48 - El Seminario 10. La Angustia (Jacques Lacan) - Páginas-6-12,41-47,57-73,86-92
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LA ANGUSTIA
EN LA RED DE LOS SIGNIFICANTES
JI
INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LA ANGUSTIA EN LA RED DE LOS SIGNIFICANTES
ql.4.(. ~ ~' ~
., mencionado a este respecto el plexo solar. No pretendo, por supuesto, li-
brarles aquí sus secretos, aun cuando esta curiosa pequeña analogía no sea
quizás tan externa como se cree, y merecía ser recordada al comienzo de
un discurso sobre la angustia.
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Como lo confirma hasta cierto punto la reflexión con la que he intro-
o
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.
ducido mi discurso, la de uno de mis allegados en nuestra sociedad, la an-
gustia no parece ser aquello que los asfixia, quiero decir como psicoana-
listas. Y sin embargo, decir que debería no sería excesivo. Está, en efec-
to, en la lógica de las cosas, es decir, de la relación que tienen ustedes con
su paciente. Sentir la angustia que el sujeto puede soportar los pone en
todo momento a prueba. Hay que suponer pues que, al menos para aque-
A la derecha, este grafo, a propósito del cual me excuso por impor- llos de entre ustedes que están formados en la técnica, la cosa ha acaba-
tunarlos desde hace tanto tiempo, pero que con todo es necesario, ya que do siendo regulada por ustedes mismos, de una forma que no se percibe,
su valor como referencia les parecerá, así lo creo, cada vez más eficaz. hay que decirlo. Pero el analista que entra en su práctica, no está exclui-
do de sentir, gracias a Dios, aunque presente muy buenas disposiciones
para ser un psicoanalista, en sus primeras relaciones con el enfermo en el
diván alguna angustia.
Quedaría por tratar en este sentido el problema de la comunicación
de la angustia. Esta angustia que ustedes saben, al parecer, regular tan
bien en ustedes, ¿es la misma que la del paciente? ¿Por qué no? Dejo
abierta la pregunta de momento, quizás no por mucho tiempo. Vale la
pena plantearla de entrada, aunque será preciso recurrir a nuestras arti-
culaciones esenciales para darle una respuesta válida, y por lo tanto es-
perar hasta haber seguido por un tiempo los primeros rodeos que voy a
proponerles.
Éstos no están completamente fuera de toda previsión para quienes son
mis oyentes. En efecto, si ustedes lo recuerdan, en ocasión de otra serie de
Jornadas llamadas provinciales, que estuvieron lejos de haberme dado tan-
ta satisfacción, creí necesario, a modo de paréntesis en mi discurso del año
pasado, proyectar por adelantado una fórmula indicándoles la relación
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esencial de la angustia con el deseo del Otro.
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INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LA ANGUSTIA EN LA RED DE LOS SIGNIFICANTES
Para quienes no estaban allí, recordaré la fábula, el apólogo, la imagen di- En el juego de la dialéctica que anuda tan estrechamente estas dos eta-
vertida que erigí ante ustedes por un instante. Revistiendo yo mismo ante uste- pas es donde veremos introducirse la función de la angustia. No es que sea
des la máscara animal con que se cubre el brujo de la gruta llamada de los Tres en sí misma su resorte, es lo que nos permite orientamos en función de los
Hermanos, me imaginé frente a otro animal, éste de verdad, que supuse gigan- momentos de su aparición. Así pues, la cuestión que he planteado, acerca
te en aquella ocasión, una mantis religiosa. Como yo mismo no sabía qué más- de su relación de analistas con la angustia, deja en suspenso esta otra -
cara llevaba, pueden imaginarse fácilmente que tenía alguna razón para no es- ¿a quién ponen ustedes a salvo? Al otro, sin duda, pero también a ustedes
tar tranquilo ante la posibilidad de que, debido a algún azar, aquella máscara mismos. Estos dos poner a salvo, no porque se recubran debemos dejar que
fuese impropia, induciendo en mi partenaire algún error sobre mi identidad. queden confundidos. Ésta es incluso una de las metas que se les propon-
La cosa quedaba acentuada por lo siguiente, que añadí, yo no veía mi propia drán al final del discurso de este año.
imagen en el espejo enigmático del globo ocular del insecto. De momento, me conformo con introducir una indicación de método
Esta metáfora conserva hoy todo su valor. Justifica que haya puesto en sobre las enseñanzas que deberemos extraer de nuestra investigación so-
el centro de los significantes en esta pizarra la pregunta que hace tiempo bre la angustia. Ver en qué puntos privilegiados emerge nos permitirá mo-
introquje como la bisagra entre los dos pisos del grafo, en la medida en que delar una verdadera orografía de la angustia, lo cual nos conducirá direc-
éstos estructuran aquella relación del sujeto con el significante que, según tamente a un punto destacado que no es sino el de las relaciones término
creo, debe ser la clave de lo que introduce sobre la subjetividad la doctrina a término, que constituye la tentativa estructural, más que condensada,
freudiana, Che vuoi?, ¿Qué quieres? Fuercen un poco más el mecanismo, que he querido que sea para ustedes, mediante este grafo, la guía de nues-
hagan entrar más la llave y tienen ustedes ¿Qué me quiere?, con la ambi- tro discurso.
güedad que el francés permite respecto al me, entre el complemento indi- Si ustedes saben, pues, arreglárselas con la angustia, tratar de ver cómo
recto o directo. No es sólo ¿Qué pide, él, a mí?, sino también una interro- ya nos permitirá avanzar. Y, por otra parte, yo mismo no puedo presentarla
gación suspendida que concierne directamente al yo, no ¿Cómo me quie- sin ordenarla de algún modo. Quizás esto sea un escollo. No debo arreglar-
re?, sino ¿Qué quiere en lo concerniente a este lugar del yo? la demasiado deprisa. Esto tampoco significa, en modo alguno, que me-
La pregunta se mantiene en suspenso entre los dos pisos, y precisamente diante algún juego psicodramático mi objetivo deba ser arrojarlos a la an-
1
entre las dos vías de retomo que designan en cada uno el efecto característico. gustia - con el juego de palabras que ya hice sobre elje del jeter.
La distancia entre ellas, que es tan esencial construir, y que estará en el princi- Todos saben que la proyección del yo (je) en una introducción a la an-
pio de todo aquello en lo que vamos a adentramos, hace al mismo tiempo gustia es desde hace algún tiempo la ambición de una filosofía llamada
homólogas y distintas la relación con el deseo y la identificación narcisista. existencialista. No faltan las referencias, desde Kierkegaard hasta Gabriel
Marcel, Chestov Berdiaev y algunos otros. No todos ocupan el mismo lu-
gar ni son igualmente utilizables. Pero sí quiero decir al comienzo de este
discurso que esta filosofía- en la medida en que, empezando por su pa-
trón, nombrado en primer lugar, hasta aquellos cuyos nombres he expues-
to después, acusa indiscutiblemente cierta degradación-, me parece ver-
la marcada por alguna prisa y por cierto desasosiego, diría yo, respecto a
la referencia a la que se encomienda en la misma época el movimiento del
pensamiento, o sea la referencia a la historia. Es debido a un desasosiego,
en el sentido etimológico del término, respecto a dicha referencia, como
nace y se precipita la reflexión existencialista.
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INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LA ANGUSTIA EN LA RED DE LOS SIGNIFICANTES
El caballo del pensamiento, diría yo tomando prestado a Juanito el ob- do a mi expectativa, tal como después de todo yo acabo de responder a
jeto de su fobia, que por un tiempo se imagina ser el que arrastra el carro tiempo aquí a la de ustedes. ¿Es este movimiento en sí mismo como para
de la historia, de pronto se encabrita, se vuelve loco, se cae y se entrega al suscitar la angustia? No he interrogado a aquel de quien se trata, pero
gran Krawallmachen en el que Juanito encuentra una de las imágenes de no lo creo. En cuanto a mí, a fe mía, puedo responder que esa expecta-
su querido temor. Es lo que yo llamo un movimiento de prisa, en el mal tiva - muy capaz sin embargo de hacer que recaiga sobre mí cierto peso
sentido del término, el del desasosiego. Y por esta razón, ciertamente, está - no es, creo poder decirlo por experiencia, una dimensión que en sí
lejos de ser lo que más nos interesa en el linaje de pensamiento que he- misma haga surgir la angustia. Incluso diría lo contrario.
mos señalado hace un instante - como todo el mundo, por otra parte - Esta última referencia, tan próxima que puede parecerles problemática,
con el término existencialismo. he querido hacerla para indicarles de qué modo pienso comprometerlos en
Por otra parte, puede advertirse que el último en llegar - y quizás no lo que es mi pregunta desde el comienzo - ¿a qué distancia poner la an-
sea de los menos grandes - , el Sr. Sartre, se dedica expresamente a poner gustia para hablarles de ella, sin meterla enseguida en el armario, sin de-
de nuevo a este caballo no sólo sobre sus patas, sino en las parihuelas de la jarla tampoco en un estado vago? Pues bien, a fe mía, a la distancia que es
historia. Precisamente en función de esto el Sr. Sartre se ocupó mucho de la buena, quiero decir, la que no nos pone demasiado cerca de nadie, a la dis-
la función de la seriedad, se hizo muchas preguntas sobre ella. tancia familiar que les evocaba precisamente al tomar estas últimas referen-
Hay también alguien a quien no he introducido en la serie y de quien cias, la de mi interlocutor que me trae in extremis su escrito, y la relativa a
diría, ya que me limito a abordar el fondo de un cuadro tocándolo de entra- mí mismo, que debo arriesgarme aquí a mi discurso sobre la angustia.
da, que en referencia a él los filósofos que nos observan, en el punto al que Vamos a tratar de tomar esa angustia bajo el brazo. No por ello va a ser
estamos llegando, pueden decirse - ¿están los analistas a la altura de lo la cosa más indiscreta. Ello nos pondrá verdaderamente a la distancia opa-
que nosotros hacemos con la angustia? Está Heidegger. Con mi calambur ca, créanme, que nos separa de quienes nos son más cercanos.
sobre la palabrajeter, de quien más cerca me encontraba era de él y de su Entonces, entre esta preocupación, esta seriedad y esta espera, ¿creerán
desamparo original. ustedes que es así como he querido circunscribirla, atraparla? Pues bien,
El ser para la muerte, para llamarlo por su nombre, que es la vía de ac- desengáñense. No hay que buscarla ahí en medio. Si he trazado en medio
ceso por la que Heidegger, en su discurso avezado, nos conduce a su inte- de estos tres términos un pequeño círculo con sus flechas separadas, es para
rrogación enigmática sobre el ser del ente, no pasa verdaderamente por la decirles que si ahí es donde la buscan pronto verán que el pájaro alzó el
angustia. La referencia vivida de la interrogación heideggeriana, él la nom- vuelo, si es que alguna vez allí estuvo.
bró, ella es fundamental, es de todos, es del on, de la omnitud de la
cotidianeidad humana, es la preocupación. Por supuesto, a este título, no
podría, como la preocupación misma, semos ajena.
Ya que he llamado aquí a dos testigos, Sartre y Heidegger, no me privaré 2
de llamar a un tercero, pues no lo creo indigno de representar a quienes aquí
se encuentran, para observar también lo que él va a decir, y soy yo mismo.
Me autorizan a ello los testimonios que he obtenido, incluso en las Inhibición, síntoma y angustia, tal es el título, el eslogan, con el que a
horas más recientes, de lo que llamaré la espera. Pero no sólo está la de un analista le viene a la memoria y con el que queda marcado lo último que
ustedes, de la que hablo en este caso. También ocurre que ayer por la Freud articuló sobre el tema de la angustia.
noche me llegó un trabajo que le había dicho a uno de ustedes que espe- No voy a entrar en este texto, porque hoy estoy decidido, como lo ven
raba tener antes de empezar aquí mi discurso. Le había pedido tener ese ustedes desde el comienzo, a trabajar sin red, y no hay tema en el que la
texto, incluso que me orientara a propósito de una pregunta que él mis- red del discurso freudiano esté más cerca de damos una falsa seguridad.
mo me había planteado. Aunque todavía no he podido tener conoci- Cuando entremos en este texto, verán precisamente lo que hay que ver a
miento de él, el hecho de que me lo hayan traído a tiempo ha respondí- propósito de la angustia, a saber, que no hay red. Tratándose de la angus-
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INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LA ANGUSTIA EN LA RED DE LOS SIGNIFICANTES
tia, cada eslabón, por así decir, no tiene otro sentido que el de dejar el va- luego una noción extremadamente preciosa. Implica, en efecto, la rela-
cío donde está la angustia. ción de una dimensión con algo que viene a interferirla y que, en aque-
En el discurso de Inhibición, síntoma y angustia, se habla, gracias a llo que nos interesa, impide, no la función, término de referencia, no el
Dios, de todo menos de la angustia. ¿Significa esto que no se pueda hablar movimiento, que se ha vuelto difícil, sino ciertamente al sujeto. He aquí
de ella? Trabajar sin red evoca al funámbulo. Me limito a tomar a modo de algo que nos aproxima a lo que buscamos, a saber, lo que ocurre bajo el
cuerda el título, Inhibición, síntoma, angustia. Salta al entendimiento, si me nombre de angustia. Pongo, pues, impedimento en la misma columna
permiten la expresión, que estos tres términos no están en el mismo nivel. que síntoma.
Resultan heteróclitos, por eso los he escrito en tres líneas escalonadas. Para Les indico enseguida que la trampa en cuestión es la captura narcisis-
que la cosa funcione, para poder entenderlos como una serie, en verdad es ta. Luego nos veremos llevados a articularlo mucho más, pero aquí ya no
preciso verlos como los he puesto aquí, en diagonal, lo cual implica relle- se encuentran ustedes en los elementos básicos, si acaso recuerdan lo que
nar los blancos. articulé en último término sobre el límite muy preciso que introduce la
No voy a demorarme en demostrarles lo que salta a la vista, la dife- captura narcisista en cuanto a lo que puede investirse en el objeto, en la
rencia entre la estructura de estos tres términos, ninguno de los cuales medida en que el falo, por su parte, permanece investido autoeró-
tiene en absoluto, si queremos situarlos, los mismos términos como contex- ticamente. La fractura que de ello resulta en la imagen especular será pro-
to o entorno. piamente lo que da su soporte y su material a esta articulación significante
Así, la inhibición está en la dimensión del movimiento, en el sentido que, en el otro plano, simbólico, se llama castración. El impedimento que
más amplio del término. No entraré en el texto, pero ustedes recuerdan de sobreviene está vinculado a este círculo por el cual, con el mismo movi-
todos modos lo suficiente como para ver que Freud, a propósito de la inhi- miento con el que el sujeto avanza hacia el goce, es decir, hacia lo que
bición, no puede hablar de otra cosa más que de la locomoción. El movi- está más lejos de él, se encuentra con esa fractura íntima, tan cercana, al
miento existe, al menos metafóricamente, en toda función, aunque no sea haberse dejado atrapar por el camino en su propia imagen, la imagen es-
locomotriz. pecular. Es ésta la trampa.
En la inhibición, de lo que se trata es de la detención del movimiento. Aquí todavía nos encontramos en el plano del síntoma. Tratemos de ir
¿Significa esto que la palabra inhibición deba sugerirnos tan solo detención? más lejos. Si llevamos más lejos la interrogación por el sentido de la pala-
Les resultaría fácil objetarme el frenado. ¿Por qué no? Se lo concedo. bra inhibición, ¿qué término podemos introducir en la tercera columna?
Construiremos pues una matriz que nos permita distinguir las dimensio- Tras la inhibición y el impedimento, el tercer término que les propongo,
nes en juego en una noción que nos es tan familiar. No veo por qué no po- siempre en el sentido de devolverlos al suelo de lo vivido, a la seriedad irri-
dríamos poner en el eje horizontal la noción de dificultad, y en el otro eje soria de la cuestión, es el bello término de embarazo.
de coordenadas, la de movimiento. Esto nos permitirá ver más claro, por- Nos será tanto más precioso, cuanto que hoy la etimología me está col-
que también nos permitirá volver a bajar al suelo, el suelo de lo que no está mando, queda claro que el viento sopla a mi favor. El embarazo es exacta-
velado por la palabra experta, la noción, incluso el concepto con el que uno mente el sujeto S revestido con la barra, $, porque imbaricare alude de la
se las arregla. forma más directa a la barra, bara, en cuanto tal. Ésta es ciertamente la
¿Por qué no recurrir a la palabra impedir? De esto se trata, ciertamente. imagen de la vivencia más directa del embarazo. Cuando uno ya no sabe
Nuestros sujetos están inhibidos cuando nos hablan de sus inhibiciones, y qué hacer con uno mismo, busca detrás de qué esconderse. Se trata, cierta-
nosotros mismos, cuando hablamos de ellas en congresos científicos, pero mente, de la experiencia de la barra. Si no estoy mal informado, en muchos
cada día, ciertamente, están impedidos. Estar impedido es un síntoma. Es- dialectos esta barra toma más de una forma. Pero no es necesario recurrir a
tar inhibido es un síntoma metido en el museo. los dialectos. ¿No hay algún español aquí? Da igual, porque me afirman que
Ver la etimología no implica ninguna superstición, me sirvo de ella en español la embarazada designa a la mujer encinta, lo cual es otra for-
cuando me sirve. Impedicare quiere decir caer en la trampa, y es desde ma, bien significativa, de la barra puesta en su lugar.
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INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LA ANGUSTIA EN LA RED DE LOS SIGNIFICANTES
He aquí, pues, lo que se refiere a la dimensión de la dificultad. La prime- Estos señores me dicen, pues, que el sentimiento lingüístico, según
ra fila horizontal, que empieza por la inhibición y sigue con el impedimento, l'l los se expresan, equipara este término con la palabra justa, que es lapa-
culmina en esa forma ligera de la angustia que se llama embarazo. labra conmover. Pero desengáñese, de eso nada. Etimológicamente, como
En la otra dimensión, la del movimiento, ¿cuáles son los términos que por otra parte para quienquiera que sepa servirse de las palabras, la tur-
veremos dibujarse verticalmente tras el término inhibición? bac ión [émoi] no tiene nada que ver con la emoción [émotion]. En cual-
En primer lugar, la emoción. qu ier caso, sepan que el término esmayer ya atesta el siglo XIII - que,
Me perdonarán ustedes que siga fiándome de una etimología que hasta ·on anterioridad a él, esmais e incluso esmoi-esmais, si quieren ustedes
ahora me ha sido tan propicia. La emoción se refiere etimológicamente al saberlo, no se impusieron, para expresarme como los autores, hasta el
movimiento, sólo que aquí le daremos el primer empujoncito introducien- XVI-, que esmayer tiene el sentido de perturbar, atemorizar, y también
do el sentido goldsteiniano del arrojar fuera, ex, fuera de la línea del movi- perturbarse - que esmayer aún se usa a veces en ciertos dialectos y nos
miento - es el movimiento que se desagrega, es la reacción que se llama conduce hasta el latín popular exmagare, que significa hacer perder el
catastrófica. Era útil que les indicara dónde poner esto, pues, al fin y al poder, la fuerza - que este latín popular está ligado al injerto de una raíz
cabo, algunos nos han dicho que la angustia era esto, la reacción catastró- germánica occidental que, reconstituida, da magan. Por otra parte no hay
fica. No deja de tener relación, por supuesto, pero ¿qué no iba a estar rela- necesidad de reconstituirla, porque existe bajo esta misma forma en alto
"cionado con la angustia? Se trata precisamente de saber dónde está verda- alemán y en gótico. Por poco germanófonos que sean ustedes, pueden
deramente la angustia. El hecho de que hayan podido, por ejemplo, y sin relacionarlo con el mogen alemán. En inglés, está el to may. En italiano,
escrúpulos, recurrir a la misma referencia a la reacción catastrófica para ¿existe smagare?
designar la crisis histérica, o también, en otros casos, la cólera, demuestra No de esa forma. Esto significaría, de creer a Bloch y Von Wartburg,
que en cualquier caso no puede ser suficiente para distinguir la angustia, ni desanimarse. Subsiste, pues, una duda. Como aquí no hay ningún portu-
para señalar dónde está. gués, no tendría inconveniente en admitir lo que, no yo, sino Bloch y von
Demos el paso siguiente. Nos mantenemos todavía a una distancia Wartburg, plantean al proponer esmagar, que querría decir aplastar. Lo
respetuosa de la angustia, porque nos encontramos aquí, a una distan- tomo hasta nueva orden como algo que luego tendrá un gran interés. Les
cia de dos casillas. En la dimensión del movimiento, ¿hay algo que ahorro el provenzal.
responda más precisamente al nivel de la angustia? Voy a llamarlo con Sea como sea, con toda seguridad, la traducción que ha sido admitida
un nombre que reservo desde hace tiempo para el interés de ustedes, de Triebregung por émoi pulsionnel es del todo impropia, y precisamente
como una exquisitez. Quizás haya hecho alguna alusión fugitiva, pero por la distancia que hay entre la emoción y la turbación. La turbación es
sólo los oídos particularmente prensiles han podido retenerlo. Es la trastorno, caída de potencia, la Regung es estimulación, llamada al desor-
palabra turbación. 2 den, incluso al motín. Me protegeré así con esta investigación etimológica
Aquí la etimología me favorece de una manera fabulosa. Me colma. Por para decirles que, hasta una época determinada, la misma más o menos que
eso no dudaré en abusar de ella todavía más, una vez que les haya dicho en Bloch y von Wartburg se llama el triunfo de la turbación, émeute tuvo
primero todo lo que me aporta. Les indico expresamente que se remitan a precisamente el sentido de emoción, y sólo adquirió el sentido de movi-
los artículos de los Srs. Bloch y von Wartburg, y me disculpo si ello resulta miento popular a partir del siglo XVII.
redundante respecto de lo que ahora les diré, tanto más cuanto que lo que Todo esto debería hacerles percibir claramente que los matices
voy a decirles es su cita textual. Tomo lo que me conviene de allí donde lo lingüísticos, incluso las versiones aquí mencionadas, nos sirven de guía
encuentro, le moleste a quien le moleste. para definir con la turbación el tercer lugar, en el sentido de lo que signi-
fica la inhibición en la vertiente del movimiento, tal como, en la vertien-
te de la dificultad, hemos designado la referencia correspondiente con el
2. Emoi. [N. del T.]
embarazo. La turbación es el trastorno, el trastornarse en cuanto tal, el
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INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LA ANGUSTIA EN LA RED DE LOS SIGNIFICANTES
trastornarse más profundo en la dimensión del movimiento. El embarazo estoy menos interesado en los afectos que en cualquier otra cosa. Es absur-
es el máximo de la dificultad alcanzada. do. Alguna vez he tratado de decir lo que el afecto no es . No es el ser dado
¿Pero significa eso que hayamos alcanzado la angustia? Las casillas de en su inmediatez, ni tampoco el sujeto en una forma bruta. No es en nin-
esta pequeña tabla están ahí para mostrarles que, precisamente, no lo pre- gún caso protopático. Mis observaciones ocasionales sobre el afecto no sig-
tendemos. nifican otra cosa. Y precisamente por este motivo el afecto tiene una estre-
cha relación de estructura con lo que es un sujeto, incluso tradicionalmen-
te. Espero articulárselo de una forma indeleble la próxima vez.
~LJ') ~1,·~·uJ,ú, Por el contrario, lo que he dicho del afecto es que no está reprimido. Esto
~,\~(.11 k~·~ -:--~--\-....1-~-~a;;!; t,~ Freud lo dice igual que yo. Está desarrumado, va a la deriva. Lo encontra-
mos desplazado, loco, invertido, metabolizado, pero no está reprimido. Lo
--~~ CIMI~
que está reprimido son los significantes que lo amarran.
f11~-~.. X La relación del afecto con el significante exigiría todo un año de teoría
de los afectos. Ya dejé ver en una ocasión cómo lo entiendo. Se lo dije a
propósito de la cólera.
E;~·1 X ~ La cólera, les dije, es lo que ocurre en los sujetos cuando las clavijitas
no entran en los agujeritos. ¿Qué significa esto? Cuando en el plano del
Otro, del significante, o sea, siempre, más o menos, el de la fe, de la buena
fe, no se juega el juego. Pues bien, eso es lo que suscita la cólera.
Para dejarlos con algo de qué ocuparse, les haré una simple observación.
Hemos llenado con emoción y turbación estas dos casillas en el sentido ¿Dónde trata mejor Aristóteles de las pasiones? Creo, de todas formas, que
vertical, y con impedimento y embarazo estas dos en el sentido horizontal. algunos lo saben. Es en el libro II de su Retórica.
Pero ésta se encuentra vacía, y ésta de aquí. Lo mejor que hay sobre las pasiones está atrapado en la red4 de la retó-
¿Cómo rellenarlas? Es un tema que tiene el mayor interés en cuanto al rica. No es por casualidad. Los significantes de la pizarra, eso es la red. Por
manejo de la angustia. Por un tiempo, se lo dejaré como adivinanza. eso, ciertamente, les hablé de red a propósito de los primeros puntos de
referencia lingüísticos que traté de darles.
No he tomado la vía dogmática de hacer preceder de una teoría general
de los afectos lo que voy a decirles de la angustia. ¿Por qué? Porque aquí
3 no somos psicólogos, somos psicoanalistas.
Yo no les desarrollo una psico-logía, un discurso sobre esa realidad irreal
que se llama la psique, sino sobre una praxis que merece un nombre, erotología.
Hecho ya este pequeño preámbulo para la tríada freudiana de la inhibi- Se trata del deseo. Y el afecto por el que nos vemos llevados, quizás, a hacer
ción, el síntoma y la angustia, he aquí el terreno ya desbrozado para hablar surgir todo lo que este discurso comporta a título de consecuencia, no general
de ella doctrinalmente. sino universal, sobre la teoría de los afectos, es la angustia.
Tras haberla llevado, mediante estas evocaciones, al nivel mismo de la
experiencia, tratemos de situarla en un marco conceptual. Es sobre el filo de la angustia donde debemos mantenemos, y sobre este
La angustia, ¿qué es? Hemos descartado que sea una emoción. Para in- filo espero llevarlos más lejos la próxima vez.
troducirla, diré que es un afecto.
Como quienes siguen los movimientos de afinidad o de aversión de mi 14 DE NOVIEMBRE DE 1962
discurso se dejan atrapar a menudo por las apariencias, sin duda creen que
4. En francés, lefilet, le réseau. [N. del T.]
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INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA
80 81
INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LO QUE NO ENGAÑA
1 mente eso tan precioso que aquí se nos aporta como material, se muestra
imprecisa y en cierto modo borrosa. En alemán, no dice lo demuestra igual-
mente, sino simplemente nach Art der Hysterie, o sea, a la manera de o
El título original de la obra es Versuch einer Genitaltheorie, o sea, In- según la modalidad de.
vestigación, con toda exactitud, de una teoría de la genitalidad, y no de los ¿Qué significa esto para alguien que ha aprendido, ya sea aquí o en otro
orígenes de la vida sexual, que es como la traducción lo ha diluido. lugar, a escuchar, sino que la vagina entra en función en la relación genital
Este libro seguramente, por un lado, produce alguna inquietud. Para mediante un mecanismo estrictamente equivalente a cualquier otro meca-
quienes saben escuchar, hace tiempo indiqué en él lo que en algún caso nismo histérico?
puede participar del delirio. Pero, al ser portador de una enorme experien- ¿Y por que sorprendemos? Nuestro esquema del lugar vacío en la fun-
cia, de todas formas, con todos sus rodeos, permite extraer más de un ras- ción del deseo les permite al menos situar la paradoja en cuestión, que se
go para nosotros precioso. define del siguiente modo.
Estoy seguro de que a éste, el propio autor no le da todo el énfasis que El lugar, la casa del goce, se encuentra normalmente, ya que lo está na-
merece, dado que su designio, en su investigación, es alcanzar una noción turalmente; situado en un órgano que tanto la experiencia como la investi-
demasiado armonizante, demasiado totalizante de su objeto, a saber, la rea- gación anatomo-fisiológica les enseñan de la forma más certera que es in-
lización genital.
sensible, en el sentido de que ni siquiera puede despertar a la sensibilidad
He aquí en qué términos se expresa de paso. El desarrollo de la sexua-
por el sencillo hecho de que no está inervado. El lugar último del goce ge-
lidad genital, cuyas grandes líneas acabamos de esquematizar en el hom-
nital es un lugar - esto no es un misterio - en el que se pueden verter
bre - se trata del varón - , sufre en la mujer lo que se traduce como una
diluvios de agua hirviendo, hasta una temperatura insoportable para cual-
interrupción bastante inesperada, traducción del todo impropia, pues se
quier otra mucosa, sin provocar reacciones sensoriales inmediatas.
trata en alemán de eine ziemlich unvermittelte Unterbrechung, lo cual quie-
Es del todo pertinente situar tales correlaciones antes que entrar en el
re decir una interrupción en la mayoría de casos casi sin mediación. Esto
mito diacrónico de una supuesta maduración, el cual haría del punto de lle-
significa que no forma parte de lo que Ferenczi califica de amfimixia, y
gada, o sea, de la culminación de la función sexual en la función genital, el
que a fin de cuentas no es sino una de las formas naturalizadas de lo que
lugar de convergencia y de síntesis de todo aquello que hasta entonces se
llamamos tesis-antítesis-síntesis, o sea, el progreso dialéctico, por así
decir, término que, a pesar de no estar valorizado en el espíritu de ha podido presentar como tendencias parciales. Reconocer la necesidad del
Ferenczi, anima efectivamente toda su construcción. Si la interrupción es lugar vacío en un punto funcional del deseo, y constatar que la propia na-
llamada unvermittelte es porque es lateral respecto a este proceso, y no ol- turaleza, la fisiología, no ha encontrado en otro lugar su punto funcional
videmos que se trata de encontrar la síntesis de la armonía genital. Hay que más favorable, nos libera del peso de esas paradojas que han hecho imagi-
entender, pues, que esta interrupción está más bien en un callejón sin sali- nar tantas construcciones míticas alrededor del supuesto goce vaginal, y nos
da, o sea, fuera de los progresos de la mediación. sitúa así en una posición más clara - aunque, por supuesto, no es que no
Esta interrupción, dice Ferenczi, se caracteriza por el desplazamiento podamos indicar nada más allá de esto.
de la erogeneidad del clítoris, pene femenino, a la cavidad vaginal. En este Quienes de entre ustedes asistieron a nuestro Congreso de Amsterdam
punto no hace más que acentuar lo que nos dice Freud. La experiencia ana- sobre la sexualidad femenina recordarán que se dijeron muchas cosas, y
lítica nos inclina, sin embargo, a suponer que, en la mujer, no sólo la vagi- meritorias, sin que pudieran ser efectivamente articuladas y situadas, a fal-
na sino también otras partes del cuerpo pueden genitalizarse, como lo ta del registro estructural que yo indiqué en la apertura de aquellos traba-
demuestra igualmente la histeria, en particular el pezón y su región cir- jos y cuyas articulaciones trato de darles aquí. Y sin embargo, cuán precio-
cundante. so resulta para nosotros saber lo que está en la pizarra, cuando se conocen
Como ustedes saben, en la histeria hay todavía muchas otras zonas que todas las paradojas en las que se entra a propósito del lugar que se debe dar
están implicadas. Por otra parte, la traducción, a falta de seguir efectiva- a la histeria en lo que se podría llamar la escala de las neurosis.
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INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LO QUE NO ENGAÑA
En razón de las analogías evidentes con el mecanismo histérico, cuyo que de otro modo no vería. Lo que quiero decir con esto es que la primera
elemento principal yo les he indicado, se suele considerar a la histeria la cosa a plantear sobre la estructura de la angustia - y que ustedes descui-
neúrosis más avanzada, al ser la más cercana a la culminación genital. Se- dan siempre en las observaciones, porque están fascinados por el conteni-
gún esta concepción diacrónica, tenemos que ponerla al término de lama- do del espejo y olvidan sus límites-, es que la angustia está enmarcada.
duración infantil, pero también en su punto de partida, puesto que la clíni- Quienes escucharon mi intervención en las Jornadas provinciales con-
ca nos muestra que en la escala neurótica, debemos considerarla, por el sagradas al fantasma - intervención cuyo texto todavía espero que me re-
contrario, como la más primaria, pues sobre ella se edifican las construc- mitan tras dos meses y una semana- pueden recordar la metáfora que em-
ciones de la neurosis obsesiva. Por otra parte, las relaciones de la histeria pleé, la de un cuadro que viene a situarse en el marco de una ventana. Téc-
con la psicosis, con la esquizofrenia, son evidentes, y han sido destacadas. nica absurda, sin duda, si se trata de ver mejor lo que hay en el cuadro, pero
Lo único que puede permitirnos - aparte de flotar al capricho de las ne- no se trata de esto. Cualquiera que sea el encanto de lo que está pintado en
cesidades del caso a exponer - no poner a la histeria ya sea al final, ya sea la tela, se trata de no ver lo que se ve por la ventana.
al principio, de las supuestas fases evolutivas, es ponerla de entrada en rela- A veces sucede que se ve aparecer en sueños, y de un modo no ambi-
ción con lo que prevalece, a saber, la estructura sincrónica y constituyente guo, una forma pura, esquemática, del fantasma. Tal es el caso en el sueño
del deseo en cuanto tal, donde lo que yo designo como el lugar del blanco, el de la observación del Hombre de los Lobos. Si este sueño de repetición ad-
lugar del vacío, desempeña siempre una función esencial. Que esta función quiere toda su importancia y Freud lo elige como central, es porque es el
sea puesta en evidencia en la estructura acabada de la relación genital es a la fantasma puro develado en su estructura. Si esta observación tiene para no-
vez la confirmación de lo bien fundado de nuestro método y el comienzo de sotros un carácter inagotado e inagotable, es porque se trata esencialmen-
una visión más clara, desbrozada, de los fenómenos de lo genital. te, de cabo a rabo, de la relación del fantasma con lo real. Ahora bien, ¿qué
Sin duda hay algún obstáculo para que lo veamos directamente, puesto vemos en este sueño? La hiancia súbita - los dos términos están indica-
que para llegar a ello tenemos que pasar por una vía algo desviada, la de la dos - de una ventana. El fantasma se ve más allá de un cristal, y por una
angustia. He aquí por qué estamos en ello. ventana que se abre. El fantasma está enmarcado.
En cuanto a lo que ven ustedes más allá, reconocerán allí la estructura que
es la que ven en el espejo de mi esquema. Hay siempre dos barras, la de un
soporte más o menos desarrollado y la de algo que está soportado. En este
2 sueño, son los lobos en las ramas del árbol. No tengo más que abrir cualquier
recopilación de dibujos de esquizofrénicos para encontrarlo, por así decir, de
a montones. A veces encontrarán también algún árbol con algo en la cima.
Este momento en que se acaba, con el año, una primera fase de nuestro dis- Tomo mi primer ejemplo del informe que presentó Jean Bobon en el úl-
curso es propicio para lo que subrayo - que hay una estructura de la angustia. timo Congreso de Anvers sobre el fenómeno de la expresión.
La abordé para ustedes con ayuda de esa forma taquigráfica que está en Vean este dibujo de una esquizofrénica. ¿Qué hay en el extremo de las
la pizarra desde el comienzo de mi discurso, y de las aristas vivas que apor- ramas? Para el sujeto en cuestión, lo que desempeña el papel que desem-
ta, que deben considerarse con todo su carácter específico. Sin embargo, peñan los lobos para el hombre de los lobos, son significantes. Más allá de
todavía no he insistido lo suficiente en un punto. las ramas del árbol, ella ha escrito la fórmula de su secreto, lo sono sempre
Este trazo es el espejo visto de canto. Ahora bien, un espejo no se ex- vista. Es lo que hasta entonces nunca había podido decir, Siempre soy vis-
tiende hasta el infinito, tiene límites. Si se remiten ustedes al artículo del ta. Todavía es preciso que me detenga para hacerles ver que tanto en italia-
que está extraído este esquema, verán que doy cuenta de estos límites del no como en francés, vista es ambiguo. No es sólo un participio pasado, es
espejo. Este espejo permite al sujeto ver un punto situado en el espacio que también la vista, con sus dos sentidos, subjetivo y objetivo, la función de
no le es perceptible directamente. Pero yo no me veo forzosamente a mí la vista y el hecho de ser una vista, como se dice la vista del paisaje, la que
mismo, o a mi ojo en el espejo, aunque el espejo me ayuda a percibir algo se toma como objeto en una tarjeta postal.
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INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LO QUE NO ENGAÑA
Lo único que quiero destacar hoy, es que lo horrible, lo oscuro, lo in- lo indica el término - por una vez, el término en francés [hOte] - , este hués-
quietante, todo aquello con lo que traducimos, como podemos, en francés, ped, en su sentido corriente, es ya alguien bien trabajado por la espera.
el magistral unheimlich del alemán, se presenta a través de ventanillas. Es Este huésped es ya lo que ha virado a lo hostil, que es por donde he empe-
enmarcado como se sitúa el campo de la angustia. Aquí vuelven ustedes a zado este discurso sobre la espera. Este huésped, en el sentido corriente, no es
encontrarse con aquello con lo que he introducido mi comentario, a saber, lo heimlich, no es el habitante de la casa, es lo hostil domesticado, apaciguado,
la relación de la escena con el mundo. admitido. Lo que es Heim, lo que es Geheimnis, nunca pasa por los rodeos, las
Súbitamente, de golpe - siempre encontrarán ustedes este término en redes, los tamices del reconocimiento. Ha permanecido unheimlich, menos
el momento de entrada en el fenómeno de lo unheimlich. Siempre encon- inhabituable que inhabitante, menos inhabitual que inhabitado.
trarán la escena que se plantea en su dimensión propia, y que permite que Es el surgimiento de lo heimlich en el marco lo que constituye el fenóme-
surja aquello que, en el mundo, no puede decirse. no de la angustia, y por eso es falso decir que la angustia carece de objeto.
¿Qué esperamos cada vez que se levanta el telón, sino ese breve momen- La angustia tiene otra clase de objeto distinto del objeto cuya aprehen-
to de angustia? Ése que pronto se apaga, pero que nunca falta en aquella sión está preparada y estructurada por la rejilla del corte, del surco, del ras-
dimensión por la que, cuando vamos al teatro, hacemos algo más que ir a go unario, del es eso que opera siempre cerrando el labio, o los labios, del
sentar nuestras posaderas en el sillón pagado a un precio más o menos caro, corte de los significantes, que se convierten entonces en cartas cerradas, re-
el momento de los tres golpes y del telón que se alza. Sin este tiempo mitidas en sobre cerrado a otras huellas.
introductorio, que pronto se elide, de la angustia, nada puede adquirir el va- Los significantes hacen del mundo una red de huellas, en la que el paso
lor de lo que se determinará a continuación como trágico o cómico. de un ciclo al otro es pues posible. Lo cual significa que el significante en-
Aquello que no puede, decía yo. Tampoco en este caso aportan todas las gendra un mundo, el mundo del sujeto que habla, cuya característica esen-
lenguas los mismos recursos. No se trata de konnen - por supuesto, pue- cial es que en él es posible engañar.
den decirse muchas cosas, materialmente hablando - sino de dürfen, de La angustia es este corte - este corte neto sin el cual la presencia del
un poder que traduce mal el permitido o no permitido, pues esta palabra se significante, su funcionamiento, su surco en lo real, es impensable - , es
relaciona con una dimensión más original. Incluso es porque man darf este corte que se abre y deja aparecer lo que ahora entenderán ustedes me-
nicht, no se puede, por lo que man kann, de todas formas se podrá. Aquí jor, lo inesperado, la visita, la noticia, lo que expresa tan bien el término
actúa el forzamiento, la dimensión de disparador, que constituye la acción presentimiento, que no debe entenderse simplemente como el presenti-
dramática propiamente hablando. miento de algo, sino también como el pre-sentimiento, lo que está antes del
Todo el tiempo que le dediquemos a los matices de este encuadramien- nacimiento de un sentimiento.
to de la angustia es poco. ¿Me dirán ustedes que la fuerzo en el sentido A partir de la angustia se puede tomar cualquier orientación. Lo que es-
de reducirla a la espera, a la preparación, a un estado de alerta, a una re- perábamos, a fin de cuentas - y ésta es la verdadera sustancia de la an-
puesta que es ya de defensa frente a lo que va a suceder? Esto, sí, es la gustia-, es ese lo que no engaña, lo fuera de duda.
Erwartung, la constitución de lo hostil en cuanto tal, el primer recurso No se dejen llevar por las apariencias. Aunque el vínculo entre la an-
más allá de la Hilflosigkeit. Si bien la espera puede, en efecto, servir en- gustia y la duda, la hesitación, el juego llamado ambivalente del obsesivo,
tre otros medios, para enmarcar la angustia, no es indispensable. No hay pueda· parecerles clínicamente apreciable, no por ello son la misma cosa.
ninguna necesidad de la espera, el marco siempre está ahí. Pero la angus- La angustia no es la duda, la angustia es la causa de la duda.
tia es otra cosa. No es la primera vez, y no será la última, que deberé indicarles que si la
Hay angustia, cuando surge en este marco lo que ya estaba ahí, mucho función de la causalidad subsiste tras dos siglos de aprehensión crítica, es
más cerca, en la casa, Heim. Es el huésped, me dirán ustedes. En cierto ciertamente porque no se encuentra allí donde la refutan. Si hay una dimen-
sentido, sí, por supuesto, este huésped desconocido que aparece de forma sión en la que tenemos que buscar la verdadera función, el verdadero peso,
inopinada tiene que ver, enteramente, con lo que se encuentra en lo el sentido de la subsistencia de la función de causa, es en la dirección de la
unheimlich, pero designarlo así es insuficiente. Puesto que, como muy bien apertura de la angustia.
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j
INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LO QUE NO ENGAÑA
La duda, los esfuerzos que invierte, todo ello no es sino para combatir barazo y lo que hay de menos en la turbación, 1 esmayer, que es esencial-
la angustia, y precisamente mediante engaños. Es que se trata de evitar lo mente, como les dije, la evocación del poder que no aparece, la experien-
que, en la angustia, es certeza horrible. cia dé lo que le falta a uno en la necesidad.
El vínculo de estos dos términos es esencial para nuestro tema, porque
subraya su ambigüedad. Si aquello con lo que nos enfrentamos está de más,
entonces no nos falta. Si llega a faltarnos, ¿por qué decir que en otro lugar
3 nos causa embarazo?
Tengamos cuidado de no ceder aquí a las ilusiones más lisonjeras.
Ahora que vamos a enfrentarnos con el problema de la angustia, reco-
Pienso que en este punto ustedes me pueden detener para recordarme nozcamos qué quieren todos aquellos que han hablado desde un punto de
que más de una vez he planteado, de formas aforísticas, que toda activi- vista científico. ¡Pardiez! Lo que tuve que plantear al principio como ne-
dad humana se desarrolla en la certeza, o incluso, que engendra certeza, cesario para la constitución de un mundo, el significante como posibilidad
de engaño, es aquí donde se revela que no es vano. Se ve mejor cuando se
o bien, de una forma general, que la referencia de la certeza es esencial-
trata precisamente de la angustia. Y lo que se ve, ¿qué es? Que abordarla
mente la acción.
científicamente siempre implica mostrar que es una inmensa engañifa.
Pues bien, sí, seguro. Y ello es precisamente lo que me permite introdu-
No se dan cuenta de que todo aquello a lo que se extiende la conquista
cir ahora que es quizás de la angustia de donde la acción toma prestada su
de nuestro discurso se reduce siempre a mostrar que es un inmenso enga-
certeza.
ño. Dominar el fenómeno mediante el pensamiento consiste siempre en
Actuar es arrancarle a la angustia su certeza. Actuar es operar un trans-
mostrar cómo se puede hacer de un modo engañoso, implica poder repro-
ferencia de angustia.
qucirlo, o sea, hacer de él un significante. ¿Un significante de qué? El su-
Y como resulta que estamos al final del trimestre, me permito plantear
jeto, al reproducirlo, falsifica el libro de cuentas. No es nada que deba sor-
lo siguiente, un poco deprisa, para completar, o casi completar, los blancos prendernos, si es cierto que el significante es la huella del sujeto en el cur-
que había dejado en el cuadro de mi primer Seminario, ordenado a partir so del mundo. Sólo que, si creemos poder continuar este juego con la an-
de los términos freudianos, inhibición, síntoma y angustia, con impedimen- gustia, pues bien, con toda seguridad saldremos perdiendo, porque la an-
to, embarazo, emoción y turbación. ¿Qué hay en los lugares vacíos? Hay gustia, precisamente, escapa a este juego.
el pasaje al acto y el acting out. Así pues, es de esto de lo que debemos precavernos en el momento de
captar qué significa esta relaci9n de embarazo con el significante de más y
Inhibición Impedimento Embarazo de falta con el significante de menos. Voy a ilustrarlo. Sepan que si no fue-
Emoción Síntoma Pasaje al acto ra por el análisis no podría hablar de ello. Pero el análisis tropezó con eso
Turbación Acting out Angustia en el primer recodo, por ejemplo el falo.
Juanito, tan lógico como Aristóteles, plantea la ecuación Todos los se-
Cuadro de la angustia res animados tienen un falo. Supongo que me dirijo a gente que ha segui-
do mi análisis del comentario del análisis del caso de Juanito, y que tam-
bién recuerdan lo que tuve cuidado de acentuar el año pasado sobre la pro-
Hoy no tengo tiempo de decirles por qué. Por este motivo he dü:ho que posición llamada afirmativa universal, a saber, que no tiene otro sentido
me limitaba a casi completar este cuadro. De todos modos los haré avan- más que el de definición de lo real, a partir de lo imposible. Es imposible
zar por este camino haciéndoles notar, en estrecha relación con nuestro
tema de esta mañana, la oposición ya implicada, incluso explicada, en mi l. La relación etimológica entre émoi y esmayer se pierde en español. Véase cap. l. [N.
primera introducción de estos términos, entre lo que hay de más en el em- del T.]
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INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LO QUE NO ENGAÑA
que un ser no tenga falo. Como ven ustedes, la lógica tiene por lo tanto esa dad, que viene de Qahal, asamblea. Qoheleth es a la vez una forma abs-
función esencialmente precaria de condenar lo real a tropezar eternamente tracta y femenina, la virtud aglutinante propiamente dicha, la Ecclesia, si
con lo imposible. No tenemos otra forma de aprehenderlo más que avan- ustedes quieren, más que el Eclesiastés.
zando de tropiezo en tropiezo. ¿Qué nos enseña este libro que he llamado libro sagrado y el más pro-
Ejemplo. Hay seres vivos, mamá por ejemplo, que no tienen falo. En- fano? El filósofo tropieza cuando lee en él no sé qué eco epicúreo. Esto lo
tonces es que no hay ser vivo - angustia. he leído. Epicúreo - hablemos de ello, a propósito del Eclesiastés. Sé muy
Hay que dar el paso siguiente. Lo más cómodo es decir que, incluso aque- bien que ya hace mucho tiempo que Epicuro dejó de tranquilizarnos, tal
llos que no lo tienen, lo tienen. Por eso, ciertamente, nos aferramos en con- como era, como ustedes saben, su designio. Pero decir que el Eclesiastés
junto a esta solución. Los seres vivos que no tienen falo lo tendrán, contra haya tenido por un solo instante la oportunidad de producirnos el mismo
toda evidencia. Si son seres vivos es porque van a tener un falo - que noso- efecto, eso es ciertamente no haberlo abierto siquiera.
tros, psicólogos, llamaremos, irreal, y que será simplemente el falo Dios me pide que goce-textual. La Biblia es, sea como sea, la palabra de
significante. Así, de tropiezo en tropiezo, progresa, no me atrevo a decir el Dios. E incluso si no es la palabra de Dios, creo que ya han observado uste-
conocimiento pero sí, seguramente, la comprensión. des la diferencia absoluta que existe entre el Dios de los judíos y el Dios de
De paso, no puedo resistirme al placer de compartir con ustedes un des- Platón. Aunque la historia cristiana creyó encontrar respecto al Dios de los
cubrimiento, un hallazgo, que el azar, el buen azar, lo que llaman el azar y judíos su pequeña evasión psicótica en el Dios de Platón, ya es hora de acor-
que lo es tan poco, me ha permitido hacer por ustedes, apenas este fin de darse de la diferencia que hay entre el Dios motor universal de Aristóteles, el
semana, en un diccionario de slang. Dios soberano bien, concepción delirante de Platón, y el Dios de los judíos,
¡Por Dios, me ha costado tiempo, pero qué bella es la lengua inglesa! que es un Dios con el que se habla, un Dios que te pide algo y que, en el
¿Alguien sabe aquí que, ya en el siglo XV, el slang hizo el hallaz- Eclesiastés, te ordena Goza - esto es verdaderamente el cohno.
go maravilloso de reemplazar a veces I understand you perfectly Gozar a la orden es algo que, si es que la angustia tiene una fuente, un
por I understumble you perfectly? Lo escribo, porque quizás la fonetiza- origen, debe de estar de algún modo ahí - todos podemos sentirlo. A Goza,
ción no les haya permitido captar el matiz. Este understumble intraducible sólo le puedo responder una cosa, Oigo, 2 pero naturahnente, no por eso gozo
al francés incorpora al understand, que significa comprendo, el stumble, con tanta facilidad. Tal es la clase de presencia en la que se activa para noso-
que quiere decir precisamente tropiezo. Comprender es siempre aden- tros el Dios que habla, aquel que nos dice expresamente que él es lo que es.
trarse dando tumbos en el malentendido. Para adentrarme, mientras esté a mi alcance, en el campo de sus deman-
La psicología clásica enseña que la trama de la experiencia se compone das, plantearé, porque está muy próximo a nuestro tema, porque es el mo-
de lo real y de lo irreal, y que los hombres están atormentados por lo irreal mento - tienen razón, no es una observación reciente-, que entre las de-
en lo real. Si así fuera, sería del todo vano esperar desembarazarse de ello, mandas de Dios a su pueblo elegido, privilegiado, las hay muy precisas.
por la razón de que la conquista freudiana, por su parte, nos enseña que lo Para precisar sus términos, parece que aquel Dios no necesitaba tener la
inquietante es que, en lo irreal, lo que los atormenta es lo real. presciencia de mi Seminario - en particular hay una llamada circuncisión.
Su preocupación, Sorge, nos dice el filósofo Heidegger. Por supuesto, Nos ordena gozar y, además, entra en el modo de uso. Precisa la demanda,
pero he aquí que hemos avanzado mucho. ¿Es esto la última palabra? An- deslinda el objeto.
tes de agitarse, de hablar, de ponerse a trabajar, la preocupación está supues- Por eso, me parece, ni a ustedes ni a mí les ha podido pasar desaperci-
ta. ¿Qué significa esto? ¿No se ve que ahí estamos ya en el plano de un arte bido desde hace tiempo el extraordinario embrollo, la confusión que supo-
de la preocupación? El hombre es, evidentemente, un gran productor de
ne referir la circuncisión a la castración.
algo que le concierne y que se llama preocupación. Pero en tal caso, pre- Por supuesto, hay una relación analógica, porque tiene relación con el
fiero saberlo por un libro santo, que es al mismo tiempo el libro más
objeto de la angustia. Pero decir que la circuncisión es su causa, su repre-
profanador que existe, llamado Eclesiastés.
Este título es la traducción griega, llevada a cabo por los Setenta, del
2. Jouis! J'oiüs. [N. del T.]
término Qoheleth, hapax, término único empleado en esta única oportuni-
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INTRODUCCIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA ANGUSTIA LO QUE NO ENGAÑA
sentante, el análogo de lo que llamamos la castráción y su complejo, es co- Pero, más directamente que Freud, ya que vengo detrás de él, interrogo
meter un grosero error, no salir del síntoma, o sea, de la confusión que en a su Dios - Che vuoi? Dicho de otra manera, ¿cuál es·la relación del de-
un sujeto circuncidado puede establecerse en lo concerniente a su marca, seo con la ley? Pregunta siempre elidida por la tradición filosófica, pero
con algo que quizás esté en juego en su neurosis en lo relativo al complejo que Freud respondió - y ustedes viven de ello, aunque, como el resto del
de castración. mundo, todavía no se han dado cuenta. Respuesta - es la misma cosa.
Nada menos castrador que la circuncisión. Cuando se hace bien, no po- Lo que yo les enseño, aquello a lo que los conduce lo que les enseño, y
demos negar que el resultado es más bien elegante, sobre todo al lado de que ya está en el texto, enmascarado bajo el mito de Edipo, es que esos tér-
aquellos sexos masculinos de la Magna Grecia que los anticuarios, con el minos que parecen plantearse en una relación de antítesis, el deseo y la ley,
pretexto de que soy analista, me traen de a montones y a domicilio. Mi se- no son sino una y la misma barrera que nos cierra el acceso a la Cosa.
cretaria se los devuelve y los veo marcharse por el patio cargados con una Volens, nolens, deseando, me adentro en el camino de la ley. Por eso Freud
maleta llena de esos sexos, en los que debo decir que la fimosis siempre se relaciona el origen de la ley con el inaprehensible deseo del padre. Pero
acentúa de una forma particularmente repugnante. Hay, de todos modos, en adonde los conduce a ustedes su descubrimiento y toda la investigación
la práctica de la circuncisión algo saludable desde el punto de vista estético. analítica, es a no perder de vista lo que hay de verdadero tras este engaño.
Por otra parte, la mayoría de quienes siguen repitiendo en este punto las Me normalicen o no mis objetos, mientras desee no sé nada de lo que
confusiones que subsisten en los escritos analíticos captaron, de todas formas, deseo. Y luego, de vez en cuando, aparece un objeto, entre todos los demás,
hace tiempo, que se trataba también de reducir de forma significante la am- que en verdad no sé por qué se encuentra ahí.
bigüedad del tipo sexual. Soy la herida y el cuchillo, dice en algún lugar Por un lado, está aquel objeto del que he aprendido que cubre mi angus-
Baudelaire. Pues bien, ¿por qué considerar como la situación normal ser al tia, el objeto de mi fobia, y no negaré que hizo falta que me lo explicaran,
mismo tiempo el dardo y la vaina? La práctica ritual de la circuncisión no puede porque hasta entonces yo no sabía lo que tenía en la cabeza, salvo decir si
sino engendrar una repartición saludable en cuanto a la división de los roles. ustedes tienen o no tienen. Por otro lado, está aquel objeto del que en ver-
Estas observaciones, como ustedes ya deben advertir, no son laterales. La dad no puedo justificar por qué es ése el que deseo - y yo, que no detesto
circuncisión ya no puede parecerles un capricho ritual, porque se ajusta a lo a las chicas, ¿cómo es que me gustan aún más los zapatitos?
que les enseño a considerar en la demanda, o sea, la circunscripción del ob- Por un lado está el lobo, por el otro la pastora.
jeto y la función del corte. Lo que el Dios pide como ofrenda de esta zona
delimitada aísla el objeto tras haberlo circunscrito. El hecho de que después Voy a dejarlos en este punto, finalizando estas primeras charlas sobre la
de esto quienes se reconocen en este signo tradicional no vean menguar su angustia.
relación con la angustia, quizás todo lo contrario, es una cuestión. Hay otra cosa que hay que entender de la orden angustiante de Dios, la
Uno de aquellos a quienes nos referimos - y dada mi asistencia esto caza de Diana, de quien, en el momento que elegí para hacerlo, el del cen-
no es no designar a nadie - me llamó un día, en una nota privada, el últi- tenario de Freud, les dije que era la Cosa de la búsqueda freudiana. Les doy
mo de los caballeros cristianos. Tranquilícense. Si puede ocurrir que me en- cita para el próximo trimestre, para el alalí del lobo.
tretenga con alguna investigación jugando, para hablar con propiedad, con
el cálculo de los significantes, mi gematría3 no se perderá en su cómputo. 19 DE DICIEMBRE DE 1962
Nunca me hará confundir, si ustedes me permiten, mi vejiga con la linter-
na4 del conocimiento. Más bien, si esta linterna demuestra ser una linterna
sorda, me hará reconocer allí, si es preciso, mi vejiga.
92 93
VIII
Quisiera llegar a decirles hoy cierto número de cosas sobre lo que les
he enseñado a designar mediante el objeto a, hacia el cual les orienta el afo-
rismo que propuse la última vez respecto a la angustia que es no sin objeto.
El objeto a se sitúa este año en el centro de nuestro discurso. Si se ins-
cribe en el marco de un Seminario que he titulado de la angustia, es porque
es esencialmente por este sesgo como es posible hablar de él, lo cual signi-
fica también que la angustia es su única traducción subjetiva.
Sin embargo, el a que aparece aquí, hace tiempo que fue introducido.
Fue anunciado dentro de la fórmula del fantasma como soporte del deseo,
($O a),$ deseo de a.
Como primer punto haré una precisión, que ciertamente no les resulta
imposible de conquistar por sí mismos a quienes me han escuchado, aun-
que subrayarla hoy no resulta inútil.
Lo que se trata de precisar concierne al espejismo surgido de una perspectiva
que se puede llamar subjetivista, en la medida en que, en lo que se refiere a la cons-
titución de nuestra experiencia, pone todo su énfasis en la estructura del sujeto.
113
REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO LA CAUSA DEL DESEO
Esta línea de elaboración, que la tradición filosófica moderna llevó a su parte, la novedad topológica estructural que exige la función del objeto es
punto más extremo, en el entorno de Husserl, al delimitar la función de la perfectamente sensible en las formulaciones de Freud, y especialmente en
intencionalidad, nos deja cautivos de un malentendido acerca de lo que con- las relacionadas con la pulsión.
viene llamar objeto del deseo. Nos enseñan, en efecto, que no hay ninguna Si quieren ustedes verificarlo en un texto, los remito a la trigésimo se-
noesis, ningún pensamiento, que no se dirija a algo. Es el único punto, pa- gunda lección de Introducción al psicoanálisis, que cité la última vez. La
rece, que le permite al idealismo reencontrar su camino hacia lo real. Pero distinción que encuentran ustedes allí entre el Ziel, la meta de la pulsión,
el objeto del deseo, ¿puede ser concebido de esta forma? ¿Son así lasco- y su Objekt es bien distinta de lo que se ofrece de entrada al pensamiento
sas en lo referente al deseo? - que esta meta y ese objeto estarían en el mismo lugar. Freud emplea
Para ese nivel de nuestros oídos que existe en cada quien y que necesita términos muy impactantes, el primero de los cuales es eingeschoben - el
de la intuición, diré - ¿acaso el objeto del deseo está delante? Éste es el objeto se desliza ahí dentro, pasa a algún lugar. Es la misma palabra que
espejismo en cuestión. Esterilizaba todo lo que, en el análisis, pretendió sirve para la Verschiebung, el desplazamiento. Lo que se indica allí es que
avanzar en el sentido de lo que llaman la relación de objeto, y ya he pasado el objeto es, en su función esencial, algo que se escapa en el plano de nues-
por muchos caminos para rectificarlo. Lo que voy a plantear ahora es una tra aprehensión.
nueva forma de acentuar esta rectificación. Por otra parte, en este plano existe una oposición expresa entre dos tér-
No lo haré de una manera tan desarrollada como convendría, sin duda. minos - ausseres, externo, exterior, e inneres, interior. Se precisa que el
Reservaré esa formulación para algún trabajo que les llegará por otra vía. objeto debe situarse ausseres, en el exterior, y, por otra parte, que la satis-
Creo que para la mayoría de los oídos alcanzará con escuchar algunas de las facción de la tendencia sólo consigue realizarse en la medida en que alcan-
formulaciones generales que me bastará con acentuar en relación al punto za algo que se debe considerar en el inneres, el interior del cuerpo, donde
que acabo de introducir. encuentra su Befriedigung, su satisfacción.
Ya saben ustedes hasta qué punto, en el progreso de la epistemología,
a
o ~
X
el aislamiento de la noción de causa ha producido dificultades. Sólo me-
,--..
diante una sucesión de reducciones que acabaron reduciéndola a una de las
//
' \ /
funciones más tenues y más equívocas, la noción de causa ha podido sub-
sistir en el desarrollo de nuestra física.
I
\ , __ ,,J
yo \
no-yo
Está claro, por otra parte, que cualquiera que sea la reducción a que se la
someta, la función mental, por así decir, de esta noción no puede ser elimina-
da, ni reducida a una especie de sombra metafísica. Que es un recurso a la in-
tuición lo que la hace subsistir, es decir muy poco. Lo que yo sostengo es que El yo y el no-yo
toda crítica de la razón pura, bajo la luz de nuestra ciencia, será posible par-
tiendo del reexamen que podríamos llevar a cabo de la experiencia analítica. La función topológica que les he presentado permite formular de forma
Para fijar nuestro punto de mira, diré que el objeto a no debe situarse clara lo que conviene introducir para resolver este enigma. Es la noción de
en nada que sea análogo a la intencionalidad de una noesis. En la un exterior antes de una cierta interiorización, que se sitúa en a, antes de
intencionalidad del deseo, que debe distinguirse de aquélla, este objeto debe que el sujeto, en el lugar del Otro, se capte bajo la forma especular, en x, la
concebirse como la causa del deseo. Para retomar mi metáfora de hace un cual introduce para él la distinción entre el yo y el no yo.
momento, el objeto está detrás del deseo. A este exterior, lugar del objeto, anterior a toda interiorización, perte-
De este objeto a es de donde surge la dimensión cuya elusión en la teo- nece la noción de causa. Voy a ilustrarlo inmediatamente de la forma más
ría del sujeto ha constituido la insuficiencia de toda esa coordinación cuyo simple para que la escuchen sus oídos, ya que por otra parte hoy voy a abs-
centro se manifiesta como teoría del conocimiento, gnoseología. Por otra tenerme de hacer metafísica. Para ilustrarlo, no por casualidad voy a ser-
114 115
REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO I.A CAUSA DEL DESEO
virme del fetiche en cuanto tal, pues en él se devela la dimensión del obje- ilustrarlo enseguida con una observación destinada a desplazar, incluso a
to como causa del deseo. conmover los caminos trillados donde suelen dejar las funciones llamadas
¿Qué es lo que se desea? No es el zapatito, ni el seno, ni ninguna otra del sadismo y del masoquismo, como si sólo se tratara del registro de una
cosa en la que encarnen ustedes el fetiche. El fetiche causa el deseo. El de- especie de agresión inmanente y de su reversibilidad. Al adentrarnos en su
seo, por su parte, va a agarrarse donde puede. No es en absoluto necesario estructura subjetiva, surgirán rasgos de diferencia, de los cuales el esencial
que sea ella quien lleve el zapatito, el zapatito puede estar en sus alrededo- es el que voy a señalar ahora.
res. Ni siquiera es necesario que sea ella la portadora del seno, el seno pue-
de estar en la cabeza. Pero todo el mundo sabe que, para el fetichista, es d s
preciso que el fetiche esté ahí. El fetiche es la condición en la que se sos-
tiene su deseo.
Indicaré de paso ese término, que creo que es poco utilizado en alemán
y que las vagas traducciones que tenemos en francés dejan escapar por
completo. Es, en lo que respecta la angustia, la relación que Freud indica a $
mediante la palabra Libidohaushalt. Nos encontramos aquí con un térmi-
no que está entre Aushaltung, que indicaría algo del orden de la interrup- El deseo sádico
ción o del levantamiento, e Inhalt, que sería el contenido. No es ni lo uno
ni lo otro. Es el sostén de la libido. Por decirlo de una vez, esta relación con
el objeto de la que les hablo hoy permite llevar a cabo la síntesis entre la He aquí un esquema donde encontrarán ustedes de nuevo las distincio-
función de señal de la angustia y su relación, en cualquier caso, con algo nes que organiza el grafo en una fórmula abreviada con cuatro vértices. Te-
que podemos llamar, en el sostenimiento de la libido, una interrupción. nemos a la derecha el lado del Otro, a la izquierda el lado del S, que es del
Suponiendo que me haya hecho entender lo suficiente con la referencia je todavía inconstituido, del sujeto que hay que revisar en el interior de
al fetiche en cuanto a la diferencia máxima que separa las dos perspectivas nuestra experiencia, del cual sabemos que no puede coincidir con la fór-
posibles sobre el objeto como objeto del deseo, y en cuanto a las razones mula tradicional del sujeto, a saber, ser exhaustivo en toda relación con el
que me hacen poner a en una precesión esencial, quiero hacerles compren- objeto.
der ya adónde nos conducirá nuestra investigación. El deseo sádico, con todo lo que tiene de enigma, sólo es articulable a
partir de la esquicia, la disociación, que apunta a introducir en el sujeto, el
otro, imponiéndole hasta cierto límite algo imposible de tolerar - el límite
exacto en que aparece en el sujeto una división, una hiancia, entre su exis-
2 tencia de sujeto y lo que soporta, lo que puede sufrir en su cuerpo.
No es tanto el sufrimiento del otro lo que se busca en la intención sádi-
ca como su angustia. Lo indiqué con esta pequeña sigla, $O. En las fórmu-
En el lugar mismo donde su hábito mental les indica que busquen al su- las de mi segunda lección de este año, les enseñé a leerlo, no es o, la letra, sino cero.
jeto, allí donde, a pesar de ustedes, se perfila el sujeto cuando, por ejem- La angustia del otro, su existencia esencial como sujeto en relación con
plo, Freud indica la fuente de la tendencia, allí donde en el discurso se en- esa angustia, he aquí lo que el deseo sádico es un experto en hacer vibrar, y
cuentra lo que articulan como siendo ustedes - en suma, allí donde dicen por eso no dudé, en uno de mis Seminarios anteriores, en señalar su estruc-
yo (je), es ahí, propiamente hablando, donde, en el plano del inconsciente, tura como propiamente homóloga a lo que Kant articuló como la condición
se sitúa a. del ejercicio de una razón pura práctica, de una voluntad moral para hablar
En este plano, tú eres a, el objeto, y todos sabemos que es esto lo into- con propiedad, donde sitúa el único punto donde puede manifestarse una
lerable, y no sólo para el discurso, que después de todo lo traiciona. Voy a relación con un puro bien moral. Me disculpo por la brevedad de este resu-
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men. Quienes asistieron a aquel Seminario lo recuerdan. Los demás verán masoquismo es porque el superyó es muy cruel. Nosotros conocemos, por
publicado dentro de no mucho tiempo lo que pude retomar de él en un pre- supuesto, todas las distinciones que es preciso hacer en el interior del ma-
facio a La filosofía en el tocador, que era el texto en tomo al cual había or- soquismo - el masoquismo erógeno, el masoquismo femenino, el maso-
ganizado esta comparación. quismo moral. Pero la sola enunciación de esta clasificación ya da cierta
El elemento nuevo que quiero aportar es el siguiente, característico del impresión - aquí tienen un vaso, la fe cristiana y la baja de Wall Street.
deseo sádico. En el cumplimiento de su acto, de su rito - porque se trata Esto nos deja, sea como sea, un poco con las ganas. Si el término maso-
propiamente del tipo de acción humana en el que encontramos todas las es- quismo puede llegar a tener algún sentido, convendría encontrarle una fór-
tructuras del rito - , lo que el agente del deseo sádico no sabe es lo que mula que fuera un poco más unitaria. Diciendo que el superyó es la causa
busca, y lo que busca es hacerse aparecer a sí mismo - ¿para quién? ya del masoquismo no nos apartaríamos demasiado de esta intuición satisfac-
que en todos los casos, esta revelación sólo puede permanecer oscura para toria - sólo que habría que tener en cuenta todavía lo que les enseñé hoy
él mismo - como puro objeto, fetiche negro. A eso se resume, en último sobre la causa. Digamos, pues, que el superyó participa de la función de
término, la manifestación del deseo sádico, en tanto que aquel que es su este objeto en cuanto causa, tal como la introduje hoy. Incluso podría ha-
agente se dirige a una realización. cerlo entrar en la serie de los objetos que deberé desplegar ante ustedes.
Por otra parte, si recuerdan ustedes la figura de Sade, advertirán que no Son enumerables. Pero si no he hecho de entrada este catálogo, es para
es casualidad si lo que queda de él tras una especie de transubstanciación que no pierdan ustedes la cabeza y vayan a creer que ahí se encuentran las
lograda a lo largo de las épocas, tras la elaboración imaginaria de genera- mismas cosas con las que siempre se han sentido ustedes en su terreno en
ciones, es precisamente la forma que Man Ray encontró más adecuada para lo que al análisis se refiere. No es cierto. Si bien pueden ustedes creer que
alumbrarlo cuando hubo que hacer su retrato imaginario, a saber, una for- conocen la función del seno materno o las del escíbalo, saben perfectamente
ma petrificada. qué oscuridad permanece en su espíritu en lo concerniente al falo. Y cuan-
Muy distinta es la posición del masoquista, para quien esta encarnación do se trata del objeto que viene inmediatamente después - voy a confiár-
de sí mismo como objeto es el fin declarado - ya sea que se haga perro selo de todos modos, por dar a su curiosidad algún alimento, es el ojo en
bajo la mesa, o mercancía, ítem del que se habla en un contrato entre otros cuanto tal-, entonces ya no saben ustedes nada. Por eso conviene aproxi-
objetos destinados al mercado. En suma, lo que busca es su identificación marse a él con prudencia, y con razón, porque si es el objeto sin el cual no
con el objeto común, el objeto de intercambio. Sigue siéndole imposible hay angustia, es ciertamente un objeto peligroso. Seamos, pues, prudentes,
captarse como aquello que es, en tanto que, como todos, es un a. puesto que falta.
En cuanto a saber por qué esto le interesa tal reconocimiento, que per- En lo inmediato, esta prudencia será para mí la ocasión de hacer visible
manece de todas formas imposible, es lo que su análisis podrá revelar. Pero en qué sentido, dos lecciones atrás, dije lo siguiente, que llamó la atención
incluso antes de poder comprender sus conjunciones particulares, hay cier- de uno de mis oyentes - que el deseo y la ley eran la misma cosa.
tas conjunciones.estructurales que es preciso establecer aquí. El deseo y la ley son la misma cosa en el sentido de que su objeto les es
Entiendan bien que no he dicho, sin más, que el masoquista alcance su común. No basta pues con reconfortarse diciendo que son, el uno respecto
identificación de objeto. Como en el sádico, esta identificación sólo apare- al otro, como los dos lados de la muralla, o como el derecho y el revés. Ello
ce en una escena. Pero, incluso en esta escena, el sádico no se ve, sólo ve sería tener en poco la dificultad. Si el mito central que permitió que el psi-
el resto. Hay también algo que el masoquista no ve, y nosotros veremos en- coanálisis se pusiera en marcha es válido, lo es tan solo porque hace que se
seguida qué es. sienta que es así.
Esto me permite introducir algunas fórmulas, la primera de las cuales El mito de Edipo no significa nada más que esto - en el origen, el de-
es que reconocerse como objeto de deseo, en el sentido en que yo lo articu- seo como deseo del padre y la ley son una sola y misma cosa. La relación
lo, es siempre masoquista. de la ley con el deseo es tan estrecha que sólo la función de la ley traza el
Esta fórmula tiene el interés de hacerles palpable la dificultad. Es muy camino del deseo. El deseo, en cuanto deseo por la madre, es idéntico a la
cómodo servirse de otro pequeño guiñol y decir, por ejemplo, que si hay función de la ley. Es en tanto que la prohíbe que la ley impone desarla, ya
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que, después de todo, la madre no es en sí el objeto más deseable. Si todo ¿Qué es el objeto a en el plano de lo que subsiste como cuerpo y que
se organiza en torno al deseo de la madre, si se debe preferir que la mujer nos sustrae en parte, por así decir, su propia voluntad? Este objeto a es
sea distinta de la madre, ¿qué significa ello, sino que un imperativo se in- aquella roca de la que habla Freud, la reserva última irreductible de la
troduce en la estructura misma del deseo? Para decirlo todo, se desea a la libido, cuyos contornos es tan patético ver literalmente puntuados en sus
orden. El mito del Edipo significa que el deseo del padre es lo que hace la textos cada vez que da con ella, y no voy a terminar mi lección de hoy sin
ley. decirles dónde conviene que vayan ustedes a renovar esta convicción.
¿En qué consiste el valor del masoquismo desde esta perspectiva? Es el Este a minúscula, ¿en qué lugar está? ¿En qué nivel podría ser reco-
único mérito del masoquista. Cuando el deseo y la ley se encuentran jun- nocido, si ello fuera posible? Les he dicho hace un momento que recono-
tos, lo que el masoquista pretende hacer manifiesto - y, añado, en su pe- cerse como objeto del propio deseo es siempre masoquista. Pero el ma-
queña escena, porque nunca hay que olvidar esta dimensión - es que el soquista sólo lo hace en la escena, y van a ver ustedes lo que se produce
deseo del Otro hace la ley. cuando ya no puede permanecer en la escena. No siempre estamos en la
Enseguida vemos uno de los efectos que esto tiene. Es que el propio escena, aunque la escena se extienda muy lejos, incluso hasta el dominio
masoquista aparece en la función que yo llamaría de deyecto. 1 Es nuestro de nuestros sueños. Cuando no estamos en la escena, cuando permane-
objeto a, pero bajo la apariencia de lo deyectado, echado a los perros, a los cemos más acá y tratamos de leer en el Otro de qué va, no encontramos
despojos, a la basura, al desecho del objeto común, a falta de poder poner- allí, en x, más que la falta.
lo en alguna otra parte. El objeto está en efecto vinculado a su falta necesaria allí donde el suje-
Es uno de los aspectos con que puede aparecer el a tal como se ilustra to se constituye en el lugar del Otro, es decir, tan lejos como sea posible,
en la perversión. Esta forma de reconocerlo en el masoquismo no agota de más allá incluso de lo que puede aparecer en el retorno de lo reprimido. La
ningún modo lo que sólo podemos circunscribir rodeándolo, a saber, la fun- Urverdriingung, lo irreductible de lo incógnito - no podemos decir lo in-
ción del a. cognoscible puesto que hablamos de ello - , ahí es donde se estructura y
El efecto central de esta identidad que conjuga el deseo del padre con la se sitúa lo que, en nuestro análisis de la transferencia, produje ante ustedes
ley es el complejo de castración. La ley nació de la muda o de la mutación con el término ágalma.
misteriosa del deseo del padre después de que se le hubo dado muerte, y la En la medida en que se apunta a este lugar vacío en cuanto tal, se institu-
consecuencia de ello es, tanto en la historia del pensamiento analítico como ye la dimensión siempre descuidada, y con razón, cuando se trata de la trans-
en lo que podemos concebir como la conexión más segura, el complejo de ferencia. Este lugar, circunscrito por algo que se materializa en la imagen, un
castración. Por eso ya han visto ustedes aparecer en mis esquemas la nota- borde, una abertura, una hiancia, donde la constitución de la imagen especu-
ción (-<p) en el lugar mismo en que a falta. lar muestra su límite - ahí está el lugar predilecto de la angustia.
Así, primer punto, les he hablado del objeto como causa del deseo. Pun- Este fenómeno de borde, lo encuentran ustedes, por ejemplo, en ocasio-
to dos, les he dicho que reconocerse como el objeto del propio deseo es nes privilegiadas, en aquella ventana que se abre, marcando el límite del
siempre masoquista, les he indicado a este respecto lo que se perfilaba mundo ilusorio del reconocimiento, el que llamo la escena. Este borde, este
como cierta incidencia del superyó, y he subrayado una particularidad de encuadre, esta hiancia, se ilustra en este esquema al menos dos veces - en
lo que se produce en el lugar de este objeto a bajo la forma de (-<p). el borde del espejo y también en este pequeño signo, O. Que éste es el lugar
Llegamos, pues, a nuestro tercer punto, que concierne a las posibilida- de la angustia, es algo que deben ustedes recordar siempre como señal de
des estructurales de la manifestación del objeto a como falta. Si desde hace lo que se debe buscar en medio.
algún tiempo les presentifico el esquema del espejo, es para que puedan El texto de Freud sobre Dora, al que les ruego que se remitan, lo deja a
concebir esto. uno más estupefacto cada vez que lee, por la doble cara que presenta. Para
los novicios lo primero a destacar son las debilidades, las insuficiencias, pero
la profundidad que alcanza allí donde tropieza con su tope revela hasta qué
l. Déjet: neologismo que alude a déjection (deyección) y ajeter (arrojar). [N. del T.] punto giraba ciertamente en torno al campo que nosotros intentamos trazar.
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A quienes escucharon mi discurso sobre El Banquete, el texto de Dora caballero que todo lo soporta por su Dama, se conforma con los favores más
- por supuesto, conviene que primero se familiaricen con él - puede re- ínfimos, menos sustanciosos, prefiere incluso no recibir más que éstos.
cordarles la dimensión siempre eludida cuando se trata de la transferencia, Cuanto más se aleja el objeto de su amor de lo que se podría llamar la re-
a saber, que la transferencia no es simplemente lo que reproduce y repite compensa, más sobrestima dicho objeto de eminente dignidad.
una situación, una acción, una actitud, un traumatismo antiguo. Siempre Cuando el rumor público no puede dejar de imponerle el hecho de que
hay otra coordenada, que he destacado a propósito de la intervención ana- la conducta de su bien amada es efectivamente de las más dudosas, la exal-
lítica de Sócrates, a saber, en particular, en los casos que evoco, un amor tación amorosa se ve reforzada por el objetivo suplementario de salvarla.
presente en lo real. No podemos comprender nada de la transferencia si no Todo ello es admirablemente destacado por Freud.
sabemos que es también la consecuencia de este amor, de este amor pre- Ya saben ustedes de qué modo es conducida la muchacha en cuestión a
sente, y los analistas deben recordarlo a lo largo del análisis. Este amor está su consulta. Esta relación tenía lugar a sabiendas de toda la ciudad, con un
presente de diversas formas, pero al menos hay que pedirles que lo recuer- estilo de desafío del que Freud se percató enseguida que constituía una pro-
den cuando está ahí, visible. En función de este amor, digamos, real, se ins- vocación dirigida a alguien de su familia, y pronto se ve que se trata de su
tituye lo que es la cuestión central de la transferencia, la que se plantea el padre. La relación finaliza con un encuentro. La joven, acompañada de su
sujeto a propósito del ágalma, a saber, lo que le falta, pues es con esta falta bien amada, se cruza con el padre que va camino de su despacho. El padre
con lo que ama. le lanza una mirada cargada de irritación. Entonces la escena se desarrolla
No sin motivo, desde siempre, les repito machaconamente que el amor muy deprisa. La persona amada, para quien esta aventura no es sin duda
es dar lo que no se tiene. Es incluso el principio del complejo de castración. más que una diversión bastante oscura, que manifiestamente empieza a
Para tener el falo, para poder usarlo, es preciso, precisamente, no serlo. estar harta y no quiere exponerse a grandes dificultades, le dice a la joven
Cuando uno vuelve a las condiciones en las que parece que lo es - que la cosa ya ha durado demasiado, que lo dejen ahí, que deje de mandar-
puesto que se lo es, en el caso de un hombre no hay duda, y en el caso de le flores todos los días y de pisarle los talones. Entonces, la chica se arroja
una mujer ya volveremos a decir de qué modo se ve llevada a serlo-, pues inmediatamente de un puente.
bien, siempre es muy peligroso. Hubo un tiempo en que yo exploraba minuciosamente los mapas de
Viena para dar su pleno sentido al caso de Juanito, pero hoy no llegaré a
decirles qué lugar es. Muy probablemente es algo comparable a lo que
pueden ver todavía junto al Boulevard Pereire, o sea, un pequeño foso al
3 fondo del cual se encuentran los rai1es de un pequeño ferrocarril que ya no
funciona. Ahí es donde la chica se arroja, niederkommt, se deja caer.
No basta con recordar la analogía con el parto para agotar el sentido de
Básteme con pedirles, antes de dejarlos, que relean atentamente el texto esta palabra. El niederkommen es esencial en toda súbita puesta en relación
enteramente consagrado por Freud a sus relaciones con su paciente llamada del sujeto con lo que él es como a. No sin razón el sujeto melancólico tiene
la joven homosexual. Les recuerdo que el análisis pone de manifiesto que es tal propensión, siempre llevada a cabo con una rapidez fulgurante, descon-
esencialmente a raíz de una decepción enigmática relativa al nacimiento en certante, a arrojarse por la ventana. En efecto, la ventana, en tanto que nos
la familia de un hermanito que se orientó hacia la homosexualidad, en forma recuerda el límite entre la escena y el mundo, nos indica lo que significa
de un amor demostrativo por una mujer de dudosa reputación, respecto a la tal acto - de algún modo, el sujeto retoma a aquella exclusión fundamen-
cual se conduce, nos dice Freud, de un modo esencialmente viril. tal en la que se siente. El salto se produce en el momento mismo en que se
Estamos tan habituados a hablar de eso sin saber, que no nos damos cumple, en lo absoluto de un sujeto que sólo nosotros, analistas, podemos
cuenta de que así pretende acentuar lo que traté de presentificar ante uste- concebir, la conjunción del deseo y de la ley. Esto es propiamente lo que
des acerca de la función del amor cortés. Lo hace con un estilo, con una ocurre en el momento del encuentro de la pareja de la caballera de Lesbos
ciencia de la analogía, absolutamente admirable. Ella se comporta como el y su objeto kareniniano, por así decir, con el padre.
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No basta con decir que el padre lanzó una mirada furiosa para compren- encuentro. La segunda es la confrontación del deseo y la ley. Aquí, se trata
der cómo pudo producirse el pasaje al acto. Hay ahí algo que se deriva del de la confrontación del deseo del padre, en base al cual se construye toda
fondo mismo de la relación, de la estructura en cuanto tal. ¿De qué se tra- su conducta, con la ley que se presentifica en la mirada del padre. Esto es
ta? Digámoslo en términos breves, los creo suficientemente preparados lo que la hace sentirse definitivamente identificada con a y, al mismo tiem-
como para que lo entiendan. po, rechazada, expulsada, fuera de la escena. Y esto, sólo puede realizarlo
La hija, cuya decepción respecto al padre por el nacimiento de su her- el dejar caer, el dejarse caer.
mano menor había sido el punto de inflexión en su vida, se había dedica- Hoy me falta tiempo para indicarles hacia en qué dirección va todo esto.
do, pues, a hacer de su castración de mujer lo que hace el caballero con su Digamos, de todos modos, que la célebre notación de Freud sobre el duelo
Dama, o sea, ofrecerle precisamente el sacrificio de sus prerrogativas viri- - la identificación con el objeto como aquello contra lo cual va dirigida
les, lo cual, por inversión de dicho sacrificio, hacía de ella el soporte de una venganza de quien experimenta el duelo - no es suficiente. Llevamos
aquello que falta en el campo del Otro, o sea, la garantía suprema de que la luto y experimentamos sus efectos de devaluación en la medida en que el
ley es ciertamente el deseo del padre, de que se está seguro de ello, que hay objeto por el que hacemos el duelo era, sin nosotros saberlo, el que se ha-
una gloria del padre, un falo absoluto, <I>. bía convertido en soporte de nuestra castración. Cuando ésta nos retorna,
Sin duda, resentimiento y venganza son decisivos en la relación de nos vemos como lo que somos, en la medida en que nos vemos esencial-
esta hija con su padre. Su resentimiento y su venganza son esta ley, este mente devueltos a esa posición de castración.
falo supremo. La <I> mayúscula, he aquí dónde la pongo. Ya que fui de- Ya ven ustedes que el tiempo me urge, y que sólo puedo darles aquí
cepcionada en mi apego a ti, mi padre, y que no pude ser, yo, tu mujer una indicación. Dos cosas indican hasta qué punto es de esto de lo que se
sumisa ni tu objeto, Ella será mi Dama y yo seré, por mi parte, quien sos- trata.
tenga, quien cree la relación idealizada con aquello que de mí misma fue De entrada, la sensación que tiene Freud es de que, por espectacular
rechazado, aquello que de mi ser de mujer es insuficiencia. No olvidemos, que sea el avance que la paciente haga en su análisis, todo le pasa, por así
en efecto, que la muchacha ha abandonado la cultura de su narcisismo, decir, como el agua por las plumas de un pato. El lugar que corresponde
sus cuidados, su coquetería, su belleza, para convertirse en el caballero al a en el espejo del Otro, él lo designa perfectamente mediante todas las
servidor de la Dama. coordenadas posibles. No dispone, por supuesto, de los elementos de mi
Todo esto, toda esta escena, es lo que se presenta ante la mirada del padre topología, pero es imposible decirlo más claramente. Me detengo, tropie-
en aquel simple encuentro en el puente. Y esta escena, que había conseguido zo, dice, con algo similar a lo que ocurre en la hipnosis. Ahora bien, ¿qué
el completo asentimiento del sujeto, pierde sin embargo todo su valor por la ocurre en la hipnosis? El sujeto, en el espejo del Otro, es capaz de leer
desaprobación que percibe en aquella mirada. Es por eso por lo que se pro- todo lo que se encuentra ahí, en el pequeño florero punteado, es decir,
duce entonces lo que podríamos llamar, refiriéndonos al primer cuadro que todo lo que es especularizable, no hay problema con eso. No sin razón el
les presenté sobre las coordenadas de la angustia, el supremo embarazo. espejo, el tapón de cristal, así como la mirada del hipnotizador son los ins-
Luego viene la emoción. Remítanse a ese cuadro, verán sus coordena- trumentos de la hipnosis. La única cosa que no se ve en la hipnosis es pre-
das exactas. La emoción la invade por la súbita imposibilidad en que se en- cisamente el propio tapón o la mirada del hipnotizador, a saber, la cáusa
cuentra de hacer frente a la escena que le hace su amiga. de la hipnosis. La causa de la hipnosis no se revela en las consecuencias
Aquí, me dirijo a alguien que me pidió que adelantara un poco lo que de la hipnosis.
puedo tener que decir sobre la distinción entre el acting out y el pasaje al La otra referencia es la duda del obsesivo. ¿Y en qué se basa esa duda
acto. Tendremos que volver a ocuparnos de ello, pero por lo pronto pode- radical, que hace también que los análisis de obsesivos se prolonguen tan-
mos revelar que las dos condiciones esenciales de lo que se llama, hablan- to tiempo y tan lindamente? Una cura de obsesivo es siempre una verdade-
do con propiedad, pasaje al acto se cumplen en este caso. ra luna de miel entre el analista y el analizado, en la medida en que se cen-
La primera es la identificación absoluta del sujeto con el a al que se re- tra en esa clase de discurso en la que se mantiene el obsesivo, y que Freud
duce. Eso es ciertamente lo que le sucede a la muchacha en el momento del señala muy bien - a saber, ese hombre es formidable, me cuenta las his-
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REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO
IX
torias más bellas del mundo, el problema es que no me lo acabo de creer.
Si esto es central, es porque se encuentra aquí, en x.
PASAJE AL ACTO
En el caso de la joven homosexual, de lo que se trata es de cierta pro-
YACTINGOUT
moción del falo, en cuanto tal, al lugar de a. Es precisamente esto lo que
debe esclarecernos en lo referente al desenlace de la cura.
Dejarse caer y subir a la escena
Siento escrúpulos al abordarlo, porque es un texto tan maravillosamen-
te esclarecedor que no tengo necesidad de mencionar sus otras propieda-
des. Les ruego, al menos, que no confundan con uno de esos estribillos a
los que luego nos han habituado, eso con lo que aquel hombre, que enton-
ces está llevando a cabo un descubrimiento, concluye su texto - o sea, la
La yoización
distinción entre los elementos constitucionales y los históricos de la deter-
El corte natal
minación de la homosexualidad, poco importa cuáles. Distinguiendo en
El goce del síntoma
cuanto tal la Objektwahl, la elección de objeto, mostrando que comporta
Las mentiras del inconsciente
mecanismos originales, aísla el objeto en cuanto tal como el campo propio
La pasión de Freud
del análisis. Todo gira, en efecto, en torno a la relación del sujeto con a.
La paradoja de este análisis confina con lo que les indiqué la última vez
como el punto donde Freud nos lega la cuestión de saber cómo operar al
Hoy vamos a continuar hablando de lo que les designo como a mi-
nivel del complejo de castración. Esta paradoja está designada mediante
algo que se inscribe en la observación y que me sorprende que no sea el núscula.
Empezaré recordando su relación con el sujeto, y ello con el fin de man-
objeto más común de la sorpresa entre los analistas, a saber, que este aná-
tener nuestro eje y no darles la oportunidad de una deriva por mi propia ex-
lisis termina en lo siguiente - Freud lo deja. 2
plicación. Sin embargo, lo que vamos a acentuar hoy es su relación con el
En lo referente a Dora-ya hablaremos de esto- ahora podemos ar-
ticular mejor lo que ocurrió. Todo ello está lejos, muy lejos, de ser una tor- Otro con mayúscula.
El aislamiento de a se produce a partir del Otro, y es en la relación del
peza, y se puede decir que si bien Dora no fue analizada hasta el final, Freud
sujeto con el Otro que se constituye como resto. Por eso he reproducido este
vio claro hasta el final. Pero con la joven - que es un caso donde la fun-
esquema, que es homólogo al aparato de la división.
ción de a es tan prevalente que llegó a pasar a ese real, un pasaje al acto,
cuya relación simbólica él comprende, sin embargo, tan bien - Freud se
da por vencido. No voy a llegar a nada, se dice, y se la pasa a una colega A S
femenina. Es él quien toma la iniciativa de dejarla . $ /..
Los dejaré con este término para que hagan sus reflexiones. a O
Como ustedes pueden ver, lo que me preocupa es una referencia esen-
cial en la manipulación analítica de la transferencia.
Segundo esquema de la división
16 DE ENERO DE 1963
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REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO PASAJE AL ACTO Y ACTING OUT
Otro como marca del significante. Inversamente, toda la existencia del Otro La mujer del caso de homosexualidad femenina salta por encima de
queda suspendida de una garantía que falta, de ahí el Otro tachado. la pequeña barrera que la separa del canal por donde pasa el pequeño
Pero de esta operación hay un resto, es el a.
tranvía semisubterráneo. Dora pasa al acto en el momento del emba-
razo en que la pone la frase -trampa, la trampa torpísima del Sr. K., Mi
mujer no es nada para mí. La bofetada que ella le da entonces no pue-
de expresar nada más que la más perfecta ambigüedad- ¿es al Sr. K.
1 o a la Sra.Ka quien ama? No es ciertamente la bofetada la que nos lo
dirá. Pero semejante bofetada es uno de aquellos signos, de aquellos
momentos cruciales en el destino, que podemos ver resurgir de gene-
La última vez, a partir del caso de homosexualidad femenina, ejemplo ración en generación, con su valor de cambio de agujas en un destino.
no único, puesto que se perfilaba detrás del de Dora, he hecho surgir ante El sujeto se mueve en dirección a evadirse de la escena. Es lo que nos
ustedes una característica estructural de la relación del sujeto con el a. permite reconocer el pasaje al acto en su valor propio, y distinguir de él lo
A esta posibilidad esencial, a esta relación que se puede llamar uni- que es muy distinto, ya lo verán ustedes, a saber, el acting out.
versal puesto que a todos los niveles la reencontrarán ustedes en lo que ¿Habré de darles otro ejemplo, bien manifiesto? ¿Alguien discutiría este
al a respecta - y tal es su connotación más característica, puesto que rótulo para lo que llaman una fuga? ¿A qué llamamos fuga en el sujeto,
está ligada precisamente a la función de resto - , la llamé, con un tér- siempre puesto más o menos en posición infantil, que allí se lanza, sino a
mino tomado del vocabulario de Freud a propósito del pasaje al acto que esa salida de escena, esa partida errática hacia el mundo puro donde el su-
le plantea su caso de homosexualidad femenina, el dejar caer, el jeto sale a buscar, a reencontrar, algo expulsado, rechazado, por doquier?
niederkommen lassen. Se hace mala sangre, como se suele decir y, por supuesto, vuelve, lo cual
Ahora bien, recordarán ustedes, sin duda, que terminé con la observa- puede ser una oportunidad para él de darse aires. La partida es, ciertamen-
ción de que, extrañamente, fue un dejar caer igual que éste lo que había te, el paso de la escena al mundo.
marcado la respuesta del propio Freud a una dificultad ejemplar del caso. Por eso era tan útil que planteara en las primeras fases de este discur-
En todo lo que Freud nos ha testimoniado sobre su acción, sobre su con- so sobre la angustia la distinción esencial de estos dos registros - por
ducta, sobre su experiencia, este dejar caer es único y al mismo tiempo en una parte, el mundo, el lugar donde lo real se precipita y, por otra parte,
su texto es tan manifiesto, hasta provocador, que para algunos se vuelve la escena del Otro, donde el hombre como sujeto tiene que constituirse,
casi invisible al leerlo. ocupar su lugar como portador de la palabra, pero no puede ser su porta-
Este dejar caer es el correlato esencial del pasaje al acto. Aún es ne- dor sino en una estructura que, por más verídica que se presente, es es-
cesario precisar desde qué lado es visto, este dejar caer. Es visto, preci- tructura de ficción.
samente, del lado del sujeto. Si ustedes quieren referirse a la fórmula Antes de ir más lejos en la función de la angustia, les anuncio que
del fantasma, el pasaje al acto está del lado del sujeto en tanto que éste les hablaré en seguida del acting out, aunque de entrada pueda parecer
aparece borrado al máximo por la barra. El momento del pasaje al acto ser más bien del orden de la evitación de la angustia. Por otra parte, ex-
es el del mayor embarazo del sujeto, con el añadido comportamental de tenderme ahora sobre este tema puede parecerles, sin duda, también un
la emoción como desorden del movimiento. Es entonces cuando, desde rodeo - y un rodeo más, ¿no es un rodeo en exceso? Pero observen que
allí donde se encuentra - a saber, desde el lugar de la escena en la que, aquí no hacemos más que volver a encontrarnos con una interrogación
como sujeto fundamentalmente historizado, puede únicamente mantener- que mi discurso ya había señalado al principio como esencial. A saber,
se en su estatuto de sujeto - se precipita y bascula fuera de la escena. si la angustia no es, entre el sujeto y el Otro, un modo de comunicación
Ésta es la estructura misma del pasaje al acto. tan absoluto que podemos preguntarnos si no es, hablando con propie-
dad, común a ambos .
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11¡
Advertiré a este respecto que debemos tener en cuenta el hecho de la la identificación que se encuentra esencialmente al principio del duelo, por
angustia en algunos animales. Éste es uno de los aspectos que nos plantea ejemplo. ¿Cómo a, objeto de la identificación, es también a, objeto del
más dificultades, pero que debemos preservar y que ningún discurso sobre amor? En la medida en que arranca metafóricamente al amante, para em-
la angustia puede desconocer. Dejo aquí, para volver a encontrarla más tar- plear el término medieval y tradicional, del estatuto bajo el cual se presen-
de, una pequeña marca, una piedra blanca. ¿Cómo podemos estar tan se- ta, el de amable, erómenos, para convertirlo en erastés, sujeto de la falta
guros de un sentimiento en un animal? Ahora bien, la angustia es el único - aquello por lo que se constituye propiamente en el amor. Es lo que le
sentimiento del que no podemos dudar que se encuentre en el animal. En- da, por así decir, el instrumento del amor, en la medida en que se ama, que
contramos allí, bajo una forma exterior, aquel carácter que he indicado que se es amante, con lo que no se tiene.
comporta la angustia, de ser lo que no engaña. Si a se llama a en nuestro discurso, no es tan solo por esta función de iden-
tidad algébrica de la letra que predicamos el otro día, sino, para decirlo,
humorísticamente, porque es lo que ya no se tiene. 1 Por eso este a que en el
amor ya no se tiene, se lo puede reencontrar por vía regresiva en la identifi-
2 cación, en forma de identificación con el ser. Por eso Freud califica exacta-
mente con el término regresión el paso del amor a la identificación. Pero, en
esta regresión, a permanece como lo que es, instrumento. Es con lo que se
Una vez planteado el gráfico de lo que espero recorrer hoy, empiezo ha- es que se puede tener o no, por así decir.
ciendo algunas observaciones para refrescar la memoria.
El último pensamiento de Freud nos indica que la angustia es señal en
el yo.
Si esta señal se encuentra en el yo, debe estar en algún lugar del yo ideal.
Creo haber esbozado suficientemente para ustedes que debe estar en x en
a 4,, '\ (
A X
~
el esquema.
Esta señal es un fenómeno de borde en el campo imaginario del yo. El
término borde es legítimo, pues se apoya en la afirmación del propio Freud íl
según la cual el yo es una superficie, incluso, añade, la proyección de una
superficie, lo recordé en su momento. Digamos, pues, que es un color, tér- La imagen real rodea los objetos a
mino cuyo empleo metafórico justificaré más adelante. Este color se pro-
duce en el borde de la superficie especular, i '(a), inversión ella misma, en
tanto que especular, de la superficie real, i( a). Es con la imagen real, constituida, cuando emerge como i( a), con lo que
El yo ideal es la función mediante la cual el yo es constituido por la serie se atrapa o no en este cuello la multiplicidad de los objetos a, aquí repre-
de sus identificaciones con ciertos objetos, aquellos a propósito de los cua- sentados por las flores reales, y ello gracias al espejo cóncavo del fondo,
les Freud destaca, en Das !ch und das Es, un problema que lo deja perple- síml5olo de algo que debe encontrarse en la estructura del córtex, fundamen-
jo, la ambigüedad entre la identificación y el amor. No nos sorprenderá, to de cierta relación del hombre con la imagen de su cuerpo, y con los dis-
pues, que, por nuestra parte, sólo podamos abordarla ayudándonos con fór- tintos objetos constituibles de dicho cuerpo, con los pedazos del cuerpo ori-
mulas que ponen a prueba el estatuto mismo de nuestra propia subjetivi- ginal captados, o no, en el momento en que i( a) tiene la ocasión de consti-
dad en el discurso - entiéndase, en el discurso docto o enseñante. La am- tuirse.
bigüedad de la que se trata designa la relación que desde hace tiempo he
destacado ante ustedes, la relación entre el ser y el tener.
Uno de los puntos de referencia que se destacan en la obra de Freud, es l. Ce qu 'on n'a plus. [N. del T.]
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REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO PASAJE AL ACTO Y ACTING OUT
i(~
si bien es posible definir la angustia como señal, fenómeno de borde, en el
yo cuando el yo está constituido, esto seguramente no es exhaustivo.
Lo encontramos de nuevo muy claramen!e en fenómenos que se hallan
entre los más conocidos que acompañan a la angustia, los designados como
fenómenos de despersonalización. Son precisamente los fenómenos más
contrarios a la estructura del yo en cuanto tal. Esto suscita para nosotros
una cuestión que no podremos evitar, la de situar auténticamente la
despersonalización, en la medida t1n que bajo esta rúbrica, si se ven las di-
vergencias de los autores, se agrupan los fenómenos de una forma cierta-
mente ambigua desde el punto de vista analítico.
Es conocido el lugar que la despersonalización ha ocupado en ciertas
Antes del estadio del espejo, lo que será i(a) se encuentra en el desorden observaciones propias de uno o varios autores de la escuela francesa a quie-
de los a minúscula que todavía no es cuestión de tenerlos o no tenerlos. Éste nes ya he tenido que referirme. Les resultará fácil reconocer las relaciones
es el verdadero sentido, el sentido más profundo a darle al término que existen entre estas observaciones y lo que desarrollo aquí, y presumi-
autoerotismo - le falta a uno el sí mismo, por así decir, por completo. No es blemente los esbozos que he hecho previamente no son ajenos a ello. La
el mundo exterior lo que le falta a uno, como se suele decir impropiamente, noción de distancia es, en efecto, casi patente en este esquema, donde siem-
sino uno mismo. pre he señalado la distancia que era necesaria con respecto al espejo para
Aquí se inscribe la posibilidad de este fantasma del cuerpo despedaza- darle al sujeto aquel alejamiento de sí mismo que la dimensión especular
do que algunos de ustedes han encontrado en los esquizofrénicos. Por otra le ofrece. De ello no se debiera concluir que un acercarse, cualquiera que
parte, esto no nos permite decidir el determinismo de este fantasma, y por sea, sea capaz de darnos la solución de las dificultades que engendra la ne-
eso he señalado el mérito de una investigación reciente sobre las coorde- cesidad de dicha distancia.
nadas de dicho determinismo. Esta investigación no pretendía en absoluto En otros términos, lo que hay que decir, no es que en la psicosis los ob-
agotar el tema, pero connotaba uno de sus rasgos observando estrictamen- jetos sean invasores. ¿Qué peligro representa para el yo? ES la estructura
te, y nada más, lo que la madre del esquizofrénico articula de aquello que misma de esos objetos lo que los hace inadecuados para la yoización.
había sido para ella su hijo en el momento en que se encontraba en su vien- Es lo que traté de hacerles captar sirviéndome de lo que pueden ustedes
tre - nada más que un cuerpo inversamente cómodo o molesto, o sea, la llamar metáforas, si quieren topológicas - pero creo que esto va más le-
subjetivación de a como puro real. jos - en la medida en que éstas introducen la posibilidad de una forma no
Permanezcamos todavía un momento en este estado antes del surgi- especularizable en la estructura de algunos de dichos objetos.
miento de la imagen i( a) - antes de la distinción entre todos los a minús- Fenomenológicamente, parece obvio que la despersonalización empieza
cula y esta imagen real con respecto a la cual ellos serán el resto que se tie- con el no reconocimiento de la imagen especular. Todos saben hasta qué punto
ne o no se tiene - para hacer la siguiente observación. . este hecho es palpable en la clínica, y con qué frecuencia es al no reconocerse
Freud nos dice que la angustia es un fenómeno de borde, una señal que en el espejo, o cualquier cosa análoga, cuando el sujeto empieza a ser presa de
se produce en el límite del yo cuando éste se ve amenazado por algo que la vacilación despersonalizante. Pero esta fórmula que da cuenta del hecho no
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REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO PASAJE AL ACTO Y ACTING OUT
deja de ser insuficiente. Si lo que se ve en el espejo es angustiante, es por no La forma en que el niño habita originalmente en la madre es en todo
ser algo que pueda proponerse al reconocimiento del Otro. como la relación del huevo con el cuerpo de madre en los mamíferos.
Basta con referirse a aquel momento que señalé como característico de Como ustedes saben, hay todo un aspecto en el que es, con respecto al
la experiencia del espejo y paradigmática de la constitución del yo ideal en cuerpo de la madre, cuerpo extraño, cuerpo parásito, cuerpo incrustado
el espacio del Otro- aquel momento en que el niño vuelve la cabeza, con mediante raíces arteriovenosas de su corion en el órgano especializado
el movimiento familiar que les he descrito, hacia ese Otro, ese testimonio, para recibirlo, el útero, con cuya mucosa se encuentra en una cierta
ese adulto que está ahí detrás de él, para comunicarle con su sonrisa, con intrincación. El corte que nos interesa, el que aporta su marca a cierto
las manifestaciones de su júbilo, digamos, algo que lo hace comunicarse número de fenómenos reconocibles clínicamente y que por lo tanto no
con la imagen especular. Si la relación que se establece con la imagen es- podemos eludir, es un corte que, gracias a Dios, para nuestra concepción,
pecular es tal que el sujeto está demasiado atrapado en la imagen para que es mucho más satisfactorio que el corte del niño que nace en el momento
este movimiento sea posible, es que la relación dual pura lo desposee de su en que cae al mundo.
relación con el Otro con mayúscula. ¿Corte respecto a qué? A las envolturas embrionarias.
Por otra parte, el sentimiento de desposesión fue perfectamente señala- No tengo más que remitirlos a ustedes a cualquier libraco de embrio-
do por los clínicos en la psicosis. En ella la especularización es extraña, logía de menos de cien años de antigüedad para que puedan captar en él
odd, como dicen los ingleses, impar, fuera de simetría. Es El Horla 2 de que, para tener una noción completa de este conjunto pre-especular que es
Maupassant, el fuera del espacio, en la medida en que el espacio es la di- el a, es preciso que consideren las envolturas como elemento del cuerpo del
mensión de lo que se puede superponer. niño. La diferenciación de las envolturas se produce a partir del huevo, y
En el punto en que nos hallamos, detengámonos en lo que significa la verán ustedes de qué formas tan curiosas - confío lo suficiente en ustedes
separación ligada a la angustia del nacimiento. Subsiste ahí alguna impre- tras nuestros trabajos del año pasado en tomo al cross-cap. En los esque-
cisión, que engendra toda clase de confusiones. Me falta tiempo para ha- mas que ilustran las envolturas, podrán ver manifestarse todas las varieda-
cer algo más que indicarlo, y volveré a ocuparme de ello, pero sepan, sin des de la relación del interior con el exterior, el celoma externo en el que
embargo, que conviene plantear grandes reservas en lo referente a la flota el feto , envuelto en su amnios, la cavidad amniótica - a su vez, en-
estructuración del fenómeno de la angustia en este lugar del nacimiento. vuelta por una hoja ectodérmica - que presenta su cara hacia el exterior
Les bastará con remitirse al texto de Freud. En el plano de la angustia en continuidad con el endoblasto.
del nacimiento, dice, se constituye toda una constelación de movimientos En suma, verán ustedes hasta qué punto es patente la analogía entre lo
principalmente vasomotores y respiratorios, constelación real que será que es separado de estas envolturas con el corte del embrión, y la separa-
transportada a la angustia en su función de señal, al modo en que se cons- ción, en el cross-cap, de cierto a enigmático en el que he insistido. Si lue-
tituye el acceso histérico, reproducción a su vez de movimientos hereda- go volvemos a encontramos con esta analogía, creo que ya la habré intro-
dos para la expresión de ciertos momentos emocionales. Esto es ciertamen- ducido hoy lo suficiente para hacérnoslo más fácil.
te del todo inconcebible. Es imposible situar al comienzo una relación tan Nos queda por hacer hoy, por lo tanto, aquello que les anuncié sobre lo que
compleja de la angustia con el yo. Si luego podrá servirle como señal al yo, indica el acting-out de la relación esencial del a minúscula con el A mayúscula.
ello es sólo por intermedio de la relación de i( a) con el a, y precisamente
con lo que tenemos que encontrar en él como estructural, o sea, el corte.
Pero entonces, la separación característica al principio, la que nos per-
mite abordar y concebir la relación, no es la separación respecto de lama- 3
dre. El corte de que se trata no es entre el niño y la madre.
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REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO PASAJE AL ACTO Y ACTING OUT
La relación profunda, necesaria, del acting out con el a, ahí es donde difíciles de conformar, porque el hijo en cuestión no tiene nada que ver
quiero llevarlos, en cierto modo de la mano, sin dejarlos caer. con una necesidad maternal. Por eso quería por lo menos indicarles que,
Adviertan ustedes en sus observaciones clínicas hasta qué punto soste- contrariamente a todo ese deslizamiento del pensamiento analítico, con-
ner con la mano para no dejar qter es del todo esencial en cierto tipo de re- viene poner la relación del niño con la madre en una posición de algún
laciones del sujeto. Cuando den con algo así, pueden estar absolutamente modo lateral respecto a la corriente principal de la elucidación del de-
seguros de que es un a para el sujeto. Esto produce uniones de un tipo muy seo inconsciente.
extendido, que no por ello son más cómodas de manejar, ya que por otra En lo que podemos captar al menos por su incidencia económica, hay
parte el a en cuestión puede ser para el sujeto el superyó más incómodo. en la relación normal de la madre con el niño algo pleno, redondo, cerra-
Hay un tipo de madre que llamamos madre fálica, término que no care- do, algo tan completo como en la fase de gestación, hasta tal punto que
ce de propiedad, pero que empleamos sin saber en absoluto lo que quere- necesitamos cuidados del todo especiales para hacerla entrar en nuestra
mos decir. Les aconsejo prudencia antes de aplicar esta etiqueta. Pero si se concepción, y para ver cómo se aplica su incidencia a la relación de corte
ocupan de alguien que les dice que cuanto más precioso es un objeto para entre i( a) y a . Después de todo, nos basta con nuestra experiencia de la
ella, inexplicablemente tiene la atroz tentación de no retener a este objeto lransferencia para ver en qué momento del análisis nuestras analizadas
en una caída, esperando no sé qué de milagroso en esa especie de catástro- quedan encinta y para qué les sirve eso - es siempre el escudo de un re-
fe, y que el niño más amado es precisamente aquel que un día, inexplica- tomo al más profundo narcisismo. Pero dejemos eso.
blemente, dejó caer, entonces podrán identificar lo que conviene llamar en Este niño, ella quiso tenerlo ciertamente en tanto que otra cosa distinta,
este caso una madre fálica. Sin duda, hay otras modalidades, nosotros de- y por otra parte esta cosa no se le escapa, gracias a Dios, a Freud. Quería
cimos que éste es la que nos parece menos engañosa. En la tragedia griega, ese niño en tanto que falo, o sea, tal como la doctrina lo enuncia de la for-
y esto no le pasó desapercibido a la perspicacia de Giraudoux, el reproche ma más desarrollada en Freud, como sustituto, ersatz, de algo que cae de
más profundo de Electra para con Clitemnestra es que un día ésta la dejó lleno en nuestra dialéctica del corte y de la falta, del (a) como caída, como
deslizarse de sus brazos. faltan te.
Entremos ahora en el acting out. Es lo que le permite, tras fracasar en la realización de su deseo, reali-
En el caso de homosexualidad femenina, mientras que la tentativa de zarlo al mismo tiempo de otra y de la misma manera, como erastés. Se hace
suicidio es un pasaje al acto, toda la aventura con la dama de dudosa repu- amante. En otros términos, se exige en aquello que ella no tiene, el falo, y
tación elevada a la función de objeto supremo es un acting out. Mientras para mostrar bien que lo tiene, lo da. Es, en efecto, una forma del todo de-
que la bofetada de Dora es un pasaje al acto, todo su comportamiento pa- mostrativa. Se comporta respecto a la Dama, nos dice Freud, como un ca-
radójico con la pareja de los K., que Freud descubre enseguida con tanta ballero que la sirve, como un hombre, como aquel que puede darle en sa-
crificio lo que tiene, su falo.
perspicacia, es un acting out.
Entonces, combinemos los dos términos, el del mostrar, o demostrar, y
El acting out es esencialmente algo, en la conducta del sujeto, que se
el del deseo, para aislar un deseo cuya esencia es mostrarse como otro - y
muestra. El acento demostrativo de todo acting out, su orientación hacia el
sin embargo, mostrándose como otro, designarse de este modo. En el acting
Otro, debe ser destacado.
out dtremos, pues, que el deseo, para afirmarse como verdad, se adentra en
En el caso de homosexualidad femenina, Freud insiste en ello, la con-
una vía en la que sólo lo consigue, sin duda, de un modo que llamaríamos
ducta de la chica se exhibe ante los ojos de todos. Cuanto más escandalosa
singular si no supiéramos ya por nuestro trabajo aquí que la verdad no es
resulta tal publicidad, más se acentúa su conducta. Y lo que se muestra, se
de la naturaleza del deseo. Si recordamos la fórmula de acuerdo con la cual
muestra esencialmente como distinto de lo que es. Lo que es, nadie lo sabe,
el deseo no es articulable aunque esté articulado, nos sorprenderá menos
pero que es distinto, nadie lo duda. · el fenómeno ante el cual nos encontramos. Les he dado un eslabón más -
Lo que es, Freud lo dice de todas formas, es que ella habría querido está articulado objetivamente, articulado con este objeto que la última vez
un hijo del padre. Pero si ustedes se conforman con eso, es que no son llamé objeto causa del deseo.
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REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO
PASAJE AL ACTO Y ACTING OUT
El acting out es esencialmente la demostración, la mostración, sin duda
terpretado. Bueno, pongamos pues los puntos sobre las íes. Como ustedes
velada, pero no velada en sí. Sólo está velada para nosotros, como sujetos del
saben el síntoma no puede ser interpretado directamente, se necesita la
acting out, en la medida en que eso habla, en la medida en que eso podría transferencia, o sea, la introducción del Otro.
hacer verdad. 3 Si no, por el contrario, es visible al máximo, y por ese mismo
Quizá todavía no lo captan ustedes bien, y me dicen- Bien, sí, esto es
motivo, en un determinado registro es invisible, al mostrar su causa. Lo esen-
lo que está diciendo usted del acting out. - No, no forma parte esencial
cial de lo que es mostrado es aquel resto, su caída, lo que cae en este asunto. de la naturaleza del síntoma que deba ser interpretado. No llama a la inter-
Entre el sujeto $, aquí Otrificado, por así decir, en su estructura de fic- pretación como lo hace el acting out, contrariamente a lo que podrían uste-
ción, y el Otro, /(, no autentificable, nunca del todo autentificable, lo que des creer.
surge es este resto, a, es la libra de carne. Lo cual significa que se pueden Hay que decir, por otra parte, que el acting out llama a la interpretación,
tomar todos los préstamos que se quiera para tapar los agujeros del deseo, pero la cuestión es, ciertamente, saber si ésta es posible. Les mostraré que
como los de la melancolía - ahí está el judío que sabe un montón sobre el sí, pero plantea dudas, tanto en la práctica como en la teoría analíticas.
balance de las cuentas y que al final demanda la libra de carne, creo que Tratándose del síntoma, está claro que la interpretación es posible, pero
ustedes saben lo que estoy citando. Éste es el rasgo que siempre encuen- con una determinada condición añadida, a saber, que la transferencia esté
tran ustedes en lo que es acting out. establecida. En su naturaleza, el síntoma no es como el acting out, que lla-
Recuerden lo que resulta que escribí en mi informe sobre La dirección ma a la interpretación, puesto que - demasiado a menudo se lo olvida -
de la cura, acerca de la observación de Emst Kris a propósito del caso de lo que el análisis descubre en el síntoma es que el síntoma no es llamada al
plagio. Kris, como ha tomado una determinada vía que quizás deberemos Otro, no es lo que muestra al Otro. El síntoma, en su naturaleza, es goce,
nombrar, quiere reducir a su paciente con los medios de la verdad, le mues- no lo olviden, goce revestido, sin duda, untergebliebene Befriedigung, no
tra de la forma más irrefutable que no es plagiario - ha leído su libro, su los necesita a ustedes como el acting out, se basta a sí mismo. Es del orden
libro es bello y claramente original. Por el contrario, son los otros quienes de lo que les enseñé a distinguir del deseo como goce, es decir, que este úl-
le han copiado. El sujeto no lo puede discutir. Pero le importa un rábano. timo se dirige hacia la Cosa, una vez atravesada la barrera del bien - refe-
Cuando sale, ¿qué hará? Como ustedes saben - creo que hay, de todas for- rencia a mi Seminario sobre la ética - , o sea, del principio del placer, y
mas, algunas personas, una mayoría, que leen de vez en cuando lo que es- por eso dicho goce puede traducirse como un Unlust - para quienes toda-
cribo - , se va a comer sesos frescos. vía no lo hayan oído, este término alemán significa displacer.
No estoy recordándoles el mecanismo del caso. Les enseño a reconocer Todo esto, no soy yo quien lo inventa, y no soy yo quien lo articula, está
un acting out y lo que esto quiere decir, o sea, lo que yo que les designo dicho en sus propios términos en Freud.
como el a minúscula o la libra de carne. Volvamos al acting out.
Con los sesos frescos, el paciente simplemente le da una señal a Kris. A diferencia del síntoma el acting out, por su parte, pues bien, es el es-
Todo lo que usted dice es cierto, sólo que deja intocado el problema, que- bozo de la transferencia. Es la transferencia salvaje. No hay necesidad de
dan los sesos frescos . Para mostrárselo bien, al salir de aquí iré a comerlos análisis, como ustedes se lo figuran, para que haya transferencia. Pero la
y se lo contaré en la próxima sesión. transferencia sin análisis, es el acting out. El acting out sin análisis es la
Insisto, en estas cuestiones es imprescindible ir despacio. Me dirán us- transferencia. De ello resulta que una de las cuestiones que se plantean
tedes - en fin, soy yo quien hace las preguntas y da las respuestas, podrían sobre la organización de la transferencia- por ello entiendo su Handlung,
decirme si no lo he destacado suficientemente - ¿qué tiene eso de origi- su manejo - es saber cómo la transferencia salvaje se puede domesticar,
nal, ese acting out y esa demostración de aquel deseo ignorado? El sínto- cómo se hace entrar el elefante salvaje en el cercado, cómo poner el caba-
ma es parecido. El acting out es un síntoma. El síntoma, también, se mues- llo a dar vueltas en el picadero.
tra como distinto de lo que es. Lo demuestra el hecho de que debe ser in- Ésta es una de las formas de plantear el problema de la transferencia.
Sería muy útil plantearlo por este lado, porque es la única forma de saber
3. Faire vrai. [N. del T.] cómo actuar con ella en el acting out.
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REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO PASAJE AL ACTO Y ACTING OUT
A las personas que desde ahora se interesen por el acting out, les se- out en sesión. Además, también se les dice a los pacientes que no tomen
ñalo la existencia, en el Psychoanalytic Quarterly, del artículo de decisiones esenciales para su existencia durante el análisis. Es un hecho
Phyllis Greenacre, General Problems of Acting out. Está en el número que, allí donde tenemos influencia, existe cierta relación con lo que se pue-
IV del volumen 19 de 1950, así que no es inhallable. Es un artículo bien de llamar peligro, ya sea para el sujeto, ya sea para el analista.
interesante en muchos aspectos, pero también es para mí evocador de ¿Por qué se hace todo esto?
un recuerdo. Esencialmente - para ilustrar lo que digo - porque somos médicos y
Era en la época, una decena de años atrás, en la que habíamos recibido porque somos buenos. Como dice alguien que ya no recuerdo, uno no quie-
la visita de algunos inspectores. Phyllis Greenacre, que formaba parte de re que el paciente que viene a ponerse en nuestras manos se haga pupa. Y
ellos, me proporcionó la ocasión de observar un bello acting out, a saber, lo más fuerte de todo es que a veces lo conseguimos. Que se hable del
la masturbación frenética a la que se entregó frente a mí, de una una pe- acting out es, con todo, señal de que se impiden muchos de ellos. ¿Es de
queña pescadora de mejillones, netsuké japonés que estaba en mi posesión esto de lo que habla la Sra. Greenacre cuando dice que hay que dejar que
y a la que todavía le quedan marcas, me refiero a este objeto. Debo decir se establezca más sólidamente una verdadera transferencia?
también que su visita me proporcionó la ocasión de una conversación muy Quisiera hacerles advertir en este punto cierto aspecto del análisis que
agradable, mucho mejor que la que tuve con la Sra. Lampl de Groot, la cual no se suele ver, su aspecto de seguro de accidente, seguro de enfermedad.
estuvo, por su parte, escandida por diversos pasajes al acto, como saltos que Es muy curioso, de todas formas, hasta qué punto - al menos desde el mo-
casi la hacían llegar al techo - bajo, hay que decirlo - de mi despacho. mento en que un analista ha adquirido lo que llaman experiencia, o sea, todo
Encontramos, pues, en el artículo General Problems ofActing out ob- aquello que, en su propia actitud, a menudo ignora - las enfermedades de
servaciones muy pertinentes, aunque - lo verán ustedes, quienes lo lean corta duración son raras durante los análisis, hasta qué punto en un análisis
- ganan mucho si se esclarecen con las líneas originales que trato de que dura cierto tiempo, los resfriados, las gripes, todo eso desaparece, e
trazar ante ustedes. La cuestión es saber cómo actuar frente al acting out. incluso las enfermedades más prolongadas. Si hubiera más análisis en la
Hay tres posibilidades, dice ella. Se lo puede interpretar, se lo puede pro- sociedad, todo iría mejor. Pienso que tanto la seguridad social como los se-
hibir, se puede reforzar el yo. guros de vida deberían tener en cuenta la proporción de análisis en la po-
blación para modificar sus tarifas.
En cuanto a interpretarlo, ella no se hace muchas ilusiones. Está muy,
Inversamente, cuando ocurre el accidente - no me refiero solamente al
pero muy bien esa mujer, Phyllis Greenacre. Interpretarlo, teniendo en
acting out - es atribuido muy regularmente al análisis tanto por el paciente
cuenta lo que acabo de decirles, está condenado a tener pocos efectos,
como por su entorno. Es cargado en la cuenta del análisis como por naturale-
aunque sólo fuese porque está hecho para eso, el acting out, cuando
za. Tienen razón, es un acting out, por lo tanto se dirige al Otro, y se si está en
examinen la cosa de cerca, la mayoría de las veces advertirán que el sujeto
análisis se dirige al analista. Si él ha ocupado este lugar, peor para él. Tiene de
sabe perfectamente que lo que hace en el acting out es para ofrecerse a la
todos modos la responsabilidad que corresponde al lugar que él aceptó ocupar.
interpretación de ustedes. Pero bueno, no es el sentido, sea cual sea, de
Estas cuestiones son quizás para aclararles lo que les quiero decir cuan-
lo que interpretan ustedes lo que cuenta, sino el resto. Entonces, _p or esta
do hablo del deseo del analista y cuando me pregunto por él.
vez, al menos si no se añade algo, esto es un callejón sin salida. Pero no voy a preguntarme qué hizo que se decantara hacia un reforza-
Es muy interesante dedicar un tiempo a escandir las hipótesis. miento del yo - tercera de las hipótesis - la cuestión de cómo domestica-
Prohibirlo, naturalmente, hace sonreír, hasta a la propia autora, quien mos la transferencia, puesto que ya me han oído decir que no es cosa nada
dice - de todas formas, se pueden hacer muchas cosas, pero decirle al su- simple. Tampoco voy a detenerme para decir aquello a lo que siempre me he
jeto, nada de acting out, he aquí algo bien difícil. A nadie se le ocurre, por opuesto, porque, como lo reconocen los mismos que tomaron esa vía hace
otra parte. Sea como sea, se observa a este respecto que siempre hay prohi- mucho más de un decenio - más exactamente, hace tantos decenios que
biciones perjudiciales en el análisis. De hecho, se prohíbe mucho más de ahora ya se empieza a hablar menos de ello-, se trata de conducir al sujeto
lo que se cree. Se hacen muchas cosas, evidentemente, para evitar los acting a la identificación. Esto se reconoce en toda una literatura.
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REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO PASAJE AL ACTO , Y ACTING OUT
No se trata de una identificación con la imagen como reflejo del yo ideal próxima vez, es muy linda, se trata de una disputa en torno al inconsciente.
en el Otro, sino con el yo del analista, con el resultado que señala Bali.nt - El inconsciente siempre merece confianza, dice, y el discurso del sueño es
la crisis verdaderamente maniaca que nos describió como la del fin de un otra cosa que el inconsciente, resulta de un deseo que viene del inconsciente
análisis caracterizado de este modo. - pero admite al mismo tiempo, llegando incluso a formularlo, que por lo
Esta crisis, ¿qué representa, precisamente? La insurrección del a, que tanto es el deseo lo que se expresa a través de dichas mentiras.
permanece absolutamente intocado. Ella misma le dice que esos sueños son mentirosos. Ante lo que se de-
tiene Freud, es ante el problema de toda mentira sintomática - vean uste-
des lo que es la mentira en el niño-, el de lo que el sujeto quiere decir al
mentir. Y lo extraño es que Freud tira la toalla, ante este agarrotamiento de
4 todos los engranajes. No se interesa por lo que los hace agarrotarse, o sea,
el desecho, el pequeño resto, lo que detiene todo y que, sin embargo, es lo
que aquí surge como pregunta.
Volvamos a Freud y a la observación del caso de homosexualidad fe- Sin saber qué es lo que le produce ese embarazo, Freud está conmovi-
menina, donde tenemos toda clase de indicaciones del todo admirables. do, como él mismo lo pone de manifiesto, sin duda, ante esta amenaza a la
Al mismo tiempo que dice que nada indica en este caso que se produz- fidelidad del inconsciente. Y entonces, pasa al acto.
ca lo que se llama transferencia, señala que tampoco se trata de detenerse Es el punto donde Freud se niega a ver en la verdad, que es su pasión, la
ni un instante en la hipótesis de que no hay transferencia. Ahí se muestra estructura de ficción que está en su origen.
no sé que punta ciega en su posición, porque esto es claramente descono- Es el punto acerca del cual no ha meditado suficientemente, ése que yo,
cer lo que ocurre con la relación de transferencia, e incluso lo encontramos hablando del fantasma, había destacado ante ustedes en un discurso recien-
expresamente formulado en el discurso del propio Freud sobre el caso. te, a saber, la paradoja de Epiménides. El yo miento es perfectamente ad-
Esta paciente - la cosa está articulada así - le mentía en sueños. Así misible, en la medida en que aquello que miente es el deseo, en el momen-
es como Freud caracteriza el caso. El precioso ágalma de este discurso so- to en que, afirmándose como tal, entrega al sujeto a esa anulación lógica
bre la homosexualidad femenina es que Freud se queda pasmado ante este en la que se detiene el filósofo cuando ve la contradicción del yo miento.
hecho - él también hace las preguntas y da las respuestas - . Así, pues, Pero, después de todo, lo que a Freud se le escapa es, lo sabemos, algo
¡el inconsciente puede mentir! que falta en su discurso. Es lo que siempre permaneció para él en estado de
En efecto, los sueños de esta paciente indican cada día mayores progre- pregunta- ¿qué quiere una mujer? Ahí es donde el pensamiento de Freud
sos hacia el sexo al que ella está destinada, pero Freud no se lo cree ni por tropieza con algo que podemos llamar, provisionalmente, la feminidad.
un momento, y con razón, porque la enferma que le cuenta sus sueños le No me hagan decir que la mujer es en cuanto tal mentirosa, cuando digo
dice al mismo tiempo - Pues sí, seguro, eso me permitirá casarme y me que la feminidad se sustrae, y que algo hay de ese estilo que es, para emplear
permitirá, al mismo tiempo y mucho mejor, ocuparme de las mujeres. los términos del I-Ching, dulzura que fluye, algo ante lo cual Freud estuvo a
Así, ella misma le dice que miente. Y por otra parte, Freud no lo duda. De punto de morir asfixiado cuando descubrió, poco después de los hechos, el
ahí precisamente la apariencia de que está ausente cualquier relación de trans- paseo nocturno que su prometida, el mismo día en que se intercambiaban sus
ferencia. Entonces a Freud se le plantea lo siguiente - Pero, entonces, este últimas promesas había dado sin decírselo con cierto primo insignificante.
inconsciente que tenemos la costumbre de considerar como lo más profun- Lo llamo un insignificante, ya no me acuerdo bien, no he consultado la bio-
do, la verdad verdadera, puede engañarnos. Y todo su debate se centra en este grafía, o es cualquier otra cosa, es uno de esos pisaverdes con el porvenir,
Zutrauen, la confianza en el inconsciente. -¿Podemos mantenerla? dice. como dicen, asegurado - o sea, no tienen ninguno.
Lo afirma en una frase muy característica, porque es tan elíptica y con- Ahí está el punto ciego. Freud quiere que ella se lo diga todo, la mujer.
centrada que casi tiene el carácter de un tropiezo verbal del que hablo en Pues bien, ella lo hizo - la talking cure y la chimney-sweeping. Ah, fue
mi informe de Roma. Les leeré la frase, no la he traído hoy, la traeré la un buen deshollinamiento.
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REVISIÓN DEL ESTATUTO DEL OBJETO
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XII
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LA ANGUSTIA ENTRE GOCE Y DESEO LA ANGUSTIA, SEÑAL DE LO REAL
¿Podemos conformarnos con esta fórmula? Por supuesto que no. Tene- elevado, al que sabe, puesto que conoce el lugar, que no se puede acce-
mos que ir más lejos, decir algo más acerca de esta estructura. Contrasta der de ningún modo, ve una misteriosa, inexplicable llama que nada le
con la que introduje al situar la causa del deseo detrás del deseo. ¿Cómo permite atribuir a algún efecto de reflejo. Hace un breve repaso de lo que
pasó adelante? Éste es quizás uno de los resortes del problema. puede motivar la existencia de dicho fenómeno y, tras excluir cualquier
Sea como sea, subrayemos claramente que en este punto nos encontra- clase de causa conocida, de repente se apodera de él algo que, al leer el
mos con la tradición ante un tema casi literario, un lugar común - el mie- texto, no puede de ningún modo llamarse angustia, y que nos traducen
do y la angustia. Todos los autores que se refieren a la formación semánti- mediante el término espanto. Se trata de algo que no es del orden de la
ca de las palabras las oponen por lo menos al comienzo, aunque algunos angustia, sino del miedo. No tiene miedo de algo que lo amenace, sino
luego las aproximan, o reducen la una a la otra, lo cual no ocurre en el caso de algo cuya característica es que remite a lo desconocido de aquello que
de los mejores. Se tiende a acentuar la oposición entre el miedo y la angus- se manifiesta.
tia en función de la posición de cada uno respecto al objeto, y esto es signi- Segundo ejemplo. Un día, ve pasar por el horizonte una especie de va-
ficativo del error que cometen cuando se ven llevados a acentuar que el gón que le da la impresión de ser un vagón fantasma, porque nada puede
miedo, por su parte, tiene un objeto. explicar su movimiento. Este vagón pasa a toda velocidad, tomando la cur-
Aquí habría peligro objetivo, Gefahr, peligrosidad, Gefahrdung, si- va de la vía que en ese momento hay frente a él. ¿De dónde viene? ¿Adón-
tuación de peligro, entrada del sujeto en el peligro. Detengámonos en de va? Esta aparición, separada, en apariencia, de todo determinismo visi-
esto. ¿Qué es un peligro? Llegan a decir que el miedo es por su natura- ble, he aquí lo que provoca en él, por un instante, el desorden de un verda-
leza adecuado, corresponde, entsprechend, al objeto del que parte el dero pánico, que es claramente del orden del miedo. Tampoco en este caso
peligro. hay amenaza, falta la característica de la angustia, en el sentido de que el
El artículo de Goldstein sobre el problema de la angustia en el que va- sujeto no se siente acorralado, ni está implicado, ni afectado en lo más ín-
mos a detenemos es muy significativo, a este respecto, de una pluma que timo de sí.
se deja arra~trar, en un autor que, sin embargo, supo ver en nuestro tema El tercer ejemplo es el de un perro de raza cuya presencia resulta inex-
características muy valiosas. Insiste en el carácter orientado del miedo, plicable a esa hora y en ese lugar. Le hace pensar en el misterio del perro
como si todo él consistiera en la localización del objeto, en una organiza- de Fausto. El miedo, ciertamente, se dibuja aquí como algo que es del or-
ción de la respuesta, de la oposición, en la Entgegenstellen, de lo que es den de lo desconocido. Él no sabe bajo qué forma lo aborda el diablo. No
Umwelt y todo aquello que, en el sujeto, debe enfrentársele. es de un objeto, no es del perro de lo que tiene miedo, es de otra cosa, algo
Creo haber subrayado ya lo que se encuentra a este respecto en algo que que está detrás del perro.
no llega a ser una novela corta, sino un apunte, una impresión de Chéjov Se insiste en el hecho de que los efectos del miedo tendrían a.priori
que fue traducida con el título El horror. He pedido que me averigüen el un carácter de adecuación, es decir, desencadenarían la huida. Esta te-
título en ruso, en vano, porque de un modo inexplicable este texto, perfec- sis queda suficientemente en entredicho por el hecho de que, en no po-
tamente situado con su año en la traducción francesa, ninguno de mis oyen- cos casos, el miedo paraliza, se manifiesta mediante acciones inhibidoras,
tes rusófonos ha podido encontrarlo en las ediciones de Chéjov, pese a que incluso plenamente desorganizantes, o arroja al sujeto en el desconcier-
siguen un orden cronológico. Es desconcertante, y no puedo decir que no to menos adaptado a la respuesta. Así, la referencia mediante la cual la
me haya decepcionado. angustia se distingue del miedo debe buscarse en otra parte.
Se trata de los terrores que experimentó él, Chéjov. Un día, con un Tienen ustedes razón si piensan que, cuando sostengo ante ustedes que
joven que conduce su trineo, su droschka, avanza por un llano y, al po- la angustia no es sin objeto, no es sólo por deseo de jugar con una inver-
nerse el sol, cuando el sol se oculta tras el horizonte, ve a lo lejos un sión, una paradoja. Por supuesto, el término objeto, que vengo desarro-
campanario que parece sin embargo lo bastante próximo como para llando desde hace mucho tiempo, tiene aquí un acento distinto del que tie-
poder apreciar los detalles. Entonces, en un ventanuco, en un piso muy ne en los autores que hablan del objeto del miedo. Esta fórmula dibuja
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IA ANGUSTIA ENTRE GOCE Y DESEO
IA ANGUSTIA, SEÑAL DE LO REAL
una relación subjetivada. Marca una etapa a partir de la cual deseo avan-
zar más hoy.
Es fácil encontrar enseguida el soporte del vor etwas de Freud, porque
él lo articula de todas las formas posibles en su artículo. Es lo que él llama
el peligro, Gefahr o Gefahrdung, interno, el que viene de adentro. Ya se lo
he dicho, se trata de no conformamos con esta noción de peligro. Les he
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Este real, su lugar puede inscribirse con ayuda del signo de la barra, en
la operación que aritméticamente se llama división. En tanto que es la caída, por así decir, de la operación subjetiva, en este
resto reconocemos estructuralmente, mediante la analogía del cálculo, el
objeto perdido. Con esto nos enfrentamos, por una parte en el deseo, por
otra parte en la angustia. Nos enfrentamos con ello en la angustia en un
momento lógicamente anterior al momento en que lo hacemos en el deseo.
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LA ANGUSTIA ENTRE GOCE Y DESEO LA ANGUSTIA, SEÑAL DE LO REAL
tP
Ahí está la clave más segura para lo que podrán encontrar siempre en el
X
angustia
fenómeno de la angustia, sea cual sea el modo de abordaje con el que se
f.. les presente.
deseo
$ Por expresiva, por provocativa que sea, por así decir, la estrechez del
lugar que les designo como aquel que la angustia circunscribe, adviertan
La angustia entre x y deseo que esta imagen, si se encuentra ahí como fuera de los límites, no es por
ningún preciosismo de mi elección. No es una elección excéntrica. Es co-
rriente encontrarla.
Para connotar los tres pisos de la operación de la división, diremos que Vayan a cualquier exposición, por ejemplo la que está ahora abierta al
aquí hay al principio una x que sólo podemos nombrar retroactivamente, público en el museo de Artes Decorativas, y encontrarán dos Zurbarán, uno
que es, propiamente hablando, el acceso al Otro, el punto de mira esencial de Montpellier, el otro de Nantes, que les presentan, uno a Lucía, el otro a
en el que el sujeto debe situarse. Aquí tenemos el nivel de la angustia, cons- Ágata, la una con sus ojos en un plato, la otra con su par de senos, márti-
$
titutivo de la aparición de la función a. Y donde aparece el como sujeto res, lo cual significa testigos.
del deseo es en el tercer término. La angustia no es que esos ojos hayan sido extirpados, esos senos arran-
Para dar vida a la abstracción, sin duda extrema, que acabo de articular, cados. Vale la pena subrayar que esas imágenes cristianas no son especial-
voy a devolverles a la evidencia de la imagen, y ello tanto más legítima- mente mal toleradas, aunque algunos hagan muecas de disgusto frente a
mente cuanto que de imagen se trata - eso irreductible del a es del orden ellas, por razones que no son siempre las mejores. Stendhal, hablando de San
de la imagen. Stefano il Rotando de Roma, encuentra repugnantes las imágenes que se
Aquel que poseyó el objeto del deseo y de la ley, aquel que gozó de su encuentran en las paredes. Sin duda, están lo bastante desprovistas de arte
madre, Edipo, para llamarlo por su nombre, da este paso más, ve lo que ha como para que uno se vea introducido a su significación con más vivacidad.
hecho. Ustedes saben lo que entonces ocurre. ¿Cómo decir lo que es del Pero las personas encantadoras que nos trae Zurbarán, presentándonos esos
orden de lo indecible, y cuya imagen, sin embargo, quiero hacer surgir? Ve objetos en un plato, no nos presentan sino aquello que en este caso puede
lo que ha hecho, y a consecuencia de ello luego verá - ésta es la palabra constituir - y no nos privamos de ello - el objeto de nuestro deseo. Estas
con la que tropiezo-, un instante después, sus propios ojos, hinchados por imágenes no nos introducen de ningún modo, en lo que a la mayoría de no-
su humor vítreo, en el suelo - confuso montón de porquerías, porque, al sotros se refiere, en el orden de la angustia.
haber arrancado sus ojos de sus órbitas, evidentemente ha perdido la vista. Para que esto se produzca, convendría que el sujeto se encontrara impli-
Y sin embargo, no deja de verlos, de verlos en cuanto tales, como el objeto cado allí más personalmente, que fuera sádico o masoquista, por ejemplo. No
causa, por fin develado tras la concupiscencia última, la más extrema - me refiero a alguien que pueda tener fantasmas que designamos como sádi-
no culpable, sino fuera de los límites - , la de haber querido saber. cos o masoquistas, sino a un verdadero masoquista, un verdadero sádico,
La tradición dice incluso que es a partir de este momento cuando se cuya condición esencial, su situación fundamental, podemos situar, coordi-
convierte verdaderamente en vidente. En Colona, ve todo lo lejos que se nar, construir, mediante eliminaciones sucesivas, debido a la necesidad de
pued l ver, tan lejos hacia delante, que ve el futuro destino de Atenas. llegar más lejos en lo que se refiere al plano de su posición de lo que otros
nos dan como Erlebnis - término más homogéneo al neurótico - pero que
¿Cuál.es el momento de la angustia? ¿Es acaso lo posible de ese gesto
no es sino la imagen de algo que está más allá y que constituye la especifici-
con el que Edipo se arranca los ojos, los sacrifica, los ofrece en pago por la
dad de la posición perversa, en la cual el neurótico encuentra su referencia y
ceguera con la que se cumplió su destino? ¿Es esto la angustia? ¿Es lapo-
su punto de apoyo para fines que luego examinaremos. Tratemos, pues, de
sibilidad que tiene el hombre de mutilarse? No, es propiamente lo que me
decir qué podemos presumir acerca de lo que es la posición sádica o maso-
esfuerzo en designarles mediante esta imagen, es la imposible visión que
quista. Lo que en las imágenes de Lucía y Ágata puede interesar verdadera-
te amenaza, de tus propios ojos por el suelo.
mente, la clave está en la angustia. Pero hay que buscarla.
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El masoquista, como les dije la última vez, ¿cuál es su posición? ¿Qué En el sádico, la angustia está menos escondida. Lo está incluso tan poco,
le enmascara su fantasma de ser el objeto de un goce del Otro? - que es que está en primer plano en el fantasma, que hace de la angustia de la víc-
su propia voluntad de goce, porque después de todo el masoquista no en- tima una condición exigida. Sólo que esto es precisamente lo que debe sus-
cuentra forzosamente su pareja, como nos lo recuerda un apólogo humo- citar nuestra desconfianza.
rístico que ya hemos citado. ¿Qué enmascara esta posición de objeto - ¿Qué busca el sádico en el Otro? Está muy claro que, para él, el Otro
sino equipararse él mismo, ponerse en la función de la piltrafa humana, de existe, y por el hecho de que lo tome como objeto no debiéramos decir que
aquel pobre desecho de cuerpo separado que nos presentan aquellas telas? hay ahí no sé qué relación inmadura o incluso pregenital. El Otro es abso-
Por eso digo que el goce del Otro al que apunta es fantasmático. Lo que se lutamente esencial, y eso es ciertamente lo que quise articular cuando les
busca es, en el Otro, la respuesta a esa caída esencial del sujeto en su mise- di mi Seminario sobre la ética al vincular a Sade con Kant, y mostrándoles
ria final, y dicha respuesta es la angustia. que el cuestionamiento esencial del Otro por parte de Sade llega hasta el
¿Dónde está el Otro en cuestión? Por eso, ciertamente, se ha introduci- punto de simular, y no por casualidad, las exigencias de la ley moral, que
do en este círculo el tercer término, siempre presente en el goce perverso. están ahí para mostrarnos que la referencia al Otro en cuanto tal forma par-
La profunda ambigüedad en la que se sitúa una relación aparentemente te de aquello a lo que apunta.
dual, volvemos a encontrarla aquí. Podríamos decir, en efecto - como lo ¿Qué es lo que busca? Es en este punto donde los textos, aquellos que
ponen suficientemente de relieve toda clase de aspectos de la historia - dan pie a una crítica suficiente, tienen su valor, indicado por la extrañeza
que esta angustia, que es a lo que apunta ciegamente el masoquista, puesto de ciertos momentos, de ciertos rodeos que se destacan, que desentonan res-
que su fantasma se la oculta, no es menos realmente lo que podríamos lla- pecto al hilo general. Les dejo buscar en Juliette, incluso en Las ciento
mar la angustia de Dios. veinte jornadas de Sodoma, algunos pasajes donde los personajes, tan ocu-
¿Es necesario acaso que apele al mito cristiano más fundamental para pados en saciar sobre sus víctimas elegidas su avidez de tormentos, entran
dar cuerpo a lo que estoy planteando? Toda la aventura cristiana se entabla en ese extraño, singular y curioso trance expresado en esas palabras, extra-
a partir de una tentativa central encarnada por un hombre cuyas palabras ñas, en efecto, que me es preciso articular aquí - He hecho gritar al tor-
deben ser vueltas a escuchar todas ellas, ya que es él quien lleva las cosas turador, me he cargado al tonto.
hasta el último término de una angustia cuyo ciclo sólo se cierra verdade- No va de suyo que este rasgo siga el surco de lo imaginable. Su carácter
ramente en aquel para quien se instauró el sacrificio, o sea el Padre. privilegiado, el momento de entusiasmo que lo connota, su estatuto de tro-
Dios no tiene alma. Esto es muy evidente, a ningún teólogo se le ha feo supremo exhibido en el punto culminante del capítulo, es suficientemen-
ocurrido todavía atribuírsela. Sin embargo, el cambio radical de la perspec- te indicativo de lo siguiente - lo que se busca es de algún modo el reverso
tiva de la relación con Dios empezó con un drama, una pasión, en la que del sujeto, lo cual adquiere su significación por ese aire de guante dado vuel-
alguien se hizo el alma de Dios. El lugar del alma debe situarse en el nivel ta que es destacado por la esencia femenina de la víctima. Se trata del paso al
a de residuo, de objeto caído. No hay concepción viviente del alma - con exterior de aquello que está más oculto. Observemos al mismo tiempo que
todo el cortejo dramático en el que esta noción aparece y funciona en nues- el propio texto indica de algún modo que este momento sigue siendo del todo
tra era y cultura - que no esté acompañada, de la forma más esencial, de impenetrable para el sujeto, y le enmascara el rasgo de su propia angustia.
la imagen de la caída. Todo lo que articula Kierkegaard no hace más que El poco de luz que nos aportan los textos de un modo explicativo sobre
remitirse a estos grandes puntos de referencia estructurales. la relación verdaderamente sádica - porque se apartan del fantasma - nos
Observen ustedes que he empezado por el masoquista. Era el más di- sugiere de todas formas un cosa, a saber, el carácter instrumental al que se
fícil, pero también el que evita las confusiones, porque a partir de ahí reduce la función del agente, lo cual le oculta, salvo en algún relámpago,
se puede entender mejor lo que es el sádico - y la trampa que es hacer adónde apunta de su acción.
de él tan solo la inversión, el reverso, la posición invertida del maso- Su operación tiene el carácter de un trabajo relacionado con Dios. Dios
quista, a menos que se proceda, como se hace habitualmente, en senti- está por todas partes en el texto de Sade. Éste no puede dar un paso en la
do contrario. referencia al Ser supremo en maldad sin que se perciba - y está tan cla-
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ro para él como para aquel que habla - que es de Dios de quien se trata. Vivíparos u ovíparos - esta dimensión está hecha, verdaderamente,
Hace un gran esfuerzo y se agota hasta errar su objetivo, para realizar lo para enredar las cosas. Todos los animales son vivíparos, porque engendran
que, gracias a Dios, nunca mejor dicho, Sade nos evita tener que recons- huevos en los que hay un ser viviente, y todos son ovíparos, porque no hay
truir, ya que lo articula como tal, o sea - realizar el goce de Dios. vivíparos que no hayan vivipareado en el interior de un huevo.
Creo que les he mostrado aquí el juego de ocultación mediante el cual, Pero, ¿por qué no dar toda su importancia a un hecho verdaderamente
en el sádico y en el masoquista, angustia y objeto se ven llevados a ocupar análogo a lo que les he dicho del seno?- a saber, que, para los huevos que
el primer plano, un término a expensas del otro. tienen cierto tiempo de vida intrauterina, hay un elemento irreductible a la
En estas estructuras se denuncia el vínculo radical de la angustia con el división del huevo que se llama placenta. Aquí también hay algo adherido.
objeto en tanto que cae. Su función esencial es ser el resto del sujeto, resto Para decirlo todo, no es tanto el niño quien le chupa a la madre su leche, es
como real. el seno. Igualmente, es la existencia de la placenta lo que le da a la posi-
Sin duda, esto nos incita a poner más énfasis en el estatuto real de tales ción del niño en el interior del cuerpo de la madre su carácter de anidación
objetos. parasitaria, a veces manifiesta en el plano de la patología. Como ustedes
ven, pretendo destacar el privilegio de elementos que podemos calificar de
amboceptores.
¿De qué lado está el seno? ¿Del lado del que chupa, o del lado del que
3 es chupado? Hay una ambigüedad, de la que la teoría analítica ha hablado
a veces a propósito del seno y de la madre, subrayando, por supuesto, que
no son lo mismo. Calificar al seno de objeto parcial, ¿es decirlo todo? Cuan-
Pasando a este capítulo siguiente, no puedo dejar de observar hasta qué do digo amboceptor, destaco que es tan necesario articular la relación del
punto el estatuto real de los objetos, que nosotros ya habíamos advertido, sujeto materno con el seno como la relación del lactante con el seno. El
ha sido dejado de lado o mal definido por gente que, sin embargo, afirma corte no pasa en los dos casos por el mismo lugar.
tener puntos de vista biológicos. Hay dos cortes tan distantes que dejan desechos diferentes. Para el niño, el
Es el momento de percatarse de cierto número de rasgos que tienen su re- corte del cordón deja separadas las envolturas, que son homogéneas a él, con-
lieve y que quisiera introducirles como puedo, empujando mi arado. Porque tinuas respecto a su ectodermo y su endodermo. Para la madre, el corte se sitúa
en fin, ya que los tenemos ahí, por ejemplo en la bandeja de Santa Ágata, ¿no en el nivel de la caída de la placenta. Incluso es por esta razón que se las llama
es acaso una oportunidad para reflexionar sobre lo que dice desde hace tiem- caducas. Ahí está la caducidad del objeto a, desempeñando su función. La caí-
po? - o sea, que la angustia aparece en la separación. En efecto, lo vemos per- da, la niedeifallen, es típica de la aproximación a un a que, sin embargo, le es
fectamente, son objetos separables. No son separables por casualidad, como la más esencial al sujeto que cualquier otra parte de sí mismo.
pata de un saltamontes. Son separables porque tienen ya anatómicamente esa Este barrido apresurado de las líneas de separación donde se produce
característica de ser algo adosado, porque están ahí enganchados. esa caída no apunta a llevarlos enseguida a revisiones imprudentes, sino
Este carácter tan particular de algunas partes anatómicas especifica un para hacerles navegar directamente hacia el nivel en el que esta interroga-
sector de la escala animal, llamado de los mamíferos. Es bastante curioso ción se mueve, el de la castración.
que no se haya advertido el carácter significante, hablando con propiedad, También aquí se trata de un órgano. ¿Acaso no podemos preguntarnos
de este rasgo. Parece que hay cosas más estructurales que las mamas para aquí, por analogía con la imagen que he producido hoy ante ustedes, si no
designar a este grupo animal, que presenta muchos otros rasgos de homo- tenemos ya la indicación de que la angustia debe situarse en un lugar dis-
geneidad con los que podría ser designado. Sin duda no fue un error elegir tinto que la amenaza de castración, es decir, lo que he llamado el gesto
este rasgo, pero en este caso se ve bien que el espíritu de objetivación no posible?
deja de verse influido por el predoqlinio psicológico de ciertas significa- Hay quienes siempre se llenan la boca con biología, con una increíble
ciones en las que nos encontramos más comprometidos. ligereza en el abordaje del fenómeno. Un pene no está limitado al campo
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LA ANGUSTIA ENTRE GOCE Y DESEO LA ANGUSTIA, SEÑAL DE LO REAL
de lo manifiesto. Hay montones de insectos, diversamente repugnantes, del porque de no distinguir estructuralmente el deseo de la dimensión del goce,
escarabajo a la cucaracha, que tienen aguijones. El aguijón es algo que lle- y si no se plantea la cuestión de saber si hay para cada pareja una relación
ga muy lejos en el animal. No quisiera darles hoy una lección de anatonúa - y cuál - entre el deseo, en particular el deseo del Otro, y el goce, todo
comparada, les ruego que se remitan a los autores, ya se los iré indicando el asunto está condenado a la oscuridad.
oportunamente, pero en muchos casos el aguijón es un instrumento que sir- pracias a Freud, tenemos la línea divisoria. Y esto solo ya es un mila-
ve para enganchar. gro. Gracias a la percepción ultraprecoz que tuvo Freud de su carácter esen-
No sabemos nada de los goces amorosos del escarabajo o la cucaracha. cial, tenemos la función de la castración. Está íntimamente ligada a los ras-
Nada indica, sin embargo, que estén privados de ellos. Goce y conjunción gos del objeto caduco. La caducidad la caracteriza esencialmente. Sólo a
sexual, ¿tienen siempre la más estrecha relación? Es bastante probable, pero partir de este objeto caduco podemos ver lo que significa que se haya ha-
no importa. Nuestra experiencia, como hombres, podemos presumir que es blado de objeto parcial. De hecho, voy a decírselo enseguida, el objeto
la de los manúferos que más se nos parecen. Al mismo tiempo, si extende- parcial es una invención del neurótico. Es un fantasma. Es el neurótico
mos esto a los insectos y unimos el goce con el aguijón, estamos tomando quien hace de él un objeto parcial.
la cosa como algo obvio. Ahora bien, todo indica que, cuando el instrumen- En cuanto al orgasmo, hay una relación esencial con la función que
to copulatorio es un aguijón, una garra, un objeto para enganchar, es en to- definimos como la caída de lo más real del sujeto. Quienes tienen aquí una
dos los casos un objeto que no es ni tumescente ni detumescible. experiencia de analista, ¿no han encontrado testimonios de ello en más de
El hecho de que en nosotros, para limitarnos a nosotros, el goce del or- una ocasión? ¿Cuántas veces les habrán dicho que un sujeto ha tenido, no
gasmo coincida con la puesta fuera de combate, fuera de juego, del instru- digo por fuerza su primer, pero uno de sus primeros orgasmos, en el mo-
mento por la detumescencia, merece que lo consideremos como algo dis- mento en que debía entregar a toda prisa la hoja de una composición o de
tinto de un rasgo pertenenciente a la Wesenheit, la esencialidad del orga- un dibujo que era preciso terminar rápidamente? Y luego, ¿qué es lo que se
nismo, término de Goldstein. Cuando uno lo piensa, esta coincidencia no recoge? Su obra, aquello que era esencialmente esperado de uno. Hay algo
tiene nada de riguroso y no forma parte, por así decir, de la naturaleza de que tiene que serle arrancado. Es cuando se recogen las hojas. En este mo-
las cosas del hombre. mento, eyacula. Eyacula en el momento cumbre de la angustia.
De hecho, la primera intuición de Freud lo lleva a situar una cierta Nos hablan de la famosa erotización de la angustia. ¿No es preciso pri-
fuente de la angustia en el coitus interruptus, donde, por la propia natu- mero saber qué relaciones tiene la angustia con eros?
raleza de las operaciones en curso, el instrumento queda al descubierto en
su función y repentinamente decae - en la medida en que, supuestamen- Trataremos de iniciar la próxima vez el estudio de las vertienes respec-
te, el orgasmo significa una satisfacción común. Hay ahí cuestiones que tivas de la angustia del lado del goce y del lado del deseo.
dejo en suspenso, digo simplemente que la angustia es promovida por
Freud en su función esencial, precisamente allí donde el clímax orgás- 6 DE MARZO DE 1963
mico queda separado de la puesta en ejercicio del instrumento. El sujeto
puede llegar a la eyaculación, pero es una eyaculación afuera, y la angus-
tia es provocada por la puesta fuera de juego del instrumento en el goce.
La subjetividad se focaliza en la caída del falo.
Esta caída existe también en el orgasmo que se realiza normalmente. La
detumescencia en la copulación merece nuestra atención porque pone de
relieve una de las dimensiones de la castración. El hecho de que el falo sea
más significativo en la vivencia humana por su posibilidad de ser objeto
caído que por su presencia - he aquí lo que designa la posibilidad del lu-
gar de la castración en la historia del deseo. Es esencial ponerlo de relieve,
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