SP4804 - 2019 (53849)

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LILIANA GUTIÉRREZ H.

Abogada Penalista
Mailto: [email protected]
+ 57 (1) 312 462 25 27

JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA


Magistrado Ponente

SP4804-2019
Radicación No. 53849
Aprobado acta No. 296

Bogotá, D.C., seis (06) de noviembre de dos mil


diecinueve (2019).

La Sala decide el recurso de casación promovido por la


Fiscalía contra la sentencia de 31 de mayo de 2018, por la
cual el Tribunal Superior de Arauca confirmó la proferida el
5 de junio de 2014 por el Juzgado Primero Penal del
Circuito de la misma ciudad, que absolvió a WISTON
ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA del cargo de homicidio
agravado.

HECHOS

En la tarde del 2 de noviembre de 2004, en vía pública


del casco urbano del municipio de Arauca, Fabio Nelson
Rivera Martínez, quien operaba como sicario para el bloque
Vencedores de Arauca de las A.U.C., disparó varias veces
contra Jesús Orlando Pérez Chamorro y se dio a la fuga.

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WISTON ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA

Por el lugar pasaban en ese momento Jorge Andrés


Castaño Marín y WISTON ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA,
agentes del extinto D.A.S. que integraban el esquema de
seguridad del entonces Gobernador del Departamento. Los
nombrados se percataron de lo sucedido y emprendieron la
persecución del pistolero, a quien siguieron por varias
cuadras en medio de un prolongado intercambio de disparos
hasta que el primero tomó como rehenes a dos mujeres que
se encontraban frente a un salón de belleza e ingresó con
ellas al establecimiento.

Allí llegaron no sólo Castaño Marín y RAMÍREZ


BONILLA, sino también Óscar Antonio Hernández Quintero y
Óscar Mauricio Paipilla Rangel, patrulleros de la Policía
Nacional que se unieron al seguimiento de Rivera Martínez.
Los tres primeros decidieron que rodearían el establecimiento
para evitar el escape del fugitivo, mientras que Paipilla
Rangel permaneció frente al local para vigilarlo.

Pasados algunos minutos, Fabio Nelson Rivera Martínez


se asomó a la entrada de la peluquería, manifestó su
intención de someterse a las autoridades, puso su arma en el
suelo y empezó a caminar hacia donde se encontraba el
patrullero Óscar Mauricio Paipilla para facilitar su arresto.
En ese momento, sin embargo, reapareció RAMÍREZ
BONILLA en compañía de Castaño Marín y, tras someter a
Rivera Martínez, el primero le propinó un disparo en la
cabeza que le causó la muerte minutos después.

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ANTECEDENTES PROCESALES

1. El 4 de noviembre de 2004, la Fiscalía Primera Local


de Arauca profirió resolución por la cual ordenó dar inicio a
la investigación previa contra Jorge Andrés Castaño Marín y
WISTON ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA1 y
posteriormente, en decisión de 8 de noviembre del mismo
año, dispuso la apertura de instrucción2.

2. Los nombrados Castaño Marín y RAMÍREZ


BONILLA rindieron indagatoria los días 18 y 19 de
noviembre, respectivamente3. El segundo la amplió el 6 de
julio de 20064.

3. En resolución de 13 de abril de 2007, el Fiscal


General de la Nación reasignó la investigación a un
Delegado de la Unidad Nacional de Derechos Humanos5.

Consecuentemente, el despacho quinto de esa Unidad,


en decisión de 29 de septiembre de 2009, definió la
situación jurídica de los indiciados imponiéndoles medida
de aseguramiento sin beneficio de excarcelación6.

4. El 11 de mayo de 2011 se declaró el cierre del ciclo


instructivo7, cuyo mérito fue calificado el 14 de diciembre
siguiente mediante decisión por la cual se resolvió (i) anular

1 F. 27, c. 1 de la Fiscalía.
2 F. 44, c. 1 de la Fiscalía.
3 Fs. 67 y ss.; fs. 74 y ss., c. 1 de la Fiscalía.
4 Fs. 33 y ss., c. 2 de la Fiscalía.
5 Fs. 129 y ss., c. 2 de la Fiscalía.
6 Fs. 210 y ss., c. 2 de la Fiscalía.
7 F. 178, c. 3 de la Fiscalía.

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la actuación en lo que respecta a Jorge Andrés Castaño


Marín porque no se le formuló ningún cargo en la
indagatoria, y; (ii) acusar a RAMÍREZ BONILLA como autor
del delito de homicidio agravado, definido en los artículos
103 y 104, numeral 7°, del Código Penal8.

El pliego de cargos fue apelado y confirmado en su


integridad por la Fiscalía Sexta Delegada ante el Tribunal de
Cundinamarca el 12 de marzo de 20129.

5. El conocimiento del asunto correspondió al Juzgado


Primero Penal del Circuito de Arauca, que el 26 de
septiembre de 2012 celebró audiencia preparatoria10.

6. La audiencia pública de juzgamiento se agotó en


tres sesiones que tuvieron lugar los días 17 de abril y 5 de
septiembre de 201311, y 27 de enero de 201412.

7. Mediante sentencia de 5 de junio de 2014, el


despacho absolvió a WISTON ALEXANDER RAMÍREZ
BONILLA de los cargos por los que fue acusado. Consideró,
en esencia, que el enjuiciado obró en legítima defensa
putativa y, por ende, al amparo de una causal de exclusión
de responsabilidad penal13.

El Tribunal Superior de Arauca, en decisión de 31 de


mayo de 2018 proferida al resolver la apelación de la
8 Fs. 252 y ss., c. 3 de la Fiscalía.
9 Fs. 2 y ss., c. de segunda instancia.
10 Fs. 91 y ss., c. 1 de la causa.
11 Fs. 279 y ss., c. 1 de la causa; fs. 51 y ss.; fs. 72 y ss., c. 2 de la causa.
12 Fs. 190 y ss., c. 2 de la causa.
13 Fs. 34 y ss., c. 3 de la causa.

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Fiscalía, confirmó en su integridad el fallo de primer


grado14.

8. Inconforme con lo resuelto, el mismo sujeto procesal


presentó demanda de casación15, que fue admitida por la
Sala en auto de 19 de enero de 201916.

LA DEMANDA

Con fundamento en la causal primera de casación,


denuncia la sentencia de segundo grado por incurrir en
errores de hecho por falso raciocinio y falsos juicios de
existencia e identidad. Pide que se case el fallo y, en su
lugar, se condene a WISTON ALEXANDER RAMÍREZ
BONILLA por el delito objeto de acusación.

1. Afirma que el ad quem incurrió en falso raciocinio al


descartar el mérito suasorio del informe de la necropsia
practicada al cuerpo de Fabio Nelson Rivera Martínez,
puntualmente en cuanto allí se hace constar que presentaba
dos orificios de entrada de proyectil – uno en la mano
izquierda y otro en la cabeza -, y que el primero exhibía
tatuaje de pólvora, indicativo de un disparo a corta distancia.

El Tribunal negó el valor probatorio de dicho elemento


con el argumento de que existen contradicciones entre esa
prueba y el informe de levantamiento de cadáver, en el cual
se indicó que no era posible hacer prueba de absorción

14 Fs. 19 y ss., c. 2 del Tribunal.


15 Fs. 61 y ss., c. 2 del Tribunal.
16 Fs. 5 y ss., c. de la Corte.

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atómica en sus manos porque estaban embaladas y


cubiertas en sudor, por lo que se perdió «toda evidencia de
residuos de disparo».

Con ello incurrió en error, porque los residuos de


disparo y el tatuaje son cosas distintas, de suerte que «la
contradicción esgrimida por el ad quem, entre uno y otro medio
de prueba, no se correlacionan (sic)».

De igual modo, el Tribunal restó valor probatorio a la


prueba pericial de trayectoria de disparos, en la que se
concluyó que probablemente el tirador se encontraba detrás
de la víctima y que ésta puso sus manos en la parte trasera
de su cabeza cuando recibió el disparo estando ambas de pie,
porque, supuestamente, tal hipótesis contradice la versión
del testigo de cargo, Óscar Mauricio Paipilla Rangel.

Con todo, se trata de una contradicción apenas


aparente – determinante también, por ende, de un error por
falso raciocinio - pues los hallazgos técnicos en ninguna
manera resultan incompatibles con lo relatado por Paipilla
Rangel, quien, en armonía con la prueba técnica, evocó que
WISTON ALEXANDER RAMÍREZ le disparó a Fabio Nelson
Rivera por atrás, a una distancia cercana, y cuando este
último cubría su cabeza con sus manos mientras se
encontraba en el piso.

Además, dice, las instancias concluyeron que la herida


de bala presente en la mano izquierda del difunto pudo
causarse en el intercambio de disparos que se produjo entre

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aquél y WISTON RAMÍREZ BONILLA antes de la ocurrencia


de los hechos. Con todo, ese razonamiento es inaceptable,
porque de ser así, no se habría hallado tatuaje de pólvora en
esa lesión. Como si fuera poco, fue el propio acusado quien
admitió que en el curso de la persecución nunca se acercó a
Rivera Martínez, y Luz María Torrealba, una de las mujeres
que fue tomada como rehén, explícitamente relató que este
último agarró a su madre «con sus dos manos», todo lo cual
demuestra que esa lesión fue provocada con el mismo
disparo que le causó la muerte a la víctima.

2. Afirma la recurrente que el Tribunal incurrió en un


error por falso juicio de existencia por omisión al ignorar el
acta de inspección al cadáver de Jesús Orlando Pérez
Chamorro, el acta de entrega de elementos a la Fiscalía, la
relación de los elementos materiales de prueba hallados en la
escena del crimen que fueron enviados al laboratorio Labici, y
la «remisión de armas de los detectives WISTON ALEXANDER
RAMÍREZ BONILLA y Jorge Andrés Castaño Marín», elementos
de los cuales se desprende con total claridad que al
nombrado Pérez Chamorro no se le encontraron armas de
fuego, lo cual descarta que la herida de disparo hallada en la
mano de Fabio Nelson Rivera Martínez le hubiese sido
causada por aquél.

Por último, afirma que el resultado de la inspección


judicial efectuada en el lugar de los hechos permite concluir
que (i) los demás agentes del D.A.S que concurrieron al sitio
instantes antes de la muerte de Fabio Nelson Rivera Martínez
no pudieron ver el momento en que WISTON RAMÍREZ le

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disparó, pues estaban ubicados en un punto desde el que no


tenían línea de visión hacia el local, y (ii) que Óscar Mauricio
Paipilla Rangel sí fue testigo de lo sucedido, pues todas sus
afirmaciones coinciden con las características del lugar de los
hechos.

3. En lo que atañe a los denunciados falsos juicios de


identidad, asevera la demandante que el Tribunal distorsionó
y cercenó apartes importantes de varias pruebas, yerros que
lo llevaron a concluir, equivocadamente, que RAMÍREZ
BONILLA obró en legítima defensa putativa.

Así, señala que la segunda instancia acogió como cierto


lo dicho por el acusado en el sentido de que, una vez Rivera
Martínez estuvo sometido y puso su arma en el suelo, realizó
una maniobra rápida para alcanzarla de nuevo, ante lo cual
aquél hizo un “disparo de reacción” que impactó a la víctima
en la cabeza. Para llegar a esa conclusión, cercenó de su
indagatoria y su testimonio los apartes de los que se
desprende que, para ese momento, el occiso no podía
«generar una agresión real o imaginaria, ni ofensa de carácter
peligrosa (sic) y antijurídica», pues estaba en el suelo,
encañonado y rodeado de funcionarios que tenían la
situación controlada.

En esas condiciones, que no fueron consideradas por


las instancias, resulta inverosímil que Fabio Nelson Rivera en
realidad hubiese intentado recuperar su arma para atacar a
RAMÍREZ BONILLA, por ende, que éste haya obrado bajo la
convicción de que estaba defendiéndose de una agresión

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inminente, e incluso de ser cierto lo primero, también lo es


que el acusado contaba con la preparación, pericia y
experticia para haber reaccionado de manera proporcionada,
sin necesidad de quitarle la vida al primero.

Sostiene la demandante, seguidamente, que el Tribunal,


al desestimar la credibilidad del testimonio de Óscar
Mauricio Paipilla Rangel, distorsionó y cercenó el contenido
objeto de sus declaraciones. La Corporación estimó que el
nombrado, en sus distintas salidas procesales, incurrió en
contradicciones e inconsistencias que afectan la credibilidad
de su dicho, pero ello se debe a que tergiversó varias de sus
manifestaciones y suprimió otras. De no haber cometido
tales dislates, habría concluido que el nombrado «es un
testigo serio y… su versión amerita toda la credibilidad», pues
sus narraciones guardan coherencia entre ellas y coinciden
también con el restante material probatorio.

CONCEPTO DE LA PROCURADURÍA

La Procuradora Tercera Delegada para la Casación


Penal conceptuó que el fallo atacado no debe ser casado17.

1. En relación con los falsos raciocinios denunciados,


admitió que, de acuerdo con el informe de necropsia, la
herida infligida a Fabio Nelson Rivera en la mano exhibía una
«huella perilesional». Con todo, no se estableció de manera
seria si dicha huella «obedeció a la deflagración de la pólvora
proveniente de un disparo», ni tampoco «el conocimiento que
17 Fs. 8 y ss., c. de la Corte.

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en materia de heridas presentaban los peritos», y, en


cualquier caso, dicha lesión pudo producirse en el curso de
la persecución que se suscitó, máxime que quienes fueron
tomadas como rehenes por el nombrado declararon que,
cuando fueron abordadas por el hoy difunto, estaba cubierto
de sangre. Además, en el acta de la inspección técnica a
cadáver no se hace ninguna mención del tatuaje.

2. La recurrente no acreditó que las apreciaciones del


Tribunal en relación con la credibilidad otorgada al
testimonio de Óscar Mauricio Paipilla Rangel estén
determinadas por un yerro demandable en sede de casación,
ni tampoco que la Corporación haya incurrido en los errores
denunciados respecto de las demás pruebas aludidas en la
demanda, pues se limitó a transcribir el contenido de los
medios suasorios para construir «su propia interpretación» de
los mismos «sin tener en cuenta… el cuerpo de la sentencia».

3. El Tribunal absolvió a WISTON ALEXANDER


RAMÍREZ BONILLA al considerar que obró bajo la convicción
de estarse defendiendo de una agresión inminente, y lo cierto
es que ninguna de las pruebas practicadas permite concluir
lo contrario, cuando menos en el grado exigido para proferir
condena.

CONSIDERACIONES

1. Para la adecuada comprensión de la controversia se


hace necesario precisar en principio que en este asunto se
debaten dos hipótesis fácticas mutuamente excluyentes:

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1.1 Según la defensa – y conforme fue acogido por los


juzgadores -, WISTON ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA le
disparó a Fabio Nelson Rivera Martínez cuando éste, luego de
soltar su arma, postrarse en el suelo y manifestar su
intención de someterse a las autoridades, intentó alcanzar
nuevamente su pistola para resistirse al arresto. En esas
circunstancias, RAMÍREZ BONILLA hizo un disparo de
reacción que impactó a Rivera Martínez en la cabeza y, en tal
virtud, habría actuado en legítima defensa putativa.

1.2 De acuerdo con la Fiscalía – como se desprende del


testimonio del patrullero Óscar Mauricio Paipilla Rangel -,
Fabio Nelson Rivera Martínez ya se había rendido y depuesto
su arma cuando WISTON ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA y
su compañero Jorge Andrés Castaño Marín lo tiraron al
suelo y lo golpearon. En ese escenario, Rivera Martínez
habría puesto sus manos atrás de su cabeza para protegerse
de la paliza que se le estaba propinando y, sin que hubiese
intentado recuperar su pistola o agredir a los agentes, el
acusado le disparó.

2. Los argumentos esbozados por el Tribunal para


absolver a RAMÍREZ BONILLA, que son en esencia la
reiteración de los contenidos en el fallo de primer grado,
consisten básicamente en lo siguiente:

2.1 El testimonio de Óscar Mauricio Paipilla Rangel no


es creíble, porque en sus distintas salidas procesales – cinco
en total – fue contradictorio e inconsistente, y modificó sus
relatos respecto de las circunstancias en que el acusado

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supuestamente ajustició a Fabio Nelson Rivera y la identidad


de las personas presentes en ese momento.

Además, Paipilla Rangel evocó que RAMÍREZ BONILLA


y Castaño Marín patearon al occiso antes de que el primero
le disparara, pero la necropsia concluyó que el cuerpo no
exhibe «signos de tortura», y aunque afirmó que la víctima
estaba tirada en el piso al momento del ataque, el informe de
balística indicó que «el sujeto al momento de ser impactado…
estaba de pie». Como si fuera poco, en el señalamiento que
Paipilla Rangel formuló contra RAMÍREZ BONILLA se observa
«un interés vindicativo derivado del hecho de habérsele
impedido realizar la captura y robado el positivo».

2.2 El relato de Óscar Mauricio Paipilla Rangel fue


desmentido por el de Óscar Antonio Hernández, también
patrullero de la Policía, quien negó haber visto a los
investigadores del D.A.S. durante la persecución de Fabio
Nelson Rivera y dio una versión distinta de los hechos.

2.3 Es cierto que el cuerpo de Fabio Nelson Rivera


exhibía dos orificios de entrada de bala, uno en la mano
izquierda y otro en la cabeza, y lo es también que, en la
primera de esas heridas, según el informe de necropsia, se
encontró un tatuaje de pólvora indicativo de que el disparo se
produjo a corta distancia. No obstante, ese hallazgo pericial
no tiene mérito suasorio, porque en el acta de levantamiento
de cadáver elaborada previamente se consignó que «las
manos las tiene dentro de una bolsa plástica, la cual presenta

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sudor… perdiéndose toda evidencia de residuos de disparo» y


no se pudo entonces realizar la prueba de absorción atómica.

Adicionalmente, tanto el mismo Paipilla Rangel como


María Luzmila Torralba Chávez, una de las mujeres que fue
tomada como rehén por el occiso, declararon que desde el
momento en que éste llegó a la peluquería estaba cubierto de
sangre. Ello indica que la lesión de la mano no le fue causada
por el disparo que le propinó RAMÍREZ BONILLA, sino en el
intercambio de disparos precedente.

2.4 El testimonio de Óscar Paipilla Rangel aparece


desvirtuado por el de Mario Yesid Castilla Savogal, mayor de
la Policía Nacional a quien aquél le contó los hechos
momentos después de su ocurrencia.

2.5 La narración de RAMÍREZ BONILLA es coherente y


creíble, en tanto explica que le disparó a Fabio Nelson Rivera
Martínez luego de que éste intentara «retomar el arma»; y
considerando que éste era un sicario peligroso que minutos
antes había asesinado a un hombre, es apenas natural que
el acusado obrase con la convicción de que lo pretendido por
Rivera Martínez al procurar recuperar la pistola era atentar
contra su vida o la de su compañero.

Así las cosas, concluyó que «la conducta desplegada por


WISTON ALEXANDER BONILLA RAMÍREZ se encuentra
amparada por la causal de inculpabilidad referida a la
defensa putativa o subjetiva».

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3. Pues bien, efectuado el recuento anterior, la Sala


anticipa que le asiste razón a la recurrente al afirmar que el
fallo cuestionado se sustenta en varios errores de hecho y
que, de no haber ocurrido tales yerros, el Tribunal habría
tenido por demostrado que los hechos sucedieron como los
relató Óscar Mauricio Paipilla Rangel, o lo que es igual, que
BONILLA RAMÍREZ no le disparó a Fabio Nelson Rivera bajo
la errada convicción de repeler una agresión inminente, sino
en momentos en que éste se encontraba postrado en el suelo
y enteramente sometido a la autoridad y designio de los
investigadores.

Para sustentar esa conclusión, la Sala partirá por


examinar las declaraciones del patrullero Paipilla Rangel.
Después abordará el examen de los demás argumentos que
soportan el fallo del ad quem de cara a los cargos formulados
en la demanda y los restantes medios de prueba relevantes.

3.1 En su primera declaración, obtenida el 2 de


noviembre de 2004, el patrullero Óscar Mauricio Paipilla
Rangel relató lo siguiente:

«Yo me encontraba desplazándome por la carrera 20 más menos


frente al establecimiento… “Medellín y su Moda” en las horas de la
tarde, yo escuché unos disparos por los lados del establecimiento
Champán y me dirigí para allá donde observé a dos funcionarios
del DAS, los cuales se movilizaban uno a pie y el otro en una
motocicleta color amarillo, los cuales me informaron que iban en
persecución de un sujeto el cual había atentado contra la vida de
una persona momentos antes, yo seguí con ellos y un compañero
de la Policía de apellido Hernández, nos dirigimos por detrás de
pueblito Postobón… observé un sujeto el cual llevaba un arma en
sus manos y vestía una camisa roja, éste tomó como rehén a una
señora la cual se encontraba a la parte de afuera de un salón de
belleza, yo dejé la moto frente al establecimiento “Medellín y su

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Moda”… me quedé al frente del establecimiento cubriéndome de


que el sujeto no fuera a dispararme… los dos funcionarios del DAS
se trasladaron por el sector de la cuadra rodeándola para que este
sujeto no se fuera a volar… y yo me quedé ahí en la puerta del
almacén, ahí transcurrieron como unos 5 minutos y el sujeto… sacó
la mitad del cuerpo y sacó el arma y en un lugar visible que la
tenía en la mano… me decía que él ya se entregaba, en esos
momentos llegaron los funcionarios del D.A.S., capturaron al
sujeto, lo tiraron al piso y ahí lo golpearon, yo me dispuse a
reportar a la central de comunicaciones… cuando observé que uno
de los funcionarios del D.A.S le propinó un disparo a la altura de la
cabeza al sujeto… el que le disparó es de tez color negra, alto,
contextura atlética, se movilizaba en la moto de color amarillo y el
otro era un sujeto de 1.70 de estatura, de contextura gruesa, color
blanco y vestía una camisa blanca»18.

(…)
(Fabio Nelson Rivera) [n]o puso resistencia, yo le había ordenado
que pusiera el arma en el suelo donde yo la pudiera observar y él
ya venía con las manos en alto… el man se me entregó fue a mí,
pero el man estaba en el suelo, yo estaba solo pero esos manes
venían alterados y el man venía ya y cuando llegaron los del D.A.S
y ellos entraron, lo tiraron al suelo porque el man estaba de pie…
dije “de pronto lo van a golpear” y cuando de un momento a otro el
del D.A.S. le dio un tiro en la cabeza, el man sí alcanzó a entrar a
la casa, yo sí lo encañoné… él me dijo “tranquilo, yo me entrego” y
el man ya había dejado el arma el arma a un lado en el piso…».

Tres días después – el 5 noviembre de 2004 – se llevó a


cabo diligencia de inspección al lugar de los hechos, en
desarrollo de la cual Paipilla Rangel volvió a ser escuchado:

Estaba acá sobre la carrera 20… (escuché) como unos ocho o diez
disparos por los lados del establecimiento Champan… me
desplacé hasta allá, ahí observé que venía un funcionario del
D.A.S. en una motocicleta TR220 amarilla y otro funcionario que
se desplazaba o venía corriendo con una pistola, con un arma en
la mano y un compañero, funcionario de la Policía, el cual se
encontraba franco y estaba por ese sector, entonces yo traté de
que ellos me informaran qué estaba sucediendo y ahí entré la
búsqueda (sic), logré tener conocimiento de que había un man
armado de camisa roja, entonces me desplacé detrás de las
casetas de pueblito Postobón en compañía de los dos
funcionarios del D.A.S. y el compañero de la Policía, llegué acá a
la carrera 20, salí otra vez a la carrera 20 y desde las casetas…
logré observar un sujeto el cual cumplía con las características

18 Fs. 15 y ss., c. i. 1.

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del que estábamos buscando, tomó como rehén a una señora, la


cual se encontraba en la parte de afuera… de ahí la coge y la
echó para dentro del local, yo iba en moto, yo todavía estaba
manejando la moto, entonces… boté la moto… (y) me coloqué
contra la puerta del local… cuando me paré contra la pared
reporté a la central que me encontraba en la persecución de un
sujeto armado… los funcionarios del D.A.S. comentaron entre
ellos que iban a rodear el lugar para que el sujeto no se escapara
por la parte de atrás y mi compañero que estaba de franco de
apellido Hernández se fue con ellos, entonces yo ahí me quedé
solo esperando que el man no saliera por la puerta, en eso
transcurrieron como cinco minutos, entonces yo parado en la
pared izquierda y ahí observé que el sujeto se asomó… en ese
momento saqué el cuerpo y apuntándole con el arma le dije
“quieto, hermano, deje el arma en el suelo…” el man trató de salir
otro poquito y me dijo “tranquilo, hermano, no me vaya a matar,
no me dispare que yo me voy a entregar”… entonces él se agachó
y dejó el arma en el suelo… se levantó y… empezó a desplazarse
a salir… en ese momento llegaron los dos funcionarios del D.A.S.,
los cuales me dijeron “sálgase que a este man lo vamos a pelar”,
y ellos tiraron al man al piso… empezaron a golpearlo… le dieron
varias patadas… y él con las manos trataba de protegerse… de
ahí el del D.A.S., uno negro, que es alto, atlético, dijo unas
palabras, exactamente no las recuerdo… y en ese momento sacó
el arma, una pistola, y el man trató de protegerse la cabeza
estando boca abajo y le disparó en la cabeza un solo tiro… en lo
que yo alcancé a observar no tenía más armas, él estaba
reducido…»19.

En una tercera declaración, obtenida el 6 de julio de


2006, Paipilla Rangel expuso lo siguiente:

«Me encontraba en un almacén de venta de ropa antes de


“Medellín y su Moda”… al escuchar una serie de disparos por el
sector conocido como Le Champan me trasladé hasta ese sitio
encontrándome con el compañero patrullero Hernández, el cual
venía corriendo con un arma en la mano, con una pistolita que él
tiene de su propiedad, al preguntarle a él el motivo de los
disparos, él me manifestó que un sujeto el cual vestía una camisa
roja y portaba un arma en la mano había intercambiado disparos
con los funcionarios del D.A.S. que iban en persecución, por lo
cual yo seguí a los dos funcionarios del D.A.S. y al llegar a la
calle principal observé al sujeto hoy occiso, el cual abrazaba a
dos señoras que estaban afuera de una peluquería y las
amenazaba con la pistola… al yo seguir a los funcionarios del
D.A.S y al observar que ese sujeto amedrentó a esas señoras e
ingresó a la peluquería, llegamos todos cuatro, el patrullero

19 Fs. 35 y ss., c. i. 1.

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Hernández, los funcionarios del D.A.S. y yo, a la puerta del


ingreso de la peluquería y al observar hacia adentro no vi ni al
sujeto ni a las señoras y entonces por lo cual les informé a ellos
tres que el sujeto ya no se encontraba, que había ingresado hacia
la residencia, entonces el patrullero Hernández y los funcionarios
del D.A.S. dijeron que nos fuéramos a recorrer la manzana ya
que ese sujeto podía salir por algún otro patio… yo le manifesté
que no, que yo me quedaba en ese sitio y ellos se fueron los tres,
de ahí no volví a ver a patrullero Hernández…

(…)

…como yo me quedé en la entrada del local solo y al transcurrir


como aproximadamente unos tres a cinco minutos y con el
revólver de dotación en la mano volví a observar el interior del
local y vi al hoy occiso el cual tenía la pistola en la mano, levanté
mi arma y le apunté y le manifesté que soltara el arma… éste me
manifestó… “tranquilo, chino, no me vaya a matar que yo estoy
herido y me quiero entregar”, se arrodilló, colocó la pistola en el
piso, se levantó con las manos al frente, caminó unos seis metros
hacia donde yo estaba… abrí el canguro para sacar las esposas
y colocárselas, pero en ese momento llegaron los funcionarios del
D.A.S. y me quitaron el procedimiento… cuando ellos llegaron el
hoy occiso ya no tenía el arma en sus manos, de donde él estaba
al sitio donde estaba el arma había aproximadamente seis
metros y ellos ingresaron, lo cogieron desarmado, lo tumbaron al
suelo y empezaron a patearlo los dos, el hoy occiso se tapó la
cara con los brazos y esa fue la única reacción que él hizo, y
posteriormente observé cuando uno de ellos, el moreno… sacó su
arma de la pretina del pantalón, la cargó y procedió a
dispararle»20.

Posteriormente, el 21 de enero de 2010 – esta vez, en


diligencia realizada en Bucaramanga - evocó:

«Yo me encontraba en la ciudad de Arauca, en un almacén de


venta de ropa en todo el centro… estando yo hablando con mi
amiga de nombre Mayra escucho unos disparos… me fui para
donde escuché los disparos, al llegar por detrás… observo que
viene un sujeto de contextura algo gruesa con una pistola en la
mano, yo voy bajando y me lo encuentro de frente… detrás de él
viene otro sujeto en una motocicleta DR color amarillo, como a
unos cien metros… ellos pasan por mi lado… de la esquina sale
un curso mío de apellido Hernández y yo le pregunto qué estaba
pasando, entonces me dice que esos manes que iban ahí iban
persiguiendo a un tipo de camisa roja que iba armado, entonces
yo le doy la vuelta a la moto, me meto por detrás de unas casetas

20 Fs. 112 y ss., c. i. 2.

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metálicas de Postobón, es un sitio conocido como pueblito


Postobón… y alcanzo al sujeto que iba en la moto DR amarilla
pero no hablo con él…al llegar a la carrera observo un local
comercial que se llama “Medellín y su Moda”, quedaba al frente
de donde yo estaba parado, ahí sobre la calle veo un tipo de
camisa roja que agarra a dos señoras por el cuello, se las manda
arriba y las abraza… y las hace ingresar a un establecimiento…
observo el local y no veo a nadie, entonces me volteó y le digo al
de la moto amarilla y a mi curso que había llegado, a Hernández,
que dentro del local no había nadie, pero había una puerta de
acceso como al interior de la casa, entonces el que venía
manejando la moto amarilla me empuja un poquito por la espalda
y me dice “métase, métase”, como dándome ánimos… yo le dije
que no me metía… entonces… le dijo a Hernández y al otro
sujeto… que fueran a mirar alrededor de la cuadra… yo me
quedé ahí en la puerta… llegó otro curso mío de apellido
Monsalve, trabajaba en al SIPOL, me preguntó que qué estaba
pasando y yo le dije… me dijo “no traigo armamento”, entonces…
él se va….

… la tercera o cuarta vez de asomarme después de que mi


compañero se va veo en la puertita de acceso a la casa un sujeto
de camisa roja, el cual tenía una pistola en la mano pero
apuntaba hacia la pared o hacia el piso… le apunto, le digo que
soy de la Policía, que bajara el arma… me responde sin
apuntarme… “tranquilo que yo me quiero entregar, no me
dispare”… entonces él se arrodilla, coloca la pistola debajo del
marco de la puerta…se levanta, se viene hacia donde yo estoy
con las manos en alto… yo estaba bajándole la cremallera a mi
canguro para sacar las esposas…. Cuando… llegan el de la DR
amarilla y el otro sujeto… se bajan de la moto, agarran al tipo,
entre los dos lo botan al suelo de adentro del local, lo tiran al
suelo y empiezan a patearlo… entonces yo voy a ingresar para
no dejarme quitar e capturado… cuando el sujeto que venía
manejando la moto DR amarilla me dice “chino, ábrase que a
este hijueputa lo vamos a matar”… el de la moto tenía la pistola
como en la pretina del pantalón, la saca, la monta, la carga y le
apunta a la cabeza del tipo que está en el piso y sin mediar
palabra le pega su tiro en la cabeza… entró en la parte posterior
del cráneo… observo que el sujeto gordo se va hacia donde está
tirada la pistola y le pega una patada a la pistola y se la pega
hacia donde está el cuerpo… entonces cuando estoy reportando
eso vuelvo y observo lo que estaba pasando adentro y veo
cuando están regando vainillas…

…él se tapaba la cara con las manos para que no se la


golpearan…»21.

21 Fs. 68 y ss., c. i. 3.

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Por último, ya en la fase del juzgamiento, Paipilla


Rangel declaró el 4 de septiembre de 2013 ante el Juez de
primera instancia. En esencia ratificó lo dicho en
oportunidades anteriores y evocó:

«… me encontraba a unos metros del local comercial “Medellín y


su Moda”, iba pasando frente a un local comercial de nombre
“Mundo Íntimo”… escucho… unos disparos… me dirijo hacia
detrás de las casetas del pueblito Postobón y ahí observo 2
sujetos de sexo masculino, uno de ellos portaba una motocicleta
color amarilla (sic) y el otro venía a pie con un arma de fuego en
la mano, detrás de estos 2 venía un patrullero de la Policía
Nacional curso mío… a éste le indago por lo que estaba
sucediendo y él me manifiesta que las 2 personas que habían
pasado… eran funcionarios del D.A.S. y que iban en persecución
de una persona… (que) llevaba una camisa roja. Yo me uno a la
persecución que tienen los compañeros del D.A.S y al salir de
nuevo a la vía principal… observo un sujeto al otro lado de la vía,
el cual vestía una camisa roja y portaba un arma de fuego
cogiendo como rehenes que se encontraban frente a un local
comercial… el procedimiento que se llevó a cabo, junto a los dos
compañeros del D.A.S., fue que yo me quedé en la entrada
principal del local… y ellos me manifestaron que se iban a ir en
búsqueda de éste por los tejados o patrios junto a la residencia
del local comercial… después de haber pasados unos 10 o 15
minutos de estar yo ahí solo… observo yo que del interior del
inmueble sale un sujeto de sexo masculino, el mismo que yo
había visto minutos antes… saca parte del cuerpo, el tórax,
abdomen y la cabeza, y el arma de fuego en una de sus manos,
pero apuntando hacia el piso, yo le apunto… le pido que se
rinda… la manifestación de esta persona… fue… “chino,
tranquilo, no me vaya a matar, yo estoy herido y me quiero
entregar”, yo le manifiesto que se pusiera de rodillas, colocara el
arma de fuego en el piso y se desplazara hasta donde yo estaba,
un poquito fuera del local… este sujeto accede, se levanta y con
las manos en alto viene hacia donde estoy yo… faltando uno o
dos pasos para esta persona salir del local, llegan los 2
funcionarios del D.A.S., se abalanzan sobre él, lo tiran al piso
boca abajo y empiezan a golpearlo con sus pies. Esta persona
trata de proteger su rostro con los brazos… y ahí es cuando uno
de los funcionarios del D.A.S. me dice “ábrase de aquí que a este
hijueputa lo vamos a matar”… saca un arma de fuego… la carga
y procede a dispararle a la persona que se encontraba reducida
en el cráneo… el funcionario del D.A.S. que no dispara se va
hasta el arma y con su pie la acerca al cuerpo y el que dispara…
no recuerdo muy bien si fue de su bolsillo, saca unas vainillas y
las riega en el lugar… esta persona nunca trata de recuperar el

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arma de fuego, el arma siempre estuvo en el lugar donde él la


dejó… (a) unos 5 o 6 metros aproximadamente…»22.

Pues bien, de las declaraciones reseñadas, la Sala


extrae las siguientes conclusiones:

(i) El patrullero Óscar Mauricio Paipilla Rangel


indudablemente presenció los hechos ocurridos y participó
en la persecución de Fabio Nelson Rivera Martínez. No de
otra forma podría explicarse que desde su primera salida
procesal, efectuada el mismo día de los hechos, haya
descrito con notable exactitud los rasgos físicos de los
investigadores del D.A.S. involucrados23, las características
del rodante en que se movilizaban24 (precisando también
que quien lo conducía era RAMÍREZ BONILLA, lo cual éste
reconoció25) y la ropa que vestía el occiso26. Relató, así
mismo, que Rivera Martínez tomó rehenes y se refugió en
un salón de belleza, como en efecto sucedió27, y supo que
quien disparó contra el occiso fue el agente «de tez color
negra», es decir, WISTON ALEXANDER RAMÍREZ, quien
admitió, así adujera haber obrado en legítima defensa, ser la
persona que accionó el arma28.

Como si fuera poco, aseveró que el disparo que acabó


con la vida de Fabio Nelson Rivera le impactó la cabeza,

22 Fs. 51 y ss., c. c. 2.
23 Fs. 67 y 74, c. i. 1.
24 F. 68, c. i. 1.
25 Fs. 75 y 76, c. i. 1.
26 F. 3, c. i. 1.
27 Fs. 35 y ss., c. i. 1.
28 Fs. 74 y ss., c. i. 1.

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aserto coincidente con el resultado de la necropsia practicada


sobre su cuerpo29.

Evidente, entonces, que el patrullero Óscar Paipilla se


encontraba en el lugar de los hechos al momento de su
ocurrencia, intervino en la persecución de Fabio Nelson
Rivera Martínez y presenció el instante de su muerte, lo
cual descarta las afirmaciones de RAMÍREZ BONILLA en el
sentido de que «él no estaba allí»30.

(ii) Los aspectos centrales del testimonio se


mantuvieron en esencia coherentes y unívocos en las varias
salidas procesales del deponente. Sólo respecto de
circunstancias accidentales y de menguada relevancia
exhiben algunas inconsistencias, pero éstas en nada
afectan el mérito suasorio de su dicho, no sólo porque no
refieren a aspectos sustanciales de la evocación, sino
también porque entre la primera y última de sus
declaraciones transcurrieron poco menos de diez años, por
lo cual resulta apenas comprensible, como el natural efecto
del paso del tiempo en la memoria humana, la alteración de
ciertos recuerdos y el extravío de algunos detalles.

Ciertamente, las distintas narraciones del testigo


fueron contestes en cuanto a que éste (a) se encontraba en
inmediaciones del lugar de los hechos cuando escuchó
disparos; (b) con ocasión de ello, se percató de que otro
patrullero de apellido Hernández y dos individuos, a

29 Fs. 99 y ss., c. i. 1.
30 F. 78, c. i. 1.

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quienes reconoció como investigadores del D.A.S.,


emprendían en ese momento la persecución de un hombre
vestido con camisa roja; (c) Paipilla Rangel se unió a la
búsqueda del sospechoso hasta que tomó como rehenes a
dos mujeres e ingresó a un establecimiento de comercio; (d)
una vez ello sucedió, tanto Hernández como los dos agentes
del D.A.S. se retiraron para rodear la construcción,
mientras que él permaneció al frente de la misma; (e)
algunos minutos después, el fugitivo manifestó su intención
de someterse a las autoridades, depuso su arma y empezó a
prepararse para entregarse a Paipilla Rangel; (f) en ese
momento, RAMÍREZ BONILLA y su compañero Castaño
Marín regresaron a la escena, subyugaron al individuo y el
acusado le dio un disparo en la cabeza.

Esas proposiciones fácticas, que constituyen el núcleo


de lo percibido por el testigo, persistieron sin variaciones en
todas sus declaraciones y respecto de ellas ninguna
indeterminación existe.

El Tribunal, al negar mérito suasorio a las


aseveraciones de Paipilla Rangel por advertir en su dicho
algunas inconsistencias, lo hizo sin reparar en que, frente a
un testigo que en varias declaraciones cambia su relato, la
sana crítica impone al juzgador la carga de ponderar la
trascendencia de las modificaciones frente a los elementos
centrales del hecho percibido; así mismo, atender «los
principios técnico científicos sobre la percepción y la
memoria», indicativos de que el transcurso del tiempo puede
difuminar los recuerdos, y «las circunstancias de lugar,

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tiempo y modo en que se percibió», por lo cual mal podría


ignorarse que los hechos anteriores, concomitantes y
posteriores a la muerte de Fabio Nelson Rivera Martínez
fueron aprehendidos por Óscar Mauricio Paipilla Rangel en
un contexto de estrés agudo derivado de la persecución de
un delincuente armado. Es natural que sus crónicas
exhiban algunas imprecisiones.

Desde esa óptica, resulta irrazonable exigir de quien


en el curso de casi diez años acude a las autoridades en
múltiples ocasiones a rendir testimonio que realice siempre
exposiciones idénticas respecto de lo percibido. Una
situación contraria, de absoluta coincidencia entre las
plurales versiones, parecería – eso sí – sospechosa, pues
indicaría que el deponente se ha aprovisionado de un relato
preconcebido.

Pues bien, algunas de las inconsistencias que invocó el


fallador de segundo grado para negar credibilidad a Paipilla
Rangel consistieron en que fue ambiguo respecto de (a) la
supuesta presencia del también patrullero Monsalve en la
escena de los hechos, a quien sólo mencionó en una de sus
declaraciones; (b) lo dicho por aquél en el sentido de que,
cuando llegaron a la peluquería, «los del D.A.S. lo empujan
para que entre (y) él se (negó)»; (c) la descripción de la pistola
que portaba el ofendido, que definió como “niquelada”
aunque era negra, y; (d) cuántas veces se asomó al interior
del local antes de que Rivera Martínez se rindiera.

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Esas imprecisiones, con todo, resultan irrelevantes en


la apreciación de la verosimilitud de lo atestado, pues
atañen a eventos, hechos o condiciones tangenciales del
curso causal investigado (ese sí, reiterado sin incoherencias
por el declarante), y que pierden toda importancia ante la
constatación irrebatible de que Paipilla Rangel sí presenció
los hechos por sus propios sentidos y estuvo presente
cuando ocurrieron.

En particular, importa enfatizar lo atinente a la


presencia del patrullero Monsalve en el lugar de los hechos.
Aunque apreciado ello sin contexto podría parecer que se
trata de una circunstancia nuclear del relato, lo cierto es
que el testigo fue claro al precisar que aquél únicamente
estuvo en el sitio por pocos segundos y se retiró para no
volver, antes de la muerte de Rivera Martínez, porque no
tenía armamento. Su presencia allí, entonces, se prolongó
apenas por escasos instantes y no percibió la muerte de la
víctima, por lo cual surge comprensible que su mención en
las declaraciones haya sido ambivalente.

(iii) Otras de las incoherencias que el fallo de segundo


grado atribuye al testimonio de Paipilla Rangel no
ocurrieron, sino que tienen origen en la tergiversación o
distorsión de lo exteriorizado por aquél.

Por ejemplo, el Tribunal criticó que, en su primera


declaración, el testigo «se (contradijo) cuando primero señala
que fueron los del D.A.S. quienes lo capturaron, lo tiraron al

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suelo y lo golpearon… para luego afirmar que el sujeto venía


con las manos en alto fue a él a quien se le entregó»31.

Lo que sucedió es que el fallador distorsionó la


expresión «se me entregó a mí» que utilizó el deponente,
dándole el sentido de que este último fue quien efectivamente
sometió al prófugo. Con ello construyó una inexistente
contradicción, porque la apreciación conjunta de lo dicho por
Óscar Paipilla revela inequívocamente que cuando manifestó
que Fabio Nelson Rivera “se le entregó” no quiso decir que él
mismo lo hubiera aprehendido físicamente, sino apenas que,
al momento en que reaparecieron RAMÍREZ BONILLA y
Castaño Marín, aquél había manifestado su intención de
rendirse y estaba en el proceso de hacerlo.

El Tribunal también cuestionó que Paipilla Rangel haya


sido inconsistente al relatar si Fabio Nelson Martínez ya tenía
manchas de sangre en la ropa cuando llegó a la peluquería, o
bien, que se haya contrariado al explicar si en algún
momento del asedio ingresó o no a la peluquería. Pero
también con ello alteró objetivamente las afirmaciones del
deponente, porque desde su declaración de 5 de noviembre
de 2004 sostuvo que el nombrado «tenía sangre en la
ropa»32, y siempre fue unívoco en afirmar que en todo
momento «(se) qued(ó) en la entrada del local».

(iv) Es cierto que, en sus declaraciones más tardías,


Óscar Mauricio Paipilla añadió a su relato las siguientes

31 F. 41 (vto.), c. del Tribunal.


32 F. 37, c. i. 1.

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circunstancias fácticas: (a) antes de que RAMÍREZ BONILLA


le disparara a Fabio Nelson Rivera, aquél y su compañero lo
golpearon en el piso y el primero le dijo al patrullero «chino,
ábrase que a este hijueputa lo vamos a matar»; (b) luego del
disparo, Castaño Marín movió la pistola del occiso y el
acusado regó vainillas percutidas en el local.

Con todo, de ello no se deriva que el testimonio no sea


creíble, pues las circunstancias contextuales que
determinaron la introducción de esos nuevos elementos en
el relato fueron explicadas en términos razonables por el
propio Paipilla Rangel, mediante aserciones que aparecen
respaldadas en otros medios de prueba.

En efecto, las primeras tres declaraciones del


patrullero fueron recibidas en el municipio de Arauca,
mientras que la cuarta – obtenida el 21 de enero de 2010 –
lo fue en la ciudad de Bucaramanga, a donde sus
superiores dispusieron el traslado por los riesgos personales
que, precisamente con ocasión de su participación en este
proceso, le surgieron. En esa última ocasión, Paipilla Rangel
expuso:

«Después de estar en Bucaramanga, como al año o año y medio,


recibo una llamada telefónica a mi celular por parte del mayor
Castilla, jefe de la SIJIN de Arauca… me dice que tengo que ir a
Arauca nuevamente porque la Fiscalía me iba a tomar otra
versión del caso y que en el aeropuerto ya estaban los pasajes
pagos, pero que tenía que ir a ayudarles a los del D.A.S., no
sé quién compró esos pasajes, yo los reclamé y viajé a Arauca,
eso fue como en el 2006… cuando entré a la oficina, la asistente
me conocía… me llamó a una oficina aparte y entramos y de risa
en risa me dijo “Paipilla, ¿usted ya sabe a qué viene, no?”,
entonces yo le dije “pues sí, doctora, yo vine a cumplir la citación

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que me mandó la Fiscalía. Entonces ella me dijo “pero ¿el


mayor no lo llamó a usted?”, yo le dije “no señora, a mí no
me ha llamado nadie”, ella me dijo que la esperara… y fue
y trajo la Fiscal, la Fiscal entró, me saludó, prácticamente
me hizo las mismas preguntas que me había hecho la
asistente… me dio a entender que los pasajes lo habían
pagado los tipos del D.A.S y que si yo no venía a arreglar
nada, que mejor ella hubiera comisionado a
Bucaramanga…» . 33

Más adelante, al intervenir en la audiencia pública de


juzgamiento, reiteró que en sus primeras comparecencias
«venía coaccionado y amenazado por parte de los mandos
institucionales y de la misma Fiscal que (le) recibió el
testimonio». Afirmó, así mismo, que su declaración de 21 de
enero de 2010 «se realizó en un despacho de la Fiscalía de
Bucaramanga, donde el contexto y el medio era muy
favorable para que… pudiera contar o relatar los hechos con
mucha más calma y tranquilidad»34.

Lo anterior fue indirectamente corroborado por el


mayor Mario Yesid Castilla Savogal, otrora comandante de
la SIJIN en Arauca, quien dio cuenta de que «después del
hecho que nos ocupa, se le dio protección al patrullero
Paipilla… (lo llevaron) a él y a su familia a una vivienda
Fiscal… y (dispuso) el traslado a la SIJIN de
Bucaramanga»35, y encuentra ulterior respaldo en las
aseveraciones del Representante del Ministerio Público, en
el sentido de que «en diversas oportunidades… solicit(ó)…
que (se) adopten y preserven las medidas de seguridad que
garanticen la vida y la integridad del servidor policial»36.

33 F. 73, c. i. 3.
34 F. 62, c. c. 2.
35 Fs. 97 y ss., c. i. 4.
36 F. 61, c. c. 2.

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Como se ve, en el expediente obra información, creíble


y soportada en varios elementos de juicio, de la que se sigue
que se realizaron esfuerzos por constreñir a Paipilla Rangel
para que favoreciera al investigado y su compañero con
posible participación de los funcionarios que inicialmente
tuvieron a su cargo las pesquisas. Esos datos, que fueron
cercenados por el Tribunal, explican que en las
declaraciones posteriores del patrullero se advierta mayor
nivel de detalle que las primeras (que fueron recabadas
antes de que la investigación fuese reasignada a la Unidad
Nacional de Derechos Humanos), y que en principio haya
hablado con resquemor y omitido cierta información en su
relato.

Pero además: aunque todos los deponentes, incluidos


RAMÍREZ BONILLA y su compañero Castaño Marín,
manifestaron que en la peluquería se produjo un único
disparo (el que acabó con la vida de Fabio Nelson Rivera),
en la inspección del lugar de los hechos se encontraron «4
vainillas»37. La presencia de esos casquillos en el sitio no
tiene explicación distinta que la ofrecida por Paipilla Rangel.
Se trata entonces de un hallazgo que ratifica la veracidad de
su posterior versión, así sólo haya mencionado ese hecho
tardíamente.

3.1.1 En síntesis: algunas de las inconsistencias


invocadas por el Tribunal para negarle mérito suasorio a lo
dicho por Óscar Mauricio Paipilla Rangel aluden a aspectos
eminentemente secundarios, ajenos en todo al núcleo del
37 F. 21, c. i. 1.

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relato y respecto de los cuales surge apenas natural, por el


paso del tiempo, que se hayan producido algunas
variaciones menores. Otras, en cambio, no existieron, sino
que parten de una tergiversación de su dicho.

Finalmente, frente a las adiciones que se advierten en


los últimos relatos del testigo, éstas fueron explicadas en
términos razonables y no controvertidos por aquél, quien
señaló que sólo cuando fue escuchado por autoridades de la
ciudad de Bucaramanga se sintió en un ambiente propicio
para relatar más libremente lo sucedido. Esta justificación
fue suprimida por la Corporación.

En ese orden de cosas, le asiste razón a la recurrente


al alegar que el fallador de segundo grado incurrió en varios
errores de hecho que lo llevaron a afirmar «la falta de
credibilidad del testigo Óscar Mauricio Paipilla Rangel»38, en
cuyas declaraciones, por el contrario, se observa
consistencia y univocidad respecto de los aspectos centrales
o fundamentales de los hechos investigados.

3.1.2 El Tribunal invocó dos argumentos adicionales


para negar poder suasorio al referido testimonio: por un
lado, que Paipilla Rangel «evidencia un interés vindicativo
derivado del hecho de habérsele impedido realizar la captura
y robado el positivo»; por otro, que el protocolo de necropsia
indica que en el cuerpo de Rivera Martínez no había «signos
de tortura»39, lo cual descarta que, como lo dijo el patrullero,

38 F. 43 (vto.), c. del Tribunal.


39 F. 105, c. i. 1.

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RAMÍREZ BONILLA y Castaño Marín lo hayan pateado


antes de su muerte.

3.1.2.1 El primer razonamiento resulta incomprensible


y contraviene la sana crítica. Aunque es cierto que el
patrullero manifestó inconformidad cuando creyó que los
agentes del D.A.S. le «robarían» el positivo, de ello no puede
lógicamente colegirse, al menos no en ausencia de otras
piezas que soporten la deducción, un ánimo «vindicativo»
respecto de WISTON ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA y
Jorge Andrés Castaño Marín.

Nada indica que Óscar Paipilla declarase con «interés


por perjudicar a quien señala como autor del ilícito» 40, según
lo entendió el Tribunal. Por el contrario, el nombrado
persistió en los señalamientos elevados contra RAMÍREZ
BONILLA a pesar de que con ello, como lo expresó desde el
comienzo mismo de las pesquisas, su vida «se pone en
estado de peligro más alto»41.

En ese entendido, el Tribunal se equivocó, no sólo en


cuanto, sin fundamento serio alguno, atribuyó a Paipilla
Rangel el protervo propósito de vincular falazmente al
acusado con los hechos investigados, sino también porque
ignoró la información demostrativa de que mantuvo la
imputación aun en perjuicio de su propia seguridad
personal.

40 F. 44, c. del Tribunal.


41 F. 37, c. i. 1.

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3.1.2.2 En cuanto a lo segundo, dígase que la


ausencia de señales de tortura en el cuerpo no conduce
fatalmente a descartar la realidad de las patadas
propinadas al occiso, en esencia, porque no toda forma de
trauma deja evidencias físicas. Es posible que uno o más
golpes no produzcan marca o lesión alguna en quien los
recibe, lo cual dependerá, en cada caso concreto, de su
intensidad y el lugar del cuerpo en que se producen, entre
otras variables.

Y es que el testigo Paipilla Rangel no precisó la fuerza


de la golpiza que RAMÍREZ BONILLA y su compañero
infligieron a Fabio Nelson, ni ofreció información suficiente
como para concluir que fue de una duración y violencia
tales que necesariamente debieron dejar lesiones en la
víctima. En esas condiciones, no puede lógicamente
descartarse que se haya tratado de impactos menores que
no ocasionaron marca alguna y, por lo mismo, la ausencia
de «signos de tortura» en el cuerpo no impone como
conclusión inexorable que aquéllos no ocurrieron.

3.2 El ad quem entendió que los testimonios del


patrullero Óscar Antonio Hernández y el mayor Mario Yesid
Castilla Savogal controvierten lo dicho por Óscar Mauricio
Paipilla Rangel. Ello no es así.

3.2.1 La apreciación objetiva de lo relatado por el


primero, lejos de desmentir a Paipilla Rangel, corrobora su
versión y afianza su poder de convicción. Esto fue lo que
declaró:

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WISTON ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA

«Ese día yo me encontraba descansando… en un salón de belleza


con mi esposa… eran más o menos las tres o cuatro de la tarde
cuando sonaron unos disparos, de inmediato salí a mirar qué era
lo que pasaba y la gente señalaba a un sujeto que iba con
camisa roja… el sujeto que me vio escondió un arma… y salió
corriendo, en ese momento llegó el patrullero Paipilla en una moto
de la SIJIN, me preguntó qué era lo que pasaba... y ambos
salimos en la persecución… Paipilla se me adelantó en la moto,
cuando lo volví a ver, estaba al frente de una peluquería y me
manifestó que el sujeto se había metido ahí. En ese momento
Paipilla me manifestó que me fuera por la parte de atrás de la
casa por si el sujeto se volaba por allá, y me dio para la parte de
atrás y pasaron unos quince minutos y ya empezó a llegar
apoyo…

Ya cuando volví otra vez a la peluquería a ver qué había pasado,


el sujeto que yo había visto con camisa roja se encontraba tirado
en el piso ensangrentado, había unos señores del D.A.S al pie de
él, no sé quiénes serían…

(Óscar Mauricio Paipilla Rangel) estaba muy nervioso, me


dijo que después hablábamos. Después ya con los días que
hablamos me manifestó que un señor del D.A.S. era el que
le había disparado a este señor que él ya había sometido
al individuo y que en ese momento un señor del D.A.S
ingresó y le disparó… a los pocos días lo trasladaron, lo
que supe fue que le habían montado escolta policial...»42.

Adveró, adicionalmente, que no vio a los agentes del


D.A.S. ni en el curso de la persecución ni cuando el prófugo
se refugió en el establecimiento comercial.

De entrada, se advierte en el testigo el ostensible


propósito de no vincular a WISTON ALEXANDER RAMÍREZ
BONILLA y Jorge Castaño Marín con los hechos
investigados, tanto así, que los sustrae de la persecución de
Rivera Martínez y del operativo realizado en la peluquería, a
pesar de que ellos mismos aceptaron haber tomado parte
del seguimiento y concurrido al salón de belleza. Así, lo
expuesto por el patrullero Hernández, en lo que atañe a la
42 Fs. 64 y ss., c. i. 3.

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ausencia del acusado y su compañero en el escenario de los


hechos, resulta del todo inverosímil.

Al margen de ese puntual aspecto, lo cierto es que el


patrullero Hernández respalda, en lo sustancial, la
narración de Paipilla Rangel: ubica a este último en la
persecución de Fabio Nelson Rivera y en el establecimiento
donde se atrincheró; reconoce que, mientras él rodeaba la
construcción, aquél permaneció al frente de la misma, y
admite que cuando regresó el prófugo yacía herido en el
suelo de la peluquería.

Más importante aún, ratifica que luego de lo sucedido,


Óscar Mauricio Paipilla estaba notoriamente afectado en su
estado anímico, y que días después le contó que un agente
«del D.A.S. era el que le había disparado a este señor
(cuando) él ya (lo) había sometido», aserto que fue
cercenado por el ad quem, y con el cual queda claro que
aquél ha mantenido incólume su versión, no sólo ante las
autoridades competentes, sino también ante su colega, ante
quien no tenía razón alguna para elevar un señalamiento
falaz.

3.2.2 Por su parte, el mayor Castilla Savogal se


pronunció en los siguientes términos:

«Lo que me contó el patrullero Paipilla (es) que se vio involucrado


en una persecución de un sujeto que les había hecho unos
disparos a unos funcionarios del D.A.S., si no estoy mal, por los
lados del Hospital de Arauca. Posteriormente me informó el
patrullero Paipilla que habían seguido a este sujeto hasta que se
refugió en una peluquería, donde fue aprehendido inicialmente

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por los funcionarios del D.A.S., segundos después llegó el


patrullero Paipilla a la peluquería, no recuerdo dirección ni razón
social, y que los funcionarios del D.A.S dispararon contra la
humanidad del sujeto en varias ocasiones hasta producirle la
muerte… la versión que nos dio, (tanto) verbal como por escrito…
(es) que los hechos fueron un tanto confusos…»43.

Aunque el Tribunal estimó que esa narración «se


encuentra en contradicción con lo aducido» por Óscar
Mauricio Paipilla, la Sala observa que en realidad afianza su
dicho más de lo que lo desmiente.

Al margen de inconsistencias como la pluralidad de


disparos referida por el mayor (en oposición a que fue un
solo disparo el que acabó con la vida Rivera Martínez) o la
alusión a que Paipilla Rangel llegó a la peluquería después
de los agentes del D.A.S. (aunque al parecer arribaron a ese
punto simultáneamente), lo cierto es que tales
incongruencias (que pueden deberse a que la declaración
del oficial fue obtenida ocho años después de lo acontecido)
no enervan la realidad de que también ante su superior, y
desde la ocurrencia misma de los hechos, el patrullero
atribuyó a «los funcionarios del D.A.S.» el homicidio de Fabio
Nelson Rivera, y se ha mantenido conteste en tal
señalamiento.

3.3 En verdad, como alega la demandante, el Tribunal


incurrió en una ostensible violación de la ciencia al
descartar los hallazgos de la necropsia según los cuales la
herida de bala que Fabio Nelson Rivera recibió en la mano

43 Fs. 97 y 98, c. i. 4.

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exhibía «tatuaje de pólvora» indicativo de que el disparo se


hizo «a corta distancia»44.

La Corporación se abstuvo de apreciar ese hecho,


aduciendo que, como no fue posible realizar prueba de
absorción atómica en las manos del occiso, resulta
incoherente que sí se haya podido encontrar posteriormente
el referido tatuaje. Tal planteamiento es equivocado porque
desconoce los principios científicos aplicables.

La prueba de absorción atómica pretende identificar


residuos de disparo (pólvora y otras partículas que escapan
por la parte posterior de un arma de fuego cuando es
accionada y se depositan en la mano de quien la manipuló),
y su realización se ve frustrada cuando dichos residuos son
eliminados por el sudor o el lavado.

Distinto sucede con el tatuaje, consistente en la


incrustación de partículas de pólvora, deflagrada o no, en la
piel circundante de la herida; marca que, a diferencia del
denominado pseudotatuaje o tatuaje por ahumamiento, «no
desaparece con el lavado»45 y se produce ante disparos
efectuados a corta o mediana distancia, según el arma
utilizada. Así lo ha manifestado ya la Sala en otras
oportunidades:

«El tatuaje es una peculiaridad que se presenta cuando el disparo


con arma de fuego se hace a corta distancia -intermedia dicen

44F. 104, c. i. 1.
45Vadra, Guillermo Alejandro. Heridas por proyectiles de armas de fuego portátiles (armas de
fuego, cartuchos, balística, aporte experimental y clínico). En Revista Argentina de Ortopedia y
Traumatología, V. 62, No. 2, 231 – 239.

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otros autores-, la cual oscila entre 5 cm y 1 m, aproximadamente,


y se traduce en el tinte oscuro de difícil remoción que deja la
pólvora»46.

En ese orden de cosas, que la pericia de absorción


atómica no haya podido realizarse por la presencia de sudor
en las manos del cuerpo de Rivera Martínez no descarta
consecuencialmente la validez del hallazgo del tatuaje en la
herida de su mano. Y aunque la Procuradora Delegada ante
la Corte considera que el mentado informe no tiene valor
probatorio porque no se acreditó «el conocimiento que en
materia de heridas presentaban los peritos», lo cierto es que
en el proceso no se cuestionó la idoneidad del experto
adscrito al Instituto Nacional de Medicina Legal que lo
realizó.

Precisado entonces el yerro en que incurrió el juzgador


al negar el mérito de ese elemento de juicio, se hace
necesario apreciarlo en conjunto con el restante acervo
probatorio. En ese cometido, se advierte sin dificultad que el
aludido hallazgo descarta objetivamente las exculpaciones
ofrecidas por RAMÍREZ BONILLA y corrobora la versión de
Óscar Mauricio Paipilla Rangel.

Ciertamente, el acusado afirmó que (i) sólo hizo un


disparo «de reacción» contra Fabio Nelson Rivera cuando
éste intentó recuperar la pistola que previamente había
depuesto; (ii) accionó su arma «a más de un metro»47 de la
víctima y el proyectil pegó en la cabeza del occiso; (iii) el

46 CSJ SP, 7 mar. 2018, rad. 49615.


47 F. 82, c. i. 1.

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impacto de la mano «lo debió recibir durante el intercambio


de disparos en la persecución»48.

Con todo, el tatuaje presente en la herida de la


extremidad superior revela inequívocamente que ese
disparo se produjo a corta distancia (especialmente
considerando que RAMÍREZ BONILLA y Castaño Marín
portaban armas cortas tipo pistola), máxime que el propio
enjuiciado aseveró que en el curso de la persecución «en
ningún momento» tuvo contacto físico con Rivera Martínez49.

Además: aunque todos los testigos coinciden en que


Fabio Nelson Rivera ya tenía manchas de sangre en la ropa
cuando llegó a la peluquería, la evidencia refuta que
provinieran de una herida previa en su mano. En concreto,
María Luzmila Torrealba Chávez, quien en compañía de su
madre Graciela Chávez Rodríguez fue retenida como rehén
por el occiso, describió el momento de esos hechos así:

«Yo lo que recuerdo es que nos sentamos con mi mamá ahí afuera
y el chico llegó todo sangrado y agarró a mi mamá… él la
abrazó con las dos manitos y la metió adentro, entonces yo le
dije “suelte a mi mamita”, entonces él me agarró fue a mí y me
halaba para allá hacia adentro… él me tenía agarrada de
la camisa para atrás, de ahí me soltó y entonces yo agarré a
mi mamá… y nos fuimos para un baño, allá nos encerramos y
allá nos estuvimos un buen rato… hasta que un señor de la
Policía nos dijo que ya… él venía sin nada en la mano, pero
cuando pasó la segunda puerta ahí sí sacó el arma y nos
asustamos mucho»50.

48 F. 36, c. i. 2.
49 F. 284, c. c. 1.
50 Fs. 37 y 38, c. i. 1.

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El relato reseñado indica que, para ese momento, las


extremidades de Fabio Nelson Rivera estaban ilesas, pues
además de manipular un arma, utilizó ambas manos para
someter a las rehenes y las condujo por la fuerza hacia el
interior del local.

También está descartado que fuese Jesús Orlando


Pérez Chamorro, a quien Fabio Nelson Rivera asesinó
minutos antes de su propia muerte, quien le haya disparado
en la mano, porque, como consta en la respectiva acta de
levantamiento de cadáver, aquél no portaba armas de fuego
al momento de su deceso, aunque sí un cuchillo51.

En ese orden, la conclusión más plausible de acuerdo


con las pruebas practicadas es que la herida de su mano
izquierda se produjo después de que ingresó a la
peluquería.

Ahora bien: si luego de que Rivera Martínez entró a la


peluquería se realizó un único disparo (según lo admite el
propio acusado) y el cuerpo de aquél exhibía, además de la
herida de bala en su mano, el orificio en el cráneo que le
causó la muerte, surgen como necesarias las siguientes
conclusiones: primero, que ambas heridas fueron
causadas por el mismo proyectil; segundo, que la
víctima tenía la mano izquierda sobre la cabeza cuando
se le disparó, y el proyectil penetró primero la
extremidad (en la que se observa el tatuaje) y, luego, el

51 Fs. 8 y ss., c. i. 1.

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cráneo (desprovisto tanto de tatuaje como de


ahumamiento, conforme se indica en la necropsia52).

Ese curso causal, que es el único lógicamente ajustado


a las pruebas mencionadas, es en todo acorde con el relato
de Óscar Mauricio Paipilla Rangel.

Así las cosas, la prueba técnica referida, que fue


descartada por el ad quem bajo el equivocado argumento
que ya se analizó, ratifica la credibilidad del testimonio de
Paipilla Rangel y confirma el señalamiento elevado contra
RAMÍREZ BONILLA, a la vez que desmiente las
exculpaciones ofrecidas por este último.

3.4 Erró también el Tribunal en la apreciación del


informe balístico de 27 de noviembre de 2007.

En el aludido informe se consignan las siguientes


consideraciones: (i) la bala que penetró el cráneo del difunto
lo hizo en trayectoria postero – anterior e ínfero - superior,
mientras que la que traspasó su extremidad lo hizo en línea
antero – posterior, entrando y saliendo por el dorso de la
mano izquierda; (ii) «posiblemente, el victimario se
encontraba atrás (sic) de la víctima, a una distancia no
mayor a un metro con un arma de fuego corta (pistola o
revólver), probablemente la víctima levanta su brazo
izquierdo y coloca su mano izquierda atrás (sic) de su

52 F. 104, c. i. 1.

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cabeza, donde recibe un disparo a corta distancia, el cual


genera el oficio de entrada con tatuaje de pólvora…»53.

Pues bien, lo primero que se advierte es que el


Tribunal tuvo en cuenta esa prueba para restarle
credibilidad al testimonio de Paipilla Rangel por considerar
que lo desmiente (sobre lo que volverá la Sala más
adelante), pero pasó por alto que las conclusiones allí
vertidas, si alguna narración controvierten, es precisamente
la WISTON ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA.

En efecto: por un lado, el informe balístico ratifica que


el disparo que la víctima recibió en la mano se hizo a una
distancia menor de un metro. No pudo producirse en el
curso de la persecución.

Por otro, indica que la bala que impactó el cráneo lo


hizo en trayectoria ínfero – superior. Según RAMÍREZ
BONILLA, cuando disparó él estaba de pie, mientras que
Rivera Martínez estaba «ligeramente inflexado de rodillas»54.
Considerando que el acusado tiene una estatura de 1.80
metros55 y el occiso medía 1.65 metros56, es físicamente
imposible que, estando éste ligeramente inflexado, el disparo
efectuado por aquél impactara la cabeza de abajo hacia
arriba.

53 Fs. 151 y ss., c. i. 2.


54 F. 80, c. i. 1.
55 F. 75, c. i. 1.
56 F. 2, c. i. 1; f. 101, c. i. 1.

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Puesto de otra forma, si los hechos en realidad


hubieran sucedido como los narró el enjuiciado, la
trayectoria del proyectil necesariamente tendría que haber
sido la opuesta, es decir, supero – inferior, o cuando menos,
paralela al suelo, porque según él, estando de pie disparó a
una persona 15 centímetros más baja que él que en ese
momento «se agach(ó) hacia el arma»57, que estaba en el
suelo. Imposible que en esas condiciones la bala haya
ingresado al cráneo de Rivera Martínez de abajo hacia
arriba.

Ahora: no es cierto que el informe de balística refute


las afirmaciones de Óscar Mauricio Paipilla Rangel. A esa
conclusión llegó el ad quem como consecuencia de una
patente tergiversación del contenido de la prueba técnica,
según la cual esa pieza «indica como hipótesis que tanto
la víctima como la persona que accionó el arma se
encontraban de pie, lo cual difiere de lo afirmado por el
testigo de cargo, quien señaló que el hoy occiso se
encontraba en el suelo boca abajo»58.

La distorsión se concretó en el aparte subrayado,


porque la prueba pericial nunca sugirió, ni siquiera como
hipótesis, que víctima y victimario se encontraran parados
al momento del disparo. Tratándose de una valoración de la
trayectoria del proyectil, es obvio que el análisis está
restringido a la ubicación que el pistolero ocupaba en el
espacio respecto del ofendido. Así, el documento explicita

57 F. 81, c. i. 1.
58 F. 86, c. del Tribunal.

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que quien disparó estaba detrás de la víctima y que la bala


penetró el cuerpo de abajo hacia arriba, lo cual puede haber
sucedido en cualquier postura que físicamente permitiera
ese desenlace (ambos sentados, uno sentado y otro de pie,
ambos parados, etc.).

Siendo ello así, el informe balístico sustenta las


aserciones de Paipilla Rangel, quien sostuvo que RAMÍREZ
BONILLA le disparó a Rivera Martínez desde atrás, cuando
éste miraba hacia abajo y yacía postrado en el suelo. Si en
ese momento el acusado ocupaba respecto del occiso una
posición más cercana a sus pies que a su cabeza, la
trayectoria del proyectil sería ínfero – superior,
precisamente conforme se anota en esa pieza.

Más aún, en el dictamen examinado se plantea, eso sí,


la hipótesis de que la víctima puso su mano izquierda
detrás de la cabeza y que el mismo proyectil penetró tanto
la extremidad como la cabeza del ofendido, tal como lo
evocó el patrullero. Así las cosas, la queja que al respecto
formula la recurrente es enteramente fundamentada.

3.5 Finalmente, el Tribunal consideró que la versión de


lo sucedido expuesta por WISTON ALEXANDER RAMÍREZ
BONILLA es «coherente y creíble» y concluyó entonces que
aquél, al disparar contra Rivera Martínez, obró en «legítima
defensa putativa o subjetiva».

Pues bien, ya quedó explicado que la Corporación, al


colegir que las aserciones de RAMÍREZ BONILLA son

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creíbles, lo hizo por causa de una serie de errores de hecho


por razón de los cuales perdió de vista que, mientras su
versión de lo sucedido es contraria a la prueba técnica
recabada en el proceso, la ofrecida por Paipilla Rangel
encuentra pleno respaldo en esas piezas.

Y es que, además, la narración del enjuiciado es en


verdad inverosímil: si Fabio Nelson Rivera Martínez, tras
una larga persecución, había ya depuesto su arma y estaba
siendo encañonado por dos agentes armados – el procesado
y su compañero Castaño Marín – no aparece como un curso
comportamental razonable que haya intentado alcanzar
nuevamente su pistola desde el suelo para agredir a sus
captores. La probabilidad de éxito de la maniobra sería
exigua, máxime si el arma que supuestamente intentó
recuperar estaba a más o menos un metro de distancia.

Y si bien al expediente se aportaron las declaraciones


de cuatro agentes del D.A.S. que dijeron haber presenciado
lo ocurrido y quisieron corroborar las exculpaciones de
RAMÍREZ BONILLA, ningún mérito suasorio puede
otorgárseles en tanto, se insiste, aquéllas contravienen la
prueba técnica que obra en la actuación.

4. En conclusión: el testimonio de Óscar Mauricio


Paipilla Rangel está revestido de características de
credibilidad y encuentra respaldo en las pruebas periciales
allegadas al expediente, en concreto, el protocolo de
necropsia y el informe balístico previamente aludidos, como
también en distintas pruebas testimoniales, conforme

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quedó explicado en precedencia. En contraste, la versión


ofrecida por WISTON ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA
aparece contraria a lo que enseñan las referidas pruebas
técnicas y, por ende, no puede tenerse por cierta.

En esas condiciones, surge diáfano que el Tribunal


violó indirectamente la ley sustancial al aplicar, sin tener
cabida y como consecuencia de los yerros de hecho ya
referidos, el error indirecto de prohibición bajo el cual, a su
entender, supuestamente obró RAMÍREZ BONILLA.

Recuérdese que en la legítima defensa subjetiva o


putativa

«…el autor supone falsamente que se encuentra en una situación


de legítima defensa, yerra acerca de circunstancias, de la
agresión, de su injusticia, de su inminencia o actualidad.

Y si bien imagina que se encuentra ante una situación que


validaría su acción, v. gr., cree que lo están atacando o lo van a
atacar, esa suposición no puede ser fantasiosa y alejada
totalmente de lo objetivo, sino que ha de ser razonable
frente a las circunstancias o según las actitudes del
supuesto agresor»59.

Si al momento del impacto, como ya se dijo, Rivera


Martínez estaba subyugado y boca abajo, a la vez que
rodeado de funcionarios armados, no existe ningún
sustento objetivo atendible para que RAMÍREZ BONILLA se
representase mentalmente una amenaza inminente. Su
conducta es típica del delito de homicidio agravado por el
que se le formuló acusación.

59 CSJ SP, 4 mar. 2015, rad. 38635.

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Como no se observa, entonces, que WISTON


ALEXANDER RAMÍREZ haya obrado al amparo de una
causal de exclusión de la responsabilidad penal, se impone
casar la sentencia para, en su lugar, condenar al nombrado
en los términos consignados en la resolución por la cual se
calificó el mérito sumarial.

5. La redacción original del artículo 103 de la Ley 599


de 2000, vigente para la época de los hechos, establecía
como sanción para el delito de homicidio simple la de 13 a
25 años de prisión; misma que, por virtud del agravante
deducido en este asunto, queda cifrada, al tenor del artículo
104 ibídem, en 25 a 40 años de privación de la libertad.

Los cuartos de movilidad punitiva son los siguientes:

Primer cuarto Cuartos medios Último cuarto

Sanción (en 25 – 28.75 28.75 – 36.5 36.5 - 40


años)

A WISTON ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA no le


fueron imputadas circunstancias genéricas de mayor
punibilidad y como no se informa que tenga antecedentes
judiciales, necesariamente la sanción habrá de fijarse en el
cuarto inferior.

En tanto no se avizoran circunstancias relacionadas


con la gravedad de la conducta, el daño causado, las
causales de agravación imputadas, la intensidad del dolo y

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la necesidad y función de la pena que hagan necesario


apartarse del límite punitivo mínimo, la Sala fijará la pena
en 25 años de prisión.

De conformidad con el artículo 52 de la Ley 599 de


2000, se impondrá también a RAMÍREZ BONILLA la
inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones
públicas por 20 años.

6. Por razón del monto de la sanción irrogada, no


resulta posible conceder al acusado ni la suspensión
condicional de la ejecución de la pena ni la prisión
domiciliaria.

7. En atención a lo previsto en el artículo 188 de la Ley


600 de 2000, y toda vez que RAMÍREZ BONILLA fue
afectado con medida de aseguramiento privativa de la
libertad en el curso de la instrucción, se procederá a librar
orden de captura para el cumplimiento de la sanción
impuesta.

8. Como la presente providencia supone la primera


condena emitida contra el enjuiciado, quien fue absuelto en
primera y segunda instancia, la misma, conforme las reglas
transitorias fijadas en el fallo SP-4883-2018, es suscrita por
cinco de los Magistrados integrantes de la Sala.

Frente a tres Magistrados que no participan de esta


decisión, el interesado, si así lo quiere, podrá promover
recurso de impugnación especial, en los mismos términos

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procesales previstos en la Ley 600 de 2000 para el recurso


de apelación.

9. En atención a las manifestaciones de Óscar


Mauricio Paipilla Rangel en el sentido de que cuando menos
dos funcionarias de la Fiscalía, y al parecer un miembro de
la Policía, intentaron inducirlo a testificar falazmente para
favorecer a los acusados, se ordenará compulsar copia de
esta decisión a la primera entidad mencionada para que, si
no lo ha hecho, inicie las investigaciones a que haya lugar.

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Penal, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la Ley,

RESUELVE

1. CASAR, por los cargos formulados en la demanda, la


sentencia recurrida, de acuerdo con la parte motiva de esta
decisión.

2. En consecuencia, CONDENAR a WISTON


ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA como autor del delito de
homicidio agravado, definido en los artículos 103 y 104,
numeral 7°, de la Ley 599 de 2000.

3. IMPONER a WISTON ALEXANDER RAMÍREZ


BONILLA las penas de 25 años de prisión e inhabilitación
para el ejercicio de derechos y funciones públicas por el lapso
de 20 años.

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4. NO CONCEDER a WISTON ALEXANDER RAMÍREZ


BONILLA la suspensión condicional de la ejecución de la
pena ni la prisión domiciliaria.

5. LIBRAR orden de captura contra WISTON


ALEXANDER RAMÍREZ BONILLA para el cumplimiento de la
sanción impuesta.

6. ORDENAR la compulsación de copia de esta decisión


a la Fiscalía General de la Nación, de acuerdo con lo
consignado en el numeral 9° de su parte motiva.

Contra esta providencia procede el recurso de


impugnación especial.

Notifíquese y cúmplase,

EYDER PATIÑO CABRERA


Magistrado

JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA


Magistrado

EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER


Magistrado

48
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LUIS ANTONIO HERNÁNDEZ BARBOSA


Magistrado

JAIME HUMBERTO MORENO ACERO


Magistrado

NUBIA YOLANDA NOVA GARCIA


Secretaria

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