Abramovich, Víctor y Courtis, Christian - Apuntes Sobre La Exigibilidad Judicial de Los Derechos Sociales
Abramovich, Víctor y Courtis, Christian - Apuntes Sobre La Exigibilidad Judicial de Los Derechos Sociales
Abramovich, Víctor y Courtis, Christian - Apuntes Sobre La Exigibilidad Judicial de Los Derechos Sociales
1 Baste aquí con estipular que por derechos sociales entendemos el catálogo de derechos establecidos
en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC), v. gr., derecho
al trabajo, derechos laborales individuales y colectivos, incluyendo el derecho de huelga, derecho a
la seguridad social, derecho a la protección de la familia, derecho a un nivel de vida adecuado, in-
cluyendo alimentación, vestido y vivienda, derecho a la salud, derecho a la educación, derecho a
participar de la vida cultural. Para una discusión crítica de la categoría de derechos sociales, y su
comparación con la de derechos civiles, ver Abramovich, V. y Courtis, C., Los derechos sociales como
derechos exigibles, Ed. Trotta, Madrid (en prensa), Cap. 1. En la tradición constitucional se habla de
“derechos sociales”, y en la tradición del derecho internacional de los derechos humanos se habla
de “derechos económicos, sociales y culturales”. Emplearemos indistintamente las dos expresiones.
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VÍCTOR ABRAMOVICH Y CHRISTIAN COURTIS
nacionales, han demostrado ser prejuicios de tipo ideológico, antes que ar-
gumentos sólidos de dogmática jurídica. Así, aunque la gran mayoría de las
Constituciones de América Latina, la de España y la de Portugal estén aline-
adas dentro del denominado constitucionalismo social, se ha repetido hasta
el hartazgo que las normas que establecen derechos sociales son sólo normas
programáticas, que no otorgan derechos subjetivos en el sentido tradicional
del término, o que no resultan justiciables. De este modo, se traza una dis-
tinción entre el valor normativo de los denominados derechos civiles –o de-
rechos de autonomía, o derechos-libertades–, que si se consideran derechos
plenos, y los derechos sociales, a los que se asigna un mero valor simbólico
o político, pero poca virtualidad jurídica.
Sin embargo, la cuestión dista de ser tan sencilla. La supuestas distincio-
nes entre derechos civiles y derechos sociales no son tan tajantes como pre-
tenden los partidarios de la doctrina tradicional2. La principal diferencia que
señalan los partidarios de dicha doctrina reside en la distinción entre obliga-
ciones negativas y positivas: de acuerdo con esta línea de argumentación, los
derechos civiles se caracterizarían por establecer obligaciones negativas para
el Estado –por ejemplo, abstenerse de matar, de torturar, de imponer censura,
de violar la correspondencia, de afectar la propiedad privada– mientras que
los derechos sociales exigirían obligaciones de tipo positivo –por ejemplo,
dar prestaciones de salud, educación o vivienda–3. En el primer caso, se dice,
el Estado cumpliría su tarea con la mera abstención, sin que ello implique la
erogación de fondos, y por ende, el control judicial se limitaría a la anulación
de aquellos actos realizados en violación a aquella obligación de abstención.
Contra la exigibilidad de los derechos sociales, aun cuando tengan recono-
cimiento constitucional, se dice que como se trata de derechos que establecen
obligaciones positivas, su cumplimiento depende de la disposición de fondos
2 Para un desarrollo más extenso de esta cuestión, v. Abramovich, C. y Courtis, C., op. cit., cap. 1.;
“Hacia la exigibilidad de los derechos económicos, sociales y culturales. Estándares internacionales
y criterios de aplicación ante los tribunales locales”, en Abregu, M, y Courtis, C., La aplicación de
los tratados internacionales sobre derechos humanos por los tribunales locales, Ed. Del Puerto/CELS,
Bs. As., 1997, pp. 283-350.
3 Gran parte de estas distinciones reproduce casi textualmente las ideas de un partidario del Estado
mínimo, Friedrich von Hayek. V. Hayek, F. v., Derecho, legislación y libertad, (“El espejismo de la
justicia social”), Ed. Unión, Madrid, 1979, vol. 2, cap. 9.
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APUNTES SOBRE LA EXIGIBILIDAD JUDICIAL DE LOS DERECHOS SOCIALES
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a sus titulares del goce del bien del que ya disponían, sea dañando su salud,
excluyéndolos de los beneficios de la seguridad social o de la educación, del
mismo modo en que afecta el derecho a la vida, o la libertad de expresión, o
la libertad ambulatoria, cuando interfiere ilegítimamente en el disfrute de
esos bienes. Ciertamente, algunos derechos sociales se caracterizan princi-
palmente por exigir del Estado acciones positivas –v. gr., los llamados dere-
chos-prestación, es decir, aquellos que requieren la distribución de algún tipo
de prestación a sus titulares, como el serivicio educativo o la asistencia sani-
taria–, pero como hemos visto, esto también sucede con los derechos civiles
–que exigen prestaciones de la administración de justicia, o de los registros
civiles, o del registro de la propiedad, o de las fuerzas de seguridad–. Otros
derechos sociales, sin embargo –en especial aquellos caracterizados por regir
aun en las relaciones entre particulares–, difícilmente puedan conceptuali-
zarse de modo adecuado sólo como derechos prestacionales: piénsese en el
derecho de huelga, o en el derecho a a negociación colectiva. Estos derechos
requieren expresamente abstenciones del Estado: no interferir en la huelga,
no interferir en las tratativas ni en el resultado de la negociación.
Todo derecho, entonces, requiere para su efectividad obligaciones posi-
tivas y negativas. En línea con esta idea, autores como Fried van Hoof o
Asbjørn Eide5 proponen un esquema interpretativo consistente en el señala-
5 Eide sostiene que es un error común, fruto de una escasa comprensión de la naturaleza de los dere-
chos económicos, sociales y culturales, considerar que sólo el Estado debe satisfacer esos derechos
y que por el costo que ello representa su provisión provocaría indefectiblemente un desproporcio-
nado crecimiento del aparato estatal. Entiende que es el individuo el sujeto activo de todo desarrollo
económico y social tal como lo establece el art. 2 de la “Declaración sobre el Derecho al Desarrollo”
–Asamblea General de Naciones Unidas, Resolución 41/128 del 4/12/1986– y que por lo tanto en
un primer nivel en relación a los derechos económicos, sociales y culturales se encuentra la obligación
del Estado de respetar la libertad de acción y el uso de los recursos propios de cada individuo –o
de colectividades como las indígenas– en pos de autosatisfacer sus necesidades económicas y sociales.
En un segundo nivel existe una obligación estatal de proteger esa libertad de acción y uso de los re-
cursos frente a terceros. Esta función de tutela que ejerce el Estado en relación con los derechos
económicos, sociales y culturales es similar al papel que cumple como protector de los derechos ci-
viles y políticos. En un tercer nivel existe una obligación de asistencia que puede asumir formas di-
versas -por ej. el art. 11.2 del PIDESC-, y una obligación de satisfacción -que puede consistir en la
directa provisión de medios para cubrir necesidades básicas como comida o recursos de subsistencia
cuando no existan otras posibilidades-. De tal modo, afirma el autor, el argumento de que garantizar
los derechos civiles y políticos, a diferencia de los derechos económicos, sociales y culturales, no re-
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APUNTES SOBRE LA EXIGIBILIDAD JUDICIAL DE LOS DERECHOS SOCIALES
quiere utilizar recursos públicos, resulta sólo sostenible si limitamos las obligaciones estatales en re-
lación con los derechos económicos, sociales y culturales sólo al tercer nivel (asistencia y satisfacción)
y las vinculadas con los derechos civiles y políticos sólo al primer nivel (respeto). Ver Eide, A., “Eco-
nomic, Social and Cultural Rights as Human Rights” en Eide, A., Krause, C. y Rosas, A. (eds.),
Economic, Social and Cultural Rights, Kluwer, Dordrecht, Boston, Londres, 1995, págs. 21-49, en
especial págs. 36-38. Ver. también Eide, A., “Realización de los derechos económicos, sociales y
culturales. Estrategia del nivel mínimo”, en Revista de la Comisión Internacional de Juristas, Nro.
43, 1989.
6 van Hoof, G. H. J., “e Legal Nature of Economic, Social an Cultural Rights: A Rebuttal of Some
Traditional Views”, en Alston, P. y Tomasevski, K. (eds.), e Right to Food, Martinus Nijhoff,
Utrecht, 1984, pp. 97-110. Ver. también de Vos. P., “Pious wishes or directly enforceable human
rights?: Social and Economic Rights in South African´s 1996 Constitution”, 13 South African Jour-
nal on Human Rights, pp. 223 y ss., 1997. La distinción fue sugerida originalmente por Henry
Shue. V. Shue, H., “Rights in the Light of Duties”, en Brown, P. G. y MacLean, D. (eds.), Human
Rights and the US Foreign Policy: Principles and Applications, D.C. Heath Co., Lexington, 1980;
Basic Rights: Subsistence, Affluence and US Foreign Policy, Princeton University Press, Princeton,
1980, y “Mediating Duties”, en Ethics, Nro. 98, 1988, pp. 687-704. Pese a alguna diferencia ter-
minológica –la autora habla de distintos “derechos” y no de distintos niveles de “obligaciones”, las
conclusiones de Cécile Fabre son similares. Ver. Fabre, C., Social Rights under the Constitution, Cla-
rendon Press, Oxford, 2000, pp. 45-49 y 53-57. En el campo del derecho internacional de los de-
rechos humanos, la distinción fue asumida –con alguna corrección, que reduce la enumeración a
tres categorías: obligaciones de respeto, obligaciones de protección y obligaciones de garantía, sa-
tisfacción o cumplimiento– en los principales documentos intepretativos del Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Así, Comité de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, Observación general (OG) Nro. 3 (1990) “La Indole de las Obligaciones de los Estados
Partes - párrafo 1 del art. 2 del Pacto”, OG Nro. 4 (1991) “El Derecho a la Vivienda Adecuada –
párrafo 1 del art. 11 del Pacto–”, OG Nro. 5 (1994) “Personas con Discapacidad”, OG Nro. 6
(1995) “Los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Personas de Edad”; “Principios de
Limburgo” (1986); “Principios de Maastricht” (1997); CIJ; “Declaración y Plan de Acción de Ban-
galore” (1995); Encuentro Latinoamericano de Organizaciones de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales, “Declaración de Quito” (1998).
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7 Cfr. la opinión de Luigi Ferrajoli: “Hay que reconocer que para la mayor parte de tales derechos
[los derechos sociales] nuestra tradición jurídica no ha elaborado técnicas de garantía tan eficaces
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APUNTES SOBRE LA EXIGIBILIDAD JUDICIAL DE LOS DERECHOS SOCIALES
como las establecidas para los derechos de libertad. Pero esto depende sobre todo de un retraso de
las ciencias jurídcas y políticas, que hasta la fecha no han teorizado ni diseñado un Estado social de
derecho equiparable al viejo Estado de derecho liberal, y han permitido que el Estado social se de-
sarrollase de hecho a través de una simple ampliación de los espacios de discrcionalidad de los apa-
ratos administrativos, el juego no reglado de los grupos de presión y las clientelas, la proliferación
de las discriminaciones y los privilegios y el desarrollo del caos normativo”. La tarea de los juristas
consistiría, de acuerdo al reputado autor italiano, en “descubrir las antinomias y lagunas existentes
y porponer desde dentro las correcciones previstas por las técnicas garantistas de que dispone el or-
denamiento, o bien de elaborar y sugerir desde fuera nuevas formas de garantía aptas para reforzar
los mecanismos de autocorrección”. Ver. Ferrajoli, L., “El derecho como sistema de garantías”, en
Derechos y garantías. La ley del más débil, Trotta, Madrid, 1999, pp. 28-30.
8 La afirmación, por supuesto, no es absoluta. Algunos derechos se refieren, primariamente, a la
actuación del Poder Judicial: así, justamente, el derecho a la protección judicial, al debido pro-
ceso judicial, a la presunción de inocencia, a la obtención de sentencia en plazo razonable. A
esto cabe agregar que también la actuación del Poder Judicial puede incumplir obligaciones de
respeto de muchos otros derechos, por ejemplo, imponiendo censura previa. Sin embargo, de-
bido a su organización y estructura de funcionamiento –en general, a través de casos provocados
por partes litigantes—, resulta más frecuente que sean los poderes políticos los que afecten de-
rechos por acción.
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que otros particulares afecten el bien que constituye el objeto del derecho9,
o por incumplir con las acciones positivas debidas.
Este recurso a la protección judicial en caso de afectación del bien que
se pretende tutelar constituye un elemento central en la definición de la no-
ción de “derecho” –aunque, como lo hemos sugerido, no el único–: la exis-
tencia de algún poder jurídico de reclamo de su titular en caso de incumplimiento
de la obligación debida10. El reconocimiento de los derechos sociales como
derechos plenos no se alcanzará hasta superar las barreras que impiden su
adecuada justiciabilidad, entendida como la posibilidad de reclamar ante un
juez o tribunal de justicia el cumplimiento al menos de algunas de las obli-
gaciones que se derivan del derecho11. De modo que, aunque un Estado cum-
pla habitualmente con la satisfacción de determinadas necesidades o intereses
tutelados por un derecho social, no puede afirmarse que los beneficiados por
la conducta estatal gozan de ese derecho como derecho subjetivo, hasta tanto
verificar si la población se encuentra en realidad en condiciones de demandar
judicialmente la prestación del Estado ante un eventual incumplimiento. Lo
9 El incumplimiento de las llamadas “obligaciones de protección” por parte del Estado supone la con-
ducta de otro particular que afecte indebidamente ese bien, y la ausencia o inidoneidad de las me-
didas estatales destinadas a prevenir esa afectación. Es evidente que, si se refiere la violación a la
conducta de los particulares, el papel del Poder Judicial es actuar cuando un particular afecta inde-
bidamente un bien tutelado por el derecho correspondiente a otro particular, v. gr., cuando daña su
integridad física, su propiedad, su estabilidad laboral, etcétera.
10 Cfr. al respecto, la posición clásica de Kelsen: “Tal derecho en el sentido subjetivo sólo existe cuando
en el caso de una falta de cumplimiento de la obligación, la sanción que el órgano de aplicación ju-
rídica –especialmente un Tribunal– tiene que dictar sólo puede darse por mandato del sujeto cuyos
intereses fueron violados por la falta de cumplimiento de la obligación... De esta manera, la dispo-
sición de la norma individual mediante la que ordena la sanción depende de la acción –demanda o
queja– del sujeto frente al cual existe la obligación no cumplida... En este sentido tener un derecho
subjetivo significa tener un poder jurídico otorgado por el derecho objetivo, es decir, tener el poder
de tomar parte en la generación de una norma jurídica individual por medio de una acción especí-
fica: la demanda o la queja.” (Kelsen, H., Teoría General de las Normas, Trillas, México, 1994, pp.
142-143). En nuestros días, y en sentido similar, Ferrajoli afirma que “(e)l segundo principio ga-
rantista de carácter general es el de jurisdiccionalidad: para que las lesiones de los derechos funda-
mentales, tanto liberales como sociales, sean sancionadas y eliminadas, es necesario que tales derechos
sean todos justiciables, es decir, accionables en juicio frente a los sujetos responsables de su violación,
sea por comisión o por omisión” (Ferrajoli, L., Derecho y razón, Trotta, Madrid, 1995, p. 917).
11 V., en este sentido, International Human Rights Internship Program, “Una onda en aguas tranquilas”,
Washington, 1997, p. 15.
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12 Alexy recalca la necesidad de distinguir conceptualmente entre el nivel de enunciados sobre derechos
(tales como “a tiene un derecho a G”) y enunciados sobre protección (tales como “a puede reclamar
la violación de su derecho a G a través de una demanda”). Cfr. Alexy, R., Teoría de los derechos fun-
damentales, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993, pp. 180-183. En el mismo sentido,
Canotilho, J. J. G., “Tomemos en serio los derechos económicos, sociales y culturales”, en Revista
del Centro de Estudios Constitucionales, Nro. 1, 1988, p. 252. Es probable que ambos tipos de
proposiciones no sean coextensos: tener un derecho parece además connotar un fundamento legí-
timo para realizar una acción o acceder a un bien, mientras que poder reclamar es sólo un aspecto
vinculado con la protección de esa posibilidad. De todos modos, el problema conceptual es el de la
relación entre ambos niveles: si el poder de reclamar la protección forma necesariamente parte de la
noción de derecho. Sin pretender resolver el problema, señalemos que la noción de derecho subjetivo
debe comprender al menos algún poder de reclamo. Exigir estipulativamente poder de reclamo en
todo caso de violación del derecho llevaría a conclusiones paradójicas: ninguno de los derechos es-
tipulados en las constituciones de países occidentales reuniría esta característica. El derecho de pro-
piedad, por ejemplo, que constituye la imagen o modelo alrededor de la cual giran las teorizaciones
modernas sobre el derecho subjetivo, sufre restricciones en las posibilidades de reclamo cuando el
que afecta el derecho es el Estado: en la tradición administrativa continental, las sentencias contra
el Estado sólo tienen efecto declarativo y carecen de ejecutabilidad. Puede enumerarse otras restric-
ciones a la posibilidad de reclamo ante la afectación del derecho de propiedad: insolvencia del deu-
dor, protección de los bienes del deudor por el régimen de bien de familia, situación de emergencia
económica, etcétera. Nadie en su sano juicio, sin embargo, negaría al derecho de propiedad el ca-
rácter de derecho por estas restricciones.
13 Para una discusión más extensa de esta Observación General, ver. Fairstein, C. y Rossi, J., “Comen-
tario a la Observación General N° 9 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales”,
en Revista Argentina de Derechos Humanos, Ed. Ad Hoc, Buenos Aires, Nro. 0, 2001, pp. 327-349.
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14 Lopes, J., “Direito subjetivo e direitos sociais: o dilema do Judiciário no Estado Social de direito”, en
Faria, J. E. (ed.), Direitos Humanos, Direitos Sociais e Justiça, Malheiros, San Pablo, 1994, p. 136.
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los tratados en los que sean Parte, y b) el “derecho a un recurso efectivo, ante
los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen
sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley”,
establecido por el artículo 8 de la Declaración Universal de Derechos Hu-
manos. Articulando ambos principios, el Comité señala que
los Estados Partes que pretendan justificar el hecho de no ofrecer ningún re-
curso jurídico interno frente a las violaciones de los derechos económicos,
sociales y culturales tendrán que demostrar o bien que esos recursos no son
“medios apropiados” según los términos del párrafo 1 del artículo 2 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, o bien que, a
la vista de los demás medios utilizados, son innecesarios. Esto será difícil de-
mostrarlo, y el Comité entiende que, en muchos casos, los demás medios
utilizados puedan resultar ineficaces si no se refuerzan o complementan con
recursos judiciales (punto 3).
De modo que, lejos de entender que los derechos económicos, sociales y cul-
turales no son justiciables, el Comité establece la fuerte presunción de que
la falta de recursos judiciales adecuados, que permitan hacer justiciables estos
derechos, constituye una violación autónoma del Pacto.
En síntesis, si bien puede concederse que existen limitaciones a la justi-
ciabilidad de los derechos económicos, sociales y culturales, cabe concluir en
el sentido exactamente inverso: dada su compleja estructura, no existe dere-
cho económico, social o cultural que no presente al menos alguna caracte-
rística o faceta que permita su exigibilidad judicial en caso de violación15. En
palabras de Alexy: “Como lo ha mostrado la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional Federal [alemán], en modo alguno un tribunal constitucional
es impotente frente a un legislador inoperante. El espectro de sus posibilida-
des procesales-constitucionales se extiende, desde la mera constatación de
una violación de la Constitución, a través de la fijación de un plazo dentro
del cual debe llevarse a cabo una legislación acorde con la Constitución, hasta
la formulación judicial directa de lo ordenado por la Constitución”16.
15 Cfr., para el caso del derecho a la salud, Leary, V.,“Justiciabilidad y más allá: Procedimientos de
quejas y derecho a la salud”, en Revista de la Comisión Internacional de Juristas, Nro. 55, 1995,
pp. 91-110, con interesantes citas jurisprudenciales.
16 Cfr. Alexy, R., Teoría de los derechos fundamentales, op. cit., p. 497.
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17 Dedicamos un espacio mucho más extenso al señalamiento de estrategias concretas para superar
estos obstáculos en Abramovich, V. y Courtis, C., Los derechos sociales como derechos exigibles, cit.,
capítulo 3.
18 Ver, por todos, Hart, H. L. A., El concepto de derecho, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1963, Cap. VII, 1.;
“El positivismo jurídico y la separación entre el derecho y la moral”, en Derecho y Moral; Contribu-
ciones a su análisis, Depalma, Buenos Aires, 1962, pp. 25 y ss; Carrió, G., Notas sobre derecho y len-
guaje, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1964, pp. 45 y ss.
En sentido idéntico al aquí señalado, cfr. la opinión de Trujillo Pérez: “En lo que hace a la impre-
cisión semántica, cabe decir que tal dificultad está estrechamente ligada con la justiciabilidad defi-
ciente, si bien no coincide con ella… (L)a dificultad en la determinación del contenido no se limita
a algún ámbito de derechos: también en el caso de los derechos de libertad el contenido resulta
difícil de establecer abstractamente. La crítica resultaría adecuada siempre que el ordenamiento ju-
rídico no dispusiese de medios para determinar el contenido, transformándose entonces en una
cuestión de política”. Trujillo Pérez, I., “La questione dei diritti sociali”, en Ragion Pratica 14, 2000,
p. 50.
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22 El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales es el órgano al que los Estados deben re-
mitir sus informes periódicos, dando cuenta del cumplimiento de sus obligaciones bajo el PIDESC.
Además de esta función, el Comité emite Observaciones Generales, que constituyen la interpretación
autorizada de las cláusulas del Pacto por parte del propio órgano de contralor. Hasta la fecha el Co-
mité ha emitido catorce Observaciones Generales: OG Nro. 1 (1989) “Presentación de Informes
de los Estados partes”; OG Nro. 2 (1990) “Medidas de Asistencia Técnica Internacional -art. 22
del Pacto”; OG Nro. 3 (1990) “La Índole de las Obligaciones de los Estados Partes - párrafo 1 del
art. 2 del Pacto”; OG Nro. 4 (1991) “El Derecho a la Vivienda Adecuada - párrafo 1 del art. 11 del
Pacto”; OG Nro. 5 (1994) “Personas con Discapacidad”; OG Nro. 6 (1995) “Los Derechos Eco-
nómicos, Sociales y Culturales de las Personas de Edad”; OG Nro. 7 “El derecho a una vivienda
adecuada (pár. 1 del art. 11 del Pacto): los desalojos forzosos” (1997); OG Nro. 8 “Relación entre
las sanciones económicas y el respeto a los derechos económicos, sociales y culturales” (1997); OG
Nro. 9 “La aplicación interna del Pacto” (1998); OG Nro. 10 “La función de las instituciones na-
cionales de derechos humanos en la prtección de los derechos económicos, sociales y culturales”
(1998); OG Nro. 11 “Planes de acción para la enseñanza primaria (art 14)” (1999); OG Nro. 12
“El derecho a una alimentación adecuada (Art. 11)” (1999); OG Nro. 13 “El derecho a la educación
(Art. 13)” (1999); OG Nro. 14 “El derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud” (2000).
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APUNTES SOBRE LA EXIGIBILIDAD JUDICIAL DE LOS DERECHOS SOCIALES
23 Véase Fabre, C., Social Rights under the Constitution, op. cit., pp. 156-157.
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Otro de los tradicionales obstáculos para hacer justiciables los derechos so-
ciales reside en el criterio sumamente restrictivo que suele emplear la magis-
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APUNTES SOBRE LA EXIGIBILIDAD JUDICIAL DE LOS DERECHOS SOCIALES
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Cabe, sin embargo, aun teniendo presente esta dificultad, formular al-
gunas observaciones. En primer término, no hay definiciones esenciales o
absolutas acerca del carácter “político” o “técnico” de una cuestión, de modo
que la línea demarcatoria entre estas cuestiones y las cuestiones cabalmente
“jurídicas” es una frontera movediza. Durante muchos años, en la tradición
constitucional estadounidense y, por reflejo, en la Argentina, el Poder Judicial
se negó a la revisión constitucional de la denominadas “cuestiones políticas
no justiciables”, cuyo contenido, sin embargo, fue variando cualitativamente:
muchas de las cuestiones antes consideradas “políticas” dejaron de serlo con
el tiempo, y el Poder Judicial amplió así sus poderes de revisión ante actos u
omisiones inconstitucionales de los poderes políticos24.
Por otro lado, no todas las obligaciones estatales en materia de dere-
chos sociales revisten el carácter de cuestiones “políticas” o “técnicas”: en mu-
chos casos, el control judicial requerido se adecua a los parámetros de control
habituales en materias comúnmente tratadas por el Poder Judicial.
Por último, el obstáculo apuntado tampoco resulta insalvable: a partir
de la propia conducta estatal, resulta posible “juridificar” una cuestión de
“política pública” o “técnica”, de modo que la cuestión jurídica y fáctica sobre
la cual deba juzgar el tribunal quede demarcada de manera clara.
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APUNTES SOBRE LA EXIGIBILIDAD JUDICIAL DE LOS DERECHOS SOCIALES
25 Véase al respecto, el lúcido análisis de José Reinaldo de Lima Lopes, “Direito subjetivo e direitos
sociais: o dilema do Judiciário no Estado Social de direito”, op. cit., pp. 114-138.
26 Muchas de estas dificultades no se ciñen exclusivamente a la protección de los derechos sociales,
sino que también se han puesto de manifiesto en el campo de las relaciones contractuales y extra-
contractuales contemporáneas. Así, el problema de la inadecuación de las acciones procesales tra-
dicionales atañe a la contratación masiva, a la prevención y reparación de daños masivos provocados
por productos elaborados, a la lesión de bienes colectivos tales como el medio ambiente, la salud
pública o el patrimonio histórico, etcétera. Algunos autores han acuñado la noción de “derecho pri-
vado colectivo” para referirse a este novedoso campo Véase Lorenzetti, R. L., Las Normas Funda-
mentales de derecho privado, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1995.
27 Basta cotejar simplemente las reglas de procedimiento que rigen la notificación, o el litisconsorcio y
la acumulación de acciones, o las dificultades prácticas que pueden imaginarse a la luz de la experiencia
forense, a la hora de enfrentar audiencias con multiplicidad de partes. Véase, en sentido similar, la
observación de Bujosa Vadell, comentando las class actions del orden federal estadounidense: “Aun
conscientes de la diversidad de contexto jurídico en el que nos desenvolvemos y con los usuales riesgos
del estudio comparativo, consideramos útil un detenido examen del procedimiento regulado en la
Rule 23 FRCP, introduciéndolo en el debate español de lege ferenda acerca de nuevas e imaginativas
soluciones para resolver los conflictos jurídicos en que intervienen masas de afectados, con el objetivo
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de adaptar los viejos esquemas individualistas a los nuevos tiempos, si bien respetando suficientemente
las garantías individuales” (Bujosa Vadell, L., “El procedimiento de las acciones de grupo (class actions)
en los Estados Unidos de América”, en Revista Justicia 94, Nro. 1, 1994, p. 68).
28 Una “laguna” que determina la falta de plenitud del sistema, de acuerdo con la terminología de Fe-
rrajoli. V. Ferrajoli, L., “El derecho como sistema de garantías”, op. cit., p. 24. Ferrajoli señala que
“(h)ay que reconocer que para la mayor parte de tales derechos (¿los derechos sociales?) nuestra tra-
dición jurídica no ha elaborado técnicas de garantía tan eficaces como las establecidas para los de-
rechos de libertad. Pero esto depende sobre todo de un retraso de las ciencias jurídicas y políticas,
que hasta la fecha no han teorizado ni diseñado un Estado social de derecho equiparable al viejo
Estado liberal, y han permitido que el Estado social se desarrollase de hecho a través de una simple
ampliación de los espacios de discrecionalidad de los aparatos administrativos, el juego no reglado
de los grupos de presión y las clientelas, la proliferación de las discriminaciones y los privilegios y
el desarrollo del caos normativo que ellas mismas denuncian y contemplan ahora como ‘crisis de la
capacidad regulativa del derecho’”, id., p. 30.
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APUNTES SOBRE LA EXIGIBILIDAD JUDICIAL DE LOS DERECHOS SOCIALES
violatorio prima facie del PIDESC –de acuerdo con la ya citada opinión del
Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales– y susceptible de ser
modificado. La actual inadecuación de los mecanismos o garantías judiciales
no dice nada acerca de la imposibilidad conceptual de hacer justiciables los
derechos sociales, sino que más bien exige imaginar y crear instrumentos
procesales aptos para llevar a cabo estos reclamos29.
Por otro lado, aunque algunas de las cuestiones mencionadas ciertamente
plantean inconvenientes, lejos están de constituir una barrera insuperable para
discutir judicialmente la violación de derechos sociales. Parte de la tradición
del derecho procesal contemporáneo ha comenzado hace tiempo a hacerse
cargo de estas dificultades de inadecuación del instrumental procesal here-
dado, tributario de una tradición individualista y patrimonialista, señalando
las necesidades de adaptación de las acciones judiciales previstas por los códi-
gos de procedimiento a problemas tales como la incidencia colectiva de ciertos
ilícitos, o la necesidad de atender urgentemente violaciones irreparables de
bienes jurídicos fundamentales. Las nuevas perspectivas de la acción de am-
paro individual y colectivo, los recientes desarrollos en materia de medidas
cautelares, las posibilidades de planteo de acciones de inconstitucionalidad,
los avances de la acción declarativa de certeza, las class actions, la acción civil
pública y los mandados de segurança y de injunção brasileños, la legitimación
del Ministerio Público o del Defensor del Pueblo para representar intereses
colectivos, son ejemplos de esa tendencia.La evolución constitucional y legis-
lativa de los últimos años es notoria en países como la Argentina y Brasil: por
29 Cfr. al respecto la opinión de Ferrajoli: “Más difícil resulta hallar el equilibrio en materia de derechos
sociales, aunque sólo sea porque las correspondientes técnicas de garantía son más difíciles y están
bastante menos elaboradas... (S)ería necesario que las leyes en materia de servicios públicos no sólo
establecieran contenidos y presupuestos de cada derecho social, sino que identificasen también a
los sujetos de derecho público investidos de las correlativas obligaciones funcionales; que toda omi-
sión o violación de tales obligaciones, al comportar la lesión no ya de meros deberes o a lo sumo de
intereses legítimos sino ya de derechos subjetivos, diera lugar a una acción judicial de posible ejercicio
por el ciudadano perjudicado; que la legitimación activa fuera ampliada, en los derechos sociales de
naturaleza colectiva, también a los nuevos sujetos colectivos, no necesariamente dotados de perso-
nalidad jurídica, que se hacen portadores de los mismos; que, en suma, junto a la participación po-
lítica en las actividades de gobierno sobre las cuestiones reservadas a la mayoría, se desarrollase una
no menos importante participación judicial de los ciudadanos en la tutela y la satisfacción de sus
derechos como instrumento tanto de autodefensa cuanto de control en relación a los poderes pú-
blicos” (Ferrajoli, L., Derecho y razón, op. cit., pp. 917-918).
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VÍCTOR ABRAMOVICH Y CHRISTIAN COURTIS
Por último, debemos señalar otro obstáculo de índole cultural, que potencia
algunos de los anteriores: la ausencia de tradición de exigencia de estos de-
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APUNTES SOBRE LA EXIGIBILIDAD JUDICIAL DE LOS DERECHOS SOCIALES
33 Cabe destacar, sin embargo, la existencia de una fuerte tradición de defensa de derechos laborales y
derechos vinculados con la seguridad social, fundamentalmente a partir del desarrollo de la abogacía
sindical.
34 Véase Gordon, R. W., “Nuevos desarrollos de la teoría jurídica”, en Courtis, C., Desde otra mirada.
Textos de Teoría Crítica del Derecho, EUDEBA, Bs. As., 2000, pp. 333-336.
35 El ya mencionado caso de la interpretación judicial del amparo colectivo en la Argentina constituye
un buen ejemplo de este fenómeno: las primeras sentencias referidas a la legitimación para actuar
se referían a temas ambientales; posteriormente, los principios extraidos de dichas decisiones judi-
ciales se trasladaron a temas de defensa del consumidor y del usuario de servicios públicos; conso-
lidada esta tendencia, se emplearon en materia de derecho a la salud, discriminación, etcétera.
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