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RESUMEN
El artículo analiza los conflictos socioambientales prosperados en el territorio lacustrino del río Tempisque, en perspectiva
histórica, centrando su atención en las transformaciones ambientales de la ecoregión y la capacidad transformadora de sus
formas de protesta de los habitantes de Bolsón y Ortega, a partir del surgimiento de distintas formas de apropiación de los
bienes de acceso comunal. Para explicar tan complejo proceso se emplean, analizan, critican y triangulan fuentes
periodísticas, archivísticas, memorias institucionales agrarias, fotografías aéreas, memorias orales y trabajo de campo, junto
con un acervo de fuentes secundarias atinentes a las disciplinas biológica, arqueológica, geográfica y sociológica. Por ello,
haciendo uso del sentido más amplio de la reinterpretación histórica, el artículo subraya la trascendencia de las memorias
inmaculadas de los bienes comunales de la economía campesina, en los nuevos tiempos de la “economía verde
costarricense”.
PALABRAS CLAVES
Conflictos socioambientales, Humedales, Bienes comunales.
ABSTRACT
The article analyzes the prosper socio-environmental conflicts in the lacustrine territory of the Tempisque River in historical
perspective, focusing on environmental changes in the ecoregion and the processing capacity of its forms of protest of the
inhabitants of Bolson and Ortega, from the emergence various forms of appropriation of communal property access. To explain
such a complex process used, analyze, criticize and triangulate journalistic sources, archival, agricultural institutional reports,
aerial photographs, oral reports and fieldwork, along with a collection of pertaining secondary sources to biological,
archaeological, geographical and sociological disciplines . Therefore, using the broader sense of historical reinterpretation, the
article stresses the importance of pristine memories of the communal property of the peasant economy in the times of the
"Costa Rican green economy".
KEYWORDS
Socio-environmental conflicts, Wetlands, Commons.
dramática, “La falta de un brazo y lesiones graves en casi todo el cuerpo, indicarían que un
hombre que apareció ayer flotando en las aguas del río Tempisque [...] sufrió el ataque de
los cocodrilos”.1
A simple vista, la violenta agresión, parecía ser producto del salvajismo animal, sin
embargo, buscando fundamentos estructuralmente más consistentes; la sobrepoblación y la
agresividad de los réptiles era más bien resultado del desequilibrio de los ciclos de vida y la
antropización del espacio provocada por la mano del hombre, en el largo plazo. Proceso de
cambio ambiental, que a su vez, también suscitaba funestos actos de violencia y
desencuentros, entre diferentes sectores sociales que desde tiempos antiguos habían
reñido a causa de la apropiación del denominado territorio de la bajura.2 Así, la horrorosa
disputa entre cocodrilos y hombres, reflejó más bien, una terrible realidad conflictiva entre
diferentes sectores sociales.
La relación entre un hecho y otro, lejos de impresionar, implícitamente nos invita a
reflexionar sobre la transformación ambiental de aquellos espacios en los que habitualmente
habitaron los cocodrilos, sin perder de vista e incluso asociando, las funestas
transformaciones contemporáneas de dichos espacios, pues como bien argumentan los
habitantes, el lagarto –cocodrilo-, un animal caracterizado por ser estrictamente territorial, al
quitársele su hábitat, buscó otros lugares dónde vivir y, por la competencia del exiguo
alimento, simplemente se volvieron más agresivos.3 Por ello, en Bolsón y Ortega, dos
pequeñas poblaciones de la cuenca Media del río Tempisque y con una estrecha e histórica
relación con los cocodrilos, se atreven a argumentar, que tal la catástrofe ambiental, es
producto de la consolidación de la agroindustria de la caña de azúcar, que ha prosperado
en la región.4 Argumento cargado de una simbólica culpabilidad de quienes consideran
como los “únicos” responsables de los cambios ambientales y de las agudas
transformaciones del sector campesino.
Precisamente, buscando las raíces históricas del tal contrapunteo, en las próximas
páginas fijamos la mirada en la eterna relación de disputa, entre los pueblos antes descritos,
y los propietarios del territorio que albergó la antigua y colonial Cofradía de Nuestra Señora
de la Concepción de El Viejo. Confrontaciones, que tuvieron su punto más álgido en la
década de 1990, cuando líderes comunales se opusieron a que la contemporánea
Azucarera El Viejo, S.A, drenara la laguna La Bolsa, de gran significación histórica en la
región. Para muchos, este proceso de luchas, pasaría a ser interpretado como un conflicto
socioambiental con matices ecológicos, no obstantes, antiguas rencillas por una frustrada
Revolución Agraria que trató de desmembrar un latifundismo remoto, nos recuerdan aquel
viejo adagio de Thomas Alva Edison ¡Una experiencia nunca es un fracaso, pues siempre
viene a demostrar algo!
1
La Nación, 9 de mayo de 2014.
2
La bajura es un término de uso coloquial, cuya esencia trata de describir un paisaje y territorio de pocas elevaciones
descritas por la geografía con el sentido semántico de las llanuras.
3
El cocodrilo americano, una especie nativa de América, es un reptil que puede llegar a alcanzar unos seis metros de largo
y se caracteriza por habitar aguas dulces, salobres y saladas. Las hembras, fabrican sus nidos en huecos escarpados,
cerca de depósitos de agua sin mucha corriente, el cual, defienden de depredadores, mientras los machos al conseguir
más adultez y talla se vuelven más dominantes sobre el territorio, especialmente a la hora de alimentarse de peces, aves,
mamíferos y especies menores. Por medio de su camuflaje -su piel, posición de la nariz y ojos- pueden realizar realizan
ataques de sorpresa.
4
Yanina Pizarro, “¿Montear para subsistir o acosar para preservar? Percepciones y simbolismos sobre la lagarteada en la
bajura del río Tempisque, Costa Rica (1880-2008)” en HALAC II (1): 70-84.
5
La historia de los Annales, sin duda, rescató al hombre como su protagonista, derribó la descripción y la cronología de los
hechos, y postuló la historia problema y el estudio de los procesos, en medio de una apertura a los aportes disciplinarios
de la antropología, la geografía humana y la sociología. Pero si duda, la concepción en la investigación histórica del tiempo
y el espacio de Fernand Braudel, autor de su emblemática obra El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de
Felipe II, nos dejarían como su principal legado tres momentos históricos, la larga duración (estructuras), la coyuntura y el
acontecimiento.
mantienen en el tiempo. Por eso, ahondando en las significaciones materiales de los ahora
maltrechos humedales, se trata de acceder en las lógicas de conflicto suscitadas alrededor
de las entendidas tierras comunes del pasado.
Tratando de darle forma al asunto, es inevitable remontarse a 1979, cuando el
conocido historiador E. P Thompson,6 definió la noción de economía moral para explicar el
comportamiento popular de los motines de subsistencia o resistencia de la Inglaterra
preindustrial del siglo XVIII, momento en el cual, el comportamiento económico estuvo
subscrito a valores morales y/o normas culturales.7 Donde a pesar de los subyacentes
juegos de poder y clientelismo, el gobierno generaba los condicionantes mínimos para
alcanzar un equilibrio económico, la vital ética de subsistencia y, sobre todo, la búsqueda de
un bienestar moral colectivo sustentado en creencias, usos y formas tradicionales,
apegadas a las costumbres del uso de las tierras en común.8 Una sociedad en la que los
conflictos sociales reflejaron las transformaciones de la tierra y el trabajo.
Por ello, no es extraño que más tarde, los conflictos no sólo visualizaran las
transformaciones sociales, sino también las modificaciones ambientales, especialmente en
el período de la posguerra. Etapa en la cual saltaron a la luz, los movimientos
ambientalistas, reinterpretados por la ecología política y la economía ecológica mediante la
asociación de los intereses económicos, los valores culturales, los saberes tradicionales, los
intereses manifiestos de los grupos de poder y el impacto y agotamiento ambiental,9
situaciones que se convirtieron en el principal móvil de las dinámicas de disputa, oposición,
controversia y protesta.10
Así, surgieron los pioneros planteamientos de Inglehart (1991) que catalogó el
ecologismo como un fenómeno social característico de las “sociedades modernas ricas
post-materialistas” que tras satisfacer sus necesidades materiales prestaron atención al
ambiente y otros talantes supuestamente secundarios que ya no podían ser interpretados
con los fundamentos de la teoría clásica de la lucha de clase, y las propuestas de Jones y
Dunlap (1992) cuya hipótesis de contingencia económica postulaba una relación intrínseca
entre los ingresos económicos y las preocupación por el ambiente; o en su defecto, aquellas
lecturas de canadienses y suizos -de la década 1990- que interpretaron a los conflictos
ambientales como un producto inducido por el ambiente, vinculado al crecimiento
poblacional y la presión sobre los recursos naturales, al mejor estilo malthusiano.
Hacia finales de la década de 1990 y principios del nuevo milenio, el surgimiento de la
postura del ecologismo de los pobres o ecologismo popular de Joan Martínez Alier y
Ramachandra Guha, tras varias imbricaciones, han abordado los orígenes materiales y
simbólicos de los conflictos de larga data con significaciones diferentes en los países ricos y
6
La revista Past and Present constituye la obra clásica de 1979, pero sin duda complementadas en Tradición, revueltas y
consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, cuya primera edición fue de ese mismo año,
obra que llegó a su versión castellana hasta 1984, junto Costumbres del común de principios de la década del noventa.
7
Época en que el origen de la costumbre se hallaba en la praxis, la continuación con la continuidad, sujeta al uso de la
tierra y los vínculos con un manor -costumbre de un señor- una parroquia, una extensión de un río, ostreros en un estuario,
un parque, pastos montañeses o un bosque, que eran languidecidos por la tradición oral. En ese sentido, la costumbre era
desafiada por el sistema de cercado, delimitación de la parroquias, establecimiento de linderos, el cobro por el tránsito de
caminos, el cese de beneficios de otros grandes propietarios, tala masiva de bosque, venta de leña, ganadería intensiva
que transformaba el bosque, arado que arrancaba el césped e instalación de conejeras que arrasaban con el trigo aún
verde.
8
Edward Thompson, Costumbres en común (Londres: Crítica, 1995), 117.
9
Enrique Leff, “La ecología política en América Latina: un campo en construcción” en Sociedade e Estado, Brasilia 18
(2003): 17-40 y Enrique Leff, “Vetas y vertientes de la Historia Ambiental Latinoamericana: una nota metodológica y
epistemológica” en Varia Historia 33 (2005): 17-31.
10
Ver: Joan Martínez, “Conflictos ecológicos y justicia social” en Papeles 103 (2008), Mariana Walter, “Conflictos
ambientales, sociales. Socioambientales, ecológicos distributivos, de contenido ambiental….Reflexionando sobre enfoques
y definiciones en Boletín ECOS 6 (febrero-abril) 2009.
base energética orgánica -por su acceso a comida, bebida, bosque, pastos y tierras para el
desarrollo de cultivos- generada por su amplio conocimiento del medio ambiente, y a la
misma vez, gestor de identidades y éticas comunes, pronto desarrollaron todo un lenguaje
de protesta vinculado a la defensa de la economía moral campesina. A tal punto que en
coyunturas y períodos de estímulo estatal, estos pueden acceder a mercados, por su alta
productividad dependiente de fertilizantes, insecticidas y maquinaria, que al igual que los
grandes acaparadores de tierras, contribuyeron al deterioro ambiental. Por ello, de alguna
forma, las disputas territoriales, reclamación de los derechos de uso de ciertas propiedades,
empiezan a expresarse bajo la bandera ecologista, tras la ejecución de políticas
educacionales asociados a la sustentabilidad y al desestímulo económico estatal. 13
Buscando establecer ordenaciones evolutivas y características específicas para cada
contexto, surgieron tipologías de conflictos. Por tanto, en el sentido semántico se entiende
los conflictos distributivos o ambientales, como aquellos procesos de protesta que se
desarrollaronn sin pretensión a tener resultados asociados a la sustentabilidad, mientras que
aquellos conflictos reproductivos o ambientalistas, se ajustan a aquellas coyunturas en hay
una clara tendencia a la sustentabilidad descritos mediante una diversidad de leguajes y
protestas, y ecologistas cuando las evidencias describen clara y sutilmente indicadores de
protesta en busca de condiciones más sustentables.
Tipologías, reinterpretadas por Soto (2014) para tratar de visualizar la capacidad
transformadora y evolutiva de los conflictos, identificada mediante múltiples estrategias de
acción, tendencias, móviles y objetivos cuyas características se ajustan a la tipologías en la
que los flujos de energía son la base fundamental para establecer conflictos, asociados a la
crisis planetaria energética, cada vez más visible en distintas regiones del mundo y con
particularidades distintivas, sin dejar de contemplar los estudios de conflictividad agraria,
que han abierto, de nueva cuenta, posibilidades clara para observar la resistencia, la
movilización, la protesta y las tenciones latentes, demostrándonos la gran capacidad
transformadora de las estrategias, discursos, fórmulas de protestas y adaptaciones a los
nuevos contextos sociales, económicos y ecológicos.
A pesar que en Costa Rica, el análisis del conflicto mermó, sigue siendo una
herramienta útil para interpretar los complejos proceso de cambio de la historia
contemporánea. Por eso, sirviéndonos de la esencia polemista de los conflictos, en las
próximas páginas, se trata de escudriñar en la longue durée la esencia y las causas
materiales presentes en los conflictos socioambientales en el Tempisque, cuyas líneas de
demarcación entre los problemas distributivos del pasado y las contemporáneas protestas
reproductivas y ecológicas parecen magras al explorar el sentido histórico otorgado a los
humedales y al territorio geográfico que los comprende. Sin duda, una oportunidad franca
para buscar en la memoria local, la semántica otorgada a los bienes de uso comunal.14
13
David Soto, Antonio Herrera, Manuel González de Molina, Antonio Ortega, “La protesta campesina como protesta
ambiental, siglo XVIII-XX” en Historia Agraria 42 (agosto-2007): 277-301.
14
Para un mayor acercamiento al sentido interpretado a los bienes comunales ver: Malcolm Rutherfotd, 2001): “Institutional
economics: Then y Now” en Journal of Economic Perspectives 15 (2001): 173-194, Bonnie McCay, “Emergence of
Institutions for the Commons: Contexts, Situations, and Events” en The drama of the commons. ed. Elinor Ostrom, Thomas
Dietz, Nives Dolsak, Pail Stern, Susan Stonich & Elke Weber (eds), The drama of the Commons (Washinton D.C: National
Academy Press, 2002): 361-402, David Soto & Lorenso Fernández, “Política forestal e conflictividade nas terras comunais
de Galicia durante o franquismo (1939-1975)” en Mundo Rural, Transformaçao e restencia na Península Ibérica (século XX),
ed. Dulce Freire, Inés Fonseca & Paila Godinho (Lisboa: Colibri, 2004): 225-249, Emilio Moran & Elinor Ostrom, Seeing the
Forest y the Trees: Human-Environment interactions in Forest Ecosystems (Cambridge, MA: The MIT Press, 2005), Arun
Agrawal,“Forests, Governance, and Sustainability: Common Property Theory and its Contributios” en International Journal of
the Commons 1 (2007): 111-136, Berasain Lana, José Miguel & Miguel Laborda, “El anidamiento institucional y su dinámica
histórica en comunidades rurales complejas. Dos estudios de caso (Navarra, siglo XIV-XX)” en Sociedad Española de
[...] como [se abría] un delicioso oasis en la penosa peregrinación de la caravana [...]
suspirada gozosa al llegar a la hacienda El Viejo, desde cuyos miradores se gozaban
las perspectivas más típicas y más amplias de la llanura guanacasteca: vastas
sabanas las cuales poseían á millares, los bueyes y los potreros; cerros aislados que
con nota rojiza, interrumpida gratamente por la verde monotonía de las praderas;
grandes dehesas en cuya anárquica arboleda rugían los congos bramadores; y en la
cercana laguna, miles de garzas blancas navegando su inmaculado plumaje, entre
las plumas flotantes de las pardas zarcetas y de los ánades tornasolados; mientras
las comodidades y los refinamientos de aquel ávido llegar [donde] D. Alfonso Salazar,
el envidiable dueño de la finca[que] nos sonreía, acariciaba la vista y el olfato, con los
preparativos de una comida heliogabálica y, con el estimulante olorcillo que se
escapaba de la cocina y de la despensa.15
Con el tiempo, se ha podido llegar al entendido, que las descritas fértiles llanuras,
sabanas, transporte carretero, potreros, pequeñas montañas, arboledas, avifauna, tenían
una clara relación a las lagunas de humedal localizadas dentro de una emblemática
hacienda, cuya condiciones natural y ganadería, se fusionaron para sinterizar la más fina
estampa de la cuenca Media del río Tempisque. Afluente, reconocido como uno de los más
extensos de Costa Rica, al cubrir aproximadamente unos 543 000 hectáreas16, tras colectar
las aguas de sus ríos tributarios.17 Por ello, algunos poetas, entre la añoranza y la
identificación, han clamado con fervor, que el Tempisque era y ha sido, el corazón de
Guanacaste, la provincia localizada más al norte de Costa Rica.18
En general, la condición hídrica de la cuenca, ha sido fundamental para suavizar la
condición cálida de la región, producto de un clima tropical seco con un gran déficit de
lluvias, cuyo principal indicador son las altas temperaturas –26. 78° más o menos en
promedio- que se prolonga con vehemencia en la época seca (de aproximadamente de seis
meses) que languidece entre diciembre y mayo, como es tan característico en la vertiente
del Pacífico. Así, la época lluviosa, registrada entre los meses de mayo a noviembre, con su
Historia Agraria-Documento de Trabajo SEHA, 2013), Paul Warde, “Imposition, Emulation y Adaptation: Regulatory Regimes
in the Commons of Early Modern Germany” en Environment and History 19 (2013): 313-337.
15
Carlos Meléndez, Viajeros por Guanacaste (San José: Departamento de Publicaciones del Ministerio de Cultura,
Juventud y Deporte, 1974): 350.
16
El río en posee una anchura máxima de este a oeste de unos 105 kilómetros de norte a sur y una distancia máxima de 93
kilómetros.
17
Gran parte de la compleja cuenca, nace en las estribaciones de la Sierra Volcánica de Guanacaste, cuya elevación
máxima son unos 1900 msnm.
18
Porción de terreno más o menos equivalente a un 60% de la provincia de Guanacaste (localizada en el Pacífico norte) y
un 10 % del territorio costarricense. Jorge Jiménez, Julio Calvo, Francisco Pizarro y Eugenio González, Humedales. Aguas y
zonas costeras. Conceptualización de caudales ambientales en Costa Rica: determinación inicial para el río Tempisque
(Costa Rica: Editorial UICN-Unión Mundial para la naturaleza, Oficina Regional para Mesoamérica, 2005): 12.
mayor pico de precipitaciones en los meses de setiembre y octubre, cuando cae cerca del
45 % de las lluvias, genera llenas reconfortantes o colmadas de peligrosidad. 19
Prestando más atención a las características físico-geográficas, la región es
reconocida por su condición topográfica de planicie y la poca existencia de cerros y zonas
altas que al llegar a escapar de las inundaciones, albergó la casa de la hacienda El Viejo y
los poblados de Bolsón y Ortega.20 Lo anterior, asociado, a los patrones de sedimentación o
movimiento de material, cuyo tipo de depósito fluvial y coluvial 21 transporta material de tipo
cuaternario, que permite un proceso continuo de colmatación o acumulación de sedimentos
en el cauce y las márgenes, generando islotes arenosos de reciente formación.
Lo anterior, por efecto suscita, una complejidad hídrica condicionada por los patrones
de comportamiento de la llanura aluvial del río Tempisque, cuyo límite son algunos pantanos
permanentes o temporales. Evidentemente, los patrones de drenaje propios del río
Tempisque, en su curso superior, medio e inferior, resultado de una deposición diferencial
por su característica hidrológica, hace que desde la Sierra Volcánica de Guanacaste hasta la
Guinea tenga un curso uniforme, con un cauce relativamente profundo, y con las
deposiciones aluviales más antiguas. Bajando a la sección Media, localizada entre la Guinea
hasta la desembocadura del río Bolsón, el río Tempisque transforma su patrón de drenaje a
tipo meántrico,22 por ello, en esa zona es normal encontrar cauces abandonados, diques
naturales, vegas de inundación y esteros o lagunas. Lo anterior, como acción de las
periódicas inundaciones con deposiciones con material grueso, debido que la fina arena se
mantiene mucho más tiempo en suspensión, que implica su depósito en las áreas más
alejadas al cauce.
En esta sección, el cauce toma formas ligeramente convexas o redondeadas y en
parte de planicie las formaciones arcillosas condicionan un drenaje bastante deficiente, que
implica que el suelo permanezca con material freático (agua acumulada) mucho más
tiempo. Por ello, en algunas secciones, en época seca, logran mantener agua. Mientras
tanto, en el curso inferior, el río Tempisque, se desarrolla el mismo patrón de drenaje,
solamente añadido con la influencia mareal, que implica problemas de salinidad, formación
de islotes producto de la sedimentación y procesos prolongados de saturación del agua
gran parte del año.23
Precisamente, para captar los conflictos ecológicos entre propietarios de la otrora
hacienda El Viejo (cantón de Carrillo) y los pobladores de Bolsón y Ortega (de Santa Cruz),
en las páginas que siguen nos concentraremos, en una sección de la cuenca Media, zona
que se extiende entre La Guinea, sus ríos tributarios Las Palmas y Bolsón y río Tempisque,
que se caracteriza por poseer suelos de tipo mollisoles, inceptisoles y vertisoles, que por su
característica arcillosa se convierten en un piso impenetrable para esos suelos,
imprimiéndoles características de mal drenaje, dependiendo de la profundidad de la arcilla.
19
Puesto que su precipitación media es de unos 1.738.97 mm/año (cuyo máximo puede equivaler a 5 280.3 mm/anuales y
un mínimo de 554.22 mm/anuales), es también mediada por importantes disminuciones desarrolladas especialmente a
mediado de año, por efecto de la canícula y el veranillo de San Juan.
20
Con elevaciones que oscilan entre los 10 y 70 m.s.n.m- geológicamente tipologizados como Testigos Arrecifales y
testigos del Complejo de Nicoya.
21
Efecto de material arenoso proveniente de la cuenca alta que comúnmente se denomina arena fina del Tempisque
22
Curva descrita por el curso de un río, cuya sinuosidad es pronunciada. Se forman con mayor facilidad en los ríos de las
llanuras aluviales con pendiente muy escasa, dado que los sedimentos suelen depositarse en la parte convexa del
meandro, mientras que en la cóncava, debido a la fuerza centrífuga, predomina la erosión y el retroceso de la orilla. En el
caso específico del río Tempisque, la disminución de la gradiente natural que existe como consecuencia del paso de las
tierras altas a las bajas, por efecto de los movimientos tectónicos desarrollan tal patrón de drenaje.
23
Alexis Vásquez, Taxonomía de suelos en áreas cafetaleras y zonas de riego en Costa Rica. Centro Agronómico Tropical
de Investigación y Enseñanza (CATIE) en Taxonomía del suelo. Memoria del Sexto Foro realizado en Turrialba (1983): 117-
127.
Condición que tras inundaciones y lluvias, retienen aguas de forma tranquila dando cabida
la formación de pantanos24 y lagunas,25 asociados al crecimiento de vegetación hidrófila que
flota sobre el agua. Aunque gran parte de la misma, tienda a desaparecer en la época seca,
cuando por efecto de la evotranspiración tiende a disminuir el agua y a agrietarse el suelo.
Por tanto, en esta ocasión, más que investigar la antropización del río Tempisque, nos
centraremos en reconstruir los conflictos socioambientales por el drenaje y defensa de
lagunas Guabal, Mora, Jicote, Caña Blanca, Ballena, y sobre todo, Grande y Chiquita y sitios
como El Pozo, Chinga, Casco Safado, El Cuero, La Poza, Papagayo, Torno los Perros,
Pochotada, Jacinta, Delicias, Pochotes, Conchita y La Bolsa; que forman parte de un
territorio biogeográfico, cuyos pantanos herbáceos y cobertura marginal arbórea, asociadas
a las inundaciones de su máximo afluente el Tempisque y su tributarios Bolsón, Charco, Las
Palmas y Tempisque, hoy por hoy, son considerados por los pobladores de Ortega y Bolsón
como su patrimonio natural comunal.26
24
Definidos como aquellas capas de agua estancada con movimientos muy lentos, con una gran cantidad de salientes de
tierra seca en la que crece una vegetación acuática que puede llegar a ser muy densa. En el Tempisque la mayoría de las
veces, los pantanos ocupan una sección importante de la llanura, especialmente en sección que fueron antiguos
meandros, lechos del río abandonados o que en el pasado fueron más anchos y luego reducidos por diferentes caudas de
afectación a nivel de caudal y cauce del río. Aunque también están sujetas a las variaciones estacionales.
25
Deposito natural de agua que puede tener diferentes dimensiones que puede formarse en la desembocadura de un río, o
en su defecto, de una inundación que se mantiene cerrada, quita y estancada.
26
En la actualidad, todo el complejo sistema hídrico se ha denominado el gran humedal el Tempisque que se encuentran la
interior de una 125 222 hectáreas de planicie propensas a inundación. Cuyos límites cambian constantemente de acuerdo
a las dinámicas del río, la condición del tiempo y las acciones antropogénicas. Ver: Instituto Geográfico Nacional. Mapas
Topográficos Diriá, Matambú, Talolinga, Tempisque (San José: IGN, 1973) y Juan Bravo, Restauración de humedales El
Tendal, Bolsón, Guanacaste, Costa Rica (Turrialba, IICA-CATIE, 2001).
27
Yanina Pizarro, “El Tempisque que describieron, retrataron, me contaron, viví y necesito: oralidad, memoria e historia
medioambiental de dos pueblos guanacastecos” en Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en
Centroamérica 66 (julio-setiembre-2015), http://www.afehc-historia-centroamericana.org/?action=fi_aff&id=4094.
28
La Gran Nicoya, cuyo territorio se extendía hasta buena parte de Nicaragua, en la actual Costa Rica, tuvo su cacique
mayor en Nicoya, cuyos vasallos se distribuían en el Pacífico norte y que personificaban un sistema de intercambio
semejante al descrito calpulli, como unidad territorial y administrativa en los pueblos (altépetl) del imperio mexica. Ver:
Federico Fernández y Ángel García, Territorialidad y paisaje en el altepetl del siglo XVI (México: Fondo de Cultura
Económica, 2009), Elizabeth Fonseca, Eugenia Ibarra y María Elena Calzada, Tucurrique: historia de un pueblo indígena
(San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1987), Ricardo Quesada, Costa Rica. La frontera sur de Mesoamérica
(San José, Instituto Costarricense de Turismo, 1980), Jean Piel, "Problemáticas de las desamortizaciones en
Hispanoamérica en el siglo XIX (algunas consideraciones desde el punto de vista socioeconómico y, por tanto, ideológico)"
en El proceso desvinculados y desamortizador de bienes eclesiásticos y comunales en la América española,
siglos XVIII y XIX, ed. Prien Hans-Jürgen y Ana Rosa Martínez de Codes (Netherlands, Asociación de Historiadores
Latinoamericanistas Europeos, 1999): 97-128.
29
Según estudios recientes, una de las posibles causas de que las empresas coloniales se hayan concentrado en
Nicaragua pueden estar asociadas la riqueza hídrica, la concentración de los indígenas en un espacio geográfico reducido,
la mayor disponibilidad de oro (Nueva Segovia) y, sobre todo, indígenas fundamentales para el repartimiento Maritxell Tous,
“Cambios y continuidades en la estructura político-territorial de la Gran Nicoya, siglo XV-XVI” en Conflicto y violencia en
América, ed. Gabriela Dalla, Pilar García, Miguel Izard, Javier Laviña, Ricardo Piqueras, Maritxell Tous & María Teresa Zubiri
(Barcelona: Publicaciones de la Universidad de Barcelona, 2002).
30
Juan Marchena, Ejército y milicias en el mundo colonial hispanoamericano (Sevilla: Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, 1998), Eduardo Madrigal, “La élite colonial de Costa Rica de cara a las instituciones de poder
monárquico, 1600-1718” en Reflexiones 2 (86-2007): 181-189.
31
Según Tous, las tasaciones del Licenciado Cerrato de 1548 y las realizadas por Artieda de Cherino en 1581 de los indios
tributario –hombres casados puesto que los solteros no tributaban) en la Gran Nicoya (León, Granada y Nicoya), nos
muestran una imagen más acertada de la baja demográfica desarrollada en el siglo XVI, pues de unos 58 849 indios en
1548, se pasó a 13 356 en 1581. A pesar de que estas cifras no incluían los indios naboríos –bajo el servicio personal- y los
reservados que se hallaban exentos del pago de tributo por su estatus, edad, enfermedad e impedimento físico, niños y
mujeres. Para el caso más concreto de la Península de Nicoya, se tiene información más tardía levantada por Juan Romero
Tamariz (en una visita de la Alcaldía Mayor) en la que se aseguraba que en 1684 existían unos 236 tributarios. Maritxell
Tous, De la Gran Nicoya precolombina a las provincia de Nicaragua, s. XV y XVI (Barcelona: Universidad de Barcelona,
2002): 321-323.
32
Durante este proceso, los españoles, especialmente los clérigos, se hicieron de la experiencia de la figura del cacique
para establecer los sitios en lugares ecológicamente y económicamente viables. Claudia Quirós, Quirós, “Las cofradías
indígenas” en Nicoya en Revista de Historia 36 (1997): 231.
33
Claudia Quirós, “Las cofradías indígenas en Nicoya”, 144.
34
Para la fabricación de candelas e impermeabilización de los cascos de las embarcaciones por su acción corrosiva de
agua marina.
35
Como lo afirmado Crosby, los animales domésticos americanos se vieron en desventaja con los provenientes del Viejo
Mundo, puesto que no llenaron las expectativas en cuanto a la alimentación, la dotación de cuero, fibras y generación de
tracción de carga. Ver: Alfred Crosby, Imperialismos ecológico. La expasión biológica de Europa, 900-1900 (Barcelona:
Crítica, 1988).
36
Maritxell Tous, De la Gran Nicoya precolombina a las provincia de Nicaragua, s. XV y XVI, 487 y 510.
37
Según Elizabeth Fonseca, 1751 el Vicario Don Tomas Gómez Tenorio informó que una buena parte de las explotaciones
ganaderas del Partido de Nicoya se localizaban en las ricas tierras del Tempisque, por tanto, desde ese tiempo empezaron
a sonar nombres todavía conocidos como hacienda Santa Rosa, El Pelón, El Tempisquito, Las Trancas y otras propiedades
en manos de familias como La Cerda. Elizabeth Fonseca, Costa Rica Colonial: la tierra y el hombre (San José: Editorial
Universitaria, 1997): 89.
38
Claudia Quirós, “Las cofradías indígenas en Nicoya”, 48 y 49.
39
Dedicada a la Virgen del Viejo al igual que los territorios de norteños del Viejo de Nicaragua Hoy departamento de
Chinandega.
Doña Rosa de Gusmán era a la vez propietaria de la Hacienda “El Viejo”, contigua a la
del Tempisque. En 1881 se inscribió el título a la del Viejo, de unas 452 hectáreas.
Más, ya para 1911, la misma hacienda abarcaba nada menos que 23 343 hectáreas,
todo por medio de rectificaciones de demasías, en donde un pequeño poblado de
doce hogares habían sido expulsado por simple deshaucio.41
En ese sentido, es más que evidente que la población mestiza sobreviviente, se vieron
desplazados de las áreas de reproducción agrícola común del Viejo. Entretanto, la fuerza de
la costumbre, funcionó para que estos habitantes del recién fundado poblado de Bolsón,
gozaran de acceso a los pastizales localizados en los humedales, mientras las áreas
agrícolas empezaban a tener un sentido más privativo, a raíz de que en el lejano Cartago
hacia 1809 se señalaron las obligaciones por el arrendamiento de tierra o esquilmo saldado
con una fanega de maíz por milpa.42
Aunado a lo anterior, en Costa Rica desde 1813 se fomentó el establecimiento de
propietarios, situación que conllevó a la reducción de los dominios comunales sobre la
explotación individual y la titulación privada.43 Para el caso Guanacasteco, ésta privatización
se logró mediante una generalizada apropiación de dueños ausentitas. En el caso específico
de la Cofradía de Nuestra Señora El Viejo, el remate fue realizado por los descendientes del
40
Claudia Quirós, “Las cofradías indígenas en Nicoya”, 68.
41
Lowell Gudmunson, Hacendados, políticos y precaristas: la ganadería y el latifundismo guanacasteco, 1800-1950 (San
José: Editorial Costa Rica, 1983):183.
42
Gerardo Mora La reorganización de los espacios agrícolas en las tierras comunales de Ujarras-Paraíso y Orosí durante el
siglo XIX (Heredia: UNA-Escuela de Historia, 1985).
43
Margarita Torres, Los campesinos de San Rafael de Heredia 1830-1930: De usufructuarios comunes a propietarios
privados (Heredia: Tesis de licenciatura en Historia, 1991): 51.
español Francisco Girath hasta 1833 -tras un primer rechazo por las autoridades
eclesiásticas por no estar en posesión de la finca años atrás- período en que Costa Rica
transitaba por la senda de la Federación Centroamericana y bajo el convencimiento de que
la venta de las Obras Pías y los terrenos baldíos debía abrir nuevas fronteras agrícolas para
llenar las arcas del Estado. Así, una propiedad cuyos linderos se describieron como “[...]
Norte y Oriente con el río Tempisque, al Sur con la hacienda San Lázaro de los Tres Carmen
y Lucas Viales y al Oeste tierras de Nuestro Amo y hacienda Cañas de los herederos [...]
Manuel y Rafael Briseño, y comprendían de doce y media caballerías de tierra, cuatro
edificios de labores, doscientos catorce reses, ciento setenta y ocho caballos y tres mulares,
con una multitud de muebles [...]44 fue la nueva descripción de El Viejo.45
Con el nuevo panorama legal, en los límites de la hacienda –antes comunales-
asomaron historias relacionadas al paternalismo y la confrontación por el territorio, pues
aunado a la privatización de tierras, los ladinos empezaron a utilizar beneficios sobre los
terrenos incultos para labrar y criar animales, pagando un ejido a las municipalidades.46
Lugares que en el Tempisque, la mayoría de las veces coincidió con lugares adyacentes a
río, quebradas y lagunas.47 Por eso Juana Viales y Matarrita de Fonseca, Isabel Fonseca y
Viales de Sánchez, Juana Fonseca y Viales de Zúñiga, Rosa Fonseca y Viales de Bonilla y
Petronila Fonseca y Viales de Cruz, mayores de cuarenta años, casadas, con excepción de
la primera de que se decía viuda, criadores de ganado y vecinos del barrio de el Bolsón del
cantón de Santa Cruz y algunos de Nicoya, decían ser dueñas del sitio Las Cañas,
localizado a la izquierda de El Viejo, pues estaba “[...] cubierto de pastos y montes[además
poseía] superficie plana en [secciones] y en parte quebrada, muy cenagoso, dedicado a la
cría de ganado, a los cultivos de maíz, plátano y arroz, sin número, ni servidumbre, ni carga
real de ninguna clase, y que mide mil cuatrocientas noventa y cuatro hectáreas.”48 El terreno,
con las condiciones más prístinas, había sido heredado de su difunto padre don Dolores
Fonseca y Zúñiga, mientras tanto, en la otra cara de la moneda, individuos que decía habitar
el sitio Bolsón, todos de apellido Ortega, Sánchez, Obando, Alvenda, Matarrita, Lara,
Hernández y Gutiérrez, decían ser magníficos agricultores que creían tener el derecho
absoluto sobre las tierras.49 La situación no era para menos, ya que de desviarse unos
cuatros kilómetros los hacía perversos parásitos del precarísmo en la hacienda El Viejo. 50
En ese mismo año (1833) Pantaleón Ortega y otros habitantes de Bolsón -que para ese
tiempo incluía a Ortega denominado como barrio Antiguo- concretaron los trámites
respectivos para que sus entre diez y quince casas y de veinticinco o treinta personas que
habitaban el lugar se agregaran a Villa de Santa Cruz, tratando de dejar atrás los grandes y
penosos perjuicios en la administración y justicia y, sobre todo, apelando a las peligrosas
ocho leguas de malos caminos en dirección a Nicoya -centro administrativo y comercial del
Pacífico norte- que debía transitar como parte del dinamismo mercantil al funcional el nuevo
puerto de cabotaje de Ballena, que utilizaba las aguas del río Bolsón y el efecto marial del
44
ANCR. Juzgado de los Contencioso Administrativo. N° 5393. 1872. sf.
45
Según Sequeira las nuevas políticas del Estado de legalización de tierras, legitimó por un lapso de tiempo que
hacendados inscribieran abusivamente más tierras de los que les correspondía –las llamadas demasías- legislación que
fue reformada con el Código Fiscal de 1885 y el Código Civil de 1888, cuyo límite fueron 500 hectáreas como máximo.
Wilder Sequeira, La Hacienda Ganadera en Guanacaste. Aspectos Económicos y Sociales 1850-1900 (San José: Editorial
Universidad Estatal a Distancia, 1985): 173-174.
46
ANCR. Asamblea legislativa. N° 497. 1826, f. 1.
47
La reducción de los comunales en la actual Costa Rica, tuvo un desarrollo peculiar en distintas regiones de país, pues
los comunales indígenas de Barva, Orosi y Curriabat, la incorporación de ladinos y mestizos implicó la pérdida de dichos
territorios.
48
ANCR, Alcaldía Única de Nicoya, N° 785, 1892, f. 1-36.
49
ANCR, Alcaldía Única de Nicoya, N° 785, 1892, f. 1-36.
50
Mientras tanto en 1881 cuando Alfonso Salazar Selva compró a Rosa Guzmán la hacienda de 10 caballerías (452
hectáreas), más tarde en 1911 sería registrada por uno de los hijos de Salazar con área de 23 347 hectáreas.
Golfo de Nicoya.51 Así, entre posesiones privadas y las nacientes poblaciones reconocidas
desde el plano jurídico, se ampliaría el lastre de las molestias, cuya fatiga crónica se fue
evidenciando en conflictos por el inacceso a El Viejo.
El ecosistema de humedal: entre una economía dinámica y las disputas por el acceso al
tránsito y a los bienes de acceso comunal
Durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, la hacienda El Viejo al
igual que otras grandes propiedades en el Pacífico norte empezaron a introducir mejoras en
el manejo del hato ganadero, mientras tanto Bolsón y caseríos circundantes florecieron a la
sombra del transporte de cabotaje, la agricultura de granos, la ganadería extensiva y una
economía extractiva de madera y pieles, gracias a las prospera economía cafetalera del valle
Central que se vio fortalecida por la consolidación del mercado interno costarricense. Para
ese contexto, probablemente, los humedales bajureños a pesar de las antropizaciones
sufridas a lo largo de los años, fueron un factor importante, pues seguían funcionado como
territorios de pastoreo siempre verdes y área de cultivo tipo chinampero acuático.
A simple vista, la prosperidad económica de ambos sectores, parecía traer consigo las
mieles del exitoso proyecto liberal costarricense. Sin embargo, hilando las líneas más finas
de la micro historia, saltan a la luz de pronto, nuevos problemas que sin duda, arrastraban
veteranas discordias. Y es que allá por el año 1841, mandaron a vigilar por el lapso de cinco
años, a uno de los peones de la hacienda El Viejo, a quien se le había encontrado culpable
por cometer abigeato. A parecer el local, utilizando a los antiguos sitios de pastoreo de
ganado de uso comunal coincidentes con lagunas y charcones, había aprovechado la
confianza del propietario para llevar entre su hato, uno que no era suyo.52
En 1937 la lucha por el acceso a la tierra de El Viejo se hizo explicita en la petición
hecho por los habitantes de Bolsón, Ortega y Filadelfia, esta comunidad localizada más al
norte. La osada petición al gobierno alcanzaba el espacio de la expropiación. Según
Decreto Legislativo N° 33 del 20 de julio de 1900, se solicitó unas 200 hectáreas de terreno
de la hacienda El Viejo, para crear el futuro pueblo de la Ballena, al lado del puerto fluvial del
río Bolsón, para minimizar el problema de acaparamiento de tierras. La petitoria se hizo
extensiva hacia la construcción de un camino de invierno entre dicho puerto y la población
de Filadelfia, pues se aseveraba que el cobro por transito de la hacienda El Viejo, era
oneroso, sin embargo, resultaba ser la única salida a los peligrosos camino repleto de agua
y lodo de las lagunas que ahí se formaban.
Para entender las dimensiones del asunto, un lugareño por lo general tenía milpas de
maíz, algún arroz de secano y ganado, para el autoconsumo y el comercio, junto con la
pesca de guapotes (Cichlasona dovii), barbudos (Rhandia underwoodi), bagre (Arius
seemani) y cholesca (Astatheros longimanus) en los ríos tributarios, los humedales y el
propio río Tempisque. Adicionalmente, también había quienes realizaban rutinariamente la
caza de lagartos (para la extracción de su piel y grasa), aves silvestres y venados, con fin de
abastecer sus familias, los mercados nacionales y extranjeros.53
Por eso no es extraño, que los habitantes de la región desde 1854 solicitaran un
permiso al Ministerio de Gobernación costarricense, para poder sacrificar venados con el
objeto “supuesto” de abastecer de alimentación a sus casas, pues desde la época colonial
en los sitios Espíritu Santo, Barbudal y asiento Viejo -y lugares circundantes- acostumbraban
51
ANCR, Gobernación. N° 24 827. 1839, sf.
52
ANCR, Juzgado Civil y del Crimen, N° 603, 1841, f. 1-36.
53
ANCR, Gobernación. N° 27 371. 1854. sf.
los mozos de las haciendas, y con consentimiento de los mayordomos realizar vaquetas de
cuero de vacunos. Experiencia que se hacía extensiva a la tratamiento de pieles de animales
silvestres, como el venado (Odocoileus virginianus), el cocodrilo (Crocodylus acutus) y las
nutrias (Lontra longicaudis).54 Economía que saciada de bienes primarios a los locales, junto
con la madera, las hojas de palmas, las lianas silvestres, la leña seca y barro para la
fabricación de teja, extraídos de los ecosistemas de humedal.
–
Fuente: ANCR, Mapas y planos, 32 866.
54
ANCR, Complementario colonial. N° 1511. 1800. sf.
Además de ganarse un extra, por el acceso a los caminos privados, los hacendados
también buscaron proteger las razas de ganado recién compradas y el nuevo pasto
cultivado, pues el cruzamiento del criollo con nuevos ejemplares traídos de Europa y
Estados Unidos, ganó terreno especialmente con el hato Brahman (Bos tauros indicus), cuya
singularidad más apreciada fue su reproducción con doble propósito –carne y leche-
paralelo a su gran adaptación a climas extremos y a otras penalidades como pastos
inadecuados, insectos dañinos, parásitos y enfermedades. Al igual que la introducción de
pastos “mejorados” africanos, como la guinea (Panicim maximum), el pará (Panicum
barninoide) y el jenjibrillo (Paspalum notatum) que posibilitaron poseer forrajes perennes de
hojosas de alto porte, que crecían en diversos tipos de suelo, especialmente, en aquellos
recién deforestados y quemados, y que demostraban buenas condiciones de adaptación a
las agrestes sequías y a los ambientes húmedos e inundables, sin mucha manutención. 55
Así, potreros con gramíneas foráneas, modernos cruzamientos de ganado,
sofisticación del sistema de cercado e incipientes baños antiparasitarios, fueron generando
una planificación del espacio de la finca en sus secciones más cercanas a la casona de la
hacienda y puerto Ballena. Inversión que tenía que asegurarse a toda costa, pues de ella
dependía tener animales más vigorosos y de mayor pesaje en el mercado, a pesar de traer
penalidades sociales.
Sin embargo, la vieja queja exacerbada por el acaparamiento del campo llegó a límites
de la cordura, cuando los habitantes de Ortega decidieron invadir una sección de la
hacienda El Viejo a principios en la década de 1940. Según los habitantes, en 1944, la
negativa de venta para uso comunitario de las secciones aledañas al río Las Cañas, por
parte de su propietario Fernando Pinto, hizo que los pobladores buscaran por la fuerza,
tomar las tierras. Así, los habitantes ideologizados por el partido Vanguardia Popular –de
corte comunista- por medio de Adán Guevara –liberiano- y el líder comunal Lucas Ortega,
iniciaron una lucha contra el acaparamiento de las tierras del El Viejo.
El conflicto llegaría hasta las más altas esferas políticas, pues sólo con la intervención
del presidente Teodoro Picado, se les dotó de tierras a los habitantes en el sitio Corralillo,
que en inviernos bravos anegaban el suelo ahogando la producción. La embrionaria
dotación de tierras y la nula parcelación con linderos poco definidos y precisos, hizo que
una especie de solar comunal donde algunos se fueron a vivir y otros simplemente
trabajaban la tierras. Sin embargo, las llenas –inundaciones- de la década de 1950
provocaron que la mayoría de los productores abandonaran la producción, e incluso
migraran a la zona Bananera, localizada en el Pacífico Sur de Costa Rica.56 Así las cosas,
según Fallas en 1944, las malas condiciones de los caminos, el acaparamiento de tierras y
la dotación terrenos productivos en sitios mal drenados, sólo fueron el preámbulo de nuevos
conflictos entre los parásitos –sociales- y los barbaros:57
los sabaneros [trabajan] desde las tres de la mañana hasta las siete de la noche por
dos colones, un puñado de gorgojos y un “cuadrado”, como señores feudales [los
grandes propietarios] continúan recibiendo el tributo que siempre les han pagado los
peatones, los jinetes y boyeros cada vez que pasan la sección del camino que cada
uno de ustedes considera dentro de su respectivo feudo; y ejerciendo el derecho de
pernada, y pateando y castigando siervos, y cobrando esquilmes jugosos y
55
Para visualizar el proceso de antropización provocado por estas variedades de pasto ver: Wilson Picado y Carlos Cruz,
“El bosque seco en llamas. Estructuras agrarias y ecología política del fuego en Costa Rica” en Revista de Historia 70
(junio-2014): 109-142.
56
Lenin Villegas, 10-7- 2015.
57
Locución popularizada en 1960 por el escritor Carlos Luis Fallas, quien a través de su obra literaria Don Bárbaro, hacía
una clara alusión a la obra de Rómulo Gallegos producto de su interpretación del latifundismo.
apoderándose de los pequeños heredades de las gentes humildes [yo soy el] que
recorre por primera vez Guanacaste-en verano, porque en el invierno es casi
imposible moverse entre aquel infierno de barro (…) Caminos solitarios peligrosos,
casi intransitables, de los que se levantan espesas nubes de un polvo que quema y
asfixia. Pequeños caseríos medio destruidos, silenciados, como desiertos (…) Y
charrales tostados y montañas resecas. Solo allá de vez en cuando, pequeños hatos
de ganado canijo y sediento. Al guanacasteco pobre le es difícil encontrar que hacer,
y cuando lo encuentra es en un trabajo bárbaro, agotador y mal pagado; por eso huye
hacia las regiones bananeras (…) Allí, contra las fronteras del latifundio de los Vargas
Vargas (…) En Filadelfia (…) un grupo de vecinos decía –Aquí las cosechas de arroz
no llegará este año ni a la tercera parte del año pasado. Ahora los patrones ha dado
por no querer alquilamos la tierra. Y esto que para la cosecha pasada les pagamos
entre todos, por sólo el derecho de pasar con nuestro arroz hacia Bolsón, alrededor
de 1 500 colones. Todos nosotros vivimos de esa agricultura ¿Qué vamos a hacer
ahora? Y allí, cerquita, entre otros latifundios “El Viejo”. ¡Más de 18 mil hectáreas, casi
todas de montaña virgen, de tierra fértil! En Ortega también los “patrones” se niegan a
alquilar sus tierras [y si lo hacen les dicen] pues vea (…) con usted vamos a hacer
una excepción. El patrón quiere meterle el hombro. Con la tercera parte de la
cosecha se conforma. Por supuesto, el pobre tuvo que declinar tan generosa oferta.
Tenía que derribar la montaña, quemar, despalar, preparar el terreno, comprar luego
la semilla y atender el cultivo hasta ver el arroz en los sacos (…) ¿Y si el chapulín, por
ejemplo arrasaba el arrozal? Entonces sí, todas las pérdidas a cuestas y riego del
infeliz agricultor […] El “patroncito”, inmediatamente después de arrancada esa
primera cosecha, le hubiera caído encima del terreno con el “jaragua”. Así es como el
señor feudal guanacasteco, sin costo alguno y a expensas del sudor ajeno, recoge
sus cosechas y transforma en pastizales sus montañas.58
58
Carlos Luis Fallas. “El Guanacaste, nosotros y los niños del Centro,” Trabajo, 15 y 22 de abril de 1944,1, 2 y 8.
59
Marc Edelman, La lógica del latifundio (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1998), 225, Guertrud Peters,
La cuenca del Tempisque: una perspectiva histórica (San José: Organización para los Estudios Tropicales, 2002).
Mapa 4 – Uso de suelo em sección media y baja del río Tempisque (1945).
60
Ministerio de Agricultura y Ganadería. Memoria del MAG de 1952 (San José: MAG, 1952), 62.
61
En la zona el primer ingenio, moderadamente primitivo se localizó en la cercanías de El Viejo, específicamente en la
hacienda El Tempisque, donde se cultivaba la caña de azúcar con el fin máximo de producir guaro de caña, mientras en El
Viejo al igual que otras haciendas ganaderas sólo existía un rudimentario trapiche para abastecer panelas de dulce para el
mercado local. Desde 1959 se empezó a experimentar con unas sesenta variedades de caña ya existentes en Costa Rica,
con el objetivo de observar cuales mostraban mayor adaptabilidad a la zona agroecológica. Al realizarse los primeros
ensayos de un cultivo de caña de azúcar, que funcionó como una evolución de aquella inmejorable modernización en las
denominadas Sugar Islas del Caribe, sino que también atesoraba los aprendido en una producción importante en el Valle
Central de Costa Rica, con el objetivo de abastecer a la Fabrica Nacional de Licores y la fabricación de panelas de caña.
Ministerio de Agricultura y Ganadería. Memoria del MAG de 1951 (San José: MAG, 1951), 240.
Yo llegué en el año 1969, ese año también llegaron unos mexicanos, eso era un
poquito más que un trapiche, los que sembraban antes ahí era maíz (…) yo estuve
sembrado y chapeando los primeros cañales, los Pinto habían visto el manejo de la
caña en Grecia, pues allá ellos tenían familiares que habían tenido azúcar. La Guinea
era el lugar más apto para hacer el ingenio, porque tenía acceso al agua, pues el
ingenio ocupa mucha agua. El ingenio eran unas masas de treinta y seis pulgadas de
largo, eran cuatro trapiches, pero los mexicanos le pusieron dos trapiches más de
sesenta y seis pulgadas. El año que yo llegué se hicieron como 112 000 quintales y
era azúcar mascabado, netamente para la exportación. El gerente era un cubano,
Jorge Rovira, y estaba contentísimo pues decía que había sido una zafra buenísima.
El siguiente año se sacaron 150 000 (…) Luego, empezó a crecer como 50 000 bultos
por año, hasta que llegó a 300 000 mil. Ahí se ganaba muy mal en la caña, por eso
no volví, luego me llamaron al laboratorio (…) Un día estábamos ahí en la mañana y
empezamos a hablar de las siete maravillas del mundo, y al final llegamos a la
conclusión que El Viejo era una las tantas, claro que lo manejamos como broma, pero
nadie imaginaba que se convirtiera en lo que es ahora.62
62
Lenin Villegas, 10-7- 2015.
63
Ministerio de Agricultura y Ganadería. Memoria del MAG de 1959 (San José: MAG, 1959).
64
Ministerio de Agricultura y Ganadería. Memoria del MAG de 1971 (San José: MAG, 1971).
65
Instituto de Fomento y Asesoría Municipal y Acción Internacional Técnica de División de Acción Internacional, Resumen
cantonal de Santa Cruz (San José: División de Planificación Nacional, 1976).
66
Trejos sin participación política previa, ganó los comicios electorales de 1966 en el partido Unificación Nacional formado
para esas elecciones mediante la alianza del Partido Republicano Nacional dirigido por el expresidente Rafael Ángel
Calderón Guardia, el Partido Unión Nacional encabezado por el expresidente Otilio Ulate y otras fuerzas menores, mientras
el Partido Liberación Nacional (PLN) dirigido por José Figueres Ferrer.
67
Este proyecto fue una concreción del expresidente Mario Echandi Montero (1958-1962), a pesar de su pensamiento
liberal y anticomunista.
68
La Junta de Crédito Agrícola de Filadelfia, Carrillo otorgó créditos a los distritos del cantón de Santa Cruz y desarrolló
ayudas en el campo educativo y salud. Hasta 1964 la colonia tuvo un amplio éxito, por el crédito ganadero y la incipiente
mecanización de los terrenos agrícolas.
69
En este sentido es evidente que el artículo 67 de la Ley de Tierras y Colonización de 1961 que estipulaba la negativa de
traspasar, gravar, arrendar o subdividir sin autorización del instituto en el transcurso de quince años una vez cancelada.
70
Ambos proyectos se desarrollaron en la sección oeste de los pueblos, contiguo al río Tempisque y con sistemas
lagunares.
Mapa 5 – Uso de suelo en sección media y baja del río Tempisque (1971)
71
Marc Edelman, La lógica del latifundio, 103.
72
Fruto de este contexto se desarrollaron interpretaciones de conflictos campesinos de corte marxista. Ver:
Mitchell, Seligson, El campesino y el capitalismo agrario en Costa Rica (San José, Editorial Costa Rica, 1970), Edelberto
Torres, Interpretación del desarrollo social centroamericano (San José: EDUCA, 1973), Mario Ramírez, “La polémica de la
concentración de la concentración de la tierra en Costa Rica: mitos e ideología” (San José: Cuadernos de Historia, 1978),
Manuel Solís, Desarrollo Rural (San José: Universidad Estatal a Distancia, 1981), Sergio Reuben, “Capitalismo y crisis
económica agraria en Costa Rica” (San José: Editorial Povernir, 1982), Rodrigo González, Guanacaste. Fraccionamiento
del Latifundismo y Capitalismo (Heredia: Avance de Investigación, 1983), José Luis Vega, Los movimientos populares y
comunales: aspectos cuantitativos, cualitativos y criterios de su evolución en Costa Rica (Heredia, Avance de Investigación,
1989), Carlos Molina, Planificación estatal y participación ciudadana, a través de organizaciones comunales y municipales
en Costa Rica durante 1982-88 (Heredia: Informe Final del Investigación, 1989), Ana Xóchil Alarcón, Natalia Dobles y
Marielos Martínez, Los conflictos agrarios en la década de los 80 y la política agraria (1980-1988) (Heredia, Universidad
Nacional, 1992).
73
En la actualidad, es muy común que los locales consuman tortillas de maíz amarillo con resultado de los cambios del
mercado de esa época.
74
Según Edelman, el Movimiento Campesino en Guanacaste propiciado con las luchas campesinas costarricenses , el
Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP) asociados al bifurcado Partido Comunista costarricense, los planteamientos
de la Teoría de la Liberación, los trabajadores guanacastecos que habían inmigrados a trabajar a las Zona Bananera que
cerró las puertas en la década del ochenta, una primera experiencia de paro laboral dl sindicato de trabajadores de CATSA
SITRACAÑA –de 1982- y uno que otro viaje a hacer uno que otro trabajo en los conflictos bélicos Centroamericanos. Marc
Edelma, Campesinos contra la goblaización. Movimientos sociales rurales en Costa Rica (San José, Editorial de la
Universidad de Costa Rica/Instituto de Investigaciones Históricas, 2005).
75
Este proyecto fue planificado desde 1978 con el fin de incrementar la producción mediante la incorporación del riego,
que se debía desarrollar en tres etapas, que hoy por hoy da sus últimos impulsos para concretar la totalidad del mismo,
ahora para irrigar más campos de caña de azúcar y arroz. Noilyn Gutiérrez, “La manzana de la discordia: conflictos y
tensiones por la tierra irrigación del valle del Tempisque (1975-1978) en Diálogos Número especial (2008): 2610-2639.
Sin embargo, la tensión empezó su ebullición en 1994, 1995 y 1996, cuando el nefasto
paso del huracán Cesar, y las consiguientes lluvias e inundaciones de los inviernos más
próximos, culminaron en cuantiosas pérdidas en los pequeños y medianos productores de
caña de azúcar, a causa del rompimiento de uno de los diques construido por El Viejo.
Como resultado ipso facto, se establecieron las primeras denuncias de contenido ambiental,
quedando visibles ante la opinión pública, las transformaciones dramáticas suscitada por la
76
Salvador Rivas, 12-5-2014.
77
Según Martínez, los locales consideran que el riesgo de inundación aumentó tras el paso de los huracanes Cesar de
1994 y la lluvias de 1995 y 1996. Cecilia Martínez, Papel del conflicto socio-ambiental en la gestión local/Estudios de caso
de las comunidades de Bolsón y Ortega, en la Cuenca del Tempisque, Guanacaste, Costa Rica (Costa Rica: Universidad
para La Paz, 2001), 20.
78
Desde la década de 1970 la búsqueda para la protección de las inundaciones conllevó a la construcción de muros que
protegieron al poblado de Filadelfia.
79
Desde 1976, momento en el que se estableció el convenio RAMSAR se definieron como extensiones marismas, pantanos
y turberas, o superficies cubiertas de agua, parmente o temporal, estancadas o corrientes, dulces y saladas con hasta seis
metros de profundidad. En los últimos años expertos –biólogos, ecólogos y geógrafos- ha convenido precisar que estos
sitios deben poseer vegetación hidrófila (plantas que crecen en estos ambientes acuáticos), suelos hídricos (con cierta
cantidad de agua) y condición hídrica (condiciones naturales que hacen que el suelo esté húmedo), cuyas extensas
lagunas se encuentran localizadas en la cuenca Baja, empezarían a tomar la categoría de humedal, por permitir la
conservación de múltiples ecosistemas altamente productivos y su peculiar carácter transicional entre el medio acuático y
el terrestre. Mientras tanto, los locales siempre tienden a identificar los sitios como una cierta cantidad de árboles,
presencia de platanilla, lirios de agua y gran diversidad de avifauna.
Mapa 6 – Uso de suelo en sección media y baja del río Tempisque (1997).
Sujetándose de la declaratoria como sitio Ramsar del vecino Parque Nacional Palo
Verde en 199280 –primero en su tipo en Costa Rica- algunos líderes –con tendencia
izquierdosas fundamentales en las recién pasadas luchas agrarias- formaron primero la
Asociación los Bajureños entre 1991-1997 y luego el grupo comunitario Raíces entre 1997 y
el año 2001, para defender el patrimonio natural local.81
Para ese entonces, hicieron explicitó que desde el año 1985 la Azucarera El Viejo,
había avanzado desde La Guinea en sentido sur, hasta encerrar a las dos comunidades
entre la caña de azúcar, momento en el cual, empezaron a sentir de manera directa, la
degradación de sus recursos naturales más cercanos.82 Incurso, con un poco de educación
ambiental, rápidamente pudieron concientizarse que los humedales además de nutrir a
distintas especies de flora y fauna, también recargaban directamente los acuíferos por
infiltración, regulaban los flujos de agua para el control de las inundaciones, así como la
prevención y protección contra el ingreso del agua salada del Golfo de Nicoya que podrían
ocasionar la afectación de las aguas subterráneas y aguas dulces superficiales. 83
80
En 1991 las lagunas del Parque Nacional Palo Verde, lograron concretarse como el primer sitio RAMSAR de importancia
internacional. Desde ese momento, se ha logrado ocupar un 6.4% del territorio nacional –unos 350 sitios-bajo esta
denominación.
81
Dalila Cascante, 20-8-2015.
82
Yanina Pizarro, “¿Montear para subsistir o acosar para preservar? Perpeciones y simbolismo sobre la lagarteada en la
bajura del río Tempisque, Costa Rica (1880-2008), 78, y Yanina Pizarro y Jorge Marchena, Cuando arden los
cañaverales…Las luchas contra la práctica de las quemas en el sector azucarero del Pacífico norte costarricense, la
posición empresarial y el tránsito hacia una agroindustria más limpia en Guanacaste (1990-2010), en Carlos Hernández,
eds., Tópicos y problemas de la historia ambiental costarricense: reflexiones, perspectivas y estudios de caso (San José:
Lara Segura Editoriales, 2013), 213-268.
83
Mario Chacon, Tutela jurídica de los ecosistemas de humedal (San José, Sin Editorial, 2002).
84
Cecilia Martínez, Papel del conflicto socio-ambiental en la gestión local/Estudios de caso de las comunidades de Bolsón
y Ortega, en la Cuenca del Tempisque, Guanacaste, Costa Rica.
85
Cecilia Martínez, Papel del conflicto socio-ambiental en la gestión local/Estudios de caso de las comunidades de Bolsón
y Ortega, en la Cuenca del Tempisque, Guanacaste, Costa Rica.
86
Jennifer Crowe, Catharina Wesseling, Tord Kjellstrom y María Nilsson. “Cortadores de caña de azúcar, calor y efectos
negativos en su salud” en Ambientico 252 (abril-2015), 4-12.
Por su parte, los lugareños en los últimos años, en la Colonia Agrícola la Jacinta han
desarrollado un programa de restauración de humedales y paralelo a la venta de servicios
ecoturísticos que ha significado la reutilización de la veterana experiencia del transporte de
cabotaje. Mientras el Refugio Nacional de Vida Silvestre Cipanci creado en el 2002 con el
objetivo de minimizar los conflictos, se ha convertido en un guarda ambiental de los nuevos
problemas que se suscitan.
Conclusión
Decir que vivimos en tiempos en que se ha trastornado el sistema hídrico del planeta,
parece ser una verdad de perogrullo, especialmente cuando se discuten las consecuencias
del calentamiento global en la historia climática del planeta, en el sentido más amplio. Por
ello, no es extraño que desde la esfera local, algunos infractos culpabilicen al dios más
omnipotente y omnisciente contemporáneo, el cambio climático, como el único hacedor de
históricas transformaciones ambientales. Situación que sólo nos devela que existe una
especie de mano invisible, que aboga solucionar el contexto de sequía, estrangulando lo
que queda de agua, con el fin de seguir produciendo “desarrollo” para unos pocos, sin
hilvanar los hilos más finos de una historia no tan vieja y ampliamente causante de drenajes
súbitos que contribuyeron al actual cambio climático. Así, el control y la normalización del
recurso hídrico local, no sólo genera un acceso antidemocrático de uno de los recursos más
básico de la vida, el agua, sino que también, de los sistemas productivo históricamente
dependientes de bienes de acceso comunal. Territorios que en Bolsón y Ortega se
simplifican a la palabra laguna.
En Costa Rica, la normativa ambiental vigente permite la utilización de las lagunas o
áreas de humedal, siempre y cuando, sea para el aprovechamiento forestal, el pastoreo de
ganado, la caza y la pesca de subsistencia, la extracción de materia prima y el turismo;
mientras que por el contrario, se penaliza su drenaje. A pesar de ello, la desaparición