Qubit - 46 - 2010-05 PDF
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Índice:
• Deuda temporal: Historia de la ciencia ficción escrita por mujeres en Cuba
(Tercera parte) Raúl Aguiar.
• ¿Donde me pongo? Ida Mitrani
• Kadoor. Niurka Alonso Santos
• Magic Room, o viaje al centro de la Tierra, otra vez. Jamila Medina
• Fichas de ajedrez. Lidia Soca Medina
• El sueño compartido. Yadira Alvarez.
• Menephilus Calxis en Sajari. Yeny Mila Ramos.
• La noticia. Zullin Elejalde Macías
• El retorno. Claudia Alejandra Damián
• La estrella de fuego azul. Janin R. Hernández
• Culto de acoplamiento. Elaine Vilar Madruga
• Historia del cine ciberpunk. 1995. Judge Dredd.
http://www.eldiletante.co.nr
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DEUDA TEMPORAL:
HISTORIA DE LA CIENCIA FICCION ESCRITA POR MUJERES EN CUBA
(TERCERA PARTE)
Raúl Aguiar
En los años que siguen al 2000, surge una nueva ola de escritoras cubanas
de ciencia ficción. Ida Mitrani ya tenía un extenso currículum científico y literario, con
premios y publicaciones de poesía y cuento infantil, cuando decidió incursionar en la
ciencia ficción. Fundadora de varios talleres, decidió incorporarse al Taller Espacio
Abierto como una aprendiz más del género, tratando de aunar sus dos grandes vocaciones.
Un caso bastante interesante es el de Jamila Medina, que nos ofrece un cuento
titulado Magic Room construido al estilo rizoma, donde cada frase remite a múltiples
conceptos, rupturas de lenguaje, líneas de fuga, enumeraciones y simbología iconográfica
como posibilidades abiertas dentro del universo infinito de la narrativa post-Internet.
El caso de Janie R. Hernández, Yadira Alvarez, y Elaine Vilar es totalmente
diferente: ellas sí se consideran a sí mismas escritoras a tiempo completo de fantasía y/o
ciencia ficción. Elaine y Yadira son integrantes del taller literario Espacio abierto,
especializado en el género fantástico, de muy reciente aparición, aunque ambas ya
provenían de otros grupos del fandom nacional. Recientemente Elaine Vilar acaba de
publicar su primer libro Al límite de los olivos, que recibió mención en el Premio
Calendario 2006 de ciencia ficción. Janin Ruiz Hernández escribe sobre todo novelas y
cuentos de fantasía heroica, aunque para esta antología nos ofreció uno de sus intentos
narrativos de ciencia ficción. Las historias de estas tres autoras, muy heterogéneas en
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cuanto a temáticas, tienen una gran calidad y resultan bastante interesantes, sobre todo en
el tratamiento de los personajes, principalmente femeninos, casi siempre protagonistas.
El género del minicuento se ha desarrollado con fuerza en Cuba en los últimos
años, sobre todo gracias a concursos como El Dinosaurio, que premia los mejores
minicuentos en múltiples categorías, y una de ellas es la de ciencia ficción. Esto es un
aliciente para que varias narradoras prueben sus fuerzas en el género, como Zullín
Elejalde y Yeny Mila, quien ganó el último premio colateral del concurso El Dinosaurio
con su microrelato de ciencia ficción Menephilus Calxys en Sajari.
A través del concurso de ciencia ficción de la revista Juventud Técnica se han
dado a conocer otras autoras como Maylín Lozano García, Gretel Valdivia y Lidia Soca
Medina, quien cuenta con varias menciones recibidas en años consecutivos.
A manera de resumen, podrían establecerse ciertas características específicas que,
a lo largo de la historia del género en la isla, han definido y diferencian la ciencia ficción
cubana escrita por mujeres de la elaborada por sus homólogos masculinos. En el aspecto
formal, un mayor cuidado del lenguaje, voluntad de estilo con recursos a lo poético, y
gran precisión a la hora de describir los ambientes y caracteres. Mayor profundización en
la psicología de los personajes, sobre todo los femeninos y los infantiles. El aspecto
especulativo, científico o tecnológico del argumento no es lo más importante en
comparación con los conflictos e interrelaciones sociales, familiares o de pareja.
En cuanto a la diferenciación intergeneracional de las escritoras cubanas de CF
podrían establecerse tres etapas distintivas.
1 Una primera etapa, correspondiente a la década de los 80, donde se
perciben algunas influencias poco marcadas del realismo socialista en los
argumentos, sobre todo los de exploración espacial y el contacto con
extraterrestres. Visión utópica del futuro y exaltación de los sentimientos positivos
como el amor o la solidaridad humana. Aparición por primera vez en el fantástico
cubano de elementos de la fantasía heroica, desarrollo de los temas del
paleocontacto y la recontextualización de los mitos y cosmogonías.
2 Una segunda etapa, correspondiente a la década de los 90, donde la
producción narrativa femenina se concentra en una sola escritora, al menos en
Cuba. Esta escritora, Gina Picart, va a preferir los elementos históricos o míticos
para desarrollar sus historias, con pleno desinterés por los gadgets tecnológicos de
la CF tradicional. Ciencia ficción del pasado, más que del futuro. A diferencia de
las escritoras de la generación anterior, no teme escoger protagonistas masculinos
para algunas de sus historias, y logra hacer a estos caracteres verosímiles y no
estereotipados. También se caracteriza por un tono más sobrio en el tratamiento
de las emociones y conflictos humanos.
3 Una tercera etapa, desde el 2000 hasta la actualidad. Disminuye la
preocupación por utilizar los elementos poéticos dentro del discurso. Mayor
interés en un lenguaje fluido, en función de la trama, que adquiere así un tempo
más rápido. Visión distópica del futuro. En algunas autoras se recrean
ambientaciones cercanas a la corriente ciberpunk, con gadgets propios de esta
tendencia pero sin convertirlos en centro, solo como un recurso necesario pero
menor, para desarrollar los conflictos humanos, mucho más importantes. La
personaje protagónica lleva la acción principal del relato. Aparecen los
sentimientos negativos de intolerancia, falta de solidaridad, cinismo, propios de un
mundo deshumanizado. Pesimismo.
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Esta ha sido, de una manera un poco superficial y al vuelo, algunas de las
características que hemos notado en la obra de las escritoras cubanas de ciencia
ficción. Es muy probable que en trabajos futuros sobre el particular se hagan estudios
mucho más profundos y reveladores. Por nuestra parte queda ofrecer al público
cubano esta antología que es, como su propio título indica, una deuda temporal que
teníamos, desde hace ya casi una veintena de años, con ese grupo de narradoras que
decidieron probar sus armas en un terreno que muchos, durante largo tiempo,
consideraron exclusivo de los hombres.
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¿DÓNDE ME PONGO?
Ida Mitrani
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Eso, sin tener en cuenta que casi se suicida por una jinetera, cuando ella lo plantó por un
viejo forrado en billetes.
El doctor, por su parte, comentó lo adecuado de que los clones crezcan en un entorno
muy semejante al del original, para prevenir en lo posible una evolución demasiado
diferente. Esto pudiera generar deficiencias irreparables en el desarrollo de la
personalidad.
Mi mamá, que para nada se había detenido a pensar en que el fruto de su vientre sería
un logro de la ciencia moderna, declaró con ingenuidad que de cualquier modo yo sería
un niño más, con mis virtudes y defectos pero a fin de cuentas, rodeado de mucho amor
y eso era lo más importante.
Ahí metió la cuchareta mi abuela, desplegando muy segura sus propios argumentos.
Estaba de acuerdo en que yo sería realmente la segunda vida de su hijo. Por tanto,
apoyaba la idea de que debería crecer en un entorno no muy diferente del original. En
primer lugar, porque mí mamá no se parece en nada a ella (es decir, a mi abuela). En
segundo, porque la joven pareja vivía en un apartamento de dos habitaciones, mientras
mis abuelos conservaban su antigua casa con patio y jardín. Y para remachar, allí
tendría la oportunidad de ir a las mismas escuelas de mi padre, donde por suerte aún
trabajaban varios de sus viejos maestros. Así crecería tan sano, inteligente y apuesto
como mi progenitor. La solución ideal era obvia: ¡A llevarme a vivir con mis abuelos!
Era su destino que mamá llevara a término el embarazo, porque con la rabieta que le dio
aquel día, la tensión arterial debió haberle subido a 150 con 200. Porque, ¿para qué coño
quería ella un hijo tan especial, que no lo podía criar ni la propia madre que lo parió?
Ahí mismo, mi abuela, con esa voz pausada del que se sabe vencedor, le recordó que yo
no era su hijo genético. Me imagino que del tirón que mamá le dio al mantel, no dejó ni
un cacharro sano.
Amenazó con lanzarse delante de un tren si no la dejaban criarme como se le daba su
realísima gana, así que nos quedamos en el apartamento de la ciudad, fui a la escuela
que ella dispuso y tuve los amiguitos que yo quise. Cada cierto tiempo iban los
periodistas a joder, pero al verme tan común y despreocupado como los demás niños,
perdieron el interés.
Con el tiempo, mamá perdonó a mi abuela y aceptó que yo pasara las vacaciones con
los ancianos. Los abuelos, por su parte, olvidaron por completo la conveniencia de
crearme un entorno semejante a de mi padre. Cuando yo, Javier-junior, hice talco la
maceta de begonias, mi abuela me dedicó un suave regaño “porque el niño es muy
inocente aún”. Por hazaña semejante, a mi padre le tocaron un buen par de nalgadas. ¿Y
mi abuelo? Cuando le quemé el colchón al tratar de encender su pipa, me largó un
sermón acerca del daño que hace el tabaco, mientras que a Javier-senior le suspendieron
la televisión por una semana, nada más que por tomar sin permiso los fósforos para asar
un gorrión en el patio.
En mi séptimo cumpleaños, nos visitó por unos días la hermana de mamá con su hijita.
La pequeña sabía cantar y tocar la guitarra, bailaba como un trompo y en general era
tan graciosa, que uno pronto se olvidaba de su mandíbula prominente, para adorarla
como la niña más linda del mundo. Cuando se fueron, yo sentí que algo había cambiado
en mi familia.
Un aire de inquietud se expandió por la casa: ¡Mamá quería tener una niña al natural!
Parece que mi padre se resistió bastante, pero al final acordaron dejar evolucionar el
embarazo hasta que los ultrasonidos permitieran distinguir el sexo del bebé.
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El día de marras, almorzamos en casa de los abuelos. De nuevo en el patio se sirvió el
café. Se valoraron las posibilidades de que el bebé no fuese niña. Papá no quería ni oír
hablar de eso, pero mi abuelo insistió:
- Mira Javier, si es varón, puede que no traiga la enfermedad. Además, existen pruebas
para comprobar si viene hemofílico. Creo que para interrumpir, deben esperar a que se
compruebe esto.
- No, viejo, no. Ninguna de esas pruebas es eficaz al ciento por ciento. La dejaremos
vivir solo si es niña.
Aquí intervino mi abuela, siempre tan oportuna:
- Javier tiene razón, pero solo en parte. Te voy a decir con franqueza lo que pienso: ¡Es
muy lamentable traer al mundo a una criatura que va a trasmitir la enfermedad!
Mamá esta vez no rompió la vajilla. Me tomó de la mano y le pidió a papá que nos
llevara a casa, pretextando un fuerte dolor de cabeza. Esa noche, los tres nos fuimos
temprano a la cama.
Al amanecer, mamá me despertó con mucho sigilo. Aún dormido me vistió, me embutió
un vaso de leche tibia y tomados de la mano salimos a la calle. Un camión nos hizo el
favor de llevarnos hasta Güines. Fuimos directo a las oficinas del Poder Popular, a pedir
un lugar en un albergue y la oportunidad para mamá, de trabajar en cualquier cosa. Al
interrogarla sobre su vida pasada, mamá respondió que huía de un matrimonio
desgraciado. Mostrando sus documentos, le rogó llorosa al hombre que indagara sobre
ella todo lo que quisiera, incluso con la policía, pero que por favor no avisara a su
marido.
Papá nos encontró una semana después, pero no hubo modo de convencer a mi madre
de regresar a La Habana. Quiso el destino que un matrimonio de ancianos nos tomara
cariño y nos llevase a vivir con ellos. Nos visitaban con regularidad la trabajadora
social, el médico de familia y la enfermera. Mi padre, que no cejaba en el empeño de
recuperarnos, venía cada fin de semana. Mi mamá se sometió a todos los cuidados
propios de su estado; a término y con el peso adecuado, nació mi hermana Esperanza.
Unos meses después, regresamos a la Habana. Desde entonces, paso las vacaciones de
verano con mis "abuelos" de Güines. A los nueve años armé tremendo berrinche para
me llevaran a las audiciones de la escuela de música y contra todos los pronósticos, fui
aceptado. Asombrado por el talento de su doble, mi pobre papá se enteró de que su
presunta falta de aptitud eran puros inventos de mi abuela, que no lo quería de
farandulero, sino graduado de la Universidad. Mi mamá lo consoló, recordándole el
prestigio que había ganado como científico, lo cual demostraba que sus padres lo habían
guiado por el camino correcto. ¿Quién sabe si la equivocación se estaba cometiendo con
Javier-junior?
Con mi hermana todo siempre fue diáfano. Aunque mi padre lo niegue, ella es su
predilecta. Igual que él, se graduó con notas sobresalientes en la facultad de
Bioquímica. Heredó su brillante cerebro, sin dudar nunca que la ciencia era su destino.
Ha tenido suerte, porque de mi madre también tomó lo mejor: un rostro interesante y
una recia personalidad. Además, sus análisis de ADN mostraron que no es portadora de
hemofilia
En cuanto a mí, para ser apenas una copia mediocre de un paso anterior en la escala
evolutiva del hombre, no me ha ido tan mal. Mis manos no son las más adecuadas para
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un virtuoso, pero ya promoví con algo de éxito, mis primeras canciones. Hago lo que
me gusta, y eso es lo más importante.
Lo que me trae mal es lo que me acaba de confesar mi novia: Su abuela murió por riñón
poliquístico a los 45 años y su madre, de apenas 50, va por el mismo camino. No quiere
ese destino para nuestros hijos, ¡pero yo no quiero renunciar a ella!
(La Habana, 7 de junio del 2001)
Ida Mitrani Arenal : (Ciudad Habana, 1955) Doctora en Ciencias físicas, Master en Ciencias
Oceanológicas. Actualmente trabaja en el Centro de Física de la Atmósfera, Instituto de Meteorología
(INSMET) del Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA). Obtuvo mención en el
Concurso Nacional de Cuento "Cecicilia Valdés 1997", con su cuento “La pared del fondo.” Mención en
modalidad de Cuento, en el Encuentro de Talleres Literarios, Municipio Marianao, año 2001. Cuento “El
cántaro” Finalista del Concurso Internacional ABRACE, con inclusión en la antología, " Mariposas,
Mujeres sin Capullo ", publicada en febrero del 2002, Montevideo Uruguay, con el cuento “Llaman a las
cuatro”. Finalista del Concurso de Cuento "Un amor de verano", convocado por la revista electrónica EL
ESCRIBA, Buenos Aires, Argentina y publicado en el número 16, correspondiente a la segunda
quincena de mayo del 2002, en la web www.elescriba.com, con el cuento “Un pequeño soplo”. Premio
en modalidad de Cuento Infantil, en el Encuentro de Talleres Literarios, Municipio Marianao, año 2002.
Cuento “El de los ojos colorados” Premio Especial de Bibliotecas, Municipio Marianao, año 2002.
Premio en modalidad de Cuento Infantil, en el Encuentro Provincial de Talleres Literarios de la Ciudad
de La Habana, año 2002. Cuento “El de los ojos colorados” Inclusión en la antología " CUENTAGOTAS
III " publicada en el 2003, Selecciones aBrace, Montevideo Uruguay, con el cuento “Vendrá Mañana”
Mención en modalidad de minicuento. Concurso “Minificciones por la paz” convocado por “Fatal
Espejo”, México, en el año 2003. Cuento “Conducta.” Inclusión en la antología de mini cuentos
"CUENTAGOTAS IV" publicada en el 2004, Selecciones aBrace, Montevideo Uruguay, con los
minicuentos "Conducta", "Alguien" y "Por ejemplo" Publicación del cuento infantil "Ojos Colorados" en
la Revista Literaria Cubano-Canaria "Dos Islas, Dos Mares" No. 4, del 1 de febrero del 2004. Premio
en modalidad de décima, en el Encuentro de Talleres Literarios, Municipio Regla, año 2005. Obra
"Décimas verdes para Gea". Premio en modalidad de Cuento Infantil, en el Encuentro de Talleres
Literarios, Municipio Regla, año 2006. Cuento "Los cuidaremos". Publicación de “Intrusa”(Poesía),
“Décimas Verdes Para Gea” (Poesía), y “Alguien” (cuento) en la publicación electrónica EL
GUARDABOSQUES, Boletín Ecológico_Nº4 / julio-agosto 2007. Publicación de fragmentos de la obra
Décimas Verdes Para Gea (Poesía), en la publicación electrónica “Aladécima” , en el sitio web
http://www.peglez.blogspot.com/ , número correspondiente al 2007_06_01. Segundo Premio de Cuento,
con la obra “Llaman a las cuatro”, Taller Municipal de Regla-2007.
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KADOOR
Niurka Alonso Santos
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visto a nadie todavía y tampoco era para correr a abrazar y besar una lagartija babosa y
repulsiva o cualquier otro monstruo asqueroso.
Estuvieron cerca de 30 minutos escondidos tras unas rocas a unos 20 metros de la nave
ajena. Durante ese tiempo no se vio ningún movimiento ni en la misma ni en los alrededores. Se
comunicaron con el que estaba de guardia en su propio cohete para informarle lo que habían
descubierto y para que mantuviera una vigilancia más intensa en la vecindad y les transmitiera
cualquier anomalía que observara.
Los extraterrestres aparecieron sorpresivamente. Eran cinco, bípedos y muy similares en
sus escafandras a ellos. Llegaron a su nave y se reunieron junto a lo que parecía la puerta, esta
se abrió silenciosamente y por una escalera bajó otro ser igual. Todos juntos se pusieron a mirar
algo que traían los exploradores y como a discutir. Los terrestres continuaban escondidos
observando y sin decidirse a actuar cuando de pronto, sin que nadie pudiera detenerlo, Kadoor
salió del escondite y caminando lenta pero seguramente se aproximó a los extraños. Estos lo
vieron y se quedaron inmóviles observándolo. Kadoor se sentó ante el grupo de una manera
muy digna y por unos momentos se vio un curioso espectáculo: el grupo de 6 hombres que
rodeaba al perro pareció de pronto que había entablado una amena conversación con el mismo.
Luego hubo por parte de los extraños gestos inequívocos de una invitación a pasar a la nave y
Kadoor efectivamente se levantó y los siguió, después de mirar por un instante hacia donde
estaba su tripulación escondida.
—¿Y ahora qué? – preguntó el Capitán González a sus compañeros.
—Ahora creo que es mejor largarnos, estoy convencido que nunca volveremos a ver al perro.
—Yo creo – dijo Yamada – que pase lo que pase no debemos movernos de aquí, dependerá de
si Kadoor sale o no sale, y cómo sale, lo que tenemos que hacer.
—Estoy de acuerdo con Yamada – dijo Thompson – si Kadoor sale normal, sin ninguna huella
de maltrato o cosa así, creo que podemos darnos a conocer. Al fin y al cabo la Tierra ha estado
suspirando hace milenios por esta oportunidad y no debemos dejarla escapar.
—Nosotros no estamos preparados para el encuentro con otras civilizaciones, no sabemos ni
que hacer.
—Entiendo eso, Capitán, pero nunca nos perdonarán haber huido ante esta oportunidad.
—Creo, Capitán, que nosotros mismos nunca nos perdonaríamos algo así.
—Bien, eso quería oír. Yo, como capitán de una nave de prospección mineral, no puedo
forzarlos a participar en una tarea tan diferente, pero si todos ustedes voluntariamente asumen la
empresa yo estaré siempre con ustedes. Pero, Diégues, usted fue el primero en proponer que nos
fuéramos, su opinión es decisiva en estos momentos.
—Capitán, mi proposición fue hija del instinto, pero soy un ser humano y un habitante de la
Tierra, aunque lleve en el espacio más tiempo del que he pasado en ella. Por supuesto que si en
nuestras manos está establecer el primer contacto con seres no terrestres considero que es
nuestro deber, nuestra obligación y hasta nuestro derecho.
Decidieron dividirse en dos grupos: uno se quedaría escondido en el lugar donde
estaban, aguardando la salida del perro o lo que fuera que pasara, otro grupo iría a la nave a
preparar algo con que establecer contacto. Pensaron en algunos dibujos, gráficos o fotografías
que mostraran la Tierra, sus habitantes, sus construcciones, su naturaleza. No podían ofrecer
nada más con los equipos de que disponían. Este grupo partió y el resto quedó acechando. Los
tres que fueron hacia la nave deberían regresar en una hora, pues la autonomía del oxígeno no
era infinita. Cuando estos regresaran con lo que tuvieran los otros irían a la nave a continuar o
terminar el trabajo y regresarían también en una hora. Abastecidos de esta forma tendrían
oxígeno para otras 12 horas y podrían esperar los acontecimientos.
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Cuatro horas después todos estaban reunidos de nuevo tras las rocas, pero el perro no
había aparecido, ni se había observado ningún movimiento en la nave. La espera debió aún
durar otras tres horas para ver descender a Kadoor, aparentemente sano y salvo y hasta de buen
humor, pues llegó hasta las rocas, se paró frente al grupo y comenzó a ladrar frenéticamente.
Todos tuvieron que ajustar sus radios pues casi quedan sordos. Esta era una reacción curiosa por
parte del perro pues estaba entrenado para ladrar sólo dos veces cuando quería comunicarse ya
que el sonido de unos ladridos incontrolables era realmente insoportable cuando se recibía por
unos audífonos dentro de un traje espacial. Kadoor no respondió de momento a las órdenes de
callar que le dio el capitán, sin embargo, al cabo de un rato él sólo cesó de ladrar, aunque la
garganta le vibrara como si estuviera gruñendo, pero su actitud no era amenazadora, sino más
bien ansiosa.
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reaccionar ante una de estas situaciones para salvarse y salvar al compañero, y no es que lo
sepa, sino que reaccionará ante una de estas eventualidades correctamente y sin pensarlo. Los
que buscan inteligencia en el universo hubieran sabido que hacer aquí en primer lugar, nosotros
hemos tenido que pensarlo.
—Es que quién iba a imaginar que después de tantos años de búsqueda dentro y fuera de la
Galaxia, nosotros, que no salimos nunca de los límites del Sistema Solar, íbamos a tropezar con
seres inteligentes.
—Se debía prestar más atención a la Teoría de las Probabilidades.
— ¡Alto! – interrumpió la conversación Thompson - ¿no sienten ese calor?
— ¡Retírense, aprisa! – ordenó González.
Sin apartar la vista de la nave, que realmente había comenzado a desprender un intenso
calor, se apartaron. Todo sucedió en el transcurso de un suspiro, la nave se elevó y, cambiando
de rumbo a cierta altura, aumentó súbitamente su velocidad y antes de que ninguno reaccionara,
desapareció.
— ¿Y ahora?
—Ahora nada, los hemos perdido.
—Pero ¿no podemos hacer nada? – dijo Diégues desesperadamente.
—Recojamos muestras del suelo para ver si podemos determinar qué energía utilizan y hagamos
una exploración alrededor a ver si han dejado huellas de su paso o de su trabajo.
Encontraron a unos kilómetros de allí huellas del mismo trabajo que hacían ellos:
algunas perforaciones, rocas partidas; sabían que no eran las dejadas por ellos, porque ellos no
habían trabajado en esa dirección, pero no encontraron nada especial que les permitiera analizar
su nivel de desarrollo, sus herramientas, qué buscaban.
Sintiendo que lo vivido les pesaba como un fracaso, que afectaba a toda la Tierra,
sintiéndose culpables sin saber aún qué hubieran podido hacer, emprendieron el viaje de
regreso, sin la animación de otras veces en que regresaban a sus casas. Antes de llegar enviaron
el informe de lo sucedido.
Al llegar a la Tierra fueron recibidos por una delegación de alto nivel planetario y
conducidos a las oficinas de la Unión Universal, donde se les informó que se había creado, al
recibirse el comunicado de la JUPITER, una comisión internacional para estudiar todo lo
sucedido, que debían entregar todo el material recopilado, tanto en muestras como en
fotografías, todo lo que habían preparado ellos para tratar de establecer comunicación con los
extraterrestres, que ya se estaba procesando el informe preliminar, pero que deberían
permanecer en sus domicilios para ser interrogados por los miembros de la comisión cada vez
que fuera necesario esclarecer algún punto y que debían entregar el perro para ser analizado por
los médicos, con vistas a descartar que hubiera adquirido de forma casual o intencional, algún
virus, bacteria u otra patología que pudiera resultar perjudicial para los habitantes de la Tierra.
Y ese fue el punto que no pudieron cumplir, Kadoor desapareció en algún momento
después del aterrizaje y no lo habían vuelto a ver. Se desató una cacería por todo el país, se
publicaron fotos y descripciones del perro, se mantuvo constantemente en las pantallas de los
televisores, pero nada. Bueno, nada no. Se recibieron muchas llamadas en el punto de control,
de personas que informaban que un perro de esas características se había acercado al suyo de
manera amistosa, que había permanecido junto a él por unos momentos y luego había
continuado. Cosa curiosa, todas las llamadas fueron muy similares, siempre se informaba que
Kadoor había sido visto junto a algún otro perro, nunca de forma agresiva, no se había acercado
a ningún ser humano, ni a ninguna casa, sólo a otros perros en la calle.
Mientras continuaba la búsqueda de Kadoor, los miembros de la tripulación fueron
visitados cada uno en múltiples ocasiones por la Comisión. Las preguntas siempre giraban en
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torno a lo mismo: la actitud del perro antes y después de penetrar en la nave foránea, su
comportamiento durante el viaje, la descripción de la nave, de los seres que habían visto, su
actitud, porqué no se habían hecho mayores esfuerzos para contactar con los extraterrestres.
Por fin, la Comisión terminó su trabajo. En una especie de vista pública, que sería
transmitida por todas las emisoras de televisión del mundo se darían las conclusiones de estos
hechos de trascendental importancia para el planeta y se trataría de llegar a un consenso sobre
los pasos futuros para tratar de localizar a esta civilización que realizaba trabajos de exploración
dentro de nuestro sistema solar.
La vista, presidida por la máxima dirección de la Unión Universal, era altamente
solemne, debido por un lado a la gravedad del tema a tratar y por otro a que era la primera vez
que la Unión actuaría de forma realmente universal después del establecimiento de la paz
mundial.
Comenzó la exposición de los hechos, por parte de un secretario. Fueron mostrados
todos los materiales entregados por la tripulación de la JUPITER. Se permitió que los delegados
interrogaran públicamente a los mineros espaciales, testigos directos y participantes de todo lo
sucedido. Se escucharon opiniones a favor y en contra de la actuación de la tripulación. Se
insistió una y otra vez en los detalles del comportamiento del perro. Se dieron, para terminar
esta parte de la Asamblea, las conclusiones de la Comisión.
Posteriormente tomó la palabra el Presidente de la Unión Universal para dar inicio al
debate acerca de la búsqueda de esta civilización, pero sólo tuvo tiempo de saludar a los
presentes. Un tumulto proveniente del exterior interrumpió sus primeras palabras. A una señal
suya, los custodios procedieron a investigar qué estaba sucediendo. Al ser abierta la puerta, se
pudo presenciar un espectáculo por demás extraño: los guardias del exterior luchaban a brazo
partido contra una multitud de perros que trataban de alcanzar la misma. De este grupo se
destacó la figura más que vista por todos en los últimos tiempos de Kadoor, quien avanzó hasta
colocarse en un lugar visible.
Entonces ocurrió lo más asombroso que hubiese sucedido desde que la Tierra existía: el
presidente comenzó su inolvidable discurso:
— ¡Hombres! Ustedes quieren establecer contacto con otros hombres, que se han desarrollado
en un mundo ajeno a ustedes, que han vivido vidas diferentes a las de ustedes, que no han visto
quizás nunca lo que ven ustedes a diario, que no han sentido los olores que ustedes perciben
todos los días, que quizás no han escuchado los sonidos que ustedes están acostumbrados a
escuchar desde la infancia. ¡Magnífico! Una espléndida oportunidad para intercambiar
conocimientos y experiencias. Pero contéstenme primero una pregunta: ¿cómo piensan hacerlo,
si hace miles de años ustedes conviven con otros seres en este mismo planeta, se han
desarrollado junto a ellos (y gracias a ellos en muchos casos) y nunca han podido comunicarse
con ellos? ¿Cuánto hubieran ganado si en vez de estudiar a los murciélagos para desarrollar
ustedes el radar, hubieran desarrollado el radar entre las dos especies? ¿Cuánto hubieran ganado
si en vez de estudiar a los pulpos o calamares para desarrollar ustedes la propulsión a chorro, lo
hubieran hecho entre las dos especies? Puedo seguir infinitamente poniendo ejemplos. Ustedes
han desarrollado técnicas que ya eran aplicadas por insectos, por peces, por aves o por
mamíferos, y han tenido que descubrirlas, perdiendo de ese modo cientos de años. No fueron
capaces de comunicarse con los seres diferentes a ustedes que compartían su mismo mundo. No
esgriman el argumento de la inferioridad, ese es un concepto relativo que les va a crear
problemas cuando comiencen a conocer seres de otros planetas que no han seguido su mismo
patrón de desarrollo.
En este punto uno de los delegados, que como los demás no podía más con el asombro
y la sorpresa, se atrevió a interrumpir al Presidente:
—Presidente, ¿quiere usted darnos a entender que está en contra de buscar vida inteligente?
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—Veo que no han entendido nada. El Presidente no ha dicho una sola palabra. Usando su boca
como transmisor y su cerebro como puente habla Kadoor, en nombre de todos los perros del
planeta.
No es necesario contar lo que sucedió después. Los hombres no podían aceptar esto.
Algunos llegaron hasta a sacudir al Presidente, pero realmente este estaba como hipnotizado y
no reaccionaba. Luego poco a poco todos se volvieron hacia el perro. Este continuó, por boca
del Presidente:
— ¿Lo creen ahora? He traído a otros perros pues realmente nuestra potencia cerebral es menor
que la de ustedes y hemos debido unirnos varios en un pensamiento común para poder obligar a
este ser humano a expresarse por nosotros. Yo traje, y ahora están depositadas en la memoria
de todos los perros del planeta, las coordenadas necesarias para encontrar a esos con los que
tropezamos en el Cinturón de Asteroides. Pero ellos en su planeta no tienen fronteras biológicas.
El hecho de que ustedes vieran sólo figuras semejantes a las de ustedes fue pura casualidad, son
los hombres los que realizan ese trabajo, pero dentro de la nave había otros animales, cada uno
ocupado con una labor acorde a sus posibilidades. Nunca se podrá pretender que un caballo coja
un pincel con sus cascos o que un gorrión maneje una excavadora mecánica. Pero podemos
hacer otras cosas y nuestro esfuerzo conjunto por el mismo planeta hace muchos años habría
logrado un salto considerable en nuestro común desarrollo. Ustedes nos han utilizado, si; pero
ha sido sin tomarnos a nosotros en consideración. Ustedes han pensado qué podían obtener de
nosotros, pero no nos han preguntado qué podíamos darles. Han pensado incluso en lo que
según ustedes nosotros necesitábamos, pero no nos lo preguntaron a nosotros. Se imaginaron
que nos comprendían, pero realmente nunca ha habido comunicación entre nosotros.
—Entonces ¿qué quieren ahora?
—Queremos que cuando el planeta Tierra contacte con otras formas de vida de otros sistemas
planetarios, lo haga realmente en nombre de la vida terrestre. Estos de ahora, a pesar de su
apariencia humana tenían más puntos de contacto conmigo que con los otros tripulantes de la
JUPITER. Ustedes quizás no se hubieran comprendido. Yo no tuve la menor dificultad. Los
perros encontramos ahora la forma de explicar esto, pero ¿se imaginan que seres de tres
milímetros de altura, provenientes de un planeta pequeño, hubieran aterrizado en un
hormiguero? El primer contacto con otra civilización se hubiera establecido sin que ustedes se
hubieran enterado siquiera. Queremos, por último, que piensen en todo esto. Ustedes son una
especie muy inteligente y encontrarán una solución.
Y la encontramos. Estamos ahora en camino hacia el planeta de nuestros desconocidos
amigos, después de 50 años del primer encuentro. Kadoor ya no existe, pero un descendiente
suyo va con nosotros. Los delfines, que resultaron excelentes matemáticos, realizaron todos los
cálculos, una abeja nos organizó el viaje. Vamos en la nave animales de cinco especies,
compartimos el trabajo de acuerdo con las capacidades de cada uno y nos llevamos todos como
hermanos. Ahora ciertamente nos sentimos más preparados para buscar otros seres más allá de
nuestro planeta. Y Kadoor tiene hoy el monumento más grande que se haya levantado en la
Tierra, erigido por la gratitud de todos los seres vivos.
Niurka Alonso Santos: (Yaguajay, Sancti Spiritus, 1963). Estudió Ingeniería en Telecomunicaciones en
el ISPJAE y actualmente trabaja en la Empresa Telefónica (ETECSA). Ha obtenido menciones en el
Concurso de Cuentos de CF Revista Juventud Técnica 2009 con el cuento Opiniones. Obtuvo mención de
honor por su cuento Kadoor en los Premios Andrómeda de Ficción Especulativa. También obtuvo
mención en el Premio Salomón 2009, por su cuento “Creación.”
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MAGIC ROĮOM
˘
O VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA, OTRA VEZ
Jamila Medina
Leí el diario de la mañana y supe que a esa hora todos –sobre Dalai Lama o sexo oral, con
el corazón en la mano– escribían la misma página con citas sacadas de internet (como esas largas y
suficientemente estrechas hojas chinas de la fiesta de la primavera, que después son lo
suficientemente resumidas en una hoja más pequeña, igual de estrecha; no hay salida).
Sin declinar ser otra adicta, entré en la red. Los infinitos pejes y las infinitas bibliotecas
virtuales y los hipervínculos hacia esa literatura y hacia los blogs que sofreían esa y cualquier
literatura se dilataron en anaqueles por mis venas. Cliqueé al azar y empecé fervorosamente a saltar
como un salmón de una página a otra, poniendo huevos de comentarios en todas las que lo
permitían [«ha muerto kcy klbrt♥, el guitarrista de Hawthorne Heights♫, se le trababa la lengua
(haw), quería llegar a las alturas (heights), en paz denscanse╬, se murió durmiendo»].
Esa mañana –lanzándome por los infinitos toboganes, atrapada en la tupida telaraña– no
pude llegar a mi ansia: el último texto de la red, tocar el corazón original del río. Ni al día ni a la
semana siguiente –aunque rompí el récord de Sandwich.
El lunes, al entrar en el Atelier de Christian de Portzamparc.com, encontré con horror que
había crecido un nuevo rascacielos en mi hendidura favorita, como quien diría «en una pequeña
parcela» (entre un edificio y otro edificio de la bella Manhattan), galaxia que yo tenía detectada
como hueco-6, uno de los últimos purgatorios perdidos.
Estudié los planos de la obra, y el elogio de un tal O. Sus dedos de arquitecto habían roído
el aire con pericia para acoplar allí al travesti; siguiendo y burlando pasarelas, Louis Vuiton Moët
Henessy bebía y vomitaba entre sus chales todo el caviar del cielo edificante de Nuyor. El nuevo
inmueble era, en verdad, un portento. En cuanto a la boca abierta de O., aventuré mis yemas en el
sitio para buscarle la lengua (y arrancarla), pero su adentro me sorprendió con el tremor de una
vagina, la suavidad de la piel de unas muñecas. Después, metí la cuchara en la pantalla y probé los
huevos de esturión, que O.frecía, zalamero. No crean que fue un problema de celo profesional.
Incluso, por dos días, mientras se cocinaban mi estrategia y mi hígado, me alimenté solo de sus
loas: «agudeza expresiva», «planos y volúmenes» quebrados, «armonía caótica», «pieles de
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vidrios» de Saint Gobain, con «diferentes tratamientos opacos», «diamante afacetado»,
«terminación de lujo» –eran sus argumentOs. Al tercer día bajé por leche descremada y por 57
Street para (do it by myself) calar de cerca al enemigo y ver de frente el maldito edificio con que me
habían taponado el hueco-6.
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como un campo de arroz, perdieron enseguida mi interés. En su otra mano, mi tesoro: me adelanté y
tomé las gafas. Sí que sabría ser una perfecta sustituta. Me las puse y posé quieta y sonriente, como
un alegre emoticón 8-) dentro del círculo bermejo, quedando apostada: a la espera yo misma de una
caricia de cursor. Las gafas todas eran de un rojo vino subido. Así que no se veía mucho a través de
los cristales, pero yo sabía leer bien el ajedrez. Mirando y mirando… la torre Louis Vuiton Moët
Henessy se me antojó la biblionet: el aleteo de los textos, como edificios, reflejándose en los cortes
del diamante; el juego de espejos de LVMH repitiendo el jeu d’échecs de la página en blanco (o
rellena): la frustración resultante entre la perpetua partida y el insondable contratiempo del escritor
frente al lector (time is a goldfish, talk fast). Frente a mí Chanel leía. Y la torre IBM era el input, el
autor. ¿O era al revés?, ¿o al revés?
En el intermedio, cambié de posición (-8. Cuando recomenzaron los flashazos y atravesaron
las gafas, entrecerré los ojos y abrí mucho la boca O-8, esperando la flecha que me tocaría por fin,
deseando que ya no se detuviera el curso natural de los hechos.
Abajo, en la 52, se rompió el semáforo y un silbato de policía fue la señal. Los transeúntes
cambiaron de lugar. ¿O eran las piezas, las luces, los jugadores, el reloj? No era necesario que me
esforzara en romper el cerco rojo vino, por saber. La ruleta continuaba su marcha. Ahora Chanel
escribía. IBM era el archivo: una larga vidriera de emails, discursos de entrada y de salida, nivolas,
papeletas de circo, contraseñas, inscripciones en foros, sonetos y recibos del agua y de la luz,
caleidoscopio de origamis con un dedo de ancho, ADN raspando la primavera de Nuyor:
∞∞∞∞∞∞∞∞∞
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞. LVMH era Kcy Klbrt, el autor-lector, el
leutor atragantado (Thorn: espina en el ocaso de los dioses), con un cancionero entre la espalda y la
angina de pecho. Llevaba el pecho dilatado no sé si para impedir que se le partiera el corazón (bajo
la cuchillada de luz), o porque llevaba los brazos tatuados: mil dolorosos palimpsestos de tinta
sobre su piel que recordaba a Klbrt Kcy (con el deseo inscrito en el adentro del cuerpo, y de la encía
y el ojo, y en el fondo de la Bahía de la Habana, dragada por una inmensa succionadora, boca
perversa de anémona).
52 abajo, alguna rubia que oía estridentemente a Hawtorne Heights –las caderas
balanceándose como en un video clip– repitió las mismas tomas que yo, y se fue a casa a pegar
fotos en la pared. En la máquina, haciendo zigzags con el cursor, su novio iba pasándolas mecánico,
y le indicaba el orden. De pensar que en lugar de la japonesa él me vería a mí O-8 –apostada en los
bajos de LVMH, reflejando la torre de IBM–, el corazón me dio un vuelco. Pero al llegar a mi pose
O-8 de pescado en nevera, no se detuvo en nimiedades. Mi boca estaba lo suficientemente abierta
Ο-8. Y con las gafas, tan plana, ¿quién me habría podido reconocer? [«Era bi, era suave y tocaba
como un ángel. Te extrañaremos... Oh.»] –a un tiempo escupió alguien (al que alcancé a verle solo
las pálidas muñecas (desapareciendo como colas, rosáceas, de salmón), en el adentro de mis OjOs y
mi bOca (río arriba o abajo).
Mi corazón [«Era bi] se dilató [era suave y tocaba] ilimitado [como un ángel], para acunar
el escupitajo-comentario ∞∞∞∞…: la Ovalancha ∞∞∞∞∞∞∞∞∞, el pez cambiante ∞8∞8∞8∞8∞,
huevo/cola de carnero [Te extrañaremos... Oh. »]. Aquel mensaje sería el caviar que me abriría, por
un pasadizo de trompetas chillonas [«Oh, San Gabriel y Rafael y Uriel, Jofiel, Samuel, Zadfkiel y
San Miguel Arcángel»], las anheladas puertas de los cielos.
Con las órbitas girando como ojos de tragaperra sobre sí mismas, para asomarse a mi boca,
me asaltó el primer vahído. ¿Quién puede ver sin vértigos lo que su lengua dibuja, y seguir su curso
(entre los) rápido(s)? Sentí que la boca se me torcía también, como tratando de acercarse a las
cuencas. No había acabado la pretendida lectura cuando di cuentas de que, entre las orillas, roído el
centro de mi válvula mitral (innecesario adorno), unos dedos mañosos de arquitecto me habían
engastado, como en una parcela entre dos pieles (hueco maravilloso), estos prismáticos: ∞
(buenamente cortados a diamante, «pieles de vidrios» de Gobain, «armonía caótica», «diferentes
tratamientos opacos», inter/ultragalácticos, «terminación de lujo»). Gracias a las gafas, la espiral de
la boca y este último regalo, yo poseía (al menos en apariencia: 8∞8) tres dones infinitos: toda
boca(utor), toda ojo(lector), toda fuente de amor… Pero acabado el desovar, fue un ruido.
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Explosión o implosión. Big bang. ¿Qué corazón cuarteado soporta esa rima ni la multiplicación
infinita ∞∞∞∞… del espejo? Implosión o explosión. (¿ADN, Chanel, IBM, LVMH, Magic Room?
¿O tal vez la estrella de la ruleta había vuelto a girar? Y Chanel sería ahora la red de bibliotecas:
pura televisión de noche y día, telenovelas, «Supernatural», compre, compre el inglesbéisik, y
pellejos los fines de semana. Y Louis Vuiton Moët Henessy sería el autor. E IBM, mi anhelada
fuente (el lecho, donde dormir al fin), habría comenzado a leer, por el principio: como yo, doblada
sobre sí bajo el impacto. Bang bang. Uroboros pendejo. Adiós origen.)
A los cinco minutos cualquier página repetiría la noticia, difundiendo los ecos, divergentes,
de la boa o el gato o el sombrero que, indigestados, habían servido de petardos. (¿Dónde hallarían
mi cuerpo?: ¿en mi habitación: yerto en el suelo o pegado a la pared?, ¿en la 52: con los ojos
rasgados de miedo, la boca desmesuradamente abierta, el vientre en cruz?, ¿bajo la torre de IBM, en
la cima de Louis Vuiton Moët Henesssy o en la sima, en el sótano, de la torre Chanel? He aquí otras
mil y una noches: otra historia terrorista sin fin, que no sabemos quién leescribe.) Cuentan algunos
que de un golpe suave, el claroscuro de la tarde o la mañana (ciudad sin bordes; ni corazón de río ni
tronco ni raíz; sin capitel, fuste ni base) se irguió cayendo sobre Manhattan, por segundos, flotando
como un hongo blanquecino (BLICH, ARCHIPEL). Entonces yo, blanca como el papel, haciendo
de tripas corazón, cerré fuerte los ojos, olvidada de mí, mientras subía de tono la espumante marea
de los flashes. Y abrí mucho la b∞∞∞∞∞ca. (A mi estallidO-¦.)
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(requerido) website
Jamila Medina (Holguín, 1981) Narradora. Poetisa. Profesora universitaria. Egresada del Centro de
Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Graduada de Filología por la Universidad de La Habana
(2007), ciudad donde reside. Posee inédita su tesis de grado donde analiza la obra del escritor cubano
Calvert Casey. Aparece en Memoria de los otros (2006). Ha colaborado en Upsalón y Ámbito. Obtuvo el
Premio David de poesía 2008 con su poemario Huecos de Araña.
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FICHAS DE AJEDREZ
Lidia Soca Medina
-¿Y entonces?
-No lo sé.
Me levanté y fui hacia la ventana.
Necesitaba huir de sus ojos,
porque de lo contrario terminaría
cediendo, exponiendo mi vida a
cambio… Sí, el motivo de cada
decisión tomada parecía estribar
en qué beneficio se podría
obtener a cambio, el valor del
comodín para continuar armando
el crucigrama de nuestra
existencia. ¿Y si decidía romper
con ese atávico karma de
intereses? Aunque la filantropía y
el altruismo habían sido filosofías
cinceladas hace mucho, ¡claro
que tenía también un interés!
Ambicionando desactivar la
criogenia de su mirada, propulsar un roce de piel y dar un salto de años luz hacia su
pensamiento, sobre todo sacar de su órbita aquella caricia ajena que ultrajaba su
hombro, sentada vulgarmente en un regazo que era solo mío en mis fantasías de
medianoche y mis fugas diurnas. Me volví hacia ellos.
– Antes tengo algunas preguntas que hacerte…
Él la besó en la espalda instándole a marcharse y con la irritante convicción de
ser el baricentro de su universo, desapareció cerrando la puerta.
– Nos conocemos Iramis… Siempre he sido un fracaso como escritor y ahora
puedo alcanzar la fama… Es mi única oportunidad, la última. Aunque sea solo una vez,
sentiré que toda mi vida valió la pena.
Volvía a mirarme de aquel modo. Necesitaba mantener la cabeza fría, calibrar
mis posibilidades, prever una salida que no distinguía entre tanta propaganda
incomprensible, distorsionada por el amor.
– Me quieres decir que yo, mi mente, mi espíritu… por llamarlo de una manera,
me insertaré en tu historia a través de ese… escáner humano para darle…
– ¡Vida! Mis historias están vacías, son palabras enlazadas de una forma más o
menos vistosa, pero pésimas. Te invito a formar parte de mi mundo, ¡de mi verdadero
mundo! ¿No es eso lo que has querido siempre?... Tú serás la artífice de aquellas
fantasías que mi mente no pudo inventarse, original, impredecible en cada entrega.
20
– O sea, que resuelva a mi manera los conflictos a los que me expongas…
planear circunstancias, soluciones, contraataques. Nada más parecido a una ficha de
ajedrez.
– Todos lo somos de alguna forma, solo que desconocemos la mano capaz de
planear estrategias tan perfectas. Unos se lo achacan a Dios, otros al destino y hay hasta
quienes aún confían en el libre albedrío. Esa es precisamente la barrera perentoria entre
ficción y realidad que estoy dispuesto a derribar. Nada resulta tan atractivo como la vida
misma que todos se empeñan en clonar en remedos semánticos, pero yo ofreceré ese
puente entre lo real y la ilusión… y será contigo que lo cruzaré.
– Mejor dicho, sobre mí… Está bien, digamos que esa es la parte hermosa,
poética. Ahora quiero la parte oscura: la realidad. ¿Qué pasará conmigo, con mi cuerpo,
mi tiempo, si decido enterrarme en “tu mundo”, abrirme el juego?
– Físicamente se te inducirá a un estado de coma no muy profundo, para que tu
cerebro continúe funcionando una vez conectado a la máquina. Es posible que ni
siquiera notes la transición de realidades, a no ser por el cambio de entorno… ¿Has
visto The Matrix?
– Sí… y no me gustó, sobre todo porque la gente podía morir ahí dentro.
- ¡Pero esto es completamente diferente y seguro! ¿Crees que iba arriesgarte así,
Iramis?, -se apresuró a decir y luego procedió con su rol impersonal de hombre de
ciencia-. También tuvimos en cuenta las ventajas de que tu familia…
– ¡Por supuesto, tuvimos, tú y esa encontraron al conejillo de indias perfecto que
si se revienta, nadie va a echarlo en falta! ¿No?... ¡Total, una huérfana más o menos!...
¿Qué pasará si efectivamente ese importante jurado queda extasiado y te cubres de
gloria? Lo normal sería que quisieran publicarme, ¿y si me llevan a una imprenta, me
voy a dividir, se fragmentará mi conciencia? Porque hasta donde sé una vez que la
máquina digitalice mi personalidad, mi intelecto o como se llame, podré estar viva en
una simple hoja de papel que puede perderse, estrujarse o terminar Dios sabe dónde…
Aunque me parece que esa posibilidad ni tú mismo la has contemplado.
– Porque es imposible. Eso no va a pasar, después de ese premio tendré fama,
dinero…
– ¿Y quién me garantiza que no querrás más, que saldré otra vez… que no te
olvidarás de mí una vez en la cima?... Mi vida dependerá únicamente de tu integridad.
Algo bastante relativo diría yo, a juzgar por tu insólita ternura.
– ¿Cómo se entiende que hayas pasado tanto tiempo intentando formar parte de
la vida de un hombre en el que no confías, teniendo tan pésimo concepto de mis
sentimientos?
– Me usas, siempre has usado mi amor a tu conveniencia.
– No Iramis, siempre he intentado mostrarte que existe algo superior a esa
vulgar transacción de momentos, voluntades o placer; pero has estado tan ocupada en
apoderarte de lo que no te doy, que te has perdido todo cuanto te he ofrecido…
¿También me rechazarás ahora?
Y me convenció. ¡Por supuesto que me convenció! Es tan obvio como tus ojos
incrédulos que acarician ahora mis líneas. Sí, tú que sostienes esta hoja de papel o me
contemplas entre píxeles de cristal. Juzgándome otra historia intrascendente, distraído
tal vez por la premura de hacer que vuele el minutero para marcharte a casa. Sin
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sospecharme viva entre tus manos, vibrando aún en este fragmento copiado de
contrabando o con auténtico copyright. Atrapada entre folios numerados, como esa
mística C que garantiza dinero y fama: el enorme e insignificante precio por el que
transferí mi vida.
-Al comienzo no podía siquiera reconocerte a ti: cómplice de lo que entendía
como mi auténtica realidad. El tiempo y el espacio se compactaron en una masa
impredecible presta a dilatarse o comprimirse. Como esos sueños nocturnos donde
simplemente caemos en medio de una historia contada de antemano por las recónditas
divagaciones de nuestro propio cerebro, sin otra conciencia que jirones de lugares,
rostros que nos parecen conocidos. Pero tampoco se comportó exactamente como un
sueño… O una pesadilla aquella situación ignota, donde mis recuerdos eran inservibles,
hasta que mi cerebro fue desechándolos poco a poco. El único contacto más allá del
tablero bicolor donde se definía mi vida en una simple partida de ajedrez, era aquel
golpear de teclas retumbando en mi cabeza cuando creí dormir, pero era cuando
realmente debí estar más consciente y mi mente disparaba alarmas incomprensibles
hasta ser arrojada a otro y otro micromundo, alineándose las piezas para definir mi rol
en el nuevo juego.
Mucho tiempo después (si es que puede existir ese término aquí) empecé a
recordar, retrocediendo centímetro a centímetro en mi memoria, hasta descubrirme entre
electrodos conectados a mi frente y enjuagar al fin mis ojos en aquellos ya tan lejanos:
“Tengo miedo” –fueron mis últimas palabras y el émbolo en mi antebrazo cayó cual
telón mortal. “Estarás bien” –escuché ya en la oscuridad. Pero jamás volvería a estarlo,
no volvería a estar de ningún modo. Si no, tú no estuvieras sentado en tu buró
cuestionándote las cosas que tienen que leer los jurados o sencillamente cómo pudo
levantar ese revuelo una historia tan patética.
Sería mejor no haber sabido, no enterarme jamás que mi súbita lucidez llegó
cuando me abandonó a una imprenta. Ahora sí pareces motivado, al menos un poco
interesado en mí. No finjas sorpresa, supiste desde el principio que esto pasaría, que
llegaría un momento en que se le terminarían las jugadas de aficionado, se aburriera… o
se acabara el partido, cuando invariablemente sería yo el rey derrocado. Se acortan las
líneas y todavía no consigues reconocerme como un semejante, alguien que una vez
estuvo entre los jugadores, menospreciando las piezas que también tuve a mi
disposición. Pero no, no me sentiré intimidada por tu certeza inquebrantable de existir
del modo correcto.
Al menos ya sé quién soy, o en qué me convertí… ¿Y tú, confías en tus propios
movimientos o continúas a expensas de esa mano poderosa y desconocida que te guíe a
través de las cuadrículas del calendario? Recuerda siempre que todo peón puede
convertirse en reina si sobrevive hasta alcanzar el otro extremo del tablero. Estaré aquí
si decides volver...
22
EL SUEÑO COMPARTIDO
Yadira Alvarez
No puedo más. Ya sé, quizás no haya nada de qué preocuparse por ahora, pero
tengo hijos. Viera está esperando su primer bebé y Henrik se casa dentro de dos meses.
No puedo afrontar esto con la misma calma que los demás.
Son solo sueños, es cierto. Sin embargo no es una coincidencia que miles de
personas hayan estado soñando fragmentos de la misma historia a lo largo de años,
desde que se validó la tecnología que creamos. Y desde siempre, a juzgar por los
registros y entrevistas de estudios del sueño que se hacían antes.
Exploración y Graficación Visual de Estímulos Neuroeléctricos en Sueño
Profundo es un nombre largo para algo que la gente ha tratado de hacer desde que fue
conciente de sus sueños. Y va más allá del intento primitivo de interpretar lo que se
sueña o adivinar qué pasa en la vida analizando los pocos recuerdos que aún conserva el
durmiente al despertar. Es hacerlos visibles para los demás, es permitirle a cualquiera
ser capaz de “ver” claramente qué soñó.
Ni siquiera se recuerda la mitad de lo que se ha soñado, ni la cuarta parte. Esa fase
misteriosa del cerebro poniendo en su lugar todo lo que se ha vivido o pensado en
vigilia siempre será un misterio: un ordenador que nunca se detiene, que solo borra
información cuando padece alguna enfermedad o lesión, o cuando la mente,
especialmente entrenada, “olvida”. Los sueños son una información particularmente
difícil de sacar de las gavetas del subconsciente, y es tan útil una vez que la has
expuesto y analizado como es debido con ayuda del especialista indicado.
23
Ahí estaba yo. Llegué a este proyecto como psicóloga, especialista en hipnosis y
psicoanálisis. Rostislav y yo, los únicos especialistas que no manejaban las complejas
terminologías cibernética y químico-metabólica.
En la era de la generalización se dice que la interdisciplinariedad es el preludio de
los nuevos descubrimientos. Antes una mentalidad especialmente flexible, con
poderosas capacidades de desarrollo de las funciones nerviosas superiores, partía de una
serie de conceptos y supuestos derivados de la experimentación, el análisis y la
observación. Y ¡Voilà! ¡Eureka! ¡Ya-Tá! Mil expresiones para designar lo mismo:
DESCUBRIMIENTO; como unir por arte de imaginación y análisis las piezas de un
rompecabezas que actúa y provoca cambios alrededor convirtiéndose el exitoso
investigador casi en un dios, capaz de entender una pequeña parte del funcionamiento
del universo, y hasta de intervenir en él.
Los tiempos cambian. No es que haya menos por descubrir, sino que determinadas
leyes básicas ya han sido develadas y lo restante son aplicaciones y leyes derivadas o
secundarias. El presente y el futuro no pertenecen a los genios solitarios, aunque de vez
en cuando alguien eche mano a algún hilo de la telaraña universal, sino a los equipos
que tejen los hilos ya conocidos de las telarañas-ciencias-artes, vinculando psicología
con cibernética y cálculo, con química y neurología, con animatrónica y filosofía, y de
cuyo tejido nacen cosas como nuestra EPGENS.
No voy a decir cuánto nos llevó, ni todos los esfuerzos que hicimos, todos los
errores y experimentos, todas las veces que Swea, una fastidiosa especialista en
animación, y yo, estuvimos a punto de agarrarnos del pelo. Solo sé que cuando
comenzamos Viera era un bebé y Henrik ni soñaba nacer, y hoy Swea y yo somos las
mejores amigas, llenas de arrugas, canas y miles de viejos chismes que contarnos una y
otra vez.
La EPGENS estuvo terminada y el instituto comenzó a estudiar los sueños. Los
dispositivos, a los que llamamos “fisgones”, se metían en el sueño de los voluntarios y
arrojaban cúmulos de imágenes que había que editar y organizar para que los
especialistas debidamente autorizados y adiestrados las analizaran. Hasta ahí todo bien.
Incluso nosotros nos sometimos a la exploración y tuvimos ocasión de
molestarnos unos a otros con las burlas sobre sueños húmedos, terrores sepultados de la
infancia y hasta el arquetípico sueño de vergüenza e inseguridad, ése donde te despiertas
y caminas por la calle sin darte cuenta de que estás desnudo hasta que descubres que
hay una razón embarazosa para que todos se te queden mirando.
Pero cuando el estudio se profundizó un asesor que apoyaba el trabajo de edición
nos hizo notar algo alarmante.
El Doctor en neurología Hermann Djülik llamó la atención sobre la repetición
constante de ciertas secuencias. Aparecían fragmentadas y distorsionadas por la
perspectiva individual de cada usuario, sin embargo eran inconfundibles.
Al principio no lo notamos. El doctor revisó las secuencias sospechosas y halló
invariantes, e incluso editó aquellos fragmentos hasta revelar, en un collage de distintos
modos de ver la escena, donde se superponían imágenes claras con otras opacas y hasta
algunas que parecían dibujadas a mano, un suceso catastrófico. Y revisando datos de las
entrevistas acontecidas cuando aún el EPGENS era una teoría encontró descripciones de
ése sueño.
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En un lugar, parecido al interior de un remolque, alguien despierta sintiendo un
sonido atemorizante, mezcla de rugido, trueno y fuego. Ese espectador se levanta y
camina a una pequeña ventana desde dónde ve cómo una ola de fuego se acerca
despedazando casas y sumiendo todo en una humareda negra. El alter ego en el sueño se
aparta de la ventana, corre hacia el interior de su casa y frente a él la pared se derrumba
en un muro de llamas.
Un sueño, pues; surrealista, raro, matizado por la lentitud pegajosa de las
pesadillas. No es nada preocupante. Cuando Henrik se unió a un grupo de surfistas yo
solía soñar todas las noches que surfeaban hacia una pared de agua que caía sobre ellos.
Todo el mundo tiene pesadillas.
Pero este sueño se repetía, se compartía entre miles de personas de tal modo que
podías superponer el encadenamiento de sucesos como si colocaras negativos de fotos
idénticas uno sobre otro. Alguien lo soñaba en colores, otro en dibujos animados, aquel
como sombras chinescas, ése como una buena película de Stop-Mottion. Pero era el
mismo.
Las mismas flores en iguales búcaros rústicos, sobre mesillas idénticas colocadas
junto a la misma ventana. El mismo empapelado de barcos veleros en la pared que
explota. Y así otros detalles.
No sabemos a quién decirle. Es una locura. Y el sueño está apareciendo con más
frecuencia en nuestros registros, como el aviso que un ordenador infectado de virus
manda una y otra vez, en progresión creciente. Decidimos callarnos.
No sabemos si es algo que ya ha pasado a alguien con un especial poder de
telepatía y quedó en el subconsciente colectivo como un faro sin propósito, o si es algo
que pasará, algo que un individuo recibió en el sueño como revelación profética y de
algún modo dispersó en los sueños de la gente. Algo que se acerca.
Soy madre, seré abuela. Y tengo miedo; nunca me importó mucho el futuro porque lo
creía más o menos a salvo… ahora no me siento tan segura.
Yadira Álvarez Betancourt (Habana, 1980) Profesora del ISPEJV. Graduada de Educación
Especial en el ISPEJV. Graduada del curso de Técnicas Narrativas del Centro Onelio, octava edición Ha
publicado “Comunicación Educativa en niños con necesidades educativas especiales” (2003)
“Prevención y Atención a niños y adolescentes con trastornos afectivos conductuales”,(2007)
“Consideraciones teórico-metodológicas de un modelo educativo de atención a los alumnos con TAC.
Resultados de su puesta en práctica” (2008). Desde el año 2005 Trabaja junto a su esposo en el
informativo digital Estronia, para promover el arte dedicado a la fantasía. Recientemente obtuvo el
Premio Oscar Hurtado 2009 de ciencia ficción, con su cuento “Carne y pescado”
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MENEPHILUS CALXYS EN SAJARI
Yeny Mila Ramos
Yeny Mila Ramos (Ciudad Habana, 1971). Licenciada en Lengua Inglesa. Egresada del Centro
de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Obtuvo el Primer Premio en el IX Certamen de Relato
Corto La Chorrera, 2009, Cáceres, España. También le fue concedido el Primer premio en el Concurso
Vértice de Cuentos Breves, 2009, en Cuba. El microrrelato Menephilus Calxys en Sajari que aquí publicamos obtuvo
el Premio Dinosaurio 2009, para el mejor minicuento con tema fantástico y ciencia ficción.
LA NOTICIA
Zullín Elejalde Macías
Zullín Elejalde Macías (Ciudad Habana, 1977) Graduada universitaria en la carrera Lic. Contabilidad y
Finanzas. Actualmente se desempeña como Gerente Económica en una de las gerencias de la Corporación
Copextel S.A. Su obra se inclina más al género de la poesía. Es integrante del Taller Literario de CF y F
“Espacio Abierto”. Hasta la fecha ha participado en los concursos de poesía fantástica Minatura y Oscar
Hurtado 2010 obteniendo mención y primera mención con los poemas “Estrella” y “Diario de un viajero”
respectivamente; el primero de ellos publicado en la revista digital que dio nombre al concurso. Del
género cuento tiene muy pocos trabajos, aún inéditos.
26
EL RETORNO
Claudia Alejandra Damiani
27
antes del Gran Holocausto-; estaban cubiertas de polvo y mugre que no permitía
distinguirlas, pero una vez limpias, se hacía obvio el poco deterioro.
Me fui a casa e intenté en vano dormir, aquello no encajaba en ninguna parte y
constantemente alguien llamaba para recordármelo. La noticia había recorrido la
Colonia Occidental, sin duda era un hecho trascendente: “¿humanos en la actualidad?”.
Mi raza les había seguido la pista a los hombres desde que desaparecieron tras la Gran
Guerra Holocáustica, ellos nos habían creado y nosotros nos sentíamos herederos de su
cultura.
Llegado el día siguiente y con unas ojeras increíbles, me fui a entrevistar a los
oficiales que habían hallado los cuerpos; les pregunté por el sitio exacto del
descubrimiento y ellos me explicaron sin problema. Como había imaginado el
procedimiento fue poco cauteloso, por lo que eran grandes las posibilidades de que
hubiera pistas sin encontrar. Los cuerpos estaban sepultados en la arena de forma muy
superficial, pero lo cierto era que con las grandes tormentas de los últimos días eso no
nos decía nada.
Sin más preámbulos partí para el lugar junto con todo el equipo de arqueólogos
del Centro de Investigaciones. El examen fue exhaustivo pero no dimos con nada. Yo
estaba terriblemente estresado: con aquel viento cualquier huella o evidencia humana
habría desaparecido. Mi cabeza se calcinaba en el crudo sol del mediodía mientras las
dunas zigzagueaban frente a mis ojos convirtiéndose en marejadas de polvo; bajo
aquella atmósfera insana apareció la clave: ¿Por qué llevar trajes espaciales?; la
respuesta era obvia, debían ser astronautas. Y si lo eran, en algún lugar estaría la nave…
En base a esta disquisición nos dimos a la tarea de buscarla. Barrimos un gran perímetro
y todo parecía una pérdida de tiempo. De pronto, ¡el éxito!: un brillo metálico en
lontananza y ahí estaba, con la majestad de un gran coloso…
Era un aparato impresionante, increíblemente sofisticado para su época (y para
la nuestra). Allí encontramos numeroso material de estudio: datos estadísticos y apuntes
de un viaje intergaláctico; ¡un viaje intergaláctico!, ellos poseían tal tecnología, es
terrible que siglos de conocimiento se perdieran con su desaparición – Segunda
“Biblioteca de Alejandría” calcinada-, nosotros tuvimos que empezar de cero a
reconstruir la ciencia y la historia como un gigantesco puzzle donde a menudo faltaban
piezas.
Revolvíamos todo con el entusiasmo del que descubre un nuevo mundo, uno de
mis subordinados me llamó entre chillidos de asombro para enseñarme los motores.
Ciertamente una tecnología muy extraña, pronto estuvo todo el mundo mirando con
curiosidad e intentando desentrañar el misterio… alguien habló de la posibilidad de que
alcanzaran la velocidad de la luz y sin duda me pareció algo sensato, pero nuestros
conocimientos no llegaban a tanto y hacía falta un estudio más minucioso. Mientras, la
noche empezaba a asomar sus tintes penumbrosos detrás del contorno de las dunas, era
mejor recoger lo posible y marcharse a casa; mañana volveríamos con lo necesario para
llevar la nave a la ciudad. Mis cabos sueltos seguían sin atarse: ¿Acaso había una
próspera colonia humana desarrollándose en otro planeta?, ¿era esto obra de una
materializada máquina del tiempo?; mi mente se entretenía imaginando el encuentro con
aquellos seres, de cualquier forma este hallazgo representaba una posibilidad, una grieta
de luz blanca en el umbral de una puerta cerrada…
Ya en mi casa decidí examinar la base de datos tomada de la nave. Al parecer se
trataba de un viaje con fines investigativos a Alfa Centauri, estrella ubicada a tres años
luz de la Tierra. Pero nada me pareció tan excitante como la detallada bitácora del
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capitán: según ésta había ocurrido un fallo (de origen desconocido; sabotaje, tal vez); lo
que debía haber sido un viaje de una fracción de segundo tardó 20 años, la nave tras
permanecer a la deriva unos instantes quedó perdida en regiones desconocidas del
espacio. Lo que siguió fueron dos décadas de tortura, búsqueda vana de un planeta
perdido. La historia se detiene allí, tras divisarlo, en el momento en que aterrizan y
descubren que no queda nada: su ansiado paraíso no es más que un terreno yermo, un
gigantesco desierto extendiéndose en todas direcciones. Al inicio, el equipo es
enumerado (7 en total), a medida que se avanza algunos nombres dejan de figurar en el
relato- siempre tras la aparición de un “perdimos a otro”-. Luego las reservas que se
acaban -llevaban sus cultivos en la nave-… ¿entonces murieron de hambre?; caminaron
durante días en busca de alimentos y agua, en una tierra envenenada y exenta de vida, se
dieron por vencidos –a sólo 6 kilómetros de la ciudad-.
¡Allí estaba la respuesta!, había llegado a ella sin percatarme: 20 años viajando a
la velocidad de la luz; veinte años sólo para ellos, varios miles para La Tierra; al final
esta les fue tan ajena como cualquier planeta ignoto. Teoría de la relatividad – algo que
ellos nos legaron-. “Años luz de viaje y 6 kilómetros hacen la diferencia”.
Una llamada del centro de investigaciones, “comprobada la teoría de los
motores”, algo que supondrá un gran avance para los viajes al espacio. También
podríamos traerlos de vuelta, con un poco de DNA sería una resurrección… ¿para qué?,
ellos mismos se extinguieron, igual muertos son útiles, mejor olvidar eso y hablar de
misiones espaciales…
Claudia Alejandra Damiáni. (Ciudad Habana, 1991) Graduada del Instituto Preuniversitario
Vocacional Vladimir Ilich Lenin. Actualmente estudia la carrera de Diseño en el ISDI (Instituto Superior
de Diseño Industrial). Graduada del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”
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LA ESTRELLA DE FUEGO AZUL
Janin R. Hernández
Cuentan por ahí que todas las personas del mundo tienen en el cielo su estrella.
Que cuando uno nace esta se enciende, y después que muere, la estrella se apaga. Mi
papito ríe y dice a todo eso que son tonterías; que las estrellas son más numerosas que la
gente (él las ha contado y recontado como soldados de un regimiento) y además, no
bajan. Cae algo, por supuesto, basura estelar. Pero nada más. Aunque después de
haberme explicado todo ese trabalenguas me dice, bueno querida, alegóricamente,
hasta cierto punto cada quien tiene su estrella. Y no es posible saber si va en serio o
bromea.
Mi papá es un poco raro para hablar…
Pero de veras llegó a preocuparme lo de la famosa estrella; así, me dediqué a
buscarla con el mismo ahínco que al tesoro escondido tras la tarjeta de cumpleaños. Por
eso seguía obstinadamente adelante, caminando hacia la maleza en que todos habíamos
visto caer los primeros destellos. Los otros niños se habían quedado muy atrás en el
vado, y sus gritos (¡estrella fugaz, estrella fugaz!) ya no se oían, pero a mí no me
importaba, porque no quería jugar con ellos. Había decidido ir en busca de mi propia
estrella y así lo haría.
Anduve aún durante un rato dando tropezones, con el oído atento a cualquier
sonido que no fueran las hojas que crujían bajo mis zapatos. Eran hojas muertas, pensé
de improviso. Hojas amarillentas, acabadas desde hacía tiempo, como aquellas que se
barren de los portales cuando llega el otoño. Los árboles que se erguían a cada lado del
camino, me parecieron una bandada espectral de seres con manos huesudas de muchos
dedos encorvándose hacia la vereda para atrapar al primero que pasara. (Brujas).
Comencé a sentir un poco de miedo, pero ya no era tiempo de volverse atrás.
Entonces, vi al hombre.
Estaba de pie junto a la Cosa que yacía medio enterrada en la tierra.
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Mi primera impresión fue pensar que desde luego era alguien bastante extraño…
y alto, además. Muy alto. Dos veces yo, más una cabeza, calculé dubitativa al estudiar
tamaña estatura. A pesar de sus dimensiones de coloso, lo favorecía una sonrisa
principesca que disipaba cualquier inquietud. Por eso no me asusté, ni me pasó por la
cabeza huir o dar voces; simplemente, permanecí allí a su lado, con las manos
entrelazadas a la espalda y bamboleándome ligera hacia adelante y hacia atrás, como me
sucede siempre que tengo que recitar una lección delante de toda la clase.
Él volteó la cabeza y me miró. Yo no le veía gran cosa. La parte superior de su
rostro quedaba oculta por las sombras de la maleza; sin embargo, se alcanzaba a
distinguir el brillo de los ojos.
Tendió hacia mí una mano manchada de luna.
— Hola, niña. ¿Qué estás haciendo aquí?
Su voz sirvió para acrecentarme casi del todo la confianza. Cogí la mano que me
ofrecía y caminé hacia la luz que emitía la Cosa, pero cuidando no acercarme
demasiado a ella. Era lo único que no acababa de gustarme. Parecía descomunalmente
muda, fría e informe. Su resplandor metálico estaba opaco en algunos lugares, aunque
incluso desde mi distancia era posible reparar en sitios donde la textura lisa parecía
haber sido arañada por un gato (¿no tienen miedo los gatos…?), así como en sus retazos
hundidos y en los números que llevaba grabados sobre lo que podía ser su panza.
— Será mejor que regreses— añadió.
Negué con rápidos y redoblados gestos.
— No, no quiero. Está oscuro y tengo miedo.
El extraño me levantó en brazos con tanta facilidad como si hubiese sido una
muñeca y me dejó sobre la reluciente armazón. Esta era, en efecto, de metal, y muy fría
al tacto, lo que confirmaba mis suposiciones. Una sonrisa divertida había curvado los
labios del hombre cuando volvió a hablar.
— Pero… ¡si no tuviste miedo para venir! No tienes por qué tenerlo para volver.
— Ya… — otra vez sacudí la cabeza y me abracé las rodillas— Pero entonces
había más luz.
Me sorprendió que no lanzara por lo menos una mirada a mi cobarde
justificación, que además era lo bastante estúpida. Yo no tenía miedo. Sencillamente
quería quedarme allí con él. Podía encontrar después el camino a casa hasta con los ojos
vendados, porque he recorrido el bosque muchas veces junto a los otros chicos de la
escuela y no me asustaba en lo más mínimo. (Aunque eso ha sido de día, por supuesto,
y este lugar en la noche puede resultar un poco aterrador). El extraño asintió, más para
sí mismo que para mí, y se puso a hurgar con una cinta brillante bajo la tripa de la Cosa,
mientras sostenía en su otra mano una linterna.
Hubo un instante de silencio.
— No me contestas— dijo él de pronto— ¿Qué estás haciendo aquí?
Respondí en un santiamén.
— Buscando mi estrella.
— ¿Y la has encontrado?
Asentí.
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— Es aquella que está más arriba.
Y le señalé con un dedo hacia el sitio por donde se pone el sol, aunque a tal
hora, claro está, no había sol alguno. Mi estrella era fácil de hallar en todo aquel mar
inmenso y oscuro y plagado de puntitos todos iguales: brillaba de forma intermitente,
como un corazoncito asustado, y a cada latido lanzaba al aire unos destellitos azules.
Las otras eran blancas, pálidas… parecían de queso.
— ¿La que parpadea? — preguntó él y levantó la cabeza.
Tenía los ojos grandes y azules, del mismo color que mi estrella.
— Sí, esa.
No dijo nada más y continuó removiendo el interior de la Cosa con su cinta
retorcida. Me quedé allí sentada durante un rato, balanceando las piernas y mirándolo
desde mi altura, en tanto él producía unos curiosos chasquidos que sonaban a lluvia y a
un pizarrón cuando se araña con una tiza. Aquel armatoste se me antojaba ahora hueco,
un gran cascarón de metal, aunque las patitas que le salían de todos lados como los
hierros de un brasero le daban más aspecto de araña decrépita que de otra cosa.
Empecé a tararear una nana.
Mi estrella chispeaba en lo alto, bien recortada contra el cielo y destacando sobre
todas las demás desde hacía cuatro días antes. Era muy mona. Muy rara, también. Mi
padre había armado un gran revuelo la primera vez que la vio (a través de su gran
catalejo que no se parece en nada a los pequeños y flacuchos que traemos a clase), y
hasta llamó a varios amigos del observatorio para que contemplaran el milagro. “No
recuerdo en la carta astronómica ninguna estrella que ocupe ese punto”, repetía una y
otra vez. Pero a mí no me importaba; era mía y no tenía por qué interesarle a los demás.
Mientras la miraba sucedió de pronto un fenómeno sobrecogedor: aumentó la
intensidad hasta convertirse en una esfera de fuego azul por sobre nuestras cabezas, y
sus parpadeos se hicieron más rápidos y convulsos. Hasta que pareció quedarse de golpe
completamente congelada, y al segundo siguiente se la vio venir abajo envuelta en la
maraña resplandeciente de los destellos. Un arco brillante se dibujó en la oscuridad… y
con él apareció la estocada del miedo.
— ¡Mi estrella se cae…! ¡Mi estrella se cae…!— clamé y extendí los brazos,
como si así pudiera agarrarla.
Estuve a punto de tropezar con algún saliente de la Cosa y resbalar directo al
suelo; la sensación de ingravidez me pegó un susto de muerte y creí que empezaría a
gritar. Pero al instante sentí las manos del extraño sosteniéndome con fuerza sobre el
pesado cuerpo de la araña metálica. Él estaba allí. Me rodeó con los brazos y me cubrió
los ojos, inquieto, un poco duro, casi protegiéndome con su rudeza. No tengas miedo,
me dijo. No es una estrella. La tuya debe estar por ahí, en otro lado. Eso es sólo un
sistema solar que agoniza.
No entendí del todo las palabras, pero por el tono de voz que había usado supe
que no significaban nada bonito, de modo que levanté mi mano a la altura de su cara
para cubrir también sus magníficos ojos celestes. Aquello era algo que no debía ver
nadie.
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para dedicarse nuevamente a su trabajo. Miré arriba con cautela, aunque no estaba
segura de lo que esperaba ver. En el lugar que antes había ocupado la bola de fuego
azul, sólo quedaba un punto negro y vacío, como un agujero en el espacio. Sentí una
punzada de tristeza (¿significaba eso que acababa de morir algo allá, en aquel punto
del cielo…?) y me llevé a la cara la mano que había puesto sobre el extraño. Estaba
cargada con el olor salobre de las lágrimas.
Pero yo no recordaba haber llorado…
(¿Quizás estuviera equivocada?)
Mientras él seguía produciendo sus ruidos incomprensibles y tirando
cachivaches de metal a un lado para poner otros, volví a balancear las piernas mirando
hacia lo alto con un dejo de esperanza.
Mi estrella estaba por ahí, en otro lado…
Janin Ruiz Hernández. (Ciudad Habana, 1990). Estudiante de Psicología de la salud. Graduada
del curso de técnicas narrativas del Centro de formación Literaria Onelio Jorge Cardoso 2009-2010.
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CULTO DE ACOPLAMIENTO
Elaine Vilar Madruga
Serm permanecía agazapada, oculta entre la maleza podrida que circundaba todo
en su derredor. El contacto con la Base resultaba un ronroneo en su cabeza: estaba
cansada de los pretextos que durante años la habían obligado a obedecer a los
Superiores dentro de aquel mundo pantanoso. Miró hacia su muñeca, donde un
insectorobot se había colocado, chillando como un animal para exigir su atención. Serm
obedeció y activó la comunicación. Segundos después, Huklein, el cyborg, la saludaba
desde la micropantalla del Selector Individual:
-Hola, preciosa. Te estamos extrañando mucho.
-Déjate de rodeos, mira que el tiempo es oro y el mío vale más que los
megacréditos que te inflan el estómago- ripostó Serm violenta, para luego agregar más
calmada:- Los mudgorgs, estos malditos bichos, llevan apareándose una eternidad.
-Sí- concedió el otro, con un gesto de asco que resultaba casi una mueca.- Al
parecer se usan el cortejo como parte fundamental de la procreación. Me he cansado de
observarlos moverse con aquellos órganos sexuales que parecen... ¿lanzas?
-Son tentáculos- habló la mujer entre susurros, sin dejar de observar la
naturaleza en silencio. Llevaba días siguiendo el ciclo de apareamiento de los
mudgorgs, solo protegida por el Genofonte.- Suben y bajan, le dan vueltas a la hembra
como en una danza y sólo después de asirlas con las “lanzas” se atreven a esparcir el
líquido reproductor dentro de la cavidad de sus cerebros. ¿Y luego qué puede
ocurrirles... a ellas? Quiero decir, cuando conciban a la nueva camada...
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-Con el nacimiento de las crías, mueren. El espacio dentro de su cerebro se
comienza a reducir a las primeras semanas de gestación; poco a poco la camada va
ocupando más lugar y con ello desbroza el cerebro de la madre. Pero los mudgorgs son
fuertes: ellas sobreviven hasta el nacimiento, convertidas en alguna especie de vegetal
paralizado; hasta que los pequeños se abren paso en su carne... Si la madre no está viva
en ese momento, por alguna extraña razón de su naturaleza, los mudgorgs chicos jamás
salen a la luz, sino que se quedan dentro hasta que mueren de inanición o se comen los
unos a los otros- pronunció lentamente el cyborg, consiente del horror que
experimentaba la muchacha.- Por eso, las felices mamitas aguantan contra todo
pronóstico, mientras los machos vuelven al redil como santos corderos, hasta que sus
propios hijos los expulsan para morir en soledad. Nosotros, entretanto, hemos sacado
una estúpida conclusión: no existe el raciocinio dentro de sus actos.
-No lo sabemos aún - lo cortó Serm.- El apareamiento y su rito de cortejo nos
dice muy poco acerca de su conducta. De cualquier manera, aún no entiendo qué
demonios hago yo en este pantano, manifestándome ante ellos, cuando un maquibot
podría realizar esta labor.
-Cosas del Sistema- se encogió de hombros Huklein.- Ellos ordenan, nosotros
obedecemos sus leyes. Así nos enseñaron en la Tierra. Termina pronto, amiguita, y ten
tú más suerte que el resto. Al menos, danos una clave, observa algo que los demás
hayan pasado por alto. Y siempre recuerda, el sexo lo es todo. Aquí, en este planeta
olvidado por dios, en nuestra Tierra, la procreación siempre es lo primero. Por la mejor
pieza y el mejor sexo somos capaces de mentir, de fingir, incluso de matar; todo tan
primitivo... Cuestión de instintos, Serm. Sin embargo, hay muchos hombres en la Base
que sospechan que tras esa aparente capa primaria, hay mucho más por saber de los
mudgorgs. ¿Recuerdas las leyendas de los primeros exploradores de este planeta, que
juraban haber visto las ciudades portentosas de esta especie y su poder? ¿Y las piedras
de luz con que transformaban la naturaleza y el clima a su derredor? ¿Te imaginas que
fuera verdad, y que pudiésemos llevar esa maravilla a la Tierra? Seríamos los héroes de
los próximos dos milenios; ¿ verdad?
-Vamos, Huklein, esas son historias para dormir a niños y novatos de la base. No
me digas ahora que llevamos dos décadas varados en este sitio cenagoso por eso.- Ella
lo miró con ojos suplicantes.- Sí, porque todo lo que cuentas es la parte hermosa del
asunto: ¿acaso has perdido la memoria? ¿No recuerdas cómo salieron los primeros
exploradores de Aita? Locos, alucinando, con visiones disímiles que los hicieron
inútiles en la Tierra. Hoy, los que lograron sobrevivir lejos de los mudgorgs, sus
adorados dioses mudgorgs a los cuales añoraban tanto, están recluídos en sanatorios.
¡Ese es el hermoso destino que esperas para nosotros!
-Nada, ellos fueron tontos, Serm- la calmó el cyborg.- Además, has pasado algo
por alto: una simple palabra. Aita es el nombre de este planeta; ¿sabes lo que significa
en la lengua de los navegantes?
-Riqueza infinita... Aita- respondió la mujer.
-Así la nombraron los pioneros exploradores; y aún no habían sido declarados
locos. Ellos dijeron que los mudgorgs esconderían sus ciudades de la envidia y las
ansias de conquista de los humanos, para salvaguardar su civilización. Quizás esa sea la
razón por la cual no hemos encontrado en Aita más que plantas y ciénagas... Algo de
verdad hay detrás de todo esto. Y nosotros queremos descubrirla. Tú quédate tranquila
ahí, espera. Para eso te pagan, querida...
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La muchacha cortó la comunicación, con un espasmo de rabia en las mejillas.
Intentó prestar un poco de atención al rito de cortejo de aquella especie de pulpos
repugnantes, que solo pensaban en pegarse los unos a los otros. Las figuras
semincorpóreas de los mudgorgs en su cópula desenfrenada le revolvieron el estómago.
Observó el avasallamiento de los débiles, el cimbrear contoneante y vencedor, los
silbidos apagados cuando finalmente los cuerpos se encontraban. El color grisáceo de
las escamas corporales se confundía con la flora y, en el centro de su asco, el olor de los
mudgorgs en celo, penetrando a Serm como criatura sexual que era. Un olor que
extrañamente la excitaba. La mujer se obligó a cerrar las piernas.
-Bendita suerte - exclamó, mientras viraba el rostro y un silbido de deseo la
estremecía. Serm cerró los ojos, y evitó ver más.
***
Ugk, ugk… arft, arft…Me incorporaré a su ritmo. Quiero comprobar si huele
bien. Aishna habla de ellos como si fuesen plagas contagiosas; por ella deseo
infectarme. Me gusta demasiado... Voy a cortejarla. Quién sabe si con al unión logre
crear una especie superior y más poderosa. Lleva días mirándome y ya puedo sentir el
sabor de su deseo que despierta. La tomaré para mí. Humanos los llaman, pero ella
huele bien: a barro, polvo y savia.
Saich, saich… arft, arft… detente ahora, pon fin a la aberración. ¡Mal de watr,
mal de retr! ¡El peor de los pecados de un mudgorg! Déjala en paz y busca en otro sitio
la Satisfacción. Hermosas hembras esperan por ti en la ciudad. Un engendro procreado
del apareamiento con esta criatura solo será tu caída ante los Jirtyu, señores del
bosque y el mar.
Ugk, ugk… arft, arft… No me importa ahora; tantas amenazas para nada. Soy
apenas un tiuyry, pero ya poseo autonomía y derechos dentro de la camada. La quiero
a ella... La tendré hoy. Cuando yo lo diga. En unos instantes. Sólo yo decidiré, porque
soy voz de uiry-traidem-noz.
Saich, arft… Haz lo que consideres mejor. Respeto tu voluntad, pero me
temo…wertry, wertry. Que los Jirtyu te protejan.
Ugk, arft… Calla ya. Me desconcentras. Ella es.
***
La mujer notó un movimiento inusitado entre los mudgorgs. Tensó las manos en
la empuñadura de Genofonte, el láser de mirillas impulsadas, buscando un objetivo que
se aproximase a ella. Empezaba a sentirse cansada, y su vista no era la misma. Maldijo
en silencio su suerte y a Huklein, que le había exigido que aguardase allí, hasta que
apareciera un milagro. Una pierna se le acalambró horriblemente, como si algún insecto
la hubiera picado. Un relámpago le sacudió la cabeza al vislumbrar un tentáculo ocre
aferrado a su piel. Serm tiró de este y se desprendió. Intentó ponerse de pie, pero no lo
consiguió. Su mente estaba sumida en tinieblas. Le resultaba difícil reaccionar, como si
lo viera todo en cámara lenta.
-Oh, demonios- pensó, y de repente se sintió encerrada, claustrofóbica. - Estoy
indefensa.- Intentó mantenerse firme, pero percibía su cuerpo como una inmensa masa
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gelatinosa, que se le escapaba de control y resbalaba hasta caer inerte. Genofonte se
escapó de sus dedos como si hubiera perdido peso en unos segundos. Un conato de
vómito se le atravesó a Serm en la garganta.
En un último vistazo, acechó una sombra pequeña que se aproximaba
serpenteando cual una flor al viento. Movía sus tentáculos en un rito de cortejo. La
tomaba, y bebía de ella.
***
Abrió los ojos, por momentos desorientada. Aita había desaparecido y en su
lugar se extendía una vasta llanura oscura. La luna brillaba y un coro de voces sin
concierto sonaba junto a ella.
Estaba frente a la hoguera, rodeada por mujeres. Todas llevaban los brazos
cargados de ajorcas y pintados los rostros con tintura roja; solamente ella estaba
desnuda y cubierta por símbolos. El fuego le pareció una rosa salvaje que añoraba
recoger entre sus senos. Se acercó a él y deseó quemarse. Tenía una necesidad urgente
de encontrar un cuerpo que se amoldara al suyo; alguien que penetrara su piel y sus
secretos y la llevara a un carrusel de orgasmos.
Entonces, saliendo de las tinieblas, se aproximó un hombre. Serm creía
conocerlo, pero su mente permanecía perdida, como si comenzase a vivir en aquel
preciso instante. Alguien gritó junto a ella. Conteniendo el aliento, el hombre se colocó
tras la espalda de Serm, mientras tanteaba la cercanía de su cuerpo con dedos
hambrientos.
-Ven a mí, que pertenezco a las llamas- articuló Serm lentamente, arrastrando las
letras y comenzó a bailar para él con movimientos sinuosos. Sus pies danzaban con
frenesí, cada vez más rápidos y más... hasta que cayó desfallecida.
Entonces, el hombre se tendió sobre Serm y respiró sobre su hombro.
Ella era la serpiente del deseo; él, la flauta sagrada que la hacía moverse.
***
Miles de imágenes pasaron ante la muchacha y la hicieron tambalearse. Luego
llegó la calma.
Serm navegaba en un velero cargado de provisiones. Las velas ondeaban
cadenciosas. Serm advirtió una cruz grabada en la tela blanca, un símbolo que le parecía
un recuerdo remoto. Escuchó el llamado de los pájaros, la urgencia de su propia carne
aún insatisfecha y comenzó a buscar al hombre. Un látigo restalló justo a su costado y
le mordió la piel. Serm sonrió con lascivia.
-Eres tú nuevamente- lo acechó, reconociéndolo.
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Él la condujo hasta la proa y la obligó a mirar. La muchacha avistó a lo lejos
unas costas vírgenes, donde un grupo de seres desnudos se amontonaban con los brazos
extendidos hacia el navío en un gesto de saludo. La piel morena de aquellos brillaba
sobre la arena.
-América... - balbuceó Serm y cerró los ojos. El viento batió las velas del barco.-
La vieja América... que siempre quise conocer. Tú me has traído hasta ella.
La marea los meció suavemente, acogiéndolos en su pecho de espuma. Con
rabia y placer, Serm buscó la lengua de su amante y lo condujo al centro de su deseo. El
barco comenzó a oler a selva, agua, savia y barro, pero la mujer no percibió nada más
que no fuera su propio orgasmo y olor.
Las orillas se perdieron tras una nube de fuego y Serm volvió a suspirar.
***
Sus propios gritos la sorprendieron, aún cuando esperaba arder de un momento a
otro. El sexo de él la sometió, obligándola a quedarse quieta cuando todo había acabado.
Serm esperó que comenzara de nuevo, para acoplarse a sus movimientos en una cópula
sin fin. No estaba cansada, no quería que acabase nunca. Podía vivir fácilmente
cabalgando aquella carne que se amoldaba tan bien a la suya.
Serm era una diosa de fecundidad. El hombre extendió sus manos sobre el
paisaje, mostrándole aquel mundo que había recreado para ella. Míralo y dime si es
como lo soñaste, escuchó que hablaba en su cabeza, en una lengua que no era el idioma
de Tierra, pero que Serm entendía perfectamente. Dime que más quieres y yo te lo daré.
Pídeme, mujer.
Serm se detuvo un instante y se asomó. París corría bajo sus pies. El Sena, Notre
Dame y sus colores. La luz del sol incidía en el río y se derramaba sobre ellos como un
espejo. Cientos de humanos pasaban por su lado, pero nadie los miraba. Nadie prestaba
atención a su deseo y su desnudez.
Cientos de figuras conocidas se inclinaron ante Serm: María Antonieta,
Bonaparte, Monet, Debussy, Toulousse Lautrec; y tantos otros que ella apenas tenía
tiempo para asombrarse. El hombre sonrió. ¿Quieres más? Dime que ansías ahora,
Serm.
-Esto es lo que quiero- pronunció débilmente, mientras pegaba sus senos al
pecho de él.
Así será...
***
Los cristales llameantes de la edificación los escondían de los ojos del mundo.
Serm observó los luceros artificiales de Treyur, la Primera Construida por los hombres
en el cielo, remontarse en las alturas, para luego desaparecer entre los Satélites de
Programación. Aquella era la primera urbe neotecnológica que había desafiado las leyes
de la gravedad dentro de Tierra para ascender hasta las nubes. Nanorobots deambulaban
sobre ella en un patrullaje constante. Serm, desde su infancia, la había visto ascender
sobre sus utopías de niña, sobre la mugre de su búnker de status medio. Nunca la había
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alcanzado. Nunca había contemplado el resto de las ciudades vulgares desde aquel sitial
del poder y la gloria humana.
Pero ahora, él había cumplido su sueño.
Serm se dejó conducir, ensimismada, al centro del misterio del sexo. Sólo eso le
importaba: copular hasta que la eternidad llegara a su fin. Estar junto al hombre.
Aprender su arte.
Treyur, la urbe de cristal, tan hermosa como alta, que cada noche ascendía hasta
las estrellas como un pecio a la deriva, ya no tenía ningún significado para ella. Ni
siquiera necesitaba a la Tierra, su planeta natal, al cual había añorado durante tantos
años desde su exilio.
Él era la roca donde todos sus esfuerzos se rendían; ella el cincel incansable.
Sudaron juntos, buscaron los lugares más recónditos del cuerpo del otro amante,
intercambiaron fluidos y olores. Treyur desapareció. Nada existía en su apareamiento;
sólo la oscuridad y el bosque de tentáculos de los mudgorgs que sostenían su fertilidad.
Serm era feliz.
-Ugk, arft - musitó el amante junto a su oído. La mujer asintió alegre, segura de
sus palabras. Podía comprenderlo... e identificarlo aún en el mar de “lanzas” del resto de
la camada. Serm se dejó conducir sin resistencia.
***
-Preciosa mía- farfulló Huklein, entristecido, desde la pantalla del Selector.-
Será difícil apartarte de ellos.
El resto del Equipo asintió con gestos eufóricos. El proyecto cobraba forma, tras
largos años de espera y demora. Habían caído, finalmente, en la trampa. Los mudgorgs
acogían la bomba, la estrechaban felices entre sus brazos, sólo pendientes en recibir a la
nueva hembra humana.
Serm dormía, drogada por el veneno del tentáculo, quizás durante siglos,
mientras se internaba en el bosque; llevada por los mudgorgs hacia las selvas que nadie
conocía y donde podrían esconderse los secretos de la raza, incluso sus ciudades
perdidas en el tiempo. Serm dormía, sometida por miles de alucinaciones dolorosas. O
placenteras.
Huklein se preguntaba en silencio si el sacrificio era necesario. Sí, se respondió
a media voz. La necesidad de saber del hombre era, desde el comienzo del tiempo, el
motor impulsor. Por ella, habían atravesado medio cosmos y millones de estrellas para
encontrar una raza inteligente. Por ella, habían vencido los muros oscurantistas de un
cuarto de la humanidad para encomendarse a los astros y llegar a Aita. Después de eso,
no podrían volver sin ser los vencedores, alcanzar un poco de gloria, o al menos, decir a
los que habían quedado en la Tierra que existía una especie digna de su viaje.
-La única verdad de una especie es el sexo- musitó Huklein.- Nadie puede
escapar de él. Quien tiene una capacidad mínima de ideas, las usará para pensar en su
deseo. Es así... Por eso el mudgorg la poseyó. Ahora es suya.
El cyborg meditó acerca del precio a pagar y vio que, realmente, era mucho.
Aunque Serm no fuera más que una simple chiquilla, un pequeño sacrificio dentro de la
misión, él le había tomado afecto. ¡Pobre dulce muchacha, que habían ofrecido en
holocausto! ¡Pobre niña que creyó ciegamente en ellos! Pero en fin, quién sabe si algún
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día, tras seguir los pasos mudgorg en la selva, lograban rastrear a Serm y devolverla a la
sociedad. Una esperanza pequeña… aunque Huklein dudaba que quisiera algún día
abandonar el refugio de los mudgorgs, como los primeros exploradores de Aita, que
tuvieron que ser maniatados por redes eléctricas para devolverlos a la Tierra.
Los mudgorgs caminaron sobre el pantano, seguidos por la mirada alerta de los
científicos desde la nanocámara colocada en el cuello de la mujer inconsciente.
Finalmente, los humanos podrían comprobar las teorías de inteligencia racional en
aquella especie silenciosa. Y descubrir el poder de sus piedras... si realmente existían.
Entre los tentáculos amorosos, la mujer dormía, como una estatua destronada.
-Parece una Diosa - observó Huklein, ensimismado.
-La Diosa Fecunda…- dijo alguien a media voz.
Elaine Vilar Madruga (Ciudad de La Habana, 1989) Graduada de guitarra clásica de la Escuela
Nacional de Música. ENA. Es laureada con el premio “La Flauta de Chocolate” de literatura infantil en
los años 2001 en los géneros poesía, obtiene el premio especial de Ediciones Unión; 2003 en el género de
décima y narrativa; 2004, premio en el género de poesía y premio especial que otorga la Editorial Letras
Cubanas. Obtiene premios en los géneros de poesía y cuento en el concurso auspiciado por la FAO
“Protege a los Bosques Evitando los Incendios Forestales”. En el año 2006, su libro “Al límite de los
Olivos”, recibe una Mención, en el género ciencia ficción, del Premio Calendario 2006 auspiciado por la
Asociación Hermanos Sainz. Tiene publicaciones en revistas infantiles y libros, tales como “Vuelo de
colibrí”, “Cartas al Padre”, “Secretos con alas”. Resulta premiada entre los siete finalistas del Primer
Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA- Casa de la América. Recientemente acaba de publicar “Al
límite de los olivos”, por Ediciones Extramuros, 2009.
40
HISTORIA DEL CINE CIBERPUNK
1995
Judge Dredd
Judge Dredd (en español, Juez Dredd) es
una película de acción de 1995 dirigida por
Danny Cannon y basada en la historieta
Juez Dredd en el cómic británico 2000 AD
Ciertos elementos del cómic fueron
alterados para la adaptación, pero aún así no
fue bien aceptada. Stallone fue nominado
para el Premio Golden Raspberry
(Frambuesa dorada) de 1995 por Peor
Actor, debido a su trabajo en este filme y en
Asesinos. Al principio se pretendía que el
filme fuera clasificado para mayores de 13
años acompañados por adultos; sin
embargo, debido al exceso de violencia la
MPAA clasificó la película para mayores de
16, a pesar de las peticiones del estudio y
Stallone. Debido a cuestiones de tiempo, el
filme no pudo ser reeditado y fue lanzado
con esa clasificación. A pesar de ser
calificada por los críticos y por el público
como una mala película, recaudó 133.5
millones de dólares en todo el mundo.
El juez Joseph Dredd (Sylvester Stallone) es
un juez de la calle en un violento mundo
futuro donde la Tierra es reducida a un
inhabitable desierto donde la gente es forzada a vivir en Megaciudades llenas de crimen.
Inculpado por Rico (Armand Assante), el mayor antagonista del filme y hermano
clonado de Dredd, es condenado por el asesinato de un periodista. Ayudado por un
prisionero a quien él sentenció previamente, Dredd trata de limpiar su nombre. Él
también es ayudado por el Juez Fargo (Max von Sydow) durante algún tiempo.
Eventualmente Dredd es capaz de matar a Rico antes de que este implemente su ejército
de clones que ha estado construyendo. Al final del filme, Dredd es liberado de todos los
cargos y vuelve a las callas de la Mega Ciudad.
El filme contiene múltiples elementos que son contrarios a los cómics, como por
ejemplo el interés amoroso entre Dredd y la Juez Hershey (Diane Lane), algo que está
estrictamente prohibido entre los Jueces en el cómic (y entre los Jueces y cualquier otra
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persona). Además la película pierde el irónico sentido del humor de la historieta
original.
Originalmente, el compositor David Arnold iba a dirigir la banda sonora del filme. Él
había trabajado anteriormente con el director Danny Cannon en el filme The Young
Americans. Sin embargo, Arnold fue remplazado por el veterano compositor Jerry
Goldsmith, pero conforme las fechas de pos-producción se acercaban más y más,
Goldsmith fue obligado a abandonar el proyecto debido a sus compromisos con otros
filmes (El primer caballero y Congo). Al final, Alan Silvestri fue seleccionado como el
nuevo compositor y seguiría trabajando con la música de la película hasta la finalización
de esta.
FICHA TÉCNICA
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