El Terrorismo en El Espejo

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El terrorista en el espejo

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Noam Chomsky

El terrorista en el espejo

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NAC&POP
ISBN versión digital: 1-4135-6480-1

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EL TERRORISTA EN EL ESPEJO.

-Terror es un término que provoca con razón emociones fuer-


tes y preocupación profunda. La preocupación primordial debería
llevar, naturalmente, a adoptar medidas que mitigaran la amenaza,
que ha sido grave ya en el pasado y que lo va a ser incluso aún más
en el futuro. Para proceder seriamente, hemos de establecer algu-
nas directrices. Aquí van algunas, muy sencillas:

Los hechos importan, aunque no nos gusten.

Los principios morales elementales importan, incluso si tienen


consecuencias que preferiríamos no enfrentar.

Que haya una relativa claridad importa. No tendría sentido


buscar una definición absolutamente precisa de terror, o de cual-
quier otro concepto, fuera de las ciencias experimentales y de las

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matemáticas y, a menudo, incluso ahí. Pero deberíamos buscar
claridad suficiente para al menos distinguir la noción terror de
otras dos nociones que bordean preocupantemente sus límites:
agresión y legítima resistencia.

Si aceptamos estas directrices, hay caminos muy constructivos


para abordar los problemas del terrorismo, que son muy graves. Se
afirma habitualmente que algunas de las políticas actuales no ofre-
cen soluciones. Revisen los archivos y creo que encontrarán que
hay una alternativa exacta ante esa acusación: -Presentan solu-
ciones, pero no me gustan.

Supongan, pues, que aceptamos esas sencillas directrices. Vol-


vamos a la Guerra contra el Terror. Una vez que los hechos im-
portan, importa el hecho de que George W. Bush no declaró la
Guerra el 11-S, sino que fue la administración Reagan, hace veinte
años, quien lo hizo.

Llegaron al poder afirmando que su política exterior enfrenta-


ría lo que el Presidente denominó como -diabólico azote del
terrorismo, una plaga extendía por -depravados adversarios de
la misma civilización en un -retorno a la barbarie en la edad
moderna (Secretario de Estado George Shultz).

La campaña se conformó adoptando la forma particularmente


virulenta de plaga: el terrorismo internacional dirigido desde el
estado. El foco principal fue América Central y Oriente Próximo,
pero alcanzó el sur de África, el Sureste Asiático y donde uno ose
mirar.

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Un segundo hecho es que la guerra se declaró y se llevó a cabo
más o menos por la misma gente que estaba dirigiendo la guerra,
otra vez declarada, contra el terrorismo.

El componente civil de esa Guerra contra el Terror tiene al


frente a John Negroponte, designado el pasado año para supervisar
todas las operaciones de contraterrorismo.

Como Embajador que fue en Honduras, estuvo a cargo de la


mayor operación de la primera Guerra contra el Terror, la guerra
de la contra hacia Nicaragua, promovida y lanzada sobre todo des-
de bases estadounidenses en Honduras. Volveremos a examinar
sus tareas.

El componente militar de la Guerra de nuevo declarada estaba


dirigido por Donald Rumsfeld. Durante la primera fase de la Gue-
rra contra el Terror, Rumsfeld fue el enviado especial de Reagan en
Oriente Próximo.

Allí, su principal cometido fue establecer estrechas relaciones


con Sadam Husein para que EEUU pudiera proporcionarle ayuda
a gran escala, incluidos medios para desarrollar armas de destruc-
ción masiva, prosiguiendo mucho después con las bestiales atroci-
dades contra los kurdos y el fin de la guerra con Irán.

El objetivo oficial, en absoluto disimulado, era la responsabili-


dad que Washington asumió para ayudar a los exportadores esta-
dounidenses y el -notablemente unánime punto de vista de
Washington y sus aliados británicos y arabo-saudíes de que -
cualquiera que fueran los pecados del dirigente iraquí, ofre-

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ció a Occidente y a la región una mejor esperanza para la
estabilidad de su país que la que podían ofrecer aquellos que
sufrieron su represión – afirmó Alan Cowell, el corresponsal en
Oriente Próximo del New York Times, describiendo el criterio de
Washington acerca de que George Bush I autorizó a Sadam para
aplastar, en 1991, la rebelión chií que probablemente habría derro-
cado al tirano.

Sadam está siendo finalmente procesado por sus delitos. El


primer proceso, ahora en curso, es por los delitos cometidos en
1982. 1982 fue un año importante en las relaciones entre EEUU e
Iraq. Fue ese mismo año cuando Reagan sacó a Iraq de la lista de
estados que apoyaban el terrorismo a fin de que la ayuda pudiera
fluir hasta su amigo en Bagdad. Rumsfeld visitó entonces la capital
para confirmar los acuerdos.

Si juzgamos por los informes y comentarios, aunque se consi-


dere de mala educación mencionar cualquiera de estos hechos,
permítanme sugerir que algunos otros personajes más deberían
estar sentados junto a Sadam en el banquillo de la justicia.

Al sacar a Sadam de la lista de estados que apoyaban al terro-


rismo, se produjo un vacío.

Ese vacío se llenó de forma inmediata con Cuba, quizá en re-


conocimiento del hecho de que las guerras terroristas de EEUU
contra Cuba desde 1961 habían llegado a su cenit, incluidos algu-
nos sucesos que deberían aparecer justo ahora en primera página
en algunas sociedades que valoraban su libertad, a lo cual volveré

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en breve. De nuevo, todo eso nos está diciendo algo sobre las acti-
tudes reales de las elites frente a la plaga de la edad moderna.

Una vez que se prosiguió la primera Guerra contra el Terror


por aquellos que ahora han declarado de nuevo la guerra, o sus
inmediatos mentores, lo lógico es que cualquiera que se interese
seriamente por la actual Guerra contra el Terror preguntara de una
vez cómo se desarrolló la de los años ochenta. Sin embargo, la
cuestión está virtualmente prohibida. Lo cual se puede entender
tan pronto como investiguemos los hechos: la primera Guerra
contra el Terror se convirtió rápidamente en una guerra terrorista
brutal y asesina por todos los rincones del mundo adonde llegó,
dejando sociedades tan traumatizadas que quizá no se puedan re-
cuperar nunca. Huelga decir que lo que sucedió no es que sea os-
curo sino que es inaceptable doctrinalmente, por tanto se trata de
evitar que pueda ser examinado. Desenterrar los archivos es un
ejercicio esclarecedor, con enormes implicaciones de cara al futuro.

Esos son varios de los hechos fundamentales y son los que sin
duda importan. Volvamos a la segunda de las directrices: los prin-
cipios morales básicos. El más básico de todos es una obviedad
auténtica: las personas decentes se aplican a ellas mismas las mis-
mas normas que aplicarían a los demás, o más estrictas aún. La
adhesión a este principio de universalidad tendría muchas conse-
cuencias útiles. Para empezar, se salvarían muchos árboles. Si se
cumpliera ese principio, se reduciría radicalmente la información
publicada y los comentarios acerca de asuntos políticos y sociales.

Eliminaría virtualmente la disciplina puesta de moda hace poco


sobre la teoría de la Guerra Justa. Y haría casi borrón y cuenta

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nueva con respecto a la Guerra contra el Terror. La razón es la
misma en todos los casos: se rechaza el principio de universalidad,
en la mayor parte de los casos de forma tácita, aunque en otros
explícitamente. Esas son afirmaciones demoledoras. Las he ex-
puesto crudamente a propósito para invitarles a desafiarlas y espe-
ro que lo hagan. Creo que encontrarán que aunque las afirmacio-
nes están un tanto en números rojos, sin embargo están incómo-
damente cercanas a la certeza y, de hecho, profusamente documen-
tadas. Prueben suerte Uds. mismos y verán.

En algunas ocasiones, al menos de palabra, se defiende la más


elemental de las perogrulladas morales. El Tribunal de Nuremberg
es un ejemplo de importancia crucial para los tiempos actuales. Al
sentenciar a muerte a los criminales de guerra nazis, el juez Robert
Jackson, el Jefe de los Fiscales de EEUU, habló de forma elocuen-
te y memorable acerca del principio de universalidad. -Si conside-
ramos como delitos determinados actos que violan los trata-
dos, dijo, -son delitos ya sea EEUU o Alemania quien los
cometa, y no podemos establecer una norma de conducta
criminal contra otros que no estemos dispuestos a invocar
contra nosotros No debemos olvidar que los antecedentes
sobre los que juzgamos a estos acusados son los anteceden-
tes sobre los que la historia nos juzgará a nosotros mañana.
Presentar ante estos acusados un cáliz envenenado supone
ponerlo también en nuestros propios labios.

Esta es una clara y honorable afirmación del principio de uni-


versalidad. Pero el mismo juicio de Nuremberg violó de forma
decisiva este principio. El Tribunal tenía que definir -crimen de
guerra- y -crímenes contra la humanidad-. Se manipularon

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cuidadosamente estas definiciones para que los delitos fueran con-
siderados criminales sólo si no eran los aliados los que los cometí-
an. Se excluyó el bombardeo de urbes con concentraciones de
civiles, porque los aliados habían llevado a cabo bombardeos de
forma aún más bárbara que los nazis.

Y los criminales de guerra nazis, como el Almirante Doenitz,


pudieron alegar con éxito que sus homólogos británicos y esta-
dounidenses habían desarrollado las mismas acciones. El razona-
miento fue perfilado por Telford Taylor, un distinguido abogado
internacionalista que fue el jefe de los fiscales de Jackson para
Crímenes de Guerra. Explicó que -castigar al enemigo –
especialmente al enemigo derrotado- por conductas en las
cuales la nación que las impone se ha visto involucrada, sería
tan extremadamente injusto que desacreditaría las mismas
leyes. Eso es correcto, pero la misma definición operativa de cri-
men también desacredita a las propias leyes. Tribunales posterio-
res se han visto desacreditados por el mismo defecto legal, pero la
auto-exoneración de los poderosos del derecho internacional y de
los principios morales elementales va más allá del ejemplo anterior
y alcanza justo a todos los aspectos de las dos fases de la Guerra
contra el Terror.

Volvamos al tercer tema de fondo: definir qué es -terror y dife-


renciarlo de agresión y resistencia legítima. He estado escribiendo
sobre el terror durante 25 años, incluso desde que la administra-
ción Reagan declaró su Guerra contra el Terror. He estado utili-
zando definiciones que parecen ser adecuadas por partida doble:
en primer lugar, tienen sentido; y en segundo, son las definiciones
oficiales de esas formas de hacer la guerra.

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Tomando una de esas definiciones oficiales, terrorismo es -el
uso calculado de la violencia o de la amenaza de violencia
para conseguir objetivos que son de naturaleza política, reli-
giosa o ideológica mediante la intimidación, la coacción o
inculcando temor, típicamente sobre objetivos civiles. La defini-
ción del gobierno británico es parecida: -Terrorismo es el uso, o
amenaza, o acción, de violencia, que causa daños o perturba,
y que se planea para influir en gobiernos o intimidar a pue-
blos con el propósito de hacer progresar una causa política,
religiosa o ideológica. Estas definiciones parecen ser bastante
claras y en su uso normal resultan cercanas. También parece que
hay acuerdo general en que son adecuadas cuando se trata del te-
rrorismo de los enemigos.

Pero, inmediatamente, aflora un problema. Estas definiciones


producen una consecuencia completamente inaceptable [para al-
gunos]: llevan a deducir que EEUU es un estado terrorista impor-
tante, y lo fue de modo espectacular durante la guerra Reaganita
contra el terror. Cojamos, simplemente, el caso más claro: la guerra
de terrorismo de estado dirigida por Reagan contra Nicaragua fue
condenada por el Tribunal Internacional, con apoyo de dos resolu-
ciones del Consejo de Seguridad (vetadas por EEUU, con el Reino
Unido absteniéndose educadamente). Otro caso completamente
claro es el de Cuba, donde los antecedentes son hasta ahora volu-
minosos, sin que quepa polémica alguna. Y hay una larga lista que
supera con creces ambas situaciones.

Sin embargo, podemos preguntarnos si esos crímenes, como el


del ataque de estado contra Nicaragua, son realmente terrorismo o

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si elevan el listón hasta el crimen mucho más grave de agresión. El
concepto de agresión fue definido con mucha claridad por el Juez
Jackson en Nurenberg en términos que fueron reiterados básica-
mente en una autorizada resolución de la Asamblea General.

Un agresor, propuso Jackson al Tribunal, es un estado que es


el primero en cometer acciones tales como -invasión de sus fuer-
zas armadas, con o sin declaración previa de guerra, del terri-
torio de otro Estado, o -Prestación de apoyo a bandas arma-
das formadas en el territorio de otro Estado; o denegación de
apoyo, a pesar de la solicitud del Estado invadido; o negarse
a adoptar en su propio territorio todas las medidas que estén
en su mano para privar a esas bandas de cualquier ayuda o
protección.

La primera provisión se aplica sin ambigüedades a la invasión


anglo-estadounidense de Iraq. La segunda, de forma clara, se apli-
caría a la guerra de EEUU contra Nicaragua. Sin embargo, po-
dríamos conceder el beneficio de la duda a los actuales detentado-
res del poder en Washington y a sus mentores, considerándoles
sólo culpables del crimen menor de terrorismo internacional, pero
a escala inmensa y sin precedentes.

Puede recordarse también que en Nuremberg se definió la


agresión como -el supremo crimen internacional, diferencián-
dose de otros crímenes de guerra sólo en que contiene en sí
mismo el mal absoluto acumulado – por ejemplo, todo el
espanto y daño que ha inundado la torturada tierra de Iraq a
partir de la invasión anglo-estadounidense; y también en Ni-
caragua, si la acusación no se reduce al terrorismo interna-

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cional. Y asimismo en Líbano y, hasta llegar a la actualidad,
tantas y tantas otras víctimas que son olvidadas con total
facilidad con la excusa de que se trató de una acción
equivocada.

El 13 de enero pasado, un avión de combate controlado a dis-


tancia atacó un pueblo en Pakistán, asesinando a docenas de civi-
les, familias enteras que tan sólo vivían cerca de un a sospechada
guarida de Al Qaida. Esas acciones rutinarias atraen poca atención,
un legado del envenenamiento cultural moral llevado a cabo duran-
te siglos de bestialidad imperial.

El Tribunal Internacional no asumió la acusación de agresión


en el caso de Nicaragua. Las razones son instructivas y de enorme
relevancia contemporánea. El caso de Nicaragua fue presentado
por el profesor de Derecho de la distinguida Universidad de Har-
vard Abram Chayes, anterior consejero legal en el Departamento
de Estado. El Tribunal rechazó gran parte de su caso sobre la base
de que al aceptar la jurisdicción creada por el Tribunal Internacio-
nal de 1946, EEUU había introducido una reserva por la que que-
daban excluidos de procesamiento en virtud de tratados multilate-
rales, incluida la Carta de NNUU.

El Tribunal, por tanto, tuvo que restringir sus deliberaciones al


derecho internacional consuetudinario y a un tratado bilateral Ni-
caragua-EEUU, a fin de que las acusaciones más graves quedaran
excluidas. Incluso con una esfera tan reducida de actuación, el Tri-
bunal acusó a Washington de -uso ilícito de fuerza –hablando en
román paladino, de terrorismo internacional- y ordenó poner fin a
los crímenes y el pago de importantes compensaciones. Los Rea-

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ganitas reaccionaron mediante una escalada de la guerra, aproban-
do también ataques de sus fuerzas terroristas contra -objetivos
fáciles, blancos constituidos por civiles indefensos.

La guerra terrorista dejó el país arruinado, con un número de


muertes de 2,25 millones, más del total de la suma de todas las
víctimas de guerra de la historia de EEUU. Una vez que el destro-
zado país cayó de nuevo bajo control estadounidense, la situación
de miseria se deterioró aún más. Ahora es el segundo país más
pobre de Latinoamérica después de Haití – y de forma accidental,
también el segundo después de Haití en la intensidad de la inter-
vención estadounidense durante el pasado siglo. La forma habitual
de lamentar estas tragedias es decir que Haití y Nicaragua aparecen
-arrasadas por tormentas que ellas mismas han creado. Citan-
do al Boston Globe, en el extremo liberal del periodismo estadou-
nidense. Guatemala figura en el tercer lugar tanto por la mi seria
como por las intervenciones, más tormentas fabricadas asimismo
por su culpa…

Para el canon occidental, nada de esto existe. Todo está exclui-


do no sólo de los comentarios e historia en general, sino también,
elocuentemente, de la inmensa literatura sobre la Guerra contra el
Terror declarada de nuevo en 2001, aunque apenas pueda ser pues-
ta en duda su importancia.

Estas consideraciones están relacionadas con la frontera entre


terror y agresión. Qué ocurre con la frontera entre terror y resis-
tencia? Una de las cuestiones que se plantean es la legitimidad de
las acciones para conseguir -el derecho a la autodeterminación,
libertad e independencia derivadas de la Carta de las Nacio-

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nes Unidas de los pueblos privados a la fuerza de ese dere-
cho, particularmente de los pueblos bajo regímenes colonia-
les y racistas y ocupación extranjera Caen esas acciones bajo el
concepto de terror o de resistencia? Las palabras citadas provienen
de la denuncia más enérgica del crimen de terrorismo efectuada en
la Asamblea General de UN, en diciembre de 1987, asumida bajo
presiones Reaganitas. Por eso es, obviamente, una resolución im-
portante, incluso más aún por la casi unanimidad del apoyo presta-
do. La resolución fue aprobada, por 153 votos afirmativos frente a
2 negativos (sólo Honduras se abstuvo). Afirmaba que -nada en la
presente resolución podrá perjudicar en forma alguna el de-
recho a la autodeterminación, libertad e independencia, como
se señalaba en las palabras citadas. Los dos países que votaron en
contra de la resolución explicaron sus razones en la sesión de Na-
ciones Unidas. Se basaban precisamente en el párrafo citado.

Entendían que la frase -regímenes racistas y coloniales se


refería a su aliado, el apartheid sudafricano, que entonces consu-
maba sus masacres por los países vecinos y continuaban con la
brutal represión dentro del suyo. Evidentemente, EEUU e Israel
no podían aceptar la resistencia ante el régimen del apartheid, es-
pecialmente cuando estaba dirigido por el ANC de Nelson Mande-
la, uno de los -grupos más notoriamente terroristas del mundo,
como Washington lo definió en aquella época. Admitir legitimidad
a la resistencia contra -la ocupación extranjera era también in-
aceptable. Se entendía que la frase se refería a la ocupación militar
israelí apoyada por EEUU, que entonces cumplía veinte años.
Evidentemente, la resistencia a esa ocupación no podía ser nunca
consentida, aunque en la época de la resolución apenas existiera: a
pesar de las extendidas torturas, la degradación, la brutalidad, el

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robo de la tierra y los recursos y otras concomitancias familiares
para la ocupación militar, los palestinos bajo ocupación seguían
siendo todavía Samidin: aquellos que resisten silenciosamente.

No hay vetos a nivel técnico en la Asamblea General. En el


mundo real, un voto negativo de EEUU es un veto, de hecho es
un doble veto: la resolución no se cumple, por lo que resulta veta-
da como denuncia y como antecedente histórico. Debería añadirse
que esa pauta de votación es muy común en una amplia gama de
cuestiones tanto en la Asamblea General como en el Consejo de
Seguridad. Incluso desde mediados de la década de la década de los
sesenta, cuando el mundo se escapó de control, EEUU se mantu-
vo, con diferencia, a la cabeza de los países que utilizaban los vetos
en el Consejo de Seguridad, Gran Bretaña fue el segundo, sin nin-
gún otro país que se les aproximara. Tiene también algún interés
señalar que una mayoría del pueblo estadounidense es partidaria de
abandonar de l derecho al veto y de seguir la voluntad de la mayo-
ría incluso si Washington lo desaprueba, hechos virtualmente des-
conocidos en EEUU, y supongo que también en otros lugares.
Eso sugiere otra forma conservadora de abordar algunos de los
problemas mundiales: prestar atención a la opinión pública.

Hasta el momento actual, el terrorismo dirigido o apoyado por


los estados más poderosos no ha parado, eligiendo con frecuencia
medios escandalosos. Estos hechos ofrecen una útil sugerencia
acerca de cómo mitigar la plaga propagada por -los depravados
adversarios de la civilización misma en -una vuelta a la bar-
barie en tiempos modernos: Acabar con la participación y con el
apoyo al terrorismo. Eso contribuiría ciertamente a las objeciones
proclamadas. Pero esa sugerencia también está fuera de agenda por

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las razones de siempre. Cuando se la invoca en alguna ocasión, la
reacción que se produce nos lleva a reflexionar: una pataleta ale-
gando que quienes hacen esta propuesta, que realmente es más
bien conservadora, culpan de todo a EEUU. Incluso saneando
cuidadosamente la discusión, los dilemas surgen constantemente.
Muy recientemente afloró uno cuando Luis Posada Carriles entró
de forma ilegal en EEUU.

Aunque le apliquemos la definición operativa restringida de -


terror, es de forma clara uno de los más tristemente célebres terro-
ristas internacionales desde los años de la década de los sesenta
hasta la actualidad. Venezuela pidió que fuera extraditado para que
se enfrentara a la acusación de haber hecho estallar una bomba en
un avión de CUBANA en Venezuela en el que murieron 73 perso-
nas. Tras escapar increíblemente Posada de una prisión venezola-
na, el liberal Boston Globe informó, -Había sido contratado por
operativos secretos estadounidenses para dirigir la operación
de reabastecimiento desde El Salvador para la contra nicara-
güense – es decir, que había jugado un papel destacado en atroci-
dades terroristas que son incomparablemente peores que hacer
estallar el avión de CUBANA. De ahi el dilema. Citando a la pren-
sa: -Si fuese extraditado y se le sometiera a juicio, se estaría
enviando una señal preocupante a los agentes secretos ex-
tranjeros de que no pueden contar con la protección incondi-
cional del gobierno estadounidense, y se expondría a la CIA
a revelaciones públicas vergonzosas sobre anteriores actua-
ciones. Evidentemente, es un problema con difícil solución.

Afortunadamente, el dilema de Posada fue resuelto por los tri-


bunales, que rechazaron la solicitud de extradición, violando así el

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tratado de extradición firmado entre EEUU y Venezuela. Un día
después, el director del FBI, Robert Mueller, urgió a Europa a ace-
lerar las demandas estadounidenses de extradición que habían soli-
citado: -Siempre intentamos ver cómo podemos agilizar los
procesos de extradición, dijo. -Pensamos que se lo debemos a
las víctimas del terrorismo, para que vean que la justicia se
cumple de forma eficiente y efectiva. Poco después, en la Cum-
bre Ibero-Americana, los dirigentes de España y los países lati-
noamericanos -apoyaron los esfuerzos de Venezuela para que
EEUU extraditara [a Posadas] para someterlo a juicio por el
caso del avión de CUBANA, y condenaron de nuevo el bloqueo
estadounidense de Cuba, endosando las casi unánimes resoluciones
regulares de Naciones Unidas, la más reciente votada por 179 vo-
tos a favor y 4 en contra (EEUU, Israel, las Islas Marshall, Palau).

Tras fuertes protestas de la Embajada de EEUU, la Cumbre re-


tiró la petición de extradición pero se negó a ceder en la demanda
de que aquel país ponga fin a la guerra económica [contra Cuba].
Posada es libre por tanto de reunirse en Miami con su colega Or-
lando Bosch. Éste está implicado en docenas de crímenes terroris-
tas, incluida la voladura del avión de CUBANA, muchos de ellos
en suelo estadounidense.

El FBI y el Departamento de Justicia querían deportarle por


amenaza a la seguridad nacional, pero Bush puso mucho empeño
en garantizarle un perdón presidencial.

Hay muchos ejemplos de ese tipo. Deberíamos tenerlos pre-


sentes cuando leemos el pronunciamiento apasionado de Bush II
de que -EEUU no distingue entre quienes cometen actos de

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terror y quienes los apoyan, porque son igualmente culpables
de asesinato, y -el mundo civilizado debe llamar a capítulo a
esos países. Esto fue lo que se proclamó con grandes aplausos en
el National Endowment for Democracy unos cuantos días después
de que se rechazara la petición de extradición de Venezuela. Los
comentarios de Bush plantean otro dilema. Ya que EEUU es parte
del mundo civilizado, debería enviar a la fuerza aérea a bombardear
Washington; o declararse a si mismo fuera del mundo civilizado.
La lógica es impecable, pero afortunadamente, la lógica ha sido
despachada hacia el fondo del agujero de la memoria, al igual que
las perogrulladas morales.

La doctrina de Bush de que -quienes albergan a terroristas


son tan culpables como los mismos terrorismos fue promulga-
da cuando los talibanes pidieron evidencias antes de entregar a las
personas sospechosas, según EEUU, de terrorismo – no había
evidencias creíbles, como el FBI concedió muchos meses después.
Esa doctrina es tomada muy en serio. Graham Allison, especialista
en relaciones internacionales de Harvard, escribe que -se ha con-
vertido de hecho en una norma de relaciones internacionales,
revocando -la soberanía de los estados que proporcionan san-
tuario a los terroristas. Pero sólo en el caso de algunos estados,
gracias al rechazo del principio de universalidad.

Uno podría haber pensado que también se podría haber plan-


teado un dilema cuando John Negroponte fue nombrado para el
puesto de jefe del contraterrorismo. Como Embajador en Hondu-
ras durante los años ochenta, estuvo al frente de la mayor estación
de la CIA del mundo, no porque Honduras desempeñará un gran
papel de Honduras en los asuntos mundiales, sino porque Hondu-

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ras era la base principal de EEUU en la guerra terrorista interna-
cional por la que Washington fue condenado por el Tribunal In-
ternacional de Justicia y el Consejo de Seguridad (por ausencia de
veto). Conocido en Honduras como el Procónsul, Negroponte
tenía la misión de asegurar que las operaciones terroristas interna-
cionales, que alcanzaron niveles notables de brutalidad, funciona-
ran eficientemente. Sus responsabilidades en el control de la guerra
sobre el escenario sufrieron un vuelco al prohibirse la financiación
oficial en 1983, y tuvo que cumplir las órdenes de la Casa Blanca
de sobornar y presionar a los antiguos generales hondureños para
que aumentaran sus apoyos a la guerra terrorista utilizando fondos
procedentes de otras fuentes, más tarde llegaron fondos transferi-
dos ilegalmente de la venta de armas de EEUU a Irán.

El más vicioso de los asesinos y torturadores hondureños fue


el General Álvarez Martínez, jefe de las fuerzas armadas hondure-
ñas en aquella época, quien había informado a EEUU de que -
tenía la intención de utilizar el método argentino para elimi-
nar a los sospechosos de subversión. Negroponte negó siempre
los espantosos crímenes de estado cometidos en Honduras asegu-
rando que la ayuda militar continuaría fluyendo para el terrorismo
internacional. Conociendo todos los hechos de Álvarez, la admi-
nistración Reagan le concedió la medalla del Mérito de la Legión
por -apoyar el éxito de los procesos democráticos en Hondu-
ras.

La unidad de elite responsable de los peores crímenes en Hon-


duras era el Batallón 3-16, organizado y preparado por Washington
y sus asociados neo-nazis argentinos. Los oficiales militares hondu-
reños a cargo del Batallón figuraban en la nómina de la CIA.

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Cuando el gobierno de Honduras trató finalmente de abordar esos
crímenes y llevar a los responsables de los mismos a la justicia, la
administración Reagan-Bush rechazó permitir que Negroponte
testificara, como requirieron los tribunales.

No hubo virtualmente reacción alguna ante el nombramiento


de un importante terrorista internacional para el puesto más im-
portante del contraterrorismo mundial. Ni tampoco frente al
hecho de que, justo al mismo tiempo, a la heroína de la lucha po-
pular que derrocó el atroz régimen de Somoza en Nicaragua, Dora
María Téllez, se le negara un visado por terrorista para ir a enseñar
en el Harvard Divinity School.

Su crimen era haber ayudado a derrocar a un tirano y asesino


de masas apoyado por EEUU. Orwell no habría sabido si llorar o
reír. Hasta el momento, me he estado ajustando a la clase de tópi-
cos que podrían abordarse en una discusión sobre la Guerra contra
el Terror que no ha sido deformada por las leyes de hierro de la
doctrina. Y eso apenas llega a arañar la superficie. Pero permítan-
me ahora asumir la hipocresía y cinismo reinantes en Occidente y
mantener la definición operativa de terror. Es idéntica a las defini-
ciones oficiales, pero con la misma excepción de Nuremberg: el
terror inadmisible es tu terror; el nuestro está exento. Sin duda,
incluso con esta limitación, el terror es un problema importante. Y
mitigar o acabar con esa amenaza debería ser una prioridad absolu-
ta.

Lamentablemente, no lo es. Todo eso es demasiado fácil de


demostrar y, probablemente, las consecuencias van a ser muy gra-
ves. La invasión de Iraq es quizás el ejemplo más aplastante de la

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escasa prioridad concedida por los dirigentes anglo-
estadounidenses a la amenaza del terror. Los planificadores de
Washington habían advertido, incluso a través de sus propias
agencias de inteligencia, que era probable que la invasión aumenta-
ra el riesgo del terrorismo. Y así fue, como sus propias agencias de
inteligencia lo confirman.

El Consejo Nacional de Inteligencia informó hace un año que -


Iraq y otros posibles conflictos en el futuro podrían propor-
cionar reclutamiento, campos de entrenamiento, habilidades
técnicas y capacidad para una nueva clase de terroristas que
se han –profesionalizado- y para quienes la violencia política
se convierte en un fin en sí misma, extendiéndose por todas
partes para defender las tierras musulmanas de los ataques de -
invasores infieles- mediante una red globalizada de -difusos
grupos islámicos extremistas con Iraq reemplazando ahora los
campos de entrenamiento afganos para esa red más extensa; todo
como resultado de la invasión. Un examen gubernamental de alto
nivel de la -guerra contra el terror dos años después de la inva-
sión -se centró en cómo afrontar el aumento de una nueva
generación de terroristas entrenados en Iraq en los dos últi-
mos años.

Altos funcionarios gubernamentales están concentrando su


atención cada vez más para poder anticipar lo que uno llamó -el
desangramiento- de cientos o miles de yihadistas entrenados en
Iraq regresando a sus países de origen a través de Oriente Próximo
y Europa Occidental. -Es un elemento nuevo de una ecuación
nueva, dijo un antiguo funcionario de la administración Bush. -Si

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no sabes quiénes están en Iraq, cómo vas a localizarles en
Estambul o en Londres? ( Washington Post).

El pasado mayo, la CIA informó que -Iraq se ha convertido


en un imán para los militantes islámicos de forma parecida a
como lo fue el Afganistán ocupado por los soviéticos de hace
dos décadas y Bosnia en la década de 1990, según afirmaron
los funcionarios estadounidenses en el New York Times .

La CIA concluyó que -Irak puede probar ser un campo de


entrenamiento de extremistas islámicos más efectivo aún de
lo que fue Afganistán en los primeros tiempos de Al Qaeda,
porque está sirviendo como auténtico laboratorio mundial
para el combate urbano.

Poco después de las bombas de Londres en julio pasado,


Chatham House publicó un estudio que concluía diciendo que -no
hay duda de que la invasión de Iraq ha servido para impulsar
la red de Al Qaida en cuanto a propaganda, reclutamiento y
aumento de financiación, mientras que ha proporcionado un
área ideal de entrenamiento a los terroristas; y que -el Reino
Unido estará sometido a riesgos especiales por ser el aliado
más cercano de EEUU y va a horcajadas de la política esta-
dounidense en Iraq y Afganistán.

Hay extensas evidencias que muestran que –como ya se vatici-


nó- la invasión ha aumentado el riesgo de terrorismo y prolifera-
ción nuclear. Desde luego, ninguna de esas evidencias muestra que
los planificadores prefirieran estas consecuencias, pero sí deja ver
que no les preocupaban gran cosa en comparación con prioridades

25
más importantes y poco claras, sólo a aquellos que prefieren lo que
los investigadores en derechos humanos denominan en algunas
ocasiones -ignorancia deliberada.

Una vez más encontramos, y muy fácil facilmente, una vía para
reducir la amenaza del terrorismo: no actuar de forma que –
previsiblemente- se aumente la amenaza. Aunque se previno un
aumento del terror y de la proliferación, la invasión lo consiguió
incluso por vías imprevisibles. Se dice a menudo que no se encon-
traron armas de proliferación masiva en Iraq tras una búsqueda
exhaustiva. Sin embargo, eso no es muy exacto. Había depósitos
de esas armas en Iraq: fundamentalmente las producidas en la dé-
cada de los ochenta gracias a la ayuda proporcionada por EEUU e
Inglaterra, entre otros. Esos lugares habían sido revisados por los
inspectores de Naciones Unidas, quienes desmantelaron el arma-
mento. Pero los inspectores fueron despedidos por los invasores y
los lugares quedaron sin vigilancia.

No obstante, los inspectores continuaron desarrollando su tra-


bajo con imágenes vía satélite. Descubrieron un sofisticado saqueo
masivo de estas instalaciones en unos 100 lugares, incluido el equi-
pamiento para producir misiles a propulsión sólidos y líquidos,
bio-toxinas y otras sustancias utilizables para elaborar armas quí-
micas y biológicas, un equipo de alta precisión capaz de construir
elementos para elaborar armas químicas y nucleares y misiles. Un
periodista jordano fue informado por funcionarios encargados de
vigilar la frontera jordano-iraquí que una vez que las fuerzas anglo-
estadounidenses se hicieron con el país, se detectaron materiales
radioactivos en uno de cada ocho camiones que cruzaban hacia
Jordania con destino desconocido.

26
Las ironías son casi inexpresables. La justificación oficial para
la invasión anglo-estadounidense fue impedir el uso de unas armas
de destrucción masiva que no existían. La invasión proporcionó
medios para desarrollar armas de destrucción masiva a los terroris-
tas que se movilizaron por culpa de EEUU y sus aliados, a saber,
mediante el equipamiento que ellos habían proporcionado a Sad-
dam, despreocupándose de los terribles crímenes que evocaron
después a fin de conseguir apoyos para la invasión. Es como si
Irán estuviera ahora creando armas nucleares utilizando los mate-
riales que para la fusión nuclear proporcionó EEUU al Irán del
Shah – lo que podría efectivamente estar sucediendo. Los progra-
mas para recuperar y obtener esos materiales tuvieron un éxito
considerable en los noventa, pero al igual que la guerra contra el
terror, esos programas cayeron víctimas de las prioridades de la
administración Bush mientras ellos dedicaban su energía y recursos
a invadir Iraq.

En otros lugares de Oriente Próximo también se consideraba


el terror como algo secundario frente a la necesidad de asegurar
que la región está controlada. Otro ejemplo es la imposición de
Bush de nuevas sanciones a Siria en mayo de 2004, poniendo en
práctica el Acta de Responsabilidad de Siria aprobada por el Con-
greso unos cuantos meses antes. Siria está en la lista oficial de esta-
dos que patrocinan el terrorismo, a pesar de que Washington ha
reconocido que Siria no ha estado implicada en actos terroristas
desde hace muchos años y que ha cooperado en gran medida a la
hora de proporcionar datos importantes de inteligencia a Washing-
ton sobre Al Qaida y otros grupos islamistas radicales.

27
La gravedad de la preocupación de Washington acerca de los
vínculos de Siria con el terrorismo se reveló cuando el Presidente
Clinton ofreció sacar a Siria de la lista de patrocinadores del terro-
rismo si se mostraba de acuerdo con las condiciones de paz de
EEUU e Israel en la zona. Cuando Siria insistió en recuperar su
territorio ocupado, siguió en la lista. La puesta en práctica del Acta
de Responsabilidad de Siria privó a EEUU de una fuente impor-
tante de información sobre el terrorismo islamista radical para tra-
tar de lograr el objetivo mas importante de establecer en Siria un
régimen que aceptara las demandas israelo-estadounidenses.

Volviendo a otro ámbito, el Departamento del Tesoro tiene


una oficina (OFAF, Oficina de Control de Activos Extranjeros)
que tiene asignada la tarea de investigar las transferencias financie-
ras sospechosas, un elemento central de la -guerra contra el te-
rror. En abril de 2004, la OFAC informó al Congreso que de sus
120 empleados, cuatro fueron asignados para seguir la pista de las
finanzas de Osama bin Laden y Sadam Husein, mientras que casi
dos docenas se ocupaban de reforzar el embargo contra Cuba. De
1999 a 2003, hubo 93 investigaciones sobre terrorismo con fondos
por valor de 9000 dólares y 11.000 investigaciones sobre Cuba con
8 millones de dólares en fondos. Las conclusiones recibieron un
trato de silencio en los medios estadounidenses, así como en otras
partes, que yo sepa.

¿Por qué debería el Departamento del Tesoro dedicar más


energía a estrangular a Cuba que a la -guerra contra el terror? Las
razones fundamentales aparecían explicadas en documentos inter-
nos de los años Kennedy-Johnson.

28
Los planificadores del Departamento de Estado advirtieron
que la existencia misma del régimen de Castro es un -desafío
triunfante- a las políticas estadounidenses que se remonta a 150
años atrás, a la Doctrina Monroe; no a los rusos, sino el intolerable
desafío al dueño del hemisferio, igual que ocurrió con el caso de
Irán con el desafío exitoso en 1979, o el rechazo por Siria de las
demandas de Clinton. Supimos por documentos internos que se
consideraba totalmente legítimo castigar a la población. -El pue-
blo cubano es responsable de su régimen, decidió el Departa-
mento de Estado de Eisenhower, por lo que EEUU tiene el dere-
cho de hacerles sufrir mediante el estrangulamiento económico,
llegando posteriormente al terrorismo directo de Kennedy. Eisen-
hower y Kennedy estuvieron de acuerdo en que el embargo apre-
suraría la salida de Fidel Castro como consecuencia del -malestar
creciente entre los hambrientos cubanos.

El pensamiento fundamental fue resumido por el funcionario


del Departamento de Estado Lester Mallory: Castro sería elimina-
do -mediante el desencanto y el desafecto debido a la insatis-
facción y a la dureza económicas, por eso deberían empren-
derse con prontitud todos los medios posibles a fin de debili-
tar la vida económica de Cuba para llevar hambre, desespe-
ración y el derrocamiento del gobierno. Cuando Cuba estaba
en situación desesperada tras el colapso de la Unión Soviética,
Washington intensificó el castigo al pueblo cubano, a iniciativa de
los liberales demócratas. El autor de las medidas de 1992 para in-
tensificar el bloqueo declaraba que -mi objetivo es causar estra-
gos en Cuba (Representante Robert Torricelli). Todo este estado
de cosas ha proseguido hasta el momento actual.

29
A la administración Kennedy le preocupaba mucho de que la
amenaza del desarrollo consolidado de Cuba pudiera ser un mode-
lo para otros. Pero aparte de estas preocupaciones normales, el
desafío con éxito es en sí mismo intolerable, y combatirlo alcanza
un puesto mucho más alto, como prioridad, que el de luchar co-
ntra el terror. Estos son sólo unos ejemplos más de principios bien
establecidos, racionales a nivel interno, muy claros para las vícti-
mas, pero apenas perceptibles en el mundo intelectual de los repre-
sentantes.

Si reducir la amenaza del terrorismo fuera una prioridad fun-


damental para Washington o Londres, como así debería ser, habría
vías para poder actuar – además de la inadecuada idea de retirar la
participación. El primer peldaño sería, sencillamente, intentar en-
tender sus raíces.

Con respecto al terrorismo islámico, hay un amplio consenso


entre las agencias de inteligencia y los investigadores. Identifican
dos categorías: los yihadistas, que se consideran ellos mismos co-
mo vanguardia, y su auditorio, que puede rechazar el terrorismo
pero que, sin embargo, considera justa su causa.

Una seria campaña contraterrorista empezaría por tanto consi-


derando los agravios y, allí donde sea conveniente, los debería so-
meter a tratamiento, que es lo que tendría que hacerse con o sin la
amenaza del terrorismo.

Hay amplio consenso entre los especialistas de que el terroris-


mo al estilo de Al Qaeda -es actualmente menos un producto
del fundamentalismo islámico que un sencillo objetivo estra-

30
tégico: forzar a los EEUU y a sus aliados estratégicos occi-
dentales a retirar sus fuerzas de combate de la Península
Arábiga y de otros países musulmanes (Robert Pape, quien ha
hecho la investigación más importante sobre los suicidas-bomba).
Serios analistas han señalado que las palabras y los hechos de Bin
Laden están muy correlacionados.

Los yihadistas organizados por la administración Reagan y sus


aliados pusieron fin a su terrorismo con sede afgana en el interior
de Rusia una vez que los rusos se retiraron de Afganistán, aunque
lo prosiguieron desde la musulmana Chechenia ocupada, escenario
de horripilantes crímenes rusos que nos hacen retroceder al siglo
XIX. Osama se volvió en 1991 contra EEUU porque los conside-
ró ocupantes de la tierra sagrada árabe; lo que fue admitido más
tarde por el Pentágono como razón para cambiar de sitio las bases
estadounidenses de Arabia Saudí a Iraq. Además, estaban enojados
con aquel país por rechazar unirse al ataque contra Saddam.

En la más amplia investigación académica del fenómeno de la


yihad, Fawaz Gerges llega a la conclusión que, tras el 11-S, -la res-
puesta dominante en el mundo musulmán hacia Al Qaeda
fue muy hostil, especialmente entre los yihadistas, que lo miraban
como un ala extremista peligrosa.

En lugar de valorar esa oposición ante Al Qaeda que se ofreció


a Washington, -la vía más efectiva de acabar con algo encon-
trando -medios inteligentes para alimentar y apoyar las fuer-
zas internas que se oponían a ideologías militantes como la
red de bin Laden, expone, la administración Bush hizo exacta-

31
mente lo que bin Laden esperaba que hiciera: recurrir a la violen-
cia, particularmente con la invasión de Iraq.

La medersa de Al-Azhar, en Egipto, la institución más antigua


de enseñanza religiosa superior d el mundo islámico, emitió una
fatwa, que consiguió grandes apoyos, aconsejando a -todos mu-
sulmanes del mundo emprender la yihad contra las fuerzas
invasoras estadounidenses en una guerra que Bush había decla-
rado contra el Islam.

Una personalidad religiosa de Al-Azhar, que había sido -uno


de los primeros académicos musulmanes en condenar a Al
Qaeda, y era a menudo acusado por clérigos ultra conserva-
dores como reformador pro-occidental, decidió que los es-
fuerzos para detener la invasión estadounidense [de Iraq] son
un -deber islámico obligatorio-.

Investigaciones realizadas por la inteligencia saudí e israelí,


apoyadas por institutos de estudios estratégicos, concluyen que los
combatientes extranjeros en Iraq, que suponen el 5-10% de la in-
surgencia, se habían movilizado a causa de la invasión y no tenían
antecedentes previos de asociación con grupos terroristas. Son
impresionantes los logros de los planificadores de la administra-
ción Bush inspirando el radicalismo islámico y el terrorismo y
uniéndose a Osama en la creación de un -choque de civilizacio-
nes-.

Michael Scheuer, el antiguo analista de la CIA responsable de


seguir el rastro de Osama bin Laden desde 1996, escribe que -Bin
Laden ha sido muy preciso al expresarle a EEUU las razones

32
por las que ha emprendido la guerra contra nosotros. Ningu-
na de esas razones tiene nada que ver con nuestras libertades
y democracia, sino todo que ver con las políticas y acciones
de EEUU en el mundo musulmán. La preocupación de Osama
-es cambiar de manera drástica las políticas occidentales y
estadounidenses en el mundo musulmán, Scheuer escribe: -Es
un guerrero práctico, no un terrorista apocalíptico en busca
del Armageddon.

Como Osama repite constantemente, -Al Qaeda no apoya a


la resistencia islámica que trata de conquistar nuevas tierras.
Al preferir consolar ilusiones, Washington ignora -el poder ideo-
lógico, la letalidad y el potencial de crecimiento de la amena-
za personificada por Osama bin Laden, así como el ímpetu
que a esa amenaza le ha dado la invasión y la ocupación, en-
cabezada por EEUU, del Iraq musulmán, [que es] la guinda
en el pastel para Al Qaeda. -Las fuerzas y políticas estadou-
nidenses están logrando que se complete la radicalización
del mundo islámico, algo que Osama bin Laden ha estado
tratando de hacer con considerable pero incompleto éxito
desde los primeros años de la década de 1990. Como resulta-
do, [Scheuer añade], es justo concluir que los Estados Uni-
dos de América siguen siendo el único aliado insustituible de
bin Laden.

Los agravios son muy reales. Un panel consultivo del Pentágo-


no concluía hace un año que -los musulmanes -no odian nues-
tra libertad, sino que más bien odian nuestras políticas, aña-
diendo que -cuando la diplomacia estadounidense habla de

33
llevar la democracia a las sociedades islámicas, es visto nada
más que como una hipocresía egoísta.

Las conclusiones se retrotraen a hace muchos años. En 1958,


el Presidente Eisenhower se sentía desconcertado por -la campa-
ña de odio contra nosotros en el mundo árabe, -no por parte de
los gobiernos sino de los pueblos, que están -del lado de Nas-
ser, apoyando el nacionalismo laico independiente. Las razones de
la -campaña de odio- fueron subrayadas por el Consejo Nacional
de Seguridad: -A los ojos de la mayoría de los árabes, EEUU
parecen oponerse a la consecución de los objetivos del na-
cionalismo árabe. Creen que EEUU está buscando proteger
sus intereses petrolíferos en Oriente Próximo mediante el
apoyo al statu quo y oponiéndose al progreso político y eco-
nómico. Además, esa percepción es compresible: -nuestros inte-
reses económicos y culturales en la zona han llevado de for-
ma antinatural a que EEUU estreche relaciones con elemen-
tos del mundo árabe cuyos intereses fundamentales descan-
san en el mantenimiento de relaciones con Occidente y del
statu quo en sus países, impidiendo la democracia y el desarro-
llo.

El Wall Street Journal halló más de lo mismo cuando investigó


las opiniones de -acaudalados musulmanes- inmediatamente
después del 11-S: banqueros, profesionales, empresarios, se sentía
comprometidos con los -valores occidentales- oficiales y esta-
ban empotrados en el proyecto de globalización neoliberal.
Estaban también consternados por el apoyo de Washington a
estados autoritarios duros y por las barreras levantadas

34
contra el desarrollo y la democracia al -apoyar a regímenes
opresores.

Sin embargo, tenían nuevos agravios más allá de los apuntados


por el Consejo Nacional de Seguridad en 1958: el régimen de san-
ciones de Washington contra Iraq y el apoyo a la ocupación militar
israelí y la absorción de los territorios.

No se investigó a las inmensas cantidades de gente pobre y su-


friente, pero es probable que sus sentimientos fueran más intensos,
asociados con un amargo resentimiento hacia las elites accidentali-
zadas y hacia los gobernantes brutales y corruptos respaldados por
el poder occidental que están asegurando que la enorme riqueza de
la región fluya hacia occidente, además de enriquecerse ellos mis-
mos.

La invasión de Iraq más que anticipar sólo intensificó aún más


esos sentimientos.

Hay caminos para abordar de forma constructiva la amenaza


del terror, aunque no aquellos que prefiere el -aliado indispensa-
ble de Bin Laden, o aquellos que tratan de no ver el mundo real
mediante sorprendentes poses heroicas acerca del fascismo islámi-
co, o que simplemente declaran que no se pueden hacer propues-
tas cuando hay propuestas válidas que no les gustan. Las vías cons-
tructivas tienen que empezar con una mirada honesta frente al
espejo, algo que es necesario siempre, aunque no sea tarea fácil.

_________

35
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dades.

La empresa Telefónica, saco unas PUA (Pautas de Uso Aceptable)


donde indica la determinación de NO permitir a ninguna persona enviar
mas de 50 correos por hora, ni mas de 500 por día, sean Spam o no,
mostrando claramente su intención de arancelar-en el futuro cercano- el
resto de los envíos como si fueran las estampillas de las cartas comunes,

37
o pulsos de los llamados telefónicos, cuando todos sabemos que la co-
municación IP es gratuita e Internet es un territorio libre.

Un Proyecto de Ley de Censura (antiSpam) del Diputado Nacional


Osvaldo Nemirovsi, de Bariloche, Presidente de la Comisión de Comu-
nicaciones e Informática de la Cámara de Diputados de la Nación dispo-
ne cederle el poder de Censura sobre los medios periodísticos de Inter-
net a los servidores como Ciudad Internet (grupo Clarín), Arnet (Telefó-
nica) o Sinectis ( TyC y Perfil), lo que resulta aberrante (el lobo cuidando
el comportamiento de los corderos) y coincide con lo solicitado por los
gerentes y abogados de las Corporaciones.

Así las corporaciones aplastan el derecho a la información y a la libre


circulación de las ideas poniéndose por encima de las leyes del Congreso
y los legisladores nombrados por el pueblo que no coincidan con sus
intereses. -Esto es lo que se llama aquí -libertad de prensa-. Liber-
tad de los intereses antinacionales y antipopulares, para impedir
que tenga medios de expresión. lo nacional y popular.(Arturo Jau-
retche)

La NAC&POP no se hace responsable por el contenido de los artí-


culos de opinión que se difundan por esta red ya que deben ser conside-
rados realizados por los compañeros a titulo personal.

Director Editorial: Martín García / Coordinadora General: Rosana


Salas

gentileza de edgar smith <[email protected]>

38
Los siete pecados sociales

1. Política sin principios


2. Economía sin moral
3. Bienestar sin trabajo
4. Educación sin carácter
5. Ciencia sin humanidad
6. Goce sin conciencia
7. Culto sin sacrificio

Mahatma Ghandi
(1869-1948)

39

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