Antecedentes La Ética de La Tierra PDF
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COLEGIO DE FILOSOFÍA
TESIS
PRESENTA:
ALEXANDRA GUADALUPE PERALTA VERDIGUEL
ENERO 2014
UNAM – Dirección General de Bibliotecas
Tesis Digitales
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Introducción 3
1. El trascendentalismo norteamericano 9
3. Concepto de Naturaleza 16
Conclusiones 81
Bibliografía 87
2
Introducción
Vivimos hoy en una época decisiva para la humanidad porque enfrentamos un nuevo
fenómeno global, a saber, el deterioro ambiental. La manera en que afrontemos este
problema será decisiva para el futuro y nuestra forma de vida. El tema de esta tesis surge,
precisamente, a partir de la urgencia de pensar dicha problemática ambiental, la cual desde
finales de la década de los sesenta del siglo XX se ha abordado en el terreno filosófico y
más específicamente en el terreno ético.
3
buena? En el presente trabajo se sostiene que la “ética de la tierra” es una respuesta válida y
sugerente, aunque no ciertamente única.
4
a decir de Leopold, de una comunidad más amplia, es decir, se trata de la interrelación de
las partes y el todo.
Teniendo en cuenta este marco general se ha organizado la tesis en tres partes, en las
cuales se aborda como tema central la ética de la tierra y, como veremos, sus antecedentes y
perspectivas. En primer lugar, el antecedente más significativo de la propuesta ética de
Leopold, es Thoreau. En el Capítulo I se aborda a este literato norteamericano,
considerando qué es el trascendentalismo norteamericano y cómo, desde esa postura, se
construye el concepto de naturaleza y el lugar del hombre en ella, todo esto a la luz de la
experiencia que se narra en su libro Walden. Finalmente el capítulo concluye con un
apartado en el que se analizan algunos elementos de la obra de Thoreau para cuestionarnos
si en rigor se trata de una propuesta ética o, si por el contrario, posee serias carencias.
6
Capítulo I
1
Heidegger, Martin. “La pregunta por la técnica”. En Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del
Serbal, 1994, p. 23.
7
reflexión que parece ser prometedor, este es el de la propuesta ética de Leopold a partir
de la cual se pretende esbozar una reflexión sobre la educación para el desarrollo de
dicha ética.
Ahora bien, es menester señalar algunos aspectos del trascendentalismo. Éste fue
un movimiento filosófico, político y religioso que marcó un periodo productivo de la
literatura y la filosofía del siglo XIX norteamericano. Este movimiento intelectual ponía
de manifiesto su singularidad y su forma de concebir al mundo y los problemas
filosóficos. Y representado principalmente por William Ellery Channing (1780-1842),
Amos Bronson Alcott (1799-1888), George Ripley (1802-1880), Ralph Waldo Emerson
y Henry David Thoreau.4
3
Patán, Federico. “Prólogo”. En Walden, México, UNAM, Nuestros Clásicos, 1996, p.6.
4
Vid. The Cambridge Companion to Ralph Waldo Emerson. England, Cambridge University Press, 1999.
5
Porte, Joel. “Introduction: Representing America – the Emerson Legacy”. En The Cambridge
Companion to Ralph Waldo Emerson, p. 1 (La traducción es mía)
6
Idem.
9
El Transcendental Club se fundó en 1836 en Boston. Este movimiento filosófico
surgió en un momento preciso que posibilitó su configuración pues “la clave del periodo
parece ser que la mente fue consciente de sí misma. Los hombres debieron ser
reflexivos e intelectuales. Fue el nacimiento de una nueva conciencia”.7 El entusiasmo
de Emerson lo había llevado a afirmar que era el inicio de una nueva era de la historia
humana, entusiasmo que devino en decepción, después de 30 años y con ánimo más
crítico, consideró que el trascendentalismo era parte de una larga estructura de ciclos en
la historia humana, procesos de reforma y renovación. En este sentido “el
trascendentalismo fue así un momento de la historia que contuvo una esperanza
expansiva y un sentido de lucha y preparación, marcado por la aparición de nuevas
categoría intelectuales, nuevas relaciones entre las personas y las clases y, los nuevos
imperativos éticos y políticos”.8
7
Ibíd., p. 13 (La traducción es mía).
8
Robinson, David M. “Transcendentalism and Its Times”. En The Cambridge Companion to Ralph
Waldo Emerson., p. 13. (La traducción es mía).
9
Vid. Ibíd., p. 15.
10
Idem. (La traducción es mía)
10
inseparable e interdependiente, en el cual se reconoce una naturaleza divina, a la cual se
accede por percepción espiritual más que por lógica.11 De esta forma, la verdad
suprema se halla en el interior de cada uno.
11
Patán, Federico, p. 8 y Ferrater Mora, p. 3577
12
No obstante, otros trascendentalistas consideran más importante el esfuerzo realizado en la comunidad
y las reformas institucionales y económicas, así Channing, Ripley y Brownson. Vid., Robinson, David.
M. Op. Cit.
13
Robinson, David M., Op. Cit., p. 23 (La traducción es mía).
14
Vid. Ibíd., p. 17 y 18.
11
espiritualmente a través del contacto con la naturaleza y no en la comunidad. Así pues,
podemos advertir el problema de la relación del individuo con la sociedad.
Tras dos años de vida en los bosques Thoreau regresa a la ciudad y experimenta
un cambio drástico en su vida personal e intelectual, pues se aleja de su mentor, quien se
había decepcionado de su discípulo, porque pensaba que el intenso y solitario estudio de
la naturaleza que realizaba vivencialmente era un desperdicio de su talento como
intelectual.
15
Estos ensayos se pueden encontrar traducidos en Thoreau, Henry David. Desobediencia civil y otros
escritos. Madrid, Tecnos, 1987.
16
Vid., Coy, Juan José. “Estudio Preliminar”. En Desobediencia civil y otros escritos, pp. XXVII-XXI.
12
documento clásico sobre la relación individual con el estado ha sido una inspiración
para muchos, desde Mahatma Ghandi a Martin Luther King, Jr., y ha sido interpretado
en un remarcable número de formas”.17 Conviene señalar que el sentido de
individualidad que implica esta resistencia pacífica se funda, nos parece, en que el
sujeto tome conciencia de que su acción o incluso su falta de acción tiene efectos
políticos. Es indispensable que el individuo advierta su libertad y demuestre lealtad a
los principios que sustenta aún a costa de ser violentado físicamente.
Thoreau consideraba que una de las características del hombre es que puede
inventarse a sí mismo, que puede elegir la vida que quiere vivir, -así como en el ámbito
político el individuo puede decidir desobedecer cuando las acciones del gobierno no le
parecen justas. En conformidad con esa idea, el literato trata de vivir distintas
posibilidades de existencia. El bosque le ofrece un modo de vida alejado de la agitación
de la ciudad y del estilo de vida moderno, al cual siempre miró con recelo.
17
Gougeon, Len. “Thoreau and Reform”. En The Companion to Henry David Thoreau., p. 201. (La
traducción es mía).
18
Patán, Federico. Op. Cit., p. 11.
13
Es un mito de retiro, un mito de regreso al Eden, un mito de éxtasis y, se trata de un mito muy
atractivo para una sociedad postindustrial frente al cambio abrumador. Ese es el mito en Walden,
seguramente, pero el lector atento encontrara que si hace esto no toma más que la mitad de todo
el significado del libro. Una lectura más atenta de Walden revela un Thoreau, que es a menudo
menos interesado en éxtasis que en cambio, menos interesado en la meditación que en un viaje
de exploración.19
19
Schneider, Richard, J. “Walden“ en Myerson Joel (ed.) The Cambridge Companion to Henry David
Thoreau, p. 92. (La traducción es mía).
20
Incluso perteneció a la Boston Natural History Society. Vid. Richardson, Robert D. “Thoreau and
Concord”. En The Cambridge Companion To Henry David Thoreau, p. 19 ss.
21
Thoreau, Henry David. Walden, México, UNAM, Nuestros Clásicos, 1996, p. 350.
22
Ibíd., p. 115.
14
Es por eso que la experiencia de Thoreau en Walden fue completa, construyó su
casa y exactamente el 4 de julio de ese año comenzó a habitarla, siendo apenas un
refugio para las lluvias. Se ocupó de asuntos diversos, desde la lectura, la escritura, la
escucha atenta a los animales, la contemplación del lago, la plática con algunos
caminantes hasta el cultivo de la tierra, pues en su afán de independencia advirtió que
era necesario que sembrara su propio alimento. Se dio, pues a la tarea de trabajar unos
cuantos metros de terreno y tenía, ciertamente, una dieta frugal.
Thoreau considera que conocer el mundo está bien, pero en sus últimas páginas
se pregunta si es el exterior lo que tenemos que encontrar, por eso exhorta a “sed un
Cristóbal Colón para todos esos continentes y noveles mundos dentro de vosotros,
abriendo nuevos canales, no de comercio, sino de pensamiento”.23 Así pues, la meta es
el autoconocimiento, que parece dibujarse como un conocimiento del exterior –la
naturaleza- para llegar a un conocimiento del interior del hombre. Ese es pues, el
objetivo, llegar a nuestro interior.24 Incluso recuerda como él dice el precepto del viejo
filósofo: explórese a sí mismo.25 Parece ser que nuestro autor considera imprescindible
la tarea de conocerse a uno mismo y acepta que los viajes y las experiencias de varios
tipos –como la vida en los bosques- permiten al hombre explorarse. Según Thoreau,
esto sería la tarea más importante.
Ahora bien, ¿por qué Thoreau decide irse del bosque después de dos años de
experiencias y conocimiento de la naturaleza y de sí mismo? Él lo aclara:
dejé los bosques por una razón tan poderosa como la que me llevó hacia ellos. Quizá me pareció
que tenía yo varias vidas más que vivir, y que no podía seguir dedicando más tiempo a esa clase
de existencia. Es asombroso cuán fácil e insensiblemente nos habituamos a un camino particular,
y de él hacemos un sendero trillado para nosotros.26
De esta experiencia, Thoreau aprendió que es posible vivir la vida que uno mismo se
propone, la que se ha imaginado. Además, advirtió que mientras se viva de manera
23
Ibíd., p. 350.
24
En este sentido, se plantearía la dificultad de pensar cómo desde la propuesta que considera
principalmente al individuo, se puede pasar a una postura en la que el valor está de igual forma en el
exterior, es decir, la naturaleza y más precisamente en la comunidad biótica.
25
Vid., p. 351 (Claramente se trataría el precepto Délfico “conócete a ti mismo” [Gnoti seauton])
26
Ibíd., p. 352.
15
sencilla, será más fácil comprender el universo y comprender que la soledad, la pobreza
o la debilidad es sólo relativa.27
Este autor exhorta a llegar una vida frugal y buena, a no afanarse en las riquezas
que sólo perturban sino a alimentar los pensamientos, en fin, a vivir, apreciar realmente
la vida propia y encontrar en ella un sentido. Thoreau aconseja poner atención en uno
mismo, en los propios pensamientos y no en lo superfluo. Como insiste a lo largo de
esta obra, la vida del hombre no se mide por sus riquezas sino por lo que ésta es en sí
misma.
3. Concepto de Naturaleza
El mundo existe, pues, para que el alma sacie su deseo de belleza. A ese elemento lo denomino
fin último. No se puede preguntar ni dar la razón de por qué el alma busca la belleza. La belleza,
en su sentido más amplio y profundo, es una expresión del universo. Dios es todo justicia. La
verdad, la bondad y la belleza no son sino rostros diferentes del mismo Todo. Pero la belleza de
la naturaleza no es lo supremo. Es el heraldo de la belleza interior y eterna, y no sólo un bien
sólido satisfactorio. Hay que verla como una parte de la Naturaleza, y no como expresión última
y más elevada de su causa final.30
Esta cita deja ver que para este pensador hay una distinción importante entre la
naturaleza y la Naturaleza. La primera es el mundo físico, o bien fenoménico. Pero éste
no es sino parte constitutiva de la Naturaleza que tiene un sentido trascendente y un
significado espiritual. El hombre conoce y contempla la naturaleza porque le permite
acceder a la Naturaleza de la que es sustancia, el mundo exterior es aparente. Más aún,
la naturaleza se aprecia más en su pureza. Por eso Emerson cree que tiene más valor la
naturaleza virgen. El idealismo de Emerson se expresa en la siguiente frase “La
naturaleza es el órgano a través del cual el espíritu universal habla al individuo, y lucha
por reconducir al individuo hacia él”.31
29
Vid., Idem.
30
Emerson, Ralph Waldo. Naturaleza. Barcelona, José J. de Olañeta, 2007, p. 49.
31
Ibid., p. 104-105.
32
Schneider, Richard J. Op. Cit., p. 100.
17
De esta forma se pueden comprender algunos pasajes de Walden33, en los que se
expresa una tensión entre el trascendentalismo y el naturalismo del autor. Un ejemplo de
esto es la narración de un encuentro entre el ermitaño y el poeta en el capítulo “Mis
vecinos animales”, ahí, se manifiestan dos concepciones de naturaleza, el ermitaño
considera que lo espiritual está en la experiencia de la naturaleza y no meramente en la
meditación solitaria, como el poeta pensaba.34
En esta visión aguda del bosque y sus lagunas, el autor es consciente de sus
cambios, muchas veces hay mengua, otras veces desbordamientos, sin embargo Thoreau
no sabe si tales cambios se presentan con regularidad. En resumen: “un lago es el rasgo
más hermoso y expresivo que puede tener un paisaje. Es el ojo de la tierra; y es a través
de éste que el observador mide la profundidad de su propia naturaleza. Los árboles
acuáticos de la ribera son las finas pestañas que lo orlan, y las boscosas colinas y los
acantilados a su alrededor son sus prominentes cejas”.36
En estas reflexiones de Thoreau hay una postura en tensión con sus afiliaciones
de juventud, a saber, el trascendentalismo y su propio desarrollo intelectual que va hacia
un estudio la naturaleza empírico. Este desplazamiento se puede observar en su obra,
porque él era consciente de que el bosque estaba sufriendo transformaciones. Buell
menciona que durante el tiempo de vida del autor, Concord comenzó su declive. Como
33
Probablemente ese cambio respecto al idealismo de Emerson, puede comprenderse a partir de
considerar Walden como un trabajo en proceso, que comenzó en el periodo más crucial de la vida de
Thoreau, mientras vivió en Walden (1845) pero que publicó hasta 1854.
34
Vid. Thoreau, Henry David. “Mis vecinos animales”. En Walden.
35
Un ejemplo es la detallada e intensa descripción de una “guerra” entre dos tipos de hormigas. La
descripción de Thoreau es física pero la dota de símbolos. Vid. Ibíd., p. 225.
36
Ibíd., p., 210.
18
señala el literato, cuando vivía en el bosque permanecía largas horas en su bote en
medio de la laguna, pero desde que se fue, los leñadores las han devastado, las aves han
tenido que mudar sus nidos y teme que algún día no canten más pues se quedarán sin
hogar.37
El pasaje refleja el cambio drástico que ha ocurrido en menos del tiempo de una
vida humana. Thoreau continúa estas líneas con una severa crítica a los hombres que no
saben dónde se ubica la laguna y no obstante dirigen las aguas a sus casas para lavar
platos. También se queja del ferrocarril que altera la tranquilidad del bosque. Pero a
pesar de estas modificaciones, nuestro autor confía en la persistencia de Walden y dice:
“de todas las personalidad que he conocido, quizá sea Walden el que porte y conserve
mejor su pureza”.38 Thoreau piensa en su amado bosque como santuario prístino de la
naturaleza. Buell advierte a propósito de estos pasajes que:
Esta secuencia dramatiza varias cosas importantes sobre el naturalismo de Thoreau. Primero,
muestra que „pensar como una montaña‟ no viene más naturalmente a él que lo que le sucedió a
Aldo Leopold, en el famoso ensayo con ese título (de A Sand County Almanac) en el que, el
padre de la moderna ética ambiental, confiesa su lento despertar a la importancia de los
depredadores en un ecosistema. Thoreau escribió Walden primero sin siquiera mencionar la
historia de los abusos sufridos por el paisaje de Concord, a pesar de que era consciente de ellos. 39
La reflexión sobre la naturaleza que realiza Thoreau nos permite ubicar el lugar del
hombre en ésta y, por ende, señalar en qué términos concibe su relación. Conviene citar
las palabras que abren su breve y sugerente ensayo Pasear: “Quisiera hablar a favor de
la Naturaleza, de la libertad absoluta y lo agreste, en contraposición a la libertad y la
cultura meramente civiles, considerar al ser humano como un habitante, o una parte
integral de la Naturaleza, más que como miembro de la sociedad”.41
40
Vid. Thoreau, Henry David. Op. Cit., p. 346.
41
Thoreau, Henry David. Pasear. Barcelona, José J. de Olañeta, 2005, p. 5.
20
constantemente ese contacto con la naturaleza. Ciertamente él caminaba todos los días
en el bosque porque necesitaba pasar algunas horas ahí para conservar su salud y su
ánimo.42 Según él, experimentar la naturaleza le permite al ser humano darse cuenta de
que es tan solo una parte de esa unidad orgánica, por ende, le puede apreciar de modo
distinto la vida y las pretensiones humanas.
En este sentido, Thoreau apunta a una reflexión sobre la forma de vida que es
conveniente llevar. Al respecto señala que la filosofía puede ser una respuesta
interesante cuando asume la teoría y la práctica. Thoreau dice:
En la actualidad hay profesores de filosofía, pero sin que sean filósofos. Sin embargo, es
admirable enseñarla porque alguna vez también fue admirable vivirla. Ser filósofo no sólo se
reduce a tener pensamientos sutiles, ni siquiera a fundar una escuela, sino también a amar a tal
grado la sabiduría que pueda uno vivir conforme a sus dictados, una vida de sencillez,
independencia, magnanimidad y confianza. Consiste también en resolver algunos de los
problemas de la vida, no sólo a nivel teórico sino práctico.43
Así pues, asumir la filosofía en este sentido parece que fue lo que llevó a Thoreau a
realizar reflexiones sobre dos problemas prácticos que se le presentaron, a saber, la
práctica de la cacería y la pesca, así como la búsqueda de la dieta apropiada. Sobre lo
primero señala que casi todos los niños sabían usar rifle, él vendió el suyo cuando se fue
a vivir al bosque. Si bien abandonó la caza si seguía pescando, aunque consideraba que
eso dañaba en alguna medida su decencia y añade “es indudable que en mí existe este
instinto, propio de las órdenes inferiores de la creación; pero cada año me siento menos
42
Ibíd., p. 9.
43
Thoreau, Henry David, Walden, p. 31.
21
pescador, aunque no más benévolo o sabio incluso; en la actualidad he dejado por
completo de ser pescador”.44
Así pues, Thoreau considera que más vale vivir consumiendo una comida frugal,
que entregarse a una cocina opulenta y a la glotonería, puesto que más que procurar
felicidad, la desesperada búsqueda del lujo sólo trae infelicidad. De esta forma señala
que “independientemente de la naturaleza de mi costumbre, estoy seguro que dejar de
comer animales es una parte del destino de la raza humana, algo tan definitivo como el
que las tribus salvajes hayan dejado de comerse unos a otros cuando entraron en
contacto con grupos más civilizados”.46
22
que no se relacionan con la naturaleza y que incluso piensan que pasear en el bosque es
una pérdida de tiempo, pues el tiempo es dinero, pasan la vida en la ignorancia y el
error, absortos en las artificiales e innecesarias labores de la vida, trabajando
arduamente para llevar una vida supuestamente próspera, la cual implica lujos,
comodidades y banalidades.
Al respecto señala que “Los hombres consideran que es esencial que la Nación
tenga comercio, exporte hielo, hable a través del telégrafo y viaje a treinta millas por
hora, sin lugar a dudas, ya sea que ellos sean quienes hagan o no; pero es un tanto
incierto el que debamos vivir como babuinos o como hombres”.48 En otras palabras, el
avance externo de las condiciones de vida individual se considera como lo más
importante para mostrar el desarrollo de una nación, pero ¿acaso siempre es más
deseable la construcción de una nación comerciante y tecnológicamente avanzada que
una en la que se pueda elegir un modo de vida sencillo?
47
Ibíd., p. 51
48
Ibíd., p. 110.
23
Para Thoreau hay siempre una oposición entre lo civilizado y lo natural, en
varios pasajes encontramos el juego entre la descripción de los sonidos propios de la
ciudad, el ferrocarril, los comerciantes, frente a los sonidos naturales, el buhó y demás
aves nocturnas. O bien formas de vida, paisajes, intereses, experiencias, en suma,
nuestro autor considera que la vida en la ciudad es artificial y dependiente.
Por ejemplo, podemos observar que Thoreau realiza una extensión de sus
consideraciones que van desde él mismo hasta la conciencia de la naturaleza y los
animales, es decir, la expansión de la sensibilidad que primero abarca la autoreflexión
49
Según nuestro análisis en Thoreau hay elementos importantes para pensar la ecoética y a Leopold en
específico, pero no estamos en condiciones de formular una ecoética en dicho pensador. Sin embargo, es
necesario reconocer que otros autores han realizado reflexiones importantes en este punto, al respecto el
artículo de Philip Cafaro, Thoreau’s Virtue Ethics in Walden, que afirma que hay una ética de las virtudes
en este pensador.. Agradecemos esta referencia al Dr. Arteaga Mac Kinney.
24
posteriormente considera las criaturas no humanas y a la naturaleza. En términos de
Buell, en Walden, en el inicio encontramos un hombre que construye su casa, su
ambiente, hacia el final de la obra él se encuentra a sí mismo dentro del ambiente, es
decir, la naturaleza.50 En esta medida la convivencia con la naturaleza es más una
autorealización que una comunicación de valores.
Así pues, nos parece que no hay una ética sino una postura individual que se
asume con responsabilidad su acción en el mundo natural. Sin embargo, para nuestra
época dada la crisis ecológica, consideramos que se requiere una ética que regule la
relación con los otros seres humanos, los animales y la naturaleza en general.
50
Buell, Lawrence. Op. Cit., p. 175.
51
Vid. Op. Cit.
25
advierte que él no es más que parte de ese todo, esa unidad orgánica. Por tal motivo,
piensa en Walden como un santuario espiritual prístino que debe ser preservado no solo
para el deleite de los hombres sino porque en sí mismo tiene valor.
52
Leopold, Aldo. “La ética de la Tierra”. En Valdés, Margarita M. Op. Cit., p. 35
26
pudimos encontrar una conexión entre Walden y el trabajo de Leopold que
desarrollaremos en el siguiente capítulo.
27
Capítulo II
En el terreno de la ética, los filósofos se han ocupado del problema que plantea el actual
deterioro ambiental. Entre la década de los sesentas y setentas, se dio un interés creciente
por investigar temas ambientales, por reflexionar sobre la forma de vida moderna y sobre
cómo hemos de comportarnos con la naturaleza. A partir de estas indagaciones surge la
ética ambiental, la cual ha tenido un desarrollo importante pero complicado a nivel de la
fundamentación teórica del problema y de una propuesta ética. El problema se centra, en
buena medida, en la formulación de una ética que regule la relación entre el ser humano y
la naturaleza. En ese sentido, se pone en juego la teoría clásica del valor, la cual es
antropocéntrica.
Aldo Leopold se ubica dentro del grupo de los pensadores que proponen un
planteamiento revolucionario, el cual se denomina ecocentrista. Leopold no conoció el
debate en torno al valor intrínseco de la naturaleza, pues su propuesta es de 1948 y fue
publicada un año después, es decir, antes de que apareciera la ética ambiental en los
setentas. Sin embargo tal como afirma el ecologista español Jorge Riechmann: “Aldo
Leopold es seguramente el pensador que articuló primero, en una exposición coherente a la
vez que literariamente atractiva, la idea de una ética que fuese más allá de las relaciones
28
entre individuos humanos, y de política que dejase de considerar a la naturaleza en términos
puramente mercantiles”.1
1
Riechmann, Jorge. “Introducción: Aldo Leopold, los orígenes del ecologismo estadounidense y la ética de la
tierra”. En Una ética de la tierra. Madrid, Los libros de la Catarata, 2000, p. 7-8.
2
Vid., Flander, Susan. “Thinking like a Mountain”. En Thinking like a Mountain. Aldo Leopold and the
Evolution of an Ecological Attitude toward Deer, Wolves and Forests. Wisconsin, University of Missouri
Press, 1974., p. 22
29
forma de vivir. No es el objetivo de este apartado hacer un recorrido biográfico3 sino
considerar algunas experiencias y reflexiones de este hombre que marcaron el devenir de su
pensamiento ético. Debido a que éstas nos permiten comprender con mayor profundidad el
planteamiento de la extensión de la ética, quizá porque él mismo experimentó la
trasformación de intereses, actitudes y consideraciones necesarias para una conciencia
ecológica.
En 1906 entró en Yale para estudiar la carrera de silvicultor. Una carrera en pleno
auge y que había sido creada por la necesidad del Estado de administrar los “recursos
naturales” lo más eficientemente posible, según la idea de conservación del presidente
Theodore Roosevelt. Así, Aldo Leopold recibió una formación bajo el credo de Gifford
Pinchot, es decir, una visión tecnocrática y utilitarista que pone el énfasis en la eficiencia y
racionalidad en el aprovechamiento de los “recursos naturales”. Recién graduado en 1909,
Leopold trabajó en el Servicio Forestal en Arizona y Nuevo México.
3
Para la profundizar en la biografía de Aldo Leopold pueden consultarse los siguientes textos: Callicott, J.
Baird. (ed.) “The Author”. En Companion to A Sand County Almanac. Y Flander, Susan. Thinking like a
Mountain.
4
Meine, Curt. “Aldo Leopold‟s Early Years”. En Companion to a Sand County Almanac., p. 21. (La
traducción es mía).
30
County Almanac. A partir de 1939, Leopold se desempeñó como profesor, dictaba una
Catedra en el Departamento de Gestión de la vida silvestre en la Universidad de Wisconsin.
Esta conexión con la vida académica le permitió desarrollar algunas de sus ideas, escribir
ensayos y generar el interés por la tierra en los jóvenes estudiantes. A finales de 1947,
terminó el manuscrito que contenía una serie de ensayos sobre ecología y que concluía con
el ensayo intitulado “The Land Ethic”. Esta obra fue aprobada para su publicación en 1948,
una semana antes de la muerte de Leopold, cuya causa fue un ataque al corazón mientras
intentaba apagar un incendio en la granja de un vecino cerca de su cabaña.
Ahora bien, como hemos visto, la formación de Aldo Leopold fue la de silvicultor. Pero su
interés intelectual por la novedosa ciencia de la ecología y los escritos de algunos
conservacionistas lo impulsaron a reflexionar una cuestión ética, la relación del ser humano
con la tierra.
5
http://www.aldoleopold.org/
31
camino, en el terreno teórico, a la propuesta de Leopold. En este sentido, podemos
considerar dos ejes en los cuales estos autores se relacionan: en primer lugar, el contacto de
Leopold con los escritos de Thoreau. En segundo lugar, las ideas que se encuentran en
Thoreau y que se desarrollan con Leopold, las cuales, podríamos decir, van del
planteamiento trascendentalista de la naturaleza a una consideración ecológica de la tierra.
Susan Flader, una de las más reconocidas estudiosas de la obra de Leopold, nos
proporciona una referencia clave para considerar el primer eje que planteamos. Señala que
Leopold enfermó gravemente de nefritis en 1913, motivo por el cual tuvo que tomar 18
meses de recuperación, alejándose del trabajo en el Servicio Forestal del Carson National
Forest en Nuevo México. Afirma que este periodo de recuperación constituyó un tiempo
decisivo para el desarrollo de la visión de Leopold respecto a los problemas del uso de la
tierra, porque pudo realizar lecturas y reflexiones significativas para su posterior trabajo de
conservación tanto en el ámbito práctico como teórico.6
Leopold había recibido como regalo de matrimonio –el cual se celebró en 1912- un
ejemplar de los ensayos de Thoreau, que juntó con otras obras sobre historia natural fueron
las lecturas de su periodo de recuperación. No podríamos afirmar si Leopold estuvo
realmente influenciado por las ideas de Thoreau, en todo caso, ambos autores tuvieron
algunas experiencias similares, como una infancia en la naturaleza, el amor por lo silvestre
y la reflexión y escritura de su vida en la naturaleza. En cierto sentido Walden y A Sand
County Almanac reflejan la pasión de hombres que como Leopold afirma “no pueden vivir
sin seres salvajes”. Ambas obras muestran la observación atenta de los cambios de la
naturaleza y un conocimiento profundo de los animales y plantas que habitaban alrededor
de sus cabañas. Sin embargo, también hay grandes diferencias, por ejemplo, Thoreau se
alejó de la ciudad y se refugió en su cabaña mientras que Leopold pasaba temporadas o
fines de semana en su granja en compañía de su familia, sin retirarse nunca de la vida
pública y comunitaria.
32
estaban en auge en su tiempo, a saber, la teoría de la evolución de Darwin y sus
implicaciones en la ética y la ecología. Lo cual le permite fundamentar una ética que tiene
la virtud de ser un planteamiento no antropocéntrico.
Thoreau nos proporciona una crítica sugerente en torno a la relación del hombre con
la naturaleza y una argumentación de su valor intrínseco en términos metafísicos, estéticos
e incluso religiosos. Su concepción de naturaleza como un conjunto orgánico unitario y el
reconocimiento de las interrelaciones que se dan al interior de ésta, lo llevo a referirse a la
naturaleza y sus creaturas en términos de miembros de una comunidad. Este concepto de
comunidad, era tan válido para la civilización como para la naturaleza a excepción de que
en esta última, según Thoreau, no había jerarquías ni discriminación. Según Roderick Nash,
profesor de historia y estudios ambientales en la Universidad de California, esta idea de
comunidad no había sido planteada antes de Thoreau. Y afirma que “Aunque él no uso el
término ética, una ética ambiental surgió de la conciencia expandida de comunidad de
Thoreau”.7
Ciertamente, la idea de comunidad de todo lo viviente sirve de base para una ética
que expande los límites de su consideración. En Thoreau ya está delineada esta premisa, la
cual es fundamental para Leopold, quien concibe a la naturaleza también como una unidad
y una comunidad. No obstante, su planteamiento se funda en la ecología, principalmente en
el concepto de comunidad biótica. Por ello, se refiere a la naturaleza como tierra (Land),
pues tal término proporciona una idea de algo que se puede ver, conocer, amar y admirar.
Respecto al término Land conviene hacer un breve señalamiento. Leopold utiliza el término
Land para referirse a la porción de tierra y a su vez a la naturaleza. En español el campo
semántico de “tierra” es amplio pues abarca la idea de suelo orgánico, la naturaleza, un
territorio, una posesión, el planeta y el mundo real por oposición al cielo. De modo que la
ética de la tierra, de hecho, abarca estos sentidos, aunque parece más adecuado
simplemente señalar que la extensión de la consideración ética debe incluir al planeta y la
7
Nash Roderick. “Aldo Leopold‟s Intellectual Heritage”. En Companion to A Sand County Almanac., p. 65
(La traducción es mía).
33
naturaleza así como al suelo orgánico.8 Esto es a lo que nos referiremos al usar el término
“tierra”.
Por otra parte, Thoreau critica la actitud del hombre moderno que se erige como
propietario de la tierra, la cual sólo tiene valor en la medida en la que, como dueño, obtiene
riqueza a través de ella, es decir, se trata de una crítica a la visión meramente económica de
la naturaleza. En otras palabras, el hombre debe dejar de ser un ladrón de la naturaleza para
aprender a ser parte de ella y compartir con los otros seres.9 Leopold lo formula en términos
del cambio de la concepción del hombre como conquistador al hombre como ciudadano de
la tierra. Por otro lado, Thoreau asocia la dominación y abuso de la naturaleza con el abuso
a las personas (esclavismo), un planteamiento que puede interpretarse desde la concepción
de la ética en términos de una historia natural y evolutiva de la ética10, que es la postura de
Leopold.
8
Callicott, J. Baird. « Fondations de l‟éthique de la terre ». En Éthique de la terre. France, Wildproject, 2010,
p. 69. En la ética ambiental hay una discusión en torno a atribuir valor intrínseco a la naturaleza, según
Callicott, si Leopold hubiera hablado de Earth tendría buenas razones para atribuir valor a la Tierra, debido a
que desde la ecología se le consideraría como un organismo vivo.
9
Cfr. Thoreau, Henry David. “Mi huerto de habichuelas” en Walden, p. 18
10
La idea principal de la historia natural de la ética es que la ética es un proceso de toma de conciencia que ha
ido evolucionando a través de la historia. Vid. Callicott, J. Baird. “Fondations de l‟ethique de la terre”. En
Éthique de la terre.
11
Thoreau, Henry David. Pasear, p. 5
34
1.2 De la silvicultura a “pensar como una montaña”.
Habiendo señalado que Leopold pasó de una visión tecnocrática sobre el manejo de la
fauna y flora silvestre a visión ecológica de la tierra, la cual se sostiene en la idea de
comunidad biótica, es necesario que en este apartado se señalen algunas reflexiones y
experiencias que lo llevaron a realizar dicho cambio. Lo cual es relevante porque, como
afirma Flader, Leopold “se dedicó, a través de todos sus esfuerzos, a la convicción de que
nunca resolveríamos todos nuestros problemas de conservación a gran escala hasta que
nosotros, como personas, hubiéramos alcanzado una actitud y conducta ecológica hacia el
medio ambiente. Esta actitud sería la base de una ética para el uso de la tierra”.12
La lucha finalmente exitosa de Leopold por crear un sistema de reservas naturales en los bosques
nacionales fue concienzudamente adaptada a la doctrina del máximo uso, y su nueva ciencia de la
administración de la caza equivalía, esencialmente, a la transferencia directa de los principios de la
silvicultura de un cultivo permanente de plantas grandes a un cultivo permanente de animales
grandes. Sin embargo, Leopold llegó gradualmente a la conclusión de que la filosofía de la
conservación utilitarista de Pinchot era inadecuada porque no estaba bien respaldada por lo que
entonces era la novedad en el campo científico: la ecología. 13
12
Flader, Susan. Preface. Op. Cit., p. xv. (La traducción es mía).
13
Callicott, J. Baird. “La ética de la tierra en nuestros días”. En Naturaleza y valor. Una aproximación a la
ética ambiental. México, FCE, 2004., p. 47-48.
35
ambiente, que a partir de entonces, empezó a percibir como sumamente sensible a la
explotación del hombre.
Ouspensky basó sus puntos de vista en la suposición de que todo en el universo tiene una apariencia
“fenoménica” o visible y una esencia “nouménica”. Esta última estaba escondida a los humanos, y es
diversamente descrita por Ouspensky como la vida, las emociones, los sentimientos o la mente.
Leopold, si bien era un científico, tuvo la suficiente confianza en su intuición para captar esta idea y
llegó a aceptar el argumento de Ouspensky de que las combinaciones de objetos y procesos podría
decirse también que tienen vida propia. El conjunto era mayor que la suma de sus partes. 15
14
Para consultar más precisiones respecto a las ideas de Ouspensky que retoma Leopold, puede consultarse el
artículo de Roderick Nash. “Aldo Leopold‟s Intellectual Heritage”.
15
Ibíd., p. 77 (La traducción es mía).
36
Todo mundo sabe, por ejemplo, que el paisaje de otoño en los bosques septentrionales es la tierra,
más un arce rojo, más un gallo lira de collarín. En términos de la física convencional, el gallo lira
representa una millonésima parte de la masa o de la energía de un acre. Pero sustraed el gallo lira, y
todo está muerto. Una cantidad enorme de algún tipo de fuerza motora se ha perdido. Resulta fácil
decir que la pérdida sólo es tal para nuestro intelecto, pero ¿algún ecólogo en sus cabales lo aceptará?
Sabe muy bien que ha tenido lugar una muerte ecológica, cuyo significado no puede expresarse en
término de la ciencia contemporánea. Un filósofo llamó a esta esencia imponderable el nóumeno de
los seres materiales. Este término se contrapone a fenómeno, el cual es ponderable y predecible,
hasta los giros y contorsiones del astro más remoto. El gallo lira de collarín es el nóumeno de los
bosques septentrionales.16
Dichas ideas fueron cobrando fuerza en las reflexiones y prácticas de Leopold. Pero,
según Flader, en 1935 ocurren tres sucesos importantes en la vida del silvicultor que
marcaron el cambio en su pensamiento. Primero, fue uno de los fundadores de la
Wilderness Society, sociedad que tenía como objetivo incrementar el sistema de protección
de las áreas silvestres. Esto significaba para Leopold “uno de los puntos centrales de una
nueva actitud –una humilde inteligencia respecto al lugar del hombre en la naturaleza”.17
En ese mismo año, adquirió una granja en Wisconsin, que sería para él y su familia la
posibilidad de experimentar la relación con la tierra y desarrollar una mirada ecológica. El
tercer suceso decisivo fue un viaje de tres meses a Alemania, donde Leopold pudo estudiar
los métodos de silvicultura y administración de la vida silvestre alemanes, además de
disfrutar de un viaje al extranjero que significó para él una experiencia reveladora.
16
Leopold, Aldo. “Chihuahua y Sonora. Guacamayos”. En La ética de la tierra, p. 125
17
Leopold, Aldo. Citado en Flader, Susan. Thinking like a mountain, p. 29 (La traducción es mía).
37
Land”. Porque “aquí presentó por primera vez la imagen de la tierra como una pirámide
biótica –„una fuente de energía que fluye a través de un circuito de suelos, plantas y
animales‟- y señaló las interrelaciones ecológicas en un contexto evolutivo”.18
Llegamos junto a la vieja loba a tiempo para ver un fiero fuego verde muriendo en sus ojos. Entonces
observé –y desde entonces lo he sabido siempre- que había algo nuevo para mí en aquellos ojos, algo
que solamente sabían ella y la montaña. Yo era joven en aquel entonces, y sentía una vehemente
comezón por apretar el gatillo; pensaba que porque menos lobos significaban más ciervos, ningún
lobo representaría el paraíso de los cazadores. Pero tras ver extinguirse aquel fuego verde, sentí que
ni la loba ni la montaña compartían mi punto de vista”.19
Lo que la montaña y la loba sabían es que al no haber un depredador natural de los ciervos
que regulara su población, todo el ecosistema de la montaña sufriría las consecuencias: un
territorio devastado que tarda años en recuperarse. Por eso afirma que “solo la montaña ha
vivido el tiempo suficiente para escuchar con objetividad el aullido de un lobo”.20 Leopold
18
Ibíd., p. 30. (La traducción es mía).
19
Leopold, Aldo. “Pensar como una montaña”, en La ética de la tierra. p. 119
20
Ibíd., p. 118
38
aprendió a “pensar como una montaña” a través de sus experiencias y reflexiones sobre la
tierra, además de su apasionado interés por la ecología. De esta forma, pudo percibir que
los lobos eran para la montaña el símbolo de la integridad ecológica.
La ecología formulada en 1866 por Ernst Haeckel se definió como la ciencia que
estudia las interrelaciones de los seres vivos entre ellos y con el medio ambiente. Dicha
ciencia tenía una gran influencia de la teoría evolucionista de Darwin, la cual daba cuenta
de las interrelaciones de los individuos con su medio y de la tendencia de diversificación de
la biota. Flader afirma que la ecología como una disciplina científica específica es producto
del siglo XX.22 En sus primeras formulaciones se ocupaba de la descripción de modelos
vegetales y la distribución de animales. Sin embargo “la trasformación de la ecología de un
esquema descriptivo de la botánica a un enfoque funcional para el medio ambiente total –
una preocupación por el proceso y las relaciones, considerando causas y efectos- ocurría en
los siguientes años, y Aldo Leopold estaría involucrado en la elaboración de las
implicaciones de esta transformación”.23
21
Al respecto Callicott discute sobre la noción de ecosistema. Vid. Callicott, J. Baird. Éthique de la terre, p.
40-42.
22
Vid. Flader, Susan. Thinking like a mountain, p. 6 (La traducción es mía).
23
Ibíd., p. 7 (La traducción es mía).
24
Callicott, J. Baird. “Les implications métaphysiques de l‟écologie ”. En Éthique de la terre, p. 92 (La
traducción es mía).
39
evolucionistas para comprender mejor las interrelaciones que se producen en el seno de un
ecosistema, constituyó para Leopold una manera profunda de percibir el mundo natural.
Leopold concluye su libro A Sand County Almanac con el apartado intitulado “The Land
Ethic”, en el que encontramos la exposición de su propuesta ética. Debido a su trabajo
25
Víd. Ibíd., p. 94.
40
como silvicultor, advirtió el cambio de los ecosistemas y el trato del propietario con su
tierra. Además del deterioro que se estaba produciendo por esas primeras décadas del siglo
XX. Por ello que en su libro, después de sus reflexiones en torno a la vida en la granja y de
los ensayos que narran las experiencias y pensamientos en varios lugares en los que trabajó,
nos entrega en unas cuantas páginas una propuesta ética que tiene pertinencia en la
actualidad.
26
Este ensayo se puede encontrar en las siguientes antologías: Kwiatkowska, Teresa (comp.) Los caminos de
la ética: una antología de textos contemporáneos. México, Plaza y Valdés, Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología, 1998. Y Valdés, Margarita M (comp.) Naturaleza y valor. Una aproximación a la ética
ambiental. México, IIF y FCE, 2004. Así como en la traducción del libro de Leolpold de J. Riechmann.
27
Nash señala que Darwin había sido consciente de las implicaciones éticas de sus hipótesis evolucionistas.
Éstas influyeron en autores que poder ser antecedentes de Leopold –en cuanto a la forma de enfocar la ética
como proceso de evolución-, tales como Edward Payson Evans y J. Howard More. Vid. Nash, Roderick.
“Aldo Leopold‟s Intellectual Heritage”.
41
una paradoja evolutiva; a saber, si existe el mecanismo de selección natural, entonces por
qué los hombres no solo luchan y se vuelven más competitivos sino que también
desarrollan lazos hacia la comunidad. La solución propuesta es que la ética comenzó como
un sentimiento o afección filial entre padres e hijos, es decir, la formación de familias. Esto,
poco a poco, permitió que se organizaran pequeñas comunidad (las cuales aseguraban de
manera cada vez más eficiente la supervivencia de sus miembros) y, por tanto, se
extendieran los lazos de simpatía. Así, conforme la comunidad se amplía también se van
extendiendo los sentimientos sociales. De esta forma se puede entender la afirmación de
Leopold de que “tal vez la ética sea una especie de instinto comunitario que se desarrolla
sobre la marcha.28
De esta forma planteaba Leopold la posibilidad de que exista una ética que se ocupe
de la relación el ser humano con la naturaleza. Esta ampliación es una posibilidad evolutiva
y una necesidad ecológica. Primero, porque como hemos visto hay un desarrollo de la
moralidad, además existen las condiciones biopsicológicas necesarias para ampliar nuestros
límites éticos. Así también lo afirma Callicott “cuando esta idea [la de comunidad biótica]
28
Leopold, Aldo. La ética de la tierra, p. 135
29
Ibíd.,. p. 134.
30
Callicott, J. Baird. “Fondations de l‟éthique de la terre”. p. 56. (La traducción es mía).
42
esencialmente ecológica se convierte en una apreciación y en un hábito de pensamiento
general y establecido, entonces, parafraseando a Darwin, incluso la razón más elemental le
dirá a cada individuo que debe extender sus instintos sociales y disposiciones favorables a
todos los miembros de la misma comunidad (biótica) aunque difieran de él en términos de
especie.31
¿Qué tipo de ética propone Leopold? Una ética de carácter holístico que se fundamenta en
el concepto de comunidad:
Toda la ética desarrollada hasta ahora se basa en una única premisa: que el individuo es miembro de
una comunidad de partes interdependientes. Sus instintos lo impelen a competir por su lugar en esa
comunidad, pero su ética también lo impele a cooperar (quizás con el objetivo de que hay un lugar
por el que competir).
La ética de la tierra, sencillamente, extiende las fronteras de la comunidad para incluir los suelos, las
aguas, las plantas y los animales; dicho de un modo colectivo, la tierra.32
Esta comunidad es, como ya se dijo, propiamente, una comunidad biótica. Leopold toma
dicho término de la ecología para sostiener que la tierra es un conjunto complejamente
organizado, que de manera análoga a las organizaciones sociales, cada uno de los miembros
cumple funciones específicas que permiten el mantenimiento de la comunidad. Entonces,
así como en la sociedad hay conductas sociales apropiadas para el mantenimiento de la
cooperación entre miembros, también en la comunidad biótica hay formas de regulación de
los modos de cooperación.
31
Callicott, J. Baird. “Teoría del valor no antropocéntrica y ética ambiental”, p. 115.
32
Leopold, Aldo. Ética de la tierra, p. 135.
43
cooperativo, esto es, un ciudadano biótico. Porque la ética implica el respeto a los
miembros de la comunidad y, de hecho, a la comunidad en sí misma. El ser humano, como
ciudadano adquiere derechos y obligaciones en esta comunidad. Su derecho biótico es a
existir, como todos los miembros. Sus obligaciones éticas, son cuidar su comunidad.
Justamente, existe una discusión actual en ética ambiental en torno a la cuestión del
valor intrínseco de la naturaleza, en términos de Leopold, la tierra. Nuestro autor no
conoció tal discusión y probablemente tampoco le habría interesado, pues el amor,
admiración y respeto sumado a su conocimiento ecológico parecían ser para él el mejor
argumento. No obstante, Callicott se ha ocupado de argumentar esta cuestión en sus varios
ensayos. Consideraremos algunas ideas en el siguiente apartado sobre “Ética no
antropocéntrica”.
Por el momento, baste señalar que para Leopold el valor intrínseco de la naturaleza
se sostiene en un holismo, el cual es consecuencia de la manera en que la consideración
33
Ibíd., p. 154.
34
Vid. Callicott, J. Baird. “Teoría del valor no antropocéntrica y ética ambiental”, pp. 99-117.
44
ética es informada por la ecología. Es decir, consiste en una postura holista que considera la
comunidad biótica como un todo organizado valioso en sí mismo -porque ha debido
evolucionar a lo largo del tiempo, ha tenido que reajustar su funcionamiento- implica
asimismo considerar a los miembros de esa comunidad igualmente valiosos.
35
Leopold, Aldo. Op. Cit., p. 145.
36
Vid. Callicott, J. Baird. “Fondations de l‟éthique de la terre”.
37
Ibíd., p. 70. (La traducción es mía).
38
Leopold, Aldo. Op. Cit., p. 146.
45
La idea de pirámide muestra que las interrelaciones son sumamente complejas y
forman una estructura altamente organizada. Para que haya un buen funcionamiento de la
comunidad biótica es necesario que se mantenga la ordenación piramidal, por eso en cada
estrato debe haber una cantidad de miembros correspondiente a su posición, porque hay una
progresión numérica, del pico a la base. El nivel inferior es el del suelo, siguen las plantas e
insectos, en otro estrato los pájaros y roedores, en los siguientes hay grupos de animales, en
el de los animales que comen carne y vegetales se ubica el hombre y, finalmente, en la
cumbre los carnívoros más grandes. Cada nivel depende de los anteriores, estos procuran
alimento y servicio a los superiores.
De este modo, podemos percibir que se plantea un grave problema. El ser humano
ha superado enormemente la cantidad de miembros adecuados al estrato en el que se ubica.
La sobrepoblación humana plantea cambios drásticos en la organización de la estructura de
la comunidad biótica. Leopold considera que el hombre es uno de los eslabones, el último,
que compone la pirámide, como tal ha sido producto de la evolución la cual parece
desplegarse con el fin diversificar los ecosistemas. Sin embargo, este eslabón ha adquirido
el poder de modificar y empobrecer drásticamente a la comunidad, en este sentido, se ha
vuelto una amenaza para la comunidad biótica. Las causas parecen darse en dos sentidos,
por un lado, el aumento sin control de la población humana, por otro lado, la producción y
sofisticación de las técnicas y herramientas capaces de dañar a la comunidad biótica.
Pudiera darse el caso de que alguien argumentara que quizá no es inconveniente que
una especie se incremente de manera exponencial, porque se provocan reajustes en las
estructuras, lo cual puede ser benéfico para el conjunto. Tal persona tendría que considerar
que la sobrepoblación humana provoca el acortamiento de las cadenas alimentarias –de
flujo de energía- porque los cambios que puede producir no son de orden estrictamente
39
Ibíd., p. 147-148.
46
evolutivo sino provocado de manera violenta, principalmente a causa de la técnica, es decir,
la producción de herramientas sofisticadas que introducen cambios en la pirámide. Por
ejemplo, la producción masiva de alimento. Leopold advirtió esta situación:
Cuando se produce un cambio en una parte del circuito, muchas otras partes deben ajustarse a él. El
cambio no obstruye o desvía, necesariamente, el flujo de energía; la evolución es una larga serie de
cambios autoinducidos, cuyo resultado neto ha consistido en elaborar el mecanismo del flujo y
alargar el circuito. Sin embargo, los cambios evolutivos suelen ser lentos y locales. La invención
delas herramientas ha capacitado al hombre para producir cambios de violencia, rapidez y alcance
sin precedentes.40
En este sentido también se justifica una ética de la tierra, pues tal posibilidad de producir
cambios drásticos y violentos debe ser regulada. Leopold se cuestionaba si la intervención
del hombre en la tierra podrá llevarse a cabo con menos violencia. Su respuesta es sí, pero
sólo si se modificaba la relación del ser humano con la tierra a través de la extensión de la
ética, la cual requiere de un cambio en la consciencia del ser humano. Puesto que “ningún
cambio ético importante se llevó a cabo sin un cambio interno en nuestros intereses
intelectuales, lealtades, afectos y convicciones”.41 Ello implicará que reduzcamos la
población y usemos técnicas no dañinas.
47
flujos de energía y estructura de la pirámide sigan manteniéndose aunque haya intervención
por parte de los hombres. Así pues, no se trata de dejar a la naturaleza prístina e intocada
sino de cuidarla. Al respecto el autor señala que:
Esa obligación ética se produce cuando el propietario, o en general cualquier ser humano,
extiende su consciencia social hacia la tierra, deja de percibirla como su propiedad y
empieza a verla como una comunidad a la cual pertenece, es decir, cuando surge una
conciencia ecológica. En esa medida, advertirá que sus actividades producen efectos en la
tierra y tenderá a realizar acciones cuyo fin sea mantener la salud de ésta. Leopold afirma
que “una ética de la tierra refleja la existencia de una conciencia ecológica, y ésta, a su vez,
refleja la convicción de una responsabilidad individual respecto a la salud de la tierra. La
salud es la capacidad de autorrenovación de la tierra. La conservación es nuestro esfuerzo
para comprender y preservar esta capacidad”.44
Ahora bien, hemos visto que la ética de la tierra consiste en una extensión de nuestra
consideración moral para incluir a la tierra en su conjunto. Esta ética implica una teoría del
valor no antropocéntrica, pues sus criterios para considerar el valor de los miembros de la
comunidad no se basan, como en el modelo teórico dominante: el kantiano, en la presencia
o ausencia de características como la racionalidad, o en la capacidad de sensibilidad. Por el
contrario, se considera que la tierra como comunidad tiene valor en sí misma.
43
Ibíd., p. 145.
44
Ibíd., p. 151.
48
Si bien Leopold no hace una crítica sistemática al antropocentrismo, si realiza una
crítica a los limites meramente humanos de la consideración ética. Afirma que “hasta ahora,
no hay una ética que se ocupe de la relación del hombre con la tierra y con los animales y
plantas que crecen sobre ella. La tierra, como las esclavas de Odiseo, es sólo propiedad. La
relación con la tierra sigue siendo estrictamente económica, y acarrea privilegios, pero no
obligaciones”.45
[…] dar cabida a la idea de que tanto los organismos individuales como una jerarquía de entidades
supraorgánicas –poblaciones, especies, biocenosis, biomas y biosfera- poseen valor intrínseco.
Deberá otorgar un valor intrínseco diferenciado a los organismos y especies domésticas y silvestres.
Tendrá que ser compatible conceptualmente con la biología moderna evolutiva y ecológica. Y tendrá
que otorgar un valor intrínseco a nuestro ecosistema global actual, a sus partes componentes y
dotación de especies, y no otorgar un valor igual a cualquier ecosistema.46
Estos criterios pretenden asegurar una base razonable para una ética que, informada por el
conocimiento de la ecología, pueda reconocer el valor de la comunidad y sus miembros. En
efecto, en nuestra época tal comunidad es global y por tanto, sumamente compleja, con
cadenas intricadas de relaciones por eso la valoración debe ser diferenciada.
45
Ibíd., p. 134-135.
46
Callicott, J. Baird. “Teoría del valor no antropocéntrica y ética ambiental”. p. 133.
49
En cuanto al valor se plantea el problema de la participación o no del sujeto que
valora. Al respecto consideramos que al tratarse de un valor intrínseco objetivo implica
tanto una argumentación sobre dicho valor como una demostración de éste, en la medida en
que hay que demostrarlo tenemos que incluir al sujeto. Los sujetos valoran todo tipo de
objetos, los consideran bellos, feos, útiles, inservibles. De modo que resulta evidente que la
asignación de valores corresponde al sujeto, sin embargo en el caso de la naturaleza hay
muy diversas valoraciones. Leopold decía que la tierra tiene valor en sentido filosófico, lo
cual hemos interpretado como que tiene valor intrínseco, por ende objetivo. Así, la
alternativa viable es sostener un antropocentrismo en sentido epistemológico, el cual afirma
que el ser humano percibe el mundo de manera única de acuerdo a su estructura cognitiva y
ello es inevitable. Siendo así, es propio del hombre valorar y el valor tiene al menos una
dimensión antropocéntrica, aunque también objetiva.
En este sentido, de lo que se trata es de dar razones a los sujetos que valoran para
que consideren el valor intrínseco de la naturaleza. Leopold intenta demostrar la existencia
del valor de las comunidades bióticas y piensa que el ser humano puede cambiar su
consideración respecto a la tierra. Las razones que señala Leopold son principalmente de
carácter evolutivo y ecológico, a saber, la evolución de la ética, el concepto de comunidad
biótica y de la pirámide de la tierra.
La ética de la tierra afirma que el ser humano realiza valoraciones que pueden estar
orientadas por conocimientos ecológicos además de que hay énfasis en la participación de
los sentimientos de respeto y admiración a la tierra. Por tanto, Leopold aunque reconoce la
dimensión antropocéntrica de la valoración, propone una ética no-antropocéntrica porque
extiende la consideración del valor “intrínseco” a entidades naturales no humanas. Su fin
es mostrar el lugar comunitario que el hombre ocupa en la naturaleza e invitarlo a
comportarse como ciudadano biótico.
La relación entre ser humano y naturaleza para Leopold no es otra que la de un miembro en
su comunidad. Sin embargo, el ser humano es un miembro diferente sólo en la medida en
que él es capaz de valorar y de intervenir en el funcionamiento de la tierra. Por eso, tiene la
50
responsabilidad de ser “administrador”. Leopold afirma que “una ética de la tierra, por
supuesto, no puede impedir la alteración, la gestión y el uso de esos «recursos»; pero afirma
su derecho a continuar existiendo y, al menos en algunos puntos, a continuar existiendo en
estado natural”.47
47
Leopold, Aldo. Op. Cit., p. 136
48
Larrère, Catherine et Raphaël. Du bon usage de la nature. Pour une philosophie de l’environnement, p.
270. (La traducción es mía).
49
Leopold, Aldo. Op. Cit., p. 155.
51
individuos. Por ejemplo, alguien puede argumentar que si la población humana está
afectando de manera negativa al bien común, se debe provocar la eliminación de buena
parte de ésta. Nada más alejado del planteamiento leopoldiano, como afirma Callicott:
“obviamente Leopold nunca ha prestado a la ética de la tierra implicaciones o
consecuencias inhumanas o antihumanitarias”.50
Según el análisis de Callicott, la ética de la tierra es, por un lado deontológica y por
otro es una regla de prudencia:
Desde un punto de vista interior, el punto de vista del vivo y sensible que es miembro de la
comunidad biótica, la ética de la tierra es una ética del deber (una ética deontológica). Ésta implica
una actitud afectiva y cognitiva hecha del amor sincero, del respeto, de la admiración, de la
obligación, del sacrificio de sí mismo, de consciencia, del deber, como de la atribución de un valor
intrínseco y de derechos bióticos. Desde un punto de vista exterior, científico, objetivo y analítico, la
ética de la tierra es una ética de la prudencia (una ética pragmática). “No hay otro medio si nosotros
queremos que la tierra sobreviva al impacto del hombre mecanizado”, y tampoco hay otro medio
para que el hombre mecanizado sobreviva a su propio impacto sobre la tierra. 51
De esta forma resulta pertinente el planteamiento de la ética, porque propone una actitud de
responsabilidad ante el impacto de la vida moderna sobre la naturaleza, pero no niega la
necesidad de usar la tierra. Siendo una ética deontológica, los deberes a los que ella nos
convoca como ciudadanos bióticos podrían ser deducidos de manera clara si tuviéramos
conocimiento de nuestro impacto en el planeta. Por ello, como Leopold mismo afirmaba, es
necesaria una educación que por un lado proporcione conocimientos de ecología, por otro
50
Callicott, J. Baird. “Foundations de l‟éthique de la terre”. p. 74. (La traducción es mía).
51 Ibíd., p. 84. (La traducción es mía).
52
nos sensibilice sobre nuestra relación con la tierra. Pues para Leopold no hay conocimiento
puro, sino en íntima relación con las emociones.52
Así pues, se puede comprender el papel y relación de los seres humanos con la
naturaleza. El ser humano es un miembro, pero tiene la posibilidad de producir cambios
drásticos y violentos. Por ello no se trata de negar la diferencia del hombre respecto a otros
miembros sino de reconocer el papel de ciudadano biótico, que observa, investiga y
comprende a la tierra como un organismo colectivo. Su lugar como un “administrador”,
solamente indica que interviene en los cambios pero los regula. En efecto, el hombre
también tiene esta posibilidad positiva de producir cambios menos violentos e incluso de
ayudar al reajuste de la pirámide biótica, a través de una visión ecológica así como la
disminución o control de su población.
53
reproducidos como si fuéramos la única especie con derecho a disfrutar del planeta”. 53 Por
tanto, el ser humano puede advertir que uno de los problemas más graves que debe
solucionar es la sobrepoblación, como ya hemos dicho, no se trata de la eliminación masiva
de miembros de nuestra especie sino de la toma de conciencia de nuestro exponencial
crecimiento a través de la educación ecoética, de forma que nuestra generación y las futuras
sean responsables en este aspecto.
53
Ibíd.
54
Callicott, J. Baird. “Foundations de l‟etique de la terre”, p. 60.
54
Capítulo III
Thoreau. Pasear.1
Hemos caracterizado la ética de la tierra que propone Aldo Leopold y hemos comentado en
qué sentido su propuesta es revolucionaria. Nos corresponde ahora reflexionar sobre las
perspectivas de futuro de dicha ética. Para lo cual podemos considerar que, en primer lugar,
ante la actual crisis ecológica global es preciso reflexionar sobre los supuestos e
implicaciones de la ética que nos permita aprehender y afrontar de manera adecuada los
retos del presente. La ética de la tierra puede constituir una ética apropiada a nuestro tiempo
porque: i) se fundamenta en una teoría del valor no antropocéntrica, 2ii) tiene fundamentos
ecológicos y 3iii) otorga un papel importante a las emociones y los sentimientos. De esta
forma, conjunta una visión científica, afectiva y holista que afirma que la ampliación de la
consideración ética es tanto necesaria como posible.
1
Thoreau, Henry David. Pasear., p. 27
55
salvaje hasta la familia del hombre- no cancela ni invalida las fases previas. Antes bien,
cada etapa es un estrato que descansa en los anteriores, los cuales siguen operantes.”2
2
Callicott, J. Baird. “En busca de una ética ambiental”. En Kwiatkowska, Teresa y Jorge Issa (comp.) Los
caminos de la ética ambiental, p. 146.
3
Leopold, Aldo. Una ética de la Tierra, p. 154.
4
Montaigne, Michel de. De la educación de los hijos., p. 15.
56
deterioro ecológico) no es obra de gente ignorante, más bien y en gran parte se debe a la
labor de las personas con licenciaturas, maestrías y doctorados”.5 Cabe señalar que entre el
punto 1 y el 2 la diferencia es fundamental, el primero es educación o formación humana y
el segundo es escolaridad. Y finalmente
3) la ética es una disciplina teórica y práctica. Por lo tanto, la reflexión sobre la ética
necesaria para nuestros días, debe considerar el aspecto de cómo llegar a ser éticos con la
tierra. En este sentido, parece que una buena respuesta es pensar en el tipo de educación
que esta ética requiere.
5
Orr, David. “¿Para qué sirve la educación? Seis mitos sobre los fundamentos de la educación moderna y seis
nuevos principios para reemplazarlos”. En Sánchez Hernández, Miriam (comp.) Educar ¿para qué?, p. 14
57
la cobertura del sistema educativo y el aumento de los años de escolaridad obligatoria, no
se promueva otro tipo de relación entre el ser humano y la naturaleza más que el económico
e instrumental. Es evidente que hay un problema en la educación formal, la cual no nos
enseña a pensar el mundo natural ni a relacionarnos con él. Al respecto, Leopold señalaba
que hay más educación pero menos suelo, menos bosques sanos y más inundaciones.6
El problema parece ser un cierto tipo de educación. Una educación, que para ser
más estrictos con los términos es solamente escolarización.7 Orr señala que: “la escolaridad
tiene que ver con la capacidad de dominar las funciones básicas que pueden ser medidas
por pruebas”.8 Se privilegia el conocimiento que puede ser medido y demostrado. Así pues,
esta reducción y a la vez, confianza en la educación escolar no parece ser propicia para el
desarrollo de la conciencia en general, y por ende, de la conciencia de nuestras relaciones
con el mundo y con el planeta: la conciencia ecológica. Más aún, tal educación ha
fracasado pues ha contribuido a generar y profundizar la crisis ecológica actual.
6
Ibíd., p. 140.
7
La escolarización comprende todo lo que sucede en la escuela, es decir, el proceso de enseñanza-aprendizaje
intencional que tiene como fin proporcionar a los individuos los conocimientos y habilidades necesarios para
desempeñarse en la sociedad.
8
Orr, David. “Introduction”. En Ecological Literacy., p. xi. (La traducción es mía).
58
Se puede advertir que el problema de la definición y del uso del conocimiento que
se promueve en las Instituciones educativas, es que él se fundamenta en el impulso
moderno por conocer y dominar la naturaleza. David Orr rastrea la raíz de tal conocimiento
en la conformación de la ciencia moderna a partir de Bacon, Galileo y Descartes,9 y señala
que los autores que han criticado a la tecnología y ciencias coinciden en lo siguiente:
Con diferentes énfasis, todos argumentan que la ciencia moderna ha malentendido fundamentalmente
el mundo mediante la fragmentación de la realidad separando el observador de lo observado,
retratando el mundo como un mecanismo y, rechazando los factores no objetivos, todo esto al
servicio de la dominación de la naturaleza. El resultado es un radical abandono de los fines humanos
y una distorsión de la realidad bajo la forma de la objetividad. Sin embargo, bajo esta forma se
esconde una crisis de la racionalidad en la cual los medios se confunden con los fines y la
dominación de la naturaleza conduce a la dominación de otras personas. 10
9
Vid. Orr, David “¿Para qué sirve la educación? y Ecological Literacy.
10
Orr, David. Ecological Literacy., p. 12 (La traducción es mía).
59
generación de conocimiento se requiere de sabiduría, es decir, un tipo de conocimiento
práctico relacionado con la experiencia, capaz de aprender de ésta y de dialogar con la
sabiduría del pasado: “vieja y sólida”11 que nos permita discernir sobre el uso que se le
debe dar al conocimiento científico y a las tecnologías.
Ejemplos de esta sabiduría los podemos encontrar en la filosofía antigua. Tal podría
ser el caso de Platón y Aristóteles. En el diálogo platónico Cármides, Sócrates y sus
interlocutores indagaron acerca de la sofrosyne (sensatez12) y su relación con el
conocimiento. Una de las definiciones que se investigaba sostenía que la sensatez era un
saber de lo que se sabe y lo que no se sabe, de tal forma que con ayuda de esta ciencia13
incluso se podía conocer los efectos de las otras. Sócrates comenta un sueño en el que esta
situación ocurría, a saber, que tal ciencia práctica se ocupara de todo. Se pregunta:
Siendo así las cosas, ¿qué nos podría pasar, sino que precisamente los cuerpos serían
más sanos que ahora, que escaparíamos mejor a los peligros del mar y de la guerra y
que todo nuestro mobiliario, vestimenta y calzado, y, en definitiva, todas nuestras
cosas y, en general, todo absolutamente estaría hecho más esmerada y artísticamente,
porque dispondríamos de auténticos artesanos? […] Convengo en que el género
humano, así preparado, obraría y viviría más sabiamente, porque la sensatez no
permitiría que, bajo su vigilancia, se colase como colaboradora nuestra, la
ignorancia.14
11
Así lo caracteriza Orr. En Ibíd., p. 13.
12
Σωφροσύνη: buen sentido, prudencia, cordura, sensatez, inteligencia; moderación, templanza. Cfr.
Diccionario manual. Griego clásico-español. Barcelona, Vox, 2007. Werner Jaeger señala que la sofrosyne
consiste en no perder de vista los límites del hombre. Vid. Jaeger, Werner. “La filosofía y el descubrimiento
del cosmos”. En Paideia: los ideales de la cultura griega. México, FCE, 2008, p. 165.
13
El término ciencia aquí se refiere al conocimiento (episteme) de algo. Ciertamente no se trata de una ciencia
en sentido moderno.
14
Platón, Cármides, 173 b-d
60
científico, parece que no hay lugar para una ciencia que juzgue sobre los efectos de otras.
Incluso la voz de la filosofía, que sería la ciencia de las ciencias, no se hace escuchar. El
ciego afán por el aumento en conocimientos impide advertir la falta de sensatez en la
aplicación y efectos de éstos en nuestra sociedad, por el contrario, ésta es un claro ejemplo
de que el conocimiento científico no asegura la felicidad ni la vida buena y, de que esto
sigue siendo un problema aún vigente para la filosofía.
Aristóteles insiste en que la prudencia se practica con el fin de llegar a ser buenos, el
prudente sabe deliberar sobre los medios para alcanzar los fines éticos. Por otro lado, ni la
técnica ni la ciencia deliberan sobre las consecuencias, pues a la primera le corresponde
producir y a la segunda conocer y demostrar. De esta forma, se reconoce la necesidad de
que éstas vayan acompañadas de la deliberación y la elección, de la cual el hombre
prudente es capaz y siempre es ejemplo de virtud. Las virtudes éticas, como la justicia, la
valentía, la moderación, entre otras, dependen de la prudencia, porque gracias a ella se elige
el justo medio, es decir, la virtud. Así pues, se requiere de prudencia no sólo en la técnica y
la ciencia sino en la vida diaria. Sin embargo, lo que vemos actualmente es que la técnica y
la ciencia moderna nunca van de la mano de la prudencia, porque su lema es “si algo se
puede hacer se ha de hacer”, o sea, se basan exclusivamente en el poder.
15
Aristóteles, Ética Nicomáquea, 1103 a 15-20.
16
Vid., Aristóteles, Ética Nicomáquea VI. La enumeración de las virtudes intelectuales (1139 b 15 -19)
“Establezcamos que las disposiciones por las cuales el alma pose la verdad cuando afirma o niega algo son
cinco, a saber, el arte (techné), la ciencia (episteme), la prudencia (phónesis), la sabiduría (sophía) y el
intelecto (nous)”.
61
En este sentido podemos considerar uno de los mitos sobre la educación actual que
analiza David Orr en su ensayo “¿Para qué sirve la educación?”. Tal mito señala que “el
conocimiento está aumentando y por tanto la bondad humana. […] Un error aún más grave
que confundir datos con conocimientos es creer que el aprendizaje nos convertirá en
mejores personas.”17 En efecto, se suele creer que asistir a la escuela asegura la moralidad,
se asume que el aumento del conocimiento se relaciona con el mejoramiento personal y
ético de los individuos. Sin embargo, como una larga crítica en educación ha señalado, la
adquisición de conocimiento científico no implica el mejoramiento moral de las personas.
Así pues, necesitamos repensar la relación del conocimiento con la ética. Puesto que
no sólo se requiere la generación de conocimiento y tecnología, sino la reflexión sobre su
uso así como la producción de conocimiento interrelacional necesario para afrontar los
problemas globales de nuestra época. Se trata pues, de generar un saber que nos permita
llevar una vida buena en las condiciones actuales. De lo contrario, la educación reducida a
escolarización podría resultar peligrosa en la medida en que se ocupe de formar sujetos que
posean conocimientos teóricos pero que no saben analizar el mundo en que viven y no
lleven su práctica al terreno de la reflexión y práctica ética. Al respecto, Leopold advertía
un problema de actitudes y herramientas: “estamos remodelando la Alhambra con una
excavadora, y todavía nos sentimos orgullosos de lo finos que somos al medir. Es muy
difícil renunciar a la excavadora que, después de todo, tiene muchos aspectos positivos,
pero necesitamos criterios más delicados y objetivos para su utilización provechosa”. 18 Sin
duda, no se trata de negar la tecnología sino de promover su uso responsable.
17
Orr, David. “¿Para qué sirve la educación?”, p. 17-18.
18
Leopold, Aldo. Op. cit., p. 156.
62
y reformas educativas es, sin embargo, impulsado por la creencia de que debemos preparar
a los jóvenes sólo para competir eficazmente en la economía global. Una vez hecho esto,
todo estará bien, o al menos eso se asume. Pero hay mejores razones para reformar la
educación, que tienen que ver con la rápida disminución de la habitabilidad de la tierra”.19
Por otro lado, como lo hemos comentado, los individuos que pasan por el sistema
educativo suelen tener una imagen fragmentaria del mundo, el problema es que en un
mundo desconectado no se puede comprender ni asumir la responsabilidad de la acción. Lo
cual puede resultar catastrófico en nuestra época, en la cual la responsabilidad no sólo
implica a los individuos cercanos en el espacio y tiempo sino que ésta se extiende
geográfica y temporalmente: es global e implica a las generaciones futuras.
19
Orr, David., Earth in Mind. On Education, Environment and the Human Prospect., p. 2. (La traducción es
mía).
20
Orr, David., “¿Para qué sirve la educación?”. p. 25.
63
apreciarlo estéticamente y admitir que la ciencia más que afilar su espada puede iluminar el
universo.21
Así pues, Leopold y por supuesto David Orr, llaman a un cambio profundo, esto es,
a considerar que la escuela puede contribuir a la formación del ciudadano biótico. Centrar
el problema en la escolaridad implica el reconocimiento de la escuela como espacio formal
e institucional de formación de ciudadanos responsables entre ellos mismos y con su medio
ambiente, por lo cual puede ser una vía para promover la ética de la tierra. Sin embargo, no
se cancela la necesidad de pensar en espacios de educación no formal.
“La ética de la tierra, afirma Leopold, cambia el papel de Homo sapiens: de conquistador
de la comunidad terrestre al de simple miembro y ciudadano de ella. Esto implica respeto
21
Leopold, Aldo. Op. Cit., p. 153.
22
Ibíd., p. 139.
64
por sus miembros, y respeto también por la comunidad como tal”.23 El cambio de papel del
ser humano implica un cambio de conciencia, el cual puede promoverse a través del
conocimiento ecológico y del afecto por el mundo natural, es decir, la convivencia de lo
intelectual y lo emocional del ser humano. Ambos aspectos son la clave para una educación
que forme ciudadanos bióticos. Se puede pensar en algunos puntos fundamentales para
señalar la viabilidad del desarrollo de la conciencia ecológica en la educación formal.
El hombre moderno está separado de la tierra por muchos intermediarios, y por innumerables
artilugios. No tiene una relación vital con ella; es sólo un espacio entre ciudades donde crecen las
cosechas. Llévale a pasar un día en plena naturaleza y, de no ser en un campo de golf o en una zona
«pintoresca», se aburre soberanamente. Si las cosechas pudieran producirse mediante cultivos
hidropónicos, en vez de en las granjas, le parecería muy bien. Los sustitutos sintéticos de la madera,
el cuero, la lana y otros productos naturales de la tierra, los prefiere a los originales. Resumiendo, la
tierra es algo que «se le ha quedado pequeño».
Ciertamente, la vida en la ciudad nos aleja del mundo natural al grado de que muchas veces
no tenemos conocimiento de la procedencia o producción de los alimentos u otros bienes de
los que disponemos diariamente, incluso algunos niños creen que las cosas “vienen del
supermercado”. Este es un problema grave, como ya advertía Thoreau y como Leopold lo
23
Ibíd., p. 136.
65
confirma. Ambos autores indicaban que el alejamiento y desconocimiento de la naturaleza
ha llevado al hombre moderno a considerarla como un almacén de recursos renovables y no
renovables.24
Por ejemplo, Thoreau se fue a vivir a los bosques para llevar una vida sencilla e
independiente, pues advirtió que el alejamiento de la naturaleza hace a las personas
incapaces de apreciar no sólo su belleza sino de desarrollar cierto sentimiento hacia ella. Al
respecto consideremos la siguiente cita: “Aunque casi todos los hombres se sienten atraídos
hacia la sociedad, hay muy pocos que se sienten profundamente atraídos por la Naturaleza.
La reacción de la mayoría de éstos hacia la Naturaleza, a pesar de sus artes, me parece
inferior a la de los animales. ¡Qué poco valoramos la belleza del paisaje! Nos han dicho que
los griegos llamaban al mundo kosmos, Belleza u Orden, pero no sabemos muy bien por
qué lo hacían, y, como mucho, lo consideramos un hecho filológico curioso.”25
Una mañana de marzo sólo es triste para quien va paseando sin echar una mirada al cielo, sin poner
el oído atento a los gansos. Conocí a una señora con estudios, poseedora de la condecoración Phi
Beta Kappa26, quien me contó que nunca había visto ni oído a los gansos que, dos veces al año,
anuncian el ciclo de las estaciones al pasar sobre su bien aislado tejado. ¿Acaso la educación no ha
sido más que un modo de cambiar una conciencia alerta por cosas de menor valor? El ganso que
intente semejante trueque se convertirá pronto en un montón de plumas. 27
24
En este punto cabe advertir la coincidencia de Leopold con Heidegger respecto a la consideración moderna
de la naturaleza como “almacén principal de existencias de energía”. Vid. Heidegger, Martín. “La pregunta
por la técnica”. En Conferencias y artículos. Madrid, Ed. El Serbal, 1994, p. 23.
25
Thoreau, Henry David. Pasear, p. 34
26
En la nota de Riechmann a este pasaje se aclara que Phi Beta Kapa es una sociedad honorífica académica
en E.U.A. sus siglas provienen de la frase griega filosofía biou kybernetes (la filosofía, guía de la vida).
27
Leopold, Aldo. Op. Cit., p. 55-56.
66
proporcionar madera, combustible y puestos de trabajo, debería dar a su propietario una
educación liberal. Esta cosecha de sabiduría no falla nunca, pero no siempre se recoge”.28
Sin embargo, no se trataría de tener granjas sino experiencias en el mundo natural.29
El Departamento de Carreteras dice que cada año pasan por esa ruta 100.000 coches durante los tres
meses de verano, cuando el Silphium está floreciendo. En ellos deben de viajar al menos 100.000
personas que han estudiado lo que se llama historia, y quizá 25.000 que han estudiado lo que se
llama botánica. Y sin embargo dudo que ni siquiera una docena haya reparado en el Silphium, y
acaso ni uno se entere de su fallecimiento. 30
El Silphium, afirma Leopold, posee una raíz fuerte que se arraiga a la tierra. Sin
embargo, lo único que la puede mutilar es el pastoreo, la siega o el arado, soportaba el
28
Ibíd., p. 100.
29
Al respecto la Fundación Aldo Leopold compiló un CD Exploring the Outdoors with Aldo Leopold con
actividades basadas en los ensayos de A Sand County Almanac. En la página de la fundación se pueden
encontrar algunas herramientas para usarse en actividades educativas, las cuales forman parte de su Proyecto
Educativo. http://www.aldoleopold.org/Programs/lep.shtml
30
Leopold, Aldo. Op. Cit., p. 80.
31
Ibíd., p. 80.
67
pastoreo discontinuo del bisonte pero advierte que será difícil que sobreviva al pastoreo de
las vacas. Su reflexión final al respecto es la siguiente:
Una providencia bondadosa les ha negado el sentido histórico a las miles de especies de plantas y
animales que se han ido exterminando unos a otros para construir el mundo actual. La misma
providencia bondadosa nos lo niega ahora a nosotros. Pocos se condolieron cuando el último bisonte
desapareció de Wisconsin, y pocos harán duelo cuando el último Silphium le siga, camino de las
exuberantes praderas de la tierra del nunca jamás. 32
Este ejemplo muestra tanto la necesidad del contacto con el mundo natural como el amor,
admiración y respeto que se desarrolla a través de esta relación. Al respecto David Orr
considera que uno de los primeros principios que son indispensables para reconsiderar el
propósito de la educación formal es el amor, pues, este autor considera que se debe amar
para poder salvar.
Finalmente, el tercer aspecto que debería tener una educación para la ética de la
tierra es propiciar el sentido de la sorpresa. Esta posibilidad de sorprenderse ante lo natural,
ante su productividad, esplendor y belleza, tanto de los animales como de las plantas
permite al hombre separarse de la valoración meramente antropocéntrica. Así lo expresa
Thoreau: “Es éste un atardecer delicioso, en el que el cuerpo es sólo sentido y absorbe
deleite por todos los poros. Voy y vengo con extraña libertad en la Naturaleza, como
formando parte de ella”.33
32
Ibíd., p. 81.
33
Thoreau, Henry David. Walden., p. 147.
68
implica un proceso intelectual y emocional. También debe considerarse que esto no
constituye la solución, porque parece ser que lo que se requerirá es un trabajo más profundo
de transformación de la conciencia como labor de la cultura moderna en general.
Este breve apartado tiene como propósito reflexionar sobre algunos puntos relevantes para
repensar el tipo de educación propio de una ética de la tierra. Primero consideraremos
algunos aspectos generales, a saber, la relación entre la parte intelectual y la parte
emocional constitutivas del ser humano, en cuanto ambas se requieren para una ética de la
tierra. Leopold afirmaba que el conocimiento sobre ecología era necesario pero no
suficiente, pues se requiere admirar y amar el mundo natural para desarrollar una
conciencia ecológica.
Asimismo, se pueden mostrar ejemplos concretos de esta vinculación si
consideramos a algunos ecologistas que desde el ámbito científico, académico y político,
testimonian una ampliación de sus consideraciones éticas. Estos dos aspectos, el intelectual
y emocional, constituyen la base para una nueva educación que desde la escuela promueva
la conciencia ecológica. Finalmente, abordaremos brevemente la viabilidad de un posible
cambio en la educación superior. Hemos elegido el nivel superior por la razón de que son
los profesionales los que tendrán un impacto directo en la naturaleza a través de su trabajo,
sea de investigación, difusión, docencia, aplicación de tecnologías, desarrollo de políticas,
etcétera. Sin embargo, consideramos firmemente que toda los niveles de escolaridad
deberían promover una ética de la tierra y quizá, con un énfasis especial, la educación de
los niños.
69
modo de ser humano muestra, al mismo tiempo, el modo de relacionarnos con todo lo otro,
sean otras personas, animales y el mundo natural en su conjunto, podríamos considerar uno
de los principios que Orr propone para la reflexión sobre cómo debería ser la educación, a
saber, “Toda educación es educación ambiental”.34 Esta afirmación guarda en su breve
enunciación una idea importante, a saber, la posibilidad de ampliar la consideración ética.
Sí en toda educación se pone de manifiesto una educación ambiental, entonces la que
hemos tenido hasta ahora ha sido negativa. Los aspectos que ha desarrollado son el
desconocimiento de la naturaleza, la falta de interés en ella y el uso excesivo de los
“recursos”. Por lo tanto, al reconocer la implicación de esta sentencia podemos señalar más
firmemente la posibilidad del desarrollo de una conciencia ecológica, pues en las relaciones
educativas se muestran actitudes y valoraciones no sólo respecto al conocimiento sino al
ambiente en general. Respecto a la educación formal Orr afirma que “en lo que incluimos o
excluimos enseñamos a los estudiantes que son parte o no del mundo natural”.35
34
Orr, David. ¿Para qué sirve la educación?, p. 21 y Ecological Literacy, p. 90.
35
Ibíd., p. 21.
36
Leopold, Aldo. Op. Cit., p. 154-155.
70
Ahora bien, respecto a lo emocional nos parece pertinente comentar las
observaciones de Orr sobre la necesidad de incluir en la reflexión el lugar en el que se
desarrolla el proceso educativo, puesto que de esta forma se hacen más claras las
implicaciones ecológicas y éticas que conlleva la educación escolar. El lugar en el que se
lleva a cabo, nos aleja del mundo natural e incluso lo cancela en la medida en la que el
conocimiento parece tener validez en ese espacio reducido.
En el ensayo intitulado “Place and Pedagogy”37 Orr expone el caso de Henry David
Thoreau. Señala que la experiencia de vivir en los bosques, la cual es descrita en Walden,
constituye realmente una experiencia educativa porque: 1) es una suerte de experimento
interdisciplinario y 2) tanto la laguna de Walden como él mismo, conforman la materia de
aprendizaje. Para Orr: “Aparte de sus méritos como literatura o como filosofía, Walden es
un antídoto contra la idea de que la educación es una actividad pasiva, que ocurre en un
espacio cerrado entre los seis y veintiún años de edad. En contraste con las tendencias que
separan las disciplinas y separan el intelecto de su entorno, Walden es un modelo de la
unidad posible entre la personalidad, la pedagogía, y el lugar”.38
Sin duda, para apreciar, admirar y amar el mundo natural como lugar donde
habitamos se requiere conocerlo y vivirlo, lo cual se realiza en la experiencia de Thoreau.
Además podemos observar que el lugar tiene una significación educativa que impacta
directamente en lo emocional. Ciertamente, no implica una “vuelta a la naturaleza” o que
todos posean cabañas en los bosques o fuera de la ciudad, sino el acercamiento a la
naturaleza en la primera infancia, sea a través de una excursión, sean prácticas, vacaciones,
campamentos o simplemente paseos, caminatas al aire libre, o bien una organización del
espacio en las escuelas que incluya ambientes naturales, incluso puede ser complementado
con la observación de seres vivos en el interior de la ciudad.
Algunas de las ventajas que Orr señala respecto a la integración del lugar en la
educación son las siguientes: combinación de intelecto con experiencia, es relevante como
posible solución al problema de la superespecialización y, puede propiciar la comprensión
37
Orr, David. “Place and Pedagogy”. En Ecological Literacy, pp. 125-131.
38
Ibíd., p. 125-126 (La traducción es mía).
71
del ambiente y su importancia para plantear un arte de vivir acorde al lugar que
habitamos.39
Así pues, para repensar la educación formal es fundamental admitir que en nuestra
época se requiere que los individuos comprendan y aprecien (intelecto y emoción) el
mundo natural no como recurso sino como hogar. De ahí la urgencia de incorporar espacios
naturales en las actividades escolares. Además de revalorar lo que nuestra cultura considera
como éxito, pues en poco tiempo el éxito tendrá que ver con nuestra capacidad para vivir de
manera armónica con la tierra y no con la ocupación de puestos o ganancia de bienes.
39
Ibíd., pp. 128-130.
40
Vid. Platón. Protágoras y Menón.
72
Comentaremos brevemente aquí algunas biografías representativas y no
exhaustivas.41 Ante todo se podría recuperar los ejemplos tanto del mismo Leopold como
de Thoreau, puesto que ellos, como hemos visto, maduraron sus inclinaciones y
preferencias en ambientes naturales y éstos llevaron a tomar decisiones de vida. En el caso
de Thoreau, alejarse de la ciudad y vivir en los bosques. En el caso de Leopold, reflexionar
sobre los usos adecuados de la tierra y todo lo que ella contiene y proponer acciones y
reglas en el marco de la vida comunitaria, además de vivir en su casa de campo en el
Condado arenoso.
En dicha obra, Carson denunciaba los efectos nocivos para la naturaleza que
provocaba el uso extendido de productos químicos, en específico los pesticidas como el
DDT. En el momento de la publicación, el movimiento ecologista comenzaba a gestarse. A
algunos les parecía excesiva y alarmista la postura de Carson, mientras que otros cobraban
conciencia del daño que produce el uso y abuso de agentes químicos en la naturaleza. La
postura de la industria química era clara, para ellos la científica constituía un peligro
inmediato, por eso trataron de impedir la publicación de su libro y al no poder hacerlo
optaron por la vía de la desacreditación pública. Así pues, tras una batalla contra el cáncer
de mama y contra las críticas –muchas de ellas injustificadas-, Carson falleció en 1964. Su
41
Agradezco la sugerencia de la Dra. Lizbeth Sagols respecto a los ejemplos de vida.
73
trabajo se reconoció una década después tras una revisión escrupulosa de sus argumentos y
demostraciones.
No sólo las especies objetivo son afectadas, también lo son muchas de las que, de forma natural,
controlan a las especies plaga, con lo que el resultado suele ser contrario al deseado. Por razones que
tienen que ver con la posición relativa de las especies en las cadenas o pirámides alimentarias, las
especies controladoras (normalmente las depredadoras) padecen más estragos que las especies plaga
(que generalmente son herbívoras), y también otras especies que son beneficiosas para nosotros
resultan perjudicadas.
En este pasaje se identifica una concepción de la naturaleza como la que Leopold proponía,
a saber, una comunidad de partes interrelacionadas. Queda claro que esta es una idea base
para desarrollar la consideración ética a la tierra, la cual se muestra en su compromiso vital
con la naturaleza.
42
Vid. Ros, Joandomenec. “Prólogo”. En Carson, Rachel. Primavera silenciosa. Barcelona, Editorial Crítica,
2010.
74
esta idea y en 1976 creó la organización Green Belt Movement, cuyo objetivo es reducir la
pobreza a la vez que conservar la naturaleza a través de plantar árboles.43
Las mujeres que se unieron a ella constituyeron una parte fundamental del
movimiento, porque muchas de ellas a través de plantar árboles mejoraron su calidad de
vida. Pues habiendo árboles cerca de sus casas o comunidades, las mujeres –responsables
de las comidas y recolección de leña- pudieron obtener frutos y madera sin la necesidad de
desplazarse lejos, además de que contribuían a la conservación y en algunos casos
regeneración de la tierra a través de esta actividad. Cabe señalar que esta utilización de
madera y, en general, la utilización de cualquier objeto se realiza bajo el mantra de las tres
R: reduce, reutiliza y recicla.44 En suma, podemos observar que en esta organización la
acción es lo que hace posible una conciencia ecológica que además da cuenta de la relación
entre la actividad humana con el mundo natural.45
43
http://www.greenbeltmovement.org/wangari-maathai/biography (consultado 12 de abril del 2013).
44
Vid. Maathai, Wangari. “Gratitud y respeto”. En Devolver la abundancia a la tierra. Barcelona, Ediciones
el Obelisco, 2011, p. 97.
45
Resulta interesante que Maathai, al igual que Leopold, considera necesario la experimentar la naturaleza.
Afirma “uno de los aspectos del amor a la naturaleza que tenemos que fomentar es el aspecto experiencial. La
naturaleza (y, en particular, la naturaleza más salvaje y agreste) alimenta nuestro espíritu; y un encuentro
directo co ella es crucial para que podamos apreciarla y cuidar de ella. Pues, a menos que la veamos, la
olamos y la toquemos, tendremos a olvidarnos de ella, marchitándose así nuestra alma”. Ibíd., p. 83.
46
http://rightlivelihood.org/shiva_publications.html (consultado 14 de abril del 2013).
75
Su infancia en la naturaleza así como la influencia de sus padres, el padre era
guardabosques y la madre granjera, generaron un profundo amor por la naturaleza que se ha
expresado en su comprometida participación en movimientos ecológicos, por ejemplo en
1973 se unió al movimiento para salvar los arboles del Himalaya, conocido como Chipko.47
Asimismo, esta filósofa y activista es autora de varios libros sobre temas ecológicos, a
saber, ecofeminismo, la guerra del agua, la democracia de la tierra, etcétera. También se
pueden consultar muchos de sus artículos que han sido traducidos al español48, en los
cuales aborda temas cruciales y polémicos respecto a los grandes monopolios y las políticas
neoliberales.
Shiva escribe, entre otras cosas, sobre la situación de la India, comenta sus
opiniones respecto a las recomendaciones de los países industrializados, dichas
recomendaciones tienen como fin hacer de su país un país “desarrollado”. Al respecto
resultan sugerentes sus agudas observaciones, por ejemplo, respecto a la construcción de
autopistas,49 ella advierte no sólo el peligro para las tradiciones hindús de caminar entre
montañas y a través de ríos, sino la contaminación ambiental que las autopistas generan, de
lo cual somos testigos también nosotros en México. Ella critica el desarrollo de la
civilización moderna occidental y presenta argumentados puntos de vista respecto a las
ventajas de la forma de vida propia de la India. En este sentido, es importante la
observación que hace sobre no imitar el occidente industrializado pues es visible su fracaso.
Por ello, Shiva investiga, escribe y recomienda otra forma de relacionarse con la naturaleza,
en este caso, retomando el legado de su cultura. Un ejemplo sumamente ilustrativo lo
constituye su trabajo en torno al problema de la alimentación, por un lado presenta una
denuncia a las corporaciones globales como Monsanto respaldadas por los gobiernos y, por
otro lado, expone su propuesta y práctica de la agricultura ecológica basada en principios
de producción tradicional.
47
http://mujeresquehacenlahistoria.blogspot.mx/2009/10/siglo-xx-vandana-shiva.html (consultado 24 de
mayo 2013).
48
Para consultar los artículos de Vandana Shiva en español: http://www.rebelion.org/autores.php?id=43
49
Vandana Shiva. “Autopistas: ¿Líneas de la palma de la mano o tatuajes de la dictadura en la tierra? (07-05-
2004). En http://www.rebelion.org/noticia.php?id=5010
76
Vandana Shiva es pues, una clara ilustración de compromiso político, científico,
filosófico y feminista que desea contribuir a la formación de una sociedad que respete a la
naturaleza. Su esfuerzo por construir a través de la combinación de la investigación
científica y la reflexión filosófica un mundo pacífico y democrático es inspiración para
muchos, por eso la Revista Time en 2003 la llamó una “heroína ambiental”50.
A través de estos tres breves ejemplos podemos observar que no hay un solo camino
para la construcción de una conciencia ecológica, pero si existen ciertas coincidencias en
las formas de vida. Por ejemplo, una experiencia directa con la naturaleza, sea en la
infancia o sea por medio de un “guía” –casi siempre un padre, un maestro o un amigo o
incluso un libro. Al respecto Philp Cafaro en su artículo “Thoreau, Leopold, and Carson:
Toward an Environmenal Virtue Ethics”,51 señala que el argumento más poderoso de estos
autores sobre la necesidad de una ética acorde a los retos ambientales es, precisamente, su
vida. Además de la consideración del impacto que tienen las actividades humanas,
profesionales y cotidianas, para el medio ambiente. Podemos afirmar que conocer
biografías paradigmáticas de personas comprometidas ecológicamente muestra que es
posible llevar una vida ética, la cual coincide en algunos puntos con la propuesta por
Leopold.
50
Ibíd.
51
Cafaro, Philip. “Thoreau, Leopold, and Carson: Toward an Environmental Virtue Ethics” en
http://people.oregonstate.edu/~thompsoa/web/readings_files/Thoreau,%20Leopold,%20Carson.pdf
77
relación armónica del hombre con la tierra-, o sustentable en el sentido de Orr.52 En efecto,
los profesionales, sean economistas, científicos, políticos, filósofos, educadores, etcétera
reciben un tipo de educación que tiende a la superespecialización y en muchos casos a la
confianza en la razón y en la tecnología como factores de resolución de todos los problemas
humanos. La educación actual no menciona las obligaciones para con la tierra ni con el
medio ambiente próximo. Por tanto, es evidente la necesidad de replantear la formación de
profesionales, simplemente en el sentido de promover la conciencia ecológica y el
conocimiento sobre ecología (ambos puntos sumamente relacionados).
Para convertirse en ecológicamente alfabetizados hay que tener, ciertamente, la capacidad de leer y,
yo creo, incluso debe gustarle leer. La alfabetización ecológica presume también la habilidad de usar
52
Una sociedad sustentable se debe construir sobre una visión lo más realista posible de la condición humana,
aceptando los inconvenientes del crecimiento económico para la naturaleza y para nuestra sobrevivencia en la
tierra. Vid. Orr, David. “Part One. The Issue of Sustainability”. En Ecological Literacy.
78
los números, y de saber qué es contable y qué no, que equivale a decir el límite de los números. Pero
estas son habilidades que se realizan en espacios. La alfabetización ecológica también requiere la
capacidad más exigente de observar la naturaleza con penetración, una fusión del paisaje y el paisaje
mental.53
Orr considera que para que haya alfabetización ecológica debe haber un cambio en la forma
de pensar, de considerar la condición del ser humano, su progreso y su impacto en la tierra
admitiendo que ésta es finita, es decir, implica reconocer que no somos seres al margen de
la naturaleza sino que estamos emparentados con los todos los seres y la tierra, hay afinidad
y semejanza. Esto permite construir la idea de comunidad biótica y asumir el papel de
ciudadano biótico.
Es difícil hacer un resumen justo y conciso de este contenido; pero, tal como yo lo entiendo, el
contenido es sustancialmente éste: obedece la ley, vota lo correcto, únete a algunas organizaciones, y
pon en práctica lo que la conservación tiene de provechosa para tu propia tierra; el gobierno hará el
resto. […] ¿Hasta dónde podemos llegar con semejante educación?55
53
Orr, David. Ecological literacy, p. 86. (La traducción es mía).
54
Ibíd., p. 90 (La traducción es mía).
55
Leopold, Aldo. Op. Cit., p. 139.
79
En lugar de solamente seguir la ley debe haber auténticas convicciones, gustos, fidelidades
y lealtades, o sea, un verdadero cambio de actitud. Asimismo se puede afirmar, (como
describe Leopold), que la educación formal no forma un ser humano capaz de tomar sus
propias decisiones en el ámbito público sino que sólo relega responsabilidades al gobierno
y cumple con la ley de manera extrínseca. Actualmente, uno de los principales problemas
en torno a la constitución de sociedades menos dañinas para el medio ambiente, es
precisamente la falta de compromiso político y el asfixiante sistema económico, lo cual
señala que definitivamente no es adecuado ni responsable que la educación no se
comprometa con la formación de individuos capaces de tomar decisiones en su forma de
vivir.
80
Conclusiones
Mi objetivo principal ha sido revisar con detalle la propuesta ética de Aldo Leopold
y evaluar si ésta podría ser una ética adecuada para nuestro presente, pues tal y como lo
afirma Lizbeth Sagols en su libro La ética ante la crisis ecológica, Leopold abre un nuevo
camino para la ecoética filosófica.1 Para ello revisé también a uno de sus antecedentes,
Henry David Thoreau. En ambos he encontrado, a manera de conclusión, que consideran
indispensable considerar a la naturaleza de manera amplia y no sólo económicamente. A
partir de este análisis considero que la ética de la tierra es una ética apropiada para hacer
frente a las actuales problemáticas ambientales.
1
Sagols, Lizbeth. La ética ante la crisis ecológica, UNAM/Fontamara, 2014, p. 28.
81
crítico y una mirada aguda que observa su presente y reconoce la urgencia de repensar lo
realmente necesario para la vida de los seres humanos.
Por otro lado, en Walden encontramos una experiencia de vida en la naturaleza, que
resalta la sencillez y frugalidad requeridas para vivir tranquila y felizmente. Sobre esta
experiencia se pueden recuperar tres aspectos íntimamente relacionados: el contacto con la
naturaleza, la significación del lugar para el desarrollo de la conciencia ecológica y, el valor
estético de la naturaleza. La experiencia de Thoreau puede servirnos como ejemplo de una
forma de vida distinta, sin que esto implique proponer una retirada a los bosques, más bien
lo que conlleva es una enseñanza, muestra que otros modos de vida son posibles y que es
necesario el contacto con la naturaleza para poder apreciarla.
2
Vid. Orr, David. “Place and Pedagogy”. En Ecological Literacy. Education and the transition to a
Postmodern World. New York, Suny, 1992.
82
y necesidades de las comunidades, se afirma que el ser humano es capaz de modificar sus
consideraciones éticas y, por tanto, sus acciones. El momento en el que nos encontramos es
decisivo y requiere un cambio, a saber, la ampliación de nuestras consideraciones éticas.
Entonces, no sólo es posible sino necesario que consideremos a la tierra como objeto de
valoraciones éticas.
Otro aspecto importante de la ética de la tierra es que propone una única máxima:
“algo es correcto cuando tiende a preservar la integridad, estabilidad y belleza de la
comunidad biótica. Es incorrecto cuando tiende a otra cosa”. Esta máxima establece que lo
que se debe procurar es el bien de la comunidad, en esta medida, el ser humano considera
que su acción no es aislada sino que está fuertemente interrelacionada con su comunidad y
su medio, siendo así, el agente se hace responsable de sus acciones y decisiones. Además,
al ser una máxima que en concreto no tiene un contenido específico determinado, sirve
como guía de la acción, lo que implica un deber ser, buscar el bien de la comunidad y, una
regla de prudencia, considerar el impacto de nuestras actividades.
Habiendo considerado los elementos que hacen de la ética de la tierra una ética
apropiada para hacer frente a los problemas ecológicos actuales, cabe destacar que ésta,
como afirma Leopold, no sólo es necesaria sino posible. Muestra de ello son los ejemplos
concretos de personas que han cambiado su forma de vida y, a través del desarrollo de una
conciencia ecológica, han mostrado que es posible otro modo de relacionarse con la
83
naturaleza. En efecto, Thoreau y Leopold serían ejemplos paradigmáticos, pero también en
nuestra época los hay, tales como los ejemplos que revisamos en el último capítulo. Así
pues, se atestigua que esta ética se puede y se ha llevado a la práctica, aún más, ésta no
implica un solo modo de ser sino que el elemento que requiere es que se considere
éticamente a la tierra.
Por otro lado, recuperando las reflexiones del último capítulo, se puede considerar
la relación de la ética de la tierra con la educación. Como sabemos, la actual crisis
ecológica implica repensar la forma en que la sociedad moderna se ha ocupado de la
educación. En el tercer capítulo hemos considerado importante hacer una crítica al tipo de
educación que se privilegia en la actualidad, a saber, la escolaridad. Tal critica se concentra
en dos aspectos fundamentales, primero, la concepción de conocimiento. Segundo, el papel
de las Instituciones educativas en la actualidad. Ciertamente el problema, a grandes rasgos,
consiste en que en la escolaridad se fragmenta el conocimiento intelectual, objetivo, y no lo
vincula con la ética, además acepta acríticamente reformas que se promueven desde el
ámbito económico. Esta educación ha sido parte de las causas del problema, por ende debe
cambiar de manera que incorpore un método interrelacional de exponer el conocimiento,
haciendo énfasis en su relación con el mundo.
En este sentido, hemos intentado señalar que hay algunas características básicas que
debe tener una educación para la ética, las cuales son a la vez viables. Estas son: el
acercamiento al mundo natural, el amor y el sentido de sorpresa. En efecto, tales aspectos
hacen posible el desarrollo de la conciencia ecológica. A partir de estas consideraciones
hemos intentado repensar la educación, al respecto podemos concluir que se pueden
distinguir dos ejes en los que se puede avanzar en dicha educación formal:
84
ecológicos y de los grandes ciclos biogeoquímicos de la tierra reflejan un desorden previo
en el pensamiento, la percepción, la imaginación, las prioridades intelectuales y las
lealtades inherentes a la mente industrial. En última instancia, la crisis ecológica se refiere a
nuestra forma de pensar y a las instituciones que pretender formar y perfeccionar la
capacidad de pensar”.3
3
Orr, David. Earth in mind. On Education, Environment and the Human Prospect. Island Press, USA, 2004.
p. 2 (La traducción es mía).
85
constatamos que existe real y efectivamente un problema en nuestra relación con la
naturaleza. El problema teórico sobre el valor de la naturaleza no ha sido el tema central de
discusión, para lo cual, sin duda, habría que dedicar una investigación aparte.
Para completar estas reflexiones finales es preciso señalar los obstáculos, retos y
otras vías importantes de desarrollo de una ética de la tierra. El obstáculo más evidente es,
ciertamente, el sistema económico y con ello la racionalidad antropocéntrica, instrumental
y economicista. Si habrá algún cambio en este sentido será lento, sin embargo, considero
que la propuesta de la ética de la tierra puede florecer a pesar de dicho obstáculo, puesto
que su fundamento es la posibilidad de cambio de actitudes y afectos individual y
comunitario, se trata de acciones concretas que paulatina pero efectivamente manifiestan el
cambio de nuestra forma de vida.
Finalmente, puede ser también sugerente pensar otras vías de acción de la ética de la
tierra, por ejemplo, la acción directa con las comunidades, la difusión cultural y científica
sobre aspectos relevantes para una ética de la tierra, la promoción del ecoturismo
moderado, la indagación y promoción de tecnologías favorables a la vida y, por supuesto, la
reflexión sobre la relación deseable entre ética y política en este sentido. Asimismo, me
parece importante considerar los desarrollos que tanto en la reflexión como en la práctica se
han logrado en Latinoamerica4, puesto que considerar las particularidades naturales y
culturales de nuestra región así como las reflexiones e investigaciones que se han
desarrollado aunadas a las reflexiones anglosajonas, pueden producir propuestas concretas
de iniciativas para el desarrollo de la ética de la tierra.
4
Sobre los desarrollos en materia de investigaciones y prácticas de ética ambiental puede consultarse el
siguiente artículo: Rozzi, Ricardo. “La filosofía ambiental”. En El pensamiento filosófico latinoamericano,
del Caribe y “latino”. México, Siglo XXI, 2011, pp. 434-445.
86
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http://people.oregonstate.edu/~thompsoa/web/readings_files/Thoreau,%20Leopold,%20Car
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Hernández, Miriam (comp.) Educar ¿para qué? México, UACM, 2006, pp. 13 – 25.
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- Schneider, Richard, J. “Walden” en Myerson Joel (ed.). The Cambridge Companion
- Thoreau, Henry David. Desobediencia civil y otros escritos. Madrid, Tecnos, 1987.
Recursos electrónicos
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