Bello y Sublime
Bello y Sublime
Bello y Sublime
1. Sobre la Primera sección identifique las diferencias que propone Kant entre el
sentimiento de lo sublime y lo bello.
La manera en la que Kant se propone realizar la exposición acerca de los objetos del
sentimiento de lo bello y lo sublime está siempre acompañada de ejemplos tangibles que
por su cotidianidad nos resultan más fáciles de entender y adentrar. Por lo tanto, muchas
de las diferenciaciones que realiza Kant durante todo el texto están enmarcadas dentro
de acciones, situaciones o cosas específicas, sin embargo deja entrever atisbos acerca de
lo que son los sentimientos de lo sublime y de lo bello y sus diferencias.
Lo primero que establece Kant es que ambas sentimientos son excesivamente refinados
y agradables, pero que la emoción que producen se da de distinta manera. Lo sublime es
agradable pero puede ser al mismo tiempo melancólico o terrorífico, mientras que lo
bello conlleva además de agrado, alegría. Lo sublime conmueve, lo bello encanta. Lo
sublime posee un semblante serio, perplejo o asombrado, lo bello produce alegría y
brillo en los ojos, rasgos sonrientes y júbilo. Lo sublime es noble y magnífico, es grande
pero a la vez sencillo, lo bello por el contrario, es pequeño pero adornado u
ornamentado. Lo sublime es noble, se admira de manera silenciosa y prolongada, lo
bello es efímero.
2. Sobre la Segunda sección identifique las propiedades que plantea Kant entre el
sentimiento de lo sublime y lo bello.
Para Kant en el sentimiento sublime las cualidades sublimes inspiran respeto y las
emociones producidas son más fuertes, en lo bello las cualidades inspiran amor y las
emociones producidas son menos fuertes, por lo tanto, lo sublime fatiga más rápido,
mientras que en lo bello nada se cansa. La amistad tiene un carácter sublime, mientras
que el amor sexual tiene un carácter bello. Kant identifica en los vicios y defectos
morales algunos rasgos de lo sublime y de lo bello cuando no están siendo examinados
por la razón. Establece que en las bromas y en la jovialidad, cuando son inteligentes, se
ve reflejado lo sublime, mientras que si carecen de genialidad son solamente bellas. En
lo sublime se encuentra la verdadera virtud, los principios generales, donde reina el
dominio de las pasiones, mientras que en lo bello se encuentran las cualidades morales.
Por lo tanto, en lo sublime las virtudes son genuinas, en lo bello son adoptadas. El
corazón sublime es noble y recto, el corazón bello es bondadoso. Kant identifica
diferentes tipos de temperamentos en los hombres, cada uno con tendencias diferentes
hacia lo sublime o hacia lo bello; el melancólico parece tener más disposición para lo
sublime, el sanguíneo para lo bello, el colérico no aprecia ni lo sublime ni lo bello y el
flemático no tiene disposición, en un grado apreciable, para estos sentimientos. Se debe
resaltar, como lo dice Kant, que cualesquiera de estos finos sentimientos, bellos o
sublimes, podrían parecer falsos y absurdos ante el juicio de aquellos que carecen de
sensibilidad ante ellos.
El sentimiento sublime produce emociones que nos reclaman atención, que nos
interpelan a vivenciar y a apreciar la intensidad con la que dichas emociones demandan
cada parte de nosotros, lo sublime representa el sentimiento más refinado y más puro
que podremos llegar a sentir alguna vez, una totalidad capaz de llenar los vacíos de
aquellos hombres que tengan su inteligencia y su voluntad a la grandeza de lo
magnánimo.
4. Sobre la Tercera sección explique cómo Kant argumenta que el hombre y la mujer
son diferentes según su propia naturaleza.
6. Sobre la Cuarta sección señale las características nacionales a partir del sentimiento
de lo sublime y de lo bello.
En esta sección Kant se propondrá a identificar el carácter de las naciones a partir del
sentimiento que tienen con respecto a lo sublime y a lo bello. Encuentra que en el
carácter nacional aparece la expresión de lo sublime de tres maneras diferentes: Terrible,
que resulta a veces extravagante y es propio de los españoles, noble referido a los
ingleses y magnífico como característico de los alemanes. Comienza su exposición
considerando que en algunas de estas naciones el sentimiento de lo sublime y de lo bello
aparece de distinta manera, en los españoles, por ejemplo, el carácter es taciturno y veraz
y sensible a las grandes acciones, puede llegar a ser duro e incluso cruel, convirtiendo su
sentimiento de honor en arrogancia, pero con sensibilidad especial para la sublime. El
francés, por el contrario, es más sensible hacia lo moralmente bello, parece educado,
cortés y complaciente y sus sentimientos sublimes se encuentran subordinados al
sentimiento de lo bello, en algunas ocasiones pueden llegar a ser frívolos y su
sentimiento de honor se puede tildar de vanidoso, con gran sensibilidad para lo bello. El
inglés es frío e indiferente con aquel que le es extraño, aunque muy juicioso y maduro,
constante al punto de la obstinación, audaz y decidido, su sentimiento de honor se puede
tornar como orgulloso. En el alemán el carácter nacional presenta una convergencia
entre el inglés y el francés, pero adoptando más sentimientos de los ingleses, posee una
afortunada combinación entre lo sublime y lo bello que en algunas ocasiones se ve
amenazada por una obsesiva preocupación por la opinión de los demás, su sentimiento
de honor puede definirse como soberbio. El holandés es ordenado y diligente, pero solo
busca lo útil, por lo que no posee una profunda sensibilidad por el sentimiento de lo
bello y de lo sublime, su sentimiento de honor resulta petulante.
La primera y la segunda sección del texto en las que Kant expone de manera más
específica los pormenores que atañen al sentimiento de lo sublime y de lo bello,
capturaron mi atención a profundidad, sus visiones acerca de lo que produce la belleza y
la sublimidad se encontraron muy bien definidas y referenciadas e incluso llegaron a
concordar con varias de las reflexiones que había tenido con respecto a estos
sentimientos. Las referencias a situaciones de la cotidianidad reflejan un talento
desconocido de Kant para analizar al sujeto empírico y a los asuntos que le atañen en los
cuales puede, a través de sentimientos refinados, encontrarse un momento cerca de la
pureza. Aunque me encuentro en concordancia en algunos de los puntos que expone al
principio de la lectura, discrepo totalmente de sus apreciaciones en las secciones
siguientes, en las que sentí una displicencia con respecto a las mujeres y una soberbia
que raya con el racismo al referirse a las personas de color. Si bien entiendo que es
sensato realizar una reflexión anacrónica con respecto a las consideraciones del autor
que se encuentran enmarcadas en una época distinta, no puedo ocultar mi desdén por sus
ideas que subestiman al sexo femenino (ideas que tal vez influyeron a un autor tildado
de misógino como Schopenhauer) y lo reducen a una belleza, que aunque es importante,
se encuentra incompleta sin un grado de sublimidad suficiente. No tendría sentido, según
Kant, que yo, como mujer, me adentrara en la engorrosa tarea de leerlo y entenderlo, y
mucho menos de intentar comentarlo, puesto que los términos tratados a lo largo de este
trabajo son abstractos y complejos, escritos para ser estudiados por hombres sublimes, y
no por mujeres bellas, consideración que por muchas razones (aunque más por razones
personales) me parece absurda y presuntuosa. Sin menospreciar la genialidad de Kant
(como sí despreciaría él la mía) conozco a muchos hombres que no poseen en su carácter
nada de sublimidad y mujeres que no emanan ningún tipo de belleza, o por el contrario,
mujeres sublimes y hombres extremadamente bellos. Es de suponer que en su época,
debido a un machismo latente, no tuvo la oportunidad de conocer la sublimidad que el
sexo femenino podría alcanzar y la belleza que el sexo masculino ha expresado durante
las últimas décadas. Me gustaría escribir un par de líneas más poéticas que reflejaran el
magnífico carácter estético de la obra de Kant, pero mi inspiración se vio truncada por
varios comentarios entre líneas que me tomé de manera personal y que golpearon de
manera negativa un poco de mi orgullo femenino. Me contentaré con convencerme que
si Kant hubiera vivido en esta época y hubiera conocido a alguna mujer que valiera la
pena, no solo por su belleza sino también por su sublimidad, el texto sería diferente.