Violencia de Género. ARTICULO
Violencia de Género. ARTICULO
Violencia de Género. ARTICULO
América Latina.
Enfermería “C”
Resumen
Si bien las violaciones de los derechos humanos afectan tanto a los hombres como las
mujeres, su impacto varía de acuerdo con el sexo de la víctima. Los estudios sobre la
materia permiten afirmar que toda agresión perpetrada contra una mujer tiene alguna
característica que permite identificarla como violencia de género. Esto significa que está
directamente vinculada a la desigual distribución del poder y a las relaciones asimétricas
que se establecen entre varones y mujeres en nuestra sociedad, que perpetúan la
desvalorización de lo femenino y su subordinación a lo masculino. Lo que diferencia a
este tipo de violencia de otras formas de agresión y coerción es que el factor de riesgo o
de vulnerabilidad es el solo hecho de ser mujer. A pesar de que ahora la violencia contra
las mujeres está incluida en muchas agendas internacionales (salud, derechos humanos,
desarrollo, paz y seguridad), todavía hay una brecha entre el reconocimiento del
problema, los compromisos, las declaraciones, las resoluciones y los documentos de
consenso, y la realidad de muchas mujeres en el terreno. En este artículo se exponen las
estadísticas de las mujeres que sufren de violencia de género a nivel latinoamericano,
asimismo se describen aspectos teóricos del tema y como esto representa un problema
para el desarrollo sustentable del continente.
Abstract
While violations of human rights affect both men and women, their impact varies
according to the sex of the victim. The studies on the matter allow to affirm that all
aggression perpetrated against a woman has some characteristic that allows to identify it
as gender violence. This means that it is directly linked to the unequal distribution of
power and the asymmetric relations that are established between men and women in our
society, which perpetuate the devaluation of the feminine and its subordination to the
masculine. What differentiates this type of violence from other forms of aggression and
coercion is that the factor of risk or vulnerability is the mere fact of being a woman.
Although violence against women is now included in many international agendas
(health, human rights, development, peace and security), there is still a gap between
recognition of the problem, commitments, declarations, resolutions and documents of
consensus, and the reality of many women in the field. In this article the statistics of
women who suffer gender violence at a Latin American level are exposed, as well as
theoretical aspects of the subject are described and how this represents a problem for the
sustainable development of the continent.
Desarrollo
En primer lugar, a diferencia de los EEUU, en la región varios países no tienen números
telefónicos como el 9-1-1, para llamar a la policía o para una emergencia relacionada a
la violencia contra la mujer. En los casos donde existen dichos números y asumiendo
que la policía responde y acude a las casas donde se reporta el incidente de violencia, no
siempre se registra el hecho ya sea por una falta de calidad en el servicio policial o por
corrupción.[ CITATION Ban18 \l 12298 ]
Segundo, el estudio de Palermo et al (2013) muestra que sólo 40% de las mujeres que
han sufrido violencia por parte de sus parejas han hablado sobre ello con alguien y que
el 7% ha hecho un reporte formal (ej., en la policía, juzgado o centro de salud). Palermo
y sus coautores muestran que hay diferencias regionales importantes en estas
estadísticas. Por ejemplo, en América Latina, 33% de las mujeres en situación de
violencia han hablado con alguien, pero sólo 14% han hecho un reporte formal. Como
muestran estos autores, la decisión de reportar no es aleatoria y hay factores
socioeconómicos que predicen la probabilidad de reporte. Por esto, los reportes
policiales en la región son insuficientes y sesgados.
En la Figura 2 se muestra que la tasa más alta de feminicidios se encuentra en los países
de Centro América. El Salvador y Honduras reportan tasas de más de 10 feminicidios
por cada 100,000 mujeres, lo cual es más que el triple de la reportada en la República
Dominicana y Guatemala que tienen la tercera y cuarta tasas más altas, respectivamente.
[ CITATION Ban18 \l 12298 ]
Asumiendo que la cobertura es homogénea entre los países incluidos en las estadísticas
de la CEPAL, todavía se está muy lejos de contar con información consistente en el
tiempo. Esto se muestra en la Figura 3. Nuevamente, utilizando los datos del
Observatorio, la figura muestra el número de casos de feminicidios (no la tasa)
registrados entre el 2005 y el 2015 y por país.[ CITATION Ban18 \l 12298 ]
Factores de riesgo
En los dos Congresos Nacionales de Violencia celebrados en Madrid en los años 2009 y
2011 se analizó la cuestión de si era posible identificar algunos factores de riesgo
comunes en los casos de violencia sobre la mujer. Efectivamente, de los trabajos sobre
valoración del riesgo que se presentaron en ambos Congresos, se llegó a la conclusión
de que determinadas circunstancias podían suponer un incremento del riesgo para la
mujer de sufrir una agresión, riesgo que en los casos de mayor gravedad podían
desembocar en el homicidio o en el asesinato. Así, se consideró como tales [ CITATION
Jos13 \l 12298 ]:
Embarazo de la mujer.
Anuncio por la misma a su pareja del fin de la relación. Es efectivamente
revelador el dato de que el mayor porcentaje de muertes se produce en el ámbito
de una relación conyugal.
Igualmente puede ser un momento crítico el de la presentación por la mujer de la
demanda de separación o divorcio cuando todavía existe convivencia porque no
ha recaído y la mujer no dispone de un domicilio donde estar junto con los
menores.
Inicio por la mujer de una nueva relación sentimental.
Celos obsesivos por parte del imputado.
Constatación de que el imputado cuenta con antecedentes policiales o penales
por violencia de género, así como de órdenes de protección respecto de otras
mujeres.
Antecedentes policiales o penales por delitos violentos.
Problemas de dependencia al alcohol y las drogas del imputado.
Posibles afecciones mentales en el imputado.
Constatación de intentos de suicidio en la víctima. Sobre todo en los casos de
violencia habitual en los que considera que no hay salida.
Puede igualmente ser expresivo de un riesgo mayor el anuncio o la constatación
de intento de suicidio por el imputado.
Supuestos de reanudación de la convivencia pese a la orden o a la pena de
alejamiento.
Según Gómez, (2013) a dichos factores de riesgo, cabría añadir otros como el de la
especial vulnerabilidad de la víctima, como sería el caso de mujeres en situación ilegal
en nuestro país ante el miedo a una eventual expulsión en el caso de denuncia.
Además, se estima que al menos una de cada tres mujeres mayores de 15 años ha
sufrido violencia sexual, lo que alcanza la categoría de epidemia, de acuerdo con la
Organización Mundial de la Salud.[ CITATION Mar18 \l 12298 ]
En Ecuador, según datos del Instituto de Estadística y Censo (Inec) seis de cada 10
mujeres han vivido algún tipo de agresión. El tipo de violencia que más prevalece es la
psicológica (53.9%). Le sigue la física, que representa el 38.0%, y la sexual (25.7%). A
pesar de que la estadística muestra que la violencia psicológica es la más frecuente esta
es la que menos se denuncia, pues detrás de una agresión física y sexual existe una ola
de maltratos verbales y psicológicos que incluyen prohibiciones, imposiciones y formas
de desvalorizar a una mujer.[ CITATION Ama18 \l 12298 ]
En Brasil, cada día, tres mujeres fueron víctimas. Estas cifras, correspondientes a los
2.795 feminicidios ocurridos en 2017, son una de las motivaciones para la alarma que
ha encendido la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en su
último informe, el cual revela que en la mayor parte de los países de la región, los
feminicidios son cometidos por alguien con quien la víctima tenía o había tenido una
relación sentimental.[ CITATION ELT18 \l 12298 ]
De los 23 países que fueron medidos, el que ocupa el primer lugar en crímenes de odio,
como se le cataloga judicialmente el feminicidio, es Brasil, por el número de casos. A
los 1.133 crímenes contra mujeres en ese país, le siguen los 345 en El salvador, 246 en
Honduras, 251 en Argentina, 221 en Guatemala y, en el sexto lugar, Colombia, con 114
feminicidios.[ CITATION ELT18 \l 12298 ]
Sin embargo, el informe resalta que El Salvador tuvo la tasa más alta de feminicidios
por número de habitantes, lo que “no encuentra paralelo en ningún otro país de la
región”.
La violencia contra las mujeres es una pandemia mundial, y América Latina y el Caribe
es la región más violenta para ellas. Esto, en gran medida, se atribuye a que la cultura
patriarcal tan arraigada rige prácticamente todas las costumbres y prácticas de la vida
diaria, las cuales han relegado y limitado los derechos y libertades de las mujeres. Esta
cultura naturaliza la violencia contra la mujer, produce estereotipos, perpetua y
reproduce la discriminación. En Latinoamérica, son las que más sufren los efectos de
los bajos niveles de ingreso y la desigualdad. A nivel mundial, la violencia de género ha
sido reconocida como una violación a los derechos humanos, además de que tiene
importantes implicaciones para la seguridad, la construcción de la cohesión social y el
sano desarrollo personal de las mujeres y las niñas de una sociedad. Aunado a dichos
costos sociales, también conlleva altos costos en la salud pública, la economía y la
justicia que, de no ser atendida y erradicada, acarrea consecuencias duraderas, como la
caída en la productividad y el crecimiento económico de los países. [ CITATION Reb18 \l
12298 ]
Hoy por hoy, muchas mujeres no pueden participar en los asuntos políticos porque se
encuentran con barreras como la violencia, la pobreza, la falta de acceso a una
educación de calidad o a asistencia médica, y la doble carga del trabajo remunerado y
no remunerado. Prueba de ello es que el porcentaje de mujeres en los Parlamentos en
América Latina es tan sólo del 22%. Porcentaje que es incluso menor, cuando se habla
de gobiernos locales.[ CITATION ONU15 \l 12298 ]
Todavía, una de cada tres mujeres en la región no dispone de ingresos propios, mientras
sólo el 11.7% de los hombres se encuentra en esta situación. Estas desigualdades son
mayores incluso en las áreas rurales, dónde por cada 110 hombres, 118 mujeres viven
en la pobreza. De hecho, a pesar de las mejoras en educación, estas brechas se
mantienen. [ CITATION ONU15 \l 12298 ]
El desempleo afecta en mayor medida a las mujeres jóvenes que a los hombres jóvenes,
y además las mujeres tienden a estar sobre representadas en la economía informal (58%
comparado al 50% para los hombres). Por otro lado, las mujeres continúan empleadas
en ocupaciones tradicionales con menor remuneración, como el servicio doméstico, el
secretariado o profesorado. Cuando se vuelven emprendedoras tienden a crear empresas
de menor tamaño que lo hacen los hombres en términos de ventas, costos, capital y
número de empleados. Esta situación de menor ingreso tiene efectos en la salud, la
nutrición, el acceso a la sanidad y el agua potable, la educación, el desarrollo de
habilidades profesionales, la tecnología y el desarrollo infantil. [ CITATION ONU15 \l 12298
]
En 1997, en América Latina, el 15,8% de los hombres no tenía ingresos, y las mujeres
sin ingresos alcanzaban al 47% de la región. Para el año 2016 el porcentaje de hombres
se redujo a 12,5% y el de mujeres a 29,7%. Si bien la brecha entre hombres y mujeres
que no reciben ingresos se redujo de 31,2% a 17,2%, tanto la brecha como el porcentaje
de mujeres que depende de ingresos ajenos sigue siendo muy alto.[ CITATION Luc18 \l
12298 ]
Trabajo no remunerado
Como puede verse en los datos anteriores, la cantidad de mujeres sin ingresos propios es
alta. Sin embargo, estas cifras ocultan el tiempo que ocupan las mujeres en las tareas
domésticas y de cuidado de la familia sin recibir nada a cambio. En el siguiente gráfico
se expone la cantidad de tiempo semanal dedicado a estas tareas y la diferencia de
tiempo que dedica un hombre en estas tareas bajo la misma situación de no tener
ingresos.[ CITATION Luc18 \l 12298 ]
Como se observa en el gráfico anterior, las mujeres con un nivel de formación inferior
al básico tienen una participación mucho menor que los hombres con respecto al
promedio total, impulsado por los siguientes países Guatemala (58,2%), México (50%),
Nicaragua (49,2%), Honduras (48,3%), Venezuela (47,8%), Costa Rica (46,1%), El
Salvador (42,9%) y Argentina (41,4%).[ CITATION Luc18 \l 12298 ]
Desempleo
Con este indicador puede identificarse un primer vínculo entre la caída del empleo y el
aumento del desempleo femenino, entre la crisis y el impacto de la misma en la
desigualdad de género y viceversa.[ CITATION Luc18 \l 12298 ].
Según Solis, Montes, & Pinto, (2018) En el entorno al plano laboral, el desempleo en la
región es mayor entre las mujeres que entre los hombres, 9,1% y 6,3%, respectivamente.
A pesar que en la última década la tasa de desempleo femenina disminuyó en mayor
medida que la masculina y, en consecuencia, la brecha de desempleo por sexo
disminuyó, en 2010 había 9,3 millones de mujeres y 9 millones de hombres que
buscaban activamente un puesto de trabajo, pero no lo encontraban. Las mujeres
indígenas y afrodescendientes enfrentan mayores dificultades que sus pares masculinos
para insertarse en el mercado de trabajo.
Desde el punto de vista laboral en 2006 la tasa de desempleo de estas mujeres, fue en
promedio 85% mayor que la de su contraparte masculina, mientras que la tasa de
desempleo promedio de las mujeres no indígenas ni afrodescendientes supero en más de
60% la de su contraparte masculina. La tasa de desempleo de las mujeres indígenas en
Bolivia, Guatemala fue menor que la de los hombres no indígenas; lo contrario se
registró en Brasil, Chile, Ecuador y Uruguay para las mujeres indígenas y/o
afrodescendientes con respecto a los hombres no indígenas ni afrodescendientes (OIT,
2007). A pesar que la tasa de desempleo para las mujeres en América Latina disminuyó
ligeramente desde 2000 al 2010, con relación a los hombres, se puede apreciar (Figura
1) que continua siendo mayor para las mujeres.[ CITATION Sol18 \l 12298 ]
En Ecuador, en una semana, una mujer trabaja un promedio de 77,39 horas; mientras un
hombre trabaja 59,57 horas. Es decir, las mujeres trabajan casi un día (22,40 horas) más
que los hombres. De todas esas horas de trabajo, las mujeres reciben una remuneración
por 46,15 horas y los hombres por 51,36. Estas cifras se muestran en la última encuesta
sobre el uso del tiempo en el país presentada por el Instituto Nacional de Estadística y
Censos (INEC).[ CITATION ELU18 \l 12298 ]
Conclusiones
Literatura citada