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Campus Zacatlán 
Zacatlán 

Materia: Antropología
Materia: Antropología

Alumno: Gustavo Adolfo Pérez Moreno 


Moreno 

Trabajo: Investigación

“TAFONOMIA FORENSE” 

Catedrática: Isabel
 

TAFONOMIA FORENSE
Estudio de la transición de los restos biológicos desde la muerte hasta la fosilización. Pero
en los últimos tiempos, ha venido a integrarse este concepto en la Paleopatología y la
Antropología Forense, en relación con los restos humanos y su evolución después de la
muerte.
Abarca por lo tanto este concepto, todo lo relacionado con la descomposición,
transformación, conservación, transporte, desgaste e infiltración de los restos humanos,
desde la muerte biológica hasta su total desintegración o conservación natural o artificial, o
hasta su fosilización. El estudio de todas las fases que producen estas alteraciones o
cambios de estructuras y aspecto de los restos humanos en el contexto judicial o forense es
lo que conocemos como TAFONOMIA FORENSE. En resumidas cuentas es algo así como
la historia y momentos por los que han pasado los restos humanos desde la muerte
biológica hasta que llegan a nuestras manos para su investigación.
Cuando estudiamos un cadáver o partes de él, vamos analizando y anotando todos los
detalles, alteraciones, modificaciones y aspecto que presenta, así como sus relaciones con el
entorno en que fue hallado. De esta manera deducimos poco a poco un perfil biológico que
nos indica los procesos que ha sufrido, las situaciones por las que ha pasado hasta llegar a
quedar como aparecen en el momento de su descubrimiento.
El Antropólogo Forense, por métodos analógicos e inductivo-deductivos, irá obteniendo
información del sexo, edad, estatura, causa de la muerte, data o fecha de la muerte,
características especiales como existencia o huellas de antigua patología (traumatismos
cicatrizados, intervenciones quirúrgicas, fracturas, prótesis, alteraciones dentarias) que nos
conducirán a través de un a veces largo proceso de análisis patoplástico a facilitar la
identificación de la persona a quien correspondió aquel cuerpo en vida. Asímismo, las
alteraciones naturales o artificiales que hayan sufrido esos restos tanto para llegar a su
destrucción o su conservación, nos indicarán los procesos que han tenido lugar (acción de
substancias químicas, influencias meteorológicas, acción del terreno donde han
permanecido, acciones destructoras desde los elementos vivos microscópicos hasta los
grandes depredadores como perros salvajes, vagabundos o caseros, roedores, en general
terrestres o acuáticos), pasando por toda una larga serie de artrópodos, invertebrados,
coleópteros, dípteros, himenópteros, lepidópteros, arácnidos, ácaros, etc. que tienen a su
cargo destruir las partes blandas, dejando limpio el esqueleto.
No se detiene ahí el proceso tafonómico. Los huesos sufren también alteraciones
tafonómicas que es preciso identificar. El mayor enemigo del hueso es la humedad, que
propicia la pululación y desarrollo de algas, mohos, hongos, alterando la consistencia, el
aspecto y color del hueso. Luego están las plantas que pueden producir artefactos muy
variados, fracturas, seudopatología postmortem que debemos distinguir de la verdadera
producida ante mortem o perimortem. Toda esta infinidad y variedad de detalles nos
permitirán construir el anecdotario, la historia de los restos humanos que tenemos ante
nosotros, que nos ayudará en resumidas cuentas a descubrir la verdad de lo que pasó.
Se ha llamado tiempo tafonómico al transcurrido desde el momento de la muerte hasta el
hallazgo de los restos humanos.

Cambios tafonómicos en cadáveres conservados  


Una forma importante de evolución de los cadáveres es la conservación. Esta puede
ser espontánea, natural, debido a condiciones intrínsecas (del interior del propio cuerpo)
o extrínsecas (condiciones del medio ambiente que rodea al cuerpo) o puede
 

ser artificial (embalsamamiento, tratamiento del cadáver para su conservación), esta última
en íntima relación con prácticas culturales que se remontan a la lejanía de los tiempos.
Sledzik (1991) afirmaba que "la conservación de las partes blandas del cuerpo en la
naturaleza es esencialmente una competencia entre la descomposición y la desecación".
Los procesos naturales como la desecación y la momificación consecutiva, natural, debido
a causas y condiciones ambientales, determinan cambios tafonómicos muy característicos.
Tal es el caso de cuerpos enterrados en las arenas de los desiertos, en nichos de cemento
herméticamente cerrados, en sarcófagos bien sellados o en terrenos donde existan
substancias químicas o minerales conservadoras como por ejemplo el Arsénico que tiene la
particularidad de detener todo proceso de descomposición produciendo cambios
tafonómicos que conducen a la conservación indefinida, a veces en tan perfectas
condiciones que se puede hablar de "cuerpo incorrupto". Así se han hallado cuerpos
perfectamente conservados en desiertos como el Sahara, en los de Paracas en las costas del
Perú y Chile, desiertos de Estados Unidos, Australia, Gobi, etc.
El adelgazamiento en vida hasta condiciones límites, favorece la momificación espontánea
y como consecuencia su conservación. Hay ciertas áreas del cuerpo que por la escasez de
líquidos que contienen se momifican espontáneamente con mayor rapidez (manos y pies).
La desecación también se produce por la acción del frío. A este proceso se
llama sublimación, que va unido a la congelación. El efecto del frío detiene la evolución y
desarrollo de bacterias y microorganismos responsables de la descomposición. Han sido
relativamente frecuentes los hallazgos de cadáveres conservados entre los hielos del Artico,
la Antártida, en los páramos eternamente helados de Venezuela, en las alturas con nieves
perpetuas de los Andes, en glaciares, en el permafrost de Siberia y Alaska, en las alturas de
los Himalayas y en general en cumbres montañosas de nieves perpetúas. En Siberia se han
hallado numerosos mamuts peludos conservados miles de años entre los hielos. Tan bien
conservados que ha sido posible estudiar el contenido gástrico y averiguar cuál fué su
última comida y de qué se alimentaban en aquellos lejanos tiempos geológicos.
La retracción de los tejidos por la desecación hace asomar al exterior la raíz de las uñas y
pelos, lo que produce la impresión de que estas faneras han continuado creciendo después
de la muerte cuando no se trata más que del efecto visual de la retracción de los tejidos
dermo-epidérmicos.
Ciertas sales minerales como el Natrón que se encuentra a saturación en el Lago del mismo
nombre en Egipto (Uad-en-Natrum) y que es el Carbonato de sodio decahidratado (CO3
Na2 + 10 H20), produce la desecación de los tejidos, lo que observado por los antiguos
egipcios, les permitió utilizarlo para embalsamar sus cadáveres.
La piedra volcánica como la que se encuentra en abundancia en las Islas Canarias, piedra a
la que se conoce con el nombre de "malpaíses", absorbe la humedad, lo que también
habiendo sido observado por los primitivos habitantes del Archipiélago, les permitió
disponer de un método de desecación, que unido al efecto del sol y masajes de los cuerpos,
se convirtió en una técnica instrumental y una práctica cultural por medio de la cual
conservaron sus cadáveres que envueltos en cueros de cabras nativas de las islas guardaban
en cuevas en lugares recónditos de las montañas.
El estudio de la conservación de los cadáveres y alteraciones tafonómicas que conlleva,
tanto en los casos históricos (antiguos) como los judiciales (modernos), tiene una gran
importancia para deducir qué circunstancias rodearon al sujeto ante, peri y postmortem.
De la Edad del Hierro proceden los cadáveres hallados en las turberas (grandes depósitos de
turba) de Dinamarca. Estos cadáveres mantienen un estado muy perfecto de conservación
 

que se debe a la acción bactericida del ácido húmico y la falta de oxígeno. El más famoso
de estos cuerpos es el llamado Hombre de Tollund que apareció con una cuerda al cuello y
signos de estrangulación. Sus 2.000 años de antigüedad no han destruído su cuerpo que
presenta unos rasgos tafonómicos muy característicos, lo mismo que el Hombre de
Graubelle (Viborg), que presenta huellas de haber sido degollado y fracturas en cráneo y
tibia.
En las turberas han aparecido centenares de cuerpos. Algunos son de hombres y mujeres,
con el corazón atravesado por una estaca (antigua costumbre que tenía por objeto destruir a
los vampiros). Los cuerpos hallados en las turberas y pantanos daneses de Borremose,
Huldre, Daungbjerg, todos bien conservados, con signos tafonómicos muy específicos,
parecen haber sido el resultado de ejecuciones. Los llamados "bog corpses" que se
conservan perfectamente en lugares similares corresponden a personas decapitadas, de lo
que se ha deducido que habían sido condenados a la última pena y elegido aquellos lugares
para llevar a cabo la ejecución.
También se han hallado cuerpos del mismo tipo que los "bog corpses" en la Isla de Creta y
en Rusia occidental. Todos presentan caracteres tafonómicos muy parecidos y el más
importante, su buena conservación, debido a la acción del ácido húmico que tiene la
propiedad de decalcificar los huesos y la piel en el especial ambiente carente de oxígeno,
que crea una intensa actividad antibiótica y anaeróbica.
Los mamuts peludos hallados en Siberia, junto al río Lena, estaban tan perfectamente
conservados en los profundos hielos del permafrost que su carne sirvió de alimento a los
perros que llevaban consigo sus descubridores.

Tafonomía forense y descomposición del cuerpo 


Como la descomposición de un cadáver es un fenómeno normalmente progresivo, también
lo serán los caracteres tafonómicos y sus variaciones, dependiendo del momento y lugar en
que estudiemos los restos.
Entre las numerosas variables que influyen en la descomposición cadavérica, las más
importantes son: la Temperatura (las alternativas que pueden sufrir los cuerpos tales como
congelación - descongelación es uno de los factores que aceleran la descomposición y la
desarticulación), el Peso, Volumen y Condiciones físicas y biotipológicas del cadáver, la
Actividad bacteriana, la Actividad de los insectos necrófagos. No olvidemos nunca que las

larvas
sombranopuede
gustan de la luz deluna
desarrollarse sol,gran
lo que es una larvaria.
actividad de las razones
Es muydefrecuente
que respeten la cadáveres
hallar piel a cuya
con la piel y tegumentos enteros y sin embargo vacíos en su interior, devorados los órganos
internos totalmente por las larvas, quedando el cuerpo como una especie de saco vacío.
Otros factores que actúan sobre la descomposición de los cuerpos son los vestidos, la ropa
que lleve puesta el cadáver, o bien la Acción de fenómenos meteorológicos, aparte de la
Temperatura mencionada. Por ejemplo, la acción de la lluvia. También influye que quede el
cuerpo o una parte de él bajo un montón de hojarasca.
Es frecuente observar la proximidad de ciertos pájaros junto a un cadáver abandonado en
superficie en un bosque o en el campo. Estos pájaros no comen la carne descompuesta sino
que van a alimentarse de las larvas que pululan en aquellas partes o aberturas del cadáver.
En cambio hay otras aves de mayor tamaño que sí son carroñeras y tienen preferencia por
ciertas partes del cuerpo. Por ejemplo, las águilas ratoneras tienen la costumbre de hacer un
agujero en la piel del abdomen y a través de éste extraen los intestinos con los que se
alimentan.
 

Es muy común que los pájaros hagan frecuentes viajes al lugar donde se encuentra el
cadáver, no para comer las larvas sino para llevarse el cabello de la víctima que les sirve
para tejer sus nidos. Por eso el investigador de un crimen debe pensar en buscar nidos
cercanos de aves donde seguramente encontrará cabellos de la víctima lo que puede ser una
evidencia de primer orden.
En repetidas ocasiones he tenido la oportunidad de comprobar que los ratones, una vez
vaciado el abdomen de sus órganos internos o bien en el interior del cráneo vacío, lo
rellenan de pequeños fragmentos de papel (como si fueran papelillos de Carnaval),
especialmente si tienen cerca guías telefónicas o papeles de periódicos y en otras ocasiones
fragmentos de hojas secas y en ese lecho, así preparado, deposita la hembra sus crías
alimentándolas si nadie les molesta hasta que éstas son capaces de valerse por sí mismas.
Las avispas y la hormigas también suelen utilizar los cráneos vacíos para hacer sus nidos y
no es raro que alguna pareja de víboras busquen abrigo en los cráneos abandonados.
Los insectos, con sus diversas variedades y especies, dejan a sus larvas el cuidado de
devorar la mayor parte de las partes blandas.
Uno de los factores tafonómicos que puede acelerar la descomposición de alguna parte en
especial de un cadáver es la existencia en ella de una herida o lesión en la piel, fractura,
orificio de bala o arma blanca, aplastamiento, es decir una puerta de entrada. Si vemos un
cadáver que presenta una agitación larvaria en alguna región del cuerpo podemos sospechar
que allí hubo una herida, una lesión abierta. Por ejemplo si en el dorso del antebrazo que no
es un lugar normal para la entrada de larvas hay una masa larvaria, hay que pensar en una
lesión de defensa ante un arma blanca u otro instrumento agresor. Y lo mismo si vemos
pulular larvas en la palma de la mano, lugar no habitual para éstas, hay que pensar que la
víctima trató quizás de defenderse agarrando el cuchillo agresor con esa mano y se produjo
una lesión que aprovecharon las moscas para depositar sus larvas.
Los ratones tienen también preferencia por las epífisis de los huesos largos (cabezas de
húmero, cúbito, radio, fémur, tibia y peroné) en las que encuentran el hueso esponjoso que
con la médula ósea roja que contiene es uno de sus alimentos preferidos. También sienten
apetencia por los bordes orbitarios.
Las alteraciones tafonómicas así producidas, nos van indicando lo que sucedió post-mortem
y muchas veces ante y perimortem.
En la descomposición de un cadáver intervienen no sólo bacterias e insectos sino muy

diversas especies
alteraciones animales
tafonómicas que
que llamamos
producen susendientes
términos generales,
y uñas carroñeros.
nos permiten saberLas
a qué especie
pertenecían.
Los perros salvajes o vagabundos atacan con mucha frecuencia a los cadáveres
abandonados en descampados o bosques por donde suelen merodear. Comen las partes
blandas, desarticulando los huesos y produciendo la dispersión de éstos en el terreno, a
veces llevándolos a grandes distancias, alterando no sólo tafonómicamente el cuerpo con
marcas características, sino el escenario del crimen, destruyendo múltiples evidencias.
Pero no sólo los perros salvajes atacan el cuerpo de la víctima. Es un hecho frecuente que
los perros y gatos caseros, domésticos, cuando el amo o el ama que los cuidaba,
generalmente ancianos que viven solos con varios animales, muere de muerte natural o
violenta, quedando encerrados en la casa sin que nadie se entere de lo ocurrido, atacan el
cuerpo comenzando por la piel de la cara, nariz y cuello, laringe, hioides, raíz de la lengua
y todos los músculos vecinos. Con frecuencia los ojos son arrancados de las órbitas.
 

Si son varios los perros que convivían con el anciano o anciana, atacan simultáneamente
por partes diferentes, y mientras unos se alimentan con las partes superiores, otros vacían
de su contenido el abdomen y el resto de las vísceras. Las extremidades son arrancadas del
tronco y llevadas hasta un rincón o sobre un sofá o butaca donde siguen royendo los
huesos.
El ataque de estos animales puede producirse poco después de la muerte o cuando el cuerpo
está en franca descomposición. La ropa que cubre el cadáver puede impedir temporalmente
el ataque a las partes cubiertas, pero si el hambre les aprieta, no tardan en desgarrar los
vestidos y dejar al descubierto otras partes carnosas.
El olor de la orina o los excrementos del cadáver suele ser el indicador para comenzar el
ataque, así como la existencia de alguna lesión sangrante o interrupción de la continuidad
de la piel. La acción desarticuladora de los carroñeros será más fácil si ha habido una fase
previa de intensa actividad bacteriana o destrucción por insectos.
Son características tafonómicas las marcas dejadas por los cánidos, especialmente la forma
en V que dejan los colmillos. En algunos casos éstos pueden quedar clavados en partes
depresibles como es el caso de algunas epífisis, en cuyo caso, aparece un orificio circular
que corresponde a la sección del colmillo.
En el proceso de descomposición del cadáver, lo primero que suele separarse es la cabeza.
Por su forma globulosa que no coincide con la cavidad bucal de perros o gatos, las partes
que suelen atacar son las apófisis mastoides que hacen saliente, o los arcos zigomáticos,
después de haber devorado las partes salientes de la cara.
En el caso de que el cráneo haya sufrido amplias fracturas es más fácil que arranquen los
fragmentos de hueso y devoren su contenido. Más fácil será si se trata del cráneo de un niño
cuyos huesos son mucho más frágiles.
Misión del equipo forense que investiga el caso será la búsqueda de los restos óseos
dispersos por el terreno, tratando de determinar el lugar donde tuvo lugar la muerte y desde
donde ha partido la dispersión. A veces los coprolitos o deyecciones de los animales
carroñeros han proporcionado partes del cadáver, tales como dientes y hasta prótesis
dentales o fragmentos de las mismas. En los bosques o eriales donde puede quedar
abandonado el cadáver, no sólo los perros salvajes atacan el cuerpo. Hay muchos animales
en estos parajes solitarios que acuden al olor de la muerte. Roedores, hervíboros u
omnívoros, lobos, liebres, ardillas, gatos monteses y en ciertos lugares montañosos, los

osos. Por calientes


en tierras supuesto no
la fauna dependepor
será atacado delalamisma
localización
fauna geográfica. Un cadáver
que un cadáver abandonado
abandonado entre la
nieve o en el desierto, en un bosque de España o en un descampado de Méjico lleno de
coyotes, o en el centro del Africa ecuatorial donde las hienas y los buitres se van a encargar
de él.
El cadáver puede haber sido arrastrado desde el lugar original donde se produjo la muerte.
Sobre el terreno pueden haber quedado huellas de este arrastre que es importante detectar.
Las marcas de carniceros y roedores son uno de los fenómenos tafonómicos más frecuentes
en cadáveres abandonados. Se ha atribuído a los roedores la necesidad de usar sus dos
dientes incisivos superiores, royendo los huesos para disminuir por abrasión el crecimiento
continuo de tales dientes. La huella dejada por estos animales es muy característica. Se trata
de surcos o canales paralelos, en contraste con las marcas en forma de V de los carniceros.
Mi experiencia antropológico-forense no se limita a los casos que he tenido que estudiar en
España. En las selvas centroamericanas he visto muchas veces subidos en las ramas de los
árboles o en las techumbres de las casas o revoloteando sobre alguna parte de la selva unos
 

buitres negros llamados zopilotes (Sarcorramphus papa), llamado también Buitre real o Rey
de los buitres, que es un Falconiforme perteneciente a la familia de los Catártidos. Desde
sus atalayas se les ve explorando con sus excelentes ojos vivaces la presencia de alguna
carroña, animal o humana, en descomposición. Son considerados como los sanitarios de
ríos y selvas pues acaban en poco tiempo con todo lo que huele a podrido. He visto a veces
a algunos campesinos poner algo de carne descompuesta en determinados lugares. El
zopilote llega con precaución por si hay peligro y tranquilizado, se atiborra de comida. Con
esto, el vuelo se hace más difícil y entonces los que pusieron el cebo, los matan a palos,
sólo por el placer de matar, porque ni son comestibles ni siquiera sirven como trofeos.
Pero esto es excepcional, porque en general se les respeta, especialmente los indios que
desde tiempos remotos los tenían como animales sagrados por la misión que cumplían y
útiles al hombre y a la Naturaleza. En tanta estima los tenían que en sus mejores joyas
fabricadas de oro, los solían representar con mucho detalle. Estas joyas las enterraban con
sus muertos para que les acompañasen al más allá.
Hay otro buitre más pequeño, el gallote, gallinazo, zamuro o iribú, de color negro y aspecto
siniestro, que merodea por los poblados y por la selva siempre en busca de carroña. La
huella que deja su pico como la del zopilote es un signo tafonómico muy típico.
El cóndor (Vultur gripfus) que llega a volar a más de 6.000 metros de altura sobre todo
sobre las cumbres de los grandes volcanes andinos, es otro incansable carroñero que
distingue la carne muerta de animales o humanos a cientos de metros de altura.
En la India he tenido la oportunidad de ver cómo actúan los llamados buitres
calvos (Sarcogyps cavus) merodeadores de los dakhmahs o "Torres del silencio" donde los
parsis tienen la costumbre de abandonar sus cadáveres para que estos animales los devoren.
En la proximidades del Río Ganges y sus afluentes, cercanos a los crematorios que se
elevan a lo largo de las márgenes del río sagrado, siempre hay unos cuantos de estos buitres
esperando su presa que saben no tardará en llegar. Mientras unos cadáveres sufren el
proceso de incineración, otros simplemente son lanzados a las aguas del río y en ellos no
tardan en hacer presa las aves carroñeras.
Al recorrer las sabanas de Africa ecuatorial, es una escena familiar ver cómo pelean las
hienas (Hyaena hyaena) y los buitres africanos (Gyps fulvus) por devorar los restos
putrefactos de una jirafa, una cebra, un ñu y hasta un elefante. Todos estos animales
carroñeros (hienas, buitres y hasta monos) dejan su sello tafonómico sobre las presas que

devoran.
En Panamá, hay a un lado de la Carretera transístmica, no lejos de la capital, una cuevas
naturales kársticas llamadas "Cuevas de Calobre", obscuras como boca de lobo. Tienen la
característica que en ellas anidan y se multiplican de manera asombrosa unas enormes
cucarachas mayores que la Periplaneta americana clásica de estas latitudes, pero con la
particularidad de que se han adaptado a la obscuridad y son albinas, completamente
incoloras. Las hay en tal número que cubren densamente, tapizan las paredes de las cuevas.
Tanto su congénere, las de color obscuro como éstas, son carroñeras y también dejan sui
impronta tafonómica sobre los cuerpos que devoran.
Los roedores buscan en los huesos de los cadáveres el calcio, del que son muy apetentes y
que necesitan para su propia estructura ósea.
Todos estos detalles nos llevan a la conclusión de que la observación de los restos
cadavéricos nos ayuda a conocer los cambios tafonómicos que han sufrido y sus causas.
Ya apuntamos anteriormente que el Antropólogo Forense al estudiar unos restos humanos
va observando la morfología y las alteraciones tafonómicas que presentan y se va haciendo
 

una idea del "perfil biológico" y aún del "perfil psicológico" de la persona a quien
pertenecieron. Pero aún hay más y es que a través de lo que observa en el cadáver, puede
llegar a hacerse una idea del propio "perfil psicológico" del asesino que siempre deja su
propia huella tafonómica en la víctima. Puede ser el arma utilizada, el ensañamiento con
que cometió el crimen y un sinfin de elementos que sólo se ven a través del estudio del
cadáver.
Morfológicamente, de los bordes orbitarios y su espesor, del tamaño de la apófisis
mastoides, del espesor y fortaleza del arco zigomático, del tamaño y prominencia de los
pómulos, del relieve de la protuberancia occipital externa, del relieve de la líneas nucales
supremas, de las profundidad de los surcos nucales, del espesor de los huesos del cráneo y
otros detalles, deduce si se trata del cráneo de un varón o de una mujer.
De la observación de la pelvis (sínfisis pubiana, forma del pubis, anchura de la pelvis,
ángulo de la escotadura ciática, ángulo subpúbico, forma del agujero obturador, espesor de
la rama isquiopúbica, diámetro de la cavidad cotiloidea y otros detalles deduce y confirma
si se trata de un varón o una mujer.
Del estado de las epífisis y metáfisis, de la dentadura, de la estructura de la sínfisis pubiana,
de los diámetros de las cabezas de los húmeros, radios y fémures, del estado de cierre de las
suturas craneales, de la robustez de los cóndilos femorales, del relieve de los tubérculos
gemini del maxilar inferior, deduce la edad del sujeto.
De la longitud de los huesos largos, ayudándose con las diversas tablas existentes o por
medio de una ecuación regresiva de Pearson, deduce la estatura.
Sexo, edad, estatura, nos van configurando un tipo humano a partir del esqueleto cuya
identidad queremos determinar. Así sabemos si es un niño o un adulto y la edad, sexo a que
pertenecía y la estatura aproximada que tuvo en vida.
Pero nos interesa saber a qué grupo racial perteneció. De la protuberancia de los alvéolos
dentarios (prognatismo), de la anchura de la cara, del índice de la rama mandibular, forma
de los pómulos y huesos propios de la nariz, estructura de los dientes incisivos,
arqueamiento de la diáfisis femoral, y si queda cabello, la forma, color, estructura, sección
y distribución de éste, todo ello nos orientará sobre el grupo racial a que pertenecía.
Todo esto se deduce por analogías.
Pues de la misma forma, "la esencia de la Tafonomía es también la analogía".
El aspecto de las partes blandas, el grado de descomposición, las alteraciones de los huesos

descarnados
evidencias dey gran
todasvalor
las alteraciones y modificaciones
en una investigación que haya podido
antropológico-forense sufrir
como el cadáver
puede ser la son
determinación del intervalo transcurrido desde el momento de la muerte.
La dispersión de los huesos sobre el terreno nos hace pensar en las fuerzas que han
intervenido post-mortem. Las marcas dejadas en los huesos por los depredadores, el color
que adoptan los huesos por la acción de la humedad o por la exposición al aire y al sol, la
fragilidad de los huesos o su consistencia y robustez (signos tafonómicos de gran
importancia diagnóstica) nos permiten deducir el estado de nutrición del sujeto (los
drogadictos tienen un esqueleto muy frágil). Los efectos de la humedad (el mayor enemigo
de los huesos), las resquebrajaduras o grietas de los huesos nos indican si ha estado
expuesto a variaciones bruscas de temperatura (frío, calor, humedad, sequedad).
De las marcas que presenten los dientes o su coloración podremos deducir hábitos y
costumbres, psicología y educación del individuo. Si era fumador, si comía determinados
alimentos, si masticaba determinadas substancias que han podido dejar una huella en los
dientes y encías (tabaco, betel, etc.) En Oriente, India e Islas del Pacífico he podido
 

observar la frecuencia de estas manchas producidas por la constante masticación del betel
(Piper betel L.) hábito que tienen millones de personas de ambos sexos. Si aparece en
España un cadáver con estas manchas características la sospecha de su procedencia es
inmediata (por analogía). Es un signo tafonómico de primer orden. Otras muchas
substancias pueden dejar manchas coloreadas en los dientes.
La dentadura es, por lo demás, como hemos dicho repetidamente la caja negra de nuestro
organismo por analogía con la caja negra de los aviones en la que quedan registradas las
incidencias de a bordo que en caso de una catástrofe aérea serán de gran valor para saber
las causas del accidente.
Los huesos adquieren el color del terreno donde han quedado enterrados. Por ejemplo, el
caso del cráneo y el esqueleto de un hombre que quedó atrapado en una mina de cobre y
que exhibimos en uno de los páneles del Museo de Antropología Forense, Paleopatología y
Criminalística de la Escuela de Medicina Legal de Madrid, está totalmente impregnado por
el óxido de cobre que le comunica un color verde malaquita. Otro caso de gran interés es el
cráneo del "Hombre de la Sima" que mostramos también en el Museo. Se trata de un caso
muy antiguo de un hombre que quedó, no se saben las circunstancias, en el fondo de una
sima de donde no pudo salir. Muchos años después unos espeleólogos lo encontraron
convertido en piedra, hecho una estalagmita. Hasta las pestañas están petrificadas, todo
infiltrado de hidroxiapatita.
También se exhiben en el Museo los cráneos de dos héroes defensores de Numancia contra
los romanos que murieron a manos de éstos. Uno de ellos presenta una gran lesión en el
cráneo producida por una espada de bronce, que ha dejado una huella de color verde de
óxido de cobre junto a la gran herida, si no es que llevaba algún casco o adorno de cobre en
la cabeza que fue quizás el causante de esta pigmentación.
Las manchas que aparecen en algunos cráneos pueden estar producidas por algas (color
verdoso, marrón o negruzco). A veces se aprecian masas de filamentos de algas que se
confunden con cabellos.
Cráneo y huesos de esqueleto postcraneal hallados en playas o en sus cercanías, presentan
la acción tafonómica del desgaste por haber rodado a causa del movimiento del oleaje. En
el interior de los orificios presentan arena de la playa y foraminíferos, pequeños fragmentos
de conchas de crustáceos, moluscos. Dentro de la cavidad craneal puede haber abundante
sedimento de río o de mar en el que se puede estudiar la historia de sus desplazamientos.

La abrasión
región facialo(esplacnocráneo)
desgaste sufrido ypor
la las partes salientes
desaparición del cráneo,va
de la mandíbula especialmente de la
a ayudar a reconocer la
historia tafonómica del mismo.
Si el cuerpo cayó, fue lanzado o se tiró el mismo individuo a un río con fuerte corriente, el
cadáver habrá sufrido una serie de alteraciones tafonómicas diversas que nos orientarán
sobre lo que pudo suceder. A veces el cuerpo, al ser arrastrado por la corriente, aparece
muy lejos del lugar donde cayó. Si ésta es muy fuerte, la descomposición, los golpes contra
las rocas, la acción de la humedad, etc. hacen que se vayan desprendiendo partes del
cadáver. Se produce así la desarticulación y en este caso puede quedar atrapado algún
miembro entre la hojarasca o ramas de una orilla y el resto del cuerpo, zarandeado por la
corriente puede recorrer decenas de kilómetros.
Sin embargo, en los ríos, los miembros separados del cuerpo tienden a ser rechazados hacia
las orillas, si no hay crecidas que los pongan de nuevo en movimiento y los empujen hacia
el centro de la corriente, hacia la madre del río, que es donde el agua lleva mayor velocidad.
 

A veces se detienen en una curva o meandro y muchas veces, después de su recorrido


fluvial, van a parar al mar.
Con frecuencia aparece el tronco sólo, sin la cabeza, lo que no significa que el individuo
haya sido decapitado, sino que la cabeza y la mandíbula son las primeras partes que se
desprenden del cadáver en descomposición. Lo único que suele quedar unido al tronco son
los muslos.
El que más sufre la abrasión de la corriente, los roces con piedras y ramas, es el cráneo. Por
su forma es fácil que vaya rodando, perdiendo los huesos de la cara, la mandíbula y las
vértebras cervicales que pudieran haber quedado adheridas. También son frecuentes las
fracturas de la base del cráneo por los choques con las rocas. Unas veces el cráneo puede
ser arrastrado hasta el fondo, otras puede flotar en superficie.
Los cambios tafonómicos más notables que sufren los cráneos aislados, se reflejan en sus
partes más prominentes: apófisis mastoides, protuberancia occipital externa, huesos de la
cara (nasales y pómulos, dientes, arcos y apófisis zigomáticas). Los huesos largos es más
frecuente que queden atrapados en alguna orilla, mientras que el cráneo puede llegar mucho
más lejos.
Cuando los huesos, desprovistos de sus partes blandas, son por alguna razón depositados en
tierra y quedan en seco, la acción del sol los decolora. Si quedan en lugar húmedo, los
hongos, algas y mohos que proliferan sobre ellos les producen un color verdoso y si el lugar
en que han quedado es seco, la acción del sol no sólo los decolora sino que puede producir
en su superficie la exfoliación del cortex. Y si hay alternativas de humedad y sequedad, se
pueden rajar, agrietar, lo mismo que sucede cuando se lavan los huesos que llegan al
Laboratorio procedentes de alguna excavación arqueológica que al secarse comienzan a
crujir y a agrietarse.
Las raíces de las plantas producen muy diversos cambios tafonómicos en los huesos, desde
la fractura del cráneo por crecimiento en su interior a través del agujero occipital de una
raíz que va engrosando con el tiempo, hasta la penetración de raíces adventicias por los
agujeros auditivos externos, fosas nasales e incluso en los huesos largos a través de los
conductos vasculares de Volkmann. Si es en superficie, pueden dejar unas huellas muy
características que pueden simular la impronta de antiguos vasos sanguíneos superficiales.
Los canales vertebrales son otro de los lugares preferidos para el crecimientro de raíces
vegetales.

Uno
estabadetodavía
los casos estudiados
envuelto en unpor mí fueyuna
calcetín unapierna
bota yque apareció
la tibia a la aún
y peroné orillaunidos
del mar. El pie
al pie,
estaban esqueletizados. Por el aspecto pude deducir que la corriente de un río cercano que
tiene crecidas periódicas, posiblemente había arrastrado el cuerpo hasta el mar, donde al ser
avistado por animales depredadores marinos, lo habían atacado, desprendiéndose los
miembros. La pierna debió permanecer por lo menos un año dentro del agua del mar lo que
se podía deducir por las colonias de cirrípedos que habían crecido y enraizado sobre los
huesos.
En otros casos, me han llegado al Laboratorio cráneos aparecidos en la orilla del mar
totalmente limpios (playas de la Isla de Tenerife y Las Palmas) y varias mandíbulas y
cráneos con algunos restos todavía de partes blandas en descomposición (varias playas de
las Islas Baleares).
Los cambios tafonómicos más comunes en un cráneo según todo lo que hemos expuesto
son: la abrasión por los roces, fracturas por los golpes contra las rocas, adipocira por la
 

hidrólisis de grasas y tejidos en ambiente húmedo, especialmente la masa encefálica, y


la desarticulación de la mandíbula.
Según el terreno donde haya estado y los movimientos del oleaje, puede estar medio lleno
de arensa o de limo y si ha estado tiempo suficiente puede que sobre él hayan crecido una o
varias colonias de crustáceos que tienen gran apetencia por el calcio de los huesos. Pueden
también crecer moluscos gasterópodos, equinodermos, briozoos, esponjas, poliquetos (que
segregan unos tubos de carbonato cálcico, tortuosos, que se adhieren al hueso. Los
cangrejos tienen gran apetencia por los ojos y partes blandas de la cara.
Las colonias de cirrípedos son más frecuentes en los huesos largos limpios de partes
blandas que han estado en el mar bastante tiempo, dándonos, a pesar de la dificultad de
interpretar sus ciclos biológicos, una idea del tiempo que han estado sumergidos.
Los cuerpos humanos sumergidos en el mar, se encuentran con una variada serie de
animales depredadores. El cuerpo humano es una fuente de energía y alimento para
diversos animales marinos, vertebrados e invertebrados. Las partes blandas atraen a
animales de diverso tamaño, desde tiburones hasta doradas, especialmente si el cuerpo
sumergido tenía alguna herida sangrante. El olor de la sangre atrae a muchas especies,
especialmente a los tiburones que dejan su marca tafonómica característica después de
haber clavado sus mandíbulas en las estructuras de su presa. He tenido la oportunidad de
ver piernas arrancadas por tiburones en las aguas de la Bahía de Panamá.
Recuerdo que durante los años de mi juventud, dieciocho de los cuales viví en Panamá, se
instaló una fábrica de harina de pescado en la costa de la Isla de Taboguilla y a los que
manipulaban la maquinaria no se les ocurrió nada mejor que tirar al agua los desperdicios
no utilizados para la elaboración del harina. En muy poco tiempo las aguas vecinas de la
Isla se convirtieron en las más peligrosas del Pacífico por la enorme concentración de
tiburones y otras especies carniceras con lo que lograron cambiar el ecosistema
radicalmente. Caer en aquellas agua o intentar nadar era lo mismo que suicidarse.
Como contraste había las langostas más grandes y jugosas de toda la costa. Langostas,
langostinos, camarones, cangrejos, isópodos de todo tamaño son grandes carroñeros. Pero
con la carnada que dejaban los tiburones, tenían para alimentarse ellos. Hay cangrejos en
aquellas aguas y también en las del Caribe que tienen una pinza del tamaño de una mano
humana con la que pueden abrir grandes agujeros en la piel de un cadáver.
Dependiendo del lugar donde caiga un cuerpo, la descomposición y los cambios

tafonómicos
dos vías, unaque sufre
sobre puedencuerpo
el propio ser lentos o rápidos.
y otra La Temperatura
por las especies animalesdel agua influye
depredadoras por
que
varían de las aguas frías, heladas, polares a las cálidas, tropicales. Las corrientes que hay
siempre dentro de la masa de agua arrastran el cuerpo, a veces a grandes distancias. El agua
fría retarda la autodescomposición por inhibición de la vida bacteriana y las aguas calientes,
por el contrario, la favorecen.
Se han referido numerosos casos en la literatura forense de tiburones que regurgitaron
partes enteras de cuerpos humanos después de dos semanas de haberlo devorado, sin
haberlas digerido.
La descomposición, salvo por la temperatura del agua, y en especial la desarticulación, es
más rápida en el mar que en la tierra por la acción de los depredadores y la acción de las
corrientes marinas.
La acción del Antropólogo Forense es distinta en los casos de cadáveres que aparecen en
tierra que los que proceden del mar. En el primer caso, es posible visitar el lugar del
hallazgo, recoger evidencias en las proximidades, fotografiar in situ lo que aparezca. En el
 

caso de cadáveres procedentes del medio marino o partes de ellos, hallados accidentalmente
en una playa o entre las redes de arrastre de un barco pesquero, no podemos hacer lo
mismo. En estos casos dependemos sólo de los propios restos aparecidos y de los caracteres
tafonómicos que podamos observar en ellos, que nos orientarán sobre sexo, edad, causa
posible de la muerte y tiempo que lleva sumergido.
Si el cadáver cayó en un río de Matto Grosso o algún afluente del Amazonas, veremos
facilitado nuestro trabajo en cierto modo por lo limpios que dejan los huesos las pirañas
cuya voracidad es proverbial. Esta limpieza rapidísima, si es reciente, nos permitirá estudiar
el esqueleto o sus partes con facilidad, pero si los huesos permanecen en agua dulce o
salada, sufren cambios tafonómicos diversos tales como erosión generalizada, abrasiones
localizadas, bioerosiones producidas por la fauna acuática, crecimiento de colonias ávidas
del calcio o reblandecimiento por el grado de acidez del agua.
Un tipo de cambios tafonómicos que no se suele mencionar es debido al canibalismo. En
casos prehistóricos es frecuente hallar las huellas del acto caníbal, especialmente para
vaciar el cráneo de su contenido que para muchos grupos primitivos fue un bocado
exquisito. Todavía lo es para ciertas tribus de Nueva Guinea, Africa ecuatorial y Matto
Grosso. El depredador humano no ha desaparecido con el transcurso del tiempo. Ya no sólo
"culturalmente" ha existido en pueblos de Méjico (aztecas) y Mesoamérica (mayas), sino
que como casos forenses aparecen en el mundo entero casos de canibalismo parapático,
ritual (vuduismo) y "faute-mieux". La investigación de estos casos nos permite determinar
cambios tafonómicos, por ejemplo en "El caso del mendigo asesino de Madrid, El
Escalero" que arrancaba el corazón de sus víctimas y comía una parte dejando la huella de
sus dientes marcada en el músculo cardiaco. O en varios casos de dirigentes africanos que
se hacían preparar platos especiales con los órganos de sus víctimas.
La descomposición debido a la humedad y a la acidez del terreno puede ser tan intensa que
desaparece con el tiempo todo rastro de partes blandas e incluso de huesos. En estos casos,
sólo estudiando microscópicamente el lugar donde estuvo el cuerpo se puede determinar la
presencia de tejido óseo, restos de fauna necrófaga, fragmentos de vestidos, botones y
algunas otras pequeñas evidencias. Pero quizás la más importante de todas es el cambio de
coloración del terreno y su extensión y forma que nos indica incluso la posición en que
estuvo el cadáver. A esto se llama "sombra cadavérica" o "sombra del cuerpo".
Si el cuerpo fue enterrado junto con objetos de uso personal, tales como joyas, pulseras,

anillos
tiempo,collares, diademas,
se transforman etc. éstos
en óxidos, se descomponen
dejando la huella depor
su la acción
forma de la
como humedad
una manchayen
el la
superficie de contacto. Estos cambios tafonómicos se ven especialmente en restos óseos
procedentes de excavaciones arqueológicas o de osarios de Iglesias reunidos después de las
"mondas" periódicas a que se sometían las sepulturas para dejar sitio a los nuevos cuerpos.
Suelen ser coloraciones verdosas (óxido de cobre) o rojo-parduzcas (orín u óxido de
hierro).
A veces la coloración procede del herraje o los adornos que llevaba el ataúd que ha
desaparecido en parte podrido y del que sólo suelen quedar algunos restos. Las telas
coloreadas por algún tinte o los herrajes suelen dejar sus huellas tafonómicas en los huesos.
En el capítulo XII se habló extensamente de Entomología Forense. Aquí mencionaremos
algunas acciones especiales de la fauna necrófaga como la que ataca los tejidos
momificados. Personalmente he restaurado varias momias de hace más de 2.000 años que
presentaban una verdadera criba de orificios perfectamente redondeados producidos por la
accióm incansable del Antrenum museorum, uno de los mayores enemigos de las
 

colecciones, especialmente las biológicas, de los Museos. La eliminación de estos insectos


y la esterilización de las momias utilizando Paradiclorobenceno, Aceite de Mirbana,
insecticidas, vapores de formol, rayos ultravioleta y control de temperatura y humedad,
restaurando pacientemente los tejidos tapando los centenares de orificios hechos por estos
insectos, nos ha permitido mantener la colección en buen estado.
El estudio químico de los exoesqueletos de insectos de todo tipo, especialmente
coleópteros, recuperados de los cuerpos descompuestos, puede permitirnos, incluso después
de cuatro o más años después de la muerte, demostrar la presencia de drogas como la
cocaína. Tiene esta substancia la particularidad de fijarse a la quitina de los exoesqueletos,
perdurando mientras existan restos de éste y no acabe pulverizado.
Cambios tafonómicos muy variados son los que se ven en antiguas cremaciones o
incineraciones de cuerpos de las poblaciones que habitaron la Península Ibérica hace 3.000
años. En los fragmentos de huesos quemados (Véase el capítulo XX de esta obra dedicado
al estudio de las Cremaciones), los cambios de coloración por la acción del fuego nos
orientan sobre muy diversas circunstancias tales como la posición del cadáver en la pira
funeraria, el tipo de madera utilizado en la cremación, la duración de ésta, la forma de
recoger los restos quemados para guardarlos en las urnas cinerarias, si la cremación fue
incompleta seguida de inclusión en cal viva como es el caso de los talayots de Mallorca, si
 junto con el cadáver
cadáver se quemaron
quemaron huesos
huesos de animales
animales o pomos de perfume
perfume (ofrendas
(ofrendas
funerarias) o piezas de un ajuar que ha dejado su coloración especial (cobre, bronce, hierro,
tintes) en la parte que estuvo en contacto con el hueso.
El efecto del fuego y el calor sobre los huesos produce cambios en su coloración,
dependiendo de la situación del hueso en la pira, del hueso que se trate, de la situación del
hueso en el esqueleto (las raíces dentarias conservan color carbonoso al estar protejidas por
los alvéolos), del peso y volumen del cuerpo (un individuo obeso se quema antes que uno
flaco y huesudo como hemos comprobado en las cremaciones en la India). Así en los
huesos de una cremación se ven tonalidades que van del gris obscuro, azulado y negro
carbonoso al blanco que indica que la incineración ha sido más intensa (calcinación).
La impregnación de un hueso con substancias como el manganeso puede ocasionar una
decoloración idéntica a la producida por el fuego. La acción del calor no sólo produce
alteraciones del color del hueso sino otros cambios tafonómicos como son la reducción de
espesor y longitud, deformaciones, torsiones, grietas relacionadas con la textura y

arquitectura
Cremaciones).de Como
cada hueso
hemosmuy específicas
dicho a veces
en repetidas (Véaseelelhueso
ocasiones capítulo citado sobre y su
es viscoelástico
plasticidad determina que se retuerza a determinadas temperaturas.
Todos los que trabajamos con huesos sabemos que una vez separados los huesos del cráneo
por sus suturas, es materialmente imposible encajarlos como estaban. Unas veces la acción
del calor y otras simplemente el peso de otros huesos o el de la tierra (en un osario por
ejemplo) los deforma y bandea haciendo imposible recuperar la forma primitiva.
Mis viajes a la India, Nepal, Malasia, Indonesia, me permitieron comprobar el efecto del
fuego sobre cadáveres de muy diversa procedencia y los variados cambios tafonómicos que
se producen en ellos. Utilizando el análisis analógico pude compararlos con los huesos
quemados de las poblaciones antiguas de la Península Ibérica.
Lo mismo en los casos prehistóricos que en los casos forenses recientes, los cambios
tafonómicos nos permiten deducir la historia de los restos que estudiamos. El tiempo
tafonómico o sea el número de años solares transcurridos desde la muerte del sujeto hasta
su hallazgo y estudio está íntimamente ligado a las alteraciones observadas.
 

Hay casos que resultan desesperantes para el arqueólogo. Por ejemplo, el abrir un sepulcro
de hace 400 ó 500 años ó más y hallar entero el cuerpo con sus vestiduras, y ver que pocos
minutos después de haber sido expuesto al aire se desintegra ante nuestros ojos
convirtiéndose en polvo. Sin embargo, en la atmósfera que permaneció por tantos años, se
había mantenido en equilibrio perfecto aunque era sólo polvo que mantenía su antigua
estructura. La oxidación rápida por la acción del aire le hizo desaparecer en unos instantes
quedando reducido a un montoncito de polvo en el fondo del sarcófago. Esto me sucedió a
mí con un cráneo de época visigoda que había traído de una excavación. Pasaron unos días
y cuando fui a verlo para medirlo, me encontré con un montoncito de polvo finísimo entre
el que sólo pude hallar los dientes que se habían conservado bien.
Ya hice mención de cómo en los enterramientos secundarios de las poblaciones primitivas
indígenas del Istmo de Panamá encontré huesos de varios miles de años de antigüedad
perfectamente conservados en vasijas de barro herméticamente cerradas. Si los hubiesen
enterrado en terreno normal, el agua de las abundantes lluvias tropicales infiltrada a través
de la tierra los hubiese desintegrado como si fueran de papel. Los indios chocóes de
Colombia y Darién, los bororos y otras tribus suramericanas tienen la costumbre de dejar
descarnar el cuerpo, luego limpian bien los huesos, los untan con la grasa de las semillas
del urucú (Bixa orellana L.) y proceden a su enterramiento en vasijas de barro bien
cerradas. Estos enterramiemntos secundarios permiten que los huesos duren mucho más.
Hay huesos más resistentes que otros, dependiendo no sólo de factores extrínsecos
(humedad, vegetación, pH y composición química del suelo), sino de factores intrínsecos
(dieta del sujeto, factores genéticos, substancias alucinógenas o inhebriantes que tomase,
etc.). Es lógico pensar que un hueso de mamut o de elefante resistirá mucho mejor la acción
del medio en que yace enterrado que los huesos humanos y entre éstos resistirán mucho
más los de un adulto bien alimentado que los de un niño de pocos años o meses. El tejido
óseo compacto de los animales es mucho más denso y compacto que el correspondiente
humano y por ello, más resistente a las acciones del medio.
También existen alteraciones tafonómicas fraudulentas. En huesos prehistóricos tenemos
como ejemplo el famoso cráneo del "Hombre de Piltdown", un fraude que duró medio siglo
y que en Inglaterra tenían como "El primer inglés", hasta que un dentista, el Dr. Marston
Bates, demostró que la mandíbula había sido tratada con permanganato potásico para
"envejecerla" y hacerla pasar por prehistórica y humana para lo cual cuidadosamente

alguien había
mandíbula quelimado convenientemente
correspondía los dientesLos
a un simio moderno. de fragmentos
la que pusieron en la excavación,
de cráneo hallados en el
mismo yacimiento sí eran genuinos y pertenecían a un hombre antiguo.
Más recientemente, un fraude de mayor envergadura tuvo lugar en Oriente después de las
guerras de Corea y Viet Nam. Nos contaba el Dr. Thomas D. Stewart durante los cursos
que nos daba en la Smithsonian Institution junto con el Dr. Lawrence Angel sobre
Antropología Forense y Paleopatología, que en el lejano Oriente, coreanos y vietnamitas se
dedicaron durante el tiempo de las post-guerras a un lucrativo y macabro negocio.
Desenterraban cadáveres de soldados norteamericanos muertos en acción de guerra,
limpiaban los huesos y los guardaban en pequeños recipiente de cerámica a manera de
sarcófagos. Luego, los almacenaban. Habían tenido ya anteriores experiencias con los
franceses de que los europeos siempre querían repatriar a sus muertos, pagando bien los
hallazgos. Era un buen negocio.
 

Cuando los norteamericanos comenzaron a reclamar a sus muertos, les dieron los huesos
hallados que no eran siempre de norteamericanos, sino los primeros que encontraban. La
mayoría de las veces eran mezclas de varios cuerpos.
Llamó la atención de los antropólogos forenses de la Smithsonian Institution que muchos
de los huesos venían "pintados" de un color azul. Al principio pensaron que se trataba de un
acto ritual, alguna costumbre oriental, pero al analizar la "pintura" pudieron determinar que
se trataba de fosfato de hierro hidratado (vivianita), que es una substancia que se poduce al
contacto de los huesos con el suelo después de 10-20 años de permanecer enterrados en
ciertos suelos de Cambodia, Laos, Viet Nam, Filipinas y otros países del extremo Oriente.
Para aumentar el negocio, comenzaron descaradamente a venderles esqueletos de
vietnamitas, queriendo hacerlos pasar por norteamericanos. Sin embargo no contaban con
la habilidad de los antropólogos forenses norteamericanos para los que una simple ojeada al
cráneo les pemitía saber si se trataba de un mongoloide o de un hombre de raza blanca, lo
mismo que los huesos largos cuya longitud y espesor delataba rápidamente a los pequeños
nativos del Delta del Mekong. Y por si fuera poco, los "shovel shape teeth" o dientes
incisivos en forma de pala típicos de los mongoloides acabaron de delatar el fraude, además
de los huesos nasales aplastados y los pómulos salientes. Otro detalle tafonómico eran los
trabajos dentales cuidadosos que identificaban a los norteamericanos y que no aparecían en
ninguna dentadura vietnamita.
La policía vietnamita detuvo a numerosos traficantes en huesos. Pero los pequeños falsarios
no cejaban, y sabiendo que por los dientes los distinguían enseguida, les arrancaban los
incisivos a los cráneos y como la longitud de los huesos era reveladora, no se les ocurrió
nada mejor que cortar las diáfisis, añadir un fragmento de otra y sujetar el conjunto con un
vástago metálico introducido en el canal medular con lo que proporcionaban huesos más
largos a sus "clientes". Toda una obra artesanal. Luego los cubrían con una especie de pasta
o yeso rojizo mezclado con tierra. En resumen, producían alteraciones tafonómicas falsas.
Pero era demasiado burdo el fraude. Una simple radioscopia de los huesos revelaba el truco
oriental.
A nuestro Laboratorio de Antropología Forense de la Escuela de Medicina Legal llegó un
esqueleto con un oficio judicial de una Audiencia Territorial solicitando un peritaje para
determinar si se trataba de la persona (un varón) cuya fotografía nos remitían. Solicitamos
historial clínico y cuantas radiografías del sujeto pudiesen encontrar. Se hizo el cotejo

reglamentario
Las radiografíasfoto-cráneo que nos hizo la
enviadas demostraron sospechar que nodeseque
imposibilidad trataba de los
fuesen la misma
restos persona.
del
individuo, ya que aunque eran de un varón de edad parecida, el auténtico había fallecido de
un cáncer de próstata con metástasis clarísimas en varios huesos y el esqueleto enviado
estaba limpio de tal patología. El problema surgió con motivo de un traslado de restos de un
sepultura a otra. Los sepultureros se equivocaron de nicho y mandaron otros distintos.
Las fracturas de los huesos se pueden distinguir tafonómicamente si fueron producidas
ante-mortem, peri-mortem o post-mortem por la diferencia de coloración de los bordes de
la fractura expuestos y además por la agudeza de los bordes mismos. Cuando una fractura
se produce ante-mortem los bordes son más biselados y se hacen más suaves a medida que
pasa el tiempo y el cuerpo se descompone. La tierra llega a producir una abrasión muy
característica en los bordes de la fractura. Las partes expuestas absorben las substancias del
terreno y el resultado es un color muy característico.
Si la fractura se ha producido post-mortem, el desgaste de los bordes del hueso roto es
diferente y el color es más claro que las partes que rodean el borde de la fractura.
 

Es muy frecuente hallar fracturas post-mortem en cráneos enterrados, debido a la presión


del terreno, o al crecimiento de raíces vegetales. La protección de los ataúdes es temporal
ya que la humedad acaba por destruirlos y la putrefacción de la madera permite la
penetración y el crecimiento de raíces vegetales. Los huesos guardados en nichos de
cemento se conservan mejor.
En casos forenses sobre todo es muy importante la obtención de evidencias, a veces
mínimas, microscópicas, que pueden hallarse sobre la ropa o el cuerpo mismo de la
víctima. Estas evidencias constituyen una variación tafonómica de enorme valor
diagnóstico. A veces será una fibra de tejido de la ropa del atacante, un pelo o un mínimo
fragmento de vidrio llevado por el asesino hasta el cuerpo o la ropa de la víctima, o grasa,
barro, polvillo de madera o metal, de carbón, pintura, explosivos, polen u otra partícula
procedente de algún taller donde trabaje. Este mínimo fragmento de una substancia
química, vegetal o mineral procedente del atacante es una evidencia de primer orden. El
gran criminalista francés Edmond Locard estableció la "Ley de intercambio de partículas
entre víctima y victimario".
De la misma forma, la víctima puede haberse defendido de su atacante arañándole o
debatiéndose en defensa de su vida. En estos casos, partículas de piel, sangre o pelos del
atacante pueden haber quedado entre las uñas. Son huellas tafonómicas, evidencias que
pueden ser definitivas para la detención del homicida. Ya vimos también el valor que tiene
la presencia de larvas en lugares como la palma de la mano o en otra parte que pueda haber
sido herida en el acto de defenderse. Son bioalteraciones tafonómicas de gran valor
diagnóstico para reconstruir la dinámica del crimen. Como son evidencias de gran valor los
pelos y las uñas.
El pelo sufre una biodegradación con el tiempo. La queratina de que está formado es una
excelente fuente de alimentación para muchos insectos que la incorporan a su propia
estructura. Con el tiempo, el pelo del cadáver acaba por desaparecer o en otros casos, se
conserva y cambia de color. He visto con frecuencia cabelleras completas en mujeres
enterradas en tumbas medievales que presentaban un color como si se lo hubiesen teñido.
Se trata generalmente de un color pajizo, que no es el original del sujeto y tampoco se debe
a substancias cosméticas de la época, sino a la acción de hongos microscópicos,
queratolíticos que tunelizan el cabello, producen vesiculación en su interior y le hacen
cambiar de color hasta llegar a la fragmentación. Algunos insectos como el  Antrenum

museorum
También hay y elmicroorganismos
 Dermestes maculatus
macul consumen
atuspueden
que el pelo.
producir la biodegradación de todo tipo de
fibras textiles, incluso las sintéticas, por medio de enzimas específicas que producen y que
acaban incluso con la celulosa y los poliésteres (hecho favorecido por la hidrofilia de estas
substancias). A veces sólo las atacan en superficie.

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