La Sabiduria Cap 12 Andre Comte-Sponville
La Sabiduria Cap 12 Andre Comte-Sponville
La Sabiduria Cap 12 Andre Comte-Sponville
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Capítulo 12 del texto Invitación a la Filosofía. Barcelona: Paidós. 2002
Esto es lo que distingue a la sabiduría de la filosofía, que consistiría más
bien en saber pensar. Pero la filosofía sólo tiene sentido en la medida en
que nos acerca a la sabiduría: se trata de pensar correctamente para
vivir rectamente, y sólo esto es verdaderamente filosofar. “La filosofía
nos enseña a vivir”, escribe Montaigne ¿Acaso no sabemos vivir?
Ciertamente: ¡necesitamos filosofar porque no somos sabios! La
sabiduría es la meta; la filosofía, el camino.
Para esto sirve la filosofía, y por eso puede ser útil a cualquier edad, al
menos desde el momento en que se empieza a pensar y a dominar la
propia lengua. Esos niños que estudian matemáticas, física, historia,
solfeo, ¿por qué han de privarse de la filosofía? Esos estudiantes que se
preparan para convertirse en médicos o ingenieros, ¿por qué ya no
estudian filosofía? Y esos adultos absortos en sus trabajos o en sus
preocupaciones, ¿cuándo encontrarán tiempo para introducirse en ella, o
para volver a ella? Es obvio que hemos de ganamos la vida; pero esto
no nos dispensa de vivirla. ¿Cómo vamos a hacerla de forma inteligente
sin tomarnos tiempo para reflexionar sobre ella, solos o en grupo, sin
preguntarnos por ella, sin razonar, sin argumentar, de la forma más
radical y más rigurosa posible, sin preocuparnos de lo que otros, más
instruidos y más capacitados que la mayoría, han pensado de ella?
Cuando hablaba del arte, he citado la observación de Malraux: “Es en
los museos donde se aprende a pintar”. Paralelamente, yo diría que es
en los libros de 3filosofía donde se aprende a filosofar. Pero el fin de la
filosofía no es la filosofía misma, ni aún menos escribir libros. El fin es
una vida más lúcida, más libre, más feliz: más sabia. ¿Por qué no
habríamos de poder progresar por esta vía? Montaigne, en “De la
formación de los niños” (Ensayos, I,26), cita la fórmula de Horacio que
Kant convertirá en el lema de la Ilustración: “Sapere aude, incipe:
¡Atrévete a saber, atrévete a ser sabio, empieza!”. ¿Por qué esperar
más? ¿Por qué aplazar la felicidad? Nunca es demasiado pronto ni
demasiado tarde para filosofar, venía a decir Epicuro, pues nunca es
demasiado pronto ni demasiado tarde para ser feliz. Efectivamente.
Pero, por esta misma razón, es evidente que lo mejor será que
empecemos cuanto antes.
Admirable fórmula de Marco Aurelio: “Si los dioses han deliberado sobre
mí y sobre lo que ha de sucederme, lo han hecho sabiamente. Pero
aunque no deliberasen sobre nada de lo que nos concierne o aunque no
existieran, yo puedo deliberar sobre mí mismo y buscar lo que me es
útil”. La sabiduría no es la santidad. La filosofía no es ni una religión ni
una moral. Lo que he de salvar es mi propia vida, no la de los demás. Lo
que he de defender es mi propio interés, no el de Dios ni el de la
humanidad. Éste es, al menos, el punto de partida. Es posible que, de
camino, encuentre también a Dios, o a la humanidad. Pero no por ello
voy a renunciar a esta vida que se me ha dado, ni a mi libertad, ni a mi
lucidez, ni a mi felicidad.
El sabio no ama más la vida porque sea más feliz que nosotros. Es más
feliz porque la ama más.
Esto implica necesariamente esfuerzo, pero también gozo. “En todas las
demás ocupaciones, escribía Epicuro, el gozo sucede al trabajo realizado
con esfuerzo; pero en la filosofía, el placer marcha al mismo ritmo que
el conocimiento: no es después de aprender cuando gozamos de lo
sabemos, sino que aprender y gozar van juntos”.