Virtudes Teologales
Virtudes Teologales
Virtudes Teologales
VIRTUDES
TEOLOGALES
El
calificativo
de
teologal
explica
ya
el
origen
y
el
objeto
de
esas
virtudes.
En
efecto
la
fe,
la
esperanza
y
la
caridad,
al
calificarse
de
teologales,
indican
que
su
origen
no
es
el
resultado
de
una
simple
repetición
de
actos,
sino
que
derivan
de
Dios.
Y,
en
efecto,
las
virtudes
teologales,
se
afirma,
son
infusas,
por
cuanto
han
sido
infundidas
por
Dios
en
la
persona
bautizada.
Al
mismo
tiempo
el
calificativo
teologal
quiere
indicar
que
el
fin
y
el
objeto
de
la
fe,
de
la
esperanza
y
la
caridad
no
es
perfeccionar
al
hombre,
sino
tratar
y
glorificar
a
Dios,
tienen
por
objeto
creer
en
Dios,
apoyarse
en
él
y
amarle.
No
obstante,
las
virtudes
teologales,
en
su
condición
de
hábitos
operativos
buenos,
también
perfeccionan
al
hombre,
y
no
solo
le
perfeccionan,
sino
que
lo
elevan
a
un
plano
superior.
En
efecto,
cuando
se
practican
las
virtudes
teologales,
el
hombre
además
de
la
gran
condición
de
ser
criatura
racional,
vive
la
vida
divina
como
hijo
de
Dios.
Entre
las
teologales,
la
más
excelente
es
la
caridad,
porque
es
la
que
nos
une
más
íntimamente
con
Dios
y
es
la
única
que
permanecerá
eternamente
en
el
cielo.
Luego
viene
la
fe
en
cuanto
fundamento
de
la
esperanza;
pero,
por
otra
parte,
la
esperanza
está
más
cerca
de
la
caridad,
y
en
este
sentido
es
más
perfecta
que
la
fe.
Las
virtudes
teologales
sitúan
al
bautizado
en
nuevo
ámbito
de
ser,
pues
la
gracia
comunica
un
nuevo-‐ser-‐en-‐Cristo,
y,
consiguientemente,
demanda
también
un
modo
nuevo
de
existencia.
La
razón
es
que
el
bautismo
supone
una
nueva
generación,
el
cristiano
ha
sido
re-‐generado
y
consiguientemente,
un
nuevo
nacimiento,
pues
ha
nacido
de
Dios.
Esta
situación
antropológica
introduce
al
hombre
en
un
ámbito
nuevo
de
participación
en
el
ser
mismo
de
Dios.
Esta
nueva
situación
antropológica
introduce
al
hombre
en
un
ámbito
nuevo
de
participación
en
el
ser
mismo
de
Dios.
Ello
hace
que
entre
Dios
y
el
hombre
se
inicien
relaciones
teologales.
1.1. La
virtud
teologal
de
la
fe
La
fe
es
un
acto
humano,
consciente
y
libre,
por
el
cual
una
persona
se
adhiere
totalmente
a
Dios
que
se
ha
revelado.
La
virtud
teologal
de
la
fe
es
infusa,
es,
por
lo
tanto,
un
don
sobrenatural
y
tiene
por
objeto
solo
a
Dios,
Padre,
Hijo
y
Espíritu
Santo
y
todo
lo
que
Dios
ha
revelado
al
hombre.
La
fe,
como
virtud
cristiana,
se
asienta
sobre
varios
postulados,
los
tres
más
esenciales
son:
1. La
fe
como
respuesta
a
la
llamada
de
Dios.
La
fe
es
una
virtud
propia
del
cristianismo,
es
una
religión
revelada
y
dado
que
Dios
habla
y
se
revela
al
hombre,
por
lo
que
la
fe
sería
la
escucha,
la
respuesta
y
la
aceptación
de
ese
hablar
de
Dios.
De
ahí
que
la
fe
no
sea
producto
de
la
razón
que
piensa,
ni
de
la
inteligencia
que
reflexiona,
sino
del
oído
que
escucha
la
Palabra
de
Dios,
la
acepta
y
trata
de
cumplirla.
2. La
fe
es
una
virtud
teologal,
es
decir,
el
objeto
de
la
fe
es
Dios
mismo,
fin
último
del
hombre.
No
se
tiene
fe
en
las
verdades
humanas
o
en
los
principios
de
la
ciencia,
ni
siquiera
en
los
santos.
Pero
al
tiempo
que
creemos
en
Dios,
se
acepta
también
por
esta
fe
en
Él
todo
lo
que
Dios
revela,
pues
es
la
misma
verdad.
Es
así
como
las
verdades
cristianas
formuladas
en
el
credo
entran
en
el
ámbito
de
la
fe,
por
cuanto
nos
fiamos
de
Dios
que
las
comunica.
3. La
fe
es
virtud
infusa.
A
pesar
de
que
la
fe
supone
la
iniciativa
de
Dios
que
se
comunica
con
la
persona
humana
y
que
ésta,
como
ser
inteligente
y
libre,
tiene
la
capacidad
de
responder,
sin
embargo,
la
respuesta
del
hombre
es
también
un
don
divino,
pues
descubrir
a
Dios
en
la
llamada
y
aceptar
las
verdades
que
Él
revela
como
venidas
de
Dios
supera
a
la
razón.
1.1.1. La
fe
en
sí
misma
El
concepto
de
fe
consta
de
dos
elementos:
El
primero
es
que
el
creyente
no
puede
conocer
y
probar
por
sí
mismo
el
enunciado
a
que
da
su
asentimiento.
El
segundo
es
que
el
asentimiento,
por
su
naturaleza
misma,
se
produce
de
forma
incondicional
y
sin
limitaciones,
pues
tener
fe
es
tener
incondicionalmente
por
verdadero.
Por
otra
parte,
la
fe
significa
siempre,
en
primera
instancia,
creer
algo
a
alguien,
y
por
ello
se
puede
decir,
que
el
creyente,
en
el
estricto
sentido
de
la
palabra,
acepta
por
el
testimonio
de
otro
un
determinado
contenido
como
algo
real
y
verdadero.
Estos
dos
elementos
son
el
asentimiento
aún
contenido,
el
tenerlo
por
verdadero;
el
asentimiento
a
una
persona,
la
confianza
en
ella.
Fe,
quiere
decir:
tener
algo
por
real
y
verdadero
en
virtud
del
testimonio
de
otro.
Así
pues,
la
razón
de
que
se
crea
algo
es
que
se
cree
a
alguien.
Por
eso,
Santo
Tomás
de
Aquino,
en
su
“Tratado
de
la
fe”
afirma:
"En
toda
fe,
lo
decisivo
es
aquel
a
cuyas
manifestaciones
se
asiente;
en
relación
con
él,
los
contenidos
a
los
cuales
se
asiente
son,
en
cierto
sentido,
secundarios.
Ahora
bien,
el
hombre
puede
ser
obligado
a
hacer
cosas
de
muy
variada
índole,
y
no
son
pocas
las
que
hace
en
contra
de
su
voluntad.
Pero
creer
sólo
puede
si
quiere.
Enseña
san
Agustín
en
su
comentario
de
San
Juan:
“nadie
cree
si
no
de
libre
voluntad”.
Por
ello
mismo,
puede
decirse
que
para
que
haya
fe
tiene
que
producirse
un
asentimiento
voluntario
libre:
La
fe
descansa
en
el
querer.
No
puede
ser
de
otro
modo.
Si
el
que
sabe
puede
decir
"esto
es
así
y
no
de
otra
manera"
es
porque
se
le
hace
presente
la
realidad
misma:
la
verdad
le
fuerza
a
ello.
Verdad
no
significa
otra
cosa
sino
el
mostrarse
de
aquello
que
es.
Este
mostrársele
la
realidad
es
lo
que
no
le
sucede
al
creyente.
En
consecuencia,
la
verdad
no
le
fuerza
a
aceptar
la
proposición
de
que
se
trate.
Le
mueve,
más
bien,
la
intuición
de
que
es
bueno
aceptarla
como
verdadera
y
real,
en
virtud
de
las
manifestaciones
de
otro.
A
lo
bueno
no
responde
el
conocer
sino
el
querer.
La
voluntad
tiene
la
primacía
hasta
en
el
conocimiento
de
la
fe;
es
lo
más
importante.
Yo
creo
no
porque
vea,
comprenda
o
descubra
algo
verdadero,
sino
porque
quiero
algo
que
es
bueno.
1.1.2. Pecados
contra
la
fe
Tal
como
exige
el
cumplimiento
del
primer
mandamiento,
se
puede
pecar
contra
la
fe
de
diversas
maneras.
Las
más
comunes
son
las
siguientes:
-‐ Duda.
Es
decir,
cuando
se
admiten
-‐libre
y
deliberadamente-‐
algunas
dudas
contra
la
fe.
La
duda
puede
ser
voluntaria
e
involuntaria,
según
se
acepte
y
se
secunde
o,
por
el
contrario,
solo
se
vacile,
pero
esforzándose
por
salir
de
ella.
Como
es
lógico
solo
es
pecado
la
duda
voluntaria.
-‐ Incredulidad.
Es
el
menosprecio
de
la
verdad
revelada.
También
se
peca
de
incredulidad
si
no
se
presta
el
asentimiento
debido
a
la
revelación
de
Dios.
-‐ Herejía.
Hereje
es
quien
profesa
de
manera
pertinaz,
un
error
contra
la
fe.
Se
considera
también
herejía
la
duda
pertinaz
sobre
la
fe.
Para
incurrir
en
la
pena,
es
preciso
que
se
desobedezca
la
advertencia
de
la
jerarquía,
y
después
de
ser
advertido
persista
en
el
error.
-‐ Apostasía.
Apostata
es
el
que
abandona
e
impugna
la
fe
que
había
profesado.
El
apóstata
es
un
traidor
a
la
fe
practicada
con
anterioridad.
-‐ Cisma:
Es
la
separación
de
la
Iglesia
Católica
y
el
rechazo
de
la
autoridad
y
obediencia
al
Papa.
-‐ Excesiva
credulidad.
Consiste
en
admitir
con
demasiada
facilidad
y
sin
suficiente
fundamento,
como
pertenecientes
a
la
fe,
ciertas
verdades
y
opiniones
que
están
muy
lejos
de
pertenecer
a
ella.