Cuento Breve de Arkady Avérchenko - Un Asunto Vulgar
Cuento Breve de Arkady Avérchenko - Un Asunto Vulgar
Cuento Breve de Arkady Avérchenko - Un Asunto Vulgar
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Sorprende también encontrar en esa gran abundancia, una variedad de temas casi
igual de abismante, historias que ocurren en distintas realidades, en diversos
niveles sociales y que encuentran en la naturaleza humana su punto común, el
pozo oculto donde Arkady arroja sus carcajadas y las recoge impregnadas de algo
que es también la sustancia de otros escritores, que han quedado en la historia
como poseedores de una profundidad que a Avérchenko no se le reconoció, a
pesar de que está presente de forma transversal prácticamente en todos sus
escritos.
Hugo Rivas
UN ASUNTO VULGAR
(cuento)
La víspera de Navidad.
El frío era muy intenso, el viento atacaba furioso las casas y los árboles y
no perdonaba a los transeúntes, que hacían todo lo posible para librar de
sus ataques las mejillas, la nariz y la frente. Cuando se cansaba de
callejear, se encaramaba sobre los altos edificios, en busca de un campo de
acción más despejado, más abierto, y daba rienda suelta a su furia salvaje,
rugía como un león, saltaba de tejado en tejado, se colaba por las
chimeneas.
Iban a una fiesta infantil que se celebraba aquella noche en casa del editor
Sidayev, y pensaban con placer en la grata velada que les esperaba en los
ricos y tibios salones, ante el árbol de Navidad, rodeados de niños felices,
alegres.
El frío arreciaba.
—Es muy difícil escribir cuentos de Navidad —decía Dojov—. O hay que
desarrollar un asunto vulgar, o pintar una serie de horrores más vulgar
aún…
—¿El qué?
—Sí; Nochebuena.
—Sí; ya veo…
—¿De qué?
—Quizá haya por aquí algún árbol de Navidad encendido. Eso completaría
el cuadro. La música, la sala iluminada, los alegres gritos de los niños en
torno del árbol y, a algunos pasos de distancia, un pobre muchacho
muriéndose de frío…
—¿Qué?
—Sí; se abusa un poco de ese asunto. Basta abrir en estos días cualquier
periódico para tropezarse con un muchacho helado, protagonista de una
narración sentimental.
—Desde hace algunos años suelen leerse también, en estos días, sátiras
más o menos ingeniosas de tal abuso; pero esas sátiras también se han
hecho ya vulgares. Ningún escritor que se respete se atreve a servirse, ni
en broma ni en serio, del tradicional muchacho.
—No; más vale no contarlo. ¡Un niño que se muere de frío! ¡Qué
vulgaridad! Es una cosa que no puede tomar en serio ninguna persona
dotada de un poco de gusto literario.