Hacia Rutas Salvajes

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

HACIA RUTAS SALVAJES

La experiencia de la libertad

Por Rael Salvador

“Conozco las reglas pero ellas no me conocen a mí”.


Eddie Vedder.

Nadie debería perderse de leer el librito mágico de Jon Krakauer:


“Hacia rutas salvajes” (Ediciones B, Zeta Bolsillo / No Ficción), donde se
narra la trágica aventura existencial de un joven poeta, el intrépido idealista
Chris McCandless, “Alexander Supertramp”, quien con apenas 24 años –y un
espíritu estimulado por la belleza de la libertad– decide internarse al frío
corazón de Alaska, soñando una austera vida en sagrada comunión con la
naturaleza inhóspita…

Cuatro meses después, unos cazadores dan accidentalmente con su


cuerpo, consumido ya por la inanición.

Encontraron su cuerpo, ya sin vida… Su cuerpo, porque de su alma aún


se puede ofrecer testimonio.

Ustedes recordarán la película, ya que Sean Penn, inmediatamente


después de leer el reportaje de Krakauer –que tras su publicación en la revista
“Outside” había levantado un agitado mar de críticas, con respecto a la
ingenuidad suicida de su protagonista– compró los derechos para su
realización cinematográfica, la cual obtuvo un “Oscar” de la Academia. Dicha
incursión ofreció al famoso vocalista del grupo de rock “Pearl Jam”, Eddie
Vedder, encargarse de la banda sonora y sacar su primer álbum como solista,
“Into The Wilds”, un hipnótico e inmejorable trabajo country-musical que
rememora los auténticos y heroicos motivos que llevaron a Chris McCandless
a hacer lo que decía y, a Vedder, cantar lo que el muchacho pensaba:

“De rodillas no hay manera de ser libre./ Levantando una copa vacía
pido en silencio/ que todos mis destinos acepten lo que hay en mí/Así podré
respirar.
“Hay círculos que crecen y se tragan a la gente en agujeros./ La mitad
de sus vidas les dicen ‘buenas noches’ a una esposa que nunca conocieron/
Tengo la mente llena de preguntas y un Maestro en el alma./ Y de eso se
trata...

“No te acerques más o tendré que irme./ Sitios que me atraen me poseen
como la gravedad./ Pero si hubo alguien por quien me hubiera quedado en
casa… Esa persona eras tú…” (Fragmento de la canción Garantía.)

Todo el santo día escucho el Soundtrack de “Into The Wilds”, repaso las
obras de Thoreau, London, Tolstoi y Pasternnak… y no dejo de fustigarme
con la sinceridad de las respuestas que Chris McCandless, alias “Alexander
Supertramp”, obtuvo de la literatura para hacer lo que hizo.

¿Quién, entre nosotros, ha quemado o regalado su dinero?

¿Quién, entre nosotros, ha abandonado o desbarrancado la porquería


material de su automóvil?

¿Quién, entre nosotros, ha dejado la casa y su “familia” para


encaminarse a un lugar más puro, abiertamente oxigenado, libre de
hipocresías, desencantos y mentiras?

¿Quién, entre nosotros, ha mandado al carajo a su madre, a su padre, al


patrón o la pesadilla de mujer que ya no ama?

¿Quién, entre nosotros, vive genuinamente de sus emociones y no de las


cosas sin alma que compra para sustituirlas?

Sí, hablo de la auténtica experiencia de la Libertad… y no de sus


ingeniosas simulaciones. “Todo el caos del mundo –me comentó alguna vez
Facundo Cabral– sucede cuando uno trabaja en lo que no ama; cuando uno se
está estafando con la mujer que ya no lo excita; cuando uno tolera a un hijo
que es un idiota o cuando uno se olvida de un hijo que es un hombre que vale
la pena”.
Quienes han sobrevivido a la libertad –no a las bufas teorías
escolásticas que se venden sobre ella–, saben que su experiencia posee el
encanto de lo extremo.

Como vórtice espiritual, lo llamaría Ascensión, Satori o Iluminación,


pero me concretaré a describir –en el azaroso vagabundeo contemplativo de
mi pluma– su inscripción en la piel, su cabellera al aire, su experimentación
física.

Nada es comparable a su electrizante abrazo cósmico, al fresco


misticismo estelar que la desnuda... Quitarnos los ropajes ideológicos, más
que despojarnos del erotismo religioso, equivale a la pureza de su revelación
oceánica.

Muy cerca de lo trascendente, la experiencia de la libertad extrema –que


se sustenta en el necesario hechizo que nos lleva a la renuncia a la sociedad o
al ascetismo becario (patrocinado por la naturaleza misma) o a la soledad
comprometida con su propia sombra– nos corona con rayos de alambre o con
rayos de luz…

Incluso, con las constelaciones como único techo, seríamos arrastrados


a sobre-existir gustosamente en los bordes del límite.

Bien dice al respecto Jon Krakauer, el alpinista certero y no menos


experimentado escritor: “Es aterrorizante, pero se alcanza a ver un enigma
prohibido y elemental, no menos imperioso que los dulces y ocultos pétalos
del sexo de una mujer”.

La magia de la literatura nos salva de la “libertad” del basurero, lugar


donde se anuncian los evangelios del consumo, apostolados del capitalismo
voraz que generan la drogadicción, la degradación, la prostitución del
pensamiento, éste más humillante que el de la carne.

Reneguemos pues de la teoría, dejemos los manuales y, busquemos


nuevos aires, desintoxicando la barata conformidad existencial que nos ancla
en el sedentarismo, encaminémonos hacia nuevas rutas salvajes…
Cierro con esta parte de mis comentarios a la bondad literaria del
trabajo de Jon Krakauer, con parte de la carta que Chris McCandless envía a
su amigo octogenario, al hermoso viejo cascarrabias Ronald Franz: “Aún te
quedan muchos años de vida, Ron, y sería una pena que no aprovecharas este
momento para introducir cambios en tu existencia y adentrarte a un reino de
experiencias que desconoces.

“Lo que te quiero decir es que no necesitas tener a alguien contigo para
traer una nueva luz a tu vida. Está ahí fuera, sencillamente, esperando que la
agarres, y todo lo que tienes que hacer es el gesto de alcanzarla. Tu único
enemigo eres tú mismo y esa terquedad que te impide cambiar las
circunstancias en que vives”.

Fiel a los principios fundamentales de la Libertad, Chris McCandless


sólo puso en práctica aquello que el poeta Henry David Thoreau exigió: “Más
que amor, el dinero o la fama, deseo la verdad”.
Bien… porque el amor no existe, sólo existen los actos de amor; y qué
decir del dinero, que es una religión que apesta todo lo que toca, como los
insostenibles y volubles fantasmas de la sobrevalorada fama…

La verdad… salgamos a encontrarnos con la Verdad.

Porque, como el amor, la libertad no existe: sólo existen los actos de


Libertad.

También podría gustarte