Iconografía Aborigen I. Los Caciques Sayeweke, Inakayal y Foyel y Sus Allegados

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 68

1

LOS CACIQUES SAYEWEKE, INAKAYAL y FOYEL y SUS ALLEGADOS

Formando parte del archivo del Departamento de Antropología del Museo


de La Plata existe una amplia serie de negativos fotográficos relativos a los
últimos caciques guerreros de las indiadas del norte patagónico y a sus fami-
lias. Una que otm de eslas fotografías han sido publicadas por distinlos
autores en diyersas circuIlslancias, pero sin que ninguno de ellos hiciera
referencia al conjunto del que procedían - único por su valor y extraordi-
naria riqueza - ni dejara sospechar el acervo iconográfico que perpelúa la
imagen de los postreros jcfes de las horclas pampeanas.
El título en forma seriaria que be dado a este trabajo está indicando, casi
sin mayores explicaciones, mi propósito de continuar publicando el variado
material iconográfico, existente bajo mi custodia, relativo no sólo al tipo
físico de los autóctonos sino también a sus usos y costumbres sorprendidas
por las cámaras fotográficas de los viajeros e investigadores que formaron
parte del personal científico dc este instituto. Para su realización no fijo
fecha, la cual queda supeditada, como se comprendc, no sólo a las poster-
gaciones derivadas de olros afanes edi toria les más urgen les sino, también,
al éxito logrado en el allegamiento de los antecedentes que deben formar el
cuerpo erudito correspondiente a cada llIlO de ellos.
Ya entregados los originales de este lrabajo a la imprenta, he entrado en
relación intelcctual con el seíior Tomás Harrington, cuyos vastos conoci-
mientos relativos a usos, costumbres e idioma de los Günlina Küne y Aóeni
Ken'k I sólo son superados por su bondadosa condescendencia e inagotable

, En UlI tl"aLajo antel"iol" (\'igllati, 27, 1(7)" siguientes) adopté - por razones allí ex-
puestas - cl término "Tsonik » para llamar a los indígenas de Patagonia amtral. Según
me informa el seííol" Hal"ringtoll la " t, " difundida por los Yiajeros de habla inglesa y
alemana corl"esponde, en realidad, a (, ch» de modo que corresponde escribir" Chónik ».
Por otra parte, SCS{1I1 puede ycrsc, he \ ariado dc pareccr deferiendo a la opinión de mi
buena voluntad. Fuera de las monografías que está elaborando para ser
publicadas en las series del ~Iuseo de La Plata, ha tenido la gentileza de
proporcionarme - con un desprendimiento que obliga mi gratitud - una
copia interesantísima de datos, referentes a algunos de los aborígenes inte-
grantes de esta iconografía, obtenidos durante sus vinculaciones con los ele-
mentos sobrevivientes de esas entidades indígenas. No obstante la ilimitada
autorización que me ha dado para su uso, creo correcto y conveniente trans-
cribir textualmente sus informaciones cada vez que emplee sus valiosas
referencias no tanto con el deseo de justificar mis aseveraciones como para
destacar el méri to a que es acreedor.

En lo que atañe a la atribución étnica debo hacer algunas sahedades de


importancia, por cuanto, habiéndome constreñido a ellas a modo de normas,
explican y fijan el concepto que me ha guiado. En general, es difícil encon-
trar entre los indígenas de la segunda mitad del pasado siglo una pureza de
sangre que señale una filiación étnica, especialmente cuando se trata de ele .
mentos de jerarquía entre quienes la exogamia ritual se había transformado
en utilitarismo político a los fines de mutua ayuda y solidaridad de castas.
Tal costumbre, que ya constituía un régimen, se pone en evideneia en la
risueña expresión de Musters, he was 01 course a relatioll- nephew, it was
said - 01 Casimiro (Musters, 10, 205).
Por su parte, el señor Harrington sintetiza así sus observaciones a este
respecto:
« 1° Araucano, Gününa Küne y Aóeni Kenk estaban muy mezclados
entre sí en la segunda mitad del siglo XIX.
« 2° Para entonces no había ningún Gününa Küne ni Aóeni Kenk puro.
« 3° El proceso de disolución se opera desde mucho antes de la segunda
mitad del siglo XIX. .

« qO El origen racial de un inclio es imposible averiguarlo por el apelli-


do.
« 5° Por su situación geográfica respecto a los Araucanos y en razón tam-

bien informado corresponsal: « Ud. - me dice en carta del 27 de agosto de 1962 - ha


elegido esta voz [Tsonik] para reconocer al indio « tehuelche >l. Yo prefiero Aóenl Kenk.,
porque 4 inJios. 3 de ellos perfectos conocedores de su lengua yel cuarto bastante enten-
dido en ella, por separado y distintas yeces me informaron que así se llamaban a sí mismo
los {( tehuclches >l.
bién del predominio numérico de éstos, principalmente después de 1880
(conquista del Desierto), los Gününa Küne fueron los más afectados)) I
Como si esto no bastara para hacer de por sí penosa la indagación de las
respectivas nacional idades, debe añadirse la falla de precisión de la casi
totalidad de los autores al referirse a los grupos de difícil individualización
pobladores del Neuquén y regiones vecinas, haciendo la más inextricable
confusión con araucanos, manzaneros, huiJiches, puelches y pehuenches,
sin contar que no faltan quienes atribuyan la nacionalidad de un jefe por
la simple- pero falaz - circunstancia de ejercer el gobierno de una parcia-
lidad, a veces ajena a su origen '.
Todo ello me ha determinado dar como nacionalidad la respectiva del
padre - cuando conocida. Tal vez, acomodándonos a los preceptos del dere-
cho moderno, hubiera sido más prudente adherimos a la filiación uterina,
pero he preferido aquélla por cuanto entre estas poblaciones, era la ascenden-
cia paterna la que determinaba la organización tribal 3.
A/ládase, por último, que el lugar del nacimiento no era perceptiblemente
yalorable para los indígenas, entre qUIenes sólo regía la consanguinidad.

Con excepción de las fotografías de lasláminas XXVI-XXVIII, obtenidas,


como se sabe, por Ten Kate (Ten Kate, 7, 52), la otra serie - en su mayo-
ría - lo fué en Tigre por fotógrafos profesionales, según queda constancia
en la impresión al pie de algunas de las copias cartonadas correspondientes
a la antigua galería de exposición del Museo. Una leyenda estampada con

J Carta del selior Tomás Harrington al aulor, del lí de septiembre de 1942.


, Según F. San :\Iartín, Llankelrrú, de allende los Andes, disgustado con el jefe de su
parcialidad, emigró a nuestro país con un centenar de sus allegados. El renombre que ya
tenía le significó ser acogido benévola mente por el jefe ranquelino, a cIuien, a su muerte,
sucedió alios después proclamado cacique por las tribus huérfanas de jefe. « Conocida es -
dice este hisloriador local- la actuación siniestra de esle indio en la fronlera de la que
llegó a ser el soberano indisculido ». (San :\Iarlín 14, 152 Y siguiente). No es mi inlento
hacer historia - y mucho menos la de este poderoso cacique, por cuanto su acluación no
tiene atinencia direcla con los esludiados en mi serie - pero ello no obslante, no puedo
menos que dejar conslancia que las informaciones de Cox, respeclo a los anteceden les racia-
les y forma en que logró el mando, son muy diferenles a las recién expresadas (Cox, 5, 176).
3 El doclor Lehmaun-Xitsche había adoplado la filiación uterina al discriminar las
nacionalidades. De ello nos dan sobradas pruebas sus referencias a Inakayal y :\largarita;
dice así: Selon mes recherches, Inocoyal est de song melé; sa me,.e étoit Arouconne, son pere
Gellflal.-en [Moreno] (Oll POl11pa [Musters] OLl PLlelche [D'OrbigflY]), tribu oLljoLlrd'/lLli presqLle
éteinte. C'est le meme chef W'oLlC(Lf1dont parie le copitoine "/Llsters dons son fameux voyoge
et un des caciques principaux des Aroucans argentins (Ten Kale, 7, 36, nola 1). En el caso
de :\Iargarila se expresa de esta manera: « India Araucana, « ;\Iargarila hija de Foyel ».
Pampa y Palagonia .... Como Foye! era Tehuelche de parle de padre, su hija no es arau-
<;ana pura» (Lehmann-Nilsche, 8, 82).
sello de goma al dorso de pocas de ellas proporciona referencias suplemen-
tarias respeclo a la índole de este negocio, Dice así:
« Fotografía Externa/ Aire libre/ Vistas, Grupos, Animales. etc, con pla-
cas/ secas instantáneas, de la casa de/ Samnel Boole, 179 Florida)},
Ahora bien: según entiendo, fué el doclor Francisco P. Moreno el faclor
de esta interesante serie fotográfica, pue"to que, en algunas placas, queda
constancia escrila por el doctor Lehmann-Nitsche que pertenecen a la colec-
ción de aquél, Tal circunstancia creo es la que expl ica el hecho extraordina-
rio de haber permanecido hasta ahora inédita no obstante su incuestionable
valor documental. Seguramente, el doctor Moreno se resen'o este material
para una publicacion en proyecto y, por el respeto que siempre le tuvieron
los investigadores del Museo aún despu('s de su separacion - que, en ver-
dad, fué un despojo, -la veda a que se sujetaron se mantuvo durante la vida
de aquél. Para la fecha de su muerte, el doctor Lehmann-Nietsche - depo-
sitario eventual de la coleccion icollográfica - había ya derivado sus activi-
dades a otros capítu los de la Antropología, de modo que no 10 usnfructuo a
pesar de las meticulosas anotaciones del nombre y nacionalidad con qne la
había valorizado en la época en que viviendo todavía quienes, por haber tra-
tado a los indios, estaban encondiciones de facilitarle la necesaria infor-
macion.
He dicho que las fotografías fueron tomadas en Tigre. Me determina hacer
esta aseveración varios hechos concomitantes que adquieren el valor de
prueba fehaciente. En primer término, la casa de madera que constitu}'e el
fondo de varios grupos, es una construccion que no corresponde al Museo
de La Plala, ni tiene tampoco el tipo de casilla provisoria levantada d1ll'anle
la edificacion; y más especialmente cobra nn valor preponderanle la pre-
sencia, en el grupo de la lámina 1, de dos soldados qne, explicables en el
lugar donde estaban en calidad de prisioneros, no tenían funcion en el Mu-
seo donde vivían sin vigilancia de ninguna índole.
Otras fotos hay, sin embargo, que fueron lomadas en el Museo tiempo
después, como se desprende de la mayor edad del sujeto y en cuanto al
lugar, la aparición de sillas aún existentes en el instituto son hechos por sí
sólo probatorios.
A la serie hecha lomar por Moreno he agregado cuatro fotografías mús ;
la de un gru po de indígenas incorporados a la vida ci vil izada, y las de frente
y perfil de una araucana, una mestiza y 1m « manzancro )}obtenidas por Ten
Kale fren Kale, 7, 52 1). Me lla determinado hacer esle agl'egaclola cjr-

• Les premiers - algunos araucano!- - apparlellaielll li ceux 'I/li, plus (/U moin .• cit'ilisés,
uiuellL- dice Ten Kale' refiriéndose al alio 1896 - depuis des wtllés dispersés (lU milie/l des
b/ancs. 011 les LI"OUl'e d"'IS les armées de LI'ITe eL de 1I1I'r, dalls la police el ll's pompiers; le
resLe faiL U/l peu de 10/lI, ce /fui ¡'eul di re pas grwll(chase. (juoi'1u'ulle dou:aille d'(,IILre Clld
e/lsse/lL éLé cOllvoqués pW' /loLrc dircclel/l', 11/, Morell", (( ¡-enir (/// MI/s,'e pOl/r eLre mesw'Js p"r
moi, ces aroucons s'.Y preloienL de Ln'" I/wlH'oisc gl'!ice, IÚII'I'll1cl/l dOlls m" ¡,ic de l'oyogel/r-wl-
Lhropl/lugisLe j'l/i du (Il'oir 11/111 de poliellc" (IU''''-I'c CI'SIlIdil'lIs. Comme il y ",-oil dellJ' ogellls d,.
cunstancia de figurar en el grupo y ser una de las fotografiadas aparte, la
hija de llufino Vera, el intérprete de Inakayal. Aunque desconozcamos la
nacionalidad de la madre, los rasgos son tan peculiares que, sobreponién-
dome al deseo de mantener sin yuxtaposiciones el conjunto iconográfico
primitivo, he incluído este complemento natnral de aquél.

No quisiera dar pábulo a aviesas interpretaciones en cuanto al alcance que


debe darse a esta galería. En ningú n momento he tenido la intención de
realizar exclusivamente un muestrario de tipos indígenas; no obstante el
valor intrínseco que tendría en calidad de álbum dedicado al conocimiento
racial de nuestras tribus aborígenes he querido, por el contrario, restituir a
este conjunto un poco de vida, derivada de]a honda simpatía que- mal-
grado sus taras raciales - provoca su conocim iento a través de las crónicas
de quienes los trataron. He procurado, por ello, reunir algunos anteceden-
tes - conocidos, los más de ellos, si bien en gran parte olvidados - pro-
porcionando rápidas semblanzas de aquellos que por su situacion y rango
tribal tienen una personalidad definida. Debo reconocer que ello no siempre
ha sido posible pues, nuestra información está en funcion directa de cuanto
han querido trasmitimos los viajeros y expedicionarios que a ellos estuvie-
ron vinculados quienes, generalmente, eran cultores entusiastas de la elación
y, por lo tanto, prefirieron la narracion de aventuras al allegamiento de
noticias utilizables.
Tratar dar una idea de los caracteres morales de estos indígenas es asunto
por demás difícil dada la complejidad cle sentimientos que los animaban y
que, fácilmente, se trocaban desde la amistosa deferencia a la animadversión
violenta. No cabe dudar que las distintas situaciones, por transitorias que
fueran, eran origen de reacciones por 10 común irrazonadas y siempre des-
proporcionadas al motivo aparente que las ocasionaba. En estos momentos
cruciales es, sin embargo, cuando despojados cle todo convencionalismo,
dejaban en plena desnudez los sentimientos inferiores y el saIYajismo con-
génito.

po/ice parmi eux, ils auaienl enlendli parler dll seruice anllll'opom/!lri'fue de Berlillon, lel qu'on
l'appli'1ue aussi 1I La Plala. UI', ils se jigaraienl qae mes recherehes auaienl quelque chose "
faire (I/'ec la police et nI' voulanf pa< tilre lraités comme de t'(tlgaires nwlfaileurs, ils refusaienl
de s'y sownellre. 11 la fin Rujiuo Vera (Huilliche), ancit'nl inlerprete d·/naca.l'al el guide
ép"olwé des expédiliolls du .11usée. consentait '1 se préter l' quelques mcsures. Sa fllle mariée
suiuait Cexemple el ell.fin Cun des (Unis de Hujino de la lribu des .\fan:anet"as. Les aulres per-
sislaienl dans leur refus. Tous se laissaienl photographiel' cependanl. (Ten Kale, 7, 52).
A manera de complemento, me ha parecido oportuno indicar bajo el acá-
pite de « Bibliografía icono gráfica » las obras que conozco donde ya se ha
hecho uso de la misma fotografía con los « Comentarios)) necesarios a las
mismas, pero sin que sea mi propósito enumerar aquellas otras que conten-
gan ilustraciones del mismo sujeto ajenas al conjunto que ahora publico.
Por último, en las « Observaciones» informo respecto a otros elementos
iconográficos existentes en la colección del Museo o a otros hechos conco-
mitantes.

A 1 dar a conocer diversos datos de la vida psíquica y no menos impor-


tantes informaciones de orden morfológico de tres de estos indígenas, Ten
Kate se hizo eco - sorprendido en su buena fe según entiendo - de referen-
cias que dejaban en situación nada digna a algunos jefes del ejército (Ten
Kate, 7, 36). Según esa vcrsión estas tribus habían sido tomadas con dolo,
puesto que, llamadas a los simples efectos de prestar su reconocimiento al
gobierno, se aprovechó su diligente presentación para tomarlos prisioneros.
Bien distintos fueron, sin embargo, los hechos ocurridos que - como cons-
tituyen la circunstancia mediata del confinamiento de estas agrupaciones
indias en los alrededores de Buenos Aires y, consecutivamente, de la ejecu-
ción de las fotografías que ahora publico - tienen aquí su lugar más apro-
piado para su cabal exposición y condigna rectificación.

Había terminado ya la conquista del desierto, pero todavía no era total el


sometimiento de las tribus indígenas. Grupos más o menos numerosos
rodeaban a los jefes de mayor prestigio que, sin llegar a actos de verdadero
vandal ismo, no desperdiciaban ocasión de evidenciar sus hábitos de rapiúa,
sin que faltara tal cual asalto a las tropas desguarnecidas.
A cada uno de estos atropellos la obra de vigilancia del ejército se acen-
tuaba; sus fortines penetraban cada vez más reduciendo el territorio alÍn
ocu pado por los aborígenes y su acción policial acrecía constantemente.
El asesinato de tres pobladores de la colonia Ra'''son fué la causa inme-
diata para que el entonces Ministro de Guerra, General don Benjamín "ic-
torica, impartiera. órdcnes para que el jefe dc la Segunda División del Ejér-
cito, General Lorenzo ""inter, cstableciera estratégicamente un destacamento
capaz de proteger aquel poblado. Con tal propósito fué destacado el Teniente
coronel Vicente Lasciar quien, con una tropa de 60 hombres, se asentó « en
el paraje conocido ... con el nombre de 'Corral Charmata' lugar preciso dc
paso á todos los indios que, procedentcs de los campos del Senger ó del
curso medio y superior del [río] Chubut se dirijan á la Colonia Galense )) t.
De esta manera no sólo se les cerró la puerta de acceso a esa localidad, sino
que, también, la ocupación de tal lugar significó copar las tolderías.
La presencia de las tropas en el indicado punto del río Chubut con carác-
ter de permanentes - como que se dió comienzo a la construccion del fortín
'Gencral Villegas' - desconcertó tanto a los indios que « con intención de
atacarlo se dirigieron a él en número de 80 hombres comandados por los
Caciques Inacayal y Foyel ». Habiendo sido sentidos, ambos caciques, mos-
trando extraordinaria ductil idad, depusieron toda manifestación hostil y se
presentaron aducicndo qne lo hacían para prestar acatamiento al Gobierno.
Aceptadas, en principio, estas explicaciones no tardaron, sin embargo, en
evidenciar la duplicidad de su pensamiento «( pidiendo se les permitiese
regresar nuevamente a los toldos á fin de activivar la presentación de
todas las pequeñas tribus reunidas que sumaban un número de 300 lanzas
y 1000 de chusma proximamente ».
En yerdad, parece que la credulidad del Comandante Lasciar no fué tan
absoluta como le atribuía su jefe inmediato, pues si bien (l despachó para
los toldos al Cacique Foycl con la mitad de la gente presentada» los hizo
acompañar por 20 soldados bajo las órdenes del Teniente Francisco Insay y
rctuvo (en rehencs para garantía de su promesa al Cacique Inacayal» y a
la otra mitad de los guerreros que los había acompañado.
Desde ese momento, los hechos se precipitaron. « Llegados al lugar don-
de se asentaban los toldos de ellos, el Cacique Foyel pretestalldo una ú otra
causa ... ! resistía día a día su presentación, haciendo alarde de poder y de
insolencia ante el pequeiío grupo de nuestras fuerzas». Bien pronto dióse
cuenta el Teniente lusay « que el Cacique referido lo que pretendía era dife-
rir su presentación y aprovechar un momento dado para caer sobre el peque-
fto destacamento». Fuera o uo excesiva suspicacia de su parte, lo cierto es
que dispuso adelantarse a esas posibles intenciones, cosa que realizó la ma-
fiana del 18 de octubre atacando « de una manera tan rápida, enérgica y
atrevida á las tribus, que aun cuando estas opusieron alguna resistencia por
el excesivo número de hombres que tenía sobre nuestra pequeña fuerza-
dice el General ""Vinter, - muy luego cuando Yieron caer una treintena de
su gente, empezaron á desbandarse siendo perseguidos por nuestras tro-
pas)) (\Vinter, 29, 61). El lugar de este combate tenía el nombre de Gene
{= Jenua). Según la información de Nahuelquir Chiquichano al señor
Harrington, el lugar era conocido por los iudígenas con el nombre de

J Puede parecer que ahondo en pormenores, pero creo necesario puntualizar Iodos estos
~ntecedentes por cuanto son los que desvirtúan la versión acogida por Ten Kate.
! El general Winter alude aquí a un « parte detallado quc elevé á V. S. en Noviembre
último» relativo a las argucias pucstas en juego por los indios. No dejaría de lener inte-
rés el conocimiento de ('se documento como prueba de la corrección de procedimientos de
los oficiales que intervinieron en el arduo proceso.
Tsünk-Kak-Aik '. La ubicación de éstc « qucda, efectivamente, en lo que los
primeros viajeros llamaron' Pampa del Genua, o Genoa' ('Gene', Winter).
Más tarde, para los lugareños. la inmensa llanura se denominó y denomina
'Pampa del Genua' (preli.ero 'Jenua') sólo en la parte situada entre Piedra
Sótel y l\ueva Lubecka, vecina del arroyo, recibiendo el mismo llano dis-
tintos nombres según su mayor o menor aproximación a talo cual lugar,
v. gr.: 'Pampa de Nueva Lubecka', ... de Pastos Blancos', del Apeleg', ...
del Sénguer', pero la llanura es una e indivisible, yen ella cstá 'Tsünk-
Kak-Aik, o mejor dicho, estaba, por haber desaparecido de la nomencla-
tura actual ))

Sin mucha dificullad hubiera podido artadir olras referencias relati \ as a


los jefes aquí estudiados; sin embargo, he preferido no hacerla por dos razo-
nes : la de no acentuar la desproporción ya existente entre estos y algunos
de sus allegacJos - para liO aludir a la 'chusma' desconocida - y, además,
por considerar que algunos autores, como J\Iusters y iVIoreno, son dema-
siado conocidos y accesibles, de modo que cualquier lector puede comple-
mentar de por sí lo que he omilido en gracia a la brevedad.

« Los datos que siguen - me escribe el señor IIarrington - me fueron


proporcionados en el Boquete Nahuelpán, Chubut, en marzo de 1936, por
Andrés Inakayal, hijo del cacique. Andrés, si todavía vive, ha cumplido
COIl exceso 70 años de edad.
« Padre del cacique: lVincawal (en otra escritura, Iluincahllal).

1 Carta del sOlior Tomás Ilarrington al autor del '7 de septiembre de '942.
• Carta del senor Tomás Harrington al antor de fecha 23 de noviembre de '942.
3 La nacionalidad indicada está de conformidad con la información que me ha suminis-
trado el sOlior lIarrington y en discrepancia con las anotaciones del doctor Luis l\laría
Torres, en una copia cartonada de la antigua exposición del :\luseo, y del doctor Lehmann-
Nitsche, en copias y placas, ql1e lo consideran de cJ' Puelche y 9 Araucana. Lehmann-
Nitsclle confirma Sil opinión manifestando: " Inacayal es de sangre mezclada, el padre
era Gennaken (= Puelche, Pampa), la madre, Araucana» (Lchmann-Nitsche, 8, 85).
Difiere también de la atribuida por Cox que lo supone de cJ' Pehuenche y 9 Günuna
(Cox, 5, '42) Y de la consignada por Moreno para ql1ién era huilliche (Moreno, 11,35).
« ~Iadre: Era G ününa Küne.
« Hijos:
« Trralang, varón.
« Ulrrah, varón. Era el mayor. Falleció en Mendoza ...
« Sd/w/" mujer. « En castilla le decían Lolora n ...
« Hermanos: Milla Lea/u, Mari Wehe, Milla Namún y LVam/w Pillay.
« Primo hermano: El cacique Chagalla.
« Yerno del cacique: Panhe Malrra. Según Andrés, « pampa verdadero n
Gününa Küne cuya lengua hablaba corrientemente. Y prosigue Andrés:
« Cuiíado nuestro. Era hombre muy grande n. I1asta aquí las noticias de
Andrés Inakayal. Pero de Panke Malrra poseía )'0 información anterior,
dada por mi maestra Trruúlmani. Según ésta, Panke Malrra es sobrenom-
bre; el sujeto se llamaba [(umainil, y era alto, de pantorrillas muy largas
y gl'llesas. Por esto le aplicaron el alias - Pan/ie lI1alrra - comparando
las « canillas)), que en araucano se dice malrrú, con una hoja de panké
(Galtnera c/úlensis tam.) cuyo diámetro aproximado, en los ejemplares
mayores, es de un metro. Y el indi,-iduo era chulila küne, que así desig-
naba Trruúlmani a la gente Gününa Küne cuya región ambulatoria pre-
ferida era el ?\. O. de Chubut y S. E. de Hío ~egro y aunque « raza nues-
tra )) estaba muy entrcmezclada con los « yákarsh )) (con esta voz se refería a
los araucanos, a quienes distinguen asimismo Jlamándoles « teluua küne))).
En el decir de mi maestra, a lna/wyal y su gente comprendía la designa-
ción de Chulila Küne. Tal vcz Fayel estaba en idéntico caso.
« El apellido es araucano : lnd, del verbo seguir; ha, otro, otra; yal,
prole)) '.
La eoad de Inakayal es bastante difícil de ser calculada con exactitud.
Según la información de Beaufils a Ten Kate (Ten Kate, 7, 43), habría
ll1ucrto en 1888 teniendo unos 45 años, lo cual significaría haber nacido
hacia 1843. Ahora bien; Cox visita las tolderías del Caleufú, veinte alias
oespués de esta fecha y para esa época Inakayal ya gozaba « de mucha con-
sideración aquí i en toda la pampa)) (Cox, 5, 186). Su temprana edad no
es, en efecto, óbice para que su nombradía fuese tan grande; pero sí lo era
para conciliar otras circunstancias tales como la de ser padre de Millaleufu
y Yahuelcó, ambos hombres, de una niiía de unos cuatro o seis aiíos, fuera
de otra que aún era lactante. Admitiendo que la niJ1a a quien se asigna
aiíos, tu viera el término medio de los que Cox proporciona, es decir 5 años,
el mayor de los varones nombrados no tendría menos de 8. Ya así, signifi-
caría que el matrimonio de Inakayal se había realizado a los 11 aíios, cosa
extraordinaria e inadmisible. Fuera de ello, Cox no menciona - segura-
mente porque no le conoció - a Utrrak, que era el primogénito. Todo
ello significa al raciocinar respecto a estos antecedentes, que Inakayal tenía
al morir, una decena de aíios más de la que le asignaba Beaufils.
Veamos a qué conclusiones se puede llegar, analizando la información
que conocemos relativa a sus hijos. Por de pronto, Andrés Inakayal,
hijo del cacique, ((si vive, ha cumplido con exceso 70 años de edad)),
dato que permite atribuirle una fecha de nacimiento muy próxima a la estada
de Cox en la toldería, pero sin que él sea ninguno de los descendientes
conocidos por éste. Tal circunstancia nos traslada de inmediato a las mis-
mas condiciones del raciocinio anterior - al que no hace más que ratificar
- y respecto del cual no es necesario insistir.
Consideremos ahora a Utrrak, hijo mayor del cacique. En el aiío 1880
aquél fué la causa determinante - al decir de Moreno - para que se inten-
tara envenenarlo. Hay que convenir que, como pocas veces, en ésta, More-
no llega a 'concretar algunos datos útiles. Estaba « en Caquel-huincul, á
mitad del camino entre Teck'a y el lago, en el campamento de Ulrac, situa-
do á orillas del mayor de los afluentes del Chubut» (Moreno, 11, 36). Allí
vi"ía una de las mujeres de Utrrak (( en extremo celosa de su marido, [la
cual] sabía que mi amigo, durante un viaje, había compraJo otra en el río
Negro, [además) que en esos días marchaba conmigo á Nahuel-Huapí, don-
de tenía una tercera, y como debía acompafíarme al regreso á Patagones,
pensaba comprar la hija de un indio viejo que habíamos conocido durante
el viaje anterior» ... por todo ello ((había resuelto matamos [a Moreno y a
su guía] é impedir así la partida de Utrac)) (Moreno, 11, 37). Sin discurrir
respecto a este atentado - que bien pudo ser fruto e~clusivo de la ima-
ginación, como, también, deferencia al clima de aventuras y peripecias
exigido por las modalidades de la época - hay que añadir las otras infor-
maciones complementarias por él proporcionadas, según las cuales ((hacía
algunos año~ que era amigo de Utrac, el hijo de Inakapl [quien] había
paseado conmigo en Buenos Aires 1) (Moreno, 11, 35). Esos aiíos podían
ser, muy bien, los trascurridos desde 1876, su viaje anterior a esa región,
fecha para la cual no tendría menos de 20, pues son conocidas las dudas y
recelos de estos indios en confiar sus hijos menores de edad a los cristianos.
Ello también explica que en 1880, a los 26 años, tuviera tres mujeres y ...
la prometiJa. Siendo así, no había nacido después de 1856 y atribu)'endo
una veintena de alias a Inakayal cuando su matriomonio, tendríamos el
nacimiento de éste próximo a 1835. Basta darle a Inakayal 22 anos al ca-
sarse - edad, por cierto, muy normal en los matrimonios indígenas-
para que lleguemos sin muchas distorsiones a 1833, fecha que calculé por
el primer raciocinio.
Por otra parte, es comprensible que un extranjero como Beau(ils - que
no había tratado indios hasta el momento en que se le confió esa especie de
supervisi6n sobre el grupo indígena asilado en el Museo - se equivocara
en una decena de anos al considerar el aspecto físico de ellos. No así Onelli,
quien no duda - con certera apreciaci6n derivada de su larga convivencia
con el aborigen patagónico - calificar a Inakapl de (( anciano» para la
época de su muerte, adjetivo qne, por cierto, no concuerda mucho con los
55 aíios de mi cálculo, pero mucho menos lo es con [,5. Estirando un poco
los términos, tal vez, podríamos lIevarlo a los sesenta bien cumplidos.
El cuadro de caracteres psicológicos trazado por Beaufils muestra a Ina-
kayal con rasgos que no provocan la simpatía. Allí se le considera, en
general, como reservado, receloso, disimulado y rencoroso, incapaz de
manifestar sus sentimientos, poco afecto a la conversación y sólo comuni-
cativo en estado de ebriedad, indolente y haragán, de sensualidad muy acen-
tuada, de mucho orgullo, desprovisto de toda generosidad, indiferente y
astuto, fácilmente pendenciero, muy apático, muy sucio y sin ninguna
preocupación por su persona (Ten Kate, 7, 43).
No se me escapa que proveniendo de la misma fuente, las informaciones
de Ten Kate no rectifiquen ninguna de las apreciaciones anteriores - sien-
do, por el contrario, su natural complemento - pero como amplían el
conocimiento del comportamiento indígena las reproduzco de inmediato.
Dice así: lnaca)'al el FOJel élaient lres orgueilleux,. lnacayal surloul. Quand
il s'agissail de lravailler, il eút cm déroger,. ilne savait que manger et dor-
mir. Tres peu communicalifs, ne causanl pl'esque pas, il élait bien difficile
d' oblenir d' eux un I'enseignement précis, meme pour qlti vivait pour ainsi
dire el cOlé d'eux.
« lnacayal, dans ses acces de cole)'e sourde, lraitait de « gringos )) les Ár-
genlilts eux memes. Il disait: « Moi chef, fils de celle lerre, blancs voleurs ...
luel' mes fl'eres, voler mes chevaux et la terl'e qui m'a vu naill'e, ensuile pri-
sonnicl' ... moi malheureux! )). Dans ces momenls, son visage réflétait la plus
grande trislesse.
« Souvent, sur un mol d'Inacayal, low; se réunissaient aulour de lui.
Hommes, femmes et enfanls, formanl un cercle étroil, enlonnaient un chant
(Ol't lugllbre. Cela durait qllelquefois une heul'e.
« Quandle lendemain, M. Beaujils demandait elInacayal ce que signifiaient
ces plainles, illui répnndait que le souvenir de leur lel'l'e nalale les rendait
lrisles.
« Jusqu' a son del'llier suupir, lnacayal avail LJujours gardé l' espoir de
I'éaliser ce désir )) (Ten Kate, 7, 41 Y siguiente).
No puedo aseverar rotundamente que tal modo de considerar a lnakayal
y demás indígenas sea total consecuencia del inapropiado prisma visual de
Beaufils, puesto que las calamidades y sinsabores sobrevenidos pudieron ser
causa más que eficiente para que se transformara su carácter al punto de que
lo manifestado por éste sea la exacta y cabal expresión de la verdad.
Por ello 110 es argumento demostrativo de la falta de fundamento de las
anotaciones de Beaufils, recordar el concepto que mereciera Inakayal de
quienes estaban en mejores condiciones intelectuales y sentimentales para
apreciar sn idiosincrasia en la época que seíioreaba en Tequel-Malal (Mo-
reno, 12, :>.50) pero su conocimiento es imprescindible por cuanto al allegar
noticias absolutamente contrarias a las de aquél, explican el juicio favora-
ble emitido por :\10reno y la conducta desbordante de corrección que tuvieron
los caciciues sobrevivientes al ser reinteorados a 'll tierra' r
í\ liI lib rlücl. Y
estos dos hechos - juicio de \\Joreno y conducta de los caciques - son los
que desvirtúan la tenebrosa pintura de aquél.
Cox es el viajero que más extensamente se reGere a Inakayal y lo hace
en términos que no ocultan la viva simpatía que supo provocade.
« lnacayal - dice - me agradó al momento, tiene el ademán franco i
abierto, la cara intelijente, i sabe algo de casteJJano ; de cuerpo rechoncho
pero bien proporcionado)) Cox, 5, 148)... « no conozco jente más aGcio-
nada al juego que los indios, hai unos que empeñan hasta su último caba-
llo ; Inacayal no Ileyaba este vicio al exceso: me dijeron que rara "Vezem-
peiíaba cosas de mucha importancia)) (Cox, 5, 158) ... « Gustaba ver a
nuestro amigo lnacayal montado en su caballo overo, con freno guarneci-
do de plata, con grandes copas i estribos del mismo metal; las piernas
forradas de swneles nuevos, el pié armado de grandes espuelas de plata,
chil'ipú de palio fino, i una chaclueta de oficial de caballería aljentino que
le había regalado el Gobierno del Plata)) (Cox, 5, 168)... « Ailadió
lnacayal que me dejaba enteramente libre para hacer lo que quisiese, que
tenia su palabra de ir con él a Patagónica, i que apesar de todos los desca-
labros que podian caer incima de su cabeza i la de su padre, me conduciría
a Patagónica si persistía en mi proyecto. Conmovido por la conducta leal i
franca de Inacayal, no hcsité un solo momento. Le contestó Dionisio de mi
parte que de ninguna manera queria que por nosotros dos estranjeros, se
malquistase con sus hermanos de la Pampa, i que por ningún precio iría a
Patagónica, no queriendo atraer desgracias a las familias de dos hombres
como él i su padre, que se habían comportado tan bien i tan francamente
conmigo. Estas palabras parecieron aliviade de un gran peso)) ... (Cox,
5, 192).
Un cuarto de siglo después Inakayal y demás compaiíeros de desgracia
llegan al Museo de La Plata; unos mueren; otros son reintegrados a sus
tierras patagónicas. :Mientras tanto, Moreno los ha tratado, se ha vinculado
a ellos y porque llega a conocerlos y a comprenderlos es que los asila en el
instituto que está edificando, es que consigue que el Gobierno los ponga en
libertad y les entregue campos para que ajenos a toda conculcación civiliza-
zadora disfruten de los alias de vida que les quedan. Y en el momento so-
lemne que reconoce el lugar de las Juntas donde los indios decidieron de
su vida recuerda al « buen cacique Inacayal ya fallecido)) (\\1oreno, 12,246).
j Cuán bien suena ese adjetivo, en boca de un espíritu superior, para valo-
rar la incomprensión que significan los acumulados por Beaufils !
Queda la postrer vindicación, la que deriva de la pleitesía de Sayeweke y
Foyel hacia Moreno. El « orgulloso)) Foyel - al decir de Ten Kate - sep-
tllagenario ya, se reúne al Perito para acompañarle ya quien proporciona,
más de ulla vez, « avestruces y guanacos con sus seguras boleadoras» y
después de muchas jornadas de mutuos afanes « nos despedimos - dice -
del buen Foyel frente á sus toldos» (Moreno, 12, 310). ~o es éste el com-
portamicnto de un ser psicológicamente inferior según lo describía la pin-
tura platense ni Moreno hubiera condescendido a recordarle en esos térmi-
nos de amistosa relación.
Inakayal falleció en el Museo el 24 de septiembre de 1888 sin que se
haya conocido la causa de su muerte. No conozco nada que supere la des-
cripción de sus últimas horas que el emocionante párrafo de Onell i que
inserto a continuación:
« Inacayal, poderoso cacique araucano, hecho cautivo en la guerra del
desierto, vivía libre en el Museo de La Plata; ya casi no se movía de su silla
de anciano. Y un día, cuando el sol poniente teñía de púrpura el magestuo-
so propileo de aquel edificio engarzado entre los sombríos eucaliptus ... sos-
tenido por dos indios, apareció Inacayal allá arriba, en la escalera monu-
mental: se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso
dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol, otro larguísimo hacia
el sur; habló palabras desconocidas y en el crepúsculo, la sombra agobiada
de ese viejo Sefíor de la tierra se desvaneció como la rápida evocación de un
mundo. Esa noche misma, Inacayal moría, quizcís contento de que el ven-
cedor le hubiese permitido saludar al sol de su patria n. (Onelli, 14, 571).
Ignoro si esa alegría a que alude Onelli era provocada por el motivo adu-
cido; pero la verdad es que la mascarilla obtenida a las pocas horas de su
deceso, le muestran con una expresión de placer y satisfacción realmente
extraordinaria' .

BIJ3LIOGRAFíA1¡:::ONOGRÁF1CA.
-Ten Kale, 7, lámina III; Torres, 21,151;
Torres, 22, 144.
Comenlarios. - Ten Kate le atribuye la nacionalidad « Gennaken-Hui~
lliche» ; Torres, a su vez, como « araucano argentino n. [1\0 puede caber
duda que esta ültima asignación es el resultado de una confusión. « Cual-
quiera que haya visto individuos araucanos - me comenta el sefíor Harring-
ton - y de las muy mestizadas razas patagonas, distingue fácilmemente
que Inakayal no es por su físico, ni con mucho, de raza araucana pura, y los
antecedentes de familia lo corroboran plenamente n '.

OBSERVACIONES. - De Inakayal se conservan en el Departamento de


Antropología del Museo: el esqueleto (nO 1834), el cerebro (n° 5!J3ll) y el
cuero cabelludo (n° 5443) y la mascarilla ya mencionada .

• La mascarilla de Inakayal csll' calalogada con cl númcro 5438.


• Carla dcl selior Tomás Harringlon al aulor, de fecha lí de spplicmLrc dc 19~2.
Posiblemente, por la edad que representa tener en estas fotografías, esta
hija del cacique Inakayal podría ser una de las aludidas por Cox en 1863
como « una niña de cuatro o seis alias por la cual el viejo I-Iuincahual tenía
mucha afección» aunque también es posible fuese algo más joven y enton-
ces podría corresponder a la que, en la época de la visita de este viajero a
las tolderías del Caleufú, era todavía « de pecho» (Cox, 5, 203).

lO recuerdo otros antecedentes respecto a la mujer de lnal-ayal que los


proporcionados por Cox que copio a continuación. Allí se verá que, según
este viajero, era de nacionalidad pampa (= Cilnilna) l. Las anotaciones del
doctor Lehmann-Nitsche la dan como Tehuelche, hecho m<ls verosímil
dada la importante situación política de su cónyuge, situación que entra-
fiaba la necesidad de un matrimonio extrarracial.
« Un poco diferente por sus ademanes i figura, era la mujer de lnacayal.
No tenía tantos encantos de la juventud como la mujer de Marihueque,
pero en cambio tenía mas de la gracia majestuosa de la mujer formada i de
la madre de familia. Era de raza pampa, tenia la cara oyalada, la tez
cobriza, i dos grandes ojos de gacela ne una dulzura espresiva, tipo supremo
de la belleza entre los arabes. Su fisonomía franca i abierta era mui gra-
ciosa ; por otra parte era tan discreta como la mujer de Marihueque en el
asunto de pedir chaquiras, i mui diferente en eso a lainsaciabJe Pascuala,
mujer de Paillacan.
« Habia dado bellos hijos a Inacayal, Millaleufu, rio de oro, YahueJcó,
cuya significación en indio no he podido saber, ambos hombres; una niña
de cuatro o seis alias por la cual el viejo Huincahual tenia mucha afeccion.
I otra de pecho» (Cox, 5, 203).

OnsERvAClO:""ES. - De la mujer de Inakayal se guardan en el Departa-


mento de Antropología de este Museo: el esqueleto (n° 1835), la mascarilla
(nO 5l¡{lo) y el cuero cabelludo con la cabellera (n° 54[¡5).

t « Pampa» y « Tehuelche del orle », de Cox, es, sin ninguna duda - lo prueba su
vocabulario - el « Gününa Küne », me escribe el selior Harringlon (Carla al aulor del
1 í de sepliembre de 1 9~ 2).
El cacique F oyel entra en la historia etnográfica argentina desde su céle-
bre entrevista con Casimiro '. Las menciones anteriores de Cox 2 no le con-
ferían todavía personalidad ni relieve entre los indígenas tratados durante
sus dos viajes a la región neuquina.
Es una figura altamente simpática. Sus ideas referentes a la vida indígena
y a las conveniencias de una perdurable paz con el gobierno argentino,
como también, a su bien definido concepto de la necesidad de arraigarse a
la tierra en carácter de agricultores, esbozando a ese respecto un verdadero
proyecto de colonización que, desgraciadamente al parecer, no tuvo comien-
zos de realización, ]e muestran con una mentalidad clara y, a su modo,
superior transformada en parte por el contacto civilizador.
Musters no hace mención de la edad de Foyel, pero podemos calculada
aproximadamente. Moreno en 1896 dice que era septuagenario (Moreno,
7,283), lo cual significa que en 187[, cuando ]a visita del viajero inglés,
tendría unos f,5 años. Las fotografías tomadas por el año 1885 ]0 represen-
tan, por consiguiente, cuando estaba lindando los 60.
((El varias veces recordado Antonio Santul [hermano del cacique Santul

• En un trabajo similar a éste por su índole, dedicado a ilustrar la imagen de Casi-


miro, defendí la forma Bibois usada por d'Orbigny, en oposición a Biwa, Biguá y Viba
propalados por otros viajeros, dejándome decir que aquél era el « verdadero patronímico »
del amo de Casimiro (Vignati, 21,255). En realidad, no es más que el sobrenombre que
corrientemente se le daba a Francisco Fourmantin (Biedma, 1, 541, nota"; Braun i\1e-
néndez-Cácercs Freyre, 2, 27 de la tirada aparte). Hecha esta rectificación, que nada
roza a mis argumentos, 'lueda establecida una vez más, ser Bivois la forma correcta del
apellido del famoso cacique patagón.
2 En el conocido relato de sus viajes, Cox hace referencia a Foiguel, hijo mayor de
Paillakán - el taimado y soez cacique que tanto lo exLorsionó cuando su naufragio en el
Limay. Las referencias no son, precisamente, de lo más halaglieIias. Cierto es que el
parentesco apuntado no era la mejor recomendación para record arlo con simpatía, pues
de otra manera no se explica que, sin haberlo tratado más que unos minutos, lo haya
supuesto tau interesado como a su progenitor. Sin embargo, no deja de estampar de inme-
diato la referencia favorable de quien le conocía, la cual tiene, indudablemente, todo el
carácter de una reparación. Dice así el párrafo: « Cárdenas reconoció en uno de ellos, a
Foiguel, hijo mayor de Paillacan, ausente de los toldos de su padre en el momento del
naufragio ... Foiguel me convidó a ir a su toldo, situado como a un kilómetro a la
izquierda del camino. Le di las gracias no pudiendo demorarme i le hice algunos regalos,
que hicieron cesar sus invitaciones; tampoco tenia otro objeto su urbanidad. Foiguel a
quien no volví a ver despues, tenia el aspeclo feroz de su padre Paillacan : los ojos, en los
Guales se inyectaba la sangre con facilidad, manifestaba que una vez encendido de cólera,
no debía ser un mozo de mui buen jénio. Quién sabe si no debía este aspecto feroz, al
color rojo con que se habia pintado la cara, porque Cárdenas me aseguró que era hombre
de mui buen carácter» (Cox, 5, 138).
'mencionado por Moreno en una lista de « mapunches ll] - me escribe el
señor Harrington - me aseguró que tanto Foyel como Utrraillán, regente
del cacicazgo hasta que Saye'Yeke tuvo edad, eran « trraru willi che ll, voces
que los Araucanos aplican al Gününa Küne y al Aóelll Kenk sin discrimi-
nación.
« Foyel, que vivió junto o próximo a Sayeweke en tiempo de Musters,
ostenta apellido araucano ; por la madre procedía también de Gününa Kiine
o de Aóenl Kcnk; y a la cabeza de « tehuelches II pelea en Tsunk-Kak-
Aik contra un teniente del ejército ... en Tsunk-Kak-Aik (topónimo que no
ha subsistido) inmediaciones de Apeleg y Nueva Lubecka (Chubut) ll.
Foyel tuvo, a la par de Sayeweke, la felicidad de volver a su cara Pata-
gonia, más que nunca irisadas en las afíoranzas del recuerdo. Volvía ciuda-
dano de la patria grande, semicivilizado y con el germen. siempre fecundo,
de la gratitud. Allí fué a encontrar a su protector y a brindarle su compa-
ftía en sus tareas. ((En la casa de negocio del valle [del Tecka] me esperaba
el cacique Sharmata y poco despues llegó el viejo cacique Foyel, mi llUes-
ped en el Museo durante varios años, que ha preferido volver a las boleada s
de guanacos y avestruces. Musters nos cuenta la habilidad de Foye! en las
cacerías, y más de una vez, septuagenario ya, me ha proporcionado éste
avestruces y guanacos con sus seguras boleadoras. Foyel me espera para
acompaiiarme, lo que siente no poder hacer Sharmata (o Sacamata), gefe
actual de la indiada y cuyo padre, mi viejo amigo Pichicaia, debe salirme
al encuentro en las proximidades de Gennua. Me es agradable volver a ver
a estos indígenas c1espues de tantos aiios y encontrarios asimilándose aun-
que lentamente, con la civilización» (Moreno, 12, 283). Pero, por mu-
cho que quedara en Foyel del hombre viejo, su comportamiento debe
haber sido de perfecta corrección para que Moreno estampara, con leve
temblor de eterna despedida, esta sencilla frase testimonial de una conducta:
« Nos despedimos del buen Foyel frente a sus toldos ... II (Moreno, 12,
310).
Nada sé de su muerte.

- Outes y Bruch, 15, 107, figura 93. Esta


BIDLIOGl\AFÍAICO::\'OG1\ÁFICA.
fotografía fu{' mostrada por el seiior IIarrington « a Nallllelquir Chiguicha-
no, y exclamó en seguida: « i Este es Foyel ! II Lo conocía perfectamente,
pues siendo joven Nahuelqui r (18 ó [ 9 años) estuvo entre la gente de Foyel
y presenció un combate que éste sostuvo con una partida del ejército nacio-
nal ll ... '.
Comentarios. - En la obl'a mencionada no se hace referencia que la
persona representada sea Foyel. Además, se lo da como ':\r311CanO' posi-
blemente, por ser jefe de una parcialidad de 'Manzaneros aranc:1nos'. Debe
recordarse que, según nuestro modo de ver, debe considenírsrlr Tehuelche.
Compruebo con cierta molestia que Musters no hacc alusión a la simpática
esposa de Foyel. ¿ Era cansa cle esta ausencia un simple viaje? ¿ Había. en
aquel entonces, separación cle cuerpos entre ambos cónyuges? ¿ Para la
época de la visita de Musters, eslaría viudo Foyel y ésta sería entonces, una
segunda esposa? Me inclino más a cualquiera de las dos primeras posibili-
dades, puesto que la ültima hubiera tenido lugar cn la narración del capitán
britano explicando el porqué Margarita hacia los honores de la casa.

OBSERVACIO::\'ES. - En la fotografía de la lámina YIl tiene a su lado a la


hija menor del cacique Inakayal.

S? lIfanzanera araucana X ó' Telwelche y S? Araucana


Era hija del caciquc Foyel.
Tenemos de ella este exaltado retrato correspondiente a la época que
vivía con su padre en las llanuras palagánicas :
The day following lhe drink, meal being scarse, J dined in Foyel's laIdo
off a lillle commeal and a desserl of apples and piíiones, of which the hon-
ours were done by his dallghler, a prelly gid of eighleen, wilh long blacl.:
silky hair, which is was lhe speeial daly of hel' handmaid - a caplive
Tehaelche gil'l- lo dress daily. This young Lady never condescended lo any
menial Labour, lhrolLgh she oecasionaLly busied her deLicale fingers wilh lhe
needLe; her dowl'Y of aboul eighly mares and lhe inflaence of her falher
made her of course a mosl desirabLe malch,. bul she, lLp lo lhe lime of my
deparlul'e, had exel'cised lhe pl'iviLege of an heiress and refased all o.ffers
(Musters, 13, 231).
J bid an a(Jeclionale adieu lo 111iss FoyeL, who had aLways slwwn me lhe
grealesl kindness, and lhe naluraL grace vf wlwse manners woald have
adorned a civiLised drawing-I'oolll. lIer parling wOl'ds wel'e an invilalion lo
I'elum if possible and pay anolhel' visillo lhe laIdo, whel'e l had been made
lo feel myself al home (Muslers, 13, 258 Y sgte.).
En el Mnseo - donde murió de afección pulmonar (?) el 21 de septiem-
bre de 1887 - Margarita mostraba un carácter dulcc, tímido, pero alcgre;
estaba lJabitualmentr, triste, sin exteriorizar sus sentimientos, lo cual no
obslaba para que riera con facilidad. Era I11l1YcOl11unicntiya y de prefc-
rencia relalabnlos sncesos de su vida. JIuy ll'abnjndora, hilnba durante
todo el día; sin sensualidad aparente, nada orgullosa, indiferente para todo
cuanto no fuesen los colores de SllS tejidos, desprovista de astucia, conci-
liante, llegando a la respetuosidad. Por último, sin coquetería y sucia (Ten
Kate, 7, 42). Acostumbraba fumar en pipa un mélange de labac el de
sciure de bois de calafale ou d'incensio (Ten Kate, 7, 40).
En cuanto a su edad tenemos datos bastante coincidentes. Según Beaufils
tendría unos 33 al mori r, apreciación sólo dos afíos distinta a la que
corresponde tomando como base exacta la proporcionada por Musters, que
en 1871 le asigna 18.
Causa íntima melancolía conocer a Margarita, la célebre hija de Foye!.
Tal vez, para su recuerdo, hubiera sido preferible imaginarla a través de la
entusiasta descripción de Musters. Pero ante esa cara inexpresiva, con su
gran cicatriz frontal que ha interesado el párpado izquierdo y esa otra abla-
ción del borde nasal derecho, no se sabe, en ,'erdad, si admirar más el rela-
jamiento del buen gusto de civilizado que debemos suponerle o su decidida
voluntad en cuanto atañe a los indígenas de ver more favourable than lhat
which ... has usaally been assigned lo lhem. Cabe, sin embargo, la hipótesis
que la privilegiada situación de hija de un poderoso cacique, con sus inhe-
rentes halagos, mayor higiene y vestimentas menos sucias, significaran
darle un rasgo de distinción del que su físico carecía.

OBSERVACIO~ES. - En las colecciones del Departamento de Antropología


del Museo de La Plata se conservan de 'largarita: el cerebro (nO 5435) el
cuero cabelludo con la cabellera (n° 5444) la mascarilla (n° 5439) obtenida
después de su muerte y el esqueleto (n° 1797)'

THAKEL (= TRAQUEL) O TAKUMAl~


(Lámina 1, figura 20 j lámina lll, figura 7 ; lámina VIII, figura 4)

d' Man:::anero arallcano


Era hijo del cacique Sayeweke.
'o debe confundirse con Truquel, otro hijo del mismo cacique, que
menciona Moreno en sus recuerdos del viaje a las Manzanas realizado una
década antes (Moreno, 10, 103). En cambio, es muy posible que sea el
mismo que vivía con su padre y hermanas cuando el viaje del conde de la
Vaulx y a quien éste designa con el nombre de Tacoman (de la Vaulx, 23,
105 Y passim). No quiero ocultar que esta hipótesis puede carecer de valor,
por cuanto el general Villegas relatando un hecho acaecido el 30 de marzo
de 1881 dice: ((Entre los heridos va gravemente Tacoman, hijo de Say-
huéque, quien mandaba estas lanzas» (Villegas 28, 25). Si este Tacoman
curo de sus heridas, tal vez sea el mencionado por de la Vaulx y sea her-
mano del ilustrado en esta iconografía.

SAYEWEKE (= SIlAlllUEQUE) I

(Láminas IX, X. Y :.\.r t figuras ] y :J)

La nacionalidad dc Saycwekc qucda dcfin!da por la de su padre el caciquc


Chocory : éstc ((no parece del Aóenl Kenk ni del Gününa Küne; pero el
nombre solo, según expresé en Observaciones ... 3 - me escribe el señor
Harrington - no basta para obtener el origen racial del indio. Por diversos
conductos, incluso mis propios apuntes, sabemos que el padre de Sayeweke
era Araucano y la madre Gününa Küne ... Desde luego, al decir « Arauca-
no » y « Gününa Küne» hay que tener en cuenta la impureza de estos tipos
en esa época y región II '.
« En Sayeweke - me informa el señor I-Iarrington -la segunda vocal es
muy débil; blancos no familiarizados con la lengua india y aun indios
jóvenes, la eliden: Sayweke. Por la misma causa, sin duda Lehmann-
~itsche escribió (( Saiwéke ll, consignado por Ud. en la carta que contesto,
forma defectuosa, además, por el innecesario acento ortográfico.
(( Sayéll, sayéñ, más a menudo rayén, rayéñ - ejemplo del trueque de
la letra inicial - significan flor, y pierden la última consonante cuando se
anteponen en compnestas, v. gr., en el apellido del cacique. Si se posponen,
pierden también la e, según notará en ejemplos que irán luego. (( Weke ll,
segundo componente del apellido, se aplica al « carnero de la tierra», usan-
do expresión de los primitivos cronistas, y escrito « hueque» fué conside-
rado por Lell7. en su Diccionario etimolójico con acopio de antecedcntes.

, Escribo el nombrc dcl cacique conforme a la opinión del SCllor Harrington. En cuanto
al doclor Lchmann-Nitsche, ha escrito siemprc Saiwékc, forma quc mi bondadoso infor-
mantc considcra dcfcctuosa. Por su partc, San Martíu proporciona la siguientc ctimología :
« Chai, por chao: padl"C y puede tomarse por dUCllo; hueque: oveja ... Shai es modifica-
ci6n de chai » (San Martín, 19, 1'1í, nota 11).
• En rcalidad, Moreno dicc « de raza pampa y araucana » como si el padrc fucse indio
pampa (= Gününa) y la madre Araucana (~Iorcno 8, 190); pero en las anotacione~ del
doctor Lehmann-Nitschc figura como Araucano que, por otra parte, es la nacionalidad
que viajcros y militares lc han sicmpre atribuído. Por S11parte, l\1usters - sin mcncionar
la nacionalidad del padre - alude a la circunstancia de ser la madre A6cni Kenk
= Tchuelche (Musters, 12, 245).
3 Sc refierc a la afirmación ascntada en : Harrington, 5, 62,
• Carta del sCllor Tomás IIarrington al autor, dc fccha 27 de agosto dc 1942.
« Rayén o rayéli entra apocopada y pospuesta en nombres personal es,
sobre todo de mujeres. Sucede igual con shayéñ, aunque con menos fre-
cuencia. Dos ejemplos: Walarray, a veces lValaray, una de las mujeres
del cacique Kual, y i\'anlwrray (o Ramlwray), mujer o una de las mujeres
de Pltcha lau ...
« De lo dicho se desprende que los indios usan indistintamente « Saye-
weke II y « Shayeweke ll. En mi opini6n, ambas son correctas. El arallcano
chileno empleará preferentemente lo primera forma; el oriental, máxime si
está vinculado con el Gününa Küne, la segunda.
« En la nómina de caciques « mapunches II de Moreno (Moreno, 9, 1(3),
figura « Zumughueque ll. Este indio era hermano del cacique Valentín
Sayeweke ...
(t Otro hermano de Sayeweke : Trrukel. Lo vi varias veces, sin tratarIo.
Muri6 en Buenos Aires en 1935, o poco antes. Estaba alojado en el hotel
de Inmigrantes, si no yerro.
« A SayelVeke el gobierno nacional le concedi6 tierras, 8 ó fa leguas
cuadradas, al sur y linderas con el trazado de la colonia San Martín, en el
que está comprendido íntegramente el valle de Jenua (Renno, Musters).
La concesi6n incluía un paraje denominado Las Salinas. A orillas de las
salinas estaban los toldos de la gente de Saye"'eke, junto a los cuales corre
el camino del valle de Jenua a Sáman, Shaman, Sámen, Shámen, que con
todos estos nombres se conoce el paraje. De los toldos - he pasado cien
veces por allí, en 1911 Y 1912 - a Piedra S6tel, 2 leguas.
« y para concluir con el apellido del mentado cacique, he dejado adrede
para el final una pieza interesante: el trozo de una carta que me dirigi6 un
araucano chileno, José R. Manquián, fechada en Puerto Deseado (Santa
Cruz) el 26 de marzo de 1937, y que copio a la letra: « He visto por ahí
que Saylwegne significa « hombre flor ll. Rayen es flor. Yo he vivido con
una araucana Rayglrrai, y las mujeres y hombres que la estimaban le de-
cían SaY9, que deriva de flor. I-luegne es el animal lanar: entonces sería
« lanar o.orecido II y no « hombre flor ll. Hombre es huenlrrú y no lwegue.
Sin embargo San Martín le busca por Chaihnegue, lo que no es cierto)) t.
En lo que atañe a la nacionalidad de Saye\yeke el seilor Harrington ha
tenido la deferencia de darme a conocer las dificultades existentes a ese res-
pecto. « De más está decir - me escribe - si tiene presente lo expuesto
en mi precedente sobre la impureza racial de los indios patagones (Güniina
Küne y A6enl Kenk), que cuando digo « era de tal origen ll, la afirmaci6n
es muy relativa. Sayeweke, a pesar de su apariencia araucana, de su ape-
llido, de su jefatura o dominio sobre indios de Neuquén, no era del todo
de ese origen: Gününa K üne por la madre, su regente fué Utrraillán « trraru
willi che ) o cuando menos, mestizo; el padre, Chocory, estuvo relaciona-
do y en buena amistad con los Gününa, y el campo de sus correrías estaba
situado en el curso inferior de los ríos Negro y Colorado; además, Saye-
weke fué llevado a esa misma región, siefldo niño, por un Gününa Külle:
lVichai'í,ir, uno de los Linares)) 1.
Musters ha dejado de Sayeweke un retrato admirativlJ. La fácil compara-
ción entre sus errantes y pobres compaiíeros de travesía patagónica con el
bienestar y holgura que le proporcionaba la agricultura y ganadería a ese
jefe temido e indiscutido, como su dominio sobre vidas y haciendas de sus
súbditos, su urbanidad poco frecuente, mellaron la indiferencia despectiva
del impávido inglés, al punto que su sola presencia le hiciera avergo'nzar
de su sumaria vestimenta: Afler lhe usual hand-shaking belween lhe chiefs
- dice - lhe greal Cheoeque, an inlelligenl-looking man of some lhirly-
./ive years of age, well dressed in blue clolh ponchos, al hal, and lealher bools,
rode down Ollr [ine, shaking hands wilh everybody and maIling some reml1,!'/>.
lVhen he arrived al my nwnber - aiíade -, J fell ralher ashamed of my
dress, a simple manLle nol in a very good slale of repair (Musters, 13, 2~1).
Completa esa primera impresión este juicio lacónico pero terminante; This
chief was flllly consciolls of his higl posilion and power,. his round, jolly
face, Ihe complexion of which, illherilerlfrom his Tehllclche molher, is darker
lhan lhal of his subjecls, exhibiled a lurf,'ing cnnning, and his frequenl
laughler was ralher sardonic. He possessed a regally slrong head, and was
disposed lo despise Casimiro for his inebriely,. in facl, il was plain lhal he
reganlerl himseLJ, and nol wilhoul reason, as superior lo all lhe catiques,
even lhough lhey were nol subjecllo him (:\Insters, 13, 2(15).
No creo necesario transcribir la descripción de la casa, del corral de la
comida servida a los jefes, sólo tengo interés en el pánafo que puntualiza el
'poderío jerárquico de Sayeweke en el que, sin reticencias, manifiesta: 1
was very much slruck wilh lhe obedience and respecl evinced by lhese people
lowards lheir caciqlle. H is aulhoril'y exlends as far norlh as Mendo::a, over
/lllndreds of Indians, residing in fixed lolderias, some few in lhe valley near
Man::anas, bal lhe chief parl more lo lhe norlhward, near lhe graves of
arancarias. Enl lhe power of lhe chief is absolule, and his word is law lo
his mosl dislanl snbjecls. Al an order from him lhey leave lheir loldos,
wives, and children, amlrepair mOllnled, and ready for any sel'vice, lo his
head-qaarlers. His weallh is considerable: besides lhe numerous .flocks and
herds, one of lhe loldos was used simply as a lreasury, where his slores of
silver ornamenls, ponchos, mantles, &c., were safely slowed away (Musters,
13, 251 Y siguiente).
Pocos altOS después lo visita :\Ioreno, cuya descripción es la siguiente:
" El 29 de Diciembre acampamos en el Jada Sur, y envié inmediatamente
dos chasques al cacique Sbay-hueque, previniéndole mi llegada.
(1 Este cacique tiene sns toldos á cinco leguas mas al Sur, en las costas
del río Caleufú.
«( Felizmente, en la madrugada del día 30 llegaron los chasques acompa-
ñando á un hijo del cacique, llamano Cachul, quien, con dos indios más,
venian á saludarme de parte del Gefe, y anunciar al mismo tiempo, que
estaba pronto á recibirme.
«( Puestos en marcha, llegamos á las 9 de la maíiana, después de atrave-
sar el río Caleufú, á las tolderías del Rey de las Manzanas, personage que
vestido con sus mejores prendas, estaba á caballo rodeado de sus parientes
mas inmediatos. Entre estos, sobresalia el viejo caciquc Puelmanque (Cón-
dor del Este) de quien habla Cox.
((Nos dimos la mano, invitándome en seguida á bajar del caballo y entrar
solo á un toldo.
((Mientras tanto, las mujeres y niíios entonaban un canto monótono,
doliéndose de los malos ratos y peligros por que habia pasado el viagero,
durante una marcha tan larga y penosa.
«( Solos en el toldo, nos volvimos á dar la mano, diciéndole yo : amigo ¡l
A lo que él contestó: « Si, amigo, pues. ))
«( En ese momento entraron todos los demás indios y principió el parla-
mento, sirviendo de intérpretes el secretario de Shay-hueque que es un
indio Valdiviano, y mi acompañante Linares.
(( Hizo leer primeramente las cartas que yo llevaba, no aceptando con
gusto la del Gobierno de la Nacion, pero alegrándose cuando se leian las
de sus sobrinos Miguel y Manuel Linarez. Luego me preguntó qué iba yo á
hacer á sus campos, á lo que contesté que habiendo oido hablar de lo valiente
que era él y del poder que tenia sobre los demas indios. había querido visi-
tarlo para ser su amigo, y que yo no opinaba como otros, que creian que
Reuque-curá era cacique de mas importancia que él. Que además, como
hombre curioso, deseaba recoger algunos bichos y pasar luego á Chile, si
él lo permitía, para regresar por el mal' á Buenos Aires.
« Despues de haber conversado largo rato entre ellos, de cuya conversa-
sión comprendí que se trataba de guerra (aucan), me contesto que se ale-
graba mucho que hubiese ido á visitarlo ; que yo era mejor que los habitan-
tes de Patagones, con quienes se hallaba disgustado, y que siendo él buen
hombre con los cristianos, nadie atentaria contra mí mientras yo permane-
ciera en sus toldos, pero que de ningnna manera podia permitirme el paso
a Chile, alegando que sus antepasados nunca habian consentido en ello y
que no sabia qué intenciones tendrja yo respecto á los indios, las que Ha
serian buenas pues tenia conocimiento que los Gobiernos a,jentino y Chi-
leno se habian unido para pelearl0s. Que por mi venido a mis ofrecimien-
tos pensaria en suspender la invasion que proyectaba á Patagones, á causa
de su disgusto con el Gobierno, por no hahede entregado las raciones com-
pletas, y por no haber hecho caso de dos chasques que le habia enviado,
y porque tambien se encontraba disgustado con los amigos del pueblito
que no le mandaban nunca ningun recnerdo. Me hablo de los tenitorios
que los blancos les habían qnitado, y que él era demasiado bucno per-
mitiendo que poblaran en Patagones y Chubut sin su consentimiento.
l! Shay-hueque es un indio de raza pampa y araucana, bastante inteli-
gente y digno de mandar 'ell gefe las indiadas.
(( Convencido de su elevada posicion y poder sobre los demás caciques,
se considera superior á todos estos. Me decia un dia que él no era Goberna-
dor, porque á este le nombraban los cristianos, ni General, porque tal nom-
bramiento emanaba del Gobierno.
((Su título era 'Gobierno de las manzanas', porque era asi como se titu-
laban sus antepasados, de quienes él había heredado el cacicazgo. Su padre
el cacique Chocar! le habia recomendado al morir que jamás peleara con-
tra los cristianos, porque las ropas en que lo envolvieron cuando nació eran
cristianas; - aiíadiendo que si no fuera por los cristianos andarian desnu-
dos como antes. Pero, cansado de la mala conducta de sus amigos de Pata-
gones, habia resuelto invadir.
(( Siguiendo los consejos de su padre, él gasta todas sus prendas de plata
y parejeros en hacer regalos á los caciques subalternos para que no roben.
Si uno de estos lo hiciera sin su consentimiento, lo mataria inmediata-
mente.
l! Por lo que he visto, la disposicion en que se encuentra este jefe indíge-
na respecto de los cristianos, no puede ser mejor. He tenido ocasion de leer
cartas de Namuncurá (pié de piedra) en que este le dice que los caciques
Ranqueles, aunque tienen tratados con el Gobierno, no dejan de mandade
trescientos o cuatrocientos hombres cada uno, cuando necesite gente para
invadir, y se qnejaba de que Shay-hueque nunca le hubiese enviado ni un
solo indio. Además, le aconsejaba l'iamuncnrá que no se disgustara con
Reuque Curá (el cacique mas pícaro de la pampa y que recibe mayorps
raciones), y que sentia mucho que mantuviera buenas relaciones con los
cristianos, cllando estos lo que deseaban era concluir con los indios.
(( En una carta fecba 15 de Mayo ppdo., leí, que su hermano Alverilo
Reumay iba á entrar de malon, porque el Gobierno no habia querido acep-
tar sus tratados; noticia que desgraciadamente se confirmó el dia anles de
salir yo de los toldos, por un chasque que traia la noticia de la sublevacion
de Cuneco óJuan José Catriel.
((A una de estas cartas, Shay-hueque habia contestado que si Namuncu-
rá intentaba invadir á Bahia Blanca ó á Patagones él iría con toda su gente
á peleado en Chilué (Salinas Grandes).
l! Esto ha hecho que en la gran invasion, estos dos puntos hayan sido
respetados.
(( Shay-hueque es el jefe principal de la Patagonía y manda las siete
Naciones que viven en esos parajes: Araucanos, Picunches, Mapunches,
Huilliches, Tehuelches, Agongures y Traro Huilliches» (Moreno, 9, 190
Y siguientes).
Se ha podido ver en el relato de Moreno el amplio desprecio que Sayeveke
tenía de los títulos jerárquicos. Ello no obstante, no conozco rechazara la
designación a que se refiere el general Roca en su informe, cuando todavía
tenía el carácter de jefe de las fuerzas expedicionarias, quien dice:
« En cuanto al cultivo de relaciones con las poblaciones de indios amigos,
me he limitado en esto á una actitud espectante. El único cacique que he
creido merezca ser considerado por su conducta siempre fiel y la buena
comportacion de su tribu qne no ha figurado en malones, [es] Shayhueque
el de las Manzanas. Me he dirido (sic) [por: dirigido] á él imponiéndole

clara y terminantemente las reglas de buena amistad y conducla que debe


observar ¡Jara merecer la proteccion del Gobierno, y le he nombrado gober-
nador de las Manzanas, para que haga cumplir entre las poblaciones indias
que allí quedarán bajo su dependencia todas las prescripciones trasmitidas
y lo demas que convenga ordenar en lo sucesivo)).
« Varios indios de esta tribu se han presentado ya en este cuartel general
y pasado hasta Patagones con sus comercios de pieles, plumas y tejidos y
he hecho se aperciban de las seguridades y garantias con que pueden contar
mientras sean acreedores por su conducta)) (Roca, 18, 1127)'
Saye,,"eke fué de los caciques reintegrados a Patagonia y con quien More-
no continuó manteniendo buenas relaciones C~Iorcno, 12, 284). Allí le en-
contró años más tarde de la Vaulx cuya narración le pinta con vivos colori-
dos. El aspecto del anciano (lig. r) es todavía interesante; no así sus hijas
(lig. 2) cuyas facciones toscas parecen talladas en madera.

Sayewckc murió el 8 de septiembre de r 903, en su toldería Piedra de


Sótel, a orillas del río Genna, en el Chubut (Carbajal, 4, r 1 y siguiente).

Ó' Gününa X Ó' Gününa (= Pnelche) y <¡? Tehuelche

Ignoro el parentesco que existía entre el aquí fotografiado y el cacique


aludido por Cox en los siguientes términos: « Los indios Pampas o Tehuel-
clles del Norte, principian desde e~ rio Limai, en donde viven mezclados
con los Huilli-pelwenches i alcanzan al Sur hasta el rio Chupat. Uno de sus
caciques con unos ciento cincuenta indios, vive en las inmediaciones del
pueblo del Carmen, se llama Chagayo; habla un idioma mui rudo que no
tiene semejanza alguna con el chileno» (Cox, 5, r65). Se comprende
que el idioma hablado era el Gununa (= Genakenn), por cuanto ahora se
sabe que los indígenas a las órdenes del cacique Chagallo o Chagaya fueron
utilizados por I-Iunziker para formar el vocabulario y fraseario recientemente
publicado (Outes, 16, 273, nota 3).
(( MOl'eI\O le dél el nombre de ( Juan .r. Cha8é1l1o)) - me manifie:>ta el
señor Harrington - y expresa que era :(hniliche )). No me ocupé de averi-
guar acerca de él. De reflejo, por Andrés Inakayal. supe de su parentesco
- pri mo hermano - con el cacique Inakayal, y anotando yo, en 1931,
una lista de personas que por entonces sabían algo de la gününa yájitch,
información que enjunta consultiva me proporcionaron Trruúlmani, Teguí-
tsum y NaweJkir, supe que entre los Chagallo (mejor Chagayo, pues así lo
pronunciaban los tres), radicados en la zona de Talagapa (Chubut) y una
familia Velásquez (Kollwala), con rancho en el cañadón de Trra1'll Rulw
(en gününa yájitch Jámjam Ajwai: Jámjam, carancho ; Ajwai, casa, tol-
do, habitación, nombre anterior al araucano Trraru Ruka, de igual signi-
ficado), se conservaba viva la lengua, al punto de hablarJa corrientemente.
En la ocasión, mencionaron los siguientes miembros de la familia Chaga-
yo:
« Katsisla, a pronunciar Kats-isla, mujer (Jacinta Chagayo).
« Ñáash, mujer. Inusitada la eñe, inexistente en el habla del GÜnüna.
N o recordaron el nombre « cristiano ».
({Llankashay, mujer ... Tampoco recordaron el nombre de adopción ...
« Ayérshll, varón (Juan Chagayo).
« Maiká, varón (Francisco Chagayo). Con este apellido Carlos V. Bur-
meister se refiere a un indio de Valcheta (Río Negro), del que Santul dijo era
« trraru willi'che)). Sin duda nn Chagayo, tío o algo así de mi Francisco.
« Konáchik, varón (Claudio Chagayo).
« Kachanák-tsum, mujer (Rosa Chagayo).
« Ignoro los vínculos de estos Chagayo con el cacique, pues yo me pro-
ponía por el momento apuntar cuántas personas hablaban la lengua del
Gününa Küne y no averiguar sus generalogías » 2.

'fl Chlllila Iúine X d' Clmlila Júine y 'fl Tehuelche


Es otra de las hijas del cacique Inacay'll. A ella ha de corresponder, segu-
ramente, una de las dos menciones, ya reproducidas, del viajero Cox.

1 Carta del setior Tomás Harrington al autor, de fecha 26 de septiembre de 1942,


• Las anotaciones del doctO!" Lehmann-Nitsche consignan la forma « Saká" dando
también el nombre cristiano de « Dolores", He adoptado, sin embargo, {( Sakak" de con-
formidad con el señor Harrington, pOI" c\lonto su informe emana de Andrés Jnaka)'al-
hijo det cocique )', pOI" consiguiente, hel"mano de la aludida - quien I"ecordaba que « En
castilla le decían Lolora ".
~ Cüniina (= Paelche) x ó' Cüniina (= Paelche) y ~ Tehllelche
Era la hermana del cacique Chagallo según consta reiteradamente en los
negativos y fotografías propias y de Chagallo, en las que tambien figura el
parentesco anotado. Sin embargo, existe una discrepancia que no debo
omitir. En algunas de las copias fotográficas, el doctor Lehmann-Nitsche
- que fué quien acotó aquéllas - señala a Tánun como Manzanera arau-
cana y ligándola en parentesco cle prima con Kankél el conocido cacique
Tehuelche (Ten Kate, 7, 53, 55 Y siguiente) de cuya toldería me ocuparé
en una próxima publicación.

OBSERVACIONES. - De Tánun existe también una copia fotográfica de


cuerpo entero obtenida con el mismo vestido de las figuras 3 y 4. Segura-
mente fué obtenida el mismo día.

ó' Arallcano X ó' AJ'allcano y ~ Cününa (= Pllelche)


Hay constancia en el negativo fotográfico, con letra del doctor Lehmann-
Nitsche, que se trata de un primo del cacique Inakayal.
Respecto al apellido de este indio, el señor Harrington me indica: (1 Saye
es flor; ñamkü, aguilucho. El acento ortográfico de ñamkú desaparece en
aparcamientos : Sayefíamku, con acento prosódico en la segunda a» '.

BIBLIOGRAFÍA - Outes y Bruch,


ICO:\'OGRÁFICA. 15,105, figura 91 ; Torres,
21, 126 ; Torres 22, 117.
Comentarios. - En la obra mencionada en primer término no se hace
referencia a la persona representada y se le atribuye ser mestizo de ((Puelche
y Araucano ». En realidad es de Araucano y GÜnüna.

OnsERVACIONES. - De este indio existen tres negativos que lo representan


de cuerpo entero, desnudo de frente - con taparrabo improvisado -, espal-
das - sin taparrabo - y perfil izquierdo. No reproduzco estas fotografías
por cuanto no tienen la suficiente morbidez para que se destaquen las for-
mas de los paquetes musculares.
Las fotografías ahora utilizadas - junto con las del indio de la lámina
XVII, figuras I y 2 - corresponden a una scrie, no continuada, obtenida
de modo que la cabeza y el cuello cubren la placa 13 X 18. De este indio.
sin embargo, hay otro negativo con fotografía de frente del tamaiío habitual
de todas las demás.

el' Gununa
Una anotación del doctor Lehmann-Nitsche al pie de la fotografía - que
antiguamente formaba parte de la galería expuesta en la sala ele Antropolo-
6ía dcl M\.!.seo- dice: « Sirviente de Inacayal )).

No poseo ninguna referencia a sn rcspecto. Ha sido inelividualizada


mediante una anotación marginal del eloctor Lehmann-Nitsche en una copia
cartonada de la antigua exposición del Museo.

013SERVACro"ES. - En la serie de negativos del Museo no existen fotogra-


fías personales de esta inclígena.

di Gununa (= Puelche = Pampa)


Se trata del hijo dc Llanketrrú (= Llankitur).
Me escribc el seiior Harrington :
« Nombre completo: Yemul AnLU, Yemiíll Anta. Lo abrcviaban Imull y
Yemull, más usual el último.
« Padre: LlanketJ'I'LÍ. Lo mataron en Bahía Blanca.
« Madre: Máshal, menos frecuente Mashal. A araucanos quc no hablaban
gününa yájitch he oído Másal y más a menudo Masal. Nombre adoptado:
María Pillo
(' Hermanos (hijos de Llanketrrú-Máshal) :
« Meli~Klll'a, varón. Del araucano: Metí, cuatro; Knl'á, piedras. No lo
conocí.
(( Llanka~pi, a veces l'anka-pi, mujer (Carmen Llanketrrú). -ombre arau-
cano, con acentuación prosódica en la vocal media\. Pi, dijo: (( dijo llan-
ka n. La conocí. Estatura calculada, ] ,70 m. Falleció. De cutis bastante
obscuro. Madre de Zenón Gómez, marido de Rutukar, ésta nieta del cacique
PUchalall ...
« Gllwísch-chllln, mujer (Dolores Llanketrrú). 1\0 tuve relación con ella.
Nombre de la gününa yájitch. El sufijo chüm, casi chem, muy opaco, es
variante cle lsum, la vocal también con tinte de e, partícula que indica género
femenino, como bien apuntó Lehmann~Nitsche, y entra igualmente en sus-
tanti vos comunes.
« Hermanos (hijos de Máshal, pero no de Llanketrrú) :
(1 Tl'l'llúlmani, mujer (Agustina Moreira) ... Yo me vine de la Patagonia
en abril de ]936. Falleció un par de aí10s después: enero de 1938.
(( Tegaí-sllln (Teresa Moreira), más bien baja (],58 m Ó 1,60 m), menor
que su hermana Trruúlmani y mujer de Adolfo Nawelkir Ckíkchano ... Vivía
hasta hace poco (un ano), en Yalálau Bat (Chubut).
« Melli-pan, varón. Nombre araucano. Fallecido. No lo conocí.
(( Kénshelall, varón (\Venceslao i\ioreira). Por el sufijo lan (Pltchalall,
Tankelau, Yalálau, guelélau, etc.) probablemente apellido del Giinüna
K üne. Aunque vivía en la época de mi estada en la zona central norte de
Chubut, nunca lo vi porque era muy andariego. l\lurió en Santa Cruz.
« Wichálchik, mujer. ~ombre del gününa yájitch. Falleció antes de mi
llegada.
(( Ganijkámlln, varón (Francisco Moreira). Como su hermana Teguí-
tsum, de corta estatura: 1,60 m, acaso menos. Tambre del. Gününa Küne,
... Solían lIamarle Ganijkáno, con 0, vocal muy escasa en dicha lengua, a
tal extremo que pienso ha ingresado modemamente, tomada del araucano,
del aóenl áyin y del castellano.
((Abuela materna: Millarray (i otra vez ... I'I'(lY, flor, al final y en apela-
tivo de mujer !). Madre de Máshal. Millarray, abuela de Yemull, debió na-
cer en el último tercio del siglo XV!Il.
(( Hermanos de Máshal (tíos de Trruúlmalli y por tanto de Yemull):
(( Anlll~Milla, varón.
« Weichá, varón (t( Muy duro» en al'aUCallO, a pesar de su apellido).
« Renlrri!>il', mujer.
{(Kellélf.-cllllm, mujer i.
(( Pinchay, mujer.
« Conocí a Yemul. el día en que murió Sil madre (Máshal), en Lefí Gni-

, « Por Weichá, C¡\le era muy « duro)} ell ara\lCallO, y Kellélr·chum, apellido Cününa,
ambos hermanos de :\Iáshal, se ,-e c1aramenle f[\le ésla eslaba muy ,¡nculada cou Cünülla
I\.üne».
yeu (Chubut), dos leguas al S. de Colelache, en febrero de 1915. Lo traté
varias veces. Era tuerto, fornido, usaba barba, y su estatura no excedería
mucho de 1,60. Ignoro cómo y cuándo perdió el ojo, defecto que pretendía
disimular con media antiparra.
« Su óbito ocurrió en la noche del 9 al 10 de julio de 1916 ó 1917, en
Karwe Gniyeu (Chubut), nueve leguas al S, de Sacanana. Para festejar el
día patrio estuvo bebiendo en el boliche del lugar acompañado por Wilka-
lea (Faquico León), éste, por su físico, excelente tipo de Gününa Küne,
cuyo idioma poseía. Borrachos, provistos de un porrón de ginebra, ano-
checiendo .ya, abandonaron la casa de comercio, pero a corta distancia des-
montaron para continuar bebiendo. Heló intensamente: 10 ó 15° bajo cero.
Debieron quedarse dormidos. Lo cierto es que en la mañana del 10, un ve-
cino halló muerto a Yemul como consecuencia de un síncope o por efecto
de la borrachera y el frío, ya su lado, profundamente dormido, a Wilkaleu,
quien, algo más joven y vigoroso, soportó la terrible noche.
« No obstante sus 80 años - en 1915 - Yemull montaba ágilmente a
caballo y boleaba avestruces y guanacos.
« Yemull, con sus 80 a cuestas, lucía pelos negros y blancos entremez-
clados.
« Zenón Gómez, nieto de Máshal, me decía aquí en Buenos Aires, en
1937, que su abuela pertenecía a indios « dotores» (doctores), con lo que
quería significar que eran más civilizados. Probablemente era de origen
araucano, cruzada, por la madre o por el padre, con Gününa Küne. De lo
contrario, aprendió la lengua de éste en su dilatada vida, o de otro de sus
maridos, el padre de Trrúlmani y demás medios hermanos de Yemull, Gü-
nüna Küne a juzgar por su nombre: Wdnchik ...
(1 Yemull había adoptado el nombre de su padre, José María Llanketrrú.
Este tuvo sueldo y grado de militar argentino ...
(1 Yemiill encabezó una gestión ante el gobierno nacional tendiente a obte-
ner tierras. A tal fin hizo viajes a Buenos Aires, en compañía de Nawelkir
Chiquichano y Zoilo i\1oreira, el hijo mayor de Trruúlmani. En 1912 (presi-
dencia Sáenz Peña) se le concedió tierras por decreto del Poder Ejecutivo a
él y su gente, 30 Ó 32 leguas cuadradas en Colelache, Yalálau Bat, Lefl
Gniyeu, Blan Kumtrre, etc., pero como en la superficie quedaban compren-
didas tierras ocupadas por blancos ... éstos interpusieron reclamos, logrando
paralizar la ordenada menSllra y entrega de la tierra a los indios ...
(1 Colelache y Sacanana están unidos por un camino carretero de 12 leguas.
de largo, al norte del cual, a unos 2000 metros, estaba la vivienda de Ye-
miill, consistente en un rancho de adobes, blanqueado, conocido por « la
casa blanca », distante 4 ó 5 leguas de Colelache. Heredó el cacicazgo un
hijo de Yemull, también apellidado Llanketrrú, quien poco o nada hizo por
proseguir la gestión comenzada por su padre» '.
Comentarios. - El autor de la obra mencionada no indica el nombre de
la persona cuya fotografía se reproduce. Equivoca, también, la nacionali-
dad, pues lo considera Araucano.

el' 111an:::anero arallcano


Figura en la condici6n de sobrino de Klemcheo (= Klemcheu).

~ Alacalllf
Actuaba enLre la gente del cacique Iuakayal en calidad de sirvienLe.
Tafa muri6 en el Museo el 9 de octubre de 1887 a una edad muy avan-
zada, pero sin canas.
Tenía carácLer reservado, más bien Lriste ; rencorosa; la expresi6n de su
cara era habitualmente triste y atontada, sin que se notaran cambios como
exLeriorizaci6n de sentimientos; muy taciturna; se dedicaba de manera espe-
cial a la cocina; no manifestaba gustos particulares; sin sensualidad; sin
orgullo, sin generosidad; indiferente aunque astuta, irritable hasta la que-
rella. "Muy activa y trabajadora y muy sucia (Ten Kate, 7,42).

OBSERVACJO~ES. - En las colecciones del Departamento de Antropología,


se conservan, además de su esqueleto (nO 1866), el cerebro (nO 4537), el
cuero cabelludo (nO 5446) la mascarilla (nO 5441) Y el molde de la mano
izquierda (nO"5f¡lI2).
cJ' Man:anel'o al'aucano
Figura como hijo de Klemcheo.
Fuera de la anotación de parentczco dada por el doctor Lehmalln-l\'itsche
no he logrado ninguna otra informacion. Hasta el mismo nombre resulta
extravagante al resultar la corruptela de un préstamo. ((Las voces araucanas
de tres sílabas - según me escribe el seíior Harrington - son escasas. Ta-
payu es trisílaba porque no es de ese origen, sino adaptación de ((zapallo n,
ya directamente del quichua, ya de la adaptación castellana de la misma
dicción. El araucano llama wasd al zapallo, pero con significación especial
emplea tapayu para distinguir al negro de cabello ondulado, relativamente
abundante dos siglos atrás. Comparó las sinuosidades del cabello del negro
africano con las del zapallo, y de esta palabra, o de la quichua, formó
((tapayun1•
(( Por ]a terminación cheo (cheu) - me dice el seíior Harrington - es, lal
vez, nombre araucano ... La combinacion J(len, de ((Klemcheo», debe ser
defectuosa. En araucano no existe. Tampoco la tiene el Gününa Küne. En
la lengua de éste y en la de] Araucano no hay las sílabas compuestas caste-
llanas 61'a, era, dl'a, fl'a, gl'a, pl'a, 61a, da, jla, gla, p/a, y vocales reslan-
teso En ambas lenguas exceptúase lra pero es más larga) arrastrada que la
nuestra, por cuyo motivo yo la escribo ll'ra, no del todo satisfactoria pero
mejor que lha, de Febrés, puesto que la hache carece de sonido propio. Hay
términos que aparentan desmentir]o dicho respecto a las otras combinacio-
nes, p. e., kla, número 3. Se debe a mala observacioll, pues en realidad el
indio pronuncia I,-la, escrito por algunos ci.ila y ki.ila. Y el 7 es I'eg-lé, no
I'cglé» '.

ó' A raucano
OBSERVAClO,ES. - De este jndio existen tres negativos de cnerpo entero,
desIludo - rOIl súlo un amplio taparrabo improvisado - de frenle, espal-
das y perGI izquierdo. No reprodnzco esas fotografías por su mal estado de
conservacion: la de frente rota (inconveniente fácilmente subsanable), la de
espaldas muy picada desde la base de los omoplatos hasta la mitad de los
muslos, la de perfil con la cabeza casi desvanecida por concreciones de
sales.

I Carla dcl sciíor Tomás IIarringlon al aulor, dc fecha 26 dc scpliembre dc 19',2.


, Carla dcl sciíor Tomás ITarringlon al alllor, dc fecha 26 dc scplicmbrc dc 19(,2.
cf' A macana
Desempeiíaba las funciones de intérprete del cacique Foye!. En los nega-
tivos fotográficos el doctor Lehmann- 'itsche, junto al nombre indicado, ha
escrito también: Uaidsüfche. Ignoro si se trata de un apodo.

OnsERvAclO:\'ES.- De este indio existe un negativo que lo representa de


cuerpo entero, con botas y chiripá, junto a la silla y en el mismo lugar de
la fotografía de Sayeweke (lámina VIlI).
d' Á raucano valdiviano
Ejercía el cargo de intérprete junto al cacique Sayeweke (= Saihueque)

OBSERVACIONES. - De este indio existe un negativo que lo representa de


cuerpo entero con botas y chiripá junto a la silla y en el mismo lugar de la
fotografía de Sayeweke (lámina VIII).

d' ArallcarLO valdiviano


Era el intérprete del cacique Illakapl.

OBSERVACIONES. - De 'Rufino' - según se le llamaba habitualmente en


el Museo - existe un negativo, de cuerpo entero, con chiripá y botas, apo-
yado en el respaldo de una silla aunque en posición distinta a la de Saye-
weke (lámina VIII).

<;? Araucana

BIBLIOGRAFÍA ICONOGRÁFICA. - Ten Kate, 7, lámina V.

<;? Arallcana mestiza


(Lámina AXVIII, figu •.•• 3 y 4 y lámina XXVII)

d' iVlanzanero araucano


BIBLIOGRAFÍA ICONOGnÚ'ICA. - Ten Kate, 7, lámina VI.

Resumen. - No obstante estar en trance de desaparición, son pocas las repre-


sentaciones gráficas existentes de los aborígenes de Patagonia. Por ello es que se
ha querido salvar una serie de negativos de los últimos caciques con mando que,
en carácter de prisioneros, fueron traídos a Buenos Aires en 1884. Se ha reunido
para cada uno de ellos los antecedentes de su vida "'j actuación procurando des-
lacar su psicología.
1. BlEDMA, JUA'¡ JosÉ, r:rónica histórica del Río Negro de P(ttagones (177//-1834),747
páginas; Buenos Aires, 1905.
2. BRAUNME~É>lDEZ, AR)lANDo-J¡;L1.b B. C'CERES FREYRE, Los apuntes del secretario del
cacique Casimiro y capitán de guardias nacionales, don Doroteo 1Ifendo:a, en Anuario
de Historia Argentina, 1939; Buenos Aires, 1940.
3. Campaña de los Andes al SI1/' de la Patagonia por la 2' división del Ejército. 1883. Par-
tes datallados y diario de la expcdición; 664 páginas; Buenos Aires, 1883.
4. CARB.uAL, Ll:<o D., Por cl alto Neuquén. Ascención al pico Domuyo, 254 páginas; Bue-
nos Aires, 1906.
5. Cox, GUILLER)1OE., Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia, 1862-1863;
en l1nales de la Universidad de Chile, XXIU, 3-103, 151-238, 437-509; San-
tiago, 1863; (tirada aparte: 273 -+ 2 [estas últimas mal numeradasJ).
6. HARRINGTO:'l,Tmüs, Observaciones sobre vocablos indios, en Publicaciones del1lfuseo An-
tropológico y Etnográjieo de la Facultad de Filosofia y Letras, serie A, III, 59-69;
Buenos Aires, J933-1935 [1937]'
7. K.'TE, HER)HN TEN, Matüiaux P0tl/· servir (! l'anthropologie des indiens dc la République
A rgentine, en Revista del Museo de La Plata, XII, 3 J-57 ; La Plata, J 904.
8. LElD1ANN-NITSCHE,ROBERT, Catálogo de la sección antl'Opológica del Museo de La Plata,
128 páginas; Buenos Aires, 191 l.
9. MORENO, FRANCISCOP., Viage a la Patagonia setentrional, en Anales de la Sociedad Cien-
tifica argentina, 1, 182-197; Buenos Aires, 1876.
10. MORENO, FR.'NCISCOP., I'iaje a la Patagonia austral emprendido bajo los auspicios del
Gobiemo Nacional. 1876-1877, 1, Buenos Aires, 1879.
11. MORF.NO,FRANCISCOP., Recuerdos de viaje en Patagonia; Montevideo, 1882.
12. MORE1<O,FR.'NCISCO P., Reconocimiento de la región andina de la República Argentina.
l. Apuntes preliminares sobre una excursión a los territorios del Neuquen, Río
Negro, Chubut y Santa Cru:, en Revista del .lluseo de La Plata, VIII, 201-372 ;
La Plata, 1898.
13. i\fUSTERS, GEORGE ClI.'lVonTH, At home with the Patagonians. A year's wanderings ave,.
untrodden ground from the Straits of Magel/an to the rio Negro, .econd edition,
340 páginas; London, 1873.
14. ONELLJ, CLLEME~TE], La evolución en el patriotismo, en El Libro. Órgano de la Asocia-
ción Nacional del Profesorado, alio III, 551-57J; Buenos Aires, 1908. (Ha sido
posteriormente incorporada en un tomo facticio póstumo: CLEMENTE ONELLI,
Conjerencias, en Biblioteca del suboficial, LVll, 23-47 ; Buenos Aires, 1931).
15. OUTES, FÉLIX, F., CARLOSBRUCII, Los aborígenes de la República Argentina, 149 pági-
nas; Buenos Aires, 1910.
16. OUTES, FÉLiX F., Vocabulario y fraseario Gena/renn (Puelche) reunidos por Juan Fede-
rico Hun:ilcer en 1864, en Revista del Museo de La Plata, XXXI, 261-297 ;
Buenos Aires, 1928.
17. PEnICOT y GARclA, LUIS, Amüica indígena, XXXII + 732 ; Barcelona, 1936.
18. HOCA, JULIO A., [()cupación de la línca militar del Río Negro y Neuquen] en Memoria
del Departamento de Guerra presentada al Honorable Congreso pOI' el Jlinistl'O de
Guerra y Marina Jeneral D. Julio A. Roca. 1879; páginas 423-428; Buenos
Aires, 1879.
19. SAN MARTíN, FÉLIX, Neuquén, en BiblioteN del subojicial, L1V, 256 páginas; Buenos
Aires, 193u.
20. SCllao L..sTR.\, DIONISIO, El indio del desierto. 1535-1879, 321 páginas; Buenos Aires-
Montevideo [Buenos Aires, 1928].
21. TOI\RES, LUIS MARÍA, Tiempos prehistóricos y protohistóricos, en Manual de historia de
la civilización argentina, ordenado por Rómulo D. Carbia, 1, 31-181; Bueno.
Aires, 19 Ií.
22. 'fORRES, LUIS MARíA, Los tiempos prehistóricos y pl'Otohistóricos en la República Argcn-
tina, segunda 185 páginas;
edición, Buenos Aires, s. f.
23. VAULX, HENRY DE LA, Voyage en Patagonie, X VI +284 páginas; Paris, 19°1.
24. VIGNATI, MILcíADES ALEJO, Las culturas indígenas de la pampa, en Historia de la Nación
Argentina, 1, 549-59°; Buenos Aires, 1936.
25. VIG:UTI, MILcíADES ALEJO, Las culturas indígenas de Patagonia, en Historia de la
Nación Argentina, 1, 591-645; Buenos Aires, 1936.
26. VIGN.HI, MILcíADES ALEJO, Apuntes bioiconográjicos del cacique tuelche Casimil'O, en
Notas del Museo de La Plata, IV, 251-258; Buenos Aires, 1939.
27. VIGNATl, MILCIADES ALEJO, Materiales para la lingüística patagona, El vocabulario de Eli-
zalde, en Boletín de la Academia Argentina de Letras, VIII, 159-202; Buenos
Aires, 1940.
28. [VILLEGAS, CONRAOO E.], Espedición (sic) al gran lago Nahuel-Huapi. Partcs y docwneu-
tos relativos. flnexo a la Memoria de Guerra. 1881; Buenos Aires, 188r.
29. "TINTER, LORENZO, Memoria de la División al mando de ... al Jefe del Rstado May""
General de División D. Joaquín Viejnbueno, en Memoria del Estado ilJayo,' Gene-
ral del Ejército. Anexo a la Memoria del Ministerio de la Guerra p,'es.ntada al
[{olwrable Congreso en 1885; páginas 51-81 ; Buenos Aires, 1885.
1, Huf'ino rt'l'a j 2, Sayeiíallku j 3, Inal.llyal j q, homl,H'c dc la LL·ibu j 5, hOlllbl'c dc la lribu j 6, Fo,rel; 7, Juancilo j 8, AriJ,ilcu; D, \ icjo de la lrihu ; lO, 1'ará ;
11, niiía dc la Lr'ibu j 12, Sákak o Dolores; 13, hijo dc Juancito; 16, esposa de Inal>:ílyal j 15, mujer de la lribu j 10, mujer de la lt'ibu i 17, hija dc Inaka)'al ;
18, esposa de FOJel j ID, hija dc Sayeiianku; :10, Tl'ukcl j 21, h-ija de lnakayal j 2:1, Margarita.
1 .,. ~, Sál..al. O D010t'('s, l.ija del cacique Tnaka,yal ('o la t:poca de ~u lI('gad'l a lJuenos Aires
3 y 6, la lI)i~ma, yal·ios aijos después
J J 2, Ta¡·lIlU i"ul, hcnnana del cacique Chagayo, en la época de su llegada a Buenos ~\il'es
3 y 4, la misma "arios ailos después
4
I ~. :.1, I1ij;¡ dC' S3,\ciíalnlu ; 3., 4, niiía d<' la gcnll' del cacique 11131..<1.'31
,
1 J 2, Homhre de la gente de 108. caciques Inal~aJal J Foye} i 3'y I¡, l'ap:lJu, hijo de Klcmcheo
I Y 2, lJollllH'e de la gentc de los caciques Inakayal y Foycl j 3 Y 11, hombrc viejo de la gente
de los caciques Inakayal y FOJcl
3
1 J 2, Llil..anün AyeJd, inléL'pl'('le Jel <'aciquc FOJel; 3 Y 4, Gusla,-o 3JallllCJ, inL,:¡"pl'clC del cacique SaJc\\cke

También podría gustarte