CUENCA01

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CUENCA

INTRODUCCIÓN

Cuenca, área de la superficie terrestre drenada por un único sistema fluvial. Sus límites


están formados por las divisorias de aguas que la separan de zonas adyacentes
pertenecientes a otras cuencas fluviales. El tamaño y forma de una cuenca viene
determinado generalmente por las condiciones geológicas del terreno. El patrón y
densidad de las corrientes y ríos que drenan este territorio no sólo dependen de su
estructura geológica, sino también del relieve de la superficie terrestre, el clima, el tipo
de suelo, la vegetación y, cada vez en mayor medida, de las repercusiones de la acción
humana en el medio ambiente de la cuenca.

CONCEPTOS GENERALES

Las cuencas pueden considerarse como sistemas abiertos en los que es posible estudiar


los procesos hidrológicos; se llama sistema abierto al conjunto de elementos y
alteraciones interrelacionadas que intercambian energía y materia con las zonas
circundantes. La medición y análisis cuantitativo de sus características hidrográficas se
denomina morfometría de la cuenca. Por este motivo, la cuenca representa la unidad
fundamental empleada en hidrología, la ciencia que se ocupa del estudio de las
diferentes aguas en el medio ambiente natural. Constituye uno de los rasgos principales
del paisaje, cuyo proceso de formación en la mayoría de los continentes está
determinado por la erosión fluvial y el transporte y deposición de sedimentos. Ésta es la
razón por la que las cuencas también son la unidad básica de estudio de la geografía
física.

El estudio de las cuencas permite también mejorar la evaluación de los riesgos de


inundación y la gestión de los recursos hídricos gracias a que es posible medir la
entrada, acumulación y salida de sus aguas y planificar y gestionar su aprovechamiento
analíticamente. Asimismo, se ha comprobado que las investigaciones a pequeña escala
no son eficaces: si resuelven un problema concreto, suelen generar otros que afectan a
un sector diferente del sistema hidrográfico. Por lo tanto, se considera que la
administración integrada de las cuencas es el mejor método para el desarrollo de los
recursos hidrológicos y la regulación de los ríos.

FORMACIÓN DE LAS CUENCAS DE DRENAJE

Existen cuencas de muy distinta extensión: desde las oceánicas, que representan las


mayores cuencas del planeta, hasta las de áreas reducidas recorridas por pequeñas
corrientes. Algunas se han formado a través de procesos geológicos que provocan
dilataciones, hundimientos, fracturas o plegamientos de la corteza terrestre, o bien son
consecuencia de la actividad volcánica. Otras son el resultado de la erosión de la
superficie terrestre causada por el viento, el agua o el hielo. La estructura de las rocas
subyacentes influye en el impacto de la erosión sobre el terreno, que da lugar a la
existencia de zonas bajas que se forman sobre rocas erosionables y zonas altas con rocas
resistentes a la erosión. Dado que las rocas que aparecen en la parte ascendente de un
anticlinal (pliegue arqueado de la corteza terrestre causado por la compresión ejercida
sobre los estratos) son más débiles que aquellas comprimidas en la parte descendente de
un sinclinal (pliegue en forma de cubeta, donde los comprimidos estratos de la corteza
terrestre buzan hacia un eje central interior, al contrario que en un anticlinal), la erosión
suele provocar la inversión del relieve: las áreas elevadas pasan a ser cuencas y las
zonas anteriormente deprimidas forman líneas divisorias de aguas.

Cuando las rocas subyacentes de una cuenca son permeables, las aguas que atraviesan el


suelo, o aguas subterráneas, pueden filtrarse de una cuenca a otra. Por esta razón, los
límites de una cuenca de aguas subterráneas no siempre coinciden con las líneas
divisorias de aguas de la cuenca de drenaje de la superficie.

CUENCAS HIDROGRÁFICAS

El término precipitaciones se refiere a la cantidad de agua caída sobre un terreno en


forma de lluvia y nieve. Parte de esa agua vuelve a la atmósfera mediante la
evaporación directa y la transpiración de las plantas. Excepto en los ambientes más
áridos, la precipitación normalmente supera a la evapotranspiración. El excedente de
agua, llamado escorrentía, fluye a través del sistema de drenaje, aunque puede
almacenarse sobre la superficie del terreno, en áreas deprimidas y charcas, o en el suelo,
dando lugar a suelos húmedos y depósitos de agua subterránea por los procesos de
infiltración y percolación. Sobre la tierra, el agua de las precipitaciones sobrante
discurre rápidamente hacia los arroyos y ríos. Por el contrario, el agua infiltrada se
desplaza a menor velocidad, como interflujo y flujo transversal en los suelos
parcialmente saturados y como agua subterránea en suelos saturados.
Las cuencas reciben agua en forma de precipitaciones como parte del ciclo del agua
(ciclo hidrológico). Algunas precipitaciones regresan a la atmósfera una vez que han
sido captadas por la vegetación y se han evaporado en la superficie de las hojas y ramas.
La mayor parte se pierde por la evaporación que tiene lugar en el suelo y por la
transpiración de las plantas. En los climas áridos y semiáridos es habitual que todas las
precipitaciones se consuman de esta forma; la escorrentía sólo ocurre en ocasiones,
después de fuertes tormentas. La escorrentía depende, además de la tasa de evaporación,
de la pendiente del terreno, de la naturaleza de las rocas y de la presencia o ausencia de
manto vegetal. Cuando las precipitaciones superan a la pérdida debida a la evaporación
y transpiración, el excedente de agua sigue su curso en el sistema de drenaje y corre
sobre la superficie del terreno. Sin embargo, su avance no es uniforme; es posible que
las aguas se acumulen en lagos, suelos o como parte de las aguas subterráneas durante
largos periodos antes de fluir finalmente como escorrentía hasta alcanzar el canal de la
cuenca.

Las aguas que se infiltran y alcanzan la zona de aguas subterráneas permanentemente


saturada (agua freática), por debajo del nivel freático, actúan como caudal basal de los
ríos de la cuenca; las aguas de la zona parcialmente saturada (agua vadosa) fluyen, por
acción de la gravedad, por el suelo y por las áreas situadas por encima del nivel freático.
Las aguas que no logran filtrarse en el suelo discurren por la superficie. La proporción
de escorrentía que sigue estos diferentes caminos depende de diversos aspectos, algunos
de los cuales son propiedades permanentes de la cuenca (su geología, estructura y
relieve), mientras que otros factores pueden variar con el tiempo o como consecuencia
de las actividades del hombre (clima, suelos, vegetación), y en función de la
meteorología reciente de la cuenca (condiciones antecedentes). El drenaje del subsuelo,
facilitado por el agua vadosa y por las aguas subterráneas, se produce más lentamente
que el drenaje ocasionado por las aguas superficiales, un aspecto significativo a la hora
de considerar el caudal basal del sistema fluvial junto con los aportes de las
precipitaciones.

Las condiciones antecedentes son de gran importancia a la hora de determinar la


cantidad de escorrentía superficial. Cuando el suelo está saturado, el agua de lluvia no
puede infiltrarse. El agua fluye sobre la superficie y desagua rápidamente en la red de
canales. Después de una serie de tormentas consecutivas o de un periodo de
precipitaciones prolongado, el área del suelo saturado se expande, con lo que se
incrementa el caudal superficial. Esta situación ocasiona el vertido rápido de un gran
volumen de agua en el sistema de canales, cuya capacidad puede quedar rebasada y
provocar así una inundación. En las cuencas que reciben precipitaciones cuantiosas en
forma de nieve, pueden almacenarse grandes cantidades de agua en la superficie durante
los meses de invierno. La escorrentía de las cuencas se caracteriza a menudo por un
elevado caudal durante el deshielo primaveral. Si las temperaturas altas o fuertes
precipitaciones causan un rápido deshielo, se produce el riesgo de inundaciones.

PATRONES DE DRENAJE
Cuando la escorrentía se concentra, la superficie terrestre se erosiona creando un canal.
Los canales de drenaje forman una red que recoge las aguas de toda la cuenca y las
vierte en un único río que se halla en la desembocadura de la cuenca. El clima y el
relieve del suelo influyen en el patrón de la red, pero la estructura geológica subyacente
suele ser el factor más relevante. Los patrones hidrográficos están tan íntimamente
relacionados con la geología que son muy utilizados en geofísica para identificar fallas e
interpretar estructuras. La clasificación de los principales patrones incluye las siguientes
redes: dendríticas (en forma de árbol), enrejadas, paralelas, rectangulares, radiales y
anulares.

MORFOMETRÍA DE LAS CUENCAS

Órdenes de corrientes

El esquema de órdenes de corrientes, el primer método cuantitativo de análisis de las


redes de drenaje, fue desarrollado a principios de la década de 1940 por el ingeniero
hidráulico e hidrólogo americano Robert Horton. Las corrientes fluviales son
clasificadas jerárquicamente: las que constituyen las cabeceras, sin corrientes
tributarias, pertenecen al primer orden o categoría; dos corrientes de primer orden que
se unen forman una de segundo orden, que discurre hacia abajo hasta encontrar otro
cauce de segundo orden para constituir otro de tercera categoría y así sucesivamente.
Consecuentemente Horton estableció unas leyes o principios sobre la composición de
las redes de drenaje relacionadas con los órdenes de las corrientes y otros indicadores
asociados, tales como la longitud de los cursos fluviales y su número. Sin embargo, las
leyes de Horton han sido criticadas en los últimos años porque se apoyaban en una
aproximación estadística que no tenía su base en la manera de discurrir naturalmente el
agua y la formación de canales.
Las características de una cuenca y de las corrientes que forman el sistema hidrográfico
pueden representarse cuantitativamente mediante índices de la forma y relieve de la
cuenca y de la conexión con la red fluvial. Muchos de los índices son razones
matemáticas, por lo que pueden utilizarse para caracterizar y comparar cuencas de
diferentes tamaños.

El ingeniero e hidrólogo estadounidense Robert E. Horton fue el primero que estableció


un método cuantitativo para analizar las redes de drenaje. Esta clasificación de las
corrientes, desarrollada a comienzos de la década de 1940, establece una estructura
jerárquica. En el sistema original de Horton, una corriente que constituye la cabecera de
un río y carece de afluentes pertenece a la primera categoría. Dos corrientes de primera
categoría se unen para formar una corriente de segunda categoría; dos corrientes de
segunda categoría se unen para formar una de tercera categoría, y así sucesivamente.
Este sistema de clasificación muestra cómo se une cada corriente a la red y cómo está
conectada la red en su conjunto.

Los índices expresan el número y la longitud de la corriente, el cociente de bifurcación


y el área de drenaje. El número de corriente representa la cantidad de corrientes de cada
categoría de una cuenca de drenaje determinada. La longitud de corriente mide la
longitud media de una corriente de cada categoría, y se calcula dividiendo la longitud
total de las corrientes de una categoría dada por el número de corrientes de que consta.
La longitud de corriente aumenta exponencialmente al ascender de categoría. El
cociente de bifurcación es la proporción existente entre el número de corrientes de una
categoría y el de la siguiente. Se calcula dividiendo el número de corrientes de la
categoría inferior por el número de corrientes de la superior; suele ser constante en la
mayoría de las redes y oscila entre 3 y 5. El área de drenaje representa la extensión de
drenaje media de las corrientes de cada categoría; aumenta exponencialmente al
ascender de categoría.

Horton estableció en 1945 ‘leyes’ estadísticas de la composición de las redes de drenaje


en las que relacionaba la categoría, número, longitud y área de drenaje de las corrientes.
Las leyes de Horton, como se las denomina, fueron modificadas y ampliadas con
posterioridad, principalmente por los investigadores estadounidenses A. N. Strahler y R.
L. Shreve. No obstante, este enfoque estadístico de la morfometría ha sido criticado
recientemente por autores como el geógrafo K. S. Richards porque, según su opinión,
carece de fundamento dentro de la física de formación de canales y caudales de aguas;
asimismo, se ha señalado que la recopilación de datos morfométricos adolece de varios
problemas relacionados con la escala de los mapas y los ajustes dinámicos de la red
durante las inundaciones. Además, los estudiosos del tema están divididos con respecto
a la determinación de las cabeceras de muchas corrientes fluviales.

La morfometría hidrográfica actual tiende a centrarse en el área, longitud, forma,


atributos del relieve y densidad de drenaje de la cuenca. Los índices principales
empleados para analizar la forma y relieve de la cuenca son el cociente de alargamiento
y el cociente de relieve. El primero se calcula dividiendo el diámetro de un círculo de la
misma área que la cuenca de drenaje por la longitud máxima de la cuenca. Es muy
importante tener en cuenta esta proporción para comprender la hidrología de la cuenca y
calcular los riesgos de inundación. Esto se debe a que, dada una determinada cantidad
de lluvia, cuanto menos alargada sea la cuenca, mayor será la escorrentía máxima y
antes alcanzarán las aguas la salida o desembocadura. La ratio de relieve se define como
la diferencia de altura entre el punto más bajo y el más alto de la cuenca dividida por la
longitud máxima de la misma. La proporción de conversión de energía potencial en
energía cinética de las aguas que recorren la cuenca depende del cociente de relieve. La
escorrentía suele ser más rápida en las cuencas con pendiente, lo que provoca caudales
más elevados y mayor poder erosivo.

La densidad de drenaje está considerada como un índice relevante; se calcula dividiendo


la longitud total de los canales por el área global de la cuenca. Es una medida de la
textura de la red, y expresa el equilibrio entre el poder erosivo del caudal terrestre y la
resistencia del suelo y rocas de la superficie. Los valores oscilan entre 5 km de canal por
km2 en piedra arenisca, permeable y resistente a la erosión, y 500 km por km2 en tierras
arcillosas, impermeables y muy erosionables. La escorrentía y el caudal máximo
aumentan considerablemente con la densidad de drenaje.

CLASIFICACIÓN DE LAS CORRIENTES FLUVIALES

La red de corrientes se origina con el agua que recorre una superficie cuyo relieve y
erosión vienen determinados por la geología de la región y la estructura subyacente. Las
corrientes pueden clasificarse en cinco tipos atendiendo a su relación con la estructura
de la zona. Corriente consecuente es aquella cuyo curso sigue la pendiente inicial del
terreno, determinada por la geología. En las rocas plegadas, las consecuentes
longitudinales fluyen a lo largo de depresiones alineadas al eje de plegamiento; las
consecuentes laterales fluyen por los márgenes laterales de estas depresiones. Las
corrientes subsecuentes son afluentes de un río consecuente, se forman por la erosión
remontante y fluyen a lo largo de las líneas de debilidad que presenta la estructura
subyacente, tales como líneas de fallas o estratos débiles. Las corrientes resecuentes,
también denominadas corrientes consecuentes secundarias, son afluentes de las
corrientes subsecuentes y discurren en la misma dirección que las consecuentes, pero
son más jóvenes. Las corrientes obsecuentes son aquellas que fluyen en dirección
contraria a las consecuentes. Por último, las corrientes insecuentes son las que no
guardan una relación obvia con la estructura y no siguen un patrón predeterminado.

El patrón de canales, una vez establecido, puede perdurar incluso cuando la geología y


estructura iniciales se vean alteradas a causa de la actividad tectónica o de la erosión.
Existen dos clases generales de patrones hidrográficos persistentes: el drenaje
antecedente se produce cuando un sistema de canales mantiene su dirección original,
abriéndose camino a través de los bloques tectónicos que emergen a lo largo de su
recorrido; y el drenaje superimpuesto tiene lugar cuando un patrón se mantiene después
de que el terreno sobre el que se formó originariamente haya sido erosionado por
completo, lo que deja al descubierto rocas subyacentes con un buzamiento y estructura
diferentes.
Los patrones hidrográficos son dinámicos. Evolucionan como resultado de la acción del
agua, que erosiona, transporta y deposita rocas y sedimentos en los márgenes del canal.
Con el tiempo, estos procesos fluviales pueden modificar por sí mismos el patrón. Un
buen ejemplo de este fenómeno es la captura de un río, que se produce cuando la
erosión remontante causada por una corriente provoca la desviación de las aguas del
curso superior de un sistema fluvial hacia otro contiguo, dejando una corriente
decapitada en el sistema original. El cambio abrupto de dirección que suele tener lugar
en el punto de captura forma un ángulo muy marcado que se denomina ‘codo de
captura’. El río que padece este proceso recibe el nombre de corriente residual, porque,
sin la aportación de su cabecera, es demasiado pequeño para atravesar el valle que lo
contiene.

GESTIÓN DE LAS CUENCAS HIDROGRÁFICAS

Las cuencas han proporcionado al hombre una plataforma de desarrollo desde las


primeras civilizaciones conocidas de Mesopotamia (las cuencas del Tigris y del
Éufrates), Egipto (la cuenca del Nilo), India (las cuencas del Indo y del Ganges) y China
(la cuenca del Huang He, o Río Amarillo, y del Yang-tsê, o Río Azul). Ya los primeros
científicos e ingenieros reconocieron la necesidad de estudiar la escorrentía y
características de las cuencas. Los intentos por dominar el curso y almacenamiento de
las aguas se remontan a la antigüedad. Se han descubierto canales en las ruinas de
Nippur (Mesopotamia) que datan del 5200 a.C. Los egipcios destacan por haber
controlado el nivel de las aguas del río Nilo en el 3500 a.C.

Durante la mayor parte de la historia de la Humanidad, las cuencas han sido controladas


casi exclusivamente con el fin de incrementar su utilidad económica y reducir las
amenazas más peligrosas para los habitantes de la zona: las sequías y las inundaciones.
El objetivo principal ha sido la mejora del drenaje de la tierra y el control del caudal
fluvial para garantizar un suministro de agua suficiente para el riego y la industria,
aumentar la extensión de suelo apto para el cultivo y reducir los riesgos que plantean los
desbordamientos de los ríos. El hombre también ha utilizado las vías fluviales para
deshacerse de desperdicios domésticos y residuos industriales.

Esta concepción de la gestión hidrográfica llegó a su auge en las naciones desarrolladas


a mediados del siglo XX, cuando los proyectos de ingeniería a gran escala se hicieron
posibles gracias a los avances tecnológicos. Estos planes normalmente implicaban la
realización de diversas obras: sistemas de bombeo que permitieran desecar las tierras
pantanosas; presas para almacenar el suministro de agua, generar energía hidroeléctrica,
regular el caudal de los ríos y evitar inundaciones; embalses y canales fluviales para el
riego; y malecones para impedir inundaciones. Este tipo de construcciones pueden
encontrarse en todas las naciones desarrolladas, pero quizás los mejores ejemplos son la
Autoridad del Valle del Tennessee (Tennessee Valley Authority, TVA), en el sur de
Estados Unidos, y el Plan de Snowy Mountains en Nueva Gales del Sur (Australia), que
contempla el trasvase de agua de las cuencas de los ríos Murray y Darling.

La Autoridad del Valle del Tennessee

La Autoridad del Valle de Tennessee (TVA) es un buen ejemplo de un proyecto global


de gestión de cuenca hidrográfica. Se encuentra en los montes Apalaches, en la cuenca
del río Tennessee, un afluente del río Ohio, que es a su vez afluente del río Mississippi.
El área de la cuenca es superior a los 100.000 km2. La primera presa de la zona se
construyó en 1913. No obstante, hasta 1933 no se creó la TVA, cuya labor era realizar
un plan de gestión integrado en una política social y de desarrollo regional que pusiera
fin a los graves problemas de erosión y pobreza del suelo causados por las técnicas
tradicionales de explotación agrícola.

La mentalidad que inspiró a la TVA se anticipó a su tiempo. Sus objetivos eran los


siguientes: generación de energía hidroeléctrica y el suministro de agua regulado para la
industria, la agricultura y el uso doméstico; control de inundaciones en la cuenca y
reducción del riesgo de desbordamientos en el Bajo Mississippi; prolongación del tramo
navegable del río desde el golfo de México, remontando la corriente, hasta Knoxville
(Tennessee); reducción de la erosión del terreno mediante programas de reforestación y
conservación del suelo; y creación de áreas de recreo y reservas naturales. El éxito de la
TVA promovió la puesta en marcha de otros planes similares en Estados Unidos, como
los realizados en la cuenca de los ríos Colorado y Sacramento. Sin embargo, la TVA
construyó una serie de centrales nucleares en las décadas de 1970 y 1980 que han
resultado poco rentables y han acarreado fuertes críticas a este organismo por haberse
apartado de sus intereses originales, la administración de las cuencas.

La gestión de las cuencas en los países en vías de desarrollo

Las naciones occidentales comenzaron a exportar esta concepción de la gestión de


cuencas a los países en vías de desarrollo durante las décadas de 1950 y 1960. A pesar
de las buenas intenciones y los beneficios derivados de muchos proyectos, no tardó en
hacerse patente la existencia de problemas de base en la transferencia de la gestión de
los recursos de las cuencas hidrográficas. Por ejemplo, las economías débiles podían
quedar agotadas por los grandes costes de funcionamiento y mantenimiento de estas
construcciones, y la devolución de los créditos recibidos para financiarlas también podía
ocasionar dificultades tanto para el prestamista como para el prestatario. Asimismo, los
diseños complejos de muchas de estas obras, unidos a la carencia de conocimientos de
ingeniería y tecnología en muchas de estas naciones, han provocado la dependencia de
asistencia técnica del extranjero. Por último, muchos proyectos han tenido repercusiones
medioambientales, sanitarias, sociales y culturales inaceptables, que no habían sido
previstas por los ingenieros de recursos de aguas que los llevaron a la práctica. El Banco
Mundial ya no apoya la creación de grandes presas en naciones en vías de desarrollo y
ha retirado recientemente su apoyo al Proyecto del río Narmada (India). Dentro de los
planes de gestión hidrográfica de los países en vías de desarrollo se encuentra la presa
de Asuán, en el río Nilo (Egipto), y las múltiples presas y embalses del río Indo
(Pakistán).

La presa de Asuán, inaugurada oficialmente en enero de 1971, almacena las aguas del


lago Nasser y controla el caudal del río Nilo en Egipto. Fue construida como parte de un
proyecto de gestión hidrográfica que tenía los siguientes objetivos: evitar las
inundaciones que acontecían entre los meses de agosto y septiembre; garantizar un
suministro suficiente de agua para el riego que contrarrestara los efectos de las
prolongadas sequías que periódicamente azotan a Egipto y permitir la explotación
agrícola durante todo el año; incrementar la zona apta para los cultivos de regadío; y
generar grandes cantidades de energía hidroeléctrica para el desarrollo industrial y la
mejora del nivel de vida.

Estos fines se han conseguido y el proyecto ha supuesto un gran éxito por lo que


respecta a sus metas originales, como permitir el mantenimiento de la producción
agrícola en las épocas de las sequías más fuertes y prolongadas de la historia de Egipto.
Sin embargo, se han producido también consecuencias negativas, muchas de ellas
imprevistas. Los miles de nubios que fueron trasladados a otras zonas a causa de la
construcción del lago Nasser recibieron nuevas tierras y viviendas que han demostrado
ser inapropiadas para su sociedad y cultura. Los canales de riego agrícola y los
márgenes del lago Nasser son el hábitat perfecto para animales que transmiten
enfermedades, tales como el mosquito de la malaria y los caracoles que propagan el
parásito de la bilharziosis (schistosoma).

Por otro lado, ha detenido la deposición anual de limo fértil sobre la llanura aluvial del


Nilo, por lo que los agricultores tienen que utilizar más fertilizantes. La reducción del
limo también ha provocado otros efectos negativos; ha alterado el equilibrio entre la
acreción y el desgaste en el delta del Nilo, causando la erosión del delta y la destrucción
de los pueblos, granjas y valiosos pantanales de sus alrededores. Del mismo modo, la
pesca en la zona del delta se ha visto seriamente perjudicada, no sólo por la pérdida de
limo, sino también por la contaminación del río provocada por los fertilizantes,
herbicidas y pesticidas.

Debido a estos problemas, tanto las naciones desarrolladas como los países en vías de


desarrollo están replanteándose las metas tradicionales del aprovechamiento de los
recursos hídricos. Los ecologistas, geógrafos y estudiosos de las ciencias naturales se
cuestionan si las concepciones convencionales son sostenibles a largo plazo. Se ha
promovido así una reevaluación de la gestión hidrográfica y un reconocimiento más
amplio de la necesidad de aprovechar el agua de manera rentable y que impulse el
desarrollo económico a la vez que favorezca la conservación de los recursos naturales y
ecosistemas, para impedir de este modo una degradación medioambiental irreversible y
proteger las necesidades legítimas de las comunidades vulnerables.
Perú tiene tres grandes cuencas hidrográficas. La primera comprende alrededor de 50
ríos que nacen en La Sierra y descienden hacia la región de La Costa; la segunda, al río
Amazonas y sus afluentes en la región de La Selva; la tercera comprende a la cuenca del
lago Titicaca, que Perú comparte con Bolivia.

Los ríos Napo, Tigre y Pastaza nacen en Ecuador y se internan en Perú; el Napo
desemboca directamente en el río Amazonas y los otros dos son afluentes del río
Marañón. La frontera entre Perú y Colombia está delimitada por el río Putumayo.

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