Clase 1.5. La - Traducción Editorial. Venturini.

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/ Año 4, Nº 5 (Mayo 2017) ISNN 2362-5813 Dossier: La traducción editorial / Presentación 246–256

La traducción editorial
santiago venturini / Universidad Nacional del Litoral – conicet
[email protected]

Resumen Abstract
¿Cuál es la especificidad de la noción «traducción What is the specificity of «editorial transla­
editorial»? Más allá de concebirla como un tipo tion»? Apart from its being a type of translation,
de traducción, es posible pensar la traducción it is possible to think of it as an area of reflec­
editorial como un ámbito de reflexión ligado al tion linked to the acknowledgment of a series
reconocimiento de una serie de cuestiones y pro­ of issues related to the design, production and
blemas relacionados con el diseño, la producción circulation of translated texts which belong in
y la circulación de las obras traducidas en el espa­ different national book markets and in the in­
cio de los diferentes mercados nacionales del libro ternational translation market. By approaching
y de un mercado internacional de la traducción. diverse objects, practices and issues, the texts
Los trabajos que conforman este dossier in this dossier help us think about the inter­
contribuyen al pensamiento del cruce entre play between translation and publication: the
traducción y edición a través del abordaje de selection of titles, collections and catalogs, the
diferentes objetos, prácticas y problemáticas: la translation of some authors' names and the role
configuración de títulos, colecciones y catálo­ of the translator as agent, among others.
gos editoriales, la traducción de determinados
nombres de autor y el rol del traductor como Key words: editorial translation • editorial policy •
agente, entre otras cuestiones. translation policy • Global Translation Market

Palabras clave: traducción editorial • políticas


editoriales • políticas de traducción • Mercado mundial
de la traducción

Detrás del enorme interés actual por la traducción hay una historia breve. Diver­ Fecha de recepción:

sos trabajos críticos dedicados a la reflexión teórica sobre la traducción, empren­ 15/11/2016
Fecha de aceptación:
dieron una especie de genealogía de ese interés, aunque me interesa recuperar 22/2/2017

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ahora una de sus afirmaciones básicas: superada la segunda mitad del siglo pa­
sado, la traducción se volvió un objeto de estudio «autónomo». Esa autonomía
estuvo ligada al alejamiento de la lingüística —o ciertos trabajos producidos en
el marco de esa disciplina— que elaboró sus propias definiciones y modeló una
serie de conceptos para pensar la práctica, aunque sin ceder a su ambición pres­
criptiva, lo que condujo a un anquilosamiento en su reflexión. La invención
académica de una disciplina dedicada específicamente a la traducción tuvo lugar,
como se ha afirmado más de una vez, a través del trabajo pionero que el poeta y
traductor James Holmes presentó en el marco del Tercer Congreso Internacional
de Lingüística Aplicada de Copenhague, en 1972: «Nombre y naturaleza de los
Estudios de traducción» (intervención que será publicada recién en 1987, luego
de la muerte de su autor). Holmes funda los «Estudios de traducción», a los que
define como una disciplina «empírica», dividida en dos grandes áreas: una pura
(los estudios descriptivos de traducción y la teoría de la traducción) y otra apli­
cada (que incluye la formación de traductores, las ayudas a la traducción y las
políticas de la traducción) (Holmes:67–80). Esta distinción entre un área pura y
otra aplicada marca la adopción de un modelo científico y la pregnancia, en los
nuevos Estudios de traducción, de la lingüística (Venuti 2012:138).
No obstante, más allá de la intervención inaugural de Holmes, hablar de au­
tonomía puede resultar algo paradójico, si se tiene en cuenta que la conquista de
legitimidad de la traducción estuvo y está ligada a su apertura a otras disciplinas
como la historia, la antropología o la sociología, que la abordan desde sus pro­
pios repertorios teóricos e intereses. Esta «fragmentación metodológica» es una
característica de la investigación sobre traducción, «dispersa en diferentes áreas
institucionales, incluyendo no sólo la lingüística aplicada sino también las len­
guas extranjeras, la literatura comparada, la filosofía y la antropología...» (Venuti
2007:294). Para algunos autores, se juega en este punto la originalidad de los
Estudios de traducción, que

hicieron más que simplemente recurrir a otras disciplinas; asimilaron y adaptaron dinámi­
camente marcos teóricos y conceptuales para emplearlos en la teoría, la práctica y el análisis
de la traducción como producto, proceso y función. Más que volverse, a través de la simple
importación, un subcampo de disciplinas como la Lingüística o la Literatura comparada, los
Estudios de traducción lograron establecerse como una nueva e independiente —y en algu­
nos casos general— (inter)disciplina. (Ferreira Duarte, Assis Rosa y Seruya:2–3)

Por su parte, Jeremy Munday expresa su inquietud sobre «la naturaleza disci­
plinaria e identitaria de los Estudios de traducción», al preguntarse si tal frag­
mentación no hace que se estudien cosas diferentes e incluso incompatibles; y
si los Estudios de traducción deben ser considerados una disciplina por derecho
propio, o más que una interdisciplina (Munday:426).
En la actualidad, la investigación sobre traducción, dentro y fuera de los Estu­
dios sobre traducción propiamente dichos, se lleva a cabo a través de diferentes en­

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foques —como los «enfoques descriptivos», «los enfoques empíricos», que abarcan
los «estudios observacionales» (Künzli:55), como el análisis del comportamiento
de los traductores mediante técnicas como TAP (Think Aloud Protocols), y los
«enfoques comprometidos» (Brownlie:45-48), que reflexionan sobre el activismo
traductor— y de una proliferación asombrosa de temas de investigación que con­
templan todas las combinaciones posibles del término «traducción» con nociones
y problemáticas más o menos actuales (traducción y migración, traducción y gé­
nero, traducción y globalización, traducción e ideología, etcétera), hasta el sub­
titulado, la traducción de cómics o la traducción automática; pluralidad que da
cuenta de una «abundancia de la discursividad traductológica» (Willson 2013:84).
En Argentina, es posible rastrear ensayos discontinuos sobre la traducción
—algunos ya clásicos, como los dos ensayos de Borges dedicados a la cuestión
(1926, 1932)— e intervenciones esporádicas en las páginas de las revistas literarias
y culturales, desde Sur hasta Sitio, Xul, el Diario de poesía, Punto de Vista u Otra
Parte. No obstante, la habilitación de la traducción como objeto de estudio se
llevó a cabo, en parte, gracias a una serie de trabajos de investigación y de obras
más generales dedicadas al tema, que aparecieron en el paso del siglo XX al XXI —
entre otros volúmenes: Romano Sued (1995, 1998, 2000, 2003, 2005); B ­ radford
(1997); Sorá (2003); Willson (2004); Gambolini y otros (2004); Waisman (2005);
­Adamo y otros (2006); Calefato y Godayol (2007) y Badenes y Coisson (2007)—
. Estos trabajos se concentraron en la traducción literaria —una tendencia mar­
cada dentro de los Estudios de traducción, aunque no todas estas contribuciones
se inscriben en esos estudios—, lograron darle mayor visibilidad a la práctica y
propusieron su abordaje a través de nociones y categorías provenientes de distin­
tos aportes teóricos, desde la hermenéutica hasta la antropología. El interés por la
traducción se mantuvo constante a partir de ese momento, tal como lo demues­
tran el número de artículos publicados en diferentes compilaciones, revistas aca­
démicas, actas de jornadas, simposios o congresos —imposible de citar aquí—,
pero también una serie de títulos específicos, muy diferentes entre sí, que van del
ensayo o el manual a la investigación, como los libros de Averbach (2011); Adamo
(2012); Perednik (2012); Muschietti (2013, 2014); Cohen (2014); Dujovne (2014)
y Gaspar (2014), entre otros. Es importante consignar, además, la circulación de
obras de autores extranjeros dedicadas al tema, traducidas en los catálogos de
pequeñas y medianas editoriales locales, como los títulos de Henri ­Meschonnic
(2004, 2007a, 2007b), Antoine Berman (2014, 2015) o Edith ­Grossman (2010),
que se suman a otros ya traducidos hace algunos años, como Paul Ricoeur (2004).
La circulación de estos autores da cuenta de un interés creciente por la cuestión
que, por supuesto, no puede ser percibido como un fenómeno exclusivo del es­
pacio nacional, sino que se relaciona con la institucionalización creciente de la
traducción en otros espacios internacionales.
Este dossier se centra en el vínculo entre traducción y edición, dos prácticas tan
diferenciadas como históricamente superpuestas. La dependencia de la traduc­
ción con respecto a un dispositivo editorial es un hecho básico de su existencia

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(Sorá:36), algo que hace que la denominación adoptada para el título de este dos­
sier, «traducción editorial», se lea casi como un pleonasmo. Las traducciones son,
indudablemente, objetos editoriales, aunque no siempre hayan sido pensadas ni
definidas como tales, debido en parte a la imposición histórica de otros modos
de definición, como los enfoques denominados ampliamente «hermenéuticos»,
los cuales abordan los actos de traducción como operaciones con el sentido de los
textos. Tal como lo señala Gisèle Sapiro, a pesar de constituir desde la segunda
mitad del siglo XIX el principal modo de circulación internacional del libro, la tra­
ducción fue «durante mucho subestimada en los estudios sobre edición» (2014:3).
¿Cuál es, entonces, la especificidad del rótulo «traducción editorial»? En una de­
finición posible se lee: «en la categoría de traducción editorial incluimos todas las
traducciones solicitadas por agentes o editores, destinadas a ser publicadas, con
independencia del tipo de texto e incluso de la modalidad de traducción de que
se trate» (Alonso:131). La amplitud de tal definición exige algunas precisiones. La
traducción editorial podría ser pensada como una práctica de traducción especí­
fica, o más bien el conjunto de prácticas que intervienen en el proceso de selec­
ción, publicación y comercialización de las obras traducidas, ligadas también a
un conjunto determinado de competencias y saberes acerca del mundo del libro.
No obstante, también es posible pensar a la traducción editorial no sólo como un
tipo en el interior de una taxonomía —al lado, por ejemplo, de la traducción le­
gal—, tal como lo hacen ciertos autores, con otros fines legítimos (Gouadec:36),
sino también como una zona, un ámbito de reflexión ligado a la identificación
de una serie de cuestiones y problemas relacionados con el diseño, la producción
y la circulación de los libros traducidos en el espacio de los diferentes mercados
nacionales y del mercado internacional del libro. Vista desde esta perspectiva, la
traducción editorial constituye un área de estudio en el que aparecen cuestiones
diversas como la existencia de políticas editoriales y políticas de traducción, el
diseño de catálogos y colecciones de literatura traducida, el reconocimiento de
estrategias editoriales y su impacto en la «refracción» (Lefevere) y recepción de las
obras traducidas en diferentes contextos históricos; la dinámica de la práctica de
la traducción en diferentes mercados nacionales del libro (en su relación con fe­
nómenos como la concentración o la polarización editorial) y la existencia de un
«mercado mundial de la traducción» marcado por una jerarquía de las lenguas;
la extraducción, la injerencia del estado y otras organizaciones gubernamentales
en la selección de las obras que se traducen a través de subsidios u otras formas
de regulación; el rol del traductor y de otros agentes (editores, correctores, di­
rectores de colección, agentes literarios, funcionarios, etcétera) en la cadena de
producción del libro traducido; las condiciones laborales de estos agentes —en
especial el traductor—, la dimensión legal de la traducción de libros —desde los
contratos de traducción hasta la adquisición de derechos—, y todo un espectro
de temas y problemas capaces de expandir los que acaban de enumerarse.
Hablar de traducción editorial implica asumir que las obras extranjeras nunca
se traducen en un vacío y, en especial, que en el proceso de su configuración

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como productos editoriales, las traducciones exponen desde el origen las marcas
de ese proceso. Tal como lo señala Sapiro: «La publicación de un texto en tra­
ducción depende de políticas editoriales, es decir, un conjunto de elecciones y
estrategias adoptadas por los agentes editoriales —editores, editores de revistas,
traductores, agentes literarios— sobre la base de objetivos y valores, los cuales
pueden ser culturales, políticos y/o económicos» (Sapiro 2010:32).
Los trabajos reunidos en este dossier abordan el cruce entre traducción y edi­
ción, aunque postulan diferentes formas de pensar ese vínculo, en relación con
temas y objetos también disímiles. No obstante, es posible agruparlos según cier­
tas coincidencias e intereses.
Los tres artículos que abren el dossier piensan la traducción en el marco de
editoriales emblemáticas del siglo XX argentino, que diseñaron colecciones de
libros traducidos. En el marco de una exploración sobre la historia de la tra­
ducción editorial en Argentina en las décadas del sesenta y setenta, Alejandrina
Falcón parte de la constatación del «lugar eminente» que tuvo la traducción en el
Centro Editor de América Latina (CEAL), la editorial fundada por Boris Spivacow
en 1966, cuya existencia se extendió por casi tres décadas. Falcón analiza el caso
de la Biblioteca Básica Universal (1968/1978), «la primera colección del CEAL que
publica literatura en traducción de manera masiva y sostenida en el tiempo». A
partir del dato de la escasez de recursos provocada por la crisis económica y de la
importancia de «variable económica» para la producción de nuevas traducciones,
Falcón describe cuatro prácticas mediante las cuales tomaron forma los títulos
de la colección: la reedición de obras ya traducidas y libres de derechos, la reali­
zación o reutilización de traducciones indirectas, la adaptación de traducciones
y la rotación de traducciones de una colección a otra. A través de la descripción
de estas prácticas, el perfil de los traductores y la definición de la colección como
«conservadora en su textualidad y renovadora en sus criterios de selección», el
análisis la lleva a afirmar que en el caso de la Biblioteca Básica Universal, entre
1968 y 1983,«la publicación de traducciones de obras canónicas libres de derecho
cumplió un rol que trasciende la función literaria y aun el designio de una peda­
gogía de las masas a través del libro». Por su parte, Eugenio López Arriazu propo­
ne el análisis de uno de los títulos de esa misma colección del Centro Editor de
América Latina: la antología Poesía rusa del siglo xx, publicada en 1970 «en forma­
to pequeño, con tapa blanda, papel barato y apenas noventa y cuatro páginas».
El trabajo de Arriazu aborda dos cuestiones. En un primer momento, indaga los
nombres de los poetas–traductores «de tan alto prestigio» que firman las traduc­
ciones —Nicanor Parra, Rafael Alberti, Lila Guerrero, Gabriel Celaya, Blas de
Otero, José Luis Mangieri, Juan Gelman y Roberto Fernández Retamar, entre
otros—. En un segundo momento, analiza las «versiones» —tal como aparecen
definidas en la publicación— a partir del cotejo con los textos rusos, teniendo
en cuenta que muchas traduciones son indirectas; Arriazu considera «el proceso
de traducción entre original y versión final como una caja negra, adonde entran
y de donde salen (en lugar de estímulos y respuestas) el original y la traducción

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final». La conclusión de este análisis es que las traducciones de la antología del


CEAL «buscan erigirse en poemas» y en esa ambición «borran el original. Toda
traducción lo hace, pero esta pléyade setentista de poetas traductores lo hace
de modo radical». Finalmente, Martín Castagnet estudia el caso de la editorial
Minotauro, fundada en 1955 por Francisco «Paco» Porrúa, un sello netamente
traductor: «Minotauro fue, ante todo, una editorial dedicada a la traducción.
En los cuarenta y seis años desde la fundación hasta la venta a Planeta, sólo die­
cisiete libros se publicaron originalmente en castellano». En la primera parte de
su artículo, Castagnet explora el surgimiento de la editorial y el papel de Porrúa
como importador de un género casi nuevo en Argentina: la ciencia–ficción (que
contaba, no obstante, con algunos antecedentes). Para demostrar la novedad de
las traducciones de Minotauro, Castagnet propone una tabla donde detalla el
año de edición de cada traducción, el año de edición del original y la cantidad de
años transcurridos entre original y traducción. Posteriormente, se concentra en
el trabajo de Porrúa como traductor, bajo sus diferentes seudónimos, los cuales
variaban según la calidad de las traducciones publicadas —Francisco Abelenda
(o F.A.), José y Joaquín Valdivieso, Luis Domènech, Manuel Figueroa, Gregorio
Lemos y Ricardo Gosseyn.
En «El fin de la edad de oro: traducción y melancolía», Marietta Gargatagli
propone otra lectura de la denominada «edad de oro» de la edición argentina
(1938–1955): del relato de prosperidad de la industria editorial nacional al descu­
brimiento de una «atmósfera desolada». A través del análisis de diferentes inter­
venciones públicas y privadas —como la correspondencia de editores españoles y
latinoamericanos—, de discusiones y pronunciamientos sobre cuestiones como
el plagio y la piratería editorial —las llamadas «ediciones clandestinas»—, el artí­
culo de Gargatagli delinea un panorama marcado por el enfrentamiento de voces
ligadas a posicionamientos políticos, económicos y culturales contrapuestos, y
expone la estrategia de la industria editorial española frente al impulso de la
edición americana; estrategia que Gargatagli resume en términos contundentes:
«una política neocolonial que adulteró los intercambios culturales entre países».
Situado en el mismo período, el trabajo de Magdalena Cámpora aborda las
ediciones populares de clásicos franceses —el corpus canónico de la literatura
francesa (siglos XVI a XIX)— en Argentina, durante los años de la década in­
fame y el primer peronismo. Cámpora sostiene que la publicación de autores
como Stendhal, Flaubert y Victor Hugo en las colecciones de estas editoriales
constituye un gesto ambivalente: al tiempo que promocionan «grandes obras»
e «ilustres escritores», estos «proyectos comerciales de pedagogía cultural»
—como Tor o Ediciones Populares Calomino, un desprendimiento de la edito­
rial de ­Torrendell— manipulan los textos de origen y los reinterpretan a veces de
forma abrupta; estas reinterpretaciones son «mediadas —desde lo formal— por
la traducción, las ilustraciones, los paratextos, la puesta en colección, la folletini­
zación, los desplazamientos genéricos, los reagrupamientos temáticos y —desde
lo simbólico— por el propio estatuto líbero o “infame” de la edición popular».

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Cámpora analiza el diseño y la configuración de algunos de estos títulos, revisa


la noción de «clásico» e indaga el modo en que se construye discursivamente ese
«lector de clásicos» en el dispositivo paratextual que rodea a cada título.
Tres trabajos de este dossier proponen una reflexión sobre la traducción a partir
de determinadas figuras y nombres de autor. Juan Jesús Zaró revisa las traduccio­
nes editoriales «del autor extranjero más traducido en nuestros países y dotado
probablemente de mayor capital simbólico: William Shakespeare». Zaró repasa
los proyectos de traducción del corpus shakespereano en España y América, des­
de el siglo XIX, proponiendo un objeto específico: las «compilaciones», series «de,
al menos, quince traducciones de distintas obras de Shakespeare agrupadas en
torno al mismo proyecto o colección editorial, y publicadas de modo individual
o agrupadas en uno o varios tomos». El artículo es un inventario crítico que
avanza desde las versiones de Luis Astrana Marín —el único traductor de lengua
castellana que tradujo las obras completas del dramaturgo inglés—, hasta las
compilaciones del siglo XXI, como el proyecto Shakespeare por escritores —a la que
define como una colección fallida, a pesar de contar con ciertos rasgos inéditos,
como la presentación de «un colectivo multinacional de traductores»—, hasta
las Obras completas de editorial Losada, publicadas entre 2006 y 2009, o el Tea-
tro Completo publicado por Galaxia Gutenberg–Círculo de Lectores. El artículo
se cierra con un análisis de las últimas compilaciones a través de una cuestión:
la implicancia de la «ubicación editorial» y la nacionalidad de los traductores en
la configuración de las traducciones. Por su parte, María Julia Zaparart repasa la
importación al español de la obra del escritor francés Patrick Modiano, a través
de un caso: su novela Rue des boutiques obscures (Gallimard, 1978). A partir de la
constatación del dominio de los editores españoles sobre los derechos exclusivos
de traducción de autores como Modiano, Zaparart se centra en una de las pocas
novelas que cuenta con una primera traducción publicada en América Latina, y
propone un contrapunto entre esta, firmada por el escritor uruguayo Jorge Musto
y publicada por el sello venezolano Monte Ávila Editores en 1980 —actualmente
descatalogada—, y la de María Teresa Gallego Urrutia, publicada por la editorial
española Anagrama en 2009. Zaparart resume la trayectoria y la política editorial
de estos dos sellos, muy diferentes entre sí, repasa el perfil de ambos traductores
y avanza luego en el análisis de las traducciones. Si bien observa que son similares
y presentan diferencias sólo en relación con la variedad de español que eligen,
Zaparart afirma que ambas «parecen pasar por alto una de las características prin­
cipales de la narrativa de Modiano: el valor que adquiere en su obra la topografía
de la posmemoria», noción que define en el marco de la poética de Modiano,
para mostrar luego de qué manera aparece obliterada en las traducciones. Final­
mente, en «tu vino en mi boca», Lisa Bradford propone una intervención alejada
del artículo académico, cuyo fin es enseñar las apuestas que intervienen en el tra­
bajo material de la traducción. Traductora de Juan Gelman en inglés —­Between
Words: Juan Gelman’s Public Letter (2010), Com/positions (2013), Oxen Rage
(2015)— Bradford elabora una reflexión sobre el proceso de traducir a un poeta

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que hizo de la experimentación formal una marca constante de su obra. En su


visión sobre el alcance de la tarea de traducción de poesía —«el coraje traductor
exige una bravura que puede parecer poco ética»—, en la exposición detallada
de las elecciones y las decisiones propias que adoptó como traductora, Bradford
presenta su declaración de principios, marcada por la confianza en la potencia de
la traducción poética: «El vino de un poema pasa de una boca a otra creando un
poema totalmente nuevo: transformaciones que entretejen hilos encontrados en
el telar de cada nuevo lector, nuevo traductor, nuevo escritor. Nunca una pérdida,
siempre un hallazgo. Un trascendente valor agregado».
El artículo de Gabriela Villalba presenta una investigación sobre las represen­
taciones del español en la traducción en Argentina, específicamente, sobre «la
relación entre variedad diatópica y traducción editorial». Los datos de dicha in­
vestigación exigieron un trabajo de campo, la realización de «48 encuentros (8
exploratorios, 40 definitivos) consistentes en un primer momento de entrevista
semidirigida y un segundo momento de encuesta cerrada, a 49 agentes del campo
editorial argentino y a formadores de traductores». Villalba se centra en el diseño
metodológico de la investigación, que aparece expuesto de forma detallada: desde
los tipos de entrevista y encuesta, hasta el perfil de los entrevistados y entrevis­
tadoras y las diferentes etapas del trabajo de campo. Hacia el final, se presentan
las primeras conclusiones, los «resultados interpretativos» del trabajo anterior.
En especial la constatación, en los agentes entrevistados y encuestados, de una
representación: la diferencia de estatuto entre el autor y el traductor y «una fuerte
asociación de los usos lingüísticos argentinos con la escritura autoral y del tuteo
y los rasgos considerados “neutros” con la escritura traductiva». Como lo señala
Villalba, esta diferencia no responde «a una demanda concreta del mercado (al
menos no de modo exclusivo) ni a razones lingüísticas objetivas, sino que ancla
fuertemente en habilitaciones ideológicas que se expresan en términos de tole­
rancia e intolerancia, de valoraciones, de capitales simbólicos que legitiman a
determinadas figuras para proceder discursivamente de determinadas maneras».
Laura Fólica propone un acercamiento crítico al proyecto de Ley de traducción
autoral («Ley de Derechos de los Traductores y Fomento de la Traducción»), pre­
sentado en 2013 por un grupo de traductores profesionales de Argentina. Dicho
proyecto surge frente a la necesidad de una ley que regule específicamente la
actividad de la traducción editorial, por fuera del Régimen de Propiedad Inte­
lectual —la pionera Ley 11.723, sancionada en 1933— que constituye la actual
referencia legal, pero presenta numerosos vacíos en relación con la traducción.
Si bien las dos primeras versiones de este proyecto perdieron vigencia parlamen­
taria —actualmente se prepara una tercera versión—, la iniciativa del frente que
impulsa la ley le dio difusión pública al proyecto, el cual generó discusiones, en
especial entre los mismos traductores. Laura Fólica se detiene en el controversial
—para algunos— artículo 2, que define a los traductores como «las personas físi­
cas que realizan la traducción de obras literarias, de ciencias sociales y humanas,
científicas y técnicas sujetas a propiedad intelectual, cualquiera sea su forma­

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ción profesional». El último segmento de la oración generó un desacuerdo entre


los redactores del proyecto de ley y otras organizaciones de traductores como la
FAT (Federación Argentina de Traductores) y el CTPCB (Colegio de Traductores
Públicos de la Ciudad de Buenos Aires), quienes piensan la formación sólo en
términos de «titulación», y se oponen a la figura del traductor «autodidacta».
Fólica analiza minuciosamente los argumentos de estos traductores y formadores
y recurre a la sociología de los bienes simbólicos de Bourdieu para explicar las
diferentes posiciones de los agentes y revelar «un espacio estructurado jerárquica­
mente, con un sector dominante y otro dominado, dinamizado por luchas para
la apropiación de ciertos capitales».
Si la traducción suele pensarse como una práctica predominantemente im­
portadora, ligada a la incorporación de textos y autores en el espacio editorial
vernáculo, el trabajo de Daniela Szpilbarg explora el reverso de esa operación,
la denominada «extraducción», a través de un caso: la traducción de autores ar­
gentinos en países extranjeros. Su artículo analiza el Programa Sur de apoyo a
las traducciones, creado en 2009 a través de una resolución del Ministerio de
Relaciones Exteriores y Culto de Argentina. Antes de emprender ese análisis,
Szpilbarg repasa el fenómeno de la mundialización editorial y la conformación
de un mercado internacional del libro, marcado por una jerarquización —en
términos de prestigio simbólico y poder económico— de las lenguas traductoras.
El análisis, que se concentra en un año de actividad del Programa Sur —2012—,
revisa las obras argentinas vendidas a editoriales extranjeras, en relación con pa­
rámetros como el género —los géneros literarios son los predominantes—, el
país traductor —Francia e Italia son los más importantes, y en menor medida,
Alemania, Brasil y Bulgaria—, las lenguas de traducción —parámetro en clara
relación con el anterior, lo que pone al francés y al italiano en primer lugar— y
la editorial de origen de las obras traducidas. A partir de los datos expuestos,
Szpilbarg identifica la existencia de dos tendencias en la traducción de obras de
escritores argentinos:

una dirigida a autores que forman el canon histórico de la literatura argentina y otra dirigida a la
traducción de títulos recientes, que en muchos casos vinculan su masividad a otros productos de
la industria cultural, como las series de televisión o coproducciones cinematográficas, las cuales
generan una visibilidad de ese libro y una necesidad de publicación por parte del mercado.

Desde el diseño de los títulos y catálogos de sellos fundamentales en la tradi­


ción editorial argentina como el Centro Editor de América Latina o Minotauro,
hasta la reciente implementación en nuestro país de un programa dedicado a
regular la extraducción de obras; desde la revisión de tópicos como la «edad de
oro» de la industria editorial argentina, hasta las representaciones sobre la lengua
que vehiculizan los traductores que trabajan para las editoriales, los artículos que
conforman este dossier abordan diferentes objetos, prácticas y problemas, y seña­
lan posibles entradas para pensar el cruce entre traducción y edición.

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