Cortázar, Julio - La Noche de Mantequilla

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pelea, hombres de a tres o cuatro, franceses marcados por la doble paliza de

“La noche de Mantequilla” Monzón a Bouttier, buscando una revancha vicaria o acaso ya conquistados

Julio Cortázar secretamente. Qué idea genial la de Peralta, darle esa misión que por venir de él
tenía que ser crítica, y a la vez dejarlo ver de arriba una pelea que parecía para
(en Alguien que anda por ahí)
millonarios. Ya había comprendido la alusión a la carta robada, a quién se le iba a
ocurrir que Walter y él podrían encontrarse en el box, en realidad no era una

Eran esas ideas que se le ocurrían a Peralta, él no daba mayores cuestión de encuentro porque eso podía haber ocurrido en mil rincones de París,

explicaciones a nadie pero esa vez se abrió un poco más y dijo que era como el sino de responsabilidad de Peralta que medía despacio cada cosa. Para los que

cuento de la carta robada, Estévez no entendió al principio y se quedó mirándolo a pudieran seguir a Walter o seguirlo a él, un cine o un café o una casa eran

la espera de más; Peralta se encogió de hombros como quien renuncia a algo y le posibles lugares de encuentro, pero esa pelea valía como una obligación para

alcanzó la entrada para la pelea, Estévez vio bien grande un número 3 en rojo cualquiera que tuviese la plata suficiente, y si por ahí los seguían se iban a dar un

sobre fondo amarillo, y abajo 235; pero ya antes, cómo no verlo con esas letras chasco del carajo delante de la carpa de circo montada por Alain Delon; allí no

que saltaban a los ojos, MONZÓN V. NÁPOLES. La otra entrada se la harán llegar a entraría nadie sin el papelito amarillo, y las entradas estaban agotadas desde una

Walter, dijo Peralta. Vos estarás ahí antes de que empiecen las peleas (nunca semana antes, lo decían todos los diarios. Más todavía a favor de Peralta, si por

repetía instrucciones, y Estévez escuchó reteniendo cada frase) y Walter llegará en ahí lo venían siguiendo o lo seguían a Walter, imposible verlos juntos ni a la

la mitad de la primera preliminar, tiene el asiento a tu derecha. Cuidado con los entrada ni a la salida, dos aficionados entre miles y miles que asomaban como

que se avivan a último momento y buscan mejor sitio, decile algo en español para bocanadas de humo del metro y de los ómnibus, apretándose a medida que el

estar seguro. El vendrá con una de esas carteras que usan los hippies, la pondrá camino se hacía uno solo y la hora se acercaba.

entre los dos si es un tablón o en el suelo si son sillas. No le hables más que de las Vivo, Alain Delon: una carpa de circo montada en un terreno baldío
peleas y fíjate bien alrededor, seguro habrá mexicanos o argentinos, tenelos bien al que se llegaba después de cruzar una pasarela y seguir unos caminos
marcados para el momento en que pongas el paquete en la cartera. ¿Walter sabe improvisados con tablones. Había llovido la noche anterior y la gente no se
que la cartera tiene que estar abierta?, preguntó Estévez. Sí, dijo Peralta como apartaba de los tablones, ya desde la salida del metro orientándose por las
sacándose una mosca de la solapa, solamente espera hasta el final cuando ya enormes flechas que indicaban el buen rumbo y MONZÓN-NÁPOLES. a todo color.
nadie se distrae. Con Monzón es difícil distraerse, dijo Estévez. Con Mantequilla Vivo, Alain Delon, capaz de meter sus propias flechas en el territorio sagrado del
tampoco, dijo Peralta. Nada de charla, acordate. Walter se irá primero, vos dejá metro aunque le costara plata. A Estévez no le gustaba el tipo, esa manera
que la gente vaya saliendo y ándate por otra puerta. prepotente de organizar el campeonato mundial por su cuenta, armar una carpa y

Volvió a pensar en todo eso como un repaso final mientras el metro dale que va previo pago de qué sé yo cuánta guita, pero había que reconocer,

lo llevaba a la Défense entre pasajeros que por la pinta iban también a ver la algo daba en cambio, no hablemos de Monzón y Mantequilla pero también las
flechas de colores en el metro, esa manera de recibir como un señor, indicándole mirando la pelea, era cómico pensar que no le podría decir nada con las ganas que
el camino a la hinchada que se hubiera armado un lío en las salidas y los terrenos tendría de contarle, sobre todo si ella le comentaba de Monzón y de Nápoles),
baldíos llenos de charcos. entre las noticias del Vietnam y las noticias de policía la carpa se iba llenando,
detrás de él un grupo de franceses discutía las chances de Nápoles, a su izquierda
Estévez llegó como debía, con la carpa a medio llenar, y antes de
acababa de instalarse un tipo cajetilla que primero observó largamente y con una
mostrar la entrada se quedó mirando un momento los camiones de la policía y los
especie de horror el tablón donde iban a envilecerse sus perfectos pantalones
enormes tráilers iluminados por fuera pero con cortinas oscuras en las ventanillas,
azules. Más abajo había parejas y grupos de amigos, y entre ellos tres que
que comunicaban con la carpa por galerías cubiertas como para llegar a un jet. Ahí
hablaban con un acento que podía ser mexicano; aunque Estévez no era muy
están los boxeadores, pensó Estévez, el tráiler blanco y más nuevo seguro que es
ducho en acentos, los hinchas de Mantequilla debían abundar esa noche en que el
el de Carlitos, a ése no me lo mezclan con los otros. Nápoles tendría su tráiler del
retador aspiraba nada menos que a la corona de Monzón. Aparte del asiento de
otro lado de la carpa, la cosa era científica y de paso pura improvisación, mucha
Walter quedaban todavía algunos claros, pero la gente se agolpaba en las
lona y tráilers encima de un terreno baldío. Así se hace la guita, pensó Estévez,
entradas de la carpa y las chicas tenían que emplearse a fondo para instalar a
hay que tener la idea y los huevos, che.
todo el mundo. Estévez encontraba que la iluminación del ring era demasiado
Su fila, la quinta a partir de la zona del ringside, era un tablón con fuerte y la música demasiado pop, pero ahora que empezaba la primera preliminar
los números marcados en grande, ahí parecía haberse acabado la cortesía de Alain el público no perdía tiempo en críticas y seguía con ganas una mala pelea a puro
Delon porque fuera de las sillas del ringside el resto era de circo y de circo malo, zapallazo y clinches; en el momento en que Walter se sentó a su lado Estévez
puros tablones aunque eso sí unas acomodadoras con minifaldas que te apagaban llegaba a la conclusión de que ése no era un auténtico público de box, por lo
de entrada toda protesta. Estévez verificó por su cuenta el 235, aunque la chica le menos alrededor de él; se tragaban cualquier cosa por esnobismo, por puro ver a
sonreía mostrándole el número como si él no supiera leer, y se sentó a hojear el Monzón o a Nápoles.
diario que después le serviría de almohadilla. Walter iba a estar a su derecha, y
—Disculpe —dijo Walter acomodándose entre Estévez y una gorda
por eso Estévez tenía el paquete con la plata y los papeles en el bolsillo izquierdo
que seguía la pelea semiabrazada a su marido también gordo y con aire de
del saco; cuando fuera el momento podría sacarlo con la mano derecha, llevándolo
entendido.
inmediatamente hacia las rodillas lo deslizaría en la cartera abierta a su lado.
—Póngase cómodo —dijo Estévez—. No es fácil, estos franceses
La espera se le hacía larga, había tiempo para pensar en Marisa y
calculan siempre para flacos.
en el pibe que estarían acabando de cenar, el pibe ya medio dormido y Marisa
mirando la televisión. A lo mejor pasaban la pelea y ella la veía, pero él no iba a Walter se rió mientras Estévez empujaba suave hacia la izquierda
decirle que había estado, por lo menos ahora no se podía, a lo mejor alguna vez para no ofender al de los pantalones azules; al final quedó espacio para que
cuando las cosas estuvieran más tranquilas. Abrió el diario sin ganas (Marisa Walter pasara la cartera de tela azul desde las rodillas al tablón. Ya estaban en la
segunda preliminar que también era mala, la gente se divertía sobre todo con lo uruguayo o chileno pero nada de preguntas, Peralta había sido bien claro, gente
que pasaba fuera del ring, la llegada de un espeso grupo de mexicanos con que se encuentra en el box y da la casualidad que los dos hablan español, pare de
sombreros de charro pero vestidos como lo que debían ser, bacanes capaces de contar.
fletar un avión para venirse a hinchar por Mantequilla desde México, tipos petisos
—Bueno, ahora sí —dijo Estévez. Todo el mundo se levantaba a
y anchos, de culos salientes y caras a lo Pancho Villa, casi demasiado típicos
pesar de las protestas y los silbidos, por la izquierda un revuelo clamoroso y los
mientras tiraban los sombreros al aire como si Nápoles ya estuviera en el ring,
sombreros de charro volando entre ovaciones, Mantequilla trepaba al ring que de
gritando y discutiendo antes de incrustarse en los asientos del ringside. Alain
golpe parecía iluminarse todavía más, la gente miraba ahora hacia la derecha
Delon debía tenerlo todo previsto porque los altoparlantes escupieron ahí nomás
donde no pasaba nada, los aplausos cedían a un murmullo de expectativa y desde
una especie de corrido que los mexicanos no dieron la impresión de reconocer
sus asientos Walter y Estévez no podían ver el acceso al otro lado del ring, el casi
demasiado. Estévez y Walter se miraron irónicos, y en ese mismo momento por la
silencio y de pronto el clamor como única señal, bruscamente la bata blanca
entrada más distante desembocó un montón de gente encabezado por cinco o seis
recortándose contra las cuerdas, Monzón de espaldas hablando con los suyos,
mujeres más anchas que altas, con pull-overs blancos y gritos de «¡Argentina,
Nápoles yendo hacia él, un apenas saludo entre flashes y el arbitro esperando que
Argentina!», mientras los de atrás enarbolaban una enorme bandera patria y el
bajaran el micrófono, la gente que volvía a sentarse poco a poco, un último
grupo se abría paso contra acomodadoras y butacas, decidido a progresar hasta el
sombrero de charro yendo a parar muy lejos, devuelto en otra dirección por pura
borde del ring donde seguramente no estaban sus entradas. Entre gritos delirantes
joda, bumerang tardío en la indiferencia porque ahora las presentaciones y los
terminaron por armar una fila que las acomodadoras llevaron con ayuda de
saludos, Georges Carpentier, Nino Benvenuti, un campeón francés, Jean-Claude
algunos gorilas sonrientes y muchas explicaciones hacia dos tablones semivacíos, y
Bouttier, fotos y aplausos y el ring vaciándose de a poco, el himno mexicano con
Estévez vio que las mujeres lucían un MONZÓN negro en la espalda del pull-over.
más sombreros y al final la bandera argentina desplegándose para esperar el
Todo eso regocijaba considerablemente a un público a quien poco le daba la
himno, Estévez y Walter sin pararse aunque a Estévez le dolía pero no era cosa de
nacionalidad de los púgiles puesto que no eran franceses, y ya la tercera pelea iba
chambonear a esa altura, en todo caso le servía para saber que no tenía
duro y parejo aunque Alain Delon no parecía haber gastado mucha plata en
compatriotas demasiado cerca, el grupo de la bandera cantaba al final del himno y
mojarritas cuando los dos tiburones estarían ya listos en sus tráilers y eran lo
el trapo azul y blanco se sacudía de una manera que obligó a los gorilas a correr
único que le importaba a la gente.
para ese lado por las dudas, la voz anunciando los nombres y los pesos, segundos
Hubo como un cambio instantáneo en el aire, algo se trepó a la fuera.
garganta de Estévez; de los altoparlantes venía un tango tocado por una orquesta
—¿Qué palpito tenes? —preguntó Estévez. Estaba nervioso,
que bien podía ser la de Pugliese. Sólo entonces Walter lo miró de lleno y con
infantilmente emocionado ahora que los guantes se rozaban en el saludo inicial y
simpatía, y Estévez se preguntó si seria un compatriota. Casi no habían cambiado
Monzón, de frente, armaba esa guardia que no parecía una defensa, los brazos
palabra aparte de algún comentario pegado a una acción en el ring, a lo mejor
largos y delgados, la silueta casi frágil frente a Mantequilla más bajo y morrudo, Sacaron cigarrillos al mismo tiempo, los intercambiaron sonriendo,
soltando ya dos golpes de anuncio. el encendedor de Walter llegó antes, Estévez miró un instante su perfil, después lo
vio de frente, no era cosa de mirarse mucho, Walter tenía el pelo canoso pero se
—Siempre me gustaron los desafiantes —dijo Walter, y atrás un
lo veía muy joven, con los blue-jeans y el polo marrón. ¿Estudiante, ingeniero?
francés explicando que a Monzón lo iba a ayudar la diferencia de estatura, golpes
Rajando de allá como tantos, entrando en la lucha, con amigos muertos en
de estudio, Monzón entrando y saliendo sin esfuerzo, round casi obligadamente
Montevideo o Buenos Aires, quién te dice en Santiago, tendría que preguntarle a
parejo. Así que le gustaban los desafiantes, desde luego no era argentino porque
Peralta aunque después de todo seguro que no volvería a verlo a Walter, cada uno
entonces; pero el acento, clavado un uruguayo, le preguntaría a Peralta que
por su lado se acordaría alguna vez que se habían encontrado la noche de
seguro no le contestaría. En todo caso no debía llevar mucho tiempo en Francia
Mantequilla que se estaba jugando a fondo en la quinta vuelta, ahora con un
porque el gordo abrazado a su mujer le había hecho algún comentario y Walter
público de pie y delirante, los argentinos y los mexicanos barridos por una enorme
contestaba en forma tan incomprensible que el gordo hacía un gesto desalentado
ola francesa que veía la lucha más que los luchadores, que atisbaba las
y se ponía a hablar con uno de más abajo. Nápoles pega duro, pensó Estévez
reacciones, el juego de piernas, al final Estévez se daba cuenta de que casi todos
inquieto, dos veces había visto a Monzón tirarse atrás y la réplica llegaba un poco
entendían la cosa a fondo, apenas uno que otro festejando idiotamente un golpe
tarde, a lo mejor había sentido los golpes. Era como si Mantequilla comprendiera
aparatoso y sin efectos mientras se perdía lo que de verás estaba sucediendo en
que su única chance estaba en la pegada, boxearlo a Monzón no le serviría como
ese ring donde Monzón entraba y salía aprovechando una velocidad que a partir
siempre le había servido, su maravillosa velocidad encontraba como un hueco, un
de ese momento distanciaba más y más la de Mantequilla cansado, tocado,
torso que viraba y se le iba mientras el campeón llegaba una, dos veces a la cara y
batiéndose con todo frente al sauce de largos brazos que otra vez se hamacaba en
el francés de atrás repetía ansioso ya ve, ya ve cómo lo ayudan los brazos, quizá
las sogas para volver a entrar arriba y abajo, seco y preciso. Cuando sonó el gong,
la segunda vuelta había sido de Nápoles, la gente estaba callada, cada grito nacía
Estévez miró a Walter que sacaba otra vez los cigarrillos.
aislado y era como mal recibido, en la tercera vuelta Mantequilla salió con todo y
entonces lo esperable, pensó Estévez, ahora van a ver la que se viene, Monzón —Y bueno, es así —dijo Walter tendiéndole el paquete—. Si no se
contra las cuerdas, un sauce cimbreando, un uno-dos de látigo, el clinch puede no se puede.
fulminante para salir de las cuerdas, una agarrada mano a mano hasta el final del
Era difícil hablarse en el griterío, el público sabía que el round
round, los mexicanos subidos en los asientos y los de atrás vociferando protestas
siguiente podía ser el decisivo, los hinchas de Nápoles lo alentaban casi como
o parándose a su vez para ver.
despidiéndolo, pensó Estévez con una simpatía que ya no iba en contra de su
—Linda pelea, che —dijo Estévez—, así vale la pena. deseo ahora que Monzón buscaba la pelea y la encontraba y a lo largo de veinte
interminables segundos entrando en la cara y el cuerpo mientras Mantequilla
—Ajá.
apuraba el clinch como quien se tira al agua, cerrando los ojos. No va a aguantar
más, pensó Estévez, y con esfuerzo sacó la vista del ring para mirar la cartera de
tela en el tablón, habría que hacerlo justo en el descanso cuando todos se —Fue una linda pelea —le dijo a Walter que se colgaba la cartera
sentaran, exactamente en ese momento porque después volverían a pararse y del hombro y movía los pies como si se hubiera acalambrado.
otra vez la cartera sola en el tablón, dos izquierdas seguidas en la cara de Nápoles
—Podría haber durado más —dijo Walter—, seguro que los
que volvía a buscar el clinch, Monzón fuera de distancia, esperando apenas para
segundos de Nápoles no lo dejaron salir.
volver con un gancho exactísimo en plena cara, ahora las piernas, había que mirar
sobre todo las piernas, Estévez ducho en eso veía a Mantequilla pesado, tirándose —¿Para qué? Ya viste como estaba sentido, che, demasiado

adelante sin ese ajuste tan suyo mientras los pies de Monzón resbalaban de lado o boxeador para no darse cuenta.

hacia atrás, la cadencia perfecta para que esa última derecha calzara con todo en
—Sí, pero cuando se es como él hay que jugarse entero, total
pleno estómago, muchos no oyeron el gong en el clamoreo histérico pero Walter y
nunca se sabe.
Estévez sí, Walter se sentó primero enderezando la cartera sin mirarla y Estévez,
siguiéndolo más despacio, hizo resbalar el paquete en una fracción de segundo y —Con Monzón sí —dijo Estévez, y se acordó de las órdenes de

volvió a levantar la mano vacía para gesticular su entusiasmo en las narices del Peralta, tendió la mano cordialmente—. Bueno, fue un placer.

tipo de pantalón azul que no parecía muy al tanto de lo que estaba sucediendo. —Lo mismo digo. Hasta pronto.

—Eso es un campeón —le dijo Estévez sin forzar la voz porque de —Chau.
todos modos el otro no lo escucharía en ese clamoreo—. Carlitos, carajo.
Lo vio salir por su lado, siguiendo al gordo que discutía a gritos con
Miró a Walter que fumaba tranquilo, el hombre empezaba a su mujer, y se quedó detrás del tipo de los pantalones azules que no se apuraba;
resignarse, qué se le va a hacer, si no se puede no se puede. Todo el mundo poco a poco fueron derivando hacia la izquierda para salir de entre los tablones.
parado a la espera de la campana del séptimo round, un brusco silencio incrédulo Los franceses de atrás discutían sobre técnicas, pero a Estévez lo divirtió ver que
y después el alarido unánime al ver la toalla en la lona, Nápoles siempre en su una de las mujeres abrazaba a su amigo o su marido, gritándole vaya a saber qué
rincón y Monzón avanzando con los guantes en alto, más campeón que nunca, al oído lo abrazaba y lo besaba en la boca y en el cuello. Salvo que el tipo sea un
saludando antes de perderse en el torbellino de los abrazos y los flashes. Era un idiota, pensó Estévez, tiene que darse cuenta de que ella lo está besando a
final sin belleza pero indiscutible, Mantequilla abandonaba para no ser el Monzón. El paquete no pesaba ya en el bolsillo del saco, era como si se pudiera
punching-ball de Monzón, toda esperanza perdida ahora que se levantaba para respirar mejor, interesarse por lo que pasaba, la muchacha apretada al tipo, los
acercarse al vencedor y alzar los guantes hasta su cara, casi una caricia mientras mexicanos saliendo con los sombreros que de golpe parecían más chicos, la
Monzón le ponía los suyos en los hombros y otra vez se separaban, ahora sí para bandera argentina arrollada a medias pero agitándose todavía, los dos italianos
siempre, pensó Estévez, ahora para ya no encontrarse nunca más en un ring. gordos mirándose con aire de entendidos, y uno de ellos diciendo casi
solemnemente, gliel’a messo in culo, y el otro asintiendo a tan perfecta síntesis,
las puertas atestadas, una lenta salida cansada y los senderos de tablas hasta la
pasarela en la noche fría y lloviznando, al final la pasarela crujiendo bajo una —Era tarde para prevenirte —dijo Peralta—. Lástima que te fueras
carga crítica, Peralta y Chaves fumando apoyados en la baranda, sin hacer un tan temprano de tu casa, cuando telefoneamos Marisa nos dijo que ya habías
gesto porque sabían que Estévez iba a verlos y que disimularía su sorpresa, se salido y que no ibas a volver.
acercaría como se acercó, sacando a su vez un cigarrillo.
—Tenía ganas de caminar un rato antes de tomar el metro —dijo
—Lo hizo moco —informó Estévez. Estévez—. Pero entonces, decime.

—Ya sé —dijo Peralta—, yo estaba allí. —Todo se fue al diablo —dijo Peralta—. Walter telefoneó al llegar a
Orly esta mañana, le dijimos lo que tenía que hacer, nos confirmó que había
Estévez lo miró sorprendido, pero ellos se dieron vuelta al mismo
recibido la entrada para la pelea, todo estaba al pelo. Quedamos en que él me
tiempo y bajaron la pasarela entre la gente que ya empezaba a ralear. Supo que
llamaría desde el aguantadero de Lucho antes de salir, cosa de estar seguros. A
tenía que seguirlos y los vio salir de la avenida que llevaba al metro y entrar por
las siete y media no había llamado, telefoneamos a Geneviève y ella llamó de
una calle más oscura, Chaves se dio vuelta una sola vez para asegurarse de que
vuelta para avisar que Walter no había llegado a lo de Lucho.
no los había perdido de vista, después fueron directamente al auto de Chaves y
entraron sin apuro pero sin perder tiempo. Estévez se metió atrás con Peralta, el —Lo estaban esperando a la salida de Orly —dijo la voz de Chaves.
auto arrancó en dirección al sur.
—¿Pero entonces quién era el que…? —empezó Estévez, y dejó la
—Así que estuviste —dijo Estévez—. No sabía que te gustaba el frase colgada, de golpe comprendía y era sudor helado brotándole del cuello,
boxeo. resbalando por debajo de la camisa, la tuerca apretándole el estómago.

—Me importa un carajo —dijo Peralta—, aunque Monzón vale la —Tuvieron siete horas para sacarle los datos —dijo Peralta—. La
plata que cuesta. Fui para mirarte de lejos por las dudas, no era cosa de que prueba, el tipo conocía cada detalle de lo que tenía que hacer con vos. Ya sabes
estuvieras solo si en una de ésas. cómo trabajan, ni Walter pudo aguantar.

—Bueno, ya viste. Sabes, el pobre Walter hinchaba por Nápoles. —Mañana o pasado lo encontrarán en algún terreno baldío —dijo
casi aburridamente la voz de Chaves.
—No era Walter —dijo Peralta.
—Qué te importa ahora —dijo Peralta—. Antes de venir a la pelea
El auto seguía hacia el sur, Estévez sintió confusamente que por
arreglé para que se las picaran de los aguantaderos. Sabes, todavía me quedaba
esa ruta no llegarían a la zona de la Bastilla, lo sintió como muy atrás porque todo
alguna esperanza cuando entré en esa carpa de mierda, pero él ya había llegado y
el resto era una explosión en plena cara, Monzón pegándole a él y no a
no había nada que hacer.
Mantequilla. Ni siquiera pudo abrir la boca, se quedó mirando a Peralta y
esperando. —Pero entonces —dijo Estévez—, cuando se fue con la plata…
—Lo seguí, claro. espalda y se va con todo, para peor burlándose del vencido, del pobre tipo con la
cara rota o con la mano tendida diciéndole bueno, fue un placer. El auto frenaba
—Pero antes, si ya sabías…
entre los árboles y Chaves cortó el motor. En la oscuridad ardió el fósforo de otro
—Nada que hacer —repitió Peralta—. Perdido por perdido el tipo cigarrillo, Peralta.
hubiera hecho la pata ancha ahí mismo y nos hubieran encanado a todos, ya
—Me tengo que ir, entonces —repitió Estévez—. A Bélgica, si te
sabes que ellos están palanqueados.
parece, allá está el que sabés.
—¿Y qué pasó?
—Estarías seguro si llegaras —dijo Peralta—, pero ya viste con
—Afuera lo esperaban otros tres, uno tenía un pase o algo así y en Walter, tienen gente en todas partes y mucha manija.
menos que te cuento estaban en un auto del parking para la barra de Delon y la
—A mí no me agarrarán.
gente de guita, con canas por todos lados. Entonces volví a la pasarela donde
Chaves nos esperaba, y ahí tenés. Anoté el número del auto, claro, pero no va a —Como Walter, quién iba a agarrarlo a Walter y hacerlo cantar. Vos
servir para un carajo. sabés otras cosas que Walter, eso es lo malo.

—Nos estamos saliendo de París —dijo Estévez. —A mí no me agarran —repitió Estévez—. Mirá, solamente tengo
que pensar en Marisa y el pibe, ahora que todo se fue a la mierda no los puedo
—Sí, vamos a un sitio tranquilo. El problema ahora sos vos, te
dejar aquí, se van a vengar con ella. En un día arreglo todo y me los llevo a
habrás dado cuenta.
Bélgica, lo veo al que sabes y sigo solo a otro lado.
—¿Por qué yo?
—Un día es demasiado tiempo —dijo Chaves volviéndose en el
—Porque ahora el tipo te conoce y van a acabar por encontrarte. asiento. Los ojos se acostumbraban a la oscuridad, Estévez vio su silueta y la cara
Ya no hay aguantaderos después de lo de Walter. de Peralta cuando se llevaba el cigarrillo a la boca y pitaba.

—Me tengo que ir, entonces —dijo Estévez. Pensó en Marisa y en el —Está bien, me iré lo antes que pueda —dijo Estévez.
pibe, cómo llevárselos, cómo dejarlos solos, todo se le mezclaba con árboles de un
—Ahora mismo —dijo Peralta sacando la pistola.
comienzo de bosque, el zumbido en los oídos como si todavía la muchedumbre
estuviera clamando el nombre de Monzón, ese instante en que había habido como
una pausa de incredulidad y la toalla cayendo en medio del ring, la noche de
Mantequilla, pobre viejo. Y el tipo había estado a favor de Mantequilla, ahora que
lo pensaba era raro que hubiese estado del lado del perdedor, tendría que haber
estado con Monzón, llevarse la plata como Monzón, como alguien que da la

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