Valencia Restrepo Nomoarquica Dialenet PDF
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La nueva Constitución ha servido, sin duda, para modificar tanto esa concepción del
mundo jurídico como su práctica y, claro, de la mano de elaboraciones teóricas que
podemos denominar ampliamente como post-positivistas, ha introducido en el
*
VALENCIA RESTREPO, Hernán. Nomoárquica, Principialística Jurídica o Filosofía y Ciencia de los Principios
Generales del Derecho. Medellín, Comlibros, 2007. 652 p.
1 Abogado, con Maestría en filosofía del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia (línea Filosofía
Política y Social); Docente de la misma Universidad, Facultad de Derecho: cursos de Introducción al estudio
del derecho y Filosofía del derecho. Correo electrónico: [email protected].
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Quizá una de las elaboraciones de este último tipo –teóricas– que mayor papel ha
jugado en esa “reordenación” de lo jurídico en Colombia, ha sido la que podemos
denominar, de manera simple y todavía ambigua, como “la de los principios”.
Circunstancia que, sin embargo, no ha resultado incompatible con un aparente
carácter esotérico y embolismático de dichas elaboraciones.
2 Cfr. KANT, Immanuel. Teoría y práctica. (PALACIOS, Juan Miguel, Trad.). M. Francisco Pérez López y Roberto
Rodríguez Aramayo. Madrid: Tecnos, 1986.
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Por ello solo es necesario destacar que, quizá la única obra que en Colombia intenta
hacer un acercamiento teórico serio y exhaustivo a la teoría de los principios como
es la del Dr. Valencia Restrepo, llegue a su cuarta edición4 –como ella misma advierte:
«corregida, puesta al día y parcialmente refundida».
Para esta nueva edición, la obra ha incorporado a su título y contenidos los conceptos
“filosofía” y “ciencia” en un giro que, quizá, habría demandado una más exhaustiva
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consideración del alcance y contenido que los mismos parecen tener en la actualidad.
Porque, de una obra de la envergadura y el rigor conceptual de la que comentamos,
no podía menos que esperarse una justificación explícita de dicha incorporación.
Uno de los problemas que con mayor frecuencia se encuentra en el ejercicio docente
es la necesidad de “supuestos”. Sin embargo, es, también, uno de los mayores peligros
para el ejercicio teórico y, sobre todo, docente, pues no pocas veces ello supone una
falta de “crítica” que deja expuestas las pocas bases de que adolece una buena parte
de tales ejercicios.
No puedo asumir que éste sea el caso con el autor en comento, pero el avance apresurado
sobre una nueva formulación de la obra deja abierto a la crítica el texto desde su
propio título: en las dos primeras ediciones el título era: «Nomoárquica, principialística
jurídica o los principios generales del derecho»5 que, para esta cuarta edición pasa a ser:
«Nomoárquica, principialística jurídica o filosofía y ciencia de los principios generales del
derecho». Por supuesto, como ya dijimos, lo menos que habría que esperar –salvo en
una modificación a fondo de la obra, que no aparece clara- sería una justificación para
adicionar los términos “filosofía y ciencia” desde dicho enunciado.
Pues, por supuesto, si hay algo que se destaque a primera vista en la obra, es la
amplia y pertinente recolección de información de que hace gala; con ella, no sólo
se sientan unas legítimas bases para abordar teóricamente el tema, sino que se brindan
las mejores herramientas para una reconstrucción del devenir histórico del derecho.
Bien podría pensarse que un estudiante de derecho obtendría una visión bastante
clara y pertinente de lo que han sido los hitos más importantes en la construcción
universal del derecho, con sólo hacer la lectura del capítulo 2º de esta obra.
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Esa labor, que fundamenta el contenido y prepara el método, no basta para que
hablemos de un desarrollo teórico propiamente dicho que, sin embargo, no falta.
De hecho, la propia “Introducción” y los restantes capítulos de la obra son una
muestra de trabajo teórico sistemático, detenido y puntual, capaz de rendir frutos
para una práctica según hemos advertido que es necesidad más arriba.
Por supuesto, en la “filosofía” el asunto es todavía más complejo, pues allí el concepto
de “comunidad científica” no juega el mismo papel que en la “ciencia”, y ya no
porque existan legítimas y fundadas dudas acerca del carácter “científico” de la
filosofía, sino porque en ésta las “escuelas”, “tendencias” o, aún, la sola proliferación
6 KUHN, Thomas S. La estructura de las revoluciones científicas. (CONTÍN, Agustín, Trad.). México: F.C.E.,
1980.
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de temáticas es tal, que resulta imposible determinar sin más cuándo nos hallamos
frente a un ejercicio filosófico y cuándo no. Nuevamente, la ausencia de una mínima
“caracterización” de este trabajo (“filosófico”), impide concluir si, efectivamente, la
promesa de presentar una “filosofía de los principios generales del derecho” se cumple.
Para terminar, creemos procedente hacer dos referencias adicionales sobre contenido
y perspectiva de la obra. La primera, y que para nosotros es parte del obstáculo para
legitimar el uso del concepto “ciencia” dentro de la investigación, radica en la aparente
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identificación que se hace entre “ciencia” y “teoría general” que aparece clara desde el
apartado 3 (§ 3) de la introducción y que, luego y a lo largo de la obra, se mantiene.
En nuestra concepción epistemológica dicha identificación no es adecuada, pues si
bien hay que aceptar que toda “ciencia” contiene desarrollos teóricos –aún de carácter
“general”-, no toda “teoría general” tiene alcance científico. Quizá esta misma falta
de diferenciación dé cuenta de otra de carácter más específico pero que resalta como
indispensable dentro de un propósito teórico como el que la obra asume; nos
referimos a la necesaria diferencia entre “principios de carácter teórico” y “principios
de carácter normativo” que, al margen de su aparente obviedad, resulta determinante
en el propósito de “descubrir” los del segundo tipo, cual parece el efectivo cometido
de la obra. La dificultad radica, en nuestro concepto, en el hecho de que todo
trabajo teórico desemboca en el “hallazgo” o “construcción” –no parece fácil
determinar desde un comienzo cuál es efectivamente este proceso- de unos
“principios”, de carácter teórico por supuesto, frente a los que, en tratándose de
consideraciones sobre materias normativas (el derecho y la moral de manera
primordial) como es aquí el caso, fácilmente se cede a la tentación de “convertir” en
“principios” de carácter normativo.
Bien muestra el autor que el recurso a los “principios” es una constante a lo largo de
la historia jurídica, y su concepción teórica sobre la “naturaleza” de éstos le permite
enunciar los modos o métodos que propician el “descubrimiento” –como
explícitamente él afirma- o la construcción –como puede ser visto desde otra
concepción- de los mismos; sin embargo, la verificación efectiva de que éstos son
algo más que un resultado arbitrario de procesos de carácter “intuitivo” como puede
considerarse a la luz de la descripción de los “métodos” que el autor propone, es una
exigencia racional y legítima que se le hará a la “dogmática” y de la cual ésta tendrá
que ocuparse ya no a partir de construcciones teóricas sino mostrando, en la práctica
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Estamos, pues, ante una obra que, de no ser por la carencia de una cultura que
garantice la discusión teórica amplia, abriría las puertas a uno de los campos más
importantes en la práctica jurídica actual y que, de cultivarse debidamente, sentaría
las mejores e indispensables bases para que –como también revela la investigación
que comentamos– el proceso de incorporación de los “principios” al derecho efectivo
no quede a la deriva en la cual hoy se halla. Quizá, en esa vena docente que el autor
mantiene, su propuesta de inclusión de cursos académicos formales que se ocupen
seria y cuidadosamente del tema, sea la forma de allanar el camino para dejar de
lado las meras elucubraciones que parecen contener algunas de las referencias
doctrinales y jurisprudenciales que también el autor ha señalado.
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