El Profetismo
El Profetismo
El Profetismo
Tesis 3:
EL PROFETISMO
INTRODUCCIÓN
El término para designar al profeta es nabí que significa "el que ha sido llamado
por Dios". Su actuación profética se produce en el contexto social, económico y
religioso que vive el pueblo de Israel en las diferentes situaciones históricas.
Los profetas tienen dos características importantes: una experiencia de Dios
que les convierte en portavoces de sus designios de salvación para sus
conciudadanos; y comparten con los demás la situación por la que pasa el
pueblo, así como su necesidad de liberación. Son testigos de que los planes de
Dios no coinciden con los caminos de los hombres (Is 55, 8-9), y expresan
abiertamente lo que Dios les sugiere para destruir y edificar, para sostener y
consolar, para denunciar y anunciar (Jer 1,10). El profeta es consciente de su
pequeñez, limitación e impureza (Is 6,5), pero al mismo tiempo siente que su
vocación y misión les viene de Dios. Intercede constantemente en favor del
pueblo (1 Sam 12, 19-23; Am 7, 2-5) y ora para que las situaciones sean más
acordes con la justicia y el derecho. “En el cara a cara con Dios, los profetas
extraen luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida del mundo
infiel, sino una escucha de la palabra de Dios; es, a veces, un debatirse o una
queja, y siempre, una intercesión que espera y prepara la intervención del Dios
salvador, Señor de la historia (cf. Am 7, 2.5; Is. 6,5. 8.11; Jn. 1,6; 15, 15-18; 20,
7-18)" (CEC 2584)
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SÍNTESIS TEOLÓGICA
Profetismo israelita
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En esta tercera etapa son Elías y Eliseo los profetas que merecen más
atención. Elías desarrolla su actividad durante los reinados de Ajab y Ocozías,
(874-852) en el Reino del Norte. Es el tipo de profeta itinerante, sin vinculación
a un santuario, que aparece y desaparece de forma imprevisible. En cierto
modo, Elías es un nuevo Moisés. Y su vida repite en parte el itinerario de aquel
gran hombre: huida al desierto, refugio en país extranjero, signos y prodigios,
viaje al Horeb (Sinaí), que culmina en la manifestación de Dios. Igual que
Moisés, Elías desaparece en Transjordania. Sin duda, hay una intención
premeditada por parte de los narradores al presentarlo de esta forma. Si
Moisés fue el fundador de la religión yahvista, Elías será su mayor defensor en
momentos de peligro.
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Aunque más que las partes del relato, lo que interesa es el dinamismo que esta
encierra, se constata que la mayoría de los relatos de vocación profética suelen
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Se divide el capítulo en tres partes: visión (1-5); purificación (6-7); y misión (8-
13). En la primera parte domina el elemento visual, en la segunda la acción, en
la tercera la audición.
Isaías utiliza en esta primera parte, los elementos literarios típicos de las
teofanías (temblor, voz, humo) y muestra gran habilidad para conseguir un
ambiente totalmente penetrado por Dios sin llegar a describirlo. Aunque no se
puede afirmar que Isaías no conocía a Dios, este momento representó para él
una experiencia nueva, distinta, del Señor.
Hay algunas lecciones a partir de este relato. Ante todo, supone una
experiencia nueva de Dios, que provoca una forma distinta de verse Isaías a sí
mismo como hombre de labios impuros en medio de un pueblo pecador. Será
el contacto con Dios, tan personal y misterioso, el que lo introduce en los
planes desconcertantes del Señor con respecto a su pueblo.
Aquí está la clave para entender ese mundo misterioso de los libros proféticos.
Lo importante no es la persona elegida, su vida o su destino, sino la palabra de
Dios, la misión que Dios encomienda. Eso es lo que debe quedar claro y ser
proclamado.
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Se trata de un relato dominado por el signo de la palabra que es más que puro
sonido con significado, es un acontecimiento. A Jeremías, la palabra le elige, le
consagra y le nombra. Es una palabra de elección que precede a la existencia
y a la historia (vv. 4-5); una palabra de consagración que le aparta, se adueña
del profeta e identifica su hablar y hacer con los de Dios, por lo que le
acompaña una promesa de presencia divina: “Yo estaré contigo” (vv. 7-8). Con
la Palabra, única arma de la profecía, arrancará y destruirá, edificará y plantará.
Encuentro con Dios (v. 4): Hay un carácter tan distinto con respecto a las
vocaciones de Isaías y Ezequiel, pues Jeremías se limita a decir: “recibí la
Palabra del Señor”. Ella es lo único decisivo para toda su vida. Tanto el lugar
como el modo, son secundarios. Todo el peso recae en esta palabra que se
comunica al hombre.
Discurso introductorio (v. 5): “Te nombraré profeta de las naciones”. Esta
decisión de Dios es muy antigua, no se produce en un momento ni se basa en
un ofrecimiento personal del hombre, como ocurre en Isaías. Dios piensa en
Jeremías antes de que nazca. El texto precisamente subraya la acción de Dios
(tres verbos en primera persona: te he formado, elegido, consagrado) y el
sujeto que se beneficia de esa acción de Dios. Sin embargo, al final se rompe
la relación yo-tú para abrirse a los otros, a todos los pueblos. Jeremías,
definido frecuentemente como el profeta de la intimidad, no ha sido elegido
para gozar de Dios, sino para entregarse a los demás como profeta, como
persona que habla en nombre de Dios.
Objeción (v. 6): A la acción divina sigue la reacción humana. Jeremías siente
miedo, no por hallarse ante el Dios Santo, como Isaías, sino por la grandeza de
su misión, para la que se considera inadecuado, aduciendo que no sabe hablar
y, añade, su edad tan joven.
Orden (v. 7): Dios no acepta su objeción porque no le preocupan los valores o
cualidades de sus mensajeros. La orden incluye cuatro verbos fundamentales
para la concepción del profeta: enviar y confiar una orden por parte de Dios; ir y
hablar por parte del hombre. Esta experiencia básica en Jeremías es la que le
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Palabras de aliento (v. 8): con la fórmula típica “yo estaré contigo”. El
problema de Jeremías no radicaba en sus cualidades oratorias ni en su
juventud, sino en su miedo, no al mensaje, sino a las personas. El resto del
libro demuestra que éste fue uno de los grandes problemas del profeta durante
toda su vida.
Signo (vv. 9-10): Todo lo anterior está centrado en el tema de la palabra y del
hablar, por eso Dios toca la boca y pone sus palabras en ella. Con esta última
expresión se refrenda la autoridad del profeta, al subrayar que su mensaje no
es invención humana, sino palabra del Señor. El v.10 se expresan las
consecuencias de la actividad de Jeremías con seis verbos: extirpar y arrasar,
destruir y derrocar, reconstruir y plantar. En efecto, la misión de Jeremías
implica la destrucción de lo antiguo y la creación de algo nuevo. No es una
vocación para el inmovilismo, para conservar lo anterior. En una época de
crisis, Dios va a pronunciar una palabra importante, que no cabe en moldes
antiguos.
d. Ezequiel (Ez 1- 3)
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La cuarta sección (3, 4-9) desarrolla los temas de las dos primeras: la rebeldía
de Israel y la fortaleza que Dios concede al profeta para que no tenga miedo a
sus oyentes.
Como final del relato (3,12-15) Ezequiel es arrebatado por el espíritu mientras
oye a sus espaldas el estruendo que forma al elevarse de su sitio la Gloria de
Dios. Ezequiel, en pocas líneas, ha conseguido transmitir incluso el desgaste
físico y psíquico producido por la tremenda experiencia de Dios.
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APÉNDICE
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Mari fue una ciudad antigua situada al oeste del Éufrates en la actual Tell Hariri (Siria). En la Biblia,
Abraham pasó a través de Mari en su viaje desde Ur a Harán.
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BIBLIOGRAFÍA:
ABREGO, J.M., Los libros proféticos, Ed. Verbo Divino, Estella 1993
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