La Historia Biográfica en Europa
La Historia Biográfica en Europa
La Historia Biográfica en Europa
(eds.)
ISABEL BURDIEL
ROY FOSTER
El creciente interés de los histo- ISABEL BURDIEL. Catedrática de Historia Contemporánea de la Uni-
La historia
riadores por la perspectiva biográfi- versitat de València y Honorary Research Fellow de la Universidad
ca ha producido una renovación sus- de East Anglia, así como coordinadora de la Red Europea sobre
La Historia, hoy, debe cons- tancial de la biografía tradicional, tanto Teoría y Práctica de la Biografía (2008-2015). Especialista en histo-
biográfica en Europa
truirse y relatarse a escala com- desde el punto de vista teórico y metodo- ria política y cultural del liberalismo decimonónico, con señalado
parativa y global. La Institución lógico como de las prácticas de investigación interés por la perspectiva biográfica y las relaciones entre historia
Fernando el Católico pretende con y literatura, ha publicado La política de los notables (1987), las edi-
y escritura. Este libro recoge una cuidada se-
esta nueva colección presentar una ciones críticas de la Vindicación de los derechos de la mujer, de
lección de resultados de las actividades de la
selección de temas y problemas comu- Mary Wollstonecraft, y de Frankenstein, de Mary W. Shelley
Red Europea sobre Teoría y Práctica de la Bio-
nes tanto a la experiencia histórica de la
mayor parte de las sociedades, próximas grafía / European Network on the Theory and Prac-
tice of Biography, desde su creación en 2008 hasta la
Nuevas perspectivas (1994, 1996), y junto a Manuel Pérez Ledesma, Liberales, agitado-
res y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo XIX español
o lejanas, como a la historiografía que se
Dirigida por Carlos Forcadell su capacidad para cruzar escalas, espacios y esferas desde una
ISABEL BURDIEL del Birkbeck College, Universidad de Londres. Está consi-
Y
perspectiva transnacional, global, interesada en la mezcla y la ROY FOSTER derado una de las principales autoridades en la historia so-
CM
1. HEINZ-GERHARD HAUPT y DIETER LANGEWIESCHE (eds.) (eds.)
Nación y religión en Europa hibridación, con historias que se conectan y entrecruzan. cial, política y cultural de Irlanda, con especial inclina-
MY
Ello ha permitido abordar de forma diferente materias clásicas ción por la historia biográfica. Ejerce, asimismo, de repu-
2. MANUEL PÉREZ LEDESMA y MARÍA SIERRA (eds.)
CY
Culturas políticas: teoría e historia como la identidad y la pertenencia, la subjetividad y la represen- tado comentarista cultural y crítico. Autor de W.B.
tatividad, las nociones de «gran personaje» y «gente corriente», la Yeats, A Life, Vol. I: The Apprentice Mage (1997), que
CMY
3. DANIÈLE BUSSY GENEVOIS (ed.) obtuvo el Jacks Tait Black Memorial Prize; The Irish
La laicización a debate construcción de lo público y lo privado, de los intereses y las emo-
K
ciones; la posición del biógrafo y su capacidad para argumentar la Story: Telling Tales and Making It Up in Ireland
4. LUTZ RAPHAEL (2003); W.B. Yeats, A Life, Vol. II: The Arch-Poet
significación histórica de una vida individual, los temas cruciales de
La ciencia histórica en la era de los extremos (2003); Luck and the Irish: A Brief History of Chan-
la empatía, de la dimensión ética, de las técnicas argumentativas y de
5. MÓNICA BOLUFER, CAROLINA BLUTRACH y JUAN GOMIS (eds.) los recursos expresivos de la nueva biografía. ge from 1970 (2008); y Words Alone: Yeats and his
Educar los sentimientos y las costumbres Inheritances (2011). Su último y celebrado libro
La cuestión clave, por lo tanto, no es ya sobre quién se escribe y argu- lleva por título Vivid Faces. The revolutionary
6. CARLOS FORCADELL, ANTONIO PEIRÓ y MERCEDES YUSTA (eds.) menta sino el cómo se hace. Este libro trata de mostrar la amplitud de
El pasado en construcción generation in Ireland, 1890-1923 (2014).
posibilidades abiertas por la saludable pérdida de inocencia teórica y
7. ISABEL BURDIEL y ROY FOSTER (eds.) metodológica de los estudios biográficos.
La historia biográfica en Europa
cub-CHG-7.pdf 1 30/05/15 12:48
(eds.)
ISABEL BURDIEL
ROY FOSTER
El creciente interés de los histo- ISABEL BURDIEL. Catedrática de Historia Contemporánea de la Uni-
La historia
riadores por la perspectiva biográfi- versitat de València y Honorary Research Fellow de la Universidad
ca ha producido una renovación sus- de East Anglia, así como coordinadora de la Red Europea sobre
La Historia, hoy, debe cons- tancial de la biografía tradicional, tanto Teoría y Práctica de la Biografía (2008-2015). Especialista en histo-
biográfica en Europa
truirse y relatarse a escala com- desde el punto de vista teórico y metodo- ria política y cultural del liberalismo decimonónico, con señalado
parativa y global. La Institución lógico como de las prácticas de investigación interés por la perspectiva biográfica y las relaciones entre historia
Fernando el Católico pretende con y literatura, ha publicado La política de los notables (1987), las edi-
y escritura. Este libro recoge una cuidada se-
esta nueva colección presentar una ciones críticas de la Vindicación de los derechos de la mujer, de
lección de resultados de las actividades de la
selección de temas y problemas comu- Mary Wollstonecraft, y de Frankenstein, de Mary W. Shelley
Red Europea sobre Teoría y Práctica de la Bio-
nes tanto a la experiencia histórica de la
mayor parte de las sociedades, próximas grafía / European Network on the Theory and Prac-
tice of Biography, desde su creación en 2008 hasta la
Nuevas perspectivas (1994, 1996), y junto a Manuel Pérez Ledesma, Liberales, agitado-
res y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo XIX español
o lejanas, como a la historiografía que se
Dirigida por Carlos Forcadell su capacidad para cruzar escalas, espacios y esferas desde una
ISABEL BURDIEL del Birkbeck College, Universidad de Londres. Está consi-
Y
perspectiva transnacional, global, interesada en la mezcla y la ROY FOSTER derado una de las principales autoridades en la historia so-
CM
1. HEINZ-GERHARD HAUPT y DIETER LANGEWIESCHE (eds.) (eds.)
Nación y religión en Europa hibridación, con historias que se conectan y entrecruzan. cial, política y cultural de Irlanda, con especial inclina-
MY
Ello ha permitido abordar de forma diferente materias clásicas ción por la historia biográfica. Ejerce, asimismo, de repu-
2. MANUEL PÉREZ LEDESMA y MARÍA SIERRA (eds.)
CY
Culturas políticas: teoría e historia como la identidad y la pertenencia, la subjetividad y la represen- tado comentarista cultural y crítico. Autor de W.B.
tatividad, las nociones de «gran personaje» y «gente corriente», la Yeats, A Life, Vol. I: The Apprentice Mage (1997), que
CMY
3. DANIÈLE BUSSY GENEVOIS (ed.) obtuvo el Jacks Tait Black Memorial Prize; The Irish
La laicización a debate construcción de lo público y lo privado, de los intereses y las emo-
K
ciones; la posición del biógrafo y su capacidad para argumentar la Story: Telling Tales and Making It Up in Ireland
4. LUTZ RAPHAEL (2003); W.B. Yeats, A Life, Vol. II: The Arch-Poet
significación histórica de una vida individual, los temas cruciales de
La ciencia histórica en la era de los extremos (2003); Luck and the Irish: A Brief History of Chan-
la empatía, de la dimensión ética, de las técnicas argumentativas y de
5. MÓNICA BOLUFER, CAROLINA BLUTRACH y JUAN GOMIS (eds.) los recursos expresivos de la nueva biografía. ge from 1970 (2008); y Words Alone: Yeats and his
Educar los sentimientos y las costumbres Inheritances (2011). Su último y celebrado libro
La cuestión clave, por lo tanto, no es ya sobre quién se escribe y argu- lleva por título Vivid Faces. The revolutionary
6. CARLOS FORCADELL, ANTONIO PEIRÓ y MERCEDES YUSTA (eds.) menta sino el cómo se hace. Este libro trata de mostrar la amplitud de
El pasado en construcción generation in Ireland, 1890-1923 (2014).
posibilidades abiertas por la saludable pérdida de inocencia teórica y
7. ISABEL BURDIEL y ROY FOSTER (eds.) metodológica de los estudios biográficos.
La historia biográfica en Europa
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La historia
biográfica en Europa
Nuevas perspectivas
ISABEL BURDIEL
ROY FOSTER
(eds.)
DISEÑO DE LA COLECCIÓN
Víctor Lahuerta
IMPRESIÓN
Cometa, SA
ENCUADERNACIÓN
Manipulados Cuarte, SL
ISBN: 978-84-9911-337-1
D.L.: Z 697-2015
© de los textos, los autores. 2015
© de la traducción del artículo de S. Loriga, Mary Solari; de la traducción del artícu-
lo de C. Zanetti, Virginia Maza; de la traducción del artículo de J. Elliott, Marta
Balcells; de las traducciones de los artículos de M. Leskelä-Kärki, L. Riall, R. Foster,
R. Gerwarth y B. Possing, Virginia Tabuenca. 2015
© del diseño gráfico, Víctor Lahuerta. Zaragoza, 2015
© de la presente edición, Institución Fernando el Católico. Zaragoza, 2015
Índice
9 Introducción
ISABEL BURDIEL Y ROY FOSTER
219 Las élites liberales en la España del siglo XIX: entre biografía,
prosopografía y redes
JORGE LUENGO (Leibniz-Institut für Europäische Geschichte, Mainz)
¿Cuáles son los retos a los que debe enfrentarse la práctica de la biogra-
fía en el contexto de los debates actuales entre los historiadores? ¿Cons-
tituye un género diferenciado o participa de las grandes preguntas y
problemas de la historiografía en general? ¿Qué formas puede adoptar
y cómo puede contribuir a una renovación más amplia de nuestra forma
de concebir la historia? Con estos interrogantes como punto de partida
nació en 2008 la Red Europea sobre Teoría y Práctica de la Biografía /
Biographical Network on the Theory and Practice of Biography, que ha
aunado la reflexión de casi una treintena de especialistas en el tema, con
un particular énfasis en la transmisión del conocimiento y el diálogo
intergeneracional.
Su página web (http://www.valencia.edu/retpb) pone a disposi-
ción de los estudiosos interesados los resultados de sus encuentros de
discusión a lo largo de estos años. La página, considerada un recurso in
progress, incluye una amplia bibliografía, actualizada en este momento
hasta 2014, con los trabajos de orden teórico y metodológico que sus
miembros han considerado más influyentes o relevantes para compren-
der los debates actuales sobre qué son y qué deben ser los llamados, a
veces con escasa reflexión, «nueva biografía» o «giro biográfico».
El objetivo fundamental de esta Red, tal y como fue planteada en el
momento de su fundación, era precisamente contribuir a ampliar y en-
riquecer los espacios de reflexión sobre la práctica biográfica, asociados
tanto a los procesos de investigación como de escritura. Este objetivo
global suponía, al menos, tres direcciones de trabajo complementarias.
En primer lugar, la identificación, en su caso, de los problemas especí-
ficos de la biografía a la luz de la renovación historiográfica de las últi-
mas décadas. En segundo lugar, la discusión sobre su potencial analítico
para proporcionar una visión más abierta y más plural del pasado. En
tercer lugar, la reflexión sobre el carácter transnacional e interdiscipli-
nar que ha adoptado la revitalización de los estudios biográficos en el
ámbito europeo occidental.
1.
Durante mucho tiempo los historiadores creyeron que su tarea consistía
en arrebatar al olvido los hechos humanos1. Esa idea se basaba en una
imagen imperecedera de la naturaleza: al ser eterna, los elementos natu-
rales no necesitaban memoria para continuar existiendo; pero los seres
humanos, marcados por la mortalidad («pasamos por todo ello como en
un suspiro», escribió Rainer María Rilke2), pueden convertirse en algo
casi igual a la naturaleza gracias a la historia. Desde esta perspectiva, la
escritura histórica debería centrarse en los grandes hechos y obras de
los que son capaces los seres humanos, aquellas creaciones terribles de
las que hablaba Sófocles3.
Las cosas han cambiado en los últimos doscientos años. Desde
finales del siglo XVIII los historiadores dejaron de lado los hechos y
el sufrimiento de los individuos para intentar descubrir el proce-
so invisible de la historia universal, «ese movimiento evolutivo de
nuestro género, que debería ser considerado como su contenido ver-
dadero, como su centro y su esencia»4. Hay varios motivos que hi-
cieron a los historiadores ignorar a los seres humanos individuales y
* Traducido del texto original «Biographical and Historical in the 19th and 20th
Centuries», en Transitions to Modernity Colloquium, The MacMillan Center, Yale
University, 18 de febrero de 2008.
1 François CHÂTELET, El nacimiento de la historia: la formación del pensamiento
historiador en Grecia, Madrid, Siglo XXI, 1978.
2 Rainer Maria RILKE, Elegías de Duino. Duineser Elegien, Madrid, Hiperión, 1999.
3 Hanna ARENDT, «El concepto de historia: antiguo y moderno» (1958), en Entre el
pasado y el futuro: ocho ejercicios sobre la reflexión política, Barcelona, Península, 1996.
4 Wilhem DILTHEY, «Der Aufbau der geschichtichen Welt in den Geisteswis-
senschaften», en Gesammelte Schriften (ed. de Bernard Groethuysen), Stuttgart-
Gotinga, Teubner-Vanderhoeck & Rupercht, vol. VII, 1910.
pasar de una historia plural (die Geschisten) a una historia única (die
Geschiste)5. Dos dolorosas sorpresas traídas por la modernidad han in-
fluido, sin duda, en ello. Por un lado, el descubrimiento de que la na-
turaleza también es perecedera y, por el otro, la progresiva pérdida de
confianza en la capacidad de nuestros sentidos para aprehender la ver-
dad (desde la época de Copérnico, lo único que ha hecho la ciencia es
mostrarnos los límites de la observación directa)6.
Pero, paralelamente a estas profundas transformaciones, que van
mucho más allá de nuestras actitudes conscientes y, con respecto a cier-
tos temas, nos eluden, hay algunas vicisitudes intelectuales menos trá-
gicas, o incluso banales, que quizá nos hayan influido. En primer lugar,
la esperanza de dar bases científicas estables y objetivas a las humani-
dades y las ciencias sociales.
Esta aspiración produjo un enorme esfuerzo, abarcando disciplinas
dispares (desde la demografía hasta la psicología, la historia, la socio-
logía y otras) con el objeto de destacar la uniformidad y eliminar las
idiosincrasias de los modelos científicos humanistas y sociales de inter-
pretación y comparación.
Esta tendencia a convertir el pasado en algo uniforme ha tenido
graves consecuencias. Hanna Arendt habló de ello en una carta de 4
de marzo de 1951 a Karl Jaspers. Refiriéndose de nuevo a las tragedias
políticas y sociales del siglo XX, escribió que el pensamiento moderno
había perdido el gusto por la diferencia:
No sé en realidad en qué consiste la maldad radical, pero me parece que
en cierta forma tiene algo que ver con el siguiente fenómeno: convertir a
los seres humanos en seres humanos superfluos […] Esto sucede en cuanto
todo lo impredecible se elimina —lo cual en los seres humanos equivale a
la espontaneidad—.
Luego aclara:
Tengo la sospecha de que la filosofía no es totalmente ajena en este exce-
lente: «¿Cómo está usted?». Desde luego, no en el sentido de que Hitler
tuviese nada que ver con Platón […] En lugar de ello, quizá en el sentido
5 Reinhart KOSELLECK, Futuro pasado: para una semántica de los tiempos históricos,
Barcelona, Paidós, 1993, capítulo 4.
6 Sobre la conciencia de la vulnerabilidad de la naturaleza, véase también Hans
JONAS, Ensayos filosóficos. Del credo antiguo al hombre tecnológico, Chicago, The
University of Chicago Press, 1974.
2.
¿Cómo y cuándo ocurrió este sacrificio de la dimensión individual? La
frontera entre la historia y la biografía siempre ha sido incierta y nunca
pacífica. En el periodo ático, Tucídides expresaba un desdén absoluto
por la biografía. En su programa de historiografía precisa, impersonal y
universal queda poco sitio para un género narrativo que intente cauti-
var a una audiencia popular. Dos siglos más tarde, Polibio escribió que
la historia biográfica, fundada en la tragedia del teatro, creaba confu-
sión entre la poesía y la historia. Sus consideraciones eran parte de una
discusión mucho más amplia que tuvo lugar en la historiografía griega
y que oponía el ideal de lo verdadero al de lo verosímil (verisimilem),
defendido esto último por el sofista Gorgias. A diferencia de las afirma-
ciones de algunos historiadores de los siglos IV y III a.C., como Filarco
y Duris de Samos, quienes intentaban denodadamente convertir la his-
toria en drama buscando su representación exacta (mimesis), el objetivo
de Polibio era establecer y transmitir la verdad objetiva11.
Los biógrafos a veces reiteran la distinción entre la historia y la bio-
grafía desde el otro lado de la trinchera. En la edad imperial, Plutarco
demostró poco interés en los factores estructurales y declaró la primacía
de los signos del alma sobre la etiología política:
Es la vida de Alejandro, el rey, y de César, quien derrocó a Pompeyo, lo que
escribo en este libro, y la multitud de gestas es tan grande que no haré más
prefacio que suplicar a mis lectores que no se quejen si no cuento todos
los hechos famosos de estos hombres, o no hablo exhaustivamente de cada
3.
Con lo que he dicho hasta ahora, tendría que haber quedado claro que
el primer paso hacia la aniquilación del individuo provino de la filoso-
fía. En su breve ensayo sobre la finalidad de la historia, escrito en 1784,
Immanuel Kant retrató al hombre como un medio a través del cual la
naturaleza cumple sus fines y declaró que la historia debe elevarse por
encima del individuo y pensar a gran escala, ya que lo que parece con-
fuso e irregular en los individuos es una sucesión de acontecimientos
unitarios y sistemáticos en la totalidad de la especie:
Los hombres individualmente, e incluso las naciones enteras, poco
imaginan que, mientras persiguen sus propios fines, cada uno a su manera
y con frecuencia oponiéndose a los demás, sin darse cuenta están siendo
guiados en su progreso por un curso marcado por la naturaleza. Persiguen
inconscientemente un fin que, aunque supieran cuál es, apenas les
despertaría el interés18.
Cuando se impuso una visión providencial de la historia, la biogra-
fía se hizo todavía más marginal. Tras insistir en la unidad apriorística
de la historia, Fichte negó el valor independiente del individuo frente
a lo universal, solo importaba el progreso de la vida de la especie, «de
ningún modo el de los individuos». Hegel también sentía que lo con-
creto de la existencia debería ser sacrificado al Welt-plan —los indivi-
duos son una masa superflua que no debe empañar lo que es digno de
la historia—. Cuando los acontecimientos del mundo, incluso los más
distantes o aberrantes, están dialécticamente integrados en un horizon-
te escatológico (el desarrollo infinito y necesario de la humanidad), los
individuos (incluso las grandes figuras históricas, que coinciden con el
superior universal, como César o Napoleón, inmortalizado en el campo
de batalla de Jena) se presentan como instrumentos de la razón que res-
ponden a un plan que ellos ni siquiera comprenden:
El objetivo que los individuos del mundo histórico persiguen inconscien-
temente no es lo que conscientemente planean sino lo que deben desear,
fruto de un impulso que, a pesar de parecer ciego, tiene una perspectiva
más amplia que el interés personal. Por lo tanto, esos hombres consiguen,
con una comprensión instintiva, lo que se pretende de ellos. Actúan de
18 Immanuel KANT, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros
escritos sobre Filosofía de la historia, Madrid, Tecnos, 1994. Sobre las peculiarida-
des del finalismo de Kant, véase Ludwig LANDGREBE, Fenomenología e historia,
Caracas, Monte Ávila, 1975, capítulo 3.
4.
Muchos historiadores del siglo XIX comenzaron a reaccionar en contra
de esta concepción providencial y teleológica de la filosofía de la his-
toria. Resulta particularmente notable Wilhelm Humboldt, quien, en
dos ensayos sobre la historia universal en 1814 y 1818, y en su famoso
discurso de 1821 sobre la tarea del historiador, denostaba los sistemas
filosóficos de Fichte y Hegel, así como el de Kant, por estar fundados
en una imagen abstracta del hombre cuyo objetivo es «reducir los acon-
tecimientos aparentemente casuales y dispersos del mundo a un único
punto de vista y distinguir unos de otros basándose en el principio
de la necesidad»22. Por el contrario, Humboldt defendía una especie de
física de la historia que considera a los hombres seres racionales, pero
también sensibles.
Desde luego, Humboldt reconocía los elementos uniformes men-
cionados por Kant. Los seres humanos individuales, particularmente
cuando actúan de forma global como una masa, responden a una cierta
5.
El segundo momento crucial en la profundización de la brecha entre la
historia y la biografía data de finales del siglo XIX. Como sentía Johann
Gustav Droysen, el más reflexivo de los historiadores, «nuestra ciencia
acaba de ser liberada del abrazo filosófico teológico y ¡quién lo iba a
decir!, las ciencias naturales se quieren apropiar de ella»27. En realidad,
en vez de la ciencia, el peligro provenía de algunas jóvenes disciplinas
sociales, como la demografía y la sociología, que deseaban adquirir un
incuestionable reconocimiento científico.
En la década de 1830, Lambert Adolphe Quételet acuñó la idea del
hombre medio con la esperanza de elaborar la mecánica social o una
ciencia social que pudiese definir las leyes que gobiernan los fenómenos
intelectuales y morales de forma similar a las leyes de la física:
26 Wilhelm VON HUMBOLDT, Briefe an Karl Gustav von Brinckmann (ed. de Albert
Leitzmann), Leipzig, Verlag Karl W. Hiersemann, 1939, pp. 151 y ss.
27 Johann Gustav DROYSEN, Historik, Die vorlesungen von 1857 (ed. de P. Leyh),
Stuttgart, Bad Canstatt, 1977; Texte zur Geschichtstheorie. Mit ungedruckten
Materialen zur ‘Historik’ (ed. de G. Birtsch y J. Rüsen), Gottinga, Vandehoeck &
Ruprecht, 1972.
28 «El hombre que yo considero aquí es, en la sociedad, análogo al centro de gravedad
del cuerpo, es el punto medio en torno al cual oscilan los elementos sociales: será,
si se quiere, un ser ficticio por el que pasarán todas las cosas de acuerdo con los
resultados medios obtenidos por la sociedad». / «Debemos, por encima de todo,
perder de vista al hombre de forma aislada, y no considerarle una fracción de la es-
pecie. Al despojarle de su individualidad eliminaremos todo lo que sea accidental,
y las peculiaridades que tienen poco o ningún efecto sobre la masa van a desapa-
recer por sí mismas, y permitirán comprender los resultados generales». Adolphe
QUÉTELET, Sur l’homme et le développement de ses facultés ou Essai de physique
sociale, París, Bachelier, 1835, pp. 51 y ss.
29 Henry T. BUCKLE, History of Civilization in England, Londres, John W. Parker
and Son, 1858; Grant ALLEN, «Nation’s Making», en Gentlemen’s Magazine, 1878
(en Popular Science Monthly Supplement, 1878, pp. 121-126); Grant ALLEN, «The
Genesis of Genius», en Atlantic Monthly, marzo de 1881, XLVI, pp. 371-381; Louis
BOURDEAU, L’histoire et les historiens. Essai critique sur l’histoire considérée comme
science positive, París, F. Alcan, 1888.
30 Sobre este tema parece importante subrayar la influencia del pensamiento racista
en el proceso de la despersonalización de las ciencias sociales. El caso más intere-
6.
En el siglo XIX muchos historiadores se unieron a esta batalla en con-
tra de la biografía en nombre de la ciencia. Algunos de ellos incluso se
mostraron ansiosos por quitarse la chaqueta de la reflexión moral y po-
nerse la más nueva y llamativa de las ciencias sociales, que adoptaron el
modelo de las ciencias naturales. Estos historiadores compartían la idea
de confirmar de una vez por todas la impersonalidad como un criterio
fundamental de lo científico, si bien no apreciaban el determinismo ex-
tremo de Buckle, Spencer o Bourdeau.
De este lado del Atlántico, John Fiske, autor de varios trabajos so-
bre la historia americana, esperaba, a su manera, crear una «gran revo-
lución historiográfica»:
Desde mediados del siglo XIX, la revolución que ha tenido lugar en el
estudio de la historia es tan grande y profunda como otra revolución
similar, que con la guía del señor Darwin ha tenido lugar en el estudio
de la biología. El intervalo del conocimiento que separaba a Edward
Freeman en 1880 de Thomas Babington Maculay en 1850 es tan grande
sante es, sin duda, el de Herbert SPENCER, quien, durante la Guerra de los Bóer,
acusó al Gobierno británico de re-barbarización. En el segundo capítulo de The
Study of Sociology, define al entorno en términos raciales: «No hay posibilidad de
[que] un Aristóteles provenga de un padre y una madre con ángulos faciales de
cincuenta grados, y en una tribu de caníbales, cuyo coro al prepararse para un
festín de carne humana es una especie de rugido rítmico, no hay ni la más remota
posibilidad de que surja un Beethoven». No solo eso, en las páginas siguientes
describió la curiosidad biográfica como un fenómeno tribal, típico de las primeras
razas históricas, e insinúa la idea de que el pensamiento abstracto e impersonal
es uno de los rasgos preponderantes de una civilización superior. También en-
contramos esta última idea en Edward Hallet CARR: ¿Qué es la historia?, Barcelo-
na, Ariel, 2003. Sobre la supuesta superioridad del pensamiento abstracto, véase
George L. MOSSE: Towards the Final Solution. A History of European Racism,
Londres, Dent, 1978.
Unos años más tarde François Simiand retomó la misma idea, esta
vez para abogar por la unificación de todas las ciencias sociales. Aunque
reconocía la cualidad interpretativa específica de la historia, Simiand
sostenía que los historiadores tenían que estudiar lo objetivo, no la es-
pontaneidad individual:
une règle de droit, un dogme religieux, une superstition, un usage, la
forme de la propriété, l’organisation sociale, une certaine vision du
travail, un certain procédé d’échange, une certaine manière de se loger ou
de se vêtir, un précepte moral, etc., tout cela m’est donné, m’est fourni
tout constitué, tout cela existe dans ma vie indépendamment de mes
spontanéités propres et quelquefois en dépit d’elles.
La política, los individuos y la cronología (definidos como los «tres
ídolos de la tribu de los historiadores») carecían de realidad y tenían
que ser reemplazados por otros conceptos clave, como la repetición, las
regularidades y la tradición.
La règle est ici, comme dans les autres sciences positives, de suivre les
abstractions heureuses, c’est-à-dire celles qui conduisent à établir, celles
qui sont propres à mettre en évidence, des régularités.
Para Simiand, además, la causalidad histórica ya no tenía forma de
motivación, sino de ley:
l’établissement d’un lien causal se fait non entre un agent et un acte, non
entre un pouvoir et un résultat, mais entre deux phénomènes exactement
de même ordre; il implique une relation stable, une régularité, une loi.
Il n’y a cause, au sens positif du mot, que là où il y a la loi, au moins
conceivable.
Y añadió que:
il n’y a rapport causal […] que s’il y a régularité de liaison, que s’il y a
renouvellement identique de la relation constatée; le cas unique n’a pas de
cause, n’est pas scientifiquement explicable.34
zación del pasado, tal como lo había sido para muchos historiadores en
las primeras décadas del siglo XIX, sino una dimensión frecuente de la
vida histórica36.
Ciertamente, en este período hubo también voces discrepantes que
se resistían a sacrificar lo concreto de la existencia humana en nom-
bre de la ciencia, pero desgraciadamente, muchos de quienes defen-
dían la naturaleza individual de la historia continuaron cultivando la
retórica de la grandeza personal. Es decir, los grandes políticos capaces
de dar forma a los acontecimientos se oponían a las fuerzas sociales
anónimas invocadas por Simiand y Lamprecht. Incluso aquellos que no
sucumbían a la ideología heroica soñaban con individuos inverosími-
les, totalmente intencionados y libres. Friedrich Meinecke hablaba de
un «núcleo central indisoluble, unitario y apriorístico del individuo»,
mientras que Eduard Meyer estableció las personalidades que operaban
en contra de los individuos indiferentes
cuyos nombres solo pueden ser dados en la historia porque fueron,
por casualidad, los vehículos de un proceso histórico particular, como
funcionarios, diplomáticos, administrativos y demás; de modo que
solamente el nombre y el trabajo de ellos tiene interés histórico, no sus
personalidades37.
Es digno de mención que la primacía de los grandes hombres casi
invariablemente coincide con la primacía de los políticos. Solamente el
Estado parece ser digno de investigación histórica. Tal como escribiese el
historiador alemán Eberhard Gothein con ironía, los hechos de gran im-
portancia, los hechos del Estado, son la prerrogativa de los historiadores
políticos, mientras que los historiadores culturales se remiten al cubo
de la basura y al «desván» (das Kehrichtfass und die Rumpelkammer)38.
En un periodo marcado por un crecimiento constante del poder del Es-
tado y la afirmación de las masas como sujeto político, los artículos de
Historische Zeitschrift dejan de lado los problemas sociales (no hay co-
7.
Durante el siglo XX, la imagen de la historia biográfica sufrió un daño
aún mayor. El pináculo de esta desconfianza con respecto a la biografía
probablemente se alcanzó en Francia42. La batalla en contra de la histoire
historisante comenzó en las páginas de la Revue de Synthèse Historique
y la ganaron los historiadores de los Annales, que intentaron recoger
la profunda capa subyacente de la historia (las estructuras sociales, las
representaciones mentales y los fenómenos perdurables) más allá de las
personalidades y los acontecimientos. En poco tiempo, la biografía se
convirtió en el emblema de la historia tradicional, lo que Fernand Brau-
del llamó la histoire événementielle, un tipo de historia más atento a las
cronologías que a las estructuras, a los grandes hombres que a las ma-
sas. Para Marc Bloch y Lucien Febvre, el objetivo de la historia era el
hombre, o «disons mieux: les hommes. Plutôt que le singulier, favorable
à l’abstraction, le pluriel, qui est le mode grammatical de la relativité,
convient à une science du divers»43. Pero después de Bloch y Febvre,
la segunda y tercera generación de los historiadores de Annales englo-
baron todas las tensiones individuales en las estructuras perdurables
colectivas.
Fernand Braudel definió a los acontecimientos como nada más que
polvo, «una agitación de superficie», y trató a los individuos como una
pátina de la realidad, brillante pero superficial. Su insistencia en la na-
turaleza ilusoria de los hechos humanos surgió de lo siguiente: «cual-
quier esfuerzo contracorriente del sentido profundo de la historia está
condenado». Excepto ciertos personajes excepcionales (el papa Pío V o
don Juan de Austria, por ejemplo), los seres humanos no tenían ningún
poder dentro de este plan (Carlos V era presentado como un caso cal-
culado, preparado y demandado por España, cualquier cosa menos el
artífice del proyecto imperial)44.
8.
Durante varias décadas, el gusto por lo singular solo sobrevivió en al-
gunos sitios recónditos de la historiografía. Uno de ellos fue el campo
de la prosopografía. Dudando tanto de la filosofía de la historia como de
la historia de las ideas, Lewis Namier creía que los datos sociales solo
podían explicarse científicamente explorando las raíces del comporta-
miento individual. Su método micro-analítico defendía la fisión de los
datos sociales de una miríada de existencias particulares que eventual-
mente se reintegrarían en totalidades mucho más grandes. El historiador
tiene que conocer las vidas de miles de individuos, un hormiguero com-
pleto, ver sus hileras extenderse en varias direcciones, comprender cómo
están conectadas y correlacionadas, observar las hormigas individualmen-
te y, sin embargo, nunca olvidarse del hormiguero46.
45 «Lo cotidiano y automático, lo que escapa a los sujetos de la historia, porque revela el
contenido impersonal de su pensamiento, lo que tienen en común César y el último
soldado de sus legiones, San Luis y el campesino de sus tierras, Cristóbal Colón y el
marinero de sus carabelas». François FURET, «Pour une définition des classes infé-
rieures à l’époque moderne», en Annales ESC, 18, 1963, pp. 459-474. Emmanuel LE
ROY LADURIE, Les territoires de l’historien, parte IV, París, Gallimard, 1973; Jacques
LE GOFF: Les mentalités,dans Faire de l’histoire, París, Gallimard, 1974, t. III, p. 80.
46 Lewis B. NAMIER, «The biography of Ordinary Men», en Lewis B. NAMIER, Skys-
crapers and other Essays, (1931), Nueva York, MacMillan, 1968, pp. 46-47.
9.
Cuando parecía que estaba oficialmente muerto y enterrado, el mensaje
biográfico fue retomado por una serie de interlocutores independientes
(incluyendo los sociólogos Richard Hoggart y Danilo Montaldi) cuya
intención era darles la palabra a todos los olvidados de la historia con
mayúscula50. Fue desde esta perspectiva, tan lejana de la historia po-
lítica tradicional, como el individuo lentamente volvió a encontrar su
sitio. Ligadas al principio a la memoria de lo excluido (como fue el caso
de la historia oral, los estudios de cultura popular o de las mujeres),
las reflexiones biográficas progresivamente se dirigieron al corazón de
la disciplina histórica durante las dos últimas décadas del siglo XX51.
La crisis del marxismo y el estructuralismo llevó a muchos historiado-
res a preguntarse sobre el concepto del individuo. En 1987, Bernard
Guenée escribió que «l’étude des structures semblait donner une place
trop large à la nécessité» y unos años más tarde, Le Goff aclaró que «la
biographie semble en partie libérée des blocages où des faux problèmes
52 «Le parecía que el estudio de las estructuras cedía un espacio demasiado am-
plio a la necesidad», Bernard GUENNÉE, Entre l’Eglise et l’Etat. Quatre vies de
prélats francçais à la fin du Moyen Age, París, Gallimard, 1987, p. 14; «la bio-
grafía parece liberada en parte de los bloqueos a los que la sometían los falsos
problemas. Incluso puede convertirse en un observatorio privilegiado», Jacques
LE GOFF, Saint-Louis, París, Gallimard, 1996, p. 15. Véase también Natalie Zemon
DAVIS, El regreso de Martin Guerre, Barcelona, Antoni Bosch, 1984; Jacques-Louis
MÉNÉTRA, Journal de ma vie. Jacques-Louis Ménétra compagnon vitrier au 18e
siècle (ed. por Daniel Roche), París, Montalba, 1982; Alain CORBIN, Le monde
retrouvé de Louis-Francois Pinagot, sur les traces d’inconnu, 1798-1896, París, Flam-
marion, 1998.
53 Véase el artículo «Tentons l’expérience», en Annales ESC, 1989.
54 Daniel BERTRAUX, «From the Life-History Approach to the Transformation of
Sociological Practice», en Biography and Society. The Life History Approach in the
Social Sciences, Beverly Hills, Sage Publications, 1981.
10.
Con la ayuda de las reflexiones críticas de estudiosos del calibre de Bour-
dieu57, la mayoría de los historiadores se fueron desplazando más y
más de su ingenuidad y comenzaron a plantear dos grupos de pregun-
tas fundamentales. La primera serie de cuestiones se refiere al análi-
sis biográfico. ¿Qué es lo importante y lo no importante en la vida de
una persona? ¿Cuáles son las categorías que lo explican? ¿La libertad,
la independencia nacional y la democracia? ¿El ejército, la escuela y la
familia, o las clases sociales, el capitalismo y a saber qué otros elementos
externos (ruido, contaminación…)?58 La segunda serie de preguntas se
65 Italo Calvino lo aplicó a sí mismo: «Ahora, sin embargo, tengo que protegerme
de otro error o vicio de aquellos que escriben memorias autobiográficas —el de
tender a hacer que la experiencia propia parezca una experiencia ‘promedio’ de
la generación y el entorno dados, resaltando los aspectos más comunes y dejando
los más particulares y personales en la sombra—. A diferencia de lo que he hecho
otras veces, ahora querría resaltar los aspectos que difieren más del ‘promedio’
italiano, ya que estoy convencido de que se puede siempre lograr más verdad de
la excepción que de la media», Italo CALVINO, «Un ’infanzia sotto il fascismo», en
Eremita a Parigi: pagine autobiografiche, Milán, Mondadori, 1996.
66 Giovanni LEVI, «Les usages de la biographie», en Annales ESC, 44, 6, 1989,
pp. 1325-1336.
67 Giovanni LEVI, L’eredità immateriale, Turín, Einaudi, 1985, pp. 4-5.
68 Jorge Luis BORGES, El hacedor, Buenos Aires, Emecé, 1960; trad. ingl.: «On Rigor
in Science», en Dreamtigers, Austin, University of Texas Press, 1985.
11.
Enfrentados con estos utópicos callejones sin salida, que podrían ale-
jarnos peligrosamente una vez más de la historia biográfica, me parece
importante que nuevamente demos un paso atrás y volvamos al Metho-
denstreit de hace más de un siglo. Hoy en día, como sujetos políticos,
nos vemos obligados a preguntarnos sobre los límites del concepto de
pertenencia. Quizá por este motivo estamos más dispuestos a aceptar
algunas de las reflexiones de Wilhelm Dilthey de las que en su momen-
to los historiadores hicieron caso omiso. Todas sus reflexiones sugieren
que el mundo histórico no puede ser comprendido según el concepto de
pertenencia, y menos aún en términos de propiedad o asimilación. Un
individuo no puede explicar un grupo, una comunidad o una institu-
ción y viceversa, un grupo, una comunidad o una institución no puede
explicar a un individuo. Siempre hay una disparidad, y esta es inago-
table. Por otro lado, las creaciones de la vida colectiva son sufridas,
vividas y logradas por los individuos pero van más allá de su control y
cubren un espacio humano que es más amplio que el biográfico. Estaban
aquí antes de nosotros y continuarán después de nuestra defunción:
estas relaciones traspasan a los individuos, existen dentro de ellos, pero
también alcanzan más allá de su vida y poseen una existencia y un
desarrollo independiente propios a través del contenido, valor y propósito
que consiguen69.
Por otro lado, cada uno de los individuos en sí es siempre híbri-
do, un punto donde las redes de relaciones se entrecruzan (Kreuzungs-
punkt). Aunque un individuo esté saturado hasta la médula de sus ex-
periencias sociales, nunca se lo puede reducir a una sola de ellas. Con
respecto a esto, Dilthey dio el ejemplo del juez que, además de cumplir
con su función en la Corte, también vivía en otras unidades dinámicas
(Wirkungszusammenhang). Se ocupa de su familia, vela por sus intereses
económicos, tiene una función política y a veces se divierte escribiendo
poesías…
Además, para Dilthey la relación entre una comunidad o una ins-
titución y una época o civilización no pueden definirse en términos de
pertenencia. Desde luego, cada época expresa una figura dominante, es
unilateral y, en ciertas ocasiones, la armonía entre las diferentes esferas
70 Ibíd., p. 183.
71 Ibíd., p. 282.
72 Siegfried KRACAUER, The Last Things Before the Last, Nueva York, Oxford Uni-
versity Press, 1969; véase también Walter BENJAMIN, El origen del drama barroco
alemán, Madrid, Taurus, 1990.
naturalista. Se nos ofrece otra vía —la de aceptar el carácter circular del
conocimiento—. Para comprender el todo, tenemos que comprender las
partes, pero para comprender estas, tenemos que entender el todo. Hay
una dependencia recíproca entre estas dos operaciones, una alimenta a
la otra: «una encuesta universal del todo presupone la comprensión de
las partes unidas en él», sin embargo, «comprender lo particular depen-
de del conocimiento de lo general»73. Es decir, que en lugar de superar
la sensación de vértigo Dilthey intenta lidiar con ella:
así, el método funciona en una dirección dual. Dirigido hacia lo particular,
va de la parte al todo y vuelve a la parte; dirigido a lo general, se aplica la
misma interacción entre lo general y lo particular74.
Sugiere que el hecho de que la tarea de contextualización sea in-
terminable (que cada espacio y tiempo se refiera a otro espacio y tiem-
po) no es necesariamente un inconveniente o, peor aún, una maldi-
ción. Quizá sea una riqueza humana que esconde la oportunidad de
conocer.
Aceptar esta sugerencia, es decir, recibir con los brazos abiertos la
naturaleza inacabada de la historia, está lejos de ser sencillo. Significa
reconocer que cada interpretación implica un arte hermenéutico y, por
lo tanto, aceptar la importancia de la imaginación histórica. De esta for-
ma volvemos al principio, a una página a la que Wilhelm von Humboldt
hizo caso omiso en la discusión de 1821 sobre la tarea del historiador,
cuando nos recordó que para encontrar la verdad del pasado «una enu-
meración y descripción de los acontecimientos» no es suficiente. Para
«reunir los fragmentos recolectados en un todo», los historiadores de-
ben utilizar su imaginación. Esto no quiere decir que puedan o deban
inventar lo que sucedió. Solo significa —pero ese «solo» no es nada
sencillo—, que deberían ampliar su humanidad lo más posible de modo
que puedan permitir que las realidades pasadas los impregnasen. Al
igual que los artistas, los historiadores también crean una obra de imi-
tación; ellos también buscan la verdad interior real. Pero su objetivo es
totalmente diferente,
el artista meramente aparta su apariencia efímera de la realidad, apenas
toca la realidad con el objeto de alejarse volando de ella; el historiador
73 Wilhelm DILTHEY, Secret Writings, Cambridge, University Press, 1976, pp. 196 y
188.
74 Ibíd., p. 190.
1.
Al parecer, la etiqueta «global» pasa por ser la más actual de cuantas
nos acompañan en la tarea de historiar el pasado. Algunos de los vo-
lúmenes más recientes que de ella se ocupan insisten en ese rasgo, en
que se trata de un flamante enfoque, con poco más de una década a sus
espaldas. Otros autores reclaman que, además, la novedad es solo una
parte de su atractivo, por estar aquella y este más relacionados con el
fondo que con la forma, dando lugar a uno de los desarrollos más no-
tables ocurridos últimamente en el seno de la corporación1. Porque, en
efecto, formalmente sus raíces son antiguas y están bien establecidas,
con objetos clásicos, con estudios centrados en los flujos de mercancías,
poblaciones, enfermedades, etcétera. Ahora bien, el contenido ya no es
el mismo. Por dos razones: porque el mundo ha cambiado y los ciuda-
danos del nuevo siglo se conciben dentro de un proceso denominado
globalización, que creen nuevo, característico de este tiempo, e irrever-
sible, una creencia que se percibe y se alienta con fenómenos como el
fin de la Guerra Fría o la crisis financiera; y porque, como consecuencia
de lo anterior, la perspectiva y las pretensiones no son las mismas que
cuando empezó esta etiqueta, allá por los años sesenta.
Tanto es así que muchos de sus actuales practicantes defienden que
se trata de un nuevo giro. David Armitage, uno de los mejores y más
1 Por ejemplo: Maxine BERG (ed.), Writing the History of the Global: Challenges for
the Twenty-first Century, Oxford, Oxford University Press, 2013; Samuel MOYN y
Andrew SARTORI (eds.), Global Intellectual History, Nueva York, Columbia Uni-
versity Press, 2013; o Lynn HUNT, Writing History in the Global Era, Nueva York,
W. W. Norton, 2014.
48 Anaclet Pons
6 Carlo GINZBURG, «Our Words, and Theirs: A Reflection on the Historian’s Craft,
Today», en Cromohs, vol. 18 (2013), pp. 97-114. El término anglo-globalización
remite al ámbito literario y a los debates en torno a la obra de Franco Moretti.
7 Paola LANARO, «Intervista a Giovanni Levi», en Paola LANARO (ed.), Microsto-
ria: A vent’anni da L’eredità immateriale; Saggi in onore di Giovanni Levi, Milán,
Franco Angeli, 2011, pp. 169-177.
Vidas cruzadas. Biografía y microhistoria en un mundo global 51
2.
Establecida la posibilidad de tal entrelazamiento entre el análisis minu-
cioso de una vida, reduciendo la escala de observación, y su estudio en
un contexto macro, aún nos queda por aclarar de qué tipo de historia
global estamos hablando10. Conviene dilucidarlo porque, cuando nos
referimos a ese último campo en términos generales, solemos pensar en
autores como Kenneth Pomeranz o Jürgen Osterhammel, por ejemplo,
cuyas obras poca relación parecen tener con lo aquí señalado. Entre
8 Giovanni LEVI, «Les usages de la biographie», en Annales, vol. 44, núm. 6 (1989),
pp. 1325-1336.
9 Isabel BURDIEL, «Historia política y biografía: más allá de las fronteras», en Ayer,
núm. 93 (2014), p. 63. En cualquier caso, es recomendable todo el dossier de
Ayer titulado «Los retos de la biografía», del que forma parte este artículo y que
la propia Isabel Burdiel ha coordinado.
10 Un reciente repaso a la historia global/transnacional, aunque desde el punto de
vista de sus objetos (el hambre, las enfermedades, los océanos, los contactos,
las migraciones, el hecho colonial), en Chloé MAUREL, «Le tournant global de
l’histoire. Récents développements en histoire globale dans le monde», en Cahiers
d’histoire. Revue d’histoire critique, núm. 121 (2013). URL: http://chrhc.revues.
org/3207 (consultado en septiembre de 2014). Dicho artículo forma parte de un
dossier titulado «Pourquoi l’histoire globale?». Por otra parte, resulta muy reco-
mendable el que le dedica la revista Ayer (núm. 94, de 2014), sobre todo el repaso
crítico de Nicholas MILLER («Espacios de pensamiento, historia transnacional,
historia intelectual e Ilustración», pp. 97-120).
52 Anaclet Pons
otras cosas, porque estudian procesos muy generales con una evidente
inclinación hacia los elementos económicos, más que hacia los sociales
o culturales. En efecto, el problema no sería tanto lo primero (estudiar
grandes espacios o tendencias) como lo segundo (privilegiar esa esfera
concreta). Por esa razón, si queremos encontrar la conexión entre lo mi-
cro y lo macro, entre una biografía y su conexión con un mundo global,
hemos de fijarnos en aquellas propuestas que se interesan sobre todo
por lo cultural, por los contactos culturales, por lo que Peter Burke ha
denominado «hibridismo»11.
Veamos un ejemplo. En texto breve, rotulado con el curioso título
de «Entre monos y centauros», Serge Gruzinski se preguntaba por la
relación que pudiera existir entre Ovidio, Tiziano y unos tlacuilo de
la sierra otomí, en el noreste del valle de México. ¿Qué tienen en co-
mún —conjeturaba— el pintor veneciano del siglo XVI, el poeta latino
del primer siglo de nuestra era y unos artistas indígenas anónimos del
último tercio del quinientos? El interrogante puede parecer irrelevante
u osado, pero en ningún caso deja indiferente al lector. Es más, hay un
cierto aire de familia en tal planteamiento: esta cuestión guarda ciertos
parentescos con aquellas otras que durante años han tanteado los me-
jores historiadores culturales, al menos en algunos de sus libros12. A
la postre, quizá resuenen en nosotros los enigmas que examina Carlo
Ginzburg cuando relaciona las ideas de un molinero friulano con mitos
antiquísimos y remotos, propios de la tradición védica, o cuando aborda
sistemáticamente fenómenos muy heterogéneos a partir de sus afinida-
des formales.
De hecho, esa frase, la de ¿qué tienen en común?, es casi un sello
característico en el quehacer del italiano. Del mismo modo, podemos
aventurar que no es muy distinto de lo que subyace en la comparación
entre esas tres formas de vida que componen Marie de l’Incarnation,
una religiosa católica, Glikl bas Judah Leib, una judía acomodada, y
Maria Sibylla Merian, una naturalista protestante, las tres mujeres en
los márgenes que investigó Natalie Zemon Davis.
Sea como fuere, a la pregunta que se plantea Gruzinski sigue una
respuesta simple: puede que la reunión de tres nombres tan disparejos
la juzguemos extraña y sorprendente, pero los hilos que los unen no son
nada anecdóticos. Y no lo son porque juntarlos nos permite comprender
mejor cómo la cultura del Renacimiento europeo sirvió de enlace, de
lenguaje común y hasta cierto punto compartido entre los invasores
europeos y los pueblos indígenas de la Nueva España. Con ello podemos
entender asimismo de qué tipo de historia global estamos hablando, de
entre las muchas posibles, y por qué no hay ninguna contradicción,
más bien al contrario, entre esa perspectiva y la que hemos visto entre
los denominados historiadores culturales o los microhistoriadores13. De
hecho, diríamos que en el fondo se preocupan por lo mismo, por los en-
cuentros, los de las gentes del pasado y los del historiador con aquello
que estudia. Así pues, si los estudiosos que prefieren reducir la escala
de observación se han sentido atraídos por una mirada macro, conviene
señalar que ello ha sido a través de esta propuesta, denominada entan-
gled o connected o croisée, según los ejemplos y gustos.
En este caso14, la búsqueda de conexiones no presupone que exista
necesariamente una historia del mundo y una posible perspectiva úni-
ca de lo posible en ella. Son las conexiones lo que importan y, en ese
sentido, lo local se incrusta en lo global y, haciéndolo de ese modo, es
la cultura lo que predomina o sobresale. Es decir, mientras otros com-
paran desde un punto de vista externo a los objetos analizados, aquí se
prefiere la sincronía y la interacción: individuos o grupos no son con-
siderados solo a partir de la relación que mantienen, sino que también
son vistos unos a través de los otros, en una intersección o reciprocidad
que no los deja intactos ni idénticos tras los contactos experimentados,
sino mestizos.
En ese sentido, quizá el que más se haya manifestado sobre el parti-
cular haya sido Sanjay Subrahmanyam, para quien son dos los ejes fun-
damentales que guían su trabajo: se trata de propuesta contra la historia
nacional y, en segundo término, contra el enfoque comparado, al menos
en tanto este se construya partiendo del elemento anterior. Hablando de
historias conectadas, el estudioso indio sitúa su origen en un artículo
aparecido en 1997, cuyos objetos son los propios de su periodo preferi-
13 Sobre este asunto, remito a mi texto anterior, retomado aquí en buena medida: «De
los detalles al todo: historia cultural y biografías globales», en História da Histo-
riografia, núm. 12 (2013), pp. 156-175.
14 Véase François HARTOG, «De l’histoire universelle à l’histoire globale? Expérien-
ces du temps», en Le Débat, 154 (París, 2009), pp. 53-66.
54 Anaclet Pons
15 Así lo indica en una entrevista concedida a Anne-Julie Etter y Thomas Grillot, «Le
goût de l’archive est polyglotte. Entretien avec Sanjay Subrahmanyam», [en línea]
La Vie des idées, 27 de enero de 2012 (París, 2012). URL: http://www.laviedesidees.
fr/Le-gout-de-l-archive-est.html (consultado en septiembre de 2014). El texto al
que se refiere Subrahmanyam es: «Connected Histories: Notes towards a Recon-
figuration of Early Modern Eurasia», en Modern Asian Studies, 31/3 (Cambridge,
1997), pp. 735-762.
Vidas cruzadas. Biografía y microhistoria en un mundo global 55
3.
La anterior es solamente una parte de la respuesta que podemos dar
a la aparente contradicción que resultaría de mancomunar la macro y
lo micro. Parece claro, en todo caso, que la forma de compaginar en la
práctica esas dos propuestas ha sido la de analizar diversos modos de
encuentros culturales, como ha sugerido reiteradamente Peter Burke18.
En efecto, partiendo de ello ha habido una pequeña explosión de estu-
dios sobre personas, conocidas y desconocidas, que vivieron a caballo
de distintos mundos y que los mezclaron o que, sin haber experimen-
tado ese viaje, sin haber mantenido tales encuentros, sirven igualmente
para establecer esa suerte de microhistoria global. Es decir, la micro-
historia y lo global han conectado a través de ciertos estudios biográ-
ficos. En realidad, el propio historiador británico lo había adivinado
o advertido años atrás. A principios del nuevo siglo, con motivo de
una nueva edición de su Formas de hacer historia, introducía un breve
prefacio para informar de los añadidos ahora incorporados, párrafos
para incluir la investigación reciente en la historia de la lectura, historia
intelectual y la microhistoria. En este último caso, además, un apartado
específico, un apéndice titulado «El debate de la microhistoria». Puede
que los historiadores, como los médicos, decía en aquel colofón, ten-
gan que aprender a convivir con conceptos alternativos y en apariencia
incompatibles, es decir, puede que las partículas de microhistoria ten-
22 Tonio ANDRADE, «A Chinese Farmer, Two Black Boys, and a Warlord: Towards
a Global Microhistory», en The Journal of World History, 21/4 (Hawai, 2010),
pp. 573-591. Asimismo, su libro Lost Colony: The Untold Story of China’s First
Great Victory over the West, Princeton, Princeton University Press, 2011.
23 Sugata BOSE, A Hundred Horizons: The Indian Ocean in the Age of Global Empi-
re, Cambridge, Harvard University Press, 2006; asimismo, Frederik VERMOTE,
«Passage Denied! Dangers and Limitations of Jesuit Travel Throughout Eurasia
During the Seventeenth and Eighteenth Centuries», en World History Connected,
vol. 10, núm. 3 (2013). URL: http://worldhistoryconnected.press.illinois.edu/10.3/
forum_vermote.html, (consultado en septiembre de 2014).
60 Anaclet Pons
nar las múltiples lagunas de su vida, pero nada nos aporta para iluminar
ese mismo contexto. Más afortunado o más sofisticado sería el ya citado
Spence, que consigue transmitir las desgracias y el suplicio del converso
chino que es llevado a Francia25. Este historiador también presentaría la
negociación entre dos individuos, entre dos personas, pero sin olvidar
jamás el poder asimétrico que representan, lo que los separa, asimetría
que está en las fuentes y en la realidad de la que hablan.
Se podría decir, pues, que para Francesca Trivellato el potencial
del enfoque microhistórico para la historia global está poco explotado,
pues su conexión se ha limitado principalmente a adoptar una determi-
nada forma narrativa, centrada en la biografía, para conectar los niveles
micro y macro: estudios de individuos cuyas vidas atraviesan fronteras
lingüísticas, políticas y religiosas, vidas que retratan el entrelazamiento
de tradiciones culturales distintas. Libros, en fin, más atentos a narrar
que a la tensión teórica, volúmenes que consiguen gran éxito entre todo
tipo de públicos, obras cómodas. Sin embargo, carecen de las ambicio-
nes metodológicas que estaban en el origen de la microhistoria italiana.
De ese modo, mientras estos pretenden hacer del pasado un territorio
distante y desconocido, del que podemos extraer nuevos significados
situándolo bajo un microscopio, aquellos destacan por su habilidad na-
rrativa para hacer del pasado algo más cercano, para hacer que los lec-
tores se sientan parte de ese mundo perdido. En esa variación tendría
mucho que ver el momento en el que esas investigaciones italianas son
traducidas al inglés y cruzan el Atlántico, cosa que ocurre a partir de
mediados de los años ochenta, en el momento en el que aparece la «nue-
va historia cultural», lo que contribuye a esa apropiación selectiva26.
4.
Tras esta suerte de exposición de motivos, vendría el momento de mos-
trar cómo se han desplegado tales propuestas y calibrar su relevancia.
Señalemos nuevamente que, sea cual sea la etiqueta utilizada (historia
conectada, global, imperial, transnacional, atlántica, etcétera), el víncu-
lo entre los niveles micro y macro se suele articular a través de los estu-
dios biográficos. Y que los resultados son todos de gran interés. En los
últimos tiempos, por ejemplo, han proliferado los trabajos sobre lo que,
siguiendo a Paul Gilroy, se ha denominado el «Atlántico negro» a partir
de relatos de vida, de experiencias vividas. A diferencia de la tradición
previa, centrada en los flujos cuantitativos de esclavos y capital, ahora
predominan en efecto las experiencias de los individuos que se vieron
inmersos en aquel mundo.
Así, vemos cómo distintos investigadores tratan de explorar el
potencial y las implicaciones de la biografía como método para inter-
pretar las historias conectadas de las sociedades atlánticas, centrándose
en particular en cómo las peripecias de los descendientes de africanos
iluminan esas fuerzas impersonales que se han señalado habitualmente
como propias de ese espacio y de ese tiempo (esclavitud, emancipación,
migración, imperio, identidad). Como han señalado Lisa A. Lindsay y
John Wood Sweet, la ventaja de hacerlo así radica en que la biografía
puebla ese mundo con individuos reales, huyendo de generalizaciones
y preconcepciones, recordándonos que incluso procesos tan impersona-
les como la trata de esclavos fueron vividos, experimentados.
Por otra parte, a juicio de estos historiadores, los relatos trasatlán-
ticos de este tipo tienen otras bondades indirectas, en tanto desafían
algunas de las tendencias básicas de la moderna biografía como género,
pues antaño era habitual que esta se centrara en la acción individual
(agency), en el éxito frente a la adversidad y en la superación y resolu-
ción de los dilemas personales. En cambio, rescatar vidas de la diáspora
africana supone hablar de pérdidas violentas, de subordinación, de trá-
gicas derrotas contra fuerzas abstractas como el capitalismo o el colonia-
lismo, fuerzas que escapan al control del sujeto. Además, si las biogra-
fías clásicas tendían a destacar la autonomía individual, la experiencia
personal, única, compartiendo muchas de las convenciones de la novela
moderna, el mundo africano se asienta sobre una idea de identidad que
es relacional y situacional, sobre un modelo distinto de subjetividad, de
modo que conectar ese espacio global con la microhistoria o la biografía
produce efectos mutuamente beneficiosos27.
27 Lisa A. LINDSAY y John WOOD SWEET (eds.), Biography and the Black Atlantic,
Filadelfia, Penn Press, 2014, en particular la introducción de los editores («Intro-
duction: Biography and the Black Atlantic», pp. 1-16) y el primer capítulo, firma-
do por Joseph C. MILLER («A Historical Appreciation of the Biographical Turn»,
pp. 19-47).
Vidas cruzadas. Biografía y microhistoria en un mundo global 63
Y sin olvidar que, para estos estudiosos y para otros muchos, una
de las ventajas del género biográfico (como de la microhistoria) es que al
centrarse en experiencias individuales permite incorporar emociones,
ayuda al lector a imaginar lo ocurrido, dando carnalidad a conceptos
que no por necesarios resultan menos vagos. Es algo que se observa de
inmediato en aquellos volúmenes que consiguen acoplar ambas pers-
pectivas de manera certera y que, además, aciertan con el tono narra-
tivo. Por ejemplo, el estudio de James H. Sweet sobre las peripecias de
un tal Domingos Alvares, un africano nacido en Naogon, en la actual
República de Benín, hacia 1710. Esclavizado unos años después, este
individuo fue llevado a Pernambuco, trabajó en las plantaciones de Re-
cife y, más tarde, fue vendido y trasladado a Río de Janeiro, donde fue
denunciado ante la Inquisición por practicar la hechicería. Encarcelado
por tales cargos, Domingos Alvares fue enviado a Lisboa, donde tuvo la
fortuna de que los delitos de apostasía, herejía y pacto con el diablo solo
le supusieran una condena al exilio interior, a una localidad al sur de
Portugal. En fin, todo eso dio lugar a dos procesos inquisitoriales, con
centenares de páginas, decenas de ellas con confesiones y respuestas de
Domingos y otras tantas con testimonios muy diversos y muy dispersos.
Es decir, una vida reconstruida sobre tres continentes que, en realidad,
no es una mera biografía, sino una mirada sobre distintas historias lo-
cales conectadas a lo largo del Atlántico y sobre cómo se traducían en
la práctica y en cada caso conceptos como esclavitud, imperio, mercan-
tilismo, colonialismo, religión, etcétera28. No es lugar para extenderse
con el caso, que guarda evidentes concomitancias con el Menocchio de
Carlo Ginzburg, pero sí conviene señalar que James H. Sweet siempre
inicia sus pesquisas en el nivel micro, en las peculiaridades de cada lu-
gar en el que vive Domingos, para desde allí conectarlo con ese espacio
atlántico en toda su amplitud.
Semejante remisión a Ginzburg se puede encontrar en el también
reciente estudio de Roquinaldo Ferreira sobre el mundo atlántico, sobre
las conexiones entre Angola y Brasil en tiempos de la esclavitud, que
además cita numerosos ejemplos de investigaciones semejantes a la suya.
28 James H. SWEET, Domingos Alvares, African Healing, and the Intellectual His-
tory of the Atlantic World, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2011.
Otro ejemplo sobresaliente, aunque con mayor complejidad si cabe, es el dedicado
por Rebecca J. SCOTT y Jean M. HÉBRARD a distintas generaciones de la familia
Tinchant en Freedom Papers: An Atlantic Odyssey in the Age of Emancipation, Har-
vard, Harvard UP, 2012.
64 Anaclet Pons
31 Linda COLLEY, The ordeal of Elizabeth Marsh, Londres, Harper Collins, 2007,
p. XIX. Sobre este estudio biográfico remito a Brice COSSART, «“Global lives”:
Writing Global History with a Biographical Approach», en Entremons, núm. 5
(2013). URL: http://entremons-esp.weebly.com/nuacutemero-5.html (consultado
en septiembre de 2014). Este investigador francés trata el mismo asunto que
aquí abordamos, empleando tres biografías: la de Elizabeth Marsh, de Colley, el
León el Africano, de Natalie Zemon Davis, y el Vasco de Gama, de Sanjay Subrah-
manyam.
32 Emma ROTHSCHILD, The Inner Life of Empires: An Eighteenth-Century History,
Princeton, Princeton University Press, 2011.
33 Carlo GINZBURG y Carlo PONI, «El nombre y el cómo: intercambio desigual y
mercado historiográfico», en Historia Social, 10 (Valencia, 1991), pp. 63-70.
66 Anaclet Pons
5.
Acaso la forma definitiva de entender la (o una) posibilidad de la biogra-
fía o de la microhistoria en este nuevo contexto global venga dada por la
obra de una de las historiadoras más destacadas de las últimas décadas:
Natalie Zemon Davis37. Ello al menos por dos razones. En primer lugar,
porque esta historiadora no necesita etiquetar su trabajo para reclamar
mayor audiencia; no es que sus investigaciones puedan calificarse de
uno u otro modo, es que por su variedad y complejidad abarcan muchos
de los registros aquí mencionados, y otros aun. De ahí que sean muchos
38 Natalie Zemon DAVIS, «Stories and the Hunger to Know (In Lieu of Introduction)»,
en Martin PROCHÁZKA (ed.), After History (1991), Praga, Litteraria Pragensia,
2006, pp. 5-8.
Vidas cruzadas. Biografía y microhistoria en un mundo global 69
y otra estaban separados por sus referencias, por sus círculos y lectores
respectivos. Entonces, se pregunta Davis, ¿por qué contraponer ambas
figuras? Su respuesta, concluye, está relacionada con la atracción apa-
rentemente contradictoria entre lo local y lo global, entre esa historia
«descentrada» pero unida en un «mundo globalizado».
Advierte Davis que el descentramiento remite tanto a la posición
como al objeto del historiador, de modo que una historia descentrada
no aborda el pasado desde el punto de vista de una única parte del
mundo ni desde la óptica de los poderosos, sino que amplía su enfoque,
social y geográficamente, y presenta un relato a partir de una pluralidad
de voces: con especial atención al pueblo, las clases bajas, oprimidas o
subalternas, las mujeres y el género. Todo ello, por supuesto, según un
modelo relacional: hablar de las mujeres es hacerlo de los hombres, los
campesinos remiten a los terratenientes; los trabajadores a los patronos.
Ahora bien, el descentramiento consiste en que, si bien se tienen en
cuenta las diversas partes del conjunto, el historiador intenta que los
subalternos, sus prácticas y sus creencias protagonicen el relato.
A esas primeras olas, de carácter social, le siguió otra de índole geo-
gráfica, surgida a partir de las preguntas que la primera había planteado,
reformuladas ahora en el marco de los movimientos poscoloniales de fi-
nales del siglo XX, con un añadido fundamental: estos académicos esta-
ban trastocando, invirtiendo más bien, la historia de las expansiones y
de los imperios. Ahora bien, lo que se pregunta Davis es si esta es la úni-
ca forma, la más adecuada, para relatar el pasado en un mundo globali-
zado. Y su respuesta, como suele ser habitual entre estos historiadores, es
remitirnos a un ejemplo, ilustrar el asunto con esas dos local storytelling
con las que empieza su ensayo, las de Christine de Pizan e Ibn Jaldún,
aunque no en sí mismas, sino mostrando cómo llegó a ellas y cómo las in-
vestigó. Es decir, es su propia trayectoria personal, su cambiante manera
de leer las fuentes, la que va a servir para mostrarnos esos recorridos.
¿Cómo llegó desde ese análisis local a otro más global? A través de
las comparaciones, realizadas inicialmente dentro de Europa. A medida
que consideraba la relación de las mujeres con la Reforma protestante
y la católica, comprendió las posibilidades y limitaciones de ambas, lo
cual le condujo a explorarlas en su Mujeres de los márgenes41, que era
41 Natalie Zemon DAVIS, Mujeres de los márgenes. Tres vidas del siglo XVI, Madrid,
Cátedra-Universitat de València-Instituto de la Mujer, 1999.
Vidas cruzadas. Biografía y microhistoria en un mundo global 71
personalidad histórica que vivía y hablaba con ella. Así, el libro resultó
ser una biografía y también un libro sobre dos mujeres y su relación
en un espacio tiempo imaginario. Se trata, asimismo, de una explora-
ción sobre la construcción de una biografía, cómo afecta el proceso a la
escritora y qué emociones y pensamientos le provocaba Baron. Es un
relato muy personal, y ficticio, además de una investigación sobre una
historia de vida, en la que la autora trata de cómo toda vida es siempre
una reconstrucción2.
Cuando más adelante, en 2004, Lieblich reflexionó sobre este libro
y sobre otra obra suya que trataba de la poeta Lea Goldberg, señaló que
la biografía es siempre autobiografía. Un biógrafo nunca habla solo de su
protagonista sino también de sí mismo3. Evidentemente, esto no encaja
en la definición moderna, al menos la académica, de acuerdo con la cual
una biografía debe ser un relato distanciado y objetivo de una vida. Sin
embargo, en la Antigüedad, por ejemplo, la autobiografía y la biografía
no eran opuestas, sino parte de una misma forma literaria que se diferen-
ciaba de la «auténtica» literatura, es decir, la ficción y la escritura histó-
rica. La palabra griega βιος engloba la biografía y la autobiografía. Como
ha dicho el estudioso literario finlandés Päivi Kosonen en este contexto:
«ahora hay diferencias entre lo que escribo de mi propia vida o cómo lo
escribo y lo que escribo de una vida ajena»4. Parece que dentro del géne-
ro siempre ha habido que equilibrar el apego y el desapego.
En el prefacio a su traducción al inglés, Naomi Seidman observa
que el libro de Lieblich fue publicado en un momento en el que se en-
contraron el feminismo, el posmodernismo y la biografía para alimentar
vivos debates. En mi opinión, la obra de Lieblich abrió un camino dife-
rente para escribir e imaginar vidas y para concebir la relación entre au-
tor y protagonista, entre quien cuenta y quien es contado. Pero el libro
de Lieblich también plantea dudas y cuestiones éticas acerca de quién
posee las vidas de las personas del pasado y cuál es nuestra responsabi-
lidad como investigadores cuando invadimos vidas pasadas.
El género y la relacionalidad
Puede afirmarse que lo relacional se encuentra en el núcleo de todo
proceso biográfico. Su presencia es poliédrica, no obstante. En primer
lugar, está la relación del biógrafo o la biógrafa y su protagonista, el su-
jeto de su biografía. Esta relación es importante para determinar cómo
se representará e interpretará una vida. En segundo lugar, la relaciona-
lidad trata de cómo vemos a un individuo vinculado con su entorno,
sus redes y sus relaciones. En la investigación biográfica se han ofrecido
muchas respuestas a esta cuestión, desde una biografía artística indi-
vidual a una biografía colectiva o de grupo. En tercer lugar, lo relacio-
nal también está presente en la investigación biográfica a través de las
fuentes empleadas; puesto que la mayor parte de los biógrafos utilizan
diversos materiales privados y autobiográficos para sus investigaciones,
y deben ser evaluados también desde este punto de vista. Las cartas,
en particular, revelan el significado de lo relacional de manera muy
concreta; mediante las cartas podemos analizar, por ejemplo, cómo se
comporta un individuo en distintas relaciones y cómo construye sus re-
laciones en circunstancias sociales y contextos diferentes5. En lo tocante
a la relacionalidad, existe un cuarto elemento que no debe omitirse, la
relación con el lector.
En la investigación biográfica contemporánea, han adquirido im-
portancia el elemento colectivo, las redes sociales y la concepción del
individuo como parte de una realidad social y cultural más amplia. Las
mente los estudios feministas los que han ayudado a promover nuevos
enfoques dentro de este campo, especialmente en el ámbito de la inves-
tigación histórica.
Genren med de mange liv», en Henrik ROSENGREN y Johan ÖSTLING (eds.), Med
livet som insats. Biografin som humanistisk genre, Lund, Sekel bokförlag, 2007.
16 H. LEE, Biography. A Very short introduction, Oxford, Oxford University Press,
2009.
17 Véase A. CAVARERO, Relating narratives. Storytelling and selfhood [publicado
inicialmente en italiano: Tu che mi guardi, tu che mi racconti, 1997], Londres y Nueva
York, Routledge, 2000, pp. 24-33. Véase también A. JANSDOTTER, «Seeking a
usable methodology: The production of the fin-de-siècle female prostitute», en
Qualitative Research, agosto de 2008, pp. 307-317; M. LESKELÄ-KÄRKI, «Narrating
life-stories in-between the fictional and the autobiographical», en Qualitative
Research, agosto de 2008, pp. 325-332; y «Kirjeet ja kerrotuksi tulemisen kaipuu.
Kirjailija Helmi Krohnin ja säveltäjä Erkki Melartinin kirjeystävyys, 1906-1936
[Letters and the need to be narrated. The epistolary friendship of writer Helmi
Krohn and composer Erkki Melartin, 1906-1936]», en Maarit LESKELÄ-KÄRKI,
Anu LAHTINEN y Kirsi VAINIO-KORHONEN (eds.), Kirjeet ja historiantutkimus
[Letters and historical research], Helsinki, Finnish Literature Society, 2011;
M. TAMBOUKOU, «Relational narratives: Auto/biography and the portrait», en
Women’s Studies International Forum, nº 33, 2010, pp. 170-179; y M. LILJESTRÖM,
«Identiteettihalu: venäläisten naisten omaelämäkerrallinen tekijyys [Agency in
Russian women’s autobiographies]», en Maarit LESKELÄ-KÄRKI, Kirsi TUOHELA
21 Jill LEPORE, «Historians Who Love Too Much: Reflections on Microhistory and
Biography», en The Journal of American History, vol. 88, nº 1, 2001, pp. 129-144.
22 M. LESKELÄ-KÄRKI, Kirjoittaen maailmassa. Krohnin sisaret ja kirjallinen elämä
[Las hermanas Krohn: vidas por escrito], Helsinki, SKS, 2006.
co. Tuve que preguntarme ¿cómo puedo ser imparcial para estudiarlos?
¿Acaso necesito serlo? ¿Cómo afectaría mi opinión sobre las hermanas
a mi estudio y a toda la investigación? La hermenéutica de Gadamer
parecía ofrecer un camino practicable para afrontar variados materiales,
pero le faltaba la dimensión emocional. Así, combiné ambas y llamé a mi
método lectura hermenéutica empática.
Auné el enfoque hermenéutico y el aspecto emocional para desci-
frar cómo repercuten nuestros sentimientos en nuestra forma de leer e
interpretar los textos. Utilizando la expresión «lectura empática» pre-
tendía señalar el proceso de «leer con emoción». La palabra empatía
viene del griego εμ πάθος (sentir hacia dentro), que se refiere a la capa-
cidad de colocarse en la posición del otro y entender sus sentimientos.
Empatía no equivale, por lo tanto, a compasión o simpatía, συμ πάθος
(sentir juntos), sino que significa más bien una comprensión interna del
otro. Como concepto, la empatía llegó al debate filosófico y psicológico
a principios del siglo XX, en especial con la investigación llevada a cabo
por Theodore Lipps, quien afirmó que la empatía debía considerarse
como el medio epistemológico más relevante de apreciar la humanidad
de los demás. Para él, la empatía era un fenómeno de resonancia psicoló-
gica en el que uno observaba objetos exteriores, era una imitación inter-
na. Los argumentos de Lipps fueron muy debatidos y la Segunda Guerra
Mundial aportó perspectivas totalmente nuevas a la discusión. El de-
bate sobre el significado de la empatía ha continuado desde entonces23.
En mi investigación, la empatía significa la presencia de la inves-
tigadora y la posibilidad de reflejar mi actitud cambiante frente a los
sujetos de mi estudio. Con este concepto no intentaba sugerir que yo iba
a sentir y experimentar junto a las personas del pasado, se trataba, más
bien, de una idea vinculada a la ética investigadora, porque tenía inten-
ción de mostrar cómo los investigadores estamos presentes en el proceso
y cómo nuestra actitud influye en nuestra investigación24.
Un biógrafo no puede saber cómo se sentirían las personas del pasa-
do si supieran que contamos sus historias como lo hacemos. Pero es po-
sible hacer más transparente el proceso investigador, porque investigar
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Wisconsin Press, 1998, pp. 3-51.
1.
Cuando una obra pasa a formar parte del canon literario o, mejor dicho,
cuando es admitida en él, obtiene ciertos privilegios evidentes. Pero no
está del todo claro dilucidar los factores que intervienen en el logro de
ese codiciado estatuto. ¿Quién otorga el sello de la máxima aprobación
cultural? Entre los guardianes de la selecta fortaleza del prestigio hay
escritores, críticos influyentes, académicos, editores y, en la base de la
estructura piramidal encontramos, por lo general, a un nutrido grupo
de profesores dispuestos a reforzar determinadas obras y autores.
Hasta fechas muy recientes, una de las principales instituciones
del canon literario era el manual de literatura y su complemento im-
prescindible, y todavía vigente, la antología literaria. Ambos discursos
historiográficos solían ser de naturaleza conservadora y ambos surgidos
la mayoría de las veces de los círculos universitarios. El hecho de figurar
en una antología no tiene en todos los países, ni en todos los casos, el
mismo peso (depende también de factores como quién firma la antología
y quién la edita, por ejemplo), pero sí va asociada la presencia de un
autor en cualquiera de ellas a un cierto prestigio, pues implica un pre-
vio criterio de selección del cual el texto/autor ha salido victorioso. Por
ello, hasta fechas recientes tan pocas escritoras (Teresa de Jesús, Rosalía
de Castro, Emilia Pardo Bazán, Carmen Conde…) figuraban en las an-
tologías y/o manuales de la literatura española. Las autoras carecían de
prestigio intelectual, su formación era por lo general autodidacta, ajena
a los circuitos culturales del poder, y por ello poco fiable, y su ámbito
de intereses (por ejemplo, la noción de identidad femenina o el escribir
sobre el universo doméstico) carente de reconocimiento y de prestigio.
Es un tema de sobra conocido y estudiado, y que ahora resumo brutal-
mente, pero nos conviene pensar en él pues ilustra muy bien la raíz del
concepto de canon.
1 «Canon and Power in the Hebrew Scriptures», en R. von HALLBERG (ed.), Canons,
Chicago, Chicago University Press, 1984, p. 81.
2.
Escribe John Lewis Gaddis que tal vez el aspecto más interesante que
puede ofrecer una biografía no es tanto el relato de una andadura vital
(elemento, por supuesto, indispensable) como tratar de determinar por
qué el biografiado hizo lo que hizo y vivió lo que vivió6. Eso requie-
política o de menor ambición, porque ellos «con prudencia y diligencia, con justicia
y con clemencia, ganando el amor de los suyos, y siendo el terror de los extraños,
gobernaron huestes, ordenaron batallas, vencieron a los enemigos, ganaron tierras
ajenas y defendieron las suyas. Yo por cierto no vi en mis tiempos, ni leí que en
los pasados viniesen tantos caballeros de otros reinos y tierras extrañas a estos
vuestros reinos de Castilla y León [el libro está dedicado a la reina Isabel] para
hacer armas a todo trance como vi que fueron caballeros de Castilla a buscarlas a
otras partes de la Cristiandad» (p. 105 de la edición de 1789 por la que cito).
Un trabajo de Nicolás del CASTILLO MATHIEU ahonda en la comparación entre
ambas obras: «Breve análisis de las Generaciones y semblanzas de Fernán Pérez de
Guzmán. Pérez de Guzmán y Fernando del Pulgar», en Thesaurus. Boletín del In-
stituto Caro y Cuervo, XXXIII, núm. 3 (1978), pp. 422-445.
12 Ana de CASTRO EGAS, Eternidad del rey don Felipe III, el Piadoso. Discurso de su
vida y santas costumbres, Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1629.
naciones a mayores empresas en cada parcela del saber. El genio del pueblo
fue reprimido, su espíritu tronchado, bajo la influencia maligna de un ojo
que jamás se cerraba, de un brazo invisible siempre alzado para el golpe.
¿Cómo podía haber libertad de pensamiento donde no había libertad
de expresión? ¿O libertad de expresión donde tan peligroso era decir
demasiado como demasiado poco? La libertad no puede congeniar con
el miedo. En todos los sentidos, el espíritu español estaba encadenado.13
El juicio, sin embargo, serviría al historiador Richard Kagan como
ejemplo del, definido por él mismo, «paradigma de Prescott», es decir,
una manera de entender España, por parte de Prescott o Ticknor, por
oposición a los Estados Unidos. Su tesis implícita era que un mundo se
hundió mientras otro, más libre e igualitario, nacía en los confines del
mismo Imperio. Más adelante, el escritor Juan Goytisolo construiría, asi-
mismo, una atractiva teoría fundada en la disidencia moral, contra la cul-
tura católica y en favor de los modelos heterodoxos rechazados por ella.
Un enorme éxito de su tiempo fue la primera biografía de Cervan-
tes escrita por el polígrafo valenciano Gregorio Mayáns y Siscar, por
encargo de lord Carteret quien, entusiasmado con la obra del escritor
complutense, se decidió a financiar el proyecto de publicar en Inglate-
rra la primera edición íntegra del Quijote, acompañándola (a la manera
inglesa de proceder) de un relato biográfico. La Vida de Miguel de Cer-
vantes Saavedra apareció en 1737, un año antes de que lo hicieran los
cuatro volúmenes del Quijote. No había llegado todavía la hora de la
investigación en archivos y Mayáns, consciente de las muchas lagunas
que contenía su encargo, consideró modestamente su trabajo como unos
apuntamientos: «Mi fin solo ha sido —confiesa al terminar la obra—
obedecer a quien debía el obsequio de recoger algunos apuntamientos
para que otro los ordene y escriba con la felicidad de estilo que merece
el sujeto de que tratan». Un comentario que se tomó al pie de la letra,
de modo que han sido cuantiosos los nombres que quisieron en el fu-
turo recoger el guante y ordenar y escribir con felicidad de estilo la vida
de Cervantes. En todo caso, su importancia como biógrafo es decisiva,
sobre todo al vislumbrar la trascendencia moral y filosófica del Quijote
o la maestría de sus Novelas Ejemplares, o al trazar por primera vez las
luces y sombras de su oscura vida.
13 William H. PRESCOTT, History of the Reign of Philip the Second, 3 vols., Boston,
Phillips, Sampson, and Company, 1885, vol. II, p. 446. Citado por Richard KAGAN
en «El paradigma de Prescott: la historiografía norteamericana y la decadencia de
España», en Manuscrits, 16 (1995), pp. 229-253.
15 Hay una edición reciente: Manuel José QUINTANA, Cartas a lord Holland sobre los
sucesos políticos de España en la segunda época constitucional, Sevilla, Alfar, 2010.
16 Epistolario inédito del poeta D. Manuel José Quintana, Madrid, Librería de
Victoriano Suárez, 1933.
3.
Hay un periodo especialmente fecundo para la escritura biográfica, vin-
culado a la figura de Ortega y Gasset, y que lógicamente ha concentrado
las principales aportaciones académicas25. Y es que Ortega luchó con
energía contra ese déficit biográfico, combatiéndolo en el campo de la
filosofía, al que pertenecía, con su desarrollo de la «razón vital» y en
42 Que, sin embargo, tuvo un gran éxito, con numerosas ediciones y traducción casi
inmediata al inglés, The Perils and Fortune of the Duke of Osuna, Philadelphia
& London, J. B. Lippincott Company, 1932. Fue, en 1930, la quinta entrega de
la iniciativa orteguiana «Vidas españolas e hispanoamericanas del siglo XIX»,
colección dirigida por Melchor Fernández Almagro. La biografía se centraba en
un personaje tan atractivo y calamitoso como Mariano Téllez Girón, duodécimo
duque de Osuna (entre otros títulos y ducados), se decía que el hombre más rico
de España y quien consiguió llegar a ser el más endeudado.
43 Antonio MARICHALAR, «Las “vidas” y Lyytton Strachey», en Revista de
Occidente, XIX, 57, 1928, pp. 343-358.
44 Antonio ESPINA, Luis Candelas, el bandido de Madrid, Madrid, Espasa-Calpe,
1929.
4.
El franquismo vendría a alterar por completo la significación concedida
en los años anteriores a la biografía. A raíz de la victoria de los subleva-
dos, es decir, a partir de 1939, el género sería utilizado como una herra-
mienta más de formación de un nuevo espíritu nacional, basado en unos
determinados ideales (cristianismo, valor, patriotismo español, rechazo
a los valores del mundo moderno y exaltación del pasado). La eficacia
pedagógica del género biográfico es indiscutible y así como Plutarco lo
había concebido como una herramienta moral, en los años cuarenta se
reflotaría esta idea puesta al servicio del nacionalcatolicismo, una ideo-
logía que aspiraba a enlazar la nueva etapa política surgida de la derrota
republicana con los orígenes del imperio español. «Éramos contempo-
ráneos de los Reyes Católicos», afirmaba Josep Pla refiriéndose al clima
moral de la primera posguerra, aquel cotidiano anacronismo de cartón
piedra sobre el que giraba la educación y el lenguaje.
47 William H. PRESCOTT, History of Philip II, King of Spain, 3 vols., Londres, 1855-
1859.
48 Véase para un resumen de la biografía de Marañón Radiografía de un liberal,
escrita por Antonio LÓPEZ VEGA, Madrid, Taurus, 2011.
49 Gregorio MARAÑÓN, Tiberio. Historia de un resentimiento, Buenos Aires, Espasa-
Calpe, 1939; y Luis Vives. Un español fuera de España, Madrid, Espasa-Calpe, 1942.
50 En su biografía posterior del conde-duque: John H. ELLIOTT, El conde-duque de
Olivares, el político en una época de decadencia, Barcelona, Crítica, 1990.
la capital (en uno de los cafés que inspirarían su inacabado Las tertulias
de Madrid, publicado póstumamente). Después, Aub anotó en su Diario:
«A pesar de su inteligencia, a Espina nadie le hace caso, como si fuese
un viejo cualquiera. Dentro de un mes, si me quedara, andaría por ahí
como él, fantasma de mí mismo, vuelto sombra de lo que fui sin que
nadie se acordara del santo de mi nombre ni de una línea de mi figura,
como si no fuera yo, siendo mi sombra»52. Y así fue, Espina había vivido
a partir de 1939 como una sombra de sí mismo, hasta su muerte, ocurri-
da el 14 de febrero de 197253.
¿Quién se acuerda hoy de Antonio Espina? Y ¿quién se acuerda de
Sebastián Juan Arbó? Autor de dos espléndidas biografías, una de ellas
(Verdaguer, Barcelona, Aedos, 1952) es exponente de que el recurso a la
biografía fue más allá del franquismo (anteriormente había emprendido
una biografía de Cervantes (1945), excesivamente hagiográfica, aspecto
que denunciaría más adelante Jean Canavaggio como un problema a
resolver ante el cargado simbolismo del personaje). Es decir, que el gé-
nero podía ser sumamente útil como instrumento de divulgación de la
cultura catalana a través de sus protagonistas más emblemáticos.
Por ejemplo, la editorial Aedos, impulsada por Josep Cruzet y
fundada en 1947, lanzaría tres años después un premio de Biografía
«Aedos»54 con dos versiones, biografía castellana y catalana, que proba-
blemente influyó mucho en el estímulo y desarrollo de los géneros au-
tobiográficos en Cataluña. Su colección «Biblioteca Biográfica Catalana»
tenía como propósito «dar a conocer a los lectores, excelentes y cuida-
das biografías de las figuras catalanas más destacadas, y también, libros
de memorias, epistolarios y diarios que por el interés de su contenido
y la personalidad de sus autores, merezcan ser publicados y divulgados
entre el público cultivado»55. Por su parte, la editorial Planeta lanzaría,
52 Entrada del 28 de octubre de 1969, en Max AUB, La gallina ciega. Diario español,
México, Joaquín Moritz, 1971.
53 Max AUB se hace eco en su diario de la noticia de su muerte y de nuevo le sobrecoge
su postergación intelectual, en Diarios (1939-1972), ed. de Manuel Aznar Soler,
Barcelona, Alba Editorial, 1998, pp. 491-493.
54 Siglas de Agencia Editorial y Distribuidora de Obras Selectas. Formaban parte del
jurado del premio, además de Cruzet, Melchor Fernández Almagro (presidente),
Ferrán Soldevila y Martí de Riquer.
55 Lo traduzco del catalán, pero una faja de contenido similar se incluía en la colección
«Biblioteca Biográfica Aedos», destinada a albergar biografías de personajes
españoles y/o universales.
3 Véase, por ejemplo: J. REVEL (ed.), op. cit., 2006 (versión revisada de J. REVEL
(ed.), Jeux d’echelles: La mycroanalyse à l’expérience, París, Gallimard, 1996);
H. E. BÖDEKER (ed.), Biographie Schreiben, Gotinga, Wallestein Verlag, 2003; y
V. R. BERGHAHN y S. LÄSSIG (eds.), Biography between Structure and Agency:
Central European Lives in International Historiography, Nueva York, Berghahn
Books, 2008. Asimismo, monografías recientes como: N. HAMILTON, Biography,
a brief history, Cambridge-Londres, Harvard University Press, 2007; y B. CAINE,
Biography and History, Londres, Palgrave Macmillan, 2010.
4 M. RUSTIN, «Reflections on the Biographical Turn in Social Science», en
P. CHAMBERLAYNE, J. BORNAT y T. WENGRAF (eds.), The Turn to Biographical
Methods in Social Science, Londres, Routledge, 2000, pp. 33-52.
5 J. LE GOFF, «Comment écrire une biographie historique aujourd’hui?», en Le
Débat, 1989, pp. 49-50; citado por S. LORIGA, «La biografia come problema», en
J. REVEL (ed.), op. cit., 2006, p. 202. El autor tradujo el párrafo desde la versión
italiana al inglés [aquí, a su vez, del inglés al español, N.d.T.].
Josef Konvitz pudo escribir que la biografía era la «forma que falta en
los estudios históricos franceses»6. El artículo paradigmático de toda
esta crítica fue el escrito en 1986 por el sociólogo francés Pierre Bour-
dieu, sobre la cuestión de la ilusión biográfica7. Afirmaba en él que se te-
nían que evitar una narración centrada en la «novela» de una sola vida
y la tendencia a destacar anécdotas presentadas en orden cronológico.
La más amenazada por este tipo de práctica es la biografía encomiástica,
en la que el historiador investiga los primeros años y todos los detalles
de la vida de alguien con un propósito hagiográfico o apologético8.
Los años ochenta, un periodo en el que las ideologías afrontaron
una crisis profunda, fueron testigos de un renovado interés por la bio-
grafía. Pero ya antes se había observado que si bien ciertas biografías
podían ser acusadas con justicia de antihistoricidad, el género también
podría servir como un instrumento útil para el análisis social (Momi-
gliano, 19689). Como a veces sucede, la sensibilidad artística y visual
se anticipa al análisis teórico, apuntando dinámicas que en ocasiones
terminan trayendo consigo grandes cambios culturales. Así, dos años
antes de las reflexiones de Momigliano, el director de cine soviético An-
dréi Tarkovski había rodado una película de gran refinamiento estético:
Andréi Rublev10. El largometraje arrojaba luz sobre un medio cultural
que, en historiografía, pronto empezaría a expresar las temáticas que
unificarían las diferentes tendencias de la «nueva biografía». Sorpren-
dentemente, el pretendido protagonista de la película, el pintor ruso
Andréi Rublev (1360-1430), es prácticamente un personaje secundario.
meccanico cremonese del secolo XVI», en Cremona, 1929; A. BOSCHI, «Il ritratto e
la medaglia di Janello Torriano», en Cremona, 1929; S. CANTÓN, Gli artisti italiani
in Spagna, T.C.I., nov. 1930; A. BOSCHI, «Janello Torriano ancor oggi onorato e
ricordato fuori d’Italia», en Cremona, 1930; F. ZANONI, «Un brevetto pontificio
d’invenzioni del ‘500», en Bollettino Storico Cremonese, Cremona, 1940; E. FEZZI, «Il
titolo dell’I.T.I.S.: Janello Torriani», en J. Torriani, Cremona, 1981; E. FEZZI, «Nuove
notizie su Torriani», en La Provincia, 15 de marzo de 1984; E. FEZZI, «Giannello
Torriani», en I Campi e la cultura artistica cremonese del Cinquecento, catalogo della
mostra di Cremona, Milán, Electa, 1985; F. GIORDANO, «Janello Torriani», en
Celebrazioni Stradivariane, Cremona, Mondadori, 1987; F. RIGHI, «Janello Torriani,
genio del Rinascimento», en Strenna dell’ADAFA, Cremona, 1995; E. ZANESI, «Le
fonti letterarie della storia cremonese nell’età umanistico-rinascimentale (secoli
XV-XVI)», en La Scuola classica di Cremona, Cremona, La Libreria Cremona, 2000;
P. PIZZAMIGLIO, «Giannello Torriani: un caso emblematico», en G. POLITI (ed.),
Storia di Cremona: l’età degli Asburgo di Spagna, Bérgamo, Bolis, 2006.
23 S. LEYDI, «Un cremonese del Cinquecento “aspectu informis sed ingegno clarus”:
qualche precisazione per Giannello ƒa Milano», en Bollettino Storico Cremonese,
núm. 4, Cremona, 1997; R. BARBISOTTI, «Janello “Torresani”, alcuni documenti
cremonesi e il baptismum del Battistero», en Bollettino Storico Cremonese núm. 7,
Cremona, 1999.
24 Los veinte y un libros de los ingenios, y máquinas de Juanelo, los quales le mandó
escribir y demostrar el Católico Rey D. Felipe Segundo, Rey de las Españas y Nuevo
Mundo: dedicadas al Serenísimo Señor Don Juan de Austria, Hijo de el Católico
Rey D. Felipe quarto, Rey de las Españas, manuscrito conservado en la Biblioteca
Nacional, Madrid.
25 La primera, Juanelo y su artificio, pretendía ser una antología de las fuentes narrativas
relacionadas con el artificio de Juanelo. Las fuentes están recopiladas y divididas
en seis secciones que tratan sobre la biografía de Juanelo, los registros literarios
sobre el Artificio de Toledo, los intentos previos de construir una máquina que
elevara el agua en esta ciudad, el problema de una reconstrucción del siglo XX del
artificio, las demás actividades de Juanelo y una colección de imágenes de Toledo
y sus máquinas hidráulicas. El segundo libro fue escrito por Francesc Xavier Jufre
34 «[…] haveva Lionello fabricto (à guisa d’un nuovo Archimede) uccegli, I quali
non solo dibattevamo l’ali; ma cantavano anche, con meraviglia d’ognuno, come
de vivi fossero stati»: ANTONIO CAMPI, Cremona fedelissima città, et colonia dei
Romani, Cremona, 1585, p. LV.
35 Se decía que el relojero Gottfried Hautsch de Núremberg (1634-1703) había
fabricado un ejército de juguete mecánico similar durante el siglo XVII: M. G.
LOSANO, Storie di Automi: dalla Grecia Classica alla Belle Époque, Turín, Einaudi,
1990, p. 77.
36 Famiano STRADA, De bello belgico, 1648; Francesco ARISI, Cremona Litterata,
t. III, Cremona, 1741, p. 338; G. BATTISTA ZAIST, A. M. PANNI y A. LAMO,
Notizie Istoriche de Pittori, Scultori, ed Architetti Cremonesi, vol 2, Cremona, 1774,
pp. 150-156.
37 Por ejemplo, se decía que Pietro Fanzago, el creador del bonito reloj de Clusone
(1583 y todavía en funcionamiento), o un miembro de su familia había fabricado
una paloma que volaba y que era capaz de cubrir una distancia de media milla:
E. MORPURGO, Dizionario degli Orologiai Italiani, Roma, Nicola de Toma, 1950,
p. 76.
38 Herone ALESSANDRINO, De gli Automati, overo Machine Se Moventi, libri due,
traducción de Bernardino BALDI, abad de Guastalla, Venecia, 1601, p. 6.
cionar esta leyenda fue el abad Antonio Ponz41 en el siglo XVIII. García
Diego intentó dar una explicación racional a la historia, atribuyendo el
nombre de la calle a una marioneta de madera que se utilizaba para co-
lectar dinero para una institución religiosa local. No obstante, la leyen-
da también podría haber tenido un origen humanista. Así, hubo autores
del siglo XVI que se valieron de un antiguo registro griego en el que se
describían figuras de madera animadas por artefactos internos y que
servían de entretenimiento a los campesinos, que bailaban con ellas42.
Es de imaginar que la imponente presencia física en el espacio urbano
de Toledo de lo que restaba de los artificios de Turriano animara fácil-
mente las mentes de los locales a crear o transformar los recuerdos del
encomiado relojero para convertirlo en una figura cargada de misterio.
Después de todo, la máquina elevadora de agua había sido comparada a
un gigante bailarín43.
Por último, quisiera mencionar una vez más la controversia sobre la
autoría de Los veintiún libros de los ingenios y de las máquinas de Juanelo
Turriano: si realmente el manuscrito no tiene nada que ver con Juanelo,
atribuirle a él la autoría sería un testimonio más de la dimensión del
halo mítico del relojero.
Mi biografía sobre Turriano pretendía ser tanto la historia de un
hombre extraordinario como una historia paradigmática de cómo se
practicaba la innovación tecnológica en el siglo XVI. Por un lado, Tu-
rriano fue un hombre de un talento increíble, al tiempo que su empleo
en las Cortes imperial y española, su trayectoria quedó registrada en
numerosos documentos, que dan al historiador un generoso volumen de
material para el análisis. Estas abundantes huellas me dieron la oportu-
nidad de destacar algunos de los rasgos característicos de la innovación
tecnológica del siglo XVI y su relación con el poder.
Por otro lado, se puede considerar a Turriano como una figura pa-
radigmática. Representa bien las categorías del polímata renacentista, el
«trabajador superior» y el artesano de Corte. Turriano practicaba una
scientia media como la mecánica y dominaba los dos polos del cono-
41 Antonio PONZ, Viage de España, en que se da noticia de las cosas mas apreciables,
y dignas de saberse, que hay en ella, tomo I, Madrid, Imp. de Joaquín Ibarra, [1769]
1776, pp. 143-144.
42 Herone ALESSANDRINO, De gli Automati, overo Machine Se Moventi, libri due,
traducción de Bernardino BALDI, abad de Guastalla, Venecia, 1601, pp. 4-6.
43 L. MORENO NIETO y A. MORENO SANTIAGO, op. cit., 2006.
44 B. LEPETIT, «Il concetto di scala», en J. REVEL (ed.), op. cit., 2006, p. 92.
45 Aprovecho este artículo para agradecer a todos ellos, profesores e investigadores,
su valiosa ayuda.
46 Véase la nota 5.
47 P. A. ROSENTAL, «Costruire il macro attraverso il micro», en J. REVEL (ed.), op.
cit., 2006, p 165.
48 Lepetit cita a Guy Bois y su elección de un enfoque microhistórico para su
estudio del sistema feudal, con la conciencia de contemplar este enorme problema
historiográfico desde una perspectiva invertida. Guy Bois, de hecho, observó el
problema centrándose en una pequeña comunidad de Borgoña entre finales del
viejo milenio y el comienzo del nuevo: B. LEPETIT, «Il concetto di scala», en
J. REVEL (ed.), op. cit., 2006, p. 92; G. BOIS, La mutation de l’an mil, París, Librairie
Fayard, 1989.
49 S. CERUTTI, «Processo ed Esperienza: La nascita dei corpi di mestiere a Torino tra
Sei e Settecento», en J. REVEL (ed.), op. cit., 2006, p. 170.
50 Por ejemplo, sigo este enfoque cuando intento responder la cuestión de por qué un
relojero era miembro del gremio de los herreros.
51 S. CERUTTI, «Processo ed Esperienza: La nascita dei corpi di mestiere a Torino tra
Sei e Settecento», en J. REVEL (ed.), op. cit., 2006, pp. 174-180.
52 Caine ha subrayado cómo la digitalización y la búsqueda digital han cambiado
recientemente la manera en que los profesionales de la historia están llevando a
cabo su investigación: prosopografía, análisis de contactos, son mucho más fáciles
gracias a la tecnología informática: B. CAINE, op. cit., 2010, p. 60.
53 Este ascenso de estatus se trata de algo más que de una simple ganancia material:
orgullo personal y el honor conectado a la lealtad también eran parte probable
de la recompensa que Turriano esperaba obtener de la inversión de su capital
personal.
54 M. BIAGIOLI, Galileo Courtier. The practice of science in the culture of absolutism,
Chicago-Londres, Chicago University Press, 1993, p. 3.
Conclusiones
En conclusión, me gustaría citar el esquema de cinco puntos de Lässig
para ilustrar los propósitos y los logros de la biografía contextualizada.
Encuentro esta síntesis convincente y la suscribo:
1. Las biografías recientes ciertamente apoyan y refuerzan el giro general
que se aleja de lo abstracto y tiende hacia lo concreto [...], la época de
grandes cambios y de ideologías aparentemente sin defectos está acabada,
o eso parece.
2. Ni la historia social tradicional ni el estructuralismo o la teoría del dis-
curso podrán explicar por sí solos por qué y cómo unas estructuras e ins-
tituciones aparentemente estables, unos sistemas simbólicos coherentes o
dores que con quienes prefieren dejar las cosas como están. Quizá por
ello tendía a empatizar con él a medida que observaba su pugna (que me
parecía muy inteligente) con los numerosos problemas a los que se en-
frentaba España en ese momento de su historia. No obstante, esto plan-
tea la cuestión de en qué medida necesita un biógrafo sentir simpatía
hacia su protagonista para trazar su vida con buenos resultados. Sería
interesante saber cómo Paul Preston, por ejemplo, se enfrentó a la tarea
de escribir su biografía de Franco, por quien no parece sentir ninguna
simpatía en absoluto8.
Poco después de partir hacia España en 1954, para comenzar a tra-
bajar en los archivos en lo que esperaba que fuera una tesis doctoral
sobre los proyectos del conde-duque para la reforma interna, descubrí,
más bien fortuitamente, que sus papeles de Estado y personales habían
sido destruidos a finales del siglo XVIII por un incendio en el palacio
de los duques de Alba en Madrid. Ningún historiador anterior, que yo
supiera, había tenido conocimiento de tal catástrofe. Esta noticia de-
moledora me llevó de una tesis sobre el conde-duque de Olivares y sus
políticas a un estudio sobre la rebelión de Cataluña contra su gobierno
en 16409. En el transcurso de esta labor, leí naturalmente muchas de sus
contribuciones a los debates del Consejo de Estado conservadas entre
los papeles de Estado de los archivos públicos, y ello me persuadió de
que podía hacer más sobre su periodo en el poder cuando dispusiera
de tiempo. Todo el ámbito de la política exterior española durante esa
época, por ejemplo, me parecía merecer un estudio más detallado. Sin
embargo, teniendo en cuenta la destrucción de su archivo, una biografía
al uso, aun si me hubiera atraído la idea, parecía fuera de lo realizable.
A primera vista, la falta de esa documentación empujaba a descartarla,
si bien solo una búsqueda exhaustiva en los archivos españoles y eu-
ropeos podía confirmar si se trataba de un obstáculo insuperable, y yo
no estaba entonces en posición de emprender el tipo de investigación
sistemática que se necesitaba.
Se sumaban otros dos importantes factores disuasorios para escribir
una biografía, factores que tuve muy presentes cuando decidí finalmen-
12 Erik H. ERIKSON, Young Man Luther: a Study in Psychoanalysis and History, Nueva
York, W. W. Norton, 1958.
como estadista, Marañón nos proporciona solo una visión muy limitada
de cómo la pasión de mandar encontraba expresión en el mundo de la
política. La personalidad de Olivares sobresale clara y rotundamente
pero, en mi opinión, no se establece una relación convincente entre esa
personalidad y el entorno histórico en que el conde-duque se había for-
mado y dentro del cual actuaba.
Braudel señalaba algunos puntos débiles del trabajo de Marañón
en una reseña escrita en 1947, la cual me parece que pone de relieve la
problemática relación entre el historiador y el biógrafo13. Braudel elogia
con razón muchos aspectos del libro, argumentando que en adelante los
historiadores no podrán ignorar «el flujo y reflujo de una vida orgáni-
ca incapaz de encontrar nunca la calma». Por otra parte, apunta que, a
pesar de algunos pasajes excelentes, «el cuadro de la época sobre la cual
se destaca la vida del conde-duque me parece un telón de fondo suma-
rio, un decorado teatral, y no lo que es: una fuente de vida». «No hay
biografía posible —proseguía— sin la lenta y meticulosa exploración
de una época, de su utillaje mental, de su sensibilidad, sin la fijación de
sus valores corrientes, sin el minucioso estudio de una civilización en el
sentido más amplio, del medio vital, biológico, en el cual el héroe que se
ha escogido se mueve, actúa y por el cual finalmente se explica en parte».
Braudel concluía haciendo una serie de afirmaciones que, cuando
las leí por primera vez, me hicieron sentir escalofríos: «La biografía es el
género más difícil de la historia: a cada instante el personaje escapa a los
historiadores, se burla de nosotros o, cuando se entrega, deja en nues-
tras manos una piel que no siempre es la suya propia… Confieso que si
tuviera el deseo de estudiar al conde-duque de Olivares, retrocedería
ante la enormidad de la tarea. ¿Acaso es posible capturar al hombre si
no se siguen los trabajos día a día, durante más de veinte años, de quien
fue el dueño del imperio hispánico, empeñado en leer, en escribir, en
mandar, en oponerse a las circunstancias o en utilizarlas? Y, más allá de
esta investigación, ¿qué se sabría del hombre?».
No puede sorprender que, a la luz de ese veredicto pronunciado
por el gran Braudel, vacilara antes de embarcarme en un estudio bio-
gráfico extenso. Parecía ser otro caso del riesgo por excelencia para los
biógrafos: una vida por otra. Pero el desafío estaba allí, la ocasión se
con Richelieu dos años mayor que el valido español; ambos habían sido
destinados por sus familias a carreras eclesiásticas; ambos ascendieron
hasta convertirse en los principales ministros de sus respectivos monar-
cas y tenían aguda conciencia de su continua dependencia del favor real
para su supervivencia; ambos permanecieron en el cargo aproximada-
mente el mismo periodo de tiempo; y ambos llegaron a la conclusión, a
regañadientes, que no tenían más remedio que luchar entre sí.
No basta simplemente con señalar paralelos y semejanzas. Es tam-
bién necesario explicarlos, y al intentarlo llegué a darme cuenta de
la medida en que los dos hombres compartían una cultura común: la
cultura religiosa de la Europa de la Contrarreforma y la cultura filosófica
del neo-estoicismo. Mi conciencia cada vez mayor de ello me permitió
distanciarme algo de la propia España y situar su sociedad y su cultura
en un contexto europeo más amplio. Al proporcionarme una perspec-
tiva alternativa, muy necesaria en mi opinión, este estudio paralelo de
los dos ministros, y hasta cierto punto de los dos países, me ayudó a
escapar de lo que podría haber llegado a ser una excesiva identificación
con Olivares y sus problemas y, al menos así me gusta pensarlo, a con-
servar un cierto equilibrio a medida que avanzaba hacia la conclusión
de su biografía.
El mismo Richelieu, a diferencia de Olivares, había sido objeto de
incontables biografías, la mayoría de ellas afectadas, en mayor o menor
grado, de lo que podría denominarse «el síndrome del gran hombre». El
problema fundamental para cualquier biógrafo político, como apuntaba
Braudel en su reseña, estriba en la relación entre el personaje que ocupa
el centro del relato y su entorno político, social y cultural. ¿En qué me-
dida está trazando un rumbo en solitario? ¿Hasta qué punto reflejan sus
puntos de vista los de sus contemporáneos, o al menos los de un grupo
selecto de ellos? ¿Qué proporción de sus éxitos o fracasos se debe a su
propia personalidad y sus propias convicciones, y cuánto se debe al con-
texto, tanto nacional como internacional, en el que ha de actuar?
Al reflexionar sobre estas preguntas, me tuve que enfrentar inevi-
tablemente con una de las cuestiones que me han perseguido desde que
comencé a investigar sobre la España del siglo XVII: la cuestión de la
decadencia. La historia de este periodo se ha situado tradicionalmente
dentro del marco de la decadencia de España y tenía que preguntarme
hasta qué punto palabras como decadencia o declinación representaban
las realidades de la época y hasta qué punto se trataba de un concepto
18 Jonathan BROWN y J. H. ELLIOTT, A Palace for a King. The Buen Retiro and the
Court of Philip IV, New Haven y Londres, Yale University Press, 1980; edición
revisada y ampliada, 2003 (traducción española, Un palacio para el rey, Madrid,
Taurus, 2003).
Quisiera comenzar este breve ensayo con una aclaración, además de con
una breve confesión. La aclaración es que yo no soy ni nunca he sido un
biógrafo. Lo más cercano que he llegado a escribir algo parecido a una
biografía ha sido un capítulo de un libro que publiqué en 1998 sobre la
escritura autobiográfica de los artesanos y otros miembros de las clases
populares en la Edad Moderna. Y en aras de la verdad, he de admitir
que esa resultó ser una experiencia bastante frustrante.
Todo empezó bien. Disfruté muchísimo mientras trabajaba con
un texto bastante singular, un largo manuscrito redactado desde 1626
a 1660 por un maestro zurrador de pieles barcelonés, Miquel Parets,
quien se convirtió en protagonista del libro que acabo de mencionar1.
El texto mismo era una combinación excepcional pero no única de au-
tobiografía, memoria familiar y crónica urbana contemporánea. Daba
mucha información sobre un autor más bien oscuro, así como sobre los
acontecimientos que se desarrollaron en su ciudad durante los duros
tiempos de mediados del siglo XVII. Lo que más me llamó la atención
mientras investigaba y leía era la cuestión completamente desfasada de
la intencionalidad: es decir, ¿por qué un maestro artesano hizo tan gran
esfuerzo para escribir esta crónica personal y al mismo tiempo pública?
1 Miquel Parets, «De molts sucsesos que han sucseÿt dins Barselona y en molts altros
llochs de Catalunya dignes de memòria» (1626-1660), en la Biblioteca Universitària
de Barcelona (B.U.B.)/Mss. 224-225. La parte que narra la peste de 1651-2 ha sido
publicada como Miquel PARETS, Dietari d’un any de pesta. Barcelona 1651 (ed.
de James S. Amelang y Xavier Torres), Vic, EUMO Editorial, 1989; mientras tanto,
el primer tomo de la edición del texto original completo ha salido como Miquel
PARETS, Crónica. Llibre I/1. Vol. I (ed. de M. Rosa Margalef, James S. Amelang,
Antoni Simon y Xavier Torres), Barcelona, Barcino, 2011. El estudio también men-
cionado es James S. AMELANG, El vuelo de Ícaro: La autobiografía popular en la
Europa Moderna, Madrid, Siglo XXI, 2003.
2 «Cinc taulas ab sos banchs capitells de escriurer los minyons», en Arxiu Històric
de Protocols, Barcelona (A.H.P.B.)/Miquel Serra, Llibre de inventaris i encants,
1640-1652, s.p. (23 de enero de 1660).
3 Peter BURKE, «The Uses of Literacy in Early Modern Italy», en su The Historical
Anthropology of Early Modern Italy, Cambridge, Cambridge University Press, 1987,
pp. 110-131.
Desde luego, esta no era una pista cien por cien concluyente. Pero sí
ayudó a vincular el rompecabezas de por qué Parets escribió una cróni-
ca con la pregunta más sencilla de cómo llegó a ser capaz de escribir,
en general. Esto —y una misteriosa referencia a la figura mitológica
de Ícaro en una versión posterior de su texto— me dotó de las pistas
preliminares que me permitieron formular una hipótesis más amplia
sobre cómo y por qué algunos artesanos y campesinos se adentraron
en el mundo de la escritura no solo como lectores, sino también como
autores.
Viendo todo esto desde la perspectiva de hoy, pondría énfasis en la
existencia de una vinculación diferente y más directa entre el texto de
Parets y la biografía. Al final del primero de los dos tomos de su crónica,
aparece una lista de acontecimientos que incluye una serie donde se re-
gistra la muerte de varios maestros zurradores. Al nombre de cada uno
y la fecha de su fallecimiento, añadió unas muy breves, incluso telegrá-
ficas, referencias a su carácter y a su posible descendencia (esta última
cuestión tenía que ver con el negocio, porque si existía una viuda y/o
algún heredero masculino no se procedería al cierre permanente del
taller). Entre estas entradas se encuentran las dos siguientes:
-El lunes 19 de abril enterraron al zurrador Francesc Quadrada, que era
un hombre muy perezoso que casi nunca trabajaba sino que era muy
aficionado al juego. Y murió de beber mucho vino fresco mientras estaba
cansado... esto le pasó muy de repente y él dejó a una mujer y tres o cuatro
hijos y cuando murió cerraron su taller.
-El sábado 12 de junio enterraron al zurrador Antoni Colomer que era
un hombre de mediana edad y que también murió de atragantar y él
normalmente trabajó para otros y deja algunos hijos y cuando murió
cerraron el taller.4
Volveré a esta curiosa lista más adelante. Pero antes de hacerlo,
quisiera aclarar algo que tiene que ver (indirectamente) con ella: la re-
ferencia a los pollos en el título de esta intervención. Tiene su origen
en el nombre bastante extraño que se dio en el municipio de Londres
al cargo que ocupó un tal Richard Smyth desde 1644 a 1655. Se llama el
Secondary of the Poultry Counter —literalmente, el Ayudante del Con-
tador de la Pollería, esta última siendo una cárcel ubicada en Poultry
Lane (la calle de la pollería), en el lado oriental de Cheapside, la avenida
comercial más importante del centro urbano5—.
Dos singularidades rescataron a este Smyth del olvido de los tiem-
pos. La primera era la hazaña de haber coleccionado la más nutrida bi-
blioteca de libros y manuscritos, luego dispersada por una subasta en
la Inglaterra del siglo XVII6. La otra era su hábito de mantener durante
casi cincuenta años un diario igual de distintivo. Conocido como el Obi-
tuary, o necrología, se trata de una lista ordenada cronológicamente de
ciertos individuos que murieron en Londres desde 1627 a 16747. Basta
un vistazo a la primera página para comprender su estructura. La pri-
mera entrada lleva la fecha del 8 de octubre de 1606 y cita —de forma
retrospectiva, porque Smyth especifica que comenzó la redacción a fi-
nales de los 1620— la muerte de su propio abuelo. Luego siguen breves
menciones de la defunción de otros individuos, ordenadas cronológica-
mente por año y mes. En algunas entradas el difunto —aparecen muy
pocas mujeres— viene identificado por su oficio, título o cargo, y de
vez en cuando Smyth especifica la causa de la muerte y ofrece otra in-
formación sobre él, por ejemplo, su edad, dónde vivía y/o los nombres
de algunos parientes8.
5 Para la historia de esta cárcel (donde estaban encerradas sobre todo mujeres
detenidas por delitos menores), véase E. D. PENDRY, Elizabethan Prisons and
Prison Scenes, Salzburgo, Institut für englische Sprache und Literatur, Universität
Salzburg, 1974, especialmente pp. 54-99; una breve descripción del cargo que
ocupaba Smyth se encuentra en B. R. MASTERS, «City Officers, II: The Secondary»,
en Guildhall Miscellany, vol. 2, nº 10, 1968, pp. 425-433. Un edificio bien conocido
en Londres durante centurias, el Counter, dejó de existir en el siglo XIX. Lo que
ocupa su lugar ahora es fruto de los destrozos de la Luftwaffe, seguidos de la
inspiración de un famoso arquitecto escocés.
6 Más detalles en E. G. DUFF, «The Library of Richard Smith», en The Library, vol.
8, 1907, pp. 113-133.
7 Richard SMYTH, The Obituary of Richard Smyth: Secondary of the Poultry Compter,
London: Being a Catalogue of All Such Persons as He Knew in Their Life: Extending
from A.D. 1627 to A.D. 1674 (ed. de sir Henry Ellis), Londres, Camden Society, 1849.
8 La primera página llama la atención por la mención de tres incidentes notorios de
muerte violenta: el asesinato del duque de Buckingham, el homicidio del escritor
y político Fulke Greville por un criado enloquecido, y el linchamiento del famoso
charlatán y mago Dr. John Lambe. Este último fue objeto de un excelente estudio
reciente de Alastair BELLANY, «The Murder of John Lambe: Crowd Violence,
money sufficiently found, by him, to have satisfied his wants», en R. SMYTH, The
Obituary, p. 98.
11 Como en una entrada fechada el 20 de junio de 1631, cuando escribió del zurrador
Miquel Baset (que era además su tío) que «la fama era que tenia molts dines sino
que los tenia secrets y sempre feya lo pobre» (B.U.B./Ms. 224, f. 105v.) La atención
que dedicó Parets a la cuestión de la avaricia sin duda tenía motivos más inmediatos
y prácticos que en el caso de Smyth. El interés que mostraba el barcelonés en los
posibles ahorros de un compañero estaba relacionado con la posibilidad de que
este dinero fuera utilizado por los herederos para mantener abierto el taller. Esto
era un asunto que afectaba a todos los miembros del gremio y explica por qué
Parets también mencionó el cierre de los talleres en las dos necrologías citadas
previamente.
12 Este es un tema central en HARDING, «Mortality…», 1998. Desde luego, sería
interesante releer otros textos individualizantes de la misma época con la cuestión
de la personalización en mente. Uno podría vislumbrar un continuo que tiene
en un extremo la recogida y exposición de datos muy íntimos por un lado —el
ejemplo de The History of Myddle, de Richard GOUGH, viene inmediatamente a la
mente— y, ocupando el otro extremo, una collectanea completamente impersonal,
como, por ejemplo, un padrón de habitantes o cualquier otro censo.
15 Natalie Zemon DAVIS, Fiction in the Archives: Pardon Tales and Their Tellers in
Sixteenth-Century France, Stanford, Stanford University Press, 1987.
16 Alessandro STELLA, Histoires d’esclaves dans la Péninsule Ibérique, París, Éditions
EHESS, 2000, pp. 17-19. En la p. 15, el autor se refiere a tales historias como
«noticias biográficas modestas, en comparación con los relatos autobiográficos de
esclavos», como el de Olaudah Equiano, o las biografías más amplias reconstruidas
a partir de testimonios orales, como en el caso de la reelaboración por parte de
Miguel BARNET de la vida del antiguo esclavo cubano Esteban Montejo (Biografía
de un cimarrón, Barcelona, Ariel, 1968).
20 Más información en: Nancy G. SIRAISI, «Cardano and the Art of Medical
Narrative», en Journal of the History of Ideas, vol. 51, 1991, pp. 581-602; Lauren
KASSELL, «How to Read Simon Forman’s Casebooks: Medicine, Astrology, and
Gender in Elizabethan London», en Social History of Medicine, vol. 12, 1999,
pp. 3-18; Barbara Howard TRAISTER, The Notorious Astrological Physician of
London: Works and Days of Simon Forman, Chicago, University of Chicago Press,
2001, especialmente pp. 56-80; y Michael MACDONALD, Mystical Bedlam:
Madness, Anxiety, and Healing in Seventeenth-Century England, Cambridge,
Cambridge University Press, 1981, especialmente pp. 26-32. También existen
algunos textos donde médicos no inclinados a la astrología registraban información
biográfica sobre sus pacientes. Tal vez la fuente más rica en ese sentido sean los
múltiples volúmenes de «Ephemerides», del famoso físico hugonote Théodor
MAYERNE, ahora en la British Library. Para un estudio detallado basado en esos
cuadernos, véase Brian NANCE, Turquet de Mayerne as Baroque Physician: The Art
of Medical Portraiture, Ámsterdam, Rodopi, 2001.
21 Como, por ejemplo, la sexta poesía, «Cassius Hueffer»; véase Edgar Lee MASTERS,
Spoon River Anthology, introducción de May SWENSON, Nueva York, Collier,
1962, p. 29. Una traducción al inglés del Book of Aneirin se encuentra en la página
web del «Celtic Literature Collective» en http://www.maryjones.us/ctexts/aindex.
html (consultada el 23 de enero de 2014).
26 Me refiero aquí a uno de los padres fundadores del género biográfico en lengua
inglesa, John AUBREY, cuya obra más famosa se llamaba precisamente Brief Lives
(Vidas breves), escrita entre 1669 y 1696.
13 Pierre BOURDIEU, Raisons pratiques: sur la théorie de l’action, París, Seuil, 1994;
Bernard LEPETIT (ed.), Les formes de l’expérience: une autre histoire sociale, París,
A. Michel, 1995; y Gabrielle M. SPIEGEL, «La historia de la práctica: nuevas ten-
dencias en historia tras el giro lingüístico», en Ayer, 62 (2006), pp. 19-50.
14 Cómo la biografía puede convertirse en escenario privilegiado desde el que poder
observar la relación entre normas y prácticas o entre individuo y grupo es un
asunto sobre el que llamó la atención Giovanni LEVI, «Les usages…», pp. 1333-
1335. El carácter relacional de la identidad en Natalie Z. DAVIS, «Boundaries
and Sense of Self in Sixteenth Century France», en Thomas C. HELLER et al.
(eds.), Reconstructing Individualism. Autonomy, Individuality, and Self in Western
Thought, Stanford (California), Stanford University Press, 1986, pp. 53-63; James
S. AMELANG, El vuelo de Ícaro: la autobiografía popular en la Europa moderna,
Madrid, Siglo XXI, 2003; y Mónica BOLUFER, «Identidad individual y vínculos
sociales en el Antiguo Régimen: algunas reflexiones», en James. C. DAVIS e Isabel
BURDIEL (eds.), El otro, el mismo: biografía y autobiografía en Europa (siglos XVII-
XX), Valencia, Universitat de València, 2005, pp. 131-140.
15 A excepción del trabajo de Fernando BOUZA, «La correspondencia del hombre
práctico. Los usos epistolares de la nobleza española del Siglo de Oro a través de
seis años de cartas del tercer conde de Fernán Núñez (1679-1684)», en Cuadernos
de Historia Moderna. Anejos, IV (2005), pp. 129-154.
sobre la vida y obra del III conde de Fernán Núñez, un hombre práctico
a caballo entre los siglos XVII y XVIII.
No siendo posible abordar aquí los tres espacios de experiencia (la
práctica diplomática, la construcción y transmisión de memoria fami-
liar, y las relaciones ínter-nobiliarias), en esta ocasión me centraré en
la relación entre escritura, linaje y memoria y sus implicaciones en la
construcción y representación de identidades.
Escritura e identidades:
paterfamilias y cortesanía práctica
El 5 de marzo de 1644 nacía don Francisco Gutiérrez de los Ríos, hijo de
don Diego de los Ríos y Guzmán y de doña Ana Antonia de los Ríos y
Quesada, II condesa titular de la Casa de Fernán Núñez16. No fue hasta
la muerte de su madre en 1660 cuando en virtud de su primogenitura
heredaría el título, convirtiéndose en el decimoctavo señor y III conde
de la villa de Fernán Núñez y de las de Bencalez y la Morena. Junto a los
privilegios del título, don Francisco heredó en aquel momento un patri-
monio material y simbólico, y un conjunto de vínculos y obligaciones
que, transmitidos de generación en generación, también conformaban
la herencia familiar. El apellido, el escudo de armas, la fortaleza-palacio,
el mayorazgo, el patronato que ejercía el linaje sobre la iglesia de Santa
Marina de Fernán Núñez y sobre el monasterio de La Concepción de
Córdoba, así como las devociones propias de la Casa o los lugares de
enterramiento eran algunos de los símbolos, bienes y espacios a través
de los cuales los Fernán Núñez representaban su identidad distinguién-
dose de otras familias nobles y hacían visible su posición privilegiada
en la sociedad. Cada nuevo titular de la Casa debía contribuir al man-
tenimiento del privilegio y capital (económico, simbólico y relacional)
heredado y, en lo posible, aumentarlo. Don Francisco Gutiérrez de los
Ríos, viudo17 y a cargo de sus tres hijos (dos varones y una mujer), se
ocupó de la administración de sus dominios y de la colocación de su
prole, hizo uso del capital relacional que le aportó su matrimonio con
doña Catalina Zapata forjando lazos de amistad política con nobles bien
posicionados en la Corte de Madrid, hizo méritos en el servicio a la Co-
rona y se ocupó de un aspecto fundamental de la economía doméstica:
la memoria del linaje.
La representación pública de la identidad nobiliaria era un arma
fundamental en la lucha por el reconocimiento. Era de vital importan-
cia publicar, dar a conocer, la pertenencia a una determinada comuni-
dad genealógica, cuanto más antigua y heroica mejor, aunque para ello
hubiera que inventarse fabulosos principios y ocultar manchas en la
sangre. Junto a la genealogía, las casas nobiliarias se valieron de otras
formas y prácticas para representar y publicar su rango e identidad,
como los escudos de armas que identificaban a sus linajes y que se exhi-
bían en los palacios y en los conventos, iglesias u hospitales que habían
sido fundados por sus miembros y en los que ejercían su patrocinio.
También los sepulcros y capellanías contribuían a comunicar su estatus
y la unidad del linaje y a conservar la memoria y generar opinión18. La
arquitectura y decoración de la morada, los testamentos, así como un
variado conjunto de ceremonias fueron soportes, espacios y escenarios
en los que se creaba, transmitía, publicaba y perpetuaba una memoria e
identidad familiares y aristocráticas.
Dada su importancia en la construcción de su identidad, el III
conde de Fernán Núñez encargó una historia genealógica de su Casa a
Luis de Salazar y Castro19, se ocupó de diseñar su sepultura20, empren-
dió diversas iniciativas de patrocinio religioso y caritativo, y tomó una
serie de decisiones que afectaron la vida de diversos objetos. Dentro
de este conjunto de prácticas dirigidas a crear memoria y opinión puede
situarse asimismo la publicación de El hombre práctico, una acción de
24 Ibíd., vol. I, pp. 17-20. Véase también su vol. II, dedicado a la descendencia
portuguesa de este célebre texto.
25 Citado en Fernando BOUZA, Imagen y propaganda…, p. 204.
26 Citado en FREITAS CARVALHO, Pais e nobres…, vol. II, p. 67.
27 AHN-SN, Fernán Núñez, C. 961-2, fol. 47r-47v, citado también en Fernando
BOUZA, «La correspondencia…», pp. 142-143.
28 Peter BURKE, Los avatares del cortesano. Lecturas y lectores de un texto clave del
espíritu renacentista, Barcelona, Gedisa, 1998; y Amedeo QUONDAM, El discurso
cortesano, Madrid, Editorial Polifemo, 2013.
29 Carolina BLUTRACH, «Cortesanía y diplomacia: la obra del III conde de Fernán
Núñez leída a través de su experiencia en Suecia», en Mónica BOLUFER, Carolina
BLUTRACH y Juan GOMIS (eds.), Educar los sentimientos y las costumbres: una
mirada desde la Historia, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 2014,
pp. 31-50.
30 Enrique GACTO, «El grupo familiar en la Edad Moderna en los territorios del
mediterráneo hispánico: una visión jurídica», en James CASEY (ed.), La familia en
la España mediterránea (siglos XV-XIX), Barcelona, Crítica, 1987, pp. 36-64.
31 Ibíd., p 43.
32 «De la instrucción infantil» y «De las obligaciones recíprocas en los padres, hijos,
hermanos, parientes y criados», respectivamente.
33 Gianna POMATA, «Legami di sangue, legami di seme. Consanguineità e agnazione
nel diritto romano», en Quaderni Storici, 86:2 (1994), pp. 299-334.
34 Es cierto que, en la práctica, la parentela y el vínculo materno fueron determinantes
para la supervivencia del linaje, realidad que se torna visible en textos y pruebas
genealógicas y en otras formas de la memoria familiar.
35 María Victoria LÓPEZ-CORDÓN CORTEZO, «Familia, sexo y género en la España
Moderna», en Studia Historica. Historia Moderna, 18 (1998), pp. 105-134; Isabel
MORANT, Discursos de la buena vida. Matrimonio, Mujer y Sexualidad en la
Literatura Humanista, Madrid, Cátedra, 2002; y Mónica BOLUFER, «Medicine and
the Querelle des Femmes in Early Modern Spain», en Medical History, Suplemento
nº 29 (2009), pp. 86-106. Fernán Núñez se refirió a la diferente función de los
cónyuges en su discurso LVI, «De los matrimonios».
familiares y se recurrió a él, igual que ocurría con los libros de familia,
por su utilidad más inmediata (la utilidad práctica de sus enseñanzas)
y también por el uso ritual y valor simbólico que adquirió dentro de la
familia como signo de identidad de la Casa de Fernán Núñez. El hombre
práctico apareció citado en otros libros, documentos y discursos fami-
liares superando así su dimensión de objeto físico para entrar a formar
parte de la vida e imaginario familiar. El nuevo significado que alcanzó
el texto en este proceso contribuyó a reforzar el lugar que el III conde
de Fernán Núñez y su obra ocuparon en el linaje y en la posteridad.
49 AHN-SN, Fernán Núñez, C. 430-14. Libro que contiene los motivos, principios y
conclusión de la capilla de Santa Escolástica. Diario de las Fiestas que se celebraron;
Instrumentos de las gracias y obligaciones anexas à la Fundación. Puesto en orden por
precepto del Exmo. Señor D. Carlos Gutiérrez de los Ríos, Rohan, etc. XXII Señor y VI
Conde de la Villa de Fernán Núñez. Año de MDCCLXXXVI, Córdoba, En la Imprenta
de D. Juan Rodríguez de la Torre.
50 Ibíd., fol. 2r.
preso incluyó una Nota en la que su autor aclaraba que no había estado
en su ánimo imprimir su escrito, «pues lo hice solo para dexar a mis
hijos después de mis días un testimonio de mi amor». Pero añadía que
finalmente había recurrido a las prensas «para estar seguro que llegue
a mis hijos, y a los suyos, sin que se altere en nada su contenido». La
escena representada un siglo atrás por su abuelo se repetía en esta nueva
práctica de escritura semiprivada dedicada a la educación de su prole a
la que un auditorio más amplio tendría acceso. Con las siguientes pala-
bras cerraba su texto para la educación de nobles el VI conde de Fernán
Núñez: «Estos son, hijos míos, las últimas lecciones de un Padre que os
ama y desea vuestro bien, y el de vuestra casa y familia. A este fin solo
se dirige este escrito, y con esta consideración deberá leerle el que lo
encontrase por acaso»54.
Las razones y efectos de los discursos que formaban El hombre
práctico y la Carta a sus hijos, entre la cultura política cortesana y las
obligaciones familiares, apenas habían cambiado a pesar del siglo que
los separaba. Ambos textos remiten a un uso de la escritura como «he-
rramienta para el recuerdo e instrumento para la expresión de las iden-
tidades personales y colectivas»55. Ambos guardaban memoria del perfil
práctico de sus autores, quienes a través de la pluma y los tipos móviles
pudieron representar públicamente su condición y función sociales, y
sus obligaciones paternas. Sus escritos no solo contribuirían a aumentar
la fama y reputación individual de sus autores en los contextos especí-
ficos en los que fueron creados y publicados (y en cada acto de lectura),
sino que acabaron por convertirse en signos de identidad y de memoria
de la Casa. Legado simbólico y práctico para sus descendientes, la con-
servación de El hombre práctico en el archivo familiar produjo efectos
de ritualidad, convirtiéndose en un lugar de evocación del imaginario
familiar y en ejemplo de virtud que futuras generaciones usaron en la
construcción de su propia imagen, reputación y memoria, presentándo-
se como herederos y seguidores de aquel ejemplo. La relectura y apro-
piación que el VI conde de Fernán Núñez hizo de la vida y obra de su
antepasado explican, en parte, la revitalización que El hombre práctico
tuvo en el siglo XVIII, más allá de su atribuida modernidad.
Conclusiones
La adopción de un enfoque biográfico permite poner en relación la ac-
ción de escritura del III conde de Fernán Núñez con su experiencia
cortesana y nobiliaria, propiciando la atención a contextos previamente
no explorados. Cambiar el foco del texto al sujeto y explorar la relación
dinámica entre ambos permite ofrecer nuevas interpretaciones sobre la
vida y obra del III conde de Fernán Núñez; una vida y una obra que
adquieren nuevos significados si se analizan dentro de un conjunto de
prácticas sociales y culturales cortesanas y dentro de la historia de una
comunidad como es el linaje, donde la memoria fue una herramienta in-
dispensable para la construcción y representación de la imagen pública
de la nobleza que sirvió, además, como arma contra el olvido. Desde
esta perspectiva, la obra de Gutiérrez de los Ríos puede ser analizada
como un espacio donde el sujeto construye y representa su identidad
entre la cortesanía práctica y su rol como cabeza de linaje. Por otro
lado, en lo que a reconstrucción de contextos se refiere, el estudio de
este caso subraya las posibilidades que ofrece flexibilizar la noción de
tiempo. Tomar en consideración no solo el tiempo de la vida del sujeto
sino también el tiempo de la historia familiar, del linaje, que integra a
antepasados y descendientes y donde se establece un permanente diá-
logo entre el pasado, el presente y el futuro, permite ampliar los marcos
interpretativos.
El III conde de Fernán Núñez no es solo lo que hizo, sus acciones,
las diferentes maneras en las que representó sus identidades en distin-
tos momentos y escenarios, y cómo nosotros, los historiadores, las in-
terpretamos; la compleja y dinámica identidad del III conde de Fernán
Núñez está conformada asimismo por las diferentes maneras en las que
fue recordado e imaginado por otros, coetáneos o no. Así, conocer el uso
que uno de sus descendientes hizo de su figura en la construcción de su
propia identidad se ha revelado fundamental para entender la difusión
que El hombre práctico tuvo durante el siglo XVIII y discutir tradicio-
nales interpretaciones al respecto. Recordemos que la publicación de
las dos ediciones dieciochescas de los discursos del III conde de Fernán
Núñez salieron a la luz durante la titularidad del VI conde, quien cons-
truyó su imagen como cortesano y cabeza de su linaje apoyándose en la
vida y obra de su abuelo a quien tomó como modelo convirtiéndolo en
referente del imaginario familiar, en un momento histórico en el que la
nobleza se enfrentaba a nuevos retos. En definitiva, la atención a nuevos
espacios temporales de relación permite ampliar, matizar e incluso dis-
1.
Los caminos que llevan a una investigación histórica y la forma que
esta acaba tomando son con frecuencia más azarosos de lo que nos gusta
reconocer, aunque vistos en perspectiva revelen, en ocasiones, eleccio-
nes e inflexiones historiográficas reconocibles. Es en este sentido como
entiendo y querría desarrollar en estas páginas mi utilización del enfo-
que biográfico y sus virtualidades en el análisis histórico, a partir de la
reflexión sobre la propia experiencia investigadora.
Sin pretenderlo del todo, hace años inicié lo que acabaría convir-
tiéndose en un estudio extenso a propósito de la vida y la escritura de
una mujer del siglo XVIII. Mi pesquisa partió de un enigma: el que
envolvía la identidad de la autora de uno de los textos críticos sobre la
condición de las mujeres más significativos de su época, la Apología de
las mujeres, publicada en 1798 en Madrid acompañando a una traduc-
3 Mónica BOLUFER, La vida y la escritura en el siglo XVIII. Inés Joyes: «Apología de las
mujeres», Valencia, PUV, 2008. Aquí se encontrarán las referencias documentales
que en esta ocasión omito en aras de la brevedad.
abandoné del todo. Al final, como sucede con todo proyecto prolonga-
do, la vida de los otros se entretejió con la vida propia, y si la factura
final del libro corresponde a quien era yo hace pocos años, su primer
impulso arranca de alguien que (tanto intelectual como personalmente)
ya no soy del todo yo.
2.
La vida de Inés Joyes (1731-1808), como cualquier otra (si bien cada una
de un modo distinto), obliga a plantearse el problema historiográfico
de la relación y la tensión entre lo individual y lo colectivo. ¿De qué
modo reconstruir una trayectoria concreta permite plantear problemas
históricos que vayan más allá de lo estrictamente trayectoria personal,
y cómo, por otra parte, se puede alcanzar cierto conocimiento de los
elementos compartidos por un grupo o una época sin convertir al sujeto
en un ser clónico, en un mero tipo social, idéntico a tantos otros, o en
un caso destinado a probar tesis generales?6. En este sentido, la bio-
grafía, entendida no como un género específico, sino como un enfoque
histórico posible, resulta útil para tratar de comprender de forma más
compleja el cambio social y cultural en su rica textura, cuestionando
explicaciones demasiado rígidas o predictivas7. Y es particularmente
productiva para la historia de las mujeres, como ha comprendido un
amplio sector de la historiografía, que la ha utilizado y ha reflexionado
sobre ella en términos muy interesantes8.
6 Giovanni LEVI, «Les usages de la biographie», en Annales ESC, 6 (1989), pp. 1325-
1336; François DOSSE, La apuesta por la biografía. Escribir una vida, Valencia,
PUV, 2007; Sabina LORIGA, Le petit x: de la biographie à l’histoire, París, Seuil,
2010.
7 Isabel BURDIEL, «La dama de blanco. Notas sobre la biografía histórica», en Isabel
BURDIEL y Manuel PÉREZ LEDESMA (eds.), Liberales, agitadores y conspiradores.
Biografías heterodoxas del siglo XIX, Madrid, Espasa-Calpe, 2000, pp. 17-48;
J. C. DAVIS e Isabel BURDIEL (eds.), El Otro, el Mismo. Biografía y autobiografía en
Europa, siglos XVII-XX, Valencia, PUV, 2005. Véanse también los recientes dossiers
monográficos «Roundtable. Historians and Biography», en American Historical
Review, CXIV/3 (2009); «Biography and History: Inextricably Interwoven», en The
Journal of Interdisciplinary History, 40/3 (2010), pp. 305-435; e Isabel BURDIEL
(ed.), «Los retos de la biografía», en Ayer, 93 (2014), pp. 13-135.
8 Un tratamiento más amplio de carácter teórico y metodológico, en Mónica
BOLUFER, «Multitudes del yo: biografía e historia de las mujeres», en Ayer, 93
(2014), pp. 85-116.
3.
En las distintas ocasiones que he tenido de discutir mi trabajo, he debi-
do subrayar que Inés Joyes no es «solo» una mujer, sino un individuo
cuya identidad, entendida tanto en clave íntima de sentimiento de per-
tenencia e identificación, como en calidad de atributo otorgado o reco-
nocido por los demás, viene definida por un entrecruzamiento de va-
riables. Ello parece obvio en un tiempo en que la historia y las ciencias
12 Natalie Zemon DAVIS, Mujeres de los márgenes. Tres vidas del siglo XVII, Madrid,
Cátedra, 1996, pp. 9-10.
13 Inés JOYES, «Apología de las mujeres», en M. BOLUFER, La vida y la escritura…,
2008, p. 297; también pp. 275 y 277.
4.
Pretendí que el trabajo no fuera un «estudio de caso» que ilustrara,
ratificara, o completara con detalles lo ya sabido. Tampoco estoy segura
de que pueda calificarse de biografía. No porque sea algo «más», como
ha asegurado con cierto énfasis algún colega historiador que, al hacer
el elogio del libro, pretendía evitar adscribirlo a un género supuesta-
mente menor. En todo caso, porque sea algo menos: ¿puede hablarse de
biografía, cuando, además de su breve obra, los datos hallados acerca
de la trayectoria vital de Inés Joyes pueden resumirse en unos pocos
párrafos? ¿Cuando no he podido responder a las preguntas sobre mu-
chos aspectos de su existencia, salvo de forma indirecta y contextual?
Tampoco es pertinente en su caso hablar de «antibiografía», entendida
por Ignasi Terradas como el análisis de las circunstancias que han hecho
imposible la biografía de una persona humilde, en el doble sentido de
dificultarle desarrollar un proyecto vital y de oscurecer su existencia a
los ojos de los historiadores14.
Inés Joyes, como ya he señalado, no fue una mujer de condición
precaria, ni totalmente oscura en su tiempo, sino miembro de una fami-
lia conocida, con prestigio empresarial y excelentes conexiones. Y, sin
embargo, su figura aparece velada en las fuentes, más opaca a la mirada
de los investigadores de lo que su buena posición y su condición de
escritora con obra publicada podría hacer esperar: por decirlo con la
retórica dieciochesca de la propia Inés Joyes, «como los hombres están
más expuestos al teatro del mundo, salen a luz muchas acciones suyas»,
mientras que las mujeres, «como no interesan al público, quedan se-
5.
Trabajar con estas limitaciones, familiares tanto a quienes investigan en
biografía como a quienes lo hacen en historia de las mujeres (incluso
las poderosas o célebres en su tiempo), requiere afilar todas las herra-
mientas disponibles y no tener miedo a aventurar, más allá de los datos,
especulaciones fundadas. Por una parte, obliga a prestar especial aten-
ción a los contextos, entendidos, según ha reflexionado Isabel Burdiel,
no como telones de fondo que expliquen de forma lineal y necesaria
una trayectoria individual, sino como marcos que abren posibilidades y
dibujan límites siempre flexibles, sobre los que a su vez el sujeto actúa.
Así, por ejemplo, el testamento de Inés Joyes, además de remitir a la
norma jurídica y las convenciones de su tiempo y su grupo respecto a
17 Véanse, entre otros trabajos suyos, Arlette FARGE, El gusto del archivo, Valencia,
Institució Alfons el Magnànim, 1991; Le bracelet de parchemin, París, Bayard, 2003;
y Un ruban et des larmes, París, Éditions des Busclets, 2007.
vida pudieron ejercer algún influjo entre sus contemporáneos o sus des-
cendientes. El riesgo de la sobreinterpretar detalles nimios o que pudie-
ran tener lecturas total o parcialmente distintas (¿tenía verdaderamente
el cáliz tanto valor simbólico y sentimental para ella?, ¿tuvieron ocasión
de conversar la viuda y el viajero?, ¿acaso el nieto heredó la obra como
un libro anticuado y sin valor y jamás se dignó mirarla?) sobrevuela
siempre este tipo de reflexiones que no rechazan lo intuitivo, pero que
ensanchan nuestro campo de comprensión al incorporar aquello proba-
ble o tan solo posible.
De todos estos rastros documentales fragmentarios emerge un perfil
borroso que contrasta, por un efecto debido a la gran diferencia entre
las fuentes, con el tono directo y atrevido de su obra, la Apología de
las mujeres. Un ensayo rotundo, redactado en primera persona y en el
que se puede apreciar la expresión de un yo subjetivo, en sus acuerdos
y desacuerdos con los valores morales y sociales de su tiempo. Datos
biográficos —por escuetos que sean— y obra escrita se iluminan mu-
tuamente, de formas complejas. Los primeros otorgan densidad y arrai-
go al texto, que así deja de parecer un ensayo moral en abstracto para
mostrarse como una elaboración intelectual a partir de la experiencia, y
esta, a su vez, se revela, como no podía ser de otro modo, inscrita en los
valores y expectativas propias de su vida y su medio.
En efecto, la Apología dialoga, explícita pero sobre todo tácitamen-
te, con otros textos anteriores y contemporáneos, españoles y europeos,
desde los de Benito Jerónimo Feijoo y Josefa Amar a los de la francesa
Mme. de Lambert o la británica Mary Wollstonecraft, cuyas afinidades
(la insistencia en el mérito personal, el intenso tono moral, la confianza
en la capacidad racional de su sexo y el poder de la educación, el valor
de la amistad, una visión escéptica del matrimonio…) parecen remitir
a una cierta experiencia común, declinada en cada caso de un modo
particular. El ensayo de Inés Joyes sugiere, en su tono y contenido, el
poso de lo vivido y el aplomo de la madurez. Invoca de forma repetida
la autoridad conferida por la propia experiencia (como madre preocupa-
da por la educación de sus hijos, como residente en una pequeña villa
provinciana, como persona autodidacta…) y la contrapone a la retórica
poco realista e interesada de los textos normativos, que denuncia por
huecos, pretenciosos o excesivamente generalizadores.
Pese a ello, cabe ser prudentes y no leerlo en clave directamente
autobiográfica, que a veces puede traicionarnos al dar un peso excesivo
durez, a través de gestos que han dejado huella documental (como de-
signar albaceas y padrinos entre sus familiares y compatriotas) y otros
(cartas, visitas…) que apenas podemos intuir. Gestos que renovarían y
cultivarían, en la distancia, lazos queridos y útiles para su bienestar y
el de sus hijos (como el vínculo con su hermano Gregorio, que inició a
sus sobrinos en los negocios y dotó a alguna de las sobrinas) y quién
sabe si para gestionar la publicación de su obra ante la censura y en la
imprenta.
El papel de las mujeres en las estrategias familiares, más que a modo
de peones pasivos, puede entenderse así también en términos de agen-
cia individual en el seno del grupo cuyos valores comparten. Y, asimis-
mo, también su participación en los negocios familiares puede verse
bajo una luz algo distinta si en lugar de fijarnos en la titularidad de los
negocios (que las mujeres solo ejercen de forma excepcional y transito-
ria), nos preguntamos por el significado que pudieron tener para ellas:
así, la pequeña y reveladora referencia contenida en el testamento de su
madre (llamada, como ella, Inés Joyes) a un empleado y albacea como
«el cajero actual de mi casa» sugiere una participación activa en el ne-
gocio, pero, sobre todo, una vivencia de la empresa como algo propio,
estrechamente ligado a su identidad y futuro y los de su familia.
6.
¿Quién era Inés Joyes? ¿Con qué recursos y a través de qué negociacio-
nes con los valores y prácticas de su tiempo pudo dotarse de una voz
propia y hacerla oír públicamente? En su vida, en cierto sentido ordi-
naria, pueden discernirse algunos apoyos materiales y simbólicos que
permiten, en alguna medida, recrearla y comprender su obra. Por una
parte, las circunstancias familiares. Pertenecer a una familia acomoda-
da, de la burguesía financiera, bien relacionada y —algo de crucial im-
portancia— de origen foráneo le proporcionaría cierto bienestar eco-
nómico, un medio cultural propicio, que concedía singular valor a la
educación (incluida hasta cierto punto la de las mujeres), un colectivo
con un fuerte sentido de la propia identidad, a caballo entre las lealta-
des de origen y el arraigo en la sociedad española, y una densa trama
de contactos familiares y sociales, que abarcaba esferas influyentes y
amplios territorios (de Galway a Livorno y Roma, de Madrid y Málaga
a Londres).
7.
Como en toda investigación, quedan al final cuestiones pendientes, te-
mas abiertos a los que no es posible dar una respuesta bien trabada y
cuyo sentido quizá sea más bien el de estimular la reflexión que el de
cerrarla. La vida de Inés Joyes, que se extingue en 1808, y el eco muy
limitado de su obra invitan, por ejemplo, a interrogarse sobre las conti-
nuidades y los cambios en el debate de los sexos y en las formas de par-
ticipación femenina en la vida social y cultural (escritura, publicación,
sociabilidad intelectual…) entre la época de la Ilustración tardía y la
del primer liberalismo. Plantear la pesquisa de forma individual ayu-
da, en efecto, a descartar por demasiado simples visiones drásticas que
sitúan a principios del siglo XIX el triunfo de una ideología de la do-
ble esfera, que prescribiría a las mujeres un rol únicamente doméstico,
Introducción
La biografía como herramienta en la explicación de los grandes procesos
históricos supone problemas de orden teórico y metodológico comple-
jos y, por ello, a pesar del creciente interés entre la comunidad de his-
toriadores, aún sigue observándose una cierta reticencia a su inclusión
dentro de las grandes narrativas historiográficas1. El análisis del proceso
de formación del Estado-nación y del liberalismo es un ejemplo muy
claro de esa complejidad y de sus posibilidades para abordar problemas
generales.
En este texto se argumenta que la biografía resulta una herramien-
ta muy eficaz para la comprensión de los cambios que tienen lugar en
España durante las décadas cruciales de crisis de la monarquía absoluta
y de consolidación del liberalismo. Tradicionalmente, esos procesos se
han explicado en función de la clase social y de los cambios políticos y
económicos que tuvieron lugar con las revoluciones liberales —enton-
ces denominadas burguesas— en estrecha relación con el surgimiento
de una nueva clase social, la burguesía, que desplazaría a los grupos
privilegiados del Antiguo Régimen2.
Esta interpretación hace mucho tiempo que ha sido abandonada
por la gran mayoría de los historiadores en favor de una concepción
más compleja y, por lo tanto, menos rígida y dicotómica de los factores
Transnational Soldiers: Foreign Military Enlistment in the Modern Era, Nueva York,
Palgrave, 2013, pp. 50-68.
22 Adrian SHUBERT, «Baldomero Espartero (1893-1879): del ídolo al olvido», en
Isabel BURDIEL y Manuel PÉREZ LEDESMA (coords.), Liberales, agitadores y
conspiradores…, 2000, pp. 186 y 190. Actualmente, el propio Adrian Shubert está
trabajando en una biografía del general Espartero.
23 Lucy RIALL, Garibaldi: Invention of a Hero, New Haven, Yale University Press, 2007.
24 Anthony McFARLANE, War and Independence in Spanish America, Nueva York,
Routledge, 2013; véase también Manuel PÉREZ LEDESMA (ed.), Trayectorias
transatlánticas (siglo XIX): personajes y redes entre España y América, Madrid,
Polifemo, 2013.
que construían una nueva legitimidad política que establecía una nueva
forma de entender el Estado.
En realidad, este fue el principal cambio que tuvo lugar en el paso
del Antiguo Régimen al liberalismo. A partir del principio de la re-
presentación se alteró todo el sistema social, económico y político. En
consecuencia, el sistema de cooptación de los cargos públicos se vio
completamente alterado. Estos ya no dependían de la voluntad o de-
pendencia regia ni era posible su adquisición por compra o herencia. En
efecto, durante el siglo XVII, y debido a la necesidad de recursos econó-
micos que tenía la Corona, la venalidad de cargos se extendió desde los
cargos municipales a los judiciales y militares27. Mediante la compra y
venta de cargos, una parte del sistema administrativo de la monarquía
hispánica quedaba en manos privadas y podía ser heredado. Algunos
cargos, por consiguiente, quedaban en manos de la misma familia a lo
largo de generaciones.
El sistema liberal trató de romper esta dinámica. Por un lado, la
legitimidad de los cargos ya no descansaba en el monarca, mientras
que, por otro, estos se convertían en públicos, esto es, que su desem-
peño estaba ligado al concepto de soberanía nacional. Por lo tanto, el
carácter de los cargos se transformó profundamente con la revolución
liberal.
Pero, ¿qué tiene esto que ver con la perspectiva biográfica? En
realidad, una de las primeras fuentes que se encuentra un historiador
ocupado en el análisis de este proceso son distintos tipos de listas no-
minales, como por ejemplo las listas electorales. Estas se componen de
un sinfín de nombres que indican electores, elegibles, votantes y, en
último término, los elegidos. El individuo aparece, por tanto, como un
actor principal en el proceso de instauración del liberalismo. El voto y
el representante se definen, en definitiva, por el nombre propio.
28 Javier MORENO LUZÓN, «La historiografía sobre las élites en la España liberal»,
en Rafael ZURITA y Renato CAMURRI (eds.), Las élites en España y en Italia (1850-
1922), Valencia, PUV, 2008, pp. 27-42.
29 Pedro CARASA, «Élites castellanas de la Restauración. Del bloque de poder al
microanálisis», en Historia Contemporánea, 13-14 (1996), p. 159.
30 Pedro CARASA, «De la burguesía a las élites, entre la ambigüedad y la renovación
conceptual», en Ayer, 42 (2001), pp. 213-237.
31 Ute FREVERT, «Neue Politikgeschichte: Konzepte und Herausforderungen», en Ute
FREVERT y Heinz-Gerhard HAUPT (eds.), Neue Politikgeschichte. Perspektive einer
historischen Politikforschung, Frankfurt/Nueva York, Campus, 2005, pp. 7-26.
véase también Jesús MILLÁN y María Cruz ROMEO, «¿Por qué es importante
la revolución liberal en España? Culturas políticas y ciudadanía en la historia
española», en Mónica BURGUERA y Christopher SCHMIDT-NOVARA (eds.),
Historias de España contemporánea: cambio social y giro cultural, Valencia, PUV,
2008, pp. 17-44.
35 Heinz-Gerhard HAUPT, «La piccola borghesia nel contesto urbano», en Mauri-
cia SALVATI (ed.), Municipalismo e science sociali, Bolonia, Universidad, 1993,
pp. 59-68.
36 Betty G. FARRELL, Elite Families: Class and Power in Nineteenth-Century Boston,
Albany, State University of New York Press, 1993; David Warren SABEAN, Kinship
in Neckarhausen, 1700-1870, Cambridge, Cambridge University Press, 1998; Sobre
el papel de los hermanos en la familia, véase Giulia CALVI y Carolina BLUTRACH-
JELÍN, «Sibling relations in family history: conflicts, co-operation and gender roles
in the sixteenth to nineteenth centuries. An introduction», en European Review of
History, 17-5 (2010), pp. 695-704; Leonore DAVIDOFF, Thicker Than Water: Siblings
and Their Relations 1780-1920, Oxford, Oxford University Press, 2012.
37 Esther CALZADA del AMO, Germán Gamazo (1840-1901): poder político y redes
sociales en la Restauración, Madrid, Marcial Pons, 2011; Pedro CARASA y Jorge
LUENGO, «La expansión de una nueva oligarquía urbana. Poder y municipio en
el Valladolid isabelino», en Alda BLANCO y Guy THOMSON (eds.), Visiones del
liberalismo: política, identidad y cultura en la España del siglo XIX, Valencia, PUV,
2008, pp. 99-120.
38 Jorge LUENGO, Una sociedad conyugal…, 2014, pp. 187-188.
39 Mikel URQUIJO, Joseba AGIRREAZKUENAGA, Juan GRACIA, Fernando MARTÍ-
NEZ, Eduardo J. ALONSO, Susana SERRANO, Hilda OTERO y Jon PENCHE,
«Análisis prosopográfico de los parlamentarios electos de los distritos de Vasconia
en tiempos de la Restauración monárquica (1876-1890)», en Historia Constitucional,
11 (2010), pp. 199-235, aquí 209-211.
46 Isabel MIGUEL LÓPEZ, El mundo del comercio en Castilla y León al final del Antiguo
Régimen, Valladolid, Server Cuesta, 2000.
47 Juan HELGUERA, Nicolás GARCÍA TAPIA y Fernando MOLINERO, El Canal de
Castilla, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1990.
48 Germán RUEDA HERNANZ, «Del antiguo régimen a la primera expansión
industrial (1808-1864)», en Celso ALMUIÑA et al., Valladolid en el siglo XIX,
Valladolid, Ateneo, 1985, pp. 241-308.
49 Jorge LUENGO, Una sociedad conyugal…, 2014, pp. 167 y ss.
55 Garth Andrew MYERS, Verandahs of Power: Colonialism and Space in Urban Africa,
Nueva York, Syracuse University Press, 2003, especialmente el cap. 2, titulado
«The Interstitiality of Colonial Lifes». En esta idea también se incide en Ann Laura
STOLER y Frederick COOPER, «Between Metropole and Colony: Rethinking a
Research Agenda», en Ann Laura STOLER y Frederick COOPER (eds.), Tension
of Empire: Colonial Cultures in a Bourgeois World, Berkeley & Los Angeles,
University of California Press, 1997, pp. 1-56, especialmente p. 34. Osterhammel
denomina las biografías en estos espacios intersticiales con el concepto de
Zwischenraumbiographien, véase Jürgen OSTERHAMMEL, «Imperien», en Gunilla
BUDDE, Oliver JANZ y Sebastian CONRAD (eds.), Transnationale Geschichte.
Themen, Tendenzen und Theorien, Gotinga, Vandenhoeck und Ruprecht, 2006,
pp. 56-67, especialmente p. 61.
de los diez años que vivió en aquellas tierras, a las que había llegado
en las peores circunstancias, consiguió amasar un importante patrimo-
nio y entroncar con la elite criolla local. Lo primero le habilitaría para
acceder con ventaja al mercado de la tierra desamortizada una vez re-
tornado a España y consolidar así una fortuna muy notable; lo segundo
le proporcionó, amén de una esposa «hija de padres distinguidos, de
educación esmerada, modesta y virtuosa», el capital social de una red
familiar bien establecida10. Pero también allí entabló la amistad política
que le relacionó perdurablemente con una de las figuras centrales del
liberalismo español: Espartero. Encargado de su defensa ante Bolívar,
González fue desde el primer momento miembro del núcleo más íntimo
de la clientela de los ayacuchos que formó su cohorte política. De vuelta
a España habría de ser, bajo Espartero, embajador, ministro y presiden-
te de Gobierno.
En 1836, al poco de retornar de esta América en la que había en-
contrado refugio y recursos múltiples, Antonio González presidió las
Cortes que tomaron la drástica medida de expulsar del Parlamento a los
diputados de los territorios ultramarinos, a pesar de haber sido elegidos
con completa legalidad, así como la decisión paralela de reducirlos a un
estatus infraconstitucional, caracterizado por la desigualdad en el tra-
to político y la consideración colonial en lo económico. Desde puestos
cruciales, colaboró a la reordenación de la hoja de ruta del liberalismo
español, que, por lo que se refería a los territorios extrapeninsulares,
pasó por terminar de liquidar aquel espejismo alumbrado en Cádiz de la
«nación de los dos hemisferios»11.
La explicación de su actuación está inscrita en algunas de las claves
de la cultura política de su generación, la generación liberal posrevo-
lucionaria que sintió necesaria y urgente la adopción de un modelo de
modernidad concebido como unívocamente europeo. Inglaterra y Fran-
cia pesaron sobre el imaginario del liberalismo español de manera aún
más determinante de lo que ha sido habitualmente considerado, pues no
funcionaron únicamente como modelos políticos y constitucionales más
Claro que peor era lo que pasaba con la mujer, porque «su cabeza
no resiste tanto, su lengua es más movible […]», y, cuando es atacada
por el virus de la política, «ya no hay remedio para ella». No era solo el
temor a la movilización popular sino también la amenaza de la partici-
pación de la mujer en la política liberal lo que motivó un cruel cuadro
costumbrista, firmado por Tassara, en la obra colectiva Los españoles
pintados por sí mismos. Bajo la figura de «la político-mana» compendió
muchos de los tópicos de largo arrastre que pesaron sobre la mujer que
en el siglo XIX pretendió asomarse a una esfera pública definida como
masculina. Así, la frenología que explicaba la fealdad natural de las mu-
jeres con afición a la cosa pública se daba la mano con el argumento de
su incapacidad amorosa —«su frente no es aquella en la que Byron veía
transparentarse los pensamientos de amor»—, y todo ello se represen-
taba con vívidas imágenes verbales que dibujaban a la mujer política
como una sibila —descrita en un trance ridículo— o un íncubo —una
perfecta contraimagen de la «verdadera» mujer, aquella que cualquier
lector/a de la época reconocería recordando el impactante cuadro de
Füsli La pesadilla, tan famoso desde su nacimiento como reeditado—16.
La resistencia recalcitrante a cualquier apertura en clave femenina
por parte de Tassara —no solo ridiculizaba a la mujer que opinaba so-
bre política o quería intervenir en ella, sino también a la que aspiraba a
ingresar en la academia o protestar contra el matrimonio— cobra mayor
significado si cruzamos este episodio político con otras claves biográfi-
cas. Precisamente en el tiempo que escribió su político-mana, mantuvo
una intensa, breve y dramática relación amorosa con una de las más
notables mujeres fuertes que vivió en la España de mediados del siglo
XIX: la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, a la que conoció cuando
era poeta de moda en el Liceo y otros escaparates del romanticismo en
Madrid en los que ella también descollaba.
El parcial registro epistolar que se ha conservado permite entrever
las distintas actitudes de los dos amantes. A Tassara, galanteador de
probado éxito, pudo atraerle la dificultad de la empresa de conquistar
a la mujer del momento17. Sin embargo, Gómez de Avellaneda se situó
Gabriel GARCÍA TASSARA, «Un diablo más, especie de poema a Don Juan Donoso
Cortés», 1851-52.
16 La cita en «La político-mana», p. 40.
17 Las cartas, perdidas, se reproducen parcialmente en Mario MÉNDEZ BEJARANO,
Tassara. Nueva biografía crítica, Madrid, Imp. de F. Pérez, 1928.
21 La cita en Pura FERNÁNDEZ, «La escritura dislocada: las amazonas de las letras
al asalto de la República Literaria. El caso de Rosa de Eguílaz y su Mujer famosa
(1891)», en Pura FERNÁNDEZ y Marie-Linda ORTEGA (eds.), La mujer de letras o
la letraherida. Discursos y representaciones sobre la mujer escritora en el siglo XIX,
Madrid, CSIC, 2008, pp. 365-387, cita p. 267.
22 El horizonte entreabierto para algunas iniciativas en Maria Gloria ESPIGADO
TOCINO, «Las mujeres en el nuevo marco político», en Isabel MORANT (ed.),
Historia de las mujeres en España y América Latina. Del siglo XIX a los umbrales
del XX, vol. III, Madrid, Cátedra, 2006, pp. 27-60; la postura de Labra, y alguna
negativa más tajante como la de Pi y Margall, en Maria Gloria ESPIGADO TOCINO,
«El discurso republicano sobre la mujer en el Sexenio Democrático, 1868-1874: los
límites de la modernidad», en Ayer, no 78 (2010), pp. 143-168, cita p. 161.
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to the Present), Nashville, Vanderbilt University Press, 2015.
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Ayer, 93 (2014), pp. 47-83.
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de la mujer, Madrid, Cátedra, 1994, pp. 7-96.
Degler, Carl N., «What Ought To Be and What Was: Women’s Sexuality in the
Nineteenth Century», en The American Historical Review, 79, no 5 (1974),
pp. 1467-1490.
2 Ibíd., p. 352.
3 Especialmente interesante en este sentido es el texto de Ángeles EZAMA, «Ger-
trudis Gómez de Avellaneda: un siglo de manipulación e invención en torno a su
autobiografía (1907-2007)», en Decimonónica, vol. 6, nº 2, verano 2009, pp. 1-24.
4 Los estudios publicados sobre feminidad o feminismo en Gertrudis Gómez de Ave-
llaneda son muchísimos. Quizá se pueden destacar algunos, Gladys ZALDÍVAR y
Rosa MARTÍNEZ DE CABRERA (eds.), Homenaje a Gertrudis Gómez de Avellane-
da. Memorias del simposio en el centenario de su muerte, Miami, Ediciones Univer-
autora de los mismos, sino todo lo contrario6. Nos revela un sujeto his-
tórico que experimenta, que crea su vida e imagina su identidad desde
su propia individualidad.
No se trata de reconstruir una biografía detallada, sino de contex-
tualizar la trayectoria vital de una mujer que, como tal, se construyó a sí
misma encarnando todas las paradojas sobre las que se imaginó un nuevo
orden sexual desde el corazón de las culturas políticas del liberalismo
romántico y respetable. Me interesa, por lo tanto, la autora que emerge
de esas páginas en los que podríamos denominar contextos biográficos
del romanticismo liberal en España, entre mediados de los años treinta,
en que Gómez de Avellaneda llega de Cuba, y mediados de la década
siguiente, en los que se consolidó para pronto redefinirse la sociedad
liberal y sus límites. La vida de Avellaneda ilumina el clima de inesta-
bilidad en el que se debía ir asentando un orden social cambiante sobre
un orden sexual supuestamente inmutable y ubicado en la misma base
del anterior, como sostén del mismo, que caracterizó a todo el proceso
de construcción del sistema y del Estado liberal a lo largo del siglo XIX.
6 Judith BUTLER, Bodies that Matter: On the Discursive Limits of «Sex», Nueva
York, Routledge, 1993; trad. al castellano, Cuerpos que importan. Sobre los límites
materiales y discursivos del «sexo», Buenos Aires, Paidós, 2010.
7 Sobre los espacios de sociabilidad del liberalismo romántico y los significados del
capital simbólico que en ellos se movilizaba y desde ello se proyectaba, Mónica
BURGUERA, Las damas del liberalismo respetable. Los imaginarios sociales del
feminismo liberal en España (1834-1850), Madrid, Cátedra, 2012.
11 Pablo MONTESINO, Manual para los Maestros de Escuela de Párvulos publicado por
la Sociedad encargada de propagar y mejorar la educación del pueblo, Madrid, Imp.
Nacional, 1840.
12 Ibíd., p. 55.
13 Luisa-Elena DELGADO, «Gertrudis Gómez de Avellaneda: escritura, feminidad y
reconocimiento», en Pura FERNÁNDEZ y Marie-Linda ORTEGA (eds), La mujer de
letras o la letraherida. Discursos y representaciones sobre la mujer escritora en el siglo
XIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 201-220.
Otros críticos han dicho también que yo no era poetisa, sino poeta: que mi
talento era eminentemente varonil. Yo creo que no es exactamente verdad:
que ningún hombre ve ciertas cosas como yo las veo, ni las comprende
como yo las comprendo; pero no niego por esto que siento que hay vigor
en mi alma y que nunca descollé por cualidades femeninas.14
Ella misma fue seguramente consciente desde el principio de que
aquellos adjetivos apelaban a su naturaleza con admiración, abriéndole
la puerta de la razón y el espacio público. Pero Tula siempre se con-
sideró una mujer. Su voz, su autoría, su creatividad eran las de una
mujer. A lo largo de su obra y de su vida fue construyendo dos grandes
reflexiones interrelacionadas en torno a la feminidad; sobre la diferen-
cia sexual, por una parte, y sobre sí misma y su propia vida como mu-
jer de letras, por otra. A través del conjunto de toda su primera obra,
la publicada entre 1840 y 1845 y las colecciones epistolares que de
esos años conocemos, Avellaneda elaboró estas dos grandes cuestiones
indisolublemente ligadas entre sí de forma compleja, con argumentos
filosóficos sólidamente ensamblados y profundamente subversivos. De
hecho, la visión que sobre estas dos cuestiones lanzó en sus textos des-
de el principio fue básicamente consistente y recurrente a lo largo de
su vida y su obra.
Por una parte, Gómez de Avellaneda fue dando en estos textos pin-
celadas del que se puede vislumbrar como un planteamiento filosófico
de fondo claro y crítico con respecto los propios cimientos del proyecto
social ilustrado que el liberalismo estaba desplegando. De sus textos
emergía el cuestionamiento casi sistemático de la relación dicotómica
entre naturaleza y sociedad que se encontraba en la base del pensamien-
to ilustrado. Se trataba, como sabemos, de una dicotomía fundacional y
clave sobre la que descansaba la concepción de la complementariedad
entre los sexos de inspiración rousseauniana. Esta consideraba a las mu-
jeres individuos teóricamente sexuados y, por lo tanto, por definición,
en la práctica, naturalmente diferenciados y excluidos por ello de esa
conquista romántica e individual del espacio público.
Como ha demostrado de forma muy acertada María Albin en sus
diversos trabajos sobre la autora, Avellaneda en realidad cuestionó
siempre la diferenciación natural entre los sexos para criticar la sub-
secuente proyección de la misma sobre esa sociedad que el liberalismo
estaba construyendo15. Esta reflexión sin ninguna duda enmarcó sus dos
primeras novelas, Sab y Dos mujeres, publicadas en 1841 y 1842, res-
pectivamente, pero también subyacía en sus epistolarios íntimos16. En
sus obras posteriores Avellaneda, probablemente asesorada sobre los co-
mentarios que envolvían estas obras y que, de hecho, habían prohibido
su publicación en Cuba, rebajó sus tonos más claramente trasgresores,
las «tendencias reabilitarias (sic) que han querido muchos ver tomadas
de la profetisa de las mujeres libres», comparándola con George Sand17.
Estos mismos argumentos se repitieron, sin embargo, con distintos to-
nos, pero con la misma profundidad en la mayoría de sus contribucio-
nes y proyectos para la prensa.
Sab, en concreto, la primera novela que publicó al llegar a la ca-
pital, que en realidad había ido escribiendo desde 1836 en que dejó
Cuba, y por ello probablemente arrastraba una temática y referentes
más próximos a su pasado en la isla, es un claro alegato a la igualdad
natural entre los individuos. Toda la novela es una metáfora romántica
sobre esa misma fatalidad en la que los hombres habían impuesto sus
leyes violando las de la naturaleza, que eran las de Dios. En ella, el mu-
lato Sab, esclavo, muere literalmente de dolor por no poder conquistar
a Carlota, hija de su amo, con la que había crecido y de la que había vi-
vido enamorado. En uno de los muchos fragmentos que se pueden citar
de la voz de del propio Sab, este decía con elocuencia,
15 Véase María C. ALBIN, Género, poesía…, 2002; y «El genio femenino y la autoridad
literaria: “Luisa Molina”, de Gertrudis Gómez de Avellaneda», en Atenea, nº 490
(2004), pp.115-130.
16 Gertrudis GÓMEZ DE AVELLANEDA, Sab (ed. de José Servera), Madrid, Cátedra,
2001; y Dos mujeres, Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2011;
Gertrudis GÓMEZ DE AVELLANEDA, Poesías y epistolario de amor y de amistad
(ed. de Elena Catena), Madrid, Castalia, 1989. Sobre su obra autobiográfica, véase
Fernando DURÁN, «La autobiografía romántica de Gertrudis Gómez de Avellaneda
y la literatura de confesión en España», en Cinta CANTERLA (coord.), De la
Ilustración al Romanticismo: Cádiz, América y Europa ante la modernidad (VII
encuentro: La mujer en los siglos XVIII y XIX. Cádiz 19, 20 y 21 de mayo de 1993),
Cádiz, Universidad de Cádiz, 1994, pp. 459-68; Noël VALIS, «Autobiography as
Isnult», en Lou CHARNON-DEUTSCH y Jo LABANY (eds.), Culture and Gender
in Nineteenth-Century Spain, Oxford, Clarendon Press, 1995, pp. 27-53; Roxana
PAGÉS-RANGEL, Del dominio público. Itinerarios de la carta privada, Ámsterdam-
Atlanta, Rodopi, 1997; y «Las autobiografías femeninas en la España del siglo
XIX», en Pura FERNÁNDEZ y Marie-Linda ORTEGA (eds), La mujer de letras…,
2008, pp. 263-87; y Lucía GUERRA, «Estrategias femeninas…», 1985.
17 Antonio NEIRA, «Biografía. La señorita Gertrudis Gómez de Avellaneda», en El
Arlequín, 15 de mayo y 15 junio de 1844.
estela inmediata del tirón que había tenido Los españoles pintados por
sí mismos, de este, sin embargo, solo salieron a la luz los tres primeros
de una supuesta lista de cuarenta tipos femeninos. En cualquier caso, se
trata de un texto particular en el que el halo satírico del costumbrismo
de los tipos le permitía una serie de juegos y estrategias narrativas que
a un tiempo velaban y enfatizaban su crítica al personaje y a la sociedad
que en que este habitaba en los términos a los que me acabo de referir.
Porque Gertrudis dominaba el arte de virilizar su ingenio, aunque no
creyera en ello, o precisamente por eso.
En este caso, la Avellaneda masculinizaba su propia voz como auto-
ra en un tono entre cómico y profundamente crítico que aludía a lo bo-
rrosas que eran las fronteras entre la autoría de uno y otro sexo: «Pero,
alto allí, señor poeta (si este título no es un don gratuito que V. mismo
generosamente se concede); ¡alto allí! Diráme acaso alguno de los des-
ocupados y benévolos lectores, o lectoras, que para mí es lo mismo,
puesto que me propongo adoptar sin examen el masculino»22. El análisis
del tipo de la dama de gran tono se enmarcaba una vez más en esa divi-
sión entre la mujer natural ideal y la de la sociedad que era «hechura de
ésta. […] La obra suprema de la naturaleza, la obra de su amor ha sido
dislocada, atenazada, contrahecha por la sociedad»23.
Por otra parte, al tiempo que concebía una sociedad que, abando-
nando las leyes divinas de la naturaleza, tenía «atenazadas y contrahe-
chas» a las mujeres, a través de sus textos y su vida Gertrudis redefinió
la posibilidad de mantener una existencia femenina independiente y
capaz, romántica y fatalista. Entre 1843 y 1844, le contestó en varias
cartas a Antonio Neira de Mosquera a su petición de informarle para
publicar su biografía. Así se presentó Gertrudis en ellas,
Soy soltera, huérfana, pues perdí a mi padre siendo muy niña y mi madre
pertenece a un segundo marido. Soy sola en el mundo; vivo sola, excéntrica
bajo muchos conceptos. Aunque no ofendo a nadie tengo enemigos, y
aunque nada ambiciono se me «acusa» de pretensiones desmedidas.24
28 Ibíd., p. 246
29 Véase, Nuria GIRONA, «Amos y esclavos: ¿quién habla en Sab de Gertrudis
Gómez de Avellaneda?», en Cuadernos de Literatura, vol. XVII, nº 33, enero-
junio (2013), pp. 121-140. Muy interesante, también en una línea similar, Cristina
SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, «Gertrudis Gómez de Avellaneda y Sab: autobiografía y
vanguardia», en Cuadernos para Investigación de la Literatura Hispánica, nº 28
(2003), pp. 429-439.
32 Sobre estas cuestiones véase, por ejemplo, Ángeles EZAMA GIL, «Gertrudis Gómez
de Avellaneda, epistológrafa. Cartas a Ramón María Narváez, duque de Valencia»,
en Siglo Diecinueve (Literatura hispánica), nº 20 (2014), pp. 321-383; y María del
Carmen SIMÓN PALMER, «Gertrudis Gómez de Avellanda, agente político», en
Studi Ispanici, nº 1, 124 (2005), pp. 341-350.
¿de qué nos vale si son los tiranos nuestros no el yugo de los monarcas
sino el yugo de nuestro sexo?»44.
Pero ambas críticas se articulaban desde supuestos filosóficos dife-
rentes. Mientras Avellaneda revolvió los cimientos mismos del orden se-
xual, Coronado trazó sus duras críticas sin llegar a romper el supuesto de
la complementariedad de los sexos. Esa fue su diferencia fundamental.
Nunca mantuvo realmente con las escritoras románticas ninguna rela-
ción estrecha, aunque fuera siempre aparentemente cordial. Pero Avella-
neda sí compartió con ellas la percepción de la tristeza y el sufrimiento
que suponía la tiranía de los hombres, de un impuesto y extremadamen-
te exhausto autodidactismo, de su sujeción a un matrimonio esclavizante
y del sometimiento a las leyes que solo el hombre dictaba. Lo que Coro-
nado llamó, «vivir luchando siempre en continuo temblor»45.
En marzo, Avellaneda pareció esfumarse de la revista y esta perdió
de nuevo la versatilidad y diversidad de argumentos que la habían de-
finido hasta entonces. Motivos probablemente relacionados con el naci-
miento y muerte de su hija, y su temprana boda con Fernando Sabater la
llevaron rumbo a Francia, abandonando Madrid. Igualmente se desligó
del conjunto de las escritoras románticas.
Legado inconcluso
Desde su salida de Madrid, tras su boda con Sabater, Avellaneda real-
mente no volvió a ser la misma. La muerte de su marido al año siguiente
la dejó de nuevo sola, aunque viuda y respetable. Volvió a tomarle el
pulso a la capital y, de hecho, durante los siguientes diez años publicó
célebres obras de teatro. No dejó de trabajar. Pero el Liceo entró en un
ocaso relativamente rápido, fechado entre 1849 y 1851, relacionado con
el propio desvanecimiento del romanticismo en España. Como sus espa-
cios, los protagonistas del romanticismo liberal tuvieron que reubicarse
o reinventarse.
Gertrudis endureció sus tonos religiosos y luchó por ser admitida
en la Corte, exactamente igual que luchó por que le dieran el puesto que
3 Keith JENKINS, Repensar la historia, Madrid, Siglo XXI, 2009, pp. 7-34.
4 M. Gloria ESPIGADO TOCINO, «La Buena Nueva de la Mujer-Profeta: Identidad y
cultura política en las fourieristas Ma Josefa Zapata y Margarita Pérez de Celis», en
Pasado y memoria: Revista de historia contemporánea, no 7 (2008), pp. 15-33.
falansterio que intentó crear en España uno de los activistas del grupo,
Manuel Sagrario de Veloy, por dos veces, la primera en Tempul (cerca
de Jerez de la Frontera, Cádiz) y la segunda en Cartagena (Murcia), no
llegó a realizarse en la práctica por las dificultades que interpuso el Go-
bierno5. Pero el hecho mismo de que se intentara, y de que las sucesivas
versiones periodísticas de El Pensil se publicaran y difundieran entre
1856 y 1866, da muestra de la vitalidad de aquel grupo de furieristas
andaluces en su empeño idealista por lograr un mundo mejor.
El protagonismo femenino en el movimiento furierista no es un
detalle menor: refleja el modo renovado en que Fourier había plantea-
do las relaciones de género y el papel de la mujer en la sociedad6. Y
explica el entusiasmo con el que se lanzaron a la lucha por estas ideas
las mujeres que constituyeron la redacción de El Pensil: en primer
lugar su directora, Margarita Pérez de Celis; y junto a ella, María Jo-
sefa Zapata —colíder del grupo— y la precursora, Margarita López
Morla7; además de otras mujeres que aparecen colaborando en diferen-
tes épocas de los cinco periódicos, como Rosa Butler, Aurora Naldas,
Adela de la Pesia, Ana María Franco, Ángela Arizu, Joaquina García
Balmaseda, María García de Escalona, Francisca González Ruiz, Pilar
Payans, etc.
Estas mujeres reivindicaban en sus escritos la igualdad de la mu-
jer en el acceso a la educación y al desempeño de todo tipo de cargos
y profesiones, algo que resultaba bastante innovador en la España de
mediados del XIX, pero que tenía pleno sentido en el contexto de la
cultura política furierista que profesaban. Fourier consideraba que la
situación de la mujer era el indicador clave del grado de desarrollo y
El enigma: la autora
Rosa Marina recogió el legado de obras anteriores, como las de Amar o
Czynski, que incorporó a su texto, y le dio nueva fuerza en un tono en-
fático propio de un manifiesto para la acción. En su libro abordó también
temas nuevos, característicos del feminismo moderno, de manera que en
realidad su obra constituye el primer manifiesto feminista en la historia
de España; y también podemos considerarlo como el primer manifiesto
del feminismo moderno en lengua española, lo que le da una relevancia
extraordinaria18. De ahí la importancia de saber quién fue su autora.
24 Ibíd., p. 7.
25 Ibíd., p. 10.
26 Ibíd., pp. 17-18.
Prostitución y matrimonio:
hacia una identidad de género
La autora empezaba por admitir que el comportamiento típicamente fe-
menino según los estereotipos dominantes en su época era vicioso y
pernicioso para la sociedad; pero decía que lo era como consecuencia de
la situación en la que la misma sociedad las había puesto, y que se co-
rregiría de inmediato reconociendo a las mujeres la libertad e igualdad
de derechos:
27 Ibíd., p. 19.
28 Ibíd., p. 20.
29 Ibíd., p. 7.
30 Ibíd., pp. 20-21.
que no son ese matrimonio ni esa familia los que está defendiendo, sino
otra idea de la pareja.
Lo que defendía era el matrimonio por amor y un modelo román-
tico de familia, contrario a la degradación que suponía para las mujeres
el matrimonio como forma de subsistencia o como negocio movido por
intereses materiales:
La familia es el alveolo de la sociedad; pero una de las principales causas
del malestar social es la corrupción de la familia, que vuestro sistema
transforma en una liga de intereses, en un centro de egoísmo, haciéndole
perder bajo tan innoble presión, la pureza, el encanto de que la rodea
la naturaleza, y la utilidad que la enaltece ante la religión, la razón y
la filosofía […]. Los defensores obligados de la familia la han rebajado
hasta hacer de ella un negocio mercantil, cotizable en bolsa. El amor,
su base fundamental, no es ya más que un accesorio, del que se puede
fácilmente prescindir; lo esencial es la dote, la posición o la fortuna del
futuro marido.33
Al llevar el argumento hasta el límite, acababa equiparando el ma-
trimonio por interés, que era el matrimonio común en su época, con la
prostitución («prostituciones cubiertas por el velo de la legalidad», lo
llama34), de manera que toda la condena moral que había desplegado
contra la prostitución se vuelve ahora contra la clave de bóveda del
edificio social de la burguesía:
El hogar doméstico […], el santuario de la familia, vuestro ideal de
perfección social, se convierte en un infierno que engendra todos los
vicios, todos los males y abominaciones posibles.35
Si las mujeres tuvieran acceso a todas las profesiones y pudieran
ganarse la vida dignamente, el matrimonio adquiriría otro significado.
Ninguna mujer se «vendería» a un hombre, porque no necesitaría de
su dinero para subsistir y desaparecería esa prostitución legal. Solo
se casarían con los hombres a los que amaran y por quienes fuesen
amadas36. Pero mientras no tenga lugar la emancipación de la mujer,
se perpetuará el estado de cosas que denuncia, que retrata con tintes
apocalípticos:
37 Ibíd., p. 26.
38 El concepto de estilo emocional procede de Peter N. STEARNS, American Cool:
Constructing a Twentieth-Century Emotional Style, Nueva York, Nueva York
University Press, 1994; similar al de régimen emocional de William M. REDDY, The
Navigation of Feeling: A Framework for the History of Emotions, Cambridge-Nueva
York, Cambridge University Press, 2001, pero más adecuado al caso cuando no
estamos hablando de un estilo normativo impuesto desde el poder.
39 Coral HERRERA GÓMEZ, La construcción sociocultural del amor romántico, Madrid,
Fundamentos, 2010.
42 Ibíd., p. 5.
43 Ibíd., pp. 5-6.
44 La cultura política de origen sería la del feminismo romántico al que se refiere
Mónica BURGUERA en «Historia e…», 2011, más que la del socialismo utópico
definido por Friedrich ENGELS, Del socialismo utópico al socialismo científico:
Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1880), San Sebastián,
Equipo Editorial, 1968.
47 Ibíd., p. 11.
48 Ibíd., p. 13.
49 Susan KIRKPATRICK, Las románticas: escritoras y subjetividad en España, 1835-
1850, Madrid-Valencia, Cátedra-Universitat de València, 1991.
paña con Rosa Marina y con otras escritoras como Gertrudis Gómez de
Avellaneda o Emilia Pardo Bazán53.
De hecho, ella misma no existe si no es como escritora: no la en-
contramos en ningún otro registro documental, sea porque no existió
como persona de carne y hueso, o sea porque fue una de tantas mujeres
condenadas al ámbito doméstico que no se asomaron al espacio público
sino a través del acto de escribir. El caso de Rosa Marina es un ejemplo
paradigmático del papel de la escritura en la construcción del yo, un
papel especialmente relevante en el caso de las mujeres que vivieron en
épocas anteriores al proceso de reconocimiento de la igualdad de dere-
chos civiles y políticos en el siglo XX. La persona tal vez no exista ni
sabemos si existió: existe el personaje, la autora, la obra escrita.
Por eso no nos extraña que, siendo toda ella escritura, Rosa Marina
atribuya a las mujeres escritoras la misión de encabezar el movimiento
de emancipación de la mujer, del cual espera el amanecer de una nueva
y más feliz humanidad. En un alegato final vibrante, que da a todo el
folleto el carácter de manifiesto, llama a las mujeres escritoras a asumir
esa responsabilidad histórica:
Ni la causa que defiendo es nueva, ni carece de distinguidos partidarios,
de elocuentes defensores […]. Continuar tan santa empresa, trabajar por
tan noble causa, es una misión digna de todo corazón generoso, de todo
espíritu elevado, de toda conciencia pura, y para quienes sobre todo es
un sagrado deber tremolar la bandera y marchar en primera línea de la
vanguardia de las falanges del progreso, atacando con vigorosa mano
las últimas trincheras, tras de que se guarecen la ignorancia, la rutina,
la superstición y el fanatismo, que se oponen a su realización, son
esas mujeres privilegiadas, poetisas, novelistas y autoras dramáticas,
cuyo fecundo numen encontraría en estas ideas inmensos raudales de
inspiración, principio de nuevas formas y de originales concepciones.
Solo por este camino pueden llegar a la verdadera gloria […]. A la obra
pues, y de hoy más, ennoblecida vuestra pluma por la sublime misión a
que la consagréis, la utilidad de vuestras empresas literarias realzará los
divinos destellos del genio, y las cultas combinaciones del arte que brillan
en vuestras obras.54
53 Agradezco a Isabel Burdiel que me llamara la atención sobre estas analogías entre el
pensamiento de Rosa Marina y el de otras autoras, tanto españolas como británicas
y francesas, con las que puede ser comparada.
54 Ibíd., pp. 30-31.
Vemos la enorme distancia que separa este texto del que dirigiera
a las españolas Margarita López Morla en 1841. En poco más de tres
lustros, se ha pasado de apelar a las damas aristocráticas de la Corte, a
apelar a las mujeres escritoras; de esperar que los grandes cambios so-
ciales se realicen por la benevolencia de la reina a poner en manos de las
mujeres su propia emancipación; de limitarse a difundir las doctrinas de
pensadores extranjeros (varones), como Fourier o Jan Czynski, a expre-
sar sentimientos propios de la autora en forma de un discurso original
de empoderamiento y de autoafirmación. El discurso que cifra en la
escritura femenina el primer paso para la emancipación de las mujeres.
La identidad en contexto
Tras analizar la obra de Rosa Marina, llegamos a la conclusión de que lo
más probable es que no se tratara de un seudónimo literario de ninguna
de las dos escritoras más conocidas del furierismo gaditano, ni Pérez de
Celis ni Zapata, pues su estilo presenta diferencias notables, y hay en su
léxico elementos característicos suficientes para descartar que sean de
la misma mano. Pero la hipótesis del seudónimo tiene sentido, desde el
momento en que no se conoce ningún otro dato biográfico de esta Rosa
Marina, pues no volvió a firmar texto alguno ni figura su nombre en
ningún documento de otro tipo que haya llegado hasta nosotros. Puede
mantenerse, por tanto, la posibilidad de que fuera un seudónimo, aun-
que a día de hoy no conozcamos quién se ocultaba realmente detrás del
mismo55.
El libro fue publicado en 1857, en un momento en que, fracasada
la experiencia de gobierno progresista de 1854-56, avanzaba sin freno
la reconquista conservadora de la sociedad, limitando la alternancia po-
lítica a las dos opciones de orden que representaban el viejo partido
moderado —un conglomerado de intereses económicos, políticos y mi-
litares vinculado a la corte de Isabel II y a la familia real— y la Unión
Liberal de O’Donnell, de la que nacería el futuro partido conservador
de la Restauración.
de estrechar los lazos sociales que unan entre sí a los hoy desilusionados,
diseminados o contrapuestos miembros de la gran familia humana.64
Por otra parte, Pérez de Celis habla en una primera persona del plu-
ral, un nosotros que revela su militancia socialista, su identidad como
miembro de un grupo con ideas muy definidas, a diferencia del yo sin-
gular de Rosa Marina.
64 Ibíd., p. VIII.
65 Carmen DE LA GUARDIA HERRERO, «La violencia del nombre. Mujeres,
seudónimos y silencios», en Pilar PÉREZ CANTÓ (ed.), El origen histórico de la
violencia contra las mujeres, Madrid, Dilema, 2009, pp. 201-239.
a los que la autora quisiera dirigirse, como hizo con frecuencia Emilio
Castelar70.
Poner la voz de las mujeres en limpio, publicando con nombre de
mujer y sin aditamento alguno, no era un proceder evidente, y en este
caso encerraba sin duda un gesto de coherencia, puesto que era el talen-
to de las mujeres y su derecho a escribir y a intervenir libremente en la
vida pública lo que se estaba afirmando con palabras y con hechos. Las
mujeres, según estos planteamientos feministas pioneros, debían pro-
tagonizar la lucha por su propia emancipación, hablar y actuar por sí
mismas, sin depender de la tutela de los varones.
En este camino, que debía afirmar la identidad colectiva e indivi-
dual de las mujeres, su presencia en todos los ámbitos de la sociedad
y su emancipación de la tutela masculina, la escritura era el recurso
primero y fundamental; y el romanticismo creó el régimen emocional
en el que resultaba factible afirmar la identidad femenina y franquear
las barreras que tradicionalmente se habían opuesto a la igualdad de las
mujeres. El feminismo, como el furierismo, encontró un terreno favora-
ble en este entorno cultural definido por la sensibilidad romántica, en el
cual confluyeron. Y lo aprovecharon construyendo personalidades aptas
para impulsar sus luchas respectivas, como la de Rosa Marina. Al lado
de la importancia de su protagonismo en ese proceso histórico, poco
importa si detrás del nombre había un cuerpo o no lo había, y si este era
de sexo masculino o femenino.
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Familia y nación
La familia es una imagen poderosa que permite asimilar la nación a una
comunidad orgánica, unida por lazos de sangre, historia y sentimien-
tos. Hace ya tiempo que se reconoce su particular importancia para la
identidad nacional italiana. El Risorgimento trazó un paralelismo entre
familia y nación en el que los roles de padre, madre, hermano y her-
mana se utilizaron para evocar la variedad de relaciones y modelos de
conducta presentes en el espectro político2. Por una parte, la metáfora
de la familia como forma de pertenencia colectiva fue clave en las repre-
sentaciones de la monarquía italiana y desempeñó una función crucial
en el renovado vigor del catolicismo a lo largo del siglo XIX; por otra
parte, los revolucionarios italianos confiaron en el recurso a la familia
para promover su llamada a las armas. Y si, para esto último, el punto de
referencia más obvio era el legado político e iconográfico de la Revolu-
ción Francesa, en la práctica, derecha e izquierda mezclaron una visión
nueva, democrática, de las relaciones de parentesco con un sentido tra-
dicional de la jerarquía familiar. Tanto los patriotas como sus oponentes
crearon una imagen de la nación italiana que incorporaba la autoridad
paterna y la compasión materna. También recurrieron a los vínculos
fraternales y subrayaron la necesidad de lealtad, solidaridad y paridad
entre hombres y, hasta cierto punto, también entre hombres y mujeres3.
1 Quiero agradecer a Valeria Babini, Chiara Beccalossi, Sean Brady y Laura Lee
Downs sus valiosos comentarios a las primeras versiones de este artículo.
2 Véase en particular I. PORCIANI, «Famiglia e nazione nel lungo Ottocento», en
I. PORCIANI (ed.), Famiglia e nazione nel lungo Ottocento, Roma, Viella, 2006, pp.
15-53. Véase también M. BONSANTI, «Amore familiale, amore romantico e amor
di patria», en A. BANTI y P. GINSBORG (eds.), Storia d’Italia, annali 22: Il Risor-
gimento, Turín, Einaudi, 2007; y A. BANTI, La nazione del Risorgimento. Parentela,
santità e onore dell’Italia unita, Turín, Einaudi, 2000, especialmente pp. 66-77.
3 Exploro alguna de estas cuestiones en L. RIALL, «Martyr cults in nineteenth-cen-
tury Italy», en Journal of Modern History, 82, 2 (2010), especialmente pp. 277-287.
4 L. DAVIDOFF, Thicker than water. Siblings and their relations, 1780-1920, Oxford,
Oxford University Press, 2012, p. 21. Véase también G. CALVI y C. BLUTRACH,
«Sibling relations in family history: conflicts, co-operation and gender roles in
the sixteenth to nineteenth centuries. An introduction», en European Review of
History-Revue Européene d’Histoire, 17, 5, (2010), pp. 695-704.
5 J. MAZZINI, The Duties of Man and other essays, Londres, Dent, 1955, pp. 60-62.
17 R. PESMAN, «Mazzini and/in…», 2012, pp. 99, 101 y 109; la autora halla pruebas
de relaciones sexuales entre Mazzini y algunas mujeres, pero también confirma
que tales relaciones se mantenían en estricto secreto. Sobre el romance de Mazzini
con Giuditta Sidoli, véase R. SARTI, Mazzini…, 1997, pp. 60-62.
18 Ibídem, p. 112.
19 Citado en R. ASHTON, Thomas and Jane Carlyle. Portrait of a Marriage, Londres,
Random House, 2002, p. 211.
22 L. RIALL, «Travel, migration, exile: Garibaldi’s global fame», en Modern Italy, 19,
1 (2014).
23 J. RIDLEY, Garibaldi, Londres, Constable, 1974, pp. 422-429 y 595-599; sobre el
segundo matrimonio de Garibaldi, véase M. MULINACCI, La bella figlia del lago.
Cronaca intima del matrimonio fallito di Giuseppe Garibaldi con la marchesina Rai-
mondi, Milán, Mursia Milano, 1978.
24 J. RIDLEY, Garibaldi…, 1974, pp. 389, 595-58 y 627-628.
escrito para pedir su autógrafo. Poco antes, ese mismo año, la gobernan-
ta de su casa de Caprera, Battistina Ravello, había alumbrado a su hija
Anita. Durante este tiempo, mantuvo una ardiente correspondencia con
dos de sus partidarias políticas más próximas, Espérance von Schwartz
y la condesa Maria della Torre25.
Las relaciones de Garibaldi con von Schwartz, a la que propuso ma-
trimonio en 1857 (para ser rechazado), y con della Torre siguieron una
pauta típica de sus interacciones con determinado tipo de mujer. De for-
ma opuesta a su interés por Raimondi y Ravello, ambas jóvenes y solte-
ras, con las que mantenía relaciones sexuales abiertamente, el atractivo
de estas mujeres residía en el hecho de que fueran maduras, adineradas
por matrimonio o de forma independiente, generalmente extranjeras
(inglesas o, menos frecuentemente, alemanas) y, desde el punto de vista
del público, colaboradoras antes que amantes. Von Schwartz, activista
política y novelista, publicó en alemán las memorias de Garibaldi. Ella
y una serie de inglesas apoyaron la causa italiana con sus escritos, con
la organización de actos públicos y con iniciativas para recaudar fon-
dos26. En esto, Garibaldi siguió el ejemplo de Mazzini: creó una familia
suplente de hermanas simpatizantes, mujeres tan devotas de su persona
como de su causa política.
No obstante, la correspondencia de Garibaldi y sus «hermanas» su-
giere que sus relaciones iban más allá de lo platónico. Es decir, aunque
las cartas nunca reconozcan explícitamente la existencia de relaciones
sexuales, contienen expresiones de pasión e intimidad que sugieren de-
seo sexual o lo que Marjan Schwegman, al hablar de von Schwartz, ha
llamado «amistad erótica»27. «Querido, queridísimo Garibaldi», le escri-
bió Mary Seeley, esposa de un miembro liberal del parlamento inglés,
después de que el héroe visitase Inglaterra y su casa en 1864, «me siento
feliz de ver tu letra querida, que es como vida fresca para mí […] desde
tu visita, encuentro que todo lo que no está asociado contigo ha dejado
de interesarme». En otra carta, le decía:
25 Ibídem, pp. 424-427; ver cartas de Garibaldi a Teresa Araldi Trecchi, 22 de sep-
tiembre de 1859, y a Sofia Bettini, 24 de octubre de 1859, en M. de LEONARDIS,
Epistolario di Giuseppe Garibaldi, vol. 4, Roma, Istituto per la storia del Risorgi-
mento italiano, 1982, pp. 143 y 174.
26 Véase M. SCHWEGMAN, «Amazons for Garibaldi…», 2010; y M. SCHWEGMAN,
«In love with…», 2005.
27 M. SCHWEGMAN, «In love with…», 2005, p. 375.
bre de 1860, una vez concluida la Expedición de los Mil, dos británi-
cas que había conocido en la ciudad le escribieron misivas de intensa
pasión. Una de ellas, Carlotta Roskilly, describía su «hondo dolor» por
su separación y le preguntaba si había cometido «algún error» que lo
hubiera empujado a replantearse su decisión de «ocupar durante unos
días tu dormitorio, el que te había preparado». Confesaba haber sido
incapaz de deshacer su cama y solo le hacía feliz poseer un retrato
suyo que él había besado: «General, recibí ese beso y lo guardé en el
centro de mi alma como una despedida que no tuve y que ya no puedo
esperar…»31.
«Tu Sauvage», la otra mujer inglesa, se mostraba más osada pero
igual de desesperada. Escribía que lo único que quería era dormir hasta
que pudiera estar con él de nuevo, entonces pondría la mano sobre la
suya y le diría «Nunca más, nunca más nos separaremos». Mientras
dormía, le decía, «estás presente, cerca, conmigo, mis sueños son un tiem-
po muy feliz». Las noticias que publicaban los periódicos sobre él eran
«devoradas» con lo que ella llamaba «una avidez perfectamente terro-
rífica, porque tengo más hambre y un segundo después quiero más».
«¿Llegas a entender esta sensación?», preguntaba, «si es así, intenta
aliviarla satisfaciéndola, porque resulta dolorosa»32.
En abril de 1861, cuando Sauvage escribió su última carta, Gari-
baldi se encontraba en Turín. Allí intimó con otra inglesa, Florence
MacKnight, hija de un noble inglés, y también ella, igual que sus pre-
decesoras, manifestó su aflicción cuando él dejó la ciudad. De nue-
vo, como habían hecho Carlotta Roskilly y Mary Seeley, expresaba su
pesar hablando del dormitorio. Había visitado su habitación como en
«una peregrinación», escribió, «allí te veo todavía. Si hubieses sido
un testigo invisible ¿habrías creído cuántas caricias recibió tu cama? Y
tu almohada silenciosa, que todavía guardaba la huella de tu querida
cabeza»33.
La naturaleza de estas misivas plantea problemas de interpreta-
ción y no podemos conocer la verdadera naturaleza de las relaciones
de Garibaldi con estas mujeres. No obstante, sus enardecidas declara-
Hermanos y maridos
¿Qué sucedía cuando la política patriótica dividía a las familias? En el
Risorgimento, no era raro que miembros de la misma familia adoptasen
posturas distintas en cuestiones como el nacionalismo, el liberalismo y
la lucha entre Iglesia y Estado. Tal vez la discordia familiar ocasiona-
da por la política era especialmente fuerte en las familias nobles que
63 El panfleto desató una tormenta política. Véase F. TRANIELLO, «La polemica Gio-
berti-Taparelli sull’idea di nazione», en F. TRANIELLO, Da Gioberti a Moro. Per-
corsi di una cultura politica, Milán, Franco Angeli, 1990, pp. 43-62.
64 Massimo a Roberto, 6 de febrero de 1847, en D’AZEGLIO, Epistolario, vol. 3,
1992, pp. 271-273. Gioberti replicó a Taparelli en Della nazionalità in proposito di
un’operetta del P. Luigi Taparelli d’Azeglio (1847).
65 Massimo a Luisa Blondel, 3 de febrero de 1847, en M. D’AZEGLIO, Epistolario,
vol. 3, 1992, pp. 267-268; véase también Massimo a Francesco Predari, 31 de enero
de 1847, ibídem, pp. 265-266.
66 Prospero a Roberto y Massimo, 5 de julio y 27 de agosto de 1846, 25 de abril de
1847, en DI CARLO, Un carteggio inedito…, 1926, pp. 17-23, 24-25 y 30-33.
Conclusión
En el Risorgimento, la familia proporcion����������������������������
ó el
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fundamento para la per-
tenencia política en términos simbólicos y prácticos. La familia ofrecía
una imagen poderosa de la identidad nacional y era una fuente de apoyo
material y de consuelo emocional. Por el mismo motivo, el amor ma-
terno era la base de una nueva visión de la vida política, y las mujeres
desempeñaron una función activa como colaboradoras políticas. Unos
lazos tan estrechos entre el amor familiar y la acción política eran rela-
tivamente infrecuentes, y bien pueden haber «feminizado» la conducta
política entre los patriotas del Risorgimento. Ciertamente, apareció un
nuevo lenguaje político que remitía a cualidades tradicionalmente feme-
ninas. Por eso, en el Risorgimento la frontera entre lo público y lo pri-
vado era porosa, y la vida familiar era espejo y modelo de los cambios
en la escena política.
Sin embargo, he argumentado que no debe confundirse un len-
guaje político que exaltaba los vínculos de la pertenencia nacional con
las realidades de la experiencia vivida. Ninguno de los tres patriotas
que hemos tratado aquí tuvo una vida familiar convencional. Además,
los tres hacían una distinción clara entre los vínculos de sangre con
madres, hermanas y hermanos, y los lazos de intimidad creados con es-
posas o amantes. Aunque de modos muy distintos, Mazzini y Garibaldi
separaron el amor familiar, que era el cimiento de la vida pública, de
las relaciones sexuales, que en el caso de Mazzini eran aparentemente
inexistentes y en el de Garibaldi, se mantenían en privado. D’Azeglio
separaba lo público de lo privado en términos más convencionales, pero
dentro de la esfera privada distinguía el amor por sus padres o herma-
Like a traveler, there was much she could tell, there was much that
could never be told
James Salter, Light Years
2 Lord ACTON, «George Eliot’s Life», en The Nineteenth Century, marzo de 1885,
p. 1884; y Hermione LEE, Body Parts. Essays on Life-writing, Londres, Chatto &
Windus, 2005, p. 116.
6 Mª Cruz ROMEO, «La cultura política del progresismo: Las utopías liberales, una
herencia en discusión», en Berceo, 139 (2000), pp. 9-30.
7 Emilia PARDO BAZÁN, «La cuestión académica. A Gertrudis Gómez de Avellaneda
(en Los Campos Elíseos)», carta publicada en La España Moderna, en febrero de
1889. Ver el texto de Mónica BURGUERA en este mismo volumen y su obra Las
damas del liberalismo respetable. Los imaginarios sociales del feminismo liberal en
España (1834-1850), Madrid, Cátedra-Feminismos, 2012.
las apariencias cuando fue necesario12. Aquel marido tan carlista y tan
civilizado es otra de las paradojas salvadoras del entorno privado de
Emilia Pardo Bazán sobre el cual le fue posible, emocional, social e in-
telectualmente, construir su carrera para convertirse en «la gran mujer
de letras» del XIX. Un tema que requiere, sin duda, una reflexión más
amplia y más compleja.
Lo primero que me ha llamado la atención es que en su decisión
—a diferencia de otras escritoras de su época en España y en Europa—
no hay desgarro emocional, titubeos, miedos y vacilaciones sobre la
propia identidad como «mujer pública». Hay pasión, voluntad de derri-
bar obstáculos, de ser y de estar. Hay un antisentimentalismo militante
y burlón, y una opción estética, y podríamos denominar metodológica,
por lo que entonces se calificó de naturalismo (o realismo naturalista),
como la forma de hacer compatible su pasión por la ciencia y por la li-
teratura. Como la gran tradición que habría que establecer para acabar
con todos los vestigios del romanticismo y construir culturalmente la
España moderna.
Con ello entro en la segunda pregunta. ¿Qué tipo de escritora, de
intelectual, quiso ser Pardo Bazán? No tengo respuestas acabadas pero
sí algunas líneas posibles de desarrollo. En primer lugar, Pardo Bazán
fue una escritora deliberadamente irreverente respecto a la solemnidad
de la figura del escritor, sobre la cultura de la posteridad, y del genio
extraordinario y sublime, alimentada por el romanticismo y que todavía
pervivía en su época. Creía en el talento y en el trabajo («terrenales y
no celestiales») y cuestionó siempre la barrera o dicotomía entre alta y
baja cultura a la hora de juzgar la importancia de una obra. Son muy
expresivas, a este respecto, sus respuestas bien humoradas a Menéndez
Pelayo y a Giner de los Ríos cuando la advertían de los riesgos de lanzar-
se a escribir novelas y de abandonar estudios más serios:
A Menéndez Pelayo —que se escandalizó con su Viaje de novios
(1881)— le escribió:
Estaba oyendo, antes de oírlo, todo lo que Vd. me dice del Viaje de novios.
Sospechaba que el género no le había de gustar a Vd. ni poco ni mucho,
de divulgación pero por eso mismo causó el impacto que causó y pro-
vocó el debate que provocó, como quizás ninguna otra obra de crítica
en su momento15.
Su planteamiento del tema, más bien apresurado y contradictorio,
la convirtió en una escritora famosa de la noche a la mañana, cuando
aún no había publicado más que un par de novelas de difusión modesta.
Digo escritora en femenino recalcado porque parte del escándalo y de
la atención recibida tuvo que ver con el hecho de que una mujer (y una
dama), a pesar de que tuvo mucho cuidado en mantener las distancias,
firmará aquellos artículos tan «varoniles» sobre una forma de literatura
tan ruda y masculina como el naturalismo. Una opción literaria y una
celebridad consolidadas con la publicación ese mismo año de 1883 de
su novela La Tribuna.
Sin embargo, y contra las asunciones habituales respecto a las ca-
racterísticas de las mentes femeninas, aquella apuesta concordaba bien
con su interés muy temprano por la ciencia. Fue precisamente el descu-
brimiento de que la observación y la experimentación podían aplicarse
también al arte, lo que la llevó a interesarse por la novela como el género
más capaz de acoger ese proyecto «científico». Desde entonces, la litera-
tura fue para ella una forma de conocimiento del mundo y de los estados
y fases de su propio yo; también una forma de establecer la posición
del intelectual como vanguardia de una mirada sociopolítica neutral,
alejada del subjetivismo y la exaltación románticos; como el «método de
análisis implacable que nos impone el arte moderno»16.
Si la escritura fue siempre para ella una actividad relacionada con
«las ciencias del espíritu», resultó también una profesión y una aspira-
ción de identidad vivida, no solo en privado, sino declaradamente en
público. En un momento en que todavía se estaba tanteando lo que im-
plicaba la profesionalización del escritor, Emilia Pardo Bazán construyó
su imagen pública de escritora como una forma de estar en el mundo
que aspiraba al reconocimiento y, también, a convertirse en una manera
legítima de ganarse la vida. Sin remilgos de clase o de género, fue desde
muy pronto una excelente empresaria de sí misma, asumiendo —frente
al modelo romántico del escritor genial— el modelo comercial del es-
17 Sobre esta cuestión está trabajando Helena Miguelez-Carballeira con la que mantuve
una interesante conversación al respecto en correos electrónicos de 20 y 23 de
mayo de 2014. Véase, asimismo, Cristina PATIÑO, «Génesis, historia y transmisión
de los textos de Emilia Pardo Bazán: Estado de la cuestión», en J. M. GONZÁLEZ
HERRÁN et al. (eds.), Emilia Pardo Bazán: Estado de la cuestión. Simposio,
A Coruña, Casa-Museo Emilia Pardo Bazán-Fundación Caixa Galicia, 2005, pp. 67-
112. José Manuel GONZÁLEZ HERRÁN, «La emancipación de la mujer de letras:
Emilia Pardo Bazán (1889-1892)», en Pura FERNÁNDEZ y Marie-Linda ORTEGA
(eds.), La mujer de letras o la letraherida. Discursos y representaciones sobre la mujer
escritora en el siglo XIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 345-364. Véase también Jean-
François BOTREL, «Emilia Pardo Bazán, mujer de letras», en Ana Mª FREIRE (ed.),
Estudios sobre la obra de Emilia Pardo Bazán. Actas de las jornadas conmemorativas
de los 150 años de su nacimiento, A Coruña, Fundación Pedro Barriés de la Maza,
2003, pp. 155-168. Para un contexto general, Jesús A. MARTÍNEZ, Vivir de la
pluma. La profesionalización del escritor, 1836-1936, Madrid, Marcial Pons, 2009.
18 Cristina PATIÑO, «En los umbrales de la Academia: Emilia Pardo Bazán, impug-
nadora de La Tradición del Absurdo en dos cartas de campaña y una entrevista
olvidada», La Tribuna, 2 (2004), pp. 131-155.
19 Equipo de investigación La Tribuna, «La riqueza de Emilia Pardo Bazán. Una
aproximación a su estudio», en La Tribuna, 7 (2009), pp. 37-79.
25 Remito, sin poder entrar ahora en más detalles, a Insolación (1889), Memorias de un
solterón (1896) o El tesoro de Gastón (1897), pero también a Doña Milagros (1894) o
La piedra angular (1891).
26 Desde la Nucha de Los pazos de Ulloa (1886), hasta Esclavitud en Morriña (1889)
o Carmiña Aldao de Una cristiana (1890). Merecen una lectura nueva, desde este
punto de vista, sus novelas finales y sus experimentos con el modernismo: La
quimera (1905), La sirena negra (1908) y Dulce dueño (1911).
27 Edición original de PARDO BAZÁN en 1892. Véase la edición en Madrid, Cátedra-
Feminismos, 1991. John STUART MILL y Harriet TAYLOR MILL, Ensayos sobre la
igualdad sexual, Madrid, Cátedra-Feminismos, 2001.
nota poética, nada profundo ni ideal, nada que sea una ventana abierta
sobre el ensueño, ¡y es una historia de amor! No se sabe qué pensar
leyendo esto»30.
Desde luego, el amor que sucede en Insolación no sigue el estereo-
tipo del hombre seductor, frío y analítico, y la mujer seducida, arrastra-
da a la perdición por sus sentimientos incontrolables. Su protagonista
—como escribió María Martínez Sierra (María Lejárraga) en un inusual
y perspicaz homenaje a Pardo Bazán— disfruta «la dulce voluptuosidad
de saborear los pasos del vencimiento […] y la amarga voluptuosidad
de la clarividencia […] que heriría de muerte todo amor masculino»31.
Asís de Tablada tiene muy poco que ver con la víctima de los de-
seos masculinos que fue la pobre Ana Ozores de La Regenta. No, desde
luego, Clarín no sabía qué pensar leyendo aquello y debió de sentirse
aterrado ante la «vulgaridad» de afirmaciones como esta: «Señor, ¿por
qué no han de tener las mujeres derecho a encontrar bien formado el
muslo de un hombre o a imaginarse el cosquilleo de un bigote […] Si no
lo decimos, lo pensamos. Y no hay nada más peligroso que lo reprimido
y oculto, lo que se queda dentro»32.
Pardo Bazán hace trizas en esta novela el régimen sentimental que
escritores como Valera, Galdós o Clarín prescribieron para sus mujeres
y sus hombres. No es menor en esa ruptura el despliegue de un sentido
del humor que se consideraba un rasgo imposible en una mujer, su én-
fasis en la salud, en la fortaleza y el ejercicio al aire libre, su impaciencia
ante el culto a la fragilidad física y mental femenina y su insistencia en
que la admiración sexual desempeñaba en las pasiones amorosas de las
mujeres un lugar tan importante como en los hombres. Todo ello cues-
tionando radicalmente el estereotipo clásico en su época (no en Galdós,
pero sí en Pereda o Valera) de que «lo natural» (y la mujer pura como
encarnación de la naturaleza) era la salvación del hombre neurótico y
30 Leopoldo ALAS, CLARÍN, «Emilia Pardo Bazán y sus últimas obras», en Ermita
PENAS, Clarín, crítico de Emilia Pardo Bazán, Santiago de Compostela, Universi-
dad de Santiago, 2003, p. 113. Para el desconcierto masculino más general en el
cambio de siglo, Nerea ARESTI, Masculinidades en tela de juicio, Madrid, Cátedra-
Feminismos, 2010.
31 María MARTÍNEZ SIERRA, «La feminidad de Emilia Pardo Bazán», en Alda BLAN-
CO (ed.), A las mujeres: Ensayos feministas de María Martínez Sierra, Logroño,
Instituto de Estudios Riojanos, 2003, pp. 133-140.
32 Emilia PARDO BAZÁN, Insolación (1889).
civilizado. Para Emilia Pardo Bazán, la naturaleza no tenía una voz pro-
pia, «las voces están dentro», y allí donde Valera o Pereda proponen
soluciones ella solo encuentra paradojas y preguntas. En todo caso, en
la naturaleza no se halla la virtud, como creía Rousseau, porque la natu-
raleza es «esencialmente inmoral»33.
Con ello entro en la tercera pregunta que me parece pertinente
para esta primera reflexión. Susan Kirkpatrick, y también Lou Charnon-
Deutsch, perciben el acendrado catolicismo de Pardo Bazán, su elitismo
social y político (ellas dicen prejuicios de clase), como incongruencias en
su proyecto de mujer moderna34.
Me gustaría invertir (o discutir) ese planteamiento. En primer lu-
gar, cuestionando la identidad fija y excluyente entre modernidad e
irreligiosidad, o secularización. En segundo lugar, y al hilo de lo ante-
rior, proponiendo una concepción más plural de la modernidad política
y, en tercer lugar, poniendo en cuestión el carácter intrínseca e ideal-
mente pro-democrático del primer feminismo.
Creo que, lejos de constituir (solo) contradicciones o incongruen-
cias, el catolicismo, el aristocratismo y la crítica a la modernidad canó-
nica, asociada al liberalismo y a la democracia, de Pardo Bazán fueron
los espacios y lenguajes disponibles, las plataformas intelectuales que
le permitieron articular su aguda sensación de injusticia respecto a la
naturalización de la diferencia jerárquica entre los sexos. En el momento
de reflexión en que me encuentro, la pregunta sustancial, planteada de
la forma más simple, es la de cómo se puede ser conservadora y progre-
sista a la vez. La pregunta se hace más compleja en la medida en que in-
cluyamos en ella la reflexión sobre las formas de construcción histórica
de qué se considera progresista y conservador en una determinada con-
cepción de lo político, en un momento y lugar particulares, de acuerdo
con qué tipo de discursos y lenguajes disponibles. Por ello, como toda
pregunta compleja, no tiene una sola respuesta sino varias.
Por lo que respecta a la cuestión del encaje entre catolicismo y fe-
minismo, los estudios recientes sobre la experiencia decimonónica en
la Europa católica en general, y en España en particular, han insistido
en el hecho de que la religión constituyó un lenguaje disponible bási-
co para la expresión del primer feminismo, con sustanciales beneficios
argumentativos como plataforma de un acceso a la esfera pública que
parecía bloqueado para las mujeres en los discursos científicos y mo-
rales asociados al liberalismo y la secularización. La identificación de
los anclajes sociales e intelectuales que el catolicismo pudo ofrecer al
primer feminismo ha sido y sigue siendo muy útil para abrir caminos de
investigación que cuestionen las categorías dicotómicas y esencialistas
heredadas, para restituir al pasado de la lucha por la emancipación de
las mujeres su pluralidad interna y su capacidad de articular un dis-
curso crítico propio que rompe las definiciones convencionales de lo
progresista y lo conservador35.
Una cuestión que requiere análisis cada vez más concretos y, al
mismo tiempo, cada vez más atentos a las posibilidades de la perspec-
tiva comparativa y transnacional, capaces de identificar las ventanas
de oportunidad, los momentos y los actores en contextos distintos y
cambiantes. Capaz también de identificar los horizontes cegados por
el carácter voraz y la agenda netamente reaccionaria y profundamente
sexista que la jerarquía de la Iglesia católica española preveía para la
movilización de sus mujeres. ¿Qué tipo de relaciones vitales e intelec-
tuales cabía establecer con la religiosidad católica y cuáles devenían
rrera literaria, no hay que desdeñar los mecanismos a través de los cuales
—de forma no necesariamente coherente con otras de sus facetas públicas
o íntimas— hizo y rehizo en cada momento y dimensión de su vida, y
sobre todo de su labor creativa, la representación de su catolicismo.
En segundo lugar, y no menos importante, la religión católica fue
para ella una forma de espiritualidad personal que identificó siempre el
cristianismo con el logro histórico de superar la barbarie (identificada
de forma característica con el mundo musulmán) y de reconocer una
conciencia moral común a hombres y mujeres para proyectar una no-
ción fuerte de responsabilidad individual fundada en el libre albedrío.
Un planteamiento clásico, como se puede observar en el ensayo de Juan
Pro sobre Rosa Marina de este mismo volumen, en la obra de Concep-
ción Arenal o en el papel desempeñado por los krausistas (fundamen-
tales, como he dicho, para la educación moral e intelectual de Pardo
Bazán) en la apertura de espacios de acción e identidad para las mujeres.
Enfatizo que, en este aspecto, Pardo Bazán habló casi siempre de
«cristianismo» (no de catolicismo) y que en su obra literaria hay fuertes
ambivalencias y ventanas de crítica mucho más abiertas que en Clarín,
o incluso que en Galdós, cuando deja implícita la responsabilidad de la
Iglesia católica en la perpetuación de un ideal servil de perfecta casada,
extremadamente peligroso para las mujeres. Algo patente en el caso de
Nucha, de Los pazos de Ulloa, o de Carmiña Aldao, en esa misteriosa
novela que es La cristiana. No es casualidad que se apellide Pardo el
hermano de Nucha, Gabriel, que quiere salvar a la hija de esta de la
degradación a la que se ha visto sometida y que exclame en La madre
naturaleza: «¡A fuerza de lecturas, de estudiar y de ejercitar la razón,
me he acostumbrado a ver el pro y el contra de todas las cosas!».
En este aspecto, me parece fundamental el desafío de Pardo Bazán
a las convenciones religiosas admitidas, al «naturalizar» sus propuestas
feministas dentro del discurso católico, logrando una potencia dialó-
gica y un impacto social que no tuvo ninguna de sus predecesoras y
coetáneas.
En tercer lugar, y en estrecha relación con lo apuntado hasta aquí,
para Pardo Bazán el catolicismo (ahora sí enfatizado en cuanto tal) for-
maba parte esencial e irrenunciable de la identidad nacional española;
un elemento de cohesión social fundamental y un vínculo ético entre
las élites dirigentes y el pueblo en el camino, nacional, hacia el progre-
so. Era, además, una respuesta —que ya venía de muy atrás entre los
élites nuevas, que hiciesen honor a la responsabilidad que ella les atri-
buye, para afrontar los desasosiegos del mundo moderno tal y como se
percibía a sí mismo en la Europa y la España del segundo tercio del siglo
XIX. Unas élites capaces de encauzar, dirigir y crear una nación verda-
deramente moderna, española y europea a un tiempo.
Es ahí donde inserta su análisis vital y literario de la llamada «cues-
tión femenina», como un problema básico de regeneración moral, po-
lítica y cultural nacional. O quizás es al contrario. Es su aguda percep-
ción de la asimetría de poder social e independencia personal entre los
hombres y las mujeres de la nueva élite lo que hizo que fuese capaz de
cuestionar el sistema en su conjunto. Al hacerlo, puso en tela de juicio
la idea de progreso lineal, unívoco y omnicomprensivo que conformaba
la gran narrativa de todas y cada una de las corrientes liberales.
Afirmó que, al conceder derechos civiles y políticos cada vez más
amplios a los hombres (y al asumir los planteamientos sexistas de la
ciencia del momento), el liberalismo colocaba a las mujeres en una po-
sición de desventaja mayor que nunca porque creaba una brecha a su
juicio anteriormente inexistente entre las esferas pública (masculina) y
privada (femenina). De este modo, la obra de Pardo Bazán forma parte
sustancial del debate no solo sobre el acceso de las masas a la política,
sino sobre el papel de las mujeres en aquella encrucijada que percibía
fundamental para la regeneración de España, para la creación de la na-
ción española moderna. Por ello, y esta es una cuestión que aún no he
podido explorar bien pero que me parece importante, a diferencia de lo
que se da por supuesto dado el explícito feminismo de Pardo Bazán, sus
lectores implícitos, es decir, la audiencia que buscaba en sus obras, es a
mi juicio más masculina que femenina. O al menos igualmente masculina
y femenina dentro de esas élites que le gustaría que la leyesen y escu-
chasen. Lectores implícitos que, por otra parte, pueden variar (y esto
habría que analizarlo con cuidado) en distintas etapas de su vida y en
los distintos formatos de comunicación elegidos.
Al mismo tiempo, su discurso feminista es posible y audible por-
que forma parte de un contexto de politización y nacionalización activa
de las mujeres, tanto en las culturas republicanas o socialistas como en
las conservadoras. El suyo no es, por supuesto, el discurso conservador
que reafirma el rol tradicional de la mujer española, guardiana de las
esencias y de la honra de la patria. Tampoco es el discurso del liberalis-
mo progresista y radical, incluso socialista, sobre la madre ciudadana.
I.
Sin aplicar un marco crudamente freudiano a las vidas de mis sujetos
de estudio, individual o colectivamente, merece la pena que considere-
mos —como hace Lynn Hunt en relación con Francia— la idea de un
«romance familiar», una fantasía que permite reordenar la familia en la
que se ha nacido para hacer de ella una entidad nueva, liberada, quizá
como el deseo inconsciente tras «un esfuerzo creativo por reimaginar
el mundo político, por imaginar una política desvinculada de la auto-
ridad patriarcal»4. Algunos radicales decidieron por sí mismos avanzar
más allá de los parámetros políticos con los que habían crecido. En el
mundo liberado imaginado por el activista republicano P. S. O’Hegarty,
o por los cuáqueros radicales Rosamond Jacob y Bulmer Hobson, o por
el miembro de la Liga Gaélica y de la Hermandad Republicana Irlande-
sa Píaras Béaslaí, o por el cónsul imperial convertido en revoluciona-
rio nacionalista Roger Casement, o por las seis hermanas republicanas
Gifford, o por la pareja feminista y socialista que formaban Hanna y
Francis Sheehy-Skeffington, había un deseo de desestabilizar el orden
familiar heredado.
Esto, al menos en algunos casos, iba acompañado por el deseo de
desafiar el patriarcado aún más abrumador de la Iglesia católica, aun-
que no siempre ello resulte obvio por diversos motivos. Uno de ellos es
el conservadurismo agudo que se impuso tras la revolución irlandesa,
cuando las ideas nacientes de ciertos tipos de liberación se subordi-
naron sin miramientos al proyecto nacional de nueva estabilización y
clericalización.
Otra influencia inhibidora es el fuerte vínculo que supone la fami-
lia en Irlanda, y en particular el que ata a la madre. La dedicatoria de
Terence MacSwiney en su obra teatral de 1914 The Revolutionist dice
4 Lynn HUNT, The Family Romance of the French Revolution, Berkeley, University
of California Press, 1993, p. XIV: «De muchas maneras, a veces sorprendentes,
los romances familiares ayudaron de forma consciente e inconsciente a organizar
la experiencia política de la Revolución. Tanto los revolucionarios como los
contrarrevolucionarios tuvieron que enfrentarse a las cuestiones de la autoridad
paterna, la participación femenina y la solidaridad fraternal. Tuvieron que contar
historias sobre cómo nació la república y lo que significó, y esas historias siempre
contenían elementos de conflicto familiar y desenlace. Algunos elementos de los
relatos eran atemporales —las relaciones de padres e hijos, esposos y esposas,
hombres y mujeres— aunque su particular configuración obedecía a los patrones
políticos y sociales generados por el proceso revolucionario».
5 Alan HAYES (ed.), The Years Flew By: recollections of Madame Sidney Gifford Czira,
Galway, Arlen House, 2000, pp. 5-6. Véase también el testimonio de Kevin O’Shiel
en el Bureau of Military History Witness Statement nº 1770, p. 208 y ss. [www.
bureauofmilitaryhistory.ie].
6 Diarmuid FERRITER, Occasions of Sin…, 2009, p. 37. Véanse los papeles O’Briain,
NLI 8436/7, para encontrar enconadas controversias sobre prácticas poco auténticas
en el baile irlandés. La Oireachteas (conferencia anual de la Liga Gaélica) de 1903
elaboró un informe sobre la cuestión, con una detallada recogida de pruebas sobre
la decencia de gigas y reels, los peligros de «zapatear» y la corrupción de los pasos
de la polka. La posibilidad de que los reels derivasen de las cuadrillas del siglo
XVIII era un tema delicado. Véase también un artículo muy extenso, sentimental
y autocomplaciente sobre la materia en el Weekly Freeman de 13 de diciembre de
1902.
7 Diarios de Rosamond Jacob, NLI ms. 32, 582, 14 de febrero de 1912, vol. 23 [NB:
la numeración de los volúmenes del diario es de la biblioteca, y no coincide con la
de la autora]. Véase también la anotación del 17 de marzo, ibídem.
8 Hilary PYLE, Cesca’s Diary 1913-1916: where art and nationalism meet, Dublín,
The Woodfield Press, 2005.
13 Citado en Fearghal MCGARRY, Rebels: voices from the Easter Rising, Dublín,
Penguin, 2011, p. 66.
14 Kevin O’SHIEL, Bureau of Military History Witness Statement, nº 1770, p. 170.
15 Anotación en los archivos de la ciudad de Cork, 271/A/1 [1903].
16 Archivos de la ciudad de Cork 271/A/10, 5 de febrero de 1906. «Una terrible
tentación se me ha presentado esta tarde. Gracias a Dios, al final la he superado.
Sin embargo, me ha dejado pensando en que hay posibilidades de mal dentro de
mi alma que, si no estuviesen aplacadas por la religión y la razón, me arrastrarían
a no sé dónde. Es horrible pensar que uno puede ser doblegado por tentaciones
perversas, por malos pensamientos y emociones. Dios me libre de ellos».
17 Ibídem, 8 de febrero.
18 Ibídem.
19 1909; véase Richard ELLMANN, Selected Letters of James Joyce, Londres, Faber
and Faber, 1975, pp. 179-196.
20 Susan K. MORRISSEY, Heralds of Revolution: Russian students and the mythologies
of radicalism, Oxford, Oxford University Press, 1998.
21 UCDA P7/D/30 transcripción de una entrevista televisiva de 1966.
22 Véanse innumerables odas en su diario, vol. 171; los párrafos citados son de 7 de
julio de 1915, 8 de julio de 1915 y 3 de septiembre de 1917.
vez lo fue, aunque, como muchas feministas, opinó que los hombres
debían actuar con más continencia al leer fascinada la polémica obra so-
bre la enfermedad venérea The Great Scourge, de Christabel Pankhurst.
También creía que «la promiscuidad en ambos sexos es mejor que el
doble rasero moral»31, y en esto coincidía con muchos miembros de su
generación. Constance Markiewicz, con su marido polaco bebedor y
errabundo, disfrutó quizá de la misma libertad (años después, Bulmer
Hobson habló a su hijo Declan de su sorpresa cuando, estando de ma-
niobras nocturnas con los boy scouts de Fianna, ella pidió meterse en la
cama con los chicos para calentarse).
Aunque más convencional, la correspondencia de pareja entre Ea-
mon y Sinead de Valera o Tom y Kathleen Clark es descarada en sus apa-
sionadas manifestaciones de cariño y en la sensación de ausencia física
cuando estaban separados (lo que sucedía con frecuencia). De Valera,
cuya imagen se hizo amenazadoramente puritana en sus años maduros,
escribió a su reciente esposa desde la escuela gaélica de verano en el oes-
te de Irlanda, donde enseñaba, y adjuntó un poema erótico en irlandés
que hablaba del «pecho desabrochado» de la amada y de «sus tres joyas,
las más bellas del mundo». «No pude explicar el significado en la clase
mixta, pero deseé que estuvieses aquí, conmigo… la expresión “beal
beosac” apareció en un poema hace unos días. La tradujimos como “de
labios nectarinos” pero entendí lo que quería decir el poeta. Esos besos
salvajes»32.
II.
Otros matrimonios funcionaban a temperatura más baja. Rosamond Ja-
cob estaba intrigada por la relación marcadamente aséptica entre Francis
y Hanna Sheehy-Skeffington, que tenían dormitorios independientes
—«lo más civilizado», según Hanna—. «Afirmaba que estaba encan-
tada de haber terminado con el sexo, y lo consideraba más bien como
una molestia y un obstáculo en la vida. Hay cierta frialdad y ascetismo
en ella. Dijo que había imaginado que yo, igual que la doctora Lynn y
Madeleine, no necesitaba a los hombres para nada», lo que también se
* «There is a fragrance in your kisses/ That I have not found yet/ In the kisses of women/
Or the honey of their bodies./ Lad of the grey eyes/ The flush in they cheek/ Would be
white with dread of me/ Could you read my secrets./ He who has my secrets/ Is not fit
to touch you;/ Is that not a pitiful thing,/ Little lad of the tricks?».
39 Jeffrey DUDGEON, Roger Casement: the Black Diaries, with a study of his background,
sexuality and Irish political life, Belfast, Belfast Press, 2002, p. 194.
40 Ibídem, p. 190.
41 Ibídem, p. 111.
42 Ibídem, p. 215
43 Ibídem, p. 537 [enero de 1913]. La única reflexión sobre la homosexualidad
como un problema aparece en sus diarios cuando habla del suicidio de sir Hector
MacDonald, un general eminente y popular, después de un incidente que incluía
a un adolescente. Casement expresa compasión por el fallecido y se refiere a su
homosexualidad como «una enfermedad» que debe ser tratada y no un delito que
deba ser castigado, que posiblemente habría sido lo que hubiese argumentado en
su propio caso.
III.
Esto iba a continuar durante los años de actividad abiertamente revo-
lucionaria después de 1916. Uno de los aspectos más traumáticos de la
guerra civil que siguió al tratado fue la desaparición de los lazos entre
quienes habían forjado relaciones estrechas en el ambiente fraternal de
las campañas guerrilleras. Aunque es pertinente preguntarse si hubo un
elemento librepensador y sexualmente avanzado en el temperamento
revolucionario antes de 1916 ¿qué sucedió con él después? Algunos
de los jóvenes románticos como Thomas MacDonagh y el rompecorazo-
nes Sean MacDermott fueron ejecutados. También fue ejecutado Joseph
44 Por contraste, la reacción de la madre de Grace sugiere el tipo de relación que tenían
las hijas rebeldes con su entorno familiar. En una entrevista para la prensa justo
después de la ejecución de Plunkett, la señora Gifford aseguraba que solo había
sabido del matrimonio después de que este se produjese, y que ni siquiera sabía
que estuviesen prometidos. A continuación culpaba a Constante Markiewicz de
haberlo organizado todo. Según su madre, Grace «siempre fue una chica muy terca
y con mucho carácter; y en los últimos tiempos había llevado una vida bastante
independiente». Lloyds Weekly News, 7 de mayo de 1916, en los documentos de
Grace Plunkett, NLI ms 21,593.
45 Documentos de Grace Plunkett, NLI, ms. 21, 590.
50 Véase Jerome AAN DE WIEL, The Catholic Church in Ireland 1914-1918, Dublín,
Irish Academic Press, 2003.
51 Vol. 39, 27 de enero de 1921, y vol. 40, 14 de diciembre de 1921.
que llegó hasta nosotros, quiero decir, hasta quienes nacimos no mucho
tiempo después de la derrota de la República y comenzamos en los años
de nuestra juventud a interesarnos por lo que el mismo Azaña llamó el
«inmerecido y cruel destino»1 del pueblo que fue su origen. Tanto llegó
hasta nosotros esa imagen que no es raro encontrar todavía hoy restos
de su naufragio, que asoman por aquí y por allá, el último, hoy mismo,
cuando escribo estas líneas, en un artículo de Antonio Muñoz Molina,
en el que se dice que Manuel Azaña fue «un hombre tan rico en veladu-
ras y enigmas que tantos años después de su muerte sigue en gran parte
mereciendo el título que dio su cuñado y amigo íntimo Cipriano Rivas
Cherif al libro que escribió sobre él, Retrato de un desconocido». Tantos
años después de su muerte, con tantos miles de páginas dedicadas a su
persona y a su política, y hete aquí que Azaña sigue siendo un descono-
cido. O eso, al menos, afirma Antonio Muñoz Molina2.
Manuel Azaña, como enigma y veladura, Manuel Azaña como un
perfecto desconocido: la prehistoria de la construcción de la perdura-
ble imagen de Azaña comenzó precisamente por ahí, porque al parecer
era un desconocido, lo cual asemeja a un don nadie, y puede datarse
en 1931, cuando su fulgurante y, para la mayoría de los políticos y de
los comentaristas de política de aquel tiempo, sorprendente subida a la
presidencia del gobierno de la República fue recibida con el asombro
propio de quien cree que está al cabo de la calle y, de pronto, irrumpe
en primera fila alguien de quien ni siquiera ha oído hablar. A la sorpresa
siguió, como era de prever, una avalancha de ensayos biográficos que
el mismo Azaña contempló entre divertido y mosqueado: «ahora —es-
cribe en su diario un día de marzo de 1932— hay muchas gentes em-
peñadas en saber cómo soy y cómo he sido. Y me inventan biografías».
Y poco después: «Desde que los sucesos políticos me han sacado brus-
camente a la notoriedad, algunas personas han sentido la tentación de
inventarme una biografía»3. Inventadas porque, según presumía, hasta
ese momento carecía de biografía.
4 Manuel AZAÑA, «El orden público y la política general del gobierno», en Obras
completas, vol. 4, p. 263.
5 Nicolás GONZÁLEZ RUIZ, Azaña. Sus ideas religiosas. Sus ideas políticas. El
hombre, Madrid, Gráf. Universal, 1932, p. 5.
6 Max AUB, La calle de Valverde, Madrid, Cátedra, 1985, p. 297.
7 Ernesto GIMÉNEZ CABALLERO, Manuel Azaña (Profecías españolas) [1932]
Madrid, Turner, 1975, p. 111.
durante los años en que desempeñó la secretaría del Ateneo. Tal fue el
camino que recorrió la explicación del ascenso a la jefatura del Gobier-
no de este desconocido oficinista, fracasado escritor, oscuro tertuliano,
que había dado cauce a su rencor desempeñando despóticamente la se-
cretaría del Ateneo de Madrid8.
No quedó ahí la invención biográfica. Los más curiosos se pregunta-
ron también por sus orígenes familiares y en su casa de Alcalá de Henares
lo encontraron, como niño huérfano, solitario, convertido luego en un so-
ñador peligroso, buscando la manera de someter y aplastar al prójimo. Y
fue en este punto donde la imagen construida por católicos como Gonzá-
lez Ruiz y por fascistas como Giménez Caballero confluyó con la elaborada
por los republicanos radicales desde la oposición: Azaña había cultivado
soterradamente un ansia de poder, Azaña era un déspota, un dictador,
que ocupaba una posición en el Gobierno que por su biografía no le co-
rrespondía y para la que no contaba con apoyos sociales suficientes.
Alejandro Lerroux, con quien había compartido la dirección de
Alianza Republicana en los años de la dictadura de Primo de Rivera, y
que nunca lo había considerado como posible competidor al frente de
un Gobierno de la República, no se avino a la idea de que Azaña estaba
allí, en la cabecera del banco azul, no de manera interina, sino para
quedarse, reduciendo así sus posibilidades de alcanzar la jefatura del
Gobierno. Y no tuvo mejor arma para combatir su posición que atribuir-
la a una maligna pasión por el poder, a un alma despótica.
Fue en este terreno, en la denuncia de un poder ejercido de manera
despótica, en la ocupación de un cargo que por el número de sus dipu-
tados no le correspondía, donde el partido católico, la CEDA, encontró
los mimbres con los que ir trenzando su futura coalición con el Partido
Radical. Porque ese déspota colmado de resentimiento se disponía nada
menos que a la destrucción de España. Al conjunto de aquellos íntimos
atributos se atribuye ahora, en 1932, cuando se comprueba que el presi-
dente del Gobierno está dispuesto a cumplir y hacer cumplir la Consti-
tución, la política militar, la política religiosa y la política autonómica del
19 Julián MARÍAS, Una vida presente, Madrid, Alianza, 1988, p. 86; Jesús PABÓN,
Cambó, vol. 2, Barcelona, Alpha, 1969, p. 211.
20 «En la primavera de 1936 pudo más en él el hombre huidizo que el político lúcido
[…] Azaña, como ocurre en diciembre de 1930 y abril de 1931, o como el 6 de
octubre, se retira, se quita de en medio. Ahora, en abril y mayo de 1936, huye
hacia arriba»: «Huir hacia arriba. Reflexiones sobre Manuel Azaña», en José L. DE
LA GRANJA y Alberto REIG (eds.), Manuel Tuñón de Lara. El compromiso con la
historia, Bilbao, Universidad del País Vasco, 1993, p. 140.
21 François FUET, Le passé d’une illusion. Essai sur l’idée communiste au XXª siècle,
París, Robert Laffont, 1995, p. 298.
Luego he tenido ocasión de editar de Azaña sus obras por fin com-
pletas, lo que me permitió asomarme a un Azaña al que hasta ese mo-
mento no había tratado: el niño que desde los diez años pierde a su
madre y a su padre; el joven que polemiza en la Academia de Jurispru-
dencia sobre cuestiones sociales y políticas; el opositor que obtiene una
plaza de letrado en la Dirección General de los Registros y del Notaria-
do, el secretario que cumple en realidad funciones de presidente en el
Ateneo de Madrid, desde donde impulsa campañas a favor de los alia-
dos durante la Gran Guerra, el intelectual que se incorpora a un partido
reformista para intentar la experiencia monárquica, el director de revis-
tas culturales, el fundador de un pequeño grupo de Acción Republicana
y, luego, ese otro Azaña del que solo me había ocupado parcialmente, el
presidente de una República en guerra.
El resultado de todo esto fue que, en efecto, Azaña tenía una bio-
grafía, que su elección a la presidencia del Consejo de Ministros no
fue tanto un salto como una llegada, pero en el acompañamiento por
ese largo periplo no he querido nunca recurrir a su vida privada, a sus
sentimientos o emociones, a sus relaciones sexuales o amistosas para
entender su política. He explorado su infancia, puesto en valor sus pri-
meros discursos de juventud, su trabajo en el Ateneo, su francofilia, su
presencia en el reformismo, sus relaciones y amistades, y naturalmente
su «amistad particular» con quien habría de ser su cuñado, Cipriano de
Rivas. Pero me he atenido en estas intimidades, y desde mucho antes
de que lo escribiera, a lo que Hobsbawm dice en la presentación de su
autobiografía: «Cualquier intento de relacionar las teorías económicas
de Keynes o de Schumpeter con sus respectivas vidas sexuales, igual-
mente plenas, pero totalmente distintas, está condenado al fracaso»22.
Y es lo que sigo pensando, sin limitar la observación a la vida sexual:
cualquier intento de relacionar las políticas de Azaña con algún enigma
o veladura que cubra su personalidad está condenado al fracaso: Azaña
es su palabra y su acción, y sobre esta base es sobre la que me parece
que es preciso construir su biografía. O eso es, al menos, lo que someto
a discusión.
22 Eric HOBSBAWM, Años interesantes. Una vida en el siglo XX, Barcelona, Crítica,
2003, p. 10.
Introducción
De las muchas figuras terribles que hubo en la cúpula dirigente nazi,
pocas han atraído tanto interés póstumo entre cineastas, periodistas y
escritores como la de Reinhard Heydrich. Incontables documentales te-
levisivos, espoleados por la fascinación del mal, han divulgado diversos
aspectos de una vida que despierta curiosidad, y no escasean los relatos
sensacionalistas sobre su asesinato en Praga en 1942 o sobre la ola sin
precedentes de violentas represalias nazis que le siguió y que culminó
con la destrucción del pueblo de Lidice, en Bohemia1. El asesinato de
Heydrich, posiblemente la operación más espectacular de los servicios
secretos durante la Segunda Guerra Mundial, y sus cruentas conse-
cuencias han inspirado la imaginación popular desde 1942 y han pro-
porcionado un telón de fondo, entre otras obras, a la novela Lidice, de
Heinrich Mann (1942), al guión de Bertolt Brecht para el éxito cinema-
tográfico de Fritz Lang en Hollywood Hangmen also Die (Los verdugos
también mueren) (1943), y a la novela de Laurent Binet, recientemente
galardonada con el premio Goncourt, HHhH, acrónimo de una supuesta
expresión de Goering: «Himmlers Hirn heisst Heydrich» (el cerebro de
Himmler se llama Heydrich)2.
1 Los relatos más conocidos del asesinato de Heydrich son: Callum MACDONALD, The
Killing of SS Obergruppenführer Reinhard Heydrich: 27 May 1942, Londres, Da Capo,
1992; Hellmut HAASIS, Tod in Prag. Das Attentat auf Reinhard Heydrich, Reinbek,
Rowohlt, 2002; y Miroslav IVANOV, Der Henker von Prag: Das Attentat auf Hey-
drich, Berlín, Edition q, 1993. Para encontrar un estudio muy útil de la extensa litera-
tura checa sobre el asesinato (hasta 1991), véase Zdeněk JELÍNEK, «K problematice
atentátu na Reinharda Heydricha», en Historie a vojenství, 40 (1991), pp. 65-101.
2 Heinrich MANN, Lidice, México DF, Libro Libre, 1943. Sobre la participación de
Brecht en la película de Lang, véase Gerd GEMÜNDEN, «Brecht in Hollywood:
Hangmen Also Die and the Anti-Nazi Film», en The Drama Review, 43 (1999),
pp. 65-76.
3 Shlomo ARONSON, Heydrich und die Anfänge des SD und der Gestapo. 1931-1935,
tesis doctoral, FU Berlin, 1967; publicada después como Shlomo ARONSON,
Reinhard Heydrich und die Frühgeschichte von Gestapo und SD, Stuttgart,
Oldenbourg, 1971.
4 Charles WIGHTON, Heydrich. Hitler’s Most Evil Henchman, Londres, Transworld,
1962; Mario DEDERICHS, Heydrich: The Face of Evil, Londres, Greenhill Books,
2006.
5 Günther DESCHNER, Heydrich: The Pursuit of Total Power, Londres, Orbis,
1981; Edouard CALIC, Reinhard Heydrich: The Chilling Story of the Man Who
Masterminded the Nazi Death Camps, Nueva York, William Morrow, 1985.
Véanse trabajos más breves como el de Charles SYDNOR, «Reinhard Heydrich:
Der “ideale Nationalsozialist”», en Ronald SMELSER y Enrico SYRING (eds.),
Die SS: Elite unter dem Totenkopf: 30 Lebensläufe, Paderborn, Schoeningh, 2000,
pp. 208-219; Charles SYDNOR, «Executive Instinct. Reinhard Heydrich and the
Planning for the Final Solution», en Michael BERENBAUM y Abraham PECK
(eds.), The Holocaust and History: The Known, the Unknown, The Disputed and the
Re-examined, Blommington (Indiana), Indiana University Press, 1998, pp. 159 y
ss.; Joachim FEST, «Reinhard Heydrich: Der Nachfolger», en Joachim FEST, Das
Gesicht des Dritten Reiches. Profile einer totalitären Herrschaft, Múnich, Piper,
1963, pp. 139-155.
6 Para el debate historiográfico sobre el género biográfico, véase, por ejemplo, Volker
R. BERGHAHN y Simone LAESSIG (eds.), Biography between Structure and Agency:
Central European Lives in International Historiography, Oxford-Nueva York,
Berghahn, 2008.
7 Ian KERSHAW, Hitler 1889-1936: Hubris, Londres, Allen Lane, 1998; Ian
KERSHAW, Hitler 1936-1945: Nemesis, Londres, Allen Lane, 2000; Christopher
R. BROWNING, Ordinary Men: Police Battalion 101 and the Final Solution in
Poland, Nueva York, Harper, 1992; Peter LONGERICH, Heinrich Himmler:
Biographie, Múnich, Siedler, 2008; Ulrich HERBERT, Best: Biographische Studien
über Radikalismus, Weltanschauung und Vernunft, 1903-1989, Bonn, Dietz, 1996;
David CESARANI, Becoming Eichmann: Rethinking the Life, Crimes and Trial of a
Claro está que esto no equivale a decir que los criminales nazis
fuesen completamente ignorados en las décadas previas, fue más bien
al contrario. Sin embargo, las premisas de las investigaciones históricas
acerca de las motivaciones y la mentalidad de los asesinos de las SS han
cambiado radicalmente desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Los
siguientes apartados de este trabajo trazan la evolución de los «estudios
sobre los perpetradores» desde la posguerra temprana hasta el día de
hoy para demostrar cómo el avance en este campo ha modificado al-
gunas ideas antiguas sobre Heydrich y ha creado la necesidad de una
aproximación biográfica nueva al principal organizador del Holocausto.
mistas que operaban fuera de los límites de una sociedad alemana «ino-
cente», convertida, a su vez, en víctima de las desviaciones de Hitler.
Esta interpretación fue descartada con acierto por el periodista ameri-
cano Gerald Reitlinger a mediados de la década de 1950, quien la vio
como «la coartada de una nación»9. Pero la imagen de los responsables
nazis como un grupo de criminales patológicos al margen de la sociedad
alemana también era aceptada ampliamente fuera de la conservadora
República Federal de Konrad Adenauer, especialmente en Europa occi-
dental y los Estados Unidos. Y aquí, también servía como una especie
de mecanismo de autoprotección: si los perpetradores nazis no eran los
matones descerebrados de las películas de Hollywood sino parte de las
elites de una sociedad occidental que por lo demás era «normal», sofis-
ticada desde un punto de vista cultural y avanzada industrialmente, el
Tercer Reich y su política de exclusión de minorías resultaban de repen-
te demasiado cercanos, incómodos.
Dentro de este marco interpretativo, los mandos de las SS tuvie-
ron un papel peculiar. Tanto Himmler como Heydrich eran considera-
dos personajes fascinantes, aunque por motivos voyeurísticos. Algunas
biografías tempranas los retrataron como seductores taimados, Mefistos
contemporáneos que corrompían a los demás para cometer atrocidades
inenarrables. La primera biografía divulgativa de Heydrich, Hitler’s
Most Evil Henchman, de Charles Wighton, se publicó en 1962, en el vi-
gésimo aniversario de la muerte de Heydrich y la subsiguiente destruc-
ción del pueblo de Lidice, a cuyos habitantes asesinados está dedicado
el libro10. La obra de Wighton refleja la concepción entonces en boga de
los dirigentes nazis como un grupo de psicópatas demoníacos, una idea
basada tanto en los testimonios de posguerra de las víctimas de los nazis
como en los de antiguos miembros de las SS.
El comisionado suizo de la Sociedad de Naciones en Danzig y en-
viado de la Cruz Roja Internacional, Carl Jacob Burkhardt, quien había
conocido a Heydrich en verano de 1935 con ocasión de una gira de ins-
pección de los campos de concentración nazis, lo describió en sus me-
morias como «el joven y malvado dios de la muerte» del Tercer Reich11.
Los recuerdos de antiguos subalternos de las SS en la posguerra eran
igual de negativos. Su segundo durante muchos años, el doctor Werner
Best, hablaba de Heydrich como de la «personalidad más diabólica en
la cúpula nazi», movido por una «inhumanidad que no tenía en cuenta
a aquellos a los que aniquilaba»12. El ayudante personal de Himmler,
Kart Wolf, tildó a Heydrich de «maligno», mientras que Walther Sche-
llenberg, el más joven de los jefes de departamento dentro de la oficina
principal de seguridad del Reich, encabezada por Heydrich, recordaba
a su antiguo jefe como un hombre rabiosamente ambicioso con «una
agudeza increíble para percibir las debilidades morales, humanas y
profesionales de los demás… Su intelecto extraordinario iba acompa-
ñado de los instintos constantemente alerta de un depredador», que
«en una banda de lobos feroces, siempre debía demostrar ser el más
fuerte…»13.
Estos testimonios de antiguos oficiales de las SS no eran casuales.
Con Heydrich, Himmler y Hitler muertos y el Tercer Reich desmante-
lado, Best, Wolff, Schellenberg y otros mandos de las SS cautivos de
los aliados estaban deseosos de limpiar su propia responsabilidad y de
«demostrar» que ellos se habían limitado a acatar las órdenes de sus
superiores, demasiado poderosos para ser desobedecidos. Con todo,
las descripciones que ofrecieron del personaje de Heydrich prendie-
ron en la imaginación popular, ayudadas por libros como la biografía
que escribió Wighton. Este perpetuó también una leyenda persistente
acerca de otro «defecto de carácter» que explicaba el celo asesino de
Heydrich: el supuesto pasado judío de su familia, un rumor que surgió
en la primera juventud de Heydrich y que, pese a los esfuerzos de su
familia por refutarlo, siguió reapareciendo durante el Tercer Reich y
después. Tras 1945, lo cultivaron antiguos miembros de las SS como
11 Carl Jacob BURCKHARDT, Meine Danziger Mission, Múnich, Callwey, 1960, p. 57.
12 Declaración sobre Heydrich del doctor Werner Best, 1 de octubre de 1959, Copen-
hague, en IfZ (Múnich), ZS 207/2.
13 El testimonio de Wolff tras la guerra en IfZ, ZS 317, Bl. 34 y ss.; SCHELLENBERG,
Memoiren, 36. Para una historia similar, véase Walter HAGEN (pseudónimo de
Wilhelm HÖTTL), Die geheime Front: Organisation, Personen und Aktionen des
deutschen Geheimdienstes, Linz-Viena, Nibelungen Verlag, 1950, p. 27; sobre
Höttl y su testimonio, véase Thorsten QUERG, «Wilhelm Höttl. Vom Informanten
zum Sturmbannführer im Sicherheitsdienst der SS», en Thorsten QUERG et al.
(eds.), Historische Rassismusforschung: Ideologie. Täter. Opfer, Hamburgo-Berlín,
Argument, 1995, pp. 208-230.
14 Walter HAGEN (Wilhelm HÖTTL), Die geheime Front: Organisation, Pesonen und
Aktionen des deutschen Geheimdienstes, Linz, Veritas, 1950, p. 21.
15 Felix KERSTEN, Totenkopf und Treue. Heinrich Himmler ohne Uniform, Hamburgo,
Robert Mölich Verlag, 1952, p. 128. Véanse también las memorias del antiguo
oficial de la Abwehr y miembro de la resistencia militar, Hans Bernd GISEVIUS,
Bis zum bitteren Ende: Bericht eines Augenzeugen aus den Machtzentren des Dritten
Reiches, Hamburgo, Bertelsmann, 1954, quien afirma, en la p. 118, que Heydrich
era un «descendiente de judíos antisemita».
16 Hugh TREVOR-ROPER, «Introduction», en Felix KERSTEN, The Kersten Memoirs,
1940-1945, Londres, Macmillan, 1956.
17 Joachim FEST, «Reinhard Heydrich: Der Nachfolger», en Das Gesicht des Dritten
Reiches: Profile einer totalitären Herrschaft, Múnich, Piper, 1963, pp. 139-155;
Karl Dietrich BRACHER, Die deutsche Diktatur: Entstehung, Struktur, Folgen des
Nationalsozialismus, Colonia, Kiepenheuer & Witsch, 1969, p. 60. Aunque el
mito de los supuestos orígenes familiares judíos de Heydrich ha sido refutado por
investigaciones genealógicas minuciosas, sigue reapareciendo periódicamente en
documentales televisivos y biografías periodísticas sobre el personaje. Véase, por
ejemplo, la versión más reciente de los supuestos antecedentes judíos de Heydrich
en Mario DEDERICHS, Heydrich: The Face…, 2006, p. 69. El mito de los ancestros
judíos de Heydrich ha sido rebatido convincentemente por Shlomo ARONSON,
Reinhard Heydrich und die Frühgeschichte…, 1971, pp. 18 y ss., 24 y 63 y ss.; y por
23 Véase, por ejemplo, Karl Dietrich BRACHER, The German Dictatorship: The
Origins, Structure, and Consequences of National Socialism, Nueva York, Penguin,
1970; Tim MASON, «Intention and Explanation: A Current Controversy about
the Interpretation of National Socialism», en Gerhard HIRSCHFELD y Lothar
KETTENACKER (eds.), The «Führer State»: Myth and Reality, Stuttgart, Klett-
Cotta, 1981, pp. 23-40.
24 Hans MOMMSEN, «The Realization of the Unthinkable: The “Final Solution of
the Jewish Question” in the Third Reich», en Gerhard HIRSCHFELD (ed.), The
Policies of Genocide: Jews and Soviet Prisoners of War in Nazi Germany, Londres,
Allen & Unwin, 1986; Martin BROSZAT, «Hitler und die “Endlösung”: Aus
Anlaß der Thesen von David Irving», en Vierteljahreshefte für Zeitgeschichte, 25
37 Robert GERWARTH, Hitler’s Hangman: The Life of Heydrich, New Haven, Yale
University Press, 2011. Existe edición en castellano: Heydrich. El verdugo de Hitler,
Madrid, La Esfera de los Libros, 2013.
Conclusiones
Escribir una biografía de Reinhard Heydrich que incorpore las últimas
tendencias de los estudios sobre perpetradores y trate a un sujeto tan
abrumador con empatía fría no es tarea fácil ni agradable. Sin embargo,
los desafíos de su tiempo. Esta fue la tarea que me impuse, la clave o las
claves que debía encontrar.
Lectores y análisis
Comparado con el de mi obra de investigación en la biografía, contex-
tualizada también, de Natalie Zahle, que había allanado el camino para
mi carrera como biógrafa académica, el análisis utilizado para el retrato
de Koch fue de una naturaleza muy diferente. Mientras que mi biogra-
fía de Zahle era una obra de aprendizaje, pensada para demostrar mi
pericia en el oficio y la originalidad de mi investigación, como exige
una tesis doctoral, la biografía de Koch era el trabajo de una estudiosa
madura que deseaba experimentar con el género, lo que refleja que el
análisis también se ve afectado por el lugar que ocupa un estudioso en
su carrera académica. La biografía de Zahle era un proyecto de investi-
gación que debía cubrir el concepto y la evolución de la educación aca-
démica y cultural a lo largo de todo un siglo para plasmar la magnitud
de los esfuerzos pioneros de la protagonista por democratizar el acceso
al conocimiento. La biografía de Koch fue un proyecto diseñado para
informar y para discutir; pretendía definir cuatro apartados temáticos
en el trabajo de la protagonista con el objeto de identificar su influencia
en la política danesa e internacional, en primer lugar, y en segundo lu-
gar, averiguar por qué había sido controvertida e intelectualmente pro-
vocativa a la vez que estaba sometida al control democrático y tomaba
decisiones que afectaban a la nación.
La biografía de Zahle pretendía encontrar a la mujer compleja de-
trás del mito y contar la historia de su vida a través de su trabajo. La
biografía de Koch escuchaba a una mujer con varias voces hablando en
distintas direcciones, y creaba una polifonía de percepciones, pautas de
pensamiento y actos que no componían necesariamente un todo unifi-
cado. Donde la biografía de Zahle había buscado reconstruir la imagen
pública de un icono nacional, la biografía de Koch buscó poner en tela
de juicio y reconstruir esa misma imagen pública de una política con-
trovertida, aunque valorada y muy querida. La biografía de Zahle iba a
rehumanizar la historiografía y a recuperar la biografía para el mundo
académico como género analítico digno, mientras que la de Koch iba a
devolver a su protagonista al discurso nacional y a hacerla visible en
una amplia escena política e intelectual. Mientras que la biografía de
9 Se hizo después, por iniciativa mía. Clasifiqué los documentos en once cajas,
junto con el archivo pertinente de mi investigación. En 2008, tras un acuerdo
con la familia, el archivo de Bodil Koch fue incorporado a la Arbejderbevægelsens
Bibliotek og Arkiv (Biblioteca y archivo del movimiento laborista danés) en
Copenhague.
11 B. BERTRAM, Store Danskere, Om Bodil Koch, DR2, octubre de 2005 (el retrato
filmado se ha emitido en varias ocasiones).
Inspiraciones teóricas
En todo caso, había algo de lo que estaba segura: la biografía de Bodil
Koch no debería organizarse como una secuencia cronológica de la cuna
a la tumba. El motivo más obvio para esto era la constatación de que
la vida de Bodil Koch había tomado más de una dirección. Existían, no
obstante, otras razones. En mi cabeza, su infancia y el entorno don-
de creció no eran los lugares donde hallaría la explicación al éxito de
Koch o a su impacto público. Tendría que buscarla en una combinación
de sus particulares aptitudes y de diversos acontecimientos de su vida
adulta, acontecimientos que dependían de otros y sobre los que ella no
ejercía ningún tipo de control13. Quería explicar y delimitar el misterio
de los objetivos de Bodil Koch, sus opiniones y el beneficio que su voz y
sus esfuerzos supusieron para ella, para los demás y para la posteridad.
Ansiaba entender por qué se la veía al mismo tiempo como provoca-
dora, inteligente, impulsiva, ingenua y responsable. La respuesta era
compleja y habría que buscarla en varios lugares, dependiendo de que
tratásemos de la política, la ministra gubernamental, la humanista, la
feminista, la polemista, el ser pensante, la madre o la esposa. Pero no la
21 E. SAID, «The Public Role of Writers and Intellectuals», en H. SMALL (ed.), The
Public Intellectual, Oxford, Oxford University Press, 2002, pp. 19-40.
Epílogo
Contempladas a posteriori, las génesis de las biografías de Zahle y de
Koch tuvieron cuatro rasgos comunes en sus procesos analíticos, pese a
representar dos categorías distintas de biografía. El primero, mi deseo
de hacer visibles a dos personajes femeninos históricamente relevantes.
El segundo, la aspiración de contextualizar la comprensión de sus lo-
gros en un marco más amplio, nacional e internacional. En tercer lugar,
la intención de buscar y utilizar distintas fuentes. Y en cuarto lugar, el
uso consciente de enfoques analíticos interdisciplinarios.
Sin embargo, los procesos analíticos y los resultados fueron muy
distintos. En el caso de Natalie Zahle, porque reconstruí e ilustré su re-
percusión en un contexto cronológico y temático más amplio, de acuer-
do con una biografía de «vida y época»; en el de Bodil Koch, porque
me centré en volver a retratarla al margen del discurso ya conocido, en
un proceso deconstructivo y reconstructivo que, partiendo de nuevas
evidencias empíricas, explicase su impacto con una biografía polifóni-
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2 Las citas en Luis CASTELLS, «La historia del terrorismo en Euskadi. ¿Entre la
necesidad y el apremio?», en J. M. ORTIZ DE ORRUÑO y J. A. PÉREZ (coords.),
Construyendo memorias: relatos históricos para Euskadi después del terrorismo,
Madrid, Los Libros de la Catarata, 2013, pp. 211-224. La referencia última en Luis
CASTELLS y Fernando MOLINA, «Bajo la sombra de Vichy. El relato del pasado
reciente en la Euskadi actual», en Ayer, 89/1 (2013), pp. 215-227.
3 Fernando MOLINA, «El conflicto. Relatos de historia, memoria y nación», en
F. MOLINA y José A. PÉREZ (eds.), El peso de la identidad. Mitos y ritos de la
historia vasca, Madrid, Marcial Pons, 2015, en prensa.
ser amenazado por esta organización terrorista. De ahí que teorizara so-
bre las víctimas del terrorismo, su simbolismo patriótico y el papel que
todo esto debía tener en el nuevo imaginario nacional vasco-español18.
lista le atribuya este carácter. Es una más de las «esferas de afecto» que
dotan de sentido al individuo y puede modularse, anularse e, incluso,
ser sustituida. Una obra reciente muy sugestiva se inspira en la teoría
de las «pasarelas ideológicas» para reflexionar sobre el fenómeno del
cambio ideológico y político, especialmente el que determinó el tránsito
de militantes marxistas al fascismo en la Europa de entreguerras. Entre
estas pasarelas se encontraría la nación, cuyo «peso» fue esencial en
dicho tránsito biográfico entre extremismos ideológicos26.
Con todo, en ese contexto histórico la nación tuvo un peso menor
que en el periodo posterior, aquel que es propio a la biografía de Mario
Onaindia. Antes de la Segunda Guerra Mundial coexistió en régimen,
muchas veces, de subordinación con otras identidades y posiciona-
mientos ideológicos (el catolicismo, el antiliberalismo, el racismo) que
pudieron actuar de «pasarela» destinada a facilitar la «deriva» patrió-
tica. En la España del primer tercio del siglo XX el catolicismo se confi-
guró como pasarela privilegiada de ideologías e identidades nacionales
o sociales, algo que explica el potencial político integrador del régimen
de Franco27.
Los límites del patriotismo..., 1999, pp. 19-20 y 153-155. Steven V. HUNSAKER,
Autobiography and National Identity in the Americas, Charlottesville, University
Press of Virginia, 1999, pp. 4-5, insiste en esta facultad de lo autobiográfico para
subrayar la subjetividad de la nación. La facultad electiva de la nación que tiene
el individuo y sus limitaciones en F. MOLINA, «La nación desde abajo…», 2013,
pp. 55-56. Estas limitaciones, representadas en un «sistema narrativo de identidad»
que incide en nuestras reelaboraciones del yo y nuestras identidades colectivas, y
en el cual se ubicaría el discurso nacionalista, en Paul J. EAKIN, «The Economy
of Narrative Identity», en A. BAGGERMAN, R. DEKKER y M. MASCUCH (eds.),
Controlling Time and Shaping the Self. Developments in Autobiographical Writing
since the 16th Century, Boston, Brill, pp. 231-243.
31 El caso de las biografías de nacionalistas vascos es sintomático: VV. AA.: Leizaola,
la lealtad del viejo roble, Bilbao, Fundación Sabino Arana, 1989; Aránzazu
AMÉZAGA, Manuel Irujo. Un hombre vasco, Bilbao, Fundación Sabino Arana,
2004; Jean-Claude LARRONDE., Luis Arana Goiri (1862-1951). Historia del
nacionalismo vasco, Bilbao, Fundación Sabino Arana, 2010. En ocasiones, el refugio
en un relato factual tendrá como propósito «normalizar» la nación en tanto que
identidad preexistente en la biografía. En el plano autobiográfico la casi totalidad
de memorias de los prohombres del nacionalismo vasco se inscriben en este canon
narrativo, caso de Carlos GARAIKOETXEA, Euskadi: la transición inacabada.
Memorias políticas, Barcelona, Planeta, 2002; o de Koldo ORDOZGOITI, El futuro
nos pertenece. Memorias políticas del lehendakari Ibarretxe, Irún, Alberdania, 2013.
32 John Lewis GADDIS, George F. Kennan. An American Life, Nueva York, The Penguin
Press, 2011; Xabier FOLE, «John Lewis Gaddis: el historiador que surgió de la
Guerra Fría», en Fronterad, 6 de septiembre de 2012; Lewis MENAND, «Getting
Real: George F. Kennan’s Cold War», en The New Yorker, 14 noviembre 2011.
33 I. BURDIEL, «Historia política y biografía…», 2014, pp. 63-66; F. MOLINA y X. M.
NÚÑEZ SEIXAS, «Identidad nacional, heterodoxia…», 2011, pp. 9-10.
34 Esta evolución en F. MOLINA, Mario Onaindia. Biografía…, 2012. El ensayo
autobiográfico en que mejor reflejó esta evolución es M. ONAINDIA, Carta abierta
39 M. ONAINDIA Carta abierta sobre los perjuicios…, 1993, pp. 17-23. Es curioso
que su amigo publicara, años después, una «carta al padre», de ecos similares:
Jon JUARISTI, La tribu atribulada. El nacionalismo vasco explicado a mi padre,
Madrid, Espasa, 2002. Más que una mutua inspiración entre uno y otro, lo que
entiendo que hay es un intercambio de reflexiones y una conexión de onda entre
ambos autores, dada la intimidad intelectual que habían fraguado en los años 80.
40 S. V. HUNSAKER, Autobiography and…, 1999, 4.
Violencia y autobiografía
La evocación de la nación que hace Mario Onaindia no puede entender-
se de forma adecuada si se separa del fenómeno de la violencia política.
La nación se fundamenta en una creencia compartida que debe ser ca-
paz de movilizar y generar adhesión. Las naciones son «comunidades
que hacen cosas juntas, toman decisiones, logran resultados, sin fin»50.
Y lo que más hicieron juntos los vascos de los años 70, 80 y 90 fue
agredir y matar, ser agredidos y matados o tratar de separarse de ambos
escenarios. Y Onaindia pasó, en esas décadas, de lo primero a lo segun-
do, de matar (o coadyuvar en ello) a ser amenazado de muerte. Fue,
pues, el abordaje de la violencia política el que le impulsó a replantear
el peso de lo nacional, dada la íntima ligazón entre ambos fenómenos
en el País Vasco.
Su pérdida de la fe en la nación vasca ocurrió en un punto difuso
entre finales de la década de los 70 y comienzos de la siguiente. Pue-
de simbolizarse en la presentación que hizo, en 1983, de la primera
edición, en euskera, de su novela Grande Place. En ella presenta un
terrorista de ETA al que le piden que siga en la cárcel y rechace el in-
dulto para que su ejemplo de martirio alimente la lucha popular de los
patriotas. Es exactamente lo que las ETAs de 1976, entusiasmadas por
las movilizaciones a favor de la «amnistía» que estaban teniendo lugar
en el País Vasco, pidieron a los presos por el Juicio de Burgos sin delitos
de sangre a los que el Gobierno posfranquista de Adolfo Suárez había
ofrecido una salida discreta de la cárcel. En la novela, el preso abandona
la cárcel, pasando de ser un mártir de la patria a ser un traidor a esta.
Tal había sido la experiencia personal de su autor. En la presentación
de esta novela acudió a James Joyce y advirtió del peligro de que Eus-
kadi terminara convirtiéndose en la Irlanda de aquel: «una cerda que se
come a sus hijos»51.
Su inspiración en Joyce refleja su alineamiento progresivo con un
eje de identidad «no nacionalista», que mejor podríamos calificar como
Conclusión
La vida de Mario Onaindia es un reflejo del carácter subjetivo de la na-
ción, de su condición de identidad sujeta a transformación de acuerdo
al cambio biográfico. Es, aún más, un reflejo de que nación y yo son dos
entidades interconectadas, de forma que sus narrativas se entrecruzan,
con lo que hay un terreno autónomo muy amplio en que el yo gestiona
† Escribí este artículo cuando Raymond Carr aún vivía. Falleció a la edad de 96 años,
en abril de 2015, cuando el texto ya se hallaba en el proceso final de edición. No
he querido modificar nada. Ni actualizar las referencias a su imagen, ni añadir una
sola corrección a las observaciones originales que reflejan a un Carr presente y
vital.... La memoria de Raymond Carr se mantendrá indeleblemente viva gracias a
su obra que enriquece nuestro acervo historiográfico.
Yo le recordaré, además, porque enriqueció una etapa de mi vida permitiéndome
asomarme a su particular universo y hacerlo, de paso, un poco mío. Por todo ello,
no le puedo estar más agradecida.
Las autoras y autores de este libro se suman a este pequeño homenaje a Raymond
Carr.
1 Este artículo reflexiona sobre la elaboración de la biografía de Raymond Carr:
María Jesús GONZÁLEZ, Raymond Carr. La curiosidad del zorro, Madrid, Galaxia
Gutenberg, 2010.
2 Existe, por ejemplo, una colección de 28 grabaciones de entrevistas realizadas
a historiadores británicos por colegas más jóvenes organizada por el Institute
of Historical Research (solo 4 de los 28 entrevistadores y otras 4 entrevistadas
eran mujeres. Una proporción aún menor se aprecia en el conjunto general de
las biografías o autobiografías de historiadores publicadas). El propósito de las
entrevistas era el de demostrar en qué medida los «antecedentes y experiencias de
esos historiadores afectaban a su trabajo»; véanse Roger ADELSON (ed.), Speaking
of History: Conversations with Historians, East Lansing, Michigan State University
Press, 1997; también Roger ADELSON y Russell SMITH, «Videotaped Interviews
Escogiendo el sujeto
Existen, por tanto, notables precedentes de la práctica historiográfica
de biografías y autobiografías de historiadores, algo que en los últimos
tiempos parece haberse incrementado. También se ha escrito abundante
teoría. Y el género hasta puede contar con una titulación propia.
Pues bien: a todo ello yo era felizmente ajena cuando escogí mi
sujeto. Así que la primera cuestión a responder tiene que ver con la
elección del tema. ¿Por qué la biografía de Raymond Carr? ¿Cómo sur-
gió el proyecto?
«El origen de la cliografía», se ha escrito, «constituye a menudo
un gran gesto de solidaridad hacia una persona o un tipo de historia»18.
Mi propio proyecto, sin embargo, no nació de una particular atracción
o afinidad que yo sintiera hacia el sujeto —aunque le conocía personal-
mente y había mantenido una buena relación profesional previa con él y
tenía su trabajo en alta consideración—. Surgió más bien como un puro
«accidente», el resultado de una solicitud inesperada. En la primavera
de 2003 me llamaron desde la Fundación José Ortega y Gasset. Me pro-
pusieron que escribiera la biografía de Raymond Carr, lo que suponía
sumergirme en un largo proceso de investigación en el Reino Unido y la
elaboración final de un libro. Por supuesto, para que esto sucediera era
necesario el beneplácito de Carr, porque si bien originalmente se trataba
de hacer una biografía intelectual, resultaría inevitable rozar terrenos
personales además de «implicar» a numerosas personas de su entorno.
El trabajo resultaba muy estimulante y sonaba como un auténtico
reto. Pero yo no estaba en absoluto segura de querer abordarlo y Ra-
ymond Carr se mostraba igualmente indeciso. Después de charlar lar-
gamente sobre ello, decidimos acometer el desafío —que lo era para
ambos y que nunca supondría, en ningún aspecto, una tarea fácil—.
Para empezar, la financiación del proyecto se interrumpió unos meses
después de comenzar la investigación, aunque para entonces yo estaba
lo suficientemente involucrada en el mismo como para decidir continuar
por cuenta propia. Como sucede con frecuencia con la escritura de bio-
grafías, ya se había creado un «vínculo», un elemento de dedicación ob-
sesiva que permaneció íntegro hasta el final, unos siete años más tarde.
La vida y el trabajo de Carr se habían convertido en mi rompecabezas y
sencillamente tenía que resolverlo.
Así fue cómo me vi envuelta en lo que, en no pocas ocasiones, yo
misma llegué a considerar —por utilizar los términos de Boswell— un
empeño «arduo» e incluso una tarea «presuntuosa»19.
Cuestiones metodológicas
Uno de los primeros quebraderos de cabeza metodológicos a los que me
enfrenté fueron las fuentes.
«El olor de fuentes primarias quemadas —sugiere Gillies— flota
sobre la historia de muchas biografías literarias»20. Lo mismo se podría
decir de mi biografía. Raymond Carr, tiempo atrás (nunca supe cuándo
ni por qué), había destruido casi todos sus papeles personales. Eso que-
ría decir que tendría que basarme en entrevistas y debería aprender a
identificar y definir mi camino sorteando los silencios deliberados, los
19 «Escribir la vida de quien con excelencia sin par ha destacado en la tarea de escri-
bir vidas ajenas es empeño arduo y por lo que a mí respecta quizá pueda tildarse
incluso de presuntuosa», en Adam SISMAN, Presuntuoso afán. Así escribió James
Boswell Vida de Samuel Johnson, Barcelona, Belacqva, 2008, p. 9.
20 Midge GILLIES, Writing Lives: Literary Biography, Cambridge, Cambridge
University Pres, 2009, p. 10.
25 George Herbert MEAD, Mind, Self, and Society: From the Standpoint of a Social
Behaviorist, Chicago, Chicago University Press, 1934.
26 Aline Berlin, Maurice Cardiff, Susan Crosland, sir William Deakin, lady Pamela
Egremont, Manuel Fraga, Peter Ganz, Nigel Glendining, Stuart Hampshire, sir
Nicholas Henderson, Alistair Hennessy, Eric Hobsbawm, Rose Kenneth, Geoffrey
Lewis, Francisco José Mayans, Olga Mayans, John Lowe, lord Anthony Quinton,
Danny Schechter, Joshua Sherman, Harry Shukman, Dorothie Storry y Penry
Williams.
bren y dan forma externa al hombre. Algo así como el traje del hombre
invisible.
En un sentido similar, P. B. Waite ha utilizado la metáfora del
brontosaurio en el museo arqueológico, reinventado y erigido majes-
tuosamente con unos pocos huesos reales y muchos kilos de escayola29.
Consciente de las limitaciones de su reconstrucción biográfica «total»
—a pesar de la ventaja de su presencia física— mi objetivo, en última
instancia, era el de alcanzar en lo posible la semejanza del personaje y
la persona en sus diversas facetas y estadios vitales, y su verosimilitud
—yo esperaba que fuera verdaderamente reconocible para sus amigos
y colegas—. Para ello necesitaba utilizar toda la artillería disponible:
documental y disciplinar.
Aparte de las entrevistas y la correspondencia con numerosas per-
sonas, hube de consultar abundantes fuentes primarias, entre ellas: las
cartas a las que tuve acceso en los diversos archivos personales, así como
las fotos, memorias inéditas y periódicos, los documentos de los archi-
vos públicos de la Universidad de Oxford y sus diferentes Colleges, de
las fundaciones Ford y Rockefeller, los fondos de la SEP (Sociedad de
Estudios y Publicaciones), en Madrid, y algunos informes desclasifica-
dos de la CIA. No tuve acceso, sin embargo, a los papeles del MI6 don-
de, según me constaba, existían algunos informes.
Los «cameos» de Carr en otras biografías o autobiografías resul-
taron también útiles, así como su tendencia a insertar sus ideas sobre
la historia tanto como escenas de su propia vida en las incontables re-
censiones que elaboró para The Spectator —algo que, según confesó,
las hacía muy populares entre los lectores—, una indicación de que la
revelación del yo (self-revelation) confiere a la narración histórica un
tono personal que le puede aportar atractivo e interés. Sus borradores
de trabajo a máquina o a mano, garabateados y llenos de correcciones,
me resultaban útiles también, tanto como sus comentarios manuscritos
en los márgenes de los libros con los que mantenía encendidos diálo-
gos y debates, con admiraciones e interrogaciones, subrayados y notas.
Recuerdo sus anotaciones en el libro que trajo bajo el brazo a España
la primera vez que vino: The fabled shore, de Rose Macaulay. La autora
Historizando al historiador
Si el propósito de escribir biografías de historiadores es el de hallar
una conexión estructural profunda o una coherencia entre su vida y su
trabajo, el resultado puede ser ligeramente artificial y decepcionante.
En una interesante metáfora relativa a la complejidad que plantea la re-
construcción biográfica de cualquier sujeto, Nye propone el ejemplo de
las láminas anatómicas que, superpuestas, conforman una imagen com-
pleta y armónica del cuerpo humano: esqueleto, músculos, vísceras y
el sistema circulatorio equivaldrían a los diversos «yoes» (sociales, aca-
1989 (papeles de Raymond Carr); Véase también Tim HEALD (ed.), My Dear Hugh:
Letters from Richard Cobb to Hugh Trevor-Roper and Others, Londres, Frances
Lincoln, 2011, p. 192.
41 Naim ATTALAH, Singular encouters, Londres Quartet Books, 1990, p. 121.
cuestión es «si la vida de una persona es una ventana a sus tiempos o los
tiempos constituyen una ventana a la vida de esa persona»42.
Vida, ambiente sociopolítico y cultural y obra se articularon, por
tanto, como los tres ejes temáticos en los que siempre dominó el hilo con-
ductor biográfico. Se trata de una estructura, en realidad, relativamente
convencional, excepto por la naturaleza y profundidad de las incursio-
nes socioculturales. Y está organizada según un patrón temático-crono-
lógico que también es común, salvo que nos llevaba no «de la cuna a la
sepultura» sino más bien a un elegante piso en el West End londinense.
42 Sally CLINE y Carole ANGIER, The Arvon Book of Life Writing: Writing Biography,
Autobiography and Memoir, Londres, Methuen Drama, 2010, p. 25.
43 D. MUNRO, «On the Relationship…», 2002, p. 14.
44 Hermione LEE, «The Art of Biography nº 4. Interviewed by Louisa Thomas», en
The Paris Review, nº 205 (verano 2013).
45 Stephen SPENDER, «How Much Should a Biographer Tell?», en The Saturday
Review, 25 de enero de 1964, pp. 16-19.
46 Michael BENTLEY, «The life and Thought of Herbert Butterfield: History, Scien-
ce and God», en The Journal of Modern History, vol. 85, nº 4 (diciembre 2013),
pp. 936-938.
47 En el caso de George Mosse, eso fue fundamental para entender su trabajo, en el
caso de Michael Howard, fundamental para entender su sociedad y su entorno.
Véase Jeet HEER, «George Mosse and the Academic Closet», en National Post,
30 de septiembre de 2004; también M. HOWARD, Captain Professor…, 2006; y
Deirdre N. McCLOSKEY, Crossing: A memoir, Chicago, Chicago University Press,
1999. E. HOBSBAWM, «Saleable», en Interesting Times…, 2002, p. XII.
48 «What is peculiar, is not the reality of the class system and its continuing existence,
but class psychology: the preoccupation with class, the belief in class and the
symbols of class in manners, dress and language». Véase David CANNADINE, The
Rise and Fall of Class in Britain, Nueva York, Columbia University Press, 1999,
p. XI.
sin embargo, sorbía su plato como los obreros para jugar a ser «prolier
than thou»49. Al abordar este tema, el sociólogo Pierre Bourdieu se con-
virtió en un aliado a la hora de interpretar y valorar el esfuerzo perso-
nal, la trayectoria y las estrategias, lo que vine a denominar la migración
social de Carr.
Las instituciones de enseñanza británicas constituían otro de los
referentes inevitables a los que apuntaba la trayectoria vital de Carr.
Estas, además, se han estudiado desde la sociología o la historia, y cri-
ticadas, caricaturizadas o romantizadas por políticos o literatos hasta la
saciedad; fundamentalmente las public schools, y más concretamente el
microuniverso en el que se movió Carr durante cincuenta años, su nú-
cleo de formación y referencia intelectual: Oxford. La importante pro-
ducción, vitalidad y repercusión de los debates históricos o filosóficos
que se celebraron entre los muros de los colleges de la centenaria Uni-
versidad me sirvieron para reconstruir un feraz ambiente intelectual,
en el que las interacciones políticas y sociales tenían tanto peso como
las culturales.
Y finalmente quería, claro está, analizar su gestión académica y,
sobre todo, el elemento que motivó inicialmente esta biografía: su pro-
ducción histórica. La biografía de un intelectual precisa necesariamente
del conocimiento del medio en el que se producen y se desarrollan sus
ideas. Así, la trayectoria y la labor académica de Carr desvelan tanto
de su particular formación universitaria y su pertenencia a una élite
liberal, como de la democratización de postguerra, la política de la Gue-
rra Fría, el atlantismo o la apertura y cooperación internacional o de
las redes político-intelectuales. Existía, por tanto, una estructura que
condicionaba inevitablemente su obra —sus elecciones temáticas o su
tono— y su pensamiento, aunque por encima de ella flotara en muchas
ocasiones el individuo-historiador original, incesante y apasionado.
Destacaba el atípico estudioso de Suecia, el admirado hispanista que
con su obra oxigenó y enriqueció la historia de España en un momento
crucial —influyendo a más de una generación de españoles—, el ameri-
canista controvertido y el intelectual voraz, tan prolijo en la producción
de artículos y reseñas.
Postscriptum
Existe un aspecto final sobre el que me gustaría llamar la atención por-
que constituye un elemento peculiar de esta biografía. Se trata de la
relación entre la biógrafa y el sujeto.
«La labor de escribir una biografía —afirma Bernard Crick— im-
plica una prolongada y extraña mezcla de afecto y distancia crítica, de
compromiso y reserva»50. Y Michael Holroyd ha sugerido que «escri-
bir la biografía de una persona viva equivale a entrar en un campo de
minas»51. La intensidad de la relación y la implicación del biógrafo con
el biografiado en el curso de la escritura parecen algo natural y bastan-
te común, como lo es también el carácter «volátil» de esa relación. Se
ha vertido mucha tinta en explorar este tema. Los biógrafos han sido
definidos como «cazadores, amantes y traidores» de sus sujetos. «Todo
gran hombre hoy tiene sus discípulos —escribió Oscar Wilde— y es
usualmente Judas el que escribe la biografía»52. Me gustaría destacar
una serie de puntos sobre estos aspectos:
1) Yo no fui invitada por Carr a ser su biógrafa. En realidad, ambos
aceptamos el proyecto con ciertas reticencias, tal y como ya he destaca-
do. Y él mantuvo hasta el final sentimientos enfrentados acerca del mis-
mo. Recientemente he sabido que esta no es una actitud poco común,
como demuestra la narración de Ignatieff sobre la compleja actitud de
Isaiah Berlin hacia su biografía. Ignatieff confesó que inicialmente Ber-
lin consideraba la biografía una «idea ridícula, absurda» —igual que
Carr—. Fue solo después de entrevistarle durante tres años, en los cua-
les Ignatieff «le plantearía solo una pregunta a principio de la hora y
otra al final», cuando Berlin comenzó a mostrar interés y a comprome-
terse con el proyecto «cuando empezó a confiar en mí y se sintió más
confortable». Aunque —según destaca el autor— «adoptó un acerca-
50 Bernard Crick, citado por D. MUNRO, «On the Relationship…», 2002, p. 16.
51 Michael HOLROYD, «Finding a Good Woman», en Mark BOSTRIDGE (ed.), Lives
for Sale. Biographers’ Tales, Londres, Continuum, pp. 160-65 (161).
52 Oscar WILDE, «The Butterfly’s Boswell», en Court and Society Review, 20 de abril
de 1887, p. 378; D. MUNRO, «On the Relationship…», 2002, p. 12; J. LEPORE,
«Historians Who Love…», 2001, p. 137. «Estar excitado por, estar desmoralizado,
paralizado, estar nervioso, estar envidioso de, estar enfadado con: estas son todas
las posibles respuestas, a menudo con el mismo sujeto en el curso de un día de
escritura. El sujeto es siempre un enemigo; siempre hay una búsqueda en curso».
«¿Le “gusta” al cazador el zorro? No necesariamente»: B. MADDOX, «Biography:
A Love…», 1999.
(eds.)
ISABEL BURDIEL
ROY FOSTER
El creciente interés de los histo- ISABEL BURDIEL. Catedrática de Historia Contemporánea de la Uni-
La historia
riadores por la perspectiva biográfi- versitat de València y Honorary Research Fellow de la Universidad
ca ha producido una renovación sus- de East Anglia, así como coordinadora de la Red Europea sobre
La Historia, hoy, debe cons- tancial de la biografía tradicional, tanto Teoría y Práctica de la Biografía (2008-2015). Especialista en histo-
biográfica en Europa
truirse y relatarse a escala com- desde el punto de vista teórico y metodo- ria política y cultural del liberalismo decimonónico, con señalado
parativa y global. La Institución lógico como de las prácticas de investigación interés por la perspectiva biográfica y las relaciones entre historia
Fernando el Católico pretende con y literatura, ha publicado La política de los notables (1987), las edi-
y escritura. Este libro recoge una cuidada se-
esta nueva colección presentar una ciones críticas de la Vindicación de los derechos de la mujer, de
lección de resultados de las actividades de la
selección de temas y problemas comu- Mary Wollstonecraft, y de Frankenstein, de Mary W. Shelley
Red Europea sobre Teoría y Práctica de la Bio-
nes tanto a la experiencia histórica de la
mayor parte de las sociedades, próximas grafía / European Network on the Theory and Prac-
tice of Biography, desde su creación en 2008 hasta la
Nuevas perspectivas (1994, 1996), y junto a Manuel Pérez Ledesma, Liberales, agitado-
res y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo XIX español
o lejanas, como a la historiografía que se
Dirigida por Carlos Forcadell su capacidad para cruzar escalas, espacios y esferas desde una
ISABEL BURDIEL del Birkbeck College, Universidad de Londres. Está consi-
Y
perspectiva transnacional, global, interesada en la mezcla y la ROY FOSTER derado una de las principales autoridades en la historia so-
CM
1. HEINZ-GERHARD HAUPT y DIETER LANGEWIESCHE (eds.) (eds.)
Nación y religión en Europa hibridación, con historias que se conectan y entrecruzan. cial, política y cultural de Irlanda, con especial inclina-
MY
Ello ha permitido abordar de forma diferente materias clásicas ción por la historia biográfica. Ejerce, asimismo, de repu-
2. MANUEL PÉREZ LEDESMA y MARÍA SIERRA (eds.)
CY
Culturas políticas: teoría e historia como la identidad y la pertenencia, la subjetividad y la represen- tado comentarista cultural y crítico. Autor de W.B.
tatividad, las nociones de «gran personaje» y «gente corriente», la Yeats, A Life, Vol. I: The Apprentice Mage (1997), que
CMY
3. DANIÈLE BUSSY GENEVOIS (ed.) obtuvo el Jacks Tait Black Memorial Prize; The Irish
La laicización a debate construcción de lo público y lo privado, de los intereses y las emo-
K
ciones; la posición del biógrafo y su capacidad para argumentar la Story: Telling Tales and Making It Up in Ireland
4. LUTZ RAPHAEL (2003); W.B. Yeats, A Life, Vol. II: The Arch-Poet
significación histórica de una vida individual, los temas cruciales de
La ciencia histórica en la era de los extremos (2003); Luck and the Irish: A Brief History of Chan-
la empatía, de la dimensión ética, de las técnicas argumentativas y de
5. MÓNICA BOLUFER, CAROLINA BLUTRACH y JUAN GOMIS (eds.) los recursos expresivos de la nueva biografía. ge from 1970 (2008); y Words Alone: Yeats and his
Educar los sentimientos y las costumbres Inheritances (2011). Su último y celebrado libro
La cuestión clave, por lo tanto, no es ya sobre quién se escribe y argu- lleva por título Vivid Faces. The revolutionary
6. CARLOS FORCADELL, ANTONIO PEIRÓ y MERCEDES YUSTA (eds.) menta sino el cómo se hace. Este libro trata de mostrar la amplitud de
El pasado en construcción generation in Ireland, 1890-1923 (2014).
posibilidades abiertas por la saludable pérdida de inocencia teórica y
7. ISABEL BURDIEL y ROY FOSTER (eds.) metodológica de los estudios biográficos.
La historia biográfica en Europa
cub-CHG-7.pdf 1 30/05/15 12:48
(eds.)
ISABEL BURDIEL
ROY FOSTER
El creciente interés de los histo- ISABEL BURDIEL. Catedrática de Historia Contemporánea de la Uni-
La historia
riadores por la perspectiva biográfi- versitat de València y Honorary Research Fellow de la Universidad
ca ha producido una renovación sus- de East Anglia, así como coordinadora de la Red Europea sobre
La Historia, hoy, debe cons- tancial de la biografía tradicional, tanto Teoría y Práctica de la Biografía (2008-2015). Especialista en histo-
biográfica en Europa
truirse y relatarse a escala com- desde el punto de vista teórico y metodo- ria política y cultural del liberalismo decimonónico, con señalado
parativa y global. La Institución lógico como de las prácticas de investigación interés por la perspectiva biográfica y las relaciones entre historia
Fernando el Católico pretende con y literatura, ha publicado La política de los notables (1987), las edi-
y escritura. Este libro recoge una cuidada se-
esta nueva colección presentar una ciones críticas de la Vindicación de los derechos de la mujer, de
lección de resultados de las actividades de la
selección de temas y problemas comu- Mary Wollstonecraft, y de Frankenstein, de Mary W. Shelley
Red Europea sobre Teoría y Práctica de la Bio-
nes tanto a la experiencia histórica de la
mayor parte de las sociedades, próximas grafía / European Network on the Theory and Prac-
tice of Biography, desde su creación en 2008 hasta la
Nuevas perspectivas (1994, 1996), y junto a Manuel Pérez Ledesma, Liberales, agitado-
res y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo XIX español
o lejanas, como a la historiografía que se
Dirigida por Carlos Forcadell su capacidad para cruzar escalas, espacios y esferas desde una
ISABEL BURDIEL del Birkbeck College, Universidad de Londres. Está consi-
Y
perspectiva transnacional, global, interesada en la mezcla y la ROY FOSTER derado una de las principales autoridades en la historia so-
CM
1. HEINZ-GERHARD HAUPT y DIETER LANGEWIESCHE (eds.) (eds.)
Nación y religión en Europa hibridación, con historias que se conectan y entrecruzan. cial, política y cultural de Irlanda, con especial inclina-
MY
Ello ha permitido abordar de forma diferente materias clásicas ción por la historia biográfica. Ejerce, asimismo, de repu-
2. MANUEL PÉREZ LEDESMA y MARÍA SIERRA (eds.)
CY
Culturas políticas: teoría e historia como la identidad y la pertenencia, la subjetividad y la represen- tado comentarista cultural y crítico. Autor de W.B.
tatividad, las nociones de «gran personaje» y «gente corriente», la Yeats, A Life, Vol. I: The Apprentice Mage (1997), que
CMY
3. DANIÈLE BUSSY GENEVOIS (ed.) obtuvo el Jacks Tait Black Memorial Prize; The Irish
La laicización a debate construcción de lo público y lo privado, de los intereses y las emo-
K
ciones; la posición del biógrafo y su capacidad para argumentar la Story: Telling Tales and Making It Up in Ireland
4. LUTZ RAPHAEL (2003); W.B. Yeats, A Life, Vol. II: The Arch-Poet
significación histórica de una vida individual, los temas cruciales de
La ciencia histórica en la era de los extremos (2003); Luck and the Irish: A Brief History of Chan-
la empatía, de la dimensión ética, de las técnicas argumentativas y de
5. MÓNICA BOLUFER, CAROLINA BLUTRACH y JUAN GOMIS (eds.) los recursos expresivos de la nueva biografía. ge from 1970 (2008); y Words Alone: Yeats and his
Educar los sentimientos y las costumbres Inheritances (2011). Su último y celebrado libro
La cuestión clave, por lo tanto, no es ya sobre quién se escribe y argu- lleva por título Vivid Faces. The revolutionary
6. CARLOS FORCADELL, ANTONIO PEIRÓ y MERCEDES YUSTA (eds.) menta sino el cómo se hace. Este libro trata de mostrar la amplitud de
El pasado en construcción generation in Ireland, 1890-1923 (2014).
posibilidades abiertas por la saludable pérdida de inocencia teórica y
7. ISABEL BURDIEL y ROY FOSTER (eds.) metodológica de los estudios biográficos.
La historia biográfica en Europa