Estructura Urbana
Estructura Urbana
Estructura Urbana
spaña, con cerca del 80% de su población viviendo en ciudades, es hoy una sociedad urbani-
E zada. Las ciudades actuales españolas son el resultado de un largo proceso que ha determi-
nado la distribución espacial de las ciudades y, al mismo tiempo, ha dejado su huella en el paisaje
actual de las mismas. La distribución espacial de las actividades urbanas y el componente social
de sus residentes añaden variedad a la estructura interna de las ciudades, en la que estas activi-
dades y los diferentes grupos sociales tienden a ocupar lugares diferenciados.
(derribo de las murallas y apertura de calles más amplias –la Gran Vía, por ejemplo–), la aparición de los ensan-
ches burgueses y de los suburbios en el extrarradio, la creación de nuevos planes urbanísticos (barrios de ciudad-
jardín) y la instalación de las fábricas.
b) El período del desarrollo urbano se extiende entre 1960 y 1975 (el “desarrollismo”).
Desde finales de los años cincuenta, la intensificación de la industrialización y los cambios demográficos que
ésta provoca (éxodo rural y baby boom) dan lugar a una intensa urbanización de la población española.
La rapidez de este crecimiento urbano y la adopción de un modelo desarrollista a ultranza, en el que el objetivo prio-
ritario era el aumento de la producción, fortalece los fuertes desequilibrios territoriales que ya estaban presentes
en el período anterior: así, el triángulo del NE o del desarrollo (País Vasco, Navarra, Zaragoza, las provincias coste-
ras catalanas, Comunidad Valenciana) supera en crecimiento urbano a la media nacional, mientras que el interior
(con la excepción de Madrid y Valladolid) aparece claramente rezagado. Otro fenómeno que modificó profunda-
mente la red urbana fue el turismo, que afecto fundamentalmente a la costa mediterránea y a las islas.
A lo largo de este período se asiste a una ampliación superficial de la ciudad sin precedentes, así como a una pro-
funda transformación de su interior. El crecimiento de las ciudades españolas se realiza fundamentalmente a través
de nuevas barriadas –“polígonos de viviendas” y barrios de autoconstrucción– que surgen en la periferia de las ciu-
dades, de forma discontinua en torno al espacio construido en la etapa anterior, y de polígonos industriales.
El crecimiento urbano de los años sesenta y setenta –y las condiciones en que se realiza: de forma rápida y sin con-
trol urbanístico– ha incidido negativamente en las condiciones de habitabilidad de las ciudades y en la creación de
un espacio urbano desarticulado y fuertemente estratificado, tanto social como espacialmente.
1. En el siglo XIX y primera mitad del XX , con los inicios de la industrialización, estos cascos antiguos tiene que
adaptarse a las nuevas necesidades del crecimiento urbano, originándose diferencias entre la zona de rango
del caso antiguo donde su ubican los edificios importantes y las viviendas de las clases sociales pudientes, y
el resto que fue sufriendo un progresivo deterioro:
• El espacio urbano destinado a residencia de la burguesía vive un proceso de reforma interior, rompiendo
la trama viaria antigua con la creación de nuevas calles y plazas (las “grandes vías”) y sustituyendo el viejo
caserío por viviendas más cómodas y modernas.
• Otra parte del casco histórico sufre un progresivo declive o decadencia física, instalándose en ella una pro-
porción creciente de obreros de escasa capacidad adquisitiva –cada vez más hacinados–.
2. En los años del desarrollismo se va a llevar a cabo una renovación del casco histórico, que se concentró en
las zonas de mayor accesibilidad. Esta renovación supone:
• La sustitución de la trama urbana antigua modificando el trazado de algunas calles, y la edificación de in-
muebles nuevos, con aumento de densidad de edificación e incremento de altura (“verticalización”) y volu-
men, y con una morfología que no guardaba relación con la tradicional de la zona. Estos procesos provocan
importantes daños al patrimonio histórico-artístico.
• La terciarización del casco histórico, concentrando las actividades que necesitaban accesibilidad y que
podían rentabilizar el alto precio del suelo (bancos, sedes empresariales, instituciones públicas, despachos
y estudios de profesionales, comercios especializados, hoteles, cines…). En las grandes ciudades este cen-
tro comercial y de negocios (C.B.D. –Central Business District–) se ha ido desplazando hacia el ensanche o
hacia las grandes avenidas externas al casco histórico; en las demás se mantiene la identificación entre
casco antiguo y centro comercial. Ello supuso el consiguiente desplazamiento de los usos residenciales y
el vaciamiento y envejecimiento demográfico de los centros urbanos.
Estas transformaciones determinaron la aparición de problemas medioambientales y sociales en el casco
antiguo. El abandono de los usos residenciales favorece la intensificación de los movimientos residencia-
trabajo, con la saturación del tráfico en las horas-punta y en los horarios comerciales (al confluir en el cen-
tro las redes de transporte urbano, los empleados de los negocios y el público en general) así como
problemas de aparcamiento y congestión en las calles, aumento de la contaminación y del ruido, y dete-
rioro en los edificios.Al tiempo, la escasa presencia de residentes se traduce en la falta de vida vecinal: la
calle y la plaza dejan de ser lugar de relación para convertirse en lugar de tránsito.
Asimismo persisten y se acentúan los problemas de segregación social del espacio iniciados en el período an-
terior. Una de las características de los cascos históricos es el contraste existente entre zonas de gran calidad
para grupos sociales acomodados y otras de baja calidad ocupada por ancianos y población marginada.
3. Por ello, desde los años ochenta, con la llegada de la democracia a los ayuntamientos y los cambios de la so-
ciedad postindustrial, se desarrollan políticas de rehabilitación integrada del casco antiguo, con el objetivo
de combatir y paliar las consecuencias de las operaciones de renovación de las décadas anteriores. Su obje-
tivo es la conservación, recuperación y revitalización del patrimonio urbano, al tiempo que aspiraban a man-
tener la población existente, promover la mezcla social y facilitar variedad funcional en los espacios centrales.
Sin embargo –y exceptuando algunos ejemplos destacados como Vitoria–, la política de rehabilitación de los
cascos históricos se ha centrado en intervenciones de carácter arquitectónico (fachadismo, alterando absolu-
tamente el interior de las viviendas) e infraestructural (peatonalización de las calles, recuperación de espacios
para uso público: plazas, museos, centros culturales, centros cívicos...), expulsando a los antiguos residentes
–sustituidos por grupos de mayor renta (“gentrificación”)– y las actividades anteriores, con lo que la rehabili-
tación se ha convertido en una nueva vía de especulación inmobiliaria y segregación social. En los nuevos es-
pacios rehabilitados se asienta una población bien situada socioeconómicamente, mientras que en las zonas
de mayor deterioro material habitan grupos sociales más frágiles (ancianos con escasos recursos, inmigran-
tes extranjeros...).
Su trama viaria, caracterizada por un plano diverso, muchas veces irregular, responde a la precaria parcelación
del suelo rústico llevada a cabo por sus propietarios, donde se levantaron viviendas de escasa calidad y dimen-
sión (“casas molineras” de una o dos plantas), en trama cerrada y densa, sin dotaciones mínimas en su interior y
con carencias de equipamientos colectivos (agua, alcantarillado, pavimentación, comercio...), y con presencia de
fábricas y talleres, almacenes... que frecuentemente crean un entorno urbano malsano y molesto.
Posteriormente, en los años sesenta y setenta, los antiguos suburbios de extrarradio han quedado plenamente
incorporados a la ciudad, lo que ha producido una transformación total o parcial de los mismos. Los núcleos
mejor situados se han revalorizado por su relativa centralidad y se han remodelado, produciéndose la demoli-
ción de las antiguas viviendas y la construcción de nuevas edificaciones, generalmente de grandes bloques de
elevada altura o adosados, con la consiguiente sustitución de la población residente. Los suburbios peor situa-
dos se mantienen como espacios marginales, acentuándose su deterioro.
por arquitectos con aureola. Así, por ejemplo, en las márgenes de la ría de Bilbao aparecen proyectos de Calatrava,
Gehry, Moneo, Pelli, Legorreta, Isozaki… No obstante, en no pocas ocasiones estos nombres son utilizados para
justificar importantes operaciones inmobiliarias. Un elemento muy común en estos proyectos es el manteni-
miento de restos de los viejos edificios industriales.
Algunos ejemplos significativos de estas transformaciiones de viejos espacios industriales laparecen en los des-
arrollos de Barcelona 22@, Ría 2000 de Bilbao o el Plan Rogers de Valladolid.
están formadas principalmente por viviendas unifamiliares aisladas o adosadas, ajardinadas y con servi-
cios comunes. Este nuevo modelo se difunde especialmente entre las clases medias (aunque también apa-
recen urbanizaciones de lujo propias de las élites sociales), debido a los problemas de congestión, tráfico,
hacinamiento... de los espacios centrales.
Esta solución urbanística no deja de presentar un importante impacto medioambiental: gran consumo de
suelo –con lo que se extiende en exceso la ciudad–, de energía y de recursos naturales (agua...), uso inten-
sivo del automóvil para todos los desplazamientos, aislamiento social...
• Por ello, empiezan a desarrollarse otras alternativas basadas en la recuperación de la manzana cerrada
o semiabierta, con tipologías residenciales de media densidad –recuperando la escala humana en altura–
, en torno a patios y plazas (privadas o colectivas) que se convierten en los elementos vertebradores del es-
pacio urbano (jardines, juegos infantiles, piscina, etc).