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DERECHO CIVIL I
DCIV-I - p r i m e r c u at r i m e s t r e
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Índice
Presentación 4
Programa 5
Mapa Conceptual 6
Macrobjetivos 7
Agenda 7
Material 8
Glosario 8
Módulos *
Módulo 1 14
Módulo 2 26
Módulo 3 39
Módulo 4 48
Módulo 5 68
Módulo 6 77
Módulo 7 87
Módulo 8 98
Módulo 9 106
En esta asignatura se estudian las instituciones básicas del Derecho Civil y sus
principios generales; trata sobre la persona misma y sus relaciones personales o
de crédito; es decir, considera a la persona en sí misma y en su relación con los
demás, motivando la consideración del régimen jurídico de las obligaciones y de
los contratos civiles más afines a la actividad del martillero y corredor público.
Módulo 3: Obligaciones
Concepto y clases de Obligaciones. Extinción de las obligaciones.
Agenda
Semanas
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15
M1 M2 M3 M4 M5 M6 M7 M7 -M8 M8 M9
Material complementario:
• Borda, Guillermo, Tratado de Derecho Civil-Contratos (Tomos I y II) Ed. Lexis
Neris. Ultima Edición
• Cifuentes, Santos. Lecciones de Derecho Civil.
• Rivera, Julio César, Instituciones de Derecho Civil, Ed. Abeledo Perrot. Ultima
Edición.
• Trigo Represas, Félix; Salas, Andel y López Mesa; Marcelo. Código Civil Anotado.
• Raffo Benegas; Patricio y Llambías, Jorge J. Tratado de Obligaciones, Tomo I.
Glosario
Acreencia: crédito.
Ad corpus: Expresión latina con la que se alude a una modalidad de compra-
venta de inmuebles, en la que la cosa vendida no está perfecta y precisamente
determinada; sus medidas, linderos, superficie, etc., son aproximados. Se vende
teniendo en consideración la cosa en su totalidad.
Ad gustum: Expresión latina con la que se alude a una modalidad de compra-
venta de muebles, en la que el comprador tiene la facultad de degustar la cosa,
y si le agrada quedarse con ella.
Ad probationem: Formalidad exigida por la ley con un criterio netamente utilita-
rista: permitir en juicio la prueba del negocio.
Ad solemnitatem: Formalidad exigida por la ley con carácter constitutivo y esen-
cial, que debe necesariamente respetarse so pena de que el acto no produzca
efecto jurídico.
Aleatorio: Acto jurídico en el cual no pueden conocerse de antemano las venta-
jas o sacrificios derivados de él, ni presumirse en el momento de su perfeccio-
namiento.
Amorfo: Dícese de lo que no tiene forma; carente de ella; lo contrario a formal.
Apoderamiento: Acción de apoderar, u otorgar el poder suficiente para que el
representante pueda actuar válidamente frente a terceros.
Atípico: Dícese del contrato que no tiene regulación en el derecho positivo.
Bilateral: Dícese del contrato que genera obligaciones para todas las partes
contratantes, produciendo obligaciones recíprocas o interdependientes.
Caducidad: Vicisitud ajena a la voluntad de las partes que provoca el aniquila-
miento del negocio.
Canon: Palabra con que suele indicarse, en el contrato de locación, la renta o
alquiler.
M1 Contenidos
Noción de Derecho Civil. El Derecho Civil como rama del Derecho Privado: impor-
tancia y ámbito de actuación. El Código Civil argentino: método y plan. Relación
jurídica. Concepto y elementos. Derechos personales o de crédito: Concepto.
Diferencia entre Derechos Personales y Derechos Reales. Persona: Concepto y
clases. Atributos de la Persona. La capacidad como atributo de la persona y la
capacidad de obrar.
1. Derecho Civil. Noción. El derecho civil como rama del Derecho Privado
a) Noción preliminar
De las muchas definiciones que se han dado del Derecho civil, una que se ha
hecho tradicional es la de Clemente de Diego, quien lo identifica como el conjunto
Cierto es que el derecho privado conoce hoy día otras ramas, como por ejemplo,
el derecho mercantil o comercial, el derecho agrario, el derecho del trabajo,
etcétera (sin perjuicio de las precisiones que daremos más adelante).
Introducción
Desde antaño las leyes civiles han sido numerosas y han sufrido mutaciones a lo
largo del tiempo. Ello generó la aspiración de condensarlas a modo de facilitar
su conocimiento y aplicación, lo que por lo demás contribuiría a la seguridad
jurídica.
Recopilación y consolidación
Codificación
b) Homogeneidad
Su homogeneidad se desprende de que se trata de una ley que trata una sola
materia: civil, comercial, minería, navegación.
c) Exclusividad
La característica de la exclusividad deviene de que, en principio, no hay normas
de esa materia fuera del código.
Ejemplo de esta pretensión es el artículo 22 de nuestro Código Civil, conforme
al cual:
d) Sistematización
Pero lo más característico del código es la sistematización de la exposición de la
rama del Derecho de que se trata. Las materias tienen una exposición ordenada
y coherente, conforme a un método que por ello reviste especial importancia en
la tarea codificadora.
e) Ventajas de la codificación
a) Importancia
Nuestro Código comienza con dos títulos preliminares: De las leyes y De los
modos de contar los intervalos del Derecho. A partir de allí se descompone en
cuatro Libros.
El Libro III trata de los derechos reales y el Libro IV se denomina “De los derechos
reales y personales. Disposiciones comunes”, y comprende las sucesiones, los
privilegios y la prescripción.
c) Crítica
Debe señalarse que el método de Vélez, que siguió en ello mucho a Freitas,
es muy superior al del Código francés, donde las materias están dispuestas de
manera ciertamente arbitraria.
Pero, a pesar de ello, se le criticó a Vélez la errónea ubicación del título de los
hechos y actos jurídicos, metido entre las obligaciones y los contratos, cuando
en realidad tiene una aplicación general a todo el ordenamiento, como él mismo
lo dice en la nota puesta al comienzo de la Sección.
También ha sido materia de crítica la ubicación del capítulo de las cosas, con el
que comienza el Libro III, siendo que ellas no son sólo el objeto de los derechos
reales, sino también de otras situaciones o relaciones jurídicas.
Puede concluirse señalando que los códigos del siglo XX, particularmente a
partir del alemán, han incorporado una Parte General, y ello se reflejó en los
proyectos de reforma de Bibiloni, de la Comisión de 1936 y de 1954.
3. La Relación Jurídica
a) Sujetos
Esto significa que normalmente se encuentra un sujeto activo titular del poder
(derecho subjetivo) y un sujeto pasivo, titular del deber jurídico correlativo a
aquél.
Esto no implica desconocer que todas las demás personas tienen el deber
jurídico de respetar la propiedad, que a su vez constituye un derecho subjetivo.
Pero la relación jurídica propiamente dicha se va a establecer cuando alguien
turbe o viole el derecho de propiedad de otro; allí nace el deber de restablecer
el derecho violado, y por ende se genera una relación jurídica entre propietario
y agente del hecho ilícito.
Por ello se dice que son derechos absolutos y se ejercen erga omnes.
d) Objeto
De otro lado, los bienes son objetos corporales (cosas) o incorporales (bienes en
sentido estricto), susceptibles de tener valor económico (Art. 2311 y 2312 CC).
e) Causa
Los derechos reales son aquellas situaciones jurídicas unisubjetivas que reflejan
el modo de estar las personas con relación a las cosas. El más absoluto y
extenso en sus facultades es el dominio, siendo reconocidos también en nuestro
sistema el condominio, la hipoteca, la prenda, el anticresis, el usufructo, el uso,
la habitación y las servidumbres activas (art. 2503).
Persona física
El art.51 define a las de existencia visible a cuyo respecto debe resaltarse la cali-
dad de personas sin distinción de cualidades o accidentes. La personalidad está
vinculada con la existencia y es indiferente, por tanto, la conciencia o voluntad
del ser. Un pequeño irracional y un enfermo mental son personas. La falta de un
órgano esencial para la vida o cualquier deformación no incide en la concepción
de lo que se entiende por persona. Nuestro código destierra la viabilidad como
requisito para ser persona.
La persona humana comprende las categorías de persona por nacer que es tal
desde su concepción dentro o fuera del seno materno (tratados internacionales),
la persona nacida que a su vez comprende al menor impúber (los que no han
llegado a cumplir 14 años) y menores adultos (los que teniendo 14 años no han
cumplido 18 años de edad)
La Persona Jurídica
Las personas jurídicas pueden ser públicas o privadas (Art.33, CC). Dentro de
las personas jurídicas privadas, están las que requieren autorización del Estado
para funcionar, como las asociaciones y fundaciones y las que nacen obser-
Existen otros entes que la ley le reconoce la calidad de sujeto de derecho, como
el consorcio de propietarios en la propiedad horizontal, cuando se constituye
cumpliendo las reglas de la ley 13.512.
Atributos de la Persona
Desde el momento mismo de su nacimiento con vida, la persona tiene una serie
de atributos que no vacilamos en calificar de inherentes a la personalidad, una
serie de cualidades o circunstancias que hacen a la esencia de su personalidad
y que la determinan en su individualidad.
Ellos son el nombre, el domicilio, la capacidad, el estado civil son como los
órganos vitales en el ser humano, no es posible imaginar sin ellos.
Debemos agregar que para parte de la doctrina, junto con los atributos
precedentemente nombrados se incluye el patrimonio, pues aun un indigente
tiene algo de patrimonio y lo que se contabiliza es la aptitud para tener o adquirir.
Caracteres
- son innatos, pues el hecho del nacimiento con vida hace que adquieran su
plenitud;
- son vitalicios, por cuanto se extinguen con la vida de la persona que los detenta;
- son inalienables, por tratarse de una materia que hace al orden público; los
atributos de la persona no están en el comercio y, en principio, no pueden
ser objeto de relación jurídica alguna; aunque algunos, como los derechos
personalísimos son relativamente disponibles
Por ello, debe predicarse que los atributos de la personalidad son un elemento
inalienable e imprescindible de las personas físicas; teniendo en las personas
jurídicas otros caracteres habitualmente vinculados a la actividad desarrollada
por ellas.
La capacidad
a) Capacidad de derecho
Puede faltarnos aptitud para ejercer los derechos pero ello no impide que
tengamos la aptitud para ser titular de los mismos, para gozar de tales derechos.-
b) Capacidad de hecho
En primer lugar, resulta evidente que todas las personas son titulares de ciertos
derechos que no se limitan a la celebración de actos jurídicos para establecer
relaciones jurídicas. Así, todas las personas (niños, ancianos, discapacitados,
aborígenes, mujeres, hombres, sin excepciones) gozan de los derechos que
hacen a la dignidad personal y pueden hacer valer esos derechos frente a otros
particulares y frente al Estado quien asume incluso obligaciones para hacer
eficaces las declaraciones programáticas del ordenamiento.
Estas pautas son también las que hay que tomar en consideración para
determinar la eficacia del consentimiento de los menores para la disposición
de su propio cuerpo o de sus derechos de la personalidad espiritual como la
imagen o la privacidad.
De modo pues que especialmente con relación a los menores - categoría que
hoy se identifica con los “niños, niñas y adolescentes” de la Convención y de
la ley 26061 - se van reconociendo ciertas prerrogativas, de manera progresiva,
vinculadas a su madurez y discernimiento , en tanto pueden expresar su opinión
en todo aquello que les concierne, tienen derecho a ser oídos por las autoridades
de todo tipo (administrativas y judiciales), su opinión debe ser tomada en cuenta
prioritariamente y se les reconoce una amplia capacidad procesal teniendo
derecho incluso a tener su propio abogado especializado en niños, niñas y
adolescentes.
Capacidad y discernimiento
De allí entonces que el artículo 921 CC establezca como actos realizados sin
discernimiento los ilícitos cometidos por menores de diez años, los lícitos
otorgados por menores de catorce años, así como los realizados por los
dementes, salvo que se encuentren en intervalos lúcidos, y por quienes por
cualquier otra circunstancia estén sin uso de razón.
Capacidad y estado
Actividad 1: Capacidad
Según quien sea el autor del hecho, se distingue entre hechos naturales o de
naturaleza (también llamados externos o accidentales) y hechos humanos.
a) Recepción legislativa
b) Criterio de distinción
Según el criterio generalizado, son actos naturales los actuados por la naturaleza,
sin intervención o participación del hombre, como un granizo que cae sobre la
cosecha asegurada, o el terremoto que produce un incendio o la destrucción de
cosas que eran objeto de derechos subjetivos.
Por el contrario, serían hechos humanos los obrados por el hombre, fueren
ellos voluntarios o involuntarios (art. 897). Estos hechos, por ser obrados por el
hombre, se llaman actos.
d) Importancia de la cuestión
En nuestra doctrina, Brebbia afirma que deben ser calificados como hechos
naturales aquellos en los cuales el ser humano participa como ente sometido a
las leyes físicas o biológicas; de modo que el nacimiento, la muerte, el embarazo
son hechos jurídicos naturales, aun cuando el hombre, obviamente, participa del
acaecer.
Con lo cual quedan excluidos del concepto de acto humano (y por lo tanto, no
hay acción atribuible al ser humano, lo que, como decíamos, tiene repercusión
en el ámbito de la responsabilidad civil), los actos reflejos, aquellos producidos
en estado de inconciencia total y los que resultan consecuencia de una fuerza
irresistible (Bueres).
Los hechos pueden ser voluntarios o involuntarios. Los primeros son aquellos
ejecutados con discernimiento, intención y Libertad (los tres elementos internos
de la voluntad), mientras que los segundos son aquellos privados de alguno de
esos elementos.
Según el artículo 898: “Los hechos voluntarios son lícitos o ilícitos. Son actos
lícitos, las acciones voluntarias no prohibidas por la ley, de que puede resultar
alguna adquisición, modificación o extinción de derechos”
Son todos aquellos que no contradicen el ordenamiento, es decir, que son ejer-
cidos en el ámbito de la libertad del individuo. Al respecto debe subrayarse que
constituye un principio fundamental de derecho, la idea según la cual es permi-
tido todo aquello que no está prohibido (art. 19, Const. Nac.).
Los actos ilícitos no están definidos en este Título I de la Sección II, sino en el
Título VIII de la misma Sección II, artículos 1066 y 1067, y criterios básicos de
distinción son proporcionados por Vélez Sarsfield en la nota al Título VIII.
Naturalmente, los actos ilícitos son acciones y omisiones prohibidas por la ley.
Pero, para que adquieran el carácter de fuente de la obligación de reparar,
además de la antijuridicidad objetiva (contradicción del hecho y la norma), deben
configurarse otros elementos, que se verán más adelante.
El negocio jurídico es aquel acto voluntario lícito que tiene por finalidad
inmediata la producción de un efecto jurídico. Efecto que se produce porque es
querido por las partes, y en cuanto no sea ilícito (ni contrario a la moral y buenas
costumbres) es reconocido por la ley. Esa aptitud del negocio, para producir los
efectos queridos por las partes, se denomina eficacia.
Un ejemplo puede aclarar la idea: una persona alquila una estación de venta
de nafta, pero como consecuencia de la guerra, la distribución y venta del
combustible es monopolizada por el Estado. El negocio jurídico locación, válido
sin dudas, no puede cumplir su finalidad, y por ello el locatario podría solicitar
su rescisión; vale decir, deja de ser eficaz por una circunstancia sobreviniente.
Validez y eficacia
Y lo normal y ordinario es que un acto válido sea eficaz. Pero puede suceder
que un acto jurídico válido no produzca sus efectos, sea ineficaz. Por ejemplo: el
testamento válidamente otorgado mientras el testador no fallezca (art. 947); o en
los casos de revocación, rescisión y resolución, supuestos éstos que se refieren
a actos válidos que devienen ineficaces.
a) Noción vulgar
b) Noción jurídica
Con este alcance, la ineficacia jurídica no impide que el acto produzca otros
efectos (que actúan por vía supletoria) dispuestos por la ley, aunque no deseados
por las partes. Así, en materia de nulidades, el artículo 1056 dispone: “Los actos
anulados, aunque no produzcan los efectos de los actos jurídicos, producen sin
embargo, los efectos de los actos ilícitos, o de los hechos en general, cuyas
consecuencias deben ser reparadas” (volveremos sobre el punto más adelante
al tratar el concepto de nulidad).
c) Tipos
Sucede que la ineficacia de los actos jurídicos puede tener orígenes muy
variados. Por un lado, podemos distinguir aquellas causales de ineficacia que
provienen de vicios existentes en el momento mismo de la formación del negocio
jurídico y que atañen a su estructura, es decir, que se localizan dentro del mismo;
por el otro, se encuentran aquellos casos de ineficacia que adquieren relevancia
con posterioridad a la celebración del acto y en virtud de causas que se hallan
fuera de su estructura.
Es por ello que la doctrina más moderna suele contraponer, con distintas
denominaciones dos categorías de ineficacia. Se habla en este sentido, de
ineficacia estructural -o intrínseca o inicial- y de ineficacia funcional -o extrínseca
o sobrevenida-.
a) Ineficacia estructural
b) Ineficacia funcional
Resolución
a) Concepto
Ahora bien, el efecto que produce este hecho sobrevenido, imputable o no,
puede estar previsto en la ley (resolución por incumplimiento de una de las
partes: art. 1204), o bien estar pactado en la convención (acto modal).
Lo dicho explica por qué la resolución puede operar mediante una declaración
de voluntad de la parte interesada (por ej.: cuando la resolución se funda
en el incumplimiento de la otra parte), o puede operar automáticamente con
el advenimiento del hecho previsto en el mismo acto (caso de la condición
resolutoria) y sin necesidad de una nueva declaración de voluntad que produzca
la ineficacia, pues ya se la había tenido en mira al crearse el negocio.
a) Concepto
Rescisión
a) Concepto
La rescisión es una causal de ineficacia, por la cual, un acto jurídico válido queda
sin efecto para el futuro en razón del acuerdo de las partes, o de la voluntad
de una sola de ellas, autorizada por la ley o por la propia convención (conf.
Llambías, Borda, Cifuentes, Arauz Castex, Lloveras de Resk, Zannoni).
b) Terminología legal
Clases de nulidades
Las nulidades pueden estar expresamente contenidas en una disposición legal o
surgir implícitamente siguiendo el espíritu de la ley.
A partir del Art.1041, CC, se enuncia a los actos nulos. El código no especifica
en artículos determinados cuales actos son de nulidad absoluta y sí refiere a los
actos nulos y anulables.
De todas maneras podemos formular una clasificación entre actos nulos, anula-
bles, de nulidad absoluta y nulidad relativa. Son clasificaciones que obedecen a
parámetros distintos por lo que pueden combinarse una y otra clasificación. Es
decir pueden existir actos nulos de nulidad absoluta y también actos nulos de
nulidad relativa. Como actos anulables de nulidad absoluta y actos anulables de
nulidad relativa.
Los actos anulables, en cambio, son aquellos que sí requieren de una investiga-
ción o elucubración jurídica previa para constatar su existencia.
En principio y acorde lo estatuido en el Art. 1050, del CC, la nulidad vuelve las
cosas al estado que tenían antes de la realización del acto anulado. Ello, sin
perjuicio del reclamo indemnizatorio toda vez que el acto anulado produce los
efectos de un acto ilícito (Art.1056, CC)
Puede suceder que una vez celebrado el acto inválido y antes de la sentencia
que así lo declare, la parte que se benefició con la cosa o un derecho real o per-
sonal, lo haya a su vez transmitido a un tercero. En tal caso y como nadie puede
transmitir un derecho mejor o más extenso que el que tenía (Art.3270, CC), la
sentencia de nulidad permite perseguir la cosa o el derecho para que ese tercero
la devuelva sin perjuicio de reclamar, de corresponder, los daños y perjuicios
causados por la nulidad
a) Antijuridicidad
Se entiende que es ilícito hacer lo que está específicamente prohibido en una ley
general (art. 1066, CC) o no hacer lo que una disposición de la ley le obligare a
cumplir (art. 1074, CC).
b) Daño
El Daño debe ser cierto, personal, subsistente. Por oposición a daño cierto
resulta el daño meramente conjetural o hipotético, que no es indemnizable.
1) Factores subjetivos
2) Factores objetivos
Juan, mayor de edad, decide vender a Pedro, también mayor de edad, una
porción de terreno que posee detrás de su casa. Se ponen de acuerdo en el
precio, en la forma de pago y en cuando realizarán el acto. Una vez de acuerdo
con todos estos extremos, Juan aclara a Pedro que no posee escritura de dicho
inmueble porque en realidad ese inmueble es una Plaza y pertenece al municipio,
pero que el lo utiliza como propio desde hace muchos años y nunca nadie le
ha dicho nada, por lo que celebrarán el acto mediante un contrato de compra
venta “tipo” el cual servirá de recibo del dinero y de prueba de la puesta en
posesión del predio, a lo que Pedro asiente y dice no tener ningún problema con
ello ya que para el es mejor debido a que la finalidad para la cual quiere dicho
terreno es para poder construir un galpón donde esconder aves exóticas que
luego venderá. Finalmente Pedro abona la suma acordada a Juan y este pone
en posesión del terreno a Pedro, firman el contrato “tipo” y finalizan el negocio.-
Responda:
2. ¿Y La circunstancia de que dicho terreno sea para ocultar aves exóticas que
luego venderá? ¿Por qué?
M3 Contenidos
Obligaciones
Con mayor rigor científico, podemos decir que es el vínculo jurídico establecido
entre dos personas (o grupos de personas), por el cual una de ellas puede exigir
de la otra la entrega de una cosa o el cumplimiento de un servicio o de una abs-
tención.
De lo dicho surge que toda obligación supone un sujeto activo o pretensor, lla-
mado acreedor, y uno pasivo u obligado, llamado deudor; implica también la
existencia de una cosa o conducta debida, denominada prestación.
Como los derechos reales o intelectuales, las obligaciones tienen carácter patri-
monial, si bien están separadas de ellos por profundas diferencias. Este carácter
patrimonial permite distinguir claramente estos derechos de otros también per-
sonales, pero que no tienen esa naturaleza; tal como los derechos de familia, los
llamados derechos personalísimos o de la personalidad.
Deuda y responsabilidad
Pago
Dación en pago
El pago supone la entrega al acreedor de la misma cosa o prestación a que el
deudor se obligó. Es el cumplimiento exacto de lo debido. Pero puede ocurrir
que interese a ambas partes la entrega de una cosa distinta de la prometida.
Ningún inconveniente hay en que el acreedor acepte una prestación diferente,
quedando con esa entrega extinguida su obligación. Es esto lo que se llama
dación en pago.
Requisitos
Para que haya dación en pago deben estar reunidos los siguientes requisitos:
a) Una obligación preexistente que se extinga por efecto de la dación en pago,
requisito sin el cual ésta sería un pago indebido.
b) La entrega efectiva y actual de una cosa distinta de la debida. No basta la
simple promesa de pagar otra cosa, aunque esa promesa sea aceptada como
modo de extinción anterior. Eso sería novación.
El art. 779 CC, agrega que la cosa entregada no debe consistir en una suma de
dinero. Es un requisito insólito, no exigido en la legislación comparada. Porque
no hay duda que ningún inconveniente existe en liberarse de una obligación
dando una suma de dinero, cuando se ha prometido una cosa o una prestación
de servicios. GALLI, luego de reconocer que esta convención es perfectamente
posible, dice en defensa de la disposición del art. 779 Que ese acuerdo, aunque
legítimo, no constituiría la figura jurídica de la dación en pago. Pero es obvio
que tendría sentido distinguir ambas convenciones, si de tal distinción resultara
la aplicación de un régimen legal diferente; pero como ése no es nuestro caso,
carece de sentido hacerlo.
c) El consentimiento del acreedor; en tanto el pago puede hacerse aun contra la
voluntad del acreedor que está obligado a recibirlo, la dación en pago requiere
indispensablemente su conformidad.
Novación
Hay novación cuando el acreedor y el deudor dan por extinguida una obligación
pendiente y convienen en sustituirla por una nueva obligación. Esta nueva obli-
gación nacida de la novación es la condición de la extinción de la anterior. La
extinción de la obligación primitiva no sólo es el efecto, sino también la causa
de la nueva obligación; la característica de esta unidad compleja “creación-
extinción”, es, dice SANCHO REBULLIDA, la mutua interdependencia causal:
se extingue la obligación primitiva porque nace otra nueva; nace una obligación
nueva para extinguir la anterior y ocupar su sitio.
Concepto
La transacción es el acto en virtud del cual las partes, haciéndose concesiones
recíprocas, extinguen obligaciones litigiosas o dudosas (art. 832, C.C.). He aquí
un ejemplo: un médico demanda a su cliente por pago de $ 10.000; el deman-
dado sostiene deber solamente $ 1.000; durante el trámite del pleito llegan a una
transacción, por la cual se fijan los honorarios en $ 5.000. El médico ha cedido
parte de los honorarios a que se creía con derecho para asegurarse el cobro
inmediato de $ 5.000; el cliente paga más de lo que cree adeudar para no verse
en el riesgo de ser condenado a una suma mayor.
Adviértase que lo que se extingue no es toda la obligación que ha estado en
juego en la transacción; una parte de ella sigue vigente. En el ejemplo dado
sigue vigente la obligación de pagar $ 5.000. En cambio, se ha extinguido el
derecho eventual del médico de cobrar los restantes $ 5.000. Es decir, se trata
de una renuncia parcial de derechos a cambio de conseguir su reconocimiento
o su pago inmediato.
Requisitos
Para que la transacción esté configurada es preciso:
a) Que haya acuerdo de voluntades.
b) Que las partes se hagan concesiones recíprocas, es decir, que cedan parte
de sus pretensiones a cambio de que se les asegure el carácter definitivo de las
restantes o su cumplimiento inmediato o a breve plazo. Por falta de este requisito
de reciprocidad se ha considerado que no hay transacción cuando una de las
partes se allana al cumplimiento de una obligación, concediendo la otra facili-
dades de pago ; pues es obvio que allanarse no es hacer una concesión, sino
avenirse a cumplir lo que se debe. Pero no es necesario que las concesiones o
sacrificios sean de igual valor. El propósito de evitar un largo pleito puede justifi-
car el abandono de importantes derechos
c) Que por estas concesiones se extingan obligaciones litigiosas o dudosas.
Obligación litigiosa es la que está sujeta a juicio; no tan preciso es el concepto
de obligación dudosa. Debe considerarse tal toda obligación sobre cuya legiti-
midad y exigibilidad exista duda en el espíritu de las partes, quizá profanas en
Derecho, aunque ella no fuera posible entre peritos o especialistas. Se trata,
pues, de una duda subjetiva, no objetiva. La duda puede resultar no solamente
de la incertidumbre acerca de la legitimidad misma del pretendido crédito, sino
también de la dificultad para probar el título de la deuda, el monto de los daños
sufridos, etcétera. Solamente no podrían transarse aquellas obligaciones cuya
existencia y monto no son discutidos por el deudor.
La circunstancia de que no sea posible calificar de transacción a un convenio
celebrado entre las partes para extinguir obligaciones recíprocas por falta de
alguno de estos requisitos, no significa que ese convenio no sea válido. Lo es, en
virtud del principio de la autonomía de la voluntad; pero dejan de serle aplicables
las disposiciones específicas de la transacción.
Renuncia
Noción
La renuncia es la declaración de voluntad por la cual una persona abandona un
derecho y lo da por extinguido.
En el ámbito del derecho de familia, el principio es que los derechos son irre-
nunciables. Así, no podría renunciarse a la patria potestad, ni a los derechos que
integran su contenido, ni a los derechos que emanan de la relación matrimonial,
ni al estado de familia. En cambio, la tutela y la curatela pueden renunciarse,
aunque no libremente, pues la excusación debe fundarse en un motivo que sea
considerado admisible por el juez (art. 455, inc. 1º; véase Tratado de Derecho
Civil, Familia, t. 2, nº 1153, j).
Especies
La renuncia puede ser gratuita u onerosa; en el primer caso se trata de una libe-
ralidad; en el segundo, la renuncia se hace a cambio de algo que ofrece o da el
otro contratante.
Puede hacerse por actos entre vivos (vale decir, por contrato o por declaración
unilateral de voluntad) o por testamento.
Caracteres
La renuncia tiene los siguientes caracteres:
a) Puede ser un acto unilateral o bilateral. Es indiscutiblemente unilateral si ha
sido hecha por testamento; es evidentemente bilateral si es onerosa. Pero se
discute si la renuncia gratuita por actos entre vivos tiene uno u otro carácter.
Algunos autores sostienen que para que la renuncia quede perfeccionada, es
indispensable la aceptación del beneficiario; esta tesis parece tener un fuerte
apoyo en el art. 868, según el cual hecha y aceptada la renuncia, la obligación
queda extinguida. Es claro, sin embargo, que el único efecto de la aceptación es
impedir su retractación; pero en verdad, ella produce todas sus consecuencias
jurídicas sin necesidad de aceptación. La prueba es que la retractación hecha
antes de la aceptación, no tiene efectos respecto de terceros que han adquirido
derechos como consecuencia de la renuncia (art. 875). Pensamos, pues, que se
trata de un acto unilateral. Y, desde luego, si la cuestión puede haber originado
vacilaciones en materia de obligaciones, no cabe duda que la renuncia de un
derecho real no exige la aceptación de nadie.
c) Es de interpretación restrictiva
• Concepto y naturaleza
La remisión de deudas no es otra cosa que la renuncia de una obligación. En
suma, es un concepto más circunscripto que el de renuncia; mientras ésta se
refiere a toda clase de derechos, la remisión se vincula exclusivamente con los
derechos creditorios. Lo que significa que tratándose de obligaciones, remi-
sión de deuda y renuncia son conceptos sinónimos; y por ello se le aplican las
mismas disposiciones legales (art. 876).
• Formas
La remisión de deuda puede hacerse en forma expresa o tácita:
b) Que la entrega sea voluntaria; si el que lo entregó demuestra que lo hizo for-
zado por la violencia o inducido por el dolo del deudor, no hay remisión; pero la
posesión del documento por el deudor hace presumir que la entrega fue volunta-
ria, corriendo por cuenta del acreedor la prueba de que no fue así (art. 878 C.C.).
c) Que la entrega haya sido hecha por el acreedor al deudor; si fue entregado a
una tercera persona, no hay remisión. Naturalmente, queda equiparado al acree-
dor, su representante con poder suficiente para hacer renuncia de sus derechos;
y al deudor, su representante legal o convencional con poder suficiente para
administrar los bienes.
Cabe notar, por último, que el deudor podría alegar que ostenta la posesión del
documento no en virtud de una remisión de deuda, sino por haber pagado la
obligación (art. 877, Ibidem, in fine); ello puede tener para él la mayor impor-
Compensación
• Concepto
Hay compensación cuando dos personas por derecho propio, reúnen la calidad
de acreedor y deudor, recíprocamente, cualesquiera sean las causas de una y otra
deuda. Ella extingue con fuerza de pago las dos deudas, hasta donde alcance la
menor, desde el tiempo en que ambas comenzaron a coexistir (art. 818).
• Clases de Compensación
Pero cabe agregar que hay todavía otra forma de compensación legal, además
de la configurada en el art. 818; en algunos casos particulares, la ley declara
extinguidas las obligaciones recíprocas aunque ellas no sean líquidas y sin
permitir la prueba de que una era más importante que otra. Así, cuando como
consecuencia de una demanda de nulidad las partes deben restituirse recíproca-
mente sumas de dinero o cosas productoras de frutos, los intereses y los frutos
devengados hasta el momento de la demanda se compensan entre sí (art. 1053);
de igual modo, el art. 1383 establece que si como consecuencia del pacto de
retroventa el vendedor recupera la cosa vendida, los frutos de la cosa se com-
pensan con los intereses del precio.
d) Por último, hay compensación facultativa cuando una sola de las partes puede
oponer la compensación, no así la otra. Ejemplo: A tiene contra B un crédito por
alimentos; B tiene contra A uno por daños y perjuicios. B no puede invocar la
compensación, pero sí podría hacerlo A. Lo mismo ocurre si A tiene contra B un
crédito sometido a plazo, en tanto que B tiene contra A una deuda exigible; B
puede oponer la compensación, no así A.
Confusión
Concepto y naturaleza
Hay confusión cuando se reúne en una misma persona la calidad de acreedor
y de deudor. En tal caso, dice el art. 862 la deuda se extingue con todos sus
accesorios. Puesto que el ordenamiento jurídico, dice LARENZ, sólo regula las
relaciones de los hombres entre sí y los derechos de crédito entre personas que
se contraponen como acreedores y deudores, allí donde no entre en juego más
que una persona no existe fundamento suficiente para mantener la validez de la
relación obligatoria.
Imposibilidad de pago
Concepto
Puede ocurrir que la obligación contraída se vuelva de cumplimiento imposible.
En tal caso, hay que hacer la siguiente distinción: a) Si se ha hecho imposible
por culpa del deudor o si éste hubiera tomado sobre sí el caso fortuito o la fuerza
mayor, la obligación se resuelve en el pago de daños y perjuicios; b) Si se ha
hecho de cumplimiento imposible sin culpa del deudor, la obligación se extin-
gue (art. 888). En este caso es, pues, un hecho extintivo de las obligaciones.
Pago
e) Los Proyectos de reforma integral del Código Civil han conservado intacto el
concepto legal de pago expresado en el art. 725 vigente, aunque despojando a
la fórmula respectiva de su carácter de definición que es impropio en un cuerpo
de leyes. Es lo que consideramos acertado porque la equivalencia de pago =
cumplimiento, tiene hondo arraigo histórico y no sólo no suscita dificultades sino
que tiene la ventaja de permitir la aplicación de normas comunes, reguladoras
del pago, a toda clase de obligaciones cualquiera sea su objeto.
Para que haya pago es necesario que concurran en el acto así conceptuado
varios elementos, a saber: 1º) una causa o hecho antecedente que justifica
el desplazamiento de bienes del patrimonio del solvens al patrimonio
del accipiens; 2º) el elemento personal o sujeto que se desdobla en activo y
pasivo, respectivamente el solvens y el accipiens; 3º) un objeto o prestación que
es aquello que satisface el solvens a favor del accipiens; 4º) la intención de
pagar o animus solvendi, que permite distinguir al pago de otros actos jurídicos
que pueden tener la misma apariencia externa, como la donación manual o la
constitución de un préstamo.
Actividad 1: Obligaciones
Usted conoce que los derechos personales o creditorios son los que facultan a
determinada persona a exigir de otra una prestación determinada, surgiendo la
obligación de su cumplimiento y el pago representa la culminación de esa rela-
ción jurídica al dar por concluida o extinguida la obligación.
1. Concepto
Según el art. 1137 del Código Civil, hay contrato cuando varias personas se
ponen de acuerdo sobre una declaración de voluntad común, destinada a reglar
sus derechos.
Contrato y Convención
Cabe preguntarse si contrato y convención son sinónimos en la terminología
jurídica. Desde el punto de vista etimológico, contrato deriva de contraer (obli-
gaciones); parece apropiado, por consiguiente, circunscribir este concepto a
los acuerdos de voluntades cuyo objeto es crear o modificar obligaciones entre
las partes. Convención, en cambio, comprende todo acuerdo destinado a crear,
modificar, transferir o extinguir derechos y obligaciones; éste sería el género,
contrato la especie. En este sentido, se pronuncian algunos de los autores cita-
dos por VÉLEZ en la nota al art. 1137 (FREITAS, AUBRY Y RAU) y es la idea del
Código Napoleón (art. 1101) y de POTHIER, que también le sirvieron de fuente.
No obstante, VÉLEZ se inclinó por el concepto de SAVIGNY, de MAYNZ y DOMAT,
también citados en dicha nota, para los cuales contrato y convención jurídica
son términos equivalentes.
Por lo demás, la cuestión sólo tiene un interés de técnica jurídica y, aun así, muy
limitado. El nombre con que se designa un concepto o institución jurídica es, en
el fondo, una cuestión convencional, que no hace al concepto mismo.
Se llaman contratos unilaterales aquellos en los que una sola parte resulta
obligada, como ocurre en la donación, que sólo significa obligaciones para el
donante; bilaterales son los que engendran obligaciones recíprocas (art. 1138),
como ocurre en la compraventa, la permuta, la locación.
No sólo la idea es poco clara. Mucho peor: es estéril. Volvamos sobre los efectos
que a esta clasificación se le atribuyen:
Contratos onerosos son aquellos en los cuales las partes asumen obligaciones
recíprocas, de modo que se promete una prestación para recibir otra; tales son
la compraventa (cosa por dinero), la permuta (cosa por cosa), el contrato de
trabajo (servicio por dinero), la locación (goce de la cosa por dinero). Contratos
gratuitos son aquellos en que una sola de las partes se ha obligado: donación,
comodato, depósito gratuito, etcétera. No deja de ser gratuito el contrato por la
circunstancia de que eventualmente puedan surgir obligaciones a cargo de la
parte que nada prometió; así, por ejemplo, el donatario está obligado a no incu-
rrir en ingratitud. Pero esta obligación no tiene el carácter de contraprestación;
no es, en el espíritu de las partes, una compensación más o menos aproximada
de lo que prometió el donante, ni la razón por la cual éste se obligó. Lo mismo
ocurre con la obligación que tiene el mandante gratuito de pagar los gastos
que el desempeño del mandato haya ocasionado al mandatario. Esto no priva
al mandato de su carácter gratuito; pero sí lo privaría la circunstancia de que se
hubiera estipulado una retribución, porque en el espíritu de las partes esta com-
pensación tiene su causa en el servicio que se presta.
Consecuencias
La distinción entre contratos gratuitos y onerosos tiene una gran repercusión
jurídica.
Hay una estrecha analogía entre condición y contrato aleatorio; en ambos casos
los derechos de las partes dependen de un acontecimiento futuro e incierto.
Pero lo que está en juego en la condición es la existencia misma de los dere-
chos, en tanto que en los contratos aleatorios es la mayor o menor extensión de
esos derechos. Aun esta diferencia desaparece en algunos casos; así, por ejem-
plo, en el contrato de seguro, la indemnización se debe si ocurre la condición
Importancia
En principio, sólo los contratos conmutativos están sujetos a resolución o reduc-
ción de las prestaciones excesivas por causa de lesión. En los contratos alea-
torios, las partes asumen deliberadamente el riesgo de que el contrato pueda
resultar desventajoso, especulando con la posibilidad contraria. Nadie puede
quejarse, por lo tanto, de la falta de equilibrio económico de las contrapresta-
ciones definitivamente resultantes. Por excepción, puede admitirse la aplicación
de la lesión a los contratos aleatorios, cuando la diferencia de las contrapres-
taciones sea de tal carácter que ni la misma alea pueda justificarla. Así, por
ejemplo, cuando se compra una cosa que puede o no llegar a existir y se paga
mucho más de lo que ella valdría, aun existiendo. En efecto, cuando el com-
prador asume el alea de que la cosa no exista, se supone que ofrecerá menos
precio de lo que ella vale. Pedro ofrece 100 por una cosa que, de existir, valdrá
200. El contrato es normal; ninguna de las partes podrá invocar la lesión. Pero
si ofrece 200 por lo que aun existiendo vale 100, el contrato puede resolverse
por lesión, porque desde el punto de vista del vendedor no ha habido alea: el
contrato le será siempre ventajoso.
En nuestro derecho debe aceptarse igual solución, a menos que la ley dispusiera
expresamente lo contrario. Esta solución se desprende fácilmente por analogía
de lo dispuesto por la ley en materia de forma. Cuando un contrato formal no
solemne ha sido otorgado con una formalidad distinta a la ordenada por la ley,
ese contrato sirve como promesa que obliga a los otorgantes a llenar las formali-
dades legales (art. 1185). La entrega de la cosa, en cuanto elemento constitutivo
del contrato, es también una formalidad que cae así en el régimen del art. 1185
Contratos mixtos
Puesto que en materia contractual impera el principio de la libertad de las con-
venciones, nada se opone a que las propias partes acuerden contratos mixtos,
vale decir, contratos con elementos de varios contratos típicos o de contratos
típicos e innominados.
a) De ejecución instantánea: las partes cumplen con todos sus derechos y obli-
gaciones en el momento mismo del contrato; tal es el caso de la compraventa
manual, en que la cosa y el precio se entregan en el mismo instante.
Otras clasificaciones
La voluntad de los otorgantes del acto jurídico no es suficiente para hacer nacer
las obligaciones allí contenidas. La voluntad que es merecedora de tutela jurí-
dica es la que tiene un contenido socialmente valioso. El acto volitivo debe estar
orientado a una finalidad digna de protección jurídica, es decir: debe tener una
causa o razón suficiente.
Causa es el fin inmediato y determinante que han tenido en miras las partes al
contratar, es la razón directa y concreta de la celebración del acto, invariable
para cada clase de contrato y que no puede ser desconocida para el co-con-
tratante. Por caso en los contratos onerosos la contraprestación de una de las
partes es la causa fin de la otra (recibir el precio en la compraventa). Mientras
que los motivos, en cambio, son fines secundarios, mediatos (responden al para
El objeto debe ser determinado o determinable (ej. Art.1171, CC), posible física
y jurídicamente (ej. tocar el cielo con la mano o prendar un inmueble); lícito es
decir conforme a la ley (ej. contratos estipulados con condiciones prohibidas.
Art.531, CC).
El Art.1169 del CC, trata del objeto como susceptible de apreciación pecuniaria.
La prestación u objeto debe tener contenido patrimonial, mientras que el interés
jurídico válido puede o no tener un fin patrimonial pero sí es suficiente que sea
digno de protección jurídica, de tutela (cultural, científico, moral, etc.).
Las fuerza naturales y la energía pueden ser objeto de los contratos (art.2311,
CC), como las cosas futuras (art.1173, CC), litigiosas o sujetas a gravámenes
(art.1174) e incluso las cosas ajenas (art.1177 del CC).
De la lectura de los Arts.503 y 1195, CC, se colige que los contratos obligan a
las partes, es decir a quienes ejercen la prerrogativa jurídica en particular y se
extiende a sus sucesores universales, salvo se tratare de obligaciones intuitu
personae, convención contraria o casos de aceptación de la herencia con bene-
ficio de inventario.
Los terceros, aquellos que no son parte en el contrato, no por ello dejan en cier-
tas situaciones de alcanzarles los efectos del contrato (Art.3266, CC).-
FORMA
Pero si las partes han convenido en sus contratos que ellos no tendrán efecto sin
la escritura pública, el instrumento privado no permitirá reclamar la escrituración
aunque, conforme a la ley, ésta sólo sea exigida ad probationem (art. 1186). Este
sería un supuesto en que la voluntad de las partes ha convertido en solemne una
formalidad que la ley sólo había establecido con fines probatorios. Claro está
que debe ser indudable la intención de las partes de conferirle carácter solemne
a la formalidad convenida; de lo contrario, debe presumirse que sólo fue acor-
dada ad probationem.
Debe agregarse que el principio, en nuestro derecho, es que las formas de los
contratos sean exigidas sólo ad probationem. De toda la enumeración del art.
1184 sólo deben considerarse solemnes las donaciones enumeradas en el art.
1810 y la transacción de derechos litigiosos.
PRUEBA
Concepto y método
La prueba no constituye un elemento de los contratos, y en este sentido sería
objetable la inclusión de su estudio en esta sección. Sin embargo, se encuentra
tan estrechamente vinculada con la forma, que se ha hecho clásico tratar una
después de la otra. Son, claro está, conceptos distintos. La forma hace a la mani-
festación de la voluntad, es un requisito de la formación del contrato. La prueba
se vincula, en cambio, con los medios de demostrar la existencia del contrato,
cualquiera haya sido su forma. La vinculación tan estrecha de ambas deriva
sobre todo de la circunstancia de que las formas en el derecho moderno están
principalmente instituidas con el objeto de facilitar la prueba, sea a las partes,
sea a terceros.
e) Por presunciones legales o judiciales. Las presunciones son indicios que per-
miten inferir, con un cierto grado de certeza, la verdad de un hecho o de un
contrato.
Las presunciones pueden ser legales o judiciales. Las primeras consisten en que
la ley, dados ciertos hechos, infiere consecuencias también determinadas. Así,
por ejemplo, se presumen legítimos los hijos nacidos durante el matrimonio (art.
240); el máximo del embarazo se presume en trescientos días y el mínimo en
ciento ochenta (art. 77). Estas presunciones pueden admitir prueba en contrario
(presunciones juris tantum), como ocurre en el primer ejemplo; o no admitirla
(presunciones juris et de jure), como ocurre en el segundo.
Toda esta materia es propia del derecho procesal, razón por la cual nos hemos
limitado a dar los conceptos más generales y básicos.
c) Ni cuando la cuestión versare sobre los vicios de error, dolo, violencia, fraude,
simulación o falsedad de los instrumentos en que constaren (art. 1191). Era inne-
cesario decirlo, porque aquí no se trata de la prueba de un contrato sino de
hechos que, por su misma naturaleza, casi nunca están documentados.
Para que haya principio de prueba por escrito es, por lo tanto, necesario:
Es suficiente que confluyan estos requisitos para hacer viable cualquier medio
de prueba, inclusive la de testigos.
Pacto Comisorio
Pero aquí hay que hacer una observación. El acreedor tiene el derecho de optar
entre el cumplimiento y la resolución. Por consiguiente, es posible que requiera
el cumplimiento con ánimo de exigirlo y no de resolver el contrato. Por lo tanto,
la expresión sin más contenida en la ley, de modo alguno significa que la reso-
lución se produce automáticamente, aun en contra de la voluntad del acreedor.
Creemos que esta conclusión, que obedece a una lógica elemental, está ratifi-
cada por el último párrafo del art. 1204., según el cual debe pedirse la resolu-
ción aunque se hubiera demandado el cumplimiento. Lo que en otras palabras
significa que quien demanda el cumplimiento puede requerir luego la resolución.
Si la ley dice que puede, ello significa que conserva también la otra posibilidad,
es decir, la de reclamar el cumplimiento. Una interpretación distinta llevaría a la
absurda conclusión de que no se puede demandar el cumplimiento, lo que es
contrario a la esencia de los contratos, que se otorgan para ser cumplidos.
El plazo concedido al deudor no debe ser menor de quince días, salvo que los
usos o un pacto expreso, fijen uno menor (art. 1204, 2do. párrafo). Creemos que
también la naturaleza y circunstancias del contrato pueden justificar un término
más breve.
Pero puede ocurrir que la obligación pueda cumplirse no ya en quince días, pero
sí en veinte o treinta ¿Está obligado el acreedor a conceder este plazo? La pauta
Una vez fijado el término, no puede ser abreviado por el acreedor, pues el deudor
tiene derecho a que se le respete lo que ya le ha sido concedido, aunque fuere
más de los quince días fijados en la ley.
Forma de requerimiento
La ley no establece ningún requisito formal para el requerimiento que, por lo
tanto, podrá hacerse incluso verbalmente. Pero será siempre aconsejable hacerlo
por un medio fehaciente, para evitar luego los inconvenientes de la dificultad de
la prueba.
En tales casos, ¿en qué situación se encuentra el requerido, cuáles son sus
derechos? Algunos autores hablan de una acción de oposición a la resolución,
que tendría que instaurarse dentro del término del requerimiento. Nosotros pen-
samos que esa acción es extraña a nuestro Derecho. En verdad, la situación del
deudor es simple: o bien está de acuerdo con la resolución del contrato, aunque
atribuyendo la culpa al requirente, en cuyo caso el contrato quedará sin efecto
y sólo quedará pendiente la cuestión de los daños y perjuicios y en este juicio
se dilucidará quién tiene la culpa y quién tiene que indemnizar a quien ; o bien
acciona por cumplimiento, en cuyo caso el juez examinará también el problema
de la culpa y declarará resuelto el contrato con daños y perjuicios si ella era del
En algún caso se ha resuelto que para que el demandado pueda alegar la culpa
del requirente, debe reconvenir. Es un criterio a todas luces erróneo. El deman-
dado debe reconvenir si también él quiere la resolución; pero si pretende el
cumplimiento, a él le basta con pedir el rechazo de la demanda, rechazo que
será procedente si demuestra la culpa del actor.
Régimen legal
Puede ocurrir que las partes hayan previsto expresamente en el contrato el pacto
comisorio. No obstante que ya la ley da el derecho a resolver el contrato en caso
de incumplimiento, tal estipulación no es inútil. En efecto, el art. 1204, tercer
párrafo, dispone que en este supuesto la resolución se produzca de pleno dere-
cho y surtirá efectos desde que la parte interesada comunique a la incumplidora,
en forma fehaciente, su voluntad de resolver.
Adviértase que la ley dice que en este caso la resolución se produce de pleno
derecho, pero no desde el momento del incumplimiento o de la mora, sino desde
que se comunica al incumplidor la voluntad de resolver. La solución es lógica.
La resolución no podrá ser automática, pues el acreedor puede tener interés en
exigir el cumplimiento. Bien entendido que la comunicación sólo tiene efecto si
previamente el deudor ha quedado constituido en mora.
Vicio Oculto: El vicio puede ser reputado oculto si a pesar de la atención puesta
por el comprador en el examen de la cosa vendida no lo ha podido descubrir;
sirve como pauta en el caso el principio que informan los arts. 512, 902, 909 y
929 del CC.
Supuestos prácticos:
a) En consonancia con ello, se ha resuelto que si la compradora no pudo des-
cubrir los vicios en las pocas oportunidades que visitó la propiedad antes de
adquirirla, no se le ha de imputar negligencia por ello, si el propietario tampoco
los advirtió, no obstante que los deterioros causados por polillas en la estruc-
tura de madera del techado del inmueble databan de bastante tiempo antes de
concretarse la operación. Pero no es exigible que un comprador diligente trepe
parapetos, tanques de reserva, y se inmiscuya en distintas unidades para com-
probar la inexistencia de defectos en la construcción.
b) Cuando las personas contratan respecto de una cosa que puede ser vista y
apreciada por el comprador, no podrá luego quejarse éste de los defectos noto-
rios, aunque ellos no hayan sido mencionados en el contrato.
c) No puede invocar vicios ocultos de la cosa -en autos una casa- el comprador
que se hizo asesorar por personas de la profesión u oficio -arquitecto- antes de
celebrar el acto.
Requisitos
Los vicios redhibitorios, definidos por el art. 2164 del CC, necesitan, para consti-
tuirse como tales, de ciertas condiciones: no sólo que sean “ocultos” y existentes
“al tiempo de la adquisición” del bien, sino que sean de suficiente “gravedad”;
en este último aspecto esta norma del Código Civil hace notar que la entidad de
los vicios debe ser tal, que hagan a la cosa “impropia para su destino, si de tal
modo disminuyen el uso de ellas que de haberlos conocido el adquirente, no la
habría adquirido o habría dado menos por ella”.
Para resolver esta actividad usted debe tener presente que los contratos son una
especie de Acto Jurídico y, como tal, reúnen elementos esenciales e imprescin-
dibles para que se conforme el acto o negocio jurídico. Ellos son: el consenti-
miento que debe existir en todo sujeto, el objeto y la forma. Ciertamente, también
existen elementos de validez tales como una voluntad sana, exenta de vicios que
afecten al titular de la manifestación de esa voluntad.
Eduardo pretende acordar con Juan la compra de una casa que es propiedad
de este último. Para ello, y siendo que viven en distintas provincias, le envía un
correo con aviso de recibo a Juan proponiéndole la compra del inmueble. Sin
embargo, antes de que fuere aceptada la oferta, Eduardo se arrepiente y es su
deseo retractarse de la misma.
Contrato de compraventa
Concepto e importancia
Según el art. 1323, Código Civil, Habrá compra y venta cuando una de las partes
se obligue a transferir a la otra la propiedad de una cosa, y ésta se obligue a reci-
birla y a pagar por ella un precio cierto en dinero. Aunque ya volveremos sobre el
tema, conviene destacar ab initio que este contrato no supone transferencia de
la propiedad ni la entrega efectiva del precio, sino la obligación de hacerlo. Esta
afirmación es válida aun en la llamada compraventa manual o al contado que se
consuma y concluye en forma instantánea con la entrega simultánea de la cosa
y el precio. A primera vista parecería que en la hipótesis, las partes no contraen
obligación alguna y que todo se reduce a un trueque o, más exactamente, a dos
tradiciones simultáneas. Pero no es así, porque en ese trueque no se agotan las
obligaciones de las partes. Así, por ejemplo, el vendedor tiene que responder por
evicción; y si la moneda pagada es falsa, el comprador podrá ser demandado
por cobro de pesos. Las necesidades del tráfico tienen su protección adecuada
sólo cuando se considera que las prestaciones recíprocas de la compraventa
manual responden al cumplimiento de la obligación contraída al contratar
Caracteres
El contrato de compraventa tiene los siguientes caracteres:
a) Es bilateral porque implica obligaciones para ambas partes; b) es consensual
porque produce todos sus efectos por el solo hecho del consentimiento y sin
necesidad de la entrega de la cosa o del precio; c) no es formal; aun en el caso
de que tenga por objeto la transmisión de inmuebles, la escritura pública exigida
por el art. 1184, inc. 1º es un requisito de la transferencia del dominio pero no
del contrato en sí que puede ser válidamente celebrado en instrumento privado,
y aun verbalmente (véase núms. 454 y 458); d) es oneroso; e) es conmutativo
porque es de su naturaleza que los valores intercambiados (cosa y precio) sean
aproximadamente equivalentes; sólo por excepción suele ser aleatorio lo que
ocurre cuando se compra una cosa que puede o no existir.
c) Las ventas que hacen los labradores y hacendados de los frutos de sus cose-
chas y ganados. Aunque aquí hay propósito de ganancia no está configurada esa
actividad típicamente comercial que es comprar para revender. Naturalmente, si
la venta se hubiese hecho a un cerealista o acopiador de granos o frutos, el acto
será comercial porque el comprador lo hace con ánimo de lucrar; pero no habrá
d) Las que hacen los propietarios y cualquier clase de personas, de los frutos
y efectos que perciban por razón de su renta, donación, salario, emolumento o
cualquier otro título remuneratorio o gratuito.
e) La reventa que hace cualquier persona del resto de los acopios que hizo para
su consumo particular. Sin embargo, si fuere mayor cantidad la que vende que la
que hubiese consumido, se presume que obró en la compra con ánimo de vender
y se reputan mercantiles la compra y la venta.
c) Según el art. 1329, Código Civil, las cosas ajenas no pueden venderse en
tanto que el Código de Comercio dispone precisamente lo contrario (art. 453).
Pero esta diferencia es puramente aparente, según hemos de verlo al tratar este
tema (nº 72).
Cosa
Debe ser una cosa en sentido propio (Cnf. Art.2311, CC), cuya venta no esté
prohibida por la ley (Art.1327, CC), ya que las cosas pueden ser absoluta o rela-
tivamente inenajenables (arts.2337 y 2338, CC); debe ser determinada o deter-
minable (Cnf. Art.1333 y 1170,CC) y tener existencia real o posible (art.1328,CC).
Precio
Para que el contrato de compraventa quede legalmente configurado debe reunir
el precio las siguientes condiciones: a) ser en dinero; b) determinado o deter-
minable; c) ser serio.
Instrumento Privado
El Instrumento privado, a su vez, es una declaración escrita de la voluntad que
ha sido suscripta con el fin de hacer constar un acto o negocio que interesa al
derecho pero que no tiene fuerza probatoria por sí mismo.
Venta con indicación de área que se tomará de otra mayor. En este supuesto
se indica la superficie a vender y la individualización del campo de mayor super-
ficie sobre la que se tomará. En la práctica se determina el lugar que ocupa
la fracción a vender pero en el caso hipotético de su omisión, corresponde al
vendedor sin que elija la fracción de menor calidad si esta fuere notoriamente
inferior ni elegir fracciones separadas a menos que el contrato así lo disponga
(Cnf. Art.601, 602, CC).
Venta con indicación de área por un precio único.. En este supuesto la ley
presume que las partes no se han preocupado tanto de la superficie o medidas,
cuanto de la cosa en su conjunto y sólo si el exceso o faltante del área alcanza
al vigésimo, producirá distintos efectos: el comprador puede exigir disminución
proporcional del precio y resolución contractual cuando la cosa resulta impropia
a su destino: Si el área es superior en un vigésimo, el comprador puede mante-
ner el contrato abonando proporcionalmente el precio en función al exceso de
superficie o dejar sin efecto el contrato (art.1347,CC). El vendedor tiene derecho
a exigir el pago del excedente pero no a reclamar la nulidad.
Compraventa de Inmuebles:
Boleto de Compraventa
Las dispositivas hacen plena prueba pero para impugnar su contenido habrá
que demostrar la insinceridad de su contenido (mediante juicio de simulación,
por ejemplo), pero en este caso, el escribano –depositario de la fe pública- solo
da fe que las partes manifestaron comprar y vender pero no que ello sea cierto.
Resulta, sin embargo, una contratación necesaria. Tanto la subasta judicial como
la nueva forma de subasta extrajudicial (en ejecución especial para hipotecas,
según la Ley 24.441), son modos de provocar la transmisión del bien que pre-
suponen la conformidad del dueño o su implícito consentimiento al momento
mismo de contraer la deuda, pues desde allí retringe su libertad y los bienes
pasan a ser la garantía del crédito quedando afectados a sus acreedores y
cuanto más en las hipotecas.
Naturaleza Jurídica
La subasta judicial es una venta forzada en que el Organo judicial, más que
representar, sustituye al deudor para vender en su nombre ya que este antici-
padamente, se ha colocado en la situación de tener que vender de este modo
especial.
Cabe aclarar que la diferencia entre los términos remate y subasta no existe de
modo dirimente. En todo caso, el remate sería la culminación de toda subasta al
consistir en la última postura y la adjudicación a esa postura más alta.
Precisamente, nuestro código civil no diferencia entre una y otra acepción, como
resulta de los artículos 1184, 3196, 3223 y 1395, todos del Código Civil.
La mecánica de la subasta
La inscripción puede también ser requerida por el comprador a costa del vende-
dor (Art.3).
Los acreedores del vendedor solo podrán ejecutar el crédito por el saldo impago
del precio de venta del lote y no podrán dirigirse contra el lote mismo.
En caso de controversia entre distintos compradores del lote, tendrá prioridad
el comprador que hubiere inscripto primero el lote sin atenerse a la fecha del
contrato. (art.6)
Debido a que la mayor de sus hijas desea migrar a la ciudad de Córdoba Capital
a los fines de iniciar sus estudios universitarios, Roberto decide hacer el esfuerzo
de adquirir un departamento en la mencionada ciudad, para que ella pueda vivir
durante el cursado de su carrera.
Una vez reunidos, aquél le comenta a Roberto que, para asegurarse de la serie-
dad de su interés en la compraventa le requerirá una seña que percibirá al
momento de firmarse el Boleto de Compraventa, y que además será a cuenta del
precio y como principio de cumplimiento del contrato.
A los fines de tranquilizar a Roberto, es necesario que Ud. le explique con fun-
damentos:
M6 Contenidos
Nociones generales
El art. 1434 del CC señala que habrá cesión de crédito cuando una de las partes
se obligue a transferir a la otra parte el derecho que le compete contra su deudor,
entregándole el título de crédito, si existiese.
Interés práctico
La cesión de derechos desempeña un papel importante en la vida de los nego-
cios. Muchas veces el titular de un crédito sujeto a plazo tiene necesidad de
dinero, negocia su crédito y con esto resuelve su problema. El cesionario, por
b) Es formal, pues requiere la forma escrita bajo pena de nulidad (art. 1454) y
aun a veces es necesaria la escritura pública (véase nº 528). Sólo en la cesión
de títulos al portador la forma escrita ha sido sustituida por la entrega del título
(art. 1455).
c) Puede ser onerosa o gratuita; en el primer caso (venta, permuta) será bilateral
y conmutativa porque las prestaciones son recíprocas y se presumen equivalen-
tes; en el segundo (donación), será unilateral.
Objeto de la cesión
a) regla general (art. 1444)
El principio general es que todo derecho puede ser cedido, a menos que medie
prohibición expresa o implícita de la ley, o lo impida la voluntad de las partes
expresada en el título de la obligación (art. 1444). Dentro de la amplitud de esta
regla, quedan comprendidos todos los derechos personales, reales o intelectua-
les y, desde luego, las acciones derivadas de esos derechos. Aunque común-
mente se ceden derechos sobre las cosas y principalmente sumas de dinero,
no hay inconveniente de principio en que se cedan otras clases de derechos
creditorios, tales como las obligaciones de hacer o no hacer puestas a cargo de
terceros, dentro de ciertos límites que veremos más adelante.
Enumeración legal
En conformidad con los arts. 1446 y siguientes, pueden cederse los siguientes
derechos:
Principio general
La regla general es que toda cesión debe ser hecha en forma escrita, bajo pena
de nulidad, cualquiera sea el valor del derecho cedido y aunque él no conste en
instrumento público o privado (art. 1454).
La ley sólo exige la forma escrita; basta pues el instrumento privado. Ésta es la
regla general, aunque en algunos casos se exigirá la escritura pública (núms.
528 y sigs.) y en otros aun el instrumento privado será innecesario (nº 532).
Por derechos litigiosos, a los efectos de la aplicación de esta norma, debe enten-
derse todo derecho que está sujeto a controversia judicial, sea respecto de su
existencia, posibilidad de hacerlo valer en juicio, extensión, cantidad, etcétera;
pero no basta que se trate de un derecho dudoso, mientras no haya acción
iniciada, pues aquí no hay litigio. Por otra parte, se trata de precisar el signifi-
cado de un precepto legal que impone el cumplimiento de requisitos formales de
carácter excepcional que por ello mismo debe ser interpretado restrictivamente.
Por aplicación de tales principios se ha declarado que no es litigioso el crédito
por honorarios ya regulados, las cuotas por alimentos ya vencidos y fijados por
sentencia firme, el legado cuya validez no está en discusión. ¿Son litigiosos los
créditos ya verificados de los acreedores de un concurso o quiebra? La cuestión
ha sido objeto de pronunciamientos contradictorios; consecuentes con nuestro
punto de vista de que este concepto debe interpretarse restrictivamente, pensa-
mos que no tienen carácter litigioso, pues en verdad no hay controversia judi-
cial alguna sobre su existencia o monto; hay simplemente una incertidumbre
respecto de la cantidad que será posible cubrir con los bienes de la masa, lo
que no importa un litigio. En cambio, mientras el crédito no haya sido verificado,
consideramos que debe reconocérsele carácter litigioso.
Según el art. 1455, la cesión de créditos litigiosos puede hacerse por escritura
pública o por acta judicial. Una vieja y reiterada jurisprudencia tiene resuelto
que esta acta puede ser suplida por un escrito presentado y ratificado en los
autos por cedente y cesionario. El acta de ratificación viene a llenar el requisito
establecido en este artículo. Algunos fallos han ido más allá y han declarado que
la cesión es válido entre las partes desde que se ha presentado el escrito, haya
o no ratificación ulterior, solución que aprobamos no sólo porque nadie puede
invocar la nulidad del acto cuando lo ejecutó sabiendo o debiendo saber el vicio
Como ejemplo notable de la aplicación de este inciso, podemos citar los dere-
chos relativos a bienes inmuebles (art. 1184, inc. 1º).
Efectos de la Cesión
Enumeración
La cesión de derechos produce los siguientes efectos sustanciales: a) se opera
la transmisión del crédito o derecho (arts. 1457, 1458 y 1475); b) el cedente
debe la garantía de evicción (arts. 1476 y sgts.); c) el cesionario debe, a su vez,
el precio o derecho o cosa prometida en cambio, cuando se trata de una cesión
onerosa. Esta última obligación está regida por los principios generales acerca
del pago del precio en la compraventa y a ellos nos remitimos; en este capítulo
nos ocuparemos, por tanto, de las restantes obligaciones surgidas de este con-
trato.
Sin la notificación la cesión carece de efectos respecto del deudor cedido y res-
pecto de cualquier otro tercero que tenga interés legítimo en contestar la acción
(art. citado). Estos terceros a que alude la ley son los siguientes: a) los acreedo-
res del cedente que hayan embargado el crédito: si el embargo se ha trabado
con anterioridad a la notificación de deudor, la medida precautoria se mantiene
firme, en tanto que si lo ha sido con posterioridad a esa fecha carece de efec-
tos; b) los otros cesionarios del mismo crédito; puede ocurrir, en efecto, que el
mismo crédito haya sido cedido de mala fe a distintas personas: el cesionario
que primero notifica al deudor cedido es quien tiene prioridad.
Más difícil es justificar esta exigencia respecto de las otros terceros (acreedo-
res embargantes y otros cesionarios); la mayor parte de los autores ve en este
requisito una forma elemental de publicidad. Pero esto es una mera ficción. La
notificación hecha al deudor cedido no es conocida por los otros terceros. Quizá
podría justificársela afirmando que el contrato de cesión recién queda en con-
diciones de producir todos sus efectos desde el momento en que ha sido noti-
ficado el deudor cedido; sólo entonces queda clara la situación de las partes y
Contenido de la notificación
La notificación no precisa la transcripción íntegra del instrumento de cesión;
basta con que se hicieran conocer sus partes sustanciales y, sobre todo, que
contenga la individualización precisa del crédito que se cede (art. 1460). Es sufi-
ciente con ello, porque lo que en definitiva interesa es que el deudor cedido
sepa con precisión quién es su acreedor, y a quién debe realizar el pago para
liberarse. Las demás circunstancias de la cesión (si es onerosa o gratuita, precio
pactado, forma de pago, etc.) le son ajenas e indiferentes.
En caso de que la notificación no sea hecha por el cedente, sino por el cesio-
nario o el escribano público, debe acompañarse de un instrumento auténtico
emanado del cedente, en el que conste la cesión (véase nº 539, a).
Forma de la aceptación
En lo que atañe a los efectos de la aceptación con relación al deudor cedido,
ninguna duda cabe de que no es dable exigir ningún requisito formal: basta que
sea hecha por instrumento público o privado o aun verbalmente; inclusive es
Pero se discute si respecto de los demás terceros basta con una aceptación
informal o si, por el contrario, es preciso un instrumento público. Esta última opi-
nión se apoya en el texto del art. 1467 según el cual la notificación debe hacerse
por acto público, lo que por analogía debe extenderse a la aceptación. Estamos
en desacuerdo. Los preceptos formales deben interpretarse restrictivamente,
puesto que las formas tienen carácter excepcional, ya que el principio es la
libertad y la falta de formas; por consiguiente, si la ley no se expresa claramente,
el intérprete debe decidirse en contra de la acumulación de requisitos formales
materialmente inútiles. Hemos dicho ya que la exigencia del instrumento público
no significa la menor garantía de publicidad para los terceros; no es posible, por
consiguiente, mantener este requisito a todas luces inútil, cuando la ley no lo
exige expresamente. Basta pues con el instrumento privado, siempre claro está
que haya adquirido fecha cierta, requisito sin el cual es inoponible a los terceros.
Contrato de Permuta
Permuta
Cabe agregar que los arts. 1490 y 1491 establecen dos reglas perfectamente
sobreabundantes e inútiles. El primero dispone que no puedan permutarse las
cosas que no pueden venderse. Es innecesario decirlo, pues ya el art. 1492
remite al régimen de la compraventa para todo lo que no esté regulado especial-
mente de otro modo.
En lo que atañe a las cosas que pueden ser objeto de este contrato y no obs-
tante ser tan claros y terminantes los arts. 1491 y 1492, SALVAT sostiene que
debe considerarse permuta el cambio de dos derechos o de una cosa por un
derecho. No es éste, sin embargo, el sistema de nuestro Código que ha man-
tenido rigurosamente el principio de que sólo las cosas pueden ser objeto de
estos contratos.
Caracteres
Son los mismos de la compraventa: a) la permuta es consensual, porque pro-
duce efectos por el solo acuerdo de voluntades; b) no es formal; en el caso de
los inmuebles, la escritura pública exigida por el art. 1184, inc. 1º, es un requi-
sito de la transferencia del dominio pero no del contrato en sí, que puede ser
válidamente celebrado en instrumento privado (véase nº 454); c) es bilateral,
porque engendra obligaciones para ambas partes; d) es oneroso pues las con-
traprestaciones son recíprocas; e) es conmutativo porque las contraprestaciones
recíprocas son por naturaleza equivalentes.
M7 Contenidos
Contrato de mandato
Mandato y consignación
Mandato y corretaje
Mandato en blanco
Conforme al art. 1870, inc. 6 del CC., las disposiciones sobre el mandato allí con-
tenidas son aplicables a las procuraciones judiciales en todo lo que no opongan
a las disposiciones del Código de Procedimiento; de donde estas últimas tienen
preeminencia respecto de las primeras.
El representante legal de cualquier persona jurídica, cuando otorga mandato por ella,
lo debe complementar con la documentación pertinente al carácter que dice investir.
Mandato comercial
Mientras el mandato comercial tiene por objeto actos de comercio, el civil, actos
civiles. Por su parte, el mandato comercial no se presume gratuito y el civil se
presume gratuito u oneroso, en los supuestos que contempla el art. 1871 del
CC. Fuera de estas dos diferencias, las reglas que rigen a una y otra especie
de mandato son las mismas, por lo cual resultan aplicables las disposiciones
respectivas del Código Civil.
A) Cuando una persona acostumbra a vivir del ejercicio de esa clase de rela-
ciones de derecho -desempeño de mandatos- como si a un administrador de
propiedades se le confiere poder para percibir alquileres, se debe suponer que
el mandato es asalariado.
Sin desconocer que el mandato verbal al cual hace referencia el art. 1873 del CC,
pueda alcanzar incluso los supuestos en los cuales la ley exige poder especial,
como lo demuestra el art. 3330 del CC, analizado en concordancia con el art.
1881, inc. 16, sin embargo tal posibilidad debe quedar circunscrita a los supues-
tos en los cuales la aceptación deba ser invocada fuera del proceso judicial, en
cuyo caso la prueba se regirá por los principios establecidos para los contratos.
Art. 1874.
Aunque el mandato puede ser tácito, su prueba está a cargo de quien lo invoca;
su demostración debe ser concluyente, pudiendo en su caso apoyarse en
hechos positivos del mandante y también en su silencio o inacción. Para que
Mandato aparente
Existe poder aparente cuando una persona, sin tener en realidad facultades sufi-
cientes, actúa en nombre del mandante, si las circunstancias del caso hacen
suponer razonablemente que lo hace conforme a ellas, en cuyo caso, el man-
dante queda obligado no obstante la real extralimitación del mandatario.
Art. 1876.
Aceptación tácita
Art. 1879.
Mandato especial
Hay dos clases de mandatos especiales: aquellos que se confieren para el cum-
plimiento de un negocio cierto, individualizado, y los que comprenden una espe-
cie determinada de negocios; en uno y otro caso la especialidad del poder se
determina por la voluntad del mandante, satisfaciendo la exigencia del art. 1881,
CC, en cuanto expresa en forma inequívoca que las restricciones que la ley pre-
sume han sido deliberadamente superadas.
Interpretación de la norma
La fórmula del art. 1880, CC, no es del todo exacta porque lo que ha querido
significar es que para los actos que ella enumera se requiere que el mandatario
haya sido expresamente autorizado, es decir, se requieren facultades o poderes
expresos para realizarlos; pero esas facultades o poderes pueden estar acorda-
dos, sin dificultad alguna, dentro de un poder concebido en términos generales.
Aunque es cierto que la ley impone que el poderdante precise la obligación
que confiere en forma especial, no se impone un poder para cada obligación,
siempre que contenga la facultad de asumir obligaciones cambiarias, pudiendo
correr en el mandato general.
7) para cualquier contrato que tenga por objeto transferir o adquirir el dominio de
bienes raíces, por título oneroso o gratuito;
10) para dar en arrendamiento por más de seis años inmuebles que estén a su
cargo;
1. Poder especial
El poder judicial ad litem es un poder especial que puede ser especial genérico
(para todos los asuntos judiciales presentes o futuros del mandante) o un poder
especial específico (para determinado juicio iniciado o a iniciar).
Carácter de la enumeración
Procuraciones judiciales
Los poderes especiales para representar en juicio deben contener una enu-
meración lo suficientemente determinada, y, por ende, inequívoca, respecto al
documento acreditativo del carácter jurídico invocado por el otorgante, que per-
mita su individualización o que él ha sido exhibido al funcionario autorizante del
mandato, quien ha comprobado la existencia y da fe de la calidad invocada por
el otorgante. El solo hecho de otorgar poder especial faculta al mandatario a
realizar todos los actos de la ley rituaria, máxime cuando no se lo ha despojado
de atributos en forma expresa. Deben ser interpretadas restrictivamente la exten-
sión y facultades que se otorgan por el mandante para actuar en juicio.
Renuncia
El desistimiento del derecho comporta una renuncia gratuita, en los términos del
art. 1881, inc. 4 del CC., por lo cual si se lleva a cabo por medio de mandatario,
es menester una facultad especial al respecto, que sólo resulta de un poder
especial específico; no basta un poder especial genérico.
Aceptación de herencias
Art. 1884.
La extensión del mandato debe resultar de los propios términos en los cuales
está concebido, y, en caso de duda, es una cuestión de interpretación librada a
la apreciación y decisión de los jueces y tribunales en cada caso en particular. El
objeto para el cual se ha otorgado el mandato determina las facultades que se
han conferido al mandatario, conforme lo usual y según las reglas de la buena
fe, aunque tales facultades no se hallen explícitamente mencionadas en cuanto
ellas sean necesarias para lograr la finalidad perseguida o sean inseparables de
ésta.
Durante los primeros meses de vigencia del contrato, Mario cumple acabada-
mente con sus obligaciones, adquiriendo los productos con el dinero que todos
los meses Ernesto le deposita en su Caja de Ahorros, (que ambos acordaron
abrir a tales fines) aunque esta previsión no se estipuló en el contrato.
Esta situación se repite luego durante 3 meses más, lapso durante el cual Mario
le solicitó oralmente a Ernesto que depositara los fondos pero él no se dio por
aludido. Frente a ello, Mario, cansado ya de adelantar dinero de su propio pecu-
lio, deja de comprar los productos mencionados y esto comienza a generarle
pérdidas a la cadena de restaurantes.
Cuando esto se produce, Ernesto demanda a Mario por inejecución del contrato
y le reclama los el pago de los daños y perjuicios ocasionados.
1. ¿Es obligación del mandante proporcionar los medios para la ejecución cor-
recta y temporánea del mandato? Recuerde aquí argumentar su postura.
2. ¿Es obligación del mandatario constituir en mora al mandante frente a la
no anticipación de los fondos? ¿Tiene alguna relevancia en la solución del
caso el hecho de que la demora en la ejecución de sus obligaciones por el
mandatario, aún sin contar con los fondos mencionados y frente a la imposi-
bilidad de recurrir al mandante, pudiere ocasionar un peligro inminente para
los intereses de éste?
3. ¿Debe Ernesto reintegrar a Mario el dinero que éste utilizó de su propio
peculio aún cuando el negocio no le hubiera resultado favorable? ¿Debe
hacerlo aún cuando los gastos hubieran sido excesivos? ¿Por qué?
M8 Contenidos
Contrato de locación
Contrato de locación: Concepto. Caracteres. Diferencias con otras figuras. Loca-
ción de inmuebles. Derechos y obligaciones de las partes.
Importancia social
La locación es uno de los temas más vivos del derecho civil contemporáneo.
Las sociedades modernas tienen una sensibilidad muy aguda en todo cuanto se
refiere a la vivienda y el trabajo. La locación urbana se vincula con el primer pro-
blema, los arrendamientos rurales con el segundo. La “rebelión de las masas”
Las personas cuyos bienes de fortuna no les han permitido el acceso a la propie-
dad de su vivienda forman la parte más numerosa y necesitada de la población
urbana; no es de extrañar, por tanto, la notoria tendencia legislativa a proteger
al locatario en desmedro del dueño, tendencia que se acentuó vigorosamente
con motivo de la escasez de viviendas originada en procesos económicos com-
plejos, principalmente el encarecimiento de la construcción y el éxodo de la
población campesina a las ciudades. En los arrendamientos rurales, el interven-
cionismo estatal ha tenido su origen en otros motivos, no por ello menos pode-
rosos: los arrendatarios forman la clase productora frente al dueño que posee
la tierra como un mero instrumento de renta; uno de los ideales democráticos
contemporáneos es el de que la tierra pertenezca a quien la trabaja; parece razo-
nable, por lo tanto, una legislación protectora de los arrendatarios.
Los nuevos tiempos están golpeando sobre este contrato más vigorosamente
que sobre ningún otro, exceptuando quizás el de trabajo; lo “social” ha hecho
irrupción en los rígidos moldes individualistas de la locación románica.
LA LEY 23091
La ley 23091 contiene diversas disposiciones tendientes a proteger a los inqui-
linos de vivienda contra los posibles abusos que puedan cometer los locadores
que, dada la escasez de viviendas, son la parte más fuerte del contrato de loca-
ción. Ellas son las siguientes:
a) Períodos de pago. El precio del arrendamiento será fijado por períodos men-
suales (art. 6º).
b) Pagos anticipados. No podrá requerirse del locatario: 1) el pago de alquileres
anticipados por períodos mayores de un mes; 2) depósitos de garantía o exi-
gencias asimilables, por cantidad mayor del importe equivalente a un mes de
alquiler por cada año de locación contratado; 3) el pago del valor llave o equi-
valentes (art. 7º). Reiteramos que estas disposiciones sólo rigen para las loca-
ciones destinadas a viviendas. En las destinadas a comercio o industria sigue
siendo práctica frecuente pactar períodos de pago mayores de un mes y exigir
el pago de un valor llave.
El art. 7º agrega que la violación de cualquiera de sus disposiciones facultará
al locatario a solicitar el reintegro de las sumas anticipadas en exceso, debida-
ENUMERACIÓN
Pesan sobre el locador las siguientes obligaciones: a) entregar la cosa arren-
dada con sus accesorios (art. 1514); b) conservarla en buen estado mientras
dura la locación (arts. 1515 y sigs.); c) mantener al locatario en el uso y goce
pacífico de la cosa (obligación de garantía) (arts. 1515 y 1523 y sigs.); d) pagar
al locatario las mejoras que éste hubiera introducido para hacer posible el uso
normal de la cosa (arts. 1533 y sigs.); e) pagar las contribuciones y cargas que
gravan la cosa (art. 1553).
Se trata de obligaciones establecidas por la ley para el caso de que las partes no
hubieran convenido otra cosa. Reina aquí el principio de libertad contractual, de
modo tal que las partes pueden restringir o ampliar tanto las obligaciones que la
ley pone a cargo del locador como del locatario.
a) Las llaves de la cosa ya sea inmueble o mueble (automóvil, caja fuerte, escri-
torios, etc.).
b) Las servidumbres activas del inmueble (art. 1495).
c) Los frutos y productos ordinarios de la cosa (art. 1495). La ley alude solamente
a los frutos pendientes; los ya percibidos no entran en la locación. Hay que
advertir que en este caso el locatario está facultado a consumir los frutos, pues
ésta es la forma de gozarlos.
d) También están comprendidos en la locación ciertos servicios accesorios,
como el de portería, calefacción, agua caliente, etcétera; el locador no podrá
excusarse de prestarlos aduciendo que no los estipula el contrato, cuando la
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 100
existencia de cañerías, calderas y otras instalaciones indicaban que ellos esta-
ban implícitamente contenidos en la locación.
e) En la locación para comercio e industria debe considerarse accesorio la
utilización de la fachada para la colocación de carteles y anuncios relativos al
negocio; pero ni en la locación para negocios ni para casa habitación podrá
considerarse incluida la utilización del frente para propaganda general de otros
productos comerciales o industriales, a menos que lo contrario sea acordado
expresamente o pueda considerarse comprendido en el acuerdo de voluntades.
Ya veremos que durante el curso de la ejecución del contrato, habrá que dis-
tinguir entre las reparaciones ordinarias de simple mantenimiento, que corres-
ponden al locatario, y las reparaciones mayores, que incumben al locador; pero
antes de la entrega de la cosa, todas estas reparaciones, cualquiera sea su
carácter, estarán a cargo del locador. El problema de si la cosa ha sido entregada
en buen estado es una cuestión de hecho, sometida a la prudente apreciación
de los tribunales y que depende del destino de la cosa. Así, si se trata de una
casa o departamento para vivienda, el locatario puede exigir que se le entregue
en estado decoroso para habitarla, con las pinturas y papeles en buenas condi-
ciones, con los servicios sanitarios, de ascensor, calefacción, etcétera, en buen
estado de funcionamiento.
Dos observaciones es necesario formular: a) Que aunque la ley sólo alude a dos
hechos que permiten presumir la renuncia a exigir las reparaciones debidas, ello
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 101
no obsta a que tal presunción pueda también desprenderse de otros hechos que
fueran igualmente expresivos de tal voluntad del locatario como, por ejemplo,
mandar hacer las reparaciones por su cuenta antes de entrar en posesión de la
cosa. b) Que la presunción que se desprende de los actos aludidos por el art.
1514 sólo tiene carácter iuris tantum y debe reconocerse al locatario el derecho
de demostrar que la intención común fue que las reparaciones estuvieran a cargo
del locador . En el caso de la locación de edificios arruinados, será necesario
demostrar que el locador asumió la obligación de repararlos; en el supuesto de
que el locatario haya entrado en posesión de la cosa sin exigir reparaciones,
bastará con demostrar que el locatario no entendió darle a tal acto el significado
de una renuncia; así ocurriría, por ejemplo, si se viera obligado a tomar posesión
urgente de la cosa, por haber sido desalojado de su anterior vivienda y comunica
en forma fehaciente al locador que tal conducta no importa abandonar su dere-
cho a reclamar las reparaciones. Por análogas razones, la toma de posesión le
impide al locatario reclamar por las deficiencias ocultas.
Lugar de entrega
Puesto que el Código no contiene sobre este punto reglas especiales para la
locación, rige lo dispuesto por el art. 747; a) Si hubiere lugar convenido en el
contrato, la cosa debe entregarse allí; esta solución no sólo es aplicable a los
muebles, sino también a los inmuebles, pues es perfectamente posible hacer
la tradición simbólica mediante la entrega de las llaves, lo que puede ocurrir en
otro lugar que no sea el de la ubicación. b) Si no hubiere lugar convenido, la
entrega debe hacerse en el lugar en donde se encontraba la cosa al tiempo de
la celebración del contrato.
Tiempo de la entrega
Si el contrato estipula el plazo, no hay problema: debe cumplirse con lo pactado.
Si no lo estipula, debe entenderse que el locador tiene obligación de entregarla
de inmediato a menos que los usos o costumbres reconocieran algún plazo.
Gastos de entrega
Los gastos de la entrega, salvo pacto en contrario, son a cargo del locador. Es lo
que surge de las disposiciones relativas al contrato de compraventa (art. 1415),
que son aplicables supletoriamente a la locación, así como también de lo dis-
puesto por el art. 765 para el pago en general
Alcances de la obligación
El locador está obligado a mantener la cosa en buen estado de conservación, y
a hacer todas las reparaciones que fueren necesarias para permitir al locatario
el uso y goce de la cosa conforme a lo convenido (art. 1515). Esa obligación
se extiende a la reparación de todos los deterioros derivados de las siguientes
circunstancias: a) de caso fortuito o fuerza mayor (art. 1516), como puede ser un
incendio, un ciclón, una guerra, un hecho del príncipe; b) de la calidad propia de
la cosa y de sus vicios o defectos (art. 1516), tal como serían las deficiencias en
las instalaciones sanitarias; c) del efecto natural del uso o goce estipulado (art.
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 102
1516), problema del que nos ocuparemos en seguida (núms. 680 y sigs.); d) de
la culpa del locador, sus agentes o dependientes (art. 1516); era innecesario
este último apartado, pues bastaba con la regla general de los arts. 1109 y 1113;
e) del hecho de terceros aunque sea por motivos de enemistad u odio al locata-
rio (art. 1517). Es lógico que el locatario no cargue con las consecuencias del
hecho ilícito de un tercero. Pero cabe formular dos observaciones: 1) El art. 1517
dice que las reparaciones serán a cargo del locador, pero esto sólo es exacto en
la hipótesis de que él reúna también la calidad de propietario; es éste, en efecto,
quien debe cargar con los deterioros, ya que la ley atribuye al hecho del tercero
el carácter del caso fortuito (art. 1517) y es obvio que los daños causados por
este motivo afectan sólo al dueño, según el principio de que las cosas se dete-
rioran o pierden para él. Salvo, claro está, su acción de reparación contra el
autor del hecho ilícito. 2) El locatario será responsable, no obstante lo dispuesto
en el art. 1517, cuando el hecho del tercero se ha debido a su culpa o dolo; por
ejemplo, si el daño ha sido hecho por quien repelía una agresión del inquilino.
En tal caso, es de aplicación la regla general del art. 1109
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 103
Obligación de garantía
Concepto y fundamentos
El contrato de locación supone la cesión de uso y goce de una cosa o cambio
de un determinado precio. Es natural pues que el locador tenga a su cargo la
obligación de garantizar al locatario que podrá hacer uso de la cosa conforme
a su destino. Por ello debe abstenerse de todo acto que perturbe el goce de la
cosa por el inquilino, defenderlo contra las turbaciones de terceros y, finalmente,
hacer las reparaciones que se deriven de los vicios o defectos de la cosa o del
uso normal al que el inquilino la haya sometido. Esta obligación de garantía llena
una función jurídica semejante a la evicción y los vicios redhibitorios en la com-
praventa; en el fondo, no hay entre ellas una diferencia esencial, pero la regla-
mentación legal difiere sensiblemente porque en un caso media la transmisión
del dominio y en otro sólo del uso y goce de la cosa, lo que tiene una influencia
notoria en el contenido de las obligaciones.
Consideraremos por separado la garantía por el hecho personal del locador, por
el hecho de terceros y por los vicios redhibitorios de la cosa.
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 104
consorcio, el obligado es el copropietario, de tal modo que si el locatario que ha
asumido la obligación de pagar las expensas, no las pagare, el consorcio tiene
acción contra el copropietario locador. Contra el inquilino sólo podría accionar
por vía de acción subrogatoria.
EL PRINCIPIO.
Al término del contrato el locador está obligado a devolver el depósito de garan-
tía si la cosa locada se restituyera sin otros desperfectos que los provenientes
de un uso normal.
La ley 23091 ha establecido expresamente una solución que ya antes había sido
consagrada por la jurisprudencia: el depósito de garantía debe ser devuelto al
finalizar el contrato, ajustando su importe de acuerdo al mismo índice que se
tomó para actualizar los alquileres, tomando en consideración el último alquiler
(art. 4º).
ENUMERACIÓN
Las obligaciones esenciales del locatario son: a) usar y gozar de la cosa con-
forme a lo pactado, o, en defecto de pacto, de acuerdo con la naturaleza y
destino de la cosa; b) conservarla en buen estado; c) pagar el alquiler o arrenda-
miento; restituir la cosa al término de la locación. Tiene, además, otras obligacio-
nes ocasionales, tales como la de permitir la entrada del locador al inmueble, en
las circunstancias a que hemos aludido anteriormente (nº 694) y la de avisar al
locador de toda usurpación o turbación por un tercero de la cosa locada (véase
núms. 709 y sigs.).
1) ¿Cuáles son los plazos mínimos que establece la mencionada ley para los
contratos de locación en el radio urbano? ¿Este plazo es igual para el caso
de viviendas urbanas que para el caso de locales comerciales? ¿Es posible
entonces aceptar la oferta de Margarita?
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 105
2) ¿Hay algún obstáculo al hecho de que el precio se pague de una sola vez,
por adelantado? ¿Puede hacerse al vencimiento del contrato? ¿Es posible
que el precio se estipule de esa manera en el contrato? ¿Sucedería lo mismo
si se tratara de una vivienda urbana?
M9 Contenidos
B) La fianza constituida puede garantizar créditos futuros, pero debe tener objeto
determinado, aunque el crédito sea incierto y su cifra indeterminada. La fianza
de una obligación futura debe tener siempre un objeto determinado, aunque el
crédito futuro sea incierto, y su cifra indeterminada, enunciándose con toda pre-
cisión y claridad cuál es la obligación que se garantiza.
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 106
C) Las exigencias de la fianza de futuro enunciadas en el Código Civil no pueden
ser dejadas de lado por prácticas o usos bancarios.
Determinación de la fianza
Sea en la fianza convencional, o en la legal o judicial, y aun en la fianza de una
obligación futura, se trata de una garantía personal constituida para asegurar el
pago de una obligación concreta y en favor de un determinado acreedor, que
tiene como presupuesto necesario la voluntad del fiador expresada con relación
a esa concreta obligación. Las normas establecidas en los Art. 1988 y 1989, CC,
obligan a que en la fianza permanente se determinen las obligaciones que se
afianzan, al menos con especificación de las operaciones comprendidas, por
lo cual es observable la fianza que pretende amparar operaciones futuras no
individualizadas.
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 107
“hasta la entrega de las llaves”, o, como en el caso en estudio, “aun vencido el
término del contrato” y hasta tanto el locatario permanezca en la propiedad; en
estos supuestos ninguna duda hay de que las obligaciones del fiador continúan
hasta la desocupación efectiva de la casa.
Refinanciación de la deuda
El convenio de refinanciación de deuda entre el acreedor y el deudor principal
no resulta para el fiador res inter alios acta. Pero si al iniciarse la ejecución de la
obligación posteriormente refinanciada, el deudor principal se hallaba en mora,
aquélla debe continuar contra los fiadores hasta hallarse en estado de sentencia,
puesto que dicho convenio de refinanciación sólo tiene por virtualidad consagrar
una espera para el pago que puede caer ante su incumplimiento.
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 108
deudor principal, aunque la garantía sea indeterminada en cuanto a su monto, si
es que hay un objeto determinado.
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 109
El fiador solidario, liso, llano y principal pagador, puede garantizar obligaciones
futuras y aún indeterminadas en su monto.
3. Contrato de Depósito
1. Nociones generales
Muchos son los contratos que obligan a una de las partes a guardar y conservar
la cosa de otro. El mandatario debe guardar las cosas cuya administración le
ha sido confiada; el empresario las cosas que se ha comprometido a reparar;
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el comodatario la que se le ha prestado; el transportador las que lleva de un
lugar a otro. Pero en todos estos casos la obligación de guarda es accesoria de
otra principal, que constituye el verdadero objeto del contrato. En el contrato
de depósito, en cambio, la finalidad esencial es precisamente la guarda de la
cosa. Habrá, por tanto, depósito cuando una de las partes entrega a la otra una
cosa con la sola finalidad de custodiarla hasta que aquélla la reclame (ver nota
al Art.2182, CC).
En nuestro Derecho, la cosa objeto del depósito puede ser mueble o inmue-
ble (art. 2182). Esta solución importa una anomalía en el derecho comparado;
salvo contadas excepciones, las restantes legislaciones sólo permiten el depó-
sito de cosas muebles. VÉLEZ SARSFIELD defendió su solución en la nota al
art. 2182, diciendo que no se encuentra razón para decir que una persona que
cierra su casa y deposita en otra las llave, no efectúa un depósito sino una
locación de servicios, pues el objeto del acto ha sido depositar la cosa, aunque
subsidiariamente se exija algún servicio; y agrega que el secuestro judicial no
es sino un depósito (aunque no contractual) y nadie niega que puede ser de
cosas inmuebles. A pesar de la indudable fuerza de la argumentación, parece
preferible limitar la esfera de acción del contrato de depósito a las cosas mue-
bles. Dice PUIG BRUTAU, con razón, que lo que en definitiva interesa es decidir
si el cumplimiento de la obligación de custodiar una cosa inmueble queda mejor
determinado con referencia a las reglas del contrato de depósito o de otra figura
jurídica. Un rápido análisis de los supuestos de “depósito” de inmuebles prueba,
en efecto, que las relaciones entre las partes encuadran mejor dentro de otros
contratos. Supongamos que se trata del cuidado de un inmueble y que el cuida-
dor está obligado a administrarlo, percibir sus frutos, etcétera. Es obvio que tales
relaciones encuadran mejor dentro del concepto de mandato de administración.
Si se trata de un simple casero, cuya obligación se reduce al cuidado y conser-
vación del inmueble, parece preferible regular las obligaciones de acuerdo con
el contrato de trabajo. Es indudablemente este contrato el que ha estado en el
espíritu de las partes: la falta de solvencia económica de los caseros (que en la
práctica son siempre de modesta condición) prueba que el dueño de casa no
ha pensado en su responsabilidad como garantía de restitución de la cosa; el
casero es casi siempre remunerado y se le paga un sueldo de la manera que es
habitual para los obreros o empleados.
CARACTERES
a) Es en principio gratuito (art. 2183), pero puede ser oneroso si las partes lo
acuerdan así. Según el art. 2183, una remuneración espontáneamente ofrecida
por el depositante al depositario, o la concesión a éste del uso de la cosa al
celebrar el contrato, o después de celebrarlo, no quita al depósito el carácter de
gratuito. No es posible tomar esta disposición en sentido absolutamente literal,
porque no tendría razón de ser; desde el momento en que el depositante pro-
mete una remuneración, el contrato deja de ser gratuito. Lo que se ha querido
significar es que el contrato no pierde por ello su carácter de depósito. Tampoco
hay que atribuir importancia al requisito que pareciera imponerse al exigir que
la retribución deba ser espontáneamente ofrecida. Tal como el contrato ha que-
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dado concluido (es decir, tal como lo examina el juez que debe resolver el caso
que se le presenta) contiene una cláusula por la cual el depositario tiene derecho
a una remuneración. Que esa cláusula se haya incluido en el contrato como un
gesto espontáneo del depositante o como una condición impuesta por el deposi-
tario para hacerse cargo del depósito, es totalmente irrelevante. Lo cierto es que
la obligación existe y que el depositante debe cumplir con ella.
Sin duda alguna, lo que el codificador quiso destacar es que el depósito es por
naturaleza gratuito y que las obligaciones del depositario no varían (lo que no
es totalmente exacto) porque se le haya prometido alguna remuneración. La
postura asumida por VÉLEZ en este punto revela cómo sobreviven en las leyes
algunas instituciones que ya han perdido su razón de ser. En el derecho romano
clásico, el depósito era necesariamente gratuito; como la entrega del depósito
era un acto de confianza y el recibirlo de amistad, chocaba al sentimiento común
que pudiera ponerse precio a tales servicios; si había remuneración, dejaba de
ser depósito. Pero al cambiar las costumbres, varió también el concepto. Ya en
el derecho justinianeo se admitía el depósito remunerado. Y es necesario reco-
nocer que en nuestros días nadie piensa en el depósito como en un contrato
esencial o necesariamente gratuito; la enorme mayoría de los depósitos (y, por lo
tanto, todos los de carácter comercial: art. 573, Cód. de Com.) son remunerados.
Cabe, pues, poner en duda inclusive el principio de que salvo pacto en contra-
rio, el depósito debe considerarse gratuito; con todo, esta regla obedece a una
larga tradición jurídica y tiene la ventaja de definir la solución en caso de que el
contrato guardara silencio o mediare duda sobre el punto.
Promesa de depósito
Según el art. 2190, el depósito es un contrato real, que no queda concluido sino
con la entrega de la cosa. Nada de ello impide, sin embargo, la validez del con-
venio por el que una de las partes promete la realización de un depósito y la otra
lo acepta, ya que de acuerdo con el principio de la autonomía de la voluntad,
son válidos todos los contratos realizados por personas capaces que no tengan
una causa ilícita. Pero no debe olvidarse que el depósito importa un acto de
confianza; si quien lo prometió la ha perdido en el futuro depositario, no puede
ser obligado a entregar la cosa. Esta consideración tiene particular importancia
en todo lo que atañe al incumplimiento por el depositante de la promesa de
depósito. En primer término, como ya lo dijimos, el depositario no podría exigir
la entrega de la cosa (por vía de embargo y secuestro judicial). Esta solución
resulta clara en el caso del depósito típico, en el que el depositario no tiene el
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uso de la cosa; su interés en el contrato queda satisfecho con la indemnización
de los daños y perjuicios que le ocasiona el incumplimiento. La solución no
varía porque el depositario se haya asegurado por el contrato el uso de la cosa
y pueda demostrar que tiene un interés efectivo en el cumplimiento del contrato,
puesto que el depósito se hace siempre teniendo principalmente en mira el inte-
rés del depositante, y es un acto de confianza; ello explica que el depositante
pueda en cualquier momento exigir la restitución de la cosa depositada (art.
2217) y, con tanta mayor razón, podrá negarse a entregar la prometida.
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por el saco o caja que lo encierra. Creemos que también habría depósito regu-
lar si se entrega una suma de dinero en billetes de banco de cuya numeración
ha quedado constancia en el contrato y con prohibición para el depositario de
disponer del dinero; también aquí la cosa aunque consumible, ha dejado de ser
fungible, porque desde el momento en que se han individualizado los billetes por
su numeración y se ha prohibido al depositario disponer de ellos, quiere decir
que el depositante tiene algún interés especial en que se le devuelvan ésos y no
otros. Tampoco sería depósito irregular el de monedas antiguas, porque no son
bienes fungibles.
FORMA Y PRUEBA
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En la práctica, por consiguiente, el depositante que quiera asegurarse la prueba
de su depósito, deberá munirse de un instrumento escrito. No se requiere el
doble ejemplar cuando el depósito es gratuito, pues aquella exigencia no se
aplica a los contratos unilaterales (art. 1021). Y si fuera oneroso, el ejemplar
único sirve de principio de prueba por escrito que hace viable la prueba testi-
monial.
¿La entrega de la cosa -no ya el contrato- puede probarse por cualquier medio?
Así lo resolvió la antigua Cámara Civil 1ª de la Capital, juzgando que se trata de
un hecho cuya prueba puede hacerse sin ninguna limitación. Pero la solución del
problema es delicada y exige distinguir diferentes supuestos. Por lo pronto, no
bastan los testigos cuando se trata de cosas cuyo valor excede de doscientos
pesos y con la prueba de la entrega se pretende acreditar la existencia de un
depósito (art. 2201). Pero puede ocurrir que el contrato esté ya acreditado por
otros medios y se trate sólo de probar que la cosa ha sido realmente entregada.
Si la existencia del contrato ha sido admitida por confesión del demandado,
habrá que estar al art. 2201: la sola prueba de testigos será ineficaz. En cambio,
la creemos viable cuando el contrato ha sido probado por otros medios y particu-
larmente por el instrumento mismo de su celebración; la cuestión tiene particular
interés en caso de que el instrumento documente una promesa de depósito en
la que no hay entrega actual de la cosa; la entrega ulterior podrá ser acreditada
por cualquier medio.
El depósito necesario puede probarse por todo género de pruebas incluso testi-
gos y presunciones (art. 2238).
Enumeración
El depositario tiene las siguientes obligaciones: a) guardar y conservar la cosa
que se le entrega; b) respetar y guardar secreto respecto de las cosas deposi-
tadas en cajas o bultos cerrados; c) abstenerse de usar la cosa depositada; d)
restituirla al término del contrato o cuando el depositante lo exija.
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1. Obligación de guarda
Alcance y contenido
La obligación esencial del depositario, aquella que constituye el objeto principal
del contrato, es la guarda de la cosa. El depositario está obligado a poner en ella
la misma diligencia que en el cuidado de las suyas propias (art. 2202). En este
caso, la ley se aparta del criterio objetivo de culpa, para apreciarla en forma más
benévola; para eximirse de responsabilidad, no es necesario que el depositario
demuestre que obró como lo haría una persona diligente o un buen padre de
familia: le basta con demostrar que no pone más esmero en el cuidado de sus
propias cosas. La solución se explica porque no es justo ser demasiado exigente
con el autor de la liberalidad. Pero suponiendo que el contrato sea retribuido o
que el depositario tenga interés en él porque se le permite el uso de la cosa,
¿es también aplicable el criterio subjetivo de culpa establecido por el art. 2202?
Los autores nacionales se limitan a destacar que en la hipótesis de depósito
oneroso queda sin justificación esta norma, sin decidirse, empero, a sostener
una solución distinta. Por nuestra parte, pensamos que siendo el art. 2202 una
excepción al sistema general de apreciación de la culpa, basado en un criterio
objetivo, debe aplicarse estrictamente a la hipótesis evidentemente contemplada
por el codificador, que es el depósito gratuito. Ésa es la solución del Código
francés (art. 1928) que le sirvió de fuente, y la de la mayor parte de los Códigos
modernos (alemán, arts. 690 y 691; italiano, art. 1768; venezolano, arts. 1756 y
157; chileno, art. 2222, paraguayo, art. 1245, etc.). Concluimos, pues, que si el
depósito es retribuido o se autoriza el uso de la cosa, el depositario responde de
toda culpa, apreciada con criterio objetivo.
El cuidado de la cosa debe ser personal, puesto que el depósito es una relación
de confianza. El depositario no puede delegar en otro dicho cuidado, es decir,
no puede depositar la cosa en un tercero, a menos de estar autorizado a hacerlo.
Pero puede poner la cosa bajo la vigilancia de un dependiente directo del depo-
sitario. En cualquier caso el depositario es responsable de la culpa del delegado
no dependiente o dependiente, a menos que el contrato al autorizarlo a designar
un sustituto, indique también la persona de éste, pues entonces el propio depo-
sitante será culpable de la elección.
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sión al depósito gratuito. La solución nos parece justa, limitada estrictamente
a este supuesto; en cambio, en el depósito oneroso el depositario tendrá que
demostrar que el incendio originado en la misma casa donde se guardaba la
cosa no fue debido a su culpa o la de sus empleados; esta prueba será inne-
cesaria si el incendio se ha comunicado de otras casas vecinas; pero no podrá
excusar su responsabilidad el depositario que no tiene elementos para combatir
el incendio, tanto más si existe el peligro derivado de una instalación eléctrica
deficiente.
Ocurrido un caso fortuito que ponga en peligro las cosas depositadas al propio
tiempo que otras de propiedad del depositario, éste no tiene obligación de salvar
en primer término las depositadas; en otras palabras, la circunstancia de que pri-
mero procediera a salvar las suyas no lo hace responsable por la imposibilidad
que luego sobrevino de hacer lo propio con las depositadas. Cabe preguntarse
si esta solución debe mantenerse aun en la hipótesis de que las cosas deposita-
das sean de mayor valor que las suyas; se ha sostenido que no, porque si la ley
impone al depositario cuidar del depósito con la misma diligencia que pondría
en sus propias cosas (art. 2202), es obvio que tratándose de éstas hubiera prefe-
rido salvar la de mayor valor. No estamos de acuerdo con esta solución, que atri-
buye a la norma del art. 2202 un alcance que no tiene. Este artículo no contiene
otra cosa que una pauta general de apreciación de la diligencia con que debe
actuar el depositario, pero no ha pretendido resolver el conflicto muy especial
que se plantea en la hipótesis que ahora consideramos. Está bien reclamar del
depositario cuidado y diligencia, pero no debe exigírsele heroicidad a punto de
obligarlo a perder sus propias cosas para poner a salvo las que se le confiaron
en depósito; y tanto más si fue gratuito, porque al autor de una liberalidad no han
de pedírsele sacrificios excesivos. Pensamos, pues, que el depositario puede
siempre salvar en primer término sus propias cosas; a menos que la despropor-
ción de los valores fuera tan notable que la conducta del depositario que dejó
perder un depósito valioso resultara repugnante al sentido común y al deber de
lealtad.
Gastos de conservación
El depositario está obligado a hacer los gastos urgentes que demande la con-
servación de la cosa, sin perjuicio de su derecho de exigir luego su reintegro
(art. 2204). En cuanto a los gastos urgentes, su obligación se limita a dar aviso
de su necesidad al depositante (art. citado); y si avisado éste no los adelantara,
el depositario quedará libre de responsabilidad. Pero no tendrá obligación de
hacer ningún aviso si el peligro para la cosa resultara de un hecho propio del
depositante.
El depositario que no cumple con la obligación de avisar ni hace los gastos nece-
sarios, debe indemnizar al depositante de los daños y perjuicios que le resulten
(art. 2204).
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Obligación de guardar secreto
Alcance
Cuando el depósito consiste en una caja o bulto cerrado, el depositario debe
abstenerse de abrirlo salvo que estuviera autorizado por el depositante (art.
2205). Esta autorización se presume: 1) si el depositante ha entregado las llaves
de la caja al depositario (art. 2206), a menos que, no obstante esa circunstancia,
le hubiera prohibido abrirla; 2) si las órdenes del depositante no pudieran cum-
plirse sin abrir la caja o bulto (art. citado).
Alcance
El depositario no puede usar la cosa depositada, a menos que el depositante lo
hubiera autorizado expresa o implícitamente (art. 2208). Si, violando sus obliga-
ciones legales, el depositario la usare, debe los daños y perjuicios consiguien-
tes, que se calcularán de la siguiente manera: a) si la cosa fuere inmueble o
mueble no fungible, pagará el alquiler de ella desde el día del contrato, como si
fuere locatario; b) si fuere dinero pagará los intereses corrientes también desde
el momento del contrato, como si fuera mutuario (art. 2209). Como el depósito
de dinero supone la transferencia del dominio de la cosa (art. 2191), el deposi-
tario queda autorizado a usarlo y a disponer de él como le plazca, aunque se lo
prohíba el contrato (art. 2189 inc. 1º); por lo tanto, esta norma sólo puede tener
aplicación en el caso de que el dinero se haya entregado en caja o bulto cerrado,
que el depositario hubiera abierto. El art. 2209 no prevé el caso de las cosas fun-
gibles que no sean dinero (que no pueden ser locadas, art. 1499, ni devengan
intereses), porque ellas sólo pueden ser objeto de un depósito irregular, que
como tal puede ser libremente usado por el depositario.
Si la cosa se perdió por caso fortuito ocurrido con ocasión del uso indebido,
el depositario es responsable, a menos que pruebe que la cosa igualmente se
hubiera perdido si no la hubiere usado.
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Obligación de restitución
En lo que atañe a los frutos el depositario sólo debe los percibidos pues en su
calidad de simple custodio no está obligado a cultivar la cosa.
Puede ocurrir que quienes deban recibir el depósito sean varios, porque fueron
múltiples los depositantes o porque fallecido el depositante, lo sucedieron varios
herederos. Si los interesados se ponen de acuerdo sobre quién ha de recibir el
depósito, el depositario cumple entregándolo a dicha persona: pero si no hay
acuerdo la cosa debe consignarse judicialmente (art. 2211).
¿Qué ocurre si el contrato designa una persona para recibir el depósito y muere
el depositante? ¿La cosa debe ser entregada a los herederos de éste o a la per-
sona designada? Hoy se admite generalmente que la designación de un tercero
para recibir la cosa importa un mandato y como éste concluye con la muerte del
mandante, la cosa debe ser entregada a sus herederos; a menos que resulte
claro que la intención del depositante fue hacer una donación en favor del ter-
cero designado.
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guarda silencio; pero deberá dar aviso a las autoridades si no quiere hacerse
pasible del delito de encubrimiento.
¿El art. 2215 se aplica sólo a las cosas robadas o hurtadas o también a las
perdidas? Algunos autores sostienen no sin razón, que frente a numerosas dis-
posiciones legales que equiparan las cosas robadas a las perdidas (arts. 1612,
2277, 2279, 2412 y 2539), sería justo aplicarlo también a éstas. Será muy difícil,
sin embargo, que los jueces lo hagan, porque frente a una norma que no ha
previsto expresamente el caso y cuya interpretación es por lo menos discutible,
parece demasiado fuerte hacer responsable al depositario por haber restituido
la cosa al depositante.
Tiempo de la restitución
El depósito debe restituirse en el lugar en que se lo hizo, salvo que en el contrato
se designare otro; en este caso, el depositario está obligado a transportar la
cosa al lugar indicado, siendo de cuenta del depositante los gastos del traslado
(art. 2216).
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Tiempo de la restitución
El problema del tiempo de la restitución debe ser analizado con relación a dos
hipótesis distintas:
¿Se aplica el art. 2217 al depósito irregular? Algunos autores sostienen que no,
porque en el depósito irregular tiene también interés el depositario. Sin embargo,
de lo dicho precedentemente resulta que el interés que eventualmente pueda
tener el depositario en el contrato no autoriza a apartarse de la solución de este
artículo, porque cualquiera sea la naturaleza del depósito, el principal interés -y
el que la ley protege en primer término- es siempre el del depositante.
b) El contrato no fija término.- Cualquiera de las partes puede ponerle fin cuando
quiera (art. 2226, inc. 1º). Pero el depositario no puede ejercer este derecho en
forma intempestiva o arbitraria, como ocurriría si el depositante está en el extran-
jero y no se encuentra en condiciones de cuidar de la cosa.
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Si puesto en mora el depositante para recibir el depósito, retardare la recepción
de la cosa, es responsable de los daños y perjuicios.
Compensación
En el depósito irregular, la obligación de restituir puede compensarse con crédi-
tos que tenga el depositario contra el depositante; en cambio, tal compensación
no tiene lugar en el depósito regular (art. 2219), porque en éste el objeto debe
ser siempre una cosa no fungible y la naturaleza de ésta no es compatible con
la compensación.
De más está decir que el derecho de retención no puede ejercerse por créditos
ajenos al depósito (art. 2218).
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Responda fundadamente:
- ¿Qué es la fianza?
- ¿Cuál es el límite de la obligación del fiador?
- ¿Qué se debe interpretar en caso de duda sobre la extensión de la Fianza?
¿Deberá responder Andrés por el pedido ulterior de mercadería no abo-
nada por Juan?
- ¿Qué solución cabe darle al reclamo por intereses?
Actividad 2: Depósito
Esther, por su parte, se domicilia en la misma ciudad que María Laura y acaba de
adquirir una lancha que pretende utilizar en sus próximas vacaciones de verano
en una laguna cercana, pero en su domicilio no hay espacio suficiente para
guardarla. Por esta razón se contacta con María Laura, y celebran un Contrato de
Depósito regular, en virtud del cual la primera de las nombradas se compromete
a guardar la lancha durante los meses de Marzo a Diciembre, fecha esta última
en la cual Esther retirará el vehículo náutico del galpón para llevarlo a la laguna
durante el verano, y a cambio de ello le abonará a María Laura la suma de pesos
seiscientos ($600) mensuales.
Muy molesta con María Laura porque no le avisó acerca de lo sucedido la tarde
anterior, Esther decide resolver el contrato inmediatamente y reclamarle el pago
del valor total de la lancha, más los daños y perjuicios ocasionados.
EDUBP | MARTILLERO, CORREDOR PUBLICO Y CORREDOR INMOBILIARIO | Derecho Civil I - pág. 123