Relatos de Mujeres - Genocidio UP Reiniciar PDF

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r e l a t o s d e

r e l a t o s d e

DE V I V A V O Z
Memorias del genocidio de la unión patriótica

reiniciar
corporación para la defensa y promoción de los derechos humanos
Relatos de mujeres
Colección De Viva Voz: Memorias del Genocidio de la Unión Patriótica

ISBN: 978-958-99026-1-5

Memoria Viva®

Este documento se ha realizado con la ayuda financiera de la Comunidad


Europea, en el marco del proyecto IFS-RRM/2007/144-510 (EC) Programa
Integral para la restitución de los derechos fundamentales de las víctimas en
Colombia y su consideración como ciudadanas y ciudadanos con plenas ga-
rantías constitucionales. El contenido de este documento es responsabilidad
exclusiva de la Corporación para la Defensa y Promoción de los Derechos
Humanos - REINICIAR, y en modo alguno debe considerarse que refleja la
posición de la Unión Europea.

Corporación para la Defensa y Promoción


de los Derechos Humanos, REINICIAR
Directora
Jahel Quiroga Carrillo
Entrevistas y coordinación editorial Reiniciar
Betty Leonor Monzón Cifuentes

Coordinación editorial, edición, diseño y diagramación


Clemencia Peña Trujillo
Beatriz Peña Trujillo
Ilustración de carátula
Pedro Villalba Ospina, Taller Bosque Primario.
Impresión
Panamericana Formas e Impresos S.A.

Bogotá, Colombia
Julio de 2009
www.reiniciar.org
Contenido
Presentación 9
En la casa nuestra todo era como felicidad
Rosmery Londoño Gil 25
Pero las ideas quedan, no las mata nadie
María Inés Pacheco de García 53
La vida de él fue una vida pública
María Elena Flórez Guerra 93
No éramos delincuentes, éramos luchadores por un país
Adela Solano Rivera 111
La Unión Patriótica nunca contestó un asesinato
con una bala
Beatriz Zuluaga Sosa 127
Ya sea que uno sufra, la vida es hermosa
Alcira Rosa Quiroz Hinestroza 149
Segovia vivió la tristeza
Luz Marina Escobar Cardona 161
Donde hay odio hay que sembrar amor
Gloria Aránzazu Meneses de Jiménez 183
Si hubiéramos logrado nuestro propósito,
tuviéramos un país en paz
María Villarreal de Merchán 197
Anexo
Mujeres de la Unión Patriótica
víctimas de homicidio, desaparición forzada o tortura 217
Presentación

La UP: una lección amarga para el país


El movimiento político Unión Patriótica, UP, surgió en
un momento en el que amplios sectores de la sociedad colombia-
na reclamaban canales de participación en la vida política del
país y en el que el presidente Belisario Betancur, cuyo periodo
de gobierno abarcó de 1982 a 1986, ofrecía una salida política al
conflicto armado interno a la que se acogieron diversos grupos
insurgentes, entre ellos las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia, FARC. Era urgente, por ello, la concreción de un pro-
yecto político que permitiera tanto canalizar el inconformismo de
quienes no militaban en los partidos tradicionales, Liberal y Con-
servador, como crear un medio que permitiera la incorporación a
la vida política civil de las FARC. En este sentido, la Unión Pa-
triótica representó el gran salto dialéctico del movimiento social
y de la oposición política en la consolidación de un espacio que
ya venían construyendo con su lucha social.

Así pues, tanto el Presidente Betancur como las FARC


le apostaron, de manera bienintencionada, a una solución polí-
tica al conflicto armado. La Ley 35 de 1982 fue la primera ma-
nifestación de la voluntad política del Gobierno, que concedió
mediante ésta una amnistía general a quienes estuvieran impli-
cados en delitos políticos cometidos hasta la fecha de su expedi-
ción. Posteriormente, el 28 de mayo de 1984, se suscribió en el
municipio de La Uribe, Meta, el primer acuerdo de paz entre una
Comisión de Paz y las FARC, que luego fue ratificado por Betan-
cur. En éste se establecían, entre otras cosas, un cese bilateral del
fuego, la creación de una Comisión de Verificación y un periodo
de un año para que los integrantes de las FARC pudieran orga-
nizarse políticamente con las garantías adecuadas de parte del
Gobierno.

En marzo de 1985, las FARC dieron inicio a la Unión


Patriótica. Muchos colectivos sociales y políticos –campesinos,
intelectuales, dirigentes barriales y gremiales, trabajadores de la
cultura, sindicalistas, minorías que buscaban la reivindicación
de sus derechos, el Partido Comunista Colombiano, militantes
de los dos partidos tradicionales– y ciudadanos que creyeron por
primera vez en la posibilidad de una participación política en ver-
daderas condiciones democráticas­se vincularon activamente a la
propuesta o simpatizaron con ella.

Fue tal la fuerza alcanzada por este nuevo movimiento


que en las primeras elecciones en que participó, en marzo de 1986,

10 / Relatos de mujeres
obtuvo la votación más alta de los partidos políticos de oposición
en la historia del país: 14 congresistas, entre representantes a la
Cámara y senadores, dos de los cuales eran comandantes guerri-
lleros designados por las FARC para actuar en la política civil; 18
diputados para 11 asambleas departamentales; y 335 concejales
para 187 concejos municipales.

La Unión Patriótica surgió, entonces, como una espe-


ranza política a la que muchos colombianos le apostaron. Pero en
cuanto empezó a percibirse como una vía de participación en la
vida política nacional y sus propuestas fueron acogidas con entu-
siasmo a lo largo de todo el país, la extrema derecha se organizó
para exterminar a sus militantes y simpatizantes. La verdadera
causa de la persecución contra la UP fue esa: haberse convertido
rápidamente en una alternativa real de poder.

A pesar de las dificultades, las FARC y el Gobierno na-


cional reiteraron su voluntad de llevar a buen puerto las negocia-
ciones de paz y suscribieron, el 2 de marzo de 1986, otro acuerdo,
el cual reflejaba, entre otras cosas, los obstáculos que finalmente
darían al traste con el proceso. Las FARC insistían en la nece-
sidad de que el Gobierno garantizara el cese el fuego ordenado
por el Presidente en mayo de 1984 y le reiteraban la petición de
“combatir de manera más decidida a los grupos paramilitares que
se han apoderado de algunas zonas del país”; a la vez, consigna-
ban su propósito de intensificar el proceso de incorporación de
sus efectivos a la vida política y social. Por su parte, el Gobierno
se comprometía a otorgar “a la Unión Patriótica y a sus dirigentes
las garantías y seguridades indispensables para que puedan desa-
rrollar, en forma idéntica a la de las demás agrupaciones políticas,

PRESENTACIÓN / 11
su acción tanto proselitista como electoral”, así como a hacer “re-
caer todo el peso de la ley sobre el ciudadano o la autoridad que
conculque sus derechos o niegue, eluda o desconozca las garan-
tías que les corresponden”, y a otorgar a las FARC las garantías
y libertades que requirieran para incorporar a sus efectivos a la
actividad política.

Pero, ante la indiferencia de gran parte de la institu-


cionalidad del país, la extrema derecha no cesaba su arremetida
contra los miembros y simpatizantes de la UP. Finalmente, en
junio de 1987, se rompieron las negociaciones de paz. Las FARC
volvieron a la lucha armada y la UP, como partido político legal
en el que habían confluido muchos sectores populares y políticos
del país, continuó su acción. En octubre del mismo año, Jaime
Pardo Leal, quien había obtenido 320.000 votos como candidato
por la UP en las elecciones presidenciales de mayo de 1986, fue
asesinado. Cuatro años más tarde, el 22 de marzo de 1990, tam-
bién sería asesinado el candidato de este partido a la presidencia
de la República, Bernardo Jaramillo Ossa.

La evaluación de lo que fue el genocidio de la UP es


desesperanzadora para la sociedad colombiana porque este mo-
vimiento político fue una propuesta de paz, una apuesta para
dar solución a la guerra cuyos planteamientos fueron acogidos
por una parte significativa de la población como una posibilidad
de transformar las condiciones de inequidad del país. Y fue una
apuesta frustrada. El exterminio sistemático de todo un partido
de oposición política bajo un régimen formalmente democrático
y al amparo de la impunidad total ha sido considerado como un
caso “bastante especial en el mundo”, pues “hubo una política

12 / Relatos de mujeres
que permitió aniquilar, o casi aniquilar a la UP, sin una reacción
adecuada de las autoridades”1.

El referente de la UP pareciera, entonces, ser una lección


para desalentar cualquier iniciativa de oposición política y también
para desalentar la búsqueda de salidas políticas negociadas a nues-
tro conflicto armado: fueron asesinadas muchas de las personas
que destacaron las FARC para hacer política cuando se creó la UP,
así como un inmenso número de los ciudadanos que se vincularon
a esta propuesta civilista. El caso de la UP es, entonces, una lección
amarga para el país. En efecto, no existe en Colombia un referente
positivo que permita afirmar que es posible apostarle a una inicia-
tiva similar. También han sido asesinados muchos miembros de la
Corriente de Renovación Socialista2 y del M-193, y los dirigentes
de izquierda de grupos insurgentes desmovilizados que lograron so-
brevivir son referentes individuales, no constituyen un referente
colectivo que permita considerar la viabilidad de crear y fortalecer
partidos políticos diferentes a los tradicionales. Colombia no ha
podido ver un movimiento de oposición política, de izquierda de-
mocrática que se convierta en alternativa real de poder.

1
Al respecto, véase “Entrevista a Eric Sottas, Director de la Organización Mun-
dial contra la Tortura (Ginebra, Suiza, julio de 2002)”, en Yezid Campos Zorno-
za, El Baile Rojo: Relatos no contados del genocidio de la UP, Bogotá, Random
House Mondadori, 2008.
2
Organización proveniente del grupo insurgente Ejército de Liberación Nacional,
ELN, cuyos integrantes se desmovilizaron en abril de 1994.
3
EL M-19, Movimiento 19 de Abril, fue un grupo insurgente conformado en 1974;
tras un acuerdo de paz con el gobierno del Presidente Virgilio Barco (1986-
1990), sus integrantes se desmovilizaron y crearon la Alianza Democrática
M-19. Carlos Pizarro, candidato a la Presidencia de la República por este partido
político, fue asesinado en abril de 1990.

PRESENTACIÓN / 13
Por esto, si el país pretende construir una sociedad real-
mente democrática, es necesario dar una respuesta justa al caso
de la UP. Reparar integralmente a las víctimas de este genocidio
político es un imperativo del Estado colombiano, no sólo con ellas
sino también con toda la sociedad; hacerlo significaría mucho
para este país porque la posibilidad de que existan partidos con
proyectos políticos diversos es precisamente un pilar de cualquier
democracia. En este sentido, hay un elemento esencial para el
país en lo que respecta a la reparación a las víctimas: la verdad.
En el caso de la UP es necesaria la creación de una comisión de
la verdad que permita conocer y divulgar cómo sucedieron los he-
chos constitutivos del genocidio, porque de la represión hay que
aprender para que hechos como éste no vuelvan a suceder.

La impunidad en la que permanece el asesinato de tan-


tos líderes políticos –Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Jai-
me Pardo, Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo– y, en el caso de
la UP, el de más de tres mil de sus militantes y simpatizantes ha
posibilitado que en la estructura de poder del Estado colombiano
y del establecimiento permanezcan personas cuya ideología vali-
da la utilización –o la permisión– de la desaparición forzada, el
asesinato, la tortura, las falsas acusaciones y los montajes judicia-
les para sacar del camino a opositores políticos que representan
alternativas de poder en vías de materializarse. En Colombia se
sigue repitiendo lo que pasó, por ejemplo, con el movimiento gai-
tanista o con la UP, es algo cíclico: se reproducen las conviccio-
nes, los conceptos, las estrategias de los aniquiladores. Y quienes
son aniquilados son reformistas de la democracia, no más, pues
ese ha sido el horizonte político de la oposición en los últimos
años: la búsqueda de una democracia plena.

14 / Relatos de mujeres
Mientras no se desmonte la ideología política que susten-
ta la persecución y excluye del espectro político democrático cual-
quier manifestación que, desde los movimientos sociales, busque
transformar la relaciones de poder, Colombia no conocerá la paz.

Reiniciar y el caso de la UP
La Corporación para la Defensa de los Derechos Huma-
nos, Reiniciar, es una organización independiente de cualquier
postura u organización política; su trabajo es la continuación de
un proyecto iniciado en Barrancabermeja por un grupo de defen-
sores de los derechos humanos que había conformado en 1986 el
Comité Regional para la Defensa de los Derechos Humanos de
Barrancabermeja y el Magdalena Medio, Credhos. En 1992, debi-
do a la fuerte represión del Estado a través de la Policía, el Ejército
y la Armada, en alianza con grupos paramilitares, y tras el asesi-
nato de seis de los integrantes de Credhos, los demás miembros
del Comité –amenazados o sobrevivientes de atentados– tuvieron
que huir de Barrancabermeja. Sin embargo, en 1993, el grupo
volvió a comenzar su trabajo con la creación de Reiniciar.

Para 1992, gran parte de los dirigentes y de la base so-


cial de la UP ya había sido asesinada. En 1993, Reiniciar instau-
ró ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una
demanda contra el Estado colombiano por el genocidio de este
movimiento político. Ese mismo año, en un trabajo conjunto con
Aída Abella, presidenta de la UP en ese entonces, la Corpora-
ción empezó a documentar el caso.

A partir de 1997, una vez admitido el caso en la Co-


misión Interamericana, Reiniciar comenzó la búsqueda de los

PRESENTACIÓN / 15
sobrevivientes del genocidio y de los familiares de las víctimas.
El caso había sido radicado con listas de los nombres de las per-
sonas asesinadas, desaparecidas o torturadas, pero era necesario
ir más allá. La Corporación empezó entonces a desplazarse a las
regiones y, allí, con el apoyo de la gente que quedaba del Partido
Comunista y de sobrevivientes de la UP, comenzó la búsqueda.
A partir de este embrión, de esta pequeña estructura, se inició
el trabajo para documentar cada caso: se elaboraba una lista de
las personas asesinadas y de las víctimas de otras violaciones de
derechos humanos que los integrantes del grupo conocían o de
las cuales se tenía noticia, se ubicaba a las familias y se iba a cada
casa, en cada pueblo, para invitarlas a una reunión en la capital
de su departamento.

En las diferentes capitales se trabajó con una metodolo-


gía que permitiera rescatar la historia de la UP en las regiones.
Primero se abordaba con todos los participantes el tema de la
historia de la UP en el país y en el departamento. Luego se hacían
grupos con las personas de cada municipio para reconstruir los
hechos a partir de tres puntos: primero, cuándo se fundó la UP en
la localidad; segundo, cuáles fueron los éxitos electorales alcan-
zados por la UP y con quiénes se hicieron convergencias o alian-
zas políticas; y, por último, cuándo se inició el genocidio, cuáles
fueron las violaciones de derechos humanos, quiénes murieron
y cómo. Se explicaba, asimismo, lo relacionado con la demanda
sobre el caso de la UP en la Comisión Interamericana.

Con base en este esquema, Reiniciar realizó en todo el


país los primeros talleres de reconstrucción de la memoria sobre el
caso de la UP y dio continuidad a esta labor con talleres sobre los

16 / Relatos de mujeres
temas de verdad, justicia, reparación, Derecho Internacional Hu-
manitario y el caso del UP ante la Comisión Interamericana; pos-
teriormente, se trabajó el tema de cómo documentar los casos.

En este proceso ha sido fundamental que los familiares


de las víctimas y los sobrevivientes conozcan y comprendan sus
derechos. La UP fue un grupo político sui generis porque nació
de un proceso de paz en el que se hizo política con la guerrilla.
Muchas personas que fueron destacadas por las FARC para ha-
cer política, es decir, que dejaron las armas para hacer trabajo
político con la UP, sufrieron atentados o fueron asesinadas: eran
civiles desarmados ­–algunos, concejales; otros, dirigentes– y así
los mataron, fue ésa la primera gente que empezaron a matar. Y
algunos de los miembros de la UP que sobrevivieron pensaban
que no tenían derecho a reclamar porque se habían vinculado a
una propuesta surgida de una negociación entre el gobierno y las
FARC. Otras personas creían que porque ellas o sus familiares
habían comulgado con las propuestas que las FARC plantearon
en la UP, es decir, por ser simpatizantes, el Estado tenía derecho
a perseguirlos y a matarlos. Entonces ha sido necesario hacer én-
fasis en la comprensión de las obligaciones de respeto y garantía
de los derechos que impone el Derecho Internacional de los De-
rechos Humanos al Estado, así como en la del Derecho Interna-
cional Humanitario.

Por esto, un eje del trabajo de Reiniciar ha sido capacitar a


la gente en sus derechos con el objetivo de que los familiares de las
víctimas y las víctimas sobrevivientes asuman su defensa; los defen-
sores de los derechos humanos somos acompañantes, pero quienes
deben luchar por la defensa de sus derechos son ellos mismos.

PRESENTACIÓN / 17
Reiniciar y el conjunto de más de 1.500 personas que se
han agrupado en la Coordinación Nacional de Víctimas y Fami-
liares del Genocidio contra la UP, en más de 15 coordinaciones
regionales en todo el país, han encontrado en las historias per-
sonales, en las historias individuales que han sido contadas en
los talleres sobre verdad, mil razones para perseverar, a pesar de
los obstáculos y las presiones­, en el trabajo para que se resuelva
el caso. Son muchas las personas que han puesto en ello su espe-
ranza desde cuando se inició el trabajo de reconstrucción de la
memoria en las regiones. Confiamos en que no sólo se condene al
Estado colombiano, sino en que también sea posible la realización
de los derechos de las víctimas sobrevivientes y los familiares de
las víctimas, así como la reivindicación del buen nombre de todas
estas personas.

Voces para la memoria


La historia de nuestro país muestra una y otra vez un
patrón de supresión violenta de los movimientos de oposición po-
lítica y condena al olvido a las personas que han hecho parte de
ellos. Cuando un opositor es asesinado o desaparecido, en general
la verdad oficial hace aparecer el hecho como el mal menor, es
decir, lo justifica con el argumento de que supuestamente evitará
la llegada de algo peor. Es así como las víctimas muertas o desapa-
recidas son presentadas ante la sociedad como monstruos, y en el
imaginario de la gente se arraigan creencias como que esas per-
sonas eran físicamente horribles, que no tenían sentimientos, que
eran malas por naturaleza. Al degradar, cosificándolos, a esos seres
humanos, se los condena al olvido y su memoria se pierde.

18 / Relatos de mujeres
Esa carencia de reconocimiento ha llevado entonces a
Reiniciar a crear el proyecto Memoria Viva, mediante el cual se
acopian documentos de diversos tipos –fílmicos, fotográficos, de
audio– que permiten darles rostro a esas víctimas olvidadas y re-
cuperar su historia personal, política y social y la de los colectivos
de los que hicieron parte. Por ejemplo, en este momento existe
ya un archivo fotográfico muy importante de víctimas que per-
tenecían a la Unión Patriótica. Hemos recopilado fotografías de
esas personas, que tenían hijos, que tenían sueños, que tenían
vecinos, que jugaban, que tomaban trago, que eran mujeriegos,
que tenían amantes, que eran como cualquier otro ser humano,
personas cuya eliminación no tenía ninguna justificación. Hemos
considerado esencial que este archivo no se limite sólo a las fotos
de las víctimas, sino que también incluya el entorno donde vivie-
ron su cotidianidad y desarrollaron sus actividades, así como las
personas que los acompañaron; por eso hemos recopilado además
fotografías de sus espacios –el colegio, la plaza de mercado, la
finca, la casa–, de sus parientes, de sus amigos, todo lo cual ayuda
a ir reconstruyendo un contexto en el que las víctimas pueden
recobrar su identidad, su ser.

Este no ha sido un proceso fácil pues la memoria de los


muertos o desaparecidos estaba perdida, sus familiares estaban
aterrorizados: algunos, por ejemplo, ni siquiera conservaron la
fotografía de la víctima, otros enterraron el carné de la Unión
Patriótica de su familiar para que no se lo encontraran en las ca-
sas, mucha gente quemó los archivos de su pariente asesinado al
ver que las autoridades hacían allanamientos buscando esos ma-
teriales de la UP o del Partido Comunista que eran considerados

PRESENTACIÓN / 19
subversivos. Y aunque Reiniciar inició esta tarea con las víctimas
del genocidio de la UP, Memoria Viva se extiende también a gru-
pos de indígenas, campesinos, población desplazada y, en general,
todas las víctimas con las que trabaja la Corporación.

La labor de recuperación de la memoria permite enton-


ces darles rostro a las víctimas, reconstruir su humanidad, resarcir
su dignidad, mostrarle a la sociedad que con su eliminación ha
perdido gente valiosa que con su acción aportaba a un país mejor.
En fin, Memoria Viva es un instrumento que puede contribuir
a la construcción de una cultura política en la que se acojan la
diversidad y la divergencia políticas como ganancias y no como
amenazas para la democracia.

La colección de relatos De Viva Voz se enmarca en Me-


moria Viva y se enfoca específicamente a la reconstrucción de la
memoria de las víctimas del genocidio de la Unión Patriótica. Las
voces que narran son voces de familiares de estas personas, que
cuentan cómo se sienten ellos y quiénes eran sus seres queridos que
fueron asesinados o desaparecidos. También son voces de sobre-
vivientes. Todas ellas se dirigen a un establecimiento que ha sido
sordo y a una sociedad que es necesario sensibilizar sobre el drama
humano que ellos han vivido y sobre el daño que sufre nuestra
democracia a causa de una cultura política excluyente y represiva,
sobre lo que el país perdió al perder a tanta gente que, desde la
divergencia, habría podido aportar a una sociedad más justa.

Relatos de mujeres, primer título de la colección De Viva


Voz, es un homenaje a todas las mujeres que ayudaron a construir
la Unión Patriótica. Muchas de ellas nunca han sido tenidas en

20 / Relatos de mujeres
cuenta en la historia de este movimiento político y, no obstante,
Reiniciar ha identificado más de doscientas cincuenta que fue-
ron víctimas de homicidios, desapariciones, atentados y torturas,
aparte de todas aquellas madres, esposas, compañeras, hermanas
e hijas de víctimas que son las antígonas de Colombia, mujeres
que contra viento y marea luchan por rescatar y dignificar la me-
moria del hijo, del compañero, del hermano. Las voces de nueve
mujeres dieron forma a este libro:

Rosmery Londoño impresiona por su dignidad y fortaleza. A


esta mujer le fueron arrebatados su padre y su esposo cuando apenas
empezaba a vivir y, como tantos otros, durante muchos años desco-
noció su derecho a reclamar justicia por esos crímenes. Hoy se ha
convertido en una líder de inmensa sensibilidad hacia el sufrimien-
to de los otros y realiza en el Caquetá, su departamento, una tarea
laboriosa en la Coordinadora Regional de Víctimas y Familiares.

En María Inés Pacheco se conjugan de una manera ex-


traordinaria la líder, la protagonista y la mujer del pueblo que
sabe exactamente qué necesita su comunidad, que sabe qué es
no tener casa, no tener salud, que ha visto sufrir a la gente. Ella
encarna el paradigma del político ideal, el que es conciente de
las necesidades de su pueblo y lidera la solución de los proble-
mas, el que intermedia para conseguir lo que su gente precisa,
y eso es admirable. Esta mujer, venida de las raíces de su pueblo
sufrido, excluido, encarna la lucha por los derechos de la comu-
nidad, el amor por la familia, la mujer revolucionaria de toda la
vida que se mantiene firme en sus convicciones, en su partido, el
Partido Comunista.

PRESENTACIÓN / 21
María Elena Flórez encanta con su entusiasmo contagio-
so, con su celeridad en todo, en el pensamiento, en la acción, en
el servicio. Es una mujer que entró sin miedo, a pesar del horror
que había vivido, a la causa de la memoria, sostenida por el in-
menso amor que le tenía a Alexis, su marido, y en este momento
es ya un gran bastión de esta causa en la zona del Caribe. Es ese
amor también lo que la ha llevado siempre a mantener viva la
esperanza de que este caso no va a quedar en la impunidad y de
que las luchas sociales de Alexis no se perderán.

Adela Solano es el símbolo de la resistencia: una mili-


tante política enamorada de la vida que, en tanto tiempo desde
que un atentado le impidió volver a caminar, nunca ha perdido la
esperanza ni la alegría de vivir y que fue capaz de sacar a sus hijos
adelante y criarlos en el amor. Ahora sus sueños y sus ilusiones re-
corren el país sin caminar, su ejemplo de mujer valerosa, siempre
en primera línea en la lucha por la justicia en este caso, fortalece
la moral de tantas otras víctimas de la Unión Patriótica.

De Beatriz Zuluaga, una mujer extraordinaria que ha


enfrentado tantas situaciones tan difíciles en la vida, conmueve
muchísimo el amor precioso que tenía con su compañero. Esta
mujer transmite fuerza porque toda la vida ha sido luchadora, y
a la par de su marido estaba ella como compañera de lucha, de
amores. Y por ser así, todo lo que toca lo impregna de la misma
energía para seguir adelante. Personas como ella son muy nece-
sarias para el trabajo que realizamos en Reiniciar. De su vivencia,
de su concepción del mundo, de saber que hay una obligación
ética a cumplir, Beatriz alimenta la esperanza.

22 / Relatos de mujeres
Alcira Rosa Quiroz conoce muy bien el valor de la li-
bertad luego de que la persecución judicial de la que han sido
víctimas tantos miembros de la Unión Patriótica se la arrebató
cuando tenía sólo 17 años. La entereza de esta mujer impacta, el
ánimo con que lucha por rehacer su vida es un ejemplo. Pese a
todo, Alcira sigue hoy afirmando que la vida es hermosa.

De Luz Marina Escobar impactan su valentía infinita, su


entereza de carácter, sus claras convicciones políticas e ideológi-
cas, su compromiso contra el olvido, su lucha por la justicia. Hace
más de veinte años que ocurrió la masacre de Segovia y ella no
deja de recordar a los ausentes, de estar en riesgo en su empeño
de que no quede impune este crimen. Encontrarse a esta mujer es
encontrarse con sueños de la misma especie, es juntar esfuerzos
porque el caso de la Unión Patriótica salga de la impunidad y
pueda servir a la construcción de una izquierda democrática en
el país.

Gloria Aránzazu es una mujer de gran fortaleza que nun-


ca ha desfallecido en su empeño de levantar a sus hijos en medio
de muchas dificultades. Pero, más que nada, ella es la imagen de
la madre amorosa que, pese a la persecución y el dolor que ha
sufrido, ha sabido sembrar en el corazón de sus hijos sentimientos
comprometidos con la causa de su pueblo.

María Villarreal, ‘Mayito’, revolucionaria como ninguna,


luchadora, plena de compromiso con su comunidad, una mujer
invencible que sobrevivió porque sus ideas son más fuertes que
el deseo de acallarla, de acabar con sus convicciones. Sobrevivió
también porque su pueblo la necesitaba, porque ella era la voz de

PRESENTACIÓN / 23
ese pueblo ansioso de justicia, de comida, de medicina y curaba
tanto el cuerpo como el alma. ‘Mayito’ vive para dar testimonio
de lo que es un ser convencido de servir, de lo que es una mujer
revolucionaria en un país de opresión.

Jahel Quiroga Carrillo


Directora de Reiniciar

24 / Relatos de mujeres
En la casa nuestra todo era
como felicidad

R osmery Londoño Gil

Nosotros vivíamos en Remolinos del Caguán1, por el


lado de Cartagena del Chairá. Más o menos en el año 83, mi pa-
dre vendió la finca allá y nos desplazamos al municipio de Curillo,
Caquetá. Él se llamaba Jaime Londoño. Nos vinimos de Remo-
linos porque en ese tiempo la única actividad que prácticamente
había por esos lados era el apogeo de la coca. Decidimos comprar
por Curillo porque en ese tiempo ese era un municipio producti-
vo en plátano, era uno de los municipios donde se comercializaba
el plátano y donde también había harto ganado. Entonces mi pa-
dre compró esa finca, una finca donde tenía ganado, donde tenía
plátano, donde había molienda. También sacábamos panela. Allí

Corregimiento del municipio de Cartagena del Chairá (Caquetá).


1
vivíamos mi padre, mi madre, mi hermana Helena y yo. Nosotras
no somos sino dos hermanas. Vivíamos más o menos a media
hora del municipio.

Cuando llegamos a Curillo, yo tenía 13 años y mi her-


mana tenía 14, ella es mayor 18 meses que yo. Nosotras estudiá-
bamos. Mi padre siempre perteneció al Partido Comunista Co-
lombiano, y ya en eso del 85, cuando surge la Unión Patriótica2,
fue uno de los fundadores de la UP en el municipio de Curillo. Y
ahí arranca nuestra actividad política, empezamos a trabajar con
mi padre en la parte política. Pertenecíamos a la JUCO3. Ya lue-
go surge la propuesta de que mi padre sea candidato al Concejo
de Curillo. Mi madre sí se dedicaba al hogar, nunca estuvo en la
actividad política de papá. Siempre fuimos Helena y yo las que
estuvimos en que lo que tuvo que ver con la campaña de papá.

Mi padre entonces es candidato al Concejo del munici-


pio de Curillo. Fue elegido como concejal en las primeras eleccio-
nes populares, eso fue en el 86, y se posesionaba en el 87, porque
cuando a él lo mataron, llevaba uno o dos meses de estar en el
Concejo.

Cuando ya fue papá candidato, empiezan a surgir las


amenazas. Creo que cuando mi padre recibió la primera ame-
naza, en la casa nuestra todo era como felicidad, porque papá

2
La Unión Patriótica surgió en marzo de 1985 como fruto de los Acuerdos de La
Uribe (Meta), celebrados en 1984 entre el gobierno de Belisario Betancur (1982-
86) y la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC.
3
Juventud Comunista Colombiana, organización política juvenil del Partido Co-
munista Colombiano.

26 / Relatos de mujeres
era una persona muy dedicada a lo que tenía que ver con la vida
política, era muy feliz en su actividad. Ya en ese entonces yo tenía
un novio con el que me iba a casar, que es mi compañero que
luego fue desaparecido. Él se llamaba Carlos Muñoz Díaz. Yo me
conocí con él cuando estudiábamos en Curillo y, luego, cuan-
do ya empezó la campaña, porque también entró a militar en la
Unión Patriótica y en la JUCO. A todos los viajes que hacíamos,
a las reuniones, él siempre iba. Fuimos novios un año y luego ya
decidimos casarnos. Y se había organizado que yo me casaba el 16
de diciembre del 86. La primera amenaza que llega para papá fue
donde un compañero de la Unión Patriótica, el compañero Pedro
Cruz, que tenía una venta de carne en el expendio de carne allá
en Curillo. La amenaza llega con un sufragio donde decían que
el 16 de diciembre, que se casaba la hija de Jaime Londoño, ese
día serían asesinados el compañero Pedro Cruz y Jaime Londoño,
que había información que la fiesta de nosotros era una fiesta de
guerrillos.

Y ya empiezan las amenazas a crear ciertas dificultades


en la familia. Debido a eso, tocó aplazar el día del matrimonio
mío. Mi padre decide aplazarlo para el 16 de enero, y todo lo que
estaba programado tocó cancelarlo. Nosotros teníamos progra-
mada una fiesta, una fiesta normal como con la que soñamos de
pronto todas las mujeres que un día damos ese paso de casarnos.
En ese entonces yo era menor de edad, tenía 15 años, y me iba a
casar era por lo civil porque por la Iglesia no lo podía hacer.

Después del día que ya se aplazó el matrimonio mío, en


el intermedio del 16 de diciembre al 16 de enero, mi padre recibió
como unas cinco amenazas más. Llegaron como otras tres donde

Rosmery Londoño GIL / 27


el compañero Pedro Cruz y otras dos a la casa. Las dejaban en
sobres de carta, las tiraban por debajo de la puerta. A la casa llegó
otro sufragio donde decía que se fuera de Curillo porque lo iban
a matar, que él era auxiliador de la guerrilla, que él había ganado
al Concejo prácticamente porque la guerrilla era la que lo había
postulado, cuando todos sabemos que la Unión Patriótica surgió
por un acuerdo de paz que hubo. Y creo que, más que nadie, no-
sotros sabemos que papá era una persona del común, normal, que
tenía a su hogar, su familia, que le gustaba la política. Eso yo creo
que no era un delito.

Y luego ya nosotros nos casamos en enero del 87. El día


que nos casamos, la recepción mía fue una recepción privada, nos
tuvimos que abstener prácticamente de una fiesta, de una inte-
gración donde pudieran asistir los amigos. El matrimonio mío fue
algo muy sencillo, no asistió sino únicamente la familia mía y la
familia de él, un almuerzo, por la noche una cena y ya.

Llevábamos dos meses de casados y mi padre hizo cier-


tas denuncias ante el comandante de la Policía de Curillo de ese
entonces. No recuerdo el apellido, pero sí sé que se llamaba Car-
los. Hizo las respectivas denuncias, les informó que él había sido
amenazado y que, por lo tanto, a partir de ese momento nece-
sitaba que le dieran un permiso para él portar un arma para su
seguridad. Y así fue. El comandante de la Policía le dijo que sí,
que él podía portar el arma con permiso porque estaba en juego
su seguridad.

También me recuerdo mucho que el día que me casé,


papá entró y habló con la juez que me casó. Me llevó ahí hasta el

28 / Relatos de mujeres
juzgado y dijo: “Necesito hablar con la juez antes de que la case”.
Y yo me salí así, pero alcanzaba a escuchar algunas palabras que
papá le decía. Y él le decía que quería que quedara constancia de
las denuncias que allí él estaba haciendo, que él sabía que había
un complot para matarlo, pero que también sabía que dentro de
ese complot estaba involucrada la Policía. No sé, nunca entendí
por qué mi padre lo decía con esa seguridad. Pero, después, pasan
los días y uno se pregunta… Yo siempre me imaginé y siempre
tuve temor de que a papá lo mataran. Pero nunca me imaginé que
la Policía. No escuché qué le respondió la juez, pero sí la vi escri-
biendo. Y siempre he querido un día poderle preguntar… Tengo
el nombre porque está en el acta del matrimonio mío y siempre
me he hecho esa pregunta: ¿qué escribió ella cuando mi padre le
hizo esas denuncias? ¿Y qué pasó con eso? Nunca pasó nada por-
que luego a mi padre lo asesinan y ya las cosas se quedaron así.

Cuando llegaban las amenazas, mi madre siempre de-


cía: “Su papá por qué no se retira de lo que tiene que ver con la
política, por qué le gusta tanto lo que tiene que ver con la UP,
por qué ustedes siempre siguen a su papá, les gusta lo que hace,
¡cuando está en juego la vida de él!”. Entonces nunca estuvo
como muy de acuerdo en la parte política de papá. Mi hermana
y yo nos poníamos muy tristes con las amenazas porque, la ver-
dad, estábamos muy jóvenes pero nos gustaba, acompañábamos
a papá, y yo me acuerdo que él nos enseñaba a hablar, a dirigir-
nos a la gente. Cuando papá fue candidato, cuando estaba en la
campaña, anduvimos todo lo que fue desde el río Caquetá hacia
arriba hasta la Bota Caucana, Yurayaco, La Novia… todos esos
corregimientos, veredas. Y éramos felices porque en ese tiempo
prácticamente a toda la gente le gustaba la UP. Y ahí nosotras

Rosmery Londoño GIL / 29


como que aprendimos y nos poníamos muy tristes cuando sa-
bíamos que estaba en riesgo la vida de papá. Pero al igual nos
gustaba. Soñábamos con que él un día fuera un gran dirigente
de la Unión Patriótica. Y haber visto a papá realizado en haber
ganado el Concejo en Curillo era un triunfo muy grande para
nosotras. Y aunque a veces en las noches nosotras, cuando llegá-
bamos a la casa y tocábamos ese tema, llorábamos y nos sentía-
mos tristes, al otro día ya como que nos pasaba al ver a mi papá
feliz. Nunca vimos a papá de pronto deprimido por las amenazas
que le hacían. Él siempre decía: “Si a mí un día me pasa algo, si
a mí me amenazan, será porque los opositores y los oligarcas de
este país no quieren que nosotros un día tomemos el poder. Y,
entonces, no se sientan tristes por eso. Pienso que el día que a mí
me pase algo, ustedes van a poder llevar la bandera mía”. Y creo
que eso de pronto también ha sido parte de la fortaleza que hoy
en día uno trata de sostener.

Como mi padre ya estaba en el Concejo, nosotros nos


quedamos en la finca con mi compañero y papá se quedó en el
pueblo ejerciendo su cargo. Y luego hubo unas ferias ganaderas
en Curillo. Fue como un fin de semana y el lunes era festivo. En-
tonces nosotros vinimos de la finca a asistir a las ferias. Mi papá
ya estaba viviendo en Curillo en una casita, vivía con mi abuela
y con mamá, y nosotros en la finca. Nosotros casi no acostum-
brábamos a salir porque a mi padre no le gustaban las fiestas, casi
no le gustaba la rumba, y esa noche, por casualidades de la vida,
esa noche que asesinan a papá, salimos. Habíamos ido temprano
a toros y llegamos a la casa más o menos a eso de las siete de la
noche y decidimos salir un rato.

30 / Relatos de mujeres
Un hermano de mi papá tenía una heladería en el cen-
tro de Curillo, enfrente de la iglesia, y decidimos ir allá, y ahí
ellos se tomaron unas cervezas –papá, mi compañero, un cuñado
del tío mío y unas cuñadas del tío mío también–. Estuvimos ahí
más o menos hasta las 11 y media de la noche. En Curillo había
una discoteca que se llamaba La Roncona, como en la rampla
donde llegaban las canoas de pasajeros. Entonces decidimos que
íbamos a ir a esa discoteca, y siendo más o menos las once y me-
dia, antesitos de la medianoche, decidimos ir para allá. Cuando
llegamos a la discoteca, estaba llena.

Empezamos a acomodarnos ahí para podernos sentar


todos y, de pronto, un tipo se para de otra mesa y ataca a papá.
Nunca hemos sabido por qué. Se paró de allá y atacó a papá, le
tiró con una silla. Entonces papá lo que hizo fue sacar el revólver
que tenía e hizo unos tiros al aire. Inmediatamente las personas
que estaban en esa mesa, que nunca las había visto, no las cono-
cíamos, arrancaron a correr. La discoteca era en un segundo piso.
La Policía quedaba ahí no más, ahí cerquita. Y, de una vez, todas
las personas que había ahí arrancaron a correr, gritando: “¡Se
entró la guerrilla, se entró la guerrilla!”

Y entonces nosotros a la vez pensamos que era verdad


que se había entrado la guerrilla, pero nunca nos imaginamos
que iba a pasar lo que pasó… Yo todos los días me pregunto…
Fue en segundos que pasaron las cosas y no me entiendo por qué
ni cómo ni cuándo. Recuerdo que la gente gritaba: “¡Se entró, se
entró la guerrilla!”.

Cuando nosotros bajábamos por las escaleras, venía la


Policía, venía toda la Policía. Papá venía adelante mío, yo venía

Rosmery Londoño GIL / 31


un poquito más atrás de él. Cuando yo vi que iba la Policía, toda
la gente salía, salía y corría. Y al único que le echaron mano fue
a papá y a todos nosotros, los que estábamos ahí. Y bueno, ya
bajamos a la calle. De una vez, ellos nos pusieron contra la pared,
nos dijeron que alzáramos las manos y empezaron a requisarnos a
todos los que estábamos ahí. Y a papá lo apartaron así como más
allá, como en el centro, porque eso es como un callejón. Entonces
un policía le dijo: “¡Dé dos pasos!”. Y papá dio los dos pasos. Lue-
go le dijo: “¡Tiéndase!”. Y papá se tendió. ¡No entiendo tampoco
por qué! Luego le dijo: “¡Vuelva y párese!”. Y a lo que papá volvió
y se paró, le disparó.

La verdad, nosotros nunca nos esperamos que ellos le


iban a disparar. Hicieron tender a papá y luego lo rodearon. Creo
que había más o menos unos treinta, esa era toda la Policía que
había en Curillo. Recuerdo que el que le disparó a papá era el
subintendente de ese entonces, un hombre moreno, no recuerdo
bien el nombre de él, pero el apodo que le tenían allá en Curillo
era ‘Rama Seca’. También estaba el comandante de la Policía. En-
tonces yo siempre me he preguntado por qué ellos le dispararon
a papá si él era una persona muy conocida en Curillo. El coman-
dante de Policía, que se llamaba Carlos, sabía quién era papá, lo
conocía. Y él estaba ese día ahí. Y sin embargo el policía le dispa-
ró a papá sin ningún motivo, sin ninguna razón. Un solo tiro le
disparó. Le entró por el brazo derecho y le cogió el estómago.

Cuando nosotros vimos que le dispararon a papá, ellos


no pudieron contenernos y nos tiramos fue a ver cómo lo re-
cogíamos. Ellos lo que hicieron fue que, inmediatamente que le
dispararon, se abrieron, se quitaron de ahí. Luego nosotros ya re-

32 / Relatos de mujeres
cogimos a papá y lo alcanzamos a llevar al hospital. Y de ahí lo
echamos en la ambulancia. Allá en Curillo había un hospital
pero no bien dotado. Entonces lo que hicieron ahí fue tratar de
estancarle la sangre a papá y luego lo echaron en ambulancia
para Belén de los Andaquíes4. Alcanzó a llegar vivo hasta allá.
Entrando a Belén, como a las cinco de la mañana, papá murió.
En la misma ambulancia nos devolvimos para Curillo. No había
nada más qué hacer.

Y luego, al otro día, apareció también un muerto adentro


en la discoteca. No sabemos a qué horas sucedieron los hechos
porque, nosotros somos testigos y yo soy testiga, cuando mi padre
sacó el revólver, los tiros que hizo, los hizo al aire, por quitarse
esas personas que lo estaban atacando. Pero al otro día corre el
rumor por el pueblo que había habido otro muerto ese día. No
sé quién sería la otra persona. Lo cierto es que fue enterrada en
Curillo. Pero nunca supimos quién era.

Ni siquiera en 20 años he logrado entender por qué ellos


le dispararon a papá. Y nunca después de que ellos lo asesinan
yo he sido feliz. Fue muy difícil… Cuando recién lo mataron, yo
me preguntaba por qué nosotros ese día aceptamos ir a la ca-
lle si nunca salíamos tarde de la noche. Fue una decisión de to-
dos, de la familia, más que todo de él. Papá nunca salía y ese día
dijo: “Sí, yo quiero ir por allá un rato”. Pero después siempre he
pensado también y he reflexionado y he dicho: “Ellos ya tenían
organizado matar a papá. Si no hubieran matado a papá esa no-
che, igual lo hubieran hecho”. Siempre he dicho que la muerte de

Municipio del Caquetá ubicado aproximadamente a 100 kilómetros de Curillo.


4

Rosmery Londoño GIL / 33


papá ellos la tenían planeada hacía muchos días, porque uno se
pregunta… ¿Todas las amenazas que a papá le llegaron? ¿Por qué
a papá viene y lo mata así la Policía, conociéndolo, sabiendo que
era el concejal de la Unión Patriótica? No pueden decir ellos que
fue que lo mataron simple y llanamente porque no lo conocían.
Incluso siempre dijimos que ellos no hicieron pasar a papá, como
siempre lo hacen, por un guerrillero, porque les quedaba muy di-
fícil porque todo mundo conocía a papá en Curillo. Pienso que
quien agredió a papá en la discoteca era una persona paga por
miembros de la Policía y por algunas personas de otros sectores
políticos que eran prácticamente los dueños en ese entonces del
Caquetá y que estaban aliados con paramilitares y con el mismo
Ejército y Policía y no querían, por ningún motivo, que la Unión
Patriótica llegara un día al poder. Les dolía mucho sentarse en un
recinto con miembros de la UP.

Al otro día, cuando se estaba organizando la marcha


para el sepelio de papá, mi hermana y yo habíamos como perdido
el control y algunos compañeros dirigentes decidieron que a papá
lo velarían en la alcaldía. La alcaldía quedaba enseguida de la Po-
licía. Entonces se llevaron precisamente a papá para allá. Cuando
mi hermana y yo nos levantamos, a papá lo tenían allá. Entonces,
de una vez, nosotras nos vinimos e hicimos que a papá lo sacarán
de ahí. Hicimos un escándalo a la Policía. La Policía estaba acuar-
telada. Me acuerdo que en ese entonces el alcalde era Gildardo
Mendoza, quien fue asesinado también años después. Él era del
partido Liberal. Y algunos dirigentes de la Unión Patriótica le ha-
bían pedido al alcalde que, por respeto a la familia y por respeto
a nosotras, no querían que la Policía estuviera para arriba y para

34 / Relatos de mujeres
abajo, viendo que ellos lo habían asesinado. Entonces, cuando
nosotras llegamos a la alcaldía y vimos toda la Policía acuartelada
ahí afuera, mirando, mi hermana y yo no permitimos que papá
fuera velado ahí y nos lo llevamos otra vez para la casa.

Cuando salimos al entierro de papa y a las manifestacio-


nes y eso, ellos no salieron de ahí. Y como a los dos o tres días,
nos dimos cuenta que el premio que le habían dado precisamente
al que asesinó a papá fue trasladarlo para el municipio de Puerto
Rico. Y luego, un mes, dos meses después, decidieron cambiarlos
a todos. Ese creo que fue el beneficio, la bonificación que le dio el
Estado colombiano a la Policía en ese entonces.

El entierro de papá duró tres días, tres días de marchas.


Y a los tres días lo enterramos. Y durante esos días, todo el tiem-
po fueron manifestaciones. Creo que se volcó todo el pueblo y
todas las veredas donde conocían a papá, porque papá fue uno
de los concejales que había ganado con más alta votación en el
departamento.

A los periódicos lo único que les interesó y la única no-


ticia que publicaron fue: “Asesinado en riña callejera el concejal
de la Unión Patriótica Jaime Londoño”, pero nunca los periódicos
publicaron que había sido la Policía, nunca dijeron nada más.

Nosotras nunca denunciamos. Mi hermana y yo queda-


mos desubicadas. Mamá fue la que más se desubicó. Ella, de ver
lo que nosotras estábamos viviendo, de lo tanto que se desubicó,
tampoco supo como adónde dirigirse, ni adónde guiarnos a noso-
tras. Prácticamente nada de lo que queríamos o deberíamos haber
hecho lo podíamos hacer porque mi hermana y yo éramos menores

Rosmery Londoño GIL / 35


de edad. Y fue tanto el miedo cuando ella vio que habían asesinado
a papá que siempre temió que a nosotras nos mataran. Entonces
tampoco quería que nosotras peleáramos la muerte de papá. En-
tonces ella decide irse para Doncello5 con mi hermana. Y yo pues,
de lógico, sí me tenía que quedar allá porque ya tenía un hogar.

Y a los 15 días más o menos de haber asesinado a papá,


empezaron las amenazas contra mi compañero y contra mí. Re-
cuerdo tanto que nos mandó llamar el alcalde, que en ese tiempo
era Gildardo Mendoza. A veces pienso que él también sabía que a
papá lo iban a matar y que a nosotros nos iban a matar. Recuerdo
mucho que nosotros fuimos al pueblo –nos habíamos ido para la
finca– y, cuando llegamos, lo primero que nos encontramos era
que el alcalde nos necesitaba. Me acuerdo que fuimos hasta allá
y nos dijo que lo mejor era que nos fuéramos porque los rumores
que se corrían eran que habían asesinado a papá, pero que al yer-
no y la hija, que habían quedado, los tenían que matar también,
que nos íbamos o nos mataban. Y él nunca supo decir quién decía
los rumores, nunca nombró personas exactamente. Nosotros ese
día le dijimos: “¿Pero quién es el que dice que nos van a matar?
¿Por qué nos van a matar?”. Y él decía: “No, es que yo escuché.
Esos rumores corren en la alcaldía, es que la gente dice”. Pero
nunca dijo exactamente son fulanos y fulanos. Pero uno supone
que las amenazas venían de los mismos que asesinaron a papá. Yo
creo que la Policía siempre en Curillo quiso matarnos a nosotros
también. Y también corrían muchos rumores de la gente, y siem-
pre la gente dijo que al policía que había matado a papá, el premio

Municipio del Caquetá.


5

36 / Relatos de mujeres
que le habían dado era un millón de pesos y que entonces había
muchos policías que también querían recibir la bonificación por
nosotros.

Nosotros nos fuimos para la finca y no volvimos a salir.


Nos asesinan a papá, nos amenazan y luego terminamos práctica-
mente siendo como los criminales que teníamos que huir. Cuando
eran ellos que nos habían asesinado a papá, cuando éramos noso-
tros los que teníamos que reclamar, terminamos huyendo como si
hubiéramos matado a alguien. Hasta ahí duró la vida normal. Ya
no salíamos, no podíamos… Yo que, después de que asesinaron
a papá, siempre, todos los días de mi vida quería era ir adonde lo
habíamos enterrado, ¡y ni siquiera eso lo pude hacer!

Después de eso ya prácticamente todo el tiempo fue hu-


yendo. Incluso al hermano de papá, un mes después de asesinado
él, también le tocó irse de Curillo porque fue amenazado, le llegó
un sufragio a la casa. Y mi tío no era de la UP, nunca fue ni pa’ ca
ni pa’ llá, era una persona muy neutral que de pronto votaba por
la Unión Patriótica, era simpatizante mas no militante. Y un mes
después llegan las amenazas contra él y su familia y tiene que salir
del municipio y dejar todo tirado. Recuerdo mucho que el día que
mi tío se fue de Curillo, salió por el río hacia Puerto Guzmán6,
que era río arriba, y lo hizo en la noche por los temores de las
amenazas. Y esa noche, cuando iban en la canoa, les dispararon
de la orilla del río, y los únicos que estaban en la orilla del río era
el Ejército, porque el Ejército en ese entonces iba por temporadas
a Curillo, no tenían base como tal.

Municipio del Putumayo.


6

Rosmery Londoño GIL / 37


Ya habían matado a papá, ya habían desplazado a mi
tío, entonces uno sabía que ellos sí cumplían sus objetivos, que sí
mataban la gente. Entonces nosotros casi no salíamos. Eso fue en
todo ese año del 87. Luego yo quedé embarazada y, estando así,
decidimos un día ir a Curillo, llevábamos días que no salíamos.
Uno a veces se pone a pensar cómo es la vida de injusta: nosotros,
que no habíamos cometido ningún delito, no podíamos salir al
pueblo porque nos mataban. Ya yo tenía seis meses de embara-
zo y me dolían mucho unos dientes. Entonces decidimos salir a
Curillo. En Curillo había un puerto pequeño como retiradito del
pueblo. Ahí algunas veces se bajaba gente, otras no. Y ahí, cuan-
do el Ejército iba, solía hacer retenes. Y ese día nosotros veníamos
y ellos tenían el retén ahí e hicieron parar la canoa. Le pidieron
documentos a toda la gente. Y cuando dijeron: “Súbase todo el
mundo”, solamente a mi esposo lo dejaron. Yo les pregunté que
por qué. Entonces me dijeron que lo iban a dejar porque iban a
verificar unos antecedentes y unos datos y que luego ellos lo solta-
ban. Me dijeron que yo tenía que seguir. Luego, en el otro puerto
donde paró la canoa, me bajé y me fui para donde mi abuela y le
conté. Eso fue más o menos al mediodía.

Y ya a la tarde, de ver que él no llegaba, yo le dije a


mi abuela que me acompañara y que fuéramos a preguntar allá
donde tenían el retén. Fuimos y preguntamos y salió un tipo del
Ejército –ya eran más o menos entre cinco y media y seis de la
tarde, entre oscuro y claro–. Preguntamos y el primero que salió
me dijo: “Sí, nosotros lo tenemos pero estamos investigando. Más
tarde lo soltamos”. Y nos quedamos ahí con mi abuela, cuando
otro de por allá abajo, uno malencarado, me dijo: “No, señora,

38 / Relatos de mujeres
es que nosotros a él aquí ya no lo tenemos, ya lo soltamos, y él se
fue”. Y entonces ya el tipo bajó de ahí, muy agresivo, y dijo: “¡Se
me van ya de aquí! ¡Se me van porque ya a él no lo tenemos aquí!
Ya lo soltamos y se fue. Si no se fue para allá fue porque se fue
dejándola, pero nosotros ya no lo tenemos”.

Sin embargo, al otro día volvimos a insistir y fuimos otra


vez a preguntar. Y nunca dieron razón. Y él nunca llegó. Lo único
que sé es que ese Ejército pertenece al Batallón Juanambú7.

Y me volví sola para la finca. Yo no me había recuperado


todavía: a papá lo matan el 24 de marzo del 87 y a él lo desapa-
recen en el 88, creo que en junio, julio. Decidí irme sola para la
finca, pero mi mamá dijo que yo qué me iba a quedar sola por allá,
que luego me pasaba algo. Me dediqué a no comer, a nada, yo no
quería nada. Hasta que un día cualquiera me dieron los dolores
y aborté. Tuve una niña y nació muerta, de pronto porque yo no
comía, no dormía, hacía cosas que una mujer embarazada no debe
hacer, yo no tomaba sino agua con limón, yo andaba… El bebé me
nació muerto y, entonces, menos ilusión de seguir. Mi abuela y una
tía se habían ido conmigo. Éramos tres mujeres allá solas.

Recuerdo mucho que nosotros teníamos una cosecha de


maíz en ese entonces, más o menos unas tres hectáreas de maíz.
Yo no quise coger eso, qué ánimos iba a tener. Prácticamente lo
regalé, lo di. Igual, yo estaba enseñada a estar en la finca y sabía
trabajar, pero tenía la moral por el piso, no quería nada. Y ahí
decidí vender eso por lo que me dieran. Me acuerdo que vendí

Batallón adscrito a la XII Brigada del Ejército Nacional.


7

Rosmery Londoño GIL / 39


como en un millón de pesos, fiado, prácticamente. Eso era una
finca que en ese tiempo costaba más o menos 10 millones de pe-
sos. La finca era de mi compañero. La finca de papá quedaba en
lindero con la de él. Asesinan a papá y nosotros vendimos la que
él dejó. Prácticamente enseguida decidimos venderla, práctica-
mente también la regalamos. Nosotros nos quedamos con la finca
que él tenía, que se la había dejado la mamá, y luego, cuando yo
quedo sola, también vendí.

Después de eso, me acuerdo que una vez –hacía como


tres meses él había desaparecido– un señor, amigo de papá, me
dijo: “Vea, lo mejor es que usted se vaya de por acá pues está pe-
ligrando y la salen matando, la salen despareciendo, y yo sé que
a Carlos lo mataron”. Y yo le dije: “Pero usted por qué dice eso”.
Entonces me dijo: “Porque a mí gente en Curillo me contó que
el día que a él lo dejaron en la base del Ejército, que esa noche
ellos escucharon tiros y que habían matado a alguien –y como
en ese tiempo mataban a la gente y le amarraban algo pesado y
la echaban al río…–. Usted para qué lo sigue esperando, no lo
espere más, usted está muy joven y usted lo que debe hacer es irse
y hacer su vida, porque ellos lo mataron.”

Y entonces ya mamá me hizo ir para Doncello. Yo llegué


allá y dije que no me quería estar ahí. Estuve unos meses y decidí
irme para Bogotá. En Bogotá estuve dos años, tres años, donde
una tía. Ella me consiguió trabajo en una fábrica de jeans y ahí
aprendí a trabajar. Trabajé como dos años.

Luego ya me conocí con mi compañero con el que vivo


hoy, Fernando, y vivimos en Bogotá como otros dos años. Ya él

40 / Relatos de mujeres
trabajaba con una empresa con la que trabaja hoy en día. Luego
a él lo trasladan a Girardot y allá estuvimos dos años. Después
decidió la empresa proponerle que lo trasladaban para Florencia.
Yo no quería, por mi seguridad, regresar otra vez al Caquetá. Y
vuelve el destino y me pone otra vez en el Caquetá. Él no enten-
día por qué yo decía que no, cuando tenía prácticamente toda mi
familia en el Caquetá. ¡Yo soy del Caquetá! Nunca le quise contar
a él qué era lo que me pasaba y por qué no quería volver.

Llegamos al Caquetá. Ya yo tenía mis dos hijos, peque-


ños. Y bueno, volver al Caquetá no era fácil cuando habían pasado
tantas cosas. Y ni siquiera Fernando –que ya llevábamos viviendo
como unos cuatro años– conocía la historia mía. Creo que la vie-
ne a conocer en sí, a saber quién soy yo y qué me había pasado más
o menos hace seis años, y llevamos ya 18 años viviendo.

Lo primero que hice más o menos a los seis meses de


estar acá en Florencia fue volver a Curillo. Pero Fernando no
sabía que yo de pronto corría peligro yendo por allá, nada… De-
cidí irme a ver la tumba de papá y me encontré con que habían
sacado los restos y lo tenían en el osario. Ni siquiera eso pudimos
hacer con mi hermana, sacar los restos de papá… Los restos los
había sacado el compañero Pedro Cruz. Volver a Curillo no fue
fácil. Ni volver al Caquetá.

Luego decidí quedarme quieta. Creo que en ese tiempo


el Partido Comunista y la Unión Patriótica estábamos muy aca-
bados. Ya prácticamente habían cumplido con su objetivo, todo
mundo teníamos miedo. Me estuve quieta un tiempo, casi no sa-
lía de la casa.

Rosmery Londoño GIL / 41


Luego ya cuando viene al Caquetá la doctora Jahel Qui-
roga, con Reiniciar8, fue que Fernando conoce parte de la histo-
ria mía, porque tampoco toda. Yo no compartía con nadie lo que
a mí me había pasado, ni siquiera con él. Él empezó a conocer un
poco la historia de papá, creo que fue lo primero que conoció. Él
sabía que a mi papá lo habían matado pero no sabía nada más de
detalles. Tampoco sabía que papá había sido de la Unión Patrió-
tica, nada, nada. Y ya como que yo empiezo a contarle un poco
la historia de lo de papá. Y pasado ya como un año de estar en
el programa de Reiniciar9, le conté la historia de mi compañero.
Y ya empiezo a conocer mis derechos, que ni siquiera los cono-
cía. Creo que los que no querían que la Unión Patriótica un día
llegara a gobernar este país se encargaron de crear en nosotros
–los que éramos militantes de la Unión Patriótica y muchos de
los hijos de los compañeros– conciencia de que por la Unión Pa-
triótica haber surgido de un acuerdo de paz entre las FARC y el
Gobierno, nosotros no teníamos derechos. Y creo que crecimos
con esa psicología que nos metieron a nosotros, los hijos de los
compañeros, que éramos muy jóvenes en ese tiempo, y con eso
duramos mucho tiempo, creyendo que era verdad, creyendo en
lo que decían: que la Unión Patriótica había surgido entre ese
acuerdo con las FARC y que, por lo tanto, nosotros no teníamos
ningún derecho a reclamar nada en este país.

8
Corporación para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos. Es, en-
tre otras cosas, la organización peticionaria en el caso del genocidio contra la
Unión Patriótica ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
9
Se refiere a su participación en las diferentes actividades emprendidas por la
Corporación Reiniciar, tales como talleres psicosociales, talleres de formación y
actividades en la Coordinación de Víctimas enfocadas al acopio de información
sobre las víctimas del genocidio de la Unión Patriótica en el Caquetá.

42 / Relatos de mujeres
Cuando yo tomo esa conciencia de que estábamos en el
derecho de reclamar y de exigirle al Estado que se hiciera justicia
en los casos nuestros y en el exterminio contra la UP, empiezo
también a colaborar con Reiniciar con muchos de los casos don-
de los compañeros habían sido asesinados y sus hijos, sus esposas,
su familia no querían denunciar por miedo precisamente10.

Y luego, pasados uno, dos años, más o menos, vienen


nuevamente las amenazas contra mí. Con la compañera Ana
Carlina Bohórquez, que fue alcaldesa del municipio de La Mon-
tañita, Caquetá, por la Unión Patriótica, empezamos a madurar
la idea de que se acercaban las elecciones para alcalde y que po-
díamos, otra vez, colocarla como alcalde de La Montañita y pre-
sentamos la propuesta. Estábamos haciendo un trabajo para que
fuera la candidata a la alcaldía por el Polo11. Y luego viene la
propuesta de que la compañera asista de testigo ante la Comisión
Interamericana12. Al otro día de ella haber rendido declaraciones
allá vienen las amenazas contra nosotras. Amenazan aquí a cin-
co mujeres de las que estábamos recolectando la documentación
de Reiniciar y los datos de muchos compañeros que no habían
denunciado todavía y que también estábamos en la propuesta de
que la compañera fuera nuevamente alcalde.

10
Rosmery Londoño lidera en el Caquetá la Coordinación Regional de Víctimas y
Familiares del Genocidio contra la Unión Patriótica.
11
Era el año 2006 y buscarían que Bohórquez fuera candidata por el partido de iz-
quierda democrática Polo Democrático Alternativo en las elecciones populares
de 2007.
12
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entidad del Sistema Interame-
ricano de Protección y Promoción de los Derechos Humanos en las Américas,
con sede en Washington, ante la cual Reiniciar presentó el caso del genocidio
de la Unión Patriótica.

Rosmery Londoño GIL / 43


La primera amenaza la dejaron donde la compañera
Ana Carlina. La compañera no estaba, estaba en Washington
todavía13. Dejaron un sobre que contenía un panfleto donde nos
decían que debíamos abandonar el departamento. El esposo en-
contró la amenaza y decidió guardarla, decidió no decirme a mí
ni a las otras compañeras. En el transcurso de esa semana, recibi-
mos creo que tres amenazas.

Un día me levanté muy temprano, como de costumbre,


y vi un sobre que habían tirado por debajo de la puerta. No estaba
marcado y estaba sellado con cinta. Lo abrí y encontré una hoja
que decía: “Muerte a mujeres comunistas del Caquetá, semillas
y raíces de los terroristas de las FARC” y tenía los nombres de
cinco mujeres: Fidela, Carlina, Nancy, Ismenia y Rosmery. Tam-
bién venía una tarjetica como de sufragio que decía: “El hombre
nunca muere cuando deja de vivir. Sólo cuando deja de amar.
Agradece a usted(es) las manifestaciones de pésame con motivo
del fallecimiento de…”.

También me hicieron llamadas al celular. Mi hijo es-


tudiaba en ese entonces en un colegio arriba en La Industrial y
estaba terminando su bachillerato. Yo siempre al medio día lo
llevaba al colegio y lo recogía a las seis y media de la tarde. Y ese
día, el tipo que me llamó me dijo que me iban a matar recogiendo
a mi hijo del colegio, porque ellos sabían que yo todos los días lo
llevaba y lo recogía y que si seguía denunciando también me iban
a asesinar el hijo.

Es decir, estaba en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.


13

44 / Relatos de mujeres
Luego, me acuerdo tanto que para un 8 de marzo, el
Día de la Mujer, me levanto yo por la mañana y encuentro en la
puerta de mi casa una corona de flores donde nos amenazaban
nuevamente. Tenía una cinta blanca, con letra fea y negra, donde
daban condolencias y aparecían nuevamente los nombres de no-
sotras. Yo sí, de una vez, llamé a Bogotá a la doctora Jahel y le dije
lo que estaba pasando. Y entonces fuimos a la casa de la compa-
ñera Ana Carlina y fue cuando el esposo dijo: “Aquí hace como
unos tres días también llegó una amenaza y aquí la tengo”. Ana
Carlina, por medidas de seguridad, decide no volver al Caquetá.

Decidí irme para Bogotá. Estuve como 10 días y ahí tomé


la decisión de que yo no me iba del Caquetá, porque es muy difí-
cil, mi compañero tiene su trabajo aquí, yo tengo mis hijos. Ellos
estaban estudiando en ese entonces. Mi hijo, el mayor, estaba ha-
ciendo sexto, iba a terminar ese año. No aguanté, estuve como
diez días en Bogotá, sola. Eso era muy difícil. Yo llegué a Bogotá
cuando salí desplazada la primer vez, pero yo era sola, yo no tenía
a nadie, no tenía a mis hijos, prácticamente no tenía en qué pen-
sar, “que los dejé solos, que esto…”. Entonces decidí volver.

Y como los tres días de haber vuelto aquí a Florencia,


me pintaron las paredes de la casa con graffitis que decían: “Fue-
ra UP. Las Águilas Negras14”, algo así. Y salí nuevamente para

No hay aún total claridad sobre quiénes integran estos grupos criminales de
14

extrema derecha que aparecieron desde principios de 2006. Al parecer su com-


posición es variada: antiguos miembros de las Autodefensas Unidas de Colom-
bia, AUC, que se desmovilizaron dentro del proceso impulsado por el gobierno
del presidente Álvaro Uribe Vélez y volvieron a delinquir, paramilitares que no
se acogieron a la desmovilización, nuevos criminales que han copado espacios

Rosmery Londoño GIL / 45


Bogotá, estuve como otros ocho días. Luego dije que no, que allá
no me estaba ni tampoco me iba a ir, que me iba a volver para el
Caquetá. Tampoco iban a lograr lo que pensaban: desbaratar lo
que nosotros habíamos vuelto a construir, que era la recolección
de las familias, que la gente volviera a creer que, sí, un día se iba
a hacer justicia.

Entonces creo que por eso tomé la decisión de volver y


no dejarme. No voy a decir que no, yo a veces me siento triste
cuando empiezan a amenazarme, cuando me llaman, cuando me
dicen que me dan prácticamente días para que me vaya del Ca-
quetá, que no debo denunciar.

La última amenaza que recibí fue el sábado 6 de diciem-


bre de 2008. Me llama un tipo y me dice: “Sí, ¿por favor, la señora
Rosmery?”. Y yo le digo: “Sí, con ella habla”. Me dice: “La llamo
para decirle que tiene de plazo para irse del Caquetá lo que resta
de este año. Y con la boca bien cerradita, sin ningún tipo de de-
nuncia”. Yo lo único que le dije fue: “¿Quién habla?”, y entonces
el tipo de una vez me colgó. Luego yo devolví la llamada a ese nú-
mero y me dicen que ahí venden minutos15. Entonces le pregunté
al señor que me contestó que de dónde me contestaban. Me dijo
que de Florencia, y le pregunté de qué barrio. Me dijo que de un
barrio La Floresta, un barrio que queda retirado, por el lado del
cementerio. Pero hasta ahí.

dejados por desmovilizados. Se relacionan con actividades como narcotráfico,


extorsión, “limpieza social” y persecución a líderes sociales y políticos y a pre-
suntos simpatizantes de las guerrillas.
15
Se refiere a la venta por particulares de servicios de telefonía celular que se
cobran por minuto.

46 / Relatos de mujeres
Detrás de las amenazas de nosotros, uno se pone a pen-
sar y dice: “Tiene que ver mucho el Estado”, porque a quién más
en este país no le conviene que aquí se sepa la verdad. En mu-
chos de los asesinatos, incluso el de papá y la desaparición de mi
esposo, está prácticamente involucrado el Ejército, la Policía, el
DAS16, todos los miembros del Estado. A ellos no les conviene
que testigos de hace 15, hace 20 años sigan vivos, no les convie-
ne para nada que un testigo presencial esté reclamando todavía
lo que pasó, porque muchos, muchos de los que cometieron los
asesinatos contra nuestros compañeros incluso están ocupando
cargos altos en la Policía y el Ejército. Entonces es como una ca-
dena del Estado de querer desarticular un trabajo donde se está
reclamando justicia.

Yo no descarto la posibilidad de que un día cualquiera


ellos logren el objetivo y, bueno, me maten… Pero yo digo, irme
de Florencia es darle gusto a los que no quieren que yo siga gestio-
nando muchas cosas acá. Pero también pienso que uno se muere
es el día que le toca. Yo en este momento tengo un escolta17.
Entonces siempre que me amenazan, yo le digo a mis hijos: “Si
me llega pasar algo, al menos ustedes saben que supuestamente
yo tengo una seguridad que me ha dado el Estado, para que no
me pase nada, y si me llega a pasar algo, bueno, pues no pode-
mos hacer nada”. Creo que si a uno lo persiguen y lo amenazan,

16
Organismo de seguridad del Estado.
17
Se trata de un escolta proporcionado por el Ministerio del Interior y de Justicia,
en el marco del Programa Especial de Protección Integral para dirigentes, miem-
bros y sobrevivientes de la Unión Patriótica y del Partido Comunista Colombia-
no. El programa fue creado por el Decreto 978 de 2000 durante el gobierno de
Andrés Pastrana Arango (1998-2002).

Rosmery Londoño GIL / 47


y si uno es prácticamente un objetivo para este Estado donde
estamos y para el Gobierno, creo que es por algo, creo que es
porque les duele que uno, a pesar de todo lo que le han hecho,
siga reclamando.

Yo pienso que si un día nos matan, si un día dejamos de


existir, hemos dejado semillas y hemos dejado en alto el nom-
bre de nuestro partido Unión Patriótica. Creo que también les
hemos demostrado que no es como ellos dicen: con el correr de
los años, les hemos demostrado que la UP no fue como ellos
quisieron hacerla ver, porque siempre quisieron hacer ver, ante
la comunidad internacional y ante el pueblo colombiano, que
todos los que pertenecimos algún día a la Unión Patriótica, y
los que pertenecemos a la UP en este momento, éramos FARC
y éramos guerrilla. Pero si de verdad éramos, entonces que se
pregunten por qué tenemos una vida normal, por qué vivimos
como vive cualquier otro ser humano en este país, porque si
hubiéramos sido FARC, estuviéramos allá en el monte y les
hubiéramos dado también candela a ellos. Pero creo que nues-
tra oposición es aquí y es política. Por eso nos persiguen, pero
bueno…

Cuando surgen las amenazas, mi esposo siempre me dice


que no sea tan impulsiva, que mejor me quede quieta, que no per-
sista de pronto en lo que tiene que ver con denunciar, que le da
mucho miedo que me pase algo. A veces dice: “Es que yo la noto
a usted como obsesionada por conocer la verdad de por qué ma-
taron a su papá, de que castiguen a los que mataron a su papá. Y
tal vez nunca va a conocer en sí la verdad porque, antes de usted
conocerla, se va a hacer matar”.

48 / Relatos de mujeres
Cuando han cogido a amenazarme día tras día, casi
nunca vengo triste a la casa, que de pronto eso influya en mis
hijos. Si estoy triste, si voy a llorar, lo hago sola. Cuando yo me
fui para Bogotá, el niño pequeño, de 15 años, un día me dijo:
“Mamá, yo no quiero que a usted un día de pronto le vaya a pasar
nada, pero yo sé que tiene razón en seguir buscando que un día se
haga justicia con el caso de su papá, porque si en este momento a
mí me pasara eso, que a usted le llegará a pasar algo, yo haría lo
mismo”. Mi hijo, el grande, cuando estuve en Bogotá, sí me decía:
“Mamá, no venga rápido, estése por allá un rato, estése por allá
un tiempo”. No decía nada más.

Yo traté de que mamá no se diera cuenta de las ame-


nazas mías porque ella sufre del corazón, está muy enferma ya.
En sí, en sí, ciertamente, como han sido las cosas y todo lo que
yo he vivido, mamá no conoce muy bien qué tipo de amenaza
he recibido. Ella se vino a dar cuenta que yo estaba amenazada
porque yo tenía escolta. Yo le decía que Reiniciar había querido
que las personas que estábamos documentando tuviéramos segu-
ridad, pero no le contaba en sí que era que yo estuviera recibiendo
amenazas.

Yo siempre he dicho que soñar en grande es lo más bo-


nito que hay. El primer sueño mío más grande es volver a ver la
Unión Patriótica como fue en el año 86, 87. Creo que eso me
haría muy feliz, creo que ese era el sueño de papá, y eso me daría
satisfacción. El segundo es un día ver de frente los que asesinaron
a papá, o sea, el comandante de la Policía de ese entonces, que era
Carlos, y el policía que le disparó, y preguntarles, por lo menos
al comandante, por qué y quiénes maquinaron el asesinato de

Rosmery Londoño GIL / 49


papá, porque ellos lo conocían a él, sabían que era una persona
prácticamente en su actividad política, conocían muy bien lo que
hacía…

Creo que yo nunca voy a ser feliz. Creo que la muerte


de papá y la desaparición de mi compañero nunca van a permitir
que yo vuelva a ser una mujer totalmente feliz, creo que me falta
algo. Y no sé, a veces me pregunto qué es más difícil, si manejar
el asesinato de un familiar o manejar la desaparición. Creo que
la desaparición de mi compañero… Bueno, la muerte de mi papá
me marcó para toda la vida, porque yo vi cómo lo asesinaron,
vi que no les importó que su familia estuviera presente, no les
importó los gritos míos, y eso es algo que a uno no se le borra
nunca. Pero también marcó mi vida la desaparición de mi com-
pañero, yo creo que hasta hace muy poco. Incluso creo que no lo
he superado. Yo tengo una relación donde tengo mis hijos, donde
tengo un compañero, y manejar el tema de la desaparición es
muy complicado. Siempre he tenido temor y me he preguntado
y nunca he podido ser feliz porque siempre he pensado: “¿Qué
tal que un día apareciera? ¿Qué haría yo, cuando ya tengo una
vida construida por otro lado, cuando ya tengo mis hijos, cuando
tengo un compañero? ¿Qué sería de mi vida? Y por eso no se sabe
qué es más difícil, si haber enterrado a papá, saber que ya, bueno,
le quitaron la vida, pero que logramos y tuvimos la oportunidad
de darle una sepultura y que sabemos dónde quedó. Pero saber
que una persona se desaparece… Uno se hace un montón de pre-
guntas que nunca se puede responder. Saber que prácticamente lo
que compartimos y vivimos fue muy poco porque a los dos meses
de habernos casado asesinan a papá y luego todo se convierte en

50 / Relatos de mujeres
tristeza, y que luego lo desaparecen, y seguir yo todo el tiempo sin
saber si sí era lógico que construyera una familia, cuando vivía a
toda hora esperanzada en que un día iba a regresar.

Yo creo que ser leal con lo que a uno le gusta y siempre


le ha gustado es lo más importante y lo más bonito en una perso-
na, y a mí siempre me gustó el Partido Comunista Colombiano y
la Unión Patriótica. Creo que eso es lo que yo quiero: que un día,
cuando yo ya no esté, mis hijos, mi familia y Reiniciar me recuer-
den así, como una mujer fuerte que nunca, a pesar de lo que he
vivido, van a conseguir que piense diferente y deje de pensar que
un día vamos a conseguir que se sepa la verdad, que aquí sí hubo
un genocidio contra la Unión Patriótica. Creo que eso sería algo
muy bonito. Incluso cuando nos sentamos a hablar con los hijos
de muchos compañeros que yo conocí, y con los que hoy tengo
contacto, es una satisfacción muy grande saber que ellos, que un
día se sintieron igual que yo, perdidos, sin ninguna esperanza, hoy
tienen esperanza y la han puesto en Reiniciar. Eso también me
gustaría: que me recordaran como una mujer que ha logrado que
muchos que no tenían esperanza ya, que vivían completamente
frustrados por lo que pasó, volvieran a creer.

Rosmery Londoño GIL / 51


Pero las ideas quedan,
no las mata nadie

M aría Inés Pacheco de García

Yo tengo 64 años. Me casé muy joven; yo estudié en Bo-


gotá, en María Auxiliadora, donde las monjas. Fui de unos padres
campesinos, de una vereda llamada San Juan1, en el departamen-
to del Tolima; en esa vereda mi padre tenía una finca con todo,
grande, por ahí de unas 30 hectáreas, y en esta finca tenía ovejas,
tenía ganado, tenía café, tenía todo, tren de molienda, tren de
despulpar cafetos. Como una finquita de ricos, muy bien cuidada,
no le faltaba nada. Soy la única mujer en cinco hermanos, soy la
tercera de los cinco; y resulta que, como mis hermanos mayores
estudiaban, yo me ponía a llorar porque no me ponían en la es-
cuela; entonces mi papá me llevó a la escuela siendo muy peque-

1 Vereda del municipio de Dolores, Tolima.


ñita, solamente tenía cinco años de edad; y pues, en ese tiempo
en las escuelas era todo el día, y así fue que en tres años yo pasé
mi primaria, porque salí con una cabeza muy buena.

Entonces, el curita del pueblo, llamado Jesús María


Oviedo, era amigo de mi papá y le dijo: “Don Pedro, no deje la
niña así, porque a escasos ocho años esa niña haber hecho la pri-
maria, es que es muy inteligente”; ¿sabe qué?, le voy a regalar una
beca para que la lleve a Bogotá, al María Auxiliadora”. Y mi papá
dijo: “¡Hay que hablar con la mamá!” ­–mi mamá se llamaba Be-
lén–; y nosotros llegamos y le dijo: “Belén, venga le digo, el cura
le da una beca a Inés para que haga el bachiller en Bogotá, donde
las monjas de María Auxiliadora”; entonces dijo mi mamá: “Pues
pensémoslo...”; y como a los tres días dijeron: “Sí, nosotros aquí no
tenemos absolutamente nada qué brindarle a ella para que salga
adelante, y pues ya que le dan el bachiller y es muy inteligente,
pues aprovechemos”. Mi mamá, a pesar de ser yo la única hija
mujer, me dejó ir.

Me alistaron mis maleticas y todo, y en febrero ya me


llevaron para Bogotá. Me dejaron interna; mis papás me manda-
ban cositas y todo; recibía razones de ellos en carta, hasta cuan-
do, después de un año, se desaparecieron; yo no sabía ya nada de
ellos porque empezó la violencia de la chulavita y la chusma, que
se decía así, ¿no?, que eran conservadores y liberales. La chulavita
era la policía, era el ejército de los conservadores, y la chusma
eran los liberales, los que se defendían del Estado2.

Esta parte del relato está enmarcada en los inicios de la época conocida en Co-
2

lombia como La Violencia (1946-1965), guerra civil no declarada entre liberales

54 / Relatos de mujeres
Entonces, allí se acabó todo y empecé yo a estudiar muy
mal, sufriendo harto, no venían porque se formó esa violencia y
sacaron a mis papás del campo, fueron a parar al pueblo, ¡bueno,
fue un desplazamiento masivo que hubo en veredas y todo ese
pueblo, en Dolores! Entonces yo no recibía correspondencia ni
nada porque era prohibido mandar cartas.

De pronto mi cabeza me ayudaba para que las monjas me


colaboraran y entonces me tenían como consentida, me querían
mucho; y había una ancianita, Sor María, y era la directora, y ella
estaba muy ancianita; yo le colaboraba en lo que podía, en las
pantuflas, ayudándole a tener el hábito, ella me quería mucho. En
éstas, pues me sacaron a un paseo a Cachipay3; en ese paseo de
vacaciones yo oía que había mucha gente por ahí que era de Do-
lores, de mi pueblo, y yo no hallaba cómo hablarle, entonces me
escapé y le dije a un sargento: “Yo quiero saber de mis padres, de
Dolores, y escuché que usted trabaja allá”, y dijo: “Sí, yo trabajo en
ese pueblo”, y le dije: “Ay, permítame” y arranqué a correr y escribí
una carta a escondidas. Escribí la carta y le dije: “Llévele a Pedro
Pacheco y a un muchacho llamado Carlos Pacheco”. “!Ay, yo soy
amigo de Carlos!”, me dijo el sargento, y me llevó la carta.

Entonces mandé la carta; yo ya me iba a graduar, y


–¡póngame cuidado!– no existía el sexto grado, en esa época sólo
existía hasta cuarto bachillerato, no había más, los gobiernos fue-
ron colocando después otros cursos, en esa época era así como

y conservadores, que produjo más de 200 mil muertes y el desplazamiento


forzado de grandes sectores de población.
3
Municipio de Cundinamarca.

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 55


le estoy diciendo. En cuarto me gradué como bachiller. Al es-
cribirles yo esa carta, ellos se dieron cuenta que habían quedado
desubicados porque, como se había trasladado el colegio porque
las monjas compraron en otro sitio, yo estaba en otra dirección;
entonces ya ellos se dieron cuenta dónde estaba y mandaron a mi
hermano mayor y me llevaron. Llegué a mi pueblo faltándome
cinco meses para cumplir los 13 años de edad.

Tenían mis hermanos y mi padre un amigo, un amigo


llamado Cruz, Cruz García, y con ese amigo nos conocimos una
tarde porque en eso ya había amnistías y hubo una amnistía de
los chispas4, de los comuneros y de la chulavita. En el pueblo unos
andaban con los comuneros, otros andaban con los liberales, y
allá no había chulavita porque el pueblo ha sido muy liberal. En-
tonces ahí estaba ese muchacho; ese muchacho llegó como por
un golpe del destino, porque dijeron que existían los chispas y que
los chispas se iban a llevar unas niñas vecinas mías, y entonces
colocaron vigilancia de los comuneros, y entre ellos estaba ese
muchacho que después fue mi esposo. ¿Por qué se decía comune-
ros? Porque en la guerrilla liberal de pronto apareció la ideología
comunista, marxista, entonces se llamaban comuneros porque
eran del Partido Comunista. Entonces él patrullaba, patrullaba
para defender a las chinas que estaban en peligro. Y una noche
llegó a la casa porque lo había picado un gusano venenoso y yo
le di un secreto de las 7 hierbas que sabía mi mamá, que quitaba
el dolor. Eso lo hice, y él dijo que qué detalle el de esa china.
Pasó así; al otro día él volvió a mirarme la cara, él dijo que esa

Cuadrilla proveniente de las guerrillas liberales del Tolima, al mando de Teófilo


4

Rojas, alias, “Chispas”.

56 / Relatos de mujeres
noche no me había mirado. Y entonces dizque él fue y le dijo a
un amigo: “Mire que es una niña muy linda y es muy educada y
como muy piadosa, y me gustó, le voy a proponer”, y entonces el
amigo le dijo: “Pero ella está muy pequeña”. Cruz me llevó una
carta y yo le dije que no, se la mostré a mi hermano mayor y mi
hermano dijo: “No, cuidadito, usted es una bebé, no vaya a hacer
eso”, entonces yo le dije a Cruz que no. Él siguió yendo, hablando
con mi papá, eran amigos, pero entrañablemente, porque él era de
una conducta excelente, muy trabajador, no tomaba, era lo mejor.
Y siguió insistiendo, insistiendo. Él tocaba y cantaba ranchera,
que a mí me gustaba mucho; y una noche él le estaba cantando
a una vecina porque un novio le había mandado a dar serenata;
me encaramé por la claraboya de la ventana y miraba, y veía tan
elegante a ese señor, cantando tan lindo, tan lindo, y me gustó. Y
yo dije: “Mami, mire que hay un señor de tal y tal y de sombrero
grande ­–­cantaba vestido de charro– cantando tan lindo”, y me
dijo: “Ese es Crucito”. Al otro día él fue a la casa y me dijo: “¿Es-
cuchó la serenata?”. Yo le dije: “Sí, me gusta mucho como cantas”,
y dijo: “Sí, una noche de estas, te vengo a cantar a ti”.

Él volvió a insistir y le dije que sí, que yo lo atendía,


pero que tenía que hablar con mi papá y mi mamá, y, entonces,
el sábado fue a hablar con ellos. Ellos le dijeron que sí y me lla-
maron y dijeron: “Me parece buen partido, es mejor que se case”;
ellos habían recibido una carta de la superiora del colegio para
que me fuera para Bogotá o que ella mandaba a Dolores por mí
porque se iba para Londres y que me llevaba; es que ella ya estaba
muy ancianita y estaba temblosa, y es que yo había sido como la
niñera de ella. Entonces, dijo mi papá: “!!!No se me va!!! ¡Se me

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 57


pierde otra vez y ya mijita estuvo perdida; no, no, mijita, yo no la
dejo ir, cásese!

Pues no le vi ningún problema en decir que sí; él seguía


era hablando con mi mamá y mi papá, pero nosotros ni un beso,
ni un abrazo, yo no le permitía nada. ¡A mí me daba mucho sus-
to! Él me iba a besar y yo le tiraba esa puerta..., él tenía 23 años.
Después él llevó la plata para la ropa y se la pasó a mi mamá,
para comprar los guantes, la corona, el manto, todo, el ajuar del
matrimonio, y mi mamá y mi papá, ¡¡felices!! Marcaron la fecha y
me casé el 19 de julio, yo tenía 13 años y dos meses.

De ahí, él llegó y me dijo que nos teníamos que ir a vi-


vir a una casa que le arrendó la hermana, por allá en un barrio
alto, pero yo no me acostaba con él porque yo le tenía un miedo
espantoso y cuando sentía que abrían la puerta yo corría para un
asiento, me sentaba temblando, muy asustada.

A los 13 días de casados, dijo: “¿Es que no me quieres?” y


le dije: “No”; me pregunta: “¿Y le pesó haberse casado conmigo?”,
yo dije: “Sí”. Me llevó donde mi mamá y les dijo: “Señora Belén y
don Pedro, aquí les traigo a Inesita, la traigo como me la llevé, me
la cuidan, que yo sigo haciéndole mercado y todo hasta cuando
me gane el cariño de ella, es mi esposa”, y mi mamá dijo: “No,
mija ya se casó y aquí no le puedo dar posada”; mi papá también
dijo: “Busque donde quiera, mija, pero no le puedo dar posada”.
Me llevaron donde el cura y él me dijo que cuando uno se casaba
tenía que consumar el matrimonio y una cantidad de cosas; me
decidí a volver porque no me daban posada donde mi mamá y yo
pensar en irme para otra parte, tampoco.

58 / Relatos de mujeres
Teníamos ya ocho meses de casados, nosotros vivíamos
en un alto, y lo vi que venía con una mujer de vestido rojo; me
ericé, sentí como una tristeza, no sé, como un egoísmo, sentí que él
era mío. Cuando llegó, como yo le servía la comida, le dije: “¿Dón-
de estaba?, ¡andaba con otra mujer!, ¿cierto?”; me dice: “No, mijita”,
y le digo: “Sí, señor, porque yo lo vi con una mujer de vestido rojo”;
me dice: “Mijita, me encontré con el señor Segundo y me dijo que
fuera a ponerle precio a los cerdos y me mandó con la señora Amin-
ta para que yo le dijera cuánto valía cada cerdo. Camine, vamos a
preguntar”, y yo, ni corta ni perezosa, me prendí de la mano y me
llevó hasta allá; y le dice al señor Segundo: “Mire, traje la costilla,
que dice que me vio con una mujer de vestido rojo…”. Y como él
me lo había contado, así me lo dijeron; la señora de vestido rojo
estaba ahí, ella me saludó y me dijo: “No, yo soy amiga de Crucito,
conozco a la mamá y lo estimo mucho”. Ese día me desperté de la
cabeza a los pies, digamos, al amor y, de pronto, al sexo. Y ya empe-
cé a vivir con él que no quería que me dejara en ningún momento,
yo iba con él para todas partes, él me adoraba en el alma, y fue así
como seguimos en esa tónica y tuvimos nuestras hijas.

Seguimos así, ya las hijas estaban grandecitas, yo me la


pasaba en la casa; aprendí a hacer costura fina, cosía mucho, cosía
para almacenes y todo eso, y con eso le ayudaba, y él era nego-
ciante de ganado y matarife. A mí todavía no me despertaba la
política…

Él se me escapaba a unas reuniones de noche, y, por los


celos, llegué donde él y le dije que a mí me parecía que no eran
reuniones, sino que era una mujer la que tenía, y que por qué
llegaba a las 11 ó 12 de la noche. Yo le pregunté que por qué iba

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 59


a esas reuniones, que a mí no me gustaba; y dije: “Entonces, llé-
veme”, y él: “!No, no puedo llevarla, mi amor!”; entonces me puse
a llorar y él se fue a contemplarme y me dijo: “Mijita, entonces
arréglese y se va conmigo esta noche; lo que vea o escuche, usted
tiene que ser una sepultura, ¿sí o no?”, y le dije: “Sí, señor”.

Llegamos a una casa donde estaba oscuro y hablaban de


marxistas, de leninistas y de todo eso; y yo dije: “¡Ah, no, esto es lo
mismo que el curita me daba en el colegio mío!”, un cura anciani-
to que nos daba clase de religión, y entonces ya después yo entendí
que él nos daba era marxismo, leninismo, todo eso...; entonces ahí
dije: “No, esto no es malo”, y le preguntaba a Crucito: “Pero, mijo,
y ¿por qué dicen que es prohibido?”, y él me decía: “No, mijita, di-
cen que esta es una organización clandestina porque la oligarquía
no gusta de esta organización, porque esta organización viene de
los comuneros y los comuneros son comunistas”.

La palabra comunista me asustaba porque mi mamá y


mi papá eran enemigos de ella. “Belén, ahora sí se nos entró el
comunismo”, le decía mi papá a mi mamá. Mi papá era liberal
pero tenía familia conservadora; mi mamá lo mismo, y habían
matado, de ambas familias, mucho liberal y conservador; yo le
preguntaba a mi papá: “¿Qué es el comunismo?” y él me decía:
“En el comunismo usted no puede tener gallinas, no puede tener
cerdos, no puede tener vacas, si tiene dos le quitan una”, bueno,
eso me decía cantidad de cosas, le tenía angustia.

Mi esposo había sido de los alzados en armas de los co-


muneros, que eran comunistas, pero no decían “comunistas”, sino
“comuneros” y tenían la ideología comunista. Entonces, bueno

60 / Relatos de mujeres
–como le cuento–, llegué a esa reunión, me gustó, seguí yendo.
En esas, los pudientes y los notables del pueblo tenían paradero,
quiero decir, un potrero donde colocar las vacas y tenerlas ahí,
entonces exigían que subiera el precio de la carne, y el alcalde no
quería, sin embargo, se dio paso al alza de la carne y el alcalde
aceptó; los pudientes tenían paradero, mas los que no eran pu-
dientes sólo tenían para comprar dos resecitas, tres, máximo, por-
que no tenían dónde dejarlas. Entonces los matarifes pobres no
dejaban entrar a los matarifes ricos a que ellos mataran; hicieron
como una huelga, fueron donde el alcalde, y el alcalde ordenó que
no, que tenían que dejarlos entrar a matar.

Ellos mataban a las 4 de la tarde y dejaban la carne para


el otro día después expenderla; y los matarifes pobres, algunos
–malintencionados también–, fueron y envenenaron la carne, le
metieron creolina; mi esposo no estaba, estaba trayendo un ga-
nado; entonces, cuando vino, yo le dije: “!!Ay, mire que metieron
todos los matarifes, todos los de la clase media, los metieron a la
cárcel!!”; me preguntó por qué, entonces yo le conté, y dijo: “Pues
yo me iba a venir ayer, pero salió una vaca muy brava y no me la
pude traer”. Después empiezan a coger más gente pa’ la cárcel, a
mi esposo también lo querían involucrar porque era de clase me-
dia, pero, bueno, a él no lo metieron a la cárcel porque él no había
estado. Entonces empezaron las señoras de los matarifes a llorar y
yo le dije: “Mijo, por qué no hacemos un memorial y lo llevamos
a la gobernación y que hagan algo, porque ¡esas criaturas en la
cárcel!”; me dijo: “Mijita verá”.

Yo no era la que sabía mucho, pero usted sabe que en el


país de los ciegos el tuerto es rey. Entonces elaboré una petición a

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 61


la gobernación. Y fui y convidé a algunas señoras de los matarifes
y les dije: “!Caminen!, y entonces se la llevamos al gobernador y
él quedó de mandar un supervisor, porque no había Fiscalía; yo
fui y documenté al juez para que los soltara y él dijo que no se po-
día, cuando le llegó el supervisor y dijo: “!Todos se van para afue-
ra, pero ya!”, y entonces él soltó a todos esos matarifes, eran como
32, y de la alegría se fueron a tomar en la cancha de fútbol.

Yo ya me devolvía para mi casa, cuando veo esa cantidad


de matarifes, tomando, ¡alegres, contentos, porque los habían sol-
tado!; entonces llamaron a mi mijo y le dijeron que me llamara;
él me llamó y dijo: “Mijita, ¿sabe qué han dicho porque los hizo
soltar?, que si la dejo que nos represente en el Concejo...”, como
cívica, ¿no?; yo le dije: “!Ay, no, mijo, yo no entiendo de eso!”,
y dijo: “No, tranquila, nosotros la guiamos, nosotros sabemos
cómo”. Claro, él era político, él sí tenía mucha estructura política
porque pertenecía al Partido; ya, a lo último, le dije que bueno,
entonces, acepté. Estábamos como a tres meses de las elecciones,
y entonces me llevaron al Concejo; me sobraban 25 votos de los
que se necesitaban para llegar al Concejo, me acuerdo mucho.

Ahí empecé a ser concejal, con los ojos cerraditos; no


entendía, ni sabía; sólo sabía que lo que no le servía al pueblo era
que subieran lo de la luz, el agua, los servicios, y que se tenían que
hacer obras, porque mi esposo sí me dijo: “Allá lo que se necesita
es que se hagan obras, que la plata del pueblo regrese al pueblo en
obras, en beneficios”, él sí me explicaba.

Empecé a hacer debates, seguí adelante; empecé muy


joven a ser concejal, hasta cuando resultó la Unión Patriótica.

62 / Relatos de mujeres
Primero fui concejal cívica, luego por la Unión Nacional de Opo-
sición, por la UNO, y así fui yendo con la izquierda hasta que
apareció la Unión Patriótica. Fue una cosa gloriosa, pero también
le cuento que entré al espinero más grande de mi vida, donde me
tocó sortear muchas cosas y dificultades tenaces.

En las primeras elecciones de la Unión Patriótica, en el


86, entro como dirigente, me lanzo como candidata al Concejo
y hubo una acogida tan grande porque yo había trabajado ya con
mi pueblo, me destaqué en servir, en ayudar a hacer casitas, ha-
cía comités. Sé trabajar la política tan bien que aprendí a hacer
trabajar la gente para que obtenga lo que necesita, nunca fue el
paternalismo, porque no tenía cómo darles, pero sí les decía: “Va-
mos a hacer esto...”.

Primero, estando de concejal cívica, empecé a enseñarle


a la gente que me seguía, a los mismos matarifes, a los ayudantes
de matarifes, era una familia grandísima de matarifes. A ellos les
enseñé: “Aquí vamos a hacer un comité de salud, un comité de
vivienda, un comité de solidaridad”, y así. Entonces a cada comité
yo le dejaba trabajo, pero también me iba y me metía ahí, a hacer
tamales, a hacer una rifa, a hacer un bazar y así hacíamos mara-
villas. Yo supervisaba, pero no cogía un peso, tenían que llevar la
plata a la caja de ahorros; les enseñé a que ellos mismos manejaran
la plata, pero por medio de una amiga, y cada comité tenía que
elegir presidente, tesorero, fiscal y dos vocales. Así obtuvimos ca-
sas, ranchitos, así obtuvimos botiquines y también platica, por si
había que sacarlos del pueblo a Ibagué5, ese era mi trabajo.

Capital del Tolima.


5

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 63


En el Concejo un día escuché que había un terreno de
engorde, pero que no dijeran nada; yo salí haciéndome la bobita
y me fui para donde unas personas que necesitaban techo, y les
dije: “Vamos a hacer esto y esto, vamos a pedir tierra”. Me fui a
buscar si había escrituras del municipio o de la Iglesia, a ver de
quiénes eran esos terrenos baldíos, solos. Me llevé 18 personas
a pedir lotes. Les dije que me dieran un lotecito para acomodar
esas personas, que yo trabajaba como diera lugar para hacerles
techo. El alcalde, que era Jorge Enrique Leal Troncoso, me dijo:
“No, doña Inés, usted qué está creyendo, ¿que el municipio tiene
tierras?”, y le dije: “Usted no es de aquí, usted es ibaguereño, us-
ted no sabe qué tierras tiene mi pueblo y no sabe cuál pertenece
al municipio”; él dijo: “No, no, eso aquí no aparece”. Entonces,
le dije: “Señor alcalde, déme una constancia de que yo vine con
tantas personas a hacerle esta solicitud y que usted me contestó
esto”. Me dio la constancia y me la llevé. Como mi esposo me
ayudaba y me guiaba, yo fui y le comenté y él me dijo: “No,
mijita, eso es muy difícil”. Le dije: “Mijo, yo voy a ver, porque
cuentan que esa manga no es de la Iglesia, es del municipio, y si
eso es tan difícil, ¡pues yo lo invado!”; él me dijo: “No, porque
eso tiene delito y se puede ir a la cárcel, vaya a ver qué dice el
alcalde”.

Me fui como ratón de biblioteca; Marinita, una amiga


mía, era la bibliotecaria del municipio y me fui y busqué a ver si
encontraba la escritura o algo, y veo que el terreno sí era del mu-
nicipio; y, calladita, me fui y preparé toda esa gente, y una noche
los cité y les dije: “Vamos a invadir esto porque el alcalde no nos
va a dar ese terreno”.

64 / Relatos de mujeres
Mi esposo me dijo que eso era muy riesgoso y le dije:
“No, mi amor, yo voy ha hacer esto: me voy a ir con una señora,
con una anciana como de 70 años, con cuatro nietos”; el hijo lo
tenía en la cárcel y los nietecitos vivían de la viejita, que sola-
mente lavaba ropa. Entonces me la llevé a ella como ejemplo y
le dije: “Señor alcalde, yo traigo esta señora, es fulana de tal, es
pobre y tiene cuatro nietos..., entonces yo vengo a que me dé tie-
rra porque ellos están durmiendo en la calle; camine, señor alcal-
de, y ve la prioridad de esta señora”; entonces dijo: “Sí, le puedo
dar, pero por ahí en El Mango”, un barrio altísimo donde ella no
podía subir porque eran puras escaleras, y, entonces, yo: “Bueno,
señor alcalde, si me la va a dar, bien”; y me dijo: “El martes venga
con ella”. Yo pensé de una vez, aquí me tronchó, porque me da
sólo para ella.

Se me vino a la cabeza decirle a ella: “Rezáguese; cuan-


do lleve un tramo de la escalera, diga que no puede andar, que
usted está muy ancianita y no puede andar”; y fue así, ella decía:
“!Ay, yo ya no puedo andar, señor alcalde!”; y él: “Pero, entonces,
¿cómo hacemos?”; le dije: “!!Se da cuenta!!, señor alcalde, que si
así es hoy, que es la primera vez que ella viene a pedir el lotecito,
qué será subir y bajar si ella vive de lavar ropa ajena, entonces
considere; no me dé nada, ¿por qué no negociamos allá abajo una
esquinita de ese lote que dicen que no tiene dueño y que es del
municipio”; me dice: “No mujer, yo no puedo hacer eso”; le dije:
“Bueno, señor alcalde, conste que le pedí, conste que he venido
tres veces de a 17, de a 16 y de 13 personas, y por último esta se-
ñora...”; me dijo: “Haga lo que quiera, doña Inés, pero no puedo
hacer nada”.

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 65


Entonces junté todas las personas seguidoras mías; les
dije: “!Vamos a meternos a ese lote, alistemos paroi6!”; de lo que
tenía el comité de vivienda saqué platica y les di para comprar
paroi y madera, y cada uno me tenía que llevar una tabla y un
palo pa’ clavar y ayudar. Y así nos fuimos una noche. Mi esposo
me decía que no, que él me acompañaba y yo le decía: “No, yo me
voy sola, me voy a hacer cargo de esto, yo no quiero que de pronto
nos vayamos a la cárcel los dos, déjeme a mí solita”. Pero tan de
buenas que a mijo esa tarde le salió un negocio que tenía para ir a
una vereda a traer un ganado; y ahí me quedé yo y dije: “Esta es la
noche mía”; y, con un hermano de él y unos hermanos míos, eso
hicimos un poconón de ranchos, con puro paroi. Yo les dije esa
tarde; vayan y métanle monte, metan matas de plátano, colinos
de plátano, matas de yuca pequeñas, de café, porque así tenían
derecho a todo lo demás. Hicimos unas barbacoas, esas camas
altas que se hacen de guadua y palos y que, así llueva, como hay
paroi por encima, por debajo pasa el agua. Y para hacer los fogon-
citos, colocábamos una mesa y le echábamos tierra, y encima de
la tierra poníamos las piedras de fogón de leña. Y esa noche saca-
mos cinco viviendas y de una vez fui y los coloqué. A la ancianita
la acosté con sus cuatro niños; porque dije: “Si vienen, la primera
va a ser ella”, porque el alcalde sabía que el día anterior había ido
con la ancianita. Ella me dijo: “!Ay, a mí me dijeron que me iban
a meter a la cárcel!”; le dije: “No, la responsable de esto es mi per-
sona, y así le dice al alcalde que yo fui la que la metió acá”.

Paroi es un término que surge de la expresión ‘para hoy’ y que designa materia-
6

les de construcción de poca calidad y resistencia, que se usan temporalmente,


mientras pueden ser sustituidos por materiales duraderos.

66 / Relatos de mujeres
Cuando al mes llevaron la ancianita presa, ¡que cómo
se había metido allá!; entonces ella dijo: “No, la señora Inés, la
concejal, me trajo y me dijo que ahí”. Llegó a mi casa un policía
y dijo: “Doña Inés, está detenida” y le digo: “Pero ¿por qué?, yo
no he matado ni he robado”; dijo: “No sé, el alcalde me dio la
orden, mírela, la orden es que usted me siga, ¡camine!”; yo le dije:
“No, yo no me voy con usted, dígale al alcalde que yo voy cuan-
do pueda, me ven con usted y qué dirá la gente, que me llevan
presa, no, ¡váyase!”, y le gané porque yo bajé por otra calle, a la
pura carrera, y llegué donde el alcalde, y le dije: “Señor alcalde,
aquí estoy presente”; dijo: “Usted se metió a invadir eso, ¡¡usted
se va para la cárcel ya!!” y le dije: “Mire, señor alcalde, yo vine y
tengo las constancias de que yo vine a pedirle por las buenas, y
usted por qué me reclama, luego quién es el dueño de eso, dígame
quién es el dueño y yo voy a negociar con él”; dijo: “No, es que es
del municipio”; le dije: “¡No se acuerda que vine muchas veces y
usted dijo que el municipio no tenía tierras!, entonces acepte que
yo hice esto para los destechados, yo no estoy matando ni estoy
robando”; dijo: “Pues está detenida hasta cuando se aclare esto”;
le digo: “Pues si quiere mándeme para la cárcel que yo soy una
mujer que nunca pensé ir a la cárcel, menos por esto, por una
obra de caridad, pero me voy”. Entonces, él: “No, doña Inés, por
qué no negociamos; mire, vamos a hacer esto, con esta ancianita
ahora y después con los otros, vamos a tomar en arriendo unas
casitas, y un mes paga el arriendo la alcaldía y otro mes, usted”; y
le dije: “Señor alcalde, usted cómo me va a decir eso, yo no tengo
plata, y cómo me va a poner a pagar un poconón de arriendos,
me meten a la cárcel por deudora y ¡eso sí que no!”; dijo: “Enton-
ces voy a mandar a desbaratar esos ranchos”; y le dije: “¡¡Mande,

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 67


señor alcalde, mande y los desbarata!!, pero usted me tiene que
pagar todo lo que se ha invertido y tiene que colocar esas criatu-
ras, es una prioridad, usted no los puede dejar en la calle, ellos no
tienen casa, ya están viviendo allá, usted me tiene que responder
por la casa de esa gente y todas las personas me las tiene que
reubicar donde sea, o si no yo me voy para la gobernación”; dijo:
“No, doña Inés, es que yo estoy entre la espada y la pared porque
yo no puedo hacer esto, a mí me prohíben las leyes”.

Pues me vine pa’ la gobernación y había un señor de


muy mala clase que me dijo: “Siga, siga”, y se quedó mirándome
y me dice: “Y, usted, ¿a qué viene?” y le dije: “Mire, señor gober-
nador, yo vengo a decirle esto y esto y esto”; dijo: “Yo no creo que
usted, que una mujer tan bella y tan linda vaya a ponerse en estas
y a trabajar con sus uñitas”, y le dije: “Sí”; dijo: “Pues yo voy a ha-
cer el viaje allá y voy a mirar qué está haciendo”, entonces le dije:
“¡Yo no vengo a que me eche flores, señor gobernador!, yo a lo que
vengo es a que me solucione el problema”, y dijo: “No, tranquila,
tranquila que yo voy a ir”, y fue.

Entonces ya el alcalde empezó a hablar, y me dijo el go-


bernador: “Desbarate todo eso que yo le voy a solucionar este
problema”; y le dije: “No, señor, ¡la posesión ya es de hace tres
meses y ahí los dejo!”; dijo: “No, es que eso está mal repartido, eso
hay que hacerle calles y carreras y para hacer eso hay que traer el
Agustín Codazzi7”; entonces dije yo: “Traigan lo que traigan, pero

Se refiere al Instituto Geográfico Agustín Codazzi, entidad del Estado respon-


7

sable de las políticas de cartografía, agrología, catastro y geografía, así como de


apoyar los procesos de planificación y ordenamiento territorial.

68 / Relatos de mujeres
hasta que no hagan la medición de las calles no voy a levantar
los ranchos, y me tienen que dar ayuda –señor gobernador–, la
alcaldía y la gobernación me tienen que dar ayuda, pa’ poderlos
hacer de ladrillo o de adobe”; adobe es un ladrillo que hacen de
tierra y el bloque es algo que también lo sé hacer, pica uno piedra
y le echa el cemento y la arena y hace unas formaletas de tabla y
mete ahí la mezcla y se aprieta, y sale, sale ahí.

Yo aprendí a hacer todo eso y enseñaba; mi esposo era


constructor, entonces él me enseñó y entonces yo le enseñaba
a mis seguidores qué tenían que hacer y entre todos hacíamos.
Entonces me regalaron para cemento en cantidad, me regalaron
para gravilla –que en lugar de picar piedra se le puede echar gra-
villa– y para arena, y coloqué toda esa gente a trabajar, y cuando
ya teníamos montones y montones de ladrillos, entonces sí lla-
mé al gobernador y le dije: “Gobernador, yo tengo ya todo listo,
regáleme para comprar zinc y para comprar lo que es tazas y lo
de cocina, lavaplatos”; entonces dijo él: “!Ah, es que usted va a
hacer es palacios!”, le dije: “No, señor gobernador, pero sí que
estén bien, porque nosotros los pobres también merecemos ir a
hacer del cuerpo en una taza”; ¡yo les andaba duro!, con mucha
decencia, pero siempre duro.

Después que parcelaron los lotes se hizo un sorteo para


adjudicarlos; allá dejé 16 familias ubicadas, medio, medio, no con
todas las de la ley. Mi esposo hizo las calles de ese barrio, porque
él sabía manejar tractor y Obras Públicas le regaló el servicio de
la máquina, sólo compramos el combustible, entonces él abrió
todas las calles y las carreras. Entonces ya estas familias quedaron
con dónde meter a sus hijitos y, con mucho entusiasmo, ellos ayu-

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 69


daron a hacer las otras casas y formamos el barrio que se llama
Benjamín Herrera. Ese barrio ahora tiene unas 400 viviendas,
pero cuando yo me salí de allá quedó como con unas 72. Todavía
hay ancianitos que le pueden contar esta historia.

Yo identifiqué otro terreno que lo tenían para tener reses,


fui y averigüé, y no era del municipio sino de la parroquia y fui a
negociar con el sacerdote; el sacerdote me dijo que ese terreno lo
tenía ocupado un señor, y le dije: “Y ¿le pagaba arriendo a la igle-
sia”; dijo: “No, pero él lo cogió hace tiempos, usted verá si le quita
la posesión y yo le vendo”; le dije: “¿Cuánto?”; como teníamos
plata de los que trabajaban en el comité, le comenté mi historia y
dijo: “Yo sé quién eres tú y sé qué has hecho por las comunidades
y me alegra, porque aquí no ha nacido la primer persona que le
haga beneficio al pobre, todo es pa’ los ricos”. Entonces dijo él:
“Por ser a usted, porque está haciendo un beneficio tan grande,
voy a dejárselo en 15 mil pesos”, eso fue hace como 30 años atrás.
Y así fue que dejé otro barrio, el Barrio Obrero. Allá hice casas,
pero fue con la ayuda de la alcaldía y la gobernación, porque ya
entró un gobernador que me lo hice amigo a través de mi esposo,
que eran muy amigos.

El otro barrio fue un pedazo de tierra, un lote que tenía


el hospital, pero tampoco era dueño, entonces, el doctor Rivera
era amigo de nosotros porque era familia, él era el director del
hospital y además lo había fundado; yo le dije que me vendiera
ese terreno y me dijo: “Mujer, yo sé cuál es tu oficio y no te lo voy
a vender, el hospital lo fundé yo y ese pedazo lo compré, te lo voy
a donar”, y dejé ese barrio, no terminado, pero quedó iniciado
como con 25 ó 30 casas.

70 / Relatos de mujeres
Así fue como empecé a hacer muchos amigos y empecé
como a ganarle ya a los oligarcas la votación para concejal. A lo
último ya me lanzaron fue para la alcaldía, ahí ya estaba con la
Unión Patriótica. Yo ya era presidente del Concejo, exigimos que
nos dieran una partida para una galería y nos dieron la partida,
que era como de 750 mil pesos, eso era mucha plata. Llevaron el
diseño, la maqueta era buena, porque tenía varios cuartos fríos,
porque tenía una cantidad de servicios, era buena; yo di mi voto
de aprobación. Pero, cuando llegó el ingeniero, ya tenían otra
maqueta y dijeron que ese era el diseño. Yo me di cuenta que lo
habían cambiado, porque era mucho más pequeña.

Entonces, yo no quise dar la firma y les dije: “No, porque


está reducido, lo recortaron, yo no doy firma ni dejo aprobar eso,
no doy el voto”. Entonces, pedí que vinieran a revisar la maque-
ta y mandaron a la de la gobernación para estudiarla, y se les
complicó la cosa. A mí me ofrecieron siete millones, primero me
ofrecieron cinco millones, mucha plata, eso fue hace 17 años.

En esa vez, se pusieron disgustados, y una amiga me dijo:


“No ande sola, ¡cuidado, porque a usted le van a hacer la judía!”.
Pasó el tiempo así, y lograron otros votos y por debajo de cuerda
dijeron que ya estaba aprobado todo, y archivaban los papeles
donde yo hablaba y metían los que a ellos les convenían. Enton-
ces me vine para Ibagué y denuncié. Al alcalde le tocó renunciar,
el tesorero fue a la cárcel, al personero lo sacaron, y en esas, me
cogió la persecución más terrible, eso fue como en 1988, ahí fue
cuando me sacaron secuestrada.

Eso fue un domingo que fuimos a sesionar, eso fue a las


ocho de la mañana, y yo llegué a las siete y media a la alcaldía,

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 71


para subir al Concejo. Había un joven, y me dice: “Señora Inés,
¿usted es hermana de Carlos Pacheco, el matarife?”; le dije: “Sí, es
mi hermano”; dijo: “Cómo le parece que dizque lo cogió un toro”;
yo dije: “¡¿Cómo así?!; dijo: “Sí, allí no más”. Yo salí corriendo,
y llegó una muchacha que se llamaba Marielba, y me dijo: “Ca-
mine, que yo sé dónde está”; le dije: “Bueno, ¿dónde?”, me dice:
“Allí adelantico”. Entonces fuimos saliendo y saliendo del pueblo
y ya llegando lejos, le dije: “No, yo no ando más”; dijo: “No, es
que es allí no más”; seguí y le dije: “No, yo me devuelvo y voy a
traer un carro para llevármelo de una vez”; y ella: “No, mire, es
allí”. Entonces en mi mente yo me imaginaba a mi hermano que
estaba muy mal y corría y corría, cuando vi fue a dos señores, ahí,
enchaquetados, y la muchacha se acercó y dijo: “Mire, es allí”; le
dije: “!!Ay, para qué es mentirosa, si no hay nada!!”, y me dicen
los tipos: “¡¡No, es con nosotros que sigue!!”. Lo de mi hermano
era mentiras.

Ellos estaban como a cinco metros del borde de la ca-


rretera y me dicen: “¡Es con nosotros que va a seguir, acuéstese
ahí!”; yo les dije: “No, si me van a matar, mátenme aquí, pero yo
no me les voy a acostar ahí”. Entonces como con ese cuidado, los
dos me cogieron y me lanzaron al rodadero, que era un basurero,
me lanzaron allá, y me fui rodando y rodando, hasta que caí en la
planada... Volteé a mirar hacia arriba y ellos estaban allá, coque-
teando con esa muchacha, ella era hija de una amiga mía...

Eso era como un encierro natural, como un hoyo, allí


botaban la basura. La única parte que había para salir era hacia
un cafetal, pero era una parte angosta, y pensé: “No, esto es una
broma, me meto aquí por el cafetal de la hacienda y salgo hacia

72 / Relatos de mujeres
arriba”. Yo que entro al cafetal, cuando me salen una muchacha y
un muchacho, el muchacho era conocido. El muchacho me dijo:
“Ay, señora Inés, qué pena, pero usted sigue con nosotros, tene-
mos que amarrarla”. Él me estaba amarrando, y le digo: “Euclides,
¿usted por qué hace eso conmigo, si yo le he servido a usted?”, y
me dice: “No, las circunstancias me obligan”. Euclides había esta-
do enfermo en el hospital, y yo le había dado una plata para que
se fuera a hacer una curación.

Ya llevábamos como tres horas caminando; me llevaban


amarrada con esas cintas plásticas duras con que amarran las ca-
jas, me habían amarrado muy duro, tengo las cicatrices en el bra-
zo izquierdo. Ella guiaba el camino y él me apuntaba con un arma
para que no me escapara; yo no les decía nada, ellos apenas me
decían: “Calma, doña Inés, cuidado, no se vaya a caer”; yo les dije:
“No puedo caminar con estos tacones, quítenme los tacones” y
me dijeron que no. Luego llegaron los hombres que me habían
alzado y les dijeron: “¿Cómo llevan la paciente?”, y ellos dijeron:
“La paciente va bien, ella va bien”; dijeron: “No, pero llévenla con
cuidado, la tienen que entregar esta noche en el Paso de La Bal-
sa”, eso queda en una vereda para salir al pueblito de Natagaima8,
por el río Magdalena.

Yo solita pensé: “Dos conocidos en esto, ellos me van a


matar”, sabía que eso iba a suceder, porque, si iba gente conocida,
no me iban a soltar, porque yo lo divulgaría; sin embargo, guardaba
una esperanza. Yo era atea, completamente atea, pero, esa vez, sí
me acordé de Dios y le dije: “Dios mío, si tú existes, yo me voy a


8
Municipio del Tolima.

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 73


confesar, voy a hacer una promesa al Señor y líbrame de esto”; a
mí se me salieron las lágrimas pidiendo eso, y Euclides me dijo:
“¿Está muy cansada?”, le dije: “Sí, muy cansada”; dijo: “Cómase esta
pasta”, le dije: “No, usted me mata y me empaca esa pasta, pero
no me tomo esa pasta ni por nada de la vida”; entonces dijo: “Más
adelante vamos a descansar”, y nos fuimos. Más adelantico yo dije:
“No, aquí, hasta aquí me trajo el río, aquí me quedo, de aquí no me
mueve nadie, espero que ustedes me maten, pero no más”.

Euclides miraba a la muchacha. Hicimos un triángulo,


él dijo: “Usted aquí, usted acá”, y se puso y escudriñó una mata de
paja, de esas que se dan en tierra caliente, con la que se hacen los
techos de los ranchos de paja; y se acostó de manera que encogió
las piernas, puso los brazos hacia atrás, por debajo de la cabeza,
como almohada, y puso la metralleta en sus piernas. Y él me mi-
raba y miraba a la china, y la china había hecho como un cuatro
con sus piernas y se miraba las rodillas. Yo los miraba a ellos para
descubrir qué se decían en los ojos, en las miradas.

Estando mirándolo a él así, vi cuando salió una culebra,


una cascabel, y venía como tan silenciosa. La culebra se metió
por debajo de las rodillas de él, que estaban como recogidas. Yo le
fui a avisar y pensé: “No, no le digo nada”; la culebra se le metió
debajo, ¡¡¡eso sí fue un Dios de los cielos que me salvó!!!; cuando
Euclides estira las piernas, apretó la culebra y de una vez vi cuan-
do le pegó un latigazo con la cabeza en la ingle, en el lado izquier-
do. Él se paró y gritó: “¡¡¡Ay, me picó esa hijueputa culebra!!!”. La
muchacha sacó un cinturón elástico, ancho, como de resorte, se
lo fue a colocar como en torniquete, pero era imposible porque la
picadura era muy a la raíz de la pierna, eso fue en segundos...

74 / Relatos de mujeres
Yo nunca había visto en la vida morir una persona pi-
cada por un animal venenoso. Él sudaba unas perlas de hielo y le
sudaban los brazos, los vellos eran sangre, como aguasangre.

Mi mamá era botánica, ella sabía todas las hierbas y to-


dos los remedios y me había enseñado que cuando a uno lo pica
una culebra o un animal, orina y toma de ahí, pero si no se puede,
por alguna circunstancia, lo que hay que hacer es coger siete co-
gollos de hierbas que no sean venenosas y que sean diferentes, se
frotan en las manos, se maceran, se escupe en ellas y se soba en
la parte de la herida, se hace un emplasto, pero el remedio más
efectivo es el orín, de cualquier animal, porque eso sirve como
suero antiofídico, pero eso en ese momento no se podía.

Y me dijo la china: “!!Ayúdeme!!”; le digo: “Pero,


¿¿cómo??, si yo estoy atada”; me soltó con una cuchilla de un
bisturí, que se acomodaba en los senos, y me soltó. Yo lo fui a
ayudar como cogiéndolo por el lado de la cabeza, y él me aga-
rró como a matarme y me pegó un arañazo, entonces lo solté.
Ella me dijo: “Cójalo por el lado de los pies”; lo pusimos ahí, en
una banca de esas que se hacen de terreno quebradizo, como
escaleras que terminan en el abismo, y me fui a buscar los siete
cogollos; pero me faltaba uno, porque es una tierra árida, esté-
ril, de esa rojiza; dije: “Pero ya no encontré más; y ella: “!!Ay,
consígamela!!”. Me bajé a conseguirla, y cogí una mata de esas
que suenan, que llaman “maraquitas”, y me voy a volver a donde
ellos estaban y vi que ella le estaba diciendo: “Mi amor, ¡¡no se
muera!!”, y arrimaba la boca de ella hacia la boca de él, como
para darle aire, y vi que de la boca le salía agua verdosa y de
la nariz sangre... Entonces dije: “Esta es mi salvación, este es el

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 75


momento, él se está muriendo y ella está muy angustiada”, y me
quité los zapaticos y vuelo por donde la culebra había pasado,
pero no me interesó. Y me lancé, pero en el impulso, el cuerpo
me pudo y me fui contra una piedra y me pegué en la frente y en
el tabique, me metí en el pie izquierdo un pedazo de árbol seco
y me lo atravesó..., aún tengo la cicatriz; después se me vino una
hemorragia nasal, pero no podía parar, yo corría y corría, nada
me detenía, sentía que la hemorragia ya me ahogaba. No hacía
sino correr; yo creo que lo que se anda en medio día, yo lo corrí
en una hora, como una gacela; pero iba perdida; salí tantico a un
plan y vi una parte por la que alguna vez habíamos pasado con
mi esposo, trayendo un ganado, y por ahí me fui derechito y salí
al camino y empecé a andar.

Eran como las seis de la tarde cuando me acomodé de-


bajo de una piedra y el temblor me quería poder; dije: “Yo me voy
a morir, yo me muero”; en la boca no tenía ni una gota de saliva,
estaba seca, ni siquiera en todo ese día había orinado, mi cuerpo
estaba seco.

Y llegué a una casa, como a 15 minutos del pueblo. Héc-


tor Hernández y Roxana Duarte, dueños de una emisora, eran los
dueños de esa casa. Y yo llegué y grité: “¡¡¡Héctor, ábrame!!!”; a él
le dio miedo porque ya la cosa había salido en las noticias, ya él
la había difundido por su radio, y dijo: “Ay, señora Inés, ¡¡usted
viene herida, no me va a comprometer!!”, y le dije: “Don Héctor,
¡¡ábrame la puerta!!, por favor”; abrió la puerta, me entró ahí y me
dio agua y empezaron a torcérseme los brazos, todo, porque estaba
muy acalorada. Él llamó y me recogió mi familia.

76 / Relatos de mujeres
Pues, cuando yo entré al pueblo, eso se habían venido
de las veredas, estaban todas las personas que yo había ayudado,
¡¡¡era una gritería!!! Ya habían traído el Ejército y la Policía, por-
que eso estaba revolcado. La gente decía que si no aparecía mi
persona, le metía candela a todo. ¡¡No, eso era una manifestación
terrible!! Entonces todos a quererme ver, les tocó fue al Ejército y
a la Policía rodear la casa mía.

Yo no sé para dónde me llevaban los que me secuestraron,


sólo supe que tenía que pasar al lado de La Balsa, yo creo que me
llevaban a jurisdicción de Natagaima, nunca supe a quién me iban
a entregar. El cuerpo de Euclides lo encontró un teniente Almari-
les, de Natagaima, que había estado en Dolores; él lo buscó y lo en-
contró enterrado. La muchacha, Marielba, la que me engañó con
lo de mi hermano, yo no la volví a ver; ella se perdió, y la mamá
de ella, a los dos meses de mi secuestro, también se fue. La que sí
volvieron a ver fue a la que me llevaba con Euclides; esa muchacha
había sido quemada con una herradura y tenía la cicatriz completa
de la herradura en la mejilla izquierda, ella llegó al restaurante de
un amigo de la Unión Patriótica, Campo Elías Castro, él la vio esa
vez y después, ¡nunca más!, ella también se perdió...

Después de todo lo que pasó, mi esposo dijo: “Mija, por


favor, renuncie y nos vamos”. Ya de las cinco hijas, cuatro estaban
casadas. Todas casadas por la iglesia, y todos los yernos me die-
ron las gracias porque todas fueron casadas con manto y corona y
ninguna con el ponqué hecho borona; todos me quieren, conseguí
cinco hijos a través de mis hijas. Ya tengo nietos grandes, tengo
bisnietos. Ellos me llaman la superabuela.

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 77


En ese entonces me vengo un tiempito para Ibagué; sa-
limos de Dolores y nos fuimos como un año, fuera del hogar, con
mi esposo y mi hija menor, que todavía no se había casado; estu-
vimos en Ibagué rodando y rodando. ¡¡¡No tengo cómo decirle lo
que fue eso!!!, después de tener todo, porque teníamos casa propia
con un salón grande, tenía servicio de cocina, cuatro mesas de
billar, y arriba una casa grandísima, una mansión, y me tocó ven-
derla hace como 6 años por 6 millones de pesos. ¡Es que lo que
me ha tocado sufrir no tiene nombre!

Bueno, y después de ese año nos devolvimos; y otra vez


volví a emprender; todavía estaba vigente mi periodo de concejal,
y volví a salir para otra elección: me lanzan para candidata a la
alcaldía por la Unión Patriótica. Eso llenaba la plaza, iba a las ve-
redas y ¡era impresionante!: eso era mucha la gente que yo estaba
recogiendo pa’ alcaldesa. Allá había mucha gente santofimista, yo
digo que Santofimio9 tuvo que ver mucho en lo mío porque tuve
muchos indicios de que era él el que participaba con unos Rivera y
me mandaban unos pasquines donde me decían: “Cerda comunis-
ta, hijuetantas, ¡abandone el pueblo o se muere!”, me mandaban
sufragios, me mandaban notas diciendo: “No queremos comunis-
tas hijuetantas, la Unión Patriótica se tiene que acabar”.

Alberto Santofimio Botero, político liberal, ex senador de la República, fue con-


9

denado en 2007 por la justicia colombiana a 24 años de prisión como autor


intelectual del homicidio de Luis Carlos Galán, candidato a la Presidencia de
la República por el Nuevo Liberalismo. Un año después, el político fue absuel-
to por el Tribunal Superior de Cundinamarca, que consideró que había dudas
procesales que no permitían asegurar la responsabilidad de Santofimio en el
crimen, ocurrido en 1989.

78 / Relatos de mujeres
Una vez me invitaron a la hacienda La Montaña; iba
Santofimio Botero, iba otra cantidad de gente política. Y mi es-
poso, él era muy amable y como tenía su billar, allá iban a jugar
el perro y el gato, todos los políticos, gente de toda clase social...
Y allí iba un sargento y se amañaba mucho jugando. Mi esposo
era noble y amable con todo el mundo, y el sargento le decía: “Tú
eres de izquierda, ¿cierto?” y él le respondía: “Sí, soy de izquierda,
no voy a negarlo, no dejo de serlo ni muerto”; y se consiguió ese
amigo, y ese amigo me dijo: “No me vaya a involucrar en nada,
pero no vaya a bajar a esa reunión, no vaya que allá usted queda,
allá se muere”; yo le dije: “¿Por qué?, me dijo: “Porque a nosotros
ya nos avisaron y viene una gente que la va arreglar a usted ahí,
porque usted es el dolor de cabeza de todos los oligarcas de Dolo-
res”. Eso dijo el sargento y mi esposo pensaba que podía ser cierto,
porque ese sargento nos estimaba.

Luego llegó un capitán, y yo tenía un buzo que decía:


“Capit”, hasta ahí: “Capit”, y me mira y dice: “!Ay, sí, verdad que
usted es la capitana, cierto que es la capitana de este pueblo!”, y
le dije: “Posiblemente”. Yo ni le había puesto atención, era una
buzo azul con las letras rojas. Me dice el hombre: “Es que usted
es la capitana, ¡mire!”, y me señaló las letras, y le dije: “Ah, no, es
que no lo había detallado”, y dice él: “Y también es capitana de la
guerrilla, ¿cierto?”, y le dije: “¿Cómo así?”, y me dice: “Pues ese es
el decir...”, y le dije: “No, señor, siéntese y hablamos”.

Se sentó, ni corto ni perezoso, y les dijo a los escoltas:


“!Retírense!”. Nos pusimos a hablar y me dijo: “Tú tienes unos
ojos muy lindos, eres una mujer muy linda”; le dije: “Gracias, pero
yo creo que usted está viendo algo y está como equivocado”, dijo:

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 79


“No, qué pesar, usted está joven, no debía meterse en esas co-
sas”, y le dije: “Pero, ¿en cuáles?” y me dice: “Usted es muy amiga
dizque de la guerrilla”, y le dije: “No, nada tengo que ver con la
guerrilla”, y sinceramente, soy muy sincera, que yo no sabía qué
era un guerrillero; y le dije: “¡Uy, no, me extraña!, yo sí soy de
izquierda, ¿sabe de cuál izquierda?, de que yo pelee con la gente
rica, de que yo pelee con la gente pudiente y pelee con el Estado,
estoy peleando para ayudarle al pobre, al más pequeño, al que
está con hambre, al que está desnudo, al que no tiene techo, al
que no tiene estudio, ese es mi capricho, no es más”; dijo: “Pues
así me han contado muchos, de pronto hasta enemigos tuyos me
han contado eso, pero hay otros que la acusan feo. No más en
la gobernación hubo una reunión donde nos la afiliaron a usted
como la capitana de aquí, como la que manda en la guerrilla”, y
le dije: “!!¿Cómo así?, ¿dónde están las armas?!!, para ser yo co-
mandante de la guerrilla necesito tener unos camuflados, fusiles,
y de eso no tengo nada, no tengo un arma, yo tengo un revólver
muy pequeño que me regaló mi esposo cuando cumplí 25 años,
voy a traerlo”, y se lo llevé y le dije: “Mire, él lo sacó de la brigada,
tiene sus papeles y está sin estrenar, mire a ver si se ha hecho un
tiro”; y se fue.

Hacía como 15 días ya nos había avisado el sargento, y a


los 15 días era la reunión. El capitán se fue y regresó al otro día,
a mí me dio la impresión que de pronto él se había enamorado de
mí, no sé, porque él se ponía muy amable y entre charla y charla
me iba diciendo cositas, como conquistándome. Cuando volvió,
me dijo: “Yo vengo a charlar contigo”, y yo le dije: “Un momen-
tico, voy a traer a mi esposo”; entonces dijo: “¿Te da miedo?”, y le

80 / Relatos de mujeres
dije: “No, es que yo lo adoro mucho a mi esposo y él también me
quiere mucho y puede pensar que usted viene por conquistar algo
más”; dijo: “Eso quisiera y lo tengo claro, y nunca vaya a olvidar
que le voy a dedicar este disco, Ocúltame en tus ojos”; le dije: “Sí,
muchas gracias”. Yo fui y me traje a mi esposo; nos sentamos y
empezamos a hablar y él le dijo a mi esposo: “Tienes una esposa
muy linda, muy inteligente. Tú eres un tipo muy feito para esta
mujer tan linda”; entonces, dijo mijo: “Pues yo espero que no me
la mire tanto, no me la mire muy cerca”, y dice: “Es de verdad, ella
merece respeto porque veo que lo respeta mucho, es una mujer
muy echada pa’lante, que lo respeta y lo quiere. Por eso, ¿sabe qué
quiero comentarles? Yo sí voy a tener las armas con qué callarlos,
así es que les voy a decir algo, pero, cuídense de mí si ustedes me
divulgan”, como quien dice, nos amenazó. Entonces dijo mijo:
“No, tranquilo”, y él: “¿Saben que les cuento? ¡Que a ella le tie-
nen un tamal pa’ destapárselo el día de la reunión!, yo eso lo sé”.
“¿Cómo así?”, dijo mi esposo, y el capitán respondió: “A ella la
quieren matar, y de pronto ahí hay políticos, no les digo quiénes,
pero son los políticos que manejan el Tolima”, y nos dio a enten-
der que los que eran santofimistas, que eran los dirigente políticos
allá, que eran ellos los que me querían ver muerta.

Entonces, dijo mi esposo: “Sabe qué, mijita, me voy a


ir hasta la montaña, pero usted quédese y me voy a llevar a su
prima, que se ponga un vestido suyo”, era una prima hermana
mía que se parece mucho a mí; y le dije que no, que de pronto la
hacía matar y dijo: “No, porque yo la dejó arriba, donde la vean y
me bajo con unos compañeros. Y se fueron para allá, y llegando,
él me dice que a un lado estaba el Ejército y al otro estaban los

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 81


paramilitares, como vestidos de Ejército. Le dicen a él: “¿Ustedes
tienen la carta de invitación?”, y él les dijo: “No, la invitada es mi
esposa”, y le dicen: “¿Dónde está ella?”, y él les responde: “No, ella
no pudo venir”, y le dicen: “¿Cómo que no pudo venir si está allá
arriba?” y dice mi esposo: “No, ella no es”. Entonces le dijeron que
no podía pasar, que era una reunión privada... Entonces, les dice
mijo: “¡¡Sienten mucho que no la pudieron asesinar, yo sé que la
querían asesinar!!”, y le preguntan: “¡¡¿Cómo así, usted de dónde
saca eso?!!”, y él responde: “Como dice el disco: ‘lo siento mi cabo,
pero yo no sé cantar’”. Y se devolvieron y me dijo mi esposo: “¡Sí,
mijita, la iban a matar!”.

A los ocho días, sufrí el atentado más grande de la vida,


me hirieron el estomago y el brazo, y me hirieron el perro. Mi es-
poso salía a comprar la carne y me dejaba cerrada la puerta, pero
ese día, él salió y no ajustó tanto la puerta. Yo iba a bañarme, pero
se me olvidó el cepillo y me devolví; la pieza mía quedaba al fondo
del billar, y yo que me devuelvo y veo a un señor, joven, que entró
vestido de civil, con un revólver en la mano, y me dijo: “¡¡¡Hacia
el orinal, hacia el orinal!!!”. Pensé que me iba a violar o algo así...,
él me empujó tantico, y entonces yo le mandé un puntapié en los
testículos, y él me hizo el primer tiro y levanté el brazo, y el perro
se le tiró y lo mordía por todos lados; el tipo le pegó dos tiros al
perro, le dañó una patica y un bracito, a mí me disparó en el brazo
y en el estómago, y se le acabaron las balas y en esas ya llegaron
los vecinos y un amigo, Luis Morales, y el tipo se escapó.

Dicen que el día antes lo habían visto en compañía de


un señor Raúl Rojas Aranda, pero no se sabe si sea cierto. Al
tipo yo nunca lo había visto, ni lo volví a ver, pero supimos que

82 / Relatos de mujeres
él había salido de Dolores hacia Apure en el carro de ese señor
Raúl. Raúl era un señor rico de la región, yo creo que los amigos
políticos de él le pidieron posada para ese muchacho que me dis-
paró y él lo cargó hasta cuando hizo el hecho. Yo no sé si Raúl
tenía conocimiento de lo que ese señor iba a hacer. Después, un
compañero político nuestro le dijo: “Raúl, nosotros sabemos que
usted cargaba a ese muchacho para arriba y para abajo”; él res-
pondió que posiblemente, porque había mucha gente que le pedía
ese favor y que él lo hacía; entonces, el compañero le dijo: “Pero
él estuvo en su finca”, y este señor dijo: “Sí, allá va mucha gente
a trabajar, yo tengo muchos trabajadores y los saco y los llevo”;
entonces, le preguntó: “¿Cuánto duró trabajando?”, y él dijo: “No,
ese muchacho duró como 15 días trabajando y se fue, y así vienen
paisas, vienen de un lado y otro...”. ¡No se supo más! De todas
maneras, ese atentado fue el motivo que tuvimos para salir.

Como a los ocho días que yo salí del hospital, me llegó


una carta donde me decían: “Doña Inés, abandone más bien el
pueblo porque la van a matar, soy un amigo muy cercano, pero no
puedo decirle quién soy, quiero librarla de que la maten. Yo me di
cuenta de que hay un complot para asesinarla, y es un complot
político, y no dejan de saber el Ejército ni la Policía, pero esto es
por política. Espero que me acate, que no vaya a pensar mal, soy
un amigo de la familia que quiero a Cruz en el alma y la estimo a
usted mucho, ¡¡¡piérdase!!!, adiós”.

No supe quién me escribió esa nota, pero yo tengo cierta


idea de que fue un compañero que es pudiente; él votaba por
debajo de cuerda por nosotros y nos ayudaba; en las elecciones él
me mandaba de a 20 mil pesos –¡qué era plata!– para los costos,

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 83


me decía: “Tenga, no vaya a decir que yo le ayudé”; cuando había
manifestaciones de nosotros, él le decía a los trabajadores: “El que
quiera ir a la manifestación, vaya, yo le pago el día”, pues él se
camuflaba y nos ayudaba. Yo digo que es él. Ya está anciano, un
día me lo encontré en Ibagué, hace como tres meses, y me dice:
“Hola, mujer, yo supe de la muerte de su esposo... ¿Cómo le ha
ido, se retiró de la política?”, y le dije: “Yo sí estoy como rezagada,
pero yo no renuncio porque es una escuela que mi esposo me dio
y me dejó como un legado y no lo voy a perder”. Entonces me
dice: “Pero hizo bien. Y un amigo suyo le salvó la vida”, y le dije:
“Y creo que fue usted y se lo agradezco, ¡amigos de esos, pocos!”,
dijo: “Pero no hable”. Por eso yo pienso que fue él.

Cuando me llegó esa nota, nosotros se la mostramos a


un yerno y él dijo: “No, yo me la llevo”, cogió su carrito y nos
metió ahí con unas cuatro cosas y fuimos a parar a Ibagué, en un
sufrimiento terrible, no teníamos plata, nos llevaron para donde
un compañero, muy pobre, pero muy solidario, él ya murió, él es
Alonso Núñez.

De ahí salimos para donde el compañero Robayo; él


se retiró, pero siempre ha sido sindicalista y ahí estuvimos otros
días. Luego me fui para donde un amigo, un compadre, llamado
Jorge, y la comadre mía, atenta ella también; ahí empezó como a
mejorar nuestra vida porque Jorge no nos dejaba afligir, aunque
nosotros a veces nos alejábamos, nos íbamos para un rincón con
mi esposo a comentar lo de nosotros y a llorar; ellos nos encon-
traban y nos decían: “No, compadres, ¡caminen!, vamos al par-
que, vamos a esto...”. Nos llevaban amigos para distraernos, nos
tomábamos nuestras copitas, pero en mí no calmaba con nada

84 / Relatos de mujeres
la derrota; yo dejé mis hijas, dejé mi casa, dejé todo, sólo salimos
con nuestras maleticas.

Jorge nos separó cocinas, para que nos sintiéramos me-


jor; yo me iba para la cocina a hacer algo, el almuerzo, en fin, y
volvía y encontraba a mi esposo llorando, y nos abrazábamos y
¡¡¡llore!!!; las hijas vinieron poco porque ellas no tenían la como-
didad de viajar, de irnos a visitar; de pronto, me llamaban, nos
mandaban plata, porque las reses y animales que teníamos, mi
esposo les iba diciendo: “Vendan tal vaca, tal res vale tanto”, y,
así, fuimos acabando con todo.

Así estuvimos dos años y después fuimos a parar a Caja-


marca , a cuidar una finca; ahí pasamos dos meses, reemplazan-
10

do al señor que la cuidaba. Pero, de tanto sufrimiento, mi esposo


se empezó a enfermar tanto que se le olvidaba todo, ya no me
distinguía ni a mí, llegaban las hijas y nos las reconocía, empezó
a bajar tanto de salud que ya no conocía a nadie, y empecé a li-
diarlo como a un verdadero bebé y a amarlo más que nunca. En
Ibagué se me perdió dos veces por la ida de la mente.

Entonces con las hijas y mis yernos, nos lo llevamos para


Bogotá a una junta de 17 médicos; lo metieron en una máqui-
na de cristal, lo enchufaron por todos lados y cuando salió, nos
llamaron a mí y a las hijas y nos dijeron: “No, no hay nada qué
hacer, el dictamen de él es que no regresa nunca a como era an-
tes. Lo único que les podemos decir es que le tengan paciencia.
Él volverá a ser un bebé, podrá durar cinco, diez o quince años,

Municipio del Tolima.


10

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 85


pero cuando vuelva a la etapa de bebé, morirá”. Yo sentí..., ¡ahí
comencé a morir!

Entonces, salimos todos con él. Todavía él comprendía y


entendía algo, y me dijo: “¿Qué pasó, mijita?”, le dije: “No, mijo, es
que nos tenemos que ir para una finca porque es mejor que en la
ciudad, tenemos que ir a una parte donde pueda caminar, donde
esté con pájaros, con la mañana fresca...”. Y me vine encontrando
una finca bonita, una finca encerrada, una parte de cerca natural
y otra parte con malla, era una finca muy bonita, pero de clima
frío, porque era de Cajamarca para arriba. Ahí fue cuando vendí
la casa que teníamos en Dolores y con esa platica compré tres
vacas de ordeño, conejos, curíes, una chiva, gallinas; hice una
finquita de todos los animales y una parte la dejé para rentar.

Ya llevábamos seis años de vivir en la finquita, yo lo


mantenía con leche de chiva, con frutas, le daba todo lo mejor
de lo mejor y, con ese cuidado, béselo, contémplelo. Estando allá,
lidiando a mi esposo como le estoy contando, empezó a llegar,
cuando no era la guerrilla, era el Ejército, y pasaban; es que la fin-
ca era muy cerquita de la carretera y había camino real por debajo
de la finca. Muchas veces pasaban los guerrilleros y me decían
que les regalara agua y yo les daba, así mismo con el Ejército.

Mi esposo se seguía consumiendo en su enfermedad, se


empezó a encoger, se le fue adormeciendo el cuerpo, ya estaba
como un niño de tres meses de nacido. ¡Lo cuidé como a mis
ojos!, hasta que una noche, a las diez y cuarto, Dios se lo llevó.

Yo seguí viviendo en la finquita, cuando un día apareció


el Ejército y me dijo: “¡Por aquí dizque entra la guerrilla, salen y

86 / Relatos de mujeres
entran!, ¿no?”; les dije: “Sí, eso es cierto, como ustedes, tal como
ustedes, vienen y van, eso es cierto”. Cuando llegan los de las
AUC11… Yo he sido tan atropellada por el destino, pero también
tan respaldada por Dios, porque, mire, cuando llegaron, se me
arrimó un muchacho y me dijo: “No niegue nada”, no me alcanzó
a decir más porque ya iban los otros ahí; y sí, yo no podía negar,
porque ellos venían y pedían agua y tinto, pero los de un lado y
los del otro, y yo siempre les daba. El muchacho era de mi pueblo,
yo lo había distinguido joven, y él estaba ahí en las AUC, con los
paras. Después él se desvío tantico de los otros y me dijo: “Mire,
¡tenga mucho cuidado, es mejor que se vaya!”, y le dije: “Pero yo
no tengo otras posibilidades”; y dijo: “Pero yo le avisé. Yo le dije
a mi comandante que usted es una persona muy buena, pero a
usted la tienen para matarla”. Todo era porque decían que a mi
casa había entrado un guerrillero.

Después supe que habían matado a tres señores, un di-


rigente que no era de la oposición, no era político, era líder de la
comunidad; a otro señor que porque les vendía a la guerrilla en
su tienda, y a otro... Me di cuenta cuando vi que los habían de-
capitado y les quitaron los bracitos y las piernitas con motosierra.

11
Las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, constituidas en 1997 por Carlos
Castaño como una federación de grupos paramilitares regionales, consolidaron
la expansión del poder paramilitar en el país y fueron responsables de cientos de
masacres, miles de asesinatos, desplazamiento forzado, despojo de tierras y un
sinfín de violaciones de los derechos humanos, consumadas mediante métodos
atroces y en alianza con sectores militares, políticos y económicos del país.
Aunque sus integrantes se acogieron a la Ley 975 de 2005, conocida como Ley
de Justicia y Paz, que permitía su desmovilización, las estructuras paramilitares
continúan hoy vivas en el país, encubiertas con nuevos nombres y alimentadas
por muchos de los desmovilizados.

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 87


Esa tarde yo dije: “¡Ay, Señor Jesús!, yo voy a la tienda a comprar
algo”, y la Defensa Civil había llegado ahí, y ahí fue cuando vi
cómo sacaban los pedazos de esas personas, los habían echado al
pie del río, y a otros que sacaron también amarrados los habían
matado en un chuscal12.

Entonces ahí me empezó a crispar el miedo, me empezó


a crispar los nervios. Cuando pasaron a un señor Germán Sali-
nas, y veo yo que ese señor iba tan torturado que lloraba lágrimas
de sangre, la carita raspada, la nariz reventada, la cabeza llena de
hematomas por todos lados, y lo llevaban con las manos amarra-
das atrás. Y al otro día, dijeron que lo habían descuartizado con
motosierra.

¿Qué hice? Irme, porque ya estaba muy amenazada. Me


fui para Cajamarca y ahí estoy, en un apartamentico de mi yerno,
pero ahora él lo va a entregar y estoy pensando para dónde irme.
Ellos no son pudientes, pero se reunieron hace unos días y me di-
jeron: “Mami, nosotros le vamos a conseguir un apartamento y lo
vamos a pagar entre todos”; pero para mí eso es un peso, es como
un castigo, porque uno no tiene que ser una carga para los hijos.
Con mis alientos, con mis atribuciones mentales, con lo que fui
ayer, lo que yo manejé, ahora esperar a que un yerno y mis hijas
respondan por mí, ¡¡a mí me apena!!

Yo sueño con que mis nietos estén más grandes y anhelo


tener una casita donde yo pueda vivir tranquila, que no tenga
que molestar a nadie, que en mis días más duros de vejez tenga

Montecito hecho de trozos de guadua.


12

88 / Relatos de mujeres
dónde reclinarme y no tenga que ponerle pereque a mis hijas, que
han sido tan bellas. Me gusta oír música, pero el médico me dijo
que no podía porque sufro del corazón, me dijo que no le pusiera
cuidado a la música que me trajera recuerdos, ¡pero cuando mis
hijas no están yo escucho música y lloro a morir!

Yo considero que la lucha es un legado que me dejó mi


esposo. Pienso que tiene sus defectos grandes, pero tiene sus cosas
lindas, pero que ha habido como un revés que no entiendo; yo
no puedo dejar de ser lo que soy, yo soy de izquierda hasta que
muera, porque es como aquello que me enseñaron, como algo
que mi esposo me enseñó así como cuando mi mamá me enseñó
a caminar, es igual; mi esposo me llevó de la mano, me enseñó
a ser revolucionaria y siento gran amor por eso, es como el amor
que él me dejó, y yo no pienso cambiarlo por nadie, nací para él
y moriré con él.

Algunas de mis hijas dicen que soy consecuente; otras


me dicen: “Mami, qué has sacado con esa lucha, papacito perdió
la cabeza por eso, tú perdiste todo lo que trabajaste durante toda
la vida, no tienes casa, no tienes nada, y ¡sigues con eso!”; yo les
digo que no sé explicarles, pero que tengo mis razones y que se-
guiré con esto.

Nosotros, los de la Unión Patriótica, hemos hecho una


lucha civil a la que no tengo nada que tacharle, porque hemos
sido mártires sufridos por una lucha linda; estamos por unos idea-
les como conseguir para el que no tiene, como el de hablar por el
que no puede, como el de ver por los que no pueden ver porque
les han vendado los ojos y no pueden conocer muchas cosas de

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 89


la vida y los atropellan, porque el Estado no tiene consideración
por sus hijos pobres, entonces, ¡esa es una lucha tan linda! En
nosotros queda el legado de la Unión Patriótica, la lucha sigue,
los que se murieron se murieron, pero los que estamos viviendo
la llevamos en el corazón, y han matado a las personas, pero las
ideas quedan, a las ideas no las mata nadie. De muy pequeña mi
mamá me infundió esto porque ella era muy adicta a todo lo de
Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego y todas aquellas mujeres
que lucharon por nuestra libertad. Entonces eso es lo revolucio-
nario, eso es lo que debe ser la izquierda; se dice de izquierda
porque se considera que lo que hace la derecha es injusto, porque
la derecha está conformada por la oligarquía, por las personas que
nunca han aguantado hambre, y la izquierda está conformada por
todos los que hemos sufrido.

Le conté la historia de mi vida, que es triste y dolorosa,


yo ya no sé reír. Tanto he sufrido que ya las caricias me hacen
daño.

Yo creo que me violaron el derecho a expresar; en la


Constitución dice que tenemos derecho a cualquier credo reli-
gioso, político, tenemos derecho a todo lo que nosotros queremos
vivir y hacer, sin que sea malo, ¿no? Mi derecho político fue vio-
lado, fue violado mi derecho a mi integridad personal, fue violado
el derecho a vivir con mis hijos y mi familia, fui perseguida, fui
atropellada, sin deber nada, haciendo el bien. Fue algo muy in-
constitucional porque, de todo a todo, tenemos derecho de con-
servar un hogar, de conservar nuestra casita. Eso de pronto no
todo se encuentre en la Constitución, pero una señora demente
de la calle me dijo un día: “Venga, venga, señorita”, y le dije:

90 / Relatos de mujeres
“¿Qué quiere, viejita, qué es lo que quiere?”. Ese día había llovido
mucho y ella estaba extendiendo ahí en la calle una ropita porque
se había mojado, y me dice: “Venga y me contesta algo: ¿Dónde
está, en qué parte de la Constitución de Colombia y de las leyes
de Colombia está contemplada la malparidez de la vida?”; yo le
dije: “¿Por qué?”, y me respondió: “Mire cómo estoy, llovió toda
la noche y me mojé, y no está contemplado que nosotros seamos
indigentes, que nosotros durmamos en la calle”. Y eso me dejó
esa lección, ella pregunta dónde está la mendicidad, la tristeza,
la indigencia, el estar desamparados, ¿dónde está escrito?, ¿dónde
está? En la Constitución, no; en las leyes, tampoco. ¡Qué sabidu-
ría la de esta persona, darme, a mí que estaba cuerda, algo tan
importante!

Esa es mi vida, ya la conté, y le conté cómo adoro la


lucha civil y sigo con ella hasta morir, y la semilla que yo pueda
regar, la riego; donde sea que yo pueda sembrar un árbol y que sal-
ga revolucionario, lo hago. Esa es mi vida y de ahí no me arranca
nadie, no pudieron arrancarme y ya nadie lo hace, sólo Dios.

MarÍa Inés Pacheco DE GARCÍA / 91


La vida de él fue una vida pública

M aría Elena Flórez Guerra

Yo entré muy joven a la Unión Patriótica en Barranqui-


lla. Yo tengo unos familiares allá, unos tíos, un hermano, y me
fui para allá cuando intenté de pronto trabajar y estudiar, pero mi
familia es de Córdoba. En Barranquilla me conocí con mi esposo,
Alexis Hinestroza Valoy. Él también tenía un hermano allá y se
fue también buscando horizontes. Era del Chocó.

Cuando lo conocí, yo tenía 21 años y él 23 años. Nos cono-


cimos en una reunión de la Unión Patriótica que hubo allá en el ba-
rrio. Ahí nos conocimos y después nos unimos, duramos trece años.
Y a él lo enviaron después, porque él era del Partido Comunista, a
hacer trabajo de la UP acá al Cesar y acá lo mandaron al municipio
de Becerril. También trabajaba como maestro de escuela.
Cuando nosotros llegamos al Cesar había algunas pe-
queñas organizaciones, algunas células de la Unión Patriótica. Es
más, había ya un diputado de la UP del municipio de Becerril y
había unas organizaciones también de la UP en los municipios del
centro del Cesar. Eso fue para el año 86. Donde se desarrolló con
mucha fuerza la Unión Patriótica fue principalmente en esos mu-
nicipios, de pronto, uno, por las necesidades, tantas necesidades
que había en la zona, y dos, porque también había dirigentes que
organizaban mucho. La UP en esa zona organizaba a los estudian-
tes, a los campesinos, a las amas de casa para que lucharan por sus
reivindicaciones, organizaba a las juntas comunales para que, jun-
to con los campesinos, salieran a la cabecera municipal a pedirle
al alcalde de que hicieran vías de acceso a la zona rural, de que les
nombraran a los maestros para sus diferentes veredas, de que les
nombraran promotoras de salud, de que les construyeran puestos
de salud. Entonces la UP, desde ese punto de vista, se convirtió en
la opción de la gente. Se consiguieron muchas cosas.

Becerril, cuando nosotros llegamos, era un municipio


con muchas necesidades. Bueno, todavía las tiene, pero antes eran
mucho más grandes porque, por ejemplo, en toda su zona rural no
había vías de penetración, no había escuelas, los padres de familia
eran los que pagaban a los docentes –no había docentes nombra-
dos–, no habían puestos de salud. Entonces a la gente le llamó
mucho la atención las propuestas en el programa de gobierno de la
Unión Patriótica. Ante tanta necesidad y de ver la gente que ha-
bía un movimiento político que estaba haciendo unas propuestas
que podrían ayudar a solucionar sus problemas, la UP creció con
mucha fuerza ahí. Era un municipio de 20.000 habitantes.

94 / Relatos de mujeres
Bueno, en el año 90 sucedió que en la zona rural del
municipio de Becerril hubo un bombardeo del Ejército contra los
grupos insurgentes. Como la parte rural de estos municipios son
zonas montañosas, estaba la insurgencia. Había FARC y ELN.
Pero esto se hizo en unas veredas donde había muchas fincas,
muchos campesinos y ocasionó un desplazamiento. Tiraron las
bombas en una forma indiscriminada, no tenían que ver si eran
fincas o no, mataron muchas reses, el Ejército torturó a varios
campesinos.

El esposo mío estaba recientemente elegido en ser dipu-


tado del departamento del Cesar y entonces él hizo un llamado a
la Cruz Roja Internacional, a los comités de derechos humanos,
llamó a la prensa hablada y escrita para denunciar estos atrope-
llos que estaban cometiendo contra los campesinos. A un señor le
quemaron las nalgas, a otros los golpearon. Por ejemplo, uno llegó
muy golpeado, todo negro, todo verde; el otro mostró las nalgas,
que se las habían quemado con tizón, ante las cámaras. ¡Y eran
unos señores…! Y eso vinieron y lo grabaron: vino la gente de
Caracol y la gente de RCN1, pero cuando los periodistas llegaron
al Batallón La Popa2, les quitaron el video. De todas maneras esas
denuncias se hicieron en las comisiones de derechos humanos.

Como los campesinos se desplazaron hacia la cabecera


municipal, la UP invitó al gobierno departamental a que se hi-
ciera presente allá para pedirle, primero, que cesara el bombardeo

Canales de televisión nacionales.


1

Batallón adscrito a la X Brigada del Ejército Nacional, con sede en Valledupar,


2

Cesar.

María Elena Flórez GUERRA / 95


–porque eso duró como tres o cuatro días y después el Ejército
siguió por tierra– y también que se hicieran más obras allá en esa
zona azotada por la violencia. Es así como llevaron al gobernador
de la época, a los secretarios de despacho y se reunieron con una
comisión de campesinos dirigidos por la Unión Patriótica para
que le pidieran al gobierno departamental las mejoras en esos
municipios. Bueno, en ese tiempo se consiguieron muchas cosas
porque a raíz de eso construyeron también unas escuelas, nom-
braron los profesores, nombraron promotores de salud.

Pero como el marido mío hizo esas denuncias a nivel


internacional, como denunció al comandante del Batallón La
Popa, Luis Fernando Duque Izquierdo, por todos esos atropellos
que estaban cometiendo, por eso principalmente fue que empezó
la persecución contra él, porque a los militares no les gustó que
los hubiesen denunciado.

Entonces, como al año y medio, más o menos, ese co-


mandante del Batallón los acusó a él y a tres miembros más de la
Unión Patriótica de rebelión. Detuvieron a esos tres. Al esposo
mío no lo detuvieron ese día porque él no estaba allí. A todos los
agarraron ahí en el centro de Becerril, en la cabecera municipal.
De los tres, uno en ese momento era secretario de gobierno del
municipio de Becerril, otro era presidente de la Asociación de
Usuarios Campesinos de Becerril y el otro era un profesor.

Mi esposo estaba asustado y se escondió un tiempo ahí


en la casa mientras pasaba la cosa, porque nadien quiere estar
preso. A estos compañeros los detuvieron por seis meses. A los
seis meses, salieron absueltos, que eran inocentes, no les pudieron

96 / Relatos de mujeres
probar porque en realidad ellos no eran nada de lo que los esta-
ban acusando. Y como al señor que los agarró, al de La Popa, le
quitaron el cargo porque lo acusaron de la muerte de unos indí-
genas en esos días que ellos estaban presos… Entonces, a los seis
meses, los declararon libres.

Como ya los otros tres salieron libres, entonces el abo-


gado le dijo a mi esposo: “Preséntese ahora sí”. Se presentó a la
Fiscalía porque, como él estaba dentro del mismo proceso, si no
se presentaba, no quedaba ya definida su situación. Se presentó
y no le definieron nada, que porque los papeles3 estaban en Ba-
rranquilla y había que esperar que llegaran de allá. Y entonces él
espere y espere en la casa del abogado, escondido para que no lo
fueran a coger, porque entonces ahí si era peor: que lo agarraron
y no que se entregó. Pasó así dos meses. Y un día cualquiera salió,
aburrido de que ni tenía papeles ni nada. Entonces lo agarraron
los de la Policía, lo metieron ahí en la DIJIN,4 y duró tres días
mientras venían los papeles. Y ya ahí llegó la orden de libertad.
Cuando ese problema, él era diputado todavía.

Y siguió la persecución. Entonces cuando él salía para


alguna parte, donde había retén, lo paraban, le preguntaban, lo
requisaban… Nosotros vivíamos en el corregimiento de Estados
Unidos5. Yo trabajaba allá en una escuela y él también trabajaba.
Una vez, él venía saliendo y lo detuvieron. Un mayor del Ejército
–no recuerdo el nombre, eso fue hace mucho tiempo– le dijo,

3
Se refiere a los documentos de identidad.
4
Dirección de Policía judicial e investigación.
5
Corregimiento del municipio de Becerril.

María Elena Flórez GUERRA / 97


insinuándole, que él tenía que ver algo con la guerrilla: “¿Usted
por qué no trabaja con nosotros? Usted necesita vivir bien porque
es un tipo muy inteligente y puede vivir en mejores condiciones”.
Entonces él le dijo: “No, yo vivo bien”. Y el otro le dijo: “No, vivir
bien es tener un carro, un buen apartamento, darse los buenos
lujos”. Entonces él le dijo: “No, yo vivo bien”. Y, cuando entra-
ba el Ejército allá al corregimiento, siempre decían: “Ahí vienen
preguntando por Alexis…”, “Preguntaron por Alexis…”. La gente
comentaba eso. Era el señalamiento, porque es que la gente que
era de la UP supuestamente eran guerrilleros, ese señalamiento
permanente.

Y pues la vida de él fue una vida pública porque él trabajó


como docente varios años, después fue concejal del municipio de
Becerril, después fue diputado, después trabajó como promotor de
salud. Era un tipo que todo el mundo sabía qué hacía. Además
fue representante del Concejo de Becerril a la Junta Municipal de
Educación y fue presidente de la Federación Comunal del Departa-
mento del Cesar y gerente de una cooperativa agrícola y minera del
municipio de Becerril. También pertenecía a los comités de depor-
tes, de fútbol, porque le gustaba mucho el fútbol. Entonces era un
tipo que todo el mundo lo conocía. No andaba en cosas clandesti-
nas ni nada sino que el único “delito” de él era ser de la UP.

Ah, también en el año 95 hubo en la zona una oleada


invernal que acabó con los cultivos de los campesinos allá en la
zona del municipio de Becerril. Entonces mi esposo organizó a
las juntas comunales. Hicieron una encuesta de todos los daños
de los cultivos, de todas las pérdidas, del número de familias que
habían perdido las cosechas y le dirigieron una carta al presiden-

98 / Relatos de mujeres
te de la república para que declarara al municipio en emergencia
económica. Lo lograron y a raíz de esto consiguieron de que a los
campesinos les hicieran créditos blandos, les condonaran unas
deudas. Bueno, la gente pudo volver a cultivar… También consi-
guieron que construyeran dos aulas escolares en la cabecera del
municipio de Becerril y también construyeron una en el corregi-
miento de Estados Unidos. Hizo muchas cosas él allá…

Bueno, esto fue lo que pasó cuando lo mataron6. Yo aca-


baba de venir con mi niño pequeño del trabajo –yo era directora
de la escuela del corregimiento de Estados Unidos, donde vivía-
mos– y mi esposo estaba en la casa estudiando para un examen.
Él estaba en la universidad, se había metido a estudiar a distancia
los sábados porque como estábamos allá retirados… Cuando la
cuestión del bombardeo, él se había matriculado para estudiar
administración pública, pero debido a que tuvo que atender a los
campesinos y a toda la gente, dejó de ir y, por la inasistencia,
perdió. Cuando yo llegué, lo encontré con los libros en la mesa y
me dijo: “¿Sabes qué? Es que tenemos un parcial el sábado”. Eran
las doce del día, más o menos. Eso era un lunes y, por cierto, era
feriado. Lo que pasa es que yo estaba trabajando porque estaba
haciendo un proyecto y teníamos que presentarlo y entonces ci-
tamos a los niños para ese día.

La niña estaba en Becerril, en el casco urbano, porque


ella hacía bachillerato, el niño estaba afuera, en el patio, y no-

Se refiere al día 16 de noviembre de 1998, cuando un grupo de paramilitares


6

masacró a ocho personas en Estados Unidos, corregimiento del municipio de


Becerril, Cesar.

María Elena Flórez GUERRA / 99


sotros estábamos en el cuarto. Mi esposo se estaba riendo de mí,
burlándose, que porque yo estaba gorda, recochando conmigo…
Yo estaba almorzando y estábamos viendo televisión. Tenía-
mos el televisor alto y no escuchamos: habían matado ya a una
persona.

¡Cuando, de pronto, pasó un carro rápido! Seguimos


viendo televisión, no le pusimos atención. Y dice el hijo mío, que
estaba en el patio: “¡Mami, mami, ahí pasaron unos soldados por-
que llevan unas pistolas!”. Y entonces nosotros salimos y mira-
mos, pero no vimos nada.

Nos metimos otra vez para el cuarto a ver televisión.


Y estábamos ahí hablando, riéndonos, cuando de pronto dijo el
niño: “¡¡Mami, mami, corre!! ¡¡Ahí vienen!!”. Y nosotros acabá-
bamos de meternos al cuarto.

Entonces cuando fuimos a salir, escuchamos los tiros y


nos asustamos. Y cuando nos asomamos y vimos así, venían ya
unos tipos de civil, ya uno iba entrando. Como esa es una zona
rural, los patios son grandes y hay portones, y no es como en la
ciudad, que todo el mundo está encerrado. Venían tres y uno iba
entrando por la parte de atrás. Entonces yo, asustada y de los
nervios, me dio fue por decirle: “¡¡¡Corre!!!”. Y cuando él salió
corriendo, ellos se le pegaron atrás.

Hasta estaba en interiores, yo del susto. Enseguida entré


al cuarto, me puse ropa, cogí al niño y me fui para donde la veci-
na. Y ahí, asustados… Cuando, al ratico, escuchamos los tiros. Yo
no sé, yo me imaginé que lo habían matado. Y bueno, así fue…

100 / Relatos de mujeres


El carro que había subido antes era de los paramilitares,
sino que ellos habían dejado una parte a la entrada y siguieron…
Cuando oímos una tiramenta, ¡esa tiramenta! Y nosotros nervio-
sos donde esa vecina, todo el mundo llorando y nervioso.

Y cuando venían de allá para acá –ya habían matado


como cuatro más arriba, tres o cuatro–, traían a un señor que
habían encontrado en la carretera y lo mataron ahí diagonal a la
casa. Entonces, ay, nosotros más asustados, pensamos era que ya
venían a rematarnos con todo el mundo. Cuando venían bajan-
do, venían gritando: “¡¡Nosotros volvemos, hijueputas!!”. Tiraron
unos panfletos. Eso fue horroroso. El niño quedó mudo como por
cuatro horas.

Bueno, eso pasó… Yo tenía la esperanza de que no lo


hubieran matado, de pronto, de que estuviera herido o algo. Le pe-
garon creo que siete u ocho tiros. Cuando lo vi, eso fue muy duro
para mí, fue horroroso. Es que la vida en un minuto le cambia a
uno… Fue horrible. Y, es más, yo estaba sola porque la gente es-
taba aterrorizada. Yo estaba ahí sola con el muerto, llorando, por-
que la gente, nadien se atrevía a salir. La vecina, como era viejita,
como pudo vino y me acompañó después, cuando pasó un poco el
susto. Como al rato, que la gente confirmó que ya se habían salido,
fueron a acompañarme y lo alzamos y lo llevamos para la casa.

Ya después de eso, todo el mundo tenía miedo, nadien


quería salir: ni el carro de línea ni la gente, nadien. Como a las dos
horas, una señora me dijo: “Yo la acompaño para ir allá a Becerril
al casco urbano”. Yo vivía sola allá con él y los dos niños, no tenía-
mos familiares, entonces me fui para Becerril a comunicar eso.

María Elena Flórez GUERRA / 101


Yo no dejé que el hijo mío viera al papá. Lo aparté, lo
dejé donde la vecina para que no viera eso. Pero yo tenía una
muchacha allá, y la muchacha, cuando yo me fui, lo llevó a ver
todo ese poco de muertos, pero yo no sabía… Sólo vine a saber
eso después, como mucho tiempo después. Entonces el hijo mío,
a raíz de eso, sufrió un trauma terrible.

Bueno, entonces yo me vine al hospital para ir a ha-


cer el levantamiento. Cuando yo llegué, ya en Becerril sabían
que habían hecho una masacre porque un señor iba saliendo en
moto cuando pasó la cosa, y entonces él dijo: “No, mataron unos
allá…”. Me llevé la decepción más grande, fue otra cosa que me
desesperó tanto: yo tenía que pasar por la inspección de Policía
de Becerril y ellos me llamaron y me dijeron: “¿Verdad que en
Estados Unidos hubo una masacre?”. Y yo les dije: “Sí, señor”.
“¿Y cuántos fueron?”. Yo les dije: “Ocho”. Y me dijeron: “¿Apenas
ocho?. Y yo les dije: “¿¡Y cuántos más querían que fueran!?”. Y de
la rabia me fui. Entonces me dijeron: “Venga, doña, venga…”.
Ahí yo me fui, ¡me dio una indignación…! Entonces de ahí me
dirigí a la secretaria de gobierno para que me ayudara a conseguir
un carro para traer a las víctimas para que les hicieran la necrop-
sia. Y entonces ella me dijo: “Seño, la ambulancia no se la pode-
mos dar porque es que hay una sola y no alcanza para todos. Lo
que le podemos facilitar es la volqueta. Entonces, con la señora
que me estaba acompañando, las dos nos fuimos en la volqueta y
llevamos a los muertos en la noche.

Al ratico llegó el Ejército dizque a prestar seguridad a los


muertos y que a las víctimas y rodearon todo el puesto de salud.
Pero la única que amaneció en el puesto de salud con los muertos

102 / Relatos de mujeres


fui yo porque la gente, como a las ocho de la noche, se fue. Yo
creo que la gente estaba era como aterrorizada. Y al otro día lle-
garon a las ocho de la mañana.

Entonces estaba ahí el Ejército, y miraban los muertos y


caminaban pa’ ca y caminaban pa’ llá. Entonces uno de ellos me
preguntó: ¿Cuál es su esposo?, y yo no le dije nada. Después vino
otro, y yo me voltié, no le contesté. Me preguntaban y yo no les
decía nada. Entonces uno de ellos me dijo: “Doña, y usted por qué
está guapa con nosotros si no tenemos la culpa…” Yo le dije: “Te
estás acusando a ti mismo. Será que la conciencia les está remor-
diendo”. Yo tenía una ira…

Bueno, hicieron la necropsia al otro día. Nos los lleva-


mos para el corregimiento ya después que les habían hecho la
necropsia y luego los fuimos a enterrar a la cabecera municipal.
Eso vinieron un poco de carros acompañando, y camiones y todo
eso… Venían aproximadamente unas ochocientas personas en el
entierro, y mucha gente se quedó sin venir porque como que les
habían dicho que era más tarde el entierro.

Cuando nosotros llegamos a Becerril, estábamos ahí es-


perando en el parque, que para una misa y eso, que venía el cura,
que no venía, que no sé que… Entonces la gente decía: “No, va-
mos a llevarlo a velarlo al Concejo y lo enterramos más tarde”.
Pero como ya hacían dos días de eso, ya para tres días, y como
mucha gente que nos estaba acompañando también de pronto
quería ir a los otros entierros, entonces yo decidí que no, que se
enterrara de una vez. Además, cuando estábamos ahí en el par-
que en esas, llegó el Ejército. Llegaron y repartieron unos volantes

María Elena Flórez GUERRA / 103


donde decía: “¡Denuncie a los guerrilleros! Recompensa yo no sé
cuántos”. A mí me pareció un irrespeto, pero me dio como tanto
temor porque ahí estaba mi cuñado, y ya a él le había tocado irse
porque, cuando fueron a matar a los diputados, preguntaron por
él. A mí me dio miedo por él y me dije: “De pronto lo pueden
matar aquí también”. Me asusté mucho también porque tenía mis
pelaos ahí. Entonces yo dije: “No, vamos a enterrarlo de una vez”.
Y lo enterramos de una vez.

Después, por temor, me desplacé para el municipio de


Becerril, a la cabecera municipal, porque como ya ellos habían
amenazado que iban a volver… Me salí casi de una vez. Duré
unos días haciendo vueltas porque como yo era la directora de
la escuela… Y me fui. De ahí, me presentaba en Valledupar a la
oficina del SEM7, pidiendo traslado para que me sacaran de allá.
No fue posible. Entonces me trasladaron para el casco urbano,
porque yo trabajaba era en la zona rural.

Fue muy duro para mí porque me tocó asumir todas las


responsabilidades. Ahí duré viviendo cuatro años con los niños,
pero la violencia se arreció en el casco urbano. Resulta que llega-
ron unos grupos paramilitares, diciendo, propalando en el pueblo
de que todas las personas que hubiesen vivido en el corregimiento
de Estados Unidos, aunque hubiese sido hace veinte años, eran de-
clarados objetivos militares porque eran colaboradores o eran gue-
rrilleros. Yo estaba en el casco urbano, yo caía en ese grupo, y más
que yo había vivido allá, mi marido había sido de la UP y yo había
sido la directora de la escuela, entonces yo caía en ese grupo.

Secretaría de Educación Municipal.


7

104 / Relatos de mujeres


Sucedió eso y yo me quedé ahí trabajando, seguí ahí,
cuando de pronto empiezan a matar la gente que había vivido en
Estados Unidos. Ahí me aterroricé. Yo dije: “La próxima puedo
ser yo”. Los mataban, los mataban, los cazaban como conejos. A
un muchachito que fue alumno mío y venía con otro, llegaron
a Becerril, los buscaron como conejos y los mataron. Eran unos
muchachos, unos pelaos. Tenían como 17, 18 años. Mataron al
papá de una amiga de la hija mía que había sido alumna mía y
había vivido allá. Mataron a otro papá de otra compañera de co-
legio de la hija mía quien también había sido alumna mía y había
vivido allá.

Yo, al ver eso, dije: “La amenaza es en serio”. Yo no dor-


mía. Mataron a un vecino de al lado de donde yo vivía. Mataron
uno atrás. Atentaron contra dos de al lado. Sacaron una del fren-
te. Yo dije: “Ah, la próxima soy yo… Yo me voy”. Duré un mes
que yo no dormía, pegada a la ventana esperando a qué horas me
venían a tumbar la puerta. Eso fue a los cuatro años.

Entonces me fui para Valledupar, tratando de que me


ubicaran allá mi trabajo. Yo conseguí mi espacio allá. Y luego ya
no fue posible porque de pronto me encontré con un secretario
de educación que era enemigo de todos estos procesos, Gonzalo
Quiroz Martínez. No me quiso dejar allá. Y yo dije: “¿Y mi seguri-
dad?”. Yo pelié por eso, y me dijo que no, que yo me tenía que tras-
ladar para donde me necesitaran. O sea, no tuvieron en cuenta
mi problema de riesgo. Es más, mi hijo había empezado con unos
tics, movía un brazo, se movía así, y yo no sabía qué era eso… En
esos momentos mi niño tenía un trauma muy grande y, con sus
tics, no rendía en el colegio. Él, que siempre sobresalió por ser el

María Elena Flórez GUERRA / 105


mejor alumno en la primaria, no quería ir al colegio, no hacía
tareas, y mal, nervioso… Entonces yo le dije al secretario: “Mire,
¡tengo mi hijo enfermo!”. “Ese es el cuento tuyo…”, y me negó la
posibilidad de haberme quedado allá. Me trasladó a un municipio
que está a una hora y pico de Valledupar, Bosconia. Allá estoy
todavía, voy a cumplir tres años en marzo8.

El hijo mío, en la parte psicológica, se mejoró un poco


pero le quedó un tic neurológico. Antes le daba con mucha fre-
cuencia. Ya yo lo conozco: cuando tiene alguna inquietud, un
problema, un ansia, empieza con los movimientos. Además,
cuando va a comer, cierra las cortinas, le gusta comer encerrado,
y si va a ver televisión, también cierra. Eso no lo ha superado. Él
ahora tiene 15 años. Entonces eso es lo que más me ha dolido de
todo eso: no sé si el hijo mío sí se irá a curar del todo de esto o si
va a quedar así. Bueno, la psicóloga dice que ya el niño está en
esa parte bastante mejor. El neurólogo me le dio unas drogas, pero
yo no se las quise dar porque le causaban más movimientos. Pero
sí se ha mejorado mucho. Todavía tiene el problema, pero para
lo que lo tenía… Era muy grave… La hija mía –ella tiene ya 21
años– tuvo que ir a la psicóloga de la universidad. Ella les decía a
las amigas que no quería tener novio porque después se lo mata-
ban, pasaba llorando, llorando. Bueno, ella estuvo en tratamiento
y también parece que ya superó un poco la cosa.

Cuando a él lo mataron, la hija mayor tenía once años


y el hijo tenía cinco años. Yo le decía a él: “Hay que trabajar y
ahorrar plata para educar a los hijos”, y entonces él me decía:

Se refiere a marzo de 2009.


8

106 / Relatos de mujeres


“No, cuando los hijos míos estén grandes, vamos a estar en una
sociedad más justa donde no tengamos que pagar la universidad
sino que sea gratis”.

Ellos se la iban muy bien con el papá porque como él


jugaba con ellos y como le gustaba el fútbol y era recochero con
ellos… La niña era la adoración de él, los ojos de él. Ella se dor-
mía en el pecho de él… Estaba grandota y él la dormía, y le daba
todos los gustos, sobre todo a ella, porque él quería mucho al va-
rón pero decía: “Ese no se puede apechichar mucho porque es va-
rón”. A él lo apechichaba pero menos. Entonces a ella le dio muy
duro eso, demasiado. Delante de la gente, ella no lloraba, pero en
la noche yo me despertaba y la encontraba llorando. Entonces yo
siempre trataba de hacer de que eso se le olvidara, que se le pa-
sara, y siempre he tratado de ocultarles a ellos los problemas para
no vayan a vivir esa tensión.

Bueno, la hija mía lo que quiere es que se haga justicia.


El otro día estaban diciendo: “No, que metan los papeles allá a
Justicia y Paz…9”. Y aunque hemos llevado lo que sea, nosotros
lo que queremos es que se haga justicia. Ella está de acuerdo. Y si
quieren dar algo, que den, pero lo que queremos es que se haga
justicia porque no queremos que eso vuelva a suceder. Mi hijo, a
él como que no le gusta hablar de eso. Yo le meto conversa, que
qué piensa, y no… él se queda callado.

Se refiere al trámite previsto en la Ley 975 de 2005 o Ley de Justicia y Paz, en la


9

cual se establece el procedimiento judicial cuyo objetivo es que miembros de


grupos al margen de la ley que se acojan a la desmovilización obtengan benefi-
cios a partir de sus contribuciones a la verdad y a la reparación de las víctimas.

María Elena Flórez GUERRA / 107


Yo era militante normal de la UP. Por mi trabajo y mi
condición de ama de casa, no me dedicaba mucho, aunque sí lo
acompañaba a él, por ejemplo, en las marchas campesinas, en las
solicitudes a la alcaldía y, eso sí, las actividades que hacía la UP,
los eventos políticos, las fiestas que hacía la UP también, todo
eso… Yo a nadie le volví a hablar de la UP porque quedé con un
susto… Yo le hablo a las personas que son de confianza, porque
como que veo en la persona que no conozco que de pronto me
va a perseguir o me va a hacer algo por eso. Tengo un problema
de insomnio, casi no duermo, duermo muy poco. Yo tenía como
un delirio de persecución: estaba en cualquier parte y estaba era
como pendiente, como esperando que alguien me hiciera algo.
Pero ya eso más o menos lo superé, aunque como que hay veces
que tengo esa sensación.

A mí me preocupa toda esta situación que hay. Después


de eso, yo nunca me he sentido protegida de nada, siempre me
he sentido en riesgo. Yo vivo muy desconfiada. Por eso en la casa
no me gusta tener mucho la puerta abierta, cuando veo así carros
raros, ando pendiente. No sé si serán secuelas de todo esto… Los
primeros días que me fui para este municipio10, vivía muy asusta-
da, me bajaba del bus, para el colegio, y no quería que nadie me
viera. Ya me acostumbré…

Yo soy licenciada en educación básica primaria y acabo


de hacer una especialidad en informática y telemática. Ahí, con
mucho esfuerzo, he tratado de ir avanzando con mis hijos. Mi
sueño ahora es poderles dar estudio para que ellos se defiendan y

Se refiere a Bosconia, Cesar, adonde fue trasladada.


10

108 / Relatos de mujeres


sean personas de bien. Ese es mi sueño: ver a mis hijos realizados
y en paz.

Yo espero, primero que todo, de que se haga justicia, por-


que mi esposo no era ningún guerrillero, todo el mundo conocía
su vida, y segundo, que eso no vuelva a suceder jamás, porque eso
es muy duro para uno y para los hijos es catastrófico. Pero, bueno,
gracias a Dios, vamos saliendo, saliendo adelante.

María Elena Flórez GUERRA / 109


No éramos delincuentes,
éramos luchadores por un país

A dela Solano Rivera

Bueno, mire, yo sufrí un atentado con el compañero Ali-


rio Zaraza, el 29 de julio de 1988, en Bucaramanga. Él era de la di-
rección del Partido Comunista Colombiano y estaba amenazado
de muerte; a mí directamente no me había llegado nunca nada.
A él sí. A él le habían hecho un allanamiento hacía un mes, la
Policía o el B2, no recuerdo, pero, la verdad, en ese momento, yo
no me acordé de esas amenazas…

Yo me fui con él a hacer las vueltas de lo del Festival de


Voz que teníamos a los dos días. Todos los de la UP estábamos
1

preparando el Festival de Voz, y como yo era la responsable de la

El Festival de Voz es un evento político y cultural que realiza anualmente el


1

semanario Voz, órgano de prensa del Partido Comunista Colombiano.


parte económica, cuando llegó Alirio le dije que me llevara a la
casa donde estaba la chicha y la comida para ver si todo había
quedado bien. Cuando pasamos por esa casa, yo sentí escalofrío,
porque ahí estaban todavía los ataúdes de dos compañeros que
habían matado, Manuel Motta y Alberto Gutiérrez2. A ellos los
cremaron y los ataúdes los regalaron; no se los habían llevado
porque de pronto servían para otro compañero que asesinaran.
Terminamos de mirar las cosas y nos fuimos con el compañero
Zaraza.

Veníamos hablando en la moto que él manejaba. Ha-


blábamos, precisamente, de sus hijas. Él tenía dos niñas con una
compañera, y decía que las tenía como abandonadas y que tenía
que ir a visitarlas. Paramos porque el semáforo se puso en rojo,
cuando de pronto yo vi, así de refilón, un arma. Mi reacción fue
abrazarlo y gritar: “!!!Alirio, nos mataron!!!”. Entonces, yo lo que
hice fue sacar el hombro y esconder el cuerpo, y el tiro se me fue;
porque primero me dieron a mí; el tiro me dio, se me entró por
el hombro, pasó por los pulmones y se quedó en todo el canal
medular, quemando como tres centímetros de médula.

Al compañero el tiro se lo dieron en la cabeza. Entonces,


tan pronto él cayó, yo también caí, caímos los dos, y yo empecé a
gritar: “¡¡¡Ay, mataron al compañero, estamos heridos!!!”, pero vi

El abogado Manuel Motta y el médico Alberto Gutiérrez eran, respectivamente,


2

hermano y cuñado de Hernán Motta Motta, dirigente del Partido Comunista y


de la Unión Patriótica que sucedió en su curul al senador de la República por la
UP Manuel Cepeda Vargas, elegido para el periodo 1994-98 y asesinado el 9 de
agosto de 1994; en octubre de 1997, Hernán Motta tuvo que abandonar el país
por la intensificación de las amenazas contra su vida.

112 / Relatos de mujeres


que la moto trató de devolverse y me acordé de que a Leonardo
Posada3 lo remataron porque empezaron a gritar que estaba vivo;
entonces me quedé callada y, como los buses arrancaban, la moto
no pudo devolverse. En el momentico llegó un carro de la Policía,
con una moto, no recuerdo bien... Entonces yo les decía a los
tipos: “¡¡¡Háganme el favor, ayúdenme, que él está vivo!!!”. Pero
ellos lo miraban y decían: “No, él está muerto, a la que hay que
llevar es a usted.” Y como él se movía, yo gritaba: “¡¡¡No, miren
que todavía se mueve!!!”. Hicieron parar un camión para que nos
trasladaran al hospital. A mí me subieron en la parte de adelante
y a Alirio en la parte de atrás. Yo quedé inmediatamente inváli-
da. Desde los senos hacia abajo yo no siento absolutamente nada,
perdí el control de esfínteres, todo.

Realmente fue muy, muy difícil cuando, estando allá en


la camilla y los compañeros preguntándole al médico: “Bueno,
¿y qué le pasó?, ¡atiéndanla!, ¿por qué no la atienden?”, el doctor
decía: “No, no hay problema, ella ya queda así, ya no le va a pa-
sar nada más”. “Pero, ¿por qué, qué tiene?”, y él dijo: “No, ella ya
queda inválida, ella ya no vuelve a caminar”... Yo estaba despierta
cuando escuché que el médico le decía eso a los compañeros que
estaban viendo por qué no me atendían, porque yo estaba ahí,
esperando que me atendieran.

Y, ya, viendo esa situación y escuchando lo que yo escu-


ché, pues yo dije: “Ya qué podemos hacer­, pues seguir adelante”...,

Leonardo Posada Pedraza fue asesinado el 30 de agosto de 1986 en Barranca-


3

bermeja, poco antes de ocupar la curul como representante a la Cámara por


Santander. Fue el primer congresista de la Unión Patriótica víctima del plan de
exterminio contra los militantes y simpatizantes de este movimiento político.

Adela Solano RIVERA / 113


porque yo ya era madre de tres hijos, que en ese momento esta-
ban pequeñitos. El menor tenía 6 años, el otro tenía 11 y la hija
tenía 12. Entonces, pues para mí fue realmente muy, muy difícil,
y yo decía: “Dios mío, pero ¿para qué me dejó así?, yo voy a ser
una carga para mis hijos, pa’ mi familia”. Pero en ese momento,
estando allá, me hice la dormida cuando estaba la gente entrando
ahí, y empezaron a hablar de que el niño fulano de tal que se lo
vamos a dar a este, que el otro al otro y que la niña… y entonces
yo pensaba: “Dios mío ¿cómo así?, yo no estoy muerta”. Entonces
fue cuando empecé a pensar: “Si yo estoy viva es porque tengo
ahora otro trabajo que hacer, que es sacar adelante a mis hijos,
yo no me puedo echar para atrás, tengo que seguir adelante por
ellos”, porque mi esposo siguió amenazado, y a él le tocó irse de
ahí. Entonces yo quedé sola con mis hijos y con mi familia.

Estando ahí en el hospital, al otro día del atentado, yo


no podía casi ni respirar. Resulta que los médicos, no sé por qué,
por negligencia, no se habían dado cuenta que se me estaban lle-
nando los pulmones de sangre, porque el pulmón estaba roto, la
bala lo había pasado. Entonces en ese momento me fue a visitar
la compañera Cecilia Carranza; ella iba con un médico de la Clí-
nica de Bucaramanga, y él me vio rara y me dijo: “Usted no puede
respirar, ¿cierto?”; yo le dije: “No, estoy como fatigada, me siento
rara”; e inmediatamente mandó a sacar un examen, y se dieron
cuenta de que los pulmones ya casi estaban llenándose todos de
sangre. Entonces, de una, me rompieron en la parte de aquí del
costado; de una vez, no me pusieron anestesia ni nada, porque
yo no sentía, sino que rompieron y pusieron ahí lo de un drenaje
para empezar a limpiar los pulmones de la sangre que estaba sa-

114 / Relatos de mujeres


liendo. Y el médico dijo: “!No!, si esto fue así, si yo no vengo, la
dejan morir, en la noche se muere esta señora. Eso lo mejor es que
la trasladen a la Clínica Bucaramanga, porque, ¡mire!, ¡aquí no
estaban haciendo nada, la iban a dejar morir! Y así fue, entonces
ya en la Clínica sí fue muy buena la atención.

Los compañeros decidieron que era mejor irme para


Cuba, para que allá me sacaran la bala y miraran a ver qué más
había por hacer… Entonces, después de como 15 días, me tras-
ladaron a Cuba, a ver qué posibilidades había allá; allá estaban
haciendo unos injertos de teflón, que llaman, que es como de una
membrana que uno tiene en el estómago y se la trasladan, cubren
la parte de la médula que está afectada, y alguna gente dizque,
al cabo de los años, empieza a sentir el cuerpo. Pero entonces los
médicos dijeron que si me hacían eso a mí, podía quedar cuadra-
pléjica porque el daño había sido muy grande, ¿si? No había nada
más que hacer: me sacaron la bala, me fijaron la columna con
unas varillas y unos alambres –yo tengo la columna fijada así, con
alambres y una varilla de ..., yo no recuerdo bien el nombre de esa
varilla–, y pues allá duré casi 18 meses.

Mis hijos quedaron con mi mamá, con mi familia, y mi


esposo, José Hernán Vargas, se había ido conmigo, porque allá no
dejan quedarse a nadie sin un acompañante. Pero ya, al regreso,
si él se quedaba en Bucaramanga conmigo lo mataban, porque
estaba amenazado. Entonces él se fue. Él era concejal de la Unión
Patriótica en San Vicente de Chucurí4, y era uno de los dirigentes
del Partido Comunista y de la Unión Patriótica, ¿no?, el Partido

José Hernán Vargas fue elegido como concejal para el periodo 1988-90.
4

Adela Solano RIVERA / 115


hacía parte de la Unión Patriótica. Él era concejal por la UP,
fue de los que salieron elegidos, entonces, él estaba amenazado; a
veces le llegaban sufragios y todo eso, le llegaron varios sufragios
a San Vicente.

Cuando yo sufrí el atentado, mi esposo estaba con unos


amigos, estaba también ayudando a la organización del Festival,
pero en otra parte, y mis niños estaban con mi mamá. Y lo más
triste es que mi hija salía del colegio y pasó precisamente por ahí,
pero ella no se imaginaba que era yo la que estaba ahí. Vio todo
el alboroto que había, pero no se imaginaba nada hasta que no
llegó a la casa.

Mientras estuve en Cuba mi relación con los hijos fue


por teléfono; yo los llamaba más o menos cada 15 días, porque a
veces iban compañeros a Cuba y me dejaban dinero; entonces, yo
cogía esa plata era para llamarlos, para estar pendiente de ellos.
Por ejemplo, una vez fueron Gilberto Vieira5 y Bernardo Jara-
millo6, y al despedirse me dijeron: “Tenga, compañera, para que
compre cosas para usted”; entonces yo gastaba toda esa plata era
para hacer llamadas, para saber cómo estaban mis hijos; cuando
podía, los llamaba hasta tres veces a la semana. Pero el pequeñito
no me hablaba y eso a mí me hacía sentir muy, muy mal, porque
no sé, él tenía seis años, pero él muy poco hablaba; y lo mismo

5
Gilberto Vieira White fue uno de los fundadores del Partido Comunista Colom-
biano y su secretario general entre 1947 y 1991; ex parlamentario y destacada
figura en la vida política del país, falleció en 2000.
6
Dirigente del Partido Comunista y de la Unión Patriótica, Senador de la Re-
pública y candidato a la Presidencia de la República por este movimiento, fue
asesinado el 22 de marzo de 1990.

116 / Relatos de mujeres


es ahora, él no es muy comunicativo, y eso a mí me daba duro,
no poder estar con ellos... Mi mamá me contaba: “Que la niña
se cayó, que se raspó las rodillas, que esto, que aquello...”. Eso era
tremendo, no estar con ellos, y saber que ya no iba a poder hacer
muchas cosas con ellos; ni ir a acompañarlos al colegio, ni a la
entrega de informes, ¡¡yo no iba a poder hacer eso!! Esto me trau-
matizó mucho tiempo, porque siempre le tocaba ir a mi mamá.
A mí me daban mucha rabia esas vainas, pero decía: “Bueno, de
todas formas, pues los ayudo en otras cosas”. Era la entrega de
boletines y yo no iba, porque era un problema, porque no había
mucho dinero para coger taxi para ir hasta allá... Entonces siem-
pre la que iba era mi mami a las cosas de ellos. Lo mismo me pasa
ahora con mi nieto; a mí me da rabia de ver que yo no puedo
acompañarlo, que el niño quiere algo: “!Ay, nonita...!”, que él es
como a pararme, y yo no puedo, y le digo: “No, papi, es que yo no
puedo”, y él no entiende porque apenas tiene 19 meses.

La reacción de mis padres cuando sufrí el atentado fue


de mucha rabia, culpaban al Partido por no habernos protegido,
rabia conmigo porque me decían que me saliera, pero, de todas
formas, yo siempre he estado con ellos y he sido como un baluarte
que ha mantenido la familia muy unida. Para mis hijos fue terri-
ble. Hoy ellos dicen: “Mamá, pero, usted, viendo todo lo que esta-
ba pasando, por qué no se retiró, por qué, si usted hubiera estado
a tiempo de retirarse, vea ahora cómo está”. “Pero, mijos, –les
digo–, de todas maneras estoy con ustedes, en ningún momento
los he abandonado y estoy aquí con ustedes”. Entonces, todo eso,
todo lo que yo les decía hizo que fueran muy buenos muchachos;
yo les decía: “Miren, lo único que yo deseo y lo único por lo que

Adela Solano RIVERA / 117


de pronto yo quiero seguir con vida es que quiero verlos a ustedes
salir adelante, que sean unos profesionales echados para adelante;
ver cuando se casen, poder ver todo eso; que ustedes, a pesar de
lo que me pasó a mí, no se vayan a quedar sin lograr ser lo que yo
quería siempre que fueran”, por lo que estábamos luchando, que
nuestros hijos pudieran tener estudio, tener todas las cosas que
siempre hemos deseado y por las que hemos luchado. Mis hijos
me ven como una mujer luchadora, que no me dejé amilanar
por lo que me había pasado, sino que traté de seguir adelante, y
eso les ha ayudado mucho a que también sean así, a que quieran
seguir estudiando y seguir trabajando.

Con ese atentado, realmente, la mujer, la militante, casi


que todo se acabó, solamente quedó la madre; yo me dediqué en
cuerpo y alma a ver de mis hijos, porque dije: “Ese es mi trabajo
ahorita”. Claro, de todas maneras, cualquier cosa que el Partido
necesitara de mí, pues yo iba, pero no volví a militar, a nada,
me dediqué a mis hijos. Y cuando mi esposo se fue, entonces yo
dije: “¡No…, menos!”. Él salió del país –él está refugiado en otro
país– y ahí se acabó el matrimonio. Yo me sentía muy insegura
en la relación, porque decía: “Yo ya no soy una mujer comple-
ta”, porque ya no es lo mismo no sentir y, de todas maneras, los
hombres siguen siendo hombres, y yo decía: “Él no va de pronto a
sacrificarse viviendo una vida así conmigo y yo no voy a sufrir ver
que él tenga otra mujer... pues de una vez que la tenga, pero que
yo ya no esté viviendo con él”.

La salida de él fue traumática también, porque, cuando


él regresó, el sitio donde estaba viviendo estaba acordonado de
militares, estaban haciendo un allanamiento donde él estaba vi-

118 / Relatos de mujeres


viendo. Él iba con su mercado y le tocó inmediatamente perderse
y hablar con el Partido, y el Partido lo sacó del país. Él está en
Suiza. Él habla con sus hijos, los ha visto... hace como tres meses
fueron a verse a Cuba, de vacaciones, los tres hijos y el nieto.

Yo seguí la vida al lado de mamá, tratando de hacer mis


terapias –porque el cuerpo queda tan pesado que si no es con
terapias no puede uno ni siquiera tratar de levantarse de la silla–,
ayudándole a mi mamá con las costuras, porque mi mamá es mo-
dista; le ayudo a sacar los moldes, le ayudo a hacer las blusitas...;
gracias a Dios mi mami vive aún, ha sido increíble con nosotros,
ayudándome a sacar esos muchachos adelante. Y los hijos tam-
bién han sido muy buenos hijos, me han querido mucho, han es-
tado siempre conmigo, ayudándome en lo que necesito. Con mu-
cho esfuerzo, y con ayuda de algunos amigos, lograron terminar
sus carreras. La mayor, que ahora tiene 33 años, es fisioterapeuta,
estudió fisioterapia para ayudarme, y me ayuda muchísimo con
las terapias, el siguiente es ingeniero civil y el menor es ingeniero
electrónico.

Yo siempre le pido mucho a Dios que a mi esposo le


vaya bien, que salga adelante, y a él le decía que nunca olvidara
que aquí tenía tres hijos. Y él ha estado pendiente de ellos, los
llama. Realmente vivir en otro país como refugiado político es
como vivir en una cárcel amplia, grande, ¡¡eso es muy jodido!! A
veces la gente critica: “¡Ah, qué por qué la abandonó!”; y yo digo
que no, que si Hernán no se hubiera ido, ya lo hubieran matado.
Entonces, si en alguna cosa tiene que pagar algo, es vivir lejos,
sin sus hijos, sin la familia..., si es que tiene que pagar algo, pero
yo creo que no. Él fue muy solidario porque me acompañó casi

Adela Solano RIVERA / 119


dos años en Cuba, estuvo conmigo, pendiente. No me abandonó.
Pero, al llegar acá, yo veía que él podía tener otra mujer, y por
eso dije: “Hablemos las cosas claras”. Él me dijo que sí había esa
posibilidad de que de pronto él encontrara otra mujer, pero que él
quería seguir viviendo conmigo; y, entonces, yo dije: “No, en esas
condiciones, no”.

Yo empecé a militar como a los 16 años en la Juventud


Comunista. Fue una vida muy chévere en esa época, ¿no? Des-
pués, ya uno va madurando y empieza la cuestión con el Partido.
Cuando yo conocí la Juventud fue algo muy bonito: resulta que
yo vivía en Villabel, un barrio popular, y, una vez, un día que
estaba lloviendo, yo venía bajando por un sitio bien empinado
–porque esas calles eran bien empinadas– cuando alguien me dio
la mano y: “!Venga, yo le ayudo!, guapa muchachona”, me dijo
así; entonces, me dio como nervios, pero le largué la mano por-
que estaba que ya me iba a caer, y empezó ahí a hablar conmigo
y me dijo: “Mire que yo tal cosa, yo soy de la Juventud Comunis-
ta, por qué no haces parte de ella, aquí estamos hablando con
toda la juventud de este barrio, es algo muy bonito, luchamos
por esto y esto”. Entonces, pues a mí me llamó la atención y le
dije: “Sí, voy a tratar de ir a alguna reunión”. Pasaron como dos
meses y me lo volví a encontrar y me dijo: “¡Usted no fue!, ¿qué
pasó?, ¿por qué no asiste?”. Entonces yo fui. Pero resulta que no
había mujeres, había como doce hombres, y entonces a mí me
daba como miedo, pero no..., muy respetuosos, muy queridos...,
y comencé a participar con ellos. Entonces había tareas como la
venta del periódico Voz –cuando eso era el semanario Voz Prole-
taria–, y nosotros, los de Villabel, éramos de los que más vendía-

120 / Relatos de mujeres


mos, vendíamos casi 330 periódicos, entre Piedecuesta, Villabel...,
y además éramos muy alegres cuando salíamos a trabajar, a hacer
murales; lo hacíamos con mucha alegría porque sabíamos que lo
que estábamos haciendo era algo bien, que luchábamos por algo
bonito, para que realmente el pueblo lograra lo que no había en
ese momento, lo que no había, ni hay: vivir en una democracia
con justicia social. En esa época yo estaba haciendo un curso de
comercio, ya había terminado el colegio... hice cuatro años de
secretariado comercial.

Para mi familia fue terrible que yo me vinculara a la


Juventud..., tocaba todo a escondidas, porque decían: “¡Uy, no,
no!, eso los comunistas..., eso ellos se comen los niños”... Es que
llegaban muchas voces de que la revolución cubana hacía cosas
terribles, entonces ellos tenían mucho temor porque en la casa
yo tengo una hermana que es un poquito retardada mental, y
decían: “Eso lo primero que van a hacer cuando triunfen los co-
munistas es llevarse a su hermana por allá y encerrarla quién sabe
dónde”. Había muchas cosas malas contra los comunistas, que
Cuba es esto, que eso a los ancianos los encierran, que no les dan
de comer...; eran cosas que la gente se inventaba, la gente distor-
sionaba la información. Y, claro, yo les decía: “Eso no es cierto,
al contrario, allá la gente vive mucho mejor, a los ancianos los
atienden muy bien, los niños son el futuro de ese país, les dan
todo gratis, la atención médica, todo”. Y así, poco a poco, pues los
fui convenciendo, mostrándoles con filminas que empezamos ya
nosotros a recibir, mostrándoles que no era así lo que ellos decían;
entonces ya mis padres no ponían tanto problema, pero lo que
eran los abuelitos sí se resistieron todo el tiempo.

Adela Solano RIVERA / 121


Cuando eso, yo tenía 16 años y mis hermanitos estaban
pequeños. Ellos casi nunca se vincularon a nada; yo los invitaba,
y ellos sí iban... ellos iban a las marchas, a las manifestaciones,
ellos votaban, pero nunca dijeron: “Vamos a vincularnos direc-
tamente a la organización”; eso sí, ellos nos colaboraban en todo:
“Que hay que hacer esto, que colaboremos, que ayuden a preparar
un cabro, que la chicha para los festivales...”, ellos me ayudaban
en todo eso... A mi esposo lo conocí cuando entré a la Juventud.
A los 17 años me casé, tuve mi hija a los 18. Cuando tuve el aten-
tado yo tenía 30 años, hoy tengo 50.

Cuando a raíz de los acuerdos de paz en La Uribe7 empe-


zó la cuestión de la Unión Patriótica para que las FARC entraran
a ser parte de la vida política del país sin las armas, para que
pudieran llegar a la gente con la palabra y con las ideas, parecía
que en el país las cosas podrían ser diferentes, que no tuviera
uno que ver morir a sus hijos, sabiendo que muchas veces por
hambre la gente tiene que ir a empuñar un arma, saber que de
pronto había otra forma de lograr las cosas. Por eso me vinculé a
la Unión Patriótica; las mujeres empezamos a participar en todo
y eso ayudaba a que más mujeres se vincularan; en ese proceso
fueron muchas mujeres las que salieron dirigentes, era muy im-
portante lo que la mujer representaba en la UP y, como éramos
muy entusiastas, éramos también el lado bonito, el lado alegre
de las cosas. En otros partidos políticos la mujer casi no se veía;

Durante la administración de Belisario Betancur (1982-86), como resultado de


7

las negociaciones de paz entre el Gobierno nacional y el grupo insurgente Fuer-


zas Armadas Revolucionarias de Colombia, se firmaron en La Uribe, Meta, los
Acuerdos de paz de La Uribe, que dieron origen a la Unión Patriótica.

122 / Relatos de mujeres


en el nuestro sí, ellas salían y echaban discursos... Era muy emo-
cionante. Y ahí se hizo un trabajo muy lindo, se hacía todo con
mucha alegría, había muchas ganas de que de verdad eso llegara
a un feliz término, y se consiguió muchísimo. De ahí el temor de
los sectores más retrógrados del gobierno, confabulados con el Es-
tado, los militares y la oligarquía colombiana, que fueron los que
orquestaron todos los planes para cometer el genocidio contra la
Unión Patriótica. Fueron allá a diezmar, a matar a unos, a otros
y a otros, a los concejales, a los alcaldes. Cuando empezaron los
atentados, todos teníamos mucho miedo.

Yo al Partido le agradezco la formación política que le


dan a uno y el sentimiento para con las otras personas, hay mu-
cha solidaridad; yo era muy solidaria con la gente, uno aprende
a querer a la gente, no que pasen las cosas y como si no pasó
nada, como pasa con mucha gente, que matan a la gente y como
que ni siquiera siente. Pero a raíz de tanta gente muerta de nues-
tro partido, ha sido muy difícil que el Partido atienda a todo el
mundo.

Después del atentado, el Partido me ayudó moralmen-


te, los amigos me visitaban, algunos, no todos, porque mucha
gente se aísla de uno porque le da pena verlo a así..., la mayoría
realmente se aísla. Entonces fueron como tres o cuatro personas
que siempre estuvieron pendientes de mí y me acompañaban, me
ayudaban, en los cumpleaños me llamaban, estuvieron muy pen-
dientes. Pero hay unos amigos muy especiales, que son Diego y
Amparo, que fueron los que casi me costearon el estudio para los
hijos; ellos mensualmente mandaban lo del estudio, hasta que
terminó mi hija la carrera, y luego siguieron ayudando a que sa-

Adela Solano RIVERA / 123


cara el segundo hijo; ya después del segundo me dijeron: “Bueno,
ahora sí su otro hijo va tener que ayudar al menor, porque ellos
tienen que trabajar para ayudarla a usted y para ayudar a su her-
mano”. Y así ha sido, los muchachos han sido muy responsables.

Dicen que el atentado lo hizo el B-2 de Bucaramanga,


porque la moto corrió directo pa’ donde queda la V Brigada, se
subió..., y decían que casi que todos los atentados ahí en Buca-
ramanga los estaba haciendo era el B-2, los militares estaban ha-
ciendo sus cosas. Ya habían matado a varios compañeros, como
mataron a Manuel Motta y al doctor Alberto Gutiérrez.

Uno realmente sentía mucha rabia de ver que nos esta-


ban diezmando por querer sacar un proyecto adelante, un proyec-
to que los estaba afectando a ellos, porque pensaban que iban a
perder todo lo que tenían; entonces le daba a uno rabia de que el
gobierno no respetara todos los derechos que teníamos como ser
humano, como colombianos, él, que tenía que encargarse real-
mente de hacernos respetar. Eso le daba a uno más rabia y más
ganas de tratar de seguir, porque no podíamos permitir que nos
acabaran así, porque no estábamos haciendo nada malo.

En ese momento uno nunca pensaba en retirarse o que


estuviera en riesgo, era algo que nunca pensábamos porque sabía-
mos que no estábamos haciendo nada malo. Yo no estaba como
dirigente, no estaba dirigiendo algo que todos me vieran, no; yo
era una compañera que hacía trabajo del Partido y de la Unión
Patriótica, y –como era parte de la comisión de finanzas­– me
encargaba de las cuestiones de realizar los bazares, me encargaba
de organizar cosas para recoger dinero; en las épocas de diciem-

124 / Relatos de mujeres


bre, por ejemplo, hacíamos las novenas navideñas con la cuestión
política, entonces, me encargaba de los refrigerios para la gente,
de que todos participaran, eran cosas así... Entonces yo no sentía
que a mí me fuera a pasar nada; pero yo decía: “Mi esposo ahorita
es concejal”, y por él sí tenía temor, pero decíamos: “No tenemos
que dar papaya, nosotros no podemos quedarnos hasta tan tarde”.
Pero lo mío, no sé si fue un descuido o qué..., porque no era tarde,
eran las siete y media de la noche, ya íbamos para la casa después
de revisar lo del festival, si ya estaba la chicha, la comida. Me pesa
no haberme cuidado mejor, sabiendo todo lo que estaba pasando
con los atentados contra la Unión Patriótica, no habernos res-
guardado mejor, no haber tomado mejores medidas.

Yo creo que no podemos dejar de luchar, que no podemos


dejar de participar en todo lo que tenga que ver con la exigencia
al gobierno de que seamos reparados integralmente. Porque no-
sotros no éramos ningunos delincuentes, éramos luchadores por
un país lindo como es Colombia, y luchábamos para que no fuera
solamente lindo, sino para que se pudiera tener una democracia
con una justicia social, en el que la tierra fuera para la gente, que
los niños tuvieran educación gratuita, que la medicina fuera para
todas las personas que la necesitan. Nos exterminaron porque
nos confiamos muchísimo en las garantías que nos había pro-
metido el gobierno y no pensamos que con todos los logros que
habíamos hecho íbamos a hacer temblar a este país, y que ellos
iban a atropellar los derechos que teníamos de querer sacar un
proyecto tan bueno como era el de la Unión Patriótica.

Adela Solano RIVERA / 125


La Unión Patriótica nunca contestó
un asesinato con una bala

B eatriz Zuluaga Sosa

La persecución a mi marido fue desde que él era mili-


tante del Partido Comunista, mucho antes de ser miembro de la
UP; lo normal en este país: persecución, amenazas, toda clase de
intimidaciones, allanamientos, botadas del trabajo… Pedro era
médico salubrista. En esa época –no es como ahora–, los médicos
tenían mucho estatus. Yo creo que no había un sólo médico des-
empleado. Sin embargo, a él lo echaban a cada rato del trabajo.
Estuvo varias veces desempleado por persecución política, sim-
plemente por eso.

Lo conocí en el barrio, en la casa de una amiga. Hicimos


empatía inmediatamente que nos conocimos por sus ideas tan
atrevidas, unas ideas democráticas y revolucionarias. Esa época
era de mucha efervescencia, eso fue hace más de 30 años. No era
como ahora, que la gente es muy apática políticamente, sino que
antes estábamos en pleno apogeo de las ideas revolucionarias. Era
muy bonito, las universidades hervían y todo eso era muy intere-
sante. Yo tenía 27 años, era ama de casa. Cuando lo conocí, tenía
dos hijos de mi primer matrimonio. Estaban pequeñitos, pequeñi-
tos. Y él me los crió, él me los educó. Los dos son médicos, como
él, y aunque no fue su papá biológico, lo consideraban su padre.
Como convivimos toda la vida con él…

Yo simpatizaba con las ideas revolucionarias y en ese mo-


mento había un auge revolucionario muy bonito. Entonces, me
metí a la Universidad de Antioquia a estudiar historia. Antes yo
había estudiado arte y decorado y era delineante de arquitectura.
Ya después me dediqué fue a estudiar historia, por conveniencia
política, fundamentalmente. Era mi segunda carrera. Y me dedi-
qué a levantar a mis hijos. Estudiaba y hacía las tareas del hogar.
La historia me creó muchas inquietudes políticas y entonces me
puse a militar en el Partido Comunista. Como por rebeldía, por-
que el día del asesinato de Allende1, que fue en el año 73, ese día
dije: “Yo tengo que ser militante. ¡Cómo es posible que asesinen
a la gente por ideas y uno nada más que en la casa de bonito!”. Y
me puse a militar, una militancia muy sencilla, muy elemental.

Y ahí empezaron las persecuciones… Viajamos a Cuba,


en el año 76, a un Festival de la Juventud. Simplemente era un

Se refiere a Salvador Allende, político socialista chileno que fue elegido presi-
1

dente de su país en las elecciones de 1970. Fue asesinado el 11 de septiembre de


1973, tras un golpe de Estado que puso en el poder al general Augusto Pinochet,
comandante en jefe del Ejército, quien permaneció en el poder hasta 1990.

128 / Relatos de mujeres


festival. Y al regreso, nos allanaron la casa destruyéndonos cosas,
robándonos, pues, según los que nos allanaron, nosotros éramos
agentes de Fidel2 en Colombia. Y nosotros ni lo conocíamos…
Fuimos simplemente a un Festival de la Juventud, a parrandear…
Este tipo de situaciones ofenden mucho y hacen que uno se vuel-
va más rebelde. Nos molestaban mucho por teléfono, nos ame-
nazaban. Vivíamos muy cerca de la IV Brigada en Medellín. Nos
hacían terrorismo por teléfono, nos amenazaban de muerte, nos
llamaban a media noche diciendo: “Cuídense”, o sonaban unas
risas macabras… A mí me mandaron un sufragio de pena de
muerte. A Pedro le daban el pésame por la muerte mía. Cuando
yo vi ese sufragio, a mí me dio mucho susto.

Yo me fui a denunciar eso al DAS3 y al F-24 y a los pe-


riódicos. Y me acuerdo que dije –yo estaba muy joven–: “Bueno,
si en este país solamente hay bala para los que tienen ideas, pues
aquí está el pecho mío para que me den la bala”, conciente de que
tenía ya cuatro hijos. Pero uno se vuelve muy rebelde y da mucha
rabia que lo persigan por ideas, porque eran ideas, nosotros éra-
mos de ideas, no más. Es que lo que hacíamos nosotros qué era:
reuniones en la universidad, en la facultad de medicina, reunio-
nes para conversar de política y protestar por cosas, lo normal en
cualquier democracia: la gente opina, la gente protesta.

2
Se refiere a Fidel Castro, ex mandatario comunista de la Republica de Cuba que
gobernó su país entre 1959 y 2008. El 1º de enero de 1959 llegó al poder enca-
bezando la Revolución Cubana, que puso fin al régimen de Fulgencio Batista.
3
Departamento Administrativo de Seguridad, organismo de seguridad del Esta-
do, adscrito a la Presidencia de la República.
4
Organismo de inteligencia de la Policía Nacional.

Beatriz Zuluaga SOSA / 129


Hicieron muchos intentos por asesinar a mi marido,
muchos intentos, pero eso fue cuando ya él salió electo como
senador por la Unión Patriótica5. Ahí se empezó a agudizar tanto
la cosa que tuvo que irse para Bogotá. Él viajaba con frecuencia
a la casa, pero prácticamente vivía la mitad aquí y la mitad allá:
cuando las sesiones del Congreso, él estaba en Bogotá, y cuan-
do no, se iba para Medellín. Cuando él estaba en Bogotá, nos
llamaban por teléfono permanentemente. A mí eso me parece
que es una agresión, porque no eran llamadas concretas de nin-
guna organización, de ninguna universidad, de ninguna parte,
sino preguntando que cuándo venía, que a qué horas venía. Eso
es macabro. Yo, por necesidad, me tuve que volver muy buena
desinformante; si él iba a venir el lunes, yo decía: “No, él viene
el viernes”, y si estaba en Medellín, decía: “No, es que él está en
Bogotá, viene mañana”. Me tuve que volver una mentirosa para
protegerle la vida, porque qué iba a hacer… Yo siento que logré
protegerlo, un poquito, pero lo logré, porque le hicieron varios
intentos de asesinato.

Una vez, me acuerdo que él estaba en el aeropuerto de


Bogotá, iba a viajar. El doctor Antonio Yepes Parra era el go-
bernador de Antioquia en ese momento, y viajaron juntos en el
avión, y él lo invitó a bajarse en el helicóptero con él a Medellín,
y ese día se supo que le iban a hacer un atentado en la carrete-
ra que conduce del aeropuerto a Medellín. Ese día me llamaron
muchas veces los escoltas que lo esperaban en el aeropuerto de
Medellín: “Es que el doctor no aparece… Qué hacemos con él,

Pedro Luis Valencia fue elegido senador de la República en las elecciones de


5

marzo de 1986.

130 / Relatos de mujeres


estamos muertos de hambre… Nosotros nos tenemos que ir. ¿Qué
hacemos?”. Yo les dije: “Si ustedes se van, es bajo su responsabili-
dad, pero si me están pidiendo permiso para irse, yo les digo que
no. Busquen comida por allá y después no sé quién se las pagará,
pero se tienen que esperar hasta que él aparezca, porque ustedes
son los responsables de él. Yo no les digo que se vayan”. Entonces
yo me di cuenta, después de que alguien me informó, que le iban
a hacer un atentado en la carretera.

Yo no me atrevo a decir, no puedo decir que los escoltas


tuvieron algo que ver, aunque hay una mala imagen de los es-
coltas, que con mucha frecuencia se involucran en los asesinatos
de la gente que cuidan, pero yo eso no lo puedo decir. Tenía-
mos unos buenos escoltas. Inclusive uno de ellos, después del día
del asesinato de él, fue a la casa y me dijo: “Piérdase, usted está
en mucho peligro, piérdase, por favor, piérdase”. Yo lo considero
muy solidario. Además, ellos le manifestaban permanentemente
a Pedro que nunca se habían sentido bien tratados en su vida de
escoltas como por él. Puede que eso haya matizado un poquito la
cosa. Porque los trataba con respeto y con cariño, y de pronto les
daba una botellita de aguardiente, cualquier bobería… Y ellos le
manifestaron varias veces: “No, es que con usted sí nos hemos
sentido personas”. Eso me parece muy interesante.

En otra ocasión, alguien llamó citándolo a la Asocia-


ción de Profesores de la Universidad de Antioquia. Pedro era pre-
sidente de la Asociación, y lo normal era que la secretaria me
llamara para citarlo. A mí me pareció después rarísimo. Y como
la secretaria sabía que había tanto peligro, le pregunté y ella me
dijo que de allá no lo habían citado. Casualmente, en esos días le

Beatriz Zuluaga SOSA / 131


pusieron una bomba a un carro de la Universidad de Antioquia
que era muy parecido al nuestro. Nosotros llevábamos a la niña
allá cuando estaba estudiado música. Y parqueábamos cerca a la
Facultad de Música. Pasado esto, en un anónimo, le pidieron dis-
culpas al que le reventaron el carro: “Que disculpara, que se ha-
bían equivocado”. Eso nos asustó mucho pues ese carro era muy
parecido al nuestro, el mismo modelo, el mismo color... Ese fue
uno de los intentos de los que Pedro se salvó.

Fueron muchas cosas, es que uno no se acuerda. Era una


cosa permanente, muy horrible, que no sé cómo pudimos vivir.
Yo muchas veces le dije que se fuera, que se fuera del país. Él
me decía: “No, yo cómo me voy a ir… Si yo soy dirigente de la
Unión Patriótica, cómo voy a salir corriendo… Entonces se des-
barata este programa”, porque eso es lo que piensan todos, que no
se pueden ir, y conscientemente aceptan la muerte. Eso es muy
respetable, pero yo no estoy de acuerdo con esa teoría porque me
parece que es mejor un líder vivo que esté exiliado –sirve para su
familia– que un líder muerto.

Eran muchas amenazas. Empezaron a circular listas en


la universidad y fuera de la universidad, una lista de gente ame-
nazada de muerte, y él estaba ahí. Venían de “fuerzas oscuras”,
como dicen ellos siempre. A la casa iba la televisión a cada rato
a entrevistarlo, nos filmaban la casa por dentro y por fuera. A mí
eso me daba mucho susto, pero como él era un líder…

Una vez iban a operar a mi mamá de un pulmón, y los


médicos de salud pública tenían costumbre de beber allá en una
esquinita, en un cafecito. Ahí se iban a tomar unos tragos los

132 / Relatos de mujeres


viernes como a las 5, 6 de la tarde. Y ese día, como a mi madre
la iban a operar a las 6 de la tarde, Pedro estaba en la clínica
con nosotros. En esa esquina donde se reunían aparecieron dos
tipos de metralleta exhibida aquí afuera, no la tenían ni guardada
ni nada. Miraron por todas las mesas donde estaban todos los
médicos de salud pública y sus señoras y se fueron. Ahí mismo,
los amigos le avisaron a Pedro diciendo que aquello era para él,
que lo iban a matar ese día. Si no hubiera estado en la clínica, lo
matan ese día.

Es que fueron tantos intentos que yo no me acuerdo,


fueron muchos. Entonces, lo menos que tendría que haber hecho
era irse del país. Claro, se tenía que haber ido, pero decía: “No, es
que no puedo, es que la Unión Patriótica, es que mis hijos, es que
mi mujer, es que mi familia… ¡No puedo irme!”. Bueno… alguna
vez tratamos de irnos. Es que era una situación de una zozobra
permanente, y nosotros estábamos como locos, uno no sabía ni
qué hacer. Además, arrancar con cuatro hijos y con una mujer
no es fácil, arrancar de un país a otro, de una ciudad a otra, no es
sencillo, y más en esas condiciones. Había mucha represión para
todo el mundo, era muy difícil.

En esa época estaba de presidente Virgilio Barco. A él


le hacían visita los senadores de la Unión Patriótica para expo-
nerle la persecución, las intimidaciones y todo, y él permanecía
callado, no hablaba nada de todas las quejas que le ponían. En
alguna oportunidad, como en la segunda visita, les dijo: “Pues
ármense, ármense, yo qué puedo hacer, yo no puedo hacer nada,
ármense”. Y el movimiento Unión Patriótica era un movimiento
político, era de ideas, no era de armas sino de ideas, y por eso nos

Beatriz Zuluaga SOSA / 133


asesinaron tanta gente, por las ideas. El movimiento más limpio
que hay en el mundo entero hasta hoy ha sido el movimiento de
la Unión Patriótica. Nunca contestó un asesinato con una bala,
nunca, no lo pueden demostrar en ninguna parte, y nos dejamos
asesinar todos, todos…

Y bueno, entonces él venía al Senado, y el día anterior


a su asesinato, él viajó a Medellín a una marcha que había por la
defensa de la vida y por la paz. El símbolo de la marcha –como
en esa época estaban asesinando a todo el mundo– eran unas
camisetas con un tiro al blanco, y todo el mundo se ponía esa
camiseta, en la Universidad, más que todo. Esa marcha la presidió
el doctor Héctor Abad Gómez6, que también fue asesinado, otro
médico que no me acuerdo y Pedro Luis. Ellos iban encabezan-
do la marcha. Era por los derechos humanos, por la paz, por la
defensa de la vida. Se hacían hasta chistes con esas camisetas y
toda esa cosa.

Cuando terminó la jornada, nos fuimos en un taxi para


el parqueadero de la Facultad7. Eran como las siete de la noche.
Yo estoy segura que él presentía su muerte, por lo caldeado del
clima político, seguramente. Cuando estábamos dentro del carro,
tuvimos una corta conversación. Ahora pienso que él se despidió
de mí en esa forma. Me cogió de las manos, me miró a los ojos y
me preguntó: “¿Tú sabes cuánto te quiero?”. Yo me puse colorada,
me dio pena como si tuviera quince años. “Sí, lo sé”, le respondí.

6
Médico salubrista antioqueño, profesor universitario, político, escritor y defen-
sor de los derechos humanos asesinado el 25 de agosto de 1987.
7
Se refiere a la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.

134 / Relatos de mujeres


No hablamos nada más. Llegamos a la casa. Sentado en el come-
dor, me dijo: “Yo sé que me van a matar. Antes tenía mucho mie-
do, ahora no”. Él tenía una erupción en la piel –de los nervios– y
me mostró: “Mira, ya se desapareció. Ya acepté que me van a
matar, ya no tengo miedo, me repitió dos veces. Y luego dijo: “Lo
que más siento es que este ‘gorgojito’8 se va a morir sin mí”. Y se
fue a acostar porque estaba muy cansado. Eso fue el día anterior.

Al otro día lo asesinaron faltando 10 para las 6 de la


mañana . Llegaron a la casa a tocar la puerta y, como yo me
9

mantenía muy nerviosa, salí corriendo, descalza y todo. Todavía


estaba muy oscuro. En Medellín hay días que a las 6 de la mañana
está muy clarito, pero hay días en que está supremamente oscuro.
Ese día estaba muy oscuro. Entonces me dijeron: “¿Esta es la casa
de Pedro Luis Valencia?”. Y dije yo: “Sí, ¿qué quieren?”. “No, es
que venimos a hacer un allanamiento porque estamos buscando
armas”, dijeron. Y yo les dije: “¡No, señor, aquí no hay armas, aquí
no tenemos armas! Además tenemos inmunidad parlamentaria.
Aquí ustedes no pueden allanar. Muéstrenme la orden de allana-
miento”. Yo seguí discutiendo con ellos, pero mi cabeza la tenía
en otra parte, era pensando a ver qué hacía, qué podía evitar.
Cuando yo estaba en esa discusión con ellos, ya Pedro se había
levantado, ya estaba detrás de mí.

Yo tengo todavía lagunas en eso: la memoria es selecti-


va y olvida lo que quiere olvidar… Entonces yo creo que a él le
dieron un tiro –porque le dieron un tiro en la frente– por encima

Se refería a su hijo menor, Santiago.


8

Pedro Luis Valencia fue asesinado el 14 de agosto de 1987.


9

Beatriz Zuluaga SOSA / 135


de mí. Yo era más chiquita que él, él era más alto. Fue por una
ventanita de celosía. Yo no les había abierto la puerta. Yo estaba
conversando con ellos ahí a ver qué podíamos hacer…Pero yo ni
me percaté del tiro, no sé, tengo laguna ahí. Lo único es que yo
salí corriendo, pero como a proteger a mi hijo Santiago, que esta-
ba durmiendo en la primera pieza. Él estaba muy chiquito, tenía
ocho años. Entonces salí corriendo y pensé que nos podíamos
escapar de eso porque la puerta estaba cerrada. Inmediatamente
nos tumbaron la puerta del garaje con un jeep. Nuestra casa te-
nía una ventana grande, el portón y dos puertas de garaje doble.
Tumbaron esas puertas con el jeep y por ahí se entraron. Pero yo
ya estaba encima del niño, con el cuerpo así. Ya después de que
yo me tiré encima de él, oía una balacera muy miedosa. Eso fue
una cosa…

Cuando ocurrió toda esa balacera, yo nunca me imaginé


que se iban a entrar sino que estaban disparando desde afuera.
Y yo pensé que Natalia, que dormía en el fondo –todos estaban
acostados–, no se había dado cuenta. Después fue que ella me dijo
que había visto cómo el papá había salido y estaba gateando y le
seguían disparando. O sea que él alcanzó a medio correr. No sé
cómo fue porque, ya ahí, yo no me di cuenta. Se dice que fueron
42 tiros. Eso fue muy horrible. Uno queda como loco, yo quedé
como loca.

Yo tenía la ilusión de que los niños no habían visto nada.


Entonces le dije a mi hijo Pipe, que ya estaba más grande: “¡Sa-
quemos a los niños, saquémoslos, saquémoslos para que no vean
esto!”. Los sacamos con unas sábanas, cargaditos y tapados, para
una casa vecina del frente. Yo no quería que vieran a su papá ahí

136 / Relatos de mujeres


tirado en el piso, lleno de sangre. Eso fue muy horrible. Pipe, que
tenía como 16 o 17 años, lloraba de la impotencia por lo ocurrido,
por no poder hacer nada, eso fue muy cruel.

El tipo que dijo lo de la orden de allanamiento vestía un


vestido gris claro impecable, como si estuviera estrenando. Me
impresionó eso. Tiempo después, yo estaba viendo televisión. Era
la primera vez que Carlos Castaño salía en televisión. Cuando
lo vi, se me vino todo a la cabeza: él era el hombre que estaba
vestido impecablemente con el traje gris el día que asesinaron a
mi marido. Después, Castaño dijo que él mismo había dirigido
el operativo, y yo me puse a compaginar las fotos de él cuando
estaba joven con el hombre que yo vi, y era él. Yo nunca dije eso
porque me moría del pánico.

Hay muchas conjeturas, pero Carlos Castaño sacó en su


libro que él había dirigido el operativo del asesinato de Pedro
10

porque era secuestrador y porque en mi casa se guardaban secues-

Se refiere al libro Mi confesión: Carlos Castaño revela sus secretos, Carlos


10

Castaño; Mauricio Aranguren Molina, Bogotá, Editorial La Oveja Negra, 2001.


Carlos Castaño fue un jefe paramilitar que en 1997 conformó las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC), alianza de grupos paramilitares de extrema dere-
cha. Entre sus muchos crímenes se cuentan las masacres de El Aro (Antioquia)
y Mapiripán (Meta) y los homicidios de líderes como Manuel Cepeda, sena-
dor de la UP, asesinado en 1994, Bernardo Jaramillo Ossa, asesinado en 1990
cuando era candidato a la presidencia por la UP, Jesús María Valle, defensor de
los derechos humanos asesinado en 1998 y Jaime Garzón, humorista político,
asesinado en 1999. En julio de 2003, Castaño anunció su intención de dejar las
armas dentro del proceso de desmovilización de grupos armados ilegales del
gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Se presume que fue asesinado en 2004 por ór-
denes de su hermano Vicente Castaño, también paramilitar, quien no se acogió
al proceso de desmovilización.

Beatriz Zuluaga SOSA / 137


trados y armas. A mi hija eso le costó psiquiatra porque afectó
mucho la imagen de la familia. ¡Cómo así que nosotros unos se-
cuestradores! ¡Pero cómo es posible eso! ¡Un médico secuestra-
dor! Eso no tiene pies ni cabeza. Con eso, justificó el hecho. Yo
nunca, nunca le dije a nadie que había sido Carlos Castaño. Esa
imagen me la guardaba siempre.

Una señora que vivía cerquita de mi casa me dijo “Sí,


sí, eran militares, yo los vi. Después del asesinato se estaban po-
niendo unos suéteres encima de la ropa, yo los vi”. Y a esa señora
fueron y le allanaron la casa. Yo no sé si ella después se tuvo que
ir de ahí o qué, porque ella me contó eso y yo lo dije en las decla-
raciones. Una señora que estaba haciendo gimnasia por la calle
en esa época, me contó a los 10 años que ella había visto todo.
Porque a ella le ordenaron ponerse con las manos en alto, pero
no la pusieron de espaldas sino así de frente, entonces lo vio todo,
vio cuando los tipos entraron a mi casa. Y decía que estaban ves-
tidos de verde militar.

Después, cuando ya salíamos del entierro, nos tiraron un


petardo y a la niña le quemaron una pierna. Todavía tiene ahí
unas pequeñas cicatrices por la explosión, que fue lejos, pero la
onda la alcanzó. No caímos en cuenta de nada y nos fuimos para
la casa. ¡Qué hacíamos! Nos fuimos para la casa. Algunas perso-
nas que asistieron al entierro después nos dijeron que el petardo
nos lo habían tirado unos agentes del DAS, que iban en un jeep.
No recuerdo quiénes me informaron esto, pero me lo aseguraron.

Y después empezó la persecución de nosotros. Nos tu-


vimos que ir del país por ser testigos. Yo no me acuerdo de los

138 / Relatos de mujeres


asesinos. Nos fuimos para la casa pensando: “Ya pasó todo, ya no
hay problema, ya lo asesinaron, ya qué más quieren…”. Estuvimos
como dos días. Nos quedamos en la casa tranquilos, incluso dejá-
bamos hasta la puerta abierta y todo. Y una vecina, alguien nos
dijo que había un jeep dando vueltas por ahí. Y ahí fue cuando
nos perdimos.

Y al lugar donde fuimos a dar, que era un sótano en la


casa de mi madre, allá fueron a buscarnos también. Por la terraza,
mi hermano dijo: “¡A ver, a ver, qué están tocando ahí!”. Y un
tipo le dijo: “No, es que necesito a no sé quién”. “No, no, ahí no
vive nadie, eso está desocupado, ahí no vive nadie”, le dijo mi
hermano. Cuando el tipo se fue, mi hermano se fue a buscarlo, lo
siguió y se dio cuenta que el tipo se montó en una camioneta de
la Policía –en esa época, llamada “bola”–; la tenía cuadrada muy
lejos. Nos fuimos inmediatamente de ese sótano, nos tocó salir
con lo que teníamos encima.

Nos escondimos en muchas partes, donde un amigo,


donde otro, y adonde íbamos, algo pasaba. Nos hospedamos don-
de unos amigos muy queridos, y les allanaron la casa y los hi-
cieron ir, también tuvieron que perderse cuando nos fuimos. Y
antes, que habíamos estado también como ocho días donde otra
familia, les hicieron un tiro por el baño. Yo andaba con los dos
chiquitos porque el mayor estaba fuera del país estudiando medi-
cina y el otro se quedó en Medellín terminando bachillerato, no
lo podía interrumpir. Él también se mantenía en diferentes casas,
no se podía, por seguridad, quedar en la nuestra. La casa perma-
neció absolutamente sola, nadie se arrimaba, ni siquiera la fami-
lia. Nosotros no teníamos ni ropa siquiera, no teníamos nada,

Beatriz Zuluaga SOSA / 139


salimos con lo que teníamos puesto. Nosotros decíamos: “¡Pero
qué es esto!”, quedamos como locos. Tuvimos que salir hasta el
aeropuerto custodiados cuando nos fuimos del país. ¿Por qué nos
tuvimos que ir? Por haber sido testigos del crimen. ¿A son de qué?
A son de nada, no debíamos nada. Éramos víctimas. Fuimos des-
plazados. Casi 11 años duramos por fuera del país.

A través del Partido Comunista, nos consiguieron asilo


en Cuba. Y nos fuimos. Claro que eso fue demorado, a los tres
meses de la muerte de Pedro. Inclusive en Bogotá estuvimos en-
cerrados en apartamentos, completamente aislados, no hablába-
mos con nadie de la familia, nos le perdimos a la familia, nadie
sabía dónde estábamos. No podíamos tener contacto con nadie
porque ahí mismo nos cogían. Es que no entendíamos por qué
adonde íbamos a dar, ahí mismo nos buscaban, como si tuviéra-
mos un distintivo.

Cuba no daba asilos porque no tenía relaciones con Co-


lombia, entonces era un perfil muy bajo, era como refugiados,
pero con un perfil bajo, no éramos en calidad de exiliados ni
nada. Después, Cuba abrió relaciones con Colombia. Inmediata-
mente abrieron el consulado, yo me fui a visitar al cónsul allá en
La Habana, a saludarlo, a contarle mi historia. Fue alguien que
se manejó divino conmigo, me ayudó mucho, mucho, mucho, y
cuando se abrieron las relaciones formales entre Cuba y Colom-
bia como que descansamos un poquito. Pero yo me quedé mucho
tiempo sin venir a Colombia porque me daba mucho susto.

En Cuba, llevábamos una vida cotidiana, sencilla, como


de hogar, normal. Los muchachos pudieron estudiar. Vivíamos de

140 / Relatos de mujeres


un estipendio que nos daban y, como allá la educación es gratis,
la casa gratis, la salud gratis, con eso vivíamos y nos sobraba. Pu-
dimos vivir gracias a la solidaridad de Cuba.

Ya después –es que a uno le hace mucha falta la patria


y la familia–, decidimos regresar a vivir a Colombia, sobre todo
porque mi hijo Santiago, el más chiquito, me decía que nos vi-
niéramos para acá, y yo dije: “Bueno, es como hora de regresar”.
Regresamos con mucho miedo, todavía muy traumatizados.

Uno pierde un poco el acento y las costumbres y todo,


y termina sintiéndose extranjero porque ya las amistades las ha
perdido por diferentes razones. Los amigos se han ido, se han
cambiado de lugar, o han muerto, o ya no tienen los mismos in-
tereses que uno, o… No sé, uno termina quedándose absoluta-
mente solo después del regreso. Pero creo que el exilio viene de
uno mismo, uno se dedica exclusivamente a la familia y no quiere
tener relación con absolutamente nadie, pues tanto tiempo per-
dido con la familia…

Lo más triste fue que le empezó la cantaleta a mi hijo


–Natalia estaba en Brasil, yo la había mandado a estudiar música
allá–: “Ay, me hace más falta mi papá que siempre. No parece que
se hubiera muerto hace diez años sino que hubiera muerto ayer”,
me decía. “A mí también me sucede lo mismo, paso por ciertos
lugares y se me estruja el corazón, no puedo ir a la Universidad de
Antioquia porque me baño en lágrimas, no puedo pasar por de-
terminados lugares, a mí me pasa lo mismo”, le decía yo. Entonces,
internamente, yo pensaba: “Si esto es a mí –que yo me conside-
raba dizque guapa–, ¿qué le pasará a esta pobre criatura? ¡Cómo

Beatriz Zuluaga SOSA / 141


le hará de falta su papá!”. Entró al colegio a estudiar y, pues claro,
los niños, todos, con su papá, y él no tenía papá, era adolescente,
tenía por ahí 16 años. Y empezó con eso: “Ay, me hace más falta
mi papá que siempre, me hace más falta mi papá que siempre…”.

Él se negó toda la vida a decir que el papá ya había


muerto, nunca aceptó eso. Y, fuera de eso, la salida, el cambio
de hábitat y toda esa cosa… Le echamos tierrita a todo, aquí no
pasó nada. Yo creo que él empezó a aceptar que su papá había
muerto cuando vio el carro de la funeraria en el aeropuerto –por-
que a él lo trajeron a velarlo al Senado– con la cintica por detrás
con el nombre de él. Entonces empezó a llorar, pero no lo aceptó
completamente. Un amigo, que era pintor, le decía: “Santiago, a
tu papá lo mataron”, y él: “No, no, mi papá está en Bogotá”. Se
negó desde esa vez, y eso fue un trauma para toda la vida. Y como
después nos fuimos para Cuba…

Cuando regresamos a Colombia, fue como si el asesinato


hubiera sucedido el día anterior, porque yo también lo sentí así.
Nunca hablamos de eso porque era tan doloroso, ¡tan doloroso!
Era como si no existiera. “No, es que el día que asesinaron a mi
papá, me asesinaron a mí también, es que yo no quiero vivir, es que
me siento muy solo, es que me hace falta mi papá”, me decía todos
los días. Le hacía falta el papá, claro, ¡y semejante papá! Cada rato
me decía: “Mamá, no se ponga triste, yo voy a morir muy joven”.
Yo le decía: “Ay, no, no me digás esas cosas”. “No se ponga triste,
mamá –me dijo varias veces–, yo voy a morir muy joven, no quiero
vivir, la vida es una tontería, no vale la pena vivir”. Y yo: “Mirá,
Santiago, estás en una edad muy difícil…”, y él: “No, no, no, mamá,
es que yo sé conscientemente que la vida es absurda”.

142 / Relatos de mujeres


A Santiago lo tuvimos en varias clínicas en tratamien-
tos, en cosas… Tuvo varios intentos de suicidio. Una vez se in-
yectó en un brazo nitrato de plata. Claro que como él no se sabía
coger la vena, simplemente se quemó la mano. Otra vez se tomó
unas pastillas para la epilepsia que se las di yo: a él le habían re-
cetado en Cuba esa medicina a ver si se calmaba un poquito, pero
nunca se las tomó. Y como ya las traía, le dije: “¿Por qué no te
tomás esa medicina a ver si te calmás un poquito?”, y se las tomó
todas. Yo no me di cuenta y como él se encerraba a leer o a hacer
música o a tocar, yo pensé que estaba en su cuarto. Pero como a
las 9 de la noche, como no aparecía, me preocupé pues no llega-
ba. Él dejaba la pieza bien cerrada. Empecé a tocarle y nadie me
contestaba, y esa pieza con llave… Entonces llamé a mi hermana
para que me ayudara a abrir la puerta, y cuando logramos abrirla,
nos lo encontramos ahí tirado, inconciente. Siempre estuve ahí
con él y no me di cuenta. Duró mucho tiempo inconsciente. Esa
inflamación en el cerebro, muy grave, le duró más de una semana,
estuvo más de una semana absolutamente en coma.

Ahí llamé a Natalia: “Yo necesito que vengan a ayudar-


me con Santiago porque ya no puedo”. Ella se vino para Colom-
bia. Santiago, después de que salió de eso, la primera reacción en
la clínica cuando despertó fue: “Mamá, por qué me salvaron…
Yo quería morirme. Por qué me salvaron”. Eso es una vida muy
traumática, una cosa muy terrorosa, son detalles muy dolorosos.

Se recuperó, pero seguía con esa cantaleta. Él era un


músico excelente, tenía una sensibilidad exquisita, no solamente
para la música sino para la poesía, porque era compositor, tam-
bién componía canciones y letras, y tenía un grupito pequeño

Beatriz Zuluaga SOSA / 143


con el que ensayaban ahí en la casa. Y me decía: “No se ponga
triste, mamá, es que yo voy a morir muy joven”. Yo no sabía ni
qué contestarle ni qué decirle. A veces me parecía que me estaba
torturando, es que uno también se pone loco… Yo le decía: “No,
Santi, no me digás eso”.

Armamos viaje para irnos para Cuba porque estábamos


ya que nos enloquecíamos, pero a pasear. En diciembre, un mes.
Santiago quedó de ir con nosotros pero dijo: “Yo voy después de
fin de año, después del 24 y el 31, porque lo voy a pasar con mi
novia”. Y nos pareció perfecto eso. Tenía una noviecita, y eso
también creo que lo mató, el desamor, porque esa muchacha
no era para él. No lo quería, lo utilizaba, ¡y él bien sensible! En-
tonces entró en mayor depresión. A mí me pareció perfecto que
él se estuviera con ella el 24 y el 31 de diciembre: “Y entonces
después del 31, viajás”. Ahí estaba el pasaje para él. Se quedó al
cuidado de mi hermano. Estaba trabajando con mi hermano,
haciendo mandaditos en la moto, pero yo era la que le pagaba el
salario porque mi hermano no tenía con qué. Era como para que
él estuviera ocupado. Entonces yo le pagaba a mi hermano y mi
hermano le pagaba a él, pero él nunca supo de eso. Y entonces
nos fuimos. Se suicidó después, en enero. Y nosotros esperándo-
lo allá…

Yo, cada rato, todavía hoy, le pregunto a otro de mis


hijos, Pipe: “¿Santiago estaba loco?”. Y él me dice: “No, mamá,
Santiago no estaba loco, tenía una depresión profunda”. Pero
loco, no estaba, era muy consciente, no pudo con el trauma, no
pudo vivir. Eso fue lo fundamental, no pudo con ese trauma. Y
en esa edad de la adolescencia y otros factores agravantes, que se

144 / Relatos de mujeres


consigue una novia, que la noviecita jugaba con él –es que ese
desamor también lo mata a uno–, y la misma situación del país,
venir de un país bien afectuoso, bien tranquilo, donde no ocurre
nunca nada grave, pues de violencia, de asesinatos, de esas cosas,
y venir a este país tan revolcado, tan violento… Mejor dicho, la
venida a Colombia lo mató a él. Si nos hubiéramos quedado en
Cuba, yo creo que no se le ocurre suicidarse.

Se suicidó en el apartamento, se ahorcó. Se amarró las


manos atrás. Yo no sé si él se amarró las manos. Ahí queda una
incógnita, porque es que lo encontraron con las manos amarradas
atrás. Entonces, ¿cómo es posible? No sabemos, no puedo decir
nada porque él era muy, muy inteligente. Una vez un amigo me
dijo que él se había parado en la ventana de la casa –nosotros
vivíamos en un piso 11– y había dicho: “Ay, yo me tiraría de aquí
si no fuera por mi mamá. Mi mamá se muere…”. Si él hubiera
querido suicidarse, pues se tira. Ahí no tenía escapatoria. Para mí,
eso es una incógnita. Había dos copas con vino en la mesa. Yo
creo que faltó investigación. Además, yo dije: “Él está muerto. Si
se mató o lo mataron, él está muerto, ya no hay nada qué hacer”.

Él tenía ideas bonitas, de libertad, de un mundo mejor,


ideas de justicia, todas esas ideas bonitas. Era muy brillante y muy
destacado donde estaba, era muy inteligente. Se puso a estudiar
música –él era percusionista–, cogió la guitarra y en par segundos
aprendió a tocar, “autoaprendió”, y después ya se metió a clases
ahí cerquita de la casa, y el profesor se quedaba impresionado de
que era muy bueno. Era muy dulce, y jamás en la vida pueden
decir que él le faltó al respeto a alguien, que tratara mal la gente,
no, era muy dulce, de una dulzura infinita…

Beatriz Zuluaga SOSA / 145


Al Partido11 yo le agradezco mi formación revolucio-
naria y mi sentido humanístico y la comprensión de una vida
distinta, otro enfoque completamente diferente al que tenemos
de siempre, al que nos ha metido un poco el mercantilismo. El
Partido es hecho de gente formada en el capitalismo, no se le
pueden cuestionar muchas cosas porque no es un partido de án-
geles, ni de extraterrestres sino de gente de carne y hueso, que
tenemos muchos defectos y muchos problemas, todos. De pronto,
ya profundizando un poquito, creo que no estoy de acuerdo con
esa cosa de: “Aquí nos tenemos que quedar y que nos maten a
todos”, me parece que no debe ser así. La gente linda hay que
protegerla, hay que protegerle la vida, así no sea para el Partido,
yo pienso eso. Yo al Partido solamente tengo qué agradecerle. Yo
no soy anti-Partido ni mucho menos, no milito pero jamás soy
anti-Partido, ni permito que nadie haga anti-Partido delante de
mí. Además, a mí me parece que son muy guapos, que pese a toda
esa historia que ha pasado, siguen exponiendo sus vidas. Eso me
parece de mucho respeto.

Yo sueño con un mundo más lindo, sin violencia, con


un mundo más equitativo donde no haya tanta miseria, donde
prime el amor y la paz. Es muy utópico, pero yo sigo soñando con
utopías. Yo sigo pensando así, no puedo pensar de otra manera. Y
no me arrepiento de nada de lo que hice en mi vida. Así me haya
dado la vida tan duro, tan duro, yo no me arrepiento.

11
Se refiere al Partido Comunista Colombiano.

146 / Relatos de mujeres


Oración a mi Compañera*
Muñeca:

Por los caídos en la lucha, por los héroes anónimos, por los
luchadores de ayer, de hoy y de siempre, por las mujeres que perpe-
túan los hijos proletarios, por las madres que permiten que la vida
triunfe sobre la muerte, por nuestros ideales que encarnan el lumi-
noso porvenir de la humanidad, por nuestra lucha que es un eslabón
más en la brega, por los más caros ideales de la humanidad, por
nuestros hijos y todos los niños de Colombia, por ti que resumes en
un solo ser la tierna madre, la amante compañera y la firme revo-
lucionaria, por ti que encarnas la comunista y por lo tanto la mujer
del futuro, por nuestra indeclinable certeza de que el futuro pertenece
a los proletarios del mundo, por nuestro pueblo, su abnegación y su
altivez, por el éxtasis maravilloso de nuestro amor, por esto y tantas
cosas más…

Va para ti el más tierno y amoroso de los abrazos.

Pedro Luis

Mayo 9, 1982

* Transcribimos estas palabras de Pedro Luis a Beatriz en homenaje a su amor.

Beatriz Zuluaga SOSA / 147


Ya sea que uno sufra, la vida
es hermosa

A lcira Rosa Quiroz Hinestroza

Tengo 31 años y los mejores años de mi vida los pasé en


la cárcel; allá estuve once años y medio. Mi familia ha sido muy
golpeada... A mi mamá le mataron tres hijos en el mismo año,
mi mamá ha sufrido muchísimo. Primero le mataron a Bertulfo
Quiroz; después le mataron a Jesús Amado Hinestroza, también
hermano mío, y después a Armando Hinestroza, otro hermano
mío, y al año yo caí.

Nosotros vivíamos en Apartadó1. Mi papá y mi mamá


eran del Partido Comunista y de la Unión Patriótica. Ellos iban a
las reuniones, a los eventos; con la comunidad hacían que el bazar,

Municipio localizado en la región del Urabá antioqueño.


1
que la recolecta, todo ese cuento…, vender la Voz2; y mis hermanos
y yo estábamos en la JUCO3; y a raíz de todo esto fue que pasaron
las cosas, mataron a mis hermanos y luego me cogieron a mí.

A mis hermanos los mató Esperanza, Paz y Libertad, que


eran los desmovilizados del EPL4, y ya eran gente del gobierno, ya
recibían sueldo del gobierno. Los mataron porque ellos les decían
a mis hermanos que se fueran pa’ allá donde ellos, a trabajar con
ellos, y mis hermanos no iban a trabajar con ellos… ¡Siempre se
negaron!

A Bertulfo lo mataron una Semana Santa, en abril de


1993, tenía 17 años; él vivía con nosotros y todas las mañanas
se iba a trabajar hasta por la tarde. Ese día él iba pa’l trabajo con
un amigo en una moto; mi otro hermano, Jesús Amado, iba con
ellos en otra moto, también con un amigo, cuando, cerca a Ca-
repa5, allá por el sitio llamado Casa Verde, unos tipos que iban

2
Se refiere al semanario Voz, órgano de prensa del Partido Comunista
Colombiano.
3
Juventud Comunista Colombiana, organización política juvenil del Partido Co-
munista Colombiano.
4
El Ejército Popular de Liberación fue un grupo insurgente conformado en 1967;
sus principales zonas de influencia fueron Antioquia, Córdoba, Sucre y el Mag-
dalena Medio. En 1991 se desmovilizó casi en su totalidad, gracias a los acuer-
dos de paz firmados con el gobierno nacional durante la administración de Cé-
sar Gaviria Trujillo (1990-94). Los desmovilizados conformaron el movimiento
político Esperanza, Paz y Libertad; en Córdoba y Urabá, muchos de ellos fueron
asesinados por las FARC y una disidencia del EPL, en una lucha por el dominio
político del territorio. Los desmovilizados conformaron un grupo de autodefen-
sa denominado Comandos Populares de Urabá, y su apoyo sería definitivo para
la consolidación y el dominio en la región de las Autodefensas Campesinas de
Córdoba y Urabá, ACCU, organizadas por Fidel y Carlos Castaño.
5
Municipio perteneciente al departamento de Antioquia.

150 / Relatos de mujeres


en motos los interceptaron, se bajaron y de una vez comenzaron
a dispararles. Jesús Amado salió corriendo por una bananera y
vio cuando mataban a Bertulfo, pero esa vez él se logró escapar.
Después supimos que los asesinos eran unos muchachos del EPL
que ya estaban trabajando con el gobierno, de los que se volvie-
ron paramilitares de los grupos de Carlos Castaño6.

Como a los tres meses, el 12 de julio, Jesús Amado se fue


para La Susana, que era la finca donde él trabajaba, ahí también
por esos lados de Casa Verde, y como ya era tarde y no llegaba a
la casa, mi mamá toda afanada se fue para el centro y llamó a La
Susana, y ahí fue cuando le dijeron que ese día Jesús no había ido
a trabajar. Entonces, como a las seis y media, mi mamá se fue a
buscarlo con una gente del barrio y, casi llegando a La Susana, lo
encontraron; estaba tirado en una canal con todos los tiros que
le habían pegado.

Ese mismo mes, el 25 de julio de 1993, asesinaron a Ar-


mando. Él había madrugado y salió de la casa de mi abuela para
nuestra casa, eran las siete de la mañana, y ahí, en la esquina de
la casa, se bajó del carro en que venía y lo cogieron a tiros los del
EPL. Cuando nosotros oímos esos disparos, salimos corriendo; mi

6
Jefe paramilitar, creador en 1987, junto con su hermano Fidel, de las Autode-
fensas Campesinas de Córdoba y Urabá; en 1994, tras la presunta desapari-
ción de Fidel, Carlos Castaño asume el mando de esta organización. Lideró
la confederación de los grupos paramilitares regionales en las Autodefensas
Unidas de Colombia, AUC, y mediante sus actos criminales sembró el terror
y la muerte en muchas zonas del país. Su poder se consolidó en alianza con
narcotraficantes como Pablo Escobar y sectores militares, políticos, empresa-
riales y económicos del país. Al parecer, fue asesinado en 2004 por orden de
su hermano Vicente Castaño.

Alcira Rosa Quiroz HINESTROZA / 151


hermana, la niña, que tenía 12 años, lloraba y gritaba: “!!!Mata-
ron a mi hermanito!!!”. Ahí estaba tirado en el piso, estaba vivo
todavía porque movía los dedos; entonces mi mamá lo abrazó y
le preguntaba si tenía dolor y él con la mano le dijo: “Adiós”. Mi
mamá no se levantaba, seguía ahí, arrodillada, y le pedía a mi
hermano fuerza para aguantar ese dolor.

A mí me arrestaron el 11 de marzo de 1994. Los del


Ejército llegaron como a las dos de la mañana a la casa. Ni cuenta
nos dimos cuando ya estaban adentro porque tumbaron la puerta
y se entraron, y empezaron a gritar: “!!!Prendan la luz, salgan!!!”,
así como uno estuviera, empelota o como uno estuviera en la
cama. A mi papá lo sacaron a la calle, con mi hermano Henry
Hinestroza, el único de mis hermanos que quedaba vivo; a él lo
tiraron allá contra el piso, le colocaron un pie aquí, contra el
cuello, para ahogarlo y le pusieron una metra en la cabeza, y mi
hermana se colocó a llorar. A mi papá no le hicieron nada. A
mí también me sacaron y allá nos colocaron así, a los tres, en la
otra cuadra; allá estaban los del Ejército, gente del DAS7, gente
de civil y Gloria Higuita, la muchacha que me denunciaba. Esa
muchacha que dice que yo estuve en la masacre de La Chinita8,

7
Departamento Administrativo de Seguridad, organismo de inteligencia del Esta-
do, adscrito a la Presidencia de la República.
8
El 23 de enero de 1994, presuntos integrantes de las FARC ingresaron al barrio
de invasión La Chinita, en Apartadó, y dispararon indiscriminadamente contra
los habitantes que se hallaban reunidos en una fiesta. Murieron 35 personas y
12 más resultaron heridas, todas simpatizantes del grupo político Esperanza,
Paz y Libertad, conformado por reinsertados de la guerrilla del EPL. La inves-
tigación fue encomendada a una comisión especial de la denominada justicia
regional –también conocida como justicia sin rostro–, bajo la coordinación
de la fiscal Clemencia García de Useche. La comisión se instaló en la XVII

152 / Relatos de mujeres


ella, que dijo que yo soy guerrillera... Entonces decían: “¡No!,
ellos no, ¡es ella, es ella!”.

Entonces, de ahí me cogieron y me metieron a un ca-


mión. Me preguntaban qué dónde estaban mis compañeros.
“¿Cuáles compañeros? ­–les decía yo­–, ¡si yo no soy guerrillera, ni
nada!”. Entonces me colocaron una bolsa en la cabeza, una bolsa
para ahogarme, y me colocaron las manos aquí atrás, amarradas,
me pegaron un puño en el estómago, y yo me desmayé, pues uno
con la bolsa no puede, ¡eso es horrible, yo sentía morirme! Me
desmayé y entonces me quitaron un poquito la bolsa y volví, y así
me llevaron hasta el batallón con la bolsa en la cabeza, como a
las cuatro y media de la mañana.

En el batallón me indagó un mayor del Ejército, el mayor


Amor. Me preguntaba que cómo era que habíamos planeado la
masacre. Decía que yo había ido en un camión con unos compa-
ñeros a matar a toda esa gente y que después nos habíamos ido

Brigada del Ejército Nacional –con sede en el municipio de Carepa–, donde


fueron recluidas e interrogadas, por el entonces capitán Jorge Alberto Amor,
30 personas, en su mayoría militantes de la Unión Patriótica. La versión de tres
testigos reservados constituyó la prueba de cargo contra los detenidos, 28 de
los cuales fueron condenados a penas de hasta 51 años de prisión; entre éstos
se encontraban, Nelson Campo Núñez y José Antonio López Bula, alcalde y
ex alcalde de Apartadó, respectivamente, y Alcira Rosa Quiroz. El 20 de junio
de 2005, la Corte Suprema de Justicia declaró la nulidad de los procesos, luego
de comprobar falsedad testimonial y otras irregularidades que constituyen una
flagrante violación a los derechos fundamentales de los procesados y “uno de
los errores judiciales más protuberantes del siglo pasado”, según se lee en la
posterior decisión de la Fiscalía 20 de Medellín, mediante la cual se precluye la
investigación, en beneficio de los erróneamente condenados. Al respecto, véa-
se Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia de 20 de junio
de 2005. M. P.: Álvaro Orlando Pérez Pinzón, expediente 19915.

Alcira Rosa Quiroz HINESTROZA / 153


para el pueblo a celebrar y dizque decíamos: “Ahora sí acabamos
con esos hijueputas”; que yo era una asesina y que cuántos había
matado. También me dijo que si yo denunciaba dónde estaban
mis compañeros, me sacaban del país con mi familia, pero que si
no decía nada, me metían cuarenta años de cárcel.

Al otro día mi mamá fue al batallón, pero no le daban


razón de mí porque primero tenía que hacer una indagatoria para
poderme ver; ella dio la indagatoria y ahí sí la dejaron verse con-
migo..., como a los dos días. De ahí me metieron a una habitación
pequeñita. Como a los cuatro días me sacaron para una indaga-
toria con el fiscal, el fiscal que estaba ahí mismo, dentro del bata-
llón. Y uno de los abogados de oficio que tuve me decía lo mismo
que el mayor Amor, que si no colaboraba me esperaba una larga
condena y que si colaboraba me sacaban del país con mi familia.
Pero, ¡¡¡cómo iba confesar algo que no cometí!!!

Después a esa piecita llevaron unos muchachos, y a una


compañera y a mí nos sacaron a dormir en un camión carpado;
ahí nos tuvieron una semana; si llovía nos mojábamos porque la
carpa estaba rota.

Ahí duramos en ese batallón como 20 días, con mucha


tortura psicológica; comenzaron a decirnos una cantidad de co-
sas; el mayor Amor nos decía: “Malparidas guerrilleras, ¡las va-
mos a volver papa en tenedor!”. Yo estaba con otra muchacha,
que también la sindicaban de ser guerrillera; y ella es mamá, ella
tiene dos hijos, y sufrió mucho, ella parece que salió un poco des-
chavetada. Y sí..., mucha tortura así; pasaban la tropa del Ejército
y comenzaban a decirme: “Guerrillera hijueputa, ¡yo te vi por allá

154 / Relatos de mujeres


en un combate, aquí es donde estás bien, encerrada!, malparida,
¡te vamos a matar!”.

En esa época a Gloria Higuita le pagaron 80 mil pesos


por cada uno de los que denunció. Yo con ella nunca tuve nin-
gún problema, incluso nos hablábamos, ella había sido novia de
un hermano mío. Ella era del barrio, gente que lo conocía a uno
desde pequeño; en ese tiempo ella tenía como 15 años y ella fue
la que nos denunció a todos, porque en ese tiempo –¡y ahorita
más!– daban plata a quien diga que este es esto, que es un guerri-
llero, ¡así sea mentiras!; y en ese tiempo a esa pelada le pagaron
para que dijera que nosotros éramos los que habíamos cometido
la masacre.

El día de la masacre de La Chinita yo estaba en una


fiesta. Yo vivía en el barrio Policarpa, y la masacre fue en el barrio
La Chinita. Yo no iba a ese barrio porque el barrio Policarpa no la
iba con el barrio La Chinita. El barrio Policarpa era el de la UP,
el barrio La Chinita, de Esperanza, Paz y Libertad, y esos barrios
no se querían.

Después nos trasladaron para acá, para Bogotá, y ya fue


cuando duramos más de once años y medio. Yo fui condenada
a 50 años, dizque por ser autora de la masacre. Cuando a mí me
detuvieron, cuando yo caí a la cárcel, yo era menor de edad; tenía
17 años cuando a mí me detuvieron. Y decían que los papeles que
mi abogado presentaba para demostrar que yo era menor de edad
eran papeles falsos. Nunca tuvieron en cuenta mi edad y así me
violaron mucho mis derechos. Estuve en la cárcel El Buen Pastor
de Bogotá desde 1997 hasta 2001, que me llevaron para la cárcel

Alcira Rosa Quiroz HINESTROZA / 155


de Medellín, y de ahí me regresaron a El Buen Pastor, que porque
yo era una mujer muy peligrosa, hasta que salí después de los 11
años y tres meses, ¡salí inocente!, después de todo eso.

Eso es muy duro porque de todas maneras se le tiran la


vida a uno; uno pierde la familia; yo no puedo vivir con ellos:
mi mamá vive en Apartadó y yo por allá no puedo vivir, y mi
hermano y mi papá viven en Medellín, y en Medellín tampoco
es que yo pueda vivir mucho; entonces a mí me queda duro vivir
con ellos, y pues, así, la familia se la tiran a uno. Entonces yo
sufro con ellos, porque yo acá me sobrevivo pa’ mis cosas, pagar
arriendo y todo ese cuento... Mi mamá hace poquito vino, hace
como un mes la tuve acá, la tuve acá conmigo, muy poco porque,
de todas maneras, aquí todo es muy costoso, y yo apenas hace tres
años y tres meses que salí, entonces es muy tremendo.

Yo estaba haciendo un curso de manicura en la cárcel


y me estaban entregando el diploma. Una amiga –que salió pri-
mero que yo– estuvo en la Corte Suprema de Justicia porque ella
iba cada rato a mirarme cómo iba el proceso, y ese día fue allá
a mirar, cuando le dijeron: “No, es que ella ya tiene boleta de li-
bertad”, y mi amiga dijo: “No, pero es que ella sigue en la cárcel”;
entonces miraron en el sistema, y ahí decía que tenía boleta de
libertad inmediata; entonces mi amiga pagó la fianza9. Ella me
llamó y, como yo estaba recibiendo mi diploma, le dijeron que yo

Se refiere a la caución establecida por la Sentencia de 20 de junio de 2005, ya


9

mencionada, que en el numeral 7.1 de la parte resolutoria dice: “A quienes se


refieren las declaraciones de nulidad, la obtendrán [la libertad] una vez consti-
tuyan la caución por el monto equivalente a un salario mínimo legal mensual
vigente y suscriban el acta de compromiso correspondiente.”.

156 / Relatos de mujeres


no estaba, entonces me dejó dicho que la llamara. Yo la llamé y
me dijo: “Le voy a decir algo, pero esté muy tranquila, tenga mu-
cha fortaleza...”. Yo sentí que me iba a morir; dije: “¿Qué pasaría?,
¿le pasaría algo a mi familia?”, uno piensa cosa raras, ¿si? Entonces
ella me dijo: “No, es que usted tiene boleta de libertad inme-
diata”. Yo sentí como desmayarme, claro, ¡pero me ataqué fue a
llorar! Y la gente decía: “Pero, ¿qué le pasa a Quiroz?”, cuando
al momentico las noticias dijeron: “Libertad inmediata para los
sindicados por la masacre de La Chinita”.

Salí al otro día, un 22 de junio en 2005. Y había una abo-


gada y un abogado pendientes, bueno... y llegó la notificación, y
pues yo: ¡¡¡feliz!!!. Me estaban esperando los abogados, con cham-
paña, ¡muy bueno!... Los primeros días les tuve mucho miedo a los
carros, todavía les tengo, porque creo que me van a estripar. Uno
sale de allá como todo raro. Yo no conocía nada acá, yo soy de
Apartadó, Antioquia, que es un pueblo, pa’ mirar esta ciudad tan
grande, ¡es que Bogotá es grandísima! Tengo una amiga ­–la que
me avisó que ya tenía boleta de libertad– y ella es la que me ha
ayudado: “Mire, esto es así, esto así, coja Transmilenio10..., cuando
ya no pueda, coja una buseta y pregunta si va pa’ Chapinero11,
mire que ahí en el aviso dice...”. Pero ¡¡esto es muy complicado!!

El día que yo salí me quedé en la casa del abogado, ahí


estuve unos días. Luego nos reunimos todos los que salimos de la
cárcel, nos hicieron fiesta... Pa’ qué, ¡pero eso fue del putas!, eso
es como volver a nacer.

10
Sistema de transporte público masivo de Bogotá.
11
Antiguo barrio de Bogotá.

Alcira Rosa Quiroz HINESTROZA / 157


El día que yo salía de la cárcel, mi amiga llamó a mi
hermano y le dijo que yo ya era en libertad, y además, como salí
en las noticias, todo el mundo se enteró de eso... Y en Apartadó
los paramilitares preguntan que yo dónde estoy y eso, por eso yo
no voy por allá, yo no voy a Apartadó ni a Medellín. Salimos 24
personas libres, 22 hombres y dos mujeres. Hay unos que ya se
ven ancianitos, porque era que estaban ya con sus años cuando
los detuvieron, si yo ya me veo madura, ¡cómo serán los otros!,
había unos que ni se acordaban de mí, ni yo de ellos, porque ¡tan-
tos años! Yo entré muy joven a la cárcel, de 17 años, y salí de 28,
pero ahí vamos... Ahora yo hago manicura, pedicura, así..., vivo
de eso.

Yo sueño de ir con mi familia, compartir con ellos, estar


bien, que no me falte nada. Colombia es un país muy duro por
todo esto que está pasando, mucha gente desplazada, uno sufre
mucho acá, pero el país tiene cosas muy buenas. Yo pienso que
del tiempo nuestro en la lucha sí valía la pena, pero ahora no y
menos con este gobierno.

¡Saber que uno no hizo esa masacre, saber que uno era
inocente! La hace otra gente y ¿!!por qué se la meten a uno!!? A
mí se me tiraron la vida, la cárcel lo marca a uno para todo la
vida, ya a uno nunca se le olvida eso, uno siempre mantiene eso
en la mente; aunque uno quisiera borrar muchas cosas, uno man-
tiene pensando: “¿Cuándo voy a salir?, ¿cuántos años aquí ence-
rrado?”, se preocupa por la familia... En la cárcel yo trabajaba, yo
hacía cursos –que de sistemas, primeros auxilios, tarjetas de fili-
grana, masajes–, entonces yo mantenía ocupada, trabajaba desde
las ocho de la mañana hasta medio día y entraba a la una y salía

158 / Relatos de mujeres


a las cuatro. Yo siempre trabajé porque mi familia es muy pobre,
de muy bajos recursos, entonces ellos no tenían cómo mandarme
cosas; yo necesitaba mi ropa, mis cosas de aseo, y uno como mujer
siempre es un poquito vanidoso y no quiere estar apachurrado,
aunque esté encerrado; entonces yo trabajaba pa’ comprarme mi
ropa, mis cosas...

Mi mamá me visitaba muy poco, porque es muy lejos de


Apartadó a Bogotá, era muy difícil para una mujer de campo...
Aunque ¡mi mamá es una berraca!, porque ella sí se venía... Ella
vino como unas cinco veces a visitarme a mí, y ella aquí no cono-
cía nada; mi mamá no sabe leer, ni escribir y eso aquí es berraco
cuando uno no sabe eso, porque pa’ coger buseta, para todo… Y
¡así llegaba allá!

En este momento quedamos tres hermanos, mi hermano


mayor, mi hermana y yo. Mi hermano es muy alejado de mí, y yo
también, pues porque tantos años sin compartir... Mi hermana,
cuando a mí me encarcelaron, era una niña, y ella con mi her-
mano sí son un poquito más unidos... A mi hermana le dijeron
los paramilitares que a ella se la habían perdonado porque ella era
una niña, porque si no la hubieran matado; tenía unos 15 años
cuando le dijeron eso. A ella no le gusta decir que se habla con-
migo, siempre que le preguntan por mí, dice: “Yo no sé nada de
ella”, le da mucho miedo, además con dos hijos, ella cuida mucho
a sus hijos.

Ellos salieron desplazados de Apartadó, pero mi mamá


es muy rebelde y se quedó allá, usted sabe que los militantes son
muy rebeldes; a mi papá sí le tocó salirse y después estuvo por

Alcira Rosa Quiroz HINESTROZA / 159


allá en San José de Antioquia, pero después le tocó salirse por
lo mismo, porque estaban los paracos, entonces mi papá sí está
en Medellín, pero mi mamá sí se quedó en Apartadó, pero no en
el mismo barrio donde vivíamos nosotros, sino en un barrio de
invasión donde no la conocen.

Si a mí no me hubieran hecho lo que me hicieron, yo


creo que tendría un esposo, unos hijos, pero yo ahorita tengo 31
años y ya no puedo, no quiero tener hijos, ya son 31, y a uno le
queda como duro pa’ tener hijos.

Yo pago arriendo en una casa, vivimos siete, gente que


uno conoce así, en la calle, que uno hace amigos así, ¡vivimos
bueno!

Mi vida ha sido como golpeada, ¿cierto? Pero, pase lo


que pase, la vida es muy bonita; ya sea que uno sufra, la vida es
hermosa... Ahora soy feliz porque estoy en la calle, es que ¡no!...
¡Eso el encierro es muy berraco!, el encierro es muy duro. Usted
sabe que uno acá, así aguante hambre, necesidades, pero ¡la calle
es la calle!

160 / Relatos de mujeres


Segovia vivió la tristeza

L uz Marina Escobar Cardona

Yo me dedicaba a vender chance en una esquina de lo


que llamamos el estanco de Segovia1, como a media cuadra del
parque. Ahí dentro del parque estaban el comando de la Policía,
la alcaldía, los bares del centro y varios comercios. Segovia es un
pueblo muy grande.

Ese día, eso fue el 11 de noviembre del 88, había mucha


gente en el bar Johny Kay, durante el día hubo mucha gente de la
UP, mucho minero. Era un viernes2. Más o menos a las 6 y 45 de

1
Municipio del nordeste antioqueño cuya economía se ha basado tradicional-
mente en la explotación de sus ricas minas de oro.
2
Se refiere al día en que un grupo criminal masacró en Segovia a 43 civiles y
dejó heridos a 51 más. Los asesinos atacaron indiscriminadamente con fusiles
la tarde, yo estaba vendiendo chance y vi pasar un carro. El carro
paró frente al puesto mío y me miraron… Yo miré el carro y miré
la gente: no iban uniformados, iban de civil, iban con poncho.
Lo que me pareció raro del carro era que tenía un sonido como
que fuera muy pesado, y dentro del carro iban seis hombres. Era
un jeep blanco y crema. A los tipos, los vi no sentados sino como
encuclillados, como raros, y dentro del carro vi algo tapado con
ponchos.

Yo logré mirar todo, me asusté mucho. Ese carro lo había


visto yo diez días antes al frente de mi puesto de trabajo. Y lo vi
fue porque llegaron y mataron un muchacho. Era el mismo carro.
Y el carro era de Puerto Berrío3.

Había un cliente mío haciéndome un chance, entonces


volteó a mirarme y me dijo: “Marina, ¿esos quiénes son…?”. Y
yo: “Ese que va manejando es un policía y el que va al lado es un
militar. Los otros, no sé”. Entonces yo le dije al señor que subie-
ra disimuladamente y anotara las placas del carro, porque me

y granadas a personas que se encontraban en las calles o en establecimientos


públicos y ejecutaron selectivamente a algunos militantes de la Unión Patrióti-
ca. La UP había obtenido un amplio respaldo de la población segoviana en las
urnas durante las elecciones regionales de 1988, y desde los últimos meses de
ese año se comenzaron a presentar hostigamientos y amenazas, de parte del
Ejército y del grupo paramilitar Muerte a Revolucionarios del Nordeste, tanto
contra la alcaldesa y los concejales de la UP como contra la demás población
civil. Las amenazas y hostigamientos habían sido denunciados en su momento
ante la Procuraduría General de la Nación por los concejales de la UP, así como
por la inspectora de Policía de Segovia. Cuando se perpetró la masacre, ni la
Policía ni el Ejército acudieron en auxilio de la población.
3
Municipio antioqueño localizado en la subregión del Magdalena Medio, ubica-
do a unas cuatro horas de Segovia por tierra.

162 / Relatos de mujeres


pareció fue raro, y en esos días había mucha alarma en el pueblo
porque había mucha amenaza, se hablaba de una masacre, y en-
tonces yo siempre estaba como pendiente… con miedo.

El carro subió por lo que llamamos la Calle Real, subió


hasta cierta parte y reversó. Volvieron y pasaron por el puesto
mío —iban en contravía—, se acercaron, me miraron y luego
siguieron. Pararon antesitos del bar Johny Kay. Se bajaron todos
al mismo tiempo: unos de la parte de atrás y los otros de los lados.
Era un carro encarpado y las carpas iban sueltas. Uno se tiró de
la parte de atrás con un arma muy grande que se paraba así en
unas patas. El tipo se bajó con ese aparato y se cayó. Entonces lo
pararon.

Y al primero que le dispararon fue a un chancero. Pero


no lo mataron a él sino a un primo de él que estaba ahí. Voltearon
el aparato ese y dispararon al Johny Kay. Primero le dieron fue
disparos. La segunda vez —porque ellos subieron y luego rever-
saron— volvieron con granadas. Después, volvieron y subieron,
reversaron y volvieron allá: granadas. Tres veces.

Yo, la primera vez, cuando ellos empezaron a hacer los


disparos, me quedé viendo. Yo no sé, no sé… Me pasmé: inmovi-
lizada, mirando todo… Sin embargo, todo mundo corría y me
decían: “¡¡¡Marina, corre, corre!!!”. Entonces yo, cuando vi que
le pusieron ese aparato a un señor que estaba al frente mío en
una chocita de cigarrillos, cuando movieron ese aparato para dis-
pararme, yo me crucé de esta esquina a esta. Me dispararon. El
tiro que me dieron quedó a todo el frente, en una pared, ¡un
hueco…!

Luz Marina Escobar CARDONA / 163


Cuando yo logré correr, me metí a un negocio. Me
preguntaban: “¿¡¡Qué pasó!!?”. Y yo inmediatamente le dije a la
gente: “¡¡¡El Ejército, la Policía!!!”. Y ellos: “¡Marina, dejá la bulla,
no comentés…!”. Y yo: “¡Pero por qué! ¡Si ellos me dejaron viva,
voy a contar!”. Me salvó que yo subí a ese negocio. Ahí estaba el
señor que yo le había dicho que anotara las placas del carro. No
me acuerdo las letras, sé que anotaron fue 5084.

En el barrio La Reina, ahí arriba, también estaban ha-


ciendo masacre. Y no sabíamos… Estaban haciendo masacre en
cuatro partes.

Yo, pensando en mi mamá, que también vendía chance,


me salí, me salí antes de tiempo. Corrí hasta cierta parte. Pasé por
donde mataron al primo del chancero. Luego pasé por el Johny
Kay, ¡cuando veo ese sangrero y la gente de adentro muerta! Lo
primero que veo, en una mesa, es una mano así, sin cuerpo, veo
un sangrero que corría a la calle, hacia afuera, la gente tirada en
el suelo. ¡Yo estaba impresionada, impresionada…! A mí no se
me borra la imagen de toda esa gente, a pesar de que no logré
identificar a nadie. Ya yo qué me iba a devolver…

Y ahí fue cuando me abrieron en una cafetería y me


entraron para allá y a preguntarme: “¿¡Qué pasó, Marina!?”. Y
yo: “¡¡¡Que en el Johny Kay está todo mundo muerto…!!!”. Vi la
Policía en el parque, atajando la demás gente que estaba tratando
como de irse corriendo… La atajaron y ahí fue donde mataron
cantidad de gente dentro del parque.

En el parque, como había un muro, la gente se escondió


detrás, y resulta que los paramilitares, por detrás, los “fumigaron”.

164 / Relatos de mujeres


Todos quedaron así, unos abrazados con otros. De los que estaban
saliendo del Johny Kay, se escondieron detrás del muro y, por de-
trás, los cogieron los paramilitares. Esos ya subían de La Reina de
matar a la familia de los “Carlosé”4 y a Pablo5 y a los que mataron
allá, ya subían. Y esos mismos carros —dijo la gente, porque yo
no los vi— se pararon a todo el frente del comando de la Policía,
se vinieron a pie y se entraron al parque a matar la gente detrás
del muro.

Para mí fue muy rápido lo que pasó: duró por ahí media
hora, porque en el sitio donde estábamos, estábamos inocentes
que en ese momento también estaban masacrando en los demás
barrios, no sabíamos…

Después de todo eso, yo me fui de la cafetería a entregar


el chance en la oficina. Y todo mundo vimos el atropello de la
Policía con los civiles: “¡Corren! ¡Se van corriendo! ¡No miren
pa’ tal parte!”. Y nosotros viendo cómo aporreaban la gente,
cómo devolvían la gente que vivía más abajo del comando. O
sea, la gente, con ese miedo, cogía como para las casas, y ellos
la devolvían. Y en el parque ya había muertos. Me parece que

4
Se refiere a una familia conocida como los Carlosé. La única persona de esta
familia que pertenecía a la UP era Patricia Restrepo, sobrina y nieta de los in-
tegrantes de esta familia que fueron asesinados y quien además era escolta de
Rita Tobón, alcaldesa de Segovia elegida por la UP meses antes de que se per-
petrara la masacre. Los miembros de la familia asesinados fueron Carlos Enrique
Restrepo Pérez, padre de la familia, que era un hombre anciano y enfermo, y sus
hijos Carlos Enrique Restrepo Cadavid y Gildardo Antonio Restrepo Cadavid,
ambos trabajadores de las minas de Segovia.
5
Se refiere a Pablo Gómez, militante de la UP. La noche de la masacre, los ase-
sinos entraron a su casa y les dieron muerte a él y a su esposa en frente de su
bebé. Más adelante, Luz Marina Escobar relata cómo fueron asesinados.

Luz Marina Escobar CARDONA / 165


hubieron trece muertos dentro del parque, fuera de los del bar
Johny Kay.

Luego yo me quedé en la calle. Me quedé con el presi-


dente de la Unión Patriótica, con Aurelio Viana6. Él fue el que
prácticamente hizo el levantamiento de los difuntos con la alcal-
desa, Rita Tobón7. Yo me quedé ahí hasta las dos de la mañana
porque me parecía que yo me iba y me seguían, me parecía que yo
llegaba a mi casa y me mataban…

Masacraron más o menos 43 pero a los días se fueron


muriendo más. Fueron como 60, lo que pasa es que nunca dijeron.
Pero los que quedaron heridos, muy mal, se fueron muriendo.

Yo fui a los velorios, pero no a todos, a unos cuantos.


Al del papá de los “Carlosé”, fui de paso. Más abajo de los “Car-
losé” hubieron dos velorios, y también fui. Yo sentí rabia, rabia
de ver al pueblo tan desprotegido. Afortunadamente Rita Tobón
sí hizo, volteó mucho, pidió mucha ayuda, buscó los medios de
comunicación…

Me impresionó mucho cuando me contaron que a uno


de los Gómez8 lo mataron junto con la señora. Él estaba vien-

6
En ese entonces Aurelio Viana era el presidente de la Coordinadora Local de la
Unión Patriótica.
7
Rita Ivonne Tobón fue elegida alcaldesa de Segovia por la UP para el periodo
1988-1990. Un año después de la masacre se realizó un foro en memoria de las
víctimas, en el cual se denunció que la represión continuaba y que varios mili-
tantes de la UP habían sido asesinados y que otros, como Rita Tobón, seguían
recibiendo amenazas. Una semana después del foro, ella tuvo que abandonar el
país para proteger su vida.
8
Se refiere al mismo Pablo Gómez de la nota 5.

166 / Relatos de mujeres


do el Reinado9 acostado en la cama, viendo televisión con su
bebé. La esposa estaba en la cocina preparando el tetero. A él
lo mataron en la cama, delante del bebé. La señora salió de la
cocina, le dispararon y la mataron. El niño quedó solito, ahí
en la cama, tenía como un año larguito. Como a los tres días,
mucha gente nos fuimos para la alcaldía, y llevaron a ese niño,
y por la ventana del tercer piso, mirando para el parque, el niño
estiraba la mano y decía: “¡Pum, pum, pum!”. Un trauma… Me
impresionó… El niño quedó con un tío paterno, lo criaron ahí.
A partir de eso, quedó traumatizado y como abobado, sólo decía
“¡pum, pum, pum!”, como acordándose de la balacera que hubo.
Yo lo vi como hasta los siete años. No sé cómo quedó, si se nor-
malizó o qué.

El día del entierro reconocí a uno de los tipos que par-


ticipó en la masacre —ese muchacho era dizque de Puerto Be-
rrío—, en plena misa del entierro, ahí parado mirando el gentío
en el atrio de la iglesia. Fue un entierro colectivo, muy triste.

Y no se supo qué fue más duro: cuando los mataron o


cuando el entierro, porque la gente estaba con esos nervios y
entonces ocurrió un ruido que no se supo si fue un tambor de
guerra de la banda o si fue un difunto que se explotó. En todo
caso, todo el mundo salió corriendo porque habían vuelto. Eso
gritaban: “¡¡¡Volvieron!!!”. Y los ataúdes cayeron al suelo, todos los
muertos. En todo caso, uno de los difuntos, un ataúd, cayó abajo
en el quiosco municipal, y como a ellos los mataron a granada,
estaban todos desfigurados: una mano, un pie… Entonces volver

Se refiere al Reinado Nacional de la Belleza.


9

Luz Marina Escobar CARDONA / 167


a armar el muerto otra vez, meterlo… Eso fue una cosa impresio-
nante, horrorosa.

Segovia vivió la incertidumbre, la tristeza… Hubo un


paro campesino de doce días, totalmente cerrado el comercio,
cada uno con su dolor y con su tristeza. La alcaldía prestó mucha
colaboración. Cuando hubo el paro, de hambre sí no sufrimos
porque hacían sancochos comunitarios, todo el pueblo estuvo
unido.

Segovia era un pueblo muy liberal, demasiado liberal,


y cuando la Unión Patriótica ganó, los liberales quedaron muy
resentidos, demasiado. Primero la mayoría de la Unión Patriótica
era gente joven; sin embargo, los viejos —los papás de uno—
se fueron concientizando y se fueron volviendo de la Unión Pa-
triótica. Entonces los grandes liberales no aceptaron eso: por decir
algo, a César Pérez García10 le dolió toda la vida eso porque él fue
uno de los que manipuló el pueblo toda la vida. Inclusive hay
boletines amenazando al pueblo antes de la masacre, llegaban
pasquines a nombre de él: “Pronto estaremos en Segovia. Nos
tomaremos al pueblo de Segovia a sangre. Derramarán los barrios
sangre…”. A él lo detuvieron un tiempo y lo relargaron, pero sí lo
tuvieron involucrado.

Mi familia nunca fue como muy política. Yo fui la única


que fui de izquierda. Antes no fui de la política de nada y, cuan-

Político liberal con fuerte influencia en la región. Por la época de la masacre de


10

Segovia, era parlamentario por el Partido Liberal y aspiraba a la presidencia de


la Cámara de Representantes. Fue investigado y posteriormente absuelto por su
presunta participación en la masacre.

168 / Relatos de mujeres


do me metí a la política, fue de izquierda. Yo fui militante de la
Unión Patriótica y del Partido Comunista. Fui dirigente sindical
de los chanceros de Segovia, fui de la acción comunal de un ba-
rrio —20 de Julio—, fui del comité femenino, fui del comité de
mineros.

De la masacre me impresionó mucho que fueron las au-


toridades. Es que yo, personalmente, vi a ese militar11 mes y me-
dio antes de que eso ocurriera: lo vi haciendo una requisa militar
ahí en todo el puesto mío del chance. Y lo vi muy irónico con la
gente, inclusive hasta conmigo. Él se sentó en el andén a hacer
la requisa, paralizaba la gente que subía y bajaba. En Segovia no
había sino un teatro y a la gente le gustaba mucho ir a cine. En
ese momento salían de cine y luego sí entraban los demás para
la segunda función. Entonces mucha gente bajaba y mucha gente
subía. Él paralizó la gente: “¡No me suben. Y los que van pa’ abajo
se me quedan aquí!”. Entonces se paró a todo el frente de la calle,
dio la vuelta, miró la gente y dijo en un tono muy humillativo:
“¡Así es que me gusta ver los segovianos! ¡Así es que yo quiero
ver a los guerrilleros de Segovia!”. Entonces empezó a requisar
la gente y a anotar las cédulas en un cuaderno, él mismo. Yo
en ese momento me fui a pasar de mi puesto de chance y él me
dijo: “Señora, se me queda ahí”. Y yo: “¿Señor?”. Me dijo: “Se
me queda ahí”. Y yo: “¿Necesita documentos míos? Véalos”. Y él:
“Usted se me va a quedar es ahí. La necesito es ahí”. Y yo: “¿Y por
qué yo?”. Entonces me paré y caminé. Cuando iba por ahí a tres
metros, me detuvo el otro Ejército, los que estaban con él, y me

11
Se refiere al militar que iba en el jeep que paró frente a su puesto de chance el
día de la masacre.

Luz Marina Escobar CARDONA / 169


hicieron devolver. Cuando él me estaba pasando la cédula, yo le
vi un dedo mocho. Y el día de la masacre lo reconocí. Ese día que
pasó en el carro de la masacre, no sé cómo, le logré ver el mismo
dedo mocho, y era el mismo tipo. Y uno tan bobo, a pesar de que
estábamos en la Unión Patriótica, no haberle dicho eso a la alcal-
desa ni a la Personería, no haberlo denunciado en ese momento,
porque eso fue un atropello moral a la comunidad…

Al otro día de la masacre, me fui para la alcaldía a en-


trevistarme con la alcaldesa, Rita Tobón, porque ella estaba muy
preocupada por lo que me hubiera pasado. Ese día me reuní con
ella, con unos concejales, con otras personalidades del pueblo y
les conté lo que había visto la noche anterior. Rita me dijo que
yo estaba corriendo mucho peligro, me propuso buscar ayuda para
sacarme del país. Yo le dije que yo no quería eso. Me sugirió que no
le contara a nadie lo que yo había visto, que sólo diera declaración
cuando llegara una comisión internacional de derechos humanos.

Ese día salió de la alcaldía una comisión que iba a via-


jar a Bogotá para solicitar ayuda internacional. Ahí iba Aurelio
Viana. Él me llamó aparte y me dijo que no fuera a contar nada
de lo que yo había visto. Me entregó un papel que tenía la firma
de él, para que yo la reconociera, y me dijo que, cuando llegara la
comisión de ayuda, si ellos me mostraban la firma de él, diera la
declaración, que de lo contrario, no.

El 16 de noviembre llegó la comisión internacional y


varias personas del gobierno nacional. Yo rendí la declaración
ante ellos. Al día siguiente me llamaron de la Personería Munici-
pal para que declarara sobre la masacre, y así lo hice.

170 / Relatos de mujeres


A partir de la declaración en la Personería, comenzó la
persecución contra mí. Recibí amenazas de muerte de la familia
de Mario, que era un muchacho que hacía pocos años había lle-
gado a Segovia y había trabajado arreglando motos al frente de
mi casa. Él era conocido con el alias de ‘Pecas y Yeyos’. Decían
que yo lo había denunciado de participar en la masacre, y real-
mente yo no lo denuncié. En el pueblo sí decían que lo habían
visto en uno de los carros que estuvieron en la calle La Reina el
día de la masacre y que los de ese carro habían asesinado a tres
integrantes de la familia de los “Carlosé”.

Además, las declaraciones que hice resultaron publica-


das en un libro12. Eso me costó la salida de Segovia porque em-
pezó la persecución, empezaron a buscarme los paramilitares…
Iban a mi casa, preguntaban por mí. Muchas veces no podía yo
ir a dormir en mi casa, me tocó amanecer muchas veces en la
alcaldía de Segovia. Mi hogar se perdió debido a eso. Mi esposo
me decía: “Por culpa suya nos van a matar…”. Nos separamos, no
aguantamos como esa tensión. Él no era partidario de la Unión
Patriótica ni de sindicatos. En ese momento, chocábamos. Yo me
quedé en Segovia seis meses, aguanté seis meses ahí. Después,
me fui seis meses. Me tocó irme debido a la persecución. El niño,
mi hijo, quedó con él y con mi mamá: durante el día, mi mamá
pendiente de él, y de noche, con el papá. A los seis meses regresé,
y ya ahí él estuvo conmigo.

Se refiere a El camino de la niebla: Masacres en Colombia y su impunidad, Vol.


12

III, Liga Internacional por los Derechos Humanos y la Liberación de los Pueblos,
Bogotá, 1990.

Luz Marina Escobar CARDONA / 171


Yo estaba apenas otra vez en Segovia, cuando me enteré
de algo que me obligó a irme de nuevo: resulta que luego de hacer
la masacre, unos de los asesinos llegaron a Puerto Berrío a un
negocio, a la una y media de la mañana. Y la señora de ese nego-
cio, dio la causalidad, era de la Unión Patriótica del Magdalena
Medio. A los seis meses de eso, esa señora llegó a Segovia a la
oficina del sindicato en comisión. En el sindicato de la Frontino
Gold Mines13 estaban las oficinas del sindicato de chanceros, el
sindicato del municipio, el sindicato de pensionados, el sindicato
de la Frontino. Estaban en una huelga en el Magdalena Medio
y la señora iba a pedir solidaridad económica. El compañero del
sindicato de Frontino nos presentó. Le dijo a la señora: “Vea, la
compañera es del sindicato de chanceros. Ella le colabora”. Me
dijo: “Luz Marina, ven”. Entonces la señora me miró y me dijo:
“¿Usted es Luz Marina Escobar?”. Entonces le dije yo: “Nooo…”,
porque me daba como miedo. Y me dice: “Ay, no… Usted es Luz
Marina Escobar, ¿cierto?”. Y yo le dije: “¿Y usted por qué sabe mi
apellido?”. Y ella me dijo: “Mire que necesito hablar con usted,
pero no aquí” Y yo: “Ah, entonces espéreme en la cafetería de
abajo”.

Entonces ella me contó que esos tipos habían ido al ne-


gocio de ella, me los describió. Porque llegó un policía que era de
Segovia —á él le decían ‘King Kong’—, llegó el policía que estaba

Principal empresa minera de Segovia. Fue creada en 1852 como una compañía
13

inglesa llamada Nueva Granada y luego recibió diferentes nombres. Entre 1910
y 1976 fue una empresa norteamericana y desde 1977 entró en concordato,
siendo sus principales acreedores trabajadores y jubilados. Desde ese entonces
es administrada por nacionales.

172 / Relatos de mujeres


manejando el carro y llegó el militar, que es Néstor Raúl Vargas,
que a mí no se me olvida el nombre de ese tipo.

Y entonces que hacían comentarios, que decía uno: “¿Sí


viste cómo les tiramos a los que estaban en el Johny Kay?” En-
tonces otro le decía: “Casi que no matamos a Escudero…14”. En-
tonces le decía el uno al otro: “Mirá, si no le tiramos esa granada,
no lo matamos. Casi no muere ese negro”. Entonces dijo uno:
“¿Ah, pero sí nos reconocerían?”. Y dijo el ‘King Kong’, el policía:
“Yo creo que la que nos reconoció fue Luz Marina, la pecosa. Y
entonces dijo otro: “Ah, yo tengo el apellido de ella”. Y le dio los
nombres míos completicos.

¡Y la señora escuchando…!

Ahí sí fue que yo comprobé que ellos me conocieron.


Ahí mismo me fui. Me fui de Segovia como el 8 de junio, eso era
el año 89. Me fui para El Bagre15 y de ahí me fui para Nechí16.
Allá estuve seis meses, pero iba a Segovia cada dos meses a darle
vuelta al hijo mío. Ya a lo último me quedé en Segovia de nuevo.
Pero sí fue mucho el miedo…

Yo ya llevaba bastante tiempo de haber regresado otra


vez a Segovia. Seguía trabajando en la venta de chance y tenía
una caseta de Coca-Cola, en el barrio 20 de Julio, que atendía

14
Se refería a Guillermo Osorio Escudero, minero simpatizante de la Unión
Patriótica.
15
Municipio antioqueño localizado en la subregión del Bajo Cauca. Limita por el
sur con Segovia.
16
Municipio antioqueño localizado en la subregión del Bajo Cauca. Limita por el
sur con El Bagre.

Luz Marina Escobar CARDONA / 173


en la noche después de entregar el chance. Un día, en el año 96,
llegó a la caseta un hombre forastero que yo lo había visto tres
días atrás. Tenía puesto un poncho. Eran como las nueve de la
noche. Me preguntó que si yo era la dueña del negocio. Dudé
en decirle pero finalmente le dije que sí. Me preguntaba por las
calles, que adónde lo llevaban, que por dónde podía salir… Creo
que estaba tratando de ubicarse. Yo le respondía. Luego me pre-
guntó: “Mona, ¿por aquí pasa mucho Ejército, Policía o guerrilla?”.
“No”, le dije yo. Y él: “Monita, ¿me hace un favor y me guarda
esto aquí? Sacó de la cintura un revólver y lo colocó encima de
la barra. Yo le dije: “No, yo no puedo, no tengo espacio. Mire,
esto es muy pequeño, no tengo dónde”. Me dijo: “Bueno, tran-
quila. Eso está muy bien, que usted no le guarde armas a nadie.
Y guardó el revólver.

Como a las diez y media de la noche llegó otro hombre,


que yo había visto vendiendo escapularios. Se saludaron de mano
muy amigablemente. El que estaba ahí le dijo: “¿Usted también
es del grupo?”. Y el otro le dijo: “Sí”. Se sentaron y se pusieron
a tomar licor, y como a las doce de la noche llegó otro hombre.
Se saludaron efusivamente entre los tres. Se quedaron toman-
do como hasta las cuatro de la mañana. Ya estaban prendidos
y comenzaron a hablar del grupo Muerte a Revolucionarios del
Nordeste17 y de las Convivir18: “¡Vamos a ver mañana cómo van

17
Véase información sobre este grupo paramilitar en la nota 2.
18
Las llamadas Convivir se originaron a partir del marco legal del Decreto 356
de 1994, promulgado durante el gobierno de César Gaviria Trujillo (1990-94),
bajo la categoría de grupos de “servicios especiales de vigilancia y seguridad
privada”. Debían estar conformadas por civiles y colaborar con las autoridades
en la prevención del delito y sus miembros tenían permiso para portar armas de

174 / Relatos de mujeres


a quedar los revolucionarios de este pueblo y las milicias que van
a responder…!”. Ahí me dijeron: “Monita, en boca cerrada no
entra mosco...” Yo les dije: “No sé nada. Yo estoy entretenida es-
cuchando música”. Me preguntaron: “¿Usted va a abrir mañana?”.
Y yo les dije: “Sí”. Y ellos: “¿A qué horas?”. Les dije:” A las ocho y
media de la noche”.

Al otro día estaba yo en mi puesto de chance y vi pasar


tres hombres que iban vestidos con gabanes de color crema. Uno
de ellos era de los que habían estado la noche anterior en mi ca-
seta de Coca-Cola.

fuego de uso restringido. En 1997 se demandó la inconstitucionalidad del decre-


to y de las Convivir, pero la Corte Constitucional los declaró constitucionales,
aunque declaró inconstitucional lo concerniente al permiso que tenían los inte-
grantes de las Convivir de portar armas de uso restringido. Posteriormente se
ordenó desmantelar estas organizaciones. La existencia de las Convivir fue muy
polémica pues en la práctica terminaron actuando como estructuras paramilita-
res legales. Se estima que más de cien mil personas pudieron haber hecho parte
de estos grupos. En 1999, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
señalaba así su preocupación por las actuaciones de estos grupos: “322. El ré-
gimen legal vigente permite a las CONVIVIR comprometerse en actividades de
auto-defensa y recopilación de información únicamente. La ley también anticipa
una fuerte cooperación entre estos grupos y las Fuerzas Militares del Estado.
Sin embargo, (…) basada en entrevistas con varios miembros de las CONVIVIR
y según otras fuentes, la Comisión ha encontrado que algunos de estos grupos
también se encargan en la realidad de recopilar información de inteligencia y
en general de colaborar con las Fuerzas Militares en sus operaciones de contra
insurgencia. Este tipo de trabajo al parecer incluye el identificar individuos que
se cree apoyan los grupos armados disidentes para que después sean ataca-
dos por las Fuerzas Militares o por los grupos paramilitares que trabajan en
colaboración con las Fuerzas Militares. (…)” (Comisión Interamericana de De-
rechos Humanos, “Tercer informe sobre la situación de los derechos humanos
en Colombia”, Capítulo IV) (OEA/Ser.L/V/II.102. Doc. 9 rev. 1. 26 febrero 1999.
Original: Inglés)

Luz Marina Escobar CARDONA / 175


Por esos días había rumores de que los paramilitares se
iban a tomar el pueblo, entonces en la empresa de chance nos
habían dado la orden de que entregáramos el juego a las ocho de
la noche. Entonces a esa hora me fui con mi compañera Martha
Cecilia Castañeda, militante de la UP también, a entregar el jue-
go. Cuando salimos, nos metimos a una cafetería que quedaba
junto a la flota de transporte. Pasó una ambulancia con heridos.
El celador del parque nos vio, se acercó y nos dijo: “¿Y ustedes qué
hacen ahí tan tranquilas? ¿Acaso no saben que hubo varias ma-
sacres en diferentes barrios?”. “¿¡Cómo así!?”, le dijimos nosotras.
Y él dijo: “Dizque unos tipos vestidos con gabanes llegaron en un
carro disparándole a la gente…”. Él estaba hablando de lo que
sucedió en El Tigrito, que era un barrio donde quedaban unos
billares que eran frecuentados por compañeros de la UP. En la
Calle de la Paz hubo muertos y en el barrio Borbollón mataron a
una persona y dejaron a varios heridos.

La gente después me contó que cuando los paramilitares


salieron del barrio Borbollón, se trasladaron hacia mi negocio de
Coca-Cola. Lo encontraron cerrado y dijeron en voz alta: “¡Esta
hijueputa no abrió el chuzo!”. Desde ahí yo nunca más volví a
abrir ese negocio. Lo cerré definitivamente.

Desde esas masacres, ese grupo de paramilitares se dieron


a conocer en Segovia. Ahí estaba Gilberto Giraldo, que decían
que había sido guerrillero, estaba uno que lo apodaban ‘Burro’ y
otro que se llamaba Rafael, que lo conocían como ‘El carnicero
del barrio Marquetalia’. Se empezaron a presentar asesinatos de
personas que eran defensores de derechos humanos y de la Unión
Patriótica. Hicieron reuniones con las personas de algunos barrios

176 / Relatos de mujeres


y les dijeron que los que hubieran sido de las milicias o de la gue-
rrilla o de la UP los iban a matar. Así sucedió con Alberto Gar-
zón, un abogado que también era de la UP y que nos contó que el
paramilitar Gilberto Giraldo, el 30 de mayo de ese año, el 97, le
había dicho que si no se iba del pueblo, lo mataba, que porque él
era abogado de las milicias. Como Alberto le dijo que no se iba,
lo mató el 24 de junio.

En abril del 97, casi un año después de la masacre en los


barrios El Tigrito y La Paz, los paramilitares empezaron a bus-
carme con lista en mano. El paramilitar alias ‘Comequeso’ era el
que andaba buscando a la gente de esa lista. Él también tenía un
hermano que era paramilitar y ese me mandó a decir que él no
me quería ver “en cuatro tablas”, que me fuera de Segovia, que los
paramilitares no me querían matar, pero que su hermano ‘Come-
queso’ era el que insistía en que me mataran porque yo era de la
UP y sabía mucho.

Después de eso me quedé como diez días mirando cómo


aguantaba la situación… Pero el 1º de mayo, cuando iba llegando
a mi casa, me di cuenta que un paramilitar, que estaba vestido
con trajes de uso privativo del Ejército19, estaba con un grupo de
militares al frente de mi casa y se las estaba señalando.

Al día siguiente salí nuevamente desplazada para el mu-


nicipio de Remedios. Allá llegué a buscar a unos amigos de la UP
y no estaban porque habían salido desplazados también por ame-
nazas de los paramilitares. Decidí buscar a Olga Inés Betancur,

19
Los paramilitares que había en Segovia eran conocidos por todo el mundo.

Luz Marina Escobar CARDONA / 177


que era una dirigente de la UP, y me encontré con que días antes
había tenido un atentado. Al otro día me fui para Medellín.

A finales de abril del 98 regresé a Segovia por la en-


fermedad de mi papá. Aparentemente la situación estaba más
tranquila y terminé quedándome nuevamente. Para esa época,
el jefe de los paramilitares era César Tobón, alias ‘Gustavo, el
gordo’. Yo lo conocía porque él fue compañero de estudio de mis
hermanos en el colegio. Él había estado detenido en la cárcel de
Bellavista en Medellín. Cuando me encontré con él, me saludó
con un abrazo y me dijo que yo con él no tenía problemas porque
él me estimaba mucho y sabía que yo era una mujer trabajadora.
Incluso me dijo que si yo tenía problemas con alguien, le contara.
Me dio palmaditas y se fue. Él tenía un escolta de confianza que
se llamaba Willy Urrego. En los primeros días de agosto del 2001
me lo volví a encontrar. Me saludó muy formal y me repitió lo que
me había dicho antes.

Finalizando ese agosto, el 28, yo iba para mi casa. Eran


como las 10 y 40 de la noche, y una cuadra antes de llegar, vi a
Willy en el teléfono público, supuestamente haciendo una llama-
da. Me saludó y, cuando pasé por el lado, sentí como si me hubiera
estrujado. Lo miré y sentí que me empujó nuevamente, miré hacia
atrás. Me pegó una puñalada en el cuello y me dijo: “¡Es que te vas
a morir!”. Y yo: “¡Me muero o te morís vos!”. En ese momento yo
ya tenía varias puñaladas pero yo no las había sentido.

En una heladería que quedaba a media cuadra estaba una


pareja, y la muchacha vio lo que me estaba pasando y le dijo al mu-
chacho: “¡A esa señora le están como pegando…!”. Él le dijo: “No,

178 / Relatos de mujeres


eso es una pelea entre marido y mujer…”. La muchacha le seguía
insistiendo: “¡Le está dando puñaladas! ¡Esa señora es la mamá de
Harold!”. Ese muchacho era un policía. Se llamaba Rubén y co-
nocía a mi hijo, Harold, y después le contó a él todo lo que había
pasado. Entonces sacó el revólver e hizo un tiro al aire.

A una cuadra de ahí se encontraba alias ‘El Enfermero’,


que era uno de los jefes de Willy, y él le preguntó a un señor que
iba pasando: “¿Qué pasa?”. Y el señor le dijo: “Que allá arriba le
están pegando puñaladas a una señora”. Y el otro le dijo: “¿Es a
‘la monita’?”. Hizo un tiro al aire, “aparentemente” sin saber que
el que me estaba apuñaleando era su escolta. Ahí se formó una
balacera entre Rubén, Willy y ‘El Enfermero’.

En esos momentos yo me sentí mareada y seguí hacia


mi casa. Llegué al andén, le di un golpe a la puerta y caí al suelo
desangrada. Luego me contaron que mi hijo escuchó el ruido de
la puerta y llamó a mi mamá para que miraran qué había sido el
ruido. Mi mamá le dijo que no era nada y él le insistió, diciéndole
que miraran para ver si de pronto era yo. Abrieron la puerta y no
me reconocían porque estaba ensangrentada. Mi hijo me recono-
ció por los zapatos.

En ese momento llegó un carro Renault rojo y de ahí


se bajó ‘El Enfermero’. Se agachó, me tocó el pulso y dijo: “Está
viva. ¡Llevémonosla!”. A ese carro le decían ‘La Última Lágrima’,
y en ese carro era que habían matado a Ramiro Zapata, un acti-
vista de derechos humanos. Yo conocía ese carro porque a todo
el que montaran ahí, lo mataban. Me metieron al baúl del carro.
Mi mamá, muy nerviosa, les preguntó: “¿Para dónde la llevan?”.

Luz Marina Escobar CARDONA / 179


“Para el hospital”, le dijeron ellos. Y ella: “¿Y por qué en el baúl?.
Le dijeron: “Para que no nos ensucie el carro”.

Cuando el carro arrancó, los vecinos le dijeron a mi


mamá que ellos eran paramilitares, que me iban a dar “el paseo”
y que me llevaban para el lado donde siempre llevaban la gente
para matarla. Al momentico llegó Rubén y preguntó por mí y le
contaron lo que había pasado. Él se fue y alcanzó el carro. Les
dijo: “¿Dónde llevan la señora?”. Y ellos: “¿Cuál señora?”. Rubén
se identificó como policía, pidió refuerzos y les dijo que abrieran
el baúl. Me sacó de ahí y me llevó al hospital de Segovia.

El 29 de agosto me trasladaron al Hospital San Vicente


de Paúl, en Medellín, donde estuve nueve días hospitalizada. A
los dos días de haber llegado a ese hospital llegó a mi habitación
un hombre haciéndose pasar por médico legista de la Fiscalía20.
Empezó a interrogarme. Yo no le sentí confianza y le pregunté por
una escarapela, un carné o algún tipo de identificación. Me dijo
que no había necesidad y yo le dije que yo no iba a hablar nada, y
se fue. Yo creo que era mandado por los paramilitares para averi-
guar yo qué tanto contaba.

Yo me recuperé de salud pero quedé traumatizada, no he


podido superar el miedo que me dejó las cosas que viví y tampoco
pude volver a Segovia desde ese 29 de agosto del 2001.

Bueno, los liberales reaccionarios que no querían a la


Unión Patriótica todavía dicen que los de la masacre fueron los

20
Fiscalía General de la Nación, entidad de la rama judicial.

180 / Relatos de mujeres


guerrilleros, y todo el pueblo sabe que fueron los paramilitares.
Entonces para mí es como un desengaño, es que es imposible, por
Dios, y los que estuvieron comprometidos nunca pagaron nada,
están libres21. El pueblo ya cambió totalmente, ya se quedó pobre,
los que estaban haciendo gastos de minas ya más bien se fueron.
Lo más triste es que nos olvidaron, nadie en estos momentos re-
cuerda la masacre, únicamente las víctimas. Pero prácticamente
la masacre quedó en el olvido…

Yo me desestabilicé moral y económicamente de una


forma total por la separación de mi hogar y porque me tocó dejar
el chance, que era de lo que yo vivía. Yo con el chance me sos-
tuve mucho. Volví a Segovia y me tocó irme porque los paramili-
tares me empezaron a hacer persecución y ahora, últimamente,
me hicieron el atentado.

Yo me considero sobreviviente y anhelo que esto no


quede impune porque la mayoría de las víctimas y los familiares
de las víctimas quedaron con su cuestión psicológica, quedaron
moral y económicamente mal, porque la mayoría de la gente se
tuvo que ir de Segovia debido a que quedaron desolados, con
miedo, familias enteras se tuvieron que ir de miedo… Quisiera
que el pueblo se dé cuenta que no se ha olvidado esto, que to-
davía habemos personas que nunca vamos a olvidar esto. Y que
nos ayuden, que esto no quede como está, porque es que quedó
impune. Es que son veinte años…

En la actualidad, los fiscales asignados para la Unión Patriótica están analizando


21

las muertes de Segovia como homicidios y no como masacre. Por ello, la Cor-
poración Reiniciar solicitará la acumulación de los casos para que se analice e
investigue la masacre en su contexto.

Luz Marina Escobar CARDONA / 181


Donde hay odio hay que sembrar amor

G loria Aránzazu Meneses de Jiménez

Yo llegué a La Unión Peneya1, donde todos éramos per-


tenecientes a la UP. Allá conocí al señor Alirio Chávarro Reyes,
que también era militante del movimiento. Nos conocimos en
una reunión de la UP, nos hicimos novios y, después de un año
de noviazgo, nos fuimos a vivir. De esa unión tuvimos tres hijos:
Gilbert Andrés, Jenny Constanza y Alirio Fernando Chávarro
Meneses. Antes yo había tenido otro esposo, pero él me abando-
nó. Con él también tuve otros hijos. Con Alirio, duramos como
ocho años viviendo en La Unión Peneya. Él era nacido y criado
allá, pero yo era de Florencia2. Luego nos fuimos para Florencia

Inspección de policía del municipio de La Montañita, Caquetá.


1

Capital del departamento del Caquetá.


2
a vivir, y en 1994 yo comencé a trabajar en el Hospital María
Inmaculada, en el área de servicios generales. Yo era empleada
oficial de ese hospital.

A los seis meses de haber entrado al hospital, me vin-


culé al sindicato3. Desde ese entonces he venido participando en
todas las actividades del sindicato y seguí con las actividades de la
UP. Todo marchaba bien hasta el año 2000, porque desde ahí fue
que todo el mundo me empezó a decir que mi esposo era guerri-
llero. Eso me preocupaba, pero, sin embargo, yo asistía a los paros
del sector salud, seguí con mi militancia y también iba a Bogotá
a apoyar los paros.

De un momento a otro, la vida cambió. Comenzaron las


amenazas. En las llamadas que nos hacían, nos decían: “¡Revolu-
cionarios!”. Eran voces de hombres. La última vez que me llama-
ron fue a las 2 de la mañana4. Yo estaba trabajando en urgencias
ahí en el hospital. Estaba en cirugía, limpiando, cuando por el
altavoz un médico que era como costeño dijo: “¡Se necesita a la
señora Aránzazu Meneses, que tiene una llamada!”. Yo pensé que
era muy raro que me llamaran, y sobre todo a esa hora. Me fui
y cogí el teléfono: “¿Aló?”. Me dijeron: “Revolucionaria, ¡váyase
alistando porque va a quedar viuda!” Me colgaron.

Yo no dije nada, simplemente me fui a seguir trabajando.


Cuando llegué a la casa le comenté a mi esposo lo de la llamada.
Él me dijo que eso era porque nosotros éramos de la UP y porque

3
Se refiere a la Asociación Nacional de Trabajadores Hospitalarios de Colombia,
Anthoc.
4
Se refiere al último día que recibió amenazas antes del asesinato de Alirio.

184 / Relatos de mujeres


veníamos de La Unión Peneya y todo ese pueblo era de la UP. Mi
esposo era cochero. Tenía un coche con un caballo y trabajaba en
el pueblo5. La gente lo quería mucho.

En otra ocasión, una compañera de trabajo, cuando es-


tábamos esperando el bus afuera del hospital, me dijo que un día
se le había acercado un señor y le había dicho que mi esposo era
un guerrillero. Ese día yo llegué a la casa y mi esposo acababa de
llegar, estaba picando caña. Yo le dije que la gente me decía que
él era guerrillero, que por qué la gente se empeñaba en decirme
eso. Me dijo que no me dejara llenar la cabeza de cucarachas, que
él no era ningún guerrillero, que eso lo decían sólo porque éramos
de la UP.

El 18 de enero de 2001, yo recibí turno de 1 de la tarde a


7 de la noche. Ese día había muchas cirugías de liposucción y con
mis compañeras nos reíamos mucho de eso. Por la tarde yo llamé
a la señora de la casa donde vivíamos y le pregunté si mi esposo
había llegado a almorzar. Me dijo que no.

Salí a las 7 de la noche del hospital. Llegué a la casa,


pregunté por él y me dijeron que no había llegado. Cuando yo
llegué a la casa, miré que estaba ahí afuera un tipo con una
moto grande y blanca. Mi esposo llegó como a las siete y media,
pero llegó todo sudado y como preocupado. Yo le dije: “Mi amor,
¿de dónde viene?, ¿dónde ha estado?”. Me dijo: “Estaba cobran-
do la plata del coche y del caballo y me encontré con un amigo
y nos pusimos a conversar”. Y yo le dije: “¿Por qué no se va para

Se refiere a Florencia.
5

Gloria Aránzazu MENESES DE JIMÉNEZ / 185


Pitalito6? Mire que yo vi un tipo en una moto blanca cuando
llegué, y me dio la impresión que ese señor me estaba espian-
do”. Él dijo: “Eso son cosas suyas. Es que ustedes las mujeres se
inventan cosas”. Yo le pregunté: “Bueno, ¿va a cenar?”. Y él me
dijo: “No, en un rato, voy a descansar”. Se quitó las botas y la
camisa, se sentó en la cama. Yo me senté al lado de él. Él me co-
gió la cara y me dijo: “Cuide mucho los hijos, usted tiene que ser
responsable con sus hijos. Así como ha sido durante todo este
tiempo que hemos vivido, tiene que seguir siendo una mamá
ejemplar”. Yo le pregunté: “¿Usted por qué me está hablando de
esas cosas?”. No me dijo nada. Yo le dije: “Báñese y le caliento
la comida y le sirvo”. “Bueno”, me dijo él.

Se quedó en la pieza y yo me paré hacia la cocina a ca-


lentarle la comida para servirle, cuando una señora que vivía en
la misma casa gritó: “¡Don Alirio, lo necesitan dos señores!. Yo le
dije a mi esposo: “Espere, mi amor, y yo voy a ver quién es”.

Salí y me encontré con que los dos tipos ya estaban for-


cejeando para entrarse a la casa. Yo les dije: “¿¡Qué quieren!?”. “¡A
ese hijueputa que está adentro!”, gritaron. Me asusté y le dije a la
señora que no soltáramos la puerta. En ese forcejeo de la puerta,
yo no les miré armas. La señora estaba embarazada y yo le dije
que se quitara para que no le fueran a lastimar el estómago. El
tipo se abalanzó y se entró. Cuando el tipo logró entrar, de una

Alirio se había ido desde antes a vivir en Pitalito, Huila, con dos de sus hijos
6

e iba de vez en cuando a visitar a Gloria. En esa última ocasión también fue a
cobrar un dinero de la venta del coche y el caballo con los que trabajaba. Más
adelante, Gloria relata esto.

186 / Relatos de mujeres


vez mandó la mano y sacó el arma. Era un 38 corto7. El otro se-
ñor, que era alto y grande, llevaba una granada en la mano. Iban
vestidos de civil. Yo nunca los había visto.

Cuando el tipo sacó el arma, yo me le abalancé. Nos


fuimos sobre un lavamanos y forcejeamos. Mi esposo salió y dijo:
“¿¡Qué pasa?!”. ¡“Es a usted que lo necesitamos! ¡Acompáñenos!”,
le gritó el tipo a mi esposo. “¡No! ¡Si usted ha venido a matarme,
máteme aquí, pero yo no los sigo a ninguna parte!”.

Inmediatamente, el tipo, por encima de mí, le pegó el


primer tiro, en la frente, arribita de la ceja, y después le pegó otro
en la mejilla. Cuando mi esposo se fue como de frente, el tipo le
pegó otro tiro, que le quedó en el esternón, y mi esposo cayó al
piso. Quedó tirado en la pieza, entre la puerta y la cama.

Yo pensaba: “Si yo hago algo, este señor tira esa granada


y acaba con esta casa, y no es mía. ¡Yo qué voy a hacer!”. El que te-
nía la granada me cogió y me dijo que me hiciera a un lado, que a
mí no me iban a hacer nada, que el problema no era conmigo. Me
retiré y me hice hacia un lado. Escuché que hicieron los últimos
disparos y ahí supe que ya lo habían matado. El tipo fue saliendo,
sopló el arma, la guardó y salió. Cuando él salió, yo lo cogí y le
pegué un puntapié y le dije: “Ahora que lo mató, ¡cómaselo!”. El
sicario salió y yo me le fui detrás. Afuera, había un tercer tipo es-
perándolo en una moto, era una AX 1158. Cuando el de la moto
ve que el otro venía echando sangre –yo lo había aruñado–, le

7
Cuando llegó la Policía a hacer el levantamiento, Gloria dio su declaración a un
policía y le describió el arma, y éste le dijo de qué tipo era.
8
Según lo que dijeron los vecinos de Gloria.

Gloria Aránzazu MENESES DE JIMÉNEZ / 187


dijo: “¿Qué le pasó que viene echando sangre?”. Y el otro le dijo:
“Esa vieja hijueputa, que me aruñó”. “¿Por qué no la mató?”, le dijo
el de la moto. “No, a mí no me pagaron para matarla a ella”.

Se subieron en la moto y se fueron. Inmediatamente lle-


gó otra moto, una DT grande9, y a esa se subió el tipo que estaba
con la granada. Se fueron. Detrás de esas dos motos, bajó otra
cantidad de motos, eran como 18, y en cada moto iban de a dos
personas. Bajaron y esa gente se reía. Yo sólo gritaba que me lo
habían matado.

Cuando sucedió eso, yo vivía con mi hijo menor, pero él


estaba en la casa de un tío, afortunadamente. Mis otros hijos es-
taban viviendo en Pitalito con mi esposo. Yo ya los había sacado
de Florencia porque corrían peligro. Estando mi esposo viviendo
en Pitalito, alcanzó a viajar tres veces a Florencia. Yo le decía que
no fuera, porque sabía el peligro que corría y a ratos me decía que
era que yo quería deshacerme de él. Al contrario, porque yo lo
amaba tanto era que le decía que no fuera porque de pronto lo
mataban. Yo sólo quería protegerlo. Incluso esa noche, antes de
que lo mataran, yo le dije que por qué era caprichoso y se venía
de Pitalito, que a mí ya me habían dicho que lo iban a matar, y él
me dijo que no, que si él se moría, que fuera al lado mío. Él fue esa
vez a Florencia porque iba a cobrar una plata que le debían por la
venta del coche y del caballo.

Por esa situación de zozobra que estábamos viviendo, con


mi esposo habíamos acordado que yo trabajaba tres meses más y

Lo mismo que en el caso anterior.


9

188 / Relatos de mujeres


me retiraba del hospital para irme del todo para Pitalito. La casita
apenas me había salido por el Fondo Nacional del Ahorro10 y tenía
que pagar las cuotas. Además, yo debía plata, por eso yo no me iba
de una para Pitalito. Pero si yo hubiera sabido que a él esa noche
lo iban a matar, yo hubiera renunciado y me hubiera ido con él. A
veces, yo creía que lo iban a matar, pero otras veces yo reflexiona-
ba y pensaba que no era posible que lo mataran porque ¿por qué lo
iban a matar si nosotros a nadie le habíamos hecho mal?

Cuando los tipos se fueron, me entré, cogí a mi esposo y


lo levanté. Estaba vivo todavía. Lo volteé y le di respiración boca a
boca. Él me apretó las manos, se le salieron las lágrimas y murió.

Al momento llegó la ley y, entre esos, un tipo vestido


de policía parecido al que había matado a mi esposo, y yo le dije:
“¡Usted fue el que mató a mi esposo!”. Me dijo: “¡Usted está loca!
A su marido yo no le he hecho nada. Puede ser que yo me parez-
ca al asesino pero yo no soy”. Ellos dijeron que por la impresión
que yo tenía por todo lo que había pasado era posible que yo lo
estuviera confundiendo.

Al otro día de la muerte de mi esposo, una amiga me dijo


que en la radio, en Caracol y RCN11, habían dicho que Alirio era
un guerrillero, el más temible y buscado del Caquetá. Yo me llené de
nervios, no quise demandar a nadie. Solamente me presenté una vez
en la Fiscalía12, que me llamaron para que diera mi declaración.

10
Entidad estatal que ofrece crédito para vivienda.
11
Cadenas radiales nacionales.
12
Se refiere a una oficina de la Fiscalía General de la Nación, entidad de la rama
judicial.

Gloria Aránzazu MENESES DE JIMÉNEZ / 189


Yo me fui de la casa donde vivía con Alirio porque no
resistía seguir ahí. Además, un psicólogo del trabajo me aconsejó
que era mejor que me fuera del lugar donde vivía, y así lo hice,
saqué en arriendo una habitación en otra casa.

Como a los seis meses del asesinato, me pagaron el suel-


do y yo iba por el centro de Florencia. Iba para el cajero del Banco
Popular a retirar plata para mandarles a mis hijos, que seguían
en Pitalito. Yo no me los quise llevar conmigo por medidas de
seguridad. Ese día yo iba por el YEP13 y miré dos motos. En una
de ellas estaba el señor que mató a mi esposo. Estaba vestido de
civil, con un jean y una camisa como amarilla. Yo me fui a dar
la vuelta para poderlo ver mejor y le miré bien los aruños que le
hice ese día. Me fui de ahí.

Un día, yo estaba trabajando en el hospital y me enterré


una aguja en una mano, y por ese accidente me incapacitaron por
siete días. Cuando yo regresé de la incapacidad, me dijeron que
había ido un hombre a buscarme varias veces y que decía que era
un amigo muy íntimo mío. A mí se me hizo raro. Sin embargo, no
le presté mucha atención. Yo seguí con la mano muy inflamada y
mi jefe me dijo que yo no podía trabajar así, me dijo que me fuera
para el Seguro14 a pedir otra incapacidad.

Yo estaba hablando ahí con mi jefe cuando se acercó


una compañera y me señaló al hombre que me había ido a buscar
varias veces. El tipo iba entrando, iba con una camisa roja y un

Cadena de supermercados.
13

Se refiere al Instituto de Seguros Sociales, empresa del Estado que ofrece servi-
14

cios de salud y pensiones.

190 / Relatos de mujeres


jean azul. Era mono, alto y de ojos claros. Se acercó y me dijo:
“Hola, doña Gloria”. Y yo le dije: “Hola, señor. ¿Usted quién es?”.
“¿No me reconoce?”, me dijo. Yo le dije: “No”. Entonces me dijo:
“Yo fui un paciente que estuve hace muchos años aquí, y usted
fue muy buena gente conmigo y vengo a darle las gracias”. Yo le
dije: “Tan raro… yo no lo recuerdo”. Y él me dijo: “Gusto en ver-
la. Hasta luego”. Se fue.

Se me hizo raro, pero nunca se me pasó por la cabeza que


me fueran a hacer algo. Salí del hospital para el Seguro. Allá el
médico me miró la mano, me medicó nuevamente y me incapa-
citó. Cuando yo salía del Seguro, ese tipo estaba ahí afuera. Tam-
poco pensé nada raro. Cogí un taxi y me devolví para el hospital
a hablar con la trabajadora social y presentarle la incapacidad.

Cuando entré al hospital, el tipo estaba en la portería.


Yo seguí y entregué mi incapacidad. Cuando salí del hospital, des-
de la portería miré al tipo que estaba parado en el palo de mango
que hay afuera del hospital. Yo pensaba que era una coincidencia,
no pensaba nada malo porque el que nada debe, nada teme. Salí
y me fui para mi casa. Me recosté un rato, me dio hambre y salí a
comprar algo para hacerme un caldo.

Salí a visitar una amiga y me devolví para la casa. Como


a las siete de la noche llegó un amigo a visitarme y me llevó
unos panes. Él salió, se montó en su moto y se fue. Yo me entré y
cerré la puerta. Al momentico golpearon y pensé que mi amigo
se había devuelto. Abrí la puerta y era el tipo que me había en-
contrado todo el día. Yo le dije: “¿Usted?”. Y el me dijo: “¡Sí, yo!”
Me cogió de la mano. Lo estaba esperando un taxi. “¿¡Qué quiere

Gloria Aránzazu MENESES DE JIMÉNEZ / 191


conmigo!?, le dije yo. Y él me dijo: “¡Acompáñeme!”. Ahí me di
cuenta que estaba armado. Me jaló de la mano y me metió a la
fuerza al taxi. Entonces yo le dije”: ¿¡Para dónde me va a llevar!?”,
y él dijo:” La voy a llevar a dar un paseo”. Ahí pensé que me iba
a matar. Me encomendé al Señor de los Milagros para que no me
dejara sola. Durante el camino, me fui rezando. Yo le dije al tipo:
“Si usted me iba a matar, ¿por qué no me mató en la casa para que
me encuentren y me entierren? Y él me dijo: “¡Cállese la boca!”.

El taxi siguió su camino. Pasamos por al frente del hos-


pital y miré que mis compañeras iban saliendo. Yo sentía angustia
de no poder gritar. Cuando llegamos al barrio Bolívar, le dije:
“¿¡Usted para dónde me lleva!?”. “La llevo a hacer una vuelta”, me
dijo él. “¿Una vuelta de qué?. ¡Yo quiero que me diga con quién me
está confundiendo!”, le dije yo. Y él me dijo: “No, nosotros no la
estamos confundiendo con nadie. ¡Cállese la boca!”.

Llegamos a la escuela de Chapinero15 y ahí él le pagó


la carrera al taxista, que iba con unas gafas oscuras grandes. Al
pie de esa escuela hay un monte, y él me obligó a caminar hasta
allá. Todo estaba muy oscuro. Cuando llegamos a ese punto, miré
que del monte salió un hombre negro bajito como el que había
matado a mi esposo.

Cuando lo vi, lo único que dije fue: “¡Señor de los Mi-


lagros!” y escuché el tiro. Me lo pegó debajo de la nariz. Me caí y
en ese momento miré como la figura de mi esposo, que me pasaba
las manos por encima. Yo pensaba: “¡Señor de los Milagros, no

15
Barrio de Florencia.

192 / Relatos de mujeres


me dejes sola, acompáñame, yo no quiero dejar solos a mis hijos!”.
Caí de rodillas y sentí que los tipos se fueron. Me paré y me fui
caminando y salí a una casa. Ahí había una pareja de enamora-
dos y dizque les dije: “¡Ayúdenme, que me acaban de matar!”. Y
me caí.

Ellos llamaron a la Policía. La Policía me recogió y me


llevó al hospital. Cuando volví en sí, ya estaba en urgencias. Ya era
la madrugada y un tipo se me arrimó. Era como moreno, delgado
y joven. Me susurró al oído: “¡Por revolucionaria de la UP!”. Yo
me quedé con eso, no pude decir nada porque estaba entubada.

Al otro día me metieron a cirugía. Mi amigo, el que fue a


visitarme esa noche del atentado, me dijo que a él le habían dicho
que dos tipos habían ido al hospital a preguntar por mí, por la
paciente de la habitación 310. Él dio reporte de eso al sindicato16
y ellos hablaron para que me pasaran a otra alcoba y me pusieron
vigilancia. En esa habitación estuve unos días más hasta que lle-
garon unos tiquetes aéreos para mi traslado a Bogotá. Esa vez me
sacaron escoltada hasta el aeropuerto.

En Bogotá estuve hospedada unos días en la casa de


unos familiares. Después saqué en arriendo un lugar en dónde
vivir y me traje a mis hijos para mi lado. El sindicato Anthoc
me llevó a Reiniciar17 y declaré lo que había pasado. Después me
llevaron a la Cancillería a una reunión con el ministro de Salud

16
Véase nota 3.
17
Corporación para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos. Es, en-
tre otras cosas, la organización peticionaria en el caso del genocidio contra la
Unión Patriótica ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Gloria Aránzazu MENESES DE JIMÉNEZ / 193


y me dijeron que iban a mirar cómo reubicaban mi trabajo. Pero
no, esa reubicación nunca llegó. Ya llevo ocho años de brazos
caídos. Luego me fui para Pitalito. Después de llegar allá, recibí
llamadas donde me decían que me iban a matar. Me tocó cam-
biar la línea telefónica.

Yo sueño con poder poner un negocio para ganarme el


sustento y poder ayudar a mis hijos, pero en este momento no hay
formas de hacerlo y a uno le toca resignarse. Para mí, la mejor re-
paración es que me devolvieran mi trabajo o que el hospital María
Inmaculada se reportara con algo para mí, porque a mí me echaron
al poquito tiempo de mi atentado, y eso que había una tutela de por
medio. Yo había pedido una licencia no remunerada. Cuando pasó
el tiempo de la licencia, me mandaron a trabajar a San Vicente
del Caguán18. Esos eran los nombramientos que me daban… Otra
vez, me salió nombramiento para Valparaíso19, que era también un
sitio muy complicado de orden público. Con eso se notaba que no
hacían nada para mi protección ni para la de mis hijos.

La Red de Solidaridad20 me dio un auxilio como de 12


millones de pesos, pero toda esa plata yo ya la debía en el Fondo

18
Municipio del Caquetá azotado por el conflicto armado y que hizo parte de la
llamada “zona de despeje” durante las conversaciones de paz entre el grupo
insurgente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, y el gobierno
de Andrés Pastrana Arango (1998-2002).
19
Municipio del Caquetá.
20
Red de Solidaridad Social. Desde 2005, es la Agencia Presidencial para la Acción
Social y la Cooperación Internacional - Acción Social, en la que se integraron
las antiguas Red de Solidaridad Social y la Agencia Colombiana de Cooperación
Internacional. Esta entidad estatal tiene a cargo la coordinación del Sistema
Nacional de Atención Integral a la Población Desplazada.

194 / Relatos de mujeres


Nacional del Ahorro. Entonces, para no dejarme quitar la casa,
yo entregué toda la plata allá. Durante todo este tiempo he vivido
de recoger lulo, maracuyá y en general de lo que me salga para
hacer. Así es que he podido seguir pagando la cuota de la casa
para que no me la vayan a quitar y para solventar los gastos de
mis hijos. Cuando ellos tienen trabajo, me ayudan con los gastos,
pero ahora que están desempleados no tienen cómo ayudarme.
Ha sido muy duro porque durante estos ocho años he luchado
mucho para no perder mi casa y para poder sacar a mis hijos ade-
lante. Mis hijos son muy estudiosos y ellos han querido estudiar,
pero no he tenido cómo seguirles dando el estudio.

El trauma en mis hijos quedó por la muerte de su papá


y por el atentado que me hicieron. Y ese trauma se les ha mani-
festado en rencor y en sed de venganza. Alguna vez mi hijo me
dijo que él se quería meter a la guerrilla para vengar la muerte
del papá y el atentado que me hicieron. Me ha costado mucho
trabajo quitarles esos pensamientos y ese resentimiento a ellos.
Yo no le guardo rencor ni odio a nadie, yo no puedo albergar esos
sentimientos dentro de mí, y eso se lo he inculcado a mis hijos, y
ellos han ido aprendiendo eso. Yo le he dicho a mi hijo: “Mijito,
donde hay odio hay que sembrar amor. Nosotros no tenemos que
desfallecer, tenemos que salir adelante. A pesar de que tengamos
caídas y que no tengamos plata, tenemos que seguir adelante”.

Gloria Aránzazu MENESES DE JIMÉNEZ / 195


Si hubiéramos logrado nuestro
propósito, tuviéramos un país en paz

M aría Villarreal de Merchán

Yo nací en el departamento de Sucre, en un pueblo lla-


mado Guaranda, un municipio del departamento de Sucre. Voy
para los 72 años. Tenía 22 años cuando empecé a vincularme a la
actividad política. Tengo toda una vida de ser dirigente, primero
fui del Partido Comunista, en el año 69, y luego de la Unión Pa-
triótica. Yo soy enfermera y he trabajado en Arauca, trabajé en
Medellín como enfermera jefe, yo soy profesional.

En el año 69 llegué a La Esmeralda1, una inspección


del municipio de Arauquita, como enfermera por la seccional de
salud de Arauca; yo ya era comunista cuando el comunismo era

También conocido con el nombre de Jujua, es una inspección de policía del


1

municipio de Arauquita, departamento de Arauca.


un comunismo que no tenía personería jurídica, le llamábamos el
Partido Comunista Clandestino. Por medio de mi trabajo y la for-
ma de servirle a las comunidades, yo avancé mucho en el depar-
tamento de Arauca. Yo monté una droguería llamada Droguería
Mayo; todavía existe. Droguería Mayo le servía al que llevara pla-
ta y al que no la llevara; yo conseguía muchas muestras médicas
por medio del doctor Hernando Motta, que era un compañero, y
hacíamos brigadas de salud.

A mí no se me conocía la política porque yo iba como


esa candelita que va por debajo, pero que va quemando, queman-
do, consiguiendo su propósito; comencé a fundar células del Par-
tido Comunista, después conformamos la zona; cuando eso mis
hijos eran Juventud Comunista y luego fueron Unión Patriótica,
en el 85, que fue la Unión Patriótica..., mis diez hijos. Y este que
está aquí –que es un hermano, que para mí es un hijo porque
yo lo crié– fue uno de los grandes compañeros para conformar,
primero, el Partido Comunista y, después, la Unión Patriótica. A
él lo sacaron de Arauca –era un dirigente–, lo sacaron amarrado
en un helicóptero y lo tuvieron 45 días preso en Cúcuta; a él y a
otros compañeros se los llevaron de Panamá de Arauca porque
eran comunistas, porque para el gobierno ser comunista o ser de
la Unión Patriótica no es ser de un partido político, sino ser el
brazo político de la guerrilla, ¡de esa forma nos tildaban!

Entonces yo comencé a formar el colegio de bachillera-


to de La Esmeralda; después fui presidenta de la junta de acción
comunal. Estando siendo presidenta de la junta, todos los de ese
pueblo eran comunistas, todos en general, todos los socios de la
junta. Entonces comenzamos a trabajar; yo también era la pre-

198 / Relatos de mujeres


sidenta de la asociación de juntas del municipio de Arauquita y
representaba al departamento comunal en todos los congresos
nacionales comunales, y también era la presidenta de la Asocia-
ción de Mujeres Demócratas.

En La Esmeralda había muchos enfermos pero no había


un hospital, no había nada... Primero conseguimos un puesto de
salud. Mayo Villarreal era la cabeza de eso. Después vino el go-
bierno de Italia, y el Padre Carlos Leal, que fue el primer párroco
de la iglesia de la Esmeralda, con Monseñor Emilio Jaramillo, que
lo mataron los elenos2, dijeron: “Vamos a la casa de Mayo que a
ella todo Arauca la conoce y ella nos puede ayudar para ver dón-
de podemos establecer, ubicar, un terreno para conformar el Hos-
pital Ricardo Pampuri”, que es un hospital de investigaciones de
enfermedades tropicales. Entonces nosotros teníamos una granja
que a todo momento nos la invadía el Ejército. Y dije: “Vamos y
miran el terreno y, si les parece bien, cuenten con él porque yo
doy las escrituras”. Entonces les gustó, y más que en La Esmeralda
siempre hemos tenido el concepto y la plena seguridad de que La
Esmeralda es el epicentro de la región de Arauca porque es una
región ganadera... Bueno, entonces, Italia pidió las escrituras de
eso, y se fueron las escritura para Italia, y así tenemos un hospital
a nivel mundial y el único hospital de investigaciones de enfer-
medades tropicales que hay en Colombia.

El gobierno nos mandaba especialistas, Italia nos manda-


ba también especialistas, y, en coordinación con ellos, hacíamos

Término acuñado para referirse a los integrantes del grupo insurgente Ejército de
2

Liberación Nacional, ELN.

María Villareal DE MERCHÁN / 199


brigadas de salud; después incluimos especialistas del Hospital
Militar, y toda esta gente se desplazaba y nosotros hacíamos las
programaciones de operaciones de vista, operaciones de apéndi-
ce, operaciones de venas várices, operaciones de reconstrucción;
unos grandes ginecólogos nos mandaron para eso, hubo muchas
reconstrucciones de vejiga de muchas personas de edad que te-
nían problemas. Entonces nosotros nos encargábamos de buscar
a esas personas que necesitaban atención, para que cuando los
especialistas llegaran hicieran su trabajo; y todo eso era gratis,
porque queríamos que ese hospital funcionara como para lo que
él había sido fundado. Pero, desgraciadamente, yo me retiré de
la presidencia, yo era la presidenta de ese comité. Me retiré por
problemas de enfermedad, me fui retirando de todos los cargos
que tenía, los fui entregando, porque por el hecho de yo ser una
fundadora del pueblo, que yo entraba y salía por todas partes, el
Ejército y la Policía me montaron una persecución.

La Policía me detenía las cajas de drogas cuando llega-


ban a Puerto Nariño3; entonces me tocaba ir hasta Saravena y
llamar a los depósitos y a los centros comerciales con que yo tra-
bajaba, a decirles que la medicina estaba detenida; entonces ellos
venían a reclamarla para podérmela llevar.

Yo tenía como un especie de microclínica, tenía ocho ca-


mas, trabajaba con el doctor William Ospino, trabajábamos entre
los dos, ahí en esa microclínica mía, propiedad privada, y aten-
díamos pacientes de todo; problemas de personas que había que
atender en parto, los atendíamos..., yo soy especializada en mater-

Inspección de policía del municipio de Saravena, departamento de Arauca.


3

200 / Relatos de mujeres


nidad y sutura; allá había muchas cantidades de gente tomadas en
el pueblo, en Los Chorros, en esos pueblos que quedan cerca de La
Esmeralda, y se daban mucho machete, y a mí me tocaba trabajar;
cuando veía que era muy grande la cantidad de enfermos, llamaba
al doctor William y él se desplazaba hasta allá, hasta la clínica, lo
mismo que el doctor Uriel Ospina, que fuimos los médicos que
llegamos a la región del departamento de Arauca a combatir el pa-
ludismo falciparum y la fiebre amarilla, cuando todo era montaña.

Yo me casé de 19 años, me casé con un licenciado en


idiomas, pero, enviudé; él peleó en la guerra de Corea y entonces
tuvo un problema de corazón... tal vez las drogas que le daban para
aguantar hambre y eso…, él murió de eso. Tuve cuatro hijos con
él, que son los Merchán. A los 14 años de casada con él, enviudé.

Después me vuelvo a casar con Arsenio Galvis, mi espo-


so, el que me matan, siendo concejal por el Partido Conservador
en Arauquita. Nosotros trabajábamos unidos, y mucho fue lo que
se fue consiguiendo con el comportamiento de uno, con el com-
pañerismo; como cuando tuvimos que hacer paros para que nos
hicieran puentes, porque nosotros teníamos que pasar en canasta
por el Bojabá4, que es un río inmenso, y comenzamos a hacer pa-
ros, y yo era la dirigente de todas estas cosas. Entonces comenzó
mi problema de amenazas, de llegar yo y encontrar la casa rodea-
da de Ejército. Yo dictaba clases de enfermería en un lugar que se
llamaba San José Obrero, eran clases de capacitación a jóvenes
campesinos; de ahí salieron muchos enfermeros, porque dictába-

Río limítrofe entre los departamentos de Boyacá y Arauca, más exactamente


4

entre los municipios de Cubará y Saravena.

María Villareal DE MERCHÁN / 201


mos conferencias, hacíamos todo eso... Entonces para el gobierno
esto no era capacitando campesinos, sino dictando clases con la
guerrilla, ¡¡de todo eso me tildaron!!

A mí me sacaron amarrada de mi casa con mi esposo.


Hace 24 años me sacaron amarrada, a él y a mí. Ya de antes ve-
nían las amenazas: encontrar la casa llena de Ejército, decirme
que yo era la mamá de los guerrilleros..., todo eso había sobre mí,
pero yo a nada le paraba bolas y seguía para adelante. Cuando
llegaba y encontraba la casa llena de Ejército, yo entraba, y me
decían: “¿Usted es doña Mayo Villarreal?”, y yo: “Sí, señor, ¿en qué
les puedo servir?”, y si un soldado herido me llevaban, un soldado
herido yo les atendía.

Cuando me sacaron amarrada de mi casa, me decían:


“Usted es la médica de los guerrilleros”, y yo les dije: “!!!Mienten
con la misma facilidad con que ustedes respiran, así mienten!!!,
porque ningún campesino ni guerrillero traía aquí un rótulo en
la frente que dijera: “Somos guerrilleros”. Mi deseo era servirle a
la comunidad, y para eso había sido yo llevada allá: para servirle
a una comunidad, sea guerrillero, sea Ejército, sea lo que sea; les
decía yo: “Ustedes a mí no pueden tildar que soy médico de gue-
rrilleros, porque yo les atiendo a los soldados”, porque cuando eso
la región era llena de soldados y Policía. Y les demostrábamos,
¡hasta hacíamos las Navidades junto con ellos!..., un día era el
pueblo, un día era el Ejército, un día era la Policía, con los curas,
con todos, pero Mayo siempre estaba ahí.

Llegaron como desde las dos de la tarde. Eso fue el 31 de


mayo de 1984. Apenas había uno uniformado, y eran siete, en un

202 / Relatos de mujeres


campero azul. Ese día llegó mi marido de vacunar un ganado y se
fue para el caño a bañarse; cuando regresó, yo vi que entró a la
pieza, y lo encuentro acostado así, atravesado; le dije: “Amor, ¿qué
le pasa?”; entonces me dice: “Ese carro que está ahí tiene una ne-
gra intención”; le dije yo: “!Ay!, deje de estar creyendo cosas”; me
dijo: “No sé a quién, pero van a matar a alguien en este pueblo”.
Y ¡¡¡era a nosotros, ¿cómo le parece eso?!!!

Cuando a las 7 de la noche –que todo el mundo en el


pueblo, atemorizado por las cosas que sucedían, cerraba todo–,
entraron a mi casa con una lista, como si hubieran ido a com-
prar medicina en la droguería, y comenzaron a decir: “Tales co-
sas, tantas cosas”, y lo fueron bajando todo de los estantes de la
droguería, y empacaron en cajas, siete cajas de medicina. Cuando
ya: ¡¡¡tram, pam!!!, cerraron las puertas y sacaron las armas, y di-
jeron: “!!Esto es un atraco!!”. Eran agentes del DAS y del Ejército
y un conocido nuestro: Hernando Perdomo. Dejaron amarrados a
mis hijos pequeños, y a mi marido y a mí nos echaron amarrados,
así, con las manos atrás, a él y a mí, y nos llevaron como a 20
kilómetros del pueblo de La Esmeralda.

Eso comenzó el padre Carlos a tocar las campanas, y se


alarmó todo el pueblo, pero sin saber para dónde nos habían car-
gado. Y nos tuvieron frente a una finca y vereda al mismo tiempo,
llamada Casa de Zinc, por esa montaña nos metieron. Dejaron el
carro en la carretera y nos llevaron a pie, pasando un puente... Y
nos llevaron allá.

Ellos querían que yo diera información de dónde estaba


el campamento de los guerrilleros de las FARC; me decían que

María Villareal DE MERCHÁN / 203


como yo era la médica de ellos, yo iba allá donde estaban ellos
cuando estaban enfermos. Ahí fue cuando yo les dije eso: “!!!Us-
tedes mienten con la misma facilidad con que respiran!!!, no sé
dónde hay campamentos, yo atiendo a todo el que me lleven en-
fermo y cuando me movilizo a una parte para atender a alguien,
me hacen para una finca, a atender el parto de una señora porque
ya no la pueden traer hasta acá”.

Entonces mi esposo les dijo con palabras muy horribles:


“¡¡¡No sean miserables, cobardes, suéltenme las manos y peleen
como hombres, denme un arma y peleamos como hombres, dé-
jenla a ella viva porque tiene niños pequeños para criar!!! Hagan
conmigo lo que quieran, pero no sean cobardes, no maten a un
ser humano amarrado”. Él era concejal... Entonces le dispararon,
delante de mí, y lo mataron. Le pegaron un tiro en la sien..., lo
atravesó al otro lado. En ese momento pensé: “Nos morimos dos,
pero queda la semilla en el pueblo La Esmeralda”; así lo pensé y
se los dije a ellos. Y ellos dijeron: “Mire, doña Mayo –con nom-
bre propio, así–, lo que le pasa a las personas que no dan infor-
mación”; les dije: “No tengo ninguna clase de información para
darles a ustedes, hagan lo que quieran”.

En ese momento yo no sentía nada, porque tenía la con-


fianza en el que todo lo puede, yo tenía confianza en Dios y le
decía: “Señor, haz conmigo como hiciste con Daniel cuando lo
tiraron a la fosa de los leones”, que Dios tuvo el poder de sellarle
la boca a los leones. Y yo tenía mi fe en Dios porque toda la vida
he sido una persona que he creído en el poder de Jesucristo. Sí,
me dispararon, me dieron tres tiros y me dejaron por muerta en
un basural donde picaban plátano. Los dos primeros tiros me los

204 / Relatos de mujeres


dieron aquí, con pistola blindada; me deformaron, yo no quedé
con cara. Todo lo que yo tengo es cirugía; y el otro fue acá, en la
parte de aquí, en el brazo, me pasó todo esto... tengo la bala en el
pulmón izquierdo. Me creyeron muerta porque yo caí boca abajo,
y ellos me voltearon y, al verme sin cara, no podían pensar que yo
iba a vivir, pero, ¡¡¡mírate lo que es el poder de Dios!!!

Nos despojaron de todo, de reloj, cadena, todo lo que


tenía puesto, todo se lo llevaron, fuera del robo que hicieron en la
casa, se llevaron toda la venta de un ganado que había hecho mi
esposo ese día y siete cajas de mercancía, de pura medicina.

Yo caminé 20 kilómetros desde donde me dejaron bota-


da, me los caminé en la noche y llegué a las cinco de la mañana
a mi finca; eso fue más o menos tipo nueve y media o diez de la
noche. Y Llegué a las 5 de la mañana, caminé toda la noche,
con todas esas heridas. Mientras caminaba pensaba que había un
Dios que me había favorecido y que yo iba a llegar a mi finca. Ya
cuando llegué, iba desmayándome, me caía y me paraba y vomi-
taba cantidad de sangre. No me encontré a nadie por el camino,
porque yo no me fui por la carretera, yo me fui por el río Jujú5.

En la finca estaban los administradores que yo tenía;


ellos de una vez salieron, fueron adonde el vecino, y el vecino
prendió el carro; fue a La Esmeralda y dijo que yo estaba viva,
pero que necesitaba ayuda, y se movió todo el pueblo. Cuando eso
Arauca no era departamento sino intendencia, y el intendente

Se refiere a caño Jujú, caño que nace en la cordillera oriental en la frontera entre
5

los departamentos de Arauca y Boyacá y que atraviesa el municipio de Fortul,


desembocando luego en el río Arauca.

María Villareal DE MERCHÁN / 205


era el doctor Alfonso Medina, un gran amigo mío; él me mandó
la avioneta de la intendencia para que me recogiera en el troncal,
y toda la gente me llevaba para coger la avioneta... Y Elías Matus,
que fue senador de la República, estaba en el aeropuerto de Arau-
ca, en un avión, esperándome; y se fueron conmigo los médicos
de La Esmeralda, y el doctor Medina también se fue conmigo en
la avioneta; cuando quiso ser la una de la tarde, ya yo estaba en
Bogotá, en la Clínica San Rafael.

En esa época era Presidente el doctor Belisario Betan-


cur, y él había ido a mi casa, llevado por el partido Conservador,
y les dijo: “Es una mujer que no es liberal ni es conservadora, no
conocemos su política, pero es una mujer que le sirve al pueblo,
es una mujer buena”. Él estuvo en la casa, se les hizo almuerzo y
todo, porque los Matus, toda esa familia son compadres míos, y
todos son abogados, senadores y todo eso, y me lo llevaron allá. Y
el día que Belisario Betancur supo que a mí me habían declarado
guerrillera y que había sido herida en un combate en Los Chorros
–porque eso fue lo que salió en El Tiempo6: “una baja de la guerri-
llera más grande del Departamento de Arauca en combate con el
Ejército en Los Chorros”–, el doctor Betancur desmintió eso en el
periódico y fue hasta la clínica donde yo estaba; y me quitaron los
soldados, porque a mí me tenían con un soldado en una puerta y
en la otra, que porque eso dijeron los asesinos: que yo era una de
las guerrilleras más grandes de Arauca, ¡¡¡cuando fui sacada de mi
casa amarrada con mi marido!!!

6
Diario de mayor circulación en Colombia.

206 / Relatos de mujeres


Y lo peor del caso es que el que me saca amarrada de mi
casa, Hernando Perdomo, trabajó conmigo, hombro con hombro,
durante 3 años y era un infiltrado; él era el promotor de juntas
de acción comunal, y como yo era la presidenta de la asociación
de juntas a nivel departamental, el tipo andaba conmigo a todas
partes. Y fue él el que me sacó y le dio los tiros a mi marido y el
que me decía a mí: “Doña Mayo, ¡¡¡denuncie, diga dónde están
los campamentos de las FARC, de los elenos, porque usted es la
médica de todos los guerrilleros!!!”, así de frente. Era un infiltrado
del Ejército, trabajando como promotor de las juntas de acción
comunal; ¿¿quién podía dudar??, ¡¡¡imagínese, usted!!!, cuando el
movimiento comunal era lo más grande que teníamos los de iz-
quierda. Ahí está la mano de los militares, porque por qué dete-
nían la droga, por qué encontraba mi casa llena de Ejército, por
qué un día que estábamos dictando conferencias de salud en San
José Obrero nos llegaron allá… Entonces, ¡¡¿¿habrá duda??!!

Hernando Perdomo sigue vivo, está en Leticia, y por eso


es que le tengo la demanda al Estado. Ahora no sé qué rango
tiene, pero sí está dentro de los paramilitares, ese tipo trabaja
con el gobierno todavía. El tipo cuando supo que yo quedé viva y
que me hicieron todo ese homenaje en toda la región, ese tipo se
perdió. Yo denuncié en Arauquita, en el juzgado... En Arauca está
todo el papeleo, ¡todo!, en la Fiscalía de Arauca; ¡¡están hasta las
fotos de ese miserable!! Pero hasta ahí llegó todo...

Yo duré un año sin comer y sin hablar, en dos clínicas


de Bogotá, en la San Rafael y en la San Juan de Dios; en la San
Rafael el doctor Aníbal Villate me hizo la reconstrucción, un
maxilofacial; cuando eso no lo había en Bogotá y me lo mandó

María Villareal DE MERCHÁN / 207


el gobierno de Italia, para que me hiciera esa cirugía en la clínica
San Juan de Dios.

Mi hermano se fue para Bogotá, estuvo un tiempo allá;


otro hermano, que vive en Rioacha, se fue y se hizo cargo allá
en La Esmeralda de la droguería y de todo; y todo el pueblo me
colaboró, todos los compañeros estaban pendientes de mi finca.
Cuando eso no existía ni carné, ni Sisbén7, ni nada, y el atentado
me llevó a la ruina, porque la sola estadía mía en las clínicas salió
por 120 millones de pesos, en el año 85. Me tocó salir de todo,
del ganado, de todo... Mis hijos menores quedaron estudiando
en Cúcuta, yo tenía casa allá, y allá estaba la hija mayor. Fui
vendiendo todo, pero mis hijos nunca dejaron de estudiar, casi
todos son profesionales; el que está aquí conmigo es ingeniero,
la que está en Cúcuta estudió ciencias empresariales y después
contaduría, el otro es veterinario, el otro estudió administración
de empresas y el otro estudió televisión y no sé qué enredos de
esos que le gustan a los muchachos de ahora... y una estudió en
el Sena8, pero se me enfermó mentalmente, tal vez por esa niñez
que vivieron cuando quedaron amarrados, yo no sé…

Luego de mi recuperación, me fui de nuevo para La Es-


meralda porque todos me clamaban que me fuera, que la región no
tenía por qué pagar lo que había hecho el Ejército; muy hermosa
me respondió la región, y no, yo no sentí miedo de volver... ¡Si no
lo había sentido ni cuando encontraba mi casa llena de Ejército

7
Sistema de Identificación y Clasificación de Potenciales Beneficiarios para los
Programas Sociales. Se trata de una encuesta para determinar la situación so-
cioeconómica de las personas y focalizar la política social del Estado.
8
Servicio Nacional de Aprendizaje, entidad estatal de capacitación técnica.

208 / Relatos de mujeres


porque me estaban esperando, ni porque retenían la droga que
llevaba para la droguería y para la clínica!... ¡Nunca sentí miedo!

Cuando me sucedió el atentado, eso eran camionados de


gente que salían; y lo mismo cuando yo regresé: hicieron un paro,
porque, para completar, el alcalde de Saravena, militar; el alcalde
de Arauquita, militar, y se rebotó el campesinado; el intendente
era el único amigo, que era el doctor Alfonso Medina Delgado,
el que se fue conmigo en el avión para Bogotá; y así fue al año
que yo regresé; me hicieron un agradecimiento, esa gente..., una
gratitud que se veía en ellos... Eso desde Saravena, de Arauquita
venían camiones a recibirme: “Porque hoy llega Mayo Villarreal”.
Y sabe lo que decían los militares: “!Quedó viva la madre de los
guerrilleros de esta tierra!”, así lo decían en plena calle.

Cuando regreso de mi recuperación, vuelvo a recoger a


mis hijos, los que estaban en Cúcuta, los dos que mi hermana se
llevó para Guaranda, a todos los volví a recoger; me los traje, y
hasta ahora que los últimos ya están en la universidad, y con el
favor de Dios ya salen este año. Y les digo: “Ya cumplí con todo y
Mayo se les va a perder, pues pienso trabajar en algo, que todavía
pueda uno decir: “¡¡¡aquí se hizo y aquí se sigue haciendo algo!!!”.

Después de lo que me pasó, mi vida siguió siendo lo mis-


mo, seguí trabajando. Ahora vivo en Bucaramanga, pero yo llego
a Arauca y la gente me muestra mucho cariño. Yo dejé de vivir
allá por mis hijos que están en la universidad; si no, allá estaba,
pero voy cada 15 días. Seguí militando y sigo militando, si no es
allá, es en Bucaramanga, pero no me pierdo de ninguna reunión.
Yo no he demostrado ni miedo ni cobardía, ¡¡nada de eso!!

María Villareal DE MERCHÁN / 209


Después de lo que hizo Belisario Betancur, que me qui-
taron esos soldados que me tenían vigilando, cuando se demandó
a El Tiempo, que fue el que sacó eso de que yo era una guerrillera,
–¡imagínese!–, después no hubo más nada; nadie me ha dicho,
más nunca: “eres fea...”, nada. No sé si sería por el respaldo que me
dio la región y de ver que yo seguí en mis actividades.

Cuando sucedió el caso mío, La Esmeralda se quedó sola,


sola, sola. Porque había una lista de los compañeros del Partido
que querían matar. El asesino no pensó que yo iba a quedar viva,
y llevaba una lista de todos los comunistas, y yo lo dije apenas
pude hablar y pude escribir, para que los compañeros se fueran,
para que no fueran a volver a llegar hasta allá los que me sacaron
a mí y los mataran.

No me volví a casar, solamente casada con Dios, Nues-


tro Señor, que es el único que es un esposo fiel, es el amigo fiel,
el que no traiciona; estoy dentro de la religión evangélica, y todo
lo que yo pueda hacer por esa región lo hago y todo lo que pueda
hacer por la Iglesia también lo hago. Y lo hago de todo corazón,
porque yo tengo un agradecimiento con Dios.

Para mis hijos soy la mamá, soy el papá, soy la amiga;


soy la evangelizadora de ellos porque les he dado a conocer el
camino del bien, que todo lo que uno haga mal, que no crean que
no se paga, aquí se paga. Yo les digo: “Ustedes vieron adónde me
dejaron botada como una basura, en un basurero donde picaban
plátano, pero el poder de Dios fue tan grande y aquí estoy al lado
de ustedes, eso es cosa que a ustedes les debe servir de ejemplo,
¿por qué haría Dios esto conmigo? Porque no le hice mal nunca a

210 / Relatos de mujeres


nadie, a todo el mundo le serví, quería el progreso de esa región y
lo conseguí, y ustedes se dieron cuenta a mi regreso cómo fue esta
región conmigo cuando regresé”. Yo voy a allá y el uno me lleva
un racimo de plátano, de yuca...

Entonces ellos se dan cuenta. Nunca me han dicho:


“Mamá, no vaya por allá”; ellos sufrirán en silencio cuando voy a
Arauca. En el año 88 el pueblo de Arauquita quería que yo fuera
la primera alcaldesa por voto popular, porque yo había sido allá la
fundadora de la Unión Patriótica; pero ahí sí no se aguantaron los
hijos; “¡Ay, mamá ­–me decían­­–, eso es ponerse usted en bandeja al
Ejército, usted de alcaldesa en Arauca, la matan, mamá!”; y bueno,
tocó, por los hijos, porque valor me sobraba. Pero de todas formas
el primer alcalde nombrado por voto popular en Arauquita fue
Amparo López Quitián, que era de la Unión Patriótica, ¡una com-
pañera muy buena! Lo mismo en el municipio de Fortul, también
allá ganamos la alcaldía. Por eso fue que nos fueron acabando,
porque vieron que el avance que llevábamos era enorme.

Yo creo que pasa eso porque todo el tiempo nuestro país


ha sido gobernado por personas completamente corruptas, ase-
sinas, y ellos fueron los responsables de la muerte de todos los
dirigentes de la Unión Patriótica. ¿Por qué? Porque vieron que si
Pardo Leal9 llegaba a ser presidente, se les acababa ahí su mono-
polio político..., esa forma como desangran a nuestro país; yo sí lo
creo, y, por eso, toda mi vida, primero fui comunista y ahora de la
Unión Patriótica, desde 1985.

Jaime Pardo Leal fue candidato a la Presidencia de la República por la Unión


9

Patriótica en las elecciones de 1986. En 1987 fue asesinado.

María Villareal DE MERCHÁN / 211


Yo fui secretaria de gobierno del municipio de Arauquita
por el Partido Comunista; fui secretaria de agricultura, y le serví
al partido de la Unión Patriótica en todas las ramas, y me siento
muy orgullosa, aun a pesar de todo lo que he sufrido, porque me
mataron un hijo, tres sobrinos –que son hijos de este hermano
que yo crié, que para mí es un hijo– y mi marido, y a mí me de-
jaron por muerta con tres tiros. Nosotros sí que le hemos puesto
muertos a la Unión Patriótica, hijos de nuestros hijos...

Cuando estaba de secretaria de gobierno, en el año de


1992, el Ejército hizo una masacre para el lado de Gusanero. A
mí me tocó ir a hacer el levantamiento de esos dos esposos que
mataron llevando dos niñas gemelas. A ella la sacaron de su casa
con el esposo, porque eran dirigentes de la Unión Patriótica, y los
mataron y dejaron las niñas vivas..., las niñas al lado de ella chu-
pándole el seno, porque estaban de ocho meses..., cuando fuimos
a hacer el levantamiento, porque nos llamaron y fuimos ensegui-
da. Esas niñas ya son unas señoritas y las criaron los padrinos.
Siempre me las llevan pa’ que yo las mire, porque, entonces, se las
entregamos a los padrinos y ellos las han criado, son unas niñas
lindas; Y, así, tantos casos... La muerte del compañero Mayusa10
a mí me ha dolido en el alma, de ver a mi compañera, la esposa
de él... Nosotros nos reuníamos como una familia, nos queríamos
mucho, todos nosotros, los de la Unión Patriótica, el Partido, que
éramos una sola familia en Arauca. Cuando pasaban esos casos
nos dolía en el alma, y uno sin poder hacer nada...

Luis Mayusa Prada fue militante y dirigente del Partido Comunista y de la Unión
10

Patriótica en Arauca y en el Meta. Fue asesinado en Saravena, Arauca, el 8 de


agosto de 2008.

212 / Relatos de mujeres


Nosotros, los de la Unión Patriótica, somos víctimas de
este gobierno sucio que tenemos. ¡Todas las esperanzas que tenía-
mos!, todos los que militábamos queríamos una Colombia nueva;
y hay que valorar a esas personas que dieron la vida por esta po-
lítica, por un partido, porque la Unión Patriótica es un partido,
como lo fueron los otros; no somos iguales a los liberales ni a los
conservadores, pero es un partido que no dejaron fluir porque
tuvieron miedo de perder esa corona que han tenido todo el tiem-
po estos miserables, asesinos, ladrones... Es que no tengo mejores
palabras para decirles, soy cristiana y no puedo ofender a nadie,
pero hay momentos en que el dolor le hace hablar a uno así.

La Unión Patriótica nos dio una formación política inte-


gral, una forma de mirar el futuro de nuestro país –yo lo conside-
ro así–. Si hubiéramos logrado nuestro propósito, que era honesto,
honrado y limpio, tuviéramos un país en paz. Queríamos un cam-
bio: Señor, ¡¡¡ya estábamos cansados del yugo de los liberales, del
yugo de los conservadores y queríamos una patria libre!!!, ¿ah?

Serví con alma y corazón a una región virgen. Cuando


yo llegué a La Esmeralda, Arauca era montaña; para hacer una
reunión en el centro del pueblo, donde hoy es un parque, limpiá-
bamos y hacíamos un kiosco de paroi11. Lo hacíamos con amor,
con orgullo y viendo que todo el mundo seguía esa orientación
política porque queríamos cambiar lo que habíamos vivido toda
la vida. ¡Más cuando yo tuve que ver a mi padre encerrado en una

11
Paroi es un término que surge de la expresión ‘para hoy’ y que designa materia-
les de construcción de poca calidad y resistencia, que se usan temporalmente,
mientras pueden ser sustituidos por materiales duraderos.

María Villareal DE MERCHÁN / 213


cárcel en Cartagena porque era liberal!, y ver cuando llegaba, en
ese entonces, en el año cincuenta, la policía de los conservadores
–que la llamaban la chulavita12– y mataba a todo el que era libe-
ral, y cómo la chusma13 mataba a los que eran conservadores. Eso
era una guerra, y yo viví esa guerra; veíamos pasar cantidades de
muertos de Caucasia14 por el río Cauca, conservadores y liberales,
porque cuando llegaba uno mataban al del otro color político y
los de este color al otro. Yo viví esa vida de guerra de los partidos
tradicionales, que eran el Liberal y el Conservador; cuando eso
era Laureano Gómez el presidente.

Por eso yo siempre me imaginé mi vida como la que viví,


que iba a revolucionar un pueblo y que iba a formar una canti-
dad de gente con otra ideología, con otra forma de pensar. Yo
comencé y quise vivir una vida de progreso en las partes donde
no hubiera conocimiento de las cosas, enseñar, yo fui profesora 14
años y dejé el magisterio para agarrar la revolución.

Ya mis sueños se acabaron porque vivo muy enferma,


pero espero que el día que Dios me lleve, muera con una concien-
cia tranquila, que presté un servicio a la comunidad, que le serví a
todo el mundo con amor, con cariño; nunca fui detrás de ningún
interés para enriquecerme; no conocí la ambición, gracias a Dios.
Por eso trabajé en las partes que necesitaban. Yo fundé el Colegio
de la Unión Magdalena porque ahí no había profesores, y llegué

12
Policía política al servicio del Partido Conservador en La Violencia de los años
cincuenta.
13
Denominación despectiva dada en la época de La Violencia a los campesinos
que se defendían de los atropellos y agresiones de los conservadores.
14
Municipio perteneciente al departamento de Antioquia.

214 / Relatos de mujeres


cobrando lo mínimo, porque los niños todos eran muy pobres,
hasta que conseguí que fuera nombrada, esa escuela la fundé; San
Rafael del Cauca, también fundé esa escuela. Yo era feliz de llegar
y fundar, hacer, ayudar; ¡¡esa era mi felicidad!! Todo lo que hice,
lo hice con la más grande satisfacción de haberlo hecho.

Yo soy de un filosofía: que uno es lo que se traza en la


vida ser. Yo me tracé esto, yo quería ayudar, yo quería hacer, y lo
hice. Uno debe hacer las cosas conciente del camino que se labra
en la vida.

María Villareal DE MERCHÁN / 215


Anexo
Mujeres de la Unión Patriótica
víctimas de homicidio, desaparición forzada o tortura
Víctimas de homicidio
Nombres y apellidos Lugar Departamento Fecha
o región
ADAI MARÍA SUÁREZ Apartadó Urabá 1996
RESTREPO
ADELFA TULIA CAMPO DE Sabana de Torres Santander 26/05/1984
VASCO
ADELINA LUNA DUCUARA Coyaima Tolima 19/10/2001
ADRIANA HERNÁNDEZ Prado Tolima 22/01/1991
CAMACHO
ALBA ENIZ ARIZA Cubarral Meta 23/10/1988
ALBA SOFÍA MOLINA Turbo Urabá 02/07/1996
MIRANDA
ALEJANDRA CAMARGO Montería Córdoba 10/06/1996
CABRALES
ALFA DELIA HIGUITA Apartadó Urabá 07/06/1997
TUBERQUIA
ALICIA OSPINA MARTÍNEZ Vistahermosa Meta 12/08/1988
AMPARO FERNÁNDEZ Apartadó Urabá 00/00/1994
AMPARO PALACIO Carepa Urabá 29/08/1996
AMPARO TORRES SERRANO Bucaramanga Santander 14/02/1990
ANA ACOSTA RUIZ Turbo Urabá 04/03/1993
ANA CORNELIA VARELA Icononzo Cundinamarca 11/12/2003
MOLINA
ANA DAMARIS HIGUITA Turbo Urabá 03/05/1995
BERRÍO
ANA ISABEL MARTÍNEZ Bogotá Bogotá D.C. 21/07/1996
PERALTA
ANA ISABEL USUGA Apartadó Urabá 14/05/1997
ANA MARÍA ORTIZ Mesetas Meta 02/04/1992
ÁNGELA HERNÁNDEZ Villavicencio Meta 18/07/1988
CIFUENTES
ARGELIA GUTIÉRREZ V. Turbo Urabá 20/09/1995
AURORA BETANCUR Turbo Urabá 08/07/1997
BLANCA NUVIA San José de Guaviare 26/03/1987
BALLESTEROS DE BENJUMEA Guaviare
BALTAZARA ASPRILLA Río Sucio Urabá 08/06/1986
(Chocó)
BLANCA EMILIA PALACIOS Fusagasugá Cundinamarca 18/08/1991
ROMERO

ANEXO / 219
CANDELARIA JUDITH Montería Córdoba 17/04/2000
FLORES DE RUIZ
CARDONA DANY PATRICIA Calamar Guaviare 28/05/2002
CARLOTA LAGO Bogotá Bogotá D.C. 01/01/1988
CARMELINA ZAPATA Turbo Urabá 23/12/1994
CARMEN MURILLO Turbo Urabá 20/09/1995
VALENCIA
CARMEN VÉLEZ Turbo Urabá 21/04/1996
CARMEN PRADA GONZÁLEZ El Castillo Meta 12/08/2003
CARMEN CECILIA CHÁVEZ Colosó Sucre 25/03/1992
VILLALBA
CARMEN ELISA PEREIRA Santiago de Cali Valle 16/04/1992
CARMENZA ZABALA Soacha Cundinamarca 20/10/1991
CAROLINA SERNA Apartadó Urabá 15/07/1995
CECILIA ARGÜELLO GÓMEZ Lejanías Meta 27/10/1991
CLARA ROSA HERNÁNDEZ Apartadó Urabá 17/06/1997
CLAUDIA PATRICIA Apartadó Urabá 15/10/1996
ARANGO
DEISY MOGINC Turbo Urabá 05/03/1996
DELYA PERDOMO HITE Sumapaz Cundinamarca 12/03/1999
DIANA ESTELA CARDONA Medellín Antioquia 26/02/1990
SALDARRIAGA
DIANA PATRICIA MORALES Colosó Sucre 05/10/1988
SANDOVAL
DIANELLY VALDERRAMA Apartadó Urabá 17/11/1991
DICNY MARÍN Apartadó Urabá 04/12/1995
DINA LUZ RODRÍGUEZ Murindó Urabá 08/01/2001
DOLLYS URREGO Carepa Urabá 20/03/1996
DORANCE NIETO TRIANA Apartadó Urabá 22/10/1996
DORIS NÚÑEZ LOZANO Fusagasugá Cundinamarca 16/08/2001
EDELMIRA PEDROZA Vistahermosa Meta 10/04/1991
EDILMA MORENO USUGA Apartadó Urabá 19/10/1990
ELCIRA CHALA Planadas Tolima 29/01/1985
ELDA MILENA MALAGÓN Villavicencio Meta 20/06/1996
HERNÁNDEZ
ELIZABETH GIL DE ARENAS Apartadó Urabá 07/11/1990
ELIZABETH VÁSQUEZ Prado Tolima 22/01/1991
CAMACHO
ELIZABETH MARÍA Popayán Cauca 16/04/1987
HURTADO VILLAMARÍN

220 / Relatos de mujeres


ERMELINA VALENCIA Mutatá Urabá 18/12/1996
ARROYAVE
ESPERANZA N.N. Mesetas Meta 06/06/1985
ESTELA PERDOMO DE Ortega Tolima 01/07/1999
MARTÍNEZ
ESTELLA CHIQUITO C. Apartadó Urabá 14/05/1995
EUCARIS AREIZA Chigorodó Urabá 00/08/1996
EULALIA ANZOLA Yacopí Cundinamarca 18/01/1987
FABIOLA OCHOA HIGUITA Apartadó Urabá 12/06/1991
FLOR EMILSE RIVERA Dabeiba Antioquia 26/11/1997
FLOR MARÍA HERNÁNDEZ G. Chigorodó Urabá 01/10/1995
FRANKELINA GUISAO Apartadó Urabá 16/10/2000
GILMA ROSA DUARTE Apartadó Urabá 17/06/1997
GILMA ROSA GUERRA Apartadó Urabá 30/03/2002
GRACIANO
GIRLEY VARELA GUZMÁN Chigorodó Urabá 28/07/2004
GLADIS ORTIZ Murindó Urabá 08/01/2001
GLADIS MARINA BENÍTEZ Granada Meta 09/09/1992
ARAGÓN
GLORIA CHAVERRA M. Turbo Urabá 25/09/1993
GLORIA GRACIANO Dabeiba Antioquia 15/10/1997
GLORIA AMPARO VIVEROS Tuluá Valle 19/11/1990
LUCUMÍ
GRACIELA RODRÍGUEZ Granada Meta 07/07/1992
HERMELINDA LÓPEZ Puerto Parra Santander 20/10/1988
JOSEFINA VÁSQUEZ Prado Tolima 22/01/1991
CAMACHO
JUANITA OSORIO DE LARA Apartadó Urabá 07/03/1998
LAGUNA BENJAMÍN San José de Guaviare 04/03/1988
Guaviare
AIDA CECILIA LASSO San Alberto Cesar 21/06/2000
GEMADE
LEONILDE MORA FORERO Bogotá Bogotá D.C . 27/02/1989
LILIANA LÓPEZ LORA Chigorodó Urabá 12/03/1990
LUCIDIA GORDILLO Puerto Rico Meta 03/11/2003
QUICASA
LUZ STELLA RÍOS CASTRO Puerto Rico Meta 03/11/2003
LUZ AMALIA ARENAS Apartadó Urabá 23/09/2000
ROMÁN
LUZ AMPARO JARAMILLO Apartadó Urabá 04/07/1997

ANEXO / 221
LUZ DARY SÁNCHEZ ÁNGEL Mesetas Meta 14/10/1990
LUZ ELENA VALLE ORTIZ Turbo Urabá 07/06/1997
LUZ EMILDA DE DUARTE Dabeiba Antioquia 26/11/1997
LUZ ESTELLA OQUENDO Mutatá Urabá 23/02/1998
LUZ ESTERLY ECHAVARRÍA Carepa Urabá 20/04/1996
LUZ HELENA CARTAGENA Apartadó Urabá 18/09/1997
LUZ MARINA PRADA Icononzo Tolima 03/04/2003
FLÓREZ
LUZ MARINA VILLABONA Sabana de Torres Santander 29/07/1991
FORERO
LUZ MARINA ARROYABE Vistahermosa Meta 31/07/1988
BONILLA
LUZ MARINA ROBAYO El Castillo Meta 03/06/2003
MORA
LUZ MERY CASTRILLÓN Apartadó Urabá 00/11/1993
LUZ MILA TORRES LIZCANO Villavicencio Meta 23/11/1992
MAGALLY MUÑOZ Apartadó Urabá 11/12/1994
MARCELINA BLANDÓN Apartadó Urabá 00/00/1988
PÉREZ
MARÍA ROMERO Ortega Tolima 12/08/1990
MARÍA ALIX RINCÓN Icononzo Tolima 22/09/2004
ACERO
MARÍA CARLINA PÉREZ Apartadó Urabá 06/08/1995
ECHAVARRIA
MARÍA CONSUELO GUISAO Turbo Urabá 30/05/1988
MARÍA DE JESÚS NEIRA Guamal Meta 23/11/1989
LÓPEZ
MARÍA DE LA CRUZ Apartadó Urabá 18/01/2000
HIGUITA GIRÓN
MARÍA DE LOS ÁNGELES Ortega Tolima 29/06/1991
CORRALES
MARÍA DEL C. CANO Apartadó Urabá 17/01/1998
MARÍA DEL CARMEN Chigorodó Urabá 26/09/1996
TABARES VILLA
MARÍA DIOMEDES LÓPEZ DE Vistahermosa Meta 06/01/1989
MUÑOZ
MARÍA DOLORES ROMERO P. Apartadó Urabá 14/05/1995

MARÍA DOLORES N.N. Vistahermosa Meta 10/04/1991


MARÍA DOMINGA GALINDO Apartadó Urabá 01/05/1993

222 / Relatos de mujeres


MARÍA ELENA RAMOS Villavicencio Meta 27/05/1988
SÁNCHEZ
MARÍA ELFIA CORREA Bogotá Bogotá D.C. 21/02/1992
MARÍA EUGENIA GARCÍA Barrancabermeja Santander 07/05/2002
AMAYA
MARÍA EUGENIA OQUENDO Apartadó Urabá 20/02/1996
MARÍA EUGENIA SILVA Apartadó Urabá 07/09/1996
MARÍA FELIPA ASPRILLA Chigorodó Urabá 20/09/1995
MARÍA INÉS QUINA DE La Plata Huila 17/11/1988
SUNS
MARÍA JENNY ECHEVERRY Chigorodó Urabá 29/06/1996
DE P.
MARÍA JORGELINA Dabeiba Antioquia 31/05/1999
URREGO CASTAÑO
MARÍA LINA MUÑOZ Apartadó Urabá 21/01/1997
MARÍA LUISA VÁSQUEZ Vistahermosa Meta 02/10/1988
MARÍA MARTHA LONDOÑO Mutatá Urabá 08/08/1997
MARÍA MERCEDES MÉNDEZ Granada Meta 03/06/1992
DE GARCÍA
MARÍA NORBELLY OTAGRÍ Apartadó Urabá 01/04/1994
MARÍA OLIVA SUNS QUINA La Plata Huila 17/11/1988
MARÍA PETRA PÉREZ Bogotá Bogotá D.C . 18/05/1989
SEGUNDO
MARÍA ROMERO Villavicencio Meta 07/01/1993
MARÍA SANTOS GONZÁLEZ Villavicencio Meta 24/11/1992
MARIELA GUZMÁN BORJA Liborina Antioquia 02/02/1999
MARLENE ANTIRY DE Valparaiso Caquetá 19/01/1998
CARVALO
MARLENY BORJA Apartadó Urabá 03/04/1996
MARLENY BALLESTEROS El Castillo Meta 11/01/1993
MARTHA SÁNCHEZ Villavicencio Meta 27/05/1988
MARTHA CECILIA Turbo Urabá 10/01/1995
RESTREPO
MARTHA EUGENIA GAITÁN Lejanías Meta 27/10/1991
MARTHA GLADYS Apartadó Urabá 21/01/1997
CARVAJAL GRACIANO
MARTHA LUCÍA GARCÍA Neiva Huila 18/10/1994
MARTHA RUBIELA Apartadó Urabá 18/09/1987
MADRID
MARTHA VEGA RAMOS Vistahermosa Meta 01/03/1988

ANEXO / 223
MARTÍNEZ PERALTA ANA Bogotá Bogotá D.C. 21/07/1996
ELIZABETH
MERCEDES ALDANA TROYA Necoclí Urabá 13/02/1988

MIRA SÁNCHEZ Turbo Urabá 02/06/1996


MIRIAM JARAMILLO DE Chigorodó Urabá 14/10/1996
ESCOBAR
MIRYAM CLAVIJO FLÓREZ Apulo Cundinamarca 19/09/2003
MONICA PULGARÍN Dabeiba Antioquia 01/09/1997
NATALIA ANDREA Apartadó Urabá 21/02/2005
TUBERQUIA MUÑOZ
NAYIBIS ARCIA BELTRÁN Apartadó Urabá 03/04/1996
NERIDA JIMÉNEZ BORJA Chigorodó Urabá 12/08/1995
NIDIA REYES GORDILLO Granada Meta 22/10/2001
NOHORA LÓPEZ PULGARÍN Bogotá Bogotá D.C. 02/01/1988
NOHORA LÓPEZ DE Granada Meta 01/01/1989
SÁNCHEZ
NORA RUIZ Unguía Urabá 27/02/1990
NORA MIRIAM PADILLA Carepa Urabá 14/02/1996
LEÓN
NORMA GARZÓN DE VÉLEZ Mesetas Meta 14/09/1991
NORMA PATRICIA Tolima Tolima 07/08/1994
GALEANO
NORMAN LORA Carepa Urabá 24/09/1996
NUBIA BENÍTEZ Apartadó Urabá 09/11/1996
NUBIA ROSA OCHOA Apartadó Urabá 01/10/1996
FARIAS
OFELIA GIL Mutatá Urabá 21/06/1996
OLGA SOTO Yacopí Cundinamarca 12/1986
OLIVA ALAPE LOAIZA Coyaima Tolima 12/2003
OMAIRA DE JESÚS Chigorodó Urabá 29/06/1996
ECHAVARRÍA DE PULGARÍN
PAOLA YANES Murindó Urabá 08/05/2001
REGINA A. RUIZ Apartadó Urabá 18/08/1995
SINDY PAOLA RONDÓN San Alberto Cesar 21/06/2000
LASSO
ROSA PEÑA RODRÍGUEZ Granada Meta 03/06/1992
ROSALBA CAMACHO Prado Tolima 22/01/1991
ROSALVA GAVILAR Puerto Rico Caquetá 08/07/2001
ROSMIRA GUISAO Apartadó Urabá 28/03/1996

224 / Relatos de mujeres


RUBIELA DAVID Chigorodó Urabá 26/04/1996
RUTH PRADA PEÑA Vistahermosa Meta 20/02/1988
SANDRA MUÑOZ Apartadó Urabá 21/02/2005
SANDRA RONDÓN Barrancabermeja Santander 03/05/1987
SONIA BELTRÁN Pasca Cundinamarca 25/10/1992
TARCILA TAPIAS GUEVARA Necoclí Urabá 23/11/1993
TERESA DAVID Turbo Urabá 00/00/1985
TERESA DE J. OSPINA Apartadó Urabá 21/11/1996
TRÁNSITO IBAGUÉ ARIAS Villavicencio Meta 30/09/2000
TULIA ROSA GRANDET Chigorodó Urabá 01/10/1995
MORA
VIRGELINA DÍAZ Natagaima Tolima 11/10/2002
YANETH PALACIOS Fusagasugá Cundinamarca 18/08/1991
ROMERO
YASMÍN DEL CARMEN Toluviejo Sucre 16/05/2001
CHÁVES GUERRERO
YEHERLIN ARBOLEDA Q. Apartadó Urabá 13/01/1997
YENNY ADRIANA COTE Barrancabermeja Santander 19/10/1988
BARBOSA
YINETH VELÁSQUEZ Vistahermosa Meta 22/02/1991

ANEXO / 225
Víctimas de desaparición forzada
Nombres y apellidos Lugar Departamento Fecha
o región
MARÍA EUGENIA Usme Cundinamarca 13/09/1985
CASTAÑEDA GRANDA
ANA GALBÁN Arboletes Urabá 00/03/1994
ARCELIA CASAMACHIN La Uribe Meta 11/12/1990
BELARMINA BAILARÍN Murindó Urabá 28/05/1998
BERENICE OROZCO Vistahermosa Meta 23/07/1989
BERTHA GUISAO Apartadó Urabá 10/04/1997
BLANCA ROMELIA BELTRÁN El Castillo Meta 03/11/1991
CARMEN ELISA PEREIRA Santiago de Cali Valle 15/04/1992
CARMENZA PERDOMO Ibagué Tolima 14/09/1985
YASNO
CASILDA SAPIA Murindó Urabá 28/05/1998
CATALINA VITANCO La Uribe Meta 11/12/1990
CELIA PIPICAI Murindó Urabá 28/05/1998
CORREDOR GÓMEZ FARIT El Retorno Guaviare 20/06/2003
CRISTINA JANETH AYALA Villavicencio Meta 01/08/1992
DAIRA PATRICIA ZÚÑIGA Apartadó Urabá 12/12/1997
DAYSSI CASAMACHIN La Uribe Meta 11/12/1990
ELIZABETH MARÍA Popayán Cauca 11/04/1987
HURTADO VILLAMARIN
ENITH MARIA GÓMEZ PÉREZ Río Sucio Urabá 01/03/1997
(Chocó)
FLORENTINO CORDOBA Apartadó Urabá 25/08/1990
BLANDÓN
FRANCIA CARUPIA Murindó Urabá 28/05/1998
FRANKELINA GUISAO Apartadó Urabá 07/10/2000
FULGENCIA MARTÍNEZ Barrancabermeja Santander 20/08/2001
ESTRADA
GILMA DOMICO Murindó Urabá 28/05/1998
GLORIA DOMICO Murindó Urabá 28/05/1998
GRACIELA RODRÍGUEZ Granada Meta 07/07/1992
GRISELA RODRÍGUEZ Neiva Huila 19/11/1993
OTALORA
INÉS JIMÉNEZ Villavicencio Meta 23/02/1993
NOHEMÍ LAVERDE DE Calamar Guaviare 21/01/1988
BERNAZA
LÍA GARCÍA Villavicencio Meta 23/02/1993

226 / Relatos de mujeres


LINA DOMICO Murindó Urabá 28/05/1998
LORENZA CAPAZ PACUÉ Pradera Valle 01/05/1985
LUZ ELENA GONZÁLEZ Turbo Urabá 07/02/1997
LUZ MERY CASAMACHIN La Uribe Meta 11/12/1990
MARIA CARLINA PÉREZ Apartadó Urabá 05/08/1995
ECHAVARRÍA
MARÍA ESPERANZA AYALA Murindó Urabá 28/05/1998
MARÍA MELBA GUZMÁN Turbo Urabá 07/02/1997
MARIELA PULGARÍN Corinto Cauca 15/06/1991
MARTHA LUCÍA GARCÍA Neiva Huila 18/10/1994
DIANA CRISTINA San José de Guaviare 15/01/2003
MARTÍNEZ RIVERA Guaviare
MATILDE GUZMÁN BORJA Medellín Antioquia 28/05/1998
MELIDA RAMÍREZ El Castillo Meta 03/11/1991
MILE JOHANA CÓRDOBA Murindó Urabá 13/12/1997
MÓNICA PULGARÍN Dabeiba Antioquia 01/09/1997
NUBIA CAÑAS HERNANDEZ Turbo Urabá 17/06/1997
OLGA DOMICO Murindó Urabá 28/05/1998
OLGA ESTER BERNAL Yumbo Valle 07/01/1988
DUEÑAS
RIVERA VICTORIA San José de Guaviare 15/01/2003
Guaviare
ROSALBA USUGA HIGUITA Antasales Urabá 27/11/1997
ROSALBA CASAMACHIN La Uribe Meta 11/12/1990
SARA MÉNDEZ DE CORTÉZ Bogotá Bogotá D.C. 04/11/1988
TRINA CARUPIA Murindó Urabá 28/05/1998
BLANCA ELCY VARGAS Calamar Guaviare 16/07/2003
GÓMEZ
YAJAIRA ZARZA Apartadó Urabá 27/02/1994
CARRASCAL
YENNY PAOLA CARO El Castillo Meta 03/11/1991

ANEXO / 227
Víctimas de tortura
Nombres y apellidos Lugar Departamento Fecha
o región
AMPARO GONZÁLEZ FLÓREZ Mutatá Urabá 00/00/1989
ANA AURORA GRACIANO Turbo Urabá 16/09/1996
BLANCA LIBIA GUZMÁN Apartadó Urabá 29/12/1997
CARMEN VÉLEZ Turbo Urabá 21/04/1996
CARMEN PRADA El Castillo Meta 12/08/2003
GONZÁLEZ
CARMEN ELISA PEREIRA Santiago de Cali Valle 15/04/1992
DENNYS CARDONA Vistahermosa Meta 29/02/1992
ELIZABETH MARÍA Popayán Cauca 16/04/1987
HURTADO VILLAMARÍN
EMILSE ÁLVAREZ Bogotá Bogotá D.C. 18/02/2004
FLORALBA CORAL Bogotá Bogotá D.C. 26/04/1991
BECERRA
HEIDI MORENO NARANJO Bogotá Bogotá D.C. 22/10/2000
AIDA CECILIA LASSO San Alberto Cesar 21/06/2000
GEMADE
MARIELA GUZMÁN BORJA Liborina Antioquia 02/02/1999
MARIELA PULGARÍN Corinto Cauca 15/06/1991
MARITZA JUDITH Bogotá Bogotá D.C . 08/01/1989
PALENCIA ROJAS
MARTHA LUCÍA GARCÍA Neiva Huila 18/10/1994
MATILDE GUZMÁN BORJA Medellín Antioquia 28/05/1998
MERCEDES CORREDOR DE Bogotá Bogotá D.C. 10/12/2002
GUEVARA
MERCY HERNÁNDEZ PÉREZ Pandi Cundinamarca 11/05/2004
MÓNICA PULGARÍN Dabeiba Antioquia 01/09/1997
NOLVA AGUIRRE Acacías Meta 16/05/1987
TERESA DAVID Turbo Urabá 00/00/1985
VIRGINIA APERA El Castillo Meta 09/01/1989

228 / Relatos de mujeres

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