiple, e incluso técnicas tan
exóticas como el cut-up. Y en cuanto al fondo, se tomaron los temas clásicos
de la Ciencia Ficción de manera bastante libérrima, mezclándolos a su antojo
con otras manifestaciones narrativas ajenas. Mientras los escritores de la
Edad de Oro, cuando se dedicaban a escribir cosas que no eran Ciencia
Ficción, tendían al policial y al Western, los de la Nueva Cosa tendían más
bien a la Fantasía Heroica inspirada en Conan de Cimeria o en "El Señor de
los Anillos", o la sicodelia pura y dura... no siempre separando estas obras de
la Ciencia Ficción propiamente tal. Desde los tiempos de Howard Phillips
Lovecraft que no se veía algo así, y recordemos, Lovecraft a la fecha no era
un escritor bienvenido en el género por no ser lo suficientemente técnico (en
la década de 1970 comenzaría su revalorización).

La inspiración de estos escritores, huelga decirlo, no venía de los vejetes de la


Edad de Oro, sino de fuentes externas. La principal de ellas fue
probablemente la corriente beatnik que sacudió la contracultura de Estados
Unidos en la década de 1950, y de la cual iba a emerger también la ideología
hippie. Un escritor de culto para los nuevos escritores, más o menos
relacionado con los beatniks, fue William Burroughs, en particular su libro
"El almuerzo desnudo" de 1959, que más que una novela, es una colección de
estampas en las que describe vívidamente sus experiencias alucinatorias con
la droga (Burroughs también escribiría Ciencia Ficción en los '60s, en
particular "Expreso Nova"). Otra fuente de inspiración fueron las ideologías
relacionadas con la filosofía oriental, muy de moda en tiempos del hippismo,
y que se percibe desde la confrontación entre el Orden y el Caos del
Multiverso de Michael Moorcock, hasta las continuas referencias al I-Ching
de Philip K. Dick. El comunismo puro y duro no hizo mella en los escritores
de Ciencia Ficción, por más que su actitud fuera contestataria respecto de
América, pero sí influyó algo sobre ellos la filosofía existencialista de la
década de 1950, en particular en su vertiente más sicoanalítica y sexológica.
Porque la Nueva Ola, como podrá desprenderse, carecía de los tapujos
puritanos de los escritores de la Edad de Oro respecto de la sexualidad.

Próxima entrega: "Revienta la Nueva Ola".


Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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Etiquetas: Ciencia Ficción: Nueva Ola (1.960 a 1.980), Crónicas


CienciaFiccionísticas, Literatura
domingo, 3 de abril de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 31 - Revienta la


Nueva Ola.

Aunque había escritores que venían siendo precursores desde la década de


1950, como por ejemplo Theodore Sturgeon y Philip K. Dick, ambos más o
menos encauzados dentro de la Edad de Oro para después destaparse por
completo en el seno de la Nueva Ola, lo cierto es que por la cultura de
contención y decencia que imperaba en el mundo anglosajón de ese tiempo,
la presión por un cambio se fue encerrando en un dique, reventando apenas
por las costuras, y cuando estalló, lo hizo con la fuerza de un huracán.
Aunque la Nueva Ola ya existía en cierta medida, dos hitos fueron
fundamentales para darle carta de naturaleza y ayudar a cartografiarla de
una manera que tanto los escritores como los lectores pudieran entender de
qué se trataba el nuevo fenómeno. El primer hito es la asunción de Michael
Moorcock como director de la revista inglesa "New Worlds", que impulsó la
Nueva Ola en Inglaterra, y el segundo, la creación de la antología "Visiones
peligrosas" por parte de Harlan Ellison en Estados Unidos.
A pesar de que suele considerar a "New Worlds" como la punta de lanza de la
Nueva Ola, lo cierto es que la revista es tan antigua como 1946. En sus
inicios, la revista adoptó una postura hacia la Ciencia Ficción similar a la de
"Astounding Stories" en Estados Unidos, lo que significa que en líneas
generales adscribía a los postulados de la Edad de Oro campbelliana. El
editor durante la mayor parte de esos años fue John Carnell, que pasó a
ocupar en Inglaterra un rol similar al que John W. Campbell tenía en
Estados Unidos, o sea, ser el faro y guía de lo que debía ser o no la Ciencia
Ficción. Sin embargo, aunque Carnell se apegaba a la Ciencia Ficción
científica y tecnológica, así como a la aventura pura y dura, tenía una actitud
más promisoria hacia la calidad literaria, y de hecho, bajo su dirección se
formaron varios escritores que en el futuro integrarían la Nueva Ola: Brian
Aldiss, J.G. Ballard, Michael Moorcock...
En 1964, la dirección de "New Worlds" fue asumida por Michael Moorcock,
entonces de 25 años, y casi treinta más joven que su mentor. El cambio
generacional fue notorio. Moorcock alejó a "New Worlds" de la Ciencia
Ficción dura, y en cambio, trató a su publicación como si fuera una revista
literaria cualquiera, sólo que su material de base eran los relatos que más o
menos estaban vertebrando la Nueva Ola. Comenzó a darse entonces el
fenómeno tan característico de la Nueva Ola, en el cual el concepto de
Ciencia Ficción estaba tan desdibujado, reacios como eran a la noción
campbelliana del género, que empezaron a preferir hablar de "ficción
especulativa". Muchas de las obras publicadas como Ciencia Ficción, en
realidad es discutible y de hecho se discute su adscripción al género, tan
tenues son los lazos con los temas y preocupaciones fundamentales con el
resto del género. "New Worlds" se convirtió en algo más genérico, en un
bastión de la contracultura inglesa en su ala literaria, y la Ciencia Ficción era
sólo un elemento más dentro de la mezcla. A tanto llegó esto, que la
publicación de la novela "Incordie a Jack Barron" del nunca demasiado
tranquilo Norman Spinrad, en forma serializada, le ocasionó a "New Worlds"
problemas con el gobierno de Inglaterra.

Este fenómeno llamó poderosamente la atención de Harlan Ellison, un


escritor de Estados Unidos que durante su entrada a la literatura le tocó vivir
justamente el período inmediatamente anterior y contemporáneo a la
revolución. Ellison se hizo de reputación tanto por escribir cuentos de
bastante crudeza ("No tengo boca y quiero gritar", sobre cinco humanos
sobrevivientes en un futuro postapocalíptico y a merced de una extraña
entidad que los tortura sádicamente, es considerado con justicia uno de los
mejores relatos de Ciencia Ficción jamás escritos), como por su trabajo de
guionista, incluyendo varios de los más celebrados capítulos de "Viaje a las
estrellas", la serie puntera de la Ciencia Ficción de su tiempo. Ellison
discurrió crear una antología en que los más importantes nombres de la
nueva literatura que estaba emergiendo, estuvieran representados cada uno
con un relato. De manera que pidió a varios escritores un relato a cada uno,
con dos condiciones: en primer lugar debían ser inéditos, y en segundo lugar
debían ser de Ciencia Ficción, pero sobre un tópico lo más alocado y
contestatario que se pudiera. Lo llamó, apropiadamente, "Visiones
peligrosas". El libro se publicó en 1967, en tres tomos, con 33 relatos en total
(uno de ellos del propio Ellison), a los cuales Ellison escribió sendas
introducciones que servían más o menos como carta de presentación de los
escritores (salvo su propio relato, que fue prologado por Robert Bloch). A su
vez, la antología fue prologada por Isaac Asimov, y tuvo el éxito suficiente
como para permitir una segunda antología, además de una tercera que jamás
llegó a ser publicada. En la rica cascada de nombres antologados figuran
Lester del Rey, Robert Silverberg, Frederik Pohl, Philip José Farmer, Robert
Bloch, Brian Aldiss, Philip K. Dick, Larry Niven, Fritz Leiber, Poul Anderson,
Damon Knight, Theodore Sturgeon, J.G. Ballard, John Brunner, Norman
Spinrad, Roger Zelazny y Samuel R. Delany.
La reacción hacia "Visiones peligrosas" fue brutal. Todo el material e ideas
que antes andaba disperso por la Ciencia Ficción estadounidense, ahora
aparecía condensado en tres volúmenes. La antología cumplió también con ir
de frente contra numerosos tabúes: incluye crítica religiosa, comentarios
sociales, canibalismo, asesinos sicópatas, etcétera. Pero el más importante y
casi omnipresente sobre el libro, probablemente sea el sexo, que se trata
abiertamente y sin tapujos, no en su vertiente pornográfica sino en sus
múltiples posibilidades (homosexualidad, incesto, relaciones de diferente
edad, etcétera). Probablemente el nivel de los relatos sea desigual, y no todos
ellos han pasado adecuadamente la prueba del tiempo. Pero el buen
quehacer de los mejores escritores del género en su minuto, más lo
puntilloso de los temas tratados, y la exploración de posibilidades dentro del
género, le han asegurado un importante lugar en la Ciencia Ficción, hasta el
punto que no es exagerado afirmar que "Visiones peligrosas" es la más
importante antología jamás escrita dentro del mismo.

Próxima entrega: "El cronista de la irrealidad".


Publicado por Guillermo Ríos en 11:00   

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1.980), Crónicas CienciaFiccionísticas, Literatura
domingo, 10 de abril de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 32 - El cronista


de la irrealidad.

Aunque numerosos escritores de la Nueva Ola se formaron durante la década


de 1950, y algunos comenzaron incluso antes, es probable que quien haya
hecho la transición más completa sea Philip K. Dick. Sus primeros relatos
tienen el aroma de la Ciencia Ficción clásica, de la Edad de Oro, mientras
que en su evolución transitó sin problemas hacia la Nueva Ola, e incluso la
sobrevivió. Y consiguió todo esto sin salirse demasiado de sus tópicos y
preocupaciones fundamentales. En muchos sentidos, Philip K. Dick era un
universo narrativo en sí mismo, y por ende, aunque permeable a las
influencias externas, siempre se mantuvo íntegro y su obra está revestida de
un sello muy peculiar que le es propio. En ese sentido, Dick escapa también
al estereotipo del escritor de Ciencia Ficción, tanto en su vida como en su
obra, y por lo tanto, es más fácilmente apreciado por los críticos de la
"cultura general", que otros escritores de Ciencia Ficción más incrustados
dentro del género.
Philip K. Dick nació el año 1928, en Chicago. Varios sucesos familiares lo
turbaron profundamente: la temprana muerte de su hermana gemela
primero, el divorcio de sus padres después, y una vida más o menos errante.
Todo ello lo empujó a la literatura como medio de escape. Interesantemente,
quiso ser un prominente escritor de literatura general, no un autor de
Ciencia Ficción, pero a pesar de haberlo intentado, todas sus novelas
"realistas" fueron rechazadas, y de hecho sólo una fue publicada en vida del
autor. En paralelo, medio para sobrevivir, había vendido algunos cuentos de
Ciencia Ficción, a menudo en revistas de última categoría. Nada parecía
presagiar por aquel entonces que Philip K. Dick llegaría a ser uno de los
autores más celebrados dentro del género. Obtuvo finalmente el
reconocimiento cuando en 1963 ganó el Premio Hugo por su novela "El
hombre en el castillo". Mirada desde ahora, clasificarla dentro de la Ciencia
Ficción fue algo necesario porque en esa época no había donde encasillarla,
pero más que Ciencia Ficción, encaja dentro del género de la historia
alternativa o la ucronía. La novela se abre con una descripción de la vida
cotidiana en la costa oeste de Estados Unidos, en una época contemporánea
al texto, como lo haría cualquier novela realista, pero poco a poco, a través de
pequeños detalles, el lector descubre que el Estados Unidos que se le
describe no es el real, sino uno paralelo en que Japón ha ganado la Segunda
Guerra Mundial y ha invadido la costa oeste. Uno de los personajes, por su
parte, a través de consultas al I-Ching descubre que quizás la realidad en que
vive no sea auténtica, y que en la verdadera realidad, que para este personaje
es una fantasía, Estados Unidos habría ganado dicho conflicto armado.

En muchos sentidos, puede afirmarse que Philip K. Dick fue un escritor


monotemático, hasta el punto que el lector puede experimentar una
sensación de repetición después de haber leído varios cuentos o novelas
suyos, no todos ellos igualmente logrados por cierto. El tema omnipresente
en casi todo el imaginario de Philip K. Dick, salvo probablemente en sus
primeros relatos, es la naturaleza de la realidad. El grueso de los personajes
de Philip K. Dick, en un momento u otro de la historia, deben afrontar la
evidencia de que quizás su existencia no es como debería ser, y que la
realidad en la que viven es falsa, está fracturada, y debe ser de alguna
manera u otra recompuesta. La consecuencia es que los personajes dickianos
no sólo viven en un estado de constante paranoia, incapaces de distinguir lo
que es real y lo que no, sino que además deben dudar de ellos mismos y de su
propia naturaleza: en última instancia, la conciencia que tienen de sí mismos
y de su propia identidad también podría ser falsa. Dick exploró, explotó y
agotó el tema en cuantas canteras se le pusieron a tiro: la idea de que la
realidad es creada por los medios de comunicación ("La penúltima verdad"),
de que pueden existir múltiples historias alternativas ("El hombre en el
castillo"), de que pueden existir máquinas capaces de crear realidades
alternativas dentro de la mente de las personas conectadas a ellas
("Laberinto de muerte"... en esto, Dick anticipaba visionariamente lo que
después va a ser el cyberpunk, y de hecho más de alguna película del género
se basará en una novela dickiana), de que las alucinaciones provocadas por
las drogas quizás sean la verdadera realidad y el estado de sobriedad sea una
"realidad falsa" (el cuento "La fe de nuestros padres", publicado en "Visiones
peligrosas", gira sobre este tópico, en un Vietnam futuro que ha invadido
Estados Unidos), de que existe una realidad religiosa y trascendente por
encima de la nuestra... No es casualidad tampoco que la obra de Dick sea
profundamente contestataria, y que cada dos por tres denuncie a las grandes
corporaciones o al Gobierno por conspirar y mantener en la ignorancia de las
sombras a las personas comunes y corrientes.

Merced a estos tópicos, Philip K. Dick se transformó en un autor


inmensamente popular, en particular después de su temprana muerte en
1982. En el tiempo de su muerte y después, el mundo comenzaba a ser
invadido por la gran revolución de las telecomunicaciones, en particular con
el nacimiento y desarrollo de Internet. Philip K. Dick había predicho tales
desarrollos y el uso que se le iba a dar a tales máquinas, para crear completas
simulaciones de la realidad, hasta el punto que los seres humanos se iban a
transformar en simulacros. Hoy en día, parte de la existencia de millones de
personas se da a partir de avatares en Internet, perfiles de Facebook,
etcétera, mientras que expresiones como "si no estás en la televisión no
existes", o "si no apareces en Google no existes", son una realidad. De ahí que
la obra de Dick haya sido rehabilitada de manera póstuma. De hecho, como
observamos, el cyberpunk tiene una enorme deuda con Philip K. Dick, ya que
los temas tratados enraizan en este autor, y de hecho la película "Blade
Runner", una de las fundacionales del género, se basa lejanamente en una
novela de Dick. Por orden más o menos cronológico podemos citar además
"El vengador del futuro", "Sentencia previa", "Impostor", "El pago", "Una
mirada en la oscuridad"...
Como puede observarse, Philip K. Dick es en muchos sentidos una
personalidad única dentro de la Ciencia Ficción. Otros, en paralelo a él,
abordarán la Nueva Ola de maneras muy distintas. Y si Philip K. Dick se
permitía dudar del universo como un todo, el creador de la Nueva Ola en
Inglaterra hará justamente la labor contraria: construir uno de los más
vastos universos de fantasía jamás concebidos. Ese fue el empeño en que
trabajó Michael Moorcock, y su resultado fue el Multiverso.

Próxima entrega: "El arquitecto del Multiverso".


Publicado por Guillermo Ríos en 11:00   

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Etiquetas: Ciencia Ficción: Nueva Ola (1.960 a 1.980), Crónicas


CienciaFiccionísticas, Estadounidenses, Gente notable, Literatura, Philip K. Dick
domingo, 17 de abril de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 33 - El
arquitecto del Multiverso.

Quizás la mayor prueba de que el propio concepto de Ciencia Ficción estaba


en entredicho, en los años de la Nueva Ola, es el Multiverso de Michael
Moorcock. Ya hemos mencionado en las Crónicas CienciaFiccionísticas la
influencia que tuvo Moorcock como editor. Pero también Moorcock ha sido
un escritor terriblemente prolífico. Su aporte fundamental, descontando su
trabajo como editor, fue haberle dado forma y cuerpo al Multiverso, una de
las mitologías más ricas y complejas de la Ciencia Ficción.

En puridad, no puede considerarse al Multiverso como Ciencia Ficción


propiamente tal, sino como un constructo en donde confluyen numerosos
géneros literarios. El Multiverso no nació de la noche a la mañana, sino que
fue edificado a partir de sagas individuales... que no eran necesariamente de
Ciencia Ficción. De hecho, las novelas más populares dentro del Multiverso
de Moorcock son las de espadas y brujerías a lo Conan el Bárbaro, no las de
Ciencia Ficción (en particular el ciclo de Elric de Melniboné y su espada
Stormbringer). Cada uno de estos ciclos (Elric, Corum, Dorian Hawkmoon...)
puede ser leído de manera independiente porque en el fondo parten con una
novela seguida de varias secuelas. Pero Moorcock, a la vez, tejió varios cruces
entre ellas, haciéndolas partícipes de un mismo gran universo con múltiples
planos entre sí. Cada uno de estos planos es un universo como el nuestro, o
más o menos. De ahí que en algunos universos del Multiverso funcionan las
leyes de la magia, mientras que en otros rige la ciencia. En términos de
género, lo que hizo Moorcock fue básicamente intrincar sus relatos de
Fantasía Heroica contra un marco general que pertenece a la vieja teoría de
los universos paralelos propia de la Ciencia Ficción a partir de los trabajos
de Murray Leinster de un cuarto de siglo atrás.
El hilo conductor de toda la saga es el Campeón Eterno, una especie de
espíritu errante que es un héroe reencarnado miles de veces o quizás
millones de veces a través de todo el Multiverso: Elric, Corum, Jerry
Cornelius, todos ellos no son sino encarnaciones del mismo espíritu a lo
largo de los siglos, los años luz y los universos. Dicho Campeón Eterno está
llamado a luchar siempre para mantener el equilibrio entre el Orden y el
Caos. Este es otro detalle importante: Moorcock consigue romper casi por
completo con la influencia de la ética cristiana del bien y el mal. En el
Multiverso no hay ni bien ni mal como fuerzas contrapuestas: existe el Orden
y el Caos. Ambos deben mantenerse en equilibrio si los universos van a
seguir funcionando. Si el Caos vence, el universo en cuestión se destruye,
pero si el Orden vence, ese mismo universo se paraliza. De ahí que el
Campeón Eterno sea efectivamente eterno: así es como debe permanecer
para que el equilibrio sea una y otra vez reestablecido a través de los
interminables conflictos internos entre héroes, naciones e incluso dioses.
No es demasiado difícil oler el aroma de la década de 1960 en los
planteamientos filosóficos de fondo. La idea del Orden contra el Caos, la
negación implícita del Cristianismo (Moorcock no es explícitamente
anticristiano, sólo se limita a desconocer el "bien" y el "mal" en la manera
cristiana de concebirlos), y la idea de una cosmología en la que no habrá
ningún triunfo definitivo y en que todos están condenados a seguir luchando
una y otra vez, tiene mucho que ver con las concepciones filosóficas que en
esos años venían llegando desde la India. La idea del Campeón Eterno casi
sobrehumano es casi un trasunto del Ubermensch (superhombre) de
Nietzsche: irónicamente, aunque de manera quizás no demasiado
sorprendente, Moorcock profesa ideas colindantes con el anarquismo.

Interesantemente, debido a que cada obra es a la vez una historia de


aventuras como los pulps de toda la vida, y una pieza de un entramado
superior, ninguna ha conseguido destacarse de manera absolutamente
meridiana sobre el resto, y así el Multiverso puede ser considerado como una
única gigantesca hipernovela con varias decenas de tomos. Y en su mezcla de
géneros, Moorcock sentó las bases para la disolución de los límites de la
Ciencia Ficción. En muchos sentidos, el Multiverso de Moorcock abrió el
camino para que los fanáticos de la Ciencia Ficción pudieran comenzar a
salir del ghetto en que habían vivido durante la Era Campbelliana, aunque al
mezclarse, lo fueran a hacer con personas de aficiones colindantes con lo
friki, y no todavía con la cultura mainstream.

Próxima entrega: "eXperimentos".


Publicado por Guillermo Ríos en 11:00   

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CienciaFiccionísticas, Ingleses, Literatura, Michael Moorcock
domingo, 24 de abril de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 34 -
eXperimentos.

La Nueva Ola pretendía romper con todo lo anteriormente establecido en


materia de Ciencia Ficción, y el lenguaje era, por supuesto, uno de sus
blancos más importantes. Hasta la Nueva Ola, los escritores de Ciencia
Ficción tendían a ser tradicionalistas en el uso del lenguaje: eran relatos
escritos en primera o tercera persona, convenientemente agrupados en
capítulos... Era la novelística de siempre. En ese sentido, la Ciencia Ficción
había vivido de espaldas a los avatares que se vivían en las vanguardias
literarias del "mainstream", desde el Dadaísmo y el Surrealismo en adelante.
Los escritores de Ciencia Ficción, por tener una formación más científica que
literaria, estaban a salvo de todo eso, y de esta manera, su prosa había
seguido el camino de la prosa directa y sencilla del best-seller, en vez de los
recovecos de lo experimental. Hasta la Nueva Ola, cuyos autores sí venían
con todo ese bagaje mental en la cabeza, a la hora de sentarse frente a la
máquina de escribir.
Uno de los pioneros en la Ciencia Ficción experimental fue Alfred Bester. En
1953, con cuarenta años, publicó su novela "El hombre demolido". La novela
refiere la investigación policíaca de un asesinato en el futuro, provocado a
primera vista por rivalidades corporativas. El quid del argumento es que en
dicho futuro la telepatía es común, y por lo tanto, un asesino lo tiene muy
crudo para esconder el crimen o sus motivaciones. Pero desde un punto de
vista formal, Bester describió los pensamientos telepáticos de una manera
original para la Ciencia Ficción: plasmó dichos pensamientos como letras
formando figuras sobre el papel. En ese sentido, dichos pensamientos
telepáticos son descendientes de los caligramas de Apollinaire, aplicados a
un argumento híbrido entre novela negra y Ciencia Ficción. Para los usos de
la época, tal manera de escribir una novela era saltarse todas las reglas del
género.
Mencionar las toneladas de literatura de Ciencia Ficción experimental sería
demasiado para los límites de estas Crónicas CienciaFiccionísticas, de
manera que habremos de conformarnos con algunos ejemplos. Quizás uno
de los experimentos más avanzados en este sentido es "A cabeza descalza",
de 1969. En un futuro cercano y distópico, se libra una guerra a gran escala
en donde la atmósfera es envenenada con agentes alucinógenos. La novela
refiere el viaje de uno de los habitantes de dicho mundo a través de dicho
mundo postapocalíptico, y está escrito con un lenguaje desintegrado, por
expresarlo de alguna manera, que de esta manera refleja también los
pensamientos desintegrados de los personajes prisioneros de su experiencia
alucinógena forzada.
Un autor que prácticamente se especializó en la Ciencia Ficción
experimental, es Samuel R. Delany. En su novela "Babel-17", una guerra
intergaláctica utiliza como arma definitiva un lenguaje programado para
influir subliminalmente sobre las personas: quien lo vaya aprendiendo,
lentamente se irá convirtiendo en aliado de quienes lo han creado (enemigos
de la Humanidad, por supuesto). Esta novela obtuvo el Premio Nebula en
1966, y Delany volvió a repetirse al año siguiente, esta vez con "La
intersección de Einstein". La novela es un alucinado viaje por un universo
futuro que ha construido su propio lenguaje y cosmografía con retazos de la
cultura popular y los conocimientos humanos del siglo XX: el título deviene
de que dichos habitantes han llegado a la conclusión de que el pensamiento
einsteniano se intersecta con la idea de Gödel de que ningún sistema de
pensamiento puede anclarse de manera axiomática e inamovible a la
realidad. Samuel R. Delany es uno de los pocos autores experimentales que
consigue verdaderamente hacer creer al lector que la ardua tarea de leer un
texto difícil, y muchas veces a primera vista e incomprensible, es necesaria
para entender unos universos narrativos que no podrían ser adecuadamente
representados por la manera lineal y tradicional de narrar una historia.
Resulta interesante observar que estos autores tomaron mucha inspiración
de una obra llamada "El almuerzo desnudo", publicada por William
Burroughs en 1959. Dicha obra fue escrita de manera casi demencial:
escapando de la justicia de Estados Unidos por el asesinato de su esposa
(estando él drogado), Burroughs se escondió en Tánger y se dedicó a
experimentar y consumir drogas a destajo, dejando anotadas sus
impresiones. El resultado fue un libro que difícilmente puede llamarse
"novela", porque no tiene ninguna estructura o patrón reconocible: es
simplemente el diario de las alucinaciones de un adicto terminal a las drogas.
Ya hemos mencionado que existe un poderoso nexo entre la Nueva Ola y la
cultura de las drogas, por lo que no es raro que dicha obra haya sido tomada
como punto de referencia. Lo más extraño es que Burroughs, después,
escribió obras de Ciencia Ficción, cerrando así su círculo con los autores a los
que había influenciado. En "Expreso Nova", describe la historia de una lucha
entre policías y criminales en una futurista sociedad del "control". Dentro de
la novela, el lenguaje funciona como virus que pueden llegar incluso a
apoderarse de los seres humanos. Consecuentemente con esto, la novela está
escrita usando la técnica del cut-up: se toma una obra completa (que puede
ser una obra literaria, un recorte de prensa...), se recorta, y se pegan las
palabras incluidas en el corte con otras a las cuales en principio son ajenas.
Dicha técnica fue explorada por los dadaístas en forma contemporánea a la
Primera Guerra Mundial, pero fue Burroughs quien la hizo popular. Hay una
asunción implícita dentro del cut-up, que en cierta medida marca lo que
después va a ser la autodestrucción de la Ciencia Ficción experimental más
adelante: la idea de que todos los textos relevantes ya han sido escritos y no
vale la pena escribir nuevos, y el escritor debe contentarse con remezclar lo
que ya existe. A la larga, una asunción desesperada como esta es la antítesis
misma de la creatividad, y por ende, la explosión de literatura experimental
llevaría, cerca de una década después del inicio de la Nueva Ola, a su
autodestrucción, en la búsqueda de una salida desesperada por maneras más
creativas de abordar el género.

Próxima entrega: "La Ciencia Ficción se ríe de la Ciencia


Ficción".
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CienciaFiccionísticas, Idiomas y Lingüística, Literatura
domingo, 1 de mayo de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 35 - La Ciencia


Ficción se ríe de la Ciencia Ficción.

En algún momento u otro, la Nueva Ola iba a tener que ajustar cuentas con
la antigua Ciencia Ficción campbelliana. Para los autores de la Edad de Oro,
la Ciencia Ficción solía ser algo bastante serio y autoconsciente: ellos
proclamaban ser los visionarios del futuro, los que traían el mundo del
mañana al día de hoy. Los autores de la Nueva Ola estaban imbuidos
también de una fuerte autoconsciencia, pero ésta operaba en un sentido
distinto: al ser más escépticos e incluso nihilistas, y también más literarios y
artistas, no pretendían tanto pintar el futuro como graficar lo sicodélico del
presente en que estaban viviendo. Los autores de la Edad de Oro habían
desarrollado una serie de clichés y lugares comunes sobre los cuales trabajar,
y los no demasiado reverentes autores de la Nueva Ola ya se iban a encargar
de tomar todos esos lugares comunes y ponerlos de cabeza, subvirtiéndolos a
gusto.
Un claro antecedente de este fenómeno es Fredric Brown. Aunque también
escribió obras serias, incluyendo un puñado de muy respetadas novelas
policiales, el genio de Brown emerge con toda su fuerza cuando se dedica a la
parodia y la sátira. Brown es sin lugar a dudas un magnífico cuentista,
dotado de buen pulso narrativo y un sombrío sentido de la ironía, pero en el
campo de la novelística ha aportado dos obras capitales dentro de la Ciencia
Ficción humorística. En "Universo de locos" (1949), Brown explota el tema
de los universos paralelos hasta sus últimas consecuencias: su protagonista,
por un bizarro accidente, acaba en un universo paralelo en donde todo lo que
conoce en la Tierra existe, pero distorsionado de manera muy irónica,
incluyendo una guerra espacial idéntica a las presentadas en los pulps, un
héroe espacial prototípico, y un final que parece destinado a acabar de un
plumazo con todo posible desarrollo posterior del tema del universo
paralelo. En "Marciano, vete a casa", por su parte, pinta una aterradora
invasión marciana contra la Tierra, en la que los marcianos simplemente se
teletransportan a sí mismos a la Tierra, y no intentan conquistarla ni
eliminar a los humanos, sino simplemente molestarlos y jugarles bromas
pesadas sin que éstos tengan posibilidad de defenderse.

Harry Harrison no puede ser considerado de buenas a primeras como un


autor burlesco, y de hecho el tono de varias de sus novelas es bastante
desesperanzado. Pero se permitió una salida satírica con la novela "Bill:
Héroe galáctico". La novela refiere las peripecias de un modesto campesino
que de un día para otro, sin realmente proponérselo, acaba reclutado en el
ejército galáctico de turno para librar las guerras galácticas de turno. La
novela parodia sangrantemente todos los lugares comunes de la Ciencia
Ficción militarista: allí donde ella recurría a nobles e intrépidos héroes
luchando contra los malvados enemigos del Imperio Galáctico de turno,
Harrison no pierde ocasión de reirse de los militares y poner de manifiesto la
brutalidad y sinsentido de la guerra. No deja de ser sintomático que la novela
fue publicada por primera vez en 1965, cuando estaba despegando la
escalada militar de Estados Unidos en Vietnam.
Aparte de detonar oficialmente y darle carta de nacionalidad a la Nueva Ola
en Estados Unidos con su antología "Visiones peligrosas", Harlan Ellison
escribió innumerables trabajos, entre ellos bastantes sátiras en contra de
muchas cosas, incluyendo también algún que otro cliché de la Edad de Oro.
En "¡Arrepiéntete, Arlequín! dijo el Relojero", las emprende contra el clásico
orwelliano "1984", incluso citándolo directamente con todo el desparpajo del
mundo. El cuento refiere la rebelión que emprende el Arlequín contra una
sociedad aburrida y adocenada en donde todo funciona, claro está, como un
reloj. Es una sátira social en toda forma, por supuesto, pero en lo que a la
Ciencia Ficción se refiere, funciona también como una sátira de la distopía a
lo "Un mundo feliz".
La labor de estos autores contribuyó en cierta medida a demoler las
convenciones de la Edad de Oro, o al menos a poner en evidencia el
descrédito en que habían caído por el abuso reiterado de las mismas
situaciones, y de hecho, los autores de la Nueva Ola trataron muy poco a
poco y de manera bastante reluctante tales temas, que no volverían a ponerse
de moda otra vez sino hasta dos o tres décadas después, y esto por influencia
del cine y la televisión. Esto originaría dos fuertes tendencias dentro de la
Ciencia Ficción, ambas antagónicas, que no se adueñaron por completo del
campo, pero sí que marcaron con fuerza su presencia. Una de esas
tendencias es el desdibujamiento de la Ciencia Ficción y su inmersión como
un elemento más dentro de la "literatura realista" de la época. La otra es la
creación de universos narrativos marcadamente alucinógenos y rupturistas,
cuyas máximas cumbres fueron "Dune" en literatura, y "Viaje a las estrellas"
en la televisión.
Próxima entrega: "Desdibujando la Ciencia Ficción".
Publicado por Guillermo Ríos en 11:00   

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CienciaFiccionísticas, Literatura
domingo, 8 de mayo de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 36 -
Desdibujando la Ciencia Ficción.

Una de las características de la Nueva Ola en Ciencia Ficción, en su afán por


romper todos los límites, es el desdibujamiento de los límites de la Ciencia
Ficción. Esto, combinado al hecho de que el futuro descrito en la Edad de
Oro se transformaba velozmente en el presente de la Nueva Ola, hizo que
muchos escritores empezaran a desdibujar la línea entre "realismo" y
"ciencia ficción". Es decir, varios escritores empezaron a escribir Ciencia
Ficción como si estuvieran haciendo literatura realista... o escribían
literatura realista con elementos de Ciencia Ficción como si fueran parte del
paisaje. En la literatura de Ciencia Ficción obraron más o menos como Andy
Warhol o el Pop-Art en general, dándole categoría de "gran arte" a los
productos de consumo masivo, y tratando a la Ciencia Ficción en esta misma
dirección. Puede decirse que mientras otros autores se preocupaban más de
sus universos de Ciencia Ficción, o de la irrupción de éstos como algo
extraño en la vida cotidiana, esta nube de autores se preocupa más de los
personajes viviendo esos elementos de Ciencia Ficción como algo normal y
corriente en sus vidas cotidianas, que a su vez, y éste es el detalle, son como
nuestras propias realistas vidas cotidianas.
Uno de estos escritores que utilizaron la Ciencia Ficción muy diluida y como
parte del cóctel, es Thomas Pynchon. Para quienes sólo le conocen por los
episodios de Los Simpsons en donde aparece con un cucurucho de papel
para esconder su identidad (referencia a su renuencia a dejarse fotografiar o
entrevistar), es difícil dimensionar lo que novelas como "V" y
particularmente "La subasta del lote 49" (1966) significaron para su tiempo.
En esta última describe la guerra entre dos corporaciones en el mundo de la
correspondencia, guerra que es milenaria y que involucra a varios poderes en
la sombra, incluyendo la misteriosa corporación Yoyodyne. En 1973 publicó
"El arcoiris de gravedad", una complejísima obra en la que mezcla temas
filosóficos, científicos y conspiranoicos en su intención de hacer un enorme
fresco de lo que podríamos decir la "realidad postmoderna", la fusión y
mezcla de elementos en una gigantesca matriz pop.
Algo más cercano a lo que se supone es la Ciencia Ficción convencional, pero
no demasiado, es Thomas Disch. Después de escribir un par de novelas algo
más convencionales, se dejó caer con "Campo de concentración" (1968) y
"334" (1972). La primera obra refiere la historia de un pobre diablo que es
metido en un campo de concentración para realizar experimentos científicos
con él. En realidad, el ambiente de ciencia ficción es tan solo un pretexto, y si
no fuera por la naturaleza de los experimentos, bien podría decirse que es
una novela realista de género carcelario. Otro tanto ocurre con "334", que a
pesar de estar ambientada en el futuro, a inicios del siglo XXI, y por tanto
enmarcarse dentro del género distópico, describe una Nueva York
sociológicamente no demasiado diferente a la de 1972, siendo casi un
registro gráfico de las miserias de la sociedad hipercapitalizada de Estados
Unidos en el presente, más que un intento por predecir el futuro o la
tecnología que vendrá.
Pero el autor que quizás llegó más lejos en este empeño, es J.G. Ballard.
Nacido en el Extremo Oriente en 1930, le tocó vivir la invasión japonesa y la
Segunda Guerra Mundial en dichas tierras (el actor Christian Bale lo
interpretó cuando todavía era un niño, en la película "El Imperio del Sol" de
Steven Spielberg, basada en una obra autobiográfica de Ballard. Cuando
llegó a Inglaterra, ya era un adolescente marcado por las experiencias de la
guerra, y aunque se injertó en el vivero cultural que llevaría a la
contracultura de los '60s, en muchos aspectos siguió teniendo la perspectiva
de un extraño, de un alienado que no creció en dicho medio desde su más
temprana infancia. Este sentimiento de alienación se transmitiría después a
la melancolía y desesperanza de sus novelas, que son una lúcida crítica del
ser humano dentro de la sociedad postmoderna.
No demasiado influido por la Ciencia Ficción "convencional", Ballard pasó
olímpicamente de los temas clásicos de la Ciencia Ficción. Le interesó la
atomización y desintegración de nuestra sociedad en el presente, y
explotando esos temas, los injertos de Ciencia Ficción son casi parte del
paisaje. En "El mundo sumergido", su primer gran éxito, publicado en 1961,
la catástrofe que aniquila a la Humanidad apenas interesa: el foco de Ballard
está puesto en la mente de unos personajes que se han adaptado
perfectamente a dicha destrucción. En el fondo, Ballard está escribiendo una
metáfora sobre la inconsciencia de nosotros mismos, sumergidos en una
sociedad de masas, en que el apocalipsis ya ha ocurrido sin que nos hayamos
dado cuenta. Un buen puñado de novelas de Ballard serán igualmente
distópicas, describiendo sociedades futuras o alternativas que son un reflejo
angustioso de la nuestra presente. En inglés, el adjetivo "balardiano"
("ballardian") es ya una palabra consagrada para describir paisajes o
escenarios que no son físicos sino mentales, y teñidos de una profunda
melancolía. Donde el enfoque balardiano llegó quizás más lejos, en en su
libro "La exhibición de atrocidades". Este libro ni siquiera es una novela en el
sentido convencional del término, pero tampoco exactamente un libro de
cuentos (aunque nació como una compilación de varios de éstos). El marco
general de la obra describe a un personaje que ha sufrido un colapso
nervioso, un poco desde la perspectiva de éste. Por lo tanto, nunca podemos
estar seguros de qué está en verdad sucediendo: lo que la novela describe
¿sucede en verdad, o es una alucinación dentro de la cabeza del personaje? Y
si es una alucinación, ¿estamos viendo al personaje mismo en su
interioridad, o estamos filtrándolo a través de imágenes y conceptos
procedentes de los medios de comunicación de masas? La obra es una
disección dolorosísima de cómo los medios de comunicación de masas han
invadido el inconsciente colectivo hasta un punto en que ya no puede
hablarse de personas con un pensamiento propio, ni siquiera de seres
humanos con una entidad propia a la manera en que eran concebidos por los
pensadores de la Ilustración. La autoconciencia en "La exhibición de
atrocidades" ha sido reemplazada por un interminable flujo de imágenes y
sensaciones que no son propias sino impostadas, que nadie en realidad está
controlando, y que sumergidos como estamos en ellas, no tenemos la menor
posibilidad de llegar a comprender. No es raro entender entonces por qué
Ballard se transformará en un autor de cabecera a la vuelta de una o dos
décadas (así como Pynchon y Disch en menor medida), cuando explote
dentro de la Ciencia Ficción lo que va a ser el movimiento cyberpunk.

Próxima entrega: "...y Dune es el centro del universo".


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CienciaFiccionísticas, Literatura
domingo, 15 de mayo de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 37 - ...y Dune es


el centro del universo.

La franquicia más exitosa de toda la Nueva Ola es probablemente la de Dune.


Sus comienzos fueron bastante atribulados. Su creador, el escritor Frank
Herbert (1920-1986) había publicado ya alguna novela de Ciencia Ficción
("El dragón en el mar"), cuando de pronto, mirando un programa de control
de dunas en Oregon, se inspiró para escribir una novela de Ciencia Ficción
ambientada en un planeta desértico. Después de media década de
investigación, incluyendo una verdadera inmersión en la cultura del mundo
musulmán, publicó en forma seriada una novela llamada "Dune World", a la
que siguió otra también seriada, llamada "Prophet of Dune". Ambas fueron
unificadas después en una sola novela, llamada "Dune" a secas, que fue
publicada en 1965, y que se transformó en un éxito instantáneo dentro del
género. Herbert escribió después otras cinco secuelas. Y aún después,
vinieron otras novelas encargadas por su hijo, Brian Herbert, en una
predecible y no demasiado afortunada sobreexplotación de la franquicia.
"Dune" refiere la historia de Paul Atreides, un príncipe dentro de un
universo futurista con un sistema político feudal, que a resultas de varias
intrigas palaciegas que involucran a un gigantesco imperio galáctico, acaba
por perder a su familia y se le da por muerto luego de una batalla librada
sobre el planeta Dune (planeta del cual, por cierto, los Atreides no son
nativos). Pero Paul se las arregla para sobrevivir y se transforma en el mesías
de un fiero y semidesconocido pueblo del desierto de Dune, liderando una
gigantesca revuelta que pondrá al imperio de rodillas. La clave es el control
de la especia melange, una substancia indispensable para el viaje espacial, y
que sólo se produce en el planeta Dune (a medida que avanza la novela se
revela que esto no es casual, ya que la especia tiene que ver con el ciclo de
reproducción de una criatura de Dune llamada el gusano de arena). Contra
este fresco, Herbert pinta un complejo universo de relaciones políticas,
económicas, religiosas y científicas.
Parte importante del encanto de "Dune", es la manera en que rompió con
diversas convenciones de la Ciencia Ficción más clásica: su imperio galáctico
no es totalitario sino feudal, el viaje espacial no se resuelve mediante el
socorrido recurso del hiperespacio pseudoeinsteniano sino mediante las
alucinaciones provocadas por la droga melange entre los llamados
"navegadores", las batallas con rayos lásers son imposibles por el desarrollo
de los escudos de energía (los personajes luchan con armas blancas un poco
al estilo de los Tres Mosqueteros), los robots están prohibidos por tabú
religioso (a cambio existen los mentat, una especie de humanos con mente
de supercomputadora)... todo lo que caracteriza al "futuro" dentro de la
Ciencia Ficción, Frank Herbert se las ha arreglado para torcerlo de manera
que pinta casi una verdadera Edad Media en el espacio, en vez de lo que se
entiende convencionalmente por "sociedad futurista". A la vez, "Dune"
integra varias preocupaciones propias de la década de 1960: la ampliación de
la conciencia a través de las drogas (la especia melange lo es), los poderes
mentales (las brujas Bene Gesserit tienen memorias de las brujas que han
vivido antes que ellas), la actitud nihilista hacia la religión, la preocupación
por el medio ambiente (la ecología del planeta Dune está descrita con
enorme detalle).
Sin embargo, el eje vertebral de "Dune" y sus secuelas es el mesianismo
como fenómeno histórico y religioso. En "Dune" el lector se encuentra con
un mesías que lentamente toma conciencia de su poder y aprende a utilizarlo
para desatar una revolución política y religiosa a escala literalmente
universal. En su secuela "Mesías de Dune", la religión del mesías ha
triunfado, sólo para comenzar a hipertrofiarse y transformarse en una
asfixiante teocracia: la religión que iba a traer libertad, se ha transformado
en una tiranía peor que el universo feudal anterior. Y en la tercera parte,
"Hijos de Dune" (que debía cerrar originalmente la trama, aunque hubo
después una cuarta, una quinta, una sexta...), hay un intento de restaurar la
pureza prístina y la mística que la religión mesiánica en sus orígenes, aunque
se deja entrever que en realidad nada se ha solucionado, y que la explotación
de los miedos y supersticiones de la gente seguirá adelante.
Casi desde su publicación hubo denodados esfuerzos por adaptar "Dune" al
cine, incluyendo un frustrado proyecto de Alejandro Jodorowski con diseños
del dibujante europeo Moebius. Debido a distintos avatares, la producción
acabó cayendo en manos del infatigable productor Dino de Laurentiis, que
contrató como director a Ridley Scott primero, y cuando éste, aburrido,
defeccionó para ir a rodar "Blade Runner", contrató a un por entonces más o
menos desconocido David Lynch. El resultado fue una película que puso al
borde de la bancarrota a todos quienes concurrieron a financiarla, y de la que
su propio director reniega. No se puede decir que la película "Dune" sea
demasiado fiel a la novela original, pero a cambio es muy imaginativa en el
apartado estético. Hay dos miniseries televisivas posteriores ("Dune" e
"Hijos de Dune", que adaptan los tres primeros tomos de la saga) que son
más fieles a la obra original, pero rodados con menos creatividad y fuelle
actoral.
Próximo capítulo: "Ciencia Ficción bajo la hoz y el martillo".
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CienciaFiccionísticas, Dune, Literatura, Romance Planetario
domingo, 22 de mayo de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 38 - Ciencia


Ficción bajo la hoz y el martillo.

En 1953 falleció Stalin, y con esto vinieron algunos cambios internos en la


Unión Soviética. El hombre fuerte del momento era Nikita Kruschev, quien
públicamente denunció los crímenes del estalinismo, al tiempo que comenzó
la llamada desestalinización. Kruschev acabó por perder prestigio después de
que su política condujera al pulso con Estados Unidos que significó la Crisis
de los Misiles de 1962, pero ya desde un punto de vista cultural, la apertura
se había producido. El mundo occidental encontró su camino hacia el
corazón de la Unión Soviética, y esto significó una mayor apertura entre
otras cosas a la Ciencia Ficción de Occidente. La tradicional Ciencia Ficción
rusa que era heredera directa de Julio Verne o Herbert George
Wells evolucionó entonces a un nuevo producto más avanzado, que bajo el
ropaje de siempre se hizo más contestatario, aunque no demasiado directo
para evitar la proscripción por parte de la censura soviética.
Entre los autores más destacados que se dieron a conocer en este período,
está Stanislav Lem. Este autor polaco (aunque su ciudad nativa Lvov pasó a
ser después soviética y luego ucraniana) se especializó en cibernética,
además de tener unos buenos conocimientos médicos, y formación
epistemiológica. No es raro entonces que su obra literaria gire en torno a la
relación entre los límites del conocimiento, los problemas de la
comunicación, y la estructura biológica del ser humano dentro de la más
gigantesca estructura de las sociedades. La literatura de Lem explota
hábilmente las paradojas inherentes a las estructuras y a cómo las
conocemos, pero con un conveniente y pesado armazón tecnológico: si
tuviéramos que encontrarle símiles al singular Lem, deberíamos pensar en
una mezcla entre Jonathan Swift, Lewis Carroll, Franz Kafka y Jorge Luis
Borges, todo eso bañado con tecnología de Ciencia Ficción de índole más
bien realista y plausible, que recurre más bien poco a los comodines propios
del género (viajes más rápidos que la luz, máquinas del tiempo). Desde luego
que Stanislav Lem es pesimista respecto de las posibilidades y prospectos de
la ingeniería social, por lo que entre líneas puede leerse su literatura como
una profunda crítica a la idea misma de reformar la sociedad, y por ende, al
comunismo como idea y doctrina.
Uno de los tópicos recurrentes de Stanislav Lem es su profundo pesimismo
respecto de la posibilidad de comunicarnos con inteligencias alienígenas, e
incluso de reconocerlas como tales, planteamiento que va en contra de casi
todo lo escrito sobre el tema en el género, en particular dentro del
triunfalista y antropocéntrico mundo anglosajón. Su obra cumbre al respecto
probablemente sea "Solaris", de 1961. En ella, el protagonista viaja hasta una
estación de investigación solitaria sobre el enorme mar que cubre por
completo el planeta Solaris, y hace algunos inquietantes descubrimientos
que le llevan al convencimiento de que el mar de Solaris es en efecto una
criatura viviente, y que de alguna manera está tratando de comunicarse con
los humanos... o acaso se los está tratando de sacar de encima como bichos
molestos... La moraleja de la novela es desoladora porque el protagonista,
después de darle muchas vueltas al asunto, se resigna a formular una
hipótesis provisional, y a aceptar que quizás la Humanidad nunca llegue a
entenderse con esta misteriosa criatura, si es que acaso de verdad lo es. La
novela ha sido adaptada dos veces al cine, una por el director Andrei
Tarkovski en 1972, y otra protagonizada por George Clooney en 2002.
Al lado de Stanislav Lem se yergue la figura de los dos hermanos Arkadi y
Boris Strugatski. Los Strugatski escriben relatos que entre líneas son muy
críticos del régimen comunista, pero que no intentan ser tampoco una
defensa del capitalismo: al final del día, sus historias huelen un poco a
nihilismo, a falta de fe en la naturaleza humana, y por lo tanto tienen un
aroma melancólico. Una obra clave al respecto es "Picnic junto al camino",
una historia relativamente corta en la cual la Humanidad debe lidiar con la
súbita aparición de unas "zonas" en que pasan cosas raras y se encuentran
artefactos extraños. Uno de los personajes teoriza que una raza extraterrestre
llegó a la Tierra, se detuvo en ella por alguna razón no demasiado racional,
igual que unos excursionistas pueden detenerse a hacer un picnic en su
camino, y después siguieron su curso. La moraleja de la historia incide sobre
cómo el universo es vasto e inhóspito, y esencialmente indiferente a la
Humanidad como tal. La obra fue adaptada para el cine también por Andrei
Tarkovski, con guión de los propios hermanos Strugatski, bajo el título de
"Stalker" (los "stalkers", dentro de la película, son los guías que llevan a los
protagonistas a través de las zonas).
Quizás la novela más popular de los hermanos Strugatski sea "Qué difícil es
ser Dios". Esta pertenece a un ciclo de novelas más extenso, en la cual el
universo del futuro (y la Humanidad en él) ha evolucionado hasta
estructurarse como una suerte de supersociedad comunista. Algunos de los
miembros de esta sociedad llegan a planetas más atrasados y los observan en
secreto. En "Qué difícil es ser Dios", después de que uno de dichos
observadores es testigo de un alzamiento popular en contra de un régimen
medieval (es difícil no ver una parábola de la Revolución Rusa aquí), acaba
por ser descubierto por uno de los habitantes del planeta, quien le pide
ayuda tecnológica para intervenir en su causa. El protagonista entonces le
demuestra por argumentos racionales que, precisamente por estar en una
posición de Dios respecto de los habitantes de dicho planeta medieval, no
puede hacer nada para intervenir sin que su acto sea moralmente
reprobable. La novela es una ácida crítica contra el régimen comunista, por
supuesto, pero no se ve capaz de proponer nada mejor: la vida entera es un
gigantesco sinsentido ya que, que si existiera un Dios, nos tendría por
completo abandonados y miserables. Y bajo esta ortodoxa crítica religiosa,
subyace un mensaje bastante pesado: debemos también desconfiar de los
salvadores humanos, como por ejemplo el Camarada Lenin o el Camarada
Stalin...

Próxima entrega: "La segunda ola de superhéroes".


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domingo, 29 de mayo de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 39 - La segunda


ola de superhéroes.

La rebelión que desató la Nueva Ola en la Ciencia Ficción literaria, tenía que
alcanzar más tarde o más temprano al mundo del cómic. En la década de
1950, debido a la nefasta influencia de los grupos conservadores, el mundo
del cómic había sufrido una enorme merma de creatividad, y lo más
importante, de ventas. Resulta interesante observar que, en lo que a Ciencia
Ficción se refiere, la punta de lanza de su resurgimiento fueron, una vez más,
los superhéroes. En este período de hiperkinética creatividad, se vino una
segunda ola, avalancha podríamos decir, de creación de nuevos superhéroes
que después pasarían a formar parte del paisaje.
Hablar de los superhéroes de la Nueva Ola es claramente hablar de la
Editorial Marvel, y del dream team conformado por hombres como Stan Lee,
Jack Kirby, Steve Ditko... En realidad, Marvel existía casi desde los inicios de
los superhéroes, habiendo pasado por los nombres de Timely y Atlas, no
pasando nunca de ser una editorial menor frente al éxito avasallador de DC
Comics (Superman, Batman, la Mujer Maravilla...). Pero en 1961, la
contratación de Stan Lee trajo ideas frescas. Lee no quería crear superhéroes
"como los de siempre". Los suyos iban a ser personajes conflictuados, a
menudo torturados, con debilidades y flaquezas humanas a la par que con
superpoderes. El semillero de superhéroes que nació allí es apabullante: los
Cuatro Fantásticos, los Hombres X, Iron Man, Thor, Hulk, Spiderman,
Daredevil, Nick Fury (no un superhéroe estrictamente tal, sino una especie
de James Bond sicodélico), Silver Surfer... la mayor parte de ellos con alguna
debilidad o problema crónico: víctimas de discriminación (los Hombres X),
alcohólicos (Iron Man), sin control sobre sus poderes (Hulk), adolescentes
inexpertos (Spiderman), ciegos (Daredevil)...
Pero el giro supremo, que llevó a Marvel de ser una editorial en pequeño a
ser el principal coloso dentro del rubro, fue la idea de que todos esos
superhéroes compartían un universo en común. Este concepto ya había sido
explorado en DC Comics, en donde podían verse cruces de héroes entre sí
(Superman con Batman en la revista "Wolrd's Finest", por ejemplo), pero
cada uno de ellos seguía más o menos su propio camino. En lo de Marvel era
distinto: lo que pasaba en una historieta, podía tener repercusiones en todo
el resto de los personajes, aunque fueran incidentales. Desde una perspectiva
cínica, puede verse esto como un intento de sacarle dinero al público (para
entender lo que ocurre debes leer TODO Marvel), pero tuvo una
consecuencia inesperada: la idea de que estos personajes conforman un
universo autónomo con sus leyes propias. En ese sentido, la Marvel creó un
universo de Ciencia Ficción de tanto peso como en la literatura lo eran Dune
o la Fundación.
Otra obra significativa del cómic de Ciencia Ficción de la época, no tiene
nada que ver con los superhéroes. En 1962 había comenzado la publicación
de una tira serializada llamada "Barbarella", que en 1964 vio la luz en
formato de libro. El cómic, dibujado en Francia, refiere las aventuras de la
heroína Barbarella, una especie de agente galáctica que viaja por el universo
envuelta en diversas aventuras de contenido altamente sexual. "Barbarella"
es considerado como el punto de arranque de lo que en esa época empieza a
configurarse como el cómic adulto, y como tal, causó escándalo en su época.
En 1968, el cineasta francés Roger Vadim la adaptó para el cine, con Jane
Fonda interpretando el rol protagónico: la picaresca escena de créditos en
que Jane Fonda se desnuda completamente en un ambiente de gravedad
cero dentro de una cápsula espacial, cubiertas sus partes sensibles con los
títulos de créditos del filme, representa un momento icónico dentro del cine
de Ciencia Ficción.
En general, puede afirmarse que el cómic contemporáneo a la Nueva Ola
estaba alcanzando un mayor grado de madurez, incluso de adultez. A
diferencia del cómic en los '40s, con argumentos simples y esquemáticos (el
bien contra el mal), las historias se hacían más alambicadas y los personajes
más complejos. Huelga decir que en estos cómics, los límites del bien y del
mal se volvían más relativos y ambiguos. Por primera vez, los héroes no
necesariamente representaban el orden imperante y la defensa del
establishment, sino que a veces trabajaban de refilón con éste (el caso de los
Hombres X), o lisa y llanamente eran perseguidos por éste, como pasaba con
Hulk, víctima de la persecusión del Ejército de los Estados Unidos. No es
raro que Hulk fuera un personaje enormemente popular entre los jóvenes, en
esos años en donde la adolescencia en masa se volcaba contra la Guerra de
Vietnam. Un proceso de madurez similar se viviría, por su parte, en la
televisión y el cine de Ciencia Ficción, que por primera vez entregarían al
mundo obras que pudieran considerarse como verdaderamente maestras.

Próxima entrega: "Los viajes de la nave espacial Enterprise".


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Comics, Superhéroes
domingo, 5 de junio de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 40 - Los viajes


de la nave espacial Enterprise.

Así como la Ciencia Ficción se hizo más madura en el mundo de los cómics, y
más compleja en la literatura, en la televisión sucedió algo similar. Hubo
programas intrascendentes por supuesto ("Mi marciano favorito" por
ejemplo), pero también los hubo con un enorme contenido narrativo. El
programa "Dimensión desconocida" mezclaba historias fantásticas de todo
tipo, siempre bajo la atenta vigilancia de Rod Serling, quien velaba porque
las historias tuvieran calidad y peso específicos; y entre las historias
explotadas por Serling, varias de ellas se adscribían a la Ciencia Ficción.
También merece mención el infatigable productor Irwin Allen, innegable rey
de la Ciencia Ficción aventurera en la televisión de su época, que se atrevió
con la exploración submarina ("Viaje al fondo del mar"), la aventura
planetaria ("Perdidos en el espacio"), los viajes en el tiempo ("El túnel del
tiempo") o el conflicto de humanos pequeños contra humanos grandes
("Tierra de gigantes"). Pero sin lugar a dudas, el faraón de la Ciencia Ficción
televisiva en la época es Gene Roddenberry y su majestuosa "Viaje a las
estrellas".
Gene Roddenberry quiso desarrollar una serie televisiva de Ciencia Ficción
que fuera al mismo tiempo una space opera aventurera, y una que le hincara
el diente a complejos conceptos éticos y filosóficos. Crearla no fue sencillo. El
primer piloto de "Viaje a las estrellas" fue rechazado porque los ejecutivos de
la cadena lo consideraron demasiado "cerebral". Un segundo piloto fue
encargado, y la serie fue lanzada al aire en 1967. Roddenberry no escatimó en
recursos creativos, y se rodeó de un equipo de guionistas conformados por
los mejores escritores de Ciencia Ficción por entonces en activo: el listado
incluye nombres fundamentales como Harlan Ellison, Fredric Brown o
Robert Bloch.
El concepto de la serie original es bastante sencillo y flexible (en series
posteriores se haría más complejo). Es el siglo XXIII, y el universo conocido
es controlado por la Flota Estelar, una de cuyas naves es el Enterprise. Cada
capítulo muestra una peripecia distinta que la tripulación del Enterprise
debe afrontar y resolver. Hasta ahí podría ser una space opera vulgar y
corriente, pero Roddenberry quiso evitar el esquema "héroe versus villano" y
darle en cambio un enfoque más humanista. De partida, la ciencia y la
diplomacia tenían tanta importancia como la fuerza bruta o el poderío
armamentista para resolver situaciones conflictivas: los héroes no sólo
debían ser fuertes y poderosos, sino además inteligentes. En segundo lugar,
la tripulación del Enterprise rompía con el estereotipo de que los héroes
espaciales debía ser varón, blanco, rubio y americano: aunque el
protagonista más o menos lo fuera, dentro de los personajes importantes de
la tripulación habían mujeres, negros, japoneses, asiáticos... incluso un
extraterrestre de la raza vulcano. Las audiencias más conservadoras de 1967
no estaban preparadas para esto, pero el grueso del público, más
sensibilizada hacia los temas relacionados con los derechos civiles, reaccionó
de manera favorable. En tercer lugar, la serie era tecnooptimista, con una
visión amigable de la tecnología y sus potenciales para mejorar la vida
humana. Se ha acusado a "Viaje a las estrellas" de ser demasiado idealista a
ratos, y probablemente dicha crítica tenga razón, pero este enfoque
inteligente y optimista ayudó a convertirla en una de las series de Ciencia
Ficción con mayor contenido de conceptos e ideas en la historia de la
televisión.
La reacción frente a "Viaje a las estrellas" fue en general positiva, y no sólo
dentro del fandom de la Ciencia Ficción que se suponía era el target original,
sino también entre audiencias más amplias. La primera temporada fue muy
exitosa, pero la segunda experimentó una declinación en la audiencia. La
cadena televisiva optó por cancelarla, y entonces ocurrió lo que hasta la fecha
era impensado: los fanáticos, lejos de dejarse tratar como borregos,
bombardearon de cartas a la emisora. Sorprendidos, el canal decidió dar luz
verde a una tercera temporada, pero para terminar de matar la serie, le
redujeron significativamente el presupuesto, y la movieron para el horario
del viernes en la noche, tradicionalmente considerado como veneno para la
audiencia de cualquier serie. El resultado fue su cancelación, después de una
tercera temporada significativamente más pobre que las anteriores dos.
Pero "Viaje a las estrellas" no murió. Fue reemitida con posterioridad,
durante la década de 1970, y como resultado se sumaron nuevos fanáticos,
muchos de los cuales no tenían edad para ver la serie en su emisión original.
Los fanáticos empezaron también a reunirse en convenciones especiales,
algo que en esa época era inusitado para una serie de televisión, y
granjeándose de paso la imagen de frikis perdedores que desde ese entonces
tienen los trekkies, como se llama a los fanáticos. Hubo entonces sucesivos
intentos por revivir la franquicia, lo que cuajó finalmente en la película
"Viaje a las estrellas", de 1979, transformándose así en la primera serie
televisiva en saltar al cine, y la primera en hacerlo con su elenco original (a la
fecha de escribir estas líneas, este último récord es compartido sólo por "Los
expedientes secretos X"). El desarrollo posterior convirtió a la franquicia de
Star Trek en uno de los más conocidos y amplios universos mitológicos de la
Ciencia Ficción, con once películas para el cine y seis series televisivas (una
de dibujos animados) hasta la fecha de escribir esto, por no hablar de los
múltiples spin-off en forma de historietas y novelas. Star Trek se consolidó
así como uno de los más representativos fenómenos de la Ciencia Ficción
humanista de la Nueva Ola, y que consiguió sobrevivir a la misma.

Próxima entrega: "El cine de Ciencia Ficción alcanza su


madurez".
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Trek, Televisión
domingo, 12 de junio de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 41 - El cine de


Ciencia Ficción alcanza su madurez.

En forma paralela al crecimiento y auge de la Nueva Ola, y al resurgimiento


del cómic de Ciencia Ficción, el cine de Ciencia Ficción alcanzó su madurez.
Esto no es una sorpresa: durante los tiempos del Atompunk, el cine de
Ciencia Ficción había logrado construir sus propios códigos y lenguajes, y era
el tiempo de explorarlo. Además, la Ciencia Ficción estaba integrándose cada
vez más en la vida cotidiana, como lo prueba que el cine de espías tomara
abundantes tramas y elementos de la Ciencia Ficción, trayéndolos a una
ambientación contemporánea (los gadgets de James Bond o los planes de sus
supervillanos, claro, pero también elementos de la espía femenina
protagonista de "Modesty Blaise", o de la pareja protagónica de la televisiva
"El agente de CIPOL"). De manera coincidente con la Nueva Ola, el cine de
Ciencia Ficción entregó clásicos como la mejor adaptación de "La máquina
del tiempo" (1960), el cruce entre Ciencia Ficción y "espadas y sandalias" que
fue "La Atlántida: El continente perdido" (1961), una adaptación de "Robur
el Conquistador" de Julio Verne que fue "El amo del mundo" (1961), la
epopeya submarina de "Viaje al fondo del mar" (1961), la divertida variante
del Doctor Jekyll y Mr. Hyde que fue "El profesor chiflado" con Jerry Lewis
(1963), la epopeya de un submarino miniaturizado dentro del cuerpo
humano en "Viaje fantástico" (1966), o la delirante y atrevida "Barbarella"
(1968).
De manera muy interesante, Europa se volvió a toda máquina sobre el cine
de Ciencia Ficción. Los británicos produjeron varias películas de Ciencia
Ficción que pueden ser consideradas como "serie B de qualité", un poco a la
manera en que la Hammer estaba transformando el terror de serie B
compensando los bajos presupuestos con atrevimiento en las historias e
imaginación en los decorados. Pero de manera muy interesante, los cineastas
"de autor" en Europa descubrieron lo que los escritores europeos del género
a comienzos del siglo XX ya sabían: que la Ciencia Ficción también podía ser
utilizada para transportar mensajes críticos contra la sociedad de su tiempo.
En 1965, Jean-Luc Godard rueda "Alphaville", que se inscribe dentro de un
género favorito para la intelectualidad europea en la Ciencia Ficción:
la distopía. Alphaville es en efecto una dictadura futurista en donde los
sentimientos y la individualidad han sido suprimidos; en ese ambiente es
donde un detective privado extraído de la más pura tradición del cine negro,
debe llevar a cabo una investigación. Godard no se quemó la cabeza
pensando en cómo ambientar la historia o en desarrollar elaborados efectos
especiales, y se limitó a rodarla en París, haciendo uso de locaciones con
arquitectura brutalista heredera de Le Corbusier para recrear una sensación
futurista: el halo de "vanguardia" que poseía en esos años semejantes
desvaríos arquitectónicos, fue lo que creó la magia en un escenario
absolutamente prosaico desde el punto de vista del género. Al año siguiente,
en 1966, su colega François Truffaut rodó "Fahrenheit 451". Basado en la
novela homónima de Ray Bradbury, Truffaut se la juega con el mismo truco
de "Alphaville" de no gastarse demasiado en efectos especiales ni decorados,
y recurre también a la arquitectura brutalista para recrear el mundo
desolado y falto de cultura que se refleja en la novela.
Pero si hay un cineasta europeo que debe ser asociado a la madurez de la
Ciencia Ficción, ése es Stanley Kubrick. Habiéndose paseado por varios
géneros, venía de rodar "Lolita" cuando se enfrascó en "2001: Una odisea del
espacio" (1968), proyecto que le tomó cinco años de su vida. La ambición de
Kubrick era crear el más épico film de Ciencia Ficción jamás rodado, para lo
cual se asoció con el escritor Arthur C. Clarke, para desarrollar la historia a
partir de un cuento corto de éste. La película refiere la historia de la
evolución humana desde la Prehistoria, en donde un grupo de homínidos se
encuentra con un misterioso monolito negro, hasta el por entonces futurista
año 2001 en donde los humanos encuentran en Júpiter otro monolito. En
ambos casos el resultado es el mismo: evolución. Los homínidos han
evolucionado en el hombre, y en 2001 el hombre evoluciona en una especie
mucho más avanzada, una especie de "hijo de las estrellas". La película fue
saludada como una madura saga cósmica por la crítica, además de ser
enormemente aplaudida por sus efectos visuales, portentosos para la época
en que fue rodada. El siguiente proyecto de Kubrick también fue de Ciencia
Ficción, pero de alcances más modestos: "La naranja mecánica" (1972). En
ella trata el tema de la violencia juvenil, en una Inglaterra imbuida en un
futuro cercano. "La naranja mecánica" sigue la tradición de "Alphaville" y
"Fahrenheit 451" de construir su "futuro" aprovechando la arquitectura
brutalista imperante, y prefigura en algunos años lo que va a ser después la
rebelión de los punks contra el establishment. Puestas espalda con espalda,
"2001: Una odisea del espacio" mira un tanto hacia el pasado, hacia la space
opera campbelliana llevada a su expresión más cosmogónica, mientras que
"La naranja mecánica" mira de soslayo hacia el futuro, prefigurando algunos
temas que después van a integrar buena parte de lo que será el lado
sociológico del cyberpunk.

Ya entrando en la década siguiente, el heredero de Kubrick vendrá desde la


Unión Soviética: es Andrei Tarkovski. En "Solaris" (1972), adaptación de una
novela de Stanislav Lem, encontramos casi el opuesto al triunfalismo místico
de "2001: Una odisea del espacio": mientras en la epopeya kubrickiana el ser
humano es guiado por inteligencias alienígenas benevolentes en su
evolución, en el desolador filme tarkovskiano el protagonista descubre que el
planeta Solaris es probablemente una criatura viva, pero de una clase de tan
extraña y perturbadora (un gigantesco océano oleaginoso viviente), que es
imposible llegar a establecer contacto o comunicación con ella. Tarkovski
aborda así el tema de la incomunicación humana, desde una perspectiva casi
abstracta, aprovechando el entramado de Ciencia Ficción. Aún más abstracta
resulta "Stalker", sobre un guía o "stalker" que lleva a unos personajes a
través de una zona desolada en donde se producen misteriosos fenómenos
psíquicos. Mientras que en "Solaris" Tarkovski trata de recurrir a efectos
especiales y decorados convincentes (un ambiente oxidado y retrofuturista),
en "Stalker" renuncia a los efectos especiales: todo el elemento de Ciencia
Ficción está contenido en la historia misma, narrada de manera muy
naturalista en paisajes por completo desolados.

El movimiento de Kubrick hacia "La naranja mecánica" y la relativa buena


crítica de Occidente hacia Tarkovski, marca una tendencia propia del cine de
la década de 1970: su progresivo enrarecimiento y oscurecimiento. Si en la
década de 1960 todavía era posible encontrar algo de serie B de calidad y
cine de un carácter más optimista, la década siguiente sería mucho más
densa y oscura. No en balde, la saga más insigne de la Ciencia Ficción de la
siguiente década sería la pesimista "El planeta de los simios".

Próxima entrega: "La resaca de la Nueva Ola".


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domingo, 19 de junio de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 42 - La resaca


de la Nueva Ola.

Aunque la rebelión de los autores de la Nueva Ola contra la generación


campbelliana fue un acontecimiento capital dentro de la historia de la
Ciencia Ficción, el predominio mismo de la Nueva Ola fue breve. El
movimiento se había impuesto definitivamente en 1967 con la antología
"Visiones peligrosas", pero pronto vino la saturación respecto de la novela de
Ciencia Ficción experimental, y por lo tanto su progresivo abandono. No es
que ya no se escribiera más, pero el grueso de los escritores prefirieron
volver a cauces más tradicionales. Y esto no debería ser demasiado extraño.
En el mundo exterior, la revolución de la década de 1960 había sido un
verdadero estallido, pero después había venido la gran nada. La revolución
de 1968 había degenerado en los movimientos terroristas de Italia y
Alemania, Estados Unidos se había desencantado del establishment debido a
los escándalos relacionados con Vietnam y con Watergate, etcétera. Resulta
curioso observar que la destrucción o al menos el retiro de la mentalidad
conservadora y gregaria predominante hasta la fecha, reemplazada por un
nuevo individualismo, generó una dualidad en la cultura popular: por un
lado surgió un fuerte espíritu de autoconciencia y de alienación frente al
sistema, que permea al cine y a la literatura en general, y por el otro una
voluntad de abandonarse y entregarse a las libertades recién ganadas en una
vorágine de escapismo y hedonismo. Simplificando quizás demasiado, una
comparación útil podría ser echarle un vistazo a la música: en el lado
autoconsciente podemos alinear al rock progresivo o al punk, mientras que
en lado hedonista podemos incluir el funk o la onda disco. La Ciencia Ficción
no fue inmune a este movimiento, y sobrepasados los excesos de la Nueva
Ola, vino una resaca en la cual los autores intentaron reevaluar el género. El
problema es que consideraban muerta tanto a la Edad de Oro como a la
Nueva Ola, y no daban con algo que pudiera reemplazarla.

Los autores de Ciencia Ficción de la década de 1970 tienden entonces a


carecer de un sello propio o personal, y se limitan a rechazar la Nueva Ola
volviendo hacia unos estándares más rígidos del género, pero sin adoptar la
visión moral propia de la Ciencia Ficción campbelliana. Es una Ciencia
Ficción adulta y muy autoconsciente, con pretensiones de ser literaria, apta
para el consumo de una generación que había crecido en un ambiente de
intercambio masivo de ideas y que por lo tanto deseaba un género más
sofisticado. Eran autores postmodernos que venían un poco de vuelta de
todo, y no pretendían empujar el género más adelante, sino utilizar sus
convenciones para crear novelas con "buen acabado literario". Basta con
repasar el listado de ganadores de Premios Hugo y Nebula de la época: en
1971, la novela que ganó el Premio Hugo fue "Mundo Anillo" de Larry Niven
(había ganado el Nebula en 1970), que es una space opera clásica escrita de
manera tradicional, aunque incorporando una mayor exigencia literaria, así
como planteamientos más desinhibidos respecto de la mente humana, la
sexualidad, etcétera. Al año siguiente vino "Los propios dioses", el regreso
de Isaac Asimov a la novelística en más de una década y media, que aparte de
algunos experimentos estilísticos y un intento por tratar la sexualidad de una
especie alienígena, en general responde más a los patrones de la vieja ciencia
ficción campbelliana que a la experimentación desatada de la Nueva Ola. En
el mismo listado figuran "Encuentro con Rama" (space opera de Arthur C.
Clarke), "La guerra interminable" (una space opera militarista de tintes
filosóficos por Joe Haldeman), "Pórtico" (otra novela de encuentros
extraterrestres, ahora por Frederick Pohl), etcétera. La mayor parte de estos
autores ya llevaban varios años, incluso décadas, en activo dentro del género.

Quizás dos autores entre varios permitan ejemplificar mejor el perfil de la


Ciencia Ficción de la época. Una de ellas es Ursula K. LeGuin. Aunque ya
había escrito varios trabajos y había sido antologada en "Visiones
peligrosas", su gran momento fue "La mano izquierda de la oscuridad" de
1969. En dicha novela explora la idea de una raza humana en un planeta
alienígena, que ha evolucionado de tal modo que su sexualidad funciona de
manera distinta a nivel biológico; esta premisa le permite a LeGuin explorar
cómo lo biológico en el ser humano influye sobre la manera en que creamos
la cultura y la civilización, incluyendo la política, el arte, la religión, y hasta el
sistema carcelario inclusive. En 1975 publicó "Los desposeídos", en donde
crea dos planetas que son reflejos en la ficción de las respectivas sociedades
de Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría, lo que le
permite hacer una disección antropológica y desapasionada de las mismas.

El otro autor relevante aquí es Philip Jose Farmer. Aunque llevaba ya un par
de décadas en activo, y había escandalizado con novelas en donde trataba
abiertamente la sexualidad ("Los amantes", la más clásica de todas), su
concepto más memorable es el Mundo del Río. En la saga de cinco tomos,
iniciada con "A vuestros cuerpos dispersos", recrea la historia de una raza
extraterrestre que terraforma por completo un planeta alienígena, y resucita
a toda la Humanidad desde la Prehistoria hasta el siglo XX, para que
convivan unos con otros. Bajo la fachada de una saga de Ciencia Ficción,
Farmer se da el lujo de crear una larguísima y serpenteante, como el río del
planeta en cuestión, historia de aventuras con mucha capa y espada. Es, en el
fondo, la resurrección de la vieja literatura pulpesca de inicios del siglo XX,
ahora dentro de un contexto más erudito y refinado, y por qué no decirlo,
autoconsciente.
Al alero de este grupo de autores, una nueva generación de escritores se crió
y empezó a publicar, también con una visión conservadora del género: entre
los más destacados están Connie Willis y Kim Stanley Robinson (este último,
probablemente el con mayor proyección posterior, gracias a su Trilogía
Marciana). El punto de contacto de esa nueva generación postmoderna y
posterior a la Nueva Ola, es un marcado énfasis en el ser humano, no a la
manera individualista y heroica de la época de Campbell, sino como un ente
físico y espiritual a la vez, en un curioso injerto de una mentalidad cercana a
la Ilustración del siglo XVIII, pero en Ciencia Ficción. Pero este panorama,
quizás un tanto añejo incluso para su tiempo, estaba por saltar en pedazos.
En el mundo exterior se avecinaba una nueva revolución: la informática.
Esta ya existía en el mundo, naturalmente, pero en la década siguiente, la de
1980, ésta se pondría al alcance del bolsillo de la clase media, y alcanzaría a
los hogares. Dentro de ese esquema, la estirada Ciencia Ficción posterior a la
Nueva Ola ya no tendría lugar, y saltaría hecha trizas frente a la arremetida
de todo un núcleo de nuevos autores: el cyberpunk estaba a la vuelta de la
esquina.

Próxima entrega: La década negra del cine de Ciencia Ficción.


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domingo, 26 de junio de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 43 - La década


negra del cine de Ciencia Ficción.

En muchos sentidos, el período de nueve años que va desde "2001: Una


odisea del espacio" (1968) hasta "La guerra de las galaxias" (1977) puede ser
caracterizado como la década negra del cine de Ciencia Ficción, no porque
perdiera calidad en la época, sino debido a su mayor densidad, y claro está,
su pesimismo. "2001: Una odisea del espacio" había marcado claramente la
madurez del género en el cine, pero como efecto colateral, el género se volvió
mortalmente serio. En esto, por supuesto, el cine de Ciencia Ficción no hacía
más que seguir las aguas de la cultura popular de la década de 1970, que
también experimentó el mismo fenómeno. Esta autoconciencia y adustez fue
la marca del género hasta que "La guerra de las galaxias" vino a devolverle
un matiz más infantil (en el buen o mal sentido, entiéndase el calificativo
como se quiera), optimista y luminoso.
La gran presencia del cine de Ciencia Ficción en la década fue sin lugar a
dudas la saga de "El planeta de los simios" y sus secuelas, con cinco entregas.
La original "El planeta de los simios" estaba vagamente basada en una
novela de Pierre Boullé, y data de 1968 (las siguientes secuelas van a razón
de una por año). Este es el mismo año que "2001: Una odisea del espacio",
sintomáticamente, pero la aproximación de ambos al género es diferente: en
lo de Kubrick hay seriedad y filosofía, mientras que "El planeta de los simios"
es claramente más aventurera y comercial. La saga en sí misma experimenta
un profundo hundimiento de calidad (buena la primera, aceptables las dos
secuelas siguientes, olvidables las dos últimas), pero más allá de eso, refleja
muy bien los miedos y paranoias de su época. Las dos primeras ("El planeta
de los simios" y "Regreso al planeta de los simios") conforman un binomio
en que asistimos a una sociedad futura en que los simios inteligentes están
en la cúspide y oprimen a los humanos... sólo para que de los conflictos
subsiguientes, todo acabe en un gigantesco apocalipsis final. Las tres
siguientes ("Escape desde el planeta de los simios", "La conquista del planeta
de los simios" y "La batalla del planeta de los simios"), por un mecanismo
argumental de viaje en el tiempo, son a la vez secuelas y precuelas de las
anteriores, y nos muestran cómo esa sociedad de simios llegó a formarse en
primer lugar, aplastando a los humanos y reduciéndolos a la esclavitud.
Junto con la franquicia de Terminator, ésta es una de las aproximaciones
más fatalistas del cine de Ciencia Ficción a nuestro futuro como especie.
Siguiendo la estela de "El planeta de los simios", el cine se pobló de películas
postapocalípticas. Quizás la más destacada de estas películas sea "Zardoz",
en donde un Sean Connery por ese entonces retirado de su sesentero rol de
James Bond, vive una serie de aventuras en una sociedad que ha regresado al
misticismo religioso en una especie de nueva edad de las cavernas. Más
terrenal resulta "Cuando el destino nos alcance" (pésima traducción de
"Soylent Green"), protagonizada por Charlton Heston, el mismo de "El
planeta de los simios", en donde la superpoblación obliga a tomar medidas
drásticas e inhumanas para alimentar a la gente. El mismo Heston
protagonizaría otro hito del cine postapocalíptico, que es "El hombre
omega", basada vagamente en la novela "Soy leyenda" de Richard Matheson,
que refiere las andanzas del último hombre vivo sobre la Tierra o algo así, y
que ha conservado un valor como ícono cultural al margen de su más que
discutible calidad cinematográfica.
La distopía totalitaria también floreció aquí. Siguiendo la estela de
"Fahrenheit 451" y "La naranja mecánica", que describen sociedades
futuristas en donde el Estado reprime la individualidad para fortalecer la
seguridad del cuerpo social, nos encontramos con un trabajo de un primerizo
George Lucas. En "THX-1138", Lucas hace una adaptación bastarda de "Un
mundo feliz" de Aldous Huxley, con su personaje sin nombre y reducido a un
puro código (el título de la película), a la manera de Ralph 124C 41+. Otra
distopía totalitaria de cierta significación es "Fuga en el siglo XXIII", en
donde la superpoblación se combate eliminando a la gente que sobrepasa los
30 años de edad, engañando al resto y haciéndoles creer que en realidad
participan de un ritual religioso.

En general, la Space Opera experimentó un retroceso en esta época, con


películas de bajo perfil como "Naves misteriosas", que mezcla Space Opera
con ecología, o "Dark Star", la opera prima de John Carpenter que aborda el
tema espacial desde un cierto distanciamiento irónico. Quizás la última
película en esta vena pesimista de la década sea "Atmósfera cero", de 1981.
Esta, con un Sean Connery claramente más envejecido que en sus roles
habituales de héroe, se ambienta en las minas de Io, satélite de Júpiter, y
refiere las tribulaciones de un sheriff interesado en impartir justicia dentro
de un ambiente generalizado de corrupción. Aunque correcta en su
ejecución, "Atmósfera cero" es una película claramente pasada de moda para
su tiempo, en que el avasallador éxito de "La guerra de las galaxias"
empezaba a imponer el modelo de cine blockbuster, y las aproximaciones
más serias al género se estarían volviendo desde el espacio exterior hacia un
nuevo espacio interior: el ciberespacio. Porque en efecto, terminada la
década de 1970 e iniciada la siguiente, el cyberpunk llegaría para engullirse
la parte más filosófica del pastel.

Próxima entrega: "J-Invasión".


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domingo, 3 de julio de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 44 - J-Invasión.

Mientras que la Ciencia Ficción anglosajona, tanto en su vertiente literaria


como cinematográfica, se revestían de cierto clasicismo, el mundo occidental
en general iba a ver la irrupción cada vez más incontenible de la Ciencia
Ficción japonesa. Aunque debemos añadir que esta irrupción golpeó más en
el lado audiovisual que en el literario, ya que Japón no exportó demasiada
literatura de género, pero sí una enorme cantidad de material audiovisual
que pasó a formar la base de toda una nueva corriente cultural a finales del
siglo XX. La Ciencia Ficción japonesa presenta un sello particular, debido a
la relación traumática del Japón con la tecnología. A diferencia del mundo
anglosajón, cuya cultura creció armónicamente con la industrialización del
siglo XIX, el Japón fue occidentalizado de manera rápida y un tanto brutal a
partir de la Era Meiji, iniciada en 1868. Los japoneses asumieron la
tecnología y la explotaron hasta límites tales que su industria automotriz
amenaza con desbancar a los vehículos estadounidenses, y se pusieron a la
cabeza de la robótica, la miniaturización y otras técnicas, pero por otro lado,
siempre miraron con nostalgia a su pasado ancestral, creando un imaginario
de un Japón bucólico y pacífico, una mezcla de budismo zen y shogunato
como escapismo para las presiones de la vida occidentalizada. Todas estas
tendencias psicológicas y sociológicas tenían que reflejarse por fuerza en su
Ciencia Ficción.
El nombre fundamental que marca un antes y un después en la Ciencia
Ficción japonesa es Osamu Tezuka. A este dibujante le tocó vivir el Japón
posterior a la Segunda Guerra Mundial, devastado por la bomba atómica y
militarmente ocupado por Estados Unidos. Esta ocupación que, recordemos,
duró hasta 1951, tuvo como consecuencia inesperada que arribaron buenas
cantidades de revistas pulp, incluyendo pulps de Ciencia Ficción, gracias a
los soldados que las llevaban consigo desde Estados Unidos. Osamu Tezuka
recibió una enorme influencia por parte de la cultura de Estados Unidos,
pero supo transmutarla con los valores clásicos del Japón para crear algo
nuevo y diferente. La idea de personajes con grandes ojos, clave en el manga
y un aporte decisivo de Osamu Tezuka, está inspirado directamente en los
dibujos animados de Walt Disney, sin ir más lejos. Su obra cumbre y más
influyente es Astro Boy (Tetsuwan Atomu en japonés), creado en 1952, y que
es la historia de un chico robot que vive numerosas aventuras y combate
numerosos villanos en un entorno más o menos retrofuturista. La trágica
historia de Astro Boy, un robot rechazado por su creador y que debe abrirse
su propio camino en la vida, cautivó a los japoneses y más tarde al mundo
entero.
Algo más tarde, en 1956, llega "Iron Man 28" ("Tetsujin 28-Go"), de
Mitsutero Yokoyama, manga que inagura todo un nuevo género de la Ciencia
Ficción: el mecha. En lo esencial, un mecha es un robot más o menos
gigante, y su nombre mismo es la japonización de la palabra inglesa
"mechanical". El género alcanzaría la que es probablemente su consagración
con "Mazinger Z", un manga de Go Nagai que refiere las peripecias del robot
del mismo nombre contra un archivillano que trata de conquistar el mundo.
Al principio, las historias con mecha eran bastante de fórmula, con cada
capítulo autoconclusivo enfrentando y venciendo a un enemigo diferente (el
"monstruo de la semana"), pero luego la fórmula se expandió y los mechas
fueron cruzados con la Space Opera, creándose historias como las múltiples
series de Gundam, o las otras varias de Macross (antecedente japonés de
"Robotech").
Ya entrada la década de 1970, se internacionaliza otro nombre clave para la
Ciencia Ficción: Leiji Matsumoto. Este es uno de los autores que mejor ha
conseguido entrecruzar los temas y escenarios de Ciencia Ficción, con
conceptos culturales propios de la mentalidad japonesa. Su Space Opera
"Nave espacial" ("Space Battleship Yamato", en la que acabó cayendo casi
por pura casualidad, porque fue llamado por los creadores originales,
aunque le metió tantos cambios que es como si hubiera nacido suya en
primer lugar) marcó un antes y un después en el género, consagrando las
series con personajes que evolucionan y grandes arcos narrativos. Otras
notables creaciones suyas son "La reina de los mil años", una poderosa
reflexión sobre el totalitarismo y la xenofobia, o su romántico pirata espacial
"Capitán Harlock", entre otras. Matsumoto entrecruzó a sus personajes
ocasionalmente y los hizo partícipes de un universo más grande, que sus
fanáticos llaman el "Leijiverso", aunque estos cruces han sido hechos un
poco por juego o como guiños al espectador, de manera que no siempre la
continuidad del Leijiverso es ciento por ciento consistente. Los animes
basados en la obra de Leiji Matsumoto fueron, junto con los mencionados
"Astro Boy" y "Mazinger Z", de los primeros grandes éxitos japoneses que
invadieron Occidente.
Si bien es cierto que el triunfo del manga y el anime japonés le debe mucho a
la rabiosa creatividad de los autores japoneses, no es menos importante
remarcar la temprana industrialización de la creación audiovisual en Japón,
con la creación de un circuito que parte con el manga (la historieta original),
sigue con su adaptación al anime (la película, serie de televisión, o más tarde
el OVA u "Original Video Animation"), y en fecha más tardía, el paso del
anime al videojuego. Y eso, por no hablar del floreciente mercadishing en
torno a las figuras más populares, y que también comenzó en esta época (de
manera más o menos contemporánea a que Star Wars hiciera lo propio en
Occidente). Esta industrialización del negocio ayudó mucho a que pudieran
venderse estas obras en Occidente, relacionándose pronto ambas industrias
y sentando así las bases para lo que después va a ser la cultura otaku en
Occidente.

Próxima entrega: "En una galaxia muy lejana...".


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domingo, 10 de julio de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 45 - En una


galaxia muy lejana...

Con la perspectiva que otorga el tiempo, no cabe dudas de que, tanto para
bien como para mal, el estreno de "La guerra de las galaxias" ("Star Wars")
en 1977 fue una bomba revolucionaria que no dejó títere con cabeza ni en el
cine, ni en la cultura popular. Dentro del cine de Hollywood en general, una
nueva generación de cineastas (el "Nuevo Hollywood") había reemplazado en
la década anterior al establishment que había reinado desde la instauración
del cine sonoro, con una aproximación más sombría, violenta, descarnada y
mordaz a la realidad circundante. Uno de los autores dentro de esta
constelación integrada por Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Peter
Bogdanovich, Woody Allen, etcétera, era George Lucas, cuya opera prima
("THX-1138") se encuadraba en la Ciencia Ficción distópica, si bien su
siguiente "American Graffiti" incursionaba en el realismo y exploraba la
juventud de la década de 1950, desde un ángulo más sombrío y menos
romántico que el tradicional. A continuación, se embarcó en su idea de rodar
una película que fuera reminiscente de las seriales dominicales de su
infancia, pero actualizando la narrativa y los efectos especiales a lo que
estaba disponible en 1977. Lucas peleó a brazo partido por su proyecto, en el
que nadie creía, y consiguió un acuerdo con los estudios FOX únicamente al
precio de renunciar a todas las ganancias de la película y quedarse sólo con el
mercadishing (a la larga, para sorpresa y asombro de todos, este gambito de
Lucas resultó mucho mejor para él que para la mismísima FOX).
La película en sí misma sigue el más rancio y clásico esquema del bien contra
el mal: la galaxia sufre la opresión de un gigantesco imperio galáctico, y un
puñado de rebeldes une fuerzas para restaurar la libertad. Pero es
justamente esta falta de pretensiones en la narrativa, aunado a un
impresionante trabajo en el campo de los efectos especiales, lo que hechizó
instantáneamente a la audiencia. "La guerra de las galaxias" era entretenida
y refrescante porque no se proponía elaborar discursos ni parábolas, al revés
del cine contemporáneo de su tiempo, sino que se limitaba a contar una
historia "como las de siempre". La película cosechó un éxito instantáneo, y
engendró toda una franquicia y un universo narrativo consistente en otras
cinco películas principales, varios spin-offs cinematográficos, series
televisivas, y una catarata de novelas y cómics. No es demasiado fuera de
lugar afirmar que Star Wars se ha consolidado como el más grande universo
narrativo dentro del género de la Space Opera, la aventura espacial de toda la
vida.
El éxito de "La guerra de las galaxias" generó una breve fiebre por nuevas
películas de épica espacial. La Paramount, que había tenido a Star Trek en el
congelador por una década, se apresuró a darle luz verde a "Viaje a las
estrellas: La película". La MGM aprovechó su franquicia estrella de James
Bond para enviarlo al espacio en "Moonraker". La Disney se embarcó en "El
abismo negro". Entre medio surgió "Galáctica: Astronave de combate", que
depredaba numerosas ideas de Star Wars incluso hasta calcar algunos
conceptos. De manera más o menos emparentada, se le dio vía libre a
"Superman", que inaguró el cine de superhéroes de alto presupuesto. Y así
sucesivamente. Pero el estrepitoso fracaso de "Los siete magníficos del
espacio", de 1980, marcó el declive de esta breve moda.

Con todo, una película consiguió abrirse paso más allá de la moda, y generar
su propia franquicia. Dirigida por Ridley Scott en 1979, "Alien" era un nuevo
giro hacia la oscuridad, y es en muchos sentidos la antítesis de Star Wars: los
paneles brillantes y luminosos son reemplazados por óxido y oscuridad, los
héroes rubios y musculosos son reemplazados por antihéroes sin posibilidad
de victoria, la violencia saneada y ascéptica es reemplazada por la sangre y el
gore, y la lucha por ideales políticos es trocada en siniestros manejos
económicos. El monstruo de Alien, de brillante concepción estética gracias al
trabajo del diseñador H.R. Giger, se transformó en un icono perdurable de la
cultura popular, y en la gran herencia de esa tanda de Ciencia Ficción
inmediatamente posterior a Star Wars, probablemente debido a que no
intenta imitarla sino por el contrario, ir en contra de ella para inventarse por
el camino algo que pudiera pasar como nuevo y original.

Pero a nivel más socioeconómico, Star Wars tuvo también una consecuencia
siniestra: probó de manera definitiva y triunfal que rodar blockbusters era
un buen negocio. A partir de entonces, el concepto de rodar una película
implica gastarse millones en propaganda y firmar jugosos acuerdos
comerciales. La Ciencia Ficción en el cine había emprendido una larga
jornada hasta alcanzar una mayor seriedad y madurez, y ahora estaba a
punto de comenzar el camino contrario, hacia una progresiva
mercantilización e infantilización. Resulta interesante observar que el
estallido de la Space Opera gracias a Star Wars, y la consiguiente saturación
respecto del género, iba a despejar el terreno para un nuevo tipo de Ciencia
Ficción muy crítica respecto de la injerencia económica de las
transnacionales en la sociedad, que ya no hablaba de grandes espacios
siderales en distantes futuros sino del casi-aquí y casi-ahora, y que ya
comenzaba a dar sus primeros aleteos: el Cyberpunk estaba a la vuelta de la
esquina.

Próxima entrega: Hacia el Cyberpunk.


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Opera, Star Wars
domingo, 17 de julio de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 46 - Hacia el


Cyberpunk.

Si la década de 1970 había sido un período de oscuridad y de latencia, una


revolución allá afuera estaba por cambiarlo todo: la computación. Las
computadoras, los "cerebros artificiales" de la Ciencia Ficción de la Edad de
Oro, habían estado presentes en el mundo desde que ENIAC entrara en
funciones, por allá en 1943. Pero pronto, la computación avanzaría lo
suficiente como para salir de los grandes edificios corporativos y meterse en
la vida de la gente. En 1981 fue lanzado el primer "Personal Computer",
abreviado PC, y desde entonces la fiebre no cesó. Y la Ciencia Ficción no iba a
quedarse atrás, por supuesto. Al mismo tiempo, la sociedad misma estaba
experimentando transformaciones: los fundamentalismos y fanatismos
crecían, el neoliberalismo y la voracidad desatada de las grandes
corporaciones estaba a la vuelta de la esquina, y crecía la masa de
desencantados que a través de música como el punk, el ska, el rap o el
reggae, comenzaba a articular la nueva generación de movimientos de
protesta. La explosiva mezcla de todos elementos generó de pronto un
espacio que podríamos llamar el "no futuro", la sensación de no saber hacia
donde marchaba la sociedad, o peor aún, el presentimiento de que la
sociedad marchaba hacia un desastre neodarwiniano. El horizonte narrativo
de la Ciencia Ficción, que predecía acontecimientos de la Humanidad en
cientos, miles o millones de años más, de pronto se hizo nebuloso. La Ciencia
Ficción se iba a retraer cronológicamente, y dedicarse al futuro cada vez más
cercano, ese futuro oscuro y negro que en nada se parecía a los sueños de
la Edad de Oro, y que en realidad, era ya en cierto modo el presente. Esto iba
a ser el Cyberpunk.

Como cualquier otro movimiento, el Cyberpunk no se articuló de un día para


otro. En realidad, los primeros indicios de lo que iba a ser el Cyberpunk
comenzaron a germinar en la década de 1970. El nombre mismo "cyberpunk"
es revelador. La música y el movimiento punk había literalmente estallado a
mitad de década, con una actitud anárquica y nihilista contra toda la
sociedad y su carrera hacia ninguna parte por un lado, y contra todo el
alambicado arte anterior por el otro. Añadirle el prefijo "cyber" implicaba un
paso adicional: esa sociedad distópica que ya no es el futuro sino el presente,
lleva amalgamadas las computadoras y la robótica consigo. La ecuación "alta
tecnología + bajo nivel de vida" estaba ya presente. El término, por cierto,
deviene de un relato de Bruce Bethke, uno de los escritores del movimiento.
Los escritores que después iban a formar el Cyberpunk, estaban imbuidos
todos en este ambiente. Así como los escritores de la Nueva Ola eran los
niños que crecieron con la Edad de Oro, ellos mismos eran los niños que
crecieron con la Nueva Ola: en otros términos, se rebelaron contra los
rebeldes. Al igual que "Amazing Stories" y "Astounding Science Fiction" para
la Edad de Oro, y "New Worlds" para la Nueva Ola, el Cyberpunk también se
vertebró en torno a una revista. Sólo que en este caso no era una revista
"institucional" sino un fanzine (contracción de "fanatic magazine", o "revista
de fanáticos"). Este se llamaba "Cheap Truth", título que en inglés importa
un juego de palabras, puesto que literalmente significa "Verdad barata", pero
fonéticamente puede leerse también como "La verdad del chip". "Cheap
Truth" fue editado por Bruce Sterling, bajo el muy poco modesto seudónimo
de Vincent Omniaveritas: con el tiempo, Sterling se transformaría en el
ideólogo del movimiento, y sus obras literarias en canónicas dentro del
género. "Cheap Truth" y sus autores y colaboradores se planteaban en
abierta oposición a lo que puede ser considerado el "establishment" de la
Ciencia Ficción de su época, que había regresado desde la Nueva Ola hacia
una especie de "hiper Edad de Oro" estilísticamente conservadora y muy
literaria: esto, los protocyberpunks lo percibían como amaneramiento y
domesticación ante el sistema.
Interesantemente, el Cyberpunk es con toda probabilidad el primer
movimiento dentro de la Ciencia Ficción en donde su evolución corre por
carriles paralelos tanto en lo literario como en lo audiovisual, algo muy
apropiado para un movimiento que plantea la invasión y sustitución
inminente de la realidad virtual sobre la realidad concreta. Mientras los
cyberpunks atacaban con "Cheap Truth", una serie de películas empezaron a
construir lo que iba a ser el imaginario estético del cyberpunk. "Westworld"
de 1973 plantea una constante del cyberpunk: la eventual rebelión de los
robots contra sus creadores (Michael Crichton, director de esta película,
cambiaría a los robots por dinosaurios, manteniendo el argumento, para
crear "Parque Jurásico"). Al mismo tiempo, la idea de sumergirse en los
universos de la máquina fue planteada por "Videodrome" (en donde
imágenes televisivas subliminales pueden volver psicótica a una persona, e
incluso hay un personaje que físicamente ha muerto, pero sigue presente a
través de cintas y grabaciones), y "Proyecto Brainstorm", que habla sobre la
posibilidad de grabar imágenes mentales. Pero dos películas son claves para
el desenvolvimiento del Cyberpunk, ambas de 1982. Una de ellas es "Blade
Runner", que describe un año 2019 en donde los androides son
indistinguibles de las personas, sólo unos pocos elegidos tienen un buen
pasar, y las grandes corporaciones lo manejan todo. La otra es "Tron",
primera película en plantear de manera convincente la realidad virtual.
Ya más avanzada la década, comenzó a quedar en evidencia que los
planteamientos del cyberpunk no hablaban del futuro sino del presente, y
bruscamente, su literatura se hizo mucho más comprensible para las nuevas
generaciones. En 1984, en los Premios Hugo y Nebula se produjo la
revolución: mientras que en años anteriores los vencedores siempre eran
representantes de la anterior hornada de la Ciencia Ficción, ahora fue el
turno por primera vez de una novela cyberpunk. Se trataba de "Neuromante"
de William Gibson, y ya la Ciencia Ficción nunca más volvió a ser la misma.

Próxima entrega: Alrededor de Neuromante.


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CienciaFiccionísticas, Cyberpunk, Orígenes de tales o cuales cosas
domingo, 24 de julio de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 47 - Alrededor


de Neuromante.

Si bien el Cyberpunk llevaba varios años larvándose, fue una novela la


responsable de aunar todos los elementos dispersos en varias novelas,
cuentos y películas (la distopía, las grandes corporaciones, el hundimiento de
la democracia y los gobiernos, la realidad virtual, etcétera) en un solo
universo narrativo coherente: "Neuromante". Esta obra resultó tan canónica
para el género, que puede decirse que constituyó a la vez su referente y su
maldición, porque creó todo un entorno imitado y copiado hasta la saciedad,
hasta el punto que puede afirmarse que el Cyberpunk después de este hito
comenzó lentamente a morir de hipertrofia.
"Neuromante" conforma parte de lo que se ha llamado informalmente el
"Ciclo del Ensanche". El Ensanche o Sprawl en inglés, es una enorme
conurbación que ocupa toda la costa este de Estados Unidos, tan grande que
la actual ciudad Nueva-York-a-Washington es una aldea campesina a su
lado. En dicha ciudad, cubierta por enormes domos que tornan el cielo en
eternamente gris, y en donde la clase media se ha hundido y sólo hay unos
pocos poderosos por encima de una enorme masa de asalariados que
malviven como mejor pueden, se ambientan tres novelas de William Gibson
("Neuromante" y sus sucesoras "Conde Cero" y "Mona Lisa acelerada"), más
algunos cuentos, todos ellos autónomos entre sí.
La novela original "Neuromante" refiere la historia de Case, un hacker que
por robarle a sus patrones, ha sido "quemado", o sea, se le ha metido una
droga para inhabilitar sus sinapsis neuronales e impedirle así meterse a la
red y hackear. Condenado a sobrevivir en el día a día, Case recibe la oferta
para un último trabajo, gracias al cual podrían restaurarle su capacidad de
sumergirse en la realidad virtual y por tanto de volver al hackeo. Pero este
trabajo lo pone en contacto con una realidad pavorosa: resulta que detrás de
todo lo que está ocurriendo hay dos inteligencias artificiales, Neuromante y
Wintermute, que han despertado a la conciencia y están tratando de
apoderarse de la sociedad manejándola desde la trastienda. De manera muy
interesante, Case no se propone combatir a la amenaza ni salvar al mundo:
en medio de este panorama apocalíptico, se limita simplemente a sobrevivir.
Se ha dicho, y no sin razón, que "Neuromante" no es tanto Ciencia Ficción
como una novela negra al estilo de "El Halcón Maltés", pero con una
ambientación futurista que en el fondo no es sino una visión crudamente
distorsionada de los males que azotan a nuestra sociedad presente.
Después de "Neuromante", William Gibson ambientó dos novelas más en
este escenario, aunque con tramas independientes y apenas con alguna tenue
conexión entre personajes. En "Conde Cero" asistimos a la evolución de las
inteligencias artificiales, que ha seguido por su propio carril desde los
eventos de "Neuromante" sin que nadie les haya puesto demasiados atajos,
en parte por ignorancia y en parte por los jugosos dividendos que podrían
extraer los que saben de esto. En "Mona Lisa acelerada", por su parte, esta
evolución ha llegado tan lejos que incluso podrían fabricarse réplicas
informáticas de la mente de personas reales.
La Trilogía del Ensanche, y particularmente "Neuromante", tuvieron la
virtud de catalizar todo aquello que venía fraguándose en la trastienda de la
Ciencia Ficción. Fue el suceso editorial del género en 1984, y suele ser
considerada la novela de Ciencia Ficción más importante de la década. Su
ambientación fue imitada después hasta la saciedad, lo que llevó al
agotamiento prematuro de sus premisas. Siendo el Cyberpunk un género
plenamente consciente del impacto que tiene lo audiovisual sobre la cultura
humana de nuestros días, no debe ser casualidad que el movimiento haya
tenido un desarrollo más profundo en el cine y en menor medida la
televisión, que en lo puramente narrativo.

Próxima entrega: Imágenes del Cyberpunk.


Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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Etiquetas: 1.980 a 1.989 (Los Ochentas), Ciencia Ficción: Reciente (1.980 en


adelante), Crónicas CienciaFiccionísticas, Cyberpunk, Ficción Utópica y
Distópica, Literatura, William Gibson
domingo, 7 de agosto de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 48 - Imágenes


del Cyberpunk.

Resulta curioso observar que la Ciencia Ficción de la Era Campbelliana tuvo


un fuerte componente estético, debido a la existencia de las seriales
dominicales por un lado (y el cine Atompunk después), y a las inefables
portadas de las revistas pulp de la época, mientras que la Nueva Ola tendió a
romper con todos los patrones estéticos, así como con todo lo demás. El
Cyberpunk recuperó la vena esteticista de la Edad de Oro, a la que a su
manera distópica suele rendir más de algún homenaje (en no pocas
ocasiones, el Cyberpunk se plantea como el reflejo o espejo oscuro de la Edad
de Oro, una especie de gemelo malvado de ésta). Por esto, no debe ser
casualidad que los ejemplos más claros de Cyberpunk, más allá de la obra de
William Gibson, Bruce Sterling y algún que otro autor más, estén no tanto en
la literatura como en el cine.
Quizás la primera película netamente cyberpunk sea "Blade Runner",
dirigida por Ridley Scott en 1982. Mucho se ha debatido si realmente debe
considerársela dentro del género o como un pariente cercano, pero es
innegable que codifica muchos elementos que después van a ser primarios
del género. Cuenta la leyenda que William Gibson, mientras escribía
"Neuromante", fue a ver "Blade Runner", y se salió del cine espantado de lo
mucho que esa película se acercaba a su visión de lo que iba a ser su novela.
La trama de "Blade Runner" es una adaptación muy libre de una novela
de Philip K. Dick (autor en el cruce de la Edad de Oro a la Nueva Ola cuyos
temas anticipan muchas preocupaciones del Cyberpunk), y sigue las
peripecias de un cazador de androides (llamados "blade runner"
precisamente) es comisionado para perseguir a algunos de éstos que, contra
la ley, han venido del espacio exterior a la Tierra para buscar a su "creador".
Aunque supuestamente el "cazador" es el "bueno", la película es lo
suficientemente ambigua como para plantear que los androides y el cazador
son todos en realidad víctimas de un sistema distópico que los aplasta por
igual, y en el cual sólo pueden medrar para sobrevivir, sin esperanzas ya no
digamos de cambiar el sistema, sino simplemente de mejorar su propia
condición.
Vino entonces una seguidilla de películas del género, no siempre de calidad
superlativa. Una de las mejores aproximaciones en la década es
"Terminator" de James Cameron, de 1984, que describe cómo en el futuro
cercano las máquinas han casi destruido a la Humanidad, y envían a un
cyborg al presente (a 1984, se entiende) para matar a la madre de quien será
el líder de la última rebelión humana. La película tiene un hálito ominoso,
porque al presentar esta premisa, el espectador sabe y percibe que la ciudad
es en realidad un cadáver ambulante, y que todo lo cotidiano que está viendo
pronto será arrasado en un holocausto atómico que no dejará absolutamente
nada de lo que tú y yo conocemos. James Cameron dirigió una secuela que
riza el rizo sobre la premisa, que es "Terminator 2: El juicio final", antes de
que la franquicia cayera en decadencia con un par de nuevas entregas muy
inferiores a las originales. Mencionemos de paso también "Días extraños" de
Kathryn Bigelow, en que sus protagonistas sobreviven en una sociedad en
donde se comercia con imágenes que pueden ser implantadas en el cerebro:
esta película fue producida por James Cameron.
El Cyberpunk golpeó como una fiebre a Japón, la nación
hipertecnologizada cuyos mangas y animes estaban invadiendo Occidente, y
que produjo algunos de los mejores ejemplos de Cyberpunk. "Akira", de
1988, refiere la historia de un Tokio aniquilado por una explosión de alguna
clase... que después se revela estar conectada a Akira, el niño esperado
durante veinte años como un mesías por una sociedad japonesa hundida en
la miseria y la ultraviolencia. "Akira" pone sobre la mesa el tema del
posthumanismo, la evolución ulterior de los seres humanos gracias a la
ingeniería genética y la robótica hasta niveles evolutivos superiores. Aún más
cerca de la diana llega "Ghost in the Shell", que ha generado una próspera
franquicia de películas y series de animación. En la película de 1995 (la
encarnación y continuidad más conocida de la franquicia), la Mayor Motoko
Kusanagi debe perseguir a un misterioso asesino que, según se revela, es una
inteligencia artificial que trata de incrustarse en un cuerpo humano para
literalmente cobrar vida. "Ghost in the Shell" toma toda la literalidad del
universo de "Blade Runner", pero la película discípula aplica un elemento
ausente de la película maestra: la realidad virtual. Y a la vez, puede ser
considerada un puente entre dicha película y otra que le copió tanto la
estética como varias soluciones narrativas (incluyendo la secuencia inicial):
"Matrix".
"Matrix" es la película quintaesencial de lo que se supone es el Cyberpunk en
el cine. Irónicamente llegó en 1999, una fecha en que dentro de la literatura,
el Cyberpunk estaba siendo visto ya como un movimiento superado y
agotado. "Matrix" fue responsable de tomar lo que hasta el minuto era una
subcultura para relativamente pocos enterados, y ponerla al alcance de todo
el mundo. La película sigue las peripecias de Neo, un hacker que luego de ser
perseguido por unos misteriosos hombres de negro, descubre que la realidad
en la que vive (nuestro presente) es en realidad una alucinación de realidad
virtual construida por una gigantesca supercomputadora mundial, que de
esta manera mantiene quietos y sedados a los últimos seres humanos que
sobreviven en un futuro postapocalíptico, para ser aprovechados como
fuente de energía por parte de dicha supercomputadora. Con la ayuda de
algunos renegados sobrevivientes del futuro (el verdadero presente, ya que el
"presente" de Neo en realidad es el pasado), Neo descubre sus poderes y se
transforma en el ser humano más poderoso dentro de la Matriz o la Matrix
(el ciberespacio o la realidad virtual común para todos). De la película
salieron un par de juegos, un par de secuelas, y un video de animación
"Animatrix", que realmente no le suman nada a la película inicial. Con
"Matrix" puede darse por acabada la evolución del Cyberpunk: habrán más
obras tanto en el cine (muchas de ellas imitando elementos de "Mátrix",
como "Piso 13" por ejemplo) como en la literatura, aunque en esta última
cada vez menos, y que tendrán en común el no añadir nada
fundamentalmente nuevo al género. Irónicamente, el resultado del
agotamiento del Cyberpunk en la década de 1990 y su visión de "20 minutos
en el futuro" le abrirá paso a una visión del género que bien podría ser
parafraseada como "un siglo en el pasado": el Steampunk.

Próxima entrega: El regreso del vapor.


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general, Cine: Los blockbusters (1.980 a 2.010), Crónicas CienciaFiccionísticas, Cyberpunk
domingo, 14 de agosto de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 49 - El regreso


del vapor.

Mientras que en la década de 1980 el foco de atención de los escritores y


lectores de Ciencia Ficción, y también de una parte del mainstream, enfilaba
derecho hacia el "20 minutos en el futuro" del Cyberpunk, se estaba gestando
un movimiento que iba exactamente en la dirección opuesta: hacia el pasado.
Porque mientras los escritores y cineastas Cyberpunk trataban de arañar el
futuro posthumanista y metacomputacional, esta otra hornada de creadores
buceaba en la arqueología del género hasta dar con los padres fundadores,
particularmente con la Inglaterra del siglo XIX en donde Herbert George
Wells sentó lo que serían los temas principales del género. En realidad, ellos
no querían tener nada que ver con el Cyberpunk, y de hecho implícitamente
lo repudiaban: si querían recrear la mitografía propia de la Ciencia Ficción
del siglo XIX, era justamente como escapismo en contra de la avalancha del
futuro que se les venía encima, y que el Cyberpunk abrazaba activamente
hasta sus últimas y amargas consecuencias. Pero para sus primeros lectores
resultó más llamativa su actitud iconoclasta (romper con el presente, pero no
hacia el futuro sino hacia el pasado), y tomando la etiqueta "punk",
cambiaron el "ciber" por el vapor ("steam" en inglés). Con ello, nacía la
etiqueta de Steampunk.
En realidad, y a diferencia del Cyberpunk, el Steampunk no es ni pretende
ser novedoso. El primer Steampunk en realidad era una recreación más o
menos fiel de lo que era la Ciencia Ficción pregernsbackiana, y en eso,
resulta ser un revival más o menos consciente. Una de las primeras novelas
adscritas al género, "Morlock Night" de 1979, es de hecho una secuela
bastarda de "La máquina del tiempo" de Herbert George Wells (su autor,
K.W. Jeter, es quien de hecho inventó la palabra "steampunk"). Una de las
consecuencias de esto es que, al no estar bien encasillada ni esquematizada
la Ciencia Ficción anterior a Gernsback, su entrecruzamiento con lo
fantástico y lo sobrenatural es mucho más simple que en el Cyberpunk, por
lo que pronto se transformó en un género híbrido que incluye elementos de
novela histórica, de Ciencia Ficción, y de Fantasía Epica o Heroica.
A pesar de que el revival de Julio Verne y Herbert George Wells en el
cine Atompunk es un claro antecedente del Steampunk, fue recién en la
década de 1980 que el género cobró un perfil propio y consciente. Así como
en el Cyberpunk fue William Gibson el autor que logró la alquimia de
cohesionar todos los elementos preexistentes que sus cultores andaban
tratando de reunir a manotazos en el aire, en el Steampunk el responsable
fue probablemente Tim Powers. Resulta irónico observar que Philip K. Dick,
escritor al que el Cyberpunk tanto le debe en lo que a ideología se refiere, fue
maestro y amigo personal de Powers (la novela dickiana "¿Sueñan los
androides con ovejas eléctricas?", cuando fue rebautizada como "Blade
Runner", le fue dedicada a Powers). El equivalente de "Neuromante" aquí es
"Las puertas de Anubis", una novela en la que un personaje de finales del
siglo XX regresa en el tiempo a la Inglaterra de inicios del siglo XIX, liándose
en una conspiración que involucra a un grupo esotérico tratando de revivir a
los dioses egipcios. La novela mantiene ese cruce entre magia y Ciencia
Ficción que será característica de mucho del Steampunk, y a través de ese
cruce, de la tensión entre futurismo por un lado, y romanticismo arcaísta por
el otro; resulta interesante observar que el universo narrado en "Las puertas
de Anubis" es cronológicamente contemporáneo a la seminal "Frankenstein"
de Mary Shelley. Powers revisitó el tema de manera más desarrollada y
pulida en "La fuerza de su mirada", en que consolida los elementos del
género. Entre medio también escribió otras novelas que también trataban de
explotar la idea de reconstruir el pasado desde lo científico y lo mágico. Una
de ellas ambientada en la época de la piratería del siglo XVIII, "En mareas
extrañas", alcanzó notoriedad más allá de los fanáticos de manera insólita,
cuando fue muy libremente adaptada para ser la cuarta entrega de la saga
cinematográfica de los Piratas del Caribe. Por cierto, los propios creadores
del Cyberpunk, William Gibson y Bruce Sterling, no desdeñaron escribir su
propia pepla steampunk, y en 1990 publicaron "La máquina diferencial",
ésta mucho más científica que la obra de Powers, en donde exploran una
historia alternativa en donde la computación se ha desarrollado en el
Imperio Británico durante el siglo XIX a partir de los trabajos de Charles
Babbage (que en la realidad fuera de la novela, quedó como un pionero sin
descendencia intelectual directa).

La idea de mezclar el pasado histórico con tecnología anacrónica se volvió de


fórmula, y con ello, vino la expansión. Otros autores se volvieron hacia
épocas más recientes, hacia la Edad de Oro campbelliana, y le dieron forma
al subgénero del Dieselpunk, que en el cine encontró concreción en "Capitán
Sky y el mundo del mañana". En el plano estético sobrevino también el
retrofuturismo y la estética que en inglés se conoce como "Raygun Gothic"
(algo así como "gótico de pistola de rayos"), que incorpora elementos de la
Ciencia Ficción más camp de las décadas de 1950 y 1960 (un poco al estilo de
la serie de dibujos animados "Los Supersónicos", pero practicado ahora de
manera mucho más autoconsciente). En otra dirección, el Steampunk creció
hasta que incluso sus elementos de Ciencia Ficción, más allá de cierta
maquinaria retrotecnológica, se disolvieron en entornos completamente
fantásticos: algo así ocurre por ejemplo en animes como "Vision de
Escaflowne" o "Full Metal Alchemist".

Sin embargo, a diferencia del Cyberpunk, que entre "Blade Runner" (1982) y
"Matrix" (1998) desarrolló una fértil alianza con el cine, el Steampunk la ha
tenido mucho más difícil para abrirse camino, y si lo ha hecho, es a través de
sus variantes más fantásticas, no las más relacionadas con la Ciencia Ficción.
Los Estudios Disney se llevaron uno de sus más sonados fracasos cuando
incursionaron en el Steampunk con la por otra parte bastante aceptable
"Atlantis: El imperio perdido". "La Liga de los Caballeros Extraordinarios",
una adaptación bastante descolorida de la barroca historieta original de Alan
Moore, trató de ser para el género lo que "Matrix" había sido para el
Cyberpunk, aunque sin conseguirlo. "Capitán Sky y el mundo del mañana"
también resultó un fracaso. Katsuhiro Otomo, que le había dado al
Cyberpunk la seminal "Akira", trató de repetir la jugada con "Steamboy", que
es casi un remake de su obra anterior en clave steampunk, pero tampoco le
consiguió asestar el palo al gato. En donde el Steampunk audiovisual ha
encontrado mayor éxito, parece ser en el mundillo del anime, quizás por
la relación menos complicada que tiene el pasado con la Ciencia Ficción,
dentro de la animación japonesa: algunos trabajos de Hayao Miyazaki como
que quieren tocar el género ("Nausicaa del Valle del Viento") o se internan
derechamente en él ("El castillo andante"), así como algunas series
televisivas que explotan su estética (parcialmente "Visión de Escaflowne", y
en mayor medida "Full Metal Alchemist"). Pero en muchos sentidos,
confundido entre la estética dark y gótica, el Steampunk ha pasado más o
menos desapercibido para el grueso de la cultura popular como tal, más allá
de las murallas del mundillo friki.

Próximo capítulo: "Biopunk y posthumanismo".


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CienciaFiccionísticas, Literatura, Steampunk
domingo, 21 de agosto de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 50 - Biopunk y


Posthumanismo.
"La huella marca tu espinazo, dicen / Las máquinas son humanos / Estamos
programados de esa manera / en Dios confiamos... / en Dios confiamos...".

Front Line Assembly ("Bio-Mechanic", del disco "Tactical Neural Implant"


de 1992).

A mediados de la década de 1990, el Cyberpunk literario empezó a estar cada


vez más agotado, a la par de estar convirtiéndose casi en un lugar común
dentro del cine. El Steampunk por su parte corría por banda separada un
poco a contracorriente del mundo real. Empezaba a resultar claro que el
mundo de los "20 minutos en el futuro" no iba a ser tan apocalíptico como se
había profetizado en un minuto. Algunas de las más amargas predicciones
del Cyberpunk, tales como el hundimiento de la clase media, el crecimiento
de la adicción a los medios de masas, o el secuestro del sistema político a
manos de los grandes grupos empresariales, se habían hecho o estaban en
vías de hacerse realidad. Pero por otra parte, y esto los escritos clásicos del
Cyberpunk no lo habían visto, Internet abrió enormes posibilidades para la
propagación de las ideas, la autoafirmación del individuo, y la democracia
digital. Como de costumbre, la revolución informática había traído sus
secuelas positivas y negativas, y por lo tanto, la visión nihilista y alienada del
Cyberpunk de la década de 1980 dejó paso a nuevas maneras de concebir la
relación con la tecnología computacional en la década siguiente.

Puede considerarse que el punto de inflexión desde el Cyberpunk clásico,


pesimista y distópico, al Postcyberpunk más cauto y quizás amistoso, se
produce con la obra de Neal Stephenson. Este inició su trayectoria al alero
del Cyberpunk, si bien mantuvo una cierta originalidad y distancia con los
presupuestos del núcleo duro del género. En 1992 alcanzó notoriedad con
"Snow Crash". La novela es un pequeño baturrillo de temas cyberpunk
(computadoras, criptografía, capitalismo desatado, realidad virtual como
reemplazo de Internet...) y elementos menos canónicos tales como historia,
lingüísta, antropología... De manera muy poco ortodoxa para el Cyberpunk
clásico, la cultura e idioma sumerios juegan un rol muy importante en el
desarrollo de la trama. Interesantemente, la novela introduce el concepto de
avatar como una personalidad virtual paralela online a la nuestra propia en
el mundo real: la palabra terminó por saltar de la novela para formar parte
del vocabulario de Internet (la idea del Metaverso implementada por
Stephenson en esta novela, es un claro antecedente de lo que trató de ser
Second Life, una década después). Su siguiente novela, "La era del
diamante", trata extensivamente el tema de la nanotecnología.
Posteriormente, Stephenson alejó su interés del Postcyberpunk, y enfiló
hacia la criptografía en la Segunda Guerra Mundial ("Criptonomicón"), hacia
el surgimiento de la ciencia moderna (el llamado Ciclo Barroco), y una
curiosa novela de Ciencia Ficción medio basada en la filosofía griega
("Anatema").

Parte importante del Postcyberpunk descansa en el concepto de


"posthumanismo". Este parte de la idea de que el ideal renacentista e
ilustrado del ser humano, ha sido definitivamente desbancado por la
informática, y que la evolución humana ya no es de carácter biológico sino
tecnológico. Esto discurre en paralelo al hecho de que en la década de 1990,
el vedettismo pasó desde la revolución informática (computadores
personales, Internet, etcétera) a la biotecnológica (Proyecto Genoma,
ingeniería genética...). Una obra pionera en estos temas que algunos llaman
Biopunk, es el llamado Ciclo Formador/Mecanicista, desarrollado por Bruce
Sterling en una novela ("Esquizomátrix", de 1985) y en algunos relatos
cortos. Este ciclo describe un Tercer Milenio en donde la Humanidad se ha
expandido por el Sistema Solar, y se ha desarrollado hasta un punto de poder
controlar su propia evolución. De esta manera surgen dos maneras de
concebir la evolución: los formadores, que confían primariamente en la
biotecnología y el condicionamiento psicológico, y los mecanicistas, que
prefieren evolucionar a través de implantes cibernéticos, softwares de última
generación, y neurodesarrollo a través de drogas de diseño. Entre medio
rondan criaturas tan extrañas como los "cabezacables" ("wireheads") que
han abandonado sus cuerpos físicos para instalar sus mentes en las
computadoras, o los extraños langostas, que ya ni siquiera residen en
cuerpos celestes o estaciones espaciales, sino que salen derechamente al
espacio interplanetario enfundados en carcasas de soporte vital que ya no
abandonan nunca porque son parte de su propia estructura anatómica. El
Ciclo Formador/Mecanicista lleva hasta sus últimos extremos la idea
posthumanista de que el ser humano, por su dominio sobre la computación y
la ingeniería genética, está a punto de evolucionar hasta una clase de criatura
que ya no es ni puede ser reconocida como humana según los patrones
filosóficos clásicos.
Quizás el teórico más importante del Biopunk sea Paul Di Filippo, quien
llamó al engendro Ribofunk, y de hecho publicó una colección de relatos con
dicho título en 1996. Di Filippo señaló, con razón o sin ella, pero no sin
agudeza, que al momento de recibir certificado de nacimiento el Cyberpunk
con "Neuromante" en 1984, en realidad los dos pilares del nombre (la
cibernética como ciencia de la información, y el punk como movimiento
musical) estaban muertos, y el propio Cyberpunk por tanto había nacido un
tanto prematuramente muerto (observación no exenta de razón,
considerando que este movimiento de "20 minutos en el futuro" bebía lo
suyo de estéticas de hasta casi medio siglo atrás). Di Filippo prefería
"ribofunk" como contracción de "ribosoma" y "funk". Aunque uno puede
preguntarse si el funk ha tenido más vida que el punk desde su origen común
en la sopa primigenia de la década de 1970.
El Postcyberpunk y el Biopunk en general han tenido poca vida más allá de la
literatura. Les falta algo esencial que el Cyberpunk y el Steampunk sí poseían
a raudales: una estética que les sea propia. Además, los postulados
posthumanistas son demasiado raros o alienantes para que puedan ser
personajes viables en el cine, el principal medio de promoción de corrientes
artísticas hoy por hoy, ya que el cine necesita que sus personajes tengan
pasiones y sentimientos con los cuales el espectador pueda identificarse...
pero que son cosas demasiado "humanas" para que tengan cabida en un
escenario posthumanista. No en balde, en el cine suele suceder que cuando
una criatura evoluciona desde su fase humana hasta una posthumana, la
película se detiene para dar lugar a los créditos finales: en "2001: Odisea del
espacio" y la primera película de "Viaje a las estrellas" ocurría esto, entre
otras, debido a la imposibilidad de reflejar ese mundo posthumano en
imágenes meramente humanas. Quizás lo más cercano a las ideas del
Biopunk en el cine sea la película "Gattaca" de 1996, en la que un ser
humano "de segunda clase" por haber sido producido de manera tan
aleatoria como un embarazo natural en vez de por manipulación genética,
debe arreglárselas para cumplir con su sueño de viajar al espacio, vedado
para los de su clase porque su dotación genética es demasiado incierta como
para ser confiable en la sociedad supercodificada del futuro. Por desgracia,
en muchos sentidos, por debajo de su pátina Biopunk, en realidad "Gattaca"
viene siendo la enésima adaptación bastarda de las ideas de "Un mundo
feliz" de Aldous Huxley, con una estética retrofuturista adosada a la misma.
Motivos más que suficientes para que el público desdeñara la propuesta, y la
película se llevara un fuerte bofetón en la taquilla, probando una vez más lo
que venía siendo cada vez más cierto desde el Cyberpunk en adelante: que la
eterna fuga hacia adelante de la Ciencia Ficción del siglo XX estaba casi por
llegar a un callejón sin salida.
Próximo capítulo: "La llegada del futuro".
Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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CienciaFiccionísticas, Cyberpunk, Posthumanismo
domingo, 28 de agosto de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 51 - La llegada


del futuro.

A mediados de la década de 1990, la oleada Cyberpunk ya podía darse por


superada, y la consagración de "Matrix" como clásico del Cyberpunk a finales
de la misma década era un fiel indicador de que el grueso del público ya
estaba preparado para vivir en ese otro lado. La década siguiente vio un
desarrollo explosivo de Internet, que cambió nuestra manera de
relacionarnos con el mundo: mientras que en la década anterior el navegar a
través de la World Wide Web era una actividad precaria y complicada, en el
2000 surgieron o se expandieron una enorme cantidad de herramientas
informáticas que literalmente trajeron el futuro al presente. En 1900, una
novela o película que hubiera hablado sobre correo electrónico, Google,
Facebook, Twitter, Wikipedia, etcétera, hubiera sido una prospectiva o una
Ciencia Ficción tremendamente alucinógena, mientras que una novela o
película de los 2000s tratando sobre esos mismos temas ya no es Ciencia
Ficción sino literatura costumbrista: ahí están películas como "Red social" o
"Qué pena tu vida" para corroborarlo. Además, cada vez más y más gentes en
los medios de comunicación y en el mundo cultural se habían criado con
Ciencia Ficción, considerada ésta como algo mucho más respetable que en
los tiempos más duros del ghetto gernsbackiano, y por lo tanto, dicho ghetto
empezó a venirse fulminantemente abajo. De esta manera, la característica
definitoria de la Ciencia Ficción posterior al año 2000 es la demolición de las
barreras entre la Ciencia Ficción y el resto de la cultura popular: la antigua
expresión "es algo de Ciencia Ficción", que se usaba para señalar algo
insólito, increíble o imposible, ahora casi no tiene cabida debido a que el
mundo predicho por la Ciencia Ficción ES posible, y lo estamos VIVIENDO
EN ESTE MISMO INSTANTE. Ustedes mismos, sin ir más lejos, están
leyendo las Crónicas CienciaFiccionísticas gracias a un artilugio de Ciencia
Ficción llamado Internet.

Aunque podría haberse predicho lo contrario, todo esto ha significado una


cierta implosión del cine de Ciencia Ficción, el que no sólo ha perdido fuelle
y creatividad, sino que también se ha conformado con ser refrito de otros
aspectos de la cultura popular, o incluso de su propio pasado. Después de
todo, si ya vivimos en un entorno de Ciencia Ficción, es poco lo que la
Ciencia Ficción, o al menos la más clásica, puede hacer para ayudarnos a
entender y movernos en este entorno. Muchas películas de Ciencia Ficción
posteriores al año 2000 tienen por lo tanto tramas y situaciones propias de
las películas de serie B de la época del Atompunk, pero ahora alcanzan una
enorme notoriedad y son las que más presupuesto chupan de los grandes
estudios, así como las que generan mayores utilidades a los mismos,
desplazando al "cine serio" o al "cine arte" que durante el medio siglo
transcurrido desde el auge del sonoro hasta la revolución informática, era el
más vistoso y prestigioso de todos. Ahora bien, sucedió en paralelo que
Estados Unidos sufrió el atentado contra las Torres Gemelas, y por lo tanto
creció el terror y la inseguridad, por lo que, consecuencia colateral, la cultura
popular se llenó de "hombres fuertes": con esto, la rama de la Ciencia Ficción
que mayor auge cobró, fue el cine de superhéroes. Muchos consideran que
los superhéroes no son parte de la Ciencia Ficción, pero si no lo son, a lo
menos debemos conceder que existen fuertes conexiones: entre las películas
de superhéroes de los 2000s encontramos mutantes ("X-Men"), arañas
radiactivas ("Spiderman"), alienígenas ("Superman regresa"), armaduras de
combate ("Iron Man"), o guerreros hipertecnologizados ("The Dark Knight").
Puede que sea buena o mala Ciencia Ficción... pero sigue siendo Ciencia
Ficción.

Otro rasgo característico de la demolición del ghetto, es que por primera vez
en décadas se ha producido una irrupción considerable de escritores
afuerinos y de la "intelectualidad" hacia el campo de la Ciencia Ficción. Es
cierto que hasta bien avanzado el siglo XX, escritores "serios" como Aldous
Huxley no rechazaban escribir Ciencia Ficción como "literatura seria", pero
después del crecimiento del ghetto y su consolidación en la Era
Campbelliana, la intelectualidad literaria tendió a volverle la espalda. Existen
excepciones significativas, como por ejemplo el ciclo Canopus en Argos de la
escritora Doris Lessing, escrito entre 1979 y 1983, pero cuando ella obtuvo el
Premio Nobel de Literatura en 2007, no recuerdo ninguna reseña
periodística en donde se dijera que ella había escrito Ciencia Ficción, además
de literatura "realista" o "comprometida". Pero en el paso de la década de
1990 a los 2000s hemos visto obras de Ciencia Ficción vendidas como
"literatura seria" de la mano de Michel Houellebecq ("La posibilidad de una
isla" de 2005 trata sobre clonación), Cormac McCarthy ("La carretera" sobre
un mundo después del apocalipsis), etcétera. Sea por ignorancia supina, sea
por descarado reclamo editorial, muchas de esas obras se han vendido como
aquellas destinadas a abrir nuevos rumbos a la literatura, haciendo tabula
rasa de toda la tradición literaria anterior de la que beben, a veces bien, y no
pocas veces mal o con una falta de originalidad que hace vivo contraste con
la publicidad alrededor.

Como parte del mismo bloque de fenómenos, vino el auge del remake, como
una manera de traer directamente desde el pasado aquellos elementos que
configuran la estética y los temas posteriores al año 2000. Quizás la serie
televisiva pionera en el arte del reciclaje fue "Los expedientes secretos X".
Emitida entre 1993 y 2002, la serie adoptaba la premisa de una serie anterior
llamada "Kolchak", sólo que reemplazando al periodista por una pareja de
agentes del FBI como protagonistas. Tanto los "monstruos de la semana"
como la gran conspiración que envolvía la trama de fondo, eran en realidad
actualizaciones de motivos narrativos propios del más rancio Atompunk,
incluyendo los infaltables extraterrestres bajitos y cabezones. Aunque todo
esto, combinado con casos paranormales, e incluso en alguna ocasión con un
caso de índole cyberpunk escrita por William Gibson mismo, nada menos.
En los 2000s llegaron remakes directos: el más exitoso de todos fue
"Galactica", pero tampoco es desdeñable el remake de "V", que se merecía
mejor suerte de la que tuvo cuando cayó el hacha sobre ella con apenas dos
temporadas y veinte episodios. Sintomáticamente, en ambos casos la serie
original tenía unas tres décadas de antigüedad, un salto de una generación
completa entre un grupo de televidentes y el siguiente.

¿Y cómo se defienden los escritores de Ciencia Ficción más puros frente a la


llegada del futuro? Una de las reacciones más obvias es incrementando el
factor hard dentro del género. De esta manera, la Ciencia Ficción más dura,
científica y tecnológica encontró un nuevo auge, quizás buscando mantener o
reconstruir el ghetto tradicional. Quizás el pionero de esta tendencia sea Kim
Stanley Robinson, cuya carrera había comenzado en medio de la resaca de la
Nueva Ola, y que en la década de 1990 hizo historia dentro del género al
publicar su Trilogía Marciana, en la que describe un vasto fresco futurista de
intrigas con la terraformación de Marte como trasfondo. No pocas novelas de
Ciencia Ficción posteriores al 2000 han completado el círculo y vuelto a las
raíces de la Ciencia Ficción campbelliana y aún la gernsbackiana de
comienzos del siglo XX, transformándose en gruesos tratados sobre
Mecánica Cuántica y teorías cosmológicas, con la trama de la novela y sus
personajes sirviendo apenas como pretexto o soporte para la enunciación
prolija de ideas científicas. En esta versión más dura del género podríamos
destacar a Greg Bear, a Robert Charles Wilson o a Vernon Vinge. Lo que no
quiere decir que se hayan excluido las posibilidades sociológicas del género:
quizás lo más destacado en esta línea que curiosamente entronca un tanto
con la Ciencia Ficción utópica del siglo XIX, sea la trilogía de novelas
dedicadas a un universo paralelo Neanderthal escritas por Robert J. Sawyer
("Homínidos", "Humanos" e "Híbridos"). En el aparente final del camino, la
Ciencia Ficción vuelve a arreglárselas para, en cierta medida, regresar a sus
propios orígenes.

Próximo capítulo (último de las Crónicas CienciaFiccionísticas):


"¿Quién habla en el nombre de la Ciencia Ficción?".
Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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Etiquetas: 2.000 en adelante (La Actualidad), Ciencia Ficción: Reciente (1.980 en


adelante), Crónicas CienciaFiccionísticas
domingo, 4 de septiembre de 2011

Crónicas CienciaFiccionísticas 52 - ¿Quién


habla en el nombre de la Ciencia Ficción...?

Después de un año de andaduras en las Crónicas CienciaFiccionísticas,


llegamos al final, luego de doblar el Cabo de la Nueva Esperanza del año
2000. Fecha icónica donde las haya, debido a que mucho de la Ciencia
Ficción se ambientaban desde el 2000 en adelante. Incluso citamos en su
minuto una novela de prospectiva de Edward Bellamy llamada "En el año
2000"... Como todas las historias hasta el "momento presente", las Crónicas
CienciaFiccionísticas quedarán truncas simplemente porque en algún punto
se debe parar, y más al futuro que el presente no se puede seguir hasta que
ese futuro llegue. Lo que no quita que, a manera de conclusión, nos
dediquemos a reflexionar hacia dónde marcha la Ciencia Ficción... y si es que
aún existe un futuro para la Ciencia Ficción, por supuesto.
Una de las ideas y predicciones más provocativas del último tiempo es
seguramente el concepto de "singularidad tecnológica". Fue desarrollado por
un teórico llamado Vernon Vinge, quien también ha escrito novelas de
Ciencia Ficción, aunque antecedentes de la misma pueden rastrearse en
fechas tan tempranas como mediados del siglo XIX. El concepto básico es
que la aceleración del desarrollo tecnológico es exponencial, y por lo tanto no
sólo crece la cantidad de tecnología existente, sino que también crece la
velocidad con que ésta aumenta. El resultado, argumenta Vinge, es un
horizonte impredecible en que una explosión de inteligencia artificial
rematará en la creación de una inteligencia superhumana (posiblemente
computacional) que en su vasta superioridad termine por destruir a la
Humanidad. El escenario no necesariamente implica que la
supercomputadora se rebele contra la Humanidad y la destruya a sangre y
fuego, como Skynet en las películas de Terminator, sino que la Humanidad
misma sea incapaz de sobrevivir en ese nuevo escenario y se esfume para
siempre. Una de las consecuencias del concepto de singularidad tecnológica
se refleja en la Ciencia Ficción posterior a la Nueva Ola: debido a la propia
impredecibilidad del desarrollo tecnológico, el horizonte de predicción ha
disminuido. De ahí que el Cyberpunk haya descendido desde el futuro a
secas hasta un simple "20 minutos en el futuro", y luego William Gibson en
su novela "Mundo espejo" haya renunciado al futuro y haya creado un
universo netamente Cyberpunk, pero en el presente de su publicación, el año
2002. Por supuesto que la idea es tan discutible como el concepto de que la
Humanidad iba a perecer asfixiada por los gases en la cola del cometa Halley
en su paso por la órbita terrestre en 1910, pero la incertidumbre sigue allí.
Ante la incapacidad de la Ciencia Ficción para crear universos tecnológicos
que sean novedosos, y también debido al terror que suscita la idea de la
próxima eventual extinción de la Humanidad ante su propio monstruo de
Frankenstein, se ha producido un escape en masa en la ficción, desde la
Ciencia Ficción hasta la literatura fantástica. No debe ser ninguna casualidad
que en los 2000s, la franquicia fílmica de Harry Potter (literatura fantástica)
haya desbancado a la de James Bond (literatura de espías) como la más
rentable de todos los tiempos, y el cuarto lugar haya sido tomado por asalto
por otra saga fantástica, los Piratas del Caribe (cuya cuarta entrega está
inspirada en una novela de Tim Powers, un autor steampunk). Y si vamos al
rendimiento medio por películas, ambas sagas son las dos más rentables,
seguidas en el tercer lugar por Transformers, una de Ciencia Ficción que más
allá de su pirotecnia visual presenta una historia absolutamente clásica de
buenos contra villanos. Y en ambas listas, la saga fantástica de El Señor de
los Anillos se instala firmemente en el sexto puesto. La característica común
que ofrecen Piratas del Caribe, El Señor de los Anillos y Harry Potter como
narrativa cinematográfica, es la seguridad: en todas ellas existe el Bien y el
Mal, firmemente delimitados, dentro de un universo controlable y
esencialmente estático en lo tecnológico, y todo ello muy lejos en el tiempo y
en el espacio... hacia un pasado romanticizado y ficcionalizado. Es decir,
todo lo contrario de lo que ha sido la Ciencia Ficción desde el Cyberpunk en
adelante.

¿Quiere decir esto que la Ciencia Ficción ya no tiene nada más que decir, y
que por lo tanto está muerta? ¿Hemos escrito las Crónicas
CienciaFiccionísticas como un legado, acaso un epitafio, para un género que
tuvo sus glorias pasadas y ahora ya es parte de los libros de Historia? La
respuesta es probablemente negativa, y la evidencia está en el crecimiento
explosivo de la Ciencia Ficción dentro de la blogósfera. Después del año
2000, la Ciencia Ficción se ha entrelazado de manera muy intrincada con
otros géneros más o menos emparentados, y eso se ve reflejado en multitud
de blogs que han ido creciendo a partir del año 2000. Incluso las Crónicas
CienciaFiccionísticas se han publicado originalmente no en un blog de
estricta Ciencia Ficción, sino como parte de este otro gran proyecto que es
la Guillermocracia. Lo que sí se ha roto en definitiva, quizás para siempre, es
el ghetto construido en la Era de Gernsback, y consolidado en la Revolución
Campbelliana, la idea de que la Ciencia Ficción es un mundo aparte con
murallas con cartelones de "Prohibido el Paso" colgando afuera. Y esto es
saludable. Los más brillantes escritores de Ciencia Ficción encontraron
mucho de su inspiración no en la endogamia, sino en absorber ideas e
influencias desde el exterior para traerlas al género, y eso ha mantenido al
género siempre fresco y nuevo. Así, Mary Shelley mezcló novela gótica con
ciencia ("Frankenstein"), los escritores socialistas mezclaron ideario social
con ciencia (la literatura utópica del siglo XIX), Isaac Asimov mezcló
Historia con ciencia (la saga de las Fundaciones), Arthur C. Clarke mezcló
ideas místicas orientales con ciencia ("2001: Odisea del espacio"), Frank
Herbert mezcló cultura árabe con ciencia ("Dune"), Michael Moorcock
mezcló Fantasía Epica con ciencia (el Multiverso), Gene Roddenberry
actualizó viejos motivos del Western y les dio la vuelta en televisión (Star
Trek), William Gibson mezcló novela negra con ciencia ("Neuromante")... y
suma y sigue.

Es indudable entonces que a comienzos del siglo XXI, la Ciencia Ficción


clásica, tal y como la conocemos, es un género muerto porque ya no puede
dar cuenta de las necesidades espirituales de los lectores y espectadores
después del año 2000. Pero esa es una manera de concebir la Ciencia
Ficción, no la Ciencia Ficción en sí, y por lo tanto, el género como tal no ha
fallecido. Volviendo ahora al origen, dejábamos caer en el comienzo de las
Crónicas CienciaFiccionísticas que allí donde hay ciencia, alguien discurrirá
mezclarla con ficción y saldrá la mezcla. Así se hizo desde el Renacimiento en
adelante, y comenzó el periplo del género. La Ciencia Ficción en el siglo
XVIII vivió larvado porque la ciencia misma creció con lentitud casi
monacal. Con la aceleración tecnológica del siglo XIX, el género sufrió una
aceleración en igual medida, y se impregnó de optimismo decimonónico. En
el siglo XXI quizás veremos una singularidad tecnológica, o quizás no; en
cualquier caso, será un mundo muy diferente al que existió durante el siglo
XX, para bien o para mal. Pero en ese mundo muy probablemente seguirá
existiendo la ciencia; aunque ésta pudiera estancarse, será muy difícil de
suprimir o liquidar. Siempre suponiendo que a la Humanidad no se la trague
la singularidad tecnológica, esa ciencia será también una ciencia diferente, y
habrá por lo tanto una Ciencia Ficción diferente. Quizás sus semillas ya
hayan sido sembradas desde muy antiguo, y sólo falte cosecharlas. Al
momento de escribir estas líneas en el año 2011, el género está cambiando, y
lo que vendrá puede ser su extinción, o el comienzo de nuevos y maravillosos
mundos por explorar. Sólo faltan los escritores que tomen el manto del
legado y se atrevan a ir allí donde antes fueron los clásicos en sus días: allí
donde ningún ser humano ha llegado antes.

FIN DE LAS CRÓNICAS CIENCIAFICCIONÍSTICAS.


Publicado por Guillermo Ríos en 10:00   

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