Estructura Urbana

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MORFOLOGÍA Y ESTRUCTURA DE LAS CIUDADES ESPAÑOLAS

spaña, con cerca del 80% de su población viviendo en ciudades, es hoy una sociedad urbani-
E zada. Las ciudades actuales españolas son el resultado de un largo proceso que ha determi-
nado la distribución espacial de las ciudades y, al mismo tiempo, ha dejado su huella en el paisaje
actual de las mismas. La distribución espacial de las actividades urbanas y el componente social
de sus residentes añaden variedad a la estructura interna de las ciudades, en la que estas activi-
dades y los diferentes grupos sociales tienden a ocupar lugares diferenciados.

1. PRINCIPALES ETAPAS DEL PROCESO DE URBANIZACIÓN ESPAÑOL


Llamamos proceso de urbanización a la progresiva concentración en la ciudad de la población y las actividades
económicas. El crecimiento de la población urbana y la configuración en España de una red de ciudades –loca-
lizada preferentemente en la periferia– son rasgos que se han ido conformando en un largo proceso histórico,
pero es esencialmente una de las resultantes del desarrollo industrial. Entre 1960 y 1974, el desarrollo industrial
español convirtió las ciudades en un foco de atracción de la población rural y transformó radicalmente el reparto
de la población en el territorio y la estructura y morfología de las ciudades.
Con objeto de comprender mejor los cambios que se han producido en las ciudades españolas, se diferencian
una serie de etapas: la preindustrial, la industrial y la posindustrial o de servicios.

1.1. La etapa preindustrial


Comprende desde el origen de las ciudades hasta la aparición de la industria en el siglo XIX. Aunque durante esta
etapa la urbanización fue modesta, sin embargo, en las ciudades ibéricas, romanas, medievales… está el origen
de una buena parte de las ciudades españolas.
Este proceso de urbanización experimenta a lo largo del tiempo vaivenes en función del modelo urbano y social de
cada momento: asentamientos comerciales en la costa mediterránea con los colonizadores griegos y fenicios; im-
plantación de una red urbana jerarquizada por toda la península con los romanos; desarrollo urbano en el interior y
en el sur en la época medieval… Y ya en el siglo XVIII la estructura territorial sufre un profundo cambio, perfilándose
ya los espacios urbanos actuales: contraste entre un interior peninsular en decadencia continua (excepto Madrid) y
una periferia con urbanización creciente (expansión del comercio catalán y levantino y de los puertos cantábricos).
El modelo de ciudad preindustrial se corresponde a un espacio reducido, netamente diferenciado del entorno rural por
murallas defensivas o límites definidos, con calles estrechas, de trazado irregular y un caserío de una o dos plantas por en-
cima del que sólo sobresalen iglesias y palacios. Gran parte de la población trabaja en el campo, pero la industria artesa-
nal y el comercio son actividades importantes, junto con funciones secundarias de tipo religioso y administrativo.
Viviendas, talleres y tiendas se mezclaban entre sí, sin que existiera separación entre lugar de residencia y lugar de trabajo.

1.2. La etapa industrial


Avanzado el siglo XIX, España experimenta un fuerte proceso de urbanización, con importantes repercusiones
en la localización de las ciudades sobre el territorio, en las dimensiones demográficas y espaciales de las mismas
y en el paisaje urbano.
Las causas de estas transformaciones las encontramos en el nacimiento de la industria, que atrajo a una pobla-
ción sobrante en el campo, y en la modernización de la administración territorial (la nueva división provincial de
España en 1833 favoreció el crecimiento de las ciudades elegidas como capitales de provincia). A ello contribu-
yeron también la desamortización y la creación de infraestructuras viarias (ferrocarril).
En esta etapa pueden distinguirse dos períodos:
a) Transición urbana (hasta los años sesenta del siglo XX).
Durante este período la concentración demográfica en las ciudades era todavía pequeña (no se alcanza el 50%
de tasa de urbanización). La industrialización inicial afecta a muy pocas ciudades y el crecimiento urbano no es
espacialmente homogéneo: las ciudades de base industrial –como las de Cataluña, cornisa Cantábrica y Madrid–
crecen más deprisa y el resto de las ciudades españolas más despacio, aumentando éstas casi sólo en las activi-
dades terciarias tradicionales de las capitales de provincia (administración, comercio, transporte).
Al mismo tiempo, se producen también importantes transformaciones en el paisaje urbano. El primer creci-
miento moderno de las ciudades españolas va a estar vinculado a la reforma interior de la ciudad preindustrial
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(derribo de las murallas y apertura de calles más amplias –la Gran Vía, por ejemplo–), la aparición de los ensan-
ches burgueses y de los suburbios en el extrarradio, la creación de nuevos planes urbanísticos (barrios de ciudad-
jardín) y la instalación de las fábricas.

b) El período del desarrollo urbano se extiende entre 1960 y 1975 (el “desarrollismo”).
Desde finales de los años cincuenta, la intensificación de la industrialización y los cambios demográficos que
ésta provoca (éxodo rural y baby boom) dan lugar a una intensa urbanización de la población española.
La rapidez de este crecimiento urbano y la adopción de un modelo desarrollista a ultranza, en el que el objetivo prio-
ritario era el aumento de la producción, fortalece los fuertes desequilibrios territoriales que ya estaban presentes
en el período anterior: así, el triángulo del NE o del desarrollo (País Vasco, Navarra, Zaragoza, las provincias coste-
ras catalanas, Comunidad Valenciana) supera en crecimiento urbano a la media nacional, mientras que el interior
(con la excepción de Madrid y Valladolid) aparece claramente rezagado. Otro fenómeno que modificó profunda-
mente la red urbana fue el turismo, que afecto fundamentalmente a la costa mediterránea y a las islas.
A lo largo de este período se asiste a una ampliación superficial de la ciudad sin precedentes, así como a una pro-
funda transformación de su interior. El crecimiento de las ciudades españolas se realiza fundamentalmente a través
de nuevas barriadas –“polígonos de viviendas” y barrios de autoconstrucción– que surgen en la periferia de las ciu-
dades, de forma discontinua en torno al espacio construido en la etapa anterior, y de polígonos industriales.
El crecimiento urbano de los años sesenta y setenta –y las condiciones en que se realiza: de forma rápida y sin con-
trol urbanístico– ha incidido negativamente en las condiciones de habitabilidad de las ciudades y en la creación de
un espacio urbano desarticulado y fuertemente estratificado, tanto social como espacialmente.

1.3. La etapa post-industrial


Desde 1975, las transformaciones del sistema productivo (la crisis económica e industrial da paso a un nuevo modelo
económico y social, conocido como sociedad postindustrial), unidas a los cambios sociales, culturales y políticos, tie-
nen una repercusión urbana importante:
a) Ralentización del crecimiento urbano por la disminución drástica del éxodo rural y por el aún más escaso
crecimiento vegetativo, debido a la caída de la fecundidad.
b) También se ralentiza el proceso de polarización espacial. Aunque siguen superando la media nacional las ciu-
dades del cuadrante nordeste de la Península, se frena el proceso de crecimiento de las mayores ciudades
en favor de las ciudades medias y pequeñas próximas como resultado de la saturación de las grandes urbes
y de la tendencia actual a la descentralización de las actividades económicas.
c) Desde el punto de vista de la forma de crecimiento de las ciudades, aparecen nuevas áreas metrópoli-
tanas y conurbaciones, y se expansionan las ya existentes, a la vez que se inicia la formación de una región
urbana en el corredor del Mediterráneo.
d) Otro aspecto característico de esta etapa es la suburbanización o expansión superficial de las ciudades a lo largo
de las vías de comunicación, sin que ello suponga un aumento demográfico urbano (urbanización difusa).
e) Desde finales de los años setenta la mayor sensibilidad hacia la calidad de vida y la revalorización del
medio ambiente, que coincide con los nuevos ayuntamientos democráticos, propició un cambio en la
planificación urbana, orientada ahora hacia la calidad del crecimiento urbano (dotaciones, zonas verdes…).

2. MORFOLOGÍA Y ESTRUCTURA URBANA


Las aportaciones de cada etapa al proceso de urbanización –sobre todo los cambios producidos desde finales
de los años cincuenta– han dado lugar a una zonificación de la ciudad. La ciudad actual se configura como un
espacio diferenciado en grandes áreas con funciones (usos del suelo), composición sociodemográfica (grupos so-
ciales) y morfología (plano y construcción) características, que forman un verdadero puzzle urbano. A esta dis-
tribución espacial de la ciudad en áreas se denomina estructura urbana.
Esta estructura urbana está marcada por una gran segregación funcional y social, de tal forma que su organi-
zación sectorial reproduce la de las diferentes funciones urbanas y la de su estructura social. Esta segregación se
realiza de forma espontánea –a través del precio del suelo– o planificada por las instituciones publicas (p.e., los
Planes Generales de Ordenación Urbana).
Al analizar la morfología y estructura del espacio urbano es necesario combinar el enfoque espacial (articulación de sus
diversas zonas desde el centro a la periferia) con su evolución histórica. Así, se pueden diferenciar: las áreas históricas –
que incluyen el casco histórico, los ensanches y núcleos de extrarradio de diverso tipo (suburbios obreros, ciudad-jar-
dín, primeras áreas industriales)–, y las recientes o actuales –que comprenden la periferia urbana y la zona periurbana–.

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2.1. El Casco Histórico (la ciudad heredada )


El Casco Histórico corresponde con lo que fue la ciudad preindustrial anterior a los cambios del siglo XIX, y con-
serva en su morfología huellas de este pasado: el plano irregular de calles estrechas, la trama cerrada, el legado
monumental...
Aunque hoy representan sólo una parte pequeña del espacio urbanizado, tienen un gran valor simbólico (es la ima-
gen de la ciudad de cara al exterior, al conservar un gran número de monumentos del pasado) y funcional, al con-
centrar gran parte de las actividades administrativas, de negocios y comercio.

1. En el siglo XIX y primera mitad del XX , con los inicios de la industrialización, estos cascos antiguos tiene que
adaptarse a las nuevas necesidades del crecimiento urbano, originándose diferencias entre la zona de rango
del caso antiguo donde su ubican los edificios importantes y las viviendas de las clases sociales pudientes, y
el resto que fue sufriendo un progresivo deterioro:
• El espacio urbano destinado a residencia de la burguesía vive un proceso de reforma interior, rompiendo
la trama viaria antigua con la creación de nuevas calles y plazas (las “grandes vías”) y sustituyendo el viejo
caserío por viviendas más cómodas y modernas.
• Otra parte del casco histórico sufre un progresivo declive o decadencia física, instalándose en ella una pro-
porción creciente de obreros de escasa capacidad adquisitiva –cada vez más hacinados–.

2. En los años del desarrollismo se va a llevar a cabo una renovación del casco histórico, que se concentró en
las zonas de mayor accesibilidad. Esta renovación supone:
• La sustitución de la trama urbana antigua modificando el trazado de algunas calles, y la edificación de in-
muebles nuevos, con aumento de densidad de edificación e incremento de altura (“verticalización”) y volu-
men, y con una morfología que no guardaba relación con la tradicional de la zona. Estos procesos provocan
importantes daños al patrimonio histórico-artístico.
• La terciarización del casco histórico, concentrando las actividades que necesitaban accesibilidad y que
podían rentabilizar el alto precio del suelo (bancos, sedes empresariales, instituciones públicas, despachos
y estudios de profesionales, comercios especializados, hoteles, cines…). En las grandes ciudades este cen-
tro comercial y de negocios (C.B.D. –Central Business District–) se ha ido desplazando hacia el ensanche o
hacia las grandes avenidas externas al casco histórico; en las demás se mantiene la identificación entre
casco antiguo y centro comercial. Ello supuso el consiguiente desplazamiento de los usos residenciales y
el vaciamiento y envejecimiento demográfico de los centros urbanos.
Estas transformaciones determinaron la aparición de problemas medioambientales y sociales en el casco
antiguo. El abandono de los usos residenciales favorece la intensificación de los movimientos residencia-
trabajo, con la saturación del tráfico en las horas-punta y en los horarios comerciales (al confluir en el cen-
tro las redes de transporte urbano, los empleados de los negocios y el público en general) así como
problemas de aparcamiento y congestión en las calles, aumento de la contaminación y del ruido, y dete-
rioro en los edificios.Al tiempo, la escasa presencia de residentes se traduce en la falta de vida vecinal: la
calle y la plaza dejan de ser lugar de relación para convertirse en lugar de tránsito.
Asimismo persisten y se acentúan los problemas de segregación social del espacio iniciados en el período an-
terior. Una de las características de los cascos históricos es el contraste existente entre zonas de gran calidad
para grupos sociales acomodados y otras de baja calidad ocupada por ancianos y población marginada.

3. Por ello, desde los años ochenta, con la llegada de la democracia a los ayuntamientos y los cambios de la so-
ciedad postindustrial, se desarrollan políticas de rehabilitación integrada del casco antiguo, con el objetivo
de combatir y paliar las consecuencias de las operaciones de renovación de las décadas anteriores. Su obje-
tivo es la conservación, recuperación y revitalización del patrimonio urbano, al tiempo que aspiraban a man-
tener la población existente, promover la mezcla social y facilitar variedad funcional en los espacios centrales.
Sin embargo –y exceptuando algunos ejemplos destacados como Vitoria–, la política de rehabilitación de los
cascos históricos se ha centrado en intervenciones de carácter arquitectónico (fachadismo, alterando absolu-
tamente el interior de las viviendas) e infraestructural (peatonalización de las calles, recuperación de espacios
para uso público: plazas, museos, centros culturales, centros cívicos...), expulsando a los antiguos residentes
–sustituidos por grupos de mayor renta (“gentrificación”)– y las actividades anteriores, con lo que la rehabili-
tación se ha convertido en una nueva vía de especulación inmobiliaria y segregación social. En los nuevos es-
pacios rehabilitados se asienta una población bien situada socioeconómicamente, mientras que en las zonas
de mayor deterioro material habitan grupos sociales más frágiles (ancianos con escasos recursos, inmigran-
tes extranjeros...).

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El especial significado de los Cascos Históricos en las ciudades de Castilla y León.


Las ciudades de Castilla y León –tanto las grandes como los pequeños centros de servicios comarcales– poseen
un muy rico y variado patrimonio urbano en cuanto a los centros históricos, con la presencia de un abundante
legado monumental (catedrales, casas señoriales, murallas…). Las causas de la existencia de esta riqueza y va-
riedad hay que buscarlas en el importante papel ejercido por Castilla y León durante la Edad Media y primeros
momentos de la Edad Moderna; las de su pervivencia y conservación, en el escaso dinamismo económico y de-
mográfico de nuestras ciudades durante el desarrollismo de los años sesenta y setenta. Por esta misma razón, la
destrucción del patrimonio fue mayor en Valladolid que en ciudades que experimentaron un menor desarrollo
económico como Salamanca, Segovia o Ávila, fue poco significativa.
Ahora bien, este patrimonio adolece de una serie de problemas. Dada su inmensa riqueza y el escaso dinamismo
económico regional, muchos de nuestros edificios u obras artísticas padecen un gran deterioro y, una vez rehabilita-
dos, no siempre es fácil su conservación, porque apenas tienen uso. Se impone, pues, un plan de conservación que in-
tegre los monumentos arquitectónicos y artísticos dentro de un proyecto superior que vincule varios monumentos y
que asuma también la dimensión económica de su explotación para hacer viable a la larga su conservación.
De todos modos, dentro de Castilla y León, las ciudades de Salamanca, Segovia y Ávila son Patrimonio de la Huma-
nidad, y existen además 88 Conjuntos Históricos o Histórico-artísticos, que contribuyen a dotar a nuestra región de un
gran atractivo para el turismo cultural. El desarrollo de este turismo no es sólo una fuente de riqueza regional,
sino que ha servido también para impulsar actuaciones de conservación de los centros históricos, acondicionando
muchos edificios rehabilitados para instalaciones hoteleras y de restauración. No obstante, este proceso conduce a
la transformación de muchas de estas ciudades en auténticos "Parques Temáticos Históricos", favorecidos por su cer-
canía a Madrid (Segovia, por ejemplo), a cuyos habitantes sirven de espacio de visita obligada y de esparcimiento.

2.2. La zona de transición: el ensanche burgués y los suburbios obreros.


En torno al Casco Histórico se extiende una zona heterogénea que presenta una gran complejidad morfológica, fun-
cional y social. Esta zona corresponde a las áreas surgidas a lo largo del XIX y primera mitad del XX: los ensanches bur-
gueses y –en el extrarradio– los barrios obreros, los barrios de ciudad-jardín y las áreas industriales. Por su cercanía a las
áreas centrales, esta primera periferia está hoy integrada en la ciudad, que se manifiesta en su revalorización y en las
transformaciones que se están produciendo.

2.2.1. El ensanche burgués.


Los ensanches surgen desde mediados del siglo XIX como intento de respuesta al crecimiento de las ciudades
de acuerdo con los valores e intereses de la burguesía: orden, higiene, obtención de beneficios económicos.
• Se caracterizan por su morfología de calles de trazado regular –con preferencia por el plano ortogonal, aun-
que también hay algunos planos radiales–, de fácil accesibilidad –con calles amplias y rectas– y gran calidad
ambiental, con amplios espacios verdes y manzanas de grandes proporciones en torno a un gran patio cen-
tral, con edificios lujosos que incorporan los nuevos materiales adoptados por la industria: hierro y cristal.
• El uso del suelo fue en un primer momento predominantemente residencial. Los altos precios de los in-
muebles hicieron que el ensanche fuera ocupado principalmente por la burguesía, que se instaló en los sec-
tores más próximos y mejor comunicados con el centro histórico. Las clases medias ocuparon las áreas más
distantes del ensanche y en viviendas de inferior calidad.
Los primeros ensanches se realizaron en las ciudades más dinámicas: Barcelona (Plan Cerdá, 1859) y Madrid. A fina-
les del XIX y comienzos del XX se extiende el modelo por otras ciudades españolas: Bilbao, San Sebastián, Valencia…
Con el paso del tiempo, y especialmente en los años sesenta y setenta, los ensanches experimentan modifica-
ciones similares a las de los cascos históricos: la trama se densifica y se producen operaciones de sustitución de
los edificios por otros nuevos (“renovación”), y se intensifican las funciones terciarias (C.B.D.), que se extienden
desde el centro histórico a sus calles principales, sustituyéndose las viviendas por comercios y oficinas. Estas
áreas también experimentan un intenso proceso de envejecimiento de su población, aunque menos acentuado
que el de los cascos históricos.

2.2.2. Integración y revalorización de los antiguos suburbios obreros.


Los antiguos suburbios obreros surgieron –de forma paralela a los ensanches burgueses– como una solución al
problema de la vivienda para las clases populares. Éstas encontraron acogida –además de en las zonas más de-
terioradas del casco histórico– en barrios de nueva creación situados fuera de los límites urbanos, a lo largo de
caminos y carreteras o junto a las industrias y estaciones de ferrocarril.

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Su trama viaria, caracterizada por un plano diverso, muchas veces irregular, responde a la precaria parcelación
del suelo rústico llevada a cabo por sus propietarios, donde se levantaron viviendas de escasa calidad y dimen-
sión (“casas molineras” de una o dos plantas), en trama cerrada y densa, sin dotaciones mínimas en su interior y
con carencias de equipamientos colectivos (agua, alcantarillado, pavimentación, comercio...), y con presencia de
fábricas y talleres, almacenes... que frecuentemente crean un entorno urbano malsano y molesto.
Posteriormente, en los años sesenta y setenta, los antiguos suburbios de extrarradio han quedado plenamente
incorporados a la ciudad, lo que ha producido una transformación total o parcial de los mismos. Los núcleos
mejor situados se han revalorizado por su relativa centralidad y se han remodelado, produciéndose la demoli-
ción de las antiguas viviendas y la construcción de nuevas edificaciones, generalmente de grandes bloques de
elevada altura o adosados, con la consiguiente sustitución de la población residente. Los suburbios peor situa-
dos se mantienen como espacios marginales, acentuándose su deterioro.

2.2.3. Los barrios de ciudad-jardín


La Ciudad Lineal de Arturo Soria
Paralelamente a la aparición de los
núcleos de extrarradio se desarrolló
en algunas ciudades una singular
zona urbana, no muy extensa, la de
las colonias o barrios de ciudad-jar-
dín. Son barrios de viviendas unifa-
miliares, con jardín y huerto,
arbolado, zonas verdes.... Estos mo-
delos de urbanización surgieron en el
siglo XIX para atender a la preocupa-
ción social por la salud y la higiene,
vistas como alternativas a las condi-
ciones de hacinamiento e insalubri-
dad de la ciudad industrial. El ejemplo de mayor extensión lo constituye la Ciudad Lineal de Arturo Soria, en
Madrid.
En España, han sido diversas las manifestaciones urbanísticas vinculadas al ideario de la Ciudad Jardín. Inicial-
mente fueron destinadas a las clases medias y obreras, pues la burguesía prefería las áreas prestigiosas del cen-
tro o el ensanche. Así, a comienzos del siglo XX se generalizó la construcción de colonias construidas al amparo
de las sucesivas Leyes de Casas Baratas. Con el tiempo este tipo de vivienda se difunde como modelo residen-
cial de la burguesía: Neguri en Vizcaya, Pedralbes y Bonanova en Barcelona, o el Viso en Madrid. Estos barrios bur-
gueses siguen la pauta de los suburb garden ingleses mediante la construcción de los denominados chalets,
hotelitos, villas o palacetes.
Con el posterior crecimiento de la ciudad, estos espacios han quedado situados en zonas relativamente céntri-
cas, lo que ha favorecido su revalorización y, en bastantes casos, su cambio de uso, ya que numerosas casas han
sido ocupadas por pequeños negocios (guarderías, clínicas privadas….). Su pervivencia en la actualidad oscila
ente la conservación respetuosa de estos testimonios del patrimonio urbano (subsisten en forma de islas) y su
práctica desaparición a impulsos de la especulación inmobiliaria, como ocurre con la mayor parte de la Ciudad
Lineal, convertida en bloques de pisos.

2.2.4. Las zonas industriales tradicionales y su desindustrialización reciente.


En las zonas cercanas a las vías de comunicación (ferrocarril, zonas portuarias…) surgieron en el siglo XIX insta-
laciones industriales (fábricas, almacenes, depósitos de productos…) y en su entorno se ubicaron también es-
pacios residenciales obreros.
En los últimos años, la crisis de las industrias tradicionales, la obsolescencia física de industrias y edificios, la con-
gestión urbana –al estar englobadas estas zonas en el interior de la ciudad actual– y la revalorización de sus sue-
los han dado lugar a un vaciado industrial y se ha producido una transformación física, funcional y social de
estos espacios urbanos. El vacío que queda es utilizado para reorganizar el espacio urbano, con la sustitución del
uso industrial por usos terciarios y residenciales y la sustitución de los antiguos residentes por otros nuevos de
mayor poder adquisitivo (“gentrificación”).
Estas operaciones de renovación urbana de los viejos espacios industriales son aprovechadas para mejorar la
imagen de la ciudad con proyectos espectaculares (se llega a hablar de “festivalización” del urbanismo) realizados

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por arquitectos con aureola. Así, por ejemplo, en las márgenes de la ría de Bilbao aparecen proyectos de Calatrava,
Gehry, Moneo, Pelli, Legorreta, Isozaki… No obstante, en no pocas ocasiones estos nombres son utilizados para
justificar importantes operaciones inmobiliarias. Un elemento muy común en estos proyectos es el manteni-
miento de restos de los viejos edificios industriales.
Algunos ejemplos significativos de estas transformaciiones de viejos espacios industriales laparecen en los des-
arrollos de Barcelona 22@, Ría 2000 de Bilbao o el Plan Rogers de Valladolid.

2.3. La Periferia urbana


Durante los años cincuenta y, sobre todo, a partir de los sesenta, con el crecimiento demográfico y el desarrollo
de la industria –que atrajo a la población rural a las grandes ciudades industriales– se produce una gran expan-
sión de las ciudades españolas, ampliándose sustancialmente el espacio edificado de la mayoría de las ciudades.
Aunque en estas áreas urbanas aparecen zonas industriales y de equipamiento, su función más significativa es
la residencial. Para dar respuesta a la gran demanda de viviendas, los espacios que quedaban entre el centro y
los suburbios se fueron rellenando mediante la construcción de barriadas, formando así un anillo compacto (la
periferia) que rodea el área central de la ciudad.

Las áreas residenciales: los polígonos de vivienda.


La principal característica de estos espacios –de gran uniformidad interna (en forma, función y estructura social)–
es la existencia de importantes contrastes entre ellos, reflejo de los contrastes de la sociedad, y que se manifiesta
en distintos aspectos:
• La iniciativa de la promoción de las viviendas. En un primer momento son realizados por los organismos
públicos (Instituto Nacional de la Vivienda, Obra Sindical del Hogar...), para dar paso posteriormente, en los
años sesenta, a la iniciativa privada.
• La morfología. Las viviendas recogen una variada tipología –atendiendo a los cambios experimentados
en los planteamientos urbanísticos, las estrategias de los promotores inmobiliarios y los gustos de los usua-
rios–: desde las "colonias" de casas bajas con huerto hasta la edificación abierta de torres, pasando por los
bloques de manzanas cerradas. Estas grandes promociones de viviendas se caracterizan, en general, por
una alta densidad constructiva y, en muchas ocasiones, reducida superficie, escasa calidad constructiva.
Con el paso de los años se da cabida a unas tipologías de mejor calidad, dirigidas a las clases medias.

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• La estructura sociodemográfica. Estas zonas residenciales se encuentran internamente homogeneizadas fun-


damentalmente por el nivel económico de la población que las habita. El espacio residencial traduce la estruc-
tura social de la población. Cada clase social se ubica en determinadas zonas del espacio –fruto del precio del
suelo–, a las que dan una conformación social bien definida: barrios obreros, burgueses, de clases medias...
• La función de estos polígonos es predominantemente residencial, con los espacios terciarios –comercios
y dotaciones– concentrados en ciertas zonas.
El crecimiento de esta periferia se realizó de manera precipitada y con muy poco control urbanístico, lo que ha
dado lugar a una estructura urbana desarticulada y caótica y a un gran número de problemas que hoy afectan
a muchos de estos barrios: carencia de dotaciones colectivas, deficiencias constructivas...
Desde los años ochenta, aunque no faltan extensiones recientes de estos barrios residenciales, predominan las
operaciones de relleno y consolidación. Una parte importante de la política urbanística de los ayuntamientos
se ha dirigido a rehabilitar y dotar de equipamientos e infraestructuras de servicios a estos barrios periféricos, con
lo que se han integrado en la ciudad de forma más armónica.

2.4. La diversidad sociofuncional de la Corona exterior


La corona exterior se extiende formando un anillo discontinuo en torno a la ciudad; no es compacta como la primera
periferia, sino que entre los diferentes elementos hay espacios sin construir. En muchas ciudades, el proceso de creci-
miento urbano ha englobado a núcleos de población cercanos, que han pasado a formar parte de esta corona exterior.
Está compuesta por unidades residenciales, industriales y de servicio, unas antiguas y otras de creación más reciente.

2.4.1. Las funciones industriales y terciarias


Junto a las carreteras de salida de la ciudad se localizan amplios espacios económicos con función industrial o
terciaria, que buscan en estos nuevos emplazamientos la accesibilidad, la disponibilidad de grandes espacios y
precios del suelo más baratos.
Estos espacios presentan una tipología variada, que incluye tanto asentamientos tradicionales como otros más
recientes.
• Entre los primeros destacan las áreas industriales tradicionales, en unos casos desarrolladas en espacios
planificados y urbanizados por los organismos públicos (polígonos industriales), a los que se dota de ser-
vicios e infraestructuras necesarias (agua, energía...) y de un trazado regular; y en otros sin planificación a
lo largo de las vías de acceso a la ciudad, donde los suelos son baratos y grandes las facilidades de trans-
porte. En la actualidad, algunos de estos espacios, anticuados y de baja calidad urbanística, están siendo re-
habilitados y transformados hacia usos terciarios.
• A partir de los años ochenta aparecen nuevos espacios económicos caracterizados por la búsqueda de
una mayor calidad urbanística y ambiental. Sus paisajes se caracterizan por la calidad del diseño urbanís-
tico (edificios singulares, de arquitectura vanguardista), rodeados de zonas verdes y de dotaciones com-
plementarias de calidad, ocupando emplazamientos privilegiados junto a vías de comunicación.Sus
ejemplos más significativos son los parques industriales (con infraestructuras y servicios de apoyo a las
empresas, especialmente medianas y pequeñas), los parques tecnológicos (que acogen a las empresas
destinadas a la investigación y al desarrollo de nuevas tecnologías), los parques empresariales (edificios de
oficinas destinados tanto a empresas de servicios como a compañías industriales), los centros comercia-
les y de ocio, las áreas de equipamiento (centros escolares, infraestructuras sanitarias, centros administra-
tivos y otros servicios), y los centros logísticos (dedicados al transporte y a la distribución de mercancías.).

2.4.2. La diversidad de espacios residenciales.


Las zonas residenciales de la corona exterior muestran una variada tipología. En esta se ha producido una gran
proliferación de la vivienda unifamiliar como modelo de vida de la clase media. Pero junto a ello, la necesidad de
quienes no pueden acceder a una vivienda en el interior de la ciudad por su alto precio, potencia las grandes pro-
mociones inmobiliarias de bloques de vivienda colectiva. Y al tiempo, siguen perviviendo los espacios margina-
les del chabolismo, aunque han reducido considerablemente su extensión.

a. Nuevas morfologías suburbanas


• A partir de los años ochenta la corona exterior de las ciudades ha experimentado un crecimiento espec-
tacular, con formas de urbanización difusa de baja densidad. Las áreas residenciales de estas periferias

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están formadas principalmente por viviendas unifamiliares aisladas o adosadas, ajardinadas y con servi-
cios comunes. Este nuevo modelo se difunde especialmente entre las clases medias (aunque también apa-
recen urbanizaciones de lujo propias de las élites sociales), debido a los problemas de congestión, tráfico,
hacinamiento... de los espacios centrales.
Esta solución urbanística no deja de presentar un importante impacto medioambiental: gran consumo de
suelo –con lo que se extiende en exceso la ciudad–, de energía y de recursos naturales (agua...), uso inten-
sivo del automóvil para todos los desplazamientos, aislamiento social...
• Por ello, empiezan a desarrollarse otras alternativas basadas en la recuperación de la manzana cerrada
o semiabierta, con tipologías residenciales de media densidad –recuperando la escala humana en altura–
, en torno a patios y plazas (privadas o colectivas) que se convierten en los elementos vertebradores del es-
pacio urbano (jardines, juegos infantiles, piscina, etc).

b. Pervivencias de la urbanización marginal


El chabolismo, surgido en la posguerra como solución al problema de la vivienda de las clases más desfavoreci-
das, alcanza su máxima dimensión en los años 50 con el éxodo rural masivo de personas de escasos recursos que
acudían en masa a las principales ciudades. Suelen ser viviendas autoconstruidas, con graves deficiencias en
cuanto a materiales, a menudo aprovechados de obras de derribo o recogidos en la calle (cartones, chapas, tejas,
latas, maderas, etc.). Levantadas de manera espontánea y sin ningún título de propiedad sobre suelos públicos
o privados, carecen de organización urbanística y de los más elementales servicios (agua, luz, saneamiento).
En los años sesenta y setenta, al quedar englobados sus espacios dentro de la ciudad expansionada y revalori-
zarse su suelo, junto a los problemas planteado por estos barrios, determinan la intervención de los poderes pú-
blicos para su erradicación mediante el realojamiento de los chabolistas en polígonos de vivienda social
(poblados dirigidos, poblados de absorción, unidades vecinales de absorción -UVA-).
Actualmente pervive el fenómeno, aunque muy atenuado, por el desarrollo económico español y por el mayor
control municipal. Ahora bien, el que subsiste presenta un aspecto todavía más degradado y deficiente que en
el pasado, asemejándose a las bidonville de los países subdesarrollados, y la población afectada tiene un carác-
ter más abiertamente marginal (gitanos e inmigrantes extranjeros).

2.5. La complejidad de los espacios periurbanos


Los fenómenos de suburbanización alcanzan gran desarrollo a partir de los años ochenta, impulsados por la
descentralización de las actividades productivas, los problemas de habitabilidad de las áreas centrales y los com-
portamientos rurubanos cada vez más extendidos entre la población. Como resultado, las áreas próximas a las
ciudades han experimentado en las últimas décadas una intensa transformación vinculada a esta creciente ten-
dencia a la dispersión del hecho y funciones urbanas en el medio rural.
La ampliación de las áreas edificadas de las ciudades a lo largo de las principales vías de comunicación hace que
en muchas ocasiones sea difícil determinar los límites de la ciudad , originándose los llamados espacios pe-
riurbanos. Se puede considerar espacio periurbano al que, aún no siendo urbano, está fuertemente marcado or-
ganizativa y funcionalmente por las necesidades y la demanda urbana.
El rasgo fundamental de este espacio –de límites imprecisos– es la mezcla de los usos del suelo y de las formas
de vida del campo y de la ciudad: junto a los usos agrarios aparecen zonas residenciales, espacios industriales,
superficies comerciales, áreas de equipamientos urbanos, incluso los denominados “barbechos especulativos”.
• El elemento más destacado de este proceso es la proliferación de las ciudades-dormitorio, surgidas a par-
tir de los núcleos rurales próximos a las ciudades, donde los polígonos de viviendas constituyen el ele-
mento dominante, envolviendo un casco tradicional generalmente pequeño.
• En los ochenta y noventa se extiende por estas áreas el modelo de vivienda unifamiliar adosada o exenta,
a lo que se añade la conversión de la residencia secundaria en vivienda principal o habitual, así como la re-
cuperación de las casas de los pueblos relativamente cercanos por parte de una población urbana que se
desplaza a diario a trabajar a la ciudad.
• Al mismo tiempo los márgenes de las principales carreteras radiales de acceso a la ciudad se van saturando
de variados espacios económicos, donde se mezcla la industria tradicional (polígonos industriales) con las
nuevas tecnologías (parques tecnológicos), los edificios de oficinas (parques empresariales) y centros co-
merciales y de ocio.

IES Núñez de Arce 8

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