Cuerpo de La Nación: Cartografías Disciplinarias (Beatriz González Stephan)
Cuerpo de La Nación: Cartografías Disciplinarias (Beatriz González Stephan)
Cuerpo de La Nación: Cartografías Disciplinarias (Beatriz González Stephan)
DISCIPLINARIAS
1
Tomamos estas ideas del artículo “Post scriptum sobre las sociedades de
control” de Gilles Deleuze. De Michel Foucault son decisivos trabajos Vigilar y
castigar. Nacimiento de la prisión y La verdad y las formas jurídicas.
sociedades de control (en variación continua) son dos modos
de vida jurídica muy diferentes, y si nuestra ley es titubeante,
ella misma en crisis, es porque estamos dejando unas para
entrar en otras. El control se ejerce ahora sobre el espacio
abierto; no cuentan las barreras sino las computadoras que
rastrean la posición lícita o ilícita de cada persona; son poderes
modulantes. Pudiera ser que métodos más antiguos, tomados
de las anteriores sociedades de soberanía regresaran pero con
necesarias modificaciones. En el sistema de prisión: el uso de
collares electrónicos que fuerzan a la persona convicta a
permanecer en su casa. En el sistema escolar: el abandono de
toda investigación universitaria por el entrenamiento perpetuo.
En el sistema hospital: la nueva medicina sin doctor ni
paciente. Deleuze cambia el viejo topo (animal del
encerramiento) por la serpiente (animal ondulatorio).
2
En “desterrar el vicio y serenar las consecuencias: mendicidad y pobreza en
la Caracas del siglo XVIII” de Frédérique Langue Revista de Indias, Nº 201,
1994, p. 367.
3
Los dos tomos de José Pedro Barrán, Historia de la sensibilidad Uruguaya,
Tomo 1 La cultura “bárbara” (1800-1860) y Tomo 2 El disciplinamiento 1860-
1920 resultan sumamente aleccionadores en cuanto, a una investigación
tanto los catecismos, ahora de urbanidad, y las constituciones
nacionales insistirán tanto en que el ocio es la madre de todos
los vicios como en perseguir la vagancia pública.
4
Ver La ciudad letrada que motivó otras importantes investigaciones; para
nuestro caso la de Julio Ramos en Desencuentros de modernidad en América
Latina. Literatura y política en el siglo XIX.
5
Benedict Anderson en Imagined Communities. Reflections on the Origen and
Spread of nationalism.
vez otras reglas de cohesión grupal imaginaria.
6
En Mil Mesetas. Capitalismo y Equizofrenia de Giles Deleuze y Félix Guattari,
en particular el capítulo 1 “Introducción: Rizoma”, y 12 Tratado de
Nomadología: la máquina de guerra”.
7
“Desterrar el vicio...” art. cit.
8
Ver “Cartografía y Cartógrafos en la Venezuela colonial. Siglo XVIII por
Hernán González y Manuel Alberto Donis Ríos, en Memorias del Quinto
Congreso Venezolano de Historia, 1992, Tomo III.
riqueza moderna: reencauzar la violencia hacia la plusvalía del
capital.
9
Ver especialmente el capítulo “Disciplina” de Vigilar y Castigar, pp. 139-230.
social, sin antes habernos distanciado de su eminencia física, y
ver a través de qué cuadrícula conceptual lo estamos
interrogando. Esta distancia que media entre su positividad y
su representación sólo ha sido posible a partir de un abanico
de trabajos de reciente data --sin duda los de Michel Foucault a
la cabeza-- que, desde la antropología cultural y notablemente
desde la Nueva Historia (con sus tendencias hacia la historia
de la vida privada, la microhistoria, la historia de los géneros),
han incursionado en el modo cómo se han configurado y
concebido históricamente aspectos de la vida humana hasta
hace poco irrelevantes e intrascendentes (como las
sensibilidades, el cuerpo, el dolor, las enfermedades, el aseo,
el uso del agua, el vestido, las sexualidades, las mujeres, los
niños, la mendicidad, la locura, la domesticación de los
animales, etc. etc.) pero no insignificantes.
10
Ver Beatriz González Stephan La historiografía literaria del liberalismo
hispanoamericano del siglo XIX, y de Hugo Achúgar (comp.) La fundación de la
palabra. Letra y nación en América Latina en el siglo XIX.
mayor difusión de estos textos como también el celo de una
vigilancia más escrupulosa. Esto no significó que la violencia
de las pasiones, la soltura de los cuerpos y lenguajes quedó
inmediatamente normada por las constituciones, gramáticas y
manuales formulados en las primeras décadas. Más bien
habría que pensar en una tensión y si acaso lucha no siempre
cómodamente resuelta entre los universos postulados por la
escritura reguladora y la dinámica de la realidad.
11
Ver su libro El género gauchesco. Un tratado sobre la patria.
afán por ascender y colocarse, debía adquirir refinados
modales y un saber decir como las formas de su
blanqueamiento y occidentalización. Aquí, y en particular en
las sociedades multiétnicas --como Cuba, Colombia,
Venezuela, México, Brasil, Perú--, buena parte de estos
nuevos sectores medios no eran totalmente blancos. Por
consiguiente, extremar la limpieza o cuidar meticulosamente
los movimientos del cuerpo o educar la dicción no era un
asunto de estricta higiene corporal o lingüística, sino un
problema de distinción social. Las buenas maneras no sólo
blanqueaban la piel, sino que representaban ahora un valor (y
no una virtud) mercadeable, porque tanto la apariencia
(limpieza, salud, vestuario) y saber decir eran un capital
simbólico que podía colocar a cada individuo (mujer u hombre
12
según el caso) en la jerarquía social más alta. No es casual
que el proyecto de la burguesía liberal latinoamericana durante
el siglo XIX haya sido el de domesticar su propia barbarie; y su
deseo de civilizarse, mimetizarse tanto con sus antiguos
sectores señoriales como con las burguesías noratlánticas en
un gesto que no deja de ser de una modernidad conservadora.
12
En otros lugares he desarrollado estos aspectos. Ver Beatriz González
Stephan “Modernización y disciplinamiento. La formación del ciudadano: del
espacio público y privado”, en Esplendores y miserias del Siglo XIX. Cultura y
Sociedad en América Latina. Y “Políticas de higienización: la limpieza del
cuerpo y lenguas nacionales”, en Asedios a la Heterogeneidad Cultural. Libro
de homenaje a Antonio Cornejo Polar.
El cuerpo de leyes (las constituciones) le permitió a la
burguesía bajo la forma del derecho jurídico un sistema de
principios igualitarios (de allí que las repúblicas fundadas
hayan sido democracias formales); y el conjunto de normas
(manuales, gramáticas, tratados de retórica e higiene) un
sistema de micropenalidades operantes en la vida cotidiana
para reintroducir las disimetrías y desigualdades. Estos
géneros le permitieron a la nueva clase surgir y afirmarse; pero
al poco tiempo, cerrar el paso a nuevas camadas que también
buscaban este ascenso. El sistema piramidal no tardó en
reconfigurarse bajo otras consignas.
13
Las constituciones venezolanas recopiladas y editadas en sus versiones
facsímiles fueron publicadas en el volumen 17, Las Constituciones de
Venezuela por Luis Mariñas Otero, dentro de la colección llevó por título Las
Constituciones Hispanoamericanas dirigida por Manuel Fraga Iribarne. Para el
presente trabajo hemos utilizado las constituciones de 1811, 1819 (de Simón
Bolívar), 1830 (de José Antonio Páez), 1857 (de José Tadeo Monagas), 1874
(de Guzmán Blanco). Durante todo el siglo XIX Venezuela tuvo unas 12
constituciones. Todas las referencias y citas se harán de esta edición.
como ejemplos de estos géneros normativos y disciplinarios. 14
14
La primera edición de la Gramática de Andrés Bello aparece en Chile en
1847. Usamos la edición crítica de Ramón Trujillo publicada 1981. En relación
al Manual de Manuel Antonio Carreño, éste salió a la luz en forma de folletos a
partir de 1853, y fue publicado como libro en 1854; y el 14 de marzo de 1855, el
Congreso Nacional acordó recomendación especial para el uso de esta obra.
Citaremos de la edición de 1927, París: Casa Editorial Garnier Hermanos.
A lo largo de nuestro trabajo usaré el nombre genérico de constituciones
gramáticas y manuales por constituir tipologías discursivas específicas. Sin
embargo, los ejemplos concretos los daré a los modelos venezolanos
señalados.
sujeto; para ser aceptado como sujeto de la ciudad escrituraria;
y como agente de las fuerzas productivas y morales del
proyecto nacional. En este nivel, la modernidad suponía un
fuerte compromiso con un orden legal escriturado, cuyas
políticas de encorsetamiento del cuerpo y de la lengua estaban
al servicio de una nueva economía de mayor rentabilidad
social. Y es que las escrituras de policía --escrituras que
diseñan el movimiento social de la polis-- marcan en su límite
espacios éticamente diferenciales: por un lado, la urbe, el
Estado, la industria, el progreso; por el otro, el campo, el
caudillo, la casa-grande. Pero el nuevo orden --el "policial"-- va
no sólo a contraponerlos, sino a desautorizar al segundo:
“Después de constituidos los hombres en sociedad han
renunciado a aquella libertad ilimitada y licenciosa a que
fácilmente los conducían sus pasiones, propia sólo del estado
salvaje. El establecimiento de la sociedad presupone la
renuncia de estos funestos derechos, la adquisición de otros
más dulces y pacíficos y la sujeción a ciertos deberes mutuos.”
Y más adelante dentro de la misma Constitución de 1811: “La
propiedad es el derecho que cada uno tiene de gozar y
disponer de los bienes que haya adquirido con su trabajo e
15
industria”.
La necesidad de rotular en términos de “salvaje” a la sociedad
rural confiere automáticamente a la escritura/ley y por
contigüidad a sociedad/ciudadano/trabajo/propiedad la cualidad
de valores naturalizados. Obviamente controlar el ocio y el
desenfreno implicaba también una nueva ética donde la virtud
radicaba tanto en el ahorro de pasiones como de riquezas. El
deseo de acumular bienes pasa por la escritura policial que
modela las pasiones del cuerpo y de la lengua.
2. La invención de la ciudadanía
15
Primera Constitución de 1811, pp. 149 y 151.
objetivos, a la invención de la ciudadanía, en el sentido de la
creación de un campo de identidad que debía construirse como
espacio de elementos homogeneizados para su gobierno más
viable. En palabras de Julio Ramos, “una identidad que debía
construirse precisamente en la transformación de los
materiales 'bárbaros' e indisciplinados de las poblaciones,
sobre todo campesinas y subalternas, que se resistían a los
distintos órdenes de la centralización política y cultural
requerida por la nación”. 16
La constitución de un espacio simbólico que identifica sujetos
semejantes, bien porque hablan y escriben una lengua común
y porque sus cuerpos simétricos se ajustan al mismo patrón,
son algunas de las condiciones, entre otras, que van a permitir
el establecimiento de un orden mercantil entre las regiones de
la nación y su articulación al comercio internacional. Las
nuevas formas de comunicación exigían que los cuerpos y las
lenguas también unificaran sus lenguajes, así como los
ferrocarriles, telégrafos y vapores acercaban territorios y
ciudades.
16
En “El don de la lengua” p. 21. Debo a este lúcido trabajo de Julio Ramos la
relación establecida entre la lengua y las políticas pureza dentro del nuevo
régimen de legalidades que funda la república.
de dialectos irregulares, licenciosos y bárbaros” en el
continente hispanoamericano, “oponiendo estorbos a la
difusión de las luces, a la ejecución de las leyes, a la
administración del Estado, a la unidad nacional”. 17
17
Ver A. Bello “Advertencias sobre el uso de la lengua castellana (serie de
artículos publicados entre 1833 y 1834) y el Prólogo” a la Gramática de la
Lengua Castellana destinadas al uso de los americanos (1847) recogidos en
Antología de Andrés Bello de Raúl Silva Castro, pp. 184-206 y 207-216
respectivamente.
18
A. Bello “prólogo”, op. cit. La competencia de la lectura y escritura son
consustanciales a la ciudadanía. También las constituciones amparan como
“sujeto legal” aquel que domine el bien decir: Pertenece exclusivamente a la
Cámara establecer, organizar y dirigir las escuelas primarias, así de niños
como de niñas, cuidando de que se les enseñe a pronunciar, leer y escribir
correctamente, las reglas más usuales de la aritmética y los principios de la
gramática.” (Art. 7, secc. 3era., Constitución de 1819, p. 1939 op. cit.). En este
sentido, el letrado fue el ciudadano por excelencia: el “representante” de la
ciudadanía.
constitución en ciudadano exige la competencia de la lengua
escrita; y los ciudadanos que están más cerca de la ley de la
lengua (de la gramática) serán la lengua autorizada para
elaborar la escritura de las leyes. De este modo, el poder de la
gramática controla las constituciones y los manuales como
instancia sobredeterminante al disciplinar la lengua de la ley y
de la norma de los cuerpos.
19
Se consideran ciudadanos “activos” --los que pueden sufragar-- aquellos
que: “Hayan cumplido los veinticinco años y sepan leer y escribir”; “Sean
dueños de una propiedad raíz, cuya renta anual sea de doscientos pesos, o
tener una profesión, oficio o industria útil que produzca trescientos pesos
anuales, o gozar de un sueldo anual de cuatrocientos pesos” (Art. 27, Título VII,
Constitución de 1830, p. 227, op. cit.). Estos requisitos van a permanecer
prácticamente inalterados hasta más o menos las constituciones de 1870.
20
Los alcances de esta domesticación/represión cubre los espacios más
insospechados. Reza el Manual de Carreño que “no está permitido a un
hombre el permanecer en su casa sin corbata, en mangas de camisa, sin
La formación de la ciudadanía, necesaria para las nuevas
condiciones mercantiles, se apoyó sensiblemente en el
disciplinamiento del cuerpo y de las pasiones en la distribución
de los roles sexuales desde el espacio familiar. No es casual
que en los textos disciplinarios la mayor estigmatización
punitiva recae sobre la mujer: la severidad en la domesticación
de su cuerpo y voluntad está en estrecha relación con la
propiedad de su vientre --las imbricaciones entre familia,
propiedad y Estado--, ser la custodia no sólo de una educación
que reproduce la contención y la docilidad en los hijos/as sino
también la vigilancia de la hacienda privada. Una “buena
dueña de casa”, además de ser discreta --lo que equivale a
pasar desapercibida--, debe ser ahorrativa en dos direcciones:
21
con los bienes materiales y el deseo de su cuerpo. El precio
de su cosificación ciudadana guarda una relación inversamente
proporcional con el incremento de la riqueza privada --eje de la
nueva sociedad liberal-- y numerosos descendientes varones --
que pasarán a engrosar en calidad de cuerpo letrado el demos
del Estado republicano--.
medias, ni con los pies mal calzados” (p.55) como tampoco el de “llevar la
mano a la cabeza, ni introducirla por debajo de la ropa con ningún objeto, y
menos con el de rascarnos. Todos estos actos son siempre asquerosos, y
altamente inciviles” (p. 23).
21
“En la mujer –señala Carreño-- es el método acaso más importante que en
el hombre, pues (...) su destino la llama a ciertas funciones especiales (...) so
pena de acarrear a su familia una multitud de males de alta transcendencia.
Hablamos de gobierno de la casa, de la inmediata dirección de los negocios
domésticos, de la diaria inversión del dinero, y del grave y delicado encargo de
la primera educación de los hijos, de que depende en gran parte la suerte de
estos y de la sociedad entera” (pp. 44-45).
movimientos estudiados para garantizar el éxito social.
De este modo, estos tipos de textos reparten y organizan entre
sí complementariamente campos de identidad nacional, los que
atañen a las territorialidades públicas, zonas privadas y
canales de comunicación. Directamente operan sobre el
cuerpo (físico y psíquico, individual y colectivo) y la lengua con
medidas preventivas, penalizantes y de corrección. Perfilan las
condiciones de funcionamiento y enunciación del sujeto legal
de la cultura: deciden la lengua y el cuerpo del agente
civilizatorio. La casa prepara al ciudadano para el gran teatro
del mundo.
22
Constitución de 1819, P. 194, op. cit.
23
Ya desde la primera Constitución de 1811 hay una restricción contra la
violencia física en las penalizaciones: “El uso de la tortura queda abolido
permanentemente” Art. 173, p. 153, op. cit.); “No se usará jamás del tormento
y todo tratamiento que agrave la pena determinada por la ley” (Art. 207,
Constitución de 1830. P. 252). También los manuales traerán toda una sección
para “el trato con los “sirvientes”, sugiriéndoles a los dueños de casa la
abstención de los malos tratos, golpes y humillaciones. Al parecer era
sumamente frecuente que el servicio doméstico padeciera de golpizas de parte
de los señores.
La fundación de un orden normado por la escritura importa en
un doble movimiento la construcción de un espacio cerrado
sobre sí --la polis con todas sus edificaciones pedagógicas y
correctivas--, que puede ser controlado y sus miembros
censados; y, al mismo tiempo, la demarcación de límites que
van trazando fronteras rígidas que delimitan zonas de identidad
“transparentes” y zonas “oscuras” e incomprensibles el espacio
abierto del caos, del azar.
Si bien el mundo escriturado recorta un campo sobre otros --
por ejemplo, sistemas culturales no centrados en una legalidad
grafémica: las comunidades orales--, su límite configura una
frontera que no sólo separa un adentro de un afuera, sino que
provee al espacio que regimenta (el adentro) de una cuidadosa
geometrización del territorio. En palabras de Deleuze y
Guattari, el poder del Estado, como en un juego de ajedrez,
codifica y descodifica el espacio, y desde el centro de su fuerza
gravífica lo estría y lamina. 24
24
Una de las tareas fundamentales del Estado –continúan Deleuze y Guattari--
es la de estriar el espacio sobre el que reina, o utilizar los espacios lisos como
un medio de comunicación al servicio de un espacio estriado. Para cualquier
Estado no sólo es vital vencer el nomadismo, sino también controlar las
migraciones, y, más generalmente, reivindicar una zona de derechos, sobre
todo un ‘exterior’, sobre el conjunto de flujos que atraviesan el ecumene. En
efecto, el estado es inseparable, allí donde puede, de un proceso de captura de
flujos de todo tipo, de poblaciones, de mercancías o de comercio, de dinero o
de capitales, etc.” (del capítulo “Tratado de nomadología: la máquina de
guerra”, op. cit., P. 389). De allí que sea ley constitucional “Promover y
decretar la apertura de caminos, canales y posadas; la construcción de
puentes, calzadas hospitales (...) Procurar la más fácil y pronta comunicación
de los lugares de la provincia entre sí y la de éstos con los de las vecinas; la
navegación interior, el fomento de la agricultura y comercio (...)” (Constitución
de 1930, p. 248, op. cit.).
optimización de su uso, bien sea de riquezas naturales o
fuerzas laborales humanas. El ejercicio --consustancial a las
disciplinas-- trabaja la tierra, el cuerpo y la lengua por partes.
Aritmética, matemática, geometría y álgebra son ahora
decisivas para el poder controlador del Estado y de la
burguesía liberal.
25
En Historia de la mierda.
26
Constitución de 1811, p.157, op. cit. De acuerdo con esta cita la población
indígena yace en la degradación, aberración moral, promiscuidad, es ociosa,
inútil, deprimida y salvaje.
conjuntamente con la población de servicio doméstico, plagada
de “defectos” y “deformidades naturales”. 27
27
CF, la sección “Modo de conducirnos con nuestros domésticos” del Manual
de Carreño (pp. 68-70, op. cit.).
eufemismo de lo/el/los “otro(s)”.
28
Op. cit., p. 15 y 25
A la par de las políticas de coerción, se impartió el hábito por la
higiene: el aislamiento y desinfección de todo elemento o sujeto
contaminante. Como parte de una nueva sensibilidad se
desarrolla una fobia por el complejo cultural de la “barbarie” y
una compulsión por la corrección y limpieza: “Jamás brindemos
a nadie comida ni bebida alguna que hayan tocado nuestros
labios”; o “el intentar beber en el vaso en que otro ha bebido, y
comer sus sobras”; o “servirnos de los vestidos que ha usado”,
recuerda insistentemente Carreño para evitar no sólo el
contacto de flujos, sino una familiaridad ya poco apropiada
para el orden que se deseaba imponer. El cuerpo mismo
deberá ser objeto de una serie de estilizaciones --donde la
moda ejercerá una función preponderante-- porque toda su
materialidad estará asociada --sobre todo el cuerpo femenino--
a lo sucio, bajo, feo y corrompido. Estos tiempos modernos no
liberan el cuerpo; lo convierten en el centro de la abyección:
“No está admitido el nombrar en sociedad los diferentes
miembros o lugares del cuerpo, con excepción de aquellos que
nunca están cubiertos” (Carreño, p,124). No sólo los cuerpos
debían desinfectarse, sino que la modernización supuso todo
un plan urbanístico que remodeló las ciudades
latinoamericanas de acuerdo con una redistribución de sus
edificaciones en unidades discretas que alejasen de los centros
urbanos los desperdicios y el trajín de lo “bajo” de la vida
social. A modo de ejemplo, Antonio Guzmán Blanco (1870-
1888), entre las innumerables remodelaciones que hizo
durante su largo período presidencial, acometió el saneamiento
de Caracas construyendo tanto el matadero como el
cementerio principal en las afueras de la ciudad, el sistema de
canalización de las aguas servidas, acueductos, el basurero
municipal, el exterminio de perros callejeros, la habilitación de
un leprocomio a 60 kilómetros de la capital, y, en otro sentido,
la fundación de las Academias de la Lengua, Historia y
Medicina --porque también la lengua y los héroes patrios
debían ser preservados en la pureza que legaba el pasado
colonial e independista--, sin contar con la presencia obsesiva
que adquirió en su agenda política la creación de escuelas a lo
largo y ancho del territorio nacional. No en vano el guzmanato
acogió seriamente las exigencias de la civilización: limpieza,
orden y belleza. Podríamos suponer la complacencia de
Freud.
29
A. Bello en el “Prólogo” a su Gramática mantiene como horizonte modélico
de la lengua “las obras de la Academia española y la gramática de D. Vicente
Salvá”, como sus deudas con D. Juan Antonio Puigbanch y Garcés. A pesar de
que su gramática es para los hispanoamericanos, “juzgo importante la
conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza”, para
evitar, según Bello, esas hibridaciones que serían los “dialectos irregulares,
8. Una economía del calco
30
Ver Constitución de 1819, p. 189, op. cit.
apariencias, la contención de las emociones, el contacto de los
cuerpos, las retóricas del buen decir, porque el ojo del otro
recuerda permanentemente fronteras que sólo son
imaginarias. 31
***
31
Este ojo punitivo es introyectado hasta tal extremo que la más íntima
privacidad es aún controlada. Ya estamos hablando de una policía
interiorizada: “También es un mal hábito el ejecutar durante el sueño
movimientos fuertes, que a veces hacen caer al suelo la ropa de la cama que
nos cubre, y que nos hacen tomar posiciones chocantes y contrarias a la
honestidad y al decoro” (Carreño, p. 48).
capacidad domesticadora de la palabra, depositó su fe en el
poder del sujeto letrado patriarcal y en la difusión de la
pedagogía como máquina de captura/captación/castración de
las autonomías “inorgánicas” y “fuerzas confusas de la
barbarie”. Para ello jamás fueron suficientes todas las tácticas
de intervención controladora --fronteriza, geometrizante,
compartimentadora, excluyente, serializadora y disimétrica--
para eregir las soñadas naciones y ciudadanos blanqueados y
asépticos que prescribían los modelos allende los mares.
Suponemos que aquello que se ficcionalizó como “barbarie” --
cuerpos “ilegales”, atrapados en sus “pasiones”, y en el “mal
decir” de sus lenguas-- fue la forma de culturas que se
resistieron a la modernización y a su cosificación
occidentalizada. Las prácticas efectivamente no legales
(porque las rige otra lógica moral) de estos sectores sociales y
culturas son negatividades que se resisten a entrar en una
economía del control para el mercadeo.
Bibliografía
Kingwell, Mark: A Civil Tongue. Justice. Dialogue, and the Politics of Pluralism
(University Park: The Pennsylvania State Univ. Press, 1995).
----------: “El don de la lengua”, en Casa de las Américas, oct-dic., Nº 193, 1993.
Vigarello, Georges: Concepts of Cleanliness. Changing attitudes in France
since the Middle Ages (N.Y.: Cambridge Press and Paris: Edit. de la
Maison des Sciences de L’ Homme, 1988).