Concepción Del Sujeto

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CARRERA DE PSICOLOGIA SOCIAL – Primer año

~'EI hombre es un ser de necesidades que se satisfacen


socialmente. en relaciones que lo determinan." (1973)
"Entiendo al hombre como configurándose en. una actividad
transformadora. en' una relación dialéctica mutuamente modificante
con el mundo. 'relación que tiene su 'motor en la necesidad."
"La elaboración de un criterio de salud al que nosotros llamamos
de adaptación activa, significa el análisis de 'Ias formas que reviste
la relación del sujeto con .el mundo. de las formas que
reviste esa relación constitutiva del hombre como tal." (1973)
"El sujeto es sano en tanto aprehende la realidad en una perspectiva integradora.
Y tiene capacidad para transformar esa realidad. transformándose a la vez él mismo ( ... )
Está activamente adaptado en la medida que mantiene un interjuego dialéctico
con el medio," (1970) . . .
. Enrique Pichón Rivière

CONCEPCIÓN DEL SUJETO del Dr. Enrique Pichón Rivière


LA PALABRA SUJETO

Estamos habituados a utilizar la palabra sujeto, aunque aquí le otorgaremos un


sentido muy particular. En el lenguaje periodístico tiene una resonancia
peyorativa: leemos por ejemplo en la sección Policiales “Fueron detenidos dos
sujetos, sospechosos de haber...”
Si nos remontamos a su raíz etimológica, el término proviene del latín subjectum,
que significa debajo de, sujetado a.
Hablamos del sujeto cuando mencionamos la palabra subjetividad, vocablo que
remite a lo psíquico. Cuando decimos “ésa es una apreciación subjetiva” estamos
diciendo que alguien no está siendo objetivo, que antepone a la realidad su propia
opinión, sus ideas, sus sentimientos.
Ahora bien, existen distintos sinónimos que uno utiliza cotidianamente para
referirse a un sujeto: individuo, persona, ser humano, etc. Para ser estrictos, cada
una de ellas tiene un significado particular. Individuo (in-divi-duo) es un
representante de la especie; quiere decir no divisible por dos, pero puede referirse
tanto a una planta como a un insecto o a un humano.
Persona, en cambio, es el humano con aptitudes civiles reconocidas. Uno para la
ley es persona cuando obtiene su documento de identidad. Ser, por su parte,
remite a existencia y puede homologarse a individuo. Decimos: “¿Habrá seres en
otros planetas?” aludiendo genéricamente a la posibilidad de vida.

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Cuando venimos al mundo, somos apenas seres, individuos, no sujetos y mucho
menos personas. Esto significa que la subjetividad se construye. El concepto que
acabamos de enunciar es central tanto para la Psicología Social como para el
Psicoanálisis.

LOS ORÍGENES

Para rastrear los orígenes del sujeto es preciso imaginar el contexto en que habrá
de construirse. Ese contexto lo constituyen ante todo mamá y papá, lo que
llamamos grupo primario, ampliado luego a otros integrantes -hermanos, abuelos,
tíos-. Cuando el futuro individuo está en gestación, tal vez antes, ya tiene un
nombre elegido por la familia, con frecuencia hasta una profesión. Hay toda una
trama de palabras y de afectos que lo esperan.
En el momento del nacimiento, el bebé no es más que un organismo, un ser
natural (palabra que proviene de nato, nacido), un cuerpo. A partir de allí se inicia
una construcción donde cuerpo y palabra empiezan a conformar una unidad
dinámica.
Nacemos biológicamente inmaduros -el canal de parto no admite el paso de un
cráneo con un cerebro desarrollado- por lo que en algún sentido podría
considerársenos fetos hasta años después. Salido de la placenta, el bebé ingresa a
otra instancia llamada placenta psicológica tendida por mamá.
La mayoría de los animales pueden valerse por ellos mismos luego de nacidos,
porque a la madurez corporal se agrega lo instintual. El humano, en cambio, debe
construir sus habilidades para sobrevivir y para procrearse; y aun así no hay
garantía de éxito porque no se trata de mecanismos unívocos.

LA CONSTRUCCIÓN DEL SUJETO

Llegado entonces al seno de una familia, el individuo inicia un proceso que


necesariamente tiene más de un protagonista. En efecto, no puede hacerse sin
otros. Librado a su propia suerte el bebé moriría rápidamente sin la atención poco
menos que exclusiva de la madre. Pero esa atención, luego compartida por papá,
está muy lejos de ser meramente material.
En las experiencias de Spitz, en Alemania, los niños morían en los hospitales pese
a recibir puntualmente su cuota de alimentos e higiene. Este fenómeno, conocido
en la historia de la psicología como hospitalismo, obedece a la ausencia del afecto
materno o sus sucedáneos.
Vale decir que a las necesidades biológicas se agregan otras de distinta índole
pero de similar importancia, que es preciso satisfacer. Tocamos aquí un punto
trascendental de esta teoría: el par necesidad-satisfacción. Somos seres de la
necesidad, de la carencia.
Acuciados por una necesidad -de cualquier orden- nos movemos en la dirección
de la satisfacción, y siempre, en este movimiento, hay un otro involucrado.
Pues bien, provenientes de un antro donde la necesidad no llegó a configurarse
por estar allí todo dado, nacemos a un mundo que de inmediato nos obliga a sentir
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carencias. En el vientre de mamá no había hambre, ni sed, ni dolor, ni estímulos
de toda índole como sí los hay afuera.

SUJETO Y APRENDIZAJE

Todo el sistema perceptivo del bebé es excitado tanto desde el exterior como
desde el interior de su propio cuerpo. Esta excitación se plasma en necesidades:
de alimento, de alivio a diversos malestares, y también de cuidados amorosos, de
contacto, de sonidos y olores conocidos. Serán la mamá, dijimos, y luego la
pareja de los padres, quienes llevarán a cabo las tareas precisas destinadas a
satisfacer esas necesidades.
Esta experiencia concreta, la experiencia de vivir la satisfacción de las
necesidades propias por mano de otro, configura su primer gran aprendizaje.
El modo en que tales necesidades sean satisfechas será determinante en el futuro
del sujeto en formación. En efecto, el aprendizaje del que hablamos depende tanto
de las acciones de mamá y papá como de la manera en que esas acciones son
ejecutadas.
A medida que pasa el tiempo, ese ser que llegó al mundo como puro organismo
se va desarrollando corporal y psíquicamente para ir adoptando el perfil de un
sujeto. Lo hace, dijimos, con otros, en una trama de vínculos. Se trata de un
tránsito de creciente sujeción, sus ataduras son cada vez mayores y más firmes.
¿A qué se va atando? A esos otros que lo acompañan en su formación, pero
fundamentalmente a los valores sociales vigentes, a la cultura de la que mamá y
papá son representantes. Más tarde, en la escuela, comenzará para el niño un
proceso de otra calidad donde su condición de sujeto se irá completando con otras
pautas, otros ejes. Allí se encontrará con otro tipo de vínculos, con seres
diferentes a los que conoció en el ámbito familiar, con otra clase de aprendizaje.
Los objetos de conocimiento, el modo de aprehenderlos, las reglas del juego
vigentes en la escuela difieren sustancialmente de lo que es propio del ámbito
familiar.
Hemos dicho que hay un desarrollo corporal y psíquico en el marco de una red de
afectos, palabras y gestos. Esta discriminación entre lo corporal y lo psíquico es
en realidad un resabio de viejas épocas, cuando el furor clasificatorio propio de la
Ciencia nos llevó a separar cuerpo de alma. Debemos hoy reconocer que poco
sabemos acerca de tal separación, de los límites entre uno y otra.
Sin embargo, también es cierto que el psicoanálisis, la psicología, la psicología
social, son disciplinas que estudian los fenómenos psíquicos, por lo que, al menos
por razones investigativas y didácticas, es preciso hacer una distinción.

SUJETO Y PSICOLOGÍA SOCIAL

Dijimos que, para definir al sujeto, debemos remitirnos a un cuerpo que desea,
piensa y trabaja. En Psicología Social concebimos al sujeto como un ser bio-
psico-social, es decir, alguien que desde un sustrato biológico y dotado de
psiquismo se relaciona. Hemos discriminado las columnas del deseo, el
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pensamiento y el trabajo o, lo que es lo mismo, de la familia, la escuela y la
sociedad, de las que hablan disciplinas como el psicoanálisis, la psicología
genética y la sociología.

Debemos decir ahora que la ciencia que se ocupa del sujeto en estas tres
vertientes es la Psicología Social. El pensamiento psicológico-social, que se nutre
del psicoanálisis, de la antropología, del surrealismo y otros movimientos, enfoca
al sujeto en sus condiciones concretas de existencia. En otras palabras, toma al
sujeto en su contexto, en su grupo familiar, en su ámbito de trabajo. Pichon, al
postular que la psiquis funciona como un grupo, rescata una frase muy
significativa de Freud: “Toda psicología es en el fondo social”. Es que el
psiquismo se constituye socialmente -es decir con otros- mediante el pasaje de
objetos desde el mundo externo al interno. Entendemos por objeto a todo aquello
que esté en el mundo real, sea parcial o total, animado o inanimado. El pasaje del
que hablamos es una operación psíquica por la cual el sujeto construye imágenes
de los objetos reales. Esas imágenes se denominan representaciones y sin ellas
nos sería imposible movernos en la realidad.

Cada objeto externo es enfocado por el sistema perceptivo e incorporado como


representación. Este proceso adolece de fallas: lo que en realidad incorporamos
del objeto es un aspecto, y ese aspecto, además, está en alguna medida
distorsionado.

Pongamos un ejemplo: conocemos a alguien en un grupo de estudio. Es la


primera vez que lo vemos, pero ya nos hacemos una idea de quién es. Lo
catalogamos, lo encasillamos. Sin saber nada de él creemos saberlo todo. Pero lo
que en realidad estamos haciendo es adjudicarle una personalidad, una manera de
ser. Estamos proyectando las cualidades, los defectos o virtudes de un personaje
interno nuestro. Por eso Pichon nos enseña que todo encuentro es en realidad
un reencuentro.

Vale decir que nuestra interioridad intenta imponerse sobre el mundo real. Pero
también es cierto que constantemente el sujeto se modifica en su contacto con la
realidad. Hay un intercambio dinámico entre mundo externo y mundo interno,
ya que permanentemente estamos incorporando objetos del afuera y construyendo
imágenes interiores.

Para la psicología social el modo de abordar a ese sujeto sujetado a la necesidad,


que mantiene una relación dialéctica con el medio, es observar cómo resuelve la
contradicción sujeto-medio y sujeto-estructura social. Resulta evidente
entonces que el análisis de las conductas, del comportamiento, debe hacerse en el
contexto social al cual el sujeto pertenece. El sujeto debe ser comprendido como
emergente de la estructura social que lo contiene.

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Pasemos ahora a analizar el concepto de “hombre en situación”. Alrededor de
1948 era objeto de debate el modo cómo debía ser abordado el objeto de
conocimiento de la psicología; se había entablado una polémica entre quienes
sostenían que la psicología era individual y trataban en el campo psicológico al
hombre abstracto, y los que sostenían este concepto sartreano del «hombre en
situación», entendiendo que el sujeto debía ser abordado en su relación dialéctica
con el medio.

Eso es lo que está planteado en la expresión hombre en situación, concepto que


Pichon Rivière amplía en 1971 agregando «sujeto productor y producido en
una praxis”, es decir sujeto como portavoz de una determinada situación
protagonizada por los miembros del grupo social, su familia, con la que está
comprometido desde siempre y a la que ha incorporado a su mundo interior.

Por otra parte afirma: «la vieja oposición entre individuo y sociedad se resuelve
entonces en este nuevo campo de la psicología social, en el que sólo existe el
hombre en situación ; esto significa que el hombre debe ser abordado en su
relación dialéctica con el medio», debe ser tomado como emergente de la
estructura social que lo condiciona, y es éste el concepto que permite sostener
como premisa fundamental para comprender el comportamiento, las conductas de
todo ser humano, que los procesos psíquicos son la resultante de la interacción
entre el sujeto y la estructura social (sujeto-medio), y eso a su vez es determinante
del mundo interno del sujeto a partir de las condiciones en que se desarrolla y se
resuelve ese par contradictorio y dinámico necesidad- satisfacción.

La necesidad no es sólo material sino también de sentimientos afectivos; sin amor


no hay crecimiento posible, ya que por el amor se afirma la personalidad, se
aprende a dar y recibir y se potencia el hombre.

En síntesis, el planteo de Pichón consiste en que hay una sola forma de abordar a
ese sujeto-objeto de reflexión de la Psicología Social: a través del vínculo y del
análisis de la propia estructura de relaciones, es decir abarcando las relaciones
entre los hombres, la naturaleza y la sociedad ; empresa en que la dialéctica
resulta un instrumento pertinente, porque el sujeto es naturaleza pero se
construye histórica y socialmente en una praxis, en una actividad
transformadora del medio para producir su propia vida.

Refiriéndonos, pues, al campo específico de la psicología social hay que tener en


claro que esta disciplina no es una psicología aplicada sólo a lo grupal, si bien
como método de trabajo, para comprender las conductas del sujeto lo aborda
como emergente de esa estructura social en la cual está inserto: pareja,
familia, instituciones, comunidades.

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Bibliografía:

Pichón Riviere, Enrique: El Proceso Grupal. Ed. Nueva Visión.


Quiroga, Ana: La concepción del sujeto en el pensamiento de Enrique
Pichon·Riviere. Fundamentos de una psicología definida como social.

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