Clase 1.5. La - Traducción Editorial. Venturini.
Clase 1.5. La - Traducción Editorial. Venturini.
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La traducción editorial
santiago venturini / Universidad Nacional del Litoral – conicet
[email protected]
Resumen Abstract
¿Cuál es la especificidad de la noción «traducción What is the specificity of «editorial transla
editorial»? Más allá de concebirla como un tipo tion»? Apart from its being a type of translation,
de traducción, es posible pensar la traducción it is possible to think of it as an area of reflec
editorial como un ámbito de reflexión ligado al tion linked to the acknowledgment of a series
reconocimiento de una serie de cuestiones y pro of issues related to the design, production and
blemas relacionados con el diseño, la producción circulation of translated texts which belong in
y la circulación de las obras traducidas en el espa different national book markets and in the in
cio de los diferentes mercados nacionales del libro ternational translation market. By approaching
y de un mercado internacional de la traducción. diverse objects, practices and issues, the texts
Los trabajos que conforman este dossier in this dossier help us think about the inter
contribuyen al pensamiento del cruce entre play between translation and publication: the
traducción y edición a través del abordaje de selection of titles, collections and catalogs, the
diferentes objetos, prácticas y problemáticas: la translation of some authors' names and the role
configuración de títulos, colecciones y catálo of the translator as agent, among others.
gos editoriales, la traducción de determinados
nombres de autor y el rol del traductor como Key words: editorial translation • editorial policy •
agente, entre otras cuestiones. translation policy • Global Translation Market
Detrás del enorme interés actual por la traducción hay una historia breve. Diver Fecha de recepción:
sos trabajos críticos dedicados a la reflexión teórica sobre la traducción, empren 15/11/2016
Fecha de aceptación:
dieron una especie de genealogía de ese interés, aunque me interesa recuperar 22/2/2017
ahora una de sus afirmaciones básicas: superada la segunda mitad del siglo pa
sado, la traducción se volvió un objeto de estudio «autónomo». Esa autonomía
estuvo ligada al alejamiento de la lingüística —o ciertos trabajos producidos en
el marco de esa disciplina— que elaboró sus propias definiciones y modeló una
serie de conceptos para pensar la práctica, aunque sin ceder a su ambición pres
criptiva, lo que condujo a un anquilosamiento en su reflexión. La invención
académica de una disciplina dedicada específicamente a la traducción tuvo lugar,
como se ha afirmado más de una vez, a través del trabajo pionero que el poeta y
traductor James Holmes presentó en el marco del Tercer Congreso Internacional
de Lingüística Aplicada de Copenhague, en 1972: «Nombre y naturaleza de los
Estudios de traducción» (intervención que será publicada recién en 1987, luego
de la muerte de su autor). Holmes funda los «Estudios de traducción», a los que
define como una disciplina «empírica», dividida en dos grandes áreas: una pura
(los estudios descriptivos de traducción y la teoría de la traducción) y otra apli
cada (que incluye la formación de traductores, las ayudas a la traducción y las
políticas de la traducción) (Holmes:67–80). Esta distinción entre un área pura y
otra aplicada marca la adopción de un modelo científico y la pregnancia, en los
nuevos Estudios de traducción, de la lingüística (Venuti 2012:138).
No obstante, más allá de la intervención inaugural de Holmes, hablar de au
tonomía puede resultar algo paradójico, si se tiene en cuenta que la conquista de
legitimidad de la traducción estuvo y está ligada a su apertura a otras disciplinas
como la historia, la antropología o la sociología, que la abordan desde sus pro
pios repertorios teóricos e intereses. Esta «fragmentación metodológica» es una
característica de la investigación sobre traducción, «dispersa en diferentes áreas
institucionales, incluyendo no sólo la lingüística aplicada sino también las len
guas extranjeras, la literatura comparada, la filosofía y la antropología...» (Venuti
2007:294). Para algunos autores, se juega en este punto la originalidad de los
Estudios de traducción, que
hicieron más que simplemente recurrir a otras disciplinas; asimilaron y adaptaron dinámi
camente marcos teóricos y conceptuales para emplearlos en la teoría, la práctica y el análisis
de la traducción como producto, proceso y función. Más que volverse, a través de la simple
importación, un subcampo de disciplinas como la Lingüística o la Literatura comparada, los
Estudios de traducción lograron establecerse como una nueva e independiente —y en algu
nos casos general— (inter)disciplina. (Ferreira Duarte, Assis Rosa y Seruya:2–3)
Por su parte, Jeremy Munday expresa su inquietud sobre «la naturaleza disci
plinaria e identitaria de los Estudios de traducción», al preguntarse si tal frag
mentación no hace que se estudien cosas diferentes e incluso incompatibles; y
si los Estudios de traducción deben ser considerados una disciplina por derecho
propio, o más que una interdisciplina (Munday:426).
En la actualidad, la investigación sobre traducción, dentro y fuera de los Estu
dios sobre traducción propiamente dichos, se lleva a cabo a través de diferentes en
foques —como los «enfoques descriptivos», «los enfoques empíricos», que abarcan
los «estudios observacionales» (Künzli:55), como el análisis del comportamiento
de los traductores mediante técnicas como TAP (Think Aloud Protocols), y los
«enfoques comprometidos» (Brownlie:45-48), que reflexionan sobre el activismo
traductor— y de una proliferación asombrosa de temas de investigación que con
templan todas las combinaciones posibles del término «traducción» con nociones
y problemáticas más o menos actuales (traducción y migración, traducción y gé
nero, traducción y globalización, traducción e ideología, etcétera), hasta el sub
titulado, la traducción de cómics o la traducción automática; pluralidad que da
cuenta de una «abundancia de la discursividad traductológica» (Willson 2013:84).
En Argentina, es posible rastrear ensayos discontinuos sobre la traducción
—algunos ya clásicos, como los dos ensayos de Borges dedicados a la cuestión
(1926, 1932)— e intervenciones esporádicas en las páginas de las revistas literarias
y culturales, desde Sur hasta Sitio, Xul, el Diario de poesía, Punto de Vista u Otra
Parte. No obstante, la habilitación de la traducción como objeto de estudio se
llevó a cabo, en parte, gracias a una serie de trabajos de investigación y de obras
más generales dedicadas al tema, que aparecieron en el paso del siglo XX al XXI —
entre otros volúmenes: Romano Sued (1995, 1998, 2000, 2003, 2005); B radford
(1997); Sorá (2003); Willson (2004); Gambolini y otros (2004); Waisman (2005);
Adamo y otros (2006); Calefato y Godayol (2007) y Badenes y Coisson (2007)—
. Estos trabajos se concentraron en la traducción literaria —una tendencia mar
cada dentro de los Estudios de traducción, aunque no todas estas contribuciones
se inscriben en esos estudios—, lograron darle mayor visibilidad a la práctica y
propusieron su abordaje a través de nociones y categorías provenientes de distin
tos aportes teóricos, desde la hermenéutica hasta la antropología. El interés por la
traducción se mantuvo constante a partir de ese momento, tal como lo demues
tran el número de artículos publicados en diferentes compilaciones, revistas aca
démicas, actas de jornadas, simposios o congresos —imposible de citar aquí—,
pero también una serie de títulos específicos, muy diferentes entre sí, que van del
ensayo o el manual a la investigación, como los libros de Averbach (2011); Adamo
(2012); Perednik (2012); Muschietti (2013, 2014); Cohen (2014); Dujovne (2014)
y Gaspar (2014), entre otros. Es importante consignar, además, la circulación de
obras de autores extranjeros dedicadas al tema, traducidas en los catálogos de
pequeñas y medianas editoriales locales, como los títulos de Henri Meschonnic
(2004, 2007a, 2007b), Antoine Berman (2014, 2015) o Edith Grossman (2010),
que se suman a otros ya traducidos hace algunos años, como Paul Ricoeur (2004).
La circulación de estos autores da cuenta de un interés creciente por la cuestión
que, por supuesto, no puede ser percibido como un fenómeno exclusivo del es
pacio nacional, sino que se relaciona con la institucionalización creciente de la
traducción en otros espacios internacionales.
Este dossier se centra en el vínculo entre traducción y edición, dos prácticas tan
diferenciadas como históricamente superpuestas. La dependencia de la traduc
ción con respecto a un dispositivo editorial es un hecho básico de su existencia
(Sorá:36), algo que hace que la denominación adoptada para el título de este dos
sier, «traducción editorial», se lea casi como un pleonasmo. Las traducciones son,
indudablemente, objetos editoriales, aunque no siempre hayan sido pensadas ni
definidas como tales, debido en parte a la imposición histórica de otros modos
de definición, como los enfoques denominados ampliamente «hermenéuticos»,
los cuales abordan los actos de traducción como operaciones con el sentido de los
textos. Tal como lo señala Gisèle Sapiro, a pesar de constituir desde la segunda
mitad del siglo XIX el principal modo de circulación internacional del libro, la tra
ducción fue «durante mucho subestimada en los estudios sobre edición» (2014:3).
¿Cuál es, entonces, la especificidad del rótulo «traducción editorial»? En una de
finición posible se lee: «en la categoría de traducción editorial incluimos todas las
traducciones solicitadas por agentes o editores, destinadas a ser publicadas, con
independencia del tipo de texto e incluso de la modalidad de traducción de que
se trate» (Alonso:131). La amplitud de tal definición exige algunas precisiones. La
traducción editorial podría ser pensada como una práctica de traducción especí
fica, o más bien el conjunto de prácticas que intervienen en el proceso de selec
ción, publicación y comercialización de las obras traducidas, ligadas también a
un conjunto determinado de competencias y saberes acerca del mundo del libro.
No obstante, también es posible pensar a la traducción editorial no sólo como un
tipo en el interior de una taxonomía —al lado, por ejemplo, de la traducción le
gal—, tal como lo hacen ciertos autores, con otros fines legítimos (Gouadec:36),
sino también como una zona, un ámbito de reflexión ligado a la identificación
de una serie de cuestiones y problemas relacionados con el diseño, la producción
y la circulación de los libros traducidos en el espacio de los diferentes mercados
nacionales y del mercado internacional del libro. Vista desde esta perspectiva, la
traducción editorial constituye un área de estudio en el que aparecen cuestiones
diversas como la existencia de políticas editoriales y políticas de traducción, el
diseño de catálogos y colecciones de literatura traducida, el reconocimiento de
estrategias editoriales y su impacto en la «refracción» (Lefevere) y recepción de las
obras traducidas en diferentes contextos históricos; la dinámica de la práctica de
la traducción en diferentes mercados nacionales del libro (en su relación con fe
nómenos como la concentración o la polarización editorial) y la existencia de un
«mercado mundial de la traducción» marcado por una jerarquía de las lenguas;
la extraducción, la injerencia del estado y otras organizaciones gubernamentales
en la selección de las obras que se traducen a través de subsidios u otras formas
de regulación; el rol del traductor y de otros agentes (editores, correctores, di
rectores de colección, agentes literarios, funcionarios, etcétera) en la cadena de
producción del libro traducido; las condiciones laborales de estos agentes —en
especial el traductor—, la dimensión legal de la traducción de libros —desde los
contratos de traducción hasta la adquisición de derechos—, y todo un espectro
de temas y problemas capaces de expandir los que acaban de enumerarse.
Hablar de traducción editorial implica asumir que las obras extranjeras nunca
se traducen en un vacío y, en especial, que en el proceso de su configuración
como productos editoriales, las traducciones exponen desde el origen las marcas
de ese proceso. Tal como lo señala Sapiro: «La publicación de un texto en tra
ducción depende de políticas editoriales, es decir, un conjunto de elecciones y
estrategias adoptadas por los agentes editoriales —editores, editores de revistas,
traductores, agentes literarios— sobre la base de objetivos y valores, los cuales
pueden ser culturales, políticos y/o económicos» (Sapiro 2010:32).
Los trabajos reunidos en este dossier abordan el cruce entre traducción y edi
ción, aunque postulan diferentes formas de pensar ese vínculo, en relación con
temas y objetos también disímiles. No obstante, es posible agruparlos según cier
tas coincidencias e intereses.
Los tres artículos que abren el dossier piensan la traducción en el marco de
editoriales emblemáticas del siglo XX argentino, que diseñaron colecciones de
libros traducidos. En el marco de una exploración sobre la historia de la tra
ducción editorial en Argentina en las décadas del sesenta y setenta, Alejandrina
Falcón parte de la constatación del «lugar eminente» que tuvo la traducción en el
Centro Editor de América Latina (CEAL), la editorial fundada por Boris Spivacow
en 1966, cuya existencia se extendió por casi tres décadas. Falcón analiza el caso
de la Biblioteca Básica Universal (1968/1978), «la primera colección del CEAL que
publica literatura en traducción de manera masiva y sostenida en el tiempo». A
partir del dato de la escasez de recursos provocada por la crisis económica y de la
importancia de «variable económica» para la producción de nuevas traducciones,
Falcón describe cuatro prácticas mediante las cuales tomaron forma los títulos
de la colección: la reedición de obras ya traducidas y libres de derechos, la reali
zación o reutilización de traducciones indirectas, la adaptación de traducciones
y la rotación de traducciones de una colección a otra. A través de la descripción
de estas prácticas, el perfil de los traductores y la definición de la colección como
«conservadora en su textualidad y renovadora en sus criterios de selección», el
análisis la lleva a afirmar que en el caso de la Biblioteca Básica Universal, entre
1968 y 1983,«la publicación de traducciones de obras canónicas libres de derecho
cumplió un rol que trasciende la función literaria y aun el designio de una peda
gogía de las masas a través del libro». Por su parte, Eugenio López Arriazu propo
ne el análisis de uno de los títulos de esa misma colección del Centro Editor de
América Latina: la antología Poesía rusa del siglo xx, publicada en 1970 «en forma
to pequeño, con tapa blanda, papel barato y apenas noventa y cuatro páginas».
El trabajo de Arriazu aborda dos cuestiones. En un primer momento, indaga los
nombres de los poetas–traductores «de tan alto prestigio» que firman las traduc
ciones —Nicanor Parra, Rafael Alberti, Lila Guerrero, Gabriel Celaya, Blas de
Otero, José Luis Mangieri, Juan Gelman y Roberto Fernández Retamar, entre
otros—. En un segundo momento, analiza las «versiones» —tal como aparecen
definidas en la publicación— a partir del cotejo con los textos rusos, teniendo
en cuenta que muchas traduciones son indirectas; Arriazu considera «el proceso
de traducción entre original y versión final como una caja negra, adonde entran
y de donde salen (en lugar de estímulos y respuestas) el original y la traducción
una dirigida a autores que forman el canon histórico de la literatura argentina y otra dirigida a la
traducción de títulos recientes, que en muchos casos vinculan su masividad a otros productos de
la industria cultural, como las series de televisión o coproducciones cinematográficas, las cuales
generan una visibilidad de ese libro y una necesidad de publicación por parte del mercado.
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