Oraciones Familia PPC
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DE LOS EDITORES
Para nuestra familia, el libro de Manuel Iceta Familias en oración (Madrid, SM, 1979),
fue un instrumento de fe y de comunión. Nuestros hijos Mercedes, Natalia, Álvaro
y Guillermo tenían entonces, cuando comenzamos a usarlo, unos 13, 12, 8 y 4 años
respectivamente. Hacía ya tiempo que queríamos hacer oración en familia, pero
comprendíamos que no podíamos proponer a los niños, por ejemplo, rezar el rosa-
rio o cualquier otra oración litúrgica repetitiva. Eran demasiado pequeños. Pero
tampoco se nos ocurría otro modo de hacerlo. Teníamos el deseo, pero no el método.
Y lo hablamos con nuestro amigo Manolo Iceta, confiados en su generosidad y su
enorme capacidad creativa. Poco tiempo después nos ofrecía estos veinticinco
esquemas de oración en familia, que fueron para nosotros un regalo, un hallazgo,
una gracia.
Éramos una familia que se comunicaba con facilidad, hablábamos mucho con
nuestros hijos, pero estos esquemas nos fueron guiando hacia un diálogo en fami-
lia que alcanzaba otros niveles más profundos y lo iba encauzando para que se
convirtiera finalmente en oración. Estos esquemas nos ayudaron a considerar la
oración como una fiesta, porque siempre la terminábamos con un abrazo y con una
merienda; nos permitieron conocernos y compartir en la vivencia de la fe como
cristianos que caminan juntos, y sobre todo nos llevaron a tener la experiencia de
la presencia de Dios en familia.
Tener una experiencia es algo vivencial y precisa de tiempo, porque utiliza la
palabra y el silencio, la intuición y la reflexión, el afecto y la comprensión… Cada
esquema lo celebrábamos a fondo, dedicábamos alguna tarde entera de sábado o
domingo, y eso iba calando en nosotros. Muchas veces no lo proponíamos nosotros.
Eran más bien nuestros hijos los que nos lo recordaban. Se preparaba un poco el
ambiente, quizá con algo de música; el diálogo se desarrollaba sin prisas y sin cortar
a nadie; nos acercábamos poco a poco al horizonte de la Palabra para dejarnos in-
terpelar por ella y acabábamos con un abrazo y compartiendo refrescos, patatas,
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algo de dulce… Semejante riqueza de palabras, silencios, gestos y actitudes dejaba
en los niños el deseo de volver a vivirlo. Y siempre es mejor no forzar, sino respon-
der a un deseo.
Todos aprendimos. Y puede que nosotros aprendiéramos más de nuestros hijos
que ellos de nosotros. Iguales al compartir los maravillosos hallazgos de la gracia,
iguales en el reconocimiento triste de nuestros errores, iguales en los deseos del
corazón, iguales al acoger el amor de Dios por cada uno de nosotros y como familia,
iguales en los propósitos de pequeños cambios en nuestra vida en relación con los
que nos rodeaban.
Sin la oración en familia no habríamos podido dejar tantas veces a nuestros hijos
para reuniones, viajes, visitas, encuentros, en aquellos años de nuestra responsa-
bilidad nacional y más tarde internacional en los Equipos de Nuestra Señora y en la
pastoral familiar; no nos habrían comprendido y perdonado. No habrían intuido que
lo que nos empujaba a ese servicio tan absorbente por el Reino era una llamada de
Dios que sentíamos como misión para nuestra pareja.
Pero, sobre todo, esa oración en familia dejó marcada la fe de todos para siempre,
a pesar de los avatares y vaivenes de la vida. ¿Cómo no querer compartir lo que para
nuestra familia fue un bien tan valioso y tuvo una fecundidad espiritual que nunca
podremos agradecer bastante? Con esa seguridad y con esa confianza nos hemos
puesto a la tarea de la revisión y adaptación de estos esquemas para su posterior
publicación, y agradecemos a la editorial PPC que acogiera esta propuesta con
entusiasmo y nos animara a ella.
Gracias, Manolo, por mirarnos con amor, gracias por tantas iniciativas para el
bien de las parejas de los Equipos de Nuestra Señora en las que tú fuiste el inspira-
dor, el motivador, el alma de lo que hacíamos. Una de ellas, la publicación de este
libro en 1979 que hoy revisamos con el fin de actualizarlo y volver a ofrecerlo de
nuevo a las parejas y a las familias.
Lo sugerimos también para cualquier grupo que se reúna con el objetivo de orar,
sea o no familia, porque es una dinámica que sirve para todas las edades y para
cualquier comunidad.
Y, sobre todo, gracias, Cristo Jesús, que nos aseguraste que «cuando dos o tres
están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Eso es una realidad
de la que damos fe y es un camino de esperanza que os proponemos con todo afecto
y confianza.
Mercedes Lozano
y Álvaro Gómez-Ferrer
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INTRODUCCIÓN
DEL AUTOR
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– que cada hogar debe ser una comunidad, una «pequeña Iglesia»;
– que el hogar debe estar abierto para acoger y alegrar y consolar a los amigos;
– que el hogar debe crear la posibilidad de un encuentro con Dios.
Y para todo esto, y con todo esto, tenemos que orar juntos, en familia.
«Echó a andar
delante de ellos,
subiendo hacia Jerusalén».
(Lc 19,28)
Cómo utilizarlo
Son veinticinco esquemas. De una u otra forma, diversos hogares los han empleado
ya, y les fue bien. Y por eso os los brindamos.
Cada quince, cada veinte, cada treinta días, según vuestro ritmo, os podríais re-
unir. En torno a una mesa, o informalmente en cualquier sala con unas sillas, o un
día en el campo, o en casa de los abuelos. Sola la familia o con algún amigo. Dice el
Señor: «Los alegraré en mi casa de oración» (Is 56,7).
Para cada vez, alguien se encarga de preparar uno de los esquemas, el que sea.
No hace falta seguir la numeración. Según la fecha, los acontecimientos, el estado
de ánimo, la edad de los hijos, los vamos eligiendo.
Pero ese «alguien que se encarga de preparar» encomienda a cada uno una pe-
queña tarea:
– tú harás esta lectura;
– tú prepararás la música: suave; que se oiga, pero que no nos impida oírnos;
– tú escogerás algún canto y lo ensayaremos antes. Lo copiarás para todos;
– tú preparas el lugar, con algún signo que nos pueda ayudar;
– tú...
Y yo, que soy ese «alguien que se encarga de preparar», me estudiaré bien el es-
quema que hemos elegido, seleccionaré las preguntas y los tiempos. Así podré mar-
car el ritmo, sin prisas, tranquilo, para que todos se puedan expresar, para que
podamos disfrutar.
Es muy importante el principio: porque es difícil pasar de repente del juego, del
estudio, del trabajo, a la oración. Suelo decir que para orar hay que saber empezar.
Dejar de lado lo demás y decirle al Dios presente: «¡Aquí estoy, Señor!». Por eso hace
falta tener un momento de silencio, ayudaros con algunas reflexiones que en cada
esquema se os sugieren.
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Luego se van siguiendo los pasos que se proponen: todos o los que hayamos
elegido.
Y el final debe ser siempre algo especial. Un abrazo entre todos y algo compartido;
un refresco, unos dulces o una merienda completa. Porque nuestro Amigo está en
nuestra casa. Y tenemos que celebrarlo.
Fijaos en el esquema 26: está en blanco. ¿Por qué no lo rellenáis? Tal vez más
tarde, cuando tengáis ya una experiencia:
«Es el aniversario de los papás».
«Ha nacido un hermanito».
«Leí una cosa que me gustó mucho».
«Me encontré con tal persona».
Se os pueden ocurrir tantas cosas... Y esas cosas elegidas y preparadas entre
todos serán como un álbum de fotos entrañable de la historia de vuestra familia.
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EXPLICACIÓN GENERAL
DEL MÉTODO
Las líneas que siguen a continuación son comunes a los diferentes esquemas. Son
unas explicaciones de fondo sobre los objetivos del método.
Más adelante, en la presentación de cada uno de los grupos de esquemas, se
harán unas precisiones pertinentes para cada uno de ellos.
Alguno de los grupos de esquemas de oración no tiene introducción previa, sino
que el mismo esquema introduce cada paso.
1. Motivación
Para llevar una vida coherente y seria, en cristiano, es imprescindible «la unión íntima con
Dios, fomentada mediante la oración asidua, la meditación de la Palabra de Dios y la
contemplación, y robustecida y sostenida por la participación frecuente en los sacramen-
tos» (Declaración final sobre evangelización, Sínodo de 1974 n. 7).
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Hace falta que alguien en la familia modere la actividad: vaya proponiendo los
diferentes pasos, anime a participar y estimule a superar los mecanismos de defensa
que sin duda pueden surgir. Es necesario comprender sobre todo que el momento
de compartir la oración no es el de entrar en discusiones o plantear dudas teóricas.
En definitiva, la Palabra no nos llega para ser criticada, sino para «criticarnos» a
nosotros, interpelarnos y motivarnos para la oración.
Con tranquilidad y con seguridad, quien modera tratará de centrarles y de des-
pertar en ellos el interés por lo que se va a hacer. Siempre resulta costoso situarse
en actitud de orar, por cuanto que:
• significa prescindir de lo que en ese momento me está preocupando;
• significa también un salir de sí mismo y ponerse en una actitud de escucha lo
más limpia posible;
• supone un espíritu de búsqueda de los caminos del Señor y un aceptar ser
interpelado y «criticado» por la Palabra, para enmendar la vida personal.
Por eso, motivar es imprescindible. Todas o algunas de las ideas siguientes pueden
servir para ello.
– Para empezar se puede decir algo así: «Vamos a vivir un tiempo de reposo
y de paz en nuestro día. Vamos a olvidarnos de cuanto nos inquieta y dejarlo
de lado. Todos sentimos la necesidad de llevar la calma a nuestro espíritu y
centrarnos en lo que es esencial: Dios. A su luz cobraremos una nueva es-
peranza y veremos mejor el sentido de nuestro quehacer diario y de nuestra
misma vida».
– Presencia de Jesucristo: «Jesús está entre nosotros. Él prometió estar donde
hubiera algunos reunidos en su nombre (Mt 18,19-20). Renovemos nuestra
fe en él. Hagámosle un hueco entre nosotros. Pongámonos en su presencia.
Él tiene algo que decirnos. Escuchémosle».
– Búsqueda del querer de Dios sobre mí, sobre cada uno, sobre la familia: «Por-
que, en definitiva, se trata de saber qué es lo que él quiere de nosotros y
tratar de agradarle. Tendríamos que renovarnos en la actitud de María:
“Hágase en mí según tu palabra”; o en aquella otra del profeta: “Habla, Señor,
pues tu siervo te escucha”. La actitud de querer agradar a Dios es la más pura
que podemos tener en este momento».
– Jesucristo nos habla: no solo en su palabra o en los sentimientos e ideas que
podamos tener, sino sobre todo través de cada miembro de la familia. A través
de la comunidad descubrimos a Jesucristo. A través de la comunidad, Jesucristo
se nos da. A través de su palabra, Jesucristo se nos dice, se nos da él mismo.
– Debemos «abrir» nuestro corazón: la Palabra de Dios es siempre eficaz en un
corazón abierto: nos llama, nos exige, nos fortalece (Mt 13,3-9). Ser como la
buena tierra que acoge la simiente.
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– Vamos a compartir esa llamada y, a partir de ella, vamos a revisarnos y a orar
sobre ella. Lo que el Señor nos dice no es solo para mí; esa palabra no debe
morir en mis labios. Como María, debemos hacer partícipes a los otros de las
obras de Dios.
3. Aclaración de datos
A veces los textos, para su mejor comprensión, precisan de una aclaración previa de
determinados datos culturales, lingüísticos, sociológicos. Dependerá también del nivel
cultural y de la edad de los miembros de la familia.
Seguiremos los pasos propuestos para cada esquema.
5. Oración
Uno tras otro vamos haciendo nuestra oración, y hay que invitar a todos a que
hablen directamente a Jesús allí presente: «Te doy gracias, Señor, por...»; «te pido
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perdón por...», evitando la forma impersonal: «Yo le daría gracias, le pediría per-
dón...». Puede costar en un principio, pero, en cuanto se da el paso, se hace con
toda naturalidad.
Es preciso que mi oración encuentre un eco en el grupo. Y que sobre lo que yo
rece los demás recen también. Que se unan a mi súplica, pidan perdón por lo que
yo pedí, pidan fuerzas para mí... Esto se propone en un principio y debe brotar
espontáneo en los demás tras la oración personal de cada uno en un ambiente de
serenidad y de paz.
Un recurso más en este momento es sugerir al resto de la familia una oración de
acción de gracias por cada miembro de ella. Ellos, en este momento o en cualquier
otro de la vida, han podido ser un instrumento para que Jesús llegue a nosotros.
Puede procederse empezando, quien modera, a orar por el que está a su derecha
e invitando a los otros a seguirle. «Te alabo, Señor, porque en X has realizado cosas
grandes [pueden concretarse]. Te doy gracias por él. Porque a través de él he com-
prendido tal o cual cosa. Te pido perdón y a él se lo pido, porque en tal ocasión le hice
sufrir, o no le ayudé, o le consideré de tal forma, indebidamente. Te pido para él...».
6. Evaluación
Una vez terminada la oración es muy interesante evaluar lo hecho analizando sobre
todo los sentimientos. Hacerlo nos ayuda a conocernos más a fondo y es un testimo-
nio enriquecedor.
Pueden servir una o todas las siguientes preguntas:
• ¿Qué te ha parecido este rato de oración?
• ¿Para qué te ha servido? ¿Para qué le ha servido a nuestra familia?
• ¿Cómo te has sentido? ¿Qué sentimientos has vivido?
• ¿Qué dificultades han surgido? ¿Se ha escuchado bien a todos? ¿Alguien ha
acaparado la palabra? ¿Nos hemos perdido en discusiones que nos han alejado
de la oración? ¿Te has sentido libre y tranquilo al exponer tus puntos de vista?
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• No te «enrolles». Tu trabajo es importante a la hora de motivar y de marcar los
pasos. Habla poco. Al principio un poco; luego, cada vez menos.
• No te dejes atrapar por ninguna discusión. Cada uno dice lo que opina, sim-
plemente.
En esta línea, hay dos mecanismos de defensa que aparecen frecuentemente:
• «Racionalizarlo» todo, problematizarlo. Es un modo de irse por las ramas. Se
le escucha pacientemente y se dice: «Eso que cuentas es muy interesante,
pero tal vez nos lleva demasiado lejos. ¿Podrías responder en concreto a la
pregunta?».
• Los «profesores», que, en cuanto toman la palabra, se sientan en ella y
«pontifican» de cualquier forma que sea, despersonalizando. Ten paciencia
y calma.
En definitiva, no se trata de juzgar la Palabra de Dios, sino de dejarse juzgar por
ella. Ahí está la clave. Son dos situaciones de «riqueza» o «pobreza» que se captan
fácilmente. Hay que ayudar pacientemente a abrir los ojos y pasar de una dispo-
sición a otra.
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II
ORACIÓN INTERIOR
EN TORNO AL EVANGELIO
Tres esquemas desarrollados, que, una vez hechos, os ayudarán a preparar otros:
Este método es más apropiado para adolescentes y jóvenes. Los niños pequeños
pueden tener mayor dificultad por los frecuentes momentos de silencio y el tipo de
oración meditativa.
EXPLICACIÓN DEL MÉTODO
DE LOS ESQUEMAS 6, 7 Y 8
Los pasos
a) Inicios
Es importante iniciar la oración con algún gesto (santiguarse, el Padrenuestro...) que
marque la ruptura entre la vida agitada que todos llevamos y la acción que se em-
pieza.
Se invita luego a todos a recogerse en su interior, a dejar de lado las preocupacio-
nes o inquietudes que puedan estar viviendo, a tomar conciencia de la presencia
de Dios en el fondo de su ser y entre ellos, a saludarlo. Se deja un breve tiempo de
silencio.
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Es el momento de proponer algún pensamiento que pueda ayudar a centrarse en
la oración.
b) Lecturas
El texto elegido se va a leer tres veces. La razón de esa repetición es que, con una
sola lectura, frecuentemente no nos enteramos de muchas cosas. Cada lectura
tendrá, como luego veremos, una orientación diferente.
Debemos habituarnos a leer la Palabra lentamente, dándole con nuestra voz un
sentido a los términos. Una lectura precipitada y en un tono «insípido» resbala, no cala.
La primera lectura la hace quien ha preparado el texto. Las otras dos las pueden
hacer otros miembros de la familia.
– Primera lectura. Su razón es hacernos una composición de la escena, del aconte-
cimiento que escuchamos. Imaginarnos a las personas en situación, el lugar, el
ambiente... Entrar en el corazón de los protagonistas, sentir con ellos.
Puede ayudar mucho que el lector, en esta primera lectura, coloree la narración,
cuente lo que allí pasa, aclare, con los datos recogidos en su preparación, el conte-
nido de la escena, la significación de determinados conceptos, el rol de tal personaje,
las circunstancias culturales, el ambiente socio-político que se vive, etc. Esto no es
imprescindible, pero puede ayudar mucho.
– Segunda lectura. Tiene ya una aplicación más personal. Se invita a cada miembro
del grupo a implicarse en la escena. A sentirse protagonista de lo que se narra, a
ocupar el lugar del personaje con el que en ese momento, en ese día, se identifique
más. O, simplemente, a ser espectador atento, desde dentro, de la escena.
– Tercera lectura. En este momento, la lectura tiene ya una fuerza de grabación
grande. Al escucharla nos encontramos «situados» en ella. La Palabra no es algo
ajeno a mí. Ya brota de mí. Casi me la sé de memoria. Es parte de mi ser. Es como si,
desde mi interior, Dios me dijera su Palabra, se me estuviera dando.
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Al escucharla se invita a todos a retener simplemente una expresión, una frase, tan
solo una palabra tal vez. Aquello que de alguna manera me caló más hondo, me mo-
vió en mi interior, me hizo sentir alegría por saberme amado, dolor por verme ingrato,
fuerza para transformarme. O, sencillamente, me chocó más, sin saber quizá por qué.
A través de esas palabras, sin duda, algo me quiso decir o dar mi buen Dios.
c) Repetición
Este tercer paso se inicia con un tiempo breve de silencio, en el que se limita uno a
repetir el pensamiento que se retuvo. Repetición silenciosa, lenta, suave, como si
vertiéramos en el fondo de nuestro corazón reiteradamente esa palabra que va
calando y llenando el fondo del ser. Como la gota de agua que cae lentamente y
empapa. Repetición acompasada; ritmada, si se quiere, por la respiración profunda.
Seguidamente, se propone que cada uno exprese en voz alta la frase o pensamiento
recogido. Cuando el primero lo ha hecho, todos los miembros del grupo se la apropian
y la repiten interiormente. Lo más difícil en este momento, y es importante, es en-
contrar el ritmo para las intervenciones. El peligro es que uno tras otro, todos se-
guidos, expresen sus pensamientos y, en un momento, todo se acabó. Antes de iniciar
el paso hay que explicar bien el proceso:
• Uno dice su frase, todos se la apropian y la repiten interiormente, tranquila-
mente, unas ocho o diez veces, incluso más, dejando pausas. Sin prisas.
• El siguiente, o cualquiera del grupo, expresa la suya; nos la apropiamos, la
repetimos, etc.
Es fundamental inculcar el sentido del sin prisas. Estamos saboreando la presen-
cia de Dios, en su palabra, a cada uno de nosotros. Le estamos regalando a Dios
nuestro tiempo, le estamos dando una oportunidad de intervenir en nuestras vidas.
El «sin prisas» es tal vez una de las mayores dificultades que tenemos hoy en día.
No sabemos tomar tiempo, poner calma en nuestras vidas. Y es tan necesario...
El grupo que ora debe habituarse a dedicar tiempo a la oración. A saborear y a
gustar ese tiempo. A estar deseando que llegue ese tiempo y encontrar en él la paz,
el reposo, a Dios, a quien nos ama, a quien nos llena.
La primera vez que un grupo experimente este camino de oración habrá que
estar muy atento a encontrar este ritmo. Luego será más fácil.
d) Respuesta
La Palabra ha calado en nosotros. Ha inundado nuestro corazón. La Palabra espera
mi palabra, mi respuesta. Es el momento de orar, no ya escuchando o repitiendo,
sino respondiendo.
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Se invita al grupo a orar espontáneamente en alta voz, dirigiéndose directamente,
de tú a tú, al Dios vivo, al Dios presente en el corazón, en la Palabra, en el grupo.
Cada uno ora a partir de la idea o sentimiento que más le ha llenado. Tranquilamente.
Dejando tiempo entre uno y otro. Sin prisas. Volviendo a rezar a partir de la respuesta
del otro. Participando cuantas veces quiera, dando lugar a la petición, la alabanza, el
agradecimiento, el perdón, la intercesión, el ofrecimiento, la adoración, el amor,
el deseo...
Poco a poco, después de un rato de intensa oración, el grupo va callándose, como
si ya lo hubiera expresado todo, como si ya no necesitase hablar, como si desease
silencio para saborear lo vivido, la presencia y la unión con su Dios.
Según las circunstancias y las posibilidades, el moderador concluye cuando su
prudencia se lo indique. Puede proponer recitar un salmo, cantar algo, decir una
oración vocal cualquiera. Y así se termina este rato de oración.
N.B. Existe una versión semejante a este camino de oración publicada en La
chambre haute (París, Ed. du Feu Nouveau) nn. 21-22, pp. 93ss.
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6 EL ANUNCIO
A LOS PASTORES
(Lc 2,4-20)
La explicación de cada uno de los pasos que vais a dar en este rato de oración la
tenéis en las páginas anteriores.
1. Recogerse
Empezamos con la señal de la cruz.
Nos recogemos, cada uno en una postura propicia, para un momento de silencio.
Si os habéis fijado, al visitar algún monasterio, en cómo rezan los monjes, casi siem-
pre están inmóviles, arrodillados o de pie, la cabeza inclinada, las manos juntas o
abiertas. O quizá habéis reparado en esa señora viejecita que habéis visto a veces
ante el sagrario de vuestra parroquia, tan silenciosa y recogida, y es que la postura
del cuerpo es también importante para la oración. Expresa nuestra voluntad de rezar,
nuestro respeto a Dios, nuestra adoración ante su presencia, nuestra actitud confiada
y alegre de hijos, nuestra dependencia, nuestra necesidad… Se reza no solo con el
pensamiento, sino con toda nuestra persona, por tanto, también con nuestro cuerpo,
con nuestra afectividad, con nuestro deseo, con nuestra voluntad. Por eso es impor-
tante, antes de empezar, hacer silencio, procurar una postura a la vez atenta y relajada,
acompasar esa postura con una respiración lenta y tranquila, quizá mantener los
ojos entrecerrados para centrarnos más en lo esencial, que es Dios, que reside en lo
profundo de nuestro corazón, y su Palabra, que resuena en nosotros.
La Palabra de Dios no se nos dio para juzgarla como el que opina sobre una película
o una canción: «Me gusta o no me gusta, estoy de acuerdo, opino lo contrario», etc.
La Palabra es como una hogaza de pan que uno recibe gratuitamente de Alguien que
le quiere y que sabe que tiene hambre. Uno la come, masticándola bien, sin prisas,
y siente cómo le alimenta, le da fuerza y consuelo. Siente también que, ya alimentado,
vuelve a la vida y al encuentro con los demás, viéndolos de una manera nueva.
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La Palabra de Dios en esta oración bellísima de Isaías es comparada con la lluvia
y la nieve, que, lo quiera la tierra o no, caen sobre ella y la hacen dar fruto:
Nos colocamos, pues, en una postura como la que hemos comentado antes, vamos
respirando pausadamente y permanecemos unos momentos en silencio antes de
escuchar la lectura que viene a continuación.
2. Lectura
El texto que sigue se va a leer en voz alta tres veces, despacito. Antes de cada lectura,
el moderador explica su sentido.
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Explicación del texto (moderador)
Si hay chicos pequeños, hay que preparar el significado de algunas palabras, como:
• Empadronarse;
• estaba encinta;
• parto;
• dar a luz;
• velar;
• la ciudad de David (que es Belén);
• Mesías.
3. Repetición
Explicas en qué consiste este paso. Cada uno expresa en voz alta la frase o pensamiento
que más le ha impresionado. Los demás se la apropian y la repiten interiormente unas
ocho o diez veces. Sin prisas.
4. Oración
La Palabra ha calado en nosotros. La Palabra espera nuestra respuesta. Es el momento
de orar respondiendo. Invítales a rezar hablando directamente a Jesús. De tú a tú.
Cuando veas que ya dejan de rezar, proponles un ratito de silencio.
5. Conclusión
Los pastores supieron descubrir a Dios en aquel niño. También nosotros debemos
habituarnos a descubrir a Dios en los demás. Vamos a darnos un abrazo para termi-
nar nuestra oración.
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7 EL HIJO PRÓDIGO
(Lc 15,11-31)
La explicación de cada uno de los pasos que vais a dar en este rato de oración la
tenéis en las páginas anteriores. Es necesario que la leáis.
1. Recogerse
Empezamos con un gesto: de pie, decimos el Padrenuestro. Nos recogemos, cada
uno en la postura que le resulte propicia, dejando un momento de silencio.
Te propongo que leas y expliques un poco estos versos del Salmo 15, que pueden
ayudar a prepararnos a la oración de hoy:
¡Cuántas expresiones bellísimas dirige a Dios este salmo! Como las que uno
podría dirigir a un padre o a una madre:
que nos protege, que es nuestro refugio, que estamos en sus manos;
que es nuestro bien, lo mejor que hemos recibido;
que nos aconseja, nos instruye, nos enseña
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y finalmente nos llena de gozo y alegría cuando estamos en su presencia.
¿Se os ocurre decir algo más, así de bonito, sobre vuestros padres?
2. Lectura
El texto que sigue lo vais a leer tres veces en voz alta, despacito. Antes de cada
lectura vas a explicar su sentido, les vas a proponer lo que tienen que hacer mientras
escuchan. Tal y como se te explicó en páginas anteriores.
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Comentario al texto (moderador)
Si hay chicos pequeños, tienes que preparar el significado de algunas palabras, como:
• libertino;
• apacentar;
• el mejor vestido: solo se lo ponían para las fiestas;
• anillo: signo de que le aceptaba como hijo;
• sandalias: señal de hombre libre.
Si Dios nos quiere como este padre del hijo pródigo, que «se pasa de bueno»,
como dirían algunos, que da a su hijo lo que injustamente le pide, que no le reprende
ni le amenaza, que le espera siempre, que antes de que le haya pedido perdón ya
sale a recibirlo, que no se queja ni le recrimina: «Ya te lo dije», sino que simplemente
se alegra tanto que todo queda olvidado y hace una fiesta, ¿cómo nos sentimos?
3. Repetición
Explícales en qué consiste este paso. Cada uno expresa en voz alta la frase o pensa-
miento que más le ha impresionado. Los demás se la apropian y la repiten interiormente
unas ocho o diez veces. Sin prisas.
4. Oración
La Palabra ha calado en nosotros. La Palabra espera nuestra respuesta. A partir de la
frase o sentimiento que más nos ha impresionado, invita a todos a rezar a ese Padre bueno
que es nuestro Dios, que está presente entre nosotros, hablando directamente con él.
5. Conclusión
Vamos a hacer una fiesta nosotros también para sentir que, hagamos lo que hagamos,
Dios siempre nos perdona y nos acoge. Y eso hay que celebrarlo.
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8 «YO SOY EL BUEN PASTOR»
(Jn 10,1-19)
La explicación de cada uno de los pasos que vais a dar en este rato de oración la
tenéis en las páginas anteriores. Es necesario que la leáis.
1. Recogerse
Empezamos con un gesto: de pie, decimos el «Gloria». Nos recogemos, cada uno en
la postura que le resulte propicia, dejando un momento de silencio.
Propongo al que haga de moderador que lea y explique un poco estas líneas del
evangelio de san Mateo (13,3-9).
Una vez salió un sembrador a sembrar. Al echar las semillas, unas cayeron a lo largo del
camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían
mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero, en cuanto salió el
sol, se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron
estos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta,
otra treinta. El que tenga oídos, que oiga.
Pide al resto de la familia que disponga su corazón como la buena tierra para
acoger la Palabra de Dios que vamos a escuchar.
2. Lectura
El texto que sigue lo vais a leer en voz alta tres veces, despacito. Antes de cada lec-
tura vas a explicar su sentido. Les vas a proponer lo que tienen que hacer mientras
escuchan, tal y como se te explicó en páginas anteriores.
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En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el
redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ese es un ladrón y un
salteador; pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.
A este le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas
las llama una por una y las saca afuera. Cuando ha sacado a todas las
suyas, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su
voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños.
En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas: si
uno entra por mí, estará a salvo, entrará y saldrá, y encontrará pasto.
Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Conozco
a mis ovejas, y las mías me conocen a mí; como me conoce el Padre,
y yo conozco a mi Padre.
Tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ellas las
tengo que conducir, escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un
solo pastor.
3. Repetición
Cada uno expresa en voz alta la frase o sentimiento que más le ha impresionado.
Los demás se la apropian y la repiten interiormente unas ocho o diez veces. Sin
prisas.
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4. Oración
La Palabra ha calado en nosotros. La Palabra espera nuestra respuesta. A partir de
la frase, pensamiento o sentimiento que más les ha impresionado, invita a todos a rezar
a Jesús, nuestro buen pastor, hablando directamente con él, que está presente entre
nosotros. Cuando ya veas que dejan de rezar, proponles un ratito de silencio. Pon
música suave.
5. Conclusión
Como Jesús nos conoce, nos ama y se preocupa por nosotros, tenemos que hacerlo
también los unos con los otros. Como un signo de ello vamos a darnos un abrazo.
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III
AL CELEBRAR
LA VIDA DE JESÚS
Su nacimiento:
para prepararnos a la Navidad.
Su muerte y su resurrección:
para uno de los días de Pascua.
El don de su Espíritu: para Pentecostés
9. Su nacimiento.
10. Su muerte.
11. Su resurrección.
12. «Se llenaron todos de Espíritu Santo».
Estos esquemas son adecuados para todos, pequeños y jóvenes, porque pueden ser
utilizados a dos niveles distintos y porque marcan tres momentos fundamentales
de la vida cristiana
9 SU NACIMIENTO
(Lc 2,1-20)
Para prepararnos a la Navidad
1. Invitación
Apagamos la luz. Si es posible, comenzamos nuestra fiesta ya de noche. En esa noche
que ahora nos rodea y en esa que llevamos también a veces, a solas, en nuestro corazón.
Son una noche y un silencio que buscan y esperan el día, la palabra, la luz.
Vamos a poner un disco; mientras lo escuchamos, cada uno, en silencio, intentará
tomar conciencia de la noche que hay en su corazón; a veces nos sentimos incom-
prendidos, solos, tristes, enfadados…
Se escucha la música y vamos pensando, en silencio, en esas cosas negativas
nuestras o que nos parece percibir en los demás y que a veces nos hacen sufrir.
2. Puesta en común
Cada uno responde libre y brevemente a todas o alguna de estas preguntas:
• ¿De qué modo se da esa «noche» en ti? ¿En qué ocasiones te sientes triste o solo?
• ¿Qué cosas constituyen la noche de nuestra convivencia en familia?
• ¿Y en la sociedad en que vivimos?, ¿qué es lo que no te gusta de lo que ves
en esa sociedad, en la calle, en el colegio…?
71
Es la luz que ilumina nuestra inseguridad, nuestros miedos, nuestra falta de
alegría…
Su palabra es un eco del amor de Dios y una llamada a preocuparnos por el clamor
de los que sufren; clamor que a través de él llega hasta nosotros. Viene a la tierra a
decirnos que nos amemos, que nos ayudemos, que compartamos lo que tenemos,
que estemos cerca de los demás.
La Navidad no es solo una fiesta de comidas y regalos. La Navidad es luz y compromiso.
Consuelo y exigencia.
Estamos reunidos en familia para celebrar este acontecimiento.
¿Cómo podríamos celebrarlo mejor? Podríamos compartir algunas ideas.
• Pondremos el nacimiento y ayudaremos a que se note en casa la alegría.
• Haremos la cena de Nochebuena y la comida de Navidad colaborando todos.
¿Qué hará cada uno?
• Comenzaremos con una oración, ¿quién la preparará?
• Nos sentaremos cerca de las personas de la familia con las que hablamos
menos habitualmente.
• Al acabar, cantaremos un villancico, o dos, o tres, los que más nos gusten.
4. Oración
(Cada párrafo lo lee uno)
72
– Pero dime, por favor, por qué existe Dios.
¿Por qué existen las estrellas, los planetas, todo el universo? ¿Por qué este
mundo nuestro es tan bello; el mar, las montañas, las plantas, los animales? ¿Por
qué el hombre es tan libre e inteligente y descubre y crea muchas cosas? ¿Por qué
hay hombres y mujeres tan buenos que viven para los demás? ¿Por qué los hom-
bres se hacen tantas preguntas y buscan incansablemente el porqué de la vida y
de la muerte? Todo eso pasa porque existe Dios y él ha puesto su semilla en
nuestro corazón.
5. Lectura
Esta lectura puede ir acompañada de una representación mímica silenciosa en la que
interviene toda o parte de la familia. Puede leerse primero en privado y luego pro-
clamarse con la representación.
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–Vamos derechos a Belén, a ver eso que ha pasado y que nos ha
comunicado el Señor.
Fueron corriendo y encontraron a María, a José y al niño acostado
en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores.
Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que
habían visto y oído; todo como les habían dicho.
En la Biblia para la iniciación cristiana II, p. 147, hay unos comentarios muy claros
que pueden ser explicados por alguno de los participantes.
Los más pequeños podrían preparar algún dibujo que represente la escena y comen-
tar lo que han querido expresar con su dibujo.
6. Diálogo
Como Jesús, nosotros debemos ser luz, alegría, salvación. ¿Qué podemos esperar
unos de otros en esta Navidad para que de hecho lo seamos?
¿Qué compromisos podemos tomar juntos después de esta reflexión, cosas que su-
pongan alegría y luz para otras personas de la familia, para los amigos, etc.?
7. Oraciones y peticiones
Cada uno puede orar espontáneamente o bien puede decir alguna de las siguientes
peticiones u otras que se le ocurran:
• Jesús, que vienes a traer la paz a la tierra, te pedimos la paz para nuestro
mundo, nuestro hogar, nuestros corazones.
Todos: «Te lo pedimos, Señor».
• Jesús, que has venido para ser luz y salvación, danos tu salvación a todos
nosotros y a todos los hombres.
Todos: «Danos tu salvación, Señor».
• Jesús, tú que has nacido en un lugar humilde y te manifiestas en los pobres,
haznos pobres y humildes. Que sepamos acoger con cariño a cuantos vienen
a casa, dando de lo que tenemos, sin apegarnos a nada.
Todos: «Haznos pobres, Señor».
74
• Jesús, por nuestra familia, para que no nos separemos de tu camino y te ame-
mos y te sirvamos en los demás.
Todos: «Te lo pedimos, Señor».
• Otras...
8. La paz
(La madre) Ahora vamos a pedir perdón al Señor por todas nuestras faltas: por pen-
sar en la Navidad solo como un tiempo de regalos y diversión, por despreocuparnos
de los demás, por nuestros egoísmos y enfados, por no perdonar, por no recordar
lo que significa que Dios quisiera hacerse hombre como nosotros. (Pueden señalarse
otras faltas que sean comunes en casa.)
Como signo de arrepentimiento y perdón vamos a darnos la paz: «La paz de Jesús
esté con vosotros».
Todos: Y también contigo.
(La madre): Démonos todos la paz.
9. Oración final
(Todos juntos) Te damos gracias, Dios Padre bueno, por habernos dado a tu Hijo.
Y por todos los bienes que concedes a esta familia tuya. Te pedimos por medio de
la Virgen, tu Madre y Madre nuestra, que, a ejemplo de la Sagrada Familia, vivamos
muy unidos y seamos serviciales con todos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(Siempre es bueno que esta celebración familiar culmine con algún tipo de fiesta, por
sencilla que sea.)
75
10 SU MUERTE
(Jn 19,16-30)
Para la Semana Santa
1. Acogida
Se pone una cruz sobre la mesa. Dejáis unos momentos de silencio. Quizá un poco
de música adecuada. Tratáis de centraros y contempláis a Cristo muerto en la
cruz.
¿Qué sentimientos surgen ante Jesús muerto en la cruz? ¿Os da miedo, rechazo,
pena, incomprensión, agradecimiento, amor…?
Su muerte nos va a descubrir por fin el secreto que pesa sobre la persona de
Jesús. Es el Hijo de Dios. Abandonado por todos los discípulos, Jesús permanece,
sin embargo, hasta el fin dueño y señor de los acontecimientos. No busca lo que
le va a pasar: su pasión, su muerte, pero no deja de predicar el mensaje de su
Padre sobre el Reino de Dios en la tierra, aunque eso pueda ser su condena a
muerte.
Vayamos más adelante. ¿Cómo un crucificado puede ser el Mesías? Tal vez des-
cubramos que, de una manera misteriosa, querida por Dios, el triunfo y la gloria
brotan del sufrimiento, del fracaso y de la muerte. Ese sufrimiento, fracaso y muerte
no están buscados por sí mismos, son la consecuencia de la oposición a los valores
y actitudes del Reino de Dios que Jesús predicaba. Jesús no se entregó a la muerte.
Fue entregado. Nuestro mundo se enfrenta al mismo problema y tampoco es capaz
de aceptar esos valores. Y sigue habiendo mártires, personas que dan su vida por
los demás y por el Evangelio.
¿Recordáis qué paso y cómo pasó?
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2. Lectura
(Un hijo) Contemplemos el misterio de la cruz. Cristo –que no conoció el pecado–
muere hecho pecado, como un malhechor, clavado en la cruz. En ella encontramos
nosotros nuestra salvación.
3. Comentario a la lectura
• ¿Había hecho Jesús algo malo? ¿Por qué lo crucificaron? ¿Quién podía que-
rer crucificarlo? ¿Qué sentimientos o pensamientos creéis que tenían los
sacerdotes, los fariseos, los romanos…? ¿Envidia, celos, vergüenza, indife-
rencia…?
• ¿Le defendieron sus discípulos y todos los que eran sus amigos, todos a los
que él había sanado, perdonado, y le seguían? ¿Qué pensamientos o senti-
mientos creéis que tenían? ¿Miedo, impotencia, dolor, duda…?
• ¿Y Jesús?
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4. Himno
(Todos) Adoramos tu cruz y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al
mundo.
(Un hijo) ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho? ¿En qué te he ofendido? Respóndeme.
Yo te saqué de Egipto. Tú preparaste una cruz para tu Salvador.
(Todos) Adoramos tu cruz...
(Otro) ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho? ¿En qué te he ofendido? Respóndeme. Yo
te guie cuarenta años por el desierto, te alimenté con el maná, te introduje en una
tierra excelente. Tú preparaste una cruz para tu Salvador.
(Todos) Adoramos tu cruz...
(Otro) ¿Qué más puedo hacer por ti? Yo te planté como viña mía, escogida y
hermosa. ¡Qué amarga te has vuelto conmigo! Para mi sed me diste vinagre, y con
una lanza traspasaste el costado a tu Salvador.
(Todos) Adoramos tu cruz...
5. Petición de perdón
Examinemos nuestros pecados, arrepintámonos de verdad, sepamos perdonar y
excusarnos. (Silencio. Podría invitarse a cada uno a excusarse en voz alta de los
pecados «domésticos», malos humores, falta de cooperación, malas caras...)
6. Oración
Cada uno dice una oración a Jesús, muerto por nosotros, y todos en silencio con-
templan la cruz y luego la van besando.
7. Padrenuestro
(Todos juntos) Ahora, con atención y despacio, vamos a rezar la oración que el mismo
Señor nos enseñó: Padre nuestro...
79
11 SU RESURRECCIÓN
(Lc 24,13-35)
Para celebrar la Pascua
1. Acogida
Para los amigos de Jesús, la resurrección fue la mayor sorpresa de su vida. Ya sabéis
que una sorpresa feliz puede transformarnos. Pues para ellos fue lo que más alegría
les dio en toda su vida. Vamos a leer primero esta historia que cuenta san Lucas y
luego la comentaremos todos.
2. Lectura
Aquel mismo día iban dos de ellos a una aldea llamada Emaús.
Conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que,
mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y
siguió el camino con ellos; pero no le reconocieron.
Él les dijo:
–¿De qué discutís entre vosotros mientras vais caminando?
Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos, llamado Cleofás,
le respondió:
–¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que
estos días han pasado en ella?
–¿Qué cosas? –preguntó él.
–Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y
palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Pero nuestros sumos
sacerdotes y magistrados lo condenaron a muerte y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel, pero ya
van tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de
81
las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al
sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que habían visto
una aparición de ángeles que decían que él vivía. Fueron también
algunos de los nuestros al sepulcro, y lo hallaron tal como las mujeres
habían dicho. Pero a él no lo vieron.
Él les dijo:
–¡Qué insensatos y tardos de corazón sois para creer todo lo que
dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y
entrara así en su gloria?
Y empezando por Moisés y continuando por todos los profetas les
explicó lo que había sobre él en las Escrituras.
Al acercarse al pueblo adonde iban, él hizo ademán de seguir ade-
lante. Pero ellos le forzaron diciéndole:
–Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.
Y entró a quedarse con ellos.
Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron
los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Se dijeron uno al otro:
–¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando
nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron
reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que les dijeron:
–¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino
y cómo le habían reconocido en la fracción del pan.
Los más pequeños podríais hacer un dibujo sobre esta escena y compartir con los
demás lo que habéis querido expresar en vuestro dibujo.
3. Comentario
• Cada uno dice, después de un momento de reflexión, qué le llama más la aten-
ción de las palabras y de la actitud de los dos discípulos que caminaban decepcio-
nados. ¿En qué nos parecemos nosotros a ellos?
• A Jesús lo reconocieron al partir el pan. ¿Qué cosas concretas podríamos
compartir más con los otros? Dentro de casa y fuera. A cada uno le pueden
decir los demás qué cosas les gustaría más que compartiera: sus preocupa-
82
ciones, tal habilidad, su tiempo, sus conocimientos, que superara tal egoísmo,
que cooperara en tal cosa...
• Los discípulos le dijeron a Jesús: «Quédate con nosotros». ¿Tiene Jesús un
«lugar» en nuestro hogar? ¿Lo sabemos descubrir? ¿En qué? ¿Tendríamos que
dedicarle más tiempo? ¿De qué modo?
Imaginaos (y, si queréis, haced la prueba) que estáis en una habitación oscura,
sin ninguna luz. ¿Qué veis? Nada, o muy poco: algunos bultos, sombras. De pronto
se enciende una luz grande. Empezamos a ver las mismas cosas, pero muy distintas
de antes.
La vida nueva que nos trae Jesús con su resurrección, y que nos da en el bautismo,
nos hace ver a las personas, los acontecimientos, las cosas, la vida... de otra manera.
Vamos a intentar entre todos sacar ejemplos de nuestra propia vida en los que
podamos ver que son muy distintas las cosas en la «oscuridad» o a la «luz»:
• perdonar;
• aceptar un sufrimiento;
• compartir;
• ayudar;
• superar un enfado.
Cada uno intenta asumir un compromiso que pueda significar a los demás que la
vida nueva de Jesús está ya entre nosotros.
Y todos hacemos nuestra oración.
5. Poema pascual
(Lo recitamos todos, muy despacio)
83
Y cuando tú nos ves contentos y unidos,
tú también te llenas de alegría.
¡Aleluya!
¡Jesús ha resucitado!
Él ha vencido.
Su victoria es mía y tuya.
Todos hemos vencido con él.
¡Aleluya!
6. Conclusión
Como es Pascua, al final tenemos una cena «especial», y, sobre todo, ¡alegría!
84
12 «SE LLENARON TODOS
DE ESPÍRITU SANTO»
(Hch 2,1-13)
Para Pentecostés
1. Acogida
El gran regalo que Jesús prometió a sus amigos antes de la Ascensión fue la gran
promesa de Dios desde la antigüedad. De forma sorprendente, lo recibieron en
Pentecostés, y les llenó de fuerza.
Desde entonces, ese gran regalo se sigue dando a todos los cristianos, a lo largo
de los siglos, en el bautismo y en la confirmación; es el Espíritu de Jesús, que llena
nuestro ser con su vida nueva. Es el gran don de Dios a los hombres, que nos hace
ver las cosas con luz nueva, que nos llena de fuerza ante las dificultades, que nos
hace humildes y sabios, bondadosos y pacíficos, justos y pobres en el corazón, que
nos hace capaces de amar siempre, de comprender, de perdonar, de ayudar, que nos
hace esperar contra toda esperanza; que...
Pero me diréis: «Si todo eso lo tengo desde el bautismo, ¿por qué yo no lo expe-
rimento?». El Espíritu de Jesús, su vida nueva, está en ti, como un germen, como
una semilla que está deseando crecer, desarrollarse, dar fruto, hacerse enorme.
Fíjate bien: el Espíritu de Jesús está deseando crecer en ti. Solo hace falta que tú lo
quieras. Que se lo digas en tu oración. Que le dejes crecer en tu vida.
El Espíritu de Jesús lo tenemos que desear, lo tenemos que pedir insistentemente
en la oración, los unos por los otros.
«Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus amigos y enciende en ellos el fuego de
tu amor». Durante unos momentos de silencio vamos a concentrarnos en nuestro
corazón. Podemos repetir lentamente esta oración.
Podéis explicar a los pequeños esas ideas: hay un regalo de Dios que está en ti,
como una semilla, que lo tienes que pedir. Y las podéis comentar entre todos.
85
2. Dificultades para hacer oración
Unos más y otros menos, todos podríamos hacer nuestras estas palabras:
Pero esto no nos sucede solo a nosotros. También los discípulos acudieron a Jesús
pidiéndole: «Enséñanos a orar». Quizá, sin darse cuenta ellos, ya lo hacían; porque
orar es hablar con Jesús, y ellos estaban hablando con él...
Tres causas por las que no rezamos:
• Se nos pasa y no encontramos el momento.
• No sabemos qué decir, siempre rezamos lo mismo.
• No nos atrevemos a hacerlo con sinceridad: nos falta confianza para hablar
de verdad con Dios.
3. Lectura
¿Qué nos dice Jesús? Leamos primero un texto del evangelio de san Juan (20,19-24).
Después otro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-13):
86
Al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo
lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó
en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas
como llamaradas que se repartían posándose encima de cada uno. Se
llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas
extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las
naciones de la tierra. Al oír el ruido acudieron en masa y quedaron
desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Enormemente sorprendidos preguntaban:
–¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo
es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?
No acertando a explicárselo, se preguntaban atónitos:
–¿Qué quiere decir esto?
4. Comentario
• Pentecostés: a los cincuenta días después de Pascua se celebraba una de las
principales fiestas judías, que reunía en Jerusalén a muchos peregrinos proce-
dentes de las regiones más remotas y, por tanto, con lenguas diferentes.
• ¿Qué querrá decir que todos hablaban o se entendían en la misma lengua?
¿Lo pensamos un poco? Si todos nos entendiéramos en la misma lengua,
¿estaríamos más unidos? ¿Habría menos incomprensión y divisiones?
5. Oración
Los más pequeños podríais hacer un dibujo sobre la escena de todos los judíos recibiendo
el Espíritu Santo en Pentecostés y comentar con los demás lo que habéis querido decir
con vuestro dibujo.
Una persona que amaba mucho a Dios escribió esta hermosa oración:
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Ahora, cada uno de vosotros piensa y redacta una breve oración pidiendo a Dios el
Espíritu de Jesús para cada uno de los demás miembros de la familia, que le rodean y
acompañan.
Después, id rezando en voz alta lo que cada uno ha escrito.
Para terminar, los padres bendicen a sus hijos en nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, completando esa bendición como el corazón les dicte, mientras les
imponen las manos con mucho cariño.
Concluid dándoos el beso de paz y compartid una merienda.
88
VII
CELEBRANDO
ACONTECIMIENTOS QUE
NO SOLEMOS CELEBRAR
Tres esquemas elaborados y uno en blanco:
1. Acogida
Hay cosas sorprendentes en la vida en las que reflexionamos pocas veces. Y, sin
embargo, son las que dan alegría y sentido a nuestra existencia.
Una de ellas es que existimos porque hay quien nos ama. Si yo vivo, es porque
Dios me ama con un amor de siempre, un amor único, original y diferente hacia
mí; porque no hay dos que seamos iguales. Un amor que me mantiene en la vida
y que me espera cada día. Si yo vivo, es porque mis padres me desearon y me
amaron aun antes de conocerme.
¡Qué diferencia tan enorme hay entre saber que existo porque alguien me ama
y me llamó y no saberlo!
2. Entrada
En unos momentos de silencio saboreamos esa idea tan sencilla y tan importante
de que Dios me llamó por mi nombre, porque me ama. Tratamos de recogernos
en nuestro corazón, podemos repetir lentamente, en el silencio, dentro de nosotros,
las palabras del Salmo 122: «A ti levanto mis ojos».
Si queréis, podéis comentar brevemente estas ideas.
3. Palabra de Dios
Tres llamadas a la vida:
• Jr 1,5: «Antes de formarte en el vientre te escogí; antes de que salieras del
seno materno te consagré».
143
• Is 49,1: «Estaba yo en el vientre y el Señor me llamó en las entrañas maternas.
Y pronunció mi nombre».
• Gál 1,15: «Dios me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia».
4. Nuestras llamadas
Hay otras dos llamadas, muy grandes y sorprendentes, que han ocurrido entre nosotros:
• Dios llamó al amor a nuestros padres. Por eso nuestros padres se llamaron
uno al otro al amor.
• Dios nos llamó al amor y a la vida por nuestros padres. Por eso nuestros padres
nos desearon, nos esperaron, nos aman.
Para reflexionar sobre estas dos llamadas os propongo –casi como en un juego–
que los hijos, haciendo de periodistas, hagáis una entrevista a vuestros padres. Cada
uno prepara una o dos preguntas como estas:
• ¿Cómo os conocisteis?
• ¿Qué visteis cada uno en el otro para que os llegara a gustar?
• ¿Cómo, cuándo, dónde os declarasteis vuestro amor?
• ¿Qué habéis significado cada uno en la vida del otro?
• ¿Habíais pensado mucho en nosotros?
• ¿Os gustamos cuando nos visteis nacer?
• ¿Qué hemos significado los hijos en vuestras vidas?
• …
144
Para escucharlas hay que estar atentos, despiertos; hay que estar dispuestos.
¿Estamos así o más bien nos hacemos los sordos, los que no se enteran?
6. Oración
Nuestra oración de hoy debe ser una respuesta ante este hecho sorprendente: Dios
me ama, nos ama, desde siempre, con un amor único, pero mucha gente no lo sabe ni
lo imagina si no hacemos presente su amor a través de nuestro amor.
Todos vais haciendo oración.
7. Conclusión
Para terminar nuestra oración y nuestra reflexión de hoy vamos a decir juntos, muy
despacio, con María, el Magnificat. Para dar gracias a Dios, como ella, porque ha
hecho cosas sorprendentes entre nosotros:
Hoy sí que tenéis motivos para organizar una buena fiesta como conclusión de vues-
tra oración. Sería bonito también que tuvieseis alguna sorpresa para vuestros padres.
145
24 EL DIOS FIEL QUE MANTIENE
SU AMISTAD
1. Acogida
¡Si yo te contara que tengo un amigo que nunca deja de serlo, le haga yo lo que le
haga, aunque sean las mayores faenas!... Le molestan, claro, porque es muy sensible
y es muy amigo. Pero siempre, cada día, está esperando que yo vuelva. Dispuesto
a tenderme la mano, sin reproches y con la sonrisa en los labios. Dispuesto a em-
pezar cada vez de nuevo, porque cree mucho en mí. Que me cura las heridas y me
consuela, a pesar de todo lo que le hago. Que cada día me da más amistad... y yo
se la sigo jugando y apenas le hago caso... Que prácticamente me ha dado todo lo
que tengo..., y que yo apenas si le he dado las gracias...
Si yo te contara que tengo un amigo así, pondrías cara rara y te resultaría muy
difícil creerme.
Pues, aunque te cueste creerlo, yo tengo un amigo así. Y vosotros también, y tal
vez ni lo sabíais.
A veces preguntamos: «¿Qué es la amistad?».
Pues mira: esperar cada día, tender la mano sin reproches, empezar de nuevo cada
vez, creer mucho en el amigo, curarlo y consolarlo y comprenderlo, darse cada día más...
Todo eso, y tal vez otras cosas más, esperando muy poco a cambio. Pero espe-
rando que un día os podáis fundir en un abrazo. Eso es ser un amigo. Eso es ser fiel.
Eso es Jesús para nosotros. ¿Cuándo abriremos los ojos?
2. Entrada
Procuramos, en un momento de silencio, concentrarnos en nuestro corazón. Puedes
reflexionar en tu interior sobre estas palabras inspiradas en la Biblia: «Si el Señor se
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enamoró de ti y te eligió, fue por puro amor hacia ti. Él te sacó de la esclavitud: así
sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su amistad y su favor».
Si queréis, podéis comentar luego estas ideas.
3. Reflexión
Lo pensamos un poco en silencio y luego vamos contestando todos a estas pre-
guntas:
• ¿Qué significa para ti ser fiel?
• ¿Qué ejemplos de fidelidad hacia ti has conocido en tu vida?
• ¿En qué cosas ves que Dios te es fiel?
Sería bueno que mientras vais hablando, uno de los mayores fuera tomando
nota de lo que se dice. Al final podríais componer una hoja más o menos así:
148
Se puso en camino hacia la casa de su padre: cuando todavía estaba
lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al
cuello y se puso a besarlo [...] y mandó a los criados:
–Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la
mano y sandalias en los pies, y celebremos un banquete (Lc 15,20-23).
Una vez leídos y anotados estos textos de la Biblia, cada uno comenta lo que
más le ha impresionado. Lo lee y dice por qué, explicándolo.
5. Oración
A partir de lo que más os ha impresionado vais todos haciendo tranquilamente vuestra
oración, hablando a ese Jesús siempre presente que espera con ilusión vuestra
respuesta a lo que él os ha dicho hoy.
Podéis rezar cuantas veces queráis. No os olvidéis de darle gracias en especial
por su fidelidad tan sorprendente, por la fidelidad del amor que vuestros padres
se tienen y os tienen.
Escucha con atención a los otros en su oración, porque quizá digan cosas que
tú también puedes decir. Repítelas como ellos.
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6. Conclusión
Una vez que nos vamos callando y estamos disfrutando, en silencio, de la presen-
cia de Jesús, ponemos un poco de música suave.
Al final nos damos un abrazo de paz y nos ponemos a organizar una pequeña
fiesta.
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25 TODO DON
ES UNA VOCACIÓN
1. Comienzo
Pocas veces pensamos que cuanto somos y tenemos se nos ha dado. Y gratuita-
mente. Se nos ha dado la vida –ese don tan grande–, un cuerpo animado, una
mente, un corazón... ¡tantas cosas!
Y se nos ha dado para que lo demos. Nosotros a veces queremos usar egoísta-
mente lo que se nos ha dado. Y nuestra felicidad está en sabernos dar.
Cuando oramos, hay una cosa que deberíamos tener siempre presente: que Dios
se me quiere dar. Es el más bello regalo: se nos da él mismo. Es como un amigo que
te invita a un banquete. Lo importante no son los manjares que te ofrece. Lo im-
portante es que te da su amistad. Se da él.
• Reflexionamos un poco, en silencio. Disponemos nuestro corazón para recibir
el don de Dios. Podríamos repetir: «Ven, Señor, pon tu morada en nuestro
corazón, en nuestra familia».
• Decimos juntos: «Gracias, Señor».
– Gracias, Señor, porque nos llamaste a la vida y al amor.
– Gracias, Señor, porque nos diste un hogar en el que somos felices.
– Gracias, Señor, porque podemos ser sinceros y compartir.
– Gracias, Señor, porque nos quieres libres y responsables.
– Gracias, Señor, porque somos alegres.
– Gracias, Señor, porque somos capaces de tener amigos.
– Gracias, Señor, porque tú te has dado a nosotros.
– Gracias, Señor, porque así podemos hacer un mundo de hermanos.
151
2. Cada uno tiene sus cualidades
¡Ya está bien de estar siempre fijándonos en los defectos de los demás!
¿Cuándo aprenderemos a mirar sus cualidades como Dios lo hace?
Esta actividad que os propongo os podrá ayudar. Verás que tú mismo tienes
cosas buenas, ¡no solo defectos, hombre!, y comprenderás que quieres a los demás
bastante más de lo que crees.
Reglas: este trabajo se hace en silencio.
• Cada uno tiene un bolígrafo y una hoja de papel.
• Cada uno escribe en su hoja el nombre de cada persona, dejando espacio
suficiente. Así:
Amparo: ..................................
...................................................
Enrique: ...................................
...................................................
Padre: ......................................
...................................................
Madre: .....................................
...................................................
El abuelo: ................................
...................................................
152
3. Los dones son una llamada a entregarnos
Los dones no son algo que hemos merecido y que nos separa de los demás. Se nos
dieron para que los diéramos. Los dones o talentos son una llamada para ponerlos
al servicio de los demás y de Dios. He aquí cómo algunos cristianos expresan la
manera de poner sus valores personales al servicio de las demás personas.
Los vais leyendo en voz alta, entre todos:
• «Descubrí que podía ser útil a los otros quedando disponible para los que
necesitaran mi ayuda profesional, tratando de acogerlos, de poner amor en
este servicio. Escuchar a los demás, aceptar que nos cuenten una y otra vez
su aislamiento, los sufrimientos de cada instante. Es peligroso. Puede llevar
muy lejos, a cambiar nuestra vida. Probablemente, nunca llegaré a destruir
los obstáculos que se oponen al amor, pero sé que hay un Dios que es amor,
y creo que se manifiesta de una manera sorprendente en el corazón de los
más pobres y más necesitados» (Juana M., asistente social, 24 años).
• «A medida que profundizo en mi fe experimento que Dios está con nosotros,
nos acompaña. Me urge comunicar a otros esta experiencia de fe, para que
también ellos puedan percibir en su propia existencia esta presencia de Dios
que nos libera y hace felices. Por eso mi servicio a la Iglesia consiste en dedi-
carme a educar en la fe, sobre todo a las jóvenes» (M. Asunción, religiosa,
34 años).
• «Cuando nos planteamos seriamente cuál habría de ser nuestro compromiso
cristiano como pareja, pensamos que teníamos que salir de nuestro egoísmo
de dos. Cuando una pareja se quiere mucho, corre el peligro de creerse muy
cristiana, aun aislándose de los otros. Tardamos dos años en reaccionar. Cons-
cientes de nuestro egoísmo, decidimos darnos a los demás tratando de con-
tagiar nuestra felicidad a otras parejas. Nos dedicamos a dar conferencias,
tanto a novios como a matrimonios, procurando descubrir con ellos que el
matrimonio es una vocación y que, viviendo plenamente esta vida entre los
esposos y con los hijos, colaboramos a realizar el plan de Dios, a hacer un
mundo fraterno» (Juan Luis y María Rosa, matrimonio joven).
• «Los minusválidos podemos dar a los demás compañía: la gente está muy
sola. Puedo comunicar a los demás la confianza que yo tengo. Dios existe y
nos quiere. Yo no me canso de hablar. Si lo que digo no lo quieren aceptar, no
me importa. Aunque, a veces, no sé para qué estoy en la vida, si es para ayudar
a los demás o es para que la sociedad nos rechace. Nosotros siempre estamos
esperando a la sociedad con los brazos abiertos, pero... ¡si la sociedad no quiere
ver nuestros brazos extendidos!» (Ricardo, minusválido, 18 años).
153
4. Reflexión y oración
Después de un momento de silencio, tenéis una charla entre todos sobre este
guion:
• ¿Qué os ha impresionado en estos cuatro relatos?
• ¿Creéis que se parecen en algo? ¿En qué?
• ¿Creéis que en vuestra vida estáis poniendo vuestras buenas cualidades al
servicio de los demás?
Termináis esta parte haciendo también cada uno una oración, pidiendo al Señor
que os ayude a poner vuestras cualidades al servicio de los demás y ofreciéndoos
en lo que sois. Con libertad, con calma, como os vaya saliendo.
5. Conclusión
Os dais un abrazo y un beso. Tal vez nunca tuvisteis motivos tan bonitos.
Al final decís el «Gloria», porque todo debe ser para la gloria de Dios.
154
26 UN ESQUEMA
EN BLANCO
¿Por qué no lo rellenáis? Tal vez más tarde, cuando tengáis ya una experiencia de
hacer esta forma de oración. Se os pueden ocurrir tantas cosas:
• una celebración,
• un nacimiento,
• un encuentro,
• un libro,
• …
Y lo preparáis entre todos.
155
ÍNDICE
157
4. «Si conocieras el don de Dios» (Jn 4,5-26) ....................................................... 39
5. «¿Y qué hago con Jesús?» (Mt 27,11-26) .............................................................. 45
158
21. «He venido a traer fuego a la tierra» (Lc 12,49) ............................................. 133
22. Nuestros mayores ................................................................................................ 137
159