6 Sombreros para Pensar, Trabajo
6 Sombreros para Pensar, Trabajo
6 Sombreros para Pensar, Trabajo
UNIVERSIDAD DE CARTAGENA
CÁTEDRA EMPRESARIAL
El sombrero rojo legitima aspectos “irracionales” y los hace visibles para que
enriquezcan el mapa de pensamiento y el sistema de valores que servirá para
decidir la ruta en dicho mapa.
No basta con sentir que algo no encaja para expresarlo con este sombrero, es
necesario justificar el fallo, poner de manifiesto el riesgo, explicar las
razones del escepticismo.
El sombrero amarillo, es aquella que ve el lado positivo de las cosas, es aquel que
encuentra esperanza en donde otros no lo ven, donde esta persona busca o
intenta mirar ganancias, éxitos ventajas experimentando las ideas propuestas. Se
encarga de buscar posibilidades, oportunidades en cualquier circunstancia de la
vida o de momentos, haciendo o aporta mejoras con una actitud netamente
positiva. Se diferencia mucho del sombrero negro, porque es muy difícil que
las personas vean optimismo en las cosas, las persona siempre buscando la
lógica para que las cosas encajen a lo que se ha planteado o ideado, en cambio
el caso del sombrero negro, las personas por lo general siempre están a la
defensiva y cuidando las ideas o los momentos que pueden ser peligrosos.
Las personas de sombrero amarillo son optimistas antes las cosas que se le
presenten y es aquella persona que, en las cosas negativas, como problemas,
fracasos o fallos ve una solución, una oportunidad en medio de mucho caos. Esta
persona tiene esperanza positiva y eligen esto por el placer y deseo al éxito.
En estas circunstancias la persona debe estas segura que esa idea propuesta sea
interesante y tenga posibilidades de ser exitosa, trayéndoles máximos beneficios,
porque si no es así debe ser descartada totalmente.
El sombrero verde no se queda con una idea, él indaga, busca, investiga muchas
más alternativas, porque no siempre la primera alternativa es la solución más
viable, pueden haber otras mejores, más económico y eficientes. Estas personas
son ambiciosas en el sentido de que saben que siempre hay algo mejor, que
siempre se puede mejorar. La creatividad ayuda a no cometer esos errores que a
veces se cometen sin querer y que después es muy difícil de reparar, permite
también que se generen ideas mediante otras ideas y así poder ir armando un
proyecto muy definido que permita innovar o mejorar.
Junto con las preguntas de tanteo, que son exploratorias, y las de disparo, que se
utilizan para comprobar algo y cuya respuesta es un sí o un no rotundos, existen
también los problemas, otro tipo especial de pregunta: saber definirlos es
fundamental. Si un problema está mal formulado, su solución puede volverse
irrelevante o innecesariamente incómoda. Por esto, el pensador de sombrero azul
debe esforzarse mucho en definir muy claramente las problemáticas, y de ahí que
resulte natural escucharle decir frases como esta: “En realidad el frío no es el
problema. El problema es la percepción del frío. ¿Cómo podemos cambiar esto?”.
Por otra parte, cuando se piensa con el sombrero azul se intenta dar una visión
general de lo que ha ocurrido y de lo que se ha logrado, con el fin de imponer
orden en el aparente caos. Por ello, las recapitulaciones y los resúmenes de lo
que se haya planteado forman parte de este tipo de pensamiento.
El tiempo que se disponga para el uso de cada sombrero debe ser lo más breve
posible. Por lo general, basta con asignar un minuto para cada persona por cada
sombrero que se use, salvo en el caso del rojo, cuyo empleo suele ser más corto,
en la medida en que lo que se expresa con él no requiere explicaciones ni
comentarios. Ahora bien, la secuencia en la que se alternan los sombreros puede
ser evolutiva o preestablecida: la primera se va fijando sobre la marcha, la
segunda se planifica desde antes de comenzar la sesión, mediante un sombrero
azul inicial. Así, aunque no hay un camino, existen algunas recomendaciones
útiles para programar una reunión de pensamiento con el método de los seis
sombreros.
Por regla general, conviene fijar un sombrero azul al inicio y otro al final de la
discusión, como si fueran dos sujetalibros. Esa etapa inicial de sombrero azul
permite fijar el recorrido entre todos los participantes. Si el tema provoca
sentimientos intensos y despierta emociones fuertes, sería conveniente seguir con
uno rojo para sacarlas a la luz. Tras esto, se podría pasar a uno blanco, que
permita poner de manifiesto toda la información relevante de la que se dispone. A
continuación, se puede aplicar el amarillo, para que los participantes planteen
sugerencias y proposiciones, y este puede ir intercalado con el azul, para la
formulación de preguntas centrales y el señalamiento de zonas problemáticas en
las que se hacen necesarios nuevos conceptos. A continuación, el sombrero verde
puede contribuir a llenar esos vacíos, generando algunos conceptos novedosos.
Una nueva fase de sombrero azul serviría para organizar los conceptos que hayan
surgido en una lista más formal para clasificarlos según algún criterio. Tras esto,
podría tener lugar una etapa de pensamiento constructivo, en la cual se alternen
los sombreros blanco, amarillo y verde, con el fin de desarrollar cada propuesta y
de ir dándoles a toda una valoración positiva. Llega el turno del sombrero negro,
que serviría como chequeo. Con él se podría estudiar cuáles de las alternativas
son imposibles o inservibles, y definir las debilidades de las demás. A
continuación, nuevas rondas de sombreros amarillo y verde contribuirían a superar
esas dificultades, corrigiendo errores, eliminando debilidades y solucionando
problemas. El sombrero negro se puede usar de nuevo, para afinar aún más los
riesgos y peligros que subsistan.
Aunque todo esto suena muy complejo, en la práctica, y con la debida orientación
de una persona que actúe como coordinador de la sesión, el proceso se sucede
de forma natural y fluye como un coche en movimiento, cuyo conductor va
cambiando continuamente de marcha.