Santificado Sea Tu Nombre

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PRIMERA PETICIÓN

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

Empezaremos preguntándonos, ¿cuál es la oración vocal más excelente? Por supuesto que el Padrenuestro,
porque fue el mismo Jesucristo, Nuestro Señor, quien la compuso y quien nos la enseñó. Y esta oración
encierra con claridad y en pocas palabras todo cuanto podemos esperar de Dios y es la regla de cómo deben
ser todas nuestras oraciones. Ahora, esta oración es también la más eficaz porque es la más perfecta, la más
acepta a Dios, pues oramos con las mismas palabras que nos dictó su Hijo. Pero, también hemos de saber
que al Padrenuestro se le llama oración dominical, ¿pero por qué? Porque dominical, domingo, o cualquiera
de sus variaciones, significa “del Señor”; por lo tanto, el Padrenuestro es la oración del Señor, porque Él
mismo nos la enseñó por su propia boca.

Este Padrenuestro contiene siete peticiones, precedidas de una introducción. En esa introducción decimos
“Padre nuestro”, para despertar en nosotros la confianza en su bondad infinita, porque somos sus hijos. Y
decimos Padre nuestro y no Padre mío, porque todos somos hijos de Dios, por lo cual hemos de mirarnos y
amarnos todos como hermanos y rogar unos por otros.

También, decimos, “que estás en los cielos”, porque aunque Dios está en todo lugar, decimos así para
levantar nuestros corazones al cielo, a la gloria, donde Dios se manifiesta a sus hijos. Dicho esto, ahora sí
veamos la primera petición: “Santificado sea tu nombre”.

Primero, hablaremos sobre el Nombre de Dios:

En primer lugar, el Nombre de Dios es admirable, puesto que obra maravillas en todas las criaturas. Por eso
dice el Señor en el Evangelio Mc 16, 17: “En mi nombre echarán demonios, hablarán lenguas nuevas, cogerán
serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño”.

En segundo lugar, el Nombre de Dios es digno de amor. De esto dice Hech 4, 12: “Bajo el cielo no se nos ha
dado otro nombre que pueda salvarnos”. Y la salvación ha de ser amada por todos.

En tercer lugar, el Nombre de Dios es merecedor de adoración. Por eso Fil 2, 10 dice: “Para que al nombre de
Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en el infierno”. Así que, en el cielo, es adorado por los
ángeles y los santos; en la tierra, es adorado por los hombres, ya sea que lo hagan por amor a Dios y a su
salvación, o por temor de la condenación eterna; y en el infierno, es adorado por los condenados, que lo
hacen únicamente por miedo o pavor.

En cuarto lugar, el Nombre de Dios es inexplicable, pues para explicarlo toda lengua resulta deficiente. Por
ello se intenta a veces una aproximación; por esto se le llama Fuego, porque purifica el corazón de los
pecadores tal como el fuego purifica los metales, por eso Dt 4, 24 dice: “Tu Dios es fuego que devora”.
También se le llama Luz, porque alumbra; porque como la luz aclara las tinieblas, así el Nombre de Dios
aclara las tinieblas de la mente; por eso Sal 18, 29 dice: “Eres Tú quien mantiene encendida mi lámpara, oh
Yahvé; Tú, Dios mío, disipas mis tinieblas”.

Este Nombre, pues, pedimos que se dé a conocer, que sea conocido y tenido por santo. Y santo quiere decir
tres cosas:

1. Firme: Por ello todos los que gozan del cielo son llamados santos, por estar confirmados en la
dicha eterna. ¿Por qué? Porque en el mundo no puede haber santos, ya que aquí los hombres
estamos sujetos a cambios, propios de nuestro libre albedrío.

2. No terrenal: Por eso los santos que se encuentran en el cielo, no tienen apego ninguno a la tierra.
Y con tierra entendemos dos cosas: pecado y tinieblas. Por eso, los santos están en el cielo, por haber
rechazado todo apego a las cosas terrenas. De ellos habla Fil 3, 8: “Todo lo he considerado basura con
tal de ganar a Cristo”.
3. Teñido en sangre: Por eso, los que gozan del cielo son llamados santos, por haber sido teñidos con
la sangre de Cristo. De esto dice Ap 7, 14: “Estos son los que han llegado de la gran tribulación, y
lavaron sus ropas en la sangre del Cordero”. O también Ap 1, 5: “Nos lavó de nuestros pecados con su
sangre”.

Así que en esta primera petición pedimos que Dios se conocido, amado, adorado y servido por todo el mundo,
y por nosotros en particular. Entonces, al pedir esto, pedimos las siguientes cosas:

1. Que los infieles –que ya hablamos de ellos antes–, como por ejemplo los mahometanos, vengan al
conocimiento del verdadero Dios.

2. Que los herejes, como por ejemplo los protestantes, reconozcan sus errores.

3. Que los cismáticos vuelvan a la unidad de la Iglesia.

4. Que los pecadores se conviertan.

5. Y que los justos perseveren en el bien.

Pero, ¿por qué pedimos ante todo que sea santificado el nombre de Dios? Porque hemos de desear más la
gloria de Dios, antes que todos nuestros intereses y provechos.

Y finalmente, ¿de qué manera hemos de procurar la gloria de Dios? Pues, con oraciones y buen ejemplo, y
enderezando todos nuestros pensamientos, afectos y acciones a Él.

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