APUNTE de CÁTEDRA El Desarrollo Psicosocial de Eric Erikson

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Teoría del desarrollo psicosocial - Eric Erikson.

LAS 8 EDADES DEL HOMBRE

Acerca del autor:

Erik Erikson, quien nació en Alemania el 15 de junio de 1902. Estudió psicoanálisis con Freud y se
volvió psicoanalista infantil. Murió el 12 de mayo de 1994, a los 92 años de edad.
Su principal trabajo fue extender los estudios del contexto del psicoanálisis del desarrollo
psicosexual hacia el contexto del desarrollo psicosocial del ciclo de vida completo de la persona, atribuyendo
para cada estadio una crisis dialéctica, con cualidades sintónicas y distónicas de acuerdo al desarrollo
psicosocial de la persona. También reconoce la importancia de la presencia de personas significativas, como
elemento cultural en la formación de vida de las personas, bien como una representación de la jerarquización
de los principios relacionados de Orden Social que interactúan en la formación cultural de la persona. El
principio de la epigénesis fue fundamental para comprender el proceso biológico - psicosexual y formular su
teoría de desarrollo psicosocial.
Describe los estadíos psicosociales del Ciclo Completo de la Vida en diversas obras, destacándose:
Infancia y Juventud (1971), Identidad, Juventud y Crisis (1987), Un Modo de ver Las Cosas (1994) y el Ciclo
Completo de la vida (1998). Aquí presentamos una síntesis de cada uno de los estadíos psicosociales.

GENERALIDADES

Erikson reinterpretó las fases psicosexuales elaboradas por Freud y enfatizó los aspectos
sociales de cada una de ellas en cuatro aspectos principales:
a) incrementó el entendimiento del ‘yo’ como una fuerza intensa, vital y positiva, como una
capacidad organizadora del individuo con poder de reconciliar las fuerzas sintónicas y las
distónicas, así como de solucionar las crisis que surgen del contexto genético, cultural e
histórico de cada individuo;
b) explicitó profundamente las etapas de desarrollo psicosexual de Freud, integrando la
dimensión social y el desarrollo psicosocial;
c) extendió el concepto de desarrollo de la personalidad para el ciclo completo de la vida, de
la infancia a la vejez;
d) exploró el impacto de la cultura, de la sociedad y de la historia en el desarrollo de la
personalidad
Basado en la experiencia humana y en los estudios antropológicos, Erikson dice que la
existencia de un ser humano depende, en todos los momentos, de tres procesos de organización
complementarios:
 el proceso biológico: que envuelve la organización jerárquica de los sistemas biológicos,
orgánicos y el desarrollo fisiológico – el soma;
 el proceso psíquico: que envuelve las experiencias individuales en síntesis del ‘yo’, los
procesos psíquicos y la experiencia personal y relacional – la psique;
 el proceso ético-social: que envuelve la organización cultural, ética y espiritual de las
personas y de la sociedad, expresadas en principios y valores de orden social – el ethos.

El principio epigenético:

Afirma que “todo ser vivo tiene un plano básico de desarrollo, y es a partir de este plano que
se agregan las partes, teniendo cada una de ellas su propio tiempo de ascensión, maduración y
ejercicio, hasta que todas hayan surgido para formar un todo en funcionamiento”.
Este principio, según el autor, se aplica en los tres procesos complementarios:
a) en el proceso biológico de la organización de los sistemas de órganos que constituyen un cuerpo;
b) en el proceso psíquico que organiza la experiencia individual a través de la síntesis del yo;
c) en el proceso social de la organización cultural e interdependencia de las personas.

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Más adelante, el principio epigenético presupone que la persona se desarrolla de acuerdo
con etapas estructuralmente organizadas y conforme a sus disposiciones y capacidades internas; y
la sociedad interactúa en la formación de la personalidad en cuanto a los aspectos de las relaciones
sociales significativas, así como en los principios relacionados de orden social.

Diagrama epigenético:

Un diagrama es sólo una herramienta que ayuda a pensar y no puede aspirar a ser una
prescripción que debe seguirse.
Presenta un sistema de etapas mutuamente dependientes y si bien pueden explorarse
individualmente, el diagrama sugiere que su estudio se efectúe teniendo siempre en cuenta el total
de las etapas.
Los supuestos que subyacen al diagrama son:
1) Que la personalidad humana se desarrolla en principio de acuerdo con pasos
predeterminados en la disposición de la persona en crecimiento a dejarse llevar hacia un
radio social cada vez más amplio, a tomar conciencia de él y a interactuar con él.
2) Que la sociedad satisface y provoca esta sucesión de potencialidades para la interacción.
El desarrollo psicosocial procede según pasos críticos siendo lo “crítico” una característica de los
cambios decisivos, de los momentos de elección entre el progreso y la regresión, la integración y el
retardo.
Implica una progresión a través del tiempo, lo que indica:
 Que cada ítem crítico de fortaleza psicosocial está sistemáticamente relacionado con los
demás y que todos ellos dependen del desarrollo apropiado, en la secuencia adecuada, de
cada ítem, y
 Que cada ítem existe en alguna forma antes de que llegue normalmente su momento crítico.

Estadio psicosocial:

La perspectiva de Erikson fue organizar una visión del desarrollo del ciclo completo de la
vida de la persona humana, -extendiéndolo en el tiempo, de la infancia a la vejez, y en los
contenidos, el psicosexual y el psicosocial-, organizados en ocho estadios.
Cada estadio integra el nivel somático, psíquico y ético-social y el principio epigenético;
comprende un conjunto integrado de estructuras operacionales que constituyen los procesos
psicosexuales y psicosociales de una persona en un momento dado.
Los estadios son jerárquicos, esto es, integran las cualidades y las limitaciones de los estadios
anteriores; el modelo epigenético de Erikson es también un modelo ontogenético.
Los estadios son procesos y en continuo desarrollo, implicando la transformación de las
estructuras operacionales como un todo, en la dirección de la mayor diferenciación interna,
complejidad, flexibilidad y estabilidad.

Crisis:

La crisis según Erikson comprende el paso de un estadío a otro, como un proceso progresivo
de cambio de las estructuras operacionales, o un proceso de estancamiento (o regresivo) en el
mismo, manteniendo las estructuras operacionales. Comprende, también, la relación dialéctica
entre las fuerzas sintónicas (virtudes o potencialidades) y las distónicas (defectos o vulnerabilidad)
de cada estadío.
 De la resolución positiva de la crisis dialéctica emerge una fuerza, virtud o
potencialidad, específica para aquella fase.
 De su no resolución emerge una patología, un defecto o fragilidad específica para
aquel estadío.

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Las fuerzas sintónicas y distónicas pasan a hacer parte de la vida de la persona, influenciando
la formación de los principios de orden social y las ritualizaciones (vinculantes o desvinculantes) así
como todos los contenidos y procesos afectivos, cognitivos y comportamentales de la persona,
asociados a su interacción social y profesional.

Contenido de cada estadío

Para cada estadío, Erikson atribuye:


 una característica central básica y
 una crisis básica psicosocial dialéctica.
Cada estadío tiene una potencialidad sintónica
específica para superar el potencial de su antítesis.
Las fuerzas se contraponen dialécticamente, de
forma que la resolución de cada crisis resulta en la
emergencia de fuerza básica o cualidad. A su vez,
también presenta una contradicción que
permanece como constante amenaza para la
persona y para el orden social.
Las edades son flexibles para cada estadío
atendiendo, principalmente, al desarrollo psicosexual
y psicosocial de la persona.

LOS ESTADÍOS PSICOSOCIALES

I. Estadío: confianza básica versus desconfianza básica ESPERANZA

De 0 a 12-18 meses.

El modo psicosexual del niño comprende la asimilación de los patrones somáticos, mentales y
sociales por el sistema sensorio motor, oral y respiratorio, mediante los cuales el niño aprende a
recibir y a aceptar lo que le es dado para conseguir ser donante.
La confianza básica como fuerza fundamental de esta etapa, nace de la certeza interior y de
la sensación de bienestar en lo físico (sistema digestivo, respiratorio y circulatorio), en el psíquico
(ser acogido, recibido y amado) que nace de la uniformidad, fidelidad y cualidad en el abastecimiento
de la alimentación, atención y afecto proporcionados principalmente por la madre.
La desconfianza básica se desarrolla en la medida en que no encuentra respuestas a las
anteriores necesidades, dándole una sensación de abandono, aislamiento, separación y confusión
existencial sobre si, sobre los otros y sobre el significado de la vida. Cierta desconfianza es inevitable
y significativa desde el punto de vista personal y social de la niñez, para la formación de la prudencia
y de la actitud crítica.
De la resolución positiva de la antítesis de la confianza versus desconfianza emerge la
esperanza, como sentido y significado para la continuidad de la vida. Esta fuerza de la esperanza es el
fundamento ontogenético que nutre la niñez de una confianza interior de que la vida tiene sentido
y que puede enfrentarla: “Yo soy la esperanza de tener y de dar”.
El primer logro social del niño, es su disposición a permitir que la madre se aleje de su lado
sin experimentar ansiedad o rabia (relacionado con la certeza interior y lo previsible del exterior). Ha
aprendido a confiar en los proveedores externos y en sí mismo para enfrentar las urgencias. Parece
depender de la cualidad de la relación materna, combinando el cuidado sensible de las necesidades

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del niño y un firme sentido de confiabilidad personal dentro del marco seguro del estilo de vida de
su cultura.
La consistencia, la cualidad y la fidelidad de los ritos, de los gestos, de las rutinas diarias y de
los tiempos (ritualizaciones) proporcionarán, más adelante un significado físico y afectivo, un
significado de trascendencia personal, filantrópico-social y espiritual de la vida, sentimiento básico
para la formación de la experiencia religiosa.
Las ritualizaciones vinculantes al sistema religioso se organizan por el estable cimiento y
sostenimiento en el tiempo de las relaciones significativas de confianza y de esperanza entre el niño
y, especialmente, con la madre.
La idolatría nace cuando las relaciones de mutualidad son marcadas por rituales
estereotipados y vacíos de significados afectivos y de sentido de vida.

II. Estadío: autonomía versus vergüenza y duda AUTONOMÍA

Infancia: de 2 a 3 años

Es este el período de la maduración muscular (aprendizaje de la autonomía física); del


aprendizaje higiénico (del sistema retentivo y eliminativo); y del aprendizaje de la verbalización (de
la capacidad de expresión oral).
El ejercicio de estos aprendizajes se vuelve la fuente ontogenética para el desarrollo de la
autonomía: de la auto-expresión de la libertad física, de locomoción y verbal; y de la heteronimia: la
capacidad de recibir orientación y ayuda de los otros.
El control exterior en esta etapa debe ser firmemente tranquilizador. Al mismo tiempo que
su medio ambiente lo alienta a “pararse sobre sus propios pies”, debe protegerlo también contra las
experiencias arbitrarias y carentes de sentido de la vergüenza y la temprana duda. Un excesivo
sentimiento de autoconfianza y la pérdida del autocontrol pueden hacer surgir la vergüenza y la
duda, como imposibilidad de ejercitarse en su desarrollo psicomotor, entrenamiento higiénico y
verbalización; y sentirse desprotegido, incapaz e insegura de sí y de sus cualidades y competencias. Si
se niega al niño la experiencia gradual y bien guiada de la autonomía de la libre elección se
sobrestimulará a sí mismo generando obsesiones. La provocación de excesiva vergüenza lleva a hacer
cosas impunemente sin que lo vean.
El justo equilibrio de estas fuerzas es importante para la formación de la consciencia moral,
del sentido de justicia, de la ley y del orden, además de un sabio equilibrio entre las experiencias de
amor u odio, cooperación o aislamiento, autonomía o heteronomía; de los comportamientos
solidarios, altruistas o egocéntricos, hostiles y compulsivos.
La virtud que nace de la resolución positiva de la dialéctica autonomía versus vergüenza y
duda son la voluntad de aprender, de discernir y decidir, en términos de autonomía física, cognitiva y
afectiva, de tal forma que el contenido de esta experiencia puede ser expresada como: “Yo soy lo
que puedo querer libremente”.
La presencia de los padres (padre y madre) es fundamental en esta etapa para el ejercicio del
aprendizaje de la autonomía y de la auto-expresión para la superación de la vergüenza, de la duda y
del legalismo, en la formación de la deseo y del sentido de la ley y del orden.
Este período de ritualización de la infancia corresponde, dentro del ciclo vital, a la formación
del proceso judiciario – de la justicia, de la ley y del orden. El ritualismo desvirtuado, tanto permisivo
como rígido, conduce al legalismo, tanto permisivo como rígido.
Esta etapa se vuelve decisiva para la proporción de amor y odio, cooperación y terquedad,
libertad y autoexpresión y su supresión. Un sentimiento de autocontrol sin pérdida de auto
estimación da origen a un sentimiento perdurable de buena voluntad y orgullo. Un sentimiento de
pérdida de autocontrol y de un sobre control externo da origen a una propensión perdurable a la
duda y la vergüenza.

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III. Estadío: iniciativa versus culpa y miedo PROPÓSITO

Edad Preescolar: de 3 a 5 años

La dimensión psicosexual de la edad preescolar corresponde al descubrimiento y al


aprendizaje sexual (masculino y femenino), la mayor capacidad locomotora y el perfeccionamiento
del lenguaje.
Estas capacidades predisponen al niño para iniciarse en la realidad o en la fantasía, en el
aprendizaje psicosexual (identidad de género y respectivas funciones sociales y complejo de Edipo),
en el aprendizaje cognitivo (forma lógica preoperacional y comportamental) y afectivo (expresión de
sentimientos). La iniciativa le agrega a la autonomía la cualidad de la empresa, el planeamiento, de
una tarea por el mero hecho de estar activo y en movimiento. La iniciativa es una parte necesaria de
todo acto y el hombre necesita un sentido de iniciativa para todo lo que aprende y hace.
El niño está dispuesto a aprender, a ser guiado, a “hacerse grande”. Es capaz de hacer cosas
en forma cooperativa, construir y planear con otros niños (“hacer cosas juntos”) y emular a quienes
idealiza.
La fuerza distónica de esta etapa es el sentimiento de culpa que nace del fracaso en el
aprendizaje psicosexual, cognitivo y comportamental; y el miedo de enfrentarse a los otros en el
aprendizaje psicosexual, psicomotor, escolar o en otra actividad.
El justo equilibrio entre la fuerza sintónica de la iniciativa y la culpa y el miedo es significativo
para la formación de la consciencia moral, a partir de los principios y valores internalizados en los
procesos de aprendizaje, en la iniciación del aprendizaje escolar, de la inserción social, a través de los
prototipos ideales representados por sus padres, adultos significativos y la sociedad.
Ahora la presencia de la tríada familiar es necesaria para la formación de la capacidad de
separación afectiva, de dar y recibir afecto a una tercera persona, incluyendo la resolución del
Complejo de Edipo.
La virtud que surge de la resolución positiva de esta crisis es el propósito, el deseo de ser, de
hacer y de convivir, sintetizado en la expresión: “Yo soy lo que puedo imaginar que seré”.
El arte dramático y el jugar se vuelven el palco de las ritualizaciones de las experiencias
existenciales de la niñez, en los roles y funciones sociales, bien como del aprendizaje de los
significados dialécticos de las crisis psicosociales para la formación de su consciencia moral.
El moralismo será la palabra para designar la internalización de las normas sociales cuando es la
forma inhibidora y culposa. La forma de supervisión moralista permanente puede volcarse a los
demás en intolerancia y el empeño dominante llega a ser la prohibición y no la orientación de la
iniciativa.

IV. Estadío: industria versus inferioridad COMPETENCIA

Edad Escolar - Latencia: de 5-6 a 11-13 años

En el período de la latencia disminuyen los intereses por la sexualidad personal y social,


acentuándose los intereses por el grupo del mismo sexo.
La niñez desarrolla el sentido de la industria, para el aprendizaje cognitivo, para la iniciación
científica y tecnológica; para la formación del futuro profesional, la productividad y la creatividad. Es
capaz de acoger instrucciones sistemáticas de los adultos en la familia, en la escuela y en la sociedad;
tiene condiciones para observar los ritos, normas, leyes, sistematizaciones y organizaciones para
realizar y dividir tareas, responsabilidades y compromisos. Aprende a obtener reconocimiento
mediante la producción de cosas y a obtener placer por completar el trabajo mediante una atención
sostenida y la perseverancia. Se trata de una etapa muy decisiva desde el punto de vista social
puesto que la industria implica hacer cosas junto a los demás y con ellos.
Es el inicio de la edad escolar y del aprendizaje sistemático.
Es función de los padres y de los profesores ayudar a que los niños se desarrollen sus
competencias con autonomía, libertad y creatividad.

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La fuerza dialéctica es el sentimiento de inadecuación o de inferioridad existencial,
sentimiento de incapacidad en el aprendizaje cognitivo, comportamental y productividad.
De la resolución de esta crisis nace la competencia personal y profesional para la iniciación
científica-tecnológica y la futura identidad profesional, expresada en la frase: “Yo soy el que puedo
aprender para realizar un trabajo”. El aprendizaje y el ejercicio de estas habilidades desarrollan en el
niño el sentimiento de capacitación, competencia y de participación en el proceso productivo de la
sociedad, anticipando el perfil de futuro profesional.
Cuando el niño ejecuta estas habilidades exclusivamente por el valor de la formalidad
técnica, sacrificando el sentido lúdico y la fuerza de la imaginación, puede desarrollar una actitud
formalista en relación a las actividades profesionales, volviéndose esclavo de los procesos
tecnológicos y burocráticos. Aquello que debería ser un momento de placer y de alegría, unido al
sentimiento de realización personal e integración social, acaba siendo un proceso desintegrante y
formalista.

V. Estadío: identidad versus confusión de roles FIDELIDAD Y FE

Adolescencia: de 12 a 20 años

Con el establecimiento de una buena relación inicial con el mundo de las habilidades y de las
herramientas y con el advenimiento de la pubertad, la infancia llega a su fin.
El período de la pubertad y de la adolescencia se inicia con la combinación del crecimiento
rápido del cuerpo y de la madurez psicosexual, que despierta intereses por la sexualidad y formación
de la identidad sexual.
La integración psicosexual y psicosocial de esta etapa tiene la función de la formación de la
identidad personal en los siguientes aspectos:
a) identidad psicosexual por el ejercicio del sentimiento de confianza y lealtad con quien pueda
compartir amor, como compañeros de vida;
b) la identificación ideológica por la asunción de un conjunto de valores, que son expresados en
un sistema ideológico o en un sistema político;
c) la identidad psicosocial por la inserción en movimientos o asociaciones de tipo social;
d) la identidad profesional por la selección de una profesión en la cual poder dedicar sus
energías y capacidades de trabajo y crecer profesionalmente; y
e) la identidad cultural y religiosa en la que se consolida su experiencia cultural y religiosa,
además de fortalecer el sentido espiritual de la vida.
El sentimiento de identidad yoica es la confianza acumulada en que la mismidad y la continuidad
interiores preparadas en el pasado encuentren su equivalente en el mismidad y continuidad del
significado que uno tiene para los demás.
El peligro de esta etapa es la confusión de identidad, de roles, la inseguridad y la incertidumbre
en la formación de la identidad.
La relación social significativa es la formación de grupo de iguales, por el cual el adolescente
busca la sintonía e identificación afectiva, cognitiva y comportamental con aquellos con los cuales
puede establecer relaciones auto definitorias; superar la confusión de roles; establecer relaciones de
confianza, estabilidad y fidelidad; consolidar las formas ideológicas o las doctrinas totalitarias y
enfrentar la realidad de la industrialización y globalización. Para evitar la confusión se sobre
identifican temporalmente y puede ser exclusivista, siendo la intolerancia una defensa ante la
confusión en el sentimiento de identidad. Se ayudan mutuamente formando pandillas,
convirtiéndose en estereotipos.
La fuerza específica que nace de la constancia en la construcción de la identidad es la fidelidad y
la fe. La fidelidad es la solidificación y asunción de los contenidos y proceso de su identidad, una vez
establecida como proyecto de vida, son resumidos en la frase: “Yo soy el que puedo creer
fielmente.”
Un justo equilibrio -entre la formación de la identidad y la confusión- alimenta la búsqueda
constante de nuevos estadíos de perfeccionamiento del amor, de la profesión, de la cultura y de la
fe.
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El principio del orden social elaborado en la adolescencia es la orden ideológica, una visión de
mundo, de sociedad, de cultura y de fe como fundamento teórico de la cosmovisión personal. Las
instituciones, detentoras de las ideologías culturales, políticas y religiosas, tienen la función
importante de inspirar a los adolescentes en la formación de su proyecto de vida, profesional e
institucional. En el afán de superar su confusión el adolescente puede unirse a formas ideológicas
totalitarias por las cuales se deja atraer.

VI. Estadío: intimidad versus aislamiento AMOR

Joven Adulto: de 20 a 30 años

La madurez psicosexual del adolescente tiene su culminación en lo que la psicoanálisis llama


momento de la genitalidad, que consiste en la capacidad de desarrollar una relación sexual
saludable, con un partícipe amado del otro sexo, con quien pueda y quiera compartir con confianza
mutua y regular, los ciclos de vida de procreación, de trabajo y ocio, a fin de asegurar a la
descendencia futura unas mejores condiciones de vida y de trabajo.
El adulto joven está dispuesto a fundir su identidad con la de otros. Está preparado para la
intimidad, esto es, la capacidad de entregarse a afiliaciones y asociaciones concretas y a desarrollar
la fuerza ética necesaria para cumplir con tales compromisos.
La intimidad es la fuerza sintónica que lleva al joven adulto a confiar en alguien como
compañero en el amor y en el trabajo, integrarse en afiliaciones sociales concretas y desarrollar la
fuerza ética necesaria para ser fiel a esos lazos, al mismo tiempo que imponen sacrificios y
compromisos significativos.
El reverso de esta situación es el aislamiento afectivo, el distanciamiento o la exclusividad
que se expresa en el individualismo y egocentrismo sexual y psicosocial, individual o los dos.
Un justo equilibrio entre la intimidad y el aislamiento fortalece la capacidad de la realización
del amor y el ejercicio profesional.
Los principios relacionados de orden social que nacen de este contenido se expresan en las
relaciones sociales de integración y compromisos en instituciones y asociaciones culturales, políticas,
deportivas y religiosas.
La virtud sincrónica que emerge de la resolución de la intimidad por el aislamiento es el amor
y la oblatividad, como dedicación y donación a los otros y a sociedad.
La fuerza del amor transforma la expresión de la dialéctica de los estadíos anteriores del “yo
soy” a “nosotros somos”, así expresa: “Nosotros somos lo que amamos”, el nosotros, nuestros hijos,
nuestro trabajo y las asociaciones a las que pertenecemos.
Alguien le preguntó a Freud qué pensaba que una persona normal debía ser capaz de hacer
para vivir bien y respondió “amar y trabajar”.
La capacidad de amar y trabajar se transforma en corrientes de asociaciones de solidaridad
(ritualizaciones integrantes), en cuanto que los sistemas elitistas (ritualizaciones desintegrantes) se
forman a partir del aislamiento afectivo y social, del cultivo del narcisismo y de los grupos esnobistas.

VII. Estadío: generatividad versus estancamiento CUIDADO Y CELO

Adulto: de 30 a 60 años

En este estadío, la prevalencia del modo psicosexual es la cualidad de la generatividad que


es, fundamentalmente, el cuidado y la inversión en la formación y la educación de las nuevas
generaciones, de los propios hijos, los hijos de los otros y de la sociedad. Guiar a la nueva generación.
La crisis psicosocial del adulto se caracteriza por el conflicto de la generatividad versus el
estancamiento.
Después de la paternidad (maternidad) el impulso generativo incluye la capacidad de la
productividad, el desarrollo de nuevos productos por el trabajo, por la ciencia y tecnología; y la
creatividad, esto es, la generación de nuevas ideas para el bienestar de las nuevas generaciones.

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Esta dialéctica representa la fuerza de generación y de desarrollo de la vida humana o a su
extinción, por eso ella se vuelve, para cada persona, la más esencial y significativa cualificación,
determinando su experiencia de vida o de muerte. Es importante la superación de esta dialéctica
para que la persona sea capaz de amar y trabajar para el bien de los otros, más delante de aquellos
de su círculo familiar.
La virtud propia de ese período es el cuidado y el amor, este sentimiento de responsabilidad
que transciende la atención a la propia familia y trabajo. Un sentimiento de responsabilidad
universal para todos los hijos y por todo producto del trabajo humano.
De la resolución de la crisis de la generatividad nace la experiencia de la caridad: la virtud de
cuidado y celo. Es la capacidad de donación de sí en el amor y en el trabajo, en beneficio de los otros
y de los valores universales de la humanidad, expresados en la frase: “Yo soy el que cuido y celo”.
Siempre que la fuerza generativa fracasa surge un sentimiento de estancamiento, depresión, de
narcisismo que imposibilitan la eficiencia y eficacia del amor (vida matrimonial) y del trabajo
(profesión).
El estancamiento representa una regresión psicosocial y la necesidad obsesiva de pseudo-
intimidad, acompañada de sentimientos de infecundidad personal y social, sentimiento percibido en
la incapacidad de generar, de producir y de criar.
El rechazo es un sentimiento de aislamiento y alejamiento de los otros, puede percibir las
personas, los grupos, las culturas, naciones y la misma humanidad como una amenaza para ellos, el
que puede conducir a las personas, los grupos y las naciones a que se odien y se destruyan
mutuamente. Cuando el rechazo social es inhibido se puede volver contra la propia persona, como
auto-rechazo.
Los principios de orden social ligados al cuidado y celo son las corrientes de educación y
tradición, que preconizan la necesidad de crear y desarrollar instituciones que puedan garantizar la
calidad de vida de las nuevas generaciones, dándoles continuidad y consistencia.
El ritualismo, potencialmente intransigente de la edad adulta, puede transformarse en
autoritarismo, por el uso exagerado del poder generativo al imponerse en la vida familiar, en la vida
profesional o por la imposición de las ideologías en los procesos psicosociales.

VIII. Estadío: integridad versus desespero SABIDURÍA

Vejez: después de los 60 años

Sólo el individuo que en alguna forma a cuidado de cosas y personas y se ha adaptado a los
triunfos y las desilusiones inherentes al hecho de ser generador de otros seres humanos o el
generador de productos e ideas, puede madurar gradualmente el fruto de estas siete etapas.
El trazo sintónico de este estadío es el de la integridad. En ella, los modos y los sentidos
anteriores son re significados a la luz de los valores y de las experiencias de ese momento, sean los
sanos o los patológicos.
La suma de los modos psicosexuales tiene un significado integrador. La palabra que mejor
expresa ese momento es integridad, que significa:
a) la aceptación de sí, de su historia personal, de su proceso psicosexual y psicosocial;
b) la integración emocional de la confianza, de la autonomía y demás fuerzas sintónicas;
c) la vivencia del amor universal, como experiencia que resume su vida y su trabajo;
d) una convicción de su propio estilo y historia de vida, como contribución significativa a la
humanidad;
e) una confianza en sí y nosotros, especialmente en las nuevas generaciones, las cuales se
sienten tranquilos para presentarse como modelo por la vida vivida y por la muerte que
tienen que enfrentar.
La falta o la pérdida de esa integración o de sus elementos se manifiestan por el sentimiento
de desesperación, con la ausencia de sus valores.
La palabra clave para expresar esta fuerza básica es sabiduría, que recuerda el saber
acumulado durante toda la vida, la capacidad de juicio maduro y justo, y la comprensión de los
significados de la vida y la forma de ver, mirar y recordar las experiencias vividas, así como de
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escuchar, oír y recordar todos los sus significados, que se expresa en esta síntesis: “Yo soy el que
sobrevive en mí”.
Sabe que una vida individual es la coincidencia accidental de sólo un ciclo de vida con sólo un
fragmento de historia. Así, la muerte pierde carácter atormentador.
La falta, la pérdida o la debilidad de la integración se presentan por el temor a la muerte, por
la desesperanza, por el desespero y por el desdén. No se acepta el único ciclo de vida como lo
esencial de la vida.
La ritualización que culmina la vida humana y da sustento a la sabiduría y a la filosofía, que
mantienen el significado esencial e integrador de la vida, de los sentimientos, de las ideas y de los
comportamientos y da esperanza en la sabiduría. Contraponiendo a los sistemas filosóficos y
religiosos, el ritualismo desvinculante de este estadío es el dogmatismo. Basado en el poder
totalizante, que puede transformarse en dogmatismo coercitivo.

CONCLUSIONES

Cada estadío psicosocial envuelve una crisis y un conflicto centrado en un contenido


antropológico específico.
La crisis es considerada una oportunidad para el desarrollo del individuo, un momento de
escogencia, o un momento de regresividad.
De la resolución positiva de la crisis entre las fuerzas sintónicas e distónicas emerge una
potencialidad (fuerzas básicas), que pasan a hacer parte de la vida de la persona.
De la no resolución de la crisis emerge una patología básica que, a su vez también pasa a ser
parte de la vida de la persona.
La resolución de la crisis entre la confianza e la desconfianza generala esperanza.
La resolución de la crisis entre la autonomía e la vergüenza, genera la voluntad.
Y así se sigue hasta la sabiduría que nace de la resolución positiva de la crisis entre
integridad y el desespero.
Ahora sabemos que cada fuerza tenía su propio período de crisis, de aparecer y desarrollarse,
en un momento específico de la vida. Las experiencias preparan el camino para la emergencia de la
fuerza siguiente y de la experiencia posterior puede, hasta cierto punto, ayudar en la resolución de
las crisis que las preceden.
Así cada crisis está ligada con las otras tanto en el sentido prospectivo como retrospectivo.
También tienen efectos sobre otros contenidos de los estadíos psicosociales, tanto sobre las
fuerzas como sobre los defectos.
Otra consecuencia que transcurre en la resolución positiva de las crisis básicas es la
capacidad de establecer relaciones positivas con otras personas desde los miembros de su familia
(estadíos 1, 2 y 3) y con otros miembros de grupos sociales y del trabajo (estadíos 4 a 6), además de
la sociedad y la humanidad como un todo (estadíos 7 y 8). Estas relaciones establecidas de forma
consistente son importantes para poder construir relaciones de cooperación, participación e
integración. Volviéndose así semillas de los valores de amor, de la fraternidad y de la solidaridad
entre los hombres.
Tres fuerzas surgen como ejes en la vida de las personas, que emergen de los estadíos
cruciales de la vida humana: la esperanza, en la infancia, a partir de la antítesis entre la confianza x
desconfianza; la fidelidad y la fe, en la adolescencia, a partir de la superación de la dialéctica de la
identidad por confusión de identidad; el amor en la vida adulta, como síntesis existencial de la
superación de la generatividad por estancamiento.
De su eficacia depende la calidad de vida de las personas y de la sociedad en el tiempo y en la
eternidad.

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