Teoria Del Delito
Teoria Del Delito
Teoria Del Delito
4.1.1 Conducta
Es toda actuación controlada y dirigida por la voluntad del hombre que causa un
resultado en el mundo fenomenológico.
4.1.2 Nexo entre Conducta y Resultado
La prueba de la relación de causalidad es un elemento imprescindible en los
delitos de resultado para la calificación como típica de la conducta.
4.1.2.1 Teoría de la Equivalencia de Condiciones
La teoría causal más extendida y comúnmente admitida es la teoría de la
equivalencia de condiciones, si bien no en su versión tradicional (conditio sine qua
non), sino como teoría causal que explica lógicamente por qué a una acción le
sigue un resultado en el mundo exterior según las leyes de la naturaleza. Una vez
constatada la existencia de una relación de causalidad, en algunos supuestos será
necesario comprobar que, además, la conducta es imputable a su autor. Esta
atribución se realiza, según la teoría de la imputación objetiva, con base a criterios
normativos limitadores de la causalidad natural. En primer lugar, habría que
constatar que la conducta o acción incrementó el riesgo prohibido y, a
continuación, que el riesgo creado fue el que se materializó efectivamente en el
resultado producido.
4.1.2.2 Teoría de la Imputación Objetiva
Ante la crítica doctrinal de la teoría de la causalidad en España y Alemania, se
elaboró esta teoría alternativa. Existen tipos penales de cuya causalidad se duda o
que, siendo causales, se duda de su tipicidad. El ejemplo más claro de esta crítica
son los delitos omisivos. En estos tipos, la no realización de una conducta es lo
que se pena, pero no es racionalmente posible atribuir a esa inacción el posible
resultado posterior, pues no se sabe qué sucedería si el agente hubiese actuado
como se lo pide la norma.
Ante este obstáculo, la doctrina ha elaborado la teoría del riesgo típicamente
relevante, para poder atribuir tipicidad a una acción. En primer lugar se analiza si,
efectivamente, la conducta realizada despliega un riesgo de entre los tutelados por
la norma penal. Así, en caso de un delito comisivo, el análisis de una conducta
homicida deberá determinar que, por ejemplo, disparar a otro con un arma de
fuego es una conducta que despliega un riesgo, de los contemplados por la
norma, que prohíbe el homicidio; es decir, que es idóneo para entrar dentro de la
descripción normativa de homicidio. De esta forma, causar la muerte a otro
clavándole una aguja en el dedo, provocando así una reacción química inesperada
no es un riesgo de los previstos por la norma penal, pues el clavar una aguja a
otra persona no es una conducta socialmente vista como suficientemente riesgosa
para causar un homicidio (aunque, efectivamente, exista una relación causal).
Por el otro lado, en el supuesto de un delito omisivo, como el de no socorrer a
alguien que está en peligro, la conducta de no hacer nada no es causal del posible
daño posterior, pero sí despliega un riesgo de los previstos por la norma. Es decir,
no hacer nada ante esa situación es justamente aquello que la norma penal busca
prevenir. A partir de la constatación de ese riesgo típicamente relevante, se debe
comprobar si el resultado (la muerte, las lesiones, etc.) es expresión de ese riesgo
y no fruto de otras conductas o eventos ajenos al agente. Este último análisis no
se realiza en delitos llamados «de mera actividad» en los que no hace falta un
resultado para que haya delito (por ejemplo, el de allanamiento de morada).
4.1.3 Resultado
El resultado es la consecuencia externa y observable derivada de la acción
(manifestación de voluntad). Los códigos penales castigan en algunos casos la
acción (delitos de simple actividad) y en otros el resultado que se deriva de ésta
(delitos de resultado). Pero también puede haber conductas de no hacer o dejar
de hacer que traen como consecuencia un resultado y puede ser formal o material.
4.2 Faz Subjetiva del Tipo Dolo
El dolo ha sido definido por numerosos e importantes autores, entre los que
destacan Hernando Grisanti, Francesco Carrara, Manzini y Luis Jiménez de Asúa,
quienes han emitido un concepto completo de lo que se entiende por el dolo.
4.2.2 Culpa
La psicología dice que la culpabilidad como relación psicológica del autor con el
hecho y la posición psicológica frente a él. La relación dada puede ser indirecta y
radicar en un prever que no es otra cosa que un caso de culpa pero está vinculado
a la acción.
La normativa en este caso la culpa no se agota con psicología y el dolo y la culpa
es un juicio formulado sobre los juicios de hecho.
El tipo culposo individualiza una conducta (al igual que el doloso). La conducta no
se concibe sin voluntad, y la voluntad no se concibe sin finalidad, la conducta que
individualiza el tipo culposo tendrá una finalidad, al igual que la que individualiza el
tipo doloso.
Pero el tipo culposo no individualiza la conducta por la finalidad sino porque en la
forma en que se obtiene esa finalidad se viola un deber de cuidado.
4.2.2.1 Formas de Culpa
Imprudencia: Afrontar un riesgo de manera innecesaria pudiendo evitarse
(hacer de más).
Negligencia: Implica una falta de actividad que produce daño (no hacer).
Impericia: Se presenta en aquellas actividades que para su desarrollo
exigen conocimientos técnicos especiales (no saber hacer).
Inobservancia de reglamentos: Puede implicar dos cosas. O conociendo las
normas se vulneran, lo que implica "imprudencia". O, teniendo obligación de
conocer los reglamentos, se desconocen y se despliega, entonces, una
actividad que implica "negligencia".
Error en el golpe (aberratio ictus) se suele dar en los delitos contra la vida y
la integridad física. El sujeto activo, por su mala puntería mata a Carmen en
vez de a José. En este caso se considera que hay tentativa de delito doloso en
concurso con un delito imprudente consumado; un sector doctrinal considera
que al ser resultados típicos equivalentes la solución debe ser igual que en el
error sobre la persona y aparecería un único delito consumado. Según el
profesor Muñoz Conde, esta solución seria injusta cuando además de la
tercera persona alcanzada por el disparo, también es dañado la persona a la
que pretendía herir, y desde luego no se puede aplicar con resultados
heterogéneos.
5. La Antijuridicidad
La antijuridicidad es aquel desvalor que posee un hecho típico contrario a las
normas del Derecho en general (no sólo al ordenamiento penal). Es lo contrario a
Derecho, por lo tanto, no basta que la conducta encuadre en el tipo penal, se
necesita que esta conducta sea antijurídica, considerando como tal, a toda aquella
definida por el ordenamiento, no protegida por causas de justificación.
La antijuridicidad precisamente radica en contrariar lo establecido en la norma
jurídica. Para que sea delictuosa, la conducta ha de ser típica, antijurídica y
culpable. La antijuridicidad es otro de los elementos estructurales del delito.
Se le puede considerar como un "elemento positivo" del delito, es decir, cuando
una conducta es antijurídica, es considerada como delito. Para que la conducta de
un ser humano sea delictiva, debe contravenir el Derecho, es decir, ha de ser
antijurídica.
Se considera un concepto jurídico que supone la comparación entre el acto
realizado y lo establecido por el ordenamiento y que denota como ésta es una
conducta contraria a Derecho, "lo que no es Derecho", aunque en realidad la
conducta antijurídica no está fuera del Derecho, por cuanto este le asigna una
serie de consecuencias jurídicas.
5.1 Antijuridicidad Formal y Material
Tradicionalmente, se ha venido distinguiendo entre la antijuridicidad formal, que es
aquella que viola lo señalado por la Ley, y la material, cuando se trata de una
conducta antisocial.
En realidad, una antijuridicidad material sin la antijuridicidad formal no tiene
ninguna relevancia para el Derecho. Por otro lado, la antijuridicidad material sirve
de fundamento para la formal, de tal modo que aquella conducta prohibida por la
ley debe serlo porque protege un bien jurídico.
Determinantes de su existencia:
o Valoración de conducta: La culpabilidad exige inexcusablemente una
valoración del comportamiento humano, y allí donde pueda hacerse un
juicio de reproche puede existir una culpabilidad.
o Juicio de reproche: Es la valoración que se hace en el individuo que
cometió un ilícito y su correspondiente acción. En el juicio de reproche se
individualiza la pena, es decir, se vincula al hecho injusto con su autor.
Estructurantes:
o La imputabilidad: la capacidad de conocer lo injusto del actuar, así
como de reconocer la posibilidad de actuar de otra manera.
o La conciencia de antijuridicidad: la posibilidad de comprender lo
injusto del acto concreto.
o La exigibilidad de actuar de forma diferente: la posibilidad de
autodeterminarse conforme al Derecho en el caso concreto.
6.2 La Imputabilidad
Establece la capacidad de conocer lo injusto (su "maldad") o inconveniencia para
la sociedad, o simplemente, que esta no es apropiada; así como de reconocer la
posibilidad de actuar de otra manera.
Un imputable es capaz de comprender el elemento de reproche que forma parte
de todo juicio penal, y por lo tanto, si se le halla culpable, será acreedor de una
pena. Si no lo puede comprender, será inimputable, no podrá serle reprochada su
conducta y el juez, llegado el caso, podrá someterlo a una medida de seguridad y
no a una pena.
6.2.1 Enfermedad Mental
La generalidad de los Códigos Penales incluyen en un mismo artículo dos
supuestos, la anomalía o alteración psíquica y el trastorno mental transitorio. Se
considera que tales supuestos constituyen una situación de inimputabilidad para el
sujeto.
La alteración psíquica trata sobre trastornos mentales psíquicos u orgánicos en los
cuales se encuentra presente una desorganización profunda de la personalidad,
alteraciones del juicio crítico y de la relación con la realidad, trastornos del
pensamiento, ideas y construcciones delirantes, así como trastornos sensoriales,
en definitiva, estímulos que anulan el equilibrio psíquico y la capacidad de obrar.
Pudiendo englobar este glosario en el concepto más amplio de Enajenación
Mental, excluyendo las neurosis y psicopatías y considerando las psicosis y
enfermedades orgánico cerebrales.
Según J. Homs Sanz de la Garza, la enajenación mental (EM) es una figura
jurídica determinada con importantes relaciones con el trastorno mental transitorio
(TMT), con entidad propia que exige un tratamiento y estudio diferenciado de la
EM.
Las siguientes patologías quedan encuadradas por la jurisprudencia y por la
doctrina (Joaquín Homs Sanz de la Garza, Francisco Javier Álvarez García) bajo
la figura jurídica de la EM, dichas patologías son las siguientes: psicosis tales
como la esquizofrenia, la paranoia, los trastornos bipolares maniaco-depresivos,
determinadas neurosis graves como la histeria o la obsesiva. Además también se
tienen en cuenta otras psicopatías y patologías como el alcoholismo degenerativo
crónico, drogadicción con menoscabo de la capacidad intelectiva, ludopatía,
oligofrenia, personalidad delirante y trastornos de la personalidad.
No obstante, determinadas enfermedades mentales dan lugar a episodios
transitorios, que tras desarrollar su virulencia desaparecen sin ningún rastro
aparente. Sin embargo, no es así en los casos de EM, ya que la duración del
trastorno es crónica y larga, en consecuencia, en la EM, la prueba de que el sujeto
activo sufre una patología mental grave crónica, es fundamental para apreciar la
inimputabilidad del sujeto aunque debido precisamente al carácter crónico de su
enfermedad mental se exigirá una condena con medidas de seguridad.
6.2.2 Trastorno Mental Transitorio
Patología caracterizada por manifestaciones psíquicas de entidad patológica que
emergen en forma de brotes puntuales causando trastornos de corta duración,
quedando el sujeto en situación de inimputabilidad para a continuación remitir y
desaparecer completamente.
En el caso del trastorno mental transitorio, es fundamental poder apreciar que
tales manifestaciones patológicas han sido un brote puntual y de carácter
exógeno. Ante estas circunstancias, el Ordenamiento Jurídico aprecia que la
enfermedad mental y el trastorno mental transitorio difieren en la duración del
trastorno y en las causas que lo provocan, por tanto se consideran típicas del
trastorno mental transitorio, aquellas manifestaciones psíquicas de entidad
patológica de carácter puntual y exógenas. Ya que el sujeto activo, al no ser un
auténtico enajenado, no puede ser sometido a internamiento, y tras probarse la
falta de peligrosidad del sujeto, se deberá de omitir las medidas de seguridad.
Dentro del mismo se encuadran aquellos trastornos del control de los impulsos y
otras manifestaciones psicológicas que anulan la imputabilidad temporalmente,
tales como el trastorno explosivo aislado, trastornos por consumo de drogas y
tóxicos, la piromanía, cleptomanía y el juego patológico o ludopatía, como
afecciones que inciden en la conciencia hasta el punto de anularla. Se incluyen
también aquellos supuestos de hipnosis e inconsciencia por sueño, que producen
fenómenos repentinos, y comportan una grave interferencia en la elaboración
mental propia del sujeto, para luego desaparecer y no dejar huella. Son todos,
supuestos de inimputabilidad.
Aunque el TMT y la EM están relacionados con otros fenómenos patológicos como
el arrebato o la obcecación, y presentan rasgos paralelos, en ningún momento se
llega a anular la capacidad de valoración general del sujeto, sino que más bien es
una pérdida momentánea del dominio a consecuencia de la ira o sentimientos
afectivos. El estado de obcecación o arrebato puede ser producido por múltiples
causas, pero nunca con la intensidad suficiente como para ser considerada como
un hecho revelador de inimputabilidad. Se consideran atenuantes.
6.2.3 Actio Libera in Causa
Según la actio libera in causa, se puede imputar a quien comete un acto típico y
antijurídico en un estado de inconsciencia provocado
por alcohol o estupefacientes, en el cual él mismo se introdujo, que en principio le
haría irresponsable por falta del requisito de la culpabilidad, pero el análisis de
este es llevado al momento en que se causa el estado de ebriedad, momento en
el cual el sujeto pudo haber actuado con culpa o dolo. También por medio de esta
doctrina se puede llegar a la conclusión de que el sujeto activo del presunto delito
carece de responsabilidad, por haber sido introducido en estado de inconsciencia
por un tercero que, por error, dolo o violencia, quebrantó o vició su voluntad.
Los detractores de la acto libera in causa señalan que no se puede construir un
delito (acción típica, antijurídica y culpable) sumando la tipicidad y antijuricidad de
una acción no culpable, y la culpabilidad de una acción atípica.
6.3 La Conciencia de Antijuridicidad
Para que exista culpabilidad es necesario que el sujeto tenga conciencia y
conocimiento de la antijuricidad del hecho; basta con que el autor tenga motivos
suficientes para saber que el hecho cometido está jurídicamente prohibido y es
contrario a las normas más elementales que rigen la convivencia.
La conciencia (o conocimiento) de la antijuridicidad del hecho como elemento en la
categoría de la culpabilidad está admitido comúnmente en la doctrina y la
jurisprudencia que lo considera elemento indispensable para la declarión de
culpabilidad. Sin embargo, en la práctica, el conocimiento de la antijuridicidad se
presume por los tribunales (véase De la Cuesta Aguado, Conocimiento de la
ilicitud. Madrid, 2007). El desconocimiento del carácter ilícito del hecho se trata
como error de prohibición.
6.3.1 Error de Prohibición
Déficit cognitivo del autor de una conducta típica en relación a la antijuridicidad de
la conducta. Dependiendo de su carácter de "vencible" (superable) o "invencible"
(insuperable) se determina la ausencia o no de culpabilidad. En el caso del
vencible solo será tenido en cuenta al momento de individualizar la pena.
El error de prohibición puede ser directo, cuando el sujeto desconocía la existencia
de la norma que prohíbe la conducta (una embarazada aborta creyendo que en el
país en el cual se encuentra el aborto es legal, ya que en su país lo es) o indirecto,
cuando el sujeto sabe que existe una norma jurídica que prohíbe la realización de
la conducta, pero el sujeto cree erróneamente que en su caso concreto concurre
una causa de justificación. Algunos supuestos de legítima defensa putativa
podrían tratarse también como error de prohibición indirecto. (Cree que se trata de
una agresión ilegítima, por lo que responde creyendo que actúa en legitima
defensa matando al agresor, pero en realidad se trataba de una broma).