MOSS WILLIAM. La Historia Oral. p.21-35
MOSS WILLIAM. La Historia Oral. p.21-35
MOSS WILLIAM. La Historia Oral. p.21-35
*
* David Stricklin, Rebecca Sharples (comp.). The past meets the present. Essays on Oral
Hístory, University Press of Ameñca, 1988, págs. 5-14
Desde siempre fue porosa la frontera que parece separar poesía oral y poesía literaria-
escrita ( ...) podrían citarse fácilmente innumerables relatos, poemas y canciones
compuestos por escrito (...) pero que pasaron a la tradición oral y en ella se perpetuaron
a veces hasta el punto de perderse de vista su origen”. Poema nacional argentino y
clásica de la literatura latinoamericana , Martín Fierro de José Hernández (1834-1886)
publicado en 1872, es la obra maestra de la literatura gauchesca. Obra “culta” escrita y
de inspiración popular, entró fragmentariamente, en el repertorio de los “payadores”
cantores ambulantes de la región del Río de la Plata que improvisaban poemas llenos de
aforismos y sentencias acompañándose con la guitarra. Esta ilustración de una edición
del libro de José Hernández es obra del artista argentino contemporáneo Juan Carlos
Castagnino.
La historia oral es un raro ejemplar. Desafía cualquier definición fácil. Tratándose de una
técnica al servicio de muchas disciplinas, no se ciñe estrictamente a ninguna en particular
y se la encuentra en muchas actividades ajenas al mundo de las disciplinas académicas.
Quienes la practican muestran la misma diversidad y, por lo menos en ocasiones, hasta
incertidumbre. Para encontrar un camino que nos permita reconocernos en el vasto
conjunto de actividades que se asemejan a nuestro hacer, comencemos por volver al
título de esta presentación y veamos el origen de la historia oral.'
Los historiadores orales -es decir, aquéllos que, siquiera a veces, no se oponen a que se
los llame así- parecen inclinados a buscar y encontrar antecedentes de su oficio en la
antigüedad, Entre otras cosas, invocan lo siguiente:
Antes de la aparición de la escritura toda historia era, forzosamente, oral. Los primeros
capítulos de la Biblia se basaron en la historia oral transmitida de generación en gene-
ración. La antigua mitología griega era una especie de historia oral. La historia oral tribal
se perpetúa hoy en día en las tradiciones orales de las sociedades, tanto alfabetizadas
como analfabetas.
Charles Morrissey transformó casi en un hobby la búsqueda del uso genérico más
antiguo del término historia oral y documentó su ponencia en los escritos da Winslew C.
Watson de Vermont en 1963.7.
Otros estudiosos señalan, como ejemplos de antecedentes de conatos de historia oral, a
los cuentos “de los viejos tiempos” reunidos por H. H. Bancroft o a las "historias de vida”
recopiladas por el Federal Writers, Project.
Pero lo que podría considerarse como la versión moderna de la historia oral no surgió
sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial; y no capturó realmente el interés y la
atención de muchos como vehículo de Investigación hasta bien avanzada la segunda
mitad de este siglo, principalmente en la décadas de 1965-1985. En este desarrollo hubo
tres factores principales.
Un factor a reconocer es de los grandes cambios de democratización en la historia de
la humanidad, enraizados en el Renacimiento Europeo y la Reforma, a través de la
Revolución Gloriosa de Inglaterra, la Revolución Francesa, la Revolución Americana, las
posteriores reformas parlamentarias en Inglaterra, la Revolución Rusa, las dos Guerras
Mundiales, la liberación de las antiguas colonias imperiales después de la Primera
Guerra Mundial, y todos los otros acontecimientos concomitantes. Estos episodios
arrebataron efectivamente el control del poder político y de la historia a las cortes y a la
iglesia y permitieron que se distribuyera de un modo más difuso, aunque quizá no
igualitariamente, entre los pueblos del mundo. Desde entonces, el pueblo, en general,
tiene más oportunidad de modelar los acontecimientos y, en consecuencia, de dar forma
a la historia que se escribe sobre los mismos.
El segundo factor es la revolución tecnológica o industrial que acompañó en paralelo al
cambio de democratización. Esta revolución trajo consigo, en las comunicaciones y en
los transportes, modificaciones que hicieron posible la alta fidelidad, los grabadores
portátiles y el viajar a través de largas distancias con rapidez y a un precio relativamente
bajo. Esta misma revolución tecnológica permitió que mayor cantidad de gente
accediera a los medios masivos de comunicación. Con ello, el control de la información
pasó a ser cada vez menos propiedad de las clases dirigentes, en la medida en que la
masa modela el carácter y el contenido de la comunicación de información, con lo que
también afecta el carácter de la historia escrita a partir de sus detritus.
El último factor que se debe tener en cuenta es la confianza y la tenacidad de Allan
Nevis y sus sucesores en su esfuerzo por poner esta tecnología directamente al servicio
de la historia y por darnos algunos medios para ordenar la miríada de esfuerzos de
autodefinición social producida por el populismo de nuestros últimos siglos. La
tecnología proporciona los medios de expresión de la individualidad y de impacto sobre
el cuerpo político, y la historia oral proporciona un medio para ordenar de manera
sistemática la multiplicidad de expresiones y para considerar sus diversos significados
durante y más allá del transcurso de los acontecimientos. Tarde o temprano debía
aparecer algo semejante a la historia oral, puesto que estaban presentes todos los
Ingredientes necesarios en la masa crítica de la mezcla de 1o social Y lo tecnológico.
Pero Allan Nevis vio esto tempranamente y trabajó afanosamente para darle forma y
figura durables, de modo de estar a la altura de la compleja tarea a enfrentar y dotarla
de una sólida disciplina historiográfica que le permitiera ordenar el caos de la evidencias
disponibles registrables.
Estos tres factores son los más importantes. Pero sería negligencia no citar otro factor
que favoreció la popularización de la historia oral. Paradójicamente, este factor es el
mundo de los libros impresos y de los "docudramas” de la televisión. Aunque los
historiadores profesionales puedan ver defectos y falta de disciplina histórica en la obra
de Alex Haley y de Studs Terkel, no caben dudas de que obras como Roots, Hard
Times, Working y demás producciones similares de otros autores con sus subsecuentes
adaptaciones televisivas, han llegado a millones de lectores y de espectadores aquí y en
el extranjero. Aun con inexactitudes, ofrecieron algo semejante a la historia oral,
captando la atención masiva del público en un grado que ningún profesor de historia
hubiese osado esperar incluso en sus momentos de mayor optimismo.
Sin embargo, la popularización de la historia oral no se produjo sin inconvenientes.
También ha inducido a la gente a creer que es fácil entrevistar a cualquiera a propósito de
cualquier cosa; y sugiere, erróneamente, que lo que importa no es tanto la comprensión
de la historia sino más bien la fuerza del impacto dramático que el autor o el productor de
televisión pueden alcanzar al recopilar sus evidencias y empaquetarlas para el
espectáculo. Con todo, debo reconocer muy a mi pesar, que la historia oral jamás
hubiese atraído tanto público sin este indisciplinado y a veces intimidante "sideshaw” que
produce dinero y atrae la atención en un grado inimaginable de alcanzar por los
profesores de historia. Los académicos debemos soportar el amargo trago de este hecho
de la vida. Es improbable que logremos consolidarnos adecuadamente tan sólo porque
estemos en lo cierto y nuestra lógica sea correcta. Nuestro trabajo adquiriría más
solidez si sacáramos provecho de la corriente de entusiasmo de aquellos que proveen los
aportes sin comprender o sin preocuparse Por los requisitos de las disciplinas
académicas.8
Los historiadores orales tuvieron que trabajar con ahínco desde 1940 hasta la década
de 1960, para obtener la aceptación de los historiadores más tradicionales dentro de la
comunidad académica, y los historiadores tradicionales se resistieron tan firmemente a
las complacencias de los historiadores orales que algunos de estos están ahora como
asombrados de descubrir que todos pueden o podrían "hacer historia oral". Sienten la
responsabilidad de imponer los cánones de la Asociación de Historia Oral a los
disidentes y se irritan ante cada nueva instancia de violación de las reglas de
evidencia, ante su manipulación, o ante la ingenua sobresimplificación de los análisis y
de las evidencias publicadas. Sin embargo, es quizá bien poco lo que el investigador
profesional de historia oral puede hacer. Dada la fácil disponibilidad del grabador y la
relativa simplicidad del proceso para registrar una entrevista, hay probablemente tanto
control de esto como puede haberlo del jogging o de la pintura del domingo. Pero los
historiadores orales no tienen que sentirse responsables. En realidad esto no es culpa.
Mientras golpeaban la puerta trasera del castillo académico reclamando ser admitidos,
el flujo de los grandes cambios del populismo y de la revolución tecnológica echó abajo
toda la muralla y permitió que cada uno entrase y caminase a su antojo. Las reglas y
los criterios de evaluación pueden contribuir al establecimiento y conservación de
estándares para medir la actividad y la producción, pero nunca garantizarán su
cumplimiento.
¿Qué es?
Todo esto nos brinda una noción acerca de dónde proviene y hacia dónde se dirige la
historia oral, pero no nos dice mucho respecto de lo que es. A fin de comprender qué es
lo que ofrece la historia oral como forma particular y útil de mirar y captar el pasado,
debemos examinar su naturaleza y carácter. Para hacer esto es necesario, en primer
lugar, describir y definir otros dos elementos que trascienden y se relacionan con la
historia oral sin ser historia oral. Uno es la historia documental; el otro es la tradición oral.
La historia documental es el basamento de los archivos y de los historiadores más
tradicionales. Hay diversos supuestos implícitos en la historia documental y hay algunos
supuestos que sus adherentes hacen muy explícitos. En los siglos XVIII y XIX,. figuras de
la talla de Leopold von Ranke y Charles Seignobos sostenían que el objeto de la historia
debía limitarse a los documentos, al análisis de su forma, de su contenido y de sus
interrelaciones. Esta opinión se basaba en parte en la observación, no totalmente carente
de fundamentos, de que la historia literaria y las historias oficiales de la corte de la época
y de tiempos anteriores eran sobremanera subjetivas y sesgadas por el propio interés,
con frecuencia engañosas y algunas veces completamente erróneas en cuanto a los
datos de la realidad. Por ejemplo, el análisis de Ricardo III hecho por Sir Thomas Moore
no hubiera sido admitido por la escuela de Von Ranke, puesto que no se fundaba en
documentación y en la crítica de textos. La escuela de von Ranke sostiene que los
documentos guardados en archivos y preservados de manipulaciones son inalterables y,
por consiguiente, fidedignos, en tanto que la memoria humana tiende a ser complaciente
consigo misma y a contaminarse con los acontecimientos posteriores a la historia que se
estudia. La veracidad de los documentos como base de los estudios y análisis históricos
representa para los historiadores algo análogo a la sustancia real del mundo como
materia de estudio de los científicos. Los documentos y los contenidos de sus mensajes,
los sellos y las estampillas externos, las referencias entre documentos, etc., hablan de
una fiabilidad mecanicista que tuvo su contraparte en la ingeniería de los siglos XVIII y
XIX, un llamado bien distante de las insustanciales y nada confiables invocaciones de
Jean Jacques Rousseau y de los ideólogos.
La historia documental se basaba también en la suposición de que la historia era y debía
ser historia política, que la historia del arte de gobernar importaba más que cualquier otro
tema en cuanto al significado de la historia y el impacto sobre la sociedad, al punto de que
los historiadores no necesitaban ocuparse de otra cosa.
El argumento de alguna manera se explicaba por sí mismo, ya que la mayoría de los
documentos de los archivos registraban las políticas de gobierno y precisamente se
encontraban allí porque se pensaba que eran los únicos que merecían oonservarse.9
Existe también en la historia documental el supuesto de que lo significativo en la historia
son las transacciones humanas. Esta convicción tiene quizá su justificación filosófica en
la idea del contrato social tal como se la encuentra en Hobbes y Locke, pero
probablemente se remonta a los más antiguos contratos comerciales y tratados entre los
poderes imperantes. La noción de que si una transacción es suficientemente importante
ambas partes desearán un registro de la misma como futura referencia fidedigna, conduce
inevitablemente a la conclusión de que tales registros documentan lo que es significativo y
de que se debe confiar en ellos.
Pero la más amplia suposición de que estos son los únicos documentos dignos de
conservarse se reveló menos defendible con el tiempo. El mundo real no seguía a la
escuela de la historia documental, aunque los documentos lo hicieran. Otros asuntos no
relacionados con el arte de gobernar cobraban importancia para el pueblo; algunos se
documentaron fuera de los archivos oficiales, mientras que otros no se registraron en
absoluto. Y no todos los documentos se depositaron en archivos para adquirir la
confianza automática que confiere la custodia pormanente.10
Hasta el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, de manera más o menos
irregular y lenta, los historiadores empezaron a desplazarse del terreno del arte de
gobernar a una mayor variedad de temas. Categorías del pueblo que en el pasado no
habían podido intervenir en los asuntos del Estado y que, por consiguiente, estaban
ausentes de la historia, empezaron a ganar poder y a reclamar no solamente el derecho
de ser escuchados y considerados, sino también de tener su propia historia y su lugar en
un mundo más vasto. Y uno de los medios para lograrlo fue la tradición oral.
La tradición oral es bastante diferente de los documentos, Los documentos registran
transacciones humanas particulares e individuales; están individual y específicamente
limitados en lugar, época y acción, y sólo pueden tornarse significativos después de un
largo período cuando se los ubica en secuencias para mostrar ciertos desarrollos a través
del tiempo y del espacio y cuando se los lee relacionándolos entre sí, como ladrillos que
conforman una estructura de evidencia.
Las tradiciones orales, por su parte, son amplias comprensiones del pasado, que surgen
orgánicamente dentro y fuera de las dinámicas culturales de una sociedad en evolución.
Son transmitidas oralmente y sólo realmente, de persona a persona. Son expresiones
espontáneas de la identidad, las funciones, las costumbres, los propósitos y la continuidad
generacional del grupo de personas en cuyo seno se producen. Surgen y existen en
forma completamente independiente de cualquier lenguaje escrito o dispositivo de registro
y no dependen de éstos para perdurar. Las tradiciones orales no constituyen
normalmente las experiencias directas e inmediatas de quienes las conservan en sus
memorias, sino más bien las experiencias del ethos abarcador de las generaciones
previas, recibidas de la generación inmediatamente anterior y re-contadas en el presente
tal como son comprendidas por la generación actual. Contribuyen a la cohesión social, a
la dinámica de la evolución y a la perdurabilidad de la cultura que representan. Son trans-
formados por los cambios de la cultura que las rodea y, a su vez, sirven para formar y
moldear la cultura en evolución.
Desde el punto de vista dialéctico, los documentos registran una síntesis particular a la
que se llegó por la reconciliación de los intereses de las partes en un momento
determinado. También un diario puede considerarse como una síntesis de reconciliación
entre lo que una persona ha vivido y lo que hubiese preferido o temido que ocurriera. Por
su parte, las tradiciones orales son una contínua y no tan específica dialéctica entre la
totalidad de una cultura y su pasado, o entre un portador individual de tradición y el
pasado. Las tradiciones orales contienen un alto grado de comprensión estética que
pertenece a la totalidad de la cultura, más allá de la calidad estética particular de la
expresión inmediata. Esta cualidad profundiza y enriquece la comprensión del pasado
como no pueden hacerlo la simple contemplación y el análisis de los hechos. La docu-
mentación muestra una singular deficiencia de comprensión, aunque no carezca
totalmente de ella; en la tradición oral, en cambio, esta dimensión es un socio cuya
igualdad de derechos debe considerarse. Por otra parte, las tradiciones orales no se
destacan precisamente por la veracidad incuestionable de sus hechos. Esto no significa
que carezcan de valor para datar los hechos o para sacar conclusiones sobre su
significación. Sí lo tienen; y es por eso que aportan su contribución al ordenamiento y
comprensión de los acontecimientos, aspectos ambos necesarios para alcanzar una
coherente aprehensión del pasado.
Las sociedades que no poseen archivos escritos se sitúan entre aquéllas que deben
confiar, por lo menos en parte, en las tradiciones orales para establecer sus bases
históricas y sus archivos. Tales comunidades recogen asiduamente esas tradiciones para
disponer de una provechosa colección estudiable , analizable y reproducible, a partir de la
cual deducir hipótesis y conclusiones sobre el pasado susceptibles de ser comprobadas
por confrontación con evidencias adicionales de otras fuentes tales como la arqueología.
También las sociedades que disponen de archivos escritos van descubriendo que muchos
sectores de población no están bien representados en esos archivos y que recoger las
tradiciones orales de un específico subgrupo puede resultar útil para compensar este
desequilibrio. Asimismo, estamos descubriendo que sociedades cultas y sofisticadas
pueden operar en diferentes niveles de comunicación, cada uno de los cuales ofrece una
perspectiva diferente de los hechos y, por consiguiente, del pasado. Así, una corriente de
tradición oral puede desarrollarse paralelamente a una corriente de comprensión y de
expresión en el periodismo, la literatura, el arte, la música, etcétera. Desde este punto de
vista, las tradiciones orales aportan a la comprensión de la historia y al conocimiento del
pasado un significado que no tiene cabida dentro de los rigurosos límites del estimado
Leopold von Ranke y sus seguidores.
En este punto, deberíamos hacer una pausa para señalar que, una vez que la tradición
oral se registra en un grabador o por escrito, lo registrado se transforma en documento.
En cierto sentido, ya no tiene más vida que un corte de tejido en la platina del microscopio
de la historia. Como otros documentos, no es sino la representación de un momento en el
tiempo, una abstracción extraída del continuum de la experiencia humana, un punto de
referencia. Pronto pierde congruencia con la tradición oral, que se desarrolla y evo-
luciona, que cambia al unísono con los cambios de la sociedad. Es más, existe la
posibilidad de que la tradición oral registrada se convierta en un estorbo en el seno de una
sociedad que ha modificado la tradición oral "viviente” para hacer frente a las dificultades
emergentes. 0 de que pueda ser usada como un arma legal en procesos judiciales en los
que uno de los demandantes confía en la interpretación corriente de la tradición oral
"viviente", en tanto que el otro saca ventajas del statu quo ante y cita el “documento"
como el criterio "real" y, consecuentemente, más justo.
La historia oral es diferente de la historia documental y de la tradición oral. Surgió, al
menos en parte, como una rebelión contra la historia documental; sin embargo, y como
sucede frecuentemente con tales rebeliones, el rebelde ha sido influido y a veces
modelado y limitado por el propio objeto de su rebelión. La historia oral, considerada
como antídoto más que como antítesis de la historia documental, en su determinación
de hacer lo que manifiestamente la historia documental no puede realizar, ha
desaprovechado algunas veces la ocasión de sacar ventaja de su potencial,
particularmente en los casos en los que podría cotejarse, superponerse o hasta duplicar
a la historia documental. Sin embargo, hay particularidades distintivas que hacen de la
historia oral un instrumento complementario y suplementario del trabajo del historiador.
Una dialéctica dinámica
La historia oral se concentra en las experiencias directas de la vida de los individuos y el
recopilador de historia oral participa, en un esfuerzo conjunto y de cooperación, con el
narrador en el examen y registro de las experiencias vividas. Si la historia documental
está basada en transacciones particulares, o más precisamente en su registro, y si las
tradiciones orales se apoyan en las dinámicas culturales, debe considerarse a la historia
oral como basada en las experiencias inmediatas de la vida de individuos particulares.
Estas experiencias, almacenadas en la memoria de la gente que las vivió directamente,
se obtienen, recuperan y registran según un procedimiento de interrogatorio
sistematizado que se conoce con el nombre de entrevista de historia oral. Este
procedimiento no sólo busca las experiencias recordadas, las encuentra, las identifica y
las registra; conduce también la mente del que recuerda a un examen dialéctico dinámico
de la validez y significación de estas experiencias. El documento registrado queda
entonces disponible para su uso futuro como una fuente a examinar a la luz de los
recursos tradicionales del análisis histórico. La dialéctica dinámica que se encuentra en el
centro de este proceso tiene dos participantes obvios: el encuestador y quien responde,
participantes que operan en dos niveles: la encuesta inmediata y el pasado que se
recuerda o el cuerpo de conocimiento subyacente que cada uno aporta a la entrevista. Lo
que se examina o enfoca deriva de lo que el uno o el otro considera significativo y se
extrae de la memoria en un estilo condicionado por las experiencias subyacentes y los
mismos recuerdos. Cada participante examina, discuto o debate el ítem inmediato sobre
la base de todo el trasfondo de la memoria y de la evolución de ambas partes de la
entrevista.11
Esta dinámica es inevitable en una buena entrevista de historia oral. No importa
cuánto hable, el entrevistador es un participante. Formula preguntas. Esto es muy
diferente tanto de la historia documental como de la tradición oral. En la historia
documental es posible que el archivista haya participado hasta el punto de seleccionar
qué documento debe conservarse luego de que las partes se hubieran puesto de
acuerdo respecto del perfil, la forma y el contenido del documento. Un historiador puede
examinar el documento pero éste es en sí mismo pasivo y cualquier comprensión
creativa o cualquier establecimiento de relaciones con otros factores no implícitos en el
documento mismo son realizados únicamente por la mente del historiador o en
discusiones con terceros. En la tradicional oral la separación entre el narrador y el
oyente se produce ni bien la narración, y el oyente no se entromete, por lo menos
cuando se trata de un compilador y registrador de tradición oral. En realidad, en la
recopilación de la tradición oral el compilador está obligado a ser lo más discreto y lo
menos intrusivo posible para no perturbar o influir el fenómeno que se está
estudiando.12
Sin embargo, en cierto sentido, una entrevista de historia oral es otra transacción
humana que produce un documento que se estudiará posteriormente, un registro de lo
que el entrevistador y el entrevistado descubren en una experiencia de vida y que
desean transformar en un documento durable para futuras referencias. Esto significa
que la historia oral no depende exclusivamente de una memoria individual sino de dos y
de su interacción. Es, por consiguiente, completamente diferente de las memorias, de
los diarios o de las autobiografías. El papel del entrevistador en la historia oral nunca es
enteramente pasivo. Es siempre activo, una interacción dinámica con la persona
entrevistada. El entrevistador busca recuerdos y provoca reflexiones y evaluaciones
signficativas; incluso propone hipótesis que pueden ser comprobadas a través de la
experiencia personal del individuo, y desafía al entrevistado a nuevos exámenes y
reflexiones sobre las suposiciones y afirmaciones formuladas en primera instancia.
Análisis y evaluaciones tienen lugar durante el mismo proceso de intercambio de la
entrevista y forman parte de ella. Devienen parte integrante de la crónica creada. Esto
proporciona al historiador que examinará el documento posteriormente pruebas internas
de confiabilidad, validez y significación que completarán y suplementarán a las que él
mismo aporta en su tarea de investigación.
La historia oral, tal como habitualmente se la practica, es muy individualista. Considera
que la experiencia vital de un solo ser humano, o aun un solo fragmento de la totalidad de
una vida, es significativo por sí mismo, o suficientemente representativo de un fenómeno
más amplio como para garantizar su inclusión en los datos básicos de la investigación
histórica. El supuesto subyacente es que todos y cada uno de nosotros,
independientemente de nuestra posición en la vida, de nuestra ocupación o de nuestro
carácter, estamos involucrados en un proceso diario de negociación de los términos de
nuestra existencia con la realidad circundante; que la experiencia individual de ese
proceso puede ser instructiva para comprender cómo opera a nivel colectivo y que esto
contribuye a conocer a fondo el pasado y a terminar con la ignorancia histórica. Esto es
así, más allá de que el centro de la investigación sea una sola familia o la nación en su
conjunto. Puede ocurrir que en determinadas ocasiones sean los acontecimientos
externos lo históricamente significativo y que la vida que se investiga tome importancia
como principal fuente de información acerca de los hechos. En otros casos, una sola
vida, más por el carácter de su propia lucha con la existencia que por la singularidad de
los hechos, puede garantizar la investigación. Y en otras situaciones puede requerirse la
acumulación de cierto número de historias de vida individuales e interrelacionadas para
lograr un nivel de comprensión de determinado grupo hasta ese momento olvidado.
En cada uno de esos casos, la historia oral resulta particularmente apta para aportar, al
proceso de conocimiento y comprensión, las vicisitudes directas e inmediatas del ser
humano inmerso en la realidad circundante. Con todo, es importante que el historiador
sea capaz, como suele serio el artista, de descender hasta los fundamentos básicos de la
experiencia humana para introducir en sus análisis y conclusiones el completo significado
de la dimensión del hombre. La historia oral puede lograrlo tan bien, o tal vez mejor que
cualquier otra fuente primaria.13
En conclusión, una frase o un párrafo no son suficientes para definir a la historia oral.
Reducir la totalidad de las apreciaciones a un simple aforismo o a una simple ecuación
no es adecuado. La comprensión de la historia oral requiere una reflexión, más
profunda y más extensa sobre más posibilidades y limitaciones, pero, a guisa de
conclusión, digamos que es un medio, entre otros, de adueñarse del pasado y de
terminar con nuestra ignorancia.
Notas
1Algunas de las ideas aquí expresadas también fueron publicadas en Archivess, Oral
History and Oral Tradition: A RAMP Study, París, General Information Programme and
UNISIST, United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization, 1985, en
colaboración con P. C. Mazikana, de los Archivos Nacionales de Zimbawe.
2' Lu Xun, A Brief History of Chinese Fiction, Baijing, Foreign Languaje Press, 1976,
págs. 4, 9 y 21.
3 Bede, A History of English Church and People, trad. al inglés de Leo Shedey-Price,
New York, Penguin Books, 1968, págs. 33-34.
Bede, alabada sea su sabiduría, desconoce aquello de que los investigadores y
escritores modernos sólo pueden aspirar a hablar por si mismos, cuando al final de su
prefacio rechaza toda responsabilidad por cualquier error en los hechos que lo han sido
relatados.
4 Paul Thompson, The Voice of the Past. Oral History, Oxford, Oxford University Press,
1978, especialmente el capítulo 2, 'Historians and Oral History'.
5 Allan Nevins, 'Oral History: How and Why it was Bom', Wilson Library Bulletin, 40,
marzo de 1966. págs. 600-601, y Paul Thornpson, 'Britain Strikes Back, Two Hundred
Years to 'Oral History", The Oral History Association Newsletter, 15, verano de 1981, 4-5.
6 John Adams a Thomas Jefferson, 30 de julio de 1815, en The Adams-Jefferson
Letters. 7'he Complete Correspondence Between Thomas Jefferson and Abigaíl and
John Adams, vol. 2, 1812-1826. Lester J. Capon (ed.), Chapel hill. University of North
Carolina Press, 1959, 2: 451.
7 Charles T. Morrissey, 'Why call it Oral History'? Searching forEarly Usage f or a
Generic Term', The Oral History Review, 8, 1980, págs. 20-48.
.9 Me recuerda la historia de un impetuoso joven guardabosque que acababa de egresar
de una escuela de agricultura, entusiastamente motivado para preservar el cumplimiento
de la ley. En su primer destino estaba decidido a transformar su distrito en un modelo de
acatamiento a las disposiciones de caza: pero en el mismo distrito vivía un conocido
cazador ilegal, poco respetuoso de las zutilezas de la ley. Un día los dos hombres se
encontraron en el almacén frente a un grupo de habitantes de la zona y el cazador furtivo
invitó al nuevo guardabosques a ir de pesca. Este no tenía alternativa: debía aceptar el
desafío o su autoridad no valdría un centavo, así que aceptó. A la mañana siguiente bien
temprano fueron al lago en el bote del cazador furtivo, quien tomó dos redes de mano y
pasó una al guardián, entoncess encendió un cartucho de dinamita y lo arrojó. La
explosión mató muchos peces, que quedaron flotando y el cazador ilegall comenzó a
cargarlos en el bote. El guardabosque, horrorizado con este comportamiento poco ético.
comenzó a reconvenirlo vigorosamente, citando la ley, mientras el cazador ilegal tomaba
un segundo cartucho de dinamita, lo encendía y apuntando al guardián le decía: '¿Quiere
charlar o quiero pescar?'. El camino a la popularidad es peligroso, puede llegar a
gustarnos demasiado.
9 Esta noción aún persiste en algunos ámbitos. No es extraño. por ejemplo, encontrar en
la justicia quienes insistan que sólo la decisión final de una corte tiene algún significado,
porque los precedentes para el futuro sólo se basan en la decisión final.
10 Como historiadores posteriores, particularmente en nuestro propio tiempo, se dieron
cuanta de esta situación, comenzaron a buscar fuentes adicionales de información
confiable como para entender mejor el pasado y los límites y amplitud de la documen-
tación depositada en los archivos aumentó sustancialmente. Esto, junto con la explosión
de los medios de comunicación que comenzó con la imprenta, justifica el alto costo de los
archivos modernos. Es claro que la economía se transforme en el árbitro futuro del
significado histórico en mayor medida de lo que les gustaría a los historiadores:
tendremos que tirar cosas simplemente porque no podemos proveemos del espacio para
almacenarlas.
. 11 Un estudio analítico de esta dinámica puede verso con E. Culpepper Clark, Michael J.
Hyde y Evan M. McMahan, 'Comunication in the Oral History interview: lnvestigating
Problems of lnterpreting Oral Data'. lnternational Journal of Oral history I, (febrero
1980):28-40.
12 Hay tradiciones orales ritualistas en las que la audiencia ha establecido esquemas de
respuesta para cumplir con las exigencias formales de cierta tradición particular. Para el
recolector de tradición oral es esencial ser tan pasivo y lejano como sea posible para no
perturbar la calidad o el carácter del fenómeno que se está capturando. La intensión
puede dañar la validez de la muestra. En realidad hay quienes señalarían que la sola
presencia de un grabador daña la prueba. Una vez grabada, la tradición oral se
examina como cualquier otro documento ya que la grabación es pasiva en sí misma.
.13 A este impacto dramático de intimidad personal, la historia oral añade una realidad
que no se ve diluida por las interpretaciones del artista. El artista puede -y a veces lo
hace- iluminarnos más allá de la capacidad inherente del sujeto, aportando el sujeto su
propia profundidad de comprensión.