Universidad Agroforestal Fernando Arturo de Meriño
(UAFAM)
TEMA:
Trabajo Final:
- Los 12 años de Joaquín Balaguer
- Balaguer: Violencia de poder: Contenido
- Los 10 años de gobierno de Joaquín Balaguer
- Gobierno del PRD
- Gobierno del PLD
ASIGNATURA:
Historia Dominicana
FACILITADORA:
Licda. María del Rosario
SUSTENTADO POR:
Katherine L. Peña Trinidad
2017-0045
FECHA DE ENTREGA:
16 de abril del 2020
Jarabacoa, Rep. Dom.
1. Los 12 años de Joaquín Balaguer 1966-1978
Balaguer encontró en 1965, cuando llegó al país luego de estar deportado, una
nación severamente golpeada por décadas de turbulencia, con tiempos cortos
de paz, y prácticamente ignorantes de la democracia y los derechos humanos.
Durante su campaña electoral solía dirigir sus mensajes propagandísticos a la
mujer dominicana y al campesino, tratando de atar a su proyecto político
personal las fracciones más conservadoras de estos sectores sociales.
Balaguer trató de apaciguar a los supervivientes antitrujillistas y a los de la guerra
civil de 1965, pero los asesinatos políticos continuaron siendo frecuentes durante
su administración. Tuvo éxito en parte la rehabilitación de las finanzas públicas,
que estaban en un estado caótico, e impulsó un modesto programa de desarrollo
económico.
Durante los tres primeros meses de instalado su segundo gobierno, la Asociación
Dominicana de Derechos Humanos, declaró que había recibido quejas. Con la
anuencia de sectores del gobierno se inició en el país la "Operación Chapeo"
con la finalidad de exterminar los remanentes izquierdistas sobrevivientes al
conflicto de abril del 65.
En noviembre de 1969 un grupo de mujeres anunció la formación del Comité de
madres, esposas y familiares de los muertos y desaparecidos, donde dieron a
conocer un listado de muertos y desaparecidos, y revelaron que, en los tres
primeros años del gobierno, 366 personas fueron muertas o desaparecidas por
causas políticas.
Con la abstención electoral del Partido Revolucionario Dominicano, debido a la
represión política y a la participación de las Fuerzas Armadas en las actividades
proselitistas, Balaguer fue reelegido para el periodo 1970-1974.
El 1 de enero de 1971 designó al general Enrique Pérez y Pérez como jefe de la
Policía Nacional. Varias semanas después hizo su aparición en las calles de
Santo Domingo un grupo autodenominado Frente Democrático Anticomunista y
Antiterrorista, mejor conocido como La Banda Colorá, un grupo de jóvenes
reclutados por el gobierno de Balaguer con fines de represión. Durante esa
época fueron asesinados numerosos dirigentes de la izquierda dominicana.
Durante este segundo mandato de gobierno (conocido popularmente en la
política dominicana simplemente como "los 12 años"), Balaguer incentivó la
construcción de escuelas, hospitales, presas, carreteras, y muchos edificios
importantes. Los proyectos también se utilizaron como medio para recompensar
a sus partidarios políticos con lucrativos contratos de obras públicas, los
favorecidos en dichos contratos se conocen como "los 300 millonarios". También
presidió un sistema de crecimiento económico estable. Sin embargo, su
administración pronto desarrolló un modelo autoritario, a pesar de las garantías
constitucionales.
Balaguer se consolidaba según algunos como representante de la derecha
dominicana, iniciando un gobierno caracterizado por la influencia de Estados
Unidos; un gobierno que contribuyó inestimablemente al estado de subdesarrollo
y atraso de la República Dominicana.
La sensación de que en la República Dominicana había un híbrido de dictadura
y democracia, y con más rasgos de la primera que de la segunda, se reprodujo
en las elecciones del 16 de mayo de 1974, cuando el Partido Revolucionario
Dominicano y los otros partidos signatarios del denominado Acuerdo de Santiago
retiraron a su candidato Antonio Guzmán, por considerar que no se daban las
mínimas garantías y como protesta por los desafueros de los paramilitares
balagueristas. En estas circunstancias, Balaguer sólo compitió con un rival, el
contraalmirante Luis Homero Lajara Burgos, del Partido Popular Demócrata
(PPD). Balaguer obtuvo el 84,7% de los votos, y su partido ganó mayoría en el
congreso donde la abstinencia alcanzó el 50%.
Una coyuntura favorable en los precios internacionales del azúcar, el auge del
turismo estadounidense, las inversiones privadas foráneas, y los programas de
obras públicas produjeron una fase de expansión económica, favoreciendo la
emergencia en la sociedad dominicana de clase media. Balaguer eludió siempre
su responsabilidad en los crímenes cometidos por La Banda Colorá y otras
irregularidades vinculadas con las Fuerzas Armadas, siempre achacó la
violencia política a sectores incontrolados del oficialismo y a la subversión de
izquierdas, cuya verdadera fuerza exageró enormemente.
También, incumplió las promesas sobre la reforma agraria, ya que la pequeña
minoría de propietarios autóctonos y las compañías estadounidenses
continuaban poseyendo la mayoría de las tierras cultivables y las de mejor
calidad. Pero cuando anunció su intención de optar a un cuarto mandato
consecutivo en las elecciones del 16 de mayo de 1978, y con un fondo de
deceleración económica, el repudio popular alcanzó tal calibre que la derrota en
las urnas ante el PRD se antojó inevitable. Balaguer se enfrentó a Antonio
Guzmán del Partido Revolucionario Dominicano, pero cuando los resultados
electorales mostraron una tendencia en favor de Guzmán, el ejército detuvo el
conteo. Sin embargo, en medio de enérgicas protestas en el país y una fuerte
presión en el extranjero por parte de Jimmy Carter, el conteo se reanudó. Cuando
se dieron los resultados, Guzmán dio a Balaguer la primera derrota de su carrera
política. Cuando Balaguer dejó el cargo, fue la primera vez en la historia de la
República Dominicana que un presidente en ejercicio tranquilamente cede el
poder a un miembro elegido de la oposición.
1.1 Víctimas de "Los doce años"
AÑO VICTIMAS
1966 Guillermo Peláez, Rolando de la Maza, Radhamés García, Vinicio Antonio Franco, Juan
Rafael Bisonó Mera, Miguel Reyes Santini, Ramón Emilio Mejía (Pichirilo)
1967 Guido Gil Díaz, William Jiménez, Luis de Peña, Vidal Peguero, Orlando Mazara, Roberto
Basilio Perdomo, Roberto Nivar
1968 Flavio Suero, Modesto Rodríguez, Héctor Santiago
Rafael Mota
1969 Henry Segarra Santos, Silvio Abud, Salomón Lama
Rafael Vargas, Eladio Peña de la Rosa
1970 Otto Morales, Amin Abel Hasbún
1971 Maximiliano Gómez, Homero Hernández, Rafael Guillén
1972 Sagrario Díaz, Amaury Germán Aristy, Bienvenido Leal Prandy (La chuta), Virgilio Perdomo
Pérez, Ulises Cerón Polanco
1973 Francisco Caamaño Deñó, Gregorio García Castro
1974 Florinda Soriano (Mamá Tingó)
1975 Orlando Martínez
1976 José Vizcaíno, Luis Martínez
1977 Guillermo Rubirosa, Héctor García
2. Balaguer: Violencia de poder: Contenido
Balaguer: La violencia del poder es un documental realizado en 2003 por el
director y guionista dominicano René Fortunato. La cinta está basada en el
segundo mandato presidencial de Joaquín Balaguer, a partir de 1966, y forma
parte del esfuerzo del cineasta por dar a conocer la memoria histórica de su país.
Fue proyectada en 2010, junto al resto de la producción cinematográfica de
Fortunato, en el Centro Cultural Palacio de La Moneda durante la «Primera
Muestra de Cine Documental Dominicano» patrocinada por la Cineteca Nacional
de Chile. Es la segunda parte del documental Balaguer: La herencia del tirano.
2.1 Contenido
Este largometraje documental muestra los acontecimientos políticos y sociales
más importantes ocurridos en la República Dominicana, durante el período
comprendido entre el primero de julio de 1966, fecha de la juramentación del Dr.
Balaguer como Presidente Constitucional de la República, y el 16 de agosto de
1974, día en que terminó su segundo período de gobierno y se juramentó para
un tercer período.
Utilizando durante toda la narración imágenes y sonidos de la época, el
documental pone en evidencia el clima de irrespeto a los más elementales
derechos del ser humano que prevaleció durante los gobiernos del Dr. Balaguer,
así como la violenta represión que este presidente solía desatar contra sus
opositores.
3. Los 10 años de Joaquín Balaguer 1986-1996
Las pugnas entre grupos en PRD, le dieron el triunfo al Dr. Balaguer en 1986,
por estrecho margen, pero con más de 100 mil votos observados con doble
marcado a favor de Jacobo Majgluta. El Dr. Jorge Blanco nombró una Comisión
de Notables, encabezada por el Cardenal, López Rodríguez, para resolver el
supuesto tranque en la Junta Central Electoral, la cual declaró ganador a
Balaguer.
La idea que quedó en el imaginario de la población, fue que Salvador Jorge
Blanco, prefirió entregarle el poder a Balaguer y no a su compañero de partido,
que había sido su adversario penitente. Por ello pagó un alto precio: la
descalificación política y una sentencia de 20 años de cárcel por
corrupción. Triunfó de nuevo el presidencialismo/personalismo.
Cuando el Dr. Balaguer regresa en 1986, ciego y con 80 años y a pena caminar,
encuentra las mismas estructuras y cultura de poder que dejó en 1978, por tanto,
le fue natural y normal darle continuidad. Su gobierno, esta vez estuvo marcado
por la crisis económica, con escasez de combustibles, largos apagones y
escasez de víveres y comestibles. En su gestión desapareció el Prof. Narciso
González de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Balaguer llegó a
decir: “Yo no he cambiado, han cambiado las condiciones”.
Gobernó diez años que se caracterizaron por las mañoserías electorales, de
compras de votos y uso y abuso de los recursos del Estado, por lo que se le
llamó el maestro del fraude electoral. Así llegó a 1994, arrebatándole el triunfo
electoral al Dr. José Francisco Peña Gómez, trampa a toda evidencia. Las
presiones sociales y políticas en el país e internacionales hicieron que lo
reconociera, se convino recortar el periodo dos años mediante reforma
constitucional realizada el 14 de agosto de 1994. Acuerdo en el que participaron
los poderes facticos, la Iglesia Católica y dirigentes de los partidos políticos.
Para el acuerdo el Dr. Balaguer mantuvo negociaciones con los del PLD, al
margen del PRD, y estos se pusieron de acuerdo con él, para que en vez de
que las elecciones fueran en 18 meses, fueran en 24, así mismo, se había
establecido el 45% para declarar un ganador en primera vuelta, pero con el
acuerdo con el PLD, se llevó al 50% más uno, fijándose la fecha de las elecciones
presidenciales para el 16 de mayo de 1996 y para el 1998 las congresuales y
municipales, se prohibió la relección presidencial por dos periodos consecutivos,
se estableció la doble vuelta y se pasó la selección de los Jueces del Senado al
Consejo Nacional de la Magistratura, ilusoria conquista de cambio, al menos en
el poder judicial, cuyos tímidos resultados de avances, se pueden considerar
efímeros y destacándose el periodo del magistrado Jorge Subero Isa al frente de
la Suprema Corte de Justicia.
4. Gobierno del PLD
En 1978, apenas a cuatro años y escasos cinco meses de su fundación, el
Partido de la Liberación Dominicana participa en su primer torneo electoral, con
el objetivo fundamental de darse a conocer como entidad política nueva en el
país, liderada por Juan Bosch, quien hasta noviembre de 1973 fuera presidente
del Partido Revolucionario Dominicano.
Los resultados obtenidos: 18,375 votos, para un porcentaje de un 1.5% del total
de sufragios válidos, fueron significativos si se toma en cuenta que la
organización morada era muy joven y la hegemonía que prevalecía para la época
de los partidos Revolucionario Dominicano y Reformista.
Uno de los fundadores del PLD, Franklin Almeyda Rancier, explica que la entidad
decidió no participar en las elecciones de 1974 por el ambiente viciado que
prevalecía en el país, y que dificultaba el clima democrático, así como en el
interés de marcar diferencia frente a los partidos tradicionales.
Juan Bosch como candidato a la Presidencia de República, y Rafael
Alburquerque a la Vicepresidencia, integraron el binomio presentado por el PLD
en su boleta electoral de 1978.
Con el inicio de la década de los 80, el PLD determinó como concluida su etapa
de construcción, diseñó y comenzó a aplicar una línea de masas con el propósito
de vincularse a la sociedad y apuntalar su crecimiento.
Es así, como asume el reto de participar en los comicios de 1982 de una manera
activa y creativa. Se inaugura un nuevo estilo de hacer proselitismo que
encuentra gran acogida entre la población: Vistosas marchas en lugar de las frías
caravanas tradicionales, ferias moradas, patanas decoradas como carrozas
espectaculares; murales artísticos y propagandísticos en lugar de los letreros y
grafitis amorfos con que los partidos tradicionales embarraban las paredes.
Pero el arma principal en la propaganda electoral del PLD, además de realizar
selecciones de candidatos potables, escogidos en procesos igualitarios y
transparentes, fueron las consignas bien estructuradas, así como la música,
sobre todo el merengue, y uno que otro aporte internacional, como la salsa
“Tiburón” de Rubén Blades.
Con relación a las consignas, Juan Bosch enseñó que la calidad de un slogan
es directamente proporcional a la bondad de una propuesta política. Por eso el
PLD ha cuidado siempre ese renglón.
“Luchar, vencer, el PLD al Poder”, “Para salir de la crisis, vota por el PLD”, “El
PRD nos engañó, por eso estamos con Juan Bosch” y “Juan Bosch amarra los
gatos, pa’ que el pueblo coma barato”, fueron algunos de los slogans que
identificaron nuestras campañas.
Otro punto relevante fue el “Bosch Móvil”, un vehículo desde donde nuestro
fundador y guía, Juan Bosch, podía ser visto y saludado por el pueblo durante
las movilizaciones.
Incluso, El PLD creó, patrocinó e incorporó el primer merengue compuesto
especialmente para usos electorales, “A votar morao”, orquestado por el maestro
Félix del Rosario, e interpretado en versiones distintas por las vocalistas Cecilia
García y Adalgisa Pantaleón.
Tanto el prestigio ganado por el PLD, su líder Juan Bosch, y los demás
dirigentes, se reflejó en una multiplicación por diez del apoyo obtenido en 1978,
ya que en el 1982 conquistó 179,849 votos, un 9.36% de los votos emitidos, y
alcanzó por primera vez representación congresual, siete diputados, además de
25 regidores distribuidos en once municipios.
Los peledeístas que ingresaron ese año a la Cámara Baja, fueron: Vicente
Bengoa, Norge Botello, Juan de la Cruz Buret y Ligia Amada Melo, por la Capital;
mientras que José Ramón Fadul y Ramón Ventura Camejo representaban a
Santiago y Tomas Beltré a La Romana.
Tal como lo vaticinó Vanguardia del Pueblo, esos siete diputados se destacaron
tanto en su labor conjunta, que contribuyeron en gran medida a incrementar aún
más el prestigio del PLD en la población y afianzar su trayectoria ascendente.
El proceso electoral de 1986, conllevó para el PLD romper de manera definitiva
y marcada con el bipartidismo que prevalecía en la sociedad dominicana y
ratificar su condición de fuerza en ascenso, con una votación de 387,881 votos,
que duplicaban su marca anterior y porcentualmente ascendió al 18.3 por ciento.
Esta participación se expresó en 16 diputados, y por primera vez, consiguió
representación en la Cámara Alta, dos senadores, y además tres síndicos, lo
mismo que 63 regidores distribuidos en 31 municipios.
La culminación del crecimiento geométrico y continúo experimentado por el
partido morado se verificó en 1990, cuando con Juan Bosch como candidato a
la Presidencia gana los comicios de ese año, aunque las expectativas de la
población quedaron frustradas por el fraude.
No obstante, la incidencia del PLD en el mercado electoral quedó plasmada al
conquistar las sindicaturas de 37 de los municipios más importantes del país y
con mayor incidencia de los sectores productivos y de avanzada, incluyendo
prácticamente todo los del Cibao Central y los principales de la región Este.
Asimismo, en esa ocasión, el PLD, que se le computaron 647,038 votos, alcanzó
12 senadurías, 45 diputados y 67 alcaldes.
Los efectos negativos del fraude colosal de 1990 se dejaron sentir en el 1994,
cuando en una participación electoral limitada, con Juan Bosch como candidato
presidencial, y Leonel Fernández a la vicepresidencia; el PLD vio interrumpida
su escala de crecimiento, obtuvo 395,653 votos, para descender a 13.3 por
ciento.
Es así, que, en 1996, tan solo dos años después, el PLD se reposiciona en las
preferencias del electorado, y con Leonel Fernández como candidato, al
acumular un 39 por ciento de los votos válidos, obtiene el derecho a terciar en la
Segunda Vuelta de las Elecciones Presidenciales del 16 de mayo de ese año,
con un sufragio de un millón 130 mil 523 en términos absolutos.
La Segunda Vuelta, celebrada mes y medio después, esto es, el 30 de junio, fue
ganada por el PLD y sus candidatos Leonel Fernández y Jaime David
Fernández, con el apoyo del Partido Reformista Social Cristiano, con quien
conformó el Frente Patriótico, y obtuvo 1,466,384 votos, 51.2 por ciento.
Las primeras elecciones a medio término después de la modificación
constitucional de 1994, en 1998, coincidieron con la desaparición física del Dr.
José Francisco Peña Gómez, lo que fortaleció las candidaturas de su
organización y, por tanto, el PLD obtuvo resultados discretos en los órdenes
congresual y municipal. Sólo las senadurías de El Seibo, Elías Piña, La Romana
y Salcedo. También, 42 diputados y 12 sindicaturas.
A pesar de que en 2002 el PLD alcanza ganar una sola Senaduría, el que se
tratase de una plaza emblemática para el PRD, como la del Distrito Nacional,
conllevó un profundo significado para el evento; más aún, al visualizarlo junto al
triunfo de la propuesta morada para la sindicatura de la Capital, otro estamento
hasta entonces sagrado de los blancos.
Es así, como el senador José Tomás Pérez y el síndico Roberto Salcedo se
constituyeron en la clarinada que marcó un momento clave: el efecto de
consolidación de la fuerza peledeísta en el escenario electoral, en una proporción
muchas veces superior, y en otras ocasiones algo menor a la mitad del número
de personas con derecho al voto.
Ya en 2004, el PLD y su candidato presidencial Leonel Fernández, esta vez
secundado por Rafael Alburquerque a la vicepresidencia, protagonizan un
rebase espectacular, que se expresó en un triunfo contundente en la misma
primera vuelta, al alcanzar un 57.11%, nada menos que dos millones 63 mil 871
votos, en términos absolutos.
Los comicios congresuales y municipales de 2006 marcan un hito para el PLD,
no sólo porque marcan el segundo triunfo electoral de la saga que mantiene, y
que ya llega a cinco, sino que es cuando alcanza materializar la premisa “Un
Congreso para el progreso”.
En una alianza con más de diez partidos emergentes agrupados en el Bloque
Progresista, el PLD ganó 22 de 32 senadurías; 96 de 178 diputaciones y 67 de
151 alcaldes.
La aprobación del pueblo a las gestiones de gobierno del PLD se verificó en otro
triunfo categórico en primera vuelta en el torneo electoral de 2008. Leonel
Fernández se reeligió con una votación de 53.83 por ciento, es decir, que la
organización prácticamente reeditó sus anteriores resultados.
En 2010, la propuesta morada gana 31 de las 32 senadurías en disputa; 102
diputados provinciales junto a sus aliados; tres diputados nacionales por
acumulación y, para el Parlamento Centroamericano, 10 diputados.
Llegan las Elecciones Presidenciales de 2012, el PLD presenta por segunda
ocasión a Danilo Medina, quien con su acertado eslogan de “Continuar lo que
está bien, corregir lo que esté mal y hacer lo que nunca se ha hecho”, valida su
triunfo en primera vuelta con dos millones 323 mil 146 votos, equivalentes al
51.21% del sufragio universal.
5. Gobierno del PRD
El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) ocupa un lugar privilegiado en la
historia política del país. Es imposible entender la construcción y el desarrollo de
lo democrático-popular en la República Dominicana sin tener en cuenta el papel
protagónico de esta fuerza política.
Después de la caída de la dictadura de Rafael Trujillo en 1961, el PRD cautivó
el imaginario popular en la lucha contra los remanentes de la dictadura y fue el
principal propulsor de una alternativa democrática. Ganó las primeras elecciones
competitivas del postrujillismo en 1962, pero solo pudo gobernar siete meses. En
septiembre de 1963, el presidente Juan Bosch fue derrocado por un golpe de
Estado y, a partir de ahí, el PRD entró en un largo periodo de luchas políticas por
recuperar la democracia.
La ocupación militar estadounidense de 1965, impuesta para ahogar las
demandas de democratización que encabezaba el PRD, impidió restablecer un
sistema político de libertades y derechos. Con la izquierda marxista, pero sin
comprometerse con ella, el PRD se convirtió en el polo generador de esperanzas
y luchas democráticas de un amplio segmento de la sociedad dominicana.
Joaquín Balaguer, por el contrario, se erigió en guardián de la estabilidad política,
con un énfasis en el orden sobre la libertad. En cada coyuntura electoral (1966,
1970 y 1974), el PRD fracasó en su intento de imponer las reglas de juego
democrático frente a un Balaguer autoritario, aupado por los sectores de poder
local y Estados Unidos. Con trampas y represión, espejismos de modernización
y la voluntad de explotar a su favor los temores en la población, Balaguer se
mantuvo en el poder durante 12 años (1966-1978), mientras el PRD acumuló
fracasos electorales y tensiones políticas que llevaron a Bosch a abandonar el
partido en 1973.
En aquel momento, marcado por el desconcierto que generó la pérdida del líder-
fundador, José Francisco Peña Gómez asumió el liderazgo del PRD. Establecido
como dirigente de vanguardia del partido, pero limitado políticamente por su
origen haitiano y color negro, Peña Gómez se vinculó activamente a la
Internacional Socialista en busca de apoyo. Confió en que esos vínculos
ideológicos y organizativos darían buenos resultados a su partido. Los frutos se
evidenciaron en las elecciones de 1978, cuando con un discurso moderado y el
apoyo de prestigiosos líderes de la socialdemocracia internacional el PRD logró
derrotar a Balaguer.
Sin dudas, el PRD posee una herencia meritoria de luchas democráticas y una
pléyade de líderes que han marcado la política dominicana en los últimos 50
años. Pero en sus gobiernos ha malgastado esa herencia. Ha fracasado tres
veces en traducir en políticas públicas las ideas de la socialdemocracia.
5.1 El PRD en el gobierno
De los tres gobiernos del PRD, el único que recibe una evaluación positiva en
las encuestas de opinión pública es el de Antonio Guzmán (1978-1982). Los de
Salvador Jorge Blanco (1982-1986) e Hipólito Mejía (2000-2004) registran las
peores evaluaciones de los diversos gobiernos dominicanos democráticamente
elegidos. Este fardo explica las derrotas en las elecciones presidenciales de
2004 y 2008, y en las legislativas y municipales de 2006. Los problemas tienen
orígenes distintos, pero se vinculan: uno es de origen partidario y el otro,
gubernamental.
En lo partidario, el PRD se ha caracterizado por la fuerte competencia de
liderazgos (el llamado «grupismo»), que nunca ha encontrado canales
institucionales adecuados para encauzarse. Aunque fue el primer partido
dominicano en realizar elecciones internas, los perdedores y ganadores
quedaban enfrentados, y los tres primeros procesos electorales (1978, 1982 y
1986) quedaron marcados por fuertes disputas intrapartidarias que afectaron
negativamente el funcionamiento de los gobiernos perredeístas y las
posibilidades electorales.
En cuanto a la gestión gubernamental, los gobiernos del PRD han coincidido con
momentos de fuertes crisis económicas que, a pesar de tener causas distintas,
han tenido manifestaciones similares: inflación, devaluación de la moneda y
endeudamiento externo.
En los primeros dos gobiernos perredeístas (el de Antonio Guzmán, 1978-1982,
y el de Salvador Jorge Blanco, 1982-1986) se lograron avances democráticos
importantes. Se creó un ambiente de tolerancia y protección de los derechos
políticos, se afianzaron los procesos electorales y se profundizó la
desmilitarización de la política. En este periodo, se adiestraron también en la
confrontación y negociación distintos grupos sociales, sobre todo empresariales
y sindicales. Pero la crisis económica de principios de los 80 y la proliferación del
clientelismo impidieron avanzar en el proceso amplio de redistribución de riqueza
prometido por el PRD en sus campañas y esperado por amplios sectores de la
población dominicana.
En el contexto de deterioro económico de aquella época, la percepción de un
incremento en la corrupción gubernamental, unida a las luchas de facciones,
produjo un fuerte descontento social. El resultado fue una pérdida de apoyo
político. El porcentaje de votos obtenido por el PRD (con alianzas) bajó de 53%
en 1978 a 39% en 1986, al final de la presidencia de Blanco. Este declive
electoral contribuyó al triunfo de Balaguer en las elecciones de 1986, con 40,5%
de los votos. Asimismo, la impopularidad del PRD benefició al Partido de la
Liberación Dominicana (PLD), creado por Juan Bosch luego de abandonar el
perredeísmo en 1973.
Así, quedó establecido el tripartidismo en la política dominicana. Cada una de
las grandes fuerzas contaba con su líder carismático, que proveía ideología,
estilo de liderazgo y base social de apoyo: Balaguer en el Partido Reformista
Social Cristiano (PRSC), Bosch en el PLD y Peña Gómez en el PRD. Pero pese
a contar con un líder indiscutible en la figura de Peña Gómez, el PRD no resolvió
los conflictos internos ni afianzó la institucionalidad partidaria para estructurarlos.
Simplemente, encubrió los problemas bajo el paraguas directivo de Peña
Gómez.
Los esfuerzos de Balaguer por impedir que Peña llegara al poder en las
elecciones de 1994 y 1996 dieron resultados. En esta última ocasión, el PRSC
cerró una alianza con el PLD –denominada Frente Patriótico– que llevó a Leonel
Fernández a la Presidencia. Pero estos esfuerzos generaron también un
creciente descontento en amplios sectores sociales, muchos de los cuales se
volcaron a favor del PRD en los comicios legislativos y municipales de 1998 y en
los presidenciales de 2000. En ambas ocasiones, con Peña Gómez ya muerto,
el PRD alcanzó la victoria. Hipólito Mejía, excompañero de fórmula de Peña
Gómez, se impuso en los comicios de 2000 y el PRD retornó al poder.
5.2 El gobierno de Hipólito Mejía: del éxito posible al derrumbe
Una vez en el gobierno, Mejía desarrolló una estrategia de subordinación
partidaria basada en la inserción clientelista de las distintas facciones internas.
Mejía carecía de grandes ideas políticas, pero, gracias a la distribución clientelar
de posiciones y recursos, evitó que las luchas internas consumieran su gestión,
como les había ocurrido a Antonio Guzmán y a Salvador Jorge Blanco. Su
estrategia, sin embargo, hipotecó casi todo el liderazgo perredeísta. En oposición
al discurso institucionalista desplegado durante la campaña, Mejía descansó en
la distribución de poder y recursos. Primero lo hizo dentro del partido, repartiendo
cargos directivos sin tener en cuenta los mecanismos institucionales; y luego en
el gobierno, a través del nombramiento de amigos y adversarios partidarios en
cargos públicos. Así, se crearon feudos políticos en la administración pública
ocupados por los dirigentes del PRD. En ese proceso de distribución de cargos
y aumento de la «empleomanía» estatal, se abandonó el proyecto de
mejoramiento de la administración pública iniciado por el gobierno del PLD en
1996-2000, y que también había prometido el PRD en la campaña. En cuanto al
estilo, Mejía reemplazó el intelecto político de Peña Gómez con una jocosidad
que encantó, en un principio, a un amplio segmento de la población. Pero con el
paso del tiempo y la agudización de la crisis económica su discurso pasó de
jocoso a irritante y la población no perredeísta, sumida en la recesión, se sintió
excluida del reparto clientelar.
El sistema casi autocrático que impuso Mejía, costoso y riesgoso para el PRD,
marcó las relaciones de poder dentro del partido y del Estado. Se produjo un
desenfrenado intento de sacar provecho inmediato de los recursos públicos, se
incrementaron el endeudamiento y el gasto público y, como resultado, se generó
una situación de inflación, devaluación e incertidumbre económica. El momento
coincidió con la quiebra de tres bancos privados, incluido uno de los principales
del país, el Banco Intercontinental. Los depositantes, grandes y pequeños,
fueron rescatados por el gobierno mediante una inyección masiva de dinero, lo
que aceleró la devaluación y la inflación.
Mejía había llegado al poder con casi 50% de los votos, apoyado por un partido
de gran arraigo popular, con la misión de profundizar la democracia y el
desarrollo social, con una cómoda mayoría en el Poder Legislativo y en los
gobiernos municipales. La economía se encontraba en una situación estable y
relativamente próspera y los partidos opositores habían salido disminuidos de
las elecciones. ¿Qué pasó? ¿Por qué un proyecto político que podía ser exitoso
se tornó tan frustrante para amplios sectores de la sociedad dominicana?
Sin dudas, la crisis bancaria empeoró el panorama económico, mientras que la
voluntad de conseguir la reelección explica algunos de los males que han
afectado históricamente a la nación dominicana. Pero hay que mirar otros
asuntos para entender la naturaleza de la crisis que consumió al gobierno del
PRD y al país durante la presidencia de Mejía. Tres factores ayudan a elaborar
una explicación más amplia: la debilidad de las instituciones, la centralidad del
Estado en la acumulación de riqueza y la escasa organización de la sociedad.
Uno de los puntos, la debilidad histórica de las instituciones públicas
dominicanas, facilitó, entre otras cosas, que el gobierno estableciera un control
desmedido en la Junta Central Electoral, promoviera la modificación de la
Constitución en 2002 para habilitar la reelección, utilizara a las Fuerzas Armadas
con fines políticos, violara las leyes monetarias en el rescate de los depósitos de
los bancos quebrados, realizara una convención amorfa en el PRD para elegir al
candidato presidencial, utilizara los medios de comunicación del quebrado Banco
Intercontinental para promover su proyecto político y lanzara una campaña
electoral sobre la base del uso de los recursos públicos.
5.3 Las derrotas de 2004 y 2008
Hacia fines de 2002 la confianza en el gobierno de Mejía comenzaba a
debilitarse; desde principios de 2003, el país entró en un periodo de grave crisis
de confianza. Entre enero y julio, la acelerada devaluación del peso, que pasó
de 22 a 35 por cada dólar, potenció el clima de crisis económica, al que se sumó
el ya mencionado escándalo financiero por la quiebra de tres bancos. En 2003,
por primera vez en una década, la economía dominicana entraba en un proceso
de decrecimiento y registraba una caída significativa de las reservas
internacionales.
En este contexto adverso, el proyecto reeleccionista se afianzó cuando Mejía
anunció que buscaría un nuevo mandato. Esto generó importantes
consecuencias políticas: en principio, profundizó el descrédito ético de los
funcionarios públicos, ya que el presidente había reiterado en numerosas
ocasiones que no buscaría la reelección. Al mismo tiempo, cobró aún más
énfasis el clientelismo como estrategia para mantener cautiva una base social
de apoyo. Finalmente, en un contexto de crisis económica cada vez más grave,
se profundizó la crisis institucional del PRD en torno de la selección de la
candidatura presidencial para las elecciones de 2004: aunque muchos líderes
aspiraban a ella, ninguno pudo competir en igualdad de condiciones con el
presidente.
Mejía diseñó su estrategia política sobre la base del cálculo de que las
instituciones públicas dominicanas eran débiles y manipulables y que la sociedad
era vulnerable a la corrupción y al clientelismo. No estaba del todo errado. Sin
embargo, este plan de extorsión, clientelismo y corrupción encontró sus límites
en la crisis económica, y porque además el bienestar de los grupos vinculados
al gobierno contrastaba con las penurias de la mayoría de la población. El
resultado fue que, en el contexto de dificultades económicas que atravesó el país
en 2003 y 2004, solo permanecieron leales al gobierno aquellos que
conformaban el voto duro del PRD o formaban parte de su clientela política.
Mejía trató de aglutinar a este sector desesperadamente en la campaña
electoral.
A diferencia de lo que ocurrió en el año 2000, cuando casi todos los vientos
soplaban a favor de Mejía, el escenario de 2004 era adverso por la crisis
económica y porque el PRD no lograba recuperar su tradicional arraigo social, ni
retomar su misión histórica de promover la democracia. En este contexto, Mejía
perdió las elecciones en manos de Leonel Fernández, del PLD.
Dos años más tarde, empequeñecido electoralmente, el PRD estableció una
alianza electoral con el PRSC, el partido fundado por Balaguer, para competir en
las elecciones legislativas y municipales de 2006. Pero la llamada «Alianza
Rosada» resultó fallida, básicamente porque articulaba a dos partidos
históricamente enfrentados que, más que unirse, necesitaban relanzarse.
Muchos precandidatos del PRD se negaron a ceder sus nominaciones a los
postulantes del otro partido.
En 2008, la situación también se presentaba difícil. Suele tomar cierto tiempo
recuperar la popularidad después de un gobierno que concluyó con una crisis
económica tan grave como la de 2003-2004. Sin embargo, no fue solo por el
recuerdo negativo de los últimos años de la presidencia de Mejía por lo que el
PRD terminó derrotado, sino también por errores de campaña que impidieron
mejorar significativamente su posición.
El primero fue adelantarse en la selección de Miguel Vargas Maldonado, un rico
empresario que había sido secretario de Obras Públicas de Mejía, quien fue
tempranamente consagrado como candidato. Aunque aportaba recursos
económicos, Vargas Maldonado nunca había ocupado un cargo electivo, carecía
de ascendiente en las masas perredeístas y no contaba con una historia política
que le permitiera ganar el apoyo de sectores ajenos al partido. El PRD debió
hurgar más en sus filas para identificar una figura con capacidad de inspirar
políticamente a los votantes.
Con esta decisión, el PRD abandonó una vez más la posibilidad de construir una
alternativa política con un fundamento ideológico socialdemócrata. Prefirió el
pragmatismo político apostando a un candidato que aportaba recursos
económicos para mantener la maquinaria partidaria en movimiento, pero que no
pudo liderar un proyecto político renovador y progresista.
El otro error fue la zigzagueante estrategia de campaña. En un principio, se lanzó
una ofensiva mediática que presentaba a Vargas Maldonado y difundía
ampliamente sus propuestas de políticas públicas orientadas al empleo y la
educación. Sin embargo, al poco tiempo, la dirigencia del PRD comenzó a ocupar
el centro de atención denunciando actos de corrupción del gobierno de
Fernández, con lo que el programa del candidato quedó opacado.
Por otra parte, el PRD no logró responder de manera contundente al discurso
central de campaña del PLD, sintetizado en el eslogan: «Cuando el PRD sube,
el país baja». Frente a esta crítica, la dirección del PRD y su candidato
presidencial se mostraron incapaces de asumir una defensa de la historia del
partido, al que los propios dirigentes miraron como una fuente de problemas más
que como un emblema a enaltecer. Esto quedó muy claro en la publicidad
electoral, en la que las iniciales MVP (Miguel Vargas Maldonado) resaltaron
sobre la sigla PRD.
Finalmente, el PRD cometió el error de recurrir intermitentemente a la figura de
Mejía. Luego de la muerte de Peña Gómez, el expresidente sigue siendo el único
líder partidario de alcance nacional, pero su figura genera un alto nivel de
rechazo en un amplio segmento de la población. Si se quería utilizar a Mejía para
movilizar al electorado perredeísta, debió habérsele asignado un papel
importante desde el principio de la campaña, de manera que se obtuvieran
rápidamente los beneficios y se minimizaran los costos. Pero si la idea era
excluirlo de la contienda, Mejía debió mantenerse siempre a distancia.
El reto principal que enfrentó el PRD en las elecciones del 16 de mayo de 2008
fue demostrar que podía ampliar su base electoral de 2004. Lo logró. Subió seis
puntos, de 34% en 2004 a 40% en 2008. Sin embargo, perdió las elecciones
frente al presidente Fernández, del PLD, que obtuvo 54% de los votos. Como en
otras ocasiones, el PRD ha intentado maquillar su derrota. En esta oportunidad,
el argumento fue que el gobernante PLD había ganado las elecciones gracias a
la utilización de los recursos públicos. Aunque el dispendio fue real, la diferencia
de votos entre ambos partidos fue significativa, de casi 14%, por lo que el
clientelismo político no alcanza para explicar la derrota.
5.4 El PRD hacia el futuro
La perspectiva del PRD es difícil. Su ciclo de «partido vanguardia» de los 60 y
70, cuando primaban los ideales políticos, está agotado, pero también su ciclo
de «partido víctima», expresión de la deuda histórica que un sector importante
de la sociedad sentía con el liderazgo injustamente cuestionado –en buena
medida por el origen haitiano y color de piel– de Peña Gómez. No puede ser ya
la vanguardia política porque su lucha histórica por la competitividad electoral se
materializó, y porque durante sus gobiernos el país no avanzó hacia la
construcción de un ideal redistributivo de corte socialdemócrata como el
proclamado en sus campañas. Y no puede victimizarse, porque ha cometido los
errores que critica a otros partidos, entre ellos la corrupción y el clientelismo.
«Socialdemocracia» fue el término que utilizó el PRD en los 70 para relanzarse
electoralmente frente al conservador Balaguer. La apelación a estos ideales
contribuyó a que el partido se tornara potable para amplios sectores de poder
nacional e internacional y, además, ayudó a renovar ideológicamente sus
cuadros más progresistas. Sin embargo, a pesar del destacado rol de Peña
Gómez en la Internacional Socialista, los ideales socialdemócratas no se
materializaron cuando el PRD estuvo en el poder.
Desde 1998, el PRD ya no cuenta con el liderazgo de Peña Gómez. En su doble
condición de líder de masas y víctima del racismo, Peña Gómez había mantenido
vigente al partido incluso en medio de los fracasos gubernamentales. Sin dudas,
la construcción del personaje político de Peña Gómez dio muchos frutos
electorales al PRD. Por ejemplo, sería imposible entender las victorias
perredeístas en 1998 y 2000 sin tomar en cuenta la popularidad de Peña Gómez,
manifestada incluso luego de su fallecimiento. En ambas ocasiones, el PRD logró
capitalizar el voto del electorado antibalaguerista. En este sentido, podría decirse
que las elecciones de 1998 y 2000 representaron las últimas venganzas del
electorado antibalaguerista contra Balaguer.