Adrados Esopo
Adrados Esopo
Adrados Esopo
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adoptado, ya desde el siglo IV a. C., por las escuelas socráticas. Al
propio Sócrates le atribuyen fábulas (tradicionales o inventadas)
Platón y Jenofonte, ellos mismos usan otras y lo mismo otros socrá-
ticos, incluido Aristóteles; también sofistas como Protágoras y Pró-
dico habían procedido de igual modo. El interés de Demetrio, un pe-
ripatético, en la recolección de fábulas tiene esta misma raíz. En
definitiva: -Ias nuevas escuelas que critican la ideología tradicional,
aunque sean tan distintas entre sí como lo son la sofistica, la socrática
y los diferentes discípulos de Sócrates, usan el instrumento tradicio-
nal y popular que es la fábula con este objetivo.
No en vano Platón llamaba a Diógenes un "Sócrates loco". No en
vano una serie de actitudes socráticas ~u vida estrictamente pri-
vada, su alejamiento de los valores del poder y del dinero, su indi-
vidualismo, su cr-itica social y su ironía- son consideradas, con razón,
como predecesoras de las de los cinicos. Aunque, en otros respectos, las
diferencias sean importantes.
Pero volvamos a los cínicos. Hay que decir que esta filosofia ha
sido mucho menos estudiada que sus contrapartidas helenísticas: el
estoicismo, el epicureísmo, el academicísmo, el peripatetísmo. Se ha
considerado, en cierto modo, como algo marginal y folklérico, Cierta-
mente, se trata de una eontracultura. Cuando, recientemente, se ha
hecho hincapié en los lazos de parentesco con las contraeulturas mo-
dernas, que también ejercen un influjo que rebasa ampliamente a sus
practicantes estrictos, se han descubierto o redescubierto, con ello,
rasgos que son importantes. Pero que no agotan el tema. En otros
respectos, el cinismo está dentro de la' más estricta linea del mora-
Iismo socrático. Y su insistencia en el pónos, el esfuerzo o trabajo, le
da un toque muy especial, tan lejano de otras filosofías antiguas como
de las contraculturas modernas.
Convendria, antes de penetrar en el tema de las relaciones entre
fábula y cinismo, precisar algo más sobre estos rasgos de la filosofía
que nos ocupa y no sólo en lo doctrina!: también en las actitudes vi-
tales, en los tipos humanos que la representan, en los géneros litera-
rios que utiliza, en la misma lengua y estilo de estos. Pues el cinismo
consiste, tanto como en una doctrina, en una serie de actitudes y
comportamientos. Como las demás filosofias helenísticas por lo demás.
Todas ellas arrancan del divorcio helenístico entre el individuo
y el Estado; sólo los estoicos, en un cierto momento, intentan influir
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en él, reformarlo. En general, el filósofo se aparta; si acaso, da con-
sejos a los príncipes. Y sea cual sea la escuela a la que pertenece, en
esta época valora principalmente la naturaleza, es cosmopolita o inter-
nacionalista: la noción de hombre, de humanidad, es para él primor-
dial. Está de vuelta de todos los anhelos de poder, de las superestruc-
turas basadas en el dinero y la fuerza, incluso de la belleza y de la
ciencia. Aunque haya matices. En todo caso, de un lado están los
"sabios", los que siguen la doctrina, y los "particulares" o 18UdTat,
los "necios". Un enorme orgullo y un gran desengaño domina a todos
estos representantes de la inteligencia en el momento en que ésta se
aleja del mundo de la realidad politica y social de la época. Todo esto
nos recuerda muchas actitudes de nuestra misma época.
Pero, claro, decíamos, los matices son muy diferentes. Los estoicos
antiguos son hombres de ciencia a la manera tradicional, especulan
sobre lógica, física, ética, gramática. Los epicúreos se reúnen en pe-
queñas comunidades, "comunas" diríamos, y viven plácidos: "vive
ocultamente", es su lema. Los cínicos rompen con sus patrias, con
sus familias muchas veces ilustres y recorren el mundo criticando, pro-
vocando e irritando (dando el espectáculo de lo que todavía llamamos
"cinismo"), pero también enseñando, aleccionando en la moralidad, el
trabajo, la gratitud, la solidaridad humana.
Hay una ruptura y un aleccionamiento, cierto que sin ambición,
éste, de lograr una reconstrucción de la sociedad y el Estado: es una
enseñanza al nivel individual.
Tenemos, en pleno siglo IV, a Diógenes de Sínope en el Ponto,
"el cínico" por antonomasia, cuyo padre abandonó su ciudad por
"alterar el valor de la moneda" (trabajaría en la casa de la moneda
de su ciudad natal) o "cambiar los valores morales", según se tra-
duzca. Según la leyenda, vivía en su tinaja, en el ágora de Corinto
o de Atenas, y pedía a Alejandro, como todo pedir, que no le quitara
el sol. En los siglos IV y III tenemos a Crates de Tebas, que abandona su
noble familia y yerra por el mundo, haciendo sátira social y convertido
en consejero de las familias. Le acompaña Hiparquia, la única mujer
que osó tomar el sayal y echarse a recorrer el mundo y rompió así el
prejuicio cínico contra las mujeres, obstáculo para la filosofía. Tenemos
a Bíón de Borístenes, que se inventa una genealogía deshonrosa para
mejor atacar los prejuicios nobiliarios. Tenemos luego, en el s. IIl,
a Menipo, a Cércidas, a Fénix, a tantos otros: ya .cínicos en el sentido
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estricto, ya hombres de vida normal (Cércídas fue un importante per-
sonaje de la Liga Aquea) que, sin embargo, se sentían íntimamente
cercanos a la mentalidad cínica.
Su ideario se predicaba en una nueva literatura, de la que luego
he de hablar. En ella tenían un papel importante las anécdotas y las
máximas atribuidas a personajes históricos o míticos, pero con fre-
cuencia convertidos en mero pretexto de propaganda. En la realidad
o la literatura Díógenes se opone a Alejandro, como en la Vida de
Alejandro del pseudo-Calístenes Jos gimnosofistas, ascetas indios tra-
sunto de los cínicos, se oponen al propio Alejandro. Paralelamente,
Bión se opone a Antígeno Gónatas, el rey macedonio. Y en la litera-
tura, Esopo (en la Vida de Esopo, escrito 'cinízante) se opone a su
amo el filósofo Janto y a Creso rey de Lidia. Secundo (en la Vida
de Secundo) se opone al emperador Hadriano. Las anécdotas son inter-
cambiables: las que se atribuyen a Diógenes otras veces se dan como
de Sócrates o Esopo, por ejemplo.
Tenemos los prototipos de virtud: valor moral, esfuerzo, sencillez
de vida, desprecio de las convenciones y del poder y belleza. Así Hércu-
les, Simónides, Sócrates, Díégenes y demás cínicos, Esopo. Tenemos
los "malos": los hambrientos de poder y de riqueza, los afeminados
moral y físicamente débiles. Así Sardanápalo, Creso, Filipo, Alejandro,
Antígeno, Helena, Nileo, Jeníades (el amo de Diógenes), Janto (el de
Esopo). En las fábulas los tipos correspondientes a veces son genéri-
cos, a veces se representan por animales: luego hablaré de ello.
Todo el cinismo se reviste de un estilo de vida especial, que en
parte es puro show o presentación externa: los alardes de brutal since-
ridad y de ignorancia de los cínicos no logran ocultar que, en el fondo,
el movimiento parte de las clases superiores, de hombres verdadera-
mente cultos, que ya parodian la antigua literatura, ya se inspiran en
ella: claramente la conocen. Pero el movimiento quiere "chocar" para
así hacer impresión y terrer garra: sus representantes reales o ficti-
cios visten pobremente, hacen en público todas sus necesidades, hablan
groseramente.
Precisamente el estilo y la lengua son importantes. Si el antiguo
estoicismo refleja en sus tratados la lengua convencional y seca de la
antigua filosofía y erudición (así Crisipo) o el hexámetro de la antigua
poesía (Cleantes), los epicúreos escriben en una lengua de nivel me-
dio, lengua convencional de la sociedad ilustrada de la época. Su lengua
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y estilo corresponde al medio social en que se mueven los personajes
de las comedias de Menandro o los inquilinos del J ardin de Epícuro.
Pues bien, en parte alguna encontramos mejor representación de la
lengua vulgar griega, del estilo también conscientemente vulgar, que
en escritos cinizantes como la Vida de Esopo más arriba aludida.
Corresponde, también en este caso, a la imagen social que los cinicos
pretenden dar de sí mismos. Para el latín, el Satiricón ofrece el mismo
panorama.
y con esto entro en el terreno que aquí primordialmente me in-
teresa y que va a llevarnos a nuestro tema propio, el de las fábulas
esópicas en relación con el cinismo. Quiero decir: en el terreno de la
Literatura.
Es muy importante saber que la Literatura cínica consiste ya en
la creación de nuevos géneros, ya, sobre todo, en la adaptación de otros
antiguos mediante la parodia, la distorsión, la contaminación. El efecto
de choque, la revulsión así conseguida, es lo que los cínicos buscan.
Las técnicas de nuestros contestatarios modernos encuentran aquí un
claro precedente.
Ya he hablado de las anécdotas y las máximas, lo que en griego
se llamaba )(pdo., el "bon mot" lanzado en una ocasión apropiada. Como
digo, las anécdotas en cuestión pueden ser ciertas o inventadas, son
intercambiables. El caso es que los cínicos crearon colecciones de estas
)(p,l<u, de las que tenemos algunas muestras, así como ecos en la litera-
tura posterior, por ejemplo, en las Vidas de los Füósofos de Diógenes
Laercio y en las fábulas. En Fedro, concretamente, se encuentran las
huellas de una de estas colecciones. Hay que decir, por lo demás, que
(igual que las fábulas) están en la línea de los "géneros antológicos"
creados en la edad helenística (colecciones de epigramas, inscripcio-
nes, mitos, etc.).
Hay luego las parodias: parodia de épica, por ejemplo en la "Al-
forja" de Crates; de tragedia, ya en Diógenes, para nosotros sobre todo
en obras conservadas de Luciano; de lírica, así en Cércidas (en sus
M eliambos aparece una fábula, la de la tortuga que, como el cínico
a quien representa, lleva siempre la casa a cuestas) y en Fénix. Paro-
dia mítica hay, en el fondo, en el nuevo género que, heterodoxamente,
mezcla prosa y verso: la llamada sátira menipea, fundada por Menipo
(autor de una N"ulo. o "Bajada a los Infiernos" como la de la Odisea)
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y continuada luego por Varrón y por Luciano, un cínico apres la leitre
como Epicteto, Dión Crisóstomo y otros.
Otras veces es el género del diálogo, de ilustre, platónica (o so-
crática) prosapia el que es tomado por los cínicos. Los más conocidos
son, ciertamente, los de Luciano, pero los hay desde el más antiguo
cinismo: para nosotros el más antiguo conservado es, quizá, el de
Alejandro y los Gimnosofistas o sofistas indios desnudos, en la obra
del pseudo-Calístenes ya citada (en uno de sus componentes antiguos,
otros son posteriores). Pero diálogo es, en realidad, la diatriba, en que
el que habla debate con un supuesto oponente y que los cínicos llevan,
desde sus raíces socráticas (en el Crit6n, por ejemplo), a Epicteto
y la predicación cristiana.
y paso con esto a hablar de la novela entre realista y distorsio-
nada y las Vidas: prácticamente se trata de lo mismo. En obras como
el Asno { de la que se conservan las versiones de Apuleyo y Lucianq)
y el Satiric6n de Petronio, en la misma Vida de Alejandro del pseudo-
Calístenes, encontramos ejemplos del género. En los dos primeros, se
trata de personajes de los más bajos estratos de la sociedad, los pícaros
del Satiric6n y el asno Lucio de la obra de este nombre, los que pasean,
en sus viajes y en su vida, su espejo al tiempo deformante y realista
por delante del rostro de la sociedad. Los defectos (ambición, igno-
rancia, lujuria) del establishment quedan así puestos de relieve: frente
a ellos, los pícaros o el asno hacen, en cierto modo, el papel del filósofo
cínico, del verdadero sabio. En el pseudo-Calístenes es al revés: el
conquistador es enfrentado a un poeta tebano, Ismenias, que pide
piedad para su ciudad, y a los sabios de la India. Cierto que su posición
es aún ambigua: Alejandro es humano frente a Darío, frente al mago
falso y traidor que le engendró de Olimpia. Luego será el prototipo del
soberano infatuado.
Dentro de este panorama hay que situar la Vida de Esopo, que
ya he mencionado más arriba, Conservada tan sólo en dos manuscritos
bizantinos, que dan dos versiones diferentes (hay restos de otras en
papiros), remonta sin duda a un original del siglo I d. C., como cree
Perry; pero pienso que éste a su vez viene de uno de época helenística,
a su vez derivado de la leyenda oral de Esopo, nacida en el s. v a. C. y
desarrollada en el IV. Pues bien, en este caso sí que había habido
(Zeitz) quien indicara el carácter cínico o cinizante: las cosas son
absolutamente claras, anécdotas. que en otras partes se atribuyen a
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Diógenes, aqui son traspasadas a Esopo. En varios escritos he pro-
fundizado en este tema más despacio.
Resumiendo: Esopo es vendido como esclavo y es comprado por
J anto, que lo introduce en su casa, junto a su mujer y sus amigos los
filósofos. Esopo es feo y deforme, esclavos y esclavas se burlan de él.
Pero se convierte en una verdadera ayuda para su amo, al que saca
de todos los embrollos en que se mete. Descifra enigmas, cuenta fá-
bulas, relata anécdotas y xpda,. Su posición es siempre la misma: re-
chaza la nobleza, la falsa sabiduria, el poder; a su fealdad de cuerpo
responde la belleza y el ingenio del alma. Es cosmopolita, brutalmente
franco, ama la vida simple y el trabajo, sigue los dictados de la natu-
raleza. Triunfa del rey Creso salvando a la isla de Samos ~ con ayuda de
una fábula), es calumniado por los delfios y muere injustamente a sus
manos, pese a defenderse con fábulas que, como la del escarabajo que
triunfó del águila, demuestran que no hay enemigo pequeño, que la
maldad se paga. Es el prototipo del cínico.
No puedo entrar aquí en el complejo problema de los diversos
estratos e influencias que traslucen en esta obra singular. Pero señala
el paso de la literatura tradicional a la cínica: sin duda, a través de
una versión escrita de Demetrio de Falero (que encabezaría su co-
lección de fábulas) de la antigua Vida tradicional, oral. En esta
versión de la Vida se incluyen, como queda dicho, fábulas, y concre-
tamente fábulas que creo derívadas de las versiones métricas que los
cínicos realizaron a partir de la colección de Demetrio tantas veces
mencionada: véase más abajo.
y llego con esto a las fábulas. Aquí no tengo más remedio que
aludir a mi libro central sobre el tema, mi Historia. de la Fábula
Greco-Latina, <lUYO primer volumen vio la luz en el año 1979, mientras
que están a punto de verla el Il y el IlI; si bien sobre el tema del
cinismo y de la Vida de Esopo me he ocupado también en otros
lugares. En el libro en cuestión trato de seguir la historia de la fábula,
a través de Grecia y Roma, desde las antiguas culturas mesopotámicas a
las nuevas literaturas románicas y germánicas. Pero lo que nos inte-
resa aquí es lo siguiente: la tesis de que, en un momento dado, con-
cretamente, en el gran siglo del helenismo y del cinismo, el III a. C.,
este caudal tradicional de literatura popular fue adoptado por la nueva
escuela, como antes he dicho, para infundir en él su doctrma y usarlo
como instrumento de difusión de la misma.
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Ello, evidentemente, sobre la base de las coincidencias
antigua literatura popular y crítica que es la fábula y las
de los cínicos. Coincidencias en lo relativo a la prevalencia de la
raleza, a la crítica del poder unida al reconocimiento de que es
oponérsele, al elogio del ingenio que a veces triunfa de él, etc.
la base, también, de que los cínicos gustan de esta mezcla de lo serio
y lo festivo para difundir sus ideas: mezcla que en la fábula encontra-
ban ya conseguida.
Pues bien, trabajando sobre todo sobre las coleccíones griegas que
llamamos Anónimas (la Augustana del S, IV o v d. C., la Vindobonense
y Accursiana bizantinas), pero también sobre otras colecciones grie-
gas o derivadas de ellas (en latín y siriaco), he llegado a la conclusión
de que en la prosa de estas colecciones se encuentran restos de verso:
concretamente, de trímetros yámbicos y de coliambos ("yambos co-
jos") que ya desde la época arcaica habían sido utilizados (como luego
en Calimaco y otros textos del s. III a. C.) para escribir la fábula. Los
cínicos, evidentemente, resucitaron estos metros con la misma inten-
ción: en un personaje como Hiponacte, el poeta mendigo y maldiciente
que escribía en coliambos, y aun en el mismo Arquíloeo, virulento y
autor de fábulas, veían prototipos de lo que eran ellos mismos.
En definitiva: las fábulas de la colección de Demetrio, que no
había hecho otra cosa que poner en prosa fábulas tomadas de fuentes
antiguas, fueron ahora reescritas en yambos y coliambos mezclados.
A veces nació una sola versión métrica, a veces más; y estas versiones
se organizaron en colecciones. Más tarde, estas colecciones fueron pro-
sificadas (en realidad, semiprosificadas, quedaban huellas del metro
antiguo, como siempre pasa en estos casos) y a partir de estas diversas
colecciones, a veces con vuelta al verso y luego a la prosa, se crearon
las nuevas colecciones de que vienen las Anónimas y toda la tradición
posterior: Fedro, Babrio, Aviano, etc. Cierto, no todas las fábulas
cínicas vienen de Demetrio: muchas fueron creadas por los cínicos
mismos, sobre esquemas anteriores, pero desarrollando su ideología.
Variaron a veces los esquemas de composición e introdujeron nuevos
temas y nuevos animales y personajes.
Este es un problema filológico en cuyo detalle no puedo entrar
aquí. Pero las conclusiones, sobre las cuales puede verse también mi
mpport en el volumen de los Entretiene del verano del 84, en la Fun-
dación de Ginebra, sobre la fábula {a punto de aparecer), son éstas:
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es posible hasta cierto punto aislar las fábulas de tradición antigua de
las de origen cínico. Es posible en cierta medida aislar los rasgos
cínicos que aquellas fábulas secundariamente recibieron. En uno y
otro caso, es posible reunir una serie de datos que demuestran los
rasgos cinizantes de la fábula. Sin alardes de erudición, refiriéndome
sólo por alusión a las fábulas en cuestión, voy a presentar aquí los
más destacados.
Hago abstracción, naturalmente, de las diferencias entre coleccio-
nes y. autores (la intensificación de los rasgos cínicos en Fedro, por
ejemplo) : mi tratamiento es de conjunto.
Hay, para empezar, el tema de la naturaleza: un animal, una
planta, un hombre, son siempre lo que son, aunque las apariencias
pueden encubrirlo ; y no se puede esperar de ellos otra cosa. Es necia
la serpiente pretendiendo que la lima no la hiera cuando ella la lame, el
caminante cuando se queja de que el espino le araña. Los huevos
de la serpiente darán serpientes, el lobito que cría el pastor se hará
lobo carnicero cuando crezca. Es necio que ciertos animales marinos
pretendan hacerse terrestres o al revés o que contraigan alianza un
animal marino y otro terrestre. No tienen razón los animales que
-se quejan a Zeus por su naturaleza y quieren cambiarla: el camello
que quería tener cuernos o el pavo que se quejaba de su voz. Salirse
de la naturaleza es peligroso: así, para el lobo que se mete a flautista:
o ridículo e inútil: el grajo no puede ser rey de los animales, el
etíope no puede blanquearse, la comadreja hecha mujer se lanza tras
el ratón.
Al lado está el tema de la codicia y la riqueza. La zorra que se
hincha de comida no puede salir del hueco del árbol al que ha entrado
a buscarla. La mujer que quiere obtener todos los huevos de oro de la
oca, la pierde. Se salvan las grullas y no las ocas, más pesadas; los pe-
ces pequeños y no los grandes, cogidos por la red; el asno cargado de
cebada y no el cargado de dinero, del que se apoderan los ladrones.
En definitiva, Hércules sentencia que Pluto (la Riqueza) va siempre
con los malos. Es puro TIUp0<; "extravío" y tÍVOUt "insensatez" el buscar
por encima de todo la riqueza.
E igual pasa con la belleza. Al leopardo, jactancioso de su piel
moteada, la zorra le dice que ella tiene la belleza del alma. La belleza
del pavo no le sirve para ser rey de las aves. Frente a belleza, es utili-
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dad lo que se preconiza: cuando los"dioses eligen cada uno un árbol,
Atenea se queda con el olivo, por su utilidad.
El placer es igualmente denostado, en cuanto peligroso. Por un
breve placer de comida o bebida se dejan cazar la mosca o el tordo
o la paloma.
Y, por "supuesto, el poder. Aquí son muy fuertes los ataques de los
cínicos contra el animal prepotente, que abusa de su fuerza: general-
mente, el león, el lobo y el águila..Una fábula como la de "las partes
"del león" es bien característica sobre esto. No vale ir con argumentos
contra tal conducta: la fábula del-lobo y el cordero es la más caracte-
rística a este respecto. Cuando el ruiseñor víctima del halcón pretende
salvarse buscando un aplazamiento, nada consigue. Y así en tantos
casos.
Ahora bien, alguna defensa ha de tener el débil. El animal fuerte
y poderoso a veces es, simplemente, estúpido; y la inteligencia y el
ingenio van unidos al pequeño," El perro consigue un aplazamiento del
lobo, hasta que engorda, con lo que cuando el segundo vuelve más tarde,
ya no lo encuentra a su alcance. El cabrito logra que el lobo toque la
flauta y así escapa; el asno logra que intente sacarle de la pata una
pretendida espina y le da una coz, huyendo a continuación. Una y otra
vez vemos al pequeño triunfando del grande: así a la. pulga del ca-
mello, al mosquito del toro.
Está, de otra parte, la aversión contra la ciencia inútil. El astró-
logo que mira las estrellas se cae a un pozo (fábula del Teeteto plató-
nico que ha pasado a nuestras colecciones y al pseudo-Calístenes). Los
médicos son burlados constantemente.
Y con ellos ciertos tipos humanos. Así los adivinos, que se equi-
vocan y engañan; los atletas, prototipos de una humanidad bestial,
sobre los cuales triunfa la pulga. También las mujeres, que buscan una
relación estable y quitan libertad, son objeto de sátiras de tipo por lo
demás tradicional: así las que se centran en su búsqueda del sexo,
por ejemplo, en la famosa historia de la viuda de Efeso.
Y si todo esto critican los cínicos, ¿ qué es lo que preconizan? Ante
todo, la vida libre y sencilla. Sus prototipos son el caminante con sus
alforjas, la tortuga con su casa a cuestas, la hormiga y el labrador
con su trabajo. El perro le dice al caminante, que le invita prepararse
para el viaje: "yo ya estoy preparado, eres tú el que se retrasa". Lo
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primero es VIV1r: "sálvame y luego critica", dice el nmo que se está
ahogando al que le reprende desde la orilla. Y vivir con libertad:
mejor la vida del perro libre y hambriento que la del casero gordo,
pero con la señal de la cadena.
Para lograrlo hay.. ciertamente, que alejarse del poder -insistiré
en esto más abajo- y que usar del ingenio. Y hay que saber resignarse:
las liebres que se sienten desgraciadas ven que las ranas lo son aún
más que ellas; Esopo aconseja a un esclavo no huir de su amo, no vaya
a caer en otro peor; el asno que es vendido a varios amos va de mal
en peor. Pero también hay que defenderse con las artes verbales: las
ranas con su croar incesante son uno de los prototipos que representan
al cinico. "No conturbarse sólo con lo que se oye, esperar a ver" es
uno de los lemas .que predican la ataraxía.
En definitiva, después de todo, el cinico no aspira a grandes
cosas: acepta la muerte tras una vida que procura sea placentera,
aunque simple. Así la mosca que se ahoga en la sopa proclama "He
comido, he bebido, me he bañado: si me muero, no me importa".
Dentro de esa vida placentera está naturalmente, el disfrute del
sexo, pero dentro de los limites naturales: hay fábulas contra la homo-
sexualidad. Se añaden los valores más vulgarmente conocidos como
cínicos: la libertad de palabra e impudor que han dejado huella en
tantos pasajes de la Vida. de Esopo .y en diversas fábulas, si bien
es claro que en un momento dado las colecciones fueron sometidas a un
proceso de censura, cuando comenzaron a convertirse, en Roma, en
material escolar.
Pero hay que insistir en que determinados rasgos de moralidad
humanista y universal son propios de los cínicos y aparecen en fábulas
. introducidas en las colecciones en esta edad. El cabrito que es adop-
tado por la oveja afirma que es la bondad y no la sangre la que hace
a los padres; es un rasgo positivo paralelo a tantos otros negativos
en que hay crítica o burla de la d'y<v«a o nobleza de nacimiento. Pero
se aprecian los lazos naturales: se critica a la perdiz cimbel que
traiciona a los suyos, a los gallos que pelean entre sí (viene un águila
y se lleva al vencedor). Por otra parte, son numerosas las fábulas
contra los desagradecidos y aquellas otras que separan tajantemente
al bueno del malo, cuya compañía se debe rehuir. Zeus no quiere de la
serpiente ni la rosa, el cuerno de la cabra roto por el cayado del cabrero
gritará siempre proclamando la maldad del primero, no hay recen-
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ciliación posible entre el labrador y la serpiente que ha matado
hijo y a la cual él ha querido a su vez matar. Aunque los faJ)Ul:isul~
conceden que los vicios ajenos se ven mejor que los propios: van en
alforja que llevamos detrás, los propios en la de delante.
Cierto que hay mucha mezcla en la fábula, con herencia antigua,
con derivaciones secundarias: aun asi las líneas fundamentales del pen-
samiento que se expresa en las fábulas, es claro.
y dentro de él queremos insistir, todavía, en ei tema del poder.
Según Diógenes Laercio, para Diógenes el cínico la única constitución
política es la que regula. el Universo. Añade que elogiaba a los que
iban a emprender un viaje y no lo hacían, iban a casarse y no se
casaban, iban a intervenir en política y no intervenían; para Filodemo,
los cínicos no admitían leyes ni ciudades. Iban, ciertamente, más lejos
de Sócrates, con su ideal de la a~Tápwa y su alejamiento personal de la
práctica política, lo que no impedía una reflexión profunda sobre
la política, que Platón llevó más lejos, hasta un programa de crear
una política nueva. Los cínicos cogen sus alforjas y se lanzan a los
caminos, lejos de la ciudad. Pero, así como Sócrates, sin deseo de poder,
chocó, sin embargo, con los hombres políticos (los demócratas radi-
cales, los Treinta, la nueva democracia que lo condenó a muerte), los
cínicos no pasaron de ataques verbales.
En el fondo, diríamos, existe una especie de pacto: los cínicos,
sin duda a su pesar, son una especie de oposición consentida; a su vez,
critican la política toda, pero se mantienen aparte. No dieron mártires
como los estoicos y luego los cristianos; en esto se parecen a los
epicúreos.
Pero la crítica es clara. Ya he dicho que personajes como Creso,
Filipo, Alejandro, Antígeno Gónatas figuran entre sus bestias negras.
En sus anécdotas, son humillados constantemente por los cínicos. Igual
ocurre en las fábulas de origen cínico.
Tal vez la más característica de todas sea la de "Las ranas pi-
diendo rey", de que ya me ocupé en otra ocasión. Las ranas, cansadas
de su propia anarquia, piden un rey a Zeus: éste les envía el leño,
pero las ranas, asustadas primero, acaban por montarse encima. Piden
un nuevo rey y éste es la serpiente, que las devora. La conclusión viene
a ser poco más o menos ésta: ya que el poder es necesario, cuanto más
inefectivo, mejor.
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Hay una visión escéptica, amarga, del poder. Las ranas .-un
sirrlboJlo cínico, ya lo dije- se asustan de la boda del Sol: si siendo uno
seca las charcas, qué será si tiene hijos. Ya he aludido al tema de las
partes del león y a otros comparables. El poderoso no tolera que se le
diga la verdad: diga lo que diga el mono a la pregunta del león sobre
.cómo huele su boca, lo devora; y los hombres que le dicen al rey de los
monos que es simplemente un mono, sufren castigo. Por otra parte,
el poderoso carece con frecuencia de cualidades: ya he hablado del
grajo o el pavo que pretenden un poder para el que no tienen adecuada
naturaleza. Ya en Arquiloco se burlaba la zorra del mono rey.
¿Qué puede hacer el súbdito, ante esto? Ya lo dije antes: alejarse
de ese poder peligroso. No intentar argumentar: es inútil. Pero tener
ingenio y defenderse con él, ya di algunos ejemplos. El asno no debe
pretender luchar con el león por el hecho de que éste haya huido del
gallo, el labrador no debe encerrarlo en su redil. Hay que observar y no
caer en las trampas, como el toro que no quiso comer en casa del león
porque vio unos asadores demasiado grandes o el cabrito que no .quiso
bajar del monte a la llamada del lobo.
-,
Por otra parte, está la resignación, ya lo he dicho: a veces, es
demasiado amarga. Y la fuerza de la costumbre: la zorra que nunca
había visto un león se asustó mucho, luego acabó por acostumbrarse.
No falta el tema del poderoso malvado que es castigado: el águila
por el escarabajo, por ejemplo. Ni el triunfo del pequeño. Pero, en todo
caso, es mejor vivir lejos, como el ratón de campo, que comía peor
que el de ciudad pero no estaba expuesto a los peligros que acechaban
a éste. Las luchas por el poder deben ser indiferentes al cínico: recor-
demos al asno (otro símbolo cínico) que se quedaba quieto cuando
venían los ladrones porque sabía que, de todos modos, a alguien había
de servir y le era bastante indiferente a quién.
Es un mundo privado el que frente al poder se preconiza: el mundo
de la libertad, de la familia, del placer simple, del trabajo. Queditn el
desahogo de la crítica, las pequeñas satisfacciones del triunfó del
ingenio, del trabajo que permite subsistir.
No parece dudoso, pienso, después de esto, que en el núcleo de las
colecciones de fábulas, en los elementos que en época helenística
se les añadieron y que han llegado, en parte, a nosotros a través de las
colecciones de edad imperial romana (y medieval, aveces), hay.doc-
trina cínica. Aunque, ciertamente, no todo es cínico en ellas.
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"" ,A partir de un, cierto ,momento, como.' .arrfbanpunté.: las ·C(llc<~i(...;
nes de. fábulas 'se. difundieron en la enseñanza elemental, en las "seu,,,,
las retóricas. Algunos de sus elementos más crudos desa¡>arecierc,n
Jaunque a veces se .conservan aqui o allá y otras han pasado alas
colecciones' de cuentos o novelas). La decadencia del cinismo desde el
s. II a. e., la. importancia del estoicismo, sobre todo en Roma, el influjo
general de las filosofías socráticas, introdujo elementos moralizantes.
A veces son difíciles, ciertamente, de distinguir de los cínicos,
En·todo caso, parecen de raíz estoica temas como el de la Fortuna,
en repetidas fábulas, y el de la providencia. Estos temas tomabanalgu-
nos .antiguos, .incluso míticos, sobre los oráculos que. se cumplen; por
ejemplo.
. Nat\lralmente,en ung<énero popular como éSte no podémo~ pre-
tiind~r' 'Cnc<iiitrar 'una:
tohérencia rigu~o'sa.·Ni f~'ndaron [amáe ldsciri.i~
ct>snií¡g6n ciJ.erp~·d~ doctr¡~ aosolJta:riíénte coherénte; , e ..',-c.:;
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