Curso de Teologia Moral Fundamental PDF

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TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL.

Capítulo primero
MORAL Y ÉTICA.
Darío Martínez Morales - Roberto Solarte Rodríguez..

En el origen de la distinción entre ética y moral se encuentra un hecho


etimológico: las palabras griegas "èthixós, éthos", que significaban carácter,
modo de ser, se tradujeron al latín como "éthicûs", aunque también los latinos
empleaban una familia de palabras sinónimas: "morâlis, môs, môris", con el
sentido de deseo, capricho, uso, costumbre, manera de vivir. Esto explica que
en la vida corriente se empleen "ética" y "moral" como términos
intercambiables, aunque se ha llegado a establecer la diferencia de llamar
moral a la costumbre y ética a la reflexión filosófica sobre lo moral, es decir,
al estudio de los conceptos de la "razón práctica": bien, correcto, deber,
obligación, virtud, elección, etc. (nota 01). Por otra parte, estos dos antiguos
términos han visto modificado su sentido de manera que no se han conservado
sin modificaciones a lo largo del desarrollo de la cultura occidental.
Actualmente, en nuestro contexto latinoamericano, estos términos se usan con
una pluralidad de significaciones, en ocasiones demasiado laxas, en ocasiones
demasiado ambiguas y, en algunos casos, se entiende por las palabras en
cuestión una misma cosa. Ante este panorama de diversidad, el intento de este
escrito es aclarar dichos términos y proponer, a manera de "reglas",
lineamientos para su correcto empleo. No se trata de reñir con el lenguaje
corriente y con el uso que de los términos moral y ética se hace, sino, por
sobre todo, precisar y esclarecer los múltiples problemas que podemos evitar
si hacemos un adecuado empleo de estas dos palabras.

Moral
En un primer momento la moral surge como la pregunta por la rectitud de las
acciones. Cuándo nos interrogamos sobre nuestra actuación ¿Estaría bien lo
que hice? Cuando enjuiciamos el comportamiento de alguien, diciendo: "me
pareció injusto lo que hiciste". Cuando aludimos a las obligaciones, deberes, o
a ideales como lo justo o lo deseable, en frases como: " realmente, deberías
hacer esto"; en todos estos casos, se ponen en juego nuestras apreciaciones
sobre lo acertado o desacertado que resultan las acciones humanas. Estos
juicios e interrogantes sobre las diversas acciones apuntan a lo que
consideramos que está o no está bien realizar.
La pregunta por el bien está en el fondo de la problemática moral: ¿Qué está
bien hacer? Este interrogante, naturalmente, se lo formula un hombre
concreto, en un contexto sociocultural determinado y en unas circunstancias
históricas que son peculiares para él. Por tanto, la persona en cuestión se
pregunta sí su actuación pertenece a la clase de acciones aprobadas por regla
general en la comunidad en la que vive. Así las cosas, la acción moral es tal, si
está acorde con la práctica aceptada en un contexto. Lo moral es el conjunto
de normas aceptadas socialmente, que buscan armonizar la convivencia entre
los hombres de determinada comunidad. Los problemas morales, expresados
en juicios o preguntas sobre las actuaciones, se resuelven en la confrontación
con las prácticas comunitariamente aceptadas y propuestas como normas de
conducta. En consecuencia, la moral es un conjunto de normas que regulan las
conductas de los hombres en determinada sociedad.
Esta "reglamentación" moral se origina en las prácticas concretas que surgen
en una sociedad con miras a posibilitar la convivencia humana. Se quiere
llamar aquí la atención sobre este asunto: el plano de lo normativo, el deber-
ser o lo moral, tiene su génesis en prácticas nacidas en el mundo de la vida
cotidiana, el ser o la moralidad. Naturalmente, este código de conductas se
integrará en las costumbres y en la cultura de la sociedad que lo hizo posible.
Moral y moralidad interactúan en una relación que las implica
indisolublemente. Como moral en acción, la moralidad se recoge en el término
moral.

No obstante, es preciso distinguir y no confundir el plano de lo normativo con


el de lo efectivo o de las costumbres vividas. Aunque aquí esta distinción es
aclaratoria, porque como ya dijimos, integraremos prácticas y normas a lo que
venimos denominando como moral.

Es relevante insistir aquí en los hechos, pues la moral es creada por una
comunidad humana (tribu, clase, nación, sociedad, etc.), brota de sus
necesidades y se inscribe en un contexto histórico y cultural. Por tanto, toda
moral es relativa a una época histórica y a unas circunstancias sociales y
culturales bien precisas. El ser humano, al socializarse en determinado
contexto, hace suya cierta moral. Ya en el aprendizaje del lenguaje están
delineadas formas de vida que son, en este caso, directrices morales que el
individuo deberá a su medio y a su cultura. El ser humano existe en una
sociedad desde siempre y no podrá prescindir de ella a voluntad. Nadie
construye su moral de manera perfectamente íntima, ni porta una moral
privada, sino que ésta es el producto de sus vivencias en una sociedad que lo
llevan a conformar "cierta moral". El ambiente e influjo familiar, el grado de
educación, el entorno experiencial, delinearán determinada moral. La moral de
un ser humano concreto es hija de una situación contextual, también bastante
concreta. Aquí no existe remedio alguno. Pero esto no implica que el ser
humano en cuestión, debido a su experiencia existencial única, no se apropie
de su contexto de forma diversa a otros seres humanos y acabe
"interiorizando" una moral propia de sus contingencias. Se considera
importante llamar la atención sobre este punto, porque en su percepción radica
una importante diferencia entre lo moral y el derecho.

Mientras la legalidad moral exige una adhesión íntima y un convencimiento


personal del ser humano, la legalidad jurídica debe cumplirse aún sin estar
convencidos o tener una adhesión personal. La esfera del derecho aparece a
cada individuo como una imposición o algo involuntario, mientras que en la
esfera de lo moral el proceso de la apropiación del individuo es condición sin
la cual no podemos llamar a un acto "moral". Este aspecto "personal" de la
moral tiene como consecuencia legítimas controversias morales que enfrentan
acciones individuales con prácticas sociales aceptadas, donde, como lo
decíamos al inicio, no se ponen en cuestión las normas de rectitud acogidas en
determinado contexto.

Cabe la posibilidad de que la problemática moral se prolongue, si al intentar


resolver una cuestión de conducta entran en contradicción dos normas o
deberes morales. Tal caso no se presenta si la norma responde de manera no
ambigua y apropiada a la acción. Pero si, como son los casos más importantes
en moral, cuando surgen cuestiones prácticas que señalan caminos diversos y
en ocasiones enfrentados. Se hace necesario, entonces, establecer criterios
ulteriores. Considerese el caso en que tú prometieras a alguien ir al cine y que
hayan fijado una hora para el encuentro, pero que, de modo inesperado, sea
solicitada tu ayuda para cuidar a tu madre que enfermó repentinamente. Aquí
tienes el ejemplo de un conflicto de deberes: "cumplir mis promesas" frente a
"ayudar a los demás" (más aún sí se trata de mi madre). Propuesta tal
divergencia entre estas dos exigencias, el conflicto se resolverá si se
consideran, tanto como se pueda, los riesgos que van implicados en ignorar
alguno de los dos deberes. Aquí se trata de elegir "el menor de los dos males".
Mirar las consecuencias menos funestas ayuda a resolver este impase. Nótese
bien que en esta problemática moral se apela a las consecuencias en la
ausencia de una norma o deber pertinente. Así, lo que indica que alguien se
incline en busca de una práctica aceptada como patrón de conducta, o en
busca de las mejores consecuencias de su acción, son las circunstancias
específicas de la problemática moral particular.

Es obvio, pero por ello no hay que dejar de decirlo, que la moral de una
sociedad está viva, esto es, que los cambios económicos, sociales, políticos,
culturales inciden sobre la moral considerando sus prácticas y normas
demasiado restrictivas o demasiado laxas. Existe un flujo y contra flujo entre
todas las instancias sociales y la moral. En este sentido, se sostienen prácticas
y códigos aceptados, o se resuelven los conflictos apelando a las prácticas más
tradicionales, o se transforman las reglas cuando se encuentran otras que
permiten prever mejores resultados.

Un asunto que requeriría detenerse un poco es el de la confrontación entre


diversos y diferentes códigos normativos, o entre normas de diferentes marcos
morales. Cuando nos preguntamos por ejemplo, ¿Qué sería mejor, la
monogamia de las sociedades cristianas occidentales o la poligamia de las
sociedades mahometanas orientales?, estamos enfrentando no solamente dos
normas, sino dos códigos morales y con ello, dos formas de vida, dos prácticas
aceptadas cada una en su contexto. No tiene ningún sentido buscar privilegiar
alguna de ellas sobre la otra, si no es un auténtico discernimiento existencial el
que se realiza, donde realmente se pone en juego el cambio de una práctica
por la otra. En este caso, esta disyuntiva sería un asunto personal, y la decisión
final también: o me quedo perteneciendo a una sociedad occidental cristiana, o
prefiero ir a vivir como miembro de una sociedad mahometana. Sea lo que
fuere, lo que me impulsa a privilegiar una práctica sobre la otra es una
preferencia personal, según la cual creo que voy a lograr mayor felicidad
asumiendo una forma de vida y dejando la otra (nota 02).

Hasta aquí entonces, no tenemos más que lo moral presentado como diversas
costumbres y reglas de convivencia, que se encuentran interactuando desde
sus diversos contextos. Si quisiéramos plantearlo de otra forma, diríamos que
propiamente no existe "la moral" sino diversas moralidades en relaciones de
semejanzas y de conflictos. Quien quisiera sobrepasar este contextualismo
moral en búsqueda de una moral más global o de valoraciones más
universales, se encontraría con el problema del relativismo moral. Esto es, con
la carencia de un absoluto moral que rija como patrón las diversas
moralidades concretas. Aunque el patrimonio histórico - cultural humano ha
mostrado en su transcurrir la conquista de ciertos valores, de ciertas normas,
de ciertas prácticas que en diferentes sociedades perduran y no pierden su
vigencia, cabe la pregunta de sí esto da pie para consolidar un canon moral
universal que rompa dicho relativismo. Parece indiscutible describir el
panorama moral actual como abierto a la diversidad y el desacuerdo. Por otro
lado, resultaría interminable un posible debate entre los defensores de las
diversas morales, pues se carece, como ya anotamos, de un patrón moral que
pueda entrar a legislar entre tanta propuesta (nota 03). Si se persiste en
legitimar o fundamentar cierta moral sobre otra, este ejercicio propiamente ya
no compete a la moral, pero, ¿Será posible?

Ética
La moral se vive, pero también se puede pensar. Esto significa que el esfuerzo
por pensar el fenómeno moral que estamos llevando a cabo desde el aparte
anterior, es ya ético; esto es, moral pensada. Existe un cambio de nivel entre
moral y ética determinado por la reflexión. No es que la persona que viva la
moral no reflexione sobre sus actos, sino que la reflexión que identifica la
ética no es cualquiera. Es una reflexión de carácter filosófico. Reflexionar
filosóficamente sobre el asunto moral, significa preguntarse por la
racionalidad contenida en esa experiencia humana, significa hacer análisis del
lenguaje usado en este campo, significa explicar un tipo de experiencia. Para
algunos significa, en fin, fundamentar e intentar justificar cierto tipo de moral.
Lo que es cierto aquí, es que estamos en el campo de la teoría. La ética es
teoría moral, estudio filosófico de la moral, investigación desde las
coordenadas de la reflexión filosófica del tema moral.
Las ciencias de cualquier especialidad pueden asumir una investigación de lo
moral. Sin embargo, ello no es en sí propiamente "hacer ética". La
antropología, la psicología, la biología, la economía, la sociología, están en
condiciones de acceder a un estudio de la experiencia moral. Esto
efectivamente contribuye a enriquecer el bagaje teórico de cada disciplina,
pero no es propiamente ética. No obstante, las diversas explicaciones logradas
en el plano científico contribuirán, dirigirán y orientarán a diversas
investigaciones filosóficas sobre la moral. La ética no puede realizarse sino en
un continuo diálogo de disciplinas que versen sobre la moral, y de cara a la
experiencia moral que se vive en la sociedad que se intenta comprender.
Aunque el saber de la filosofía es distinto del saber científico, sólo una
filosofía que no de la espalda a otros saberes, entrará enriquecida al análisis
moral.

Cuando la filosofía se dispone a desentrañar la racionalidad contenida en la


moral, lo que estudia es una forma de conducta humana que los hombres
consideran valiosa, obligatoria y debida en un contexto cultural e histórico
concreto. Lo propio de la ética no es crear moral, pues la ética no se puede
entender como una disciplina normativa, cuya tarea sea señalar la mejor
conducta moral. El filósofo moral no es quién para dirigir la acción de alguno,
ni para indicar de modo inmediato a los hombres qué deben hacer. El filósofo
moral tiene como obligación dar razón filosófica de lo moral, ocuparse de lo
moral en su especificidad conceptual. Naturalmente depende de la filosofía
que se asuma, el tipo de análisis moral que se realice. Así como no existe una
moral sino morales, tampoco existe la ética sino diversas éticas; no obstante,
en este escrito nos ocupamos por captar los "aires de familia", lo "típico" tanto
de la moral, como de la ética, aunque sin perder de vista la diversidad presente
en una y otra (nota 04).

En el despliegue de la cultura occidental, el término "ética" ha ido ganando


un uso que no fue el de sus comienzos. Esta palabra hoy identifica una
disciplina filosófica que intenta develar la racionalidad contenida en la
experiencia moral. Sin embargo, se persiste en un uso de este término a la
par con el de moral, en ocasiones por descuido o por desconocimiento, pero
también en ocasiones porque no se comparte la diferencia entre moral y ética
en cuanto al asunto de la fundamentación se refiere. Veamos: Para muchas
filosofías actuales y en consonancia con la tradición de esta disciplina, lo
propio de la reflexión racional es buscar los fundamentos sobre los cuales ella
misma se apoya. Esto es, la filosofía se concibe a sí misma como
autofundante. Para el caso de la ética, este tipo de discurso se debe legitimar,
es decir fundamentar, porque, a la vez busca fundamentar la moral. Como se
puede apreciar aquí, ética se entiende como el ejercicio filosófico que busca
fundamentar la moral. Esto dicho en términos más simples, significa
preguntarse por lo que hace bueno al bien (¿por qué se debe hacer lo que está
bien?). Si observamos con atención, para esta forma de concebir la ética la
pregunta de la moral es por lo que es bueno. La pregunta de la ética debe ser
por lo que se encuentra detrás de lo que se considera moral.
Existen quienes piensan que los términos moral y ética pueden y tienen que
utilizarse de manera equivalente y en un mismo nivel, sobre todo si es el
argumento de la fundamentación el que decide su diferencia, aunque éste es
un completo sin sentido. ¿ Por qué se debe hacer lo que está bien?, es una
pregunta que está a la misma altura de ¿Por qué son verdes las esmeraldas?
Sólo se podría contestar a la primera pregunta con otra. ¿Qué otra cosa se
debería hacer? Como vemos, quienes optan por esta posición no ven
necesidad de ir más allá de los razonamientos morales tratados ya en el aparte
designado a lo moral. " La ética o moral" será capaz de "justificar" una
práctica social o una norma como opuesta a la otra, pero esto no se puede
extender a la "justificación" de todo el razonamiento sobre la conducta. De lo
contrario, desde principios extramorales o extraéticos estaríamos fundando y
legitimando determinada moral, y esto no sería competencia propiamente del
filósofo (nota 05).

A pesar de la controversia sobre la fundamentación y de su consecuencia, que


hace el uso de los términos moral y ética unívocos o disímiles, se sigue
considerando aquí y por otras razones que ya están presentadas, que moral
vivida y moral pensada son dos cosas diferentes y que esto mismo marca la
diferenciación entre el uso de la palabra moral y el de la palabra ética.

Es importante destacar que la actividad ética reúne dos ingredientes que la


constituyen, la identifican y la definen: su clara matriz filosófica y su
preocupación por la moral. Como ya se sostuvo, el tipo de filosofía asumida
determina el talante de la respectiva ética. Un interés no inmediato, sino
mediatamente desarrollado por la moral, aporta el segundo constitutivo.
Porque la reflexión ética aspira a alguna incidencia sobre las morales
concretas. Su perspectiva no tendría sentido mayor si no apuntara a reorientar
prácticas morales específicas.

A lo largo de la cultura occidental se han propuesto diversas éticas que


responden a diversos momentos históricos y culturales. A continuación,
presentaremos un recuento de las principales reflexiones ética, según ciertas
tradiciones. Lo importante no es ver aquí una sucesión de nombres y
representantes de éticas dispares con el fin de optar por una, la que más nos
guste, sino poder observar y analizar, cuáles han sido los asuntos debatidos en
el pensamiento ético occidental. En esa descripción se presuponen contextos
bastantes diversos para éticas disímiles, pero se ofrecen como una posibilidad
de entender nuestro contexto y las éticas que viven en el presente.

Teología Moral
La religión constata la experiencia humana de la creencia en Dios. Esto
significa, la religión busca delimitar el ámbito donde transcurren las
experiencias del hombre que lo relacionan con su tendencia hacia lo absoluto.
La creencia, fe, confianza en lo absoluto e incondicionado que habitualmente
se nombra como Dios, es lo que identifica un fenómeno religioso. Todas las
religiones suponen la confianza de sus miembros en este ser ultimo y
misterioso, y a partir de aquí buscan delimitar y orientar esta "experiencia
religiosa" que es constitutiva vital de esta esfera.

El campo de lo religioso no sólo recoge la experiencia primerísima de una


comunidad en su relación con lo absoluto, sino que pretende darle forma y
potenciarla, a través de un marco doctrinal, un marco cultual y un marco
moral. No existe ninguna religión sin una estructura conceptual que delimite
sus creencias, sin una serie de prácticas rituales y sin un código normativo
moral, que invite a ciertos comportamientos. El anterior planteamiento no
excluye, como queda aquí mencionado, una experiencia religiosa sin tal
cuerpo doctrinal - cultual y moral.

Se quiere llamar la atención en este escrito, sobre el aspecto moral de lo


religioso. Pues toda experiencia de relación con lo absoluto, comporta como
consecuencia cierto tipo de práctica moral que, al ser originada en dicha
experiencia, tiene allí su principio y fundamento existencial. Podemos afirmar
que muchos códigos morales y prácticas humanas brotan de la creencia
religiosa que se tenga. Sin que con esto se esté afirmando que toda moral
procede de la religión o de la experiencia religiosa. Pero cuando una moral se
origina en la esfera de lo religioso, es allí donde tiene su justificación y valor.

La teología es una disciplina teórica que busca establecer mediaciones entre


una experiencia religiosa dada y un contexto cultural específico. Su matriz
constitutiva está en dos instancias: la experiencia propia de la situación
cultural desde la que se pregunta por el sentido de lo religioso, experiencia
que da las herramientas conceptuales para entender, reflexionar y juzgar esa
experiencia religiosa, y la experiencia religiosa misma, tal como ha sido
vivida, sentida, entendida, pensada y transmitida dentro de una determinada
tradición religiosa. Esto quiere decir que el teólogo se enfrenta a diversos tipos
de datos: unos que provienen de su propio mundo cotidiano, y otros de la
tradición viva con la que busca dialogar. Además, en ciertas instancias de la
producción teológica, el teólogo debe enfrentar su propia experiencia
religiosa, pues debe hacer explícita su propia fe y buscar presentarla de modo
razonable en los nuevos contextos y situaciones. En este sentido, la teología es
una disciplina profundamente interdisciplinar, tanto en su misma construcción
conceptual, como en el diálogo que necesita entablar si quiere conocer con
más profundidad la realidad humana y si desea expresar su reflexión de
maneras que sea comprensibles en la actualidad. Más aún cuando se trata de
hacer "teología moral", situación en la cual es obligatorio el diálogo con la
filosofía, lo mismo que con las diversas disciplinas y técnicas desde las cuales
se plantean preguntas al saber teológico. De otro modo, no podría elaborar las
mediaciones adecuadas entre cada situación cultural determinada y su propia
tradición religiosa.

La teología moral consiste en pensar la vida moral de quienes viven en un


contexto concreto, desde marcos teológicos. Es decir, "consciente de estar
prestando atención a la voz de Dios que se manifiesta en la historia, cuando se
dedica a la reflexión sobre las costumbres humanas" (nota 06), la teología
moral parte de la vida moral misma de la comunidad, que acoge y atiende con
respeto, para poder entender sus voces, sus silencios, sus preocupaciones, sus
gozos y esperanzas, con el fin de discernir en ella la presencia misma de Dios,
de modo que pueda promover todas las tendencias al "crecimiento en
humanidad" que encuentre, e invite al cambio de las diversas situaciones de
inhumanidad y deshumanización. Los criterios de juicios que esclarecen este
discernimiento vienen dados en la propia tradición de fe del teólogo, o de la
comunidad que hace teología moral; en particular, se debe considerar la
pregunta por aquello que "hace" Dios con los seres humanos, tal como se ha
descubierto en la larga reflexión de la tradición viva de la propia comunidad
de fe, expresado y comunicado del modo más adecuado posible a la situación.
Pero, a su vez, estos criterios deben ser descubiertos, entendidos, verificados y
reflexionados de modo responsable, de manera que no se promueva una nueva
ideología o se apunte a incrementar la alienación humana.

Se intenta en "nuestro caso concreto", desde la tradición bíblica,


judeocristiana, esclarecer, reflexionar e iluminar la vida moral de no creyentes
y creyentes, en contextos determinados. Como ya se afirmaba anteriormente
en este escrito, toda reflexión genuinamente moral aspira a alguna incidencia
sobre las morales concretas. La perspectiva teológica apunta a promover
prácticas morales específicas desde una experiencia de fe que compromete al
creyente en la construcción de cierto tipo de sociedad preferible y cierto tipo
de ser humano deseado.

En nuestra cultura cristiana occidental, este tipo de teología tiene ya una larga
tradición que, en algún momento de la historia, fue la reflexión dominante y
que ahora constituye un elemento importante tanto para quienes, creyentes o
no creyentes, intentan hacer más transparente la experiencia moral.

NOTAS.
(NOTA 01). CLARKE, PAUL BARRY y LINZEY, ANDREW, Dictionary of Ethics,
Theology and Society, Routledge, New York, 1996, pp 307-320; HONDERICH, TED, editor
The Oxford Companion to Philosophy, Oxford University Press, Oxford, 1995, pp. 586-591;
BLACKBURN, SIMON, editor The Oxford Dictionary of Philosophy, Oxford University
Press, Oxford, 1994, p. 126.
(NOTA 02) TOULMIN, STEPHEN, El puesto de la razón en la Ética, Revista de Occidente,
Madrid, 1964, pp. 170-176
(NOTA 03). MACINTYRE, ALADAIR, Tras la virtud, Crítica, Barcelona, 1987, pp. 19-25.
(NOTA 04). CORTINA, ADELA, Ética mínima, Técnos, Madrid, 1989, pp. 29-38.
(NOTA 05). TOULMIN, STEPHEN, Op. cit., pp. 178-186.
(NOTA 06). FLECHA ANDRÉS, JOSÉ-ROMÁN, Teología moral fundamental, Biblioteca
de Autores Cristianos, Madrid, 1994, p. 15.

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