Antologia Lineas de Vida 2014 de Norte A Sur PDF
Antologia Lineas de Vida 2014 de Norte A Sur PDF
Antologia Lineas de Vida 2014 de Norte A Sur PDF
LÍneas de vida
DE NORTE
A SUR
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1ª edición - 10.000 ejemplares
Octubre de 2014
Inscripción N°: 92.416
I.S.B.N.: 978.956.256.496-0
Rosa Ricotti
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LÍNEAS DE VIDA
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Uno de los descubrimientos y aprendizajes de esta
experiencia se refiere la importancia de asumir los
temas de envejecimiento y vejez desde una perspec-
tiva intergeneracional, puesto que la convocatoria a
participar del concurso se realizó a través de redes
sociales, y los y las jóvenes sirvieron de puente para
su difusión entre los mayores, lo que permitió la par-
ticipación de personas de lugares remotos de Chile.
Lorenzo Figueroa L.
Director
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Secundino
Julio Reinoso Zárate, 85 años.
Pedro Aguirre Cerda, Región Metropolitana.
−¡Tatita Cuninooo!
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dad tenía tanta edad como los maitenes a cuyo am-
paro había instalado su rancho. La gente del fundo
sospechaba que debía haber llegado desde algún le-
jano lugar, porque sólo de repente, un día se lo en-
contraron como capataz; la vez que se los presentó el
patrón. No era querido ni odiado, pero sí, respetado.
Nada, en absoluto, crecía en el huerto de su cariño.
Cada vez que el menor sentimiento rondó su alma,
había cerrado la puerta con determinación. Bondado-
so era, sin amor e indiferente, sin rencor.
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Por el camino de la ingenuidad, habían constelado su
amor.
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ta de la felicidad. Ahora, asentado en su medio siglo,
empezaba a sentir que el amor por el pequeño y el
que aquel le regalaba, empezaban a reconciliarlo con
su pasado. ¡No estaba dispuesto a perderlo! Era el úl-
timo rincón de cariño que le quedaba. Desde sus rodi-
llas, resbaló el niño hasta el suelo.
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−¡Qué va a hacer, patrón! −agregó, dispuesto a pagar
cualquiera consecuencia para proteger al niño.
−¡Ni un día más quiero verte por aquí. Si no, ¡te des-
cerrajo un tiro! ¡Ni un día más!
−¡Secundinooo!
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La brisa le llevó al oído, estas palabras que había deja-
do el patrón, sueltas en el aire.
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El Finao Cayetano
Gabriel Antonio Brañas Herrera, 67 años.
Casablanca, Región de Valparaíso.
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¡Ni loco que estuviera!
(De la vida real)
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Sonrió la mujer, y de su rostro se borró un poco el
cansancio del trajín del día. Se sentaron ambos junto
a la pesada mesa de roble, que a tantas generaciones
había acogido en su regazo noble. Sirvió un mate a
su marido, mate perfumado con cedrón, menta, cas-
carita seca de naranja y unas gotitas del fuerte y rico
aguardiente, que el mismo Juan de Dios producía en
su viña regalona. ¡Ah, qué rico, con tanto frío!
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Se quedó escuchando, con pocas ganas de levantarse,
ya estaba calientito en la cama.
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Lo acaricia atónito y alumbra al galpón ¡nada! No se
ve nada. El portón está tan cerrado como lo dejara al
recogerse no hay huellas en el terreno blando por la
lluvia, donde el menor roce dejaría una marca.
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¡Nada, ni una huella, ni una señal, nada! A pesar del
frío, transpiraba y temblaba también. Trató de apurar
el paso, entró rápidamente en la casa y “Curiche” pe-
gado a él. Le dio lástima dejarlo afuera en su casucha
y lo dejó entrar; dentra amigo y de paso me acompa-
ñái, que harto necesito compañía. Tuvo el suficiente
autocontrol para enterrar en la ceniza las brasas, que
brillan de nuevo, retiró la tetera que hervía, levan-
tando el vapor, la tapa que producía un ruido acom-
pasado y alegre. Tapó, tembloroso todavía, el pan y
los agregados y se dirigió al cuarto, donde sus dos
hijos dormían plácidamente, ajenos a la dramática e
inexplicable aventura vivida por él y su perro, el que
no se había separado de su lado en ningún momento.
Acarició a sus hijos con suavidad, a pesar de la rudeza
de sus manos, los tapó bien y salió. Teresa también
dormía, al parecer, sin haber sentido nada. Se acercó a
la ventana, atisbando a la luz de la linterna. Todo era
silencio y quietud. La lluvia y el viento habían amai-
nado un tanto. Volvió a su cama, silenciosamente y se
tendió sin desvestirse, dejó que “Curiche” se echara
en el choapino, no le habló para no despertar a Teresa,
pero, lo acarició, gesto que el perro agradeció lamién-
dole la mano. ¡El perro el mejor amigo del hombre!
¡Qué cierto era eso!...
No, no puedo.
¿Por qué? Quiso saber ella.
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Saltó de la cama, se levantó rápidamente vaciando el
agua de la jofaina al lavatorio que permanecía siem-
pre dispuesto, en el mueble en frente de la cama ma-
trimonial. Un espejo, sus útiles de afeitar y toalla lim-
písimos, completaban el rincón del aseo.
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Café para dos
Sergio Smoje Martínez, 77 años.
Río Bueno, Región de los Ríos.
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−¿Estás bien seguro de no necesitar ayuda?
−¿Conociste a mi papá?
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Nicolás se volvió hacia quien le hablaba, viendo a una
mujer alta, de rostro agraciado, relativamente joven.
39
Nunca es tarde
María Patricia Franco Müller, 78 años.
Maipú, Región Metropolitana.
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cia? Usted siempre tan ilusa, había imaginado que jun-
taríamos unos siete chiquillos por parte baja, como esos
demócratas cristianos tan pechoños como fue su padre.
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dar esperando. Usted entiende pues Virginia, para un
hombre eso es un asunto de honor, en cambio en una
mujer no es para tanto. Además con eso se libró usted
de los peligros de los partos, de las indecibles moles-
tias que nos habrían traído guaguas gritonas que no
nos iban a dejar dormir y que nos amarrarían la vida
hasta ahogarnos con sus exigencias y… que la iban a
dejar a usted gorda como una vaca.
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Bueno pues Virginia, usted ha sido una mujer correcta
a pesar de todo y por eso he querido contarle lo que
tenía atravesado desde hace tiempo.
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¿Y cómo lo va a hacer
con el tratamiento?
Armando Mando Aravena Arellano, 67 años.
Providencia, Región Metropolitana.
−¿Don Jorge?
−¡Don Jorge!
−¿Sí?
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−El doctor Cornejo dice si puede pasar a conversar
con él.
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para hacerlo. La suavidad del tejido de aquella piel
tan suave y sedosa lo hicieron estremecer.
−¿Y qué habría que hacer para eso doctor? −por pri-
mera el hombre hacia escuchar su voz.
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−Y si eso no está en sus planes, yo creo que ustedes
necesitan aumentar la cantidad y la calidad de sus
relaciones amorosas. Entiéndase, amorosa. Me estoy
refiriendo específicamente al masaje íntimo que usted
señor va a tener que realizar cada noche a su mujer.
Este es un problema típico de las parejas actuales que
hacen el amor a medias, apurado, discutiendo etc.
Háganlo relajados. Usted señora, también tiene que
acariciarlo a él. Dediquen más tiempo a la estimula-
ción. Se van a acordar de mí. Así que sigan mi consejo
y los estoy viendo en quince días más con los exáme-
nes que le indico en la receta.
51
Arrepentimiento tardío
William Huerta González, 82 años.
Viña del Mar, Región de Valparaíso.
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sola y ¿Quién es esta persona que ha entrado a mi
oficina sin permiso?
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en tu conciencia, si es que la tienes y si no es así, ten
siempre presente que llevas en el flujo de tu sangre,
la muerte de tu propia madre, arrebatándome con tu
nacimiento el amor de mi vida.
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Minutos después, la secretaria encuentra a su jefe ful-
minado de un ataque al corazón con su rostro sobre una
carta manuscrita sin terminar:
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−Sí, Martina es tu mamá quien le ha hablado a mi co-
razón asegurándome que tu presencia aliviaría mi do-
lor por su alejamiento, haciéndome volver la cordura,
reconociendo lo equivocado que ha sido mi proceder
para contigo, el único recuerdo que me queda de mi
adorada Cristina, tal como ella me lo aseguró antes
de morir.
Al día siguiente:
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el “matutino”:
un conocido magnate de las finanzas. cae fulminado
de un ataque al corazón con una carta inconclusa en
sus manos donde se habría leído solo “perdón” poco
antes se suicida su hija martina y el joven david, el hijo
de su jardinero.
un profundo misterio rodea sus muertes.
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Las sorpresas de la vida
Irma Naranjo Garrido, 73 años.
Copiapó, Región de Atacama.
−¡Sí! −le digo−, pero dilo más fuerte para que lo escu-
chen todos. Esta talla mía le causó mucha risa… a tal
punto que la gente que a esa hora transitaba por ahí,
nos miraba con cara de sorpresa, o a lo mejor, algunos
más prejuiciosos, creerían que él me estaba molestan-
do, porque hay muchos individuos que miden a las
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personas por las vestimentas y los valores materiales
que poseen, y no como lo que nos identifica como seres
con buenos sentimientos de amor, amistad.
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Con mucha delicadeza lo saco de estos recuerdos y le
digo: ¿Sabes Pablito? Cuando estábamos en el Institu-
to, sentía un poco de envidia hacia tu persona. Y me
pregunta: −¿Y por qué?…
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−Lo interrumpo y le pregunto: ¿Viste al Papa?
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Recuerdos
Matilde de las Mercedes Manríquez Viancos, 68 años.
Valparaíso, Región de Valparaíso.
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Rápidamente el lugar se fue llenando de niñas de to-
das las edades, las de mi edad estábamos solas mien-
tras que las mayores, ya amigas de años anteriores
conversaban animadamente de sus vacaciones. Cuan-
do sonó el llamado a formarse me integré al desplaza-
miento infantil y fui al lugar de formación que se nos
indicaba, atrás en la banca quedó mi flamante bolsón.
Esa fue la última vez que lo vi; con su manilla, chapa
metálica y dos correas con sus correspondientes he-
billas.
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enredaderas y plantas que no morían por que nadie
les había dicho que tenían esa opción.
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nudillos. Un hombre de mediana edad abrió la puerta
y le expliqué la razón de mi presencia allí. Él se mos-
tró desconcertado, dijo que la casa era una herencia
que no sabía mucho de quienes habían vivido allí y
por su edad en aquel tiempo creo que ni siquiera ha-
bía nacido. En todo caso se mostró amable y nos ofre-
ció entrar.
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les. Cuando había alguna efeméride o celebrábamos
el día del maestro, del bombero, de lo que fuera, la
profesora me decía –escribe una poesía para que la
recites en el acto. Y mi lápiz grafito se deslizaba por
la hoja de mi cuaderno con mucha facilidad. Para mí
no era problema hacer poesía y me gustaba. De hecho
más o menos a los 16 años conservaba un archivador
forrado en papel de regalo con dibujos de flores y so-
bre él un forro plástico transparente. Ahí conservaba
muchísimos poemas, cuentos y novelas cortas que
eran mi tesoro. Pero hace años atrás hubo en mi casa
una repentina campaña de “eliminar lo que no sirve”
y como mi archivador tenía más de 40 años sin uso,
antes que me diera cuenta se había ido en la basura.
Hasta hoy me da pena recordar esa pérdida.
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Cada verano la rutina era: la “permanente”, pantalo-
nes Pecos Bill, alpargatas, suecos y al campo. Este había
sido la propiedad de mis abuelos paternos. Vivía allí la
única tía que había permanecido al lado de ellos hasta
su muerte.
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Al año siguiente me matricularon en el liceo fiscal.
Todo distinto. Uniforme azul marino con falda recta
y solo un tablón atrás. En cuanto a la infraestructu-
ra, un edificio muy grande de dos o tres pisos (no lo
recuerdo con claridad). Salas y pasillos amplios con
suficiente luz natural que entraba por los grandes
ventanales.
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tadas en la palma de las manos o el antebrazo de una
compañera pusieron en alerta a la maestra que rauda
tomó una escoba y trató de aplastar a la fugitiva lau-
cha sin conseguirlo. Los gritos y los dedos acusadores
de las más valientes, que no alcanzaron a salir al pa-
tio, avisaron a la profesora de otra situación. Efectiva-
mente en el lugar desde donde había salido, la laucha
había dejado su camada y a lo menos diez pequeñas
cositas rosadas se agitaban ante la imposibilidad de
correr dado su escasa edad. La escoba se dirigió ha-
cia el nuevo foco de peligro y ante su efectividad las
jóvenes gritaban ahora aterradas y asqueadas, pero
pidiendo piedad por esas pequeñas criaturas. La no-
ticia corrió como reguero de pólvora por todo el liceo.
Nuestra jornada era de mañana y tarde por lo que al
regresar de sus hogares y seguramente después de
haberlo conversado con sus padres, las líderes de los
estudiantes dieron a conocer la noticia. Dado los bo-
chornosos acontecimientos de la mañana en la sala de
Economía Doméstica y en señal de protesta el alumna-
do iría a huelga hasta que se certificara que dicha sala
había sido eficazmente desinfectada. La huelga se ini-
ciaría de inmediato por lo tanto el alumnado ingresó
al establecimiento nos formamos, pero permanecimos
en los pasillos o en el patio. Así eran nuestras huelgas
y protestas en ese tiempo. Así lo recuerdo.
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Ceniza de papel
Octavio Oyarce González, 73 años.
Talca, Región del Maule.
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−Es el motivo de mi visita −agregas.
−Y qué tiene que ver ella con nuestro fracaso.
−Te quejas.
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guntas toma una actitud evasiva, y como si no impor-
tara mi angustia, se dirige a mí en un tono que sabe a
reprimenda:
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Vivir, sólo cuesta vida
Fernando Valdebenito Alfaro, 65 años.
Macul, Región Metropolitana.
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Como solía ser costumbre, las enfermeras a las 7:00 a.m.,
en punto, pasaban habitación por habitación dándonos
los buenos días y asegurándose que todos tuviéramos
buen despertar. Una vez ya vestidos, nos reuníamos los
aproximadamente 30 viejos que allí vivíamos, en un lú-
gubre comedor para desayunar. Luego del desayuno,
quedábamos en libertad de acción. Por lo general, la
mayoría optábamos por salir al patio de los frutales, sen-
tándonos en las banquitas allí dispuestas. Mientras algu-
nos mataban el tiempo resolviendo crucigramas, otros
alimentaban palomas con retazos de algún pan por ahí
olvidado. Yo por mi parte, echaba a volar toda mi inven-
tiva, poniéndome a dibujar bocetos de grandes embar-
caciones. Aún quedaban en mí, vestigios de mi época de
marinero, en mis años de juventud.
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Pero como todo en la vida tiene su recompensa, lue-
go de meses navegando, llegaba el momento más
esperado por todos, el desembarco. Bastaba con tan
solo poner un pie en tierra firme, para que a todos los
tripulantes, incluidos altos mandos, nos adviniera la
más inexorable de las concupiscencias.
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Entré al primer local que encontré. Aquel sórdido in-
terior me hizo especular que se trataba de un lupanar.
Rápidamente pensé que sería el lugar idóneo donde
encontrar a mis compañeros. Empero, luego de un
vistazo general constante que ninguna cara me era
familiar. Defraudado, emprendía mi retiro de aquel
sitio, cuando frente a mí se interpuso la más excelsa
de las mujeres que jamás nunca había visto. Una jo-
vencita de unos 20 años, con una figura simplemente
colosal. Por un instante me olvide de mis camaradas y
de todo lo que tuviera relación con mi vida. El tiempo
en ese momento se detuvo, solo coexistíamos en esa
atemporalidad ella y yo. Sabía que tenía que actuar
rápido, antes que otro lo hiciera en mi lugar. Saqué
esa intrepidez que llevaba dentro; a ser sincero cla-
ramente acrecentada por los efectos de las sustancias
previamente consumidas que ya hacían mella en mí.
En un español entrecortado me presente. Stanislav
Aliste, para servirle −le dije−. Ella sonriente respon-
dió: Andressa Oliveira− nunca más olvide su nombre.
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−¡Te equivocas! Yo no tengo a nadie. Nunca me casé, ni
forme familia. Tuve un hijo, pero lo abandoné cuando
este apenas era un neonato, y nunca más supe de él−.
95
Historia de un regalo
Marcela Arancibia Moreno, 81 años.
Ñuñoa, Región Metropolitana.
97
con la llegada de cuatro hijos, que siempre me miraron
con cariño y yo los dejaba jugar conmigo. Fueron uno
a uno aprendiendo lo que es la disciplina, el placer de
acariciarme y la compañía que podía ser para ellos.
99
Ahora espero nunca más alejarme y que me adopten
y me cuiden en mis días en que me sienta cansado
de tantos cambios, pero lleno de sensibilidad y con
la certeza de que puedo inspirar y hacer feliz a otros
miembros de esta familia.
100
−MENCIONES HONROSAS−
El mundo de Melita
Lautaro Ramos Fuentes, 72 años.
Valdivia, Región de Los Ríos.
103
−¿Me compra un Kino caserito?
−¡Cayó al pavimento!
108
El hijo del Bosque
Edmundo Dagoberto González Umaña, 65 años.
San José de la Mariquina, Región de los Ríos.
109
Habían pasado muchas horas, el chiquillo estaba
“más pa’ la otra que pa’ esta”, la abuela lo recogió;
como lo había hecho con su madre abandonada en la
pesebrera del fundo, 16 años atrás; lo envolvió en una
improvisada mantilla y partió la misma noche por el
empinado sendero hacia la reducción Trompulo. Ha-
bía allí una joven mapuche recién parida, era la espe-
ranza de vida para el bebé, pues debía tomar calostro
cuanto antes, según decía ella : “pa’ que hiciera las
entrañas−”.
110
El guachito tenía pelo ondulado; cobre, sol y oro del
Norte; ojos de mar y cielo, del Sur; su único vestido
era un camisón largo y raído de un tocuyo ordina-
rio confeccionado por la abuela, siempre descalzo,
los mocos largos…, hacían de este pequeño, un ágil
tarzán que se colgaba de las lianas, bañándose des-
nudo en el estero, en un entorno natural exuberante;
belleza, pureza y libertad…, arrayanes, chilcos, lau-
reles, ulmos, diucas, loicas y zorzales; un regalo de la
naturaleza, una fantástica sinfonía de música y colo-
res que se rendían a los pies de un inocente y frágil
franciscano… Cuando llovía se colocaba sobre su bur-
do camisón café, un forro nylon obtenido del interior
de un saco salitrero, con una caña de coligue y una
honda, recorría el estero de arriba abajo, para pescar y
cazar…, pasaba días enteros refugiado bajo las quilas
o el hueco del viejo coigüe, los frutos de los chilcos y
arrayanes eran su alimento. Al atardecer regresaba a
casa con cuatro o cinco pescados y algún descuidado
zorzal que cayó bajo el certero impacto de sus impro-
visados proyectiles.
112
quedaban muchas espigas esparcidas en los rastrojos,
de madrugada; durante un mes; la encorvada viejita
y sus guachitos recogían las espigas juntando varios
sacos, que como podían llevaban hasta su choza para
después de apalearlos y aventarlos, recoger el oro de
la loma… “el cachilla” es el principal pal “kosque”,
decía: y un día encontraremos la espiga de oro…”y
con este cuento entusiasmaba a los niños para seguir
buscando la famosa espiga... Junto al trigo se guarda-
ban castañas, avellanas, piñones, “poñi”, para el in-
vierno y para suplir la alimentación del resto del año
había: dihueñes, gargales, changles, y mucha fruta,
que la generosa madre tierra regalaba; nunca sobraba,
pero nunca faltaba; la lluvia regaba, el sol hacia crecer,
todo llegaba gratis del cielo y de la tierra para los ricos
y los pobres… el agua es la mujer del sol, cuando se
unen generan la vida que da vida a la naturaleza…
116
Un día el niño preguntó al jefe de la misión: que había
más allá del último arrayán…, este le contestó: ”hay
cielo y hay luz, hay liceos y universidades, ciudades
y civilización, otros países y otras culturas…, más allá
del último arrayán está tu destino…”, un día me gus-
taría ir más allá del arrayán… murmuró en voz alta el
líder…
118
Recordando
Carmen Salinero Carreño, 85 años.
Las Condes, Región Metropolitana.
119
−“¿Qué edad tienes?” le pregunta el botero y ella res-
ponde que tiene 11 años.
120
El regreso a la ciudad, en la normalidad de la vida co-
tidiana, entre clases, juegos, transcurre su vida de hija
única. Algo sucede. Es sorprendida. Así, un día en que
sentada frente a la ventana abierta de su dormitorio y
mientras juega con sus trenzas, balanceando sus pies
al compás de la canción que tararea, los papás irrum-
pen y le dicen: “Tendrás un hermanito o hermanita”.
La sorpresa la llena de alegría y desde ese momento
se prepara para recibir el regalo a sus 14 años.
121
casa cantando “... pin, pin serafín, vino la coneja”; la
canción que a ella le cantaba su papá cuando era chica
al igual que a su hermanita, que ya cumplirá dos años
en unos días más.
122
La historia de mi vida
María Irene Carrasco Inostroza, 78 años.
San Felipe, Región de Valparaíso.
124
Tuve que cambiar de trabajo para cuidarla, busqué
un trabajo “puertas adentro” y así estábamos siempre
juntas.
125
va vida, haciendo trabajo voluntario con los adultos
mayores abandonados (que hay muchos). Formé un
club de adulto mayor, tengo 20 socios activos y 15 pa-
sivos, soy la presidenta, también presto servicios en la
parroquia San Maximiano, de Panquehue.
126
Añorando el pasado
con nostalgia
Laurentina del Carmen Dibarrart Vivallos, 76 años.
Talcahuano, Región del Bío Bío.
132
Cuando jovencita usaba tacos Luis XV, mi peluque-
ra me hacía moño nido, me ponía vestidos ajustados
con cinturón ancho y bien apretado, me pintaba las
uñas con esmalte rojo y los labios del mismo color.
Usaba polvos para la cara, mi perfume preferido era
el “dana tabu” con su palito adentro, jabón “camay” o
“flores de pravia” más el talco para el cuerpo.
133
Lebu
Dora Ceruti Danus, 76 años.
Ñuñoa, Región Metropolitana
137
Chile a lo largo
Miguel Reyes Suárez, 76 años.
Ñuñoa, Región Metropolitana.
Dormiré en Antofagasta
−de la Región es la perla−
y en Atacama de largo
pasaré si no es la meta;
A Copiapó, sin embargo,
veré antes de que oscurezca.
139
Caminando sin parar,
me detendré en La Serena
y hacia la Zona Central
avanzaré con presteza.
140
Voy ahora a Melipilla,
pues en Pomaire la greda
me hace olvidar de Santiago
que a mis espaldas observa.
141
a saltos paso por Laja,
Los Ángeles me aletea.
Lebu y Angol, un buen viaje
les oigo que me desean,
Temuco, Pucón, Los Lagos,
lejana la Cordillera.
142
y con ánimo curioso,
sin hacer cosas a medias
para mirar el estrecho
me alojaré en Punta Arenas.
Y se quedará esperando,
porque plata no me resta,
vestida como una novia
nuestra Antártica Chilena.
143
La flor
Patricio Valeriano Quiroz Córdova, 64 años.
Casablanca, Región de Valparaíso.
145
ODA A PABLO NERUDA
Edita del Carmen Martínez Vargas, 69 años.
Viña del Mar, Región de Valparaíso.
“Entusiasmo y perseverancia”
escrito a los trece años,
¡qué maravilla!
¿Habrá vislumbrado
los cielos literarios
del habla castellana?
Y al año siguiente,
“Mis ojos”,
poema de Neftalí Ricardo Reyes,
aún no es Neruda.
Y pronto escribe
muchas, muchas poesías
en la revista “Corre Vuela”.
Un día de 1927
viaja a tierras salvajes,
se le designa cónsul en Birmania,
viaja por todo el Oriente
y pronto llega el día de partir
y aparece ella entre la multitud.
148
luego lentamente
sus dedos recorren su cuerpo,
sus lágrimas cubren sus mejillas,
ella toca su rodilla,
sus piernas, sus pies,
sus zapatos,
¡oh, las lágrimas!
llegaron a sus zapatos recién pintados,
la mujer levanta la cara,
la cara blanca,
pena, risa,
pero
el destino es otro
y él debe partir,
¡qué pena!
Ha llegado carta
desde una isla itálica,
el cartero toca la puerta,
se oyen pasos
y aparece él,
conversan y conversan,
su estadía ha sido
venturosa y tranquila
como embajador,
¡qué embajador!
149
¡Y qué importan las ventanas rotas
y los caminos polvorientos
si escribe feliz!
La diplomacia lo llevó
por caminos insospechados,
terror y compañía,
en 1935, conoce a Federico García Lorca,
los une el gusto
por la poesía, el amor, las mujeres,
lo negro, lo rojo.
150
En la mesa aparecen amigos
como Alberti y Guillén
compartiendo los males de este mundo.
Y allí, de frente, la
Guerra Civil Española
caló hondo en él,
en él caló hondo
hasta el fondo de su alma.
La casa muerta,
muerta la gente,
muerta la patria,
unos contra otros,
el gran Pablo escribía y escribía.
151
Pasan los días
y un viento suave alumbra España.
152
“Bernardo O`Higgins”
y cabalgando llegó“Manuel Rodríguez”.
153
y ¡que importa!
si su pluma no tiene límites.
Con él compartieron
sueños, ilusiones
y el olor del vino.
¿Quizás algo pasó?,
¿quizás algo pasará?,
largas tertulias,
largas conversaciones,
¿por qué tanto amor por la niña?
¿y el niño aquél?
¿qué?,
¿amor?,
¿pasión?
154
¿quizás odio
para alguien lejano?
Pasan los días y escribe
“Galope muerto”,
dedicado al molino, a las piedras muertas.
En 1943, edita en México un poema épico:
“Canto General”,
¡oh, la conquista!,
¡oh, los conquistadores!
opresores, traidores, dictadores.
155
¡Oh, el año 1945!,
marca su destino,
toma el seudónimo de Neruda,
en honor
al poeta sueco Jan Neruda.
Ambas plumas se unieron
en versos y piedra,
hoy un monolito los recuerda
entre botellas, caracolas
y viento,
el viento del viejo Valparaíso.
156
Cambia, todo cambia.
En 1966 se hallaba en Nueva York,
su voz sensual, monótona,
se hace sentir en el Poetry Center,
gustó,¡claro que gustó!,
conquistó al público
con los poemas de Whitman
y los propios.
El corazón se agranda,
el amor que tenemos hacia él
lo inunda todo,
amó todo,
“no concebía la existencia
sin un estado de amor permanente”.
¡Cómo no amarlo!
¡Oh, sus mujeres!,
ella, quizás la última,
contaba un hombre de Isla Negra,
era muy joven,
bella, grácil,
se contentaba
con mirarla
entre botellas y caracolas.
La otra,
no tan joven,
no tan bella,
157
le escuchaba atentamente,
no opinaba, sólo escuchaba
sobre brazos y besos,
los de hoy, de ayer,
¡oh, los besos!,
él dirigía sus pasos a la puerta,
le besaba las mejillas
y se iba.
Ella lo despedía
con dulzura, sin palabras.
¡Adiós!,
quizás algún día volveré
para conversar
de sol, de sangre,
de ellos, de ellas,
de inquietudes, de anhelos.
No era bella, no la amaba,
pero...¿serás Albertina?
La primera,
su añorada esposa
María Antonieta
de demostraciones sutiles,
hermosas.
Y luego aparece
Delia del Carril,
hermosa, misteriosa,
nacida entre copas y tango,
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fue su segunda esposa,
inquieta,
de lluvia, de cobre,
pero todo pasa,
unos cabellos sueltos, cautivantes,
le hacen sombra,
y aparece
Matilde Urrutia.
Diego Rivera la pinta,
bosquejo y realidad
se hacen presente.
La amó, la idolatró,
la comprendió, lo comprendió,
lo perdonó, la amó,
entre vasijas, pipas,
sábanas blancas, casas, escaleras,
bandejas de plata, salmones,
muñecas rusas,
armarios que son pasadizos,
ventanas que son amor,
¡oh, Matilde!,
tú, la que un día
te sentaste en un escritorio
de gruesos tablones
y sellaste
la Fundación Pablo Neruda
entre vasos portugueses o mexicanos,
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brújula árabe,
figuras pascuenses,
piedra de Laja,
pinturas de Toral, Siqueiros,
Carreño o Antúnez.
Mezcla graciosa de americanos
que con pincel sellaron
una amistad.
Pablo Neruda
era amistoso,
en su mesa se sentaron
poetas, pintores, revolucionarios,
exiliados, políticos, embajadores,
albañiles, carteros y pordioseros,
a todos les brindó
su amistad.
160
“Al tren”, con su vaivén,
“Al vino”,
¡oh, al vino!,
el que embriaga las penas,
las penas del alma;
se llenó de lágrimas
con las queridas “Cebollas”
y la “Sal”,
aquella que cubre
“Tomates” y “Alcachofas”,
escribió a las “Gaviotas” y el “Colibrí”,
su pluma se paseó gentil
por la “Bicicleta”
que da vueltas y vueltas,
por los “Calcetines de lana”,
por el “Cine del pueblo”
y por tantas otras cosas,
sí, por las cosas simples.
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llenos de amor,
de tierra, de arena,
en otros pueblos,
en otras tierras.
Y cómo no olvidar
“20 poemas de amor
y una canción desesperada”,
una de sus primeras publicaciones,
que data de 1924,
los escribió en tiernas noches de verano,
¡oh, el verano!,
cálido, lleno de amor y pasión,
de tranquila belleza femenina.
Un corazón apasionado
sólo podría escribir
versos tan bellos
dedicados al amor,
a los ojos,
a tantos y tantos cuerpos bellos
que vieron sus ojos,
todo visto
con los ojos del alma.
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bellas notas de pasión,
con aquella fuerza
escribiste bellos versos.
163
Antes de adentrarse
en el cielo cubierto de hojas australes,
el vate
escribía el “Libro de las preguntas”,
cúspide del asombro,
jabón, pez y tina,
gloria materialista
entre tiempo y espacio.
Un día de primavera,
la triste primavera
de septiembre de 1973,
su alma se elevó a las alturas,
la tristeza también lo invadió
y quedó un reloj roto,
mudo testigo de horas de amor y poesía,
de sosiego y bayoneta.
¡Adiós, gran poeta!
164
−EPÍLOGO−
Jorge Díaz Mujica
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Esta “Antología: De Norte a Sur”, es el fruto del con-
curso en que participaron adultos y adultas mayores
de distintas comunas; personas que compartieron, ge-
nerosamente, el rescate de narraciones y poesías per-
didas en el baúl de sus recuerdos y de sus corazones.
Con ello, nos han demostrado, una vez más, que son
un segmento activo, protagonistas de su presente y
que se hace cargo de los espacios que el cuerpo social
permite ocupar.
Mario Noguer F.
Encargado Nacional
Programa Adulto Mayor
Pastoral Social Caritas Chile.
Feliza Marro
Coordinadora
1er Concurso Literario Nacional del Adulto Mayor
“Líneas de Vida”
Miembro del Equipo Editorial SAN PABLO Chile.
169
torias, con la emoción de un niño sentado en las rodillas
de su abuelo. Un concurso que va más allá de la edad, y
que toca el alma de las memorias, nos permite leerlas, y
reconocer el valor que éstas adquieren para la construc-
ción de nuestra identidad como sociedad.
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Éste es el mensaje que trasciende, y que cada escrito
nos invita a descubrir a las próximas generaciones: la
esencia del crecer, las Líneas de Vida.
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−PALABRAS DEL JURADO−
Mirta Bravo
Periodista y escritora
Presidenta de la agrupación de periodistas jubilados.
Juan Faunes
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Manuel Pereira López
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Juan Alberto González M.
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