Iconografía Aborigen I. Los Caciques Sayeweke, Inakayal y Foyel y Sus Allegados
Iconografía Aborigen I. Los Caciques Sayeweke, Inakayal y Foyel y Sus Allegados
Iconografía Aborigen I. Los Caciques Sayeweke, Inakayal y Foyel y Sus Allegados
, En UlI tl"aLajo antel"iol" (\'igllati, 27, 1(7)" siguientes) adopté - por razones allí ex-
puestas - cl término "Tsonik » para llamar a los indígenas de Patagonia amtral. Según
me informa el seííol" Hal"ringtoll la " t, " difundida por los Yiajeros de habla inglesa y
alemana corl"esponde, en realidad, a (, ch» de modo que corresponde escribir" Chónik ».
Por otra parte, SCS{1I1 puede ycrsc, he \ ariado dc pareccr deferiendo a la opinión de mi
buena voluntad. Fuera de las monografías que está elaborando para ser
publicadas en las series del ~Iuseo de La Plata, ha tenido la gentileza de
proporcionarme - con un desprendimiento que obliga mi gratitud - una
copia interesantísima de datos, referentes a algunos de los aborígenes inte-
grantes de esta iconografía, obtenidos durante sus vinculaciones con los ele-
mentos sobrevivientes de esas entidades indígenas. No obstante la ilimitada
autorización que me ha dado para su uso, creo correcto y conveniente trans-
cribir textualmente sus informaciones cada vez que emplee sus valiosas
referencias no tanto con el deseo de justificar mis aseveraciones como para
destacar el méri to a que es acreedor.
• Les premiers - algunos araucano!- - apparlellaielll li ceux 'I/li, plus (/U moin .• cit'ilisés,
uiuellL- dice Ten Kale' refiriéndose al alio 1896 - depuis des wtllés dispersés (lU milie/l des
b/ancs. 011 les LI"OUl'e d"'IS les armées de LI'ITe eL de 1I1I'r, dalls la police el ll's pompiers; le
resLe faiL U/l peu de 10/lI, ce /fui ¡'eul di re pas grwll(chase. (juoi'1u'ulle dou:aille d'(,IILre Clld
e/lsse/lL éLé cOllvoqués pW' /loLrc dircclel/l', 11/, Morell", (( ¡-enir (/// MI/s,'e pOl/r eLre mesw'Js p"r
moi, ces aroucons s'.Y preloienL de Ln'" I/wlH'oisc gl'!ice, IÚII'I'll1cl/l dOlls m" ¡,ic de l'oyogel/r-wl-
Lhropl/lugisLe j'l/i du (Il'oir 11/111 de poliellc" (IU''''-I'c CI'SIlIdil'lIs. Comme il y ",-oil dellJ' ogellls d,.
cunstancia de figurar en el grupo y ser una de las fotografiadas aparte, la
hija de llufino Vera, el intérprete de Inakayal. Aunque desconozcamos la
nacionalidad de la madre, los rasgos son tan peculiares que, sobreponién-
dome al deseo de mantener sin yuxtaposiciones el conjunto iconográfico
primitivo, he incluído este complemento natnral de aquél.
po/ice parmi eux, ils auaienl enlendli parler dll seruice anllll'opom/!lri'fue de Berlillon, lel qu'on
l'appli'1ue aussi 1I La Plala. UI', ils se jigaraienl qae mes recherehes auaienl quelque chose "
faire (I/'ec la police et nI' voulanf pa< tilre lraités comme de t'(tlgaires nwlfaileurs, ils refusaienl
de s'y sownellre. 11 la fin Rujiuo Vera (Huilliche), ancit'nl inlerprete d·/naca.l'al el guide
ép"olwé des expédiliolls du .11usée. consentait '1 se préter l' quelques mcsures. Sa fllle mariée
suiuait Cexemple el ell.fin Cun des (Unis de Hujino de la lribu des .\fan:anet"as. Les aulres per-
sislaienl dans leur refus. Tous se laissaienl photographiel' cependanl. (Ten Kale, 7, 52).
A manera de complemento, me ha parecido oportuno indicar bajo el acá-
pite de « Bibliografía icono gráfica » las obras que conozco donde ya se ha
hecho uso de la misma fotografía con los « Comentarios)) necesarios a las
mismas, pero sin que sea mi propósito enumerar aquellas otras que conten-
gan ilustraciones del mismo sujeto ajenas al conjunto que ahora publico.
Por último, en las « Observaciones» informo respecto a otros elementos
iconográficos existentes en la colección del Museo o a otros hechos conco-
mitantes.
J Puede parecer que ahondo en pormenores, pero creo necesario puntualizar Iodos estos
~ntecedentes por cuanto son los que desvirtúan la versión acogida por Ten Kate.
! El general Winter alude aquí a un « parte detallado quc elevé á V. S. en Noviembre
último» relativo a las argucias pucstas en juego por los indios. No dejaría de lener inte-
rés el conocimiento de ('se documento como prueba de la corrección de procedimientos de
los oficiales que intervinieron en el arduo proceso.
Tsünk-Kak-Aik '. La ubicación de éstc « qucda, efectivamente, en lo que los
primeros viajeros llamaron' Pampa del Genua, o Genoa' ('Gene', Winter).
Más tarde, para los lugareños. la inmensa llanura se denominó y denomina
'Pampa del Genua' (preli.ero 'Jenua') sólo en la parte situada entre Piedra
Sótel y l\ueva Lubecka, vecina del arroyo, recibiendo el mismo llano dis-
tintos nombres según su mayor o menor aproximación a talo cual lugar,
v. gr.: 'Pampa de Nueva Lubecka', ... de Pastos Blancos', del Apeleg', ...
del Sénguer', pero la llanura es una e indivisible, yen ella cstá 'Tsünk-
Kak-Aik, o mejor dicho, estaba, por haber desaparecido de la nomencla-
tura actual ))
1 Carta del sOlior Tomás Ilarrington al autor del '7 de septiembre de '942.
• Carta del senor Tomás Harrington al antor de fecha 23 de noviembre de '942.
3 La nacionalidad indicada está de conformidad con la información que me ha suminis-
trado el sOlior lIarrington y en discrepancia con las anotaciones del doctor Luis l\laría
Torres, en una copia cartonada de la antigua exposición del :\luseo, y del doctor Lehmann-
Nitsche, en copias y placas, ql1e lo consideran de cJ' Puelche y 9 Araucana. Lehmann-
Nitsclle confirma Sil opinión manifestando: " Inacayal es de sangre mezclada, el padre
era Gennaken (= Puelche, Pampa), la madre, Araucana» (Lchmann-Nitsche, 8, 85).
Difiere también de la atribuida por Cox que lo supone de cJ' Pehuenche y 9 Günuna
(Cox, 5, '42) Y de la consignada por Moreno para ql1ién era huilliche (Moreno, 11,35).
« ~Iadre: Era G ününa Küne.
« Hijos:
« Trralang, varón.
« Ulrrah, varón. Era el mayor. Falleció en Mendoza ...
« Sd/w/" mujer. « En castilla le decían Lolora n ...
« Hermanos: Milla Lea/u, Mari Wehe, Milla Namún y LVam/w Pillay.
« Primo hermano: El cacique Chagalla.
« Yerno del cacique: Panhe Malrra. Según Andrés, « pampa verdadero n
Gününa Küne cuya lengua hablaba corrientemente. Y prosigue Andrés:
« Cuiíado nuestro. Era hombre muy grande n. I1asta aquí las noticias de
Andrés Inakayal. Pero de Panke Malrra poseía )'0 información anterior,
dada por mi maestra Trruúlmani. Según ésta, Panke Malrra es sobrenom-
bre; el sujeto se llamaba [(umainil, y era alto, de pantorrillas muy largas
y gl'llesas. Por esto le aplicaron el alias - Pan/ie lI1alrra - comparando
las « canillas)), que en araucano se dice malrrú, con una hoja de panké
(Galtnera c/úlensis tam.) cuyo diámetro aproximado, en los ejemplares
mayores, es de un metro. Y el indi,-iduo era chulila küne, que así desig-
naba Trruúlmani a la gente Gününa Küne cuya región ambulatoria pre-
ferida era el ?\. O. de Chubut y S. E. de Hío ~egro y aunque « raza nues-
tra )) estaba muy entrcmezclada con los « yákarsh )) (con esta voz se refería a
los araucanos, a quienes distinguen asimismo Jlamándoles « teluua küne))).
En el decir de mi maestra, a lna/wyal y su gente comprendía la designa-
ción de Chulila Küne. Tal vcz Fayel estaba en idéntico caso.
« El apellido es araucano : lnd, del verbo seguir; ha, otro, otra; yal,
prole)) '.
La eoad de Inakayal es bastante difícil de ser calculada con exactitud.
Según la información de Beaufils a Ten Kate (Ten Kate, 7, 43), habría
ll1ucrto en 1888 teniendo unos 45 años, lo cual significaría haber nacido
hacia 1843. Ahora bien; Cox visita las tolderías del Caleufú, veinte alias
oespués de esta fecha y para esa época Inakayal ya gozaba « de mucha con-
sideración aquí i en toda la pampa)) (Cox, 5, 186). Su temprana edad no
es, en efecto, óbice para que su nombradía fuese tan grande; pero sí lo era
para conciliar otras circunstancias tales como la de ser padre de Millaleufu
y Yahuelcó, ambos hombres, de una niiía de unos cuatro o seis aiíos, fuera
de otra que aún era lactante. Admitiendo que la niJ1a a quien se asigna
aiíos, tu viera el término medio de los que Cox proporciona, es decir 5 años,
el mayor de los varones nombrados no tendría menos de 8. Ya así, signifi-
caría que el matrimonio de Inakayal se había realizado a los 11 aíios, cosa
extraordinaria e inadmisible. Fuera de ello, Cox no menciona - segura-
mente porque no le conoció - a Utrrak, que era el primogénito. Todo
ello significa al raciocinar respecto a estos antecedentes, que Inakayal tenía
al morir, una decena de aíios más de la que le asignaba Beaufils.
Veamos a qué conclusiones se puede llegar, analizando la información
que conocemos relativa a sus hijos. Por de pronto, Andrés Inakayal,
hijo del cacique, ((si vive, ha cumplido con exceso 70 años de edad)),
dato que permite atribuirle una fecha de nacimiento muy próxima a la estada
de Cox en la toldería, pero sin que él sea ninguno de los descendientes
conocidos por éste. Tal circunstancia nos traslada de inmediato a las mis-
mas condiciones del raciocinio anterior - al que no hace más que ratificar
- y respecto del cual no es necesario insistir.
Consideremos ahora a Utrrak, hijo mayor del cacique. En el aiío 1880
aquél fué la causa determinante - al decir de Moreno - para que se inten-
tara envenenarlo. Hay que convenir que, como pocas veces, en ésta, More-
no llega a 'concretar algunos datos útiles. Estaba « en Caquel-huincul, á
mitad del camino entre Teck'a y el lago, en el campamento de Ulrac, situa-
do á orillas del mayor de los afluentes del Chubut» (Moreno, 11, 36). Allí
vi"ía una de las mujeres de Utrrak (( en extremo celosa de su marido, [la
cual] sabía que mi amigo, durante un viaje, había compraJo otra en el río
Negro, [además) que en esos días marchaba conmigo á Nahuel-Huapí, don-
de tenía una tercera, y como debía acompafíarme al regreso á Patagones,
pensaba comprar la hija de un indio viejo que habíamos conocido durante
el viaje anterior» ... por todo ello ((había resuelto matamos [a Moreno y a
su guía] é impedir así la partida de Utrac)) (Moreno, 11, 37). Sin discurrir
respecto a este atentado - que bien pudo ser fruto e~clusivo de la ima-
ginación, como, también, deferencia al clima de aventuras y peripecias
exigido por las modalidades de la época - hay que añadir las otras infor-
maciones complementarias por él proporcionadas, según las cuales ((hacía
algunos año~ que era amigo de Utrac, el hijo de Inakapl [quien] había
paseado conmigo en Buenos Aires 1) (Moreno, 11, 35). Esos aiíos podían
ser, muy bien, los trascurridos desde 1876, su viaje anterior a esa región,
fecha para la cual no tendría menos de 20, pues son conocidas las dudas y
recelos de estos indios en confiar sus hijos menores de edad a los cristianos.
Ello también explica que en 1880, a los 26 años, tuviera tres mujeres y ...
la prometiJa. Siendo así, no había nacido después de 1856 y atribu)'endo
una veintena de alias a Inakayal cuando su matriomonio, tendríamos el
nacimiento de éste próximo a 1835. Basta darle a Inakayal 22 anos al ca-
sarse - edad, por cierto, muy normal en los matrimonios indígenas-
para que lleguemos sin muchas distorsiones a 1833, fecha que calculé por
el primer raciocinio.
Por otra parte, es comprensible que un extranjero como Beau(ils - que
no había tratado indios hasta el momento en que se le confió esa especie de
supervisi6n sobre el grupo indígena asilado en el Museo - se equivocara
en una decena de anos al considerar el aspecto físico de ellos. No así Onelli,
quien no duda - con certera apreciaci6n derivada de su larga convivencia
con el aborigen patagónico - calificar a Inakapl de (( anciano» para la
época de su muerte, adjetivo qne, por cierto, no concuerda mucho con los
55 aíios de mi cálculo, pero mucho menos lo es con [,5. Estirando un poco
los términos, tal vez, podríamos lIevarlo a los sesenta bien cumplidos.
El cuadro de caracteres psicológicos trazado por Beaufils muestra a Ina-
kayal con rasgos que no provocan la simpatía. Allí se le considera, en
general, como reservado, receloso, disimulado y rencoroso, incapaz de
manifestar sus sentimientos, poco afecto a la conversación y sólo comuni-
cativo en estado de ebriedad, indolente y haragán, de sensualidad muy acen-
tuada, de mucho orgullo, desprovisto de toda generosidad, indiferente y
astuto, fácilmente pendenciero, muy apático, muy sucio y sin ninguna
preocupación por su persona (Ten Kate, 7, 43).
No se me escapa que proveniendo de la misma fuente, las informaciones
de Ten Kate no rectifiquen ninguna de las apreciaciones anteriores - sien-
do, por el contrario, su natural complemento - pero como amplían el
conocimiento del comportamiento indígena las reproduzco de inmediato.
Dice así: lnaca)'al el FOJel élaient lres orgueilleux,. lnacayal surloul. Quand
il s'agissail de lravailler, il eút cm déroger,. ilne savait que manger et dor-
mir. Tres peu communicalifs, ne causanl pl'esque pas, il élait bien difficile
d' oblenir d' eux un I'enseignement précis, meme pour qlti vivait pour ainsi
dire el cOlé d'eux.
« lnacayal, dans ses acces de cole)'e sourde, lraitait de « gringos )) les Ár-
genlilts eux memes. Il disait: « Moi chef, fils de celle lerre, blancs voleurs ...
luel' mes fl'eres, voler mes chevaux et la terl'e qui m'a vu naill'e, ensuile pri-
sonnicl' ... moi malheureux! )). Dans ces momenls, son visage réflétait la plus
grande trislesse.
« Souvent, sur un mol d'Inacayal, low; se réunissaient aulour de lui.
Hommes, femmes et enfanls, formanl un cercle étroil, enlonnaient un chant
(Ol't lugllbre. Cela durait qllelquefois une heul'e.
« Quandle lendemain, M. Beaujils demandait elInacayal ce que signifiaient
ces plainles, illui répnndait que le souvenir de leur lel'l'e nalale les rendait
lrisles.
« Jusqu' a son del'llier suupir, lnacayal avail LJujours gardé l' espoir de
I'éaliser ce désir )) (Ten Kate, 7, 41 Y siguiente).
No puedo aseverar rotundamente que tal modo de considerar a lnakayal
y demás indígenas sea total consecuencia del inapropiado prisma visual de
Beaufils, puesto que las calamidades y sinsabores sobrevenidos pudieron ser
causa más que eficiente para que se transformara su carácter al punto de que
lo manifestado por éste sea la exacta y cabal expresión de la verdad.
Por ello 110 es argumento demostrativo de la falta de fundamento de las
anotaciones de Beaufils, recordar el concepto que mereciera Inakayal de
quienes estaban en mejores condiciones intelectuales y sentimentales para
apreciar sn idiosincrasia en la época que seíioreaba en Tequel-Malal (Mo-
reno, 12, :>.50) pero su conocimiento es imprescindible por cuanto al allegar
noticias absolutamente contrarias a las de aquél, explican el juicio favora-
ble emitido por :\10reno y la conducta desbordante de corrección que tuvieron
los caciciues sobrevivientes al ser reinteorados a 'll tierra' r
í\ liI lib rlücl. Y
estos dos hechos - juicio de \\Joreno y conducta de los caciques - son los
que desvirtúan la tenebrosa pintura de aquél.
Cox es el viajero que más extensamente se reGere a Inakayal y lo hace
en términos que no ocultan la viva simpatía que supo provocade.
« lnacayal - dice - me agradó al momento, tiene el ademán franco i
abierto, la cara intelijente, i sabe algo de casteJJano ; de cuerpo rechoncho
pero bien proporcionado)) Cox, 5, 148)... « no conozco jente más aGcio-
nada al juego que los indios, hai unos que empeñan hasta su último caba-
llo ; Inacayal no Ileyaba este vicio al exceso: me dijeron que rara "Vezem-
peiíaba cosas de mucha importancia)) (Cox, 5, 158) ... « Gustaba ver a
nuestro amigo lnacayal montado en su caballo overo, con freno guarneci-
do de plata, con grandes copas i estribos del mismo metal; las piernas
forradas de swneles nuevos, el pié armado de grandes espuelas de plata,
chil'ipú de palio fino, i una chaclueta de oficial de caballería aljentino que
le había regalado el Gobierno del Plata)) (Cox, 5, 168)... « Ailadió
lnacayal que me dejaba enteramente libre para hacer lo que quisiese, que
tenia su palabra de ir con él a Patagónica, i que apesar de todos los desca-
labros que podian caer incima de su cabeza i la de su padre, me conduciría
a Patagónica si persistía en mi proyecto. Conmovido por la conducta leal i
franca de Inacayal, no hcsité un solo momento. Le contestó Dionisio de mi
parte que de ninguna manera queria que por nosotros dos estranjeros, se
malquistase con sus hermanos de la Pampa, i que por ningún precio iría a
Patagónica, no queriendo atraer desgracias a las familias de dos hombres
como él i su padre, que se habían comportado tan bien i tan francamente
conmigo. Estas palabras parecieron aliviade de un gran peso)) ... (Cox,
5, 192).
Un cuarto de siglo después Inakayal y demás compaiíeros de desgracia
llegan al Museo de La Plata; unos mueren; otros son reintegrados a sus
tierras patagónicas. :Mientras tanto, Moreno los ha tratado, se ha vinculado
a ellos y porque llega a conocerlos y a comprenderlos es que los asila en el
instituto que está edificando, es que consigue que el Gobierno los ponga en
libertad y les entregue campos para que ajenos a toda conculcación civiliza-
zadora disfruten de los alias de vida que les quedan. Y en el momento so-
lemne que reconoce el lugar de las Juntas donde los indios decidieron de
su vida recuerda al « buen cacique Inacayal ya fallecido)) (\\1oreno, 12,246).
j Cuán bien suena ese adjetivo, en boca de un espíritu superior, para valo-
rar la incomprensión que significan los acumulados por Beaufils !
Queda la postrer vindicación, la que deriva de la pleitesía de Sayeweke y
Foyel hacia Moreno. El « orgulloso)) Foyel - al decir de Ten Kate - sep-
tllagenario ya, se reúne al Perito para acompañarle ya quien proporciona,
más de ulla vez, « avestruces y guanacos con sus seguras boleadoras» y
después de muchas jornadas de mutuos afanes « nos despedimos - dice -
del buen Foyel frente á sus toldos» (Moreno, 12, 310). ~o es éste el com-
portamicnto de un ser psicológicamente inferior según lo describía la pin-
tura platense ni Moreno hubiera condescendido a recordarle en esos térmi-
nos de amistosa relación.
Inakayal falleció en el Museo el 24 de septiembre de 1888 sin que se
haya conocido la causa de su muerte. No conozco nada que supere la des-
cripción de sus últimas horas que el emocionante párrafo de Onell i que
inserto a continuación:
« Inacayal, poderoso cacique araucano, hecho cautivo en la guerra del
desierto, vivía libre en el Museo de La Plata; ya casi no se movía de su silla
de anciano. Y un día, cuando el sol poniente teñía de púrpura el magestuo-
so propileo de aquel edificio engarzado entre los sombríos eucaliptus ... sos-
tenido por dos indios, apareció Inacayal allá arriba, en la escalera monu-
mental: se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso
dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol, otro larguísimo hacia
el sur; habló palabras desconocidas y en el crepúsculo, la sombra agobiada
de ese viejo Sefíor de la tierra se desvaneció como la rápida evocación de un
mundo. Esa noche misma, Inacayal moría, quizcís contento de que el ven-
cedor le hubiese permitido saludar al sol de su patria n. (Onelli, 14, 571).
Ignoro si esa alegría a que alude Onelli era provocada por el motivo adu-
cido; pero la verdad es que la mascarilla obtenida a las pocas horas de su
deceso, le muestran con una expresión de placer y satisfacción realmente
extraordinaria' .
BIJ3LIOGRAFíA1¡:::ONOGRÁF1CA.
-Ten Kale, 7, lámina III; Torres, 21,151;
Torres, 22, 144.
Comenlarios. - Ten Kate le atribuye la nacionalidad « Gennaken-Hui~
lliche» ; Torres, a su vez, como « araucano argentino n. [1\0 puede caber
duda que esta ültima asignación es el resultado de una confusión. « Cual-
quiera que haya visto individuos araucanos - me comenta el sefíor Harring-
ton - y de las muy mestizadas razas patagonas, distingue fácilmemente
que Inakayal no es por su físico, ni con mucho, de raza araucana pura, y los
antecedentes de familia lo corroboran plenamente n '.
t « Pampa» y « Tehuelche del orle », de Cox, es, sin ninguna duda - lo prueba su
vocabulario - el « Gününa Küne », me escribe el selior Harringlon (Carla al aulor del
1 í de sepliembre de 1 9~ 2).
El cacique F oyel entra en la historia etnográfica argentina desde su céle-
bre entrevista con Casimiro '. Las menciones anteriores de Cox 2 no le con-
ferían todavía personalidad ni relieve entre los indígenas tratados durante
sus dos viajes a la región neuquina.
Es una figura altamente simpática. Sus ideas referentes a la vida indígena
y a las conveniencias de una perdurable paz con el gobierno argentino,
como también, a su bien definido concepto de la necesidad de arraigarse a
la tierra en carácter de agricultores, esbozando a ese respecto un verdadero
proyecto de colonización que, desgraciadamente al parecer, no tuvo comien-
zos de realización, ]e muestran con una mentalidad clara y, a su modo,
superior transformada en parte por el contacto civilizador.
Musters no hace mención de la edad de Foyel, pero podemos calculada
aproximadamente. Moreno en 1896 dice que era septuagenario (Moreno,
7,283), lo cual significa que en 187[, cuando ]a visita del viajero inglés,
tendría unos f,5 años. Las fotografías tomadas por el año 1885 ]0 represen-
tan, por consiguiente, cuando estaba lindando los 60.
((El varias veces recordado Antonio Santul [hermano del cacique Santul
SAYEWEKE (= SIlAlllUEQUE) I
, Escribo el nombrc dcl cacique conforme a la opinión del SCllor Harrington. En cuanto
al doclor Lchmann-Nitsche, ha escrito siemprc Saiwékc, forma quc mi bondadoso infor-
mantc considcra dcfcctuosa. Por su partc, San Martíu proporciona la siguientc ctimología :
« Chai, por chao: padl"C y puede tomarse por dUCllo; hueque: oveja ... Shai es modifica-
ci6n de chai » (San Martín, 19, 1'1í, nota 11).
• En rcalidad, Moreno dicc « de raza pampa y araucana » como si el padrc fucse indio
pampa (= Gününa) y la madre Araucana (~Iorcno 8, 190); pero en las anotacione~ del
doctor Lehmann-Nitschc figura como Araucano que, por otra parte, es la nacionalidad
que viajcros y militares lc han sicmpre atribuído. Por S11parte, l\1usters - sin mcncionar
la nacionalidad del padre - alude a la circunstancia de ser la madre A6cni Kenk
= Tchuelche (Musters, 12, 245).
3 Sc refierc a la afirmación ascntada en : Harrington, 5, 62,
• Carta del sCllor Tomás IIarrington al autor, dc fccha 27 de agosto dc 1942.
« Rayén o rayéli entra apocopada y pospuesta en nombres personal es,
sobre todo de mujeres. Sucede igual con shayéñ, aunque con menos fre-
cuencia. Dos ejemplos: Walarray, a veces lValaray, una de las mujeres
del cacique Kual, y i\'anlwrray (o Ramlwray), mujer o una de las mujeres
de Pltcha lau ...
« De lo dicho se desprende que los indios usan indistintamente « Saye-
weke II y « Shayeweke ll. En mi opini6n, ambas son correctas. El arallcano
chileno empleará preferentemente lo primera forma; el oriental, máxime si
está vinculado con el Gününa Küne, la segunda.
« En la nómina de caciques « mapunches II de Moreno (Moreno, 9, 1(3),
figura « Zumughueque ll. Este indio era hermano del cacique Valentín
Sayeweke ...
(t Otro hermano de Sayeweke : Trrukel. Lo vi varias veces, sin tratarIo.
Muri6 en Buenos Aires en 1935, o poco antes. Estaba alojado en el hotel
de Inmigrantes, si no yerro.
« A SayelVeke el gobierno nacional le concedi6 tierras, 8 ó fa leguas
cuadradas, al sur y linderas con el trazado de la colonia San Martín, en el
que está comprendido íntegramente el valle de Jenua (Renno, Musters).
La concesi6n incluía un paraje denominado Las Salinas. A orillas de las
salinas estaban los toldos de la gente de Saye"'eke, junto a los cuales corre
el camino del valle de Jenua a Sáman, Shaman, Sámen, Shámen, que con
todos estos nombres se conoce el paraje. De los toldos - he pasado cien
veces por allí, en 1911 Y 1912 - a Piedra S6tel, 2 leguas.
« y para concluir con el apellido del mentado cacique, he dejado adrede
para el final una pieza interesante: el trozo de una carta que me dirigi6 un
araucano chileno, José R. Manquián, fechada en Puerto Deseado (Santa
Cruz) el 26 de marzo de 1937, y que copio a la letra: « He visto por ahí
que Saylwegne significa « hombre flor ll. Rayen es flor. Yo he vivido con
una araucana Rayglrrai, y las mujeres y hombres que la estimaban le de-
cían SaY9, que deriva de flor. I-luegne es el animal lanar: entonces sería
« lanar o.orecido II y no « hombre flor ll. Hombre es huenlrrú y no lwegue.
Sin embargo San Martín le busca por Chaihnegue, lo que no es cierto)) t.
En lo que atañe a la nacionalidad de Saye\yeke el seilor Harrington ha
tenido la deferencia de darme a conocer las dificultades existentes a ese res-
pecto. « De más está decir - me escribe - si tiene presente lo expuesto
en mi precedente sobre la impureza racial de los indios patagones (Güniina
Küne y A6enl Kenk), que cuando digo « era de tal origen ll, la afirmaci6n
es muy relativa. Sayeweke, a pesar de su apariencia araucana, de su ape-
llido, de su jefatura o dominio sobre indios de Neuquén, no era del todo
de ese origen: Gününa K üne por la madre, su regente fué Utrraillán « trraru
willi che ) o cuando menos, mestizo; el padre, Chocory, estuvo relaciona-
do y en buena amistad con los Gününa, y el campo de sus correrías estaba
situado en el curso inferior de los ríos Negro y Colorado; además, Saye-
weke fué llevado a esa misma región, siefldo niño, por un Gününa Külle:
lVichai'í,ir, uno de los Linares)) 1.
Musters ha dejado de Sayeweke un retrato admirativlJ. La fácil compara-
ción entre sus errantes y pobres compaiíeros de travesía patagónica con el
bienestar y holgura que le proporcionaba la agricultura y ganadería a ese
jefe temido e indiscutido, como su dominio sobre vidas y haciendas de sus
súbditos, su urbanidad poco frecuente, mellaron la indiferencia despectiva
del impávido inglés, al punto que su sola presencia le hiciera avergo'nzar
de su sumaria vestimenta: Afler lhe usual hand-shaking belween lhe chiefs
- dice - lhe greal Cheoeque, an inlelligenl-looking man of some lhirly-
./ive years of age, well dressed in blue clolh ponchos, al hal, and lealher bools,
rode down Ollr [ine, shaking hands wilh everybody and maIling some reml1,!'/>.
lVhen he arrived al my nwnber - aiíade -, J fell ralher ashamed of my
dress, a simple manLle nol in a very good slale of repair (Musters, 13, 2~1).
Completa esa primera impresión este juicio lacónico pero terminante; This
chief was flllly consciolls of his higl posilion and power,. his round, jolly
face, Ihe complexion of which, illherilerlfrom his Tehllclche molher, is darker
lhan lhal of his subjecls, exhibiled a lurf,'ing cnnning, and his frequenl
laughler was ralher sardonic. He possessed a regally slrong head, and was
disposed lo despise Casimiro for his inebriely,. in facl, il was plain lhal he
reganlerl himseLJ, and nol wilhoul reason, as superior lo all lhe catiques,
even lhough lhey were nol subjecllo him (:\Insters, 13, 2(15).
No creo necesario transcribir la descripción de la casa, del corral de la
comida servida a los jefes, sólo tengo interés en el pánafo que puntualiza el
'poderío jerárquico de Sayeweke en el que, sin reticencias, manifiesta: 1
was very much slruck wilh lhe obedience and respecl evinced by lhese people
lowards lheir caciqlle. H is aulhoril'y exlends as far norlh as Mendo::a, over
/lllndreds of Indians, residing in fixed lolderias, some few in lhe valley near
Man::anas, bal lhe chief parl more lo lhe norlhward, near lhe graves of
arancarias. Enl lhe power of lhe chief is absolule, and his word is law lo
his mosl dislanl snbjecls. Al an order from him lhey leave lheir loldos,
wives, and children, amlrepair mOllnled, and ready for any sel'vice, lo his
head-qaarlers. His weallh is considerable: besides lhe numerous .flocks and
herds, one of lhe loldos was used simply as a lreasury, where his slores of
silver ornamenls, ponchos, mantles, &c., were safely slowed away (Musters,
13, 251 Y siguiente).
Pocos altOS después lo visita :\Ioreno, cuya descripción es la siguiente:
" El 29 de Diciembre acampamos en el Jada Sur, y envié inmediatamente
dos chasques al cacique Sbay-hueque, previniéndole mi llegada.
(1 Este cacique tiene sns toldos á cinco leguas mas al Sur, en las costas
del río Caleufú.
«( Felizmente, en la madrugada del día 30 llegaron los chasques acompa-
ñando á un hijo del cacique, llamano Cachul, quien, con dos indios más,
venian á saludarme de parte del Gefe, y anunciar al mismo tiempo, que
estaba pronto á recibirme.
«( Puestos en marcha, llegamos á las 9 de la maíiana, después de atrave-
sar el río Caleufú, á las tolderías del Rey de las Manzanas, personage que
vestido con sus mejores prendas, estaba á caballo rodeado de sus parientes
mas inmediatos. Entre estos, sobresalia el viejo caciquc Puelmanque (Cón-
dor del Este) de quien habla Cox.
((Nos dimos la mano, invitándome en seguida á bajar del caballo y entrar
solo á un toldo.
((Mientras tanto, las mujeres y niíios entonaban un canto monótono,
doliéndose de los malos ratos y peligros por que habia pasado el viagero,
durante una marcha tan larga y penosa.
«( Solos en el toldo, nos volvimos á dar la mano, diciéndole yo : amigo ¡l
A lo que él contestó: « Si, amigo, pues. ))
«( En ese momento entraron todos los demás indios y principió el parla-
mento, sirviendo de intérpretes el secretario de Shay-hueque que es un
indio Valdiviano, y mi acompañante Linares.
(( Hizo leer primeramente las cartas que yo llevaba, no aceptando con
gusto la del Gobierno de la Nacion, pero alegrándose cuando se leian las
de sus sobrinos Miguel y Manuel Linarez. Luego me preguntó qué iba yo á
hacer á sus campos, á lo que contesté que habiendo oido hablar de lo valiente
que era él y del poder que tenia sobre los demas indios. había querido visi-
tarlo para ser su amigo, y que yo no opinaba como otros, que creian que
Reuque-curá era cacique de mas importancia que él. Que además, como
hombre curioso, deseaba recoger algunos bichos y pasar luego á Chile, si
él lo permitía, para regresar por el mal' á Buenos Aires.
« Despues de haber conversado largo rato entre ellos, de cuya conversa-
sión comprendí que se trataba de guerra (aucan), me contesto que se ale-
graba mucho que hubiese ido á visitarlo ; que yo era mejor que los habitan-
tes de Patagones, con quienes se hallaba disgustado, y que siendo él buen
hombre con los cristianos, nadie atentaria contra mí mientras yo permane-
ciera en sus toldos, pero que de ningnna manera podia permitirme el paso
a Chile, alegando que sus antepasados nunca habian consentido en ello y
que no sabia qué intenciones tendrja yo respecto á los indios, las que Ha
serian buenas pues tenia conocimiento que los Gobiernos a,jentino y Chi-
leno se habian unido para pelearl0s. Que por mi venido a mis ofrecimien-
tos pensaria en suspender la invasion que proyectaba á Patagones, á causa
de su disgusto con el Gobierno, por no hahede entregado las raciones com-
pletas, y por no haber hecho caso de dos chasques que le habia enviado,
y porque tambien se encontraba disgustado con los amigos del pueblito
que no le mandaban nunca ningun recnerdo. Me hablo de los tenitorios
que los blancos les habían qnitado, y que él era demasiado bucno per-
mitiendo que poblaran en Patagones y Chubut sin su consentimiento.
l! Shay-hueque es un indio de raza pampa y araucana, bastante inteli-
gente y digno de mandar 'ell gefe las indiadas.
(( Convencido de su elevada posicion y poder sobre los demás caciques,
se considera superior á todos estos. Me decia un dia que él no era Goberna-
dor, porque á este le nombraban los cristianos, ni General, porque tal nom-
bramiento emanaba del Gobierno.
((Su título era 'Gobierno de las manzanas', porque era asi como se titu-
laban sus antepasados, de quienes él había heredado el cacicazgo. Su padre
el cacique Chocar! le habia recomendado al morir que jamás peleara con-
tra los cristianos, porque las ropas en que lo envolvieron cuando nació eran
cristianas; - aiíadiendo que si no fuera por los cristianos andarian desnu-
dos como antes. Pero, cansado de la mala conducta de sus amigos de Pata-
gones, habia resuelto invadir.
(( Siguiendo los consejos de su padre, él gasta todas sus prendas de plata
y parejeros en hacer regalos á los caciques subalternos para que no roben.
Si uno de estos lo hiciera sin su consentimiento, lo mataria inmediata-
mente.
l! Por lo que he visto, la disposicion en que se encuentra este jefe indíge-
na respecto de los cristianos, no puede ser mejor. He tenido ocasion de leer
cartas de Namuncurá (pié de piedra) en que este le dice que los caciques
Ranqueles, aunque tienen tratados con el Gobierno, no dejan de mandade
trescientos o cuatrocientos hombres cada uno, cuando necesite gente para
invadir, y se qnejaba de que Shay-hueque nunca le hubiese enviado ni un
solo indio. Además, le aconsejaba l'iamuncnrá que no se disgustara con
Reuque Curá (el cacique mas pícaro de la pampa y que recibe mayorps
raciones), y que sentia mucho que mantuviera buenas relaciones con los
cristianos, cllando estos lo que deseaban era concluir con los indios.
(( En una carta fecba 15 de Mayo ppdo., leí, que su hermano Alverilo
Reumay iba á entrar de malon, porque el Gobierno no habia querido acep-
tar sus tratados; noticia que desgraciadamente se confirmó el dia anles de
salir yo de los toldos, por un chasque que traia la noticia de la sublevacion
de Cuneco óJuan José Catriel.
((A una de estas cartas, Shay-hueque habia contestado que si Namuncu-
rá intentaba invadir á Bahia Blanca ó á Patagones él iría con toda su gente
á peleado en Chilué (Salinas Grandes).
l! Esto ha hecho que en la gran invasion, estos dos puntos hayan sido
respetados.
(( Shay-hueque es el jefe principal de la Patagonía y manda las siete
Naciones que viven en esos parajes: Araucanos, Picunches, Mapunches,
Huilliches, Tehuelches, Agongures y Traro Huilliches» (Moreno, 9, 190
Y siguientes).
Se ha podido ver en el relato de Moreno el amplio desprecio que Sayeveke
tenía de los títulos jerárquicos. Ello no obstante, no conozco rechazara la
designación a que se refiere el general Roca en su informe, cuando todavía
tenía el carácter de jefe de las fuerzas expedicionarias, quien dice:
« En cuanto al cultivo de relaciones con las poblaciones de indios amigos,
me he limitado en esto á una actitud espectante. El único cacique que he
creido merezca ser considerado por su conducta siempre fiel y la buena
comportacion de su tribu qne no ha figurado en malones, [es] Shayhueque
el de las Manzanas. Me he dirido (sic) [por: dirigido] á él imponiéndole
el' Gununa
Una anotación del doctor Lehmann-Nitsche al pie de la fotografía - que
antiguamente formaba parte de la galería expuesta en la sala ele Antropolo-
6ía dcl M\.!.seo- dice: « Sirviente de Inacayal )).
, « Por Weichá, C¡\le era muy « duro)} ell ara\lCallO, y Kellélr·chum, apellido Cününa,
ambos hermanos de :\Iáshal, se ,-e c1aramenle f[\le ésla eslaba muy ,¡nculada cou Cünülla
I\.üne».
yeu (Chubut), dos leguas al S. de Colelache, en febrero de 1915. Lo traté
varias veces. Era tuerto, fornido, usaba barba, y su estatura no excedería
mucho de 1,60. Ignoro cómo y cuándo perdió el ojo, defecto que pretendía
disimular con media antiparra.
« Su óbito ocurrió en la noche del 9 al 10 de julio de 1916 ó 1917, en
Karwe Gniyeu (Chubut), nueve leguas al S, de Sacanana. Para festejar el
día patrio estuvo bebiendo en el boliche del lugar acompañado por Wilka-
lea (Faquico León), éste, por su físico, excelente tipo de Gününa Küne,
cuyo idioma poseía. Borrachos, provistos de un porrón de ginebra, ano-
checiendo .ya, abandonaron la casa de comercio, pero a corta distancia des-
montaron para continuar bebiendo. Heló intensamente: 10 ó 15° bajo cero.
Debieron quedarse dormidos. Lo cierto es que en la mañana del 10, un ve-
cino halló muerto a Yemul como consecuencia de un síncope o por efecto
de la borrachera y el frío, ya su lado, profundamente dormido, a Wilkaleu,
quien, algo más joven y vigoroso, soportó la terrible noche.
« No obstante sus 80 años - en 1915 - Yemull montaba ágilmente a
caballo y boleaba avestruces y guanacos.
« Yemull, con sus 80 a cuestas, lucía pelos negros y blancos entremez-
clados.
« Zenón Gómez, nieto de Máshal, me decía aquí en Buenos Aires, en
1937, que su abuela pertenecía a indios « dotores» (doctores), con lo que
quería significar que eran más civilizados. Probablemente era de origen
araucano, cruzada, por la madre o por el padre, con Gününa Küne. De lo
contrario, aprendió la lengua de éste en su dilatada vida, o de otro de sus
maridos, el padre de Trrúlmani y demás medios hermanos de Yemull, Gü-
nüna Küne a juzgar por su nombre: Wdnchik ...
(1 Yemull había adoptado el nombre de su padre, José María Llanketrrú.
Este tuvo sueldo y grado de militar argentino ...
(1 Yemiill encabezó una gestión ante el gobierno nacional tendiente a obte-
ner tierras. A tal fin hizo viajes a Buenos Aires, en compañía de Nawelkir
Chiquichano y Zoilo i\1oreira, el hijo mayor de Trruúlmani. En 1912 (presi-
dencia Sáenz Peña) se le concedió tierras por decreto del Poder Ejecutivo a
él y su gente, 30 Ó 32 leguas cuadradas en Colelache, Yalálau Bat, Lefl
Gniyeu, Blan Kumtrre, etc., pero como en la superficie quedaban compren-
didas tierras ocupadas por blancos ... éstos interpusieron reclamos, logrando
paralizar la ordenada menSllra y entrega de la tierra a los indios ...
(1 Colelache y Sacanana están unidos por un camino carretero de 12 leguas.
de largo, al norte del cual, a unos 2000 metros, estaba la vivienda de Ye-
miill, consistente en un rancho de adobes, blanqueado, conocido por « la
casa blanca », distante 4 ó 5 leguas de Colelache. Heredó el cacicazgo un
hijo de Yemull, también apellidado Llanketrrú, quien poco o nada hizo por
proseguir la gestión comenzada por su padre» '.
Comentarios. - El autor de la obra mencionada no indica el nombre de
la persona cuya fotografía se reproduce. Equivoca, también, la nacionali-
dad, pues lo considera Araucano.
~ Alacalllf
Actuaba enLre la gente del cacique Iuakayal en calidad de sirvienLe.
Tafa muri6 en el Museo el 9 de octubre de 1887 a una edad muy avan-
zada, pero sin canas.
Tenía carácLer reservado, más bien Lriste ; rencorosa; la expresi6n de su
cara era habitualmente triste y atontada, sin que se notaran cambios como
exLeriorizaci6n de sentimientos; muy taciturna; se dedicaba de manera espe-
cial a la cocina; no manifestaba gustos particulares; sin sensualidad; sin
orgullo, sin generosidad; indiferente aunque astuta, irritable hasta la que-
rella. "Muy activa y trabajadora y muy sucia (Ten Kate, 7,42).
ó' A raucano
OBSERVAClO,ES. - De este jndio existen tres negativos de cnerpo entero,
desIludo - rOIl súlo un amplio taparrabo improvisado - de frenle, espal-
das y perGI izquierdo. No reprodnzco esas fotografías por su mal estado de
conservacion: la de frente rota (inconveniente fácilmente subsanable), la de
espaldas muy picada desde la base de los omoplatos hasta la mitad de los
muslos, la de perfil con la cabeza casi desvanecida por concreciones de
sales.
<;? Araucana