Doce-En-Punto Antologia Chilena Contemporanea PDF
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selección y prólogo
Daniel salDaña parís
ISBN: 978-607-02-3684-6
ISBN de la serie: 968-36-3756-6
7
que todos los autores antologados son mayores que yo, la
trampa de la “poesía joven” se vuelve flagrante si se tiene en
cuenta que todos tienen ya una obra sólida desde hace años),
me acalambraron cuando me propuse poner orden a mis
preferencias y delinear el índice de este volumen. Como no
conozco la autocrítica, y paso de la megalomanía a la auto-
denostación, mi conciencia ejecutó durante algunos meses la
conocida danza del “gusano en sal” mientras me preguntaba,
una y otra vez, si tenía derecho a hacer esta antología siendo,
como soy, mexicano, voluble y poco sistemático. “Seguro hay
algún académico local, con el suéter poblado de migas, capaz
de hacer una selección más razonada y defendible de la poe-
sía chilena última”, trató de convencerme mi falsa modestia.
Pero al sumergirme de veras en los libros que tenía a mano
me di cuenta de que había demasiados buenos poemas que
con gusto compartiría en voz alta, embriagado y al terminar
una cena, para deleite o fastidio de mis mejores amigos. Y una
antología, por más que se vista con el corsé de la pertinencia,
es esencialmente eso.
Pero no todo aquí es capricho, desde luego. La lectura
extranjera también ofrece sus beneficios. A la distancia resulta
más fácil ignorar, por elección o destino, las convenciones
que pesan sobre una obra. Si la endogamia crítica prescribe
como “fundamental” a cierto poeta, o si con otro se ensaña
censurando su adscripción a una flaca tendencia, a mí me
dio esencialmente lo mismo: leí cuanto pude, consiguiendo el
material mediante un proceso que más adelante explico, y fui
separando los libros en los que creí encontrar no sólo una voz
personal o una ejecución virtuosa, sino sobre todo un gesto
que poéticamente me pareciera interesante. (Debo matizar: el
interés y la simpatía son cosas distintas: hay gestos aquí que
resultan completamente ajenos a lo que en principio busco
como lector y autor de poesía, pero cuya importancia en un
contexto histórico definido considero digna de ser tomada en
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cuenta. Pretender una lectura atemporal de las obras, como
si flotaran en el éter de las intuiciones puras, me parece tan
indeseable como imposible: escribo este prólogo en una fecha
precisa, para un público más o menos definido; si quisiera
hacerle ojitos a la posteridad, postulando la validez eterna
de mis convicciones estéticas o de esta exacta selección de
textos, tendría que ser espiritista o idiota).
Pero basta de digresiones teóricas, que tengo que explicar
cómo procedí con esto. La necesidad de incluir a algunos
de los autores me pareció evidente desde el principio, no
sólo porque he frecuentado sus libros desde hace años y en
alguna ocasión me ocupé de ellos en recensiones críticas
que me abrieron la puerta de una lectura más meditada,
sino porque son responsables de obras que han modificado
nuestra lectura de sus predecesores. Ese me pareció un cri-
terio de inclusión que, aunque difícil de definir, valía la pena
defenderse: la tradición, en contra de lo que suele creerse,
no es unidireccional, sino que conforme se añaden piezas a
su diseño se va alterando el dibujo completo. Es menos una
estafeta que se va pasando, como quiere la metáfora más
socorrida, que un rompecabezas que se reacomoda infatiga-
blemente. En ese sentido, más que hablar, por ejemplo, de
la influencia de Raúl Zurita en Héctor Hernández Monteci-
nos, prefiero pensar que la obra de Hernández Montecinos
puede cambiar nuestro acercamiento a la de Zurita. De
igual manera, Nicanor Parra, por más que sea Parra, no es
el mismo Parra después de haber leído a Yanko González:
su significado se trastoca en función de las obras a las que
sugirió un camino.
Esto que digo, como habrán notado, es esencialmente lo
mismo que escribió Borges en “Kaf ka y sus precursores”:
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polémica o rivalidad. El hecho es que cada escritor crea sus
precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado,
como ha de modificar el futuro.1
1
Jorge Luis Borges, Otras inquisiciones, Sur, Buenos Aires, 1952.
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poema, echando mano tanto del pastiche como de herra-
mientas narrativas, dispara las resonancias del texto hacia
otros géneros, otras disciplinas. También en Enrique Winter
—por buscar afinidades— hay ciertos poemas que ficcionalizan
escenas y personajes desde un yo poético mutable, menos
lírico que relator, menos íntimo que atento a su relación con
otros personajes. De estas estrategias me interesa la forma en
que resuelven el dilema entre contar y cantar. Dilema que por
cierto tematiza, de un modo completamente distinto, Pedro
Montealegre. En los poemas de Montealegre es difícil no
dejarse llevar por una lectura rítmica, apoyada en los salvajes
encabalgamientos, pero si se leen despacio —y conviene hacer-
lo— revelan mecanismos sutiles, insistencias, goznes semánticos
que resultan sorprendentes sin ser nunca del todo gratuitos.
Algunos de los autores incluidos viven fuera de Chile y
—no sólo por ello, está claro— su obra se nutre de tradiciones
varias, como es el caso de los mencionados Montealegre y
Gómez Olivares, pero también de Christian Andwandter, a
quien me pareció importante incluir porque, además de la
meticulosidad en el trabajo con el lenguaje que percibo en
sus textos, tengo la impresión de que desbarata muchos lu-
gares comunes de lo que se suele pensar de la última poesía
chilena —a la que se le supone, creo que con injusticia, un
temperamento desbocado y un experimentalismo de raigam-
bre todavía romántica—.
La decisión de incluir solamente a doce autores le parecerá
insuficiente a quien conozca el panorama de la poesía chile-
na contemporánea. Se objetarán ausencias, como siempre.
Pero debe quedar claro que esto no es un censo. Para guías
telefónicas de la poesía chilena consulte otro volumen. En
algunos casos dejé fuera a poetas que me gustan pero cuya
obra considero deudora o apostilla de la de otros aquí inclui-
dos; hubiera resultado excesivo, en la lectura de conjunto,
darle un despliegue mayor a poéticas demasiado contiguas.
11
En ese sentido, busqué menos la variedad-porque-sí que la
exploración de rutas personales y conscientes de su contem-
poraneidad. (Quepa este paréntesis: pese a la variedad, nada
encontrarás aquí, oh, lector exigente, de esos poetas que se
proponen, con toda la ingenuidad de la que son capaces —es
mucha—, hablarle al pueblo con la tosca sintaxis que le supo-
nen inherente; ni de esos otros que, invocando su experiencia
bidimensional del mundo, nos presentan un escueto catálogo
de aflicciones —en el que sólo hay variantes de una misma,
melancólica acedía— que como mucho se propone humedecer
el lagrimal de sus tías más sensibles).
Me interesa también que la selección de poemas alcance a
dar una idea de la obra de cada autor. Dadas las limitaciones
materiales de un libro como este (que no puede extenderse
enciclopédicamente), y a pesar de la cantidad de poetas chile-
nos que viven bajo cualquier roca esperando a que alguien la
levante, creí que generaría un resultado más intenso (y de qué
otra cosa se trata, si no) presentando cabalmente a una buena
docena de autores que ofreciendo una embarradita de 58.
Lo que me lleva a esto otro: dado el carácter orgánico
de muchos de los títulos de la poesía chilena reciente (con
ello me refiero a que la unidad básica que proponen no es
el poema, sino el libro como proyecto o materialización de
una idea única), fue muy difícil preparar una muestra que
no traicionara esa intención —y en eso estoy bastante seguro
de haber fracasado—. Muchos libros de los que se nutre esta
antología (Calas, de Carrasco; Adornos en el espacio vacío, de
Barrera Calderón; El cementerio de los disidentes, de Gaete Brio-
nes; La perla suelta, de Ilabaca; Spandau, de Dunkler, por decir
unos cuantos enlistados casi al azar) juegan con ritornelos que
aparecen en un poema y otro, repeticiones y variantes que en
una selección como esta no pueden plasmarse por completo,
pues eso implicaría tanto como publicar entera cada una de
las series.
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En algunos casos, sin embargo, me incliné por incluir poe-
mas seriados de un mismo autor, renunciando a dar cuenta
de su versatilidad tonal o temática para reflejar la intención
original —la insistencia— de los libros de los que tomé frag-
mentos. Es lo que sucede, por ejemplo, con Claudio Gaete
Briones, de quien incluyo varios fragmentos de una misma
serie de su libro El cementerio de los disidentes, pues la forma
en que se articulan entre sí los fragmentos es, en su poesía,
una de las virtudes más evidentes. Con otros autores, ya lo
descubrirá el lector, seguí un camino parecido.
En un caso extremo, incluso, el libro como tal no es la
unidad que parece tener en mente el poeta al escribir, sino
la más ambiciosa Completud de la Obra. Tal sería, en mi
lectura, la vía de Hernández Montecinos, a quien en aparien-
cia no podría convenirle menos el formato de la antología,
pero excluirlo por esta razón hubiera sido escamotearle al
lector una de las voces más rotundas, que por otro lado pue-
de comprenderse y ser asimilada a otros niveles y por otras
vías, evadiendo la cuestión de la Obra Completa. Notará el
lector, pues, que en el caso único de Hernández Montecinos
no se indica, después de cada poema o conjunto de poemas,
el libro al que pertenecen (no me parece relevante en su caso),
sino que al final se dan, sin entrar en detalles, los títulos que
reúnen todo lo que ha publicado hasta ahora.
Para acotar el período temporal de esta antología me sirvo
del criterio que se suele emplear en México, y que reúne a los
poetas según el año de su nacimiento, haciendo caso omiso
de la fecha de publicación de las obras (que quizás, en ciertos
casos, puede ser un indicador más sensato de la temperatura
poética del momento). En cuanto a la fijación de las fechas
de corte me gustaría poder decir que la inicial, 1971, es un
tanto arbitraria, aunque no es del todo cierto. A lo mejor es
la miopía del crítico extranjero la que me sugiere esta idea,
pero creo que 1971 marca una grieta en el paisaje poético
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chileno; grieta anticipada, quizás, por otros autores, pero
definida de un modo más claro con la obra de los tres que
aquí incluyo: Germán Carrasco, Cristián Gómez Olivares y
Yanko Gonález. No creo que sea pecar de obtuso favoritismo
exponer honestamente mis preferencias: tengo la convicción
de que la de Carrasco es una de las obras poéticas más só-
lidas y lúcidas de los últimos lustros en nuestro idioma, y la
coincidencia de que comparta año de nacimiento con el otro
par antes mencionado —cada uno radicalmente distinto en
sus planteamientos y con una voz muy personal— me pare-
ció suficiente pretexto para fijar en el 71 el arranque de mi
selección… Sé que siempre sonarán cabalísticas este tipo de
explicaciones, pero ni modo.
Por lo que corresponde a la fecha final —que hace inquie-
tantemente imperfecto el índice al violar por un año la década
justa, a mí que me gustan tanto los números redondos— debo
decir que tuve la intención primera de incluir autores más
jóvenes, llegando incluso a los nacidos a finales de los 80, pero
dos reparos me disuadieron de hacerlo: en primer lugar, la
escasa circulación de sus obras en círculos de un diámetro
mayor al extrarradio de sus respectivas ciudades hace difí-
cil conocerlos y diferenciar, entre tantísimas publicaciones,
aquellas que toman distancia de la emulación simplona de
poéticas “que están en el aire” para emprender una búsqueda
que se distinga. En segundo lugar, y aunque no soy un fer-
viente defensor de las virtudes del sabio tiempo (creo que es
necesario, siempre, leer a nuestros contemporáneos, como
confirmará el lector que se adentre en estas páginas), sí me
parece que un filtro importante para acceder a los autores es
el impuesto por al menos cinco años de necedad constante
por parte de ellos. Muchos poetas que despuntan como la
uva más noble de una nueva cosecha (por usar una metáfora
cursi que sin embargo conviene a la región que me ocupa)
no perseveran en la escritura —me parece razonable que
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no lo hagan, qué le vamos a hacer— y al poco sus brillantes
primicias se revelan opacas, como si el abandono de una
vocación que parecía promisoria tiñera las óperas primas de
un aire tristón, desleído. Son éstas, quizás, consideraciones
externas a la poesía misma, pero que una antología debe, a
mi entender, tomar en cuenta.
Esta generación de poetas chilenos, desde luego, tiene un
intenso diálogo con sus predecesores nacionales. La influen-
cia poética de Raúl Zurita, ya mencionada antes, es evidente
en algunos de los autores de finales de los 70. Pero se puede
rastrear, además, el eco de otras obras: Carmen Berenguer,
Paulo de Jolly, Diego Maquieira, Juan Luis Martínez y, yendo
un poco más hacia atrás, Enrique Lihn, Gonzalo Rojas y Nica-
nor Parra son figuras de un innegable peso en la historia de
la lengua y con las que los poetas chilenos recientes discuten,
a veces confrontando (“este no es el paraíso ni el anteparaíso”,
escribe Gladys González en clara referencia a los títulos más
conocidos de Zurita). La relación con el pasado va más allá
de la cita: se recupera, sobre todo, una actitud ante el mun-
do y la poesía; una actitud de radicalidad lúdica que está en
aquellos otros poetas y que éstos actualizan a su modo.
Todo esto me hace pensar que la poesía chilena, a di-
ferencia de otras tradiciones, no conoce picos y valles tan
flagrantes. Es una sucesión de intensidades y de voces únicas
que se niegan, se leen, se pelean y articulan obras impetuo-
sas, generación tras generación. No quiero repetir sin más
el tópico de “Chile, país de poetas”, pero lo cierto es que la
salud de la lírica chilena reciente no se puede atribuir al mo-
mento. No es que haya “llegado la hora” de la poesía chilena:
es que desde hace un siglo parece vivir cómodamente en su
momento cenital.
Quiere el título de este libro, como ya habrán intuido,
aludir a ese cenit larguísimo de la poesía chilena, a la vez que
jugar con el número de los autores incluidos y, giro kitsch
15
—perdón—, insinuar que son doce autores “en su punto”: es
absurdo dar por supuesto que las mejores obras de estos
doce vendrán luego, cuando la experiencia deje su poso; los
poemas de esta antología no son promesa de nada: son obra
cabal, sin adjetivos.
16
de poetas (que se sumaron a otros que había yo considerado
a través de mis propias investigaciones); estos poetas, muy
amablemente, enviaron, en casi todos los casos, libros en-
teros, y en algunos casos una selección más breve. A unos
pocos de los autores incluidos en el índice los descubrí en-
tonces, sin tener ninguna referencia anterior de ellos. Vaya
pues mi agradecimiento a Benjamín Morales, pues sin sus
gestiones, sus conocimientos y su buen olfato esta selección
estaría coja.
Además de Benjamín, otros amigos contribuyeron con
su consejo y recomendaciones a engrosar la longlist a partir
de la cual elegí mi docena. Alejandro Tarrab me prestó una
maleta llena de libros arrancados a sus expediciones santia-
guinas; Rodrigo Flores me bombardeó con nombres, enlaces
y algunos documentos de Word que tenía en su haber; a am-
bos les debo gratitud —sin repartirles, eso sí, la culpa que me
corresponde por las ámpulas que este libro pudiera levantar:
esa es toda mía.
Esta es exactamente la antología que quise hacer de la poe-
sía reciente de Chile, con una excepción: me hubiera gustado
incluir una muestra del trabajo poético de Alejandro Zambra,
quien prefirió mantenerse al margen por cuestiones que no
vienen al caso. Zambra, lector ávido, inteligente y riguroso de
la poesía chilena, también ofreció su consejo en lo que fuera
necesario, lo que agradezco. Si menciono aquí su nombre no
es para ponerlo al descubierto, sino para hacer un homenaje
modesto a su obra poética (quizás menos considerada de lo
que merece, en virtud del éxito de su narrativa), recomen-
dando que se la lea.
Y a riesgo de que esto se convierta en una lacrimógena
recepción del Oscar —perdonarán que no luzca mi esmoquin:
estaba en la tintorería—, agradezco de paso a la Dirección de
Literatura de la unam, y a su editor Víctor Cabrera, por el
voto de confianza que supone pedirme la preparación de este
17
libro. Sólo instigando a las nuevas generaciones de poetas al
ejercicio constante de la crítica tenemos alguna esperanza,
me parece, de sortear la frivolización absoluta del panorama
literario, así que celebro la oportunidad de ejercitar este parti-
cular modo de lectura activa que es la antología y espero que el
resultado contribuya a despertar, entre los lectores mexicanos,
el entusiasmo por una de las tradiciones poéticas más vigo-
rosas del continente, que en estos doce autores encuentra no
su neutro epílogo, sino una docena más de posibilidades.
18
Germán Carrasco
(Santiago, 1971)
Tiene estudios de Humanidades en la Universidad de Chile. Fue parte
del taller de la Fundación Pablo Neruda, del Taller de escritores de la
Universidad de Iowa y del Tree House en New Bedford & Gloucester, Ma.
Ha dirigido cursos y talleres (tanto en Chile como en Argentina), entre
ellos el taller de poesía de la Corporación Cultural Balmaceda 1215 en
varias oportunidades.
Es autor de los libros de poesía Brindis (1994, Universidad de Chile),
La insidia del sol sobre las cosas (1998, Ed. JC Sáez), Calas (2001, Ed. JC Sáez),
Clavados (2003, Ed. JC Sáez), Multicancha (2005, El billar de Lucrecia, Méxi-
co), Ruda (2010, Editorial Cuarto Propio) y Ensayo sobre la mancha (2012,
Ediciones Corriente Alterna). Libros suyos han sido traducidos al alemán,
al inglés y al italiano.
Entre los reconocimientos que su obra poética ha merecido destaca el
Premio Jorge Teillier (1997), el Concurso Hispanoamericano Diario de Poesía
(Buenos Aires, 2000), el Premio Enrique Lihn (Valdivia, 2000), el Premio Sor
Juana Inés de la Cruz (México-Costa Rica, 2000) y el Premio Pablo Neruda
de la fundación homónima (2005).
Ha sido incluido en antologías en México, Francia, España y Argen-
tina y ha publicado traducciones de Shakespeare, Robert Creeley y John
Landry.
Tonada
21
ternura tan insustentable como ésta;
medias, molde y forma de tus pies
colgando exhaustas en la cama, observo
tus prendas e imagino tus ojos
cuando las selecciones verificando su calidad
en mercados, ferias persas
o esas tiendas de ropa americana de segunda que abundan
en los mercados persas de la mente.
Y he visto a nuestras madres cuando meten una mano en la
pierna de una pantimedia
y abren el puño como si se fuera a romper
o examinan la tersura de la prenda en la mejilla,
y comparan precios y evocan colores, recuerdos,
la historia futura o el inevitable desgaste, célebre
ternura insustentable:
no cicatrices: caricias del tiempo; la praxis
que inevitablemente lisia:
22
Verano
Calas blancas
23
Sábana, túnica improvisada tras el baño,
gotas sobre la cala tras el riego
cuando, bajo una luna hecha de tus huesos
abres la ventana esperando
aire, una lechuza. Calas —verbo—
la transparencia del aire cubriendo
la circunstancial blusa, al volverte,
un botón.
Caída ascendente
(De Calas)
24
La escritura
25
Los vendedores de paños de cocina
26
Canto de chincoles
(o la más bella acupunturista japonesa)
*
Es un río el frío serpentino
—o frescor sinuoso, si prefieres—
que filtra los oídos y pregunta
por su camisa de seda. Es una i
latina: un clavado, un pinchazo,
una inyección emoliente.
*
Las orejas son flores con polen. Ta claro.
Por eso los pájaros meten su canto en las orejas
y en las victrolas y los lirios y anda a ver
y a saber: los roles se confunden en el sexo.
(De Clavados)
27
Oda a un notebook
Y reflexiona incluso
ese hombre o esa mujer
cuando el pensamiento no juega
ping pong —aburrido
28
por su falsa levedad—
ni la culpa juega a algo
aún más rudo.
29
cuyos padres se mataron luego con veneno para ratas,
que no sé cuántos ataques de pánico le llegaron hoy,
que con una paciente se rió a carcajadas y hasta fumaron
con el ventilador y la ventana abierta,
y que hablar le hizo mucho mejor a la iñora
que ninguna otra cosa aunque de todas maneras le dio
un par de píldoras sólo en caso de extrema necesidad
(esa paciente le dio un secreto para que las empanadas
quedaran para acariciar por dentro el alma de cualquiera)
(De Ruda)
30
Fábula
Ruiseñor,
te envía saludos la serpiente.
Mudar de piel:
rejuvenecimiento constante,
cobre que no se oxida.
31
“con tu poesía me siento amada y defendida”
Serpiente:
el ruiseñor te devuelve los saludos
(Inédito)
32
Cristián Gómez Olivares
(Santiago de Chile, 1971)
Es autor de La nieve es nuestra (2012), La casa de Trotsky (2011), Homenaje
a Chester Kallman (2010) y Alfabeto para nadie (2007), entre otros títulos
publicados. Junto a Mónica de la Torre, editó la antología Malditos latinos,
malditos sudacas. Poesía iberoamericana made in usa, publicada en 2009 por El
billar de Lucrecia. En colaboración con Christopher Travis, editó el dossier
Después del centenario: asedios a Pablo Neruda y la poesía chilena contemporá-
nea (2006), en Crítica Hispánica. Actualmente es profesor de Literatura
Hispanoamericana en Case Western Reserve University.
Donde Lope de Aguirre se dirige al rey
señalándole que no puede haber rey justo
que no arriesgue nada i lo obtenga todo
i no recompense con lo justo a los suyos
35
Curso del río
(Mensaje del adelantado,
don Adrián de Valdés)
36
Las muchachas que perseguimos hasta sus casas
hoy tejen chalecos en una casa de reposo
cobran el montepío en un número de cuenta que no es el
nuestro
ni bañan sus espaldas con el aceite efímero de mis manos
para un sol que impertérrito nunca reparó en sus edades.
37
escuchar esas canciones de Sinatra que a
menudo tocan en la radio y sin embargo
Funámbula
38
ni las bienvenidas en nuestro país ni se daban las gracias
de antemano cuando nadie necesitaba darlas.
Han llegado
39
producía no en tus ojos pero sí en cambio en tu mirada,
no en tu piel. Sí, sin embargo, en tu piel contra mi piel (
traje, vestimenta o atuendo: artificio o naturaleza
que se distinguen con el roce de los cuerpos sobre el
40
No quería salir de noche
Única fe
(My only faith’s in the broken bones and
bruises I display)
41
¿cómo está tu marida? y ganan esos mismos ochenta
mil dólares con que podría financiar las visitas al
médico de mi hija. No tengo nada en contra de
42
piñera pero incluir por obligación a borges, no vuelvan
a preguntarnos con desdén de dónde salió bolaño ni
qué ha escrito el junot díaz ese porque de borges
43
tengamos que cruzar el río cuando las cartas nuevamente
estén echadas y el final ya se conozca y aunque todos nos
digan que ya no queda nada por hacer juntemos las manos
44
como esas sirvientas de un drama suburbano
en las que me quisiera a toda costa convertir:
Igual se lo agradezco
45
A la más dramática especialmente:
tuvo que recogerme cuando los garzones
46
Yanko González
(Santiago de Chile, 1971)
Es autor, entre otros libros, de Metales Pesados (1998), Héroes Civiles y Santos
Laicos —entrevistas a escritores chilenos— (1999), Alto Volta (Premio de la
Crítica 2007) y Elabuga (2011). Junto a Pedro Araya, es autor de las antolo-
gías Carne Fresca. Poesía Chilena Reciente (Desierto, México, 2002) y Zurdos.
Última poesía latinoamericana (Paradiso, Buenos Aires, 2004/ Bartleby,
Madrid, 2005). Ha sido traducido al inglés, alemán, francés y portugués y
aparece en numerosas antologías de poesía chilena e hispanoamericana,
entre ellas, Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana contempo-
ránea (Pre-Textos, 2010).
Me quedé moviendo el anillo para allá
para acá
pensando
si daño piel con la punzona.
Me han canulado hace ya demasiados años
y paso y paso por la pretina la blanca que perfora.
Muerdo labio muerdo encía
remuevo el seserío nuevamente
“Vamos” —me dicen
palabra que me topa el tímpano derecho.
No de nuevo irme sin venganza
quiero rojo quiero parka
han eliminado a todos
al caduga al carlanga
Nadie les ha puesto
el bajativo.
“Vamos” —insisten
“te van a dar como tomate”
Y pes-ta-ñe-o
Y observo dos nubes ocres
49
estrangularse sobre los semáforos.
giro mi anillo para acá giro mi anillo para allá
El Auto parte.
A)
B)
50
donde se ha encajado la puerta/ para apresarla/ los gritos
se inclinan
hacia el oído feroz del vecindario/ él confunde la de salida
por la del baño/ ella
queda inmóvil esperando un brazo/ él se golpea la frente
con la loza/
se desparrama/ un auto frena y ennegrece parte de su
acera/ ella
recibe un aire mecido por dos tepas/ él se ahoga en su
sangre que busca un hueco/
ella se abriga calle abajo.
C)
Marjorie
51
mi pulso. He vaciado las veinte píldoras de amital sódico. Me
voy. Sé decirme ya tienes ese olor vinagre que da el encierro
y el escribir pedazos de poemas.
Ejemplo
52
Entonces los niños gritaban
Amarillo
Ábrenos la sardina.
Ejemplo
abrir la boca
se dice
reír.
Pessoa
Ya, ya
eso se le pegó
es como si se quebrara
a todo le busca
el ya, ya
como carnicera teutona
uy/ ya empezó con su
ya, ya al modo de
amm, amm, amm, porque
has escuchado el amm, amm
más feo que el ya, ya?
más pobre que el endeque, endeque
algunos vienen con un ta uruguayo/ último
53
tipo tío/ hacere
— es asunto de educación
— lo importante son los valores
— depen depen depende mucho de la persona.
Jefa de vegetales
54
esa habilidad sin trámite de sacar galana
la melona golpeada/ la vinagre mugrienta.
55
Gremio
Me visitó la Mead:
Maggie dame ese retrato mío que tienes en la cabeza.
Se abrió el cráneo y me lo dio.
Busqué a Ruth y mudo
le partí el cráneo con un fierro
le saqué mi fotografía blasfemando
Con el cráneo abierto
Como abierta le dejé la puerta de su casa.
56
Volví y estaban todos almorzando
Claude L. S. y el Polaco
Se levantaron y sin siquiera saludarme
se abrieron sendos cráneos y me dieron el retrato
haciéndome una venia.
Otro de aquí
57
contra la maleza el espinillo los cerdos. te ofrece alambre y un
carpintero de ribera. te explica largamente porqué no sabes
de frutales. porqué no debes de llenarte de avellanos porqué
tus hijos se ven flacos. está leyendo a los “etnólogos” pero
mejor es la novela bélica. llama a las dos preguntándote por
un mecánico. pide que le repitas el nombre de tu pueblo
para comentarlo con su madre. reitera una anécdota donde
te sentiste un desgraciado. llama a las dos para invitarte a
un bingo. recibe a tu mujer de abrazo. le canta le cuenta le
aprovecha de preguntar por su hermana. por el vino. por
su tragedia.
58
golpea la butaca delantera. con su pie con el programa con
su llavero. lo eligen para comités insignificantes. que cultura
que extensión que operación deyse. acepta. le regalan una
entrada al cine. la extravía.
S de celle
Piensa: si sólo
Tuvieras moza
Si sólo te abrazara
Esa mamífera con rayas.
Horizontales, obvias
Verticales, bellas.
Pero cebras.
59
1999-2011
60
Gustavo Barrera Calderón
(Santiago de Chile, 1975)
Es poeta y narrador, licenciado en arquitectura por la Universidad Católica
de Chile. Formó parte del taller de la Fundación Pablo Neruda en 1996. Ha
participado en diversas manifestaciones públicas e intervenciones urbanas
que integran música, poesía y puesta en escena. Exquisite es el título de su
primer libro de poesía, publicado en 2001 por Ediciones del Temple. Obtuvo
la beca de creación literaria para escritores noveles otorgada por el Fondo
Nacional del Libro y la Lectura en 2002. En noviembre de 2002 el sello El
Mercurio-Aguilar publicó Adornos en el espacio vacío, obra que recibió el
Premio Revista de Libros 2002, del diario El Mercurio. En 2007 publicó
la serie poética titulada Carácter, integrada por los libros Primer orificio,
Papeles murales y tapices, y Mori Mari monogatari, en edición limitada bajo el
sello Barrera Real, donde también editó el registro fotográfico de Dinero,
muerte y un rostro sin cejas, intervención poética realizada en 2006. Creatur
es su sexto libro de poesía, escrito con el apoyo de la beca de creación
literaria para escritores profesionales del Fondo del Libro 2006, y editado
en 2009 por ril.
El artista moderno ejemplar
Moderno, ejemplar
El artista moderno. El artista ejemplar
un traficante
moderno
un traficante ejemplar
de locura ejemplar
de locura moderna
63
La locura moderna trafica palabras como fantasía o
surrealismo
64
La secretaria contesta que no sabría decirle
no sabría decirle…
65
El curador tiene un nombre que lo identifica y relaciona con
los demás
66
cierto día un hombre decide su objetivo
(por ansiedad)
(por ansiedad)
(por soledad)
(por soledad)
67
Cierto día un hombre decide
(risas)
(risas)
(risas)
(risas)
(risas)
Orificio de simios
Esto que intento decir ahora es algo que quiero decir desde
hace mucho tiempo
68
Pero no puedo decir nada
ahora un simio golpea las paredes
tejidas al interior de mi cuerpo
como una trompa en una habitación acolchada
da golpes secos que se aplacan al tacto
yo descubro que hay un patrón que se repite
no debería pero siento que
debo anotar las señas
necesito saber lo que me pasa
Perdónenme
69
He cambiado
Así, en un momento
se dice que nada de lo que vieron
los ojos de los simios era “la realidad”
se dice así tan fácil
como si alguien dijera
“todos nos parecemos tanto”
70
confinada en un metro cúbico, misma dimensión en todas
direcciones
las nuevas flores tomarían la forma del cubo
71
Recorren el pasillo muy temprano
todo el edificio parece estar vacío
En una fotografía
72
la sorpresa, la ansiedad y el miedo mientras un pavo real
destroza con sus patas la cabeza de un pitón. Los ojos de las
figuras apartados de sus rostros dejan ver un complejo sistema
de relojería que parece dotarlos de vida.
(De Creatur)
73
Pedro Montealegre
(Santiago de Chile, 1975)
Es periodista. Ha publicado los poemarios Santos Subrogantes (Ediciones de
la Universidad Austral de Chile, 1998); La Palabra Rabia (Editorial Denes,
Valencia, 2005); El Hijo de Todos (Ediciones del 4 de Agosto, Logroño,
2006); Transversal (El billar de Lucrecia, México DF, 2007); y Animal Escaso
(Ediciones Idea, Las Palmas de Gran Canaria, 2010). Por su primer libro le
fue otorgada la medalla Fernando Santiván, de la Universidad Austral de
Chile; con su segundo libro ganó el iv Certamen de poesía César Simón,
de la ciudad de Valencia. Ha sido publicado, entre otras, en las antologías
El decir y el vértigo. Panorama de la poesía hispanoamericana reciente 1965-
1979 (Filodecaballos-Conaculta, México, 2005); Voces del Extremo, Poesía y
Vida (Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, 2006); Diecinueve —poetas
chilenos de los noventa— (J.C. Sáez Editor, Santiago, 2006); y en Sin red ni
paracaídas. Poesía contemporánea de la América Latina (Secretaría de Cultura
de Colima-Conaculta, México, 2009).
Ahora vas a hablar. Ahora encenderás las luces de la casa.
Conminarás la luz con vuelo de polilla, y dirás háblame. Yo
hablaré. Yo.
Polilla. Yo. Duración del vuelo, olor delicioso de un ala
quemada.
Se llama ciudad. Yo me llamo ala. Te llamas ciudad. De limo.
De líquido similar a la lágrima. Sí. Yo. Hablaré con el
agua que ojos depositan.
Hablaré con sangre de menstruación, de costra. Sí. Tú.
Hablarás. No.
Yo no hablaré. Negaré lo que has dicho. Ala. Lágrima.
Noche. Casa —de muchacho— tú, casa de puta crucificada
a la nieve, puto dormido en la abscisa de la balanza: un
fiel (dinero), fiel —es— (poder), un fiel (yo tengo) ¿Ves?
La ternura es tener. Yo me llamo Tengo.
Tú te llamas Hambre. Tengo. Hambre. Una sed es lucha
y un poema es beber. Muchachito dominado por la masa
y la duda.
Estos muchachitos son todos mi casa. Soy con ellos Beber
Pongo fin a la luz ¿Es la sombra ceguera? Lucha, revolución,
77
proletarios de la belleza y las fábricas de muerte. Fábrica.
Muerte
Sanar es ceguera. Ahora vas a hablar. Pronunciarás Pedro
por no decir fábrica. Nombre de quién, las luces, las
luces.
Horror. Electricidad. La ternura es lo ígneo comiéndose
una casa.
Qué país no es casa. Vuelo de polilla dispuesta a estrellarse
contra la ampolleta caliente. Vuelo. Huir. Casa. Caliente.
Negaré lo que has dicho. Hablar. Ceguera. Tú te llamas
Hablar.
78
su misma figura. Una lágrima de Marx sobre una flor
de fieltro. El plusvalor de un pétalo. Una boa mitológica
llamada deseo. Y el placer de ser uno. Y otro. Y uno.
Otro modo de Mito o también mitosis. Vas a desaparecer
en la palabra desaparecer.
Mito falso o verdadero sobre un hombre colectivo. Va el
hombre colectivo cruzando la calle. Basura colectiva y
su aire plural. Su libro colectivo escrito por Uno. Tiene
sueños, no Uno. Vas a desaparecer. Paz. Ceder.
Ahora descuelgas tu sexo de las pescaderías. La palabra
desaparecer
79
su lacre caliente —lágrima, flema, azúcar expulsada por el
ojo (o su lente)
cuando no tiene alguno—: sólo el hueco que imagina un
globo allí.
Pero ni eso, ni se recuerda. Azúcar quemada como grasa
de humano
para hacer velas bellísimas. Iluminamos con ella la calle, fino
estilete, filo de labios que caen por su peso, discurso de
hastío, que daña, sana
lo más seco de sí. Todo se cumple con el viento: suma y resta
la libertad; uno es una: ninguna cosa cae por su eco: lo
mutable;
la niña con el globo —su forma de corazón– se simula; la
farmacéutica, ése
que alquila películas y vende incienso. Yo vi una mancha.
Tu viste
una mancha, un libro que se cerraba en el cielo, un ruido
de uñas
al rascar la pizarra, presencia de muerte el ruido del
ciclomotor.
El avión que se despega parte el ruido y nos ata; los
concejales de ojo
que ampliarán el aeropuerto; los árboles talados harán
sextinas y desde
los mangos dirán Yo Fui Aquello, Fui Esto. Has cantado
pero no
has hablado al corazón de las cosas. Dos chicos son cuatro
al son del heroinómano —llora sobre una margarita y hay
luna. Los chicos
de Senegal bajo un puente, mientras las estrellas se
despedazan
en las pavesas del tabaco. Tengo algo y tú nada, dice el
corro, el eco
del baile vuelto ácimo, una ciudad doblada en un rollo de
kebab,
80
metáfora de un universo agujereado por gusanos. Gusanos
del mundo,
ustedes saben del polvo, el blanco que el olvido ofrece a un
dedo.
81
los que hablan como uno, pagan cuentas: funcionarios de
celofán, finos
como hechos de hostia, peatones y sátrapas. Se nos tacha
de locos;
puede ser, puede el aire tirarnos piedras o no, las cosas
levitar, escuchar voces,
hablar bajito con un gnomo, besar las flores carnívoras; en
cuartos oscuros,
entre los cuerpos abiertos, preguntar por un ángel; a un
alcalde pedirle
una pestaña caída —su porvenir es ella; a los comunistas
bellos olerles la sien,
comprobar si sus uñas saben a pólvora; leerle poemas al
fascista.
Caminamos con un perro mordiéndonos las nalgas. Has
cantado y casi no.
82
luces imperecedero, es sabia y no es savia la ronda. Uno
extiende
la mano y recibe el mismo hueso de uno. Uno extiende
la mano de hueso y recibe un ámbar —adentro del ámbar
un excremento de perro. Te dejo la tesitura de la calle, una
partitura
de música. Digo: su ciencia de calle trazada, el dibujo
geométrico, varilla de castigo —el asesinado: matemática hostil:
cada punto del rostro corresponde a un féretro, el gemido
es lumen,
—la selva que vi cabía en bolsas de esporas: el helecho. Un
helecho
es el rostro —gime, con lluvia agria es lavado, lo menos, lo más
asesinado —un indio sin nombre— ética y entropía de la
distorsión.
83
o granos de sésamo. Es mentira lo uno. La revista de
novedades
—un mercadillo hippie— barrios antiguos reformándose de
a poco.
Los nuevos vecinos dicen, ¿qué? o, ¡hay estrellas! Es
mentira lo uno.
Donde haya un cartel de 1920 habita lo desvaído. La huella
es
filatelia, carta astral, bolo alimenticio. Arqueología de calle,
—tal vez teología— dios mismo dice: no hay dios sin diez.
Hambre, Belleza
consignadas al hígado. Un obrero es obrero, las niñas
góticas,
las niñas lavadas que comen violetas, los chicos inmigrantes
—rayando la pared con aerosol— vibran, hacen luz —son el
sol.
Los chicos en monopatines, ¿a qué cielo volarán? Serán el
cielo
cuando estiren los brazos y las migas de pan aferradas a sus
bolsillos
articulen galaxias que esperamos ver. La ética de contarlas.
(De Transversal)
84
Nunca te diré lo que quieres oír: las polillas, mi barco.
Paréntesis abierto, la ortiga: tu corazón.
Te digo un recuerdo. No me propongas nada que no pueda
marcar con una herradura caliente.
Cómete tu sombra, gran hijo de ella. Llevo mi país en un
collar de filigrana. Cuelgo además
una vértebra de perro. Su valor se comercia (la pureza de
un santo). No te creo una letra
de lo que me dices: cállate. Atiende a la oración de la
gaviota. Amanece: no tenemos otra cosa,
solo nuestra invisibilidad. Un pasto se viste de serpiente
marina. No halla mejor que extenderse en la vena.
Recuerdos. Una fiebre: nos vuelve escritura. Nunca te
olvides: no tenemos bitácora. Recuerda: colgamos
de una rosa no vista. Quizá yo era una oruga. Toma aire y
expúlsalo. ¿Puede ser con la mano?
En mi país yo cantaba sentado con mi padre: él abría sus
palmas —el viejo cuervo que era—: unas monedas de
miel
parecidas a Zeus nos caían encima. No me hagas reír, por
que mi padre hedía a sulfuro funesto
que hacía marchitar las azaleas del patio. Por su culpa no
nacieron los huevos del zorzal. En mi país yo podía
matar a mi enemigo y mis vecinos me respetaban: cómanse
el polvo de un cuerno taurino. Los pobladores lo hacían.
No gozaban la muerte, su vestidura sobre mí. Ya no sigas
mintiendo, matarife: nunca tuviste linaje
más que alguna navaja. Deja de inventar telarañas inasibles:
el mar acelera la descomposición de las palabras
y las algas de la profundidad nos agitan sus manos como si
sólo esperáramos su abisal despedida.
85
No quedaba de mi país la costa desmembrada: su recuerdo,
su pólvora, su pedazo de estrella
discutiendo con las aguas la territorialidad de sus puntas. Y
estábamos nosotros, dos nutrias que comen
el sargazo maligno —del aire: su origen— negados de toda
voluntad: ver —aunque sea una isla,
aunque sea otro hombre recordándonos las extremidades—
la capacidad del salto. Ni siquiera una ballena
que nos trague de súbito para hallar en su estómago otro
país entero: calles similares (los transeúntes ignoran
su posición, la geografía, y se dedican a tejer la leyenda que
imaginamos). No teníamos ni el halo
de los que no tienen ningún abalorio, su pérdida: ganar
una visión, las palabras que salen de las algas, sus
burbujas,
la doble hambre que siento de comerte y comerme,
continuidad, historia, el círculo abierto
como una ola blanquísima. Nos volvemos como ella para
desnudarnos completos, para volver a recurrir
a las tablas resecas, esta balsa sin nombre. Los cimientos de
mi País —se disuelven— azúcar
en un vaso inexistente. El remolino de la cuchara.
86
Gloria Dunkler
(Pucón, 1977)
Ha recibido el Premio Academia 2010, otorgado por la Academia Chilena
de la Lengua, entre otras distinciones y becas. Editada en antologías nacio-
nales, extranjeras y en revistas. Sus textos han sido traducidos al alemán,
polaco, catalán y lenguaje Braille. Es autora del libro de poemas Fuchse von
Llafenko y en mayo del 2012 apareció su segundo libro, Spandau, publicado
por Ediciones Tácitas.
Fantasmas de la escuela
89
campos de tortura en la jungla,
bombarderos en ciudades enemigas.
A veces también me fastidiaba todo aquello
y prefería juntar digüeñes
o cazar perdices con mi honda.
*
Galopan tus piernas sobre el coligüe,
el hocico de tu bestia es un trapito
y tu cabello al aire son las crines.
La adolescencia te pilló brincando en los montes
y bajo la luna silvestre maduraste.
Descalza, carita sucia,
hiedra que monta los barrancos,
hija del gran cacique aún no entiendes de modales.
Juguemos a saltar las espinas de las cercas
y burlar a los adultos que salen al paso,
con tus sueños prendidos a las riendas
llévame contigo.
*
La maestra está enfurecida hoy.
Ya no quiere improvisar pupitres,
cansada de tábanos y chapes
que se han vuelto sus peores enemigos.
Ella huele bien, pero en sus fatales paseos
la mierda de los establos le arruina las sandalias.
Sufre de alergia a los pelos de los gatos,
¡y ni hablar de su periodos!,
el enfriamiento le provocó una cistitis
que jamás logró curar en las boticas del pueblo.
Cuando el dolor le quebró el orgullo
una curandera le dio a beber infusiones
para ella, sin duda, raíces amargas.
90
*
Tuve compañeros que soñaban con ser agentes del SS
o enfermeras de campaña.
Karl poseía una colección de soldaditos
que eran la envidia de la escuela
y hasta los cholos de las reducciones
morían por jugar con nosotros.
Tras oír lecciones sobre historia de las razas
lo dibujábamos pronunciando su discurso en los balcones,
condecorando niños valientes y madres esforzadas.
“Ustedes algún día también serán
el orgullo de sus padres”
nos repetía ese profesor emocionado
y era nuestro objetivo a lograr,
pero mis calificaciones fueron las peores.
*
Allí nos encendían
el honor que significaba, para nosotros,
formar parte del Landesgruppe Chile,
engrosar las filas en pueblos y metrópolis,
servir a la causa como fervientes multiplicadores
de la germanofilia.
Mi padre no vio dudas en la madre de Karl
que dio un paso al frente.
Él las tuvo y me obligaron a desertar de su amistad
por oscuras diferencias familiares, política,
la cuestión era estar con la patria,
asuntos que dos niños no comprenden,
que nada les importa.
La valentía de ir en contra fue para mí un accidente.
91
*
Mientras la luna rueda por los montes
la abuela canta despacio para que hermanita duerma.
¿Quién es la más linda? –susurra–
porque fuerte es el príncipe
que velará a los pies de tu lecho
y con su espada de plata le cortará la cabeza
a un ángel si se burla
o a la bestia que ose clavar sus garras en mi princesa.
Soñemos.
Warmes Blut
92
ella se aleja en dirección al río batiendo su canasta,
yo me pierdo tras una loma punzando la tierra,
saboreando la catástrofe racial de una aventura,
soñándola.
Nguëñün
Vecinos (fragmentos)
93
Un matrimonio particular convivía en una choza:
la india vieja estaba celosa
porque su hombre visitaba a la hermana joven.
Cada una destrozó su gallina con gran pericia:
cogote, pana, toda menudencia era rica sopa.
Con la misma entereza pugnarían su amor esa noche.
Tijerales (fragmentos)
94
si de algo se me acusaba los crímenes habían prescrito.
El hijo se crió bien, con eso me conformaba.
Un pequeño terreno, unas cabezas de ganado,
abrí un negocio y trabajé duro en ganar clientela.
Estaba en deuda con esta patria.
95
la gran pantera que rugía en los discursos
la promesa del nuevo tiempo
su palabra fue para todos la voluntad de Dios.
Colofón 1
Colofón 4
(De Spandau)
96
Claudio Gaete Briones
(Valdivia, 1978)
Autor de Mink’a (Ediciones Ripio, 2012) y El cementerio de los disidentes
(Ediciones del Temple, 2005. Premio municipal de literatura). Editor y
coautor de la introducción de Ennio Moltedo. Obra poética (Ediciones del
Chivato, 2005). En traducción ha publicado Relaciones, 9 poetas del Caribe
y África (Ediciones Perro de Puerto, 2012), Salomé, de Oscar Wilde (Nihil-
Obstat, 2011) y Relations, situation des poétiques au Chili, 1990-2009 (13
autores, Po&sie, nº 131-132, París, 2010).
Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías y revistas en
Chile, Bolivia, Argentina, México y España; algunos han sido traducidos al
francés (Sur/Sud, Ediciones Plagio, París, 2008). Forma parte de la revista
plurilingüe de creación, traducción y crítica Escriaturas (Santiago/Madrid/
París). Psicólogo por la Universidad de la Frontera, ha impartido talleres
psicoeducativos junto a jóvenes con problemas familiares y sociales, y con
grupos mixtos en la cárcel de Victoria. Ha hecho una licenciatura y una
maestría en literaturas comparadas en la Universidad París viii y ha traba-
jado como profesor de literatura en la Universidad de Viña del Mar.
Comienzo de siglo (fragmentos)
99
de esas duras migajas que las palomas confunden con el
alquitrán
y sobre todo, hablar de sus estómagos
magos negros del desperdicio.
100
y al fin se anima, confiando que más tarde alargará el
cubrecama
hacia la izquierda, hacia el mar medicinal de lo
incomunicable:
Pedro nos habló sobre ser un río y yo no vi nada al interior
de su tango
aún no estaba borracho tal vez
aún no estabas tú.
101
siempre es hermoso, en verdad, abrir un ventanal frente a
la lluvia
entonces, un queltehue basta para echar por tierra la
armonía
o como sea que nos llamemos en el agujero de una
canción de amor
imprevisible, inaudible, no sé cuál de estas palabras le va.
Comienzo de Siglo, escuchándolo al salir del bar
pero esto es lo importante:
siempre al salir.
Comienzo de siglo vi, no por los dos mil y tantos sino porque
–déjame ver:
una familia entera se iba en auto hacia la playa
mientras a un jovencito lo subían a la patrulla z 956
102
y yo dale con que la soledad del hombre
no es armoniosa ni es más breve que las olas
y así otras cosas, pues todo es ejemplo para las escrituras.
La numismática, en cambio
es mi arte de las excepciones:
de un tiempo a esta parte
partida en otros tantos tiempos
un solo resplandor del río Calle Calle.
103
Estelas
104
anegaciones
la boca-entrepierna
la vagina-cara del archipiélago
,
entre las islas del reloncaví
los cuncos navegan en dalca
un hombre se pone de pie en la bruma
para avistar una playa una mujer
jadea bajo pieles de lobo marino
están esperando un hijo
están teniéndolo lo
está pariendo partiéndolo
el agua del amnios
al aire que irá remando
curanto en que sueñe
y dé su luz
Foyeko
tiradura de casa
105
la sombra de su esposo abre la puerta
y la noche en que
tres hombres la atacaron y
la echaron de su casa en foye-
ko, agua de canelo envenenada
por gallinas castellanas
la lluvia
agranda la casa
106
la nieta de seis años
abre la ventana y saltan a la huerta
la linterna no las descubre detrás de un cerezo
cerca del pozo el angelito te abre paso entre las
murras que no rasmillan tus piernas con várices
cruzan la pampa
en lo alto hay un hualle y un toro blanco
sacando apenas el resuello
llegan y lloran donde una sobrina
(De Mink’A)
107
Paula Ilabaca
(Santiago de Chile, 1979)
Es autora de los libros Completa (Contrabando del bando en contra, San-
tiago, 2003), la ciudad lucía (Mantra, Santiago 2006; La Propia Cartonera,
Uruguay, 2010; Literal, México, 2012), La perla suelta (Cuarto Propio,
Santiago, 2009; Premio a la Crítica 2009 género Poesía otorgado por la
Universidad Diego Portales), Estados de mi corazón: cuadernos de viaje (Cata-
fixia, Guatemala, 2010), (in) completa (Mago, Santiago, 2010) y Paula dice
(Meninas Cartoneras, España, 2011).
Entre los festivales de poesía en que ha participado se encuentran
Poquita fe en Santiago de Chile, Salida al mar en Buenos Aires, AQPoesía en
Arequipa, XIV versión del Festival Internacional de Poesía en Bogotá, Latinale
en la ciudad de Berlín, Primer corredor de poéticas del sur en ciudad de Cór-
doba, El vértigo de los aires en Ciudad de México, Gusto tuyo en Montevideo
y en el Festival de la Lira, en Cuenca, Ecuador. Sus textos han aparecido en
distintas revistas y antologías tanto en Chile como en el extranjero. Parte
de su obra ha sido traducida al alemán, catalán y noruego.
números
buenas tardes
la hora exacta
dos dieciséis
la temperatura
veintiocho grados
gracias por llamar
buenas tardes
la hora exacta
dos dieciséis
la temperatura
veintiocho grados
gracias por llamar
buenas tardes
la hora exacta
dos dieciséis
la temperatura
veintiocho grados
gracias por llamar
buenas tardes
111
la hora exacta
dos diecisiete
la temperatura
veintiocho grados
gracias por
112
piernas y me lo entierro porque el tedio porque las dos de la
tarde porque el tedio de los veintiocho grados porque todo
se pega porque yo
día 9
113
arden
de ciertos agrios
a pesar y sus lamentos
pulcro todo pulcro
la princesita
primer payaso
114
el instante entre la costura y la carne
mientras el sonido del xilófono irrumpe
la doncella intervenida abre los ojos
y el murciélago se contrae en rueda carmesí
quizás ensucie la cornisa del payaso imbécil
el flujo de su leche en retroceso
transcurre el coito entre cortinas de carpa célebre
a paula le zigzaguea vidrio molido desde los ojos
II
(De Completa)
115
abrir la mano de la llaga palpar su pecho entrar y contraer
su corazón
resulta que su corazón se iba por santiago su corazón de
carey y leche su corazón
él decía a gritos arruina lo todo todo lo arruinas
estaba esperando este día era tan posible que llegara y por
santiago se iba
una mancha blanca invadiendo avenidas una mancha
resbalosa granulada insípida
todos los caninos conducen a ti
ella dice con la boca llena todos los caninos ladran para ti
los canes de mi ojo derecho y su llaga todos los caninos
ladran para ti
ella dijo caer en cuenta de su corazón caer en cuentas de
carey enterradas a mi cuello
él dice enterradas a su cuello él dice
mi cuerpo se persigue en la gargantilla de carey de su cuello
mi cuerpo y nosotros
la consigna
su cuerpo de cuentas carey y leche hecho redondela giro
alusión
él dijo ella dijo si estira la mano se come mi corazón mi
pobre corazón si estira
hacia el tronco puede coser
lucía dice tragándoselo todo seré su muñeca en la noche de
la ciudad
sí la ciudad de avenidas lechosas seré su muñeca si escribo
seré su muñeca
solo por saber si logro encontrar su corazón
mi pobre corazón su corazón de carey y leche
116
su carisma su propia pena sin esperar
lucía dice me dan ganas de morir si veo en un rincón unas
alas
pequeñas enanas lucía dice en un rincón aletean
yo di ella me da ganas ella me da ganas de acabar si soba el
barro no
si lo mira y hace de rodillas lo que quiera él
dice voy a buscar mis alas ella me da ganas de acabar ella él
sus pesos ella piensa mi violencia ella piensa mientras duer
ella piensa acábame él dice ella dice maldito ángel hago
todo lo que quiera por acostar
117
un brusco intento de querer que permanezca. Piensa en él, en
un montón de imágenes torpes que irrumpen transmutadas
en artefactos sin color sin rabia sin daño ni penetración. Es
entonces cuando irrumpen voces, coros, chirridos de cuerdas,
óperas y canciones de rock; es entonces cuando su figura o
la mujer de la que hablábamos cae rendida a los pies de la
cama o podría ser de rodillas en el baño, murmurando una
sola frase una sola oración:
118
rostro del amor. No estoy enamorada no lo estoy, ya no me
enamoro; una yegua no puede estarlo. Entonces pienso en mi
amo, en mi señor. Elaboro mi rostro en el espejo, un rostro
fiero, terso, de dientes alargados y amarillos. Pienso cuando
como sin lograr saciarme; cuando pasan por esta cama y no
se encuentran, y yo, y yo no. Luego pienso que quizás debiera
tener la mitad de un corazón de oro para el reinicio, para
intentar olvidar.
119
pasado en vano. La suelta ya estaba sana. Entonces era pura
risa de burla y enorme. Triunfal lo miraba voluntariosa, con
lentitud; mientras la perla pretendía salir ganando de todas.
Y entre ambas se torcían suspiros y carreras de desgano.
Entonces se hizo léxico: ya no, le dijo la perla al rey, porque
simplemente ya no le hacía gracia.
120
pide más. Sin duda enlucidas, sin duda complejas. Y sin pescar
a nadie. El medio trabajito; de joyería, dicen por ahí.
121
Héctor Hernández MonteCinos
(Santiago de Chile, 1979)
De su proyecto total, Arquitectura de la Mentalidad, que consiste en tres
monumentales trilogías, dos ya han sido publicadas, La Divina Revelación
(Aldus, Ciudad de México, 2011) y Debajo de la Lengua (Cuarto Propio,
Santiago, 2009). Su trabajo poético lo ha llevado por casi toda Latino-
américa, donde se han publicado varios libros suyos, además del Latinale
2007. Festival Itinerante de Poesía Latinoamericana en Alemania. A los 29 años
recibió el Premio Pablo Neruda que le otorga la fundación homónima por
su destacada trayectoria tanto en Chile como en el extranjero. Aparece en
Cantares. Nuevas voces de la poesía chilena (lom, Santiago, 2004), Poesía-añicos
y sonares híbridos. Doce poetas de Latinoamérica (Instituto Cervantes/Sukultur,
Berlín, 2007), Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana reciente
(Pre-Textos, Valencia, 2010) y Hallucinated Horse. New Latin American Poets
(Pighog Press, Londres, 2012), entre otras. Participó, en 2010, en el Pro-
grama de Residencias Artísticas para Creadores de Iberoamérica y de Haití
en México, del fonca y la aecid. Es el compilador de 4M3R1C4: Novísima
poesía latinoamericana (Ventana Abierta, Santiago, 2010).
No a las respetables putas de la belleza/ No a los distingui-
dos perros de la poesía/ Nosotros hemos cantado a nuestra
generación sin lograr despertarlos del miedo/ Nosotros
hemos jugado a ser palabra derramando a tiros el desenfado
sobre las cabezas de los boquiabiertos que nunca imaginaron
un arrebato como este para la poesía y para lo que se vive
de ella/ Hemos desvestido a las muñecas con fuego y voz
propia/ Hemos desasistido por ellos nuestra lógica y nuestro
pudor/ Porque cuando los dioses se quedan en silencio los
desiertos de atacamas del mundo florecen hacia adentro de
los ojos/ Ya no queremos ser más ciegos/ Buscamos luchar
contra la desesperación del tiempo y los demonios del poder/
Pero sólo ahora hemos resuelto que la poesía es un rumor
de prestidigitadores/ Y que nuestros dedos son dardos/
La verdad es una de las pocas mentiras que hace daño en
este contexto/ No escribimos artes poéticas/ Leemos las
coyunturas de la vida/ Nos ha tocado hacer el trabajo sucio/
Destrancar las alcantarillas llenas de guaguas rancias porque
en las camas de mi casa los durmientes no cesan de crecer y
me aprietan y no me dejan escribir y dicen que estamos mal
muy mal/ La honestidad está desnuda/ Sangra por la nariz y
125
el culo/ Estamos llamados a ser más que los primeros conti-
nuadores/ Nuestros sudarios son seminarios/ Nadie quiere
tocarnos/ Mis amigos no tienen más de 22 años/ Y conocen
la ambigüedad de las miradas/ Conocen la alucinación de las
esferas/ Conocen el destierro de la estirpe/ Conocen a los
sobrevivientes de 17 años en llamas/ Conocen el fascismo/
Conocen la dictablanda/ Conocen el alcohol después del
Amanecer/ Niñitos danzando alrededor de la luna/ Cora-
zón cobertizo/ Corazón sagrado de los rebeldes/ Corazón
sagrado y herido de los homosexuales/ Nuestra vida está
quebrada/ Todos los géneros son una convención que no
necesitamos/ De un día para otro un puñado de mestizos
resplandecientes apareció desde los rincones más inhóspitos
de Vergüenza Nacional/ Mis amigos pintan las calles con
sangre semen y llanto/ Mis amigos hacen música con los res-
tos de la linda república de rodillas/ Mis amigos ocupan las
casas para la cultura y los persiguen/ Mis amigos no escupen
para el cielo porque ya no confían en él/ Mis amigos hacen
videos grabando la realidad/ Mis amigos tienen nombres de
santos pero es una graciosa coincidencia/ Mis amigos hacen
de la vida una performance para no irse a la mierda/ Mis
amigos son testigos de las revoluciones sensuales/ Mis amigos
conocen los paisajes de chile por el ácido/ En los rincones
de la ciudad hemos peleado nos hemos emborrachado nos
hemos amado/ Nos han insultado por ser menos mediocres
que nuestros padres/ Hemos multiplicado las divisiones/ El
pasado es una excusa para ser más cobarde/ Mis amigos son
pobres de la calle de la noche/ También hay hombres que se
suicidan entre mis amigos/ Y los locos no están solos/ Pero
nos tenemos a nosotros y tenemos poesía/ Por eso celebra-
mos que estamos juntos anunciando el devenir de nuestros
deseos/ Lo peor que podría pasar es callarnos poco a poco/
Caernos enredarnos en el mismo galope/ Hombres-mujeres-
caballos/ Estamos viviendo el luto de nuestro tiempo/ No
126
a las respetables putas de la belleza/ No a los distinguidos
perros de la poesía
Con las migajas del pan nos hacía máscaras para cada uno de
nosotros Luego rompía las bolsitas de té y convertía las hojas
en pelucas Nos maquillaba el rostro con margarina y manjar
Le sacaba las patas a la mesa y nos decía que las usáramos
como bastones Yo le preguntaba para qué hacíamos esto
pero se mojaba el dedo y comenzaba a frotarse los brazos y
la espalda Cuando tenía unos diez centímetros de gusanito
blanquecino me lo pegaba debajo de la nariz y me preguntaba
si acaso también iba a querer barba
Una casa casi nunca es material Los sillones laten Los velado-
res laten Los lavamanos laten Los libros laten Las ampolletas
laten Los espejos laten Los guardapolvos laten Los azulejos
laten Los hornos laten Las copas laten Las manzanas laten
El detergente late La casa es un exceso de intensidades fisio-
lógicas
127
De su bolsillo izquierdo salía una potente luz Yo le pregunté
qué guardaba allí y me dijo que era una fotografía del sol
Entonces me alegré y le pedí que me la enseñara Él saco de
su bolsillo una cosa rectangular y me reí mucho porque en
realidad no era una fotografía sino que una ventana abierta
128
Una casa siempre tiene retenida a otras casas relegadas en
los intersticios de su deseo Reponiéndose en sus diferencias
y buscando provocar el equívoco de la espacialidad La casa
se traduce a sí misma en su habitarse desde el delirio regular
hasta el asco desmedido
No sé qué les dio pero de un día para otro dijeron que nadie
se moviera Así estuvimos por siete años justitos hasta que
volvieron a decir que nos podíamos volver a mover y terminé
de echarle azúcar a mi café
129
la cocina y entren a la despensa a encaramarse por las ollas
y dar vuelta los platos de almuerzo sin importarles quemar
a cualquiera de nosotros Me equivoqué y les pido perdón a
todos
130
Una casa es siempre antológica de las pasiones más abiertas y
de los odios más cerrados Con la hermenéutica y la repetición
cualquier novela que esté en los estantes será la novela familiar
y la novela del hogar Una casa es la tachadura y la suspensión
de su propia lectura Lo que en último término quiero decir
es que toda casa sea como sea es una casa humana
131
en la cabeza y en las cuencas una rana que ha depositado sus
huevecillos Aún así extraño al hijo que nunca tendré y no te
diré nada más porque dar un clisé sobre un muerto que ni
siquiera existe es seguir matándolo incluso antes de que
llegue a vivir
Yazgo
Chile es el nombre
de mi padre Piensa
en él ¿qué ves?
¿me ves a mí?
¿te ves tú? Piensa
en tu lengua que
es también mi lengua
Muérdetela Está llena de
horrores ortográficos Está llena
de precipicios y cuerpos
sagrados y heridos Anoche
132
te oí decir que
hoy seríamos un sueño
Así lo oí Así
será para los dos
133
Todo está en contra del poema
el blanco es un color que no existe
porque jamás nadie lo ha visto
134
Gladys González
(Santiago, 1981)
Ha publicado los libros Aire Quemado (Yerbamala Cartonera, Bolivia, 2010;
La propia Cartonera, Uruguay, 2010; Ediciones La Calabaza del Diablo,
2009), Conrimel. Antología de poetas mujeres del Cono Sur (Ediciones La Ca-
labaza del Diablo, 2006), Gran Avenida (Ediciones La Calabaza del Diablo,
2004), Poemas (coautoría, Balmaceda 1215 ediciones, Chile, 2003), Papelitos
(Eloísa Cartonera, Argentina, 2002; Crunch! Editores, México, 2003), y
Hospicio (Ediciones Inubicalistas, Chile, 2011).
Su obra ha sido incluida en múltiples antologías en Chile y en el ex-
tranjero y ha sido invitada a encuentros internacionales de poesía y ferias
del libro en Chile, Bolivia, China, Alemania, Colombia, Perú, Argentina y
México.
Recibió una beca del Consejo del Libro y la Lectura para realizar
Conrimel. Primer Encuentro Internacional de Mujeres Poetas del Cono Sur (Co-
quimbo, IV región, 2006), así como una Mención Honrosa en los Premios
Municipales de Santiago con el libro Gran Avenida, en la categoría “Mejores
Obras Editadas en el año 2004” (2005), la Beca Fundación Pablo Neruda
(2004), la Beca Taller Biblioteca Nacional (2003) y la Beca Fundación Ga-
briel & Mary Mustakis a Jóvenes Talentos (2001, 2002).
Aquí no hay glamour
ni bares franceses para escritores
sólo rotiserías con cabezas de cerdo
zapatos de segunda
cajas de clavos. martillos. alambres y sierras
guerras entre carnicerías vecinas y asados pobres
este no es el paraíso ni el anteparaíso
137
en un restauran donde haya wurlitzer
porque quiero escuchar
esa canción de Bob Dylan
todo lo que me resta de vida
138
me tatúo las costillas
por si acaso un día te saco de adentro
tomo té 9 veces al día
hablo con los pájaros
hago mandas al niño Jesús de Praga
prendo inciensos
leo el Kamasutra
mando a revelar tus fotos antiguas
no duermo buscando algo más que ofrecer
me corto la yema de los dedos
y camino goteando las calles
con los brazos caídos
y la cabeza semi rapada.
(De Papelitos)
Adiestramiento
139
dejar pasar el tiempo
con los ojos cerrados
como si todo
fuera familiar
como si los golpes
y los amigos muertos
no estuvieran
en frías bodegas
como fichas clínicas
Naturaleza muerta
hubo noches
en las que buscaba
con un cuchillo de cocina
el origen de las voces
aterrorizada
con el rostro amoratado
y revuelto
hubo noches
en las que hacía barricadas
para que no me asesinara
140
con una cortadora de pasto
abriéndome lentamente
hubo noches
en las que me golpearon tanto
que caí al suelo
con un diente destrozado
y la cabeza rota
como una granada hirviendo
hubo noches
sin dinero
sin cortes profundos
el rostro blanco
resplandeciente
Galpón
la ciudad
se reconoce a sí misma
después del derrumbe
141
y corazones trazados
en paredes enmohecidas
de baños de hotel
la ciudad y nosotros
nos reconocíamos
con una tristeza salvaje
apostábamos y bebíamos
mirando los fuegos artificiales
del nuevo año
en un galpón
que tenía de fondo
un puerto
y una hilera
de sacos de harina
colgados
para secarse al sol
Termitas
esa casa
infectada de termitas
que volaban desde los orificios de los sillones de mimbre
142
regresamos en silencio
para no despertar antiguos fantasmas
para no despertar
ninguna lección
que quedara allí
Animales muertos
se acaban
los contratos
de arrendamiento
el eco
de las pequeñas
habitaciones vacías
donde vivía de prestado
las mudanzas
los errores
las heridas abiertas
curtidas
por las goteras
del techo
por el yeso
del cielo raso
que caía
a pedazos
sobre mi cara
terminaron
mordiendo el polvo
143
aplastadas
vencidas
como animales muertos
en medio de las luces
de la autopista.
(De Hospicio)
144
Christian Anwandter
(Santiago de Chile, 1981)
Participó en la edición de las revistas Nigredo publicada en París y la re-
vista VA, publicada en Santiago. En el 2008 publicó el libro Para un cuerpo
perdido, en Ediciones Tácitas, y en 2011, Colores descomunales, con la guêpe
cartonnière (edición bilingüe), París.
nítidas desde
los miradores
, a punto
de desmoronarse,
casas de adobe
y a través de la ventana,
a punto de de
s moronarse ,
disper di ga das casas
de
adobe
país paisajes
147
the incredible story of the two Lybian jets that fled to Malta
mirada y manos a la distancia
148
entrando
al depósito
de cuadros,
festiva la cosa,
con el tumulto
copulando
contra láminas
adheridas
a los muros
profundidad
oscura
del galpón,
donde penden
cuadros
desmarcados,
y guardadas
en paquetes
de claroscuro,
las
láminas,
como modelos
esperando
a que la cámara capture
su figura
149
No sé si los cuadros
colgantes soportan
el viento. En el
galpón de honduras,
quise recordar
la plaza gastada y
sus palomas, que algo
de globo o de palabra
tienen. Siempre
adentro del simulador,
en ese Mall en cuyo
centro pende un sol
de plumavit,
se llega
a él, y a tener
la emoción de
la caída. Otros,
bajo los asientos,
se toquetean atrás del cuello
como buscando ganchos.
ata
dos del
mar
co,
me
cidos x
la mús
ica
helada del concreto.
150
hon
duras
del galpón,
don
de pen
den (des
olla
dos), los
cuadros:
cuerpos colgados,
desollados
como en un matadero
encima la proliferación
de imágenes cambiantes
que los vivificaban
(ultra fondeado
el proyector)
151
Vapores
Caldo
En la olla lo humano
y lo monstruoso en un mismo
caldo espeso, oscuro, opaco y mudo:
y adentro, una rana.
Hambre
152
Indolencia
Al entrar en detalles,
no vemos lo mismo igual, y atestiguan
de esto no nosotros, pobres esponjas de lo real,
sino las cosas mismas: ese árbol
que el temporal botó, la micro que no llega,
la manzana arrugándose, lentamente,
ante la indiferencia de los arrendatarios,
etc.
Paisaje
Y así, en el Centrum,
cual aparato raro que revuelve
su entorno y lo modela,
casi calcula,
dígase lavadora cuyo cloro
dicta a la postre, por imposible,
inevitables manchas de colores,
hondas lastras de la pedrería,
un escuálido bistec a fuego lento
de unos recibe escupos
mientras los más salivan,
aunque o enganchan o se desesperan,
y así en el Centrum su luz atiza
cuanta brasa quepa bajo el corte,
(pues a lo inevitable lo inevitable beneficia),
y a su vez atiza al Centrum,
y surge otro centro más allá
donde el bovino reina
y contempla
pampas de inhumana pastura.
153
Deuda
154
Enrique Winter
(Santiago, 1982)
Es poeta y abogado. Autor de Guía de despacho (premio Concurso Nacional
de Poesía y Cuento Joven, 2010), Rascacielos (beca Consejo Nacional del
Libro; México, 2008; Buenos Aires, 2011) y Atar las naves (premio Festival de
Todas las Artes Víctor Jara, 2003; Valparaíso, 2009). Es, además, coautor
de la antología Decepciones, de Philip Larkin (2012) y del álbum Agua en
polvo (premio Fondo para el Fomento de la Música Nacional, 2012).
Soltar la cuerda
157
cinco años sin verla y me tomó la mano.
Este cassette toca su vida
vida que rozo apenas
si con el dedo rebobino.
Mi papá y yo seguimos solos.
Polaca
158
Cindy Solís, californiana
159
a ardilla caminando por el tendido eléctrico.
Me traduce la moda primavera-verano
en castellano apenas y toca a quienes posan en sus fotos,
que luego cuelgan como adornos en el árbol de pascua.
El Alexander
(De Rascacielos)
160
Imoto
Arquitectura
Esto
la caja de zapatos donde vivo
la caja de zapatos donde vive mi padre.
Dos zapatos izquierdos.
161
imaginaba el edificio y que la pega de él consistía en que
simplemente no se cayera. Un trabajo que sólo imaginaba
lugares me pareció extraordinario. No así la opaca labor del
padre. Los lugares imaginados se le comunicaban con
dibujos.
Y a eso dediqué mi infancia, a dibujarle rascacielos y
chozas.
Agüero
162
Circo
163
Índice
Prólogo 7
Germán Carrasco (1971) 19
Cristián Gómez Olivares (1971) 33
Yanko González (1971) 47
Gustavo Barrera (1975) 61
Pedro Montealegre (1975) 75
Gloria Dunkler (1977) 87
Claudio Gaete Briones (1978) 97
Paula Ilabaca (1979) 109
Héctor Hernández Montecinos (1979) 123
Gladys González (1981) 135
Christian Anwandter (1981) 145
Enrique Winter (1982) 155
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
Rosa Beltrán
Directora de Literatura
Víctor Cabrera
Ana Cecilia Lazcano Ramírez
Editores
Doce en punto. Poesía chilena reciente (1971-1982),
serie Antologìas, editado por la Dirección de Litera-
tura de la Coordinación de Difusión Cultural de la
unam, se terminó de imprimir el 28 de octubre de
2012. Composición tipografica, formación e impre-
sión: Grupo Edición, S.A. de C.V., Xochicalco 619,
Col. Letrán Valle, 03650 México, D.F. La tipografía
se realizó en tipos Baskerville de 8, 9, 10, 11 y 12
pts. y se utilizó papel Cultural de 90 gramos. Se
tiraron 1000 ejemplares en offset. Lecturas y cotejo
de pruebas de Francisco García. Cuidaron la edición
Víctor Cabrera y el compilador.