El Loco Que Se Creía Victor Hugo
El Loco Que Se Creía Victor Hugo
El Loco Que Se Creía Victor Hugo
Dicen los estudiosos de Victor Hugo —sí, los estudiosos suyos, porque un gigante
como éste ha tenido y tiene especialistas en él— que es uno de los má s reconocidos
escritores franceses de todos los tiempos. En mi modesta opinió n, creo que es uno de
los má s grandes literatos de la historia en el mundo, y con seguridad, el má s notable
cultor de las letras en ese contexto en que el destino parece haber concentrado a lo
má s granado de la literatura.
Entonces, no voy a hacer una reseñ a sobre obra alguna en particular, y solo me limito
a resaltar la figura de un genio de las letras universales, siguiendo de alguna manera la
tendencia a un descontrolado incremento registrado en la propia literatura sobre el
par de Francia. Y es que una personalidad tan prolífica en su obra, no podía ser
infecundo en la pluma de los que de él han escrito.
Nacido para deleitar a generaciones, ningú n adjetivo puede restringirse para enaltecer
una obra que no solo fue ingente en su extensió n, porque por sobre todo, fue
inmensamente bella en todos los géneros en que, como pocos, con maestría
incursionó . Para Hugo, ningú n género literario fue desconocido, aunque es indudable
que la novela romá ntica social fue el fuerte con que inspiró a cientos de novelistas
que le sucedieron y que fueron decisivamente influenciados por su estilo.
Ahora bien, el há bito compulsivo por escribir que dominaba al vate, no fue ó bice para
que tuviera una vida personal —no tanto privada— verdaderamente intensa, llena de
contradicciones conductuales; bien que por un lado se manifiesta en la célebre novela
El último día de un condenado a muerte, que refleja la injusticia de cegar la vida
humana, a pesar de los motivos que a ello dieran lugar, y por el otro, con una vida
licenciosa, llena de infidelidades que iban y venían, segú n como se entiendan sus
traiciones a su esposa y las de ésta hacia él mismo. Asiduo a lupanares, quizá
favorecido por su conocida proclividad a accesos carnales no solo frecuentes sino
prolongados, sobre los que Mario Vargas Llosa en una conferencia al respecto aludió
manifestando que en su noche de bodas, pudo hacer el amor nueve veces. Virilidad
extraordinaria en un hombre que llegó virgen al matrimonio.
Pronto a morir, ya muy anciano, aseguraba haber tenido conversaciones espíritas con
Só crates y con el mismo Jesucristo. Mucho antes había prometido a una de sus
amantes una vida mejor después de su muerte.