Agroecología y Sustentabilidad - Corte 1
Agroecología y Sustentabilidad - Corte 1
Agroecología y Sustentabilidad - Corte 1
Jesús Gastón Gutiérrez Cedillo*, Luis Isaac Aguilera Gómez**, Carlos Ernesto González Esquivel***
Resumen
Introducción
En el ámbito de la teoría del desarrollo, alrededor de la última década del siglo XX, surge el concepto de
desarrollo sustentable, que incorpora a la discusión el carácter ambiental con conceptos sobre estabilidad,
resiliencia1 y adaptabilidad, conjugándolos con el enfoque económico basado en productividad, eficiencia y
eficacia y la discusión social sobre equidad. En esta discusión el valor central es la equidad intergeneracional,
que implica un legado de capitales social, económico y natural de la presente generación a las siguientes.
El logro de este valor primordial requiere la comprensión del funcionamiento de los sistemas naturales desde el
punto de vista ambiental, y de su conservación desde la actividad socioeconómica. El enfoque de los sistemas
adaptativos complejos permite tanto el análisis disciplinario de tipo ambiental, social y económico, como la
integración multidisciplinaria del análisis.
Por su parte, la visión coevolutiva propone que las sociedades interactúan con su ambiente local,
enriqueciéndolo o degradándolo de acuerdo con el conocimiento y valoración que tengan de él. A su vez, el
ambiente responde proporcionando a la sociedad recursos de alta o baja calidad, según el nivel de degradación
a que ha sido sometido.
La visión coevolutiva puede ser abordada en diversas escalas. Desde un enfoque local, la pluralidad cultural
responde a la diversidad ambiental y viceversa. Desde un enfoque global, el modelo predominante y
globalizante de desarrollo coevoluciona con el planeta, visto éste como un gran sistema ambiental.
En la escala local, el manejo que las sociedades hacen de su ambiente y recursos naturales depende de las
actividades y valores humanos (según la psicología hedonística asociacional), que como elementos
socioculturales merecen ser definidos y caracterizados, pues el efecto que provocan determina la calidad de los
ecosistemas y su capacidad para brindar bienes materiales y servicios ambientales a la sociedad local. En este
sentido, el valor ecológico y el bienestar humano adquieren relevancia.
Una forma de intervención relevante de las sociedades hacia su ambiente local es la actividad agropecuaria.
Una modalidad de los métodos y técnicas agrícolas es la agricultura ecológica, basada en la teoría
agroecológica. Nuestro propósito en este trabajo es reforzar la propuesta de que la teoría y práctica de la
agroecología puede contribuir a mejorar la sustentabilidad de los sistemas agropecuarios, tanto en sus
componentes ambientales (recursos naturales) como sociales (principalmente productores rurales).
Los conceptos básicos analizados en la teoría agroecológica son: el desempeño agrícola de la estrategia de
desarrollo conocida como "Revolución Verde" (basada en la modernización y tecnificación); las estrategias
autóctonas aplicadas en sistemas agrícolas tradicionales; los usos y destinos de la producción agrícola; y los
impactos ambientales derivados de las diversas estrategias productivas.
En este análisis son fundamentales los principios de especificidad de sitios, interacciones múltiples,
agrobiodiversidad y policultivos; así como los enfoques de analogía con ecosistemas naturales,
multiespeciación y facilitación; diversificación espacial y temporal y efectos integradores de las técnicas de
producción agroecológica.
Un principio esencial que se discute en este trabajo es el rediseño de sistemas agropecuarios, como punto de
partida para lograr una transformación estructural de los métodos y técnicas de producción. Se discute,
asimismo, la importancia de las instituciones en la investigación y promoción de la práctica agroecológica. El
propósito en este punto es propiciar la reflexión sobre los requisitos a satisfacer, si en realidad se pretende
iniciar dicha transición. En este sentido se resaltan las limitaciones, potencialidades y perspectivas de la teoría
y práctica agroecológica.
Nuestro trabajo concluye con reflexiones general es sobre lo que la sociedad debe enfrentar en la búsqueda de
la sustentabilidad, en un mundo globalizado y sobre economizado, en el que predomina la incertidumbre y el
debate retórico, alimentados por la seducción y simulación masiva. Terminamos planteando la necesidad para
los científicos de considerar las realidades emergentes y propiciar el diálogo entre diversos campos del
conocimiento, para alcanzar un pensamiento integrado y multidisciplinario que pueda enfrentarlas.
Importancia del equilibrio entre los sistemas natural y social para la sustentabilidad: el enfoque
coevolutivo
La sustentabilidad es un concepto que resume los esfuerzos para lograr el desarrollo, productividad y utilidad
social a largo plazo (Rigby y Cáceres, 2001). Spangenberg (2002) plantea que "existen dos paradigmas
antagónicos: el del mundo vacío, basado en un enfoque económico centrado en la eficiencia, y el del mundo
lleno, basado en un enfoque ecológico y centrado en la intensidad de uso de los recursos". Se plantea un
equilibrio entre los dos paradigmas, el del consumo excesivo (ambientalmente no sustentable) dentro de la
esfera del dominio humano, y dentro de la esfera de la regulación ambiental, la lucha contra la pobreza
(socialmente no sustentable).
El fin último y primordial de la sustentabilidad consiste en encontrar formas en que la especie humana pueda
vivir en este planeta indefinidamente, sin comprometer su futuro; dada la capacidad de nuestra especie de
modificar conscientemente algunos elementos de la interacción con el ambiente. Es sobre estas decisiones de
manejo y sus consecuencias que se puede fundamentar el balance sociedad-naturaleza.
Según Clayton y Radcliffe (1996), "el amplio abanico de problemáticas ambientales, económico-sociales y
políticas ha trascendido de una escala local a una escala global". Esta situación conlleva el concebir nuevas
estructuras, mecanismos de toma de decisiones y una nueva visión filosófica capaz de entender partes y
sistemas de un mundo culturalmente rico y cada vez más complejo, en el cual "se requiere la acción plausible
y urgente del fomento a la acción colectiva", el enlace con los sistemas ecológicos del planeta, la identidad
individual, el respeto, la justicia social y la paz (Harrington, 1992).
La transición a un modo de vida más sustentable necesita un cambio significativo en la forma en que los
problemas son percibidos, definidos y resueltos, basada en una perspectiva de sistemas abiertos, en la que
tanto los problemas como las soluciones se manejen holísticamente. De ahí que resulte fundamental el enfoque
multidisciplinario de los sistemas adaptativos complejos (SAC), dado que son multidimensionales, dinámicos y
evolutivos.
La sustentabilidad de la especie humana sólo puede ser definida en última instancia en relación con el nivel de
la interacción entre el complejo total de los sistemas humanos y los sistemas ambientales directamente
implicados, por lo que "el estudio de la sustentabilidad requiere un entendimiento de los sistemas, en particular
de los sistemas humanos y ambientales" (Clayton y Radcliffe, 1996).
Edwards eta/.(1993) establecen que la sustentabilidad es un proceso fácilmente medible a nivel de finca o
comunidad, pero crecientemente difícil a escalas mayores. Para Harrington (1992) la sustentabilidad se define
por un conjunto de requerimientos que deben ser enfrentados por cualquier finca, a pesar de las amplias
diferencias de la situación prevaleciente.
Norgaard (1990) visualiza a la modernidad como "una traición del desarrollo", cuyas promesas son: control de
natura (ciencia), abundancia material (tecnología superior), gobierno efectivo (organización social racional), paz
y justicia (mayor moralidad individual) y cultura colectiva superior (para todos). Afirma que "la modernidad es un
insumo filosófico para el proceso coevolucionario" y sus premisas son de carácter metafísico, epistemológico y
alternativo. Asegura que atomismo, mecanicismo, objetivismo, universalismo y monismo rigen la opinión
pública, la toma de decisiones y su implementación; que han sido extremadamente productivos para la ciencia
y las instituciones, pero que han llevado a la transformación de los sistemas ambientales y culturales.
Las premisas alternas incluyen: holismo (las partes están unidas al todo, el todo es diferente a la suma de sus
partes), coevolución (sistemas determinísticos, caóticos, discontinuos y coevolucionarios), contextualismo
(fenómenos contingentes con variaciones espaciales y temporales debidas a la amplia diversidad de factores),
subjetivismo (sistemas ligados a actividades y valores humanos presentes y pasados) y pluralismo (sistemas
complejos entendidos por formas de pensamiento alternas inherentemente incongruentes entre sí).
Como consecuencia de la postura filosófica, este autor señala una postura pragmática de la modernidad que
indica una realidad de inequidad e inercia burocrática, obsesión material, descenso en la reserva de recursos y
degradación ambiental, guerras locales y migración de refugiados. Esta duplicidad es expuesta en tres formas
interrelacionadas: abundancia material para pocos y escasez (actual y futura) para muchos; sector público cada
vez más débil en todos sus sistemas; y opinión global de la vacuidad de la cultura moderna, con resurgimiento
de la diversidad cultural, étnica y religiosa.
Norgaard concluye que la "modernidad ha sido no sustentable", ya que ha llevado a suspender la coevolución
de las culturas con su ambiente único y a adoptar la creencia en la superioridad de la modernidad, validada por
los dramáticos avances en el bienestar material. Para superar esta situación, se requiere una respuesta
complementaria en los aspectos científicos, tecnológicos, sociales, culturales y filosóficos de forma simultánea,
si se desea éxito. Esto incluye un nuevo orden social sin tecnocracia y econocracia; con organización social
local fuerte, descentralización, respuestas globales a problemas globales, transferencia de ideas, tecnologías y
formas de organización, nuevas y correctas.
La visión coevolutiva contempla diversas formas y se enfatiza como el proceso en forma de experimentación
sólo en parte consciente y de selección de lo que sí funciona, y no como un avance consciente de la ciencia y
su aplicación racional al diseño e implementación de tecnologías y de organización social.
El posterior desarrollo humano será alcanzado por medio del debilitamiento de la perspectiva mecanicista, sin
tiranía y destrucción de la libertad, por medio de la base filosófica más amplia. Acierto, error, verdad y justicia
serán más difíciles de delinear y argumentar en un mundo culturalmente más diverso. Bajo el enfoque de
sistemas, la cuestión es ¿qué tanto podemos emplear nuestro potencial único como seres humanos, con el fin
de entender nuestra conducta y sus consecuencias en relación con la dinámica sistémica de la naturaleza?
Para hacer esto debemos estar preparados para descartar nuestros prejuicios y revisar cada área de la vida
humana.
Dado que la sustentabilidad es un concepto que requiere de una visión holística que involucra aspectos
inherentes a las esferas de interacción del hombre (social, económica y política), es substancial dirigir su
aplicación a la sustentación presente y futura de su entorno. A este respecto, será necesario direccionar
esfuerzos a la mejora de la calidad de vida, la cual es reflejo fiel de la calidad del sistema y del proceso definitorio
de los factores empleados para evaluar y lograr la sustentabilidad de un territorio. Por lo tanto, la calidad de vida
es la felicidad individual y satisfacción con la vida y el ambiente, incluyendo necesidades y deseos, así como
otros factores tangibles e intangibles que determinan el bienestar.
La importancia de los factores varía de individuo a individuo, su calibración e interpretación representan gran
dificultad, pues incluye desde servicios hasta recreación y cultura. Definir cuándo un sistema se encuentra en
estado de sustentabilidad o no sustentabilidad está influido por juicios éticos o de valor.
"La sustentabilidad debe ser hecha operacional en cada contexto específico, a escalas relevantes para
alcanzarla, y deben ser diseñados métodos apropiados para su medición a largo plazo" (Masera y López
Ridaura, 2000). Los puntos centrales son la necesidad de una clara definición, el foco en Holismo y
Sustentabilidad, incluyendo componentes ecológicos, económicos y sociales. La noción de equidad incluye el
acceso a los recursos, los derechos humanos y toda actividad que contribuya al bienestar social. La importancia
de las escalas de tiempo y espacio radica en que la escala temporal incluye tanto escalas humanas como de
ecosistemas, y la escala espacial incluye no sólo los impactos locales en personas y ecosistemas, sino también
los de larga distancia. El uso y desarrollo de indicadores debe sustentarse en la medición de un número limitado
de variables basadas en mediciones estandarizadas.
Farley y Costanza (2002) definen a la economía como "la localización de recursos escasos en búsqueda de
fines alternativos", y aclaran que la primera etapa en el análisis económico es determinar los fines deseables
para la sociedad. Para ellos la sustentabilidad es "un fin deseable con presencia y apariencia indefinida", que
requiere recursos, mecanismos de mercado necesarios e instituciones de democracia fuerte. Por eso los fines
por alcanzar deben determinarse de forma democrática, luego determinar los recursos necesarios para lograrlo
y finalmente decidir cuáles son los más escasos y su localización.
Ellos sugieren que "la visión del mundo incluye el sistema de creencias acerca del papel de nosotros y nuestras
experiencias en el mundo" y que está muy influido por la cultura propia. La visión del mundo cambia más
lentamente que el mundo y las soluciones se convierten en parte de los problemas, los principios de una nueva
visión del mundo incluyen que los humanos somos parte de la naturaleza, no sus dueños; la naturaleza nos
sostiene física y espiritualmente, los recursos naturales son escasos, las metas humanas deben crear vida.
Esta nueva visión del mundo contempla desde el enfoque de la complejidad, que los resultados no siempre son
predecibles y que la irreductible incertidumbre domina la provisión de servicios para sostén de la vida,
provenientes de ecosistemas sanos. El individualismo debe ser templado por el interés en el bien común, la
acción individual no debe tener impacto negativo en la comunidad, no se pueden imponer costos a la sociedad
para ganancia privada.
Con esta visión la gente pondrá más atención en otras necesidades y deseos como júbilo, belleza, protección,
afecto, participación, creatividad, libertad, tiempo libre, identidad y entendimiento. Las comunidades fuertes
favorecen más la sustentabilidad que los límites impuestos al consumo excesivo.
Clayton y Radcliffe (1996) afirman que la "cuestión de la sustentabilidad afecta todas las áreas de la actividad
humana y se fundamenta en principios, teorías e investigación de la técnica, la economía y la política". En este
sentido es de fundamental relevancia el enfoque multidisciplinario de los SAC. Se requiere un intento sistemático
para construir sistemas socioeconómicos que encajen e interactúen apropiadamente con los sistemas
ecológicos del planeta. Es sobre estas decisiones de manejo y sus consecuencias sobre las cuales se puede
fundamentar ese balance sociedad-naturaleza.
Desde el punto de vista de las ciencias socioeconómicas existen dudas esenciales acerca de temas como la
formación exógena de las preferencias humanas; el concepto de valor; el concepto de utilidad y el valor de
mercado relacionado con el valor ecológico de diversas formas de insumos ambientales. "El dilema fundamental
es cómo la sociedad puede aceptar los límites ambientales externos y modificar su conducta de acuerdo con
esto, o cómo asimilar la primacía de los valores y el bienestar humano" (Farley y Costanza, 2002).
Se requiere que los juicios de valor implícitos se hagan explícitos, de manera que los actuales procesos de toma
de decisiones se hagan visibles. Muchas de estas decisiones se tomarán con base en postulados y
estimaciones, ya que algunos de sus efectos serán distantes, indirectos y difusos. Debido a su complejidad y
sensibilidad, los modelos aplicados son inherentemente probabilísticos y limitados.
Puede haber un número de estados que son sustentables en grados variables, hay un número de formas de
alcanzar tales estados y siempre habrá más de una política posible para una transición a una forma de vida
más sustentable. "Otro componente clave es desarrollar un modelo para trasladar la información en una forma
que pueda ser usada en el proceso de toma de decisiones" (Clayton y Radcliffe, 1996).
Importancia de la agroecología en los esfuerzos para lograr desarrollo, productividad y utilidad social a
largo plazo
Rigby y Cáceres (2001) enfatizan que "la agricultura implica una visión holística de la relación entre la biota, su
producción y el ambiente integral". Esto implica la creación de sistemas de producción integrados, humanos,
ambiental y económicamente sustentables.
Los retos que enfrentan la agricultura y la producción de alimentos en el mediano y largo plazo parecen
inmensos; la estrategia de desarrollo agrícola debe centrarse en aumentar la producción de alimentos y tenerlos
disponibles para una población incrementada, y simultáneamente debe revertir la degradación creciente de
recursos y el número de personas que viven bajo la pobreza extrema. Las estrategias para el desarrollo
tecnológico en la agricultura necesitan dirigirse a los temas anteriores de tal modo que eviten las frustraciones
del pasado; la estrategia más viable y confiable parece ser la agroecología.
Los enfoques ecosistémicos de los sistemas sociales y de la agricultura integral hacen a la agroecología única
y controversial, además de contribuir a nuestro entendimiento de la ciencia y el desarrollo. Los agroecólogos
están proponiendo alternativas a las concepciones establecidas de las relaciones entre la sociedad y la
naturaleza. Las bases filosóficas de la investigación y el desarrollo agrícolas deben empezar y terminar con el
agricultor, entendiendo su percepción del problema e incorporando su evaluación de la solución. La
agroecología es una disciplina en su infancia, que ha aportado más preguntas que soluciones, y que tiene un
amplio cuerpo de pensamientos e influencia y enormes perspectivas filosóficas (Lampkin, 1998).
La pobreza rural frecuentemente conduce a estrategias desesperadas para la sobrevivencia, y los intentos para
satisfacer la urgencia de las necesidades básicas forman un precedente en el corto plazo sobre la importancia
de la sustentabilidad a largo plazo. Dadas las restricciones impuestas por su propia pobreza y ambientes
políticos usualmente desfavorables, muchos agricultores pobres carecen de acceso a los mercados y a los
insumos, así como al crédito y a las tecnologías apropiadas para sus condiciones ambientales o condiciones
de extensión de fincas. A medida que luchan para extraer de sus pequeñas parcelas algo para vivir, estos
agricultores agotan el suelo.
Como consecuencia de lo anterior, la degradación de todo tipo de recursos (mayor deforestación, erosión del
suelo, desertificación, inundación y salinización, contaminación de aguas superficiales y subterráneas, y pérdida
de la biodiversidad) está en aumento. La continuidad de las prácticas actuales que conducen a la degradación
de nuestros recursos naturales, impondrá serias restricciones ambientales a la capacidad de la tierra para
alimentar futuras generaciones.
Las causas básicas para las prácticas que conducen a la degradación de los recursos son la inseguridad en los
derechos de propiedad, los sistemas inapropiados para el manejo de recursos, las instituciones deficientes de
carácter crítico, las políticas regionales y nacionales a corto plazo, y una carencia de mecanismos económicos
que evalúen adecuadamente los recursos naturales en relación con todos sus potenciales, ahora y en el futuro
(Conway, 1994).
La revaloración de la agricultura dentro de las economías nacionales, la reforma del comercio internacional, la
integración regional económica y la urbanización conducirán a la reubicación de la agricultura dentro de las
economías nacionales y a una reestructuración de la producción agrícola, en respuesta a aumentos
significativos en la demanda de productos tradicionales y más diversificados. El abandono de las políticas de
sustitución de importaciones después de la crisis de la deuda de principios de los años ochenta, a favor del
modelo de crecimiento orientado por las exportaciones, ha iniciado el proceso de reubicación de la agricultura
dentro de las economías nacionales y creado una nueva demanda para intensificar la agricultura (Lampkin,
1998).
La estrategia dominante del desarrollo agrícola en el pasado, conocida como Revolución Verde, fue un triunfo
de la tecnología y un notable éxito económico que dio por resultado un fenomenal aumento en la producción de
alimentos. Como señala Conway (1997), "esta estrategia ha sido una revolución con serias limitaciones", su
impacto en la reducción de la pobreza ha sido menor de lo esperado; no ha reducido y en algunos casos ha
alentado la degradación de los recursos naturales. Su impacto geográfico ha estado limitado a las regiones con
condiciones ambientales, topográficas y edáficas favorables.
Conway (1997) propone que demandemos una "Doble Revolución Verde", aún más productiva que la primera
y más "verde" en términos de conservar los recursos naturales y el ambiente. Por lo tanto, el futuro desarrollo
agrícola debe dirigirse a repetir los éxitos de la Revolución Verde en una escala global, en lugares diversos y
ser equitativa (mejorando los medios de subsistencia de las familias rurales pobres a través de ingresos
relacionados con la agricultura y las actividades generadoras de empleos), sustentable y favorable
ambientalmente (haciendo uso máximo de los recursos indígenas, físicos, biológicos y humanos).
Aunque la Revolución Verde tomó como punto de salida el reto de producir nuevos cultivos alimenticios de alto
rendimiento y luego buscó determinar cómo llegarían los beneficios a los pobres, esta nueva revolución tiene
que revertir la cadena lógica, empezando con las demandas socioeconómicas de las familias pobres y luego
identificando las prioridades apropiadas de investigación. Su meta es la creación de seguridad alimentaria y de
medios de subsistencia sustentables para los pobres.
La interacción compleja y estrecha entre la población humana y el capital ecológico (suelo, agua, clima, flora y
fauna) son fundamentales para la agricultura. "Es la agricultura la que refleja más que ningún otro sector estas
interacciones que incluyen las relaciones y conflictos entre el crecimiento económico, pobreza y medio
ambiente" (Krishnamurty y Ávila, 1999).
Altieri (2002) define a la agroecología como la "ciencia del manejo de recursos naturales para campesinos
pobres en ambientes marginales". Él afirma que "una cuarta parte de la población mundial permanece sin ser
tocada por la moderna tecnología agrícola" y propone un nuevo manejo de sistemas que puede ser diseñado y
adaptado en forma de sitios específicos a las condiciones agrícolas altamente variables y diversas, típicas de
los campesinos pobres de escasos recursos económicos.
La agroecología provee las bases científicas para dirigir la producción en un agroecosistema biodiverso, capaz
de mantener su propio funcionamiento, lo cual implica grandes cambios institucionales y políticos. Es claro que
"los campesinos pobres sin recursos ganaron muy poco de la Revolución Verde" (Pearse, 1980), ya que las
nuevas tecnologías estuvieron dirigidas a las condiciones y ambientes de los agricultores en los países
desarrollados. "Los campesinos con menos recursos a menudo perdían y las desigualdades en ingresos
continuamente se acentuaron" (Shiva, 1991). No sólo los campesinos pobres han sido excluidos del acceso al
crédito, información, apoyo técnico y otros servicios, "incluso en áreas en las que se ha tenido acceso al riego
y agroquímicos subsidiados, permanecen las inequidades" (Lipton y Longhurst, 1989).
"Con el fin de garantizar la seguridad alimentaria en el mundo en desarrollo, la producción adicional de alimentos
debe provenir de sistemas en donde está concentrada la mayoría de la gente pobre" (Conway 1997); "lo que se
contrapone a las actuales políticas de la Organización Mundial del Comercio que obligan a los países pobres a
abrir sus mercados y absorber la sobreproducción de los países ricos, a precios que desincentivan a los
productores locales" (Mander y Golsmith, 1996).
Según Chambers (1983), "los campesinos tradicionales han desarrollado y heredado sistemas agrícolas
complejos, adaptados a las condiciones locales; donde las estrategias agrícolas nativas exitosas, constituyen
un tributo a la creatividad de los pequeños agricultores". Por su parte, Gliessman (1998) afirma que "los sistemas
agrícolas tradicionales, comúnmente sostienen una alta diversidad de plantas, en forma de policultivos y
agroforestería". "La estrategia para minimizar riesgos plantando varias especies de plantas y variedades de
cultivos estabiliza los rendimientos a largo plazo, promueve diversidad en la dieta y maximiza la recuperación,
aún bajo niveles mínimos de tecnología y con recursos limitados" (Harwood, 1979).
Por lo general, la labor agrícola tiene alta recuperación por unidad de ingreso. La recuperación energética del
trabajo gastado en una finca típica es suficientemente alta para asegurar la continuidad del sistema actual. "En
estos sistemas también se realizan tasas de retorno favorables entre entradas y salidas de energía" (Netting,
1993).
La integración de los países tropicales al mercado internacional ignora las necesidades de los mercados locales-
regionales y socava las oportunidades de mejorar la balanza de pagos regionales. Se requiere un programa de
seguridad alimentaria que podría establecer las bases para reducir la pobreza masiva y crear un modelo más
equitativo y sustentable de desarrollo (Altieri y Nicholls, 2000).
El concepto de sustentabilidad es útil para entender el concepto de agroecología porque recoge un conjunto de
preocupaciones sobre la agricultura, concebida como un sistema socioambiental. La comprensión de estos
tópicos requiere entender la relación entre la agricultura y el ambiente global, pues el desarrollo rural depende
de la interacción de subsistemas biofísicos, técnicos y socioeconómicos. Este enfoque más amplio permite
entender la problemática agrícola en términos holísticos.
La disciplina científica que enfoca el estudio de la agricultura desde una perspectiva ecológica se denomina
"agroecología", y se define como un marco teórico cuyo fin es analizar los procesos agrícolas de manera más
amplia. El enfoque agroecológico considera los ecosistemas agrícolas como las unidades fundamentales de
estudio. En dichos sistemas, los ciclos minerales, las transformaciones de la energía, los procesos biológicos y
las relaciones socioeconómicas son investigados y analizados como un todo.
Es, entonces, urgente entender la raíz de las causas de la pobreza y atacar tales factores preponderantes a
través de la investigación agrícola, buscando el conocimiento sobre la adaptabilidad de los agroecosistemas de
los que dependen los pobres y sobre cómo mejorar la resiliencia de los sistemas campesinos de pequeños
propietarios. Una estrategia relevante de Manejo de Recursos Naturales (MRN) requiere el uso de principios
agroecológicos generales y la adaptación de las tecnologías agrícolas a las necesidades y circunstancias
locales. Los principios agroecológicos tienen aplicabilidad universal, pero "las formas tecnológicas a través de
las que dichos principios se vuelven operativos, dependen de las condiciones ambientales y socioeconómicas
prevalecientes en cada sitio" (Uphoff, 2002).
Las estrategias de MRN para los agricultores pobres consideran sistemas agrícolas en pequeña escala,
diversos y complejos con estrategias agrícolas tradicionales, que sean ambientalmente sustentables y basados
en el uso de recursos locales y el conocimiento nativo, si realmente se pretende aliviar la pobreza, asegurar la
educación y fortalecer las comunidades rurales, a través del manejo ecológico de sus recursos productivos. Con
este fin "las prioridades de investigación, deben estar basadas en las necesidades socioeconómicas y las
circunstancias ambientales de los campesinos pobres en recursos" (Richards, 1985), y "se debe operar en la
base de un enfoque de abajo hacia arriba" (Altieri, 1995). En suma, los campesinos pobres en recursos y sus
complejos sistemas poseen especiales retos de investigación y demandan tecnologías apropiadas (Netting,
1993).
La agroecología enfatiza un enfoque de ingeniería ecológica que consiste en ensamblar los componentes del
agrosistema (cultivos, animales, árboles y suelos). Se busca que las interacciones temporales y espaciales
entre los componentes se traduzcan en rendimientos derivados de fuentes internas, reciclaje de nutrientes y
materia orgánica, y de relaciones tróficas entre plantas, insectos y patógenos, que resalten sinergias tales como
los mecanismos de control biológico. De este modo, a la investigación agroecológica le interesa no sólo la
maximización de la producción de un componente particular, sino la optimización del agroecosistema total. "Esto
tiende a reenfocar el énfasis en la investigación agrícola más allá de las consideraciones disciplinarias hacia
interacciones complejas entre personas, cultivos, suelo y animales" (Lampkin, 1998).
En la mayoría de los sistemas con cultivos múltiples desarrollados por pequeños propietarios, la productividad
en términos de productos cosechables por unidad de área "es mayor que bajo cultivos únicos con el mismo
nivel de manejo" (Francis, 1986), y "representan un recurso importante para los trabajadores modernos que
buscan crear un agroecosistema novedoso, bien adaptado a las circunstancias agroecológicas y
socioeconómicas locales" (Dewalt, 1994).
"Las técnicas tienden a ser intensivas en conocimiento, más que intensivas en insumos" (Reintjes et al., 1986),
pero claramente no todas ellas son efectivas y aplicables, por lo que son necesarias modificaciones y
adaptaciones.
Por medio del mantenimiento de un mosaico de parcelas bajo cultivo y algunas en descanso, los campesinos
han capturado la esencia de los procesos naturales de regeneración de suelos, típica de cualquier sucesión
ecológica. Adicionalmente, algunos sistemas tienden a disminuir el estrés de la sequía, por las capas de abrigo
dejadas por ciertos cultivos, pues ayudan a conservar el agua en el perfil del suelo.
Hasta ahora la investigación ha sido cómodamente orientada a la meta de aumentar rendimientos de ganado y
cultivos alimenticios particulares, generalmente sin la adecuada comprensión de las necesidades y opciones de
los pobres, ni del contexto ecológico de los sistemas a los que están dirigidos. Una nueva estrategia de Manejo
Integrado de Recursos Naturales (MIRN) debe generar un nuevo enfoque que considere los efectos interactivos
de los sistemas ecológicos y socioeconómicos a nivel ecorregional, bajo dos definiciones principales: manejo
responsable y de amplio fundamento de la base de recursos biológicos, de tierra, agua y bosque; y manejo de
los procesos biogeoquímicos (Mander y Goldsmith, 1996).
"La agrobiodiversidad todavía es tratada como una caja negra en investigación agrícola" (Swift y Anderson,
1993). Es importante buscar elementos para la producción, con formas de manejo de agroecosistemas
sensibles al mantenimiento y aumento de la biodiversidad (cultivos asociados, cultivos en rotación y
agroforestería). Los suelos con alto contenido de materia orgánica y alta actividad biológica generalmente
exhiben buena fertilidad, así como complejos nutricionales y organismos benéficos que previenen infecciones;
de ahí la importancia de la aplicación de abonos orgánicos. Por otro lado, "las prácticas agrícolas que causan
desbalances nutricionales pueden disminuir la resistencia a plagas" (Slansky y Rodríguez, 1987; Magdoff y Van
Es, 2000).
Los agroecosistemas, entonces, pueden ser manipulados para mejorar la producción y para producir más
sustentabilidad con menos impactos ambientales y sociales negativos, tales como disminución de la
biodiversidad, pérdida de la fertilidad del suelo y contaminación del agua, con los subsecuentes daños a la salud
del agrosistema y de los productores rurales; y menos insumos externos que representan incrementos en los
costos de producción afectando la economía campesina.
Los conceptos ecológicos son utilizados para favorecer los procesos naturales y las interacciones biológicas
que optimizan sinergias. De forma que los campos diversificados son capaces de respaldar su propia fertilidad
edáfica, la protección de los cultivos y su productividad. Por medio del ensamblaje de cultivos, animales, árboles,
suelos y otros factores en esquemas espacio-temporales diversificados, se optimizan diversos procesos; tales
procesos son cruciales en la determinación de la sustentabilidad de sistemas agrícolas (Vandermeer et
al., 1998).
"La agroecología tiene grandes ventajas, en cuanto a los procesos naturales y las interacciones benéficas dentro
del sitio, con el fin de reducir el uso de insumos externos al sitio y de optimizar la eficiencia de los sistemas de
cultivo" (Reintjes et al., 1992). Esto necesariamente repercute en el bienestar económico y social de los
productores.
Es necesario que los agrónomos comprendan los elementos socioculturales y económicos de los
agroecosistemas, y, a su vez, los científicos sociales aprecien los elementos técnicos y ecológicos de éstos.
"La agroecología proporciona las bases ecológicas para la conservación de la biodiversidad en la agricultura"
(Altieri, 1995). Además, juega un rol en el restablecimiento del balance ecológico de los agrosistemas, a manera
de alcanzar una producción sustentable.
"Ya han sido identificados los beneficios de las rotaciones multiespecíficas, cultivos de cobertura, agroforestería
y cultivos intercalados" (Francis, 1986). Los efectos benéficos de las substancias húmicas ácidas en el
crecimiento de las plantas están mediados por una serie de mecanismos, muchos de ellos similares a aquellos
que resultan de la aplicación directa de reguladores sintéticos del crecimiento vegetal, que incrementan
notablemente los costos de producción.
"Los suelos ricos en materia orgánica generalmente exhiben buena fertilidad edáfica, así como redes tróficas
complejas y organismos benéficos" (Hendrix et al., 1990), que previenen infección por organismos patógenos.
"La composta puede afectar positivamente la resistencia de las plantas a las enfermedades" (Trankner, 1992).
De hecho, hay evidencia creciente de que "los cultivos que crecen en suelos ricos en materia orgánica y
biológicamente activos, son menos susceptibles al ataque de pestes" (Luna, 1988), cuyo control constituye en
muchos casos un costo adicional relevante.
La literatura es abundante sobre los beneficios de las adiciones de enmiendas orgánicas, que estimulan a los
residentes antagonistas en cuanto que fomentan el control biológico de enfermedades vegetales. Campbell
(1989) y Liebman y Gallandt (1997) han sugerido que patrones retrasados de disponibilidad de nitrógeno en
sistemas con bajos insumos externos pueden favorecer cultivos de semillas grandes, sobre malezas de semillas
pequeñas. También han encontrado que la adición de materiales orgánicos puede cambiar la incidencia y
severidad de enfermedades de origen edáfico, que afectan a la maleza, pero no a los cultivos. Tales resultados
sugieren que esos mecanismos ubicuos para suelos manejados orgánicamente pueden disminuir la densidad y
crecimiento de maleza, manteniendo rendimientos aceptables del cultivo, con costos mucho menores.
Altieri y Letourneau (1982) y Andow (1991) han conducido experimentos que prueban la teoría de que la
diversidad vegetal reducida en los agroecosistemas lleva a la abundancia creciente de insectos patógenos, los
que usualmente exhiben mayor abundancia en monocultivos, que en sistemas de cultivo diversificados (Altieri,
1994), y representan enormes pérdidas económicas para los productores y daños a la salud del ecosistema.
Dos hipótesis ecológicas principales (la de los enemigos naturales y la de concentración de recursos) han
ofrecido explicación sobre el porqué las comunidades de insectos en los agroecosistemas pueden ser
estabilizadas construyendo arquitecturas vegetacionales, que fomentan a enemigos naturales y que inhiben
directamente el ataque de pestes (Smith y McSorely, 2000), evitando al productor los costos derivados de las
prácticas de control y los impactos ambientales subsecuentes.
Es claro que los datos empíricos y los argumentos teóricos sugieren que las diferencias en la abundancia de
pestes entre sistemas diversos y simples de cultivos anuales, pueden ser explicadas tanto por las diferencias
en las conductas de movilidad, colonización y reproducción de los herbívoros, como por las actividades de los
enemigos naturales. Los estudios sugieren que entre más diversos sean los agroecosistemas y mayor tiempo
permanezca imperturbada esta diversidad, los vínculos más internos se desarrollan para promover mayor
estabilidad ante los insectos, evitando que se conviertan en plagas, con costos económicos subsecuentes
(Altieri y Nicholls, 1999).
Son necesarios más estudios para determinar los elementos subyacentes en las mezclas vegetales, que
interrumpen la invasión de pestes y favorecen a los enemigos naturales. La investigación también debe
expandirse para evaluar los efectos de la diversidad genética, alcanzada por medio de una variedad de mezclas,
sobre la supresión de patógenos vegetales, cuyo control no sólo incrementa los costos de producción, sino que
también ha generado altos niveles de contaminación del agua y de los alimentos, con efectos nocivos en la
salud humana.
Muchas instituciones se han forjado un nicho al adoptar el lema "producir conservando y conservar
produciendo". Lo importante es que se aclare que no se trata de un intento más de cómo encajar la cuestión
ambiental dentro de los regímenes agrícolas ya establecidos, sino de buscar una sinergia real entre ecología,
economía y ciencia silvoagropecuaria. Concretar esta visión significará reorientar la investigación y la
enseñanza agrícola para enfrentar los desafíos de la gran masa de campesinos pobres y sus ecosistemas
frágiles, asegurando también la sustentabilidad de las áreas intensivas de producción.
Para esto será necesario introducir una racionalidad ecológica en la agricultura orientada a minimizar el uso de
insumos agroquímicos, complementar los programas de conservación del agua, suelos y biodiversidad,
planificar el paisaje productivo en función de las potencialidades de los suelos en cada ecorregión, y promover
el manejo sustentable de bosques y otros recursos renovables y no renovables.
La misión crucial de las instituciones públicas, en relación directa con los productores agropecuarios, deberá
centrarse en asegurar que los pobres no sean excluidos de los beneficios del desarrollo. Esto significa que la
equidad debe llegar a las comunidades rurales a través de oportunidades reales, para que esta mismas puedan
protagonizar la solución de sus problemas. Ofrecer oportunidades significa reivindicar la inventiva tradicional y
la organización-participación local, y poner a disposición de todos los estratos de agricultores alternativas
tecnológicas (muchas de ellas originadas por los propios campesinos), "que sean compatibles con los recursos
de que ellos disponen y capacitación para que sepan aplicarlas y difundirlas, para el escalonamiento de la
agricultura sustentable" (Pretty, 1995).
Uno de los rasgos que ha caracterizado a la agroecología en su búsqueda de nuevas prácticas de desarrollo
agrícola y estrategias de manejo de recursos es el conocimiento de los agricultores locales sobre el ambiente,
las plantas, los suelos y los procesos ecológicos, que adquiere una importancia sin precedentes dentro de este
nuevo paradigma. Diferentes grupos están convencidos de que comprender los rasgos culturales y ecológicos
característicos de la agricultura tradicional, como la capacidad de evitar riesgos, las taxonomías biológicas
populares, las eficiencias de producción de las mezclas de cultivos simbióticos y el uso de plantas locales para
el control de las plagas, es de importancia crucial para obtener información útil y pertinente que guíe el desarrollo
de estrategias agrícolas apropiadas, más sensibles a las complejidades de la agricultura campesina y que
también están hechas a la medida de las necesidades de grupos campesinos específicos y agrosistemas
regionales.
La investigación y el desarrollo agrícola deben operar sobre la base de un enfoque "desde abajo", comenzando
con lo que ya está ahí: la gente del lugar, sus necesidades y aspiraciones, sus conocimientos de agricultura y
sus recursos naturales autóctonos. Es evidente que mejorar el acceso de los campesinos a la tierra, agua y
otros recursos naturales, como también al crédito equitativo, mercados justos y tecnologías apropiadas, es
crucial para garantizar un desarrollo sustentable.
Cómo desarrollar y promover tecnologías adaptadas a la agricultura campesina es el reto ineludible para la
agroecología. Este desafío sólo se puede enfrentar adoptando una estrategia agroecológica en el desarrollo
rural que enfatice sistemáticamente las relaciones entre las variables ambientales, técnicas, socioeconómicas
y culturales, que afectan el uso y producción de los recursos locales. "Cuando se diseñan nuevos agrosistemas
se deben considerar las interacciones entre los individuos y su ambiente local, los patrones espaciales y
temporales de las actividades productivas, las relaciones sociales de producción y las interacciones entre las
comunidades y el mundo exterior" (Krishnamurty y Ávila, 1999).
Evidentemente, mientras más pobre sea el agricultor mayor importancia cobrará el empleo de una tecnología
de bajos insumos, pues no tiene más opción que recurrir al uso eficiente de sus recursos locales. Bajo
condiciones de subsidio económico, crédito o si dispone de suelos planos y acceso a riego, la revolución verde
se torna más atractiva para los agricultores, ya que en el corto plazo parece ofrecer rendimientos más
espectaculares. La pregunta es ¿a qué costo social y ambiental?, y ¿por cuánto tiempo se debe subsidiar el
sistema? Esta discrepancia no existiría si hubiera centros de investigación y extensión a nivel nacional que
promovieran la agroecología con tanta energía como actualmente las instituciones de gobierno impulsan la
agricultura química y mecanizada.
El problema inmediato en muchas áreas de pobreza rural radica en la supervivencia del campesino, por lo que
mantener la producción de subsistencia es absolutamente esencial para el bienestar de la población rural. Un
campesinado con seguridad alimentaria, organización social, una base conservada de recursos naturales y una
identidad cultural está en mejor posición de negociar con el poder local o nacional.
El aumento de la participación de los campesinos en los mercados locales solamente se conseguirá una vez
que sus necesidades básicas de supervivencia y tenencia estén aseguradas. En esencia, lo que se pretende
es promover la autosuficiencia alimentaria del campesinado, dejando de lado el modelo de agricultura
especializada, orientada al mercado de exportación, y sustituyéndolo por un modelo que reconozca en la
diversidad ecológica y cultural de cada región los elementos claves de la apropiación y transformación de la
naturaleza.
A medida que se evalúan estos programas, se comprueba que los campesinos que adoptan los diseños
propuestos gozan de mayor autosuficiencia alimentaria y se consolidan más a nivel comunal, al colaborar
recíprocamente en el trabajo y en otras actividades. Es obvio, además, que los sistemas modelo no son tomados
por los campesinos como recetas técnicas rígidas. Éstos cumplen más bien una función pedagógica,
proporcionando a los campesinos ideas y criterios que ellos aplicarán en sus tierras de la forma que consideren
más apropiada.
Spangenberg et al. (2002) aclaran que generalmente las organizaciones gubernamentales son explícitamente
referidas como instituciones, que en el curso de la toma de decisiones deben considerar aspectos de desarrollo
sustentable. El uso de términos relacionados con contextos institucionales en la Agenda 21, implica que la
comprensión subyacente de las instituciones es amplia, dado que se refiere no sólo a organizaciones sino
también a mecanismos institucionales, como procedimientos y normas legales (sistemas de reglas formales o
informales, explícitas o implícitas). Este análisis deja descubiertos varios importantes aspectos institucionales
del desarrollo sustentable, que no se reflejan aún en el conjunto de indicadores institucionales.
Los enfoques agroecológicos alternativos están basados, tanto como es posible, en el uso de recursos
localmente disponibles, si bien no se rechaza totalmente el uso de insumos externos. Los campesinos no
pueden beneficiarse de tecnologías fuera de su alcance y que no son apropiadas para sus condiciones.
Un obstáculo básico para el uso de la agroecología es la demanda por especificidad en su aplicación. Los
sistemas agroecológicos requieren que los principios sean aplicados creativamente dentro de cada
agroecosistema en particular. "Los practicantes en campo, deben poseer información más diversificada en
ecología y en ciencias agrícolas y sociales en general" (Pearse, 1980).
La alta variabilidad de los procesos ecológicos y sus interacciones con los factores sociales, culturales, políticos
y económicos heterogéneos generan sistemas locales excepcionales. Entonces, "la única forma en que la
especificidad de sistemas locales puede ser tomada en cuenta, es a través del manejo de recursos naturales
(MRN) para sitios específicos" (Edwards et al., 1993).
Es necesario entender los principios que explican por qué tales esquemas trabajan a nivel local, y luego aplicar
tales principios a escalas más amplias. La especificidad del MRN a nivel de sitio requiere un cuerpo de
conocimientos excepcionalmente amplio, que una institución de investigación no puede generar y manejar por
sí misma. Esta es una razón del porqué la inclusión de las comunidades locales, en todas las etapas del proyecto
(diseño, experimentación, desarrollo tecnológico, evaluación y difusión), es un elemento clave en un desarrollo
rural exitoso. "La autovalidación inventiva de las poblaciones rurales es un recurso que debe ser fomentado
urgente y efectivamente" (Richards, 1985). Existen muchos factores que limitan la implementación de iniciativas
sobre agricultura sustentable, una de ellas es que la investigación y el desarrollo para la agroecología y enfoques
sustentables han sido largamente ignorados o aún inmovilizados (Pretty, 1995). La evidencia muestra que "los
sistemas agrícolas sustentables pueden ser económica, ambiental y socialmente viables, y contribuir
positivamente al sustento local" (Uphoff y Altieri, 1999).
Según Pretty y Hine (2001), los factores para el éxito de las innovaciones agroecológicas son: tecnologías
apropiadas adaptadas de la experimentación campesina, enfoques participantes y de aprendizaje social,
vínculos adecuados entre campesinos y agentes externos y presencia de capital social a nivel local. Un factor
que limita la difusión de las innovaciones agroecológicas es la falta de análisis y sistematización de los principios
que determinan el nivel de éxito de las iniciativas locales, por lo cual no existe la capacidad de validar estrategias
específicas para la publicación de tales iniciativas. Un punto de partida debe ser el entendimiento de las
condiciones agroecológicas y socioeconómicas, bajo las que las alternativas fueron adoptadas e implementadas
a nivel local, incluida la sistematización y aplicación de enfoques que han tenido éxito a nivel local y la remoción
de los factores limitantes.
Para que la agricultura sustentable pueda ser difundida a un mayor número de campesinos y comunidades en
el futuro, la atención debe enfocarse en asegurar que la política ambiental sea permisiva, más que restrictiva;
en ampliar la inversión en infraestructura para mercados, transporte y comunicaciones; en asegurar el apoyo
de agencias gubernamentales, en particular para iniciativas locales de agricultura sustentable; y en el desarrollo
de capi tal social tanto en el interior de las comunidades rurales como entre las agencias externas.
No hay duda de que "los pequeños agricultores localizados en ambientes marginales del mundo en desarrollo
pueden producir gran parte del alimento que necesitan" (Uphoff y Altieri, 1999; Pretty y Hine, 2001),
incrementando así la estabilidad en la producción a través de la diversificación, en el mejoramiento de la dieta
y en el ingreso. Esto contribuirá a la seguridad alimentaria nacional y a las exportaciones, al mismo tiempo que
a la conservación de los recursos naturales y a la agrobiodiversidad.
"Las nuevas estrategias deben enfocarse a la facilitación del aprendizaje de los campesinos", para que logren
convertirse en expertos del MRN y en la captura de oportunidades en sus ambientes diversos (Uphoff, 2002).
Esto implica una clara comprensión, tanto de la relación entre la biodiversidad y el funcionamiento del
agroecosistema, como de la identificación de prácticas de manejo y diseño que optimicen el tipo de biodiversidad
correcto, que en su momento contribuirá al mantenimiento y productividad del agroecosistema (Totedo, 2000).
Debe ponerse énfasis especial en involucrar a los campesinos directamente en la formulación de la agenda de
investigación y en su participación activa en el proceso de innovación tecnológica y difusión. Debe enfocarse la
dirección adecuada, la investigación loc al y las capacidades en la resolución de problemas, además debe ser
optimizado el control sobre el sistema alimentario.
Los gobiernos y las organizaciones públicas internacionales deben promover y apoyar la cooperación efectiva
entre ONG's, universidades locales y organizaciones campesinas, con el fin de ayudar a fortalecer a los
campesinos pobres para que alcancen la seguridad alimentaria, la generación de ingreso y la conservación de
sus recursos naturales. Según Altieri (2002), "el reto último es incrementar la inversión y la investigación en
agroecología y desarrollar proyectos que hasta hora han probado ser exitosos para miles de otros campesinos".
Conclusiones
El equilibrio entre los sistemas natural y social es el requisito fundamental para lograr la sustentabilidad, ya que
el consumo excesivo afecta la sustentabilidad ambiental, y la pobreza lo hace con la sustentabilidad social. La
visión coevolutiva de ambos sistemas permite entender las interacciones e influencias que pueden favorecer
este equilibrio, al explicar cómo se afectan mutuamente el ambiente y la sociedad, tanto en el sentido de
desarrollo como de degradación.
Se ha considerado a la agroecología como una importante alternativa para lograr desarrollo, productividad y
utilidad social a largo plazo. Sin embargo, el avance de esta ciencia implica enormes retos para la investigación
agrícola, que debe adentrarse en el estudio de interacciones complejas, rebasando el enfoque mecanicista y
reduccionista, en busca de una visión ecosistémica capaz de identificar y propiciar efectos integradores para el
rediseño de sistemas.
En este reto, las instituciones dedicadas a la investigación y promoción agrícola juegan un significativo rol, si se
desea el desarrollo de la ciencia agroecológica, la cual aún con enormes aplicaciones y potencialidades
presenta perspectivas todavía limitadas, debido a los grandes obstáculos conceptuales y metodológicos que los
enfoques convencionales ofrecen. Entre estas limitantes se encuentran la falta de especificidad para sistemas
locales, la amplitud del cuerpo de conocimientos necesarios y la poca relevancia otorgada a la autovalidación
de las poblaciones rurales a los enfoques participantes y al aprendizaje social. Se requiere de análisis y
sistematización de principios que determinen el éxito de iniciativas locales, y de las condiciones agroecológicas
y socioeconómicas en que se desarrollan. Debe incluirse la participación activa de los campesinos en la
formulación de agendas de investigación y en el proceso de innovación tecnológica y difusión.