Nutricion en Guatemala

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NUTRICION EN GUATEMALA

La disponibilidad de alimentos en Guatemala ha sido afectada principalmente por


los eventos naturales y las políticas económicas agrarias inadecuadas. Estas
limitaciones en el sector productivo agrícola guatemalteco explican porque el
comportamiento del Suministro de Energía Alimentaria en los últimos años ha sido
inestable y ha mantenido un incremento a una tasa muy cercana a la de las
necesidades nutricionales, lo que representa un riesgo de insuficiencia si se
considera la distribución desigual de estos suministros en la población. La
tendencia a las importaciones ha sido al incremento, principalmente de cereales,
lácteos y grasas de origen animal.

El patrón alimentario en Guatemala se basa principalmente en los cereales (el


maíz), azúcares y frijoles. La adecuación energética de la dieta está cercana al
90% y muestra deficiencias críticas de grasas, proteínas de origen animal y
micronutrientes, principalmente en las regiones Altiplano, Norte y Centro y en las
categorías de menor ingreso (Cuadro 3a & Cuadro 3b).

Según la ENSMI-1999, el 24% de los niños menores de 5 años en Guatemala


tiene un peso deficiente para su edad (Mapa 3) y el 46% de los niños una talla
deficiente para su edad (Mapa 4): Los niveles de desnutrición son mayores entre
los niños de 12-59 meses de edad. El nivel de desnutrición crónica relativamente
alto en el ámbito nacional enmascara grandes diferencias geográficas. La
prevalencia es relativamente baja en la región Metropolitana (28,6%) en
comparación con las prevalencias observadas en las Norte, Suroccidente y
Noroccidente del país donde alcanza en esta última el 70% (Cuadro 4a-1 y Cuadro
4a-2). La tendencia de estas cifras es a disminuir, con una disminución que se
registra más entre población urbana no indígena.

La prevalencia de anemia sigue siendo un problema en las mujeres de edad fértil


y, entre ellas, en las embarazadas, así como entre niños menores de 5 años
(Cuadro 5b). La deficiencia de Vitamina A es moderada y se evidencia que se
superó la situación de déficit severo registrada en décadas anteriores. Esta
deficiencia es peor entre los niños menores de 2 años, en las regiones Altiplano y
Nororiente, en la población rural, y se relaciona inversamente con la disponibilidad
de azúcar fortificada. Los niveles de excreción de yodo en orina son adecuados,
pero la eficiencia en la yodación de la sal es bastante crítica (Cuadro 5a).

El acceso económico a los alimentos es un problema para la mayoría de la


población. La relación entre el ingreso per capita promedio para la población total
y el costo de la Canasta Básica de Alimentos para una familia tipo es de
aproximadamente 0,50. Esta misma relación en el caso del salario mínimo oficial
es aún más precaria. En 1999 más de una cuarta parte de la población
guatemalteca tiene ingresos per cápita inferiores a $EE.UU. 1/día, es decir, en
términos absolutos aproximadamente 2,8 millones de personas son
extremadamente pobres, mientras que, más de la mitad cuenta con un ingreso
per cápita inferior a $EE.UU. 2/día, aproximadamente 6 millones de habitantes
pobres (Mapa 2). El acceso a agua potable constituye una de las necesidades
básicas insatisfechas más importantes. Sólo el 67% de los hogares en el ámbito
nacional dispone de agua por tubería. La prevalencia de enfermedades infecciosas
continúan siendo muy altas, principalmente entre la población más vulnerable.

La tendencia a la mejoría en las cifras de desnutrición reportadas pueden estarse


sustentada en los siguientes factores: la suscripción en 1996 de los Acuerdos de
Paz, los estímulos a la municipalización y la descentralización, la ampliación de las
coberturas en educación y salud, el incremento del gasto público destinado a
estos sectores y el crecimiento de la participación social de organizaciones no
gubernamentales y de la sociedad civil organizada gracias al clima de conciliación
y democratización.

QUE ES DESNUTRICON

Cuando pensamos en la desnutrición, lo primero que nos viene a la cabeza es la falta de


alimentos y el hambre. Las imágenes que probablemente vengan a nuestra cabeza son las
de niños extremadamente delgados que apenas tienen fuerza para sostenerse en pie.

Imágenes que suelen dar la vuelta al mundo cuando se produce una emergencia nutricional,
como ya pasó en Etiopía, Somalia o el Cuerno de África. En la actualidad, más
de 200 millones de niños en todo el mundo sufren algún tipo de desnutrición.

Pero la desnutrición, que está detrás de la muerte de alrededor de 7.000 niños cada día, es
el resultado de un proceso más complejo.

Un niño que sufre desnutrición no solo ha tenido una cantidad suficiente de alimentos, sino
que además lo que ha ingerido no tenía los nutrientes necesarios para su desarrollo. No
obstante, la desnutrición no se reduce exclusivamente a una cuestión de alimentación.

Una atención poco adecuada o la acumulación de enfermedades infecciosas son dos


elementos que siempre están presentes en los casos de desnutrición infantil. Así, la falta de
alimentos (en cantidad y calidad), la falta de cuidados y la aparición de infecciones generan
un círculo vicioso que puede acabar con la vida de un niño. Y más aún, en el origen de todo
están las causas básicas, que incluyen factores sociales, económicos y políticos como la
pobreza, la desigualdad o la falta de educación.

La desnutrición aguda, la peor enemiga de la supervivencia infantil


La desnutrición tiene un impacto devastador en la vida de los niños a corto y largo plazo.
Los efectos en su salud son evidentes, ya que multiplica las probabilidades de padecer
enfermedades como la neumonía, la diarrea o la malaria. Por eso la desnutrición es una de las
peores enemigas de la supervivencia infantil.

Cuando hay algún desastre natural, se produce una sequía, una inundación o un conflicto, es
cuando se generan las mayores situaciones de emergencia nutricional, como ocurrió en
Etiopía, Somalia, el Sahel o el Cuerno de África. Es entonces, cuando no queda más que
atender las necesidades de los niños de manera urgente e inmediata.

Un niño que sufre desnutrición aguda grave tiene 9 veces más de posibilidades de morir que


un niño cuyo estado nutricional es normal. Sus defensas debilitadas no pueden hacer frente a
las enfermedades y, cuando la desnutrición se complica, el riesgo de muerte es muy alto.

La desnutrición crónica puede comenzar en el embarazo

Muchas veces la desnutrición comienza incluso antes de que un niño nazca. El embarazo es
un momento decisivo para prevenirla. Una madre que sufre problemas crónicos de
desnutrición tiene más probabilidades de dar a luz un bebé con bajo peso y que sufrirá
un retraso de crecimiento durante toda su infancia.

Esta desnutrición crónica no solo tiene consecuencias en el desarrollo físico y cognitivo del


niño, sino que también tiene implicaciones en su educación. La desnutrición impide que los
niños puedan aprender con normalidad lo que pone en serio riesgo su futuro, condenándolos
a seguir viviendo en la pobreza.

La desnutrición crónica no se puede tratar, pero sí prevenir. En los llamados 1.000 días


críticos para la vida, que abarcan desde el embarazo hasta que cumplen 2 años, se produce
el desarrollo básico de un niño. Y es esa etapa esencial cuando hay que actuar: fomentando
la lactancia materna, hábitos de higiene, creando instalaciones de agua y
saneamiento, asegurando el acceso de las madres y los niños a una atención sanitaria
adecuada.

NUTRICION POR ETAPAS

Primera infancia

El niño cuando nace requiere de muchas calorías, es por eso que la leche materna es el alimento
principal durante los primeros meses de vida.
Durante el primer año, se produce un cambio constante en el número de ingestas de alimentos y
en la cantidad y composición de la misma; el número se reduce paulatinamente y la cantidad por
ingesta aumenta progresivamente. Asimismo la composición de la dieta varía por la progresiva y
constante incorporación de nuevos alimentos, carne, pescado, huevos, cereales, frutas, verduras
y lácteos a medida que el organismo va requiriendo de más nutrientes y va teniendo capacidad
de digerirlos y asimilarlos.
En los primeros años de vida la alimentación tiene especial importancia por ser el periodo en el
que el niño aprende a comer bien y consolida unos hábitos alimentarios saludables.

Edad escolar

Es una etapa de importante desarrollo intelectual y físico en el niño, por lo que necesitará una
buena planificación en su alimentación para obtener todos los nutrientes necesarios para
estudiar y realizar todas las actividades físicas que le depara su día a día.
El niño deberá comer 5 veces al día dando especial importancia al desayuno que estará
compuesto por un lácteo, cereal y fruta. Se deben incluir alimentos como las verduras, arroz,
pastas, legumbre, carne, pescado, huevos y frutas asegurándonos de que frutas, verduras y
alimentos ricos en fibra están presentes a diario. Es conveniente evitar el consumo excesivo de
azúcares e hidratos de carbono porque pueden acarrear problemas de obesidad y dentales.
Es recomendable no hacer comparaciones entre niños, ni sobre la cantidad de alimentos que
consumen ni sobre el ritmo del crecimiento. Es más importante la calidad de lo que comen que la
cantidad y de ello dependerá su salud futura.

Adolescencia

En la adolescencia aumentan los requerimientos energéticos y las necesidades de nutrientes ya


que en esta etapa acontecen una serie de cambios importantes a nivel físico, hormonal,
psicológico y sexual. Además de ser el momento en el que se alcanza el pico de densidad ósea.
Un aumento en el consumo de lácteos y derivados, carne y pescado y alimentos ricos en
vitaminas y minerales especialmente de calcio y fósforo serán las recomendaciones para superar
la adolescencia con éxito.
No debemos olvidar que esta etapa se caracteriza por el desorden de las comidas y el deseo
sobre todo femenino por bajar de peso, lo cual puede dar lugar a enfermedades que produzcan
trastornos alimentarios como anorexia nerviosa o bulimia. Será importante por ello una persona
adulta que observe al adolescente durante este tiempo.

Adultos 

Es el periodo más largo de nuestras vidas en el cual un correcto estado nutricional viene dado por
lo que se conoce como “dieta equilibrada” que junto con una actividad física continuada será la
clave para conseguir mantener la calidad de vida durante toda nuestra existencia y prevenir
enfermedades tales como la obesidad, diabetes, hipertensión, colesterol elevado o incluso la
osteoporosis.
Las necesidades nutricionales en este periodo dependerán de numerosos factores como son el
gusto personal, los hábitos gastronómicos y culinarios, la educación e información nutricional, las
costumbres culturales, étnicas o religiosas, las circunstancias económicas, sociales y agrícolas, la
disponibilidad de los alimentos, la geografía y el clima (a mayor temperatura menor consumo de
energía), la condiciones higiénicas y organolépticas y, por supuesto, la edad, el sexo, el peso, las
necesidades fisiológicas especiales (embarazo, lactancia, menopausia…), la actividad física
(trabajos pesados, ligeros, moderados), la regulación de la temperatura corporal, las situaciones
psíquicas (el estrés y otras) y la tasa o índice de metabolismo basal. Muchas de estas condiciones
se modifican a lo largo de la vida e influyen directamente en las necesidades de energía de cada
individuo.
El mantenimiento del peso se consigue cuando la cantidad exacta de las kilocalorías que necesita
el organismo es aportada por la dieta y hay un equilibrio entre la energía que se ingiere y la que
se consume. Ni una caloría más, ni una menos. En el adulto medio hay unos requerimientos
nutricionales cuantitativos que aunque son orientativos están más o menos generalizados: Para
un hombre de 1,75 cm de talla, 67,400 kg de peso, que realice una actividad moderada el aporte
calórico debe ser de aproximadamente de 3000 kilocalorías y para la mujer tipo de 1,65 cm, 56 kg
de peso y actividad moderada el aporte calórico recomendado será de unas 2250 kcal. Los
hidratos de carbono aportarán entre el 55-60% de la energía total de la dieta de los cuales el 10%
como máximo serán de azúcares simples, los lípidos o grasas el 25-30% siendo la relación
aconsejada de: el 10% de grasa saturada, del 5 al 10% de grasa poliinsaturada y del 10 al 12% de
grasa monoinsaturada y las proteínas el 10-15% del total, de las cuales se aconseja que casi la
mitad provengan de proteínas de origen animal por su mayor valor biológico pero también es
importante combinar con proteínas vegetales (legumbres, cereales…), que aunque tiene un valor
biológico menor, se complementan y aseguran el aporte necesario.
Las vitaminas, minerales y el agua deben guardar un equilibrio pero hay que asegurar su consumo
con los alimentos que los contiene en mayor proporción. La ingestión de agua sola o en los
alimentos o en otras bebidas debe asegurarse en una cantidad aproximada de litro y medio
diario.

Madurez
En este grupo además de una serie de factores asociados propios de la edad, dificultad de
masticación, disminución de secreciones digestivas e hipotonía del aparato digestivo, el problema
a fundamental con el que se tropieza al organizar la dieta de los mayores es que sus hábitos
alimentarios están muy arraigados y muchas veces son erróneos.
Las necesidades nutricionales y energéticas se establecen de forma muy genérica ya que cada
persona tiene un ritmo de envejecimiento y situaciones personales diferentes (grado de apetito,
ciertas enfermedades, gustos…). No obstante, generalmente lo que se produce es una
disminución del gasto energético por lo que las calorías totales que se ingieren también deben
disminuir sin por ello descuidar su aporte nutritivo.
El uso de productos dietéticos especiales para los ancianos, puede ser adecuado en ocasiones en
las que la alimentación no es completa.

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