Filosofiaaaa

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Guía: Filosofía Griega clásica 1.

(para 10 grado)
Profesor Jaime Flórez: [email protected]

Retomando la línea de la reflexión filosófica, que venían realizando, nos centraremos en profundizar el pensamiento de la
filosofía clásica griega, de manera general: Sócrates, Platón y Aristóteles. Les envío el texto general del pensamiento de estos
filósofos. (Por favor, necesito que leas el texto de la página 1 hasta la 5 anotando preguntas e inquietudes que
conversaremos el viernes en la reunión virtual el 7 de agosto por googlemeet. Se incluye la investigación del mito de la
caverna de Platón) En el transcurso de la semana, les enviaré las preguntas y actividades. Los talleres de esta primera parte
deben ser entregados el 15 de agosto

Tema 1. Sócrates

Para empezar, puede ver el siguiente video de Sócrates. https://youtu.be/OD7klEUAq1Y


El interés por la educación que apareció en la ciudades-Estado griegas, de manera especial en Atenas, no encontró en los
sofistas una respuesta realmente satisfactoria, sino en la obra vital de Sócrates (Atenas, 469-399 a.C). Con Sócrates ocurre algo
curioso: aunque es uno de los filósofos más famosos que haya existido, nunca escribió ni una sola página. Sólo conocemos su
persona, sus ideas y su forma de ser a través de lo que escribieron tres sobresalientes conciudadanos suyos: Jenofonte, un
destacado militar e historiador: Aristófanes, quizás el principal dramaturgo cómico de la antigüedad, y sobre todo Platón, su
discípulo, que llegaría a ser, como veremos en su momento, también uno de los filósofos más importantes de la historia.

Fue una figura que, por su forma de vivir y relacionarse con los demás, suscitó un gran entusiasmo entre muchos de quienes lo
conocieron. Aunque también, por otro lado, despertó sospechas en otras tantas personas, quienes se sentían incómodas ante sus
preguntas incisivas y sus ideas novedosas, y lo veían como una amenaza para el orden social. De hecho, a la edad de 70 años,
Sócrates fue acusado de impiedad (es decir, de no honrar a los dioses como se debe), de promover esa impiedad entre los
jóvenes, y por lo tanto, de corromperlos. Fue juzgado, encontrado culpable, y condenado a muerte. Se le obligó a beber veneno
(uno preparado con una planta llamada cicuta).

Por la serenidad con la que enfrentó la muerte, Sócrates ha sido considerado durante dos mil quinientos años como el máximo
ejemplo de pensador valiente, comprometido con sus ideas hasta las últimas consecuencias. La escena de los últimos
momentos de Sócrates, rodeado de sus discípulos y admiradores mortificados, disponiéndose a beber el veneno, ha sido
atesorada y exaltada por artistas y escritores de todas las épocas. Ahora, si bien por su forma de morir Sócrates ha ejercido una
influencia imborrable en el pensamiento y la cultura occidentales, nos merecería una estimación aun mayor la forma en que
vivió. Porque, como ya decíamos, Sócrates no escribió nada, y sin embargo fue quizás el más grande de los filósofos. ¿Cómo
lo logró? Pues viviendo sus ideas, encarnándolas. Es un caso muy especial en la historia de la Filosofía: en él no puede
separarse la obra de la vida, porque fueron una y la misma cosa. En efecto, en Sócrates lo más importante no son las ideas, las
conclusiones a las que llegó, sino el método que practicó y recomendó, así como la forma en que vivió. Sócrates nunca se
presentó a sí mismo como un maestro, aunque era común encontrarlo vestido con mucha sencillez, recorriendo las calles de
Atenas, caminando de modo extraño, con ayuda de un bastón, acercándose a platicar con quien pudiera y quisiera escucharlo.
Afirmaba contundentemente que no tenía nada que enseñar, ningún conocimiento qué transmitir. Su actitud era muy distinta a
la de los sofistas, que pretendían saber muchas cosas, ser capaces de instruir a otros y cobrar por ello.

Porque Sócrates no pensaba que la verdad, el conocimiento, fuera algo que una persona pudiera depositar, o verter, en otra.
Para él, la verdad se encuentra en el fondo del alma de cada hombre, y entonces lo que hay que hacer es extraerla, sacarla a la
luz. Sócrates decía, un poco en serio, un poco en broma, que él era más bien como una partera, no un maestro (por cierto, su
madre era en verdad una.)

De hecho, llamó a su método filosófico mayéutica, que es la misma palabra que los griegos usaban para designar el oficio de
las parteras. La mayéutica no es otra cosa que el diálogo. Recordemos que el diálogo consiste en tomar una idea, una creencia
o una hipótesis, y cuestionarla, tratando de revelar sus inconsistencias, omisiones y contradicciones. Sus defectos, en una
palabra, de manera que la idea original pueda ser mejorada, y se formule una nueva versión de ella que ya no sea vulnerable a
las críticas formuladas. Con la nueva idea reformada se emprende de nuevo el proceso crítico, y así sucesivamente. En cada

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ciclo de hipótesis → crítica → idea reformada se va avanzando en el perfeccionamiento de las ideas, en la aproximación a la
verdad. Como decíamos, a diferencia de los filósofos que lo precedieron, Sócrates no estaba muy preocupado por encontrar la
verdad y enseñarla a los demás. Lo que le importaba más que nada era motivar y ayudar a las personas a descubrir la verdad
por sí mismas. Hay que notar que estamos ante uno de los momentos más emocionantes de la historia del pensamiento, ante
una revolución dentro de la revolución que ya de por sí fue la Filosofía griega.

Porque al concebir su misión de esta manera renovada, además de revitalizar la Filosofía, Sócrates puede ser considerado
como el verdadero fundador de la educación, en su sentido más riguroso y noble. Ciertamente, con los sofistas ya había
comenzado algo parecido a la educación. Pero sólo en el sentido de una actividad que tenía como propósito primordial la
transmisión de un saber (principalmente la retórica). Los jóvenes adquirían los conocimientos prácticos necesarios para ejercer
un oficio observando directamente a las personas instruidas y experimentadas. En cuanto a la formación moral, la obtenían
escuchando los poemas de Homero y algunos otros poetas, en los que se les daban a conocer, exaltándolos, los ejemplos de
destreza, dominio de sí y amor a la patria ofrecidos por los héroes semidivinos que aparecen en ellos (Aquiles, Héctor, Ulises,
entre otros).

Recordemos que para Sócrates, la misión de la Filosofía era ayudar a los hombres a descubrir la verdad por sí mismos. Con
ello renovó no nada más la idea predominante de Filosofía, sino también el concepto de educación. Porque para él la finalidad
de la educación (que los griegos llamaban paideia) ya no será el aprendizaje de unas técnicas manuales o de convencimiento,
sino nada más y nada menos que el perfeccionamiento del hombre. En efecto, Sócrates proclama que la educación (la paideia)
es el proceso, el esfuerzo, por el que el hombre puede y debe perfeccionarse a sí mismo. Y como tal, es una tarea para toda la
vida.

Ahora, ese esfuerzo por perfeccionarse necesariamente requiere que se conozca la verdad; y la Filosofía, al ser la actividad por
la cual la verdad puede ser descubierta, es entonces parte fundamental de toda educación. Es más, podríamos decir sin
exagerar que en Sócrates Filosofía y educación son una y la misma cosa. Ambas responden a la misma consigna, misión, y
mandato: “Conócete a ti mismo”. La actitud de Sócrates es también uno de los más cautivadores ejemplos de lo que llamamos
hoy humanismo. Pues su punto de partida es su optimismo, su fe en el hombre, en su capacidad para descubrir la verdad y
perfeccionarse de acuerdo con ella. Porque, y esta es una de las ideas más importantes de Sócrates, al hombre le basta con
conocer verdaderamente el bien para actuar conforme a él. El conocimiento del bien, y la práctica del bien, son para Sócrates
la misma cosa. “Nadie hace el mal a sabiendas”, es otra de sus frases más expresivas e interesantes. El mal es ignorancia.

Por supuesto, a muchos de sus contemporáneos les pareció que Sócrates se equivocaba en esto, que se dejaba llevar por su
optimismo, por su fe en la humanidad. Les parecía escandalosamente claro que el mundo estaba lleno de personas que hacían
cosas malas, aun sabiendo que eran malas. Incluso reconocían, al igual que quizás lo hacemos nosotros cuando nos
inspeccionamos con sinceridad, que ellos mismos frecuentemente caían en la misma situación. Sócrates les contestaba (y nos
contesta a nosotros, dos mil quinientos años después…) que eso sólo significaba que alcanzar el verdadero conocimiento era
algo muy difícil, que raramente se lograba. Si nuestras inteligencias en realidad entendieran lo que es el bien, y porqué
practicarlo es lo que verdaderamente nos conviene, no tendríamos ningún motivo para actuar de otra manera. Si fallamos en
practicar el bien, es porque en realidad aun no lo conocemos. De ahí la importancia de filosofar, de buscar la verdad, de
“conocerse a sí mismo”. Otro aspecto revolucionario de la propuesta de Sócrates, que quizás a estas alturas ya hemos
advertido, es que en ella la Filosofía no es una materia, un área de conocimiento y estudio, sino, sobre todo, una forma de
vida. Una forma de vida dedicada al conocimiento y perfeccionamiento de sí; “una vida no dedicada al autoconocimiento no
merece ser vivida”, solía decir nuestro filósofo.

Así, a través de la vida filosófica, el hombre lograría descubrir la verdad y perfeccionarse. Pero no sólo eso: la Filosofía
también es, según Sócrates, un proceso por el que el hombre logra la libertad interior. Los hombres, con facilidad son presa de
sus impulsos irreflexivos. Frecuentemente se abandonan a deseos impetuosos y arbitrarios, y eso en muchas ocasiones no
significa otra cosa que fallar en sus responsabilidades, desatender sus verdaderos intereses, o peor aún, dañar a sus semejantes
o a sí mismos. Un hombre en esta situación es para Sócrates un esclavo de sus impulsos. Ahora, la Filosofía como camino a la
verdad y al autoperfeccionamiento, también ofrece al hombre también una opción para salir de ese estado de servidumbre, y
alcanzar una genuina libertad interior. Este concepto de libertad es un poco distinto al que tenemos en la actualidad.

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Comúnmente pensamos la libertad como la ausencia de un poder externo a nosotros que nos obligue a actuar de una
determinada manera. Para los griegos, libertad era más bien la capacidad de dominarse a sí mismo, de ser firme frente a los
propios impulsos, para no ser avasallado, esclavizado, por ellos.

Además, Sócrates sostenía que los beneficios del proceso de autoperfeccionamiento que en realidad es la Filosofía se
extienden más allá del individuo: su efecto renovador se deja sentir a la escala de la comunidad política. Sócrates y sus
discípulos vivieron en una Atenas que acababa de sufrir una derrota dolorosa y casi aniquilante en la Guerra del Peloponeso
(431-404 a.C.), a manos de Esparta. Muchos pensaron que el desastre militar se había debido principalmente a la decadencia
moral de los atenienses, en especial la de sus gobernantes. Debilitados por su propio egoísmo, ambición, pereza y cobardía, los
atenienses habían sido incapaces de resistir al ejército de Esparta, una de las ciudades-Estado más importantes de Grecia en ese
entonces, célebre por poseer el ejército más disciplinado y poderoso de la época. Atenas estaba en ruinas, le urgía reconstruirse
y reactivar su economía. Pero principalmente, requería resucitar como comunidad política. Dado que la causa primordial del
desastre había sido política, los cimientos de una Atenas nueva también tendrían que ser, antes que otra cosa, políticos.

Pero para Sócrates y sus seguidores la única verdadera regeneración política sería la que pasa por la regeneración de cada
ciudadano. La polis sólo sería realmente distinta y mejor si cada uno, o al menos la mayoría, de sus ciudadanos se esforzara
por serlo. La comunidad política no se transformaría con mejores leyes y reglamentos: ¿de qué servirían esas leyes si los
ciudadanos no son capaces de respetarlas, si aprovechan la menor distracción de la autoridad para desobedecerlas? No, las
únicas leyes que realmente pueden garantizar la armonía y fortaleza de la polis, son las que cada hombre puede descubrir en el
fondo de su alma, gracias a la luz de la razón, guiado por el método filosófico. Una vez entendiendo la verdad, ¿cómo podría
el individuo resistirse a hacer lo mejor para la comunidad, si su vida depende de ella?

Queda claro que para Sócrates la Ética y la política están incluidas en un proyecto educativo y de autoperfeccionamiento que
básicamente es el mismo. Así, el filósofo que nunca escribió nos heredó sin embargo un método para descubrir la verdad, una
ruta al autoperfeccionamiento y la libertad interior, un proyecto educativo completo y una propuesta de regeneración política.
Quizás nunca hemos vuelto a tener un concepto de Filosofía tan rico y completo.

Tema 2. Platón

Uno de los más resultados más importantes de la acción filosófica de Sócrates, y quizás el que mayor impacto tuvo en la
historia del pensamiento, fue la formación intelectual de Platón (429-347 a.C.). Platón nació y se desarrolló como filósofo en
Atenas. Procedía de una familia acomodada, y parecía destinado a una importante carrera política, pero siendo muy joven
conoció a Sócrates y decidió dedicar su vida a la Filosofía. Fue uno de sus discípulos más fieles y entusiastas y, por supuesto,
el más talentoso. Apoyó con firmeza a Sócrates durante el juicio por impiedad que terminó costándole la vida; al parecer fue
uno de los que más se esforzaron por salvar la vida del maestro. En las representaciones artísticas de la muerte de Sócrates es
habitual que aparezca Platón como uno de los más apesadumbrados espectadores de la escena.

Ahora, si bien Platón prefirió dedicarse a la Filosofía y no a la política, ésta siguió siendo durante toda su vida una de sus
principales preocupaciones. Una de sus obras más importantes se titula La República o de lo justo, tiene por propósito
descubrir cuál es la forma de organización que más conviene a la polis, y fue considerada por su autor como la culminación de
toda su obra filosófica. Además, Platón intentó en dos ocasiones llevar a la práctica sus ideas filosóficas, aunque no en Atenas,
sino en otra ciudad-Estado griega llamada Siracusa, y no de manera directa, sino tratando de influir como consejero de los
gobernantes.

Con Platón la Filosofía alcanza un rigor intelectual sin precedentes. Platón escribió una extensa obra, que por su gran calidad
artística pertenece no sólo a la historia de la Filosofía, sino también a la de la literatura. Aunque hubo otros filósofos anteriores
a él que escribieron con profusión, las obras de Platón son las más antiguas que se conservaron casi íntegras. Las obras de
Platón están escritas como diálogos, de manera que al leerlas podemos atestiguar cómo las ideas que se discuten en ellos se
van formando y perfeccionando conforme son criticadas y reformuladas. Nos permiten observar el funcionamiento del diálogo
como método para llegar al conocimiento; es como tener la oportunidad de visitar la fábrica de las ideas y ver cómo funciona

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“desde dentro”. El hecho de que Platón haya elegido este modo de presentar sus ideas ha sido interpretado de distintas maneras
por los historiadores de la Filosofía (por cierto, Platón es quizás junto con Aristóteles y Kant, uno de los pensadores más
estudiados de todos los tiempos); uno de los posibles significados de esta decisión es que para él era realmente importantes
mostrar cómo se puede llegar a la verdad, y no sólo presentar los resultados de sus esfuerzos intelectuales.

También, por supuesto, al escribir de ese modo sus obras, Platón rinde un profundo homenaje a Sócrates, su maestro, de quien
sin duda procede ese interés en mostrar el diálogo como camino a la verdad. Además, los diálogos platónicos, sobre todo los
primeros, le sirven al autor para establecer con claridad qué diferencia hay entre sus principios, preocupaciones y conclusiones
y las de filósofos anteriores, y, sobre todo, las de los sofistas. Porque, al igual que Sócrates, Platón veía con recelo a los
sofistas: las ideas y actitudes de éstos, sobre todo su pretensión de poder hacer parecer verdadera una opinión falsa, y falsa una
verdadera, le incomodaban, y hasta cierto punto, irritaban. Pues en el fondo los sofistas insinuaban, según Platón, que en
realidad no existía una verdad, sino tantas como personas había, y el que consideráramos algo como verdadero o falso
dependía nada más de qué tan convincentemente nos fuera presentado. Por cierto, aprovechemos para señalar que el
relativismo, que ya definimos hace unas pocas páginas cuando presentamos a los sofistas, es en nuestros días, por motivos que
veremos en su momento, una postura que ha vuelto a gozar de cierto crédito.

A Platón se le atribuyen 27 diálogos; entre los principales, mencionemos Laques, o del valor, Protágoras o de los sofistas,
Hipias mayor o de lo bello, El banquete o del amor y La República o de lo justo, que ya mencionamos. En casi todos estos
diálogos, el punto de partida es una idea sostenida con convicción, y hasta con cierta jactancia, por uno de los personajes. A
continuación, aparece el personaje de Sócrates, quien empieza a cuestionar la idea, hasta mostrar su falsedad y conducir a su
interlocutor, que al inicio del diálogo afirmaba estar totalmente convencido de la verdad de su posición, a dudar de su idea
inicial. Por lo general, al final de la discusión, van apareciendo otras ideas que parecen más acertadas. Los diálogos muestran
que gracias a la crítica de las ideas se puede llegar a otras ideas más exactas, a otras definiciones más precisas y sólidas de las
cosas que se quiere conocer: la virtud, el amor, lo justo, etcétera. Es una especie de combate entre ideas, en el que al final la
idea más fuerte, la mejor fundamentada, resulta “victoriosa”.

Y la idea más fuerte es en Platón la idea verdadera, la que está en el fondo del alma del hombre esperando a ser descubierta.
Recordemos que para Sócrates el método dialéctico permite al hombre alcanzar la verdad, la idea verdadera, que se encuentra
en el fondo de su alma, esperando. Platón no sólo respetó fielmente esta idea de su maestro, sino que la llevó hasta sus últimas
consecuencias: si el hombre puede encontrar en su interior las ideas verdaderas es porque éstas existen ahí, por sí mismas,
independientemente de que sean conocidas o no. Del mismo modo que podemos considerar que, por ejemplo, el oro existe en
las en fondo de la tierra, con independencia de que se hayan construido túneles que conduzcan a él y permitan sacarlo a la
superficie.

En efecto, el gran descubrimiento, la gran propuesta de Platón es la existencia de un mundo de las ideas, que existe por sí
mismo, separado del mundo sensible (es decir, el mundo que podemos ver, escuchar, tocar, oler y saborear). Y como te
imaginarás, para Platón, este mundo de las ideas, al estar separado del mundo de las cosas que podemos percibir con los
sentidos, sólo puede ser conocido mediante la razón. Ahora, ¿cómo es que este mundo de las ideas está en el fondo, en el
interior del alma de cada hombre? Para Platón sólo puede haber una respuesta: esas ideas han estado siempre ahí, pero el
hombre las olvida en el momento en que nace. Por eso dirá que conocer una idea verdadera, en realidad es recordarla. Esta
concepción del conocimiento se llama, en griego, anamnesis. ¿Y que implica decir que el hombre conoce las ideas verdadera
antes de nacer, y las olvida en el momento que llega a este mundo? Pues eso significa nada más ni nada menos que su alma es
inmortal. En efecto, el alma del hombre, al ser inmaterial, pertenece al mundo de las ideas, y como éstas, es eterna. Para Platón
las ideas no cambian, permanecen idénticas, no las afecta el paso del tiempo: 2 + 2 = 4: esto es verdad hoy, como lo fue hace
dos mil años, como lo fue antes de la aparición del hombre en la tierra, como lo seguirá siendo siempre. Nunca habrá un
momento en que dos más dos den un resultado diferente de cuatro. Por cierto, no hemos tomado este ejemplo por casualidad:
Platón sostenía que las Matemáticas nos ofrecían los modelos más claros de ideas verdaderas y eternas. Por eso las
Matemáticas eran la primera materia que tenían que estudiar quienes querían entrar a su escuela (la famosa Academia de
Platón) y convertirse en sus alumnos. A Platón le hubiera causado desconcierto nuestros convencionalismos académicos
(¡doxa!), según los cuales la reflexión filosófica tiene poco o nada que ver con las Matemáticas.

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Ahora, debemos preguntarnos, ¿qué relación existe entre el mundo de las ideas y el mundo de los sentidos, según Platón? En el
mundo de los sentidos están las cosas que percibimos todos los días, cosas que surgen, duran un tiempo y desaparecen. En
cambio, como ya dijimos, las ideas son eternas, y sólo pueden ser conocidas por la razón, no por los sentidos. Literalmente, las
ideas no son de este mundo, tienen uno propio, diría un platónico. E iría más allá: al ser lo permanente, lo que perdura en el
tiempo, las ideas son el verdadero ser de las cosas, su realidad fundamental, que está más allá de las apariencias, a salvo del
efecto desintegrador del tiempo y la imperfección del mundo sensible.

Esto significa que sólo podemos entender las cosas que percibimos con los sentidos en la medida que conocemos su idea: así,
si vemos un animal de cuatro patas con determinadas características y entendemos que se trata de un caballo, eso ocurre
debido a que nuestra alma, nuestra inteligencia, conoce la idea de “caballeidad”, por llamarla de alguna manera. De hecho,
para Platón, las cosas del mundo de las apariencias podían servir al alma para “recordar” las ideas que había olvidado en el
momento de nacer. Los súbditos de estos reyes filósofos, según Platón, afortunados por gozar de una dirección justa y sabia
serían de dos clases: los guerreros, dedicados exclusivamente a garantizar la seguridad de la polis, y los artesanos, campesinos,
y todos aquellos que tienen por misión suministrar al conjunto social los bienes necesarios para la vida. Cada una de estas tres
clases recibiría una educación adecuada para las habilidades que en cada caso requiriera desarrollar.

Notemos que en las conclusiones de Platón hay desencanto y desconfianza respecto a la democracia. Pensaba que la
experiencia reciente de Atenas y otras ciudades-Estado había mostrado que el gobierno del pueblo conducía al desastre, que la
mayoría de las personas eran incapaces de desear y alcanzar la sabiduría, y por eso requerían ser gobernadas por alguien más.
¿Y para ello quién mejor que los filósofos, los hombres más inteligentes, capaces y bienintencionados?

Como podemos ver, el pensamiento político de Platón no es de ninguna manera democrático, por el contrario, es sumamente
autoritario. Es decir, concentra sus esfuerzos en demostrar que lo más conveniente para la comunidad es concentrar el poder
político en las manos de una o muy pocas personas, e impedir que las mayorías puedan participar en las decisiones públicas,
en especial las que definen quiénes son dignos de gobernar. Por estos rasgos se considera poco influyente en la actualidad;
algunos de los más importantes filósofos políticos del siglo XX como Karl Popper han criticado con dureza su carácter
antidemocrático.

Ver el mito de la caverna de Platón y buscar cuál puede ser su significado


El mito en: https://youtu.be/m6W_Yj8Jfdg
Explicación: https://youtu.be/0v8y9cnh66M

Tema 3. Aristóteles

Veamos el siguiente video de Aristóteles: https://youtu.be/Q_nVH0-UhFY


A veces, las mejores lecciones de Filosofía pueden ser encontradas donde menos se les espera. La siguiente obra de arte nos
servirá para emprender el estudio de nuestro siguiente filósofo, en opinión de muchos, sencillamente el hombre más brillante
que ha existido: Aristóteles (384- 322 a.C.). Primero veamos un fragmento, más adelante la obra completa. (Buscar en internet,
el fresco de Rafael. https://culturizando.com/la-escuela-de-atenas-la-pintura-que-reune-a-los-grandes-pensadores-clasicos/
Esta imagen corresponde a la parte central de La escuela de Atenas, uno de los más famosos frescos pintados durante el
Renacimiento. Su autor, Rafael (1483-1520), forma parte, junto con Botticelli y Tiziano, de cuyas obras ya vimos un par de
muestras, del grupo de grandes artistas de la época. La obra es importante para nosotros porque lo que representa no es una
escena mitológica, sino a los más importantes filósofos griegos. Y en su sección central aparecen los que ya desde ese
entonces eran considerados los príncipes indiscutibles de la Filosofía griega: Platón, el de más edad, en túnica naranja, y
Aristóteles, vistiendo una azul. ¿Ya los identificaste? Los dos filósofos van discutiendo mientras pasean, como seguramente
hicieron una y otra vez por los senderos de la Academia. En efecto, Aristóteles fue discípulo de Platón, así como éste lo fue de
Sócrates.

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Ahora, observemos con atención: aparte de la edad, que el pintor pone de manifiesto para dejarnos claro que se trata de
distintas generaciones de filósofos, ¿qué otra diferencia entre ellos nos llama la atención?, ¿de qué gestos acompañan su
discusión y qué podemos suponer a partir de ellos? Veamos. Platón apunta con su dedo índice hacia el cielo, como refiriéndose
a otro mundo, casi seguramente al mundo de las ideas, que para él es el mundo real. En cambio, el gesto de Aristóteles parece
ser una exhortación a concentrar la atención en este mundo, el “de abajo”, el que habitamos y percibimos con los sentidos. En
efecto, Aristóteles construyó su Filosofía criticando las principales ideas de su maestro, Platón. Al parecer, consideraba que
era una exageración de su parte pensar que las cosas de este mundo, el mundo de los sentidos, sólo existían “a medias”, y que
el mundo verdadero sólo podía conocerse con la mente. De igual modo, encontraba muy vaga y poco sólida esa idea de que las
cosas del mundo sensible “participan” de las cosas del mundo de las ideas. ¿Qué significaba eso exactamente?

Sin duda, Aristóteles tomó de la Filosofía platónica los ingredientes básicos (ideas, cosas, etcétera) para pensar la realidad,
pero los mezcló de un modo muy distinto, y produjo una visión diferente y en cierto modo invertida de la que recibió de su
maestro. Una visión, que en cierta forma continúa vigente en nuestros días. En efecto, Aristóteles mostró una inteligencia
impresionante. Se calcula que escribió aproximadamente 200 tratados, sobre todas las materias. Sólo conservamos 31, pero la
variedad de temas que se estudian en ellos nos da una muy buena idea del tamaño de su capacidad y curiosidad. Física, Del
alma, Historia de los animales, Retórica, Poética, La Gran Ética, Política, son algunos de sus más conocidos títulos.

En otra obra, conocida como Organon, desarrolló las bases de la ciencia de la Lógica, que dos mil quinientos años después
seguimos estudiando, prácticamente sin cambios. Aristóteles estableció una división de los campos de conocimiento que ya
encontramos familiar, y es que en sus líneas generales ha perdurado hasta nosotros.

Identificó, definió y delineó metodológicamente algunas áreas del conocimiento que antes de él eran poco consistentes y
borrosas; de otras, hasta se puede decir sin exagerar que las inventó. La obra de Aristóteles marca un antes y un después en la
historia del pensamiento. Como decíamos, Aristóteles invirtió los términos de la Filosofía de Platón: para él, la realidad
fundamental no eran las ideas, sino las cosas individuales, las que percibimos con los sentidos: ese hombre, ese caballo, esa
mesa, esa piedra, etcétera.

Para definir esta realidad primordial, introdujo una idea que sería fundamental en todo el posterior desarrollo del pensamiento
occidental: la sustancia. Ahora, por supuesto que Aristóteles reconoce la realidad de las ideas, sólo que no como realidad
fundamental, sino como creaciones de la mente humana, productos que la inteligencia genera a partir de la observación de las
sustancias individuales, que son, como decíamos, las cosas que percibimos a nuestro alrededor. Así, por ejemplo, tras ver
muchas gallinas, nuestra mente produce la idea de gallina (la idea de la especie gallina, para ser más precisos). A este proceso
mental, que consiste en producir ideas generales a partir de observaciones individuales, se le llama inducción.

Al describir de esta manera el fenómeno del conocimiento, Aristóteles se aleja también de Platón en un punto fundamental: si
las ideas son producidas por la mente, y no son simplemente “encontradas” por el alma gracias al ejercicio del diálogo,
entonces no tienen una existencia independiente, es decir, no hay “mundo de las ideas”. Con esto, obviamente, queda también
cancelada la anamnesis, pues si producimos las ideas eso significa que no las hemos conocido desde siempre, ni las hemos
olvidado al nacer, ni conocerlas equivale a recordarlas. En otras palabras: para Aristóteles no hay ideas innatas. Lo único
innato, nos dice, es nuestra capacidad para producirlas (no descubrirlas); esa capacidad sí es parte de nuestra esencia humana.
En resumen, las sustancias son la realidad básica, la que existe por sí misma, y las ideas son derivadas por la mente a partir de
ellas. Con ello Aristóteles sienta las bases de su teoría del ser, que es desarrollada en el que quizás es el más estudiado de sus
libros: la Metafísica. Aristóteles define a esta área del saber como la que estudia al ser en tanto que es. Es decir, la Metafísica
estudia al ser en sí, a diferencia de todas las demás ciencias, que tratan de entender sólo un tipo de seres, una región de la
realidad, cada una.

Por ejemplo, la Botánica estudia las plantas, la Zoología los animales, la Geología las rocas y los suelos, etcétera O hay ramas
del conocimiento que estudian sólo un aspecto de la realidad: por ejemplo, las Matemáticas, que aunque son aplicables en
prácticamente todas las disciplinas científicas, tienen por objeto de estudio, concretamente, las cantidades. En cambio, la
Metafísica estudia al ser en sí. Su pregunta es, aunque pueda parecernos demasiado general, ¿qué es ser?

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Aristóteles nos responde que podemos estudiar al ser desde cuatro puntos de vista:
1. El de la sustancia y el accidente.
2. El de las categorías.
3. El del ser verdadero y el ser falso.
4. El de la potencia y el acto.

Nos concentraremos en los puntos de vista 1 y 4. El 2, de las categorías, nos tomaría demasiado espacio explicarlo. Algo
parecido ocurre con el 3, el del ser verdadero y el ser falso. En cuanto al primero, nos otorga una útil y sencilla herramienta
para clasificar prácticamente todas las cosas que podamos encontrar. Nos dice Aristóteles: todo lo que existe, o es sustancia o
es accidente. Como ya vimos, la sustancia es aquello que existe por sí mismo. En cambio, los accidentes, requieren una
sustancia para existir en ella.

Por ejemplo, si decimos: esa muchacha es maestra, su piel es morena y gusta de ir al cine, estamos atribuyendo a una
sustancia, esa muchacha, una serie de accidentes: una profesión, un color de piel, y un gusto por hacer algo. Son accidentes, en
primer lugar, porque la muchacha podría no presentarlos (es decir, podría dedicarse a otra cosa, tener otro color de piel, y no
gustar de ir a cine), y la muchacha seguiría siendo ella misma. En segundo lugar, lo son porque necesitan una sustancia para
ser, no pueden ser por sí mismos: el “ser maestra” o maestro no existe por sí mismo, sino que requiere necesariamente de una
persona que lo sea; alguien en quién “encarnar”, podríamos decir. Primero se es persona, luego se puede ser maestra. Lo
mismo ocurre con los otros dos accidentes: el color de piel y el gusto por ir al cine siempre son el color de piel y el gusto por el
cine de alguien; por sí mismos no existen, no son. Otra perspectiva desde la que se puede estudiar el ser es la de la potencia y
el acto. Esta es una de las distinciones fundamentales de la Filosofía de Aristóteles, porque reconoce la existencia de cosas que
no podemos percibir con los sentidos.

Podemos aclarar la diferencia entre ser en potencia y ser en acto con un ejemplo sencillo y muy utilizado. Podemos decir que
un huevo existe en acto, pero en él, existe también un pollo en potencia. El huevo existe en el presente (es decir, en acto). Lo
podemos ver, tocar y hasta comérnoslo. Por cierto, si hacemos esto, no estaremos únicamente acabando con el huevo como tal,
sino también con el pollo que existía en él potencialmente. Esto nos revela algo importante sobre la relación entre lo que existe
en potencia y lo que existe en acto: lo potencial siempre requiere, para existir, “alojarse” en algo que exista en acto. Así, en el
ejemplo, el pollo potencial necesita, para existir, del ser actual del huevo, como lo demuestra el que si desaparece éste (por
ejemplo, porque nos lo comimos), también desaparece aquél.

Esta distinción de Aristóteles entre el ser actual y el potencial fueron muy apreciadas por los filósofos porque ofrecen la mejor
solución con que se ha respondido al problema del cambio planteado por Parménides. Pues ya no tenemos que suponer que el
cambio implique que algo llegue al ser desde la nada, sino que llegan de una región especial del ser, descubierta por
Aristóteles, la del ser en potencia. Con el paso del tiempo, esta visión ha sido muy útil e influyente en muchas áreas del saber.
¿No hablamos recurrentemente de un “potencial humano”, por ejemplo? Prácticamente todos los esfuerzos que se hacen para
educar al ser humano, y favorecer su desarrollo personal y comunitario tienen como supuesto y motivación el reconocimiento
de esta realidad en potencia.

Ahora, a Aristóteles le interesaba comprender con mayor detalle cómo ocurre que algo pase del ser potencial al ser actual, y
motivado por ello desarrolló su teoría de las causas. Cuando queremos entender porqué ocurre algo nos preguntamos por su
causa, como si tuviera una sola. Aristóteles tenía una idea de las causas mucho más rica: él consideraba que hay cuatro tipos de
causa, que operan sin excepción para producir absolutamente todo lo que hay (recordemos que los primeros filósofos
establecieron que todo lo que ocurre o existe tiene una causa, que nada viene de la nada). Las cuatro causas propuestas por
Aristóteles son:

1. Causa material: aquello de lo que algo está hecho.


2. Causa formal: la idea que corresponde a lo hecho, que incluye lo que lo hace ser lo que es.
3. Causa eficiente: la acción que explica que algo haya llegado a ser.
4. Causa final: el propósito con el que algo ha sido hecho.

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Veamos un sencillo ejemplo. Supongamos que estamos frente a una silla. Podemos, siguiendo a Aristóteles, preguntarnos por
las causas de esa silla. Su causa material es la madera y el cuero de que está hecha. Su causa formal es la idea de silla, que
estaba en la mente del carpintero que la elaboró. Por cierto, la acción del carpintero, que primero imaginó la silla y luego
trabajó sobre los materiales para hacerla realidad, es la causa eficiente. Por último, la causa final es el propósito para el que
fue hecha la silla (típicamente, para sentarse en ella.) Hemos presentado un ejemplo en el que intervienen los cuatro tipos de
causa, pero no en todo lo que existe ocurre así. Por ejemplo, si resolvemos mentalmente una ecuación de segundo grado, la
respuesta tiene una causa formal (las reglas del álgebra que seguimos para resolverla), una causa eficiente (nosotros) y quizás
una causa final (aprobar un examen), pero dado que los números son ideas puras, no tenemos en este caso una causa material.

En lo que hay que insistir es la riqueza de la idea aristotélica de causa; tanto en el ámbito científico como en el de la vida
cotidiana, nos incita a una observación sistemática y completa de los hechos que tratemos de entender. Finalmente, señalemos
que una de las principales preocupaciones de nuestro autor fue el estudio de la política.

Por motivos de espacio, no podemos entrar aquí en los detalles de sus ideas en esta materia, pero fue él quien antes que nadie
en la historia del pensamiento advirtió que el hombre es por esencia un ser social (animal social, lo llamó él). A diferencia de
su maestro Platón, que estaba interesado ante todo en determinar cuál es la mejor forma de gobierno, Aristóteles dedicó la
mayor parte de sus esfuerzos en esta área a comprender y clasificar las variedades de gobierno existentes. El catálogo
resultante de su investigación ha sido estudiado por filósofos y científicos de lo político por dos mil quinientos años.

La ética de Aristóteles:
Ver el siguiente video sobre la ética en Aristóteles: https://youtu.be/qYU0hTprTAc
https://youtu.be/nKQKYAWQLfo?list=PLTthdMT_rjZhtpvjD-ZHS3D94mdoCy1YQ

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