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Florentino Ameghino, las leyes de la evolución y sus ideas

científicas-filosóficas
María Eugenia Onaha†

Resumen
Florentino Ameghino (1854-1911) fue la primera gran figura de la ciencia argentina que alcanzó mayor trascendencia
internacional. Autodidacta, puso por alto el prestigio científico del país sin más fuerzas que su formidable tesón y el
apoyo de su hermano Carlos, y sin más financiamiento que los exiguos fondos obtenidos de una librería, negocio que
manejo en la ciudad de La Plata.Sin perjuicio de esta limitada condición, Ameghino produjo obras que no tuvieron
igual en su tiempo como Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina, que le
valió la medalla de oro en la Exposición Universal de París, o Filogenia, principios de clasificación transformista en
el año 1884 donde expresó su adhesión a la teoría evolucionista. Su obra Filogenia, lo ubicó entre las pocas figuras
mundiales del enfoque paleontológico de la biología evolutiva. Se distinguen tres etapas en su vida científica: La
primera, dedicada a las exploraciones del suelo pampeano y a estudios sobre la antigüedad del hombre en América,
desde 1875 a 1882. La segunda, más trascendente. Vuelto de Europa fue realizando un monumental estudio de cientos
de fósiles, que interpretaba a la luz del evolucionismo darwiniano, que estaba recién desarrollándose entre los
naturalistas. Finalmente, entre 1907 y 1911, vuelve Ameghino a su primitiva dedicación: el hombre fósil,
descripciones de los primeros habitantes, sus industrias y culturas En su obra Ameghino expone dos leyes. Y para
justificar su interpretación de la evolución orgánica, escribe acerca de temas filosóficos. Este trabajo tiene por
objetivos: dar a conocer las leyes que formuló y realizar un primer análisis acerca de sus ideas científicas-filosóficas
en torno a la evolución en el contexto histórico de su época.

1. Introducción
Florentino Ameghino (1854-1911) fue la primera gran figura de la ciencia argentina y la que
alcanzó mayor trascendencia internacional. Destacado por sus trabajos en paleontología, geología
y antropología, tuvo una trayectoria de vida particular, debido a que fue un autodidacta que puso
por alto el prestigio científico del país con su trabajo independiente, ayudado por su hermano
Carlos, y los fondos obtenidos de una librería.
Sin perjuicio de esta limitada condición, Ameghino produjo obras que no tuvieron igual en su
tiempo como la monumental Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la
República Argentina, que le valió la medalla de oro en la Exposición Universal de París, o
Filogenia, principios de clasificación transformista en el año 1884 donde dio cuenta de su
adhesión a la teoría evolucionista, lo que provocó un gran revuelo en el ambiente científico
nacional, a tal punto que Bartolomé Mitre hizo referencia a esta obra en el diario La Nación y la
Universidad de Córdoba lo llamó a ocupar la cátedra de Zoología y poco después le otorgó el título
de doctor honoris causa. Su obra Filogenia basada sobre leyes naturales y proporciones
matemáticas, lo ubicó entre las pocas figuras mundiales del enfoque paleontológico de la biología
evolutiva. En su obra Ameghino expone dos leyes que se aplican a sus descubrimientos


Facultad de Ciencias Naturales y Museo. CIC, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Para contactar al autor,
por favor escribir a: [email protected].
Florentino Ameghino, las leyes de la evolución y sus ideas científicas-filosóficas 601

paleontológicos. A su vez, como para justificar su interpretación de la evolución orgánica, escribe


acerca de temas filosóficos.
Este trabajo tiene por objetivos: dar a conocer las leyes que formuló y realizar un primer
análisis acerca de sus ideas científicas-filosóficas en torno a la evolución en el contexto histórico
de su época.
En primer lugar, se desarrollará una breve biografía de Ameghino; luego se expondrán sus
ideas científicas y las leyes por él propuestas y por último se analizarán sus ideas filosóficas.

2. Florentino Ameghino. Biografía


Nacido en Luján, en la provincia de Buenos Aires, el 18 de septiembre de 1854. Su padre Antonio
Ameghino y su madre María Dina Armanino, genoveses originarios de Moneglia, Italia, tuvieron
además de Florentino tres hijos varones: Antonio Luis, Carlos y Juan y una hija: María Luisa.
Sus primeras letras las hizo en Luján y fue su madre quien le enseñó. Luego continuó sus
estudios en una escuela particular y su maestro, un pintoresco vecino a quien recordará con el
nombre de “Don Guillermo, el inglés”, que le alecciona en escritura y cuentas a los pocos meses
se presentó a la casa diciendo que nada tenía que enseñar al niño Florentino. Su precocidad
intelectual también cautivó a su nuevo maestro Carlos D ´Aste con quien se formó hasta el año
1867. Año en que D ´Aste lo llevó a Buenos Aires y lo hizo ingresar a la Escuela Normal de
Preceptores en Buenos Aires. Pero sus estudios sólo duraron un año, porque la escuela se cerró.
Pero aprovechó el tiempo y visitó el Museo de Historia Natural de Buenos Aires. Leía a Burmeister
y Lyell quienes le inspiraron en su vocación. Además de castellano, leía en italiano y francés. Este
último idioma le fue enseñado en Luján por el monitor Tapie, quien reconoció la inteligencia
precoz de Ameghino (Palcos, 1947, p. 11).
Como el cierre de la Escuela Normal se produjo luego de que cumpliera con los cursos del
plan originario, egresó como sub-preceptor. Y en 1869 obtuvo el cargo de ayudante primero de la
escuela elemental de Mercedes (provincia de Buenos Aires). Tenía entonces 15 años. Y a los 17
años fue nombrado director hasta 1875.
Estando en Mercedes se dedica a recorrer los alrededores y juntar material óseo humano y
objetos de industria primitiva asociados a los de una fauna fósil y actual, así como huellas de
fogones. Una de las personas que apoyó a Ameghino en sus ideas sobre la antigüedad del hombre
americano, fue el Doctor en ciencias Juan Ramorino, uno de los miembros más distinguidos de la
Facultad de Ciencias Físico-Naturales, catedrático de Historia Natural y Mineralogía de la
Universidad y del Colegio Nacional de Buenos Aires. Según Ameghino correspondería a
Ramorino el haber sido el primero en señalar a fines de 1869 la presencia del hombre fósil. Y el
primer descubrimiento auténtico de instrumentos de piedra hallado junto a una coraza de
Glyptodon, correspondiente al hombre cuaternario argentino, fue hecho en 1871 cerca de Luján
en presencia de Ramorino, quien lo comunicó a Italia, donde los diarios dieron la noticia
(Camacho, 1971, p. 51).
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Publicó artículos en los diarios locales y escribió al director de la revista Journal de Zoologie,
Paul Gervais su primer contacto con estudiosos europeos. En esta carta sintetizaba los resultados
de sus búsquedas antropo-paleontológicas en Mercedes. Así comienza una colaboración científica
y personal que irán creciendo y fortificándose con el tiempo. También se relacionó con la Sociedad
Científica Argentina de Buenos Aires a quien remite un estudio sobre el hombre fósil, pero que no
fue publicado. Los miembros del jurado consideraron insuficientemente fundadas las conclusiones
de sus Memoria sobre los terrenos cuaternarios y no aceptar como resuelta la existencia del hombre
fósil en la pampa. No obstante, el episodio no fue contrario a Ameghino pues le permitió vincularse
a dos de los más prominentes miembros de la Sociedad, con quienes debió actuar en gran parte de
su vida: Francisco Moreno, el primer investigador que penetrara en la Patagonia y Estanislao
Zeballos, juvenil excavador del túmulo de Campana.
En 1877 es nombrado director titular de su escuela municipal. Al año siguiente renuncia al
cargo de director y viaja a Europa para ir a la Exposición Internacional en París. El comité
organizador había dado preferencia a las sesiones científicas y varios coleccionistas de fósiles y
objetos prehistóricos habían sido instados a exhibirlos y Ameghino decidió ir personalmente
convencido de que sus hipótesis serían mejor recibidas en Paris que en Buenos Aires. Allí presentó
un Catálogo especial para la sección antropológica y paleontológica de la República Argentina,
con lo cual estrechó amistad con Henri Gervais, que fue su consejero y maestro en cuestiones
paleontológicas. Tuvo oportunidad de acompañar al profesor De Mortillet en una excursión a las
canteras de Chelles, yacimiento rico en objetos de la industrial del hombre cuaternario; su técnica
geológica adelantó considerablemente al lado de ese maestro, no siendo menores los beneficios
que obtuvo tratando a Cope, Capellini, Quatrefages, Schmidt, Gaudry, Flower y otros y visitando
los principales museos de Francia, Bélgica e Inglaterra. En Europa sin más recursos que sus
colecciones, se vio en la necesidad de vender una parte de ellas en 120.000 francos no sólo para
afrontar los gastos del viaje sino para editar La antigüedad del hombre en el Plata (Ingenieros,
1957, pp. 18-19).
A mediados de 1881 regresó a Buenos Aires, con 27 años consagrado por la opinión de los
más distinguidos naturalistas y casado con Leontina Poirier, joven parisina. Sin trabajo y sin
dinero, resolvió establecer un comercio de librería y papelería llamado “El Glyptodon” En la
trastienda del local siguió reuniendo material de estudio.
Ese año presentó sus colecciones a la Exposición Continental de Buenos Aires, redactando un
Catálogo Explicativo; sintetizó sus ideas generales sobre La edad de la Piedra reafirmó sus ideas
transformistas con Un recuerdo a la memoria de Darwin: el transformismo considerado como
ciencia exacta (Ingenieros, 1957, p. 19).
Y en el año 1884 publicó su obra: Filogenia, allí dio cuenta de su adhesión a la teoría
evolucionista, lo que provocó un gran revuelo en el ambiente científico nacional, a tal punto que
Bartolomé Mitre hizo referencia a esta obra en el diario La Nación y la Universidad de Córdoba
lo llamó a ocupar la cátedra de Zoología y poco después le otorgó el título de doctor honoris causa.
Su actuación en Córdoba entre 1885 y 1886 fue muy eficaz. Cumpliendo con la función de
investigador y la de docente de una cátedra que casi no tenía alumnos y carecía de infraestructura.
Colaboró en el Boletín de la Academia de Ciencias desde el momento en que fue designado
miembro de la comisión directiva de esa entidad. Allí publicó un informe sobre nuevos fósiles
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hallados en Paraná y otro sobre el Museo Antropológico y Paleontológico de la Universidad de


Córdoba, del que había sido fundador.
En 1886 fue designado subdirector y secretario del Museo de La Plata a pedido de su director
Francisco Pascasio Moreno, fundador del museo. Ameghino aportó su colección para enriquecer
el departamento de Paleontología del nuevo museo, mientras su hermano Carlos tomaba el puesto
de naturalista viajero y comenzaba sus exploraciones por la Patagonia, en las que realizaría
importantes descubrimientos.
Pero luego de un año de su designación fue relevado de su cargo oficial, a causa de ciertas
diferencias profesionales con Moreno, quien además le prohibió la entrada, censura que fue
levantada recién en 1904. Nuevamente Ameghino se quedaba sin trabajo, al haber renunciado a la
cátedra en Córdoba por aceptar el cargo en el Museo de La Plata. Nuevamente estableció una
librería en la ciudad de La Plata con el nombre de “Rivadavia”. Al mismo tiempo y por tercera vez
inició una colección de fósiles.
Con el apoyo de sus amigos Estanislao Zeballos, Eduardo Holmberg y Juan Bautista
Ambrosetti, creo un movimiento a favor del estudio de las ciencias. En 1891 fundó la Revista
Argentina de Historia Natural y en los únicos seis números que fueron editados se reunieron
interesantes trabajos.
Entre sus cargos desde 1891 fue nombrado miembro correspondiente de la Sociedad de
Ciencias Naturales y Matemáticas de Cherburgo, Francia. Desde 1894, de la Sociedad Científica
de Chile; en 1897 fue designado vocal del Consejo Académico de la Facultad de Ciencias
Fisicomatemáticas de la Universidad de La Plata. Tiempo más tarde fue nombrado vicedecano y
académico de la Facultad de Agronomía y Veterinaria. Desde 1898 miembro correspondiente de
la Sociedad de Zoología de Londres, y desde 1903 miembro del Instituto Histórico y Geográfico
de San Pablo, Brasil. Fue también integrante activo de la Junta de Historia y Numismática de
Buenos Aires. En 1902 la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Universidad de La Plata
resolvió llamarlo para confiarle la cátedra de Mineralogía y Geología. Poco tiempo después
Joaquín V. González, ministro de justicia e Instrucción Pública le ofreció el cargo de director del
Museo Nacional, puesto vacante tras la muerte del doctor Carlos Berg.
Durante sus nueve años al frente del museo, desde 1902 hasta su muerte en 1911, ingresaron
en las colecciones 71.000 piezas y se publicaron 15 volúmenes de los Anales. Obtuvo así el
reconocimiento postergado durante tantos años (Ameghino, 2006, p. 14).
Entre 1899 y 1903 su estado de salud se tornó bastante crítico y luego de la muerte de su madre
en 1908 y de su esposa al año siguiente, Ameghino cayó en una profunda depresión de la cual
nunca llegó a recuperarse.
Los últimos tres años de su vida los dedicó casi exclusivamente al estudio de los restos que él
atribuyó a los precursores del hombre. La aparición de su obra La antigüedad del hombre en la
República Argentina y el trabajo editado por el museo sobre la edad de las formaciones
sedimentarias del terciario en la Argentina en relación con el problema de la antigüedad del hombre
anunciaron su despedida. Y su último trabajo concluido fue sobre el origen poligénico del lenguaje,
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que apareció a fines de 1911. Murió el 6 de agosto de 1911 en la ciudad de La Plata. A causa de
complicaciones resultantes de una diabetes, agravada por su resistencia a ser operado.

3. Ameghino. Ideas científicas y leyes propuestas


Entre la gran cantidad de publicaciones, en total fueron 186 títulos, su obra más relevante en donde
vuelca sus ideas científicas fue Filogenia. Publicada en 1884, allí dio cuenta de su adhesión a la
teoría de Darwin, lo que provocó un gran revuelo en el ambiente científico nacional, a tal punto
que Bartolomé Mitre hizo referencia a esta obra en el diario La Nación y la Universidad de
Córdoba lo llamó a ocupar la cátedra de Zoología y poco después le otorgó el título de doctor
honoris causa. A esta obra y a Un recuerdo a la memoria de Darwin, es en donde señala su
orientación evolucionista y a las cuales pasaremos a analizar.
En su obra Filogenia, en el prólogo y la conferencia que le sirve de introducción señala el
pensamiento fundamental del libro. Esto es se proponía hallar una demostración irrefutable del
transformismo o doctrina de la evolución de las especies. En esa época el transformismo era
considerada la ley más general de las ciencias naturales. El adelanto de la paleontología contribuyó
poderosamente a consolidar la doctrina de la descendencia, es decir, la transformación de las
formas animales a través de la serie de edades de la tierra constituye la prueba más directa y
demostrativa del transformismo.
Cuenta Ameghino que a medida que enriquecía su colección de fósiles de mamíferos
pampeanos y se familiarizaba con las numerosas formas que presentan, trazaba entre ellas, las que
precedieron y las sucedieron, lazos de parentesco que se manifestaban a su vista en series
graduadas de modificaciones que parecían obedecer a un plan de conjunto. Este principio
evolutivo, Que todos los animales actuales deben tener predecesores en las épocas geológicas
pasadas, se presentaba tan constante en sus efectos y resultados que entrevió la posibilidad de
restaurar una fauna perdida conociendo un corto número de sus representantes.
Como veía que los fósiles extraños que tenía en su colección no podían ser ubicados en un
lugar adecuado en las clasificaciones corrientes, pensó que no eran el Toxodon y el Typotherium
inclasificables, sino que eran clasificaciones deficientes. Por lo que era necesario hacer una nueva
clasificación sobre distintas bases, con horizontes más amplios en los cuales encuentren cabida los
seres actuales y extinguidos y que concordara en sus resultados con los progresos actuales de las
ciencias naturales. O sea que no estuviera en contradicción con los hechos.
Y propone que se lograse un resultado satisfactorio si se cultiva la zoología matemática. Porque
hasta ahora los zoólogos realizaron la zoología descriptiva utilizando los conceptos comparativos.
Ameghino sostiene:
En zoología conocemos los resultados, que es el admirable conjunto de los seres actuales, y se conocen
un sin fin de factores, que son los extinguidos. Con ayuda de unos y otros ¿Cómo no podemos arribar a
un resultado satisfactorio? El estudio comparado de la organización de los seres actuales debe darnos
por sí solo el conocimiento de los factores que los precedieron; y el descubrimiento de estos en el seno
de la tierra servirá de contraprueba a la prueba. La determinación de estos factores nos dará el camino
recorrido para llegar al resultado que conocemos, permitiéndonos reconstruir la genealogía de los seres.
Por otra parte, si para restaurar la genealogía podemos recurrir al empleo de los números de modo que
quede definitivamente excluido el sentimiento, que el naturalista no sea ya más que una máquina de
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sustracciones y adiciones, tenemos todas las probabilidades de llegar a un resultado satisfactorio…


encontrar la verdadera clasificación natural (Ameghino, 1937, pp. 7-9).

Ameghino advierte que las ideas de Darwin sobre la evolución abarcan el Universo entero, pero
que se circunscribirá en el terreno antropológico y paleontológico. Advierte Ameghino que no
repetirá hechos ya conocidos sino presentando materiales que prueban hasta la evidencia la teoría
de Darwin. Recuerda que el descubrimiento de la teoría de la evolución de Darwin está relacionado
a la historia del progreso científico argentino ya que aquí recogió los materiales de la teoría y tuvo
su primera idea. Y es sólo aquí en La Pampa donde ella puede encontrar su más evidente
comprobación. Después de aplicar sus ideas a demostrar el parentesco entre un pequeño armadillo
actual y un Megaterio fósil, explica la genealogía de algunos animales actuales de la Pampa
(Ameghino, 1937, pp. 41-56).
Sobre las ideas de Darwin y la serie animal sostiene que:
En un tiempo se creía que el reino animal estaba dispuesto en serie lineal continua como los eslabones
de una inmensa cadena; llamase la escala zoológica. Darwin y sus discípulos la llamaron la serie animal;
y la compararon, no a una cadena sino a un árbol inmenso, inmensamente ramificado, ramificaciones
que divergen entre sí a medida que nos acercamos a los tiempos actuales y convergen hacia un tronco
común cuanto más avanzamos en las profundidades de los tiempos pasados (Ameghino, 1937, p. 49).

Ameghino sostiene que el comparará igual la serie animal a un árbol, pero con el objeto de
encontrar nuevas leyes comprobatorias del transformismo.
Así lo explicaba:
El tronco del árbol representará el primer ser o los primeros seres imperfectos que aparecieron sobre el
globo. A medida que el árbol se desarrolla, el tronco se ramifica y empieza desde luego la lucha por la
existencia entre las diferentes ramas que se disputan el aire, la luz, el calor y la humedad. Las
ramificaciones continúan y la lucha aumenta, pero no todas las ramas tienen igual suerte. Las
secundarias, terciarias, cuaternarias representan sucesivamente las clases, ordenes, familias, etc. Las
últimas ramificaciones representan las especies; y las hojas que se renuevan permanentemente son los
individuos.

En la lucha por la vida sucede a menudo que algunas de las primeras ramificaciones privadas de luz por
otras, cesan en su desarrollo; estas representan los antiguos tipos inferiores que se han perpetuado
inmutables hasta nuestra época. Otras ramas abrazadas por el fuego de un rayo o despedazadas por un
huracán, se secan y los despojos caen al pie del árbol; estas ramas secas representan las formas de
animales actualmente extinguidos. Un día pasamos al lado del tronco del árbol y recogemos los despojos
de las ramas secas que encontramos en el suelo, estos despojos representan los fósiles que encontramos
en las profundidades del suelo. Las últimas ramificaciones del árbol, que se conservaban en pleno
desarrollo son las especies actualmente existentes (Ameghino, 1937, pp. 49-50).

De esta comparación Ameghino deduce dos leyes de la más alta trascendencia para el
transformismo o darwinismo:
1. Que muchas especies y géneros de animales han desaparecido no por trasformación, sino
por extinción sin dejar descendencia; son las ramas secas del árbol.
2. Que todos los animales actuales deben tener predecesores en las épocas geológicas
pasadas.
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Estas leyes encuentran en La Pampa una gran comprobación. Los fósiles de Typotherium,
Toxodon, Megatherium o del Glyptodon, representan las ramas secas del árbol, que se han
extinguido sin dejar descendencia.
Sobre la segunda ley dice Ameghino:
Está completamente comprobada en provincia de Buenos Aires. Todos los géneros de mamíferos
actuales de la Pampa se encuentran en estado fósil en el mismo lugar en que habitan sus descendientes
actuales (Ameghino, 1937, p. 50).

4. Ameghino. Ideas filosóficas


Muchos investigadores le han dedicado capítulos acerca de sus ideas filosóficas, entre ellos José
Ingenieros, Fernando Marquez Miranda, Guillermo Ranea, y Gustavo Caponi. Sin embargo, el
propio Ameghino en un recuerdo de Cabrera sostiene: “No soy filósofo, soy paleontólogo y sobre
todo antropólogo”.
Ingenieros dedica una cuarta parte en su libro Las doctrinas de Ameghino, y la titula “Las ideas
filosóficas” (Ingenieros, 1957) en donde desarrolla acerca de su orientación filosófica inicial. En
la Memoria presentada en 1876 a la “Sociedad Científica Argentina”, sobre la geología de la
formación pampeana, impregnado de Lyell y Darwin se destaca su posición filosófica
transformista (Ingenieros, 1957, p. 155). Lo que Ameghino se propone, sostiene Ingenieros:
No es simplemente describir observaciones estratigráficas, ni colecciones fósiles; desea intervenir en
uno de los grandes conflictos trabados entre la Ciencia y la Religión, poniendo al servicio de la primera
sus observaciones personales. En efecto, “los terrenos que ocupan la superficie de las pampas argentinas
hasta una profundidad de veinte metros y más, a cuyo conjunto se ha dado el nombre de formación
pampeana o terrenos pampeanos, corresponden por su situación geológica a los que en Europa se han
llamado diluvianos. En estos terrenos se han encontrado, lo mismo que en sus análogos europeos, los
huesos de un gran número de mamíferos extintos llamados antediluvianos, término que ha sido
introducido en la ciencia para designar cualquier cosa que fuera anterior al supuesto diluvio universal,
señalando la supuesta catástrofe diluviana sostenida por los defensores de las erróneas tradiciones
bíblicas, que no han sido más que una gran inundación simultánea sobre toda la superficie de la tierra.

Ameghino se proponía saber si los terrenos pampeanos han sido formados momentáneamente por efecto
de una gran inundación, o son, por el contrario, el producto de la reunión de un gran número de causas,
que estuvieron en actividad durante un largo número de años y así el término diluvio o diluviano ya no
indicaría una data o fecha, sino una época o gran período de tiempo durante el cual habrían tenido vida
los numerosos seres organizados cuyos restos se encuentran en los terrenos que durante él se formaron;
y en consecuencia el término antediluviano sería mal aplicado, porque equivaldría a decir que tuvieron
vida anteriormente a una catástrofe que jamás ha tenido lugar. Así, sostiene Ingenieros que su propósito
no es, como se ve, simplemente descriptivo; si observa terrenos y colecciona fósiles, persigue fines
ideológicos más elevados. Tiene, ciertamente, a los veinte dos años preocupaciones que merecen en
nombre de filosóficas (Ingenieros, 1957, p. 158).

Según lo señala Marquez Miranda, de la “paleontología filosófica” de Filogenia es natural que


pase a la “filosofía científica” de sus obras Los tres infinitos y Mi credo (Marquez Miranda, 1951,
p. 168).
Su obra Mi credo, fue enviado como “escritos filosóficos” a sus numerosos corresponsales
científicos extranjeros, con motivo de su nombramiento en un cargo en la comisión para recabar
fondos para el monumento a Lamarck.
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Sostiene Marquez Miranda:


Dotado de una audacia conceptual muy grande y tendencia apasionada a llevar sus hipótesis hasta sus
últimas consecuencias. El vigor deductivo de su mente es extremado y el goza con eses libre ejercicio
al que la somete (Marquez Miranda, 1951, p. 168).

Y continua:
Las hipótesis rigurosamente mecanicistas de Filogenia, la concepción de los árboles filogenéticos de
los antepasados del hombre y hasta muchas clasificaciones geológicas o paleontológicas, están influidas
por el mismo criterio de llevar audazmente la imaginación más allá de los hechos. Es, por tanto, una
mente reflexiva y altamente especulativa, una verdadera mente filosófica (Marquez Miranda, 1937, p.
169).

Caponi, cita a Osvaldo Reig (1959, p.35) del siguiente modo a propósito de la obra Filogenia:
En este sentido vale recordar a Osvaldo Reig, cuando en el marco de la celebración del primer centenario
de la publicación de On the origin of species, se refería a Ameghino y decía: En este año de celebración
darwinista merece recordarse su libro Filogenia y sus otros ensayos transformistas. Ameghino no sólo
introdujo y luchó por el evolucionismo en Argentina; fue también pionero en la escala mundial en la
elaboración de los principios de la Paleontología y de la Morfología evolucionistas. [Filogenia] Es un
libro de Paleontología y Morfología filosóficas, como se usaba decir en la época. Su valor y su
significado no es menor que el de obras más o menos contemporáneas de destacados sabios
evolucionistas europeos y norteamericanos; y es muy anterior a grandes obras de similar propósito y
temática, como la Paléontologie Philosophique de Gaudry, aparecida en 1886 (Caponi, 2017, p. 18).

Según lo analizó Ranea, Ameghino publicó un conjunto de textos breves en los que trata de temas
propios de la especulación filosófica y teológica. Los temas que aborda tienen que ver con el
espacio y el tiempo, la materia y el movimiento, el origen de la vida y de la muerte, la inmortalidad
y Dios. En total se publicaron cuatro textos, tres de los cuales aparecieron publicados en la revista
La Pirámide, en 1899. Ellos son: Los infinitos, El infinito materia y La constitución de la materia
y el infinito movimiento. (Ameghino, 1913-1936, págs. 9-10, 13-14, 17-19, respectivamente) El
cuarto es Mi credo, que apareció como libro de 33 páginas en 1906. (Ameghino, 1906).
Posteriormente en 1935 aparece el tomo 19, donde aparecen otros cuatro escritos donde presenta
su visión del universo, la vida y de Dios. Ellos son: Ampliaciones a Mi credo, Origen y persistencia
de la vida (la materia, la vida la muerte y la inmortalidad, Nocion de espacio y noción de Dios y
una Nota a pie de página (Ameghino, 1913-1936, pp. 142-181, 183-581, 651-653, 188-211,
respectivamente) (Ranea, 2011, p. 137).
Con relación a Mi credo es una obra de síntesis completa y acabada de sus ideas generales.
Expone los principios más sencillos y por lo tanto más universales que explican la constitución del
espacio, la materia y la vida en el universo. No da a conocer cómo llegó a estos principios
universales, los da por justificados y los expone de manera axiomática (Ameghino, 1913-1936, p.
13). Los enunciados planteados no son especulaciones libres, sino el resultado de investigaciones
en astronomía, física, química y fisiología durante el siglo XIX. En su otra obra Origen y
persistencia de la vida indica que el objetivo es explicar la evolución como un fenómeno local no
exclusivo de la vida orgánica terrestre, sino que se extiende al universo entero (Ranea, 2011, p.
138).
Así lo explica Ameghino:
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La evolución se extiende al Universo entero: desde el éter hasta la materia cósmica, desde el átomo
hasta los cuerpos mal llamados simples, desde la materia inorgánica hasta la materia viva, desde el
organismo ínfimo, mononuclear, hasta la Humanidad, hay una serie continua (Ameghino, 1913-1936,
p. 216).

Según lo escrito por Tonni y Cione, Ameghino estaba imbuido de la concepción histórica de la
naturaleza desarrollada a partir del evolucionismo de Lamarck y especialmente Darwin, y de la
cual se nutre el positivismo de Spencer (Tonni & Cione, 1997, p. 38).
Al igual que Spencer:
intentó unificar la naturaleza con lo humano. Si algo caracteriza al positivismo finisecular es el rechazo
a la metafísica. Se nos ocurre que esa repugnancia a las explicaciones que no se refieren a la materia se
vislumbra, tenue, en ciertos parágrafos de Mi credo. Allí Florentino expresa: “No creo que la muerte
deba ser siempre una consecuencia inevitable y fatal de la vida” (Tonni & Cione, 1997, p. 39).

Y sorprende aún más cuando concluye Mi credo prediciendo que:


A nuestros lejanos descendientes dotados de una longevidad de miles de años; con el saber innato de
sus antecesores heredado bajo la forma de instinto…les será posible resolver los grandes problemas del
Universo… y sólo entonces se habrá cumplido lo que dice el profético versículo de la Biblia … que el
hombre sea imagen y semejanza de Dios” Claramente, las palabras finales de Mi Credo no implican que
Ameghino creyera en Dios o en que la Biblia fuera un libro de inspiración divina sino la idea del
hombre-dios preconizada por tantos, una utopía que involucraba una especie de superhombres
pseudonietzcheanos (Tonni & Cione, 1997, p. 39).

Su agnosticismo y fe positivista aparecen evidentes en otro texto, publicado post mortem en la


obra de Ingenieros (1919, p. 194), donde Florentino sostiene:
…nada hay, por consecuencia, tan metafísico como la noción de Dios y de sus atributos, puesto que
todo ello es lo más incomprensible” y que “así como todo pueblo inferior se aniquila, desaparece y se
extingue al estar en contacto con uno superior, así también la noción de Dios se disipa ante la concepción
mucho más grandiosa, a la par que real y positiva, de la eternidad de la infinita materia, en movimiento
infinito, que llena el infinito espacio (Tonni & Cione, 1997, p. 39).

5. Conclusiones
Ameghino plantea en su obra Filogenia, como su subtítulo lo dice: principios de clasificación
transformista basados sobre leyes naturales y proporciones matemáticas.
En la introducción expone las ideas sobre evolución de Darwin, pero no da cuenta del principio
de selección natural, núcleo principal de la teoría de la evolución darwiniana pero sí habla de la
lucha por la existencia.
Cabrera señala: “Rindió culto a Darwin, en quien creía ver como el principal apostol del
evolucionismo, pero, por una singular paradoja, fue un verdadero lamarckiano y de un subido
matiz mecanicista” (Cabrera, 1944, p. 31).
Todas las explicaciones son lamarckianas pues se fundan en la transformación y la herencia de
las modificaciones.
Con los escritos filosóficos, que son parte de la tradición especulativa en la actividad científica
del siglo XIX, intentó justificar en forma axiomática su interpretación de la evolución orgánica
Florentino Ameghino, las leyes de la evolución y sus ideas científicas-filosóficas 609

Al hablar de la evolución y su forma, evoca a Darwin quien planteaba el evolucionismo no


lineal sino arbóreo y uno de los borradores de Ameghino, en donde dibuja un árbol, así lo
comprueba.
Acerca de transformismo o darwinismo como Ameghino lo expresa, no distingue uno de otro,
incluso lo explicita como que para él es igual. Incluso refiere a Darwin como “naturalista
transformista”. Como concluye Salgado: “No es sencillo ubicar a Ameghino en una sola corriente
evolucionista, como tampoco lo es con la mayoría de los naturalistas de su tiempo…a fines del
siglo XIX, el seleccionismo estaba aún lejos de imponerse como explicación de la evolución,
existiendo diversas versiones alternativas del evolucionismo, siendo el darwinismo apenas una de
ellas” (Salgado, 2011, p. 134) A lo anterior podríamos, a modo de aclaración, proponer: ver al
transformismo, como la ley fundamental de las ciencias naturales, y al darwinismo, lamarckismo,
y otras versiones alternativas del evolucionismo como las especializaciones, que se derivan de la
primera.

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