GUÍA DE COMPRENSIÓN EL PERIÓDICO (Definitiva) - Mishima
GUÍA DE COMPRENSIÓN EL PERIÓDICO (Definitiva) - Mishima
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EL PERIÓDICO
Yukio Mishima
El marido de Toshiko estaba siempre ocupado. Incluso esa noche había tenido que salir
precipitadamente para acudir a una cita y ella había vuelto sola en un taxi. Pero, ¿qué otra
cosa podía esperar una mujer casada con un atractivo actor? Toshiko había sido una tonta
al suponer que pasaría la noche con ella. Sin embargo, él sabía cuánto le espantaba volver
a su casa tan poco acogedora con sus muebles de estilo occidental y las manchas de
sangre que aún podían verse en el piso.
Toshiko había sido siempre extremadamente sensible. Tal era su naturaleza. Como
resultado de un constante preocuparse por todo jamás engordaba, y ahora, ya una mujer
adulta, más parecía una figura etérea que una criatura de carne y hueso. Hasta sus
amistades ocasionales no podían dejar de advertir la delicadeza de su espíritu.
Aquella noche se había reunido con su marido en un club nocturno y se había sentido herida
al encontrarlo relatando a sus amigos una versión del «incidente».
Sentado allí, con su traje de estilo norteamericano y un cigarrillo entre los labios, se le había
antojado un extraño.
-Es un cuento increíble -decía con ademanes extravagantes intentando acaparar la atención
que monopolizaba la orquesta-, fíjense ustedes que llega a casa la niñera enviada por la
agencia de colocaciones para nuestro hijo y lo primero que veo es su vientre. ¡Enorme!
¡Como si tuviera una almohada debajo del kimono!, y no era de extrañar, porque en seguida
observé que podía comer más que todos nosotros juntos. Nuestra provisión de arroz
desapareció así... -hizo chasquear los dedos-. «Dilatación gástrica». Tal fue la explicación
que nos dio acerca de su gordura y su apetito. Anteayer, escuchamos quejidos y lamentos
provenientes de la habitación del niño. Corrimos hasta allí y la encontramos en cuclillas,
agarrándose el vientre con las dos manos, gimiendo como una vaca. En la cuna, a su lado,
nuestro chico, aterrado, lloraba con toda la fuerza de sus pulmones. ¡Les aseguro que era
algo digno de verse!
-¿Y salió el gato encerrado? -preguntó un amigo, actor de cine, como el marido de Toshiko.
-¡Vaya si salió! Me dio el susto de mi vida. Yo había aceptado sin titubear la historia de la
«dilatación gástrica», ¿comprenden? Bueno, sin perder el tiempo, rescaté la alfombra fina y
extendí una manta sobre el piso para que se acostara allí. Durante todo el tiempo la
muchacha gritaba como un cerdo herido. Cuando llegó el médico de la clínica el chico ya
había nacido. ¡La habitación había quedado convertida en un matadero!
-No me cabe la menor duda -apuntó alguien, y todo el grupo se echó a reír.
Escuchar a su marido hablar del horrible suceso como de un incidente jocoso, hizo
enmudecer a Toshiko. Cerró los ojos durante un instante y vio nuevamente al recién nacido
frente a ella, en el piso, y su frágil cuerpecito envuelto en papel de periódico manchado de
sangre.
Toshiko pensaba que el médico lo había hecho todo por despecho. Como para acentuar el
desprecio que sentía por esta madre que había dado a luz a un bastardo en tan sórdidas
condiciones, había ordenado a su asistente que, en vez de envolver al pequeño con los
correspondientes pañales, lo hiciera con papel de periódico.
Esta dureza para con el recién nacido hirió a Toshiko. Sobreponiéndose al disgusto que le
causaba toda la escena, había buscado un pedazo de franela sin usar que tenía en reserva
y fajando cuidadosamente al niño lo había depositado sobre un sillón.
Esto había sucedido después de que su marido saliera de la casa. Toshiko no se lo había
contado, temiendo que la creyera demasiado blanda y sentimental. Sin embargo, el episodio
se había grabado profundamente en ella. Lo recordaba, sentada en silencio, mientras la
orquesta de jazz atronaba los aires y su marido charlaba alegremente con sus amigos.
Sabía que nunca podría olvidar a aquel niño, acostado sobre el piso, envuelto en los papeles
manchados. Era una escena como de carnicería.
Toshiko, cuya vida había transcurrido dentro del más sólido bienestar, sentía dolorosamente
la infelicidad del niño ilegítimo.
«Si guardo silencio, este chico nunca se enterará de la verdad. ¿Por qué siento culpa,
entonces? Después de todo, fui yo quien lo levantó del suelo y lo envolvió en la franela y lo
depositó sobre el sillón...»
Se retiraron del club nocturno y Toshiko subió al taxi que su marido había llamado para ella.
-Lleve a esta señora a Ushigomé -ordenó al conductor, mientras cerraba la puerta desde
fuera. Toshiko observó por la ventanilla la fisonomía sonriente de su marido y sus dientes
blancos y fuertes. Se recostó entonces en el asiento sintiendo con angustia que la vida entre
ellos era, en cierta manera, demasiado fácil, demasiado carente de dolor. No hubiera podido
expresar este pensamiento con palabras. Echó una última mirada a su marido por la
ventanilla trasera del coche. Se aproximaba a grandes zancadas a su automóvil Nash y la
espalda de su llamativa chaqueta de lana no tardó en mezclarse y desaparecer entre la
gente.
El taxi se alejó, cruzó una calle llena de bares y pasó, luego, por un teatro frente al cual se
apretujaba la gente. Acababa de finalizar la función, las luces ya estaban apagadas y en la
semioscuridad las flores artificiales de cerezo que decoraban la entrada resaltaban en forma
deprimente.
Dejándose llevar por sus pensamientos, Toshiko llegó a la conclusión de que, aun cuando el
niño creciera en la ignorancia de su origen, nunca se convertiría en un ciudadano respetable.
Aquellos pañales de sucios periódicos serían el símbolo bajo el cual se encaminaría toda su
vida.
Toshiko se interrogó, «¿por qué me preocupo tanto? ¿Estoy acaso intranquila por el porvenir
de mi propio hijo? Cuando, dentro de veinte años, mi niño se haya convertido en un hombre
refinado y educado, podría encontrarse por una de esas casualidades del destino, frente a
este otro muchacho que también tendrá entonces veinte años. Supongamos que este joven,
contra quien se ha pecado, pudiera acuchillarlo en forma salvaje...»
La noche de abril era nublada y calurosa, pero los pensamientos sobre el futuro hicieron
estremecer a Toshiko y la entristecieron.
«No, cuando llegue el momento, yo tomaré el lugar de mi hijo», se dijo, de pronto. «Dentro
de veinte años yo tendré cuarenta y tres y me presentaré ante ese muchacho y se lo relataré
todo... sus pañales de periódicos y cómo yo lo envolví en la franela y lo levanté del suelo...»
El taxi se adelantaba por el ancho camino que bordeaba el parque y el foso del Palacio
Imperial. A lo lejos, Toshiko veía los puntos luminosos que señalaban los altos edificios.
Prosiguió su monólogo interior: «Dentro de veinte años, ese pobre infeliz se encontrará en la
mayor miseria. Llevará una existencia desolada, sin esperanzas, llena de pobreza. Será una
rata solitaria. ¿Qué otra cosa podría ocurrirle a un niño que ha tenido semejante nacimiento?
Irá vagabundeando por las calles, maldiciendo a su padre y aborreciendo a su madre».
El taxi se aproximó a Hanzomon y pasó frente a la embajada británica. Las famosas hileras
de cerezos se extendían desde allí en toda su mágica pureza. Toshiko decidió contemplar
aquellas flores a solas, lo cual era una extraña decisión para una joven tímida y carente de
espíritu aventurero. Sin embargo, se hallaba en un estado de ánimo poco usual y temía
volver a su casa. Aquella noche su mente estaba invadida por toda clase de fantasías
inquietantes.
Cruzó la ancha calle. Se convirtió en una delgada y solitaria figura en la oscuridad. Por lo
general, cuando se movía entre el tráfico, Toshiko se aferraba con miedo a su acompañante.
Sin embargo, aquella noche caminó sola rápidamente entre los autos hasta llegar al parque
largo y angosto que rodea el foso del Palacio. Aquel foso se llama Chidorigafuchi, Abismo de
los Mil Pájaros.
El parque se había convertido en un bosque de cerezos en flor. Las flores formaban una
masa de sólida blancura bajo el cielo nublado y tranquilo. Los farolitos de papel que
colgaban entre los árboles estaban apagados. Los reemplazaban lamparillas eléctricas de
varios colores que brillaban tenuemente bajo las flores. Ya eran más de las diez y la mayoría
de los visitantes se habían marchado. Los pocos que aún permanecían allí empujaban
automáticamente con los pies botellas vacías o aplastaban los desechos de papel al
caminar.
«Y yo, una extraña, tendré que guardar tan gran secreto... El secreto de una vida...»
Toshiko observó el pelo sucio y despeinado que, en ciertas partes, mostraba una
irremediable decadencia. Mientras velaba el sueño del hombre envuelto en periódicos, no
pudo evitar el recuerdo de aquel otro niño acostado en el suelo, cubierto por sus miserables
pañales. El hombro enfundado en la camiseta marrón subía y bajaba acompasadamente en
la oscuridad.
Toshiko sintió, de repente, que todos sus miedos y premoniciones tomaban cuerpo. La frente
pálida del hombre se destacaba en la oscuridad. Era una frente joven, aunque surcada por
las arrugas de largas penurias y miserias. Había arremangado ligeramente sus pantalones
color caqui y en sus pies descalzos llevaba zapatillas deshilachadas. Resultaba imposible
ver su rostro y, de pronto, Toshiko sintió un deseo incontrolable de observarlo.
La cabeza del hombre estaba semioculta entre sus brazos pero, acercándose aún más,
Toshiko pudo ver que era sorprendentemente joven. Observó las gruesas cejas y el fino
puente de la nariz. La boca, ligeramente entreabierta, respiraba juventud.
Ella no se asustó ni hizo esfuerzo alguno por librarse. Como un relámpago, un pensamiento
atravesó su mente. ¡Ah, ya habían pasado veinte años!
El bosque del Palacio Imperial estaba tan oscuro como el azabache y un profundo silencio
reinaba en él.
FIN
ACTIVIDAD
Objetivos:
1. Realice una caracterización del marido de Toshiko, basándose en las acciones que
esta lleva a cabo dentro de la historia
2. ¿Qué relación tenía el médico con el “incidente” relatado por el marido de Toshiko?
4. ¿Cuáles fueron los sentimientos que experimentó Toshiko cuando se subió al taxi
aquella noche?
5. ¿Qué pensó Toshiko acerca del futuro que tendría el hijo de la niñera?, ¿qué decidió
hacer para cuando este tuviera veinte años?
9. ¿De qué manera los diferentes ambientes físicos en que se desarrollan los hechos
determinan las acciones de los personajes?
11. Realice un breve resumen del cuento (no más de diez líneas)