Mandamientos de La Iglesia Católica
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Obras de misericordia
Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en
sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7; Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar,
confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia.
Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo
a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt
25,31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los
principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf
Mt 6, 2-4):
«El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo
mismo» (Lc 3, 11). «Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para
vosotros» (Lc 11, 41). «Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y
alguno de vosotros les dice: “Id en paz, calentaos o hartaos”, pero no les dais lo necesario para el
cuerpo, ¿de qué sirve?» (St 2, 15-16; cf Jn 3, 17).
MEMORIZACION
OBRAS CORPORALES DE MISERICORDIA
MEMORIZACION
OBRAS ESPIRITUALES DE MISERICORDIA
Las Obras de Misericordia Corporales, en su mayoría salen de una lista hecha por el Señor en su
descripción del Juicio Final.
Sabiduría
Entendimiento
Es el don divino que nos ilumina para aceptar las verdades reveladas por Dios.
Mediante este don, el Espíritu Santo nos permite escrutar las profundidades de
Dios, comunicando a nuestro corazón una particular participación en el
conocimiento divino, en los secretos del mundo y en la intimidad del mismo Dios.
El Señor dijo: “Les daré corazón para conocerme, pues yo soy Yahveh” (Jer 24,7).
Consejo
Sobre Jesús reposó el Espíritu Santo, y le dio en plenitud ese don, como había
profetizado Isaías: “No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas.
Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la
tierra” (Is 11, 3-4).
Ciencia
Es el don de la ciencia de Dios y no la ciencia del mundo. Por este don el Espíritu
Santo nos revela interiormente el pensamiento de Dios sobre nosotros, pues
“nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1Co 2, 11).
Piedad
Es el don que el Espíritu Santo nos da para estar siempre abiertos a la voluntad de
Dios, buscando siempre actuar como Jesús actuaría.
Si Dios vive su alianza con el hombre de manera tan envolvente, el hombre, a su
vez, se siente también invitado a ser piadoso con todos.
En la Primera Carta de San Pablo a los Corintios escribió: “En cuanto a los dones
espirituales, no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia. Sabéis que cuando
erais gentiles, os dejabais arrastrar ciegamente hacia los ídolos mudos. Por eso
os hago saber que nadie, hablando con el Espíritu de Dios, puede decir:
«¡Anatema es Jesús!»; y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!» sino con el
Espíritu Santo” (1Co 12, 1-3).
Fortaleza
Este es el don que nos vuelve valientes para enfrentar las dificultades del día a
día de la vida cristiana. Vuelve fuerte y heroica la fe. Recordemos el valor de los
mártires. Nos da perseverancia y firmeza en las decisiones.
Los que tienen ese don no se amedrentan frente a las amenazas y persecuciones,
pues confían incondicionalmente en el Padre.
El Apocalipsis dice: “No temas por lo que vas a sufrir: el Diablo va a meter a
algunos de vosotros en la cárcel para que seáis tentados, y sufriréis una
tribulación de diez días. Manténte fiel hasta la muerte y te daré la corona de la
vida” (Ap 2,10).
Temor de Dios
Por eso, Jesús siempre tuvo cuidado en hacer en todo la voluntad del Padre,
como Isaías había profetizado: “Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu
de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y
temor de Yahveh” (Is 11,2).